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La seguridad Alimentaria y nutricional (SAN) como derecho, más allá de un

concepto: su relación con desplazamiento forzado por conflicto armado en


Colombia

William Eduardo Escobar Rodríguez

Los derechos humanos son universales, inherentes a todos los seres humanos, sin
distinción alguna de condición, y en ese sentido, el derecho a la vida se constituye
en la precondición para el goce de los demás derechos.

Teniendo en cuenta lo anterior, es importante mencionar que el Observatorio de


Soberanía y Seguridad Alimentaria y nutricional de la Universidad Nacional
(OBSSAN UN), a partir de una mirada integral y holística, y partiendo de referentes
teóricos latinoamericanos, define la Seguridad Alimentaria y Nutricional:

La SAN es “… el derecho que tienen todas las personas a que el Estado les
garantice en forma oportuna, digna y permanente, la disponibilidad y el
acceso a los alimentos y al agua potable, de manera permanente, y digna*,
en cantidad suficiente y en calidad adecuada, o las condiciones para
lograrlos**, asegurando su consumo y utilización biológica, para alcanzar un
óptimo estado de nutrición, salud y bienestar que contribuya en su desarrollo
humano y les permita ser felices”

Partiendo de la premisa de la SAN como derecho que el estado debe garantizar, el


concepto del OBSSAN tiene implícito las inter relaciones con los demás derechos
fundamentales, tales como el derecho a la alimentación, a la salud, al agua, al
trabajo, a la educación, entre otros, los cuales juegan un papel clave en el análisis
de la misma, toda vez que es integrador, ya que implica el conjunto de derechos;
dicho de otra manera, requiere afectar todas las esferas del desarrollo económico,
social y humano para la realización.

Lo anterior implica, una ruptura en el paradigma -de cierto modo- y cambia la


manera de ver y pensar en Seguridad Alimentaria y Nutricional en Colombia
partiendo desde la perspectiva de desarrollo, como lo afirma Amartya Sen, en el
desarrollo como libertad, donde define el desarrollo, como el proceso de expansión
de las libertades reales de las que disfrutan los individuos; Según Sen, los
componentes consecutivos son las libertades fundamentales, que pasan por las
libertades sociales y económicas.

Sin lugar a dudas el desplazamiento forzado independientemente de su causalidad,


puede ocasionar problemáticas para la población, como el cambio de vida o hábitat,
desempleo, pobreza, mendicidad, necesidades básicas insatisfechas, hambre,
entre otras, afectando su calidad de vida y dignidad humana entre otros elementos
para lograr el goce efectivo del derecho a la SAN.

Según la Red Nacional de Información (RNI) de la Unidad de Victimas, se tienen


datos incluso desde antes de 1985 y hasta la actualidad; en los años 2000 a 2008,
se observaron las mayores cifras de desplazamiento forzado de personas, siendo
en 2002 el año con mayor número de desplazados (748.503 personas), aunque en
dichas cifras no se tiene en cuenta el subregistro; por otro lado, en comparación con
2015 y 2016 la cifra ha disminuido considerablemente, 167.939 y 67.605 personas
respectivamente. Lo anterior teniendo en cuenta índices de intensidad y presión ,
los cuales muestran hasta 2017 extremos como el Distrito Capital con cero índice
de intensidad y 0,002 índice de presión y el departamento de Guaviare con 0,115 y
0,114 índices de intensidad y presión respectivamente.

Desde luego, una de las principales causas del desplazamiento forzado es el


conflicto armado interno, sin dejar de mencionar la tenencia de la tierra para
ganadería extensiva o monocultivo de palma de aceite, cultivos ilícitos, minería y
desastres naturales; los dos primeros se podrían relacionar directa o indirectamente
con despojo de tierras y desplazamiento forzado de campesinos y comunidades
étnicas por parte de actores del conflicto armado como ELN, BACRIM y demás
grupos al margen de la ley.
La población Colombiana ha tenido que sufrir las consecuencias de un conflicto
armado interno, que gracias al acuerdo de Paz entre el estado y las denominadas
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia ( FARC) ha disminuido un poco el
impacto directo sobre la población; no obstante, el conflicto ha ocasionado víctimas
y desplazamiento forzado, diversos estudios evidencian el impacto en la población
desplazada frente a las comunidades receptoras de la misma y en comparación con
estrato socioeconómico bajo, donde las personas desplazadas han visto afectada
su seguridad alimentaria y nutricional como derecho en todas sus dimensiones -
humana, alimentaria, nutricional, ambiental-.

Hoy por hoy, la SAN como derecho universal de la población en condición de


desplazamiento forzado se está vulnerando, situación que se traduce en
inseguridad alimentaria y nutricional (INSAN) y periodos de hambre de las familias,
luego los programas asistenciales en el país, según Del Castillo, coordinadora del
OBSSAN, no responden a una política estatal clara frente al problema; dificultades
en el acceso a la educación, al trabajo mal remunerado e inestable, acceso a
servicios públicos precarios y asentamiento en lugares de alto riesgo, son las
problemáticas que enfrenta esta población al salir de sus territorios de origen.

Análisis desde las dimensiones de la SAN

Dentro de la dimensión humana, elementos como el dinero no se constituía como


condición necesaria para la cotidianidad ni como mediador para acceder a los
alimentos que consumían, además contaban con disponibilidad y acceso a los
alimentos permitiéndoles cultivar alimentos para el autoconsumo y
comercialización, a su vez cuando el dinero era insuficiente recurrían a trueques o
intercambios a manera de solidaridad entre vecinos y familiares.

El consumo e ingreso laboral cómo categoría económica de la seguridad humana,


se ve afectado en la población desplazada, según EDHD 2004, mientras que en los
municipios de origen el consumo agregado anual por adulto equivalente era, en
promedio 1.8 millones, después del desplazamiento era de 1.1 millones, además,
más del 30% de los hogares experimentan una fragmentación del hogar como
consecuencia del desplazamiento, lo cual disminuye el tamaño del hogar. Pese a
un menor tamaño del hogar, el consumo por adulto equivalente desciende
significativamente después del desplazamiento. Lo anterior explicado al largo plazo,
no parece mejorar el bienestar de los hogares, por el contrario después del año de
desplazamiento el consumo es menor que durante los tres primeros meses, debido
al gasto de ahorros, venta de activos o ayuda humanitaria de emergencia recibida
en algunos hogares por parte del estado.

De acuerdo a un estudio del Programa mundial de alimentos (PMA) y la


Organización Panamericana de la Salud (OPS) en 2005, donde analizaban 1200
hogares en condición de desplazamiento y 1200 hogares estrato uno en 60
municipios de Colombia, se encontró que los hogares en condición de
desplazamiento tienen un gasto promedio de $253 mil pesos, un 42% inferior al de
los hogares de estrato uno receptor, aunque su distribución es muy similar; versus,
el ingreso mensual promedio de los hogares desplazados es $248 mil pesos, -para
5.8 personas- . Este es un 27% menor al de los hogares de estrato uno receptor.

Todos los hogares se clasificaban como pobres, dado que sus ingresos se
encuentran por debajo de la línea de pobreza, tanto de estrato uno como
desplazados, sin embargo la situación de miseria e indigencia es más aguda en los
desplazados, de los cuales un 60% está en miseria según el indicador de
necesidades básicas insatisfechas (NBI), y un 93% devenga ingresos menores a
los que dicta la línea de indigencia.

Según la EDHD (2004), frente al empleo, los niveles de desempleo para los
miembros de los hogares desplazados son mucho más altos que los que se tienen
para los miembros de familias pobres urbanas y rurales e indigentes urbanos.

La tasa de asistencia escolar para la población desplazada es significativamente


menor que para la pobre e indigente urbanas; en relación, hay una mayor proporción
de jefes de hogar analfabetas dentro de la población desplazada que en los pobres
que viven en las ciudades mientras que el promedio de años de educación del jefe
de hogar, del cónyuge y de los otros miembros de la familia desarraigada es menor
que para la población pobre urbana e indigente.
Por sus niveles de escolaridad, menores tasas de asistencia educativa y su
vocación agrícola, los desplazados están muy limitados para insertarse en los
mercados del trabajo conduciéndolos a la informalidad laboral.

“Para los menores de edad, las bajas tasas de asistencia educativa, los índices de
deserción escolar y la presión para vincularse en actividades generadoras de
ingresos a una temprana edad, también comprometen la posibilidad de que los
menores de edad puedan superar sus condiciones de vulnerabilidad en el futuro y
se conviertan entonces en mecanismos de transmisión intergeneracional de la
pobreza”

Corroborando lo anterior, según Del Castillo et al (2007), después del


desplazamiento forzado, el dinero se convirtió para las familias en un mediador
importante y fundamental para obtener gran parte de los alimentos necesarios en
su alimentación, debido a “la pérdida de su tierra para producir alimentos, para la
comercialización y autoconsumo, afectando esto negativamente la disponibilidad de
alimentos” y subsecuentemente las dimensiones alimentaria-nutricional de la SAN;
además, varias de las familias después del desplazamiento, han ido adquiriendo y
aumentado sus gastos por causa del pago de arriendo, servicios públicos,
educación, salud y transporte, entre otros; situación que, por una parte, genera
recortes en el dinero destinado a la compra de los alimentos dentro del núcleo
familiar, propiciando una disminución en la cantidad, variedad, calidad y consumo
de los mismos y, por otra, obliga a recurrir al endeudamiento, a actividades
informales mal remuneradas, a ayuda de familiares, parroquias, vecinos y, en última
instancia, a la mendicidad como estrategia para mitigar el hambre, nuevamente
afectando su dignidad dentro de la dimensión humana y la prevalencia de padecer
enfermedades infecciosas o gastrointestinales afectando tanto la dimensión
nutricional como ambiental.

Desde la dimensión alimentaria, según el estudio de OPS y PMA (2005), se


adquieren alimentos de tipo energético por su bajo costo, en menor cantidad se
adquieren alimentos fuente de proteína de alto valor biológico, hierro y vitaminas.
Respecto a la frecuencia de consumo de los diferentes grupos de alimentos, los
generadores de calorías son los más consumidos, alrededor de 4 días a la semana.
Los alimentos fuente de proteínas, calcio, hierro y vitamina A, son consumidos con
menor frecuencia. Los alimentos ricos en proteínas y hierro de alto valor biológico
sólo se consumen, en promedio, aproximadamente un día por semana. En todos los
grupos de alimentos la frecuencia de consumo de los hogares de estrato uno receptor
es mayor.

Es preocupante que uno de cada 10 hogares desplazados dependa de sus vecinos


para contar con alimentos tan básicos como la leche, leguminosas y verduras. Así
mismo un poco más de 15 de cada 100 hogares dependen de sus vecinos para
consumir pescado, plátano y yuca, alimentos que son la base de la dieta diaria en
muchas regiones. Inclusive más de 30% de los hogares no reciben “Bienestarina”
como subsidio del estado, sino como parte de la solidaridad de sus vecinos.

Desde la dimensión nutricional, la desnutrición crónica fue mayor (23%) en


comparación con población estrato 1 receptor según estudio de PMA, sin embargo,
frente a la desnutrición aguda, es menor en población desplazada (1.82%) en
comparación con población estrato 1 receptor (2.25%). En cuanto a la prevalencia
de anemia, la situación más grave fue encontrada para las mujeres gestantes en la
población desplazada y de estrato uno receptor, en donde alcanza el 59% y un 57%
respectivamente.

Para concluir, se evidencia cómo el desplazamiento forzado por conflicto armado


afecta todas las dimensiones de la SAN, que interrelacionadas forman ese estado de
seguridad. En ese sentido, es importante ver la SAN mucho más que un concepto y
para lograrla es perentorio disminuir las brechas de inequidad en Colombia y
Latinoamérica. Es necesario romper el paradigma de la Disponibilidad y Acceso de
alimentos que plantea Naciones Unidas para lograrla, toda vez que la asistencia
alimentaria y sobreproducción de alimentos no ha conseguido solucionar la
problemática de desnutrición, hambre e inequidad en Colombia-y se encuentra lejos
de hacerlo-. Por ello, se considera importante abrir el concepto hacia una mirada
desde el derecho que debe garantizar el Estado a partir de la visión de alimentación
como derecho coadyuvante del derecho a la vida y precondición de los demás
derechos.
Bibliografía

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