Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
SOCIOLOGÍA
DEL
FRANQUISMO
COLECCIÓN
(LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA"
PRINTED IN SPAIN
IMPRESO EN ESPAÑA
Impreso y encurdernado en
Printer, industria gráfica se Tusct, 19 Barcelona
Sant Viceng dels lions lgTg
(Lo tlpicamente español es el gobernante. Para hallar, fuera de
los toios, un español representativo, compendio de las cualida'
des de la raza, es preciso dar con un alcalde, un gobernador
o un Ministro.>
Alvaro de Albornoz, El temperamento español (Barcelona: Mi
nena ¿1922?), p.ó0.
8
En la recopilación y selección de materiales, así como en la
tabulación del apéndice sobre conexiones empresariales, he con-
tado con la nunca bien ponderada ayuda de los colaboradores
de mi despacho madrileño que han hurgado para este trabajo
en sus inagotables fondos. Jaime Martín Moreno, Benjamín
González y Amparo Almarcha son los que más han trabajado
en esto. Hay que añadir también la pesada labor hemerográfica
de Marisa Montes, Miguel Juárez y Mariví Fernández. Que no
pase sin recordar la minuciosidad de las tareas ediforiales en-
comendadas a Mari Sol Sanz y Anna Ubeda. La conversión de
un manuscrito en libro se ha beneficiado del oficio de algunas
personas: Higinio Clotas, Ma.nuel Escrivá de Romaní, Salvador
Jorcano, Luis Permanyer, Montserrat Pousa y Joaquín Sieso.
A la hora de clasificar las ofamiliaso ideológicas recibí un
gran impulso de las clarificadoras consultas con algunas perso-
nas particularmente sagaces en este menester: Antonio Fontán,
Miguel Veyrat, Ramón Tamames y Ramón Pi. Una primera
versión del libro recibió las oportunas y provocativas críticas
de Juan F. Marsal, Jesús M. de Miguel, Benjamín Oltra, Josep-
Vicent Marqués y Jacint Ros. Las de A. Fontán llegaron tarde
para esta edición; prometo tenerlas en cuenta en la prÓxima.
En el momento de disponerme a iniciar la redacción del li-
bro me entero del fallecimiento de Vicente Villar, magnífico
Rector y fundador que fue de la Universidad Autónoma de
Barcelona (Bellaterra). A él debo, más que a ninguna otra per-
sona, la decisión, para mí tan vital, de haberme quedado a tra-
bajar en la Universidad. Vaya este libro en homenaje a su obra.
A él y a todos los que acabo de citar: gracias.
11
bie¡r- diferentes generaciones, esa coherencia es lo que presta
unidad de análisis al Régimen, y en cierta manera viéne á f.rrr-
cionar como la propia representación colectiva de la personali-
dad de Franco.
¿Por qué Sociología y por.qué franquismo? El franquismo
antes reservada a los escritos extra muros_ (2¡ pue_
-palabra
de ser entendido como el contenido ideológico concreto dÉ un
régimen, entendiendo por tal el sistema de-organización d.e las
relaciones de poder en el que dominan ros aspectos ideológicos
de conducta y de intereses sobre los jurídicó-formates ef,
Digamos que el concepto de régimen implica lo sustantivo
e ideológico que uno suele echar en farta en ros manuales de
Derecho Político. considérese esta temprana definición aplicada
al caso que nos ocupa:
t2
algo más vivo y preocupante que en un mero análisis jurldico-
formal, que no cuestiona el porqué son las cosas de un deter-
minado modo y a quién favorecen. El ensayo sociológico que
aquí se intenta prevé algunas de esas cuestiones más pel¡onales
y dubitativas. Necesariamente habrá de conceptualizar, abstraer,
pero con el objetivo de aclarar cosas bien concretas que no
interesan sólo a los juristas o politicólogos, sino a la gente co'
rriente y moliente.
Estas, por ejemplo: ¿cuál es el modo de pensar de los más
altos servidores del Régimen?, ¿de dónde proceden y qué "fa'
milias" representan?, ¿qué lenguaje, qué ideas caracterizan su
forma de expresarse?, ¿qué relación tiene lo que dicen con lo
que hacen o con lo que son?, ¿qué intereses representan los que
mandan?
La Historia del Régimen franquista o de la Era de Franco
la denomina Tamames- no podrá hacerse hasta que
-como
no contemos con una gran cantidad de testimonios, por ahora
inéditos, y con una no menor provisión de estudios monográ-
fi.cos. Este es uno de ellos, acaso no el más necesario, pero sí
uno posible y útil en cuanto sistematiza el pensamiento de los
ideólágos con poder que han protagonizado el sistema político
franquista. Uno de los papeles que Franco no ha representado
es el de ideólogo exclusivo o excluyente, y ni tan siquiera origi-
nal o descollante, del Régimen que con toda propiedad encarna'
Antes bien, su pertinaz táctica ha sido rodearse de una multi-
plicidad de elementos ideológicos, sin suscribir personalmente
ninguno de ellos y mucho menos excluyendo a los demás. Este
dato permite que el enfoque de este libro sea particularmente
estratégico yo- no sólo para entender lo que ha sido
-creo
el franquismo, sino además el propio Franco. Repito que habrá
que completarlo con otras monografías tanto o más interesan-
tés que ésta: el análisis de los textos constitucionales, el pensa-
miento del propio Franco, el análisis de las fuerzas que le han
apoyado, la estructura de ciertas instituciones clave, el estudio
sóbie la estructura de clases, las relaciones entre poder político
y económico, la visión de la marcha de los acontecimientos des'
de la oposición y semioposición, etc. Hay temas para llenar una
biblioteca entera. Pido que no se me juzgue por extenso este
libro sin haber intentado rellenar con otro esos estantes semiva'
cíos que están eSperando el acopio de los investigadores sociales'
Confieso que una duda que me ha asaltado continuamente
esla del valor sociológico que pueda tener un análisis del pen-
samiento y de la figura pública de sólo unas cuantas docenas de
13
personas, elenco al que al final se reduce <mi> franquismo.
¿No
será éste un fácil <psicologismo> desconocedor dél hechd de
que las personas concretas representan estructtüas, clases socia-
/es2 E¡quizás el mismo desvío que se comete cuando se quiere
subsumir la pobreza de un determinado país en la histoiia de
<una familia Sánchez", o cuando se compiende el fenómeno de
la emigración en el (caso), de la autobiografía de un emigrante.
Probablemente no hay otro remedio que-correr el riesgote ese
reduccionismo si nos queremos aproximar a la inaseqúible rea-
lidad social por todas las trochas que no es posibld abrir en
la maraña de observaciones, datos y teorías que nos cercan.
Después de todo, la realidad, al nivel de Ias más áltas decisiones
políticas, es también un conjunto de personas concretas, un
número a veces asombrosamente reducido. ciertamente, en este
caso, lo que dicen y hacen no es algo caprichoso y errático, res_
ponde a una trama estructural de necesidades históricas v de-
terminaciones sociales. Pero alguien tiene que recoger esas
voces decisorias, cuyo discurso fue tan importante en lá confor-
mación de unas u otras consecuencias políticas.
No voy a pretender una completa objetividad en este libro
aunque trataré de que hablen más los personajes .analizados
que yo mismo. Pero elegir y conceptualizar los esóritos de otros
significa añadir un grado de subjetividad, cuando no de irracio-
nalidad, personal. Procuraré, al menos, que mi discurso se aleje
de los polos de la adulación o el libelo en que tan a menuáo
caen los escritos de interpretación política, y que pueda arrojar
alguna luz para la intelección de los acontecimientos públióos
que han condicionado toda la vida de los connacionales de mi
generación.
Como señala Tamames, ,,la historia política del régimen
[franquista]... es fundamentalmente la historia en tornJa su
poder ejecutivoo (5). Sin embargo, nadie se ha parado a con_
templar de manera sistemática cuál es el tipo humano y sobre
todo la contextura ideológica que corresponde a los Mlnistros
de Franco.
A los tratadistas de Derecho político les interesan las leves,
todo Io más el funcionamiento de las instituciones. Sin nógar
la importancia de esa realidad, a los sociólogos nos va más e-xa-
minar quiénes son, qué piensan y qué representan los que ha-
cen las leyes, los que manejan las instituciones en el contexto
(5) Ramón Tamamcs, La Repúbtica. La Era de Franco (Madrid: Alianza-Alfa-
guara, 1973), p. 473.
t4
de lo que se significan esas rePresentaciones ideológicas para
la marcha general de la sociedad. Casi todo los análisis que he
consultado sobre el franquismo se fijan más en el primer aspec-
to del Derecho Político; muy pocos hay que se orienten hacia
el enfoque sociológico y prácticamente ninguno que destripe
la opera omnia de los ideólogos del Régimen, bien abundosa
por cierto.
El basarme en textos publicados comporta una ventaja adi-
cional: significa que ésas son las ideas que de una u otra mane-
ra han circulado, han influido públicamente. No serla muy le'
gítimo inferir que las ideologías dominantes del Régimen han
estado representadas por la opinión privada o no difundida de
sus Ministros. Precisamente unb de ellos me señaló que no
tendría gran interés mi trabajo por cuanto hay un hiato entre
lo que un personaje político udiceu y lo que realmente (piensa'.
Pero esa disonancia es más relevante para un moralista o para
un escrupuloso biógrafo que para un sociólogo. Uno puede ex'
presar en un discurso ..lo que tiene que decir> en función de
su cargo o de la oportunidad del momento, más que lo que ín-
timamente piensa, pero es 1o primero lo que políticamente
trasciende, lo que socialmente influye, lo que da fuerza y ¡evela
la peculiaridad ideológica que mantiene o justifica un sistema
de poder. Precisamente "lo que uno se ve obligado a deciru, por
razón de la posición que ocupa, es lo que refleja mejor los
intereses que uno defiende, los compromisos que uno debe
atender en su actuación pública. La prueba de esto es que, con
todas las variaciones pragmáticas y coyunturales que se quiera,
las declaraciones ideológicas de los colaboradores inmediatos
de Franco mantienen entre sí una notable coherencia. De docu-
mentarla tratan estas páginas. También es verdad que, más que
lo que piensan y lo que dicen, habría que tener en cuenta lo
que sorz y lo que hacen los protagonistas de un momento polí-
tico. Algo de esto voy a tener en cuenta pero, repito, que mi
empeño era desbrozar tan sólo una parcela de la realidad, no
toda ella. Historiadores y cientlficos sociales tendrán que rotu-
rar otras varias vertientes del prisma del franquismo. Yo me he
detenido en los brillos de las declaraciones ideológicas porque
lo creo fructífero, porque no lo he encontrado hecho, porque en-
tiendo que puede ser revelador para quien quiera entender de
arriba ábajo et acontecer español de estas últimas décadas.
Tómese mi esfuerzo, en la más liviana de las interpretaciones,
como un ejercicio de análisis de contenidos de la literatura
política oficial.
l5
- N9 estoy
humilde)
muy de acuerdo con la aseveración (cortésmente
de uno de nuestros personajes Suñer_ de
que <la literatura de los políticos [en la-Serrano
España actual] suele
ser m¿ís bien mediocre" (ó). La literatura de ficción puedé, pero
el ensayo, el artículo y el discurso de algunos que han si¿o Mi-
nistros en el Régimen de Franco se elevá a las más altas cotas
de expresividad, dominio del lenguaje y brío terminológico. Todo
ello, desde- l1leg-o, es compatible a veces con una máf que me_
diana ambigüedad ideológica y un constante retorcimiento re-
tórico. Ngunas páginas del propio Serrano suñer caerían en esa
selecciórr y otras muchas de Arrese, Fraga, Sánchez Mazas, Girón
y Fernández de la Mora, entre los Ministros, y no digamos las
de algunos intelectuales como Giménez Caballero, Fuelo, Emilio
Romero, Adolfo Muñoz Alonso, etc., todos ellos en altós puestos
políticos. Para el que guste de contemplar la literatu.ia o la
sociedad, no cabe duda de que esos escritos es manjar bien
apetecible.
Sea cual sea el valor que merezca su contenido, lo cierto es
que es prosa que no pasa desapercibida.
,
Desde luego, la proporción de Ministros que pueden ser con_
siderados profesionalmente como es mucho menor
que en los regímenes anteriores, "periodistai,n
especialmente en la II Repú-
blica, en donde esta calificación se asociaba de modo na¡rrat
con la actividad de los políticos profesionales de entonces. pero
en eI Régimen de Franco no resulta excepcional el que muchos
Ministros hayan actuado previamente como columnistas o edi-
torialistas. Tal es el caso del propio Carrero Blanco, de Lequeri-
ca, Fernández de la Mora, Nemesio Fernández Cuesta, Sánchez
Mazas, y Julio Rodríguez, entre otros.
No se trata sólo de forma literaria sino de contenido id.eotó-
glco. Algunos de los Ministros y de otros altos cargos políticos
no sólo escriben, sino que expresan ideas coherentes sobre la
significación política del Régimen, en ocasiones bastante novedo-
sas y-.lesde luego bien influyentes. En su mismo origen, la gue-
rra civil que le dio origen fue también y sobre todo una óon-
tienda ideológica.
Coincido plenamente con la tesis de Antonio Fontán de que
(ó) Ramón Serrano Suñer, Ensayos al viento (Madrid: Cultura Hispánica, 1969).
Publicado originariamente en 1955. con la grafla del apellido suñer ocuire .rna cos"
muy curiosa, El ex Ministro firma efectivamente <Suñei¡ que es palagra aguda como
corre-sponde_al probable origen catalán de este nombre (osunyerr, pronunciado en
castellano <Suñér). En cambio en el habla coloquial todo el mundo lo-identifica como
oSerrano Sriñerr, y de esta forma aparece escriio muchas veces.
t6
la "España nacional, cristaliza en 193ó, precipitando un conjunto
de fuerzas originariamente bastante heterogéneo, pero unido
básicamente por <una cierta filosofía política común' y una
misma actitud de rechazt¡ ante el carácter de ingobernabilidad
que iba tomando la II República en sus últimos meses de
vi¿a (Z). Esa .cierta filosofía política común' es, para mí, la
esencia de lo que después será el franquismo, que como tal va
a conservar indeleble la base social heterogénea y la repulsa de
los valores asociados con el liberalismo y el socialismo. Como
señala también Fontán, <la fuente original de donde brotaba
aquel conflicto, la Guerra Civil de 1936'39 y sus antecedentes, era
la inteligencia. En España se oponían concepciones ideológicas
y proyeótos de vida colectiva inconciliables entre sí> (8). El
iesultado o la consecuencia del conflicto, el sistema político que
iba a perdurar más de una generación, se basa también en (la
inteligénciaD, en una determinada concepción ideológica. El
pretendido (muera la inteligencia> con que se ha querido denos-
tar a un Régimen militarista conduce a una argumentación sim-
plista y falaz. Se desprecia w tipo de inteligencia, un sector
característico de intelectuales, pero se enaltece por otra parte
la creación de conceptos, la articulación cuidadosa de un nuevo
lenguaje político. Continúa la (polémica de las dos Españas>
como una contienda de concepciones ideológicas. Los intelectua-
les siguen teniendo un enorme peso en la política, aunque en
ocasiones se reserye la palabra "intelectualD para los que se
hallan en la oposición o los que no son tan entusiastas del mun-
do oficial. Es posible que los intelectuales del sistema sean más
retóricos que creadores, más escolásticos que originales, pero
no cabe negar que han sabido plasmar en ideas y conceptos
articulados los valores e intereses de una clase media tradicional
bien aposentada en el poder y ávida de entroncar con la bur-
guesía industrial.
La idea de que el régimen franquista no ha tenido intelec-
tuales la suscribe incluso uno de sus ideólogos más prominen-
tes, el Ministro Fernández de la Mora. Con todo, alude este
autor al hecho de que (uno o varios cerebrosu innominados han
oproducido la única Constitución original de nuestra edad con-
témporánea, la única pensada para las estructuras económico-
(7) Antonio Fontán, cEl proceso de constitución de la coalición nacional de 1936r,
eje¡nplar multicopiado repartido en la conferencia dada en el Museo de Navarra el
28 de febrero 1962, pp. 3 y 4.
(8) Antonio Fontán, Zos católícos en la I|niversidad españala actuol (Madid:
Rialp, 19ó1), p. ló.
t7
sociales de España y la única libre de mimetismo y utopis-
mos> (9). Parece que alude a Arrese, Martín Artajo, Estebarr de
Bilbao, Girón, Carrero y algunos otros redactores o inspiradores
de los textos fundamentales. El lector tendrá todas lai oportu-
nidades para gozar de algunas muestras de esa excelente prosa
política.
Aconsejo al lector que no ose salte,r las citas. Al contrario,
haga el intento de leerlas en voz alta. Verá qué delicia. No las
he centonado con propósitos de erudición, de apoyar mi propio
discurso. Más bien, las he seleccionado para componer con ellas
una verdadera antología, valiosa por sí misma, de cómo enten-
dieron la política los políticos de una época en la Historia espa-
ñola. El resultado es una bellísima sinfonía de palabras, con-
ceptos y tropos literarios. Léase por eso en voz alta y, si es
posible y la inspiración ayuda, con la debida entonación, para
disfrutar de una prometedora fruición estética. Los textos selec-
cionados hablan por sí solos. A veces justifican lo sucedido y
otras anticipan lo que va a ocurrir. Tienen vida propia y le dirán
al lector muchas más cosas de lo que yo he podido concluir,
que en definitiva no es mucho. Pienso, incluso en los que ahora
se encuentran en la EGB como futuros lectores de estas pági-
nas, los que ya no les tocó actuar bajo el franquismo, pero qüe
lo heredarán irremediablemente. Este es un análisis de quien
nació precisamente en el año en que se dictó el famoso Decreto
de Unificación y se inauguró la fase política más larga, original
y discutida de toda nuestra Historia. En estas páginas quédan
antologizados algunos de los textos políticos más expresivos de
ese momento histórico, con el deseo de que sirva¡ para expli-
carlo.
Al entrar en el último cuarto del siglo xx hay ya alguna pers-
pectiva para poder hablar del Régimen de Franco en estos tér-
minos. Yo nací con é1, como digo, y ya hace años que traspasé
la barrera de la adultez. Todo esto es ya un gran trozo del pasa-
do. Mi testimonio puede tener el interés de estar escrito desde
dentro del país y si se quiere del sistema social, aunque no me
considere un partícipe gozoso del sistema de poder. Creo tener
bastantes datos, alguna experiencia y ciertos conceptos como
para poder hablar del tema. Antes del acopio de ese bagaje inte-
lectual me hubiera sido difícil acometer esta tarea analizadora.
Francamente también he de decir que hasta ahora no he tenido
(e) Gonzalo Fernández de la Mora, Pensamiento español l9ó9 (Madlid; Rialp, l97l),
p.172.
18
la suficiente libertad para emprenderla y sobre todo para di-
fundir sus resultados.
No aceptamos las interpretaciones subjetivas que de nuestro
Régimen hacen o puedan hacer determinados grup9s e indivi-
duós; sólo aceptamos la interpretación institucional.
t9
mando positivamente ro que es. rncruso las ur¡s¡¿¿lidades carac-
terísticas>, como luego veremos, se manifiestan en mucho, auro,
como <antialgor, como rechazo de sus respectivos contrarios.
_ Los regímenes autoritarios han surgido históricamente por
alguno de estos cuatro motivos: r) porlnsatisfactorio y
tivo funcionamiento de un sistema previo de tipo forrirarmente
"orrili.-
democrático debido quizás a la debilidad de una clase burgueso-
industrial (es el caso dei sarazarismo); 2) por farta de unl tra-
dición de verdadera independencia como eita¿o y consiguiente
debilidad de las organizaciones poríticas, lo que'promíeve la
exaltación de un líder carismático (los regímeies ie autoridad
de los países del llamado Tercer Mundo);1¡ por atenuación de
los extremos de ciertos regímenes totalitarios jel nacionar-comu-
njsmo de Tito) (11), 4) por supervivencia de ros contenidos auto-
ritarios de otros sistemas políticos anteriores, aun con forma
democrática, lo que conduce, como si dijéramos, a una situación
de <autoritarismo endémico", normalmente por el vacío político
qrre es llenado por el Ejército (caso de muóhas dictaduias con
elementos democráticos formales tan típicas de los países lati-
noamericanos). Estos cuatro tipos no son exclusivos ni exclu-
yentes; su enumeración pretende sólo dar una idea de la com-
plejidad del concepto de régimen autoritario.
Lo curioso del franquismo es que contiene elementós para
ser catalogado en esos cuatro supuestos. Los propios ¿efini¿o-
res del Régimen encuentran una justificación en el primero,
pero son excepcionales las alusiones a los otros tres, como ten-
dremos ocasión de ver más ad.elante.
Soy consciente de que un estudio sobre el franquismo no se
puede hacer bien sin tener en cuenta otros empaientamientos
ideológicos: lo_s regímenes de México, Brasil, perú, Argentina o
Portugal (de salazar). Francamente no me siento coin fuerzu
para emprender esta magna tarea. Habrá que descansar, entre
nosotros, en las investigaciones de Linz, Marsal, Sotelo y
otros (12). Es tarea colectiva que desborda mis flacas fuerzas
__
(ll) El concepto de rrfgi¡¡sr autoritario dc izquierdas, como atenuación del me
delo totalitario estalinista es_ una combinación lógiia de dudosa aplicación p.á"ti"".
cuando aquÍ se habla de orsg¡¡.r autoritario' sientiende me¡or un tipo de'sistema
apoyado en diferentes sectores de la clase media.
(12) A título de ilustración me pemito aconse.iar argunos de esos trabajos frontera:
- r. I. Linz, uThe Future of an Authoritarian situátion or the Instit;tionalization
of an-Authoritarian Regime: Br.azil,, en A. Stepan, comp,, Authorítarian Brazil: On-
gins, Politics_and Future (New Haven: yale'University press, 1974).
Marsal, tra som.bra del pod.er (Madnd: -Cuadernos pára el Diálogo, 19?5).
- Juan F. Sotelo, (Lrs militares en el perú: continuidad y cambio de su"i¡nción
_.-Ignacio
políticaD,Papers, núm. 2 (1974), pp.79-116.
20
individuales. Por el momento quede latente la idea de que
el Régimen español no es en absoluto una rareza en el mundo,
si bien tampoco es un mero fascismo más.
El error de algunos defensores de la II República, como de
los enemigos exteriores del sistema franquista, consistió preci'
samente en la incapacidad para ver en él algo más que una
mera fanfarria fascista, en la creencia de que se trataba de
borrar del mapa histórico la pesadilla de un efímero pronuncia-
miento tradicional. El texto que sigue del principal ideólogo de
la II República hay que leerlo varias veces:
Hay o puede haber en España todos los fascistas que se quiera.
Pero un régimen fascista no lo habrá' Si triunfara un movi-
miento de fuerza contra Ia República, recaeríamos en una dic-
tadura militar y eclesiástica de tipo español tradicional. Por
muchas consignas que traduzcan y muchos motes que se pon-
gan. Sables, casullas, desfiles militares y homenajes a la Virgen
del Pilar. Por ese lado, el país no da otra cosa (13).
2l
se trata de injertar una monarquía limitada en el tronco de
una dictadura constituyente y de desarrollo; o si ." q,.i"r.
renovar Ia metáfora, se trata de utilizar a esa dictad,r.u io*o
vehículo que ponga en órbita a una monarquía limitaá"
ifSl.
Para el lector profano, todo eso suena un poco a chino. Cabe
-la pregunta ingenua de cómo es que para un viaje tan sencillo
hacen falta alforjas tan repletas. si ¿é lo que se irataba era de
volver a una Monarquía ¿para qué entrelenerse más de una
generación en una ímproba creación ex novo? Nuestro analista
contesta con más claridad de esta manera:
22
En España existe un régimen de integración moderada [=auto'
ritariol, en el que se está produciendo el tránsito gradual de
una estructura orgánica sólidamente personalizada [=dictadu-
ral a un sistema institucional con vértice monárquico y cierto
equilibrio en la titularidad de las funciones soberanas, y en
que se desarrolla lenta y cautelosamente un proceso.de aper-
tura en la participación política y ias libertades públicas (17).
23
engañosa- si no supone el paso de un sistema capitalista a
otro socialista. Quizás esto pueda ser así para los intelectuales
y su modo de vida, p€ro en absoluto para el resto de la pobla-
ción. Sociedades capitalistas son Sueóia, Francia y EspáRa, y
dentro de nuestro país la España de la Segunda Éepública,'la
de los años 40 y la del momento actuar. No iabe la menor dúaa
de que la vida de los ciudadanos en uno u otro país o momento
es
_muy distinta, y lo es en gran medida por las alteraciones
políticas lo
-todo "formales> que se quiera- que present a cad,a
una de esas sociedades presuntamente ucapitalista;,.
En la sociedad capitalista españora, conformada con el siste-
ma autoritario que estamos describiendo, dominan los valores
e intereses de ciertos séctores de las clases medias tradicionales
de un modo que resulta bastante lejano a la comprensión de
lo que puede ser la sociedad francesa o italiana, para poner
ejemplos cercanos.
En la sociedad española de las últimas décadas _francamen-
te <capitalista>- son de alguna consid.eración las variaciones de
tácticas políticas que
han actuado'en el Régimen.presentan los equipos gobernantes que
franquista. Esa pertenencia les cón-
fiere una referencia ideológica común, pero también una cierta
capacidad de expresarse con contenidos diferentes que intentan
adaptarse o seguir el paso al ritmo cambiante de &olución de
la sociedad en su conjunto. El conocimiento de esa básica es-
tructura ideológica y de la vacilante marcha política que la
acompaña constituye no sólo un dato para la especulación aca-
démica, sino un estímulo de reflexión para el ciudadano con
alguna preocupación por asuntos colectivos.
Como luego veremos, a lo largo de las últimas décadas han
ido mandando nfamilias" políticas algo distintas, pero los inte-
reses de clase que representan y los valores básicós que defien-
den son abrumadoramente incambiables. por eso poáemos ha_
blar con toda propiedad de un sistema o régimen, y no sólo
porque haya estado representado por la irrepétible y epónima
figura del Caudillo.
Más que de opositores al sistema, habría que hablar de
postulantes de <reformillaso, si se me permite ironizar con una
distinción sugerida por Dionisio Ridruejo (19). Ese es quizás urro
de los síntomas de mayor éxito del Régimen, lo que há permiti-
do una cierta evolución, un cierto reacondicionimientb a los
.^ (19) Dionisio Ridruejo, (La política española hacia 1912,, cn I. Camuñas
España, Perspectiva 1972 (Madrid: Guadiana, lg72), pp, 23-41; tt. 39.
v olro.,
sucesivos estímulos de la situación interna e internacional a
que ha tenido que enfrentarse. En este sentido, muchos de los
miembros de la llamada oposición interior o semioposición han
sido eficaces colaboradores de la supervivencia del sistema al
<postular> siempre sutiles y parciales cambios que no hacían
sino mejorar la imagen pública de un evolucionante régimen
político. Lo cual dice tanto de sus altas virtudes patrióticas como
de su escasa capacidad para crear una alternativa real de poder.
El Régimen ha variado ciertamente a lo largo de su larga
vida de cuarenta años, pero más bien al compás de ciertos
cambios sociales o de la escena internacional. Se ha ido, más
bien, adaptando. A. veces, al hablar de gobiernos, gabinetes,
nuevas políticas, crisis ministeriales, se da una idea falseada de
que en verdád esos cambios han representado cortes ideológicos
bien definidos (como suele acontecer en los regímenes parla-
mentarios cuando se pierden o se ganan las elecciones), y no
hay tal. En la realidad la última generación de la vida española
ha presenciado una enorme tasa de cambio en la estructura bá-
sica de la sociedad (20), pero a costa de (o debido a, o a causa
de) un cierto adormecimiento, una singular constancia o conti-
nuidad de los supuestos ideológicos de la esfera de poder. El
hecho resulta sorprendente y hay que tratar de esclarecerlo
con toda parsimonia. En rigor, no se han dado una veintena de
Gobiernos de Franco sino an solo Gobierno, con todos los mati-
ces y adaptaciones que se quiera, pero respondiendo siempre a
compleja-
una misma y básica concepción ideológica
del hecho político. Este libro es la necesidad - aunque
y el intento de
verificación de esa hipótesis. En términos reales y técnicos no
hay <rgrisiso gubernamentales, sino nrelevoso de personas en
los puestos ministeriales. Este es otro hecho que hace tan atrac-
tivo para un sociólogo el análisis del experimento franquista.
Los intelectuales tienen la obligación de observar Ia realidad
e imaginar comprometidamente el porvenir de España (21)'
25
es desde
-luego algo más que esto, y ese porvenir,
-depende que hemos
de <imaginar comprometidamente> todos, de muchos
factores que escapan a todas las capacidades adivinadoras de los
sociólogos. Después de Franco no lo sé, pero con Franco ha
sido de una determinada y peculiar manerá que cond.iciona ine-
vitablemente nuestro modo futuro de organizárnos o desorgani-
zarnos políticamente los españoles todos.
-hanLo--q-ue sigue es sobre todo el resultado de analizar lo que
dicho los Ministros más caracterizados'ideológicamenté y
algunos <ministrables> sobre las coordenadas básicás del Réei-
men de Franco como un original montaje de ideas sobre -el
modo de gobernar a los españoles. Voy a verlo desde tres ángu_
los o enfoques, cada uno de los cuales constituye ,rrra pait.
bien diferenciada del libro:
-. 1. El la primera, seguiré paso a paso los elementos biogrt1-
ficos de los Ministros, para tratar de comprender qué ,ep..sátu
en términos de grupo social este peculiar sector dé la éiite polí-
tica, dentro de unas condicionantes coordenadas de tiempo y es-
pacio polÍticos.
. - ?: En la segunda parte veré de clasificar a los principales
ideólogos según las famitias ideológicopolíticas que répresentan.
3. Como tercer v definitivo aspecto * sin áuda él m¿s ¿i-
fícil, subjetivo y diicutible- intentaré ordenar los elementos
conceptuales comunes a varias de las anteriores <familias> de
pensamiento.
26
Primera Parte
PERFIL BIOGRAFICO
DE LOS MINISTROS
i$
a
I
9o
92
Étr
-'ó
r
o
o
co
{
9.P
a*
F3
-9.
3.
iiaS
i á* &
3. -
!P!
t.
E * 'g í F
tlli
slFi,-sá:;t
I
o
o
r *3 i s1
=3 7
ñ
o
TrrE"TiN
n o
.tso 99. ñ
! o
o
D : F
¡o
ilI n
8í:F 9e
1
n
2
z gEsSgÍ
og¡;
E
a
o
o::.ó
6p z+ H 9,
g
d
m
o
F
o
d:PÉ 3* t
!Mtlltlllc
b
o ñ
aú
o3 3¡ o 5' o
o
Éá
dó
c
=
D
o
3,
E9 U
dÉ o
;-* !4 !
2
n
o
2, LA SIGNIFICACION DE LAS ETAPAS
POLITICAS DEL REGIMEN
29
Por unas u otras razones, algunos de ellos se <desengancha-
ron> del carro del poder, se colocaron de espectadores o de emi-
nencias grises. En último término, aunque algunos hicieron todo
lo posible por llegar, se encontraron con el dato insuperable
de que los asientos de los Gabinetes son limitados v numerados.
Un caso más difícil de entender es el de los hombres con
influencia económica y aun política, bien establecidos en la si-
tuación, <notables> del sistema, impenitentes <ministrables>
incluso, pero que no llegaron nunca a disfrutar de una cartera
departamental. Se me ocurre una lista provisional con estos
nombres: Nicolás Franco Bahamonde, Fernando Valls Taberner,
José María Aguirre Gonzalo, Miguel Mateu, Carlos de Godó,
Alberto Ballarín, Dionisio Martín Sanz, Luis Coronel de Palma,
Fernando Herrero Tejedor, Juan Sánchez-Cortés. Es posible
que alguno haya pensado que no valía la pena odescender> hasta
un puesto de Ministro. Sea como sea, son los que a esa meta
han llegado los que a mí más me interesan en este momento, y
supongo que al lector también.
El Régimen franquista presenta múltiples problemas de cla-
sificación interna. Desde luego, no se puede partir del esquema
de tres Gobiernos porque sólo hayan existido tres Jefes de Go-
bierno (el propio Franco, Carrero y Arias Navarro). Es evidente
que el papel de Franco no es comparable al de los otros dos su-
cesores en la Presidencia del Gabinete, por el simple hecho de
que en todos los casos el Caudillo y sólo él ha sido además y
sobre todo Jefe del Estado, del Ejército, y del Movimiento.
Tampoco resulta muy propio hablar literalmente de un único
Gobierno de Franco, ya que el Generalísimo se ha rodeado en
distintos momentos de colaboradores de muy diferentes extrac-
ciones. En el otro extremo, parece un tanto exagerado conceder
a cada nuevo nombramiento ministerial la categoría de <nuevo
Gobiernoo. Caben, por supuesto, todas las matizaciones interme-
dias, dependiendo de los propósitos del que analiza o clasifica.
En el período 1938-1970 los autores de la más completa re-
lación bibliográfica de los Ministros de Franco distinguen 15
ugobiernos' (23). Con un criterio algo más estricto, Tamames
agrupa los Ministros, de 1938 a 1969, en ocho (24).
"gabinetes"
La disonancia es artificial, porque cada una de las clasificaciones
resulta en gran medida arbitraria. Se designa como nuevo (go-
(23) E. Alvarez Puga, J. C. Clemente y J. M. Gironés, Los 90 Ministros..., cit.
p. 501.
(24) R, Tamames, La Republica. La Era de Franco (Madrid: Alfaguara-Alianza, 1973),
p. 495.
30
bierno> o <gabinete> la constitución de un equipo de Ministros
después ae'atgun cambio significativo (y por talto. subjetivo)
con respecto ál anterior (las mal llamadas "crisis"). Para ser
rigurosós, si consideramos como ugobiernos' diferentes los que
pÉt"tttutt al menos un cambio de cartera tendríamos que hablar
áe varias docenas de <gabineteso. Si tenemos en cuenta tan
sólo los cambios que supbnen un <tono) nuevo en la coloración
política de los inmediatos colaboradores de Franco, entonces los
,,gobiernos, se nos reducen a poco más de media docena, bien
eñtendido que esa unidad de ngobierno' carece de una exacta
traducción iegal y sociológica por cuanto -insisto- no hay
verdaderas "ciisislde gabiñetes, sino urelevoso personales' Exa-
gerando un poco, casi podríamos decir que simplemente ha
habido un único y dilatado Gobierno con Franco, con tantos
*relevos> personalis como el Caudillo ha creído oportuno' 1"o
que hay de real en esos cambios es una cierta línea ideoló-
gica, aé estilo politico a veces' que se trunca o se afirma de-
ienáiendo de ias circunstancias del momento (nacionales o
internacionales), juzgadas por la cauta, sosegada y pragmática
intuición del Generalísimo'
En un libro reciente se sostiene, en efecto' que no ha habido
diversos gobiernos de Franco, sino uno solo con diversas etapas:
er¿ el Gobierno, pero no cambios de Gobier-
"ha habido cambios
no> (25). Este es más o menos el punto de vista que se va
adoptar aquí. Lo contrario sería entrar en la logomaquia demo-
crática al uso que identifica a los relevos ministeriales con .,cri-
sis>, a las Coites orgánicas con el uParlamentot, al Consejo
Nacional del Movimiento con la *Cámara Altau e incluso a la
Prensa con el (cuarto podert (en serio, como si hubiera otros
tres). No hay que perdbr nunca de vista que estamos tratando
de un régimón iutóritario en el que las nCámaras) no derriban
los Gobiérnos, el Jefe del Estado es carismático y no existe
división de poderes, sino ncoordinación de funcioneso'
Loquehayquefijarsonlosacontecimientoshistóricosclave
qu. diversas etapas ideológica-s. En principio,
encontramos una"rai
"oñdicionan curiosa fijeza de hitos decenales:
3l
embajadores, cierre de la frontera francesa); cenit
de los "años de hambreo; máxima movilizaóión de
masas en torno a Franco como respuesta al aislamien-
to internacional (manifestación masiva en la plaza de
Oriente de Madrid).
1956: Crisis del predominio católico-falangista; inicio del
movimiento estudiantil (crisis del SEú); momento en
que se nota el-<despegue> económico-demográfico y el
fin del aislamiento internacional.
1,966: Ley de Prensa como primer intento de <aperturis_
mo>; apogeo del tecnocratismo y del desarrollismo
(éxito de crecimiento económico con el I plan de
Desarrollo)..Aprobación por referéndum de la Ley
Orgánica del Estado por la que se crea la figura dél
Presidente del Gobierno y los procuradores ifamilia-
res" (elegidos directamente), entre otras innovaciones
institucionales que se dirigen a reasegurar Ia difícil
sucesión monárqrrica. A partir de esta Éy se sustituye
oficialmente la denominación de FET y-de tas ¡OñS
por Movimiento Nacional.
1976: (Está por ver).
Si, junto a esos hitos, situamos los cambios de Ministros en
que se ha movido un gran contingente de éstos y sobre todo se
ha afectado la cuota de cada una de las ofamiliasr, obtenemos
esta clasificación de etapas bien nítidas:
En el comienzo de cada
etapa
Número de
!? És oE
:íl
trF
e.É
trdE
3.8
99.
6: I g Eb
Etapas políticas (fechas) ÉÉ ;gÉÉ *Fg
I. Era AzuI
Etapa bélica
- Autarquía 1938-194s 11 10 l0
- Despegue económico 1945-1951 t28 6
t95t-1957 t6 t2 l0
II. -Tecnocracia. 1957-r973 18 13 t2
III. Funcionariato 1973-1975 2l 13 11
32
Obsérvese que cada cambio clave significa el relevo de apro-
ximadamente una docena de carteras (excepto en 1945). Véase
también cómo las grandes etapas significativas duran cada vez
menos tiempo: veinte años de Era Azul, diecisiete de Tecno-
cracia, dos años de Funcionariato.
El franquismo es ciertamente un sistema ideológico desde el
principio hasta el final, pero alafuerza hay que entenderlo sub-
dividido en esas etapas básicas no sólo porque en cada una
de ellas se impone un cromatismo político algo distinto, sino
porque ciertos elementos de la estructura social, de la situación
económica o de la coyuntura internacional van variando con
ellas. El que estas páginas se centren en el análisis ideológico
no debe llevar a la conclusión de que la historia política, eco-
nómica y social de los últimos cuarenta años es un solo bloque
de acontecimientos. Al contrario, la fecha es determinante de
muy interesantes tornasoles en la escala cromática de las ideo-
logías que se expresan y de los intereses a los que responden.
El término Era AzuI lo propuse hace ya algún tiempo (26)
para caracterizar esas primeras etapas del Régimen inflamadas
por los deseos "imperialesr, las referencias literarias al color
de la camisa de los falangistas, al "cielo" religioso o a los "lu-
ceros> más paganos del fascismo, en definitiva por el predomi-
nio ideológico de la Falange y de los llamados (en el sentido
más político y estricto) "católicos". Se distinguen claramente:
l) una etapa bélica con un neto predominio militar (de ugene-
rales azulesn sobre todo), en atención a las necesidades de la
Guerra Civil y de la no menos difícil Guerra Mundial; 2) un
período autárquico como respuesta al (cerco)) internacional, y
3) un último momento de relativo despegue económico animado
por el "deshielo" internacional y matizado por el inicio de la
dependencia económica y militar de España respecto de Estados
Unidos.
La etapa tecnocrática (1957-73) coincide con unos años de
excelente coyuntura económica, el intento de <engancharu la
economía española a la de los países de la OCDE (léase países
capitalistas ricos), y en definitiva el predominio del móvil y del
tema del desarrollo. A nivel ministerial los falangistas y católi'
cos son en parte desplazados por los <tecnócratasu, popular-
(2ó) Amando de Miguel, España, matca registrada (Barcelona: Kairís,. 1972)'
pp.29b-3tn. La expresión nera azulo es de la ópoca. El adjetivo (azul) se convierte en
-íti"o. Gi.ór llegá a decir que <azul es todo lo que tiene neruir¡ auténticamente nacio-
nal". J. A. Girón, Escritos y discursos (Madrid, 1948), p. 40. Publicado originariamente
en 1942.
33
mente asociados con el Opus Dei (aunque no todos ¡rertenecie_
ron de hecho a esa organización) y más que eso con la burguesía
financiera.
La etapa del llamado funcionariato (27) (1973-75) significa
un cierto reniego de las reducciones economicistas o dJsarro,
llistas de los tecnócratas, si bien en propiedad los economistas
tienen cada vez un mayor peso en los Gabinetes. Es el momento
9n que Franco delega la jefatura del Gobierno en Carrero, y,I
la muerte de éste, en Arias Navarro. Los Ministros ,espon-den
cada vez más a la idea, presente ya en etapas anteriores, de
actuar como (técnicos> prestigiosos o, si se quiere, como .altos
funcionariosD encumbrados.
En los gráficos encartados (1,2 y 3) se ha tratado de reflejar
el- tiempo de duración de cada uno de los 114 Ministros er iu,
carteras respectivas. En los casos en que es más clara la califi_
cación ideológica de un Ministro se ha rellenado el espacio que
le corresponde (gnáfica pero no exactamente, la -de
"párcela
poder>) con un color convencional (28), de acuerdo con esta
clasificación:
l. Militares caqur
2. Primorriveristas verde
3. Tradicionalistas rojo
4. Monárquicos amarillo
5. Falangistas azul oscuro
ó. Católicos azul claro
7. Integristas negro
8. Tecnócratas gris
9. Técnicos (no señalado)
A los <técnicos' no se les da una coloración especial porque
supone una categoría demasiado residual y heterogénea (son
casi los que no pertenecen claramente a una <familia> en con-
creto). Sobre la significación ideológica de cada una de las <fa-
(27) También este término lo sugerí en un artículo precedente titulado <El fun-
cionariato de los 101 Ministras de Francor. Véase A. de Miguel, yo, critico (Madrid:
EDICUSA, lng, w. 225-2i29.
(2E) Insisto en lo extremadamente convencional de la coloración dominante. sirve
sólo para dar una idea visual del predominio de unas u otras (familias, en cada mo
mento polltico. Estos cuadros pueden servir de ayuda para localizar el contexto poll-
ti_co en que se producen las manifestaciones ideológical recogidas a todo lo targo- aet
libro.
34
milias> y los principales personajes que las representan habrá
qu. espérar a la segunda parte de este libro. Antes conviene
qn" ttoi detengamos un momento en lo que significan los ele'
rirentos comunés de las biografías de los Ministros en cada una
de las etapas políticas (29).
I,os 114 Ministros que han servido en los Gabinetes de Franco
pueden agruparse según sean civiles o militares (y estos últimos,
i rn u"t,-t"gún hayán dirigido Departamentos civiles o milita'
res), en cadá una de las tres etapas indicadas de la siguiente
manera:
Número de personas
que ocupan por Pnrnera.vez
un cargo mrmstenal
Civiles Militares
sHp
bb6
EE4r Media de
nuev06
É¡ É-q E.E
Ministros
Dor año en
E:A 6E 6E rotar
'cada etapa
Funcionariato(1973-75) 2l 324 12
Toru.. 82 11 2l ll4
.Como p¡rede verse, los Gobiernos de Franco de la Era Azul
han tenido un fuerte predominio militar, tanto que en realidad
esa primera etapa podría calificarse de alguna manera-como
.diréctoriou o ujüntáu militar. Los hombres de uniforme desem'
peñan con exclúsividad la jefatura de los Departamentos mili-
^tu""r,
p".o también ocupan carteras civiles de gran relevancia
poHtícá e ideológica: el bonde de Jordana en Exteriores, Martí-
nez Anido en Góbernación, Suanzes en Industria, Muñoz Gran-
des en Secretaría General, Carrero en Presidencia, etc'
Esta preeminencia relativa de los militares se aminora muchí'
simo en la etapa tecnocrática, donde sólo los generales Jorge
Vigón y Camilo Alonso Vega desempeñan puestos civiles' En el
(29) Una primera versión del análisis de las biografias que aq-ul. se hace. apareció'
en f[rÁa prouitional y resumida, en <Blanco y Negro', ló marzo 1974' baio el
tltulo de
uPerñl biográfico de los ciento docc Ministros de Francoo'
35
Funcionariato los militares se adscriben exclusivamente a los Mi-
nisterios del Ejército, Marina y Aire. El modelo inicial
ta), por tanto, si es que existió, se va debilitando con elde
<iun_
tieripo.
Otra forma de ver este cambio es lo que podríamos denomi
nar
.mov.ilidad generacional. El Régimen franquista _"i
ministerial- no resulta.de un grufo generaciónd q,r"-""""a" "i*l
joven al pod-e1y se enquista en éll. Á cürtrario,
renovación del personal-que despacha hay u^na ,rotuü1"
directamenté con Franco,
de tal manera que si General. elige en un primer momenro
_el-
a sus coetáneos, a medida que envejéce en el poder uu
do en gente cada vez más jouerr.- E.t" pro""ro es más"ó"n"r,- visible,
como- es para los que se sientan en poltronas civifes,
que los Minisrerios militá:es son ocupad"; ;;;;i;;;,;-ó. va
-l9gi9o,
tenientes generares de edades próximai a la de retiro.
estos datos:
v"¿ir"
(a)
Generación Número de Ministros Total
en Ministerios
Civiles Militares
de Franco o
Era Azul
- anterior 26733
de la Guerra
- puente 14115
-
f - d" Franco o
Tecnocracia 1 anterior 4 7 11
l( _ d" la Guerra
- puente 14317
14 t4
de Franco o
- anterior
Funcionariato
- de Ia Guerra 43j
-
puente 17 I7
--GiE.. explicación de cada una en los párrafos que s¡guen.
36
censos militares dice Payne- para contrarrestar los
-según
favoritismos que se habían prodigado en la época de la Restau-
ración (30). Frente a la extrema juventud de otros regímenes
militares (tipo nasserista, coroneles griegos, etc.) el directorio
franquista acusa una desusada veteranía, que se refuerza natu-
ralmente con el paso de los años del Régimen.
Por <generación de Franco o anterior> se entiende a los na-
cidos antes de 1900 (el Caudillo nació en 1892); la de ..la Guerra'
los nacidos entre 1900 y 1917, es decir los que tenían entre 18 y
3ó años en 193ó; y la generación <puentgn, los que por razones
de edad no pudieron ser combatientes en la última Guerra Civil.
Como puede verse, la mayoría de los Ministros en Departamen-
tos civiles, a partir de 1957, pertenecen ya a la generación <puen-
ter>, es decir, los nacidos con posterioridad a 1917. En la última
etapa, en el Funcionariato, ya no hay ningún Ministro que sea
coetáneo a Franco (31).
Vistas las cosas de otro modo, si atendemos a la edad de
llegada a los puestos ministeriales, se nota un cierto proceso
de envejecimiento, y desde luego una significativa diferencia en-
tre los que dirigen Departamentos civiles o militares (estos
últimos siempre los más viejos, como hemos dicho). No obstan-
te, teniendo en cuenta que el Régimen nació de alguna manera
como una rebelión, alzamiento o revolució¡ "juvenil> contra
los uviejos politicastros>, no se puede concluir que ese hecho
se refleje fielmente en las edades con que se incorporan los
Ministros a sus despachos. Véanse los datos:
Las edades medias son bastante constantes y el (envejeci'
miento> de la élite ministerial muy tenue. Lo que ocurre, ade-
más, es que en cada nueva etapa se aminora la dispersión en
torno a esos promedios. Dicho de otro modo, en la Era Azul la
37
edad media de 47 años se forma a base de una gran dispersión:
por un lado, tenemos los que representan eI ímpetu juvenil de
la nueva generación uazul' de combatientes (Serrano Suñer, La-
rraz, Gamero, Miguel Primo de Rivera, Girón, Arrese, Ruiz-Gi-
ménez, todos ellos Ministros antes de cumplir los 40 años); por
otro, Franco elige como colaboradores directos en los primeros
momentos a una serie de <notables> que ya habían destacado
políticamente en épocas anteriores, en la Dictadura o incluso en
la Monarquía (Martínez Anido, Benjumea, Esteban de Bilbao, el
Conde de Vallellano, todos ellos con ó0 o más años cuando co-
mienzan a despachar con Franco). En cambio, en la última etapa
del Funcionariato, los Ministros responden a un cursus hoio-
rum bastante similar y cuentan casi todos con una edad pare-
cida a la hora de acceder al cargo ministerial.
Quizás el dato más sobresaliente y peculiar de /os Gabinetes
de Franco al hecho de la preeminencia castrense- sea
-junto
el que reúnen a gente altamente instruida (32). Las personas
con tierras o con dinero que no tengan una carrera universitaria
(o militar) difícilmente pueden pensar en acceder a un puesto
ministerial con Franco. La carrera preferida, siguiendo una lar-
ga t_radición en la política española, es la de Derecho (porque
posibilita el acceso a los Cuerpos funcionariales de más presti-
giq no tanto por la significación que tiene el ejercicio de la
profesión liberal), a la que siguen muy de lejos Ingeniería, Filo-
sofía (cada vez menos) y Económicas (cada vez más). Los datos
son éstos:
El peso tan extraordinario de los letrados explica el tono
juridicista de las intervenciones de los políticos o de los debates
de las Cortes, la continua referencia al ideal del <Estado de
(32) Resuena la máxima d,e Ca¡nino: oAl que pueda ser sabio no le perdonamos
que no lo sea.r (332).
38
Derechoo, la independencia sorprendentemente alta de los Tri-
bunales de Justicia, la obsesión legalista en los planteamientos
de reforma política, etc. Todos estos rasgos sirven, además,
como catalizadores del esfuerzo siempre presente en la vida del
Régimen para no convertirse en un sistema totalitario.
Llama la atención la virtual ausencia de Ministros con carre-
ras que en otros tiempos supusieron una importante avenida
de movilidad política: médicos, periodistas o maestros nacio-
nales. Es curiosa, además, la práctica extinción de la orientación
ingenieril o humanista en los Ministros de la última etapa. En
los Gabinetes dominan cada vez más los abogados (o mejor, li-
cenciados en Derecho) y economistas. Estos últimos han irrum-
pido en la política con una fuerza realmente arrolladora. Incluso
muchos de los últimos abogados son realmente expertos en
cuestiones económicas o empresariales (Barrera, Cotorruelo,
Martínez Esteruelas, Gutiérrez Cano, Cabanillas, N. Fernández
Cuesta, Cabello de Alba).
La imagen de una élite "educadau se demuestra con el hecho
de que en 23 casos (de los 82 Ministros civiles) las biografías
registran el dato de que en los estudios o las oposiciones se
obtuvo "premio extraordinariorr, *número uno> o términos equi-
valentes. Este dato es especialmente frecuente en los últimos
tiempos: ocho de los 2l Ministros del Funcionariato aparecen
con lo que podríamos llamar "síndrome de número unor.
Esta circunstancia de una élite altamente instruida indicaría
un fuerte componente "meritocráticou si no fuera porque en
en otros países europeos no vi-
España
-como
nieran condicionados -los estudios
fuertemente por el ambiente familiar (33).
Sea como sea, es evidente que ni por el origen familiar ni por
el nivel de estudios alcanzado, la élite ministerial representa
un corte aproximado de la estructura social del país. Es élite
en el sentido estricto de que su extracción y su biografía pro-
fesional se compone de características muy aisladas y peculia-
res. El dato anterior es de suma importancia a la hora de
determinar los elementos ideológicos de la minoría gobernante.
Si prácticamente la totalidad de los Ministros ha seguido una
carrera universitaria (a no ser que hayan pasado por las acade-
mias militares y hayan llegado al generalato, lo' que resulta
equivalente) estamos ante un grupo muy capaz de expresar en
(33) Segun los datos del Censo de la Población de 1970 sólo un 9 o/o de los estu-
diantes universitarios provienen de hogares en los que el cabeza de familia es obrero
frente a un Ko/o en los que el cabeza de familia pertenece al estrato más alto (gerente,
alto funcionario, técnico y profesional superior).
39
términos abstractos una línea política de pensamiento, una
ideología. De hecho, casi la mitad de los Ministros civiles se
encuentran registrados en los ficheros de las bibliotecas como
autores no sólo de artículos o discursos, sino de libros de inte-
rés general. No sólo encontramos escritores o ensayistas pro-
fesionales, sino verdaderos grafómanos: Larraz, Sánchez-Mazas,
Jorge Vigón, Arrese, Aunós, Carrero, Juan Vigón, Gual Villalbí,
Fraga Iribarne, y Fernández de la Mora, son todos prolíficos
ensayistas, y desde luego no son los únicos que se han dedicado
a escribir.
40
3. LA ERA AZuL (1938.1957)
41
llamar más ..joseantoniana> o (católicar, frente al ala más exal-
tada, <revolucionaria> o fascista (los jonsistas, ramiristas o he-
dillistas más puros), que quedó situada en una vía muerta por
lo que respecta al acceso a las más altas esferas de lo que en-
tonces miméticamente se denominaba <el Partido> (se entiende,
único). [.a moderación <católicao de los líderes falangistas as-
cendidos aseguraba la imposibilidad de una alianza total con
los nazis y fascistas, entonces en la cúspide de su poderío en
Europa, Algunos "falangistas) eran antes que eso militares, como
Muñoz Grandes, Yagüe o Beigbeder, lo que aseguraba un más es-
tricto control de las veleidades (revolucionariaso del falangismo.
La política civil del período 1939-42 aparece dominada por
la extraordinaria figura de Ramón Serrano Suñer (uel cuñadísi-
moD como se le conoce popularmente, por ser cuñado de Fran-
co), que aparece al frente de cargos tan decisivos como titular
de los Ministerios del fnterior y de Asuntos Exteriores o factó-
tum de la Junta Política. Abogado del Estado, antiguo diputado
de la CEDA, y amigo personal de José Antonio Primo de Rivera,
Serrano representa una especie de falangismo joseantoniano
nacionalista y tímidamente con)orativista y germanófiIo. Años
más tarde, desde su dorado ostracismo político, Serrano reco-
noce como actos desafortunados de su gestión en el período
1939-42 <la desmesura propagandística> y el <absurdo belicismo
oratorio>. Siempre vio en Hitler (algo desme-
-dice después-
surado, anormaln, y ciertamente nunca recató sus mayores sim-
patías por la vía latina del totalitarismo de Mussolini. En la
misma veta restrospectiva y autocrítica, Serrano nos habla así
años después de estar en el poder más omnímodo que haya
tenido nunca un Ministro del Régimen (3ó):
Dos valores, a mi juicio, se expresaron en aquellos años [1940]:
en la base, una intensa politización entusiasta y partidista; en
la cumbre, idealismo y moralidad,Talvez sobró dureza y, des-
de luego, incurrimos en falta de planificación reformista. Abun-
daba también la irnprovisación pues la clase política era, en
gran parte, novicia. La verdad es que estuvilnos dominados por
la imagen que la guerra mundia'l ofrecía de un cambio en la
estructura del poder mundial (37).
(3ó) No es ésa la sensación que tuvo el propio Serrano. En sus Memorias de l9¡ló,
escritas muy entre lfneas, señala reñriéndose a sus puestos más polfticos que rmandar
directamente era imposibler, que .habfa que arrebatar por propia iniciativa y no por
fuero la autoridadr, que (tuve autoridad aunque fuera de modo inseguror, y habla por
fin de rdecepciónr y <hastlor. R. Serrano Suñer, Ertle Hendara..., cit,, p.7.M.
(37) Declaraciones de Rarnón Serrano Suñer a Jaime Serrats en <Mundor (29 abril
1972), p.2It.
42
Esa imagen dominante es la que precipitó la División Azul
en ayuda de los alemanes, un hecho más que nada simbólico,
pero que iba a tener hondas resonancias políticas. Serrano fue
el gran patrocinador de la idea, acaso funcional para mantener
en tensión ideológica a las masas combatientes y ufalangistiza-
das>, capaces de hacer verdaderamente una urevoluciónu. El
frente ruso fue la válvula de escape donde se empezaron a con'
gelar esas ansias.
Todavía en t942, citando la opinión de Franco, Serrano Suñer
dijo en una entrevista a un periódico danés que "si el gran
baluarte alemán no pudiera contener el tremendo peligro ruso,
España ayudaría no con quince mil, sino con un millón de
hombres, (38). No hubo necesidad de llegar a tanto. Era el
canto del cisne del ucuñadísime'. En 1942 cambiaron los vientos
bélicos en el mundo (en noviembre de ese año las tropas norte-
americanas desembarcan en el Norte de Africa) y era preciso
también alterar la brújula política española.
Por supuesto, seguían influyendo vivamente las circunstan-
cias de la Guerra Civil. Su insistente recuerdo es el alegato
ideológico fundamental no sólo en esta etapa bélica, sino en las
posteriores, en especial siempre que se insinúa una crisis o
algún <pactoD o (contubernio, de-las fuerzas de oposición.
Muchas de las actitudes y conductas de los hombres públicos
del Régirnen franquista (al igual que las de sus opositores) han
estado marcadas por las experiencias familiares y personales
en la Guerra Civil. Serrano Suñer, al referirse al fusilamiento
de sus dos hermanos en el Mádrid de 193ó, confiesa que "sin
aquella pérdida decisiva mi actitud y mi trabajo en los años
que siguieron hubiera tenido tono bien diferente> (39)' Esto
mismo podrían haber dicho muchos políticos desde entonces.
El Régimen cristaliza inicialmente como una continuación
de la división ideológica de la Guerra (Civil de 1936'39, por anto'
nomasia). En estos primeros años se habla constantemente en
los discursos de elfos y nosotros, del enemigo, de caídos, ofen-
siva, victoria, y demás términos bélicos. Serrano Suñer, recién
liberado del cautiverio en zona republicana, arenga enardecido:
43
que combatimos aquí y los de allá la guerra, que
- entonces
es hoy Santa Cruzada para nosotros, sería un -crimén. No háy,
por consiguiente conviene repetirlo
- o la victoria total-,(40J.posibilidad de otro
final que la rendición
44
:,
2. F¡anco y Arlae Navarro, La cumbre del Eiecutivo en la histórica sala del Consejo
de Ministros.
3. tA ERA AZUI
45
miento ni sus propósitos y que están decididos en colaboración
fraterna a que se implante totalmente en el Estado nuevo. sin
desviaciones ni mixtificaciones nocivas, las líneas directivas de
nuestro Movimiento (44).
¡Ya lo creo que iba a dar más de sí! Fenómenos más tarde bien
conocidos como el capitalismo popular, la concentración banca-
(44) Raimundo Fernánclez Cuesta, Discarsos (Madrid: F. Española, 1939), pp. 97
v 98.
(45) Un dato curioso es el del catedrático Antonio Tovar, quien al pronunciar unr
conferencia en un marco oñcial comienza excusándose (ante vosotros dé venir así. de
burgués, de paisano, desentonando completamente del ambiente sindical y falangista que
se respira en esta sala'. Antonio Tovar, <valor histórico y ñlosófico del sindióalismo,,
en I Congreso Sindical de la Falange (Madrid, 1940), pp. 109-lZ8; p. ló9.
(4ó) Este es el tono que continuarán, algunos lustros después, Velarde, Cantarenf,
y otros.
(47) José Luis Palao, nValor de la idea de unidad,, en I Congreso Sindicat de ta
Falange.,. cit., pp. 19-31; p.26.
(4E). Roberto Sánchez y Jiménez, ulos Sindicatos como instrumento de política
cconóm¡ca nacional", en I Congreso Sindícal dc la Falange... cit., pp.45-5ó; p. 49,
46
ria, las licencias de exportación, las empresas multinacionales,
la penetración del capital extranjero, el (consumismou, las tar-
jetas de crédito, la publicidad arrolladora, los fondos de inver-
sión, entre otros, estaban en los años 40 perfectamente inéditos,
para bien y para mal. Casi se puede decir que el capitalismo es'
pañol apenas había sido hasta entonces más que un pequeño
brote de tipo familiar en Barcelona y Bilbao.
En contra de la retórica estatificadora al uso, la verdad es
que en esos primeros años de la posguerra el sistema económi-
co que se sacraliza es el del máximo respeto a los intereses
capitalistas (49). Si a ello se une la escasez, la inflación como
mecanismo de ahorro forzoso, el intenso grado de pliopolio
(drástica reducción de permisos de nuevas inversiones industria-
les), el proteccionismo autárquico, y la cohibición del sindica-
lismo obrero, se comprenderá que la combinación fue óptima
para los empresarios-especuladores (aunque no tanto para los
creadores) que tenían ante sí posible competencia- un
sustancioso mercado
-sin
continuamente insatisfecho.
La supervivencia del statu quo capitalista queda asegurada
por la presencia de Ministros con fuertes vinculaciones eco-
nómicas, precisamente al frente de los Ministerios económicos:
Larraz, Benjumea y Gómez de Llano en Hacienda, Carceller en
Industria, Cavestany en Agricultura, etc. El dogma del respeto
a la propiedad privada ("principio de subsidiaridado) era in'
tocable. Su defensa y el consiguiente rechazo del socialismo no
se realiza sólo desde supuestos religiosos, sino con la suprema
argumentación de las ventajas npsicológicas> que supone el ser
propietario para la estabilidad y la productividad. Entre muchos
otros ejemplos de este tipo de argumentos cabe citar un tem-
prano testimonio de Larraz en 1927, entonces sólo un brillante,
jovencísimo y <católico> Abogado del Estado, quien analiza la
Nueva Política Económica de Lenin (nada menos en una confe'
rencia en el Cinema España, de Palencia), lo que fue una (espo'
rádica, luego se vio) regresión a algunos métodos capitalistas
en la URSS. Su conclusión es un (canto al supremo poder crea-
dor del interés personal" (50), que en definitiva acaba triunfan-
do sobre las tentaciones estatificadoras. Más tarde, cuando en
los difíciles años del estraperlo le tocó ser Ministro de Hacienda
(49) En realidad, siguiendo a Calvo Sotelo, lo que se hace en estos años es sujetar
el capitalismo liberal a controles administrativos que al mismo tiempo y sobre todo
sirven para apaciguar al movimiento obrero.
(50) José Larraz, In Economía Soviética. Del socialismo al capitalismo (Madrid:
Editorial Ibérica, 1927).
47
a José Larraz (L939-40), su política inició muy claramente la
protección del statu quo bancario por el que se aseguraba el
predominio oligopolístico en este importante sector (51).
En los inicios de la reconstrucción bélica se pronuncian dos
mágicas palabras: autarquía y sindicación. La primera significa
<autosuficiencian, en la práctica, la última versión del protec_
cionismo que tan buenos frutos había producido a los burgueses
vascos y catalanes. Por la segunda se intenta
"disciplinar, la
producción para eliminar la tensión de las demandas obreras.
José María de Areilza (que más tarde había de ser embaiador
y después líder de una oposición democrática moderada, v en-
tonces era empresario-falangista) expresa en 1940 esta ideoiogía
con notable claridad:
48
como es natural, la contrapartida de unos deberes irrenuncia'
bles, que se llaman calidad y volumen de productos (53).
49
presa, ha sido sustituida por la blanda y acomodaticia adminis-
tración de unos representantes del Estado que manejan inte-
reses ajenos y saben dependen de Ias vicisitudes y mudanzas
de Ia política (57).
50
mente una personalísima e independiente concepción del Movi-
miento como algo abierto a un cierto "pluralismoD, algo que se
derivaba de su honrada interpretación de la doctrina social
católica. He aquí un texto bien característico de ese aperturismo
avant-la-léttr¿ de Arrese:
51
de los Españoles de 1945 y la ley de Sucesión de 1947, todas
ellas "leyes fundamentales>.
La parcela de poder con una actuación ideológica más co-
herente y efrcaz fue la de la
"cultura> reservada como hemos
dicho a los católicos. La cartera de Educación Nacional (el nom-
bre antiguo era Instrucción Pública) se encomienda en 1938 a
Pedro Sainz, un antiguo diputado monárquico, de convicciones
fuertemente antirrepublicanas, moderadamente antitotalitarias
y ocasionalmente opuesto a la Dictadura de don Miguel. Pedro
Sainz se auspició de un equipo de católicos de diversas tenden-
cias, ligados al Opus Dei, a los (Asociación
"Propagandistas>
Católica Nacional de Propagandistas o ACN de P) y en general
a los sectores más reaccionarios de Acción Española. Bajo su
mandato se crea en 1939 el Consejo Superior de Investigaciones
Científicas (CSIC) y se gesta la ley de Enseñanza Media de 1938
que entroniza un contenido humanista, nacionalista y católico
en los textos escolares. Desde otra perspectiva, ese núcleo re-
presentado por Pedro Sainz (incubador de lo que más tarde
sería la (santa casa) y la <tecnocracia") se define por su expresa
oposición al protagonismo cultural de los falangistas.
Pedro Sainz duró poco por excesivamente doctrinario (de-
masiado monárquico y escasamente <azul>). era personalmente
atrabiliario y con una vocación más de erudito que de político.
Le sucedió Ibáñez Martín, que refuerza la línea óatólical la pro-
tección al grupo fundador de CSIC ligado al Opus Dei y la
defensa de los intereses de la Iglesia en la Enseñanza Media.
Proviene también del sector monárquico, fue uno de los funda-
dores de Acción Española influyente revista nacionalista-
-la la fallida conspiración
y participó en la <sanjurjada>, monárqui-
ca de 1932. Su monarquismo es mucho más diluido que el de
su antecesor, lo que le permite durar en la poltrona ministerial
desde 1939 hasta 1951. Fue la época dorada de los colegios de
segunda enseñanza regentados por las órdenes religiosas,
52
periférico); la Agricultura sufre de falta de abonos y de <per-
iinaces' sequías; se acaba el escaso comercio de materias pri'
mas que España mantenía al amparo de la coyuntura bélica
(wolframio, mercurio, piritas). La respuesta a tal cúmulo de
circunstancias adversas fue extremar el nacionalismo, la concep-
ción carismática del Caudillaje y sobre todo la protección a la
industria doméstica que había de producir "de todo>. Esta es
la autarquía, una doctrina pensada para la guerra, pero que
se extremó en la dura posguerra europea, en la que España
quedaba aislada de la benéfica corriente del Plan Marshall'
Suanzes recuerda con toda expresividad las dificultades de esos
años, los llamados "del hambre>:
53
dificultades existentes. La información hubiera resultado pre-
ciosa para nuestros enemigos, que la hubieran utilizado en
nuestro perjuicio y a la tortura de la situación misma que
unía, en ocasiones, la del silencio, que no permitía salir al páso
de críticas, a veces de tipo grave, y que hubieran podido ¿esha-
cerse con una sola palabra (ó2).
54
burocrática de Asamblea Nacional de la Junta Nacional de Her-
mandades Sindicales de Labradores y Ganaderos de la Delega-
ción Nacional de Sindicatos de FET y de las JONS. Nótese, de
entrada, la incontinencia denominativa de los órganos políticos.
El llamamiento del Congreso del 48 se hace a los ¡¡Trabaia-
dores de la Tierra!! (así, con doble admiración y con mayúscu-
las, aunque se trata del "agro" como entonces se decía, y no
del planeta). El Congreso es un ejemplo de uno de los escasos
acontecimientos políticos de la vida pública española de los
últimos tiempos en que se ha tenido en cuenta lo que después
se denominaria ,rla baseo y se ha accedido a una <movilización>
sustancial de ciertos intereses populares, en una línea natu-
ralmente parafascista y populista (y si se quiere demagógica)
como corresponde a la Era Azul.
Como ejemplo de esta rara actitud tenemos la propuesta
que hace Angel Sabador Roldá, Secretario General de la Vicese-
cretaría Nacional de Ordenación Social de la Delegación Nacio-
nal de Sindicatos, de establecer un Estamento de Arrendatarios
o Aparceros, una <organización horizontal" en el ámbito sindical
(como manera coordinativa de presentar y patrocinar ante la
Organización Sindical ciertos intereses legítimos comunes>
(p. 135). Junto a este pragmatismo se hace un uso sistemático
de términos anacrónicos, una constante de esta época: Herman-
dad, Fuero, Agro, Estamento, etc., como parte de la utopía
antiliberal, coexistente con un latente reconocimiento
de intereses bien reales.-repito-
El anacronismo supone además la ven-
taja de obviar el enfrentamiento con la dura realidad, idealizan-
do la supervivencia de los valores y las autoridades tradiciona-
les. No me resisto a dejar de transcribir este otro desiderátum
de la ponencia "Acción Asistencial en los medios rurales> del
entonces Vicesecretario Nacional de Obras Sindicales, Antonio
Aparisi: .,...Que el cura párroco sea respetado y querido por la
Hermandad, que los labradores acepten sus paternales consejos,
y que la niñez campesina se eduque en ese sentido de veneración
hacia las cosas santas: la Misa en la Ermita, la fiesta mayor, la
romería y la tradición> (p. 156).
La Era Azul no puede entenderse bien, creo yo, sin la con-
tinua dialéctica campo-ciudad que en el fondo se puede encon-
trar en todas las guerras civiles del xrx. En el importante
decreto de 23 agosto 1937, por el que se crea el Servicio Nacio-
nal del Trigo y se sientan las bases de la nueva política agraria,
se alude a la <ventaja económica para la gran ciudad" que
supuso la.política triguera de la República. Y añade el Decreto:
ff
<(en esta política de revalorizaciÓn [del precio del trigo], la
ciudad, siempre en privilegio, ha de sentir la hora de la com-
prensión y de la hermandad>. Cara iba a pagar ula ciudad> los
seguros beneficios de los grandes terratenientes trigueros, que
no de los modestos agricultores.
Junto al lirismo de las declaraciones, tuvo lugar en el citado
Congreso de la Tierra una viva discusión ideológica que no
recoge el tomo de conclusiones. Valdría la pena entrevistar a
los participantes para que nos transmitieran la versión oral de
lo que allí ocurrió. Hay que imaginarse el local de las reuniones
(un cine), ornamentado con dos grandes letreros: <La reforma
agraria es la reforma total de la vida española" (José Antonio)
y <Existen latifundios que deberán ser divididos. Millones de
hectáreas serán regadas y entregadas a los campesinos> (Fran-
co). La crónica oficial del Congreso cuenta la espontánea propues-
ta de un representante obrero de Granada quien (expresa emo-
cionadamente el voto de los trabajadores que debe transmitir al
Caudillo, no como un trámite, sino como algo que sale del cora-
zón, con la afirmación rotunda de que no sólo aquí, sino donde
se queme la pólvora y corra sangre los trabajadores del campo
estarán con Franco> (p.297).
En el prólogo del libro se habla de los (ataques de ciertos
sectoresr>, del (pequeño grupo que vive al margen de las inquie-
tudes sociales de España>, de las <intrigas> que trataron que
el Congreso se suspendiera, etc. En el discurso inicial de clau-
sura Rafael Armada empezó así: "Se ha dioho estos días en
Sevilla por parte de alguien que este Congreso Sindical de la
Tierra significaba poco más o menos un atentado al Derecho
de la propiedad, y yo digo a los que así piensan: ¿qué hubieran
sido esos derechos caso de no haber obtenido en la guerra la
cosecha de la Victoria?" (p. 2ó9).
El discurso siguiente de Vicente Nuño de la Rosa, (agricul-
tor', apela al uánimo de los propietarios para hacerles ver que
la Organización Sindical no eS la prolongación del marxismo,
camuflada con la camisa azul, (p. 270). Las palabras de Miguel
Ros, también <agricultor>, que apelan al especial patriotismo de
los catalanes (un tema recurrente), resumen de manera expresisi-
ma toda la concepción paternalista de lo que antes era .,el agro>:
5ó
gando la hora de cenar, cenaban con nosotros, y después, como
una verdadera familia, se rezaba el Santo Rosario (p.270).
(ó5) Este hecho tan derrctista es reconocido, por ejemplo, en uno de lc discursos
de Arburúa, el poderoso Ministro de Comercio en el período 1951-57. Manuel Arburúa,
Cinco años lrenle al Ministerio de Comercio (Madrid: Ministerio de Comercio, 195ó)'
p. 48.
57
principio de una nueva fase, despejada y fructífera... Roto el
cerco exterior, la situación se despeja y se abren nuevos y
amplios horizontes (6ó).
58
Lo más importante para poder presionar sobre los precios es
aumentar la producción, incrementar la renta nacional. De
esta manera se acabará con los márgenes comerciales excesivos
y especulativos y sólo quedará en pie el comercio tradicional,
que ha de agradecer toda política seria y firme en este sen-
tido (ó8).
59
la censura, los intelectuales y estudiantes comienzan a salir al
extranjero, los empresarios empiezan a sentir los inconvenientes
de la utopía autárquica, los obreros agrícolas se disponen a aban-
donar en masa el campo, se empieza a oír hablar de uhuelgasu,
la inflación galopante preocupa a la clase media. La ilusión áe la
unidad azul inicia su desvanecimiento. La sociedad respira y ape-
tece toda la libertad y todo el bienestar que vislumbri a ituu¿t
de las fronteras recién abiertas. O al ménos esto es lo que le
ocurre a ciertos sectores de la clase media, la burguesíá, los
profesionales.
Entre las .bases de acción política" redactadas como síntesis
del I Congreso de FET y de las JONS de 1953 se encuentran
estos defensivos párrafos, prefrguradores de lo que iba a ser
el ñn de la Era Azul y el comienzo de la Tecnocrácia:
ó0
TECNOCRACIA
15. López Bravo. uno de los Ministros más v¡a¡eros, desenvueltos y elegantes, y
también hombre de éxito en los negocios.
I
]
y militar de
siguiendo el modus operandi de la estrategia civil
Fianco, siempre caracterizada por la parsimonia fabiana. El
estallido más visible lo constituyen los (sucesos de febrero
de 195ó" en la Universidad de Madrid (71). Suponen el inicio del
movimiento estudiantil, la primera hostilidad mantenida de los
intelectuales,las crisis del SEU, el desvanecimiento definitivo de
toda ilusión .,nacionalsindicalista>, la generalización y relativa
aceptación de los (conflictos colectivos> (huelgas), la posibili'
dad de que algunos grupos falangistas vuelvan a la semioposi-
ción (?2). Un estudiante falangista es herido en una manifesta-
ción y el suceso produce un estupor y una alarma que hoy nos
pareien injustificadas. Se declara el estado de excepción y los
áos Ministros más directamente responsables (Ruiz Giménez y
Fernández-Cuesta) son automáticamente fulminados. Un año
después tiempo para pensarlo- cambiaban de mano doce
ca.ieras.-con
Era la Tecnocracia. Antes del cambio de Gobierno se
producen ya algunos detalles significativos. Así, en diciembre
de 195ó, Laureano López'Rodó, un joven catedrático y asociado
numerario del Opus Dei, es nombrado Secretario General Técnico
de la Presidencia del Gobierno (con Carrero), un nuevo cargo,
hecho a su medida, de enorme trascendencia política. De hecho
López-Rodó se transforma en Secretario del Gobierno y como tal
en el quicio de diversos organismos planifrcadores y de control
de la Administración Pública.
El deñnitivo abandono de la línea azul queda registrado so-
lemnemente en la ley de Principios del Movimiento Nacional de
19 mayo de 1958 emanación de la táctica de compromiso
-una
de la Tecnocracia- en donde ciertamente cristalizan algunas
frases del credo joseantoniano menos radicales-, pero
evitando cuidadosámente que la -lasley fuera una transcripción de
los 26 Puntos de la Falangé. Otra cosa que no era esta ley e-s la
conclusión de los esfuerzos de Arrese, en su breve mandato
de 195ó-57, por institucionalizar más el Movimiento -o si se
quiere el Partido- <democratizándolo" por dentro y -<totalita-
ñzándolou por fuera, en el sentido de darle un papel político
mucho máJ activo. Este proyecto tuvo demasiados enemigos, y
Arrese hubo de contentarse con la dirección de la cartera de
(71) Un testigo de excepción tos ha contado. Véase: Ramón Tamames, La Repú-
blica, La Era de Franco.,., cit., W, 5()8 y ss'
(72) Los crlticos sucesos internos de 195ó parece qu9-nada-tienen que ver' en
p¡niipio, cotr el importante acontecimiento de lá firma del Tratado de Roma a finales
ie esó a¡1o por el que nace la Comunidad Económica Europea. Sin embargp, anoternos
la mincidenóia, que para ul sociólogo no puede ser casual.
6l
vivienda. Los catóücos temieron que el proyecto pudiera dar
paso a un Estado fascista; los elementos consenradores vieron
con repugnancia sus elementos democratizadores y su capacidad
para transformar el
.sf¿tu quoi todos comprenúeron que era
una a,zarosa alternativa frente a Ia seguridad de contar con la
eterna última instancia del poder persbnal de Franco. En cual-
quier caso la Era Azul habla terminado.
62
4. LA TECNOCRACIA (1957-1973)
63
de sintonizar la organización de la economía de acuerdo con las
pautas de los países capitalistas más ricos. Las etapas de ese
proceso pueden sintetizarse en estas fechas y acontecimientos
más fundamentales:
1959:
- Regulación de los Convenios Colectivos.
Plan de Estabilización, que va a extender el equili
- brio de la balanza comercial a toda la balanza de
pagos a través del fomento del turismo, la expor-
tación y la recepción de capital extranjero (Nava-
rro Rubio y Ullastres.)
1962: Informe económico de una comisión d.e expertos
- del Banco Mundial, como prólogo a los planes de
Desarrollo.
19ó3: de la Comisaría para el Desarrollo (Ló-
-Creación
pez Rodó).
1964-67: Plan de Desarrollo.
1968-71:
-I Plan de Desarrollo.
1970:
-II preferencial con la Comunidad Económi-
-Acuerdo
ca Europea.
64
dad, la automática sucesión de Franco, pero también la irrepe-
titibilidad de un Caudillo carismático.
En el primer Gobierno Tecnocrático (1957), en eI que se nom-
bran a doce nuevos Ministros, los tecnócratas son únicamente
Navarro Rubio (Hacienda) y Ullastres (Comercio), pero ambos
se constituyen en líderes de la gran operación de liberalización
económica y apertura de los mercados exteriores que caracteri-
za este período. El resto de los sectores ideológicos se repre-
senta así:
Alonso Vega, Barroso (de línea monárquica),
- Militares:
Abárzuza, y Diez de Lecea.
Primorriveristas: Gual Villalbí.
- Tradicionalistas: Iturmendi (continúa de la etapa ante'
- rior).
Jorge Vigón.
- Monárquicos:
Falangistas: Arrese (continúa), Solís, Sanz Orrio y Rubio.
- Católicos: Castiella.
- Integristas: Carrero (continúa) y Arias Salgado.
- Planell, Cánovas.
-Técnicos:
Numéricamente siguen predominando los falangistas, pero
su .,azul, aparece cada vez más diluido. Solís, Sanz Orrio o Ru-
bio no pertenecen ya a la vieja guardia joseantoniana y desde
luego carecen de la facundia urevolucionaria" de los protagonis-
tas de la Era Azul.
En los cambios ministeriales de los años sucesivos se va ase'
gurando cada vez más el predominio de los tecnócratas. Estos
ion los movimientos más importantes de ese pacífico "golpe de
Gobierno":
66
de ser un hombre de ideas universales, ha de tener un sen'
tido de la universalidad de las cosas, (75). La idea debía llevar
muchos años en el aire porque, nada menos que en 1940, José
María de Areilza, al demandar (una falange [con minúsculas]
de técnicosD previene contra uaquéllos que llevan la cosa a su
desorbitamiento y propugnan una tecnocracia o gobierno de
los técnicos químicamente puros>. Y añade que uconfiarle fun'
ciones rectoras, a esos tecnócratas uequivaldría a pecar de
materialismo histórico" (75). ¡No tuvo que sufrir nada (nMo
tricor) Areilza al ver subir al poder a los tecnócratas algunos
lustros después! Claro, que le quedaba el consuelo de que no
eran los tecnócratas ascendidos unos técnicos "químicamente
puros''. Llevaban años tratando de escalar el poder y procedlan
én parte del campo de las Humanidades. En efecto, en la Era
Azul los tecnócratas actúan de crisálida, preparando las redes.
Su refugio dorado son las cátedras y el Consejo (Superior de
Investigaciones Científicas). Es la primera época de los intelec-
tuales y humanistas: Calvo Serer, Pérez Embid, Jorge Vigón,
López-Rodó, Fernández de la Mora, etc., agrupados en torno a la
revista uArbor>. Políticamente se consideran los herederos de Ac'
ción Española y se vinculan a la dinastía borbónica representada
por Don Juan. Se oPonen cerradamente a las veleidades totali-
iarias de los falangistas y también a la posición más clerical y
<accidentalista)' de los ucatólicosn. En el plano cultural son
más tradicionales y menos "liberalesr, (o si se quiere 'más reac-
cionarios) que esos dos grupos contrincantes. A sl mismos se
denominan (tercera fuerza,n en su versión más radical (Calvo
Serer). Pierden, de momento, la baza. Sólo cuando el grupo de
cintelectualesD se disuelve y cuando incorpora más tarde a los
<técnicos> (empresarios, economistas, juristas) logrará llegar al
poder. No es ajeno a esto la influencia que despliegan desde al'
gunas cátedras y Bancos (Popular y Atlántico). Es la tecnocracia
propiamente tal. Su monarquismo se atenuará, excepto en el
caso de Calvo Serer quien extremará su fidelidad a Don Juan y
cada vez más a las ideas del reformismo democrático, hasta
llegar incluso a ñgurar en la semioposición (19óó) y a exiliar'
se (1973).
El denominador común a todos los tecnócratas (en opinión
de mucha gente, ya que ellos mismos lo consideran accidental)
(75) Pedro Guat Villalbf, elnquietudes de la técnica y vacilaciones de la economlar,
Técttice metahlrgica, núm, óó (enero, 1952), separata.
(Zó) José Márla de Aretlza, Ia Industria Españota. ln Sindicación Industñat (M^-
drid: Instituto de Estudios lfollticos, l9{0), p. 12.
67
es su pertenencia al Opus Dei o al menos las conexiones perso-
nales por amistad o negocios con miembros destacados de la
Obra. En último término cabe atribuírseles una fuerte relieio-
sidad, desvinculada sin embargo de la jerarquía eclesiástica tal
y como se proyecta en la <santa casa> (el grupo de empresas y
organizaciones en torno a Ia Editorial Católica).
Lora Tamayo es uno de los que pertenece al grupo de los
"menéndez-pelayistas> que se forma en torno a las ideas nacio-
nal-católicas del primer Calvo Serer, la primera singladura de
oArborr, la <toma> del Consejo Superior de Investigaciones Cien-
tíficas por un equipo de intelectuales católicos (básicamente del
Opus Dei). Lora era Catedrático de Química y se asocia más al
grupo de <científicos" (capitaneados por Albareda) que habían
de impulsar el CSIC y más adelante la Universidad de Navarra
(adscrita al Opus Dei).
Desde luego, Lora se distingue por ser el Ministro de Educa-
ción Nacional (Educación y Ciencia a partir de él) que más se
preocupó de renovar los propósitos de investigación científi.ca
dentro de la Universidad. Sus éxitos no fueron grandes. En
parte hay que atribuirlo a un discutible planteamiento del <pro-
blema de la Ciencia>, derivado precisamente de una interpreta-
ción hagiográfica de Menéndez y Pelayo. Lora no logra traspo-
ner los límites psicologistas de la vieja polémica de la Ciencia
en España, en el fondo un rasgo de autoritarismo básico enfo-
cado sobre este campo de la actividad humana y pública. I-a
clave para él está en la falta de <una voluntad firme, en los
científicos, en no saber asumir <el rigor y la dignidad de la
Cienciar, en no respetar la ojerarquía científica". Tomando el
efecto como causa, diagnostica una
tíficas, de modo paralelo a como suele "crisis de vocaciones> cien-
entenderse comúnmente
el problema de la secularización religiosa (77). Estas ideas las
expone mucho antes de llegar a Ministro del ramo (en la época
en que eran las ortodoxas de la reacción de Pedro Sainz e Ibá-
ñez Martín) y nos indican la larga gestación de la ideología tec-
nocrática.
El sociólogo Jiménez Blanco sostiene que los tecnócratas no
son más que la última versión histórica de un tipo ideal de
clase política o gobernante del que se encuentran abundantes
manifestaciones a lo largo de los últimos 150 años, a saber, <los
moderados>. Son inicialmente los
"liberales doctrinarios' que
(7) Manuel Lora Tamayo, (El momento actual de la ciencia españolar, .Arbor
(julio-agbsto, 1949), pp. 381-393.
ó8
empezarán a destacar las ideas de orden público, preferencia
por las reformas parciales de tipo <técnico>, gusto por las nre'
volucionesr, o mejor, nevolucionesr, desde arriba, asignación del
papel de árbitro al Ejército, utilización legitimadora de la Igle-
sia, etc. Representan bien los intereses de la clase media tradi
cional, a través de la carrera política, acceden a altos puestos
de influencia política o social, y mantienen un cierto mimetis'
mo con relativas unovedades" políticas acaecidas al otro lado
de los Pirineos. Son técnicos, sobre todo, del Derecho, de las
ideas económicas, de una cierta capacidad gerencial. Son pro-
clives al autoritarismo (aunque sin entusiasmo) y a la vincu-
lación a determinadas organizaciones secretas (umasonerías,
mafias, de cualquier color o blancas"). Son pragmáticos y
eclécticos. Cuentan con una notable experiencia administradora
a través de su servicio en los ucuerpos" del Estado (78).
El cambio de etapa, de la época que paradójicamente se pue-
de llamar uimperial, (la autarquía y de transición azul-católica)
a la tecnocrática, se revela en el tono de los discursos y declara-
ciones. Frente al léxico grandilocuente y enfervorizador de las
proclamas de un Girón, por ejemplo, se pasa a las <conferencias
áe Prensau o las íntimas charlas ante la TV de un Ullastres' El
primero se pronuncia para la Historia en bien pensados parla-
mentos, y el segundo se dirige a las amas de casa, sobre temas
cotidianos y con un lenguaje sencillo, sin estridencias, sin fra-
ses lapidarias, con espontáneas reiteraciones incluso (79). Acaso
sea eite cambio de tono lo más positivo que trajo el equipo
tecnocrático, aun cuando esto como en todo- sobre gustos
no hay nada escrito. En -en
términos más objetivos lo que se pro-
dujo fue la liquidación del hipotético predominio falangista gue
como temor o esperanza habia estado funcionando en la Era
Azul. A partir de ahora los falangistas van a actuar a la de'
fensiva.
Como reacción a la Promulgación de la Ley de Principios
Fundamentales del Movimiento del 17 de mayo de 1958 (pro-
mulgada directamente por el Caudillo sin aprobación de las
(78) José Jiménez Blanco, rDesarrollo económicoDemocracia pollticar, en I' Ca-
muñas y otros, España. Perspectíva 1972.. , cit., pp. 151-178; pp. 158-ló0.
(79) Un dato curioso es que es[a innovación de dirigirse a las - amas de casa
(hasia-entonces el cespañolesr de los discursos parecla centrarse en los varones) se
produce en un Ministri como Alberto Ullastres, célibe convencido. En alguna oc¡sión'
ñablando por TV, se reñere a (las cosas que ncs ¡ecuerdan todas las mujeres de la
familia a todas horas del día,, lo que pueáe servir muy bien de ejemplo como obje-
-ullastres,
tivo temático de sus discursos. A. Política conercíal españora (M. de co-
mercio, l9ó3), p. 90.
69
Cortes y sin referéndum, un procedimiento legal, pero bastante
desusado), la Secretaría General del Movimientó emitió una
orientación o consigna dirigida a las organizaciones provinciales
en donde se trataba de demostrar que los nuevos piincipios no
son sino <la definitiva incorporación de la norma pragmática
inicial", es decir los 2ó Puntos de FET y de las JONS, ial con-
junto de normas legales fundamentales" (80). Como confirma_
ción de esta afirmación y sin <otro comentario>, la citada
orientación realiza un <(examen comparativo, a dos columnas
para ver cómo efectivamente se realiza esa (incorporación" (g1).
Reproduzco algunos de los ejemplos más chocántes, aouellos
en que sólo con una gran dosis de imaginación cabe ver la de-
seada traslación:
2ó Puntos pragmdticos de Leyes Fundamentales
FET y de las JONS
70
Defendemos la tendencia a El Estado procurará por los
la nacionalización de la Ban- medios a su alcance... orien-
ca, y mediante las Corpora- tar el más justo empleo y
ciones, a la de los grandes distribución del crédito pú-
servicios públicos (XIV). blico (Punto XII de la Ley de
Principios Fundamentales).
El Estado podrá expropiar Nadie podrá ser expropiado
sin indemnización lastierras sino por causa de utilidad
cuya propiedad haya sido ad- pública o interés social, pre-
quirida o disfrutada ilegíti- via la correspondiente in-
mamente (XXI). demnización y de conformi-
dad con lo dispuesto en las
leyes (Art. 8 del Fuero de
los Españoles).
Nuestro Movimiento incor- La nación española conside-
pora el sentido católico, de ra como timbre de honor el
gloriosa tradición y predo' acatamiento a la ley de Dios,
minante en España, a la re- según la doctrina de la Santa
construcción nacional. Iglesia Católica, Apostólica
La Iglesia y el Estado con- y Romana, única verdadera y
cordarán sus facultades res- fe inseparable de la concien-
pectivas, sin que se admita cia nacional, que inspirará su
intromisión o actividad algu- legislación (Punto II de la
na que menoscabe la digni- Ley de Principios Fundamen-
dad del Estado o la inte- tales).
gridad nacional (XXV).
7l
Ideas novedosas destacadas en los tecnócratas hay muy p<>
cas: una apetencia de racionalidad, eficacia y buen sentido, un
talante autoritario y paternalista, una exaltación del valor de
<desarrollo económico>, un canto a la libertad de empresa, etc.
Véase en estas frases de Ullastres la mezcla del tono <rintimis-
tar y de algunas de esas ideas:
Nuestra forma social de entendernos [la de los españoles] per-
tenece más a una vivencia de familia que a un Estado de
derecho gobernado por ideas racionales puras... Los españo
les no sentimos la ley, no sentimos la idea: sentimos al hom-
bre, sentimos la vida (83).
72
tre las más pobres de Europa, en un país desarrollado que
avanza rápidamente hacia las vanguardias económicas de Oc-
cidente (84).
73
concesiones hechas a empresas privadas para el estableci-
miento de refinerías con participación de lompañías extran-
- de los crudos-acabó pbr desvirtuar
jeras suministradoras
completamente los propósitos fundacionales del Monopolio de
Petróleos... También al nuevo ministro hay que imputar el
<principio de subsidiariedad" asignado a la empresa p¡iblica en
la ley del primer plan de desarrollo. Con tal iriteri,o terminó
por,relegarse definitivamente al INI a una posición secundaria
en favor de las empresas privadas, de salvaáor de pésimas em_
presas o (como por entonces se dijo) de socializádor.de pér-
didas (8ó).
74
Trabajo Nacional, la vetusta asociación patronal barcelonesa, y
en los años 40 es uno de los pocos y destacados miembros (jun-
to a J. M. Fontana, F. Valls Taberner, Calviño, Ventosa, Mateu,
Godó, Escalza y otros varios) del ala "colaboracionista> de la
gran burguesía industrial catalana. Hay que subrayar, desde lue-
go, que la cuota de poder de este catalanismo (españolista> fue
mucho menor que la de su equivalente bilbaíno (Lequerica,
Areilza, Oriol y Urquijo, etc.).
El seny de Gual Villalbí representa desde muy pronto el
contrapunto de las alegrías (nacionalizadoraso y populistas que
habían florecido en la época de predominio ideológico me-
-al
nos a nivel verbal- de los falangistas. En una conferencia pro'
nunciada en 1952 nos recuerda "el daño incalculable que causa
a las economías el intervencionismo del Estado, que obedece a
un socialismo testarudo e intemperante que no tiene como nor-
ma general más que agravar los excesos de la fiscalidad". Fron-
talmente se refiere a los países capitalistas europeos de la pos-
guerra enfrentados con nel exabrupto de las nacionalizaciones>
de ciertas industrias (89). En realidad, la ufiscalidad" en España
no fue nunca preocupante, cl *intervencionismo) estatal se
mantuvo en los límites de un tolerable burocratismo centralista
y las tímidas <nacionalizaciones, del INI se subvencionaron
básicamente a través del ahorro voluntario más que mediante
impuestos. Pero el capitalismo privado fue bastante cauto y pre-
visor al situar en los altos puestos de la Administración, incluso
en el Gabinete, a algunos de sus representantes, con el fin de que
la orgía retórica de la "nacionalización de la Banca> o la "sindi-
caciónr de la vida económica no pasara del nivel de discurso o
todo lo más de las elucubraciones de ensayistas y catedráticos.
Esta es la función que en la Era Azul cumplieron un Carceller
e incluso un Martín Artajo, y que corresponde en la Tecnocracia
a Gual Villalbí y naturalmente a todos los tecnócratas: López'
Bravo, Navarro Rubio, García-Moncó, Espinosa, Fernández de la
Mora, etc.
Cuando en los años ó0 se plantea la alternativa de proteger
más- el sector privado después de los moderados inten-
-aún
tos nacionalizadores del INI, cuando se inhiben todos los in-
tentos de reforma fiscal, hay que pensar que España se distin-
gue por una extrema debilidad económica del sector público. Es
un Régimgn autoritario rebosante de verborrea interventora y
(89) Pedro Gual Villalbí, (Inquietudes de la técirica y vacilaciones de la econo-
Met atúryica,.., cit., separata,
mla¡, T écttica
75
estatista, pero con un contenido <liberal> de su política económi-
ca, sobre todo fiscal. Nunca como en este caso es más dispar
!o que se dice y lo que se hace, quien lo dice y a quién bene-
ficia (90). Tomemos un sólo dato: la proporción que representan
los gastos corrientes del Estado del total del PNB hacia 19ó5
(datos de la OCDE):
% de gastos
corrientes del Estado
Francia 34,6
Italia 31,9
Grecia 2l,l
Portugal 18,0
España 15,5
76
ln
! qa
3.*É:
:*;P
ó
{ñ
f)
z
9c,
>k
oa
>ó
3N
@
{
:{
ó:
<9q
r9
l9
gd
I tlli ttl t: o
<:lf
r----r---1
3s=3ü *;q =il
g= 5
n
ttl f
tc qPAe o
tt
tl ttl
ttl
m
3"
*ü'3 aad gB o
m
tl ttl ! Et o
tl ttl c o
r
o
m
ll tl
Ps
a=
ttz
I
n
z
H
2
36sÉí 69
o=
o
o
F
o
ú F
d o
d
33 b Io
o
ImlWlllllc
o @
; € F
o =
o
Pc A
6i o
:ó ¡2
F
I
<liberalp y (apefturistar contribución con la Ley de Prensa
de 1966 (signifiiativamente excluía los libros, radio, TV y espec-
táculos, en-donde siguió la censura), por la que se suprimen- las
(consignasD y la ceñsura previa a los periódicos, y se confiere
a tas p-ublicaóiones periódicas un considerable grado de libertad.
El tema ha sido suficientemente monografiado (92) y no voy a
insistir en é1, dado que de intento he excluido el análisis de
leyes e instituciones.
No conviene dejar a un lado el hecho de que los de la pro-
fesión periodística, los escritores de revistas y diarios recuerdan
t"""ftui veces la Ley de Prensa de 1966 más por sus- mecanismos
rup."tinot (uel articulo segundou Por el que suelen abrir los
previa
expedientes) que por su caiacidad áe apertura' La época
de la censura representabJ una auténtica mordaza, un muro de
silencio. Los añós de vigencia de la "Ley Fragau han supuesto
un rosario de multas y súspensiones bastante airadas y aireadas'
El sistema a partir de ella es dejar hablar mientras no se rocen
los temas intocables, no definidós por la ley sino Por las-reglas
no escritas del jueg'o político: se puede criticar a la RENFE'
pero no a la Setcién Femenina; a los clérigos, pero no tanto
a la moral tradicional; al funcionamiento de la Administración
mientras no se menciónen los más altos cargos; aI ejercicio del
poder
-""i"o siempre que se respeten los <principiosr' Como es. natu-
^hablar
se pu"ae def Ejército o de la Guerra Civil más que
en términos encomiásticos. En rigor, las reglas limitativas no
son demasiado duras, y desde luelo no tienen nada de irracio'
nales o caprichosas desAe et puntó de vista del mantenimiento
á"t titt"*". Para los que désean cambiarlo, las limitaciones
p"t"."" extraordinarias y sobre todo da la impresión de que-los
administradores encargádos de hacer cumplir ljr Ley- se han
excedido en su celo dé servidores del Estado' El poder
para
<hacer cosas) de las familias que componen el Régimen es muy
aeüir y condicionado, pero conserva u¡a inmediata facultad de
fru""t lo"t"t su opinión pata vetar cualquier actitud contraria a
sus intereses. Esia situaiión se hace patente en el cumplimiento
que
de la Ley de Prensa. El Ejército no-conseguirá fácilmente
se eleve el presupuesto -ilit"t, la Iglesia no encontrará fácil
pos-
colaboración estafal en poner en práctica ciertas doctrinas
cóncitiares, los Sindicatós clamarán vanamente por ser
"":g"o'
mos, los falangistas no podrán llevar adelante sus propósitos
(92) Véase, por ejemplo, Manuel Fernández Lreal' uLa libertad de Prensa en
77
rrevolucionariosr, pero cualquiera de esos grupos o instituciones
puede acceder de modo inmediato al Direótoi Generar
de pren-
sa para que aplique tajantemente ael artículo segundo, cuando
crean heridos sus sentimientos, sus intereses. Es un extraño
poder punitivo o vindicativo el que se concede a las institucio-
nes clave del sistema. La extrañeza wra un observador desde
dentro reside en que es un poder tán escaso como mal visto.
Esta reacción es la que ha empañado un poco la imagen in-
dudablemente liberal y aperturista de Fraga, al tener ?t q,."
personalizar el punto de recepción de todas esas acciones <vin-
dicativasr.
Por otro lado, junto a la limitación o fiscalización parcial del
pp{er que presupone el ejercicio de la libertad de piensa, está
e-l hecho de un ejercicio incontrolable de los que podríamos
llamar (poder hegemónico>, la colaboración armdnicá y de con-
suno entre los distintos poderes del Estado, las diferéntes cfa-
milias> y sectores por ellas representados cuando se trata de
alterar o desencauzar las fuentes mismas de ese poder. El vigi
lante <artículo 2.o> de la Ley de prensa lo tiene muy en cuenta.
Otro Ministro con buena imagen (aperturista> ha sido Fede-
rico Silva, encargado de Obras públicas (19ó5-?0). Muy ligado
a la <santa casa> (la Editorial Católica, ACN de p e instiiuciónes
afines), mantuvo sin embargo una actitud política bastante inde-
pendiente (por lo menos en sus manifestaciones verbales), ligada
de todos modos a algunos intereses empresariales. Se té tiámO
<el Ministro-eficaciau (aun no siendo tecnócrata) y se dice de él
que es uno de los pocos que realmente <dimitió> (otros fueron
Arrese, Lora y Barrera). Copio el revelador juicio que le merece
a Tamames para indicar que lo de la ueficáciau nb siempre se
interpreta de la misma manera:
78
su concelrción, comportó sin embargo dos inconveniencias no
tables.
La primera en cuanto a su planteamiento; con una inversión no
mu! superior, podría haberse ido directamente a la creación de
ut á reá de autovlas altamente capaz' que en buena medida
habría hecho innecesarios algunos tramos de costosas auto
pistas.
La segunda inconveniencia radicó en la propia-realilación del
phn nEpIl. Por el deseo de su pronta terminación-en la
búsqueda
-el de una imagen que en la prensa llegó a con-seguir
sobrenombre dé cministro efi€si¿r-las especificacio
"on
nes técnicas del Plan REDIA se revelaron como insuficientes;
sus firmes han resultado poco exigentes, y a los pocos años de
su construcción se encontraban seriamente afectados por el
tráñco de vehlculos de gran tonelaje. Un hecho imputable tam-
bién a la falta de una política de ordenación del transporte
por carretera y a su defrciente coordinación con el ferrocarril'
Polltica que de facto ni siquiera se intentó.
En materia ferroviaria, el equipo Silva estudió la terminación
de tres segmentos ferroviarios que desde antiguo (Dictadura
y SegundiReprlblica) tenlan realizada r¡na gran Parte de su
inver-sión: el Madrid-Burgos, el Santander-Mediterráneo, y el
Baza-Utiel. De estos tres ployectos fue seleccionado el primero,
y en tres años se llevó a cabo a causa del deseo de una máxi-
ma rapidez.
[En el caso del trasvase Tajesegura] Silva Muñoz pospuso la
iacionalidad de las inversiones al manifiesto deseo de hacer
cosas y de demostrar la eficacia. Aun a costa, incluso, de hina
tecar él ulterior desarrollo de las inversiones en obras públicas
a base de contrataciones con pago diferido y de obras adju'
dicadas a precios extrañamente bajos que después habrían- de
ser reüsados al alza en proporciones no menos sorprenden'
tes (93).
19
española (y quizá de todos los sitios), más amiga de redactar
proyectos que de llevarlos a término.
. Cgr todo,- hay que aducir en el balance de Silva su política
de altos vuelos, su alineación con los Ministros más indepen-
dientes o aperturistas frente al bloque más autoritario ae ios
tecnócratas. La única lástima es que el aperturismo no triunfó,
o mejor dicho, los tecnó,cratas peidieronll final, pero los aper-
turistas que se les enfrentaron desaparecieron -también con
ellos.
La tragedia de los aperturistas es ésta: por formación, por
sentirse <hombres de su tiempo' tratan de ábrir, democraiiiar,
liberalizar, pero el intento no va mucho más allá de una simple
expresión personal, puesto que los intereses básicos del sistema
polltico (la clase media tradicional, ciertos sectores agrarios o
financieros más <inmovilistas> en lo político o protec-cionistas
en lo económico) reaccionan automátióamente cohtra las conse-
cuencias de tal apertura. Entonces los propios protagonistas del
aperturismo, para mantenerse en activo, tienen q,re áu, marcha
atrás, y de un modo ambivalente han de desdecirse, actuar re_
presivamente. Ya me he referido al caso de Fraga con la Ley de
Prensa: la apertura legal sirvió de hecho para iacer más noto-
rias las sanciones represivas. El sistema no podía digerir una
liberalización parcial, la de la prensa, sin que se taribalearan
otras cosas más importantes.
El caso de Torcuato Fernández-Miranda con el tema del aso-
ciacionismo es todavía más ejemplificador. sucede en 1969 ar
<duro' So-lís e_n la poltrona de Secretaría General, de la que se
desgajan los sindicatos. El catedrático Fernández-Miranáa en-
tra de camisa blanca, se rodea de los más jóvenes y liberales
colaboradores (ortí Bordás, cisneros) y promete las ..asociacio
nes>. Pronto tiene que dar marcha atrás. ortí Bordás v cisneros
son fulminantemente cesados, el Ministro viste otra r'ez su uen-
trañable camisa azub en el discurso falangísimo de Guadalajara
de 23 junio de 1973, y sobre todo desde muy pronto tiene
dar marcha atrás a las <asociacionesr. pn ét discurso ante lue
el
Consejo Nacional de 2l de julio de 1921, aunque repite tres ve-
ces-al principio que va a hablar <con toda crudezar, se expresa
en los siguientes restrictivos y ambivalentes términor q,r" p^ott"t
fin a la deseada y moderada apertura del asociacionismo. bopio
por extenso debido a la importancia y autoridad de los argu_
mentos:
80
No rechazo las asociaciones por principio, pero no las a9?to
iomo petición de principio o postulado sin más establecido"'
Nuestro tde éll nb rotundo a los partidos polílicos, lo.es .a
ioda fonira de lluralismo ideológico base de la democracia de
ioi p".tiaot. Iis asociaciones en el Movimiento serángrupo posi'
bles en la medida que hagan imposible todo tipo de
político ideológico...
lntentar crear otros cauces de representación [que los que se
establecen en las Cortesl a base de asociaciones ideológic4!,
es caer de lleno en lo qué se establece en el Principio-Vlll [de
la ley de Principios dél Movimiento Nacionall: utoda organi-
zación polltica de cualquier índole al margen de este sistema
representativo, será considerada ilegalr...
La modificación para dar cabida a grupos ideoló3icos en la for'
ma de asociacioies violarla preceptos de leyes Fundamentales,
constituiría grave contrafuerb y sería nula de pleno derecho"'
El pluralisrrio ideológico supone el relativismo: es el voto de
la mayoría el que d=ecide óuál es la ideologfa que posee la
verdad.
Pretender hacer de las asociaciones grupos ideológicos sería
manifiesto contrafuero, oposición radical y absoluta a nuestro
Sistema, negación del sentido del 18 de Julio [de 193ó], y por
ello es'radlcal y absolutamente inadmisible por el Consejo
Nacional [del Movrmiento].
El discurso termina con unas finlsimas disquisiciones profeso-
rales derivadas de la distinción entre "pluralidad social lícita'
(todo lo que sean manifestaciones privadas o no políticas) y
et upluralñmo ideológicor, semilla de los partidos, condenable
a radice.
Fernández-Miranda fue cuando la República un líder de los
estudiantes católicos y su falangismo fue siempre muy.mitigado'
En 19ó0 escribe un curioso libro de formación política para
Bachillerato como contestación al cuestionario que había con-
feccionado el Frente de Juventudes (94). La curiosidad estriba
en que el libro se apoya doctrinalmente de modo casi exclusivo
en tl*tos pontificios o de prominentes autores escolásticos (mez-
clados inóomprensiblemente con los de Ortega y-Gasset, Por
aquel entoncás *fiIósofo liberalu oficialmente condenado). I-as
referencias a textos falangistas son muy escasas, casi todas en-
focadas hacia el José António más moderado, más aristócrata,
menos fascista. Era todo un símbolo del ufalangismo de camisa
blancau que imponía la era tecnocrática y tamtién ¡regativa'
mente el cansanóio de los excesos uimperialesr de la Era Azul.
(94)TorcuatoFernández-Miranda,F.lhombreytasociedad(Madrid:Doncel'1960)'
81
Al igual que los sucesos estudiantiles de 195ó, en sÍ mismos
.bastante nimios, precipitaron el final de la Era Lut, la felno
cracia termina iguarmente por un acontecimiento bastante sin-
gular y en principio no muy relevante: el affaire Matesa. Se tratu
de una presunta y giganteica malversación:a. p,lUii"o,
en la que se quiere ver envuelta a toda Ia "",rá"i",
plana *iV", ¿"
los tecnócratas (Navarro Rubio, García-Mon"o, tiir"rtr"¡;'úp"r-
lrayo y colaboradores). El asunto se <destapa> en el'u"rá"o
de 1969, pero hasta dos o tres años después io se ven las con_
secuencias (todavía en 1975, el principál inculpado, ¡"un Vit¿
Reyes se encuentra procesado sin juzgar) (SS). iarece q""
tema interesaba como arma políti"á a1 g.upo antitecnóórah:"f
Fraga, Solís, Nieto
-hJú"g" y Sitva. d curioso q.,"-to,
cuatro.desaparecen de ", á" q.."
la alta circulación porítica antes
* ljgg¿g la etapa tecnocrática. A ésta le liega su fin inexoralle
en 1973 después de que carrero desgastara al último relevo tec-
nocrático: el equipo de López-Rodó. -con este <gobierno monoco-
lo-r> se pensaba dar la imagen de que el asun-to Matesa ,ro-1",
afectaba. Pero esta etapa tenía sus áías contados. Los prirneros
síntomas de incontenible inflación, de dificurtades en la caii"..
del desarrollo hicieron dar un viraje a los últimos años del fran-
quismo. Llegaban los funcionarioi a la política aespu¿s ae-rra-
berse desgastado todas las familias politicas, digamós, más sus-
tantivas. Los funcionarios o técnicos sin espáciar óorá"á"i¿"
podían traer un aura de limpieza administrativa, de <aperturis-
mo> político. De otro modo, ros ríderes de ra vida eclnómica
---cada vez más vinculados a ra función pública- veían cada iez
grás difícil el hipotético ingreso de Eipaña en la comunidad
Económica Europea. Este va a ser en los últimos lusiros el
verdaclero (problema insoluble" contra el que se van a enfren_
tar todos los Gobiernos.
..
Ia tecnocracia pasó, pero dejó trazados dos procesos irrever-
sibles- que van a madurar en ios Gobiernos postreros: el de-
sarrollo (o si se quiere desarrollismo) y la reinstauración monár-
glica (o si se quiere, la monarquizacióí autoritaria). Este último
significa retornar al viejo ideál ¿el grupo de Acción espanáta
dg una Monarq_uía antiliberal y tradlcional, pero
el centralismo borbónico. "rr"u*udu "r,
los presuntoc responsables es inculpado, excepto el proceso pen-
,,^f)^j.ryTl,d:
or-eile odr¡ra vrrá Reyes, y todos se beneñcian de un indulto poHtico. H-ati de aüar-
p€no consiguen puestos de alta dirección en el mundo nnanciero
""ll8l
e "S.cargos,
rncustr¡at, Aun con el caveat de_ rcualquier parecido con la reatidad es pura coin-
cidenciar, la novela de Rodrigo Royo, i1 giatt¡snment lBarceronai Nor'"-l iii+t
pangce rctrátar algunos aspectos del incidente.
82
5. EL FUNCIOT{ARIATO
84
por el mortal atentado contra Carrero en diciembre de 1973, un
suceso totalmente imprevisto que puso en duda el tradicional
argumento de la paz interior y que actuó como catalizador de
ulteriores cambios.
En enero de 1974 se constituye un nuevo Gobierno. Aparece
presidido por Arias Navarro, con tres Vicepresidentes (García
Hernández, Barrera y Licinio de la Fuente). Se sigue, e incluso
se acentúa, la pauta de elegir a eficaces y en ciertas manera
oscuros funcionarios para dirigir los despachos ministeriales. El
único que no pertenece en propiedad a un Cuerpo de la Admi'
nistración es Nemesio Fernández-Cuesta y sin embargo cuenta
con una larga carrera de servicios en organismos ptlblicos. Fue-
ra de la categoría residual de <técnicos>, es difícil precisar la
adscripción de los nuevos Ministros a ninguna de las familias
políticas históricas. Funcionan más que nunca las adscripciones
personales entre los miembros del Gabinete, fruto del compa-
ñerismo creado en la pasada convivencia en los despachos pú-
blicos: Arias, García Hernández, Carro, Rodríguez de Miguel
forman, por ejemplo, un equipo funcionarial fuertemente cohe.
sionado. Lo mismo se puede decir de Barrera-Santos Blanco.
El destacado papel político de los funcionarios se refuerza
ahora, pero tampoco se trata de una innovación repentina. Per-
tenece a una de esas esencias o constantes del franquismo desde
sus primeros vagidos políticos. Así, por ejemplo, en uno de los
primeros discursos doctrinales de Serrano Suñer se contiene
esta llamada a los funcionarios para su participación en la
construcción del orden nuevo:
85
y al frente del nuevo Ministerio de Información y Turismo en
los años 50. Se puede decir literalmente qne poso la vida en el
empeño, pues falleció a los pocos días de cesar. Los párrafos que
a continuación se recogen constituyen un verdadeio credo áel
funcionario'político, una de las más originales creaciones
del franquismo, que rompe un poco la tradicional neutralidad
burocrática según el clásico modelo weberiano. Desde luego, la
formrrlación que aquí aparece resulta demasiado exagerada] per_
sonal y extremosa. Estos mismos términos no hanlenido una
exacta traducción legal, pero constituyen w desiderdtum que
orienta, por así decirlo, muchas de las peculiaridades polítióás
del sistema franquista, y desde luego la de que los utéciricosu y
"funcionarios¡> sin más puedan llegar a constituir una verdadera
familia política, casi un sustitutivo de los tradicionales parti-
dos. Veamos ya el credo de Arias Salgado, lo que él mismo
llama <misión y estilo del funcionario,:
El funcionario ajeno a todo compromiso superior al estricta_
mente <funcionalo, reducido a mera pieza dJuna máquina.bu_
rocrática sin alma, está en contraposición evidente coi el más
profundo, recto y cristiano entendimiento de lo que es y debe
ser la administración pública.
Al,-funcionario corresponde una alta misión dentro del cuerpo
social. Tiene el deber y el honor de contribuir a la realizacibn
y defensa de los auténticos destinos del país. Debe entregarse
al servicio,de los demás, alcanzar un eficiz rendimiento,"vivir
de lleno su misión y asumir los trabajos y las responsa6ilida_
des inherentes al cargo.
El funcionario no es el mero ejectrtor mecánico de la letra de
una regulación administrativa, sino el servidor calificado que
impulsa, tutela y promueve los legítimos derechos e intereies
espirituales, morales y materiales de la persona humana, de
las instituciones y de la comúnidad nacional.
Nacido el Ministerio de Iqformación y Turismo dentro del Es-
tado que creó, inspira y orienta el Móvimiento Nacional, cuan-
tos a él pertenezcan han de considerarse militantes de dicho
Movimiento.
Esta dedicación y obligación afectan muy especialmente a los
que en él desempeñan funciones rectoras y, por consiguiente,
a qtrienes en las provincias ostentan la represéntación máxima
de todos los órganos centrales del Minisierio.
El- Delegado Provincial ha de ser ejemplar en su conducta
privada. y pública, en la fidelidad profundamente sentida a ia
doctrina e ideales religiosos, moralés, culturales y políticos del
nue]/g Estado y en la lealtad al Caudillo de España, encar_
nación suprema de la patrja y del régimen.
86
Servirá hasta el sacrificio el sentido creador y fundacional que
informa al Estado católico, social y representativo nacido de
nuestra Cruzada de Liberación.
Se sentirá en todo momento mandatario de un Estado legítimo
en su origen y en su ejercicio, a la vez que responsable del
bien común nacional, que es patrimonio intangible de todos
los españoles.
Ha de procurar en toda circunstancia ser justo con equidad,
prudente sin renunciar jamás a la debida fottaleza, respetuoso
con lo auténticamente tradicional y estará animado de un espí'
ritu humano, social y progresivo, de acuerdo con las exigeñcias
de nuestro tiempo (98).
87
el anterior Gobierno Carrero e incluso una disonancia realmente
mínima con los anteriores gobiernos tecnocráticos. La norma
esencial de todos los gabinetes, que en el último o en los dos
últimos se refuerza y se purifica,,es la casi necesaria vinculación
de los nuevos secretarios de departamento con algún alto pues-
to funcionarial. Como ya hemos dicho, es difícil entrar en un
Gobierno de Franco directamente desde el mundo del periodis-
mo, la industria, el liderazgo sindical, las profesiones, la nobleza,
la posesión de tierras, etc. (como sucedió en la época de la
Restauración o la República) sin que al mismo tiempo se proce-
da de un cuerpo funcionarial civil o militar. Esa pauta tiende
a reforzarse con el tiempo; simplemente se hace más evidente
con los Gobiernos de Carrero o Arias, precisamente por el des-
gaste a que han estado sometidas las demás <familias" históri-
cas. Por eso los englobo bajo el término de funcionariato (99).
En una serie de artículos más sosegados que se publicaron
después de los primeros meses de rodaje del Gobierno Arias, se
reconoce muy bien estas características del Funcionariato como
etapa política nítidamente diferenciada:
88
En nuestras enclenques biograflas pollticas cuentan, sobre
todo, los grados académicos, y el resto consiste en una lista
de los puestos que se han ocupado, de tal forma que, por para-
doja, sé es más ilustre en cuanto en más cargos se haya cesado.
Con raras y buenas excepciones, no nos dirigen desde la Ad'
ministración quienes tienen mayor experiencia política, sino
más títulos y oposiciones acumuladas... Como aquí no hay
oposición (pólítica) organizada, sino sólo opositores (a la Ad-
ministración), en el sentido más auténtico de la palabra, se
pasa de la vida privada al poder con la misma naturalidad con
que se entra en un cine o en un teatro, pero sin pagar entrada.
La norma más o menos general es tener un impecable expe'
diente académico, pertenecer a algún cuerpo de los de oposición
difícil y, sobre todo, ser amigo de quien propone para- ,el
cargo... Ni siquiera es preciso pertenecer oficialmente al Mo
vimiento para ser Director General o cosa que lo valga (l0l).
La última frase contradice un tanto el desiderdtum de Arias
Salgado, según acabamos de ver, pero refleja con toda veracidad
lo que pasa, la paradójica realidad.
Del Gobierno Arias se dijo en seguida que (en tres meses
había sufrido más desgaste que los demás Gobiernos en tres
añosD. La frase la dejó caer Gabriel Cisneros en un comentario
en *Blanco y Negro" 5l, si no cierta, por lo menos fue profética.
La política central de este Gabinete fue el aperturismo (véase
capítulo 31), un último intento de recuperar el apoyo popular
de los primeros momentos del Régimen, pero no en el sen-
tido de una movilización fascista está-, sino de un ta'
-claro
lante asociacionista, de liberalización informativa sobre todo. El
texto fundamental de esta política fue el importante discurso
del 12 febrero 1974 del Presidente Arias. Empieza a notarse la
apertura en el contenido de la Prensa periódica y en la publica-
ción de algunos libros. La "primavera política) pronto se ensom-
brece. En mayo de la Revolución Portuguesa- tiene
-después
lugar el .gironazoo, un violento artículo de Girón conteniendo
los argumentos inmovilistas y de represalia a las corrientes
aperturistas del Gobierno.
"El Alcázar>, <Pueblo>, <El Pensamiento Navarrot, uArribat,
y otros periódicos más *movimientistas> se enfrentan a casi todo
el resto de la Prensa. En agosto es destituido el general Díez'Ale'
gría, jefe del Alto Estado Mayor. Una repentina enfermedad de
Franco obliga a traspasar momentáneamente los poderes de la
Jefatura del Estado al Príncipe Juan Carlos de Borbón. En octu-
(101) José Ramón Alonso, "Carta sin fecha", uSábado Gráfrcoo (9 marzo 1974), p' 10'
89
bre, estando otra vez Franco en la suprema magistratura, el
Presidente Arias reafirma la línea aperturista. La prensa movi-
mientista e inmovilista desencadena una campaña contra el
Gobierno que tiene como blanco a Pío Cabanillas, Ministro de
Información y Turismo. El 29 octubre 1974, Labadíe Otermln
pronuncia un discurso fuertemente inmovilista. Ese mismo día
Pío Cabanillas es cesado de manera fulminante. El Vicepresiden-
te Barrera de Irimo, dimite, y le acompañan algunos otros altos
cargos (Fernández Ordóñez como presidente del INI, Ricardo
de la Cierva, Marcelino Oreja, etc.).
Se nombran nuevos Ministros a dos prominentes funciona-
rios: León Herrera (Cuerpo Jurídico del Aire) y Rafael Cabelio
de- Alba (Abogado del Estado). El Gobierno insiste en que el
relevo ha sido sólo por el
"desgaste> natural de las personas y
que la línea política no se ha alterado. El 1ó diciembre 1974, casi
en el primer aniversario de la muerte de Carrero, el Consejo
Nacional del Movimiento aprueba el Estatuto de las Asociacionés
políticas con rara unanimidad. Un ex Ministro, Garicano Goñi,
aparece extrañamente como el máximo opositor al Estatufo, des-
de la posición más crítica y liberal. La única adhesión entusiasta
al proyecto la demuestra Cantarero con su Reforma Social Es-
pañola. Estamos ya en 1975,
empieza a llamarlo.
"el año de la crisis" como la gente
90
6. UNA ELITE DE CLASE MEDIA
TRADICIONAL
Número
Ocupación del padrc de los Ministros de casos
Militar
- Abogado
9
- Empresario importante, financiero .
9
)
- Magistrado, Fiscal 4
- Médico 4
- Comerciante, artesano 4
- Terrateniente, agricultor
- Empleado modesto
4
- Ingeniero
3
,\ l'is
20. Barrera de lrlmo. Empresario profesional, brillante funcionario de él¡te, técnico y
22. Navarro Rubio. Rodeado- de. sus hijos, en expresión modérica de ro que es
una familia de clase media (alta).
2g'Batufone.consusseishijosmi|itaresenob|¡gadaVisitaa|caudil|o'
30. González Bueno. Técnico y primo- 31. Reln Segura. Ingeniero agrónomo
rriverista. lnfluyó en las primerás'leyes Falangista. Ministro de Agricultura
sociales del Régimen. .
,ffi
.^"\"
e1,'}
'.:"
E5
ñs'ácÉa E'
E
o
o
: ?
o
u
il
o o
z
o
m
9.
q o
I
B o
Io
I o
lffilXltlllE
6
3
o
D
!
2
E d
0
d
p 2*
["-[i
a'*;
Tr
cn
zo
o
7E
!=
r+
6oo
@
{
?
I
o
a
ttl 9¡
tl ttl
ttl
ttl
+ n
o
! r9
u
L__t l¡l
ll tl rP {
m
Pé Z
g ! E:
6É t
H
d 3& b
B o
o
áE S
t E9
6'-
E
O
:ó
rx o
g
d
a*
t6
.9 q
B3
Eg
o
F:
o 6o
-o
nal es el número de hijos. Este dato aparece cada vez con
mayor regularidad en las biografías de los Ministros civiles. Lo
he podido detectar en 54 casos (incluyendo los casados sin hi-
jos). La media que se obtiene es de 5,4 hijos por matrimonio
(normalmente el dato se refiere al momento de tomar posesión
del cargo ministerial), frente a una media nacional de 2,8 hijos
en 1970. Ese alto promedio se eleva en el caso de los Ministros
de la época tecnocrática a la increíble cifra de ó,1 hijos, lo cual
no deja de ser coherente y significativo con lo que hemos dicho
sobre su identificación religiosa.
Una demostración adicional del perfil de clase media tradi-
cional que domina en las élites políticas, la tenemos en la cla'
sificación de las ocupaciones (puede haber más de una por
individuo) de los Procuradores en Cortes, en la legislatura de
1968. Estos son los datos resumidos (102):
o/o de Procuradores
(información
Ocupación múltiple)
- Agricultores
8
oClase media industrial" 49
Grandes empresarios y directivos 23
- Empresarios y directivos medios y mo'
- destos 11
Científicos y técnicos superiores J
- Empleados 4
- Técnicos medios . 3
- Obreros 3
- ocupaciones
Otras
Torer 100 % t46
(base) (s43)
93
lo son formalmente por su adscripción sindical y en realidad
habría que incluirlos en la categoría de directivos.
Hay que reconocer que la participación empresarial es alta,
pero más lo es todavía la de las ocupaciones que podrlamos
llamar de clase media tradicional, es decir, las que existen en
una estructura social agraria.
La idea central de esta selección arriba> de los polí-
ticos en el sistema actual se apoya en"hacia
la convicción de que para
..saber mandaru en política o bien hay que llevarlo dentro por
razones de familia o bien hay que haberlo practicado ya en la
esfera de trabajo profesional, en cuyo caso los altos funciona-
rios, empresarios o profesionales liberales de prestigio son evi-
dentemente los llamados a ejercer la dirección política. Esta
concepción elitista aparece en muchos textos. Seleccionaré éste
de Fernández-Miranda por lo meridianamente claro:
94
la clase burguesa o industrial con la obrera' Este texto de
R. Fernández-Cuesta resulta enormemente expresivo y nos aclara
mucho sobre la interpretación que hay que dar al populismo
falangista:
95
ella y eliminación Cel gran capitalismo a través de ella. En
una palabra, unificación de la sociedad actual en una sola
y gran clase media.
Es claro que para que ese papel preponderante se transforme
de algo potencial en efectivo, precisa de la nota de actividad.
Las clases medias españolas se purificaron en el Movimiento de
sus grandes errores pasados, fundamentalmente el de la pasi-
vidad (105).
96
En 1959 tuvo lugar incluso un importante (ideológicamente)
Congreso de Clases Medias, promovido por Fraga desde la De-
legación Nacional de Asociaciones, desde el que se lanzó una
irñpresionante masa de literatura mesocrática. Quizá valga por
toda ella este texto anterior de Jesús Rubio, a la sazón Ministro
de Educación:
97
lugar en el sector de las clases medias como una de las razo,
nes para la especial consideración mesocrática:
I
7, UNA ELITE FUNCIONARIAL
101
pública de profesores> como se dijo del anterior, pero sí se
podría hablar de un <imperio de catedráticos de Universidad",
siendo la diferencia en este caso que faltan ostensiblemente
representantes de los cuerpos más numerosos de Catedráticos
de Instituto y Maestros Nacionales.
La composición social de los Gabinetes de Franco resulta
algo distinta de la que se registra en el caso de los Ministros
de la II República. Dejando a un lado la obvia diferencia del
peso de los militares, virtualmente ausentes en la República, la
distribución porcentual de Ministros que pertenecen a Cuerpos
civiles presenta este perfil en ambos casos:
Catedráticos de Universidad 23 l8
Abogados del Estado 5 l6
Letrados del Consejo de Es-
tado 11
Cuerpos de Ingenieros 6 8
Diplomáticos 3 )
Cuerpos jurídicos civiles. 14 8
Catedráticos de Instituto o
Maestros Nacionales 5
Otros cuerpos superiores 6 39
rcz
(Inspectores Técnicos Fiscales, Economistas del Estado, Jurídi-
cos Militares, etc.) (113).
Otra diferencia esencial de ambos grupos de élite es que,
siendo casi todos funcionarios (civiles los de la República, y
civiles y militares los de Franco), los republicanos habían simul-
taneado en muchos casos el oficio público con el ejercicio de
alguna profesión liberal (abogados, periodistas, farmacéuticos,
médicos, etc.). En cambio, en los Gabinetes de Franco
todo en los últimos- esta dedicación profesional es mucho -sobre
me-
nos frecuente y lo es más el haber participado como director,
directivo o consejero en empresas mercantiles, tanto privadas
como (crecientemente) públicas. Todas estas dedicaciones pro-
fesionales fuera de los cuerpos funcionariales son difíciles de
tabular por la enorme variabilidad que presentan los datos en
unas u otras biografías y también por el elevado grado de
"pluriempleo> que caracteriza a los miembros de nuestras cla-
ses directoras. Pero hay datos para suponer que las anteriores
afirmaciones y distinciones son básicamente correctas.
Desde luego, una diferencia significativa entre el sistema re-
publicano y el franquista Io tenemos en la peculiaridad de la
alta proporción de funcionarios en las Cortes del Régimen de
Franco. En la legislatura de 1967 nada menos que el 28 % de los
Procuradores en Cortes pertenecían a algún Cuerpo de la Ad-
ministración civil. De ellos el 20 % eran Catedráticos de Univer-
sidad, el 15 % Abogados del Estado y el 5 o/o Letrados del Conse-
jo de Estado (114). De nuevo se reproduce la misma presencia
de estos tres grandes cuerpos de élite que hemos detectado en
los gabinetes. En uno y otro sitio dominan el proceso político-
legislativo (ll5). Téngase en cuenta que los Ministros en ejercicio
(ll3) El Cuerpo de Economistas del Estado admite su primera promoción en 1957,
una fecha clave como hemos visto. El número uno de esa promoción fue Agustín
Cotorruelo, quien más tarde llegaria a Ministro. López-Rodó dice que nla creación del
Cuerpo de Economistas del Estado ha sido una de las certeras visiones del Caudillou.
L. topez-Rodó, Politíca y desarrollo (Madrid: Aeuilar, 19?0), p. 54.
(ll4) DATA, Quién es quién en las Cortes..., cif., p. 35.
(115) Emitio Romerc ha contado con singular gracia el papel central que corres-
ponde cualitativamente no sólo numéricamente a los funcionarios en las Cortes:
*Brillan len ellas] -los abogados del Estado, -los directores generales de los Depar-
tamentos, los medios volantes de la Presidencia de las Cortes, los especializados buío
cratas sindicales... [En cambio] los obreros de verdad, los ingenieros, los generales, los
escritores, los alcaldes sin más, los obispos nada menos, y otras ilustres representa-
ciones sin la gracia de una experiencia activa en la lectura del "Boletín Ofrcial del
Estado", son, coro, acompañamiento, voz discreta e insegura, y lucen en los pasillos
de fa Cámara los dias de pleno, porque son una brillante representación de toute la
politique*. Emilio Romero, Cartas al pueblo soberano (Madrid: Afrodisio Aguado, 1965),
p. 24.
103
y algunos de los que lo fueron suelen encontrarse en la nómina
de Procuradores.
La adscripción funcionarial de los Ministros se refuelza en
la etapa que hemos llamado se ve su justificación-
-ahora
Funcionariato. De los 21 Ministros civiles de esa etapa nada
menos que 19 son funcionarios y pertenecen en conjunto a
33 cuerpos. Lo curioso es que en esta última etapa empiezan
a perder vigor los antiguos grandes cuerpos para cobrar nuevo
empuje un abanico más amplio de los mismos.
Como es lógico, la pertenencia a varios cuerpos es un motivo
d9 más prestigio y poder, reforzado cuanto más elitistas y pri-
vilegiados sean los cuerpos. En este contexto conviene dejtaiar
la combinación increíblemente (meritocrática" de varios Minis-
tros (11ó):
104
donde numéricamente y por su radicación pesan más algunos
de esos Cuerpos más poderosos, es de esperar que en aquéllos
se repartan más <sobres> o remuneraciones extraordinarias. Así,
Hacienda, Industria, Comercio, o Exteriores son Ministerios
.,ricos> porque en ellos dominan Cuerpos tan poderosos como
Abogados del Estado, Inspectores Técnicos Fiscales, Técnicos
Comerciales del Estado, Economistas del Estado, Diplomáticos,
Ingenieros Industriales, etc. En cambio, hay otros Ministerios
(Presidencia, Justicia, Gobernación) en los que predomina una
gran masa de funcionarios modestos, que naturalmente no tie-
nen influencia para atraer remuneraciones extraordinarias. Son
éstas y no el sueldo como tal lo que determina la altura en el
nivel de prestigio de un Cuerpo. Todo esto es muy difícil de
establecer empíricamente. Alejandro Nieto ha hecho una esti-
mación de los (complementos> de retribución en cada Ministe-
rio en 19ó4. Estas cantidades pueden compararse con la del
número de funcionarios (sólo aproximada) también en cada
Ministerio. La relación entre las dos magnitudes determina un
aproximado "índice de influencia> de los distintos Ministerios,
que naturalmente destaca a I{acienda en el liderazgo (con la
Tecnocracia se convierte realmente en un superministerio) y a
Presidencia en la cola (de él dependen los cuerpos de subalter-
nos). La tabla de la página siguiente, como suele decirse, no
tiene desperdicio.
105
INDICE DE INFLUENCIA DE LOS DISTINTOS CUERPOS
SEGUN LA CANTIDAD DESTINADA AL PAGO
DE COMPLEMENTOS (Circa t96S\
B
.-! f,.f .: Q d
ñ E=
ül¡.
ÉoE^
aooa- i
'E
oO
.t'E
:@
etf$
áA-- iHsT
Í?-q'E oroE
il+E
'9Ee ;fb,8 F'SE tr1tr'i
Est ;;€: Ei.$ E ¿J T
bs$h q¡.EE6
;$EE
.9
€8o
ssE EfgE E
107
duda, una cuota bastante apreciable. En realidad, la última esta-
dística nos dice que de 82 Ministros civiles nada menos que
13 provienen del Escalafón de Abogados del Estado, formado
por sólo unos centenares de miembros (un número que ha va-
riado poco a lo largo de las últimas décadas). ¿Qué otro grupo
de los letrados del Conseje- consigue tal grado de
-fuera
(representatividad> en la cúspide de la pirámide del poder?
Igualmente sincera e interesante es la manifestación de otro
joven
"ministrable>, también Abogado del Estado y que recoge
muy bien ese principio del funcionariato de que la vocación po-
lítica surge a través del Cuerpo:
Mi intervención política viene de la mano íntimamente vincu-
lada a mi formación pro'fesional y, dejando a un lado anteriores
escarceos, se decidió mi vocación el día que ingresé en el Cuer-
po de Abogados del Estado, porque la carrera presupone-y
perdona la inmodestia seqtido de la responsabili-
- capacidad,
dad, o;bjetividad y dedicación, aspectos relevantes para un polí-
tico, y, por último-lo que no deja de tener importancia-
nuestros ceses [políticos] nunca plantean problemas de con-
ciencia a quien los ordena, ya que está garantizado el retorno
al Cuerpo (119).
108
tido a un fenómeno que a mí, personalmente, no me ha ido
mal: los cauces de acceso a la vida pública parecían venir
garantizados a través de los cuerpos especiales, las oposiciones
brillantes, etc. Ingresar en un cuerpo del Estado supone que
se está al servicio de la Administración, y punto final (121).
109
No hay que extrañarse de que el tema de los funcionarios y
la burocracia haya merecido una atención central en las preocu-
paciones de los ideólogos del Régimen. Un ejemplo muy signifi-
cativo es la extraordinaria importancia que han tenido en esas
formulaciones ideológicas los catedráticos de Dereoho político
y Administrativo (Conde, Sánchez Agesta, Fernández Miranda,
Fueyo, Fraga, Villar Palasí, López-Rodó, Fernández Carvajal, etc.)
Precisamente, el ascenso político de López-Rodó se debe a su
ambicioso plan de reforma administrativa, concretado sobre
todo en la Escuela de Funcionarios de Alcalá, a imitación de la
prestigiosa ENA de Francia.
Un personaje muy ajeno a ese mundo, Areilza, clama en 1940
por la superación del "lastre> burocrático y su incorporación
al proceso revolucionario. Anotemos con detalle este precioso
texto:
110
Hoy tenemos que pugnar y esforzarnos por desterrar tan cadu-
ca ideología y son precisamer¡te los Sindicatos quienes, al
aceptar la de dirección en la economía.
deben descargar al Estado del peso muerto de una burocracia
inmensa y languideciente. Un Estado falangista no es un Es-
tado superburocrático, no es un Estado sometido a la tiranía
del pequeño o del gran funcionario (124).
111
nistrativos y pollticos, pero tampoco ha sido ésa ni unlvoca ni
constante.
Desde que, a comienzos de este siglo, se empiezan a profe_
sionalizarse los funcionarios en España, con y sin partidoi polí-
ticos, su papel en la máquina del Estado ha sido á[o más-que
el de meros ejecutores. Han tenido una directa párticipacíón
en el poder y en sus altos escalones se han llegado a confundir
con los equipos de Gobierno. El modelo de lá neutralidad bu-
rocrática no ha funcionado. Vicens Vives ha visto muv bien
cómo ha ido tomando cuerpo este proceso desde el finai de la
Restauración:
l9l0 0ó 2,7
19$ l,l 3,1
rgfi 1,0 5,ó
l9ó2 (los dos sexos) 4,3
FS" observarse,
.los ütimos de pa.so,Ia notable redr¡cción de militares y fuerza pública en
años. A tltulo comparativo puede citarse el dato del censo del l9ió francés:
f1 nroporción de funcionarios civiles di ta población activa masculina es el 3,5
l93l en Italia esa proporción era el 4,1 %. -como puede verse núestro retraso %.
Bn
en er
desarrollo de la Administración. @n respecto a ltalia y Francia es ,túyor quc eI que
correspnde al d.esa¡¡ollo económico.
tt2
relevancia piblica. El Régimen de Franco ha podido basarse
en una Administración centralizada, pero no excesivamente bu-
rocratizada. En 19óó había en España unos 53 habitantes por
empleado pr,lblico, frente a 40 en ltalia, 2ó en Francia y 22 en
Alemania (128). Se trata además de un funcionario envejecido
(a pesar de las depuraciones que hubo después de la guerra
civil de 1936-t939\. Tomando la población activa mayor de
20 años, el 30 por ciento la forman las personas de más
de 50 años. Pues bien, entre los funcionarios un 38 por ciento
pasa de esa edad (129).
Más que el funcionariado en abstracto, a éfectos de la dis-
tribución de poder lo que interesa, según hemos visto, es su
adscriryión a distintos Cuerpos, ya que es a través de ellos
como se determina el ingreso, destino, ascensos, retribuciótt,
prestigio y en delinitiva el poder, tal y como hemos comproba-
do al tabular la procedencia de los Ministros. En este sentido
se puede hacer una distinción convencional entre Cuerpos Su-
periores (aquellos para cuyo ingreso se precisa título universi-
tario superior) y el resto. I¡s primeros serían de modo estricto
los que se sitúan en el nivel del poder administrador. Todo el
sistema de Cuerpos forma, sin embargo, una trama de grupos
de intereses que ha sido bien estudiada por Andrés de la Oliva
y Alberto Gutiérrez Reñón:
A'unque la legislación y la práctica administrativa se reñeran
constantemente a los cuelpos, nunca se ha determinado legal
ni doctrinalmente lo que es o deba ser un cuerpo de funcio
narios, o el papel de ellos en la organiz.ación administrativa.
Esta indeterminación se debe en gran parte al origen histórico
de los cuerpos. El sistema de cue4ros no surgió como fruto de
una ordenación racional de la Función pública, sino que ha ido
sedimentándose por la acumulación de situaciones y prácticas
administrativas heterogéneas creadas o reconocidas a poste'
riori por normas particularistas. ta diversidad de orígenes
y configuración ha contribuido mucho a oscr¡recer la doble
naturaleza de los cuerpos que si, por un lado, constituyen un
instrumento de organización de la Función pública, a la vez
son agnrpaciones sociales con entidad propia que actúan como
tales en el seno de la otganización... Los cuerpos en cuanto
grupos de intereses tienen que actuar sobre el poder público,
(128) Julio Feo y J. L. Romero, qla Administración Prlblica comparada en tr€s ¡)al-
ses continentales: España, Francia y Alemaniar, en Ce¡¡tro de Estudios Sociales. Socdo
logta de Ia Admínistrrción Públíca espoida, vol. 17 (Madrid, 19óE), pp. 315-37ó; p. 333.
(129) Miguef Beltrán, ¡I¿ edad de los funcionarios ptlblicosr, en Centt! de Bstu'
dios Sciales, Sociologla..., cít., W. l5&l?9; p. ló4.
lt3
ya que sólo los poderes prlblicos pueden satisfacer las aspira-
ciones e intereses profesionales de los funcionarios . y toilo- gru-
po d.e intereses que trata de obtener decisiones de tos podéres
ptiblicos en favor de sus miembros es un grupo de presión.
Por ello puede calíficarse a los cuerpos de fincionários de
grupos de presión (130).
tt4
narios de otros Cuerpos superiores. Los que no tienen cargos
se vinculan, en cambio, mucho más con el sector privado o a
otras actividades (se dedican al ejercicio libre de la profesión,
a la enseñanza, a dirigir una empresa, etc.).
En resumen, nada de lo que podemos decir del modo de pen-
sar de la élite política y en especial de los Ministros, se puede
entender sin esta clave de la capilaridad entre función pública
través de un sistema estratificado de Cuerpos- y poder
-a
político. Quizá resida en este hecho la insuperable resistencia
del Régimen a aceptar los partidos pollticos, del modo como
los han digerido, por ejemplo, otros sistemas autoritarios (Mé-
xico, Portugal de Salazar, Argentina, etc.).
t15
8. UNA ELITE MADRILEÑA Y FINANCIERA
Madrid t2 2
País Vasco t2 2
Andalucía 9 J
Galicia 4 8
Cataluña-Baleares 8 I
Asturias 2 4
Castilla la Vieja
Resto de Castilla la Nueva
3
4 :
Aragón 3
País Valenciano 3
I-eón 2
Extremadura 2
Murcia 2 =
Canarias
Cuba
j I
I
Tor* oox rNFoRMAcróN
tr7
_ _ 9r. _e¡¡idente
el predominio de los que provienen del eje
Madrid-Vasconia-Andalucía, tan asociado ciertamente a los orí-
genes de la Falange, y a las clases dominantes desde la Res-
tauración (terratenientes andaluces, financieros vascos, altos
funcionarios madrileños). Es notable la ausencia de los <países
catalanes,ü, tanto por el volumen de población que representan
c9mo, sobre todo, por su peso económico (132). El que en to-
das las regiones de habla catalana (Cataluña-Balearei-país Va-
lenciano) hayan nacido sólo 12 Ministros frente a los 2ó que
proceden de Madrid, señala con toda nitidez el carácter *centr.-
lista> de la élite política, la ausencia de la participación <peri-
férica>, al menos de la periferia catalana-balear-valenciana. Esa
ausencia es más notable si consideramos sólo los Ministros mi-
litares; éstos han nacido sobre todo en las regiones que tradi-
cionalmente han sido el vivero de los cuadros del Ejéicito: Ga-
!9iu y Andalucía. Sólo un Ministro militar es catalán, el general
Dávila, y desde luego de apellidos no catalanes, que es lo sig-
nifrcativo. Esto ocurre también con algunos de ios Ministros
civiles nacidos en Cataluña: son hijos de funcionarios, emplea-
dos o profesionales residentes en Cataluña, pero oriundos de
otras regiones. Este es el caso de García Ramal, Fernández de
la Mora y Martínez Esteruelas (los tres, por otra parte, muy
vinculados al mundo empresarial).
El lugar de nacimiento no revela del todo la identificación
regional. Pero, si nos atenemos al lugar en que los Ministros
civiles realizaron sus estudios universitarios, el peso de Madrid
y el eje Madrid-Vasconia es todavía más llamativo:
Era Azul 15 5 1 I 4
Tecnocracia t6 ) 3 8
Funcionariato 10 3 1 3
Torn 41 10 5 4 t2
Desde luego, en este caso los datos no son completos y quizás
exista una tendencia en las reseñas biográficas a destacar la
(tfZ) Ng es casualidad, como luego veremos, que los Ministros procedan en menor
medid¡ de Cataluña y que las empresas de esta iegión se hayan aiociado menos a la
gran Banca nacional, casi toda ella asentada en Madrid v Bilbao.
118
Universidad de Madrid, cuando en ella se ha estudiado, y a
ocultar en cambio los estudios en Universidades <de provinciasr.
Con todo, es impresionante el lugar centtal mejor di-
-nunca
che- que ocupa Madrid en el proceso de socialización de los
Ministros. En términos relativoc, sobresale asimismo el papel
destacado de la Universidad de Deusto (de la Compañía de Je-
sús), como símbolo del centro elegido por los burgueses vascos
para educar a sus hijos.
La importancia del eje Madrid-Vasconia (133) de la élite po
lltica actual se entiende mejor si comparamos la distribución
del lugar de nacimiento de los Ministros de Franco con el de
los Ministros de la II República:
% de Ministros de
II Reoública Franco
Región de nacimiento (1931-193ó) (193E-1974)
Madrid 25
Pals Vasco 4 13
Galicia 9 t2
Castilla la Vieja.I*ón 9 7
Andalucla l7 13
Resto 52 30
119
referidos %o de nacidos en
al alo Madrid-País Vasco
Embajadores 1967 54
Ingenieros de Caminos. 1967 37
Directores Generales de Mi
nisterios t967 36
Ingenieros Agrónomos . 1964 32
Abogados del Estado 1958 29
Magistrados del Tribunal Su-
premo . 1958 T9
Catedráticos de Universidad. 1967 18
r20
altas decisiones de un proceso de desarrollo económico asom-
brosamente rápido e inesperado. No es casualidad su vinculación
con el eje Madrid-Bilbao, el que concentra la casi totalidad de los
Bancos nacionales y muchas de las modernas y grandes empresas.
La vinculación de los Ministros con el mundo de la gran
empresa la hemos detectado a través de su presencia en los
Consejos de Administración de las empresas recogidas en el
Directorio de Conseieros y Director¿s (DICODI) de 1961 a 1974.
Este método suponealgunas limitaciones: l) No contar con da-
tos anteriores a 19ó1, ciertamente una etapa con una débil ex-
pansión económica. 2) Partir del indicador de presencia en el
Consejo de Administración, que puede ser poco fiable (por
el sistema de utilizar a veces (personas interpuestasr) y poco
válido (porque la pertenencia puede ser a título meramente
simbólico o accidental, ex officio, etc.). Las limitaciones son ine-
vitables y no restan firmeza al argumento central de medir el gra-
do de interrelación mutua entre la gran empresa y la alta política.
Del total de 83 Ministros y ex Ministros vivos en 1974,64, es
decir, el 77 por ciento cuentan en el período 19ó1-74 con algún
cargo en los Conseios de Administración de las grandes empre'
sas públicas o privadas. Estos son los datos sintéticos:
Perlodo 19ó1-1974
t2L
No sólo es alto el porcentaje de ex Ministros que ostentan
cargos en el mundo financiereempresarial, sino que se da una
alta concentración de cargos y empresas por cada uno de los
Ministros vinculados. Más adelante veremos algunos ejemplos.
Obsérvese también que son menos los casos en que los óx lÁnis-
tros se encuentran sólo en empresas públicas o privadas. l,o nor-
mal es que participen a la t)ez en uno y otro tipo de empresas
o que sucesivamente pasen de una a otra.
Veamos lo que sucede con los ex Ministros en dos momentos
del tiempo para comprobar el cambio ocurrido en la importante
década 1964-19742
t22
Veamos ahora algunos ejemplos de vinculaciones concretas
con las empresas privadas, ya que los cargos en las públicas se
distribuyen más al azar (134). No parece existir una mayor pre-
sencia en las empresas de los ex Ministros de una u otra <fami-
liar, aunque los tecnócratas y algunos técnicos pargce que acu-
mulan más cargos y en empresas más importantes. Pero algunos
falangistas (Gamero, R. Fernández-Cuesta, García Ramal, Arrese,
Fraga, etc.) aparecen bien situados, e incluso algunos militares,
como Barroso o Alonso Vega.
La vinculación directa con los Bancos no es corriente; se da
más bien a través de otras empresas relacionadas con ellos. El
grupo bancario que ha tenido conexiones ministeriales más di-
rectas ha sido el Hispanoamericano-Urquijo-San Sebastián (todo
un símbolo del eje Madrid-Bilbao) a través de Gamero, Larraz,
Lequerica, Castiella y Barrera. El Bilbao-Vizcaya han estado re-
presentados en los Gabinetes por Garcla-Moncó, García Ra-
mal y Antonio María de Oriol y Urquijo (estos dos últimos
no directamente, a través de otras empresas relacionadas), el
Comercial Transatlántico por Carceller y el Popular por Fernán-
dez de la Mora. Estos dos últimos son los únicos en que se
puede encontrar una conexión con el mundo empresarial ca-
talán.
La relación de causa a efecto más palmaria es la que se
establece entre el tipo de cartera desempeñada por un Ministro
y el ramo de las empresas a las que luego (o a veces antes) se
dedica. Así, por ejemplo, Vicente Mortes, Ministro de la Vivien-
da, aparece en los Consejos de Administración de varias empre-
sas relacionadas con la construcción y los servicios urbanos
(Sociedad Ibérica de Construcciones y Obras Públicas, Gas y
Electricidad, Urbanizadora Costa de Atzab.ar, Compañía del Me-
tropolitano de Madrid). El conde de Vallellano, Ministro de
Obras Públicas, se registra como Presidente de Aguas Castro-
monte <Vita> y como vocal de la Compañía General de Asfaltos
y Portland, y de Aguas del Balneario de Cestona. Carlos Rein
Segura, Ministro de Agricultura, se ha relacionado después con
empresas de abonos (Medem), ceryezas (Industrial Cervecera
Sevillana) y tractores (John Deere, y Lanz Ibérica), entre otras.
r23
El Nmirante Moreno, Ministro de Marina, fue después presiden-
te de la Compañía Trasmediterránea.
Un dato del mayor interés es que no son pocos los ex Mi-
nistros que aparecen en los Consejos de Administración de
empresas típicamente <multinacionales>, como Mortes (Nestlé),
López de Letona (Westinghouse), Espinosa (S.K.F.), R. Fernán-
dez-Cuesta (Brown and Root Española), González Bueno (Ci-
troen), Rein Segura (John Deere), Barroso (Telefunken), Ruiz
Giménez (Perkins), Banera y Barroso (Standard Eléctrica), Ro-
meo (Peñarroya), etc.
A título de ilustración, se recoge a continuación las relacio.
nes empresariales de algunos ex Ministros más directamente
vinculados con el mundo económico.
Tipo Tipo de
Empresa de empresa catgo Años
r24
GONZALEZ BUENO, Pedro
Organización y Acción Sindical (febrero 1938-agosto 1939)
Tipo tipo de
Empresa de emptesa catgo Años
Tipo Tipo de
Emptesa de ernpr¿sa cargo Años
r25
REIN SEGURA, Carlos
Agricultura (julio 1945 - julio 1951)
Tipo Tipo de
Empresa de empr*a cargo
Típo Típo dc
Empresa de empresa c^t80
126
GARCIA RAMAL, Enrique
Relaciones Sindicales (octubre 1969 - diciembrc l%4)
Tipo Tipo de
Empresa de enplesa cargo Añ6
t27
9. EL ESTILO HUMANO DE LOS MINISTROS
DE FRANCO
(135) Va de suyo que los ll4 Ministros y prácticamente todos los varios centenares
de Subsecretarios y Directores Generales que han gobernado en el pals han sido varc-
nes. El hecho por lo sólito no suele ser resaltado. Queda para la historia como una
csupervivenciar más.
(13ó) En la biograffa oficiat de León Herrera se señala la frase iue dijo después
de ser Praurador en Cortes y pasar por dos Direcciones Generales: .I¡ón Her¡era r¡o
tiene ya aspiraciones pollticaC de más envergadura. Mis aspiraciones son las de volver
junto a mi familia.r Reseña en elnformaciones' 30 octubre 1974.
t29
dójicamente, otra cosa que polltico y sobre todlo aprentaflo.
Dos años antes de ser Ministro y un año antes de acceder a
Subsecretario, Gonzalo Fernández de la Mora es entrevistado
por Pedro Rodríguez en "Arribap. Ante la consabida pregunta
"Supongamos que le nombraran Ministro...r, la respuesta, sin
dejarle terminar al periodista, es:
Lo de Ministro no puedo tomarlo en serio, por supuesto. Ni en
broma siquiera (137).
130
del destino... Su vida ideal hubiera transcurrido como profesor
de táctica o estrategia en la Escuela de Guerra Naval, y como
hogareño pintor de paisajes soñados. Era austero... Su austeri-
dad era casi excesiva (l4l).
131
o sindicatos, todos ellos apenas remontan la segunda o tercera
fila del liderazgo local (su meta puede ser la de Subjefe provin-
cial del Movimiento o Vicesecretario Provincial de Sindicatos),
a no ser que se las arreglen para <hacer oposiciones), para
crearse una sólida posición económica o profesional. Natural-
mente, estos últimos son los más pragmáticos, los menos cre-
yentes, los menos activistas. Incluso la carrera opuesta es la
más exitosa. El joven apolítico que triunfa en (oposiciones), que
sale adelante como un auténtico unúmero uno> en la vida prole-
sional. o de los negocios (una lumbrera, como suele decirse),
aunque inicialmente sólo tímida y marginalmente estuviera me-
tido en actividades políticas, una vez que llega a la cúspide del
prestigio privado, es cooptado con rapidez y eficacia por la línea
de mando político y encumbrado a los más altos puestos. No
necesariamente es un <tecnócrata), sino en ocasiones un encen-
dido umonárquicor, un convencido
langista>.
"católico,) o un ferviente <fa_
Este juego presta una extraña movilidad al personal político
y una curiosa eficacia a todo el sistema. Por un lado, los over-
daderos creyentes) acaban trabajando en la base o en asuntos
privados (abogados, gestores, jefes de personal, modestos em-
presarios, etc.), con lo que no llegan a ser nunca una alternativa
dogmática o ideológica con capacidad real de cambiar las co-
sas; se convierten en un instrumento perfecto de movilización y
control para cuando se estima conveniente en las alturas (eleccio-
nes, referéndums, manifestaciones, etc.). Por otro lado, los pro-
fesionales triunfantes recién llegados a la política no dominan
la base como para poder constituir grupos políticos que supon-
gan una amenaza a la unidad. Piénsese en los casos de Silva,
Fraga, Licinio de la Fuente, Martínez Esteruelas, entre otros
muchos. Su ucapacidad de convocatoria, a nivel de cuadros y
masas es evidentemente pequeña en comparación con su pree-
minencia a nivel de la élite nacional. En cambio, cuando hay
personas con una cierta (capacidad de convocatoria> (Hedilla,
Blas Piñar, Díez Alegría, etc.) lo normal es que no lleguen a
Ministros. Violarían la norma de la <unidad de mando" y el
principio de que los sistemas de coopción polÍtica funcionan con
los <moderados> de cada ofamilia>, no con los radicales o exal-
tados.
En Ia Era Azul, incluso, se produce el hecho paradójico de
que acceden a la titularidad de algunos Departamentos, perso-
najes que habían sido figuras destacadas en la política anterior
a 1936, mientras que se marginan o se exilian interiormente mu-
132
chos ucombatientes de la primera hora> (142). Es inconcebible,
por ejemplo, desde una óptica exterior, cómo pudo haber sido
Ministro un Martínez Anido y no un Tovar o un Ridruejo.
Se da la paradoja a veces de que los Ministros aparecen
como menos "políticos) que los que les rodean; ejercen más
de <políticos> antes de llegar al cargo y después de salir de é1,
pero cuando se sientan en la poltrona ministerial procuran cum-
plir como buenos servidores de una hipotética política trazada
de antemano para ellos. No es casualidad que en un libro de
entrevistas políticas, titulado precisamente Los políticos, en
donde se entrevista a veinte reconocidas figuras de la vida públi-
ca, ninguna de ellas sea Ministro, y sólo aparezca un ex Ministro,
alguien tan excepcional como Ruiz Giménez (143).
Un hecho dificultoso y sorprendente para quien desee inves-
tigar la vida pública española, resultado un poco de todo lo
que llevamos dicho, es la extrema parquedad con que los Mi-
nistros producen libros de memorias, autobiografías, testimo-
nios de su actuación, etc. El caso de Entre Hendaya y Gibraltar
de Ramón Serrano debe destacarse por lo excepcional. A veces,
incluso los libros que parecen más testimoniales y personales
y hasta <explosivos>, como en el de Julio Rodrígtrez, Impresio-
nes de un Ministro de Carrero Blanco (144), apenas trascienden
unas cuantas anécdotas superficiales.
Un dato curioso a este respecto: en la escueta biografía
oficial de Julio Rodríguez, al ser nombrado Ministro, figura como
primer escalón de su carrera académica el que
fue <decano de Ciencias de la Universidad -lógicamente-
de Navarra entre los
años 19ó4 y 1968, y miembro de la Junta de Gobierno de dicha
Universidad>. Este importante dato no figura, en cambio, en el
más extenso currículum que se imprime en el mencionado libro.
No creo que el olvido fuera por <estudiada humildad> (145).
No es el único caso de alteración de datos fundamentales
en una biografía. Uno muy curioso es el de la reseña oficial de
Esteban de Bilbao, que en los años 40 aparece como un furi-
bundo enemigo de la República, mientras que años después
(142) Sobre este punto puede verse el luminoso análisis de J. J, Linz, cAn Autho
ritarian...o, cir., pp. 324 y ss.
(143) Bonifacio de la Cuadra, Los palítícos (Barcelona: Dopesa, 1974).
(144) J. Rodríguez, Impresiones de un Ministro de Carrero Blanco (Barcelona:
Planeta, 1974).
(145) Julio Rodrfguez fue capaz de decir: u¿Sabe alguien que el 909ó de--los. cijn-
tificos que ha habidc-en la historia, estarnos vivos ahora?> (Declaraciones a María Ro-
sario Ros en "Solidaridad Nacionalo, el 3 mayo 1974.)
133
aparece sólo como un moderado opositor de la misma. Compá-
rense estas dos muestras:
134
habiendo tantos candidatos a sentarse en una poltrona minis-
terial y por qué se derraman lágrimas (es literal a veces) cuando
no hay más remedio que dejársela al siguiente. Como indicación
de ese sentimiento quejumbroso del poder podemos citar, entre
otros muchos testimonios, éste de Manuel Fraga Iribarne, en
un discurso sincero y personal que pronunció en un homenaje
de sus paisanos después de ser Ministro; al referirse a sus
años de servicio en la alta política dice:
Se dice, en efecto, que Silva fue uno de los pocos que dimi
tieron, a pesar de ser un Ministro con "buena Prensa>.
Si hemos de ser justos, los Ministros no se pueden quejar
de las críticas que han recibido, sobre todo antes de la Ley de
Prensa de 1966. Nada hay más soporífero que las gacetillas que
se insertaban en los periódicos de provincias cuando se anun-
ciaba la visita de un Ministro. Es la literatura política más re-
(148) Manuel Fraga lribame, El tlesarrollo polttico (Barcelona: Grijalbo, l97l),
p. 257.
(149) Declaraciones de Silva Muñoz a oEl Noticiero Universalo, 8 abril 1974,
135
petitiva, insustancial, adulatoria y sinsorga que se puede leer.
Es sabido que los crÍticos literarios son personajes que pue-
den ser ampliamente criticados, por lo menos más que otros.
Al ser ésa la ocupación más conocida de Gonzalo Fernández de
la Mora, antes de ser Ministro, se pueden registrar en torno a su
persona críticas y diatribas que difícilmente se pueden encontrar
referidas a otros altos cargos. A título de ejemplo en una nota
editorial de "El Noticiero Universal" del 13 julio 196ó, titula-
da "Otra bobada de Gonzalo Fernández de la Mora> se le cali-
ñca de "hombre de mala salivar, <intelectualazo>, (inefable crí-
tico>, usabihondo [con] roya garbancerao entre otras lindezas.
Lo que son las cosas: una década antes en el mismo periódico
se califica a Fernández de la Mora de (persona fina y culta...,
un escritor ya formado, de cabeza bien dispuesta, al que hay
que considerar como uno de nuestros más fuertes valores en el
campo intelectual, filosófico y políticoo (28 marzo 1957). ¿Habrá
sido el cambio un efecto de la Ley de Prensa de 1966? Si es así,
"disgustos y ten-
hay que recordar a don Manuel Fraga que sus
taciones> quedan compensadas sobradamente con la tolerancia
para la crítica que permitió *su' Ley. No es irónico sino literal
en este caso el posesivo osuo. Los Ministros andan siempre con
<su>' proyecto de ley debajo del brazo, y a veces se lo llevan en
la cartera cuando son despedidos. La insatisfacción legislativa
ha debido ser enorme. Arrese se retiró con un frustrado proyec-
to de leyes fundamentales, y su mutis significa precisamente el
fin de las posibilidades <azules" y el orto de la chance monár-
quica con los tecnócratas. Arias Salgado falleció sin poder firmar
la Ley de Prensa, pensada de varios años, que tanto iba a dis-
tinguir a su sucesor. Varios ministros de Hacienda parece que
han salido con los tomos recién encuadernados de su particular
reforma fiscal. López-Rodó se asocia a su monumental plan de
reforma administrativa que tuvo que postergarse a las exigen-
cias del Plan de Desarrollo. Nada digamos de los avatares de la
Ley Villar (General de Educación), la que recibió más críticas
(las mías me costaron serios disgustos profesionales, que no son
para contarlos ahora). Quizá la medida legislativa más acerba-
damente criticada, hasta el ridículo, fue la del ju-
"calendario
liano" o reforma del calendario académico impuesta
el parecer general- por Julio Rodríguez; la medida fue -contra
dero-
gada nada más acceder su sucesor al cargo, sin que hasta ahora
se haya podido explicar a los estudiantes universitarios que
empezaron el primer curso en 1973-74 por qué las clases no se
iniciaron hasta enero de 1974.
l3ó
Pero, en fin, aparte de estos escuetos ejemplos, es difícil ver
el pretendido sufrimiento y la especial dureza de la labor de
un Ministro. Lo malo llega cuando deja de serlo, una circuns-
tancia que no está legislada.
Las llamadas crisis (o mejor relevos) gubernamentales sue-
len resolverse de forma inopinada, agotando a veces sucesivos
períodos de rumores. Una semana antes del relevo cn que tuvo
qüe ceder su puesto Alfredo Sánchez Bella, éste desmintió ca-
tegóricamente a los periodistas el rumor sobre la posibilidad
de su sustitución, echándoles en cara su credulidad. "Eso
es no conocer el estilo del jefe." El <estilo del jefe>
-añadió-
es precisamente no avisar. El Ministro de Información debía de
saberlo (150).
Es conocida (y temida) la institución de <la carta> o <el mo-
toristaD aludiendo a que el Ministro que cesa en un cargo es
por deseo personal y fulminante del Caudillo. José Solís se pre-
cia en una entrevista de que el Jefe del Estado lo cesara <de
palabra" sin mediar la consabida <carta>, privilegio que según
él no tuvieron los demás Ministros (151).
El que un Ministro sea nombrado o relevado de su cargo se
acompaña con el funcionamiento de la ley general de todo el
sistema que tiende a evitar al máximo los conflictos (a los que
se opone la <unidad>). Así en 1942, ante la tensión que se crea
entre Serrano y Varela (que culmina en nlos sucesos de Bego-
ña>, en donde se atenta contra la vida de este último), el Gene-
ralísimo destituye a los dos sin mayores preámbulos.
En 1956 la oposición entre los azules conservadores
-capi-
taneados por Fernández-Cuesta- y los católicos más apertu-
ristas por Ruiz Giménez- lleva igualmente al
-representados
destierro político de los dos contendientes. El sucesor de Fer-
nández-Cuesta es José Luis de Arrese, quien en 1957 proyecta
una pequeña revolución palatina para (nacionalsindicalizaru el
Régimen. Es el canto de cisne de la Era Azul, como hemos visto.
A las reformas de Arrese se opone sobre todo Martín Artajo, en
nombre del mínimo pluralismo (el uprincipio de subsidiari-
dad>) que ilumina la doctrina social eclesiástica. El resultado
de esta confrontación es que ambos son despedidos de las pol-
tronas ministeriales.
En 19ó9 estalla el "conflicto Matesa> que enfrenta en este
(l5()) Bardavío señala que la práctica de que "los ministros cesados son los últi-
mos que se ente¡?nD; sólo le faltó añadir la metáfora estermtipada, J. Bardavío, La cri'
sis..., cit., p. n6.
(l5l) Entrevista a L.6pez Castillo en oNuevo Diario,, 31 marzo 1974.
137
caso a los Ministros azules (Fraga, Solls) o católicos (Silva)
contra los asociados al Opus Dei (López-Bravo, Villar, López-
Rodó). Todos los contendientes van siendo poco a poco releva-
dos de sus puestos: Silva cae en 1970, todos los demás dejan
de ser Ministros en 1973 o 1974.
En 1974 el conflicto entre los aperturistas, representados por
Pío Cabanillas, y los inmovilistas, acaudillados por Girón-Emilio
Romero-Utrera, produce la destitución inopinada de Cabanillas.
No es casualidad que para el trámite de pasar de un cargo
político a otro se emplee la terminología castrense de ucese,r
o (relevoD y la burocrática de <tomar posesiónr, y más especí-
ficamente para la llegada o partida de un Ministro. La idea sub-
yacente a tales actos es que la (clase> de los'protagonistas es
siempre la misma y por ello es sólito ver en la toma de pose-
sión de un Ministro no sólo al saliente sino a otros ex Ministros.
Valga por lo expresiva y convencional esta declaración de Utre'
ra Molina en la toma de posesión de su equipo de nuevos cola'
boradores en la Secretaría General del Movimiento:
SerÍa erróneo pensar que llegan hoy aquí unos hombres nue-
vos y que vamos a perder a los que se van' En absoluto: los
que vienen, en este sentido, ya estaban, y los que cesan, se
quedan, Esto no es más que una nueva distribución de las
tareas, nunca un utilitario y poco ilustre reparto de privilegios.
Es un relevo escueto y digno, en el que todos vamos a seguir
juntos, ilusionadamente unidos en un tenaz y perseverante
servicio al pueblo de España. Todos vamos en la misma nave,
y, por tanto, no ocurre otra cosa que un cambio de timonel y de
remeros: la Polar permanece invariable. Contemplando la tra-
yectoria del equipo anterior, sólo nos cabe aspirar a que mis
colaboradores y yo podamos cubrir la etapa que hoy iniciamos,
con la misrna dignidad que quienes ahora relevamos... (152).
138
las <dimisiones> deben interpretarse más como decisiones por
motivos personales que políticos.
Una caracteristica muy peculiar de muchos Ministros de
Franco es que, después de serlo, no continúan en la política
activa (ello es difícil sin existir partidos o partido y escaseando
los puestos senatoriales simbólicos) sino que <se retiran>, algu-
nos a una especie de autoexilio interior, otros a una actitud de
desengaño o incluso de arrepentimiento, y casi siempre a bri
llantes puestos en el mundo financiero. Aunque sigan recibiendo
el sueldo de modo vitalicio no cabe duda de que este brusco
(cambio de status> debe resultar algo desagradable. Téngase en
cuenta lo cuesta arriba que tiene que hacerse pensar en con-
ducir el coche propio, buscar una secretaria particular, alquilar
un despacho, etc., máxime cuando el que sale desea seguir dedi
cándose a la política.
En este sentido, la frase que alguien le dijo a Julio Rodrí-
guez, Ministro de Educación, después de Ia muerte de Carrero,
cuando se temía un relevo umasivor de altos cargos, vale por
todo un tratado de Ciencia Política:
Tal como está la situación política en España, si sales del Go.
bierno caes en el vacío, Es como si te dijeran: agárrate a la
brocha, que me llevo Ia escalera (153).
139
Segunda Parte
r43
tentes que Franco incorpora. El propio Tamames utiliza un
sistema de <coloracionesu para clasificar ideológicamente a cada
Ministro, aunque sin explicar en qué consiste cada una: nfalan-
gista, militar, monárquico alfonsino, técnico sin filiación deter-
minada, tradicionalista, Acción Católica, Opus Deio (3). Hay, des-
de luego, un acuerdo bastante amplio en que ésta es la lista de
<familias> (la expresión es intramuros; Emilio Romero, por
ejemplo, la utiliza mucho) de las que se ha surtido la com-
posición política de los Gabinetes.
Linz acuña la noción de upluralismo limitado> como típica
de los regímenes autoritarios, ejemplificados por el franquis-
ta (4). No creo que la <limitación> signifique tanto la exclusión
de ciertas posiciones ideológicas (lo cual resulta demasiado ob-
vio) como que la permisión de unas u otras se establece en
lunción de las personas, de individuos muy concretos en vista
de sus relaciones personales y no tanto por su pertenencia a
organizaciones. Se trataría de un <pluralismo personal>, natu-
ralmente limitado, pero no porque se acote el núme-
ro de grupos políticos,-insisto-
sino porque los que se reconocen se
asignan a personas determinadas. Así, por ejemplo, el régimen
franquista ha tolerado los grupos (católicos' vinculados a la
Acción Católica, Editorial Católica, ACN de P y Opus Dei, pero
no los que se derivaban más directamente de la antigua CEDA.
La explicación puede que esté en la pasada (mala) relación entre
Franco y el líder de la CEDA José Maria Gil Robles. Por otra
parte, Franco incorpora como primeros colaboradores suyos a
ex diputados de la CEDA: Serrano, lbáñez Martín, Alarcón, La-
dreda. Los propios portavoces ideológicos del Régimen, aunque
enfatizan una indefinible unidad y comunión en los princi-
pios (5), no tienen más remedio que reconocer el carácter plural
de los grupos de pensamiento que lo componen:
Plural y múltiple fue el Movimiento desde sus orígenes. Plural
y múltiple fue el desempeño de tareas, servicios y funciones, y
(3) Ibid., p. 496.
(4) Iuan J. Linz, uAn Authoritarian Resimc: Spainr, en E. Allardt y Y. Littunen,
Cleavages, Itleologíes ond Part! Stsfems (Helsinki: Transactions of the Westermarck
Society, l%4), pp, 291-341; p.297 y ss. Este artlculo se encuentra traducido en M. Fra-
ga et alii, La Espo'na de los años 70 (Madrid: Moneda y Crédito, 1974), vol. III, tomo 2,
pp. 14ó7-1531, bajo el título auna teoría del Régimen autoritario. El caso de España,,
I¿ continuación y réplica del tema puede verse en un nuevo trabajo titulado (Totalita-
rian and Authoritarian Regimes,, en Greenstein y N. Polsby, Handbook ol Political
Sciorce (Reading: Adison Wesley, l9?5), en pnensa.
(5) <Hoy los Ministros no tienen cntre sí más vínculo polltico que el de estar inte-
grados en el Movimiento Nacionalo, Jorge Vigón, Mañana (Madnd: Afrcdisio Agua-
do, 196ó), p. 13ó.
144
plural y múltiple, aunque arropada por la comprensiva unifor-
midad de una época, fue la solidez de una España que, con ho
nor e independencia, con trabajo y con fatiga, con alegría y
esperanza, mantuvo frente al mundo entero su insobornable
dignidad histórica (ó).
145
sición al sistema durante la República) y que junto a ello no
tuvieran empacho en ponerse la camisa azul, con todo lo que
ello comportaba, Este núcleo antirrepublicano, monarquizante,
católico, tradicional y nacionalista, revestido del lenguá¡e y es-
filo falangista, va a ser, sin duda, la charnela de la organización
del Régimen. Fl proceso de reinstauración monárquica que se
producirá lentísimamente a lo largo de las últimas décadas (des-
de el mismo nacimiento de don Juan Carlos en 1938 hasta su
primera asunción interina de los poderes del Estado en 1974)
recogerá ese núcleo de pensamiento y será su (coronación>
definitiva.
Sin embargo, lo que no ha ocurrido jamás, a pesar de todos
los textos que hablan de unidad y derivados, es la constitución
de un bloque, partido, movimiento, o como se le quiera llamar,
de corte netamente franquista. Esto ha sido paradójicamente la
habilidad y el triunfo de Franco, lo que le ha permitido dirigir
sin desgaste la escena española durante cerca de cuatro décadas,
lo que ha difuminado la tentación totalitaria y le ha valido en
los últimos lustros el reconocimiento de un <templado> autori-
tarismo (en comparación con la dureza de los años de la pos-
guerra). Desde otro punto de vista este elemento fundamental
es quizá lo que ha imposibilitado una ruptura total en los mo-
mentos de crisis y ha impedido con ello la aparición de partidos
políticos y, en definitiva, un sistema democrático. Todo depencie
dónde se sitúe el observador.
Un experto en Derecho Constitucional atribuye el de
moderacióno que mitiga la falta de pluralismo político"factor
democrá-
tico del Régimen al "equilibrio interministerial derivado de la
procedencia social, la mentalidad de gestión y las diferencias
secundarias de ideario entre los componentes de los diversos
equipos gubernamentales que se han venido sucediendo> (Z).
No es sólo que no haya partidos. Es que la representación
política de cada una de las familias se hace a título nominal.
Resulta, como digo, muy difícil afirmar que tal Ministro es fa-
langista o tecnócrata, porque puede muy bien ser ambas cosas
e incluso una tercera. ¿Cómo pasar a ser líder de una alternati-
va democristiana si un determinado Ministro se (quema) como
participante <católico" en el sistema franquista? Por todo ello,
los Ministros se nombran a partir de los elencos que propor-
cionan las distintas <familias" ideológicas, pero el nombramien-
(7) José Zafra, Régimen político de Esparia (Pamplona: Universidad de Nava-
rra, 1973), p. 5().
t46
to suele recaer precisamente en los seguidores más <tibios>, a
igualdad de otras circunstancias. Los ideólogos más fanáticos
no llegan a un despacho ministerial. Los falangistas no lo con-
siguieron con Hedilla; los monárquicos con Eugenio Vegas, Rui-
señada o el marqués de Valdeiglesias; los tradicionalistas con
José María Valiente; los católicos con Martín Sánchez-Juliá;
ni siquiera los integristas con su más brillante portavoz: Blas
Piñar. A primera vista, este dato parecerá raro (8), pero encaja
de manera muy precisa con el concepto de "régimen autorita-
riou que tan bien ejemplifica el franquista. Nada más claro que
este párrafo:
t47
san en colaborar y ventilar los problemas que los demás pue-
dan tener (10).
148
tino, intransigencia, revolución, milicia, misión, permanente,
consigna, mística, caduco, entero, poesía, imperio, haz, banderas,
agro, vertical, jerarquía, sangre, y mil más.
El vocabulario falangista no puede ser más lírico, sonoro y
<viril>. Apunta a conceptos evanescentes, a realidades inmarce-
sibles, lo cual resulta utilísimo en un sistema político que busca
el compromiso. A veces se establecen sutiles cambios de nomen-
clatura. Los Sindicatos son al principio Centrales Nacional-Sin-
dicalistas, para luego evolucionar a Delegación d.e Sindicatos o
simplemente Organización Sindical. Incluso esta última expre-
sión, en un folleto explicativo para el XXII Congreso Mundial
de Mujeres Empresarios celebrado en Madrid en 1973, se tra-
duce como Federación Española de Industria.
Otro ejemplo curioso de alteraciones semánticas puede ser
la respuesta que dio el Marqués de la Florida (Presidente de la
Hermandad de Alféreces Provisionales) a la pregunta de un pe-
riodista: "¿Son ustedes pacifistas?"
Naturalmente que sí; !a violencia como acabo de decirle no
está justificada, salvo cuando responde a otra violencia; nunca
puede ser utilizada como instrumento de opresión. Por esta
paz, que gracias a nuestro Caudillo estamos disfrutando, hemos
luchado y seguimos luchando (13).
t49
misión de abrir el surco, de sembrar y d.e morir; y bajaremos
a la tumba con el ademdn impasible y el rumor alegre de las
canciones vieias (14).
150
que (vivimos sometidos a la sencilla y cristiana ley que
dimana de la -dice-
tierra, de la que veníamos, en la que estamos y la
que volvemos de nuevo algún díau (21).La divinización panteísta
del trabajo en el sector agrario no puede superar cotas más
altas.
Í.a fuerza retórica tradicional del falangismo resiste el paso
de los años y es ún elemento imprescindible para entender la
peculiaridad del Régimen. Como testimonio para la Historia
de lo que ha sido el original y difuso estilo falangista de estos
años permítaseme aducir un ejemplo tardío y si se quiere <for'
géndrico>. En la toma de posesión de Jesús Fueyo como Director
del Instituto de Estudios Políticos, en abril de 1974, la frase
central de su discurso, entre punto y punto, dice asl:
151
será por la vocación aún más lírica del propio Utrera. En ese
mismo año termina Utrera un discurso con esta estupefaciente
declaración de principios: <Creo en la aurora, en las estrellas y
en los trigos) (24).
Una de las características del estilo del Régimen es la con-
tinua innovación terminológica, la reforma semántica que atri-
buye renovados contenidos a las palabras y aposiciones. La lista
que se podría hacer resultaría larguísima: desde nacionalsind.,
calista hasta verbócrata (la acusación de un tecnócrata a sus
contrarios), pasando por educación y descanso o cultura pory-
lar (para ocio dirigido), orientación bibliográfica (para censuia),
revolución pendiente, aperturismo, asociacionismo, participa,-
ción, triunfalismo, gironazo, y muchas otras. A lo largo de este
libro se pueden encontrar abundantes textos antológicos (25).
Quiá como epítome de la innovación semántica está el cali-
ficativo de termocéfalo que Julio Rodríguez aplicó al
"pueblo
español>, sin mayores distinciones, y gue significa, según é1, que
(no es capaz de discutir sin acalorarse> (2ó).
Uno de los fenómenos más sorprendentes del franquismo es
la capacidad, la vocación <aperturista> que se despierta en al-
gunos ex Ministros, por lo menos a ese nivel semántico de cam-
biar de terminología. ¿Mala conciencia por no haber sabido
utilizar todos los resortes del poder? ¿Temor a perder protago-
nismo en un sistema tan personalista que deja tan desatendidos
a los .ex'? Las explicaciones son varias, incluso la más lógica
de presuponer que la experiencia política genera una honda
preocupación por los asuntos públicos, sin descartar que las
esferas del poder se dejan influir por el tono, el estilo y los
temas de la semioposición (27).
Quizás el ejemplo más espectacular de esta paulina conver-
sión lo tenemos en la actitud tomada por Fraga, una vez que deja
de ser Ministro. En las páginas anteriores quedan anotadas al-
gunas ilustraciones de su postura disconforme con la orientación
tecnocrática del Gobierno. Un texto igualmente antológico es su
intervención en el Consejo Nacional del Movimiento, del 15 di-
ciembre 19ó9, enfrentándose a la decisión gubernamental de
(24) José Utrera Molina, Derecho a la esperanza..., cit., p. Zl.
(25) Para una buena antolog{a de ios lugares comunes a que ha conducido ls
trivialización del lenguaje polltico reccmiendo el lihro del humor de Manuel Barrios,
Carta abíefia a un eÍ ministro (Madrid: Ediciones 99, lyl4).
(2ó) Declaraciones a Margarita Riviére en *Diario de Barcelonar,2 abrit 1974.
(27) Vicente Mortes declara, por ejemplo, poco tiempo después de ser Ministro,
que es <demócrata social,. Declaraciones a cl.as Provinciasr recogidas en parte cn
oEl Noticiero Universalo, 2 julio 194.
r52
dar un parón al tema de las uasociaciones políticas>, suscitado
por el propio Consejo un año antes (28). He subrayado algunas
de las innovadoras, sorprendentes palabras de esa intervención.
Las traslado aquí, como hitos para una historia de la evolución
del lenguaje político de estos años:
Leal discrepancia
- Desarrollo político
- Apertura
- Libertad de las ideas
- Participación auténtica
- La fuerza de las opiniones y los intereses de la sociedad
- Libertad de.asociación política
- Fuerzas espontáneas de la opinión pública
- Sociedad abierta a la acción de todos
- Asociacionismo juvenil
- Futuro político de ancha base
- (No hay que) mantener a la nación en una permanente
- minoría de edad
El país
- Asociaciones
- Integración de las nuevas generaciones y de las nuevas
- clases
Hombres nuevos
- Programas creadores
-
Seguramente que a un (ya hay que decir) viejo lector del
"Madrid" (1966-72), el periódico ardorosamente combatido por
Fraga, le sonarán todas esas expresiones como las típicas que
irritaban o esperanzaban desde la página tres de dicho pe-
riódico.
Después de todo lo que llevamos dicho se comprenderá lo
difícil que es manejar las etiquetas políticas de los diferentes
Ministros. Pero si hemos de recomponer e interpretar el puzzle
político de estos años no tenemos otra opción que intentarlo.
Queda el lector avisado de todas las posibles trampas semánti-
cas de tal esfuerzo taxonómico.
(28) El texto completo del interesante discurso de Fraga aparece en su libro El
Desarrollo Político (Barcelona: Grijalbo, 1971), pp, 249-255.
153
Como se recordará, habíamos convenido en clasificar las
ideogías dominantes de los Ministros en estas nueve <familias>:
1. Militares
2, Primorriveristas
3. Tradicionalistas
4. Monárquicos
5. Falangistas
6. Católicos
7. Integristas
8. Tecnócratas
9. Técnicos
Las "familias> se ordenan según el aproximado orden crono-
lógico en que intervienen de una manera destacada en los Ga-
binetes. Así los primeros Gobiernos de Franco se constituven
po_r militares, primorriveristas, tradicionalistas, monárquicoi y
falangistas. Ya en la Era Azul aparecen los católicos e integris-
tas. En los últimos lustros se generalizan los tecnócratas y bos-
teriormente éstos desaparecen para dar paso a los técnicos.
(Véase gráficos encartados l, 2 y 3.)
Excepto en el caso de los militares, tradicionalistas y falan-
gistas, el resto de las nomenclaturas debería usarse entre comi-
llas puesto que sus propios adherentes dudarían a veces en
etiquetarse de ese modo. Tómense las etiquetas dichas, a falta
de otras mejores, porque son las que utiliza el pueblo
fablar a su vezino>, esto es, en <román paladinor. "para
Una diferencia esencial entre las <familias> y otras formas
de agrupación política es la irreductible heterogeneidad del prin-
cipio de clasificación. Los militares son un claro y exclusivo
grupo ocupacional. I.os tradicionalistas y monárquicos conti
núan la línea de antiguos partidos. Los primorriveristas apare-
cen unidos por un pasado de fidelidad y colaboración con otro
régimen. Los falangistas constituyen el núcleo de un nonato
partido totalitario sustituido por un vago <movimiento> de las
fuerzas colaboradoras de la España Nacional en el esfuerzo de
la guerra civil. Los católicos y tecnócratas agrupan a los vin-
culados con determinadas organizaciones de tipo cultural o
pastoral. Los integristas son más bien un *estilo> que se destaca
de algunas de las anteriores lamilias. Los técnicos presuponen
una categoria <apolítica>, residual, basada en el compromiso
personal. Como puede verse, no hay un despliegue sistemático
de <familias>, sino que cada una de ellas se forma de acuerdo
154
con un principio clasificador. El conjunto aparece bastante des-
ordenado, pero la realidad es así también. Más tarde (caps. 20
y ss.) veremos un criterio para emparentar analíticamente a
las ufamilias>: el acuerdo ideolóeico.
Desde luego, la pertenencia a alguna de esas <familias" no
asegura por sí misma la llegada al poder. Luis G. San Miguel
señala, refiriéndose sobre todo al Opus Dei (origen de los tecnó-
cratas) y al ACN de P (solar de los católicos), que esos grupos
constituyen <rampas de lanzamiento> para situarse en la órbita
del poder (29). No todos sus socios tienen el mismo éxito; apar'
te de la vocación política o la capacidad moral de compromiso
está el pertenecer a Cuerpos distinguidos de la Administración
y el saber entonar con las ideas clave del sistema y las domi'
nantes en un determinado momento. La diferencia con los parti'
dos políticos es que en este caso un Ministro está legitimado
para decir que su pertenencia a ellos es la causa externa prin'
cipal que le ha aposentado en el poder. En cambio, en el su'
puesto <familiar> resulta más difícil reconocer el impulso de
una u otra (rampa de lanzamiento". Lo corriente es caer en la
típica interpretación psicologista de la mentalidad conservadora
que atribuye sólo a las cualidades o merecimientos <personales>
el éxito o la sobresaliencia en la vida política.
Una última precisión y justificación, aunque sea reiterativa.
En un principio me pla.nteé la tarea de clasificar a todos los
Ministros dándoles una etiqueta y sólo una a cada uno y con
igual valor. De esta manera el resultado hubiera sido mucho
más bello, más pulcro y hubiera producido, sin duda, una apa-
riencia cuantitativa, que es la ilusión de todo sociólogo empíri-
co, en definitiva lo que uno es. El único problema es que la
realidad se alejaba un tanto de mis esquemas. A tiempo me
llegó la crítica de Antonio Fontán, un buen conocedor de los
entresijos del Régimen y antes que eso un humanista. Sólo tuvo
que recordarme la leyenda de los lechos de Procusto para que
me diera cuenta de mi error. Yo también podía estirar o cortar
a voluntad a <¡miso Ministros para encajarlos en las literas de
mis clasificaciones, pero ello sólo me habría conducido a una
deformación de la realidad. Justamente, una de las esencias del
franquismo consiste en dificultar todo lo posible esa operación.
Un Ministro puede pe,rtenecer a mds de una familia política, sea
por el origen, por el modo de comportarse o de expresarse,
(29) Luis G. San Miguel, (Estructura y cambio del régimen polltico español,,
I (1973), pp. 8l-10ó; p. 88.
Sisterna, nrlm.
155
o por las personas con quienes se asocia. [.a pertenencia puede
además ser nítida o vaga, destacada u ocasional. Esto hace a la
política del Régimen especialmente impredecible, sujeta de
modo continuo a las decisiones de una sola y suprema persona:
el Caudillo. Y sin embargo conocer la composición personal y
la temática dominante de cada <familiar es imprescindible para
saber con qué mimbres ha compuesto Franco su cesto y qué
iba pensando el buen artesano a medida que iba viendo concluir
su original obra maestra.
15ó
11. MITITARES
-:
48. Muñoz Grandes. Capitán General, 49. Nleto Antúnez. Marino ¡lustre y
Vicepres¡dente del Gobierno, "delf ín" amigo personal del Generalísimo.
de Franco y hombre de su entera
confianza,
66. Juan Vlgón. Con Franco en algún 67. Lequerl'ca. De embajador con Pé-
lugar de las operaciones de la Guerra tain, pero seguía de concejal bilbafno,
de Liberación. de patricio vascongado.
r57
que hemos llamado clase [media] tradicional. Las creencias
fundamentales, los valores morales, la idea de unas esencias de
Ia patria, la imagen del Estado, son las mismas para ambos.
Y con las mismas la desconfianza en la política, la despolitiza_
ción efectiva, la aspiración a un orden simple y externo. Duran_
te la Dictadura de Primo de Rivera la coincidencia mental entre
el Ejército y la clase media tradicional llegó a su punto de
mayor identidad. Estaba todo preparado para que aquella cla_
se pudiera aceptar como dogma la desafortunada metáfora de
conveniencias que representaba el Ejército no como brazo
armado sino como espina dorsal de la patria: esto es, como
Estado suplente. Y para que la propia clase tradicional se
transformara en vivero de soldados.
Por lo que se refiere a la Iglesia, su identificación con la clase
media tradicional podemos compararla a la del molde con la
cera... La Iglesia volvería a sus viejas querencias: a buscar en
el Estado un brazo secular, dócil y enérgico y a recabar la
proscripción de los elementos de pluralidad y diversificación
que pudieran causar menoscabo en la homogeneidad espiritual
de la vida colectiva. Esto significarÍa también una exigencia de
despolitización.
Iglesia y Ejército... encajan como poder indirecto e inspirador
y como poder ejecutivo y representativo de la clase [media]
tradicional, de cuya mentalidad, en buena parte, serían cada
uno de ellos causa y resultado (31).
r58
Uruguay, Brasil). En este sentido Linz afirma, refiriéndose espe'
cialmente a la situación española:
En los regímenes que surgen de una acción militar el Ejército
disfruta de una posición privilegiada y se mantiene en posicio-
nes clave, pero pronto coopta a políticos, funcionarios y técni
cos, que cada vez son más quienes van tomando la mayoría de
las decisiones. Cuanto más se llega a consolidar un régimen,
menor es el número de personalidades estrictamente militares
que forman el Gobierno, salvo cuando no existan otras fuentes
que provean las élites. En este sentido puede resultar equívoco
hablar de dictadura militar, aun cuando el Jefe del Estado sea
un militar (33).
159
los momentos bélicos (de guerra civil y guerra mundial) fue
absorbente la presencia de las Fuerzas Armadas en los puestos
dirigentes de la Administración del Estado.
Tampoco están incluidas en las cifras anteriores las Fuerzas
de Seguridad (Guardia Civil y Policía Armada). Contando sólo
los jefes y oficiales de dichos Cuerpos tenemos que ascienden
a unos 2.0(D en tiempos de la Dictadura,2.200 en la República
y de 2.000 a 2.4A0 a lo largo de la década 1960-70. Como puede
verse, el aumento ha sido sólo muy moderado y desde luego muy
inferior a la densidad y ritmo de la vida social de los últimos
tiempos. En cualquier caso, tampoco cabe presumir de estas
cifras que estemos ante un <Estado policíacor, como pudo repu-
tarse a la Alemania nazi o incluso del Portugal de Salazar, al
menos cuando nos alejamos del crítico momento del final de
la guerra civil. Se trata, sí, de un Estado autoritario, pero que
paradójicamente necesita poca policía al ser muchas las instan-
cias de control social, al haberse extendido una mentalidad auto-
ritaria básica en parte como consecuencia del éxito del Régimen
mismo. Por supuesto, que habría que entrar a valorar otros
detalles cualitativos, pero no es el momento de hacerlo ni me
veo con capacidad para ello. La interpretación que aquí se ofre-
ce es por tanto ptovisional y discutible. Menos lo es el hecho de
que las tasas de Fuerzas Armadas y sobre todo el gasto por
soldado por habitante sean unas de las más bajas de Europa.
Este es un cálculo publicado hace algunos años por un buen
conocedor del tema (34):
(34) Antonio Sánchez Gijón, cTecnologla y profesión de las armas¡, Diario <Maüidn,
3 noviembre 1974, p, 3,
1ó0
Casto Dor soldado Tasa de fuerzas armadas
Paises (circa 19óó) (en délares/año) por 10.0ü) habitantes
1ó1
ces de homicidios o suicidios están entre los más bajos del mun-
do) y en el que el uso de la violencia política organizada ha
sido muy raro en los últimos decenios. Unicamente el (maquis>
de los años 40 y la ETA de los sesenta y setenta han sido loca-
lizadas excepciones. Justamente por eso el cinematográfico ase-
sinato de Carrero en 1973 dejó atónita a la gente.
El Régimen ha sido bastante reacio a contar con "milicias"
populares, es decir, con grupos armados fuera del Ejército, a
diferencia de lo que ha sido usual en otros sistemas autorita-
rios de tipo fascista o con una base guerrillera en su origen
como los regímenes de Tito o Castro. I-a existencia de las
"mi-
liciasu falangistas en la época de la guerra y en los años inme-
diatos de la represión fue siempre un fenómeno transitorio, ex-
cepcional y controlado por el Ejército. Después desaparecieron
y sólo se ha tolerado un mínimo y personalizado armamento
de la Guardia de Franco (<camisas viejas" falangistas y línea
más disciplinada del Movimiento-organización) y de los Alfére-
ces provisionales, pero a título individual. De hecho, la exposi-
ción pública de tales grupos armados sólo ha tenido lugar en
casos muy excepcionales. Quizás el último fue en febrero de 1956,
cuando la línea .dura> de los falangistas madrileños (la famosa
"Centuria XX>) asaltó la Universidad y se manifestó por las
calles. A partir de entonces, el uso de la
"violencia privada>
a favor del statu quo se ha realizado sólo ocasionalmente y de
manera clandestina por comandos (<Guerrilleros de Cristo Rey",
<Partido Español Nacional Socialista>, etc.) muy esporádicos
que atacan más símbolos e instituciones (librerías, exposiciones
de pintura, redacciones de revistas, etc.) que personas, y desde
luego con un alcance real mucho menor del que se deriva de la
atención que merecen en los periódicos.
Pero en definitiva el alcance de esta forma de represión pri-
vada (o perifrdstica, para emplear el irónico término de Dionisio
Ridruejo) (37), ha sido escasa por cuanto el Régimen ha prefe-
rido siempre la forma más institucionalizada, culta y segura de
utilizar las distintas jurisdicciones (militar, orden público, ad-
ministrativa, eclesiástica, ordinaria) para reprimir la subversión
al orden establecido. La autodefinición de uEstado de Derecho",
la total colaboración de algunos eminentes juristas, la lealtad
absoluta del Ejército, el alto nivel de control social son todos
elementos no siempre presentes en otros sistemas autoritarios
(37) Dionisio Ridruejo, ula polltica española ltacia 1972", en I. Camuñas y otros,
España. Perspectiua 1972 (Madrid: Guadiana, 1972), pp.234l; p. 30.
162
y que han permitido al Régimen español la limitación máxima
del uso de la fuerza privada, contribuyendo no poco a su esta'
bilidad y también a su legitimidad.
Veamos ya la significación de los Ministros militares. Poco
podemos decir. Aún constituyendo la ofamilia> más numerosa
y permanente de los Gabinetes, su política ha sido la de la dis-
creción y el silencio. Sus biografías son escuetas como el resu'
men de la hoja de servicios, y hacen poquísimas declaraciones.
Una gran paradoja asociada con el Alzamiento político'mili'
tar de 193ó es que los militares sublevados ni fueron todos ni
representaban tampoco la línea doctrinaria más agresiva frente
al liberalismo, el socialismo o la República. Al contrario, como
ha señalado un destacado político del sistema, aunque no par-
ticipante en el poder:
ló3
Pro falangistas
(azules) Pro tradicionalistas Prc monárquicos
t64
de querer distanciar en cierto modo a los falangistas del Ejér-
cito y a los militares de la Falange. Si alguna profesión, como
tal profesión, predispone a la concepción nacionalsindicalista
de la vida, es precisamente la de las armas. No es necesario
hacer una apología de lo militar. Todos nuestros fundadores
coincidieron-en Considerarlo nervio y fibra de nuestra idiosin-
crasia. La disciplina, el patriotismo viril, la acción directa, es
la Falange y esla Milicia. Cuando se nos busca una actitud, se
nos da la del soldado. Cuando es preciso adoptar un modo
entero de entender la vida, se nos señala el militar; si quere-
mos un hábito, ha de ser uniforme, y hasta si tenemos un him-
no, ha de sonar a canción de guerra. Hacemos obligatoria la
enseñanza premilitar, que es como un noviciado, como una
iniciación en la mística castrense, una impaciencia por ofrecer
a la Patria el sacrificio. No hace falta insistir más en el contra-
sentido en que incurrirían quienes fuesen capaces de ver en el
Ejército otrá cosa que uno de los servicios más honrosos y más
béllamente nacionalsindicalistas que pueden prestarse (41).
1ó5
I T2. PRIMORRIVERISTAS
167
ción. de 1937 que amortiguó la tentación de un Gobierno para-
fascista. A él se debe la creación del servicio Nacional del 'irigo
(el ideólogo del momento fue Dionisio Martín Sanz) y colauoio
en la redacción del Fuero del rrabajo, el texto constitucional de
carácter más paternalista y corporativo.
Benjumea pertenece a una familia de gran abolengo sevilla_
no, naturalmente terrateniente. Su hermano, el condé de Gua-
dalhorce, fue uno de los cerebros grises de Ia Dictadura de
don Miguel. uno de los hijos der Ministro fue el primer caído
de la guerra en Sevilla. Benjumea estuvo un corto tiempo en
Agricultura, lo suficiente para poner ..en orden> la reiorma
agraria republicana, y resistió en Hacienda los diez años de
predominio_.autárquico y de impulso bancario (1941_51). poca
cosa.se podía hacer, otra vez, más que uordenar la casa>. pasó
por- último a dirigir el Banco de Espáña (1951-19ó3). La nota
ne-
c-rológica publicada en ul-a prensa, de Barcelona (30 dic. l9ó3)
decía encomiásticamente de él lo siguiente:
ló8
patria y de sus intereses colectivos. Pero todas estas condiciq
nes implican la existencia de un nuevo Estado, de un Estado
corporativo fuerte, sustentado sobre todas las clases, unifica-
das en torno al ideal nacional. El problema no es de retoques
o enmiendas, parvo empeño que obsesiona a muchos teorizan-
tes y discutidores de la obra iniciada por la Dictadura, sino de
principios, pudiendo plantearse con la siguiente pregunta: ¿Se
es o no partidario de un Estado organizado a base de cuer¡ros
profesionales, con facultades bastantes para estatuir sobre sus
más vitales problemas? Y este es el interrogante que déjó en el
aire la Dictadura para ser contestado por las fueuas juveniles
de la España mejor (4ó).
169
señeros de la industria catalanar. De hecho, desde 1925 fue Se-
cretario del Fomento del Trabajo Nacional, una de las entidades
patronales con más solera, y en 1940 Secretario del Sindicato
Textil. Fue un notable experto en política aduanera, un exitoso
empresario, un destacado ideólogo de la burguesía industrial y
de sus intereses proteccionistas, un incontinente discursero.
Las ideas de Gual Villalbí pertenecen a un fondo conserva-
dor y regionalista, bastante alejado a veces de otras concep-
ciones dominantes en el espectro ideológico del Régimen. Véase,
por ejemplo, su concepto de patriotismo tan diferente del modo
más oficial (joseantoniano) de entenderlo:
170
Primo de Rivera y también sustancialmente aI General Franco,
en la medida en que su compromiso con el esfuerzo industria-
lizador y la definición de la política de autarquía signiñcaba un
mercado no competitivo, de fáciles dividendos para una indus-
tria escasamente creadora y nada <agresivar. Esta polltica be-
neficiaba tanto a los burgueses catalanes y vascos como a los
agricultores cerealistas y olivareros.
Como último y paradójico servicio, Gual Villalbí fue nom-
brado Presidente de una comisión interministerial para el estu-
dio del posible ingreso de España en la Comunidad Ecqnómica
Europea, la cual dictaminó ---como era de esperar- una pru-
dente espera y (un período de adaptación para la concordancia
de nuestras condiciones económicas y las normas institucionales
en que se basa el Mercado Común> (53). No hay que decir que al
período de adaptación no se le ha puesto llmite.
t7l
13. TRADICIONALISTAS
176
A pesar del tono totalitario de estas páginas, de hecho los tra-
dicionalistas han venido funcionando igual que los <cató-
licosu- como valladar ideológico para-alimpedir que el Régimen
se convirtiera precisamente en un sistema totalitario, todo ello,
como es natural, desde una perspectiva premoderna. Así, según
cuenta López-Rodó, Esteban de Bilbao se opuso enérgicamente
a los intentos de Serrano Suñer de supeditar ciertos órganos
del Estado a los del Partido. Salen adelante las ideas de Este-
ban de Bilbao que cristalizan sobre todo en la Ley de Cortes
de 1942 donde se configura una reencarnación de las ideas me-
dievales de representación estamental y se mitiga mucho la in-
fluencia del Partido como tal (55).
(55) Laureano López-Rodó, Potttica y desarrollo (Madrid: Aguilar, 1970), pp. 19 y 20.
177
14. MONARQIJICOS
t79
El régimen totalitario con su partido único es la peor fórmula
de todas, pues suele convertirse en un foco de arbitrariedad
inmoral y provoca automáticamente el nacimiento de otro apa-
sionado partido: el formado por el resto oe la sociedad ignora-
da por él (56).
180
dor-parlarnentario en su fondo, a@pta la colaboración con el
franquismo por una serie de vetas fundamentales de su pensa-
miento: la representación de los intereses del gran capitalismo
bilbaíno, el <españolismo, o antiseparatismo dogmático que le
caracterizaba (58) y sus contactos con la generación de lite-
ratos vascos que se acercan a la Falange (Mourlane, Sánchez
Mazas).
Una anócdota del gran político bilbaíno que mer€ce desta-
carse, es la de que en 1939, siendo alcalde de Bilbao, es nom-
brado embajador en Francia. ,Como confirmación del <ruegor
que hizo para (que se le permitiera no dejar del todo el servir
a su pueblo natal... obtuvo la gracia especial de continuar sien-
do concejal del Ayuntamiento de Bilbao> (59). Este caso reprG
duce la idea constitucional pero sí constitutiva- de que
los Gobiernos-no
de Madrid han tenido en ocasiones <ministros de
Bilbao" o "ministros de Barcelona', entiéndase, de los grupos
económicos dominantes en ambas ciudades.
Nótese que su embajada en París coincide con el apogeo de
la ocupación nazi. Este dato le fuerza a Serrano a tacharlo de
(supergermanófilo> y de servidor de los nazis...
"descollante
de los jefes de la Gestapo> (ó0). Lo cual no obsta para que
en 1953 Lequerica estuviera en Washington negociando con
Eisenhower los acuerdos de ayuda a España. ¡Qué carrera: de
Maura a Eisenhower pasando por los nazis y todo ello sin dejar
de ser el ucaciqueu de Bilbao! Ciertamente el monarquismo de
los servidores de Franco parece un poco especial.
La fe monárquica de don Fernando Suárez de Tangil y An-
gulo, conde de Vallellano y marqués de Covarrubias de Leyva,
parece algo más nítida. Procede también de los mauristas
padre fue diplomático- y llegó a ser Director General en -sul92l
y alcalde de Madrid con Primo de Rivera en 1924. Fue colabo-
rador de Guadalhorce. Participó en la usanjurjadau de 1932. Fue
diputado de Renovación Española en 1933 y t936. Siendo ade-
más Letrado del Consejo de Estado y de talante moderado, su
(58) Lequerica, según propia confesión, ndesde su primera juventud fue ferviente
adepto del españolismo vizcaíno, tenazmente opuesto al movimiento separatista, con
todo el calor que los bilbaínos de esta casta pusieron en el empeño'. Plnafos del
discurso de ingreso en la R. Academia de Ciencias Morales y Polfticas, recogidos en
oDiario de Barcelona", 27 junio 195ó.
(59) Así consta en las biograflas oficiales (p. ej., en .Diaúo de Barcelona', 12 sep-
tiembre 1944, aunque erróncamente lo que se dijo también fue que; al tieÍlpo de
embajador, continuó siendo <alcalde (sic) de Bilbao, cargo que ejerce cada vez que
se lo permiten sus altos deberes" (uMadridr, 27 de febrero de 1954).
(ó0) Ramón Serrano Suñer, Entre Hendaya..., cít., p. 104. (Nota de l¿ edición
de 19?3.)
181
acceso al Gobierno era más que seguro. Ocupa en 1951 el Mi
nisterio de Obras Públicas, una casa (Fomento) por la que habían
pasado eminentísimos políticos conservadores: Bravo Murillo,
Guadalhorce, La Cierva, Cambó, etc. Esta tradición se seguirá en
el franquismo (Peña Boeuf, Fernández Ladreda, Vallellano, Jor-
ge Vigón, Silva, Fernández de la Mora y Valdés han sido los
titulares de esa cartera). El propio Vallellano nos da la razón
de esta predilección:
(ól) Conde de Vallellano, Las obras públicas en Espaín y los gobiernos de auto'
ridad (Madnd: Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, l9f), p. 18.
(ó2) Decla{aciones a Salvador Pániker, Conversaciones en Madiil (Barcelona: Kai-
rós, l9ó9), p. 14.
t82
el gusto pueril que hubo de emplear un vocabulario y de.adop
tar unos modos (los de la Falange) que no se correspondlan en
absoluto con el contenido del Régimen, ni con el papel atri-
buido a aquella organización (ó3).
183
No es mi intento historiar aquí las vicisitudes de Falange
Española, el movimiento político que cristaliza en el liderazgo
de José Antonio Primo de Rivera (1933-193ó) tras las huellas de
una serie de capillas intelectuales de tipo fascista o nacionalista
que aparecen en el período de 1931-1933. Entre otras razones,
porque los avatares de F. E. terminan propiamente en 1937, el
año inicial para datar la historia del Régimen franquista, que
es lo que aquí me interesa (ó4). A partir de ese crltico año en-
contramos dos hechos enormemente complicados, ambos apocG
padamente designados como *Falanger: Por un lado, cFET y
de las JONS", como tronco, levadura y organización de lo que de
modo genérico se definirá (o si se quiere no se definirá) como
<Movimiento Nacional' o sMovimientor sin más, y que es cosa
distinta al partido que dirigiera José Antonio Primo de Rive-
ra (ó5). Por otro, el hecho de ..los falangistas>, el conjunto
de individuos de diversas generaciones (pero con preferencia de
la que "hizo la guerrarD en sus años mozos), que se consideran
herederos de un José Antonio caiismático, y que imprimen el
sello más distintivo, el estilo más característico, a la forma po
lítica franquista. Estos rlltimos no forman propiamente una
organización política, puesto que para ponerse una camisa üzul,
o declararse joseantoniano o más arin del Movimiento, no es
necesario pagar ninguna cuota ni someterse a ningrin trámite or-
ganizativo. No obstante, en la parla interna se encuentran con-
tinuas referencias al "Partidor, corro si en verdad existiera
una única y totalitaria organización política. En rigor, han sido
varias y laxas las uorganizacionesp políticas, o mejor, nricleos
ideológicos que ha incorporado el sistema franquista, utilizando
formas organizativas muy diversas y el método de cooptar a los
posibles discrepantes. El propio Franco un dato irrefuta-
-es
(ó4) El libm clásico para documentar la Historia original es el de Stanley G. Pay-
te, Falange (Parls: Ruedo Ibérico, l9ó5).
(ó5) El estudio más cornprehensivo e inde?er¡diente del Movimiento es el ¡e¿lizado
¡:or Juan J. Linz, .From Falange to Movimiento-Organización: The Spanish Single Party
and the Frarco Regime, 193619ó8', en Samuel P. Huntinglott y Clernent H. Moor€,
comps., Authorítarian Politics in Modem Societr, The Dynamics ol Estabtbhed One'
Party Sisterc (New York: Basic Book, 1970), pp, 128-203, Yo aqul manejo una versión
multicopiada.
185
ble- antes de ser Jefe Nacional de FET y de las JONS no era
propiamente lo que se dice un falangista. Y lo mismo se puecle
asegurar de la mayoría de sus Ministros, aun de algunos que
actuaban con camisa azul. En cualquier caso, el análisis déta-
llado de lo que es la Falange, el Movimiento o la familia falan-
gista es de particular relevancia para comprender la médula
ideológica del Régimen. La importancia objetiva del falangismo
es evidente en un mundo cambiante en el que éste es el único
grupo político con participación en el poder que conexiona sus
orígenes con los desaparecidos fascismos que perdieron la
II Guerra Mundial.
La Historia de Falange Española, con todos los ulteriores
aditamentos (desde las JONS hasta el Movimiento Nacional), es
un remedo de lo que iba a ser todo el conjunto de pactos ideo.
lógicos del Régimen, con una amalgama de fuerzas dispares
y a veces contradictorias. Hay mil testimonios del rechazo de
la unificación con los tradicionalistas que se produjo en algu-
nos falangistas. Más infrecuente es la queja de la fusión con
las JONS. Este es un comentario reciente de uno de los falan-
gistas puros, de la primera hora, que fue Vicesecretario del
Partido durante la Guerra Civil, evolucionando más tarde hacia
una posición monárquica de apertura democrática:
[El jonsismoT traia una carga social, pero no trajo una carga
social generosa, sino una carga social agria... si no de rencor,
de frustración, de amargura (ó6).
18ó
do tiempo de influir ideológicamente y desde luego lo han
hecho.
La familia falangista no se distingue por su apartamiento
de los puestos funcionariales o económicos. En esto se parece
a las demás. Entre los Ministros falangistas hay varios Letrados
del Consejo (Gamero, Rubio, Romeo), Abogados del Estado (Se-
rrano Suñer, Sanz Orrio, Díaz Ambrona, Licinio de la Fuente,
Martínez Esteruelas) y Catedráticos (Rubio, Fraga, Fernández
Miranda). Fernández-Cuesta es Notario y Arrese Arquitecto. El
poder de este grupo procede tanto de su ideología como de sus
conexiones con los Cuerpos funcionariales de pr€stigio. En con-
tra, además, del tradicional despego de los falangistas por el
mündo de los negocios, encontramos a algunos de ellos que han
descollado en puestos importantes de ese mundo: Gamero,
Ro¡neo, Fraga, García Ramal, Solís, etc. (ó9).
Quizá lo más característico de la familia falangista haya sido
su fecunda literatura, su capacidad oratoria. Han escrito y di-
chq mucho; por fuerza nos hemos de detener un poco más
en ellos (70).
187
muy sinceros de ese protagonismo. Vale la pena detenerse por
un momento en esos materiales de verdadera excepción por su
calidad humana y su honda influencia política. Nadie discute a
Serrano su papel de primer artífice ideológico del sistema fran-
quista, por mucho que a él le fl'ustrara el intento y fueran des-
pués muy criticadas (y autocriticadas) algunas de sus posturas.
Su papel de protagonista, de testigo de excepción es recono-
cido por nuestro autor con mediana claridad:
Después de su muerte [de José Antonio] nadie, en el Poder,
trabajó más gue yo por la realización de sus ideas ! el culto
a su persona (71).
En abril de 1937 a Serrano le toca ser el redactor y animador
del Decreto de Unificación de FE y JONS con la Comunión Tra-
dicionalista y tácitamente con el resto de las organizaciones
civiles que habían colaborado en el Alzamiento. En 194ó, Serrano
contempla de este modo su papel de nueve años antes:
Mi labor se orientaba principalmente hacia estas tres finalida-
des: ayudar a establecer efectivamente la jefatura política de
Franco, salvar y realizar el pensamiento polÍtico de José Anto-
nio, y contribuir a encuadrar el Movimiento nacional en un
régimen jurídico, esto es, a instituir el Estado de Derecho. Mi
propósito falangista estaba basado en esta razón: si el tradicio-
nalismo era evidentemente un movimiento de extraordinaria
vitalidad, heroico, romántico y lleno de virtudes, adolecía de
una cierta inactualidad política; en cambio en el pensamiento
de la Falange estaba incluida buena parte de su doctrina y ésta
tenía por otra parte el contenido popular, social, revolucionario,
que debía permitir a la España nacional absorber ideológica-
mente a la España roja, lo que era nuestra gran ambición y
nuestro gran deber. Irremediablemente el socialismo había
planteado un problema real que no se podía soslayar y que era
forzoso, ineludible, resolver. El acto realizado tenía el sentido
de una propuesta histórico,política y de él surgía o había de
surgir el régimen. Un régimen de mando único y de partido
único que asumía algunas de las características externas uni-
versales de otros regímenes modernos (72).
188
15. FATANGISTAS
\
\
{)
tt
.i'.ñ'
tl$.',.
'l$
189
Es curioso que este proceso revisionista, de dudar de las
propias bases autoritarias del pensamiento fascista, iba a afectar
después a un gran número de las mentes más lúcidas que en
un primer momento se ilusionaron con el experimento falangis-
ta: Dionisio Ridruejo, Laín, Tovar, Fanjul, Areilza, Gamero, etc.
La Falange tuvo conversos en masa, pero también conspicuas
defecciones.
Un tema común a todos los grados y etapas del falangismo
es que la Falange no estuvo nunca resueltamente en el poder
sino que fue un instrumento del mismo (75). Esta afirmación
puede parecer hoy algo exagerada y justificatoria, pero llama
la atención lo repetidamente con que se produce. Registremos
una vez más el sincero y auténtico comentario de Serrano:
La Falange no llegaría a ser jamás el partido único gobernante,
la base exclusiva del poder, ni mucho menos. Una oposición
me refiero aún y sólo a fuerzas nacionales
-dencias - de desde
la contrapesaría continuamente, incluso
diversas ten-
dentro
del poder. Ni la legislación ni las medidas de gobierno llegarían
a ser jamás resueltamente unitarias. En último término el cen-
tro de gravedad, el sostén verdadero del régimen (pese a las
apariencias que tontamente nos esforzamos por exagerar) fue
y seguirÍa siendo el Ejército: el Ejército nacional-pero no
deñnidamente político-sería aún (acaso por fortuna) el su-
plente de un Estado que no acababa de ser, que no acababa de
tomar cuerpo institucional y forma orgánica verdadera... la Fa-
lange, lo que quiso ser, Io que esencialmente era, no fue la
única ni Ia principal titular de este régimen ni de ninguna de
aquellas etapas políticas. Fue, hasta donde pudo, mantenedora
de una tendencia que acaso hubiera prosperado en ciertas
circunstancias; pero no pasó de ahí, porque el régimen ha man-
tenido un cierto equilibrio entre las distintas fuerzas integra-
das en la unificación (7ó).
190
y que cohibía cualquier tentación totalitaria, etc. No es banal
raz6nla propia capacidad autocrítica de algunos falangistas que
mata cualquier firmeza ideológica. En párrafo claramente alusi-
vo a su personal autobiografía, Serrano Suñer comenta que
(nunca faltaron algunos fascistas partidarios de la crítica de su
propia acción, considerándola, incluso, como útil y necesaria
y dispuestos a admitir los méritos del adversario> (77).
Claro que este tolerante autocriticismo se realiza ex post
facto y fuera de la arena política. Desde la cúspide del poder
las cosas se contemplan de otro modo. Desde las cimas de la
Secretaría General del Partido, José Luis de Arrese se expresa
en estos duros, intransigentes, excluyentes términos:
191
detrás del principio de autoridad y de cualquier dogma pro
fano no estaba en su talante... Hace treinta años fue necesario
que España se impusiera una tregua, una cura de disciplina,
para no morir. Temporalmente- ¿por qué no?-una dictadu-
ra... Pero las curas son curas y no conviene confundir la medi-
cina con el paciente. Superada la enfermedad estamos a punto
de demostrar que nuestra sociedad puede valerse por sí mis-
ma. Ello exige prescindir ya de muletas y ponerla a andar. La
Ley de Prensa será el primer paso, a condición de que la liber-
tad que ella concede no consista en que quienes se consideren
más fuertes injurien o manden callar a los que no piensan
como ellos (79).
192
reconocer; es especialmente la caracteristica del espíritu eu-
ropeo. Mejor que desconocer fuerzas reales, cuya existencia es
innegable, es contar con ellas y abrirles, con responsabilidad e
inteligencia, cauces de manifestación. Por el contrario, mante-
nerlas apartadas, y no dar paso a su legltimo interés por la cosa
pública y a la vigilancia de la Administración-para evitar
abusos y atropellos-a la larga sólo puede conducir al des-
orden (80).
193
reafirmación nacionalo. Pero todo eso en el fondo no era más
que la peculiar manera española de entender el fascismo y de
senir a los intereses de una empobrecida clase media. No hay
que confundir <radicalismou con
"izquierdismo> o con <libera-
lismo> (83).
A pesar de que, como señala Fontán, se puede detectar un
fondo de <maurrasianismo religiosou en las declaraciones nacio-
nal-católicas de José Antonio Primo de Rivera, Eugenio Montes
y otros ideólogos de la Falange (84), la verdad es que esta retó-
rica católica ha podido coincidir con un cierto despego de las
actitudes clericales de la derecha e incluso con unos ciertos
aires de secularización y aun de paganismo. Como todas estas
equivalencias se mueven a nivel retórico, es posible encontrar
ejemplos y combinaciones de todos los tipos, y al final es lo
que proporciona la traza ambigua e indefinida al pensamiento
de la Falange.
La cara moderna de la Falange fue, en definitiva, un ropaje
literario y gestero con que cubrir las vergüenzas de una socie-
dad maltrecha y empobrecida, de una política esencialmente con-
servadora. Quizá se destaca en un conglomerado de fuerzas, de
tonos aún más nacionalistas y conservadores, pero el uliberalis-
mo falangista,' no deja de ser una superficial pátina de mundano
vanguardismo. El aire estéticamente modernizante, revolucio-
nario de la vida cotidiana, anticaduco, de la generación falan-
gista que hizo la guerra, puede ser sintetizado con la frase
autodefinidora de ulos que cambiaron la camisa de dormir por
el pijama" según uno de ellos (85).
Lo más positivo de la Falange ha sido, sin duda, lo que po-
dríamos llamar el liberalismo -falangista orientado a la t¡ida
intelectual, una característica muy contraria a la adoptada por
don Miguel Primo de Rivera y por los regímenes fascistas. Una
de las conclusiones del Primer (y único) Congreso Nacional de
(83) Uno de los intentos más documentados de demostrar el no fascismo e incluso
el izquierdismo de Falange es el de Velarde. La impresión que produce al lector tal
defensa menos en mi caso- es que Falange Española es plenamente un movi-
miento de-altipo fascista. Véase Juan Velarde, El Nacional-Sindicatismo, cuarenta años
después (Madnd: Editora Nacional, 1972), sobrc todo el cap. 1.o, con el mismo título,
pp. 37-39, que es, en parte, un encelado y personallsimo alegato contra el libro de
Payne (subtitulado precisamente A Spanísh Fascism). Pereonalmente estoy más de
acuerdo con la tesis de Payne.
(84) A. Fontán, rEl proceso de constitución de la coalición nacional de 193ó,, ejem-
plar multicopiado repartido en la conferencia dada en el Museo de Navara el 28 de
febrero de 1962, p. 13.
(85) José Marla Fontana, Los catalanes en la guefta de Espaia (Madrid: Sama-
rán, l95l), p. 24.
194
FET y de las JONS, celebrado en octubre de 1953, se redactó
de esta sorprendente forma:
19s
o la exaltación del (mitad monjes [que no frailes], mitad sol-
dados> (87).
La última expresión de la Falange hipotética es su vocación
de recoger la herencia del socialismo democrático en España
(esperemos que el intento sea sólo para usos domésticos). Hace
ya algún tiempo que publiqué en el diario uMadridu un artículo
previniendo del futurible de Kahn y Wiener q.ue anunciaban la
llegada de un movimiento paneuropeo de corte neofascista, con
posible origen en España. Trataba de vislumbrar en el horizonte
español de entonces un germen de esa idea, lo que yo etique-
taba como <socialismo nacional, y cuyos confusos elementos
ideológicos se mezclaban de este modo:
t96
incorpora al poder. No es tanto un Partido como un <anti-Par-
tido>, una expresión un tanto surrealista, favorita de José
Antonio Primo de Rivera. Quiérese decir que los falangistas se
han organizado políticamente para acabar radicalmente con el
peligro de los partidos políticos, incluso con la posibilidad
de uno sólo: el suyo. Esta actitud de inmolación patriótica {ue
alguno podría juzgar como suicida- es esencial para entender
lo que ha sido el Movimiento, una creación de Franco con las
ideas y sobre todo con la terminología de la vieja Falange ideal
o hipotética, la que nunca <conquistó el Estado> para sí.
En un primer momento asistimos a la investidura carismá-
tica del Caudillo, como supremo heredero político de José An-
tonio. Fernández-Cuesta, albacea del Fundador y Ausente, llegó
a decir entonces, en la <ofrenda al Caudillo de los atributos del
mando, (1 octubre 1938) que ..Vos, Caudillo, y la Falange sois
una misma cosa" (89). La declaración no parece hoy muy orto-
doxa, ni siquiera como licencia retórica. Era el inicio del com-
promiso de la Falange real, del Movimiento.
La retórica de Girón (uel fogoso orador> como se le adjetiva
convencionalmente) llega a más: a identificar la Falange con el
Estado, una idea del más puro corte fascista:
t97
llamó <el contenido revolucionario> (nacionalización de la Ban-
ca, reforma agraria, impulsos totalitarios, etc.) e incluso elimi-
nando el último punto que decía:
"Nos afanaremos por triunfar
en la lucha con sólo las fuerzas sujetas a nuestra disciplina.
Pactaremos muy poco. Sólo en el empuje final por la conquista
del Estado, gestionará el mando las colaboraciones necesarias,
siempre que esté asegurado nuestro predominio>. Estos últimos
desiderata del ideario joseantoniano pasarán a la Historia de
España como una de las mayores ingenuidades políticas de los
últimos tiempos.
Lo cierto es que la Falange tuvo que pactar y compartir el
poder, a veces en condiciones muy precarias, con otros grupos.
En la crisis de 1956 con que finaliza la Era Azul, Arrese difundió
unas cifras (parecen un tanto fantásticas, pero no han sido des-
mentidas ni replicadas) sobre la participación de los falangistas
originarios anteriores a 193ó o (camisas viejasn- que en
-losla vuelta al país
seguida dieron (91):
Falangistas
antenores
a 1936
Ministros, Subsecretarios y Di
rectores Generales . 135 11
Gobernadores Civiles, Alcaldes
de capitales de provincia y
Presidentes de Diputaciones 150 32 2l
Consejeros Nacional de FET y
de las JONS . 151 65 43
Procuradores en'Cortes )1) t37 24
Diputados Provinciales. 738 133 18
Alcaldes 9.155 776 8
Concejales 55.9ó0 2.226 4
199
Eugenio Montes había brindado otra hermenéutica aún más
poética, de esas que están pidiendo ser leídas en voz alta:
200
constitucional del Estado cuyo Jefe lo es también del Partido
y es Caudi'llo del pueblo, pudiendo expresarse sobriamente las
relaciones de ambos diciendo con un agudo pensador que el
Partido es la iniciativa y el Estado la autoridad que da vida
a esa iniciativa. Un Partido irnpregnado de un profundo patrio
tismo y de un auténtico sentido militar (97).
201
la alusión falangista en uno de los ideólogos franquistas más
puros, al tratar de definir
202
veniente contemplar la posibilidad de la convocatoria de un
Congreso Nacional del Movimiento, de base ampliamente re-
presentativa, que contaría con un precedente en el I Congreso
de la Falange; en el seno de éste se podrían polarizar las fuer-
zas que se inclinan al avance y a la reforma, constituyendo los
cuadros de la futura social-democracia española. Los dirigentes
de la vertiente o rera de la Organización Sindical y de las orga-
nizaciones especializadas de Acción Católica, Ios intelectuales
con sincero sentido social y preocupación de futuro, antiguos
y nuevos falangistas y socialistas, podrían, sin dificultad mayor,
si se superan incomprensiones y aleja.mientos, formar en este
campo (102).
203
inevitablemente contiene la expresión Movimiento Nacional. De
ahí que, en un rapto de entusiasmo académico, Fernández Mi-
randa proponga a continuación este inesperado desidertitum:
El Movimiento pretende cumplir en España un papel análogo
al que han desempeñado la Corona en la Gran Brétaha o lo que
es la American Way of Life en los Estados Unidos (105).
Y añade:
(105) /Dtd.,
"Pueblo,, 28 de enero de 1972.
(10ó) J. Solís Ruiz, discurso del l7 de marzo de 1974.
(107) José Utrera Molina, Discurso en el acto conmemorativo de la fusión de Fa-
lange Española y las JONS, del 4 de marzo de 1973 (Madrid: Ediciones del Movimien-
to, 1973), p. 22.
204
16. GATOLIGOS
*.i,li* ,$:¡
...-1
22. REGENERACIONISMO GORPORATIVISTA
x::.-:r!
1 08. Corllna Maurl. La política exterior ha sido siempre bien nacionalista,
en lo económico.
[--*
205
públicamente que son católicos practicanfes, una situación que
empieza a ser desusada en el mundo actual (hasta en países
tan oscurantistas como Irlanda). Téngase en cuenta que, incluso
en España, sólo una minoría de la población cumple regular-
mente los preceptos católicos, aunque también es verdad que
sólo una pequeñísima minoría se declara agnóstica o perte-
neciente a otra religión. Pero el hecho es que bajo el franquis-
mo ha sido inimaginable que un Ministro se declarase no cató-
lico y sobre todo que actuara en contra de los intereses de la
Iglesia. Este dato es el que da un poder inmenso a los Ministros
<católicos>. La gente en España puede no ser <misalizante> en
una gran proporción, pero no cabe duda de que hay una forma
cultural de vivir ciertos valores del catolicismo tradicional que
es un elemento unificador de intereses y valores de las clases
medias y de la legitimidad que éstas conceden a las clases go-
bernantes.
Los católicos se resisten a ser llamados
"demócratas cristia-
noso casi con la misma vehemencia con que los falangistas se
oponen a ser identificados como *fascistas>. No obstante, en
muchos de los pertenecientes a ambos grupos hay un alto apre-
cio de esa otra identificación, digamos, más <europea>.
Desde luego, para ser <demócratas cristianos" les falta a los
Ministros de la familia católica un ápice más de creencia en la
democracia y un grado menos de acuerdo en los principios ideo-
lógicos de un régimen autoritario. Por eso, irónicamente, Calvo
Serer los denomina <demócratas cristianos colaboracionistas".
Algunos de ellos, como Silva y sobre todo Ruiz Giménez, al ce-
sar, pasan a integrar más la base de lo que en otros países pue-
de ser la Democracia Cristiana. El grupo de editorialistas del
oYa, que firma con el seudónimo colectivo de
"Tácito> podría
encajar con más exactitud en esa denominación (108).
lbáflez Martín es un personaje clave de este grupo, el que
representa el ala más autoritaria. Procede desde luego de la ACN
de P pero conecta más con el grupo de Acción Española que
con la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas).
Participa en la "sanjurjada" de 1932 y más tarde hace amistad
con Albareda, socio del Opus Dei y fundador del CSIC y de la
Universidad de Navarra. lbáñez Martín permanece más de diez
años (1939-51) al frente del Ministerio de Educación Nacional
y luego pasa a la Embajada de Lisboa (un puesto particular-
(108) Pertenecen a é1, Juan Antonio Ortega, l¿ndelino L¡villa, Marcelino Oreja,
Gregorio Ma¡añón (hijo), Iñigo Cavero y Andrés Reguera Guajardo, entre otros.
206
mente delicado por las relaciones de Franco con Salazar y con
don Juan de Borbón) compatible con la Presidencia del Conse'
jo de Estado.
Curiosamente, las competencias del Ministerio de Educación
Nacional dejan fuera muchas actividades educativas oficiales
encomendadas a los Sindicatos o a otros Ministerios, pero en
cambio, hasta 1951, se atribuyen al nuevo Ministerio los llama'
dos Servicios de Información y de Prensa del Estado a través
de los cuales se ejerce la censura y se controla la vida intelec'
tual. Al frente de ese núcleo represivo se halla durante esos
años Arias Salgado, que al cese de lbáiez Martín desgaja todos
esos servicios (más eI turismo) con la categoría de nuevo Minis-
terio. En cierta manera, Arias Salgado puede ser considerado
también un ucatólico) pero su posición ortodoxa extremada
(nmás papista que eI Papan) lo lleva más a que lo consideremos
en el grupo integrista.
La (política católica> de Ibáñez Martín se basa sobre todo
en un incondicional apoyo a los Colegios de Enseñanza Media
dirigidos por diversas Ordenes Religiosas, en el contenido fiel-
mente ortodoxo que se imprime a los textos escolares y planes
de estudio, y finalmente en la elección de un destacado grupo de
intelectuales católicos del Opus Dei pero también
de otras organizaciones--básicamente
para dirigir los destinos del imperial
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (109)'
El reconocimiento de que los católicos estaban en el Gobier-
no para aplicar los principios de la Iglesia, sobre todo en el
campo educativo, se manifiesta paladinamente en la actuación
de Ibáñez Martín. Con ocasión de la aprobación en las Cortes de
la Ley de Educación Primaria de 18 de julio de 1945, pronunció
un importante discurso, del que entresaco estos párrafos (110):
207
cionalismo penertido que caracterizó las reformas docentes del
viejo utilitarismo político (p. l2).
La Ley es primordialmente católica (p. 1ó)... Sirve, ante todo, al
primordial designio de lo que he de llamar lisa y llanamente,
política cristiana de Franco, maestro de la verdad y de la vida
(p. l7).
No hay Código, ni Concordato, ni legislación escolar alguna de
cuantas se han dictado en los países civilizados modernos en los
últimos cien años que aventaje, por su fidelidad a la-doctrina
eatólica, que la ley de Educación Primaria que hoy sometemos
a vuestra decisión (p. 18).
...Nuestra Patria lanza, una vez más, la buena nueva de la pri-
macía espiritual a un mundo materializado que no podrá res-
taurarse nunca ni cimentar firmemente la paz sin asentar la
sociedad futura en la roca inconmovible del hogar cristiano
(p. 2e).
208
Cabría también incluir en el grupo católico al antecesor de
Ibáñez Martín, el monárquico Pedro Sainz (1ll). Ambos tienen
de común la raíz conservadora y nacionalista del grupo de Ac-
ción Español¿. Ambos también sientan las bases de lo que
había de ser una de las políticas más coherentes del Régimen:
la protección estatal a la enseñanza de la Iglesia (colegios de
Enseñanza Media, Universidad de Navarra, CEU, Colegios Mayo-
res, Universidad de Deusto, ICADE, IESE, etc.).
Martín Artajo, como Presidente de Acción Católica en 1940,
representa el caso más claro de los católicos en la política fran-
quista. A diferencia de Ruiz Giménez, Artajo, después de ser
Ministro, ha permanecido en altos puestos públicos y sobre
todo ha continuado en una línea ideológica, digamos, ortodoxa
(desde el punto de vista de la Jerarquía y del Régimen). Ambos
fueron los artífices del Concordato de 1953, el ápice de la con-
cepción preconciliar y autoritaria de las relaciones entre la Igle-
sia y el Estado. Para el aislado Régimen franquista de entonces
supuso un respaldo moral de cierta importancia.
Ruiz Giménez representa una de las figuras más controver-
tidas del Régimen. Evoluciona desde el nacional-catolicismo más
autoritario en la etapa de embajador en el Vaticano y Ministro
hasta la posición más crítica del catolicismo social postconci-
liar (112). Siempre mantuvo una gran coherencia moral y casi
se puede decir que fue el menos oportunista de los políticos.
En todos los puestos ha mantenido al mismo tiempo una fide-
lidad personal al Caudillo y al Papa, ciertamente difícil de man-
tener en la época de Paulo VI.
En los casos de Castiella, Silva o Garicano su papel como
ideólogos del catolicismo político oficial es mucho más tdnue.
Todos los católicos se acompañan de una brillante carrera
de oposiciones al Estado: lbáñez Martín es (sólo) Catedrático de
Instituto, Larraz, Silva y Cabello de Alba Abogados del Estado,
(lll) Serrano Suñer dice de Pedro Sainz en 194ó que oha sido el más laticailista
de los legisladores que ha tenido España", aunque luego en 1973 rectiñca y precisa que
ese juicio resulta excesivo. Rodezno y otros eran también igualmente (vaticanistasD.
Ramón Serrano Srtier, Entrc Hendcyo..., cit., pp. 10ó y 107.
(ll2) Las propias palabras de Ruiz Giménez ilustran por sí solas la evolucién de
que hablo, Ante la pregunta de un periodista sobre un hipotético nombramiento corno
Ministro, en la situación actual, contesta:
*Creo que se trata de una hipótesis de ciencia-ficción. No creo que a nadie se le
ocurra ofrecerme en este momento puesto alguno, dada mi actitud. Es decir, descarto
la posibilidad de ocupar ningún cargo de responsabilidad política mientras no se
haya puesto en marcha seria¡nente un proceso de cambio institucional a través de las
necesarias consultas de voluntad popular, Cooperar a que se abran estas vías me
parece más importante que ocupar ningún cargo polltico,¡ Declaración de Ruiz Giménez
al (Diario de Barcelonar, y recogida en <Informaciones¡ el ló agosto 1974,
209
Martín- Artajo y. Silva Letrados del Consejo¡ Ruiz Giménez y
Castiella Catedráticos de Universidad, Garicano del Cuerpo Ju-
rídico del Aire.
La <conquista> del poder por este grupo a través de estas
pautas de brillantes oposiciones tiene de todo menos de espon-
táneo. [,os católicos han tenido siempre muy claro que estában
siendo preparados para Ministros¡ como una parte -más de su
concepción del apostolado religioso. Dejemos hablar al ideólogo
máximo de la ACN de P, Fernando Martín-Sánchez Juliá. Sus
ideas son <clarísimasr:
La Asociación Católica Nacional de Propagandistas quiere ser
una obra de formación y conservación de una minoría selecta
de hombres apostólicos con capacidad de dirección... los propa-
gandistas... ocupando puestos reservados principal o únicamén-
te a los seglares, como son los de la vida docente (cátedras,
rectorados, decanatos). Eirectores de empresas periodlsticas,
editoriales, etc., puestos oficiales los que han tenido vocación
polltica, constituyen todos una minorla selecta de elementos
directores al servicio de la Iglesia (113).
Decir hombres apostólicos con capacidad de dirección viene a
ser una fórmula intelectual de esta frase vulgar tan repetida:
"Es menester que haya una minorla de elementos diréctores
al servicio de la Iglesia,. Pues es esto mismo: una minoría de
hombres con capacidad de dirección *en actoD y en las distin-
tas funciones de la vida española; asl, por ejemplo, rectores de
Universidad, decanos, catedráticos, jefes de Empresa, director
de un periódico, presidente del Consejo de Administración de
un banco, etc. Y en potencia, ¡ah!, los estudiantes sobresalien-
tes que despuntan, el estudiante que triunfa, el número uno
de tal o cual oposición; en una palabra, al muchacho que prc
mete atraerle a la Asociación, sobrenaturalizarle la vida v ha-
cerle que todos esos valores que tiene los ponga al servicio de
Dios y de la lglesia, es nuestra misión. ¿por qué? porque tiene
capacidad de dirección en potencia y ya el tiempo se encargará
de transformar esa potencia en acto (ll4).
No se trata de conquistar artificialmente para Cristo el Estado;
se trata de conquistar el Estado para Cristo por la posesión
previa de la sociedad. Pero para poseer la sociedad no hay que
engañarse viendo sólo el lado polltico de su organización jurí-
dica. Se posee el Estado, se conquista la sociedád no sólo con
ministros, subsecretarios y directores generales, no, sino llevan-
(ll3) Fernando Martln*sánchez luliá, Ideas claras (llfadrid: Gráficas Nebrija, 1959),
pp. 298-29. Escrito en 1942.
_. (114) Ibíd., p. 334. Escrito en 1942. Obsérvese de pasada, Ia redacción (en mascu-
lino' de las frases.
210
do a todas las categorías y estadios de esta misma sociedad
hombres con capacidad de dirección: catedráticos, consejeros
de empresa, directores de periódicos, militares, funcionarios.
Todos los puestos, en fin, que los seglares católicos tenemos
que ocupar, llevando a ellos a Cristo con nosotros y a nuestros
conciudadanos a sus salvadores destinos (115).
2tl
la situación de la preguerra, señala este autor que hacia 19ó0 la
oinmensa mayoría" de los catedráticos de Universidad <son
personalmente católicos militantes o activos o, por lo menos, se
conducen socialmente como tales> (119). En es{e catolicismo de
cátedra, tan vinculado a la política, aparecen nombres tan influ_
yentes otros muchos- como Albareda, Aranguren, Calvo
-entreTorres,
Serer, Casas Castiella, Corts Grau, Enríquez áe Saiaman-
ca, Fontán, Fraga Iribarne, González Alvarez, Lépez Ibor, Millán
Puelles, Muñoz Alonso, Otero Navascués, palacios, pérez Embid,
Puigdollers, Rodríguez (Federico), Ruiz del Castillo, Ruiz Gimé_
nez, Sánchez Agesta, Sánchez de Muniain, Sancho Izquierdo, Su-
ñer, Torres López y Vallejo Nájera (120). Resultá imposible
entender los avatares de la política oficial española de lás últi-
mas décadas sin seguir la pista a la actuación de esa pléyade de
catedráticos <católicos> y la de sus numerosos diicípulos y
clientes' oDésenos la universidad y todo lo demás se nos dará
por añadidura) es frase famosa y profética de Angel Herrera, el
alma de los movimientos <católicos' más ortodoxós (121).
sitar a cátedras" es consigna expresa de estos movimientos,"opo-
y
de manera más recatada e implÍcita la de (aspirar ,.rn u'lto
cargo político>. "
Fontán mismo aporta un singular testimonio de esta nece_
sarda presencia de los católicos en la vida pública española:
212
esta pertenencia a la de monárquicos o falangistas. No obstan-
te, y dado que falangistas y católicos (en sentido más amplio)
han sido las dos canteras fundamentales del Régimen, entre
ellos ha habido siempre una tensión larvada. Los falangistas
han mantenido siempre una propensión utotalitaria'>, en tanto
que los católicos han propagado el "principio de subsidiarie'
dad" que auspicia un cierto pluralismo social o al menos el
respeto a ciertas entidades privadas, singularmente las protegi'
dal por la Iglesia (123). En un orden de cosas más concreto los
falangistas han abogado en general por la estatificación de la
enseñanza en contra de los intereses de los centros uprivadosu
de la Iglesia. Véase una manifestación temprana de esa tensión:
213
sarios se les puede (amenazarD siempre, para controlarlos, con
que se pondrán en práctica los principios de la revolución fa_
langista o de la doctrina social católica.
Navarro Rubio declaró una vez en Vizcaya, ante los empre_
sarios, que el Plan de Estabilización <ha sido posible por ese
silencio constructivo, leal, de todos ustedesu. Lei anuncü la re_
vitalización del problema social, con estas sorprendentemente
sinceras palabras:
2t4
17. INTEGRISTAS
2r5
nab (127). Y termina la carta pastoral con esta maniquea y
patética recomendación dirigida a los <dirigentes' del nuevo
Estado:
216
La opinión pública es la manifestación orgánica de los estados
de opinión rectamente elaborados y formados por los hombres
mtis caracterizados de los órganos naturales que integran la
sociedad, es decir, los elementos más representativos y solven-
fes de la comunidad de familias, de los municipios, de los sin-
dicatos, de las profesiones, de la Iglesia y de otras instituciones
-fundamentales en la vida de la nación, entre las cuales se
cuenta la institución social de la información (131).
2t7
Carrero representa la decidida protección a los tecnócratas,
singularmente a través de otra eminencia-gris: Laureano López-
Rodó. Sin esta conexión personal ni la tecnocracia ni la ideológía
integrista hubieran tenido el relieve y el peso político que -.r,
realidad han tenido. salustiano del campo califica de napóteosis
de nuestra tecnocracia> el discurso del entonces Subseiretario
de la Presidencia, Luis Carrero Blanco, pronunciado en l9ól y
más concretamente este párrafo: <porque decir Administración,
decir Estado español y decir España es en el fondo una misma
sss¿" (134). Yo diría más bien que la frase es la apoteosis de la
facción integrista de la tecnocracia, la que corona la ideología
triunfalista y nacionalista con la exaltación del alto funcionar-io,
del servidor del Estado. Ya hemos visto cómo Arias Salgado
expresa esa ofuncionarilatrÍa> (cap. 5).
Existe un total acuerdo en que Carrero supone la máxima
lTl!19 y el mayor y más constanre grado de identiñcación y
fidelidad de un político con la figura política de Franco. Es sin
duda la persona que más tiempo ha permanecido junto al Cau-
dillo en un alto puesto de responsabilidad, desde 1941 en que
fue nombrado Subsecretario de la presidencia y Consejero de
FET y de las JONS, hasta su trágica muerte, siéndo presidente
del Gobierno, en 1973. Colaborador, exegeta, intérprete y fiel ser-
vidor del Caudillo, su figura resulta central pará enténder *la
esencia del régimeno. Así, en efecto, lo etiquetó un periódico
en 1973 (135). El propio Carrero se definió políticamente en
estos trascendentes términos:
218
cirujano y después de un sobrio plan de vida es uotro hombre>.
Hasta que unos malvados amigos, metidos uen algún buen ne-
gocio de licores> le tientan a que vuelva a beber. Por si el apó-
logo no estuviera claro, el articulista comenta:
219
(se ha hecho incluso una película), y por qué el buitragismo me-
reció en su día tantas invectivas más o menos solapadas por
parte de los aperturistas.
Así, por ejemplo, Manuel Fraga, ya ex Ministro, califica de
<desafortunada metáfora' la que Ginés de Buitrago aplica al
país
"como un alcohólico en cura de desintoxicación" (139). Más
tarde, en el contexto de la definición de su <política de centro>,
Fraga apostrofó que uel país no quiere a don Ginés de Buitrago
ni tampoco al Che Guevara> (140).
Julio Rodríguez, después de sólo un breve paseo de seis
meses por los dominios de Educación y Ciencia, se va a auto-
denominar heredero del buitragi.srzo. Dícese que en sus tarjetas
se puso, después de muerto Carrero y él cesado,
guez, Ministro de Carrero Blanco". Su prosa (y su "Julio Rodrí-
lírica pues
al mismo tiempo que artículos, publicaba poesías en el
"ABC>)
resulta increíble por lo fresca y ardorosa. He aquí la autodefini-
ción poética de un integrista:
220
los casos de Pompidou como (el gaullismo después de De Gau-
lle> y Caetano como <el salazarismo después de Salazar> (143).
Realmente esta vez los ejemplos temía el maestro Or-
tega- se han vengado. -como
La verdad es que si Carrero hubiese sido la única salida del
posfranquismo su muerte habría supuesto un verdadero cata'
clismo político, y el hecho es que no fue así. La familia integrista
es una más en la larga parentela gubernarnental. El dato de la
relativa e inesperada tranquilidad, la calma\ e incluso la indife-
rencia con que popularmente se acogió la noticia del magnicidio
es algo que sorprendió a los miembros del Establishment. Ri-
cardo de la Cierva recuerda la frase de un Ministro ante esta
reacción: <Tenemos un pueblo que no lo merecemos>. Y añade
por su parte el entonces Director General de Cultura Popular:
la madurez de nuestro pueblo es superior a
"Indudablemente política, (144).
la de nuestra clase
(143) Por ironfas del destino, Carrero asistió a l,os funerales de De Gaulle y Cae-
tano a los de Carrero.
(1,14) Declaraciones a Mary Mérida en
"Diario de Barcelonar, 6 marzo 1974.
22r
18. TECNOCRATAS
223
que lo elaboran, que cada uno actúa por su propia cuenta y con
toda su responsabilidad personal; pero pocas veces ocurre que
sin una inteligente preparación previa se pueda llegar a ocupar
puestos de dirección en número tan elevado y a acoplar la
acción de todos a modo de las piezas prímorosas de un reloi
que da la hora.
Pero todas estas cosas requieren un espíritu de cuerpo, una
obediencia rigurosa a quien puede, una gran discreción, compa-
ñerismo, quizás un largo perÍodo de oscuridad como pasó Je,sús
durante treinta años (146).
Resulta sobremanera sorprendente la aplicación que puede
darse a estos sibilinos párrafos para reconocer en ellos a la
acción de los miembros del Opus Dei, organización que sin duda
debió conocer muy bien el autor. Este es un testimonio de un
columnista y al mismo tiempo bien situado en algunos burla-
deros del ruedo polÍtico:
Los miembros del Opus sociológico, como las cerezas, casi
nunca andaban solos... se apoyaban y promocionaban... impo-
nían una mentalidad que resultaba inseparable de la España de
los años sesenta... Se les convino en llamar tecnócratas. No io
eran en su sentido estricto... Tecnócrata signiñca en España...
gobernante de extracción no falangista, o no movimientista,
para ser más rigurosos (147).
225
los tecnócratas oponen una exitosa política liberalizadora, que
aclso es la última expresión histórica del tradicional <principio
de subsidiariedad" de la doctrina católica:
226
Hay dos tipos de políticos: el político especulativo, es decir,
el político de ensayo intelectual, y el político activo, el político
realizador (153).
227
El político no puede convertirse en una especie de Rey holga-
zdn, cuyos cuadros se lo dan todo hecho. El Mayordomo de
Palacio acaba entonces por dejarlo sin el mando, sin perjuicio
de endilgarle las más difíciles e impopu,lares decisiones. En mo
mentos de envejecimiento de instituciones o de personas, Ia
situación puede ser muy delicada. Las tendencias conservado
ras de la burocracia y las arribistas de ciertos grupos ocultos
pueden producir la peor de las coincidencias.
No hay salida, pues, sin una revitalización de la Política como
tal. Los números, o no son nada, o son el reflejo inteligente de
una política. Y una polÍtica, o es la secreta de un grupo, o es
la vida priblica, al servicio del bien comrln.
Precisamente porque los tecnócratas son más fuertes que nun-
ca, hay que reactivar la representación y la vida política. Preci-
samente porque hacen falta planes, hay que revitalizar los
cuerpos deliberantes y Ia democracia (155).
228
Estos y otros ataques y sobre todo la rruerte de C,areno llevan
a la casi extinción pública de la familia tecnocrática en el C¡o
bierno Arias Navarro. Queda, sin embargo, el influjo de rur
cierto talante tecnocrático que ya no se puede olvidar en la
era de las cmultinacionalesr y los epetrodólaresr.
u¿9
19. TECNICOS
Año dc en-
trada en él Ministro Caracterlsticas especiales
Gabinete
231
Año de eo-
trada en el Caracterlsticas especirales
Gabinete
233
Tercera Parte
LOS COMPONENTES
IDEOLOGICOS
DEL FRANQUISMO
Cuadro 4
LOCALIZACION DE LOS COMPONENTES IDEOTOGICOS
EN LAS DISTINTAS FAMIL¡AS
.2
o
o
o
= =
ot
COMPONENTES IDEOLOGICOS
1. Auior¡larlsm básico I a ! t t I t T ¡
2. Regenerac¡onlsmo corporallvlgla I I I
4. Tercerlsmo ulóp¡co
I
I
I I It t
5. Trlunfallsmo ¡mDerlal ¡ I t
6. Nostalgla llberal I T I T T
I I I I T I t I I
8, Cataslrcli6ño antrcpológlco
T
9. Palernal¡smo elltlsla I I T T
10. Tecnocrallsmo desarrolllsla
237
más elaborados y organizados intelectualmente, por lo general
de manera escrita, por intelectuales o seudointelectuales; son
más típicas de los sistemas totalitarios. Linz, sostiene que en
los regímenes autoritarios, cuanto más claro es el papel de mi-
litares y funcionarios, más central se hace el concepto de umen-
talidades> para entenderlos (1).
En el caso español yo hablaría más bien de (mentalidades
ideológicasr. La expresión es plural y ambigua para indicar la
confluencia de varias líneas de pensamiento, a veces incluso
contradictorias (el paganismo estético de Falange con el corpG
rativismo católico, el <triunfalismo" con el (catastrofismo>, etc.).
El sustantivo <mentalidades> expresa el carácter de concepción
difusa, escasamente elaborada, orientada hacia el pasado, de
rala densidad teórica, todo ello en la medida en que son com-
partidas por un amplio grupo de segundones de la política. Pero
el adjetivo <ideológicasD se refiere a la capacidad de coherencia
que esas mentalidades ofrecen cuando son codificadas por los
ideólogos del sistema, a veces intelectuales bien asentados en
el esquema de poder, de acuerdo con los intereses muy especí-
ficos de supervivencia y medro de ciertos grupos, y de acuerdo
con un elaborado esquema teórico. En el caso español está
muy claro, como vamos a ver en seguida, que algunos Ministros
hacen de amentalizadoresr o por es-
"ideólogos), expresando
crito ciertas ideas-fuerza, acuñando determinados conceptos,
transmitiendo algunas concepciones fundamentales sobre la
organización social y política. La coherencia y sistemática de
esta tarea cmentalizadorar puede parecer floja o inexistente a
un observador superficial, pero no es así cuando se la contempla
desde una atalaya cientlfica, pertrechado el observador con un
arsenal de conceptos. A nivel de la base popular, el Régimen de
Franco carece de una ideología articulada (en la medida, por
ejemplo, en que no hay un partido franquista ni nada que se
le parezca), pero a nivel de élites de pensamiento sin que
hagamos intervenir la dimensión uoriginalidadu- -y sí que hay
una minoría elaboradora de un repertorio de conceptos que
dan sentido y coherencia a determinadas políticas conformado.
ras de la realidad pública.
En principio cada una de las nfamiliasr del sistema aporta
su mentalidad ideológica más caracteristica. Así, los militares se
distinguen por el autoritarismo, los monárquicos por el conser-
(l) Juan J. ünz, .An Authoritarian Regime: Spain', en E. Allardt y Y. Littumen
comps., Cteanges, Ideolagies, dt¿, Party Ststenrs (Helsinki: Transactions of the Wes-
termark Society, l9ó1), pp. 291-341, sobr€ todo página 301 y siguientes.
238
vadurismo nacionalista, los falangistas por el tercerismo utópi-
co, los tecnócratas por el tecnocratismo y el desarrollismo, etc.
Si la correlación fuera perfecta o si no existiese esa pluralidad
de familias y de versiones predominantes en cada una de ellas
pasaría a dominar un sistema muy mecánico de compromiso de
mentalidades o una sola ideología totalitaria. Entiendo que nin-
guno de esos dos supuestos son realistas. En la práctica ocurre
que casi todos los componentes ideológicos que reseñamos como
fundamentales aparecen en casi todas las familias. O lo que es
lo mismo, que las distintas <familias> se hallan ideológicamente
emparentadas. Franco ha actuado de sabici casamentero entre
todas ellas. La <unificación> no ha sido mal invento para per-
petuar a todos en el poder. El que los sucesivos Gobiernos de
Franco hayan sido de concentración o polícromos no es más
que una consecuencia obligada de ese planteamiento político.
Su supervivencia depende de que tengan representantes de las
distintas <familiasu y que ésos expresen diversos elementos del
haz de <mentalidades ideológicas>. [,a tendencia monocolor de
algunos Gobiernos debe ser considerada como excepcional y
quiá como indicación de momentos de crisis. Un completo mo-
nocromismo representaría el fin conceptual del franquismo.
¿Cuáles son estos componentes ideológicos? Desde luego, son
múltiples, nada definitivos y etiquetables, según el gusto del
analista. Yo he ido decantando una terminología, que en parte
ya he ido aplicando en las páginas anteriores y que ahora vamos
a perfilar de una manera más sistemática. Proviene de la misma
lectura de los textos de otros análisis que se han efectuado so
bre ellos. Se apoya, por tanto, en un método inductivo y no
pretende ser ni exclusiva ni excluyente. A tltulo de ilustración
véase una clasificación anterior, ciertamente sumaria pero de
gran sugestión para los estudiosos:
239
de rechazar o frenar la ettolución y los nuevos valores para
evitar <la decadencia>, etc. Como puede suponerse, las actitudes
deducidas de estos grandes <valoreso tampoco son desdeñables:
antiintelectualismo, intolerancia, paternalismo o dogmatismo. ..
Este sector de la sociedad española (la <extrema derecha so
cial> que propicia estos valores) ha impuesto a nuestro país
su secular aislamiento. Su slogan favorito, hoy manido y des-
gastado, no es otro que el de
"España como reserva espiritual
de Occidente>. Su signifrcación sociológica es clara. Lejos de ser
una frase patriótica, constituye la expresión justificativa de un
antipatriótico aislamiento destinado a congelar posiciones de
privilegio y de influencia (2).
(2) Rafael Arias-Salgado, <¿Quién manda en España?r, Cambio-Ió, núm. 120, 4 mar-
zo 1974, pp.24 y 25. El autor es hijo del Ministro Gabriel Arias Salgado.
(3) Declaraciones de Manuel Fraga a Baltasar Porcel en cDestinor, del 4 diciem-
bre 1971.
240
No entro en la disquisición de si (operar en función de la
realidadu o (en la línea de la razónu es o no una manifestación
ideológica, pues me tendría que remontar a alturas epistemoló-
gicas para las que me falta oxígeno teórico.
Véase otra muestra de la dificultad de clasificar las ideolo-
gías componentes del franquismo, Ante la pregunta de un perio-
dista sobre la definición de las líneas fundamentales de su ideo-
logía política, Licinio de la Fuente contesta en estos evanescen-
tes términos:
Me considero un hombre solicitado por la profundidad del pen-
samiento social moderno. Aspiro a un Estado en que la justicia
sea la regla de oro de la convivencia. Creo que el hombre es
portador de valores eternos. Deseo un hombre libre en una
sociedad libre, y aspiro al ejercicio de esa libertad en todas sus
formas de participación mediante los cauces orgánicos y políti
cos que la propia sociedad responsablemente se otorgue. En
este sentido el desarrollo económico parece más claramente
cada día que debe ser ante todo una forma pacifica de revolu-
ción social (4).
24r
de creer en (los Principiosr sino que este haz de principios em-
píricamente fundamentales es mucho más diverso y se halla
menos definido o más sujeto a diversas interpretaciones de lo
que supone Blas Piñar. Habrá que repetir una vez más que el
franquismo es todo menos una ideología mineralizada; tiene un
algo de adaptación biológica que lo hace particularmente escu-
rridizo para ser observado.
El sutil juego político del Régimen franquista es la coopera-
ción ile una serie de intereses ideológicos preocupados no tanto
en poner en marcha, en implantar su propia concepción de lo
que hay que hacer en política, como de ettitar que se destaque
el perfil de la ideología contraria. Se trata de un poder para
poner obstáculos a que triunfen los otros, en lugar de procurar
hacer lo que se considera hacedero. De ahí las veces que en los
discursos políticos importantes se apela a la Guerra Civil, al
enemigo, a los contrarios, los traidores, los que se oponen a
esto o lo otro, los que se desvían de la unidad, los <tontos útiles
y compañeros de viajer, cási siempre de forma innominada, lo
que se convierte en un ulterior motivo de complicación analíti-
ca, porque es difícit precisar q.uiénes son los que se desvían
de qué.
Otra manifestación paralela de ese hecho es que las ideolo-
gías que estamos estudiando suelen afirmarse negando su con-
trario. Así, por ejemplo, las ideologías se expresan más contra
la forma republicana que en pro de la monarquía, contra el
sufragio universal que en favor del sistema orgánico, etc. Esto
es así a pesar de que en muchas declaraciones (tlpicamente
la de José Antonio Primo de Rivera) se haga una mención ex-
presa de que (no somos anti-nadar, (somos el anti-Partido>, etc.
En realidad este modo de proceder rima perfectamente con un
sistema de ideologías ciertamente muy ambiguas (es general
el horror que produce la palabra (programa') que deben coha-
bitar en una vivienda política no muy espaciosa, en régimen
"multifamiliar" y con los naturales peligros de hacinamiento y
estorbo mutuo (ó). El rechazo de las declaraciones afirmativas
llega al extremo de no identificarse con la propia ideología, la
(ó) Con simpar crudeza, un eminente falangista de los de Ia primera hora contesta
asf a la pregunta de un periodista sobre lo que habrfa que hacer en el futu¡o polftico:
e[.os españoles, para aglutinanros, para reag¡uparnos bajo la bandera, precisamos de
la presencia de un enemigo comrln, exterior o interior, Mientras tanto nos enzarzamos
en discusiones bizantinas. Necesitamos pelearnos con alguien, y si este alguien no
existe nos peleamos entre nosotros., Declaraciones de Alfredo Jiménez Millas a .Nuevo
Diarior, recogidas en Miguel Veyrat, Hablando de EspmTa en voz alta (Madrid: Gráficas
Reunidas, 1971), p. 218.
242
que con mayor o menor entusiasmo uno apoya. Es muy corrien-
te la manifestación expresa de los tradicionalistas que desean
pasar por falangistas, de los tecnócratas que odian ese etiqueta,
de los monárquicos que se acogen al amplio regazo del Movi-
miento, de los católicos que desean pasarse por técnicos, etc.
Todos estos mecanismos hay que decirlo- hacen muy
-no
diflcil la labor entomológica del sociólogo. Distribuir etiguetas
en estas condiciones resulta una labor harto desagradecida,
como ya habrá concluido el lector.
Una observación sobre el método: casi todos los pollticos
en sus declaraciones o discursos pretenden aparecer como mG
dennos, preocupados por el interés general, progresivos, etc. Es
evidente que la conducta, lo que en realidad piensan puede
distar a veces un gran trecho de esos propósitos, de esa imagen
pública que tratan de crear y casi siempre en la misma di-
rección. Por tanto, el juicio que mer€zca la prlblica autopresen-
tación de un polltico debe rebajarse tantos grados como se
suponga presente ese intento de aparecer como lo que no es. Si
el sujeto en cuestión aparece conservador en algún punto hay
que suponer que en la práctica será bastante reaccionario, si
exhibe un talante moderadamente paternalista habrá que pen-
sar que en verdad se comportará como un autoritario inte-
gral, etc. Téngasg presente esta ley de bronce del análisis ideo
lógico al interpretar las creencias con que los propios lidiadores
del ruedo político se muestran al prlblico.
Aun con el riesgo de que el andamio acabe por convertirse
en la estructura esiable dél edificio, no tengo más remedio qué
partir de un esquema conceptual para tratar de documentar
con orden el modo de pensar que distingue a los franquistas.
Voy a partir de algunos rótulos ideológicos que reflejan cada
uno determinadas constantes en la forma de manifestarse las
ideas políticas dominantes en la era franquista. En principio son
lo suficientemente amplios y centrales como para que puedan
aparecer en el pensamiento de la mayorla de los ideólogos del
Régimen, pero la observación demuestra que algunas etiquetas
tienden a arracimarse en los textos de determinados ideólogos
no por pertenecientes a alguna de las familias vistas. Es
decir, se ^zar
prueba de una manera empírica que las diferentes
familias presuponen una forma distintiva de pensar. El esque-
ma resultante es el que figura en el gráflco 4. Se han aislado
estos componentes, por orden, de mayor a menor presencia en
cada una de las cfamiliasr tal y como éstas van apareciendo
en el tiempo.
243
t. Autoritarismo básico
2. Regeneracionismo corporativista
3. Conservadurismo nacionalista
4. Tercerismo utópico
5. Triunfalismo imperial
6. Nostalgia liberal
7. Nacional-Catolicismo
8. Catastrofi smo antropológico
9. Paternalismo elitista
10. Tecnocratismo desanollista
11. Populismo aperturista
244
21. AUTORITARISMO BASICO
245
Cuando en actos del servicio o fuera de ellos, tengas ocasión
de hablar a tus homb,res, hazlo, y hazlo siempre como si fuesen
iguales a ti, pero no cotno si tú fueses igual a etlos (9).
_. (9) Jorg€ Yig6n, Estampa de capitanes (Madrid: Cultura Española, 19,t0), p. 10g.
El subrayado es mío.
(10) Cardenal Isidro Gomá, Pastoralcs d.e la Guerra d.e España (Madrid: Rialp,
1955), p. 1,10. Pastoral nla Cuares¡na de Españao, publicada el -30 de enero de 19j2,
importante documento de legitimación del nuevo Régimen.
. (11) luis del Valle, Democracia y lerarquía (Zaragoza: Atheneum, 1942, 1.. edi-
ción 1938), pp.25-26.
246
el fundamento de las libertades cívicas y no al revés. Véase esta
declaración central del discurso de Carrero Blanco ante la TV,
después de celebrado el primer Consejo de Ministros del que
fue Presidente, el 14 de junio de 1973:
247
relaciones humanas. De la misma manera que el principio del
orden no ha de significar sólo un sistema de fuerza, sino la
artic¡.rlación de las órbitas naturales de vida en la sociedad,
haciendo posibles la libertad del hombre y la libertad de la
Patria (14).
El autoritarismo se halla consciente y expreso en el tono y
en el contenido de los textos de muy distinta factura ideológica.
Se podría pensar, por ejemplo, en la oposición y crítica mutua
entre los falangistas y los tecnócratás. A nivel de táctica inme-
diata para ocupar su respectiva parcela de poder es así, pero
la base ideológica de la que parten no diferencia tanto como
se cree a los miembros de una u otra familia. El autoritarismo
básico se detecta en las fuentes ideológicas más cristalinas de
una y otra tendencia de pensamiento. Lo ejemplificaré con una
comparación entre algunos textos de los discursos de Girón,
quintaesencia del falangismo, y del libro Camino, vademécum
de los socios del Opus Dei (15). Las citas tienen que ser nece-
sariamente extensas para eliminar todo riesgo de azar, Los tex-
tos se confeccionan a dos columnas para que se perciba mejor
el notable paralelismo de temas: concepción castrense de la
vida, sentido "virilo de la existencia (agresividad, intransigen-
cia), hipovaloración de la crítica, hipervaloración de la eficacia
y la ascética, culto a laacción, autoritarismo en suma. Difiere
un tanto el estilo: ampuloso y perifrástico en Girón, azoriniano
en Camino. Sorprenden en ambos el tono desenfadado, desga-
rrado casi, y el uso de viejos vocablos familiares con un nuevo
rigor conceptual. Supongo que la sorpresa no será menor para
el camarada José Antonio Girón y Monseñor Josemaría Escrivá
de Balaguer, si es que leen estas páginas:
I)lscursos de Gtrón (ló) Máxlmas de Camlno (17)
Disciplina
Ciegamente se cumplen las ¿Quién eres tú para juz-
órdenes del Jefe inmediato - gar el acierto del supe-
sin discutirlas ni examinar- rior? (457).
las. Si se duda de un Jefe. se
(14) Consigna de la Delegación General de Prensa del l0 de febrero de 1944, reco-
gida en AgustÍn del Río Cisneros, Viraie político español durante Ia II Guerra Mundial
(Madrid: Ediciones del Movimiento, 1965'), p. 274.
(15) Camino Io escribió el sacerdote Josemarla Escrivá de Balaguer a comienzos
de los años treinta y se publicó por primera vez, en forma deñnitiva, en 1939. Se ha
editado después cerca de un centenar de veces en más de una docena de idiomas,
alcanzando una tirada coniunta de varios millones de ejemplares. Es sin duda la con-
tribución intelectual de un español más influyente en el mundo actual. Este es un
248
le obedece lo mismo. Si se En los trabajos de apos
comprueba su traición, se le - tolado no hay desobedien-
desenmascara. Pero el térmi- cia pequeña (ó14).
no medio de la desobedien-
cia y de la indisciplina pasi- Deja esos meneos y caran-
va no existe entre nosotros. - toñas de mujerzuela o de
La murmuración y la crÍtica chiquillo... (3).
son defectos femeninos. No
hay que dejarse moldear por Sé recio, sé viril, sé hom-
el ambiente blandengue en - bre (22).
que vivimos. La opinión de
los soldado3 no puede impor- Ese espíritu critico... es
tar a los Jefes. La misión es-
- un gran estorbo (53).
pecifica de éstos es mandar,
dirigir, no en el sentido que Cuando un seglar se eri-
quiera cada individualidad, - ge en maestro de moral
cada minoría, ni siquiera la se equivoca frecuentemen-
mayorla, sino en el sentido te: los seglares sólo pue-
que ellos determinen como el den ser discípulos (ól).
mejor. A los demás les toca
combatir, obedecer y callar Humíllate: ¿no sabes que
(pp. l0-11). - eres el cacharro de los
desperdicios? (592).
Combate
249
ta violentamente una mur. ¡Adelante, audacia! (479).
muración o una calumnia -
contra la Falange y sus Jefes.
Se da parte de actividades
enemigas ügiladas. Se reac-
ciona contra la insidia y el
desaliento. Se ganan perso
nalmente hombres eficaces
para nuestra fe. Se aviva el
fuego de la idea en conversa-
ciones con otros camaradas.
Se orienta a los descarriados
y se escupe en la cara a Ios
agentes de la banderla y de
la disgregación. Se ayuda al
camarada en peligro o en di-
ficultad. Debe ser el interés
y el servicio de la Falange el
que marque la trayectoria de
cada vida. Y no al contrario.
La vida oficial y privada de-
be ser un combate constan-
te por Ia idea (pp. 11-12).
Silencto
250
didas no se habla. El propio
servicio no se comenta; se
cumple. Esta lucha tiene algo
de frente invisible en que los
hombres en la acción son nú-
meros. Ni una sola palabra iQué fecundo es el silen-
inútil: Silencio (p. 13). - cio! (ó45).
Tacto de codos
Unidad
251
que proPugne una persona caridad de Cristo, os ma-
de la Falange frente a otra, ravillará la eficacia (847).
en vez de la idea única de la
Falange frente a todas, es un
traidor vendido al enemigo
o al arribismo. No se está
con este o aquel Jefe; se
está con el interés supremo
y único de Ia Falange. Aquí
nadie representa nada por
sí, por su historia, ni por su
capacidad, sino ¡ror la Jerar-
quÍa del servicio que desem-
peña. Estamos cansados de
la propaganda, unipersonal
de tantos ambiciosos, de tan- No me hagáis (capillitas>
tas capillitas que ven en la - dentro de vuestro traba-
elevación de un hombre su jo (903).
propio interés, su propia
ambición satisfecha. En la
dura lucha que nos espera
acaso muchos de quienes hoy
nos mandan han de ir pere-
ciendo en cada acción, y no
tenemos derecho de crear
otro mito que el de la Fa-
lange y el de la disciplina.
No toleréis las propagandas
personales. No toleréis los
ataques personales 1p. 15).
Eficacia
Siempre presente la primera
meta de la Revolución, la
conquista del Estado. Sin la
plena conquista del Estado
no se hace ninguna revolu-
ción. Lo que nos aleje o nos
acerque a conseguirla es de-
rrota o avance. En un Estado
con tantos sectores y tan im-
portantes enemigos, intentar
imponer de golpe nuestro
control revolucionario sería
infantil. Es en la acción con-
creta, en las conquistas prác-
ticas de la Revolución donde
252
tenemos que batirnos esen-
cialmente. Estamos entrega-
dos a los grititos histéricos,
a los desfiles artificiales, a
los puritanismos de detalle,
mientras muy pocos se preo-
cupan de la blandura y de
la transigencia con que
aguantamos las injusticias
sociales y los frenajes a la
verdadera obra concreta re-
volucionaria. Nos sobran ner-
viosismos apremiantes en lo
accidental.
Todo ese espíritu gastado
inútilmente en discutir pro- - Tu obediencia debe ser
muda. ¡Esa lengua! (ó27).
b,lemas superficiales y en im-
poner puntos de vista pro-
pios, hay que volcarlo en la
silenciosa ofensiva social. Es
la Revolución real la que nos
interesa... No interesa quién
mande, sino qué consigne
(pp. 1617).
En la fuerza de cohesión y iQué afán hay en el mun-
de la calidad de nuestros - do de salirse de su sitio!
hombres está el camino para ¿Qué pasaría si cada hue-
poder hablar fuerte. Todo lo so, cada músculo del
demás, las posturitas indivi- cuerpo humano quisiera
duales, los revolucionarismos ocupar puesto distinto del
iresponsables, las posiciones que le pertenece? No es
teóricamente perfectas, sin otra la razón del malestar
base en que apoyar sus ges- del mundo (832).
tos, constituyen reacciones
desconcertadas de la marcha
real de la Revolución. La Fa-
lange no puede ser un par-
tido político oficial de tipo
populista. Tiene que servir el
viejo perfil heroico y sacrifr-
cado que nos hizo ser y de
cuya inercia vivimos. Hay
que imponer en nuestras
filas una disóiplina tan dura
que voluntaria¡nente se des-
peguen de nosotros quienes
no tengan la fe y el ideal que
son precisos para aguantar
253
la incomodidad que represen-
ta. La Falange no es un fácil
sistema burocrático del que
se üve, sino una difícil uni-
dad de combate en la que se
forma. Las penas para las
faltas al deber y aI servicio,
para las irregularidades de
las conductas privadas, tie-
nen que rebasar en la Falan-
ge 'las escalas penales ordi-
narias (p. 18).
Intransigencia
254
ta línea de la Revolución a
todos los camaradas de las
Viejas Guardias, a todos los
ex combatientes de la guerra
y a todos los trabajadores de
la Patria (pp.ZL2l).
O a favor o en contra; nos
ha tocado una época en que
no caben términos medios.
No creemos que dentro de la
concepción falangista quepan
cómodas inhibiciones, hábi-
les distingos para ahorrarse
combates. Vivimos horas de-
cisivas en que se es enemigo
de la Falange o se es falan-
gista con todas sus conse-
cuencias. Y ser falangista
quiere decir que en ningún
momento podemos olvidarlo
(p. 67).
Practicamos la violencia la amable excusa que
como sistema necesario. - Pon
la caridad cristiana y el
Creemos poco en las pala- trato social exigen. Y, des-
bras. pués, ¡camino arriba! con
Los hombres de acción son santa desvergüenza, sin
siempre bien acogidos en detenerte hasta que suban
nuestros cuadros... Muchas del todo la cuesta del
veces bajo un caparazón de cumplimiento del deber
tipo marxista se encuentra (44).
una justa intolerancia que
tiene cabida perfectamente
en nuestro pensamiento (pp.
9ü91).
No nos cansaremos de repe- Has errado el camino si
tir que nuestra primera pre- - desprecias las cosas pe-
ocupación es ser hombres queñas (81ó).
prácticos y eficaces. A la
bambolla inútil de las pala- me olvides que
en la
bras altisonantes y de los - No
tierra todo lo grande ha
proyectos lejanos, debemos comenzado siendo peque-
preferir siernpre esta con- ño (821).
quista de pequeñas posicio
nes por la que, sin estruendo,
se va introduciendo poco a
poco cada consigna de la Fa-
lange en el Organismo del
Estado (p. 120).
255
La filosofla falangista, cama- ¡El ocio mismo ya debe
radas, es la filosofía de la ac- - ser un pecado! El que se
ción. Repugna la sutileza in- entrega a trabajar por
eficaz del intelectual puro, Cristo no ha de tener un
propensa a Ia heterodoxia y momento libre, porque el
a la contemplación. En la descanso no es no hacer
concepción recia y simple de nada: es distraernos en
la vida y de la muerte radica hacer nada: es distraer-
nuestra fierza, y para noso- nos en actividades que
tros la frívola complacencia exigen menos esfuerzo
de divertir el espíritu, com- (3s7).
placiendo la doctrina, es ne-
gativa y decadente. Ya José
Antonio advirtió que los
grandes embalses no se hi-
cieron para organizar rega-
tas (p. 127).
Vuestra labor es la agitación
- Proselitismo. Es señal
y el proselitismo, y esta es la cierta del celo verdade-
manera más eficaz de llevar- ro (793).
la a cabo. Para tener éxito
en la persuasión, para hacer
penetrar una idea en los es- - Si sientes impulsos a ser
caudillo, tu aspiración
píritus, hace falta, como pri- será: con tus hermanos,
mera condición, ser el mejor el último; con los demás,
hombre; es necesario que el el primero (3ó5).
ejemplo de vida sea el pri-
mer argumento. El mejor La guerra es el obstáculo
hombre en la moral. El me- - máximo del camino fácil.
jor hombre en el trabajo. El Pero tendremos, al final,
mejor hombre en la deci- que amarla, como el reli-
sión. gioso debe amar las disci
La concepción falangista tie- plinas (311).
ne un perfil ardiente y heroi-
- La
co. Es dura. Hombres gana- transigencia es señal
dos con transigencias, con cierta de no tener la ver-
tácticas suaves no nos sirven. dad (394).
Habladles claro, sed violen-
tos y resueltos en vuestras En el trabajo apostólico
palabras y en vuestras obras. - no se ha de perdonar la
No ocultéis a nadie vuestra desobediencia ni la doblez
misión. Hay que batirse con (9s2).
nobleza de cara; el que ten-
ga miedo, que lo diga. Que
llegue a todos por vosotros
un estilo y una manera de
ser. NO aguantéis a nadie;
no hagáis concesiones, odiad
256
las medias tintas, las transi.
gencias y las retiradas. Vues-
tros primeros hombres han
de responder a estas condi-
ciones y estar formados en
este espíritu; preferid uno
eficaz a muchos medianos
(p. 173).
257
No será el rlnico funámbulo en la polltica de estos años.
Arias Salgado, otro prodigioso domador de la semántica escolás-
tica, realiza una distinción verdaderamente sublime: la <libertad
de expresiónr frente a la <libertad técnica de divulgación>. La
primera se reñere a las <facultades individuales, y se proyecta
en el área de arelación privadar (conversaciones, tertulia, vida
de sociedad, etc.). l,a segunda, en cambio, utiliza los medios de
comunicación de masas, o según su personal estilo, de
informaciónD o (instrumentos y cauces técnicos de"órganos
naturaleza
no especÍficamente privadar. Es evidente que la primera <debe
ser respetada y amparada por la autoridad¡r mientras que la se-
gunda debe estar bajo <la vigilancia y regulación legal de la
autoridadD puesto que (en la actualidad, el orden y la paz civi-
les, fin primario del Estado, dependen muy esencialmente de la
aquiescencia y asentimientos públicos". En consecuencia, (los
profesionales de la información no son funcionarios del Estado,
pero tienen una auténtica función de servicio>. En otras pala-
bras, el ejercicio del periodismo debe ser regulado por el Esta-
do aa la luz de la doctrina católica del bien común¡¡. para ello se
exige que los periodistas cuenten con (un mínimo de cualidades
ciudadanas y sociales... y esto no sólo por la trascendencia de
cuanto escriban y como las escriban, de cuanto sugieren y como
lo sugieren, sino por lo que silencien y cuando lo silencienr.
Y añade el fundador de la política de información del Régimen
estos párrafos absolutamente claros y centrales para entender
el credo autoritario que estamos analizando:
Tampoco podemos situar en el mismo nivel a la autoridad y a
la opinión pública, pues no es a ésta quien en tesis corresponde
Ia función de dirección y responsabilidad en materia de interés
comrin...
Puede equivocarse la autoridad, y de hecho, se equivoca. Si se
comprueba su error, tiene obligación de rectificar. pero en la
duda, dentro de la ley, y en materias opinables, es la determi-
nación de la autoridad la que debe prevalecer, ya que por tener
a su disposición los medios y asesoramientos necesarios, se
presupone y se presume, salvo prueba en contrario, que para
tomar una decisión, llegó a alcanzar la certsza moral de su
necesidad y su conveniencia (19).
258
el universitario hay que vestir el esplritu castrense con la lógica
científica. Considérese esta singular concepción, ejemplo per-
fecto de la aplicación de la ideología autoritaria:
259
más, una orden del Ministro dio por concluidas las clases del
primer trimestre el 12 de diciembre, anunciado por el movi-
miento estudiantil como udía de lucha". En este contexto hay
que interpretar como maravillosamente ingenua la autoeleva-
ción que hace Julio RodrÍguez de su fugaz paso por la adminis-
tración educativa:
Con frecuencia habíamos recibido felicitaciones, en diversas
reuniones de sociedad, por la paz en la Universidad. No se llegó
a perder ni una clase durante ese trimestre [oct.-dic. 1973]. Mu-
chos lo consideraban como un milagro (22).
260
22. REGENERACIONISMO CORPORATIVISTA
261
grupos fue¡on creados o auspiciados en tiempos de la Dictadu.
ra de Primo de Rivera, con una idea regeneracionista de vivi-
ficar los *órganosr del cuerpo social (25). Esta misma idea pasó
después en parte a la parte asindicalista' de la Falange y se
conservó con mayor pujanza en ciertos sectores eclesiásticos y
en algunas regiones (Cataluña, País Vasco, País Valenciano).
Ha sido, sin duda, uno de los elementos que han contenido más
las tentaciones totalitarias del Régimen, pero también uno
de los factores que más han contribuido al rechazo visceral de
las artiñcialidades de la democracia partidista o *inorgánicar.
El factor regeneracionista se encuentra sobre todo en los
primorriveristas y en general en las primeras etapas del Régi-
men. Se acusa en estos puntos:
a) Rechazo terminante de los partidos políticos.
b) Mantenimiento de la división entre la línea asociab y la
ueconómicar eue mitiga el <verticalismor sindical.
c) Condena del cpolltico profesionab.
d) Concepción de la sociedad y de la arena polltica como un
todo orgánico.
Eduardo Aunós es uno de los primeros y más conspicuos
primorriveristas que se incorporan al Gabinete de Franco. En
el 1935, después de su exilio parisino en donde se convierte al
extremado planteamiento de la Action Frangaise, publica un
libro en donde se contienen muy claras las ideas del regenera-
cionismo corporativista con una terminología claramente influi-
da por (o influyente en) el falangismo. Véanse estos párrafos
como muestra:
262
intereses económicos, se adulteran las afinidades de vocación,
se turban y confunden los espíritus, sintiéndose separados por
verdaderas murallas de prevenciones absurdas... (2ó).
263
madoras políticas de este esfuerzo gigantesco, resultaron, por el
contrario, una reunión absurda de hombres completamente im-
buidos, hasta un grado de ingenuidad incomprensible, en las
<ideas nuevas>, es decir, en las de la Revolución Francesa. El
espíritu de ésta, rechazado por las clases populares españolas,
se infiltró así, traidoramente, por las alturas. La Constitucióh
de Cádiz que debía constituir el firme baluarte para que el
Anti-España no volviese a penetrar nunca más en el país, se
convirtió en la ganzúa que le abrió de par en par todas las
puertas. Y lo enorme fue que esa Constitución demoledora por
excelencia, mucho peor todavía que la propia otorgada a Es-
paña por Napoleón, en Bayona, era obra de lo más selecto de
la intelectualidad española de aquellos tiempos (29).
264
celencia. Cánovas deificó un sistema sólido, pero que en parte
carecía de alma; Primo de Rivera, por el contrario, fue un alma
grande y colmada de fe, pero que no acertó a encarnarse en
un cuerpo político. De ahí la efímera duración de Ia Dictadura.
La obra de Cánovas duró medio siglo; la de Primo de Rivera
sólo siete años. Lección histórica inolvidable: en la vida de un
país, de tener que pronunciarse ante la disyuntiva, vale más
un cuerpo robusto, aunque sea poco animoso, que un alma
audaz, pero carente de cuerpo (32).
265
Hemos de empezar por estudiar la situación social, el problema
social, y después estudiar a España, sus costumbres, su carác-
ter, su manera de .ser y de reaccionar --{omo el médico em-
pieza por estudiar la enfermedad y sigue estudiando al enfer-
mo-, y después, de acuerdo con esas costumbres, ese carácter,
esa manera de ser y de reaccionar, es decir, de acuerdo con la
situación de la enfermedad y del enfermo, hacer un programa
no de soluciones concretas, sino de aspiraciones concretas (34).
266
El empresario, sin mengua de su personalidad comercial, sin
abandonar su legftimo y humano afán de ganancia, motor indis-
pensable de toda iniciativa industrial, adquiere ante el Estado
categoría y responsabilidad de jefe de unidad productora;
esto es, jerarquía de mando en el gran ejército de la produc-
ción. Los deberes que le incumben son tan importantes para
la Nación como puedan ser los del oficial subalter,no que dirige
sus tropas en Ia guerra (p. 8). Hoy puede decirse, recordando
Ia frase de nuestro clásico: ul.a industria y Ia técnica, com-
pañeras del Imperio" como antaño dijera de la lengua Antonio
de Nebrija (p. 9).
Nada más lejano a nuestro propósito y aun opuesto a nuestra
doctrina que suponer a la ordenación nacionalsindicalista in-
compatible y menos hostil a la personalidad libre del empresa-
rio como rector de su unidad de producción privada. Si desea-
mos unos Sindicatos vigorosos, llenos de vida y plenitud, ha-
bremos de contar de antemano con.unas empresas industriales
prósperas y enérgicas, templadas en la lucha diaria, estimula-
das por el anhelo de superación, por el afán de fabricar cada
día productos de mejor calidad.
La función normativa del Sindicato tiene por objeto, especial-
mente, la disciplina de la producción para llevar a aabo los
grandes planes de reconstrucción y atrtarquía. Esta disciplina
no supone mengua de la autonomla de la empresa en lo que se
refiere a su propia vida. Mucho menos significa, como algunos
propalan, no se sabe si con ingenuidad o con malicia, que el
Estado se convierta en industrial, en gerente de las industrias.
Semejante dislate no puede exponerse en serio. El que la eco
nomÍa se someta a Ia política, no quiere decir sino precisamente
lo contrario. El Estado podrá intervenir, aconsejar, dirigir u
orientar la producción según Ia coyuntura lo exija; lo que no
hará nunca, salvo en casos de fuerza mayor, es conver,tirse en
productor (p. l0) (37).
267
algin título de trabajo social), es decir, en algún elevado, pues-
to técnico o profesional (38). De aquí arranca precisamente el
predominio del funcionariado entre los miembros de la clase
política.
Son innumerables los testimonios de los Ministros en que
reconocen que (por increíble que pueda parecer la afirmación)
"ellos no son políticos>. Veamos algunos.
Pedro Sainz, retornado ocasionalmente de su semiexilio, co-
rnenta rememorativo:
268
Yo he estado en la vida polltica cuando mi Patria me ha
rrclamado y me ha requerido (41).
269
Subsecretario de Comercio, dictó una circular que exigía un
permiso especial que habían de solicitarle los Técnicos Comer-
ciales para (publicar trabajos o ensayos sobre problemas eco-
nómicos,n. El acto era tan upolítico" que fue anulado por incu-
rrir en <contrafuero> (anticonstitucional), el único recurso de
este novedoso tipo que ha prosperado (44).
Pero la marca, difícil ya de batir, del rechazo de los pollticos
profesionales se encuentra en estas sorprendentes declaraciones
de uno de los más prestigiosos generales uazulesr:
270
23. CONSERVADI'RISMO NACIONIILISTA
271
Siglo de Oro sino de contar las excelencias de una España viril
y que sabe vivir frente a una Europa corrupta y voluptuosa.
Pero hay que decirlo con las propias frases declamatorias del
rapsoda de la Falange:
272
plando olas grandes estepas rusas, monótonas, iguales, crueles>,
todo lo cual hacía (que sus habitantes no encontraran apego
a este ni a aquel trozo> de tierra (51). Como ejemplo de retor-
cimiento polisémico para probar una idea 4ste es el nudo de
una ideología- creo que la cita es antológica.
En algunas <consignas> de la Dirección General de Prensa
puede registrarse muy bien la xenofobia de los primeros mo-
mentos del Régimen, que luego se atemperaría por razones de
índole práctica. Incluso en el momento en que se ve que la
II Guerra Mundial se inclina a favor de los aliados (t942-1943),
desaparecen las primitivas alusiones meliorativas que cantaban
las excelencias del experimento nazi-fascista. Como tampoco se
podía cambiar bruscamente del lado de los aliados (empezaba
para España el calvario del aislamiento internacional), no cabía
otra opción que retornar a las esencias del imperio hispánico.
Véase este curioso texto de 1943 dando instrucciones a los pe-
riódicos para resaltar lo original, la unicidad del experimento
político español:
273
momento a un refinamiento semántico diflcil de superar. Este
es un ejemplo:
274
española debía enfocar la guerra en el Pacífico. Se requiere el
máximo cuidado y la máxima precisión en el cumplimiento de
las normas citadas, que se refuerzan hoy con las siguientes con-
signas, que deberán cumplirse con toda exactitud:
l.' No se publicará ningún artículo, noticia o trabajo que sea
favorable al Japón.
2.' No se publicará ninguna información de fuente o proce-
der¡cia extranjera.
3.' No se publicará ninguna noticia o información extranjera
que muestre simpatía por el Japón, aunque sea muy ve-
lado.
4." Se destacarán el esfuerzo y los triunfos de los Estados Uni-
dos y, en general, de las tropas aliadas en el PacÍfico, seña-
lando todas las victorias o todo lo que suponga un éxito
aliado en dicho escenario de la guerra (54).
27s
adelante reconoce que "los republicanos cuentan con el apoyo
de la alta Banca y de la gran industria, y los demócratas con
el de los Sindicatos obreros de izquierda>, y añade entre pa-
réntesis que "de ahí, precisamente, es de donde viene la ene-
mistad a España" de los demócratas norteamericanos (5ó). La
cosa no puede estar más clara.
El tono predominante en los discursos por lo que respecta
a lo que antes se denominaba cuestión social es el del popu-
lismo falangista que exalta el trabajo y condena el capitalismo.
Pero esas afirmaciones de Serrano Suñer no son tampoco extra-
vagantes. El credo conservador se proyecta también en España
de una manera explícita, empleando argumentos tan viejos como
éste de Olariaga, uno de los técnicos financieros más influyen-
tes en la política económica de los años cincuenta:
276
multitud de textos (58). No vale la pena insistir más sobre este
asunto.
La situación paradójica es que ese pro capitalismo no ha
sido sufi.ciente como para compensar los obstáculos políticos
que han entorpecido durante años la entrada de España en la
Comunidad Económica Europea. La reacción oficial ante esa
situación ha sido otra vez la de extremar el nacionalismo (del
tipo <somos diferentes>, ,.las uvas están verdesr, etc.). Este es
un claro texto de Ullastres, convertido en su etapa postministe-
rial en el solícito mendicante de la incorporación española a
la CEE:
Sé que encontraremos comprensión entre los europeos para
el ingreso de España en el Mercado Común Europeo; pero si
así no fuera, habrá que pensar que los valores morales han
desaparecido (59).
277
No se basaba más que en la observación y el estt¡dio de nues-
tra realidad, de los supuestos de la Universidad y la vida aca-
démica española. Tampoco hemos tenido que seguir al extran-
jero para el descubrimiento de América o para definir el dogma
de la Inmaculada (ó0).
2t8
24. TERCERISMO UTOPICO
280
nos la polltica agraria (el proteccionismo del Servicio Nacional
del Trigo, el paternalismo del Instituto Nacional de Coloniza-
ción, etc.), pero han tenido que subordinarla a los aún más
poderosos intereses industriales. La ideología oficial dominante
puede haber sido la lamentación de los males del <éxodo ruralr,
pero el hecho ha sido que las cifras de esa migración campesina
se han elevado hasta cotas insospechadas (63).
En ese mismo texto del corporativismo tradicionalista se
contiene otro elemento fundamental del tercerismo utópico, el
más contradictorio con la realidad, pero no por eso el que
recibe menor carga retórica: el anticapitalismo. El odio se cen-
tra en el gran capitalista, ejemplificado por el banquero, el
especulador, el <judío>. Estos párrafos resultan enormemente
significativos:
281
más características del orden: Ia de la política y la de la eco
nomía. De su alianza han nacido esos contubernios opresores
de los pueblos y las clases, cuya característica ha sido la su-
pervivencia de los grandes grupos financieros a través de todas
las situaciones, regímenes y gobiernos (ó4).
282
El triunfo de la burguesía, inevitable ya en el albor del si-
glo xrx y necesario para toda la Historia posterior
el comunismo y el ufascismoF va a traer la concreción -incluidos
histo
rica, la última consecuencia del ímpetu individualista que la
sustenta en los senos del hombre. En cuanto el burgues as-
ciende al poder social y político, y al mismo tiempo que crea
la industria y la técnica modernas en un maravilloso despliegue
de la posibilidad huma,na, se olvida de que es unacional" y de
que ha triunfado como <trabajador". La conjunción de esas dos
deserciones se llama capitalismo. La sociedad anónima y el
(trustD son la negación sucesiva del interés nacional en aras del
lucro privado, al menos en los países política y económicamente
pobres; y el Consejo de Administración, la negación del trabajo
como valor moral estimable, en cuanto con él se admite un
lucro impersonal y sin participación real en el ciclo econe
mico (óó).
283
estructura falangista de la economía será letra muerta. Del
fascismo italiano se ha dicho; como ya sabéis, que era en lo
económico la dictadura genial de un hombre apoyado en tres
mil gerentes de fábrica que, compenetrados, le seguían. Así,
nuestra economía, tal como la Falange la concibe habrá de
sustentarse, muy especialmente también, sobre la responsabili-
dad de los empresarios españoles, grandes y pequeños, ganados
de corazón a la causa nacional (ó8).
284
24. TERGERISMO UTOPICO
112. Itlartln Arlaio. Con Perón, en Bue- 113. Serrano Suñer. Pudo haber hc
nos Aires. El trigo argentino fue el cho un experimento fascista'
maná de los años del hambre.
1¡, i lA
$,ilr
!:';l
28s
lo que más tarde se denominatia socialismo nacional (véase ca-
pftulo 15) y que ahora se anuncia así:
El Estado Nacionalsocialista representa la feliz co'njugación de
dos ideas o principios que hasta entonces parecían irrecon-
ciliables, a saber: lo Nacional y lo social, la revolución y la
Patria. Quiere decir, en definitiva, que una revolución socia.lista
va a ser rea,lizada dentro del marco nacional, arrojando para
ello por la borda, uno de los postulados básicos del socia,lismo:
la negación de la Patria... Nuestra Revolución, como todas las
nacidas bajo el mismo signo, tienen como primordial ocupación
la d.e reconquistar para la Patria las masas proletarias; porque
creemos y sabemos q.ue sin la asistencia fervorosa de ellas no
puede haber Poder fuerte; que sin el lmpetu caliente de los
obreros, no puede haber Gobierno enérgico y duro; que sin
el apoyo entusiosta de los hombres proletarios, no puede haber
Patria libre... (71).
(71) Carlos
i PiDille, eFunción...,, cit., pp. f30 y 132. El subrayado es mlo.
(n', José l¡¡is Palao, rV¿lor de la idca de unidad', en I Cotgreso..., cjt., pp. 19
3l; p.
o. tl.
286
Pedro Laln avisa (y avisó en vano) gue todas esas utoplas
deben encontrar su término y su tiempo, porque
el acto histórico polltico, y más aún si tiene intención revolu-
cionaria, exige una cierta seguridad previa o, al menos, creen-
cia, respecto a la realidad y al alcance de la obra final. El
revolucionario no puede partirse para la guera de los cien
años; y ahí, en esa creida seguridad del triunfo, en esa impa-
ciencia {r¡e no excluye, naturalmente, el realismo, ni la pre-
visión más minuciosa: caso de Napoleón, caso de Hitler-
asienta otro de los motivos morales de la postura revolucio'
naria. El hombre que hace una revolución ¡necesita, botlñ
triunfal al término de su carrera (73).
287
rusos han de limitarse en su importancia, en tanto que los
éxitos de los ejércitos angloyanquis aparecerán con su cabal
y efectiva significación (7ó).
--
(7ó) Consigna del 2l de agosto de l9*f de la Delegación Ge¡reral de prcnsa, reco,
gida en fuustln del Rfo cisneros, viroie poltico espatiól durarte la II Guerra liundiol
(Madrid; Ediciones del Movimiento, l9óS), p. 331.
(77) Ramón Serrano Suñer, Errre Hendaya y Gibraltar (Barcelona: Nauta, l9Z3),
pp, 4tl-42E (1.¡ cdición en l9ó),
(78) R¡nón Scrrano Suñer, Ensayos ot vicnto (M¡drid: Cultura Hispánica, 1969),
pp. l7&9. Publicado originariamente en 1950.
288
Por esas mismas fechas Fernández-Cuesta repite, sin dema-
siada originalidad, los argumentos terceristas contra el capita-
lismo y el comunismo, Los primeros son más reales (el capi-
talismo estaba allí) y se expresan de este modo:
289
Lo que no interesa a los capitalistas es tener <testigos de
vistar en los Consejos de Administración. Las dobles contabili-
dades, los csobresr supletorios a los beneficios oficiales, los
acuerdos de qdistrib,uciones especialesr, Ias pequeñas empresas
satélites de los Consejeros que se llevan Ia parte del león de
los beneficios, mientras en la empresa principa,l sólo aparece
un (ben€ficio normalu, etc.; todos estos (juegos de manosp,
que existen en demasiados casos (y que entrañan un evidente
atentado contra el bien comrin, puesto que se manifiestan en
que el Estado cobra menos impuestos de los que debiera y en
que la <injusticia social, tiene su manifestación más inmedia-
ta en una cinjusta distribución de la renta nacionab) no po
drlan existir (81).
Una crltica parecida, aún más torva, la encontramos en el
otro integrista del momento: Arias Salgado. Son sus palabras
literales éstas:
Si los pollticos, las minorfas rectoras, los pensadores o los
sociólogos no se plantean oportunamente, por comodidad, inca-
pacidad o miopía, la reforma adecuada y el tratamiento con-
veniente para alcanzar un orden nuevo y más justo, en que los
beneficios lleguen a empresarios, técnicos y capitalistas [sic],
pueden labrar su propia ruina y la de sus pueblos a manos
de un comunismo torvo y amenazador, que encuentra en nues-
tras injusticias sociales crónicas el gran argumento de su satá-
nico mesianismo (82).
Obsérvese que, por un freudiano error de imprenta o de
redacción (es una presunción caritativa), se dice que los bene.
ficios empresariales han de ir a los (empresarios, técnicos y ca-
pitalistas> sin que figuren los <obreros¡D en ese reparto. Tal era
el miedo que se tenía a la palabra.
Como ya hemos dicho, el canto de cisne de la Era Azul está
representado por los esfuerzos de Arrese hacia 195ó de resucitar
la poesía falangista, el sueño revolucionario. Se refiere así a la
idea de hacer <una España nueva, llena de sol y de esperanza),
que frente a la vieja se concreta en estos objetivos:
Un pueblo que no divierte sus ocios en la taberna, ni dedica
su tiempo a rumiar la miseria; un pueblo nuevo que labra sus
campos, crla a sus hijos y reza a Dios (83).
(ED lbíd., pp. s43.
(E2) G¿briel Arias Salgado, discurso del t3 de mayo de 1957, recogido en los perió
dicos del dfa siguienrc.
(E3) Discurso de Arrese, recogido en elnformasión Comercial Españotar, nrlm. 285
(mayo, 1957), pp. 55&5ó2, p. 562,
290
No parecen objetivos demasiado realistas a la altura de 1957,
el preciso instante en que (despegal el pesado <jumbor de la
economfa española.
En las etapas posteriores a la Era Azul el tercerismo utópi-
co adopta nuevas músicas. [¡s extremos a rechazar siguen sien-
do parecidos, pero la solución (revolucionariar se torna ahora
más conservadora.
Cirilo Cánovas, un gris Ministro de Agricultura, se expresa
en estos términos tan originales como poco atractivos:
292
Seguramente los (estamentos) malditos son otra vez el capi-
talismo judío y el mamismo extranjerizante. Pero la interpreta-
ción auténtica del acertijo final nunca la sabremos. El terceris-
mo utópico contuvo siempre un elemento de misterio y sorpre-
sa, tan atractivo como impracticable.
La postrera, ! no por eso menos fresca, manifestación de la
ideología tercerista del falangismo la encontramos en la decla-
ración de la Confederación Nacional de Ex Combatientes, cons-
tituida el 16 de noviembre de 1974 bajo la presidencia de José
Antonio Girón, retornado a la política más activa después de
unos años de autoconfinamiento (uel solitario de Fuengirola) fue
llamado). Vale la pena transcribirla entera porque contiene
luminosamente puros muchos de los elementos que estamos
estudiando:
293
Aspiramos a la integración decisiva del proletariado español,
en la tarea de articular una comunidad polltica, social y eco
nómica más allá de la vieja pugna materialista entre capitalis
mo y comunismo.
Aspiramos a la revolución cultural del pueblo español, porque
creemos que el trabajo constituye una jerarquía social.
Aspiramos a mantener el espíritu religioso del pueblo español
frente al materialismo capitalista y marxista de la sociedad.
Aspiramos a que las tendencias políticas encuentren el cauce de
su legítima expresión.
Y exigimos que ningún derrotero de Ia política haga posible
que alguien pueda sen'tirse avergonzado de sus heridas de
combate.
No admitimos que se nos reproche nuestro esfuerzo y sacrifi-
cio. No abdicamos de la memoria y del mandato de los muer-
tos. Tampoco creemos que el primero y el último fin del régi-
men sea aniquilar a sus leales.
No queremos constituirnos en grupo exclusivo. Queremos pro,
mover la movilización espiritual de todos los hombres y muje
res de nuestro pueblo.
Proclamamos nuestra inquebrantable lealtad al Caudillo y a
las Leyes Fundamentales por él promulgadas (89).
294
25. TRIUNFALISMO IMPERIAL
295
tanto las excelencias raciales como las (conquistasr del Régi-
men. Lo que se llama <legislación sociab del Régimen represen-
ta ciertamente un av¿rnce igualitario en relación con el pasado y
quizá con la situación que se decanta en otros regímenes autori-
tarios de corte tradicional (Portugal, Brasil, México). Sin embar-
go, no se puede decir que el avance sea significativo en relación
con la situación que corresponde a otros países europeos mucho
más ricos, con una tradieión mucho más larga y hecha de parti-
cipación sindical y de intervencionismo estatal. Pero el canto
triunfalista se entona con escaso pudor. Este es un típico ejem-
plo de la oratoria de Esteban de Bilbao:
296
estivales, higiene en las fábricas, etc. Por lo visto es preferible
este sólido bienestar que se disfruta en la Rusia moscoüta [sdc]
donde anualmente perecen de hambre miles de trabajadores
esolavos del soviet...
España vive en paz... Es hoy un pueblo que ora y labora, que
reza y canta... La España verdadera... La España católica por
esencia, porque dejando de ser católica dejaría de ser España.
I-a España social y representativa (93).
297
sus intelectuales y artistas, por el auge de sus editoriales y por
la perfección de estilo, nuestra cultura se apresta a dibujar su
inconfundible personalidad en el mundo.
No hay hoy ningún país de tan álto nivel intelectual como Es-
paña, afirmaba no ha mucho, quiá con un tanto o dos tantos
de simpatía hipérbole, uno de los bibliotecarios del Congre-
so de Washington en viaje por nuestro país.
Añádese que crece la natalidad en pro¡rorcióR magnífrca, es-
pontáneamente por los instintos sanos y honrados de la raza;
que la sanidad mejora, tal vez a consecuencia de la abu,ndancia
económica, y que el tono moral del pueblo es impresionan-
te (95).
298
Las nuevas formas de delincuencia son totalmente desconoci-
das en España... Las formas de delincuencia aquí son las típi-
cas y eso se debe a las medidas dictadas por el régimen (97).
299
Iglesias Selgas combina con sagacidad la mimesis democrá-
tica, el populismo y el triunfalismo. Sólo por eso le daría yo ¡rno
de los números más altos en la carrera de <ministrabilidad".
Anótese el párrafo como modélico del género:
La política social del régimen, llevada adelante con efectividad
y constancia, ha permitido que la sociedad española se haya in-
corporado a los elementos de la democracia social, que han
hecho suyos las sociedades de Occidente hasta el punto de que
puede decirse, sin error, que se ha transformado en una socie-
dad mixta, mitad capitalista, mitad socialista. No es discutible,
en razón a ello, la atenuación de la üucha de clases por la
transformación de Ia estructura de éstas, por la elevación gene-
ral del nivel de vida y por la evolución hacia una sociédad
mixta. Este desarrollo del socialismo en el seno de la socie-
dad española ha tenido lugar sin revolución, sin conmoción glo,
bal y sin violelcia; se puede pensar que la evolución continuárá
y que conducirá finalmente a una sociedad similar a la que
adopten, en fin de cuentas, los grandes países de Occidenle.
Los falangistas, por haber impulsado esta transformación, con-
secuentes con sus principios, y haber contado con hombres
suyos en los departamentos que promovieron la política social,
se encuentran en qondiciones para canalizar por nuestras vías
el esfuerzb reivindicativo obrero (99).
300
Nuestró Estado ha promovido un dinamismo social en nuestra
edad contemporánea. Ha desproletarizado a los sectores más
modestos, ha creado una ancha clase media, está desamorti-
zando a las oligarquías y ha suscitado una gran permeabilidad
de los diferentes estratos. Hoy, todo ascenso y todo descenso
son ¡rosibles para cualquier español. Nada es inasequible. Lo
que se premia son el esfuerzo y la capacidad, y por eso, nuestra
minorÍa dirigente está compuesta por personas de todos los
orígenes.
301
26. NOSTALGIA LIBERAL
304
nacional), Es curioso cómo nuestros mismos movimientos to
talitarios han ido a buscar en ciertos momentos irnptrlsos
y relaciones con estos movimientos sociales premarxistas...
En Italia, indudablemente, si se leen sin muchos prejuicios las
obras de Mazzini, liberal nada sospechoso, y encontramos mu-
chos atisbos de orden social y económico que podrían ser acep-
tados por el mismo mussolinismo de hoy, y asÍ vemos cómo
el fascismo no reniega de ciertos antecedentes que, más o
menos desviados, vienen precisamente de este 'lado liberal, de
una tendencia que podremos llamar premarxista, pero que se
diferencia profundamente del marxismo en cuanto es una doc-
trina con raíces nacionales (104).
305
lo que huela a liberalismo. Habría que copiar párrafos y aún
discursos enteros porque la técnica retórica que se emplea es
la de la repetición inagotable. Baste sólo una muestra:
Cuando abominábamos del liberalismo como doctrina, abomi
nábamos en primer lugar porque es falsa como tal y en segun-
do lugar porque hacer de la libertad una bandera política y
mucho menos una bandera económica es para nosotros una
vileza como sería una vileza levantar una bandera política o
una bandera económica a costa de cosas tan consustanciales
con la criatura humana como el honor o como el amor (107).
30ó
bólicos y otros epltetos de parecido jaez. Los párrafos son tan
grandiosos y emotivos que en su día tuvieron que enfervorizar
a las masas no demasiado saciadas de comida. No me resisto a
dejar de transcribir, una vez más, algunas antológicas frases de
esta manifestación inigualable de la retórica barroca que es la
prosa grandilocuente del falangista Girón:
Y continúa:
308
ción para cualquier polltico. Obsérseve el juego de palabras con
que aplica Romeo Gorría esa expresión, al contraponerla a los
(políticos profesionales), esto es, a la democracia con partidos;
se respira, una vez más, el ideal regeneracionista:
309
Por si algún lector de <nuestro murrdo' (por ejemplo, un
protestante o un judío) pudiera dudar de la declaración de que
<la doctrina de la Iglesia Católica" es la
"única y verdadeia,
(Punto II), el autor intenta matizar, con escasa fortuna, lo si-
guiente:
310
corno podrá observarse en esta interpretación de su acción per-
sonal, en la que se mezcla el plano del deber ser moral con el
del hecho político más objetivo:
Concluida la guerra civil, en las décadas de los años cuarenta
y cincuenta, procuré servir a nuestro pueblo en fos puestos
ófrciales a loJ que fui llamado, pero sin contradecir lo funda-
mental de esa acción socio-política, personalista y comunitaria,
plural y democrática de la vida nacional, por la que luché cada
vez más (120).
(120) Declaraciones de Ruiz Giménez a Rosa M.' Echevarrla en España...' op. cit.
p. 276.
(l2l'l lbid., p. 282.
(123) Declaraciones de Julio Rodrfguez a J. M Gironés en (Mundo', 27 abfil l9l4'
p. 17.
311
27. NACIONAL.CATOLICISMO
313
Desde el primer momento de la historia del nuevo Régimen,
todavía en plena guerra civil, se asigna a la religión no sólo un
papel privilegiado en su misión sobrenatural, sino como guardia-
na y controladora de la vida intelectual y cultural. Ya hemos
expuesto cómo los ideólogos más <católicos" (incluidos el núcleo
de los primeros tecnócratas, los tradicionalistas, y los superca-
tólicos o integristas) se reservan de manera sistemática los pues-
tos directivos de la educación, la ciencia y la censura. En el
documento reseñado sobre la Obra Nacional Corporativa, inspi-
rado por el tradicionalismo en 1937, se contiene ya la idea de
lo que iba a ser el nuevo Ministerio encargado de esas tres co,
sas. Se trata de:
3t4
quita toda posibilidad de que este intelectualismo vuelva a
influir en la vida social o en el Estado...
Io que precisa cambiar no es el número, sino la naturaleza
misma de los elementos orgánicos constitutivos del orden
político: y donde hubo "opinionesD y pareceres poner ndog-
masr; donde hubo partidos, colocar fuerzas nacionales atrtén-
ticas, que recojan corrientes y reservas de vida, cuya desapa-
rición no se concibe sin la de la Sociedad como tal (p. ló9).
315
El Estado Nacionalsindicalista incorpora el sentido católico a su
obra.nacionalt.. por ,tres razones áiversas: una histórica, la
<gloriosa tradición> del catolicismo en España; otra socioló
gica, su condicjón (,preponderante> en la lociedad española;
y la tercera a la vez antropológica y dogmática, su dehnición
del hombre <ser portador de valores eternos> (l2Z).
31ó
27. NACTONAL.CATOLICISMO
l,
I
.;
i.
ti
I .:-\et-=1ql$=.,
s \-7¡l ¡'r T"'*'
.t' \.1
y'''t\L\ / .ro-41 .. '-
3''ll'-r"/ ¿
3t7
El, dominador de las gentes, que dispensa, según el texto sa-
grado, el poder a quien Ie place, pudo otorgar a Franco la triun-
fadora espada), con lo que se afirma (no solamente el origen
divino de toda potestad, sino también la finalidad suprema del
Movimiento y la vocación histórica de la razar. Pero este texto
es bien excepcional. Años después cuando se concreta la suce-
sión de Juan Carlos de Borbón, nadie aludirá a la doctrina del
origen divino de la autoridad (real, después de todo).
El nacional-catolicismo, a pesar de las declaraciones pragmá-
ticas tan rimbombantes como las que acabamos de ver, se man-
tiene normalmente en una doctrina práctica, apegada a los
hechos, que tiende a conceder un poder de veto extraordinario
a los intérpretes de la doctrina social de la Iglesia. Con gran
abundancia de adjetivos, Martín-Sánchez Juliá pedía en 1949
nuna posición filosófica católica clara y divulgadora, una ideo-
logía católica política para el Estado moderno eñcazo (131).
Poco tiempo después de esta petición entraban en el Gobierno
Ministros tan prominentes en el seguimiento de la <filosofía ca-
tólica> como Carrero, Iturmendi, Ruiz Giménez y Arias Salgado.
Este Gobierno firma inmediatamente el Concordato con la Santa
Sede (1953). uEn el fondo de toda cuestión polÍtica hay una
cuestión'teológica", diría uno de esos nuevos Ministros del Ga-
binete de 1951 (132). El propio Arias Salgado y su Director de
Prensa, Adolfo Muñoz Alonso, se han venido disputando el títu-
lo de <teólogo del Régimenu, según apreciación popular. Arias
Salgado utilizó constantemente la expresión "doctrina de la in-
formación> para caracterizar sus personalísimas opiniones sobre
los medios de comunicación de masas, rebatidas públicamente
por cl cardenal Herrera. En otros lugares de este libro hemos
tenido oportunidad de recordar algunas de esas opiniones del
integrismo católico.
Otro integrista, el almirante Carrero, enuncia con singular
claridad la tesis extrema de la intervención directa de Dios en
la política del Régimen y en las decisiones de Franco:
318
zaros a la guerra en defensa de Ia Fe y dc la independencia de
España, no sólo os concedió la victoria de 1939, sino que os
inspiró la prudencia política necesaria para librarnos de'las
peripecias de la segunda guerra mundial (133).
319
introduce un paradójico elemento de duda y de crítica no sólo
al perfil totalitario del franquismo, sino incluso a su fachada
más moderada y cristianísimamgnte autoritaria (135). No obs-
tante, este es un asunto que se sale de los límites de mi en-
cuesta.
(135) En este F¡nto 6by de acuerdo con la llnca mterpr€taü de Lt¡is Garcla
San Migucl, <Estructura y cambio del régimen potltico españot', .Sistemar, n¡lm. I
(193), pp. El-t06.
320
28. CATASTROFISMO ANTROPOLOGICO
32t
- Ia atonía moral;
el escepticismo colectivo;
- Ia desaparición de todo vínculo espiritual basado en una
- ética común;
la coexistencia dc grupos adversos en el mismo territorio
- nacional que parecen antípodas espirituales;
- la relajación del sentimiento del honor;
la exaltación de la violencia:
- acción directa;
- la
la dictadura de clase;
- el de novedades sin término;
- la ansia
sed de codicia tan insaciable como impaciente;
- el relaiamiento de toclos los vínculos familiares;
- el desprecio t<¡tal a la vida ajena;
- el ctrlto idolátrico a lá propia vida;
- el concepto estrictamente materialista del humano destino;
- el descenso espiritual de las iiltimas generaciones;
- la moral de la selva;
- el maravilloso pero a veces terrible espectáculo de los más
- asonrbrosos progresos científicos.
Esta es Ia jeremíaca visión humana que contemplaba hace
unas décadas el vitalicio Presidente de las Cortes. Como todavÍa
hay algunos que creen que desde entonces las cosas han ido a
peor (en los años cuarenta no había droga, ni homosexualismo,
ni secuestros aéreos, ni guerrilla urbana, entre otros males)
para ellos el resultado actual debe ser lacerante.
Los mayores lamentos del catastrofismo antropológico unidos
a una escatologia religiosa corresponden en todo momento al
Almirante Carrero, el gran moralista de la política del Régimen
y prototipo del hombre fiel y honesto. Véase este texto donde
se llega al más apocalíptico reconocimiento de la culpa co-
lectiva:
Tenemos que reccnocer, por mucho que nos duela, que nuestra
actuación como (continuadores de la obra de Dios> sobre el
Mundc¡, pese a todo nuestro magníñco progreso, ha sido un
vergonzoso fracaso. Tenemos que reconocer que lo hemos he-
cho mal, terriblemente mal; que la Humanidad ha fracasado
n¡idosamente en el cumplimiento de la misión que Dios la
asignó y que el Mundo está como está precisamente por este
ruidoso fracaso; porque, ocolectivamente", hemos hecho muy
mal uso de la olibertadD que Dios nos dio para emplear nues-
tras nfacultadesu. Tenemos (progreso;, eso sÍ, pero no tenemos
(pazD; ¿ no sería muchfsimo mejor gue tuviéramos paz aunque
no hubiéramos logrado tanto progreso? ¿Dónde ha estado el
322
fallo? Pues, sencillamente, nada más y nada menos, que en la
csoberbiar y en el (egoísmoD del hombre (138).
323
más fieles seguidores lo que luego se vio- no deja de ser
extraño, en un régimen -por
autoritario, pero no lo es si lo situamos
en esta específica ideología que estamos examinando. Me refi.ero
a Julio Rodríguez, de quien hemos dado ya algunos testimonios.
Salvemos para la posteridad esta bizarra e insólita conducta de
un Ministro que se dispuso (a pasar a Francian, si preciso fue-
ra, para perseguir a los asesinos de Carrero. La nobleza y virili-
dad de esta actitud son tan notorias como su inoportunidad
juridica, política y estratégica:
324
29. PATERNALISMO ELITISTA
325
tivo hacia el arrendamiento... La fórmula ideal, la cristiana,
la revolucionaria, desde el punto de vista de nuestra propia re-
volución, es la fórmula estable y armónica de la propiedad lde
Ia viviendal... No queremos una España de proletarios, sino
una España de propietarios (144).
326
como (una de las obras más directamente surgidas de la pater-
nal solicitud del Caudillo" (146t.
La idea de que la política es la transformación de la socie-
dad, desde arriba, ha sido expuesta con notable claridad por
algunos ideólogos, El texto de Martín-Sánchez Juliá me parece
antológico:
327
A mi modo de ver, la ideología del paternalismo elitista, aun-
que se registra en varias familias, aparece con especial nitidez
en los tecnócratas como consecuencia del autoritarismo básico
que al principio hemos detectado en un texto como Camino.
Intentaré demostrar esta hipótesis con algunas de las muestras
más fehacientes.
Ullastres es el prototipo del perfecto tecnócrata. Apenas se
salió en sus discursos de los temas propios de su Departamento
(Comercio). Con todo, en alguna ocasión mostró muy a las claras
una meta profundamente elitista y reaccionaria. En t962, ante
los aires renovadores que entonces venían del movimiento con-
ciliar, se despachó en estos sorprendentes términos:
328
Y concluye con esta admonición paternal a los empresarios
que debían estar escuchándole atónitós (el discurso era el de
inauguración de la Feria Internacional de Muestras de Bar-
celona):
329
para saber lo que la gente quiere y neicesita, pero no para
encontrar soluciones. Dudo de que, en general, del contraste
de pareceres masivo surja una fórmula constrt¡ctiva (152).
Hay que suponer que los Ministros son (personas que saben
lo que se traen entre manos y coinciden en la búsqueda de la
verdld objetivao. Lo difícil es poder determinarlo objetiva y
empíricamente, como le gustaría sin duda a Fernández de l¡a
Mora.
330
30. TECNOCRATISMO DESARROLLISTA
331
sector productivo dejando en manos privadas, es decir en los
propios interesados, el reparto de dicha carga tributaria, El mé-
todo era en verdad ingenioso y efrcaz, concedía la máxima liber-
tad y la mínima intervención estatal, pero también favorecÍa el
triunfo de los intereses más privilegiados o poderosos y en últi
mo término creaba una situación-de enfrentamiento o conflicro
social latente favorecida por la escasa publicidad que tiene en
España la vida económica de las empresas y menos aún la de
los profesionales. Navarro Rubio exalta su descubrimiento fiscal
en tonos autoelogiosos, lo que a algunos, dice, upareció el sueño
de una mente ingenua> y era típicamente una fórmula tecno-
crática:
332
30. TECNOGRATISMO DESARROLTISTA
132. López Rodó. La tesis de que el pastel t¡ene que crecer aún más para repartirlo
después.
.s .ü
POPULISMO APERTURISTA
I
l[[
vI .Inrsil\trr
l9f,l
333
El contraste de este texto que sigue un Navarro Rubio
que pronto había de ser Director del -conBanco de España- no
tiene desperdicio si buscamos un contraste entre las ideologías
tecnocrática y falangista. Se trata de una reunión de banqueros
a quienes Navarro Rubio lanza esta arenga:
Sois los encargados de prender la chispa tangencial que funde
el pensamiento, el capital y el trabajo en un único proceso crea-
dor. El progreso social marcha a impulsos de vuestra actitud,
porque ampliáis el campo de la igualdad de oportunidades, la
difusión de la propiedad, el acceso a la cultura y el montaje de
instituciones formativas, y educadoras... De vosotros depende,
señores, en gran medida, la realización del espíritu creador
que anima al mundo moderno. Estáis en la vanguardia dei
desarrollo económico. Gracias a vuestras iniciativas, las rela-
ciones de convivencia se multiplican y se vinculan países y
extensos sectores de hombres a una labor de solidaridad para
conseguir el progreso...
Jamás el ingenio humano concibió unas organizaciones como
las vuestras, q'ue asegurasen de modo tan efectivo la comunica-
ción de bienes entre los hombres...
Sois los que marcáis el ritmo en la evolución de laS iniciativas
y en la resolución de los problemas, en los adelantos o en los
retrasos de los planes económicos, Vosotros sois los que de
hecho os adelantáis a prospectar el porvenir y a señalar sus
líneas de marcha condicionando muchas veces, por no decir
casi todas, la acción política (157).
334
Cuando ay'er llcguó aquí, alguien me dijo que pensaban que yo
cliria algo irnportrntc cn rclación con estc viaje último que
llcmos lrcchr¡ cl ministrrr dc Hacienda y yo a Estados Unidos
¡rara asistir a las scsic¡nes dcl Fondo Monetario Internacional
¡'dcl Bancrr \'lrrnclial. Pucs bicn:lo más interesantc que se pue-
de dccir clc i'l cs la impresión que saquó de cómo está el mun-
d<¡ fuera dc España, l' csto lo conlirmé tanto cn Washington,
quc cs dondc sc rcunian las instituciones económicas que íba-
m<¡s a visitar, conro cn Nueva York, cn la ONU; volvimos aquí
dando gracias a Di<.rs de ser cspañoles y de vivir en esta España
dc Franco.
Contemplando esa situ¡ción y considerando la española, a
me'di<¡ camino cntre los países subdesarrollados y superdesa-
rr<¡llados, con nuestras ideas muy claras, con un espiritu de
unidad y dc convivcncia poco frecuente, tengo que repetirles
a ustedes lo quc les decía hace un momento: que nos dejen
trabajar v verán lo que somos capaces de hacer, como decía el
poeta: (Ni cnlidiados, ni envidiososr; tratando de vivir cada
día un poco mcior, pero tratando también cada día de ser un
poco me.iores, porque tendremos problemas de verdad, como
ticnen por ahí fuera, porque la satisfacción, el bienestar, inclu-
s<¡ el económic<¡, es una cosa muy subjetiva que depende de lo
que uno prctende tener cn relación con lo que tiene; unos, por
ahí fucra, están insatisfechos tengan lo que tengan...
Lo quc tenemos que hacer nosotros es llevar nuestró desarro-
ll<¡ m<¡ral, individual v social paralelamente a nuestro de'
sarrollo económico; no va lo económico si no marcha paralela'
mente lo moral, y la situación actual del mundo es debida en
gran partc a este retraso del progreso moral con respecto al
progreso material. Pero también tengo que decir.en honor a la
vcrdad que la moral, sin tencr un nivel de vid4 mínimo que
permita dcsentenderse un poco de los problemas urgentes de
la vida diaria, no puede desarrollarse.
Evidentemcntc, todas las empresas tienen problemas, todos los
países tienen problemas, nosotros también tenemos problemas,
y yo honradamente, he expuesto ante ustedes hoy los que
tiene el abastecimiento naci<¡nal; problema fácilmente supera-
ble, pues basta que queramos superarlos y se nos dará, como
en el caso de la estabilización, el ciento por uno por cada
esfuerzo que hagamos para ello (158).
335
to por uno para un plan de estabilización suena a verdadera
orgía financiera.
Este cruce entre los planos técnicos y morales es continuo
en el tecnocratismo desarrollista. Ullastres se refiere más ade-
lante a las dificultades para entrar en la Comunidad Económica
Europea, un tema archidiscutido desde entonces. Argumenta
Ullastres:
Tenemos que deslindarnos los que vamos de buena fe, los que
tenemos las ideas claras y qüeremos todos lo mismo, de
aquellos otros que no van de buena fe o cuya buena fe es una
buena fe que pertenece a un mundo que yo no entiendo... Te-
ner despejado el ambiente en cuanto al criterio que seguimos
cada uno es algo que puede evitar q,ue el deslinde de los dos
33ó
campos se tenga que pla-ntear como nos lo tuvimos que
plantear en el año 3ó (16l).
La España nacida del 18 de iulio lde 193ó] está hoy más cerca
de los niveles medios de Europa occidental que en ningún
otro momento de su historia contemporánea. Esto se registra
en las magnitudes en que verdaderamente se mesura la eficacia
de una gestión de gobierno, que son el orden, la justicia distri-
butiva, el respeto a la dignidad personal y la renta material
(lól) Discurso del 2 de junio de 19ó2.
(ló2) Jorge Yigón, Mañana (Madrid: Afrodisio Aguado, l9óó), p. 37.
337
y cultural per cápita. Los regímenes no se miden po.r su coin-
cidencia con los prejuicios ideológicos de cada uno, o por la
cantidad de poder político que nos han delegado. Esto es puro
doctrinarismo subjetivo, mal, por desgracia, muy común. Se
miden por su eficacia objetiva... Nuestra tremenda Guerra Ci-
vil, tan evocadora de inmensas congojas y crueldades, ha derra-
mado sobre nuestro suelo una sangre que puede compararse
en fecundidad a la que vertieron las legiones rornanas (1ó3).
338
Ministros de la Gobernación (orden), Hacienda (renta) y Traba-
jo (distribución). Parece un esquema demasiado simple, pero
ha funcionado durante años. Aún es más simple y exagerada
csta última declaración de Fernández de la Mora: "El Estado es
un problema de nonios y de compásu (16ó).
Habrá que entender que es un modo de hablar, porque ni
siquiera el Ministro de Obras Públicas se conforma con esos
instrumentos tan simplificados. Con esa expresión metafórica
Fernández de la Mora trata de avisarnos de que la ufrialdad de
la ciencia> debe de sustituir a las <ideologíaso, o, para entender-
nos, que los tecnócratas y funcionarios deben sustituir a los
falangistas e impedir la entrada de los demócratas. Pero ésta
es mi interpretación personal. Su apotegma es éste:
339
!-a nolítica se hace con ideas, no con ideologías, y, por tanto,
hay que tener ideas, y además ideas políticas. et oU¡étivo de la
política no es otro que el de organizar la convivencia de una
comunidad o de un país para lograr el bien común de sus ciu-
dadanos en el orden, la justicia y la libertad... Las ideas
polÍticas en que se basa la convivencia de los españoles están
recogidas en nuestras Leyes Fundamentales... Lo que me
asombra un poco es que algunas gentes en España esten des-
cubriendo ahora las asociaciones ideológicas... Es mejor pensar
en unas asociaciones que ofrezcan unas garantías de ehcacia
organizativa (ló8).
340
3T. POPULTSMO APERTT'RISTA
341
contradicciones y ambigüedades del populismo opqran como
un multiplicador de dificultades. Ya no cuenta con la fidelidad
de Ia burguesía industrial, la gran beneficiaria del experimento,
ya que le saca al populismo un buen rendimiento. Pero en el
momento en que el sistema entre en crisis la burguesía lo
abandonará. Por otra parte, el populismo no suscita en las ma-
sas el grado de apoyo militante que implica el lenguaje y la
retórica política, porque las masas, a pesar de todo, tienen ex-
periencia del hiato que existe entre la retórica y la realidad. En
el momento en que se paraliza el desarrollo, impidiendo con
ello la redistribución de los logros futuros, la demanda popular
se orienta hacia la redistribución de los grandes beneficios ac-
tuales, lo que genera un conflicto de clases de tipo clásico (ló9).
342
gista y católico y se materializa todavla mejor en el conjunto
de los Ministros que he llamado *técnicos', sobre todo los de
la última época. Lo denomino <populismo) y (aperturista,' para
indicar la complejidad de los distintos ingredientes. Cada uno
de los dos por separado no se puede aislar muy fácilmente: el
desarrollismo de los años ó0 y 70 viene a ser la manifestación
del viejo populismo falangista de una generación atrás, al que
acompaña. el compromiso industrializador de los primeros "téc-
nicos>. El aperturismo no es más que la ampliación de esas
ideas populistas al campo de una cierta (participación social>
(el término, una vez más, viene de Francia) como alternativa
ante la amenazante avalancha democratizadora que se desborda
por todos los poros de la piel del Régimen. Aun con todas sus
ambigüedades de formulación, el hecho cierto es que en los
últimos lustros del Régimen se va ampliando su capacidad de
reformarse a sí mismo, de admitir elementos nuevos antes pros-
critos, de tolerar y aún auspiciar ciertos cambios sociales. Todo
ello se ha podido conseguir por el predominio creciente de las
ideologías del populismo aperturista entre los que detentan el
poder.
En un principio, el Régimen se sumó al compromiso indus-
trializador porque, entre otras cosas, es más fácil levantar fábri
cas, sin más, que transformar las condiciones de la sociedad
agraria de la que partía. Suanzes lo vio muy bien:
En los últimos tiempos he mantenido de manera continua el
criterio de que el desarrollo de una industrialización es siem-
pre mucho más sencillo que el modificar a fondo una estructura
agraria para obtener de la misma la productividad y los necesa-
rios aumentos de producción én calidades y precios competi-
tivos (170).
343
organización, pero las tesis falangistas del
"revolucionarismo>
(reforma agraria, nacionalización de los sectores básicos, atri-
buciones políticas a los sindicatos, etc.), e incluso las ocasio-
nales apelaciones a referéndums y manifestaciones monstruo
nunca se abandonaron del todo. Al menos como amenaza retó-
rica estuvieron siempre en boca de algunos oradores políticos.
El Régimen franquista no fue nunca tan conservador o patriar-
cal como, por ejemplo, la imagen que transmitió el salazarismo
portugués, aunque tampoco llegó al extremo populista del pe-
ronismo o del varguismo. Ello condujo quizás a una cierta dolis
de incoherencia, y hasta de demagogia y de cinismo si se quiere,
pero conviene aceptar los hechos como son, o al menos como
uno cree honradamente que son.
Algunos de los elementos de ese poso populista del falangis-
mo han quedado ya documentados en páginas anteriores (véáse
capítulos 15 y 24). Veremos de completarlos ahora con otras
referencias.
Uno de estos textos más interesantes en esta línea pertenece
a Jesús Suevos, uno de las <camisas viejasn más radicáles, aun-
que en los últimos tiempos refrigere sus ímpetus revoluciona-
rios en las tranquilas aguas de la vida municipal (durante años
h3 sido concejal de Madrid) (l7l). Pero en 1940 se contagia, con
sin igual frescura, de la atmósfera revolucionaria del (mZs bien
literario) fascismo español. En su dialéctica interpretación de
la Historia parte de <la coSruntura genial de la Revolución Fran-
cesaD que supo encumbrar a la burguesía y también de <la
genial envergadura vital del movimiento marxista> que se dio
cuenta de la fuerza política del proletariado (172). Toáavía más
extraordinario es, en su opinión, el papel de Mussolini por <su
esfuerzo en rescatar a la masa proletaria de la idea marxista
y llevar su fuerza revolucionaria a un cauce patriótico y nacio-
nal". Ergo "la Falange, forzosamente, ha de basarse iambién
sobre la masa proletaria si quiere tener, de verdad, un futuro>.
En contra del sector elitista y joseantoniano (que es el que a Ia
postre llega al poder), Suevos afirma que <nunca he créído en
Ia eficacia de los movimientos revolucionarios en que sólo par-
ticipasen unas minorías si éstas no sabían incrustarse en la
masa del pueblo y contagiarle sus propósitos y su fervorr. Sos-
tiene Suevos la heterodoxa concepción de que (en la Revolu-
. (l?l) Jesús Suevos, junto con Girón, son los dos falangistas que permanecenin
más fieles junto a Perón en su destierro madrileño.
Jl?2, Jesús
- Falonge
la
Suevos,
(Madrid, "Nacionalización de las masas proletariasr en I Congreso de
1940), pp. 6g-Tt; p.71.
344
ción Francesa, si bien se mira, palpita más o menos tácitamente
una serie de ideas cristianas que afloran y se imponen en el
mundo> (173) y, por otro lado, que los falangistas, al tener que
"abordar a las masas proletarias con un sentido misioneror, han
tenido que realizar una especie de "colonización del marxismo",
por lo que los falangistas han sido tachados con el estupendo
epíteto de ucomunistas azules>. Y llega a afirmar, teorizando un
poco al modo simmeliano:
345
naban de la Delegación General de Prensa en los años cuarenta
se van adaptando, con camaleónica rapidez, a las circunstancias
exteriores. En 1945, ante el sorprendente triunfo del Laborismo
en el Reino Unido, la uconsigna, del momento saca todo el
partido que puede de la veta pofulista, en este caso no precisa-
mente de tipo fascista:
346
Paradójicamente la apertura de la Prensa por la Ley Fraga
sirvió para proyectar sobre su autor un sistemático ataque por
parte de muchos periódicos, dado que la parcial liberalización
no se vio acompañada de otras aperturas. De hecho, a la Ley
de Prensa siguió la Ley de Secretos Oficiales, más dos estados
de excepción y una proliferación de secuestros y expedientes
dirigidos contra determinados medios informativos. Como sín-
tesis de los ataques que recibió Fraga se pueden citar estas fra-
ses de un durísimo editorial publicado en el momento en que
el ex Ministro no ocupa ningún cargo público. Si no fuese por
lo reiterativo y prosaico del estilo, diríase escrito por la ácida
pluma de Emilio Romero, uno de los irreconciliables adversa-
rios políticos de Fraga:
La gestión del señor Fraga Iribarne al frente del Ministerio de
Información y Turismo, y en lo que se refiere a la Prensa, se
caracterizó precisamente por la abundancia de conflictos con
los medios informativos. Careció de la más elemental capacidad
negociadora con empresas y directores, y fue en su tiempo
cuando se alcanzó la más alta cota en la suspensión de perio-
dicos y revistas... Ha sido en la época del señoi Fraga como
ministro cuando se han instruido más expedientes a los medios
informativos... No parece que la gestión del señor Fraga se
caracterizase precisamente por un sentido aFerturista, propicio
a la negociación y al entendimiento de las circunstancias que
condicionan la profesión periodística. Ni fue tampoco el hom-
bre público abierto a la crítica y con gusto por el contraste
de pareceres y de opiniones, que ahora propugna con carác-
ter de urgencia y con profundidad revisionista (177).
A pesar de las críticas recibidas, esta fecha de 1966 consti-
tuye un turning point en el proceso que cada vez se irá califi-
cando más como (aperturistan. Corresponde como ya hemos
indicado a la Ley de Prensa que acaba con la censura directa
en los periódicos. Lo importante es que a partir de ella se em-
pieza a poder escuchar el deseo del abanico completo de liber-
tades cívicas. Hasta Serrano Suñer, en su etapa final más
literaria y reformista, llega a apuntarse a la última moda aper-
turista:
Las libertades que ésta otorga tienen que referirse a algo más
sustancioso, como son las reformas sociales o estructurales del
régimen de la sindicación, el representativo, los mecanismos
(177) Diario
"Pueblo,, 10 diciembre 1971.
347
políticos y el comportamiento de los gestores públicos, que es
tema en el cual aún no se ha entrado en serio e4 nuestra
prensa. Mantener a los españoles más tiempo de lo que la
dramática necesidad de la guerra civil exigía en vacaciones de
sus deberes y derechos no sería la mejor manera de interesar-
les en un patriotismo consciente y efectivo. Los hábitos del
autoritarismo y los correlativos de la inhibición están tan
arraigados que no se acaba de crear un clima de sincera pues-
ta en marcha de lo que se deseaba ver funcionando, pues es
bien visible la persistente afición al monólogo autoritario, al
<slogan> simplista y el desprecio a la opinión adversa. A crear
las condiciones para que las leyes no sean letra muerta están
más obligados que nadie quienes honradamente hayan procla-
mado su necesidad o conveniencia (178).
348
la política falangista, Esto últirno lo define como aquella situa-
ción en que (la propiedad privada, reconocida en nuestros Fue-
ros, llegará a ser efectivamente para todos los miembros de la
sociedad" (180). Y el <socialismo nacional integrador> se refiere
a (un tipo de sociedad en donde cada vez más y de modo más
radical el sentido de justicia social y de igualdad sean crecien-
tes> (181). Como puede verse, el <socialismo" aludido no puede
ser más complaciente, menos revolucionario, y por supuesto
desconectado totalmente de cualquier interpretación del pensa-
miento de Marx o de la tradición del movimiento obrero.
En esta misma línea de aperturismo populista, la divisa de
Licinio de la Fuente como ministro del Trabajo ha sido la del
humanismo social, indefinible axioma que busca promocionar
y hacer partícipe y protagonista al hombre concreto en la jus-
ticia social, en un nuevo modelo de sociedad, en la reforma de
estructuras, en el desarrollo comunitario, hacia la sociedad <pro-
mocional y participada> (182). ¡Menos mal que nos avisa de que
<no queremos taumaturgia ni simples manipulaciones verba-
les" (183), o de que se honra uen servir una política de reali-
dades, no una retórica de fáciles promesas"! (184)
Al mismo tiempo que se decía todo esto desde el estrado
del poder, la observación de un ciudadano particular, de excep-
cional biografía política, contrasta por su pesimismo:
Hay que clecir de una manera general que no hay opinión, que
no hay cauces adecuados para que la opinión se manifieste, no
hay vida política. Hay vida oficial pero no vida pública (185).
349
de todo sectarismo; Bien que sólo se da en la Verdad, lejos de
toda hipocresía o tartufismor (186).
En el fondo el aperturismo no va mucho más allá de la meta
desarrollista de los <tecnócratasl, pero como es afirmado por
los atécnicosD que no desean confundirse con aquéllos, de ahí la
insistencia verbal en que las metas son ahora otras. Este párra-
fo de Utrera (antes de ser Ministro) es un buen ejemplo de ese
esfuerzo de desidentiñcación:
350
mente (técnicaD de Arias Navarro no representa una ruptura
sino una reafirmación del talante aperturista, ya sin el freno in-
tegrista de Carrero. Se suele considerar el importante discurso
del presidente Arias ante las Cortes del 12 de febrero de 1974
como la máxima expresión del aperturismo. Es el primer gran
discurso político que haya sido radiado y televisado en directo.
Fue recibido por los comentaristas políticos con casi unánime
aprobación y con sólo algunas reticencias por parte de los secto-
res ultras (revista <Fuerza Nueva>, Girón, algunos sectores ecle-
siásticos). El estilo y el tono de este capital discurso suena de
un modo algo distinto de lo que es usual en este tipo de litera-
tura política. Hay quien ha creído adivinar en algunos de los
párrafos la pluma de Gabriel Cisneros y José Manuel Romay,
jóvenes y conspicuos <ministrables>, del ala más <europea)r, y
por entonces directos colaboradores de Arias en la Presidencia.
El discurso de Arias empieza reconociendo que la usociedad
española de hoy [es] definitivamente distinta [de la] que hubo
de contemplar el Régimen en su hora naciente>. El silogismo
que sigue es tan novedoso en los fastos políticos del Régimen
como importante:
Si otra, y venturosamente distinta, es la sociedad a la que
servimos, otros han de ser el talante y los modos con los que
el Poder ha de encarar sus exigencias. La más exacta y cabal
manifestación de lealtad consiste en saber actualizar la vigen-
cia de unos Principios fundamentales permanentes, buscando
su traducción exacta a las demandas de una sociedad cam-
biante.
351
Como puede verse, las contraposiciones se realizan casi
siempre dentro del mismo párrafo:
352
Argumentos que satisfacen Argumentos que satlsfacen
a los aperturistas a los tnmovlllstas
turo habrá de expresarse en
forma de participación... re-
flexiva, articulada, operativa
y crítica (29)
Asumamos conscientemente
nuestras cuotas de responsa-
bilidad comunitaria, cuoras
que queremos invitar a que
suscriban treinta y cuatro
millones de españoles (30)
Nuestro afán es sumar y no
restar; a'unar voltrntades y
no excluir; respetar opinio-
nes y no forzarlas (31)
... ordenación de nuevas fór-
mulas para dar proyección
política al pluralismo real de
nuestra sociedad (32)
... soluciones más generosas
e integradoras (33)
El nuevo proyecto [de ley de
Régimen locall atribuirá a
Alcaldes y Presidentes de
Diputación carácter electi-
vo (35)
... deberá abordarse la regu-
lación y funcionamiento de
las agrupaciones para la re-
presentación, gestión y de-
fensa de los intereses comu-
nes y de las Asociaciones
Sindicales para las activida-
des específicas con intereses
peculiares (37)
El Gobierno rechazará... cual- ... vivimos tiempos difíciles
quier interferencia Ide la en los que toda insolidari-
Iglesial en las cuestiones clad, corrupción y egoísmo
que, por estar enmarcadas pueden ser posibles... con la
en el horizonte temporal de autoridad necesaria que es-
la comunidad, están reserva- toy obligado a ejercer impe-
das al juicio y decisión de la diré que se contagie nuestro
autoridad civil (54) pueblo, al que tanto repug-
nan los vicios que minan a la
sociedad en que vivimos (43)
353
lrgu¡nentos que raüsfacen lrgurncotor que radrfaoeNr
a los lnnovlll¡t¡s a lor aperturütar
... reiteramos nuestro deseo
de comparecer en el proceso
integrador de Europa Occi-
dental (57)
... al sentido último del de-
sarrollo como instrumento
para la persecución de unos
fines superiores de justicia,
de promoción social, de liber-
tad y de digaiñcación de la
persona (ó2)
A la multiversidad de las ... el fantasma de la masifi-
técnicas y saberes ha suce- cación es ya algo más que
dido la macromultitud estu- una amenaza... parece llega-
<iiantil. El fenómeno es pq do el momento de instru-
sitivo y esperanzador (71) mentar algún modo de selec-
tividad (71)
... el país y los tiempos han El Gobierno... está también
cambiado y con el cambio dispuesto a que... en las
ha irrumpido otra genera- aulas se mantenga un clima
ción. Tiene otro aire, otras de trabajo y de sosiego, apli-
costumbres. Esta diferencia- cando, sin vacilación, todas
ción no debe ser adulada, sí las medidas que demanden
reconocida. Debe ser acep- las circunstancias (73)
tada como una posibilidad
de ren<¡vación (72'l
Una reforma social auténtica
quc aspira a cubrir todas las
necesidades y todas las aspi-
laciones del hombre dc hoy
n<.r puede inspirarse en nin-
guna clase de paternalis-
mo (75)
El Gc¡bierno quiere compre Los conflictos laborales no
mcterse a ampar¿lr el traba- benefician a nadie, y el me-
.jo cle nucstros compatriotas jor modo de reducirlos o evi
cn su proyección internacio tarlos es incrementar la in-
¡ral, el de los cientificos, los tegración y participación de
cscritores, los artistas y tan- los trabajadores en el com-
tas otras categorías de cspa- plejo mundo que constituye
ñolcs quc enriquccen con su la empresa (82)
c<¡ntenid<¡ valic¡sisimo la ac-
ción nacional en el exte-
rior (78)
354
Aconsejo al lector que se lea primero cada una de las colum'
nas por separado. Comprenderá en seguida la técnica de hacer
discursos, que en este caso ha llegado a la más artesanal exPre'
sión de la obra bien hecha. Verá que cada una de las dos versie
nes que así resulta es perfectamente coherente. De hecho en la
lectura no especializada, y a veces en la especializada también,
uno está dispuesto a leer lo que anda buscando, lo que conñrma
sus propias ideas. Así una persona de talante liberal y otra reac'
cionaria o inmovilista pueden quedar casi igualmente satisfechos
del mismo discurso. [.o curioso es que, en cierta manera, ambos
tendrfan raz6n. El éxito del discurso del prudente Arias está
en que fue recibido con gran alborozo en los medios, digamos,
más progresivos y también en los más conservadores y orto'
doxos. La técnica empleada se podría resumir con la castellana
expresión de (una de cal y otra de arenar. Quizás es universal,
pero se adapta mejor a los sistemas autoritarios en la medida
én que en éstos no hay un electorado a quien hay que cuidar
sino que el político pretende rePresentar todos los intereses
nacionales, subsumidos en un hipotético bien común De hecho
lo que se trata de conseguir es el equilibrio inestable de las
distintas <familias> que componen la clase política. Los procedi'
mientos tienen que ser más sutiles que los que se emplean
para ganar, convencer y mantener un electorado.
Por supuesto, en el discurso de Arias el balance es renova'
dor (191). No se menciona la Guerra Civil, ni expresamente a
José Antonio y tampoco se nombra a Dios, los tres temas casi
inevitables de los grandes discursos del Régimen' Hay que decir
también, en honor al talante modernizante de los señores Pro-
curadores, que los párrafos más ovacionados -según dicen los
cronistas- fueron los aperturistas. Por aplaudir, hasta aplau-
dieron aquel que amenazaba con una ley de incompatibilidades
de los Procuradores en Cortes por la que .seguramente mu'
chos de los asistentes al acto se quedarían sin escaño.
Otros de los importantes documentos esenciales para gnten'
der lo que significa la línea aperturista es el discurso de PÍo
Cabanillis (antiguo seguidor de Fraga) en la primavera de t974'
A él pertenecen estos párrafos:
(l9l) L¡ interpr€ración auténtica <lc csc discurso, según el propio Arias' .cs. quc
se jroponta.continu"r la democratización del régimen, dcsdc sus propias posibilidades
conitiücionales, con vistas a ensanchar la base-social de panicipación,-.y de cara al
cnraiz¡miento de la monarqula,, Declaraciones a la Agencia EFE, publicadas en los
diarios de ll scptiembre 1974.
355
Pero no nos engañemos. Sin dejarse llevar por temores apoca-
lípticos ni caer en el misticismo del desarrollo, debe preverse
que el lrado conflictivo de la sociedad española crecerá al
lograr los niveles económicos del mundo civilizado... Es indis-
pensable que la sociedad permita un cierto grado de inq,uietud,
ligada a la permanente búsqueda del equilibrio, y rechace la
fórmula simple de que la menor alteración deba ser tratada
siempre como desorden...
De una etapa colectiva basada en Ias ideas de defensa, con-
solidación, aislamiento y conservadurismo, hemos avocado final-
mente a otra donde Ias ideas que circulan son las de desarro
llo, renovación, comunicación y participación (192).
En la misma línea de exégesis del <espíritu del 12 de febre-
ro> se sitúa un destacado artículo de Ricardo de la Cierva que
lleva por título <La nueva apertura). Su tesis es que toda la
Historia contempor:ínea de España puede interpretarse a través
de la tensión pendular entre inmovilismo y apertura, En los
tres primeros lustros del sistema franquista De la Cier-
ca- se producen varios intentos de apertura.-dice La primera con
Girón, en los primeros años cuarenta cuando el Régimen se
abre a lo social. La segunda, la política, es la que abre las puer-
tas de un sistema parafascista a la relación con Estados Unidos
y por extensión al resto de los países capitalistas. La tercera
es la apertura cultural protagonizada por-lo que podríamos
llamar nliberalismo falangista>. Otros tres movimientos de aper-
tura más cercanos De la Cierva- son el intento libera-
-sigue la
lizador de Ruiz Giménez,
los tecnócratas combinada con "notable obertura económica) de
la liberalización informativa de
Fraga. La <tercera apertura) para nuestro articulista es el pro-
grama de Arias Navarro, es decir, de todo un Gobierno. Este
es el severo diagnóstico y pronóstico final:
35ó
andanada de críticas tanto del reformismo liberal como de la
derecha ultra,
Así, por ejemplo, José María de Oriol, en un homenaje a Ra-
miro de Maeztu y Víctor Pradera, celebrado en un restaurante
maldrileño el 10 de junio de 1974, aruemetió contra el apertu-
rismo de la última etapa franquista que él sitúa en el otoño
de 1973. A partir de este momento se presentan, a su juicio, los
siguientes males colectivos:
357
defensores de la Justicia, el Orden y el Desarrollo, revalidan
ante el país su candidatura para ocupar unos años más los
puestos de dirección y de responsabilidad política. La resultan-
te de este tipo de datos y situaciones es el inmovilismo, consis.
tente en mantener el crecimiento vegetativo de la economía
nacional, reprimir cualquier desmán o actividad que suponga un
cambio, y esperar, sobre todo esperar... (195).
J)ó
La élite polÍtica actual está poco preparada para la serena
discusión pública y sobre todo para adaptarse a las presiones
de la crÍtica venida de la opinión pública <¡ de estos compc
nentes de la propia élite. Falta compenetración entre el pueblo
y la élite, y en el ánimo de ésta no se ha formado el hábito de
aceptar la idea de un turno político pacífico entre equipos y
posiciones doctrinales más o menos diferentes.
La parte más numerosa de la élite actual, en cuanto se puede
considerar como heredera respecto al régimen politico perso
nalizado, corre el peligro de sufrir una importante pérdida de
prestigio al irse afianzando nuevas vías de ascensión política
no apoyadas en ideas y sentimientos de fidelidad personal...
Un cierto miedo a la tacha de colaboracionista es innegable en-
tre quienes son conscientes de que, al culminar la peripecia
sucesoria, se producirá un cambio rotundo de mentalidad en
las minorÍas políticas activas (197).
359
nales se pl¡eda realizar según fórmulas apr.iorísticas, ni con
equívocas atribuciones de representatividad a un seotor más
o menos controlado o dirigido.
3ó0
de cadáveres, de los que son anuncio y adelanto, cuando esa
democratización se inicia, los que sacaron de los escombros,
el 13 de septiembre, del corazón mismo de la capital de
España.
36r
Cabe, por rlltimo, una tercera salida: que el moderado aper-
turismo populista que se desea desde el poder quede desbor-
dado por la propia realidad que destape al ensanchar la base
de participación. Dicho en términos más coloquiales: que las
pretendidas <asociaciones políticasD se transformen en parti-
dos políticos y que en la pacífica contestación que resulte triun-
fe el partido de los inmovilistas o cualquier otro que no sea
el que pueda representar los sectores aperturistas antes en el
poder. Pero esto es un futurible tan vano como indemostrable.
362
FINAL
3ó3
Toda crftica social no puede menos de ser desagradable para
los que disfrutan de las posiciones más favorables, en la distri-
bución de las f¡¡nciones sociales, y lo q,ue llevan consigo de
riqueza, de influencia, de poder, etc.
No nos engañemos: éste es un destino inevitable del hombre
de ciencia dedicado a temas sociales... Ya lo dijo nuestro Rey
Sabior los herejes, o sea, los disidentes, son una a manera de
gente loca. El hombre dedicado a la crítica social, no necesita
ni ser disidente: el mero hecho de ponerse a hurgar en las
sutiles cuestiones de la dominación (económica, política, cultu.
ral, etc.), le convierte en sospechoso. Cuando Charles E. Beard
publicó, con r¡na abrumadora prueba documental, su Substrato
económico de la Constitución, demostrando que una buena par-
te de la motivación de los Padres Fundadores de la de Filadelfia
había sido la de sus propios intereses económicos, parece que
hubo un hombre de negocios americano que comentó lo si-
guiente: No cabe duda de que el Profesor tenía los datos, pero
¿por qué tenía el muy hiio de perra que publicarlos? (200)
Me figuro que algún lector se habrá hecho ya la misma pre-
gunta.
(200) Manuel Fraga lribarne, Sociedad, Región, Eurcpa (Madrid: Alianza Edito
rial, 1973), p. 19. Por cierto que en el prólogo de este libro el autor, utilizando el
plural de modestia que permite el rango académico, escribe: <Ahora que por fin
hemos aceptado la profesión de sociólogo..., euiere decir que después de muchós años
no tenfa un cárgo público. A los pocos meses de esta afirmación el destino quiso que
don Manuel Fraga Iribarne fuera de Embajador a la Corte de Saint James. ün nuévo
supemumerario para la sufrida profesión sociológica.
364
FOTOGRAFIAS DE:
3ó5
72. Foto Cifra/Diario de Barcelona 103. Foto Cifra/Diario de Barcelona
73. Foto Cíf¡a/La Vanguardia 104. Foto Cifra/l,a Vanguardia
74. Foto Cifra/Diario de Barcelona 105. Foto Cifra/Diario de Barcelona
75. Foto Cif.ra/I-a Vanguardia l0ó. Foto Portillo/La Vánguardia
7ó. FotoLa Vanguardia 107. Foto Pérez de Rozas/La Van-
77. Foto Cifra/La Vanguardia guardia
78. Foto Pérez de Rozas/l"a Van- 108. Foto Cítra/l-a Vanguardia
Suardia 109. Foto Cifra/La Vanguardia
79. Foto Associated Press/Diario de ll0. Foto Cifra/Diario de Barcelona
Barcelona l1l. Foto Campúa/l,a Vanguardia
80. Foto Gyenes/La Vanguardia ll2. Foto Diario de Barcelona
8t. Foto Associated Press/Diario de 113. Foto Cifr /la Vanguardia
Barcelona 114. Foto Hoffmann/La Vanguardia
82. Foto Campúa/l,a Vanguardia ll5. Foto Campúa/La Vanguardia
83. Foto Cifrall,a Vanguardia 1ló. Foto Cifra/Diario de Barcelona
84. Foto Pérez de Rozas/l,a Van. l17. Foto Cifra/La Vanguardia
guardia ll8. Foto Pérez de Rozas/l¿ \¡an-
85. Foto Cifra/La Vanguardia guardia
5ó. Foto La Vanguardia 119. Foto Cifra/La Vanguardia
87. Foto CampúaiLa Vanguardia 120. Foto Upi Cifra/La Vanguardia
88. Foto Frías de la Osa/La Van- 121. Foto Pére¿ de Rozas/La Van-
guardia guardia
89. Foto Europa Press/La Vanguar- 122. Foto Associated Press/La Van-
dia guardia
90. Foto Gyenes/La Vanguardia 123. Foto BranAulí/Diario de Barce-
91. Foto Europa Press/La Vanguar- lona
dia 124. Foto La Vanguardia
92. Foto Pérez de Rozas/La Van- 125. Foto Cifra/Diario de Barcelona
Suardia 12ó. Foto Campúa/La Vanguardia
93. Foto La Vanguardia 127. Foto La Vanguardia
94. Foto Campúa/La Vanguardia 128. Foto Campúa/La Vanguardia
95. Foto Campúa/La Vanguardia 129. Foto Cifra/La Vanguardia
9ó. Foto Pérez de Rozas/La Van- 130. Foto La Vanguardia
guardia 131. Foto La Vanguardia
97. Foto Pérez de Rozas/La Van- 132. Foto Suárez/Diario de Barce.
guardia lona
98. Foto Europa Press/La Vanguar- 133. Foto Campúa/La Vanguardia
dia 134. Foto Pérez de Rozas/La Van-
9. Foto La Vanguardia guardia
100. Foto Sáenz Guerrero/Diario de 135. Foto Diario de Barcelona
Efarcelona 13ó. Foto Cifra/t-a Vanguardia
101. Foto Pérez de Rozas/l-a Van- t37. Foto Pérez de Rozas/La Van-
guardia guardia
102. Foto Pérez de Rozas/La Van- 138. Foto Cifra/Diario de Barcelona
Suardia 139. Foto Cifra/Diario de Barcelona
366
INDICE
AGRADECIMIENTOS
367
III PARTE: LOS COMPONENTES IDEOLOGICOS
DEL FRANQUISMO
3ó8