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Introducción
1. Efímeros y Diminutos
2. Espejismos antropomórficos
3. La Población del abismo
3.1 Los Dioses
4. Una Esperanza Pragmática
Referencias Bibliográficas
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INTRODUCCION
1. EFIMEROS Y DIMINUTOS
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A principios del siglo XX, y en medio del avance de una modernidad
avasallante, Howard Phillips Lovecraft capta la tesis de Nietzche, la transforma en una
estrategia argumental y luego la utiliza como punto de partida y basamento de su obra
literaria. El resultado de esta transferencia derivará en una transformación histórica
dentro del género de la literatura de horror.
El punto de confluencia permanente entre los dos autores es la noción de
“insignificancia de la humanidad”. Para Nietzsche la existencia efímera y delicada de la
vida humana es la motivación que lleva al hombre a la búsqueda de calma y seguridad
por medio de la construcción de un mundo metafórico; para Lovecraft, esta
insignificancia es la clave del horror.
El hombre, considerado en su existencia en el tiempo y el espacio, es un ser
insignificante. Acerca de la intrascendencia humana en las eras del universo, Nietzche
afirma que el intelecto, capacidad primordial del hombre, es solo un recurso “…de los
seres más infelices, delicados y efímeros, para conservarlos un minuto en la
existencia” (Nietzsche, 1873, pág. 1), en coincidencia, Lovecraft torna esta proposición en
base argumental. Es habitual leer en las ominosas páginas de sus obras expresiones tales
como: “el género humano es tan sólo una -quizá la más insignificante- de las razas
altamente evolucionadas que han gobernado los misteriosos destinos de nuestro
planeta. Según esto, hubo seres de forma inconcebible que habían levantado torres
hasta el cielo y ahondado en los secretos de la naturaleza, antes que el primer
anfibio, remoto antepasado del hombre, saliese de las cálidas aguas de la mar, hace
trescientos millones de años.”(Lovecraft, 1934,”En la Noche de los tiempos, pág. 219)
Así como el tiempo es utilizado como una constante de comparación que
determina la condición efímera del hombre, el espacio es la que expresa, para ambos
autores, su pequeñez. Para el filólogo alemán la humanidad es tan solo un grupo de
animales inteligentes, “habitantes de un astro ubicado en algún apartado rincón del
universo centellante y desparramado en innumerables sistemas solares”. Animales
altaneros, factibles de desaparecer tras una breve respiración de la naturaleza. Lovecraft
complementa esta visión con una mezcla de terminología científica y expresiones
arcaicas que ahondan la sensación de desamparo, y afirma, en reiteradas ocasiones, que
este astro llamado tierra es parte de “…un cosmos totalmente incógnito e
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incognoscible, en el cual la humanidad no constituye sino un átomo transitorio y
despreciable”. (Lovecraft, 1968,” Los Mitos de Cthulhu”, pág. 9)
Luego de aplastar a la humanidad con metáforas afiladas y careos impiadosos
los autores analizados llegan al apogeo de la destrucción de medidas antropomórficas y
cargan contra el intelecto humano. El rasgo distintivo de la humanidad, su capacidad
para generar conocimiento, el ápice divino que la destaca por sobre los demás seres
vivos, es cruelmente reducido a un “complemento biológico”. Nietzsche hablando del
intelecto, ahora como elemento útil para la simulación, a modo de camouflage, lo
describe como “el medio, merced al cual sobreviven los individuos débiles y poco
robustos, como aquellos a quienes les ha sido negado servirse, en la lucha por la
existencia, de cuernos, o de la afilada dentadura del animal de rapiña.” (Nietzsche,
1873, pág. 2)
Por su parte, Lovecraft, traslada esta concepción a su obra y la refleja en el
padecimiento permanente de sus personajes. Los desafortunados que fueron elegidos
para formar parte de alguna sus historias, generalmente tienen un alto grado de
formación, un nivel intelectual superior a la media y una curiosidad prácticamente
suicida. Estos personajes, transitan las páginas en una agonía mental producto del
hallazgo de realidades inexplicables e inabarcables, que relativizan verdades antes
inmutables y los sitúan en un espantoso desfiladero sin final, cuyas alternativas son la
locura o el suicidio.
En este padecimiento, que el escritor denomina “angustia cósmica”, no hay
descubrimientos alentadores, la realidad en la que vivimos es una situación pasajera,
solo un segundo en los infinitos milenios del universo. El intelecto humano no fue
creado para soportar la verdad, el más breve acercamiento a un destello del cosmos real
arrojará al intrépido investigador a la locura más radical y al posterior desdén de sus
compañeros incrédulos.
Casi en correspondencia con lo expresado en “Sobre verdad y mentira en
sentido extramoral”, el escritor de Providence no solo reconoce la ridiculez del
intelecto humano sino que, con un dejo irónico, asegura que la limitación del intelecto
es la causa fundamental de la supervivencia humana y por boca de uno de sus
personajes afirma que “la cosa mas piadosa del mundo es la incapacidad de la mente
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para asociar todo su contenido” (Lovecraft,1928, “La Llamada de Cthulhu”, pág. 1) y
abona el terreno del “olvido” o de las “metáforas muertas”, teorizado por Nietzsche.
Tal vez en reacción a la modernidad creciente de su tiempo, cada vez más
volcada a un cientificismo gris y deshumanizado, Lovecraft admite que el intelecto es
sobrevalorado. Las metáforas muertas se hacen evidentes en una sociedad en constante
movimiento, en la que millones de seres humanos se agolpan en ciudades sucias y
caminan, empastados de grasa industrial, por vidas plagadas de acciones mecánicas,
justificadas en la mera supervivencia económica, pero mezcladas con rituales
ancestrales que no se condicen con la realidad industrial del naciente siglo XX.
La ciencia avanza en métodos de eficacia productiva, en innovaciones
tecnológicas y en estudios antropológicos, pero el hombre es solo un engranaje, a veces
prescindible, dentro de la cadena industrial, y el hambre, las enfermedades y el
hacinamiento, crean imágenes de angustia masiva de una abyección apocalíptica. Las
zonas rurales, desmanteladas, apenas subsisten como fortines renegados que producen
lo mínimo para vivir y se aferran a conservadurismos extremos que conviven con cultos
paganos hijos de la desesperación.
Ante esta situación, Lovecraft, hombre amante de la calma y la tranquilidad,
encuentra en Nietzsche los argumentos para metaforizar su repulsión hacia el siglo XX
y en ciertos pasajes de sus obras llega a emularlo en acidez y trasgresión, aseverando
que la vida de nuestro sistema solar es resultado de un error o de un vano divertimento
de seres superiores.
Los dos autores, desde esferas distintas, recrean la historia (o protohistoria) con
la angustia cósmica del hombre como razón para la construcción de un cobijo de
metáforas que enmascaran la verdad y lo protegen de la realidad. El escritor nos
advierte que el mundo real alberga seres que, en caso de establecer contacto, nos
provocarían un horror alienante no solo por su lejanía de las formas humanamente
conocidas, sino también por revelar, con su existencia, nuestra diminuta y efímera
condición; Nietzsche no es tan benigno, su pensamiento desmantela a la realidad y nos
deja, atónitos, ante el abismo.
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2. ESPEJISMOS ANTROPOMORFICOS
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fondo con aquellas propiedades que nosotros introducimos en las cosas, de modo que,
con esto, nos infundimos respeto a nosotros mismos.” (Nietzsche, 1873, pág. 10) Este
nuevo embate dialéctico también se transforma en una argucia lovecraftiana, y en medio
de libros prohibidos y grimorios malditos, la ciencia se reduce a un método forjado por
el intelecto solo para contribuir a la conservación de la raza humana.
La literatura de horror cósmico considera que el refugio de metáforas, nuestro
mundo antropomórfico, se rige por la ciencia, el método “que sirve para esconder la
realidad primordial, lo que acecha en nuestra mente y que habita en todo eón y en
todo espacio; en fin, aquello que constituye el misterio de la vida.” (Roa, 2000, sp)
En definitiva, con la ciencia como estratagema del intelecto para permanecer en
la ignorancia o en el “olvido”, el hombre de Nietzsche (o los personajes de Lovecraft)
nacen, transitan y mueren en un mundo enclenque, tambaleante y al borde de ser
aniquilado por cualquier pisotón accidental de entidades numinosas e inmortales. La
verdad, “una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos”
(Nietzsche, 1873, pág. 5) es una gran mascarada que llena, con poca consistencia, un
vacío de sentidos. Lovecraft sigue los impulsos humanos, quema esas verdades
artificiales y llena el vacío con una realidad lejana. Despoja al hombre del rol
protagónico y lo reduce al papel de extra, lo considera un actor intrascendente en medio
de la masa de existencias superiores.
Con una labor de años, y la colaboración de numerosos escritores (1), se clasificó
y sistematizó a aquellas entidades fabulosas en una estructura cosmogónica única, en
donde los miedos de la humanidad son representados por metáforas monstruosas.
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Escritores, conocidos y colaboradores de Lovecraft conformaron el llamado “Círculo de Lovecraft”
que comenzó a funcionar por medio de intercambios de aportes literarios por correspondencia y luego
trascendió en grupos adherentes en todo el mundo. Lo integrantes fundadores de este círculo, junto con
Lovecraft, fueron Clark Ashton Smith, Robert E. Howard, Robert Bloch, August Derleth, Frank Belknap
Long, Henry Kuttner.
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3. LA POBLACION DEL ABISMO
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Los Primordiales o Primigenios, una de las razas de Dioses del panteón Lovecraftiano.
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La existencia paralela del hombre junto a los seres del abismo se fundamenta en
la ignorancia. El hombre no sabe que es lo que “acecha en el umbral” de la realidad. La
vida cotidiana es resultado de una omisión inconsciente que evita el descarrilamiento en
el desamparo del caos. La ignorancia es una historia en sí, un nuevo recurso argumental
elaborado sobre la base del “olvido”.
Lovecraft escribe “Realmente, nuestro “cerebro reptil”, entendido tan sólo en
los instintos básicos, y anterior en cualquier caso a un estado relativamente humano,
conoció el horror del caos y los miedos de la existencia únicamente animal. Cuando
más tarde creció en nosotros un “cerebro mamífero”, más afectivo y sentimental, y
posteriormente un “cerebro plenamente humano”, dado a la razón y al pensamiento
experimental, los instintos primitivos, naturales, fueron reprimidos. Sin embargo, los
terrores ancestrales, el miedo a la disolución del Yo, siguen ahí a pesar de su
encarcelamiento y, a menudo, se manifiestan durante los sueños.” (Lovecraft, en “El
Realismo Mágicko de H.P. Lovecraft”, sp.) , y así introduce a sus seres abismales en un
plano paralelo de existencia. Sus dioses son metáforas de los miedos ancestrales,
memoria inconsciente, oculta tras miles de capas de historia humana.
Azathoth, “El caos esencial”: Es la fuerza motora del universo. Lo describe como un
dios sin forma “ciego e idiota” ya que su acción no responde a pensamiento ni visión
humana. Es el ser que dio inicio a todas las cosas y el que dará final. Es la
representación del poder del caos, la ausencia de destino alguno. Azathoth es el
destructor del pensamiento antropomórfico.
“Pensó en las antiguas leyendas sobre el Caos Esencial, en cuyo centro habita un
dios ciego e idiota - Azathoth, Señor de Todas las Cosas- circundado por una horda
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de danzarines amorfos y estúpidos, arrullado por el silbo monótono de una flauta
manejada por dedos demoníacos.” (Lovecraft, 1936, “El morador de las Tinieblas” en “Los
mitos de Cthulhu”, pág. 303)
Yog-Sothoth, “El que acecha en el umbral”: También llamado “el todo en uno y el uno
en todo” es el vehículo del Caos. Representa la Puerta al Vacío. Manipula las leyes de
tiempo y de espacio, coexiste con todo tiempo y se extiende a todo espacio. Es el dios
que arrasa con las dimensiones espacio-temporales, su existencia es la visión de lo
efímero y diminuto de la existencia humana.
“Su imaginación conjuró las impresionantes formas del fabuloso Yog-Sothoth... tan
sólo una aglomeración de globos iridiscentes, pero inmenso en su sugerencia de
maldad.” (Lovecraft, 1932, “Horror en el museo” en “Narrativa Completa”, pág 20)
“No olvides esta advertencia sino quieres que unos horrores inimaginables te
sumerjan en el abismo de la locura ululante y vociferante. Reza al espacio para que
nunca me conozcas en cualquiera de mi otro millón de formas. Adiós Randolph
Carter y ten cuidado ¡Pues Yo soy Nyarlathotep,el caos reptante!”
(Lovecraft, 1928, “En busca de la ciudad del sol poniente” en “Narrativa Completa”, pág. 101)
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en la tierra, nacimiento y muerte, propagación y extinción es obra de Shub-Niggurath, el
hombre, ser insignificante, es solo uno de los innumerables seres bajo el dominio de la
cabra del millón de retoños.
Cthulhu: Es el dios que yace en la mística ciudad submarina de R'Lyeh y que al soñar
su propia muerte inf1uye espantosamente en el tridimensional mundo humano.
Atrapado en la profundidad del océano, Cthulhu duerme un sueño de tiempos
inmemoriales y determina el destino de la tierra. Su despertar será el retorno del caos
primario y el fin de toda vida en el planeta. Su figura tiene algunos rasgos semejantes a
un gigantesco octópodo, es el más antropoide de los seres lovecraftianos y el que posee
más seguidores en cultos secretos de la tierra. Es la representación de los temores
ancestrales e inconscientes o “dormidos”. Su morada, el origen de la vida en el planeta,
no es una elección casual sino que conforma el augurio del fin del mundo de
representaciones humanas, su despertar será el final de las verdades construidas, de las
metáforas muertas.
“Un monstruo de perfil vagamente antropoide pero con una cabeza semejante a la de
un pulpo, con el rostro convertido en una masa de cilios, cuerpo de aspecto gomoso
recubierto de escamas, unas garras prodigiosas en las zarpas traseras y delanteras y
largas y estrechas alas a la espalda. Este ser... presentaba una corpulencia
abotargada... Apareció bamboleándose para estrujar su gelatinosa inmensidad verde
a través del negro umbral... Era una montaña ambulante, tambaleante.”
(Lovecraft, 1928, “La Llamada de Cthulhu”, pág. 7)
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4. UNA ESPERANZA PRAGMATICA
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en los peores momentos de su vida (que eran mayoritarios) eran sus sueños… (y
pesadillas). …En ellos vivía, según palabras del propio Lovecraft -una extraña
sensación de expectación y aventura, relacionada con el paisaje, con la arquitectura y
con ciertos efectos de las nubes en los cielos” (Rossi, 2008, s.p.)
El escritor nos ofrece una alternativa a la locura o al suicidio, podemos
reconocer la necesidad pragmática de continuar con nuestro mundo de sentidos cuyas
“marcas” se han perdido en el tiempo pero manteniendo, en un rincón de nuestra
conciencia, la información sobre la existencia del abismo, del mas allá. El método del
caminante de Providence consistió en acoplar sus miedos y ansias al sistema de ideas de
Nietzsche y luego, desarrollar un estilo literario cuyo trasfondo científico-filosófico
arroje al lector una dosis de verosimilitud pavorosa. Con su método Lovecraft nos
enseña a llenar el vacío, él utilizó sus temores, pero también se valió de caminos
creativos y sueños con los que transitó un mundo de verdades endebles.
Quizá el abismo pueda llenarse con algún destello de luz, con carcajadas de
humor negro, con arte. Sin la soberbia antropocéntrica, el vacío podría transformarse en
un punto de partida esperanzador, en una página en blanco para colmar de inscripciones
que, a los largo de las eras, exprese un mensaje representativo y verdaderamente
humano.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
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HUTIN, S. (1976): “Los gnósticos”, Buenos Aires: Eudeba
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diciembre de 2008)
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