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¿Cómo se inventaron las notas musicales?

La necesidad de crear una notación musical se dio en la cultura occidental, durante la edad
media. En ese entonces, la música del cristianismo había llegado hasta el imperio romano, que
practicaba esta religión, y abarcaba diferentes culturas e idiomas.
La música acompañaba los servicios religiosos, como la misa y las horas canónicas. Gregorio
Magno, el Papa de la época, creó una sola forma de canto cristiano para llevarlo a todos los
lugares donde existiera el cristianismo y que se cantara en latín.
La cultura occidental desarrolló un sistema de notación musical derivada de las nuevas
técnicas del contrapunto (composición integrada por varias voces simultáneas). Allí surgieron,
paulatinamente, las agrupaciones vocales llamadas Capillas que posteriormente, en el
Barroco, se denominaron coros. El Canto gregoriano fue nombrado así en honor al papa
Gregorio I, El Magno.
En sus inicios, fue un canto compuesto por una sola melodía; luego se desarrollaron nuevas
técnicas de composición, a partir de diferentes voces, y esto estructuró un sistema musical
difícil de memorizar por basarse en neumas, símbolos ambiguos que mostraban si subía o
bajaba la melodía.
Los cantos fueron llevados a otros monasterios. Mientras tanto se desarrollaban diferentes
formas de composición más complejas, exigiendo un estilo más preciso de notación musical.
El monje benedictino Guido de Arezzo aportó las bases para este nuevo sistema de escritura:
el tetragrama, que luego se llamó pentagrama, serie de cinco líneas para ubicar las notas
musicales (sonidos de diferente altura), y asignó el nombre a cada uno de los siete sonidos
que conforman nuestra escala sonora.
Tomó el himno a San Juan, en el cual identificó que cada frase empieza con una nota diferente
y utilizó la primera sílaba para darle el nombre a las siete notas: ut, re, mi, fa, sol, la. Siglos
después, Anselmo de Flandes, insertó la sílaba sí, y en el siglo XVII Giovanni Battista Doni,
musicólogo italiano, sustituyó la nota ut por do para facilitar el solfeo (lectura de las notas
musicales).
En el desarrollo de la grafía de la notación musical, los primeros gráficos fueron cuadrados,
rombos y rectángulos para indicar los diferentes ritmos; a esto se le llamó notación cuadrática
proporcional, utilizados por la facilidad de escribir estas figuras con la pluma o plumilla. Luego,
a lo largo del renacimiento, las representaciones cambiaron: las redondas, la redonda, la
blanca, la negra, que son utilizadas en la actualidad, con la misma proporción de los valores
para el ritmo.
Hasta ahora, no existen notas musicales diferentes a las ya nombradas; sin embargo hay casos
particulares. En la música contemporánea se han creado diferentes grafías, pero no puede
hablarse de un “lenguaje universal”. Debemos diferenciar la música improvisada que, aunque
sigue pautas trazadas para la improvisación, no va en el pentagrama. Algunos ejemplos de
esto son el Jazz y el folclor; y de la escrita, la que conocemos como clásica o académica.

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Guido D’Arezzo (995-1050), monje benedictino
considerado el padre de la música, fue quien dio nombre a
las notas musicales, inspiradas en las silabas iniciales de
unos versos dedicados a San Juan Bautista, «Ut queant
laxis», atribuidos a Pablo el Diácono.

«Ut queant laxis


Re sonare fibris
Mira gestorum
Famuli torum
Solve polluti
Labii reatum
Sancte Iohannes»
[«Para que tus siervos puedan exaltar a plenos pulmones
las maravillas de tus milagros, perdona la falta de labios
impuros, San Juan»].

Nota Texto original en latín Traducción

Ut - Do Ut queant laxis Para que puedan


Re Resonare fibris exaltar a pleno pulmón
Mi Mira gestorum las marvillas
Fa Famuli tuorum estos siervos tuyos
Sol Solve polluti perdona la falta
La Labii reatum de nuestros labios impuros
Si Sancte Ioannes. San Juan.

2
D’Arezzo denominó a este sistema de entonación solmización, que más tarde sería
denominado solfeo, y fue el primero que elaboró una aproximación a la notación actual, al
asignar los nombres a las seis primeras notas y al utilizar la notación dentro de un patrón de
cuatro líneas (tetragrama), y no una sola como se venía haciendo anteriormente. D’Arezzo
utilizaba este sistema para la enseñanza de la música y pronto adquirió gran popularidad. Su
sencillez hizo que el mismísimo Papa ordenase su introducción inmediata en las escuelas
eclesiásticas de música.
Inicialmente, la nota do se llamó ut (hoy en día solo se utiliza en francés y en partituras de
canto gregoriano), hasta que en el siglo XVIII se cambió el nombre de ut por do (por Dominus o
Señor, aunque algunas fuentes apuntan que fue por el cantante italiano Giovanni Battista Doni).
La razón principal para este cambio fue que la utilización de una sílaba acabada en vocal
favorecía que pudiese cantarse mejor (de hecho, en francés cuando se canta la escala en voz
alta, ut se lee como do).
D’Arezzo no quiso dar nombre a la séptima nota, siguiendo la tradición que consideraba
el si como un tono diabólico (era denominado diabolus in musica). Sería hacia el siglo XVI
cuando se añadió la nota musical si, derivado de las primeras letras de San
Juan [Sancte Ioannes].
También en este proceso se añadió una quinta línea a las cuatro que se utilizaban para escribir
música, llegando a la forma en que hoy la conocemos, llamada pentagrama. Después de las
reformas y modificaciones llevadas a cabo en el siglo XVI, las notas pasaron a ser las que se
conocen actualmente: do, re, mi, fa, sol, la y si.

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