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Analisis de la Obra El Emilio de Rousseau

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Análisis de la Obra El «Emilio» de Rosseau


Ensayo Pedagógico
Fue Juan Jacobo Rousseau el más atrayente pensador francés del siglo XVIII. Toda su obra,
exacto reflejo de su personalidad, va dirigida a exponer su plan de reforma del individuo por
la educación y de la sociedad por la política.

Es muy difícil resumir en pocas líneas la azarosa


existencia de este pensador. Huérfano de madre en
temprana edad, recibió de su padre una educación en
extremo descuidada. Su adolescencia fue extraña y
aventurera. A los doce años intentó aprender un oficio,
pero según propia confesión sólo progresó en la
mentira, en el robo y vagabundeo.

Aprendió a leer y se dedicó a devorar


desenfrenadamente toda clase de novelas. Estas
lecturas fomentaron su tendencia innata al
sentimentalismo. Siguiendo ciegamente sus caprichos
e inclinaciones, se entregó a la aventura, lo que
despertó su amor a la naturaleza. Fue escribiente,
mucamo, músico, seminarista, aprendiz de grabador,
etc., acumulando una experiencia amarga.

La hospitalidad de un sacerdote, que inmortalizó más tarde en la figura del Vicario saboyano,
lo impulsó a una conversión religiosa, que, si bien fue un acontecimiento circunstancial,
ejerció por muchos años gran influencia en su vida. Del catolicismo, como del protestantismo
del que ya había adjurado, renegará más tarde para adoptar un deísmo racionalista.

A los veintiocho años aceptó un puesto de preceptor de dos niños, pero pronto descubrió su
ineptitud para semejante empleo. De Lyon se dirigió a París para presentar un nuevo sistema
de notación musical y actuar en los salones de la burguesía. Allí fue invitado a colaborar con
artículos sobre música en la Enciclopedia. Más tarde contrajo matrimonio con una joven
inculta, con la que tuvo cinco hijos que llevó a la Casa de Expósitos, mostrando con ello su
irrefrenable deseo de no cumplir con ningún deber.
En 1750 comenzó su carrera de escritor al contestar a un tema propuesto por la Academia de
Dijón, que preguntaba: ¿El progreso de las ciencias y las artes, contribuye a mejorar las
costumbres? Su respuesta fue negativa. Contra lo que sostenían los enciclopedistas, afirma
que el progreso no ha mejorado al hombre sino le ha hecho perder su felicidad, ha estimulado
su egoísmo y ha organizado la explotación social.

Tres años después, con ocasión de otro certamen de la misma Academia, escribió el Discurso
sobre el origen de la desigualdad humana. Comienza por pintar un cuadro idílico del hombre
primitivo tal como sale de la mano de la naturaleza, antes de ser degenerado por la cultura.
El amor al lujo, la sed de ganancias, la lucha de egoísmos, la esclavitud, la desigualdad social
son determinados por la cultura, que sofoca la natural espontaneidad del hombre.

En 1760, en una nueva obra que fue como el programa de la Revolución Francesa: El contrato
social, descubre un ordenamiento social que acabará con la tiranía política, y dos años
después publica el Emilio o De la educación, por el cual conquistó un lugar indiscutible en
la historia de la educación. Su aparición despertó admiradores entusiastas y detractores
profundos.

Condenado por los gobiernos de Francia y Suiza, vióse obligado a huir a Prusia y luego a
Inglaterra, donde tuvo graves dificultades con su amigo, el filósofo Hume. En los últimos
años de su vida, después de haber recorrido una existencia sin finalidad, escribió sus sinceras
y escandalosas Confesiones, mitad novela y mitad autobiografía, donde pone de manifiesto
su extraña salud mental.

En sus abras concretó sus vagas aspiraciones, sus prejuicios sentimentales y su fe, mezclando
extrañamente lo verdadero y lo falso, su fuerza y su debilidad. Poseía pocos conocimientos
precisos, fuerte poder de simpatía y una energía mental escasamente disciplinada. A las ideas
que otros habían expresado con poca eficacia les comunicó un gran vigor; esto hizo de él uno
de los personajes más poderosos del pensamiento. Napoleón llegó a decir que sin él la
Revolución Francesa no hubiera tenido lugar.

El «Emilio». — En el Emilio, ensayo pedagógico en forma de novela, está contenida toda la


concepción educativa de Rousseau y señalado el método que debe emplearse para formar al
hombre auténtico. En toda esta obra domina un determinado número de principios generales
que le dan el aspecto de una obra sistemática. Los principales son: el retorno a la naturaleza;
la formación del sentimiento; el paidocentrismo y la educación negativa.

En cuanto al plan, si bien en el Emilio hay digresiones que hacen difícil su análisis, Rousseau
se ha sujetado al menos a un orden cronológico. Las diferentes edades de Emilio le sirven de
principio para la división de su obra. Los dos primeros libros tratan especialmente de la
primera edad del niño; en ellos sólo se habla de la educación del cuerpo y del ejercicio de los
sentidos. El libro tercero corresponde a la adolescencia y estudia la educación intelectual. En
el cuarto trata la mocedad que identifica con el período de educación moral, sentimental y
religiosa, y el libro quinto está consagrado a la educación de la mujer.

El retorno a la naturaleza. El postulado básico de Rousseau es la doctrina de la bondad


originaria de la naturaleza humana: «todo está bien saliendo de las manos del Autor de las
cosas, todo degenera en manos del hombre» y más lejos escribe: «sentemos como máxima
incontestable que los primeros movimientos de la naturaleza son siempre rectos: en el
corazón humano no existe perversidad original».

La maldad humana no resulta del desorden que la caída original ha provocado en el hombre,
según enseña el cristianismo, ni en sus tendencias y pasiones, sino en la influencia corruptora
de la sociedad: el hombre es bueno por naturaleza, la sociedad lo ha corrompido.

Para evitar este maléfico influjo de la sociedad, para curar a la humanidad de su mal, habrá
que comenzar por la base, por la educación del niño, llevándolo a una vida originaria pura,
no influida por los convencionalismos sociales. «Llevemos al niño lejos de las ciudades, que
son las tumbas del género humano; llevémosle al campo, lejos de la sociedad, donde con la
pureza del medio, con las bellezas naturales, su físico se fortificará y se preparará para su
libre expresión espiritual». La voz de orden debe ser: «volvamos a lo, naturaleza».

El ideal educativo. El ideal de la educación conforme a la naturaleza es la formación del


hombre de sentimientos. Para Rousseau el fin último de la vida, y por lo tanto de la educación,
es la felicidad que consiste en el placer sensible. En la base de la naturaleza humana no se
halla la razón sino los sentimientos. Los sentimientos son innatos, anteriores a la inteligencia
y a las ideas. Los principales sentimientos son: el amor propio o amor a sí mismo y el amor
a la humanidad que se manifiesta por el deseo de bienestar de los demás.

Ahora bien, en el hombre existe un sentimiento innato del bien. Pero conocer el bien no es
amarlo. La razón ilumina estos impulsos naturales y determina lo que el hombre debe querer
y debe hacer. «Siendo el hombre juez de los medios que lo han de conservar, se convierte
por este hecho en dueño de sí mismo» y por lo tanto procede con libertad.

La esencia, el ideal de la educación conforme a la naturaleza consistirá en alcanzar la


verdadera felicidad mediante el desarrollo armonioso del amor de sí mismo y del amor al
prójimo, viviendo una vida de libertad guiada por la razón.

Paidocentrismo. Para realizar el ideal educativo que hemos señalado, Rousseau no fija el
centro del interés educativo en el maestro ni en los estudios, sino en el niño (educación
paidocéntrica).

Para conocer al niño es menester observarlo, estudiarlo. En este sentido Rousseau es el padre
de la psicología infantil. El niño no es un hombre en pequeño, sino un ser que sigue un
desarrollo natural, de acuerdo a etapas con significación propia. «Cada edad, cada estado de
la vida tiene su perfección conveniente y una especie de madurez que le es propia.» La
infancia y la juventud no constituyen simples fases de transición para la edad adulta, sino que
representan «tina manera substantiva y peculiar de ser, de percibir y de pensar».
Las etapas de este desarrollo natural se distinguen por las necesidades y deseos que aparecen
en cada una y su educación debe caracterizarse por el empleo de recursos que satisfagan a
estas necesidades.

La educación negativa. Para que el desarrollo gradual del educanao llegue a feliz término, el
educador debe intervenir lo menos posible, esperando con alegre confianza la marcha natural
del desarrollo: la educación debe ser negativa. En general, el preceptor de Emilio será el
espectador de la obra de la naturaleza.

ANÁLISIS DEL «EMILIO»

Libro I. La Infancia: Educación de los sentidos. — En este libro se estudian los primeros
años de la vida de Emilio, cuando todavía está confiado a su madre. Rousseau recomienda
amamantarlo personalmente, no fajarlo sino envolverlo con paños que permitan extender sus
miembros y moverse con entera libertad. Sus primeras sensaciones son las de placer y dolor.
Si quiere tocarlo todo es por una disposición providencial de la naturaleza, que le permite
conocer directamente las cualidades sensibles de los objetos: el calor, el frío, la dureza,
etcétera. La experiencia le enseñará muchas cosas.

Libro II. La infancia: Educación física. Acción del preceptor. Terminada la lactancia, en la
cual ha aprendido Emilio a comer, caminar y hablar, es bueno confiar el niño a un educador
ideal que se ocupe totalmente de él y que lo acompañe hasta la edad viril. Este preceptor debe
abstenerse de practicar acción positiva alguna; no dará órdenes; no ejercerá compulsión; su
actitud será negativa; se reducirá a cuidar que Emilio tome contacto directo con la naturaleza
al vivir libremente en el campo, iniciando con ello la conquista experimental del mundo
externo.

Hasta los seis años la libertad de movimiento y el empleo activo de los sentidos, serán sus
verdaderos, maestros. Pero aún más tarde, cuando de la infancia pase a la adolescencia, vale
decir, de los seis a los doce años, el ejercicio espontáneo de las actividades físicas y psíquicas
serán las únicas fuentes de la instrucción y la educación.

En todo este tiempo no conocerá libros y se evitará contarle las fábulas de La Fontaine, mitos,
leyendas o novelas. Es mucho mejor hacerle sentir que su libertad depende de las cosas y que
cualquier acción mala sufrirá el castigo inflexible de la misma naturaleza. Nada de
prohibiciones. Nada de preceptos. No debe saber lo que es la obediencia. Se espera así que
con el tiempo aprenda a razonar solo, porque la naturaleza quiere que los niños sean niños
antes de ser hombres La advertencia más importante que hay que tener en cuenta en este
período es que «no se debe ganar el tiempo, sino perderlo». El ideal del perfecto educador a
esta edad es «no hacer nada»: sólo tendrá que mantener al alumno sano.

El niño debe ser robusto e ingenioso como un salvaje, en el cual la fuerza natural y la
inteligencia nativa crecen paralelamente en su estado de libertad. Esto no significa que el
niño crezca como un perfecto ignorante. Por el contrario, ignorará solamente el saber libresco
y sin haberlo advertido poseerá una verdadera sabiduría, pues conocerá lo que puede hacer
con sus fuerzas y con su experiencia; que endurezca el cuerpo, que se habitúe al dolor, que
sepa sufrir, que camine descalzo, que corra, que no emplee medicina ni se vacune… El
médico sólo será llamado cuando el niño se halle en peligro de muerte. A los doce años
deberá ser un niño robusto y sano, ún hermoso animal.

Libro III. La adolescencia: Educación de la inteligencia. — De los doce a los quince años
se abre un nuevo período en la vida de . Emilio. Es un período muy breve. Todavía no se han
despertado las pasiones y sus fuerzas no exceden a las infantiles. En las edades anteriores
tiene preeminencia la actividad corporal: ahora predominan las actividades intelectuales.

Se puede permitir que Emilio aprenda a leer, pero no se le debe obligar: «la lectura es el
flagelo de la infancia». Es necesario que Emilio tenga el deseo de aprender a leer. Así recibe
por escrito una invitación de un amigo para un paseo, tendrá que encontrar a alguien que se
la lea. Un día recibe, efectivamente, la invitación y no puede asistir, porque no hay quien se
la lea. ¡ Si hubiese sabido leer!

¡Emilio deberá aprender sólo lo útil» como ser el estudio de la naturaleza, los principios de
la astronomía, de la geografía, de la física y de la química..Será una enseñanza activa, no
libresca,0sin discursos, experimental, que implique una conquista por parte del alumno. «Que
no aprenda ciencia; que la invente.» Hagámosle ver la salida del sol, que conozca en
geografía la ciudad donde habita y luego sus alrededores. Si se equivoca, dejémosle. La única
guía será su curiosidad. Hacia donde el niño se oriente, allí se orientará la enseñanza.
El educador debe permanecer inactivo, pero su oficio es excitar el interés del alumno, el cual
a los doce años se encuentra sano y fuerte de cuerpo, alegre y sincero de sentimientos, capaz
de sentir, de observar y de razonar lo suficiente para bastarse a sí mismo. Si Emilio debiere
morir, diríamos: «Por lo menos ha gozado su infancia, no le hemos hecho perder nada de
aquella que la naturaleza le ha dado».

Ningún libro. A lo sumo, uno: el Robinson Crusoe (aventuras de un náufrago en una isla
desierta; el que, con la sola guía de sus instintos y sus recursos naturales debe procurarse
todos los medios para vivir). La lectura de Robinson lo llevará a comprender el valor del
trabajo manual. Emilio, aunque rico, aprenderá un oficio, por dos motivos: para conservar
la propia independencia frente a los cambios de la fortuna y para restituir a la sociedad, de
alguna manera, el costo de sus primeros años. «Rico o pobre, poderoso o débil, todo
ciudadano ocioso es un ladrón. El trabajo forma la personalidad, obliga a la actividad y
facilita la adquisición del conocimiento».

Libro IV. La mocedad: Educación moral, sentimental y religiosa.— Emilio tiene dieciséis
años: la vida moral y sentimental despierta en él. Es un período delicadísimo de crisis, una
especie de «segundo nacimiento», la edad de las más ardorosas pasiones. El preceptor
aprovecha de esta crisis para iniciar la educación moral y religiosa de Emilio disponiéndolo
para ingresar en lá sociedad.

Las pasiones son fuerzas naturales puestas por Dios para nuestra conservación, por lo tanto,
son útiles. Pero hay pasiones artificiales que ahogan a las naturales. Es necesario, pues,
defender a Emilio contra estas últimas. Las pasiones fundamentales son dos: el amor de sí
mismo y la piedad o conmiseración.

Por la primera, el hombre tiende a la conservación de sí mismo, al cuidado de lo humano que


vive en él (en esto difiere del amor propio, que es egoísmo, fruto de competencia social). Por
la segunda, por la piedad, su corazón padece las primeras conmociones por la humanidad
doliente. El joven educado por Rousseau se pondrá en contacto con la sociedad comenzando
por los pobres, por sus tribulaciones. Entonces, su razón se perfeccionará por el sentimiento,
que el educador cuidará de enderezar hacia objetos nobles, tales como la amistad y la
compasión hacia las miserias humanas.

En todo, el educador, permaneciendo al margen y sin ponerse de manifiesto, puede ayudarlo,


transformando su acción negativa en acción positiva.

Así, por ejemplo, si se le quiere enseñar el valor del derecho de propiedad y si se le hace para
ello un largo discurso, se predica al viento. Lo mejor será provocar su experiencia.
Hagámosle plantar habas sobre el terreno de propiedad ajena. Cuando haya que cosecharlas
le parecerá vergonzoso arrebatarlas al legítimo propietario y al propio tiempo verá malograda
su propia fatiga. Como lección es suficiente. Resulta inútil la pretensión de enseñar lo que es
la virtud y la verdad.

El primer amigo que tendrá Emilio será su educador, quien deberá ganarse el ánimo del
alumno conviviendo sus aspiraciones. Si el joven pide una explicación se le dará, pero
brevemente, coii toda sinceridad, con algo de alegría y sin discursos. El educador pondrá a
Emilio en contacto con la sociedad, le enseñará a amar a cada individuo y a despreciar la
multitud.

Para el conocimiento de los hombres aprovecha mucho el estudio de la historia,


especialmente la de la antigüedad. En esto el maestro por excelencia es Plutarco, autor de
tantas biografías simples y atrayentes. Emilio, así guiado en el discernimiento del bien y del
mal, no creerá jamás que la ambición, la corrupción y la inmoralidad lleven a la felicidad.

Este es el momento de hacer intervenir la religión para echar una base sólida a las normas
morales, Pero una idea cabal de Dios, de sus leyes, de sus misterios no la tendrá hasta los
dieciocho anos. El preceptor de Emilio finge un buen sacerdote —el Vicario sabo-yano—,
que en una hermosa mañana de primavera frente al espectáculo de los Alpes, dorados por el
sol naciente, le enseña los principios de la religión natural: Dios debe hablar al corazón. Si
Emilio desea una religión más positiva, quedará muy libre de escogerla. Es una «estúpida
inoportunidad» enseñar el catecismo a los niños que no lo comprenden.

Libro V. La educación femenina. Ha llegado a Emilio el momento de frecuentar el mundo


a fin de encontrar en él la compañera que la Providencia le ha deparado. El último libro se
ocupa de la educación de Sofía, su esposa ideal.

El programa de educación femenina propuesto por Fenelón en la educación de las jóvenes,


le sirve de modelo y de antítesis. El revolucionario Rousseau es, respecto a la mujer, de un
conservadorismo estrecho y se halla muy atrasado con relación a los actuales puntos de vista.
Sofía es, en efecto, educada en todas las virtudes domésticas para alcanzar a ser una buena
esposa y una buena madre.¿Pero no tiene por qué adquirir cultura intelectual o cultivar su
razón, como lo quería Fenelon.

Es preferible que sea ignorante a ilustrada, que en lugar de razonar procure obedecer y
someterse. En una palabra, Sofía no tiene dignidad y personalidad propia y debe sacrificarse
por la felicidad de Emilio. «La mujer está hecha para ceder al hombre y para soportar su
injusticia». Si Sofía es virtuosa, modesta y buena ama de casa, poseerá las mejores cualidades
para esposa y se hallará en excelentes condiciones para formar la nueva familia capaz de
educar a sus hijos en perfecta adhesión a los principios de la naturaleza.

Críticas al «Emilio». — La aparición del Emilio provocó toda clase de críticas y


desencadenó vivas polémicas. El libro del ginebrino, a los pocos meses de su publicación fue
declarado impío, quemado, y su autor perseguido por todas partes. Esto no debe asombrarnos,
ya que Rousseau al bosquejar la renovación de la sociedad ataca a la autoridad y a la tradición
en todos los terrenos.

De las críticas que se le han hecho sólo recogeremos las principales que tienen referencias
directas a la educación.

1) Bondad natural. — Rousseau afirma que todo es bueno en la naturaleza del educando y
que en el rico y variado contenido de los instintos infantiles nada hay que modificar. Esta
tesis, desde el punto de vista del cristianismo constituye el error radical de la posición de
Rousseau. El cristianismo sostiene con Rousseau que todo ha salido bueno de las manos de
Dios pero que se ha corrompido por el pecado original, que el hombre es desordenado en su
naturaleza y que por lo tanto la práctica de la virtud exige superación y esfuerzo.

El mismo Rousseau, contradiciéndose, reconoce que en el niño existen juntas, inclinaciones


hacia el bien y hacia el mal que la educación debe esforzarse en cultivar o corregir. De
manera, pues, que no se puede afirmar la bondad innata de la naturaleza humana.

2) Individualismo. La exagerada importancia que concede Rousseau a los sentimientos


conduce a la exaltación del individualismo. En el niño y en el hombre existen dos aspectos
psíquicos: el sentimiento y la razón. De la contradicción entre ellos y de la supremacía del
sentimiento sobre la razón se originan los males morales. Ahora bien, Rousseau quiere que
por lo menos hasta los 12 años la educación se dedique a reforzar los sentimientos y mantener
en profundo letargo a la razón.

Para formar al hombre comienza por hacer de Emilio un robusto bruto, y luego le bastan tres
años para hacer de este bruto lleno de sentimientos un ser racional.

¿Su apasionada defensa del sujeto de la educación, sus solemnes palabras sobre la conciencia,
su creencia en el deber y en la moralidad, caen a menudo en lo vago y en lo indeterminado,
y no son suficientes para dar una dirección segura al carácter del niño.

3) Libertad del educando. — Rousseau defiende la libertad y autonomía del educando; por
eso combate toda pedagogía sistemática, pero después, contradiciéndose, recurre a la
naturaleza para establecer períodos precisos, leyes fijas que hay que seguir, en las que se
deben realizar tareas determinadas. Luego, la Naturaleza y la libertad propuestas por
Rousseau se oponen entre sí.

4) Irrealidad social. La educación roussoniana se realiza dentro de un aislamiento paradojal.


Emilio, en plena naturaleza, es educado sin padres, sin otros hombres, sin sociedad, sin
cultura. Su educando, elegido entre las más favorables condiciones físicas y sociales, recibe
una educación de lujo, sólo concebible en las familias pudientes que temen el contagio del
ambiente.

Esta preferencia por la educación privada, este desprecio por los bienes de la cultura que
posee la sociedad, efecto, está en evidente contradicción con el pensamiento de fines de siglo,
es decir con la educación pública popular. Esto explica por qué los hombres de la Revolución
Francesa no sacaron ninguna ventaja de las ideas pedagógicas de Rousseau.

Fuente Consultada:
Historia de la Educación – Juan Carlos Zuretti – Editorial Itinerarium – Colección Escuela

Enciclopedia Electrónica ENCARTA – Microsoft
Enciclopedia del Estudiante Tomo 19-Historia de la Filosofía – Editorial Santillana
Wikipedia –

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