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Esta obra se propone pensar las instituciones, y respecto de ellas, las condiciones que hacen posible su
funcionamiento o lo perturban. Apoyá ndose en una diversidad teó rica dado que en el trabajo con
instituciones son posibles má s de un punto de vista y, por lo tanto, se puede proporcionar má s de una
respuesta, intenta explicaciones críticas en la bú squeda de nuevos modelos, con el fin de ofrecer al
profesional de las instituciones diferentes perspectivas para percibirlas y analizarlas, de modo que le
sea posible recuperar el proceso institucional perturbado por el estado de conflicto. Cada una de las
autoras construyó la imagen de objeto institució n con teorías y prá cticas acordes con su propia
concepció n de lo social, con su ideología, sus necesidades profundas y sus deseos; todas trabajaron las
instituciones, tanto desde adentro como desde afuera de ellas, y atravesaron los interrogantes acerca
del poder, los liderazgos y el proyecto institucional; desde diversas teorías y desde la prá ctica
individual de intervenció n, asesoramiento, investigació n y consultas en instituciones pú blicas y
privadas brindaron definiciones y aná lisis conceptuales que han sido integrados en ú tiles modelos
teó ricos y de acció n.
A continuació n entonces desarrollo este trabajo analizando cada capítulo por separado y tomando
como ejes: la concepció n del conflicto, la perspectiva desde la que se mira y se construye el objeto
(perspectiva epistemológica) y las diferentes categorías teóricas propuestas por las diferentes
autoras para comprender la institució n.
Butelman, quien ademá s de ser autora de este capítulo es la compiladora de los demá s trabajos y la
ideó loga de la publicació n, se sitú a en el rol de “psicopedagoga institucional” y al referirse a su lugar
teó rico habla de sí misma como “institucionalista”. Se entiende que su objeto de trabajo se centra en
las “problemá ticas” o los conflictos de las instituciones.
Considera a la psicopedagogía institucional como “un modelo teó rico-prá ctico que permite una
indagació n, un diagnó stico y una elaboració n de recursos para la solució n de problemas en situaciones
de carencia, conflicto, crisis, en instituciones educacionales”.
Para la autora, el abordaje desde un lugar del saber es limitante y reconoce, desde el punto de partida,
las fragmentaciones a que se someterá : “(...) las hipó tesis surgidas sobre la base de un modelo teó rico
tienden a la comprensió n selectiva de las situaciones, a causa de los alcances y los intereses teó ricos de
los propios conceptos con los que se indagan só lo algunos aspectos de la realidad, ya que tal teoría
deja otros afuera por no problematizarlos”.
Un término que nos interesa definir entonces es el conflicto. La autora lo aborda desde su cará cter
emergente, como una instancia que da lugar a ver o a ocultar, a desentrañar la naturaleza de los
vínculos, de la experiencia de los actores. Ella dice que “en toda situació n de conflicto se produce un
escape hacia espacios imaginarios (individuales) que dificultan la emergencia de datos procedentes de
los observables, aumentando la necesidad profesional de inferir e interpretar”.
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provenientes de los distintos centros de poder que las atraviesan; y en segundo lugar, con la exigencias
y presiones procedentes de los deseos y las necesidades de los integrantes de cada institució n”. Es
decir que el conflicto se vive entre la institución y el afuera y también al interior de la propia
institución, en el primer caso se trata de un conflicto por el control de las decisiones, y en el segundo
de un conflicto por la significació n de los actos.
“...un nivel subjetivo, de lo que no se dice, de lo que se dice mal y se oye mal, de lo que parece que se quiere
decir pero se distorsiona, , de los miedos, de los sufrimientos vinculares que a veces priorizan la agresión”,
que es el NIVEL DE LO LATENTE.
La obvia extracció n psicoanalítica de estos términos y su correlato con los niveles manifiesto y latente
de los sueñ os, por ejemplo, en la obra de Freud, se confirma con la postura propuesta para el
psicopedagogo institucional: la interpretació n. El institucionalista describe lo que ellos dicen que
está pasando, en palabras de la autora: “enuncia con sus palabras; su mirada funciona como un
organizador situacional, creando el espacio real”.
De esta manera es considerada “un continente que selecciona, clasifica, integra conceptos originados
en otras disciplinas, con toda la riqueza que los recipientes o continentes tienen para moldearlos
interdisciplinariamente, dá ndoles un cariz conceptual particular, diferente”.
Así como Vigotsky entiende el habla egocéntrica como un espacio que guarda la funció n del
pensamiento, Mezzano entiende las instituciones como “reservorios sociales de recuerdos
individuales que constituyen una trama social”, la que considera valiosísima desde una temá tica
particular: la memoria institucional”.
Allí donde Butelman veía la necesidad de crear dos niveles de comprensió n del lenguaje, Mezzano
considera que es preciso crear dos vertientes de la memoria a descubrir. Puesto que “(...)
metodologías diversas deben combinarse, en tanto algunas nos permiten acceder a datos acerca del
objeto social colectivo y otras, a los recuerdos personales. (...) nos dedicamos así a encarar
metodoló gicamente esta doble vertiente de lo sociohistórico y de la subjetividad individual de
los consultantes”. La memoria de los sociohistó rico y la memoria individual, entonces, convergen en
la institució n, y todo eso conforma la memoria institucional.
¿Sería atrevido profundizar el paralelo con la propuesta de Butelman y proponer un parentesco entre
los documentos fundacionales como discurso manifiesto de la institució n y los testimonios
orales como lenguaje latente? En definitiva, hay en esta revalorizació n de lo oral y lo individual una
intenció n, sino interpretativa, al menos hermenéutica desde el punto de vista epistemoló gico.
En la concepció n que propone Mezzano el conflicto se inserta en el complejo sistema que instaura la
memoria, y está encarnado por el olvido: instituir el olvido por represió n personal y social trae sus
consecuencias en la vida institucional:
Allí donde Butelman sostenía que el institucionalista describe lo que los actores dicen que está pasando,
enuncia con sus palabras; su mirada funciona como un organizador situacional, Mezzano propone
otro lugar para el institucionalista. Éste es quien “instala un dispositivo para narrar, relatar, oír
los relatos mutuos de las historias institucionales, creando así redes colectivas de memoria
compartida” Esta funció n de recordar conjuntamente propicia condiciones para la convivencia y
“posibilita crear un momento de encuentro con la memoria del otro, corrigiendo los propios
imaginarios y/o corroborá ndolos”.
Si los enfoques anteriores habían sido interpretativos, hermenéuticos, asentados sobre la palabra que
debe ser escuchada y traducida o simplemente compartida, esta propuesta adopta una perspectivas
epistemoló gica má s amplia y de algú n modo abarcativa de las anteriores, la de la complejidad. Esta
perspectiva plantea “la comprensión del mundo actual y sus sucesos sin reduccionismos ni
simplificaciones. Es decir, asumiendo la confusión, el desorden, la oscuridad y también el orden
en lo real, y buscando al mismo tiempo modelos que faciliten la comprensió n, la elucidació n a través
de un pensamiento complejo que no la mutile”.
Toma en parte lo interpretativo al asignarle una ló gica extradiscursiva al discurso que escucha (y pide
escuchar, es una situació n artificial) y en parte lo histó rico al evocar relatos del pasado. Un ejemplo
que explica ambos procedimientos está en el momento en que Souto compara el relato de los distintos
actores acerca de la institució n: có mo recuerdan que era en el pasado y có mo creen que es en el
presente. Así, compara la percepció n de los procesos de cambio por parte de los distintos actores.
Está presente aquí ese pasado que debe recordarse de un modo consensuado que proponía Mezzano,
pero está utilizado desde otro lugar, entendido como catalizador de la formación de sub grupos que
convierten a la institución en un espacio donde conviven (y entran en conflicto) distintas
realidades en pugna.
Si quisiéramos emparentarlo con el trabajo de Butelman, se podría decir que ésta es una de aquellas
situaciones en que el conflicto tiene lugar al interior de la propia institució n, y es un conflicto por la
significació n de los actos, en este caso los actos del pasado.
En este ú ltimo trabajo aparece con fuerza una definició n de la institució n por oposició n, desde una
necesidad de diferenciarse (la institució n) de otros colectivos sociales. Si los enfoques anteriores se
caracterizaban por sus matices desde lo epistemoló gico, lo que se pone aquí en cuestió n es un aspecto
ideoló gico.
Cuando Lucía Garay dice que “la institució n es algo má s que el discurso que enuncia sobre sí misma”,
quiere decir que la escuela se ha construido histó ricamente sobre un escenario de luchas por la
definició n de un rol, de una funció n, de un estilo, y que si bien esas luchas cristalizaron en definiciones,
otros modelos de escuela quedaron en el camino. En palabras de la autora: “ilusiones, expectativas
y personas quedaron extramuros. No obstante, desde esa periferia, también constituyen su
identidad aunque más no sea como falta o como fracaso”.
La postura de este trabajo es ir al recate de esas alternativas, y como “punta de lanza” encuentra un
recurso en la distinció n “institución – organización”. Puesto que esta dicotomía ha sido
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explícitamente propuesta como eje de trabajo para esta materia, me parece muy interesante
profundizarla, habida cuenta, ademá s que esta autora la toma desde un punto de vista particular.
Reproduzco a continuació n una cita textual, un poco extensa, pero que creo vale la pena leer completa
para luego analizarla:
Con respecto a esto ú ltimo, Garay señ ala que “a diferencia de la organizaciones cuyo objetivo es una
producció n limitada, cifrada, fechada, las instituciones desempeñan un papel esencial en la
regulación social global. Su finalidad primordial es colaborar con el mantenimiento o la
renovación de las fuerzas vivas de la comunidad. SU FINALIDAD ES DE EXISTENCIA, no de
producción. Por lo anterior, la institució n se centra en las relaciones humanas, en la trama simbó lica e
imaginaria donde ellas se inscriben. Este desarrollo lo toma la autora del psicoanalista francés René
Kaës.
En cuanto al lugar del conflicto, como no podría ser de otro modo, Garay lo comprende dentro de esta
ló gica. La imagen a la que apela para definirlo es la paradoja. Plantea que la institució n, para cumplir
su funció n educativa, “necesita de la articulació n positiva del vínculo docente-alumno” pero que a la
vez se dedica a negarla o a hacerla imposible. ¿Por qué? Porque apela a modos de organizar el trabajo
escolar que instalan en alumnos y maestros objetivos fragmentarios, alejados de los intereses “de
existencia” de la institució n. El docente, por la motivació n del empleo y el salario, y el alumno la de la
evaluació n y la acreditació n. Estos mecanismos definen un escenario paradojal que culmina en un
conflicto estructural., inherente a la propia escuela.
En cuanto a los conflictos de adentro y de afuera, que vimos en los trabajos anteriores, Garay lo piensa
desde la constitució n de una institució n, su inicio, su fundació n. É sta determina fronteras entre el
adentro y el afuera, entre ser y no ser “de” la institució n,
“se decide sobre los individuos que la integran sobre los extraños; recibe mandatos y demandas; demanda
a su vez; genera proyectos, planes, programas; edifica una estructura organizativa, instala
procedimientos y rutinas; favorece u obstaculiza procesos de cambios; genera mecanismos y modos de
regulación de conflictos; se apuntala en un aparato jurídico-normativo”.
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Esta diferencia es propia de un colectivo social, y Garay no encuentra allí la causa del conflicto, sino en
los dispositivos que al interior de la institució n la ló gica dominante instala desde la sociedad toda. En
esta idea de la “ló gica dominante” reconozco una lectura influyente de la obra de Pierre Bourdieu.
CONCLUSIONES
Los conceptos salientes que he intentado destacar en cada texto han sido:
Qué perspectiva adopta el institucionalista (si es que así decide llamarse, esa es parte de la
perspectiva) tanto desde el punto de vista epistemológico como desde lo ideológico, cuando es
pertinente analizarlo;
Qué categorías teóricas construye cada uno para entender ese objeto, la institución.
Algunos paralelos encontrados entre los distintos textos (escritos por personas diferentes, en
momentos y espacios también diferentes) convierten el trabajo de la lectura en un viaje que trasciende
los textos. Lleva esto inevitablemente a la noció n de Foucault de la transdiscursividad. Un discurso es
un conjunto de enunciados y depende de la misma formació n discursiva; lo constituyen un nú mero
limitado de enunciados, los cuales necesitan un conjunto de "condiciones de existencia" o de
posibilidades. Es esperable que a los discursos se le añ ada la exterioridad, porque no son totalidades
cerradas sino que está n llenos de lagunas y recortes y se dispersan siempre sobre otros textos y
discursos.
Creo que el punto de relieve má s importante que debe destacarse aquí es el encuentro de definiciones
en el concepto de CONFLICTO. He podido cotejar:
El conflicto como una instancia que da lugar a ver o a ocultar, a desentrañar la naturaleza de los
vínculos, de la experiencia de los actores;
el conflicto como desfasaje en las percepciones, y la institución en conflicto como un espacio donde
conviven distintas realidades en pugna, y