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Capítulo 1. El siglo XIX.
Ensimismamiento criollo y
ascenso social mestizo
p. 35-80
TEXTO NOTASILUSTRACIONES
TEXTO COMPLETO
«Es Aullagas otro pequeño Estado, dentro de Bolivia, o más
bien, es una provincia feudal dentro de la República
Democrática-Representativa» («Mineral de Aullagas», 1873)
3. Letrados versus caudillos
71Como se ha señalado al iniciar este capítulo, el caudillismo es
el fenómeno que define la vida política boliviana durante el
siglo XIX y que además recibe una lectura crítica de los letrados,
quienes ven en el caudillismo la «barbarie» (Arguedas) que ha
impedido el progreso nacional, patente ya con la pérdida de una
salida al mar.
72De tal manera, el caudillismo es un tema bastante difundido
en el corpus que se analiza. Sin embargo, lo primero que se
destaca en estas obras es que se escenifican fuera de Bolivia,
especialmente Argentina, pero también México, Cuba y Haití. ¿Es
que los letrados de la época tienen sus ojos puestos fuera del
país o la censura política genera la necesidad de alegorizar
realidades locales en escenarios exteriores?
73La coyuntura que más llama la atención en este contexto es el
gobierno de Juan Manuel Ortiz Rosas (1835-1852) en Argentina,
al que Hermójenes Jofré en «Las víctimas o los favoritos de
Rosas» (1864) y Benjamín Lens con «El guante negro»
(1872)28 critican severamente. En ambos dramas en verso, el
conflicto se establece cuando el protagonista unitario, hijo de
una familia criolla tradicional argentina, se enamora de
Manuelita Rosas, hija del «advenedizo» gobernante o de alguna
hija de un alto militar del régimen:
«Constantino Osnai: (…) Yo amo con todas las fuerzas de mi corazon
a la hija del mas feroz y enconado enemigo de mi patria» (Jofré,
1864: 5).
74En «Las víctimas o los favoritos de Rosas», la «amante
unitaria» es también una víctima del salvajismo de Rosas que
debe ser salvada en nombre de la causa unitaria y de la patria.
En «El guante negro», en cambio, Manuelita Rosas causa la
desgracia del héroe y la muerte de su familia por haber
«enloquecido» al protagonista, quien pacta con los federales.
Como se observa, en estas obras el amor se realiza sólo a
condición de coincidir con la opción política unitaria, de lo
contrario el héroe y su familia son castigados por traicionar los
valores de una patria libre de Rosas.
75Al principio, se interpretó la repetición de ambientes ajenos a
Bolivia como un indicador de la enajenación criolla a la realidad
nacional; sin embargo, la coincidencia en las temáticas muestra
que la situación es inversa. Estos autores utilizan situaciones
externas para alegorizar lo que, a su juicio, son los problemas
políticos bolivianos. Así la selección del tema del gobierno de
Rosas no es azarosa, está mostrando que en este periodo los
letrados bolivianos están criticando la etapa del caudillismo
local, especialmente a Isidoro Belzu (1848-1855) y Mariano
Melgarejo (1864-1871), a partir de la referencia al «prototipo»
del «caudillo bárbaro» en Sudamérica, y comparten el proyecto
nacional argentino que surge frente a Rosas con Domingo
Fausto Sarmiento, y se difunde en su famosa obra «Facundo.
Civilización o barbarie» (1845).
76Con la misma intención, José Rosendo Gutiérrez publica en
1863 «Iturbide o ambición y amor», ambientada en México
durante el corto imperio de Agustín Iturbide (1822). En esta
pieza, cuando Iturbide pelea por la independencia mexicana
promete su amor a Margarita; sin embargo, su ambición política
hace que abandone a esta mujer y al hijo que está esperando.
Muchos años después, cuando el protagonista se nombra
emperador de México, replicando a Napoleón, Margarita
organiza las revueltas en contra suya y finalmente, su
fusilamiento. De nuevo, el amor y la patria son traicionados por
la ambición de este caudillo, y una mujer reestablece la justicia
«afirmando el espíritu republicano y liberal de América» (Finot,
1981 [1944]: 170).
77Otra obra de Jofré, «Los mártires» (1888) 29, narra la historia
de un gobierno provisional en Haití a cargo del coronel Tuerca.
Este personaje ficticio y ridiculizado por su apellido,
aprovechando el desorden, busca mantenerse en el gobierno e
idea una trampa para acabar con un candidato a la presidencia,
así lo toma preso a él y a sus aliados, finge un escape de la
cárcel y los asesina. El único sobreviviente es Lorenzo Murcia
que años después encabeza la sublevación que matará al
coronel Turca y vengará a los mártires de la patria. Esta obra,
pese a estar ambientada en Haití30, evoca «la salvaje matanza de
reos políticos ordenada en La Paz, en 1861, por el coronel
Plácido Yáñez, matanza en la que fue inmolado el ex presidente
D. Jorge Córdoba» (Finot, 1981 [1944]: 169).
78Revisando la trama de las obras ya descritas 31, se puede
señalar que, pese a ser ambientadas fuera del país, están
abordando una problemática importante para la época: el
caudillismo. Sin embargo, la incomodidad letrada con este tipo
de gobiernos militares va más allá de un proyecto civilizatorio
frente al «salvajismo» de los caudillos. Así como en Argentina,
Rosas representó la posibilidad de ascenso social de «plebeyos»
a altos cargos políticos y, por tanto, la exclusión de los criollos
letrados del monopolio de lo público y la política, se considera
que en Bolivia se reproduce este temor de casta. Mariano
Melgarejo, por ejemplo, ilustra el caso de un mestizo, soldado
raso que asciende socialmente por el valor demostrado en
combate, rompiendo la estructura de castas y haciendo alianzas
con grupos mestizos, igualmente en ascenso 32. Y el tata Belzu,
aunque es un criollo, arma un gobierno populista que se apoya
en el artesanado para defender su política proteccionista que
entorpece la política de libre cambio de las élites criollas
regionales.
79Lo interesante en estas piezas críticas al caudillismo es que,
pese a sus referencias a la vulgaridad y estrato bajo de los
caudillos y su falta de calidad moral (sanguinarios) debido a su
procedencia «plebeya», nunca se mencionan categorías raciales
como indio, mestizo o cholo. Es posible argüir que la ausencia
de estos calificativos se deba a que alegorizan la realidad
nacional con ejemplos de caudillos extranjeros. Sin embargo, un
pleito judicial analizado a continuación parece confirmar la
hipótesis de que las élites regionales aún no articulan un
discurso sobre la raza mestiza, como sucede décadas después.
80A continuación se analiza el relato de Juana Vidaurre, viuda de
Arteche, quien a través de su historia familiar presenta el caso
más sugestivo de acumulación de riqueza chola en el
siglo XIX que se ha podido encontrar, y que también se sitúa en
la línea de ascenso marcada por el caudillismo.
81Como ya se ha mencionado, el problema central de la
investigación histórica sobre lo cholo en los siglos XIX y XX (y
seguramente antes) es que la documentación de archivos rara
vez consigna el origen étnico mestizo o cholo, a diferencia de
los criollos (identificados como señora o señor, doña o don) y
los indígenas (identificados como originarios o agregados
pertenecientes a algún ayllu o parroquia indígena). Esta
complicación se acentúa cuando en las guías de las ciudades,
los catastros urbanos o las patentes comerciales las mujeres
artesanas y comerciantes, probablemente cholas, llevan en su
mayoría apellidos españoles, al menos hasta la década de 1940.
82Al respecto, el caso de Juana Vidaurre es excepcional no
porque se mencione su origen o condición mestiza (que nunca
aparece), sino porque la mención de Paredes Candia a esta
mujer como una «chola famosa», seguramente a partir de la
historia oral y su aporte con un retrato en óleo y una fotografía,
confirman su condición mestiza (fig. 9). Seguramente estas
imágenes presentadas en Paredes Candia sin fuente, son del
álbum de fotografías de 1885, de L. C. Thibon, en el que, entre
los treinta y dos retratos de cholas, aparece doña Juana
Vidaurre, con el rótulo «archimillonaria que a veces lleva más de
dos millones en joyas» (Poole, 2000: 156), confirmando que el
público de aquella época identificaba a esta minera como
«chola».
83Este hecho, sumado a los datos que se han obtenido de la
magnitud de la riqueza y la influencia política que su familia
tuvo entre 1869 y 1876, comprueban la capacidad de
acumulación económica de los cholos a partir del siglo XIX y
justifican la incomodidad hacia los caudillos que los letrados
manifiestan en sus dramas.
84Juana Vidaurre, que en Paredes Candia es mencionada como
Juana Vidaurre viuda de Arteche, está seguramente emparentada
con Matías Arteche33, mestizo minero, nativo de Chayanta que
entre 1850 y 1870 adquiere fortuna a través de la concesión del
Socavón San Bartolomé en Aullagas, Potosí. Aunque se menciona
a doña Rosa Antonia como viuda de Arteche en varios folletos
de la época, Juana Vidaurre junto a otras dos mujeres y sus
esposos aparecen como sucesores de Matías Arteche y, por
tanto, dueños de la Casa Arteche. Ya en 1876 (época del último
folleto que se ha encontrado sobre el tema), Juana Vidaurre
aparece como única dueña de la concesión. La relación entre el
mestizo Arteche y la «chola famosa», el interés que esta causa
produce en la opinión pública boliviana debido a continuos
litigios que el Estado les entabla (los gobiernos de Melgarejo,
Morales, Tomás Frías y Adolfo Ballivián) permiten ver la
importancia económica y la influencia política de estos «nuevos
ricos». Pero sobre todo, el hecho de que sus detractores aunque
mencionan el origen humilde y hasta arribismo de la Casa
Arteche nunca se refieren a su condición mestiza; es decir, ser
mestizos/ cholos no forma parte del marco discursivo de la
época, como sucede con los dramas analizados.
II
Nosotros… ¿qué hemos hecho?
¿qué ha quedado de nuestra estéril vida ?
Felices todavía si el aliento
Que nos anima, alcanza
A mantener con vida la esperanza.
III
Pero tú, juventud, ya que naciste
En la hora de la prueba,
Tú que vienes al mundo, raza nueva,
Acuérdate, también, a qué viniste;
¡Que no eres la hoja que el torrente lleva!
Despierta, ¡oh juventud!, que hay gloria mucha
Para tu esfuerzo mismo;
¡Que hay más gloria tal vez que en el heroísmo
en otra grande y generosa lucha
de la ciencia, el trabajo y el civismo !» (Aguirre citado en Navia
Romero,
1966: 72-73; el énfasis es mío).
101Como se observa, Aguirre considera que pese a que la
«titánica raza» de la independencia ha cumplido su misión, la
siguiente generación ha llevado una vida estéril, sin mayor
aporte a la patria que la posibilidad de un nuevo comienzo, el
que el autor propone. Así, la historia del «último soldado de la
independencia» interpela a la «nueva raza», a «la juventud de mi
querido país [para] que recoja alguna enseñanza provechosa de
la historia de mi propia vida» (Aguirre, 1911: 6) y la proyecte en
una lucha más gloriosa que la independentista, la de «la ciencia,
el trabajo y el civismo», es decir, una ciudadanía letrada»
(Gotkowitz, 1997).
102¿Por qué la generación de Aguirre no ha sido capaz de llevar
adelante la función que ahora reclama a la juventud? En los
aislados comentarios del autor, siempre relacionados con el
pasado heroico, por ejemplo, se compara a los combatientes de
la emancipación con los militares actuales, en los siguientes
términos:
«Me parecen mil veces más hermosos y respetables [los soldados de
la Independencia] que los soldadotes del día vestidos de paño fino a
la francesa, con guantes blancos y barbas postizas, que dispersan a
balazos el congreso, fusilan sin piedad a los pueblos indefensos,
entregan la medalla ensangrentada de Bolívar a un estúpido
ambicioso, se ríen de las leyes, hacen taco de las constituciones,
traicionan y venden» (Aguirre, 1996 [1884]: 153-154).
103Y en relación a los letrados, dice:
10 Todas las citas del libro son transcripciones textuales del original.