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Alcmeón

Cronología

Alcmeón fue considerado un pitagórico por algunos escritores tardíos pero

Aristóteles lo diferencia expresamente de los pitagóricos por algunas razones expuestas

ulteriormente. Esta relativa dependencia dificulta determinar su cronología. El estagirita

afirma que él vivió cuando Pitágoras era anciano. Pero dado que la autenticidad de las

observaciones no goza en modo alguno de una aceptación general, se deberá asignar una

datación aproximada a Alcmeón en base a la naturaleza de sus doctrinas.

Favorito testifica que Alcmeón fue el primero en escribir sobre una filosofía de la

naturaleza y Galeno lo menciona en dos ocasiones como autor de uno de los libros

trasmitidos bajo el título Sobre la naturaleza. Además, Diogenes dice que «Casi todo lo

que dice se refiere a la medicina, aunque, a veces, se ocupa de la filosofía de la naturaleza»

Es evidente que Alcmeón se interesó vivamente por la medicina y la fisiología, pero él

vivió antes de la época de la especialización. El estudio del cuerpo humano era aún sólo

una parte de la filosofía considerada como un todo, y él no dudó en pronunciarse también

sobre muchos otros temas.

Crotona fue famosa desde muy temprano por sus médicos. Y al parecer Alcmeón

formó parte de una escuela (no pitagórica) reconocida de médicos aunque después de la

llegada de Pitágoras su influjo mutuo fue inevitable.

Epistemología
Las palabras iniciales de su tratado eran: «…Respecto a las cosas invisibles, y

respecto a las cosas mortales, los dioses ven con claridad, los hombres, sin embargo,

solamente pueden juzgar...». Alcmeón inicia su obra con humildad: la certeza es patrimonio

exclusivo de los dioses. Ellos conocen la verdad directamente, pero los hombres solamente

pueden ir tras los signos que les ofrece el mundo visible e, interpretándolos, reconocer lo

invisible. Cornford ha que el filósofo arcaico se muestra a sí mismo como el sucesor del

poeta-adivino, que habla bajo la inspiración divina, mientras que la actitud humilde hacia el

conocimiento fue inculcada por la naciente ciencia de la medicina, con su observación

detallada de los casos particulares. Alcmeón escribe ya inmerso en el espíritu del tratado

hipocrático Sobre la medicina antigua, cuyo escritor desaprueba el estudio de las

«cuestiones invisibles y dudosas», como «lo que acontece en el cielo y bajo la tierra». Los

filósofos que actúan así pueden pretender que conocen la verdad, pero, realmente, se están

apoyando en suposiciones carentes de base (¿Esbozos del positivismo?) La verdad de estas

cosas no es «clara», porque no existe un criterio de verificación. Todo lo que conocemos de

las concepciones de Alcmeón apunta a su preferencia por lo concreto, como base sólida de

observación, y su antipatía por la hipótesis etérea y la simplificación exagerada. No hizo

uso de la idea fija, contemporánea suya, de basarse en una arché. Fue un físico y científico

práctico. El mundo de la experiencia es menos ordenado y rutinario que el mundo de las

formas matemáticas.

Sobre el cuerpo

Del mismo modo que los pitagóricos versaron sobre los contrarios, Alcmeón los

aplicó a la naturaleza humana. Según él, la mayoría de las cosas humanas están en parejas,

no de contrarios, sino como algo fortuito, mientras que los pitagóricos dijeron cuántos y
cuáles eran. Considerando al cuerpo como un número indeterminado de cualidades físicas y

no como un conjunto semi-abstracciones.

A su vez, Teofrasto atestigua que él habló de que el equilibrio de la salud es el

equilibrio de las fuerzas contrarias y el exceso o carencia de alguna de ellas o bien un

factores externos causan la enfermedad.

Uno de los signos más destacables de su independencia es, citando a Teofrasto en su

libro De Sensu, que aclara que el hombre difiere de los demás en que es el único que posee

entendimiento, mientras que ellos poseen la sensación pero no disciernen. El pensamiento

es distinto de la sensación, no, como para Empédocles, lo mismo. Luego continúa

refiriéndose a cada sentido por separado. Todos los sentidos están, en cierto modo,

relacionados con el cerebro y, por esta razón, se incapacitan, si se mueve o cambia de

posición, porque obstruye los conductos a través de los que tiene lugar la sensación.

Respecto a la forma o los órganos del tacto no ha dicho nada. Posee un cierto interés

general el hecho de que, en su explicación de la audición, Alcmeón identificara el vacío

(κενόν) con el aire.

En De Anima II, 3, Aristóteles pone de relieve que la línea adoptada por Alcmeón

es la correcta y cita como prueba la superioridad del hombre sobre los demás animales.

Calcidio dijo que Alcmeón fue el primero que acometió la disección científica de un

ojo. Esto le habría posibilitado observar los nervios que discurren del ojo al cerebro. Por

Teofrasto sabemos que habló de «conductos» (πόροι), que van desde los órganos

sensoriales al cerebro, y mediante éstos puede haberse referido a los nervios, deduciendo de

aquellos cuya existencia podía ver aquellos que no. Platón alude al descubrimiento de
Alcmeón (aunque sin nombrarlo) en el Fedón (96 B), donde Sócrates, citando una lista de

varios filósofos de la naturaleza afirma que no es otra cosa que el cerebro lo que procura las

sensaciones.

Círculo

En los Problemata aristotélicos (fr. 2 DK): «Dice que la razón por la que los

hombres mueren es porque no pueden unir el principio con el fin.» Alcmeón posee gran

peso y una aplicación notablemente amplia en el pensamiento griego: se trata de la imagen

del movimiento circular. La cáscara externa de la totalidad del cosmos, y todos los cuerpos

celestes, parece que giran de un modo visible, según un patrón complicado de círculos que

ha continuado con repeticiones regulares desde tiempo inmemorial, como sabemos por las

informaciones de los astrónomos babilónicos. Era la causa de una repetición cíclica de los

acontecimientos de la tierra y los ciclos de la vida. Las ramificaciones de este pensamiento

en el espíritu griego son múltiples: geométricas, astronómicas y cronológicas, así como

fisiológicas. El tema es el carácter circular del tiempo y la cuestión si «antes» y «después»

poseen algún significado absoluto. Si el tiempo es circular y recurrente, se nos puede

describir a nosotros exactamente igual como viviendo antes de la Guerra de Troya que

después de ella. Si la vida es un círculo, y un círculo no tiene ni principio ni fin, nada puede

ser anterior por estar más próximo al principio: ni ellos anteriores a nosotros ni nosotros a

ellos.

En el cuerpo hallamos la misma progresión circular: a donde se empezó se llega al

final.» Otro ejemplo de la literatura médica, al comienzo del De Locis in Homine: «En mi

opinión, el cuerpo no tiene principio (arché), sino que todo es igualmente principio y fin,
porque cuando se ha trazado un círculo no puede hallarse su principio.» «En el sujeto

humano, que es lo que interesa ante todo a un médico como Alcmeón, el mantenimiento de

la vida depende del acoplamiento circular de todas las partes en un todo continuo. Cuando

este vinculo se rompe, se produce la muerte» (Kahn, op. cit., pág. 26). El alma humana

individual, en su acción sobre el cuerpo, está intentando reproducir, en su forma específica,

los movimientos circulares eternos de las estrellas divinas.

Sobre el alma

Puesto que el alma es inmortal, es evidente que sobrevive a la muerte física, y si los

hombres mueren «porque no pueden unir el principio con el final», pero el alma, que es

inmortal, sí que los une. De este modo, explicitamos en la filosofía de Alcmeón, la doctrina

de que el alma imita a los astros y cielos divinos no sólo en el movimiento originado en sí

mismo, sino en el movimiento circular. No existe indicio alguno de que Alcmeón creyera

en la transmigración, y se ha resaltado más de una vez que la distinción radical que trazó

entre los hombres y los animales habla más bien en contra de ella.

Psyché, para un pensador del siglo v, significaba no sólo un alma sino «alma». El

alma da vida al cosmos, y su manifestación característica es el movimiento incesante y

autocausado que realiza y comparte con los cuerpos celestes. Partes de esta sustancia-alma,

pensó Alcmeón, habitan en el cuerpo humano y, en particular, en el cerebro, donde,

naturalmente, intentan llevar a cabo los mismos movimientos circulares, pero se encuentran

estorbadas por el material más pesado o tosco en el que están inmersas. Finalmente, la

difícil asociación se rompe, la criatura compuesta como un todo no puede seguir

manteniendo la integridad del círculo y el alma inmortal abandona el cuerpo que, debido a
ello, muere. La tarea de un médico es, detalladamente, mantener o restaurar el equilibrio en

el cuerpo de los contrarios físicos.

Alcmeón dice que la inmortalidad del alma resulta de su parecido con los seres

inmortales, un parecido que posee en virtud de estar en eterno movimiento; porque todas

las cosas divinas también se mueven continuamente y siempre, a saber, la luna, el sol y las

estrellas y la totalidad del cielo (Aristóteles, De Anima, 405 a 30) (Cf. Hilozoismo). La

divinidad de los cuerpos celestes estaba firmemente asentada en la religión popular, pero

Alcmeón las presenta de un modo “racional”.

Como el establecimiento de las condiciones en que el alma puede ser menos

estorbada por el cuerpo para llevar a cabo sus giros naturales. Todo el tiempo que se

conserva el equilibrio físico, el alma es capaz de compartir con el cuerpo sus vivencias. Sin

embargo, se liberaba a fin de juntarse con la sustancia-alma pura entre los astros. Noción

que era popular en el siglo v.

Astronomía

En los pormenores de su astronomía (en la medida en que los doxógrafos nos dicen

algo sobre ella, que es muy poco; vid. A 4), se atribuye a Alcmeón la repetición de las

vulgaridades de Anaximenes y Heráclito.

Cf. Platón

Como hemos visto, Alcmeón presenta también ideas que posteriormente

desarrollará Platón —el alma como automotriz, la analogía del movimiento circular—, pero

ha quedado claro que estas ideas se hallaban presentes en el pensamiento del siglo v o
antes, y sólo requerían la aplicación de una mente inteligente y perspicaz que les diera una

forma más definida.

Es difícil de creer que Platón no estuviera profundamente influido por Alcmeón. Ya

hemos visto la prueba similar de la inmortalidad del alma, de la que se sirvió en el Fedro y

las Leyes. El Timeo enseña que la actividad del alma del cosmos viviente consiste en

movimientos circulares. En un ser humano, cuya alma es esencialmente de la misma

naturaleza que el alma del mundo, aunque de inferior cualidad, «los movimientos circulares

del alma inmortal» están prisioneros «en la marea creciente y menguante del cuerpo». La

conmoción de plegarse a las exigencias de la alimentación y rápido crecimiento corporales

deforma los círculos del alma, que han sido originalmente construidos por el Creador según

las leyes estrictas de la proporción geométrica y musical. Debido a los ataques de la

materia, dichos círculos «giraron de todas las formas posibles y se originaron todas las

infracciones y deformaciones posibles de los círculos, de modo que apenas si se mantenían

unidos» (43 D-E), y esto explica la conducta irracional de los niños. En la vida adulta se ha

conseguido un cierto equilibrio y calma y los giros se producen de un modo más regular.

Jenófanes

Destrucción

Conocido por el mundo antiguo y podemos evidenciarlo por sus fragmentos como

un escritor de crítica y denuncia satírica. Se lo ha visto en contra de los mitos narrados en

los banquetes, contra el culto a los certámenes y los hábitos disipados de sus anteriores

conciudadanos. Ha dirigido su sátira contra Tales, Pitágoras y Epiménides, entre otros


maestros religiosos y filosófos. Pero su mayor desacuerdo se lo reservó para la teogonía de

Homero y Hesíodo a la que le hace una serie de destrucciones:

 El hecho de que ellos representaran a los dioses como dueños de actos inmorales y

deshonrosos. Se opone al antropomorfismo que se le adjudica a los mismos dioses,

alegando, de acuerdo a observaciones en distintas culturas, que si los animales tuvieran

las capacidades de representación del hombre, pensarían a sus dioses en forma animal.

 (Citado por Aristóteles) Es tan impio decir que los dioses han nacido como decir que

han muerto, porque de ambas maneras se llegará a la conclusión de que hay un tiempo

en donde los dioses no existen.

 La divinidad, si es divinidad, no admite jerarquía en su seno.

 La divinidad no necesita moverse.

Algo a destacar, es la valentía de su crítica que yace en un contexto contemporáneo

a Pitagoras donde la religión seguía bien instaurada y no tambaleaba como en los siglos

siguientes, cercanos a la aparición de las Filosofías de la Felicidad.

Es indudable que el autor no condenó en absoluto al culto de los dioses, siempre en

que su noción de la divinidad no obtenga las características que él denuncia.

Construcción

Jenofanes a través de sus críticas buscó predicar cómo él creía que es la verdadera

divinidad. Antes de exponer su construcción, hay que entender que las expresiones que él

utiliza no siempre son congruentes debido a que muchas veces se tratan de expresiones

polares, es decir, clichés utilizados para dar énfasis y que no deben tomarse al pie de la

letra. Es natural que no vea peligro en ajustarse a la costumbre, según la forma


convencional griega. Además, destacar que para los griegos de la época no es importante la

cuestión entre monoteísmo o politeísmo

Para él, Dios es UNO, eterno, el más grande entre los dioses y los hombres, en

algún modo semejante a los hombres en cuerpo y espíritu, en algún modo no; percibe como

un todo, [pues no necesita órganos de percepción independientes]; es inmóvil y sin esfuerzo

estremece la existencia con el impulso de su mente. Impasible. Es consustancial a todas las

cosas.

Todas las opiniones en cuanto a la Teología de Jenófanes destacan dos

características:

 Esférico: La concepción de esfera o círculo en el pensamiento griego está

ligado con lo finito, lo perfecto, lo acabado en sí mismo, lo bien dispuesto en

todas sus partes.

 Dios identificado con el universo (Según Sexto: συμφυη «que crece con»,

«adaptado a», «fundido con», «perteneciente a»)

Aristóteles alega que él concentró su atención sobre la totalidad del cielo (ουρανος)

y dijo que el Uno, el dios, existe» O más bien que el Uno existe y es Dios o que el uno era

el Dios. Al fijar su atención sobre la naturaleza del universo, Jenófanes llegó a esta

conclusión. Es posible que identificara realmente el universo con la divinidad unitaria

inmóvil.
Dios identificado con el mundo

El universo es inmóvil, el uno es inmóvil; no ha tenido origen ni los dioses han

nacido.

Un pensamiento popular en los pre-socráticos es pensar al universo como esférico, y

como hemos visto, Jenófanes predicaba esta característica del Uno-dios.

El hecho de que se le predique inmovilidad, no daría lugar a que exista ningún tipo

de cambio en el universo. La palabra movimiento todavía no habría tenido una distinción

tan extensa como la de Aristóteles, sino que su uso era más bien contextual que conceptual.

No se debe generalizar esta inmovilidad, sino que Jenofanes la utiliza para hacer un

contraste con la divinidad homérica y los seres vivos que viven en él, que son propios de

movimiento para buscar su sustento.

Guthrie concluye que para el poeta, el cósmos era un cuerpo esférico, vivo,

consciente y divino, la causa de us propios movimientos internos y del cambio. Esto mismo

no era más ni menos que la divinidad, por ello, no tenía principio ni disolución.

Todos los seres vivos nacieron de la tierra

«De la tierra vienen todas las cosas, todas terminan en la tierra» (Fr. 27)

Una generalización apresurada encajaría a Jenófanes en la tradición monista milesia,

pero a diferencia de ellos, él niega el llegar a ser y el desaparecer y afirmó que el todo era

uno e inmóvil imposibilitando todo αρχη.

«Todo lo que ha nacido y crece es tierra y agua» (Fr. 29)


«Porque todos nosotros hemos nacido de la tierra y el agua» (Fr. 33)

Estos fragmentos parecen haberse dicho en contraposición de los mitomorfismos de

la creación de la vida a partir de los dioses Gea, Urano y Zeus.

Estos versos probablemente son atribuidos no al todo, sino a los seres vivos

individuales de acuerdo a sustancias derivadas del universo. Esta creencia popular del

pensamiento griego parecía derivada de un hecho observable de ciertos seres pequeños y

plantas que surgían espontáneamente de la tierra húmeda. A partir de la observación en la

agricultura de que la vida orgánica se producía no sólo con tierra seca, sino que cuando esta

se humedecía, por la lluvia o el crecimiento del río, se fertilizaba para dar lugar al brotar

espontáneo de la vida. Jenófanes da un paso adelante mostrando este proceso general de un

modo racional en lugar de una explicación politeísta.

Alternancia de épocas húmedas y secas

Jenófanes creyó que la tierra estaba sujeta a invasiones alternativas de la tierra firme

sobre el mar y del mar sobre la tierra firme con el correr del tiempo. « Todos los hombres

perecen cuando la tierra cae hacia el mar y se convierten en barro, luego comienza una

nueva generación. Así es la creación de todos los mundos» (Hipol.)

La mitología griega estaba familiarizada con los desastres que habían destruido a

toda o a la mayor parte de la raza humana. En el Timeo platónico el sacerdote egipcio dice

a Solón y Aristóteles apoyaban estas nociones.

En la cosmogonía de Anaximandro la tierra empezó siendo húmeday se fue secando

gradualmente, de modo que el mar se estaría secando continuamente hasta llegar un


momento en que se secase por completo. Jenófanes al parecer se vio influido, aunque

existen diferencias importantes. Anaximandro estaba hablando del origen del mundo y, , no

existían indicios de una vuelta al dominio del agua. Jenófanes no está hablando del origen o

la destrucción del cosmos. El proceso cíclico que describe se limita a la tierra, qué nunca

llega a destruirse, pero está claro que cuando el mar avanzara lo suficiente para eliminar la

vida y la tierra se convirtiera en barro, se retiraría para permitir la nueva aparición de la

tierra seca y de la vida.

Junto a la creencia en un universo eterno, tuviera éste origen o no, se desarrolló

normalmente la idea de una repetición cíclica de la historia interrumpida por desastres. Ésta

fue la doctrina de los pitagóricos y del mismo Aristóteles y, evidentemente, también la de

Jenófanes. El primer esquema cíclico atestiguado, que implica una destrucción y

renacimiento repetidos de la totalidad del cosmos, aparece a finales del siglo v en

Empédocles. Anaximandro había creído probablemente que el cosmos se reabsorbería en el

ápeiron y que de él volvería a surgir otro después, pero existen pocas pruebas de esta

suposición y no ocupó en sus concepciones el lugar central que tuvo el ciclo de los mundos

en el elaborado esquema filosófico-religioso de Empédocles, para el que era esencial.

Teoría del Conocimiento

«Ningún hombre ha conocido ni conocerá la verdad evidente [por experiencia

inmediata] sobre los dioses y sobre todo aquello acerca de lo que yo hablo; porque aunque

llegara a acertar plenamente al decir que es verdad, ni siquiera en este caso él mismo lo

sabría sobre todas las cosas no existe sino opinión.» (Fr. 34)
Sexto propone dos interpretaciones: la primera que todo es inaprensible: nadie

conoce la verdad, ni aunque diese por casualidad con ella, seguiría sin saber que es la

verdad. La segunda es que no está aboliendo toda aprehensión sino diferenciando entre el

conocimiento y la opinión. No puede descartarse el error como posibilidad. Aun en la

interpretación de la naturaleza de la verdad de Jenófanes hay posibilidad de error.

Jenófanes estableció una distinción entre experiencia directa sensible, que

proporciona certidumbre, y otros objetos de conocimiento sobre los que nadie puede estar

seguro excepto Dios. Éstos abarcarían la teología en sí y toda teoría. Los hombres no

podían tener en absoluto un conocimiento cierto: ése estaba reservado para Dios. Han de

contentarse con decir: «Yo creo que esto es verdad», lo que significa que todas las

creencias son igualmente probables. A pesar de ello, no puede decirse con seguridad, que

Jenófanes «separa de un modo claro y fundamental uno de otro» los dos ámbitos, el de lo

Absoluto y el de lo Terrestre. No debemos aceptar las apariencias al pie de la letra, sino

penetrarlas hasta acercarnos a la realidad que se esconde tras ellas, en la medida en que

nuestra inteligencia nos lo permita. Cuando sintamos que hemos alcanzado lo que al menos

se asemeja a la verdad, debemos aferramos a la creencia de que hemos vencido (fr. 35).

(¿Hermenéutica de la verdad?) Esta distinción entre las posibilidades epistemológicas

divinas y mortales existe en Filósofos como Heráclito, Parménides, Empédocles,

Demócrito y Ecfamto. Y se podría decir que “el inicio de esta tradición” la da Jenófanes, se

compare con la divindad o no, es la confrontación entre las apariencias y la verdad. Pero

esta ha estado latente desde los milesios hasta la actualidad: la explicación de lo implícito.

Heráclito debió este avance a su predecesor aunque lo despreciara, que dio pie a

Parménides, que juntos influyeron en Platón.

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