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1
Una primera aclaración acerca del vocabulario empleado resulta necesaria. En este trabajo he preferido
utilizar el término currículo en vez de curriculum, dada su aceptación por la Real Academia Española y
su inclusión en el Diccionario de la Lengua Española. En consecuencia, también he optado por el plural
currículos en vez de curricula. No obstante, es necesario señalar que hay muchos autores que prefieren
utilizar el término latino tradicional, españolizándolo en ocasiones al ponerle una tilde (currículum).
Cuando se transcriben citas de algunos de ellos se ha optado por respetar su grafía.
2
Tournier, M.: “Historia del currículum en Francia”, en Husén, Torsten y Postlethwaite, T. Neville (eds.):
Enciclopedia Internacional de la Educación, Barcelona, MEC – Vicens Vives, 1989, vol. 2, pp. 1033-
1035.
1
especialmente al “curso de la vida” (en la tradicional expresión curriculum vitae), sin
una connotación exclusivamente educativa 3 .
3
Kansanen, Pertti: “La Deutsche Didaktik”, Revista de Estudios del Currículum, vol. 1, nº 1, 1998, p. 15.
Véase también, del mismo autor, “The Deutsche Didaktik and the American Research on Teaching”, en
Discussions on Some Educational Issues VI, Helsinki, University of Helsinki – Department of Teacher
Education, 1995, pp. 97-118.
4
Hamilton, David: “Orígenes de los términos educativos ‘clase’ y ‘currículum’”, Revista de Educación,
nº 295, 1991, pp. 187-205 (se trata de la traducción del segundo capítulo de la obra Towards a Theory of
Schooling, London, New York & Philadelphia, The Falmer Press, 1989, pp. 35-55). En este trabajo se
mantiene la tesis de que la introducción del término currículo sigue a la de la clase, correspondiendo a
dos oleadas sucesivas de reforma pedagógica: “Primero se dio la introducción de divisiones de clase y
una mayor vigilancia de los alumnos. Después vino el refinamiento del contenido y los métodos
pedagógicos. El resultado neto, sin embargo, fue acumulativo; para bien o para mal, la enseñanza y el
aprendizaje quedaron más expuestos al escrutinio y al control exteriores. Además, los términos
‘currículum’ y ‘clase’ entraron al mismo tiempo en la agenda pedagógica, cuando las escuelas se estaban
abriendo a un sector de la sociedad mucho más amplio” (p. 204).
5
Según Hamilton, el término hacía referencia al “curso ‘multianual’ total que seguía cada estudiante”,
ibidem, p. 199.
2
a los procesos de enseñanza y aprendizaje, puede calificarse de limitado, con mayor
motivo puede afirmarse que lo fue en lo que hace a la reflexión sobre dichos procesos.
En tal sentido hay que interpretar las afirmaciones de diversos autores anglosajones que
señalan los años del tránsito del siglo XIX al XX como la época en que se inicia el
estudio sistemático del currículo. Así, por ejemplo, Goodlad afirma que “la aparición
del currículum como ámbito de estudio suficientemente importante para interesar a
muchos estudiosos y para estimular una literatura formal es un desarrollo del s. XX”,
señalando la obra de H.O. Rugg, The Foundations of Curriculum Making
(Bloomington, Illinois, 1927), como la verdaderamente pionera en este campo 6 . Por su
parte, Kliebard dice que “hacia 1918 había surgido una especialidad, dentro del campo
general de la educación, directamente relacionada con los temas del currículum” 7 . En
apoyo de esta tesis podemos recordar que en 1902 publicaba John Dewey la obra
titulada The Child and the Curriculum. A partir de ahí podrían fecharse otros intentos
sucesivos por desarrollar un estudio sistemático del currículo en Estados Unidos e
Inglaterra.
6
Goodlad, J.I.: “El currículum como ámbito de estudio”, en Husén, Torsten y Postlethwaite, T. Neville
(eds.): op. cit., vol. 2, p. 1019. No obstante, el propio Goodlad menciona algunos antecedentes del estudio
del currículo en épocas anteriores al siglo XX, entre los que destaca la obra de Claude Fleury titulada
Traité du choix et de la méthode des études, publicada en 1686 (Goodlad la fecha erróneamente en 1695).
7
Kliebard, Herbert M.: “Historia del currículum en Estados Unidos”, en ibidem, vol. 2, p.1028.
8
Citado en Hamilton, David: loc. cit., p. 199. El subrayado es mío.
9
Véase al respecto la obra de Hopmann, Stefan y Riquarts, Kurt (eds.): Didaktik and/or Curriculum, Kiel,
Institut für der Naturwissenschaften, 1995. También pueden consultarse los trabajos de Pertti Kansanen
antes citados, así como el de Peter Menck, “Didáctica como construcción de contenido”, Revista de
Estudios del Currículum, vol. 1, nº 1, 1998, pp. 21-41.
3
didáctica” 10 . Un concepto, die Didaktik, que como afirma Kansanen, “en Alemania
siempre ha sido una forma de pensamiento filosófico, de teorización y de construcción
de modelos teóricos. (...) la Didaktik es de origen genuinamente alemán. Se basa en una
tradición filosófica propia” 11 . No puede olvidarse la contribución tan destacada que
realizaron en este sentido autores como Ratke, Comenio, Pestalozzi, Schleiermacher,
Herbart, Ziller o Rein.
10
Wulf, C.: “Historia del currículum en la República Federal de Alemania”, en Husén, Torsten y
Postlethwaite, T. Neville (eds.): op. cit., vol. 2, p. 1042.
11
Kansanen, Pertti: “La Deutsche Didaktik”, loc. cit., pp. 15-16.
12
Wulf, C.: loc. cit., p. 1043.
13
Como indica Kansanen, “la palabra ‘currículum’ volvió a ser utilizada en alemán a finales de la década
de 1960. (...) Gradualmente, se fue ampliando el significado de ‘currículum’ y, como teoría del
currículum, su alcance fue casi el mismo que el de la didáctica tradicional. (...) Durante la década de 1970
se desarrolló mucho en Alemania la investigación sobre los problemas del currículum, que se concentró
en el desarrollo, la planificación y la evaluación, para alcanzar su cúspide a principios de la década de
1980” (Kansanen, Pertti: “La Deutsche Didaktik”, loc. cit., pp. 17-18).
14
En opinión de Gimeno, el nuevo concepto de currículo supone la posibilidad de “analizar los procesos
instructivos y la realidad de la práctica desde una perspectiva que las dota de contenido (...) por lo cual
resulta un concepto esencial para comprender la práctica educativa institucionalizada y las funciones
sociales de la escuela” (El curriculum: una reflexión sobre la práctica, Madrid, Morata, 1991, 3ª ed., p.
15). Más adelante afirma también que “el curriculum es un elemento nuclear de referencia para analizar lo
que la escuela es de hecho como institución cultural” (p. 19).
4
2. El elusivo concepto de currículo
Entrando a analizar el concepto de currículo, lo primero que llama la atención es
su carácter impreciso. Diversos autores han subrayado esa realidad con palabras
diferentes. Uno de los más reconocidos investigadores en el campo de la historia del
currículo, Ivor Goodson, afirma que “el currículum es un concepto continuamente
elusivo y multifacético. Se trata de un concepto muy resbaladizo, precisamente porque
es definido, redefinido y gestionado en una serie de niveles y terrenos de
enfrentamiento” 15 . El ya citado Goodlad considera que se trata de un ámbito de estudio
que “permanece en un terreno confuso y su epistemología no está bien definida. (...)
Además, no existe un acuerdo generalizado acerca de dónde terminan las materias que
conciernen al currículum y dónde empieza el resto de la educación. (...) No es
sorprendente, entonces, que existan tantas definiciones diferentes de lo que es un
currículum y de su ámbito de estudio” 16 .
5
Aunque no es mi propósito elaborar aquí una teoría sistemática del currículo,
creo sin embargo necesario sentar unas mínimas bases conceptuales que proporcionen el
rigor preciso para abordar su estudio histórico. Con esa intención, vale la pena revisar
algunas contribuciones relevantes de diversos autores que han realizado tal trabajo
teórico, buscando en ellas, más que análisis sofisticados, herramientas conceptuales
útiles para el trabajo del historiador del currículo.
20
Zabalza, Miguel A.: El currículum en l’educació escolar, Barcelona, UOC, s.f., p. 12.
6
A pesar de tales diferencias, la posición que resulta más provechosa a la hora de
analizarlo es aquélla que combina ambas concepciones y las integra en un solo
concepto. Entre las numerosas definiciones del currículo, emitidas por muy diversos
autores, se puede destacar la propuesta por José Gimeno, para quien el currículo podría
definirse como “el proyecto selectivo de cultura, cultural, social, política y
administrativamente condicionado, que rellena la actividad escolar, y que se hace
realidad dentro de las condiciones de la escuela tal como se halla configurada” 21 .
Para evitar ese riesgo, hoy se tiende a concebir el currículo de un modo más
limitado, otorgándole unas características más definidas. De acuerdo con la propuesta
anterior, dos serían sus principales elementos: la definición de un proyecto cultural (o
educativo, si se prefiere) que se propone específicamente a la institución escolar y el
desarrollo que se concibe para llevarlo a cabo. Obviamente, dicho desarrollo se produce
en la práctica educativa, a través de la actividad de profesores y alumnos, pero no todos
los aspectos relacionados con dicha práctica quedarían englobados en el concepto de
currículo, sino solamente aquellos que tienen que ver con la traducción del proyecto
cultural y educativo mencionado. Esta concepción del currículo tiene en cuenta la doble
dimensión de “ordo” y “disciplina” que antes se mencionaba, al tiempo que considera su
vertiente de “plan” junto a su vertiente de “acción”. Dicho con otras palabras, adoptar
esta definición supone prestar atención a los contenidos que componen el currículo y a
los formatos que éstos adoptan, al mismo tiempo que a las condiciones en que se
desarrollan, pero no confunde el currículo con el conjunto de la actividad escolar.
Por otra parte, la referencia que Gimeno hace al carácter selectivo de ese
proyecto cultural y a su condicionamiento cultural, social, político y administrativo
constituye otro de los rasgos distintivos de esa concepción del currículo. Esto engarza
con lo que algunos autores han denominado las fuentes del currículo o, dicho de otro
modo, los supuestos de diverso orden que condicionan la selección efectuada 22 . Entre
dichas fuentes, las más comúnmente citadas son cuatro: a) la fuente sociológica, que
tiene que ver con el análisis implícito o explícito efectuado acerca de la realidad social y
del papel que en ella desempeña la educación formal; b) la fuente psicológica, que
guarda relación con el conocimiento y la concepción de las características de los
destinatarios de la acción educativa; c) la fuente epistemológica, que se refiere a los
conocimientos concretos que integran las disciplinas seleccionadas y a sus contenidos
21
Gimeno, José: op. cit., p. 40.
22
Véase al respecto una de las formulaciones que más fortuna han encontrado en España, que es la de
Coll, César: Psicología y curriculum, Barcelona, Laia, 1987.
7
formativos; d) la fuente pedagógica, que está ligada al sentido global que se otorga al
conjunto del proceso de formación y a las características de los escenarios y los recursos
movilizados para llevarlo a cabo.
Estas cuatro fuentes han de ser entendidas en sentido dinámico, como realidades
y referencias cambiantes a lo largo del tiempo. Así se explican los profundos cambios
que se han ido produciendo históricamente en la concepción de los objetivos y los
contenidos de la educación, así como en los métodos utilizados y las estrategias
formativas adoptadas. Incluso algunos autores no historiadores subrayan la evolución
histórica de los currículos, a partir del análisis de los cambios producidos en esas cuatro
fuentes. Es el caso de Miguel Angel Zabalza, cuando afirma que “en cada época
histórica se han hecho análisis muy diferentes de las cuestiones que se engloban en cada
una de estas fuentes nutricias del currículo. Sin duda, las situaciones cambian, y cambia
también la manera de analizarlas y de valorarlas. En consecuencia, también ha variado a
lo largo de la historia la manera en que cada sociedad ha justificado y articulado la
respuesta educativa a las necesidades y derechos de sus ciudadanos” 23 .
23
Zabalza, Miguel A.: op. cit., p. 57.
24
Goodson, Ivor F.: op. cit., p. 74. En otro lugar del mismo trabajo afirma que el currículo es “una
creación social situada en el núcleo del proceso mismo mediante el que educamos a nuestros hijos” (p.
95). Véase también el desarrollo que hace de esa tesis en su artículo “La construcción social del
curriculum. Posibilidades y ámbitos de investigación de la historia del curriculum”, Revista de
Educación, nº 295, 1991, pp. 7-37.
25
Goodson, Ivor F.: Historia del curriculum...., p. 187.
8
En honor a la verdad, hay que señalar que no sólo los historiadores han alertado
contra esa concepción supuestamente técnica del currículo, exenta de connotaciones
sociales y de un análisis histórico. Varios estudiosos del currículo han subrayado
también la necesidad de entenderlo como el resultado de un complejo proceso de
construcción social. Por ejemplo, para Shirley Grundy, que se sitúa entre quienes
conciben el currículo como acción, más que como plan, “el curriculum no es un
concepto, sino una construcción cultural. Es decir, no se trata de un concepto abstracto
que tenga alguna existencia aparte de y antecedente a la experiencia humana. Es, en
cambio, una forma de organizar un conjunto de prácticas educativas humanas” 26 . De
acuerdo con este supuesto básico, Grundy se opone a los autores que consideran,
aunque sea implícitamente, que el currículo es una deducción lógica y no una
construcción social, afirmando abiertamente que “para comprender el significado de
cualquier conjunto de prácticas curriculares, han de considerarse tanto en cuanto
elementos que surgen a partir de un conjunto de circunstancias históricas, como en
calidad de reflejo de un determinado medio social” 27 .
Esta última formulación de Escudero nos da pie para introducir otras dos
consideraciones de interés. La primera tiene que ver con el carácter conflictivo que
posee ese proceso de construcción curricular. A partir de las reflexiones desarrolladas
hasta aquí, resulta fácil comprender que la construcción del currículo es un proceso que
tiene lugar a través del planteamiento y la superación de conflictos latentes o abiertos.
Al tratarse de un proceso en el que confluyen diversas perspectivas, en el que participan
una multiplicidad de agentes con sus respectivos intereses, muchas veces contrapuestos,
y en el que, en última instancia, están en juego relaciones de poder y de control social,
no se puede caer en la ingenuidad de considerarlo como un proceso aséptico, libre de
26
Grundy, Shirley: Producto o praxis del curriculum, Madrid, Morata, 1991, pp. 19-20.
27
Ibidem, p. 21.
28
“Los curricula son la expresión del equilibrio de intereses y fuerzas que gravitan sobre el sistema
educativo en un momento dado, en tanto que a través de ellos se realizan los fines de la educación en la
enseñanza escolarizada. El curriculum, en su contenido y en las formas a través de las que se nos presenta
y se les presenta a los profesores y a los alumnos, es una opción históricamente configurada, que se ha
sedimentado dentro de un determinado entramado cultural, político, social y escolar; está cargado, por
tanto, de valores y supuestos que es preciso descifrar” (Gimeno, José: op. cit., p. 18).
29
Escudero, Juan M. (coord.): Diseño y desarrollo del curriculum en la educación secundaria, Barcelona,
ICE Universidad Barcelona – Horsori, 1997, p. 21.
9
valores y neutral. Su carga valorativa es indudable y el conflicto, uno de sus
componentes centrales.
No quiere ello decir que esa concepción del conflicto como motor de la
construcción del currículo haya sido aceptada unánimemente por los investigadores.
Como Tomas Englund ha puesto de manifiesto, los historiadores del currículo
tradicionales se basaron más bien en la concepción del consenso (científico, social,
pedagógico) como motor del cambio curricular, mostrando gran confianza (incluso
excesiva, podríamos decir) en la posibilidad de adoptar decisiones científicas y
racionales sobre las cuestiones relativas al currículo 30 . La introducción de un nuevo
paradigma basado en el conflicto tuvo mucho que ver con la influencia que ejercieron
los trabajos de Foucault. Su interpretación del control social, en concreto, fue decisiva
para impulsar un nuevo tipo de estudios. Aunque en la actualidad quizás convenga
poner en entredicho la interpretación foucaultiana llevada a sus últimas consecuencias,
no cabe duda de que la aceptación del conflicto como elemento fundamental del proceso
de construcción curricular es un supuesto de aceptación bastante generalizada 31 .
La segunda consideración que conviene realizar tiene que ver con la distinción
interna de un doble proceso (de diseño y de desarrollo) en la construcción social del
currículo, que lleva asociada la propuesta de identificación de diversos niveles de
análisis curricular. En efecto, esa distinción entre un proceso de diseño del currículo y
otro de desarrollo del mismo se ha convertido en una constante entre los estudiosos de
ese campo. Es muy habitual leer expresiones referidas al diseño y desarrollo curricular,
que no hacen sino confirmar esa observación. Aunque no se puedan identificar sin más
ambos procesos con las concepciones del currículo como plan y como acción a que
antes se hacía mención, no cabe duda de que el diseño curricular tiene una mayor
componente de plan, de proyecto, mientras que su desarrollo está más ligado a la
acción, a la práctica. En todo caso, hay que atender a los propios investigadores del
currículo cuando nos advierten acerca de la necesidad de relativizar la distinción rígida
entre ambas dimensiones, aun manteniéndola y defendiendo su utilidad 32 .
30
Englund, Tomas: “Replanteamiento de la historia del currículum. Hacia una nueva orientación teórica”,
Revista de Educación, nº 295, 1991, pp. 113-132.
31
Entre los autores que han propuesto la superación de ambos paradigmas básicos de trabajo, el
tradicional y el foucaultiano, destaca precisamente Tomas Englund, quien aboga por lo que denomina un
neopragmatismo o pragmatismo crítico, que permite superar las limitaciones de ambos: “lo que cabe
poner en tela de juicio es si la metáfora del control social es la única alternativa a la historia curricular
tradicional (...) Lo que intento decir es que el enfoque del control social crítico suele obstaculizar los
análisis de las distintas interpretaciones y las perspectivas de cambio cuando exagera la perspectiva del
control social, considera los currícula inalterables y olvida sus diferentes interpretaciones posibles”
(ibidem, pp. 117-118). En las páginas 120-127 desarrolla más ampliamente los supuestos de su propuesta
de abordar la historia del currículo desde la perspectiva neopragmática. Su posición es favorable a una
concepción democrática del currículo basada en la racionalidad comunicativa.
32
Así, el propio Escudero afirma que “parece, pues, claro que el concepto actualmente vigente de
desarrollo curricular rodea y engloba al de diseño hasta hacerle formar parte de él”, aunque considere a
continuación que, no obstante, “la diferenciación entre diseño y desarrollo continúa siendo importante
como línea divisoria entre las dos grandes dimensiones del curriculum” (op. cit., p. 20).
10
diversas fases en el desarrollo del currículo. Por ejemplo, Zabalza, en una propuesta que
corre el riesgo de entenderse de manera excesivamente mecánica, habla de las
siguientes: a) fase de iniciación o elaboración de la propuesta curricular; b) fase de
difusión de dicha propuesta; c) fase de adopción por sus destinatarios; d) fase de
implementación, bien sea a través de un modelo basado en la fidelidad o en la
adaptación; e) momentos de enriquecimiento curricular; f) fase de evaluación 33 .
Esta última observación tiene una gran importancia, motivo por el cual he
optado por reproducirla literalmente, pese a su extensión. En efecto, existe una
tendencia a considerar los diversos niveles del desarrollo curricular como una secuencia
de etapas o fases sucesivas, con un carácter jerárquico. Es fundamental entender, sin
embargo, que el hecho de distinguir varios niveles de desarrollo del currículo no implica
aceptar la existencia de relaciones lineales y de subordinación entre ellos, y que nada
impide considerar que sus interconexiones sean recíprocas y multilaterales. Así, lo que
se define y propone en un nivel prescriptivo se traduce en la práctica educativa a través
de diversos mecanismos de mediación, que contribuyen a producir un resultado no
siempre acorde con el esperado y que, a su vez, puede repercutir en modificaciones de
la propia prescripción. Y todo ello sin olvidar la existencia de influencias no previstas ni
deseadas que se transmiten a través de canales como el denominado currículo oculto.
11
construcción social del currículo debe incluir el análisis de los procesos a través de los
cuales éste se define, se pone en acción y se modifica. Por lo tanto, la distinción de los
diversos niveles de desarrollo del currículo resultará fructífera a la hora de emprender
una investigación histórica sobre el mismo.
Más discutible puede resultar, en cambio, la cuestión de cuáles sean esos niveles
concretos, tanto en lo que se refiere a su número como a su denominación y concepción.
Muchos historiadores del currículo han trabajado a partir de una distinción bastante
simple en dos niveles, el denominado prescrito o establecido, por una parte, y el
efectivamente impartido, por otra. Un ejemplo característico de este modo de proceder
lo encontramos en Goodson, quien recoge la distinción ya clásica de Jackson (1968)
entre la definición preactiva y la realización interactiva del currículo para afirmar que,
si bien el currículo se construye en una gran variedad de ámbitos y niveles, resulta
esencial la distinción entre el currículo escrito y el currículo como actividad en el centro
escolar y en el aula36 . Otro conocido historiador del currículo, el francés André Chervel,
se sitúa en esa misma línea, cuando plantea que se deben estudiar los objetivos
(formales y reales) de la enseñanza escolar, de un lado, y las enseñanzas efectivamente
impartidas, de otro 37 .
De acuerdo con estas consideraciones, parece preferible optar por modelos algo
más complejos, que distinguen varios niveles de desarrollo y de análisis del currículo.
36
Goodson, Ivor F.: “La construcción social del curriculum....”, loc.cit., pp. 7-11.
37
Chervel, André: “Historia de las disciplinas escolares. Reflexiones sobre un campo de investigación”,
Revista de Educación, nº 295, 1991, pp. 59-111.
38
Como dice Goodson, los autores que se manifestaban más críticos con las prescripciones curriculares
vigentes defendieron la idea de que “el currículo era lo que sucedía en el aula” o, dicho de otro modo,
“señalaron el aula como el lugar donde el currículum era realizado y gestionado” (Goodson, Ivor F.:
Historia del curriculum..., p. 98). No obstante, el propio Goodson considera que, aunque ese punto de
vista puede entenderse como parte de un mecanismo de resistencia, “es actualmente insostenible y no se
puede mantener esa posición para empezar a estudiar el currículum” (idem).
39
Esa es la opinión que mantiene Goodson, cuando afirma que “en resumen, la práctica es construida
socialmente en los niveles preactivo e interactivo: es una combinación de ambos y nuestro estudio del
currículum debiera reconocer esta combinación” (ibidem, p. 195).
12
Siguiendo algunas propuestas curriculares modernas 40 , parece más conveniente hablar
de tres niveles de desarrollo curricular. El primero corresponde al comúnmente
denominado currículo prescrito, que también se conoce como escrito u oficial. Aunque
los estudios críticos desarrollados en los años setenta minusvalorasen su importancia,
quizás como rechazo de las iniciativas de reforma curricular que por entonces se
emprendían, el paso del tiempo ha puesto nuevamente las cosas en su sitio. Como
afirma categóricamente Goodson, en una formulación que comparto plenamente, “sería
estúpido ignorar la importancia central del control y la definición del currículum escrito,
que es, en un sentido muy importante, el testimonio visible y público de las razones
fundamentales elegidas y de la lógica legitimadora de la enseñanza” 41 . En efecto, la
importancia del currículo prescrito o escrito deriva de que “no es sino el testimonio
visible, público y cambiante de los fundamentos racionales seleccionados y la retórica
legitimadora de la escolarización. Como tal, promulga y sostiene ciertas intenciones
básicas de la escolarización materializadas en estructuras e instituciones. (...) En
resumen, el currículum escrito nos proporciona un testimonio, una fuente documental,
un mapa variable del terreno: es también una de las mejores guías oficiales sobre la
estructura institucionalizada de la escolarización” 42 .
13
se basa en el control del proceso de desarrollo curricular, por medio de prescripciones
detalladas que pueden afectar a la organización del tiempo escolar, a la extensión y
profundidad de la enseñanza de las diversas disciplinas, a la regulación y control de los
manuales escolares y otros materiales didácticos o al control de la formación y la
actuación profesional de los docentes, por señalar los más relevantes. El segundo se
basa en el control de los productos conseguidos, por medio de exámenes nacionales o
públicos, exposiciones de trabajos escolares o diversos procedimientos de evaluación.
Mientras que el primer modo de control ha sido el más utilizado tradicionalmente, en la
actualidad parece estarse produciendo un desplazamiento hacia el segundo modelo. En
cualquier caso, tanto uno como otro ofrecen interesantes oportunidades de estudio, aún
poco exploradas.
44
En términos individuales, resulta muy interesante la propuesta que algunos autores han lanzado
encaminada a abordar el denominado currículo vivido. De acuerdo con dicha propuesta, se trataría de
estudiar la percepción que los participantes en la actividad educativa, y muy especialmente los profesores
y los alumnos, tienen de la misma. Una muestra interesante de esta orientación de estudio es el trabajo de
Purvis, June: “The Experience of Schooling for Working-Class Boys and Girls in Nineteenth Century
England”, en Goodson, Ivor F. y Ball, Stephen J. (eds.): Defining the Curiculum. Histories &
Ethnographies, London & Philadelphia, The Falmer Press, 1984, pp. 89- 115, basado en el análisis de
autobiografías en que se hace mención a la experiencia escolar del autor.
45
No obstante, es necesario destacar el interés de algunos intentos por adentrarse en este campo, entre los
que destaca el número monográfico dedicado al tema “Travaux d’élèves. Pour une histoire des
performances scolaires et de leur évaluation, XIXe – XXe siècles” en la revista Histoire de l’Education,
nº 52, 1992. También hay que reseñar el libro de Silvina Gvirtz, Del curriculum prescripto al curriculum
enseñado. Una mirada a los cuadernos de clase, Buenos Aires, Ed. Aique, 2007.
14
conocimiento, que merece la pena estudiar con detenimiento 46 . Para llevar a cabo dicha
función, se ponen en juego un conjunto de mecanismos de diferenciación, que se
concretan en medidas tales como el establecimiento de diversos niveles de logro en
algunas materias, la propia selección de materias que realizan los alumnos, el
establecimiento de diversas vías curriculares en el interior de la escuela y otras medidas
semejantes. El estudio de los supuestos ideológicos, sociológicos y psicopedagógicos en
que dichas medidas se basan, de las previsiones y prescripciones que se establecen al
respecto, de los mecanismos concretos en que se traducen y de los resultados concretos
que producen, constituye un ámbito de gran importancia, situado en la intersección entre
los tres niveles mencionados.
46
En frase de Young (1980), el currículo “es el mecanismo a través del cual el conocimiento se distribuye
socialmente” (citado en Gimeno, José: op. cit., p. 21).
47
Desde este punto de vista es necesario llamar la atención sobre las aportaciones que la denominada
Sociología del Conocimiento puede realizar al estudio histórico del currículo. Aunque hayan sido muchas
veces citadas las contribuciones de algunos autores insertos en esa corriente, como Karl Manheim,
considerado el fundador de la disciplina, Durkheim o Raymond Williams, no creo que se hayan explotado
suficientemente los análisis de otros autores como Basil Bernstein o Pierre Bourdieu, por citar algunos de
15
teniendo en cuenta su devenir (y el contexto social en que surge), como han reconocido
muchos estudiosos del mismo 48 .
El interés por el estudio histórico del currículo es, sin duda, un fenómeno
relativamente reciente, aunque puedan encontrarse algunos antecedentes más o menos
remotos. Goodlad cita la que posiblemente sea la primera obra de este tipo aparecida en
el mundo occidental, Traité du choix et de la méthode des études, de Claude Fleury,
publicada en 1686 49 . Barry Franklin, por su parte, menciona los trabajos de Henry
Barnard, publicados en 1869, así como diversas publicaciones de comienzos del siglo
XX, mientras que Goodson se refiere al trabajo pionero de Foster Watson, en esa última
época 50 . Así, puede afirmarse que por la misma época en que el currículo se convertía
en objeto de estudio sistemático, comenzaba también a manifestarse el interés por su
estudio histórico. No obstante, es forzoso reconocer que fueron pocos los trabajos
dedicados en esa etapa a dicho asunto.
los más característicos. Véase al respecto lo que dice Tomas Englund acerca de la influencia de esta rama
de la sociología en la historia del currículo desarrollada en los países escandinavos (loc. cit., pp. 113-132).
48
Como confirmación de este hecho, es interesante llamar la atención sobre la frecuencia con que los
estudiosos españoles del currículo citan el trabajo de Lundgren, Ulf P.: Teoría del curriculum y
escolarización, Madrid, Morata, 1992, de perspectiva eminentemente histórica.
49
Goodlad, J.I.: loc.cit., p. 1019. Véase la nota 6.
50
Franklin, Barry M.: “La Historia del Currículum en Estados Unidos. Status y agenda de investigación”,
Revista de Educación, nº 295, 1991, pp. 39-57 y Goodson, Ivor F.: Historia del curriculum..., pp. 20-21.
51
Citado en Goodson, Ivor F.: Historia del curriculum..., p. 21.
16
investigación de la historia del currículum, que ha provisto de un sentido de identidad
propia a esta empresa” 52 .
El interés suscitado por la historia del currículo en las décadas de los ochenta y
los noventa tiene mucho que ver con el sentido que se le otorga y con los beneficios que
se espera obtener de ella. En opinión de algunos de sus cultivadores más significados,
su interés principal reside en la aportación que puede realizar a favor de una mejor
comprensión y un análisis más profundo de los debates curriculares contemporáneos 55 .
Se trata de una concepción no exactamente instrumental (puesto que admite el sentido
que tiene la investigación histórica en sí misma), pero sí vinculada a la idea de que la
historia de la educación constituye una herramienta adecuada para explicar nuestra
realidad actual, según un planteamiento que comparten muchos de sus cultivadores 56 .
Así, las palabras de Ivor Goodson en el sentido de que “la necesidad de comprender las
tradiciones del pasado y los legados internos a la historia del currículum es mucho más
acuciante ante la actual avalancha de cambios educativos y no educativos” abundan en
esa argumentación, a partir de la cual propone la existencia de “un diálogo creciente
entre historiadores y especialistas en el curriculum”, ya que “el desarrollo de un sentido
52
Franklin, Barry M.: loc.cit., p. 39.
53
Kliebard, Herbert M. y Franklin, Barry M.: “The course of the course of study: History of Curriculum”,
en Best, John Hardin (ed.): Historical Inquiry in Education. A Research Agenda, Washington, American
Educational Research Association, 1983, p. 138.
54
Goodson, Ivor F.: “La construcción social del curriculum...”, loc. cit., p. 17.
55
Como ejemplo de este estilo de argumentación, Goodson considera que“los estudios históricos pueden
desarrollar nuestra comprensión de los temas del curriculum contemporáneo y poner a prueba la
elaboración de la teoría sobre el currículum” (Historia del curriculum...., p. 21). De esa misma opinión es
Julio Ruiz Berrio, quien afirma que “en los últimos diez o doce años he recibido con cierta frecuencia el
mensaje de la necesidad de los estudios históricos a la hora del análisis del proceso curricular actual”
(“Sugerencias para una historia comparada del currículo en España”, en Gómez García, Mª Nieves (ed.):
Pasado, presente y futuro de la Educación Secundaria en España, Sevilla, Kronos, 1996, p. 324).
56
Uno de los ejemplos más característicos de la convicción de que el análisis histórico puede iluminar el
debate pedagógico actual se encuentra en la obra de Aldrich, Richard: Education for the Nation, London
& New York, Cassell, 1996, en la que pasa revista a la génesis histórica de algunos temas y problemas
educativos candentes de la actualidad, entre los que incluye el currículo.
17
de la historia modificará nuestra visión del curriculum” 57 . También Tomas Englund
afirma que “la historia de la educación, y en concreto la curricular, adquiere sentido
mirando no sólo al pasado, sino también al presente” 58 . Esos planteamientos cobran
especial sentido en un momento como el actual, en que el currículo escolar vuelve a
formar parte de la agenda política en países muy diversos, alentando diferentes
proyectos de reforma curricular 59 .
Entre los temas que han suscitado mayor atención por parte de los investigadores
destaca muy especialmente la denominada historia de las disciplinas 61 . Se trata de un
ámbito que ha tenido importantes cultivadores en los últimos años, entre los que
sobresalen los mencionados Ivor Goodson y André Chervel 62 . Tanta es la importancia
57
Goodson, Ivor F.: Historia del curriculum..., pp. 22-24. Estas frases tienen que ver principalmente con
las contribuciones realizadas a la historia del currículo por especialistas en el mismo, sobre todo en
Inglaterra y Estados Unidos. La historia del currículo en esos países ha estado muy vinculada al propio
estudio del currículo, lo que no ha sucedido en otros lugares.
58
Englund, Tomas, loc. cit., p. 113.
59
Es necesario señalar, no obstante, que el debate acerca de la utilidad inmediata o el beneficio práctico
que puede proporcionar la investigación histórica, en general, y la historia del currículo, en particular,
dista de ser reciente y de estar concluido. Sobre ese asunto pueden consultarse las páginas que le dedica
Barry Franklin (loc. cit., pp. 43 y ss.), basándose en la experiencia estadounidense.
60
Aunque no es mi intención ofrecer aquí un estado de la cuestión de la historia del currículo en la
actualidad, no quiero dejar de señalar ciertas fuentes a las que se puede acudir para realizar dicha tarea.
Sobre la investigación realizada en Estados Unidos se puede consultar el trabajo ya citado de Franklin,
Barry M.: loc. cit., p. 39-57. Sobre la realizada en los países escandinavos puede consultarse el trabajo de
Englund, Tomas: loc. cit., pp. 113-132. Sobre la investigación desarrollada en el Reino Unido se pueden
consultar los abundantes trabajos de Ivor Goodson. Además de los ya citados (Historia del curriculum...,
“La construcción social del curriculum...” y Defining the Curriculum), pueden consultarse Histories &
Ethnographies, London & Philadelphia, The Falmer Press, 1984 (con Stephen J. Ball, eds.); The Making
of Curriculum. Collected Essays, London & Washington, The Falmer Press, 1988; y Studying
Curriculum, Buckingham, Open University Press, 1994.
61
Es necesario señalar que el término disciplina es muy utilizado en francés, pero no tanto en otras
lenguas. En inglés se habla generalmente de subjects (materias), mientras que en español suele hablarse
de asignaturas. De todos modos, el término disciplina parece estarse imponiendo también en español para
hacer referencia a este ámbito de investigación, motivo por el cual he decidido utilizarlo aquí, frente a
otros posibles como materias escolares. Un análisis lexicográfico más detenido sobre estos términos
puede encontrarse en Chervel, André: loc. cit., pp. 60 y ss.
62
De entre las obras de Goodson que tratan de la historia de las disciplinas, además de algunos trabajos
aislados incluidos en las publicaciones anteriormente citadas, hay que destacar School Subjects and
Curriculum Change. Studies in Curriculum History, London, New York & Philadelphia, The Falmer
Press, 1987 (revised & extended edition), Studying School Subjects. A Guide, London & Washington, The
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concedida a este campo dentro de la historia del currículo que ha llegado incluso a
considerarse su núcleo central. Así, en formulación de Goodson, “la historia del
currículum trata de explicar cómo las disciplinas escolares y las asignaturas de estudio
han constituido un mecanismo para designar y diferenciar a los estudiantes” 63 .
Falmer Press, 1996 (con Colin J. Marsh) y Subject Knowledge. Readings for the Study of School Subjects,
London & Washington, The Falmer Press, 1998 (con Christopher J. Anstead y J. Marshall Mangan).
63
Goodson, Ivor F.: Historia del curriculum..., p. 33. Es necesario, no obstante, señalar que entre los
cultivadores de la historia del currículo existe un cierto debate acerca de la importancia que debe darse al
estudio de las disciplinas. Ello tiene que ver con la idea defendida por algunos autores sobre la necesidad
de huir del molde disciplinar a la hora de organizar el currículo. En consecuencia, centrar la historia del
currículo sobre las disciplinas vendría a reforzar ese dominio tradicional, que algunos autores rechazan.
Véase al respecto la introducción a Defining the Curiculum. Histories & Ethnographies, especialmente
pp. 2-7.
64
Goodson, Ivor F.: Historia del curriculum..., p. 96.
65
Ibidem, p. 97.
66
Franklin, Barry M.: loc. cit., p. 42.
67
Ibidem, p. 43.
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o “la historia de las ideas del currículum”, que incluiría aspectos tales como los
argumentos o el discurso utilizado en los procesos de reforma curricular o la ideología
que subyace en los mismos 68 .
68
Ibidem, pp. 43-55.
69
Englund, Tomas, loc. cit., p. 115.
70
Goodson, Ivor F.: Historia del curriculum..., p. 106.
71
Ibidem, pp. 189-190.
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