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La incertidumbre
Así, el teórico búlgaro define el género como una vacilación ante la presencia de un
acontecimiento que estaría fuera de los parámetros de la realidad (por e.: un
demonio, un fantasma). Tal incertidumbre plantea si ese suceso tiene explicación o
si se está ante un mundo que posee leyes sobrenaturales desconocidas para el
hombre. De encontrarse una explicación, transitaríamos por el género de lo
extraño; en caso contrario, nos hallaríamos en el ámbito de lo maravilloso. Muy
pocos libros pueden ostentar ese carácter dubitativo e impreciso del principio al fin,
como es el caso de Otra vuelta de tuerca (1898), de Henry James, en cuyo
transcurso es imposible precisar si las citas de las pupilas con los fantasmas
existieron o sólo se trató de un proceso alucinatorio de su perturbada institutriz.
Podemos afirmar que en la narrativa actual (sea literatura, cine, historieta o serie
televisiva) esa vaguedad recorre gran cantidad de obras, o sea que en cierto
sentido la impronta ambigua a que alude Todorov se ha acentuado.
En el Primer "Encuentro Argentino de Creadores " (Buenos Aires, 2003) se optó por
mantener una visión amplia y aperturista sobre el género fantástico, de manera de
no hacer hincapié en sus diferencias con la ciencia ficción. Además, se decidió
incluir en ese espacio a autores como Julio Cortázar, en cuyos textos suele
privilegiarse el suceso inasible. Más aún: audazmente se ha planteado el carácter
fantástico del realismo de Balzac, como queriendo indicar que la ficción es un
producto de la imaginación, un mundo autónomo aunque intente mimetizarse con
la realidad. Aquí, se seguirá esa sabia actitud en razón de que se ha producido un
proceso de contaminación de los géneros que esteriliza todo intento de
clasificación.
Los territorios del género fantástico están poblados por mitos, leyendas, monstruos,
duendes, hadas, demonios, vampiros; un universo espectral en el que prima la
ensoñación y la locura sobre nuestro sentido común y la realidad cotidiana –a la
que en cierto sentido niega–, de modo que puede entenderse como una manera
artística de expresar el universo de lo otro y distinto o, si se prefiere, el célebre
principio de indeterminación de Heisenberg.
La historieta
En la misma década, uno de los dibujantes argentinos que más ha roto con el
realismo es Max Cachimba. Sus trabajos están poblados de seres monstruosos, que
habitan un mundo deforme, distorsionado, como si los objetos tuvieran vida y se
movieran tortuosamente. Hasta los bordes de los cuadritos parecen convulsionados.
Sus combinaciones de negros, blancos y amarillos proyectan un delirio pesadillesco.
En La maldición de la luna, el satélite terrestre comienza a defecar y sus
excrementos sepultan un pueblo entero. Ante esta sinfonía del horror que se puede
definir como una prosopopeya alucinada, se tiene la sensación de estar frente a un
pintor fauve que, nutriéndose del feísmo de Chester Gould, se hubiera dedicado a
las historietas. Es un descenso a los infiernos, una visión que roza con el
tremendismo: en Invasión se explica que "del cielo bajaban veinte violinistas locos
para tocar una triste obertura de los peores tiempos". El último espía, de 1986,
respira ese mismo ámbito fragmentado y onírico, y el guión de Pablo De Santis a
menudo adquiere un deslumbrante toque lúdico.
Una década atrás, precisamente en 1952, aparecía Bull Rockett (un piloto de
pruebas que era además científico), escrita por Héctor Germán Oesterheld y
dibujada por el italiano Paul Campani. El citado guionista y el dibujante Francisco
Solano López, gestaron en 1957 la más importante historieta de ciencia ficción
argentina: El Eternauta. Se ha comentado que al colocar Oesterheld la clásica
invasión extraterrestre en Buenos Aires, no ha modificado sustancialmente un
patrón de la fantaciencia de habla inglesa. Sin embargo, ese cambio de escenario
implicaba algo más profundo: lo fantástico se introducía en la vida cotidiana, ya que
los protagonistas eran individuos sencillos –cuatro amigos que jugaban al truco en
Vicente López: Juan Salvo, Favalli, Lucas, Polski, a los que se agregaba luego
Franco– víctimas, al igual que sus agresores alienígenas (los "cascarudos", los
"manos" y los "gurbos"), de los "ellos", verdaderos monstruos con vocación
imperialista. Oesterheld dejaba entrever que la mayoría de los hombres está en
contra de la guerra, la que era promovida por los centros de poder que medraban
con el sufrimiento humano.
Los sueños
El humor
El apego al delirio –que ostenta figuras prestigiosas como Eduardo Ferro, Roberto
Battaglia y Rep– tiene en Carlos Nine a uno de sus más inspirados
representantes. Keko, el mago (1987) revela una poesía onírica de excepción –que
no excluye la sordidez– en sus ocurrencias verbales y en la pericia plástica de su
creador, un "ilusionista" de la línea. "Angelitos con sexo, mujeres pintarrajeadas y
con los pechos al aire y máquinas de formas extrañas, inauguran con Nine una
vertiente peculiar del género fantástico", afirman Judith Gociol y Diego Rosemberg.
En 1979 Enrique Breccia (arte) y Carlos Trillo (texto) lanzaron Los viajes de Marco
Mono, una parodia de Marco Polo, el célebre viajero veneciano. Esta fantasía
descabellada plantea insólitos episodios protagonizados por un mono que usa
sombrero, camisa y corbata, a través de los cuales se luce la destreza gráfica del
dibujante y la inventiva del guionista.
En 1987, Trix, de Félix Bravo, narra cómo un grupo rockero, "Sixis y los Trix", pone
en peligro la corporación terráquea que domina el cosmos conocido en 2999. Es
una historieta que, al exponer letras de canciones, reclama el sonido de la música.
Su grafismo es moderno, onírico y surreal, en la onda de los ochenta. Está
orientada a las jóvenes generaciones que no pueden menos que identificarse con
letras que claman: "El hombre es un Dios cuando sueña y un mendigo cuando
piensa"; "El que quiera ser feliz sólo tiene que ser él, lo difícil es hacerlo ya que
nadie quiere pensar"; "Dioses falsos y embusteros de acetato y piedra pómez nos
ordenan que matemos a quienes quieran pensar de manera diferente".
Cazador (1990), creado por Jorge Luis Pereyra Lucas, es la imagen del desenfado y
el desparpajo y tuvo una gran repercusión entre el público adolescente. Hincha a
ultranza de Rácing, el protagonista es un superhéroe que bebe demasiado y que
viola mujeres en sus arrebatos de violencia. Se burla ácidamente de personajes de
historietas, de deportistas, de políticos y de artistas, no dejando títere con cabeza.
En sus diferentes episodios intervinieron historietistas como Ariel Olivetti, Mauro y
Renato Cascioli, Claudio Ramírez, Lucas Accardo y Fernando Calvi. Hay que señalar
tanto sus aciertos gráficos como la desmesura de su discutible contenido, que
apunta a crear exabruptos verbales y situaciones de asco.
La razón científica
También hay historietas argentinas en las que el género es asumido con sus
clásicos códigos, como Ronar (1977), de Alfredo Julio Grassi (texto) y Lucho Olivera
(arte). El aporte de este dúo es fundamental en la jerarquización de la ciencia
ficción y su influencia llega hasta nuestros días. Ronar se exhibe como una clásica
saga de aventuras de anticipación, portadora de transitadas convenciones: viajes
espaciales, choques con la antimateria, rupturas temporales. Pero en Grassi la
historieta es un potencial expresivo de sentimientos y de ideas, y aunque su trama
puede ser ingenua, tiene nivel intelectual. Por eso, la especulación sobre el espacio-
tiempo adquiere en su escritura ribetes metafísicos. Debido a un percance sufrido
en el trayecto hacia Marte, Ronar retrocede más de veinte mil años y desciende en
la Atlántida. Curiosamente, su vida pasada es el futuro de la Tierra, y actúa de
manera que no se tuerza el curso de la historia según los libros que él leyó. Lucho
Olivera luce un sólido conocimiento de la anatomía humana y un manejo virtuoso
del plumeado que le permite dotar de sentido historietístico a su estilo ilustración.
Estas excelencias se repiten en Yo, Ciborg (1976), Galaxia Cero (1978) y Planeta
Rojo (1979), en las cuales los artistas se zambullen en la problemática del futuro
con sus insólitas formas de vida. Por ejemplo, en Planeta Rojo se describe la trágica
muerte de un robot ocurrida por la desactivación de una célula fotoeléctrica y
en Yo, Ciborg se indaga en los conflictos psicológicos de ese extraño ser que
combina elementos humanos y mecánicos. Aquí cabe mencionar un comentario de
Eduardo A. Russo: "La ciencia ficción es la excrecencia morbosa de la razón
científica, esa que usamos para comprender y conquistar el mundo".
Robin Wood es uno de los guionistas más imaginativos con que cuenta nuestro país
(aunque es paraguayo y reside en Europa), y considera su vocación viajera como
una suerte de aventura. En una entrevista, para definir esa vocación, recurrió a la
"Plegaria del paracaidista", que según él dice así: " Señor, de las cosas buenas de
la vida, tantos te las deben pedir, que ya no te debe quedar nada para dar. Yo te
pido el desorden, el peligro y la incertidumbre; yo te pido todas aquellas cosas que
nadie te pide. Pero te las pido hoy, y te las pido rápido, porque no sé si mañana
tendré el coraje de volver a pedírtelas". En 1989 comenzó a escribir los guiones
de Gilgamesh, el inmortal, personaje creado por el dibujante Lucho Olivera diez
años antes. La fantasía desplegada por Robin Wood no es sólo asombrosa, sino
ante todo fascinante. Y esa hazaña imaginativa va acompañada de reflexiones
teñidas de melancolía y pesimismo: "Había venido a estas montañas buscando
silencio para mi alma y descanso para mi desesperanza", dice el héroe en el
episodio "El no-muerto". Esta historieta que se vale del mito sumerio de Gilgamesh
de 3000 años a.C., articula poéticamente evocaciones de la antigüedad con
portentosos viajes interplanetarios. Parte de su encanto deriva del amor que
sienten los responsables por la historia, pues Gilgamesh, el inmortal recorre todas
las épocas de la humanidad. El sabio Utnapishtim de la leyenda se convierte aquí
en un alienígena del planeta Púrpura.
Cybersix (1991), guionada por Carlos Trillo y con dibujos de Carlos Meglia, es un
androide femenino de extrema belleza salido del laboratorio genético del doctor Von
Reichter. Durante la noche, con el fin de sobrevivir, Cybersix debe extraer una
sustancia vital de los cuellos de los otros engendros del científico. A la manera de
una justiciera, usa capa larga y ropa ajustada, y de día toma la personalidad del
profesor de literatura Adrián Seidelman, amigo del periodista científico Lucas
Amato, que desconoce su doble identidad. Para complicar aún más el argumento,
Lucas Amato y Cybersix terminan amándose y manteniendo relaciones. La
imaginación de Trillo –que presenta una historia que participa tanto de la ciencia
ficción como de la novela de amor– se ve acompañada por el grafismo rotundo de
Meglia, de fuertes contrastes y notable belleza.
Del mismo tándem se conoce en 1987 Slot-Barr, una historieta donde los autores
han logrado plasmar, en estas aventuras que recorren todos los rincones de las
galaxias, un convincente universo del futuro. Es un acierto la relación simbiótica
entre el forzudo Slot-Barr y el inteligente Lim, que se acopla al cerebro de aquél en
situaciones de emoción límite. Otro de sus logros es la provocadora inserción de
escenas con desnudos y relaciones sexuales.
En Caín (1988) Barreiro ha plasmado un mundo salvaje dominado por los medios
masivos de comunicación al servicio de los órganismos represivos: se está,
evidentemente, ante una sociedad regimentada. Risso demuestra poseer múltiples
recursos, entre los que descuellan sus audaces angulaciones y sus contrastes de
blancos y negros.
El género de terror
No puede pasarse por alto su íntima relación con la ciencia ficción. Es más: dos
teóricos de la talla de Robert Scholes y Eric S. Rabkin, al analizar la
novela Frankenstein (1818), sostienen que: "Con la expansión de la tecnología en
el siglo XIX, el problema del saber se convirtió en el problema de la ciencia; con la
consolidación del colonialismo, el problema del "buen salvaje" se convirtió en el
problema del marginado y el proscrito. Mary Shelley habló conmovedoramente
en Frankenstein de esos asuntos y creando al mismo tiempo la obra que dio origen
al nuevo género de la ciencia ficción".
En La fortaleza móvil, que apareció en los ochenta, con guión de Ricardo Barreiro,
sobresale el dibujo caligráfico, pleno de contrastes de luces y sombras de Enrique
Alcatena, que cuenta con innumerables admiradores entre los lectores de
historietas. Sus exquisitos filigranas recorren una extraña galería de máquinas
humanas, templos y monstruos. En El mundo subterráneo, continuación de La
fortaleza móvil, el protagonista toma contacto con el pueblo de los labinos, que
pueden erigirse en símbolo de todos las atrocidades que habitan un mundo donde
imperan las tinieblas y el espanto.
La machine fiction
Podríamos aplicarle el título de subgénero de ciencia ficción. Uno de sus más sólidos
representante es Juan Giménez. Sus imágenes son perturbadoras; su diseño de
naves espaciales, aviones, robots, computadoras y demás máquinas provocan en el
lector una admiración que puede derivar en estupor. La belleza gráfica no es ajena
al minucioso detallismo de su puesta en escena, que testimonia una titánica labor.
Pero sus singulares artefactos que remiten a esas insólitas invenciones del genial
pintor Xul Solar, admiten a ratos ser considerados monstruos vivientes. Por eso,
enJuego eterno (guión propio), aviones de líneas aerodinámicas arrojan plasma
sanguíneo sintético y uno de los personajes los identifica como seres
"electrobiogenéticos". Los robots tienen forma humana y el hombre es casi un
autómata. En el capítulo "Bricolage", de Cuestión de tiempo (guión propio), el
protagonista lleva casco y está conectado a un cableado infernal. En War III (1980,
guión de Barreiro) los uniformes de combate encapsulan a los soldados, y en La
princesa dormida (guión de Lorenzo Díaz) un guerrero de la antigüedad desaparece
tras su estrafalaria armadura.
Las crónicas del tiempo medio (1988) testimonian el primor del arte de Juan
Zanotto y el oficio del guión de Emilio Balcarce. Es indudable que esta historieta de
cazadores de máquinas monstruosas posee ciertas características de machine
fiction. Sus creadores están muy integrados en equipo, de modo que la escritura de
Balcarce posibilita el brillo de Zanotto, sobre todo en las espectaculares escenas de
acción.
Los orígenes
Aunque se suele nombrar a Bull Rockett como iniciadora del género, se considera
que la primera historieta argentina de ciencia ficción fue Robert Ax, médico del siglo
XXX (1954), con guión de A.J. Grassi y arte de Carlos Clemen.
Sin embargo, en la misma época puede citarse a Misterix (1947), creada en Italia
por Alberto Ongaro (guión) y Paul Campani (arte), y que recaló en nuestro país en
1948. El personaje se hizo famoso por la superpoderosa pila atómica que tenía en
su cinturón; sin embargo, una lectura atenta de sus aventuras advertiría que
campea un fuerte sentimiento antifascista sobre su aparente maniqueísmo.
En 1938, Raúl Roux gestó su historieta Más allá, en la cual el científico Jon Foster,
acompañado por su hija Nina y su futuro esposo, el ingeniero Carlos Nevers,
exploran el espacio exterior viajando en un cohete. Se trata de una historieta bien
dibujada, con una excelente utilización de luces y sombras y del entramado de
grises. Los guiones son imaginativos y por momentos didácticos al proporcionar
numerosos datos científicos.
Soportes y lenguajes
Bibliografía
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Schanton, Pablo, "El camino de los sueños", Buenos Aires, "Ñ" del 20.3.04.
Scolari, Carlos A., Historietas para sobrevivientes. Comic y cultura de masas en los
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Germán Cáceres
Ponencia presentada en el 2º Encuentro de creadores argentinos de género
fantástico, organizado por la Fundación Ciudad de Arena en noviembre
2004.