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Trabajo Practico N° IV de Filosofía

(Nos quedamos en casa y hacemos la actividad, así nos cuidamos entre


todos)
Extensión Áulica N° 424
Curso y División: 6to 1°
Profesora: Sánchez, Griselda Itatí
Tema: Comienzo histórico de la filosofía en Occidente: Presocráticos
Actividad:
1) ¿De qué parte de Grecia son los primeros filósofos?

2) Explica en qué consiste el ‘giro’ que los primeros filósofos le dan a la historia del

pensamiento Occidental.

3) ¿Qué significa originariamente la palabras griega ‘physis’?

4) Compará las posiciones de Heráclito y Parménides. ¿En qué se asemejan? ¿En qué se
diferencian?

5) Enunciá las características propias del Ser según Parménides, explicando brevemente en qué
consiste cada una de ellas.

6)

Material de lectura: Comienzo histórico de la filosofía en Occidente.


En efecto, las palabras de la familia de philosophia no aparecen antes del siglo v a.C. y no fue
definida filosóficamente más que en el siglo IV, por Platón; sin embargo, Aristóteles y, con él,
toda la tradición de la historia de la filosofía consideran filósofos a los primeros pensadores
griegos que aparecieron a principios del siglo VI, en la periferia de la zona de influencia griega,
en las colonias de Asia Menor, exactamente en la ciudad de Mileto: Tales, matemático y
técnico, uno de los Siete Sabios, célebre por haber predicho el eclipse de sol del 28 de mayo de
585, luego Anaximandro y Anaxímenes. Este movimiento del pensamiento, se extendería a
otras colonias griegas, esta vez las de Sicilia y del sur de Italia. Es así como en el siglo VI,
Jenófanes de Colofón emigra a Elea, y Pitágoras, oriundo de la isla de Samos (no lejos de
Mileto), viene a fijar su residencia a fines del siglo VI en Cretona y luego en Metaponto. Poco a
poco, el sur de Italia y Sicilia se vuelven el centro de una actividad intelectual muy viva, por
ejemplo con Parménides y Empédocles.
Todos estos pensadores proponen una explicación racional del mundo, y aquí da un
giro decisivo la historia del pensamiento. Existían en efecto, antes de ellos, en el Cercano
Oriente, y de hecho también en la Grecia arcaica, cosmogonías, pero eran de tipo mítico,
es decir, describían la historia del mundo como una lucha entre entidades personificadas. Eran
"génesis" en el sentido bíblico del libro del Génesis, "libro de las generaciones", destinado a
devolver a un pueblo el recuerdo de sus antepasados y a vincularlo con las fuerzas cósmicas y
las generaciones de los dioses. Creación del mundo, creación del hombre, creación del pueblo,
éste es el objetivo de las cosmogonías. Como lo demostró claramente G. Naddaf, si bien los
primeros pensadores griegos sustituyen esta narración mítica por una teoría racional del
mundo, no por ello dejan de conservar el esquema ternario que estructuraba las cosmogonías
míticas. Proponen una teoría del origen del mundo, del hombre y de la ciudad. Esta teoría es
racional porque pretende explicar el mundo no por medio de una lucha entre elementos, sino
de una lucha entre realidades "físicas" y el predominio de una sobre las demás. Esta
transformación radical se resume por otra parte en la palabra griega physis, que,
originariamente, significa al mismo tiempo el comienzo, el desarrollo y el resultado del proceso
mediante el cual una cosa se constituye. El objeto de su procedimiento intelectual,
procedimiento que llaman indagación, historia, es la physis

Heráclito y Parménides: cambio y permanencia


La reflexión sobre el significado de los cambios más o menos aparentes que todos podemos
apreciar y la discusión acerca de la existencia de algo permanente por detrás de esos cambios
es, como vemos, muy antigua y muy difundida, incluso en contextos no filosóficos. Ya en el
siglo VI a.C.
Heráclito plantea de modo filosófico la tesis de que todo cambia y nada en el universo
permanece igual. En la concepción de Heráclito, la unidad del universo es una consecuencia
del equilibrio entre opuestos que se hallan en permanente tensión.
Por su parte, Parménides escribe un bello poema sosteniendo la tesis contraria: el Ser es
único, eterno, inmodificable, ilimitado.
Estos dos filósofos estudiaron la cuestión del cambio pero llegaron a conclusiones muy
distintas. Ambos vivieron en la misma época pero no se sabe si se conocieron, ya que Éfeso
(Heráclito) y Elea (Parménides) eran ciudades muy distantes.

Heráclito: para este filósofo, como decíamos, todo cambia, nada hay que sea permanente. En
uno de los fragmentos que se conservan sobre sus ideas, dice que no nos podemos bañar dos
veces en el mismo río, porque en el tiempo que va entre las dos veces que se ingresa al río, las
aguas son otras, aunque el río aparente ser el mismo. Nosotros mismos cambiamos
constantemente.
Si todo está en movimiento, sigue Heráclito, este cambio no se da azarosamente, de cualquier
forma, por ejemplo, un bebé no se transforma en un perro, por eso el cambio tiene un cierto
«orden», o «ley» al que llamó logos. Lo caliente se enfría, lo frío se calienta, lo seco se
humedece, lo húmedo se seca. El cambio siempre se cumple cuando va de un opuesto a otro.
Los contrarios u opuestos se necesitan entre sí. Si decimos que algo está frío es porque
conocemos lo caliente, si consideramos que alguien está sano, es porque sabemos qué es estar
enfermo. Si desapareciera la enfermedad no podríamos saber qué es la salud.
Para Heráclito el sabio es quien trata de comprender la realidad, «aprehender» el proceso de
desarrollo, o, su «legalidad», tratar de comprender el mundo, una realidad que está en cambio
de manera permanente.

Parménides: la postura de este filósofo es contraria a la de Heráclito. Aunque observa que en


el mundo las cosas cambian, considera que esto es así porque nos guiamos por nuestros
sentidos, lo que vemos, oímos, tocamos, pero que debemos tomar la cuestión del cambio a
partir del pensamiento, de la razón.
El principio racional que para Parménides es seguro es: «El ser es y el no ser, no es».
Siguiendo este principio, el ser no pudo haber tenido un comienzo en el tiempo, porque si no
antes hubiera sido el «no ser» y esto es imposible, ya que contradice el principio fundamental.
Si no tuvo principio, tampoco puede tener final, porque después del ser, sería el no ser,
igualmente imposible ya que contradice el principio. En consecuencia, el ser es eterno.
De la misma manera piensa en el cambio. Cambiar es dejar de ser, lo que «es», pasa a «no
ser» y viceversa, pero la razón, nos dice que «el ser es y el no ser no es». De este
razonamiento, llega a la conclusión que el ser es inmutable. Lo que verdaderamente es, no
cambia, es eterno y único.
Cuando vemos que las cosas cambian, dice Parménides, es porque se trata de una ilusión de
nuestros sentidos, por eso este problema hay que abordarlo con la razón.

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