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Mal viento

Al igual que en las medicinas tradicionales de otros grupos indígenas de México, también en la
medicina maya de la península de Yucatán el padecimiento de nombre "mal viento" constituye
una causa de demanda de atención frecuente entre la población que acude a los terapeutas
tradicionales en busca de solución a sus problemas de salud. Es una enfermedad conocida con
varias denominaciones de las cuales ik' ( "viento", en lengua maya) es la más común; este término
es traducido por los terapeutas como "mal viento", mal aire, o simplemente aire. Otras formas
menos frecuentes de designar esta afección son "remolino" y "aire de las doce del día".

Es una dolencia atendida casi exclusivamente por sacerdotes tradicionales; sólo en forma
excepcional aparecen mencionados otro tipo de terapeutas, como rezadores y curanderos.

La expresión "mal viento" designa tanto al agente causal como al padecimiento que produce. En la
medicina tradicional maya los malos aires o vientos forman parte de la causalidad de numerosas
enfermedades, tales como los reumas, la diabetes, el dolor de cabeza, el mal de ojo y la
esterilidad, entre muchas otras. En vista de la importancia de estos "aires", antes de iniciar la
descripción del padecimiento mismo, es necesario hacer una breve referencia acerca de las ideas y
conceptos involucrados en este termino, ideas que fueron mencionadas por los terapeutas
consultados; esta explicación será también de utilidad para una mejor comprensión de la
enfermedad.

Los malos aires —según un concepto amplio—, son entidades de la misma naturaleza que el aire
común, pero que poseen ciertas características que los hacen diferentes. Aunque muchos
informantes afirman que el mal viento es uno solo y viene del norte (su nombre es xaman ka'an),
en Quintana Roo opinan que los aires son varios, que "todos ellos vienen del norte y atacan en
cualquier época del año": se llaman ajau ik', mozon ik' y lak'in ik'(Lit. "viento del este"). Si bien los
tres son vientos peligrosos, no lo son por igual; el mas temido es el ajau ik', que "es el dueño de las
nubes amarillas y esta al final de la tierra; ahí vive". Es un aire que "solo hace cosas malas, ya que
ese es su oficio", afirman los terapeutas. También son malos otros aires llamados k'ak'as ik' y
taankas ik'. Por otra parte, estas entidades son la forma en que se manifiestan los alux, dioses
menores que son "los dueños" de los terrenos, las milpas, los montes, etcétera; "cuando los alux
quieren algo, lo demuestran mediante los malos aires que atacan a las personas que transitan por
esos lugares".
A este último conjunto de ideas se vincula, con toda seguridad, la creencia, común entre la
población maya de la península, de que "el mal viento puede venir de arriba, de la nube blanca, de
la nube oscura o de la nube amarilla; o venir de abajo, del pozo, de las cavernas, ak tun, etcétera";
puede además provenir de otros lugares, como el monte o la calle. La información consignada
acerca de esta afección, permite asegurar que es el concepto de mal aire, como entidad, lo que los
terapeutas tienen presente cuando hacen referencia a la causalidad del padecimiento.

MAL VIENTO

Antonio Fco. Rodríguez Alvarado

En náhuatl amo cualli ehecatl (viento no bueno). No es un viento común y corriente; es un


espíritu maligno que vive en los remolinos de polvo; es un concentrado de emanaciones
sobrenaturales (demonios, nahuales o espíritus malignos), muchas veces producto de actividades
mágicas intencionalmente dañinas, el cual se apodera del espíritu de la persona y le ocasiona
enfermedad.

Comenta Olavarrieta (1989: 89-90), el mal aire que “anda suelto”, es “como (el viento) norte;
azota a la persona a la hora que da vuelta como remolino” (una de las manifestaciones del Diablo
la constituye el “remolino de viento”). La persona, al momento de recibirlo, siente un mareo, y
después “le agarran fríos de calentura”, le dan vómitos, “se tuerce”. Para curarle se la debe
“limpiar” con albahaca (Ocimum basilicum), sahumarla con copal, sacudirla con ramas de tinaja, y
pasarle por el cuerpo un huevo “de rancho” (fecundado) de color oscuro, “colorado”. Este huevo
absorbe el aire contenido en el cuerpo del enfermo y, al romperse y vaciarse su contenido dentro
de un vaso con agua, se forman pequeñas burbujas: “se ve como el aire anda adentro”. A
continuación, el especialista encargado de la curación hace un agujero en una de las esquinas de la
casa y entierra ahí el huevo, haciendo sobre el lugar una cruz de ceniza. Por último, pone agua
bendita sobre la frente y la nuca del enfermo.

Existen lugares y días especiales en los que las personas corren mayor riesgo de enfermar por
su causa; es mayor el riesgo de “agarrar” un mal viento en los cruces de caminos o de las calles de
la ciudad, y la primera semana de marzo es especialmente peligrosa a este respecto. Esta última
situación se explica debido a que muchos brujos, o aspirantes a serlo, durante esta semana se
dedican con particular intensidad a la realización de rituales mágicos, y éstos hacen que se formen
malos aires.

Carla M. Rita (1979: 277-278, 310) estudiando a los Huaves de San Mateo del Mar, Oaxaca,
comenta: efectivamente, siendo los remolinos almas de muertos vagantes, aunque no hagan daño
intencionalmente son muy peligrosos. Es por ello que la gente se pone de lado en cuanto ve uno o
siente un soplo de aire o sino, escupe al suelo para eliminar su efecto nocivo. Comenta además,
esta autora, que una mujer poco antes de salir encinta vio acercársele, en la calle, un remolino de
aire; y en lugar de ponerse a un lado, había continuado su camino y el remolino le había pasado
entre las piernas y penetrando en su regazo, había enquistado allí un cuerpo extraño. Como sufría
muchísimo a causa del embarazo fue examinada, al tercer mes, por una comadrona la cual advirtió
que el feto tenía una forma extraña, moviéndose como una bola en constante movimiento en el
regazo de la mujer, por lo que optó por darle a beber un poco de “balsamita”, un abortivo,
expulsándose así agua y una rara esfera de la dimensión de un puño. La comadrona la cortó por la
mitad y del interior vio salir tres abejas; recogió entonces todo y lo echó sobre el fuego encendido
fuera de la choza, a fin de que el “mal” no atacara nuevamente a quien recién se había librado de
él, o se transfiriera a otra persona. Al terminar la combustión quedó sólo un grano de la
consistencia de una piedra.

Tranfo (1974: 291-292) estudiando a los otomíes, refiere que es un defecto innato, de
naturaleza moral y se remonta a los tiempos del bautismo, cuando el cura ya sea por cansancio o
por tentación del demonio, bautice mal al niño, por lo que éste empezará a presentar violentos
dolores hasta provocarle desmayos y al parecer anorexia que lo encaminará hacia una caquexia sin
salvación. La única solución es la de repetir el rito del bautismo.

Nutini e Isaac (1989: 59, 66, 158, 176), refieren que entre los nahuas de Tlaxcala y Puebla
cuando se aparece un remolino la gente acostumbra santiguarse, rezar, quemar copal y palmas,
gritar “chinga a tu madre” y repicar las campanas. En una fuerte tormenta se dispara cohetes
previamente bendecidos, se dibujan cruces en el suelo y se hacen rogativas para que amaine el
tiempo. Los graniceros, tecitlazque o quiatlazque queman cruces y ramas de capulín o romero sin
cobrar, aunque reciben una pequeña suma cada año. Se colocan cruces y palmas benditas en los
campos para proteger las cosechas.

Figueroa (1994: 288), señala que los cohetes son sagrados y se queman a la hora de la oración.
Quemándolos, el Diablo y los otros espíritus malos huyen de las cosas santas.

Weitlaner (1954: 169), comenta que en la Chinantla queman en las casas las hojas de li mu to, o
flor de hoja de pozole (Calathea lutea Aubl) cuando se desata una fuerte tempestad, para calmar
la fuerza del viento.

Incháustegui (1977: 10, 13, 16, 139, 204) refiere que los mazatecos temen a “Shindá Ji”, El
Maligno, El Señor Negativo del Poniente, amo de los “malos aires” a los cuales libera de su caverna
al anochecer para que se apoderen del espíritu de los hombres. Este es el Señor principal de las
desgracias, los accidentes, las enfermedades. Es un viento que no se ve. En las casas en donde
tienen enfermos, barren y tiran toda la basura después de 4 días en dirección al poniente donde
vive Shindá Ji, quien recoge la enfermedad y la guarda “de donde la sacó” para vaciarla
nuevamente a los caminos, al siguiente anochecer.

Flanet (1997: 143), refiere que entre los mixtecos, la persona que quiere dañar a un enemigo lo
espera cerca del pozo de agua a donde va a bañarse; cuando ya se ha bañado, “su sangre está
caliente” y entonces quien lo está esperando “le echa aire”, sopla siete veces en su dirección; a los
pocos días caerá enfermo y probablemente morirá. Véanse aire, Yual Ejegat, el lloro, congelo.
San Agustín en el siglo lV d.C. acerca de los demonios decia: “son animales etéreos porque
toman parte en la naturaleza de los cuerpos etéreos; están hechos del aire espeso y húmedo que
respiramos, como aseguran algunos sabios”.

Baytelman (2002:330) comenta que entre los tlahuicas de Morelos, la limpia del “aire” se hace
con Jarilla (Senecio salignus), Tulipán ((Tulipa gesneriana L), Istafiate (Artemisa ludoviciana), Ruda
(Ruta chalepensis), Pirul (Schinus molle) y un huevo. Después de la limpia, el curandero lleva su
ofrenda a un hormiguero. Generalmente hay una culebra al fondo de cada hormiguero.

Mal de Aire: En este momento nos referimos a las enfermedades cuya etimología no es producto
de un hecho tangible y por lo mismo detectable. El ámbito de los mágico, de los poderes de la
naturaleza, se hacen presente y producen enfermedades. Hay especialistas para el tratamiento de
estas enfermedades y a ellos acuden las personas que creen que estar afectados por algunos de
estos males. Dentro de estas enfermedades, en primer lugar debemos referirnos al Mal Aire. A
decir las personas, el mal aire se coge por mal viento, un mal espíritu que anda en el aire, el
espíritu de algún muerto. Esta enfermedad coge al igual a niños y adultos. La sintomatología se
presenta con decaimiento, vómitos, diarrea y fiebre, al igual que dolores de cabeza; todo lo que se
come se vomita. Para curar el mal aire se utiliza una serie de “montes”: chivo, chivatón, cogollo de
guanábano, cogollo de limón, guayaba, flor amarilla, ruda, gallinazo, y algunos otros. Se muelen
todos los ingredientes y se mezclan con agua bendita, agua florida. Con esta substancia se soba al
paciente, y se le da de beber el jugo que sale de la mezcla durante tres días: cada día una toma y
una sobada.

El “mal aire” es una enfermedad de calidad “fría”, comprendida en una categoría mayor de causas
de demanda de atención: los “malos aires”, los cuales se clasifican según su causalidad. De esta
manera tenemos, por ejemplo, el mal aire “por mal espíritu”, una enfermedad incurable que
irremediablemente mata al enfermo; o el mal aire producido “por aire”, una afección
relativamente frecuente que sí tiene curación, capaz de afectar indiferentemente a personas de
cualquier edad. Los terapeutas que tratan el padecimiento son, principalmente, los hierberos.

La forma más frecuente de contraer un mal aire, consiste en pasar accidentalmente “por un lugar
pesado, en donde murió una persona”. Según las creencias de muchos pueblos de México, “en
donde se matan queda el espíritu malo que ataca al que pasa por allí”; si alguien pasa por estos
“lugares malos”, el aire maligno que está allí “llega como un soplón y penetra en el cuerpo” del
desdichado. A este mismo tipo de causa, pertenece la voluntad maligna de algún individuo de
provocar daño a otra persona, o el “castigo de Dios” debido, probablemente, a una conducta
censurable que ha tenido el enfermo.

En todos estos casos, el aire de propiedades dañinas entra al cuerpo del sujeto, provocando la
enfermedad. A diferencia de las causas anteriores, a veces suele ocurrir que el espíritu del muerto
que ha quedado allí, en el sitio en donde falleció, robe el espíritu de la persona que transita por
ese lugar, dando origen así a la enfermedad. Otro tipo de causa provoca la salida de una entidad
anímica del sujeto, concepto que se ve reflejado en el tratamiento aplicado a estos enfermos (Ver
pérdida del alma).

Según ciertos terapeutas, el mal aire se hace más peligroso “cuando la luna agarra su efecto; es
entonces cuando a cualquiera le puede atacar, dependiendo de si la luna trae efecto en estas
condiciones”.

Los síntomas son numerosos y variados; la mayor parte de ellos se manifiesta a nivel orgánico. El
enfermo sufre dolores generalizados, “como espinas”, en todo el cuerpo, pero más intensos en la
cabeza y en el estómago; presenta calentura, vómito, diarrea, cansancio, mareos y “desguanzo”;
no tiene ganas de caminar ni de comer, y advierte una constante sensación de frío alternada con
escalofrío; un ojo se le ve más chico que el otro, y “su cara se tuerce”. Otros signos particulares se
manifiestan más bien en la noche durante el sueño. Así, el enfermo “se espanta de noche y
brinca”; además está triste, como atarantado (Ver susto). Según los terapeutas, estos últimos
síntomas indican que la enfermedad ya ha llegado a un estado de gravedad avanzado.

Después de interrogar y observar al enfermo, los terapeutas confirman el mal aire mediante los
siguientes dos procedimientos. En el primero, sahuman al paciente con incienso o copal; si el
humo forma remolinos, o si la sustancia “truena”, se concluye que el paciente padece el mal. La
segunda práctica destinada a corroborar la presencia de la enfermedad consiste en una “limpia
con blanquillo”; después de pasar el huevo por todo el cuerpo del enfermo, el curandero lo rompe
en un vaso de agua: si la yema presenta pequeñas burbujitas de aire, o en ella “se ve como un
remolino”, se concluye que se trata de mal aire.

Sólo algunos terapeutas consideran el hecho de que un ojo se vea más chiquito que el otro, como
un indicio certero de la enfermedad.

En todos aquellos casos en que el padecimiento ha sido producido por la entrada de un aire
maligno al cuerpo del enfermo, el tratamiento tiene la finalidad de “sacar el mal aire” del interior
del paciente. Para lograrlo, el terapeuta practica un procedimiento terapéutico llamado “limpia”,
el cual se debe ejecutar exclusivamente los días martes o viernes, “porque son los días del mal
aire”. La limpia se hace con un ramo de pirul, ruda y asomiate, dentro del cual previamente se ha
pasado un huevo, y que se ha mojado, además, con “remedio de aire” —preparado compuesto
por tintura de valeriana, “arca y cuatro aguas de untar”—; luego, “se le pasa (al enfermo) por todo
el cuerpo, comenzando desde la cabeza, barriendo hacia abajo hasta las nalgas, y a veces hasta los
pies, un ramo que cabe en el puño de la mano”. La limpia se hace por la mañana. Si al segundo día
el enfermo continúa con dolores en la región estomacal, el terapeuta lo limpia también al
mediodía.

Los especialistas recomiendan que el paciente descanse y que no agarre frío, durante todo el día
de la curación. Si a causa del mal aire la boca y la cara del enfermo se van “de lado”, se deben
hacer ocho curaciones, y la última limpia debe hacerse con un pollo vivo, mojado previamente con
el “remedio”: la limpia se debe hacer hasta que el animal muera, cargado de la enfermedad que ha
absorbido del paciente. Ciertos curanderos prefieren utilizar una gallina para ejecutar la limpia, y
luego matar al animal y dejarlo, a manera de ofrenda, en el mismo lugar donde la persona
enfermó de mal aire.

El tratamiento cambia, al igual que su finalidad, si el espíritu del enfermo ha sido robado por un
muerto. Ver pérdida del alma.

Todos los tratamientos incluyen la ingestión de algún té de plantas medicinales, destinado a


eliminar la diarrea del paciente. Las especies empleadas con más frecuencia son la ruda, la
albahaca, el asomiate y la santa maría; el preparado se elabora de la manera siguiente: se ponen a
hervir las plantas en tres litros de agua, y se saca el recipiente de la lumbre en el momento en que
empiezan a hervir; la operación se repite siete veces. El paciente debe tomar, a lo largo del día, un
litro y medio del preparado, durante tres días o hasta que la diarrea cese.

Los terapeutas consideran que el enfermo puede morir si no es tratado a tiempo: “el mal aire
penetra, penetra, uno sigue molesto, molesto, no puede andar, tiene dolor de cabeza, es
trastornado”, aseguran. Acerca de las formas de prevención, mientras que algunos son de la
opinión de que el mal aire no puede prevenirse, otros afirman que “cargar una reliquia que
contiene polvo de la santa Madre Perla, envuelto en una bolsita con un trapo rojo”, puede ayudar
a evitar la enfermedad. De todas maneras, el consejo generalizado dado por los curanderos es el
de “no frecuentar los lugares alejados y solitarios”.

En casos no graves, un cigarro encendido puede ser buena ayuda para el aire, si éste es en el ojo,
echando el humo en el ojo afectado o poniéndolo en el oído cuando afecta ese órgano, otro
remedio casero es poner una rama de ruda en el oído.

En el mal aire producido “por aire”, El padecimiento se origina en el momento en que un sujeto
que tiene el cuerpo caliente entra en contacto con un aire frío, o bien agua fría. Así, los terapeutas
señalan que una persona enferma de mal aire por aire “porque está durmiendo y sale a hacer agua
[orinar], y como está caliente el cuerpo, le pega el aire”; o “cuando trabaja duro en el campo, se le
calienta el cuerpo y después se baña; o bien cuando “por un golpe se cae y se lastima la cabeza, la
nuca o el estómago, y luego toma agua”. En estas condiciones, el aire frío entra al cuerpo del
sujeto y de esta manera provoca el mal.

La persona afectada padece varios síntomas, cuya detección permite al terapeuta diagnosticar la
afección. El enfermo presenta “sangrado de la nariz, tos con sangre, dolor de pulmón, de cerebro y
de la vista; le da calentura y no tiene hambre”; manifiesta, además, dolor en todo el cuerpo y “no
puede voltear”, es decir, siente rigidez en los músculos del cuello. La observación del aspecto del
paciente y el interrogatorio subsecuente, permiten al terapeuta darse una idea acerca de la
esencia del mal, esencia que es confirmada después de corroborar que “el pulso de la persona
está bien”. Otros informantes afirman que reconocen la enfermedad porque el paciente “tiene las
manos calientes, y al tocarle la cabeza y el estómago se sienten como toques de electricidad”.

En virtud de que el mal aire por aire es un padecimiento de calidad “fría”, los tratamientos
empleados tienen el propósito de hacer sudar al enfermo para, de este modo, hacer salir de su
cuerpo el mal aire que lo está perjudicando. Los procedimientos indicados son las frotaciones
(“untadas”) y los baños a base de hierbas medicinales; en esta última práctica, el paciente debe,
asimismo, ingerir una taza del preparado.
Para ejecutar las frotaciones, el terapeuta pica 50 hojas de eucalipto y las pone en un litro de
alcohol, durante media hora, “para que la planta suelte toda su fuerza”; después, unta el
preparado en todo el cuerpo del paciente y frota con todas sus fuerzas. Según los especialistas,
con esta terapia de inmediato el enfermo siente alivio. Los baños se preparan de la manera
siguiente: en 36 litros de agua se pone a hervir un manojo de ramas de albahaca, de naix, de
manzanilla, de santa maría, de romero y de “hierba de confeti” o beots. Durante dos noches
consecutivas, el enfermo debe bañarse con este preparado, al mismo tiempo que toma una taza
del mismo. Si por algún motivo el paciente debe salir al sol, se le recomienda no tomar el baño ese
día, sino al día siguiente.
 

CESÁREA TIPO PELOSI

Figura 1 A. Incisión transversa suprapública. B. Incisión transversa de fascia con


electrobisturí sin separar plano muscular. C. Abertura de la rafe media de recto en su
segmento superior. D. Separación de rectos abdominales longitudinalmente. E. Separación
de rectos en forma transversal.
 

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