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Para entender la complicada relación del ser humano con la coacción es importante
entenderla tanto desde una dimensión biológica, como desde una dimensión cultural. En el
reino animal la acción presenta una ventaja en el éxito reproductivo del animal, por lo que la
selección natural termina favoreciendo este tipo de comportamientos. Emociones como la
rabia y la ira son emociones básicas originadas en el sistema límbico que se ven
fuertemente afectadas por la dimensión genética del organismo y que por lo tanto están
estrechamente ligadas a su dimensión biológica. Dicha tendencia a la coacción se hace
presente incluso en organismos considerados sociables, como los primates, estando sus
sociedades caracterizadas por la violencia en el ámbito sexual. El ser humano es una
especie muy característica, la capacidad de razonamiento le permite estar por encima de la
dimensión biológica, y dar lugar a la cultura, que a su vez genera un tipo especifico de
selección. El componente cultural es esencial en el favorecimiento de la coacción dentro de
las sociedades humanas, y consiste en una serie de fenómenos sociales, como lo son la
innovación tecnológica, las ideologías políticas y la comunicación, que modifican la forma en
la que nos relacionamos con nuestros pares. Es gracias a la existencia de una dimensión
cultural, sobrepuesta a la dimensión biológica, que el ser humano tiene la capacidad de
crear sistemas coactivos, que permitan un cierto grado de libertad y derechos individuales.
La idea de libertad plena es quizás una de las más atractivas, en la actualidad no existe
ninguna ideología política que no la incluya en sus planteamientos y objetivos, sin embargo
la existencia de las sociedades modernas, no sería posible, de no ser por la coacción, que
gracias a que se convirtió en una fuerza unificadora, nos permitió alcanzar un consenso
social. Esto a su vez permitió la mejora exponencial del capital social y abrió el camino para
lograr cierto grado de estabilidad, donde el ser humano pudiera explotar todo su potencial.
Por lo tanto la verdadera función de los estados modernos, no es eliminar la coacción de
sus estructuras, sino centralizarla y legitimarla, para que de esta manera se puedan
defender los intereses nacionales sin reñir con las libertades individuales. Un sistema
político funcional es aquel, que tiene unos sistemas coactivos eficaces (como las
instituciones policiales, judiciales y administrativas), que le permitan al estado alcanzar
cierta legitimidad ante la ciudadanía y defender sus intereses, pero que también le otorgue
al individuo suficiente autonomía como para que este pueda crear su propio sistema moral y
vivir conforme a sus decisiones. No es posible hablar de coacción sin hablar de libertad.