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La Polisemia de Las Concepciones Acerca de La Vida - convocatoriaUPN PDF
La Polisemia de Las Concepciones Acerca de La Vida - convocatoriaUPN PDF
mirada occidental.
Se considera respecto a la enseñanza de la biología que hay aspectos en los que el concepto
de vida puede ocupar un lugar fundamental para contribuir a adoptar posiciones frente a
problemáticas contemporáneas, que requieren una comprensión de fenómenos complejos y
la reconsideración de las relaciones conocimiento - poder, la reconfiguración de las
concepciones acerca del conocimiento biológico en particular, al igual que de su enseñanza.
De ahí la importancia de indagar por las concepciones acerca de la vida y su relevancia para
la enseñanza de la biología; para lo cual se identificaron los aportes desde distintas
perspectivas a este campo temático. Se propicia así la visibilización de los conocimientos
acerca de la vida y se aporta al campo de la enseñanza de la biología otras concepciones y
propósitos para la formación de maestros de biología. En lo que se refiere a los antecedentes
se ubican en relación con investigaciones que tienen como objeto concepciones acerca de la
vida, la educación en ciencias y la enseñanza de la biología.
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sistematización del que pueden identificarse problemas de investigación, describir
acontecimientos, problemáticas, revelar intereses y perspectivas de comprensión de la
realidad (Quintana, sf). Para Díaz y Navarro (1998), al igual que para Jimenez (2006), el
análisis documental puede también constituirse en un conjunto de procedimientos que buscan
la producción de un metatexto en el que se posibilita la transformación conceptual.
Basados en Quintana (sf), el desarrollo del análisis documental se realiza en las siguientes
fases:
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FAMILIA CÓDIGOS CATEGORÍAS
(N°)
Historia 10 Historia
Filosofía 20
Biofilosofía
Existencialismo 6
Antropología 5 Bioantropología
Biopolítica 17 Biopolítica
Biología 169
Género natural 6 Bio-logía
Artificialismo 8
Pedagogía 31 Biopedagogía
En el documento se describen cada una de las categorías, al igual que las subcategorías
encontradas a través del proceso de sistematización.
Referentes bibliográficos
Díaz, C.; Navarro, P. 1998. Métodos y Técnicas cualitativas de investigación en Ciencias Sociales. Madrid: Ed.
Síntesis.
Quintana Peña, A. Metodología de Investigación Científica Cualitativa.
http://es.scribd.com/doc/3634305/Metodologia-de-Investigacion-Cualitativa-A-Quintana
Jiménez, A. 2006. El estado del arte en la investigación en las ciencias sociales. En: La práctica investigativa
en ciencias sociales. Departamento de Ciencias Sociales. UPN, Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá.
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LAS CONCEPCIONES DE VIDA HAN SIDO HISTÓRICAMENTE
CONSTITUIDAS.
Diversidad de significados
Figura 1. Las concepciones de vida son múltiples, pero puede constituirse como una ontodefinición
La pregunta qué es la vida "ha sido un rompecabezas para biólogos, físicos, teólogos e
incluso poetas" (Vargas, 2001, p. 241). Es uno de los problemas primordiales, en los campos
científico, filosófico e incluso religioso, en busca de significados para lo humano, de visiones
de universo y de mundo; de ahí seguramente provienen sus múltiples significados:
Sin embargo para Gayon (2010), Ruiz-Mirazo, Moreno, & Peretó (2010), Pennock (2011) y
Lovelock (2009), todos somos capaces de reconocer al instante la vida, diferenciando lo
animado de lo inanimado, lo que parece es una capacidad cognitiva de los seres humanos y
también de los animales.
De acuerdo con Pennock (2011) la vida es indefinible, aunque sea reconocible ¿qué puede
significar esto? Según Wittgenstein (1953. Citado por Pennock, 2011):
¿Qué significa, saber y no ser capaz de decir? …Pronunciar una palabra es como
golpear una nota en el teclado de la imaginación ¿Qué nota suena cuando se
pronuncia la palabra "vida"? No sólo un sonido, sin duda. Si algo puede decirse de
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las formas de vida, es su multiplicidad exuberante. "La vida" no produce sólo una
nota, sino un acorde, pero con mucho cuerpo. Pero ¿qué pasa con la "vida
artificial"? ¿Esta frase retiene el rico sonido intacto original, o es un eco
disminuido? ¿O nos dice que es sólo un acorde, mientras que la vida en sí misma
produce algo más parecido a un tema musical improvisado con múltiples
variaciones?
Tal vez esto significa dice Pennock (2011) "que la cosa es algo que reconocemos
instintivamente, que no hay necesidad de palabras. Esto parece inverosímil…, pero algunos
biólogos han propuesto que la vida es así". Alude por ejemplo a Campbell (1993. Citado por
Pennock, 2011), quien manifiesta:
La vida se resiste a una simple definición de una sola frase, ya que se asocia con
numerosas propiedades emergentes. Sin embargo, casi cualquier niño percibe que
un perro o un árbol están vivos y una roca no lo es. Podemos reconocer la vida, sin
definirla y reconocemos la vida por lo que los seres vivos hacen.
Manifiesta Pennock (2011) que sólo se necesita un poco de conocimiento de causa para
comprender que, en determinadas situaciones, a los organismos que no pueden distinguir a
los seres vivos, no les va bien en términos de supervivencia y reproducción. Ya sea por
instinto o por aprendizaje, es necesario analizar qué factores inciden y cómo se relacionan
con juicios más sofisticados sobre la naturaleza de la vida. En ese sentido Wittgenstein (1953.
Citado por Pennock, 2011), dice: "Nuestra actitud hacia lo que está vivo y lo que está muerto,
no es la misma. El primer punto es que esos juicios sólo son posibles con el reconocimiento
de la vida. El segundo es que la distinción entre vivo y no vivo o entre vida y muerte se hace
en cuanto a comportamientos y prácticas". Es decir, en las concepciones de vida, la
experiencia, en términos de comportamientos y prácticas, ocupa un lugar fundamental.
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Para Wittgenstein (1961. Citado por Kishik, 2008, p. 112), "El mundo y la vida son uno". Es
importante tener en cuenta que esta afirmación es una consecuencia directa de la
constatación de que el mundo lo construimos por medio del lenguaje: "el mundo es mi
mundo… y se manifiesta en el hecho de que los límites del lenguaje (el lenguaje que yo
entiendo) significan los límites de mi mundo" ( Kishik, 2008, p. 112).
De otro lado Wittgenstein (1979. Citado por Kishik, 2008, p. 121), también manifiesta que
"la vida, como el lenguaje, no es un abstracto o fenómeno teórico, es lo más concreto que
hay. Estamos hablando de un fenómeno espacial y temporal de la vida, no se trata de algo
no-espacial, o de un fantasma no temporal. Una forma de vida no es ni un bien ni un estado,
sino, una actividad – la vita activa". Afirma que en el análisis de conceptos y definiciones,
"estamos jugando un juego de palabras, pero no sólo un juego de palabras, la ciencia apunta
a sus términos para referirse a la realidad empírica y no a meras convenciones... Sin
embargo, que algo es un concepto científico o una clase natural no significa que no haya
elementos sociales relevantes."
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En busca de una conceptualización.
Pennock (2011) sostiene que en lugar de buscar una definición única, la vida parece
corresponder a un concepto cluster, que puede utilizarse en múltiples formas para
diferentes fines científicos, dado que tales conceptos se constituyen como un proceso de
negociación que incluye tanto los intereses pragmáticos científicos como la estructura causal
del mundo.
Emmeche (1997) advierte que debe tenerse cuidado en lo relativo al papel de la definición
en la ciencia. Enfatiza que una gran cantidad de términos técnicos y teóricos de la ciencia
todavía se construyen de acuerdo a "la explicación objetivista", por el cual una categoría se
define como un conjunto de propiedades esenciales a las entidades en una categoría dada.
Plantea que hay una visión más amplia de la función cognitiva en la ciencia que incluye cómo
interactuar con los científicos y comprender los objetos de su campo, incluidos los objetos
de la clase más general, como correspondería a la concepción de vida.
Para Emmeche (1997) una definición de vida, puede contener aspectos no solo científicos,
sino también estéticos, conceptuales y experienciales. Los requerimientos para una definición
de vida, afirma, podrían ser: generalización, coherencia y no–vitalismo, elegancia
comprehensiva y especificidad. Una definición de vida, debe tener una organización
conceptual "elegante" (elegance) de modo que pueda organizar un área de conocimiento
dentro de la biología y cristalizar nuestra experiencia con los sistemas vivos en un estructura
clara, una representación esquemática que resume y estructura. No se trata de construir una
definición en términos técnicos; más bien se trata de construir un perfil claro del objeto de
estudio en el ámbito más amplio de la biología, para organizar nuestros modelos cognitivos
y las teorías de los sistemas vivos de una manera unificada y coherente, de modo que se
pueda distinguir de otros tipos de conocimiento como los aspectos existenciales y
fenomenológicos, la cognición y la psique humana o el estudio de la materia física: "se debe
dar una visión integral de la vida en comparación con la materia, la mente y la sociedad,
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que nos permita comprender la unidad interna en la diversidad biológica de la vida". Si se
pudiera explicar, dentro del paradigma de la biología moderna, un concepto de vida que
cumpla esos criterios - una ontodefinición- "se habría contribuido a revelar una pequeña
parte de la metafísica constructiva de la ciencia" pues entre los conceptos científicos hay
algunos que se sitúan en la frontera entre la ciencia y la metafísica cumpliendo un papel
integrador.
Aun cuando la ciencia y la metafísica son campos distintos de conocimiento, dice Emmeche
(1997) existe una interdependencia e intercambio mutuo, tal como se revela en los debates
sobre las definiciones de los objetos en las ciencias, por ejemplo, las definiciones de materia,
vida, psique, conciencia, cultura, sociabilidad.
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Afirma Emmeche (1997) que el origen del orden en el universo y el surgimiento de la
organización biológica se pueden entender desde el marco de lo causal, histórico y físico. La
aparición de los principios especiales de la organización puede conceder autonomía
conceptual a la biología y al concepto de organismo, una ontología especial. Un concepto de
vida en general es relevante por ejemplo, en el contexto general de los discursos en la biología
evolutiva, protobiología, la vida artificial, vida extraterrestre, filosofía de la biología y la
bioética. Un concepto general de la vida biológica puede variar con los diferentes contextos,
pero no hay que descartar la generalidad. El conocimiento de lo concreto debe implicar lo
específico, así como lo universal.
Según Gayon (2010) desde el punto de vista epistemológico, es importante preguntarse por
qué una definición es importante para la ciencia y cuáles son sus límites. Citando a Popper
(1945) en su reflexión sobre el esencialismo afirma que este corresponde a una concepción
del conocimiento científico que privilegia preguntas sobre el qué o sobre el cuál es la
naturaleza de un determinado objeto. Privilegiar estas preguntas, dice, conduce a prácticas
basadas en la idea de que la tarea esencial de la ciencia es definir, en el sentido de expresar
la esencia de algo.
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Afirma Gayon (2010, p. 235) que Bruylants, Bartik y Reisse señalan que "en la mayoría de
los tratados generales dedicados a la biología, las palabras vida (life) y viviente (living) no
tienen definición", lo cual se relaciona con la propia historia de la biología como disciplina.
La palabra en sí se ha conocido en una forma latina desde el siglo XVII en las universidades
alemanas, donde se utilizó para los obituarios; "Biología", era el nombre de una narrativa de
la vida de alguien. En 1766, Hanov, lo utilizó en latín, en el título de un tratado en el que
defendía la idea de una ciencia dedicada al estudio de las leyes comunes a plantas y animales.
De acuerdo con Gayon (2010, p. 235) entre los historiadores, la idea de una ciencia única y
exclusivamente dedicada a los fenómenos de la vida y de los seres vivientes, surgió en la
segunda mitad del siglo XVIII. Afirma que la palabra se originó más de tres décadas antes
de lo que tradicionalmente se piensa. De hecho, dice Gayon (2010) cuando Treviranus,
Lamarck y Bichat introdujeron la palabra "Biologie" en alemán y en francés, su propuesta no
vino de la nada. Tanto la palabra "biologie" y la idea de una ciencia que abarca los fenómenos
de la vida en todas sus dimensiones (leyes generales, clasificación e historia) ya existía. Pero
fue sólo en los años siguientes 1840, después de que el filósofo Comte había popularizado la
palabra, que realmente comenzó a ser utilizada.
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Reitera Gayon (2010, p. 236) que a pesar de que los biólogos han evitado
la definición de la vida por dos siglos, hay sin embargo, una tradición filosófica que ofrece
definiciones genuinas de la vida. Los filósofos no esperaron la llegada de la biología para
pensar en concepciones generales de la vida, en el sentido de animales y plantas. Canguilhem
(1968, citado por Gayon, 2010), identifica tres grandes conceptos filosóficos acerca de la
vida: la vida como animismo, la vida como mecanismo y la vida como organización.
El animismo que es la noción más antigua explica la vida por un principio específico, el alma.
Para Aristóteles: el alma es la causa de la vida en el sentido de que "es el ejercicio coordinado
de todas las capacidades del cuerpo para actuar…el alma, es para el cuerpo lo que la vista
es para el ojo"; el alma es tanto el conjunto de funciones como su coordinación. Hay otras
versiones de animismo: el alma es un poder inmanente, como en Aristóteles, un poder
independiente que gobierna el cuerpo como en Platón. Lo importante es que la concepción
de la vida desde el animismo reconoce que los seres vivos tienen propiedades que los
distinguen de todos los demás seres de la naturaleza y por lo tanto requieren un tipo especial
de explicación (Gayon, 2010, p. 236).
El concepto de vida como mecanismo es el postulado opuesto, las funciones vitales no son
más que mecanismos y el cuerpo vivo en sí es una máquina. Aunque el cuerpo vivo es más
complejo que cualquier artefacto, no requiere un tipo especial de principio teórico para
explicar su funcionamiento. El concepto mecanicista de la vida se basa en una representación
de la naturaleza que no admite una distinción real entre los cuerpos no vivos y los cuerpos
vivos; lo que implica para el mecanicismo realmente evitar la palabra "vida" (Gayon, 2010).
El tercer concepto filosófico de la vida destaca la organización, lo que identifica a los seres
vivos como "organismos". Esta concepción desarrollada a lo largo del siglo XVIII condujo a
la invención y difusión de la palabra "organismo", que se convirtió en común a principios del
siglo XIX. Está basado en las dos intuiciones mecanicistas (el cuerpo vivo como algo similar
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a un órgano-instrumento musical que es capaz de tocar por sí mismo sobre la base de sus
propios mecanismos) y en las ideas animistas ("organización" y "organismo" viene de la
palabra griega organon, lo que significa un medio respecto de un fin). Kant propuso equiparar
las nociones de "intencionalidad natural" y "ser organizado", dejando claro que los seres
organizados son los seres vivos. Un ser organizado, según Kant es un ser en el que cualquier
parte es tanto un medio como causa productiva para los demás (Kant, citado por: Gayon,
2010, p. 237).
Tal ser es diferente de una máquina, en el que cada parte es un medio con relación a los otros,
pero no es "producido" en ningún sentido por ellos. En el mismo texto, Kant insistió en que
"los seres organizados" son capaces de "auto-organización". Los biólogos modernos han
adoptado el espíritu de esta concepción a través de la ecuación que han hecho entre "ser vivo"
y "organismo" (Gayon, 2010, p. 237).
Junto a estos tres conceptos filosóficos de la vida, "dudo que nada realmente nuevo se ha
generado desde la llegada de la biología" afirma Gayon ( 2010, p. 237). La representación
de la vida sigue siendo estructurada, por la noción intuitiva inmediata de la vida y por los tres
conceptos filosóficos mencionados. Los científicos que quieren hoy una definición de vida,
se adhieren al concepto de organización, pero buscan que este concepto sea más preciso en
cuanto a las propiedades formales y empíricas, capaces de hacerlo operativo para fines
científicos. Sin embargo, afirma Gayon (2010, p. 237):
Lo importante, de todos modos, es que los científicos modernos (así como los
filósofos) deben ser conscientes de la fuerza de los tres modelos filosóficos de la
vida… Los tres son un patrimonio común que estructura en profundidad una buena
parte de nuestras intuiciones culturales y del lenguaje cada vez que tratamos de
pensar en la "vida”.
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Sin embargo Morange (2010) argumenta que aunque las concepciones acerca de la vida
fueron progresivamente dejadas de lado en la segunda mitad del siglo XX, han resurgido con
el auge de la biología molecular. Muchos científicos y filósofos consideran que no hay lugar
para esta pregunta dentro de la biología; que la distinción entre lo vivo y no vivo es arbitraria
y que los progresos de la biología sintética van a poner fin a esta pregunta. No hay razones
para excluir la pregunta "¿Qué es la vida?" de la biología, afirma Morange (2010), pero la
naturaleza de la pregunta ha cambiado drásticamente, la pregunta ya no es:
Afirman Gayon, Christoph, & Tirard (2010), que casi todos los autores parecen admitir el
planteamiento de Bersini y Reisse (2007. Citados en: Gayon, Christoph, & Tirard, 2010),
que la necesidad de definir la vida no proviene de las áreas tradicionales de la biología; es el
resultado de dominios de investigación que se han desarrollado durante las últimas tres
décadas: la exobiología, la vida artificial, la vida sintética y los orígenes de la vida.
Es así como Díaz (2010, p. 83) por su parte plantea respecto a la biología sintética que:
sería una ciencia no acerca de la vida tal como la conocemos, sino acerca de toda
vida posible. Sólo así podríamos, dotar a la biología de un rango científico
comparable al de la física, pues dejaría de estar circunscrita al estudio de un caso
particular, que podría ser peculiar en extremo, y se abriría la posibilidad de
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alcanzar teorías universales; es decir, podría dar comienzo una auténtica biología
universal (cf. Langton, 1989, 1996 y Emmeche, 1998).
Desde otra perspectiva Bazzanella (sf, p. 31) plantea que la pregunta por la vida y su
indefinición en la civilización occidental es una condición para su uso político en distintas
configuraciones sociales contemporáneas. Por eso la vida humana concebida a partir de
presupuestos eminentemente científicos y tecnológicos se mantiene en una esfera de
indefinición en la medida en que solo se valora la dimensión biológica en detrimento de otras
dimensiones vitales que le son constitutivas. Por eso la vida humana está inscrita en una
paradoja, en la medida en que en distintos contextos como el discurso político y en la práctica
de las demandas existenciales, la vida fue y es reivindicada por su carácter de excelencia y
centralidad. En contrapartida la vida permanece indistinguible o en una condición
polisémica, justificando toda especie de distinción, de censura y de violencia lo que da origen
a diversas formaciones políticas, económicas, científicas y culturales que fundamentan una
visión de mundo puramente occidental.
Como es evidente la pregunta por la vida está hoy en plena vigencia pues tiene un sentido
histórico; es notorio que hay una discusión abierta y posiciones inciertas y contradictorias,
señales que apuntan a distintas perspectivas, aún dentro del campo de la biología
contemporánea.
La etimología.
Los significados etimológicos de vida según Ferrater (1964 p. 901) incluyen tanto la vida
biológica como la vida humana. En lo que respecta a la vida humana, se hace una
diferenciación entre la vida práctica y el principio vital, la vitalidad. La vida práctica
comprende la vida moral, que culmina en una teorización de la existencia. La vitalidad,
representa todo lo que en la naturaleza y en el ser humano es animación y movimiento, y por
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eso la vida se relaciona con el alma, “aquello que constituyó el soporte de la vida del alma,
el ímpetu”.
Es difícil dice Ferrater (1964, p. 901), trazar una historia completa de los significados de
vida, porque:
Entre los diversos aspectos con que se ha presentado el tema de la vida desde la filosofía,
Ferrater (1964), menciona los siguientes:
1. Entidad biológica.
2. Vida práctica, existencia moral.
3. Valor supremo, objeto de la concepción del mundo
4. Objeto metafísico por excelencia.
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Pedraza (2012) reitera que aún hoy persisten la vaguedad y la imprecisión semántica de la
palabra vida. El origen semántico se sitúa en los vocablos zoê y bíos (Agamben 1998, citado
por Pedraza, 2012), pero el uso actual de los estudios biopolíticos se asienta en la
naturalización del sentido de la noción de vida. En las precisiones etimológicas que hacen
algunos autores, el asunto no recibe mayor atención; el reconocimiento más preciso es el que
afirma que el cuerpo es receptáculo de la vida o que vida es igual a cuerpo vivo (Yuing 2010,
223, citado por Pedraza, 2012). Desde ahí, se han generado vínculos entre la práctica de
gobernar, el cuerpo como entidad histórica y política, la vida concebida como
responsabilidad estatal y el sentido del ejercicio del poder.
Autores como Pedraza (2012), Gil (sf) y Vignale (2010) afirman, basados en Agamben
(1998), que para los griegos no había un solo término para designar lo que es la vida: zoê
expresaba el hecho de vivir, común a los seres vivos y bíos, indicaba la forma de vivir del
hombre, específicamente en su vida política.
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Arendt (1993), conceptualiza vida activa para referirse a la condición humana. Para el efecto
define tres actividades que corresponden a las condiciones básicas de la vida humana: labor,
trabajo y acción. Es así como define labor como la actividad "correspondiente al proceso
biológico…cuyo espontáneo crecimiento, metabolismo y decadencia final están ligados a las
necesidades vitales…la condición humana de la labor es la vida misma… la labor no solo
asegura la supervivencia individual, sino también la vida de la especie" (Arendt, 1993, pp.
21, 22).
Respecto a la acción afirma que es la "única actividad que se da entre los hombres sin la
mediación de cosas o materia, corresponde a la condición humana de la pluralidad, al hecho
de que los hombres, no el Hombre, vivan en la Tierra y habiten en el mundo…esta pluralidad
es específicamente la condición – no solo la conditio sine qua non, sino la conditio per quam
– de toda vida política. La acción crea la condición para el recuerdo, esto es, para la
historia" (Arendt, 1993, p. 22). Aún más, relieva Arendt, que los romanos empleaban las
expresiones «vivir» y «estar entre hombres» o «morir» y «cesar de estar entre hombres»
como sinónimos.
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la acción sería un lujo innecesario, una caprichosa interferencia en las leyes
generales de la conducta, si los hombres fueran de manera interminable
repeticiones reproducibles del mismo modelo, cuya naturaleza o esencia fuera la
misma para todos y tan predecible como la naturaleza o esencia de cualquier otra
cosa. La pluralidad es la condición de la acción humana debido a que todos somos
lo mismo, es decir, humanos, y por tanto nadie es igual a cualquier otro que haya
vivido, viva o vivirá (Arendt, 1993, pág. 22).
Agrega que aunque estas tres actividades, labor, trabajo y acción están entrelazadas, la acción
se relaciona directamente con la natalidad que es la actividad política por excelencia, la
"natalidad, y no la mortalidad, puede ser la categoría central del pensamiento político,
diferenciado del metafísico" (Arendt, 1993, pág. 23).
El sentido de la vida, zoê, se refiere al simple hecho de la vida desnuda, que es propia de todo
lo que vive y se desprende de todas las formas particulares de vida. Zo ê indica Masschelein
(1998), se refiere a los procesos naturales y biológicos del organismo, a las propiedades
esenciales de los seres vivos que evolucionan desde el nacimiento hasta la muerte y por las
funciones que les son comunes. Esta vida se asocia con la fecundidad, y su objetivo es el
crecimiento, aumento, ampliación, apropiación y satisfacción de las necesidades. Para su
supervivencia, la vida se reduce a la incorporación y el consumo de sustancias exteriores,
materializando así su contacto con la realidad. Vivir en este sentido consiste en apropiarse de
De acuerdo con Arendt (1993, citada en: Masschelein, 1998, p. 373), la vida se caracteriza
por un eterno retorno, en la medida en que la vida de cada miembro de una especie constituye
esencialmente la repetición de la de todos los otros; se inicia continuamente y se repite
infinitamente: necesidad y satisfacción, esfuerzo y descanso, deseo y disfrute; incluyen su
propia preservación, la cual demanda una actividad que también se repite así misma, esto es
la labor. La vida depende de la labor y el consumo constituye la otra cara de la labor; la cual
es dictada por las necesidades de la vida que nos obligan a la labor y al consumo. La labor
no sólo asegura la supervivencia individual, sino también la vida de la especie, pues "labor
y consumo no son más que dos etapas del siempre repetido ciclo de la vida biológica" Arendt
(1993, p. 112). En este sentido la labor aunque provee los medios de subsistencia, no produce
un mundo, solo un entorno adaptado a las exigencias de la vida.
La vida es labor afirma Masschelein (1998, basado en Arendt (1993), y el consumo - disfrute
se asocia también a ciertas interpretaciones del bien, a la idea de bienestar (well - being) y de
felicidad, esto es la biopolítica. Decimos entonces que nos sentimos vivir; disfrutar de la vida,
y la intensidad de este sentimiento parece que también garantiza la realidad de nuestra
existencia. La felicidad está ligada a la auto-satisfacción de todas las necesidades de nuestra
vida; el paradigma es la ausencia de dolor y la presencia de placer.
La vida como zoé, sin embargo, no caracteriza plenamente a la persona humana; solo como
un ser vivo, el ser humano no es alguien, no se constituye como un ser singular: respirar,
comer, beber, consumir, trabajar, comunicarse, nacer y morir como eventos naturales no
pueden señalar a un ser singular (Legros, 1971, citado por Masschelein, 1998).
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La vida como existencia nuda no da lugar a una biografía afirma Masschelein (1998); como
ser vivo, el ser humano es un espécimen y no puede distinguirse de otro ejemplar de la misma
especie. Por otra parte, como ser vivo no puede tener una relación con algo o alguien en su
particularidad, sólo en su funcionalidad. Desde el punto de vista de la vida, todo lo que
aparece es o bien una señal que provoca un comportamiento adaptado (aprendizaje), o un
dato que se pierde en una sensación en función de las necesidades de la vida (algo que duele,
se siente bien, es frío o caliente, proporciona algo de placer, y así sucesivamente). Todo se
evalúa en función de la promoción y la preservación del proceso de la vida. Como tal, las
cosas pierden su particularidad, constituyéndose en medios para la propia conservación de la
vida, esto es cosas que se consumen, se disfrutan, se toman y se destruyen.
Masschelein (1998) dice que la sociedad occidental, es una sociedad de trabajo y consumo,
donde todo se entiende como un elemento de un proceso y donde predomina la aspiración a
la felicidad como el bien más elevado. Se refiere a Arendt, en el sentido que todo eso se debe
al hecho de que la vida desnuda es enaltecida: la vida se ha convertido en la medida de todas
las cosas, refiriéndose a la primacía de la vida biológica – la labor- esto significa que se da
importancia al proceso y no al ser, "el ser debe su significado al proceso del cual surge el
ser" (Masschelein, 1998, pág. 377).
Es desde esta perspectiva, la labor, que el carácter sagrado del proceso en sí, implica la
destrucción de todos los valores. Esto quiere decir que enseñar el valor esencial de la vida,
paradójicamente, conduce a su propia negación e implica la erosión de todos los valores,
incluso el de la utilidad. El proceso de la vida finalmente tiene la felicidad y el bienestar
como medida, que no se puede encontrar, excepto en el trabajo y el consumo (Masschelein,
1998).
La sociedad occidental se caracteriza por "un poder que ejerce una influencia positiva en la
vida, que se esfuerza por administrar, optimizar y multiplicar, sometiéndola a controles
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precisos y a reglamentaciones completas. Lo que está en juego es la propia existencia
biológica, la gestión de la vida" (Foucault, 1978, p. 137).
Para Masschelein (1998) la vida puede tener otros significados y referirse propiamente a la
existencia humana, al bios, a la vida de alguien. La vida no se limita dice, a la efímera fase
de un ciclo natural, aunque incluya la irreversible secuencia entre el nacimiento y la muerte,
de eventos singulares que pueden ser narrados y juzgados (Taminiaux, 1992, citado por
Masschelein, 1998). La primera pregunta para la vida como la vida de alguien, no es la
felicidad y el bienestar, sino el significado o mejor, el sentido de la vida (le sens de la vie).
Lo que es propio de la vida humana es que el ser humano es capaz de relacionarse con las
cosas en su particularidad, aparte de sus propias exigencias de vida. En la vida humana las
cosas no solo tienen una función, no solo le son favorables o dañinas para su felicidad y
bienestar, también significan algo en sí mismas; las cosas le hablan al ser humano. Aún más
dice Masschelein (1998), el ser humano es capaz de iniciar eventos evadiendo así la
repetición y singularizándose a sí mismo para ser alguien: la vida humana es la vida de
alguien, concluye.
Para que la vida sea la vida de una persona, se necesita un mundo de artefactos que se han
arrancado de la naturaleza y pueden resistir los ciclos de la naturaleza. Estos artefactos no se
utilizan para sostener la vida, no constituyen un entorno para la vida, crean un mundo donde
los seres humanos son capaces de existir. Las cosas del mundo no están allí solo para ser
consumidas, tienen el fin de garantizar la vida; aspecto en lo que coinciden algunos filósofos
y antropólogos como Masschelein, (1998) y Hayla (2000).
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Destaca Masschelein (1998) que para que la vida sea la vida de alguien se requiere también
de un mundo, como una red de significados y relaciones con una pluralidad de seres que son,
al mismo tiempo, iguales y absolutamente diferentes y únicos. Uno es alguien - un ser
singular - sólo dentro de la relación concreta con otros seres singulares (Nancy, 1996, citado
por Masschelein, 1998). Es decir, la vida como bios es intrínsecamente relacional; no es
cuestión de ejecutar un plan, preservar la especie, laborar o consumir, sino de actuar y
conversar juntos con los demás, plantea Masschelein (1998).
Por lo tanto la vida como bios es un tipo de praxis. Actuar y hablar constituye la vida de cada
uno, en la medida en que se inscribe más allá del ciclo vital, dentro de una red de relaciones
interhumanas y en la medida en que promueve estas relaciones. Actuar y hablar no
implementan nada, pero introducen a alguien en el mundo y preservan ese mundo (cf.
Taminiaux, 1992, p. 112-113). Uno no puede existir como alguien, es decir actuar y hablar,
excepto en el mundo. Al mismo tiempo, sin embargo, este mundo no existe más que en obra
y en palabra. Este mundo es heredado y renovado en y a través del nacimiento y de la llegada
de nuevos seres humanos. El nacimiento continúa la red, pero también la afecta y cambia. Es
en el mundo que nacemos y morimos como alguien. Por lo tanto, el nacimiento y la muerte
ya no son acontecimientos naturales, están vinculados a un mundo en el que aparecemos y
desaparecemos. La vida humana no es un eterno retorno de lo mismo, sino que tiene un
principio y un fin. Es la apariencia de un ser singular en un mundo común y relativamente
durable. La vida humana es una vida vivida en un mundo, concluye Masschelein (1998).
La historia de la biología muestra que han existido distintas concepciones acerca de lo vivo:
han estado entre el animismo, el antropocentrismo, el vitalismo y el materialismo. Para
C.U.M. Smith (1975), se han dado en Occidente por lo menos cuatro biologías con diferentes
sentidos, la aristotélica, la cartesiana, la goethiana y la molecular. La biología aristotélica,
23
afirma, es profundamente teleológica “la naturaleza no hace nada en vano” parece ser su
fundamento. Para Descartes la imagen de lo vivo es un autómata; para Goethe lo vivo se
constituye en una búsqueda de formas arquetípicas. Hoy lo vivo se concibe en términos
moleculares y evolutivos.
Tanto la historia de la biología, como los saberes cotidianos acerca de lo vivo, muestran que
las fuentes primarias del conocimiento biológico provienen de comunidades como los
pescadores, agricultores, herbolarios, entre otros, al resolver problemáticas de subsistencia
(Jahn, 1990).
Las nociones y conocimientos acerca de las plantas, los animales y los humanos surgieron
históricamente mucho antes de que existiese como tal cualquier tipo de ciencia y se
encontraban articuladas al desarrollo de lo social, determinando quizás el desarrollo de la
conciencia humana y seguramente impulsando no sólo el conocimiento racional acerca de lo
que significa lo vivo, sino también la vivencia estética y emocional en lo que respecta a la
naturaleza. Esa asignación de propiedades y correlaciones se entretejieron de forma compleja
y muy arraigada con nociones de religión y fantasía (Jahn, 1990), lo que indica que las
concepciones acerca de lo vivo han estado, a lo largo de la historia de la humanidad,
entrelazadas a la vida misma.
Dice Jahn (1990, p. 35), que las primeras nociones acerca del mundo circundante surgieron
del arte y de este modo quizás el arte se convirtió en medio para la comprensión; a través de
él se organizó el sistema de nociones acerca del mundo y que también empezó a regular y
dirigir los procesos sociales y psíquicos, ordenando el caos, distribuyendo a los animales y
plantas en clases de acuerdo con la urgencia de sobrevivir en medios agresivos y hostiles: “el
canguro con la cacatúa, las larvas de escarabajos con un pequeño pájaro blanco que se
alimenta de ellas y que en consecuencia les sirve como guía para encontrarlas”.
De la misma manera en la historia de las ciencias, como lo afirma Wuketits (1995), se muestra
que tanto biólogos como filósofos de la biología defienden teorías particulares cuando
definen el concepto vivo. Las teorías más difundidas se relacionan con el vitalismo y el
mecanicismo. Los vitalistas sostienen que la vida y todas sus expresiones particulares,
desarrollo, comportamiento, entre otras, dependen de agentes específicos que no pueden ser
explicados en términos físicos y químicos. Estos agentes han tenido diferentes
denominaciones a lo largo de la historia: entelequia, pneuma, vis plastica, principio vital. La teoría
mecanicista, por su parte, se caracteriza por plantear que todo sistema viviente es un sistema
mecánico, una clase de máquina basada en elementos químicos y que sigue las leyes
25
universales de la materia. De ahí que no consideren diferencias notables entre los objetos
vivos y no vivos puesto que los organismos son reductibles a compuestos moleculares.
Igualmente desde la perspectiva biológica, hay según Gayon, Christoph, & Tirard (2010),
dos tradiciones alternativas en la práctica general de la biología: el enfoque fisiológico,
centrado en el análisis de cómo las partes pueden aportar materiales y formar un organismo;
y por otro lado, el enfoque de la historia natural, estudiando las morfologías y adaptaciones
que conectan los organismos filogenéticamente.
Nuñez de Castro (2009) muestra que desde Aristóteles hasta hoy, los problemas para la
comprensión de los seres vivos son recurrentes; lo que evidencia que definir la vida ha sido
una cuestión ardua. El camino más obvio es la descripción de los fenómenos que manifiestan
los seres vivos, por eso la mayoría de las definiciones clásicas de la vida son
fenomenológicas o descriptivas, empezando por la definición aristotélica. Sin embargo
afirma, que empieza a emerger una racionalidad diferente del mecanicismo lineal post-
cartesiano, cuyas matrices conceptuales serían: totalidad, sistema, proceso, teleología,
jerarquización, complejidad, emergencia de novedad y evolución, desarrollo epigenético. Así
mismo dice que la explicación del hecho histórico de la evolución ha pasado por diferentes
paradigmas: darwinismo, neodarwinismo y últimamente la síntesis entre la evolución y
el desarrollo epigenético, con el soporte experimental de la genómica y proteómica,
que ha iniciado el programa de investigación interdisciplinar conocido como EVO-DEVO.
Por ello una nueva alianza entre la biología y la filosofía es necesaria en la búsqueda de
las bases epistemológicas y ontológicas del estudio de la vida.
El enfoque de la semántica de los prototipos (Lakoff, 1987, citado por Kleiber, 1995) surge
como una alternativa de aproximación a las nociones espontáneas acerca de lo vivo, ya no
26
exclusivamente desde una perspectiva científica, donde tendrían cabida solamente las
significaciones, sino como una ventana panorámica desde la cual pueden y deben tenerse en
cuenta construcciones nocionales complejas surgidas de la experiencia afectiva, de la
convivencia en un entorno cultural determinado o de la vida en comunidad; vinculando así
lo vivo con la vida.
Es necesario precisar entonces, que la diferenciación entre objetos vivos y no vivos en las
etapas iniciales de la vida resulta fundamental, no solo para entender la biología sino también
para plantearse preguntas filosóficas acerca de la vida misma y aún para el desempeño y
conocimiento cotidianos en aspectos como el conocerse a uno mismo y hacer parte del
entorno natural y social.
Para este enfoque, tanto las categorías lingüísticas como las conceptuales, presentan efectos
prototípicos. Son importantes, y especialmente relevantes, las consideraciones de Lakoff
(citado por: Kleiber, 1995) acerca de la influencia de la estructura interna prototípica en el
razonamiento: existe, una dirección de la razón que va desde los miembros prototípicos de
una categoría hacia los miembros periféricos, pero no al contrario. Esto implicaría que los
prototipos se constituyen en puntos de referencia cognitiva (Rosch, 1975, citado por: Kleiber,
1995) y son empleados para abarcar la categoría como un todo; son útiles en el
reconocimiento, en la memoria y en el aprendizaje y pueden ser la base a partir de la cual los
individuos generalizan determinadas situaciones.
28
consecuencia y no como una causa de la existencia de una determinada clase natural (Castaño
& Camargo, 2000).
Las versiones más actuales de la teoría de los prototipos incluyen la noción de “semejanza
de familia”, original de Wittgenstein. “La idea de que los miembros de una categoría pueden
estar ligados unos a otros sin que exista una propiedad objetiva común que defina la
categoría” (Lakoff citado por: Kleiber, 1995, p. 145)
En este sentido, la semejanza de familia justifica los efectos prototípicos que se consideran
consecuencia de los modelos cognitivos idealizados, fundamento de las categorías. Así, los
efectos prototípicos son elementos cuya pertinencia se ejerce en múltiples tareas cognitivas,
principalmente lingüísticas, y resulta entonces, una versión polisémica o multicategorial que
más que explicar por qué determinado elemento pertenece a una categoría, da cuenta del
hecho de que una misma palabra pueda agrupar varios sentidos diferentes, polisemia y puede
remitir a varios tipos de referentes o de categorías conceptuales (Castaño & Camargo, 2000).
La semántica de lo vivo, sin embargo, considera que las categorías lingüísticas propias de
este campo semántico son monosémicas; es decir, constituyen categorías cognitivas con un
sentido más o menos definido. Por ejemplo, “pájaro” constituye una categoría conceptual en
la medida en que no agrupa sentidos o categorías diferentes, sino miembros, referentes,
individuos o subcategorías. A la pregunta de por qué x es un X, si la categoría es monosémica,
la respuesta más factible es: x es un X porque posee rasgos asociados a la categoría o al
concepto X (Kleiber, 1995).
Desde este punto de vista, una categoría es una clase no contingente y debe superar el caso
individual para captar otra categoría, otro tipo. Se trata por un lado, de verificar en los
hablantes la existencia de prototipos y de escalas de prototipicidad para establecer grados de
representatividad y, por otro, de agrupar los miembros de la categoría utilizando la teoría de
29
semejanza de familia. De este modo, la pertenencia no se realiza de manera analítica sino
global: los ejemplares son agrupados de acuerdo a su similitud global, pero guardan su
identidad propia. Así que la pregunta fundamental es ¿cuáles son los criterios que determinan
el grado de pertenencia de un individuo x a una categoría Y? (Kleiber, 1995).
Geertz (1987, citado por Kleiber, 1995) acude a la noción de “semejanza de familia”
afirmando que los referentes de “pájaro”, es decir “gorriones”, “avestruces”, “pollos”, no
están unidos por condiciones necesarias y suficientes sino por propiedades como “capaz de
volar”, “poseer plumas”, “tener alas”; elementos estos que no están presentes en todos los
referentes, sino en algunos de ellos. Las propiedades se entrecruzan y ésta es una
característica del modelo de “semejanza de familia”.
En este sentido se hace evidente que lo primero que viene a la mente no es el representante
idóneo ni real, sino el concepto o la imagen mental, lo cual significa que el prototipo es un
objeto mental o proceso psicológico asociado a una palabra, que lleva a establecer el proceso
de categorización. También es necesario decir que los prototipos no reflejan ideas
individuales sino ideas o creencias compartidas; razón por la cual la relación entre la
categorización prototípica y la cultura se pone en evidencia (Castaño & Camargo, 2000).
La prioridad psicológica de los folk genera se manifiesta en una memorización más fácil:
retenemos los nombres en el nivel de género y en una identificación holística. Sin embargo,
el modelo no es claro, las clases son intuitivas y no tienen criterios explícitos de clasificación
(Castaño & Camargo, 2000).
De cierta manera, esta es una posibilidad de comprender cómo surgen las nociones intuitivas
acerca de la vida, no solo como una cuestión simplemente perceptiva, sino también como
forma de cognición.
30
BIOFILOSOFÍA
Plessner (1928, citado por Menegazzi, 2010, pág. 291), manifiesta la importancia de
conceptualizar la vida humana en particular, dado que al asumir que el ser humano en cuanto
ser cultural no consigue explicarlo todo, la cuestión de su naturaleza y de la vida en general,
en cuanto hecho simplemente biológico, recobra relevancia en el debate filosófico-
antropológico.
En este sentido, dice Plessner (1928, citado por Menegazzi, 2010, p. 292) que el último
residuo a disposición del ser humano parece ser la base natural de su existencia: sin embargo,
advierte, que esa base biológica, no tiene relación alguna con la responsabilidad y seriedad
intrínsecas a cualquier pretensión de afirmar una humanitas. Pues afirma, existe el riesgo de
«considerar algunas características raciales y biológicas, o asumidas como biológicas, junto
a su reproducción selectiva [Züchtung], como requisito y sentido de la existencia humana»,
como sucedió con el fascismo alemán. Menegazzi (2010) por su parte afirma que este intento
debe llevar a asumir plena responsabilidad frente a la historia, puesto que toda acción y
decisión humanas implican consecuencias para su consideración existencial, pues nunca se
actúa y decide únicamente para sí mismo. De ahí que toda decisión posible sobre la
comprensión e interpretación de la vida humana, nunca es neutral.
Con el puesto particular que, según Plessner (1928, citado por: (Menegazzi, 2010), la
naturaleza asigna al hombre, se llega al grado más complejo, como es la relación entre el
organismo y el ambiente circundante (Umwelt), que reconoce como la caracterización
principal de todo ser viviente, definido también como un ser posicional, en cuanto puesto
(gesetzt) en sí mismo, como oposición al antropocentrismo que sostiene que el logos, el
intelecto o el alma, es la condición por excelencia de lo real. La bio-filosofía individualiza
ante todo las condiciones mínimas de vitalidad, ¿qué es lo que se dice vivo?, para después
centrar su atención en la estructura fundamental del hombre mediante la fundamentación
filosófica de la posibilidad de la no separación entre la vida en general y la existencia humana.
Al ser humano, según Plessner (1928, citado por: (Menegazzi, 2010, p. 298), le es necesario
establecer una nueva categoría vital, una nueva forma de realización: el ser humano, no sólo
vive a partir de su centro (Körper –cuerpo físico) y en su centro (Leib, corporalidad o vivencia
interior), sino que también vive en cuanto centro. El ser humano entra en relación con su
propia existencia, «le es dado el centro de su posicionalidad, surgiendo del cual vive y en
virtud del cual… actúa», de modo que ese centro posicional consigue guardar una distancia
respecto a sí mismo; en síntesis, la forma de relacionarse consigo mismo y con el mundo lo
que se define generalmente como cultura. De ahí la necesidad de entender desde un punto de
vista fenomenológico, el cómo del devenir cultural de lo que en el hombre no deja de ser
biológico, porque nunca se da una superación de lo natural hacia lo cultural; ya que no se
puede suponer que el hombre pueda prescindir de su aspecto corporal, biológico, pues esto
no tiene justificación filosófica alguna. Es así como el hombre, en virtud de su
posicionamiento autoconsciente alrededor de lo existencial, que funde el ser un cuerpo y el
tener un cuerpo, siempre debe «dirigir [führen] la vida que vive» (Menegazzi, 2010, pág.
300). La existencia humana, por tanto, nunca está dada de una vez por todas.
Para el hombre resulta imprescindible mediar artificialmente lo que, para los demás seres
vivientes, se presenta como natural e inmediato. En efecto, afirma Plessner:
32
aquéllos «existen directamente, sin saber de ellos mismos y de las cosas, no ven su
propia desnudez»,…en cambio, el hombre, a causa del saber de sí mismo, perdiendo
la inmediatez, observa constantemente su propia desnudez, se avergüenza de ella,
y por tanto ha de vivir indirectamente, basándose en medios artificiales (formas
lingüísticas, costumbres, en general todo lo que es conforme a la ficcionalidad del
theatrum mundi)" lo que viene a constituir la existencia humana. (Menegazzi, 2010,
p. 302).
Sin embargo, en cuanto ser viviente, también debe procurarse una estabilidad que pueda
compensar la falta constitutiva de equilibrio propia de un ser excéntrico sin lugar y sin
tiempo, «eternamente desarraigado» y privado de una casa propia (heimatlos) (Menegazzi,
2010, pág. 302).
Esto significa que la cultura humana – la artificialidad - no es solo una compensación debida
a una inferioridad biológico-existencial, sino una necesidad absolutamente prepsicológica y
extra-empírica (Masschelein, 1998). En definitiva, se puede afirmar que la situación vital de
un ser excéntrico como el hombre consiste en una ulterioridad ineludible: el estar-en-el-
medio, la duplicidad, la parcialidad y la escasez. De ahí que el hombre no pueda simplemente
vivir, sino que también tiene que dirigir su vida y mediar en cada momento para buscar la
inmediatez: él debe hacer para ser. La artificialidad misma es, en último término, su
naturaleza, la manera en que el ser humano vive (naturaliter), pues no puede haber
contraposición entre la una y la otra: «Privada de lugar y tiempo, fundada en la nada, la
33
forma de vida excéntrica se procura la propia base [...]. La artificialidad en la acción, en el
pensar y en el soñar es el medio interior a través del cual el hombre, en cuanto ser viviente
natural, está en acuerdo consigo mismo» (Menegazzi, pág. 303).
Plessner (citado por Menegazzi, p. 310) denuncia el equívoco cartesiano de una naturaleza
supuestamente doble del ser humano y de la consecuente separación ontológica entre materia
y espíritu, res extensa y res cogitans, para afirmar, en cambio, la necesidad de considerar al
ser humano como una unidad orgánica que conserva (birgt) entre sus posibilidades la
realización de su existencialidad. En lugar de alentar el mysterium disiunctionis – y coniunctionis
– al cual se han dedicado los metafísicos tradicionales, Plessner intenta recolocar al hombre
en la totalidad de la vida, buscando en primer lugar las condiciones de posibilidad lógico-
dialécticas y también de la vida humana.
La tarea de Plessner (Menegazzi, 2010, pág. 311) es un intento de repensar el sujeto sin caer
en tentaciones subjetivistas, es decir, sin ocultar su relación constitutiva con el mundo y con
el conjunto de todos los seres vivos. En este sentido, la categoría de la excentricidad actúa
como una especificación de dicha relación, que se determina, al igual que para los demás
seres vivientes, a partir de la interacción del cuerpo consigo mismo y con el entorno. El punto
(consciente en los animales y autoconsciente en el hombre) a partir del cual el sujeto vive, es
esencialmente relacional.
La posición especial del ser humano, se da en virtud de conectarse de manera ex-céntrica con
el mundo y mediante su capacidad para distanciarse de sí mismo y de las cosas que lo rodean.
La distancia, es una de las categorías principales del grado de lo orgánico ocupado por el
hombre, único ser vivo que se observa a sí mismo desde el punto inespacial e intemporal del
yo. Los planteamientos de Plessner no tienen nada que ver con lo que Heidegger definía
como una ontología regional, con simple descripción de lo que el hombre es y hace; por el
34
contrario, es una propuesta ontológico-filosófica – y en últimas también antropológica,
afirma Menegazzi (2010). Lo que se propone finalmente, es:
El hombre, sostiene Plessner, no puede emanciparse y buscar una identidad frente a lo que
está en frente o fuera de él (unheimlich) porque en realidad en esa relación reside su condición
humana; condición que no se puede separar del bíos del ser humano ( (Masschelein, 1998,
pág. 314).
Jonas (2000, citado por Folguera, s.f) señala desde una mirada esencialista, la contradicción
entre una biología que se ha consolidado como área del saber durante la modernidad, pero
que “perdió” a la vida en términos ontológicos durante ese mismo período. Indica que a partir
del siglo XVII, la vida se presenta como el “problema a resolver” en la medida en que se
sostiene una ontología cuyo sustrato es la materia “desnuda de todo rasgo de vida” (Jonas
(2000) en: (Folguera, sf, p. 3). Explica su posición indicando que “el concepto de saber
determina el concepto de naturaleza. Esto implica a su vez que lo carente de vida se convierte
en lo cognoscible por naturaleza, en el fundamento explicativo de todo, y por ello también
en el reconocido fundamento ontológico de todo”. Sólo la indagación de “lo susceptible de
medida” provee verdadero conocimiento en la modernidad. Según las posiciones vitalistas
−dominantes en la biología durante gran parte de la modernidad− los organismos presentan
tanto un aspecto material como un componente esencial. A lo que se agrega una
35
jerarquización: la ontología de lo esencial es indudablemente superior al del mundo material,
y éste último es un componente menor, aunque necesario, de los organismos biológicos.
Según estas corrientes de pensamiento, la vida es y “sólo” se instancia en los organismos
biológicos, lo cual los hace excepcionales. De este modo, se expresa el lugar de privilegio
que la vida ocupaba en las propuestas esencialistas (Folguera, sf, p. 4).
Sin embargo, a partir de la consolidación del mecanicismo, las ciencias fueron alterando no
sólo sus marcos teóricos sino también los programas de investigación. Estos cambios,
ocurridos entre los siglos XVII y XIX, fueron alcanzando progresivamente a la biología,
hasta que, finalmente, la negación de la esencia de los organismos redujo el fenómeno de lo
viviente a la dinámica y persistencia de los individuos biológicos. En este contexto, Jonas
(2000) critica como la vida abandona aquel estado diferenciado y superior a otro
ontológicamente inferior, y ubicado en la “interioridad de los organismos. El lugar de la
vida en el mundo queda reducido ahora al organismo, una problemática forma y ordenación
particular de la sustancia extensa” (Folguera, sf, pág. 5).
(Folguera, sf, pág. 6), se pregunta ¿la vida es “dejada de lado” cuando es considerada una
propiedad de un conjunto particular de entes? Alude, en este sentido, que una de las
manifestaciones esencialistas más claras fue la de Linneo, quien propuso un orden y
36
clasificación jerárquica para los seres vivos. Según Linneo, Dios creó un par de organismos
para cada una de las especies sexuales (y sólo uno para las asexuales), y el resto de los
organismos de cada especie descienden de aquel par originario: Linneo negaba cualquier
aparición específica por fuera de este acto creacionista. A su vez, las esencias eran aquello
que distinguía cada una de las especies, a la vez que les brindaba estabilidad a través del
tiempo. (Folguera, sf, pág. 6).
La propuesta linneana postulaba una multiplicidad de niveles, cuya esencia residía en las
especies ( (Folguera, sf, pág. 7). No se daba lugar a ninguna alternativa evolucionista, en
tanto la conceptualización occidental de esencia incluía la propiedad de inmutabilidad: el ser
no puede mutar. Por ello, la noción de cambio en la biología moderna sólo pudo darse a partir
de su degradación ontológica. Es así como el afianzamiento progresivo del mecanicismo en
las ciencias de la vida alcanzó primero áreas como la fisiología, la medicina y la
paleontología. Sin embargo, el “golpe final” al esencialismo llegó a través de la
consolidación de las teorías evolucionistas en el siglo XIX, un mecanismo que lograba
explicar, mediante causas eficientes, por qué los organismos son como son.
Al mismo tiempo que Darwin formulaba su teoría, se consolidaba el positivismo que, entre
sus principios más significativos, sostenía la presencia de una jerarquía entre las disciplinas
que componen el conocimiento científico. Según esta posición, la química y la física son
áreas del saber que incluyen los patrones y las teorías más fundamentales, las cuales sirven
de fundamento para la clasificación jerárquica de las ciencias. El positivismo contribuyó no
sólo a “ordenar” las diferentes disciplinas científicas, sino también a distinguir niveles
jerárquicos dentro de las propias disciplinas, tal como sería el caso de la biología durante el
siglo XX (Folguera, sf, pág. 8). En principio, cada uno de los niveles presenta un conjunto
de particularidades, a la vez que una cierta “autonomía” respecto a los otros, por eso la
investigación científica en cada nivel adquiere sentido y legitimidad, a la vez que una cierta
autonomía tanto respecto de las teorías como del campo fenoménico particular al cual tales
37
teorías refieren. Justamente por ello, pese a que en algunas ocasiones fue respaldada esta
autonomía epistemológica, en general no se hizo lo mismo con la dimensión ontológica
(Folguera, sf).
(Folguera, sf, pág. 8) alude que también surgieron propuestas reduccionistas que actuaron
sobre las jerarquías no sólo a nivel epistemológico, sino también a nivel ontológico:
De la misma manera, Ruse (citado por Folguera, s.f.) defiende la tesis de que las afirmaciones
relativas a la física pueden aplicarse en gran medida a la biología, abriendo así la posibilidad
de reducir la biología a la química y la física. En la misma década Hull (1974, citado por:
Folguera, sf.) señalaba que:
Durante los tempranos años de la ciencia, ciertos modos de explicación, que son
los más apropiados para los fenómenos biológicos en general y para el
comportamiento humano en particular, fueron extrapolados a toda la naturaleza.
(…) Un tipo particular de explicación que se originó en el estudio de los fenómenos
exclusivamente físicos, se ha extendido a los fenómenos biológicos y sociales. Todos
38
los eventos son explicados en términos de eventos antecedentes organizados en
redes y cadenas causales, caracterizables en términos de leyes universales que no
hacen referencia a una eficacia causal de eventos futuros o de niveles superiores de
organización. (Folguera, sf, pág. 9)
Mayr (1988 en: (Folguera, sf, pág. 9) reconoce que el supuesto de que es posible reducir las
teorías y conceptos de todas las ciencias, incluida la biología, a los intereses de las ciencias
físicas ha dominado no sólo a la filosofía, sino también a la misma indagación científica
durante la modernidad. Según Mayr, los intentos por reducir los sistemas biológicos al nivel
físico-químico han fracasado porque desde esa mirada reduccionista, los sistemas pierden
sus propiedades específicamente biológicas. Por ello, propone que las particularidades de los
organismos deben ser consideradas en una filosofía de la ciencia no reduccionista. Según
Mayr (1988, en Folguera, sf., p. 10), éste es un aspecto recuperado por la “nueva generación
de los filósofos de la ciencia”, que permitió el surgimiento de la filosofía de la biología como
disciplina autónoma.
Según Folguera, (sf, p. 10) la biología del siglo XX incorpora la idea de que la diversidad de
lo viviente se estructura en diferentes niveles, que se corresponden con las diversas entidades
biológicas (moléculas, células, órganos, organismos, poblaciones, especies), en un esquema
también reduccionista, de carácter epistemológico y ontológico, dentro de la misma biología,
desde los niveles superiores hacia la genética y a la biología molecular. Es así como la
genética y la biología molecular fueron ubicadas en un lugar de privilegio en el escenario de
la biología, supuestamente por corresponder a los mismos niveles en la jerarquía de lo
viviente. Sin embargo, el nivel celular no ocupó el mismo papel reductor dentro de la biología
contemporánea. Se pregunta ¿por qué, se puso el acento en la genética y la biología
molecular? Parte de la respuesta tiene que ver con las características del discurso construido
por sus propios protagonistas. En este sentido, Keller (citada por Folguera, sf, p. 11) dice:
"Una creencia de larga data entre los genetistas (y que en años recientes ha conquistado
39
mayor aceptación en el público en general) es la que los genes son los agentes primarios de
la vida: las unidades fundamentales del análisis biológico".
La importancia dada al nivel genético parece estar relacionada con el interés que durante el
siglo XX concentró el concepto de información: “Parecía ser enormemente prometedor para
el análisis de toda clase de sistemas complejos incluso los biológicos. Como al parecer el
ADN funcionaba como un código lineal, el uso de esta noción de la información en genética
parecía natural” Keller, (citada por (Folguera, sf, pág. 11). Keller advierte cómo en el siglo
XX, el uso del concepto de información pasaría de un sentido literal a uno metafórico:
Folguera (sf.) se pregunta por las entidades en la biología del siglo XX; reconoce inicialmente
que, en general, los compromisos ontológicos asumidos por la comunidad académica están
en consonancia con los del campo social de su propia época. Plantea que en la modernidad
se registra un compromiso ontológico con los organismos biológicos entendidos como
individuos, tanto desde el campo social como desde la comunidad académica de la biología.
Sin embargo, en el siglo XX los individuos no son las únicas entidades existentes: en este
período se impone un reduccionismo ontológico hacia las entidades correspondientes a los
niveles de la genética y la biología molecular, que tienen características que les permiten
explicar a los mismos individuos, lo cual, en el marco del mecanicismo, posee un alto valor
epistémico. Esta preeminencia epistémica parece incluso reforzar la misma reducción
ontológica que, en muchos casos, acompaña a la reducción epistemológica. De este modo, la
“caída ontológica de la vida” no sólo se ha dado a partir de su “fuga” desde la biología
40
hacia la materia inerte, sino que también se ha acentuado a partir de las propias tendencias
reduccionistas vigentes en el seno de la biología" (Folguera, sf, págs. 11-12).
Jonas (2000) sugiere también una identificación de la muerte con lo no vivo, afirmando que
“nuestro pensamiento está hoy bajo el dominio ontológico de la muerte”. [E]l hecho mismo
de que hoy debamos enfrentarnos al problema teórico de la vida, y no al de la muerte,
atestigua el estatus de la muerte como el estado natural que se explica a sí mismo”. (Citado
por Folguera, sf, pág. 13)
Sin embargo, entendiendo ‘muerte’ como ‘novedad ontológica perdida’, no parece tan claro
que en la biología contemporánea haya efectivamente una “ontología de la muerte” en los
términos planteados por Jonas (2000). En este sentido, es cuestionable la identificación entre
‘muerte’ y ‘no ser’ para la biología del siglo XX, “se podría objetar que hablamos de
«muerte» para referirnos en realidad a la indiferencia de la mera materia, que posee una
carácter neutral, mientras que «muerte» tiene un sentido antitético y solo se puede aplicar
a lo que tiene vida, puede tenerla, o la tuvo” (Folguera, sf, pág. 13).
Cultura – naturaleza
42
La cultura a menudo se equipara con todo artefacto humano y la naturaleza con el medio
externo, es decir, cultura y naturaleza se diferencian como si fueran dos reinos separados de
la realidad (Haila, 2000, p. 155):
el dualismo como una generalización sin fundamento metafísico (que surge cuando)
las experiencias de los seres humanos se consideran como si fueran únicamente
materiales. Tal fundamentalismo metafísico puede ser impugnado mediante el
análisis de cómo la actividad humana y los procesos naturales se funden juntos.
43
Supone Haila (2000) que este dualismo tiene un efecto debilitante principalmente en la
comprensión de los problemas ecológicos. Sin embargo, debido a que el dualismo naturaleza-
cultura se produce continuamente y es reproducido por los procesos culturales, no puede ser
descartado en sus propios términos. El primer argumento se basa en la necesidad de
interacciones materiales de los seres humanos con el mundo. En este proceso, la naturaleza
es objetivada y los elementos de la naturaleza se convierten en objetos de uso. El término
"uso" es ambiguo, ya que el uso humano es la apropiación cultural y por lo tanto siempre
incluye un elemento de valoración (Arendt 1993, Ellen 1982; Ingold 1992).
El segundo argumento se basa en la constitución de un sujeto que tiene una identidad, lo cual
siempre se constituye como un proceso histórico; el proceso de formación de la identidad,
presupone la oposición y contraste con un "otro"; esta relación es asimétrica e implica
dominación. En el plano de la identidad cultural, la naturaleza es un "otro", por ejemplo, en
oposiciones como varón-mujer, ciudad-campo, razón-emoción; el segundo término es el
"otro", el primero, es el término dominante. Del mismo modo, la cultura, por ser el ámbito
en el que se forma la identidad histórica humana, es dominante a su "otro", la naturaleza; lo
mismo sucede con la formación de la conciencia y la constitución del problema mente-cuerpo
(Haila, 2000, pág. 157).
Estos dos argumentos están respaldados por la metafísica occidental: las relaciones sujeto-
objeto y los dualismos posteriores se elevan a un postulado metafísico en el que la dicotomía
sujeto-objeto es un determinante esencial de la existencia humana. Por su trasfondo
metafísico, el dualismo naturaleza-cultura genera un problema filosófico en el sentido
definido por Danto (1986 citado por: Haila, 2000, pp. 157-158): “Se da una pregunta
filosófica. ... cuando se pueden encontrar o imaginar pares indiscriminables que tienen
ubicaciones ontológicas distintas, sin embargo, debe dejarse claro en qué consiste la
diferencia"; parece importante separarlos, pero son indiscriminables. De acuerdo a
Collingwood (1945), el problema se presentaba a los filósofos del siglo XVIII en la siguiente
forma: "¿cómo puede la mente tener alguna conexión con algo completamente ajeno a sí
44
mismo, algo esencialmente mecánico y no mental, es decir, la naturaleza?” (Citado por
Haila, 2000, p. 158)
Se alude que como la naturaleza cambia continuamente debido a procesos naturales, el hecho
de que las acciones humanas modifiquen la naturaleza no puede ser diagnóstico de su
"naturalidad" (Haila, 2000). ¿De dónde se origina el "unnaturality" de la cultura? Cuando
una pregunta sin respuesta es tomada en serio, sólo se puede acudir a una declaración de fe.
45
Estas son doctrinas modernas que se concretaron en la revolución newtoniana de las ciencias
naturales en el siglo XIX (Koyré 1965; Mandelbaum 1971; Foucault 1970, citados por Hayla,
2000). Parece que dos procesos particulares fueron importantes en el período que precede a
la revolución newtoniana: la externalización de la naturaleza como un objeto de
conocimiento en la esfera cognitiva y la externalización de la naturaleza como un recurso en
la esfera práctica. Ambos procesos descansan sobre el presupuesto que la naturaleza es un
sistema unificado y ordenado que obedece un conjunto de leyes identificables que se pueden
formular en el lenguaje de las matemáticas.
Sin embargo Haila (2000), plantea que los contrastes entre paradigmas son irrelevantes hoy.
La dicotomía entre los paradigmas ecológicos y mecanicistas se describe de tal manera que
no tienen ninguna resonancia en el pensamiento científico actual. A pesar de esta afirmación
aduce que la ciencia no es sólo una estructura cognitiva, sino que es una acción
fundamentalmente práctica ejercida dentro de una red heterogénea de relaciones y
restricciones (Hacking, 1983; Pickering 1992, Haila y Levins, 1992; Taylor 1997).
46
Estos dos contextos de visualización de la ciencia moderna, el tipo de racionalidad en la que
se basa y las prácticas sociales en las que está inmersa, permiten enfoques fructíferos para
proponer paradigmas alternativos de lo que podría ser la ciencia. El dualismo construido por
Merchant se puede descomponer cuando se ubica dentro de estas áreas problemáticas (Haila,
2000).
Sugiere Haila (2000) otros dos enfoques para descomponer el dualismo. El objetivo es,
proporcionar contextos para la explicación de las polaridades principales asumidas en cada
formulación del dualismo. El primer enfoque se relaciona con la comprensión de la
racionalidad en la praxis; esta afirmación permite dos interpretaciones alternativas: o bien
hay un tipo de racionalidad hegemónica que influye y domina todas las prácticas en todas las
sociedades o se constituyen racionalidades distintas en diferentes prácticas. La segunda
alternativa propone un vínculo entre los roles de género y tipos de racionalidad (Keller,
1985). Dryzek (1983, 1987) argumenta que hay criterios alternativos para la racionalidad en
diferentes esferas sociales, como la economía, el derecho, los asuntos sociales y el uso del
medio ambiente, aunque pueden entrar en conflicto entre sí. Esto implica que la
diferenciación podría ser cierta en relación con diferentes campos de la práctica social. De
ninguna manera es válido que todas las prácticas sociales están estrechamente vinculados a
un tipo común de racionalidad.
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Un posible enfoque podría ser fragmentar los conceptos de naturaleza y cultura en situaciones
específicas. Naturaleza consiste en un conjunto jerarquizado de procesos que se estabilizan a
nivel local y temporal y las actividades humanas están en contacto con un conjunto
restringido de tales procesos en cualquier momento. Cultura, por otra parte, podría dividirse
en partes para hacer distinciones entre las "prácticas sociales" (MacIntyre 1985), que tienen
conexiones relativamente independientes con su ambiente natural. Distinguir las prácticas
sociales entre sí permite una visión social e históricamente imaginativa y sensible acerca de
cómo la actividad humana y los procesos naturales se funden y cómo se puede analizar esta
interpenetración; para ello utiliza el concepto de "complejo ecosocial" (Haila 1998, p. 167).
Otro camino manifiesta Haila (2000) hacia la descomposición del dualismo naturaleza-
cultura puede construirse sobre una perspectiva histórica. Una distinción entre "primera
naturaleza" y "segunda naturaleza" podría ser una herramienta conceptual para este fin
(Smith 1984; Dyke 1988, 1994; Cronon 1991, en: Haila, 2000). El primer término se refiere
a elementos en el mundo que se han originado sin influencia humana - esto, por lo general,
es el trasfondo de la cultura física. El segundo se refiere a elementos en el mundo que se han
originado por las actividades humanas previas.
Al respecto Haila (2000) afirma que la naturaleza incluye no sólo las estructuras materiales,
como ciudades, rutas de transporte y sistemas tecnológicos, sino también estructuras sociales
y cognitivas (Dyke 1988; Cronon 1991). La primera naturaleza y la segunda naturaleza
forman combinaciones históricamente únicas en diferentes situaciones y no se pueden
separar, se pregunta Haila (2000, p. 168) "¿dónde, está entonces, el dualismo naturaleza-
cultura?"
La comparación entre la historia de las civilizaciones sugiere que los diferentes elementos
que configuran las sociedades cambian a un ritmo diferente y conducen a variaciones entre
las civilizaciones (Braudel 1984, Wolf, 1982). Es decir, los elementos de la naturaleza y los
48
elementos de la cultura se compenetran de diferentes maneras en diferentes situaciones
históricas y el dualismo que lo abarca todo desaparece (Haila, 2000).
La historia, afirma Haila (2000), facilita el movimiento hacia la contextualidad. Grene (1978,
citado por Haila, 2000, pp. 168-169) desde esa perspectiva plantea:
Lo artificial también constituye el mundo de los seres humanos y por lo tanto a los mismos
seres humanos. Como subraya Arendt, en realidad no es "Naturaleza pura" a lo que los seres
humanos se enfrentan, sino más bien a lo artificial creado por las acciones humanas
anteriores: "Contra la subjetividad de los hombres se encuentra la objetividad del mundo
hecho por el hombre, en lugar de la indiferencia sublime de una naturaleza virgen"(Arendt
1993, en: Haila, 2000, p. 169). Lo "artificial" es natural al ser un elemento esencial de la
naturaleza humana, pero también es diferente de la naturaleza por ser el hombre. Al igual que
49
en "primera naturaleza" y "segunda naturaleza", estas dimensiones se entrelazan
irremediablemente.
Grene (1978, en Haila, 2000, p. 169), relieva respecto a las interacciones cultura – naturaleza,
no son "allá afuera", son creadas por la acción humana:
Es fructífero aclarar plantea Haila (2000, pp. 169-170), la metafísica de fondo en la que se
basa el dualismo, de lo contrario sus postulados se naturalizan en el sentido común. Las
metafísicas occidentales dominantes de la naturaleza parecen incluir dos grandes postulados,
en primer lugar, la unidad y la uniformidad de la naturaleza y en segundo lugar, la separación
cartesiana entre "yo" y el "el mundo". Hay una tensión entre estos postulados, que se puede
controlar con la pregunta ¿dónde está la división entre el "yo" cartesiano y "el mundo" (la
naturaleza) en un mundo material uniforme?
50
Para el efecto Haila (2000, p. 170) propone el uso de tres metáforas básicas:
En relación con la tercera metáfora, en cambio, la idea misma, disuelve los límites. De hecho,
la naturaleza interior es un concepto ajeno a la consideración de los seres humanos como
autónomos racionales y la cultura humana como el resultado de la acción racional, adoptada
en la era moderna en Occidente. Los argumentos provienen, por ejemplo, de la psicología
post-freudiana en la forma del inconsciente, visto como una naturaleza interna que
inevitablemente se rompe al nivel consciente. Desde el pensamiento social, Girard (1977,
citado por Haila, 2000) argumenta que la naturaleza reside en el disfraz de la violencia
mimética dentro de la sociedad humana y esta constantemente amenaza con resquebrajarse.
La naturaleza está representada por todos los factores que no pueden estar bajo el control de
la acción racional humana. Sin embargo, un ingrediente importante en la metafísica
occidental moderna es negar la existencia de tales factores.
51
Un naturalismo sencillo no resuelve el problema. La naturaleza es en última instancia
"extraña" para los seres humanos por no estar en los destinos humanos, mientras que los seres
humanos tienen la obligación de cuidar la naturaleza (Passmore 1980, citado por: Haila,
2000); en particular, la naturaleza dentro de los humanos es extraña; lo cual puede significar
que en última instancia, la dicotomía humanidad - naturaleza es inevitable. El punto, sin
embargo, es que la extrañeza de la naturaleza es parte de la extrañeza de la existencia humana.
No hay esfuerzos en la conquista o dominio de la naturaleza que puedan negar este hecho
existencial.
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Principio vital – patrón de procesos fisicoquímicos
De acuerdo con Martins (1998, p.11), históricamente la pregunta ¿qué es la vida? ha sido
contestada desde dos dualismos: la vida como principio vital, que no puede ser explicado en
términos físicos y químicos, algo más que materia que se vuelve vida y que se separa de ella
después de la muerte y la vida como un patrón de procesos físico – químicos.
Según Smith (1977, citado por (Martins, 1998, p.11) la mejor representación de este dualismo
es un péndulo oscilando entre un extremo y otro, pero separando una imagen teleológica y
animista del mundo, de otra no teleológica y mecanicista, como una demarcación progresiva
del ámbito subjetivo al objetivo. En ese mismo sentido el mismo Smith (1977, citado por:
(Martins, 1998, p. 11) afirma que ese cambio de percepción se desarrolla paralelamente con
la tecnología y parece que "con el fin de sentir que realmente entendemos algo, primero
tenemos que construirlo nosotros mismos. Una comprensión profunda que sigue a esta
actividad puede llevar a modelos por medio de los cuales es posible organizar los fenómenos
del mundo natural". Es decir plantea Martins (1998) es notorio cómo la objetividad científica
es la expresión de un complejo de fuerzas tecnológicas y socioeconómicas subyacentes y
también de la lógica que estructura ideas, creencias y valores.
La idea de vida como patrón de procesos físico químicos ha sido dominante en la biología
desde principios del siglo XX, como se ha venido planteando. Sin embargo, hay una serie de
explicaciones científicas que no han podido comprenderla desde posiciones mecanicistas
rígidas y de la aceptación de la idea de que la materia viva posee propiedades no compartidas
con la materia no viva, en razón de su organización (Martins, 1998).
Desde el punto de vista de la biología molecular lo que se encuentra dice Martins (1998) es
una continuidad, una noción progresiva de lo inanimado a lo vivo, por estar compuestos por
53
los mismos elementos, regidos por las mismas leyes físico químicas. En este caso, la noción
de vida desaparece, o por lo menos se vuelve inútil. Por otro lado, sigue planteando Martins
J. L., 1998) encontramos una noción de vida como emergencia de una novedad cualitativa,
una especie de sinergia, de características que surgen en el umbral de un sistema molecular,
en que el todo es más que la suma de las partes, a partir de un cierto nivel de complejidad, lo
que supone la ruptura entre el conocimiento biológico y el físico químico de ese sistema. Por
eso, algunos biólogos continúan discutiendo que las leyes de la física y de la química, por si
mismas no son suficientes para explicar características importantes de la vida, no a causa de
una razón espiritualista, sino en razón de alguna complejidad emergente (Menegazzi, 2010).
Nuñez de Castro (2009) desde la idea que no hay una única racionalidad científica posible,
plantea la necesidad de generar una nueva racionalidad para la epistemología de la biología,
a la que denomina "racionalidad teleológica evolutiva", que contemplaría aspectos como los
siguientes:
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Dice Nuñez de Castro (2009) que si se quiere tener un discurso racional y coherente, que
nos permita reflexionar sobre la biología, se necesita delimitar una serie de categorías
que conformen un nuevo paradigma, con matrices conceptuales fundamentales para la
comprensión completa de los fenómenos que presentan los organismos vivos como:
comprensión holística (o totalidad), sistema, proceso, teleología, jerarquización,
emergencia de novedad, evolución, desarrollo epigenético. En lo que se refiere a la vida,
afirma que:
Nuñez de Castro (2009), considera el ser vivo como sistema jerarquizado y desde esta
concepción, plantea que la racionalidad sistémica interpreta el universo no mediante un
discurso lineal, sino complejo en el que se entrelazan diferentes niveles que se relacionan
entre sí a partir de bucles interactivos. Así, la racionalidad sistémica actúa por
aproximaciones, utilizando conceptos llenos de significación, con gran apertura semántica
y complementariedad comprensiva. Alude que "la misma etimología de la palabra sistema
(del griego: syn-ístemi, «lo colocado conjuntamente» indica un conjunto de elementos y
acontecimientos, que relacionados jerárquicamente entre sí contribuyen a un
determinado fin. Cualquier elemento estructural o funcional de un sistema no puede
entenderse sino en relación con todos los otros elementos estructurales y funcionales del
mismo."
55
Todo sistema es una unidad, que puede estar en continua interacción con otros sistemas
jerárquicamente relacionados, formando un nuevo sistema de nivel superior, así «una función
no viene determinada nunca por una estructura particular, sino por el contexto de la
organización y del medio en que dicha estructura se encuentra sumergida» (Nuñez de
Castro, 2009). Uno de los aspectos más polémicos en el conocimiento biológico
contemporáneo es el que se refiere a la finalidad; en este sentido recuerda que "la misma
etimología del término, formado a partir de dos palabras griegas: entelés y échein, es decir,
lo que tiene el fin en sí mismo, nos refiere a la entelequia como causa final. Así pues, desde
su definición de ser vivo, Aristóteles introduce las explicaciones teleológicas en Biología"
(Núñez de Castro, 2009).
A este respecto Gilson (sf., citado por Nuñez de Castro, 2009) dice:
Por otra parte, manifiesta Nuñez de Castro (2009), es frecuente que los biólogos actuales en
su discurso usen veladamente categorías finalistas. En la correspondencia entre Dobzhansky
y Greene se reclama para los biólogos el poder hablar en términos que tienen un cierto
finalismo como: finalidad (purpose), creatividad (creativity), crecimiento (improvement) y
tanteo (trials and errors).
Arguye Nuñez de Castro (2009) que se acepta que los biólogos utilicen este lenguaje, puesto
que algunos procesos evolutivos suponen: a) aparición de algo nuevo, b) hacen avanzar la
vida y c) pueden resultar en éxito o fracaso. El mismo Greene confiesa que la teoría moderna
56
de explicación del hecho histórico de la evolución está cargada de términos valorativos
(higher, lower, success, failure, progress) y concluye: “o los biólogos eliminan estos
términos de su discurso o tienen que reconocer que la Biología requiere conceptos que
solamente pueden interpretarse en una Filosofía de la Naturaleza, en cuyo lenguaje las
expresiones valorativas tienen sentido."
Monod al hablar de las características de los organismos vivos no quiso utilizar la palabra
teleología: «la teleonomía es la palabra que puede utilizarse, si por cierto recato se quiere
evitar hablar de finalidad». Según Mayr fue Pittendrigh el primer autor en usar el término
teleonomía: «parece desafortunado utilizar el término “teleología” y creo que se ha
abusado de él. La confusión en que han permanecido los biólogos durante largo tiempo se
eliminaría más completamente si todos los sistemas dirigidos a un fin fueran descritos
mediante algún otro término como “teleonómico”». (Citados por Nuñez de Castro, 2009)
Concluye Nuñez de Castro (2009) diciendo que la filosofía de la biología, muestra que la
vida, en efecto, no es solo mundo físico; lo viviente tiene sus raíces en lo físico, pero se
constituye como novedad emergente lo que exige una nueva racionalidad explicativa.
57
Entre holismo y reduccionismo
Por el contrario, los modelos darwinianos de azar y selección (Dennett 1995, Kupiec 1996,
2009, citados por Wolfe, 2012) se sienten incomodos con conceptos reduccionistas y
holísticos. Wolfe (2012) sugiere que la yuxtaposición entre el azar y el par holismo –
reduccionismo, en múltiples niveles, ontológicos y metodológicos, pertenecientes a visiones
de la práctica científica, así como a las bases de una visión de la naturaleza, implícitas o
explícitas, pueden permitir arrojar algo de luz sobre estas tensiones en la conceptualización
de la vida.
Los modelos que apelan al azar plantea Wolfe (2012) son filosóficamente anti-esencialistas:
rechazan la apelación al nivel superior de propiedades irreductibles de un sistema, el desandar
el proceso causal que las generó, a partir de procesos aleatorios. Parecen intuitivamente
adecuados y empíricamente tienden a ser compatibles con el reduccionismo como una
58
posición ontológica según la cual, para cualquier unidad dada siempre habrá componentes
subyacentes que la pueden explicar, tales como leyes o características estructurales. Pero
poca atención se ha prestado a esta relación entre el azar, el anti-esencialismo y el
reduccionismo.
Por ejemplo, un modelo darwiniano de azar y selección (Dennett 1995, Kupiec 1996) parece
estar en conflicto con el holismo sistémico de Varela y sus colaboradores (Weber y Varela
2002, Rudrauf et al. 2003), quienes tienden a insistir en la individualidad irreductible de
sistemas (o en una metafísica de la vida) en lugar de su producción a través de procesos
aleatorios. De manera similar lo hace Rosen, quien tiende a postular la existencia de un centro
fundacional o Ser en los sistemas vivos (Wolfe 2012). Por el contrario, este postulado parece
ausente en la obra de Moreno y sus colaboradores (Ruiz-Mirazo et al 2000), lo que demuestra
que es posible articular una organización - y por lo tanto un modelo débilmente holístico al
individualismo o anti -Darwinismo de Varela (Bechtel 2007).
Pensadores como Lucrecio, Diderot, Dennett y Kupiec, (citados por Wolfe, 2012) han
insistido en el papel del azar o en una aleatoriedad fundamental en el corazón de la naturaleza,
ya sea como productora de orden o de la realidad de las formas y especies percibidas por
nuestra experiencia.
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"La postulación de esencias biológicas no ilumina la práctica biológica, ni ayuda a entender
cómo funciona la ciencia" (Ereshefsky 2010, en Wolfe, 2010). Pero la afirmación de Kupiec
es más fuerte:
60
BIOANTROPOLOGÍA
Plessner (1928, citado por Menegazzi, 2010, p. 291)) afirma que «cada época encuentra su
propia palabra redentora. La terminología del siglo XVIII culmina en el concepto de Razón,
la del XIX en el concepto de Evolución, la (del siglo XX)… en el concepto de Vida». Anota
que esta idea sigue vigente en el debate actual acerca de la naturaleza humana, pues
constituye una respuesta a lo que se llama bíos, y frente a la vida humana en particular:
Ingold (2011, p. 100) dice que en el discurso de la antropología social, el concepto de biología
hace parte del dualismo humanidad - naturaleza, configurando a las personas y a los
organismos como objetos de estudio mutuamente excluyentes. Es así como el neo-
darwinismo virtualmente elimina el organismo como entidad real, al igual que elimina de
manera similar a la persona. Propone una biología alternativa que tome el organismo como
punto de partida, y que incluya la vida social de las personas como un aspecto de la vida
orgánica en general.
61
Así, una antropología de las personas estaría contenida en una biología de los organismos,
cuyo enfoque está en los procesos más que en los eventos, reemplazando el «pensamiento de
la población» de la biología evolucionista darwiniana con una lógica de las relaciones
(Ingold, 2011, p. 100).
La llamada Historia con mayúscula, la que hacemos los seres humanos y la historia
con minúscula (historia natural o evolución), la que experimentaríamos junto con
todos los seres vivos por estar simplemente vivos, deberían verse como un solo
proceso de desenvolvimiento de sistemas de desarrollo, donde cada ser vivo, cada
devenir, es una forma orgánica generada y mantenida por un campo de relaciones.
Un proceso en el cual cada generación de seres deja una herencia ecológica a
quienes vienen después, un contexto de futuras prácticas y movimientos, y con la
cual se encuentran los más jóvenes al inicio de su propia acción transformadora.
La única historia entonces es la vida misma, que involucra el interjuego de
diversidad de humanos y no humanos, en su mutua constitución, en un mundo de
fuerzas abióticas, vistas cada una también como una senda de devenir [path of
becoming] para formar el telar de la vida en evolución. (Ingold, 2012, p. 12-13)
Existe una tensión en el pensamiento occidental, entre las ideas antagónicas humanidad -
naturaleza y la tesis de que la especie humana existe junto a otras formas de vida “en un
62
continuo ininterrumpido de cadena de ser” (Ingold, 2011, p. 102). Es así como las
pretensiones por la singularidad humana, la superioridad del hombre y su dominio sobre la
naturaleza, son rebatidas por afirmaciones sobre la interdependencia de todos los seres vivos.
La biología por su parte está limitada de un lado por la oposición humanidad - naturaleza, y
del otro por la oposición vivo - no vivo. La primera, reafirma la división entre ciencias
naturales y humanidades, aunque en los orígenes de la biología se hacen afirmaciones sobre
la continuidad de la vida que disolvieron los límites entre la humanidad y la naturaleza, o los
reformularon, invocando una diferencia básica entre vivo y no vivo, atribuyéndola a la
presencia o la ausencia de alguna fuerza vital, lo cual afectaba la pretensión de estatus
científico de la biología (Ingold, 2011, p. 102). De hecho, el término «biología» ha sido
sustituido por el concepto de naturaleza humana, sin alterar su significado de manera
apreciable. Sin embargo, así como varían las explicaciones acerca de la naturaleza humana,
también lo hacen las nociones correspondientes de la biología (Ingold, 2011).
Estas explicaciones están relacionadas con los supuestos comunes de que los humanos son
únicos en el reino animal, que su singularidad proviene originalmente de una esencia o
«espíritu», que ahora se denomina comúnmente con la «capacidad para la cultura», y que
esta capacidad ha permitido trascender las fuerzas del mundo material en el que se entrelaza
todo lo demás Ingold (2011, p. 103).
63
Sin embargo, afirma que la singularidad de los humanos, se puede plantear para cualquier
otro tipo de animal: "los elefantes por ejemplo son únicos; igual que los castores. Pero nos
inclinamos a pensar en los elefantes y en los castores como «simples animales», mientras
que ser humano —decimos— es ser más que sólo un animal o «sólo otra especie única»
(Foley, 1987, citado por Ingold (2011, p. 103).
Precisa Ingold (2011), que la cultura, sin embargo, se revela como diversidad, mientras que
la capacidad para la cultura se supone que depende de ciertas propiedades generales del
funcionamiento mental, es decir la naturaleza humana, se equipara con universales síquicos.
Lo que los humanos tienen en común se atribuye en consecuencia a la biología, mientras que
sus diferencias se atribuyen a la cultura. Así la biología se convierte, en una búsqueda de lo
esencial o el «mínimo común denominador» de la humanidad (Eisenberg, 1978, citado por
Ingold, 2011, p. 104).
64
Otra apreciación corresponde a la idea de sociedad o de cultura como un superorganismo,
una entidad colectiva con vida propia más allá de las vidas de sus constituyentes individuales:
la vinculación de los sujetos humanos con un dominio de la sociedad externo y superorgánico
implica concebir el organismo individual como “un haz herméticamente sellado de
disposiciones innatas, dadas de antemano a cualquier relación que pueda entablar con otras
personas” (Ingold, 2011, p. 105). Como escribió Durkheim, los organismos humanos
individuales están, «por naturaleza, cerrados al otro» (1960, citado por Ingold, 2011, p.
105). La biología, según esta concepción, es una ciencia de lo vivo que trata sus objetos como
preconstituidos, sistemas autocontenidos.
Lo que no logran ver es que una biología así de severa no podría empezar a
proporcionar una explicación adecuada de la vida de cualquier organismo, mucho
menos de los humanos. Pues la vida misma depende del hecho de que los
organismos no son sistemas cerrados, sino abiertos (Ingold, 2011, p. 105).
La antropología cultural dominante ha tendido a asumir que la cultura, tiene lugar en las
mentes de los individuos en lugar de provenir desde una fuente exterior como lo es la
sociedad. Entonces el organismo humano es portador de cultura, pero la oposición naturaleza
- cultura se asimila a la oposición entre genes y rasgos culturales (Ingold, 2011).
Se pregunta Ingold (2011) ¿Qué pasa entonces con el concepto de biología? Los seres
humanos, se dice, «son organismos biológicos y culturales», y su comportamiento es
producto de «influencias culturales y biológicas» (Boyd y Richerson, 1985, Durham, 1979,
citados por Ingold, 2011). Pero la biología actual, no hace referencia específica a un
organismo; se identifica, solamente con sus genes, constituyéndose como una teoría del
determinismo genético. Por eso no sorprende que para la biología, la antropología esté
construida generalmente como una teoría del determinismo cultural en el que el rasgo se
sustituye por el gen como unidad.
65
Es así como los antropólogos sociales y culturales han igualado, el dominio de la
investigación biológica con las características de la animalidad común, los universales de
comportamiento, las disposiciones innatas o la dotación genética que queda cuando se
desprende todo lo aparentemente sociocultural (Ingold, 2011).
66
La alternativa es considerar el organismo no como entidad individual sino como la
personificación de un proceso vital (Ingold, 1986, p. 153). La «vida orgánica», «existe sólo
en la medida en que evoluciona en el tiempo. No es una cosa sino un proceso —una sucesión
de eventos incesante... El organismo nunca se ubica en un solo instante. En su vida los tres
modos del tiempo —el pasado, el presente y el futuro— forman un todo que no puede
dividirse en elementos individuales» (Cassirer, 1944, citado por Ingold, 2011, p. 112).
De manera similar, Bergson sostenía que el ser vivo no debe mirarse como un objeto, pues
es más «una cosa que resiste. Su pasado, en todos sus elementos, se prolonga en su presente»
(1911, citado por Ingold, 2011, p. 112).
Dice Ingold (2011), no comenzamos con el organismo como una entidad dada y lo llevamos
a la vida poniéndolo en movimiento, como se haría con un mecanismo de relojería. En lugar
de ello comenzamos con la vida como movimiento que se construye progresivamente en
estructuras emergentes.
67
Sostiene Ingold (2011, pp. 114-115) que tanto el organismo como el entorno interactúan en
un proceso de desarrollo continuo; no son dominios separados y mutuamente excluyentes, en
el organismo mismo está toda la historia de sus relaciones ambientales. Por ello sostiene que
el neo-darwinismo no explica la vida, dado que:
1. La vida es un proceso, pero el neo-darwinismo sólo tiene que ver con los eventos.
Lo que se transmite de generación en generación no es una corriente de vida sino
genes, que cambian gradualmente lo que da como resultado la evolución. Así, el
neo-darwinismo explica la evolución poniendo la vida entre corchetes.
2. El orden de la vida está implicado, pero el neo-darwinismo habla en términos del
orden explicado, lo cual se evidencia en su concepción del individuo como
entidad exclusiva y auto contenida, cuya especificidad sólo está dada por la
combinación de rasgos genéticos, estrictamente estadística, como cambio en las
frecuencias de los genes con el tiempo en poblaciones de individuos; no por su
posición en un sistema de relaciones más amplio
3. La vida afecta la frontera entre el organismo y el medio ambiente, si bien para el
neo-darwinismo no es la relación organismo-medio ambiente la que evoluciona.
El medio ambiente se plantea como una serie de factores exógenos que sufren sus
propios cambios, por razones de naturaleza muy independiente, a los que se
adaptan los organismos mediante el mecanismo de la selección natural. En otras
palabras, la evolución es cuestión de cambio de los organismos para «rastrear»
condiciones ambientales, cuyos cambios necesariamente quedan por fuera de la
evolución (Odling-Smee, 1988, citado por: Ingold, 2011, p. 115).
Neo-darwinismo y cultura
Sostiene Ingold (2011) que de la misma manera como se excluye la vida de la biología neo-
darwiniana, así, se excluye la vida social de la sociobiología neo-darwiniana. La
sociobiología fue definida por Wilson (1980, citado por Ingold, 2011, p. 115) como «el
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estudio sistemático de la base biológica de todo comportamiento social», asumiendo, que
todo comportamiento social tiene una base biológica.
Sin embargo, al menos para los humanos, los genes no determinan comportamientos
específicos sino que respaldan la plasticidad fenotípica de la especie, evidente en la gran
diversidad de las estrategias vitales, mientras que al mismo tiempo provee una serie
generalizada de preferencias que predisponen a los individuos a la adopción de estrategias
que incrementen su aptitud reproductiva (Ingold, 2011).
La otra cuestión dice Ingold (2011) es que aunque la evolución del comportamiento mediante
la selección natural requiere la existencia de elementos replicables del programa, o lo que
Hull (1981, citado por Ingold, 2011, p. 118) llama replicadores, de hecho no requiere que
tales replicadores sean genes, puesto que la palabra «natural» en la selección natural califica
el proceso de la selección, no las unidades en las que opera, y toma su significado de su
oposición a la selección artificial de variantes en el proceso del diseño intencional.
Radcliffe-Brown (1952), afirmó que el ser humano que vive en sociedad es «dos cosas», un
individuo y una persona. El individuo humano es «un organismo biológico, una colección de
un vasto número de moléculas organizadas en una compleja estructura, dentro de la cual,
en cuanto persiste, ocurren acciones y reacciones fisiológicas y psicológicas, procesos y
cambios» (citado por Ingold, 2011, p. 120). Ingold asevera que aquí hay una equivocación al
ligarla a una concepción del individuo como autocontenido, aislado, dado
independientemente y con anticipación a sus relaciones externas:
Por vida social quiero decir los procesos que siguen en el campo relacional en el
cual las personas aparecen y perduran. No puede haber vida social sin personas,
pero, igualmente, no puede haber personas sin vida social. Al usar el término
«persona» para referirse al sujeto consciente de las relaciones sociales, hasta
ahora he asumido que todas las personas son humanas. Ingold (2011, p. 120-121)
Ingold (2011) usa el término «persona», como aplicable a la humanidad, pero no en sentido
exclusivo. El argumento es que la adquisición de la condición de persona no implica, la
superimposición de una esencia específicamente humana en un sustrato orgánico
indiferenciado; la condición de persona toma forma gradualmente en el organismo humano
en desarrollo. Así, es erróneo considerar el desarrollo un proceso de socialización, como la
impresión de una estructura exterior de las relaciones sociales en la «materia prima» de los
individuos orgánicamente preformados. Pues cada ser humano viene al mundo ya situado en
un campo de relaciones sociales y convertirse en persona es un asunto de acopiar esas
relaciones en las estructuras de consciencia; así en este intraplegamiento de las relaciones
sociales en la consciencia, la persona surge como agente autónomo con su identidad propia,
lista para labrar nuevas relaciones de las cuales, a su vez, surgirán nuevas personas. De ese
modo, la verdadera dirección del desarrollo, como recalcaba Vygotsky, es «no del individuo
al socializado, sino de lo social a lo individual» (1962, citado por Ingold, 2011, p. 121).
70
Si la vida social supone la existencia de personas, entonces claramente cualquier justificación
de la evolución social debe partir de una teoría de cómo son posibles las personas: «la
socialidad es la calidad definitiva de las relaciones» (Ingold, 1989, p. 498-499), basada en
la mutua implicación de la consciencia y la intersubjetividad.
Desde este concepto de la primacía del proceso, la conexión entre las relaciones y la
consciencia puede caracterizarse de mejor manera mediante la metáfora del envolvimiento y
el despliegue: «la consciencia envuelve las relaciones sociales y se despliega en las
relaciones sociales» (Ingold, 1986, p. 207). En otras palabras, la socialidad debe entenderse
como la dinámica inherente y generadora de un campo relacional (Ingold, 2011).
71
Se ha dicho que, en la historia, «el hombre se construye a sí mismo», creando desde dentro
el mundo mismo en el que participa. Pero el hombre es un organismo y los organismos por
lo general se construyen, creándose a medida que hacen una historia de la vida. «Para llegar
a esta concepción del organismo, sin embargo, necesitamos una nueva biología, ¿o debería
decir una antigua biología? —pues sus aspiraciones holísticas son evocadoras de una visión
del mundo pre-darwiniana. Debe ser una biología que insista en la primacía de los procesos
sobre los eventos, de las relaciones sobre las entidades, y del desarrollo sobre la estructura»
(Ingold, 2011, p. 127). El organismo y la persona no se confrontan entonces mutuamente
como configuraciones específicas de materia y mente, «dos tipos de sustancias
independientes», como lo plantea Whitehead (1938, citado por Ingold, 2011, p. 127).
72
BIOPOLÍTICA
La vida gobernada
Pedraza (2012) plantea que hay aún en la actualidad vaguedad e imprecisión semánticas
acerca de la palabra vida; el uso actual del que se han derivado las principales vertientes de
los estudios biopolíticos se basan en la naturalización del sentido de la noción de vida.
Enfatiza en los usos contemporáneos de la idea de vida pues alude, que es principalmente a
partir del siglo XIX cuando la vida se hace susceptible de ser gobernada mediante prácticas
que comprometen el cuerpo, por ser éste la instancia donde la vida se materializa.
En el siglo XIX la biología ya opera con la capacidad de definir su objeto de interés y poner
en circulación principios para el conocimiento de la vida (Lenoir 2003; Wuketits 1998, en:
Pedraza, 2012). Esposito (2005, en: Pedraza, 2012) también reconoce que la vida sólo puede
pensarse bajo alguna representación orgánica; en el caso de la vida humana esta
73
representación es el cuerpo, porque allí puede ser, crecer, potenciarse y reproducirse; su
apreciación coincide con la definición biológica de la vida (Pedraza, 2012).
En el caso de Colombia, Pedraza (2012) anota que se desplegaron a lo largo del siglo XIX
ejercicios de disciplina para el cuerpo individual que emergió y se modeló como entidad
gobernable, primero para constituir al individuo moderno que bajo un régimen biopolítico
será sensible a los actos del biopoder. Se instaló entonces un dispositivo de formación de
nacionalidad que, partió de prácticas disciplinarias que sirvieron para constituir sujetos, no
ciudadanos, como las mujeres. Dichas prácticas se difundieron con preponderancia a través
de la escuela mediante la urbanidad y otras formas de moralización católica.
Se trataba de que estas poblaciones asimilaran normas de civilidad que no siempre coincidían
con la condición de ciudadanía. En la pedagogía, la práctica del método lancasteriano y la
educación mutua, así como el dispositivo de civilización mediante el acatamiento de normas
de conducta burguesas, son notables en las primeras décadas de vida republicana (Sáenz,
Saldarriaga y Ospina 1997, citado por Pedraza, 2012). Al orden social y simbólico que
74
consolidó la biopolítica a partir del sexo, la clase, la edad, la ocupación y la etnia se sumaron
variables como la raza, la región, el clima, la religión y la forma de vida rural o urbana.
Por su parte Vignale (2010) manifiesta que el biopoder fue un elemento indispensable en
el desarrollo del capitalismo, ya que éste pudo consolidarse a través de la inserción controlada
de los cuerpos en el aparato de producción y mediante el ajuste de los fenómenos de
población a los procesos económicos.
Vignale (2010) coincide con Pedraza (2012), al afirmar que la segunda forma de poder que
aparece a partir del siglo XVII, se centró en el cuerpo-especie transido por la mecánica de lo
viviente, y referido a procesos biológicos como la proliferación, los nacimientos y la
mortalidad, la salud, la duración de la vida. Se trata de controles reguladores, una biopolítica
de la población. Uno de los fenómenos fundamentales del siglo XIX, señala Foucault (2009,
citado por Vignale, 2010, p. 116), es “una especie de estatización de lo biológico”.
A diferencia de la disciplina que se dirige al cuerpo, esta nueva tecnología se aplica a la vida
del hombre, en tanto ser vivo, al hombre/especie:
75
Se trata según Vignale (2010), de una biopolítica de la especie humana, que controla
procesos de natalidad, mortalidad y longevidad a través de la medición estadística y la
demografía. Se desarrolló una política a favor de la natalidad y una preocupación por la
mortalidad que no estaba ya dada por las epidemias, sino por los fenómenos de endemias, es
decir, aquellas enfermedades que incidían en la disminución del tiempo de trabajo y mayores
costos económicos. Otro campo de intervención de la biopolítica será la vejez, para la cual
surgirán mecanismos de seguros, de ahorro, de seguridad, entre otros.
Vignale (2010) afirma que Foucault habla de la“téchne tou biou”, en referencia a los griegos,
como una técnica de vivir o de cómo vivir: la téchne que debo usar para vivir tan bien como
debería vivir. Esta “téchne tou biou” se volvió a lo largo de la historia, una téchne del yo. La
ética griega estaba centrada en un problema de elección personal, en una “estética de la
existencia”. Resalta Vignale (2010) el interés de Foucault (2003) por encontrar, en la
76
constitución del sujeto, una gubernamentalidad que le es propia, una relación de poder
consigo mismo, que hace que esa constitución no sea la determinación por el derecho o las
técnicas de poder soberanas, disciplinarias o reguladoras. Si el sujeto es un efecto de poder,
lo es también por la relación que establece consigo mismo, por su gobierno de sí: “La meta
era hacer de la propia vida un objeto para cierto conocimiento, para una téchne, para un
arte” (Foucault, 2003 citado por Vignale, 2010, p. 121).
Enfatiza entonces que como lo señala Burrow citado por: (Gil, sf, p. 6) “La novedad de la
biopolítica moderna es, en rigor, que el dato biológico es, como tal, inmediatamente político
y viceversa”. Anota que “La ambición suprema del biopoder es producir en un cuerpo
humano la separación absoluta del viviente y del hablante, de la zõê y el bíos, del no-
hombre y del hombre: la supervivencia” (Gil, sf, p. 12).
77
BIO-LOGÍA
"pero que cosa extraña, a cada etapa de esos recortes celulares
en proteínas, ácidos nucleicos y aminoácidos, la vida escapa del
sistema y todo lo que queda es el registro de avances en la
comprensión molecular de la biología". Rosnay (2008, citado
por Marcovich, p. 124)
Por su parte Ruiz-Mirazo, Moreno, & Peretó (2010) afirman que como parte del mundo
viviente tenemos una comprensión intuitiva de la vida. Tal intuición nos dice que los seres
vivos comparten algunas propiedades y atributos básicos que son responsables de sus formas
y funciones, capacidad de respuesta, capacidad de crecimiento y reproducción. Aluden que
Aristóteles fue el primer filósofo que desarrolló un concepto racional de la vida, basado en
la idea abstracta de una "forma" animada o activa. Pero esta idea unificada de la vida fue casi
olvidada, en favor de una visión de la naturaleza separada en tres reinos: mineral, vegetal y
animal, donde se perdieron en parte el carácter distintivo y los elementos comunes de todas
las entidades biológicas.
Un aspecto importante de la noción intuitiva de la vida es su aspecto antagónico (Gayon,
2010): lo que cuenta es la oposición entre "vivir" y "no vivir", más que un contenido especial
que se atribuye a la noción abstracta de "vida". La razón es que para una infinidad de
situaciones prácticas, biológicas y sociales, tenemos que ser capaces de discriminar entre
seres vivos y no vivos:
Reconocemos los animales por el movimiento y la forma, y las plantas por los patrones de
repetición de hojas y tallos. Lovelock (2009, citado por Gayon, 2010, p. 232), insiste en este
aspecto intuitivo de cómo reconocemos que algo está vivo:
Por otro lado, dice Gayon (2010) la capacidad cognitiva de los seres humanos para reconocer
los seres vivos es bastante refinada y mejorada continuamente por el aprendizaje y todo tipo
de dispositivos técnicos:
79
esta capacidad intuitiva nos hace capaces de reconocer como "seres vivientes" una
enorme diversidad de seres, con diferentes patrones de forma y de movimiento,
desde las bacterias o las células que componen nuestro cuerpo a las criaturas
macroscópicas tales como elefantes, arces y a nosotros mismos. Por supuesto, esta
intuición no es infalible. Los microscopistas de los siglos XVII y XVIII dudaban que
estaban observando criaturas microscópicas reales u organismos no orgánicos
sometidos al movimiento browniano. Del mismo modo, en el siglo XVIII, hubo
muchas discusiones acerca de si las esporas estaban "vivas" o no. Hoy en día,
tenemos dudas similares si preguntamos: ¿es un virus un ser vivo? ¿Es un
ecosistema-o incluso la biosfera un todo - "vivo"? (Tirard, 2003 citado por Gayon,
2010, p. 232)
Gayon (2010) dice que lograr un concepto unificado de la vida, que abarcó un mundo
fenomenológico conjunto, separado de los sistemas físicos y químicos, requirió de un largo
proceso de investigación teórica y empírica. De hecho, la interpretación de la vida como un
fenómeno unitario, como una cualidad común o como un tipo de organización de los sistemas
naturales es relativamente moderno; la vida puede considerarse como una invención del siglo
XVIII, como decía Foucault (1996, citado por Ruiz-Mirazo, Moreno, & Peretó, 2010) una
invención consolidada durante el siglo XIX, gracias a los desarrollos de la microscopía y de
las técnicas experimentales basadas en la química, que llevaron a la detección de
características materiales y organizacionales compartidas por una variedad de sistemas. Esta
concepción unitaria recibió apoyo desde las teorías evolutivas, las cuales también en el siglo
XIX aportaron evidencias al hecho que todos los organismos presentes descienden de un
ancestro común. Así fue posible establecer una primera noción unitaria de lo viviente como
un dominio separado del mundo no viviente.
80
1. Una aproximación fisiológica enfocada sobre cómo las partes materiales
pueden constituir un organismo.
2. Una aproximación de la historia natural que busca las morfologías o
adaptaciones que conectan a los organismos filogenéticamente.
En términos de Mayr (1982, citado por Ruiz-Mirazo, Moreno, & Peretó, 2010) la primera es
una biología de las causas próximas o biología funcional, mientras que la segunda, biología
evolutiva, se relaciona con las causas últimas. Dos de los mayores logros del siglo XX, la
síntesis moderna y el descubrimiento de los mecanismos moleculares responsables del
funcionamiento de cualquier célula viviente, corroboran la validez de este "retrato" hoy.
Según Ruiz-Mirazo, Moreno, & Peretó (2010) esa tensión entre los puntos de vista fisiológico
y evolutivo aún está vigente.
Para Vargas (2001) la biología no es una ciencia unificada, debido a la heterogeneidad de los
objetos biológicos, los fines de su estudio y los métodos empleados. Por un lado, una biología
funcional que trata de explicar las funciones únicamente por la estructura de sus moléculas -
para ese tipo de enfoque el todo no es más que la suma de las partes. De esta biología nace
uno de los problemas epistemológicos, conocido como el problema del reduccionismo. De
otra parte, está la biología evolutiva, también llamada biología integracionista u bolista. Este
enfoque se niega a considerar que todas las propiedades de un ser vivo se expliquen por la
estructura de sus moléculas; aquí, el todo es más que la suma de las partes. Con este tipo de
biología nace otro de los problemas clásicos de la epistemología biológica como es el de las
explicaciones teleológicas, explicaciones que invocan una causa final.
Ruiz-Mirazo, Moreno, & Peretó (2010) aluden que la biología moderna se construyó sobre
conceptos como especie, población, gen y adaptación. Keller (2000, citados por Ruiz -
Mirazo, Moreno & Peretó, 2000), supone que estos conceptos pueden parecer más rigurosos
81
que la idea de organismo o de un sistema funcionalmente organizado, que prácticamente
había desaparecido de la teoría biológica (Morange, 2003, citado por Ruiz_- Mirazo, Moreno
& Peretó, 2000). Sin embargo, por sí mismos, esos conceptos aparentemente más científicos
no han tenido el suficiente poder explicativo, por lo menos bajo enfoques molecular-
reduccionistas. Como resultado, (Etxeberria y Umerez 2006), se está produciendo un retorno
a posiciones más holísticas y organicistas (como antes de la revolución de la biología
molecular, con autores como Woodger, Needham, Waddington o Bertalanffy), pero con más
potencia operativa como el empleo de nuevas metodologías de experimentación, estrategias
que hacen posible el estudio de sistemas holísticos complejos (Moreno et al.2010). Esto de
hecho, se refleja en la reaparición de nuevos campos de investigación, como la biología de
sistemas (Serrano, 2007) o la biología sintética (Peretó y Català, 2007).
En este nuevo contexto, donde los científicos están tomando conciencia de los límites de las
estrategias tradicionales de la biología (Westerhoff y Palsson 2004; Moya et al 2009), la
integración parece ser la palabra clave. Integración tanto como el complemento necesario de
los métodos analíticos / descomposicional (molecular-reduccionistas) y como el enfoque más
adecuado para conciliar las diferentes concepciones de la vida y de la construcción de un
nuevo marco teórico en el que las tensiones entre ellas sean productivas.
Marcovich (2008, p. 124) afirma que la biología sistémica es una tentativa de describir los
procesos vitales en su globalidad: se ha procurado comprender la vida descomponiendo la
célula y citando a Rosnay (2008, citado por Marcovich, p. 124) afirma "pero que cosa
extraña, a cada etapa de esos recortes celulares en proteínas, ácidos nucleicos y
aminoácidos, la vida escapa del sistema y todo lo que queda es el registro de avances en la
comprensión molecular de la biología".
Para Dieguez (2010, p. 94) las características de vida señalan dos aspectos fundamentales de
los organismos vivos: el tratamiento de información (autorreproducción) y la autonomía
82
(autocontrol, autorregulación, autocatálisis, metabolismo). Incluso se podría hablar de dos
orientaciones básicas en la caracterización de la vida: el enfoque informacional, que pone el
énfasis en la capacidad autorreproductiva de los seres vivos y está influida por la teoría de la
información y la informática y el enfoque auto-organizativo, que pone el énfasis en la
autonomía de los organismos, en su capacidad para automantenerse, para constituir su propia
identidad (cf. Maynard Smith, 1987, p. 24; Moreno Bergareche & Umerez, 1994; y
Fernández Ostolaza & Moreno Bergareche,1997, pp. 18-19).
Sin embargo Dieguez (2010, p. 94) concluye que hay demasiadas propuestas, muchas de ellas
antagónicas: las concepciones de vida son plurales:
En este sentido Diéguez (2010, p. 95) plantea una posibilidad adicional, el que el concepto
de vida perteneciera sólo a la biología popular pero que careciera de validez científica, debido
83
a que designa no una cosa sino muchas cosas diferentes, sin elementos relevantes en común,
que deberán ser distinguidos por la ciencia en su momento y designadas con distinto nombre
cada una de ellas, disolviéndose así su aparente unidad.
Díaz (2010, p. 82) critica la idea de Pauling que la vida es más fácil estudiarla que definirla,
aludiendo que esta actitud pragmática puede sin duda asumirse y un buen científico puede
despreocuparse de definir concretamente su materia general de estudio para proceder a
analizar problemas singulares. Sin embargo, manifiesta, "es un tanto extraño carecer de
definiciones concretas de ciertos conceptos científicos centrales, como si la Biología se
declarara incapaz de extraer principios generales de sus enormes cúmulos de datos
empíricos para concretar una definición sustancial de la vida".
Plantea Díaz (2010) que las pautas de la vida son el resultado de funciones o formas de
organización más elementales y que, por lo tanto, es necesario identificar tales funciones para
poder embarcarse en el análisis de sus resultados. Es así como cita la definición que de vida
84
hace la NASA (Joyce, citado por Díaz, 2010, p. 85): como “un sistema químico
autosostenido capaz de evolución darwiniana”; Sin embargo dice Díaz (2010) esta
definición no toma en cuenta que muchas formas de vida no son autosuficientes y necesitan,
por ejemplo de microorganismos para perdurar. Además el concepto de evolución darwiniana
no se presta a una evaluación certera en un organismo actual, pues no existe prueba directa
de un proceso que toma miles o millones de años. No sería posible con esta definición
verificar la vida de un organismo, en cambio sí sería asequible determinar si el organismo
tiene capacidad reproductora o metabolismo, dos funciones vitales necesarias.
Para Díaz (2010) resulta relevante el hecho de que la vida no se haya logrado definir como
una propiedad o facultad general, abstracta o independiente, sino precisamente en razón de
propiedades tangibles y notorias que, a la luz de los datos de la biología, presentan ciertos
sistemas complejos, múltiples y diversos llamados organismos, criaturas, individuos o seres
vivientes. Recuerda en este sentido a Aréchiga (1999, citado por: Díaz (2010, p. 85): “La
vida es una función compleja de vastos conjuntos de moléculas, integrados en un nivel
superior de organización, que conocemos como individuo o ser vivo”.
Entre las propiedades propuestas por Díaz (2010, p. 93) es interesante relievar el que se
refiere a que:
85
A pesar de la enunciación de tales propiedades Díaz (2000, p. 102) manifiesta:
86
la clave de la vida es siempre información en el sentido más literal de la
palabra “in-forma- ción”- porque en última instancia todo depende de la
forma, trechos específicos de los genes, los que a su vez determinan la forma
de las proteínas respectivas, y con ello sus propiedades sus capacidades
estructurales o enzimáticas, con las correspondientes consecuencias
anatómicas y fisiológicas a nivel macroscópico, para bien o para mal. Es en
la forma misma de la materia orgánica donde reside, como quería Aristóteles,
el alma que caracteriza a cada viviente. El resto de sus asombrosas
capacidades constituye, en el fondo, un mero epifenómeno.
Vargas (2001, pp. 252-253) plantea que en su sentido más amplio al tratar de entender la
complejidad de la vida tanto a nivel molecular como a niveles superiores de organización
hasta la biosfera, la vida se nos presenta como una totalidad. "La vida se convierte así en la
totalidad de la vida, la biosfera". La biología para superar el mecanicismo y el vitalismo trata
de entender el organismo como un todo; es decir no se puede comprender un organismo si
toda su organización en conjunto no se entiende, la teoría general de los sistemas nace de
esta necesidad (Von Bertalanffy 1976, citado por Vargas 2001). Para la biología
contemporánea entender un sistema viviente implica hacer referencia tanto a la lógica de su
organización como a la lógica de su evolución (Jacob, 1986, citado por Vargas 2001, p. 253):
"en este sentido los sistemas biológicos se integran en una complejidad creciente que
produce el sistema biológico más grande: la biosfera, que funciona como un todo. El hombre
ya se ha dado cuenta que si destruye una parte del planeta peligran las otras partes, la
biosfera es un superorganismo es un supersistema que ha generado su propia vida y la
totalidad de la vida incluida la noosfera".
Afirma (Vargas, 2001) que podemos pensar algunas categorías que nos ayuden a interpretar
la complejidad de la vida como son:
87
1. El tiempo: En diferentes escalas de tiempo la biología ubica problemas que
básicamente se refieren al funcionamiento, la estructura, el origen y las
interrelaciones bióticas y abióticas de los seres vivos. Esta complejidad temporal es
quizás el rasgo más característico de la biología y lo que la diferencia más claramente
de la física y la química. Jacob (1986, en: Vargas, 2001, p. 246) al referirse al
parámetro temporal afirma:
el tiempo representa para el biólogo mucho más que un simple parámetro físico, no
puede ser disociado de la génesis del mundo viviente y su evolución. Todo
organismo cualquiera que sea se encuentra indisolublemente ligado no sólo al
espacio que lo rodea, sino también al tiempo que lo condujo allí, y le otorga una
especie de cuarta dimensión».
88
4. Individualidad: Smith (1976, citado por Vargas, 2001, p. 250) afirma que para que la
materia viviente evolucione debe resolverse en individuos y no en un continuo. La
evolución se nutre de las diferencias individuales como elemento básico sobre la que
actúa la selección natural. El individuo se convierte así en la fuente única de toda
variación.
89
Gayon (2010) afirma que para algunos autores, entre ellos Ruiz-Mirazo, Moreno, & Peretó
(2010), Damiano & Luisi (2010), Popa (2010) y Bersini (2010), que adoptan una actitud más
teórica, es posible construir una definición genuina y universal de vida, capaz de incluir todos
los seres terrestres, pasados y presentes, que podamos reconocer como seres vivos, pero que
también incluya aquellos que puedan ser manufacturados en el laboratorio y a aquellos que
pudieran existir en alguna parte del universo..
Estos autores enuncian una propiedad esencial que delinea una gran clase y luego algunas
otras propiedades que definen la vida como una subclase. Cada definición puede ser
equivalente a una conjunción de propiedades necesarias y suficientes para una entidad dada
que pueda denominarse "sistema viviente"; todas las definiciones son breves y son muy
cercanas unas de otras.
Es así como para Ruiz-Mirazo and Moreno (2009, citado por Gayon, 2010, p. 240): "[la vida
es] una red compleja de agentes que se auto-reproducen autónomamente y cuya
organización básica está instruida por registros materiales a través de procesos históricos
abiertos en los cuales tales redes colectivas evolucionan". Gayon (2010) le critica a esta
definición el ser una definición típicamente sintética, que incluye los mismos aspectos como
parte de la definición.
La definición de Brack (2010, en: Gayon, 2010, p. 241) es la misma del programa de
exobiología de la NASA: “un sistema químico autosostenido capaz de evolución
darwiniana”. Para Gayon (2010) aunque esta definición tiene los mismos requerimientos
anteriores, es menos teórica y explicita un elemento empírico para reconocer los sistemas
vivos.
90
Popa (2010, en: Gayon, 2010, p. 241) da una definición para entidades vivientes, otra para
ser vivo y otra para vida: “Las entidades vivas son sistemas automantenidos, capaces de
evolución adaptativa, ya sean individuales, colectivas o líneas de descendencia. Un ser vivo
es el estado de expresión de esas capacidades y la vida es un concepto que indica la
capacidad para expresar estos atributos ya sea en el presente actual o virtualmente". Gayon
(2010) alude que las dos últimas definiciones son dependientes de la primera y no aportan
nada nuevo en términos de las condiciones necesarias y suficientes.
Según Gayón (2010) Bersini no propone una definición explícita de vida, pero afirma que las
definiciones teóricas de químicos y biólogos dependen del “hardware” particular (moléculas,
membranas, vías metabólicas) que soportan los sistemas vivientes.
Damiano y Luisi (2010, citados por Gayon, 2010, p. 241) proponen que: “un sistema está
vivo cuando es automantenido por redes regenerativas de procesos que tienen lugar dentro
de los propios límites y que tienen interacciones cognitivas adaptivas con el medio". Para
Gayon (2010) esta definición no se refiere a la reproducción ni a la evolución; está centrada
en el individuo; introduce un elemento nuevo, la interacción con el medio e insiste en el
aspecto cognitivo. A este respecto Gayon (2010) plantea que la definición es fascinante y
filosóficamente interesante y parece una mezcla de animismo aristotélico y de
organizacionismo kantiano.
De otro lado Altamirano & Soriano (2005) afirman que el organicismo biológico de primera
mitad del siglo XX contribuyó a constituir el pensamiento sistémico en términos de
conectividad, relaciones y contexto. Según esta visión las propiedades esenciales de un
organismo o sistema viviente son propiedades del todo que ninguna de las partes posee y
emergen de las interacciones y relaciones entre las partes. Estas propiedades son destruidas
cuando el sistema es diseccionado, física o teóricamente, en elementos aislados. Basado en
Capra (2002) reitera la necesidad de transformar paradigmas desde una concepción
91
mecanicista hacia una ecológica, por lo que la vida debe comprenderse en todos los niveles
de los sistemas vivientes desde los organismos hasta los sistemas sociales y ecosistemas.
Insisten Altamirano & Soriano (2005) en que los problemas ambientales no pueden
comprenderse aisladamente ni desligarse del ser humano (Morín, 1994; Leff, 1986; Capra,
2002). Capra (2002) afirma que los problemas a los que nos enfrentamos son sistémicos; es
decir están interconectados y son interdependientes. Propone la autopoiesis como el patrón
de vida o de organización de los sistemas vivos (Maturana & Varela), la estructura disipativa
como la estructura de los sistemas vivos (Prigogine) y la cognición como el proceso vital
(Bateson; Maturana & Varela).
Emociones y cognición
Maturana (sf), relacionando vida y cultura, destaca que somos primariamente animales, y que
nuestra vida espiritual se da, no desde la negación de nuestra condición de animales, sino
como un modo de vivir en nuestra condición de ser la clase de animales que somos. El ser
animal no niega lo espiritual, lo hace posible como un modo de vivir en la relación con otros,
con el mundo y consigo mismo.
Plantea Maturana (sf.) que somos animales sensuales y que la mano humana, tiene que ver
con la coordinación viso manual, pero es mucho más; es un órgano de caricia que reemplaza
a la lengua como tal en otros mamíferos:
Maturana (sf), enfatiza en que "nada pasa en los seres humanos o en los seres vivos en
general que la biología no permita, ni siquiera las experiencias espirituales más diversas
son posibles fuera de la biología. Nada pasa que la biología no permita.
En ese sentido Maturana (sf) afirma que la historia evolutiva humana ha transcurrido bajo
una emoción fundamental que ha hecho posible la convivencia humana, y esa emoción
fundamental es el amor que considera como:
Igualmente manifiesta Maturana (sf) que la historia evolutiva humana en tanto historia en el
lenguaje es cultural, considerando que una cultura es "un modo de convivir, una red de
coordinaciones de acciones y emociones a la que denomina conversar, que significa dar
vuelta juntos en la conducta y la emoción".
Desde otra perspectiva, Damiano & Luisi (2010), proponen una reformulación de la
definición de vida autopoiética dadas las críticas que hoy se le formulan. El propósito
manifiestan es, estimular el desarrollo de las ideas de Maturana y Varela (1973, 1984), que
permanecen implícitas en la definición original: "la vida como auto-producción, es un
proceso de acoplamiento cognitivo con el ambiente". Aluden que la pluralidad de
concepciones de vida tiende a ser abstractas, teóricas, con poca referencia a la fenomenología
de la vida y quieren hacer una aproximación diferente, relievando observaciones
fenomenológicas más que consideraciones especulativas.
Muestran como (Bitbol & Luisi 2004; Bourgine & Stewart 2004) concluyen que la noción
de autopoiesis expresa una necesaria, pero no suficiente condición para definir vida. Están
de acuerdo en que todo lo viviente puede ser caracterizado como sistema autopoiético, pero
niegan lo inverso. Luisi (2006) afirma que se ha demostrado la existencia de sistemas
químicos artificiales que pueden autoreproducir micelas o vesículas, pero no se consideran
vivientes; les falta algo esencial para ser considerados vivos: las interacciones adaptativas
con el ambiente, lo cual se describe en la teoría de la autopoiesis como cognición (Maturana
and Varela 1973, 1984).
94
Damiano & Luisi (2010), proponen entonces la siguiente reformulación: un sistema viviente
es un sistema capaz de autoreproducirse y automantenerse a través de una red regenerativa
de procesos que tienen lugar dentro de un límite (membrana) y se regenera a través de
interacciones cognitivas o de adaptación con el medio.
De este modo, se propone una definición de la vida basada en la teoría de la autopoiesis, que
en su forma final, también se ocupa de la noción de la cognición, es decir, de la interacción
de adaptación con el ambiente. Esto vincula la autopoiesis no sólo con el metabolismo, sino
también con la evolución. Así, y en cierto sentido, con formas más tradicionales de pensar la
vida.
Otro aspecto importante para la comprensión de vida, es el que se refiere a la biología del
fenómeno social. Al respecto Maturana (sf, pág. 53), específicamente refiriéndose a los seres
humanos plantea que:
Los seres humanos somos seres sociales: vivimos nuestro ser cotidiano en continua
imbricación con el ser de otros. Esto, en general, lo admitimos sin reservas. Al
mismo tiempo los seres humanos somos individuos: vivimos nuestro ser cotidiano
como un continuo devenir de experiencias individuales intransferibles. Esto lo
admitimos como algo ineludible. Ser social y ser individual parecen condiciones
contradictorias de existencia.
95
Los seres vivos, incluidos los seres humanos, somos sistemas determinados
estructuralmente. Esto quiere decir que todo ocurre en nosotros en la forma de
cambios estructurales determinados en nuestra estructura, ya sea como resultado
de nuestra propia dinámica estructural interna, o como cambios estructurales
gatillados en nuestras interacciones en el medio, pero no determinados por éste.
(Maturana, sf., p. 55)
Agrega que "El ser humano es constitutivamente social. No existe lo humano fuera de lo
social. Lo genético no determina lo humano, sólo funda lo humanizable. Para ser humano
hay que crecer humano entre humanos" (Maturana, sf, pág. 66). Enfatiza en que lo
fundamental es la cooperación y que lo que constituye lo humano es el lenguaje:
Coutinho, Martins, & Menezes (2011, pág. 20) dicen que en el contexto sociocultural actual
los avances científicos en la biología, especialmente los relacionados con la genética, afectan
de muchas formas los intereses públicos y privados. Por ello, es necesario explicitar el
concepto biológico de vida, dado que esa explicitación podrá guiar el establecimiento de
límites éticos a determinadas inversiones de instituciones estatales, privadas y de legisladores
que comúnmente recurren al apoyo de la ciencia para fundamentar sus opiniones. Bajo esta
96
perspectiva fundamentan la concepción relacional de la vida en contraposición al abordaje
esencialista o de simple listado de atributos.
97
organización molecular, etc.). Sin embargo, esta concepción no es lo suficientemente
abarcadora como para incluir las redes complejas de interacciones recíprocas de los seres
vivos entre sí y sus ambientes. Tampoco incluye los procesos evolutivos que se expresan en
la flecha del tiempo. De ese modo, bajo los puntos de vista ecológico y evolutivo, hay
necesidad de expresar el concepto de vida en términos de interacciones. Conceptos tales
como adaptación, selección natural, población, comunidad, biodiversidad, nicho y ciclos
geoquímicos, por ejemplo, sólo pueden ser definidos en términos relacionales.
Más allá de eso, los avances científicos recientes, como el programa de vida artificial, que
procura constituir una “biología de lo posible”, requieren una comprensión de la vida no sólo
como supuestamente la conocemos, sino como ella podría ser (Langton, 1987, citado por
Coutinho, Martins, & Menezes, 2011, p. 25). A pesar de no configurarse como una
definición, la zona relacional del concepto de vida permite que esta sea comprendida de
forma tan abarcadora que permita explicar también los problemas de la ecología actual. La
zona relacional del concepto de vida, sin embargo, no es una concepción cotidiana de lo que
normalmente pensamos sobre la vida. Por eso, al buscarse una comprensión de lo que sea la
vida, se debe tener en mente que esa concepción cotidiana no puede ser adecuada para
significar el concepto vida científicamente.
Una definición adecuada debe satisfacer los aspectos ontológicos y epistemológicos de una
determinada zona del perfil del concepto. Bedau (1996, citado por Coutinho, Martins, &
Menezes, 2011, pág. 25), afirma que la vida es un tipo natural (natural kind), o sea, un
agrupamiento u ordenación que es independiente de los seres humanos. Propone para ello
una definición evolutiva radical: la vida es la “adaptación flexible” (supple adaptation).
Normalmente las definiciones de vida están enfocadas sobre algún tipo de individualidad
(célula, organismo, gen o hasta la Tierra como un todo, como lo es la Hipótesis Gaia
(Lovelock, 1989). Bedau afirma que un sistema capaz de adaptarse a las contingencias de un
ambiente imprevisible (adaptación flexible) debería ser considerado como la forma de vida
98
primaria. Un sistema exhibe adaptación flexible cuando produce y alcanza nuevos tipos de
respuestas significativas a nuevos tipos de desafíos y oportunidades adaptativas (Bedau,
1998). Se puede comprender un sistema que demuestre adaptación flexible como una
población o ecosistema, entendidos por medio de sus múltiples interacciones.
El componente individuo puede ser calificado como forma secundaria de vida porque
establece relaciones en un sistema del cual es parte. Este, al contrario, se expresa bajo la
influencia de un proceso evolutivo que produce adaptaciones que modifican el ambiente en
función de sus actividades y vínculos establecidos con otros seres vivos. La mula, por
ejemplo, es calificada como ser vivo en función de participar de una población reproductiva,
pero, como no se reproduce, debe ser entendida como forma secundaria de vida (Bedau,
1998).
La definición de vida como adaptación flexible recae bajo la zona relacional del concepto de
vida y, por eso, Coutinho, Martins, & Menezes (2011) la consideran una definición adecuada
y suficientemente amplia para lidiar con la interpretación de los avances contemporáneos de
la biología. De este modo, la vida debe ser comprendida como una relación porque los
sistemas que exhiben adaptación flexible presuponen, mínimamente, relaciones entre
entidades y de ellas con el medio. Por ser una relación, la vida se manifiesta en diferentes
niveles de organización. Exactamente por eso la distinción entre vivo y no vivo pasa a ser
una cuestión de grado en lugar de una distinción todo-o-nada.
99
Martins (1998), afirma que las ideas sobre la naturaleza de la vida presentan estrechas
relaciones con los orígenes y evolución del pensamiento biológico y que las fronteras que se
establecen entre lo vivo y lo no vivo parecen decir más sobre nuestras propias construcciones
mentales que sobre la ruptura entre esos dos mundos:
Maturana & Varela (2003) a su vez, designan esto como tautología cognoscitiva, "el hecho
de que el universo de conocimientos, de experiencias, de percepciones del ser humano, no
es posible explicarlo desde una perspectiva independiente de ese mismo universo. El
conocimiento humano (experiencias, percepciones) sólo podemos conocerlo desde sí
mismo".
Corrêa, Meglhoratti, & de Andrade (2000), manifiestan que a pesar de las dificultades para
conceptualizar la vida, han surgido en la biología teórica propuestas de definición de vida
que funcionan como una red conceptual integradora de diversos conceptos y que no se limitan
apenas a la elaboración de una lista de características. Entre esas definiciones de vida
teóricamente fundamentadas están: la vida como autopoiesis (Maturana & Varela, 2001);
como selección de replicadores (Emmeche, 1997, Emmeche El-Hani, 1999); como
interpretación de signos (Emmeche, 1997, Emmeche E El-Hani, 1999); como sistemas
autónomos de evolución abierta (Ruiz-Mirazo Et Al., 2004).
100
La vida como autopoiesis implica según Corrêa, Meglhoratti, & de Andrade (2000) la idea
de una organización circular como un atributo definitorio de los seres vivos. La vida se
explicaría como una red de interacciones moleculares, organizativamente cerrada, en la que
todos los componentes son a la vez producto y productor de esta red. El ser vivo emergería
del patrón global generado por la red de interacciones moleculares, así que lo que distingue
a un ser vivo de un objeto inanimado es sólo su forma de organización generada por los
mecanismos internos de la red. No se trata, de negar la importancia de los intercambios entre
el sistema vivo y el ambiente pues la red de componentes que corresponde al sistema vivo es
organizativamente cerrada, pero abierta en términos materiales y energéticos, es decir,
siempre está intercambiando materia y energía con el ambiente externo (Maturana y Varela,
1973, citado por: Corrêa, Meglhoratti &De Andrade, 2000). Se observa que esta definición
de la vida tiene el organismo como el locus de la vida y la organización celular como una
unidad mínima de organización.
Para Emmeche y El-Hani (2000. Citados por Corrêa, Meglhoratti &De Andrade, 2000) la
vida puede ser entendida como entidades que son capaces de autoreproducción, heredan
características de sus predecesores a través de un proceso de transferencia de información
genética y de características hereditarias (lo que implica una distinción entre el genotipo y el
fenotipo), presentan variación debido a las mutaciones al azar y tienen la oportunidad de
dejar descendientes determinados por el éxito de las combinaciones genotípicas en las
circunstancias ambientales en las que viven (selección natural) (Emmeche y El-Hani, 2000,
p.43).
101
La vida como la interpretación de signos o biosemiótica, trata de comprender la vida no sólo
para la organización de las moléculas, sino también por la interpretación de signos en la
naturaleza. El principio que la biosemiótica propone es una forma de entender la vida
biológica a través de una interpretación semiótica basada en la producción, transmisión e
interpretación de los signos que no se habrían producido sólo con la especie humana, sino
que estarían desde el origen de la vida (Emmeche y EL-Hani, 1999).
La vida como sistemas autónomos con evolución abierta, plantea la idea de que los seres
vivos son redes de interacciones complejas que se automantienen como los procesos
selectivos y evolutivos. Es decir, en esta red de interacciones que caracteriza a los seres
vivientes, aparecen determinadas formas de registros de información que se pueden pasar de
una generación a las siguientes, permitiendo que los sistemas vivos sean seleccionados a
través del tiempo. Para Ruiz-Mirazo et al (2004, citados por Corrêa, Meglhoratti &De
Andrade, 2000), la vida podría ser dilucidada como cualquier sistema con capacidad
evolutiva autónoma abierta (open-ended evolutionary capacity).
Por autónomos Ruiz-Mirazo et al (2004. En: Corrêa, Meglhoratti &De Andrade, 2000)
entienden un sistema lejos del equilibrio que se constituye y se mantiene estableciendo una
identidad organizacional de sí mismo, una unidad funcionalmente integrada (homeostática y
activa) basada en un conjunto de acoplamientos endergónicos - exergónicos entre procesos
construidos internamente, así como con otros procesos de interacción con su entorno. Por
capacidad evolutiva abierta entienden el potencial de un sistema para reproducir sus
dinámicas básicas constitutivas y funcionales, lo que permite variedad ilimitada de sistemas
equivalentes, de formas de expresión de esas dinámicas, que no están sujetas a ninguna
predeterminación superior de complejidad organizativa (a pesar de que puedan tener
restricciones energético – materiales impuestas por un entorno finito y por leyes físico
químicas universales.
102
BIOPEDAGOGÍA
Manifiesta Martins (1998, p. 12), que no es en las fronteras de la biología normal, desde la
perspectiva de Kuhn, sino en el campo de controversias e incertidumbres, que encontramos
una discusión acerca de la idea biológica de vida. Las teorías biológicas actuales, en el
modelo mecanicista, perciben la vida como organización e información, concepciones que
se suceden cronológicamente y conviven actualmente al parecer sin grandes rupturas. Dado
que los compromisos de la enseñanza de las ciencias han sido con los paradigmas de la
ciencia normal, esa discusión ha estado ausente de los salones de clase. Sin embargo alude
que aspectos como la manipulación genética y la interferencia humana en la biósfera activan
crisis que demandan nuevas explicaciones para una noción de vida y de sus cualidades.
Se pregunta Martins (1998, p. 8), cómo puede un campo de conocimiento tan reciente relegar
lo que es específico de su investigación, siendo que muchos problemas contemporáneos
justifican el desafío de encontrar respuestas al cuestionamiento ¿qué es la vida?: "este es un
tiempo de intensa preocupación social no sólo en términos de 'cantidad de vida' sino también
de 'cualidad de vida'. El conocimiento científico y tecnológico tiene profundas implicaciones
sociales y bioéticas que comienzan a expandirse como campo de conocimiento…", referencia
en este sentido debates éticos sobre la manipulación de la vida, cuestiones ambientales que
se vuelven banderas políticas e ideológicas, condiciones de saneamiento y de agricultura que
contribuyen a aumentar la población humana; la falta de acceso a esas mismas mejorías, al
igual que la injusticia en la distribución mundial de la riqueza, lo mismo que la consciencia
acerca de las posibilidades de extinción de nuestra especie por amenazas ambientales.
Refiriéndose a Ogborn (1988, citado por Martins, 1998, pág. 56), sugiere el tema vida como
importante para un currículo popular, justificando que lo que se trabaja en ciencias debe ser
percibido por los estudiantes y sus familias como relacionado con cuestiones humanas
importantes.
Martins, 1998) entiende que vida –como fenómeno – y seres vivos – como objetos – son
categorías ontológicas básicas en cualquier cultura. Desde esta perspectiva el tema de la vida
104
es importante desde diferentes puntos de vista: utilitario, democrático, social y cultural. Su
discusión permite comprender mejor tanto los problemas contemporáneos de impacto del
conocimiento científico en la sociedad, como es el caso de la ingeniería genética, como los
impactos sociales sobre la ciencia, como pueden ser las restricciones éticas a la libertad de
investigación. Añade que algunas ideas de vida orientan innumerables decisiones
individuales y sociales, de tipo religioso, jurídico, médico o ambiental.
Alude (Martins, 1998) que los argumentos más usados para justificar la ausencia de
cuestionamientos sobre el concepto de vida, en la enseñanza de la biología, provienen de la
idea de que no hay consenso en la biología sobre el tema y que sobrepasa el campo de la
biología como ciencia. Enfatiza que esa es exactamente la característica de las cuestiones
humanas más importantes, aquellas para las cuales no tenemos respuestas satisfactorias, que
no son propiedad exclusiva de ningún campo de conocimiento y que por eso aguzan el interés
de conocer; además son relegadas al dominio de las especulaciones filosóficas e incluso
algunos filósofos consideran, paradójicamente, como un tema muy científico.
Agrega Martins (1998, pág. 57) que las explicaciones sobre lo que es la vida, cómo se originó,
cómo funciona y cuál es su significado tienen origen en el campo de los mitos y de las
explicaciones místicas, y que es un importante ejercicio de comprensión de la naturaleza de
la ciencia distinguir las explicaciones científicas, de las explicaciones de otros dominios del
conocimiento, no para atribuirle más valor en sí, sino para entender su aplicabilidad, sus
límites, posibilidades y fundamentos.
La propuesta de Martins (1998, pp. 67-68) respecto a la enseñanza del tema qué es la vida,
es de corte piagetiano, como posibilidad de superación del sentido común y condición
formadora de estructuras de pensamiento. Dice que la cuestión qué es la vida es abierta y
compleja, por ello es necesario:
105
1. Aprender a convivir con preguntas sin respuestas definitivas, con múltiples
conjeturas.
2. Aprender a reformular preguntas.
3. Convivir con las concepciones de los estudiantes, estimularlos a argumentar y
sustentar sus argumentaciones buscando evidencias empíricas para corroborar sus
conjeturas, avalando su pertinencia y principalmente aceptando el desafío de
partir de posibilidades teóricas inusitadas.
Desde una perspectiva piagetiana el problema del cambio conceptual implica dos abordajes:
uno epistemológico y otro psicológico. Afirma Martins (1998) que no siempre una teoría
considerada superior desde el punto de vista epistemológico es considerada por el estudiante
como psicológicamente superior, dado que priman sus relaciones con su historia personal,
con criterios poco claros, la mayoría de las veces. La elaboración de una idea nueva, es en
última instancia una tarea personal que exige enormes esfuerzos cognitivos y afectivos: toma
de consciencia, revisión de creencias establecidas y compartidas socialmente,
establecimiento de nuevas relaciones y compromisos. Este proceso dice Martins (1998, p.
68):
Desde otra perspectiva, Maturana & Varela (2003, pp. X-XI) aludiendo al aprendizaje como
un proceso social, afirman:
106
La razón por la cual no ha sido posible (hasta hace pocos años) dar una descripción
precisa de nuestros procesos de aprendizaje, está en que el dar una descripción
científica, o, como tradicionalmente se piensa, "objetiva", de un fenómeno en que
el propio investigador está involucrado pretendiendo que no lo está, es una
flagrante contradicción conceptual, y como tal nos imposibilita adquirir tal
conocimiento en tanto operar universal de la naturaleza humana. No puede el
entendimiento entrar con paso seguro al recinto de las ciencias sociales si pretende
hacerlo bajo la concepción de que el conocer es un conocer "objetivamente" el
mundo y, por tanto, independiente de aquel que hace la descripción de tal actividad.
No es posible conocer "objetivamente" fenómenos (sociales) en los que el propio
observador - investigador que describe el fenómeno está involucrado. Ha sido
precisamente esta noción del "conocer" la que ha bloqueado firmemente el paso del
conocimiento humano a la comprensión de sus propios fenómenos sociales,
mentales y culturales.
Maturana & Varela (2003) manifiestan que es importante, en este sentido, responder desde
las ciencias naturales a preguntas claves sobre el operar de nuestra propia naturaleza, como
pueden ser:
Se preguntan Maturana & Varela (2003) cómo puede la conciencia dar cuenta de sí misma,
en términos tales que esta explicación descriptiva tenga validez universal, siendo que los
significados usados en el lenguaje son siempre generados en una cultura particular, cómo,
entonces, pueden las afirmaciones sobre el operador del cual surge la conciencia, tener valor
107
universal, esto es, valor transcultural, siendo que estamos imposibilitados de hacer uso del
concepto de conocer como conocer "objetivo" independiente del observador, si queremos dar
cuenta de nuestros propios procesos de percepción y conocimiento como seres observadores,
¿cómo puede el águila de la inteligencia darse caza a sí misma en su reflejo?
Problematizan el asunto cuestionando aspectos como el que se ha dicho que las conductas
son genéticamente determinadas; que el ser humano es instintivamente agresivo; que las
conductas son producto de las relaciones sociales de producción; que los organismos vivos
actúan por "instrucciones" o "información" que proviene desde el medio ambiente, y que
ellos aprenden a representar en su sistema nervioso (memoria); que el sistema nervioso en
sus procesos de percepción opera captando, procesando, acumulando y transmitiendo
información. El problema, para validar estas hipótesis como verdaderas, ha estado en que
ninguna de tales tesis ha contado con una respuesta adecuada para resolver la dificultad
central del conocimiento humano, que está en reconocer su naturaleza circular, en reconocer
lo que llaman el fenómeno de la tautología cognoscitiva (una afirmación que se valida a sí
misma). "El universo de conocimientos, de experiencias, de percepciones del ser humano,
no es posible explicarlo desde una perspectiva independiente de ese mismo universo. El
conocimiento humano (experiencias, percepciones) sólo podemos conocerlo desde sí mismo"
(Maturana & Varela, 2003, pág. XI).
Para Assmann (2002, p. 23), es extraño que la pedagogía no se inspire en los avances de la
biología, pues se está demostrando que "la vida es básicamente una persistencia de procesos
de aprendizaje por lo que los procesos vitales y los procesos de conocimiento son, en el
fondo, la misma cosa".
108
La Pedagogía surgió del cariño de los padres y de los deseos de supervivencia y las
formas de convivencia que la especie humana aprendió a configurar para servirle
de nichos vitales. Este origen de la relación pedagógica no puede ser olvidado en
función de los contextos habilitadores de existencias ya adultas, porque en cada
vida humana ese origen se repite y constituye una influencia determinante. Por
ejemplo, cuando se habla de las bases biológicas de la educación, la referencia no
es sólo a aspectos biofísicos del organismo individual, ya que se suele abordar
también la cuestión de los contextos evolutivos de la historia de nuestra especie y
los nichos vitales donde los seres humanos concretos actuales nacen a la vida.
(Assmann, 2002, p. 48)
todo ser, pero principalmente los seres vivos, para existir y para vivir, tienen que
flexibilizarse, adaptarse, reestructurarse, interactuar, crear y coevolucionar; tienen
109
que convertirse en seres que aprenden; es decir, en sujetos aprendientes; en caso
contrario, mueren. (Boff, en la Introducción al libro Reencantar la Educación).
Para la biopedagogía el placer es una de las características básicas del aprendizaje, pues el
conocimiento sólo emerge en su dimensión vitalizadora cuando tiene algún tipo de
vinculación con el placer (Gutiérrez, 2010, p. 224). Por ello alcanzar el gozo a través de la
educación es lo fundamental, para lo cual es importante, despertar el gozo de la expresión
creativa y del conocimiento, promover espacios de aprendizaje agradable y satisfactorios.
Según Assmann (2002, citado por Gutierrez, 2010, pág. 225):
Basado en Paulo Freire, Gutierrez (2010, p. 225), plantea que enseñar y aprender, “no pueden
darse fuera de la búsqueda y consecuentemente fuera de la belleza y la alegría que conlleva
la búsqueda”. Desde esos planteamiento, la biopedagogía concibe el aprendizaje como la
propiedad que tienen todos los seres vivos para autoorganizar la vida; el aprendizaje como
un proceso de autoorganización de la vida, obedece a los mismos procesos que sustenta el
paradigma emergente: autoorganización, incertidumbre y sostenibilidad: el proceso de vivir
es un proceso de cognición y el conocer es uno de los elementos esenciales que hace posible
la autoconstrucción de los seres vivos. Maturana y Varela (1973 citados por Gutierrez, 2010,
pág. 225) llaman a este proceso “autopoiesis”. Etimológicamente auto significa “sí mismo”
y “Poiésis” que tiene la misma raíz griega que poesía, significa creación, que por su misma
esencia se da siempre en el placer, el gozo.
110
En ese sentido el aprender no es almacenar conocimiento sino integrar la información que
recibimos, al proceso de autoconstrucción personal. El aprendizaje que responde a la
autoorganización de la información es necesariamente dinámico, flexible, vivo y
consecuentemente holista y complejo (Gutierrez, 2010).
En este contexto lo que les corresponde a los educadores es promover, facilitar, crear y
recrear permanentemente experiencias de aprendizaje. Esas experiencias:
111
Desde la perspectiva biológica evolutiva Assman (2002, pp. 50-52) propone lo que denomina
lecciones para la pedagogía:
112
En este mismo sentido, Altamirano & Soriano (2005) consideran basados en Capra, tres
criterios que muestran que los organismos vivos se hacen a sí mismos continuamente: la
autopoiesis como el patrón de vida – organización -, la estructura disipativa como la
estructura y la cognición como el proceso vital.
En Brasil (Correa, A. sf.) plantea que aunque la enseñanza de las Ciencias Naturales está
organizada en gran parte alrededor de conceptos biológicos, hay dificultades en la
conceptualización de la vida; también la encuentran en los medios científicos en donde
consideran que no hay necesidad de tal conceptualización o que es muy difícil capturar en un
esquema conceptual la diversidad de fenómenos de vida pues tienen varias facetas y distintos
niveles de organización.
113
vivos. Lindeman- Matthies (2002, citado por Nurettin, 2008) encuentran igual que Nurettin
(2008) que los seres vivos más apreciados por los estudiantes eran las mascotas (gatos, perros
y caballos) y las especies exóticas, como delfines, tigres y leones. Nurettin (2008) concluye
que la construcción cognitiva del concepto vida ocurre asociándolo con los animales. Además
de acuerdo con los resultados, el primer ser viviente al que se asocia el concepto vida es el
humano.
Bardel (1997, citado por Nurettin, 2008) sugiere que los estudiantes construyen el concepto
de vida asociándolo al concepto de movimiento y argumenta que esto es de carácter
animistico, considerándolo como un error conceptual. Afirma que el concepto de movimiento
está entre las razones más importantes por las cuales la gente muestra más interés en los
animales que en las plantas (Wandersee, 1986; Kinchin, 2000, citados por Nurettin, 2008).
Corrêa, Meglhoratti, & de Andrade (2000), presentan datos de una investigación realizada en
Brasil, encontrando que, las explicaciones acerca de la vida en las respuestas de los
estudiantes de séptimo año, no se limitan a los aspectos biológicos y se mezclan con aspectos
religiosos y culturales, lo que denota una cierta similitud con el estudio propuesto por Freitas
(1989) para demostrar que la existencia de concepciones alternativas del concepto no está
relacionado con etapas específicas del estudio de desarrollo infantil. Además, hubo
atribución de vida a objetos inanimados que tienen actividades como la televisión y la
computadora, que desde la perspectiva de Piaget serían de tipo animistico.
Otro punto a destacar es que cuando los estudiantes ponen de relieve los aspectos biológicos,
éstos se remiten a una lista, a menudo relacionado con las propiedades tales como la
respiración, la reproducción y el movimiento.
114
Se entiende que el concepto de la vida es difícil de definir, que pueden encontrarse diferentes
tipos de respuestas (animistas, trascendentales y biológicas) entre los estudiantes. Sin
embargo, la misma ausencia de una discusión más amplia de este concepto en los libros de
texto (Kawasaki y EL-Hani, 2002) y en las clases de ciencias y biología puede conducir a
mayores dificultades para expresar una explicación más fundamentada acerca de la vida por
parte de los estudiantes, lo cual se verificó en tres libros estudiados pues tratan el término
vida de manera implícita y en una perspectiva esencialista.
Corrêa, Meglhoratti, & de Andrade (2000) consideran que es necesario incluir discusiones
acerca de las explicaciones sobre la vida en la formación inicial de los profesores, así como
sobre las formas de llevar algunas de esas explicaciones a la educación básica pues podrían
contribuir a enseñar la biología de una manera más articulada.
Según Coutinho, El-Hani, & Mortimer (s.f.) el papel de una definición de vida es dar una
visión coherente del objeto de estudio de la biología, organizando modelos, teorías, metáforas
y entidades de manera unificada y coherente, para dar idea de la biología como una ciencia
autónoma. Según autores como Kafatos & Eisner (2004) la biología necesita de una profunda
transformación en el sentido de integrar campos conceptuales aislados con territorios bien
definidos. En términos de enseñanza la perspectiva debe ser que los estudiantes no se limiten
a recordar términos técnicos o a aprender conceptos, teorías y modelos científicos de forma
115
aislada y fragmentada, sino una visión y comprensión integradas y ordenadas de una ciencia
en particular.
De acuerdo con El-Hani & Kawasaki (2000) ese papel integrador lo pueden cumplir las
ontodefiniciones, resaltando que también lo pueden hacer en la ciencia escolar. Aducen que
si el objetivo de una ciencia es generar comprensión, también ese debe ser el de una
educación científica; la idea básica es relacionar de manera sistemática los diversos
conceptos de la biología a unos pocos conceptos unificadores, más generales.
116
REDONDEANDO
Historia.
Se encuentra que las concepciones de vida han sido históricamente constituidas, con
diversidad de significados. Así se habla de funciones, fenómeno, organización, estado de
cosas, comportamientos y prácticas, relaciones, red de significados, misterio, maneras de ser.
Se hace evidente que a pesar de que la biología ha evitado ocuparse de una definición propia
de vida, existe una tradición filosófica de larga data, preocupada por pensar tres grandes
concepciones generales de vida: animismo, mecanicismo y organicismo.
117
Son evidentes los esfuerzos por lograr una conceptualización de vida. En ese sentido lo
primero es plantear que no es posible considerar una definición única. Se discute que por su
complejidad tampoco se puede restringir a un conjunto de propiedades esenciales, como se
acostumbra a construir las explicaciones objetivistas.
Se cuestiona fuertemente esta última corriente en tanto se piensa que valorar solo la
dimensión biológica, como sucede hoy, va en detrimento de otras dimensiones,
principalmente la dimensión existencial, justificando la preeminencia de una visión de
mundo occidentalizada y por ende su uso político en distintas configuraciones sociales
contemporáneas.
Son los griegos quienes designan la vida diferenciando el hecho de vivir común a los seres
vivos y la forma de vivir de los seres humanos, especialmente haciendo referencia a la vida
política; para eso utilizan los términos zoê y bíos, respectivamente, constituyendo así una de
las principales dicotomías del pensamiento occidental.
118
En oposición a esta dicotomía, hoy se plantea la posibilidad de buscar otros significados
desde perspectivas complementarias. Así se acude al concepto de condición humana de
Arendt, el cual articula actividades en torno a las necesidades vitales de supervivencia,
mundanidad, pluralidad y existencia en un mundo que garantice la vida del ser humano como
un alguien que actuar junto con los demás. Desde esta perspectiva la vida es una praxis que
se constituye como una red de significados y relaciones con otros seres singulares.
119
Biofilosofía
Sin embargo, desde un enfoque esencialista, se señala la contradicción entre lo vivo y la vida,
como la pérdida ontológica de esta última para la biología: la materia desnuda de todo rasgo
de vida; lo carente de vida se convierte en el fundamento ontológico de todo. Toda una
paradoja para el siglo XX, la vida se reduce al organismo biológico, creando toda una serie
de jerarquías, epistemológica y ontológicamente reduccionistas, que impactan no sólo a lo
biológico, sino también a las ciencias naturales y a las ciencias sociales, ahondando en
dualismos eternos como cultura – naturaleza, principio vital – patrones fisicoquímicos,
holismo – reduccionismo, entre los cuales se cuelan nociones principalmente de carácter anti-
esencialistas que intentan entrelazar, como las de complejidad emergente, procesos,
evolución, sistema, organización; continuidad, pensamiento ecológico, redes integradas,
interacciones, contexto, contextualidad, pluralidad, complejo ecosocial, lo cual supone otra
racionalidad y exige otras bases epistemológicas y ontológicas para el estudio de la vida.
120
Bioantropología
Biopolítica
121
Bio-logía
Se plantea que la biología aborda el estudio del fenómeno viviente desde dos metodologías
de trabajo: la historia natural y la fisiología o la biología funcional y la biología evolutiva o
integracionista, generando tensiones que aún están vigentes entre visiones reduccionistas y
holistas. Se alude que es prioritario tomar conciencia de los límites de esas estrategias
tradicionales y que la clave puede ser la integración metodológica para abordar concepciones
más complejas, como la de vida y construir otros marcos teóricos productivos.
En lo que se refiere a las concepciones acerca de la vida en la biología, hay distintos puntos
de vista: unos piensan que hay una riqueza de significados; otros que la biología no se ocupa
de la vida, otros que el reconocimiento de la vida es principalmente intuitivo y que por eso
podría dejarse a la biología popular o que tiende a ser abstracto con poca referencia a la
fenomenología, o que la interpretación de la vida como fenómeno orgánico es una invención
de la modernidad. Algunos dicen que hay demasiadas propuestas, algunas antagónicas; que
el concepto es inasible y resbaloso, que no es un sustantivo sino un verbo, es difícil de definir.
En fin, las concepciones acerca de la vida son plurales, son polisémicas.
Otras perspectivas alternativas plantean que la definición de vida puede funcionar como una
red conceptual integradora de diversos conceptos que no se limitan a elaborar una lista de
condiciones necesarias y suficientes: la vida como autopoiesis, como selección de
replicadores, interpretación de signos, como sistemas autónomos de evolución abierta.
Biopedagogía
123
Finalmente como modo de propiciar una definición de vida coherente como objeto de estudio
de la biología y capaz de aportar a la enseñanza una comprensión integrada de conceptos
unificadores, se encuentra que la vida puede constituirse como una ontodefinición, de modo
que se pueda lograr una visión integral de la vida en comparación con la materia, la mente
y la sociedad, que nos permita comprender la unidad interna en la diversidad biológica de
la vida, pero también una definición de vida, que pueda contener aspectos no solo científicos,
sino también estéticos, conceptuales y experienciales, en la que se intercepte lo ontológico,
lo existencial y lo científico.
Estos hallazgos me llevan a reiterar que es posible pensar en renovar los procesos de
formación de maestros de biología, desde una perspectiva epistemológica y ontológica con
elementos como los siguientes:
Como lo plantea Mato (2008, en: (Castaño, N.C., 2011, p. 571), tanto las propias preguntas
de investigación, como los modos de producción de datos, dependen en última instancia de
opciones epistemológicas, las cuales están asociadas a visiones del mundo y posiciones éticas
y políticas, que son constitutivas del basamento epistemológico y de las perspectivas teóricas
de las investigaciones, al igual que las preguntas y de los métodos.
El análisis de la cultura como plantea (Geertz, 1996, p. 35), debe ser interpretativo y en
búsqueda de significaciones públicas, preguntando por su sentido y su valor. El propósito del
enfoque semiótico de la cultura es “ayudarnos a lograr el acceso al mundo conceptual en el
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cual viven nuestros sujetos, de suerte que podamos, en el sentido amplio del término,
conversar con ellos”. En otras palabras esa es la pedagogía.
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