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Profesorado de Educación Primaria

Didáctica de La Lengua y La Literatura III

Literatura Infantil

Alumnas: Bonnin Belén,


Courvoisier Estefanía,
Fulini Florencia,
Gange Florencia,
Lamela Victoria.
Didáctica de La Lengua y La Literatura III
Literatura Infantil

¿Qué es la literatura infantil?


La literatura es el arte de la palabra, proviene del término latino literae y está formada
por tres géneros: épico, lírico y dramático.
Género lírico: se caracteriza por una perspectiva subjetiva; la obra gira en torno a un
yo, que presenta las realidades desde su punto de vista. El objetivo principal de una
obra lírica es la expresión de una interioridad: sentimientos, sensaciones y
pensamientos del que habla (generalmente el poeta). En el género lírico predomina la
descripción como variedad del discurso.
Género dramático: está constituido por obras literarias que se crean para ser
representadas en un escenario ante el público. De ahí que, además del autor, tanto el
director como el escenógrafo o los actores jueguen un papel esencial en la transición
del mensaje.
Género épico: narra las hazañas de héroes históricos o legendarios. Se centra en un
individuo dotado de cualidades extraordinarias, utiliza con frecuencia las descripciones
de batallas y combates físicos. Las costumbres, los sentimientos y las creencias de los
pueblos y épocas están perfectamente descriptos, en general, el tono y el estilo son
majestuosos.
Su principal intención es la artística y siempre es ficción.
Por otra parte, el término infantil, cuando hablamos de literatura es hasta los doce
años.
Según Juan de Cervera (1984) propone una definición amplia, integradora y global de
literatura infantil, y que no niega la naturaleza general de la literatura. Para él, la
literatura infantil es aquella en la que “se integran todas las manifestaciones y
actividades que tienen como base la palabra con finalidad artística o lúdica que
interesan al niño”. Esta definición incorpora lo que la tradición oral ha aportado en el
transcurso del tiempo y enfatiza dos elementos fundamentales: el niño y la palabra.
Las obras deben interesarle al niño y llenar sus expectativas, los autores requieren y
aprovechan al máximo las posibilidades expresivas que el lenguaje le ofrece. Sin
duda, esta es una de las definiciones mejor adaptadas hoy en día para la literatura
infantil. Por lo tanto, junto a los clásicos géneros de la narrativa, la poesía y el teatro,
hay otras manifestaciones que pasan a encuadrarse en la literatura infantil: rimas,
adivinanzas, cuantos breves y de nunca acabar, etc. De Cervera me quedo con las
últimas palabras de su definición. El niño no tiene que ser simple receptor, sino que
hay que hacerle la literatura interesante, incluyendo sus gustos en los textos. Por lo
tanto, la literatura infantil, es una literatura que haga posible la diversión, que lleve en
sí, posibilidades de producir goce estético; que sea asequible por las estructuras
lingüísticas, estilísticas, literarias, psicológicas y socioculturales; y que tenga en cuenta

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responder a los centros de interés y a la libre elección de los destinatarios. Esta es una
literatura específicamente adecuada para la infancia y la juventud.

¿Cómo surge?
La literatura infantil apareció como género independiente de la literatura en la segunda
mitad del siglo XVIII y evolucionó hacia el siglo XX.
En la Edad Media y Renacimiento se da inicio al libro y al didactismo, en esta época
eran pocos los adultos y niños que tenían acceso a los libros y la literatura. Leer era un
privilegio, la cultura se hallaba recluida en palacios y monasterios, los pocos libros a
los que se tenía acceso estaban marcados por un gran didactismo que pretendía
inculcar buenas costumbres y creencias religiosas. A comienzo del siglo XIX, el
romanticismo y su exaltación del individuo favorecieron el auge de la fantasía. En
cuanto a la literatura popular se recuperaron antiguas leyendas para los niños. Los
grandes escritores de este siglo son: Jacob y Wilhelm Grimm, los mismos escribieron
sus cuentos para la infancia y el hogar (1812-1822) en los que aparecen personajes
que se harían famosos en todo el mundo: Pulgarcito, Barba Azul, Blancanieves, o
Cenicienta o Caperucita, que ya se conocían del siglo anterior.
Cecilia Bohlde Faber (1796 y 1877) es una de las primeras personas que se preocupa
por la literatura infantil en este país. Recogió el folcloro infantil y leyendas y cuentos
populares y lo fue publicando en un periódico para niños. En 1851-1915 publico la
colección de cuentos para niños Lectura recreativa, entre ellos se encuentra El Ratón
Pérez. También escribió una novela histórica muy didáctica e idealizada dirigida a los
niños, Geromín. En 1876 se creó la editorial de Saturnino Calleja, que editó casi todo
lo que se escribía para los niños en el mundo.
La ávida respuesta de los niños amitos y cuentos de hadas hizo suponer que sus
mentes poseían una ilimitada capacidad de imaginación y que podían pasar sin
ninguna dificultad de la realidad a la fantasía.
Entre los grandes protagonistas de la literatura infantil universal aparece también
Pinocho del escritor italiano Carlo Collodi, un muñeco de madera que termina
convirtiéndose en un niño de carne y hueso, como símbolo de la evolución hacia la
toma de conciencia por parte del niño.
En el siglo XX la literatura infantil adquirió, por fin, su autonomía en este siglo. La
psicología del niño, sus intereses y sus vivencias son tenidas en cuenta por los
escritores que elaboran mucho más sus personajes les dotan de vida interior y les
hacen crecer a lo largo de la obra. Escritores como Gianni, Rodari, O Erich Kastner,
han revolucionado la literatura infantil, con su creatividad y su fantasía. Por otra parte,
Elena Fortun fue la autora que abrió las puertas de la realidad en la literatura infantil.

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En sus libros aparecían personajes y situaciones que los jóvenes lectores podían
reconocer fácilmente en su vida cotidiana. La guerra civil española (1936-1939) trunco
el camino iniciado por estos autores y hasta los años cuarenta no aparecieron nuevos
escritos. En la década de 1975 a 1985 se produjo en España el llamado boom de la
literatura infantil y juvenil, en el curso del cual surgen los nombres más significativos
de la actualidad: Fernando Alonso, con El hombrecito vestido de gris (1978); Consuelo
Armijo, creadora de unos personajes fantásticos, Joan Manuel Guisbert, entre otros.

¿Cuáles son las características de la Literatura Infantil?

- Los temas, con los cuales el niño debe estar íntimamente identificado. De o a 3
años: temas monográficos y realistas: casa, escuela y familia; o libros para
manipular, libros de juego visual. De 3 a 6 años: anécdotas correspondientes a
experiencias vividas, que los protagonistas sean animales o niños en quienes
se puedan reconocer, personajes y situaciones fantásticas: brujas, hadas y
gigantes; cuentos clásicos y populares o textos pesados especialmente para la
lectura y la escritura. De 6 a 8 años cuentos de fantasía e imaginación con
unidad temática.
- El lenguaje y el estilo, debe ser asequible pero a la vez mágico. Las
descripciones claras, agiles y cortas. El vocabulario variado, preciso, adecuado
e imaginativo, así como también sencillo y con frases cortas.
- Estructura, tiene que ser simple y lineal, es decir, con planeamiento, nudo y
desenlace. Esta estructura lineal puede ser normal, acumulativa y circular.
- Espacio, este debe ser reconocible para el niño. Tiene que haber referencia a
aquellos lugares que les resulten familiares.
- El tiempo, debe ser fijo, es decir, no se puede estar saltando de presente a
pasado o futuro.
- Los personaje, deben resultar familiares para el niño y sentirse identificado con
el protagonismo.
- Formato y edición, los libros deben ser resistentes y flexibles con imágenes y
letras grandes y llamativas. Las páginas pueden tener troquelados, texturas,
etcétera.
- Valores, se deben tratar conceptos universales y positivos, como el auto
concepto y la autoestima y entre otros.

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El cuento infantil
Los cuentos son manifestaciones de narrativas breves, de origen popular, por lo tanto
son anónimos y como toda manifestación de literatura popular, se hicieron para instruir
a las generaciones venideras en ideologías, creencias, valores, entre otros. El
lenguaje del cuento es propio de la literatura popular: sencillo, concreto, repetitivo y
familiar. Hoy podemos decir, que sirven para distraer y entretener a los más pequeños.
Al narrarlo, se debe poner especial énfasis para hacerlos más interesante, es muy
importante modular la voz según el contenido, así como cambiar el timbre para los
diversos personajes. Los primeros cuentos de que se tenga noticia tuvieron origen
hace más de cuatro mil años, los cuales no habían sido pensados específicamente
para la niñez.
Lo más relevante del origen y evolución de los cuentos infantiles sucede a partir del
año 1697, con la temática de los relatos de tradición oral (Perrault), los cuentos como
“La bella durmiente” y “La cenicienta”, a partir de esta época, podrían encuadrarse en
la categoría de cuentos maravillosos. En 1812, podríamos incluir a los cuentos de los
hermanos Grimm, dentro de los cuentos folklóricos, ya que se trataban de historias
antiguas de la tradición oral de su país. Años más tarde, aparecen por primera vez los
cuentos con desenlace triste (Andersen), caracterizados como fantásticos. Así
mismo, surgen los cuentos compuestos por ideas e imágenes disparatadas, es decir
contrarias a la razón. En 1882 comenzaron a publicarse las aventuras, desecándose
“Pinoccho”.

Características del Cuento infantil y del lector de acuerdo de las edades:


A los dos años, les atrae los libros “para mirar”, que pueda escuchar con placer por
su ritmo y sonoridad. El lector descifra colores, formas y también tamaño y volumen.
Le llama la atención los libros grandes, con ilustraciones amplias, de pocos trazados y
con formas realistas que puede identificar con el entorno.
A los tres años aproximadamente, el libro le propone historias o poemas breves
que pueden repetirse. Al lector le interesa escuchar las historias e identificarlas con
los dibujos, y eventualmente, repetirlas de memoria como si la estuvieran leyendo.
Los libros dedicados a niños de cinco años aproximadamente, se caracterizan
porque conservan sus relatos, unidad en el tiempo y lugar y personajes simples con
roles muy bien definidos. También las ilustraciones deben ser claras, aunque pueden
tener más detalles que las de etapas anteriores, y ser de menor tamaño. El lector
suele reconocer la escritura de algunas palabras y disfruta descifrándolas, memoriza
textos que le gustan, y quiere escuchar el relato una y otra vez.

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Para los lectores de siete años aproximadamente, los libros tienen que tener una
buena historia que esté acompañada por ilustraciones. Todavía en esta etapa, la
narración debe cuidar la unidad de línea argumental, con secuencias bien definidas,
evitando los niveles superpuestos. El lector es inquieto, impaciente, imaginativo, puede
armar en su mente escenas de gran fantasía, siempre que pueda contar con los
elementos necesarios. Lo perturban las contradicciones entre el texto y las
ilustraciones o los cabos sueltos en una historia. Se identifica con los personajes, tiene
un enorme sentido de la justicia y necesita gratificación cuando aparecen elementos
dolorosos.
Los libros para niños a partir de 9 años no necesitan tanto de las ilustraciones para
interesarlos aunque pueden ser parte de mensajes a decodificar. Inclusive el texto
combinado con la gráfica tipo historietas es muy popular en esta edad. Los cuentos o
novelas con capítulos cortos son propicios para esta etapa.
Importan mucho los personajes en los que proyectan sus afectos y con los que
fabrican ídolos. En esta etapa se dan contrastes muy grandes ente los niños: gran
capacidad de lectura o mucha dificultad para aceptarla, debido a que es la más
vulnerable a las influencias del medio.
A partir de los once años los libros presentan como características, tener gran
equilibrio en su texto, economía en las palabras y un buen ritmo. La extensión puede
variar.
El lector aprecia el dramatismo y no tolera sensiblerías, ni una historia rosada en la
que se elude la realidad. Es romántico, impaciente, no acepta palabras de más.
Aprecia la buena ilustración, es capaz de disfrutar estéticamente un libro, y de
quererlo. Puede llegar a tener escritores e ilustradores favoritos. Es amigo de lo
terrorífico y de lo monstruoso pero con una intuición estética. Es buen crítico y rechaza
las historias sin sostén lógico. Puede divertirse con un disparate y con la sátira ya que
está empezando a criticar el mundo que lo rodea.

Cuento narrado y cuento leído


El cuento narrado y el cuento leído poseen un elemento común para lanzar al niño
hacia el mundo de la imaginación: la palabra.
El cuento en imágenes tiene además la imagen gráfica, lo cual no siempre resulta
favorable para la imaginación del niño. En ocasiones la imagen encauza y limita la
fantasía. La imagen, como es sabido, aporta mayor cantidad de información, y en esto
puede ser excelente auxiliar de la palabra.
Palabra sin imagen: es común en los libros destinados a los niños que ya saben leer.
Este enfoque está respaldado por una corriente pedagógica que sostiene que la

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presencia de ilustraciones constituye un elemento inhibidor de la creatividad.


En el plano oral es el recurso típico de la narración.
Imagen sin palabra: los libros de imagen constituyen una interesante experiencia de
“lectura” para el niño que aún no sabe leer. Síntesis armónica de dibujo y color,
provocan el asombro y la alegría, favorecen el vuelo imaginativo y alientan al potencial
lector para que cree y vivencie situaciones de diversa índole.
Palabra e imagen: los libros en que texto e imagen se encaran como mutuo
complemento, tienden a la comprensión de uno y otro mensaje. El niño no lector
disfruta con lo sugerido por la ilustración y con el texto que le llega a través de la
lectura del adulto.
El Ilustrador: el color desempeña un papel fundamental, lo mismo puede decirse de
las figuras de animales y mucho más si están encaradas con cierta dosis de
humanización.

Cuento clásico y cuento actual


En cuanto al origen: El cuento clásico o tradicional no fue creado para niños. Es de
raíces populares y sólo su esquematismo, su didactismo patente, su ingenuidad y
primitivismo y, en algunas ocasiones, las adaptaciones más o menos afortunadas, han
hecho que con el tiempo se haya destinado preferentemente al niño, llegando a
constituirse en arquetipo del cuento para niños. El cuento actual, por lo contrario, nace
predestinado para el niño. Mientras el
primero ha sido sometido a un largo proceso colectivo de decantación y selección
que ha resistido el paso del tiempo, el segundo es fruto directo de un autor
determinado y concreto, a veces con su finalidad también concreta y determinada.
En cuanto a la forma: El cuento clásico ha tenido en la transmisión oral su vehículo y
pervivencia hasta su fijación posterior en letra impresa. Naturalmente esta
circunstancia le proporciona fórmulas y estructuras típicas de la narración oral-triple
repetición de los hechos o personajes, estilo directo y lineal, imágenes literarias vivas-
que difieren notablemente de los recursos literarios empleados por el cuento actual
nacido para la transmisión preferentemente escrita o audiovisual. La transmisión oral
significa aproximación y contacto entre el emisor y el receptor. La escrita y la
audiovisual suponen la interposición de mayor distancia e impersonalidad.
En cuanto a la intención: El cuento tradicional refleja un didactismo elemental,
universal, valedero en el tiempo y en el espacio, razones que han contribuido a su
pervivencia y extensión. A veces con ligeras variantes el mismo cuento aparece en
distintos países de Europa e incluso en otros continentes con tendencia a informar una
cultura común por encima de particularismos y tradiciones locales. El cuento actual

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suele perseguir objetivos más concretos, de ámbitos más reducidos y a veces dentro
de ideologías no compartidas por todos. Razones por las cuales su vigencia, en el
tiempo y en el espacio, está más amenazada que la del tradicional
En cuanto a los signos y símbolos: El cuento tradicional debe apoyar su actualidad
en la interpretación simbólica de sus elementos componentes. No hacerlo así ha
supuesto el rechazo de quienes en ocasiones ven en él el reflejo de épocas pasadas
cuyos esquemas sociales o mentales se quieren prolongar injustificadamente. Pero
hay que reconocer que precisamente la incapacidad para pareja interpretación
simbólica acarreará a la larga el descrédito de algunos cuentos actuales y precipitará
su caducidad. Y cuanto más concretos sean sus signos y sus contenidos, más
rápidamente envejecerán.
En cuanto al contenido: Los cuentos tradicionales, al ofrecer escenas de la vida de
otras épocas, provocan en gran medida y de forma natural el distanciamiento, tan
buscado por Brecht en sus creaciones dramáticas. La interpretación de la parábola y
los juegos de la fantasía encuentran en ellos amplio campo, sin duda no siempre
aprovechando en toda extensión. El cuento actual, por el contrario, persigue la
identificación de personajes y circunstancias mucho más próximos al mundo del niño
de hoy, con intención más inmediatamente realista y concienciadora, y en
consecuencia, elimina lo maravilloso que tanto pesa en el cuento de hadas.

¿Cómo se selecciona un libro?


A la hora de seleccionar un libro de deben tener en cuenta las características,
desarrolladas anteriormente, que éste posee (tema, espacio, tiempo, personajes, el
lenguaje y estilo, estructura y valores). También es importante contemplar la edad, los
intereses y experiencia de vida de los niños.

Actividad
Se distribuirán diferentes libros de cuentos para que las alumnas del Profesorado de
Educación Primaria los clasifiquen por grado, dependiendo de las características
desarrolladas durante la clase.

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