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incertidumbres, arrojado al mundo no tiene más elección que consolidar su identidad al ritmo
por eso, para acercarnos a la comprensión de los sujetos que somos, y de los sujetos con los
que nos relacionamos se hace necesario comprender como influyen en nuestros procesos
identitarios las variables que nos circundan. Por lo anterior, en el presente ensayo, partiendo
como ello ha permeado a los colombianos. Así mismo, se analizará cual es el papel del estado
en estos procesos, teniendo en cuenta que los mismos están circunscritos en un determinado
capitalismo.
Desde las ciencias sociales, se ha hecho énfasis en la visión representacional del ser
elaboremos creaciones alternas, y nos planteemos modos de vida diferentes a los que se han
planteado nuestros pares, expresando las alteridades propias a través de los distintos modos
que de relacionarnos tenemos, sin embargo, en la actualidad observamos procesos que lejos
de reflejar las diferencias estructurales y naturales, mas bien muestran un humano domado y
cercado, atravesado por tecnologías de poder que lo hacen cada vez más predecible, uniforme
y seriado. ¿A qué se debe esto? ¿A quién beneficia la uniformidad identitaria que se intenta
construcción de subjetividades que aquellos con poder intentan imponer? ¿Qué puede hacer el
sujeto para resistir aquellos discursos que ordenan una subjetividad dominante?
conceptos.
identidad que sentimos, vivimos y reconocemos, tanto a nivel interno como externo, toda vez
que nos distingue de los demás y se hace constante en el tiempo, permitiéndonos configurar
hegemónicas, por supuesto para su beneficio, y se presenta a las culturas dominadas como
norma a la que adherirse o deber ser al cual aspirar. (Benavides, 2005,p.123). Para el
poder económico para universalizarse, por ejemplo, en nuestro caso somos universalizados
por particularidades norteamericanas, esta imposición de la cultura hegemónica se percibe a
través de nuestras prácticas culturales, las cuales incluyen nuestros hábitos de consumo, de
ocio, vestido, alimento, proyección de vida, entre otros, todo al ritmo de la economía
imperante de manera que nuestras expresiones más anodinas están atravesadas por el
es ajeno.
y políticos, incluso antes de asistir a procesos globalizadores, era la élite de este país quien
determinaba y socializaban que implicaba ser colombiano, por ello tal identidad ha estado
permeada por valores católicos y conservadores, tradición familiar, y altos valores morales,
a través de los mass media, aportando de este modo a la construcción de nuevos discursos
identitarios.
Otros aspectos que se han configurado como parte de nuestra identidad individual y
colectiva, según Villota (2016) han sido eventos de relevancia histórica, tales como el
paramilitarismo, entre otros hechos violentos. Por otra parte, aspectos de índole más folclórica
como los deportes, carnavales y fiestas, entre otras, también son aspectos que permiten
que Diaz (2013) denomina paradojas del duelo, refiriéndose a las consecuencias que ha tenido
a nivel subjetivo y colectivo el hecho de que, al mismo tiempo que asesinan masivamente
personas en nuestro país, los medios de comunicación transmiten reinados, reality shows, y se
siguen llevando a cabo las actividades cotidianas sin ninguna interrupción, como si no
que permitan establecer puntos de encuentro entre los colombianos víctimas del conflicto y
aquellos que no, por lo cual se han aplazado muchos duelos provenientes de asesinatos,
colombianos ha sufrido múltiples fracturas, que no han tenido espacio para sanar, lo cual se
refleja en la ruptura del tejido social y en interacciones donde se normaliza la violencia junto
el papel del estado, ante lo cual, Villota (2016) señala que este sirve como intermediario para
hacer más fáciles los procesos de intercambio de bienes y servicios de tipo económico, social,
simbólico, y jurídico, así mismo, Castells (s.f) plantea que todos los estados han sido los
permiten a los mass media como principales difusores de la cultura hegemónica, posibilitan
que se erija una cultura dominante, y se naturalice entre aquellos que están siendo dominados.
Dado que el mercado no es suficiente para dar sentido a la identidad, allí es donde juega el
papel del estado como consolidador de la identidad legitimadora, aquella que desde las
del territorio nacional, ha gestado las condiciones necesarias, para que otros ocupen su lugar,
invisibilizado, y violentado a los compatriotas. Por otra parte, debido a que durante mas de
dos siglos los representantes de la nación han pertenecido a la élite conservadora que
pertenecientes a las hegemónicas como las afrocolombianas e indígenas, han sido relegadas y
señalando que este “produce autoridad y relaciones de dependencia, y cuanto más abstracto o
este es tan grande que permite la imposición del modelo neoliberal sobre el conjunto de los
países y los ciudadanos. Estado y medios de comunicación difunden la cultura que las masas
fabricación de la identidad que se desea imponer, y esta no es otra que la del hombre y la
mujer consumidora de los productos que los grandes poseedores del capital producen, seres
pasivos frente al declive del estado social, que aceptan sin cuestionamientos la realidad
resquebrajada que los circunda y los discursos de progreso económico disfrazados de razón y
Las noticias que leemos, o vemos contienen mensajes latentes que moldean la forma
como percibimos determinados sujetos o circunstancias, así se nos enseña a odiar al oprimido
políticas perjudiciales para nosotros, estos resultados son predecibles y prefabricados, por
ejemplo, cuando los medios de comunicación nos inundan de noticias violentas, por un lado
demandamos, y aceptamos sus políticas de “seguridad” (Benavides, 2005, p. 126) Ahora bien,
inseguridad? O más bien ¿aumenta y legitima la vigilancia y castigo del estado sobre los
ciudadanos? El trasegar de nuestro país ha sido un claro indicador de que el abordaje que debe
implementarse para construir paz no puede reducirse al aumento de la fuerza pública en los
espacios cotidianos, sino que debe estar atravesado por políticas públicas transversales, que
sociales.
como menciona (Benavides, 2005, p. 131), en una auténtica democracia deberán existir
co-existencia de identidades otras, las cuales no deben suprimirse por completo para
sociales que nos atraviesan, por ende los académicos que la conforman deben abandonar ese
rol en el cual el sistema capitalista los circunscribe “nobleza del estado”, por ello, en vez de
usar el status de la academia para legitimar y reproducir la utopía conservadora, deben abrir
los ojos frente a la realidad abrumadora, para imaginar y plantear nuevas formas de acción,
indiferente ante estas reclamaciones sociales”, de modo que, la academia no debe servir
acríticamente a los saberes dominantes, la globalización no es otra cosa que un correlato del
capitalismo, el declive del estado social es una consecuencia prevista del neoliberalismo, y no
tienen más objeto que la acumulación de capital por parte de aquellos que poseen medios de
las cuales tenemos la labor de identificar para redefinir nuestra posición y discursos y plantear
de manera efectiva junto con nuestras comunidades soluciones, frente al intento de supresión
sujeto posmoderno atravesado por discursos hegemónicos que imponen una identidad
globalizada?
Por un lado, está la opción de existir como sujeto pasivo, sujetado, sometido y
coaccionado por las tecnologías de poder que nos atraviesan, sirviendo como cómplices de las
fuerzas financieras, no obstante también tenemos ante nuestros ojos la oportunidad de generar
“identidades de resistencia” para combatir esa identidad subordinada que nos desean
imponer, (Castells, s.f, p. 18) y no tenemos más para hacerlo que los materiales de nuestra
experiencia personal, nuestra memoria histórica y nuestros territorios. Detrás de los discursos
y razonamientos económicos que nos venden los países del norte, sabemos que acá en el sur
hay miles que sufren, que hay un planeta finito que no resistirá las prácticas de consumo que
el capital ordena. Esta cultura neoliberal globalizada, que excluye lo que no tiene valor, que
alternativa que el sometimiento, por eso al sujeto actual le queda la resistencia y la militancia
plural, porque como menciona Bourdieu, citado por Benavides (2005) p. 131, “frente a un
poder simbólico cultural tan fuerte sólo cabe una contrapartida simbólica de la misma
el pueblo, y con ella la esperanza de la conquista de sus derechos y libertades, así podrán
expresarse y clamar a viva voz todos aquellos antes silenciados y marginados. De este modo,
nuestras identidades tradicionalmente excluidas podrán fluir y permitirse ser reconocidas con
ciertos grupos poblacionales fueran invisibilizados por no encajar en lo que significaba ser
colombiano, para la élite conservadora. Por otra parte, con el surgimiento de las tecnologías
la mujer colombiano reciben discursos que provienen de países extranjeros, los cuales tienen
por objetivo construir identidades que sirvan al capital, es decir que produzcan y consuman en
nosotros, ya que no es nuestra identidad la que se universaliza, antes bien, esta intenta
En este proceso, el estado colombiano, y los demás estados del mundo no han tenido
otro papel que el de cómplices, ya que permiten y legitiman tales prácticas, sin tener en cuenta
las consecuencias que este despojo cultural puede tener a nivel individual y colectivo.
Adicionalmente, es necesario enfatizar que la contrapartida para los discursos que intentan
uniformar al ser humano, tiene que ser un capital simbólico de igual envergadura, en cuya
construcción pueden y deben participar todos los sectores que integran la sociedad, asumiendo
ocupando espacios de poder, conviene revisar como estos aspectos influirán la construcción
identitaria de los colombianos a nivel subjetivo y colectivo durante los próximos años.
Referencias
18, 121-135.
Díaz Facio Lince, V. (2013). Paradojas del duelo en el contexto colombiano. Revista
https://revistas.ucp.edu.co/index.php/textosysentidos/article/view/170