Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La autonomía kantiana
2. En la perspectiva de Kant, el concepto de un fin de la naturaleza, según su
realidad objetiva, no es en modo alguno demostrable por la razón. No es sacado de
la experiencia ni es exigible para la posibilidad de la misma. Pero si queremos inves-
tigarla necesitamos imprescindiblemente poner debajo de la Naturaleza el concepto
de una intención en sus productos organizados1. La finalidad, en particular, es un
concepto a priori, que tiene su origen en la reflexión, cuando ella enlaza los fenóme-
nos según leyes empíricas tratando de encontrar algo universal. Kant no teme afir-
mar que se trata de un juicio "con un fundamento subjetivo, pero inherente, de un
modo indispensable, a la raza humana". En este contexto, la doctrina teleológica de
la Naturaleza, el hombre e incluso la sociedad humana, deben ser pensados (como
Kepler y Newton pensaron a la naturaleza física) según ciertos principios. El principio
que propone Kant es el de que "todas las disposiciones naturales de una criatura
están destinadas a desarrollarse alguna vez de manera completa y conforme a una
finalidad", al menos como especie (segundo principio), superando su ordenación
mecánica, propia de la existencia animal y con posibilidad de participar de una per-
fección libre de instinto y mediante la razón (autonomía: tercer principio)2.
1 Cfr. KANT, I. Kant's gesammelte Schriften. Berlin, Deutschen Akademie der Wissenschaften Berlin
1900-1975, La crítica del juicio. 2a. parte, n. 74-75.
2 KANT, I. Idea de una historia universal desde el punto de vista cosmopolita en Filosofía de la histo-
ria. Bs. As., Nova, 1964, p. 41-42.
Así pues, Kant distinguía: a) el mundo de la naturaleza (física y sensible); b)
de la naturaleza suprasensible, de lo innato, donde la historia no cuenta para nada.
El hombre pertenece, en la concepción kantiana, a estos dos mundos. En cuanto es
físico, sensible, histórico, el hombre es regido por leyes que él no establece y que
son, en consecuencia, heterónomas. En cuanto el hombre es suprasensible, por su
razón, se rige por "la autonomía de su razón práctica pura"3.
3. La razón pura (esto es, innata) kantiana es una sola pero posee dos funcio-
nes: 1) una teórica que consiste en tener ideas a priori, innatas que son síntesis su-
premas, independientemente de los datos de la experiencia (las ideas de yo, mundo
y Dios); y 2) una función práctica. La razón en cuanto es práctica (dicho brevemente,
la razón práctica) "juzga según los principios a priori"4.
Teóricamente, la razón tiene el interés de comprender hasta los principios su-
premos y no descansa hasta comprender todo lo que comprende integrándolo en
esas supremas síntesis. Prácticamente, "determina el interés de todas las fuerzas
del ánimo y se determina a sí misma el suyo". En el uso práctico, la razón pura teóri-
ca "determina la voluntad respecto del fin último y completo". Ahora bien, "en el or-
den de los fines, el hombre es fin en sí, es decir, jamás puede ser usado por nadie,
ni siquiera por Dios"5. En última instancia, el fin último y completo del hombre, "el
bien supremo" es la incondicionada totalidad del objeto de la razón práctica pura, o
sea, el origen de su autonomía6.
3 KANT, I. Crítica de la razón práctica (Kritik der Prasktischen Vernunf). Bs. As., Losada, 1968, cfr. p.
49.
4 Ídem, p. 129.
5 Ídem, p. 140.
6 Ídem, p. 116. Cfr. KANT, I. Cimentación para la metafísica de las costumbres. Bs.As., Aguilar, l968,
p. 136.
7 Ídem, p. 56.
se proponen como fines que la libertad debe moralmente elegir; y no como medios
placenteros para el hombre8.
La razón es, pues, autónoma en un doble sentido: a) en el sentido de que la
razón teórica pura es independiente, en sus ideas, de los datos de los sentidos (de
la forma del espacio y del tiempo) y de los conocimientos elaborados por la inteli-
gencia sobre esos datos (categorías del intelecto); b) en el sentido de que en la
práctica, la razón práctica o voluntad libre, elige sin presión exterior a ella, sin pre-
siones sociales o históricas, sin dejarse guiar por el placer, por la felicidad o por nin-
gún otro criterio heterónomo: ni siquiera porque Dios lo manda.
8 Ídem, p. 64-65.
9 Ídem, p. 92.
la persona humana. La personalidad consiste, justamente, "en la libertad e indepen-
dencia respecto del mecanismo de toda la naturaleza". El hombre es absoluto (ab-
solutum: suelto de) respecto de las leyes de su sensibilidad, del mundo exterior y de
Dios mismo. En este sentido, el hombre es autónomo: las leyes por las que debe
regirse todo hombre depende de la razón del hombre que es un fin en sí mismo. El
hombre es sagrado por su libertad, no por las leyes que la razón le impone indicán-
dole cómo debe obrar en ésta o aquella circunstancia. La razón teórica no le ofrece
a la razón práctica ningún contenido concreto como norma concreta para que el
hombre actúe moralmente.
"Solamente el hombre, y con él toda criatura racional, es un fin en sí mismo. En efecto, es el
sujeto de la ley moral, que es sagrada, en virtud de la autonomía de su voluntad. Precisamente
a causa de ésta, toda voluntad, aun de toda persona, su voluntad propia dirigida a ella misma
está limitada a la condición de que concuerde con la autonomía del ente racional, o sea, que no
se someta a ningún propósito que no sea posible según una ley que pueda surgir de la volun-
tad del sujeto pasivo mismo; por lo tanto que considere nunca a éste como mero medio, sino al
mismo tiempo como fin del mismo"10.
10 Ídem, p. 94. Cfr. TORRETTI, R. Kant. Bs. As., Charcas, 1980, p. 405.
11 NIETZSCHE, F. Así hablaba Zaratustra. Bs. As., Siglo XX, 1976, p. 42.
bien, esto era libertad de espíritu; con ello se dejaba de creer en la verdad misma".12
“Rostro, lenguaje anterior a las palabras, lenguaje original de rostro humano, despojado de la
compostura que le aportan los nombres propios... Lenguaje original, mamada, ruego... mendi-
cidad pero también imperativo que me obliga a responder del prójimo, a pesar de mi propia
muerte; mensaje de la difícil santidad, del sacrificio; origen del valor y del bien, idea del orden
humano en el mandato que se da al ser humano. Lenguaje inaudible, lenguaje inaudito:... Más
allá de la ontología. Palabra de Dios”15.
17 LÉVINAS, E. Humanismo del otro hombre. Madrid, Siglo XXI, 1993, p. 94. FINFIELKRAUT, A. La
humanidad perdida. Ensayo sobre el siglo XX. Barcelona, Anagranma, 1998, p. 44.
18 LÉVINAS, E. De otro modo que ser o más allá de la esencia. Salamanca, Sígueme, 1987, p. 222.
Cfr. REQUENA TORRES, I. Sensibilidad y alteridad en E. Lévinas en Pensamiento, n º31, 1975, p.
125-149. CHALIER, C. Lévinas. La utopía de lo humano. Barcelona, Riopiedras, 1995, p. 55.
19 MÈLICH, J-C Y BÁRCENA, F. La palabra del otro. Una crítica del principio de autonomía en edu-
cación en Revista Española de Pedagogía, 1999, nº 214, p. 465.
20 LÉVINAS, E. Entre Nosotros. O. C., p. 43, cfr. p. 134.
21 LÉVINAS, E. Totalidad e infinito. O. C., p. 67. Cfr. LÉVINAS, E. Ethique et infini. Dialogues avec
Philippe Némo. Paris, fayard, 1982.
22 Para una presentación más amplia de mi parte puede verse: DAROS, W. R. La propuesta filosófica
de Richard Rorty en Daimon. Revista de Filosofía. (Universidad de Murcia). Nº 23, 2001, pág. 95-121.
necesidad de existir) es “la principal virtud de los miembros de una sociedad libe-
ral”23. Gran parte de la sociedad humana se está rigiendo, de hecho, al final del siglo
XX e inicio del XXI, por una concepción sociopolítica liberal.
En este tipo de sociedad, “ponemos a la libertad por delante de la perfección”
afirma Rorty, siguiendo a John Rawls24. Con el ejercicio de la libertad, podemos me-
jorarnos lentamente; y no se requiere por el contrario, ser primero perfectos para ser
luego libres.
La cultural occidental se está imponiendo en todo el mundo y esta cultura su-
pone apreciar la libertad para los propios proyectos humanos, como un valor supre-
mo, superior a la verdad o a la objetividad. Este aprecio por la libertad tiene aún más
sentido cuando Rorty está admitiendo que no hay esencias en las cosas; que no sa-
bemos cómo son: las cosas suceden, acaecen; pero bien podrían suceder de otras
formas. Por ello, lo importante no es la verdad o buscar la verdad, sino ser libre para
decidir -según las circunstancias- como son las cosas y qué hacer. Cobra, entonces,
importancia la capacidad para interpretar (-negociar los significados de-) las cosas
de acuerdo con los propios proyectos y la capacidad para decidir en medio de las
contingencias.
11. Afirmar que el mundo es contingente significa, para Rorty, afirmar que no
existe y no conocemos nada absoluto en forma absoluta. Sostener que las cosas
son contingentes quiere decir que las cosas suceden, acecen; pero sin ninguna ne-
cesidad de que sucedan o acaezcan, o que sucedan o acaezcan de tal o cual modo.
Ya Aristóteles contraponía endejómenon (lo contingente o posible), a anankáion lo
que es necesario.
Encuadrada en la ontología medieval, el ser era lo necesario, y los entes eran
contingentes, dependientes del ser. Pero después del empirismo (y luego del prag-
matismo) lo que hay son solo cosas, sucesos; y el “ser” pasa a significar un producto
de la imaginación.
253.
24 “We... put liberty ahead of perfection” (RORTY, R. Contingencia, ironía y solidaridad. Barcelona,
Paidós, 1991, p. 65). Cfr. CONNELL, R. Escuelas y justicia social. Madrid, Morata, 1997
Ahora bien, la postura de Rorty es una prolongación del pragmatismo de John
Dewey con ciertos aspectos propios de la posmodernidad, en cuanto ésta no cree
que haya que buscar fundamentos.
Admitida la contingencia del mundo, -y solo bajo este supuesto asumido y no
probado- tiene sentido el pragmatismo posmoderno: si no hay nada absoluto, si no
hay realidad, verdad ni objetividad (palabras que indican algo absoluto), entonces
sólo tiene sentido apreciar y hacer lo útil sin otro fundamento que lo que cada uno
desea hacer según sus proyectos.
El pragmatismo no es, pues, solo una inocente afirmación de la prioridad de la
utilidad o de lo práctico. Esta afirmación tiene sentido y valor si previamente se acep-
ta que no existe nada (verdad, objetividad, realidad) ni nadie absoluto. Si no existe
nada ni nadie absoluto, entonces, sólo cabe lo contingente: lo que sucede sin razón
de suceder, las interpretaciones (que no deben responder a nada objetivo) y los in-
tereses personales.
13. La conducta moral, en una moral de la contingencia, significa que los hombres
obran sin poseer fundamentos absolutos para justificar ese obrar. No existe un bien
En este sentido, Rorty pone como ejemplo de este modo de pensar al poeta
Walter Whitman (1819-1892), estadounidense muy orgulloso de su país:
“Whitman pensaba que nosotros, los estadounidenses, tenemos la naturaleza más poética
porque somos el primer experimento completo de autocreación nacional: la primera nación-
estado que no tiene que reverenciar a nadie, excepto a sí misma, ni siquiera a Dios. Somos el
más fabuloso de los poemas porque nos ponemos en lugar de Dios; nuestra esencia es nues-
tra existencia, y nuestra existencia está en el futuro. Nosotros redefinimos a Dios en términos
14. No obstante esto, si lo desean, hay en los hombres espacio para la solidari-
dad, para la unión de los hombres ante la desesperanza de toda otra ayuda externa
a los hombres.
Si se acepta que el mundo es contingente, que no hay verdad ni realidad ni ra-
zón objetivas, entonces, lógicamente, no quedan más que los hombres abandona-
dos a sí mismos. Lo que luego se debe someter a prueba no es la lógica contunden-
te de esta afirmación, sino la premisa asumida empíricamente pero no probada.
Ante tal situación, la solidaridad (ese asumir los sucesos sociales como un to-
do, donde lo que afecta a uno afecta a todos por igual) constituye una forma de vivir
que los hombres deberían proponerse lograr como una creación suya, para evitar el
aumento de sufrimiento innecesario entre los seres humanos. Para esto, no se re-
quiere inventar nuevas razones: ni centradas en el sujeto, ni centradas en la comu-
nicación. La solidaridad no necesita otro fundamento más que el querer de los hom-
bres; no se requiere, en este caso ni de la religión, ni de filosofía alguna que busque
fundamentos, ni menos fundamentos verdaderos.
“Se ha abandonado la noción de que la ´razón´ designa un poder que sana, reconcilia, unifi-
ca: la fuente de la solidaridad humana. Si no hay una fuente así, si la idea de solidaridad
humana es simplemente una afortunada creación accidental de los tiempos modernos, enton-
ces no necesitamos ya de una noción de ´razón comunicativa´ que reemplace a la de la ´razón
centrada en el sujeto´. No tenemos necesidad de reemplazar la religión por la teoría filosófica
de un poder salvífico y unificador, que desempeñe la función que una vez desempeñó Dios”32.
15. Admitido que la cultura es poética, o sea, creación de cada persona y de cada
pueblo, y admitida la contingencia del lenguaje (donde no existe una sola forma de
expresión o comunicación, sino muchas), hay que abandonar la búsqueda de una
31 RORTY, R. Forjar nuestro país.. El pensamiento de izquierdas en los Estados Unidos del siglo XX.
Barcelona, Paidós, 1999, p. 34. Cfr. RORTY, R. La academia antipatriota en NUSSBAUM, M. Y otros.
Cosmopolitas o patriotas. Bs. As, F.C.E., 1997, p. 27-32. RORTY, R. Norteamericanismo y pragma-
tismo en Isegoría, 1993, nº 8, p. 5-25. RORTY, R. Pragmatism as Romantic Polytheism en DICK-
STEIN, M. (Comp.) The New Pragmatism. Durham, N.C., Duke University Press, 1998.
32 RORTY, R. Contingencia, ironía y solidaridad. O. C., p. 87. Cfr. RORTY, R. Relativismo: El encon-
trar y el hacer en PALTI, J. Giro Lingüístico e historia intelectual. Bs. As., Universidad nacional de
Quilmes, 1998, p. 309..
validez universal para la moral. El ser que puede entenderse es el lenguaje33. Este
solo rasgo de abandono de la búsqueda de fundamentos es suficiente para inscribir
sin dudas a Rorty, como un representante de los filósofos posmodernos.
De hecho, Rorty desea que se abandone el recurrir a las experiencias religio-
sas o a un fundamento trascendente como la Verdad o el fin verdadero de la historia,
por una justificación que se base en hacer ver históricamente cómo el hombre ha
creado lo que él es y su mundo cultural y social.
“Yo quisiera reemplazar tanto las experiencias religiosas como las filosóficas de un fundamen-
to suprahistórico o de una convergencia en el final de la historia, por una narración histórica
acerca del surgimiento de las instituciones y de las costumbres liberales: las instituciones y las
costumbres elaboradas para hacer posible la disminución de la crueldad, el gobierno basado
en el consenso de los gobernados, y para permitir tanta comunicación libre de dominación co-
mo sea posible”34.
el hacer. O. C., p. 313. LUKES, S. Moral diversity and relativism en Journal of Philosophy of Educa-
tion, 1995, n. 29, 2, p.173-179. GUTTING, G. Pragmatic liberalism and the critique of modernity.
Cambridge, Cambridge Univesrity Press, 1999: “In treating justification as a social practice, Rorty ge-
neralizes Thomas Kuhn´s account of natural sciences” (p. 19).
Marx35. La misma justicia no tiene ningún fundamento en el ser de las cosas o de las
personas, ni en Dios, sino, según Rorty, en una lealtad ampliada al grupo36.
17. Esta filosofía, pragmática y posmoderna, que asume Rorty, es por el mismo
Rorty criticada como una filosofía que “no ha hecho mucho por la libertad y por la
igualdad, ni lo hará”. Dicho en otras palabras, el cambio moral no se dará por medio
de la filosofía o del pensamiento; sino por medio del sentimiento.
Es necesario conmover para que los que poseen se hagan solidarios de los
que no poseen medios para suprimir el dolor. Para ello se requiere de la estrategia
de la imagen, de la fantasía en los detalles que muestran el sufrimiento en personas
iguales a nosotros. “El novelista, el poeta o el periodista liberales son idóneos para
esto. El teórico liberal habitualmente no lo es”37.
Creer que somos iguales por naturaleza, o que hay una igual dignidad huma-
na en las personas “es una excentricidad Occidental”38. La igualdad es etnocéntrica:
los norteamericanos son iguales entre los norteamericanos, los marxistas entre los
marxistas, etc. Es inevitable nuestra filiación espacio-temporal contingente; pero aún
así es deseable y aconsejable la terapia de ampliar nuestra igualdad etnocéntrica,
aunque este deseo no pueda basarse en la idea de que existe una única y misma
naturaleza humana que nos hace igualmente dignos. Los ideales de la igualdad, la
dignidad, la justicia, aunque son de hecho limitados, son, no obstante, la mejor espe-
ranza de la especie.
18. Cuando se trata del progreso moral, social y político, -progreso en la materia-
lización de los sueños utópicos como el de un mundo sin clases, sin castas, un mun-
do igualitario- “lo mejor que podemos pedir para el próximo siglo es que estos sue-
ños se puedan seguir soñando”39. Lo que es previsible para este siglo un poco más
20. En la estimación de Rorty, existe un progreso moral, pero no hay que pensar-
lo en abstracto o en relación con parámetros suprahistóricos, sino en forma concreta,
pragmática e histórica. El estudio de la historia es fundamental. Debemos remplazar
preguntas teóricas como “¿Qué es el hombre”? ¿Qué puedo hacer o esperar?, por
otras pragmáticas: “¿Qué fines comunitarios voy a compartir hoy?” “¿En qué clase
de persona debo intentar convertirme?”42.