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¿QUÉ TIENEN DE ESPECIAL LOS GENIOS?

Esta nota no se refiere a los inteligentes. Ni siquiera a los realmente inteligentes: los que se sacan 100 en los
exámenes, terminan los crucigramas dificilísimos en 23 minutos o dominan seis idiomas a los diez años. Esta
nota se refiere a esa cosa enigmática, romántica y difícil de precisar que es el genio.

El tema es tan evasivo que los estudiosos han perdido hasta la esperanza de definirlo y mucho más identificar
sus ingredientes mágicos. En cambio, se han contentado con enumerar sus estadísticas vitales, como si de
alguna manera la acumulación de datos fuera más útil para iluminar el genio que un análisis sintáctico para
explicar la fuerza y la pasión de una poesía.

En su Estudio sobre el genio británico publicado en 1904. Havelock Ellis señalaba que la mayor parte de los
genios habían sido engendrados por hombres de más de 30 años; pocos habían tenido madres menores de 25
años y muchos de ellos habían sido enfermizos en la infancia.

Otros estudios sobre los genios informan que muchos eran célibes (Copérnico, Descartes, Galileo, Newton), o
iban poco a la iglesia y habían perdido temprano a su padre (Dickens) o a su madre (Marie Curie, Charles
Darwin).

¿Cómo pensaban?

Actualmente hay toda nueva ola de investigadores que apuntan más alto: a través del análisis de cientos de los
grandes pensadores de la historia están tratando de desmenuzar el tipo de pensamiento de los Darwin, los
Tiziano, los Mozart y los Napoleón de este mundo. Con este trabajo creen poder ayudar a los simples mortales
a ser más creativos y contribuir para que maestros y padres sepan cómo alimentar a las inteligencias fuera de lo
normal. Y podría ser que hasta consiguieran responder la pregunta inquietante; por qué hoy no aparece ningún
Freud, ningún Einstein, ningún Picasso? Aunque si juzgamos por las cientos de miles de veces que se hace
referencia a este o aquel "genio" en diarios y revistas vivimos rodeados de ellos.

¿Pero en qué consiste ese genio que está en el pináculo del pensamiento humano?

"La inteligencia y la experiencia práctica lo alimentan" dice David Perkins, un psicólogo de la Universidad de
Harvard, "pero no son suficientes". "No se puede decir que Marilyn von Savant, cuyo coeficiente intelectual
(CI) de 228 es el más alto que se conoce, haya logrado demostrar el último teorema de Fermat, uno de los
grandes enigmas sin resolver de las matemáticas, y en cambio escribe una columna de preguntas y respuestas
para la revista Parade". Y los matemáticos comunes y corrientes tienen un CI tan alto como el de los
matemáticos realmente importantes.

Crear otros mundos

Del mismo modo, sabemos que la creatividad es necesaria para el genio, pero tampoco es suficiente: la
creación tiene que destrozar mundos y crear otros nuevos como Arnold Schoenberg rompió las nociones
clásicas sobre los tonos musicales e inventó la dodecafonía.

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Y lo que quizá sea más típico, los genios no se limitan a resolver problemas existentes, como sería descubrir
una cura para el SIDA, sino que identifican problemas nuevos.

No hace falta ser un genio para analizar los sueños, pero hizo falta que llegara Freud para preguntarse qué
significado traían de la psique. Es con este estándar que Howard Gardner, un teórico de la educación de
Harvard, presenta a seis genios de la época moderna —Einstein, Freud, Picasso, Stravinsky, T. S. Eliot,
Mahatma Gandhi y Martha Graham— en su libro Creando mentes, en el que sostiene que todos ellos fueron
más allá de la "solución a problemas que ya estaban planteados".

¿Qué es lo que hace falta para poder superar los paradigmas existentes y descubrir otros nuevos y más audaces?

¿Qué es lo que tienen en común el intelecto que produjo el Guernica y el que creó la teoría de la relatividad?

Son preguntas que pueden parecer absurdas, pero en su libro Gardner se suma a un grupo pequeño de expertos
que cree que se puede caracterizar al genio. Y en una de esas raras instancias en las que las teorías se adaptan a
la gente real, las descripciones coinciden con lo que la mayor parte de los pensadores creativos dicen de sí
mismos.

"Debido a la arbitrariedad de ideas y al vasto panorama de cosas que puedo elegir para escribir mi música, la
creación es un proceso difícil de elegir y procesar", dice el compositor John Corigliano (55), entre cuyos muy
alabados trabajos se incluye la ópera Los fantasmas de Versalles, que combina el lirismo y la armonía en una
fusión emocionalmente resonante.

"Hace poco, antes de empezar a componer (un concierto para guitarra), mi cerebro me fue brindando trozos de
mi infancia, pequeños retazos de melodías que había oído y recordaba. Cargué y cargué esos datos y después
todo surgió simultáneamente de manera subconsciente."

El psicólogo Dean Keith Simonton, de la Universidad de California, llama a esto la permutación de "elementos
mentales": imágenes, frases, fragmentos de memoria, conceptos abstractos, sonidos, rimas. La inteligencia
alimenta el cerebro con una mayor cantidad de estos elementos; como el chico que tiene cajas y cajas de Legos,
la persona muy inteligente tiene más posibilidades de llegar a lograr la combinación nueva de ideas, imágenes
o símbolos que constituye una obra de arte que un chico que sólo tiene una caja para principiantes.

Más combinaciones

En su libro Genio científico, Simonton sugiere que los genios llegan a serlo porque logran más combinaciones
novedosas que la gente que es simplemente talentosa. "En un sentido amplio, las palabras genio y probabilidad
se vuelven sinónimos", dice. Su teoría está respaldada por la etimología: cogito, o sea pienso, originalmente
connotaba sacudir junto; intelligo, la raíz de inteligencia, significa seleccionar entre.

Esos espíritus raros que consiguen acomodar los elementos del pensamiento para dar forma a una obra de arte
de la física o de la poesía comparten ciertos rasgos de personalidad.

La tendencia a ser iconoclastas predispone a los genios a imaginar permutaciones de imágenes y de recuerdos
que los pensadores más comunes consideran demasiado complicadas.
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Los genios creativos también están dispuestos a correr riesgos intelectuales uniendo ideas de campos
totalmente diferentes.

El físico Murray Gel Mann, que actualmente está en el Instituto de Santa Fe, afirmó audazmente en 1963 que
los protones y los neutrones de los átomos estaban formados por quarcks con carga eléctrica fraccionada, algo
que parecía absurdo. Pero tenía razón. "Descartar las ideas aceptadas de lo que es posible permite tomar
seriamente las nuevas ideas", explica con modestia. La introversión, otra característica común a los genios
científicos y artísticos, podría mantenerlos más en contacto con los murmullos de sus propias neuronas: pueden
oírse pensar.

A menudo, el genio científico también está marcado por un interés en campos no relacionados entre sí, lo cual
hace más probable las combinaciones novedosas.

Para crear la prensa con tipos movibles, Gutenberg combinó los mecanismos que se usaban para fabricar
barajas para prensar uva y para acuñar monedas.

Esta disposición a moverse en los distintos campos del pensamiento también caracteriza a los creadores de hoy.

En la década del setenta Frank Wilczek, del Instituto para Estudios Avanzados de Princeton, hizo uno de esos
raros descubrimientos que parecen adivinar la mente de Dios: dedujo cómo se mantenían juntos los núcleos de
los átomos. Su descubrimiento se produjo "cuando estaba preocupado por otro problema diferente, pero me di
cuenta de que un enfoque que había fallado en un área podía ser exitoso en otra".

En el genio hay tolerancia hacia la ambigüedad; paciencia con los impredecibles caminos del pensamiento.

Los genios son como excursionistas que recorren el campo sin horario y sin destino fijo. Las divagaciones
intelectuales también les permiten vincular cosas que los demás nunca pensaron en conectar.

En 1979, por ejemplo, el físico Alan Guth estaba investigando los monopolios magnéticos -hipotéticos trozos
de polos norte magnéticos divorciados del Sur-, también estaba jugando con distintas nociones de falsos
vacíos, congelación y fuerzas unificadoras de la naturaleza. Y descubrió nada menos que una nueva teoría
sobre la génesis del universo. "Muy poca gente había visto antes una conexión entre estas dos cosas (los
monopolios y las cosmología)", dice Guth (46) del Instituto Tecnológico de Massachusetts. Su teoría de la
inflación postula que el universo comenzó en una hiperexplosión que hace que el big bang parezca un quejido
y que da una respuesta a misterios cosmológicos que otras teorías ignoraban.

Descubrir lo que pienso

John Ashbery (65) forjó la escuela de Nueva York cuando la poesía lírica parecía haber agotado su capacidad
de modificar el lenguaje. Los versos inesperados y las desoladas imágenes de sus pasajes surrealistas surgen de
lo que él llama "una vivisección del lenguaje. Hago una especie de recolección de palabras que de pronto
parecen tener un nuevo significado para mí en contextos en los que no había pensado nunca antes. No planifico
mi escritura. Lo que aparece generalmente es bastante sorprendente. Escribo para descubrir lo que estoy
pensando". Una característica de pensamiento que sobresale como la explicación más poderosa de lo qué es el
genio es la capacidad de hacer yuxtaposiciones que eluden a los simples mortales. Podríamos hablar de una
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facilidad para la metáfora, una capacidad de conectar lo no conectado, de ver relaciones que los demás no
pueden ver.

"Las imágenes que ven los científicos cuando trabajan son melafónicas"—dice Roal Hoffmann, de la
Universidad Cornell, que compartió el Premio Nobel de Química en 1981 por haber logrado el hallazgo más
significativo en química orgánica teórica: la forma de predecir, a partir de los primeros principios, si se va a
producir una reacción. Además es poeta-. La metáfora mental pone en movimiento las facultades imaginativas.
La metáfora desplaza el discurso, no gradualmente sino con enorme fuerza. Uno ve lo que nadie había visto
antes."

En 1865, F. A. Kekulé intuyó la forma anillada de la molécula de benceno al soñar una serpiente que se mordía
la cola.

La noción de elegancia

Donde otros hablan de metáfora, Gardner se refiere a lo que él llama una capacidad de "combinar diferentes
modos de acceso".

Para Einstein era lo visual —veía un rayo de luz en su mente— mezclado a lo estético: la noción de elegancia
que para él marcaba la teoría física correcta.

El compositor francés Olivier Messiaen podía ver el color de un tono.

Picasso estaba tan interesado en ver el mundo como pura imagen que cuando era chico veía los números como
formas y no como símbolos de cantidades "el 2 se convirtió en el ala doblada de una paloma y el 0 en un ojo".

Alexander Fleming, el descubridor de la penicilina, pintaba con los gérmenes: cultivaba grupos de
microorganismos, cada uno de un matiz diferente, pintaba con ellos en una cápsula de Petri y esperaba que
crecieran hasta convertirse en la figura de una bailarina o de una madre con un niño.

Cuando T. S. Eliot estaba aprendiendo a hablar, lo hacía con el ritmo de las frases pero sin entender las
palabras: privilegiaba lo auditivo sobre lo verbal.

No es fácil ser genio

Los genios creativos del arte y la ciencia trabajan obsesivamente. No se tiran bajo los manzanos a esperar que
caiga el fruto o que caiga el rayo.

"Cuando no me viene la inspiración, avanzo a mitad del camino para encontrarla", decía Freud.

Bach escribía una cantata todas las semanas aunque estuviera enfermo o exhausto, y aunque muchos músicos
matarían por haber escrito aunque sea una de sus mejores piezas, algunas de ellas eran música sin valor.

En un estudio realizado sobre 2036 científicos de la historia, Simonton descubrió que los más respetados

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habían producido no sólo más trabajos importantes, también habían producido más trabajos malos. Producían
más. Punto.

Aman lo que hacen y Howard Gardner dice que no es casual que su entusiasmo pueda describirse como un
deleite infantil en pintar, en componer o en buscar la gran teoría unificadora de la naturaleza, porque los genios
creativos tienden a "volver al mundo conceptual de la infancia", y son capaces de unir "las interpretaciones más
avanzadas" en un determinado campo "con el tipo de problemas, las preguntas, los temas y la sensibilidad que
caracterizan a un chico maravillado".

Las preguntas obvias

Noam Chomsky, cuya teoría de la estructura profunda creó la lingüística moderna, dice que "los fenómenos
que he estado estudiando siempre se consideraron obvios. Hay que estar dispuesto a hacer preguntas obvias".
Cosa que los chicos evidentemente hacen.

Einstein alguna vez escribió: "Tuve un desarrollo intelectual retrasado, y como resultado empecé a hacerme
preguntas sobre el tiempo y el espacio (cosa que un adulto normal hace cuando es chico) cuando ya era
grande". Para entonces pudo vincular la curiosidad del niño con la experiencia del científico.

Pero esta cualidad infantil puede disiparse como hielo seco. Y esto explica por qué el genio llega temprano a
sus cúspides: alrededor de los veinte años en matemáticas y física y poesía lírica; en los treinta para las otras
ciencias, la música, las artes plásticas y la novelística.

"Lo que permite que se produzcan los trabajos más revolucionarios en las ciencias es una combinación especial
de juventud y madurez —explica Gardner—. Demasiada experiencia y demasiado tiempo pensando de una
cierta manera pueden resultar incompatibles con cualquier innovación."

Dicho de otra manera, a medida que se endurecen en la mente las permutaciones de ideas e imágenes que
alguna vez fueron espontáneas el intelecto se vuelve tan establecido, tan organizado, que hay menos elementos
sueltos y menos posibilidades de que se produzcan combinaciones nuevas y espontáneas. Simonton lo llama el
"aspecto autodestructivo de la creatividad".

Ideas triviales

El físico Ed Witten (41) ha sido llamado "el físico más brillante de su generación y de unas cuantas más". Es el
dueño de la teoría de los filamentos, un campo tan misterioso como fundamental que promete explicar lo qué
es la materia postulando que las partículas más básicas están formadas por diminutos filamentos serpenteantes.

A Witten todavía se le pueden ocurrir en una tarde varias de las ideas que él considera "triviales" y que otros
físicos eminentes tardan años en captar, sin embargo dice: "Cuando era más joven me despertaba cada mañana
sintiendo que se me iba a ocurrir una idea mejor que la que había tenido el día anterior. Es un poco triste haber
perdido esa sensación".

Suena muy bien esto de hablar líricamente sobre el pensamiento metafórico y los marcos de referencia
cruzados, pero es posible que al final la única explicación significativa del genio esté en el cerebro.

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Lamentablemente, "no estamos del todo seguros en dónde hay que buscar", dice Arnold Scheibel, un
neurocientífico de la Universidad de California en Los Ángeles.

El único indicio es que, aunque la cantidad de materia gris tiene poco que ver con el genio, puede que si sea
significativa la forma en que las neuronas están conectadas.

La gente inteligente tiene una red de autopistas neuronales más compleja y eficiente para transmitir
información, mientras que los que no pueden terminar el colegio secundario tienen comunicaciones neuronales
escasas e ineficientes. (Esto explicaría por qué los genios tienen más posibilidades de unir imágenes,
pensamientos y frases de campos totalmente diferentes: sus cerebros parecen vastas redes de fibras ópticas.)

Red de comunicaciones

En 1985, Scheibel y la doctora Marian Diamond, de la Universidad de California en Berkeley, descubrieron


que el cerebro de Einstein tenía una cantidad cuatro veces mayor de las células auxiliares que agilizan la
comunicación entre las neuronas que los cerebros de otras once personas talentosas que también estudiaron.
¿Pero esta superioridad en su red de comunicaciones entre neuronas era la causa o el efecto del genio de
Einstein? A los biólogos les está yendo mejor en su tarea de identificar las cualidades temperamentales innatas
que facilitan el genio.

Gardner sugiere que es posible que el impulso del genio por crear prolíficamente sea biológico.

Se ha comprobado que un déficit innato en una de las sustancias químicas del cerebro lleva a la gente a buscar
compulsivamente cumbres físicas o intelectuales como trepar montañas o escalar una cumbre del pensamiento
matemático.

Del mismo modo, los investigadores han identificado ciertas peculiaridades bioquímicas que parecen explicar
por qué algunas personas buscan ávidamente el riesgo, otro rasgo que define al genio.

¿Crisis intelectual?

Sin embargo, aunque el mundo no carece de gente ansiosa de correr riesgos ni de iconoclastas, ni de
trabajadores obsesivos, ¿dónde están los genios de hoy? Sólo Chomsky, Witten y algunos otros pueden
compararse a los genios de hace medio siglo.

Simonton se pregunta si la responsabilidad por esta carencia no le corresponderá a la especialización extrema


de la ciencia actual: una persona especializada en un sector estrecho de la ciencia tiene menos posibilidades de
lograr las combinaciones realmente novedosas que son propias del genio que un científico que conoce bien
varias disciplinas.

0 quizás el genio necesita una crisis intelectual como la que sacudía la física cuando Einstein era un empleado
en Suiza.

Quizá los físicos realmente necesitan el Super Chocador de 11.000 millones de dólares capaz de pulverizar los

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átomos para que sus hallazgos inexplicables produzcan una crisis e incentiven al genio.

En cuanto al arte, mientras el mundo moderno haga un culto de la capacidad de escandalizar y no del
discernimiento y el talento estilo Tiziano, mientras el igualitarismo rechace el misterio del genio y favorezca la
noción de que cualquiera puede llegar a ser un artista, no habrá sucesores de Picasso o de Mies van der Rohe.

¿Y qué podría ser más vacío que un mundo sin genios?

Texto tomado del suplemento dominical

del periódico argentino La nación. # 1267.

Ciudad de Buenos Aires.

Programa Britannica Society - Informateca.

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