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La identidad del colombiano en el marco de la globalización

El ser humano es un sujeto sujetado a poderes políticos y económicos que lo

atraviesan, a contingencias históricas, sociales, geográficas y familiares. En medio de las

incertidumbres, arrojado al mundo no tiene más elección que consolidar su identidad al ritmo

de los múltiples procesos de socialización y subjetivación que realice a lo largo de su vida,

por eso, para acercarnos a la comprensión de los sujetos que somos, y de los sujetos con los

que nos relacionamos se hace necesario comprender como influyen en nuestros procesos

identitarios las variables que nos circundan. Por lo anterior, en el presente ensayo, partiendo

de conceptos de Pierre Bourdieu, se abordará la influencia de lo político y lo económico a

través de la globalización en la fabricación de cierto tipo de subjetividades identitarias, y

como ello ha permeado a los colombianos. Así mismo, se analizará cual es el papel del estado

en estos procesos, teniendo en cuenta que los mismos están circunscritos en un determinado

marco temporal: la posmodernidad, y que hacen parte de un sistema económico: el

capitalismo.

Desde las ciencias sociales, se ha hecho énfasis en la visión representacional del ser

humano, lo cual implica que todos experimentamos el mundo de acuerdo a como lo

percibimos, ahora bien, si todos interactuamos con el contexto circundante de manera

singular, es de esperarse que deseemos de forma distinta a nuestros semejantes, que

elaboremos creaciones alternas, y nos planteemos modos de vida diferentes a los que se han

planteado nuestros pares, expresando las alteridades propias a través de los distintos modos

que de relacionarnos tenemos, sin embargo, en la actualidad observamos procesos que lejos

de reflejar las diferencias estructurales y naturales, mas bien muestran un humano domado y

cercado, atravesado por tecnologías de poder que lo hacen cada vez más predecible, uniforme
y seriado. ¿A qué se debe esto? ¿A quién beneficia la uniformidad identitaria que se intenta

programar en los humanos actuales? ¿Pondría en riesgo la diversidad la cohesión social?

¿Cuál es el papel de la academia y el estado como instituciones sociales frente a la

construcción de subjetividades que aquellos con poder intentan imponer? ¿Qué puede hacer el

sujeto para resistir aquellos discursos que ordenan una subjetividad dominante?

Dado que el tema central de este ensayo es la identidad de los colombianos en el

marco de los procesos de globalización, a continuación, se abordará la definición de identidad

y de globalización, para posteriormente continuar estableciendo la interacción entre estos

conceptos.

Loeza y Castañeda (2022) señalan que la identidad se encuentra estrechamente

relacionada con lo que pensamos de nosotros mismos, y de los demás, distinguiendo el yo a

partir de los otros. En este sentido, la cultura es un elemento principal en la constitución de la

identidad que sentimos, vivimos y reconocemos, tanto a nivel interno como externo, toda vez

que nos distingue de los demás y se hace constante en el tiempo, permitiéndonos configurar

sentidos individuales y colectivos.

Por otra parte, la globalización, entendida como procesos transnacionales de

integración económica, es definida por Bourdieu como la universalización de lo particular, es

decir, la influencia de un pequeño número de naciones dominantes sobre el conjunto de los

mercados financieros, lo cual permite la extensión y universalización de aquellas naciones

hegemónicas, por supuesto para su beneficio, y se presenta a las culturas dominadas como

norma a la que adherirse o deber ser al cual aspirar. (Benavides, 2005,p.123). Para el

sociólogo Bourdieu en la globalización se universalizan las particularidades que tienen el

poder económico para universalizarse, por ejemplo, en nuestro caso somos universalizados
por particularidades norteamericanas, esta imposición de la cultura hegemónica se percibe a

través de nuestras prácticas culturales, las cuales incluyen nuestros hábitos de consumo, de

ocio, vestido, alimento, proyección de vida, entre otros, todo al ritmo de la economía

imperante de manera que nuestras expresiones más anodinas están atravesadas por el

mercado, es decir, los procesos de económicos suscitados a través de la globalización

atraviesan la identidad y la cultura de las naciones, y por supuesto, el pueblo colombiano no

es ajeno.

Frente a lo anterior, Villota (2016) señala que la construcción de la identidad de los

colombianos ha estado fuertemente influenciada por diversos procesos históricos, económicos

y políticos, incluso antes de asistir a procesos globalizadores, era la élite de este país quien

determinaba y socializaban que implicaba ser colombiano, por ello tal identidad ha estado

permeada por valores católicos y conservadores, tradición familiar, y altos valores morales,

excluyendo todo aquello que se aleje de lo mencionado. Posteriormente, con el advenimiento

de las tecnologías de información, la revolución informática, y la globalización, otros

discursos e imágenes, provenientes de países lejanos comenzaron a difundirse en nuestro país

a través de los mass media, aportando de este modo a la construcción de nuevos discursos

identitarios.

Otros aspectos que se han configurado como parte de nuestra identidad individual y

colectiva, según Villota (2016) han sido eventos de relevancia histórica, tales como el

conflicto armado, el narcotráfico, el asesinato a líderes políticos de izquierda, el

paramilitarismo, entre otros hechos violentos. Por otra parte, aspectos de índole más folclórica

como los deportes, carnavales y fiestas, entre otras, también son aspectos que permiten

comprender e integrar a los colombianos. Estas últimas variables: la masacre y el folclor,


aparentemente antagónicos, han confluido en el país históricamente, dando como resultado lo

que Diaz (2013) denomina paradojas del duelo, refiriéndose a las consecuencias que ha tenido

a nivel subjetivo y colectivo el hecho de que, al mismo tiempo que asesinan masivamente

personas en nuestro país, los medios de comunicación transmiten reinados, reality shows, y se

siguen llevando a cabo las actividades cotidianas sin ninguna interrupción, como si no

estuviera ocurriendo nada grave.

Esta situación, ha imposibilitado durante mucho tiempo la construcción de discursos

que permitan establecer puntos de encuentro entre los colombianos víctimas del conflicto y

aquellos que no, por lo cual se han aplazado muchos duelos provenientes de asesinatos,

desplazamientos, masacres, entre otros. Como consecuencia, la identidad individual de los

colombianos ha sufrido múltiples fracturas, que no han tenido espacio para sanar, lo cual se

refleja en la ruptura del tejido social y en interacciones donde se normaliza la violencia junto

con el ocultamiento del dolor.

Dentro de los procesos de configuración de la identidad, es importante analizar cual es

el papel del estado, ante lo cual, Villota (2016) señala que este sirve como intermediario para

hacer más fáciles los procesos de intercambio de bienes y servicios de tipo económico, social,

simbólico, y jurídico, así mismo, Castells (s.f) plantea que todos los estados han sido los

principales agentes de la globalización identitaria, los cuales mediante la legitimidad que

permiten a los mass media como principales difusores de la cultura hegemónica, posibilitan

que se erija una cultura dominante, y se naturalice entre aquellos que están siendo dominados.

Dado que el mercado no es suficiente para dar sentido a la identidad, allí es donde juega el

papel del estado como consolidador de la identidad legitimadora, aquella que desde las

instituciones se construye, la que es funcional al status quo, y beneficia al orden económico


existente. Así mismo, en el contexto colombiano, el estado, con su ausencia en la mayor parte

del territorio nacional, ha gestado las condiciones necesarias, para que otros ocupen su lugar,

y lejos de generar un sentimiento fraterno entre compatriotas, se ha fragmentado el estado

mediante regionalismos, a través de los cuales se ha estigmatizado, discriminado,

invisibilizado, y violentado a los compatriotas. Por otra parte, debido a que durante mas de

dos siglos los representantes de la nación han pertenecido a la élite conservadora que

tradicionalmente ha impuesto el deber ser identitario de los colombianos, comunidades no

pertenecientes a las hegemónicas como las afrocolombianas e indígenas, han sido relegadas y

negadas, a pesar de su gran presencia a lo largo y ancho del territorio nacional.

Bourdieu citado por Benavides (2005) introduce el concepto de capital simbólico,

señalando que este “produce autoridad y relaciones de dependencia, y cuanto más abstracto o

complejo es este capital, mayores cotas de dominación proporciona” (p,122). La fuerza de

este es tan grande que permite la imposición del modelo neoliberal sobre el conjunto de los

países y los ciudadanos. Estado y medios de comunicación difunden la cultura que las masas

consumirán, la publicidad entonces se convierte en agente activo en el proceso de la

fabricación de la identidad que se desea imponer, y esta no es otra que la del hombre y la

mujer consumidora de los productos que los grandes poseedores del capital producen, seres

pasivos frente al declive del estado social, que aceptan sin cuestionamientos la realidad

resquebrajada que los circunda y los discursos de progreso económico disfrazados de razón y

cientificidad que les venden.

Las noticias que leemos, o vemos contienen mensajes latentes que moldean la forma

como percibimos determinados sujetos o circunstancias, así se nos enseña a odiar al oprimido

y a amar al opresor, o incluso, a ni siquiera reconocernos a nosotros mismos como oprimidos,


sino como beneficiarios del sistema actual, eso explica porque como pueblo apoyamos

políticas perjudiciales para nosotros, estos resultados son predecibles y prefabricados, por

ejemplo, cuando los medios de comunicación nos inundan de noticias violentas, por un lado

nos insensibilizan frente a la violencia, la naturalizamos y cotidianizamos, por otro lado

demandamos, y aceptamos sus políticas de “seguridad” (Benavides, 2005, p. 126) Ahora bien,

¿realmente la militarización de nuestros espacios cotidianos reduce la violencia y la

inseguridad? O más bien ¿aumenta y legitima la vigilancia y castigo del estado sobre los

ciudadanos? El trasegar de nuestro país ha sido un claro indicador de que el abordaje que debe

implementarse para construir paz no puede reducirse al aumento de la fuerza pública en los

espacios cotidianos, sino que debe estar atravesado por políticas públicas transversales, que

posibiliten la modificación de las estructuras que mantienen el caos y las problemáticas

sociales.

No debemos temer a la diversidad so pretexto de que esta aumentará el caos social,

como menciona (Benavides, 2005, p. 131), en una auténtica democracia deberán existir

siempre contrapoderes críticos, el discurso como arma e instrumento de cambio permitirá la

co-existencia de identidades otras, las cuales no deben suprimirse por completo para

someterse a los deseos de quienes ejercen el poder económico.

La academia como institución no puede permanecer neutral frente a los fenómenos

sociales que nos atraviesan, por ende los académicos que la conforman deben abandonar ese

rol en el cual el sistema capitalista los circunscribe “nobleza del estado”, por ello, en vez de

usar el status de la academia para legitimar y reproducir la utopía conservadora, deben abrir

los ojos frente a la realidad abrumadora, para imaginar y plantear nuevas formas de acción,

una contrarrevolución simbólica que contrarreste el sistema actual, como menciona


(Benavides, 2005, p. 131) “El que tiene el privilegio de ocupar una posición cómoda (ya sea

la universidad, la administración, el sindicato) no puede permanecer neutro, pasivo e

indiferente ante estas reclamaciones sociales”, de modo que, la academia no debe servir

acríticamente a los saberes dominantes, la globalización no es otra cosa que un correlato del

capitalismo, el declive del estado social es una consecuencia prevista del neoliberalismo, y no

tienen más objeto que la acumulación de capital por parte de aquellos que poseen medios de

producción para asegurar el ejercicio de su dominio sobre el mundo. No se globalizan de

manera natural identidades específicas, se imponen a través de sutiles estrategias de coacción,

las cuales tenemos la labor de identificar para redefinir nuestra posición y discursos y plantear

de manera efectiva junto con nuestras comunidades soluciones, frente al intento de supresión

de las identidades autóctonas. Por lo anterior, es indispensable preguntarnos, ¿Qué le queda al

sujeto posmoderno atravesado por discursos hegemónicos que imponen una identidad

globalizada?

Por un lado, está la opción de existir como sujeto pasivo, sujetado, sometido y

coaccionado por las tecnologías de poder que nos atraviesan, sirviendo como cómplices de las

fuerzas financieras, no obstante también tenemos ante nuestros ojos la oportunidad de generar

“identidades de resistencia” para combatir esa identidad subordinada que nos desean

imponer, (Castells, s.f, p. 18) y no tenemos más para hacerlo que los materiales de nuestra

experiencia personal, nuestra memoria histórica y nuestros territorios. Detrás de los discursos

y razonamientos económicos que nos venden los países del norte, sabemos que acá en el sur

hay miles que sufren, que hay un planeta finito que no resistirá las prácticas de consumo que

el capital ordena. Esta cultura neoliberal globalizada, que excluye lo que no tiene valor, que

desprecia lo que no mercantiliza no es nuestra, nos ha sido impuesta y hemos caído en su


licuefacción, hemos sido relegados, humillados y nuestros pueblos no han visto otra

alternativa que el sometimiento, por eso al sujeto actual le queda la resistencia y la militancia

plural, porque como menciona Bourdieu, citado por Benavides (2005) p. 131, “frente a un

poder simbólico cultural tan fuerte sólo cabe una contrapartida simbólica de la misma

envergadura”, al pueblo colombiano le queda la crítica, la subversión articulada desde y para

el pueblo, y con ella la esperanza de la conquista de sus derechos y libertades, así podrán

expresarse y clamar a viva voz todos aquellos antes silenciados y marginados. De este modo,

nuestras identidades tradicionalmente excluidas podrán fluir y permitirse ser reconocidas con

legitimidad, a pesar de los intentos de uniformarnos.

Para finalizar es importante resaltar que la construcción de la identidad del sujeto

colombiano ha sido compleja, y ha estado atravesada por múltiples vicisitudes históricas,

económicas, políticas y sociales, lo cual influyó en que mucho antes de la globalización ya

ciertos grupos poblacionales fueran invisibilizados por no encajar en lo que significaba ser

colombiano, para la élite conservadora. Por otra parte, con el surgimiento de las tecnologías

de información y comunicación, y la gran interconexión que esta posibilita, ahora el hombre y

la mujer colombiano reciben discursos que provienen de países extranjeros, los cuales tienen

por objetivo construir identidades que sirvan al capital, es decir que produzcan y consuman en

torno a la economía de mercado. En este marco de circunstancias, es importante señalar como

mencionaba Bourdieu el discurso de la globalización no es maravilloso, especialmente para

nosotros, ya que no es nuestra identidad la que se universaliza, antes bien, esta intenta

excluirse y erradicarse, para imponer la hegemonía norteamericana.

En este proceso, el estado colombiano, y los demás estados del mundo no han tenido

otro papel que el de cómplices, ya que permiten y legitiman tales prácticas, sin tener en cuenta
las consecuencias que este despojo cultural puede tener a nivel individual y colectivo.

Adicionalmente, es necesario enfatizar que la contrapartida para los discursos que intentan

uniformar al ser humano, tiene que ser un capital simbólico de igual envergadura, en cuya

construcción pueden y deben participar todos los sectores que integran la sociedad, asumiendo

un papel crítico y transformador. Debido a que en la actualidad nuevos discursos están

haciendo eco en el territorio nacional, y sectores tradicionalmente marginalizados están

ocupando espacios de poder, conviene revisar como estos aspectos influirán la construcción

identitaria de los colombianos a nivel subjetivo y colectivo durante los próximos años.

Referencias

Benavides, A. N. (2005). La globalización según Bourdieu. Cuadernos de trabajo social-Vol.

18, 121-135.

Castells, M. (s.f.). Globalizacion e Identidad. 12-20.

Díaz Facio Lince, V. (2013). Paradojas del duelo en el contexto colombiano. Revista

Psicoespacios,7 (10) 230-247. http://revistas.iue.edu.co/index.php/Psicoespacios

Loeza, L., y Castañeda, M. (2022). Identidades: teorías y métodos para su

análisis,” Biblioteca digital Juan Comas. http://bdjc.iia.unam.mx/items/show/201.

Villota, F. (2016). Identidad nacional colombiana: Discursos, recurrencias y desafíos en

contextos de globalización. Textos y Sentidos, (15), 47-70.

https://revistas.ucp.edu.co/index.php/textosysentidos/article/view/170

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