Está en la página 1de 5

Ética como amor propio.

Lilibeth Pérez Noriega


Agosto 2015

Las personas siempre en pro de salvaguardar en su ser, esto significa


que entiende que su ser es posible, y que puede encontrar en sus actos
el éxito y la excelencia, a lo cual se le ha denominado vida ética.

Cuando hablamos de salvaguardar en su ser significa que el humano


siempre quiere y busca ser mejor, y por ende cuando quiere vivir una
vida mejor, es ahí cuando se realiza como humano; no cuando se hunde
en el abismo de las drogas y desgracias por alguna tragedia sucedida
olvidándose de sí mismo. Esto no quiere decir que no exista el
sufrimiento, sino que el ser humano tiene la opción de luchar en contra
de la adversidad, quiere decir no abandonarse a la fatalidad y al horror
de la existencia.

La dignidad humana consiste en querer ser más, su naturaleza consiste


en completarse, para alcanzar la humanidad, pero este proceso es algo
que no estará acabado, que siempre es producto de la poiesis, es decir,
el hombre y la mujer, contiene en sí mismo/a, la exigencia de buscar lo
mejor de sí mismo.

Esto supone que el ser humano constantemente se tiene que inventar a


sí mismo/a, lo cual lo lleva a “querer seguir siendo, querer ser más,
querer ser de forma más segura, más plenaria, más rica de
posibilidades, más armónica y completa: ser contra la debilidad, la
discordia paralizante, la impotencia y la muerte” .

Se puede entender por ética cuando el ser humano anhela ser mejor, es
decir, cuando le interesa llegar a ser excelente. En este sentido la ética
posee un contenido esencialmente individual. A este contenido
individual, Savater le llama amor propio, pues actuamos para ser
mejores, por un proyecto individual de auto afirmarnos.

Resulta difícil aceptar que el sustento de la ética sea el amor propio, ya


que pesa sobre nuestras creencias la herencia de una moral
renunciativa. Se nos ha educado por la moral tradicional, a que solo
debemos pensar en los demás, que debemos renunciar a nosotros
mismos, en nombre del beneficio del otro. Sin embargo, analizando de
cerca la subjetividad, es necesario aceptar que el fondo de todo acto
generoso o altruista o piadoso, tiene un fondo de egoísmo, pero el
egoísmo, no se debe entender como algo negativo. El Egoísmo en ética
es necesario, en el sentido de que primero debo estar bien, para poder
cuidar al otro.

La base individualista de la ética, reside en el interés personal de buscar


lo mejor, y entonces la ética es producto de un individuo que quiere, que
decide, que anhela ser mejor persona. Es necesario darse cuenta de que
toda moral tiene un sustento egoísta.
El problema es que la palabra egoísmo posee mala fama, pues se asocia
a una actitud antisocial; pero señala Savater que el apego a sí mismo,
requiere la propia conservación, es decir busca su beneficio propio, pero
¿por qué sostener que este beneficio tiene que ser necesariamente
antisocial?, ¿no podríamos suponer que el propio beneficio tiene un
corazón esencialmente social? Es decir, no hay moral sin egoísmo, no
hay ayuda o cuidado al otro, si no hay satisfacción personal en querer
hacer aquello que beneficia a los otros.
Pues por ejemplo, si pensamos en un acto totalmente altruista, este
supone un contenido egoísta, dado que nadie hace nada sin buscar su
beneficio, incluso el de una autoafirmación espiritual de sentirse
satisfecho consigo mismo, y este ingrediente egoísta no le quita valor al
altruismo.

Todo deber moral que llevamos a cabo, no se efectúa sin su contenido


de querer perseverar en el ser, es decir de querer ser auténticamente
humano, pero ese querer, tiene un contenido singular, el individuo
quiere ser mejor y cumplir con la moral.
Toda moral cumple con lo que Savater señala que es el anhelo de
excelencia del ser humano, “de superación del nivel más bajo requerido,
de ampliación y potenciación máximas del proyecto humano.

El anhelo de excelencia reside en el alma de todo ser humano, siempre


queremos ser mejores, y esto se consigue en su totalidad cuando hemos
alcanzado la posibilidad de la vida como arte de vivir, que no es más que
–dice Savater- el producto “más exquisito del amor propio” . Ya que
somos seres morales porque queremos realizar el bien, es decir
queremos o deseamos ser gentiles con las otras personas, ser amables,
compasivos, piadosos, esto surge del corazón moral del ser singular que
cada uno/a es.
Ahora bien, por qué algunos filósofos han hablado del arte de la
existencia, porque hay algo en la naturaleza humana que tiene que
dimensionarse desde lo sensible, por ejemplo Nietzsche habla de la
“estética de la generosidad”. De ahí que casi todo contenido estético
tiene una dimensión ética.

Pues siguiendo las tesis de Nietzsche, éste considera que la ética más
genuina, es aquella que se deriva de la sobreabundancia personal, pues
la ética ha de ser producto de un regalo, pues ha de actuar moralmente
porque es abundante de riqueza interior, no porque tenga necesidad de
ser aceptado socialmente, sino porque su corazón es generoso o
compasivo, porque está tan satisfecho/a, que va a ser bondadoso o
solidario o justo porque tiene abundancia espiritual.

La ética se debe al profundo cuidado que cada individuo ejerce sobre sí


mismo.
Arte de vivir o estética de la existencia

Para que el pensamiento no quede aislado de las emociones, y la razón


se convierta en razón vital o en razón poética o en razón prudencial. Si
une razón con sentimiento, se convierte en razón vital. Esto significa no
dejar a la razón abstracta. Es necesario que se incorpore el ejercicio de
un pensamiento vivencial o tratar de internalizar el juicio, y esto implica
una mirada interior, que supone que el sujeto empieza a preocuparse de
sí mismo. Su mirada interior, el acto de volcarse hacia sí, significa
cuidarse.

Haríamos un trabajo extraordinario moralmente hablando, si pudiéramos


pensar no con la razón fría, sino que fuésemos capaces de unir, mente,
cuerpo, sentimientos, imaginación, lo cual nos volvería personas más
completas, más integrales, que pudiesen florecer para ofrecer lo mejor
de sí mismo a la comunidad.

Cuidarse no significa apapacharse. Cuidarse significa ser consciente de


sí mismo, ser riguroso/a de sí, en la atención que se da en la reflexión
que efectúa sobre su comportamiento, sus actitudes; el cuidado que
pone en su salud comiendo sano. Cuidarse significa una rigurosa
vigilancia del propio pensamiento, un buen pensamiento, que escudriña
en su intimidad, estando en paz, en silencio y que es capaz de saber lo
que siente, cuando piensa por qué lo siente y cuando piensa cuáles son
las consecuencias de sus sentimientos y, que piense por ejemplo, si su
sentimiento de odio a un padre autoritario es válido.
Este rigor consigo mismo, es el que llevaba a cabo Sócrates. Por eso se
requiere de un diario personal, en donde el joven y la joven anote su
más íntimos deseos, así se va apropiando de su ser, para que él y ella
misma decida qué es lo bueno y lo malo para sí mismo/a.

El cuidado entre los griegos consistía en múltiples ejercicios espirituales,


que consistían en dieta, gimnasia, hábitos de salud, de vigilancia de lo
que cada uno hace, y entonces, esto le permite devenir en maestro/a de
sí; a través de una estética de la existencia, de un estilo de vida, en
donde se ven unidos razón, ética y sentimientos (estética). Por ello este
cuidado es ético y esta ética vivencial, conduce al sujeto a llevar una
buena vida, que le hará preocuparse por los demás, ya que poseerá la
conciencia de cuidar a los otros, de cuidar al medio ambiente y a los
animales.

Si el individuo no se cuida a sí mismo/a, no puede cuidar a los demás. Si


no se conoce, ¿cómo va a conocer a los demás? ¿Si no cuida su salud,
cómo va a cuidar a sus hijos?
El ejercicio espiritual entre los griegos, significaba ser moderado,
templado, prudente, esas actitudes representan el cuidado de sí, ya que
requiere de una disciplina moral, usando una razón práctica, es -dice
Foucault- un ejercicio para devenir temperante, lo cual no se obtiene sin
una victoria sobre si, gracias a la razón, al ejercicio y al arte . Por eso
resulta necesario unir el buen pensamiento con la actitud y el ejercicio
espiritual, ya que van unidas razón y preocupación o dominio de mi
misma/o. Cuidarse significa constituirse en maestro/a de sí, cuidarse
significa edificar la propia morada, es un ejercicio espiritual poseer un
estilo de vida o llevar a cabo una estética de la existencia, que al ser
moderado, sabio/a, prudente, veraz, será una mejor persona, que hace
lo mejor para los demás.
El ejercicio espiritual entre los griegos era la paresia, y esto significa
cuidarme, porque significa que siempre voy a vigilarme para ser
verdadero/a.

“Si no me amo a mí mismo/a, no sabré amar a nadie ni a nada, puesto


que todo lo que amo lo amo por su relación conmigo, como ampliación y
consecuencia del amor que me tengo” . Esto no significa que nos
cerramos en nosotros mismos, quiere decir que la substancia de que
estamos hechos que es el amor, tiene que brotar de nosotros mismos
para dar amor a los demás, ¿de dónde emanaría esa fuente de dádiva,
de generosidad, de compasión, si no habita en el propio individuo
singular?.

Miguel de Unamuno dice “¿egoísmo decís? Nada hay más universal que
lo individual” . Ya que el verdadero amor de cada uno/a, tiene que ser
también amor de todos. La verdad es que cuando no somos capaces de
amar a los otros, es porque no nos amamos a nosotros, y porque en todo
caso, no tenemos la valentía de amarnos a nosotros mismos.
El amor propio ha de surgir por la reflexión moral, el que se corrija a sí
mismo de las contradicciones y errores propias del egoísmo. Pues los
actos desleales, antimorales, la violencia, el orgullo, la ingratitud, no
podrán nunca ser legítimos moralmente hablando, ya que estos
sentimientos destruyen la vida.

La moral surge del amor propio, porque como dice Stirner, el amor me
hace feliz, entonces amamos a los demás por un sentimiento de dicha
íntimo, que nos hace bien a todos. El amar no es una obligación, así eros
nos hace humanos, porque a partir del amor puedo ser yo misma/o y
prodigar alivio o cuidado a los otros.

También podría gustarte