Está en la página 1de 2

Universidad Nacional de Colombia

Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Humanas


Asignatura: Teoría sociológica: Michel Foucault
Estudiante: Estefanía Díaz Ramos (423850)
3 de abril de 2013

Partiendo de algunas afirmaciones presentes en el texto “2. Omnes et singulatim: Hacia una
crítica de la <<razón política>>” en “Tecnologías del Yo y otros escritos” de Michel Foucault,
podría afirmarse que dentro de la configuración del Estado moderno se presenta una
contradicción entre el poder político y el poder pastoral, en tanto el primero busca la
unificación del colectivo con base en un marco jurídico de carácter totalizante, y el segundo
pretende ejercer un poder especifico de condicionamiento sobre cada individuo promoviendo
así una actitud de dependencia entre cada individuo del colectivo y quien ejerce el poder (a
quien se puede denominar: Pastor). A pesar de esto, el poder del Estado sigue estando
enfocado a la unificación y el mantenimiento de la colectividad bajo una forma de gobierno
que ratifique constantemente la potencia del Estado.
Para poder efectuar lo anterior, el Estado debe acudir a diversas formas y técnicas que
gobierno que logren ejercer un fuerte condicionamiento sobre la conducta de todo el grupo y
a su vez de cada individuo en particular (incluso en lo más mínimo); es gracias a este tipo de
racionalidad, que se presenta como pilar en el arte de gobernar a los individuos desde el
Estado, que empiezan a surgir mecanismos de poder basados en aspectos como el gobierno
sobre la conducta y la restricción del comportamiento por agentes externos que pueden ser
considerados las “herramientas” del Estado. La tarea de estos estamentos sería pues,
mantener la fuerza del Estado, defenderlo contra sus enemigos y garantizar al mismo tiempo
el cuidado de todos y cada uno de los individuos, más aún que del territorio en si mismo.
Esta racionalidad dentro del arte de gobernar de los Estados modernos se ve entonces
atravesada de manera contundente y definitiva por la idea de vigilancia en todos los niveles
sociales posibles; vigilancia que por ende no debe depender exclusivamente de las técnicas de
gobierno creadas por el Estado tales como la policía, la educación, la hacienda y la justicia;
sino que debe ocupar un lugar importante en el interior de los individuos subjetivados. Se
promueve entonces desde el Estado, en su faceta de poder pastoral, la ideas de abnegación y
examen de conciencia dentro de la subjetividad de cada uno de los individuos pertenecientes
al grupo social; el individuo se “auto-controla” con base en los parámetros y las disposiciones
del gobierno, reforzando de manera individual el poder del Estado.
Ahora bien, todo lo mencionado me permite postular que la contradicción que se evidencia
dentro del Estado moderno es en si la que mantiene el equilibrio entre aquello que se puede
denominar identidad colectiva y el reconocimiento de cada ser individual como único, y por
ende bastante importante, dentro del desarrollo y el fortalecimiento del colectivo del que hace
parte. La base del Estado sería en este caso la tensión entre lo totalizador y lo individualizante,
y la racionalidad política propia de cada colectivo para gobernar así de manera casi absoluta
la conducta y el pensamiento de los seres humanos, dirigiéndolos así a una finalidad que –si se
ha logrado llegar a las conciencias individuales- será considerada por todo el colectivo como
un fin lleno de beneficios y bondades.
La naturaleza coercitiva de los Estados, a mi modo de ver, gracias a la racionalidad política
que atraviesa el arte de gobernar propia de cada uno (independientemente de cuál sea) se ha
logrado naturalizar de tal forma que, dentro de cada uno de los individuos persiste la idea de
dependencia a su colectivo y más que esto, de deuda hacia el mismo; podría decir que el
condicionamiento de la conducta de los integrantes de un colectivo -gracias a la dependencia
que se ha generado desde el “pastor” y la subjetivación promovida por los diversos
organismos estatales- ya no necesitaría la misma vigilancia desde agentes externos tales como
la policía pues; al igual que dentro del cristianismo, el autogobierno (producto de un fuerte
proceso de subjetivación) se ha interiorizado de tal forma que supera la necesidad de una
vigilancia coercitiva por parte de estamentos tales como la policía y sus técnicas de vigilancia
y “protección”; a menos que, gracias a las relaciones de saber poder y de objetivación
individual, se vuelva de nuevo a cuestionar tal aparato de gobierno y condicionamiento que
muchas veces, al tener al alcance tantos dispositivos, se haya considerado absolutamente
solido e inquebrantable.
Mi pregunta entonces iría dirigida a lo siguiente: Si el proceso de gobierno sobre el colectivo y
los individuos dentro del Estado se daba principalmente por técnicas de vigilancia sobre la
conducta cómo la policía y la educación ¿Cómo podrían entonces influir en nuestros días las
herramientas masivas de comunicación e información (Televisión, cine, internet…) en el
proceso de subjetivación si se tiene en cuenta que, al ser de fácil acceso y proporcionar
diversos tipos de cosmovisiones en simultaneo, le logran abrir un gran espectro de
posibilidades a los individuos? ¿El Estado como ente de gobierno sobre su propia colectividad
entonces ha perdido fuerza? Y por último ¿Qué tipo de vigilancia se puede garantizar entonces
con la existencia de estas herramientas masivas?.

También podría gustarte