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Para comprender el gran cambio que esta nueva lógica de la virtualidad representa,
hay que analizar el impacto modificador de los avances de la tecnología digital en el
sujeto del derecho. Sabemos que el sujeto es uno de los conceptos jurídicos
fundamentales, entendido como aquella persona o entidad con capacidad para ser
titular de derechos subjetivos y obligaciones jurídicas, definición global que incorpora
nuevos actores en el ámbito de la virtualidad.
Y si a todo esto aparece en escena un individuo “X” que al sentirse agraviado por la
publicación de “A” inicia acciones resarcitorias contra el o los autores del post, podría
darse el caso de que también “B” como autor original del post y “C” como creador del
contenido sean alcanzados por el reclamo de “X”. Ante este panorama, surge la
pregunta de si la empresa propietaria de la red social (llamémosla individuo “Z”) puede
ser considerada partícipe necesario del presunto acto injuriante por cuanto tuvo la
oportunidad de impedir la publicación mediante el análisis previo de su contenido.
De tal modo, para que se plasme el acto cometido por “A” previamente debieron
llevarse a cabo las acciones consumadas por “B” y por “C”, así como la existencia de
una persona real “Y” que sin conocimiento termina siendo parte del embrollo por
haber proporcionado involuntariamente su identidad para la consumación del hecho
principal, gracias a la plataforma facilitada por “Z”.
Si nos guiamos por el concepto de Kelsen, quien definió la relación jurídica como el
vínculo entre dos sujetos, uno de los cuales es titular del derecho subjetivo de exigir al
otro determinada prestación, mientras que el otro se encuentra jurídicamente
obligado a cumplir con la misma, tendremos un abanico interminable de hechos
relacionados e interdependientes, plasmados por distintos sujetos cuyas respectivas
responsabilidades serán muy difíciles de determinar dada la plasticidad del sustrato
donde los contenidos o publicaciones presuntamente agraviantes se han plasmado.
CONCLUSIÓN
Vale decir finalmente que a partir de la irrupción del ciberespacio como ámbito donde,
segundo a segundo, se desarrolla una abrumadora cantidad de relaciones jurídicas, los
conceptos fundamentales del derecho (como es el caso que nos ocupa, el SUJETO) se
han trasladado de la realidad tangible a una realidad inmaterial que sin embargo existe
y puede comprobarse a partir de las consecuencias producidas por cada acto
desplegado en lo que definimos como mundo digital. Desde un mensaje que lesione el
buen nombre y honor de una persona hasta prácticas nefastas como el grooming, el
ciberacoso y la extorsión virtual mediante imágenes o información obtenida
ilegalmente del mismo medio digital.