Está en la página 1de 13

VI

EL ESTADO TERRATENIENTE

I. INTRODUCCION

"Desfile circense de caudillos militares", "período de anarquía",


"aparecimiento tardío de poderes públicos", son caracterizaciones emitidas
sobre largos momentos de la historia de nuestros países andinos en el siglo
XIX. El implícito en todas ellas es la tesis o formulación que niega la exis­
tencia dc cstados en el siglo pasado, global o parcialmente.
El origen teórico (o ideológico) de esta posición es diverso. Sin embargo,
el elemento común de estas postulaciones radica en una asimilación forma­
lista de lo que propiamcnte cs el gobierno de los funcionarios (que sólo es una
de las formas de la vida estatal) y el Estado, y la consideración errónea de que
ese "poder rcal panicular" (Fernández,Moncayo,Ojeda, 1974) de caudillos
militares o civiles no es un fenómeno estatal. Por ello, perdida así la pista,
las diversas formas de dominación política a niveles locales y regionales, tan
difundidas en el siglo XIX y propias de las estructuras económicas consolida­
das o arraigadas entonces, son consideradas "ajenas" a las "funciones" de las
"instituciones del Estado", cuando en verdad esas formas dc dominacicín polí­
tica no pucden sino atestiguar la vigorosa presencia de toda una superestruc­
tura política bien establecida, a veces de origen colonial, y que configuraba en
el siglo XIX una constelación de poderes estatales.
220 ECUADOR: UNA NACION EN CIERNES

Este libro plantea una tesis radicalmente distinta. Creemos que hay bases
suficientes para pensar que en el siglo XIX se plasmó políticamente la
formación de un tipo particular (histórico) de Estado, en el contexto ecuato­
riano, cuya naturaleza vale conocer por dos razones fundamentales: 1) porque
su estudio nos beneficia en la mejor comprensión del período de transición al
capitalismo, que no es sólo un proceso económico, sino también la recep­
ción histórica de un nuevo modo de producción y, por lo tanto, se nos escapa
si no se le ubica en un contexto teórico integrador y totalizante; y 2) porque,
nos permite entender los elementos de continuidad y ruptura con los que está
impregnada la historia postcolonial (que es la del siglo XIX).
Si estas premisas son ciertas, resulta entonces que toda la historia del si­
glo XIX está ligada a la historia del Estado, lo cual exige que revaloricemos
las dimensiones y categorías políticas en el estudio de ese pasado.

Il LA CUFBTION NACIONAL EN EL ECUADOR POSTCOLONIAL

Abandonar el status colonial plantcó al Ecuador una tarea en la cual aún


trabaja su historia presente y cuyo incumplimiento en el siglo XIX se ex­
presó en un prolongado desgarramiento: la constitución o formación de la na­
ción. La "nación ecuatoriana" de principios del siglo pasado era una estruc­
tura no aprehensible aún. Tres siglos de colonialismo y de un Estado colo­
nial e ibérico en su contra, la habían rezagado en su desarrollo y la habían he­
cho soportar múHiples transformaciones y modificaciones.
No está demás decir que diferenciamos entre aquella "nación moderna" que
aparecería en el capitalismo erigiéndose en el ancla del Estado burgués, y
aquella naeión en sentido genérico, entendida como entidad o estructura
(Bauer,1979). Comprendemos a la nación como una comunidad de carácter
forjada sobre la base de una acumulación histórica común al conjunto de sus
miembros. Por ello es pertinente hablar de la existencia nacional, y por ende
de una cuestión nacional, antes del capitalismo, es decir, antes de 1895 en el
caso ecuatoriano.
y la cuestión nacional hace relación, esencialmente, a la capacidad hege­
mónica incubada o no históricamente en el Estado y en una clase sobre el
conjunto de clases, fracciones y sectores dominantes y sobre el conjunto de
clases subalternas. Es a la capacidad hegemónica de un Esl.1do o una clase a
la que se está apelando cuando se plantean problemas como el de la unifica­
ción nacional, el de una conl1ictiva existencia nacional o simplemente la au­
sencia de unificación nacional l.
Inserta en la teoría del Estado, la cuestión nacional se manifiesta a través
de múltiples formas entendidas como conjuntos de un proceso en el cual las
condiciones constituyentes de lo nacional no pierden su carácter cualificante.
Son esas formas las que delatan los conl1ictos habidos entre las clases tanto
VI. EL ESTADO TERRATENIENTE 221

dominantes como dominadas y nos permiten analizar el grado de cohesión de


una clase, de un sistema político o del Estado. Y esas formas en las que se
expresa la cuestión nacional como proceso histórico, varían en cada coyuntura
de acuerdo a las transformaciones que se den en lo que Althusser llama "el
complejo contradictorio", pero están permanentemente presentes en la escena
política "nacional" converJida en el lecho institucional del Estado.
A lo largo del siglo XIX tres fueron las formas que adoptó la cuestión na­
cional en el Ecuador: 1) la regionalización como forma que adoptó el con­
flicto entre las fracciones terratenientes regionales; 2) el corte étnico-cultural,
como forma que atravesó el conflicto entre las clases antagónicas; y, 3) la
cuestión limítrofe como forma de expresión de la ausencia de soberanía de ese
Estado particular que se levantó sobre la formación social ccuatoriana después
de la Independencia.

A. La regionaIización

Un rasgo distintivo de la Real Audiencia de Quito de fines de la Colonia


fue la presencia diferenciada de tres regiones cuyos centros neurálgicos enm
Quito, Cuenca y Guayaquil. Cada una de esas regiones exhibía características
estructurales distintas, tenía una ciena estructura social propia, presentaba un
complejo diferente de relaciones interétnicas y mostraba vinculaciones diver­
sas con el mundo exterior (ya sea con otras regiones, o con el Perú y Colom­
bia y el mercado mundial capitalista).
En ese carácter desigual dela estructura productiva - que hemos remarcado
en este libro - subyacía, sin embargo, una doble tendencia: la constilución deI '­
latifundio como forma de producción dominante, y una segunda, de carácter
contradictorio, la disolución-conservación de la pequeña propiedad agrícola,
que otorgó a las regiones fundamentales (Quito, Guayaquil y Cuenca) una
1
gran autonomía - aunque no separación - unas de otras. La regionalización
- ya definida en el capítulo 1 - que en el siglo XIX se constituyó en la forma
dominante que adoptó la cuestión nacional, es un fenómeno que no desaparece
con la vida independiente. Por el contrario, durante todo el siglo XIX, la rc­
gionalización se profundizó por la diseminación y atomización del poder

, político producido lucgo de la separación de la Gran Colombia, poder que a su


vez se concentró en los tres ámbitos regionales, como hemos ya demostrado.
Esa regionalización fue el marcapasos de la vida política del siglo pasado
y, por 10 tanto, un proceso fundamental que explica el permanente conflicto,
inestabilidad y crisis del Estado en constitución (particularmente para la fase
1830-1859), y desarrollo dc sus formas más acabadas (1860-1894). Este pro­
ceso impidió la unificación de la clasc, e incapaciló a las fracciones terrate­
nientes regionales para constituirse en representativas de intereses objetivos
COlllunes del conjunto de la clase. De ahí que el vacío de capacidad estatal del
222 ECUADOR: UNA NAcrON EN CIERNES

conjunto de fracciones terratenientes, incidiera en forma directa en la lucha por


el control de la instancia potencialmente hegemónica de un Estado: el go­
bierno. Y las prácticas regionales se convertían así, en prácticas sustitutivas
de las prácticas nacionales (hegemónicas) para una clase dominante fraccionada
que carecía de vínculos nacionales con las masas explotadas.
La ruptura de los pactos como el de alternabilidad en el gobierno, que fir­
maron las clases terratenientes regionales en 1835; los intentos <le ciertas
fracciones, como la quiteña en 1843, de erigirse en la dominante al interior del
juego defuerzas terratenientes, que terminaron en fracasos dada la ausencia de
consenso; las contínuas proclamaciones de jefaturas supremas que se recono­
cían como legítimas en la región proclamada y pretendían ser "nacionales"; el
tratamiento que se dio a esas jefaturas supremas ya sea por parte de los go­
biernos constitucionales así como de otros revoltosos autoproclamados tam­
bién con el mismo rótulo, evidencian a la región como fortaleza de poder de
una clase dominante local y nos muestra un tipo de Estado que mantenía y
reproducía la regionalización como proceso inherente y constitutivo.

B. El corte étnico cultural de un Estado Neo·Ibérico

Como segunda forma que adopta la cuestión nacional en este período está
el corte étnico cultural, que atraviesa los conflictos entre las clases antagóni­
cas y tiñe las relaciones entre las clases dominantes y auxiliares. Este corte
está referido a dos aspectos: 1) el primero, de orden material - y el fundamen­
tal -, es el relativo a la aivisión de la sociedad en las dos famosas
"repúblicas": la "de los Indios" y la "de los Blancos", fenómeno colonial que
no desaparece con la Independencia y que tiene su racionalidad económica en la
exacción de sobretrabajo indígena a través de una coacción extraeconómica,
fenómeno que se mantiene y agudiza a 10 largo del siglo XIX; 2) el segundo
está relacionado al orden ideológico, es decir, a las vertientes constitutivas de
la ideología y la cultura del siglo XIX: el racismo, su correlato el elitismo y
la concepción tradicional de la autoridad, elementos esenciales de una matriz
que otorgaba coherencia y legitimaba socialmente la dominación terrateniente
sobre las masas indígenas.
Tanto en el terreno de la organización social como en el de la ideología y
la cultura se opera un divorcio perpetuo entre la clase terrateniente y las clases
subalternas. Este divorcio no puede ser entendido solo desde el punto de vista
clasista, lo cual no conferiría ninguna novedad a la historia, sino desde el te­
rreno de lo nacional, lo cual peculiariza precisamente la cuestión nacional an­
dina de realidades nacionales como la europea más tratadas en el terreno de la
teoría.
En efecto, según la propuesta de algunos teóricos, en Europa la cIase do­
minante, ya sea terrateniente o burguesa, fue en la mayoría de los casos una
VI. EL ESTADO TERRATENIENTE 223

clase nacional, es decir, una clase portadora de una comunidad cultural


unificadora del conjunto de cIases, capas y sectores sociales. El campesino
era el depositario de la nación y la clase terrateniente era la portadora de la
misma mediante su proyecto político. En el caso ecuatoriano y andino, el
corte étnico cultural impidió que los terratenientes primero, y luego la bur­
guesía vieran en las masas indígenas a sus connacionales tornando inviable la
constitución de cIases nacionales, y divorciando permanentemente a la cIase y
al Estado de aquella masa indígena concebida por nosotros como una masa
portadora de la nación.
Si los terratenientes expresaron sus pugnas internas mediante la

, regionalización, la ideología y la cultura los identificó como cIase. De ahí


que la matriz ideológica que gobernó los primeros 65 años de vida indepen­
diente, no constituyó una ruptura con el orden colonial, sino más precisa­
mente una prolongación de los elementos coordinadores de un orden moral e
intelectual colonial viabilizado mediante un eje ideológico esencial: el ra­
cismo y su correlato el elitismo. Por eso hemos caracterizado al Estado
ecuatoriano del siglo XIX como Neo-Ibérico en uno de sus filones más im­
portantes.

C. La cuestión limítrofe y la cuesti6n poblacional del Estado

La fragmentación de la clase dominante en fraceiones regionales y el per­


petuo divorcio del conjunto de fracciones terratenientes con respecto a las cia­
ses subalternas, configuró un Estado desmembrado: anLes que órgano
cohesionador del conjunto de la clase se convirtió en apéndice de los terrate­
nientes locales. De ahí la absoluta incompetencia de los sucesivos gobiernos
centrales para resguardar las "condiciones de producción de la nación"2:
territorio, lengua, cultura, etc. Incapacidad que se demuestra con particular
agudeza en los conflictos limítrofes con Colombia y Perú. El torpe manejo
de la soberanía por parte del Estado del siglo XIX puede explicarse también
por la precaria conciencia nacional de los núcleos terratenientes regionales, los
que con frecuencia recurrían a las fuerzas militares de otros estados para zanjar
diferendos internos, o invocaban la protección de poderosos países para enaje­
nar el territorio del Ecuador.

. Los aspectos arriba tratados, así como los mencionados antes, se revelaron
con nitidez en la crisis de 1859 y en un conjunto de conflictos exacerbados
durante la segunda mitad del siglo XIX.
Sobre la ausencia de soberanía del Estado Terrateniente, c¡¡be señalar que
desde la época colonial salta a la vista el hecho de que la estructura social
relativa al Estado no comprendía a toda la población de la Real Audiencia de
Quito. Hubo en el período colonial una población que permaneció aislada de
las estructuras económicas y que no tuvo parte en el desarrollo estatal de esa
224 ECUADOR: UNA NACION EN CIERNES

socicdad: es decir, no toda la población que vivía en lo que formalmcnte se


consideraba como territorio de la Real Audiencia de Quito estuvo integrada a
la estructura social colonial. Esa población cstuvo compuesta por una varie­
dad de grupos étnicos y pueblos tales como las poblaciones zambas y negras
de Esmeraldas, la gran mayoría de los habitantes del Oriente amazónico y
otras agrupaciones indígenas aisladas, que aunque fueron afectadas limitada­
1
mente por el hecho colonial (la conquista), no lo fueron por la naturaleza
evolutiva de las estructuras sociales, económicas y políticas de la Colonia
como tampoco durante el siglo XIX, en algunos casos. Estos agrupamientos
humanos constituyeron poblaciones no conquistadas, que sí ocupaban (como
huéspedes fatales del Estado) un territorio supuestamente defendido por el Es­
tado (v.g. Terrateniente), pero cuya defensa era externa a esa población, es de­
cir, solamente militar, ya que ellos no eran súbditos del Estado en cuestión.
Esto plantea el problema de una territorialidad sobre la cual la clase domi­
nante ejerce una capacidad estatal y, en consecuencia, establece una relación
con aquellas agrupaciones humanas socialmente diferenciadas que se encuen­
tran en dicha territorialidad. Vale decir, entonces, que en este eSludio estable­
cemos necesariamente un espacio-geográfica-estatal (entendido como la órbita
del alcance del sistema estatal), que se diferencia del corte geográfica territorial
formal. El carte territorial real es el de la dominación política, económica y
jurídica sobre lo que podríamos llamar la cuestión poblacional del Estado:
quicnes están sujctos a una dominación política. Esto, dicho sea de paso, nos
permitiría comprender mejor por qué los límites territoriales formales no ter­
minaron siendo siempre la base de las fronteras de los Estados "nacionales" en
América.
A pesar de esta realidad fue, a nuestro entender, la amenaza a una condi­
ción de producción fundamental: el territorio, lo que viabilizó un mayor en­
tendimiento de las fracciones terratenientes regionales a partir de 1860. Y las
tres regiones - Quito, Guayaquil y Cuenca - que ayer se habían unido por re­
clamos comunes a España, se unieron nuevamente en 1860 ante la amenaza a
su poder territorial, la fuente renovable de su poder político en el Estado. Ya
partir de 1860, - cuando ya aparecen brotes más claros e importantes de rela­
ciones capitalistas en la región de Guayaquil, se acentúa la presión por la de­
sintegración de las relaciones coloniales (supresión del tributo, abolición del
diezmo, etc.) y se agudiza la lucha de clases traducida en importantes subleva­
ciones indígenas, y en montoneras de conciertos y pequeños propietarios cos­
teños - las clases terrateniente regionales, a las cuales García Moreno intentó
unificar en torno al Estado, se vieron obligadas a realizar ciertas modificacio­
nes en el orden público. Los diversos fenómenos mencionados a los que se
añadía la presión ejercida sobre el Estado por la burguesía comercial, se entre­
lazaron en esa dirección.
VI. EL ESTADO TERRATENIENTE 225

Se tiende entonces a consolidar el Estado Terrateniente (1809-1859),


burocrática y militarmente, durante los regímenes de García Moreno y los
presidentes "progresistas" (1860-1894). Se concentra gran poder en el titular
y se realiza una centralización institucional en el Estndo. En el Derecho PÚ­
blico aparece como dominante el concepto teocrático (de origen medieval)
donde el titular del poder central lo es por derecho divino, y la Iglesia se con­
vierte en el eje fundamentnl de la represión ideológica del poder centralizado.
En esos años (1860-1894) se cristalizan formas diversas - dictatoriales y aris­
tocrático-republicanas - del dominio político, se introducen elementos
absolutistas al Estado que tienden a reorganizar y potenciar la dominación
latifundista.
Poder territorial, regionalización y corte étnico cultural son elementos
constitutivos de la problemática de lo nacional en el Ecuador del siglo XIX, a
la vez que otorgan a las formas aparentemente "feudales" de ese Estado un
nuevo y más complejo contenido histórico que puede ser aprehendido por me­
dio de la categoría propuesta de Estado Terrateniente.
La realidad del Ecuador en el siglo XIX - con una formación social no ca­
pitnlista y una estructura nacional regazada pero fundamental en la vida social
y en la cual el poder territorial del latifundio, la regionalización, el corte ét­
nico-cultural y el exiguo ejercicio de la soberanía estatal fueron formas de ex­
presión de su cuestión nacional - nos revela la existencia de un proceso pecu­
liar a través del cual se constituyó la forma institucionalizada del dominio
político. Por otra parte, esa realidad nos muestra las formas específicas que
adoptaron las relaciones de la base y la superestructura en el período histórico
anterior a la crisis nacional general de 1895.

m.LA NATURALEZA DEL ESTADO TERRATENIENTE

El Estado ecuatoriano no se originó totalmente en forma desordenada sin


modelo o esquema alguno, sino que en algunos aspectos fue la prolongación
del mismo Estado colonial, aunque después de la primera fase (la de su
constitución) que abarcaría los años 1809-1859, en mucho fue el fruto único
de las circunstancias históricas que habían dado lugar a un proceso de regiona­
Iización, a un divorcio entre el poder y la nación, al bloqueo de la soberanía
del Estado, al mayor desarrollo de un comercio interno y a relaciones de do­
minación de corte directo y despótico, que en el límite podrían a algunos hacer
pensar que el llamado por nosotros Estado Terrateniente, es sólo una variante
o una forma del tipo de Estado feudal, si se concibiera que en el siglo XIX se
dio también una fase ascendente de un feudalismo bloqueado en el Ecuador.
Pero subsumir en una categoría política clásica del materialismo histó­
rico, tal como "Estado feudal", a toda esa realidad particular ya analizada, sería
dejar de lado realidades cualitativamente diversas al medioevo europeo con sus
226 ECUADOR: UNA NACrON EN CIERNES

soberanías piramidales, con sus sistemas aristocráticos de feudos, con sus es­
tamentos, y privilegiar acríticamente las semejanzas que se sustentan en la
burda asimilación de que toda servidumbre es equiparable a la existencia del
feudalismo.
A diferencia del ESl.'ldo feudal, en e[ cual se daba una asociación muy ín­
tima del conjunto de franjas jerarquizadas de señores feudales que tenían una
propiedad "escalonada" o condicional, complementaria a su soberanía
fragmentada, en cuyo centro o cúspide política existía una instancia portadora
de [a soberanía territorial sobre campesinos y señores afincada en una aristo­
cracia con dominación nobiliaria 3 , el Estado Terrateniente se sustancia[iza en
[a regiona[ización de[ poder, es decir, en [a fijación de espacios autónomos de
expresión de [as clases dominantes locales ligadas al latifundio, que privatiza
e[ carácter de [a dominación política e impide cualquier expresión soberana del
Estado. En esta línea, debemos entender al latifundio no como una forma de
producción simplemente, sino como una gran propiedad territorial en [a cual
pueden coexistir varias formas de producción y, [o que es más importante, que
constituye [a base de sustentación de un poder político local (regional). Esto
es así pues en la medida en que la hacienda se erige en un eje de poder regional
puede a su vez supeditar a su dominio otrasformas de producción que se en­
cuentran formalmente fuera de ella, tales como la comunidad indígena y la
pequeña propiedad campesina.
Por otra parte, a[ contrario de lo que ocurría en el Estado feudal, donde el
poder estatal estaba [imitado ya sea por [a ley divina y por [os privilegios de
los Estados medievales (en cuanto [os vínculos feudales marcaban una jerar­
quía de poderes exclusivos de [os seílores feudales sobre [a tierra y [os siervos,
redefinibles en los con11ictos de "suma cero" en [os campos de batalla), en el "

Estado Terrateniente el titular del poder estatal (e[ llamado "Jefe Supremo",
"Presidente", "Encargado del Poder" o "Capitán General") concentraba un po­
der esencialmente controlable por el juego de los poderes regionales.
Examinemos a continuación algunas características de este Estado
Terrateniente. Trataremos aquí del sistema de representación política, del
aparato jurídico de dicho Estado y de las formas de dominación política pre­
dominantes.

A. La representación política en el Estado Terrateniente

El sistema de representación política organizado para ligar el latifundio al


poder político fue uno de los vehículos de la racionalización del conflicto de
las fracciones terratenientes regionales. Y varios fueron los mecanismos uti­
lizados en esta perspectiva fundamental. El sufragio censatario, únicamente
abolido en 1883, un restringido proceso de sufragio indirecto, y las asambleas
constituyentes supraregionales reunidas periódicamente, conferían una enorme
VI. EL ESTADO TERRATENIENTE 227

influencia a las clases terratenientes regionales que en el siglo pasado no vie­


ron modificada, en lo sustancial, la distribución regional de la representacio­
nes parlamentaria, ni el ejercicio de su poder territorial emanado dellatifun­
di04 .
A diferencia del Estado feudal, en el que la representación política como
sistema institucionalizado se acoplaba a la jerarquía feudal (los órganos repre­
sentativos estaban constituidos por diversas gradaciones de la nobleza recono­
cida por un soberano y sus súbditos), el aparato de representación política en
el Estado Terrateniente del siglo XIX hloqueaba toda tendencia de uniflcación­
constitución de una clase dominante nacional. Es decir, en este tipo de Es­
tado, el sistema de representación política está imposibilitado de "abrirse" a la
manifestación de una tendencia a crear un Estado nacional, en la medida que
las tendencias centralizadoras del poder (casos habidos desde 1860 con las dic­
taduras de García Moreno y las formas republicanas que adopta el Estado con
los gobiernos autodenominados "progresistas" - 1884-1894 -); no son, tam­
poco, concentradoras de las tendencias y movimientos nacionales, en los cua­
les pueda incluso expresarse la burguesía (Quintero, 1980(b):91-1 04). En
verdad, toda la evidencia recogida revela que hasta 1894-95 la burguesía ecua­
toriana en constitución fue una clase subalterna, aun cuando los elementos
absolutistas que acoge el Estado en el último tercio del siglo XIX, la haya
beneficiado económicamente. Hasta 1895 el aparato de representación siguió
en manos de los terratenientes regionales y, aunque la sociedad transitaba cada
vez más hacia el capitalismo, la supremacía social de los terratenientes no fue
desplazada.
En el Estado que se erige en el Ecuador del siglo XIX, el latifundio - co­
mo forma de producción y eje de poder regional - al constituirse en la base
material de la representación viable, impedía toda expresión pública institu­
cionalizada de la voluntad de sectores subalternos (incJuída la burguesía en as­
censo) que eran los genuinos portadores de tendencias nacionales.

n. El aparato jurídico del Estado Terrateniente

El aparato jurídico fue el que articuló en forma decisiva los intereses de las
clases terratenientes regionales, ejecutando leyes que favorecían el creci­
miento-consolidación de la hacienda, garantizaban la dominación directa sobre
las masas explotadas, y afianzaban la dominación política inspirándose en la
ideología racista y elitista. El Estado se erigía así como sancionador legal de
los poderes terratenientes regionales. En este sentido, hay que entender que un
conjunto de medidas legales adoptadas en el siglo XIX, aunque progresivas
desde un punto de vista histórico, significaron, desde la lógica terrateniente, la
ampliación y consolidación del latifundio antes que la destrucción del orden
terrateniente en aras del desarrollo capitalista.
228 ECUADOR: UNA NADON EN DERNES

Lo particular en ese marco jurídico, es que son los mismos órganos


legislativos centrales - congresos, asambleas constituyentes, consejos de Es­
tado, etc. - los que sancionan esta consolidación de los poderes regionales,
cuyo eje es el latifundio. El aparato jurídico actúa así como legitimador del
dominio de las clases terratenientes regionales que tenían el monopolio de los
instrumentos de represión hasta 1895 sobre bases locales y poseían en los ór­
ganos centrales del Estado, las instituciones de solidaridad de clase. El aparato
jurídico actuaba así para frenar también todo ímpetu renovador y desde un ini­
cio fue instaurador de un orden político precapitalista (Wray,1980:46).

e, Formas de dominación política


Cabe preguntarse ahora cómo operaba la relación dominante-dominado en
el contexto de un Estado atravesado por ese hondo corte étnico cultural. Di­
chas relaciones se caracterizaban por ser relaciones de poder con subordinación
económica y social de los productores directos y no relaciones sociales de in­
dividuos libres iguales ante la ley. Los campesinos indígenas "pertenecían" a
las diversas unidades productivas de los hacendados y no estuvieron insertos
en ninguna superestructura política "nacional". La caporalización de la do­
minación política frenaba el desarrollo de los aparatos estatales centrales. Es­
tas relaciones de poder generaron formas de expresión políticas no democráti­
cas tales como el caciquismo, el gamonalismo y el caudillismo - basadas en
una configuración peculiar de la base y de la superestructura - q~ se asentaron
en desigualdades interétnicas y actuaron para estorbar las ~ndencias de
unificación nacional de la misma burguesía en ascenso.
En síntesis, la esencia de este tipo de Estado - que no 10 pensaríamos ex­
clusivo del Ecuador del siglo pasado -, radica en dos elementos: 1) la instancia
decisiva de ese Estado es el aparato represivo de carácter disperso, sancionado
legalmente por el aparato jurídico y acorazado por la represión ideológica y
cultural; 2) en el Estado Terrateniente no se produce una jerarquización del
poder territorial desde el centro político (sede institucional del dominio polí­
tico) a la periferia, sino unafragmentadón regional del poder en base a la di­
seminación del poder territorial en el latifundio. Este Estado se consolida en
un período de tránsito en el cual no hay un predominio del MPC: en él la
contradicción principal (que por ello modela la escena política) se sitúa entre
las diversas clases dominantes regionales entre sí, por 10 cual el desarrollo de
relaciones capitalistas en una región (como en el caso de Guayaquil, particu­
larmente desde 1860) tiende a intensificar más los conflictos interregionalcs y
a bloquear los intentos de unificación nacional, pues, dada la estructura del
Estado, dicha tendencia no puede tener expresión institucionalizada. Esto sig­
nifica que tampoco se verifican alianzas entre terratenientes y burguesías de
carácter estable, aunque este Estado surgió de la necesidad de disponer de un
VI. EL ESTADO TERRATENlENTE 229

instrumento político para disolver las relaciones de producción comunales y


de la pequeña producción campesina, y como tal creó también las condiciones
de inserción de la economía dependiente al mercado mundial capitalista. A
este respecto sirvieron bien los elementos absolutistas que adoptó el Estado
Terrateniente en el último tercio del siglo XIX.

IV. ELEMENTOS ABSOLUTISTAS DEL ESTADO TERRATENIENTE

El Estado Terrateniente del siglo pasado tuvo elementos absolutistas y

,
como tal jugó un papel en la creación de los prerequisitos par¡¡ el ascenso de
la burguesía y la expansión del ca¡italismo en el país. Es así como se pasó
de un Estado fiscalmente atrasado , a un régimen fiscal que fue aceptando el
procedimiento de ceder el cobro de impuestos a instituciones bancarias, supe­
ditándose así progresivamente el sistema fiscal del Estado al capital comercial­
bancario. Ya en 1890 hubo incluso el intento de crear un Banco Nacional del
Ecuador, proyecto de banco estatal en el que se verifica ya la concepción de
"interés público" como una norma que tienda a regular el papel del Estado.
La recaudación de impuestos mediante contratos con compañías de fínan­
cistas y banqueros privados, que retenían parte de la recaudación como
"ganancias", favoreció, indudablemente, el proceso de constitución de la bur­
guesía comercial-bancaria ecuatoriana, siendo el mismo Estado pre-capitalista
el que jugó un papel importante en dicho proceso. La abolición de la
esclavitud, el tributo indígena y los diezmos fueron conducentes a la disolu­
ción de relaciones precapitalistas de tipo colonial y arcaico, y se dieron ape­
lando al concepto de "interés público". Estas medidas beneficiaron el avance
del proceso de acumulación originaria en el país, aun cuando no significaron
el triunfo de las relaciones capitalistas.
La modernización de la infraestructura de comunicaciones que facilita la
circulación de mercancías 6 , el desarrollo de una política de apoyo, aunque
conflictiva, a la naciente banca, la entrega de terrenos baldíos, las medidas
modernizantes en la administración pública yen la legislación, la ley de ban­
cos, la creación de una Cámara de Comercio, y el estabIccimiento de moneda
nacional en 1880, son todas medidas que revelan un adelanto cronológico en
la política estatal al ser expresiones institucionalizadas del "dominio público".
Este adelanto del Estado incidió en la acumulación originaria de capital, y de­
nota la existencia de rasgos absollt/islas.
Los procesos electorales, por su parte, llegaron también a ser fenómenos
en los cuales ya se vislumbraba, para la época del progresismo, concepciones
liberales sobre el "dominio público" y la representación de los "intereses ge­
nerales" . Todo esto revela, por cierto, la existencia de rasgos absolulislas del
ESlado en el úllimo lercio del siglo X/X, y no el dominio de la iJurguesía
como lanlas veces se ha supueslo, erróneamenle.
230 ECUADOR: UNA NAcrON EN CIERNES

En efecto, la burguesía era aún una clase subalterna en la sociedad (a pesar


de que tenía cierta influencia en algunos centros de poder regionales y podía
presionar en otros) en tanto se veía obligada a hacerse representar en el poder
por otra clase: los terratenientes. No era todavía, para emplear un término
usado por René Zavaleta, una "clase estatal", es decir, que deje de "sentirse en
la necesidad de entregar sus direcciones a los delegados indirectos de la clase
1
dominante [...] demostrando que no ha llegado aún la hora de su liberación."
(Zava1eta, 1980: 121).
Esto sólo dejó de ser así cuando en 1895 la burguesía comenzó directa­
mente a implantar los órganos político-jurídicos e ideológicos de su propio
poder. Es decir que para nosotros, el corte entre el Estado Terrateniente, que
adoptó formas aristocrático-oligárquicas, y el Estado de tipo capitalista, tuvo
lugar con la guerra civil de 1895 que selló el comienzo del dominio político
de la burguesía. Descartamos así, toda interpretación que confunda la existen­
cia de elementos absolutistas de un Estado, con el carácter esencial de dicho
Estado. Es indudable que, en el Ecuador, el Estado adoptó crecientemente
ciertos rasgos absolutistas desde los años 60, que se acentuaron en el
"progresismo", pero el contenido de la dominación política era precapitalista
en cuanto una cIase terrateniente ejercía el control sobre los órganos yapara­
tos estatales neurálgicos?
VI. EL ESTADO TERRATENIENTE 231

NOTAS
1. Ver a este respecto el desarrollo que se hace de la problemática en Erika Silva (1984),
Z.
Bcr Borojov (1 jBO) dmrrolln CHe concento,
3, A este respecto vale citar lo que Perry Anderson ha planteado sobre la aristocracia feudal: "La
clase dominante feudal era, pues, esencialmente móvil en un sentido en que la clase domi­
nante capitalista nunca pudo serlo después, porque el mismo capital es par excellence inter­
nacionalmente móvil y permite que sus propietarios estén fijos nacionalmente; pero la tierra
es nacionalmente inmóvil y los nobles tienen que viajar para tomar posesión de ella, Cual­
quier baronía o dinastía podía, así, transferir su residencia de un confín a otro del continente
sin sufrir por ello ninguna dislocación. Los linajes angevinos podían gobernar indiferente­
mente en Hungría, Inglaterra o Nápoles; los normandos en Antioquía, Sicilia o Inglaterra;
los borgoñeses en Portugal o Zelanda; los luxemburgueses en las tierras del Rin o en Bohe­
mia; los flamencos en Artois o Rizancio; los llabsburgo en Austria, los Países Bajos o Es­
paña," (Anderson,1980:26-27),
4,
Ver al respecto de la distribución de la representación parlamentaria regional, la discusión que
trae el anículo de Alberto Wray (1980:17),
5, "La reacción: como surgió el primer partido ecuatoriano", El Telégrafo, agosto 14, 1930, p,
2,
6. Garcia Moreno comienza el ferrocarril del sur, En las administraciones progresistas avanza
ya hasta la cordillera habiendo servido a los hacendados eacaoteros. Durante el gobiemo de
Caamaño (1884-1888) se introdujo el telégrafo al Ecuador, En 1884 habían ya 270 millas
de líneas en operación. En 1889 se extendió la línea a la costa conectando la región con
Quito. En 1890 se añadieron 200 millas más conectando el país con Colombia.
7. Esta interpretación se aleja de aquellas que se inspiran en Nicos Poulantzas. Según ese autor
el corte entre el Estado feudal y el Estado capitalista no tiene lugar en el Estado cuyo domi­
nio lo tenga la burguesía sino en el momento en que aparece el ESlado absollllisla
(PoulalllZ3s,197 1).

También podría gustarte