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Ulanovsky Carlos Paren Las Rotativas
Ulanovsky Carlos Paren Las Rotativas
Ulanovsky, Carlos
Colaboraron en la investigación periodística, las entrevistas y la cronología:
Ana Laura Pérez y Fernando Cáceres
Asistencia periodística: Ricardo Dios Zaid y Ligia López
ESPASA
A Rodolfo Terragno y a los siete números de la revista Orbe. A mis hermanitos-colegas del 23 de octubre, Norma
Osnajanski, Rubén Cácamo y Cristina Meliante. A Fernando González T. y Natasha Niebeskikwiat,
que tienen un camino por delante. A Marta, a mis nenas Julieta e Inés.
Prólogo
Noticias de la Gran Aldea
Noticias de la Década Infame
La prensa deportiva
Noticias de los años 40
Noticias de los años 50
El diario de las mujeres
Noticias de los años 60
Los primeros
Noticias de los años de fuego
Noticias de los años de plomo
El fenómeno de los libros periodísticos
Noticias de los años 80
¿Quién está detrás de las noticias?
Noticias de los años 90
Noticias del 2000
Cronología
PROLOGO
¿Dónde empezó todo? ¿Cómo habrá sido en realidad? A lo mejor fue en el secundario Mariano Moreno, cuando
mi compañero Rodolfo Terragno me invitó a compartir su aventura en la revista estudiantil Orbe, de la que entre
1959 y 1961 salieron siete números. Yo, que hasta ese momento era “Tito” (mi apodo desde niño), por primera vez
me convertí en Carlos y jugué al periodismo. ¿0 fue antes todavía, cuando organizaba torneos de fútbol con
figuritas sobre la alfombra del living de mi casa en Floresta y los relataba, y manipulaba los cartoncitos de manera
que el campeón fuera, casi siempre, Racing? Ya en esa época, en mi casa, aseguraban que todo el tiempo contaba
-y exageraba- historias que sólo yo veía: “Vi a Fulano... ¿Adiviná quién estaba?... ¿A que no sabés a quién le di la
mano?”. De esto podía deducirse: “Está loco, fantasea en exceso, es un mentirosito sin remedio”. O lo que prefiero
pensar desde hace tiempo: no mentía, ya era un periodista en busca de noticias que interesaran a mis lectores.
No mentía: sencillamente, mi mundo interior peleaba por diferenciarse del exterior. No mentía: quería ser
periodista.
Cuesta ubicar en dónde (o en quién) estuvo el verdadero impulso inicial. Vivía en una casa de clase media
lectora, más revistera y diariera que librera, y recuerdo con cuánta ansiedad esperaba el diario El Mundo o revistas
como Mundo Deportivo, Goles, Radiolandia o el diario La Razón, del que no me perdía la sección “La Galera del
Mago”. En la revista Racing, que yo leía como si fuera un texto sagrado, firmaba sus crónicas un tal Truz de
Piedra” -tiempo más tarde me enteré de que era Bernardo Neustadt-, cuyas notas me fascinaban igualmente en la
contratapa de El Mundo (en donde también leía a Horacio de Dios), Ahora leo aquellas notas de Orbe y me río: a
pesar de su candor, algunas eran crónicas respetablemente construidas. Nadie me lo había enseñado: todo lo había
aprendido copiando, leyendo a los que me gustaban. El estilo era el de la revista Usted y un poco de Platea. O vaya
a saber uno de dónde lo había sacado, aunque seguro fue de una lectura.
Hoy, con emoción, puedo afirmar que la vida me recompensó haciéndome un privilegiado, integrando el grupo
de aquellos que pudieron trabajar en lo que realmente era su vocación. Vaya mi agradecimiento a los que me
recibieron y ayudaron en los primerísimos tiempos: Francisco Valle de Juan, Pablo Alonso, Paco Vera, Aníbal
Walfisch, Roberto Hosne, Martín Campos, Enrique Raab, Osvaldo Seiguerman, Carlos Aguirre, Pancho Loiácono,
Bernardo Neustadt, Jorge Aráoz Badí, Mabel Itzcovich, Horacio Verbítsky y especialmente Osvaldo Cíézar, que en
la redacción de Confinado me enseñó de todo, hasta a tachar con la “x”, la “w” y la “y” en las Remington y Olivetti
previas a la computación.
Pero no es este un libro de memorias personales. Fue concebido como un manual en el que tienen registro,
exaltación y análisis los grandes momentos, productos y personajes del periodismo escrito, desde aquellos años de
finales del siglo pasado en que aparecieron La Capital, de Rosario; La Prensa v La Nación hasta los diarios
prediseñados por computadora. En estas páginas está la trayectoria de los principales diarios v revistas, v la tarea
que en ellos tuvieron los grandes periodistas. Y se cuenta como lo que es: una historia apasionante que a modo de
arteria vital atraviesa y riega el cuerpo social argentino. Nada más cierto que afirmar que la historia de los grandes
diarios, revistas y periodistas es también la historia de cada momento de la vida social, política, económica y
cotidiana del país. Hasta hoy esta trayectoria estaba dispersa en libros valiosos, en archivos de medios y en
distintas bases de datos. Me consta que éste es el primer intento de agrupar toda esa información, darle un marco,
un propósito de explicación, de interpretación y, también, de reconocimiento histórico. La investigación en todas
esas fuentes, las conversaciones con casi un centenar de colegas de primerísima línea, distintas generaciones y
variadas tendencias y pensamientos, y los documentos manejados fueron de un valor superlativo. Y pasaron ante
mis ojos, que cumplieron treinta y tres años dentro del oficio y tienen unos cuantos años -como más como lector.
Aunque evidencia la cronología- en esta orilla del Río de la Plata hay imprentas y periodistas desde el año 1700, Y
más formalmente desde 1867, el haber sido ocupante de redacciones desde 1963 v atento lector desde 1955 me
ayudó a acercarme a la memoria.
A esta altura puede afirmarse que en cada época todo gran medio encierra un mensaje. En la presente
investigación se encontrarán varios de esos mensajes, salvo uno: el registro de las muchas heridas y enemistades
que ha generado esta actividad realizada por hombres y mujeres tan profesionales, queridos e identificables como
imperfectos. El libro de las miserias del alma periodística -vasto en episodios será obra futura de algún otro autor.
Personalmente, elegí plantear un trabajo de investigación que busca una exposición detallada y documentada de lo
mucho que se hizo, y de exaltación de la tarea. De este acercamiento histórico, estoy seguro, podrían partir nuevas
investigaciones que lo continuaran y perfeccionaran. Ojalá sea así.
Haber tenido la oportunidad de hacer este libro es algo que agradezco a la editorial y que vivo como una
recompensa especial a tantos buenos anos de, actividad Y participación.
Carlos Ulanovsky
Nace La Nación
El 4 de enero de 1870, con una tirada de 1.000 ejemplares y un capital de 800.000 pesos de la época reunidos
por él y nueve amigos (José María Gutiérrez, Rufino y Francisco de Elizalde, Juan Agustín García, Delfín B.
Huergo, Cándido Galván, Anacarsis Lanús, Adriano Rossi y Ambrosio Lezica) el ex presidente, general y abogado
Bartolomé Mitre sacó La Nación, un diario al que difícilmente pueda desvinculárselo de uno de los constructores
de nuestro país. Hacía treinta y cuatro años que Mitre era un reconocido periodista de barricadas propias y ajenas y
ocho que publicaba con el imprentero Gutiérrez La Nación Argentina. Mitre pensó en su nueva obra como otro
aporte a la organización nacional iniciada por Urquiza y a la que él mismo contribuyera. “La Nación Argentina fue
una lucha. La Nación será una propaganda”, admitió, y cuando le solicitaron que explicara la frase añadió que se
refería a la difusión de los principios de la nacionalidad y de las garantías institucionales.
Se publicaban también infinidad de hojas satíricas de tiradas insignificantes: El Brujo, El Gringo, La Jeringa, La
Viuda.... y materiales partidarios herederos de un título antológico de mediados del siglo XIX: El Despertador
Teofilantrópico Misticopolítico, un pasquín que editaba el padre Castañeda.
La Nación tuvo que hacerse un lugar entre El Nacional, de Dalmacio Vélez Sarsfield, y La Tribuna, y para ello
fue fiel a un concepto: “La Nación será tribuna de doctrina”. [*error]Tanto El Nacional, fundado en 1852, antes de
la caída de Rosas, como La Tribuna, luego de la batalla de Caseros, fueron baluartes en el enfrentamiento que la
ilustración de la época (grandes cabezas como Bartolomé Mitre, Nicolás Avellaneda o Vicente López) descalificaba
como la tiranía de Juan Manuel de Rosas, el rosismo y sus secuelas. En El Nacional, dirigido por Cayetano
Casanova, Juan Bautista Alberdi consiguió publicar un adelanto de Las bases mientras que la pluma estelar de La
Tribuna, dirigido por los hermanos Héctor y Mariano Varela y Juan Ramón Muñoz, era Domingo Faustino
Sarmiento. Pero no sólo se destacaban por hacer política. El Nacional, por ejemplo, fue el primer medio en tener
dos ediciones diarias, una al mediodía y otra a las dos de la tarde. Un poco antes, La Prensa se había comprometido
a “expresar y a representar a la verdadera opinión pública y no sujetarla a la nuestra, ni menos formarla o dirigirla”.
Sin embargo, más temprano que tarde, ambos diarios se convirtieron en voceros confiables y serios del
pensamiento liberal y conservador, que hasta ese momento se había nutrido de diarios franceses o ingleses, los que
tardaban meses en llegar al Río de la Plata desde sus lugares de origen.
Cuando funda La Nación, lo que Mitre pretende es tener un diario que contribuyera a consolidar la organización
nacional. Para cumplir en los papeles aquello que ya había expresado como jefe militar y como presidente. Y
aunque no siempre dirigió el diario, su influencia fue considerable, en especial, acerca de los sentimientos e
intereses bonaerenses”, dice en 1996 el secretario general de redacción de La Nación, José Claudio Escribano,
quien además asegura que son numerosos los vestigios de la doctrina del fundador que aún permanecen en la
institución y en el periódico. “La presencia de Mitre perdura en lo que concierne al uso de la libertad, la defensa de
las garantías individuales, la independencia de los poderes públicos y el ejercicio de un criterio pluralista en todos
los órdenes. Si alguien nos dijera: ‘Ustedes hacen un diario conservador y liberal’, contestaríamos: ‘Está bien; no
hay nada que corregir en su afirmación’. Ahora, si en cambio, la expresión fuera: ‘Ustedes hacen un diario elitista’,
nosotros diríamos: “Qué mal nos ha entendido usted o qué mal hacemos nosotros las cosas para que usted nos
entienda de ese modo”, opina Escribano. Acerca de la cuestión de si todavía en 1996 hay “mitrismo” en La Nación,
Hugo Caligaris -en el diario desde 1978 y actual editor de la revista de los domingos- responde: “El espíritu de
Mitre persiste, en especial en los editoriales, en donde siempre trató de mantener principios del liberalismo bien
entendido, polifacético”.
Buscando el futuro
Lentamente, esas impresionantes “sábanas”, escritas a ocho o nueve columnas, que en el caso de La Nación
llegaron a tener casi un metro de alto y medio de ancho, iban delineando el gusto de los lectores y evidenciando sus
necesidades. Las actividades comerciales y de la Aduana, por su incidencia en la vida inmediata de la gente que
dependía del puerto, se transformaron en la sección más esperada. Con La Prensa se hacían presentes cada día para
especificar sobre la salida y entrada de barcos, las actividades del culto católico y los valores de la Bolsa. Pero
también ocupaban un lugar destacado las noticias referidas a la edición de libros liminares de la identidad
argentina, como el Martín Fierro, de José Hernández, y el Santos Vega, de Hilario Ascasubi, aparecidos en 1872.
Cuando surgió La Prensa, la mayor parte de la información era de origen nacional: por ejemplo, sobre la
recientemente concluida Guerra de la Triple Alianza. Pero sucesos de importancia mundial como la guerra franco-
prusiana o el avance de la Revolución Industrial tardaban un mes y todavía más en llegar a este punto del mundo.
Los paquetes de cables se juntaban en Londres o en Lisboa, y en barco arribaban al puerto de Buenos Aires.
Eran tiempos difíciles, porque no todos entendían la función de los diarios. Muy pocos años atrás, en 1864, una
voz decisiva como la del papa Pío IX sostuvo que la prensa escrita ayudaba a la corrupción de las costumbres y de
las mentes”.
Desde sus comienzos La Nación apeló a los servicios de las agencias de noticias. A la parisina Havas se habían
sumado Reuter en Londres y la Wolf en Alemania y, con muchas dificultades, el antecedente de lo que años
después sería la norteamericana Associated Press. El camino de la noticia era incierto y definitivamente lento: La
Nación comenzó a formar una red de corresponsales propios, aunque en su necesidad de asegurar la noticia no faltó
el viejo y efectivo recurso de las palomas mensajeras. La guerra entre Francia y Prusia se insinuaba desde el 8 de
julio de 1870, pero cuando el público argentino pudo enterarse de los aprestos, el mes de agosto estaba avanzado y
la guerra tenía dos semanas de iniciada.
Los avisos, que también son noticias de una época y un lugar, fueron definidos así por Bartolomé Mitre, en
1870: “La sección de avisos de un diario equivale a un bazar o a una feria en la que todo se encuentra, cruzándose
la oferta y la demanda”. Ciento veinticuatro años después el periodista Hu o Caligaris afirma en una edición
especial de La Nación: “A su modo (los avisos) informan tanto como la mejor crónica sobre las inquietudes, los
intereses, la cultura y los deseos colectivos de la gente”.
El crecimiento de las grandes ciudades del país, la construcción de caminos y el desarrollo de los sistemas de
transporte, en especial el ferrocarril, contribuyeron a la difusión de los diarios. En setiembre de 1881 el educador
Manuel Láinez fundó El Diario, otro gran vespertino porteño en el que con frecuencia colaboraba el escritor Paul
Groussac, y donde el novelista francés Emile Zola publicaba novelas en forma de folletines; en 1882 nació Los
Andes, de Mendoza; en 1884 estuvo en la calle El Día, de La Plata; y en 1885 Carlos Pellegrini y Roque Sáenz
Peña, dos futuros presidentes, asumieron la dirección del diario de Paul Groussac, Sudamérica. El caso de
periodistas que llegaban a la cima del poder y de funcionarios que tras dejar su cargo regresaban a las redacciones
fue frecuente en esa época: Joaquín V González, por ejemplo, tras abandonar la Cancillería pasó a ser editorialista
de La Nación. En un seminario realizado en 1977 decía Juan Valmaggia, hombre clave de La Nación durante años:
“Había en esa época hombres públicos organizadores del país, que creían en la prensa, en su poder, sin cánones y
sin tanques... Vemos una constante intercomunicación entre la prensa el manejo de las cosas del Estado”.
En 1894 nació el diario cordobés Los Principios y el legendario periódico socialista La Vanguardia, que dirigía
Juan B. Justo. En esos días Paul Groussac escribió que hasta entonces la prensa había sido “pasquinera, llena de
injurias soeces, alusiones vergonzosas, sátiras de sal gruesa, en prosa y en verso, apodos insultantes y. gracias de
aldea”. Y fue [¿error?] en 1896 cuando José Ingenieros y Leopoldo Lugones editaron La Montaña, un título famoso
en la línea de la utopía y la revolución.
Originalidades
Con la originalidad de su formato pequeño (13 por 23 centímetros), pero también por la potencia y singularidad
de sus caricaturas, se impone a partir de 1904 otra creación del español Eustaquio Pellicer: PBT. Por su contenido
de crítica política y de actualidad llegó a superar en un momento a su eslogan, “Semanario infantil ilustrado para
niños de 6 a 80 años”. Sus fotos e ilustraciones, con sus respectivos epígrafes en verso, retrataron toda una época
describiendo tendencias y costumbres de la ciudad y el país.
En 1903 muere Fray Mocho, pero ni siquiera la muerte de su director inmuta a Caras y Caretas. Lo reemplaza
Carlos Correa Luna y la publicidad se ufana: “¡Siempre a 20 centavos de costo!”. Tampoco se resiente la estructura
cuando un dibujante excepcional como José María Cao se aleja para crear la nueva revista Don Quijote, porque
quien llega para sustituirlo es otro caricaturista que marcaría épocas: Ramón Columba. Caras y Caretas registró el
crecimiento del país y difundió sus pasiones: desde el fútbol hasta el teatro; desde los viajeros que llegaban a estos
puertos, hasta la política. Cuando los fastos del Centenario estuvieron listos, no había por aquí revista más
prestigiosa: 200 páginas impresas en delicado papel, con gracia y fino sentido de la observación. Como dijo una de
sus estrellas literarias, el escritor Juan José de Soiza Reilly: “Fue la cabal intérprete periodística de la Buenos Aires
de la Gran Aldea, de la Argentina de los inmigrantes y del proyecto político del SO”. Otros grandes de la escritura
y del dibujo pasaron por la redacción de Caras y Caretas: Horacio Quiroga, Manuel Gálvez, Pedro Juan Vignale,
Leopoldo Lugones, Alejandro Sirio, Federico Leal, Roberto Payró y el abuelo de Hermenegildo Sábat, un
mallorquí llamado del mismo modo, también dibujante y caricaturista. En las redacciones se juntaban poetas y
atorrantes, reos y exiliados que capeaban como podían la inestabilidad o la enorme exigencia de las desmesuradas
jornadas laborales. En los meses que parecían no terminar nunca, los timberos, bohemios, divertidos periodistas de
entonces apelaban a los vales. El 1° de noviembre de 1908, Antonio Martín Giménez funda el matutino El Cronista
Comercial, concebido como “diario de negocios para informar y orientar acerca de la industria, la banca y el
comercio”, que durante muchos años se vendería únicamente por el sistema de suscripciones. “Deben darse cuenta
los comerciantes y todos los que están obligados a regirse por el Código de Comercio, que la teneduría de libros
redunda en beneficio del comerciante de buena fe pues a la par que le sirve de amparo, le evita los mil litigios y
trapisondas que a cada paso se ven tramados por aquellos que, poco escrupulosos e ignorantes, no observan lo que
la ley prescribe.” Así decía uno de los textos de la edición inicial de un diario que además destacaba la importancia
de la información, como puesta al día y como un valor en sí. Un poco antes de que estallara la Primera Guerra
Mundial conseguir papel era difícil y caro, porque la base de su materia prima, la celulosa, también se utilizaba en
la fabricación de explosivos, actividad a la que el mundo estaba febrilmente abocado. Pero no todas las noticias que
llegaban desde Europa eran malas para el negocio periodístico: en 1911 los alemanes inician la era de la impresión
en el sistema de rotograbado.
A principios de siglo las familias de clase media solían comprar dos matutinos y dos vespertinos, y revistas
como Tit Bits, de aventuras, que apareció en 1909, y Mundo Argentino, con la que el inglés Haynes volvía a
plantear su estrategia de revistas dirigidas a áreas específicas de interés.
Dichoso Centenario
En El Centenario, su libro sobre las fiestas de 1910, el periodista Horacio Salas señala que buena parte de los
visitantes extranjeros fueron recibidos en las redacciones de La Prensa, El Diario y La Nación, lo que ratificó en
los huéspedes la idea de la fama internacional del periodismo, un prestigio basado en las altas tiradas, el sofisticado
nivel de la información y la cultura de la sociedad lectora. Afirma Salas que el político francés Georges
Clemenceau (a quien el periodista Joaquín de Vedia, de La Nación, fue a buscar a Montevideo para hacerle una
entrevista exclusiva) ironizó sobre el lujo de la residencia del hombre de La Prensa, Ezequiel Paz (en la casa
funciona ahora el Círculo Militar), en tanto que del edificio del diario dijo que era tan lujoso que los periodistas
que allí trabajaban harían comparaciones “poco ventajosas con su modesto hogar”.
El inolvidable Crítica
Natalio Félix Botana Millares, un teniente de infantería del ejército uruguayo, militante del Partido Blanco en su
país, llegó a Buenos Aires exiliado y en 1913 dio comienzo a la que sería su obra máxima: el diario Crítica. “Con
Crítica, Botana revolucionó el periodismo en la Argentina -dice el periodista Andrés Bufali-. Estrenó títulos de tapa
que eran verdaderos punchs al hígado, fotos enormes para las costumbres de la época y epígrafes más elocuentes
(...) Con su estilo ágil y conciso (...) una mezcla de denuncia seria con el sensacionalismo más extremo (...) relatos
de Borges y Arlt con los crímenes más sabrosos, artículos de cráneos extranjeros con el lunfardo más soez, de loas
a gobiernos con campañas despiadadas en su contra. Era lo que anhelaba un país pacato, falaz y lleno de
inmigrantes.”
También el escritor y periodista Pedro Orgambide reflexiona sobre el fenómeno de Crítica y sostiene que
Natalio Botana “impuso una visión periodística muy moderna que rompió con el modelo de los diarios
tradicionales. Tenía un nuevo público, más popular, que se mezclaba con la clase media. El diario tenía de todo:
fútbol y cables del exterior, política y policiales. Otra de sus características era la gran cantidad de escritores y
poetas que poblaban su redacción”. Orgambide conoció de cerca vida y milagros de ese ambiente cuando muchos
años después pasó por la redacción de Noticias Gráficas, historias que en 1996 volcó literariamente en su novela El
escriba.
El 15 de setiembre de 1913, a los 25 años Y con capitales prestados (algunos dicen que de un doctor Berro, otros
afirman que fueron cinco mil pesos de la época provenientes de Marcelino Ugarte, que desvió fondos previstos
para la revista PBT), Natalio Botana publica el primer número de Crítica. Inicialmente planeado como diario del
mediodía, es el único que llega a tener cinco ediciones diarias; la llamada “tercera” -aunque era la primera-, a las
12; la “cuarta”, a las 14.30 (incluía algunos textos traducidos al inglés y al francés); la “quinta”, a las 17; la
“sexta”, a las 21 y la “séptima” edición, a las 23.30. En su socrático eslogan invocaba al Señor que está en el cielo:
“Dios me puso sobre vuestra ciudad como un tábano sobre un noble caballo para picarlo y tenerlo despierto”.
Su intención era ser popular desde el lenguaje, evitar la solemnidad y hacer un diario para todos. Incluía no sólo
una página permanente para el mundo obrero sino que organizaba campañas de distribución gratuita de máquinas
de coser. Botana era un personaje; para algunos, un santo; para otros, un hampón. El periodista Francisco Llano lo
sitúa entre Joseph Pulitzer y William Randolph Hearst, y agrega: “Botana tenía la misma profundidad que Ortega y
Gasset en la interpretación de los sucesos humanos e idéntico poder de captación con respecto a la inquietud de las
masas”.
Un diario increíble
El investigador Jorge B. Rivera califica a Crítica como un diario “increíble por lo imaginativo”, sensacionalista
y demagógico, informado y ameno, aborrecible para muchos, indispensable como el pan para otros tantos.
Estableció poderosas relaciones con los temas más populares de la sociedad -cine, deportes, radio y, con su tirada
de 300.000 ejemplares, confería alcance masivo a escritores cuyos libros no vendían más de mil copias. En su
suplemento reunía ensayos de Lugones, Groussac, Hernández o Lucio V. Mansilla, y para la sección de
entretenimientos le pedía a Sixto Pondal Ríos que coordinara un concurso de mentiras criollas o a César Tiempo
que se encargara de un suplemento de gimnasia, dietas, modas y grafología. En Crítica se publicaron críticas de
cine de alto nivel y se lanzaron concursos popularísimos, como el de las mujeres más feas (cuyo premio era
facilitarles lo necesario para embellecerse) o el del mejor payador. El credo periodístico de Botana era tan amplio
que admitía tanto un suplemento literario con el propósito de que Edgar A. Poe y el Conde de Lautréamont
llegaran, en colores, al gran público, como informaciones sobre tango y radioteatro capaces de cautivar a los
intelectuales. El fundador de Crítica trató con los poetas más refinados y con los reos más notorios, como los de la
reventa, a quienes se ganó otorgándoles el 50 por ciento de la venta de cada ejemplar (lo habitual era el 30 por
ciento), favor que los muchachos le devolvieron con creces. Al principio, cuando el diario no estaba impuesto
todavía, Eduardo El Diente” Drughera le escondía a Botana los paquetes de la devolución, que eran muchos, y le
anticipaba el dinero que en realidad todavía no había recaudado. Años más tarde, Drughera explicó que lo había
hecho porque creía en el producto y sabía que, tarde o temprano, se iba a imponer. Y no se equivocó: durante años
se afirmó que las ganancias de Botana y de su diario Crítica llegaron a ser de 200.000 pesos por día.
Crítica salió en 1913 y Helvio “Poroto” Botana, uno de los cuatro hijos del director fundador del diario, nació en
1915, según afirma “gracias a una partera que trajeron a la imprenta (...) En Crítica empecé a amar a la gente,
Crítica era algo sensacional, una especie de embudo, concentrador de inteligencias. El alma de ese diario estaba en
su restaurante, una peña permanente, con mesas de juego, levantadores de apuestas, intelectuales y reos,
ordenanzas y directivos. Allí, la única jerarquía respetada era el ingenio”.
Durante los primeros, largos años, Crítica fue mirado por las publicaciones con las que competía como un
ejemplar extraño en el mercado.
Almas cantoras
El alma que canta apareció en 1916 y al poco (muy poco) tiempo, como prueba irrefutable de su popularidad, la
gente empezó a decir: “Te espero con un clavel en el ojal y un Alma que canta en la mano”. Fue a Vicente Bachieri
a quien se le ocurrió hacer una revista que reprodujera las letras de las canciones más conocidas y cantadas. Antes
de la definitiva popularización del tango cantado (consagrado por Carlos Gardel y otros), El alma que canta incluyó
cuplés y pasodobles y hasta versos que eran musicalizados por compositores para transformarlos en canciones.
Actores de drama o de comedia enviaban a la publicación textos teatrales para que fueran leídos por primera vez en
sus páginas y poetas notables como Vicente Barbieri estrenaron en la revista una serie de obras en lunfardo. La
sección “Versos de la Prisión” no alcanzaba para albergar la gran cantidad de creaciones originadas tras las rejas
por presos de Villa Devoto, Caseros, Las Heras o Ushuaia. En sus páginas, poetas como Pascual Contursi y Samuel
Castriota pudieron presentar “Mi noche triste”; José González Castillo y su hijo Cátulo hicieron lo propio con
“Organito de la tarde”. “Es la revista que leen desde el presidente hasta el último peón de estancia, debido al calor
de pueblo que transmite desde sus páginas. Además, es la revista madre de todas las hoy poderosas publicaciones
del espectáculo en el Río de la Plata”, explica el famoso autor Alberto Vaccarezza. El editor Bachieri también les
ofreció espacio a autores como Francisco Rímoli (Dante Linyera), Belisario Roldán, Celedonio Flores, Pedro B.
Palacios (Almafuerte) o Alfonsina Storni, entre otros. Las letras del tango cantado renovaron el aire y le pusieron
música a la ciudad. Desde el alma. Desde el canto.
El erial de Vigil
“Cada hombre nace delante de un erial y cosechará lo que siembre”, sostiene uno de los apotegmas más
difundidos de quien el 7 de marzo de 1918 fundó la editorial Atlántida, el uruguayo Constancio Valentín Vigil. Su
padre, uruguayo, de nombre Constancio y periodista como él, recibió y atesoró iniciales inquietudes más cercanas a
los valores religiosos y morales pero que no excluían una mística libertaria y un fuerte amor por el periodismo. En
el Uruguay presidido por el dictador Latorre, Constancio padre había fundado el combativo diario La Ley. El joven
cruzó el charco y luego de haber trabajado unos cuantos años en varias revistas (llegó a ser director de
publicaciones en la editorial Haynes) instaló la que con el tiempo se convertiría en una importante editorial de
familia. Lo primero que hizo fue sacar una competencia del semanario Mundo Argentino, publicado por Haynes.
Su título era Atlántida y a las dos semanas de salir ya vendía 60.000 ejemplares. Durante sus primeros dos o tres
años esta publicación fue considerada como un modelo del pensamiento liberal, en especial porque en sus páginas
alternaban los mejores escritores, pensadores y periodistas del momento, presentados en un clima de gran apertura
y respeto intelectual, tal como sucedió con Leopoldo Lugones, Juana de Ibarbourou, Alberto Gerchunoff, Juan
Torrendel, María Luisa Vargas y Horacio Quiroga, entre muchos, muchos otros. En 1919 Vigil saca su segundo
título, El Gráfico, que durante más de 300 números fue una revista gráfica de interés general y no el magazine
deportivo que es hoy.
Billiken a la historia
El 17 de noviembre de 1919, cuando apenas se conocía un modelo en el género -la publicación italiana el
Corriere del Piccoli, cuya salida se suspendió al iniciarse la Primera Guerra Mundial en 1914-, Constancio C. Vigil
lanza la revista Billiken. A principios de siglo el inglés Billy Kent introdujo como amuleto en Occidente un
muñeco inspirado en un pequeño dios de la India a quien se le reconocían posibilidades de transmitir bondad, salud
y voluntad. En el primer número del semanario se consignaba, como si lo dijera Billiken: “Aquí, en este bello país,
he encontrado niños de todas las razas... Este es el lugar en donde Billiken debe quedarse”.
Pero fue a partir de 1925, cuando el descendiente del fundador de editorial Atlántida, Carlos Vigil, perfeccionó
la idea de seguir semana a semana desde una revista los programas educativos. En 1932 Carlos Vigil declaraba:
“No existía el material escolar, ni los libros de texto. Por 20 centavos ofrecíamos láminas de próceres (dibujadas
por Manteola, otro prócer del plumín y la tinta china) que en las librerías costaban tres o cuatro pesos”. A partir de
la fórmula de entretenimiento con instrucción sana y útil, Billiken se convirtió en un éxito notable en toda
Hispanoamérica. A España llegaron a enviar 30.000 ejemplares semanales y el doble de esa cantidad a Perú,
Colombia, Venezuela y México. Millones de chicos de la primera mitad del siglo, de la Argentina (en donde la
revista llegó a vender 500.000 ejemplares cada siete días) y otros países, pueden acreditar que aprendieron a leer
con Billiken. Los españoles que llegaron como inmigrantes en esos años conocían pocas cosas del país, pero una de
ellas era la revista de Vigil.
Todavía resultan memorables los objetos para armar que traía. La Pirámide de Mayo, la Casa de Tucumán, el
pesebre de Navidad o alguna batalla funcionaban en los hogares más humildes como los juguetes más sofisticados.
Una vez al año los mejores trabajos que llegaban a la redacción se exponían en una galería de arte porteña.
Colaboradores de lujo
En treinta años de colaboraciones continuas Lino Palacio hizo más de mil tapas, cuyos originales fue regalando
a escuelas del interior. Los cándidos motivos de las portadas se convertían en temas de composiciones escolares, en
tanto que las maestras solicitaban a la publicación secretas ayudas para redactar sus discursos de las fiestas
escolares. Escritores como Gabriela Mistral, Horacio Quiroga, Arturo Capdevila, Leopoldo Lugones, Enrique
Banclis, Juana de Ibarbourou o Jacinto Benavente escribieron, las más de las veces sin firma, para Billiken.
Además de Palacio, también dibujaban Dante Quinterno, Alberto Breccia y José Luis Salinas. Ellos difundían vidas
ilustres como las de Luis Agote, Rosario Vera Peñaloza o Jesucristo, y síntesis de obras maestras como El Quijote o
la Biblia. En la década del 20 fueron famosas historietas como “El Pibe”, el personaje que secundaba a Chaplin en
sus filmes, y sagas como “El hijo adoptivo” hicieron llorar a medio país. En los 30 alcanzaron repercusión “La
Familia Conejín” y “Comeuñas”; en la del 40, las aventuras de “Ocalito y Tumbita” y Pelopincho y Cachirula”, así
como en los 50 nadie superó a “El Mono Relojero”, uno de los grandes personajes de Constancio Vigil.
Orgullosos lectores
En los primeros años del siglo una fuerte alfabetización colaboró con el desarrollo de la prensa escrita. Como
directa y concreta influencia de la Ley de Educación Común -la famosa 1420 de 1884-, entre 1870 y 1915 el
analfabetismo en el país descendió más del 40 por ciento. Por esto, por ser la Argentina el tercer país del mundo
que gozó de una ley de alfabetización y por el ascenso de la clase media como fuerte compradora de material
impreso, crece en el país la adquisición de diarios y revistas.
En 1926 la Argentina consume el 66 por ciento del papel de diario que circula por toda América latina. A partir
de 1920 tanto la radio como el cine se disputan el espacio cultural e informativo que estaba en manos de la gráfica.
“Si algo caracteriza al mundo editorial de esas décadas, es la consolidación de empresas multimedia, fenómeno
derivado del desarrollo de la radio (...) Las editoriales más poderosas -Haynes, Crítica, La Nación y Atlántida-
adquieren emisoras de radio y otros medios gráficos y, a veces, como Botana, también se dedican al cine”, señala
en un ensayo Sergio Pujol. En 1926 Natalio Botana estableció un convenio con el noticiero cinematográfico de
Federico Valle por el que cronistas de Crítica y del semanario fílmico compartirían notas, medios de movilidad y
hasta las primicias como una manera de racionalizar gastos y esfuerzos.
En ese momento también los medios escritos reformularon su lugar y ajustaron sus contenidos gráficos,
volviéndolos más expresivos y sintéticos.
En una entrevista concedida a Jorge Gietz en 1973, Raúl González Tuñón llama a la década del 20 los años
locos”. En pleno auge del teatro nacional y el tango, el notable poeta explica que florecen otras músicas como el
jazz y el folklore en tanto se reproducen los talleres literarios, y los cafetines y bodegones porteños se convierten
en grandes e involuntarios centros de enseñanza. Nombres como los de Homero Manzi, Ernesto Palacio, Conrado
Nalé Roxlo o Pascual Contursi, Cayetano Córdova Iturburu, Sixto Pondal Ríos, Nicolás Olivar, Jacobo Fúman o
Enrique González Tuñón brillaban con sus ficciones y se ganaban la vida en los diarios. Raúl González Tuñón le
acababa de dedicar un extenso poema a la flamante rotativa Hoe de Crítica, que despachaba 100.000 ejemplares
cada sesenta minutos. Época de incomparable bohemia periodística en la que los muchachos de las redacciones
bebían en abundancia, dormían y comían salteado, trabajaban dos y tres turnos y cuando no podían más volvían a
la vida dándose un “narigazo” de un gramo de la pura cocaína marca Merck.
La fuerza de El Gráfico
El periodista Eduardo Rafael rescata la función formadora que El Gráfico, y la prensa escrita en general,
tuvieron en aquellos tiempos. Las hazañas deportivas de Luis Ángel Firpo en 1923 o la participación de la
selección argentina en los juegos olímpicos del 24 le permitieron a Constancio Vigil darse cuenta de que el deporte
podía ser un tema de interés masivo (el 15 de setiembre La Nación, interpretando el entusiasmo popular que había
despertado la pelea de Firpo cerca de Nueva York, sacó tres ediciones, entre la medianoche y las 3 de la
madrugada). “El Gráfico había nacido en 1919 como semanario ilustrado de interés general. A partir de 1923
incorpora a Ricardo Lorenzo -que traía del Uruguay natal el seudónimo de ‘Borocotó'-, a Félix Daniel Frascara y a
Alfredo Rossi -'Chantecler'-, que con muchos conocimientos de cultura general empezaron a hacer análisis de
fútbol y de otros deportes”, explica Rafael.
La editorial de El Gráfico seguía en expansión. El 16 de mayo de 1922 abre Para Ti, dedicada al público
femenino, con una mujer pintada en la tapa. “La mujer, por fin, se siente acompañada y reflejada todas las semanas
en un medio dedicado solamente a ella”, afirmaba la publicidad del número inicial. “¿A quién no le agrada esta
atrevida forma de terciopelo negro?”, se preguntaba otra de las notas de moda. En otra página la publicación
recomendaba a señoras y señoritas: Con bondad y alegría, tendréis brillo en los ojos y en las mejillas, tersura en el
cutis y un atractivo inmenso e invencible”. Información sobre bodas, brindis, actividades deportivas y la ruta
posible de la dicha Y de los ideales de belleza y de inteligencia eran las herramientas con que Para Ti iniciaba un
camino que todavía transita.
Los estancieros y la gente del interior contaron con la ayuda y los informes de La Chacra a partir de 1925,
también de Editorial Atlántida.
Cada vez que un suceso lo justificaba, la sirena de La Nación se ponía en marcha para comunicar malas o
buenas nuevas. Cuando jugaba la selección de fútbol, dos pitazos significaban un gol del rival; tres, un gol
argentino. En 1928 el diario de la familia Mitre vendía 300.000 ejemplares y, en su redacción trabajaban 184
personas fijas y 550 colaboradores del país y extranjeros. Entre los de aquí la mención de algunos revela la
pluralidad: Roberto Arlt y Carlos Ibarguren, Leónidas Barletta y Ernesto Palacio, Victoria Ocampo y Alfonsina
Storni, Hugo Wast y Raúl Scalabrini Ortiz. Escritor y colaborador habitual del diario, Roberto Giusti intervenía en
una polémica desatada porque las jerarquías católicas habían influido en la exoneración de un redactor luego de un
artículo crítico sobre ellas: “Antes (...) podíase escribir a derecha e izquierda, como saliera, hasta los editoriales.
Hoy digo esto, mañana aquello, aquí pego, aquí no pego. Pero en el futuro habrá que pensarlo dos veces, porque si
un redactor puede caer en desgracia aun en la libre condición de colaborador literario y firmando, ¿qué será de los
que comprometan al diario sin firmar?”.
Todos cantan
Cante, cante, compañero / que la vida no es eterna / ¿Quiere ser como el jilguero? / Lea La Canción Moderna”,
decía la seductora cuarteta publicitaria de una nueva revista en marzo de 1926. Precursora de una forma del
periodismo de entretenimiento y evasión, La Canción Moderna recopilaba las letras de las canciones de moda, las
mezclaba con historias de sus autores y cantantes, y hasta interpretaba hechos de la actualidad a través de las rimas
de Dante Linyera. Este le había vendido la publicación al editor Julio Korn, un joven de sólo 20 años que desde
muy chico había estado cerca del mundo de los papeles impresos y de la música.
A los 9 años Korn entró a trabajar en una imprenta como aprendiz de tipógrafo, a los 13 ya tenía imprenta
propia y poco después, gracias a sus incursiones noctámbulas en las que se hizo amigo de poetas, bohemios y
trasnochadores, comenzó a comprar por moneditas los derechos de infinidad de piezas musicales. El tango era casi
todo en la época, la radio amplificaba la tarea de centenares de orquestas típicas e intérpretes y Korn editaba las
partituras. Esa fue la base de La Canción Moderna y el antecedente de lo que en 1935 se convertiría en la primera
gran revista de periodismo del espectáculo: Radiolandia.
El director y el general
El día de la caída de Yrigoyen la tirada de Crítica rozó el millón de ejemplares. Nada haría sospechar que poco
tiempo después el presidente del gobierno de facto, José Félix Uriburu, encarcelaría a su director. “Muy
rápidamente el gobierno mostró su verdadera condición de fascista y represor. Crítica comenzó a denunciar sus
atropellos y otra vez se convirtió en virulento opositor, hasta que lo clausuraron”, evoca Chinetti.
Todo empezó cuando el diario inició una serie de vituperios en contra del ministro del Interior del gobierno
militar, Matías Sánchez Sorondo, construyéndole una indeseable fama de jettatore basada en las habladurías de sus
enemigos políticos y plasmada por los humoristas de Crítica, que lo dibujaban como un sepulturero, siempre
vestido de oscuro y con anteojos negros.
Botana fue a la cárcel. Aunque en prisión lo atendían carceleros de guante blanco y estaba al tanto de todo lo
que ocurría en su empresa, no la pasó bien. Antes de cumplir su primer año de gobierno, Uriburu había ordenado
por decreto la suspensión y clausura de más de cien diarios, entre ellos Crítica. No en vano se decía que, entre
fraudes patrióticos y violencias del más rancio cuño conservador, el país vivía la Década Infame.
Finalmente, Botana quedó libre y partió exiliado a Montevideo. Mientras duró el cierre, el medio que había
creado pagó, sin olvidar ninguno, cada peso a sus trabajadores. Al poco tiempo el general Agustín P. Justo, con la
ayuda de Salvadora Medina Onrubia de Botana, se hizo cargo de la empresa y sacó, como sustituto, el diario
Jornada, que tuvo bastante repercusión. Siete meses después del golpe del
30, el gobierno convoca a elecciones y el 8 de noviembre, con el radicalismo proscripto, Justo se transforma en
el nuevo presidente de la Nación. Crítica se saca de encima la clausura y vuelve a circular. En 1932, alejado de la
escena política argentina, el golpista Uriburu murió en París. Crítica dio cuenta del fallecimiento en gigantesco
titular, luego de lo cual venía un texto que Botana había dictado personalmente a su jefe de cierre: “Hoy en París
murió el ex dictador de Argentina José Félix Uriburu. Crítica, sin odios y sin perdón hace el silencio que merece la
muerte”. Durante los meses siguientes, Crítica dedicó un espacio a exponer denuncias de torturas realizadas por la
policía brava de Leopoldo Lugones (hijo), cuando Uriburu estaba en el gobierno, y los crímenes y atropellos
parapoliciales de la temible fuerza de choque Legión Cívica, que concurría a los actos públicos con camisas negras
y atacaba a cachiporrazos a socialistas y anarquistas.
Periodismo y fotografía
“La prensa gráfica, impuesta en el mundo a fines del siglo XIX, nació con enorme popularidad en la Argentina y
en 1898 tuvo su baluarte con la aparición de la revista Caras y Caretas” dice la fotógrafa Sara Facio en un ensayo
dedicado a la evolución de la fotografía nacional. En referencia a la década del 30, Facio la observa
particularmente rica en innovaciones y con un avance del periodismo gráfico a partir de la influencia de
publicaciones extranjeras como Life y O’Cruzeiro, y de la labor de creadores como Juan Di Sandro (que brilló con
sus tomas en La Nación), Eduardo Colombo, Ricardo Alfieri, Antonio Legarreta, Lisl Steiner y Emilio J. Abras.
Para Facio los dos diarios que más posibilidades le dan al periodismo fotográfico de la época son Crítica y El
Mundo, y menciona algunos hechos que, a su entender, fueron impecablemente registrados por las cámaras: el
Congreso Eucarístico Internacional, la inauguración del Obelisco, la llegada del dirigible Graf Zeppelin, los
suicidios de Alfonsina Storni y Leopoldo Lugones y la visita a la Argentina del presidente norteamericano Franklin
Roosevelt.
Esplendores
Recuperados de la clausura y de la prisión respectivamente, Crítica y Botana volvieron a ocupar un lugar central
en el periodismo argentino. En su momento de mayor esplendor en los años 30 Crítica vendía un millón de
ejemplares diarios y desde diversos puntos del mundo Botana era visto como una versión local de William
Randolph Hearst, el editor norteamericano que inspiró a Orson Welles el personaje de ‘Xane”, del filme El
ciudadano.
Es que Botana vivía como un príncipe, andaba en Rolls Royce y lograba lo que se le ocurría. Una vez consiguió
traer a Buenos Aires al famoso muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, a quien le encargó la realización para
su quinta en Don Torcuato de un friso de casi siete metros de extensión. Siqueiros pasó meses en un subsuelo hasta
terminar la obra.
Por las noticias y por las fotos
El 10 de junio de 1931 un integrante de la familia Mitre, dueña de La Nación, sacó un vespertino tabloide para
competir con Crítica. Jorge Mitre siempre negó que Noticias (que al poco tiempo adoptó el nombre de su doble
página central, totalmente ilustrada, Noticias Gráficas) y el diario de su familia tuvieran alguna vinculación, pero
era un secreto a voces que el nuevo medio había sido impulsado por La Nación en el entendido de que la clausura
de Crítica había dejado necesitados a miles de lectores. De todos modos, en aspecto, formato, ideas, lenguaje,
tirada y calidad de lectores estaba tan lejos de Crítica como de La Nación y hasta de Jornada, el vespertino sustituto
del órgano de Botana. Sus textos abundaban en títulos intencionados, directos y populares, y ofrecía una fuerte
proporción de material gráfico. Fue el primero en hacer encuestas de opinión, antes de las elecciones que llevaron a
Agustín P. Justo a la presidencia, y por su redacción pasaron grandes periodistas como Carlos Alberto Donatti,
Guillermo Zalazar Altamira, Alberto Cordone, Emilio Solar Parravicini, Alejandro Llanos, los hermanos Gregorio
y Bernardo Verbitsky y un hombre que representó toda una época del diario: José “Pepe” Barcia, uno de los más
importantes investigadores del lunfardo. En un momento, abrumado por la mala situación económica, Jorge Mitre
le vendió el diario a José W Agusti, que había comenzado su carrera en el comercio exterior y que en 1927 fundó
Córdoba, el mítico diario mediterráneo. A partir de la mitad de la década del 30, ya con Agusti a la cabeza, Noticias
Gráficas tuvo su mejor etapa.
Personajes
Emilio J. Karstulovic, el director de Sintonía, era un chileno a quien apasionaba la velocidad, tan seductor como
emprendedor y que supo granjearse importantes amistades en el ambiente artístico, como la de la entonces actriz
Eva Duarte. Había llegado a la Argentina en 1917 como promotor de la nueva marca de autos Studebaker. Antes de
convencer a la editorial Haynes de que le facilitara los pesitos necesarios para sacar Sintonía, y a la parte que corrió
en numerosas carreras de autos, Karstulovic hacía crítica de radio -firmando “EKA”- en El Mundo, fue guionista y
productor de cine y teatro y estuvo al frente de LS9 La Voz del Aire.
En 1935 Radiolandia asume la posta dejada por U Canción Moderna. Poco antes había muerto Carlos Gardel en
un accidente aéreo, y la nueva revista publica la despedida escrita por Homero Manzi. En la publicación dirigida
por Julio Korn tuvieron un lugar -anónimo, porque no se firmaba-, además de Manzi, grandes cultores del género
popular como Manuel Ferradás Campos, Mariano Perla y Eliseo Montaigne. En 1937, Korn, que ya tenía
Radiolandia, se adelanta a los tiempos del marketing: compra Antena con el propósito de hacerse la competencia a
sí mismo. Esa arrasadora dupla de publicaciones terminó por restarle espacio a Sintonía, que desaparece por
primera vez en 1941. En una edición de Sintonía de 1939 había hecho su debut en tapa la actriz Eva Duarte. Ya en
el poder, la señora de Perón jamás olvidó aquel espaldarazo fundamental en su corta carrera, y ofreció a
Karstulovic los medios necesarios para el salvataje de su revista.
Mirando al Sur
La revista cultural Sur fue producto de la iniciativa compartida de todo un equipo de importantes intelectuales.
La idea original surgió en discusiones febriles entre el profesor norteamericano Waldo Frank, uno de los tantos
viajeros a la Argentina de las primeras décadas del siglo, y Eduardo Mallea. El título de la publicación vino desde
el norte telegrafiado por José Ortega y Gasset. Y el dinero que hizo posible la salida era de Victoria Ocampo, que
creía en la cultura y en su divulgación y era íntima amiga de Frank, de Mallea y de Ortega y Gasset. Se advertía en
Sur la herencia de pensadores como Sarmiento y Alberdi, y la decisión de intelectuales modernos de provocar la
discusión acerca de los debates estéticos (antes que de los políticos) de la época, de entender los cambios y tomar
posición sobre grandes temas como la guerra y la paz, la libertad y el autoritarismo. Así como en la década del 20
la aparición del bolchevismo había sido un motivo de división de los intelectuales de todo el mundo, la Segunda
Guerra, el fascismo, la Guerra Civil Española, el nazismo y las posiciones aliadas apoyadas por los Estados Unidos
eran los temas de ruptura del momento.
Más allá de cualquier consideración política es necesario rescatar a Sur como una valiosa revista literaria,
difusora de libros y autores fundamentales y culturalmente significativos en la década del 30. Sus críticos la
consideraron excesivamente apegada a la literatura europea y la vieron como promotora de una cultura de elite, que
sólo atendía las realizaciones de un grupo ideológico y respondía casi únicamente a los gustos y predilecciones de
su directora, Victoria Ocampo.
El otro diario
Hacia 1935 entra en escena en La Razón Ricardo Peralta Ramos, casado con una hija de Cortejarena, que
desarrolla inicialmente una brillante carrera administrativa y se empeña en una renovación tecnológica total, El P
de junio de 1939 el diario anuncia en tapa que “utiliza máquinas capaces de exprimirle al tiempo todas sus
ventajas”. Allí se inicia la carrera imparable de Peralta Ramos. En pocas décadas más, prácticamente nadie
recordará a Cortejarena, y La Razón pasará a ser identificado, entre otras maneras, como “el diario de Peralta
Ramos”.
¡Maestros!
Alberto Rudni (nacido en 1916), Jorge Chinetti (1920) y Santiago Senén González (que por coquetería nunca
reveló el año de su nacimiento) fueron testigos privilegiados de la evolución y cambios del periodismo argentino en
este siglo. Conocieron por dentro los grandes diarios (pasaron entre otros por Crítica, La Nación, La Prensa,
Noticias Gráficas, El Mundo, Democracia) cuando los periodistas, pese a su estilo bohemio -que no excluía el
alcohol ni las apuestas-, producían sin descanso en las redacciones. Tuvieron ocupaciones rutilantes y trabajaron a
pulmón, como militantes de la Underwood. Atravesaron los escalafones, se pelearon, se amigaron, triunfaron y
perdieron. Lucharon. Están.
En el principio fueron sus padres. Leo Rudni nació en la Rusia zarista y en 1905, antes de partir del terruño,
había conocido de cerca y admirado las ideas de Lenin y Trotsky. Al poco tiempo de llegar se convirtió en
periodista estrella de CKtíca, como columnista de temas financieros, A esa redacción (a cuyos periodistas el viejo
Leo cautivaba con historias de pogroms lejanos y promisorios soviets) el joven Alberto iba de visita con pantalones
cortos. El viejo Chinetti era rebelde, anareo, protestón y en la década del 20 llevaba a escondidas a Jorge a mítines
políticos. Los actos en los que se reclamaba por la vida de Sacco y Vanzetti quedaron para siempre en el corazón de
su hijo. El padre de Santiago Serién González fue uno de los creadores del Estatuto del Periodista Profesional, la
ley 12.908, que todavía rige la actividad.
Cuando Rudni se inició en la redacción de La Nación los periodistas iban de galera y bastón. En Noticias
Gráficas, Manuel Sofovich le enseñó a armar su primer vale de gastos. Afiliado N° 1 de la entidad gremial
periodística, Chinetti dice que se inició en el periodismo a los ocho años, vendiendo diarios en Sarmiento y Paraná.
Empezaba muy temprano a la mañana,-interrumpía para ir a la escuela y, al volver, remataba los diarios que le
quedaban a mitad de precio. Senéri González fue uno de los primeros en desarrollar la especialidad del periodismo
gremial y también fue delegado en muchas de las redacciones que integró.
Se formaron y crecieron entre los rigores del compromiso y el afán de la buena vida. Entre analfabetos y
doctores, entre reos y sabios. Rudi evoca a Juan Carlos Petrone, a los hermanos Cordone -creadores del diario
Pregón-, a Ángel Bohígas, César Tiempo, Martiniano Paso, Octavio Palazolo y Cholo Aguirre. Chinetti piensa en
Clemente Cimorra -un español que fue toda una institución entre los periodistas exiliados en el país-, sus
compañeros del diario socialista, Enrique Delfino y al dibujante Caribé. González repasa momentos vividos con
Moisés Schebor Jacoby, Salustiano González, Mario Monteverde, Héctor Cuperman, Victorio Sánchez Junoy y,
perplejo, todavía se pregunta por la suerte corrida por Edgardo Sajón.
Laiño al poder
Pertenece a la escuela y a los tiempos en que los periodistas no eran noticia: Félix Hipólito Laiño estuvo al
frente de La Razón desde el lo de setiembre de 1937. A partir de ese momento, durante casi cinco décadas,
raramente salió fotografiado, nunca firmó una nota y jamás figuró en los créditos de dirección. El currículum
oficial señala que, antes de hacer toda una escuela de periodismo en ese diario, era un joven escritor, ganador
incluso de un premio en un concurso de La Prensa. En 1931, a los 23 años, ingresó como reportero a La Razón, en
donde trabajaban periodistas consagrados como Pablo Suero, Alejandro Unsain y los hermanos Mariano, Leónidas
y Joaquín de Vedia. Fue sucesivamente ascendido a cronista en 1932 y a redactor un año después. Es en 1933
cuando lo consagra la precisa pluma y la variedad informativa de la necrológica del ex presidente Yrigoyen.
En 1934 es ascendido a editorialista, a prosecretario de redacción en el ‘35 y posteriormente a secretario general
de redacción -puesto equivalente al de director---. En ese cargo permaneció, como dueño y señor, hasta 1984.
Una observación de puro sentido común formulada por Laiño en ese momento cautivó a Ricardo Peralta Ramos:
“¿Cómo puede pretenderse serio un diario que tiene errores hasta en la cartelera cinematográfica?”. Este hombre
tímido y de pocas palabras había sido estudiante de derecho, profesor de materias humanísticas en escuelas
secundarias, crítico teatral del diario Ultima Hora y violinista aficionado que se llegó a soñar director de orquesta
en el Colón. Sin embargo, lo que dirigió, con mano tan rígida que muchos la consideraron despótica, fue la
redacción de uno de los diarios más vendidos del país durante décadas. Los tramos esenciales de su partitura
periodística fueron:
• La gente debe sentir la invencible necesidad de comprar La Razón, casi como un vicio. • Hacer un diario
popular, sin los sensacionalismos de la prensa amarilla. Títulos claros, pero lenguaje depurado. Debajo de los
títulos, una síntesis de la noticia como forma de introducir a la lectura y tornarla más atractiva. • Evitar las
estridencias de Crítica y Noticias Gráficas, pero soslayar el acartonamiento de La Nación y La Prensa.
• Tres temas acaparan el interés del público: salud, dinero y amor.
LA PRENSA DEPORTIVA
A comienzos del siglo, periódicos como La Nación y El Diario la consideraban una sección insólita y romántica.
Los “Sports”, tal como se los denominaba, no tenían un lugar extenso ni protagonistas estelares aunque ya existía
una demanda de información sobre hípica, tenis y fútbol. Desde su nacimiento en mayo de 1919 como revista de
interés general con muchas ilustraciones, El Gráfico, creación de Constancio Vigil, se convirtió en un símbolo del
periodismo deportivo. En sus primeros años, el semanario publicó portadas de información general y educación,
que alternaban con tapas sobre ciclismo, atletismo, natación, remo, aviación y por supuesto los que siempre fueron
los deportes más populares, fútbol, automovilismo y boxeo. A partir del número 300, El Gráfico pasó a ser de
temática exclusivamente deportiva.
En su historia, Diego Armando Maradona es el ídolo futbolístico que con mayor presencia tuvo en El Gráfico,
con 112 apariciones en tapa. Entre los ases del volante el que más veces salió fue Carlos Reuteman, con 49
inclusiones, y en boxeo nadie ocupó más portadas que Carlos Monzón: 27 veces.
Los antes y después en el periodismo deportivo
La historia del periodismo deportivo escrito tiene varios antes y después. Por ejemplo, los de la influencia que
tuvieron en los últimos años primero la radio y después la televisión, a las que el periodismo gráfico tuvo que
sobreponerse y de las que tuvo que diferenciarse.
En 1903 La Nación cubrió por primera vez con un enviado especial el partido entre Alumni y un equipo
uruguayo. En medio de un fuerte conflicto interno en el Uruguay, el periodista Ángel Bohígas viajó en el lentísimo
Vapor de la Carrera y regresó a Buenos Aires en el día, con la nota redactada. La crónica apareció con un título a
cinco columnas, inusual para la época. No era para menos: había ganado Alumni.
En los años 30, chicas en pantaloncitos se paseaban dentro de la vieja cancha de River para publicitar las notas
del periodista Last Reason en El Gráfico. El diario Crítica comenzó a enviar a sus mejores plumas, como Roberto
Arlt, a cubrir acontecimientos deportivos, como también lo hacían las estrellas periodísticas de entonces: Borocotó,
Chantecler y Frascara. Ellos representan el momento estelar de una rica y culta bohemia del periodismo deportivo.
Más adelante, en los años 40 y 50, la popularidad de la sexta edición de los vespertinos porteños fue enorme,
porque en ella figuraban los resultados de los partidos. Eran tiempos en que los lectores tenían que hacer largas
colas para conseguir un ejemplar, con los finales de las carreras y del fútbol. No había televisión, y la radio no
estaba en todos los estadios. Las crónicas de los partidos estaban estructuradas con base en fórmulas, sobre todo
cuando periodistas especialmente destacados en las canchas no las pasaban por teléfono o la información no se
podía levantar de la radio. Entonces los redactores de turno inventaban a suerte y verdad, pero con una sola
restricción: no podían equivocarse en el resultado final del partido.
En mayo de 1932 -plena fama del ídolo Bemabé Ferreira, en un domingo en que jugaban River y Racing- sale
una de las revistas deportivas más insólitas de la historia. Se llamaba Alumni»y su propósito era informar en las
canchas sobre los resultados de los otros partidos, en una época en que todavía no existían las radios portátiles. Los
equipos eran identificados mediante una letra clave en un enorme cartelón ubicado a un costado del campo, código
que se reproducía en la revista. En cada estadio un periodista informaba las variantes del tanteador y del juego, y
desde una oficina central los datos se distribuían en las canchas en el momento oportuno. Al poco tiempo los
hinchas sabían que si se movía la chapa de la izquierda era gol local, cuando el anuncio mostraba chapa roja y
blanca anunciaba una expulsión; la amarilla, la ejecución de un penal, y la chapa blanca sobre azul indicaba penal
atajado.
Alumni salió con éxito hasta que a fines de los años 50 aparecieron las radios portátiles a transistores,
velozmente adoptadas por los aficionados para escuchar lo que ocurría en otras canchas. Recuerda Pablo Ramírez
en una nota, que el 3 de mayo de 1964 fue la última vez en la historia que Alumni batió un record de ventas. Es que
ese día hubo justamente una huelga de relatores radiales, movimiento que provocó un doble efecto: aumentó el
número de espectadores en las canchas y se agotó la revista.
Francisco Llano evoca la sección deportiva de Crítica con los hermanos Edinundo y Alberto Campagnale,
Adolfo Haimovitz, José Ramón Luna, Amílcar Mercader y en especial Hugo Marini, autor de aciertos todavía
perdurables. “El fue quien bautizó ‘El Ciclón’ a San Lorenzo, ‘El Fortín’ a la cancha de Vélez, ‘Los Millonarios’ a
River, que empezaba con su carrera de grandes cifras en los pases; a los de Platense los bautizó ‘Los Calamares’ y
a Bernabé Ferreyra, temible por su tremendo tiro, ‘El... Mortero de Rufino’.”
El Mundial de la transición
A partir del Campeonato Mundial de Fútbol disputado en 1966 en Inglaterra, el periodismo escrito comenzaría a
tener un nuevo espacio acosado por los medios electrónicos. En una interesante crónica del semanario Confinnado,
publicada luego de aquel torneo a fines del mes de julio, decía Osvaldo Cézar: “Habían pasado cuatro días desde el
primer partido del Campeonato Mundial de Fútbol, y al edificio de Riobamba 280, en Buenos Aires, no llegaba una
sola línea de información, una sola fotografía. Héctor Ricardo García, furioso, con la barba crecida, se sentó frente
a una de las máquinas de télex instaladas en su despacho, y escribió, simplemente: ‘Están despedidos’. El lapidario
mensaje tembló poco después en Birmingham, Inglaterra. Pasó de las manos de Dante Panzeri a las de José Sacco
y José María Bonafina y fue leído con estupor por Tolentino Alegre Reyes, los cuatro enviados especiales de uno
de los mayores emporios periodísticos del país, los diarios Crónica y Ultima Hora, la revista sensacionalista Así y
la deportiva Así es Boca. Ellos no podían aceptar el rapto de ira de su jefe máximo, porque habían despachado
normalmente sus ríos y notas gráficas. Cuando García compren comenta dio que el material había quedado
detenido en la portería de su editorial, perdonó a los periodistas pero despidió a los porteros”. PM Finalmente, los
porteros también gozaron de la indulgencia del ex fotógrafo García, un hombre que siempre recuerda sus orígenes
humildes. Pero la anécdota había servido para destacar la magnitud de un esfuerzo que supera todos los
antecedentes conocidos en la historia del periodismo argentino: nunca antes de este campeonato mundial diarios y
revistas habían concentrado sobre un acontecimiento tal cantidad de medios técnicos y humanos. Entre los diarios
se destacó netamente la información de Clarín y de La Razón. Cinco de los mejores redactores de Clarín y el jefe
de sus fotógrafos enviaron- un riquísimo material que los lectores recibían cada día en un suplemento especial. La
Razón, en cambio, sólo envió a dos redactores, a quienes Félix Laiño hizo regresar antes porque “se trata de un
torneo de pillerías». Ambos diarios reforzaron los servicios de agencias internacionales. En Clarín debe destacarse
el trabajo de Luis Sciutto, un uruguayo que escuda sus crónicas lunfardas tras el seudónimo de “Diego Lucero”. Su
nota posterior a la eliminación argentina se tituló “Un afano científicamente organizado”. En Londres la presencia
de los hermanos gemelos Carlos y Jorge Rodríguez Duval, representantes respectivamente de La Prensa y de El
Mundo, produjo graciosas confusiones. El Mundo presentó dos columnistas novedosos: el técnico argentino Adolfo
Mogilevsky y el ex futbolista Alfredo Di Stéfano. El Gráfico envió a su director Carlos Fontanarrosa, a dos
redactores y a un fotógrafo. Osvaldo Ardizzone, de El Gráfico, escribió un artículo de 20.000 palabras, cifradas en
siete metros de cinta perforada y que insumió cinco horas continuas de transmisión vía télex. Goles -aparecida en
la década del 50 para competir con Mundo Deportivo- envió a su director, Enzo Ardigó, a un redactor y a un
fotógrafo. La inversión fue cuantiosa pero cada semanario aumentó por lo menos en 50.000 ejemplares su tirada
semanal. La editorial Atlántida ordenó el viaje de los enviados de Gente y éstos, además de lo futbolístico,
registraron los cambios de costumbres de la juventud en la capital inglesa. En una de sus tapas El Gráfico incluye
un título de exaltado fervor localista: “Bravo, argentinos... ganadores aun vencidos... señores del coraje”.
Algo en común
Jorge Búsico era un adolescente hincha de River que soñaba con el fútbol. A fines de la década del 60 y
comienzos de la del 70 El Gráfico salía los martes y él se plantaba al lado del kiosco desde un buen rato antes de la
llegada, para esperarlo. A los 11 años recortaba las fotos de sus ídolos y las pegaba en un cuaderno con evidente
criterio de diagramación y edición. Guillermo Blanco nació en la ciudad de 9 de Julio y se crió esperando cada
semana la llegada al pueblo de El Gráfico -a la que consideraba una biblia de conocimientos- y de la revista del
club San Lorenzo. Antes de ser periodista, Juan José Panno se regocijaba con la línea de Dante Panzeri en El
Gráfico de los años 60, llena de sensacionales investigaciones, aunque también conocía a anteriores maestros como
Borocotó y Félix Daniel Frascara y posteriores referentes como Carlos Juvenal, Juan de Biase, Justo Piernes y
Horacio Pagan¡, que trabajaban en distintos medios. Néstor Straimel también leyó en El Gráfico textos que nunca
olvidó, firmados por Borocotó, Frascara, Ardizzone y el especialista en automovilismo Miguel Ángel Merlo.
Osvaldo Pepe advirtió en el estilo crítico de Dante Panzeri algo tan nuevo como atractivo: desdeñar la exaltación
del triunfo cuando únicamente estuviera al servicio de vender más.
Búsico, Blanco, Panno, Straímel y Pepe tienen algo en común: son periodistas deportivos, protagonistas de una
de las pocas actividades gráficas en expansión que cambió mucho desde que los refinados cronistas de La Nación y
La Prensa seguían la marcha de los aficionados y amateurs hasta la última, gran novedad aparecida en 1996, el
diario Olé, que acepta en su hechura una innegable influencia de la televisión. Para ellos, los grandes hitos en el
periodismo deportivo de las últimas décadas fueron los siguientes:
El Gráfico, revista discutida y discutible pero de innegable importancia en cada una de sus épocas. Los cinco
periodistas consultados coinciden en destacar la relevancia de la etapa en la que Dante Panzeri fue su director y
propició en el análisis de todos los deportes no sólo el fútbol una filosofía alternativa al “ganar o morir”. También
reconocen las condiciones visionarias del reemplazante de Panzeri, Carlos Fontanarrosa, constructor de la actual
imagen de la revista que dirige Aldo Proietto.
• La revista Goles, cuando era dirigida por Horacio García Blanco. En un momento llegó a vender tanto como El
Gráfico.
• La revista Goles Match, por su manera de vincular el acontecimiento deportivo con la realidad circundante.
Por ejemplo, la nota a Adolfo Pérez Esquivel -titulada “El gran gol argentino"- fue en 1980 la primera publicada al
premio Nobel argentino en un medio local. En un clima político todavía impregnado en la euforia del Mundial
del'78, irritó al poder militar que consideró que ése no era un tema a tratar y menos por una publicación deportiva.
• La Hoja del Lunes, una experiencia original aunque breve. Era una revista que salía los lunes con toda la
actividad deportiva del domingo, a la misma hora en que aparecían los matutinos con sus suplementos.
• La sección deportiva del diario Noticias en 1974 y la de El Cronista Comercial; el suplemento deportivo de La
Voz, el Sportivo Sur, suplemento del diario del mismo nombre, y El Clásico, intento realizado por varios
despedidos del diario Sur.
• Estos son los periodistas de distintas generaciones que fueron mencionados por su aporte creativo y
profesional: Mario Stilman, Enzo Ardigó, Juan de Biase, Diego Lucero, Carlos Ares, Jorge Azcárate, Horacio del
Prado, Justo Piemes, Beto Devoto, Néstor Ruiz, Eduardo Dur Tuty, El Veco, Jorge Ruprecht, Jorge Llistosella,
Carlos Ferreira, Ernesto Cherquis Bialo, Gustavo Veiga, Alejandro Fabri, Daniel Lagares, Juan Carlos Camaño,
Carlos Bonelli, Ariel Scher, Pedro Durrells, Juan Trasmonte, Daniel Aler, Carlos Juvenal, Juan Zuanich, Osvaldo
Orcasitas, Estanislao Villanueva. Alfredo Parga, Carlos Marcelo Thiery, Diego Bonadeo, Horacio Pagani, Ezequiel
Fernández Moore, Roberto Fernández y Osvaldo Pepe entre otros. Desde La Cancha hasta Todo fútbol, desde la
humilde y bien informada Campeón hasta Supercampeón -un gran éxito de 100.000 ejemplares de venta que
hicieron Enzo Ardigó, José María Otero, Ulises Barrera, Villita, Aldo Proietto y Juan Carlos Pérez Loizeau-; de la
inefable Alumni -y su clave- a los fascículos de Pablo A. Ramírez sobre la historia del fútbol en La Nación, son
muchas las publicaciones especializadas que fueron quedando en el camino hasta hoy, en que la TV condiciona
prácticamente todo, desde la extensión de los comentarios hasta la discusión táctica y técnica de un partido.
El deporte de la dignidad
Fue en agosto de 1962. River y Boca jugaban el superclásico en el Monumental de Núñez. Lleno total. El
entonces ministro de Economía, Alvaro Alsogaray, lanzó al término del partido una reflexión fácil: “A juzgar por la
cantidad de público, no se advierte la pobreza del país”. La editorial Atlántida ordenó que esa intervención
extradeportiva del ministro fuera consignada en un recuadro del próximo número de El Gráfico, pero Dante
Panzeri, el director, se negó por considerarla demagógica. Ese episodio fue el principio del fin de su vinculación
con Atlántida.
Un tiempo después Panzeri aceptó una oferta de Héctor Ricardo García para escribir en el semanario Así, que
vendía un promedio de 700.000 ejemplares cada vez que salía. Un grupo de sus seguidores se sintió defraudado y
le pidió explicaciones. Su respuesta es toda una lección de periodismo práctico, seguramente involuntario: “...
Siempre defendí mis ideas por medios ajenos... Vea y Lea y Primera Plana, en la misma época, me habían ofrecido
trabajo pero desistieron porque, según dijeron, las notas de Panzeri traen problemas. Mi familia no podía seguir
esperando a que la prensa seria, de páginas más dignas para mí, me ofreciera un trabajo. ¿Cuál es la prensa seria?
¿La Nación y su tibio-tibio? ¿El Gráfico y la chabacanería que ustedes le reprochan? ¿Así y sus crímenes?
¿Primera Plana y su objetividad? En lugar de prensa seria sería más exacto hablar de periodistas serios y
periodistas poco serios. Acepté, primero porque García me aclaró que disentía con mi manera de escribir y de
pensar pero las consideraba comerciales para su revista, pero asimismo me aseguró la más absoluta libertad para
escribir lo que yo quisiera. El pensaba que me seguirían los que estaban de acuerdo conmigo y fundamentalmente
los que estaban en mi contra. Y también acepté porque me pagaba muy bien, paga que mejoró cuando extendí mis
colaboraciones al diario Crónica”.
En la sección “Deportes” del diario de García, que dirigían Hugo Marini y el Negro Villita, Dante Panzeri
escribía largas notas despachándose contra la Copa Libertadores, a la que denominaba Topa Corruptores de
América”. Cuando en las semifinales de ese torneo Estudiantes eliminó a Racing, Panzeri tituló de este modo: “Si
esto es el fútbol, que se muera el fútbol”. Cerca de su escritorio trabajaba Eduardo Rafael, que se asombraba de lo
fuerte que Panzeri le pegaba a la máquina de escribir y cómo, a la manera de un león a punto de atrapar a su presa,
se movía, fumando, alrededor del escritorio hasta alcanzar el concepto deseado, la palabra justa el título
provocador.
El modelo Leoplán
Muchos evocan hoy la influencia que tuvo Leoplán sobre varias generaciones. Según evoca Pedro Orgambide,
se la podía encontrar en la sala de espera de un médico, o en las peluquerías, tanto como en las bibliotecas
populares. “Lo principal, de donde había tomado su nombre, era que proponía un plan para la lectura: leer con un
plan. Recuerdo haber leído en Leoplán a autores rusos como Andreiev, Dostoievski, Tólstoi, Chejov, o franceses
como Zola, Balzac o Maupassant. Pero la revista no terminaba en la literatura de divulgación o en el anticipo de
libros. Recuerdo los aportes periodísticos de Carlos Selva Andrade o de Ernesto L. Castro y las entrevistas de
Sergio Leonardo, que con precoz estilo hemingweyano narraba historias de vida de personajes famosos o
desconocidos de la ciudad o del interior”, recuerda, conmovido, Orgambide. Aunque alcanzó a conocer sólo la
etapa final de la publicación, Sergio Sinay coincide en que Leoplán hizo una gran obra de divulgación cultural
ofreciendo, sin cortes y con un criterio de edición muy avanzado, lecturas calificadas. En su casa familiar en
Santiago del Estero se recibía la revista, de la que aprendió a fijarse en cómo combinaban fotos y noticias o para
qué servían títulos y epígrafes. “Leoplán me metió en la cabeza una idea que todavía tengo: que las revistas
también pueden servir para educar a la gente y que encima se pueden vender muy bien”, dice Sinay.
Cañones y periodismo
Se instala el horror: el 4 de setiembre de 1939, Inglaterra y Francia rechazan un ultimátum de Berlín y le
declaran la guerra a Alemania. Desde los cuarteles germanos se informaba que las fuerzas del Reich seguían su
avance para completar la toma de Varsovia. Debajo de una fotografía en la que se ve la ciudad de Danzig
cañoneada desde el mar, el corresponsal de La Nación en París, Fernando Ortiz Echagüe, despachaba desde la sede
europea del diario ubicada en la avenida de los Campos Eliseos una crónica en la que transmitía el contraste entre
la placidez de los que se reunían en el café de L'Alsace a tomar una cerveza y lo que calificaba como la horrorosa
pesadilla de la guerra”. Ortiz Echagüe señalaba la actitud de paseo de la gente en una tarde de domingo tranquila y
soleada “donde todos caminan serenamente pero llevando a un costado la mascarilla antigases”. Mientras duró la
guerra, entre 1939 y 1945, se agudizaron las dificultades para conseguir papel y casi todos los diarios se vieron
obligados a disminuir la cantidad de páginas y a reducir sus tiradas. Es en ese momento cuando en los barrios se
difunde entre los vecinos la costumbre de prestarse los diarios, trámite en el que, incluso, intervienen los canillitas.
Los medios presionaron para que la Argentina se apartara de una neutralidad demasiado parecida a una
ambigüedad intolerable. El tema estaba en discusión. El 16 de diciembre de 1941 el presidente Ramón S. Castillo
-que asumió el cargo por enfermedad de Roberto M. Ortiz- estableció el estado de sitio, y todas las garantías
constitucionales, incluida la libertad de prensa, quedaron en vía muerta. Hasta ese momento los diarios no
registraban debidamente una dramática realidad: la sociedad, que era mayoritariamente neutral, estaba dividida y
enfrentada entre aliadófilos y pro nazis. En el país granero del mundo esas cosas se hablaban en voz baja. O no se
hablaban.
Desde que Estados Unidos le había exigido al presidente Castillo el cese de la neutralidad, no fue sencillo para
nadie observar, y demostrar, una posición equidistante. Muchos de los que no estaban cerca de ninguna de las dos
fuerzas en pugna fueron acusados de nazis. Los nacionalistas nativos, cuyo ideario antiimperialista los hacía
rechazar tanto lo inglés como los avances de Hitler, fueron automáticamente estigmatizados como pro germanos.
En el periódico La Maroma reseñaban irónicamente algunos modos de ganarse el sambenito de germanófilo: Si
usted afirma que los frigoríficos son cuevas de ladrones que están robando a los ganaderos argentinos; si usted
afirma que la CHADE (empresa de electricidad) cobra el kilovatio hora cinco veces el valor de lo que le cuesta
producirla; si usted afirma que la Patagonia está íntegramente en manos de ingleses; si usted afirma que los
ferrocarriles cobran fletes abusivos”. Quien años más tarde sería el fundador de Clarín, Roberto Noble, también
recibió acusaciones de pro nazi (desmentidas por sus biógrafos, con la excepción de Francisco Llano) por haber
sido ministro del conservador Fresco, motivo por el que estuvo incluso distanciado de su hermano, el político
demócrata progresista Julio Noble, pro inglés durante la guerra y en otros momentos.
Los grandes diarios fueron, en general, aliaciófilos (Crítica llegó a rechazar publicidad de empresas vinculadas a
Roma y a Berlín), pero en los kioscos era posible conseguir numerosas publicaciones que se referían
abundantemente a una cuestión judía” -Clarinada, Choque, Momento Argentino, Cabildo, Nueva Política- y cuyas
probables fuentes de financiación pasaban cerca de un organismo vinculado a la embajada germana, el Gauleiter
Bohle. Del mismo modo, una vasta cantidad de literatura clandestina cercana a las posiciones aliadas también
aparecía y desaparecía de los kioscos.
Cuando Mussolini cae en Italia, el presidente de facto Ramírez entrega precisas instrucciones sobre el
tratamiento de la información. Finalmente, el 31 de diciembre de 1943 reglamenta por decreto la actividad
periodística. Los editores debían presentarse a una oficina de publicaciones para aclarar no sólo lo que podían o no
podían publicar, sino el origen de sus fondos y hasta copias de la memoria y balance de los últimos años. Las
empresas periodísticas tomaron esto como una clara señal de hostigamiento, lucharon contra las medidas y
lograron que a los tres meses el reglamento se derogara.
El 26 de enero de 1944 Ramírez rompió relaciones con las potencias del eje Alemania-Italia-Japón, pero recién
el 27 de marzo de 1945, cuando faltaban menos de dos meses para que terminara el conflicto, el entonces
presidente Edelmiro J. Farrell declaró la guerra.
El 26 de abril ese mismo año, por primera vez desde su aparición en 1869, el diario La Prensa no llegó a la
calle: se lo impidió un decreto del Poder Ejecutivo que lo sancionaba por el elevado tono que tenían sus críticas
hacia el poder. La justificación esgrimida era tan insólita como débil: “Nosotros respetamos la libertad de prensa.
Lo que no toleramos es la realización de campañas que desorientan a la opinión pública”. Muchos de los sectores
nacionalistas que habían soñado con la salida militar dura ahora clavaban su mirada en una figura que ascendía de
un modo imparable desde 1943. El coronel Juan Domingo Perón había prestigiado el significado político del
Departamento de Trabajo y lo había hecho crecer hasta convertirlo en Secretaría. Ya durante la presidencia de
Edelmiro J. Farrell, Perón fue nombrado ministro de Guerra y, desde el 7 de julio de 1944, vicepresidente de la
Nación. Les gustara o no, los grandes diarios debían aceptar que este nombre y este hombre se había metido para
siempre en sus destinos. Para bien y para mal.
Aquel 17 de octubre
Antes de la pueblada que le abriera las puertas del poder al coronel Perón, La Prensa, La Nación y El Mundo,
entre los matutinos, y La Razón, Crítica y Noticias Gráficas, entre los vespertinos, mantenían una posición hostil al
gobierno del general Farrell y al hombre del día, el ascendiente coronel que de director de Trabajo y Previsión se
convertiría en líder del más grande movimiento de masas del siglo. Un diario como Crítica, aunque había dado
numerosas pruebas de su olfato popular, no advirtió, en un principio, el significativo cambio que se venía. En la
tarde del 17 de octubre de 1945 su título principal rezaba: “Grupos aislados que no representan al auténtico
proletariado argentino tratan de intimidar a la población”. En la misma tarde el titular de La Razón le restaba toda
espontaneidad a la movilización: “Grupos armados obligaron a abandonar el trabajo a los obreros de diversas
fábricas”, mientras que el de Noticias Gráficas parecía dictado por la precaución: “Agitada reunión frente a la Casa
de Gobierno”. El diario de la tarde más nuevo había aparecido hacía menos de un mes y tomaba posición. Con tono
de proclama, La Época sostuvo: Perón fue ungido presidente por un millón de argentinos en Plaza de Mayo”.
Clarín, que llevaba apenas setenta días en la calle, no apareció el 18 de octubre. La Nación calificaba la del día
anterior como una “inquieta jornada”; El Mundo afirmaba: Compulsivamente provocóse el paro de actividades en
localidades bonaerenses”, en tanto La Prensa traía las renuncias de los ministros de Guerra y Marina y la
información de que, desde los balcones de la Casa de Gobierno, “hablaron el primer magistrado y el coronel
Perón”.
Presentes
Bernardo Neustadt tenía 20 años cuando le tocó cubrir los acontecimientos del 17 de octubre del ‘45. Su crónica
de la movilización popular, producto de lo que había observado en las calles, no fue publicada ya que los editores
de El Mundo la consideraron tendenciosa. Según afirma su biógrafo Jorge Fernández Díaz, Neustadt quedó
vivamente impresionado por el acto y ese día se hizo peronista. El imparable ascenso de Perón hacia la presidencia
de la Nación coincidió con el ascenso del periodista dentro del diario, pues en ese momento pasó de cronista “en
capilla” a periodista acreditado en el Parlamento. En su autobiografía, Neustadt dice que, tras leer los diarios de las
cuarenta y ocho horas siguientes del movimiento, se dio cuenta de que “el periodismo equilibrado no existía”.
A los 13 años Rogelio García Lupo comenzó a leer prensa política partidaria e inició una militancia en la
Alianza Libertadora Nacionalista en donde, entre otros, tenía como compañero a Rodolfo Walsh, también muy
joven entonces. En 1996, García Lupo admite que a través de sus lecturas recibía “influencias ideológicas
contradictorias”. Pero el 17 de octubre de 1945 integró la columna de muchachitos nacionalistas que marcharon
hacia Plaza de Mayo seguros de que “allí pasaba algo que valía la pena”.
En 1960 el diputado Eduardo Colom, propietario del diario La Época, reveló a la revista Ché que aquella
mañana delegaciones diversas y grupos de trabajadores habían llegado hasta la redacción del diario, en Moreno al
500, dispuestos a todo por conseguir el regreso de Perón. A las dos y media de la tarde del 17 La Época llamó al
pueblo a concentrarse en la Plaza de Mayo y a no moverse de allí hasta que Perón fuera puesto en libertad. Ante
una multitud cada vez más exaltada, a Colom le tocó decir por micrófono: “El general Ávalos me ha dicho que el
coronel Perón está en libertad. Yo no lo creo y ustedes tampoco. Les pido que permanezcan aquí hasta que el
propio coronel venga a decirnos que está libre”. Finalmente, Perón pudo aparecer en público al anochecer de ese
día demasiado agitado. Unos meses después, al conocerse la noticia de que habría elecciones en 1946 y el
candidato presidencial sería Perón, hubo, claramente, mayoría de diarios cercanos a las posiciones de la Unión
Democrática y muy pocos jugados por el coronel vinculado sentimentalmente con la actriz Eva Duarte. Desde
diciembre de 1945 diarios como Democracia o Tribuna y revistas como la humorística Descamisada, opuesta
ideológicamente a Cascabel, eran de los pocos medios decididamente enfrentados a la Unión Democrática.
Peronistas de la primera hora fueron, entre otros, los periodistas José Gobello, Valentín Vergara, Mauricio Birabent,
Fermín Chávez, Jorge Ricardo Masetti, José María Fernández Unsain y Lizardo Zía. Sostiene Francisco Llano que
a la salida de Clarín existía la impresión de que venía “para hacer la campaña peronista... Pero nos embarcamos
con Tamborini-Mosca, no por radicales, porque no éramos políticos, sino para aventar la anterior impresión”.
Estado de tensión
La tensa relación entre Perón y los medios tiene su historia. A partir del golpe de Estado del 4 de junio de 1943
se extendió la costumbre de que las movilizaciones políticas de grupos de distintas ideologías culminaran con
apoyos o con gritos hostiles, para ovacionar o para atacar, frente a los edificios de La Prensa y La Nación, o de La
Época y El Pampero. En 1945 intentaron incendiar el estupendo edificio de la Avenida de Mayo y en setiembre de
ese año, luego de la Marcha de la Constitución y la Libertad, el abogado Alberto Gainza Paz fue detenido en Villa
Devoto. Durante la campaña electoral que llevó a Perón a la presidencia en 1946, la natural tendencia antipopulista
y de condena al caudillismo del diario de Paz lo llevó a apoyar a la Unión Democrática y a mencionar al coronel en
sus editoriales como “el candidato no democrático”. Sin embargo, contrariamente a lo que se podría suponer, no
eran La Nación o La Prensa los ejemplos más elevados de oposición periodística. Entre 1943 y 1946 fueron
prohibidas más de 110 publicaciones de todo el país por no aceptar las informaciones oficiales como las únicas
posibles de utilizar. Algunas no salieron más, pero en muchos casos optaron por la clandestinidad, como el
prestigioso diario socialista La Vanguardia, que sufrió numerosas y variadas persecuciones: cuando no molestaban
a sus periodistas o secuestraban los materiales, los que intervenían con argumentos que eran en realidad excusas
eran los inspectores municipales. En 1947, por ejemplo, uno de los talleres en los que se imprimía fue clausurado
por ruidos molestos.
El historiador Félix Luna da cuenta del desigual centimetraje que diarios como La Nación y La Prensa le
dedicaron a la información previa a las elecciones del 24 de febrero de 1946: un 90 por ciento estuvo dedicada a la
Unión Democrática y el resto únicamente a dar noticias del rincón peronista. Otro dato curioso fue que la
información final sobre los escrutinios de 1946 se prolongaron más de un mes y medio. Al cabo de esa fecha se
supo que Perón había ganado con el 55 por ciento del electorado. La incontrastable rudeza de las cifras terminaba
con cualquier especulación y finalmente se aceptó que Perón era desde 1943 el que, explícita o solapadamente,
detentaba el verdadero poder. Perón sostenía que el mundo de aquel entonces estaba dominado por dos grandes
cadenas periodísticas: una, dirigida desde Nueva York por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), de
tendencia pro yanqui, y otra, pro soviética, parte de la maquinaria oficial rusa de propaganda. Desde una tercera
posición, Perón opuso barreras concluyentes a la prensa opositora y generó un vasto aparato de propaganda propia.
Estaba absolutamente persuadido de que La Prensa y La Nación no sólo eran órganos de la oposición, sino que,
además, representaban a sectores clave de la oligarquía argentina y recibían aportes prebendarios de potencias
extranjeras. Muchos años después Rodolfo Walsh señaló que “en 1945 los diarios llevaban largos años de sujeción
imperialista, opuestos al peronismo sin excepción (...) La iniciativa de crear una prensa propia correspondió al ala
burguesa del Movimiento”.
Sucesos Argentinos
Cuando vio que era el único diario que no tenía ninguna restricción para conseguir y usar papel, 1a contra”
maldijo a Democracia, que había salido como tabloide, en 1945 y reapareció, como matutino grande, el 2 de mayo
de 1947. No por nada ese periódico era conocido en el ambiente como el diario de Eva Perón.
Para que sus materiales no quedaran afuera, a pesar de la reducción de páginas, La Prensa achicó la tipografía.
Fue lo único que aceptó achicar, porque en materia de contenidos no dejó afuera nada de lo que podía irritar al
gobierno peronista.
Clarín seguía su marcha ascendente y ganaba lectores en la clase media. Algunos periodistas de renombre en los
años iniciales fueron Andrés Muñoz Sobrino, Edmundo Guibourg (como crítico de teatro), Luis Soler Cañas,
Ricardo Marchetti, Oscar Lanata (que firmaba “NN de las Carreras”), Rodolfo Baltiérrez, Moisés Schebor Jacoby,
José Ramón Luna (en la crítica de cine), Lalo Pelicciari como columnista de deportes, Francisco Llano,
Luis Clur, Antonio Cursach y José Tomás Oneto, entre muchos otros. “E] peronismo fue tomando diario por
diario -evoca Jorge Chinetti- y en el caso de Crítica el ministro Miguel Miranda compró las acciones y se las
mandó de regalo a Eva Perón. Lo curioso es que era un diario peronista escrito por antiperonistas. Ignacio
Covarrubias, Ricardo Carbajal y yo éramos socialistas. Giúdice, Rodolfo Puiggrós (que después se hizo peronista)
y Héctor P. Agosti eran comunistas, Osiris Troiani y varios republicanos españoles, o Luis Alberto Murray, que era
poeta y anarquista, tampoco estaban cerca del peronismo.”
En 1948 el doctor en jurisprudencia Sergio Dellachá vino de Milán, Italia, a vivir a la Argentina, el país en
donde su abuelo, el inmigrante Cayetano Dellachá, había fundado en 1885 la Compañía General de Fósforos y en
donde también por esos años había nacido su padre. La fábrica de fósforos tenía su propia manufacturera de cajas
de cartón y unos talleres en donde se estampaban las marcas. Esos son los antecedentes de Fabril Financiera, que
en la década del 50 se erigiera en una de las más poderosas y actualizadas imprentas de diarios y revistas del país y
que posteriormente se unió a Celulosa, una empresa nacida en Rosario, para crecer en compañía y editar
publicaciones.
En 1949, luego de una serie de denuncias de torturas a militantes de partidos opositores al peronismo, La
Nación comenzó a ser hostigado por el gobierno. En esos días el partido gobernante dispuso integrar una comisión
legislativa a cargo del diputado José Emilio Visca; pero en lugar de discutir temas trascendentes de prensa y
política se dedicó a generar increíbles escollos a los medios que no acordaban íntegramente con la línea oficial.
Enviaba a los diarios agotadoras inspecciones contables, les dificultaba la renovación de créditos con el Banco
Central, les enturbiaba la relación con proveedores de papel e imprentas, los atosigaba con ridículas inspecciones
municipales. Detrás de todo esto estaba Raúl Alejandro Apold, un periodista que había trabajado en El Mundo en la
década del 30, y más tarde se ocuparía de la imagen del Automóvil Club Argentino y de Argentina Sono Film. A
partir de 1944, luego de conocer a Perón, Apold hizo amistad con Eva Duarte. En 1947, luego de dirigir
Democracia, se hizo cargo de la Dirección General de Difusión dependiente de la Subsecretaría de Informaciones,
un organismo que ya desde sus comienzos era influyente pero que llegó a tener, con más de 1. 100 empleados,
rango de superministerio. Entre otras piezas de la comunicación justicialista de la época se le atribuye a Apold
haber creado la frase Perón cumple, Evita dignifica”.
Al lado de Sur y del semanario Marcha que llegaba desde el Uruguay, en esos años y hasta 1954 cumplió una
muy destacada labor cultural la Revista de la Universidad de Buenos Aires, que dirigía el padre Hernán Benítez.
Sin embargo, el clima de esa época queda bien representado por un caso paradigmático ocurrido en 1949: el
director del diario salteño El Intransigente, David Michel Torino, y su personal, sufrieron amenazas, atentados,
detenciones Y confiscaciones de bienes, antes de la expropiación y el cierre definitivo.
Caminos cruzados
La relación con los diarios era muy tensa y, en el caso de La Prensa, se tornaba insoportable. El diario que
Alberto Gainza Paz dirigía con éxito desde 1943 había superado agotadoras inspecciones contables porque “todo
estaba al día” y también había conseguido sortear la repentina reposición de un decreto del año 1917 que
consideraba “defraudadores del Fisco a todos aquellos periódicos que imprimieran sus avisos sobre papel
importado”. Como no había papel prensa que no viniera de afuera, tuvo que salir el procurador del Tesoro Nacional
a aclarar que “obligar al pago de derechos por el papel utilizado en avisos significa desdoblar el concepto de diario,
cosa improcedente e ilegal”.
Las radios oficiales programaban un noticiero al mediodía cuyo único objetivo era refutar los editoriales de La
Prensa, así como el famoso personaje que animaba Enrique Santos Discépolo y que le hablaba a un imaginario
opositor llamado “Mordisquito”, servía para enfrentar ideas, posiciones y periodistas “contreras”, en especial los
del diario de la familia Gainza Paz. En la revista Pica Pica, Jorge Palacio ilustraba a un “Mordisquito” en historieta,
y en la doble central de PBT, que había vuelto a aparecer, el dibujante Luis J. Medrano, creador de los famosos
“Grafodramas” de La Nación, hacía chistes de absoluto tono oficialista.
El 15 de julio de 1951 aparece Mundo Argentino, publicación quincenal de la que Perón (también llamado “El
Líder”, “El Conductor”, “El Primer Trabajador”) y Evita (”Evita Capitana”) son los dos primeros suscriptores,
además de frecuentes columnistas en números siguientes. Este órgano de difusión de la Escuela Superior Peronista
trae un lema que hará carrera: Para un peronista no puede haber nada mejor que otro peronista”. En esos años la
revista recogió, en un tono abiertamente laudatorio, buena parte de la comunicación verbal del partido. En un estilo
directo (trataba de “sos” a los lectores, cuando en realidad era común el tratamiento de “tú”) desarrollaba conceptos
como el de la tercera posición y decía que “no se puede ser un buen argentino sin ser un buen peronista”. El humor
estaba presente con tiras como Sobalicón” --caricatura del hombre falto de ideas políticas propias y fácil de influir-
o “Don Cangrejo”, el retrógrado que en todo, y en especial en las ideas, va para atrás. Hablaba de muchos en
general, y de algunos en particular, como por ejemplo, Helvio Botana, Hijo dilecto de Natalio Botana, desterrado
en Montevideo, en donde se convirtió en el editor de Crítica Libre, un libelo opositor de escasa tirada (280
ejemplares) que circulaba clandestinamente en la Argentina.
“Los que pensaban distinto de Perón eran unos ‘vendepatrias’, incluidos los corresponsales extranjeros como
yo, que trabajaba en la United Press cubriendo Casa de Gobierno y Cancillería. Un día, acosado por esas
limitaciones, le pedí al canciller Jerónimo Remorino, del que era amigo, una recomendación para entrar en Clarín”,
evoca Luis Clur. Para Rogelio García Lupo, la tarea profesional en los años 50 fue “nefasta, porque los diarios en
cadena cumplían funciones cosméticas o escenográficas. Tenían cada vez más baja circulación y la concreta misión
de ser diarios para tranquilizar al presidente. La liquidación de La Prensa en 1951, y Clarín y La Nación
maniatados por la autocensura, por el temor de que se repitiera con ellos lo que le había ocurrido a La Prensa”.
Clur acuerda que, hasta su clausura, el único diario que saltaba por encima de los controles era La Prensa. “La
Nación -agrega- hacía una forma de oposición muy tibia. Clarín tenía sus nichos, como la columna ‘Qué Dice la
Calle’, que sin firma escribía Isidoro de la Calle, y otra sección, ‘El Rincón de Don Gumersindo’, de ligero tono
opositor, escrita con términos gauchescos.
Expropiación y miedo
Luego del acto expropiatorio, La Prensa interrumpe su salida durante unos meses y reaparece, en una nueva
etapa, el 19 de noviembre de 1951, manejada por un directorio cuyo presidente era el entonces secretario general
de la CGT, José Espejo, y el vicepresidente, Napoleón Sollazo, el dirigente de los revendedores. El director
periodístico venía de comandar Democracia y se llamaba Martiniano Passo. Ignorando los ochenta y dos años de
trayectoria del diario, consignaba que aquella edición correspondía al “Año 1, Número 1”.
La medida tuvo un veloz y explicable efecto ejemplarizador: si algo tan extremo le había ocurrido al principal
diario del país, ¿qué otros padecimientos podían llegar a sufrir los demás? En los primeros tiempos, Clarín y La
Nación comenzaron a manejarse con extrema cautela informativa, en especial cuando tenían necesidad de referirse
críticamente a la obra del gobierno justicialista. “Después de la clausura de La Prensa, el diario La Nación
sobrevivió a la cuotificación del papel y otras presiones sacando ediciones diarias de seis páginas”, cuenta José
Claudio Escribano, secretario general de La Nación.
En la misma época la agencia norteamericana United Press decidió cancelar los despachos hacia el interior.
Luego del cierre, como represalia, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) borró a los representantes argentinos
de la lista de invitados a su asamblea anual, que en 1951 se realizaría en Montevideo. Como respuesta a la
exclusión, un grupo de más de cincuenta periodistas de redacciones de diarios pertenecientes a la cadena
escribieron el Libro Azul y Blanco de la prensa argentina, desde el que daban a conocer numerosos negociados de
La Prensa y sus vinculaciones con los Estados Unidos.
En 1996, Tomás Eloy Martínez afirmó: “En mis charlas con Perón no hablamos casi nunca de periodismo. Pero
sobre el caso concreto de la expropiación de La Prensa supongo que Perón habría explicado que no es que con la
cadena ALEA hizo una operación política organizada, sino que compró diarios que estaban al borde de la quiebra
para salvarlos. Y habría dicho, como es verdad, que al frente de toda esta idea, de estos operativos, estaba Evita”.
En el primer número del retorno, la esposa de Perón escribió: “La Prensa es ahora del pueblo. Dejó de pertenecer a
la infamia de la antipatria”.
La Nación fue uno de los pocos grandes diarios de la época que no fue expropiado ni incorporado a la cadena
ALEA. “La Nación defendió su independencia prudentemente”, afirma Escribano, y exalta aquellos momentos en
que los redactores del diario hacían guardias nocturnas armadas en la azotea del edificio de la calle San Martín
previendo visitas nocturnas.
En 1977 el político conservador Emilio Hardoy dijo: “Existieron dos grandes diarios durante el peronismo. La
Prensa, que fue confiscada, y La Nación, que prestó inapreciables servicios subsistiendo”.
Mientras La Prensa estuvo fuera de circulación, La Nación nunca dejó de consignar en un recuadro: “Hoy
tampoco apareció La Prensa”. En su sección editorial se refirió al tema en numerosas ocasiones, tipificándolo como
un intolerable caso de censura. Tampoco bajó sus banderas: en ese mismo año se puso al frente de las denuncias
periodísticas que dieron a conocer a la opinión pública las torturas a que fue sometido el estudiante socialista
Ernesto Mario Bravo.
Mientras todo el mundo esperaba que el próximo sancionado fuera La Nación, el que crecía era Clarín, que
había heredado de La Prensa parte de los lectores y la poderosa sección de avisos clasificados. “YÓ no creo tanto
en la historia de que el crecimiento de Clarín fuera por los avisos clasificados, rubro recibido de La Prensa. Noble
hizo un diario muy popular, con títulos sensacionales y una línea muy acorde a la época. Era un diario que
agradaba al peronismo porque apoyaba al desarrollo y a la industria. Así creció. Con los clasificados, Clarín pasó a
ser el diario de servicios. Todo el cuentapropismo del país empieza a comprarlo como herramienta de diálogo y
para saber cómo está parado en el mercado”, explicó Raúl Burzaco en 1996. Otros testigos de la época afirman que
los anunciantes se volcaron a Clarín en lugar de a La Nación para no quedar identificados como opositores al
peronismo.
Entre 1951 y 1955 las cifras de ventas de La Prensa descendieron de un modo dramático. Sus lectores afirmaban
que, en poco tiempo, su diario preferido había perdido toda su estirpe opositora. Sin embargo, durante esos años,
voces coincidentes reivindican la calidad del suplemento cultural dirigido por César Tiempo, que, en opinión de
Félix Luna, traía “ensayos sobre folklore, cuentos costumbristas, efusiones nostálgicas, fragmentos evocativos en
una línea de historiografía clásica, nada provocativa”.
Civita, un renacentista
Antes de terminar la Segunda Guerra, César Civita, un descendiente de italianos nacido en Nueva York, debió
alejarse de la Italia de Mussolini y viajar a América del Sur con su esposa Mina y sus hijos Adriana, Bárbara y
Carlos. La historia de cómo aquél hombre salió de Italia casi sin nada y llegó a tener aquí un imperio editorial es
realmente asombrosa.
Civita venía de ser el presidente ejecutivo de la empresa de Arnaldo Mondadori, en Italia. Era un hombre de
sólida y variada cultura. En 1937, una película suya filmada en 16 milímetros con guión de Ignacio Silone, había
ganado el Festival de Venecia. Sintiéndose italiano y de origen judío, durante el fascismo ayudó a muchos
compatriotas, judíos o no, a abandonar Italia, hasta que en 1942 le tocó a él emprender la retirada. Sin embargo las
oficinas de inmigración de los países aliados vieron en Civita a un sospechoso, porque venía de vivir en una de las
potencias del Eje. Fue por eso que lo bajaron del barco en que viajaba hacia América y pasó seis meses preso en
una isla cercana a Trinidad y Tobago. Liberado, siguió viaje hacia la Argentina. Trala consigo una contraseña
maravillosa: los derechos de famosos personajes que Walt Disney le había cedido personalmente, luego de una
gestión del dibujante Saúl Steinberg, a quien Civita había salvado de los fascistas en Italia. En 1944 empezó a
editar las revistas Mickey y Pato Donald, historietas a colores que empezaron a venderse por millares Y sirvieron
para edificar en 1952 la editorial Abril argentina, en donde Civita les dio trabajo a exiliados, a marginales y a
perseguidos políticos extranjeros y argentinos.
Ese mismo año, decidido a crecer en la Argentina, compró en Italia una rotativa Cerutti de última generación. A
mitad de camino del envío, lo sorprendió una medida del gobierno de Perón que hizo caducar todos los permisos de
importación. La máquina venía en barco y, al conocerse la resolución, estaba a la altura del puerto de Santos, donde
quedó. De ese modo, Civita se demora en su negocio argentino, pero echa las bases de la editorial de los Civita en
Brasil, hoy una de las dos más poderosas editoras de revistas de ese país.
Historia y mitos
Levi, Terni, Amati, Segre, Civita: amigos, todos ellos intelectuales, italianos, judíos y escapados de la
persecución fascista, también fundadores de la editorial que comenzó a sacar los cómics de Disney. En 1942,
apenas llegaron a la Argentina, tomaron clases de castellano en el Hotel Nogaró con Boris Spivacow, que sugirió a
sus alumnos el nombre “Abril” con que finalmente bautizaron la editorial. Boris Spivacow, que con los años
llegada a ser presidente de las épocas de oro de Eudeba y fundador y director del legendario Centro Editor de
América Latina, dice en su libro de memorias que sugirió ese nombre “por el sonido alegre y restallante y por
aquello de los quince abriles, sinónimo de juventud. Posteriormente, la editorial Abril le encargó el desarrollo del
departamento de historietas. El buscó gente que elaborara guiones entre escritores de primera línea, pero casi todos
le rechazaron la propuesta. El único que aceptó trabajar, aunque con seudónimo, fue Conrado Nalé Roxlo.
En ese tiempo Civita editaba también otras publicaciones, además de la línea Disney: Diverlandia; colecciones
infantiles como Gatito -cuyo libretista principal era un geólogo llamado Héctor Oesterheld, que se ganaba la vida
en un banco pero soñaba con transformarse en escritor- y Bolsillito -que en los primeros años de la década del 50
llegó a vender 110.000 ejemplares por semana.
Con el seudónimo de “Pedro”, el escritor Pedro Orgambide firmó cuentos para chicos que salieron en diversas
colecciones de Abril: Bolsillito, Dos, Tres, Cuatro. Con César Civita mantuvo una relación de padre e hijo. “El me
nombraba empleado de confianza y yo adhería a los paros. En vez de echarme, Civita me corría a patadas por los
pasillos de la editorial”, recuerda Orgambide.
Allí trabajaron también otros exiliados europeos: las hermanas Susi y Ditti Hochstimm, diagramadoras y
diseñadoras; el dibujante Hugo Pratt, creador de personajes como “El Corto Maltés”; Salvador Schiffer; Alberto
Goldberg y Gino Germani, que en los 60 fue el pope de la sociología argentina y antes, en los 50, fue jefe de
personal de Abril. Por esa curiosa empresa, en sus primeros años, pasaron como redactores Gregorio Selser, Susana
Zaneti y Juan Carlos Gené, en tanto que Onofre Lovero era el coordinador gráfico del taller.
Civita era un italiano culto, de origen judío, que como si nada te comentaba su amistad con Toscanini, con De
Sica o con Visconti. Era lo que se dice un tipo moderno, progresista, que hasta sus revistas más populares, las de
fotonovelas como Idilio o Nocturno, las editaba con buen gusto. Siempre recuerdo que nos decía: “en esta editorial
no somos antinada, salvo antinazis y antifascistas”, afirma Carlos Andaló, periodista de la editorial Abril durante
muchos años. Civita era un empresario liberal y nacional, que gustaba ofrecer permisividad temática, que aportó
mucho y todavía hoy no fue lo suficientemente reivindicado”, dice Jorge Bernetti, ex empleado de Abril y delegado
gremial en los momentos más críticos de la década del 70. Levantó de la nada una gran editorial -agrega Bernetti,
instaló talleres impresionantes, editó cantidades de revistas y fue un empresario progresista que no sólo miraba su
expansión industrial.”
Un mundo de fotonovelas
Sobre la experiencia recogida a partir de 1948 por .Secretos, la primera revista de fotonovelas argentina, en
1949 Abril comenzó a editar la revista Idilio, acaso lantaseando, como el italiano Luciano Pedrocchi -que había
inventado el género en 1946- que, con el tiempo, la lectura de fotonovelas induciría a los sectores populares a la
lectura de libros. En muy poco tiempo las fotonovelas se hicieron muy populares y alcanzaron una venta de siete
millones de ejemplares en títulos líderes como Anahí, Nocturno, Contigo o IdilioFilm, que reunían obras cuyos
títulos lo explican prácticamente todo: Fruto del pecado”, “Una muchacha de la calle”, Cuando llegues a mi
corazón”, “Yo seré tu mundo”, “Desconsolada”, “Más a la del perdón”, “Una muchacha vendida”, “Fiebre de
amor”.
Chicas
Periodista desde finales de la década del 40, Julia “Chiquita” Constenla trabajaba en la revista Chicas que Divito
(el de Rico Tipo) editaba para las mujeres jóvenes con un criterio muy actualizado y como formal antítesis de El
Hogar, Danzas Y Damitas y Para Ti. Dirigida por el periodista Juan Ángel Cotta, esta universitaria de 20 años,
estudiante de letras, “muy petardista” y militante del socialismo tenía una sección en Chicas. El padre de Julia
Constenla era un esforzado periodista de diario y su madre era directora de una universidad que, entre otras cosas,
enseñaba periodismo. Ella y otros jóvenes como ella tenían un punto de referencia, un modelo: Ernesto Sabato, un
bicho raro que venía de abandonar la ciencia dura y encuentra un lugar en el mundo escribiendo un libro
asombroso: Uno y el Universo.
A pesar de que hacía notas de actos culturales y espectáculos, Constenla tropezó con una dificultad habitual para
los periodistas de la época: la obligatoria obtención del certificado de buena conducta que se exigía a todos los que
trabajaban, estudiaban y hasta a los que, como ella, soñaban con irse de viaje. En 1951, finalmente, Chiquita viajó
a Europa y se quedó dos años en Italia, primero sola y después con quien sería su marido y padre de sus cuatro
hijos, el periodista Pablo Giussani. Cuando se fue, su puesto en Chicas se lo dejó a Matilde Kusminsky, la esposa
de Ernesto Sabato.
La muerte de Evita
El 26 de julio de 1952 el periodista Luis Clur, que 38 sus restos; trabajaba en la agencia United Press, obtuvo
con varias horas de anticipación la noticia de la muerte de Eva Duarte de Perón. Su fuente era verdaderamente
inesperada: un cesto de papeles ubicado en una dependencia de la Casa de Gobierno. Según Clur, Evita no murió a
las 20 y 25 como dice la historia oficial, sino a las seis de la tarde. “Gracias a eso -cuenta Clur en 1996-, la United
Press ganó una primicia mundial. A las seis de la tarde la gente todavía estaba rezando por ella frente a la
residencia presidencial.” El periodista Escribano afirma que la despedida a Eva Perón escrita por Augusto Mario
Delfino y publicada en La Nación “fue equilibrada y respetuosa”, opinión que comparte el periodista peronista
Luis Alberto Murray: “Aquella página de Delfino fue perfecta, la mejor que recuerdo”. Los medios escritos
hicieron lo posible por inmortalizar la figura de Eva Perón, de allí en más denominada “jefa espiritual de la
Nación”. El diario Democracia, dirigido entonces por Américo Barrios (y en el que cada tanto el general Perón
publicaba una columna de opinión con el seudónimo de “Descartes»), tomó una decisión periodísticamente
discutible aunque emotiva: nunca incluyó en sus títulos las palabras “murió” o “muerte”, ni nada que se le
pareciera. Eligió reemplazar la información con frases como Conmovedor duelo popular”, “Tránsito a la
inmortalidad” “Una pérdida que es un duro golpe”. Parece una ironía, pero así fue. La sirena del diario La Prensa,
amplificada a volumen máximo, difundió la infausta nueva por toda la ciudad. El 27 de julio, al lado de una foto
muy grande, la tapa del diario tituló: “La muerte de Eva Perón enluta a toda la argentinidad”. En su edición del 31
de julio La Prensa incluyó en su sección de avisos fúnebres 111 participaciones de la muerte, la mayoría
provenientes de sindicatos.
Entornos y contornos
A mitad de los años 50, el crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal intuyó que detrás de la actitud de algunos
importantes jóvenes escritores e intelectuales argentinos reunidos alrededor de la revista Contorno se podía
descubrir, además de una cuestión generacional, “una motivación parricida”. Es que varios de ellos, con Juan José
Sebreli como estandarte, cuestionaban profundamente a padres del pensamiento nacional como Martínez Estrada o
Mallea.
Las preocupaciones de la clase intelectual de entonces eran encontrar una forma nueva en la condena a los
imperialismos (en especial al norteamericano y capitalista) y, desde una idea nacional (”Ni frac ni chiripá” era un
muy difundido eslogan de ese tiempo), preservar la identidad, asegurar el cambio y entender ciertos fenómenos
centrales de la época, como el peronismo. De la mano de esas inquietudes, Contorno nace en noviembre de 1953
impulsada por los hermanos David e Ismael Viñas, Juan José Sebreli, León Rozitchner, Noé Jitrik, Regina Gibaja,
Oscar Masotta, Adolfo Gilly, Adolfo Prieto y Ramón Alcalde. “La revista Contorno es un punto de viraje en la
historia cultural argentina. Una docena de jóvenes universitarios, que serán luego escritores y políticos, irrumpen
con violencia, dispuestos a ajustar cuentas con los bandos que dividían a la ideología argentina: peronistas y
antiperonistas, nacionalistas y liberales, oportunistas y profetas”, escribe Beatriz Sarlo en la revista Punto de Vista,
en 1981.
Como para definir la línea de la publicación, el escritor David Viñas cuenta en un artículo que desde Contorno
trataban de diferenciarse “desde una izquierda precozmente sartreana tanto del elitismo que nos llegaba de Sur y
desde La Nación desde el campo liberal, como de los tonos populistas que se emitían desde el peronismo clásico”.
Viñas definía a Contorno como una revista “denuncialista” y, como para confirmarlo, sostenía que la burguesía y
los grandes diarios prefieren que el escritor sea decorativo. Lo más deseable para ellos es el escritor anarquista, al
que fatalmente anexan. Un caso típico es Roberto Arlt, citado en los editoriales de La Nación, cuando no le
dedicaron ni dos líneas el día de su muerte. También se anexaron a Quiroga, a Macedonio Fernández”.
Esto es periodismo
El 2 de diciembre de 1953 Tulio Jacovella saca Esto Es, un nuevo magazine (primero quincenario, después
semanario) más cercano a la información general (y dentro de ella, mayoritariamente a la extranjera) que a la
política. Incluía cuentos y anticipos de novelas, columnas de escritores consagrados como “Chamico” (el
seudónimo de Conrado Nalé Roxlo), entretenimientos (palabras cruzadas, horóscopos, humor) y crítica muy
variada. “Una revista más no hacía falta en el país -se sincera la publicación en su editorial del N° 1 las hay
bastantes y de alto nivel en la línea consagrada. Pero una revista nueva, distinta, nunca está de más y hasta se diría
que siempre hace falta.”
De grandes dimensiones, con tapas de colores pastel y fotografías probablemente retocadas, ampliamente
ilustrada e impresa en sus interiores en aquel legendario color sepia, Esto Es presentaba lo que en ese momento se
denominaba “estilo periodístico de posguerra”, una mezcla entre la forma norteamericana de hacer periodismo,
más directa e impactante, y la europea, algo más profunda y espiritual. En todo caso, busca la sencillez, la
objetividad, la actualidad, el decoro y los límites de lo argentino. Rogelio García Lupo hizo para Esto Es su
primera nota importante: una investigación sobre las condiciones de trabajo y de vida de los ingenios azucareros de
Salta y Jujuy.
Pero no era necesario ir a Salta o Jujuy para hacer una crónica de la pobreza. Bernardo Verbitsky trabajaba en
Noticias Gráficas y vivía en Ramos Mejía. Desde el tren que tomaba para ir a su trabajo, al pasar por la estación
Ciudadela veía un sendero que se internaba hasta perderse de vista. Era un terreno con miles de precarios ranchitos.
Le intrigó, un día se bajó del tren y descubrió una de esas microciudades que se levantan adentro de la propia
ciudad. En sus días francos en el diario empezó a visitar el lugar y luego de adentrarse en esa realidad escribió una
serie de notas en las que por primera vez se utilizó el término de “villas miseria”. En algunas ocasiones lo
acompañó en la visita su hijo Horacio Verbitsky, quien en 1996 explica que esas notas “fueron la semilla de la
novela Villa miseria también es América, que sacaría años más tarde”.
La muerte de Vigil
Constancio Vigil, el fundador de editorial Atlántida, murió en setiembre de 1954, cuando todavía faltaba un año
para la caída del segundo gobierno de Perón. Un poco antes, su empresa había sufrido los embates de una severa
rivalidad con la editorial Haynes, competidora de Atlántida género por género, revista por revista. Atlántida le
peleaba la franja de lectores a El Hogar; Billiken rivalizaba con Mundo Infantil; El Gráfico, con Mundo Deportivo.
Constancio C. Vigil dejó para siempre un catálogo de importantes normas periodísticas que se vuelven
particularmente curiosas leídas hoy:
• La lectura más útil para un director de publicación es su propia publicación. Releerla, examinarla, en detalle,
en conjunto, siempre le será provechoso.
• Es preciso presentar algo nuevo y atrayente cada cierto tiempo y conocer cuándo es llegada la oportunidad de
decirlo.
• Todo es bueno y todo sirve. El caso es dar con la forma o la oportunidad de aprovecharlo.
• No existe más el lector de pantuflas y gorra, repantigado en su sillón. Hay que imaginárselo nervioso,
apresurado. El lector de tranvía es el lector de periódico de nuestro tiempo.
• Cuanto más extenso es un escrito, menos lectores tendrá.
• No hay detalle del periódico que no tenga importancia.
• La mujer es más de la mitad del público lector de una revista.
• No hiera nunca a un hombre determinado. Condense. Abrevie. Evite todo lo que no es esencial. No afirme lo
que no sabe. No escriba lo que no entiende.
• Para juzgar un material hay que preguntarse ¿divierte, enseña, agrada, emociona? Si no responde
satisfactoriamente a algunos de estos interrogantes, el material debe ser rechazado.
• Un periódico debe ofrecer lo menos posible de literatura exhibicionista; lo más posible de enseñanza, deleite
positivos.
Prehistoria de García
El 7 de abril de 1954, con el aporte económico del músico de tango Francisco Rotundo y con la cercana
asistencia de Mario Ruzza y Manuel Giménez, un muy joven Héctor Ricardo García sacó la revista Así es Boca. En
ese año, tras una década de severas frustraciones deportivas y futbolísticas, Boca volvió a salir campeón argentino
de fútbol Y la nueva revista hizo una campaña tan sensacional como el equipo azul Y oro.
García había dado varios pasos antes de convertirse en periodista:
• Cuando cursaba el quinto grado de primaria en la escuela Roca fue, con otros dos compañeros, coeditor de El
Estudiante, un boletín escolar que primero imprimían con el sistema de tinta copiativa y gelatina y posteriormente
con un mimeógrafo donado por el diario Noticias Gráficas.
• A los 10 años, para poder leer los diarios (los que más le gustaban era Crítica y Noticias Gráficas), comenzó a
colaborar con un canillita que trabajaba cerca de su domicilio.
• A los 14 años convenció al dueño del diario El Nacional, José María Longo, de que el periodismo era su
pasión. Longo lo tomó como cadete y además le dio, por su buena caligrafía, la oportunidad de escribir en tiza las
noticias de último momento en siete pizarras que quedaban expuestas sobre la calle Corrientes (en la época en que
no había radios a transistores los diarios acostumbraban a informar a la gente desde pizarras de ese tipo).
• En 1946 entró como aspirante a fotógrafo en el diario peronista Democracia. Después pasó como fotógrafo por
Clarín, El Laborista y Crítica. García recuerda así esa etapa: “Me veo siempre cubriendo actos oficiales. En la
época de Perón vender diarios era un milagro: parecía que lo único que había eran actos oficiales”. De Crítica,
García pasa a una editorial que hacía revistas de tango y de fútbol. Un día, hablando con Manuel Giménez y Mario
Ruzza, “El Galleguito” o “El Gallego” hizo la pregunta del millón (desde luego, sin disponer del millón): “¿Y si
ponemos una editorial?”
• En 1950, con Mario Valer, editó la revista Sucedió, de la que aparecieron sólo cuatro números.
Renovación generacional
En 1954, Laiño -que atormentaba a sus subordinados con la exigencia de llegar a la redacción “con los diarios
leídos, desayunado y cagado” -hizo entrar en La Razón a Sergio Cerón, que a su vez le abrió la puerta a Horacio de
Dios al mismo tiempo que daban sus pasos iniciales Carlos Carlino, Luis González O'Donnell y Esteban Peicovich.
En esos tiempos se consagraba con su sección “Balcarce 50” Jacobo Timerman, y en la secretaría de redacción,
Pedro Larralde. Salvo que el periodista fuera enviado especial, ni en La Razón ni en otros diarios, con la sola
excepción de Crítica, premiaban con el beneficio de la firma. Lo que Laiño respondía a sus reporteros cuando le
exigían el crédito era que la importancia de la información y del diario debían siempre estar por encima de quienes
hacían las notas.
Estaba cerca el fin del peronismo, la cadena de ALEA funcionaba a pleno y en general se advertía una mínima
distensión. Para Horacio de Dios, a fines de 1954 “La Nación era el diario más liberal, pero ninguno se arriesgaba a
publicar nada que molestara al oficialismo”.
Verano y crimen
El 15 de febrero de 1955 hizo muchísimo calor, pero un impresionante descubrimiento dejó helada a la
población. Los diarios de la época informaban que restos humanos habían aparecido en distintos puntos de la
ciudad: en el Bajo de Flores aparecieron las piernas, la cabeza se encontró flotando en el Riachuelo en tanto que el
torso se descubrió en un descampado de Hurlingham. El crimen de Alcira Methyger, una doméstica de 27 años que
había trabajado en casa de la familia de Jorge Eduardo Burgos, quien primero había sido su amante y
posteriormente su matador, movilizó a las fuerzas policiales y conmovió a la sociedad durante meses: desde que
ocurrió, en pleno Carnaval (que entonces se festejaba mucho), hasta la mitad de junio de 1955, cuando las
abundantes imágenes de la descuartizada v de su verdugo fueron reemplazadas en Ahora por la carnicería del
bombardeo militar en Plaza de Mayo. “El ensayista alemán Hans Magnus Enzenberger -apunta Alvaro Abós, autor
de una novela policial basada en el famoso “caso Burdos"- sostiene que esta clase de crímenes tranquiliza a la
gente, porque en cada ciudadano laten pulsiones violentas y porque el hecho de que ocurran pero luego las
autoridades las repriman, aclaren, sancionen ejerce sobre la población un efecto tranquilizador.” Recuerda Abós
que vespertinos como Noticias Gráficas, Crítica y La Razón habían ofrecido abundante espacio al caso, apuntando
a subir sus ventas, pero el rédito fue para la revista bisemanal Así, que gracias al “crimen de Burgos” llegó a vender
600.000 ejemplares. “¿Es un feroz asesino o un pobre infeliz?”, tituló Ahora sobre el joven corredor de libros,
empleado de la editorial Peuser en cuya casa se encontró una amplia biblioteca de obras policiales y de
criminología en castellano y en inglés. Comprobada la Culpabilidad de Burgos, fue condenado a once años de
prisión, pero por buena conducta lo dejaron en libertad en 1964.
Así es García
Con un contenido centrado en hechos policiales y crímenes, escándalos, deportes, algo de sexo y crónicas de
actualidad muy bien investigadas y escritas y con un material fotográfico espectacular, Héctor Ricardo García sale
el 19 de octubre de 1955 con la revista Así, un semanario que comenzó vendiendo 80.000 ejemplares y en un mes
vendía el doble. García le compró el reportaje y las fotografías principales de la primera edición a la agencia
United Press por mil pesos. Nadie se había interesado por ese material
“níaldito”: una entrevista al ex presidente Perón, desde que, un mes antes, había ingresado en el puerto de
Buenos Aires, corrido por los militares, en la cañonera Paraguay, principio de su exilio en Villarrica, una pequeña
ciudad paraguaya. En la tapa aparecían Perón -enorme, sonriente, vestido de sport- y la promesa de un reportaje
exclusivo: 80.000 compradores agotaron la edición inicial de Así en pocas horas. En los números siguientes esta
revista también impresa en rotograbado color sepia, con muchas fotos y escasos blancos en su diagramación, no
dejó de crecer. García rechazó los cargos de “amarillismo”, alegando que ése era “un término inventado para
denigrar a los diarios y revistas populares”.
Barreras, al fin
Hacia fines de 1955 el escritor Enrique Wernicke acababa de publicar su libro La ribera y le preocupaba que
algunos periódicos como Propósitos hablaran más del editor de la obra que del autor. No le había conformado la
crítica del órgano dirigido por Leónidas Barletta, tenía la impresión de que aquel crítico era “un tarado que ni
siquiera menciona al personaje principal del libro ni los sucesos que vive”. Le quedaba aguardar la publicación de
nuevos comentarios. “Tal vez en Qué digan algo bueno, pero la revista no se lee. En Mundo Argentino, ¿que dirá
Sabato?”, se pregunta el escritor.
Luis Pico Estrada afirma en 1996 que aquella época de la revista Qué le parecía deslumbrante “porque estaba
llena de ideas y de propuestas de debate” igual que otra gran revista, Tarea Universitaria, y la editorial Haynes, que
después del golpe militar se convirtió en “un andarivel alucinante, poco ideológico, lleno de aventuras. Convivían
católicos de derecha como Hugo Ezequiel Lezama con un poeta angélico como Vicente Barbieri o con una docente
socialista como Fryda Schultz de Mantovani, que dirigía Mundo Infantil, mientras que Ernesto Sabato había
quedado al frente de Mundo Argentino”.
Pico Estrada había entrado a trabajar en La Razón, donde Laiño había impuesto el uso de un copete que trataba
de-decirlo todo antes de que el lector se internara en la nota y una miscelánea cuyo paradigma era la nueva sección
de televisión, que comenzó a publicarse en la contratapa del vespertino y de la que Pico Estrada era el responsable.
La televisión interesaba cada vez más a la gente, y la sección daba cuenta de la nueva actividad en un tono crítico e
irreverente.
Roberto Ledesma y Luisa Mercedes Levinson, que firmaba Luisa Lenson, trabajaban en editorial Abril y desde
allí le proponen al escritor Oscar Hermes Villordo que se haga cargo del consultorio sentimental de Nocturno.
Junto a otros jóvenes como Amelia Biagioni, Alfredo Veiravé, Tomás Eloy Martínez y María Elena Walsh, Villordo
tenía como meta la poesía y no un consultorio sentimental, pero de todos modos acepta, aunque firma con
seudónimo: “Jacqueline Saint-Pierre”. La sección se llamaba “Secreteando” e informaba, como decía Villordo,
acerca de los idilios de zaguán”. El desafío de Villordo también era una forma de reírse de lo que lo rodeaba.
Los jóvenes seguían con devoción la revista Qué, por su tratamiento más analítico de la información política. En
esta segunda etapa Rogelio Frigerio dirigió la publicación fundada en los años 40 por Baltasar Jaramillo y proponía
desde sus páginas un cambio y una modernización en el país. En 1956, cuando se produce una ruptura en el partido
radical, la revista se alinea detrás de Arturo Frondizi, líder de uno de los bandos en pugna, y lo sigue hasta
convertirse en artífice del ideario desarrollista y del ascenso de Frondizi a la presidencia.
Tendencias razonables
Tras la instalación del gobierno militar, las acciones de La Razón -negociadas durante el peronismo en nombre
de Eva Perón y a cambio de una importante suma de dinero por el entonces ministro de Hacienda Miguel Miranda-
volvieron primero a un organismo de inteligencia del Ejército y posteriormente a manos de Ricardo Peralta Ramos.
Enseguida, el gobierno militar dispuso intervenir los bienes físicos y patrimoniales de más de cuatrocientas
personas y empresas, entre ellas La Razón y Peralta Ramos. Tiempo después, gracias a la tarea de su abogado
Marcos Satanowsky, la empresa fue la única que obtuvo su recuperación patrimonial completa.
Peralta Ramos siempre pensó que lo habían despojado del diario. En una investigación publicada en 1955 por la
revista De Frente se recuerda que durante el gobierno de Agustín P. Justo, en plena Década Infame, La Razón
recibió un crédito por cinco millones de pesos a cambio de lo cual, y a modo de garantía prendaria, entregó
acciones. Esos valores serían los que en algún momento cayeron en manos del peronismo y fueron devueltos por
dos emisarios de la cadena ALEA el Mismo 16 de setiembre de 1955. Posteriormente, personas vinculadas con la
Revolución Libertadora pretendieron comprar el diario, pero a esa altura conflictos familiares y societarios dividían
a la empresa, fuertemente infiltrada por los servicios de informaciones.
El marino Francisco Manrique, uno de los militares más destacados de la Revolución Libertadora, adquiere los
talleres del diario Crítica (ya en una pronunciada decadencia), ubicados en la calle Salta, con el propósito de hacer
un nuevo diario.
Un psicoanalista acá
A partir de noviembre de 1956 el diario La Razón comenzó a publicar tres veces por semana una columna
novedosa, inquietante y útil: la licenciada Eva Giberti firmaba “Escuela para Padres”, un foro pensado y planteado
con inteligencia y audaz para la época. “Me acuerdo que el primer artículo se llamaba'¿Se aprende a ser padre?’.
Muy pronto empezó a hablarse de ‘Escuela para Padres' por todos lados, a favor y en contra”, evoca Eva Giberti.
Desde esa sección se revisaban y cuestionaban los criterios tradicionales de autoridad (”Hay que obedecer a los
adultos porque son grandes y saben más”) y las pautas de crianza de los niños.
Giberti -que anteriormente había demostrado sus dotes de divulgadora de los saberes psicoanalíticos en la
influyente revista Nuestros Hijos, de Miguel Brihuega- recuerda que muchos pediatras del Hospital de Niños, en
donde ella también trabajaba, le pedían que dejara de escribir esas cosas porque en las consultas las madres
empezaban a dudar de la efectividad de las vitaminas y, en cambio, preguntaban si sus chicos no tendrían un
complejo”. No fue ésta la única palabra incorporada al habla corriente desde esa sección: también hicieron carrera
términos como “neurosis”, “trauma”, “frustración”, “conflicto”, “pareja” y muchas otras. En una sociedad educada
en el prejuicio y en la que primaba el criterio de que a los chicos no había que decirles toda la verdad en ciertos
temas, Eva Giberti se las tomó primero con los mitos (la cigüeña trae a los niños de París”, los chicos nacen de un
repollo”) y luego desarrolló una sección útil que trató de interpretar y registrar los cambios en el hombre, en la
mujer, en las parejas y no dejó un solo tópico de la educación sexual sin abarcar. “Mi trabajo consistió en
resignificar los conceptos del psicoanálisis en el ámbito doméstico y para las necesidades del gran público”, dice
Giberti, quien años más tarde se casó con otro importante divulgador periodístico de la ciencia médica, el doctor
Florencio Escardó.
El espíritu de la información
En 1956 Ramiro de Casasbellas era un perito mercantil recién recibido que languidecía en su aburrido trabajo en
la Dirección General Impositiva. Sólo la lectura en general, y la poesía en particular, lo hacían sentir distinto. Un
amigo de su padre, anarquista, le dio una recomendación para trabajar en La Razón. Ingresó, sí, pero no en la
sección cultura, como hubiera querido, sino en “Policiales”, como decidió Félix Laiño, al lado de maestros como
Carlos Liacho y Jacinto Torío. Su rutina consistía en recorrer cada día el espinel telefónico de las seccionales y
convertir a las novedades en breves noticias. Pero lo que a él le interesaba realmente eran los libros y el cine, y con
esos conocimientos comenzó en el vespertino la sección “Siete Días desde la Platea”.
Ese mismo año Osvaldo Bayer venía de vivir en Alemania y cuando entró como redactor en Noticias Gráficas
era conocido como un autorizado traductor argentino de Bertolt Brecht. En ese mítico espacio, cuyo verdadero
espíritu rector era José “Pepe” Barcia, los periodistas -según recuerda Bayer- “eran grandes vagos, bohemios que
pasaban buena parte del tiempo en el café hablando más de turf que de fútbol. Allí conocí a grandes maestros como
Bernardo Verbitsky, Pepe Portogalo, José González Carbalho y Manuel Sofovich, cuyos hijos Gerardo y Hugo,
muy jóvenes, hacían una historieta. Al lado mío se sentaba otro chico como yo, José Arverás”.
En Resistencia Popular, Raúl Damofite Taborda, el yerno de Natalio Botana, reclamaba por los fusilamientos de
José León Suárez -ocurridos en junio de 1956-, instaba a la aparición del cadáver de Eva Perón y lanzaba
precozmente la candidatura de Frondizi a presidente.
El 3 de febrero de 1956, luego de que Aramburu y Rojas derogaran el decreto de expropiación de 1951,
reaparece con bombos, platillos y devolución de bienes a la familia Gaínza Paz el diario La Prensa. Hasta la
escultura de “La Farola” pudo volver a su lugar. Sin embargo, el diario había iniciado una etapa de decadencia. Su
primer título: Por defender la libertad”.
Según Gerardo Ancarola, hay algunas fechas emblemáticas en la historia de La Prensa. El 25 de mayo de 1930
el diario llega a los 500.000 ejemplares de venta y cinco años más tarde, con un país de 13.500.000 habitantes, la
venta alcanza los 745.000. En 1956, al ser rehabilitada, la tirada es aún mayor -800.000-, pero, como no se vende,
finalmente se estabiliza en 350.000. “La Prensa seguía siendo la misma. En independencia, en seguir pensando en
el efecto devastador del peronismo, en persistir en una línea opositora. La sociedad comenzaba a cambiar y el
diario era en muchos aspectos rígido de lo que la gente era”, afirma Ancarola.
Cuando por los días de la reaparición entró a trabajar en La Prensa, Gregorio Selser ya era lo que nunca dejaría
de ser hasta el fin de sus días: un militante del Partido Socialista.
-¿Qué le gustaría hacer? -le preguntó Lahitte, uno de los subdirectores, en la entrevista inicial.
-Bueno, hasta ahora he escrito de cine y de teatro -respondió Selser.
-Así que cine y teatro... ¡Con usted debe ser el aspirante número 50 que me dice eso!
De todos modos, lo tomaron, porque lo más importante para el diario era cerciorarse de que no era ni había sido
peronista. Lo destinaron a la sección “Obras y Servicios Públicos”, en la que trabajó casi veinte años sin firmar
jamás una nota. Entre Alberto Gainza Paz y Selser había más que un abismo ideológico (en el diario también
trabajaron otros periodistas socialistas como Horacio Rodríguez, Luis González O'Donnell y Oscar Serrat), pero
nunca se enfrentaron por ese motivo. Selser lo explicó así en una ocasión: “Si bien Gainza Paz era un troglodita en
materia política, en lo personal era un fuera de serie, un caballero español al estilo de antes, que trataba con respeto
y consideración a todos los trabajadores del diario”.
En el 57 pasa de todo
En 1957, el mundo, que atravesaba el tenso período de la post Guerra Fría, y la Argentina, que sólo en
apariencia se había sacado al peronismo de encima (más bien lo había ido erigiendo en uno de sus mitos
imperecederos) estaban en cambio. Las ciudades dejaban atrás su aspecto rural y se iban convirtiendo en activos
centros urbanos, tal y como los nuevos requerimientos lo exigían. La gente sentía necesidad de saber lo que ocurría
a su alrededor y de entender la dimensión de las transformaciones que afectaban sus vidas. El periodismo interpretó
esas necesidades, y protagonizó una etapa en la que bien puede situarse el kilómetro cero del moderno periodismo
en la Argentina. Esta hipótesis se sustenta en varios factores:
El gobierno peronista había establecido numerosos controles y censuras, lo que les dio a los medios un
inequívoco tinte oficialista. A pesar de que el movimiento militar que derrocó a Perón persiguió a medios y
periodistas y cometió otros atropellos incalificables -como prohibir la palabra “Perón”, la necesidad y el valor de
informar en libertad se fue imponiendo.
Se produce en diarios y revistas una renovación generacional. Jóvenes provenientes del mundo universitario se
incorporan al periodismo para dar respuesta a la demanda de una mirada nueva, de información más precisa, más
amplia, más cuidada y menos oficialista.
• La preparación del periodista comienza a plantearse como un valor, lo que provoca resentimientos
insuperables en las generaciones anteriores de cronistas, que basaban su labor en la erudición intuitiva y callejera.
Por su conocimiento de idiomas, los nuevos” habían accedido a los semanarios franceses y norteamericanos, y a
columnistas de distintos estilos como Walter Lippman, James Reston, Art Buchwald o John Reed.
• Son los periodistas más jóvenes los primeros que se animan a desafiar la asfixiante dicotomía peronismo-
antiperonismo. También contribuyen a correr un poco la mirada de París, el centro del conocimiento en aquel
momento. En ese aspecto, se consigue desacralizar los temas de la cultura.
El proyecto político que conduce a Frondizi a la presidencia en 1958 se fragua en esos días y sostiene el
nacimiento de una esperanza y una nueva necesidad de expresión periodística.
• En un mercado en donde ya tienen un importante lugar publicaciones tan variadas en su índole y en su público
como Qué, Leoplán, Intervalo Extra, Vea y Lea, Patoruzito y Esto Es, se suman otras manifestaciones, como
Claudia, Mayoría, Hora Cero, Tía Vicenta.
• En ese tiempo surgen o se consolidan periodistas como Ramón Garriga y Francisco Valle de Juan (exiliados
españoles), Jacobo Timennan, Bernardo Neustadt, Luis González O'Donnell, Esteban Peicovich, Horacio de Dios,
Norberto Firpo, Luis Pico Estrada, Ricardo Warríes, Nicolás Mancera, Ernesto Schóó, Enriqueta Muñiz, Julián
Delgado, Hugo Gambini, Tomás Eloy Martínez, Pedro Larralde, Rolando Riviere, Rogelio García Lupo y otros.
Títulos y personas
De paso por Tucumán, Juan Valmaggia, de La Nación, se fijó en el trabajo de un periodista joven que
colaboraba en el suplemento cultural del diario local La Gaceta -que dirigía Daniel Dessainy lo invitó a hacer
críticas de cine en el diario de los Mitre. Era Tomás Eloy Martínez, que se inició el 16 de julio de 1957 con la
reseña de El mundo silencioso, un filme del francés Louis Malle. Eran los tiempos en que, según evoca hoy, a
Tomás Eloy Martínez sólo le importaba la literatura, pero junto con Ernesto Schóó y Rolando Fustiñana
(”Roland”), creó -simultáneamente Edmundo Eichelbaum y Héctor Grossi lo hacían en Mundo Argentino y Calki
brillaba en El Mundo- un estilo nuevo de crítica cinematográfica, más distanciada de los intereses de las
distribuidoras.
Signo del cambio de los tiempos: tres pistoleros contratados, vinculados con el Servicio de Informaciones del
Ejército, mataron el 13 de junio de 1957 a Marcos Satanowski, el abogado del diario La Razón que, según probó
posteriormente Rodolfo Walsh en una investigación ejemplar, era depositario de las acciones de Ricardo Peralta
Ramos interdictas por la Revolución Libertadora.
Los cambios llegan a Clarín. Conducida por Moisés Schebor Jacoby y Luis Clur, la redacción reunía a muchos
consagrados de Crítica -Raúl Pascuzzi, Eduardo Baliari, Raúl González Tuñón, José Portogalo, Edinundo
Guibourg- y a jóvenes como Esteban Peicoich, Roberto Cossa, Ro o Ra ana y Valentín Vergara. Por decisión de
Jacoby, el logo de Clarín, hasta entonces en rojo, pasa a imprimirse en negro, pero son otras las cuestiones que le
dan color al diario: la sección económica que maneja Oscar García Rey y la información militar que abastece, entre
otros, Enrique Llamas de Madariaga. “Tan especial era aquella redacción de Clarín entre 1957 y 1960, que tenía en
su seno a los que fundarían los tres diarios de más éxito en la Argentina de los años subsiguientes: Héctor Ricardo
García, que haría Crónica; Jacobo Timerman, de La Opinión, y Julio Ramos, de Ámbito Financiero”, escribe
Ramos. Jorge Fernández Díaz revela que Timerman, autor de la columna de información política “A Pesar del
Hermetismo”, y Bernardo Neustadt, responsable de la sección “Detrás del Escenario”, se conocieron en los pasillos
de Clarín en 1957 e iniciaron una relación que habría de ser siempre tormentosa.
En la revista Así, Horacio de Dios fue secretario de redacción y compañero de otro periodista al que recuerda
como extraordinario, Mario Valeri. Una entrevista exclusiva que De Dios le hizo a Guillermo Patricio Kelly, y que
La Razón no había querido publicar, fue tapa de Así. En 1957, Tulio Jacovella se convirtió en editor de Mayoría
“con el propósito de denunciar la corrupción la simulación de libertad y la política de entrega del patrimonio
nacional por parte de la titulada Revolución Libertadora”. En esa revista, que sufrió treinta y dos procesos penales,
varios de ellos por violación del decreto que consideraba un delito la utilización de la palabra “Perón”, Rodolfo
Walsh escribió los artículos que dieron origen a Operación Masacre y sus investigaciones preliminares sobre el
asesinato del abogado Satanowski. Fue una revista que manifestó como pocas el propósito de revisar la historia del
peronismo. Mayoría es, después de la caída de 1955, la primera tentativa de darle al peronismo contenidos que no
fueran la memoria de Evita, el anquilosamiento ideológico o la obsecuencia”, señala Rogelio García Lupo. Si bien
sobrevivió a la Libertadora, Mayoría sucumbió durante el gobierno de Arturo Frondizi por haber informado acerca
de la guerrilla del comandante Uturunco, en el norte de la Argentina.
En 1957, Norberto Firpo era un frecuente colaborador de Vea y Lea. En ese espacio se codeaba cada tanto con
autores como Horacio Martínez, Ana O'Neil, Velmiro Ayala Gauna y Rodolfo Walsh. Su especialidad eran las
ficciones con suspenso, crímenes, policías, ladrones y deducciones inteligentes. Hasta que Gerardo Andújar, el
secretario de redacción de esa exitosa revista quincenal, dejó su puesto y se lo ofrecieron a él. La revista incluía
temas de actualidad, y contaba con un público bastante fiel y numeroso. Se trataba de una redacción muy pequeña
(no más de seis personas), con la presencia de varios periodistas notables. A la hora de evocarlos Firpo empieza por
Ambrosio Vecino, que un día abandonó la dirección y marchó a La Nación para dedicarse a la primera revista de
los domingos, y sigue con Jerónimo Jutronich, un notero arriesgado y completo, capaz de tocar distintos temas con
absoluta idoneidad.
De tierra adentro
Luis Feldinan Cosín, propietario de una cadena de diarios en Chubut, contrató a Osvaldo Bayer para dirigir (y
también para barrer y cebar mate, cuando era necesario) el periódico Esquel. Cuenta Bayer en 1996: “En aquel
tiempo era la Edad Media en el interior. Mandaban los grandes latifundistas”. En una ocasión, desde el diario
defendió y mostró como un ejemplo a un pionero llamado Lacaya, que había plantado dos mil nogales, y
contrapuso esa actitud a lo que llamaba la beligerante pasividad del Ejército y de la Gendarmería”. Esa nota llegó a
Buenos Aires y Rogelio García Lupo la hizo publicar en el diario El Nacional. “El rebote periodístico trajo un lío
fuerte. La policía, cercana a los terratenientes, le mandó al pobre Lacaya arar todos sus sembradíos”, cuenta Bayer,
que a su vez fue inmediatamente cesanteado -por presión de la policía- y detenido. Su situación llegó a los medios
porteños (diarios, revistas y radios agitados por García Lupo clamaban: “El mejor periodista argentino está preso
en Esquel”) y eso ayudó a su liberación.
Poco tiempo después Bayer hizo lo que denominó “el primer periódico independiente de la Patagonia”. Se
llamaba La Chispa y se componía en una antiquísima imprenta Minerva, letra por letra. Desde esa hoja denunció a
los acaparadores de azúcar de Esquel y hasta contaba con un tal don R. Correy Beloqui, un singular cronista a
caballo, que recorría cada rincón de la cordillera. Finalmente, acusado de difundir información estratégica en un
punto fronterizo, Bayer fue obligado a punta de pistola a abandonar el Sur en cuarenta y ocho horas.
Historias e historietas
Los jóvenes de la redacción de Qué, como Nora Lafón, seguían a la figura señera de Raúl Scalabrini Ortiz.
“Gente que lo admiraba por su honestidad y dignidad, sabiendo de su pobreza, le enviaba sobrecitos con mensajes
y unos pesitos adentro”, recuerda Lafón, joven periodista de esa publicación, que contaba con la experimentada
periodista Blanca Stábile y con Jacobo Timerman como columnista estelar. En esta segunda etapa, bajo la
influencia principal de Rogelio Frigerio, (y la colaboración de Marcos Merchensky, Dardo Cúneo y Arturo
Jauretche), Qué se convirtió en portavoz de la candidatura presidencial de Arturo Frondizi.
En 1957 Héctor Germán Oesterheld, editor de estupendas revistas como Frontera y Hora Cero, y autor de
historietas como “Mort Cinder”, “Sherlock Time” y el inolvidable corresponsal de guerra “Ernie Pike”, comienza a
publicar en Hora Cero su obra máxima: “El eternauta”, donde imagina una invasión extraterrestre que acaba con
los habitantes de una ciudad. La ciudad es, a todas luces, Buenos Aires. A lo largo de dos años, en sociedad con el
dibujante Solano López llegan a producir 350 páginas apaisadas.
En el número inaugural de Tía Vicenta -aparecido el 20 de agosto de 1957- había numerosas transgresiones al
decreto que impedía mencionar a Perón. Por ejemplo, Landrú confeccionó una lista de aumentativos absurdos: de
buzo, buzón; de coraza, corazón; y de pera.... Perón. “Yo lo nombraba en chiste -asegura Landrú--, sin intenciones
de hacerle propaganda. Pero igual nunca fui gorila. Fui, eso sí, antiperonista, aunque recibía colaboraciones de José
Gobello, que estaba preso por peronista.”
Al lado de Juan Carlos Colombres (”Landrú”), estaban Carlos del Peral, Faruk, Brascó, Norberto Firpo (con su
seudónimo “Ácido Nítrico”), Quino, Juan Fresán, Armando Chulak, Tito Botana (”Jaimote Botanilla”) y su sobrino
Copi. Entre todos hicieron una revista “novedosa, abierta, desfachatada” y un éxito de ventas: arrancó con 50.000
ejemplares y muy pronto duplicó su tirada.
Landrú, que según su biógrafo Edgardo Russo se había habituado al ejercicio de la elipsis en Cascabel, y ya en
Vea y Lea comenzó a escribir personajes como “El Señor Porcel”, sorprendió con “La Familia Cateura” y
“Rogelio, el hombre que razonaba demasiado”. Ignacio Anzoátegui, inspirado en una sección de la publicación
española La Codorniz, escribía “La Cárcel de Papel” donde enjuiciaba y encarcelaba a personajes de la actualidad.
Miguel Brascó, que era abogado y colaboraba en Tía Vicenta, sufría un problema de doble personalidad. Cuando
los clientes de su estudio le preguntaban si era él quien firmaba los dibujos, Brascó para que siguieran
considerándolo “una persona seria”, respondía que se trataba de un primo suyo.
Andar con la revista Claudia bajo el brazo era la prueba de ser “una mujer en la onda”. Así lo recuerda Mario
Ceretti, y afirma que en Claudia se trataban los temas con mayor tolerancia para la época. La revista estaba dirigida
a mujeres con intereses que excedían los del ámbito doméstico y que pensaban en su realización personal, laboral o
cultural. Para Ceretti Claudia, inspirada en la francesa Marie Claire, “acompañó el auge porteño del psicoanálisis y
la liberación sexual de la mujer con mucho nivel científico y en ese sentido fue una revista de avanzada que habló
del divorcio veinticinco o treinta años antes de que aquí hubiera ley de divorcio”. Carlos Andaló comparte la
misma impresión: Fue una gran revista de entrada, planteada para la clase media en ascenso, que habló de todo lo
que se usaba, pero como una forma profunda de la educación”. Ceretti -integrante él mismo de esa redacción-
menciona la labor de periodistas como Víctor Saiz, Héctor Zimmerman, Ana María Ramb, Adriana Civita, Diego
Baracchini y una de las máximas poetas argentinas, Olga Orozco. Por su parte, el periodista Carlos Andaló rescata
la influencia de Mina Civita, esposa del dueño de la editorial, y su colega Cecilia Absatz señala como fundamental
el rol que en esos tiempos tuvo Paola Ravenna.
En 1956 Rodolfo Walsh había entrado en contacto con Juan Carlos Livraga, un obrero de la construcción
sobreviviente de la matanza de José León Suárez, y a través de él, pacientemente, comenzó a tejer una información
que sería trascendente en el periodismo argentino y en la literatura testimonial y política. El primer medio que
publica lo que, tiempo más tarde, se conocería como Operación Masacre es un semanario de izquierda y
antiperonista, Propósitos, de Leónidas Barletta. Otras notas aparecieron en Revolución Nacional, pero fue en
Mayoría donde la serie alcanzó su formato más prometedor. Unos años más tarde el mismo Walsh confesará que
ese trabajo le cambió la vida: No sólo me resultó fundamental para avanzar sobre mis perplejidades, sino para
comprobar que existía un amenazante mundo exterior”
Publicado por entregas, como los folletines del siglo pasado a partir de 1957 uno de los mejores sueños
americanos, sin otra subordinación que los estímulos de la época en que se vive, alcanza una estatura argentina y
latinoamericana, bajo un rótulo impactante: Operación Masacre”, escribió en 1988 el periodista José María
Pasquíní Durán.
Frondizi al poder
Luego de treinta y dos meses de gobierno militar, el 23 de febrero de 1958 el pueblo argentino volvió a votar,
aunque no en las mejores condiciones. Dos años antes, el radicalismo se había dividido en dos: la Unión Cívica
Radical del Pueblo, a cuya cabeza quedó Ricardo Balbín, y la Unión Cívica Radical Intransigente, cuya máxima
figura, Arturo Frondizi se convirtió en el nueve presidente de los argentinos. El peronismo estaba proscripto
aunque escondido detrás de un pacto secreto entre Frondizi y Perón, exiliado en Madrid. Como quiera que sea,
desde la caída de Perón Frondizi se había convertido en una importante figura política y la primera con
posibilidades de aglutinar expresiones tan encontradas como la izquierda y el nacionalismo católico, sectores
disconformes con el viejo partido radical y con grupos de “peronistas sin Perón”.
Después de las elecciones apareció El Nacional, un nuevo diario frondizista. Era un proyecto armado por
Rogelio Frigerio coordinado por Emilio Perina y al frente de su redacción estaban Marcos Merchensky y Alberto
Rudni. Frigerio, que junto con Narciso Machinandiarena también tenía influencias en la revista Qué, salta
directamente de las redacciones a altísimo, despachos del poder hasta convertirse en lo que se decía de e” por aquel
entonces: el monje negro del presidente. Eran los tiempos en que por todos lados circulaba un enigma: ¿Frondizi
será un nuevo Perón? El tiempo, sólo el tiempo, ofrecería una cabal respuesta.
El periodismo celebra el levantamiento del estado de sitio vigente en el país desde 1943, pero la satisfacción
dura poco, porque circunstancias de conmoción interna vuelven a hacer pensar a los gobernantes en la
conveniencia de reponerlo.
“La revista Qué encuentra, casi de un modo sorpresivo, a un nuevo segmento social, fundamental por su
influencia política en los años subsiguientes: la juventud. Se venía de una etapa de opresión, en la que la disidencia
estaba prácticamente borrada y Frondizi, con sus ideas de renovación y modernización, monopolizaba la idea del
cambio, siempre seductora para los jóvenes”, explica Alberto Rudni. En Qué colaboraron desde Adolfo Prieto hasta
Jorge Abelardo Ramos, pasando por Hernández Arregui, Noé Jitrik, en vez de verlo como Isidro Odena, León
Rozitc1mer y muchos, muchos más. La revista tenía una línea opositora a la Libertadora, se proponía avanzar en el
mundo de la política aceptando al fenómeno del peronismo, en vez de verlo como un hecho maldito, y sin satanizar
a la clase obrera. Sus periodistas y columnistas polemizaron sin prejuicios y por primera vez en antinomias tales
como militares Vs. civiles, derecha Vs. izquierda, populistas Vs. conservadores, liberación Vs. dependencia,
peronistas Vs. antiperonistas.
Llamativamente, la vida de esta revista frondizista terminó en abril de 1959, en pleno gobierno de Frondizi,
justo cuando importantes intelectuales -de izquierda o no- que habían celebrado su llegada al poder, comenzaban a
sentirse desencantados, tanto por los virajes del presidente en temas centrales como el de la explotación petrolera
como por su acercamiento a posiciones liberales y por su liso y llano desconocimiento del pacto con Perón.
En la redacción del diario Frondizista El Nacional, de izquierda a derecha, entre otros, Marcos Merchensky,
Horacio de Dios, Alberto Rucini, Jacobo Timerman y Sergio Cerón.
Pintura final
En 1958 Mariano Grondona se hace cargo del Panorama Político» del diario La Nación. Sin embargo, el país no
le haría nada fáciles sus descripciones e interpretaciones porque poco a poco la Argentina se fue volviendo
reiterada y desagradablemente expuesta a la lucha entre fracciones, a presiones y a la violencia de grupos golpistas.
En 1962 el abogado y docente universitario Grondona seguiría su carrera en Primera Plana.
A fines de 1958 el marino y ex jefe de la Casa Militar Francisco Manrique funda el vespertino Correo de la
Tarde. Oficial de la Marina de Guerra, retirado con el grado de capitán de navío en 1961, Manrique fue un raro
caso de “gorila” incorregible y hombre de reacciones ampulosas y lenguaje directo, antiperonista pero al mismo
tiempo populista. El diario tuvo una muy relativa repercusión y terminó en una bancarrota memorable.
En 1959, Ricardo Halac regresó al país después de cumplir con una beca de un año para estudiar vida y obra de
Bertolt Brecht en Berlín. Como muchos intelectuales, recaló en el periodismo para vivir: un amigo lo ayudó a
ingresar en el suplemento cultural de El Mundo, y seis meses después integraba la redacción general. Halac soñaba
con convertirse en autor teatral, cosa que finalmente ocurrió en 1962 con el estreno de su primera obra’ Soledad
para cuatro. En el diario le encargaron recorrer los barrios para descubrir un mundo en cada uno. Halac disfrutó
mucho los siete años que pasó en la redacción de Río de Janeiro y Bogotá, no solo porque pudo escribir grandes
notas sobre temas que le interesaban (Tennessee Williams, Aithur Miller, Eugene Lonesco, el macartismo), sino
también porque trataba de no olvidar que en ese mismo sitio había trabajado Roberto Arlt. Sin embargo la
involución de la empresa era constante y tangible.
En La Habana un grupo de periodistas internacionales, entre los que se encontraban los argentinos Rodolfo
Walsh, Jorge Ricardo Masetti -que había llegado un tiempo antes como enviado de Radio El Mundo-, Luis
González O'Donnell y Rogelio García Lupo fundaron la agencia de noticias Prensa Latina. Walsh venía de la
experiencia de Operación Masacre y en Cuba, en 1959 según escribió, “asistí al nacimiento de un orden nuevo,
contradictorio, a veces épico, a veces fastidioso”.
En la investigación que culminó en Operación Masacre, Walsh tuvo como colaboradora a Enriqueta Muñiz, una
muchacha de poco más de veinte años. Ella y sus padres habían llegado exiliados de España al comenzar la década
del 50 y la joven, por sus conocimientos de francés, consiguió trabajo de correctora y traductora en la editorial
Hachette. Allí conoció a Walsh, uno de los jóvenes escritores del sello. “Yo lo admiraba y para mí fue un orgullo
que me propusiera colaborar con él en una investigación periodística”, cuenta Muñiz en 1996. Es por esa
colaboración por lo que Walsh le dedicó su Operación Masacre y en el prólogo de la segunda edición detalla esa
participación: búsqueda de datos, realización de entrevistas, revisión de archivos. “Desde el principio está conmigo
una muchacha, periodista, se llama Enriqueta Muñiz, se juega entera. Es difícil hacerle justicia en unas pocas
líneas. Simplemente quiero decir que si en algún lugar de este libro escribí ‘hice’, ‘fui’, ‘descubrí’, debe entenderse
‘hicimos’. ‘fuimos’, ‘descubrimos’”
Existe la impresión de que, para competir palmo a palmo con el hombre, la mujer tuvo que ceder atributos
propios, pero todas las consultadas lo niegan. Alcanzaron un lugar “sin masculinizarme” (Cociffi), “sin hacerme
semitravesti y sin hacer tampoco un culto de la cosa femenina” (Pacitti), “sin mimetizarme, le pude hacer con mis
propias características” (Fesquet), y lo lograron, “aunque todavía nos cuesta más alcanzar lo mismo que los
hombres” (D'Onofrio). Lo más importante, en muchas redacciones es que mujeres y hombres lograron una
memorable ecología de la cordialidad, con mucha eficiencia. “Con Juan Carlos Porras, con Alfredo Leuco, con
Jorge Fernández Díaz, con Luján Gutiérrez, nos potenciamos e hicimos grandes equipos”, asegura Ana D'Onofrio.
Che y Usted
En octubre de 1960 nacieron dos semanarios que aplicaban los conceptos de Time y que tuvieron una
importancia central en el proceso de renovación del periodismo argentino. “Hoy aparece Che -escribió el humorista
Carlos del Peral el 4 de octubre-dentro de poco aparecerá Usted. Martin Buber diría que debemos volver al
Prójimo, al Tú. ¿Y por qué no otras como Vos, Ñato, Vuestra Merced, Su Excelencia, u otras más exclusivas como
Su Santidad?” Aunque venía de atravesar un mal momento, Del Peral no renunciaba a su ironía, la misma que
empleó cuando seis meses antes envió su renuncia, por diferencias ideológicas y políticas, a Tía Vicenta, seguido
por un grupo de colaboradores entilos que estaban Ouino, Oski, Jordán de la Cazuela y César Bruto. El 12 de
agosto había dejado de aparecer su mensuario satírico Cuatro Patas, al que la policía política del momento (que
veía comunistas hasta debajo de la cama) había calificado como “subversiva y perturbadora del orden”. La revista
había tenido tantas apariciones como patas tenía su título.
El sábado 22 de octubre de 1960, a 8 pesos el ejemplar, salió Usted, de la editorial Emilio Ramírez, que también
publicaba Vea y Lea. Al frente de Usted estaba Luis Ernesto González O'Donnell, un militante del socialismo que
por no mucho más que eso se había tenido que exiliar en Chile durante el peronismo y en la revista Ercilla había
podido entrenarse -en el secreto de los semanarios de información. Al volver al país, ingresó, en la sección política
del recuperado diario La Prensa y en una ocasión descubrió que el entonces dirigente radical Arturo Frondizi había
mantenido una reunión secreta con Nelson Rockefeller. La historia terminó dándole la razón a González O'Donnell
(un rubio casi albino, al que por su arrojo periodístico sus colegas habían bautizado “El Peligro Amarillo”), que en
aquel encuentro advirtió la semilla de la entrega del petróleo argentino, cosa que concretó Frondizi una vez que
alcanzó la presidencia en 1958.
Un notable equipo rodeó a O'Donnell en Usted, para tornar menos previsible y más palpitante lo que los diarios
habían vuelto tedioso y cuadrado. Sus nombres: Rogelio “Pajarito” García Lupo. Luis Bergonzelli, Armando
Alonso Piñeiro, Santiago Pinetta, Carlos Rodríguez, Luis Pico Estrada y el chileno Helvio Soto; Willianis Fredes y
Bordalejo como fotógrafos, Miguel Brascó en las ilustraciones y Quino como humorista. “Un grupo de periodistas
jóvenes emprendió la dura tarea de editar una revista que no estuviese financiada ni por el gobierno ni por el Grupo
Frigerio ni por concesionarios petroleros norteamericanos o por la propia embajada. Y no seremos como Clarín, ni
como La Prensa ni como La Nación”, prometían los jóvenes de Che en el número 7 de la publicación dirigida por
Pablo Giussani quien tenía a su lado a los dirigentes del socialismo Abel Alexis Latendorf y Enrique Hidalgo.
Franco Mogni dejó un puesto estelar en Claudia para incorporarse a esta revista como secretario de redacción;
Héctor Cattólica era el diagramador y Katty Knopfler, la fotógrafa. Pirí Lugones y Julia Constenla hacían una
sección en donde trataban de desenmascarar a personajes unidos por las diferencias: Beatriz Guido e Isabel Sarli,
Silvina Bufirich y Tita Merello. También trabajaron en Che Mabel Itzcovich, Juan Carlos Portantiero, Julián
Delgado y el escritor uruguayo Eduardo Galeano, que así debutaba en Buenos Aires.
Pero Che era bastante más que eso. Tri medio con propuesta político-cultural. Y, para ser francos, más lo
primero que lo segundo”, reconoce en 1996 Julia “Chiquita” Constenla. “Éramos militantes socialistas y veíamos
que la cultura política a la que respondíamos no tenía expresión. El diario La Vanguardia estaba agotado.”
Era la primavera de 1960 y ya había quedado atrás ese invierno que el ministro Alvaro Alsogaray había dicho
que todos teníamos que pasar. Pero había aún muchos inviernos por delante.
Brindis final
Mientras estuvieron en la calle compartieron algunos temas y debates -Cuba, las villas miserias a cinco minutos
de la Casa de Gobierno, el existencialismo, Alvaro Alsogaray- y padecieron las mismas plagas: numerosos
problemas económicos, sanciones, dificultades en la provisión de papel, persecución de los servicios de
información, interrupciones en su salida y un mínimo apoyo publicitario. Usted tuvo que cerrar después del número
32, en mayo del ‘61, por un colapso económico de la editorial, y Che fue clausurada el 17 de noviembre después
que su número 27 tituló en tapa, refiriéndose a un recordado conflicto gremial: ‘Taguna Paiva señala el camino: se
acabaron las huelgas lampiñas”. La única señal efectiva la sufrieron Pablo Giussani y Julia Constenla, un
matrimonio con cuatro hijos chicos, que para seguir sosteniendo la revista habían hipotecado un coqueto chalet de
Palermo. Después, por no poder cumplir con las obligaciones, la casa salió a remate. Pablo y yo -evoca Constenla-
nos reunimos y nos preguntamos: ‘¿Qué les dejamos a los chicos? ¿La reforma urbana o un chalet?’. ¿Qué creés
que elegimos?”
“No tuvimos secciones sociales, pero desde nuestras páginas habló la esposa de Jorge Ahumada -detenido por el
gobierno de Frondizi-, que tuvo trascendencia por defenderlo, presa por argentina, por mujer y por cobardía de sus
acusadores. No fotografiamos las grandes fiestas de nuestra pequeña aristocracia porque documentamos la
injusticia de las villas miserias”, decía un editorial de Che, con tono de despedida.
Algo de la bohemia periodística había quedado atrás con estos dos proyectos fallidos. Acaso porque, como
afirma Luis Pico Estrada en 1996, “Che y Usted coincidían en significar el desacato, la ebullición de la época”.
Ninguna de las dos llegó a superar los 20.000 ejemplares de venta, pero tuvieron repercusión y alcanzaron
influencia en los ambientes políticos.
Humor y rabia
Los trabajos de Landrú aparecían en la extraordinaria Tía Vicenta y en El Mundo, donde sus observaciones
humorísticas ocupaban un lugar privilegiado, ya que se publicaban, novedosamente, en la tapa, a la altura de un
comentario editorial. Allí era muy celebrado, pero en la interna de su popular publicación no las tenía todas
consigo. Luego de su número 165 presenta su renuncia Oski (Oscar Conti), el notable dibujante. En una carta
abierta dirigida a Landrú, Oski dice que “mientras todo era en broma no me molestaba que hasta te la agarraras con
la gente decente, pero ahora que te metiste a hablar de política en serio y te has ubicado en pro yanqui y
anticastrista, francamente me repugna tu actitud. Landrú responde por boca, o pluma, de su colaborador Aldo
Camarotta: “Oski nunca leyó Tía Vicenta. Se habría enterado que Tía Vicenta nunca cambió y que de burlarse de
los tiranos no hace excepción se llamen Trujillo, Somoza, Stroessner, Franco o Fidel Castro... Pónganse una mano
sobre el corazón que tienen a la izquierda y digan si no da motivo al chiste que Fidel Castro diga en la ONU que
será breve, y hable cuatro horas y media”. Poco tiempo atrás, disconformes porque la dirección de la revista no
había cuestionado lo suficiente la detención de su diagramador Héctor Cattólica, un grupo de colaboradores
integrado por Kalondi, Catú, Julián Delgado, Beatriz Guido, Aída Bortnik, Mario Trejo y Adolfo Castelo fundaron
el diario Oh, no, “una locura de jóvenes que creen que pueden contra todo (...) El proyecto salió con dineros
provenientes de la panadería que los padres de Delgado tenían en San Telmo y para competir con humor político de
distinto signo con un diario de derecha, agresivo, que se llamaba Sábado y que como su nombre lo indica salía los
fines de semana”, recuerda Castelo.
El 30 de noviembre de 1960 el semanario Azul y Blanco, de tendencia nacionalista, fundado en 1956 y dirigido
por el abogado Marcelo Sánchez Sorondo, es secuestrado por el gobierno de Frondizi. El periódico tenía una fuerte
llegada en los ámbitos militares y demostraba una posición opositora al oficialismo y de apertura y tolerancia en
relación con el peronismo todavía proscripto. En esos meses también fueron censurados otros medios polémicos y
contestatarios: el semanario uruguayo Marcha, dirigido por Carlos Quijano y seguido en Buenos Aires por 12.000
fieles lectores, y la célebre revista literaria El Grillo de Papel, que dirigían Abelardo Castillo y Liliana Heer, entre
otros. “Eran los primeros años de la década del 60 y me sorprendí viendo una información económica en la tapa de
La Nación”, recuerda en 1996 el editor de Mercado, Miguel Ángel Diez. Es que hasta ese momento lo económico
funcionaba como claro apéndice de la información política y dependía básicamente de los boletines oficiales del
Ministerio de Economía o de la Secretaría de Industria.
En octubre de 1960 la noticia decía: Por su intrépida serie de artículos sobre contrabando, robo de autos, tráfico
de drogas y otras actividades ilícitas, publicados en La Razón, el periodista Horacio de Dios obtuvo el premio
Ohomar Mergenthaler -el nombre del premio era un homenaje al inventor de la linotipoque cada año otorga la
Sociedad Interamericana de Prensa (SIP)”.
Movimiento de intelectuales
Bajo el lema de Goethe “Gris es toda teoría, verde el árbol de oro de la vida”, Abelardo Castillo, Liliana Heker y
Vicente Batista, entre otros, sacaron El Grillo de Papel, una publicación que, según Castillo, era “una empecinada
defensa de la literatura”. En diciembre de 1960, en el marco del represivo Plan Conintes, el gobierno de Arturo
Frondizi la prohíbe por decreto. Había llegado a su sexto número, con cinco mil ejemplares de venta. A la manera
de las publicaciones anarquistas -que cuando les llegaba la clausura volvían a la calle con el mismo contenido y
nombre diferente-, Castillo y su gente emprenden una nueva publicación cuyo título les había sugerido Ernesto
Sabato: “Ya que le gustan tanto los bichos y que ama tanto a Edgar Allan Poe, póngale El Escarabajo de Oro”.
Dicho y hecho. Con ese nombre salió a la calle la publicación, que se mantuvo catorce años. “Decíamos que era
una revista católica, porque salía cuando Dios quería”, reconoce Castillo. “El Escarabajo de Oro -continúa-
ocupaba un espacio en el que también figuraban Gaceta Literaria, Hoy en la Cultura, La Rosa Blindada, Barrilete,
entre otras. Ese es el espacio que luego sería reconocido como el de la generación del 60.
En ese mismo tiempo el director de Clarín, Roberto Noble, le propone a Osvaldo Bayer que se integre a la mesa
de redacción de su diario.
-Mire, director, que soy un conocido libertario de izquierda -le avisó Bayer.
-Por eso mismo lo quiero ahí. Necesito alguien de izquierda en la mesa. Aprendí de Botana que siempre hay que
poner a uno de izquierda, así cuando alguien lo acusa a uno de derechista puede decir: “Pero, cómo me dice algo
así, si lo tengo a Fulario» -le respondió Noble.
La vida cotidiana
Estaban de moda los departamentos en propiedad horizontal que transformaban el cielo de los cien barrios
porteños. Los televidentes, de parabienes, porque en 1960 dos canales privados, el 9 y el 13, habían llegado para
enriquecer la anémica oferta de Canal 7. A las publicaciones ya existentes que incluían las programaciones -como
Canal 7V, que andaba por los 100. 000 ejemplares-, se sumaba Vea TV, de la editorial Vea y Lea. Aunque se
padecían graves problemas económicos -el país ya figuraba en los rankings mundiales de pobreza-, la incipiente
industria nacional abastecía de heladeras, lavarropas, licuadoras, televisores y autos a los veinte millones de
argentinos ávidos de consumos sofisticados.
El diario El Mundo atravesaba un espléndido momento en lo periodístico (aunque no así en lo económico), con
una redacción a cuyo frente estaba Moisés Schebor Jacoby, y en la que brillaban en distintas áreas Jorge Korenblit,
Jacobo Timerman y Bernardo Neustadt. Era uno de los preferidos de la clase media porteña en ascenso, y su
directorio era toda una curiosidad: presidido por el general en actividad Raúl Leguizamón Martínez, lo integraban
empresarios nacionales como el dueño del Banco Buenos Aires, Samuel Sivak. También tenía una participación la
empresa Minera Aluminé, adjudicataria de las obras de Sierra Grande, y los empresarios que desde 1958 dirigían
Radio Rivadavia, que comulgaban con el catecismo de la progresista Confederación General
Económica de José Ber Gelbard. Por esas y otras razones se los sindicó como periféricos del Partido Comunista
Argentino. “Hasta la época de Frondizi, los ministerios manejaban su información a través de sus oficinas de
prensa mediante boletines de prensa. Los únicos que se apartaban un poco de esa línea eran medios especializados
como The Economic Surveys, El Cronista Comercial y El Economista. La gran tarea de esos años consistía en
despojar de carga académica el árido lenguaje especializado, volverlo menos solemne y más accesible. En esos
años hubo un episodio que llevó el tema económico a las tapas de los diarios: el gobierno de Frondizi dispuso que
la gente cobrara sus sueldos en bonos. Ahí es cuando la información económica empieza a obsesionar al público,
hasta el ‘76 para adelante en que todos nos convertimos en verdaderos especuladores financieros”, señala el
periodista Daniel Muclinick.
Periodismo aventura
Cuenta Gabriel García Márquez en sus Notas de prensa (1980-1984) que en una ocasión, para desenmarañar un
mensaje cifrado que insinuaba un posible desembarco armado norteamericano en Cuba, Jorge Ricardo Masetti,
director general de la agencia Prensa Latina en La Habana, le pidió a Rodolfo Walsh, hábil criptógrafo, que
tradujera las claves del mensaje. Para complementar y proteger la investigación envió a Walsh a una hacienda
perdida en el norte de Guatemala disfrazado de pastor protestante y vendedor de biblias. El plan tropezó con una
cuestión inesperada: de paso por Panamá, camino a su infiltración en Guatemala, Walsh fue detenido y se
descubrió su identidad real. Tiempo más tarde, en tránsito en el aeropuerto de Guatemala, García Márquez y
Masetti escribieron todo lo que sabían -a partir de los datos descifrados por Walsh del operativo anticubano y se lo
enviaron por correo al entonces presidente guatemalteco general Miguel Ydígoras Fuentes, pero nunca supieron -y
tampoco Walsh- si recibió la denuncia. Sea como fuere, el desembarco anunciado nunca se produjo.
Iniciación
En diciembre de 1960 comenzó su carrera de periodista en el vespertino Noticias Gráficas un joven de 18 años
llamado Horacio Verbitsky. Integrante de una familia de periodistas -su padre Bernardo también trabajaba en ese
diario; su madre y su hermana Alicia incursionaron en la profesión alguna vez; sus tíos Gregorio y Alejandro
Verbitsky, la hija de Gregorio, Silvia, y su primo Marcos Merchensky completan la genealogía-, Verbitsky recuerda
que un día había ido al diario a ver a su padre porque necesitaba comprar un libro. La situación fue percibida por el
periodista Orlando Danielo que, un poco en broma, mucho en serio, le preguntó si no le daba vergüenza pedirle
todavía dinero al padre. Inmediatamente, le propuso trabajar y lo invitó a comenzar al día siguiente. Verbitsky
aceptó el convite, y pasó sus dos primeros meses en el diario llamando al Servicio Meteorológico Nacional para
mantener actualizado el pronóstico. Después se trasladó a “Información General” y su primera nota publicada fue
la crónica del desalojo en un hotel-inquilinato.
La caída de Frondizi
El 18 de marzo de 1962 fueron anuladas las elecciones que la fórmula justicialista Framini-Anglada había
ganado en la provincia de Buenos Aires. Cercado por los sectores más reaccionarios del Ejército, Frondizi anuló
los comicios y pronunció una frase que quedaría en la historia: “No me iré del país, no renunciaré, no me
suicidaré”.
Tras cuarenta y seis meses en su cargo, lapso en el que los militares lo amenazaron con cuarenta y cuatro
intentos de golpe, el 30 de mayo de 1962 fue destituido el presidente Arturo Frondizi -que había sido elegido en
1958- y enviado prisionero a la isla Martín García. Ocupó su cargo José María Guido, por entonces presidente
provisional del Senado ya que el vicepresidente Alejandro Gómez había renunciado tiempo atrás. El trasfondo era
una pelea militar por el poder que se prolongó durante años, afectó seriamente la vida de los argentinos y el
desarrollo del país y tuvo numerosos efectos sobre la prensa.
Los mismos sobresaltos políticos que tuvieron a Frondizi contra las cuerdas hasta sacarlo del ring se
reprodujeron en la imposibilidad de contar con una adecuada prensa partidaria. “Ahí tuvo una muy consistente
etapa el semanario Qué, con Rogelio
Frigerio a la cabeza, Merchensky, García Lupo y yo en la redacción. Pero en cambio el diario El Nacional, en
donde estuvieron León Bouché y Emilio Perina, fue un fracaso, porque nunca pudo superar los problemas
administrativos”, rememora Dardo Cúneo, hoy con 83 años y que en un tramo de la gestión de Frondizi asumió el
cargo de secretario de Prensa de la presidencia. “A Frondizi lo empiezan a atacar a partir de su intervención en la
Conferencia de Punta del Este a la que concurre el Che Guevara, en agosto de 1961. Desde entonces muchos
medios, en especial Correo de la Tarde, de Manrique (que después se arrepintió públicamente), lo atacaban
diciendo que era comunista”, apunta Cúneo. Para Isidoro Gilbert sería posible afirmar que la prensa tuvo alguna
responsabilidad en la caída de Frondizi: “La Razón siempre fue el diario de la derecha y vocero de algunos
servicios. Hablaba de la corrupción, alertaba sobre los excesos y los personalismos, pero lo principal es que
asociaban a Frondizi con el comunismo. El diario más prestigioso, La Prensa, también le era muy hostil al
presidente, al que corrían por sus vinculaciones con Perón. Ahí eran editorialistas Luis Pan y Adolfo Lanús,
después ministro del reemplazante de Frondizi, José María Guido. Clarín tenía el rol del diario legalista. Frondizi
no contó con prensa propia porque El Nacional, que había nacido como diario oficial, fue un fracaso”.
Dos detenidos...
El día del derrocamiento de Frondizi hubo dos arrestados: al ex presidente lo trasladaron en un avión a Martín
García, en tanto que al periodista de La Prensa Gregorio Selser lo obligaron a pernoctar en el Departamento
Central de Policía, luego de que agentes de civil revisaran la biblioteca de su casa en busca de materiales
comunistas. No conformes con la detención de Selser, le pidieron su cabeza al director de La Prensa. Alberto
Gainza Paz no se dejó amedrentar y los sacó corriendo de su despacho, porque nuestro diario no acepta órdenes ni
pedidos de jefes de policía ni de presidentes de la República... y mucho menos referidos a empleos o despidos de
su personal. Por lo demás y para su información -respondió por escrito Gainza Paz- el señor Selser no es comunista
sino socialista y aunque lo fuera, respetaría sus creencias y opiniones en tanto no las mezcle con su labor
profesional y me consta que no lo hace”. En varios de sus libros, como por ejemplo El Onganiato, Selser certifica
la tradicional falta de macartismo de sus patrones y confirma el respeto ideológico con que fue tratado.
Cadáver no exquisito
Más de un año después del crimen, en julio de 1963, una prostituta de la zona de Constitución llamada María
Mabel Sisti, presa por infracción al edicto que sancionaba los escándalos públicos, hace una declaración
sensacional: “¿Se acuerdan de la chica Penjerek? A ella la mató Pedro Vecchio”. El tal Vecchio era un conocido
comerciante de zapatos de Florencio Varela, que había sido dos veces concejal por un partido vecinalista. A partir
de ese momento buena parte del periodismo se involucra en la difusión de una historia negra que transforma en
“caldera del diablo” a un suburbio porteño en el que, al decir de sus vecinos, “nunca pasaba nada”. La historia del
crimen de la hija única de una buena familia judía presuntamente entregada a los desbordes de la droga y la
pornografía fue un plato cargado de morbosidad que alimentó durante meses a la opinión pública y que dio de
comer a muchos medios gráficos de la época.
Pasó el tiempo, la Justicia no pudo comprobar la veracidad de las acusaciones en contra de Vecchio, y todos los
implicados fueron sobreseídos. Para recuperar su buen nombre y honor, Vecchio arrastró durante años juicios
contra revistas -Así, Careo y Ocurrió-, diarios tradicionales -La Razón, Clarín y El Mundo- y contra el vespertino
Crónica, que acababa de aparecer y se había encargado de difundir los aspectos más espeluznantes de la historia.
La quinta que faltaba
Sus logotipos se le parecen en el comienzo, su título tiene la misma cantidad de letras que el de Crítica y es el
que Natalio Botana le habría puesto a su diario en 1913 de no haber comprobado que esa marca ya tenía dueño. El
29 de julio de 1963, con una única quinta edición, Crónica se sumaba a un mercado de vespertinos en donde sólo
La Razón no tenía problemas y en el que languidecían títulos de extraordinario pasado como Crítica (que en
setiembre dejaría de aparecer) y Noticias Gráficas, y expresiones relativamente recientes como Correo de la Tarde
y El Siglo. En poco tiempo, el ascenso del nuevo periódico los obligaría a cerrar sus puertas.
Héctor Ricardo García, fotógrafo de origen, periodista por vocación y desde 1954 responsable de varios éxitos
editoriales, sabía lo que buscaba. «Hacía falta un diario estridente, con grandes letras en la primera página, con
titulares muy fuertes al estilo de los diarios centroamericanos, porque los nuestros eran todos demasiado
tranquilos”. En el arranque hubo preocupación en las filas de García y su elenco más cercano: el propio Rotundo,
que lo había ayudado a sacar Así en el ‘55; el fotógrafo Enrique Capotondo; los periodistas Juan Carlos Petrone,
Marcos de la Fuente y Guido Merico y los jóvenes Héctor Luis Zabala, Hugo Gambini, Carlos Aguirre y Oscar
Ruiz. Es que el diario no pasaba los 20.000 ejemplares de venta. Pero todavía faltaba la espectacular ayuda de la
casualidad que siempre asistió a la intuición y al talento de García.
Hablando en números
Entre 1962 y 1963, de acuerdo con datos del Instituto Verificador de Circulaciones, los diarios La Razón, Clarín
y La Prensa bajaron sus ventas, en tanto ascendieron las de El Mundo y La Nación. En esos años también se
produjo un fuerte descenso en la inversión publicitaria en medios gráficos. Cada mañana los matutinos peleaban
por un millón de ejemplares de venta. El diario de García, Crónica, llegaba a los 114.000 ejemplares. Pero ninguna
publicación vendía más que Así, que en sus tres ediciones semanales despachaba un millón y medio de copias. Esa
redacción de Así la integraban grandes periodistas y escritores: el poeta Joaquín Gianuzzi, Dante Panzeri, Alfredo
Sena, Julio Bornik, Juan Carlos Algañaraz Y- Héctor Simeoni, entre otros.
La renuncia de Jacobo
El 9 de julio de 1964 Jacobo Timerman citó en su departamento a las cuatro figuras más encumbradas de la
redacción de Primera Plana. A Luis González O'Donnell, Ramiro de Casasbellas, Julián Delgado y Tomás Eloy
Martínez se les heló la sangre cuando Tímerman les anunció que había decidido alejarse de la dirección del
semanario y de la empresa que lo editaba. Intentaron hacerlo cambiar de idea, pero no lo lograron, y tampoco
pudieron conocer los motivos profundos del distanciamiento. “Sentíamos que, sin Timerman como piloto, íbamos
derecho al naufragio”, recuerda Martínez. Pero no fue así.
Apenas repuestos del shock los cuatro periodistas vuelven a reunirse en el comedor del Hotel Nogaró y
comienzan a mirar hacia adelante. En pocas horas se entrevistan con Victorio Dalle Nogarel que tomaría el lugar de
Timerman en la sociedad. Cuando escuchan del empresario que 1o que quiero es que hagamos una especie de
Billiken para toda la familia”, entienden que ha llegado el momento de hacerse cargo de una revista en la que todo
estaba por hacerse. Al poco tiempo se producirá otro enroque importante: Luis González O'Donnell es contratado
por editorial Abril, Y el poeta Ramiro de Casasbellas se hace cargo de la jefatura de redacción.
Casasbellas recuerda que ya en ese momento la revista se había puesto frontalmente contra Illia. Pero hay una
circunstancia, asegura, que agudiza la inquina. Comentando el alejamiento de Timerman, la revista Qué publica
que estuvo forzado por un operativo del vicepresidente Carlos Perette. “La reacción de los que quedamos en la
revista fue sencillamente infantil. Para probar que eso no era cierto, profundizamos la crítica a Illia. Y desde
entonces hasta mis propios correligionarios (Casasbellas se afilió al radicalismo en 1972) creen que yo fui el que
derrocó a Illia”, se conduele el periodista.
La gente de Gente
Los primeros grandes nombres que pasan por su redacción son los de Horacio de Dios, Carlos Aguirre, Edgardo
Da Mommio, Julio Lagos, Julio Portas, Raúl Urtizberca, Julio Lanclívar, Emilio Giménez Zapiola, José De Zer,
Helena Goñi, Enrique Walker, Andrés Cinqugrana, Roberto Jacobson, Matilde Herrera, Enrique Monzón, Eduardo
Maschwitz, entre otros. El extraordinario plantel de fotógrafos -Alfieri, Carreño, Legarreta, Pellizeri, Speranza,
Forte, por nombrar sólo a algunos- empieza en una revista de riquísimo contenido gráfico. Cada hecho tuvo un
registro, un click al estilo Gente, y esos materiales reunidos a lo largo de treinta años constituyen un inapelable
álbum de lo argentino.
Macartismo
Todavía en esos años el del anticomunismo era todo un tema en la sociedad y había numerosas ligas e
instituciones que luchaban contra el “terror rojo”. La Federación Argentina de Entidades Antidemocráticas
Anticomunistas (FAEDA) promueve a través de nueve solicitadas publicadas en varios diarios una intensa acción
de estrategia macartista en la que ve “rojos” infiltrados en medios de comunicación. Ouien sale al frente de esas
denuncias, con enorme valentía, considerando que la gente de FAEDA hace terrorismo de ultraderecha contra la
libertad de expresión, es Augusto Bonardo, que da respuesta al grupo desde su programa de televisión “La gente”
publica un documento titulado “Antología de un asco en la Argentina”.
Está confirmado
El 7 de mayo de 1965, con una tapa tipográfica ocupada por tres títulos (”Buenos Aires: batalla secreta por
dominar el gobierno”, ‘, América. relaciones entre civiles y militares” y “Santo Domingo: se presenta el fantasma
de Castro”), dice “aquí estoy” en los kioscos la nueva creación de Jacobo Timerman: Confirmado.
Un staff de cotizados periodistas con sólida experiencia como Alberto Rudni, Héctor Tomasini, Jorge Aráoz
Badí, Osiris Chiérico, Edmundo Eichelbaum, Félix Luna, Luis Alberto Murray y Victorio Sánchez se mezclaban
con profesionales de la generación intermedia como Rodolfo Pandolfi, Armando Alonso Piñeiro, Agustín Mahieu,
Osvaldo Cézar, Enriqueta Souto, Horacio Verbitsky y con jóvenes que recién se iniciaban, o casi, como Diego
Barrachini, Oscar Delgado, María Angélica Molinari, Sergio Caletti y Pepe Eliaschev. Desde Europa despachaban
Enrique Raab y Héctor Kuperman. En su plataforma de propósitos editoriales decía que intentaría presentar “sin
escamoteos ni subterfugios la actualidad del mundo contemporáneo”. Según evoca hoy Horacio Verbitsky,
Confirmado había decidido de un modo deliberado ignorar “esa actitud zumbona, sobradora, que Primera Plana les
daba en especial a sus notas breves”. Lo cierto es que, a pesar de ese y otros cuidados, lo que nunca se olvidó de la
revista fue su asociación con las posiciones que alentaron y provocaron el golpe de Estado que derrocó a Illia.
Modas
Buena parte del periodismo iba detrás de la hechura que cortaba Primera Plana. Los títulos eran traspolaciones
de refranes, paráfrasis de libros y películas: “Sesenta años y ninguna flor”; “Para atrapar al guerrillero”; “Las
vaquitas siguen ajenas”; “El oro es el opio de los ricos”; “Todos los cantos, el canto” y otros juegos de palabras por
el estilo. Eran, para qué negarlo, tiempos de ingenio. Varios medios porteños dieron cuenta de la realización de un
happening, que un tiempo después sus creadores admitieron que jamás se había realizado, “Escribimos sobre una
invención para permitir una experiencia que sólo tenía sentido a través de órganos de prensa y suministrada bajo la
forma de una nota periodística”, proclamaron los transgresores, vecinos de los experimentos del Instituto Di Tella.
Afirma el investigador cultural Jorge Rivera que Adán Buenosayres, la primera novela de Leopoldo Marechal,
tardó diecisiete años en vender los tres mil ejemplares de su primera edición. Pero la segunda edición, de 1966,
agotó 10.000 libros en poco menos de un año. Bestiario, el primer libro de cuentos de Cortázar, vendió tres mil
ejemplares entre 1951 y 1961, en tanto que la segunda edición, de 1964, se agotó en un año y en 1965 se liquidaron
dos ediciones. En ambos casos, advierte Rivera, se notó la influencia de Primera Plana.
Crónica sostenía su identidad y, disconforme con la suerte de conspiradores de prensa más visibles, aunque no
pasa por alto el grado de virulencia de algunos editoriales de La Nación y La Prensa. Asimismo Potash recibió en
1986 del propio Mariano Grondona la confesión de que en aquel momento “apoyaba la idea de un golpe a través de
su columna semanal en Primera Plana”.
El periodista Isidoro Gilbert opina que el único diario que defendió a Illia fue El Mundo. Según Daniel Horacio
Mazzei, que ganó el primer premio en un concurso sobre historia de revistas con un trabajo sobre Primera Plana,
los dos Marianos -Montemayor y Grondona- “representaban dos tradiciones diferentes del pensamiento de derecha
liberal y conservador en el país”. Si bien diferían en muchos aspectos, coincidían en que Illia debía cesar en su
cargo y en que Onganía era la última alternativa de orden y autoridad. “En los años 60 -piensa en 1996 Ramiro de
Casasbellas- los periodistas tenían un perfil común. Irresponsables, jugábamos a hacer un periodismo brillante sin
medir las consecuencias. Escépticos frente a las instituciones, cultos en permanente formación, para no parecer
complacientes con el Poder nos mostrábamos con poco tacto.”
2/ DURANTE
Un personaje de historieta llamado “Mafalda” interpretó mejor que cualquier editorial los sentimientos de temor,
desesperanza y perplejidad que despertaba la nueva interrupción institucional. La carota en primer plano de la niña
prodigio que Quino dibujaba para El Mundo apareció aquella mañana de invierno preguntándose lo que muchos:
“¿Y lo que me enseñaron en la escuela?”.
El mismo día del golpe, en una edición que se había cerrado con anterioridad, Primera Plana presentaba en tapa
una encuesta inquietante: “¿Quiénes (SI/NO) quieren el golpe?”. El 30, la revista que la democracia burguesa era
unanimidad, era cuánto peor podía ser lo que vendría.”
3/ DESPUÉS
Lo que vendría para la prensa no sería miel sobre hojuelas. A menos de un mes del golpe, el 23 de julio, el
gobierno de facto dispuso la clausura del semanario de humor Tía Vicenta y tres días después canceló el permiso de
venta en la Argentina del prestigioso semanario político-cultural uruguayo Marcha. El periodista Andrew Graham
Yool, en Cronología de la Revolución Argentina, afirma que a partir de 1966 se produjeron, en distintas etapas de
este proceso, detenciones de periodistas, querellas a medios y clausuras temporarias o definitivas de revistas y
diarios como Cristianismo y Revolución, Inédito, Azul y Blanco, Así, Crónica, Primera Plana, Ojo, Prensa
Confidencial y sus sucesoras Prensa Libre y Prensa Nueva. Adán no fue clausurada, pero su éxito ‘duró corto
tiempo en medio de condiciones represivas’. González O'Donnell recuerda así ese momento: “Cada mes había que
discutir con los censores del gobierno militar cuántos centímetros de piel libre podían exhibir las modelos. ¡Qué
aburrimiento! Renuncié y quedó en mi lugar Carlos Burone, pero la revista dejó de aparecer enseguida”.
Tía Vicenta, que en ese tiempo salía como suplemento dominical en el diario El Mundo, cayó en su ley: en la
tapa había caturizado a Onganía como una morsa; dos de ellas celebraban y consentían: “por fin hay un presidente
de los nuestros”. La notificación que recibió Landrú, como director del semanario, parecía un rayo: Clausurada por
falta de respeto hacia la autoridad y la investidura jerárquica”. Los diarios, incluso El Mundo, se limitaron a
consignar el hecho, pero sólo el Buenos Aires Herald lamentó y condenó la medida: “No habrá lugar para los
partidos políticos, pero debe haber lugar para el humor”. Nadie le respondió, pero era larga la lista de cosas para las
que no había lugar: el pelo largo, las expresiones culturales de vanguardia, hacer tranquilo el amor en los hoteles
alojamiento, los libros. Como para no llorar sobre la leche derramada, Juan Carlos “Landrú” Colombres, sacó el 31
de julio María Belén, otro suplemento que nunca hizo olvidar a su antecesor y en el que era evidente la supresión
deliberada del humor político.
La revista Confirmado justificó la clausura de Tía Vicenta alegando que una autoridad presidencial no podía ser
objeto de burla sistemática con el pretexto de la libertad de prensa”. Jamás había emitido comentario semejante
cuando durante la presidencia de Illia los caricaturistas de distintos medios lo representaban como una paloma o
como una tortuga. El 31 de agosto de 1966 los radicales en derrota emprendieron una acción audaz: comenzaron a
publicar la revista Inédito, dirigida por Mario
El fin de Eudeba
Uno de los saldos funestos de la intervención universitaria fue la renuncia de quienes, a partir de 1958 y con el
liderazgo de Arnaldo Orfila Reynal primero y de Boris Spivacow más tarde, habían levantado el ejemplar proyecto
de la Editorial Universitaria de Buenos Aires (Eudeba). “Durante ocho años un libro costó menos que un kilo de
pan, menos que un atado de cigarrillos, menos que una botella de vino común”, decía en su carta de renuncia del 3
de agosto de 1966 Boris Spivacow. Efectivamente, el formidable plan de lectura masiva lanzado por Eudeba, a
partir de la fórmula “Bueno, Bonito y Barato”, había llegado también a los kioscos, y sus colecciones, tratados,
manuales y libros de estudio se vendían a la par de las revistas. Es particularmente memorable el éxito alcanzado
por la “Serie del Siglo y Medio” que a comienzos de los 60 dirigía Horacio Achával: cuidadísimos textos de
Hernández, Sarmiento o Lugones con tapas e ilustraciones de grandes pintores como Berni, Urruchúa o
Castagnino. El paradigma de esa colección de divulgación a precios populares, diagramada por Oscar “Negro”
Díaz, fue la aparición del Martín Fierro ilustrado por Castagnino, que vendió 170.000 ejemplares en tres meses. Su
concepto era toda una invitación a leer: arte para todos.
Colofón
A esta altura queda claro que revistas como los semanarios Primera Plana y Confirmado alentaron el golpe que
puso fin al gobierno de Illia. Pero eso fue sólo un aspecto de su contenido y sería injusto no advertir los matices.
Veamos algunos:
* A la manera de sus similares extranjeras, se denominaban “revistas de influencia”.
* Propiciaban una ideología liberal, compartida por el grueso de sus lectores (nunca superaron los 60.000
ejemplares, pero tenían cinco o seis lectores por ejemplar).
* Apoyaron las novedades, las vanguardias estéticas, todas las formas artísticas y culturales de renovación y de
la modernidad en el país y en el extranjero.
* Informaron en detalle sobre todas las censuras, juicios y condenas promovidas por el poder militar contra los
creadores culturales.
* Revisaron importantes temas históricos de la época que estaban sepultados y sobre los que había mucha
ignorancia: el peronismo, Eva Perón, Che Guevara, el 17 de Octubre y muchos otros.
Promovieron el conocimiento de grandes figuras culturales extranjeras, desconocidas o prácticamente
desconocidas aquí, desde García Márquez hasta Marcuse. La tarea que hizo Primera Plana con su premio de novela
fue valiosa.
A partir de 1967, aun con los partidos políticos prohibidos, comenzaron a incluir entrevistas a sus dirigentes más
conocidos.
Un breve recreo
Aunque las dos habían tenido el mismo padre (Jacobo Timerman) y una le llevaba tres años de diferencia a la
otra, entre Primera Plana y Confirmado existía, una lógica competencia. La mayorcita ganaba en casi todo. Y
también en fútbol, como quedó demostrado en diciembre de 1966, cuando en la cancha del club YPF jugaron un
desafío. El equipo de Primera Plana (camiseta roja, pantalones blancos) le ganó al de Confirmado (camiseta a rayas
amarillas y negras) por 6 a 1. Muy conocidos periodistas integraron ambos equipos.
A pura pérdida
El 22 de diciembre de 1967 mil trabajadores -periodistas, gráficos y administrativos- del diario El Mundo, que
ya venían sin cobrar durante tres quincenas, reciben una desdichada noticia d fin de año: el mítico matutino en
donde habían trabajado Roberto Arlt, Octavio Palazzolo y Miguel de Amilibia, entre otros cientos, cierra sus
puertas. No era una sorpresa, porque ya desde 1965 la empresa se había presentado en convocatoria de acreedores.
En 1963 había perpetrado su última travesura. Durante semanas redujo ostensiblemente -y sin avisar a nadie- su
tirada metropolitana y produjo la sensación de que el diario se agotaba. Cuando para dar una respuesta lógica de
mercado su competencia Clarín aumentó su tirada, El Mundo regresó con su tirada habitual y apeló a las cifras del
instituto Verificador de Circulaciones para probar que las diferencias entre ellos y el diario de Noble no eran tan
grandes como se decía. La desaparición de El Mundo abre un espacio que Clarín no desaprovecha: en corto tiempo
sube sus ventas diarias de 347.000 a 424.000 ejemplares.
El 25 de junio de 1967 Clarín transforma su revista semanal, que aparece con nuevo formato. Desde la
contratapa de Clarín le tocó a Jorge Gótling, que en 1960 se había iniciado en Haynes, la dura tarea de despedir al
periódico en donde había dado sus primeros pasos periodísticos. En aquella glosa, a la que haciendo un juego de
palabras tituló “El fin del mundo”, destacaba lo que había significado para sus empleados el haber sido habitantes
de aquel edificio ejemplar ubicado en Río de Janeiro y Bogotá, en Caballito, que hasta peluquería tenía. Gótling
señalaba una incongruencia que nunca nadie se había animado a modificar: en el edificio había un restaurante para
periodistas y otro para gráficos. Sin embargo, el empeño de ver diferentes se terminaba en la realidad porque,
según apuntaba Gótling, tipógrafos y escribas comían en los mismos platos, utilizaban los mismos utensilios,
elegían menús idénticos y, fundamentalmente, despachaban cantidades similares de vino.
Periodistas en batalla
Enviado por La Nación, llegó a Vietnam en abril de 1968, y desde el 8 de mayo se perdieron todos los contaqtos
con él. Era el tercer periodista argentino que llegaba al epicentro de esa guerra (los anteriores fueron Jorge Iglesias,
de La Prensa, y César Corbellini Rosende, de Atlántida) y uno de los 105 de todo el mundo que murieron en acción
durante el conflicto. Ignacio Ezcurra era reportero y tomaba sus propias fotos. Alcanzó a enviar desde Vietnam
unas diez notas y presumiblemente fue emboscado por guerrilleros del Vietcong en el barrio chino de Solón -de
Saigón-, en donde se había internado apenas armado con una máquina de fotos, aunque le habían recomendado que
de ninguna manera entrara solo. En su hotel había quedado una hoja en la máquina de escribir, con el título de un
futuro despacho: “Sangre en mayo y paz en junio”. “Estoy sentado en tu mismo escritorio -le escribió a modo de
necrológica José De Zer, en Gente, en la cual Ezcurra solía colaborar- tecleando sobre la máquina que usabas. Y
qué sé yo, recibimos un cable. Dice que desapareciste en Vietnam. Pero eso no quiere decir nada, aunque hoy en la
redacción, Ignacio), no se escucharon los gri acostumbrados de un cierre.”
Propuesta política
En el Día del Trabajo de 1968 nace un agrupamiento sindical peronista combativo que se convierte en eje de la
oposición gremial y política al gobierno de facto de Onganía. Conducido por el dirigente gremial Raimundo
Ongaro, el movimiento -denominado CGT de los Argentinos- comienza a sacar un periódico cuya influencia
trascendería largamente los marcos del periodismo gremial o militante. En ese diario, CGT, que atravesó todas las
etapas (legales, clandestinas) y todas las situaciones (presiones, prohibiciones, atentados) trabajaron, entre otros,
Rodolfo Walsh y Horacio Verbitsky. Allí, entre mayo y junio de
1968, Walsh publica por primera vez la investigación “¿Quién mató a Rosendo?”, acerca del asesinato del
dirigente clasista Rosendo García en un tiroteo ocurrido en una pizzería de Avellaneda. Es otro de los trabajos de
Walsh considerados como modelos de investigación periodística, que luego sería editado como libro. En otra
investigación, bajo el título “La Secta del Gatillo Alegre”, demostró que en sus procedimientos la policía intervenía
abatiendo o hiriendo a quien se podía detener. Es lo que hace decir a su hija Patricia Walsh que en este y en otros
temas, Walsh fue un adelantado a su tiempo, “porque habló en 1969 del tema del gatillo fácil y porque
transformaba una información policial en una noticia política”. El diario salió hasta Julio de 1969, y desde el
número 49, hasta febrero de 1970, se editó y circuló clandestinamente.
Osvaldo Bayer se interesa en la historia de La Rosales -un barco de la Marina de Guerra que se había hundido
en una acción militar y del que sólo se salvaron los oficiales, mientras muere el resto de la tripulación.
Momento de renovación
En enero de 1969 La Nación, ya en su nuevo edificio de once pisos en Bouchard y Tucumán, pasó de 9 a 8
columnas y mejoró su sistema de impresión. Sus nuevas rotativas Goss, las más modernas de plaza, dejaban listos
en corto tiempo los 240.000 ejemplares de su edición. Las grandes empresas se expandían. El joven ejecutivo de
Atlántida Aníbal Vigil, de 32 años, anunció la compra del semanario Canal TV Y la adquisición de veinte unidades
de rotativa. Crónica, que ya vendía 500.000 ejemplares en tres ediciones, levanta su edificio de diez pisos en
Azopardo y Garay, y La Razón (apenas por debajo del medio millón de venta) también inaugura su impresionante
planta de General Hornos al 600, pensada para agregarle estudios de radio y de TV y dotada hasta de helipuerto. En
enero de 1969 muere el factótum de Clarín, y su viuda, Ernestina Herrera de Noble, asume la dirección del
principal matutino nacional.
Tres historias
Roberto Guareschi era profesor de inglés en algunas escuelas del sur del gran Buenos Aires y se ganaba la vida
en Swift como comprador de carne. “Mándeme 1.500 toneladas de carne sin hueso”, “Necesito 500 kilos de
picada”. Hacía bien el trabajo pero se le volvía insosteniblemente aburrido. Con un cuento había obtenido una
mención en el concurso de la revista El Escarabajo de Oro. Un día alguien le sugirió que entrara en el periodismo y
respondió casi con una bravata: “No me sentiría bien teniendo que hacer notas a pedido”. Finalmente el destino se
impuso y en 1969, a los 23 años, entró en La Razón y se convirtió en consentido discípulo de Félix Laiño. Allí
empezó haciendo epígrafes y copetes, pero pronto, fijándose en el estilo despojado y preciso de Fanor Díaz, Jaime
Zapiola o los hermanos Castiñeira de Dios, se dio cuenta de que desde este género, aun con notas por encargo, se
podía contar la vida.
En 1969 María Victoria Walsh llegó a Buenos Aires desde el interior y se alojó en la casa de Pirí Lugones, ex
pareja de su padre, Rodolfo Walsh. Según recuerda en 1996 su hermana Patricia, aquí empieza haciendo lo que
sabe: dando clases de inglés y traduciendo desde ponencias de psicoanalistas hasta notas periodísticas. Por aquellos
tiempos Vicki Walsh, de 18 años, tenía la idea de estudiar medicina para hacer psiquiatría, influencia que
probablemente haya recibido de Enrique Pichón Riviere, una de las primeras personalidades que conoció en
Buenos Aires. Antes de que se terminara la década del 60 entró en Primera Plana como colaboradora de la sección
Ciencia y Técnica”. Una de sus primeras notas, que firma con sus iniciales, es una burlona descripción de la
comunidad irlandesa en la Argentina, a la que presentaba prácticamente como un club de borrachos. La respuesta
de los irlandeses y sus descendientes no se hizo esperar, sólo que desconocían dos cosas: que detrás de las iniciales
de la autora de la nota se escondía una Walsh auténtica y que una de las principales fuentes informativas había sido
el propio Rodolfo Walsh.
En 1965, en Tandil, un joven periodista del diario local Eco corría al kiosco cada vez que llegaba Primera Plana
y leía cada línea con devoción. El “sueño del pibe” de ese muchacho de 21 años llamado Osvaldo Soriano era
trabajar en el semanario de moda, cuya forma de tratar las informaciones -satírica, algo malvada, siempre
inteligente- le resultaba fascinante. Un día le pidió a Osiris Troiani una oportunidad, y Troiani se la concedió.
Soriano tuvo que encargarse de contar los entretelones del tradicional Calvario que cada Semana Santa convoca a
la población de Tandil. Pasé dos o tres días escribiendo y rescribiendo la nota en el amanerado estilo de la revista y
cuando la terminé me di cuenta de que no podría quedarme en Tandil. Corría el riesgo de que me lincharan. Mandé
la nota, me despedí de mi novia y salí corriendo”, cuenta Soriano en un libro. Llegó a Plaza Constitución a la
misma hora en que aparecía la revista con su crónica, que llevaba su firma, junto a otras de Héctor Tizón, Daniel
Moyano y Francisco Juárez. La abrió temblando y se puso a llorar de felicidad. Un importante sacerdote de Tandil
protestó por la nota y tildó de mentiroso y comunista al novel reportero. Durante años, Soriano evitó regresar al
pueblo. Lo que hizo al llegar a Buenos Aires fue instalarse en la redacción de Primera Plana como sí alguien lo
hubiera llamado. A fuerza de verlo ahí todo el día, los “grandes” comenzaron a pedirle esos informes que nadie
quería hacer. El los hizo y se ganó un lugar en el cielo de los periodistas novatos. Después de todo, el del Calvario
la había pasado peor.
Ilusiones
A comienzos de marzo de 1970 Tomás Eloy Martínez estaba en París como corresponsal de la editorial Abril
cuando recibió un llamado de Raúl Horacio Burzaco: “Andá a Puerta de Hierro y escribí algo sobre Perón”. Luego
de intensas gestiones, Perón acepta recibirlo y entre el 26 de marzo de 1970 -la primera cita, con César Fernández
Moreno como testigo- y 1972, Martínez atesora treinta casetes con la voz del General, matizada con la permanente
intervención de José López Rega. En esos materiales, que empezaron a reproducirse en Panorama a partir de abril
de 1970, se encuentra la semilla de dos exitosos libros de Martínez: La novela de Perón y Las memorias del
General. Perón recordaba a Martínez, porque en junio de 1966, cuando el periodista integraba la redacción de
Primera Plana, le había solicitado una impresión sobre el golpe de Estado que acababa de derrocar a Illia, y las
expresiones de Perón fueron de aprobación. A los pocos días Perón desmintió esas declaraciones. Cuando
volvieron a encontrarse, Martínez le pidió una explicación y Perón no tuvo problemas en dársela: “Tuve que
hacerlo. Era exiliado político y el gobierno de Franco me impedía hacer declaraciones, bajo apercibimiento de
retirarme el permiso de residencia”. La nueva biografía de Perón, trazada con mente periodística y mano literaria
por Tomás Eloy Martínez, tuvo gran éxito entre los lectores del semanario.
Lozano, admirado
Los jóvenes periodistas que compartían con Jorge Lozano la politizada redacción de Panorama lo escuchaban
con asombro. Veían en él a un periodista de otra generación, con experiencia y sabiduría, ducho en el arte de la
anécdota atractiva y el relato poco trivial. Y, como si fuera poco, con un sentido muy argentino de la ironía. Como
cronista, los jóvenes colegas admiraban su pluma y aunque en muchos casos los separaran de él abismos
ideológicos, les gustaba su vocación por entender la realidad desde la política. Quienes en esa y en otras
redacciones hacían cola para escucharlo cuentan un costado casi extravagante de su personalidad: en su casa de
Banfield, Jorge Lozano se dedicaba a criar pajaritos de raza, actividad de la que se había hecho un profundo
conocedor.
El Cronista se renueva
En mayo de 1971 el tradicional diario especializado El Cronista Comercial, fundado en 1908, se transforma en
un diario general, acorta su marca (sacrifica la palabra “Comercial”) y pasa a ser el quinto matutino porteño. Hasta
ese momento se vendía a través de suscripciones. El nuevo diario decía, por medio de su director propietario, el
abogado Rafael Perrota, que “no teme enfrentar el mundo revolucionario e incierto en que vivimos”. En la
declaración de principios prometían ser honestos (su eslogan era “El diario que analiza la verdad”), convertirse en
una opción y, siempre, ser leales al lector. Desde los inicios de su relanzamiento el diario ofrece dos secciones muy
fuertes, con excelente información: “Política Nacional” y “Gremiales”. En la tapa, cada día, un chiste de
Garaycochea, para que -según había concebido Perrota- “de entrada se note que no somos solemnes”.
Llega La Opinión
En marzo de 1971, luego de nueve meses en su cargo, renuncia uno de los más opacos presidentes argentinos: el
general Roberto Marcelo Levingston. Lo reemplaza el general Alejandro Agustín Lanusse y se inicia el “tiempo
político” de la «Revolución Argentina” que Onganía había planeado para quince años después. La Argentina da
sorpresas.
El 4 de mayo de 1971, con 24 páginas y una edición dominical que en ocasiones llevaba el diario a las 48 hojas,
aparece lo que para muchos es la mayor creación de la vida profesional de Jacobo Timerman. La Opinión marca
una etapa decisiva en el desarrollo de un periodismo que le otorga singular predicamento al juicio de los periodistas
y un nuevo lugar a la información con análisis. “Se inaugura la era del diario selectivo, que no intenta ocuparse de
todos los temas superficialmente, sino de los fundamentales en profundidad, que no se desespera por combatir en
todos los frentes con la radio, la televisión y las revistas”, sostenía una frase de su extenso lanzamiento publicitario
aparecido en los diarios a partir del 13 de abril.
El caso Watergate
Desde el Washington Post, los norteamericanos Bob Woodward y Carl Bernstein pasaron a la historia (al menos
la del periodismo) en 1972 y probaron que una investigación periodística ejemplar podía ser tan revulsiva como
una campaña política. Este episodio fue mirado con enorme admiración en la Argentina porque demostró hasta
dónde podía llegar un trabajo realizado en máxima libertad y porque sus consecuencias -la generación de un
impresionante escándalo social y político y la posterior remoción de Nixon, presidente de una de las grandes
potencias del mundo-, jamás habían sido previstas. Para llevarla adelante hicieron falta periodistas muy valientes y
decididos, una empresa dispuesta a acompañarlos hasta las últimas consecuencias y un sentido elogiable de desafío
al poder. E incluso, como ironizó un periodista local de aquella época, teléfonos que anduvieran bien, porque buena
parte de las conversaciones los periodistas las registraron desde la redacción. Unos años después de la famosa
investigación el periodista Oscar Raúl Cardoso conoció en los Estados Unidos a Bob Woodward. En un momento
salió el recuerdo de aquel trabajo y Cardoso se sorprendió con la respuesta del norteamericano: “No te engañes.
Creo que hemos abusado y en algún momento lo pagamos con la ira de la gente. Fijáte que a fines de los años 70
las encuestas de credibilidad colocaban al periodismo en los lugares más bajos”.
Fusiones y negocios
Según recuerda Sergio Dellachá, en 1972 se concretan algunos cruces societarios que tendrán fuerte influencia
posterior. Fabril Financiera y Celulosa Argentina le compran a Julio Korn el 95 por ciento de las acciones de su
editorial. Korn retiene el 5 por ciento restante y continúa ejerciendo la presidencia de la empresa, que en ese
momento editaba siete millones de ejemplares mensuales de Radiolandia, Antena, TV Guía, Goles, Vosotras,
Labores, Anteojito (en sociedad con García Ferré) y Chabela. Por su parte, Rizzoli, de Mílán, había establecido
sociedad con editorial Abril, en principio para desarrollar el negocio de los fascículos y libros a través de las
empresas Anesa, Norildis y Huemul. Todo ese paquete se integra en un nuevo rótulo social, Celulosa Rizzoli
Empresas Asociadas (CREA). En 1977 se agregarían las revistas de Abril y la sociedad pasaría a ser la mayor
editora de revistas, con más de treinta títulos.
Sergio Dellachá, que durante años fue presidente del nuevo grupo, descubrió en un viaje por Italia una idea que
luego aplicó en Anteojito. Había visto una revista que regalaba útiles infantiles. “Al regresar habló con García
Ferré y decidimos hacer algo parecido. Ponerle algo de regalo en cada número, un extra que en la jerga se le
empezó a llamar ‘pifusío’, término difundido en el ambiente publicitario y que denomina a todo objeto difícil de
definir. De entrada, la revista pasó de una venta de 100.000 ejemplares al doble. Y llegó un momento en que
tuvimos que formar una cooperativa de sesenta o setenta mujeres que se dedicaban únicamente a pegar los regalos
en la tapa”, cuenta Dellachá.
“Con esta misma mano derecha con que hoy pongo en funcionamiento esta rotativa, antes de diez días firmaré el
decreto autorizando y disponiendo la radicación de las maquinarias que permitan la fabricación de papel en gran
escala”, dijo el presidente Alejandro Lanusse en setiembre de 1972 ante una multitud. Esto ocurría como parte de
los actos de lanzamiento de la empresa Papel Prensa, en preparación hacía cinco años. En los talleres de Clarín,
César Civita, como parte integrante de la sociedad, y Ernestina Herrera, viuda de Noble, apretaron el botón de la
rotativa que pondría a prueba la calidad de las bobinas de papel hecho de sauces y álamos del Delta argentino y
manufacturado en Finlandia. Con ese papel se elaboró un suplemento de 16 páginas titulado Papel argentino para
los diarios argentinos”. Papel Prensa debería producir 105.600 toneladas anuales de papel, con lo que el país
evitaría perder los 130.000 dólares diarios que se derramaban por la importación de este insumo.
Clarín y el desarrollismo
Roberto Noble había muerto en 1969. En vida, el fundador y director de Clarín había comulgado con el ideario
desarrollista Y en ese sentido la relación con el grupo político de Rogelio Frigerio tenía muchos años. Ya con
Ernestina Herrera al frente de la empresa, el ingreso y la influencia desarrollista se formalizan y dejan de ser un
secreto a voces. Quien primero había puesto el pie era el jefe de redacción Oscar Camilión y en esos años se
integraron Octavio Frigerio y Carlos Zafore. Tres jóvenes militantes del desarrollismo de la ciudad de La Plata y
amigos entre sí -Aranda, Pagliaro y Magneto- se integran al área administrativa del diario. Los cambios políticos se
reflejan en la redacción. Renuncian Osvaldo Bayer, Vicente Andrich y Jorge Cayo, y crecen las responsabilidades
de Oscar García Rey, Eduardo Durruty y de Marcos Cvtrynblum, a quien le ofrecen la prosecretaría general del
matutino y de ese modo inicia una larga y exitosa carrera. El acuerdo con el desarrollismo coincide con el
crecimiento del diario y su transformación en una de las empresas más poderosas del país.
Hechos y protagonistas
El lunes 28 de agosto de 1972, una comisión policial secuestró el número 500 de la revista Primera Plana. Y el
16 de setiembre, luego de la aparición de la edición 502, el gobierno de Lanusse dispuso su clausura definitiva. En
el considerando, el texto advertía que era una revista que “mantiene una actitud contumaz en su información,
opiniones e imágenes por los cuales incita abiertamente a la subversión y se deforman hechos con el inocultable
propósito de desprestigiar al gobierno y a las instituciones nacionales utilizando expresiones atentatorias contra la
cultura argentina”. A Primera Plana le sucede Cuarto Plano, todavía financiada por Jorge Antonio.
Sátira de la realidad
Cuando en noviembre de 1972 apareció Satiricón estaban en el mercado Patoruzú y Tía Vicenta, y en Córdoba
deslumbraba Hortensia, dirigida por Alberto Cognini. A la manera de publicaciones extranjeras como National
Lampoon, Bang, Pardon o Mad, la revista criticaba la realidad desde el humor. “El primer número fue una especie
de Patoruzú mejorado. No teníamos idea de lo que íbamos a hacer. Descubrimos a Ulanovsky a través de sus notas
en La Opinión. El acercó a Mario Mactas. Así se fue armando el equipo”, cuenta Andrés Cascioli, uno de los socios
de la publicación junto a Oskar Blotta, Pedro Ferrantelli y Carlos Blotta. Todas las circunstancias del origen fueron
insólitas. La redacción funcionaba en una agencia de publicidad, porque sus editores eran creativos publicitarios.
Los coordinadores de la redacción -Carlos Ulanovsky y Mario Mactas- no provenían del humor sino del
periodismo general. Dos chicas que en pocos números se convertirían en personajes de la publicación -Viviana
Gómez y Alicia Galloti- se habían acercado a la revista respondiendo a una solicitud de secretaria, pero en la
lectura de sus currícula Oskar Blotta advirtió que tenían condiciones para otras cosas. Y no se equivocó. Al poco
tiempo se casó con Viviana Gómez, quien manejaba con talento las cartas de lectores, mientras Galloti crecía como
símbolo de periodista agresiva y desprejuiciada.
Somos iconoclastas”, se sostiene en el número 3. Esa palabra griega, acuñada por los heréticos del siglo VIII y
que ninguno de los que hacía la revista conocía profundamente, alude al rompimiento de las imágenes y a la falta
de respeto hacia los valores tradicionales. El primer número tiró 40.000 ejemplares y vendió la mitad, pero desde el
segundo y en especial desde el quinto, cuando se publicó una excelente entrevista de Alicia Galloti a Oscar
Bonavena, la revista creció y creció hasta alcanzar los 250.000 ejemplares de venta dos años después.
Satiricón se distinguió como una revista sin límites, que se reía de todo y que a veces hacía un ejercicio legal de
la crueldad. “Nunca antes se había construido una publicación que fuera una mezcla tan atractiva de información y
pensamiento, con el valor agregado del humor. En conjunto, los escritos de Satiricón constituyen una ensayística
muy representativa de los años 70”, dijo en 1996 Mario Mactas acerca del mensuario que reunió los talentos de
Carlos Trillo y Alejandro Dolina, Jorge Guinzburg y Carlos Abrevaya, Crist y Fontanarrosa, Alicia Galloti, Ricardo
Parrota, Dante Panzeri y muchos más. por encima de todos ellos, manejando los hilos del sarcasmo y de la ir-
reverencia, ese genio menor que fue Oskar Blotta, a quien -al revés de lo habitual- sus redactores eran los
encargados de ponerle límites. Mactas, que también había trabajado en Gente, cree advertir tras la aparente
antinomia entre el semanario de Atlántida y Satiricón, un nudo de unión. Cada una, a su modo, cambia el idioma y
la manera de hacer periodismo en la Argentina. Y ambas tienen algo en común: se liberan de lo ‘políticamente
correcto’, de lo que había que hacer y decir y cómo decirlo en cada etapa. En Gente se privilegiaba la belleza,
incluso por sobre la verdad, y se colocaba a los periodistas en un rol protagónico intenso. En Satiricón recuerdo
haber escrito series de notas alrededor de las ideas ‘Córtese a pensar’ y ‘Contra toda forma de opresión’, que me
parecieron novedosas y distintas a lo que se decía y se pensaba en la época, casos de ensayística periodística.”
Los creadores
Oskar Blotta, director de Satiricón y creador del muñeco identificatorio, opinó que una revista tiene coherencia
e incoherencia, grandeza y bajeza, risas y lágrimas, de todo un estilo de vida como el argentino. Nosotros siempre
pensamos que era una revista que comenzaba donde las otras terminaban”. Acorde con la idea de que la “única y
gran estrella es la revista”, intentó crear una especie de grupo de pertenencia al que denominaba “círculo
hermético”.
En setiembre de 1971 Jorge Guinzburg y Carlos Abrevaya eran los libretistas de Vinocheando”, que se emitía
por Radio Rivadavia, y autores de frases como: “La diferencia entre el hombre y los objetos es una cuestión de
perspectivas. Mientras los objetos se achican vistos de lejos, los hombres se empequeñecen vistos de cerca”. Con
este y otros materiales fueron a ver al director de la revista satírica española La Codorniz, Alvaro de la Iglesia, de
paso por Buenos Aires, para ofrecerse como colaboradores. Cuando en 1972 apareció Satiricón, Guinzburg y
Abrevaya con esos mismos materiales se convirtieron en notorios colaboradores de la publicación.
En 1996 Guinzburg rescata el valor de la revista, pero puntualiza lo que dejó para siempre y lo que no volvería a
hacer. “Es un producto que rompe el molde, porque después de Satiricón nada deja de tener anclajes con la
realidad. Valorizó el humor para hacer periodismo y modificó la forma de hacer reportajes. Y así como fue muy
transgresora, tenía muy presente una característica muy violenta, de la época. Si algo molestaba o un personaje nos
resultaba adverso, lo demolíamos, sin posibilidad de rescatar nada. Seguro, nada lo escribiríamos igual hoy”,
reflexiona Guinzburg.
Cuadro de situación
En aquella excelente crónica, Sirvén enumeraba algo de lo más importante que sucedía por aquellos tiempos:
1 .Las organizaciones terroristas de izquierda y de derecha tenían en la calle sus propias publicaciones. Tras El
Mundo estaba el Ejército Revolucionario del Pueblo; Noticias, Descamisados y La Causa Peronista respondían a
Montoneros. Cabildo avalaba las posiciones de la ultraderecha y la Triple A sostenía El Caudillo.
2. Las revistas de actualidad como Gente o Siete Días pasaban por un buen momento, aun comenzaba una
tendencia que terminaría por corroerlas: el “arrevistamiento”, es decir, la mimetización de los diarios con las
revistas.
3. La Opinión dominaba la escena diaria, no tanto por su tirada sino por su penetración en ciertos sectores.
Desdichas
El 2 de junio de 1973, Jacobo Timerman denunció en una solicitada aparecida en La Nación “una maniobra
tendiente a alcanzar los incidentes necesarios para expropiar o cooperativizar el diario La Opinión”, que no salía
desde el 31 de mayo. En otra solicitada, el personal negó tales maniobras. Antes de la reaparición pública del
matutino, la empresa relevó de sus funciones a ocho empleados, casi todos notorios periodistas. La paz entre
Timerman y su gente se había roto, como cuando un año antes el personal había salido en defensa de Horacio
Verbitsky, desplazado de la jefatura de una redacción muy politizada. En la tapa del diario del 11 de marzo de
1973, día de elecciones generales, el diario informaba acerca del resultado de las elecciones internas. Sobre 78
votantes, Héctor Cámpora resultó el más votado con 45 sufragios, seguido por Oscar Alende con 12 y Ricardo
Balbín con 4. Se trataba de una sinceridad poco frecuente en el periodismo argentino.
En 1973, antes de la llegada del periodismo al poder, Héctor Ricardo García era propietario de un verdadero
multimedia. Tenía en sus manos Crónica, Así, Canal 11, Radio Colonia -del Uruguay-, dos teatros, una grabadora
de discos y una productora de estrellas. Protagonista de una cadena de desgracias, entre 1973 y 1975 le ponen
bombas en sus teatros, Así deja de aparecer, Radio Colonia sufre un grave boicot de anunciantes, la Triple A a
punta de pistola lo despoja de Canal 11 y en varias ocasiones el gobierno de Isabel le confisca Crónica como si esto
fuera poco, el 8 de marzo de 1973 una fracción del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) lo secuestra a él
durante catorce horas para obligar a Crónica a difundir un comunicado que salió en la quinta edición de ese día
pero que ya no pudo salir en la sexta, porque el gobierno lo impidió.
En setiembre de 1973 el ERP 22 de Agosto secuestró al apoderado general de Clarín, doctor Bernardo Sofovich,
y puso como exigencia de liberación, además de un pago en efectivo, la publicación de tres solicitadas, cosa a la
que la empresa accedió en la edición del martes 11.
El gobierno decidió actuar en contra de aquellos medios que aceptaran “imposiciones” de la guerrilla. “Aceptar
una publicación de esa índole invocando coerción y amenazas importa el procedimiento de participar y
complicarse en la acción subversiva”, explicaron. Ya liberado Sofovich y en momentos en que ofrecía una
conferencia de prensa en el diario, unos treinta civiles armados entraron por la puerta de la calle Piedras con armas
y bombas incendiarias que provocaron un par de heridos graves, además de daños en el edificio. Al referirse al
hecho, Perón le echó toda la culpa al diario: “Quien procede mal suele sucumbir en su propio mal procedimiento.
Clarín actuó mal y alguien, que se sintió herido, le respondió con otro mal procedimiento. Clarín fue cómplice de
los secuestradores, ya que tendría que haber dado parte a la policía”.
Un testigo
Para que no se filtrara que Clarín iba a publicar los comunicados del ERP 22, se montó un estricto operativo
adentro del diario. La publicación, que se hizo por una cuestión de vida o muerte, suscita una violenta crítica de
Perón y un ataque de matones vinculados a sectores sindicales. Ellos se equivocaron, porque en lugar de ingresar
por la entrada de la calle Tacuarí para atacar las rotativas como era su intención, trataron de entrar por Piedras.
Justo en ese momento el patrullero de una comisaría que no era la del barrio pasó por allí, vio lo que estaba
pasando, se bajó un oficial armado, dio la voz de alto y como respuesta un balazo le voló la gorra. El policía
dispara y hiere en una pierna a uno de los atacantes. Antes de que se lo llevaran se le escuchó decir: ‘Estoy vivo,
estoy vivo, avísenle a Rucci y a Lorenzo Miguel que estoy vivo’. Nunca se pudo saber dónde lo habían internado y
mucho menos su nombre”, explicó en 1996 Marcos Cytrynblum, prosecretario de redacción de Clarín.
El Mundo y Noticias
En Todo o nada, su libro sobre el ERP y Santucho, la periodista María Seoane cuenta la historia de la segunda
época de El Mundo, de agosto de 1973 a marzo de 1974. A través de testaferros allegados al Partido
Revolucionario de los Trabajadores (PRT) habían adquirido los derechos de la prestigiosa marca creada por la
editorial Haynes y los de su archivo de datos y fotografías. El diario empezó dirigiéndolo el abogado Luis Cerutti
Costa, posteriormente reemplazado por otro abogado, Manuel Gaggero. De acuerdo con las estimaciones de
Seoane, llegó a vender 100.000 ejemplares. “En 1973, cuando decide sacar Noticias, Montoneros era en términos
políticos e ideológicos una federación en la que confluían múltiples sectores. Entonces un diario era un vehículo
muy importante para darle a la gente una línea inmediata. Ya existía otro medio de masas, la revista Descamisados,
que tiraba 90.000 ejemplares. La intención de la organización era conducir a través del diario 11, explica Miguel
Bonasso, que en 1973 había sido jefe de prensa del Frente Justicialista de Liberación (Frejuli) que llevó al
peronismo al poder. El diario Noticias apareció el 20 de noviembre de 1973 y fue clausurado en agosto del ‘74.
Avatares
Ninguno de los dos periódicos reconoció públicamente su adscripción a las organizaciones armadas. Inclusos
sus directorios y redacciones estaban constituidas por personas que no pertenecían a ellas. En su breve vida, ambos
padecieron vicisitudes muy similares:
* Secuestro de ediciones.
* Detenciones, agresiones y muerte de sus periodistas.
* Persecución e intimidación a su personal.
* Graves atentados con bombas.
* Clausuras temporales.
* Restricciones conspirativas en la provisión de papel.
* Boicot de los operarios gráficos en las imprentas.
* La necesidad de cambiar de imprenta con mucha frecuencia.
* Los dos fueron finalmente clausurados mediante un decreto.
Algunos casos
El presidente Perón ofrecía una conferencia de prensa y los periodistas se turnaban con preguntas tranquilas.
Hasta que alguien osó molestar al estadista con una consulta sobre los grupos parapoliciales. Perón se irritó tanto
que, de un modo ampuloso, condenó sin juicio a la autora de la pregunta, la periodista Ana Guzetti, entregándola
virtualmente a las fauces de la ultraderecha. Estuvo presa sólo por hacer una pregunta, resultó enjuiciada y durante
años aquella simple necesidad de saber le trastornó la vida, porque sufrió injurias e intimidaciones.
La clausura de Noticias revela otro caso patético de persecución. El procedimiento, en la redacción de la calle
Piedras al 700, fue encabezado por el propio jefe de policía, el comisario Alberto Villar. Recuerda Miguel Bonasso
que Villar entró pisando fuerte y a los insultos, preguntando casi obsesivamente, a los gritos:
“¿Cuál es el escritorio de Rodolfo Walsh?”.
Elogios
El diseño que Oscar Smoje había logrado para Noticias es unánimemente reconocido, así como las virtudes de
su sección deportiva y los reiterados aciertos de sus tomas fotográficas, de las que en 1996 Miguel Bonasso
recuerda por lo menos dos: “Aquella foto que demostraba el vacío que queda en la Plaza de Mayo en el acto del lo
de mayo de 1974 en el que Perón se enoja ante los reclamos montoneros y los echa de la plaza. La secuencia que
prueba el origen policial de los disparos que matan al dirigente villero Chejolán, en una movilización frente al
Ministerio de Bienestar Social”. Para Patricia Walsh uno de los grandes desafíos del diario fue que su padre,
Rodolfo Walsh, tuviera a cargo la sección Policiales”, en donde colaboraban ella y la periodista Alicia Barrios. “Se
cuidaba de no calificar y de hacer crónicas con una concepción más política e ideológica”, afirma. ‘Yo no tengo
para nada la idea de haber trabajado en un diario montonero, a pesar de que sepa que fue así. Lo era desde lo
financiero o desde la conducción política, pero en modo alguno lo era en la necesidad de trabajar atado a una línea
política previa”, afirma Walsh.
Piratas aéreos
Ocurrió el 4 de julio de 1973. Por primera vez en la no tan dilatada historia de la piratería aérea, dos periodistas
tuvieron oportunidad de seguir paso a paso el secuestro de un avión de línea. El redactor Roberto Vacca y el
fotógrafo Rodolfo Lo Bianco, del semanario Siete Días, estaban a bordo de un Boeing 737 de Aerolíneas
Argentinas con destino a Jujuy. Eran dos más entre los 74 pasajeros y seis tripulantes. Iban a Jujuy para ponerse en
contacto con una de las caras del espanto argentino: viajaban a la provincia con más alto índice de mortalidad
infantil. Pero, una vez más, la casualidad les demostró que el periodismo es el oficio menos rutinario del mundo.
Apenas se había iniciado la travesía vieron que un muchacho vestido con un poncho se ponía de pie y en la parte
delantera del avión sacaba un arma larga de dos caños recortados (que muchas horas... más tarde se sabría que no
funcionaba) y anunciaba el secuestro de la máquina. Bastante después se enteraron que se trataba de un tal Basilio
José Mazor, identificado como “El Comandante Ciro”, del Ejército Revolucionario del Pueblo. Exigía que
Aerolíneas entregara dinero al Hospital de Niños y a la Comisión de Lucha contra el Mal de los Rastrojos (afirmó
que un hijo suyo de cinco años había muerto de esa enfermedad) y aseguró que en una escala próxima el guerrillero
Santucho se sumaría al pasaje. Tras sucesivas escalas (Córdoba, Mendoza, Santiago de Chile, Panamá), el avión
arribó a La Habana. Vacea y Lo Bianco siguieron los movimientos del modesto empleado estatal de Pergamino que
llegó a La Habana y se entregó detenido a un oficial cubano. Y en números sucesivos les contaron la aventura a los
lectores de Siete Días. Luego de más de cien horas de vuelo, retornaron a la Argentina, y en su redacción fueron
recibidos casi como héroes.
Jaque y Firpo
Norberto Firpo fue durante años director de Siete Días y como tal fue el forjador de una serie de jóvenes que
hoy ocupan importantes puestos: Pablo Ananía, Daniel Tiner, Mempo Giardinelli, José Tchercaski, Andrés
Oppenheimer, Juan Carlos Porras, Alberto Angeletti, Alberto Agostinelli, Daniel Kon, Otelo Borroni, Roberto
Vacca y Sergio Sinay. Pero de lo que más se acuerda Firpo es de los campeonatos de ajedrez en donde todos se
trenzaban contra todos y ponían tanto empeño y talento como para hacer una nota. De esos torneos persiste más de
una historia negra, pero hay una que Firpo desmiente: que siempre fuera él quien terminara al frente de la tabla.
“Eso es mentira, porque había muchachos que jugaban muy bien”, dice en 1996.
Muchachos
A los 22 años, luego de ser un exitoso vendedor de máquinas viales, Daniel Tiner ingresó en la redacción de
Siete Días para hacerse un camino en el periodismo. Allí se deslumbró con redactores como José María Jaunarena
o Abel González, que con cuatro fotos y con su propia cultura eran capaces de llenar varias páginas. Desde
entonces, cuando su amigo Mario Bohoslavsky (muerto en 1995 en Barcelona) le abrió las puertas de aquella
redacción, hasta hoy Daniel Tiner recorrió parte de una trayectoria que recuerda entrañablemente. En aquella Siete
Días de la década del 70 los redactores coincidían en que era mucho el tiempo que pasaban allí y que,
consecuentemente, debían sentirse lo mejor posible. En ese acuerdo nacieron los campeonatos de ajedrez. “Llegó a
discutirse en asamblea si era sindicalmente correcto o no convertir al trabajo en un club. Los grandes medios
tuvieron siempre algo de club, de reunión social. Eso hacía crecer la pertenencia, y ahora eso lamentablemente se
perdió”, acota Tiner.
Nace Redacción
Con la indemnización que había obtenido al irse de La Opinión, algunos créditos amistosos y unas oficinas
prestadas, secundado por su esposa -la abogada y periodista Emiliana López Saavedra- y el periodista Carlos
Russo, Hugo Gambini lanza en marzo del ‘73 el mensuario Redacción. “Se venía la apertura del ‘73, se venían las
elecciones: yo dije ‘hagamos una revista política’. Fue un boom desde el primer número, porque le metí el código
electoral y los fiscales y presidentes de mesa compraban de a diez ejemplares. Se volvía a votar y la gente estaba
como olvidada de esas prácticas. También saqué las plataformas de cada uno de los partidos y la gente se
sorprendió como diciendo, ah, cierto que las plataformas existen y los ciudadanos podemos controlarlas”, recuerda
Hugo Gambini. Pablo Sirvén, que fue durante varios años jefe de redacción de la revista, se suma a la evocación.
“Nace llevando en sus genes a la Primera Plana de los años 60, impone un estilo propio, polémico, atractivo, que le
depara un éxito inicial grande. Después se comercializó un poco.” “En un principio”, afirma Sirvén-, Redacción
aprovechó bien la alta temperatura política que se vivía.”
En esos días el semanario Panorama, que había titulado “Llega el gobierno de la liberación” cuando asumió
Cámpora, explicaba con mayor cautela el desplazamiento del presidente a menos de cincuenta días de su asunción.
Tal vez por eso una de las tapas reunía a Balbín y Perón, como líderes de los dos partidos mayoritarios: una
expresión de deseos o el señalamiento de un camino de unidad que, al menos en esos años, no se concretaría. La
redacción de Panorama era hiperpolitizada y, entre otros, trabajaban José María Pasquini Durán en “Política”, Jorge
Couselo, Aída Bortnik, Ana Basualdo y Jorge Lebedev en “Cultura” y “Vida Cotidiana”, Ernesto Ekaizer en
“Economía”, Pablo Piacentini en Internacionales” y Martín Yriart en “Ciencia y Técnica.
Crisis con K
La revista Crisis apareció en mayo de 1973, pero había empezado a gestarse algunos años antes. Federico
Vógehus, un empresario inteligente y progresista, muy poderoso, había hecho toda una carrera en Bunge & Born.
Gran coleccionista de documentos históricos y de pintura rioplatense (en especial antigua), especializado en la vida
y obra de Figari, siempre había estado cerca de la cultura y de los artistas. En una ocasión, acusado de falsificar
cuadros de Figari, fue preso y muchas conocidas figuras de la cultura se movilizaron para reclamar su libertad. Al
quedar libre, Vogelius pasó a saludar a uno por uno a los que habían pedido por él, entre otros a Ernesto Sabato.
Cuando Vogelius le preguntó cómo podía retribuir su solidaridad, Sabato le sugirió que sacara una revista cultural.
Vogelius no lo dejó en promesa y puso en marcha el proyecto encomendándole a un grupo de notables -como José
Luis Romero, Ernesto Epstein, Jorge Romero Brest y el propio Sabato- la elaboración del perfil definitivo de la
publicación. Como la concreción de la línea se dilataba en conversaciones demasiado extensas, Ernesto Sabato
acercó al grupo a Julia Chiquita» Constenla, una periodista que venía de Gente, para que le diera mayor dinamismo
y ejecutividad a los pensamientos de los intelectuales. “Ernesto quería ponerle Krisis, con 'K’, nombre que fue
desechado. Pero ya Crisis estaba registrado, por eso la revista se llamó Ideas, Artes y Letras en los Tiempos de
Crisis”, evoca Constenla. Para directores hubo dos candidatos. Juan Gelman, que en ese momento dirigía el
suplemento cultural de La Opinión y se prefirió no tocarlo de ahí, y Eduardo Galeano, finalmente el elegido, a
quien se trajo del Uruguay”, agrega Constenla, que durante doce números ocupó la secretaría de redacción.
Galeano reunía una rica experiencia rioplatense en materia de revistas culturales, militantes de la izquierda
nacional. El autor de Las venas abiertas de América latina (a la cabeza de la lista de best-sellers en el momento de
aparecer Crisis) había sido secretario de redacción del semanario Marcha, de Montevideo’ entre 1961 y 1964. “La
de Crisis fue una experiencia que sacudió el árbol -le explicó Galeano a Mona Moncalvillo en una entrevista-.
Desafió las concepciones tradicionales de lo que debía ser una revista cultural y apareció en un período de alta
euforia en donde todo el mundo era capaz de la creación. A mí me irrita mucho cuando se lo pretende reducir al
puro terrorismo, eso no es verdad. Crisis fue expresión de esa creatividad. Crisis hizo por primera vez cultura
popular: recogió las voces de los locos, de los niños, de los obreros, de los enfermos, de los indios, de los
gauchos.”
Trayectoria
El primer número se agotó y hubo que reimprimirlo. Personalidades como Osvaldo Bayer, Raimundo Ongaro, el
padre Mujica y Liliana Heker respondían una encuesta sobre El libro de Manuel, de Julio Cortázar. En los distintos
artículos había nombres y temas que presagiaban los distintos cruces culturales que la revista alentaría y tendría en
cuenta para exámenes y debates futuros: Lenin, Perón, Guímaraes Rosa, Manuel Rojas, Alberto Girri, Freud,
folklore, psicoanálisis, indígenas y la historia como disparador permanente de enseñanzas y reflexiones. En los
siguientes números salen secciones originales como análisis comparativos de productos; las extraordinarias
entrevistas antropológicas de María Ester Gillio y las de personajes realizadas por Ernesto González Bermejo.
Deben destacarse los aportes de Herman Mario Cuevas -con sus perfiles notables en la página final, y su deliciosa
sección “CarTict"-, y los del humorista Pancho. También en sus detalles gráficos la revista era muy distinta:
impresa en sepia sobre papeles de una densidad poco habitual, el diagramador Eduardo Rucio (Sarlanga) elegía
para las ilustraciones el desdeñado recurso de la viñetería (se dice que era un gusto de Galeano), de los dibujos
antiguos y de detalles amplificados de reproducciones, a lo que se sumaban los magistrales dibujos de
Hermenegildo Sábat. Las tapas de Crisis siempre fueron tipográficas y tranquilas, valorizando la exposición del
contenido temático de la revista. Lo que cambiaba era el color del cartón en que se imprimía. A partir del número
12 Julia Constenla es reemplazada por Aníbal Ford, quien se suma a Galeano y a Gelman, que, ya alejado de La
Opinión, se incorpora a la revista. “Había una división del trabajo -explicó Aníbal Ford-: Galeano supervisaba los
artículos del exterior y todo lo que tuviera que ver con narrativa; Gelman se ocupaba de la poesía y de las notas
especiales y en mí recaían la ensayística y los ‘Cuadernos especiales’. Bastante más adelante Gelman se aparta,
Galeano inicia su exilio y se incorpora el poeta Vicente Zito Lema.
Todo en un Cuestionario
En 1973 el doctor Terragno y su socio Miguel Ángel Diez convencieron a la editorial Peña Lillo para que
financiara la publicación de la revista mensual Cuestionario. Apareció en los kioscos durante el breve mandato de
Cámpora (cuyo ascenso la revista alcanzó a saludar porque salió en mayo), lamentó la muerte de Perón en 1974,
soportó que el gobierno de Isabel y López Rega le quitara los avisos oficiales en 1975 y, ‘76, rechazó la censura
previa que los militares sugerían. Terragno cerró la revista Y se exilió, primero en Venezuela y después en Londres.
En el número 1, en un ejercicio de transparencia insólito para aquel tiempo, la revista empezaba revelando qué y
quiénes estaban detrás de Cuestionario. En sus inicios era un tabloide grande impreso en papel de diario, y contaba
con el aporte de un extraordinario gráfico: el cordobés Lorenzo Amengual, que también dibujaba su tira “Historias
de Seres Pequeños”. A partir del número 25, su formato pasa a la clásica medida de revistas 20 por 28.
“Cuestionario no se achica -advertía la publicidad-; sólo cambia de formato para agrandarse”, y empieza a incluir
tapas dibujadas por Andrés Cascioli, que ya se había revelado en Satiricón.
Revisar hoy la colección de Cuestionario permite ponerse en contacto con una revista excelente, verdadera
muestra del periodismo para aclarar y no para complicar más las cosas. En el número 2 la revista se preguntaba:
“¿Qué es el socialismo nacional?” -en una época en que buena parte de la sociedad le cantaba loas a esa idea-;
hacía una revisión amplia de la prensa política del momento y las contratapas eran el espacio en donde Terragno
desarrollaba su editorial. Hojeando números atrasados se descubren ideas notables: una crónica de 1958 de Gabriel
García Márquez en la que hablaba de cuando Guillermo Kelly se fugó de la cárcel de Río Gallegos disfrazado de
mujer. En el número 5, en pleno lopezrreguismo, ofrecen una perla directa del pensamiento del secretario privado
de Perón titulada “Nuestra deuda con la vaca”. Son valiosos, y todavía vigentes, los análisis del poder económico
en América latina y en la Argentina. En el área cultural, a cargo de Aída Bortnik, se debatía sobre el cine en boga y
se generaba una polémica que duraría meses en torno a Roberto Goyeneche. En cualquier caso la revista era una
tribuna abierta contra el sectarismo, los dogmatismos y los mesianismos tan presentes en la Argentina de esos días.
Les tocó enfrentar la cruel escalada de violencia y casi un año antes de julio de 1974 publicaron una
investigación que empezaba con una pregunta que estaba en la cabeza de casi todos: “¿Y si se muere Perón?”.
Después de la publicación un funcionario de la agencia Télam citó al subdirector Miguel Ángel Diez y le acercó el
pensamiento oficial al respecto:
“Queremos que sepa que para nosotros, Perón es inmortal”. Diez salió aturdido de la reunión, pero después tuvo
tiempo de reflexionar: “Hablar de la salud de Perón era considerado un acto terrorista”.
Contrariando el deseo de aquellos seguidores, Perón se murió y Cuestionario no eludió el tema de la difícil
sucesión y lo que se gestaba: la conspiración militar contra el gobierno de Isabel. Por esos días aparecieron más
notas de viajes, se hizo frecuente la columna del analista norteamericano Jack Anderson y se agrandó
considerablemente la sección cultural.
Enviado especial
En diciembre de 1973, La Opinión envió a Enrique Raab a hacer una serie de notas sobre la realidad cubana.
Raab pasó treinta días en Cuba y al regresar, entre enero y febrero de 1974, publicó sus vivencias y observaciones
en ocho crónicas, que en mayo -a favor de la inquietud de Daniel Divinsky, de Ediciones de la Flor- se convirtieron
en el libro Cuba, vida cotidiana y revolución (dificilísimo de encontrar hoy en día). En la introducción Raab señala
que es mucho lo que le quedó sin contar de su viaje. ‘James Joyce, claro, escribió más de mil páginas inmortales
sobre un solo día, el 5 de enero de 1905, vivido en su ciudad de Dublin pero su nivel de investigación, y por
supuesto de genio, era otro que el mío. Y el propósito de estas notas nada tiene que ver con la literatura, pero sí con
ese trabajo repentista, imperfecto y desprolijo que es el periodismo.” Demasiada humildad la de Raab sus crónicas
-tanto las de Cuba como tantas otras que hizo en su vida periodística- son vívidas, ejemplares por lo bien pensadas,
planteadas y escritas, repletas de datos todavía vigentes. Estas notas lo sobreviven a él, que lamentablemente es
uno de los cien periodistas argentinos desaparecidos durante la dictadura. Al regresar de aquel viaje escribió que
Cuba le había transmitido la fe en otra sociedad inminente y la certeza de que un nuevo hombre se está gestando”.
En la calle
En agosto del ‘74, con la idea de hacer un medio en alianza con el Movimiento de Renovación y Cambio (que
posteriormente sería el alfonsinismo), con la intransigencia y algunas otras expresiones independientes, el Partido
Comunista (PC) argentino solventó la aparición de La Calle, un diario que nació con muchos conflictos y tuvo
corta vida. Según rememora el periodista Isidoro Gilbert, participante de aquel proyecto, lo dirigía la escritora
Marta Mercader y Pepe Capdevila se hizo cargo de la sección política uno de cuyos redactores era el hoy dirigente
radical y ex diputado Leopoldo Moreau. En la conducción empresaria, junto a figuras estelares del PC como
Rubens Iscaro y Pío Besrodnik, estaban el radical Conrado Storani, el líder intransigente Oscar Alende y -Como
extrapartidario pero traído por su amigo, el músico Osvaldo Pugliese- el escribano y experto en tangos Natalio
Etchegaray. “Tuvimos muchos problemas para ponerlo en marcha -señaló Gilbert-, porque Talleres Alemán, que
entonces imprimía La Opinión, nos había prometido atención pero no pudo cumplir debido a una presión en favor
del diario de Timerman que hizo el entonces ministro de Economía José Ber Gelbard. Eso atrasó
considerablemente la salida, pero nosotros también nos habíamos equivocado, porque antes de concretar el taller ya
habíamos tomado a toda la redacción.”
Despedida a Perón
A las 13.15 del 1’ de julio de 1974 murió el presidente de la Nación Juan Domingo Perón, que transitaba su
tercera presidencia elegida por el pueblo. Una presencia fuerte y explosiva en la vida argentina que sumaba más de
treinta años e incluía su exilio en España durante dieciocho temporadas.
Desde varios días antes, Noticias -según señaló Miguel Bonasso, en aquel entonces su director- fue señalando
“todas las incoherencias y contradicciones de la información oficial”. En su edición del 27 de junio registró que el
cable 124 de la agencia Télam anticipaba el regreso de la vicepresidenta Isabel Perón para el martes siguiente, en
tanto más adelante el cable 167 lo anunciaba para el viernes 28, y un tercer despacho -el 183- confirmaba
abruptamente que estaría en Ezeiza en la tarde del sábado. El 28, Noticias tituló: ‘Perón, reposo absoluto”.
ASESINATOS Tras recibir numerosas amenazas, fue secuestrado el director propietario del diario El Día de La
Plata, David Kraiselburd, que ocupaba el cargo desde setiembre de 1961 y que en ese momento era también
vicepresidente de Adepa (Asociación de Empresas Periodísticas Argentinas) y presidente de la agencia Noticias
Argentinas. A las 9 de la mañana del martes 25 de junio un grupo comando cerró el paso de su auto y lo sacó de allí
con violencia. Más de veinte días después, haciendo un rastrillaje por Gonnet, en los alrededores de La Plata,
buscando a quienes en esos días habían asesinado al dirigente radical Arturo Mor Roig, la policía encontró de
casualidad el escondite en donde los montoneros tenían encerrado a Kraiselburd. Estaba en una carpa de lona
dentro de una habitación. Al llegar la policía, los montoneros lo mataron y luego intentaron huir. Fue Mario West
Ocampo, un cronista del propio diario de Kraiselburd, que cubría el episodio policial de origen, el que tuvo la
ingrata tarea de reconocer el cadáver del empresario y periodista. Años después, en una entrevista que le hizo Mona
Moncalvillo, su hijo Raúl Kraiselburd reflexionaba así: “En ese momento los argentinos dividíamos a las muertes
en buenas o malas. Con un primitivismo total suponíamos que las malas eran las de los amigos y buenas las de los
enemigos”.
El 13 de octubre de 1974 es asesinado el periodista Pedro Leopoldo Barraza. En 1985, en un recordatorio
publicado en La Razón, Luis Bruclistein escribió que Barraza había dado, en una nota de La Opinión del 12 de
noviembre de 1971, la primera información pública acerca de las inclinaciones esotéricas de José López Rega. Se
refería a su comentario sobre Astrología esotérica (Secretos revelados), un libraco de 737 páginas escrito por el
entonces secretario de Perón y a partir del cual comenzó a difundirse su apelativo “El Brujo”. Ni en la parte más
optimista de la bola de cristal que utilizaba López Rega -el cabo ascendido a comisario entre gallos y medianoche-
se profetizaba que de asistente del general en el exilio pasaría a ser superministro e ideólogo de la Triple A. A partir
de marzo de 1973 Barraza, un antiguo militante del peronismo, denunció presiones y persecuciones policiales. Para
distanciarse de ese clima eligió vivir un año en Europa y, al regreso, obtuvo del gobierno de Perón la dirección de
la emisora estatal Radio del Pueblo. Cuando tuvo plena inserción en el aparato estatal, la Triple A no perdonó
aquella osadía de Barraza de burlarse del policía astrólogo en ascenso político, ahora su jefe. Barraza, de 36 años
(un tipo encantador, algo tartamudo y con un notable sentido del humor, que lo llevaba a tomarle el pelo a todo el
mundo empezando por él mismo, y un sagaz periodista político) apareció en un suburbio acribillado de seis
balazos.
El 19 de mayo de 1975 el periodista Jorge Money, acreditado por La Opinión en el Ministerio de Economía,
apareció asesinado en un descampado cercano a las piletas de Ezeiza. Había sido secuestrado por desconocidos 77
horas antes. Money tenía 29 años, era casado y tenía una hija de 3. No se le conocía militancia política. El día
anterior al asesinato, el diario, dando cuenta de una conferencia de prensa ofrecida por el subsecretario de
Seguridad Interior, el policía Héctor García Rey, había titulado:
“¿Propone García Rey crear un Escuadrón de la Muerte?”. Interpretaba de ese modo unas declaraciones de
García Rey en Tucumán: Para terminar con la guerrilla se utilizarán los mismos métodos anticonvencionales que
usa la delincuencia”. Si bien el funcionario negó haber dicho exactamente eso, confirmó que la presidente Isabel
Perón le había ordenado Imponer el orden a toda costa”.
CENSURA Desde el 28 de setiembre de 1974 regía la ley 20.840 que en nombre de la seguridad nacional
imponía prisión de dos a seis años a quien “divulgara, propagandizara o difundiera noticias que alteren o supriman
el orden institucional y la paz social de la Nación”. Todo daba miedo, y los periodistas y el periodismo no sabían
bien dónde pisaban, aunque de algún modo sospechaban que estaban parados en la boca de un volcán. Todos, de un
modo u otro sufrieron la censura y su prima hermana, la autocensura. Cuenta un testigo cercano a la revista
Satiricón, que por entonces era uno de los grandes éxitos de venta -el número anterior a su clausura llegó a los
250.000 ejemplares-, que los problemas más graves empezaron cuando murió Perón. Pero que ya desde el retorno
del General, mensajeros oficiosos les habían hecho saber que Perón tenía un muy desarrollado sentido del humor,
siempre y cuando se refiriera a otros. A partir de un momento, aplicando una decisión de autocensura, se alejaron
un poco del humor político o de actualidad y, para no caer en el costumbrismo fácil o en los chistes atemporales
con variantes, intentaron un humor basado en el asco (muy celebrado por los adolescentes) y después con el humor
sexual. Finalmente Isabel sancionó a la revista por inmoral y Satiricón concluyó su primera etapa en octubre de
1974. En una ocasión, para sortear la prohibición de informar sobre actos de la guerrilla, Crónica incurrió en un
alarde de humor involuntario. Un grupo armado había asesinado a un oficial y el diario lo dio a conocer de este
modo: Sorpresivamente murió hoy un capitán del Ejército”. Ante la renuncia del presidente provisional Raúl
Lastiri, en julio de 1975, La Razón tituló: “Cayó Lastiri”. Y Ultima Hora, el reemplazante de Crónica desde febrero
de ese año, fue más allá: “Expulsaron a Lastiri”. Aunque en un principio las organizaciones guerrilleras podían ser
mencionadas siempre que aparecieran en minúscula, luego el cerco se acentuó y se obligaba a los medios a
nombrarlas como organizaciones delictivas o mediante eufemismos memorables: Montoneros pasó a ser la
organización declarada ilegal en primer término”, mientras que el ERP se convirtió en la organización declarada
ilegal en segundo término”.
CLAUSURAS A mitad de diciembre de 1974 el diario Crónica -que en ese momento vendía 800.000 ejemplares
en sus tres ediciones- lanzó desde sus páginas un reclutamiento de voluntarios que coincidieran con la idea de
recuperar las islas Malvinas. La actitud del diario, que presuntamente se inmiscuía por su cuenta en un tema que
competía a la seguridad nacional y, en especial, la importante respuesta que tuvo la campaña (llegaron a inscribirse
20.000 ciudadanos), intranquilizaron al gobierno de Isabel Perón, fastidiaron a la Cancillería -que no confiaba para
ese momentos en acciones tan directas- y enfurecieron a sectores militares. Aunque se pensó que el diario de
Héctor Ricardo García había cometido delito de sedición, el gobierno decidió pasar por alto a la Constitución (en
donde esa falta está prevista) y, sin recurrir a la Justicia, mediante el decreto ley 16.970, ordenó la clausura
definitiva del diario. García sostiene que detrás de esa medida había otra razón, según él, la verdadera: su posición,
como director propietario de Canal 11, contraria a la medida de estatización y expropiación dictada apenas después
de la muerte de Perón.
En marzo del ‘74 ya había sido clausurado el diario El Mundo y en agosto, también por decreto, termina sus
días Noticias. En ese mismo mes había salido el diario La Calle y cuando el gobierno observó que había captado a
buena parte de los lectores de El Mundo y Noticias, decidió clausurarlo también, en noviembre. El gobierno de
Isabelita no se andaba con contemplaciones cuando de diarios opositores se trataba.
Con un grupo de directos colaboradores de Satiricón (Tomás Sanz, Tabaré, Grondona White, Guinzburg y
Abrevaya) Cascioli organizó la aparición de Chaupinela, que también clausuró Isabel en 1975 con juicio por
desacato y todo. Cascioli lo evoca de este modo: Isabel había sido sospechada de guardarse un cheque de 400.000
dólares de una cruzada de solidaridad justicialista. Nosotros agarramos una vieja canción, La chica del 17 (por lo
del 17 de Octubre), le cambiamos la letra y la adaptamos satíricamente. Ella se enojó y me mandaron a buscar por
la Triple A a una dirección en la que ya no vivía. Por suerte. Recién me presenté a los dos meses”.
Según cuenta Miguel Bonasso, el importante archivo de datos y fotografías de Noticias “fue a parar a
dependencias de la Marina, más exactamente a la Escuela de Mecánica de la Armada. Y fue utilizado cuando
Massera financió proyectos periodísticos como la revista Cambio, cuyo logotipo era idéntico al de Noticias, y el
diario Convicción, en donde descubrimos tomas que habían hecho los fotógrafos nuestros”.
EXILIOS
El 29 de noviembre de 1975 muere en México por una meningitis fulminante la periodista Silvia Rudi, a los 29
años. Un tiempo antes ella había abandonado la Argentina en medio de amenazas a su vida. Silvia era integrante de
una familia de periodistas. Leo Rudi, su abuelo, había sido puntal de Crítica desde la década del 20; su padre,
Alberto Rudi, que hoy tiene 80 años, pasó por numerosas redacciones con una trayectoria brillante. Ella, antes de
convertirse en corresponsal viajera e instalarse en París, había trabajado en Primera Plana y La Opinión. Un libro
titulado De profesión, periodista, editado por De la Flor en 1984, contiene muchas de sus notas realizadas desde
1967. Allí Olga Bruder, la madre de Silvia, desarrolla, en apuntes conmovedores la hipótesis de que su hija murió
“de enfermedad pero también de exilio”. Los periodistas exiliados fueron centenares, y a cada uno el desarraigo le
provocó muertes parciales. Muchos fueron los que no volvieron y desarrollaron su tarea profesional en distintos
países.
Andrew Graham Yool trabajó hasta 1976 en el Buenos Aires Herald. Dos de las entrevistas que allí hizo
-conferencias de prensa de Roberto Santucho y de Mario Firmenich- le valieron juicios, presiones de servicios de
inteligencia y el exilio, primero en Francia y luego en Londres, en donde vivió, trabajó y fundó la revista Index on
Censorship, dedicada al tema de la libertad de expresión en el mundo Otro caso paradigmático de aquellos tiempos
es el de César Civita, pues debió abandonar el país con toda su familia luego de recibir amenazas de organizaciones
de izquierda y una abierta hostilidad de parte de la Triple A, que baleó su departamento. Con su partida se producía
una gran pérdida. Sergio Sinay, que trabajó varios años en editorial Abril y a partir de 1976 se exilió en México,
destaca que Civita “tenía la cultura humanista, general, de los intelectuales del Renacimiento italiano. Y eso se
notaba en sus revistas: bien escritas, bien informadas, eminentemente formadoras”.
MIEDO
Entre fines de 1974 y 1975 la situación se tomó claramente hostil con los medios, y la vida cotidiana se parecía
cada vez más a una guerra. Los periodistas pasaron a ser un grupo de riesgo. Uno de ellos, que prefiere mantener el
anonimato, recuerda: “Lo increíble es que todos los días nos veíamos en la redacción. Y hacíamos como que no
pasaba nada. Todos, con humor, con amabilidad, tratábamos de superar la persecuta que pesaba en el ambiente.
Uno daba vueltas y vueltas, pero siempre se caía en el mismo tema: muerte y miedo, muerte y miedo. De eso se
hablaba en voz baja. Siempre se empezaba con la pregunta: ‘¿Te enteraste lo que le pasó a...?’. Y aquí siempre iba
el nombre de algún amigo querido o conocido o cercano al que le había pasado algo malo”.
En un libro sobre los periodistas desaparecidos, la hermana de Enrique Raab dice que la cordura y la sensatez
indicaban que Enrique tenía que irse del país. Una vez, haciendo unas notas en Malvinas, consultó con militares de
alto rango y salió convencido de que podría quedarse... Antes de que lo mataran participaba de una revista militante
y para uno de los números cero entrevistó al brigadier Cacciatore. Fuera del reportaje, le preguntó si había razones
para que él tuviera que irse. La respuesta de Cacciatore lo tranquilizó tanto que volvió a vivir a su propio
departamento”. Es evidente que Cacciatore le había dicho a Raab lo que Raab quería escuchar.
En el número 9 de la revista pro montonera La Causa Peronista, aparecida el 3 de setiembre de 1974, altos
dirigentes montoneros contaron cómo habían matado a Aramburu. Esa nota, en la que se relataba con lujo de
detalles -tan precisos como inútiles y estremecedores- la ejecución del militar, aterrorizó a sectores de la opinión
pública, incluso a aquellos que mantenían una mirada de adhesión a las reivindicaciones de la guerrilla. El 20 de
junio de 1975 Andrew Graham Yool fue uno de los testigos de la conferencia de prensa en la que, en nombre de
Montoneros, Mario Eduardo Firmenich hizo públicos los detalles de la liberación de Juan y Jorge Born, tras seis
meses de secuestro. Desde entonces, en varias ocasiones Yool tuvo que atender la llamada de jueces que le
reclamaban más y más datos. “Muchas veces me preguntaron, y yo mismo lo hice, por qué había ido a esa
conferencia. Yo no me había prestado a nada raro, era una nota que valía la pena. Por eso fui, aun sabiendo que
había riesgos”, declaró en una ocasión. En 1985, a partir de referencias suyas incluidas en un libro, un fiscal pudo
reconocer la casa en donde los Montoneros habían tenido secuestrados a los hermanos Born en Acasusso.
Desde Tucumán
Según expresa La Gaceta de Tucumán, el diario de la familia García Hamilton, la provincia tendrá en 1975 una
permanente presencia en la prensa como símbolo de la violencia que desgarra a la Nación. Desde el 9 de febrero,
luego de que la presidenta Isabel Martínez ordena mediante el decreto 261 1a aniquilación de la subversión” se
inicia el Operativo Independencia. Cinco mil efectivos -dice el diario-, pertenecientes a la V Brigada de Infantería,
a la Federal y a la Gendarmería, al comando del general Adel Vilas” inician cruentos combates. A fin del año
cazabombarderos Douglas, de la Fuerza Aérea, bombardean diariamente la zona tomada por los guerrilleros. En
abril y setiembre de 1975 la presidenta visita Tucumán. La situación provincial es tan grave como la del resto del
país: la inflación es de poco menos que el 400 por ciento anual. Antes de que termine 1975 el general Antonio
Domingo Bussi reemplaza al general Adel Vilas al frente de la gobernación.
1/ ANTES
En enero de 1976, una nota aparentemente frívola tuvo la virtud de lesionar de un modo brutal la imagen del
gobierno de Isabel e instalar una forma de hacer periodismo en el que la exposición pública de la intimidad de las
personas se convertía en un género rendidor. En aquel momento el semanario Gente entrevistó a Raúl Lastiri, yerno
de López Rega, ex presidente de la Nación durante un breve interinato en el ‘73 y presidente provisional del
Senado. En una de las fotografías, Lastiri mostraba su colección de más de trescientas corbatas. En otra, estaba
púdicamente recostado en la cama matrimonial con su esposa Norma López Rega. El hecho, que provocó un fuerte
rechazo, fue leído como exégesis de lo populista y entendido por la opinión pública como el colmo de lo banal. Y,
sin decirlo, los militares tuvieron en esa nota un argumento más en su propósito de desalojar del poder a Isabel.
El 13 de febrero un decreto del gobierno suspendió por diez días a La Opinión. El motivo: haber publicado en
distintas ediciones “noticias falsas o deformantes de la verdad, o bien comentarios que instigan a la quiebra del
orden constitucional”. Por entonces, Lorenzo Miguel les había hecho un juicio a Timerman y a Heriberto Kahn.
Curiosamente, o no tanto, La Opinión tenía muchos proyectos: era inminente la salida del número cero del
semanario de La Opinión; una versión en inglés del matutino, que aparecería en Nueva York, un suplemento de
«Industria y Tecnología” y otro de “Náutica» se sumarían a los de Economía», “Audio”, “Arquitectura y
Urbanismo» y “Automotores”.
El 16 de febrero el gobierno de Isabelita ordenó el levantamiento del programa “Tiempo Nuevo”, que Bernardo
Neustadt y Mariano Grondona hacían cada semana en Canal 11. Inseguro, acorralado, con muchos cañones
apuntándole, el gobierno aplicaba mano dura. Desde tres semanas antes del golpe un diario echó a rodar una
penosa cuenta regresiva. Las diecinueve ediciones de La Razón previas al golpe, del 2 de marzo al martes 23,
escribieron para el periodismo uno de sus capítulos más oscuros.
«En ese lapso -comenta Cuestionario en 1976- el diario hizo gala de uno de sus inveterados méritos: decir sin
decir. Titulares en cuerpo catástrofe, de contenido intrínsecamente ambiguo pero de una única interpretación para
el lector avisado, le permitieron al diario hablar, durante casi un mes, sobre el golpe de Estado sin mencionarlo.’
Conviene leer cada uno de esos titulares, que fueron creando un inequívoco clima golpista:
Martes 2 de marzo: “Hay nuevas incógnitas”. Miércoles 3: “Se aguardan respuestas”. Jueves 4: “Una reunión
decisiva”. Viernes 5: “Emergencia nacional”. Sábado 6: “Grave situación económica”. Lunes 8: «Trabajadores y
empresarios tratan la actual emergencia”. Martes 9: “Tensión en los gremios”. Miércoles 10: «Se reformó el plan”.
Jueves 11: “Hay nuevas expectativas».
Viernes 12: “Hay agitación en los gremios”. Sábado 13: Preocupa la tensión sindical. Lunes 15: «Hubo un grave
atentado”. Martes 16: «Inquietud en Buenos Aires”. Miércoles 17: “Hermético silencio en las Fuerzas Armadas”.
Jueves 18: “Dramática negociación”. Viernes 19: Culmina el proceso”. Sábado 20: El Ejército ante la situación”.
Lunes 22: «Ante jornadas decisivas”. Martes 23: “Es inminente el final. Todo está dicho”.
El 24 de marzo, a las 3.15, las Fuerzas Armadas destituyeron a la presidenta, la enviaron presa a un cuartel del
Sur e iniciaron lo que habían denominado el “Proceso de Reorganización Nacional”. El general Jorge Rafael
Videla, el almirante Emilio Massera y el brigadier Orlando Agosti, constituidos en junta de comandantes,
prometieron restaurar el orden, combatir la corrupción y terminar con la guerrilla. Con la guerrilla terminaron, pero
practicando desde el Estado los mismos métodos que condenaban en lo que ellos denominaban “ejércitos
irregulares”, y lo que siguió es una parte de la tragedia argentina que todavía no tiene fin.
2/ DURANTE
Desde el día inicial de la larga dictadura militar, los editores y directores de diarios y revistas fueron informados
por los militares acerca de qué era lo que se esperaba de ellos en la nueva etapa. Durante un lapso que algunos
recuerdan como de no más de cuarenta y ocho horas y otros como de dos semanas, los responsables de
publicaciones escritas debían acercar cada página a una oficina ubicada en la Casa de Gobierno para que personal
de inteligencia -según algunos- u oficiales de la Marina -según otros- les autorizaran la publicación. El comunicado
19 de la Junta Militar era muy claro: Será reprimido con reclusión de hasta diez años el que por cualquier medio
difundiere, divulgare o propagare comunicados o imágenes con el propósito de perturbar perjudicar o desprestigiar
la actividad de las Fuerzas Armadas, de seguridad o policiales”.
En su número de abril de 1976 la revista Cuestionario se permitió un comentario franco y crítico. Afirma que
del 25 al 27 de marzo los diarios entraron en cadena. Todos publicaban exactamente lo mismo: comunicados
oficiales, sin el menor agregado, sin la más tenue opinión”. Como era previsible, analiza el mensuario que dirigía
Rodolfo Terragno, con el silencio y la sumisión de los días iniciales los diarios argentinos habían reanudado un
ciclo que los define: “Suelen ensañarse con los gobiernos débiles y se vuelven exageradamente dóciles ante los
gobiernos fuertes”. Venían, en general, de ensañarse con el gobierno de Isabel del mismo modo que habían
procedido con impiedad con Illia, y ahora se encuadraban en la vereda de la sumisión y el colaboracionismo, tal
como lo habían hecho con Onganía en 1966, reflexiona Cuestionario. “Sólo unos pocos diarios -atestigua la
revista- como La Prensa han mantenido siempre un tono constante de crítica a excesos o desviaciones. La mayoría
se dedica por épocas a rasgarse las vestiduras y por épocas a hacer buena letra.” Para Pablo Mendelévich, que en
ese momento había ingresado en La Opinión, la censura se mantuvo rígida solamente entre el 24 y el 25 de marzo,
y se flexibilizó porque alguien les hizo ver a los militares que con semejantes procedimientos los diarios no
saldrían. “Pero ese solo día bastó para que se instalara una terrible autocensura. Había temas que no se podían
tocar, los de política por ejemplo, pero se podía avanzar en la crítica a la economía.” En marzo del ‘76 la tapa de la
nueva Satiricón, que había vuelto a salir, mostraba una caricatura de Casildo Herreras diciendo la frase que lo hizo
tristemente célebre: “Yo me borro”. El comando de censores que funcionaba en la Casa Rosada parecía imposible
de conformar. Les hicieron modificar la revista completa y luego de un mes y medio de idas y venidas, Blotta
decidió dejar de sacarla y reemplazarla con El Ratón de Occidente.
Robert Cox dirigía el diario en inglés Buenos Aires Herald, y mantuvo una reunión en la casa del periodista
Heriberto Kalin, en la que también estaba Mario Diament, según recuerda. Casi toda la población, incluidos los
periodistas -afirma Cox ahora veía al golpe como una salvación, o, al menos, un alivio. Hasta se podía estar en
contra, pero se reconocía al mismo tiempo que no quedaba otra alternativa. De todos modos, como la información
o el conocimiento de los periodistas excedían los del común de la gente, muchos hombres de prensa tenían la
presunción de que lo que vendría sería mucho peor. Pese a todas las contradicciones, Cox escribió en un editorial
de esos días que “en la Argentina había un gran perdedor: la democracia”.
3/ DESPUÉS
Luego del golpe, los militares crearon un área cuyo nombre era digno de una antología del eufemismo: una
oficina de censura a la que denominó Servicio Gratuito de Lectura Previa» y que funcionaba en la Casa Rosada.
Rodolfo Terragno y Miguel Ángel Diez, director y subdirector de Cuestionario, decidieron rechazar el servicio y
desafiar a los militares publicando una serie de advertencias con lo que se podía y lo que no se podía publicar. En
algunos de los encuentros en la oficina de censura se produjeron diálogos, como éstos:
-Terragno, tiene que aceptar. Es para evitarse las consecuencias de la lectura posterior. -No lo quiero aceptar y, si
no queda otro remedio, cierro la revista.
Recuerda Terragno que los militares temían más que nada el efecto de un cierre unilateral. Algo que los delataba
particularmente era una sección llamada “Cronología” en la que se contabilizaban los enfrentamientos y los
desaparecidos. Y aunque estaba listo, el número de julio de 1976 no llegó a aparecer. De haber salido, la
publicación hubiera sido secuestrada.
La primera clausura de un medio se produjo en Salta: a cuarenta y ocho horas del golpe, la intervención militar
clausuró por veinticuatro horas al diario El Intransigente a causa de una caricatura humorística que fue considerada
como “menoscabo de la autoridad militar`.
Los diarios del 31 de marzo cuentan que el primer mensaje del presidente Videla a través de la red nacional de
radio y televisión estuvo precedido por una puesta de características teatrales: los compases de la Obertura 1812, de
Peter Chaicovsky, ilustraban imágenes del Cabildo, de la Plaza de Mayo, de la Catedral y de distintas iglesias
porteñas. En un momento, un locutor, en off, expresó: “El pueblo quiere saber de qué se trata. Y lo sabrá».
El 1’ de abril aparece en la revista Gente un famoso editorial al que se considera símbolo de ciertos vaivenes
políticos de la editorial Atlántida. “Gente se equivocó (...) Sí, nos equivocamos. Hay un viejo concepto argentino
que es enterrar el pasado para no lastimarnos (...) por esa razón, con vergüenza, con dolor y con responsabilidad no
queremos enterrar nuestro pasado. Queremos lastimarnos, queremos sentir vergüenza (...) Damos la cara. Nos pesa
nuestro pasado. Nos duele pero es sano que usted, lector, nosotros, nos digamos la verdad.” El texto se refería a
algunas notas aparecidas durante el reciente gobierno peronista y que la editorial evaluaba ahora como demasiado
permisivas o favorables a un estado de cosas que, en el fondo, ellos no apoyaban.
Cosas opinables
En noviembre el diario La Opinión hace público lo que, al menos en el ambiente periodístico, era un drama de
todos los días: la lista de temas sobre los que estaba prohibido dar información: hechos subversivos, bajas en las
Fuerzas Armadas, acciones de la policía. En ese mismo mes la Cámara de Representantes de los Estados Unidos
examinaba con testigos argentinos la situación de los derechos humanos en el país. Por considerar que algunas de
las declaraciones podían estar lejos de la objetividad, Jacobo Timerman, como director de un diario que
permanentemente “ha condenado todas las violencias y en varias ocasiones ha subrayado que condenar uno solo de
los extremos, ya sea del terrorismo de izquierda o el de derecha, significa ser cómplice del otro extremo le ofreció a
Donald Fraser brindar su testimonio.
Ni siquiera ese gesto mejoró su imagen entre grupos de militares que lo tenían en la mira. “En el año ‘76 La
Opinión había desarrollado un proyecto periodístico y empresarial que tenía un enorme futuro. Pero el país se puso
en contra”, lamentó en 1996, en declaraciones a Nueva Sión el entonces socio de Timerman, Jorge Abraham
Rotenberg. “El diario estaba en una posición difícil, que era la nuestra, personal. Nos oponíamos a la violencia de
izquierda y estábamos absolutamente en contra de la represión hecha por el gobierno.”
El 24 de setiembre de 1976, luego de muchos meses de ensayos y varios números cero de preparación, la
editorial Atlántida pone en la calle su semanario político Somos. Luego de analizar modelos de revistas argentinas
anteriores y las extranjeras Espresso, Der Spiegel y Newsweek, los editores habían convenido que esta publicación
traería “más fotografías y una diagramación menos rígida”. Su primera tapa marcaría su clara adhesión a la política
del “Proceso”: una fotografía del ministro de Economía Martínez de Hoz con la leyenda “El dueño de la
esperanza”.
La vida continúa
En abril del ‘76, a un año de su cierre, reaparece Panorama. Su director, Jorge Lozano, afirma que “es un intento
de editorial Abril por presentar la cara política de la empresa. En esta nueva etapa Panorama no será reaccionaria ni
revolucionaria”.
Pablo Mendelévich no vacila en calificar a la redacción de La Opinión de esos días tan agitados, contradictorios
y dolorosos como “un lujo”. Y recuerda algunos de los periodistas que la integraban: Oscar Troiani, Fanor Díaz,
Lalo Faín Binda, Danilo Mancini, Horacio Finoli, Leopoldo Moreau. “Tímerman hizo muy bien dos cosas: formar
grandes redacciones y saber cómo sacarle lo mejor a la gente. El mejor periodista, sin Timerman, es sólo el mejor;
con Timennan, puede llegar a ser superlativo”. Daniel Muclinick alarga la lista de buenos profesionales de La
Opinión mencionando a Roberto García (actual ejecutivo de Ámbito Financiero) y al filósofo Leiser Madanes, pero
no es condescendiente su evocación de Timennan. Lo pone en un mismo nivel de Laiño y lo califica como “tirano
de las redacciones”.
Los tiranos estaban en el poder y habían salido de los cuarteles, no de las redacciones. Pero todos dependían de
ellos. Como recuerda Joaquín Morales Solá, ya por entonces editorialista político: “Hasta una coma o un punto
querían decir cosas, y se negociaba palabra por palabra. Pero puedo afirmar que siempre se publicaba más de lo
que se podía. No hay que olvidarse que detrás de cualquier notita podía estar el resguardo de los derechos humanos
o la protección de la integridad física de alguien que en ese momento estaba preso y torturado”.
La otra semana
El lanzamiento de La Semana fue el primer proyecto importante que Jorge Fontevecchia tuvo a su cargo en la
editorial de su familia. ¿Por qué Perfil consideraba que ese noviembre de 1976, en pleno desarrollo de la represión,
era el momento adecuado para sumar otra revista de actualidad al mercado? Estas eran algunas de sus razones:
* Salía a pelearle un espacio posible a Gente, desde un escalón algo menos frívolo y sofisticado, pero
introduciendo nuevos tópicos, como Policiales”, y análisis de mayor audacia y profundidad en el tema político, en
el que Atlántida no se movía sin compromisos.
* Aprovechaba la reciente desaparición de la revista Así, de Héctor García, y usufructuaba cierta pasividad de
Siete Días, que no terminaba de adaptarse a un cambio de estilo reciente que la acercaba hacia un semanario más
de servicios que de actualidad pura.
* Radiolandia había abandonado su mundo de sueños alimentado durante casi cuarenta años, que la había
llevado a ser una de las de mayor venta del país durante décadas. Sus editores la transformaron en un magazine de
actualidad y La Semana también desafiaba desde su contenido a la franja del escándalo artístico.
* Datos de aquellos tiempos afirman que en un principio la revista se abrió paso en el interior, un mercado que
no resentía que fuera menos suntuosa y que premiaba un compromiso más fuerte e integral con la actualidad.
Junto a Jorge Fontevecchia estaban en la primera redacción Edgardo Martolio, Edgardo Ritaeco, Héctor
Simeoni, Nira Etchenique y César Rodríguez Lima. En diciembre del'76 consiguen en España una exclusiva que
hace hablar al país: un reportaje fotográfico -al estilo de Paris Match- a Isabel Perón, recluida en un convento
porque, según sus afirmaciones, quería hacerse monja.
Imagínate
En agosto de 1976 sale el Expreso Imaginario, la revista que fascinaría a toda una generación y avanzaría
decisivamente en una forma de periodismo juvenil, alternativo, subterráneo, marginal, rockero, que introduciría los
pilotes de un estilo de comunicación muy difícil de sostener en ese momento de sospechas, escasa apertura y fuerte
represión.
El abogado Alberto Ohanián -que posteriormente se convirtió en representante de figuras del rock y empresario
discográfico- invirtió unos pesos en el proyecto. Pipo Lemoud, figura histórica de los tiempos iniciales del rock
nacional, estuvo en el Expreso desde la primera hora junto al mítico Jorge Pistoechi, que ya había estado en hitos
anteriores como Pelo, del ‘73; Mordisco, del ‘74; y que después hizo publicaciones como Zaff y Pan Caliente,
todas ellas “experiencias muy creativas, de búsqueda y afirmación de la libertad, que en lo social siempre faltó o
estuvo limitada”, de acuerdo con declaraciones del propio Pistoechi.
El isotipo representativo de la revista era un rostro con reminiscencias arlequinescas, con una especie de sopapa
en la frente, creado por el hoy actor y músico Horacio Fontova. Esa ilustración de Fontova adornó años después la
tapa de uno de los discos más famosos del grupo Almendra, que integraba Luis Alberto Spinetta. Los redactores del
Expreso eran Alfredo Rosso, Claudio Kleinman y Fernando Basabru. A los pocos números, luego de enviar una
carta de lectores que firmó como “Laura Ponte”, se sumó Roberto Pettinato y, desde Rosario, en los últimos cinco
años, un corresponsal llamado Rodolfo Páez (desde luego, Fito”) enviaba notas sobre el movimiento musical y
cultural de la ciudad.
El contenido de la revista se definía en una trilogía de intereses: Puntos de vista, Certezas, Espejismos”. Figuras
como Bob Dylan, Joe Cocker, Walt Whitman, Spinetta, Piazzola, Los Beatles aportaban su cosmovisión en un
momento “de mucha podredumbre del país -como explicó Horacio Fontova- en que ser o parecer inteligente era
algo muy riesgoso”. Entre previsibles comentarios de recitales de artistas del naciente y ascendiente rock nacional
o informaciones de música que difícilmente aparecía mucho en los diarios, se introducían asuntos poco conocidos
como ecología, orientalismo o vida en comunidades de los que se habían ocupado, en distintos medios, pioneros
como Juan Carlos Kreimer y Miguel Grinberg. Secciones como Correo de Lectores” y los avisos clasificados
mostraban la necesidad de participar y de expresarse de los jóvenes. Con altibajos e interrupciones, más por
razones presupuestarias que por censura, la revista llenó las expectativas de sus lectores, se convirtió en un modelo
y se coleccionó como un tesoro valioso. “Había un universo de cosas que sí se podían decir porque eran nuevas y
(todavía) no figuraban en los catálogos de los censores: por ejemplo, ecología, a través de la que, sin mencionar
siquiera la palabra ‘política’, se puede hablar de la locura y la injusticia del mundo”, explicó Pipo Lernoud. El
Expreso tuvo en su correo de lectores un rincón por el que asomaron poetas, dibujantes y toda una imparable
corriente de jóvenes que, al menos allí, se sentían menos limitados o vigilados. La revista, que al decir de Pistocchi
“disimulaba como una de música”, iluminó los primeros, secretos pasos de músicos como Los Redonditos de
Ricota o León Gieco -cuando, tres años antes de Malvinas, creó su famosísima canción “Sólo le pido a Dios"- y
omitió informaciones que en esos momentos nadie dejaba de lado, como el Mundial de Fútbol del ‘78.
El ámbito de la City
El 9 de diciembre de 1976, seis de los más conocidos periodistas especializados en economía de ese momento se
lanzaron al sueño del diario propio. Lo que hicieron Jorge Balañá, de El Cronista; Rodolfo Arias y Osvaldo
Granados, de Clarín; Juan Carlos Voiedca y Leopoldo Melo Posse, de La Prensa, y Julio Ramos, de La Opinión -en
oficinas prestadas por el empresario Erwin Voss, en la imprenta COGTAL y con la ayuda del distribuidor Cholo
Peco- no fue exactamente un diario, sino un boletín de cuatro páginas que tuvo una tirada de 2.000 ejemplares,
según algunos, de 1.000 según otros y que algunos más ubican en apenas 600. Entonces como ahora, ese diario,
bosquejado en principio para que circulara únicamente entre las febriles manzanas financieras de la ciudad,
aparecía de lunes a viernes, coincidiendo con la actividad bancaria y de la Bolsa. Eran los tiempos en que estar no
ya al día, sino “al minuto” sobre los rendimientos del plazo fijo, la cambiante cotización del dólar o el precio de las
acciones suponía contar con una ventaja decisiva. Por eso, en menos de un mes, el boletín abandonó su inicial
aspecto amateur y se convirtió en un diario cuyo crecimiento coincidió con el crecimiento e influencia de los
mercados en la vida de todos los días.
Recuerdos financieros
Osvaldo Granados fue socio de Julio Ramos hasta 1980. Hacía rato que Ramos había decidido quedarse solo y,
uno por uno, fue desprendiéndose de sus socios. Granados recuerda el momento del lanzamiento como “el del
boom financiero: de 140 entidades se había llegado a 560 entre bancos, financieras y mesas de dinero. Se abrían
como hongos y así cayeron después, en especial después de la quiebra del Banco Interamericano Regional (BIR) en
1980. El diario tuvo éxito porque salió en el momento justo”.
Como no tenían dinero para sostener la salida con publicidad, en los primeros tiempos les daban el diario gratis
a los canillitas, y fueron éstos los que hicieron el auténtico “boca a boca”. En aquella época en que las tasas de
interés cambiaban cada jornada y, en ocasiones, más de una vez al día, los diarieros encontraron el mejor mensaje
publicitario: “No camine más. Ámbito Financiero trae todas las tasas”. Y era cierto. De las cuatro paginitas de las
semanas iniciales, las páginas dos y tres estaban íntegramente dedicadas a los rendimientos financieros, banco por
banco, y la cuatro se inspiraba, según Granados, en los chimentos de fútbol de La Razón, y recogía lo que los
periodistas habían averiguado cada día en el Banco Central, en el Ministerio de Economía, en las mesas de dinero,
en la Bolsa y en la propia calle, y lo volcaban en la sección “Diálogos en la City”. La fórmula entraba de a poco.
Cada día nuevos interesados se acercaban a los kioscos para conseguir el periódico y cuando les decían que ya no
quedaban ejemplares, querían pagar para dejarlo reservado. A media tarde, recuerda Granados, Ramos llegaba cada
vez más sorprendido por el resultado del lanzamiento:
-Osvaldo.... esto se vende todo, se vende todo. ¿Qué hacemos? Lo que hicieron está a la vista.
A pesar de todo
Cuando empezó el “Proceso” militar, el Centro Editor de América Latina era un foco de inteligencia y reflexión
tan importante para la sociedad como mal mirado por los militares. Allí colaboraban intelectuales tan prestigiosos
como Amanda Toubes, Ricardo Figueira, María Teresa Gramuglio, Horacio Achával, Oscar Díaz, José Babini,
Jorge Rivera, Josefina Delgado, Graciela Montes, Graciela Cabal, Aníbal Ford, Carlos Altamirano, Beatriz Sarlo,
entre muchos otros. Para Víctor Pesce, otro cercano colaborador del Centro Editor, los fascículos del Centro eran
un acto de resistencia cultural, una alternativa para demostrar que era posible, aun en las peores condiciones, seguir
pensando”. En la época de la Triple A, Daniel Luaces, un estudiante de Historia y empleado del Centro, fue
secuestrado y asesinado. Cuando los militares llegaron al poder, algunos empleados del Centro Editor, con algún
sobresalto, le preguntaron a Boris Spivacow, su gerente y alma mater, si pensaba irse del país. En un libro, se
cuenta que la respuesta de Spivacow fue: “A mí no me van a tocar porque yo no estoy en la guerrilla”.
La evaluación no era correcta. En los años duros lo llenaron de amenazas, le pusieron bombas, le clausuraron
varias veces los depósitos, le incautaron ediciones completas y hasta se las quemaron en un descampado en
Avellaneda. Y por si fuera poco, le abrieron un proceso por subversión. Spivacow no sólo no se fue del país y
mantuvo a sangre y fuego, aun con menores ventas, a la editorial, sino que les dio trabajo a muchos que no podían
aparecer por otras editoriales. Sin duda, él era una de esas personas que aun en horas horrendas son capaces de
hacer brotar música de los escombros.
Los enemigos
En noviembre de 1977 fuerzas de la represión cayeron en la casa del dirigente gremial Eduardo Arias y
encapuchado lo trasladaron al campo de detención El Vesubio. En una ocasión lo encadenaron espalda con espalda
con un hombre de unos 60 años, al que habían torturado sin piedad. Lo habrá visto algunas veces más (la última, en
la Nochebuena de 1977), cada vez más mortificado y consumido. Al tiempo se enteró de que el compañero de
celda con quien había compartido esos extraños y dolorosos momentos era su ídolo de la infancia, Héctor
Oesterheld, creador y dibujante de la historieta “Emie Pike” y director de la revista que Arias leía cuando chico,
Hora Cero. Arias fue dejado en libertad en enero de 1978. Unos años más tarde, en 1985, cuando estaba por
constituirse en testigo en el juicio a las juntas, murió de un derrame cerebral.
A mediados de 1977, Alejandro Margulis era un joven inquieto, prospecto de periodista, que dirigía la revista
literaria Ayesha. En una ocasión recibió una colaboración escrita por Gloria Kehoe Wilson. Cuando Margulis,
interesado por la calidad literaria de su colaboradora, intentó ponerse en contacto con ella, se enteró de que la
escritora y su esposo habían sido secuestrados y posteriormente desaparecidos. Todavía hoy, cada vez que Margulis
cuenta el final de la joven autora del libro de cuentos Pico de paloma, se sorprende y se conmueve.
En un procedimiento, fuerzas no identificadas clausuran la redacción del mensuario Emanuelle, ubicada en
Córdoba al 800, y se llevan a Oskar Blotta, Mario Mactas y a la correctora Silvia Vesco. Los tienen diez días
desaparecidos, los interrogan severamente -aunque sin la otra clase de torturas en boga- y los liberan
recomendándoles que se vayan del país. Blotta se va a Puerto Rico por unos meses. Mactas parte primero a
Colombia y luego da el salto a España, en donde permanece diez años. La correctora Vesco permaneció en el país.
“Clausuran Emanuelle porque la consideran moralmente peligrosa -afirma Mactas en 1996-. Peligrosa desde la
perspectiva de los que por entonces prohibían cosas, conceptos vinculados con el oscurantismo, el autoritarismo”.
Un caso similar es el que le sucede a Mario Muchnick, editor de Padres: le cierran la publicación, lo secuestran y lo
obligan a irse del país.
Mediante el decreto 210/77 la Junta Militar prohibió la circulación del diario La Opinión correspondiente a los
días 29 y 30 de enero y secuestró la revista de La Opinión de esa misma semana. Sin citar fuentes La Razón indicó
que el motivo de la sanción era el artículo “La iglesia y los derechos humanos”, escrito por el sacerdote jesuita
Vicente Pellegrini y aparecido en el suplemento cultural.
El 16 de abril de 1977, vecinos de un edificio ubicado en Viamonte al 300 vieron cómo una comisión de fuerzas
de seguridad no identificadas sacaban por las escaleras, a la rastra y malherido, al ocupante de uno de los
departamentos. El infortunado era un periodista notable: Enrique Raab, que entre noviembre de 1975 y enero de
1976 había recibido graves amenazas de la Triple A. Exactamente un año, cuatro meses y once días después de la
última y como para probar que esta clase de asesinos difícilmente perdonan u olvidan, fueron a buscarlo a su
departamento, donde por Raati se había vuelto a instalar. Desde entonces Ratab está desaparecido.
En 1952 Héctor Ferreirós se había ordenado sacerdote y en 1957 recuperó el estado laical con el propósito de
casarse. En los años 60, con su bagaje teórico y práctico de la Iglesia, Ferreirós ejerció el periodismo en una
especialidad difícil y poco desarrollada en ese momento: la fuente eclesiástica. La Iglesia vivía un momento de
especial en todo el mundo y especialmente en la Argentina, donde los llamados “curas tercermundistas” trataban de
consolidar el espacio ganado durante la década del 60 y, en ese marco, las notas e investigaciones de Ferreirós
fueron importantes en Primera Plana, Panorama y Confirmado. En abril del ‘77, un grupo no identificado secuestró
a Ferreirós, que en ese momento integraba la redacción de la agencia Télam y lo asesinó en un paraje de Esteban
Echeverría.
Edgardo Sajón, un periodista de larga trayectoria especializado en cuestiones gráficas y ex secretario de Prensa
de Lanusse entre 1971 y 1973, ocupaba en 1977 uno de los puestos gerenciales más altos en el diario La Opinión.
El 1’ de abril de ese año fue secuestrado a la mañana temprano mientras conducía su automóvil, en Olivos, cerca de
la residencia presidencial. Había salido de su casa un rato antes, pero nunca llegó a la calle Lafavette al 1900 en
Barracas, la sede de Establecimientos Gráficos Gustavo, en donde se imprimía La Opinión y de cuya planta de
modernas rotativas offset Sajón era el director técnico. El hecho fue inmediatamente vinculado con el caso Graiver,
la investigación de un grupo del Ejército, que ya había estallado. Hasta donde se supo, gente del Batallón 601 había
apresado a Sajón y se les quedó en la tortura. Desde entonces es uno de los desaparecidos.
El enemigo número 1
En la madrugada del 15 de abril de 1977 veinte personas de civil que dijeron responder a órdenes de la décima
brigada de Infantería llegaron al departamento cercano a la Recoleta de Jacobo Timerman y se lo llevaron con
rumbo incierto. Recién al tercer día el Primer Cuerpo de Ejército reconoció su cautiverio. Lo que le sucedió a
Timerman en los treinta meses siguientes excede los límites de la lógica y corresponde a ese universo de sucesos
increíbles que caracterizaron a la Argentina en esa época. Planeado por el coronel Ramón Camps, que lo interrogó
personalmente en varias oportunidades, su arresto reveló de un modo desatado el sesgo antisemita atribuido a
sectores militares. Pero no sólo eso. A pesar de no haber recibido nunca acusaciones formales (de un modo
tangencial se lo vinculaba al llamado Caso Graiver), Tímerman sufrió condiciones de reclusión muy lesivas en
campos ilegales, fue reiteradamente amenazado y torturado, le intervinieron sus bienes, le quitaron su empresa
periodística, le arrebataron su ciudadanía, extendieron la campaña en su contra en diversos foros nacionales e
internacionales y finalmente (se dice que una intervención del general Videla le salvó la vida; otros lo atribuyen a
las presiones de los Estados Unidos sobre el gobierno militar) lo expulsaron del país. “Veníamos muy golpeados y
desorientados por el secuestro de Sajón y al muy poco tiempo vino lo de Timerman. Ahí, directamente, quedamos
paralizados”, recuerda en 1996 Luis Clur, en ese momento secretario general del diario sobre el que parecían
converger todas las malas miradas y sospechas de distintos sectores de las Fuerzas Armadas.
Antes de que el gobierno le enviara al general de brigada José Teófilo Goyret como interventor militar de La
Opinión, se alejó de la subdirección Ramiro de Casasbellas (’1imerman me mintió sobre la posición ideológica y
sobre la relación de Graiver con la propiedad del diario”, declararía Casasbellas en ese momento, y fue
reemplazado por la esposa de Timerman. Todo se descomponía. Años después Tomás Eloy Martínez y otros
periodistas acusarían a Casasbellas, y también a Enrique Jara, de haber participado en careos policiales
“infamantes”. En 1996 Casasbellas negaría tal versión: “Yo sólo dije que Martínez era un izquierdista romántico”.
Un ‘78 jugado
El Campeonato Mundial de Fútbol disputado en el invierno de 1978 ocupó antes y un buen tiempo después la
cabeza de los argentinos. Aquí y en el exterior muchos pensaban que un triunfo de la Selección argentina -cosa que
finalmente ocurrió- sería la contraseña para que los dictadores se instalaran con comodidad y por muchos años en
el poder. En rigor, para los medios, y también para la prensa escrita el torneo fue una oportunidad para batir el
parche de que aquí se vivía en paz y que nada de lo que decían los medios extranjeros era cierto, sino una campaña
de desprestigio de alcance internacional. El tema fue cubierto sin fisuras por la prensa local, que encontró además
una buena veta para aumentar las ventas. El 14 de abril de 1978, a menos de dos meses de su inauguración, murió
de cáncer un notable periodista deportivo que desde La Prensa había criticado la disputa de la copa Jules Rimet:
Dante Panzeri. Nacido en San Francisco, Córdoba, Panzeri había permanecido fiel a sí mismo hasta el último día:
polémico, apasionado, valiente.
Desde su tira diaria en la contratapa de Clarín, “Clemente”, el personaje de Caloi, pedía a la gente que tirara
papelitos en la cancha, costumbre que por una cuestión de imagen parecía poco recomendable ante los ojos de
muchos funcionarios y que había sido duramente cuestionada por el influyente relator de fútbol José María Muñoz,
una de las personas que más había luchado, desde los medios, por la realización del Mundial en Argentina. A pesar
de que la policía revisaba a cada asistente, también con el propósito de que no ingresaran a los estadios con
papeles, al momento de la aparición del equipo local el aire se cubría de papelitos. “Era una especie de gesto
contestatario de la gente. Como decir 'Acá estamos’. Cuando, además, ‘Clemente’ apareció con sus cantitos
demostró que las personas también eran protagonistas”, reflexiona Caloi. Una crónica firmada por Judith Gociol y
Diego Rosenberg aparecida en Todo es Historia, ubica algo que, después del Mundial y la alegría del campeonato,
pronunció otro personaje de historieta de Clarín, “El Loco Chávez”: pasada la euforia y barridos todos los
papelitos, el personaje de Trillo y Altuna se preguntaba: “¿Y ahora?”. La sencilla interrogación interpretaba un
vasto sentimiento colectivo.
Tarjetas y goles
El diario francés Le Monde hizo saber con extrañeza que desde unas semanas antes había comenzado a recibir
desde la Argentina una serie de tarjetas postales: de un lado, fotografías de gente trabajando pacíficamente y la
inscripción “Argentina, toda la verdad”; del otro, un texto que aseguraba que en la Argentina la guerra, que fue
dura, ya había terminado con la derrota de la Subversión. Las tarjetas venían gratis en cada edición de la revista
Para Ti para que los lectores locales las recortaran y las enviaran a una serie de direcciones (en general
organizaciones de derechos humanos y medios de comunicación extranjeros) que, según se afirmaba, articulaban
una campaña de desprestigio en contra del país. La gran mayoría de los medios argentinos compartieron esa actitud
de defensa a ultranza de la imagen del país, presuntamente atacada desde el extranjero, sentimiento que creció en
los momentos previos al Mundial de Fútbol, a raíz del cual vendrían a la Argentina viajeros de todo el mundo.
Un cacho de cultura
Con Victoria Ocampo en la tapa, en setiembre de 1977, aparece la revista cultural Pájaro de Fuego. Tenía algo
de Crisis, y esa evocación era casi inequívoca en la parte artística, responsabilidad de Eduardo Ruscio Sarlanga,
que había desempeñado el mismo cargo en la otra revista. Pero era infinitamente más aséptica, defensora de una
idea conservadora de la cultura. En un momento de inanición partidaria, los periodistas Rodolfo Audi y Oscar
Cardoso sacaron Línea, una interesante revista de reflexión política. Tres figuras del actual periodismo -Jorge
Fernández Díaz, Gustavo González y Edi Zunino- fueron responsables de un título que aportó resistencia a la
dictadura: Retruco. Con audacia, Punto de Vista fue durante esos tiempos un lugar de debate posible en torno de
temas como el lugar del socialismo, y para la introducción de tópicos como literatura, posmodernidad, marxismo y
psicoanálisis. Beatriz Sarlo, Carlos Altamirano, José Aricó, Adrián Gorelik, María Teresa Gramuglio, Juan Carlos
Portantiero, Hilda Sabato y Hugo Vezetti integraban, entre otros, el staff de esta revista “de ensayos, crítica y
cultura” y que aparecía tres veces al año.
Por la misma época, el grupo del escritor Abelardo Castillo lanzó otra revista literaria que heredaba de El Grillo
de Papel y El Escarabajo de Oro ricas experiencias anteriores y la tradición de un título vinculado a la fauna: El
Ornitorrinco. “La gran diferencia con las dos anteriores era que se hizo durante la dictadura -reflexiona Castillo en
1996-. Me entusiasma recordar la composición de nuestro consejo editorial, en el que lo único común que teníamos
era ser escritores. En lo demás, al lado de peronistas había católicos militantes, socialistas o comunistas, populistas
y radicales. Se podían decir ciertas cosas pero con extremo cuidado. Para hablar de Freud o de Marx como de la
guerra con Chile, del premio Nobel Pérez Esquivel o de las Madres de Plaza de Mayo había que hacerlo de una
manera oblicua”. La revista se mantuvo ocho años y dejó de aparecer en la década del 80.
Testigos en peligro
Cuatro directores de publicaciones -Mariano Grondona, de Carta Política; Alberto Gabrielli, de Primera Plana;
Bernardo Neustadt, de Extra, y Horacio Agulla, de Confirmado- acostumbraban reunirse cada mes, en alguna casa,
para intercambiar informaciones, examinar la situación y dialogar con alguna importante personalidad política del
momento. El 28 de agosto de 1978, en una típica acción de gangsterismo, un hombre disparó cinco balazos con un
revólver con silenciador y asesinó al abogado, político y empresario periodístico Horacio Agulla mientras
estacionaba su auto en la zona de Recoleta. Aunque cuarenta y ocho horas antes el personaje invitado a la cena del
mes había sido el general Suárez Mason, siempre se consideró que el motivo del Crimen había sido una venganza
entre sectores enfrentados de las Fuerzas Armadas. El muerto había sido, además, el fundador y editor de la revista
Temas Militares.
En su autobiografía Bernardo Neustadt cuenta que fue en su propio departamento en donde el grupo recibió a
Carlos Suárez Mason, quien llegó armado, pero se desprendió del arma para cenar. Si bien esquivó el tema cuando
le tocó referirse a la represión, dice Neustadt que mostró buena disposición para otras respuestas. Cuando el
general se retiró, los otros comensales iniciaron una ronda de comentarios. Ni bien Agulla había sintetizado en una
frase su impresión (Señores: acabamos de comer con un asesino”) sonó el timbre. Era Suárez Mason, que regresaba
por su arma, Dice Neustadt que la noche del velorio de Agulla escuchó por lo menos una vez lo que alguna gente
decía habitualmente de los desaparecidos: “¿En qué andaba?”.
En junio de 1978 sólo unos pocos diarios habían hecho pública la desaparición del director y editor de El
Cronista Comercial, Julián Delgado, que evocaba las anteriores de Edgardo Sajón y Rafael Perrota. En este extraño
país también los empresarios periodísticos del establishment desaparecían.
Últimos tiempos
“Julián Delgado era un tipo muy creativo, que de la izquierda se había vuelto liberal y que había descubierto lo
de la globalización hace más de veinticinco años, En los últimos tiempos estaba deprimido: le habían dado licencia
en la empresa y estaba en tratamiento. Justamente lo agarran yendo al psiquiatra. Nunca se supo por qué. Se
manejaron un montón de hipótesis, desde que se había malquistado con alguien importante de la patria empresaria,
hasta que, como en otros tantos casos, habían cometido un error. Lo cierto es que su propia revista, Mercado, actuó
cobardemente en ese tema, no lo defendió” (Orlando Barone, periodista y amigo de Delgado).
Para ellas
De acuerdo con una investigación que Silvia Centeno y Ana Laura Arverás publicaron en Cuestionario, a
mediados de la década del 70 las revistas “femeninas” enseñaban a las mujeres un deber ser y un modo de
responder a necesidades de la mujer de hoy, que ya no se quedaba todo el día entre cuatro paredes. Esa mujer era
un desafío antes creado por la revista norteamericana Cosmopolitan, artífice de la figura de la mujer hermosa y
liberada, culta y frívola y competidora de los hombres. Cada semana, los 150.000 ejemplares vendidos por Para Ti
eran 50.000 más que los que despachaba Vosotras y algo más que lo que vendía Claudia que, sin embargo, era la de
mayor costo por unidad y la de mayor prestigio. El divorcio, el aborto, la infidelidad, por supuesto el auge del
psicoanálisis, fueron asuntos propios de la revista años antes de que se convirtieran en leyes o que alcanzaran
masiva consideración social. Dicen las investigadoras que al iniciarse la década del 60 todas las revistas tuvieron
que renovarse, urgidas por los cambios en el mundo y por el aporte de Claudia, de la editorial Abril. Apoyadas en
servicios europeos originados en Marie Claire, Elle, Arnica, Lui, las notas de astrología, cocina y moda
comenzaron a alternarse con las de psicología, costumbres y educación sexual. Se vendía ropa, pero también
erotismo. En 1970 se empezó a hablar de la emancipación de la mujer, en tanto que en 1975 plantó sus reales el
discurso del feminismo”, afirman Centeno y Arverás. La búsqueda del nuevo ideal podía marchar por carriles más
científicos. Basados en los aportes iniciales de Miguel Brihuega y Raúl López Biel, aparecieron después Eva
Giberti y Florencio Escardó, en tanto Alberto Cormillot, Jorge Braguínsky, Mauricio Abadi y Arnaldo Rascovsky
divulgaron casi todo lo publicable en materia de problemas médicos y educación sexual. Ante los ojos de los
censores de cada época publicaciones como Claudia, Padres o Amika, entre otras, fueron vistas como subversivas,
o al menos tan cuestionables como el psicoanálisis o cualquier otra disciplina que sirviera para mejorar la situación
personal y hacer pensar.
Grandes hitos
En el número 7 se satirizaba la visita oficial de los reyes de España al país. En el dibujo de Cascioli, a la reina
Sofía se le colaba un fantasmal López Rega por abajo de las faldas. Mientras duró la visita de los reyes esa edición
no tuvo permiso de circulación. El número 8 mostraba a Martínez de Hoz como un escualo feroz, insaciable,
protagonista de la película-historieta “Inflación 2”, remedo de Tiburón II. Por primera vez Videla aparece en la
tapa. Es en el número 15 y el chiste, prácticamente a favor, alude a los productos importados, que son mostrados
como pirañas. Los chistes sobre los artículos de afuera, una evocación a Oski y una entrevista a María Elena Walsh
valían la edición. Otras tapas memorables: varios personajes del gobierno militar en un barco llamado El Proceso
que se iba a pique; Martínez de Hoz con un ‘manto y una guadaña que representaban la Parca; un Massera
descamisado; y el comandante en jefe Nicolaides cayéndose de una patineta. El dibujo irritó al General, quien se
quejó de este modo: “¿Cómo puede ser que me hagan aparecer como alguien que ni siquiera sabe andar en
patineta? El número 97 sufrió una orden de secuestro que fue prácticamente evitada por el distribuidor Cholo Peco.
La revista se escondió en comercios cercanos a los kioscos y los clientes tenían que ir a retirarla a los cafés o las
farmacias del barrio. El número 98 (tapa con caricatura de los tres comandantes en jefe como monitos, que no ven,
no escuchan, no hablan) elevó el tono crítico e hizo crecer la adhesión del público. En las entrevistas de Mona
Moncalvillo, a partir de 1979, aparecían los que no tenían prensa en otros lados, como el premio Nobel de la Paz
Adolfo Pérez Esquivel, a quien por primera vez había entrevistado la revista deportiva Goles. Allí contaron con
espacio personajes prohibidos por los militares como Hebe de Bonafini, Hipólito Solari Yrigoyen, Osvaldo
Soriano, Mercedes Sosa, que, metafóricamente, evocaban a los desaparecidos. A partir de julio de 1981 en esa
tribuna reaparecieron los políticos. Las notas políticas y de denuncias de Enrique Vázquez, que se incorpora en
1981. Historietas de gran calidad artística y de elevado contenido simbólico y crítico: “Boogie el Aceitoso”
(Roberto Fontanarrosa), “La Clínica del Doctor Cureta “(Ceo, Meiji, Rep), “El Recepcionista de Arriba” (Rep), “El
Doctor Piccafeces” (Grondona White), “Los Alfonsín” (Rep), “Las Puertitas del Señor López” (Trillo y Altuna).
Desde el jardín
En plena dictadura, María Elena Walsh escribe un texto memorable: Vaís jardín de infantes”, que Clarín publica
en agosto de 1979 en la sección “Opinión”. “Todos tenemos el lápiz roto y una descomunal goma de borrar ya
incrustada en el cerebro”, afirmaba Walsh allí. Como si fuera un documento de combate, la hoja impresa circula
entre los “alumnos” de ese presunto país, y de la autora v de los temas que toca en un nivel muy adulto se habla
con emoción, con entusiasmo (pero en voz baja) en cafés y casas particulares. Y en otros sitios.
Guillermo Alfieri, periodista y ex secretario de redacción del diario El Independiente, de La Rioja, y el
periodista Mario “Cacho” Paoletti, del mismo diario, estaban presos cuando tuvieron oportunidad de leer aquella
nota de María Elena Walsh, que los estimuló y reconfortó por su valentía y claridad.
En los años iniciales de la dictadura los despachos de la agencia Noticias Argentinas incluían denuncias de
desapariciones de personas. Según afirmó en 1984 el secretario de redacción de la agencia, Horacio Tato, sus
fuentes eran la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos y la agencia clandestina ANCLA -la que había
creado Rodolfo Walsh-. Diarios -en especial del interior- que de otra manera no se habrían animado, publicaban
estas informaciones escudándose en el crédito de la agencia. Según reconoció la madre de Plaza de Mayo Nora de
Cortiñas, algunos periodistas comenzaron a acompañarlas en sus rondas de cada jueves y uno de los primeros fue
Oscar Raúl Cardoso. El periodista lo confirma y agrega: “Más para estar que para publicar”. El primer corresponsal
extranjero que acompañó la ronda de las madres fue Gerard Albouy, de Le Monde, y Jacques Despress, de la
agencia France Press. Gustavo Cortiñas, el hijo de Nora, desapareció el 15 de abril de 1977, y ella recuerda haber
iniciado un peregrinaje primero que nada por las agencias de noticias extranjeras y después por el Buenos Aires
Herald. El 30 de abril de 1977 concurrió a la primera reunión de las Madres. En esa época, cuenta Cortiñas,
recibieron de Alicia Moreau de Justo un buen consejo que no siguieron: “Anoten todo, todo, todo, porque llega un
momento en que la memoria se pierde y lo escrito es la verdadera historia”. La sugerencia de doña Alicia era que
registraran en detalle sus entrevistas con policías, militares, políticos y periodistas. “Pero no siempre lo hicimos,
porque teníamos miedo de que si nos agarraban con algo escrito pudiera comprometernos más”, explica Cortiñas.
Los demonios
Las amenazas contra su persona se habían constituido en algo demasiado frecuente y ya le parecía raro estar una
semana sin recibir una. Pero cuando las advertencias recayeron en Peter, su hijo de 11 años, consideró que había
llegado el momento de exiliarse. Veinte años antes, en 1959, Robert Cox había llegado de Inglaterra. En 1966 lo
habían designado director del Buenos Aires Herald. Borges, afirmó Cox, pasó en aquellos días de pensar que “Al
fin tenemos un gobierno de caballeros” a desilusionarse y espantarse en pocos años porque los argentinos no
podíamos aceptar que desapareciera gente”. El Herald fue el único medio que les dio sitio a las declaraciones del
escritor. El diario escrito en idioma inglés mantuvo una línea en la información sobre desaparecidos, a diferencia
de la mayoría de los medios y de muchos periodistas, que prefirieron la idea de “preocuparnos por todas las
víctimas de una guerra. De un lado y del otro” -acaso la semilla de la tan polémica teoría de los dos demonios-. El
gobierno militar tuvo una actitud férrea en relación con hacer públicos los actos de la guerrilla o sus actos ilegales.
Pero, además, se preocupaban para que no se filtrara lo que ellos consideraban malos ejemplos morales. “No les
gustaba cuando se publicaban detalles del romance entre Carlos Monzón y Susana Giménez o se les daba lugar a
artistas prohibidos, como una entrevista a Marilina Ross en La Semana”, cuenta un veterano editor. “La dictadura
generó la necesidad de decir cosas sin que fuera muy evidente -reflexiona Oscar Raúl Cardoso-. El estilo era: ‘trato
de decir lo que no puedo decir’. Había que encontrar un lenguaje. No les envidio a Escribano y a Morales Solá
haber sido columnistas políticos en esa época tan difícil. Cuando en 1979 vino la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos de la OEA, esa visita permitió a muchos periodistas, entre ellos yo, escribir sobre los
desaparecidos. Y como coincidió con un torneo juvenil de fútbol que se jugaba en el Japón, la noticia llegó incluso
a los suplementos deportivos. Las Madres, que no salían ni de casualidad en los diarios de aquí, ganaron un primer
plano porque viajaron a Porto Alegre, Brasil, en donde estaba el Papa, que las recibió.” Fuentes castrenses explican
a Clarín los motivos de la reclusión de Timerman, y el 2 de mayo del ‘79 el diario lo publica: Cuando la subversión
necesitó canalizar los fondos provenientes de los secuestros, se valió fundamentalmente del conjunto económico
financiero que encabezaba David Graiver”, integrado entre otros bienes por el diario La Opinión. Antes de ser
liberado en setiembre de 1979, debido en especial a la presión generada por la fuerte campaña internacional, un 45
por ciento de las acciones que Jacobo Timerman tenía en su diario se transfieren a las arcas de la CONAREPA.
Todavía mucha gente seguía preguntándose por qué había caído sobre Timerman semejante excomunión. ¿Qué
podía haber pasado? La Opinión había sido uno de los primeros diarios que publicaron informaciones de hábeas
corpus que les acercaban familiares de desaparecidos. Pero frente a ellos, Timerman sostenía que no estaba seguro
de la eficacia del método: si con eso se ayudaba al prisionero o si, por el contrario, la información pública
aseguraba la definitiva condena a muerte del desaparecido.
Timerman, un hombre con ideas personales y muy lúcido, no estaba contra el régimen militar, ni tampoco
desdeñaba la lucha antisubversiva, aunque en este punto no vaciló en reclamar a los militares transparencia, juicios
públicos y la posibilidad de contar todo si los tribunales militares decidían ejecuciones. En un libro suyo Timerman
revela que, ya prisionero, estrategas del terrorismo de Estado que lo interrogaban y lo sometían a torturas le
explicaban que ellos no podían tomar semejante decisión porque el Papa se opondría y ellos como cristianos no
podrían hacer otra cosa que obedecerlo. “Usted no entiende porque es judío. Pero es así”, lo consolaban.
En 1979 Segunda Mano, una publicación dedicada exclusivamente a los avisos clasificados gratuitos de todo
tipo: profesionales, comerciales y personales, que despierta enorme interés de venta. Al finalizar la década sale un
producto que todavía está en la calle: Semanario, de editorial Perfil, un tabloide impreso en papel diario. En un
ámbito en donde la política estaba prohibida, la publicación comienza a interesar con otros temas: divulgación
popular de la medicina, las dietas más insólitas junto a las propuestas esotéricas más divertidas. Los años 70 se
retiraban disimulados en el almanaque de los días fértiles de la mujer, en los poderes extrasensoriales de una bruja
desconocida o en el futuro leído en las hojas de té de yuyos.
El poder en capítulos
En agosto de 1992, luego de mantenerse durante treinta y dos semanas a la cabeza de las listas de los libros más
vendidos, Robo para la Corona, de Horacio Verbitsky, superó otro record: se convirtió en el libro más vendido de la
Argentina en los últimos veinticinco años, únicamente superado por Cien años de soledad, de Gabriel García
Márquez. En esa misma época de 1992, otro libro periodístico, Los dueños de la Argentina, de Luis Majul, llegó a
los 120 mil ejemplares de venta.
Detrás de Robo para la Corona, Verbitsky editó en años sucesivos Hacer la corte y El vuelo -el descarnado relato
de un ex marino que había participado en la desaparición de personas durante la última dictadura-, y con todos
logró gran éxito de ventas y severos reproches de algunos sectores del poder, en especial de aquellos que eran
objeto de sus críticas o que aparecían involucrados en sus denuncias. Los libros de Verbitsky se refieren a la
corrupción gubernamental, a la falta de independencia del Poder Judicial respecto del poder político y a las
violaciones de los derechos humanos. “El éxito de mis libros se lo debo al gobierno de Menem, por todo lo que
hizo, por todo lo que dijo. La gente debe haber pensado: si esto le molesta tanto al gobierno, ahí debe haber cosas
de las que vale la pena enterarse”, acota Verbitsky en 1996.
Episodios como los atentados a la embajada de Israel y a la AMIA (Cortinas de humo, de Jorge Lanata y Joe
Goldman), el terrible momento de la hiperinflación y la transición entre la salida de Alfonsín y la llegada de
Menem (descrito por Joaquín Morales Solá en Asalto a la ilusión), los grandes ¡lícitos del menemismo (desde el
Yomagate investigado por Román Lejtmwhasta el caso de los evasores de la DGI, Los intocables, de Daniel
Santoro), pasando por las investigaciones sobre el caso María Soledad en Catamarca realizadas por Luis Pazos,
Alejandra Res. A Norma Morandini, dieron pie en los últimos años a libros paradigmáticos. Gabriela Cerruti, tanto
sola como en compañía de Sergio Ciancaglini, escribió sobre los jefes del gobierno, y Sylvina Walger hizo público
en Pizza con champán los placeres y diversiones de los más poderosos.
En opinión de Luis Majul -que en 1990 vendió 30.000 ejemplares de Por qué cayó Alfonsín y a partir de 1992
con Los dueños de la Argentina 1 y 2 superó los 200.000-, los libros periodísticos son, entre todos los géneros
periodísticos, lo más puro que hay, porque el único intermediario, además de la junta de abogados penalistas que
leerá el libro de pe a pá, es el público lector”. Majul piensa que la gente cree en los libros de investigación como
talismanes en donde reposa la verdad.
Un libro periodístico no es otra cosa que un medio de comunicación. Esta es también la idea de Jorge Fernández
Díaz acerca de este reducto de expresión, representativo de los años que corren, “en el que bajo las variadas formas
de la investigación periodística ha sobrevivido la épica, la memoria, la comunicación. Walsh decía:'un libro puede
ser un abanico o una ametralladora’. Y muchos de los libros periodísticos que rompieron los cercos de compradores
habituales y que se transformaron en verdaderos acontecimientos editoriales ametrallaron el poder simplemente
narrándolo”.
Otras líneas
El anterior remate de los activos y pasivos de La Opinión con los impuestos al día y libres de personal había
quedado sin efecto porque la empresaria chaqueña Juana Ivanoff de Innocente no pudo cumplir con lo prometido.
Esta vez la puja judicial favoreció al dueño de los diarios El Sol, de La Rioja, y El Sol, de Catamarca, que retuvo
instalaciones y maquinarias del ex diario de Timerman por un millón cien mil pesos de entonces. Las primeras
declaraciones de Tomás Agustín Álvarez Saavedra llenaron de estupor a todos quienes las escucharon: “La línea
del diario será antisubversiva, no comunista, católica, y dará un amplio espacio al interior del país (...) Los
periodistas que sean incorporados, previa selección, deberán trabajar gratis durante la primera época porque ésta es
una patriada en la que habrá que poner el hombro”.
La vez número 17
Nadie podrá decir jamás que carece de persistencia. La decimoséptima vez que en la recepción del diario
Córdoba dijo que era Alfredo Leuco buscando al señor Silvio Ferioli, el joven estudiante de Ciencias de la
Comunicación, hiperpolitizado aunque deseoso de convertirse en periodista deportivo, logró su objetivo. Aquél era
un histórico vespertino de su provincia, fundado por José W Agusti y cuna de periodistas importantes como Luis
Reinaudi, Miguel Clariá, Jorge Pérez Gaudio, Rubén Goldberg, Ramón Gómez, Manuel Martín. Después de un
tiempo de experiencia llegó para Leuco la transición inevitable hacia Buenos Aires, primero en La Hoja del Lunes
y después en Clarín, que por la veda política producía cinco veces más material de deportes que de actividad
partidaria. “Ahí en deportes yo metía toda la ideología que podía: títulos con frases de Viglietti, de Neruda. Por un
lado, yo decía que no servía para nada pero por el otro para algo sirvió. Porque Kirschbaum y Morales Solá se
dieron cuenta de que a mí me interesaba la política, y me invitaron a pasar a la sección. Era, digamos, como volver
a la militancia. O a estar más cerca”, aprecia Leuco.
Antidesarrollismo
Entre fines de 1981 y febrero de 1982 los cimientos de Clarín se conmocionaron: la antigua y estrecha relación
ideológica, política y financiera de los desarrollistas con el principal diario argentino llegaba a su fin. Es el
momento en que figuras como Gonzalo D'Hers, Guillermo Ariza, Horacio Rioja, Bernardo Sofovich y por supuesto
Oscar Camilión, Rogelio y Octavio Frigerio, Antonio Salonia y Horacio Rodríguez Larreta abandonan la empresa
cuyas riendas conducían, junto con la viuda de Noble, desde 1969. Fue una decisión de la señora, pero es cierto que
la relación se había deteriorado”, explican todavía hoy fuentes frigeristas. Es a partir de ese momento cuando
comienza a crecer en la empresa de Clarín la figura de su gerente, el ex militante desarrollista de La Plata Héctor
Magnetto.
1/ ANTES
El 30 de marzo de 1982 la CGT, bajo el liderazgo de Saúl Ubaldini, convocó para ese día a una jornada de
protesta con movilización bajo la consigna “Paz, Pan, Trabajo». El gobierno de Galtieri reprimió con mucha
violencia: produjo masivas detenciones, heridos (entre ellos dos fotógrafos de la revista La Semana) y hasta un
muerto por las balas policiales. La Plaza de Mayo, que se había colmado el 30 con gritos desfavorables a la política
del gobierno militar, volvió a llenarse apenas setenta y dos horas después para apoyar la decisión de Galtieri de
mandar tropas argentinas a recuperar las islas Malvinas, en poder de los ingleses. En una crónica publicada en
1992, Mario Wainfeld describe así aquel momento tan contradictorio: “El tirano devino libertador. Una euforia
futbolera invadió el país. José María Muñoz convocó a la plaza y fue mucha gente. Por la libre, con su banderita,
en familia, sin consignas”.
El 23 de marzo de 1982, cuando cumplía 24 años, el fotógrafo Rafael Wollman voló a las islas para hacer un
reportaje gráfico. Algo sabía, le habían dicho o lo husmeó, pero lo cierto es que invirtió algunos pesos recibidos en
una indemnización reciente de una editorial y se dirigió a Malvinas. El 1’ de abril a las 20.15, cuando escuchó del
propio gobernador de Malvinas, Rex Hunt, la primera información de la invasión argentina, el plato de cordero que
cenaba se le atragantó. La noticia le pareció increíble (” ¿Invadir nosotros?”, se preguntó). De inmediato se lanzó a
buscar información y los ingleses le pidieron que en su condición de único periodista argentino presente en las islas
no interfiriera en ese momento tan delicado. Sin embargo, le pertenecen las tomas de los aprestos iniciales de las
tropas argentinas, desde la dramática muerte del capitán Giacchino hasta la detención del gobernador Hunt. “Al
principio todo era una fiesta -rememora Diego Pérez Andrade, actual periodista de La Nación-; para la asunción e
Menéndez como gobernador el 25 de abril habían fletado dos aviones repletos de funcionarios, de políticos, de
periodistas, de figuras populares. El jolgorio dura hasta que la flota inglesa empieza a apretar. Cuando los lagartos
de Astiz caen en las Georgias, la Junta Militar, por decreto, decide correr a los periodístas extranjeros a Buenos
Aires y autorizar en las islas sólo a los medios del gobierno”. Pérez Andrade, por entonces en Télam, debía relevar
a Carlos Alberto García Malod, pero al llegar a las tierras en conflicto Malod encabezó una curiosa sublevación
“particular” y decidió permanecer allí. Los dos estuvieron hasta bien pasada la rendición argentina y en todo ese
tiempo vieron de cerca y en los dos bandos las mentiras y miserias propias de toda guerra. A partir del inicio de los
enfrentamientos armados, el V de mayo de 1982, la manipulación e intercepción de información fue total. Al lado
del transmisor de radio de banda lateral única por el que los periodistas enviaban sus informes a Buenos Aires se
ubicaban tres oficiales de cada fuerza que grababan todo, lo entregaban al Estado Mayor Conjunto y devolvían lo
que podía ser publicable. “El 7 de mayo el general Menéndez nos mandó a secuestrar el equipo de radio por el que
transmitíamos. Y los que más se enojaron fueron los oficiales de inteligencia que operaban en Télam central. Lo
que puedo decir es que había una guerra en Buenos Aires y otra allá en Malvinas. La verdad es que nosotros sólo
podíamos contar victorias, que no había, y no se nos permitía informar sobre las bajas”, cuenta Pérez Andrade.
2/ DURANTE Según la investigadora argentina Lucrecia Escudero, autora del libro Malvinas, el gran relato,
aparecido en 1996, la información sobre la guerra del Atlántico Sur ocupó el 90 por ciento del espacio en los
semanarios de actualidad y entre el 57 y el 60 por ciento de los diarios.
Crónica, cuyo dueño -Héctor Ricardo García- militó personalmente en esa causa por lo menos desde 1964,
reflotó el término “pirata” referido a los ingleses, que en el Mundial disputado en Londres en 1966 utilizara como
metáfora futbolística. Casi todos los medios apelaron en sus títulos a la primera persona del plural: “Por qué
estamos ganando la guerra”, “Los rechazamos a sangre y fuego”, “Así vamos a ganar la batalla”, “Vamos a las
Malvinas”, “¡Le dimos!”, ‘Volamos sobre la flota enemiga”, “Nuestros potros del aire aniquilan a las naves
inglesas”. Esa forma verbal daba una mayor sensación de cercanía y por otro lado reproducía el modo con que
habitualmente los ciudadanos se referían a las acciones, aunque no participaran directamente. Diario Popular fue el
primero en llamar a la primera ministra Thatcher por su nombre de pila, “Margarita». Pero quien llegó más lejos
fue el semanario Tal Cual, que la constituyó en chivo expiatorio afirmando que su marido la odiaba, que tenía un
hijo drogadicto, que su abuelo había sido un ladrón y que ella era, ni más ni menos, la Dama de la Muerte.
“Cuando me entero de la invasión me quedo varias horas pensando: ‘¿qué hago?’. Mi revista era un producto
muy popular y muy masivo. Hasta que encontré en la Thatcher el emergente que buscaba: yo la veía como la mamá
mala que nos castigaba. Durante un mes y medio la saqué distinta cada semana: dibujada como mujer maravilla,
violenta y arrogante, como nazi, como Drácula. La ilustración de la Thatcher con un ojo tapado, como pirata, dio la
vuelta al mundo”, dice Carlos Andaló, que en 1982 dirigía Tal Cual. Esta publicación le había solicitado a una
experta un horóscopo de la guerra: las cartas astrales de Lily Sullos dijeron que la posición de Júpiter sería decisiva
en el triunfo final de la Argentina en la contienda. Y, para no quedarse atrás, Radiolandia 2000 presentó a sus
lectores el “menú Malvinas”. Allí advertía que la copa frutal Costa Méndez (por Nicanor Costa Méndez, canciller
argentino en ese momento) “podía causar estragos en los soldados ingleses”. En materia de fotografías, después se
supo que en algunos casos las tomas de aviones o barcos aniquilados correspondían a la Segunda Guerra Mundial.
Con semejante nivel de fantasía, las autoridades no tuvieron necesidad de recordar que existía la censura previa.
Escribe Leonardo Berind en Medios &Comunicación de octubre del'82, que una de las pocas publicaciones que
hizo caso omiso de la guerra fue Flash. Sostiene el analista que, pensando en una posible saturación de sus lectores,
el semanario de García siguió en sus temas típicos: el bíorritmo, los ovnis, los romances de la farándula, el régimen
de María Marta Serra Lima, y en la propia semana de la rendición apareció en tapa, semidesnuda, la actriz Adriana
Guerra. Del mismo modo, sostiene Berind, cuando Radiolandia 2000 consideró cercana la derrota volvió a apelar a
sus temas seguros: las estrellas de la TV o el romance entre Guillermo Vilas y Carolina de Mónaco.
El mismo día en que los ingleses hundieron al crucero General Belgrano, aparece en La Semana una columna
escrita por el analista norteamericano Jack Anderson que contenía una visión no triunfalista del futuro argentino en
las acciones. Jorge Fontevecchia, director de Perfil, fue citado al Estado Mayor Conjunto, en donde un capitán le
dijo: Si tuviera un poco de tiempo, yo a usted lo fusilaría. Acaban de matar a trescientos argentinos y usted publica
una nota que le hace el juego a los ingleses, diciendo que vamos a perder la guerra”. El oficial le recordaba al
director de la revista que en este tema no había posibilidad de dobles informaciones: la prensa sólo podía hablar de
una victoria final argentina. El periodista Samuel Gelblung, por entonces editor de La Semana y gestor de la idea
de las colaboraciones de Anderson, confirma la reunión en la que también estuvo y en la que recibió la siguiente
admonición: “Mientras mis soldados se pelan el culo en Malvinas usted lo único que pretende es vender
ejemplares”. Casi no hace falta aclarar que Anderson no se había equivocado en prácticamente ninguno de sus
vaticinios. En 1996, Gelblung afirma que «si uno tuviera que arrepentirse totalmente de un período en el que
ejerció el periodismo, ése es Malvinas. El comandante en jefe de una de las armas llegó a decir que habían hundido
al Invencible sólo porque lo había visto en una revista. Por supuesto, fue una foto trucada. De terror. Esa gente
manejó la guerra”.
Lo real es que, cuando no había fotos, se trucaban. Una conocidísima telefoto en la que aparecían en un
interesante sombreado cinco soldados argentinos a punto de plantar en tierra firme una bandera nacional también
resultó ser falsa. El 3 de abril de 1982 el Estado Mayor Conjunto la había difundido como real, pero luego se supo
que la escena no procedía de las Malvinas sino de mucho más cerca, de la Escuela de Mecánica de la Armada en
donde había sido puesta en escena. Cuando era imposible hacer un truco, se apelaba a atractivas ilustraciones. Si no
había informaciones decisivas, el clima se alimentaba con base en frases triunfales. En ese sentido la edición 876
de Gente es paradigmática. El título de tapa, “Estamos ganando”, se repite en varias páginas interiores a modo de
consigna. El hundimiento del destructor inglés Sheffield, ocurrido el 4 de mayo, es recibido en una nota con loas y
plácemes. Los torpedos que partieron de un submarino inglés y provocaron el hundimiento del crucero General
Belgrano son, para el semanario, ni más ni menos que un ataque a traición. Los soldados ingleses son presentados
como gente excéntrica, de costumbres personales y moral totalmente criticables. Los pilotos argentinos son
considerados héroes valientes e imbatibles.
El periodista Daniel Tiner reconoce que aquel 1982 fue un tiempo de manipulación total de la información. En
ese momento Tiner tenía un alto cargo en la editorial Perfil y se ocupaba de Semanario. Afirma que la editorial
había dejado a los directores de cada publicación en libertad para hacer lo que más conviniera a los intereses de
cada una, desde un estricto sentido del marketing. A partir de esa decisión, Semanario hace del incendio de barcos
en el laboratorio fotográfico toda una especialidad; Tal Cual utiliza a la Thatcher y La Semana ataca la idea de la
guerra con argumentos poco comunes para la época. Transcurrido el tiempo, Pliner explica que entonces “creíamos
interpretar el momento eufórico de la gente, una sensación térmica de triunfalismo absoluto. Hasta ese momento,
nuestro título más vendedor en Semanario era, por decir algo, “Cómo vencer el colesterol”. De pronto viene la
guerra de Malvinas. Los periodistas nos preguntábamos ‘¿qué hacemos, qué hacemos?-.
El periodista Andrew Graham Yool, argentino de origen galés, exiliado en Inglaterra desde 1976, regresa con un
arduo objetivo: la cobertura de la guerra para el diario inglés The Guardian. “El país necesitaba algo por lo cual
eufonizarse. Y fueron las Malvinas, igual que en otro momento había sido ganar el Mundial de Fútbol. Era una
reivindicación, la gente sentía que esas islas le pertenecían”, declaró Graham Yool. Al final de esa cobertura, Yool
recibe amenazas y presiones. Eran tiempos difíciles para todo aquello que tuviera algún rastro inglés. Durante el
conflicto, como parte de una especie de boicot patriótico, el Buenos Aires Herald no se vendía en los kioscos sino
directamente en la redacción de la calle Azopardo.
Mientras la guerra se desarrollaba en el sur del continente, a Oscar Raúl Cardoso, periodista de Clarín, le tocó
viajar incansablemente por Europa y Estados Unidos en busca de la información que aquí escaseaba. En 1996,
refiriéndose a aquel tiempo, reconoce que cada vez que hablaba a Buenos Aires para pasar información el discurso
de una y otra fuente se diferenciaba más. “Era cómico. En el mundo de aquí el portaviones Invencible estaba bajo
las aguas hacía rato. En el mundo en que estaba yo, pongamos en Nueva York, seguía flotando sobre la superficie.
Aquellas diferencias eran grandes e irreconciliables”, explica Cardoso.
Rememorando aquellos días Marcos Cytrynblum, entonces secretario general de redacción de Clarín, afirma:
“Nosotros no nos sumamos al triunfalismo esquizofrénico, absurdo, ciego, que había invadido a esta sociedad.
Puedo asegurar que el diario tuvo una posición muy, muy digna”.
3/ DESPUÉS Héctor D'Arnico atravesó la guerra como corresponsal de la revista Siete Días en Nueva York.
Catorce años después señala que, como periodista argentino en el exterior, la primera gran dificultad era la
necesidad de poder separar “el sano reclamo sobre Malvinas” del gobierno militar que había procedido a su
recuperación y con el que “uno no acordaba”. Acepta que si bien existió una fuerte manipulación, los mayores
errores se produjeron por desconocimiento, porque “es difícil cubrir y vivir una guerra cuando no se tiene, ni como
ciudadano ni como periodista, una experiencia en el tema”. A más de cuarenta días del fin de la guerra, D'Arnico
entrevistó al ex asesor de seguridad del presidente Carter Zbigniew Brzezinski. Experto como pocos en temas
bélicos, Brzezinski dijo, analizando los datos disponibles, que la Argentina perdería la guerra y que Malvinas
terminaría con la rendición de mayor cantidad de soldados desde la guerra de indochina. Por supuesto, aquella nota
jamás fue publicada. Se creía que ese tipo de informaciones podía tener un efecto muy desanimador”.
D'Amico cuenta dos episodios aparentemente contrapuestos, pero que se unen en muchos puntos. Una
publicación de Boston lo consulta porque acababan de ver en una revista argentina una foto del Invencible en
llamas. Ellos querían saber con quién debían tratar las condiciones para obtener esa primicia mundial. “Después de
diez o quince minutos de dar vueltas con mis explicaciones esta persona empieza a entender la posibilidad de que
esa toma hubiera sido trucada. Ellos no desconocían ese recurso, pero no les entraba en la cabeza que en una
situación tan grave como una guerra a alguien se le ocurriera engañar con una toma falsa.” En otra ocasión, con el
ejemplar del New York Times frente a los ojos, D'Amico se comunica con su editor en Buenos Aires y le cuenta
que el diario publicaba una foto del General Belgrano, antes de hundirse, presuntamente tomada y vendida por un
oficial argentino que se había salvado. “De Buenos Aires me decía que era obra de los servicios navales ingleses.
Todavía hoy circulan dos millones de historias sobre quién sacó aquella foto y cómo llegó al diario. Pero aquella
foto era real”, evoca D'Amico.
Dialoguito
-¿No podría ocurrir que aquellos islotes representaran a sus ojos un medio fácil para unir un país dividido e
infeliz, hacerlo olvidar de la inflación Y la deuda externa monstruosa, o sea del fracaso político’y económico del
régimen militar que usted representa?
-Señorita periodista. Acepto su razonamiento porque usted es una periodista, señora periodista. De otra manera
no le permitiría que me dijera estas cosas, se lo aseguro. Porque ofenden mis principios, mi buen nombre, mi
carrera militar, todo aquello que yo he protegido más que mi propia vida.
(De la entrevista que Oriana Fallacci le hizo al presidente Leopoldo Galtieri el 5 de junio de 1982)
Staffs
La revista arrancó con la conducción de Fontevecchia, pero desde el cuarto número, como sucedió en otros
proyectos, lo reemplazó Daniel Pliner. En distintos cargos, tareas y épocas por allí pasaron Héctor Luis Zabala,
José Andrés Soto, Alfredo Serra, Marcelo Pichel, Mario Faslíbender, Alvaro Torres de Tolosa (un día se disfrazó de
mujer a la manera del personaje “Tootsie” y la policía lo agarró de las pestañas en plena calle Florida), Hernando
Kleimans, Raúl García Luna, Mercedes Márques, Oskar Blotta, Sergio Sinay, Hugo Asch, Néstor Straimel y
Matilde Sánchez. Luis Pazos ofrece su testimonio: “Esa revista me dio la posibilidad excitante de disfrazarme, de
convertirme en otro, ser el tema de la nota y escribir en primera persona”. También rescata algunas notas que le
tocó hacer (¿o protagonizar?): “Me casé con dos mujeres” y ‘Vivo con una muñeca inflable”. Con la muñeca
llegaron lejos. Alquilaron la suite Marqués de Sade de un albergue transitorio y cuando se sumergieron en un
jacuzzi con espuma, la chica de plástico explotó. El fotógrafo la tomó desinflada y en la nota Pazos contó que ella
no había resistido la potencia de “un macho de Latinoamérica”.
Dos diarios nuevos
El 6 de setiembre de 1982 (”Fecha luctuosa para la democracia (...) nacer en este día podría ser un gesto de buen
humor, pero es tan sólo una reparación”, advertían en el editorial) aparece el diario La Voz. Con estilo de portada
fuerte y bien diseñada, ubicada entre la tentación popular de Crónica y el compromiso político con el que se había
identificado el diario montonero Noticias -desaparecido en 1974-, La Voz era solventado por el sector denominado
Intransigencia Peronista, liderado por Vicente Saadi. Los títulos de la edición inaugural fueron: “Convocarán a
comicios para noviembre del ‘83”; “Argentina está en cesación de pagos” (una nota del periodista Alberto De
Arriba); “Los carniceros se declaran en huelga”’, cándalo del Mundial'78”. En los días siguientes quedarían claras
las tendencias principales del diario: información política y sindical, en especial la vinculada a las arcas más
combativas de los sectores peronistas; derechos humanos y referencias a la represión ilegítima. El 7 de diciembre
cubrió abundantemente un paro general que para el diario “más que una huelga resultó un plebiscito”. Unos pocos
días después la movilización de la multipartidaria saca a la calle 150.000 trabajadores que desafían al gobierno al
ronco voceo de “Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar”. “El pueblo ya votó”, titula este periódico
combativo que en esa misma jornada le dedica un amplio lugar al asesinato por parte de la policía del obrero
Dalmiro Flores.
Hasta octubre de 1983 La Voz atravesó algunos de estos problemas:
* Sufrió numerosas presiones de parte del poder militar, porque era un medio que se refería frecuentemente a
atentados y violaciones de los derechos humanos, incluida la información sobre desaparecidos.
* Debido a su posición denuncista, atravesó un boicot de la proveedora de papel y sus escasos anunciantes
recibieron la sugerencia de que sería conveniente no anunciar en sus páginas.
* El momento más grave lo pasa en junio de 1983 cuando por orden del juez federal Nicasio Dibur, la policía
allana sus instalaciones, acusando al diario de ser “un órgano de adoctrinamiento y difusión formado y mantenido
por los montoneros”. En mayo -poco después del asesinato de tres montoneros- la Junta Militar había vuelto a
emplear un término que se creía en desuso: “rebrote subversivo”. La advertencia, proveniente de servicios de
informaciones, hablaba de un intento de alterar el orden, infiltrarse en la vida política y asesinar al político Robledo
y a los dirigentes gremiales Taccone, Miguel y Ubaldini. Se responsabilizaba de estar detrás de todos esos
propósitos al Movimiento Intransigencia y Movilización Peronista y al diario La Voz.
Para el periodista Osvaldo Pepe, “entre el peronismo y la izquierda La Voz ocupó un lugar de respuesta a la
dictadura. Primero dejaron de hacer las cosas, luego los Saadi forzaron un conflicto, llegó la huelga, metieron
militantes en el lugar de los periodistas y ahí se pudrió todo. Los periodistas profesionales comenzaron a desertar
en masa”.
Para ilustrar la falta de preparación de los directivos, Pepe recuerda un diálogo entre el periodista Alberio De
Arriba y el representante de la dirección Julio Amoedo, que tuvo lugar una noche en pleno cierre de edición:
-Tenemos la marcha a Luján y la vamos a dar en la contra -dice De Arriba. “Contra”, en la jerga periodística, es
la “contratapa”, es decir, la última página.
Alarmado, Amoedo le replica: -No, De Arriba, eso no lo lleve en contra. Llévelo a favor. El jefe de personal que
habían designado los Saadi era Ángel Luque, el padre del que años más tarde sería el principal imputado por el
crimen de María Soledad Morales. Y hasta Ramón Saadi, antes de ser candidato a gobernador de Catamarca, ocupó
la máxima jerarquía de La Voz.
Luego de dos licitaciones fallidas, el Estado decidió otorgar por decreto las instalaciones de La Opinión,
ubicadas en Lafayette al 1900, a la empresa Dos de Abril perteneciente al grupo Bridas, de Carlos Bulgheroni, un
empresario muy ligado a la clase militar (también dueño de lo que debería haber sido la fábrica rival de Papel
Prensa, Papel de Tucumán) y a dos empresarios de origen alemán, Carlos y Tomás Leonhardt, que tenían una
participación minoritaria. Finalmente, el periodista Raúl Burzaco, también participante de la sociedad, terminó de
armar la operación y el 17 de noviembre de 1982 puso en marcha Tiempo Argentino.
Diario de diseño evolucionado y una tipografía exclusiva, era prearmado por los diseñadores con módulos para
llenar, y proponía un buen equilibrio de blancos y negros. Tiempo Argentino era muy agradable de ver, pero algo
confuso de leer por la cantidad de suplementos que traía cada día. Fue un producto que, 14 años atrás, asumió
decididamente una tendencia del periodismo mundial: el arrevistamiento de los diarios. “Era un pequeño diario,
pero rodeado de muchos suplementos. Al diario había que pelarlo cada día, como si fuera una cebolla, y cuando se
le terminaban de separar todas las cáscaras que eran sus suplementos, era poco y nada lo que quedaba”, cuenta un
periodista que prefirió permanecer anónimo.
Para Raúl Burzaco, su director durante varios años, “el aporte mayor de Tiempo es que introduce el concepto de
diario multimedia, con muchos suplementos”. Según el periodista, salió anticipado a su tiempo. “Tal vez diez años
después hubiera sido un éxito”, agrega. Pablo Sirvén, que fue un destacado crítico de la sección “Espectáculos”,
piensa que el diario era parte de un proyecto político que se desmoronó el 30 de octubre del ‘83 cuando Raúl
Alfonsín le ganó las elecciones a Ítalo Luder. Y no por responder con entera claridad al peronismo ni a sus
políticas: “Su tendencia se podría calificar como de derecha agrisada -define Sirvén-; lo peor era una falta de
audacia general, todo muy dependiente de los temores de Burzaco”. En cambio, Sirvén recuerda con entusiasmo a
suplementos “modernos y burbujeantes” como el de la mujer que hacía María Moreno, al que califica como
directamente feminista, y el de “Espectáculos”, conducido por Ernesto Schóó, que mantenía posiciones avanzadas,
aparecía actual y nada censurado.
Alcantarillas
Periodismo de alcantarillas”, así define Claudia Acuña al que le tocó practicar en sus inicios en 1982. “El
periodismo era el chivo institucionalizado o mirar para otro lado”, piensa, y suma: Provinciano, chauvinista, de
mirar permanentemente para adentro y, por lo tanto, muy decadente. El objetivo principal era distraer, no
informar”. Sin embargo recuerda que en Perfil, en donde trabajaba, pudieron encontrar un lugar periodistas que no
tenían trabajo en otros lados. “Tal vez -supone- el periodista anónimo que escribía la dieta de la luna era un
castigado por su pasado gremial.” Ella precisa las fechas del cambio. El día de la movilización del 30 de marzo de
1982 y Malvinas: “nunca hubo tanto para hacer y se hizo tan mal. Pero a partir de ahí empezamos a salir de la
cloaca. Sin embargo, ese periodismo que hace ficción en lugar de informar, está hoy técnicamente muerto”,
concluye.
Fontevecchia a disposición
La empresa de la familia Fontevecchia no estaba viviendo horas tranquilas. Luego de la clausura de un mes y
medio ordenada por el gobierno de Bignone, La Semana reaparece en febrero de 1983 con un eslogan añadido:
Clausurada por el gobierno militar. Reabierta por la Justicia”. En un artículo publicado en Noticias en 1991, se
enumeraban algunos de los padecimientos de la editorial durante la dictadura, años en los que sumó ocho
clausuras:
* Sin haber sido nunca una revista combativa, sino liberal, La Semana chocaba con el almirante Massera,
integrante de la Junta Militar que defendía una idea más estatista de la economía.
* El 24 de marzo de 1978 La Semana es clausurada por haber publicado una entrevista a Ricardo Balbín en un
momento en que estaba prohibida la actividad de los partidos políticos y de sus dirigentes.
* En enero de 1979, Jorge Fontevecchia fue secuestrado por algunas de las fuerzas militares que lo mantuvieron,
bajo severo interrogatorio, en un lugar desconocido durante una semana.
* Durante la guerra de Malvinas, luego de publicar -el 19 de abril de 1982- una columna firmada por Jack
Anderson, Fontevecchia se enfrentó con el general Ramón Camps, que le dijo que era “un idiota útil” y le advirtió
que, una vez que la guerra terminara, lo iban a fusilar.
La situación se agravó porque posteriormente La Semana volvió a entrevistar a Anderson, y sobre el mismo
tema, en Washington. En esa ocasión, el analista norteamericano reiteró su opinión de que la Argentina perdería la
guerra.
* A fines de marzo de 1983, luego de la aparición del número 328 de La Semana, el Poder Ejecutivo Nacional,
apoyado en la vigencia del estado de sitio, puso a Fontevecchia “a disposición”. La edición incluía una producción
sobre la vida del capitán de corbeta Alfredo Astiz, de quien se recordaba que había rendido tropas argentinas en las
Georgias durante Malvinas, y se lo responsabilizaba de haber participado en la desaparición de dos monjas
francesas en 1977. En el número había una entrevista a José Palozzi, ex director del clausurado semanario político
Quorum, desde Italia -en donde se había exiliado- y las declaraciones de una joven, sobrina del general Llamil
Reston: “Yo soy modelo. Mi tío es el ministro del Interior”.
* Luego de un procedimiento policial en el edificio de Perfil, en Sarmiento al 1100, del que escapó disfrazado
de mujer, a las pocas horas Fontevecchia solicitó y obtuvo asilo en la embajada de Venezuela. El 30 de marzo de
1983 partió a ese país y luego a Nueva York, de donde regresó después del 18 de octubre, cuando el Poder
Ejecutivo informó que había dejado de estar a su disposición.
* Mientras Fontevecchia estaba afuera, una poderosa bomba explotó en la casa de sus padres. En aquel
entonces, las autoridades lo ligaban a una campaña de desestabilización en contra del gobierno militar y,
fundamentalmente, lo acusaban de responder a intereses del gobierno inglés.
Pensar en la vida
No parece una casualidad que en un momento en que la sociedad atravesaba tanto dolor y muerte, se difundieran
revistas que manifestaban un abierto compromiso por la vida como Uno Mismo y Mutantia. Ambas coincidían en
la filosofía del vivir mejor, más del lado del espíritu, y proponían nuevos estilos para apreciar y sentir el universo
en crisis. Sus responsables eran, respectivamente, Juan Carlos Kreimer y Miguel Grinberg, a quienes se les debe
reconocer haber sido pioneros o introductores de temas como la contracultura y el underground, los Beatles y el
punk. Transgresores y excelentes periodistas los dos, cada uno en su momento se ocupó de acercar diversos
asuntos. Desde 1957 Miguel Grinberg, deslumbrado por la obra de prominentes miembros de la generación beat
-Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti, Jack Kerouac, Thomas Merton-, los difundió, antes que nadie, en medios
argentinos, y analizó el fenómeno de los beatles en los años 50. Por su parte, Juan Carlos Kreimer descubrió en los
60 a los hippies y los principios de las religiones orientales. Los dos introdujeron en el debate local asuntos que van
del rock extranjero y argentino a la ecología, de la poesía al yoga. Uno Mismo nació con 3.000 ejemplares y llegó a
los 20.000. Posteriormente Kreimer se la vendió a Gustavo Borenstein y Alberto laccarino y se desvinculó.
Mutantia dejó de aparecer, pero en 1988 Grinberg recibió el premio Global 500 de las Naciones Unidas. Las dos
revistas se convirtieron en inesperadas fuentes de enseñanza para sus lectores e introdujeron para siempre temas
hoy absolutamente familiares a la agenda periodística pero para entonces poco difundidos, como el cuidado del
planeta, los nuevos métodos del tratamiento del cuerpo, la mente y el alma, las comidas naturales y las variantes de
una vida alternativa.
Laura, personaje
Desde 1980 aparecía en La Nación la historia de “Laura de Hoy”, que hacía la periodista Dionisia Fontán.
Contaba la vida de una adolescente llamada Laura y de más de quince personajes paralelos, entre los que había un
vecino que murió en Malvinas, una compañera de escuela cuyo padre estaba desaparecido y otros que le permitían
reflexionar a Fontán tanto de temas de actualidad, como acerca de la condición femenina. La saga de Laura generó
la edición de tres libros que vendieron en conjunto más de veinte ediciones.
Creo que la historia de Gente durante el Proceso está pésimamente contada. Hubo dos verdades, y la revista
contó una de ellas. Pero en ese momento, ¿quién contaba la otra? Muchos se quedaron con aquel editorial (del lo de
abril de 1976), “Gente se equivocó”. Fue estúpido, inoportuno, pero muy pocos sabían que en esos momentos
Massera era el enemigo número uno de Gente, porque la Marina decía que al darles tanta trascendencia a los actos
de la guerrilla le dábamos chapa al Ejército antes que nada. Casi todos se acuerdan de algunas actitudes genuflexas,
pero nadie contó como nosotros el caso Elena Holmberg. A veces pienso que la opinión sobre Gente viene forzada
por otras cosas que hizo la editorial en Somos o en Para Ti (Samuel Gelblung).
“Para mí lo que pasó durante el Proceso generó la idea actual del periodismo, tan rendida a la operación de
prensa, no sólo política sino también referida al lanzamiento de un auto o de una crema de belleza. Al periodismo
habría que refundarlo desde revistas alternativas” (Sergio Sinay). “Hubo de todo... Desde la obsecuencia, hasta un
silencio digno; desde el abierto apoyo hasta una oposición entre líneas; desde la aceptación resignada hasta un
simple y drástico cambio de ocupación” (Luis Gregorich). “En el momento de inflexión en que los militares
avanzan en su política de exterminio, el periodismo tuvo una performance desoladora. Pienso con frecuencia que si
el periodismo hubiera puesto un poco más de decisión, a lo mejor podría haber evitado algo. Si todavía hoy la
sociedad no le pasó la factura al periodismo por su papel durante la dictadura y durante la guerra de Malvinas es
porque piensa que la responsabilidad fundamental de la desinformación fue de editores y de empresarios, no tanto
de periodistas” (Julio Rajnerí). “Sobre el Proceso el periodismo no ha hecho todavía su mea culpa. Se lo hemos
pedido a los de la Iglesia, a los militares y no se lo hemos pedido al periodismo. Salvo raras excepciones, unos
pocos cumplieron el noble deber. Es posible que no supiésemos del todo, o nos negásemos a ver la dimensión de la
tragedia. No hicimos, y yo me incluyo, todo lo que podíamos haber hecho” (Héctor D´Amico).
En la mira
Tal vez con ligereza se podría retraducir esa insoportable acumulación de variadas formas de la violencia
sufridas por los periodistas en su conjunto, como la mayor y más abierta acción impulsada contra grupo social
alguno durante la dictadura. Lo real es que desde mucho tiempo antes los periodistas estaban en la mira de los
represores y de la ultraderecha. “El proceso revolucionario en Cuba marcó a Susana “Pirí” Lugones, como a
muchos de su generación”, afirma un libro sobre esta periodista desaparecida, figura social y cultural porteña de los
años 60 y 70. En 1996, Julia Constenla, una de sus amigas de entonces, evoca a Pirí y explica por qué era
absolutamente lógico caer en rendida admiración por aquellos revolucionarios cubanos: “Es que eran
deslumbrantes. Imaginemos un grupo de muchachos solos, mal armados, con todo para perder frente a la gran
potencia del mundo, hacen algo increíble Ernesto Guevara, Fidel, Camilo Cienfuegos: ellos sí que eran el Hombre
Nuevo. Además, eran lindísimos”. Pero todavía antes que la Revolución Cubana, el peronismo había marcado a
fuego a los intelectuales argentinos. Muchos nunca saldrán del rechazo, pero otros muchos pasan del odio al amor
y terminan acercándose al líder ausente pero presente, hasta protagonizar una parábola de sangre, dolor y muerte.
Camino de radicalización
Como reacción directa a la represión, a las proscripciones, a la falta de libre información que solían instaurar los
regímenes autoritarios, a las persecuciones, a aquella violencia de arriba que generaba la violencia de abajo,
numerosos periodistas emprenden a partir de 1966 el camino de la radicalización, como dicen algunos de los
consultados, “por necesidad de no vivir en una isla”, «porque no aguantaba la doble vida”, “por haber conocido al
monstruo de cerca”, “por necesidad de asumir un compromiso distinto”, “por cuestionar el orden establecido”,
“para darle continuidad a aquello de luchar con la pluma, con la espada y la palabra”. Duchos en la búsqueda y
selección de información y en la mirada inteligente sobre la realidad, los periodistas vieron en la guerrilla, como
evalúa María Seoane, la posibilidad de llevar a la categoría de acción muchos de sus intereses: “El periodista es el
profesional capaz de reunir en una sola tarea sus inquietudes con la historia, con la literatura, con la práctica social
y con la política”.
Jorge Bernetti afirma que en aquel momento era casi un imperativo social definirse políticamente. “No fueron
únicamente los periodistas. ¿O acaso no lo hicieron los abogados o los psicoanalistas?”, dice en 1996. Para Carlos
Gabetta ése era un momento mundial en que las franjas más informadas e ilustradas entendían que debían alcanzar
una activa participación política. “Y eso no pasó sólo con periodistas, sino también con profesionales, con
universitarios -agrega Gabetta-. Pero como nuestra profesión consiste en influir sobre las personas, probablemente
haya existido mayor control y una posterior y especial saña en la represión.” La opinión de Tomás Eloy Martínez
no es muy diferente: “La posibilidad de construir un cambio social se acentuaba y creíamos (me incluyo) que el
periodismo o la literatura no eran lugares suficientes para ese cambio”. La visión de Sergio Caleti es concluyente:
Para muchos de nosotros, el periodismo y la política eran una misma cosa. Y el periodismo era un modo
privilegiado de participar en el proceso político-social. Y esto abarca a los periodistas que trabajábamos en las
secciones políticas”.
“Llegamos”
El 30 de octubre de 1983, con el 52 por ciento de los votos, el radicalismo con Raúl Alfonsín a la cabeza alcanza
la presidencia de la Nación. En ese momento estas eran algunas de las características del periodismo:
* Seria crisis de venta, atribuida fundamentalmente a la falta de credibilidad por su actuación durante el
gobierno militar y la guerra de Malvinas.
* Las empresas y los periodistas eran víctimas de las contradicciones y los desvíos ideológicos propios de una
etapa en la que se trabajó en extremas condiciones de censura y con mucho miedo, producto de la violencia
ejercida.
* Así como hubo desapariciones de periodistas, también desaparecieron diarios y revistas, se redujeron tiradas y
se descuidó la calidad editorial. Hubo también fusiones de grandes empresas, como por ejemplo, la de Abril y Julio
Korn.
* Se les reprochaba a algunas editoriales que en los años de sangre y fuego hubieran sobrevivido acomodándose
de un lugar a otro y también que harán más por conservar lo que tenían que por defender la libertad de expresión y
garantizar la vida de los profesionales”.
Cuenta Marcos Cytrynblum que, respondiendo a un mítico sentimiento personal vinculado con un sentimiento
muy parecido que él percibía afuera, encontró la palabra justa para el título de Clarín del día siguiente de las
elecciones. El título, en tipografía “catástrofe” -pero al revés, porque al menos aquello fue un gigantesco festival-,
fue “LLEGAMOS”. “Lo que hacía meses parecía tan lejano, las elecciones, la democracia ahora se corporizaba. El
título tuvo una repercusión fenomenal y apenas el diario llegó a la calle, a la madrugada, empezamos a recibir
llamados. El que más recuerdo fue el de Enrique Esteban, un periodista del diario que cuando era corresponsal en
Neuquén estuvo desaparecido durante tres meses y el diario se ocupó mucho de él. Me llamó pero no pudo hablar:
lo único que yo escuchaba era un sollozo acongojado, pero de agradecimiento, no porque hubiéramos gestionado
su liberación sino porque habíamos coincidido al formular esa exclamación Llegamos. Todos habíamos llegado”,
se emociona Cytrynblum, ex secretario general de Clarín.
El destape
Ahora, como unos años antes había ocurrido en España, podríamos ser testigos de “El Destape’ Uuuuy, la que se
venía... Agentes de los servicios de informaciones empezaron a hablar. Los torturadores arrepentidos salieron de las
sombras y se hicieron protagonistas de inquietantes notas de color. “Yo secuestré, maté y vi torturar en la ESMA”,
decía un cabo de la Marina. Con muñecos de plástico que se arrojaban desde un helicóptero en vuelo al plana de
Clarín que Río de la Plata, se ficcionalizó la tétrica costumbre de los represores. Se revolvieron las tumbas de
cadáveres enterrados en cementerios como NN. Por irresponsabilidad, por frivolidad, porque eso vendía, pero
también porque había enorme necesidad de saber qué había pasado, la tragedia de la dictadura se transformó en
show periodístico. El tratamiento de esas informaciones resultó en muchos casos de tal nivel de impudicia que al
poco tiempo los lectores empezaron a clamar para que no se siguiera hablando del tema. En última instancia,
aunque de esa manera tan morbosa y desagradable, esas notas instalaron en los medios y en la opinión pública el
silenciado tema de las violaciones a los derechos humanos.
Desde los Estados Unidos, en donde era corresponsal de Siete Días, Mario Diament ahogaba en diciembre de
1983 por “una nueva prensa para un nuevo país”. “La prensa argentina ha sido tan víctima del fracaso de los
proyectos de país que se fueron sucediendo a lo largo de cinco décadas, como ha sido su cómplice”, analizaba el
periodista, reclamando para que se ampliara la independencia, la libertad, para que se consolidara la democracia y
-el periodismo expresara todo en el mejor lenguaje para la comunicación. Aunque sabía que no iba a ser fácil
lograrlo, porque la prensa está tan enferma como el resto del sistema”.
El lenguaje del terror
«Susana, ¿sabías que los torturadores llamaban ‘Susanita’ a la picana, porque hace shock?”
Los periodistas de la nueva revista Libre le hacían esta pregunta, sin anestesia, a Susana Giménez y ella salía del
paso como podía. Cara de angustia en la foto, la boca tapada con una mano y una respuesta liviana para
sobreponerse a la impresión. El presidente Alfonsín, al que se presentaba en un reportaje exclusivo, trataba de
poner paños tibios a la escandalosa denuncia: “Lo que ocurrió no puede ser comparado con lo que pasó en la
Alemania nazi”. ¿No puede? Jorge Porcel era otro testigo que venía a declarar: “Los militares no sólo nos tocaron
la cola -"cola”, en tapa; en páginas interiores dice “culo"-, sino que se metieron adentro y nos bailaron un
malambo”.
Este tipo de literatura periodística inauguraba una época, pero también ponía en letras de molde todo aquello
que mucha gente decía desconocer: de ahora en adelante volvería a ser difícil repetir el “Aquí no se sabía nada”. La
forma que elegía Libre para hacerlo era discutible: la de un semanario sensacionalista cuyo concepto de destape
abarcaba desde mostrar una picana eléctrica hasta una actriz con los pechos al aire. Si la idea era “desnudar el
horror”, Libre lo hacía sin tapujos, en varias direcciones. En la nueva publicación escribían Enrique Vázquez, que
venía de una trayectoria denuncista en Humor; Enrique Ruiz, Jorge Novoa, Jorge Ruprecht, Roberto Parada y
Enrique Torres (que luego de alejarse del periodismo comenzaría a escribir telenovelas para Andrea del Boca).
En esa revista se empezó a hacer habitual el discutido concepto de “guerra sucia”. La audacia era la mezcla. Al
lado de las fotos de la primera fiesta pública gay, en la que dos muchachos se besaban en la boca (en este caso, sin
fajitas negras de censura), aparecía una serie de propósitos didácticos, en la que se enseñaba cómo se torturaba a
los “desaparecidos”. Luis Pazos fue redactor de Libre y admite que era “más escandalosa que la revista Perfil. La
primera nota que me tocó hacer fue tremenda: tenía que lograr que la madre de un homosexual me dijera que
quería que su hijo se casara con un lindo chico”. Pazos se fue al poco tiempo sin haber podido hacer coincidir su
ética periodística con la ética de la publicación.
En otra vereda periodística, Joaquín Morales Solá recuerda cómo eran aquellos días: “Si los años duros de la
dictadura significaron el permanente aprendizaje de límites, porque uno se movía entre la muerte, los tiempos
iniciales de la democracia recuperada fueron también de enseñanza, aunque en este caso la lección era de vida”.
Años complicados
Si bien la llegada de la democracia parecía dejar atrás una colección de múltiples restricciones, los próximos
años de la prensa escrita no serían precisamente felices. Se había avanzado muchísimo en el terreno de la libertad
de expresión, pero los recortes empezaron a ser cada vez más dramáticos: desaparición de importantes medios,
reducción de páginas, desabastecimiento de papel prensa, disminución de la inversión publicitaria, descenso de las
ventas, graves conflictos gremiales, desocupación. Y todavía faltaba lo más serio: aquello que el investigador
Nicolás Casullo denominó en un debate “el rol errático del periodista”: “El periodista no tiene dueño pero tiene
todos los dueños posibles. Es un intelectual, pero no parte casi nunca de su conciencia intelectual para participar o
no de acuerdo con las épocas. Es un interlocutor de masas, pero eso nunca lo obliga a dar un paso atrás (...) Es
evidente que un periodista con buenas relaciones personales con su jefe de redacción, con un haber caído bien en la
empresa puede comunicar su opinión a un millón y medio de personas, por más imbécil que sea, cosa que no
podría conseguir un tipo que se dedica a la política durante veinte o treinta años (…) Hay un privilegio que después
se paga, porque después viene lo errático, viene nuestra profesión pagada por el mejor postor. Comunicación es
política, mensaje y también representatividad social en términos democráticos”, sostenía Casullo en los albores del
regreso a la democracia.
En marzo de 1984 el editor Eduardo Varela Cid sacó el libro Los sofistas y la prensa canalla, en el que se
revelaban dichos y contradichos de medios y periodistas en los últimos quince años. El trabajo fue posteriormente
complementado por otra investigación sobre la prensa femenina durante el gobierno militar. Pocos meses después,
entre los números 124 y 132 de la revista Humor, Sergio Joselovsky y Carlos Gabetta escribieron la serie Miserias
de la prensa del Proceso. Allí se revela, entre otras cosas, que el 10 de junio de 1978, en pleno Mundial de Fútbol,
el general Jorge Rafael Videla recibió una carta firmada por 2.337 periodistas franceses que mencionaba los
nombres de 31 periodistas asesinados, 40 desaparecidos y 68 detenidos hasta ese momento en la Argentina. Ambos
trabajos son prototipos de la literatura periodística del destape.
Destapes juveniles
En pleno destape democrático, Román Lejtman tenía 23 años, estudiaba Derecho y se pagaba la carrera
trabajando de cadete. Un día se dio cuenta de que podría escribir, se acercó a un kiosco, tomó las direcciones de
varias revistas y, entre todas, eligió a Shock, que editaba la familia Kraiselburd. Se presentó y consiguió que le
encargaran una nota en la que debía explicar el funcionamiento del colegio electoral. En Shock colaboró con
frecuencia en los dos años siguientes, pero también participó en Claves, dirigida por Carlos Quirós, y en
Redacción, de Hugo Gambini. Gracias a un tío diagramador pudo acercar a Siete Días una nota sobre el canal de
Beagle y casi enseguida le encargaron un suplemento sobre el Congreso, que recién comenzaba a funcionar. Allí,
reconoce con agradecimiento, tuvo en Alberto de Arriba a un gran maestro. En sus inicios, Lejtman, al igual que
tantos otros, pasaba sus notas por teléfono. “No había ni computadora, ni módem, ni fax... Era la prehistoria. Ahora
la gran diferencia es el acceso a la información. Antes a lo sumo, uno iba a la biblioteca del Concejo Deliberante y
como máximo a la biblioteca Lincoln. Ahora, en un rato, por Internet, cualquiera puede entrar al archivo del
Congreso de los Estados Unidos”, dice en 1996.
Finalmente, Lejtman se recibió de abogado, formación que le dio la ventaja de interpretar la jerga legal y
conocer el funcionamiento de la Justicia desde adentro. En esta especialidad hizo toda una carrera en el periodismo
de investigación de los años 90.
En el destape de la democracia, en Clarín Alfredo Leuco se eligió un nicho envidiable: juventudes políticas.
Después, con Arnaldo Paganetti, compartió la información sobre los partidos de izquierda y finalmente aterrizó en
el campo del peronismo. Ya fuera del diario y hasta del periodismo escrito (aunque escribir se escribe siempre),
hizo una carrera interesante. “Es imposible desligar a los medios, en especial a los escritos, del poder. A cada
momento histórico y político corresponde un medio. Cuando estaba en auge la oligarquía terrateniente,
hegemonizaba La Nación. Cuando el país pega un salto industrial el título principal es Clarín. Cuando la fiesta
parecía estar del lado intelectual y del cambio, surge La Opinión, y cuando lo que se discutía eran los derechos
humanos aparece, El Periodista”, reflexiona en 1996.
María Luisa MacKay empezó en 1983 a los 19 años en La Semana. Se mezclaba todo: la farándula y la historia
de los desaparecidos a rolete y los actos superimasivos de la campaña política del ‘83. Con todo, nadie puede negar
que fue una época de euforia”. Cuando entró a trabajar en el semanario de Perfil ocultaba que era estudiante de
periodismo, porque especialmente lo que ella llama la vieja guardia” lo veía como una tilinguería o, peor todavía,
los jefes lo sentían como un problema porque al estudiante hay que darle días francos para los exámenes. Mac Kay
creció profesionalmente en la democracia y afirma que trata siempre de escribir con la mayor libertad posible. No
es que no concíbala censura, pero no quiere decir que la acepte. No voy a ser yo la que corte”, afirma.
Cambio de razón
El 16 de agosto de 1984, el número 27.103 de ese vespertino octogenario sorprendió a sus lectores, agradando y
crispando por partes iguales. La Razón presentaba varios cambios visibles -logotipo más amplio, tipografía de
titulares de tapa más reducida, títulos más informativos y extensos, casi todas sus notas firmadas- y uno invisible,
acaso el más significativo: el reemplazo del hombre que había estado cuarenta y ocho años al frente de sus
ediciones. Por decisión del empresario Ricardo Peralta Ramos, a Félix Hipólito Laiño lo sustituyó otro grande del
periodismo local: Jacobo Timerman. El 4 de diciembre, con el sólido y real argumento de que en todo el mundo los
noticieros nocturnos de la TV habían tomado el lugar de los vespertinos, La Razón introdujo un nuevo, doble
desafío a sus habituales seguidores: resignó el formato sábana doblado para convertirse en tabloide y se sumó al
mercado de los matutinos porteños. “Al regreso de su exilio forzado por la dictadura, Timerman viene a anunciar,
no la inminente muerte de las ideologías, sino la más prosaica muerte de los vespertinos”, explicó en una tesis
universitaria el periodista Jorge Bernetti. Para Bernetti ese proyecto de diario matutino fue atrevido, aunque por
momentos excesivamente apegado a lo que diez años antes había sido La Opinión. Y así como hubo quienes lo
vieron crítico, analítico e interpretativo, como lo había sido el medio que tanto irritó a los militares del Proceso,
otros lo vieron demasiado cercano a la ideología del gobierno radical. Por una cosa, por otra o por ambas lo cierto
es que La Razón de Timerman no fue el éxito que se esperaba. El había pensado en un medio que tuviera en la
época de transición democrática la misma capacidad de aglutinar conciencias, ideas, inteligencia y peso político
que tuvo El País que ve a la España en una etapa similar. Pero como alega Bernetti, lo que no tuvo en cuenta fueron
los cambios en el mercado y la destrucción durante la dictadura de claves culturales y de un público lector que
podía haberse convertido en seguidor fiel”.
No obstante, se le debe reconocer el haber sido un diario con permanente preocupación por la consolidación
democrática. Se recuerdan los editoriales de Pablo Giussani, que resumen las dificultades de la época; las
coberturas de Sergio Ciancaglini y Martín Granovsk--, en el juicio a las juntas militares; se reivindica su papel en
cada uno de los intentos de golpe de Estado que los militares hicieron a Raúl Alfonsín, en especial cuando en la
Semana Santa de 1987 fue el único diario que apareció con el título “Viva la Democracia”. La Razón capitaneada
por Timerman ofreció oportunidades y fogueo laboral a varios importantes periodistas jóvenes de la actualidad y
procuró siempre una relación respetuosa con el lector, tratando de influir en la recuperación del entusiasmo por la
lectura y reivindicando el valor de los textos bien escritos.
En los momentos cercanos a su retiro, René Sallas, de Gente, le preguntó a Félix Laiño:
-¿Usted cree que podrá vivir sin La Razón? -Pero, mi hija... Yo no podría vivir si alguien me dijera que no
puedo escuchar más la Quinta o la Séptima Sinfonía de Beethoven.
El periodista Oscar Raúl Cardoso apunta una reflexión atinada: ‘Laiño logró algo único. Que el diario La Razón
tuviera un ciclo vital idéntico al suyo personal. Cuando él era fuerte y potente, el diario se le parecía; cuando entró
en la natural declinación de los años, el diario se fue para abajo”.
Si alguien dijera de una persona que era de estilo severo y en ocasiones arbitraria en sus decisiones y
temerariamente despótica en sus juicios, y si esa persona fuera de profesión periodista, la definición podría servir
tanto para Laiño como para quien lo reconocía como su maestro y venía a reemplazarlo, Timerman. Así como eran
genios indiscutidos del periodismo, fueron personas discutidas.
Si uno no tenía reloj, sabía que eran las 6.45 porque él entraba a la redacción, o las 19 porque él se retiraba. Rara
vez vestido con un traje que no fuera gris, era más raro aún verlo sin sus inseparables anteojos negros. En la
quietud de la tarde, era imposible saber si vigilaba, si leía o si dormía”, lo describe en 1984 el periodista Carlos
Achával. Y si una de las obsesiones de Laiño eran los horarios, Timerman demandaba a sus periodistas para que
fueran más cultos, aunque fuera un poco menos que él, y que leyeran mínimamente dos libros por semana. Roberto
Guareschi opina que Laiño era “un tipo increíblemente organizado y metódico que, en su tiempo, viene a cambiar
toda una concepción bohemia o improvisada del periodismo. Era un gran editor cuando ese puesto no existía”.
Guareschi, que se formó con él en La Razón, lo recuerda con un lápiz de grafito común como si fuera un director
de orquesta, mandando y organizando. Claudia Acuña, fogueada en La Razón de Timerman, piensa que su jefe “fue
un gran editor. El me enseñó que lo más difícil es encontrar a la persona adecuada para la nota, después todo va
solo. Timerman restableció eso que puede llamarse orgullo, dignidad del oficio, confianza en los periodistas, tanto
que mientras duró la experiencia, en la redacción sólo hablábamos de periodismo. Además, abolió la reescritura,
porque Timerman decía que el diario tenía que alcanzar el estilo de la época. Un Ernesto Schóó, él solo, hubiera
podido rescribir todo el diario, pero Timerman se opuso: ‘¿cómo vamos a enterarnos de cómo es la escritura de esta
época?`. Sin embargo, en algo coincidían: los dos inculcaban en sus cronistas la antigua fórmula del “Andá, mirá y
contá”, como lo atestiguan Horacio de Dios y Roberto Guareschi, de Laiño; y Claudia Acuña, de Timerman.
Un semanario deslumbrante
El 7 de setiembre de 1984 la editorial de Andrés Cascioli saca un semanario político del que aspiraba a vender
200.000 ejemplares. Su aparición significó todo un lanzamiento, porque había sido considerable el tiempo de
preparación y por el despliegue de recursos que contenía. La idea, en principio, fue gestada por Osvaldo Soriano,
en Buenos Aires; Carlos Gabetta, que iba y venía de París, su lugar de residencia permanente, y, desde luego,
Cascioli. El director iba a ser Soriano, pero muy poco antes del lanzamiento tuvo un choque con Cascioli y ambos
rompieron el compromiso laboral. La edición inaugural muestra al tope del staff a Cascioli, y como jefes de
redacción a Gabetta y a Carlos Alfieri, recién venido de su exilio español.
El Periodista de Buenos Aires (tal su denominación completa, aunque enseguida la gente empezó a pedirla como
El Periodista) era un tabloide con una gráfica novedosa y consistente para el medio local y con tapas especialmente
brillantes, en donde se juntaban hasta ocho “llamadas” periodísticas distintas por edición, fotos y dibujos. Buenas
fotografías e ilustraciones, agradable papel, muy aceptable impresión, como para que nadie pusiera en duda que,
además, detrás estaba la sabia mano gráfica de Cascioli. Los que tuvieron la misión de llenarla de contenido no le
fueron en zaga al maestro diagramador. Las columnas de Rogelio García Lupo, las entrevistas de María Ester
Gillio, “La Novela de Perón” escrita por Tomás Eloy Martínez, en entregas a la manera de un folletín, el retorno al
periodismo activo de Horacio Verbitsky, las investigaciones de todo tipo a cargo de un equipo comandado por
Carlos Ares y en el que aparecen en contribuciones importantes jóvenes periodistas como Jorge Fernández Díaz o
Jorge Lanata; las originales críticas de televisión de Claudia Acuña. Según Gabetta, lo mejor de aquella experiencia
fue la reunión de una serie de jóvenes que más adelante hicieron cosas destacadas: Sergio Joselovsky, Claudia
Pasquini, Luis Majul, Julio Villalonga, que se cruzaron con periodistas de otras generaciones como Norberto
Colominas, Carlos Abalo, José María Pasquini Durán, Oscar González, Julián Lemoine y el propio Verbitsky.
Un buen nacimiento
En El Periodista sabían lo que querían: hacer una revista identificada claramente con posiciones de izquierda,
totalmente jugada en la defensa de la democracia, progresista y profesional, no sectaria. Sabían lo que no querían:
convertirla, como fueron tantas otras, en una revista “panqueque” (que se da vuelta con facilidad), al decir de
Cascioli. Tuvieron repercusión de entrada con una línea en la que si bien a veces flaqueaba la información,
golpeaban con denuncias exclusivas y en la que nunca faltaban el análisis ni la opinión.
En el número 8 consiguieron como anticipo una parte de las secretísimas listas que elaboraba la Comisión
Nacional de Desaparición de Personas (Conadep). Allí figuraban los nombres de 1.351 personas consideradas
represoras por los denunciantes. La publicación irritó al gobierno de Alfonsín porque allí figuraba el nuncio
apostólico durante la dictadura, monseñor Pío Laghi, lo que originó una fuerte presión de la Iglesia. Luis Majul,
que había obtenido aquella lista secreta, recuerda que José Ignacio López el vocero del presidente Alfonsín, le
reclamó indignado, pensando que de esa manera se desestabilizaba a la democracia. A lo que Majul le replicó:
“Pero, José Ignacio, vos también sos periodista. Ponéte en mi lugar. Si lo tenías, ¿no lo hubieras publicado?”.
En mayo de 1985 la revista denunció una conspiración denominada “La noche celeste y blanca” que llevarían
adelante sectores terroristas de ultraderecha y cuyo propósito final sería sembrar el terror en una jornada sangrienta
que provocaría 473 víctimas. Por suerte para quienes debían ser las víctimas, aquella denuncia diluyó la
conspiración aunque fuentes militares niegan que la presunta asonada haya existido jamás. Después, como afirma
Horacio Verbitsky, la revista cubrió el juicio a las juntas militares con la convicción de que se estaba frente a un
hecho que cambiaría al país”. Fue justamente durante el juicio cuando el semanario alcanzó su mayor promedio de
venta por semana: 85.000 ejemplares. “La línea editorial -dice Gabetta- era de apoyo incondicional a la
democracia, entendiendo que el sistema era frágil. Al tiempo estábamos mal con todos los sectores. Los radicales
en el gobierno decían que los atacábamos y por eso nos cancelaban las órdenes de avisos oficiales. Y la izquierda
nos desestimaba porque decían que éramos pro alfonsinistas.” Pero su mayor preocupación de entonces se
sintetizaba en la siguiente pregunta, de muy compleja respuesta aún hoy: ¿cómo se hace buen periodismo en una
sociedad que no tolera las ideas claras y distintas? Rememora Gabetta un incidente con Hebe de Bonafini. La líder
de Madres de Plaza de Mayo había comparado públicamente a Alfonsín con Videla. A la siguiente semana, desde la
revista, Gabetta le refutó la apreciación y una semana más tarde Bonafini opinó de él que era “un escriba a sueldo”.
El caso Página/ 12
Durante algunos meses se preparó en una oficina de cuatro ambientes y dos líneas telefónicas ubicada en
Lavalle y Montevideo, escandalosamente pequeña para todos los que pretendían aposentarse en ella. Hasta el punto
de que el director Jorge Lanata seleccionaba a su futuro personal en la confitería La Opera, de Corrientes y Callao,
y escribía síntesis de los propósitos del diario en servilletitas de papel. Todo era muy precario.
Adriana Schettini fue una de las primeras en incorporarse. Conocía a Lanata de El Porteño y de Radio Belgrano.
Ella, Ricardo Ibarlucía y Sylvina Walger compusieron el elenco inicial de la sección Cultura”. ‘Fue muy lindo vivir
ese tiempo, que tenía el entusiasmo fascinante del romance que recién empieza. No había teléfonos suficientes pero
no importaba, porque nos íbamos a hablar a los bares vecinos desde teléfonos públicos y de paso aprovechábamos
para ir a hacer pis porque en los baños de la oficina revelaban los fotógrafos. Faltaban máquinas de escribir,
escritorios, sillas, papel, pero sobraba pasión”, recuerda Schettini en 1996. El martes 26 de mayo de 1987,
exactamente cuando el personal de La Razón llegaba a su décimo séptimo día de conflicto, apareció el primer
número de Página12. En un clima político complicado por las acechanzas propias de cualquier etapa de transición,
con Alfonsín expuesto a una situación económica crítica y a asonadas como la que en la reciente Semana Santa le
habían planteado militares nacionalistas, aparecía un diario distinto de todos los que se tiraban en ese momento. En
su edición inicial había llegado a los 30.000 ejemplares, de los que -buen augurio- se vendieron 26.000. Se
barajaron centenares de marcas: El Diario de Buenos Aires, La Jornada, Reporter, pero como varios de los números
cero habían tenido doce páginas, alguien, desde la obviedad pero también desde la sensatez, tiró la preguntita: “¿Y
si le ponemos Página12?”. Así se hizo, aunque para la desorientación general el primer número salió a la calle con
16 páginas.
Planes y centellas
Jorge Lanata y Ernesto Tiffenberg, que venían de hacer una resonante etapa de El Porteño, planearon el
contenido de un diario que se proponía “evitar el bombardeo informativo” de los grandes matutinos compartiendo
la filosofía periodística de que sólo hay un puñado de novedades diarias que merecen ser registradas y que el resto
es relleno. Página/12 ofreció de entrada costados distintos, como información sobre grupos minoritarios e
influyentes en la sociedad -gays, lesbianas, feministas, ecologistas, psicoanalistas y militantes de los derechos
humanos-; con buen criterio recuperó la importancia de dos secciones poco a poco relegadas en otros medios,
“Educación” y “Universitarias”, así como tomó entre sus banderas permanentes el análisis y marcha de asuntos
como la Justicia, los militares (que venía junto con la revisión del pasado reciente) y la corrupción en el mundo
político. Otros periodistas sumaron su aporte al modelo final del diario. Osvaldo Soriano introdujo conceptos de la
prensa francesa, como el buen nivel de escritura de Liberation, la eficacia de sus títulos coloquiales y su forma de
inserción social, temas que había conocido al dedillo durante su exilio europeo. Horacio Verbitsky sugirió que un
diario así podría ser importante como vigía del sistema democrático, para controlar su marcha, verificar su
desarrollo, cuestionar sus flaquezas y reprobar sus excesos. Todos coincidían en que debía llegarse al cumplimiento
de esos objetivos apelando a un lenguaje más directo, sin solemnidad y con humor.
El diseño de Oscar Iglesias tuvo originalidad e identidad desde el primer número, en especial por esa pantalla
que es la tapa de Página12. El resto lo hizo una redacción muy joven, de un promedio de 30 años, que pensaba,
escribía y titulaba con desenfado; y el aporte de un inversor como Fernando Sokolowicz (dueño de una empresa
familiar de maderas y que durante la dictadura fundó el Movimiento Judío por los Derechos Humanos), que
dispuso de 1.500.000 dólares para sostener los años iniciales del diario. En 1996, desvinculado de la dirección y de
la empresa desde 1994, exitoso ahora con un programa periodístico de TV, Jorge Lanata revela: “A Fernando
Sokolowicz siempre le dije que era un buen negocio. Y me creyó. En ese tiempo, tal vez porque era el momento de
la teoría, juro que a mí las cuentas me cerraban. Después no cerraron más y se perdió mucha guita durante dos
años”.
Concebido como diario pluralista y progresista, Página12 fue encontrando su propio camino, al tiempo que
provocaba preocupación y movimiento en su competencia diariera. Basado en audacia, falta de censura,
aprovechamiento máximo de la libertad de expresión disponible, fuerte compromiso con la democracia y con su
afianzamiento, tratamiento de temas que ningún otro diario tocaba, su estilo se difundió por todos lados y preocupó
al poder en tiempos de Alfonsín, y más aún en los de Menem, cuando aumentaron las ocasiones de criticar ciertos
manejos de la clase política. El diario sufrió atentados, amenazas; se le hicieron enorme cantidad de juicios y
algunos boicots publicitarios. Cuenta Lanata que recién se dieron cuenta de que “habíamos hecho un diario”
cuando una noche, después del cierre, caminaba con Tiffenberg por el centro y escucharon a los diarieros que
voceaban La Nación, Clarín, Crónica, Ámbito y Página.
LUNES 15 DE FEBRERO
La Nación: “En confuso hecho murió la ex mujer de Monzón, quien está herido y detenido”. Clarín: “Tras una
riña con Monzón murió su mujer”. Diario Popular: “Monzón acusado de homicidio por la muerte de Alicia
Muñiz”. Crónica (5): Confirman que Alicia Muñiz no sufrió golpes antes de la caída”. El mismo periódico, pero de
un día después, hace un retoque: “Alicia Muñiz habría caído del primer piso desmayada por su pelea con Monzón”.
MARTES 16
Página/12: “Monzón contra las sogas”. La Prensa: “Admitió Monzón que agredió a su ex esposa”.
A partir del miércoles vendrían las revistas. La Semana muestra al hijo de Carlos Monzón y Alicia Muñiz con el
título “Abuelito, tengo miedo”. En el interior ofrece 58 fotografías en 27 páginas. Gente pone en la tapa el cadáver
de Alicia Muñiz, en bombacha y sin corpiño, tirada en la planta baja del chalet marplatense, complementado con
23 páginas y 33 fotografías en páginas interiores.
Se iniciaba una larga instancia judicial que culminaría en un juicio oral y con la condena a Monzón siete años
después. Muy poco antes de salir en libertad, con permiso para retirarse momentáneamente de la prisión, el
boxeador ex campeón del mundo se mató en un accidente automovilístico a principios de 1995.
Sur, y después
En marzo de 1989, versiones periodísticas anunciaban como inminente el lanzamiento del diario Sur, que
finalmente se produce el 13 de abril de 1989. El proyecto tenía, en secreto, ya dos años. En la Navidad de 1987,
según cuenta Isidoro Gilbert, los soviéticos habían adelantado las toneladas de papel necesarias y el dinero para
sacar un diario que se imprimiría en unas rotativas belgas. Líderes del Partido Comunista Argentino como Patricio
Etchegaray, Athos Fava y Jorge Pereyra pensaron, al decir de Gilbert, “que era tiempo de sacar un diario” que fuera
expresión de un frente de liberación nacional democrático, que apoyaría la Izquierda Unida y que sería sostenido
financieramente por el Partido Comunista. A pesar de la larga preparación, Gilberi afirma que “se sale con un
diario sobredimensionado en personal, en cantidad de páginas. Una vez más, el proyecto fue mucho mejor que su
realización”.
Según Jorge Bernetti, que ocupó en Sur un alto cargo periodístico, el diario chocó con por lo menos tres
inconvenientes graves: un dramático momento político y económico, coincidente con el deterioro de Alfonsín y la
etapa previa a la hiperinflación; los cambios profundos que en esos mismos tiempos convulsionaban, con la caída
del socialismo del Este, la escena internacional; la presencia conjunta en el mercado de matutinos como Página/12,
que supo interpretar con mayor gracia y recursos periodísticos más actualizados las necesidades de los sectores
progresistas. “La idea era que la izquierda, para construir un proyecto político, debía tener un medio masivo. Pero
nunca se definió bien cuáles serían sus características: si iba a ser una mezcla de Nuestra Palabra con Crónica o de
El Periodista con La Hora”, cuenta María Seoane, que también integró la redacción de Sur. Resultaba muy difícil
-piensa- disimular el agobiante peso burocrático del diario “porque tanto en la organización del diario como en la
toma de decisiones pesaba más la identificación política que la cuestión periodística o profesional. Ninguna de las
internas del partido resultaron indiferentes a la marcha y evolución de Sur”. Y Bernetti lo confirma: “Una
enseñanza básica es que un medio puede estar ligado a un partido, como era este caso, pero no depender de él ni de
sus presiones, porque eso es profundamente perturbador”.
Enroque en Perfil
Cuando hacía trece años que se publicaba y luego de la edición 672, La Semana deja de salir y toma su lugar
Noticias de la Semana, una de cuyas audacias es el día elegido para su aparición: los domingos. Sugestivamente, el
cambio se produce con el arribo de Menem a la presidencia. Una cultura reemplaza a otra. El país cambia de manos
y de intereses y demanda otro tono informativo. Jorge Fontevecchia diseña personalmente una nueva revista de 100
páginas a todo color, impresa en papel satinado, que cubre la actualidad semanal con cierres sorprendentes, de
diario. A mitad de camino entre el semanario de información política y el colorido magazine de información
general, lo que resulta es una mezcla atractiva que reúne investigaciones, retratos de figuras de la actualidad,
denuncias, descripción de costumbres y tendencias de consumo y un tipo de periodismo que comenzaría a hacer
furor: crónicas de la vida mundana (la noche, los estrenos, las fiestas) resueltas mediante pequeñas fotografías que
funcionan como ventanitas al exterior. Por esa vidriera pasan las novedades, los lugares, los encuentros no siempre
legales, los personajes. Jorge Born 111, autor intelectual del primer plan económico del menemismo promete en el
Nº 1 de Noticias que la próxima década en la Argentina merecerá ser vivida, tan sensacional será. El locutor Cacho
Fontana, enredado en un pesado asunto de mujeres y drogas, no parecía tan eufórico como Born. Maradona, en la
gloria, acababa de hacer su inolvidable fiesta de casamiento en el Luna Park y, solícita, Noticias le hacía las
cuentas: ¿cuánto había ganado con esa boda el número 10 más famoso del mundo? Frente a eso, las columnas de
Neustadt y Granados o los servicios exclusivos de Time parecían una minucia. Detrás de Fontevecchia se alineaban
periodistas como Teresa Pacitti, Silvia Fesquet, Cristina Ricei y Enrique Ruiz, integrantes del staff inicial.
Páginas reconocidas
Muchos de los periodistas consultados para este libro coincidieron en destacar la función renovadora que
cumplió Página12. El hombre de La Nación, José Claudio Escribano afirma que “consiguió ser, desde la franja que
va del centro-izquierda a la izquierda, la expresión periodística más valiosa que yo recuerde. Por el contrario, el
Partido Comunista, cada vez que tuvo la oportunidad de hacer una publicación, sólo hizo cosas pesadas y
aburridas”. Héctor García, hacedor de un imperio con base en el periodismo popular de Crónica, reconoce que
Página12 es un diario “distinto”, y que él no lo sabría hacer. “Es un diario muy particular -explicó en 1993-, no sale
los lunes, no tiene lotería, no tiene carreras de caballos, tiene dos noticias policiales que las pone por poner.” Para
Julio Blank, de Clarín, los primeros tres o cuatro años de Página/12 partieron aguas: por el estilo, por su forma de
investigar, por la audacia para abordar y para forzar los límites. Y agrega: “Quien conoce un poco da concesiones,
pero hizo un periodismo muy diferente que obligó a otros medios a cambiar, sobre todo a Clarín. Pero, además, es
lógico que haya sido así: juntás a Lanata, Verbitsky, Soriano, Tomás Eloy Martínez, ¿que otra cosa que una buena
orquesta sinfónica puede salir?”. Hugo Caligaris, de La Nación, coincide con Blank en que Página/12 “tuvo un
efecto saludable para la prensa en general. En especial porque despojó al periodismo de ciertos atavismos y pesos”.
Mínimo balance
Durante la década del 80 se avanzó en la recuperación de las palabras, luego de una época de fuerte censura, y
también hubo mayor libertad expresiva, superando un tiempo turbulento. Pero no fueron iguales los progresos en
materia laboral. Al comienzo se había fantaseado con que la recuperación de la democracia generaría múltiples
proyectos periodísticos. Al contrario, con respecto a los medios gráficos la década trajo un saldo de sistemático
achicamiento empresario, desocupación laboral, reducción de la calidad informativa y el cierre de medios como La
Voz, Sur, Pueblo, Gaceta, Hoy y Mañana, Tiempo Argentino y, por un corto lapso, La Razón.
En noviembre de 1989 el electo presidente Carlos Menem planteaba la primera de una larga y revulsiva serie de
privatizaciones, un hecho que caracterizaría políticamente a su primer gobierno. Los canales 11 y 13 de televisión
abierta, finalmente se adjudicaron antes de finalizar el año. La eliminación del inciso “f” que en el artículo 45 de la
Ley de Radiodifusión impedía a los propietarios de un medio gráfico poseer, al mismo tiempo, una radio de un
canal, originó un impresionante interés en las empresas editoriales. Clarín y editorial Atlántida se presentaron por
las dos estaciones (el grupo de la señora de Noble obtendría el Canal 13 y la empresa de la familia Vigil se
quedaría con Canal 11;), pero en diversos grupos también figuraban Ámbito Financiero, La Prensa, La Capital, de
Mar del Plata, La Nueva Provincia, de Bahía Blanca, en tanto que el dueño de Crónica, Héctor Ricardo García,
mantenía un litigio para recuperar Canal 2, a la par que planeaba su nuevo cable de noticias.
El acercamiento del mundo de la gráfica a la televisión y a la radio provocaría un cambio muy profundo en la
búsqueda y distribución de noticias, en la forma de presentar la información, en la veloz y creciente modernización
de los sistemas de producción, en la a veces exacerbación de la competencia y en las relaciones entre los poderes y
los medios, que se volverían cada vez más fuertes y sorprendentes en los años iniciales de la década del 90.
Empresas y recuerdos
Cuando nació en 1957 la revista humorística Tía Vicenta tenía, según “dimes y diretes”, el financiamiento de su
director Landrú y de once oficiales de la Marina. Probaría esa vinculación el nombre elegido para la nueva
editorial: Nopra, “arpón” al revés, y también otro hecho, en apariencia más contundente: la crítica humorística a los
uniformados excluía sistemáticamente a los de origen naval. Desde hace muchos años La Razón apareció
vinculado al Comando en jefe del Ejército. Rodolfo Walsh escribió, convencido, que este diario guardaba lealtad
absoluta a un solo patrón: el Ejército, y específicamente a su Servicio de Informaciones. “En cada crisis política, en
los preparativos de cada golpe La Razón recibió y publicó sin modificaciones el contenido de los sobres que le
llegaban del Comando en jefe”, reveló el periodista y escritor. La revista La Semana informó en 1986 que desde
fines de la década del 50 se sabía que parte del paquete accionario del diario había quedado en manos de los
servicios secretos del Ejército. “Fue el diario que acompañó con su elogio cada una de las rupturas institucionales”,
afirma Walsh. Es su simbólico funcionario Félix Laiño el que tiene algo para responder: Eso de creer que los
diarios pueden provocar golpes de Estado es una pretensión irrisoria. Los golpes provienen de la entraña misma del
pueblo, los preparan los civiles y los hacen los militares. Ahora, si me dice que entre los civiles hay periodistas, yo
eso no lo puedo negar”, afirmó en 1984. Para disolver semejantes rumores, allegados al diario siempre apelaron a
un hecho ocurrido en octubre de 1960: una información sobre una crisis en los altos mandos del Ejército le costó
una suspensión en la salida y una detención a su director Ricardo Peralta Ramos.
Para sostener la aparición de Che en 1960 se habían logrado varios acuerdos. Más de treinta años después, Julia
Constenla, integrante de la redacción de esa revista, revela: “Primero vino el aporte de un compañero vinculado a
una empresa que no voy a mencionar. También, en un momento, se había hecho un acuerdo con el Partido
Comunista, en principio para seguir saliendo y después para llegar a un equilibrio económico. El acuerdo formal se
acabó rápido, y el respaldo informal, vía gente de la embajada de la Unión Soviética, se amplió por cuerda
secreta”. En la misma época, aunque en líneas ideológicas distintas, apareció la revista Usted, de la que en distintos
momentos se dijo que era tercerista, pro cubana, izquierdista, fascista, totalitaria, superficial, nacionalista, frívola”,
según ironizaban en una editorial.
Todavía antes de la caída del peronismo en 1955, Esto Es, de Tulio Jacovella, representaba una conciente del
pensamiento nacional oficial, pero también respondía puntualmente a intereses de un sector de industriales cuya
cabeza era Jorge Antonio. Alrededor de la revista Del Frente, que dirigía John William Cooke secundado por
Ramón Prieto y Dante Bonatto, se reunían seguidores de las líneas antiimperialistas. Después de 1955 el editor de
Esto Es regresa a los kioscos, pero ahora con una revista llamada Mayoría y junto a la también reaparecida Qué, de
Rogelio Frigerio, respaldan el ascenso de Arturo Frondizi a la presidencia en 1958.
Muchos de los periodistas que iniciaron el semanario Primera Plana en 1962 afirmaron que Jacobo Timerman
obtuvo en principio el apoyo financiero de Raimundo Richard, un empresario vinculado con la empresa francesa
Peugeot. En las iniciales épocas de la revista nunca faltó un aviso importante de esa marca de automóviles y, a
partir de un momento, la tapa comenzó a ostentar una faja tricolor idéntica a la bandera francesa. Posteriormente,
hasta por boca de Timerman, se supo que la publicación había sido pensada como órgano de difusión de los ideales
e ideología del llamado sector azul del Ejército. “La revista había nacido a instancias de un grupo de coroneles
azules: estimaban que el proceso que se iniciaba en el país con el triunfo de su sector necesitaba ser claramente
explicado. Me pareció que nada mejor para ese proyecto que una revista semanal de noticias y comentarios”,
declaró Timerman en 1976 en su diario La Opinión.
En 1965, una vez desvinculado de Primera Plana, en sociedad con el brigadier Juan José Güiraldes, Timerman
había formado la consultora Profima (Promociones, Financiaciones y Mandatos) y empieza a preparar otro
semanario político. Era Confirmado, aparecido en 1966 en el que algunos vieron alternativamente la influencia de
dos personas que en algún momento de la historia reciente fueron ministros de economía: Jorge Salimei, primero,
Adalberto Krieger Vasena después, además de vínculos con los famosos “coroneles nacionales”: los hermanos
Uriburu, López Aufranc y Osiris Villegas. Carlos Scavo Kedinger, que por entonces era jefe de una sección en el
semanario, aseguró en 1996 que el que se reunía cada tanto con los periodistas para darles directivas era el coronel
Roberto Fonseca.
Poderes y testaferros
Los grandes diarios estuvieron siempre gravemente sospechados de tener detrás, y lo que es peor todavía,
delante, poderes importantes que favorecían más a intereses sectoriales que a los del país. Rodeando a La Prensa y
a La Nación se advirtió en ocasiones a la oligarquía ganadera, las potencias extranjeras, los sectores conservadores,
la Iglesia y hasta la masonería, vinculaciones todas ellas jamás aceptadas por las respectivas empresas. Entre 1969
y 1982 el desarrollismo tuvo una participación importante en la conducción de Clarín. Daniel Muchnick rescata
dos momentos de su trayectoria: “En Clarín encontré una conducción del diario fuertemente influida por el
desarrollismo y en mi siguiente trabajo, en La Opinión, la empresa tenía una postura pro Gelbard (ministro de
Economía en 1973), pero todos ellos respetaron mis disidencias”. En 1967, cuatro años después de haber puesto en
marcha el diario, Héctor Ricardo García se refería irónicamente a las múltiples vinculaciones que le habían
endilgado en tan corto tiempo. “Desde que tengo el diario dijeron que fui sucesivamente testaferro de Perón, de
Jorge Antonio, de Illia, de Fidel Castro, de Paulo VI, de Frei, hasta de Gardel.” En los principios de Ámbito
Financiero, Gerardo Campos, del Banco Ganadero, y Voss, un comerciante de productos ópticos, aparecieron como
colaboradores directos de Julio Ramos.
En una entrevista realizada en 1996 el periodista Osvaldo Pepe sostiene que el diario La Voz, si bien estaba
prácticamente condenado, se termina de desmoronar cuando los montoneros coparon el, Firmenich, aunque no
abusaba, escribía cada tanto con el seudónimo de “Quiroga”. ¿Por qué les interesaba tener un diario?: Para usarlo
como base de operaciones y generar un ambiente propicio a su regreso a la arena política”, relata Pepe.
Colaboradores del diario Convicción sostienen que el vínculo con la Marina y con los planes políticos del
almirante Massera fueron evidentes desde la aparición del matutino en plena dictadura se transparentaron durante
la guerra de Malvinas, cuando los editores debían peregrinar permanentemente hasta el Comando en Jefe, en donde
jerarcas del arma, incluido Massera -al que se consideraba el responsable intelectual y material del proyecto-,
dictaban puntillosamente la línea del diario.
Momentos y cambios
Probablemente no haya habido periodista argentino más cuestionado por sus colegas debido a su volubilidad y a
sus elecciones que Bernardo Neustadt. En 1982 respondió a Tiempo Argentino: “Todos hemos dado una carta
abierta al gobierno militar, que llega como consecuencia de un desbarajuste anterior, se llame peronismo de 1955,
se llame María Estela Martínez de Perón. Uno da la carta blanca al gobierno que promete terminar con la inflación
y llamar a elecciones y espera seis meses, ocho meses, un año. Si no se produce lo que la gente esperaba, uno tiene
el derecho a decir 'hasta acá llegó mi amor’. ¿Qué argentino no le abrió una carta de crédito al gobierno peronista
de 1973 o al de Videla? Borges dijo un día que los militares eran unos caballeros que debían gobernar cuarenta
años, después dijo que eran lamentables y que debían irse ya. La contradicción argentina es total, no soy sólo yo”.
Para explicar algunos de los públicos cambios de criterio y opinión de la editorial Atlántida, la periodista
Cristina Castello reproduce una opinión de Aníbal Vigil: “Si en algún momento pensé que la intervención de las
Fuerzas Armadas era necesaria fue porque me pareció que los mecanismos democráticos estaban superados y que
la convivencia civilizada ya era imposible”, respondió en 1983 en Tiempo Argentino el entonces director de Gente
y Somos. El 25 de mayo de 1973 jóvenes militantes de la Juventud Peronista, de izquierda, trepan al techo de la
Catedral y sentados forman una P y una V, un clásico símbolo peronista. La oportuna toma quedó para la historia y
fue utilizada en dos libros especiales editados por Atlántida. En el libro 50 años de vida argentina, aparecido en
1974, el epígrafe es: “En sus puestos. El.
25 de mayo de 1973 el país volvió de un largo viaje hacia el más seguro de sus puertos: la Constitución. A la
espera del regreso de Perón ese día un grupo de jóvenes trepó hasta el techo de la Catedral y con sus cuerpos
inicialaron el deseo expreso de la vuelta”. En 1035 dramáticos días para el país editado en 1976, luego del golpe de
Estado, la leyenda que acompaña la misma toma es la siguiente: “Orden en el tejado, desorden en el país. Había
jóvenes organizados. Capaces, por ejemplo, de formar estas siglas sobre el tejado de la Catedral. Si ese orden y esa
capacidad de organización se hubiera volcado también en las fábricas, en los talleres, en el campo, en la calle, tal
vez la Argentina hubiera podido escapar de la crisis económica y política que la llevó al borde de la quiebra”.
En setiembre de 1983, la misma Cristina Castello entrevista a Mariano Grondona en Tiempo Argentino y le
pregunta acerca de su participación en distintos golpes de Estado. “En el golpe de 1955 yo fui golpista. Tenía 22
años, era estudiante y estuve preso... En 1966, con Illia, ayudé a crear el clima, pero también los radicales me
atacaban a mí y a Primera Plana, en donde yo colaboraba. Yo venía del asunto Azules-Colorados, que fue una gran
pasión y en donde fui azul a muerte. En el ‘76 no fui golpista en el sentido de pedir que derrocaran a Isabel, pero
como todo el país yo también estaba azorado por la falta de salida”, se autocrítica Grondona.
También resulta variadísimo y sorprendente el arco de acusaciones endilgadas a Jacobo Tímerman cuando
dirigía La Opinión: desde “pro norteamericano” hasta “aliado de la guerrilla”, de “sostén de los curas
tercermundistas” a “vocero del poder financiero” de turno. Pero entre uno y otro, jamás se lo dejó de calificar como
sinárquico, agente israelí o pro sionista.
Favores y servicios
Cuando en 1992 era director de Somos (una revista a la que en sus diecisiete años de vida se la acusó de recibir
guiños de los servicios e informaciones de las Fuerzas Armadas y del poder), el periodista Daniel Pliner salió a
defender la etapa periodística que él y otros profesionales representaban en ese momento. En sus artículos, Horacio
Verbitsky se refería irónicamente a este semanario político, al que denominaba Somos los servicios. “Ahora se dice
que Somos responde a Manzano, como antes se dijo que respondía a Nosiglia. Somos cambió, pero quienes menos
lo registraron fueron los políticos. Ellos la siguen leyendo a la luz de sus propias internas, sin poder alejarse de la
teoría conspirativa: esto se los sopló Anzorregui, esto se lo dijeron los celestes”, argumenta Pliner, También el
periodista Pablo Mendelévich supone que el cambio de Timernian por Laiño al frente de La Razón en 1984 estuvo
impulsado por operadores del alfonsinismo. Mendelévich lo explica de esta manera: “Alfonsín quería restituir La
Razón al campo civil y sacarla del ámbito del Ejército. Supuestamente las acciones estaban en poder del Comando
en Jet, y el primer ministro de Defensa de Alfonsín, Raúl Borrás, le restituye el paquete a los Peralta Ramos. Una
parte de la familia acepta y arregla, y otra no. El cambio de directores es consecuencia de la modificación
patrimonial y de la interna familiar”
La revista El Periodista fue una de las que más acusaciones recibió durante su existencia, hasta el punto de que
en el número 100 decía en un comentario editorial: “No faltan sectores próximos al oficialismo (el partido radical)
que consideran a esta revista frontalmente antigubernamental, y alguna prensa de la derecha que la califica de
comunista o encendidos izquierdistas que la tildan de dócil a los mandatos del radicalismo”. Lo cierto es que, hacia
mayo de 1985, un diario importante como Tiempo Argentino y una revista como El Periodista contaron con el
secreto apoyo de la Junta Coordinadora Nacional. En el caso de la revista, también soportó que se la sospechara
financiada por el oro de Moscú y el PSOE español, el marxismo internacional y la centro-izquierda europea.
Desde su fundación en 1987 fueron numerosos los rumores de que Página12 tenía otros dueños, además de su
propietario real, el empresario maderero Fernando Sokolowicz. Integran esa extensa lista Enrique Nosiglía,
Eduardo Angeloz, Carlos Grosso, el Partido Comunista, el alfonsinismo, Antonio Cafiero, Enrique Gorriarán
Merlo, la embajada de los Estados Unidos en la Argentina, la embajada de Francia, Alberto Kohan, el empresario
Jorge Sivak y desde 1993, a partir de una información publicada en La Prensa, la versión más fuerte y
sorprendente, siempre negada por Sokolowicz, Lanata y otros funcionarios y periodistas de Página: la venta del
diario a Clarín a cambio de siete millones de dólares. Frente a algunas de las imputaciones y cuando todavía era
director del diario, Jorge Lanata afirmó: Cuando salimos el gobierno no podía entender que nosotros no
trabajáramos para nadie. Aquí todo el mundo hace periodismo para algo”.
Cara y contracara
Entonces: ¿quién está detrás de las noticias? La pregunta que nos ocupa estaría insuficientemente respondida si
no se consignaran otros fenómenos característicos del periodismo de las últimas décadas:
El crecimiento de las llamadas “operaciones de prensa”, con sus modalidades más conocidas como
desinformación y contrainformación o las más siniestras como terrorismo periodístico, chantaje y elaboración
deliberada de datos falsos (el tristemente célebre y muy oloroso “pescado podrido”). Peligroso aumento de las
informaciones que circulan off the record y que llegan a generar notas de tapa en medios importantes realizadas
con base en versiones o datos débilmente chequeados o sin chequear.
* Una fuerte presencia en los medios de actividades más afines a los servicios de informaciones que al
periodismo: acción psicológica, conspiraciones de prensa, periodismo prontuarial.
* Achicamiento sistemático de las fuentes posibles, en especial en áreas como las de información política o
económica. Las fuentes proporcionan datos que los favorecen y, a cambio, obtienen una tácita protección.
Periodistas que, a sabiendas o no, se convierten en voceros de sus propias fuentes.
* Crecimiento de la influencia de grupos de intereses y de usinas de rumores. Proliferación de empresas
dedicadas a asesorar en materia de comunicación a políticos, empresarios y dirigentes de influencia.
Poniendo la tapa
Las ingeniosas tapas de págína12 no sólo fueron un acontecimiento periodístico, sino que significaron un reto al
poder y a la censura. Pelota12 aludía a los incansables despliegues deportivos del presidente Menem en sus
tiempos iniciales; Radiolandia12 era la respuesta irónica a sus afanes faranduleros. En otra ocasión, cuando el tema
era el de la mafia, los principales títulos salieron en italiano. Después, para responder a una consideración
presidencial acerca de la prensa amarilla, imprimieron íntegramente en papel amarillo. Y la respuesta al indulto a
los militares, como para señalar que con ese acto se habían terminado las palabras, fue una tapa blanca. En agosto
de 1990 en la revista Noticias la asesora presidencial María Julia Alsogaray acepta posar en una actitud impropia
de una alta funcionaria. Con fondo de nieve, ella se deja retratar apenas cubierta por un tapado de piel, pero cuando
se ve en la multicolor tapa del semanario alega que fue sorprendida en su buena fe. No es una foto trucada en
laboratorio, no parece una toma obtenida con el clásico método de los fotógrafos de asalto. La ingeniera culpa al
periodismo y suscribe una hipótesis posteriormente muy difundida: “Pegarme a mí es pegarle al presidente de la
Nación”. Es lo que lleva a editorializar a La Nación: “Recurso en boga: desmentir al periodismo”.
El periodismo comienza a crecer en prestigio, un fenómeno que, al decir de Oscar Raúl Cardoso, es muy local,
“porque en los países centrales la credibilidad de la prensa está casi siempre por debajo de la del Parlamento o la
Iglesia. Aquí es al revés. Y es todavía más extraño sabiendo el rol de ocultamiento y desinformación que
cumplieron los medios durante el Proceso y sobre todo en Malvinas”. La explicación que Cardoso le encuentra a
este reconocimiento es que una parte del pasado de la sociedad argentina retornó a la superficie y los medios
actuaron no sólo como reflejo de ese pasado sino que comenzaron a llenar el agujero negro de la memoria.
El lugar de la justicia
Involucrados en escándalos resonantes, expuestos por una prensa ya especializada en buscar verdades
“cajoneadas” o disimuladas, en trece años de vida democrática suman centenares los funcionarios que luego de ser
denunciados, primero que nada en la prensa, si bien no fueron a la cárcel, tuvieron que salir de sus altos cargos por
la puerta trasera del desprestigio y la desconsideración públicos. Investigaciones iniciadas por Página12 terminaron
con la gestión pública de ministros y secretarios de Estado como Manzano, Lestelle, Dromi, Mera Figueroa, y se
acercaron tanto al presidente que crearon las condiciones de las cesantías de uno de sus secretarios privados
(Vicco) y de su secretaria de audiencias (Amira Yoma.) así como de otros miembros de la familia política
presidencial. Somos golpeó la reputación de Andrés Antonietti y de Armando Gostanián; Noticias provocó la
debacle de Juan Carlos Mazzón, de Armando Cavalieri y del ministro Rodolfo Barra. Podría decirse que, antes de
cualquier medio, la presión de la gente forzó la salida del intendente Grosso o de Matilde Menéndez, pero nadie
duda de que Clarín tuvo injerencia en los estrepitosos alejamientos de Jorge Triaca, Ángel Luque, Miguel Nazur o
el ministro Oscar Camilión. La investigación que realizó el periodista Daniel Santoro sobre la venta ilegal de armas
a Ecuador fue reconocida con el premio Rey de España, pero desde que empezó hasta que el ministro Camilión
estampó su renuncia, pasó un año y medio, lapso en que Clarín la mantuvo pública y en vigencia.
En ocasiones el periodismo se limitó a mostrar casas e inversiones fastuosas, a registrar excesos de poder o a
asombrarse con gastos desmesurados e injustificables, Con frecuencia, también, presionó mediante pruebas
irrefutables -provistas al medio o al periodista por los enemigos políticos del funcionario en cuestión-. Y hasta se
vio involucrado en las internas del poder. Durante largo tiempo la prensa contribuyó a crear las condiciones
necesarias para que el ministro Cavallo permaneciera o tuviera que abandonar su cargo.
El auge de Noticias
“Noticias no hubiera sido lo que es sin el menemismo”, explica un allegado a la editorial Perfil. Metida en
huecos de la actualidad que, por sus ataduras con el oficialismo, las publicaciones de Atlántida no podían o no
querían ocupar, la revista alcanza iniciales impactos con la foto “artística” de María Julia Alsogaray en Las Leñas o
con la crónica del divorcio del presidente y el intempestivo abandono de la ex mujer y sus hijos de la residencia de
Olivos. Tan filosa es la información, que el doctor Menem solicita a los medios que “tengan en consideración la
dignidad del silencio”.
Pero Noticias no sólo es producto de la cultura menemista. Es un producto maduro, excelentemente impreso,
escrito en un lenguaje claro. Tiene una posición opositora, si bien no considera que toda la vida es política. Como
había ocurrido con Gente en 1965, que antes de cumplir el año estuvo a punto de ser cerrada, Noticias no anduvo
bien al principio. Ese semanario, hecho a imagen y semejanza de los new magazines más avanzados del mundo
-como el brasileño Veja-, con cierre casi de diario, con 200 páginas por edición y con la decisión periodística de ir
siempre hasta el fondo, era de ruptura pero su facturación publicitaria no alcanzaba. Sin embargo prevaleció la idea
de sostenerla, y esta hija directa de Jorge Fontevecchia salió a flote.
En los años 60 se contaba la historia de un experimentado periodista de Primera Plana que estaba escribiendo
-supongamos sobre el asesinato de Kennedy o la guerra en Vietnam- y en un momento se le acercaba un asistente
con una pila de cables sobre el tema. El reportero, mirándolo apenas, lo rechaza y le dice: “No me entretengas,
pibe. ¿0 no te das cuenta que estoy contando la historia?”. Héctor DAmico, director de Noticias, conoce la
anécdota y le provoca gracia. Ese tipo de profesional -asegura- sería inconcebible en su redacción, porque los
periodistas se formaron en la gimnasia del dato doblemente chequeado y piensan exactamente al revés que aquel
cronista legendario que lo tenía todo en su cabeza.
De sus tiempos iniciales, D'Amico evoca un episodio que es también una desilusión. Uno de los periodistas en
los que más confiaba despachó desde Europa una crónica que él atesoró como admirable relatando las últimas
horas de un gran poeta contemporáneo. Años después, comentando entre colegas y con melancolía aquel trabajo,
uno de ellos le reveló, brutalmente, que la crónica había sido un invento, del principio al fin. “De esa desilusión
-confiesa ahora- no me repuse más. Algo se había quebrado. Por eso siempre digo que el periodista no tiene que
escribir lo que le gustaría que suceda, sino simplemente lo que sucede.”
La sinrazón
En abril de 1990, luego de 114 días de ocupación de la planta impresora y de la redacción, cierra el diario La
Razón. El conflicto gremial, producto de un lock-out patronal, fue uno de los más graves en la historia del diario y
de los más heroicos del periodismo argentino. Durante el movimiento falleció de un síncope el obrero gráfico
Cisvaldo Illan Manson, apodado “El Bafle”, cuya muerte se convirtió en un símbolo de aquella lucha. En otro
momento, para reclamar por el cierre intempestivo de la planta y como una forma de llamar la atención a la opinión
pública, la periodista Ana Villarreal se mantuvo durante veinticinco días en huelga de hambre. En tanto, se conocía
la decisión de la Justicia brasileña de extraditar al anterior propietario de La Razón, el empresario José Pirillo,
acusado de diversos delitos económicos luego de una traumática quiebra judicial que dejó a 700 trabajadores en la
calle y una deuda con los empleados de casi cinco millones de dólares. Al poco tiempo, la empresa fue adquirida
por una nueva sociedad que presidía Juan Alemann, a quien secundaban, entre otros, Oscar Pastor Magdalena, ex
secretario de información pública del presidente Bignone; Sergio Spadone, en representación de los hermanos
Carlos y Lorenzo Spadone, y Marcos Peralta Ramos, integrante de la familia que dirigía el diario hasta 1990. La
Razón abandonó la planta de la calle General Hornos, en Barracas, y se trasladó a un local más modesto para
afrontar la nueva etapa. La idea, en un principio, era hacer un diario no oficialista, independiente y que se pueda
leer en 30 minutos”. Varios amigos y seguidores de la política del presidente Menem integraban el directorio de La
Razón. El ex secretario de Estado Juan Alemann argumentó: “El periodismo no debe ser necesariamente crítico.
Fíjese que el programa más exitoso de la televisión es ‘Amigos son los amigos’. La naturaleza de este programa
demuestra que es falso que la gente sólo quiere consumir páginas”.
En 1990, luego de veinticinco años en la calle, Bernardo Neustadt decide interrumpir la salida de la revista
Extra. Clara Matiño, una de sus más consecuentes discípulas, recuerda que aquel cierre la hizo sufrir “porque yo, y
muchos de los que trabajábamos, estábamos totalmente enamorados de Extra. Sabíamos que le faltaba más
producción, más periodistas, mejor diagramación, pero la queríamos. Bernardo decidió dejar de sacarla sintiendo
que se trataba de una etapa superada. Así que detrás de él, todos lo asumimos más o menos con su misma
filosofía”. Mariño evoca los días, durante la dictadura, en que gente de la Marina se llevó una parte muy importante
del archivo periodístico. “Habían estado robando el fin de semana completo y hasta el sillón de Bernardo se habían
llevado. Fue una advertencia”, dice Mariño. Neustadt ya había sido definitivamente ganado por la radio y
especialmente por la TV. “El tenía lenguaje televisivo hasta cuando escribía. Redactaba con eslóganes. Siempre me
acuerdo de un título que era toda una síntesis: ‘No seamos empresarios de la excusa’. Pensar que yo me hice
periodista para escribir sobre cine, que era lo que me interesaba. Pero después me pasó lo que a Bernardo -se
confiesa Mariño-: también a mí me absorbió la radio y la televisión.”
Lo que enferma
El ‘91 fue un año iniciado con tensión suprema: la guerra del Golfo, virtualmente devorada por las cadenas de
noticias de televisión, fue seguida por los diarios pero con un ojo en la pantalla. Los periódicos debieron redefinir
su rol, en el entendido de que a la hora de la llegada de los matutinos, la televisión había mostrado todo lo
mostrable, y entonces se hicieron fuertes en el análisis y en la información en profundidad. Y si durante la
dictadura la falta de información aterraba y enfermaba, en los últimos años el excesivo contacto con la realidad
constituye un todavía novedoso síndrome. La Unión de Trabajadores de Prensa (UPTBA) descubrió en una
encuesta que al menos un 60 por ciento de sus afiliados padecía síntomas de estrés, agotamiento físico,
limitaciones prematuras o inexplicables, cansancio, depresión, somnolencia y otros cuadros físicos o psicológicos
originados en la tensión de la tarea periodística, producto tanto de la insatisfacción laboral como de condiciones de
trabajo alienantes o de la reducción de fuentes de trabajo que, de 1987 a 1991, fue de un 25 por ciento. Un dato
todavía más alarmante es que el registro de estas afecciones se daba con mayor frecuencia entre el personal más
joven del gremio: entre los 29 y 32 años de edad.
Estilo vidriera
Todas las semanas, en publicaciones como La Revista, Caras, Gente, Somos y Noticias se concreta una
traspolación entre vida privada, vida secreta y vida pública. Cientos de pequeñas fotografías se incluyen en
secciones como “Vidriera”, “VIP”, “Ricos y Famosos”, “Personajes” y otras. El recorrido incluye la exhibición de
residencias privadas (como la que alberga el reencuentro de Susana Giménez con Lucho Avilés) y restaurantes de
moda (como Mora X, en donde se encuentran a cenar Claudia Sánchez y un amigo); fiestas de cumpleaños, (como
la del presidente de la Nación o la de Patricia Cao Saravia), y llega hasta lugares muy íntimos, como la casa
puntaesteña en donde pasan la noche Carolina Pelleritti y Nicolás Repetto o la clínica de recuperación en donde
Charly García está internado. Hay fotos gentilmente solicitadas y agradablemente posadas, (”Presentamos a la
novia de Manzano”) o fotos tomadas de asalto (”Sarah Férguson, en topless, con su amante en una quinta”). Estos
nuevos rincones periodísticos equivalen, en algún sentido, a lo que antes era la sección de “Sociales”, hoy
conservada sólo en algunos medios, reducida a su mínima expresión. ¿De qué se ocupan? Parejas que se rompen,
juntados que regularizan su situación, Lara Zimerman que anuncia una nueva etapa sentimental, el casamiento de
un hijo de Camilión... Las fotos muestran embarazos, hijos recién nacidos, puerperios. Exhiben distintas,
innumerables personas haciendo nada, apenas riendo, pero expuestas a la manera de la iconografía inalcanzable de
un poder en movimiento.
Hace un tiempo, un personaje de la noche, “Nono” Pugliese, huyendo de fotógrafos que lo querían retratar con
una mujer en un restaurante, se subió a los techos del lugar, pisó mal, cayó y se mató. El hecho renovó el debate
sobre violación de la intimidad y privacidad de los famosos y el rol de la prensa en todo esto.
Escenario 1
Desde los inicios de la década del 90 los medios escritos desarrollaron su tarea de contralor de los poderes en
temas como la corrupción, el avance del narcotráfico, la violencia policial, los excesos de funcionarios, a tal punto
que, voluntariamente o no, la prensa pasó a ocupar el lugar de la oposición. “El día que Página/12 se atrevió a
publicar la información del caso Swift. que otros diarios no publicaron, se modificó la costumbre de guardar la
información comprometida, referida al tema de la corrupción. En sí mismo, el caso no tuvo resultado judicial, ya
que el juez sobreseyó la causa luego de que directivos de Swift no se animaron a manifestar la verdadera identidad
del solicitante de la coima a medios de prensa son ma”, escribe Luis Moreno Ocampo.
Escenario 2
Cuando el 10 de setiembre de 1993 el periodista Hernán López Echagüe fue agredido por segunda vez en un
mes, todas las notas y fotografías de la edición de Página/12 llevaron la firma del periodista atacado. “Es una forma
de decir que todos fuimos agredidos, que la política del terror y de la agresión no va a interrumpir nuestro
compromiso con la gente”, decía un comunicado del diario. López Echagüe investigaba para Página/12 núcleos
mafiosos en grupos sindicales en La Matanza. En ese mismo mes, el periodista Marcelo Bonelli fue golpeado en
plena calle cuando iba a su trabajo en una radio, y recibieron amenazas Santo Biasatti, Ana Guzetti, Luis
Bruclistein, Carlos Juvenal, Magdalena Ruiz Guiñazú, Mónica Cahen D'Arivers y Graciela Guadalupe. De acuerdo
con una información de la Unión de Trabajadores de Prensa (UTPBA), entre 1989 y 1993 se produjeron 313
agresiones a periodistas. El tipo de agresión más común: la amenaza directa aunque anónima; los periodistas
agredidos con más frecuencia son los que trabajan en diarios. El 16 de noviembre de 1993 aparece flotando en el
Riachuelo el cadáver de Mario Bonino, un trabajador de la entidad que había colaborado en diversos medios, cuya
inicial desaparición y posterior asesinato jamás se han aclarado. El panorama se completa con desmentidas
(comienzan a difundirse desde el poder frases como “campañas de desprestigio del periodismo” o “tiro por
elevación para desacreditar al presidente de la Nación”) y con centenares de juicios por desacato, una figura del
Código Penal finalmente derogada el 12 de mayo de 1993. Hasta el momento (agosto de 1996) todas las agresiones
se encuentran impunes. Y tampoco se aclaró el asesinato de Bonino.
Escenario 3
Todo aquello que hace enfrentarse a los periodistas con el poder parece agigantarse y multiplicarse en los
litigios interperiodísticos: Ramos se topa con Eurnekian, quien a su vez discute con García; pero ninguna de las dos
riñas disimula la dimensión del entuerto Ámbito Financiero contra Clarín; Atlántida pelea con Sofovich, quien
además se enfrenta con Neustadt; Hadad y Majul se hacen irreconciliables así como crecen las diferencias entre
Romay y uno de los Vigil. El nuevo escenario es la guerra de los medios entre sí y de los interpretadores de la
realidad entre sí. Las diferencias empresariales y de negocios se convierten en escándalos, que cada uno solventa o
explica desde sus respectivos medios. Ouien con más fruición se relame es el propio poder, que, al menos por un
momento, queda libre de acusaciones y tironeos.
Escenario 4
En otra nota de Somos, basada en investigaciones de la organización Poder Ciudadano realizadas en 1991 y
fiscalizadas por el entonces fiscal general de la Nación, Luis Moreno Ocampo, se alude a un tema todavía hoy
escabroso: la corrupción en el periodismo. El estudio señala los siguientes agentes generadores de corrupción:
Factores externos: el gobierno, los empresarios, los políticos, las agencias de prensa y de relaciones públicas.
Factores internos: periodistas que aceptan dinero de distintas fuentes, periodistas que extorsionan a hombres
públicos mediante amenazas de publicar información perjudicial; periodistas que ocultan o tergiversan información
a cambio de dinero, órdenes de publicidad u otros favores; periodistas que adulteran notas, trafican informaciones e
inflan datos o títulos.
Un poco más tarde, los periodistas Alfredo Leuco y Luis Majul detallaron todavía con más profundidad y
crudeza estos mecanismos corruptos. Esta es una síntesis de ese trabajo todavía inédito:
Los gobiernos corrompen a los medios cuando: niegan publicidad a la prensa crítica (el matutino Página/12
acababa de ser sancionado con el retiro de la publicidad gubernamental); presionan insistentemente con
inspecciones impositivas o de obligaciones laborales; demoran el pago de deudas publicitarias cuando los medios
no se ajustan a su línea; manipulan la información en medios estatales o considerados amigos; sobornan a
periodistas (el secretario de Inteligencia reconoció que muchos ministerios tienen asignada una partida para pagar a
periodistas adictos).
Los empresarios corrompen a la prensa cuando: sobornan a periodistas para que publiquen información que los
favorezca o para que silencien información que los perjudica; pagan (con dinero en efectivo o avisos) por asistir a
programas de televisión; gratifican con viajes, regalos costosos o cursos de capacitación en el exterior. En países
como Estados Unidos, Dinamarca o Suecia, las empresas periodísticas y los colegios de periodistas impiden a los
periodistas recibir regalos y hasta entradas gratuitas para ver espectáculos.
Los políticos corrompen a la prensa cuando: sobornan a profesionales; presionan a editores y les demandan
sanciones para periodistas que publican información que consideran perjudicial, aunque sea cierta; contratan a
agencias de prensa que compran su aparición en diarios y revistas.
Los empresarios periodísticos corrompen el oficio cuando: ordenan a sus editores silenciar información que
pueda ser perjudicial para amigos, anunciantes, socios o poderes; retienen información y amenazan al gobierno o a
los damnificados con publicarla (varios periódicos tenían la información del llamado “Swffigate” al mismo tiempo
que Página/12, pero no la dieron a conocer antes de asegurarse que otros también lo harían); publican suplementos
sectoriales como si fuera información periodística, sin aclarar que se trata de un espacio publicitario; promocionan
sus propias empresas, en el caso de los multimedios.
Los periodistas corrompen el oficio cuando: cobran dinero o sueldo fijo de empresas y políticos o agencias de
prensa; extorsionan a hombres públicos amenazando con publicar información perjudicial si no se les adelanta
dinero o publicidad; aceptan como condición laboral explícita bajos sueldos a cambio de vender su espacio.
Sin humor
Humor revista símbolo durante la dictadura, perdió sustentación y -acaso- objetos de conflicto, durante el
gobierno de Alfonsín. “La gran esperanza del ‘83 terminó en frustración colectiva y eso se sigue sintiendo
todavía”, sostiene Andrés Cascioli. Ahora, aunque por etapas la publicación -nuevamente quincenario- aparece
enfrentada a Menem o al gobierno, la tirada y la venta bajaron sensiblemente. “Me hacen infinidad de juicios para
acabarme económicamente, con una justicia terrible. Creo que a la gente le interesa más Olé o Caras que el
periodismo de Humor”, se lamenta Cascioli. Más allá de los malos momentos o las carencias, Cascioli sigue
haciendo personalmente las tapas de Humor, y está alentado por El Cazador, la más reciente revista de su editorial,
una historieta pensada para adolescentes y en cuyo staff figuran como dibujantes dos de sus hijos, Mauro y Renato.
Cierra Somos
El 22 de diciembre de 1993 cuando alcanzaba la calle la edición 900, Somos se despide de sus lectores, tras
diecisiete años de vida. Su venta actual no llegaba a los 9.000 ejemplares; la aparición de Noticias significó un
golpe que no pudo superar. Curiosamente cerró sus puertas en el momento en que atravesaba uno de los momentos
más interesantes de su vida periodística, en los que peleaba los temas y competía con primicias de una apertura
ideológica que antes no había tenido. En un editorial la dirección informaba que no se trataba de un “abandono,
sino de una pausa para la elaboración de una nueva propuesta periodística, diferente y vigorosa”. Ese
relanzamiento, al que denominaban una revista del año 2000”, nunca se produjo.
Loterperiodismo
Diarios y revistas de la Capital y del interior ofrecen un extra para levantar sus ventas, como los fascículos y
especiales de Clarín y La Nación, los libros de Crónica y Página/12 o la colección de discos compactos que
incluyen las ediciones de Noticias. Pero lo que más rinde son los juegos de azar que ofrecen premios notables. Con
su Bingo, Crónica llegó a duplicar la tirada diaria y generó un aumento de ventas durante largo tiempo. Los sorteos
de este vespertino y de Diario Popular se hicieron diarios. Esta tendencia se inicia en 1986, cuando La Nación, tras
largos estudios de marketing, saca la tarjeta Porfolio, un juego en combinación con la cotización de la Bolsa de
Valores que hace que el diario aumente sus ventas entre un 25 y un 30 por ciento. En 1989, El Cronista incorpora la
tarjeta Chance, que en un año y medio generó un aumento del 15 por ciento en las ventas. Posteriormente Caras
ofrecía una tarjeta con el sistema de la “raspadita”. Ámbito Financiero ideó un entretenimiento que demanda la
habilidad e intuición de los inversores, pero es Clarín el que logra el mayor impacto, con el concurso deportivo El
Gran Director Técnico. De la mano de estos recursos francamente extraperiodísticos los grandes medios hacen
frente a la crisis económica.
Lanata se va de Página/ 12
En el habitual “pirulo” de tapa Jorge Lanata suscribió su despedida como director del matutino Página/12. El
periodista afirmó en marzo de 1994 que en ese momento se sentía más cerca de los libros, de la radio o de la
televisión, medio en el que ambicionaba aprender desde cero. Lanata fue uno de los creadores de Página12 en 1987
y se retiró cuando faltaban dos meses para cumplir siete años en su dirección. “Me fui del diario porque estaba
frente a una opción muy fuerte. O me convertía en un burócrata de lujo, prestigioso, dedicado a escribir ensayos de
comunicación, o seguía siendo periodista”, declaró Lanata, que desde entonces realizó varios ciclos periodísticos
de radio y de televisión. Quien lo reemplaza es su antiguo compañero en El Porteño y su segundo en Página/12,
Ernesto Tiffenberg, en un marco que reitera su estilo de bajo perfil. Página/12, tras un largo conflicto gremial,
volvió a conectarse con lo que mejor sabe hacer: desnudar los mecanismos de la corrupción. Por ejemplo, en 1994,
los periodistas Susana Viau y Andrés Klipphan trabajaron en el impactante caso de prestadores del PAMI que
pagaban suculentas coimas. Aunque fueron sorprendidos en pleno pago, la nota conmovió más a la opinión pública
que a la Justicia, y su único efecto institucional fue la salida de la funcionaria del PAMI Matilde Menéndez.
Pirueta de La Prensa
Durante 126 años y en 43.301 ediciones había salido con formato sábana. El martes 22 de noviembre de 1994
apareció con un nuevo y muy colorido diseño de tabloide. La propietaria saludó desde la portada y prometió “un
periódico ágil, moderno, con información veraz, que contemple la realidad del mundo actual y las necesidades del
hombre de hoy, que desarrolle una crítica responsable y constructiva al servicio de la libertad y de las instituciones
de la República”. Detrás de la señora de Fortabat y como ideólogo de la atrevida reforma periodística estaba
Marcos Cytryriblum.
De acuerdo con lo que informa Gerardo Ancarola, actual director de La Prensa, los primeros pasos del nuevo
diario resultaron alentadores, hasta el punto de que al mes de la salida (exactamente el 22 de diciembre de 1994)
vendió 50.000 ejemplares. Pero ahí comienza una nueva caída hasta llegar a los 18.000 ejemplares (mediados de
1996) actuales. Tan baja venta tiene preocupada a la empresa y a quienes hacen el diario, porque consideran que es
el de mejor impresión y el de más alta calidad gráfica de los que salen en Buenos Aires”, señala Ancarola. Luego
del naufragio de la gestión de Cytryriblum se desvinculó del directorio Esteban Reynal.
Tytrynblum hizo un diario demasiado parecido a Clarín y no tanto a La Prensa. El cambio hizo perder gran parte
de sus lectores habituales sin lograr interesar a un nuevo público”, explica la periodista Enriqueta Muñiz. En ese
momento Juan de Alzaga se hizo cargo de la dirección y encomendó al ex periodista y ahora publicitario Marcelo
Capurro y al periodista Lorenzo Amengual un nuevo proyecto que tampoco prosperó. Tytrynblum -cuenta Muñiz-
le había advertido a la señora que el éxito de un cambio tan drástico insumiría tiempo y dinero. Pero no quiso
soportar más allá de dos años las cuantiosas pérdidas que acarreaba la nueva etapa.” Marcos Cytryriblum reconoce
que su propuesta fracasó pero advierte que “no hubo apoyo, no llegaron las inversiones prometidas ni nada de lo
que había pedido en un plazo de tres a cinco años para transformar a La Prensa en un diario masivo”. Cytryriblum
recuerda que cuando estaba terminando de presentar el nuevo proyecto ante el directorio íntegro de La Prensa, dijo,
impensadamente: “Entonces, ¿les quedó claro, compañeros?”. “Y ahí sentí una especie de reacción eléctrica que
pareció enfriar las cosas. Unos días después alguien se me acercó y me dio una explicación, desde luego
sorprendente: ‘Marcos, dijiste la palabra compañeros, y eso no está en nuestro lenguaje’. El resentimiento por los
episodios de la confiscación seguían vigentes. Habían pasado más de cuarenta años como si nada”, reflexiona
Cytrynblum.
Tomas rápidas
Los fotógrafos o, según una acepción reciente, “fotoperiodistas”, son “periodistas especializados en mirar
hechos”. La exposición anual que desde 1981 hace la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina
(ARGRA) es todo un acontecimiento. En los últimos años marcaron un hito las fotos que Rafael Wollman tomó en
1982 en las islas Malvinas, en tanto que varios reporteros obtuvieron importantes reconocimientos internacionales:
Marcelo Ranea, Daniel Luna, Enrique Rosito y Rafael Calvino consiguieron el Premio Rey de España; Adriana
Lestido cosechó doble: el Premio Hasselblad y la Beca Giaggenheim, y Gustavo Gílabert se quedó con la mención
del World Press Photo.
Desde su nuevo puesto de editor fotográfico en Clarín, el fotógrafo Diego Golciberg describe en un artículo, de
cara al futuro, las modificaciones que planteará el desarrollo de la fotografía digital, en la que se utilizarán
computadoras, scanners, cámaras sin película y computadoras personales como editores portátiles. Prenuncia
Golciberg que en el futuro “el reportero gráfico cibernético llegará a la cancha de fútbol con su cámara de video de
alta definición, de tamaño similar a una fotográfica tradicional, y en lugar de fotos fijas hará tomas cortas de video
(...) De regreso a la redacción mirará el resultado en una computadora y seleccionará la imagen perfecta. En una
segunda etapa, transmitirá en directo su trabajo a la redacción y el editor fotográfico irá seleccionando las imágenes
a medida que éstas lleguen. El editor, que estará en comunicación permanente con el camarógrafo gráfico, podrá
sugerirle acentuar tal o cual aspecto de la cobertura (...) El movimiento de alianzas entre grupos de comunicación
que se verifica globalmente hará posible una tercera etapa: que el editor fotográfico de un diario seleccione las
fotografías de deportes de la transmisión por TV de alta definición del canal del grupo. Y todavía más: cuando el
periódico electrónico a través de Internet sea una realidad, al apretar el ratón sobre una fotografía que aparece en
pantalla se podría activar la secuencia de video que muestre la jugada en su totalidad”.
Pesares y desdichas
El Día del Periodista de 1996 la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (LÍTI`13A) planteó un
sombrío panorama y prácticamente dejó entrever que no había nada para festejar. Estas condiciones profesionales
retrotraían a los periodistas a un tiempo difícil: desempleo, inseguridad económica; incertidumbre, intimidaciones,
agresiones, legislaciones amordazantes; aumento de enfermedades profesionales; salarios inmóviles-o en retroceso.
“La libertad de la que goza la prensa en la joven democracia argentina no tiene precedentes en la historia moderna
del país. Pero las amenazas y hostilidades que padece son proporcionales al rol social que desempeña”, señala el
informe semestral de Periodistas, una nueva asociación de defensa del periodismo independiente integrada por
veintitrés periodistas argentinos de primera línea. Entre los riesgos latentes para el ejercicio de la profesión y la
vigencia de la libertad de expresión, la entidad destaca: la reiteración de querellas de funcionarios contra
periodistas, condenas a periodistas por los llamados “delitos de opinión”, diversos proyectos legislativos del
oficialismo para limitar la libertad de expresión; ataques verbales, amenazas de muerte y agresiones directas.
Lo que dura
En el invierno de 1996 cumplió diez años de vida el periódico ilustrado trimestral Diario de Poesía, que editan
Daniel Samoilovich y un notable grupo de colaboradores reunidos en el Consejo de Dirección. Con una tirada de
5.000 ejemplares, su persistencia como publicación de segmento del ámbito cultural resulta conmovedora. En
especial porque las tiradas de los libros de poesía difícilmente superan los quinientos ejemplares. El artista Juan
Pablo Renzi le imprimió una personalidad gráfica para siempre creando un muy bonito envase para una revista
diario sin otros colores que el blanco y el negro. Martín Prieto, Daniel García Helder, Ricardo Ibarlucía, Daniel
Freidenberg, Mirta Rosenberg, entre otros, integran la eficaz redacción de esta revista cooperativa, que hizo poesía
desde una actitud periodística y desde el periodismo contribuyó a ampliar el siempre reducido horizonte poético.
Un mundo de papeles
Los millares de kioscos en todo el país (sólo en Capital y Gran Buenos Aires son 7.500) presentan, a junio de
1996, una formidable oferta de 2.200 títulos, la mitad nacionales y la mitad importados. No se trata sólo de diarios,
revistas y periódicos: la inspección de un kiosco hoy permite descubrir soportes tan variados como libros, agendas,
revipóster, CD-ROM, fascículos, calendarios, revistas con videos, revistas con casetes, disketes o compacts,
remeras, libros animados y todo tipo de publicaciones con distintos productos en promoción, desde pequeños
juguetes hasta dentífricos, pasando por tickets de descuento en comercios, runas para horóscopos, delantales,
entradas para espectáculos y condones para los jóvenes. Toda esta sofisticada variedad de objetos hace evocar con
nostalgia los primeros pósters con imágenes de próceres que sacaba Billiken o los juguetitos que complementaban
la edición de Anteojito.
Vereda de enfrente
En ocasiones, ni siquiera en la editorial de la familia Fontevecchia se explican cómo fue que se convirtieron en
los líderes en venta de revistas en el país y en dolor de cabeza para grupos rivales, como Abril y Julio Korn en las
décadas del 70 y el 80, \ Atlántida en este momento. Con tanta capacidad de reacción como sus competencias
aunque con menos poderío económico, Perfil se manejó siempre con mayor libertad y elasticidad empresarias, sin
las ataduras sociales o políticas de Atlántida y sin ocultar su origen decididamente bolichero. Perfil se dedicó a
poner títulos en la calle, a probar productos que, si no andaban, los cerraba. Aunque siempre con la idea de llegar
un poquito más lejos, Además, por su origen de imprenteros, entendieron la necesidad de renovar los
equipamientos. Y lo consiguieron sin los auxilios laterales de un multimedios.
Perfil no sólo gestó el éxito de Caras, sino que el efecto de la difusión de este semanario, sumado al de Noticias,
opera cada semana sobre la circulación de Gente, que, aun así, sigue teniendo una presentación espectacular y
ostentando una venta cuantiosa. Las publicaciones femeninas, semanales o mensuales, en cambio, no inquietan a
Para Ti, así como terminaron en fracasos los intentos por hacerle sombra a El Gráfico. El viejo Alberto
Fontevecchia, de 72 años, actual presidente de la Asociación Argentina de Editores de Revistas, mantiene con un
éxito increíble la mítica revista Week End y hace dos años ideó Super campo, con la que dañó la influencia y
recortó la venta de La Chacra. Pero ni Atlántida ni Perfil, que respaldan títulos como Conozca Más y Descubrir,
respectivamente, pueden impedir que Muy Interesante, de García Ferré, corra con ventajas en el campo de
publicaciones de divulgación científica.
Los ahora jóvenes conductores de Atlántida y Jorge Fontevecchia se parecen, por lo menos en tres cosas: luego
de arduos estudios tienen una fuerte capacitación en relación con el negocio periodístico y el marketing, son
editores de raza y tienen devoción por el bajo perfil. Y aunque la gente es capaz de cambiar mucho y rápido en este
aspecto, todos parecen por el momento más interesados por la gloria que por el dinero. En Atlántida todavía
lamentan que su antiguo proyecto del diario de deportes se lo haya apropiado el grupo Clarín con Olé. Y en Perfil,
como en un secreto a voces, todo se configura para que en 1998 se concrete una aspiración de años: un diario que
prepara, personalmente, Jorge Fontevecchia.
EN CAPITAL FEDERAL
GRUPO CLARÍN: Diario Clarín; participación mayoritaria en Canal 13 de TV, participación mayoritaria en
Radio Mitre y FM 100; canal de cable Multicanal en todo el país; participación mayoritaria en Papel Prensa,
agencia de noticias Diarios y Noticias (DyN); Nueva, revista para diarios del interior; participación en Torneos y
Competencias, editorial de libros Clarín Aguilar, Centro de Estudios de la Opinión Pública (encuestadora),
Medícus, participación en telefonía celular del interior, editorial de revistas (Elle), empresa productora de eventos
artísticos, estudio de televisión Buenos Aires Televisión.
GRUPO LA NACIÓN: Diario La Nación, participación en Papel Prensa, participación en la agencia DyN,
participación en el satélite doméstico Paracomsat.
GRUPO EDITORIAL ATLÁNTIDA: Revistas El Gráfico, Gente, Teleclic, Para Ti, La Chacra, Billiken,
Plena, Conozca Más, participación en Telefé y productora Produfé, Red de Noticias (canal de cable), Radio
Continental y FM Hit. Editorial de libros, librerías y productora de eventos.
GRUPO CRÓNICA: Diario Crónica (tres ediciones diarias), revistas Flash y Ahora, canal de cable Crónica
TV, estudios de televisión Estrellas, diario El Atlántico, de Mar del Plata.
GRUPO EURNEKLÁN: Diario El Cronista, América 2, canal de cable Cablevisión, Radio América AM,
Radio Del Plata AM, FM Aspen, FM City.
GRUPO FORTABAT: Diario La Prensa, Radio El Mundo, FM Hit, FM Olavarría, Cable de Olavarría.
GRUPO ROMAY: Canal 9 de Buenos Aires, Canal 10 de Córdoba, Canal 10 de Mar del Plata, Canal 9 de
Resistencia, Canal 9 de Paraná, Radio Libertad, FM Feeling, Guía de la Industria.
GRUPO ÁMBITO FINANCIERO: Diario Ámbito Financiero, diario La Mañana, de Neuquén, canal de cable
Neuquén, espacios de TV en canales de aire y cable.
Opinión
“Es una tendencia mundial, pero en la Argentina los Holdings periodísticos son mucho más caníbales. Por
ejemplo, en los Estados Unidos, Rupert Murdoch componía su holding con The Villag, Voice, que era de izquierda;
la revista New York, que era de centroizquierda. Y el diario New York Post, de derecha. Su diario aprobaba a un
candidato electoral y la revista a otro, mientras que el Village rechazaba a ambos. Aquí los holdings tienden a
configurar un único tono de poder. El holding es interesante cuando funciona a la manera de los vasos
comunicantes, en que una empresa ayuda a la otra sin que ninguna desfigure su identidad” (Maria, Diament,
periodista en 1992).
Holdings sí…
*... cuando una competencia bien conducida coadyuva a una exaltación de la excelencia;
... cuando el crecimiento empresario contempla también el crecimiento del personal y su capacitación y
desarrollo en los diversos sectores: que un hombre de la prensa escrita aumenta su experiencia pasando por la
televisión o por la radio;
*... cuando la empresa reinvierte en renovar Y mejorar los equipamientos y las condiciones de trabajo de su
personal.
Holdings no...
*... Cuando contribuye a la pérdida de la independencia expresiva y a una peligrosa uniformidad de opiniones y
criterios:
*... Cuando los compromisos empresarios con personas e instituciones, oficiales y privadas, obstruyen el libre
ejercicio de la actividad de informar;
*... cuando un criterio de competencia exclusivamente basado en el éxito comercial o económico lesiona la
personalidad o el aporte individual del periodista.
*... cuando limita seriamente el cupo de puestos de trabajo.
El ámbito de Ramos
Entre 1993 y 1995 Julio Ramos se dedicó a hacer crecer la llegada de Ámbito Financiero mediante ediciones vía
satélite que envían el diario desde Buenos Aires a plantas impresoras situadas en Neuquén (en donde además
maneja el diario La Mañana del Sur), Chaco, Córdoba y Mendoza. Desde cada una de esas zonas llegan a otras
provincias y zonas de influencia tan temprano como si fueran diarios locales, y varias horas antes que si el diario
llegara de la Capital. Uno de los grandes éxitos de Ámbito son las “Charlas de Quincho”, una serie de versiones,
trascendidos, chismes políticos y personales y hasta chistes verdes que, a partir de su aparición cada lunes, se
convierten en información disponible en las radios, en los ambientes empresarios y, a qué, dudar, en las más
encumbradas oficinas políticas. En esa tarea se aplica, como informante y redactor, el propio Julio Ramos, junto a
dos de sus directivos: Roberto García e Ignacio Zuleta. Se la considera una de esas secciones que otorgan chapa de
existencia a quien aparece en ella aunque también en ocasiones esto mismo puede ser contraseña de defunción.
Polemista incansable, Ramos afirma (casi con orgullo) que se pelea “con todos los medios, con todos los
periodistas, con todos los gobiernos”. Ha llevado una añeja contienda con Eduardo Eurnekian del multimedios
América, provocó las iras de casi todo el radicalismo, empezando por Alfonsín; cada tanto se enoja y se reconcilia
con el gobierno de Menem, pero con quien mantiene una ofuscación profunda y permanente es con la empresa de
Clarín porque “nos van a terminar ahogando a todos, a los chicos y a los grandes, con su monopolio”. Aunque por
lo menos en dos ocasiones él también pretendió sin éxito sumar a sus propiedades un canal de televisión, expresó
que “un medio gráfico no debería ser propietario de radios o canales”. De todos modos, como para tener todo
preparado, en su nuevo y espectacular edificio propio Ramos mandó a construir un estudio de televisión de nivel
excelente en el que graba algunos programas. Una campaña de Ámbito contra TyC (Torneos y Competencia), una
asociada de Clarín que tiene contratadas las transmisiones de fútbol, llevó en 1994 a la intervención presidencial
para que sectores del país que no iban a poder ver los partidos del Mundial en directo pudieran verlos.
Pocos son los que identifican a Ámbito Financiero como un periódico especializado, y muchos lo consumen
como un segundo diario, que ya trae suplemento de cultura y espectáculos y, los lunes, la crónica de los partidos
del domingo.
Aunque haya abdicado al parecer definitivamente de la palabra “comercial” que definía su marca, El Cronista
sigue siendo respetado como medio ducho en el universo de los números y de las finanzas. A principios de 1996,
Ámbito y El Cronista coincidieron en un tipo de suplemento semanal con soluciones y alternativas tendientes a
capear la crisis económica, dirigido a todos los que tratan de iniciarse en una actividad. Ambos diarios traen,
además, ideas para conservar lo ganado, sugerencias para cuidar el dinero y un panorama completo de las nuevas
oportunidades laborales.
En primera persona
CARLOS ANDALÓ
“Siento todo muy aburrido. Habría que volver a rescatar el concepto de adelanto, de primicia. Hay demasiada
influencia de los jefes de prensa y de las gacetillas. Cada diario, cada revista tiene obligación de salir a decir cosas
distintas de las que dice ‘Telenoche’. Y los jefes de redacción deben abandonar un poco la cultura de cerrar páginas
y volver a usar una frase explosiva que a mí me decían mis primeros jefes: ‘Si no traen algo nuevo, no vuelvan’. Si
se hacen buenas investigaciones, el público agradece y compra.”
SAMUEL GELBLUNG
“Uno de los principales cambios de los 90 es el proceso con que los diarios se mimetizan con las revistas. Pero
hay otros casos curiosos: el de Clarín, el diario líder, que tomó un modelo de notas de información general de
Ámbito; de policiales, de Crónica; de política, de Página/12 y de cultura, de La Maga.”
GABRIELA COCIFFI
“Antes, Gente mandaba a recorrer el mundo para transmitirlo con ojos argentinos. ¿Qué hacer ahora, que el
mundo lo traen la CNN y los demás cables de noticias? Ni siquiera resultan efectivos los personajes de tapa, que
eran típicos vendedores. Antes el rating, el éxito, vendían; ahora no es así. Ahora, o cuentan algo distinto o los
lectores los ignoran. Sin duda que el “arrevistamiento” de los diarios preocupa a quienes trabajamos en revistas,
pero estoy segura de que los diarios nunca van a poder alcanzar el impacto visual de una revista, o la profundidad y
extensión de algunos reportajes, como por ejemplo, los de Rodolfo Bracelli.”
JORGE LANATA
“Si yo no trabajara en esto, nunca leería los diarios. No me interesan. Porque creo que la información diaria no
es necesaria: pero, claro, como no se puede hacer un diario que salga cada tanto... Es mentira que tengo algo
importante para decir todos los días”.
SERGIO SINAY
“Hay que reformular los nuevos destinos del periodismo gráfico en el mundo globalizado. Desde que Gutenberg
inventó la imprenta se dice que el libro va a desaparecer. Vino la fotografía y otra vez dijeron ‘ahora se acaba todo
lo que sea texto’. Y no se acabó nada: hasta para manejar una computadora hay que saber leer y escribir. Las
revistas y los diarios siguen siendo formas válidas de conservar información, de repasar, de ir y volver. Después de
todo, hasta ahora no se conoce el caso de que alguien se pueda llevar una computadora a la cama para leer”
CARLOS ULANOVSKY
“Hacer periodismo en el siglo XXI será como vivir en otro mundo. Un chico nacido en estos días de 1996
podría debutar en una redacción en el 2016, con veinte años cumplidos. No sé quiénes o cómo serán sus jefes de
redacción o sus editores, pero seguro que trabajará codo a codo con supercomputadoras cargadas con decenas de
fuentes de información y archivos nacionales y extranjeros. Cada tarde, escribirá o diagramará en pantalla su
propia página, pescará la foto que los reporteros gráficos ya habrán depositado en la máquina mediante el scanner y
titulará según su gusto y el estilo del diario. La prospección acerca del periodismo del siglo que viene podría no
terminar nunca, pero guardo la esperanza de que ninguna fibra óptica reemplace las virtudes y condiciones del
periodista vocacional, como su natural necesidad de intervenir en las cosas que pasan o su irrefrenable
apasionamiento por la realidad.”
CRONOLOGÍA
1700
Entra en funcionamiento la primera imprenta en el Virreinato del Río de La Plata que, a diferencia de las que
funcionaron en el resto de América, fue construida con maderas de la selva del Alto Uruguay y el Alto Paraná, en
una misión jesuítica. Los religiosos imprimieron varios libros en guaraní para evangelizar a los indígenas de la
región.
1766
La segunda imprenta que tuvo el país funcionó en el Colegio Monserrat de Córdoba que regenteaban los
jesuitas. Una década después, esa imprenta fue destinada a la Casa de los Niños Expósitos en Buenos Aires.
1764
De ese año datan las primeras gacetas manuscritas que circularon en el puerto de Buenos Aires. Uno de esos
noticiarios, escrito durante el gobierno del virrey Pedro de Cevallos, se conserva en la Biblioteca Nacional. Se trata
de la Gazeta de Buenos Ayres, mensuario oficioso de ocho páginas de 25 por 15 centímetros fechado el martes 19
de junio.
1778
El 21 de noviembre el virrey Juan José de Vértiz y Salcedo decretó la instalación de la Real Imprenta de los
Niños Expósitos, la primera que funcionó en Buenos Aires. Estaba en la esquina de Potosí (actual Moreno) y Perú
donde funcionaba un orfanato. Fueron sus pupilos los primeros tipógrafos en la región.
1781
El 8 de enero apareció Noticias recibidas de Europa por el Correo de España, que algunos historiadores
consideran el primer Periódico impreso en el Río de la Plata. Hay polémica respecto de su origen y periodicidad.
Un despacho de Ámsterdam decía: “LOS ingleses están preparando una expedición pirata a Buenos Aires” (sic).
Era una primicia. Faltaba un cuarto de siglo para que ello ocurriera.
1801
El miércoles 1’ de abril apareció el Telégrafo Mercantil Rural, Político, Económico e historiográfico del Río de
La Plata, que a los pocos meses tenía 236 suscriptores: 159 en la ciudad capital y 77 en las provincias del
Virreinato. Lo editó Francisco Antonio Cabello y Mesa, abogado nacido en Extremadura, España, en 1764. Fue el
primer periódico de Buenos Aires. Su última edición, la número 110, salió el 17 de octubre de 1802. Fue censurado
por el virrey marqués del Pino por sus críticas al gobierno y el tono picaresco de sus artículos. Tenía ocho páginas,
salía en su primera época los miércoles y sábados, pero luego sólo los domingos. Se imprimía en la Real Imprenta
de los Niños Expósitos.
1802
El miércoles 1’ de setiembre salió el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio. Fue su director Juan
Hipólito Vieytes, considerado el primer periodista argentino. Con la primera invasión inglesa en 1806 se suspendió
su edición, reanudada con la reconquista de la ciudad. Su historia -de 218 números de ocho páginas cada uno
terminó el 11 de febrero de 1807 con la segunda invasión de los británicos.
1807
El 23 de mayo, con las invasiones inglesas, circuló en Buenos Aires La Estrella del Surlhe Southern Star. Era un
periódico bilingüe hecho en Montevideo que abogaba por la libertad de comercio en las colonias de España. Tras la
derrota de los británicos, que lo editaban, la máquina impresora fue vendida a la Imprenta de los Niños Expósitos.
1809
El 14 de octubre, el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros publicó La Gazeta del Gobierno de Buenos Ayres.
Funcionó hasta el 9 de enero de 1810. Publicó 51 números.
1810
El 3 de marzo apareció el Correo de Comercio. Lo fundó Manuel Belgrano. Colaboró Juan Hipólito Vieytes. El
último de sus 52 números salió el 6 de abril de 1811.
El jueves 7 de junio, por una disposición de la Primera Junta de Gobierno, nació La Gazeta de Buenos Ayres,
para publicitar los actos del nuevo gobierno y difundir las ideas independentistas. Se encargó la tarea a Mariano
Moreno, Manuel Belgrano y Juan José Castelli. Las luchas internas en el gobierno se notaron en el periódico que,
tras la muerte de Moreno, tuvo como directores sucesivamente al deán y diputado por Córdoba Gregorio Funes, al
porteño Pedro José Agrelo y al clérigo Vicente Pazos Silva. A mediados de diciembre de 1811, el Triunvirato, que
había sucedido a la Junta nombró al joven abogado tucumano Bernardo Monteagudo co redactor, junto con Pazos
Silva, de La Gazeta de Buenos Ayres, que tenía en ese momento dos ediciones semanales: los viernes y miércoles.
La rivalidad ideológica entre ambos sirvió de excusa a Bernardino Rivadavia para suplir el periódico y crear, el 20
de marzo de 1812, la Gazeta Ministerial. Con el tiempo, el 1º de enero de 1815, la publicación retomó su nombre
original y cerró definitivamente el 12 de setiembre de 1821.
1811
El 20 de abril se aprobó el primer reglamento de libertad de imprenta. El artículo lo era un calco del sancionado
meses antes por las Cortes Generales de España que eliminó la censura previa para todos los temas, con excepción
de los religiosos.
El 30 de abril la Junta de Gobierno de Buenos Aires nombra por decreto nuevo director de La Gazeta de Buenos
Ayres a Pedro José Agrelo y le asigna un sueldo de dos mil pesos. De esa manera se convierte en el primer
periodista argentino remunerado por su trabajo intelectual.
1812
El 7 de enero se conoce El Censor, vocero del Cabildo de Buenos Aires, cuyo director, Vicente Pazos Silva,
había dirigido La Gazeta de Buenos Ayres. Publicó 177 números, el último de ellos, el 6 de enero de 1816.
El 29 de marzo Bernardo Monteagudo, que había renunciado a la dirección de La Gazeta de Buenos Ayres funda
Mártir o Libre, del que sacó nueve números, hasta el 25 de mayo de ese año.
El 14 de julio apareció El Grito del Sur. Fundado por la Sociedad Patriótica, se editaron treinta números, hasta el
2 de febrero de 1813.
1813
El 27 de febrero salió el periódico oficial El Redactor de la Asamblea, que hacía fray Cayetano Rodríguez.
Lanzó 24 números y su última aparición fue el 30 de enero de 1815.
1814
Durante el sitio de Montevideo, el ejército de Alvear editó El Diarista del Ejército, donde salían órdenes del día,
proclamas y demás ocurrencias que tenían lugar durante esa campaña. Ese año salió también el periódico Unión
Argentina.
1815
El 10 de enero apareció El Independiente, redactado por Manuel Moreno, que publicó trece números. Su fin
llegó el 11 de abril de ese año. En mayo se conoció el primero de los cuatro números del mensuario Observaciones
Acerca de Algunos Asuntos Útiles. Su director, el chileno emigrado fray Camilo Enríquez, tocó temas como la
libertad civil, la educación militar y las encuestas literarias.
El 15 de agosto reapareció El Censor, esta vez bajo la dirección del liberal cubano Antonio José Valdés hasta
principios de 1817 y de fray Camilo Enríquez hasta su cierre, el 6 de febrero de 1819.
Entre el 12 de setiembre de ese año y el 12 de noviembre de 1816, Antonio José Valdés publicó 61 ediciones de
La Prensa Argentina, que aparecía los martes. Trataba temas políticos e información general, que iban desde la
oposición y las corridas de toros hasta el estímulo de la idea de una monarquía incaica.
El 18 de noviembre Felipe Senillosa editó Los Amigos de la Patria y de la Juventud, dedicado a encauzar la
educación juvenil. Trató temas de matemática y física, entre otros, hasta mayo de 1816.
1816
El 1º de mayo apareció el primer número de El Redactor del Congreso Nacional, órgano del Congreso que ese
año proclamó la independencia nacional en Tucumán. Fray Cayetano Rodríguez y el deán Funes participaron en
algunos de sus 52 números, el último de los cuales está fechado el 28 de enero de 1820.
El lunes 19 de agosto Manuel Antonio Castro defendía las ideas monárquicas desde El Observador Americano.
Abundó en noticias sobre Chile, propugnó la educación de las mujeres y se opuso al federalismo. Cesó su
publicación el 4 de noviembre del mismo año.
El 30 de agosto se editó La Crónica Argentina, continuadora de El Censor de 1812. Su director, Vicente Pazos
Silva (que agrega a su firma el apellido Kanki, de origen aymará), había traído de Europa la imprenta que llamó
Del Sol. El Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón cerró la publicación el 8 de febrero de 1817. El 15 de
setiembre apareció otro periódico con el nombre de El Independiente, que dirigió Pedro José Agrelo. Los artículos
aparecidos en sus diecisiete números criticaron al gobierno y abogaron por la implantación de la Constitución
inglesa en el orden político. Salió hasta el 7 de enero de 1817. La Colmena, periódico político dirigido por Santiago
Wilde, se imprimió en la Imprenta de los Niños Expósitos. Era un cuaderno de 32 páginas escrito en prosa y en
verso. El 23 de octubre, desde la imprenta de la Independencia, se distribuyó El Desengaño, periódico dedicado a
cuestiones agrarias, económicas y políticas, redactado por Bartolomé Muñoz. Desapareció el 17 de diciembre del
año siguiente.
1817
El 10 de julio la imprenta ambulante del ejército a las órdenes de Manuel Belgrano imprimió el Diario Militar
del Ejército Auxiliar del Perú, que se convirtió en el primer periódico tucumano. Salieron 78 números hasta el 31
de diciembre de 1918.
El 2 de setiembre se conoce el primer ejemplar de El Avisador Patriota y Mercantil de Baltimore, un ciudadano
de Buenos Aires, cuya única finalidad fue contestar los panfletos contra Pueyrredón que desde la ciudad de
Baltimore, Estados Unidos, escribían y difundían los desterrados Pazos Silva, Manuel Moreno y Pedro José
Agrelo. Su corta vida finalizó a los veintisiete días de iniciado.
1818
El 1º de enero la Imprenta de los Niños Expósitos dio forma a El Español Patriota de Buenos Aires, que se
extinguió al segundo número, un mes después.
Entre el 29 de marzo y el 17 de mayo se publica El Independiente del Sur, primera publicación francesa en
Buenos Aires. Este periódico bilingüe fue redactado por los franceses Carlos Robert y Juan Lagresse, quienes, por
ser opositores a San Martín y O'Higgins, fueron acusados de conspiración y fusilados.
El 15 de octubre, Agrelo hace la primera publicación especializada del país: El Abogado Nacional. El último de
sus once números salió el 1º de marzo de 1819.
El Duende de Santiago fue un periódico chileno que apareció en Buenos Aires por intermedio de la Imprenta de
los Niños Expósitos. Estaba vinculado con los hermanos Carreras, fusilados en Mendoza por oponerse a la
campaña de San Martín y O'Higgins.
1819
El 2 de abril se publicó El Americano, dirigido por Pedro Feliciano Cavia hasta el 11 de febrero de 1820, fecha
de su última edición (la número 46). Abordó temas Políticos a favor de los unitarios, de interés general y artísticos,
e incorporó información del resto de América. Hizo su aparición La Gaceta Federal, el Primer periódico de Santa
Fe- Su director fue el chileno José Miguel Carrera, que quería vengar el fusilamiento de sus hermanos Y recuperar
el poder en su país.
1820
El 25 de marzo apareció El Año Veinte, cuya propiedad se atribuyó al gobernador de Buenos Aires Miguel de
Sarratea. El último de sus cinco números salió el 22 de abril; su duración abarca aproximadamente el tiempo que
Sarratea estuvo en el gobierno. Allí se inició el poeta Y Político argentino Juan Cruz Varela.
En abril surgió El Despertador Teofilantrópico Místico Político, la Primera Publicación del sacerdote Francisco
de Paula Castañeda, quien editó numerosos periódicos de nombres estrafalarios. Sacó 75 ediciones, la última el 12
de octubre de 1822. Ese mismo año, el religioso produjo: El Defensor Teofilantrópico Místico Político (cincuenta
números, hasta 1822), el Gauchi-Político (veinticuatro ediciones, hasta el 21 de julio de 182l), el Desengañador
Gauchi-Político (veintisiete números, hasta 1822), el Paralipomenon del Suplemento del Teofilantrópico (hasta
1822) y el Suplemento al Despertador Teofilantrópico Místico Político (hasta 1822). Con este tipo de publicaciones
el sacerdote combatió al liberal Pedro Feliciano Cavia, quien propulsaba la desaparición de los conventos desde El
Americano.
En Mendoza apareció El termómetro del Día, que duró siete números.
El 6 de julio se publicó el primero de los 38 números del Boletín del Ejército contra el Gobierno de Santa Fe,
que se dejó de hacer el 23 de noviembre de ese año.
El 8 de julio nació La Gaceta de Mendoza, sucesora de El Termómetro del Día. Sus redactores fueron Agustín
Delgado, Agustín Burdel y Juan Escalante. Sacó diecisiete ediciones, la última el 9 de setiembre del mismo año.
El 14 de agosto se editó el primer periódico no militar de Tucumán. Se llamó El Tucumano Imparcial, que llegó
a sacar tres ediciones
El 9 de setiembre, desde la Imprenta de los Niños Expósitos, se reparte La Estrella del Sur, que sacó nueve
números hasta el 16 de octubre de ese año. Fueron sus redactores Juan García Mota, Ramón y Avelino Días y
Salvador María del Carril.
Salió un solo número de El Constitucional, dedicado a la crónica científica, literaria y política.
El 2 de noviembre Cayetano Campana publicó Legión de Orden
Voz del Pueblo, que abogaba por la paz y el orden social. Tras diez ediciones dejó de salir el 12 de enero de
1821.
El 17 de noviembre se editó, en la Imprenta de los Niños Expósitos, el primero de los cuatro números del
Semanario Político Compendio de documentos y noticias así exteriores como interiores del país, que dejó de
hacerse el 8 de diciembre de ese año.
El 19 de diciembre Pedro Feliciano Cavia sacó El Imparcial, con el objetivo de demoler las posturas de
Castañeda. El gobierno suspendió su impresión el lo de marzo de 1821 por el cariz que había tomado la polémica
entre ambos. En los once números del periódico, Cavia había llevado el ataque hasta la vida privada e íntima del
religioso.
1821
El 20 de enero apareció el prospecto que anunciaba la salida de Las Cuatro Cosas, El Antifanático, El Amigo de
la Ilustración cuya Hija Primogénita es la Tolerancia. La última de las cinco ediciones, dirigidas por Pedro
Feliciano Cavia, fue el 3 de marzo de ese año.
El 27 de marzo el padre Castañeda publicó Doña María Retazos, que alcanzó los quince números, el último en
1822. Este mismo año el sacerdote sacó también: La Matrona Comentadora, de los Cuatro Periodistas (que cerró el
24 de octubre de 1822) y Eu Nao Me Meto Con Ninguen (nueve ediciones en castellano desde el 24 de julio hasta
el 15 de setiembre).
El 9 de mayo apareció la primera edición del Boletín del Ejército que se distribuía con La Gazeta de Buenos
Ayres. Su fin llegó el 12 de julio del mismo año.
El 12 de mayo salió El Argos de Buenos Aires, impulsado por Julián Segundo Agüero, quien un año antes había
fundado la Sociedad Literaria. Fue redactado sucesivamente por Santiago Wilde, Ignacio Núñez y otros miembros
de la entidad como el deán Funes. Su última aparición fue el 3 de setiembre de 1825.
El 14 de julio, el poeta y ex soldado de la independencia Juan Crisóstomo Lafinur sacó El Curioso, periódico
científico, literario, económico, en la Imprenta de los Niños Expósitos, donde se hicieron sus cuatro únicas
ediciones.
El 14 de agosto se conoció El Amante del Bien Público, cuyo segundo y último número está fechado del 7 de
setiembre. Si bien este periódico, impreso por los Niños Expósitos, no tiene el año de aparición en su portada, los
historiadores coinciden en que fue confeccionado en 1821.
Desde el 22 de agosto hasta el 12 de octubre la porteña Imprenta Álvarez sacó el Boletín de la Industria, del que
se conocieron once números.
El 24 de agosto el ministro Bernardino Rivadavia firmó el decreto que creó el Registro Oficial de la Provincia
de Buenos Aires, cuyo objetivo fue suprimir la comunicación de leyes y decretos por medio de bandos. Seis años
después, durante la presidencia de Rivadavia, fue al mismo tiempo el “Registro Nacional”. Tuvo una segunda
época que se inició el 1º de mayo de 1851.
El 10 de setiembre, Pedro Feliciano Cavia sacó El Patriota hasta el 28 de noviembre, cuando se conoció su
novena y última edición.
El 3 de setiembre, el general francés Juan José Dauxion Lavayse redactó por primera vez El Restaurador
Tucumano, que apoyaba la campaña del Ejército Libertador del Perú, que dirigía San Martín. Tiró nueve números,
el último el 18 de diciembre de ese año bajo el lema: Trinidad, Congreso, Cooperación con el Ejército Libertador
del Perú”.
El 12 de setiembre el gobierno de Rivadavia suprimió por decreto la impresión de La Gazeta de Buenos Ayres y
argumentó que se debía a la renuncia de su último redactor, Manuel Antonio de Castro. Asimismo estableció que el
Registro Oficial ocuparía las funciones del primer periódico patrio.
En diciembre nació el primer periódico de Entre Ríos. Se llamó El Correo Ministerial de Paraná y sus redactores
fueron Juan Pedro Agrelo y Domingo de Oro. Dejó de salir el 5 de agosto de 1823.
1822
El 26 de enero El Espíritu de Buenos Aires conoció las calles de la ciudad, en las que permaneció hasta el 4 de
julio, tras veintiocho números que se hicieron en la Imprenta de Independencia.
El 15 de febrero Vicente Fidel López y Planes (autor del Himno Nacional) fundó el Registro Estadístico, la
primera publicación técnica de este tipo en el país. Cerró el 2 de setiembre de 1825.
El 15 de abril de 1822 salió La Abeja Argentina, otra creación de la Sociedad Literaria. Lo redactaron Antonio
Sáenz, el deán Funes, Manuel Moreno y otros miembros de la entidad hasta 1823.
El V de mayo comenzó la primera época de El Diario de Sesiones de la Honorable Junta de Representantes de la
Provincia de Buenos Aires, que terminó en diciembre de 1825. La segunda etapa fue entre 1827 y 1851 y tras la
caída de Rosas se inició su tercera época.
El 23 de mayo, apareció en Mendoza El Verdadero Amigo del País, que tuvo 55 ediciones hasta su cierre en
1823. Lo redactó Juan Crisóstomo Lafinur. Desde las páginas de El Orden, aparecido el mismo año en esa
provincia, se le opuso un padre domínico de apellido Torres, contrario a las reformas liberales del gobierno
mendocino.
El 15 de junio salió el periódico oficial de Mendoza, El Registro Ministerial, de aparición semanal, redactado
por Lafinur.
El 28 de julio los hermanos unitarios Florencio y Juan Cruz Varela editaron, junto con Ignacio Núñez, el
primero de los 72 números de El Centinela, que llegó a su final el 7 de diciembre de 1823.
En julio la Sociedad Literaria lanzó el primero de los tres números del mensuario El Ambigú de Buenos Aires,
que terminó en setiembre. Antes había sacado El Precio Corriente, mensuario exclusivamente mercantil en pro del
comercio, la agricultura y la industria.
Entre el 8 de agosto y el 7 de noviembre fray Cayetano Rodríguez publicó once números de El Oficial del Día.
El 9 de setiembre, el padre Castañeda, motivado por la reforma eclesiástica que impulsaba el gobierno, inició
otra lista de publicaciones: La Guardia Vendida por el Centinela y la Traición descubierta por el Oficial del Día (del
que se publicaron once números hasta el 7 de noviembre), La Verdad Desnuda (cinco números desde el 24 de
setiembre hasta el 16 de octubre y una sexta edición el 9 de agosto de 1823 desde Montevideo, donde se exilió al
ser expulsado de Buenos Aires). En octubre, sacó el primero de los dos números de El Lobera de a 36 Reforzado,
que fue una segunda versión de El Lobera del Año 20, de José María Calderón.
El 19 de noviembre nació el periódico quincenal El Correo de las Provincias, de Fortunato Lemoyne. Duró
cinco meses y terminó con el número 17 el 10 de abril de 1823.
Ese año salieron dos números de L'Occident. Escrito en francés y castellano, refutó la publicación de La Verdad
Desnuda del padre Castañeda, polémica que extendió a otras como Independencia de Nueva España, Libertad de
Quito (reimpreso en Buenos Aires) y El Hombre Libre.
1823
Entre el 2 de enero y el 6 de agosto apareció el Diario de Buenos Aires con información exclusivamente
mercantil que, tras 145 números, dejó la base a La Gaceta Mercantil, que continuó su temática.
El 20 de enero apareció un único número de El Pueblo, que, optimistamente, prometía salir los días 10, 20 y 30
de cada mes.
El 3 de abril los habitantes de Córdoba leyeron El Desengañador, una iniciativa de corto aliento del gobernador
general Juan Bautista Bustos.
El 4 de abril Pablo Ramírez sacó por primera y única vez Los Locos son los Mejores Raciocinadores. Después
de eso, un jurado de imprenta lo juzgó y condenó a un año de destierro.
El 25 de mayo salió Teatro de la Opinión, que se convirtió, desde la oposición al gobierno, en uno de los más
importantes periódicos de la época. Sus 65 números fueron dirigidos por Francisco Wilili y Ángel Saravia.
El 21 de junio apareció en Santiago de Chile un periódico que se reprodujo en Córdoba: El Observador
Eclesiástico. Las notas locales las agregaba su responsable en la Argentina, el sacerdote Pedro Ignacio de Castro
Barros, opuesto a la reforma religiosa implantada en Buenos Aires por Rivadavia. Su última edición fue la
vigésima sexta, del 21 de junio de 1824.
El 28 de agosto se conoció El Ciudadano Imparcial, partidario del gobierno y opositor al Teatro de la Opinión
que desapareció al poco tiempo. También en agosto, y sólo durante este mes, la imprenta Hallet realizó Anales de
la Academia de Medicina de Buenos Aires.
El 1º de octubre apareció La Gaceta Mercantil, que, hasta el 3 de febrero de 1852, publicó un total de 8.473
números. Por su redacción pasaron hombres como José Rivera Indarte, Santiago Kierman, Esteban Hallet, Manuel
de Irigoyen, Pedro de Angelis, Nicolás Mariño, Bernardo de Irigoyen y Avelino Sierra. En 1841, La Gaceta
Mercantil importó la primera prensa a vapor del país. En sus comienzos fue un periódico casi exclusivamente
comercial, pero años más tarde se convirtió a las ideas políticas de Juan Manuel de Rosas. Desapareció después de
la batalla de Caseros.
El 2 de octubre el fiscal Agrelo acusó al periódico opositor fundado y desaparecido ese año Dime con quien
andas de “atacar el honor de las familias y de los individuos, al decoro y respeto del gobierno, ajados de un modo
nunca visto”. El juicio no tuvo éxito: un brote revolucionario fijó la atención del gobierno en cosas más
importantes.
Los veinticinco números del opositor El Republicano emergieron de la imprenta Independencia entre el 4 de
diciembre y el 12 de junio del año siguiente.
Tres días antes de Navidad salió en Córdoba El Investigador, continuador de El Observador Eclesiástico. Hecho
por el sacerdote Soler y por Estanislao Learte, con un fuerte sentimiento provincialista, dejó de salir con el décimo
número el 17 de mayo de 1824. A ese emprendimiento le siguió El Montonero, que dirigió Juan Antonio
Saráchaga, ex ministro de guerra de Córdoba y enemigo del gobernador Bustos.
Ese año apareció en el interior del país el Boletín del Ejército Pacificador de la Provincia de Tucumán.
1824
El 15 de enero los señores Malde, Sierra y Francisco Bustos lanzaron en Córdoba El Filántropo ó El Amigo de
los Hombres, cuya publicación terminó el 3 de junio.
El 27 de enero Juan Cruz Varela volvió a las andadas con Antón Peluca, padre de la Señora doña María Retazos,
ausente en Santa Fe, del que salió un solo número que fue acusado por el agente fiscal del crimen de “abusivo de la
libertad de escribir”.
Entre el 16 de marzo y el 3 de junio José María Bedoya, con la colaboración del padre Castañeda, sacó El
Teofilantrópico o El Amigo de Dios y de los Hombres, vocero religioso de Córdoba.
El 19 de junio empezó El Amigo del País, en Mendoza, que terminó el 2 de octubre. Fueron sus redactores Borja
Correa y el sacerdote Torres. Lo sucedió El Eco de los Andes, que fundaron Juan Alberto Godoy, Lisandro Calle y
José María Salinas y en el que colaboró Borja Correa. Fueron 61 números, que salieron hasta 1825. El 18 de agosto
apareció, en Córdoba, El Chasco Completo del hallazgo precioso del Editor de San Juan.
El Defensor de la Patria tiró diez números entre el 23 de agosto y el 21 de octubre. Lo redactó el periodista
español Félix Baudot, que en su país había publicado un periódico con el mismo nombre.
También en agosto, y hasta 1827, se publicó la Gaceta de la Policía, que desde el número 2 pasó a llamarse
Boletín de la Policía, del que se hicieron una decena de ediciones en la Imprenta de los Niños Expósitos.
El 30 de setiembre apareció la primera publicación salteña. Fue la Revista de Salta, que redactó mensualmente
José Arenales (hijo del general Juan Antonio Álvarez de Arenales, integrante del ejército que al mando de San
Martín realizó la campaña al Perú), hasta el 5 de marzo de 1825.
El 17 de diciembre apareció El Argentino, con la redacción de Manuel Dorrego, Pedro Feliciano Cavia,
Baldomero García y Francisco Ugarteche. Dejó de salir con la vigésima quinta edición, el 14 de junio de 1825.
Apenas seis días después de la aparición de El Argentino, Ignacio Núñez, Valentín Alsina y Pedro Feliciano Cavia
publicaban El Nacional, del que salieron 54 números, el último el 6 de abril de 1826. Su tendencia liberal en lo
religioso lo convirtió en blanco de la prensa católica de Córdoba.
El único número de Carnicería Política, redactado por un tal R. Ramírez, anticipó desde el título el ambiente
político que se respiraba en Buenos Aires.
Ese año también salieron en Buenos Aires el Diario de Sesiones del Congreso Constituyente de las Provincias
Unidas del Río de la Plata y El Periódico Argentino.
1825
El 23 de marzo salió El Pensador Político-Religioso de Chile, que había sido publicado antes en Santiago de
Chile. Castro Barros lo reimprimió en Córdoba hasta 1827, como había hecho tiempo antes con El Observador.
El 28 de marzo los Niños Expósitos imprimieron el único número de El Eleccionario.
El 3 de mayo Córdoba conoció a El Cristiano Viejo, que salía en forma de cartas cada quince días y en las que
Justo Rodríguez abordaba el tema de la tolerancia religiosa.
El 6 de mayo, Francisco Gutiérrez y Solano Cabrera sacaron el mensuario cordobés El Intolerante, hasta agosto.
El 12 de mayo se publicó en Córdoba El Grito de un Solitario, del que el cura Bernabé Aguilar, crítico de
Rivadavia, sacó tres números. En su lugar salió El Solitario Varón de Cascales, que sostuvo la intolerancia de
cultos y atacó a los liberales de Buenos Aires y al gobernador de San Juan.
El 8 de junio, Antonio Díaz, después general uruguayo, redactó el primero de los 33 números que tuvo El Piloto,
el cual dejó de hacerse el 6 de febrero del año siguiente.
El miércoles 29 de junio apareció El Defensor de la Carta de Mayo, primer periódico de la provincia de San
Juan, que sólo alcanzó a tirar un ejemplar más y que redactó el mismo gobernador, el joven liberal, Salvador María
del Carril. Se hizo en la imprenta del Estado, la primera de la provincia, cuya adquisición también es mérito del
mandatario. De esa misma imprenta salieron, ese mismo año, el Registro Oficial de la Provincia y el primer
periódico no oficial de la provincia: El Amigo del Orden.
Entre el 24 de octubre y el 15 de setiembre de 1826 el padre Castañeda publicó, simultáneamente en Córdoba y
Buenos Aires, los seis números de Derechos del Hombre ó Discursos Históricos-místico-político-crítico-dogmático
sobre los principios del derecho político. Además, en la provincia salieron El Imparcial (el lo de junio) y El Sol de
Córdoba.
El 18 de noviembre hizo escuchar su voz El Mensagero Argentino (sic). Por su redacción pasaron Juan Cruz
Varela, Agustín Delgado, Valentín Alsina y Francisco Pico. El último de sus 235 números se imprimió el 9 de julio
de 1827. Tuvo gran trascendencia en la vida política del país y fue defensor del partido unitario.
Ese año salió de la imprenta del Estado El Registro Oficial de la Provincia de Corrientes, que continuó con
irregularidades hasta mucho tiempo después de la batalla de Caseros. Mientras que en Buenos Aires aparecieron las
ocho páginas del único número de El Sol de las Provincias Unidas, o la Libertad de La Prensa y El Protestante
Recién Convertido, traducción de un periódico publicado en Londres del que salieron tres números.
1826
El 2 de febrero apareció L´Echo Francais-Journal Commercial, Politique et Litteraire, que después de 72
números pretendió convertirse en diario con el nombre de L´Echo. La segunda etapa fue un fracaso: sólo alcanzó
las siete ediciones, la última, el 7 de abril de 1827. Los hizo Juan Lasarre, que utilizó con soltura la sátira y la
ironía.
Del 21 al 28 de febrero aparecieron los dos números de El Avisador, que trataron en particular el tema de la
capital de la República.
El 23 de febrero Cavia abordó desde las páginas de los diecisiete números de El Ciudadano el asunto más
discutido de la época: la capital de la República. Terminó el 3 de junio de 1827.
El 28 de febrero, el español Félix Ramón Baudot empezó a publicar en Buenos Aires La Verdad sin Rodeos.
Desde el número 11 hasta el 48, continuó imprimiéndolo en Córdoba, de donde también debió huir perseguido por
los unitarios para instalarse finalmente en la provincia de Corrientes, donde se editó desde el número 49 al 99. De
esa manera, se convirtió en el primer periódico correntino. Su última aparición ocurrió el 14 de noviembre de 1829.
Un año completo duró El Correo Nacional, de Antonio Díaz, que tuvo 297 ediciones entre el 29 de marzo y el
30 de marzo de 1827.
El 30 de abril el canónigo José Lorenzo Güiraldes dirigió el semanario El Aura Mendocina, que después de
catorce números concluyó el 20 de agosto.
Entre el 13 de mayo y el 16 de setiembre, la imprenta Hallet tiró los dieciocho números del periódico inglés The
Cosmopolite. Para esa época los porteños conocieron otro periódico en lengua inglesa, The British Packet and
Argentine News, que duró hasta el 29 de diciembre de 1855. Salía los sábados y sus redactores Thomas George
Love (hasta 1845), Gilberto Ramsay y George Thomas fueron muy amigos de Rosas.
Desde el 25 de mayo hasta el 26 de noviembre Pedro Buitrago dirigió los trece números que tuvo el Pregón de
Salta.
A partir del 6 de agosto recorrió las calles de la ciudad El Duende de Buenos Aires, un semanario sobre temas
hispanoamericanos que escribieron fray Valentín San Martin, Bernardo José de Ocampo y Julián Segundo Agüero,
hasta el 9 de abril de 1827.
El 11 de octubre se leyeron por primera vez los ejemplares de El Tribuno, escrito por Pedro Feliciano Cavia,
Manuel Moreno, Manuel Dorrego y otros destacados federales. Las dos ediciones semanales, que atacaron
implacablemente a Rivadavia y al Congreso, dejaron de salir el 17 de agosto de 1827. El 11 de diciembre se
conoció la primera de las catorce ediciones que el semanario El Cincinato tiró hasta el 7 de marzo del año
siguiente, cuando su redactor, José María Márquez, fue condenado a seis meses de destierro en Tandil por sus
artículos “abusivos y criminales”.
El 21 de diciembre salió el semanario El Investigador.
También se imprimieron ese año Papel Sellado de Santiago Wilde (Imprenta de Hallet), El Rayo (Imprenta
Jones), Claras Verdades contra Oscuros Embrollos (Imprenta Argentina) y Diálogo entre el jesuita Limarco y el
quáquero Filón.
1827
El 3 de marzo La Crónica Política y Literaria lanzó el primero de sus 120 números. Redactada por José Joaquín
Mora y Pedro de Angelis, hasta el 6 de octubre, defendió la administración de Rivadavia y se ubicó claramente del
lado unitario.
El 28 de marzo se fundó el periódico inglés the American, que alcanzó 39 ediciones y cerró el 18 de agosto.
El 20 de abril Joaquín Mora reemplazó al Correo Nacional por El Constitucional, Diario Comercial y Político,
con que siguió el ataque a los federales. Completó 147 números el 25 de octubre de ese año.
El 10 de abril Lazarte retornó con Le Censeur, Journal Politique et Litteraíre, que salía tres veces por semana y
desapareció el 13 de mayo tras quince números. Paralelamente, entre el 26 de abril y el 30 de julio, sacó LAbeille
(Journal Politique, Litteraire, Commercial et Yavis Divers), para criticar al gobierno sucesor de Rivadavia.
Entre el V de mayo y el 4 de agosto El Avisador Universal, que salía miércoles y sábados, tiró 76 números.
El 12 de setiembre, Manuel Moreno, Cavia y Wright redactaron el primer número de Correo Político y
Mercantil de las Provincias Unidas del Río de la Plata, defensor de la política del gobernador Dorrego y enemigo
de Rivadavia y los unitarios. Desapareció en la edición 212, el 28 de noviembre del año siguiente, junto con la
revolución que derrocó a Dorrego.
El 28 de octubre Manuel Gallardo -tenaz opositor a Dorrego- y el federalismo sacó El Porteño, cuya aparición
de martes, jueves y domingo finalizó el 10 de noviembre.
El 29 de octubre, apareció El Granizo, otra creación de los hermanos Florencio, Jacobo y Juan de la Cruz
Varela, que hasta el 10 de noviembre defendió con fervor la causa unitaria.
En esos días, los españoles pro federales José María Márquez, Fernando Cordero y Joaquín Culebras lanzaron
La Atalaya Republicana, Diario Político y Comercial, que culminó con la vigésima quinta edición.
El 3 de noviembre El Infierno anunció su salida en La Gaceta Mercantil, para el domingo siguiente.
El 24 de noviembre José María Salinas inició, en Mendoza, la tirada de El Fénix, que concluyó el 10 de febrero
de 1828 tras una docena de ediciones. En esa provincia aparecieron en esos días El Telégrafo, los periódicos
unitarios El Huracán, de Juan Guadalberio Godoy, y El Iris Argentino, y los federales El Estandarte y La Columna
Federal, de Víctor Barreau.
El 29 de noviembre Márquez redactó El Sol de Mayo de 1810. En Atalaya, hasta el 24 de marzo siguiente.
Ese año también se editaron El Cancionero Argentino (cuatro números en versos adaptados al canto); El
Conciliador (un número que quiso imitar a La Abeja Argentina); Observaciones de un Joven Americano y El Diario
de los Movimientos y Operaciones del Ejército que ha Libertado a la Provincia de Salta, en Salta.
1828
Entre el 11 de abril y el 26 de julio de 1829, el francés Juan Lasarre, quien participó en las polémicas políticas
de Buenos Aires, apoyó a los unitarios con una publicación de El Diablo Rosado, que por causa de la censura tomó
otros nombres: El Hijo Mayor del Diablo Rosado, El Hijo Menor del Diablo Rosado y El Hijo Negro del Diablo
Rosado.
El 24 de abril, los unitarios hermanos Varela editaron El Tiempo, Diario Político, Literario, Mercantil, que luego
de 342 números, desapareció el l’ de agosto de 1829. El 9 de mayo se promulgó la ley de imprenta que establecía
“garantías individuales para la libre emisión del pensamiento”. El 25 de mayo el diputado convencional por la
Banda Oriental Baldomero García redactó nueve números de El Argentino de Santa Fe, que desapareció el 10 de
agosto.
El 1º de junio el padre Castañeda continuó su labor periodística en Santa Fe con Vete Portugués que aquí no es,
en plena lucha con Brasil, que había ocupado la Banda Oriental, al que siguió Ven acá portugués que aquí es.
Ese mes también Santa Fe conoció El domingo 4 de mayo en Buenos Aires, que redactó el diputado
convencional por Buenos Aires Vicente Anastasio Echeverría hasta el 27 de julio.
El 28 de junio salió de la imprenta del Estado La Espada Argentina, del que salieron catorce números de poca
trascendencia. El 23 de agosto, Baldomero García y Ugarteche sacaron en Santa Fe El Espíritu de la Federación
Republicana, periódico político y literario del que se imprimieron dos números.
Entre el 31 de octubre y el 17 de diciembre El Satélite, redactado por Echeverría y Pedro Salvadores, tiró nueve
números en Santa Fe. También ese año apareció El Rector, que los días 12 y 27 de cada mes se distribuía en Santa
Fe y Buenos Aires. Ese año se publicaron, además, diecinueve números de Causa célebre de Buenos Aires que
redactó Ramón de Anchorena y la Gaceta Comercial, sólo con avisos.
1829
El 17 de enero, el unitario Manuel Bonifacio Gallardo inició la tirada de El Pampero, que cerró Rosas el 7 de
octubre por su polémico contenido.
El 21 de enero, con Buenos Aires Cautiva y la Nación Argentina Decapitada a Nombre y por Orden del Nuevo
Capitán Juan Lavalle, el padre Castañeda desde Santa Fe respondió al fusilamiento de Dorrego. El sacerdote, antes
unitario, se volcó al federalismo con este periódico que sacó once números.
El 26 de enero, en Santa Fe, Baldomero García tiró el primero de los seis números de El Federal.
El 4 de febrero irrumpió en San Juan El Solitario que no tenía día fijo de salida y apoyaba la política de Buenos
Aires, Su octava y última edición fue el 7 de abril.
El 7 de marzo apareció Le Spectateur Franeais-Journal Politique, Commercial et Litteraire, del que salieron
veintitrés números. El 20 de marzo se conoció El Republicano de San Juan, que tuvo cuatro ediciones y defendió la
política de Rivadavia. El 26 de marzo, en Córdoba, José María Círes lanzó El Republicano, que concluyó el 13 de
mayo. Acompañó la gestión del gobernador unitario de la provincia, José María Paz. El 2 de mayo, apareció
Córdoba Libre, bajo la dirección de los unitarios Dalmácio Vélez Sársfield y José María Bedoya, que duró hasta
1830.
En julio La Fragua Republicana, de tendencia federal, tiró el primero de sus cuatro números en San Juan. Cerró
el 9 de octubre.
En setiembre salió El Orfeo Argentino, primera publicación de carácter musical.
El 7 de setiembre se conoció El Lucero, el más importante de la época, que llegó a 1.121 ediciones, hasta el 31
de julio de 1833, dirigido por Pedro de Angelis. El 8 de diciembre salió el periódico oficialista cordobés El
Argentino, que redactaron Elías Bedoya y José Rojo. Lanzó 56 números hasta que cerró en 1830.
Ese año en Buenos Aires se publicaron además: Nueva Época de Buenos Aires, del que salieron cincuenta
números sin día fijo, Semanario Científico, Histórico, Clínico de los Progresos, de la Verdadera Medicina Curativa
o de la naturaleza humana defendida por experiencia, de los ataques preternaturales (sic), Correo Argentino
(colección de piezas musicales mensual), Diario Universal (órgano federal) y El Vigilante. Diario Comercial,
Político y Literario, que redactó Francisco Reinals.
En el interior del país se conocieron también: El Díbuno, El Monitor de la Campaña y Miscelánea, en Córdoba,
y los diez números de Boletín, en San Juan.
1830
El 5 de enero comenzó El Registro Provisional del Gobierno, que llegó a los catorce números.
El 16 de abril apareció El Factor Alta Gracia en el interior de Córdoba.
Entre el 24 de mayo y el 30 de agosto, reapareció El Nuevo Eco de los Andes, de Mendoza, que había sido
suspendido en 1825.
El 19 de junio, nació El Mártir Libre, de apariencia federal, que alertó sobre el despotismo y cerró dos meses
después. El 6 de julio se conoció El Clasificador o Nuevo Tribuno de Pedro Feliciano Cavia. El gobierno de Rosas
lo suspendió, a pesar de su orientación federal, porque se opuso a las facultades extraordinarias otorgadas al
Restaurador.
El 31 de julio se redactó en verso El Gaucho, de filiación federal; cerró el 29 de diciembre.
Ese mes también salió El Periódico de Buenos Aires, escrito en verso.
El 19 de agosto salió El Torito de los Muchachos, al que siguió, a partir de octubre, El Toro del Once, que
concluyó en 1831. Ambos editados en verso por el federal Luis Pérez. El 22 de agosto se editó en la localidad
cordobesa de Sancalá El Serrano, de fray Juan Pablo Moyano. Del 6 de setiembre al 13 de febrero de 1832 salieron
en Buenos Aires 76 números del Boletín del Gobierno.
El 19 de octubre, se distribuyó el diario mercantil de tendencia federal El Mercurio Bonaerense, que cerró el 9
de julio del año siguiente. El 31 de octubre se largó el semanario La Argentina, dedicado a temas femeninos y
políticos con un leve tinte federal.
En octubre despuntó en Córdoba La Aurora Nacional, redactada por Dalmacio Vélez Sársfield y José Maria
Bedoya.
El 8 (de noviembre se imprimió en Santa Fe otro periódico con el nombre de El Federal que, tras 57 números,
cerró el 22 de junio de 1831.
El 16 de noviembre Petrona Rosende de Sierra hizo el primer periódico redactado por una mujer, que dedicó a
temas femeninos. Se llamó La Aliada y completó dieciocho números, hasta el 14 de enero de 1832. En este año se
publicaron además: Gaceta de los Enfermos, de Pedro Martínez, y Boletín de Comercio en Buenos Aires. En
Mendoza, El Coracero, de Juan Guadalberto Godoy, El Boletín del Ejército de Mendoza, El Consejero y El Yunque
Republicano, de Francisco Ignacio Bustos.
1831
El segundo día del año Juan Lasarre sacó El Látigo Federal o El Risueño, que salía dos veces por semana,
El 4 de enero, Pedro Ramírez inició la decena de números que tendría finalmente El Filántropo. El 17 de abril,
Don Gerundio Pincha Ratas o El Abogado de los Unitarios tiró cinco números en versos de estilo gauchesco
refutando a la oposición exiliada en Montevideo.
El 4 de mayo salió el semanario francés Le Narrateur Franvaís. Feuille de Commerce, Pólitique et Literaire cuyo
octavo y último número apareció el 1’ de junio. El mismo cónsul francés Lavessan redactó ese año un periódico
que llamó LEtoile Du Matín. El 10 de mayo se empezó a distribuir El Regulador, diario mercantil que alcanzó 54
números al 31 de agosto. El 16 de mayo salió El Diario de la Tarde, que sobrevivió a todo el período de Rosas. Su
primer director fue Pedro Ponce y el último, Federico de la Barra.
El 10 de julio, El Telégrafo reemplazó a El Mercurio Bonaerense. Cerró en octubre.
Del 17 de julio al 10 de octubre se leyó el periódico federal De Cada Cosa un Poquito. El 27 de agosto, Luis
Saavedra redactó el número inicial de las seis ediciones de El Grito de los Pueblos, desde donde defendió a Rosas y
reclamó una Constitución.
El 17 de octubre hizo su aparición El Gaucho y casi simultáneamente -el 18 de octubre- La Gaucha, redactados
por Luis Pérez. La colección de ambos consta de veintidós números, aunque uno cerró el 20 de diciembre y la otra
once días después. El 27 de octubre apareció la primera Circular Marítima, de la que se hicieron 243 números hasta
el mismo día del año siguiente.
El 11 de noviembre los porteños se encontraron con La Lechuza, que salió miércoles y domingos hasta el 7 de
diciembre. El 23 de noviembre la prensa extranjera largó otro periódico: The Cosmopolitan. Aparecía los
miércoles, alcanzó 59 números y cesó su impresión el 9 de enero de 1833.
El 19 de diciembre Le Flaneur. Ambigú Politique et Litteraire inició su tirada, que completó doce números y
redactó, íntegramente en francés, Pedro De Angelis. Desde el 24 de diciembre El Cometa Argentino clamó por la
convocatoria a un Congreso Constituyente, lo que provocó su cierre el 30 de enero de 1832 por orden de Rosas.
Los responsables de sus veintitrés números fueron José Barros Pazos, Luis Bustamante y Francisco Beláustegui.
Otros medios aparecieron ese año. La Bruja o Ave Nocturna, dedicada a atacar a Rivadavia; El Republicano
(tres números en diciembre), El Desengaño (periódico de medicina popular redactado por el doctor José Indelicato)
y el Boletín del Ejército Auxiliar Confederado (que llegó a los catorce números). En Córdoba, Buenaventura Badía
hizo El Federal sin prisiones y Calixto Maria González se largó con la serie El Clamor Cordobés, La Mujer del
Clamor Cordobés, El Hijo Mayor del Clamor Cordobés y El Abuelo del Hijo Mayor del Clamor Cordobés, todos
en contra de los unitarios. En Mendoza el oficial unitario José Santos Ortiz se abocó a El Liberto, un periódico de
poca importancia, y en Salta aparecieron los cuatro únicos números de La Diana de Salta.
Desde el exilio en Montevideo, Juan Cruz Varela publicó El Otro Periódico y El Patriota.
1832
El 2 de abril se distribuyó el Precio Corriente Semanal periódico en castellano, inglés y francés del que se
hicieron 177 números, el último con fecha 29 de agosto de 1935.
El 7 de abril Miguel Valencia lanzó El Telégrafo del Comercio diario comercial, científico y literario que cerró
el 6 de octubre después de 144 números.
Ese año aparecieron además, El Almanaque (un solo número de efemérides astronómicas y guía de Buenos
Aires para forasteros) El Buzón Argentino y La Viuda de un Pastelero.
1833
El 2 de enero apareció El Independiente, diario político y comercial.
El 24 de febrero salió el único número de Miscelánea de Damas.
Entre el 1º y el 11 de marzo se tiraron los nueve números de El Diario de Comercio De La Mañana en castellano
y con un sumario de las notas escrito en inglés.
El 5 de marzo se inició la tirada de los 111 números que alcanzaría el diario El Iris, de José Bustamante.
El 25 de abril se reanuda La Gaucha, que completa siete números, y El Gaucho lo hace el 8 de julio, por única
vez.
Del 22 de mayo al 22 de junio se conoció El Patriota Bonaerense, que salía tres veces por semana y alcanzó
once impresiones. El 25 de junio José Luis Bustamante empezó con El Defensor de los Derechos del Pueblo, de
tendencia liberal; tiró 94 números, el último el 16 de octubre.
El 29 de junio apareció el primero de los dos números que tendría El Rompecabezas, El 30 de junio chasqueó El
Látigo Republicano, periódico “biográfico, político, ultra-apostólico”, según su propia definición.
El 5 de julio se publica El Restaurador de las Leyes, redactado por Pedro de Angelis, Manuel Irigoyen, Lucio
Mansilla y Nicolás Mariño. Su vida terminó el 5 de octubre del mismo año.
Entre el 6 de julio y el 11 de octubre salió El Amigo del País, periódico liberal que redactaron Antonio Navarro,
Marco Avellaneda y Juan María Gutiérrez.
El 4 de agosto voló sobre Buenos Aires El Águila Federal, periódico satírico, liberal y antiapostólico que llegó
hasta el cuarto número.
El 3 de octubre apareció el único número de El Fígaro. Periódico biográfico, político, antiapostólico, federal
republicano y enemigo de los traidores.
Entre el 15 de noviembre y el 10 de diciembre salieron dieciocho números del Registro Provisional del
Gobierno de Buenos Aires.
El 11 de diciembre salió el órgano gubernamental El Monitor, de Pedro de Angelis, que clausuró su edición con
el número 246 el 13 de octubre de 1834.
En Buenos Aires se conocieron El Negrito y La Negrita (en verso), que sumaron entre los dos ocho números;
dos números de El Relámpago, papel crítico, satírico, federal y antianarquista; La Opinión Pública; Los
Muchachos, que redactó Luis Pérez, al igual que las cuatro ediciones del diario político, literario y mercantil El
Avisador,- Dime con Quién Andas, acusado por el fiscal Agrelo de “atacar el honor» de las familias y del gobierno;
El Loco Machuca Batatas; El Federal Sumiso a las Leyes; dos números de El Escarmiento de un Unitario; 85
números del diario El Constitucional de Miguel de Valencia; La Ticucha; Cacíque Chañíl,- Confesión de un
Cismático; Crítica de unos Tenderitos; y Guía de la Ciudad y Almanaque de Comercio. Desde Montevideo, el
exiliado José Rivera Indarte sacó El Investigador
1834
El 2 de enero, desde su destierro en Uruguay, Rivera Indarte editó La Revista de Montevideo, que terminó el 16
de agosto con 67 números.
Del 9 de enero al 30 de abril se pudo leer El Imparcial, codirigido por José Rivera Indarte y Bernardo Vélez
Gutiérrez.
El 8 de febrero de 1834 se imprimieron las primeras ocho páginas que, por número, tuvo The North Star a El 16
de marzo Luis Pérez redactó El Gaucho Restaurador que se vendió domingos, miércoles y viernes hasta el 3 de
abril. En el mismo año, sacó un solo número de El Correo Extraordinario.
El 2 de abril salió L'Echo Des Deux Mondes, publicación en francés que alcanzó once números. También ese
año, el conde de Broadart sacó veintiséis ediciones de LAbeille.
El 18 de abril Francisco Antonio Meana comenzó la tirada de los cinco números de El Porteño Restaurador.
Entre el 19 de abril y el lo de agosto de 1834, salió El Censor Argentino, diario de Pedro Cavia que publicó
ochenta números.
A partir del 27 de agosto Bernardo Vélez relató los procedimientos judiciales en los ocho números que completó
El Correo Judicial hasta el 21 de octubre.
También en ese mes, pero en Córdoba, aparecieron El Narrador, de José Severo Olmos, y El Amigo del Orden,
redactado por el futuro presidente Santiago Derqui.
El 18 de octubre se conoció La Lanza Federal de Fernando María Cordero, cuyo segundo y último número se
imprimió el 22 de ese mes.
1835
El 5 de enero José Rivera Indarte creó el Diario de Anuncios y Publicaciones Oficiales de Buenos Aires, que
cerró el 30 de setiembre. El 5 de febrero salió El Noticiador del Puerto, que sumó 59 ediciones.
El 13 de setiembre Derqui sacó El Cordobés, que duró hasta el siguiente año.
César Hipólito Bacle fundó El Museo Americano o El Libro de Todo el Mundo, primer periódico ilustrado con
láminas litográficas, que en 1836 cambió por el nombre de El Recopilador. En San Juan, salió una tercera época de
El Amigo del Orden, redactado por Félix Torres, y en Montevideo se imprimió El Moderador, redactado por los
exiliados Julián Segundo Agüero y Andrés Lamas, que fue clausurado por orden del presidente uruguayo Manuel
Oribe en 1836.
1836
En Montevideo, el exiliado Pedro Cavia editó El Defensor de las Leyes, y en la provincia de San Juan circularon
El Abogado Federal y el Registro Oficial de la Provincia de San Juan.
1837
El 10 de noviembre salió La Moda, semanario de música, poesía, literatura y costumbres, considerado como el
antecedente más remoto de revista. Lo dirigió Juan Bautista Alberdi y escribieron allí Juan María Gutiérrez,
Vicente Fidel López, Rafael Jorge Corvalán y Juan Esnaola, entre otros. Algunos de ellos hacían una miscelánea
que incluía referencias a los buenos y malos modales y a todo lo que se produjo en esa época. Publicó veintitrés
números y cerró el 21 de abril de 1838.
En Uruguay, Andrés Lamas fundó con Miguel Cané (padre) Otro Diario, que también clausuró Oribe. Mientras,
en Buenos Aires apareció Boletín Musical, diario político que entregaba dos páginas litografiadas de música todos
los lunes.
1838
El 15 de abril Andrés Lamas y Miguel Cané sacaron en Montevideo El Iniciador. Allí colaboraron Bartolomé
Mitre (con 17 años), Félix Frías, Santiago Viola, Florencio v Juan Cruz Varela, Carlos Tejedor y Miguel Irigoyen.
Cesó el primer día del año siguiente.
El 11 de noviembre, en Uruguay reapareció el antirrosista El Nacional, que también dirigieron Lamas y Cané.
Luego se agregó a la redacción Juan Bautista Alberdi y el último que lo redactó fue Rivera Indarte hasta 1845.
Rafael Corvalán redactó El Semanario de Buenos Aires.
1839
El 20 de junio salió el primero de los seis números del semanario El Zonda de San Juan, que dirigió Domingo
Faustino Sarmiento junto con Quiroga Rosas, Indalecio Gómez y Antonio Aberastain a ese año Alsina, Alberdi,
Lamas y Cané, entre otros, redactaron en Uruguay El Grito Argentino, que completó 33 ediciones. En Mendoza, se
distribuyó El Argentino, una hoja de poca trascendencia.
1840
El 23 de enero apareció en Corrientes El Pueblo Libertador, redactado por Juan Thompson, secretario del
general Juan Lavalle en la campaña contra Rosas. Cesó con el número 22 el 25 de junio.
Entre el 11 de noviembre y el 7 de diciembre surgieron en la provincia de Entre Ríos las siete ediciones de El
Sentimiento Entrerriano.
El 8 de diciembre salió Le Messager Francaise. Journal Politique, Commercial et Litteraíre. Terminó el 23 de
enero de 1841.
En Buenos Aires, Pedro de Angelis editó dos números del Espíritu de los Mejores Diarios que se publican en
Europa y América, uno de 36 y otro de 108 páginas. En Santa Fe, durante la permanencia de Lavalle en esa
provincia, Juan Thompson y Luis Frías redactaron El Libertador, bajo el lema “Viva la Federación-Muera Rosas”.
Y en Córdoba se conocieron los ejemplares de El Estandarte Nacional y El Federal.
1841
El 7 de enero El Correo de Entre Ríos sustituyó al desaparecido El Sentimiento Entrerriano. Tiró veinte
números.
Entre el 25 de abril y el 4 de diciembre de 1842 salió El Nacional Correntino, que se dejó de publicar por la
derrota de los unitarios en la batalla de Arroyo Grande. Ese año también se editó Defensa Federal, redactado por el
presbítero Alberto González.
1842
El 2 de junio salió El Federal Entrerriano. Entre otros, sus redactores fueron José Roberto Pérez y Marcos
Sastre, quienes publicaron 354 números, el último en mayo de 1851.
En noviembre, desde su exilio en Chile, Domingo Faustino Sarmiento, junto con Vicente Fidel López y Planes,
fundó El Progreso. Desde allí fustigó al gobierno de Rosas.
Entre el 12 de diciembre y el 24 de diciembre de 1851, salió Archivo Americano y Espíritu de la Prensa de
Mundo de Pedro de Angelis. Tiró 61 ediciones, donde aparecieron interesantes documentos oficiales en inglés,
francés y castellano de la época.
El 23 de diciembre salió en Corrientes El Avisador Federal, que alcanzó una decena de ediciones.
Ese año apareció en Córdoba El Iris.
1843
El 2 de julio salió el periódico liberal El Republicano de Corrientes, redactado por José Alsina. Aparecía los
domingos y concluyó, con el número SO, el 9 de junio de 1844.
1844
El 4 de enero se publicó por primera vez El Defensor de la Independencia Americana, redactado por Carlos
Villademoros, Antonio Díaz y Eduardo Acevedo Miguelete.
El 24 de mayo Samuel Morse inauguró la primera línea telegráfica pública entre Washington y Baltimore, en
Estados Unidos.
Ese año se conoció también La Defensa Federal y Galería de Ilustres Contemporáneos.
1845
El 16 de febrero Santiago Derqui y Marcelino Pareja publicaron en Corrientes La Revolución, que sacó 87
números. El 10 de octubre apareció en Montevideo El Comercio del Plata. Lo fundó Florencio Varela y su último
director fue Valentín Alsina, hasta que lo suspendió la policía en 1851.
También en ese año aparecieron: El Desengaño de unos Solteros, de Salta, y El Álbum Argentino, de Buenos
Aires.
1846
El 1º de enero, Derqui, Pareja y Manuel Leiva sacaron el primero de los 85 números de El Pacificador de
Corrientes, que cesó el 31 de diciembre.
El 12 de febrero salió, en San Juan, el primero de los siete números de El Honor Cuyano, redactado por
Salvador Quiroga, sargento del ejército que transcribió los documentos de la campaña del general Urquiza sobre
Corrientes.
1847
El 13 de febrero apareció en Corrientes La Nueva Época, dirigido por Manuel Leiva, quien creyó que la guerra
había terminado, como no fue así, el 28 de setiembre, le cambió el nombre por el de Corrientes Libre.
El 17 de julio José Posse lanzó en Tucumán el semanario El Conservador
El 2 de noviembre, en Montevideo, se publicó El Conservador, redactado por Andrés Lamas, José Mármol,
Ángel Navarro, Francisco Pico y Antonio Pifiado, que finalizó el 3 de agosto de 1848. Ese año apareció además El
Iris, periódico artístico y literario de Buenos Aires. En Santa Fe, Severo González tiró 53 números de El Voto
Santafesino, que cesó en junio de 1849.
1848
Entre el 1º de enero y el 11 de octubre salió Corrientes Confederada, órgano del gobierno de Benjamín Virasoro.
Ese año apareció en Buenos Aires un solo número de 258 páginas del Mosaico Literario, editado por Antonio
Wilde y Miguel Navarro Viola, y La Guitarra o Primera Página de un Libro que redactó Esteban Echeverría.
1849
El lo de enero en Gualeguaychú se publicó El Progreso de Entre Ríos de Marcos Sastre. Sin día fijo de
aparición, subsistió hasta el 15 de febrero de 1851. En esa ciudad se editó también El Eco del Litoral, de Enrique
Tuvo.
El 28 de enero, en Chile, Sarmiento editó La Crónica, en la imprenta que compró su yerno, Julio Belin, en
Europa. De ella salieron 52 números, el último el 20 de enero de 1850. Tuvo una segunda época en 1853.
Desde el 1º de mayo hasta el lo de noviembre aparecieron, en Mendoza, los seis números de La Ilustración
Argentina, iniciativa de Rosas para contrarrestar la campaña de Sarmiento desde Chile. El 16 de junio Sastre inició
en Santa Fe El Sur Americano, “periódico de religión, política, educación y conocimientos útiles” que salía los
sábados.
Entre el lo de agosto y el 30 de mayo de 1852 se distribuyó El Correo Argentino, que por su perfil informativo
no demostró adhesión a Rosas.
Ese año se conoció El Diario de Avisos, que duró hasta el 31 de marzo de 1852. Fue un periódico comercial y
literario editado por José Tomás Guido, José María Montero y Vicente Pazos Kanki.
1850
El 1º de enero, la ciudad entrerriana de Concepción del Uruguay leyó El Porvenir de Entre Ríos, “periódico
universal” según su lema. Meses después, el 27 de noviembre, tuvo también La Regeneración, de Carlos de La
Tarde, que tiró 132 números. El 15 de mayo, en Montevideo, el exiliado José Luis Bustamante hizo El Correo de la
Tarde, el cual llegó a los 168 números.
En setiembre, salió El Álbum Santafesino de Severo González y Pedro Echagüe. El 27 de noviembre, salió el
único número de El Boletín Comercial.
Para esta época los hermanos John y Jacob Brett construyeron el primer cable de telecomunicaciones submarino
que tendieron entre Francia e Inglaterra bajo el Canal de la Mancha.
1851
El 20 de enero Sarmiento publicó en Chile Sur América, que sólo tiró diez números.
El 21 de abril Mármol inició en Uruguay La Semana, que cerró a los cuarenta números el 9 de febrero de 1852.
El 1º de mayo Sarmiento comenzó el Boletín del Ejército Aliado de Operaciones Contra Rosas, por orden del
general Justo José de Urquiza, que hizo en una imprenta volante del Ejército. Dejó de salir el 6 de febrero de 1852.
El 16 de junio Manuel Toro y Pareja redactó, hasta el 18 de febrero de 1852, El Agente Comercial del Plata.
Entre el 6 de setiembre y el 18 de octubre publicó también Apéndice al Agente Comercial del Plata.
El 2 de agosto, Bustamante desde Montevideo escribió el diario La Defensa, que llegó a sacar 51 ediciones, la
última el 3 de octubre.
Ese año se publicaron en Entre Ríos El Iris Argentino de Marcos Sastre y Francisco Seguí y El Camuatí (escrito
en verso), y en Buenos Aires salió La Prensa Nacional.
1852
El 20 de febrero la Imprenta del Ejército de San José de Flores sacó el periódico político El Federal Argentino.
El 20 de marzo, Eusebio Ocampo lanzó el periódico satírico El Padre Castañeda, que cerró el 13 de mayo. Entre el
30 de marzo y el 2 de noviembre circuló Buenos Aires Herald.
El lo de abril se abrió Los Debates, periódico tan liberal como sus redactores: Bartolomé Mitre y Juan Carlos
Gómez, que desapareció cuando Urquiza clausuró su imprenta. Ese día salió El Progreso, compuesto de
documentos oficiales, que duró hasta el 6 de agosto de 1853.
El 1º de mayo Cayetano Casanova sacó El Nacional, primer medio en tener dos ediciones diarias: una al
mediodía y otra a las dos de la tarde. Además de Juan Bautista Alberdi (que publicó allí Las Bases), colaboraron
Sarmiento, Mitre, Vicente López, Cané y Nicolás Avellaneda, entre otros. El 18 de agosto de 1893 cerró. El 22 de
mayo de 1852, se publica El Hijo de Mayo, en San Juan. Bajo la dirección de Guillermo Rawson. El 12 de agosto
La Voz del Pueblo de Entre Ríos tiró el primer número de una serie de doce que terminaría en setiembre.
El 3 de octubre La Confederación Argentina editó en Entre Ríos su órgano oficial: El Nacional Argentino, que
continuó hasta el 25 de octubre de 1860. Allí colaboraron Del Carril, Gutiérrez, Zuviría, Fragueiro, Mansilla,
Alvear, Guido Spano, Vélez Sársfield, Nicolás Avellaneda y Martín Piñeiro. Del 25 de octubre al 22 de diciembre
José Mármol imprimió El Paraná.
El 15 de noviembre se reunió la Convención Constituyente de la Confederación Argentina que garantizó el
derecho de todos los habitantes de “publicar sus ideas por la prensa sin censura previa” en el artículo 14.
En Santa Fe apareció el Diario de Sesiones del Congreso General Constituyente. Ese año aparecieron también:
el diario de la tarde La Crónica, de Federico de la Barra; La Camelia, que redactaba Rosa Guerra; El Español, de
Benito Hortelano; El Correo Argentino, fundado por Tomás Guido sobre la base de El Diario de Avisos; La Brisa
(del lo al 4 de setiembre); La nueva época (3 de mayo al 23 de junio); La Avispa, Diario del Pueblo y para el
Pueblo; que continuó con el título La Avispa en las prisiones y La Avispa. Publicación a vapor Palo de ciego al que
no ande derecho. En Salta, Antonio Pardo, José E. Uriburu, Antolín Flores y Juan Francisco Castro hicieron La
Organización, que duró hasta
1858. En Entre Ríos, el adicto a Urquiza Enrique Tuvo sacó El Eco del Litoral.
En esos días, aparece también La campaña del Ejército Grande, libro donde Domingo Faustino Sarmiento
recopiló los boletines de las fuerzas que comandó Urquiza contra Rosas. Según Leopoldo Lugones este libro es
“uno de los hitos del periodismo nacional”.
1853
El 3 de febrero, en Corrientes, Vicente Quesada, Juan Pujol y Julián Díaz de Vivar sacaron La Libre Navegar los
Ríos, que continuó a partir del número 69 con el nombre de El Comercio. Finalmente, y entre el 3 de mayo de 1857
y el 29 de mayo de 1859, se convirtió en La Opinión. En marzo, despertó a los porteños Aniceto el Gallo, del
unitario Hilario Ascasubi, quien lo definió como “gaceta poco-tristona-gauchi-patriótica”. Dejó de cacarear en
setiembre y reanudó su tirada en 1858.
El 7 de agosto los hermanos Héctor y Mariano Varela fundaron, junto con Juan Ramón Muñoz, La Tribuna,
apoyando la política de Urquiza. En 1872, sumaron una edición por la tarde y dejó de salir el 27 de setiembre de
1880. La particularidad de este medio es que sirvió de escuela para una gran cantidad de tipógrafos.
El 1º de setiembre, Carlos Pellegrini impulsó la Revista del Plata, especializada en temas agrícolas, ganaderos y
científicos; cerró en 1861.
Del 1º al 29 de octubre se cuadró en Buenos Aires El Centinela, que se alineó detrás de Pastor Obligado y exigió
la depuración de rosistas de la administración. Le sucedió el periódico El Diablo. Entre el 1’ de octubre y el 5 del
mismo mes, pero de 1861, La Religión -periódico teológico social redactado por Pedro Frías- imprimió sus 92
números.
En setiembre la comunidad francesa residente en Buenos Aires pudo leer en su idioma Le Commerce, que
terminó el 13 de junio de 1854.
Entre el 7 de diciembre y el 4 de enero siguiente, sopló sobre la ciudad El Pampero, diario humorístico que
criticó a La Tribuna.
Ese año, aparecieron también en Buenos Aires los opositores a Urquiza La Lanceta y El Pueblo; El Clamor, que
lo apoyaba, y el satírico El duende, que amenazaba con “no dejar títere con cabeza”. En Mendoza, El
Constitucional, que duró hasta fines del siglo, y El Nuevo Eco de los Andes y en Córdoba, El Telégrafo.
1854
Entre el 8 de enero y el 16 de abril se leyeron los trece números del periódico escrito en francés y castellano
Ahasverus-Revue Universelle.
Del 1º de marzo al 3 de abril circularon los veintiocho números del diario político, literario y comercial La
Ilustración. Entre el lo de abril y el 6 de agosto se imprimió La Crónica, de Carlos Tejedor y J. Muñoz, que
continuó, entre diciembre y enero de 1855 con el nombre de La Opinión. Es en el'55 cuando retomó su nombre
primitivo hasta su final en 1856.
Del lo de abril al 5 de agosto de 1858 se distribuyó El Judicial, que tuvo una segunda aparición entre 1864 y
1869. El 25 de mayo apareció en Rosario La Confederación, donde Federico de la Barra publicó documentos
oficiales hasta 1861.
El 12 de junio salió la revista sobre legislación, economía, literatura y ciencias naturales El Plata Científico y
Literario que dirigió Miguel Navarro Viola y cesó al año siguiente. Del 2 de setiembre hasta el 5 de octubre se tiró
el Diario de Avisos, cuyo lema era “La libertad de industria es regeneradora de los pueblos”.
El 18 de setiembre el francés Augusto Leillard sacó en San Juan el periódico Nueve de Julio, creado por decreto
del gobierno provincial.
Entre el 18 de octubre y el 23 de diciembre se imprimió El Mercurio, diario de comercio e industria que
publicaba leyes y decretos.
Del 28 de octubre al 5 de diciembre se leyó El Noticioso, diario de política, literatura y economía que llegó a los
veintinueve números.
El 1º de diciembre el liberal Carlos Quentin editó en francés LEchó du Conimerce, que polemizó con El
Nacional sobre el libre cambio hasta que cerró, el 30 de enero de 1855.
Esa Navidad apareció el diario El Plata, que finalizó el 31 de marzo siguiente a Se publicaron también: La
Unión, que tuvo dos épocas más: una en 1872 y otra en 1883; Albuni de Señoritas, periódico de literatura, modas,
bellas artes y teatro, y Registro Estadístico de Buenos Aires.
1855
El 10 de abril comenzó la tirada de El Judicial, que llegaría hasta el 20 de marzo de 1873.
Desde el 15 de abril hasta el 23 de junio se imprimió El Internacional, diario político, de comercio y literatura.
Entre el 13 de junio y el 11 de julio se publicaron los veinticinco números de El Zuniago, diario de zamba y
humor. En julio empezó El Orden, que terminó en diciembre de 1856. Fue un diario intransigente que combatió la
aprobación del Código de Comercio y que hicieron Luis Domínguez, José Mármol, Luis Frías y Francisco Bilbao,
este último, llevado ante los tribunales por Sarmiento a raíz de los ataques que recibió desde esas páginas.
El 5 de agosto Sarmiento y Pantaleón Huergo sacaron El Nacional de la Semana, que cerró el 29 de junio de
1856.
Del 25 de agosto al 28 de julio del siguiente año se leyó La Constitución, diario que continuó al periódico
político-satírico El Hablador, también de ese año.
El 10 de octubre fue el día de inicio de La Unión, diario industrial, político, literario y comercial que duró hasta
el 18 de enero de 1856.
Del 2 al 30 de octubre circularon las veinticinco ediciones de El Uruguay, de José Mármol. En Buenos Aires
aparecieron además: El Recuerdo, redactado por un grupo de jóvenes uruguayos y portavoz del círculo literario
bonaerense; El Pica-Flor, semanario literario; el diario cómico La Cencerrada; la Revista de los Estados del Plata,
sobre legislación, jurisprudencia, economía, política y ciencias naturales; La Comunidad Extranjera, redactado en
inglés, francés y castellano, y el Almanaque Comercial y Guía de Forasteros para el Estado de Buenos Aires. En
Córdoba comenzaron a venderse El Imparcial y El Diario Comercial, periódico político, mercantil y literario que
cerraría nueve años después; en Tucumán se imprimió El Argentino Independiente y en San Luis, La Actualidad.
1856
El 5 de marzo salió la primera de las 39 ediciones de El Heraldo del Plata, que finalizó el 15 de agosto.
Entre el 5 de julio y el 29 de noviembre el jefe de la Oficina de Estadística del Estado de Buenos Aires hizo
sonar El Eco de la Campana.
Ese mes salió en Catamarca el semanario El Ambato, que en 1858 pasa a ser bisemanario. Lo dirigió José Félix
Aldao, hijo del fraile Félix Aldao. Con él colaboraron fray Mamerto Esquiú, Vicente Lasco y Sotomayo, entre
otros. Siguió, con una interrupción en 1860, hasta mediados de 1861.
Del 6 al 13 de noviembre Francisco Mur escribió El Chicote, que cesó por orden judicial.
El 4 de setiembre se imprimió el primero de los dieciséis números que sumaría El Soldado de la Ley, cuyo
principal redactor fue Bartolomé Mitre y que cerró el 21 de noviembre.
El 6 de noviembre se imprimió El Orden, primer periódico de Jujuy, fundado por Macedonio Graz, que fue
desterrado por los artículos publicados en esa hoja. Aparece El Labrador Argentino, mensuario agrícola de Eduardo
Olivera, fundador de la Sociedad Rural Argentina; El Industrial, repertorio, que se refundo en La Crónica después
de 51 números; Telón corrido, La Reforma Pacífica, en diciembre; La Civilización. Revista Mensual
Enciclopédica, que se vendía los días 5 de cada mes y en la que escribieron Sarmiento y Alsina; el periódico
burlesco El Padre Cobos y, en francés, L'Emigration. Además, se editaron: El Constitucional, El Deseo, La Legión
Agrícola, Libre Opinión, La Liga Argentina y el Calendario Instructivo y perpetuo. En La Rioja, en tanto, apareció
el periódico La Patria, de Carmelo Valdés.
1857
El primer día del año circuló El rimes Argentino, un periódico de información general que luego tiró veintisiete
números más.
El 1º de febrero fue el día del lanzamiento de Chiveri Porteño, dedicado a ridiculizar a Sarmiento, Dalmacio
Vélez Sársfield y otros personajes de la época.
El 11 de julio Francisco Bilbao comenzó a dirigir La Revista del Nuevo Mundo, desde donde continuó sus
polémicas con Sarmiento; cerró el 29 de diciembre.
El 29 de agosto el telégrafo apareció en Buenos Aires junto con el ferrocarril, cuando el gobernador Valentín
Alsina inauguró los diez kilómetros de vías entre Estación del Parque (donde hoy está el Teatro Colón) y La
Floresta. En la instalación del telégrafo intervino el francés Amadeo Berthonnet, que ya en 1855 había presentado
una línea experimental de diez cuadras de extensión.
Desde el 13 de diciembre, hasta el 11 de setiembre de 1858, salió el periódico unitario La Espada de Lavalle,
que después continuó con el nombre de La bandera de Cepeda.
En Buenos Aires aparecieron también: La Reforma Pacífica (en diciembre, igual que el año anterior); el
semanario “satírico burlesco” Don Quijote, de Juan María Gutiérrez; El Porteño, que inició su tercer período, y Los
Debates. En Corrientes se conoció La Opinión, que duró hasta 1859, y La Reforma Comercial, de San Nicolás de
los Arroyos. En Córdoba El Diario; en San Juan, El Grito, El Porvenir, La Aurora y El Nuevo Agricultor; En Santa
Fe, El Pueblo y en Tucumán, El Eco del Norte. Valentín Alsina
1858
El 9 de febrero se largó El Estímulo, periódico que reemplazó a El tipógrafo Argentino, suspendido en vísperas
de su impresión. Hasta su cierre, el 6 de agosto, colaboraron en él Gutiérrez y Cané, entre otros.
Del 12 al 27 de marzo volvió a cacarear Aniceto el Gallo, nuevamente bajo las órdenes de Hilario Ascasubi.
El 14 de marzo comenzó a circular Fray Supino Claridades, periódico cuyas críticas y bromas terminaron al mes
siguiente con sus redactores multados y en el destierro.
Entre el 18 de abril y el 16 de junio los negros y mulatos de Buenos Aires tuvieron su órgano en El Proletario.
El 28 de mayo San Luis leyó la primera publicación de la provincia. Se llamó La Actualidad y la redactó
Manuel Sáez junto con Juan Llerena, fray Luis Joaquín Tula y José Cortés Funes. Terminó el 30 de diciembre
después de haber tirado 107 números.
La mañana del 1º de junio se presentó en sociedad El Registro Gubernativo, que se despidió el 18 de diciembre
de 1859.
El 10 de agosto apareció la Revista Española Americana. El 25 de setiembre, después de 16.666 números, calló
The British Packet.
El lo de octubre salió la Revista Farmacéutica, órgano de la Asociación Farmacéutica de Buenos Aires que cerró
recién en 1904.
El 1º de noviembre apareció Anales de la Educación Común, que al comienzo dirigió Sarmiento y luego Juana
Manso hasta su cierre, en julio de 1874. Ese mismo día comenzó a circular el semanario político literario La
Regeneración, que cerró en febrero de 1859 tras editar diecisiete números.
Del 14 de noviembre al 27 de marzo de 1859 salió el periódico de variedades y modas La Guirnalda, que tiró
una veintena de números.
En Buenos Aires salieron los periódicos La Raza Africana y El Demócrata Negro, destinados a la defensa de los
negros en la Confederación; La Prensa, de Juan Monguillot, y el periódico patrocinado por la Universidad de
Buenos Aires La Nueva Generación, que tuvo tres épocas. En Santa Fe apareció El Patriota y en Salta, El Bermejo.
1859
El V de enero corrió la voz de El Chismoso, que Héctor y Rufino Varela hicieron hasta el 20 de febrero.
El 20 de enero se leyó El Museo Literario, órgano del Liceo Literario que dirigió Francisco Bilbao.
Entre el 1º de julio y el 19 de febrero de 1860 se distribuyó Las Novedades.
El 15 de setiembre circuló un único número de 360 páginas de El Foro.
En setiembre, Santiago del Estero tuvo su primer periódico: El Guardia Nacional, semanario que oficialmente
editaba Manuel Taboada y que redactaba Ezequiel Paz. El 1’ de octubre Cané, Avellaneda y Gutiérrez
emprendieron la tarea de sacar en Buenos Aires El Comercio. El diario había tenido una primera etapa de catorce
años en Montevideo bajo el nombre de El Comercio del Plata y la dirección de Florencio Varela.
A partir del 19 de noviembre Lucio Mansilla hizo los dieciséis números del periódico La Paz pidiendo por la
unión de Buenos Aires a la Confederación. Lo cerró el 29 de marzo del año siguiente, cuando se concretó su
anhelo.
Ese año, se leyeron además: El Clamor de los Libres, El Hijo de Mayo, El Huracán y El Independiente en
Buenos Aires; Revista de Educación, en La Plata; El Eco del Litoral, de Isaac de Tezanos y, Pedro Echagüe, en San
Nicolás de los Arroyos; en Catamarca El Burro, sucesor de El Ambato, dirigido también por José Félix Aldao; en
Corrientes, Almanaque Histórico y La Unión Argentina, y en Córdoba La voz del Pueblo.
1860
Entre el 5 de enero y el 12 de mayo se imprimieron los quince números del Diario de Sesiones de la Convención
del Estado de Buenos Aires.
El 26 de febrero se conoció el único número de La Batalla de Cepeda.
A partir del 1º de marzo El Enano propuso “contribuir a la unión de los argentinos aboliendo los partidos”. Este
periódico “de pobres y ricos” cerró el 23 del mismo mes.
Del 21 de marzo al 24 de abril Leandro N. Alem fundó y dirigió junio con el poeta Ricardo Güiraldes los cinco
números de El Guardia.
El 11 de abril el gobierno de la provincia de Buenos Aires construyó la primera línea cablegráfica pública entre
Estación del Parque y Moreno. Los equipos fueron de la empresa alemana Siemens.
El 1º de mayo se fundó el periódico inglés The Standard and River Plate News, cuyo director fue Miguel
Mulhall. La misma empresa editó el Handbook of River Plate, una muy completa guía económica del país.
Desde el 15 hasta el 24 de junio se sucedieron los ocho números del también humorístico El Trueno.
Entre el 7 de julio y el 11 de agosto recorrieron las calles las seis ediciones de La Bruja, periódico político y
humorístico ilustrado con caricaturas.
Entre el 11 de setiembre y el 14 de octubre se distribuyó el diario 11 de Setiembre, que tras veintinueve números
se despidió diciendo: “La indiferencia ha acogido nuestros esfuerzos. Bajamos tranquilos a la tumba con la
conciencia de haber cumplido nuestro deber de patriotas”.
En Buenos Aires se editaron además: La Patria, que para Sarmiento era 11 el más correcto redactado en
italiano”; Revista Española y Americana, que se propuso “velar por los intereses y porvenir de los españoles del
Plata”; La Nueva Generación, que inicia su segunda época atacando a Urquiza, y El Chimborazo, de interés general
en tono humorístico. En el interior del país: La Fraternidad, de Catamarca; Boletín Oficial, de Paraná; El Progreso,
de Rosario; La Fraternidad, de Santa Fe; El Orden y Registro Oficial, de San Juan; La Reforma Pacífica, de
Santiago del Estero; El Eco del Norte, de Salta; y El Eco de la Juventud, de Tucumán.
1861
Entre el 2 de febrero y el 30 de noviembre la comunidad hispana tuvo El Eco Español. El 8 de junio La Gaita,
sumario de literatura popular, abogó por la armonía hispano-americana.
El 1º de mayo apareció la Revista Comercial y Administrativa, que a partir del número 412 cambió de nombre
por La Revista.
El 6 de julio José María Cantilo redactó el matutino político y literario La Verdad.
En este período se editan en Salta La Voz del Pueblo; en la provincia de Buenos Aires la oficialista El Progreso,
de Diego Alvear y Delfín Huergo; en Catamarca, El Centinela del Norte, La Regeneración y la segunda etapa de El
Ambato; en Córdoba, El Pueblo Soberano; Bartolomé Mitre en Jujuy, La Confraternidad; en Paraná, La Luz, La
Soberanía del Pueblo, El Correo Argentino, La Patria Argentina, El Nacional Argentino y La Revista del Paraná, de
Vicente Quesada (sobre historia y literatura y precursora de la Revista de Buenos Aires); en Rosario, El Eco
Comercial y La Nueva Era; en San Juan, El Orden Constitucional; en Salta, La Prensa; en San Luis, El Centinela
Puntano; en Santiago del Estero, La Prensa Orgánica, y en Tucumán, El Liberal.
1862
El 1º de enero el “Editor responsable Luzbel” sacó de la imprenta de los infiernos, calle de los condenados” el
periódico El Diablo de Buenos Aires.
En setiembre José María Gutiérrez fundó La Nación Argentina para apoyar la obra de gobierno de Mitre.
Desapareció en enero de 1870 para refundarse en el diario La Nación cuando aquél dejó el poder.
El 15 de octubre, Tomás Güiraldes dirigió el mensuario de literatura La Primavera.
Aparecieron también: El Argentino, órgano del anterior partido nacional; El Siglo, que decía ser “un obrero más
trabajando para consolidar la situación política lograda después de tantos sacrificios” (reaparece en 1878, 1882 y
1901); La Presse, de la comunidad francesa; Revista Mensili Per Gli Italiani, del profesor universitario Gustavo
Michelle; El Artesano y El Racionalista. Por otro lado, en el interior salieron: La Reforma, en Catamarca; El Eco
de Córdoba, El Estandarte Católico y El Hijo de Mayo, en Córdoba; El Paraná, en la localidad del mismo nombre;
La Fraternidad, en Santiago del Estero, y, en San Juan, El Chismoso y el Registro Oficial.
1863
El 24 de mayo zumbó una de las más grandes revistas argentinas, El Mosquito, que dirigieron el notable
dibujante Enrique Meyer, el grabador sobre metales Auerbach y el abogado Carlos Paz. Durante los casi treinta
años por los que se extendió su publicación, la estructura gráfica de la revista permaneció inalterable: en la tapa el
retrato de una personalidad, en las dos páginas internas, caricaturas y, la contratapa, destinada a los textos. Pasaron
por su redacción Luciano Choquet, Víctor Milhas, el caricaturista Enrique Stein y el escritor Eduardo Wilde, entre
otros. Dejó de salir en marzo de 1893 con el único intervalo de dos meses a causa de la terrible epidemia de fiebre
amarilla que azotó a Buenos Aires.
También de mayo data la Revista de Buenos Aires, importante publicación de Miguel Navarro Viola y Vicente
Quesada que sacó un total de 96 números hasta su desaparición, en abril de 1871.
Entre el 21 de junio y el 14 de febrero de 1864 se leyeron los 35 números que tuvo El Pensamiento Argentino,
periódico “religioso, literario, político y científico”. En el interior del país aparecieron: en Córdoba, La Fusión y La
Opinión Pública; en Mendoza, y por tres años, El Constitucional; en Paraná, El Litoral; en La Rioja, El Famatina;
en Santiago del Estero, El Pueblo (que redactó Eusebio Gómez hasta el cierre, tres años después), El Picaflor, de
Luis Varela, y El Norte, periódico político que salió de la imprenta oficial y duró ocho años; en Salta, La Época, El
Libre y El Salteño y en San Luis, El Porvenir
1864
Desde el lo de enero hasta el 29 de febrero de 1880, se imprimió El Correo del Domingo, semanario ilustrado de
literatura, ciencias y artes.
Entre el 15 de febrero y el 26 de agosto los porteños pudieron leer alguno de los veintidós números del
quincenario El Correo de Buenos Aires, dedicado a la historia, la literatura, las artes e industrias, las modas y las
variedades.
De marzo a abril se distribuyeron los cinco números del periódico ilustrado La Flor del Aire.
El 8 de abril apareció el primer número de la Revista Médico Quirúrgica, que se publicó cada quince días hasta
1883 y que redactaron Ángel Gallardo y Pedro Mallo.
Del 1º de julio al 25 de setiembre aparecieron los trece números de La Universidad.
También salieron ese año: El Estandarte Católico, que sucedió a El Pensamiento Argentino; una sola edición de
Revista de Legislación y Jurisprudencia, Análisis del Museo Público de Buenos Aires, que dirigió Germán
Burmeister; La Palabra de Mayo, dirigido por Tomás Oliver; La España, que hasta 1869 hizo Benito Hortelano,
periodista e impresor español; El Pueblo, que dirigió Juan Chassing con la colaboración, entre otros, de Carlos Paz,
Argerich y Avellaneda; El Diablo, que fundó José María Gutiérrez, y El Eco de la juventud. Y las publicaciones en
otros idiomas: The River Plate Magazine, Le Progress, en francés, y Corriere Italiano, de Juan Cervetto,
L'Imparciale y L'Italia del Giorno para la comunidad italiana.
1865
En marzo salió Escuela de Artes, trimestral redactado por el personal de la Escuela Normal de Palermo.
El 1º de julio se distribuyó L Unión Franlcaise.
Entre el 17 de setiembre y el 22 de febrero de 1879 se sintió El Latigazo, periódico satírico y burlesco. Ese año
salieron a la luz: La Razón Española, que se convertirá más tarde en el Diario Español; Le Courrier de La Plata,
que cerró en 1942; L'Echo Francaise; L'Italia; Eqo de Comercio; El Bonaerense, semanario político y literario;
Revista de Ciencias y Letras del Círculo Literario; El Amigo del Pueblo; La Discusión en Córdoba; El
Independiente y La Esperanza, en Corrientes, y El Aguijón, en Salta.
1866
El 26 de julio salió La América que redactaron Olegario Andrade y Carlos Guido Spano y que terminó en
febrero de 1869.
El 30 de setiembre Eduardo Olivera fundó Anales de la Sociedad Rural Argentina, donde colaboraron Sarmiento
y Gutiérrez, entre otros.
Se conocieron también: Anuario de la imprenta: La Revista; El Pueblo, de Catamarca; Las Provincias, de
Córdoba; El Eco de Corrientes, en esa provincia; El Progreso, de Gualeguay; El Argentino, de Paraná; La
Regeneración, de La Rioja; El Correo del Norte, de Salta; La Reforma, de San Juan, y, en inglés, de Standar
Weekly.
1867
El 15 de noviembre Ovidio Lagos fundó en Rosario La Capital, considerado el decano del periodismo argentino.
El 2 de diciembre apareció El Porvenir Argentino, representante del partido federal que cerró el 31 de marzo de
1868.
Manuel Bilbao director de La República creó el primer diario que se vendió en la calle a precio económico.
Además, salieron: El Inválido Argentino, de la Asociación Protectora de Los Inválidos, donde colaboraron
prestigiosos intelectuales; El Boletín de la Provincia, dedicado a las poblaciones de campaña; La Escuela Primaria,
de aparición bisemanal dedicada a la educación; El Auxiliar,« El Nemónico y El Rebelde. En Córdoba, Ramón Gil
Navarro redactó El Progreso, de orientación federal.
1868
Durante el primer trimestre del año apareció La Revista Argentina, que dirigió Pedro Goyena con José Manuel
Estrada. Trató temas políticos, históricos, económicos, educativos, científicos y filosóficos hasta su cierre, en abril
de 1872.
El 5 de marzo se distribuyó Los Intereses de los Argentinos, órgano católico que cesó el 1º de julio de 1870.
El 1º de mayo el general Mansilla publicó La Patria, donde colaboraron Aristóbulo del Valle y Federico Torrado,
entre otros.
El 28 de junio Olegario V Andrade redactó el primer número de El Pueblo Argentino, donde Eduardo Gutiérrez
publicó algunas de sus novelas policiales y gauchescas.
El 1º de setiembre una resolución del Gobierno Provisional creó la Revista del Archivo General de Buenos
Aires, que un año después fundó Manuel Ricardo Trelles y que salió hasta 1872.
Entre el 18 de octubre y el 10 de enero de 1869 apareció el semanario literario El Alba, en el que colaboraron
Mitre y Ricardo Gutiérrez.
Desde el 25 de octubre hasta el 1º de enero de 1871, El Nacional de la Semana recopiló leyes, documentos y
artículos de fondo de El Nacional.
Además del periódico italiano La Nazione Italiana, aparecieron: El Brujo, La Chula y La Opinión Pública en
Buenos Aires; Las Provincias Unidas en Córdoba; La Voz de la Patria en Corrientes; La Época en Jujuy; La Nueva
Generación en La Rioja y Los Intereses de Cuyo, La Lechuza y El Rebenque en San Juan.
1869
El 15 de febrero salió el diario de la tarde El Argos. El 1’ de mayo se habilitó el telégrafo desde la ciudad de
Buenos Aires hasta Rosario.
El lunes 18 de octubre a las tres de la tarde, los porteños escucharon por primera vez el voceo de La Prensa. José
Clemente Paz, su fundador, impulsó un nuevo tipo de periodismo apartidario que presentó la información como
imparcial. La dirección de esa hoja impresa por ambos lados a cinco columnas recayó en su amigo Cosme Mariño.
Cuando en julio de 1871 se convirtió en matutino, de la imprenta ubicada en Moreno 73 salían unos tres mil
ejemplares que se fueron multiplicando hasta alcanzar los 125.000 a principios del 1900. El crecimiento de la
empresa motivó la construcción de un suntuoso palacio a pocos metros de Plaza de Mayo que, con progresiva caída
de la tirada y una seguidilla de ventas accionarias, pasó a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires a
mediados de 1990. Es el medio que tuvo mayores problemas con el peronismo, que lo expropió; recién fue
devuelto a sus dueños por el gobierno militar que en 1955 derrocó a Perón.
Ese año, Sarmiento clausuró el diario de la mañana fundado por José Hernández El Río de La Plata. Allí
colaboraron entre otros, Estanislao Zeballos y Cosme Mariño, que pasaron a La Prensa opositora a Sarmiento.
Entre los medios aparecidos ese año cabe citar a La Verdad, El Gobernador, El Gringo, El Lince, El Ministerio, El
Momento, El Porteño, El Progreso, La cartera de Orión, La Jeringa, La Lira, La Viuda y Los Negros.
1870
El 4 de enero salieron los primeros mil ejemplares del diario La Nación bajo la dirección de Bartolomé Mitre.
Antes de terminar el siglo XIX fue clausurado dos veces.
También en enero se distribuyó el Boletín Bibliográfico Sudamericano, el primero de este género en Buenos
Aires; consistía en un simple anuncio de los libros en venta en la librería Mayo de Carlos Casavalle, el editor. Ese
año salieron además los siguientes periódicos: Anales de la Sociedad Tipográfica Bonaerense, El Fénix, La
Africana, La Enseñanza Libre en las Escuelas del Pueblo, Los Meteoros, La Revista Económica del Río de La
Plata y el primer diario en idioma alemán: Deutsche La Plata Zeitung, copiado del Deutscher Pionier, primer diario
alemán que circuló por la ciudad.
El 18 de mayo se habilitó el telégrafo desde Rosario hasta Córdoba.
1871
A partir de abril y hasta 1877 Andrés Lamas, Vicente Fidel López y Juan María Gutiérrez redactaron
mensualmente La Revista del Río de La Plata, especializada en historia y literatura y señalada como una de las más
importantes del género en Latinoamérica.
El 1º de julio salió la Revista de la Sociedad Estímulo Literario.
Entre el 1º de setiembre y el 1º de mayo de 1972, circuló Revista Criminal de Pedro Bourel.
Del 15 de octubre al 13 de julio de 1873 apareció la Revista Universitaria.
La fiebre amarilla aterrorizaba Buenos Aires y dos periódicos de aparición esporádica se encargaron
exclusivamente del tema: uno se llamó El Boletín de la Epidemia y el otro Marcha de la Epidemia. En ese año se
destacaron: El Eco del Plata, El Plata Ilustrado (interesante semanario que salió hasta 1873), El 13 de diciembre
(revista universitaria redactada por José María Cantilo), El Monitor de la Campaña, La Revista Masónica
Argentina, La España y el Boletín de la Exposición Nacional de Córdoba.
1872
Este fue un periodo particularmente fecundo para el periodismo: funcionan en Buenos Aires veintiséis imprentas
que editan 94 diarios, de los cuales 44 aparecieron ese año. De éstos, los más importantes fueron: El Americano,
editado en París por Héctor Varela para publicitar al país en Europa; El Correo Español, órgano de la colectividad
que dirigió el liberal mitrista Enrique Giménez; La Pampa, matutino fundado por Ezequiel N. Paz al retirarse de La
Prensa, que duró hasta 1886, y El Operaio Italiano, fundado por un grupo de obreros, de redacción anónima y
financiado con contribuciones personales que en 1883 seguía apareciendo.
El 7 de abril apareció El Comercio del Plata.
El 8 de octubre se imprime por primera vez el bisemanario La Defensa de Mercedes.
Aparecieron además: La Educación Moderna, Ateneo Argentino, El Mercantil, El Cóndor, El Estudiante, El
Porvenir Literario, El Verano, La Libertad, La Campaña, La Cartera Misteriosa, Revista Quincenal, Las Familias,
La Política, Recreo de las Niñas y Semanario de las Niñas, y los semanarios El Eco de las Niñas y Ecos Perdidos,
entre otros.
1873
Entre enero y octubre apareció el mensuario Anales de Agricultura de la República Argentina. Desde el 23 de
mayo hasta el 15 de setiembre salió la Revista de Derecho.
El 1º de agosto se imprimió la Revista Comercial.
El 16 de noviembre empezó El Monitor, semanario de política, literatura y ciencias que terminó el 18 de enero
de 1878. Ese mismo día, salió otro semanario político y literario, se llamó El Constitucional, lo fundó Antonio
Balleto y cesó el 18 de enero de 1874.
Aparecieron también: El Centinela del Norte, periódico de San Nicolás de los Arroyos que en 1875 cambió su
nombre por el de El Norte de Buenos Aires y en 1881 se convirtió en diario, manteniéndose hasta 1925; el
semanario Actualidad, La Gaceta Mensual, La Libertad que dirigió Manuel Bilbao hasta su cierre en 1882; La
Providencia, que contenía caricaturas y combatía a Sarmiento y Avellaneda; la revista quincenal La Nueva Era, El
Amigo del Pueblo, El Progreso, de Flores, El progreso de Quilmes, Revista de La República, La Democracia,
Revista Espiritista, La Redención y la Revista Masónica, entre otras.
1874
El 4 de febrero apareció el diario El Autonomista, político, económico y comercial.
El 15 de julio se distribuyó la Revista Literaria, de Carlos Vega Belgrano, donde colaboraron José Tomás Guido,
José María Cantilo y Juana Manuela Gorriti, entre otros. Sacó ocho números, el último, el 1º de setiembre de 1875.
El 1º de agosto salió la revista semanal El Católico Argentino, que desapareció el 12 de febrero de 1876.
El 5 de agosto el presidente Sarmiento inauguró las comunicaciones a través del cable telegráfico trasatlántico
que unió a la Argentina con el resto del mundo.
Se conocieron además: La Unión Argentina, que dirigió Ángel Carranza y difundió las ideas del partido
nacional; Anales Científicos Argentinos, Anales de la Sociedad del Círculo Médico Argentino, Boletín mensual del
Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades, el semanario de historia, literatura y ciencias Revista
Americana, El Telégrafo de La Pampa de Buenos Aires. En el interior aparecieron: El Pampero primer diario de
Pergamino; El Trasandino en Catamarca; El Eco de los Andes en Mendoza; La discusión de Salta; la segunda
época de Los Debates de San Juan y, en Santiago del Estero, Agustín Argibay redactó el bisemanario El Eco del
Norte para apoyar la candidatura de Mitre.
1875
Entre el 16 de enero y el 23 de marzo apareció El Comercial, diario de la tarde cuya redacción era anónima.
El 7 de febrero se distribuyó la revista dominical literaria La Ondina del Plata, que dirigió Luis Pinto. Su última
entrega fue la número 237 del 24 de agosto de 1879. El 4 de marzo brotó El Petróleo, “órgano de las últimas capas
sociales y de las primeras blusas comunistas”, según decía el agregado al título.
Del 29 de marzo al 9 de abril se anunciaron los once números que alcanzó el diario de la tarde El Pampero, de
Andrés García. El 1’ de mayo salió El Correo Argentino, fundado por Eduardo Olivera, director de Correos. Entre
el 2 y el 23 de mayo circuló el semanario dominical La Revista Teatral.
El 1º de julio el Barrio de la Boca tiró el periódico El Ancla. El 9 de setiembre apareció La Aspiración, de la
ciudad bonaerense de Mercedes.
El 25 de setiembre se inauguró una línea telegráfica subfluvial a la isla Martín García.
Entre el 2 de diciembre y el 31 de agosto de 1876 salió Antón Perulero, periódico satírico de política y literatura
cuyo dueño era el español Juan Villegas. Circularon además: El sombrero de don Adolfo, periódico satírico, El
Gorro de Dormir, El Industrial, El taquígrafo, El Tribuno, Il Gacetíno e il Cosmo, El Maldiciente, La Alborada del
Plata, La Época, La Falsa Política, La Reforma, Revista Comercial y Madtima del Comercio del Plata, Revista
Militar Argentina, Revista Literaria, Revista semanal de Literatura y Moda. Los periódicos en otro idioma: Le
Revolucionaire en francés, The Southem Cross en inglés, los alemanes Argentinisch-Deutsche Wochenblatt y
Argentinísch-Deutsche Zeitung. En Santiago del Estero Juan Iramain sacó U Libertad, periódico que ya había
editado en Tucumán.
1876
El 10 de marzo el escocés Alexander Bell pronunció en Boston las primeras palabras reconocibles a través de
una línea eléctrica y exhibió el primer modelo funcional de un teléfono.
El 15 de setiembre el escocés Williams Cathcart hizo circular una página semanal de información comercial y
marítima que llamó The Buenos Ayres Herald. Un año después, el norteamericano D. W. Lowe lo convirtió en una
publicación esporádica y amplió sus áreas de cobertura. Unos años después, ante un pedido del general Julio Roca,
el Herald envió un corresponsal a la campaña al desierto. Recién en 1913 se convirtió en diario, en 1926 pasó a
manos de los hermanos Julius y Claude Rugeroni y en 1959 comenzó a publicar suplementos los fines de semana.
Una década después, la empresa norteamericana Charleston Publishing Company se convirtió en accionista
mayoritaria. Además de haber sido el primer medio que contó con servicio cablegráfico regular de Europa, el
Herald tuvo una actitud de muchísima valentía durante la última dictadura militar, cuando informó sobre la
violación de los derechos humanos, lo que a su editor, Andrew Graham Yool, le costó el exilio.
Salieron entre otros: El Correo de los Niños y El Correo de las Porteñas, el diario científico y literario El
Cronista; el mensuario El Plata Literario; el semanario humorístico Antón Pijotero y el periódico satírico El Bicho
Colorado, el Chaco, de la provincia homónima, y en Santiago del Estero aparecieron: El Vulgarizador redactado
por Pedro Vieyra, La Prensa Libre, de gran tamaño (50 x 40 cm), que presentaron Federico Álvarez y Ramón
Pizarro, y los pequeños semanarios La Charata y El Coyuyo, dedicados a la crítica social y política.
1877
En Buenos Aires aparecieron El Boletín Militar, la revista semanal espiritista Constancia, la revista ilustrada de
artes y literatura Crónica Teatral, El Economista, el periódico semanal El Álbum de las Niñas, la revista literaria El
Amigo del Hogar, el semanario de ciencias sociales y literatura Revista del Domingo. También los periódicos
humorísticos Doña Mariquita y El Arlequín; y las publicaciones en italiano La Patria degli Italiani, que cambió su
nombre varias veces, y los republicanos Il Libero Pensiero y LAmico del Popolo, o En el resto del país: El Pueblo
de Avellaneda; El Audaz, de Santiago del Estero, dirigido por José Ábalos, y las publicaciones salteñas La Opinión,
La Libertad y El Eco de Salta. Ese año se inauguró además la sucursal local de la agencia de noticias europea
Havas.
1878
Ese año aparecen unos cuarenta periódicos, casi todos de poca trascendencia y por poco tiempo. De ellos los
más importantes fueron: La Patria Argentina, que dirigió José María Gutiérrez y donde el escritor Eduardo
Gutiérrez publicó en folletín sus novelas Juan Moreira, El Jorobado y Juan Cuello, entre otras; el diario de la
mañana La Campaña y el semanario de modas El Álbum del Hogar. Además, se conocieron los periódicos en
alemán Argentinisches Wochenblatt y Deutscher Pioner Am Río de la Plata y en italiano, LOperaío.
1879
Se registran una veintena de nuevas publicaciones. De todas, la que más se destaca es la Revista de la Biblioteca
Pública de Buenos Aires, dirigida por Manuel Ricardo Trelles. Luego continuó con el nombre de La Biblioteca,
bajo la conducción de Paul Groussac.
Del 8 de junio al 5 de octubre el Círculo Científico Literario hizo dieciocho números de la Revista Literaria.
El 20 de agosto se editó La Revista de Ganadería, que hasta su cierre, el 18 de diciembre de 1880, tiró 32
números.
El 1º de octubre apareció el periódico La Industria.
Dos provincias dieron nuevas publicaciones: Córdoba con La Voz de Río Cuarto, dirigido por Simón Oswald, de
tendencia liberal; La Carcajada, fundada por Armengol Tecera; La Patria y El Pensamiento, periódico de
costumbres; y Salta con La Civilización y El Demócrata.
1880
En abril se conoció la Nueva Revista de Buenos Aires, dedicada a temas de historia, política y ciencia. La
dirigieron Vicente y Ernesto Quesada, quienes sacaron 45 números, el último en julio de 1885.
Manuel Estrada dirigió la segunda época de la Revista Argentina, que llegó hasta 1882. Otro medio importante
fue La Revista Argentina de Ganadería y Agricultura, con información comercial, “agrícola y pastoril”.
En el resto del país surgieron publicaciones como L'Eco delle Colonie de Rosario; Deutsche La Plata Zeitung en
la ciudad de La Plata; La Unión Nacional y La Voz de la Juventud en San Luis; El Bien Público de La Rioja, y en
Córdoba La Prensa Católica y El Interior, que dirigió Benjamín Posse hasta que el 11 de setiembre de 1890 fueron
rematadas sus instalaciones en pleno centro de la ciudad.
1881
El 15 de enero el Ministerio de Guerra y Marina lanzó la Revista Militar y Naval. De abril a julio salió la
publicación quincenal Revista Médico Quirúrgica.
El 28 de setiembre Manuel Láinez dirigió el comienzo de El Diario.
Los porteños leyeron en esos días La Ilustración Argentina, revista que aparecía cada diez días con grabados de
Reynaldo Giudice, Eduardo Sivori y Lucio Correa Morales. En Santiago del Estero se conocieron el periódico
oficialista El Ferrocarril, que redactaron Federico Álvarez y Ramón Pizarro y que duró hasta 1883, y El Pueblo,
órgano político del Círculo de Francisco Olivera. En Bahía Blanca se distribuyó El Porvenir, fundado por Lucas
Abad; en Villa Mercedes, San Luis, salió El Argentino; en Salta, La Situación y en San Juan, El Aspirante. Ese año
comenzó a difundirse en el mundo el uso del fotograbado, que permitió imprimir, mediante prensas tipográficas,
dibujos y fotografías. Otro procedimiento habitual era la fototipia, que permitía obtener clisés tipográficos y que en
lugar de trabajar sobre capas de zinc o cobre -como en el fotograbado- se hacía sobre una capa de gelatina
bicromatada.
1882
El 20 de octubre Adolfo Calle fundó Los Andes de Mendoza, todavía en circulación.
Ese año salieron El Orden de Tucumán, fundado por León M. Rosenwald, y el periódico católico La Unión de
Jujuy, que participó de las controversias religiosas y educativas de aquellos años, pero que se destacó por sus
secciones de letras y teatro. En Buenos Aires apareció la revista literaria y musical Nuevo Fígaro.
1883
El 6 de julio salió El Amigo del País, diario político, literario y mercantil que cesó el 16 de octubre con 85
ediciones. Colaboraron allí Ángel Navarro, Juan María Gutiérrez y Marco Avellaneda.
También salieron Fígaro, diario de formato pequeño que atacó duramente a los católicos, y La Crónica, que cesó
tres años más tarde; el quincenario Revista Científica y Literaria, que dirigió Calixto Oyuela, La Voz de la Iglesia,
con materiales más amplios que los que sugería el título duró casi veinte años y La Universidad que cerró en 1885.
Mientras, los catamarqueños leyeron Brisas Andínas y El Creyente, en Santiago del Estero se distribuyeron El
Bonachón y El País; y en Mercedes, provincia de Buenos Aires, se conoció El Oeste.
1884
El 2 de marzo salió el diario El Día de La Plata, todavía en circulación.
El intelectual francés Paul Groussac fundó el vespertino político y literario Sud América, que apoyó a Julio
Argentino Roca y tuvo como colaboradores a Carlos Pellegrini y Lucio V. Mansilla. También para entonces, se
echó a andar Don Quijote, de la mano de Eduardo Sojo. Su fuerte eran las caricaturas políticas que hicieron los
dibujantes Manuel Mayol y José Cao. “Se compra pero no se vende” era el lema de la publicación, que se burlaba
de todos pero sin excesos ni chabacanería y que dejó de salir en 1903.
En Córdoba el presbítero Fernando Falorní sacó La Prensa Católica y Carlos Roldán Vergés editó Los Estados,
de tendencia liberal. En la tranquilidad provinciana de Jujuy irrumpió el periódico El Liberticida.
1885
Las publicaciones más importantes que aparecieron en Buenos Aires ese año fueron La Gaceta Musical,
semanario sobre música con ilustraciones; El Liberal, El Orden y El Censor, fundado por Augusto Belin Sarmiento,
nieto del ex presidente de la Nación.
En la localidad bonaerense de Azul, Mariano C. Berón largó La Enseña Liberal, en Chivilcoy salió el periódico
La Democracia, mientras que en Bahía Blanca Luis Chiaronti hizo El Argentino y en La Plata apareció la
publicación de viajes y literatura La Revista de La Plata.
En Salta salieron El Diario Popular, La Juventud, La Esperanza, El Lector y El Progreso de Cafayate. En
Catamarca se publicaron El Deber, El Autonomista, La Unión Catamarqueña y Catamarca. En Santiago del Estero
se distribuyeron El Fiel Católico y El Periódico; en Rosario, La Nueva Época y en San Luis, La Opinión Nacional.
1886
El 1º de marzo se realizó la primera comunicación telefónica de larga distancia en la Argentina, entre las
ciudades de Buenos Aires y La Plata.
En Buenos Aires Adolfo Carranza dirigió la Revista Nacional, dedicada a la historia argentina y americana, que
tuvo una permanencia de dos décadas. Allí salieron, además, La Elegancia Porteña, La Educación, la Revista de la
Asociación de Maestros y La ilustración Infantil, destinada a los chicos.
En Córdoba, el presbítero Jacinto Roque Ríos dirigió el periódico católico El Porvenir; en la localidad de Villa
Mercedes, San Luis, surgieron La Libertad y El Eco del Sur; en Concordia, Entre Ríos, El Amigo del Pueblo; en
Catamarca aparecieron El Progresista y El Calchaquí. En la localidad bonaerense de Quilmes se imprimió El
Quilmeño, que en 1910 tomó el nombre de El Provincial Y en Chascomús, El Argentino. La introducción de la
linotipo en los procesos de impresión revolucionó la industria editorial. El invento de Ottmar Mergenthaler permite
la distribución automática de los blancos, ensanchándolos o comprimiéndolos de acuerdo con la longitud de la
línea.
1887
En marzo, Teófilo Gemila fundó La Reforma de Tres Arroyos.
En Buenos Aires los maestros de la Capital sacaron el periódico El Plata, la masonería de la República
Argentina editó la revista La Acacia y se distribuyeron El Porteño y la Revista de Productos del País.
En Salta apareció El Nacional, en Concepción del Uruguay la revista quincenal de artes, ciencias y letras
El Investigador, en Rosario de Tala La Voz de Tala y La Democracia, en Rosario El Municipio, en San Luis El
Destino y en Córdoba La Bandera Italiana.
1888
El 20 de julio salió El Sud-Americano, periódico quincenal ilustrado que dirigió C. A. Shoollred y en el que
colaboraron Bartolomé Mitre y Mariano Pelliza.
En Buenos Aires se editaron, entre otros, La Campaña Argentina (hasta el año siguiente), la Enciclopedia Militar
que continuó hasta 1905, El Ingeniero Civil, órgano de la sociedad de ingenieros civiles de la República Argentina,
y la Revista Patriótica del Pasado Argentino, que dirigió Manuel Ricardo Trelles. También salieron dos nuevos
periódicos en otro idioma: Buenos Aires Handels-Zeitung (que fue suspendido durante la Primera Guerra Mundial
y cerró en 1922) y Bolletino Mensile della Camara di Comercio ed Arti in Buenos Aires.
En la localidad bonaerense de Zárate se editó El Zarateño, en Tres Arroyos Los Libres del Sud en Catamarca El
Montañés, en San Luis Tribuna y El Iris, en San Juan El látigo y en Santiago del Estero El País.
1889
En Buenos Aires aparecieron Argentinisches Tageblatt, periódico alemán fundado por Juan Alemann todavía en
circulación, Revue Illustrée du Río de La Plata, publicación sofisticada y frívola destinada a la colectividad
francesa, El Oriente, El Bien Pobre Y en Tres Arroyos.
El Pueblo. En San Juan se editaron El Estudiante, La Provincia y El Porvenir, en Villa Mercedes, San Luis, El
Centinela, en Catamarca Los Andes, en Santiago del Estero El Dulce, en Rosario The Argentine News y La
Opinión de Zárate que fundó Manuel Dobarro.
1890
Aparecieron en Buenos Aires La Bomba, Revista Ítalo-Americana, Le- petit Journal, el periódico semanal La
Iberia y El País, mientras que en la localidad de San Fernando lo hizo El Pueblo y en Arrecifes, El Deber.
Se distribuyó Chaco, el primer periódico chaqueño que, sin embargo, se editó en la provincia de Corrientes. En
Catamarca salieron La Reacción, Fra Diavolo, La Provincia y Bicho Feo; en Santiago del Estero Unión Cívica y
Anales de la Educación; en Mendoza, La Libertad, del liberal Antonio Rodríguez del Busto, y en San Luis, La
Propaganda y El Comercio.
1891
El 17 de enero de 1891 se inició en Chubut el periódico de nombre galés Ydrafod, que significa “acuerdo”.
El 2 de febrero los periodistas de Buenos Aires fundaron el Círculo de Cronistas, que el 26 de abril de 1898
cambió su nombre por el de Círculo de la Prensa. La entidad nació con fines cooperativos y en defensa de los
intereses gremiales que ya en esa época empezaban a asomar.
En Buenos Aires se imprimieron El Mundo del Arte, El Cascabel, el vespertino La Defensa del Pueblo, La Tarde
y el periódico Pif-Paf. En Catamarca, La Nueva Era; El Estudiante en Santiago del Estero, El Cívico en Salta, y en
Rosario Canta Claro, entre otros a La industria gráfica inventó la trieromía, método de impresión para reproducir
imágenes color empleando sólo los tres colores primarios.
1892
Desde el 3 de abril hasta el 9 de abril de 1928 se imprimió El Independiente de San Pedro.
De las publicaciones aparecidas este año, se destacan La Ilustración Sud-Americana, Le Courriere Suisse, The
Times of Argentine de Buenos Aires; Juan Fom Artigas fundó el primer periódico pampeano en General Acha, al
cual llamó La Pampa; después cambió su nombre por La Capital y se trasladó a Santa Rosa. También se
imprimieron La Reforma de San Luis y El Inmigrante de Rosario.
1893
El 17 de junio apareció el primer número de La Nueva Revista, publicación de carácter literario con amplia
información sobre la actualidad nacional e internacional. Trabajaron en ella Roberto J. Peyró y Leopoldo Díaz,
entre otros. Desapareció el 31 de agosto de 1894.
El 2 de agosto Guillermo Stok fundó y dirigió La Quincena, revista literaria que difundió el modernismo. Entre
las publicaciones que se conocieron ese año están: Álbum de la Guerra del Paraguay, La Baskonia Argentinishe
Novine de Buenos Aires; El Imparcial de Rauch; El Pueblo, de Azul, que dirigió Manuel C. Chaz, y La Ley de
Salta.
1894
El 7 de abril Juan B. Justo fundó La Vanguardia, órgano oficial del Partido Socialista.
El 22 de abril se publicó en Córdoba Los Principios. El 20 de agosto se publicó el primero de los tres números
quincenales que tuvo La Revista de América, dirigida por Rubén Darío y Ricardo Jaimes Freyre. Mientras Paul
Groussac sacaba Le Courriere Francais en Buenos Aires, en Santiago del Estero apareció La Unión Provincial y en
Salta, El Bien Público, entre otros.
1895
Ese año aparecieron las siguientes publicaciones: Causas Criminales y Mundanas” El País y Vitalia al Plata en
Buenos Aires; El Porvenir en 9 de Julio; El Alfiler en Santiago del Estero; La Actualidad en Salta y El Tribunal de
Comercio en Rosario.
1896
Se conocen en estos días La Revista Rural de Buenos Aires; El Imparcial de 25 de Mayo; El Noticiero de San
Nicolás; La Tarde de Dolores; La Razón de Salta; el Progreso de Mar del Plata (que duró hasta Solo 1942) y en
Concepción del Uruguay La Juventud, entre otros.
1897
El 6 de marzo se fundó el todavía existente diario La Unión, de Lomas de Zamora.
Entre el V de abril y v el 15 de setiembre circularon los doce números de La Montaña, “periódico socialista
revolucionario” dirigido por los jóvenes Leopoldo Lugones y José Ingenieros. El quincenario, de ocho páginas de
formato tabloide, dio espacio a las ideas de la época.
El 13 de junio salió La Protesta y ese mismo mes se lanzó El Maquinista Naval, órgano del Centro de
Maquinistas Navales.
También se sumaron La Revista Moderna, el periódico semanal ilustrado La vida en el Hogar, El Sordo-Mudo
Argenmanal ilustrado La V tino, órgano del Instituto Nacional de Sordo-Mudos, El Oriental y La Ingeniería de
Buenos Aires; además de La Gaceta Comercial de Salta.
1898
El 1º de agosto apareció La Nueva Provincia de Bahía Blanca, todavía en circulación.
El 9 de octubre apareció el primer número de Caras y Caretas, una de las más grandes revistas de la historia
argentina. Su creador fue José Sixto Álvarez, “Fray Mocho”. Cerró el 17 de octubre de 1938. Publicó 2.139
números.
El 3 de noviembre en Santiago del Estero se imprimió por primera vez El Liberal, que sigue informando a sus
lectores. Ampliaron el número de publicaciones nuevas El Mercurio de América de Buenos Aires; La Razón de San
Fernando y La Ley de Mercedes.
1899
El 24 de junio Dionisio Recabarren fundó El Popular de Olavarría, que continúa la labor informativa. Ese año
también el público conoció la revista semanal de artes y literatura Instantáneas Argentinas, el semanario ilustrado
Iris, El Tribuno, La Plaza y El Diario del Pueblo de Buenos Aires. Además de los periódicos El Independiente de
Trenque Lauquen; El Municipio de Tandil; La Reforma de Santiago del Estero y Búcaro Salteño de Salta.
1900
El 31 de marzo Emilio Saporiti fundó en la Argentina la primera agencia de noticias de América y la sexta del
mundo. Se trató de la Agencia Saporiti.
El 1º de abril irrumpió el diario religioso El Pueblo, dirigido por José Sanguinetti. Este año el diplomático y
político Carlos Pellegrini fundó el diario El País.
1901
Ese año se conoció el diario La Argentina.
1902
El 14 de setiembre se fundó La Voz del Pueblo de Tres Arroyos, provincia de Buenos Aires.
1903
En mayo apareció la revista Ideas, creada y dirigida por Manuel Gálvez. Colaboraron allí José León Pagano,
Roberto J. Peyró, Alberto Gerchunoff, Julián Aguirre, Ricardo Rojas y José Ingenieros. Salió a lo largo de menos
de dos años.
1904
El 30 de enero apareció la revista El Hogar, que primero fue quincenal y luego semanal.
El 15 de marzo se leyó por primera vez, en Córdoba, el diario La Voz del Interior, que aún sigue en circulación.
El 24 de setiembre el periodista Eustaquio Pellicer fundó la revista PBT Se presentó al público como “un
semanario infantil para chicos de 6 a 80 años”. Tuvo una de las primeras historietas cómicas de ciencia-ficción del
país, llamada “El explorador interplanetario”, que hacía el español José Serrano. De ser crítica de los distintos
gobiernos, la revista pasó en la década del cincuenta a alentar una posición cercana al oficialismo peronista.
1905
El 1º de marzo Emilio Morales fundó el diario La Razón, que dirigió José Cortejarena y que hasta su cierre
definitivo, en 1990, controló la familia Peralta Ramos. Dos de quienes fueron sus secretarios generales de
redacción, están entre los periodistas más prestigiosos del país: Félix Laiño (entre 1937 y 1984) y Jacobo
Timerman (1984), que lo convirtió en matutino.
En marzo comenzó su tirada el diario La Verdad, de la localidad bonaerense de Ayacucho, que aún permanece
en el mercado.
El 25 de mayo, Tomás Stegagnini creó el diario La Capital de Mar del Plata.
1907
Ese año, Alfredo Bianchi y Roberto E Giusti fundaron la revista Nosotros, de la que editaron más de
cuatrocientos números a lo largo de 36 años. Fue una expresión de la gente de letras que se basó en un
“pensamiento universal en el que sobresalieron la línea democrática, ecléctica americanista”.
1908
El 26 de julio se conoció el diario porteño La Voz Argentina.
El 2 de noviembre el diario El Cronista Comercial inició su tirada.
1909
El 3 de julio se conoció la revista infantil Tit Bits.
El 4 de marzo Gustavo Ageret fundó el diario El Liberal, de Corrientes.
1910
El 16 de mayo inició sus servicios la agencia de noticias Los Diarios, que distribuyó a sus clientes material
recortado y clasificado de otros medios gráficos.
El 16 de noviembre apareció, por primera vez, el diario La Razón de Chivilcoy.
1911
El 7 de enero surgió la revista El Mundo Argentino de Editorial Haynes, que también sacó ese año la
publicación Mundo Moderno.
El 6 de febrero se distribuyó El Argentino de Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos.
1912
En enero salió la revista referida al transporte El Auto Argentino.
El 1º de mayo se imprimió el diario Río Negro, de General Roca, provincia de Río Negro, todavía en
circulación.
El 4 de agosto Alberto García Hamilton creó el diario La Gaceta de Tucumán, que primero salió como
semanario.
En setiembre salió Revista Telegráfica, dedicada a la especialidad, y que fue dirigida por Domingo Arbó.
El 2 de diciembre en Misiones apareció el diario La Tarde.
1913
Ese año se editó, por primera vez, la Revista de Ciencias Económicas y Ángel Enrique Raffo publicó en
Tucumán Noticias.
El 15 de setiembre el uruguayo Natalio Félix Botana fundó el legendario diario Crítica. En la década del treinta
trabajaron en su redacción periodistas de la talla de Raúl y Enrique González Tuñón, Conrado Nalé Roxlo, Nicolás
Olivari, Carlos De la Púa, Sixto Pondal Ríos y Horacio Rega Molina. Jorge Luis Borges participó en el suplemento
literario del diario, donde publicó su cuento “El hombre de la esquina rosada”. Dejó de salir el 20 de octubre de
1963.
1914
El 15 de mayo Aníbal Vázquez redactó por primera vez El Diario de Paraná, Entre Ríos.
1915
El V de enero nació El Heraldo de Concordia, provincia de Entre Ríos, y ese mismo día pero en el pueblo de
San Francisco, Córdoba, se creó La Voz de San Justo. Ambos están todavía en actividad.
1916
El 25 de noviembre sale La Tribuna Odontológica, fundada por el doctor Baltasar G. Branca. Salió también la
Revista de Cultura Sexual y Física, editada por la Editorial Claridad.
1917
El 13 de febrero se editó el diario La Opinión de Pergamino, todavía en circulación.
El 24 de noviembre, el pueblo bonaerense de Junín leyó por primera vez el diario La Verdad, que aún circula.
1918
El 7 de marzo Constancio Vigil fundó la Editorial Atlántida y sacó la revista que llevó el mismo nombre. El 7 de
agosto se difundió El Litoral, de la provincia de Santa Fe, diario que todavía está en actividad.
Salió la Revista Técnica S.K.F, órgano bimensual de la compañía de ese nombre.
1919
El 30 de mayo apareció la revista deportiva El Gráfico, de Editorial Atlántida.
El lo de octubre salieron el diario Nueva Era de Tandil y el diario porteño filonazi La Fronda. El 1º de
noviembre se inició el diario La Opinión de Trenque Lauquen.
El 17 de noviembre Editorial Atlántida lanzó la publicación infantil Billiken.
1920
El 17 de abril David Michel Torino sacó el periódico El Intransigente de Salta.
1921
El 13 de marzo se lanzó el diario El Chubut, editado en la ciudad de Comodoro Rivadavia.
El 9 de junio en Necochea, surgió Ecos Diarios, que permanece activo hasta hoy. El 8 de octubre circuló por
Balcarce el diario El Liberal, aún hoy en la calle.
El 24 de octubre apareció La Opinión de Rafaela, provincia de Santa Fe, diario que sigue imprimiéndose hoy.
1922
En enero salió la revista técnica El Electrónico.
El 20 de febrero se editó por primera vez la revista Claridad, dirigida por Antonio Zamora. Colaboraron en ella
figuras paradigmáticas del Grupo de Boedo: Alvaro Yunque, Leónidas Barletta. Elías Castelnuovo, César Tiempo,
Roberto Mariani, otros representantes de lo que fue entre el veinte y el treinta el singular socialismo argentino,
lectores y seguidores de Tólstoi e Ingenieros, de Marx y Alberdi.
El 16 de mayo Editorial Atlántida sacó su revista femenina Para Ti.
El 2 de junio se imprimió La Reforma, diario de General Pico, La Pampa. En junio se conoció la revista de
humor político Página de Columba, donde su director, Ramón Columba, escribía su columna titulada “El Congreso
que yo he visto”.
1924
En febrero apareció la revista Martín Fierro. Por su dirección pasaron Eva Méndez, Oliverio Girondo, Alberto
Prebisch, Eduardo Bulrrich y Sergio Piñero. Allí colaboraron Jorge Luis Borges, Horacio Rega Molina, Jacobo
Fijinan, Xul Solar, Leopoldo Marechal y Emilio Petorutti, entre otros. Llegó a tirar 20.000 ejemplares. Salió en
formato tabloide. Al cerrar en 1927 muchas de sus figuras pasaron a integrar la redacción de Crítica. Generó un
movimiento -el martinfierrismo- y sostuvo al denominado Grupo de Florida.
1925
El 2 de junio los habitantes de la ciudad misionera de Posadas leyeron el primer ejemplar del diario El
Territorio, que sigue activo.
1926
El 1º de enero la ciudad bonaerense de San Nicolás recibió el diario El Norte, aún en campaña.
El 25 de mayo se tiró el diario El Tribuno de Dolores en Buenos Aires.
Ese año el alemán Oskar Baruakse inventó la cámara Leica de 35 mm, que por su pequeño tamaño y gran
maniobrabilidad se convirtió en un elemento fundamental del periodismo gráfico. También salieron La
Construcción Moderna, revista referida a construcciones; Cacya, órgano del Centro de Arquitectos, Constructores y
otros anexos, de aparición mensual, y La Ingeniería, órgano del Centro de Ingenieros que en 1941 publicó un
número especial de más de mil páginas con artículos científicos e información en su ramo.
1927
El 26 de marzo Julio Korn puso en circulación la revista Radiolandia, que informó sobre la agitada vida de la
radio, que estaba en pleno auge. El lo de noviembre despuntó El Sol, del partido bonaerense de Quilmes, fundado
por Antonio Blanco y que aún permanece activo.
1928
El 1º de marzo asomó la revista Chieno, representativa del pensamiento nacionalista y de la doctrina católica. La
dirigió Atilio Detoro Maini y colaboraron entre otros Ernesto Palacio, Manuel Gálvez, Ignacio Anzoátegui Irazusta
y el propio Jorge Luis Borges, pero también voces extremas como la de Juho Meinosehe, de posiciones
antisemitas.
El 14 de mayo Alberto Haynes lanzó el diario El Mundo, el primer tabloide del país, que dejó de salir el 22 de
diciembre de 1967. Por su redacción pasaron escritores de renombre tales como Roberto Arlt, Roberto Ledesma,
Conrado Nalé Roxlo Y Amado War. El 30 de agosto apareció el diario La Unión de Catamarca, todavía en los
quioscos. El 24 de setiembre, Ramón Columba dio a conocer la revista de historietas El Tony. En esos meses
fueron distribuidas también la revista El Día Médico y el Boletín Matemático, dedicado al estudio de la
matemática.
1929
En agosto apareció la revista Nuestra Arquitectura. Se fundaron la Revista de Derecho y Administración
Municipal y la revista porteña Mater Dolorosa y la publicación rosarina Los Municipios, entre otras.
1930
El 4 de noviembre, Editorial Atlántida sacó Chacra & Campo Moderno, dedicado a temas agrícolas y cuya
aparición continúa hasta nuestros días.
Se suman en ese año publicaciones como la Revista del Colegio de Abogados, la Revista del Notariado y
Boletín del Colegio de Doctores en Ciencias Económicas.
1931
En enero apareció la revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo y con la colaboración de brillantes plumas
extranjeras que tuvieron amplia y cercana vinculación con la Argentina, entre otros, José Ortega y Gasset (quien en
1937 publicará La rebelión de las masas), Alfonso Reyes y Waldo Frank, y notorios intelectuales argentinos como
Borges, Eduardo Mallea, María Rosa Olivera. El lo de mayo, San Juan tuvo un nuevo diario: Tribuna, dirigido por
Francisco Bustello.
El 23 de mayo se conoció Antena, revista semanal destinada a la información sobre radiotelefonía.
El 10 de junio comenzó Noticias Gráficas, que fue uno de los más importantes diarios de la tarde.
En julio salió la revista cultural Nervio, de izquierda. Con un estilo de denuncia al fraude, al caudillismo y a las
maniobras gubernamentales conservadoras. En ella colaboraron José Portogalo, Alvaro Yunque, Elías Castelntrovo
y Rodolfo Puiggrós, entre otros. En octubre se imprimió la revista de carácter informativo Rosalinda.
1932
El 25 de octubre salió la revista Maribel,
También se conoció la revista La Silurante Musicale, dedicada sólo a temas musicales.
1933
El 1º de febrero se edita otro diario nazi: Crisol.
El 29 de abril salió Sintonía, revista dedicada a la radio y de gran presentación en su género, dirigida por Emilio
Karstulovic.
El 1º de mayo salió el diario El Noticioso, de información jurídica e interés general.
El 9 de julio se conoció, en la localidad bonaerense de Azul, el diario El Tiempo.
El 21 de agosto apareció el primer número del diario La Arena de Santa Rosa, La Pampa, que todavía circula.
Además se conocieron publicaciones como la Revista Argentina de Cardiología, la Revista Geográfica
Americana; Camuatí, órgano de la Asociación de Artistas que lleva ese nombre, y La Máscara, órgano de la
Asociación Argentina de Actores.
1934
Se imprimió La Gaceta Judicial, periódico jurídico noticioso.
El 1º de octubre salió Viva Cien Años, revista dedicada a popularizar conocimientos médicos.
El 7 de noviembre el público leyó por primera vez la vista Leoplán.
Ese año aparecieron también: Argentores, boletín de la Sociedad de Autores de la Argentina; Radio Magazine,
revista técnica bimensual; Natura, revista de cultura integral, ciencia, filosofía y arte; Radio Técnica, el primer
semanario latinoamericano en su género, además del Boletín de la Asociación de Abogados de Buenos Aires y La
Gaceta del Foro, jurídica.
1935
El 9 de octubre llegó a los quioscos la revista Vosotras, que Julio Korn dedicó a las mujeres.
El 2 de diciembre María Luisa de Robledo publicó la revista femenina Chabela.
Ese año apareció la revista jurídica La Ley.
1936
En marzo salió la revista científica Mundo Médico.
El 6 de abril Ramón Sopena fundó la revista Aquí está.
Apareció la revista Motor de automovilismo, aviación y mecánica.
En agosto Jorge Luis Lenain bautizó la revista de la Liga Naval Argentina Marina y Navegación. El abogado
Marcos Satanovsky fundó El Diario, un periódico progresista que el fascismo vernáculo estigmatizó como
“pasquín comunista”.
El 10 de noviembre aparecieron las aventuras del legendario cacique Patoruzú, de Dante Quinterno.
1937
En enero los amantes de los libros pudieron leer también la Revista de la Biblioteca Nacional, publicación
bimensual de carácter histórico.
En junio salió Columna, revista cultural dirigida por César Tiempo. Planteada como una publicación de grandes
formas, es fuerte y original en la inclusión de críticas de arte y espectáculos.
Ese año la Unión Obrera Marítima botó El Marino.
También se publicó La Casa, revista referida a la construcción.
1938
El 2 de febrero en Mar del Plata se voceó por la rambla el diario El Atlántico, que hoy todavía existe.
En agosto se publica Conducta, revista cultural. En ella aparecen colaboraciones de Pedro Henríquez Ureña,
Bernardo Canal Feijoó, Conrado Nalé Roxlo y Raúl Larra, entre otros.
El 29 de agosto, Luis Balanzat sacó el primer número de la revista Estampa.
El 10 de noviembre Mario Amadeo y Juan C. Goyeneche sacaron la revista cultural de extracción nacionalista y
católica Sol y Luna, donde colaboraron desde el primer número Octavio Devisi y Leopoldo Marechal, entre otros.
De esa redacción se nutrió el golpe de 1943 para cubrir puestos en el área de la educación y la universidad.
Ese año se realizó el primer congreso de periodistas del país. Así se creó la Federación Argentina de Periodistas
y se instauró el 7 de junio como el día del periodista, en conmemoración de la aparición de La Gaceta de Buenos
Ayres. Por su parte, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) designó esa fecha como el día de la Libertad de
Prensa.
Se conoció Asociación Folklórica Argentina, órgano de la asociación que lleva ese nombre.
1939
Se fundó la Asociación de Periodistas de Buenos Aires, que no integró la Federación Argentina de Periodistas.
Luego apareció el Sindicato Argentino de Prensa, de carácter nacional. Más tarde se constituye la Federación
Argentina de Trabajadores de Prensa. En julio apareció la Revista Oral de Ciencias Odontológicas, dirigida por
Manuel Galea.
El 5 de setiembre Juan Torrendell fundó la revista infantil Pif-Paf
El 2 de octubre salió, en Córdoba, la publicación Comercio y Justicia, que todavía circula. El 4 de noviembre
apareció El Pampero que, según datos de la Comisión Parlamentaria encargada de investigar la infiltración nazi en
el país, fue costeado por la Embajada de Alemania. Emilio Ramírez fundó la editorial que llevó su nombre y editó,
a lo largo de varios años, las revistas femeninas Damas y Damitas, Destinos, Rosicler y Maniquí y Vea y Lea de
carácter general. También se editaron los primeros números del diario Libre Palabra; los semanarios Argentina
Libre y Argentina Acción, así como las revistas Fotocámara y Cinecámara, Técnicoquimica y Revista Electrónica.
1940
El 15 de mayo Martín Barranco fundó el diario El Rivadavia de Chubut,
En diciembre comenzó a editarse en Argentina la revista mensual Selecciones del Reader's Digest. Se publicaron
ese año, entre otras, la revista Aeronáutica y Saber Vivir, publicación científica con inclinaciones literarias.
1941
En junio apareció Movimiento, periódico mensual editado por un grupo de escritores nacionales que dirigió A.
Cambons Ocampo. El 19 de noviembre tintineó Cascabel, una revista de humor político que dirigió Jorge
Piacentini y en la que colaboraron Emilio Villalba Welsh, Carlos Warnes, Conrado Nalé Roxlo y Landrá. Cerró seis
años después a La Biblioteca Argentina Circulante Sarmiento hizo rodar el Archivo de Información Argentina, con
datos biográficos e históricos sobre personalidades argentinas. También se publica Viviendas Populares, editada por
la Sociedad Central de Arquitectos.
1944
El 2 de mayo se fundó en la localidad bonaerense de Miramar el Semanario Crónica, que sigue todavía en
actividad.
El 20 de junio en la localidad bonaerense de Rojas se distribuyó el diario La Voz de Rojas, que sigue existiendo.
El 16 de noviembre el dibujante Guillermo Dijito como director y Eduardo Almira como secretario de redacción
-sacaron la revista de humor Rico Tipo, para competir con Paroníza. Alguno de los que colaboraron fueron
Raimundo Calcagno “Calki”. Luis Alberio Reilly “Billy Kerosene” y el dibujante Oski.
1945
El 28 de agosto Roberto Noble fundó el diario Clarín que décadas después, se convertiría en el de mayor tirada
de Hispanoamérica.
La empresa editora Columba S.A. comenzó la impresión del álbum mensual de historietas Intervalo, que
continúa hasta hoy.
1946
El 11 de enero comenzó a circular el diario El Laborista, órgano oficial del Partido Laborista (peronista).
El 30 de octubre la Editorial Emilio Ramírez S.A. edita el primer número de la revista Vea y Lea, con
información de carácter general.
El 16 de diciembre, para certificar la circulación neta “pagada o gratuita” de las publicaciones asociadas, se
fundó el Instituto Verificador de Circulaciones (IVC), integrado por anunciantes, agencias de publicidad y editores.
Esta entidad sin fines de lucro recibe trimestralmente las declaraciones juradas de sus integrantes con el número de
sus ediciones que, luego de procesadas, reflejan la situación del mercado. Ese año John Mauchey y Presper Eckerl
de la Universidad de Pennsylvania construyeron la primera computadora digital, que pesaba treinta toneladas y
medía quince metros.
1947
El 5 de julio se publicó en San Juan el Diario de Cuyo, que sigue en actividad.
1948
Apareció Más allá, revista de ciencia ficción dirigida por el físico y matemático Oscar Varsavsk
1949
El 7 de abril se vendió por primera vez al público diario Noticias de Pehuajó, que sigue en actividad
El 21 de agosto se fundó el diario El Tribuno de Salta, que sigue publicándose.
1950
En noviembre se vendió por primera vez la revista quincenal Visión-la revista latinoamericana, de Editorial
Técnica,
1951
El 30 de junio apareció el semanario El Economista, dedicado a temas financieros.
En primavera Dora de Boneo condujo al grupo de poetas (César Fernández Moreno, León Benarós y Alberto
Ponce de León) que dio vida a la revista literaria El ‘40, de la que se conocieron seis números a lo largo de dos
años.
1953
El 15 de junio se imprimió por primera vez el diario La Mañana de Bolívar.
En noviembre apareció la célebre revista cultural Contorno, que motorizaron los hermanos Ismael y David
Viñas y en la que participaron Adelaida Gigli, León Rozitchner, Adolfo Pietro, Noé Jitrik y Juan José Sebreli, entre
otros. Cerró en abril de 1959.
Los hermanos Bruno y Tulio Jacovella editaron la revista semanal Esto es.
1954
El 7 de abril, con una tirada inicial de 30.000 ejemplares, apareció Así es Boca, semanario partidista de
veinticuatro páginas, impreso en rotograbado, en color sepia. Ya había otras dos revistas que seguían la campaña de
Boca. El 30 de mayo de 1973, en su edición número 985, dejó de salir.
1956
En febrero aparece La Gaceta Literaria, revista cultural dirigida por Pedro Orgambide y Roberto Hosne, salieron
21 números hasta setiembre de 1960.
El 24 de enero irrumpió en Jujuy el diario El Pregón. El 11 de junio veintitrés obispos católicos, entre los que
estaba el después cardenal Juan Carlos Aramburu, inauguraron el servicio noticioso de la Agencia Informativa
Católica Argentina (AICA), que se especializó en la difusión de información de la Iglesia a Boris Spivacow creó,
en esos días, la colección Gatito, una revista infantil de gran repercusión en Argentina y América latina, de
Editorial Abril. Las aventuras de Gatito, inspiradas en el Gato con botas de Perrault, fueron escritas
fundamentalmente por Héctor Oesterheld con el seudónimo de Sánchez Pujol.
1957
El diario Mundo saca el suplemento humorístico Tía Vicenta, de Landrú, que pronto convirtió en un suceso y
multiplicó las ventas del diario. El último número de Tía Vicenta fue el del 11 de julio de 1966, cuando un decreto
del dictador Juan Carlos Onganía, molesto por una caricatura de él publicada en la tapa del número anterior, ordenó
su clausura.
La Editorial Sarmiento sacó la revista Así, que aparecía martes, jueves y sábados y estaba destinada a un público
popular; privilegiaba la información policial con grandes fotos en tonos sepia.
De mayo a julio, el flamante semanario dirigido por los hermanos Bruno y Tulio Jacovella publicó en serie la
investigación de Rodolfo Walsh sobre los fusilamientos de civiles en los basurales de José León Suárez que, con el
tiempo, se convertía en el libro Operación Masacre.
En octubre salió la revista literaria El Grillo de Papel, cuyos directores fueron Abelardo Castillo, Arnoldo
Liberman, Víctor García Oscar Castelo.
El 14 de octubre se inició la era espacial, cuando la ex Unión Soviética puso en órbita el primer satélite, que
llamó Sputnik. Aparecieron los primeros números de la revista de historietas DArtagnan, que edita todavía la
empresa Columba S.A.
1958
El 26 de noviembre Francisco Manrique tiró el primer número del vespertino Correo de la Tarde, que cerró el 30
de noviembre de 1963.
1959
El 27 de febrero apareció en Río Gallegos La Opinión Austral.
El 12 de mayo se creó la agencia oficial de noticias Télam.
El 12 de octubre nació en La Rioja El Independiente, que sigue en actividad.
1960
El 3 de abril salió a la calle el primer número del semanario católico Esquiú, que fundaron Luis Lucía Puig y su
hermano Agustín, sacerdote asuncionista. Sus principales lectores fueron los del diario El Pueblo, que compraban
su ejemplar en las iglesias. El 3 de mayo se fundó el diario El Litoral en la provincia de Corrientes.
El V de junio se publicó la Revista Vivienda, de aparición mensual y dedicada a la arquitectura.
El 12 de agosto dejó de aparecer el mensuario satírico Cuatro Patas, de Carlos Del Peral, al que la policía
política calificó de “subversivo y perturbador del orden”.
El 4 de octubre apareció el semanario Che, cuyo director fue Pablo Giussani. Fue clausurada el 17 de noviembre
en su número 27, en el cual se hizo referencia a un conflicto gremial de la época.
El sábado 22 de octubre de 1960, a 8 pesos el ejemplar, salió Usted, de la Editorial Pablo Ramírez, que cerró
después del número 32, en mayo del 61, por problemas económicos.
1961
El 6 de marzo salió el primer número regular de la revista semanal Análisis, como publicación especializada en
el mercado de valores y la evaluación de las inversiones bursátiles.
En mayo apareció la revista bimestral El Escarabajo de Oro, que dirigieron Abelardo Castillo y Arnoldo
Liberman y en la que colaboraron Horacio Salas, Liliana Heker y Humberto Constantini, entre otros destacados
escritores.
El 7 de setiembre se editó el primer número del diario La Mañana de Formosa.
En noviembre se conoció la primera de las veintinueve entregas que alcanzó, en julio de 1966, la revista de arte
y cultura Hoy en la Cultura. Participaron en ella Pedro Orgambide, Raúl Larra, David Viñas, Fernando Birti, Javier
Villafañe y Juan José Manauta entre otros. En diciembre se echó a correr la revista de automovilismo Parabrisas.
1962
El 31 de enero en la ciudad de Comodoro Rivadavia, Chubut, se publicó el diario Crónica.
El 8 de noviembre salió por primera vez en la ciudad de 25 de Mayo el diario La Mañana.
El 13 de noviembre se distribuyó la revista de análisis político Primera Plana, que modernizó el periodismo
argentino. La creó y dirigió Jacobo Timerman, quien convocó a trabajar a Luis González O’Donnell, Ramiro de
Casasbeflas, Tomás Eloy Maitines, Julián Delgado y Osiris Troiani, entre otros. El 5 de agosto de 1969 la cerró el
dictador Juan Carlos Onganía.
1963
El 12 de junio la Editorial Abril lanzó la revista D – Guía, dedicada a la actividad televisiva. Fueron sus
creadores Enzo Ardiló Julio Korn.
El 5 de julio sale por primera vez la revista mensual Pereztrica, de Editorial Abril, que, el 25 de junio de 1968,
se hace semanal. Dirigida por Mario Quirós, allí colaboraron Miguel Bonasso. Juan Gelman, Edinundo Guibourg y
Jorge Capsiski, entre otros.
El 29 de julio Héctor Ricardo García fundó el diario Crónica.
El 1º de agosto sale el primer número de la publicación cultural El Barrilete que dirigió Roberto Santoro y en la
que colaboraron Horacio Salas, Héctor Yánover y Enrique Wemicke, entre otros. Salieron trece ejemplares en total.
El último, en diciembre de 1967.
El 20 de octubre desapareció el diario Crítica.
En noviembre Rogelio Frigerio relanzó la revista Qué. La publicación tenía ya dos épocas: la primera entre
agosto de 1946 y setiembre de 1947 y la segunda entre noviembre de 1955 y abril de 1959.
1964
El 21 de junio reapareció -como semanario- el Correo de la Tarde de Francisco Manrique.
El 1º de julio Bernardo Neustadt arrancó con el semanario político Todo.
El 1º de octubre apareció La Rosa Blindada, revista cultural mensual cuyas ocho entregas condujeron Carlos
Alberto Brocato Y José Luis Mangieri y que contó con el poeta Raúl González Tuñón como “director de honor”.
El 8 de octubre apareció la revista infantil Anteojito, creación del genial dibujante Manuel García Ferré.
El 30 de noviembre desapareció el diario de la tarde Noticias Gráficas.
El 28 de diciembre dejó de salir el diario El Siglo.
1965
El 7 de mayo Jacobo Timerman lanzó al mercado la revista de actualidad política Confirmado.
El 29 de julio salió a la calle la revista semanal más exitosa de Editorial Atlántida: Gente.
1966
El lo de abril apareció la publicación Acción, órgano de los cooperativistas, de aparición quincenal.
El 2 de mayo se conoció en San Luis El Diario de la República.
En junio, la Editorial Abril sacó la revista de automovilismo Corsa.
El 27 de julio Jorge Palacio inició la revista humorística mensual Avivato, que apareció en los quioscos con 52
páginas.
En agosto salió por primera vez la revista Inédito, que llegó a las cien ediciones, hasta 1972.
El 2 de setiembre se conoció el primer número de una nueva etapa de la revista semanal Análisis, con la
incorporación de nuevas secciones que ampliaron el abanico temático, que inicialmente sólo alcanzaba a cuestiones
económicas y bursátiles.
El 1º de noviembre comenzó la distribución de la revista mensual Fotomundo.
1967
En abril, la Editorial Primera Plana lanzó el quincenario de economía y negocios Competencia.
El 12 de mayo reapareció la revista deportiva Goles.
En mayo, el historiador Félix Luna editó el primer número de Todo es Historia, dedicado al relato y la revisión
de los más variados temas nacionales e internacionales. Contó con la colaboración de importantes historiadores y
periodistas, como María Sáenz Quesada, Luis Alberto Romero y Osvaldo Bayer, quien publicó allí los primeros
resultados de su investigación sobre la matanza de obreros en el sur argentino que se convertiría en el libro La
Patagonia Trágica.
El 11 de mayo salió la revista de humor La Hipotenusa, que dirigió Luis Alberto Murray y contó entre sus
colaboradores con el poeta Daniel Giribaldí.
El 16 de mayo apareció en los quioscos la revista Siete Días Ilustrados, que hasta entonces se distribuía como
suplemento del diario La Razón de los martes. La Editorial Abril encargó el proyecto a Luis Clur.
El 30 de junio apareció en la ciudad de Comodoro Rivadavia el diario El Patagónico.
1968
El 1º de julio apareció en Resistencia, Chaco, el diario El Norte.
En octubre se conoció el primer número de la revista Dinamis, de la Editorial 2 de Octubre. La dirigió Roberto
Guido y abordó temas de política nacional e internacional y economía.
1969
En agosto salió la revista económica Mercado.
A mediados de setiembre, Editorial Abril lanzó la revista Semana Gráfica con información general Y un
importante despliegue fotográfico.
1970
El 15 de enero apareció en Merlo, San Luis, el diario Los Principios.
A partir de febrero, los jóvenes pudieron leer la revista mensual dedicada a la información sobre rock Pelo, que
hacía Daniel Ripoll. El V de agosto se presentó en sociedad la revista de humor cordobés Hortensia, que dirigía
Alberto Cognini. La publicación se convirtió en un suceso al poco tiempo y su tirada alcanzó los 150.000
ejemplares. Allí colaboraron Roberto Fontanarrosa, Cristian, el Pelao” Alonso, el Sapo” Cativa y el “Gordo”
Oviedo, entre otros.
1971
El 4 de mayo nació el mítico diario La Opinión de Jacobo Timerman, que apuntó fundamentalmente al análisis
de la información política y cultural.
1972
El 15 de marzo la agencia Diarios y Noticias (DyN) emitió su primer despacho informativo.
El lunes 22 de mayo de 1972 la Editorial Abril sacó su revista de información política para América latina
llamada Siete Días Internacional.
En octubre la Editorial Perfil imprimió la revista Weekend, dedicada al camping y los deportes al aire libre.
El jueves 16 de noviembre los hermanos Jacovella lanzaron el diario peronista Mayoría, que el 31 de marzo de
1976 se despidió de sus lectores.
Oskar Blotta y Andrés Cascioli sacaron la publicación humorística Satiricón, que desapareció en 1974.
1973
El 30 de enero apareció en Corrientes el diario Época.
Entre enero y marzo se produjo la fusión de las revistas Análisis y Confirmado, dando origen al semanario
Análisis Confirmado.
El 1º de febrero Hugo Gambini fundó la revista mensual Redacción, por donde pasaron muchos de los
periodistas que hicieron Primera Plana, Confirmado y Panorama, entre ellos Osiris Troiani.
En mayo apareció la revista cultural Crisis, a cuya cabeza estaba el narrador y escritor uruguayo Eduardo
Galeano. Por su redacción pasaron, entre otros, Rogelio García Lupo, Heriberto Muraro, Aníbal Ford, los poetas
Juan Gelman, Mario Benedetti y Francisco “Paco” Urondo y el dibujante Hermenegildo Sábat. Cerró en agosto de
1976, cuando los militares ya habían tomado el poder. La revista tuvo dos nuevas etapas: una entre abril de 1986 y
1987, dirigida por Vicente Zito Lema, y otra entre setiembre de ese año y, 1989.
El 11 de setiembre se constituyó la agencia informativa Noticias Argentinas (NA).
El 21 de noviembre apareció el matutino peronista Noticias sobre todo lo que pasa en el mundo, que dirigió el
periodista Miguel Bonasso. Era de tamaño tabloide y sus ediciones tenían veinticuatro páginas.
1974
El grupo editorial de la familia Kraiselburd (propietaria de El Día, de La Plata) sacó en Avellaneda Diario
Popular para competir por los mismos lectores de Crónica.
1975
En agosto apareció la revista para el tiempo libre Salimos.
El 10 de octubre se fundó en la ciudad de Trelew otro periódico que lleva el nombre de la provincia patagónica:
El Chubut.
Apareció el primer número de la revista bimestral Prensa Económica.
1976
En agosto apareció la revista Expreso Imaginario, que contó como director de arte con el músico y actor
Horacio Fontova. Entre otros, por allí pasaron Roberto Pettinato y Pipo Lernoud. Dejó de salir en diciembre de
1982.
El 24 de setiembre, Editorial Atlántida lanzó al mercado el semanario político Somos, que cerró el 22 de
diciembre de 1993 con su edición número 900.
El 3 de noviembre apareció la revista La Semana de Editorial Perfil.
El 9 de diciembre, Julio Ramos distribuye en la “city” porteña los mil ejemplares del primer número del boletín
económico Ámbito Financiero, que crecería con los años hasta convertirse en diario de consulta obligada para los
hombres y mujeres de negocios.
1977
El 25 de marzo el periodista y escritor Rodolfo Walsh fue asesinado por una patrulla de la Armada que lo
emboscó momentos después de que distribuyó su famosa Carta abierta de Rodolfo Walsh a la Junta Militar”, donde
reclamaba por la violación de los derechos humanos.
El 5 de octubre las madres de Plaza de Mayo (que todavía no se llamaban así) lograron publicar la primera
solicitada pidiendo por los desaparecidos bajo el título “No pedimos más que la verdad ocupó media página del
diario La Prensa y la firmaron 237 parientes de los secuestrados por la Junta Militar.
1978
El 3 de abril sectores vinculados con el entonces jefe de la Marina, Emilio Massera, sacaron el diario
Convicción, con el objetivo de apuntalar y difundir las pretensiones presidenciales del marino.
En junio, durante el mundial de fútbol, la Editorial La Urraca sacó Humor, su revista más famosa.
El 7 de junio se lanzó la versión argentina de la revista Playboy, de cuya edición en el país se encargó la
Editorial Perfil. La profesora universitaria Beatriz Sarlo comenzó la publicación de la revista cultural Punto de
Vista.
Ese año salió la revista infantil Humi, de la Editorial La Urraca. Tras 39 números creativos, distintos y
divertidos pero que no lograron éxito de ventas, cierra en 1983. Competía con Billiken y Anteojito. Volvió en junio
de 1991, casi una década después, apuntando a captar a sus antiguos lectores (adolescentes y jóvenes). Por su
redacción pasaron Laura Linares, Oche Califa, Ema Wolf y Ricardo Marino.
1979
En julio Editorial Perfil sacó la revista Semanario.
1980
El 27 de mayo apareció el número uno del semanario Flash, dedicado a la farándula, el espectáculo y los hechos
curiosos.
El 9 de agosto salió en la localidad cordobesa de Río Cuarto el diario Puntal.
1981
El 5 de noviembre en Río Tercero, Córdoba, circuló por primera vez el diario Tribuna. El 14 de abril se
imprimió el primer número de la revista deportiva Estadio. En setiembre se editó el primer ejemplar de la revista
deportiva Todo Fútbol.
1982
En enero, Gabriel Levinas sacó la revista mensual de temas políticos El Porteño.
El 6 de setiembre aparece el número 1º del diario La VOZ, de la Editorial Martes S.A., que, con un recuadro en
tapa anunciaba: “La Voz se propone ser la voz y la verdad del Pueblo”. Exactamente tres años después (y con
algunos cierres parciales), el 6 de setiembre de 1985, el diario ocupa por última vez los estantes de los quioscos.
El 15 de noviembre la Editorial Perfil prometía a sus potenciales lectores una revista que les cambiaría la vida.
Era Perfil, dirigida por Jorge Fontevecchia.
El 17 de noviembre los quioscos venden por primera vez el diario Tiempo Argentino, que cerró el 27 de
setiembre de 1986.
Salió la revista Uno mismo, de la Editorial Agedit.
1983
En marzo apareció la revista trimestral Reporte, dirigida por Patricio Loizaga.
El 15 de abril salió la revista dedicada a la informática Computer world Argentina.
El 29 de setiembre salió La Época. Su slogan era: “Diario comprometido de la mañana”. Era la tercera vez que
un diario salía con esa marca, dirigido esta vez por Silvio Papi y Pascual Albanese. La derrota del peronismo en las
elecciones del 30 de octubre de ese año condicionó su existencia. En 1945, antes de la llegada de Perón al poder,
otro diario también llamado La Época fue el único que lo apoyó.
El 24 de octubre de 1983 apareció El Testigo, un quincenario editado por Diario Popular, dirigido por Carlos
Maggi, Carlos Ares y Horacio del Prado. Su edición fue de cincuenta mil ejemplares. En ese momento, la editorial
sacaba Destape (con una tirada de 143 mil revistas), Shock (15 8 mil) y Femidiario.
Ese mismo año Daniel Ripoll sacó otra revista destinada a los consumidores de rock, Metal, de aparición
mensual.
1984
En enero apareció en los quioscos el primer número del mensuario político Claves dirigido por Carlos Quiroz,
quien en la década del setenta editó un mensuario con el mismo nombre en la provincia de Mendoza.
El 1º de abril se fundó El Diario del Sur de Córdoba, en la ciudad de Villa María.
En junio inició su tirada la revista dedicada a la gastronomía Cuisine & Vins.
El viernes 7 de setiembre estuvo en los quioscos el semanario El Periodista, de Editorial La Urraca, que dejó de
aparecer el 2 de mayo de 1989.
1985
En junio el economista Javier González Fraga editó por primera vez El Diario, que sigue saliendo los lunes y
viernes. En noviembre Producción García Ferré comenzó con la revista mensual Muy Interesante, de
conocimientos científicos y descubrimientos varios.
Salió también la revista Eroticón, editada por Oskar Blotta.
1986
El Diario de Poesía de Daniel Samoilovich se abrió camino en el duro invierno de Buenos Aires.
1987
Aparece el diario Página/12, dirigido por Jorge Lanata y Ernesto Tiffenberg y financiado por Fernando
Sokolowicz. El 24 de abril, y con la dirección de Mario Diament, comenzó su circulación la revista económica
Expreso. Durante la primera semana de octubre el economista y periodista Alejandro Horowicz lanzó el primer
número de la revista cultural y política Consignas. En octubre se conoció la revista Compu Magazine. En
diciembre salió la revista Unidos Universidad, que dirigía el entonces dirigente peronista Carlos Chacho” Álvarez.
1988
El 8 de julio nace el diario El Ancasti de Catamarca, que todavía circula.
La periodista Adriana Schettini, con su nota “Los caballeros de la memoria”, sobre la Logia masónica en la
Argentina, obtuvo el premio José Martí de periodismo que anualmente otorga la agencia cubana de noticias Prensa
Latina. La nota se publicó en Página12.
El 20 de octubre se distribuyó la revista Mañana Profesional, dedicada a quienes buscan conseguir o mejorar su
empleo. En noviembre, Editorial Atlántida envió al mercado la revista Conozca Más, dedicada a descubrimientos
científicos y tecnológicos.
Se construyó el primer sistema trasatlántico de fibra óptica que conectó a Estados Unidos, Francia v Gran
Bretaña y que resultó decisivo en el periodismo europeo.
1989
En abril Osvaldo Vanoli y Miguel Ángel Quarterolo sacaron la revista Zoom, dedicada a la fotografía. El jueves
13 de abril apareció el diario de izquierda Nuevo Sur, financiado por el Partido Comunista, que dirigió el abogado
Eduardo Luis Duhalde. Dejó de aparecer por problemas financieros el viernes 28 de diciembre de 1990, con el
número 617.
El periodista Luis Bruchstein, de Página/12, obtuvo el premio José Martí, otorgado por la agencia Prensa Latina,
de Cuba, por su nota Ciento cincuenta años”.
En junio retornó a los quioscos, tras varios años de ausencia, con su número 19, la revista Medios y
Comunicación, dirigida por Raúl Barreiros.
También apareció Estación 90, de Miguel Repiso (Rep) y Sergio Joselovsky. Esta publicación tuvo una
existencia breve.
En julio apareció la revista Páginal3 que dirigió Jorge Lanata y editó la misma empresa que hacía con éxito el
diario Página12. Sucesivamente sus jefes de redacción fueron Sandra Russo, Martín Caparrós, Eduardo Blaustein y
Rodrigo Fresán.
El 1º de julio salió la revista mensual El Publicitario.
El 4 de julio, en la localidad bonaerense de Benito Juárez, salió el diario El Fénix.
Ese mes apareció la revista de literatura Babel, cuya dirección compartían Jorge Lorio y Martín Caparrós. El 1’
de agosto Juan Carlos De Pablo sacó la revista de macroeconomía Contexto, todavía en circulación.
En setiembre de 1989 aparecieron nuevas revistas, con títulos legendarios: Informe de Crisis, una nueva etapa
de Crisis, y el quincenario Los Periodistas que, en cooperativa, dirigió Eduardo Jozami. En este mes, por tercera
vez en su historia, reapareció Cerdos y Peces, dirigida por Enríque Symns.
El domingo 12 de noviembre fue la fecha en que Editorial Perfil sacó el semanario Noticias, presentado como
una continuación de la desaparecida revista La Semana que editó la misma editorial.
1990
En junio Editores Asociados lanzó la revista mensual Tema Privado sobre sexualidad.
El 5 de julio se registra una nueva Primera Plana. La dirige Gloria Bouché, esposa del entonces vicegobernador
de la provincia de Buenos Aires, Luis Macaya.
El 1º de agosto, un grupo de docentes y estudiantes de la carrera de Periodismo de la Universidad Nacional de
Lomas de Zamora (UNLZ) puso en marcha la Agencia Universitaria de Noticias (AUN). Dedicada exclusivamente
a la información del sur del Gran Buenos Aires, fue la primera de su tipo en el país.
El 10 de setiembre de 1990, apareció Extra, un vespertino editado por El Cronista Comercial, en manos del
empresario Eduardo Eurnekian. Tuvo una tirada inicial de cuarenta mil ejemplares. “No competimos con Crónica.
Salimos a ocupar el espacio que dejó La Razón”, explicó Eurnekian. Dejó de aparecer el
27 de junio de 1992. El 16 de noviembre se presentó en sociedad en la ciudad chaqueña de Resistencia El
Diario.
En diciembre, un grupo de científicos sociales dirigidos por el entonces vicerrector de la Universidad de Buenos
Aires. Atilio Borón, hizo la revista El Cielo por Asalto.
1991
El 2 de mayo apareció el diario La Voz de Zárate, de esa localidad bonaerense.
El 11 de mayo la Editorial Atlántida sacó la primera tirada de la revista semanal Tele Clic, dedicada a la
televisión y sus artistas.
El 10 de junio, Editorial Atlántida lanzó la revista mensual Negocios.
En el invierno salió la revista Delitos y Castigos, dedicada a casos policiales, dirigida por Alberto Schiprepe y
Mauricio Cohen Salama. La secretaria de redacción era Miriam Lewin, hoy en Canal 13.
El miércoles 28 de agosto se suicidó en México el periodista argentino Gregorio Selser, conocido por sus
investigaciones sobre las intervenciones norteamericanas en América latina.
El 5 de setiembre apareció el primer número del quincenario cultural La Maga, que, tras un breve intervalo
durante el verano de 1992, reapareció como semanario con idéntico formato y contenido.
El 16 de setiembre se conoció en Formosa la primera edición del diario El Comercial.
1992
En enero, los cinéfilos tuvieron entre sus manos el primer ejemplar de la revista El Amante.
A mediados de abril se distribuyó El Libertino, revista mensual de relatos eróticos que dirigió Juan José Salinas.
El 29 de abril, reapareció Panorama, esta vez convertida en una publicación de negocios, editada por el Grupo
Editor Brasileño Argentino (GEBA) y dirigida por Néstor Scibona.
El 3 de mayo los habitantes de Santa Rosa leyeron El Diario de La Pampa. En junio el ajedrecista y periodista
de la revista Humor, Jaime Einma fue encarcelado luego de ventilar en sus notas irregularidades cometidas en el
Banco de San Luis.
En octubre, Editorial Perfil sacó la revista semanal Caras dedicada a mostrar aspectos de la vida privada de
miembros de la farándula y la dirigencia política. También ese mes, comenzó a editarse la revista mensual Man,
que desde hace años sale en España. Dirigen la publicación Pablo Ditbom y Juan Sasturain.
El 3 de noviembre reapareció el vespertino La Razón, marca que compró un grupo empresario encabezado por
el economista Juan Alemann.
Ese año, el periodista político del diario Página12 Román Lejtman recibió el premio Rey de España, rubro
prensa, otorgado por la agencia española EFE a su investigación del llamado Narcogate, que echó luz sobre las
relaciones entre la familia del presidente Carlos Menem y el lavado de narcodólares.
1993
El 2 de junio muere a los 66 años Oscar “El Negro” Díaz, renovador, culto y talentoso diseñador gráfico que
trabajó en el Centro Editor de América Latina y en Eudeba.
El 23 de junio se presentó en Buenos Aires la revista Co & Co (Comics and Company) que el argentino Héctor
Chimini editaba desde tiempo antes en España, país donde estuvo exiliado durante la última dictadura.
Ese mes, se relanzó la revista de fútbol Goles. El periodista César Volco, que trabajó quince años en ese medio,
le compró la marca a Editorial Abril y la puso nuevamente en circulación.
El 18 de setiembre concluyó de un modo abrupto la tira “El Negro Blanco”, que con guión de Carlos Trillo y
dibujos de Ernesto García Seijas ocupaba el espacio superior de la contratapa de Clarín desde noviembre de 1987.
Blanco había reemplazado a “El Loco Chávez”, de Trillo y Altuna, y a la vez su lugar lo ocupó “El Nene
Montanaro”, de Horacio Altuna. La profesión de los tres personajes es la de periodista. Porque eso me permite
meterlos en todas partes”, según su autor.
El 10 de diciembre se fundó el diario Hoy en la Noticia de La Plata.
1994
El 11 de mayo, aparece Urgente & Especial, publicación de información política y económica que dirige Edgar
Mainhard.
El 18 de mayo apareció el diario Cuarto Poder, editado por el ex dueño de La Razón, José Pirillo.
El 19 de junio aparece la revista Viva, el suplemento dominical de Clarín. Los directores son Roberto Guareschi
y Jorge Ezequiel Sánchez, la coordinación periodística la realizan Gerardo Heidel y Claudia Acuña, el diagramador
es Roberto Veiga y el jefe de fotografía es Daniel Merle.
El 25 de junio el diario La Nación cambió el antiguo sistema de revelado sobre papel fotográfico por el moderno
scanner digital, que toma la imagen directamente desde el negativo. Este sistema mejora el brillo, el contraste,
intensidad, y la calidad de las fotografías. El 9 de julio muere el periodista Carlos Abrevaya.
El 17 de julio muere el editor Boris Spivacow.
El 29 de julio muere el fotógrafo Ricardo Alfieri.
El 12 de setiembre el diario La Razón cambia su tradicional formato sábana para pasar a ser tabloide. Con color
en la tapa y en los suplementos.
A mediados de setiembre se conformó la agencia informativa Noticias de Comunicación (NC), que depende de
la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA).
El 23 de octubre salió en la ciudad santacruceña de Caleta Olivia el diario El Tiempo de Santa Cruz.
El 6 de noviembre se editó en Tucumán el primer número de El Periódico.
1995
El miércoles 5 de abril el animador Gerardo Sofovich sacó El Expreso Diario de pequeño tamaño y en colores.
Tuvo por objetivo apoyar el gobierno de Carlos Menem y desapareció de los quioscos en junio de 1996.
El 24 de abril apareció la versión argentina de la revista femenina Elle, editada por Clarín y un socio chileno,
con la dirección de Ana Torrejón y con Mariana Rapaport en la redacción.
En mayo, la Editorial AZ, especializada en libros de texto, sacó una nueva revista infantil que llamó AZ Diez.
El 5 de junio las periodistas María Eugenia Estenssoro y Norma Morandini presentaron en sociedad la revista
bimensual Mujeres y Compañía, dedicada a mujeres profesionales que trabajan.
Ese año murió el célebre periodista deportivo Luis Sciutto, más conocido por el seudónimo de Diego Lucero,
quien tenía el envidiable récord de haber asistido a todos los mundiales de fútbol.
1996
El 23 de mayo el Grupo Clarín puso en circulación el primer diario íntegramente deportivo del país: Olé, con la
dirección de Ricardo Roa.
En julio salió en Buenos Aires la revista cultural Los con la licencia de la revista francesa Les Inrockuptibles.
El 26 de agosto murió Juan Jorge Cubas, que llevaba sesenta y seis años como cronista acreditado en el Palacio
de Tribunales, cuarenta de ellos trabajando para Clarín. Había pasado por Ultima Hora, El Cronista Comercial, La
Prensa, Noticias Gráficas, y la agencia Télam.
A fines de agosto reaparece El Nuevo Porteño. “Elegimos un nombre que alude a una de las pocas publicaciones
que en los años recientes se caracterizó por una verdadera independencia de cualquier tipo de poder político
económico”, escribió su director, Mario Moldován.
El rey de España Juan Carlos de Borbón entregó el premio prensa a Daniel Santoro de la sección Política del
diario Clarín por su investigación de la venta ilegal de armas de Argentina a Ecuador en plena Guerra del Cóndor,
que en 1995 ese país sostuvo con Perú.