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GUIDO D'AREZZO

(Arezzo, actual Italia, h. 991 - ?, h. 1033) Teórico de la música


italiano. Conocido también con el nombre de Guido Aretinus, Guido
d’Arezzo fue un monje benedictino que ha pasado a la historia de la
música como uno de los más importantes reformadores del sistema
de notación musical. A Guido se debe la fórmula que permite
memorizar la entonación precisa de las notas del hexacordo mayor,
cuya nomenclatura (ut o do, re, mi, fa, sol, la) extrajo de las sílabas
iniciales de cada hemistiquio del himno de san Juan Ut queant laxis.

Después de haber seguido estudios en la abadía benedictina de


Pomposa, en Ferrara, intentó aplicar allí su sistema científico para
la enseñanza de la música; sin embargo, ante la oposición de parte
de los monjes a sus innovaciones, hubo de abandonar el monasterio.
Hacia 1025 ingresó como maestro en la escuela catedralicia de
Arezzo, donde sobresalió en la enseñanza del arte vocal. En Arezzo
halló entonces apoyo a su reforma; el obispo Teobaldo lo eligió
maestro de canto de los "pueri" de la escuela episcopal.
Experimentados y perfeccionados en dicha ciudad sus métodos,
Guido d'Arezzo pudo componer, durante el período 1028-1032, sus
obras más importantes: Micrólogo sobre la disciplina del arte
musical, Regole ritmiche, Prefazione dell'Antifonario, el
mismo Antifonario, ya de acuerdo con su nuevo sistema lineal-
diastemático, y la Epístola al monje Miguel sobre el canto
desconocido, en la que expone los principios de su método. Mientras
tanto, la labor de Guido d'Arezzo recibía la aprobación del
pontífice Juan XIX, quien confió al músico la instrucción de los
cantores papales. En 1029 se retiró al convento de Avellana, en el
que posiblemente murió en fecha que no se ha logrado precisar.
En el prólogo de la Epístola al monje Miguel sobre el canto
desconocido, Guido d'Arezzo recuerda las discordias nacidas entre
él y unos compañeros de la abadía de Pomposa, que, según da a
entender el autor, le tenían envidia. Cuenta también lo que le
ocurrió después de su partida de Pomposa: la divulgación de los
nuevos sistemas por él descubiertos acerca de la notación y del
estudio del canto eclesiástico; la invitación para ir a Roma que le
hizo el Papa Juan XIX (al parecer, entre 1028 y 1033), de quien
obtuvo la más completa aprobación; la visita a su homónimo, antiguo
superior suyo, el abad de Pomposa, que, al ver a su Antifonario, se
muestra arrepentido por haber apoyado en un día lejano las envidias
de los monjes, e intenta persuadirlo para que vuelva a su abadía.
Guido no puede satisfacer los deseos del abad, pero quiere al menos
comunicar a uno de sus viejos compañeros de convento algunos
importantes resultados de su experiencia didáctica. La carta, que
por tanto puede considerarse escrita poco tiempo después de su
viaje a Roma, está publicada en la colección Escritores eclesiásticos
de música sagrada de Gerbert.
Su importancia histórica estriba sobre todo en el hecho de que en
ella se encuentra el primer origen de los nombres de las notas
musicales empleados, con ligeras modificaciones, hasta hoy en día.
Para que los muchachos aprendan lo más pronto posible a entonar
cualquier canto desconocido, dice Guido, hace falta que se graben
en el oído la posición de los sonidos y sus varias relaciones o
intervalos; para llegar a esto no hay mejor medio que el de aprender
de memoria y retener en todos sus detalles un canto ya conocido,
por ejemplo el himno a San Juan Bautista sobre el texto de Paulo
Diácono, muy adecuado como medio mnemotécnico, porque cada
verso empieza con una nota progresivamente más alta de la escala
diatónica: "Ut queant laxis / Resonare fibris / Mira
gestorum / Famuli tuorum / Solve polluti / Labii reatum / Santae
Johannes".

Las sílabas subrayadas, a las que en la melodía correspondían las


primeras seis notas de nuestra escala mayor, llegaron a ser más
tarde, quizá sobrepasando las intenciones de Guido, nombres y
símbolos de las mismas notas; al cabo de algunos siglos el "ut" se
transformó en "do" y se añadió la sílaba "si" (que deriva, parece, de
las iniciales de las dos palabras del último verso) para indicar el
séptimo sonido de la escala, que en aquella melodía no aparecía.

De la idea de Guido se derivó también un nuevo elemento didáctico


y teórico, el hexacordio, es decir, la sucesión de los seis sonidos
diatónicos de "ut" a "la", que dio origen, más tarde, a un sistema
complejo que se empleó hasta el siglo XVI y más allá. Pero el
sistema hexacordial no está desarrollado ni en la Epístola ni en
otros escritos de Guido; nació probablemente entre sus mismos
discípulos o inmediatos seguidores. La carta contiene, en cambio,
otras consideraciones sobre los intervalos musicales, sobre los
modos y el sistema monocorde no muy notables y tampoco muy
claras.

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