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AMANDODEMIGUEL

SOCIOLOGÍA
DEL
FRANQUISMO

COLECCIÓN
(LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA"

EDICIONES É,XITO, S.A.


Paseo de Gracia,24
BARCELONA
t978
@ 1975 Amando de Mieue.
@ 1975 Editorial Euros]S. A.
@ 1975 Carlos Rolando & Asociados Robeno Dosil
@ 1978, Ediciones Grijalbo, S. A. (para,rt" rl;r¡¿iS

Edición estecial oara


EDTCTOñES EXrrO, s.l.
Resentados todos los d.erechos

PRINTED IN SPAIN
IMPRESO EN ESPAÑA

ISBN : 84-253-9 220-9 ( colecciín\


ISBN: 84-253-922+-t (del títuloj

Depósito Legal B, 46tOO-1g77

Impreso y encurdernado en
Printer, industria gráfica se Tusct, 19 Barcelona
Sant Viceng dels lions lgTg
(Lo tlpicamente español es el gobernante. Para hallar, fuera de
los toios, un español representativo, compendio de las cualida'
des de la raza, es preciso dar con un alcalde, un gobernador
o un Ministro.>
Alvaro de Albornoz, El temperamento español (Barcelona: Mi
nena ¿1922?), p.ó0.

uPara la mayoría de los españoles, el Gobierno ha significado


simplemente el grupo de políticos que se las ha arreglado para
subir al poder, sin que ninguno de ellos tuviera la autoridad
moral strñciente fuera de su propio círculo de correligionarios.
Se podrá decir que lo único que retrasó el estallido de la gue'
rra-civil fue que ninguno de los partidos se sintió con la sufi-
ciente fuerza para iniciarla.>
Gerald Brenan, The Spanish Labyrinth (Cambridge University
Press, 19ó0), p. 14. Primera edición en 1943.

*Los ex ministros, como clase y tratados así en cuerpo, vienen


estos días ocupando a algunos periódicos con motivo de cierto
reto formulado contra ellos. Como hace casi cuatro años que
la gente ha perdido familiaridad con los antiguos consejeros
del Rey y el olvido prospera pronto, será conveniente recordar
qué era eso,u
José Félix de kquerica, Soldados y políticos (Madrid: Volun-
tad, 1928, p. 84; art. publicado en 1927).
AGRADECIMIENTOS

Cada libro tiene su historia, en la que el autor no es más


que un personaje influido y auspiciado por un elenco más o
menos amplio de dramatis personae. No es mala costumbre em-
pezar reconociendo todas esas a¡rudas.
La historia de este libro empezó hace una docena de años,
cuando yo estudiaba en la Universidad de Columbia, tabulando
biografías de Ministros para no sé qué paper de Juan Linz. La
regularidad de tales datos biográficos aparentemente erráticos,
por lo personales y por la relevancia de los biografiados, es
algo que me llamó la atención. La Sociología podía explicar
también sucesos próximos a la individualidad personal.
Más tarde escribl con Linz algunas monografías en las que
se trataba el tema del origen social y regional de algunas élites
españolas. El madrileñismo, el peso de la clase media tradicio-
nal, la distinta posición de dos regiones industriales, como Ca-
taluña y el País Vasco, eran temas tan atractivos como inexplo'
rados. Seguí trabajando sobre el asunto. De una manera más
profesional, digamos, en el capÍtulo 5." del Informe FOESSA
de 1970 donde se recoge una gran colección de datos sobre
estas cuestiones de la estructura de la élite política. Este capí-
tulo ha sido muy difundido, sobre todo entre los partícipes de
esa élite. Algun día contaré la increíble historia de su difusión,
en la que aparecen varios Ministros y <ministrables>.
Sobre esas mismas cuestiones escribí también algunos ar'
tículos divulgadores en (Madrid", "Diario de Barcelonau, uMun-
dor, ulnformaciones> y uBlanco y Negron. Quiero recordar a
Fontán, Calvo Serer, Ferrando, Desantes, J. Tarín, Pernau, Mar-
tín Ferrand, Auger, M. Fernández Areal, J. de la Serna, J. L. Ce-
brián y Santiago Arbós, entre otros, por los estímulos para esa
mi tarea de columnista.
Ya en la Universidad Autónoma de Barcelona monté en el
curso 1972-?3 un seminario sobre "La Era Azul', a base de
aprovechar la excelente biblioteca de José María Figueras (re-
gentada eficazmente por Maria Capdevila), que fue literalmente
un semillero de conceptos, algunos de los cuales figuran en este
libro. Tengo que mencionar por lo menos a Benjamín Oltra, ac-
tual doctorando en Yale, que me asistió entusiasta en ese tran-
ce, junto a toda una colla de intrépidos estudiantes de Socio-
logia (la primera y apaleada promoción de Bellaterra), entre los
que debo nombrar a Maria-Carme Maltas i Freixas, actual doc_
torando en París, por la intensa y eficaz labor secretarial que
ha desarrollado después conmigo,
En esa Universidad, y fuera de las circunstancias académicas,
fui espoleado, entre otros, por Jacint Ros e/ alii, autores de un
enjundioso librito sobre (vamos a llamarlo así) la historia de la
política económica en el Régimen de Franco. La impublicada
critica que les hice me obligó a dejar otras cosas y á escribir
este libro sobre ulas ideologías de los Ministros de Francor. Es-
pero que, a su vez, actúe como inseminador del libro que tiene
que hacer Jacint Ros sobre ul-es idees económiques deli régims
feixistes>. De paso, quisiera hacer también de dlsparadero -para
que Juan Linz concluyera su Spain. Why not democracy?
Como antecedentes más inmediatos quiero recordai un fes-
tivo epílogo que hice para el libro de E. Alvarez puga, J. C. Cle_
mente y J.M. Gironés sobre .Los 90 Ministros de Franco (Barce_
lona: Dopesa, 1970). El prólogo era de Emilio Romero, cuya
punzante prosa me ha incitado a escribir no pocas páginas, ajn-
que- no se pueda decir que seamos precisamente lo que antes
se llamaba
"correligionarios>.
La ocasión para el libro en concreto, tal y como aparece,
aparte del estímulo cotidiano de los amigos íntimos, me la su-
girió y propició Paco Noy y Ramón Serrano, el primero mi in-
troductor en la Autónoma de Barcelona y el segundo antiguo
editor de uno de mis primeros libros. A ninguno de los áos
puedo negarles nada.
En la preparación del libro influyó de modo decisivo el es-
tÍmulo de lo tratatlo por Ramón Tamames en La Repúbtica. La
Era de Franco (Madrid: Alianza - Alfaguara, 1973). ia puesto a
redactarlo, me vino muy bien disponer del acceso privilegiado
a.la Biblioteca que sobre temas de historia polítici conte-mpo-
ránea ha reunido Ricardo de la Cierva y que tan diligentemente
organiza María Jesús Díez-Velasco. No menos útil ha sido la
continua ayuda bibliográfica que me ha dispensado Juan Bláz-
quez, uno de los expertos ode lance" en franquismo. En el
trabajo de tabulación de las biografías me apoye sobre todo
en el excelente archivo del oDiario de Barcelona> al frente del
crL I está Josep Maria Cadena, a quien debo algunas pistas. La
selección de las fotos se la debo a la magnífica dotación de
"Diario de BarcelonaD y *La Vanguardiar. José
Ias fototecas del
Rey me fue de gran ayuda en esta pesáda labor. -

8
En la recopilación y selección de materiales, así como en la
tabulación del apéndice sobre conexiones empresariales, he con-
tado con la nunca bien ponderada ayuda de los colaboradores
de mi despacho madrileño que han hurgado para este trabajo
en sus inagotables fondos. Jaime Martín Moreno, Benjamín
González y Amparo Almarcha son los que más han trabajado
en esto. Hay que añadir también la pesada labor hemerográfica
de Marisa Montes, Miguel Juárez y Mariví Fernández. Que no
pase sin recordar la minuciosidad de las tareas ediforiales en-
comendadas a Mari Sol Sanz y Anna Ubeda. La conversión de
un manuscrito en libro se ha beneficiado del oficio de algunas
personas: Higinio Clotas, Ma.nuel Escrivá de Romaní, Salvador
Jorcano, Luis Permanyer, Montserrat Pousa y Joaquín Sieso.
A la hora de clasificar las ofamiliaso ideológicas recibí un
gran impulso de las clarificadoras consultas con algunas perso-
nas particularmente sagaces en este menester: Antonio Fontán,
Miguel Veyrat, Ramón Tamames y Ramón Pi. Una primera
versión del libro recibió las oportunas y provocativas críticas
de Juan F. Marsal, Jesús M. de Miguel, Benjamín Oltra, Josep-
Vicent Marqués y Jacint Ros. Las de A. Fontán llegaron tarde
para esta edición; prometo tenerlas en cuenta en la prÓxima.
En el momento de disponerme a iniciar la redacción del li-
bro me entero del fallecimiento de Vicente Villar, magnífico
Rector y fundador que fue de la Universidad Autónoma de
Barcelona (Bellaterra). A él debo, más que a ninguna otra per-
sona, la decisión, para mí tan vital, de haberme quedado a tra-
bajar en la Universidad. Vaya este libro en homenaje a su obra.
A él y a todos los que acabo de citar: gracias.

Barcelona - Valencia - Madrid, julio-diciembre 1974.


1. INTRODUCCION: ACERCA DE ALGUNAS
DIFICULTADES PARA COMPONER ESTE
LIBRO Y PARA COMPRENDER LA
NATURALEZA DE UN REGIMEN
AUTORITARIO

En este libro es el subtítulo lo que cuental "análisis ideoió'


gico de los Ministros de Franco, 1938'1974". Este es el polen
fecundador. El título es como una corola vistosa y pretenciosa
que se redacta para gusto y atractivo del lector. Si la opinión
del autor fuera a ser la predominante este volumen se habría
titulado uMi general, déjenos gobernarn. Pero para entender ese
título sería necesario haber leído antes el libro, cosa que resulta
algo irritante. En rigor, la Sociología del franquismo (1) daría
para una docena de monografías como ésta desde muy diversas
perspectivas; no es trabajo de solista. Lo que ahora intento es
sólo una primera aproximación y además en plan de maniobras,
de salón. Los ejércitos de investigación sobre el franquismo es-
tán todavía en sus cuarteles de invierno.
Voy a examinar el Régimen instaurado por Franco desde
una perspectiva (para mí) tan interesante como inédita, tan
personal como original, tan parcial como legítima: la percep'
ción que del mismo han tenido sus principales actores -fuera
del propio Franco*, es decir, los Ministros del Gobierno. En
ellos confluyen y se expresan inmejorablemente las ideologías,
intereses, concepciones del mundo y mentalidades que distin-
guen a las distintas famitias que componen el sistema político.
Más que un tronco es una arborescencia de ideas como podrá
comprobar el curioso lector que siguiere adelante.
Si se quiere hay una hipótesis general de partida, una regu-
laridad que ha espoleado mi curiosidad: el notable paralelismo
y confluencia en las biografías y en la expresión del pensamiento
de los servidores más directos de Franco. Viniendo como vie'
nen de distintas procedencias y "familias>, perteneciendo a
(l) Utilizo el término franquislno en un sentido muy similar al que emplea Ricardo
de lá'Cierva en su provocativo artlculo eFranco y el franquismor, en M. Fruga et alii'
c,orery., I¿ España áe los años 70 (Madrid: Moneda y Crédito, 1974), vol. III, tomo I,
pp. ISS-Z1S. Séñala e"te autor el curioso dato de que a fines de 193ó se intentara formar
un opartido franquista} por algunos polfticos de segunda 6la (p. 191). El intento- -no
pasó-de anecdótió y cor-robora la general actitud de Franco de no actuar como líder
ideológico. Hay que suponer que Nicolás Franco, hermano del Generalísimo, tuvo algo
que ver csn este fallido intento.

11
bie¡r- diferentes generaciones, esa coherencia es lo que presta
unidad de análisis al Régimen, y en cierta manera viéne á f.rrr-
cionar como la propia representación colectiva de la personali-
dad de Franco.
¿Por qué Sociología y por.qué franquismo? El franquismo
antes reservada a los escritos extra muros_ (2¡ pue_
-palabra
de ser entendido como el contenido ideológico concreto dÉ un
régimen, entendiendo por tal el sistema de-organización d.e las
relaciones de poder en el que dominan ros aspectos ideológicos
de conducta y de intereses sobre los jurídicó-formates ef,
Digamos que el concepto de régimen implica lo sustantivo
e ideológico que uno suele echar en farta en ros manuales de
Derecho Político. considérese esta temprana definición aplicada
al caso que nos ocupa:

El Estado español nacido el 18 de Jutio fde 1936] es Régimen en


cuanto realiza los principios de la Revolución Nacional-sindica-
lista y solamente así puede acoger con j,r.rsticia el adjetivo obli_
gado. Por eso el concepto de Régimen, en relación óon el con_
cepto de Estado, tiene mayor amplitud, ya que admité institt¡_
ciones estatales y extraestatales, cuantas séan propias de la
Revolución, y solamente in fíeri el Régimen se ldentifica co'
el Estado, pudiendo llegar a.una fusión total cuando la puesta
en práctica de los po'stulados'revolucionarios encuentre ér
ce abierto de la organización estatal misma (4). ""rr-

El análisis de un régimen político implica casi siempre una


toma de postura, una valoración del mismo. Lo convierte en
(2) Señala Ricardo de la cieroa qte nlranquismo signifrca, sencilla y pragmática-
nrente, régimen de Francor y aparece clasificado iomo nrég1men autoritario",. iUá,
i. tSt,
. (3)políticoD
A-_tÍtulo de ejemplo, véase esta otra definición más jurídico.académicai *n¿-
gimen es (el sistema srcial del Estado, el comprejo -formaao por su oraena-
miento y su orden smiaro y en un scntido más concretó <el conjunto sistemáticg de
las olsposlclones y reraciones establecidas en cada Estado con respecto a su ordenación
constitucional, sus acciones fundamentares y generares de gobierno y rua poti-
ticas instrumentales o accesorias, que tienén-lugar en su senoD. Jósé Zafra, """ion"r-
RéSimen
polítíco de España (Pamptona:
este esquema al estudio der urégimen.Universidad de ñavarra, l9Z3), pp. 2g y 29. Ai óii;""
español' (se entiende, coniernpoiáreo o u"ir"t¡,
el au-tor.se centra_principalmenté en nlai relaciones jurldico-políticai, o más foÁalr"
(p. 43), dentro de la más pura tradición de las cátedias de Derecho político.
Beneyto, olugar_histórico y sentido actual del nuevo orden político>, en
,,-J_4] Iy""rost¡o
vanos, ts¡ tle España (Madrid: Editora Nacional, 1945), pp. 33_g0, p. 39. Auíque
la identificación .de-.Régimen Ejtado pueda parecer .o 1",
exageraciones. El Ministro Julio .{ "*ag*áá,
Rodríguez, a ia pregunta-de "qui el
""ábu., de-(si
un periodista
político..español y el país so. ,nu --ir-u .o.u,, (sin
1."]:1t_-.égiT:" Y añadió, por contesto que
:tlry!?, 911":tsranco si cupiera alguna, que "el régimen insrauradó por el
uenemr¡slmo es consustancial con Españar. Declaraciones a.La Vanguárdia,,
l7 mayo 1974.

t2
algo más vivo y preocupante que en un mero análisis jurldico-
formal, que no cuestiona el porqué son las cosas de un deter-
minado modo y a quién favorecen. El ensayo sociológico que
aquí se intenta prevé algunas de esas cuestiones más pel¡onales
y dubitativas. Necesariamente habrá de conceptualizar, abstraer,
pero con el objetivo de aclarar cosas bien concretas que no
interesan sólo a los juristas o politicólogos, sino a la gente co'
rriente y moliente.
Estas, por ejemplo: ¿cuál es el modo de pensar de los más
altos servidores del Régimen?, ¿de dónde proceden y qué "fa'
milias" representan?, ¿qué lenguaje, qué ideas caracterizan su
forma de expresarse?, ¿qué relación tiene lo que dicen con lo
que hacen o con lo que son?, ¿qué intereses representan los que
mandan?
La Historia del Régimen franquista o de la Era de Franco
la denomina Tamames- no podrá hacerse hasta que
-como
no contemos con una gran cantidad de testimonios, por ahora
inéditos, y con una no menor provisión de estudios monográ-
fi.cos. Este es uno de ellos, acaso no el más necesario, pero sí
uno posible y útil en cuanto sistematiza el pensamiento de los
ideólágos con poder que han protagonizado el sistema político
franquista. Uno de los papeles que Franco no ha representado
es el de ideólogo exclusivo o excluyente, y ni tan siquiera origi-
nal o descollante, del Régimen que con toda propiedad encarna'
Antes bien, su pertinaz táctica ha sido rodearse de una multi-
plicidad de elementos ideológicos, sin suscribir personalmente
ninguno de ellos y mucho menos excluyendo a los demás. Este
dato permite que el enfoque de este libro sea particularmente
estratégico yo- no sólo para entender lo que ha sido
-creo
el franquismo, sino además el propio Franco. Repito que habrá
que completarlo con otras monografías tanto o más interesan-
tés que ésta: el análisis de los textos constitucionales, el pensa-
miento del propio Franco, el análisis de las fuerzas que le han
apoyado, la estructura de ciertas instituciones clave, el estudio
sóbie la estructura de clases, las relaciones entre poder político
y económico, la visión de la marcha de los acontecimientos des'
de la oposición y semioposición, etc. Hay temas para llenar una
biblioteca entera. Pido que no se me juzgue por extenso este
libro sin haber intentado rellenar con otro esos estantes semiva'
cíos que están eSperando el acopio de los investigadores sociales'
Confieso que una duda que me ha asaltado continuamente
esla del valor sociológico que pueda tener un análisis del pen-
samiento y de la figura pública de sólo unas cuantas docenas de
13
personas, elenco al que al final se reduce <mi> franquismo.
¿No
será éste un fácil <psicologismo> desconocedor dél hechd de
que las personas concretas representan estructtüas, clases socia-
/es2 E¡quizás el mismo desvío que se comete cuando se quiere
subsumir la pobreza de un determinado país en la histoiia de
<una familia Sánchez", o cuando se compiende el fenómeno de
la emigración en el (caso), de la autobiografía de un emigrante.
Probablemente no hay otro remedio que-correr el riesgote ese
reduccionismo si nos queremos aproximar a la inaseqúible rea-
lidad social por todas las trochas que no es posibld abrir en
la maraña de observaciones, datos y teorías que nos cercan.
Después de todo, la realidad, al nivel de Ias más áltas decisiones
políticas, es también un conjunto de personas concretas, un
número a veces asombrosamente reducido. ciertamente, en este
caso, lo que dicen y hacen no es algo caprichoso y errático, res_
ponde a una trama estructural de necesidades históricas v de-
terminaciones sociales. Pero alguien tiene que recoger esas
voces decisorias, cuyo discurso fue tan importante en lá confor-
mación de unas u otras consecuencias políticas.
No voy a pretender una completa objetividad en este libro
aunque trataré de que hablen más los personajes .analizados
que yo mismo. Pero elegir y conceptualizar los esóritos de otros
significa añadir un grado de subjetividad, cuando no de irracio-
nalidad, personal. Procuraré, al menos, que mi discurso se aleje
de los polos de la adulación o el libelo en que tan a menuáo
caen los escritos de interpretación política, y que pueda arrojar
alguna luz para la intelección de los acontecimientos públióos
que han condicionado toda la vida de los connacionales de mi
generación.
Como señala Tamames, ,,la historia política del régimen
[franquista]... es fundamentalmente la historia en tornJa su
poder ejecutivoo (5). Sin embargo, nadie se ha parado a con_
templar de manera sistemática cuál es el tipo humano y sobre
todo la contextura ideológica que corresponde a los Mlnistros
de Franco.
A los tratadistas de Derecho político les interesan las leves,
todo Io más el funcionamiento de las instituciones. Sin nógar
la importancia de esa realidad, a los sociólogos nos va más e-xa-
minar quiénes son, qué piensan y qué representan los que ha-
cen las leyes, los que manejan las instituciones en el contexto
(5) Ramón Tamamcs, La Repúbtica. La Era de Franco (Madrid: Alianza-Alfa-
guara, 1973), p. 473.

t4
de lo que se significan esas rePresentaciones ideológicas para
la marcha general de la sociedad. Casi todo los análisis que he
consultado sobre el franquismo se fijan más en el primer aspec-
to del Derecho Político; muy pocos hay que se orienten hacia
el enfoque sociológico y prácticamente ninguno que destripe
la opera omnia de los ideólogos del Régimen, bien abundosa
por cierto.
El basarme en textos publicados comporta una ventaja adi-
cional: significa que ésas son las ideas que de una u otra mane-
ra han circulado, han influido públicamente. No serla muy le'
gítimo inferir que las ideologías dominantes del Régimen han
estado representadas por la opinión privada o no difundida de
sus Ministros. Precisamente unb de ellos me señaló que no
tendría gran interés mi trabajo por cuanto hay un hiato entre
lo que un personaje político udiceu y lo que realmente (piensa'.
Pero esa disonancia es más relevante para un moralista o para
un escrupuloso biógrafo que para un sociólogo. Uno puede ex'
presar en un discurso ..lo que tiene que decir> en función de
su cargo o de la oportunidad del momento, más que lo que ín-
timamente piensa, pero es 1o primero lo que políticamente
trasciende, lo que socialmente influye, lo que da fuerza y ¡evela
la peculiaridad ideológica que mantiene o justifica un sistema
de poder. Precisamente "lo que uno se ve obligado a deciru, por
razón de la posición que ocupa, es lo que refleja mejor los
intereses que uno defiende, los compromisos que uno debe
atender en su actuación pública. La prueba de esto es que, con
todas las variaciones pragmáticas y coyunturales que se quiera,
las declaraciones ideológicas de los colaboradores inmediatos
de Franco mantienen entre sí una notable coherencia. De docu-
mentarla tratan estas páginas. También es verdad que, más que
lo que piensan y lo que dicen, habría que tener en cuenta lo
que sorz y lo que hacen los protagonistas de un momento polí-
tico. Algo de esto voy a tener en cuenta pero, repito, que mi
empeño era desbrozar tan sólo una parcela de la realidad, no
toda ella. Historiadores y cientlficos sociales tendrán que rotu-
rar otras varias vertientes del prisma del franquismo. Yo me he
detenido en los brillos de las declaraciones ideológicas porque
lo creo fructífero, porque no lo he encontrado hecho, porque en-
tiendo que puede ser revelador para quien quiera entender de
arriba ábajo et acontecer español de estas últimas décadas.
Tómese mi esfuerzo, en la más liviana de las interpretaciones,
como un ejercicio de análisis de contenidos de la literatura
política oficial.
l5
- N9 estoy
humilde)
muy de acuerdo con la aseveración (cortésmente
de uno de nuestros personajes Suñer_ de
que <la literatura de los políticos [en la-Serrano
España actual] suele
ser m¿ís bien mediocre" (ó). La literatura de ficción puedé, pero
el ensayo, el artículo y el discurso de algunos que han si¿o Mi-
nistros en el Régimen de Franco se elevá a las más altas cotas
de expresividad, dominio del lenguaje y brío terminológico. Todo
ello, desde- l1leg-o, es compatible a veces con una máf que me_
diana ambigüedad ideológica y un constante retorcimiento re-
tórico. Ngunas páginas del propio Serrano suñer caerían en esa
selecciórr y otras muchas de Arrese, Fraga, Sánchez Mazas, Girón
y Fernández de la Mora, entre los Ministros, y no digamos las
de algunos intelectuales como Giménez Caballero, Fuelo, Emilio
Romero, Adolfo Muñoz Alonso, etc., todos ellos en altós puestos
políticos. Para el que guste de contemplar la literatu.ia o la
sociedad, no cabe duda de que esos escritos es manjar bien
apetecible.
Sea cual sea el valor que merezca su contenido, lo cierto es
que es prosa que no pasa desapercibida.
,
Desde luego, la proporción de Ministros que pueden ser con_
siderados profesionalmente como es mucho menor
que en los regímenes anteriores, "periodistai,n
especialmente en la II Repú-
blica, en donde esta calificación se asociaba de modo na¡rrat
con la actividad de los políticos profesionales de entonces. pero
en eI Régimen de Franco no resulta excepcional el que muchos
Ministros hayan actuado previamente como columnistas o edi-
torialistas. Tal es el caso del propio Carrero Blanco, de Lequeri-
ca, Fernández de la Mora, Nemesio Fernández Cuesta, Sánchez
Mazas, y Julio Rodríguez, entre otros.
No se trata sólo de forma literaria sino de contenido id.eotó-
glco. Algunos de los Ministros y de otros altos cargos políticos
no sólo escriben, sino que expresan ideas coherentes sobre la
significación política del Régimen, en ocasiones bastante novedo-
sas y-.lesde luego bien influyentes. En su mismo origen, la gue-
rra civil que le dio origen fue también y sobre todo una óon-
tienda ideológica.
Coincido plenamente con la tesis de Antonio Fontán de que
(ó) Ramón Serrano Suñer, Ensayos al viento (Madrid: Cultura Hispánica, 1969).
Publicado originariamente en 1955. con la grafla del apellido suñer ocuire .rna cos"
muy curiosa, El ex Ministro firma efectivamente <Suñei¡ que es palagra aguda como
corre-sponde_al probable origen catalán de este nombre (osunyerr, pronunciado en
castellano <Suñér). En cambio en el habla coloquial todo el mundo lo-identifica como
oSerrano Sriñerr, y de esta forma aparece escriio muchas veces.

t6
la "España nacional, cristaliza en 193ó, precipitando un conjunto
de fuerzas originariamente bastante heterogéneo, pero unido
básicamente por <una cierta filosofía política común' y una
misma actitud de rechazt¡ ante el carácter de ingobernabilidad
que iba tomando la II República en sus últimos meses de
vi¿a (Z). Esa .cierta filosofía política común' es, para mí, la
esencia de lo que después será el franquismo, que como tal va
a conservar indeleble la base social heterogénea y la repulsa de
los valores asociados con el liberalismo y el socialismo. Como
señala también Fontán, <la fuente original de donde brotaba
aquel conflicto, la Guerra Civil de 1936'39 y sus antecedentes, era
la inteligencia. En España se oponían concepciones ideológicas
y proyeótos de vida colectiva inconciliables entre sí> (8). El
iesultado o la consecuencia del conflicto, el sistema político que
iba a perdurar más de una generación, se basa también en (la
inteligénciaD, en una determinada concepción ideológica. El
pretendido (muera la inteligencia> con que se ha querido denos-
tar a un Régimen militarista conduce a una argumentación sim-
plista y falaz. Se desprecia w tipo de inteligencia, un sector
característico de intelectuales, pero se enaltece por otra parte
la creación de conceptos, la articulación cuidadosa de un nuevo
lenguaje político. Continúa la (polémica de las dos Españas>
como una contienda de concepciones ideológicas. Los intelectua-
les siguen teniendo un enorme peso en la política, aunque en
ocasiones se reserye la palabra "intelectualD para los que se
hallan en la oposición o los que no son tan entusiastas del mun-
do oficial. Es posible que los intelectuales del sistema sean más
retóricos que creadores, más escolásticos que originales, pero
no cabe negar que han sabido plasmar en ideas y conceptos
articulados los valores e intereses de una clase media tradicional
bien aposentada en el poder y ávida de entroncar con la bur-
guesía industrial.
La idea de que el régimen franquista no ha tenido intelec-
tuales la suscribe incluso uno de sus ideólogos más prominen-
tes, el Ministro Fernández de la Mora. Con todo, alude este
autor al hecho de que (uno o varios cerebrosu innominados han
oproducido la única Constitución original de nuestra edad con-
témporánea, la única pensada para las estructuras económico-
(7) Antonio Fontán, cEl proceso de constitución de la coalición nacional de 1936r,
eje¡nplar multicopiado repartido en la conferencia dada en el Museo de Navarra el
28 de febrero 1962, pp. 3 y 4.
(8) Antonio Fontán, Zos católícos en la I|niversidad españala actuol (Madid:
Rialp, 19ó1), p. ló.

t7
sociales de España y la única libre de mimetismo y utopis-
mos> (9). Parece que alude a Arrese, Martín Artajo, Estebarr de
Bilbao, Girón, Carrero y algunos otros redactores o inspiradores
de los textos fundamentales. El lector tendrá todas lai oportu-
nidades para gozar de algunas muestras de esa excelente prosa
política.
Aconsejo al lector que no ose salte,r las citas. Al contrario,
haga el intento de leerlas en voz alta. Verá qué delicia. No las
he centonado con propósitos de erudición, de apoyar mi propio
discurso. Más bien, las he seleccionado para componer con ellas
una verdadera antología, valiosa por sí misma, de cómo enten-
dieron la política los políticos de una época en la Historia espa-
ñola. El resultado es una bellísima sinfonía de palabras, con-
ceptos y tropos literarios. Léase por eso en voz alta y, si es
posible y la inspiración ayuda, con la debida entonación, para
disfrutar de una prometedora fruición estética. Los textos selec-
cionados hablan por sí solos. A veces justifican lo sucedido y
otras anticipan lo que va a ocurrir. Tienen vida propia y le dirán
al lector muchas más cosas de lo que yo he podido concluir,
que en definitiva no es mucho. Pienso, incluso en los que ahora
se encuentran en la EGB como futuros lectores de estas pági-
nas, los que ya no les tocó actuar bajo el franquismo, pero qüe
lo heredarán irremediablemente. Este es un análisis de quien
nació precisamente en el año en que se dictó el famoso Decreto
de Unificación y se inauguró la fase política más larga, original
y discutida de toda nuestra Historia. En estas páginas quédan
antologizados algunos de los textos políticos más expresivos de
ese momento histórico, con el deseo de que sirva¡ para expli-
carlo.
Al entrar en el último cuarto del siglo xx hay ya alguna pers-
pectiva para poder hablar del Régimen de Franco en estos tér-
minos. Yo nací con é1, como digo, y ya hace años que traspasé
la barrera de la adultez. Todo esto es ya un gran trozo del pasa-
do. Mi testimonio puede tener el interés de estar escrito desde
dentro del país y si se quiere del sistema social, aunque no me
considere un partícipe gozoso del sistema de poder. Creo tener
bastantes datos, alguna experiencia y ciertos conceptos como
para poder hablar del tema. Antes del acopio de ese bagaje inte-
lectual me hubiera sido difícil acometer esta tarea analizadora.
Francamente también he de decir que hasta ahora no he tenido
(e) Gonzalo Fernández de la Mora, Pensamiento español l9ó9 (Madlid; Rialp, l97l),
p.172.

18
la suficiente libertad para emprenderla y sobre todo para di-
fundir sus resultados.
No aceptamos las interpretaciones subjetivas que de nuestro
Régimen hacen o puedan hacer determinados grup9s e indivi-
duós; sólo aceptamos la interpretación institucional.

Esto fue dicho por el primer Presidente del Gobierno de


Franco, el almirante Luis Carrero Blanco, en su toma de pose-
sión, el 20 de julio de 1973. Ignoro el alcance legal que puede
tener esa expresión, pero creo sinceramente que dentro y fuera
de España se han hecho múltiples interpretaciones subjetivas de
muchós aspectos del Régimen franquista, precisamente por el
carácter lábil que éste tiene. Incluso <la sustancia inmutable
de nuestro idearioo de que hablaba Carrero en ese mismo dis-
curso es algo perfectamente discutible y discutido, no es evi-
dentemente algo inefable. Muy al contrario, el Régimen fran-
quista es un tLma de la Ciencia Política y como tal se halla
sujeto a fuertes controversias; es algo que ha merecido y va a
mérecer riadas de comentarios y fabulaciones. Los problemas
teóricos que con él se plantean interesan al mundo entero.
El Régimen franquista es la encarnación viva del concepto
de régimén autoritario, según la definición, ya clásica, de Linz,
basadá precisamente en el profundo y sutil conocimiento de
las particularidades del sistema político que nos ha gobernado
a loi españoles de la última generación. La definición, traducida
libremente al romance, rezaría asi:

Los regímenes autoritarios son sistemas de organización políti-


cu co.t u.t cierto pluralismo político, limitado y no responsable;
sin úna elaboradá y pragmática ideología, pero con (mentalida-
des> características; carentes de una movilización política in-
tensiva o extensiva de las masas populares, excepto en contados
momentos; y en los que un caudillo, o a veces una junta, ejerce
el poder con límites formalmente poco definidos, pero en reali-
dad bastante predecibles (10).

Obsérvese que la definición tiene un expreso tono negativo' El sjs'


tema autoritario se define como .lo que no es>, mejor que afir'
(10) Juan J, Linz, <An Authoritarian Regime: Spain', en E. Ailardt y Y' Littunen,
Cleavages, Ideologies, and Party Systems (Helsinki: Transactions of the Westermarck
Societi, 19ó4), pp-. 291-341; p. 297. Éste seminal artÍculo ha sido traducido en M' Fraga
et atii-,'La Oispáaa ae bs iños 70 (Madrid: Moneda v Crédito, 1974), wl. III, tomo I'
pp. l4ó?-1531.

t9
mando positivamente ro que es. rncruso las ur¡s¡¿¿lidades carac-
terísticas>, como luego veremos, se manifiestan en mucho, auro,
como <antialgor, como rechazo de sus respectivos contrarios.
_ Los regímenes autoritarios han surgido históricamente por
alguno de estos cuatro motivos: r) porlnsatisfactorio y
tivo funcionamiento de un sistema previo de tipo forrirarmente
"orrili.-
democrático debido quizás a la debilidad de una clase burgueso-
industrial (es el caso dei sarazarismo); 2) por farta de unl tra-
dición de verdadera independencia como eita¿o y consiguiente
debilidad de las organizaciones poríticas, lo que'promíeve la
exaltación de un líder carismático (los regímeies ie autoridad
de los países del llamado Tercer Mundo);1¡ por atenuación de
los extremos de ciertos regímenes totalitarios jel nacionar-comu-
njsmo de Tito) (11), 4) por supervivencia de ros contenidos auto-
ritarios de otros sistemas políticos anteriores, aun con forma
democrática, lo que conduce, como si dijéramos, a una situación
de <autoritarismo endémico", normalmente por el vacío político
qrre es llenado por el Ejército (caso de muóhas dictaduias con
elementos democráticos formales tan típicas de los países lati-
noamericanos). Estos cuatro tipos no son exclusivos ni exclu-
yentes; su enumeración pretende sólo dar una idea de la com-
plejidad del concepto de régimen autoritario.
Lo curioso del franquismo es que contiene elementós para
ser catalogado en esos cuatro supuestos. Los propios ¿efini¿o-
res del Régimen encuentran una justificación en el primero,
pero son excepcionales las alusiones a los otros tres, como ten-
dremos ocasión de ver más ad.elante.
Soy consciente de que un estudio sobre el franquismo no se
puede hacer bien sin tener en cuenta otros empaientamientos
ideológicos: lo_s regímenes de México, Brasil, perú, Argentina o
Portugal (de salazar). Francamente no me siento coin fuerzu
para emprender esta magna tarea. Habrá que descansar, entre
nosotros, en las investigaciones de Linz, Marsal, Sotelo y
otros (12). Es tarea colectiva que desborda mis flacas fuerzas

__
(ll) El concepto de rrfgi¡¡sr autoritario dc izquierdas, como atenuación del me
delo totalitario estalinista es_ una combinación lógiia de dudosa aplicación p.á"ti"".
cuando aquÍ se habla de orsg¡¡.r autoritario' sientiende me¡or un tipo de'sistema
apoyado en diferentes sectores de la clase media.
(12) A título de ilustración me pemito aconse.iar argunos de esos trabajos frontera:
- r. I. Linz, uThe Future of an Authoritarian situátion or the Instit;tionalization
of an-Authoritarian Regime: Br.azil,, en A. Stepan, comp,, Authorítarian Brazil: On-
gins, Politics_and Future (New Haven: yale'University press, 1974).
Marsal, tra som.bra del pod.er (Madnd: -Cuadernos pára el Diálogo, 19?5).
- Juan F. Sotelo, (Lrs militares en el perú: continuidad y cambio de su"i¡nción
_.-Ignacio
políticaD,Papers, núm. 2 (1974), pp.79-116.

20
individuales. Por el momento quede latente la idea de que
el Régimen español no es en absoluto una rareza en el mundo,
si bien tampoco es un mero fascismo más.
El error de algunos defensores de la II República, como de
los enemigos exteriores del sistema franquista, consistió preci'
samente en la incapacidad para ver en él algo más que una
mera fanfarria fascista, en la creencia de que se trataba de
borrar del mapa histórico la pesadilla de un efímero pronuncia-
miento tradicional. El texto que sigue del principal ideólogo de
la II República hay que leerlo varias veces:
Hay o puede haber en España todos los fascistas que se quiera.
Pero un régimen fascista no lo habrá' Si triunfara un movi-
miento de fuerza contra Ia República, recaeríamos en una dic-
tadura militar y eclesiástica de tipo español tradicional. Por
muchas consignas que traduzcan y muchos motes que se pon-
gan. Sables, casullas, desfiles militares y homenajes a la Virgen
del Pilar. Por ese lado, el país no da otra cosa (13).

No fue ciertamente un régimen de tipo fascista totalitario,


pero tampoco una simple "dictadura militar y eclesiástica>, que
es la primera apariencia que tuvo durante la guerra. Al haber
combinado un cierto horror a la solución de un partido único
con una rotación mucho mayor de ideologías que de personas,
el Régimen instaurado por Franco se acerca más a los modelos
autoritario-personalistas que a los ensayos totalitarios' Jugando
con las palabras, uno de los primeros ideólogos del nuevo orden,
Serrano Suñer, comenta en 1946 que:

Este régimen no ha sido totalitario como tampoco democrático


o liberal. Lo que sin la guerra mundial habrÍa sido sólo Dios
lo sabe. Lo que en definitiva sea aún está por ver (14)'

Este ser y no ser varias cosas a un tiempo, el ir presentando


diversas caras a lo largo del tiempo es algo que irrita o por lo
menos deja perplejos a los analistas del franquismo. Uno de
ellos, en un serio intento de comprender la genuina aportación
jurídico-política del Régimen, resalta la "singular superposición>
que presenta uel caso esPañol":
(13) Manuel Azaña, Obras Completas, tomo IV, p, 813 (ó octubre l9?3)'
(14) Ramón Serrano Suñer, Entre Hendaya y Gibraltar (Barcelona: Nauta, 1973'
1." edición en 194ó), p. 220. En la edición de 1973 añade al último comentario: <Y sigue
estandoD. Sea lo que sea, lo cierto es que ha durado cerca de ¿10 años, un hecho insó'
lito en la Historia de España.

2l
se trata de injertar una monarquía limitada en el tronco de
una dictadura constituyente y de desarrollo; o si ." q,.i"r.
renovar Ia metáfora, se trata de utilizar a esa dictad,r.u io*o
vehículo que ponga en órbita a una monarquía limitaá"
ifSl.
Para el lector profano, todo eso suena un poco a chino. Cabe
-la pregunta ingenua de cómo es que para un viaje tan sencillo
hacen falta alforjas tan repletas. si ¿é lo que se irataba era de
volver a una Monarquía ¿para qué entrelenerse más de una
generación en una ímproba creación ex novo? Nuestro analista
contesta con más claridad de esta manera:

Ejempliñcando en, nuestro campo: Un Estado dictatorial y


autoritario trata, sin convencer de verdad a nadie y, desde luego
sin convencer a sus propios y más inmediatos sostenedorés. de
presentarse como una
"democraciao, con lo que su autointer_
pretación suena a hipocresía en los oídos de muchas gentes.
Y, entonces, para huir de la hipocresía se pasa a la otraianda
y cae en el cinismo, esto es, hace alarde di su condición auro_
ritaria y se des,preocupa ostensib,le y orgullosamente, de toda
a,utointerpretación teórica (ló).

_ - Yo Io que creo es que el Régimen ha tenido distintas, mu_


dables (autointerpretaciones teóricas', dependiendo del
mo-
mento, y más por un pragmatismo de agarrarse a la realidad
del momento y mantener en su sitio la mlnoría gobernante que
por pura hipocresía o cinismo. La uilusión demócráticar,
luego veremos, es uno de los elementos ideológicor, "oi''ou
varias de esas autodefiniciones, pero ni es el único ni "o'*úr,
el más
importante. Hay que llegar a comprender toda la complejidad
de una trama política que ha visto fenecer a su lado lós áxpe_
rimentos de Hitler, Mussolini, pétain, Trujillo, perón, Salazar
o selassie; que ha coexistido con las dembcracias capitalistas
avanzadas y con los países del tercer mundo, con Castro y con
Mao, con el Eje y con Ia OCDE. Aunque sólo sea por está sin-
gular capacidad de supervivencia y adlptación vale la pena es_
tudiar tan raro fenómeno histórico.
En general, los tratadistas políticos confían demasiado en la
literalidad de Ia autodefinición constitucional (por el sesgo juri-
dicista que suelen compartir), lo que produce una falsa-itusiOn
de estabilidad. He aquí un ejemplo:
(15)--Rodrigo Fernández-carvaiar, La constitución Españora (Madrid:
Ecritora Na-
cional, l9ó9), p. X.
(ló) Rodrigo Fernández-Carvaj al, La Constitución..., p. 79.

22
En España existe un régimen de integración moderada [=auto'
ritariol, en el que se está produciendo el tránsito gradual de
una estructura orgánica sólidamente personalizada [=dictadu-
ral a un sistema institucional con vértice monárquico y cierto
equilibrio en la titularidad de las funciones soberanas, y en
que se desarrolla lenta y cautelosamente un proceso.de aper-
tura en la participación política y ias libertades públicas (17).

Yo personalmente no veo un tránsito tan <gradual> y siste'


mático, una evolución tan ordenada y raciorlal, puesto que al
considerarla así, se hace abstracción de muchos componentes
ideológicos reales que no se recogen del todo en los textos cons-
titucionales. El factor monárquico lo considero poco esencial
en la definición real del Régimen (a no ser para caracterizar el
embrión de un régimen futuro). El llamado <aperturismo), para
mí, es un elemento más del complejo síndrome ideológico que
define y limita la participación a los que mandan; es cada vez
más importante, pero no por una inmanente evolución del Ré-
gimen, sino porque las circunstancias internacionales y los cam-
bios de la misma estructura social mínimamente así lo exigen.
La evolución yo la veo de manera menos unidireccional. I\{ás
como una sutil y variable combinación de diferentes elementos
ideológicos; en un momento interesan, presionan, están pre-
sentes unos, y en otro momento otros, pero los intereses que
se deñenden siguen siendo básicamente los mismos. Seguramen'
te la evolución ideológica del Régimen parecerá un paseo de ca'
racol si se la contempla desde los deseos que algunos puedan
sentir de instaurar un sistema democrático-liberal o socialista,
en línea con la casi totalidad de los paises europeos' Pero esa
misma moderada evolución semeja un cambio portentoso si se
la proyecta sobre la verdad, permanencia e inalterabilidad con
qué toi propios ideólogos del sistema presentan los principios
fundamentales de organización política (18)'
Una actitud muy extendida en los ambientes intelectuales es
que el cambio político es irrelevante no una trampa
-cuando
(l?) José Zafra, Régimen político.., cit., p. 47.
(18) Véase un ejemplo, entre muchos, de la seguridad con que se enuncian -e-sas
caracterlsticas: nLos-Principios de nuestro Movimiento son Permanentes e inalterables,
porque nacen de una exacta concepción de la verdad del hombre, de su personalidad
y titi".t"a, de la verdad de nuestrá comunidad nacional, de su razón histórica,,de su
sustancia, de su voluntad hacia el futuro.D L' Carrero Blanco, Inlorme"' al Consejo
Nacional del Mwinüento. et día I marzo 1973 (Madrid: Ediciones del Movimiento' 1973)'
p.7, ¿Cómo puede ser (permanente e inalterable¡ si ya ni siquiera algunas-.corrientes
(es la
eclesiásticas se atreven con afirmaciones tales como que la Iglesia católica
única verdadera,, contenida en esos principios?

23
engañosa- si no supone el paso de un sistema capitalista a
otro socialista. Quizás esto pueda ser así para los intelectuales
y su modo de vida, p€ro en absoluto para el resto de la pobla-
ción. Sociedades capitalistas son Sueóia, Francia y EspáRa, y
dentro de nuestro país la España de la Segunda Éepública,'la
de los años 40 y la del momento actuar. No iabe la menor dúaa
de que la vida de los ciudadanos en uno u otro país o momento
es
_muy distinta, y lo es en gran medida por las alteraciones
políticas lo
-todo "formales> que se quiera- que present a cad,a
una de esas sociedades presuntamente ucapitalista;,.
En la sociedad capitalista españora, conformada con el siste-
ma autoritario que estamos describiendo, dominan los valores
e intereses de ciertos séctores de las clases medias tradicionales
de un modo que resulta bastante lejano a la comprensión de
lo que puede ser la sociedad francesa o italiana, para poner
ejemplos cercanos.
En la sociedad española de las últimas décadas _francamen-
te <capitalista>- son de alguna consid.eración las variaciones de
tácticas políticas que
han actuado'en el Régimen.presentan los equipos gobernantes que
franquista. Esa pertenencia les cón-
fiere una referencia ideológica común, pero también una cierta
capacidad de expresarse con contenidos diferentes que intentan
adaptarse o seguir el paso al ritmo cambiante de &olución de
la sociedad en su conjunto. El conocimiento de esa básica es-
tructura ideológica y de la vacilante marcha política que la
acompaña constituye no sólo un dato para la especulación aca-
démica, sino un estímulo de reflexión para el ciudadano con
alguna preocupación por asuntos colectivos.
Como luego veremos, a lo largo de las últimas décadas han
ido mandando nfamilias" políticas algo distintas, pero los inte-
reses de clase que representan y los valores básicós que defien-
den son abrumadoramente incambiables. por eso poáemos ha_
blar con toda propiedad de un sistema o régimen, y no sólo
porque haya estado representado por la irrepétible y epónima
figura del Caudillo.
Más que de opositores al sistema, habría que hablar de
postulantes de <reformillaso, si se me permite ironizar con una
distinción sugerida por Dionisio Ridruejo (19). Ese es quizás urro
de los síntomas de mayor éxito del Régimen, lo que há permiti-
do una cierta evolución, un cierto reacondicionimientb a los
.^ (19) Dionisio Ridruejo, (La política española hacia 1912,, cn I. Camuñas
España, Perspectiva 1972 (Madrid: Guadiana, lg72), pp, 23-41; tt. 39.
v olro.,
sucesivos estímulos de la situación interna e internacional a
que ha tenido que enfrentarse. En este sentido, muchos de los
miembros de la llamada oposición interior o semioposición han
sido eficaces colaboradores de la supervivencia del sistema al
<postular> siempre sutiles y parciales cambios que no hacían
sino mejorar la imagen pública de un evolucionante régimen
político. Lo cual dice tanto de sus altas virtudes patrióticas como
de su escasa capacidad para crear una alternativa real de poder.
El Régimen ha variado ciertamente a lo largo de su larga
vida de cuarenta años, pero más bien al compás de ciertos
cambios sociales o de la escena internacional. Se ha ido, más
bien, adaptando. A. veces, al hablar de gobiernos, gabinetes,
nuevas políticas, crisis ministeriales, se da una idea falseada de
que en verdád esos cambios han representado cortes ideológicos
bien definidos (como suele acontecer en los regímenes parla-
mentarios cuando se pierden o se ganan las elecciones), y no
hay tal. En la realidad la última generación de la vida española
ha presenciado una enorme tasa de cambio en la estructura bá-
sica de la sociedad (20), pero a costa de (o debido a, o a causa
de) un cierto adormecimiento, una singular constancia o conti-
nuidad de los supuestos ideológicos de la esfera de poder. El
hecho resulta sorprendente y hay que tratar de esclarecerlo
con toda parsimonia. En rigor, no se han dado una veintena de
Gobiernos de Franco sino an solo Gobierno, con todos los mati-
ces y adaptaciones que se quiera, pero respondiendo siempre a
compleja-
una misma y básica concepción ideológica
del hecho político. Este libro es la necesidad - aunque
y el intento de
verificación de esa hipótesis. En términos reales y técnicos no
hay <rgrisiso gubernamentales, sino nrelevoso de personas en
los puestos ministeriales. Este es otro hecho que hace tan atrac-
tivo para un sociólogo el análisis del experimento franquista.
Los intelectuales tienen la obligación de observar Ia realidad
e imaginar comprometidamente el porvenir de España (21)'

Esta es una encomiable consigna de un portavoz oficial del


Gobierno, y a ella me atengo. Sólo que a esta operación me
tiene que ayudar el lector. Yo voy a presentarle algo de olo que
se dicén en los medios políticos más doctrinarios. La realidad
(20) Esto es lo que intento documenlar en mi Manual de Eslrttctura Social de
España (Madrid.: Tecnos, 1974).
(21) Pio Cabanillas, Pregón del Día clel Libro (Madrid: Ministerio de Información
y Turismo, 1974), p. ll.

25
es desde
-luego algo más que esto, y ese porvenir,
-depende que hemos
de <imaginar comprometidamente> todos, de muchos
factores que escapan a todas las capacidades adivinadoras de los
sociólogos. Después de Franco no lo sé, pero con Franco ha
sido de una determinada y peculiar manerá que cond.iciona ine-
vitablemente nuestro modo futuro de organizárnos o desorgani-
zarnos políticamente los españoles todos.
-hanLo--q-ue sigue es sobre todo el resultado de analizar lo que
dicho los Ministros más caracterizados'ideológicamenté y
algunos <ministrables> sobre las coordenadas básicás del Réei-
men de Franco como un original montaje de ideas sobre -el
modo de gobernar a los españoles. Voy a verlo desde tres ángu_
los o enfoques, cada uno de los cuales constituye ,rrra pait.
bien diferenciada del libro:
-. 1. El la primera, seguiré paso a paso los elementos biogrt1-
ficos de los Ministros, para tratar de comprender qué ,ep..sátu
en términos de grupo social este peculiar sector dé la éiite polí-
tica, dentro de unas condicionantes coordenadas de tiempo y es-
pacio polÍticos.
. - ?: En la segunda parte veré de clasificar a los principales
ideólogos según las famitias ideológicopolíticas que répresentan.
3. Como tercer v definitivo aspecto * sin áuda él m¿s ¿i-
fícil, subjetivo y diicutible- intentaré ordenar los elementos
conceptuales comunes a varias de las anteriores <familias> de
pensamiento.

26
Primera Parte

PERFIL BIOGRAFICO
DE LOS MINISTROS
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2, LA SIGNIFICACION DE LAS ETAPAS
POLITICAS DEL REGIMEN

Ciento catorce han sido los titulares de los Departamentos


ministeriales bajo el mandato de Franco hasta el momento ac'
tual. Han sido testigos excepcionales de medio siglo de Histo-
ria de España, el que más nos importa. Han tenido mucho po-
der, o, aunque haya sido menos del que hubieran deseado, lo
han tenido sin discusión, sujeto a muy pocas críticas, se entien-
de, desde abajo.
No voy a reseñar sus biografías, que eso está hecho en mil
sitios, sino a tratar de ver los factores comunes que contienen
en función de los momentos en que llegan al ápice de su poder
y de los intereses sociales que representan' Quizá con ello po-
damos concluir, ex post facto por supuesto, qué es lo que a uno
le hace ser Ministro: la ministrabilidad (22).
Es posible que lleguemos a entender por qué algunos muy
regularmente con Fran-
"ministrables> no llegaron a despachar
co, aunque llegasen a tener frecuentes entrevistas con él e in-
cluso una cierta ascendencia sobre otros Ministros y sobre el
propio Caudillo.
Entre esos nonatos Ministros tenemos en primer lugar un
abanico de intelectuales definidores del sistema a los que a lo
mejor faltó capacidad de compromiso con alguna "familia> polí-
tica en el momento oportuno en que mayor era sü cuota de po-
der, o quizá no llegaron a tener nunca la suficiente capacidad
<ejecutiva>, o no supieron ser todo lo "fieleso o (creyentes> que
requiere un puesto de alta responsabilidad política. Pienso en
Luis Sánchez-Agesta, Carlos Ollero, Javier Conde, Juan Beneyto,
Jesús Fueyo, Eugenio Montes, José María Pemán, Rafael Calvo
Serer, Víctor de la Serna, Rodrigo Fernández Carvajal, José Ma-
ría de Areilza, Emilio Romero, Adcilfo Muñoz Alonso, Fernando
Martín-Sánchez Juliá, Antonio Tovar, Dionisio Ridruejo, Pedro
Laín, entre otros. Algunos se hicieron demasiado críticos o al
menos dubitativos, en otros predominó la capacidad teórica so-
bre la práctica. Hubo quien literalmente desdeñó la poltrona
ministerial.
(22) Un primer intento de precisar este concepto puede verse en mi epilogo al
libro de E. Álvarez Puga, J. C. Clemente y J. M. Gironés, Los 90 Ministtos de Franco
(Barcelona: Dopesa, 190), pp. 519-527.

29
Por unas u otras razones, algunos de ellos se <desengancha-
ron> del carro del poder, se colocaron de espectadores o de emi-
nencias grises. En último término, aunque algunos hicieron todo
lo posible por llegar, se encontraron con el dato insuperable
de que los asientos de los Gabinetes son limitados v numerados.
Un caso más difícil de entender es el de los hombres con
influencia económica y aun política, bien establecidos en la si-
tuación, <notables> del sistema, impenitentes <ministrables>
incluso, pero que no llegaron nunca a disfrutar de una cartera
departamental. Se me ocurre una lista provisional con estos
nombres: Nicolás Franco Bahamonde, Fernando Valls Taberner,
José María Aguirre Gonzalo, Miguel Mateu, Carlos de Godó,
Alberto Ballarín, Dionisio Martín Sanz, Luis Coronel de Palma,
Fernando Herrero Tejedor, Juan Sánchez-Cortés. Es posible
que alguno haya pensado que no valía la pena odescender> hasta
un puesto de Ministro. Sea como sea, son los que a esa meta
han llegado los que a mí más me interesan en este momento, y
supongo que al lector también.
El Régimen franquista presenta múltiples problemas de cla-
sificación interna. Desde luego, no se puede partir del esquema
de tres Gobiernos porque sólo hayan existido tres Jefes de Go-
bierno (el propio Franco, Carrero y Arias Navarro). Es evidente
que el papel de Franco no es comparable al de los otros dos su-
cesores en la Presidencia del Gabinete, por el simple hecho de
que en todos los casos el Caudillo y sólo él ha sido además y
sobre todo Jefe del Estado, del Ejército, y del Movimiento.
Tampoco resulta muy propio hablar literalmente de un único
Gobierno de Franco, ya que el Generalísimo se ha rodeado en
distintos momentos de colaboradores de muy diferentes extrac-
ciones. En el otro extremo, parece un tanto exagerado conceder
a cada nuevo nombramiento ministerial la categoría de <nuevo
Gobiernoo. Caben, por supuesto, todas las matizaciones interme-
dias, dependiendo de los propósitos del que analiza o clasifica.
En el período 1938-1970 los autores de la más completa re-
lación bibliográfica de los Ministros de Franco distinguen 15
ugobiernos' (23). Con un criterio algo más estricto, Tamames
agrupa los Ministros, de 1938 a 1969, en ocho (24).
"gabinetes"
La disonancia es artificial, porque cada una de las clasificaciones
resulta en gran medida arbitraria. Se designa como nuevo (go-
(23) E. Alvarez Puga, J. C. Clemente y J. M. Gironés, Los 90 Ministros..., cit.
p. 501.
(24) R, Tamames, La Republica. La Era de Franco (Madrid: Alfaguara-Alianza, 1973),
p. 495.

30
bierno> o <gabinete> la constitución de un equipo de Ministros
después ae'atgun cambio significativo (y por talto. subjetivo)
con respecto ál anterior (las mal llamadas "crisis"). Para ser
rigurosós, si consideramos como ugobiernos' diferentes los que
pÉt"tttutt al menos un cambio de cartera tendríamos que hablar
áe varias docenas de <gabineteso. Si tenemos en cuenta tan
sólo los cambios que supbnen un <tono) nuevo en la coloración
política de los inmediatos colaboradores de Franco, entonces los
,,gobiernos, se nos reducen a poco más de media docena, bien
eñtendido que esa unidad de ngobierno' carece de una exacta
traducción iegal y sociológica por cuanto -insisto- no hay
verdaderas "ciisislde gabiñetes, sino urelevoso personales' Exa-
gerando un poco, casi podríamos decir que simplemente ha
habido un único y dilatado Gobierno con Franco, con tantos
*relevos> personalis como el Caudillo ha creído oportuno' 1"o
que hay de real en esos cambios es una cierta línea ideoló-
gica, aé estilo politico a veces' que se trunca o se afirma de-
ienáiendo de ias circunstancias del momento (nacionales o
internacionales), juzgadas por la cauta, sosegada y pragmática
intuición del Generalísimo'
En un libro reciente se sostiene, en efecto' que no ha habido
diversos gobiernos de Franco, sino uno solo con diversas etapas:
er¿ el Gobierno, pero no cambios de Gobier-
"ha habido cambios
no> (25). Este es más o menos el punto de vista que se va
adoptar aquí. Lo contrario sería entrar en la logomaquia demo-
crática al uso que identifica a los relevos ministeriales con .,cri-
sis>, a las Coites orgánicas con el uParlamentot, al Consejo
Nacional del Movimiento con la *Cámara Altau e incluso a la
Prensa con el (cuarto podert (en serio, como si hubiera otros
tres). No hay que perdbr nunca de vista que estamos tratando
de un régimón iutóritario en el que las nCámaras) no derriban
los Gobiérnos, el Jefe del Estado es carismático y no existe
división de poderes, sino ncoordinación de funcioneso'
Loquehayquefijarsonlosacontecimientoshistóricosclave
qu. diversas etapas ideológica-s. En principio,
encontramos una"rai
"oñdicionan curiosa fijeza de hitos decenales:

1936: Comienza el Alzamiento militar, algo más que un pro-


nunciamiento y algo menos que una revolución'
1946:Momentodelmáximoreflujodiplomático(retiradade
(25) Rafael Borrás, Carlos Pujol S Marcel Plans, Ef dí4 que tnatarott c Cartero
Slanco (Barcelona: Planeta, 1974'1, p. 344.

3l
embajadores, cierre de la frontera francesa); cenit
de los "años de hambreo; máxima movilizaóión de
masas en torno a Franco como respuesta al aislamien-
to internacional (manifestación masiva en la plaza de
Oriente de Madrid).
1956: Crisis del predominio católico-falangista; inicio del
movimiento estudiantil (crisis del SEú); momento en
que se nota el-<despegue> económico-demográfico y el
fin del aislamiento internacional.
1,966: Ley de Prensa como primer intento de <aperturis_
mo>; apogeo del tecnocratismo y del desarrollismo
(éxito de crecimiento económico con el I plan de
Desarrollo)..Aprobación por referéndum de la Ley
Orgánica del Estado por la que se crea la figura dél
Presidente del Gobierno y los procuradores ifamilia-
res" (elegidos directamente), entre otras innovaciones
institucionales que se dirigen a reasegurar Ia difícil
sucesión monárqrrica. A partir de esta Éy se sustituye
oficialmente la denominación de FET y-de tas ¡OñS
por Movimiento Nacional.
1976: (Está por ver).
Si, junto a esos hitos, situamos los cambios de Ministros en
que se ha movido un gran contingente de éstos y sobre todo se
ha afectado la cuota de cada una de las ofamiliasr, obtenemos
esta clasificación de etapas bien nítidas:

En el comienzo de cada
etapa
Número de

!? És oE
:íl
trF
e.É
trdE
3.8
99.
6: I g Eb
Etapas políticas (fechas) ÉÉ ;gÉÉ *Fg

I. Era AzuI
Etapa bélica
- Autarquía 1938-194s 11 10 l0
- Despegue económico 1945-1951 t28 6
t95t-1957 t6 t2 l0
II. -Tecnocracia. 1957-r973 18 13 t2
III. Funcionariato 1973-1975 2l 13 11

32
Obsérvese que cada cambio clave significa el relevo de apro-
ximadamente una docena de carteras (excepto en 1945). Véase
también cómo las grandes etapas significativas duran cada vez
menos tiempo: veinte años de Era Azul, diecisiete de Tecno-
cracia, dos años de Funcionariato.
El franquismo es ciertamente un sistema ideológico desde el
principio hasta el final, pero alafuerza hay que entenderlo sub-
dividido en esas etapas básicas no sólo porque en cada una
de ellas se impone un cromatismo político algo distinto, sino
porque ciertos elementos de la estructura social, de la situación
económica o de la coyuntura internacional van variando con
ellas. El que estas páginas se centren en el análisis ideológico
no debe llevar a la conclusión de que la historia política, eco-
nómica y social de los últimos cuarenta años es un solo bloque
de acontecimientos. Al contrario, la fecha es determinante de
muy interesantes tornasoles en la escala cromática de las ideo-
logías que se expresan y de los intereses a los que responden.
El término Era AzuI lo propuse hace ya algún tiempo (26)
para caracterizar esas primeras etapas del Régimen inflamadas
por los deseos "imperialesr, las referencias literarias al color
de la camisa de los falangistas, al "cielo" religioso o a los "lu-
ceros> más paganos del fascismo, en definitiva por el predomi-
nio ideológico de la Falange y de los llamados (en el sentido
más político y estricto) "católicos". Se distinguen claramente:
l) una etapa bélica con un neto predominio militar (de ugene-
rales azulesn sobre todo), en atención a las necesidades de la
Guerra Civil y de la no menos difícil Guerra Mundial; 2) un
período autárquico como respuesta al (cerco)) internacional, y
3) un último momento de relativo despegue económico animado
por el "deshielo" internacional y matizado por el inicio de la
dependencia económica y militar de España respecto de Estados
Unidos.
La etapa tecnocrática (1957-73) coincide con unos años de
excelente coyuntura económica, el intento de <engancharu la
economía española a la de los países de la OCDE (léase países
capitalistas ricos), y en definitiva el predominio del móvil y del
tema del desarrollo. A nivel ministerial los falangistas y católi'
cos son en parte desplazados por los <tecnócratasu, popular-
(2ó) Amando de Miguel, España, matca registrada (Barcelona: Kairís,. 1972)'
pp.29b-3tn. La expresión nera azulo es de la ópoca. El adjetivo (azul) se convierte en
-íti"o. Gi.ór llegá a decir que <azul es todo lo que tiene neruir¡ auténticamente nacio-
nal". J. A. Girón, Escritos y discursos (Madrid, 1948), p. 40. Publicado originariamente
en 1942.

33
mente asociados con el Opus Dei (aunque no todos ¡rertenecie_
ron de hecho a esa organización) y más que eso con la burguesía
financiera.
La etapa del llamado funcionariato (27) (1973-75) significa
un cierto reniego de las reducciones economicistas o dJsarro,
llistas de los tecnócratas, si bien en propiedad los economistas
tienen cada vez un mayor peso en los Gabinetes. Es el momento
9n que Franco delega la jefatura del Gobierno en Carrero, y,I
la muerte de éste, en Arias Navarro. Los Ministros ,espon-den
cada vez más a la idea, presente ya en etapas anteriores, de
actuar como (técnicos> prestigiosos o, si se quiere, como .altos
funcionariosD encumbrados.
En los gráficos encartados (1,2 y 3) se ha tratado de reflejar
el- tiempo de duración de cada uno de los 114 Ministros er iu,
carteras respectivas. En los casos en que es más clara la califi_
cación ideológica de un Ministro se ha rellenado el espacio que
le corresponde (gnáfica pero no exactamente, la -de
"párcela
poder>) con un color convencional (28), de acuerdo con esta
clasificación:

"Familias" pollticas Color representado

l. Militares caqur
2. Primorriveristas verde
3. Tradicionalistas rojo
4. Monárquicos amarillo
5. Falangistas azul oscuro
ó. Católicos azul claro
7. Integristas negro
8. Tecnócratas gris
9. Técnicos (no señalado)
A los <técnicos' no se les da una coloración especial porque
supone una categoría demasiado residual y heterogénea (son
casi los que no pertenecen claramente a una <familia> en con-
creto). Sobre la significación ideológica de cada una de las <fa-
(27) También este término lo sugerí en un artículo precedente titulado <El fun-
cionariato de los 101 Ministras de Francor. Véase A. de Miguel, yo, critico (Madrid:
EDICUSA, lng, w. 225-2i29.
(2E) Insisto en lo extremadamente convencional de la coloración dominante. sirve
sólo para dar una idea visual del predominio de unas u otras (familias, en cada mo
mento polltico. Estos cuadros pueden servir de ayuda para localizar el contexto poll-
ti_co en que se producen las manifestaciones ideológical recogidas a todo lo targo- aet
libro.

34
milias> y los principales personajes que las representan habrá
qu. espérar a la segunda parte de este libro. Antes conviene
qn" ttoi detengamos un momento en lo que significan los ele'
rirentos comunés de las biografías de los Ministros en cada una
de las etapas políticas (29).
I,os 114 Ministros que han servido en los Gabinetes de Franco
pueden agruparse según sean civiles o militares (y estos últimos,
i rn u"t,-t"gún hayán dirigido Departamentos civiles o milita'
res), en cadá una de las tres etapas indicadas de la siguiente
manera:

Número de personas
que ocupan por Pnrnera.vez
un cargo mrmstenal
Civiles Militares

sHp
bb6
EE4r Media de
nuev06
É¡ É-q E.E
Ministros
Dor año en
E:A 6E 6E rotar
'cada etapa

Era Azul (193&57) . 3l 9848 )


Tecnocracia (1957-73) . 30 21042 3

Funcionariato(1973-75) 2l 324 12

Toru.. 82 11 2l ll4
.Como p¡rede verse, los Gobiernos de Franco de la Era Azul
han tenido un fuerte predominio militar, tanto que en realidad
esa primera etapa podría calificarse de alguna manera-como
.diréctoriou o ujüntáu militar. Los hombres de uniforme desem'
peñan con exclúsividad la jefatura de los Departamentos mili-
^tu""r,
p".o también ocupan carteras civiles de gran relevancia
poHtícá e ideológica: el bonde de Jordana en Exteriores, Martí-
nez Anido en Góbernación, Suanzes en Industria, Muñoz Gran-
des en Secretaría General, Carrero en Presidencia, etc'
Esta preeminencia relativa de los militares se aminora muchí'
simo en la etapa tecnocrática, donde sólo los generales Jorge
Vigón y Camilo Alonso Vega desempeñan puestos civiles' En el
(29) Una primera versión del análisis de las biografias que aq-ul. se hace. apareció'
en f[rÁa prouitional y resumida, en <Blanco y Negro', ló marzo 1974' baio el
tltulo de
uPerñl biográfico de los ciento docc Ministros de Francoo'

35
Funcionariato los militares se adscriben exclusivamente a los Mi-
nisterios del Ejército, Marina y Aire. El modelo inicial
ta), por tanto, si es que existió, se va debilitando con elde
<iun_
tieripo.
Otra forma de ver este cambio es lo que podríamos denomi
nar
.mov.ilidad generacional. El Régimen franquista _"i
ministerial- no resulta.de un grufo generaciónd q,r"-""""a" "i*l
joven al pod-e1y se enquista en éll. Á cürtrario,
renovación del personal-que despacha hay u^na ,rotuü1"
directamenté con Franco,
de tal manera que si General. elige en un primer momenro
_el-
a sus coetáneos, a medida que envejéce en el poder uu
do en gente cada vez más jouerr.- E.t" pro""ro es más"ó"n"r,- visible,
como- es para los que se sientan en poltronas civifes,
que los Minisrerios militá:es son ocupad"; ;;;;i;;;,;-ó. va
-l9gi9o,
tenientes generares de edades próximai a la de retiro.
estos datos:
v"¿ir"

(a)
Generación Número de Ministros Total
en Ministerios
Civiles Militares

de Franco o
Era Azul
- anterior 26733
de la Guerra
- puente 14115
-
f - d" Franco o
Tecnocracia 1 anterior 4 7 11
l( _ d" la Guerra
- puente 14317
14 t4
de Franco o
- anterior
Funcionariato
- de Ia Guerra 43j
-
puente 17 I7
--GiE.. explicación de cada una en los párrafos que s¡guen.

Un hecho curioso y que puede parecer sorprendente es que


los Ministros militares sean tan viejos, sobre todo en los afros
iniciales del Régimen, teniendo en cuenta que Franco asciende
al caudillaje a una edad sorprendentementé ¡oven (45 años) y
que la-generación que hace la guerra es asimismo muy joven.
La explicación está en la táctica de Franco de escatima, ü, ar_

36
censos militares dice Payne- para contrarrestar los
-según
favoritismos que se habían prodigado en la época de la Restau-
ración (30). Frente a la extrema juventud de otros regímenes
militares (tipo nasserista, coroneles griegos, etc.) el directorio
franquista acusa una desusada veteranía, que se refuerza natu-
ralmente con el paso de los años del Régimen.
Por <generación de Franco o anterior> se entiende a los na-
cidos antes de 1900 (el Caudillo nació en 1892); la de ..la Guerra'
los nacidos entre 1900 y 1917, es decir los que tenían entre 18 y
3ó años en 193ó; y la generación <puentgn, los que por razones
de edad no pudieron ser combatientes en la última Guerra Civil.
Como puede verse, la mayoría de los Ministros en Departamen-
tos civiles, a partir de 1957, pertenecen ya a la generación <puen-
ter>, es decir, los nacidos con posterioridad a 1917. En la última
etapa, en el Funcionariato, ya no hay ningún Ministro que sea
coetáneo a Franco (31).
Vistas las cosas de otro modo, si atendemos a la edad de
llegada a los puestos ministeriales, se nota un cierto proceso
de envejecimiento, y desde luego una significativa diferencia en-
tre los que dirigen Departamentos civiles o militares (estos
últimos siempre los más viejos, como hemos dicho). No obstan-
te, teniendo en cuenta que el Régimen nació de alguna manera
como una rebelión, alzamiento o revolució¡ "juvenil> contra
los uviejos politicastros>, no se puede concluir que ese hecho
se refleje fielmente en las edades con que se incorporan los
Ministros a sus despachos. Véanse los datos:
Las edades medias son bastante constantes y el (envejeci'
miento> de la élite ministerial muy tenue. Lo que ocurre, ade-
más, es que en cada nueva etapa se aminora la dispersión en
torno a esos promedios. Dicho de otro modo, en la Era Azul la

Edacl media con que llegan por primera vez


al Duesto de Ministros
Ministerios Ministerios
civiles militares

Era Azul 46,9 s2,2


Tecnocracia. 50,7 62,3
Funcionariato 49,8 64,9

($) Stanley G. Payne, Los militares y la polltica en la España contempotánea


(ParÍs: Ruedo lbérico, l9ó7), p. 3ó9.
(31) Hay que anotar que en 1974 nada menos que 39 de los 94 ex Ministrc de
Franco habían fallecido.

37
edad media de 47 años se forma a base de una gran dispersión:
por un lado, tenemos los que representan eI ímpetu juvenil de
la nueva generación uazul' de combatientes (Serrano Suñer, La-
rraz, Gamero, Miguel Primo de Rivera, Girón, Arrese, Ruiz-Gi-
ménez, todos ellos Ministros antes de cumplir los 40 años); por
otro, Franco elige como colaboradores directos en los primeros
momentos a una serie de <notables> que ya habían destacado
políticamente en épocas anteriores, en la Dictadura o incluso en
la Monarquía (Martínez Anido, Benjumea, Esteban de Bilbao, el
Conde de Vallellano, todos ellos con ó0 o más años cuando co-
mienzan a despachar con Franco). En cambio, en la última etapa
del Funcionariato, los Ministros responden a un cursus hoio-
rum bastante similar y cuentan casi todos con una edad pare-
cida a la hora de acceder al cargo ministerial.
Quizás el dato más sobresaliente y peculiar de /os Gabinetes
de Franco al hecho de la preeminencia castrense- sea
-junto
el que reúnen a gente altamente instruida (32). Las personas
con tierras o con dinero que no tengan una carrera universitaria
(o militar) difícilmente pueden pensar en acceder a un puesto
ministerial con Franco. La carrera preferida, siguiendo una lar-
ga t_radición en la política española, es la de Derecho (porque
posibilita el acceso a los Cuerpos funcionariales de más presti-
giq no tanto por la significación que tiene el ejercicio de la
profesión liberal), a la que siguen muy de lejos Ingeniería, Filo-
sofía (cada vez menos) y Económicas (cada vez más). Los datos
son éstos:
El peso tan extraordinario de los letrados explica el tono
juridicista de las intervenciones de los políticos o de los debates
de las Cortes, la continua referencia al ideal del <Estado de

Carrera seguida por los Ministros no militares


(respuesta múltiple, números absolutos)
Económicas
Derecho Ingeniería Filosofla Politicas Superiores Medias

Era Azul 23762-


Tecnocracia 2253322
Funcionariato l7 1-ó3
Tor.lr. 62 13

(32) Resuena la máxima d,e Ca¡nino: oAl que pueda ser sabio no le perdonamos
que no lo sea.r (332).

38
Derechoo, la independencia sorprendentemente alta de los Tri-
bunales de Justicia, la obsesión legalista en los planteamientos
de reforma política, etc. Todos estos rasgos sirven, además,
como catalizadores del esfuerzo siempre presente en la vida del
Régimen para no convertirse en un sistema totalitario.
Llama la atención la virtual ausencia de Ministros con carre-
ras que en otros tiempos supusieron una importante avenida
de movilidad política: médicos, periodistas o maestros nacio-
nales. Es curiosa, además, la práctica extinción de la orientación
ingenieril o humanista en los Ministros de la última etapa. En
los Gabinetes dominan cada vez más los abogados (o mejor, li-
cenciados en Derecho) y economistas. Estos últimos han irrum-
pido en la política con una fuerza realmente arrolladora. Incluso
muchos de los últimos abogados son realmente expertos en
cuestiones económicas o empresariales (Barrera, Cotorruelo,
Martínez Esteruelas, Gutiérrez Cano, Cabanillas, N. Fernández
Cuesta, Cabello de Alba).
La imagen de una élite "educadau se demuestra con el hecho
de que en 23 casos (de los 82 Ministros civiles) las biografías
registran el dato de que en los estudios o las oposiciones se
obtuvo "premio extraordinariorr, *número uno> o términos equi-
valentes. Este dato es especialmente frecuente en los últimos
tiempos: ocho de los 2l Ministros del Funcionariato aparecen
con lo que podríamos llamar "síndrome de número unor.
Esta circunstancia de una élite altamente instruida indicaría
un fuerte componente "meritocráticou si no fuera porque en
en otros países europeos no vi-
España
-como
nieran condicionados -los estudios
fuertemente por el ambiente familiar (33).
Sea como sea, es evidente que ni por el origen familiar ni por
el nivel de estudios alcanzado, la élite ministerial representa
un corte aproximado de la estructura social del país. Es élite
en el sentido estricto de que su extracción y su biografía pro-
fesional se compone de características muy aisladas y peculia-
res. El dato anterior es de suma importancia a la hora de
determinar los elementos ideológicos de la minoría gobernante.
Si prácticamente la totalidad de los Ministros ha seguido una
carrera universitaria (a no ser que hayan pasado por las acade-
mias militares y hayan llegado al generalato, lo' que resulta
equivalente) estamos ante un grupo muy capaz de expresar en
(33) Segun los datos del Censo de la Población de 1970 sólo un 9 o/o de los estu-
diantes universitarios provienen de hogares en los que el cabeza de familia es obrero
frente a un Ko/o en los que el cabeza de familia pertenece al estrato más alto (gerente,
alto funcionario, técnico y profesional superior).

39
términos abstractos una línea política de pensamiento, una
ideología. De hecho, casi la mitad de los Ministros civiles se
encuentran registrados en los ficheros de las bibliotecas como
autores no sólo de artículos o discursos, sino de libros de inte-
rés general. No sólo encontramos escritores o ensayistas pro-
fesionales, sino verdaderos grafómanos: Larraz, Sánchez-Mazas,
Jorge Vigón, Arrese, Aunós, Carrero, Juan Vigón, Gual Villalbí,
Fraga Iribarne, y Fernández de la Mora, son todos prolíficos
ensayistas, y desde luego no son los únicos que se han dedicado
a escribir.

40
3. LA ERA AZuL (1938.1957)

Los primeros lustros de la vida del Régimen fueron los más


originales y creadores desde el punto de vista doctrinal, pero
también los más duros debido a la situación bélica, la repre-
sión, el hambre, el estancamiento económico, la atonía de la
vida toda. Frente a esta inhóspita realidad sobresale la retórica
política que habla de poesía, imperio y luceros, que promete
un cielo milenario, y que tiñe del azul mahón obrerista los sue-
ños de la revolución nacionalsindicalista unida en frase hecha
a España y a Dios. Es, sin duda alguna, \a Era Azul de predo-
minio falangista y católico.

3.1. Etapa bélica (1938-1945)


En los años finales de la Guerra Civil, en el momento de lo
que podríamos llamar (espera.nza fascista> de la II Guerra
Mundial (1939-42),la escena política aparece dominada por los
militares (Dávila, Jordana, Varela, Yagüe, Muñoz Grandes, Beig-
beder, Suanzes, etc.) que forman, de hecho, una especie de
junta en torno a Franco, a quien realmente lo eligieron como
primus inter pares. [.os elementos civiles que incorpora el Cau-
dillo son normalmente <técnicosu o grises figuras asociadas al
pasado experimento dictatorial de don Miguel Primo de Rivera
(MartÍnez Anido, González-Bueno, Carceller, Benjumea). La
auténtica novedad, lo que convirtió al Pronunciamiento en Re-
volución, al Alzamiento en Movimiento, lo constituye la incorpo-
ración de los falangistas al Gabinete: Serrano Suñer, Fernández
Cuesta, Sánchez-Mazas, Gamero e incluso Muñoz Grandes (como
general <azul>) (34). Esta primera hornada de falangistas es,
evidentemente, muy moderada, y de ningún modo forma un
equipo (35). Proceden casi todos ellos del ala que podríamos
(34) Resulta curioso que los nombres que se repiten en los gobiernos de Guerra
del General Franco sean también los que aparecen en gran medida en el proyecto de
Gobierno que realizó José Antonio Primo de Rivera en 1935, y en el que figuraba el
propio Franco como Ministro de Defensa, Serrano Suñer en Justicia, Aunós en Edu'
cación, Carceller en Economfa, etc. Véase la referencia en la nota a la rlltima edición
de R. Serrano Suñer,.Enrle... cit. p. 38.
(35). Reñriéndose a este heterogéneo grupo, Serrano reconoce, en 1973, que (el
sistema no podla funcionan. Ibid. p. 2ll.

41
llamar más ..joseantoniana> o (católicar, frente al ala más exal-
tada, <revolucionaria> o fascista (los jonsistas, ramiristas o he-
dillistas más puros), que quedó situada en una vía muerta por
lo que respecta al acceso a las más altas esferas de lo que en-
tonces miméticamente se denominaba <el Partido> (se entiende,
único). [.a moderación <católicao de los líderes falangistas as-
cendidos aseguraba la imposibilidad de una alianza total con
los nazis y fascistas, entonces en la cúspide de su poderío en
Europa, Algunos "falangistas) eran antes que eso militares, como
Muñoz Grandes, Yagüe o Beigbeder, lo que aseguraba un más es-
tricto control de las veleidades (revolucionariaso del falangismo.
La política civil del período 1939-42 aparece dominada por
la extraordinaria figura de Ramón Serrano Suñer (uel cuñadísi-
moD como se le conoce popularmente, por ser cuñado de Fran-
co), que aparece al frente de cargos tan decisivos como titular
de los Ministerios del fnterior y de Asuntos Exteriores o factó-
tum de la Junta Política. Abogado del Estado, antiguo diputado
de la CEDA, y amigo personal de José Antonio Primo de Rivera,
Serrano representa una especie de falangismo joseantoniano
nacionalista y tímidamente con)orativista y germanófiIo. Años
más tarde, desde su dorado ostracismo político, Serrano reco-
noce como actos desafortunados de su gestión en el período
1939-42 <la desmesura propagandística> y el <absurdo belicismo
oratorio>. Siempre vio en Hitler (algo desme-
-dice después-
surado, anormaln, y ciertamente nunca recató sus mayores sim-
patías por la vía latina del totalitarismo de Mussolini. En la
misma veta restrospectiva y autocrítica, Serrano nos habla así
años después de estar en el poder más omnímodo que haya
tenido nunca un Ministro del Régimen (3ó):
Dos valores, a mi juicio, se expresaron en aquellos años [1940]:
en la base, una intensa politización entusiasta y partidista; en
la cumbre, idealismo y moralidad,Talvez sobró dureza y, des-
de luego, incurrimos en falta de planificación reformista. Abun-
daba también la irnprovisación pues la clase política era, en
gran parte, novicia. La verdad es que estuvilnos dominados por
la imagen que la guerra mundia'l ofrecía de un cambio en la
estructura del poder mundial (37).
(3ó) No es ésa la sensación que tuvo el propio Serrano. En sus Memorias de l9¡ló,
escritas muy entre lfneas, señala reñriéndose a sus puestos más polfticos que rmandar
directamente era imposibler, que .habfa que arrebatar por propia iniciativa y no por
fuero la autoridadr, que (tuve autoridad aunque fuera de modo inseguror, y habla por
fin de rdecepciónr y <hastlor. R. Serrano Suñer, Ertle Hendara..., cit,, p.7.M.
(37) Declaraciones de Rarnón Serrano Suñer a Jaime Serrats en <Mundor (29 abril
1972), p.2It.

42
Esa imagen dominante es la que precipitó la División Azul
en ayuda de los alemanes, un hecho más que nada simbólico,
pero que iba a tener hondas resonancias políticas. Serrano fue
el gran patrocinador de la idea, acaso funcional para mantener
en tensión ideológica a las masas combatientes y ufalangistiza-
das>, capaces de hacer verdaderamente una urevoluciónu. El
frente ruso fue la válvula de escape donde se empezaron a con'
gelar esas ansias.
Todavía en t942, citando la opinión de Franco, Serrano Suñer
dijo en una entrevista a un periódico danés que "si el gran
baluarte alemán no pudiera contener el tremendo peligro ruso,
España ayudaría no con quince mil, sino con un millón de
hombres, (38). No hubo necesidad de llegar a tanto. Era el
canto del cisne del ucuñadísime'. En 1942 cambiaron los vientos
bélicos en el mundo (en noviembre de ese año las tropas norte-
americanas desembarcan en el Norte de Africa) y era preciso
también alterar la brújula política española.
Por supuesto, seguían influyendo vivamente las circunstan-
cias de la Guerra Civil. Su insistente recuerdo es el alegato
ideológico fundamental no sólo en esta etapa bélica, sino en las
posteriores, en especial siempre que se insinúa una crisis o
algún <pactoD o (contubernio, de-las fuerzas de oposición.
Muchas de las actitudes y conductas de los hombres públicos
del Régirnen franquista (al igual que las de sus opositores) han
estado marcadas por las experiencias familiares y personales
en la Guerra Civil. Serrano Suñer, al referirse al fusilamiento
de sus dos hermanos en el Mádrid de 193ó, confiesa que "sin
aquella pérdida decisiva mi actitud y mi trabajo en los años
que siguieron hubiera tenido tono bien diferente> (39)' Esto
mismo podrían haber dicho muchos políticos desde entonces.
El Régimen cristaliza inicialmente como una continuación
de la división ideológica de la Guerra (Civil de 1936'39, por anto'
nomasia). En estos primeros años se habla constantemente en
los discursos de elfos y nosotros, del enemigo, de caídos, ofen-
siva, victoria, y demás términos bélicos. Serrano Suñer, recién
liberado del cautiverio en zona republicana, arenga enardecido:

La cosa no puede ser de otra manera. Es evidente que no so-


mos iguales los que combatimos aquí y los que nos combaten
del otro lado.., Si así no fuera, si fuéramos todos iguales, los
(38) Citado en el oDiario de Barcelona,, 22 abnl 1942'
(39) Ramón Serrano Suñer, Entre Henilaya y..,, cit. p.47.

43
que combatimos aquí y los de allá la guerra, que
- entonces
es hoy Santa Cruzada para nosotros, sería un -crimén. No háy,
por consiguiente conviene repetirlo
- o la victoria total-,(40J.posibilidad de otro
final que la rendición

Pero éstos eran los delirios del momento. La vocación del


franquismo fue la de durar más allá de la dialéctica de la Guerra
Civil y por ello jamás se consideró a sí mismo como una solu-
ción transitoria, a la manera de la dictadura clásica. He aquí
una interpretación ponderada y académica bien dis-
cutible- de la posterior revisión del Régimen-aunque
como trascen-
diendo a la victoria bélica, como suscitador de un nuevo tipo
de odemocracia>, superando y adelantándose decirlo así-
-por <triunfalista>
a la crisis de la misma. Se trata de una ideología
(vide infra, capítulo 25), de la que no están extentos los más
académicos catedráticos de Derecho Político:

La usacralización" de nuestra guerra civil y su presentación


como una nueva Cruzada no sirvió para otra cosa sino para
inducir a sospecha, ya que al poner nosotros el énfasis en sus
justificaciones sobrenaturales muchas gentes pasaron a sospe-
char que no las había tenido naturales... Afortunadamente, el
buen sentido de Franco no sucumbió al mito del osincronismo
histórico,,, a la creencia ilusoria según el cual el triunfo de las
democracias había significado el descubrimiento de unas fórmu-
las políticas ubicuas, aptas para todos los pueblos del mundo.
Y bajo la rectoría de este hombre de extraño buen sentido
hemos pasado los años suficientes para que aquellas fórmulas
vayan deteriorándose, como falsas coberturas inadaptadas a los
problemas reales de los países nuevos (41).

La tesis de este autor es que España en 1939 se adelanta


históricamente a los <nuevos Estados> que constituyen el .ter-
cer mundo" en la confrontación de países capitalistas ricos
versus ppíses comunistas después de la II Guerra Mundial.
En casi todos ellos se plantean intentos de autoritarismos ori-
ginales.
Los ideólogos <<¿2qls5¡ de esta primera etapa hablan general-
rnente en tonos mesiánicos, milenaristas. Considérese, por ejem-
plo, este precioso texto, escrito por un prestigioso académico
entonces en pleno fervor falangista:
(40) Ramón Serrano Suñer, Siefe Discursos (Madrid: F. Española, 1938), p. 52.
(41) Rodrigo Fernández-Caivajal, La Constitución Española (Madrid: Editora Na-
cionaf, l9ó9), pp. 172 v t73.

44
:,

1. l¡s carteras mlnlsterlales. El poder de un Ministro se presenta físicamente por la


poltrona y aun más certeramente por las abultadas carteras. Aquí están, antes del Con-
sejo, las de los Ministros de Franco que van llegando a El Pardo, una ceremonia
semanal que ha durado décadas en simpar e¡emplo de perdurabilidad política.

2. F¡anco y Arlae Navarro, La cumbre del Eiecutivo en la histórica sala del Consejo
de Ministros.
3. tA ERA AZUI

3. lbáñez Martln. El fundadol


de la gran familia "católica".

4. Serrano Suñer. Serrano


Suñer en Berlfn,1940. La
mímesis fasc¡sta.
5. José Larraz. Un brillante eco'
nomista-humanista "católico" al
servicio de la austera Polltica
económica de la oosguerra.

6. Muñoz Grandes, Arrese, R.


Fernández Cuesla. Tres notables
ideólogos del falangismo domi'
nante en la Era Azul, Año 1942:
el Movimiento era todavfa "el
7. Suanze¡. Prototipo del técnico.mi- Ghón. El fogoso orador falang¡sta,
l¡tar, part¡dario del industrialismo autár. 1941 , como Ministro del Trabajo,
quico, fundador del lNl, o me¡or, de los Trabajadores.

9. Martln Artalo. El canciller


del "cerco ¡nternacional", del
brazo de Eva Duarte de Pe.
rón, en una celebración del
Dfa de la Raza.
La conciencia de pertenecer a un pueblo elegido". está presen'
te en la interpretación de la guerra [de 193639J como Cruzada
y de España como pueblo llamado a salvar al hombre moderno
del abismo en que se halla caído (42).

La idea de construir un sistema político original y de validez


universal (el "imperiou) se expone como un contrapunto que hi-
ciera olvidar la realidad de las miserias de la guerra y del ham-
bre. He aquí un curioso texto de Arrese, un tanto heterodoxo
para la fecha en que fue escrito (1940), en que se trataba de
superar ya la dialéctica de la guerra:

Si Franco fuera solamente un general victorioso, un Caudillo


afortunado, los que pensamos que España no se ha de lavar en
sangre sino en justicia, los que miramos la guerra, por ser
entre hermanos, como un episodio triste y doloroso, los que
quisiéramos borrar de nuestro carro triunfador los despojos
fratricidas, no ¡rodriamos aplaudir a Franco (43).

Estos primeros años *azules> producen un enorlne optimis-


mo en los que creen posible la ..revolución nacional'sindicalista".
Todos llevan la camisa azul, la simbiosis Franco-Falange parece
perfecta y existe la conciencia de que los 26 Puntos de Falange
son la norma constitucional del Estado (cosa esta última espe-
cialmente incorrecta). Veamos un temprano testimonio de este
talante. Se trata de un enardecido discurso de Fernández Cues-
ta. Al referirse al Caudillo como continuador de José Antonio
se expresa en estos términos:

Un jefe que tiene para serlo el mejor de los títulos: el de estar


desirozando el comunismo en los campos de batalla, liberando
al mundo de sus horrores y que ha implantado como normas
del Estado que acaudilla los veintiséis ptrntos que escribiera
José Antonio, y que nos lleva por las rutas que éste descubrie-
ra, nos dirige e inspira. Tenemos un Gobierno que rige la Na-
ción en el que las carteras de mayor trascendencia política y
social, desde las que nuestros ideales han de convertirse en
realidad, están regentadas por hombres que conocen de sacri-
ficios, persecuciones y trabajos, y por hombres que estuvieron
unidos personaly espiritualmente con nuestro Ausente [José
Antonio Primo de Riveral, que jamás traicionarán su pensa-
(42) F. Javier Conde, régimen de Caudillajen, en varios, El rostro de España
(Madrid: Editora Nacional,"El
l9a5), pp. ?-31; p. 19 (public¿do originariamente en 1942).
(43) José Luis de Arrese, La Révotución Sociat det Nacianal'Sindicalismo (Mzdrid:.
Ediciones del Movimiento, 1959). El párrafo citado se compuso y publicó en 19'10.

45
miento ni sus propósitos y que están decididos en colaboración
fraterna a que se implante totalmente en el Estado nuevo. sin
desviaciones ni mixtificaciones nocivas, las líneas directivas de
nuestro Movimiento (44).

En rigor, la realidad era la de una política uniformada y unifi-


cada más que unida (45). Por un lado, tenemos las maniféstacio-
nes <revolucionarias>, que hablan de reforma agraria, naciona-
lización de la Banca o de desmontar el sistema capitalista, pero
el hecho fue que por esos años los terratenientes estuvieron más
tranquilos que nunca, la Banca comenzó su época de oro (nunca
mejor dicho) y el sistema capitalista se afianzó para décadas.
A todo ello coadyuvó sin duda la escasez, que siempre es mala
consejera para emprender reformas. Pero no intento aquí una
historia de lo que sucedió, sino de lo que se pensó por ü chse
política.

Hay que reconocer que el tono de los textos falangistas de


esta época era radical e ingenuamente anticapitalista (4ó). En
un discurso pronunciado en el I Congreso Sindical de la Falange,
en 1940, se señala que la Falange
"se declara enemigo irrecón-
ciliable [del capitalismo] como medio que es de explotación y
vejamen incompatible con la dignidad humana> (47). La capaci
dad profética que se respiraba en aquel ambiente queda refleja-
da en esta conclusión:

En deñnitiva, el capitalismo, como sistema de dominación, de


monopolio, de fuerza política, de entendimiento internacional,
está agotado, está en sus últimos instantes y no puede dar más
de sí (48).

¡Ya lo creo que iba a dar más de sí! Fenómenos más tarde bien
conocidos como el capitalismo popular, la concentración banca-
(44) Raimundo Fernánclez Cuesta, Discarsos (Madrid: F. Española, 1939), pp. 97
v 98.
(45) Un dato curioso es el del catedrático Antonio Tovar, quien al pronunciar unr
conferencia en un marco oñcial comienza excusándose (ante vosotros dé venir así. de
burgués, de paisano, desentonando completamente del ambiente sindical y falangista que
se respira en esta sala'. Antonio Tovar, <valor histórico y ñlosófico del sindióalismo,,
en I Congreso Sindical de la Falange (Madrid, 1940), pp. 109-lZ8; p. ló9.
(4ó) Este es el tono que continuarán, algunos lustros después, Velarde, Cantarenf,
y otros.
(47) José Luis Palao, nValor de la idea de unidad,, en I Congreso Sindicat de ta
Falange.,. cit., pp. 19-31; p.26.
(4E). Roberto Sánchez y Jiménez, ulos Sindicatos como instrumento de política
cconóm¡ca nacional", en I Congreso Sindícal dc la Falange... cit., pp.45-5ó; p. 49,

46
ria, las licencias de exportación, las empresas multinacionales,
la penetración del capital extranjero, el (consumismou, las tar-
jetas de crédito, la publicidad arrolladora, los fondos de inver-
sión, entre otros, estaban en los años 40 perfectamente inéditos,
para bien y para mal. Casi se puede decir que el capitalismo es'
pañol apenas había sido hasta entonces más que un pequeño
brote de tipo familiar en Barcelona y Bilbao.
En contra de la retórica estatificadora al uso, la verdad es
que en esos primeros años de la posguerra el sistema económi-
co que se sacraliza es el del máximo respeto a los intereses
capitalistas (49). Si a ello se une la escasez, la inflación como
mecanismo de ahorro forzoso, el intenso grado de pliopolio
(drástica reducción de permisos de nuevas inversiones industria-
les), el proteccionismo autárquico, y la cohibición del sindica-
lismo obrero, se comprenderá que la combinación fue óptima
para los empresarios-especuladores (aunque no tanto para los
creadores) que tenían ante sí posible competencia- un
sustancioso mercado
-sin
continuamente insatisfecho.
La supervivencia del statu quo capitalista queda asegurada
por la presencia de Ministros con fuertes vinculaciones eco-
nómicas, precisamente al frente de los Ministerios económicos:
Larraz, Benjumea y Gómez de Llano en Hacienda, Carceller en
Industria, Cavestany en Agricultura, etc. El dogma del respeto
a la propiedad privada ("principio de subsidiaridado) era in'
tocable. Su defensa y el consiguiente rechazo del socialismo no
se realiza sólo desde supuestos religiosos, sino con la suprema
argumentación de las ventajas npsicológicas> que supone el ser
propietario para la estabilidad y la productividad. Entre muchos
otros ejemplos de este tipo de argumentos cabe citar un tem-
prano testimonio de Larraz en 1927, entonces sólo un brillante,
jovencísimo y <católico> Abogado del Estado, quien analiza la
Nueva Política Económica de Lenin (nada menos en una confe'
rencia en el Cinema España, de Palencia), lo que fue una (espo'
rádica, luego se vio) regresión a algunos métodos capitalistas
en la URSS. Su conclusión es un (canto al supremo poder crea-
dor del interés personal" (50), que en definitiva acaba triunfan-
do sobre las tentaciones estatificadoras. Más tarde, cuando en
los difíciles años del estraperlo le tocó ser Ministro de Hacienda
(49) En realidad, siguiendo a Calvo Sotelo, lo que se hace en estos años es sujetar
el capitalismo liberal a controles administrativos que al mismo tiempo y sobre todo
sirven para apaciguar al movimiento obrero.
(50) José Larraz, In Economía Soviética. Del socialismo al capitalismo (Madrid:
Editorial Ibérica, 1927).

47
a José Larraz (L939-40), su política inició muy claramente la
protección del statu quo bancario por el que se aseguraba el
predominio oligopolístico en este importante sector (51).
En los inicios de la reconstrucción bélica se pronuncian dos
mágicas palabras: autarquía y sindicación. La primera significa
<autosuficiencian, en la práctica, la última versión del protec_
cionismo que tan buenos frutos había producido a los burgueses
vascos y catalanes. Por la segunda se intenta
"disciplinar, la
producción para eliminar la tensión de las demandas obreras.
José María de Areilza (que más tarde había de ser embaiador
y después líder de una oposición democrática moderada, v en-
tonces era empresario-falangista) expresa en 1940 esta ideoiogía
con notable claridad:

Se necesita una disciplinada ordenación de los productores


mismos; una vertebración fuerte, ágil y elástica de las empre-
sas industriales o agrícolas; una estructura, en fin, hecha con
arreglo a normas y criterios, arbitrarios como toda clasificación
humana, pero lo menos perturbadores que sea posible para
que nunca estorben a la inercia y a la continuidad económica
del país (52).

Los términos aparecen dulcificados, pero la idea estaba clara:


proteger la producción, es decir, la empresa privada. Todavía
en este contexto la palabra (productor> equivale sobre todo a
uempresarioo (más tarde la oratoria de Girón le daría la
vuelta haciéndolo sinónimo de obrero) o a
biguo en la producción sin que se destaquen "participante> am-
los distintos in-
tereses de los trabajadores. Sigue Areilza expresando su ideal
de que:

Los productores españoles, tantos años en pugna o desampara-


dos por el Estado, encuentran no ya sólo un apoyo transitorio
o esporádico, sino una inserción definitiva de sus empresas en
el conjunto económico español, que les pone a cubierto de
toda agresión ilícita exterior o interna y exige en cambio,
(51) J. Clavera, J. M. Esteban, M. A. Monés, A. Montserrat y J. Rbs HombraveLa,
Capitalismo español: de Ia Autarquía a ta Estabilización (Madrid.; EDICUSA, 1973),
tomo I, p. 109.
(52) José María de Areilza, <Directrices de Ia nueva ordenación económicao, en
Universidad de Barcelona, Problemas técnicos de irnportancia econóntica en la nueya
organización de España (Barcelona, 1940), pp. 475-503; p. 480.
. Areilza fue cn 1938 el primer Director General de Industria, al terminar la guerra
civil, Alcalde de Bilbao y poco más tarde Profesor de Política Social, Agraria e Indus-
trial de la naciente Faoltad de Ciencias Politicas v Económicas.

48
como es natural, la contrapartida de unos deberes irrenuncia'
bles, que se llaman calidad y volumen de productos (53).

Estas directrices generales el gran empresario vas-


-continúa
congado- <están indeclinablemente unidas a la propia ideología
que informa el EstadoD y por tanto <quien se sitúa frente a
ellas... se coloca también en contra de lo que en sus entrañas
llevaba el Alzamiento> (54). Esto era falangismo con otro tono.
El Régimen no se comprometió nunca realmente con la reforma
agraria o la nacionalización de la Banca. La política autárquica
fue una respuesta a la necesidad y una adaptación mimética a
las circunstancias de la guerra mundial. Pero en seguida se hizo
de esa necesidad una virtud y se proyectó sobre dicha política
el ideario de la independencia nacional cuando no los intereses
proteccionistas. Así Gual Villalbí diría más tarde, refiriéndose
al período 1939-45 que "el aislamiento económico, al exacerbar
las dificultades para satisfacer las necesidades del consumo di-
recto y de la producción, es el más poderoso acicate para esti-
mular las actividades nacionales" (55). Por uactividades naciona-
les" hay que entender, sin duda, uindustria protegida> (56).
Uno de los portavoces más caracterizados de la ideología
pro capitalista del Régimen es Luis Olariaga" En su discurso de
ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas
en 1950 se encuentra este definitivo argumento:

La nacionalización en sí [la estatificación de las empresas] no


trae ventaja alguna inmediata y concreta a los obreros de las
empresas afectadas, pero satisface el resentimiento de los obre-
ros contra el capitalismo y satisface el amor propio de los mis'
mos al sentirse, en cierto modo, dueños de los instrumentos
con que trabajan. Si estos aspectos sentimentales llevaran a
los obreros a intensificar su trabajo y a interesarse más por
las ernpresas estatificadas, la nacionalización podría tener para
ellos, y para la sociedad en general, indiscutibles ventajas. La
experiencia demuestra, sin embargo, que la nacionalización lo
que hace en todo caso es relajar el espíritu de disciplina y de
trabajo al encontrarse los obreros con que la férrea autoridad
del empresario, que tenía comprometidos capitales en la em-
(53\ Ibid., p. 48r.
(54) Ibid., p. 482.
(55) P. Gual Villalbí, Alternativas y vicisitudes de la Po|ítica Comercial Exterior ett
lo que va de siglo: puntualizaciones y enseñan7as (Madrid: Real Academia de Ciencias
Morales y Politicas, 19ó3), p. 45.
(5ó) Una buena exposición de lo que significó esta politica puede vcrse en J' Cla-
vera et alii., Capitalístto españo|... cit,, tomo I, pp.57-1ó5.

49
presa, ha sido sustituida por la blanda y acomodaticia adminis-
tración de unos representantes del Estado que manejan inte-
reses ajenos y saben dependen de Ias vicisitudes y mudanzas
de Ia política (57).

Esto se dice en pleno esplendor de la uera Girón, y siendo


además Ministro de Industria Juan Antonio Suanzes, el campeón
de la solución estatificadora a través del INI. Pero no avance-
mos tanto en el tiempo. Decíamos que la primerísima, intensa
y fvgaz fase ideológica del régimen termina en 1942, cuando la
estrella de Hitler empieza a declinar. En ese momento la intui-
ción prudente de Franco le aconseja odesfalangistizar> el apa-
rato ideológico. El aliadófilo Jordana sustituye a Serrano en
Exteriores, el disciplinado general Asensio al tradicionalista
Varela en Ejército, y el técnico Blas Pérez se instala en Gober-
nación, importante puesto en el que durará quince años. por
supuesto, la Era Azul continúa: los falangistas y católicos siguen
colocados en los Ministerios de máxima movilización social. El
falangismo que domina en estos primeros años, después de la
.era Serrano>, es el de Fernández-Cuesta, Arrese y Girón, los
tres muy propicios a anteponer el sello (espiritual) en todas
las manifestaciones doctrinarias para poder convivir con el sec-
tor <católicoD y evitar la acusación totalitaria y paganizante del
fascismo. En unas declaraciones retrospectivas Fernández-Cues-
ta dirá de la Falange de los años 40 constituida en <Partido>
aglutinador:

Falange tiene unas características que la separaban de los fas-


cismos. Su catolicismo. El respeto a la persona humana. De-
fender un Estado de autoridad, no totalitario, al servicio de
la Patria y del bien común. Dar participación al pueblo en las
tareas estatales a través de una democracia orgánica (58),

José Luis de Arrese representa la máxima expresión del falan-


gismo de temple católico. Accede a la Secretaría General del
Partido en 1942, después de la defenestración política de Serra-
no. Aunque parece que participante en la conjura hedillista, fue
siempre más antisoviético que pro nazi y mantuvo constante-
(5?) Luis Olariaga, La orientación de la potítica sociat (Madrid: Real Academia de
Ciencias Morales y Políticas, 1950), p. 45.
(58) Declaraciones a M. Veyrat y J. L. Navas-Migueloa, La Falange, lzoy (Madrid:
G. del Toro, 1973), p. 114. Nótese cómo la reafirmación del carácter autoritario no tota-
¡itario del Régimen se hace una v otra vez <desde el punto de vista del actor', es algo
que promueve el prcpio Régimen.

50
mente una personalísima e independiente concepción del Movi-
miento como algo abierto a un cierto "pluralismoD, algo que se
derivaba de su honrada interpretación de la doctrina social
católica. He aquí un texto bien característico de ese aperturismo
avant-la-léttr¿ de Arrese:

La repugnancia que me ha inspirado siempre aquel mimetismo


ridíc,ulo que nos empujó en los primeros años del Alzamiento
a sentirnos partido único... El Movimiento no será nada mien'
tras no deje de ser hecho diferencial para convertirse en deno
minador común dentro del cual quepan toda clase de matices
e incluso partidos (59).

En estos primeros lustros se reafirma una tradición no escrita


que consiste en situar a los tradicionalistas en fusticia (Rodez-
no, Esteban de Bilbao, Iturmendi), los técnicos en Industria
(Suanzes, Alarcón de la Lastra, Planell), los falangistas en Agri-
cultura y Trabajo (Fernández'Cuesta, Miguel Primo de Rivera,
Girón) y los catóiicos en Educación (Pedro Sainz, Ibáírc2 Martín,
Ruiz Giménez). Esta <división de trabajor, o mejor, (cuotismo
de poderu representa el equilibrio ideológico mriltiple que da
su Jeilo al franquismo. Dado que la conexión entre los distintos
Departamentos es escasa y que el control de los medios de co
municación masiva es absoluto, cada sector ideológico cultiva
con cierta exclusividad su respectiva parcela de poder, haciendo
decirlo así- su (revolución> particular. El resultado
-por
tolal, como es lógico, no puede representar más que una solu-
ción extremadamente defensora de los intereses de las clases
burguesas. Cada Ministro procura recortar las aristas ideológi
cas q.,. le distinguen de los demás para mantenerse en el romo
tronóo común de lo que cada vez con mayor amplitud se deno-
mina Movimiento (60j. Las creaciones doctrinales de esta época
son particularmente eclécticas: una mezcla de inmaduros deseos
de iñstauración monárquica, trama corporativa, adaptación de
la doctrina social católica, autoritarismo básico de corte militar
y lenguaje falangista. Así se puede catactertzar el sentido del
Fuero ¿él Trabajo de 1938, la ley de Cortes de 1942, el Fuero
(59) J. L. de Arrese, Hacía una meta institucíonal (Madrid: Ediciones del Movi-
miento, tgSZ). Escrito originariaÍi€nte en 1948, después de su relevo con¡o Secretario
General del MovimientO, en unos años en que esta cartera estuvo incluso vacante co,llro
'(co¡ ¡"quizás
respuesta a las duras condiciones de la presión internacional,
un principio se reservó la palabra Movímiento a la conjunción de fucrzas
bélicas'que lrizo posiüle la victoria. Só hacla también sinónima de Alzañiento. M s
tarde, frie el sustituto para el Pattido. Con el tiempo llegó a ser, más o menos, el
conjunto de fuerzas sociales que apoyaban la polltica oficial,

51
de los Españoles de 1945 y la ley de Sucesión de 1947, todas
ellas "leyes fundamentales>.
La parcela de poder con una actuación ideológica más co-
herente y efrcaz fue la de la
"cultura> reservada como hemos
dicho a los católicos. La cartera de Educación Nacional (el nom-
bre antiguo era Instrucción Pública) se encomienda en 1938 a
Pedro Sainz, un antiguo diputado monárquico, de convicciones
fuertemente antirrepublicanas, moderadamente antitotalitarias
y ocasionalmente opuesto a la Dictadura de don Miguel. Pedro
Sainz se auspició de un equipo de católicos de diversas tenden-
cias, ligados al Opus Dei, a los (Asociación
"Propagandistas>
Católica Nacional de Propagandistas o ACN de P) y en general
a los sectores más reaccionarios de Acción Española. Bajo su
mandato se crea en 1939 el Consejo Superior de Investigaciones
Científicas (CSIC) y se gesta la ley de Enseñanza Media de 1938
que entroniza un contenido humanista, nacionalista y católico
en los textos escolares. Desde otra perspectiva, ese núcleo re-
presentado por Pedro Sainz (incubador de lo que más tarde
sería la (santa casa) y la <tecnocracia") se define por su expresa
oposición al protagonismo cultural de los falangistas.
Pedro Sainz duró poco por excesivamente doctrinario (de-
masiado monárquico y escasamente <azul>). era personalmente
atrabiliario y con una vocación más de erudito que de político.
Le sucedió Ibáñez Martín, que refuerza la línea óatólical la pro-
tección al grupo fundador de CSIC ligado al Opus Dei y la
defensa de los intereses de la Iglesia en la Enseñanza Media.
Proviene también del sector monárquico, fue uno de los funda-
dores de Acción Española influyente revista nacionalista-
-la la fallida conspiración
y participó en la <sanjurjada>, monárqui-
ca de 1932. Su monarquismo es mucho más diluido que el de
su antecesor, lo que le permite durar en la poltrona ministerial
desde 1939 hasta 1951. Fue la época dorada de los colegios de
segunda enseñanza regentados por las órdenes religiosas,

3.2. La Autarquía (1945-1951)


Esta etapa no presenta grandes novedades ideológicas res-
pecto a la anterior. La única circunstancia que varía es la situa-
ción económica e internacional: la euforia "democrática) de
Postdam supone un duro golpe para la posición anticomunista
y pro Eje de Franco; los embajadores todos se retiran (queda
sólo la ayuda más bien simbólica de El Vaticano, Portugal, Ar-
gentina, República Dominicana y algún otro país igualmente

52
periférico); la Agricultura sufre de falta de abonos y de <per-
iinaces' sequías; se acaba el escaso comercio de materias pri'
mas que España mantenía al amparo de la coyuntura bélica
(wolframio, mercurio, piritas). La respuesta a tal cúmulo de
circunstancias adversas fue extremar el nacionalismo, la concep-
ción carismática del Caudillaje y sobre todo la protección a la
industria doméstica que había de producir "de todo>. Esta es
la autarquía, una doctrina pensada para la guerra, pero que
se extremó en la dura posguerra europea, en la que España
quedaba aislada de la benéfica corriente del Plan Marshall'
Suanzes recuerda con toda expresividad las dificultades de esos
años, los llamados "del hambre>:

Fueron aquéllos los años de artificioso aislamiento; de los


violentos cierres de frontera; del bloqueo de nuestro escaso
oro, penosamente reunido después de la expoliación roja; de
las discriminaciones sobre nuestras exportaciones. Los del pan
negro y duro, el aceite limitado y desagradable y las escaseces
y dificultades en todos los órdenes, obligando a.razonamientos
é intervenciones exhaustivas y a sacrificios considerables, como
si Dios quisiera someternos a una prueba total. Los de las
trabas y limitaciones en el comercio exterior; los artificiosos
camb,ios especiales y las desagradables cuentas combinadas...
Los de las difíciles distribuciones y las obligadas limitaciones
en los consumos que, teniendo en cuenta nuestra especial idio
sincrasia, constituían la mayor tortura para los que tenían que
aplicarlas. En definitiva, los del cinturón apretado hasta el
límite de la resistencia (ó1).

Suanzes reconoce, con toda honestidad, que la situación adversa


se convirtió en doblemente dolorosa por cuanto obligó a casti-
gar, reprimir, censurar. Su testimonio resulta enormemente va-
lioso:

Los que entonces y a las órdenes del Generalísimo tuvimos el


envidiable honor de ocupar puestos de vanguardia-honor que
yo no cambiaría por ningún otro y que señala la etapa más
dura y agobiante de una vida de trabajo-, no podíamos ni
siquiera contar, en determinadas ocasiones, en que nos veíamos
precisados a adoptar medidas desagradables, con la compren-
siOn y el apoyo de la opinión pública, que se hubiera deducrÍlo
del conocimiento exacto de las situaciones creadas y de las
(ól) J. A. Suanzes, Ocho Discursos (Madrid: INI, 19ó3), p. ltl4. Discurso pronun-
ciado e¡¡ Burgos el 28 de noviembre de 19ó1, con ocasión del aniversario de la exalta-
ción de Franco a la Jefatura del Estado.

53
dificultades existentes. La información hubiera resultado pre-
ciosa para nuestros enemigos, que la hubieran utilizado en
nuestro perjuicio y a la tortura de la situación misma que
unía, en ocasiones, la del silencio, que no permitía salir al páso
de críticas, a veces de tipo grave, y que hubieran podido ¿esha-
cerse con una sola palabra (ó2).

No siempre es ésta la reacción. A veces se produce la contraria:


la del <triunfalismo> que refracta la realidad, la transmuta, de
tal modo que son (los otros) los que viven mal mientras (no-
sotros) nos alojamos en un paraíso. Así, en 1946, en lo que
quizá puede ser juzgado como el mayor colapso económico y
político de la vida española contemporánea (hambre, sequíá,
retirada de embajadores, partidas de guerrilleros, etc.), un ar-
tículo de Carrero Blanco contempla al mundo en los términos
más tremebundos: <naciones en pleno caos político... graves
crisis económicas... epidemias huelguísticas... problemai eco-
nómicos>. Ciertamente Europa era entonces una ruina, pero la
situación española distaba mucho de reflejar este idílico con-
traste:

España [aparece como] un ptreblo en pleno trabajo y en orden;


rehaciéndose de una terrible crisis; con libertades humanas
como ningún otro; sin más preocupaciones que su problema
social y marchando, firme y sin desmayos, hacia la única solu-
ción de todos los males mundiales: la fusión de lo social con
lo nacionai bajo el imperio de lo espiritual, es decir, decidido
a poner en práctica, rompiendo con todo lo que sea preciso
romper, lo que Dios, única fuente de Verdad, mandó.
Este es precisamente el problema español: España quiere im-
plantar el bien, las fuerzas del mal, desatadas por e1 mundo,
tratan de impedírselo (ó3).

Como ejeniplo del estilo, tono y talante ante los planteamientos


políticos del período autárquico voy a citar algunos trozos de
los discursos evacuados en el Primer Congreso Sindicat de ta
Tierra, que será también el último y que constituye un docu-
mento tan raro como poco conocido (ó4). Digo esto porque, en
sucesivas ediciones, con una notable variación en los tonos, el
citado congreso adoptará la forma menos espontánea y más
(62) IbítL,, p. 145.
(ó3) <Juan de la Cosao lluis Carrero Blanco), Comentaios de un españal (Ma-
drid: Fueza Nueva, 1973), p. 36. Publicado originariamente en 194ó.
_ (ó4) Delegación Nacional de Sindicatos de FET y de las JONS, prirz¿r Congreso
Síndical de la Tierra (Madrid, 1948).

54
burocrática de Asamblea Nacional de la Junta Nacional de Her-
mandades Sindicales de Labradores y Ganaderos de la Delega-
ción Nacional de Sindicatos de FET y de las JONS. Nótese, de
entrada, la incontinencia denominativa de los órganos políticos.
El llamamiento del Congreso del 48 se hace a los ¡¡Trabaia-
dores de la Tierra!! (así, con doble admiración y con mayúscu-
las, aunque se trata del "agro" como entonces se decía, y no
del planeta). El Congreso es un ejemplo de uno de los escasos
acontecimientos políticos de la vida pública española de los
últimos tiempos en que se ha tenido en cuenta lo que después
se denominaria ,rla baseo y se ha accedido a una <movilización>
sustancial de ciertos intereses populares, en una línea natu-
ralmente parafascista y populista (y si se quiere demagógica)
como corresponde a la Era Azul.
Como ejemplo de esta rara actitud tenemos la propuesta
que hace Angel Sabador Roldá, Secretario General de la Vicese-
cretaría Nacional de Ordenación Social de la Delegación Nacio-
nal de Sindicatos, de establecer un Estamento de Arrendatarios
o Aparceros, una <organización horizontal" en el ámbito sindical
(como manera coordinativa de presentar y patrocinar ante la
Organización Sindical ciertos intereses legítimos comunes>
(p. 135). Junto a este pragmatismo se hace un uso sistemático
de términos anacrónicos, una constante de esta época: Herman-
dad, Fuero, Agro, Estamento, etc., como parte de la utopía
antiliberal, coexistente con un latente reconocimiento
de intereses bien reales.-repito-
El anacronismo supone además la ven-
taja de obviar el enfrentamiento con la dura realidad, idealizan-
do la supervivencia de los valores y las autoridades tradiciona-
les. No me resisto a dejar de transcribir este otro desiderátum
de la ponencia "Acción Asistencial en los medios rurales> del
entonces Vicesecretario Nacional de Obras Sindicales, Antonio
Aparisi: .,...Que el cura párroco sea respetado y querido por la
Hermandad, que los labradores acepten sus paternales consejos,
y que la niñez campesina se eduque en ese sentido de veneración
hacia las cosas santas: la Misa en la Ermita, la fiesta mayor, la
romería y la tradición> (p. 156).
La Era Azul no puede entenderse bien, creo yo, sin la con-
tinua dialéctica campo-ciudad que en el fondo se puede encon-
trar en todas las guerras civiles del xrx. En el importante
decreto de 23 agosto 1937, por el que se crea el Servicio Nacio-
nal del Trigo y se sientan las bases de la nueva política agraria,
se alude a la <ventaja económica para la gran ciudad" que
supuso la.política triguera de la República. Y añade el Decreto:

ff
<(en esta política de revalorizaciÓn [del precio del trigo], la
ciudad, siempre en privilegio, ha de sentir la hora de la com-
prensión y de la hermandad>. Cara iba a pagar ula ciudad> los
seguros beneficios de los grandes terratenientes trigueros, que
no de los modestos agricultores.
Junto al lirismo de las declaraciones, tuvo lugar en el citado
Congreso de la Tierra una viva discusión ideológica que no
recoge el tomo de conclusiones. Valdría la pena entrevistar a
los participantes para que nos transmitieran la versión oral de
lo que allí ocurrió. Hay que imaginarse el local de las reuniones
(un cine), ornamentado con dos grandes letreros: <La reforma
agraria es la reforma total de la vida española" (José Antonio)
y <Existen latifundios que deberán ser divididos. Millones de
hectáreas serán regadas y entregadas a los campesinos> (Fran-
co). La crónica oficial del Congreso cuenta la espontánea propues-
ta de un representante obrero de Granada quien (expresa emo-
cionadamente el voto de los trabajadores que debe transmitir al
Caudillo, no como un trámite, sino como algo que sale del cora-
zón, con la afirmación rotunda de que no sólo aquí, sino donde
se queme la pólvora y corra sangre los trabajadores del campo
estarán con Franco> (p.297).
En el prólogo del libro se habla de los (ataques de ciertos
sectoresr>, del (pequeño grupo que vive al margen de las inquie-
tudes sociales de España>, de las <intrigas> que trataron que
el Congreso se suspendiera, etc. En el discurso inicial de clau-
sura Rafael Armada empezó así: "Se ha dioho estos días en
Sevilla por parte de alguien que este Congreso Sindical de la
Tierra significaba poco más o menos un atentado al Derecho
de la propiedad, y yo digo a los que así piensan: ¿qué hubieran
sido esos derechos caso de no haber obtenido en la guerra la
cosecha de la Victoria?" (p. 2ó9).
El discurso siguiente de Vicente Nuño de la Rosa, (agricul-
tor', apela al uánimo de los propietarios para hacerles ver que
la Organización Sindical no eS la prolongación del marxismo,
camuflada con la camisa azul, (p. 270). Las palabras de Miguel
Ros, también <agricultor>, que apelan al especial patriotismo de
los catalanes (un tema recurrente), resumen de manera expresisi-
ma toda la concepción paternalista de lo que antes era .,el agro>:

Queremos volvér a aquellos tiempos en que nuestros aparceros,


nuestros arrendatarios, al salir de su trabajo venían o entraban
en nuestras casas solariegas, en nuestros caseríos, y allí pasá-
bamos la velada junto al hogar, sobre todo en invierno, y lle-


gando la hora de cenar, cenaban con nosotros, y después, como
una verdadera familia, se rezaba el Santo Rosario (p.270).

José Solís terminó puntualizando que ocuando hablamos de


transformación o de reforma en el campo nadie puede pensar
que de lo que se trata es de perjudicar a sus actuales poseedo-
res, bien lo sean éstos en concepto de propietarios, aparceros,
arrendatarios, etc.)) (p.272). El que entonces era Vicesecretario
Nacional de Ordenación Social se refiere luego a "algunos malos
españoles>, uempresarios interesados en producir poco>, la <car'
ta maligna que especula con las mercancíasn, etc. (pp. 273'274).
Como, vemos, la época autárquica, la del idealismo retórico del
Imperio contenía también intereses económicos bien concretos.

3.3. La recuperación económica (1951'1957)


Al mediar el siglo xx la renta per cápita en España era to-
la de 1929. El dato resulta estremecedor (65),
davía inferior a
puesto que en 1950 los países europeos habían comenzado a
recuperarse de las heridas bélicas y, Por tanto, acentuaban cada
vez más la distancia que les separaba de España.
El período de 1951-57 es también para nosotros de restaña'
miento dp las cicatrices económicas de la guerra, abiertas duran-
te los largos años de la Autarquía. Empieza un tímido <despe-
gue> con inflación y todavía con fuertes controles intervencio-
nistas. Comienza a aprovecharse la enorme reserva de mano de
obra que durante la década de los años cuarenta había estado
contenida en el campo y que ahora empieza a emigrar a las
capitales, sobre todo a Madrid, Barcelona y las zonas urbanas
del País Vasco.
El Gobierno de 1951 en doce carteras y diez nuevos
Ministros- inaugura una-relevos
nueva etapa en la Historia del Régi-
men. Uno de los que cesan, Juan Antonio Suanzes, aposentado
en el INI, describirá así el fin de la "etapa heroica" anterior:

En el año l95l se rompe prácticamente el cerco exterior y en


el1953 se establecen los primeros acuerdos con los Estados
Unidos.
Es por eso por lo que se considera que el afro 1952 señala el

(ó5) Este hecho tan derrctista es reconocido, por ejemplo, en uno de lc discursos
de Arburúa, el poderoso Ministro de Comercio en el período 1951-57. Manuel Arburúa,
Cinco años lrenle al Ministerio de Comercio (Madrid: Ministerio de Comercio, 195ó)'
p. 48.

57
principio de una nueva fase, despejada y fructífera... Roto el
cerco exterior, la situación se despeja y se abren nuevos y
amplios horizontes (6ó).

Ideológicamente seguimos en la Era Azul. Una vez más, lo que


cambia es la situación exterior (67), que va a permitir, por lo
menos, que desaparezca el hambre endémica, que el proceso
de urbanización e industrialización se acentúe, en una palabra
que la economía comience a <despegar" (un término que en-
tonces todavía no se utilizaba), y que empiece a abrirse a la
relación con otros países capitalistas. Los hitos fundamentales
del proceso de "normalización" de las relaciones internaciona-
les son éstos:

1947: Protocolo Franco-Perón, que supone una importante


ayuda económica en especie (trigo) y un simbólico
apoyo político.
1951-55: Entrada de España en algunos de los organismos es-
pecializados de las Naciones Unidas.
1952: Préstamo del Import-Export Bank de Estados Unidos.
1953: Acuerdo económico con los Estados Unidos y Con-
cordato con El Vaticano.
1955: Ingreso de España en las Naciones Unidas.
1956: Independencia de Marruecos.

La política económica de esta época es bien simple: se trata


de terminar con el agobio de la escasez, la especulación y el
consiguiente mercado negro (o estraperlo en la terminología
de entonces), a base de forzar el incremento de la producción
y abrir el comercio internacional, contando para ello con una
interminable reserva de mano de obra y unos sindicatos bien
domesticados en los que era desconocida la contratación colec-
tiva y por tanto mínima la presió¡ salarial. Arburúa expresa
bien esta orientación:
Para mejorar la capacidad adquisitiva de una familia... el ca-
mino preferible es el de influir ante todo en los precios, puesto
que de actuar sobre los salarios, su elevación repercutirá auto
máticamente en el alza de los precios...
(oó) J. A. Suanzes, Ocho Discursos..., cít., p. 152.
(ó7) No obstante, hay ya algunos síntomas de cambio en la situación social y eco
nómic¿ interior: comienza a se¡rtirse el <éxodo rurab después de unos años de estan-
camiento de la población campesina, en l95l tiene lugar la estupefaciente "huelga de
tranvíasD (los usuarios de los transportes públicos) de Barcelona, etc.

58
Lo más importante para poder presionar sobre los precios es
aumentar la producción, incrementar la renta nacional. De
esta manera se acabará con los márgenes comerciales excesivos
y especulativos y sólo quedará en pie el comercio tradicional,
que ha de agradecer toda política seria y firme en este sen-
tido (ó8).

El Gobierno de 1951 contiene todos los elementos (excepto el


primorriverismo, que empieza a abandonarse pronto y que prác-
ticamente sólo sirvió de urgente solución de recambio) del es-
pectro ideológico del Régimen: militares tan caracterizados
como Muñoz Grandes o Gon[ález Gallarza (el primero tintado
de azul y el segundo de monárquico), un tradicionalista tan
clásico como lturmendi, un monárquico tan (relativamente) fiel
como el conde de Vallellano, falangistas tan líricos como Girón
o Fernández-Cuesta, católicos tan de la <santa casa> como Mar-
tín-Artajo o Ruiz Giménez, integristas es, supernaciona-
-esto
listas y supercatólicos- tan Íntegros como'Carrero o Arias Sal-
gado, y técnicos, tan oscuros como eficaces, representados por
Gómez de Llano, Planell, Arburúa y Cavestany, al frente de las
carteras económicas (ó9). Aun con un despliegue cromático tan
variopinto, el tono ideológico que sigue predominando en esos
momentos es el azul. Es la etapa del canto de cisne del SEU
(nunca mejor empleada la metáfora), de la realización del pro-
grama falangista en el campo y las obras públicas (regadíos,
colonización, repoblación forestal), de la convocatoria del gran
rally f.alangista de 1953 (el primero y único Congreso de FET
y de las JONS con una manifestación monstruo en Madrid, con
ocasión del XX aniversario del mitin fundacional), del recono-
cimiento (occidental) de un Estado formalmente falangista
(todo un triunfo de la diplomacia, entonces en manos de los
católicos).
Sin embargo, la situación social empezaba a evolucionar más
allá de todo posible control. La Prensa chirría por los corsés de
(ó8) Manuel Arbunla, Cittco años..., cit., pp. 49-50. La polltica económica pos-
autárquica del Gabinete 1951-57 puede verse admirablemente tratada en l. Clauera et
alii, Capitalismo español: de Ia Autarqula a la Estabilización, 1939-5919 (Madrid: Cua-
dernos para el diálogo, 1973), tomo 2, pp. 39 y ss.
(ó9) En términos de estricta polltica económica el equipo de Ministroc económicos
ha sido caliñcado de <liberal> en téminos relativos a la polÍtica autárquica del ante-
rior período. En efecto, propugnan una mayor disciplina monetaria por parte del
Estado. el incremento de los intercambios comerciales con el exterior, la confianza
en loc mecanismos de mercado y la iniciativa privada. Era la prefiguración de la era
tecnocrática, expresada todavía con poca energía y sin que trascendiera el ámbito
estrictamente económico. Para el análisis de este punto véase loa;n Clzveta et alií
Capitalísmo españo|..., cit,, vol, II, pp. 42 y ss.

59
la censura, los intelectuales y estudiantes comienzan a salir al
extranjero, los empresarios empiezan a sentir los inconvenientes
de la utopía autárquica, los obreros agrícolas se disponen a aban-
donar en masa el campo, se empieza a oír hablar de uhuelgasu,
la inflación galopante preocupa a la clase media. La ilusión áe la
unidad azul inicia su desvanecimiento. La sociedad respira y ape-
tece toda la libertad y todo el bienestar que vislumbri a ituu¿t
de las fronteras recién abiertas. O al ménos esto es lo que le
ocurre a ciertos sectores de la clase media, la burguesíá, los
profesionales.
Entre las .bases de acción política" redactadas como síntesis
del I Congreso de FET y de las JONS de 1953 se encuentran
estos defensivos párrafos, prefrguradores de lo que iba a ser
el ñn de la Era Azul y el comienzo de la Tecnocrácia:

La Falange se mantiene en alerta y decidida vigilancia ante los


intentos de organizar solapados partidos políticos y unas ten-
dencias que, tanto si fueren de la derecha Como de lá izquierda,
por fragmentar a España en parcialidades, significaríán una
oposición a la unidad del Movimiento, una traicién a la gloriosa
unanimidad de sacrificio en la Cruzada y un retorno a-las dis_
cordias intestinas que causaron la decadencia patria en tiem-
pos pasados.
Bajo ningún pretexto consentiría la Falange la ilegítima actua_
ción de camarillas que pretendan mermárle su óondición de
única inspiradora política del Estado...
Un Estado nacido de nuestra ideologÍa concreta y de la cálida
sangre de los combatientes no puede admitir que se manipulen
servicios del Estado lavándose las manos cbmo pilató con
frialdades técnicas y con neutralidades políticas, pues, lejos
de ser la vocación polÍtica contraria a la eficacia adrninistrativa,
es la. savia que puede vivificarla para mejor y más leal contri-
bución a los destinos nacionales (70).

Era el-temor de algo que estaba ya en puertas: la fría ad.apta-


ción al modo de organización triunfante en las democraóias
capitalistas ricas. El paso radical al nuevo sistema hubiera
supuesto el fin del Régimen; de ahí que se aceptase el compro-
miso de diluir el azul falangista con el negro integrista y el
blanco de los técnicos hasta conseguir el adecuado gris de los
tecnócratas que iba a abrir las puertas del desarrollo y del capi_
talismo internacional.
La crisis no se produce en un día, sino que es grad.ual,
(70) I Congreso de FET y de las JONS, Bases de acción potítica (Madrid, 1953).

ó0
TECNOCRACIA

10. López de Letona. El prototipo de pot¡t¡co handsome de la Tecnocrac¡a. Ministr(


de Industria y empresario ctistinguido.
11. López Rodó. El cerebro
gris de la Tecnocracia con-
versa con su colega Caeta-
no, también administrat¡v¡sta
y tecnócrata.

12. Alberto Ullastres, Nava.


rro Rublo. Los dos autores del
Plan de Estabilización (1959)
por el que la economía espa-
ñola se engancha al carro de
los países capitalistas ricos.
13. Gual Vlllalbf. El representante de la gran burguesÍa catalana conversa con €
Caudillo
.......1$¡
14. carrero Blanco. El leal servidor del Régimen, el protector de
el político con más horas de despacho, en él acto de homenaje alos tecnócratas,
Franco por sú
onomástica.

15. López Bravo. uno de los Ministros más v¡a¡eros, desenvueltos y elegantes, y
también hombre de éxito en los negocios.
I

]
y militar de
siguiendo el modus operandi de la estrategia civil
Fianco, siempre caracterizada por la parsimonia fabiana. El
estallido más visible lo constituyen los (sucesos de febrero
de 195ó" en la Universidad de Madrid (71). Suponen el inicio del
movimiento estudiantil, la primera hostilidad mantenida de los
intelectuales,las crisis del SEU, el desvanecimiento definitivo de
toda ilusión .,nacionalsindicalista>, la generalización y relativa
aceptación de los (conflictos colectivos> (huelgas), la posibili'
dad de que algunos grupos falangistas vuelvan a la semioposi-
ción (?2). Un estudiante falangista es herido en una manifesta-
ción y el suceso produce un estupor y una alarma que hoy nos
pareien injustificadas. Se declara el estado de excepción y los
áos Ministros más directamente responsables (Ruiz Giménez y
Fernández-Cuesta) son automáticamente fulminados. Un año
después tiempo para pensarlo- cambiaban de mano doce
ca.ieras.-con
Era la Tecnocracia. Antes del cambio de Gobierno se
producen ya algunos detalles significativos. Así, en diciembre
de 195ó, Laureano López'Rodó, un joven catedrático y asociado
numerario del Opus Dei, es nombrado Secretario General Técnico
de la Presidencia del Gobierno (con Carrero), un nuevo cargo,
hecho a su medida, de enorme trascendencia política. De hecho
López-Rodó se transforma en Secretario del Gobierno y como tal
en el quicio de diversos organismos planifrcadores y de control
de la Administración Pública.
El deñnitivo abandono de la línea azul queda registrado so-
lemnemente en la ley de Principios del Movimiento Nacional de
19 mayo de 1958 emanación de la táctica de compromiso
-una
de la Tecnocracia- en donde ciertamente cristalizan algunas
frases del credo joseantoniano menos radicales-, pero
evitando cuidadosámente que la -lasley fuera una transcripción de
los 26 Puntos de la Falangé. Otra cosa que no era esta ley e-s la
conclusión de los esfuerzos de Arrese, en su breve mandato
de 195ó-57, por institucionalizar más el Movimiento -o si se
quiere el Partido- <democratizándolo" por dentro y -<totalita-
ñzándolou por fuera, en el sentido de darle un papel político
mucho máJ activo. Este proyecto tuvo demasiados enemigos, y
Arrese hubo de contentarse con la dirección de la cartera de
(71) Un testigo de excepción tos ha contado. Véase: Ramón Tamames, La Repú-
blica, La Era de Franco.,., cit., W, 5()8 y ss'
(72) Los crlticos sucesos internos de 195ó parece qu9-nada-tienen que ver' en
p¡niipio, cotr el importante acontecimiento de lá firma del Tratado de Roma a finales
ie esó a¡1o por el que nace la Comunidad Económica Europea. Sin embargp, anoternos
la mincidenóia, que para ul sociólogo no puede ser casual.

6l
vivienda. Los catóücos temieron que el proyecto pudiera dar
paso a un Estado fascista; los elementos consenradores vieron
con repugnancia sus elementos democratizadores y su capacidad
para transformar el
.sf¿tu quoi todos comprenúeron que era
una a,zarosa alternativa frente a Ia seguridad de contar con la
eterna última instancia del poder persbnal de Franco. En cual-
quier caso la Era Azul habla terminado.

62
4. LA TECNOCRACIA (1957-1973)

Et hemistiquio del período 1956-59 es, sin duda alguna, el


más importante y el más crítico de toda la historia del Régi-
men (?3). Significa el fin de la hegemonia azul, de la autarquía
y de las expectativas de una utópica (revolución nacionalu. Re-
presenta la irrevocable decisión de engancharse al tronco del
capitalismo desarrollado, la interrelación en el poder de los sec-
tores burgueses-industriales y los que representaban a las clases
medias de cuño más tradicional, el inicio de un pluralismo social
algo más amplio y de la tenue liberalización en la vida económi-
ca y en la prensa, el auge de la ideología udesarrollista> y el
culto a la ética del trabajo, la aceptación pragmática de los in-
tensos movimientos de personas y de capitales, la sumisión a
una creciente dependencia tecnológica de los grandes países ca'
pitalistas, y de todo lo relacionado con ello. En términos sinté-
ticos y aproximados, pero expresivos, se podría decir que por
estos años se decanta una clase empresarial con suficiente en-
tidad como para emparejarse con la élite funcionarial y aceptar
con pragmatismo la aventura de incorporarse a la marcha de
las sociedades, mejor dicho, las economías capitalistas avanza'
das. Se inauguraba el talante tecnocrático.
El período tecnocrático de 1957 a 1973-
representa el máximo ritmo -convencionalmente
de expansión económica de toda la
Historia española. Esta es quizá su nota más distintiva (74). El
crecimiento se debe sobre todo a la favorable coyuntura inter-
nacional: el umilagrou económico europeo, la colocación de emi'
grantes más allá de los Pirineos, la riada de turistas, la entrada
creciente de capitales extranjeros (sobre. todo norteamericanos ).
Como causa coadyuvante parece justo citar también la decidida
politica de los gobiernos tecnocráticos (y de los empresarios)
(?3) Para entender la parte de política económica de este período recomiendo el
imaginativo análisis que háce Jacint Ros en el libro colectivo loalJ. clavera et alii,
Capitalismo español: be la autarquía a la estabilización (1939-59) (Madrid: Cuadernos
para
' el diálogo, 1973), vol. II, pp. 153-284.
Véase ta-bién Charles W. Anderson, The political economy ol moilern Spain (Ma-
dison: University of Wisconsin Press, 1970).
(74) Un dato poco reseñado es el singular comportamiento demográñco de estos
años. La natalidad asciende, debido sobre iodo a la creciente pro,pensión matrimonial,
y decrece la mortalidad. En 19ó4 se consigue una tasa de crecimiento vegetativo de la
población al nivel de las más altas de toda nuestra Historia.

63
de sintonizar la organización de la economía de acuerdo con las
pautas de los países capitalistas más ricos. Las etapas de ese
proceso pueden sintetizarse en estas fechas y acontecimientos
más fundamentales:

1957: Creación de la OCYPE (Oficina de Coordinación y


- Programación Económica) en presidencia de Go-
bierno, el centro que lanza el nuevo cuerpo de
Economistas del Estadó y las ideas de
"planifica-
ción indicativa" según el modelo francés.
Incorporación de la primera promoción del Cuer_
- po de Economistas del Estado.
Reorganización de una serie de organismos: Ins-
- tituto Nacional de Estadística, Consejo de Econo-
mÍa Nacional, Instituto Nacional de previsión, etc.
1958: Ingreso de España en la OCDE, FMI (Fondo
- Monetario Internacional) y BIRF (Banco Mundial).
Promulgación de la Ley de principios Fundamen-
- tales del Movimiento, símbolo del fin de la Era
Azul.

1959:
- Regulación de los Convenios Colectivos.
Plan de Estabilización, que va a extender el equili
- brio de la balanza comercial a toda la balanza de
pagos a través del fomento del turismo, la expor-
tación y la recepción de capital extranjero (Nava-
rro Rubio y Ullastres.)
1962: Informe económico de una comisión d.e expertos
- del Banco Mundial, como prólogo a los planes de
Desarrollo.
19ó3: de la Comisaría para el Desarrollo (Ló-
-Creación
pez Rodó).
1964-67: Plan de Desarrollo.
1968-71:
-I Plan de Desarrollo.
1970:
-II preferencial con la Comunidad Económi-
-Acuerdo
ca Europea.

Un acontecimiento político importante fue el juramento del


Príncipe Juan Carlos como sucesor a la Jefatura del Estado a
título de Rey el 22 de julio de 19ó9. A partir de entonces el
franquismo se tiñe cada vez más de un monarquismo templado
y aperturista.
"Después de Franco... las institucionesrr, dirá Fue-
yo y se repetirá luego con Ia intención de asegurar la continui-

64
dad, la automática sucesión de Franco, pero también la irrepe-
titibilidad de un Caudillo carismático.
En el primer Gobierno Tecnocrático (1957), en eI que se nom-
bran a doce nuevos Ministros, los tecnócratas son únicamente
Navarro Rubio (Hacienda) y Ullastres (Comercio), pero ambos
se constituyen en líderes de la gran operación de liberalización
económica y apertura de los mercados exteriores que caracteri-
za este período. El resto de los sectores ideológicos se repre-
senta así:
Alonso Vega, Barroso (de línea monárquica),
- Militares:
Abárzuza, y Diez de Lecea.
Primorriveristas: Gual Villalbí.
- Tradicionalistas: Iturmendi (continúa de la etapa ante'
- rior).
Jorge Vigón.
- Monárquicos:
Falangistas: Arrese (continúa), Solís, Sanz Orrio y Rubio.
- Católicos: Castiella.
- Integristas: Carrero (continúa) y Arias Salgado.
- Planell, Cánovas.
-Técnicos:
Numéricamente siguen predominando los falangistas, pero
su .,azul, aparece cada vez más diluido. Solís, Sanz Orrio o Ru-
bio no pertenecen ya a la vieja guardia joseantoniana y desde
luego carecen de la facundia urevolucionaria" de los protagonis-
tas de la Era Azul.
En los cambios ministeriales de los años sucesivos se va ase'
gurando cada vez más el predominio de los tecnócratas. Estos
ion los movimientos más importantes de ese pacífico "golpe de
Gobierno":

1962: López Bravo (antiguo Director de un importante asti-


llero y Director General con Ullastres) sustituye a
Planell en Industria. Lora sustituye a Rubio en Edu-
cación. Romeo (falangista próximo a otros tecnÓcra-
tas) sustituye a Sanz Orrio en Trabajo.
1965: López-Rodó (a cargo de la Comisaría del Plan y pro-
tegido de Carrero) asciende a Ministro. Se incorporan
además Espinosa y García-Moncó (ambos ligados a
la Banca privada). El primero sustituye a Navarro
Rubio (que va al Banco de España) y el segundo a
Ullastres (nombrado embajador ante la Comunidad
Económica Europea).
1967l. Carrero es nombrado Vicepresidente del Gobierno
a la muerte de Muñoz Grandes. Se constituye en el
65
aglutinador de los intereses de los tecnócratas, en la
esencia viva. del Régimen, en el alma del franquismo
en su versión intesrista.
1969: Entra el (grupo dé López-Rodó,: Monreal, López de
Letona, Fontana, Allende y Mortes. Meses urrt", habíu
ingresado Villar. Este Gobierno se denomina omo_
nocolor' por el evidente predominio tecnócrata.
l97l: Fernández de la Mora (principal ideólogo de la tec_
nocracia y muy ligado al Banco popular) sustituye a
Silva.

No estaríamos en el franquismo si esa impresionante (esca-


lera de colorr no hubiera tenido que competir con otras (ma_
nosr¡. Franco sigue contando con el comodín del Ejército y sitúa
en la Vicepresidencia al fiel Muñoz Grandes (19$:67) y durante
algunos años es Ministro de Marina ("pedrolo,) Nietó Antúnez
(1963:69) y de Gobernación el general Camilo Alonso-Vega (1957-
69). Estos dos últimos se puede decir que pertenecen al círculo
de amigos más íntimos que ha tenido él Caudillo.
Por supuesto, los falangistas consiguen su ración de poder
en los Ministerios (sociales>: Sanz Orrio, Romeo v Licinio de
la Fuente en Trabajo; Rubio en Educación; Solís y Fernández
Miranda en Secretaría General; Fraga en Información y Turis-
mo; Arrese y Sánchez-Arjona en Vivienda. pero casi todbs ellos
pertenecen al azul más desvaído del espectro, e incluso Arrese
(el
,falangista más puro) termina políticamente (quemado, des-
pués de las fallidas pretensiones de alzarse con la reforma fa_
langista en 195ó.
Las demás "familias" aparecen más tímidamente represen-
tadas: los católicos con Castiella y Silva, los tradicionalisias con
Jlyrlend], y Orlol y Urquijo, y los casos ya citados de Jorge
Vigón y Gual Villalbí.
¿Qué significan y representan en este panorama los tecnó-
cratas como grupo dominante?
Como tantas otras palabras del lenguaje político, la de tec-
nocracia se importa a comienzos de los años 60 de los países
europeos y americanos más avanzados donde va eran muv vivas
las discusiones sobre el papel de los utécnicos> en la política, un
tanto desligados de la maquinaria de los partidos. En España,
como es natural, el vocablo encuentra pronto otros significados.
Curiosamente, he visto una temprana álusión a este término en
una conferencia de Gual Villalbí pronunciada en 1952, en donde
enuncia ya el fracaso de la tecnocracia (porque el político ha

66
de ser un hombre de ideas universales, ha de tener un sen'
tido de la universalidad de las cosas, (75). La idea debía llevar
muchos años en el aire porque, nada menos que en 1940, José
María de Areilza, al demandar (una falange [con minúsculas]
de técnicosD previene contra uaquéllos que llevan la cosa a su
desorbitamiento y propugnan una tecnocracia o gobierno de
los técnicos químicamente puros>. Y añade que uconfiarle fun'
ciones rectoras, a esos tecnócratas uequivaldría a pecar de
materialismo histórico" (75). ¡No tuvo que sufrir nada (nMo
tricor) Areilza al ver subir al poder a los tecnócratas algunos
lustros después! Claro, que le quedaba el consuelo de que no
eran los tecnócratas ascendidos unos técnicos "químicamente
puros''. Llevaban años tratando de escalar el poder y procedlan
én parte del campo de las Humanidades. En efecto, en la Era
Azul los tecnócratas actúan de crisálida, preparando las redes.
Su refugio dorado son las cátedras y el Consejo (Superior de
Investigaciones Científicas). Es la primera época de los intelec-
tuales y humanistas: Calvo Serer, Pérez Embid, Jorge Vigón,
López-Rodó, Fernández de la Mora, etc., agrupados en torno a la
revista uArbor>. Políticamente se consideran los herederos de Ac'
ción Española y se vinculan a la dinastía borbónica representada
por Don Juan. Se oPonen cerradamente a las veleidades totali-
iarias de los falangistas y también a la posición más clerical y
<accidentalista)' de los ucatólicosn. En el plano cultural son
más tradicionales y menos "liberalesr, (o si se quiere 'más reac-
cionarios) que esos dos grupos contrincantes. A sl mismos se
denominan (tercera fuerza,n en su versión más radical (Calvo
Serer). Pierden, de momento, la baza. Sólo cuando el grupo de
cintelectualesD se disuelve y cuando incorpora más tarde a los
<técnicos> (empresarios, economistas, juristas) logrará llegar al
poder. No es ajeno a esto la influencia que despliegan desde al'
gunas cátedras y Bancos (Popular y Atlántico). Es la tecnocracia
propiamente tal. Su monarquismo se atenuará, excepto en el
caso de Calvo Serer quien extremará su fidelidad a Don Juan y
cada vez más a las ideas del reformismo democrático, hasta
llegar incluso a ñgurar en la semioposición (19óó) y a exiliar'
se (1973).
El denominador común a todos los tecnócratas (en opinión
de mucha gente, ya que ellos mismos lo consideran accidental)
(75) Pedro Guat Villalbf, elnquietudes de la técnica y vacilaciones de la economlar,
Técttice metahlrgica, núm, óó (enero, 1952), separata.
(Zó) José Márla de Aretlza, Ia Industria Españota. ln Sindicación Industñat (M^-
drid: Instituto de Estudios lfollticos, l9{0), p. 12.

67
es su pertenencia al Opus Dei o al menos las conexiones perso-
nales por amistad o negocios con miembros destacados de la
Obra. En último término cabe atribuírseles una fuerte relieio-
sidad, desvinculada sin embargo de la jerarquía eclesiástica tal
y como se proyecta en la <santa casa> (el grupo de empresas y
organizaciones en torno a Ia Editorial Católica).
Lora Tamayo es uno de los que pertenece al grupo de los
"menéndez-pelayistas> que se forma en torno a las ideas nacio-
nal-católicas del primer Calvo Serer, la primera singladura de
oArborr, la <toma> del Consejo Superior de Investigaciones Cien-
tíficas por un equipo de intelectuales católicos (básicamente del
Opus Dei). Lora era Catedrático de Química y se asocia más al
grupo de <científicos" (capitaneados por Albareda) que habían
de impulsar el CSIC y más adelante la Universidad de Navarra
(adscrita al Opus Dei).
Desde luego, Lora se distingue por ser el Ministro de Educa-
ción Nacional (Educación y Ciencia a partir de él) que más se
preocupó de renovar los propósitos de investigación científi.ca
dentro de la Universidad. Sus éxitos no fueron grandes. En
parte hay que atribuirlo a un discutible planteamiento del <pro-
blema de la Ciencia>, derivado precisamente de una interpreta-
ción hagiográfica de Menéndez y Pelayo. Lora no logra traspo-
ner los límites psicologistas de la vieja polémica de la Ciencia
en España, en el fondo un rasgo de autoritarismo básico enfo-
cado sobre este campo de la actividad humana y pública. I-a
clave para él está en la falta de <una voluntad firme, en los
científicos, en no saber asumir <el rigor y la dignidad de la
Cienciar, en no respetar la ojerarquía científica". Tomando el
efecto como causa, diagnostica una
tíficas, de modo paralelo a como suele "crisis de vocaciones> cien-
entenderse comúnmente
el problema de la secularización religiosa (77). Estas ideas las
expone mucho antes de llegar a Ministro del ramo (en la época
en que eran las ortodoxas de la reacción de Pedro Sainz e Ibá-
ñez Martín) y nos indican la larga gestación de la ideología tec-
nocrática.
El sociólogo Jiménez Blanco sostiene que los tecnócratas no
son más que la última versión histórica de un tipo ideal de
clase política o gobernante del que se encuentran abundantes
manifestaciones a lo largo de los últimos 150 años, a saber, <los
moderados>. Son inicialmente los
"liberales doctrinarios' que
(7) Manuel Lora Tamayo, (El momento actual de la ciencia españolar, .Arbor
(julio-agbsto, 1949), pp. 381-393.

ó8
empezarán a destacar las ideas de orden público, preferencia
por las reformas parciales de tipo <técnico>, gusto por las nre'
volucionesr, o mejor, nevolucionesr, desde arriba, asignación del
papel de árbitro al Ejército, utilización legitimadora de la Igle-
sia, etc. Representan bien los intereses de la clase media tradi
cional, a través de la carrera política, acceden a altos puestos
de influencia política o social, y mantienen un cierto mimetis'
mo con relativas unovedades" políticas acaecidas al otro lado
de los Pirineos. Son técnicos, sobre todo, del Derecho, de las
ideas económicas, de una cierta capacidad gerencial. Son pro-
clives al autoritarismo (aunque sin entusiasmo) y a la vincu-
lación a determinadas organizaciones secretas (umasonerías,
mafias, de cualquier color o blancas"). Son pragmáticos y
eclécticos. Cuentan con una notable experiencia administradora
a través de su servicio en los ucuerpos" del Estado (78).
El cambio de etapa, de la época que paradójicamente se pue-
de llamar uimperial, (la autarquía y de transición azul-católica)
a la tecnocrática, se revela en el tono de los discursos y declara-
ciones. Frente al léxico grandilocuente y enfervorizador de las
proclamas de un Girón, por ejemplo, se pasa a las <conferencias
áe Prensau o las íntimas charlas ante la TV de un Ullastres' El
primero se pronuncia para la Historia en bien pensados parla-
mentos, y el segundo se dirige a las amas de casa, sobre temas
cotidianos y con un lenguaje sencillo, sin estridencias, sin fra-
ses lapidarias, con espontáneas reiteraciones incluso (79). Acaso
sea eite cambio de tono lo más positivo que trajo el equipo
tecnocrático, aun cuando esto como en todo- sobre gustos
no hay nada escrito. En -en
términos más objetivos lo que se pro-
dujo fue la liquidación del hipotético predominio falangista gue
como temor o esperanza habia estado funcionando en la Era
Azul. A partir de ahora los falangistas van a actuar a la de'
fensiva.
Como reacción a la Promulgación de la Ley de Principios
Fundamentales del Movimiento del 17 de mayo de 1958 (pro-
mulgada directamente por el Caudillo sin aprobación de las
(78) José Jiménez Blanco, rDesarrollo económicoDemocracia pollticar, en I' Ca-
muñas y otros, España. Perspectíva 1972.. , cit., pp. 151-178; pp. 158-ló0.
(79) Un dato curioso es que es[a innovación de dirigirse a las - amas de casa
(hasia-entonces el cespañolesr de los discursos parecla centrarse en los varones) se
produce en un Ministri como Alberto Ullastres, célibe convencido. En alguna oc¡sión'
ñablando por TV, se reñere a (las cosas que ncs ¡ecuerdan todas las mujeres de la
familia a todas horas del día,, lo que pueáe servir muy bien de ejemplo como obje-
-ullastres,
tivo temático de sus discursos. A. Política conercíal españora (M. de co-
mercio, l9ó3), p. 90.

69
Cortes y sin referéndum, un procedimiento legal, pero bastante
desusado), la Secretaría General del Movimientó emitió una
orientación o consigna dirigida a las organizaciones provinciales
en donde se trataba de demostrar que los nuevos piincipios no
son sino <la definitiva incorporación de la norma pragmática
inicial", es decir los 2ó Puntos de FET y de las JONS, ial con-
junto de normas legales fundamentales" (80). Como confirma_
ción de esta afirmación y sin <otro comentario>, la citada
orientación realiza un <(examen comparativo, a dos columnas
para ver cómo efectivamente se realiza esa (incorporación" (g1).
Reproduzco algunos de los ejemplos más chocántes, aouellos
en que sólo con una gran dosis de imaginación cabe ver la de-
seada traslación:
2ó Puntos pragmdticos de Leyes Fundamentales
FET y de las JONS

Tenemos voluntad de Impe- España, raíz de una gran


rio. Afirmamos que la pleni- familia de pueblos, con los
tud histórica de España es el que se siente indisolublemen-
Imperio. Reclamamos para te hermanada, aspira a la ins-
España un puesto preemi- tauración de la justicia y de
nente de Europa. No sopor- la paz entre las naciones
tamos ni el aislamiento in- (Punto III de la Ley de Prin-
ternacional ni la mediatiza- cipios Fundamentales)
ción extranjera (III).
Repudiamos el sistema capi- La empresa, asociación de
talista, que se desentiende hombres y medios ordena-
de las necesidades populares, dos a la producción, consti-
deshumaniza la propiedad tuye una comunidad de pro-
privada y aglomera a los tra- pósitos. Las relaciones entre
bajadores en masas infor- los elementos de aquélla de-
mes, propicias a la miseria ben basarse en la justicia y
y a la degeneración, Nuestro en Ia recíproca lealtad, y los
sentido espiritual y nacional valores económicos estarán
repudia también el marxis- subordinados a los del orden
mo. Orientaremos el ímpetu humano y social (Punto XI
de las clases laboriosas, hoy de la Ley de Principios Fun-
descarriadas por el marxis- damentales).
mo, en el sentido de exigir
su participación directa en
la gran tarea del Estado na-
cional (X).
(80) Secretaría General del Movimiento, Teilo de 16 oientacimes eue se conside-
ran con valor perfianente (Madrid, l9ól), p. 42. Orientación del 19 de mayo de 195g.
(81) Ibid., pp. 43 y ss. Orientación del 20 de mavo de 1958.

70
Defendemos la tendencia a El Estado procurará por los
la nacionalización de la Ban- medios a su alcance... orien-
ca, y mediante las Corpora- tar el más justo empleo y
ciones, a la de los grandes distribución del crédito pú-
servicios públicos (XIV). blico (Punto XII de la Ley de
Principios Fundamentales).
El Estado podrá expropiar Nadie podrá ser expropiado
sin indemnización lastierras sino por causa de utilidad
cuya propiedad haya sido ad- pública o interés social, pre-
quirida o disfrutada ilegíti- via la correspondiente in-
mamente (XXI). demnización y de conformi-
dad con lo dispuesto en las
leyes (Art. 8 del Fuero de
los Españoles).
Nuestro Movimiento incor- La nación española conside-
pora el sentido católico, de ra como timbre de honor el
gloriosa tradición y predo' acatamiento a la ley de Dios,
minante en España, a la re- según la doctrina de la Santa
construcción nacional. Iglesia Católica, Apostólica
La Iglesia y el Estado con- y Romana, única verdadera y
cordarán sus facultades res- fe inseparable de la concien-
pectivas, sin que se admita cia nacional, que inspirará su
intromisión o actividad algu- legislación (Punto II de la
na que menoscabe la digni- Ley de Principios Fundamen-
dad del Estado o la inte- tales).
gridad nacional (XXV).

Quede claro que ese (examen comparativor no lo hago yo (aun-


que cualquiera puede hacerlo, son textos públicos), sino la pro-
pia Secretaría General del Movimiento y recomienda que "debe
tener la máxima difusión entre los afiliados y mandos de FET
y de las JONS" (82). Aunque sólo he entresacado cinco ejemplos
más llamativos salta a la vista la difícil aplicación del concepto
de "incorporación" de los Puntos falangistas hechos por las Le-
yes Fundamentales. La diferencia o disonancia es teórica, pero
importante: es la que va de un Estado fascista totalitario a un
Estado tradicional autoritario. Esta última versión es la que
adopta la fórmula tecnocrática, casi negativamente, al sustituir
el credo y la formulación falangista por una expresión mucho
menos agresiva, más conciliadora y práctica, más hacedera en un
momento en el que España se incorporaba irreversiblemente
al espacio de las economias capitalistas desarrolladas o en tran-
ce de serlo.
(82, Ibi¡|., p. 65. Orientacitjn del 2l de junio de 1958.

7l
Ideas novedosas destacadas en los tecnócratas hay muy p<>
cas: una apetencia de racionalidad, eficacia y buen sentido, un
talante autoritario y paternalista, una exaltación del valor de
<desarrollo económico>, un canto a la libertad de empresa, etc.
Véase en estas frases de Ullastres la mezcla del tono <rintimis-
tar y de algunas de esas ideas:
Nuestra forma social de entendernos [la de los españoles] per-
tenece más a una vivencia de familia que a un Estado de
derecho gobernado por ideas racionales puras... Los españo
les no sentimos la ley, no sentimos la idea: sentimos al hom-
bre, sentimos la vida (83).

Aunque llega tardíamente al poder y aunque no ha sido miem-


bro del Opus Dei, la figura de Fernández dela Mora se destaca
como el incuestionable líder intelectual de los tecnócratas. El
especialÍsimo talante razonador, sincrético, de Fernández de la
Mora se explica bien si nos atenemos a su oficio principal: crí-
tico de obras intelectuales, casi recensionador profesional de
los libros de otros, Su originalidad está en no ser original, su
ideología en atribuir el ocaso de las de los demás, su aportación
intelectual en componer un eruditísimo <diccionario de autori-
dades, sobre el pensamiento actual, su incoherencia mayor en
no haber llegado a la poltrona de Educación sino a la de Obras
Públicas. Esto último le permitió, sin embargo, cultivar sus ideas
fundamentales de la necesidad de un Estado de obras, de la
centralidad de la técnica y la eficacia, de la inminencia del ldn
de las ideologías y su sustitución por (la ideología de) eL desa-
rrollo. En el discurso de toma de posesión como Ministro, el
15 de abril de 1970, señaló entre otras cosas:

Entiendo que el nuestro es el Estado más eficaz que ha tenido


nunca nuestro pueblo y que esto quiere decir que es segura-
mente el mejor... Toda la política es técnica.

En un famoso artículo publicado tres años más tarde arguye


de esta manera:
Al Estado retórico que conocimos le ha sustituido un Estado
de obras... El Estado del 18 de julio, al transformar la infra-
estructura de España con un crecimiento exponencial, está rea.
lizando la hazaña de convertir a una nación, que ñguraba en-
(E3) Declaraciones a Salvador Pániker. Couersacio¡es en Maddd (Barcelona:
Kairós, l9ó9), p. 31.

72
tre las más pobres de Europa, en un país desarrollado que
avanza rápidamente hacia las vanguardias económicas de Oc-
cidente (84).

La retórica triunfalista no puede ser más acusada, en contra de


la frialdad cerebral que él tanto cultiva.
Lo que distingue a la política real de los tecnócratas y de la
época desarrollista en que mandan es el descarado apoyo a los
intereses del gran capitalismo. Un estudio sobre los empresarios
industriales españoles llevado a cabo en 1959 concluía el papel
tan pasivo que había correspondido hasta entt¡nces a la élite
empresarial en la generación de la politica económica. Los "pri'
vilegiados impotentesr gozaron sin duda de los beneficios del
poder, pero participaron poco en él de una manera directa (85).
Hasta esa fecha era muy raro que los Ministros acumularan
puestos en los Consejos de Administración de las grandes em-
presas.
Esta situación se altera significativamente del Plan de Esta-
bilización de 1959: acceden Ministros directamente relacionados
con la gran empresa y la Banca (López-Bravo, Espinosa, García'
Moncó, Romeo, Gual Villalbi, Fontana, López de Letona, etc.)
y en los años sesenta los empresarios llegan a constituir más
de la tercera parte de los puestos de Procuradores en Cortes.
Como ejemplo de esta presencia véase el juicio de Tamames
sobre la polltica de López-Bravo (antiguo Director de üna gran
empresa constructora de barcos y protector desde el poder de
la exitosa y costosa política de ayuda a la industria naviera):
Desde su nuevo cargo de ministro llevó a cabo una política
altamente favoráble a la gran industria privada... Un cierto
número de sociedades anónimas recibieron ayudas crediticias
importantes en condiciones que, cuando menos, podrÍamos ca-
lificar como excesivamente generosas. Se reforzó así aún más
el capitalismo monopolista de Estado, es clecir, el apoyo del
Estado con recursos públicos al gran capital que durante la
fase autárquica habla obtenido grandes beneficios muchas ve'
ces no incorporados a los patrimonios de las empresas.'. Las
(84) G. Fernández de la Mora, eEl Estado de obrasr, áBC, I abril 1973.
(85) Juan J. Linz y Amando de Miguel, Ins empresarios ante el poder público
(Madrid: Instituto de Estudios Polfticos, l9óó), pp. ll&120. Los datos para establecer
esta conclusión son los de una encuesta realizsda en 1959'ó0, un perfodo muy crltico
y de profundos cambios, como hemos visto, No c¡eo que pudiera mantenerse diez años
después.
-Para
un planteamiento sociológico de la nueva relación empresarios'polfticos puede
verse Csrlos Moya, Burocracia y socícdad industrial (Madrid: Cuadernos para el diá'
logo, l97l).

73
concesiones hechas a empresas privadas para el estableci-
miento de refinerías con participación de lompañías extran-
- de los crudos-acabó pbr desvirtuar
jeras suministradoras
completamente los propósitos fundacionales del Monopolio de
Petróleos... También al nuevo ministro hay que imputar el
<principio de subsidiariedad" asignado a la empresa p¡iblica en
la ley del primer plan de desarrollo. Con tal iriteri,o terminó
por,relegarse definitivamente al INI a una posición secundaria
en favor de las empresas privadas, de salvaáor de pésimas em_
presas o (como por entonces se dijo) de socializádor.de pér-
didas (8ó).

Es casi un lugar común destacar el caso de los tecnócratas


como la familia política ligada a los Bancos y las empresas
industriales, en tanto que los falangistas ejemplG_ apa-
recen dependiendo de la nómina del Estado -por(82). Esta contra-
posición es falaz, por lo menos a nivel ministerial. Tanto los
Ministros tecnócratas como los falangistas se asocian a un pa-
sado burocrático de pertenencia a los grandes Cuerpos de la
Administración del Estado y unos y otros participan plenamente
en actividades mercantiles de altos vuelos. Otra cosa es que los
falangistas dominaran en la Era Azul cuando la actividad eco-
nómica era muy reducida, mientras que los tecnócratas acced.en
al poder en el momento en que la economía empieza a despegar
y se vuelcan sobre España las grandes empresas norteameriia-
nas y europeas.
Junto a los tecnócratas, con una procedencia y un talante
muy distinto, pero en colaboración con ellos, destaca la figura
de Gual Villalbí, como Ministro sin cartera (1952-19ó5). uRepre-
senta) en el Gobierno los intereses globales del patronato ca-
talán. Es una baza que se le concede a la pretendida burguesía
catalana, "tan privilegiada como impotenteu, para emplear la
terminología de Linz (88). Había sido el alma del Fomento del
(8ó) R. Tamames, In República..., cit,, pp.51l y 518. López-Bravo, antes y después
de ser Ministro, actúa como consejero de pETRoLIBER y de otras irnportántes-em-
presas.
rl.a Obra [Opus Dei]
_ -(87).
de-la misma- posee directamente-o elsi control
queremos emplear su lenguaje, ciertos individuos
de numerosos bancoJ y empresas y tiene
influencia en muchos otros. Lo cual, por cierto, le proporciona una gian capaciaaa
de maniobra de que no dispone la Falange que, por définición, depende dei presu-
puesto del Estado,, Luis G. San Miguel, <Estructura y cambio del régimen polÍtico
españolo, Sistema, núm. I (1973), pp. 8l-10ó; p. 93.
(88) Parece que en 195ó hay una reunión de algunos empresarios catalanes (Godó,
Valls, Mateu, etc.) con Franco en el Castillo de Perelada (Gerona) y le presionan a
que acepte un Ministro catalán. Era un momento económica y políticamente muy del!
cado en el que los empresarios empezaban a sentir las presionei de las primeraj huel-
gas y las zozobras del gestante
"Mercado Comúnr.

74
Trabajo Nacional, la vetusta asociación patronal barcelonesa, y
en los años 40 es uno de los pocos y destacados miembros (jun-
to a J. M. Fontana, F. Valls Taberner, Calviño, Ventosa, Mateu,
Godó, Escalza y otros varios) del ala "colaboracionista> de la
gran burguesía industrial catalana. Hay que subrayar, desde lue-
go, que la cuota de poder de este catalanismo (españolista> fue
mucho menor que la de su equivalente bilbaíno (Lequerica,
Areilza, Oriol y Urquijo, etc.).
El seny de Gual Villalbí representa desde muy pronto el
contrapunto de las alegrías (nacionalizadoraso y populistas que
habían florecido en la época de predominio ideológico me-
-al
nos a nivel verbal- de los falangistas. En una conferencia pro'
nunciada en 1952 nos recuerda "el daño incalculable que causa
a las economías el intervencionismo del Estado, que obedece a
un socialismo testarudo e intemperante que no tiene como nor-
ma general más que agravar los excesos de la fiscalidad". Fron-
talmente se refiere a los países capitalistas europeos de la pos-
guerra enfrentados con nel exabrupto de las nacionalizaciones>
de ciertas industrias (89). En realidad, la ufiscalidad" en España
no fue nunca preocupante, cl *intervencionismo) estatal se
mantuvo en los límites de un tolerable burocratismo centralista
y las tímidas <nacionalizaciones, del INI se subvencionaron
básicamente a través del ahorro voluntario más que mediante
impuestos. Pero el capitalismo privado fue bastante cauto y pre-
visor al situar en los altos puestos de la Administración, incluso
en el Gabinete, a algunos de sus representantes, con el fin de que
la orgía retórica de la "nacionalización de la Banca> o la "sindi-
caciónr de la vida económica no pasara del nivel de discurso o
todo lo más de las elucubraciones de ensayistas y catedráticos.
Esta es la función que en la Era Azul cumplieron un Carceller
e incluso un Martín Artajo, y que corresponde en la Tecnocracia
a Gual Villalbí y naturalmente a todos los tecnócratas: López'
Bravo, Navarro Rubio, García-Moncó, Espinosa, Fernández de la
Mora, etc.
Cuando en los años ó0 se plantea la alternativa de proteger
más- el sector privado después de los moderados inten-
-aún
tos nacionalizadores del INI, cuando se inhiben todos los in-
tentos de reforma fiscal, hay que pensar que España se distin-
gue por una extrema debilidad económica del sector público. Es
un Régimgn autoritario rebosante de verborrea interventora y
(89) Pedro Gual Villalbí, (Inquietudes de la técirica y vacilaciones de la econo-
Met atúryica,.., cit., separata,
mla¡, T écttica

75
estatista, pero con un contenido <liberal> de su política económi-
ca, sobre todo fiscal. Nunca como en este caso es más dispar
!o que se dice y lo que se hace, quien lo dice y a quién bene-
ficia (90). Tomemos un sólo dato: la proporción que representan
los gastos corrientes del Estado del total del PNB hacia 19ó5
(datos de la OCDE):

% de gastos
corrientes del Estado

Francia 34,6
Italia 31,9
Grecia 2l,l
Portugal 18,0
España 15,5

Como gran opción al <privatismo) de los tecnócratas destaca


el <estatismo) influyente a la larga- de Silva, Fraga,
Fernández Miranda-menosy algún otro Ministro de esta etapa. Su
actitud de rechazo de la ideología tecnocrática dominante les
vale el apoyo de un gran sector del resto de las
"familias> polí-
ticas, y les confiere un cierto aura de (popularidad>. Fraga llegó
a ser ciertamente el Ministro más conocido por el gran público,
bien es verdad que en sus manos tenía la Televisión.
El caso de Fraga resulta ideológicamente bastante compli-
cado. Su adscripción a las <familias> políticas es muy difícil de
hacer. Procede, sin duda, del sector católico (fue colaborador
de Ruiz Giménez y Castiella), pero se hace falangista, aunque
siempre de la tendencia más <movimientista> o moderada. A Pá-
niker le dice, en una entrevista memorable, que no se siente
"un profesional de la política> sino <un hombre de Estado> y
esta idea la remachará constantemente. La antinomia la ve como
"los que se sirven del poder> (con toda seguridad está pensando
en los tecnócratas) frente a *los que sirven al Estado> (entre los
que se incluye a sí mismo) (91).
Todos los observadores de la escena política coinciden en
atribuir a Fraga un fortísimo carácter autoritario, visible incluso
en sus escritos. Sin embargo, su papel público destaca por su
(90) Un gran economista lo dijo en su dla con meridiana claridad: <En polltica
fiscal no se ha hecho nada en los últimos quince años... Nuestra Hacienda Prlblica es,
hoy por hoy, una isla liberal en medio d€l Estado intervencionistar. Manuel de To.
rres, Teorla y práctica de la poIítica econótnica (Mad¡id: Aguilar, 196l), p. 83.
(91) S, Pániker, Conversaciones ett Madrid (Barcelona: Kairós, l9ú9), p. 3$.

76
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<liberalp y (apefturistar contribución con la Ley de Prensa
de 1966 (signifiiativamente excluía los libros, radio, TV y espec-
táculos, en-donde siguió la censura), por la que se suprimen- las
(consignasD y la ceñsura previa a los periódicos, y se confiere
a tas p-ublicaóiones periódicas un considerable grado de libertad.
El tema ha sido suficientemente monografiado (92) y no voy a
insistir en é1, dado que de intento he excluido el análisis de
leyes e instituciones.
No conviene dejar a un lado el hecho de que los de la pro-
fesión periodística, los escritores de revistas y diarios recuerdan
t"""ftui veces la Ley de Prensa de 1966 más por sus- mecanismos
rup."tinot (uel articulo segundou Por el que suelen abrir los
previa
expedientes) que por su caiacidad áe apertura' La época
de la censura representabJ una auténtica mordaza, un muro de
silencio. Los añós de vigencia de la "Ley Fragau han supuesto
un rosario de multas y súspensiones bastante airadas y aireadas'
El sistema a partir de ella es dejar hablar mientras no se rocen
los temas intocables, no definidós por la ley sino Por las-reglas
no escritas del jueg'o político: se puede criticar a la RENFE'
pero no a la Setcién Femenina; a los clérigos, pero no tanto
a la moral tradicional; al funcionamiento de la Administración
mientras no se menciónen los más altos cargos; aI ejercicio del
poder
-""i"o siempre que se respeten los <principiosr' Como es. natu-
^hablar
se pu"ae def Ejército o de la Guerra Civil más que
en términos encomiásticos. En rigor, las reglas limitativas no
son demasiado duras, y desde luelo no tienen nada de irracio'
nales o caprichosas desAe et puntó de vista del mantenimiento
á"t titt"*". Para los que désean cambiarlo, las limitaciones
p"t"."" extraordinarias y sobre todo da la impresión de que-los
administradores encargádos de hacer cumplir ljr Ley- se han
excedido en su celo dé servidores del Estado' El poder
para
<hacer cosas) de las familias que componen el Régimen es muy
aeüir y condicionado, pero conserva u¡a inmediata facultad de
fru""t lo"t"t su opinión pata vetar cualquier actitud contraria a
sus intereses. Esia situaiión se hace patente en el cumplimiento
que
de la Ley de Prensa. El Ejército no-conseguirá fácilmente
se eleve el presupuesto -ilit"t, la Iglesia no encontrará fácil
pos-
colaboración estafal en poner en práctica ciertas doctrinas
cóncitiares, los Sindicatós clamarán vanamente por ser
"":g"o'
mos, los falangistas no podrán llevar adelante sus propósitos
(92) Véase, por ejemplo, Manuel Fernández Lreal' uLa libertad de Prensa en

España. 1938-1971" (Madrid: EDICUSA, 1971)'

77
rrevolucionariosr, pero cualquiera de esos grupos o instituciones
puede acceder de modo inmediato al Direótoi Generar
de pren-
sa para que aplique tajantemente ael artículo segundo, cuando
crean heridos sus sentimientos, sus intereses. Es un extraño
poder punitivo o vindicativo el que se concede a las institucio-
nes clave del sistema. La extrañeza wra un observador desde
dentro reside en que es un poder tán escaso como mal visto.
Esta reacción es la que ha empañado un poco la imagen in-
dudablemente liberal y aperturista de Fraga, al tener ?t q,."
personalizar el punto de recepción de todas esas acciones <vin-
dicativasr.
Por otro lado, junto a la limitación o fiscalización parcial del
pp{er que presupone el ejercicio de la libertad de piensa, está
e-l hecho de un ejercicio incontrolable de los que podríamos
llamar (poder hegemónico>, la colaboración armdnicá y de con-
suno entre los distintos poderes del Estado, las diferéntes cfa-
milias> y sectores por ellas representados cuando se trata de
alterar o desencauzar las fuentes mismas de ese poder. El vigi
lante <artículo 2.o> de la Ley de prensa lo tiene muy en cuenta.
Otro Ministro con buena imagen (aperturista> ha sido Fede-
rico Silva, encargado de Obras públicas (19ó5-?0). Muy ligado
a la <santa casa> (la Editorial Católica, ACN de p e instiiuciónes
afines), mantuvo sin embargo una actitud política bastante inde-
pendiente (por lo menos en sus manifestaciones verbales), ligada
de todos modos a algunos intereses empresariales. Se té tiámO
<el Ministro-eficaciau (aun no siendo tecnócrata) y se dice de él
que es uno de los pocos que realmente <dimitió> (otros fueron
Arrese, Lora y Barrera). Copio el revelador juicio que le merece
a Tamames para indicar que lo de la ueficáciau nb siempre se
interpreta de la misma manera:

Silva puso en marcha el Plan Nacional de Autopistas Españolas


(PANE) de peaje, con lo cual el Estado vinol renunciar, sin
necesidad de dar demasiadas explicaciones, a una política de
autopistas libres. Una nueva muestra de capitalismo monopo
lista de Estado, realizada en condiciones aliamente lucrativas
para los consorcios bancarios industriales. y por otro lado, lle-
vada a cabo con no poca lentitud.
El segundo programa de importancia en materia de carreteras
fue la definición de la Red de ltinerarios Asfálticos (plan
REDIA), destinada a homogeneiz:ir en firme y ancho las prin-
cipales carreteras radiales, la del litoral mediterráneo y átgu_
nas transversales. El Plan Redia, admitiendo la importancia de

78
su concelrción, comportó sin embargo dos inconveniencias no
tables.
La primera en cuanto a su planteamiento; con una inversión no
mu! superior, podría haberse ido directamente a la creación de
ut á reá de autovlas altamente capaz' que en buena medida
habría hecho innecesarios algunos tramos de costosas auto
pistas.
La segunda inconveniencia radicó en la propia-realilación del
phn nEpIl. Por el deseo de su pronta terminación-en la
búsqueda
-el de una imagen que en la prensa llegó a con-seguir
sobrenombre dé cministro efi€si¿r-las especificacio
"on
nes técnicas del Plan REDIA se revelaron como insuficientes;
sus firmes han resultado poco exigentes, y a los pocos años de
su construcción se encontraban seriamente afectados por el
tráñco de vehlculos de gran tonelaje. Un hecho imputable tam-
bién a la falta de una política de ordenación del transporte
por carretera y a su defrciente coordinación con el ferrocarril'
Polltica que de facto ni siquiera se intentó.
En materia ferroviaria, el equipo Silva estudió la terminación
de tres segmentos ferroviarios que desde antiguo (Dictadura
y SegundiReprlblica) tenlan realizada r¡na gran Parte de su
inver-sión: el Madrid-Burgos, el Santander-Mediterráneo, y el
Baza-Utiel. De estos tres ployectos fue seleccionado el primero,
y en tres años se llevó a cabo a causa del deseo de una máxi-
ma rapidez.
[En el caso del trasvase Tajesegura] Silva Muñoz pospuso la
iacionalidad de las inversiones al manifiesto deseo de hacer
cosas y de demostrar la eficacia. Aun a costa, incluso, de hina
tecar él ulterior desarrollo de las inversiones en obras públicas
a base de contrataciones con pago diferido y de obras adju'
dicadas a precios extrañamente bajos que después habrían- de
ser reüsados al alza en proporciones no menos sorprenden'
tes (93).

El último párrafo resulta impreciso (seguramente a propósito),


pero se pnide colegir quizás un ejemplo más de la asociación
poder políticomundo empresarial tan característica de esta eta-
la. Esturioso que a Silva Muñoz se le denominara tambi{¡ cel
i,tittirt.o de lal últimas piedrasr, aludiendo a su política de
terminar las obras en lugar de iniciar otras nuevas' En la reali-
dad, silva colocó la *primera piedra" de obras tan inacabables
como el plan Redia, ét pl"tr de Autopistas o el trasvase Tajo'
Segura, siguiendo en esto una larga tradición de la burocracia
(93) R. Tamames, La República.'., cit., pp. 523 y 524.

19
española (y quizá de todos los sitios), más amiga de redactar
proyectos que de llevarlos a término.
. Cgr todo,- hay que aducir en el balance de Silva su política
de altos vuelos, su alineación con los Ministros más indepen-
dientes o aperturistas frente al bloque más autoritario ae ios
tecnócratas. La única lástima es que el aperturismo no triunfó,
o mejor dicho, los tecnó,cratas peidieronll final, pero los aper-
turistas que se les enfrentaron desaparecieron -también con
ellos.
La tragedia de los aperturistas es ésta: por formación, por
sentirse <hombres de su tiempo' tratan de ábrir, democraiiiar,
liberalizar, pero el intento no va mucho más allá de una simple
expresión personal, puesto que los intereses básicos del sistema
polltico (la clase media tradicional, ciertos sectores agrarios o
financieros más <inmovilistas> en lo político o protec-cionistas
en lo económico) reaccionan automátióamente cohtra las conse-
cuencias de tal apertura. Entonces los propios protagonistas del
aperturismo, para mantenerse en activo, tienen q,re áu, marcha
atrás, y de un modo ambivalente han de desdecirse, actuar re_
presivamente. Ya me he referido al caso de Fraga con la Ley de
Prensa: la apertura legal sirvió de hecho para iacer más noto-
rias las sanciones represivas. El sistema no podía digerir una
liberalización parcial, la de la prensa, sin que se taribalearan
otras cosas más importantes.
El caso de Torcuato Fernández-Miranda con el tema del aso-
ciacionismo es todavía más ejemplificador. sucede en 1969 ar
<duro' So-lís e_n la poltrona de Secretaría General, de la que se
desgajan los sindicatos. El catedrático Fernández-Miranáa en-
tra de camisa blanca, se rodea de los más jóvenes y liberales
colaboradores (ortí Bordás, cisneros) y promete las ..asociacio
nes>. Pronto tiene que dar marcha atrás. ortí Bordás v cisneros
son fulminantemente cesados, el Ministro viste otra r'ez su uen-
trañable camisa azub en el discurso falangísimo de Guadalajara
de 23 junio de 1973, y sobre todo desde muy pronto tiene
dar marcha atrás a las <asociacionesr. pn ét discurso ante lue
el
Consejo Nacional de 2l de julio de 1921, aunque repite tres ve-
ces-al principio que va a hablar <con toda crudezar, se expresa
en los siguientes restrictivos y ambivalentes términor q,r" p^ott"t
fin a la deseada y moderada apertura del asociacionismo. bopio
por extenso debido a la importancia y autoridad de los argu_
mentos:

80
No rechazo las asociaciones por principio, pero no las a9?to
iomo petición de principio o postulado sin más establecido"'
Nuestro tde éll nb rotundo a los partidos polílicos, lo.es .a
ioda fonira de lluralismo ideológico base de la democracia de
ioi p".tiaot. Iis asociaciones en el Movimiento serángrupo posi'
bles en la medida que hagan imposible todo tipo de
político ideológico...
lntentar crear otros cauces de representación [que los que se
establecen en las Cortesl a base de asociaciones ideológic4!,
es caer de lleno en lo qué se establece en el Principio-Vlll [de
la ley de Principios dél Movimiento Nacionall: utoda organi-
zación polltica de cualquier índole al margen de este sistema
representativo, será considerada ilegalr...
La modificación para dar cabida a grupos ideoló3icos en la for'
ma de asociacioies violarla preceptos de leyes Fundamentales,
constituiría grave contrafuerb y sería nula de pleno derecho"'
El pluralisrrio ideológico supone el relativismo: es el voto de
la mayoría el que d=ecide óuál es la ideologfa que posee la
verdad.
Pretender hacer de las asociaciones grupos ideológicos sería
manifiesto contrafuero, oposición radical y absoluta a nuestro
Sistema, negación del sentido del 18 de Julio [de 193ó], y por
ello es'radlcal y absolutamente inadmisible por el Consejo
Nacional [del Movrmiento].
El discurso termina con unas finlsimas disquisiciones profeso-
rales derivadas de la distinción entre "pluralidad social lícita'
(todo lo que sean manifestaciones privadas o no políticas) y
et upluralñmo ideológicor, semilla de los partidos, condenable
a radice.
Fernández-Miranda fue cuando la República un líder de los
estudiantes católicos y su falangismo fue siempre muy.mitigado'
En 19ó0 escribe un curioso libro de formación política para
Bachillerato como contestación al cuestionario que había con-
feccionado el Frente de Juventudes (94). La curiosidad estriba
en que el libro se apoya doctrinalmente de modo casi exclusivo
en tl*tos pontificios o de prominentes autores escolásticos (mez-
clados inóomprensiblemente con los de Ortega y-Gasset, Por
aquel entoncás *fiIósofo liberalu oficialmente condenado). I-as
referencias a textos falangistas son muy escasas, casi todas en-
focadas hacia el José António más moderado, más aristócrata,
menos fascista. Era todo un símbolo del ufalangismo de camisa
blancau que imponía la era tecnocrática y tamtién ¡regativa'
mente el cansanóio de los excesos uimperialesr de la Era Azul.
(94)TorcuatoFernández-Miranda,F.lhombreytasociedad(Madrid:Doncel'1960)'

81
Al igual que los sucesos estudiantiles de 195ó, en sÍ mismos
.bastante nimios, precipitaron el final de la Era Lut, la felno
cracia termina iguarmente por un acontecimiento bastante sin-
gular y en principio no muy relevante: el affaire Matesa. Se tratu
de una presunta y giganteica malversación:a. p,lUii"o,
en la que se quiere ver envuelta a toda Ia "",rá"i",
plana *iV", ¿"
los tecnócratas (Navarro Rubio, García-Mon"o, tiir"rtr"¡;'úp"r-
lrayo y colaboradores). El asunto se <destapa> en el'u"rá"o
de 1969, pero hasta dos o tres años después io se ven las con_
secuencias (todavía en 1975, el principál inculpado, ¡"un Vit¿
Reyes se encuentra procesado sin juzgar) (SS). iarece q""
tema interesaba como arma políti"á a1 g.upo antitecnóórah:"f
Fraga, Solís, Nieto
-hJú"g" y Sitva. d curioso q.,"-to,
cuatro.desaparecen de ", á" q.."
la alta circulación porítica antes
* ljgg¿g la etapa tecnocrática. A ésta le liega su fin inexoralle
en 1973 después de que carrero desgastara al último relevo tec-
nocrático: el equipo de López-Rodó. -con este <gobierno monoco-
lo-r> se pensaba dar la imagen de que el asun-to Matesa ,ro-1",
afectaba. Pero esta etapa tenía sus áías contados. Los prirneros
síntomas de incontenible inflación, de dificurtades en la caii"..
del desarrollo hicieron dar un viraje a los últimos años del fran-
quismo. Llegaban los funcionarioi a la política aespu¿s ae-rra-
berse desgastado todas las familias politicas, digamós, más sus-
tantivas. Los funcionarios o técnicos sin espáciar óorá"á"i¿"
podían traer un aura de limpieza administrativa, de <aperturis-
mo> político. De otro modo, ros ríderes de ra vida eclnómica
---cada vez más vinculados a ra función pública- veían cada iez
grás difícil el hipotético ingreso de Eipaña en la comunidad
Económica Europea. Este va a ser en los últimos lusiros el
verdaclero (problema insoluble" contra el que se van a enfren_
tar todos los Gobiernos.
..
Ia tecnocracia pasó, pero dejó trazados dos procesos irrever-
sibles- que van a madurar en ios Gobiernos postreros: el de-
sarrollo (o si se quiere desarrollismo) y la reinstauración monár-
glica (o si se quiere, la monarquizacióí autoritaria). Este último
significa retornar al viejo ideál ¿el grupo de Acción espanáta
dg una Monarq_uía antiliberal y tradlcional, pero
el centralismo borbónico. "rr"u*udu "r,
los presuntoc responsables es inculpado, excepto el proceso pen-
,,^f)^j.ryTl,d:
or-eile odr¡ra vrrá Reyes, y todos se beneñcian de un indulto poHtico. H-ati de aüar-
p€no consiguen puestos de alta dirección en el mundo nnanciero
""ll8l
e "S.cargos,
rncustr¡at, Aun con el caveat de_ rcualquier parecido con la reatidad es pura coin-
cidenciar, la novela de Rodrigo Royo, i1 giatt¡snment lBarceronai Nor'"-l iii+t
pangce rctrátar algunos aspectos del incidente.

82
5. EL FUNCIOT{ARIATO

A partir de los acontecimientos en la historia política


1973
españóh se suceden con un ritmo cinematográfico en contraste
cdn el lento proceder anterior. Hay que contraponerlo con el
ritmo del metabolismo político de Franco, desusadamente Pau-
sado siempre.
En julio de 1973 se confirman varios meses de rumores sobre
una uórisis) gubernamental que precipita el nombramiento
del Nmirante Óarrero como Presidente del Gobierno, una dele'
gación del poder omnímodo de Franco prevista en las leyes pero
iargo tiempo mantenida en suspenso. Aparte de Carrero, estre-
nañ carteia nada menos que 12 Ministros (López-Rodó pa¡a
del Plan de Desarrollo a Exteriores; los demás son nuevos)' Su
característica fundamental es la de ser oscuros y cumplidores
funcionarios, a imagen y semejanza del propio Al4irante' Los
nuevos falangistas éntrantes y Martínez Esteruelas-
pertenecen a-la ogeneración -Utrera
del Frente de Juventudes>, €s decir,
y. ,ro son la vieja guardia joseantoniana. Martlnez Esteruelas
ás, antes que falangista, un distinguido Abogado del. Estado
bien entrenado en diversos puestos de la Administración y con
buenos contactos en la empresa privada.
Continúa la inercia de algunos apagadísimos tecnócratas,
como Liñán o cotorruelo, pero más por su estrecha vinculación
de servicio a la Presidencia del Gobierno, en definitiva por la
relación personal con Carrero. Su ugris" es casi blanco'
En Cotorruelo, incluso, se observa una cierta vena crítica
de la imagen estereotipada de los tecnócratas, como los que se
despreocripan de los problemas uideológicosr (en el sentido- de
fern¿naez de la Mori) para atender a las cuestiones prácticas
del desarrollo. Esta es uña frase suya de una entrevista realizada
en 1969, cuando es ya colaboradoi inmediato de López-Rodó, a
partir á" tn fuerte posición funcionarial de base como Cate-
árático de Universidad y Economista del Estado (nrlmero uno
de la primera promoción; el ajefe del Cuerpo', vaya):
Aparte de la renta per cápita, lo que hace falta son unos llde-
rés políticos inteligentes que, día a día y paso a paso, vayan
afianzando la libertad... Eilo exige creer en la superior valora-
83
ción ética- y porítica de una sociedad con amprias ribertades
cívicas (9ó).

En general, esta crítica (o autocrítica) del reduccionismo eco.


nómico de la Tecnocracia es lo que distingue a muchas de las
declaraciones de los Ministros del Funcionaiiato. Es,sintomático
que esto suceda en un momento en que la crisis económica
mundial empieza a ser un tema de inquietud general. para en_
tendernos: en la Temocracia se habla de ecónomía po.ra no
hablar de polltica mientras que en el Funcionariato se habla de
polí1ica para no hablar de economía- El problema latente en el
no hablar y hablar de política es el dilema ante la posibilidad
de entrar en la comunidad Económica Europea: si no- se alteran
las instituciones políticas básicas no se logra ese acceso. En ese
caso protestan los intereses empresariales. pero si se acepta
esa condición para entrar en el Mercado común, se alza el óta-
mor de la clase media tradicional. Entre una y otra amenaza los
ideólogos del sistema político se acogen a doi refinadas manipu-
laciones de las ideas: el desarrolliimo y el aperturismo. ¡vt¿t
adelante{capítulos 30 y 31) las analizaremos cón algún detalle.
Tres figuras aparecen en este segundo Gobierno ón especial
realce político:
1.o Fernández Miranda, Vicepresidente del Gobierno v Se-
cretario General del Movimiento. Antiguo preceptor del prlncipe
Juan carlos, se le considera muy ligado a1a zarzuela (el círculo
del PrínciFe) y representa, como hemos visto, el falangismo <de
camisa blanca>. Es un sutil orador y catedrático dJ Derecho
Político.
2.o Arias Navarro, Ministro de la Gobernación (y antiguo
Director Qeneral de Seguridad), de formación jurídicl pe"tá"-
ce al círculo de El Pardo, por su amistad personal con la familia
Franco.
J.o Barrera de lrimo, formalmente tecnócrata, pero vincula-
do más a los <católicos> (es antiguo de Deusto) que al Opus
Dei. Es un brillante funcionario (Inspector Técnico Fiscit),
vinculado al Banco Hispanomericano y a la Compañía Telefóni-
ca Qe la que fue exitoso Presidente). Se encarga de la cartera
de Hacienda que aparece cada vez más como un superminis-
terio.
El rodaje de este Gobierno se ve truncado a los seis meses
(9ó) Decfaraciones a s. Pániker, conversaciones en Madrid (Barcelona: Kairús, l%&),
p. 2:tl.

84
por el mortal atentado contra Carrero en diciembre de 1973, un
suceso totalmente imprevisto que puso en duda el tradicional
argumento de la paz interior y que actuó como catalizador de
ulteriores cambios.
En enero de 1974 se constituye un nuevo Gobierno. Aparece
presidido por Arias Navarro, con tres Vicepresidentes (García
Hernández, Barrera y Licinio de la Fuente). Se sigue, e incluso
se acentúa, la pauta de elegir a eficaces y en ciertas manera
oscuros funcionarios para dirigir los despachos ministeriales. El
único que no pertenece en propiedad a un Cuerpo de la Admi'
nistración es Nemesio Fernández-Cuesta y sin embargo cuenta
con una larga carrera de servicios en organismos ptlblicos. Fue-
ra de la categoría residual de <técnicos>, es difícil precisar la
adscripción de los nuevos Ministros a ninguna de las familias
políticas históricas. Funcionan más que nunca las adscripciones
personales entre los miembros del Gabinete, fruto del compa-
ñerismo creado en la pasada convivencia en los despachos pú-
blicos: Arias, García Hernández, Carro, Rodríguez de Miguel
forman, por ejemplo, un equipo funcionarial fuertemente cohe.
sionado. Lo mismo se puede decir de Barrera-Santos Blanco.
El destacado papel político de los funcionarios se refuerza
ahora, pero tampoco se trata de una innovación repentina. Per-
tenece a una de esas esencias o constantes del franquismo desde
sus primeros vagidos políticos. Así, por ejemplo, en uno de los
primeros discursos doctrinales de Serrano Suñer se contiene
esta llamada a los funcionarios para su participación en la
construcción del orden nuevo:

Nosotros exigimos y esperamos de los funcionarios en el cum-


plimiento de sus deberes para con el Estado una actitt¡d fer-
vorosa y de misión. Espero que todos los funcionarios a mis
órdenes comprenderán que el Estado no es una entidad ajena
a ellos y que sus problemas no les serán indiferentes. Espero
también que después de esta gran obra de educación nacional
qlre es la guerra, todos y cada uno de ellos se sentirán un poco
autores de la gran obra de establecer el Estado (97).

Pero el ideólogo más coherente respecto de esta exaltación


del funcionario como activista político va a ser años más tarde
Gabriel Arias Salgado, que jugó durante muchos años el papel
de "defensor de la fe> franquista como encargado de los servi-
cios de propaganda y censura bajo Ibáñez Martín en los años 40
(9?) Ramón Serrano Suñer, Siefe Discursos (Madrid: F.E., 1938)' p. 12.

85
y al frente del nuevo Ministerio de Información y Turismo en
los años 50. Se puede decir literalmente qne poso la vida en el
empeño, pues falleció a los pocos días de cesar. Los párrafos que
a continuación se recogen constituyen un verdadeio credo áel
funcionario'político, una de las más originales creaciones
del franquismo, que rompe un poco la tradicional neutralidad
burocrática según el clásico modelo weberiano. Desde luego, la
formrrlación que aquí aparece resulta demasiado exagerada] per_
sonal y extremosa. Estos mismos términos no hanlenido una
exacta traducción legal, pero constituyen w desiderdtum que
orienta, por así decirlo, muchas de las peculiaridades polítióás
del sistema franquista, y desde luego la de que los utéciricosu y
"funcionarios¡> sin más puedan llegar a constituir una verdadera
familia política, casi un sustitutivo de los tradicionales parti-
dos. Veamos ya el credo de Arias Salgado, lo que él mismo
llama <misión y estilo del funcionario,:
El funcionario ajeno a todo compromiso superior al estricta_
mente <funcionalo, reducido a mera pieza dJuna máquina.bu_
rocrática sin alma, está en contraposición evidente coi el más
profundo, recto y cristiano entendimiento de lo que es y debe
ser la administración pública.
Al,-funcionario corresponde una alta misión dentro del cuerpo
social. Tiene el deber y el honor de contribuir a la realizacibn
y defensa de los auténticos destinos del país. Debe entregarse
al servicio,de los demás, alcanzar un eficiz rendimiento,"vivir
de lleno su misión y asumir los trabajos y las responsa6ilida_
des inherentes al cargo.
El funcionario no es el mero ejectrtor mecánico de la letra de
una regulación administrativa, sino el servidor calificado que
impulsa, tutela y promueve los legítimos derechos e intereies
espirituales, morales y materiales de la persona humana, de
las instituciones y de la comúnidad nacional.
Nacido el Ministerio de Iqformación y Turismo dentro del Es-
tado que creó, inspira y orienta el Móvimiento Nacional, cuan-
tos a él pertenezcan han de considerarse militantes de dicho
Movimiento.
Esta dedicación y obligación afectan muy especialmente a los
que en él desempeñan funciones rectoras y, por consiguiente,
a qtrienes en las provincias ostentan la represéntación máxima
de todos los órganos centrales del Minisierio.
El- Delegado Provincial ha de ser ejemplar en su conducta
privada. y pública, en la fidelidad profundamente sentida a ia
doctrina e ideales religiosos, moralés, culturales y políticos del
nue]/g Estado y en la lealtad al Caudillo de España, encar_
nación suprema de la patrja y del régimen.

86
Servirá hasta el sacrificio el sentido creador y fundacional que
informa al Estado católico, social y representativo nacido de
nuestra Cruzada de Liberación.
Se sentirá en todo momento mandatario de un Estado legítimo
en su origen y en su ejercicio, a la vez que responsable del
bien común nacional, que es patrimonio intangible de todos
los españoles.
Ha de procurar en toda circunstancia ser justo con equidad,
prudente sin renunciar jamás a la debida fottaleza, respetuoso
con lo auténticamente tradicional y estará animado de un espí'
ritu humano, social y progresivo, de acuerdo con las exigeñcias
de nuestro tiempo (98).

Es curioso que en los comentarios de Prensa que siguieron


inmediatamente a la constitución del'Gobierno Arias se repetía
insistentemente la noción de ula novedad> que suponía el que
los nuevos Ministros no pertenecían a las familias históricas, sin
percatarse de que el hecho de que fueran todos altos funciona-
iios no hacía más que reforzar una consuetudinaria caracterís-
tica de los Gabinetes del franquismo.
Así, el comentarista Argos (Julián Cortés Cabanillas) escribió
en ABC que *el Presidente Arias Navarro parece haber formado
un equipo gubernamental diametralmente opuesto al anterior>
(ABC del 5 enero 1974). Manuel Pombo Angulo insiste en que (es
un Gobierno de gente nueva' y de que <éste es el primer Gobier-
no que no tiene como origen una organización política... un Go-
bierno al que [el pueblo] no sabe ponerle etiqueta..' En cierta
manera el Gobierno de don Carlos Arias ha acabado con el mo-
nopolio' (u,La Vanguardia" del 5 enero 1974)' J. M. Ortí Bordás
subraya que (se trata de un Gobierno radicalmente nuevo... un
Gobierno homogéneo, puesto que se ha preferido poder contar
con un equipo compacto y coherente a ofrecer parcelas de res-
ponsabilidad, mediante la fórmula de la concentración, a fami-
lias políticas del Régims¡¡". Este comentarista llega incluso a
comparar los nombramientos de Arias Navarro a la convocatoria
que hizo Ortega en 1931 al fundar el grupo de "Al Servicio de
la República> ("La Vanguardiau,8 enero 1974),lo cual represen'
ta el récord de audacia comparativa o de wishful thinking-
El comentario que a mí me sugirió el Gobierno Arias fue
que, a pesar de algunos cambios de estilo y talante, sf lo-graba
una esencial continuidad con el tipo de recluta que había hecho
(98) Gabriel Arias Salgado, Doctrina y potttica de la información, vol I (Madrid:
MIT, 19ó0), pp. r73 y 174.

87
el anterior Gobierno Carrero e incluso una disonancia realmente
mínima con los anteriores gobiernos tecnocráticos. La norma
esencial de todos los gabinetes, que en el último o en los dos
últimos se refuerza y se purifica,,es la casi necesaria vinculación
de los nuevos secretarios de departamento con algún alto pues-
to funcionarial. Como ya hemos dicho, es difícil entrar en un
Gobierno de Franco directamente desde el mundo del periodis-
mo, la industria, el liderazgo sindical, las profesiones, la nobleza,
la posesión de tierras, etc. (como sucedió en la época de la
Restauración o la República) sin que al mismo tiempo se proce-
da de un cuerpo funcionarial civil o militar. Esa pauta tiende
a reforzarse con el tiempo; simplemente se hace más evidente
con los Gobiernos de Carrero o Arias, precisamente por el des-
gaste a que han estado sometidas las demás <familias" históri-
cas. Por eso los englobo bajo el término de funcionariato (99).
En una serie de artículos más sosegados que se publicaron
después de los primeros meses de rodaje del Gobierno Arias, se
reconoce muy bien estas características del Funcionariato como
etapa política nítidamente diferenciada:

Hoy en día el Estado es, de modo indiscutible, el primer patro-


no y el principal capitalista del país... ¿Qué grupo sociológico
ha sido el mayor beneficiario de este auténtico capitalismo de
Estado? La respuesta no puede ser otra que la alta burocracia,
integrada fundamentalmente por los funcionarios de los gran-
des cuerpos nacionales...
Esta promoción de la alta burocracia comparable al ascenso
de la burguesía en la Europa del siglo- xx-ha venido precedi-
da, a diferencia de aquélla, por el previo control de los resor-
tes directos del poder. Por razones sobradamente conocidas, son
los cuerpos de funcionarios los que han suministrado la inmen-
sa mayoría de los políticos en ejercicio de estos últimos treinta
años. Y en la coyuntura presente esta realidad es abrumadora...
La capa superior de la burocracia aparece, para quien tenga
ojos para verlo, como el grupo que acumula más poder poli-
tico e influencia económica en nuestra sociedad...
¿ Estamos contemplando cómo emerge en nuestro pais la nue-
va clase? (100\.

Otro destacado comentarista político y participante él mismo


en las altas esferas del poder, escribe:
(99) A, de Miguel, *El funcionariato se refuerza,, oDiario de Barcelona, (12 ene-
ro 19741y uEl funcionariato de los 101 Ministros de Franco,, Yo critico (Madrid:
EDICUSA, 1974\, pp. 225-230.
(100) Joaquin Maluquer, (Ante la nueva clase", oEl Correo Catalán,, 9 marzo lg4,

88
En nuestras enclenques biograflas pollticas cuentan, sobre
todo, los grados académicos, y el resto consiste en una lista
de los puestos que se han ocupado, de tal forma que, por para-
doja, sé es más ilustre en cuanto en más cargos se haya cesado.
Con raras y buenas excepciones, no nos dirigen desde la Ad'
ministración quienes tienen mayor experiencia política, sino
más títulos y oposiciones acumuladas... Como aquí no hay
oposición (pólítica) organizada, sino sólo opositores (a la Ad-
ministración), en el sentido más auténtico de la palabra, se
pasa de la vida privada al poder con la misma naturalidad con
que se entra en un cine o en un teatro, pero sin pagar entrada.
La norma más o menos general es tener un impecable expe'
diente académico, pertenecer a algún cuerpo de los de oposición
difícil y, sobre todo, ser amigo de quien propone para- ,el
cargo... Ni siquiera es preciso pertenecer oficialmente al Mo
vimiento para ser Director General o cosa que lo valga (l0l).
La última frase contradice un tanto el desiderdtum de Arias
Salgado, según acabamos de ver, pero refleja con toda veracidad
lo que pasa, la paradójica realidad.
Del Gobierno Arias se dijo en seguida que (en tres meses
había sufrido más desgaste que los demás Gobiernos en tres
añosD. La frase la dejó caer Gabriel Cisneros en un comentario
en *Blanco y Negro" 5l, si no cierta, por lo menos fue profética.
La política central de este Gabinete fue el aperturismo (véase
capítulo 31), un último intento de recuperar el apoyo popular
de los primeros momentos del Régimen, pero no en el sen-
tido de una movilización fascista está-, sino de un ta'
-claro
lante asociacionista, de liberalización informativa sobre todo. El
texto fundamental de esta política fue el importante discurso
del 12 febrero 1974 del Presidente Arias. Empieza a notarse la
apertura en el contenido de la Prensa periódica y en la publica-
ción de algunos libros. La "primavera política) pronto se ensom-
brece. En mayo de la Revolución Portuguesa- tiene
-después
lugar el .gironazoo, un violento artículo de Girón conteniendo
los argumentos inmovilistas y de represalia a las corrientes
aperturistas del Gobierno.
"El Alcázar>, <Pueblo>, <El Pensamiento Navarrot, uArribat,
y otros periódicos más *movimientistas> se enfrentan a casi todo
el resto de la Prensa. En agosto es destituido el general Díez'Ale'
gría, jefe del Alto Estado Mayor. Una repentina enfermedad de
Franco obliga a traspasar momentáneamente los poderes de la
Jefatura del Estado al Príncipe Juan Carlos de Borbón. En octu-
(101) José Ramón Alonso, "Carta sin fecha", uSábado Gráfrcoo (9 marzo 1974), p' 10'

89
bre, estando otra vez Franco en la suprema magistratura, el
Presidente Arias reafirma la línea aperturista. La prensa movi-
mientista e inmovilista desencadena una campaña contra el
Gobierno que tiene como blanco a Pío Cabanillas, Ministro de
Información y Turismo. El 29 octubre 1974, Labadíe Otermln
pronuncia un discurso fuertemente inmovilista. Ese mismo día
Pío Cabanillas es cesado de manera fulminante. El Vicepresiden-
te Barrera de Irimo, dimite, y le acompañan algunos otros altos
cargos (Fernández Ordóñez como presidente del INI, Ricardo
de la Cierva, Marcelino Oreja, etc.).
Se nombran nuevos Ministros a dos prominentes funciona-
rios: León Herrera (Cuerpo Jurídico del Aire) y Rafael Cabelio
de- Alba (Abogado del Estado). El Gobierno insiste en que el
relevo ha sido sólo por el
"desgaste> natural de las personas y
que la línea política no se ha alterado. El 1ó diciembre 1974, casi
en el primer aniversario de la muerte de Carrero, el Consejo
Nacional del Movimiento aprueba el Estatuto de las Asociacionés
políticas con rara unanimidad. Un ex Ministro, Garicano Goñi,
aparece extrañamente como el máximo opositor al Estatufo, des-
de la posición más crítica y liberal. La única adhesión entusiasta
al proyecto la demuestra Cantarero con su Reforma Social Es-
pañola. Estamos ya en 1975,
empieza a llamarlo.
"el año de la crisis" como la gente

90
6. UNA ELITE DE CLASE MEDIA
TRADICIONAL

Cuando hablamos de clase media trodicional en España nos


referimos a un doble hecho histórico y territorial derivado del
desigual proceso industrializador. El Estado centralista de la
Restauración, montado sobre una base agraria, excluye hasta
donde puede los sectores de burguesía industrial que se locali-
zan en muy contados núcleos, principalmente Barcelona y Bilbao.
Los-que-mandan-en-Madrid representan sobre todo los intereses
de la oligarquía agraria y las clases medias urbanas no industria-
les (profesiones liberales, militares, funcionarios, clero, comer'
ciantes, etc.) que se destacan como las ufuerzas vivasu de casi
todas las provincias. Este esquema funciona con muy pocas va-
riantes desde 187ó a 1930 y se vuelve a reproducir otra vez en
los años inmediatamente posteriores a la guerra civil de 1936'39.
El hecho diferencial, a medida que pasan los años, es la exten'
sión nacional (o por lo menos a varios otros núcleos fuera de
Cataluña y País Vasco) de una burguesía industrial, de unas
nuevas clases medias de técnicos y empleados de la industria
y los servicios, y de un proletariado urbano inmigrante de,pri
mera o segunda generación. En la década de los años 60 se
puede decir que ha tenido lugar una verdadera mutación de la
estructura de clases en la sociedad española, pero con muy po-
cos cambios en el sistema de reclutamiento de las élites gober-
nantes. Estas siguen representando los intereses de las clases
medias tradicionales y sólo también los de la nueva burguesia
industrial (los empresarios y ejecutivos profesionales) en la me-
dida en que se ha hecho "madrileñar.
En efecto, gran parte de lo que los Ministros han dicho o
han hecho se explica por el hecho de que en una gran parte
proceden (y representan los intereses) de lo que podríamos-lla'
mar .clasg media tradicional>. Ya hemos visto en qué medida
predominan entre ellos los abogados y militares. El origen so-
óial, teniendo en cuenta la ocupación paterna, nos medirá este
mismo fenómeno. Desgraciadamente no es posible obténer de
las biografías oficiales este dato. Rastreándolo en una serie
de declaraciones, entrevistas, reseñas biográficas, etc., se ha
9l
podido precisar en 50 casos, casi todos ellos Ministros civiles.
La distribución de ocupaciones es como sigue:

Número
Ocupación del padrc de los Ministros de casos

Militar
- Abogado
9
- Empresario importante, financiero .
9
)
- Magistrado, Fiscal 4
- Médico 4
- Comerciante, artesano 4
- Terrateniente, agricultor
- Empleado modesto
4
- Ingeniero
3

- Profesor (varios niveles)


2
2
- Otras (técnico medio, obrero, profesor mercantil,
- diplomático) . 4

Como puede verse, se reproduce bastante bien el perfil ocu-


pacional típico de Ia clase media tradicional y en gran medida
de los puestos profesionales de que parten los própios Minis-
tros. Seguramente de haber conocido la procedencia social de
los Ministros militares se hubiera acentuado el número de los
que nacieron en un hogar militar, el grupo más numeroso. Hay
desde luego una cierta movilidad social y sobre todo de estu-
dios, pero llama la atención la baja representación de los obre-
ros y también de los técnicos, empleados y funcionarios medios
(lo que se denomina <(nuevas clases medias"). En las biografías
de los Ministros se suelen destacar a veces los casos de fuerte
movilidad vertical de un Fraga, Licinio de la Fuente, Martínez
Esteruelas, Villar Palasí, Julio Rodríguez o Carro, todos ellos
unúmeros uno> provenientes de familias modestas (aun así no
de hogares estrictamente obreros sino de clase media baja),
pero que no dejan de representar situaciones excepcionales.
Frente a ellos están los casos más numerosos de los que proce-
den de linajudas familias, algunas de ellas perteneciéntei a la
élite política y económica de la Restauración; este último su-
puesto es, por ejemplo, el de Benjumea, Miguel primo de Rive-
ra, Aunós, Artajo, Vallellano, Gómez de Llano, Oriol y Urquijo,
Cavestany, Fernández de la Mora, y Barroso, entre otros.
Un comportamiento muy típico de clase media-alta tradicio-
92
EL FUNCIONARIATO

16. Sánchez Bella. Ministro de In-


lormación Y Turismo, uno de los
'
oocos con cafiera "Política" Y no
funcionarial.

17. Llñán Zoflo. Con los chicos cle


la Prensa, una actividad semanal
que corresponde al Ministro de ln'
formación para "dar cuenta" de los
acuerdos del Consejo.
18. Carro Marllnez. La mano ¡zquierda
del Presidente. Típica figura "técnica,,;
opositor nato (de "oposiciones" ).

19. Garcla Hernández. Uno de los pocos


Ministros con una destacada carrerá pre-
via de "parlamentario". Aquf interviene en
una comisión ds las Cortes,
!,{;
tri,3 i

,\ l'is
20. Barrera de lrlmo. Empresario profesional, brillante funcionario de él¡te, técnico y

aperturista, con fuertes vinculaciones financieras. M¡nistro de Hacienda.

Navarro. Condecorado con la Medalla de Oro de la Villa de Madrid,


junt<
21. Arlas
6. UNA ELITE DE CLASE MEDIA TRADIGIONAL

22. Navarro Rubio. Rodeado- de. sus hijos, en expresión modérica de ro que es
una familia de clase media (alta).
2g'Batufone.consusseishijosmi|itaresenob|¡gadaVisitaa|caudil|o'

25. Fernández Cuesla. El verbo cáli-


Jorge Vlgón. Un ideólogo monár' do de Ia Falange al servicio de los
quico para la clase media. honrados intereses de la clase media.
7. UNA FUNGIONARIAT

26. Sllva Muñoz. El "Minis-


tro ef¡cac¡a" expone una con-
cepción centralista de los ca-
minos priblicos.

27, Cotorruelo. Prototipo de


"número uno" en los cuerpos
funcionariales de élite.
28. León Herrera. El Minis-
tro de Información Y Turismo
"que no vino a cerrar nada",
en una época crltica Para el
turismo e hipercrítica Para la
Prensa.

29. Cabello de Alba. Casi el


retrato-robot de un Ministro:
Abogado del Estado, activista
católico, conexiones emPresa-
riales.
8. UNA EL¡TE MADRITEÑA Y FINANGIERA

30. González Bueno. Técnico y primo- 31. Reln Segura. Ingeniero agrónomo
rriverista. lnfluyó en las primerás'leyes Falangista. Ministro de Agricultura
sociales del Régimen. .

33. Dernetrlo Carceller. Todo un hom-


bre "hecho a sl mismo", como el ar-
32, Gamero. Jovencfsimo talangista quetipo de los políticos norteamerica-
del grupo de Serraño Suñer. De origen nos. Ministro de Industria en la durísima
"católico". Ex¡toso financiero después. época de la Autarqufa.
34. Orlol y UrquUo. Distinguido representante de los intereses bilbafnos más conser
vadores. Lá escónbgraffa bárroca de la foto corresponde a la clausura del Congrest
Mariológico Mercedario (1968).
35. Garcla Ramal. Una larga carre-
ra sindical y empresarial. Ministro
de Sindicatos.

36. Barroso. Un militar moderada-


mente monárqu¡co.
9. Et ESTILO HUMANO DE LOS MINISTROS

97. tluñoz Grandes. Arquetipo de "ge'


nEral azul" (en la foto, con uniforme
alemán) y de polltico honesto'

38. Mlguel Prlmo de Rlvera. En una


recepcién como Embajador en la Corte
de Saint James. Un elegante caballero
de Jerez.
w

,ffi
.^"\"
e1,'}
'.:"

39, Rulz Giménez. Mínimo y dulce don Joaquín

El lado mundano, popular y locuaz del Ministro de Falange y Sind¡catos.


Morles. Humanísima expresión del Min¡stro de la Vivienda, Ingeniero de Camino
del Frente de Juventudes y tecnócratas'
42. Jullo Rodrlguez. El "Minis-
tro del Gobierno de Carrero" pa-
rece saltar sobre su propia som-
bra y contemplarse a sf mismo
retrospect¡vamente.

49. Sánchez Bella. Como ima-


gen del tono deportivo-informal
que se ¡mpone en los riltimos
tiempos aperturistas del "conta-
mos contigo"
IO. TERMINOTOGIA Y LENGUAJE

44. Allende y Garcla Baxter. Repre-


sentante en las Cortes de los intereses
de los agricultores y co-optado por el
equipo lecnocrát¡co.

45. UlroÍa tollna. La orator¡a poéti-


ca de la Falange en la generación del
Frente de Juventudes.
46, Garlcano Goñ|. Una ex-
presión bien clara de la
"inquebrantable lealtad" con
que han serv¡do a Franco sus
Ministros.

47. Cavestany. Un rapsoda


del Agro en momentos d¡fíci-
les para el campo. Un agri.
cultor e¡emplar.
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F:
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nal es el número de hijos. Este dato aparece cada vez con
mayor regularidad en las biografías de los Ministros civiles. Lo
he podido detectar en 54 casos (incluyendo los casados sin hi-
jos). La media que se obtiene es de 5,4 hijos por matrimonio
(normalmente el dato se refiere al momento de tomar posesión
del cargo ministerial), frente a una media nacional de 2,8 hijos
en 1970. Ese alto promedio se eleva en el caso de los Ministros
de la época tecnocrática a la increíble cifra de ó,1 hijos, lo cual
no deja de ser coherente y significativo con lo que hemos dicho
sobre su identificación religiosa.
Una demostración adicional del perfil de clase media tradi-
cional que domina en las élites políticas, la tenemos en la cla'
sificación de las ocupaciones (puede haber más de una por
individuo) de los Procuradores en Cortes, en la legislatura de
1968. Estos son los datos resumidos (102):

o/o de Procuradores
(información
Ocupación múltiple)

"Clase media tradicional"


94
Funcionarios Civiles . 30
- Abogados 26
- Otros profesionales liberales 19
-
- Militares
11

- Agricultores
8
oClase media industrial" 49
Grandes empresarios y directivos 23
- Empresarios y directivos medios y mo'
- destos 11
Científicos y técnicos superiores J
- Empleados 4
- Técnicos medios . 3
- Obreros 3
- ocupaciones
Otras
Torer 100 % t46
(base) (s43)

Como puede verse, prácticamente todos los Procuradores son


de clase media-alta y alta. Los pocos <obreroso y <empleados>
(102) Fuentes: DATA, Quién es quién cn las Cortes (Madrid: Cuadernos para el
diálogo, l9ó9), pp. 2{25.

93
lo son formalmente por su adscripción sindical y en realidad
habría que incluirlos en la categoría de directivos.
Hay que reconocer que la participación empresarial es alta,
pero más lo es todavía la de las ocupaciones que podrlamos
llamar de clase media tradicional, es decir, las que existen en
una estructura social agraria.
La idea central de esta selección arriba> de los polí-
ticos en el sistema actual se apoya en"hacia
la convicción de que para
..saber mandaru en política o bien hay que llevarlo dentro por
razones de familia o bien hay que haberlo practicado ya en la
esfera de trabajo profesional, en cuyo caso los altos funciona-
rios, empresarios o profesionales liberales de prestigio son evi-
dentemente los llamados a ejercer la dirección política. Esta
concepción elitista aparece en muchos textos. Seleccionaré éste
de Fernández-Miranda por lo meridianamente claro:

La selección de los pollticos debe de hacerse desde la autoridad


y para la autoridad... La autoridad es derecho adventicio de los
capaces a ejercerla, investidos por tltulos de legitimidad... Esta
selección [de los políticos] creo que puede hacerse perfecta-
mente en nuestro Sistema, prestando máxima atención a los
hombres que actúan en las distintas esferas de la acción v de
la ejecución, de la gerencia, no solamente pública, sino iam-
bién privada (103).

Como es lógico, la función latente, diríamos, de tales circuns-


tancias es la de evitar cualquier otro proceso de selección
<artificial>, como los partidos políticos, a través de los cuales
pueden acceder al grupo de los que mandan personas de una
mayor variedad de orígenes sociales.
El origen mayoritario de clase media tradicional condiciona
a su vez toda una manera de concebir la sociedad (104). Refuer-
za la idea de que hay que proteger a las <clases mediasr (tra-
dicionales) por los altos valores morales y patrióticos que en-
carnan y porque se ven como el útil amortiguador que puede
extenderse entre los intereses más conflictivos que enfrentan a
(103) Declaraciones de T, Fernández-Miranda a E. Romers en .Pueblo¡. 28 ene-
ro 1972.
(l$) En uno de los primeros libros en que se acuña ta ideologla del nuevo siste-
ma, escrito en plena guerra civil, se dice que cEspaña acaba de hacer la rinica rer¡olu-
ción de la clase media que se ha hecho en el mundo... [Bsa clase] ha de porrer en la
empresa de construir el nuevo Estado el material más utilizable, porque ella tiene
en su mano la urbanidad, la cultura media, la técnica, la tradición nacional y todas
esas cosas constituyen el tono de una civilización¡. Francisco Cosslo, ñlacía una nueva
,llspaña (Valladolid: Santaén, 1973), p. 230.

94
la clase burguesa o industrial con la obrera' Este texto de
R. Fernández-Cuesta resulta enormemente expresivo y nos aclara
mucho sobre la interpretación que hay que dar al populismo
falangista:

Entre nosotros no hay clases sociales, sino grupos funcionales


de diferente jerarquia.
Es necesario reconocer, sin embargo, esa diferenciación en gru'
pos funcionales que viene determinada inmediatamente por ra-
zones de posibilidad económica, y en última instancia, por
situaciones colectivas de carácter curltural y entendimiento de
la vida.
La aspiración del Estado español, en este punto, es la supresión
de esas diferencias, como base de la unificación espiritual per-
fecta de la comunidad... Una primera razón de justicia impone
ya la necesaria atención a las clases medias, las más íntima-
mente vinculadas a la entraña de la revolución nacional, sin
que ello suponga que la atención por el proletariado haya alcan-
zado ni mucho menos los límites que deseamos y nos demos
por satisfechos... EI setenta por ciento de la población es cláse
media, representando más del cincuenta y siete por ciento de
las ocupaciones lucrativas de la sociedad moderna.
Estas cifras no serían por si mismas suñcientes para justificar
el papel director que en la comunidad corresponde a las clases
medias, sin otra nota típica que reside en su capacidad organi
zadora en lo colectivo y en el alto espíritu emulativo indivi
dual... De lo que sean las clases medias depende el futuro del
mundo, porque puede llegarse al contrasentido de que al trans-
formarse las bases económicas de esas clases, cambie también
su substrátum espiritual, para desbordarse finalmente por el
camino del marxismo.
Desde el plano doctrinal, esa misma transformación representa
un retroceso en el camino hasta la meta deseable de la unifica-
ción de todos los estratos sociales, en el denominador común
de la clase media, reduciendo el capitalismo a través de las
más variadas fórmulas económicas y fiscales, y facilitando por
todos los medios el acceso del proletariado a ella, y el ejemplo
de ello lo tenemos en los Estados Unidos... El papel rector
que en la comunidad corresponde predominantemente a las
clases medias, debe ser reafirmado por el Estado. Pero cuando
nosotros nos referimos a las clases medias, no queremos in-
cluir en tal expresión a las gentes formadas en el espíritu egoís-
ta y fósil de un conservadurismo trasnochado, ni tampoco a
quienes se sienten firmes y orgullosos en sus convicciones na-
cionales... La clase media provoca en un mayor grado la atrac-
ción que la repulsión, y preciso es proclamar que encierra la
fórmula política del porvenir; elevación del proletariado hasta

95
ella y eliminación Cel gran capitalismo a través de ella. En
una palabra, unificación de la sociedad actual en una sola
y gran clase media.
Es claro que para que ese papel preponderante se transforme
de algo potencial en efectivo, precisa de la nota de actividad.
Las clases medias españolas se purificaron en el Movimiento de
sus grandes errores pasados, fundamentalmente el de la pasi-
vidad (105).

Los párrafos anteriores valen por todo un tratado de <sociolo-


gía falangista> si es que tal término es aceptado por mis cole-
gas. La única nota disonante es la alusión a los Estados Unidos
como ideal de la sociedad mesocrática. No es que no lo sea
sino que lo chocante es que aparezca idealizada en un doctrinario
falangista. La explicación es coyuntural. El texto es de 1951, el
año en que se generalizan los contactos con Estados Unidos
para reconocer al Régimen y canalizar hacia él la primera ayuda
económica. Este
"tgqusr proamericano se puede encontrar por
esas fechas incluso en los discursos de Carrero, conocido por
su feroz yanquifobia.
Desde luego, un dato particularmente inexacto y que expresa
la exageración ideológica del argumento mesocrático en el texto
citado és el pretendido 60 o/o de clase media en la población
española de 1950. El Censo de ese año nos revela, al contrario,
que un 55 % de la población activa estaba constituida por obre-
ros, a lo que hay que agregar un sector, todo lo variable que
se quiera, pero importante, de empleados, trabajadores de los
servicios y agricultores muy modestos que sólo a duras penas
podría ser incluido en el estrato de clase media. Sin duda alguna
este último era bien minoritario en la España de los años cua-
renta (10ó).
El tema de la protección a las clases medias es una constante
de la política de los últimos decenios. Una curiosa conclu-
sión del IV Congreso de Excautivos rezaba así:

El Congreso estima de interés vital para el poruenir de España


la pervivencia de la clase media, y considera necesario que
se estudien los medios que permitan la aplicación de medidas
sociales que hagan posible su vigorización (107).
(105) Raimundo Fernández4uesta, discurso del 29 abril 1951, recogido en El Moi-
miento polltico español (Madrid,: Ediciones Prensa del Movimiento, 1952), pp. 79 y 80.
(10ó) Los datos p€rtinentes pueden verse en mi Manual de estructura social de
España (Madrid: Tecnos, 1974), cap. 4.
(107) Recogida en el nDiario de Barcelona¡ (21 abril 1953).

96
En 1959 tuvo lugar incluso un importante (ideológicamente)
Congreso de Clases Medias, promovido por Fraga desde la De-
legación Nacional de Asociaciones, desde el que se lanzó una
irñpresionante masa de literatura mesocrática. Quizá valga por
toda ella este texto anterior de Jesús Rubio, a la sazón Ministro
de Educación:

Crear clases medias es nuestra preocupación nacional' Y esta


preocupación es la raíz de la que brotan"' muchas peculiari-
dades de nuestro régimen político y en gran parte su misma
razón de ser (108).

Si de lo que se trata es de .crear clases medias' ¿qué mejor


que elegiiel personal político dirigente de esas mismas clases?
Éi"n verdid q.r" pb. esos años la política de congelación
"r-
de sueldos y alquileres y la inflación galopante no estaba bene-
ficiando precisamente a los sectores más modestos de las clases
medias dependientes.
Si hay que sintetizar un canto exaltado a los valores de clase
media tiadicional y a sp significación como clase naturalmente
rectora es éste inigualable de Jorge Vigón, de largos períodospre-
azorinianos, p".o-d" claridad idéológica difícilmente superable:
y hones-
[En la clase media] se mantuvo un patrón de decoro
ii¿u¿ q.t" frre tttát robusto dique-contra la revolución' Por-
que para "i de eclesiásticbs, de militares' de magistra-
ese sector
'¿" ingenieros, de médicos, de ab-o-gados,.de comerciantes'
áá.,
donde se cbnservaba el amor a la familia, y a la victa ctel hogar'
:¡ éi i"tp"to a la virtud y el culto-al honor, donde no se^sentía
-áp"i,i""i"
iu de los plaóeres fáciles, gr.eeari.os .v "l {:-filtlu"
modestamentecotiza^bles,dondesehabíasalvadoelriesgodel
resentimiento, pu.u esas gentes, la existencia de la civilización
tenía un sentid; y ,rnu áR.tiaad con su propia vida' .queque les
impulsaba a darlá por todos aquellos valores sobre los
se vomitaban los odios de los que los habían dejado atrás
em-
p"¡u¿" por los vicios, y de los que no los habían alcanzado por
;lp. .ü "nu ¿"i!üóiada otdinación social' politica y econo-
mica (109).

Reflejando su propio caso (como en los textos anteriores)'


Martínez Esteruelai aduce la alta movilidad social que tiene
(108) Jesús Rubio, Discurso del l0 mayo 1958'
p'
i¡09í t;G iigon', noalno (Madrid: Áfrodisio Aguado' l9óó)'
98'

97
lugar en el sector de las clases medias como una de las razo,
nes para la especial consideración mesocrática:

El hombre de las clases medias sabe ser un prototipo, no el


único, digno de considerable estima, constitute un potencial
humano de primera magnitud para el bien de ioda la colectivi_
dad y un espejo en q,ue pueden mirarse los que desde ámbitos
más débiles aspiran a la promoción. Siempre ha sido así.
Ahora, también es asl.
Surge de aqul el gran deber moral de las clases medias. No
hay humanismo sin deberes. Estar permanentemente abiertas
a nuevas incorporaciones. Ser imán que atraiga continuamen-
te a los hombres q.ue luchan en inferiores conáiciones sociales
y económicas. Si las clases medias aportaron todo y soportaron
todo g! aras a grandes ideales la sociologla mod-erná declara
que ellas han consolidado las- naciones hoy deben ser un
puente tendido hacia la incorporación -, de grandes masas de
hombres. Las clases medias que han poblado las universidades,
las escuelas
-profesionales, Ios oficios liberales y toda la gama
de mandos de la sociedad, de la empresa y de ú milicia, d-eben
facilitar el acceso a la responsabilidad y a la participación de
todos los hombres, en especial de los hombres cuyo tllento no
encuentra hoy ni cauce ni esperanza (ll0).

En los tiempos modernos el polltico profesional debe respirar


vn aurea mediocritas que lo acerque en imagen al <hombre de
la caller. Si posee un yate debe decir que es para hacer depor-
te, si juega al golf tendrá que hacerlo como si se mereciert un
justo descanso después de la agotadora jornada de trabajo, etc.
-desean
Se trata de no destacar. También los Ministros españoles
a veces esa identificación <mediocre' o (mesocrá¡ig¡r, de acuer-
do con Ia imperante moda de defender los valores de clase
media. Un ejemplo puede ser Fraga Iribarne, otro Ministro so-
cialmente muy móvil y que se ocupó, como decimos, de organi-
zar por todo lo alto el resonante Congreso Internacional de-Cla-
ses Medias cuando era Delegado Nacional de Asociaciones. He
aqul cómo se define políticamente después de haber pasado por
el Ministerio:

Me considero, históricamente, un hombre de las generaciones


intermedias que, no habiendo hecho el 18 de julio, lo asumie-
ron...; como un hombre de pensamiento que, en un mundo en
(f l0) Cruz Martlnez Esteruelas, La enemistad potttica (hrcelona: Ediciones Nau-
ra, l9l), p. l¡fo.
98
cambio, intenta el equilibrio entre la tradición y el desarrollo;
como un polltico que ha intentado el punto medio entre el i¡-
movilismo fácil y el radicalismo irresponsable. Creo que legíti-
mamente puedo decir que soy un hombre del centro... Cla"ses
medias, propiedades medias, empresas medias, ideas medias,
Creo que España, a la que tantos factores llevan a los extre-
mos, tiene que luchar por los términos medios (lll).
El llamado centrismo de nuestros hombres de Estado no pue
de quedar mejor expuesto.

(lll) Declaraciones a José Carlos Ctemente en .Diario de Bancelonar, 25 diciem-


bre l9?t. El subrayado es mfo. lástima que la belleza de la frase fuera *torbad¿ por
el puesto que por aquel entonces ocupaba Fraga: Direc{or Gc¡reral de la empresa de
cerrrezas más grande de Espaúa.

I
7, UNA ELITE FUNCIONARIAL

Ya hemos dicho que el sector más numeroso de los Ministros


pertenece a la carrera militar. Junto a ello hay que decir que
de los civiles, la mayoría son funcionarios del Estado y a su
vez, en la mayor parte de los casos, provenientes de los cuelpos
de más prestigio, como Catedráticos de Universidad, Aboga-
dos del Estado, Letrados del Consejo de Estado, Diplomáticos,
cuerpos de Ingenieros, etc. Este es un dato fundamental que
califica no sólo a la etapa del Funcionariato (aunque sobre todo
a ella), sino a toda la vida del Régimen. Sea cual sea su ideole
gia, lo importante es la altísima probabilidad que tiene un can-
üdato a Ministro de haber sido un prominente servidor del
Estado, en cuerpos civiles o militares. Se trata, sin duda, de un
modelo .rfrancésu, que ha funcionado en el país vecino durante
la V República, pero cuya traducción española es aún más fiel.
Veamos los datos:

Ministros civiles pertenecientes a cueqros


de la Administración Fúb[ca (informacior¡ ¡ñrlltiple)

Etapas É¡ st iffi ÉtrÉ#E ffi *


EraAzul. 5 5 4 4 1 s (31)
Tecnocracia.7542 2 10 (30)
Funcionariato. 3 3 | L 2 -6 r7 (2r)
Tor¡.. 15 13 9 7 4 7 33 (82)
(r) Magistrados, Jueces, Fisc¿les, Notaric v Recistradores.
(**) Principalmente Cuerpos Jurldicos Militaies, Inspectores Técnicos Fiscales, Eco-
nomistas del Estado, Ijtrados de Cortes, Cuer¡ro Técnico, etc.

La preeminencia del Cuerpo de Catedráticos de Universidad


confirma la impfesión antes avanzr;da de que estamos ante una
<élite instruida>. No llega a ser el Régimen franquista una <re-

101
pública de profesores> como se dijo del anterior, pero sí se
podría hablar de un <imperio de catedráticos de Universidad",
siendo la diferencia en este caso que faltan ostensiblemente
representantes de los cuerpos más numerosos de Catedráticos
de Instituto y Maestros Nacionales.
La composición social de los Gabinetes de Franco resulta
algo distinta de la que se registra en el caso de los Ministros
de la II República. Dejando a un lado la obvia diferencia del
peso de los militares, virtualmente ausentes en la República, la
distribución porcentual de Ministros que pertenecen a Cuerpos
civiles presenta este perfil en ambos casos:

Del total de Ministros,


9ó de Ministros pertenecientes a cuer?os
de la Administración Pública
Era de Franm
II República (1938-194) (sólo
Cuerpos ( r93r-193ó) Ministros civiles)

Catedráticos de Universidad 23 l8
Abogados del Estado 5 l6
Letrados del Consejo de Es-
tado 11
Cuerpos de Ingenieros 6 8
Diplomáticos 3 )
Cuerpos jurídicos civiles. 14 8
Catedráticos de Instituto o
Maestros Nacionales 5
Otros cuerpos superiores 6 39

Es decir, también en los Gabinetes de la República dominaban


los funcionarios e incluso la expresión de una oRepública de
profesoresr, como puede verse por esos datos, resulta del todo
apropiada. I-os catedráticos de Universidad no han dejado de
disfrutar la más sustanciosa cuota de poder (ll2). La diferencia
está en dos cuerpos de élite que se han convertido en dominan-
tes en el Régimen de Franco (Abogados del Estado y Letrados
del Consejo) y la creciente representación de nuevos cuerpos
inexistentes o no tan poderosos en tiempos de la República
(ll2) Antonio Fontán, testigo de excepción en este tema, dice de ¡las Oposiciones
a cátedms de Universidad, que son una de las pocas ¡instituciones que se han reve-
Iado como más duraderas y estables que los gobiernos, los partidos, las monarqulas
y .las repriblicasr a !o largo de los últimos cien años, A. Fontán, Los católícos en Ia
Univetsitlad española actual (Madtidi Rialp, 19ól), p. 84.

rcz
(Inspectores Técnicos Fiscales, Economistas del Estado, Jurídi-
cos Militares, etc.) (113).
Otra diferencia esencial de ambos grupos de élite es que,
siendo casi todos funcionarios (civiles los de la República, y
civiles y militares los de Franco), los republicanos habían simul-
taneado en muchos casos el oficio público con el ejercicio de
alguna profesión liberal (abogados, periodistas, farmacéuticos,
médicos, etc.). En cambio, en los Gabinetes de Franco
todo en los últimos- esta dedicación profesional es mucho -sobre
me-
nos frecuente y lo es más el haber participado como director,
directivo o consejero en empresas mercantiles, tanto privadas
como (crecientemente) públicas. Todas estas dedicaciones pro-
fesionales fuera de los cuerpos funcionariales son difíciles de
tabular por la enorme variabilidad que presentan los datos en
unas u otras biografías y también por el elevado grado de
"pluriempleo> que caracteriza a los miembros de nuestras cla-
ses directoras. Pero hay datos para suponer que las anteriores
afirmaciones y distinciones son básicamente correctas.
Desde luego, una diferencia significativa entre el sistema re-
publicano y el franquista Io tenemos en la peculiaridad de la
alta proporción de funcionarios en las Cortes del Régimen de
Franco. En la legislatura de 1967 nada menos que el 28 % de los
Procuradores en Cortes pertenecían a algún Cuerpo de la Ad-
ministración civil. De ellos el 20 % eran Catedráticos de Univer-
sidad, el 15 % Abogados del Estado y el 5 o/o Letrados del Conse-
jo de Estado (114). De nuevo se reproduce la misma presencia
de estos tres grandes cuerpos de élite que hemos detectado en
los gabinetes. En uno y otro sitio dominan el proceso político-
legislativo (ll5). Téngase en cuenta que los Ministros en ejercicio
(ll3) El Cuerpo de Economistas del Estado admite su primera promoción en 1957,
una fecha clave como hemos visto. El número uno de esa promoción fue Agustín
Cotorruelo, quien más tarde llegaria a Ministro. López-Rodó dice que nla creación del
Cuerpo de Economistas del Estado ha sido una de las certeras visiones del Caudillou.
L. topez-Rodó, Politíca y desarrollo (Madrid: Aeuilar, 19?0), p. 54.
(ll4) DATA, Quién es quién en las Cortes..., cif., p. 35.
(115) Emitio Romerc ha contado con singular gracia el papel central que corres-
ponde cualitativamente no sólo numéricamente a los funcionarios en las Cortes:
*Brillan len ellas] -los abogados del Estado, -los directores generales de los Depar-
tamentos, los medios volantes de la Presidencia de las Cortes, los especializados buío
cratas sindicales... [En cambio] los obreros de verdad, los ingenieros, los generales, los
escritores, los alcaldes sin más, los obispos nada menos, y otras ilustres representa-
ciones sin la gracia de una experiencia activa en la lectura del "Boletín Ofrcial del
Estado", son, coro, acompañamiento, voz discreta e insegura, y lucen en los pasillos
de fa Cámara los dias de pleno, porque son una brillante representación de toute la
politique*. Emilio Romero, Cartas al pueblo soberano (Madrid: Afrodisio Aguado, 1965),
p. 24.

103
y algunos de los que lo fueron suelen encontrarse en la nómina
de Procuradores.
La adscripción funcionarial de los Ministros se refuelza en
la etapa que hemos llamado se ve su justificación-
-ahora
Funcionariato. De los 21 Ministros civiles de esa etapa nada
menos que 19 son funcionarios y pertenecen en conjunto a
33 cuerpos. Lo curioso es que en esta última etapa empiezan
a perder vigor los antiguos grandes cuerpos para cobrar nuevo
empuje un abanico más amplio de los mismos.
Como es lógico, la pertenencia a varios cuerpos es un motivo
d9 más prestigio y poder, reforzado cuanto más elitistas y pri-
vilegiados sean los cuerpos. En este contexto conviene dejtaiar
la combinación increíblemente (meritocrática" de varios Minis-
tros (11ó):

Ministro Cuerpos a los que pertenece cada uno

Jesús Rubio Letrado del Consejo y Catedrático de Univer-


sidad.
Fraga Catedrático de Universidad, Diplomático y Letra-
do de las Cortes.
Silva Letrado del Consejo y Abogado del Estado.
Villar Palasí Letrado del Consejo, Catedrático de Universidad.
Cortina Diplomático y Catedrático de Universidad.
Carro Letrado del Consejo, Cuerpo Técnico, Secretario
de Administración y Adjunto de Universidad.

Lo típico de algunos de estos <pluriopositores> y (números uno>


es que accedan a la política después de y no antes de su brillan-
te carrera profesional. Ese es, sin duda, el verdadero sentido
de la expresión funcionariato.
El poder o si se quiere la influencia de los grandes Cuerpos
se determina de muchas maneras. Dado que hay Ministerios en
(lló) Salvador Pániker con ironía y justeza llama a Fraga sel Hérc-ules de las
oposiciones españolasr. Conversaciones en Madríd (Barcelona: Kairós, l9ó9), p. 349.
Téngase en cuenta que para sacar cualquiera <ie esas buenas oposiciones hay que
pasar normalmente cuatro o cinco años después de la licenciatura en intensa prepa-
ración memorlstica de los (temas,.

104
donde numéricamente y por su radicación pesan más algunos
de esos Cuerpos más poderosos, es de esperar que en aquéllos
se repartan más <sobres> o remuneraciones extraordinarias. Así,
Hacienda, Industria, Comercio, o Exteriores son Ministerios
.,ricos> porque en ellos dominan Cuerpos tan poderosos como
Abogados del Estado, Inspectores Técnicos Fiscales, Técnicos
Comerciales del Estado, Economistas del Estado, Diplomáticos,
Ingenieros Industriales, etc. En cambio, hay otros Ministerios
(Presidencia, Justicia, Gobernación) en los que predomina una
gran masa de funcionarios modestos, que naturalmente no tie-
nen influencia para atraer remuneraciones extraordinarias. Son
éstas y no el sueldo como tal lo que determina la altura en el
nivel de prestigio de un Cuerpo. Todo esto es muy difícil de
establecer empíricamente. Alejandro Nieto ha hecho una esti-
mación de los (complementos> de retribución en cada Ministe-
rio en 19ó4. Estas cantidades pueden compararse con la del
número de funcionarios (sólo aproximada) también en cada
Ministerio. La relación entre las dos magnitudes determina un
aproximado "índice de influencia> de los distintos Ministerios,
que naturalmente destaca a I{acienda en el liderazgo (con la
Tecnocracia se convierte realmente en un superministerio) y a
Presidencia en la cola (de él dependen los cuerpos de subalter-
nos). La tabla de la página siguiente, como suele decirse, no
tiene desperdicio.

105
INDICE DE INFLUENCIA DE LOS DISTINTOS CUERPOS
SEGUN LA CANTIDAD DESTINADA AL PAGO
DE COMPLEMENTOS (Circa t96S\

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Hacienda. 2,0 1.301 28,5 + 0,87


Industria. 0,4 154 3,4 + 0,78
Comercio. 0,4 133 2,9 + 0,76
Asuntos Exteriores . 0,2 37 0,8 + o,óo
Vivienda . 0,2 37 0,8 + o,óo
Trabajo 0,6 96 2,1 + 0,55
Obras Públicas 4,0 380 8,3 + 0,34
Agricultura . 2,0 170 3,7 + o,3o
Información y Turismo . 0,4 50 l,l + o,o5
Educación y Ciencia 3ó,0 935 20,7 - 0,27
0,26
Gobernación 42,0 1.r02 24,0 - 0,41
Justicia ó,0 114 2,5 - 0J0
Presidencia del Gobierno. 11,0 87 t,g -
Torlr . 100 4.596 100
Fuentes: Julio Feo y José L,uis Romero,.La administración prlblica comparada en
tres pafses continentales: España, Francia y Alemania¡, en Centro de Estud¡os
Soci4-qs, Sociología de la Administracíó¡t Pública española, Vol. 17 (Madrid, l96E),
pp. 3l!37ó; p. 333.
Alej4ndro Nieto, Z¿ retribución de los luncíonaños en Españe (Madrid: Revista
de Occidente, 1967), p. 397.

El enorme peso de los funcionarios en el sistema de reclu-


tamiento de la élite política tiene otras muchas consecuencias
para la supervivencia y el cambio del sistema franquista. En
cierta manera los grandes Cuerpos de funcionarios vienen a
sustituir a los partidos políticos, pero, desde otra perspectiva;
los funcionarios se han resistido siempre a cualquier intento de
ser asimilados por la Organización Sindical o a ser controlados
ideológicamente por la burocracia del Movimiento, o a contro-
larla ellos mismos. La obligación de jurar los Principios del
l0ó
Movimiento que tienen los funcionarios está muy lejos de re-
presentar un control del Movimiento; no va mucho más allá
que el acatamiento de los preceptos de la Constitución que se
da en cualquier país democrático.
En resumen, en el Régimen de Franco a Ministro se llega
desde luego, por pensar de una determinada manera, por expre-
sar una <inquebrantable lealtad> a Franco o al Movimiento, por
representar ciertos intereses... pero todo ello, a ser posible, des-
pués de haber ganado una buena oposición, si es que no se ha
pasado por la Academia Militar. No basta cualquier oposición
a un cuerpo funcionarial: la de Catedrático de Universidad,
Abogado del Estado o Letrado del Consejo de Estado priman
sobre todas las demás. Téngase en cuenta que a esos tres cuer-
pos pertenecerán en total no más de tres mil personas (de cerca
de un millón de funcionarios del Estado), pero de ese elenco
han salido más de la tercera parte de los Ministros civiles.
En este contexto resulta particularmente irónica la confesión
de Julio Rodríguez:

Nunca pensé en la posibilidad de ser ministro. Los Catedráti-


cos de Facultad pensamos a lo sumo [en] llegar un día a ser
decano; otro día, tal vez, rector de nuestra Universidad. Pero
la posibilidad de ser ministro es algo que se ve demasiado
lejana, tan lejana que incluso ni siquiera se ve (ll7).

No menos irónica los anteriores datos- resulta esta


otra declaración de-vistos
un <ministrableo. A la pregunta-insinuación
del periodista de que <parece que los abogados del Estado y los
militares tienen cierta influencia especial en el Régimeno, un
brillante miembro del Cuerpo, ex presidente de Diputación y
Procurador en Cortes le contesta en estos pintorescos términos:

De los abogados del Estado, te ruego me perdones que no


opine. Me parece inelegante hablar de una colectividad a la que
pertenezco... En poco más de cinco años de República ha habi-
do cuatro ministros abogados del Estado. En treinta y cinco
años el actual Régimen solamente [sic] diez. Como verás, no
existe esa pretendida influencia (ll8).

Solamente diez de un centenar de Ministros representa, sin


(ll7) Declaraciones de Julio Rodriguez a la revista nGranada Semanal,, recogidas en
nAragón-Express", 6 mayo 1974,
(ll8) Declaraciones de Jesualdo Domínguez Alcahud a José Luis Navas, .La g¿n¿-
rución del Príncípe (Madrid: G. del Toro, 1972), p. 47.

107
duda, una cuota bastante apreciable. En realidad, la última esta-
dística nos dice que de 82 Ministros civiles nada menos que
13 provienen del Escalafón de Abogados del Estado, formado
por sólo unos centenares de miembros (un número que ha va-
riado poco a lo largo de las últimas décadas). ¿Qué otro grupo
de los letrados del Conseje- consigue tal grado de
-fuera
(representatividad> en la cúspide de la pirámide del poder?
Igualmente sincera e interesante es la manifestación de otro
joven
"ministrable>, también Abogado del Estado y que recoge
muy bien ese principio del funcionariato de que la vocación po-
lítica surge a través del Cuerpo:
Mi intervención política viene de la mano íntimamente vincu-
lada a mi formación pro'fesional y, dejando a un lado anteriores
escarceos, se decidió mi vocación el día que ingresé en el Cuer-
po de Abogados del Estado, porque la carrera presupone-y
perdona la inmodestia seqtido de la responsabili-
- capacidad,
dad, o;bjetividad y dedicación, aspectos relevantes para un polí-
tico, y, por último-lo que no deja de tener importancia-
nuestros ceses [políticos] nunca plantean problemas de con-
ciencia a quien los ordena, ya que está garantizado el retorno
al Cuerpo (119).

Obsérvese que el Cuerpo viene a constituir el equivalente fun-


cional de lo que en otras partes son los grupos o partidos polí-
ticos. La diferencia importante está en que la entrada en un
Cuerpo de prestigio se halla enormemente dificultada por una
serie de barreras académicas y económicas que no todos pueden
superar. [.a desigualdad es manifiesta. De ahí que la resistencia
a los principios del funcionariato por parte de algunos apertu-
ristas provenga precisamente de la crítica al sistema de Cuerpos
que hacen algunos de los que a través de ellos han triunfado.
Así, Alfonso Osorio, otro brillante ministrable (120) se muestra
partidario de las asociaciones políticas, y razona así:
[Las asociaciones] es el único cauce lógico, inteligente y cohe-
rente que permita la formación de hombres y puedan ser los
cuadros dirigentes del pais. En estos últimos años hemos asis-
(119) Declaraciones de Andrés Reguera Guajardo a José Luis Navas, .Lc generación...,
cif., p.183. Andrés Reguera ha sido, entre otras cosas, Procurador familiar en las
Cortes Secretario, General Técnico del Ministerio de Obras Priblicas y Secretario Gene-
ral de CAMPSA.
(120) Reúne nada.menos que estos requisitos biográñm: Pertenece al Cuerpo
Jurídico del Aire y al de ,\bogados del Estacio. Ha sido Procurador en Cortes, Conse-
jero del Reino, Subsecretario, Presidente de la RENFE, y aparece vinculado con los
[¡rufns (católicosD.

108
tido a un fenómeno que a mí, personalmente, no me ha ido
mal: los cauces de acceso a la vida pública parecían venir
garantizados a través de los cuerpos especiales, las oposiciones
brillantes, etc. Ingresar en un cuerpo del Estado supone que
se está al servicio de la Administración, y punto final (121).

Linz insinúa que el origen predominantemente militar o funcio-


narial de la élite gobernante en un sistema autoritario tiende a
restar brillantez, personalidad o popularidad a algunos de sus
más prominentes elementos. Comparativamente hablando, en
los regímenes democráticos o totalitarios las personas en posi-
ciones de un nivel similar de liderazgo tienden a ser más des-
tacadas o populares (122). Desde luego, es difícil medir este
fenómeno aislado de otros (nivel general de politización de la
gente, importancia de los medios de comunicación colectiva, et-
cétera), pero todo parece indicar que los Ministros del Régimen
español han sido en general personalidades poco conocidas por
el público. Solamente, en algún momento de su carrera, Serrano
Suñer, Arrese, Fraga, López-Bravo y muy pocos más pod.rían
haber sido calificados como .famososo en la percepción popu-
lar. Ciertamente, no lo fueron nunca los dos Presidentes Carrero
o Arias. La figura estelar de Franco impide que otros astros
apaÍezcan con luz propia, y menos aún si son militares. Téngase
en cuenta que los Ministros son ucolaboradoreso directos de
Franco y en ningún sentido líderes o dirigentes de grupos polí-
ticos. Igualmente en opinión de Linz, la presencia de los fun-
cionarios en los sistemas autoritarios <contribuye a la extraña
mezcolanza de Estado de Derecho y poder arbitrario, de lentos
procedimientos legalistas y de estilo castrense que caracteriza
a esos sistemas> (123). Ejemplos de ese influjo pueden ser la
no preocupación de los Ministros por los asuntos de "fuera
de su Departamento>, la tendencia de todo recién sentado en
una poltrona ministerial a nhacer su ley", a nombrar a funciona-
rios para los cargos de libre disposición del Ministro, a cuidar
de los intereses del ucuerpo, funcionarial que le ha dado vida
(pocas veces mejor empleada la metáfora), etc. Digamos, en
síntesis literaria, en la España de estos últimos tiempos, y bajo
el patrocinio de Felipe II, ha habido demasiados Ministros con
vocación de Subsecretario.
(l2l) Declaraciones a López Castillc cn oNuevo Diario" (2 junio 1974).
(122) J. J. Linz, uAn Authoritarian Regimen: Spain,, cít., p. 324. Los dalos quc
aquí se utilizan sobrc los Ministros de la II Rcpública proceden de ese seminal artículo
de Linz.
(123) Ibitl., p, 327.

109
No hay que extrañarse de que el tema de los funcionarios y
la burocracia haya merecido una atención central en las preocu-
paciones de los ideólogos del Régimen. Un ejemplo muy signifi-
cativo es la extraordinaria importancia que han tenido en esas
formulaciones ideológicas los catedráticos de Dereoho político
y Administrativo (Conde, Sánchez Agesta, Fernández Miranda,
Fueyo, Fraga, Villar Palasí, López-Rodó, Fernández Carvajal, etc.)
Precisamente, el ascenso político de López-Rodó se debe a su
ambicioso plan de reforma administrativa, concretado sobre
todo en la Escuela de Funcionarios de Alcalá, a imitación de la
prestigiosa ENA de Francia.
Un personaje muy ajeno a ese mundo, Areilza, clama en 1940
por la superación del "lastre> burocrático y su incorporación
al proceso revolucionario. Anotemos con detalle este precioso
texto:

Una revolución nacional puede decirse que no llega nunca a su


plena vigencia hasta que arraigan los postl.rlados que defiende,
en el corazón y en la mente de los funcionarios públicos. por
eso en Alemania hay unas esouelas de formación política'de
funcionarios estatales a las que concunen no solamente los
nuevos servidores del Estado, sino también los antiguos, nece-
sitados seguramente más que aquéllos, de una juvenil renova-
ción de espÍritu... En España, esta transformación se hace
inevitable. En honor a la verdad hay que reconocer que Ia
parte más capaz y más sana de los escalafones clel Estado
español están íntimamente vinculadas a la Revolución Nacional,
pero queda todavía mucha mente fosilizada. Y hay que vivifi-
car estas momias del balduque con el espíritu juvenil del yugo
y de las flechas.
¿Cuál ha de ser el volumen y la dimensión de nuestro aparato
burocrático? A mi juicio el estrictamente indispensable. Me
parece un error situar el problema en los términos de Estado
pequeño o Estado grande. Lo que hace falta, por el contrario,
es un Estado fuerte y eficiente, cosa que evidentemente no se
consigue haciendo que todo español aspire de algún modo a
ser empleado estatal. Es ésta una vieja y morbosa tendencia
de la juventud española anterior a la guerra, contra la que la
Falange tiene que alzarse de modo implacable. Don Antonio
Maura hablaba ya, como sabéis, de que el Presupuesto español
era (la lista civil de Ia clase media>, y Ramiro de Maeztu,
decía irónicamente en cierta ocasión que español, en vez de
ambicionar, como el yanqui o el inglés, "el
el poder del dinero,
suspiraba en cambio, desde los veinte años por alcanzar el
dinero del Poder>. La lotería de los que esperaban un destino
era el más frecuente vicio de la iuventud decadente de antaño.

110
Hoy tenemos que pugnar y esforzarnos por desterrar tan cadu-
ca ideología y son precisamer¡te los Sindicatos quienes, al
aceptar la de dirección en la economía.
deben descargar al Estado del peso muerto de una burocracia
inmensa y languideciente. Un Estado falangista no es un Es-
tado superburocrático, no es un Estado sometido a la tiranía
del pequeño o del gran funcionario (124).

La idea dominante entonces era la de convertir a los funcio-


narios en militantes de un Movimiento político tal y como an-
tes hemos visto en la doctrina de Arias Salgado. El modelo
fascista era evidente. De manera aún más enfática eso se refle-
ja en este texto de un Catedrático de Derecho Político, Luis del
Valle, ideólogo extremado de la versión totalitaria del orden
nuevo. se expresa así:

Vuelve, así, a resurgir la idea del Estodo de funcionarlos, ple-


namente realizado en Alemania desde el siglo xrx y que ha
pasado por dos fases: primera, aquella en que se revela en su
estructura la oposición liberal de Sociedad-Estado y aquella
otra que se inicia con el nacional-socialismo, en que siendo el
Estado auto-organización social, transforma la vieja conceP
ción burocrática (en la que en cuanto se raspa un poco la
piel del funcionario aparece el individuo ególatra) en concep'
ción direccional autoritaria, en que el funcionario es en todo
momento, como procedente del Movimiento mismo, un órgano
de la voluntad del Estado, en cuyo pensamiento y voluntad de
tal actúa, con plena decisión y fuerza, poniendd siempre, antes
que el interés particular, el interés de la comunidad y teniendo
siempre como orientación suprema el ideal nacional.
En rigor, es tn Estado de directores de diversos grados, en
selecciones jerárqr.ricas, por bajo de los que y para sólo me'
nesteres auxiliares, hay una cierta burocracia de máquina de
escribir, balduque y papel de barba, que ha de ser contenida
siempre en su función estrictamente auxiliar, porque los direc-
tores, cualq'uiera que sea su grado, han de ser reolutados con
toda escrupulosidad dentro de las capacidades adectradas, y la
gamma [sic] debe comprender desde el Jefe de un servicio
hasta el Jefe de Gobierno (125).

Como es notorio, este modelo extremo no se ha cumplido nun-


ca. Ha funcionado una cierta separación entre los niveles admi-
(124) José Marla de Areilza *I¿ orientación econóúica de los Estados totalitarios',
en I Congreso Sindical de Ia Falmtge (Madrid, 19¡10), pp. 279-295; pp.28l-287.
(15) Luis del Valle, Demuracia y Jerarquía (Z,aragoza: Athenaeum, 1942, 1." edi-
ción 1938), pp. l5,l-155.

111
nistrativos y pollticos, pero tampoco ha sido ésa ni unlvoca ni
constante.
Desde que, a comienzos de este siglo, se empiezan a profe_
sionalizarse los funcionarios en España, con y sin partidoi polí-
ticos, su papel en la máquina del Estado ha sido á[o más-que
el de meros ejecutores. Han tenido una directa párticipacíón
en el poder y en sus altos escalones se han llegado a confundir
con los equipos de Gobierno. El modelo de lá neutralidad bu-
rocrática no ha funcionado. Vicens Vives ha visto muv bien
cómo ha ido tomando cuerpo este proceso desde el finai de la
Restauración:

Desde 1917 la burocracia [estatal] se multiplica a compás del


intervencionismo estatal... En breve, bajo cualquier rSgimen,
el burócrata se creerá llamado a ser él mismo el Estádo, e
impondrá una mentalidad específica, basada en un riguroso
desarrollo del papeleo, en el examen concienzudo y unilateral
de las iniciativas privadas de los ciudadanos. Así vá surgiendo
piedra a piedra, una fortaleza poderosa, qtre controlan loJ gran-
des funcionarios (12ó).

Frente a lo que el sentido comrin y la contemplación literaria


del fenómeno ha percibido, parece que nunca el conjunto de
funcionarios ha representado una gran fuerza numérica en nues-
tro país (127). Precisamente la supervivencia de la creencia en
contra es una prueba palpable de su poder, o al menos de su

. (12ó) J. Vicens Vives, Historia de España y América, tomo V (Barcelona: Edito


rial Vicens Vives, 19ól), pág. IS0.
(127) Realmente el númerrc de funcionarios (civiles) apenas se altera en las pri-
nrras_décadas del siglo y el incr€mento, verdadetamente eJpoctac-ular, se produce sólo
después de los años 40. He aqul los datos:

Del total de población actiea mascülina 9ó de:


Funcionarios Funciona¡ios cigiles y militarcs
civiles ( incluyendo luerza pública
)

l9l0 0ó 2,7
19$ l,l 3,1
rgfi 1,0 5,ó
l9ó2 (los dos sexos) 4,3

FS" observarse,
.los ütimos de pa.so,Ia notable redr¡cción de militares y fuerza pública en
años. A tltulo comparativo puede citarse el dato del censo del l9ió francés:
f1 nroporción de funcionarios civiles di ta población activa masculina es el 3,5
l93l en Italia esa proporción era el 4,1 %. -como puede verse núestro retraso %.
Bn
en er
desarrollo de la Administración. @n respecto a ltalia y Francia es ,túyor quc eI que
correspnde al d.esa¡¡ollo económico.

tt2
relevancia piblica. El Régimen de Franco ha podido basarse
en una Administración centralizada, pero no excesivamente bu-
rocratizada. En 19óó había en España unos 53 habitantes por
empleado pr,lblico, frente a 40 en ltalia, 2ó en Francia y 22 en
Alemania (128). Se trata además de un funcionario envejecido
(a pesar de las depuraciones que hubo después de la guerra
civil de 1936-t939\. Tomando la población activa mayor de
20 años, el 30 por ciento la forman las personas de más
de 50 años. Pues bien, entre los funcionarios un 38 por ciento
pasa de esa edad (129).
Más que el funcionariado en abstracto, a éfectos de la dis-
tribución de poder lo que interesa, según hemos visto, es su
adscriryión a distintos Cuerpos, ya que es a través de ellos
como se determina el ingreso, destino, ascensos, retribuciótt,
prestigio y en delinitiva el poder, tal y como hemos comproba-
do al tabular la procedencia de los Ministros. En este sentido
se puede hacer una distinción convencional entre Cuerpos Su-
periores (aquellos para cuyo ingreso se precisa título universi-
tario superior) y el resto. I¡s primeros serían de modo estricto
los que se sitúan en el nivel del poder administrador. Todo el
sistema de Cuerpos forma, sin embargo, una trama de grupos
de intereses que ha sido bien estudiada por Andrés de la Oliva
y Alberto Gutiérrez Reñón:
A'unque la legislación y la práctica administrativa se reñeran
constantemente a los cuelpos, nunca se ha determinado legal
ni doctrinalmente lo que es o deba ser un cuerpo de funcio
narios, o el papel de ellos en la organiz.ación administrativa.
Esta indeterminación se debe en gran parte al origen histórico
de los cuerpos. El sistema de cue4ros no surgió como fruto de
una ordenación racional de la Función pública, sino que ha ido
sedimentándose por la acumulación de situaciones y prácticas
administrativas heterogéneas creadas o reconocidas a poste'
riori por normas particularistas. ta diversidad de orígenes
y configuración ha contribuido mucho a oscr¡recer la doble
naturaleza de los cuerpos que si, por un lado, constituyen un
instrumento de organización de la Función pública, a la vez
son agnrpaciones sociales con entidad propia que actúan como
tales en el seno de la otganización... Los cuerpos en cuanto
grupos de intereses tienen que actuar sobre el poder público,
(128) Julio Feo y J. L. Romero, qla Administración Prlblica comparada en tr€s ¡)al-
ses continentales: España, Francia y Alemaniar, en Ce¡¡tro de Estudios Sociales. Socdo
logta de Ia Admínistrrción Públíca espoida, vol. 17 (Madrid, 19óE), pp. 315-37ó; p. 333.
(129) Miguef Beltrán, ¡I¿ edad de los funcionarios ptlblicosr, en Centt! de Bstu'
dios Sciales, Sociologla..., cít., W. l5&l?9; p. ló4.

lt3
ya que sólo los poderes prlblicos pueden satisfacer las aspira-
ciones e intereses profesionales de los funcionarios . y toilo- gru-
po d.e intereses que trata de obtener decisiones de tos podéres
ptiblicos en favor de sus miembros es un grupo de presión.
Por ello puede calíficarse a los cuerpos de fincionários de
grupos de presión (130).

De una forma más general se ha visto así el papel político de


los cuerpos superiores de la Administración en España:
Donde no existen partidos políticoplurales ni tampoco partido
único como en el caso español, es muy escasa la proUabitiaaa
de llegar a un alto cargo político sin pertenecer á un cuerpo
superior de la Administración... Ninguna otra élite se halla tan
cerca fisicamente de las decisiones politicas cotidianas como
la élite funcionarial... [la élite funcionarial de un Estado pla-
nificadorl hace depender de ellas muchas decisiones continuas
que afectan a la organización económica y social del país... por
eI sistema de cuerpos el funcionario consigue defenderse de
I-aq fuerzas que Io pueden atacar incluso dentro de la propia
Administración. Hay que subrayar que esta defensa de lós p-ro
pios intereses de cuerpo no equivale a una defensa de loJ in-
tereses de todos los funcionarios, ni siquiera de los de un Mi-
nisterio. No existe por tanto una clasé administrathta como
tal. No obstante, el éxito de esa defensa es relativamente
grande en un contexto en el que la defoua horizontal de los
distintos intereses sociales
profesionales, etc. - empresarios,
aparece
obreros, cam.pesinos,
extremadamente recortada por
-
r¿¡zones legales y sociales muy conocidas (l3l).

Esas conclusiones se basan en una encuesta sobre los funcio-


narios de los Cuerpos superiores con destino en Madrid, reali-
zada en 19ó8. En ella se revelan unas caracterlsticas muy pecu-
liares de lo que podrlan denominarse Cuerpos de élite: Letiados
del Conseio, Abogados del Estado, Inspectores Técnicos Fisca-
les, Catedrdticos de Universidad, e Ingenieros de Caminos. Los
pertenecientes a estos cuerpos perciben una mayor influencia
polltica de los funcionarios especialmente cuando están situados
en algún cargo polltico (en un sentido amplio); la proporción
que se sitúan en cargos es el 38 por ciento en estos funciona-
rios de élite, frente al 26 por ciento en el resto de los funcio-
(lilO) Andrés de la oliva y Alberto Gutiérrez Reñón, <Los cuerpos de funcionarioso
en C¡ntro de Estudios Sociales, Socíologta..., cit., pp. S7-lS7i pp. iZ y 93.
_ -Jgry J. Linz y Amando de Miguel, .La étite funcibnarial-espaiiola ante ta
-(l3l) jdministrativar,
Reforma en C.entro de Esiudios Sociales, Socíologla..,, cit,, pp. l9.f.-249;
pp, 201-ZX.

tt4
narios de otros Cuerpos superiores. Los que no tienen cargos
se vinculan, en cambio, mucho más con el sector privado o a
otras actividades (se dedican al ejercicio libre de la profesión,
a la enseñanza, a dirigir una empresa, etc.).
En resumen, nada de lo que podemos decir del modo de pen-
sar de la élite política y en especial de los Ministros, se puede
entender sin esta clave de la capilaridad entre función pública
través de un sistema estratificado de Cuerpos- y poder
-a
político. Quizá resida en este hecho la insuperable resistencia
del Régimen a aceptar los partidos pollticos, del modo como
los han digerido, por ejemplo, otros sistemas autoritarios (Mé-
xico, Portugal de Salazar, Argentina, etc.).

t15
8. UNA ELITE MADRILEÑA Y FINANCIERA

Los Ministros son ante todo <madrileños> y pertenecen no


sólo a los grandes Cuerpos de la Administración, sino al mundo
de la gran empresa. Han nacido en Madrid con preferencia
a cualquier otro origen, han estudiado sobre todo en lo que
no por azar se denominaba Universidad Central, y, naturalmen-
te, la mayoría vive y tiene sus intereses en la capital del Estado,
donde tienen su sede las principales empresas del país, sobre
todo Bancos. Veamos algunos datos.
No hay ninguna razón constitucional para que los Ministros
procedan más de unas regiones que de otras. Si en la realidad
ocurre algún sesgo en ese sentido es que existen ciertos condi-
cionamientos de clase e ideológicos que propician la formación
de un tipo de Gabinete como más (representativo> del Régimen
franquista. Concretamente, la clase dirigente funcionarial madri-
leña y las familias adineradas vascongadas, asociadas histórica-
mente al liberalismo templado <españolista) o al vasquismo tra'
dicionalista, forman el vivero fundamental que provee de personal
al <establecimiento, político. Desde luego, en la distribución de
los Ministros por el lugar de nacimiento esto parece claro:

Número de Ministros nacidos


en cada región
ciüles militares

Madrid t2 2
País Vasco t2 2
Andalucía 9 J
Galicia 4 8
Cataluña-Baleares 8 I
Asturias 2 4
Castilla la Vieja
Resto de Castilla la Nueva
3
4 :
Aragón 3
País Valenciano 3
I-eón 2
Extremadura 2
Murcia 2 =
Canarias
Cuba
j I
I
Tor* oox rNFoRMAcróN
tr7
_ _ 9r. _e¡¡idente
el predominio de los que provienen del eje
Madrid-Vasconia-Andalucía, tan asociado ciertamente a los orí-
genes de la Falange, y a las clases dominantes desde la Res-
tauración (terratenientes andaluces, financieros vascos, altos
funcionarios madrileños). Es notable la ausencia de los <países
catalanes,ü, tanto por el volumen de población que representan
c9mo, sobre todo, por su peso económico (132). El que en to-
das las regiones de habla catalana (Cataluña-Balearei-país Va-
lenciano) hayan nacido sólo 12 Ministros frente a los 2ó que
proceden de Madrid, señala con toda nitidez el carácter *centr.-
lista> de la élite política, la ausencia de la participación <peri-
férica>, al menos de la periferia catalana-balear-valenciana. Esa
ausencia es más notable si consideramos sólo los Ministros mi-
litares; éstos han nacido sobre todo en las regiones que tradi-
cionalmente han sido el vivero de los cuadros del Ejéicito: Ga-
!9iu y Andalucía. Sólo un Ministro militar es catalán, el general
Dávila, y desde luego de apellidos no catalanes, que es lo sig-
nifrcativo. Esto ocurre también con algunos de ios Ministros
civiles nacidos en Cataluña: son hijos de funcionarios, emplea-
dos o profesionales residentes en Cataluña, pero oriundos de
otras regiones. Este es el caso de García Ramal, Fernández de
la Mora y Martínez Esteruelas (los tres, por otra parte, muy
vinculados al mundo empresarial).
El lugar de nacimiento no revela del todo la identificación
regional. Pero, si nos atenemos al lugar en que los Ministros
civiles realizaron sus estudios universitarios, el peso de Madrid
y el eje Madrid-Vasconia es todavía más llamativo:

Ministros civiles. Universidad donde estudiarcn la carrem


(información mrlltiple)
Deusto ' Granada
Etapas Madrid (Bilbao) Barcelona Sevilla Otras

Era Azul 15 5 1 I 4
Tecnocracia t6 ) 3 8
Funcionariato 10 3 1 3

Torn 41 10 5 4 t2
Desde luego, en este caso los datos no son completos y quizás
exista una tendencia en las reseñas biográficas a destacar la
(tfZ) Ng es casualidad, como luego veremos, que los Ministros procedan en menor
medid¡ de Cataluña y que las empresas de esta iegión se hayan aiociado menos a la
gran Banca nacional, casi toda ella asentada en Madrid v Bilbao.

118
Universidad de Madrid, cuando en ella se ha estudiado, y a
ocultar en cambio los estudios en Universidades <de provinciasr.
Con todo, es impresionante el lugar centtal mejor di-
-nunca
che- que ocupa Madrid en el proceso de socialización de los
Ministros. En términos relativoc, sobresale asimismo el papel
destacado de la Universidad de Deusto (de la Compañía de Je-
sús), como símbolo del centro elegido por los burgueses vascos
para educar a sus hijos.
La importancia del eje Madrid-Vasconia (133) de la élite po
lltica actual se entiende mejor si comparamos la distribución
del lugar de nacimiento de los Ministros de Franco con el de
los Ministros de la II República:

% de Ministros de
II Reoública Franco
Región de nacimiento (1931-193ó) (193E-1974)

Madrid 25
Pals Vasco 4 13
Galicia 9 t2
Castilla la Vieja.I*ón 9 7
Andalucla l7 13
Resto 52 30

Torn 100 100


(base) (6+¡ (102)

El que más de la tercera parte de los Ministros procedan por


nacimiento de ese eje vasco.madrileño implica un singular y
significativo dominio de esos dos centros de poder. La signifi'
cación se refuerza, además¡ si computamos ese mismo porcen'
taje para una serie de grupos de la élite polltica o funcional. He
aqul el resultado:

(133) A etectos comparativos téngase cn cuenta qr:e la población de Madrid a me-


diados de siglo representa sólo el ? % del total nacional. L¡ del Pals Vasco sólo
el 5%.

119
referidos %o de nacidos en
al alo Madrid-País Vasco

Embajadores 1967 54
Ingenieros de Caminos. 1967 37
Directores Generales de Mi
nisterios t967 36
Ingenieros Agrónomos . 1964 32
Abogados del Estado 1958 29
Magistrados del Tribunal Su-
premo . 1958 T9
Catedráticos de Universidad. 1967 18

Es decir, los grupos que constituyen empíricamente la <cantera¡r


de donde salen las vocaciones ministeriales muestran la misma
tendencia a reclutar a sus miembros preferentemente del eje
Madrid-Vasconia. A sensu contrario, se podría concluir de ia
misma manera que esos grupos suelen reclutarse muy pobre-
mente de las regiones de habla catalana. Concretamente, en el
escalafón de Embajadores de 1967 o en el de Magistrados del
Supremo de 1958 no hay ni un solo miembro qué sea nacido
en Barcelona, una provincia que ha contado siempre con más
población que Madrid.
Pero ser "de Madrid> es algo más que haber nacido en la
capital del Estado o residir en ella, y más incluso que defender
los intereses centralistas frente al conjunto de las regiones. La
identificación con el hecho
didas vocaciones de nuestros "madrileño" proviene de dos deci-
Ministros. su adscripción a los
Cuerpos funcionariales de gran renombre y su participación en
la escogida élite financiero-empresarial. En principio, parece
que ambos núcleos los funcionarios y el de los finan-
cieros- tendrían que -elserdediferentes, y, en efecto, así ha sido
en su origen e incluso hay que suponer también esa separación
en los primeros momentos del Régimen. Justamente una de
sus virtualidades ha sido la de unir esos dos mundos a través
de los Ministros que han actuado en muchos casos como en-
garces entre los altos puestos funcionariales y la alta repre-
sentación (con su presencia en los Consejos de Administración)
en los Bancos nacionales o en las empresas más importantes
ligadas a ellos. De esta manera una élite tan de clase media
tradicional, por su origen, como son los Ministros, se convierte
en una auténtica (nueva claser burguesa, impulsora de las más

r20
altas decisiones de un proceso de desarrollo económico asom-
brosamente rápido e inesperado. No es casualidad su vinculación
con el eje Madrid-Bilbao, el que concentra la casi totalidad de los
Bancos nacionales y muchas de las modernas y grandes empresas.
La vinculación de los Ministros con el mundo de la gran
empresa la hemos detectado a través de su presencia en los
Consejos de Administración de las empresas recogidas en el
Directorio de Conseieros y Director¿s (DICODI) de 1961 a 1974.
Este método suponealgunas limitaciones: l) No contar con da-
tos anteriores a 19ó1, ciertamente una etapa con una débil ex-
pansión económica. 2) Partir del indicador de presencia en el
Consejo de Administración, que puede ser poco fiable (por
el sistema de utilizar a veces (personas interpuestasr) y poco
válido (porque la pertenencia puede ser a título meramente
simbólico o accidental, ex officio, etc.). Las limitaciones son ine-
vitables y no restan firmeza al argumento central de medir el gra-
do de interrelación mutua entre la gran empresa y la alta política.
Del total de 83 Ministros y ex Ministros vivos en 1974,64, es
decir, el 77 por ciento cuentan en el período 19ó1-74 con algún
cargo en los Conseios de Administración de las grandes empre'
sas públicas o privadas. Estos son los datos sintéticos:

Perlodo 19ó1-1974

A Número total de Ministros y ex Ministros vivos


- en octubre de 1974 . 83
B Número de Ministros y ex Ministros con algún
- cargo en los Consejos de Administración de las
grandes empresas públicas o privadas . 64
C-B como o/o de A . 77
D Total de cargos distintos desempeñados 326
E - Cargos distintos en empresas privadas. 227
-
F-,Cargos distintos en empresas públicas. 99
G-Número medio de cargos por ex Ministro, vincu'
lados a las empresas (D/B) 5,1
H- Empresas distintas en las que han tenido cargos . 244
I - Número medio de empresas en las que han teni-
do cargos los ex Ministros (H/B) . 3,8
J Ex Ministros con sólo cargos en empresas pri-
- vadas. t4
K- Ex Ministros con sólo cargos en empresa pública. 13
L Ex Ministros con cargos en empresa prlblica y pri'
- vada 37

t2L
No sólo es alto el porcentaje de ex Ministros que ostentan
cargos en el mundo financiereempresarial, sino que se da una
alta concentración de cargos y empresas por cada uno de los
Ministros vinculados. Más adelante veremos algunos ejemplos.
Obsérvese también que son menos los casos en que los óx lÁnis-
tros se encuentran sólo en empresas públicas o privadas. l,o nor-
mal es que participen a la t)ez en uno y otro tipo de empresas
o que sucesivamente pasen de una a otra.
Veamos lo que sucede con los ex Ministros en dos momentos
del tiempo para comprobar el cambio ocurrido en la importante
década 1964-19742

Año l9ó4 Año lll4

A Nrimero total de ex Ministros vivos


- hasta esa fecha . 49 66
B Número de ex Ministros con algún
- cargo en ese momento en los Con-
sejos de Administración de las gran-
des empresas públicas o privadas . 27 55
C-B como 9ó de A. )) 83
D Total de cargos distintos desempe-
- ñados. 149 285
F Cargos distintos en empresas pú-
- vadas. l19 209
F Cargos distintos en empresas pú-
- blicas. 30 76
G-Número medio de cargos por ex
Ministro vinculado a las empresas
(D/B). 5,5 5.2

En esos diez años no aumenta el número de cargos por ex


Ministro vinculado empresarialmente, pero sí el porcentaje de los
ex Ministros en esa situación: 55 0/o en 1964 y 83 o/o en 1974. Es
decir, en los años de Tecnocracia y Funcionariato se ha heoho
casi una costumbre que los ex Ministros accedan a un puesto
en los Consejos de Administración de las empresas públicas o
privadas. Es una forma de <recompensaD a su (relativamente)
magro sueldo prlblico y sobre todo a las escasas oportunidades
de seguir activos en la polltica que les cabe a muchos ex Mi-
nistros.

t22
Veamos ahora algunos ejemplos de vinculaciones concretas
con las empresas privadas, ya que los cargos en las públicas se
distribuyen más al azar (134). No parece existir una mayor pre-
sencia en las empresas de los ex Ministros de una u otra <fami-
liar, aunque los tecnócratas y algunos técnicos pargce que acu-
mulan más cargos y en empresas más importantes. Pero algunos
falangistas (Gamero, R. Fernández-Cuesta, García Ramal, Arrese,
Fraga, etc.) aparecen bien situados, e incluso algunos militares,
como Barroso o Alonso Vega.
La vinculación directa con los Bancos no es corriente; se da
más bien a través de otras empresas relacionadas con ellos. El
grupo bancario que ha tenido conexiones ministeriales más di-
rectas ha sido el Hispanoamericano-Urquijo-San Sebastián (todo
un símbolo del eje Madrid-Bilbao) a través de Gamero, Larraz,
Lequerica, Castiella y Barrera. El Bilbao-Vizcaya han estado re-
presentados en los Gabinetes por Garcla-Moncó, García Ra-
mal y Antonio María de Oriol y Urquijo (estos dos últimos
no directamente, a través de otras empresas relacionadas), el
Comercial Transatlántico por Carceller y el Popular por Fernán-
dez de la Mora. Estos dos últimos son los únicos en que se
puede encontrar una conexión con el mundo empresarial ca-
talán.
La relación de causa a efecto más palmaria es la que se
establece entre el tipo de cartera desempeñada por un Ministro
y el ramo de las empresas a las que luego (o a veces antes) se
dedica. Así, por ejemplo, Vicente Mortes, Ministro de la Vivien-
da, aparece en los Consejos de Administración de varias empre-
sas relacionadas con la construcción y los servicios urbanos
(Sociedad Ibérica de Construcciones y Obras Públicas, Gas y
Electricidad, Urbanizadora Costa de Atzab.ar, Compañía del Me-
tropolitano de Madrid). El conde de Vallellano, Ministro de
Obras Públicas, se registra como Presidente de Aguas Castro-
monte <Vita> y como vocal de la Compañía General de Asfaltos
y Portland, y de Aguas del Balneario de Cestona. Carlos Rein
Segura, Ministro de Agricultura, se ha relacionado después con
empresas de abonos (Medem), ceryezas (Industrial Cervecera
Sevillana) y tractores (John Deere, y Lanz Ibérica), entre otras.

(13¡{) No eartro cn el trabejo-reL¡tivamente sencillo, pero laborioso-de clasiñcar


para cada ex Ministro las empresas a que pertenece, las vinculaciones reclprocas entre
éstas y las conexiones bancarias de cada una de ellas porque ello se saldrfa de los
llmites que me he impr,¡esto a mi empeño. Un estudio de este tipo puede hacerse a
través de los distintos Anuarios de Sociedades, el DICODI y el exc€lente libro de cJuan
Muño¿', El poder de Ia Banca en España (Algorta: Z.erc, lW).

r23
El Nmirante Moreno, Ministro de Marina, fue después presiden-
te de la Compañía Trasmediterránea.
Un dato del mayor interés es que no son pocos los ex Mi-
nistros que aparecen en los Consejos de Administración de
empresas típicamente <multinacionales>, como Mortes (Nestlé),
López de Letona (Westinghouse), Espinosa (S.K.F.), R. Fernán-
dez-Cuesta (Brown and Root Española), González Bueno (Ci-
troen), Rein Segura (John Deere), Barroso (Telefunken), Ruiz
Giménez (Perkins), Banera y Barroso (Standard Eléctrica), Ro-
meo (Peñarroya), etc.
A título de ilustración, se recoge a continuación las relacio.
nes empresariales de algunos ex Ministros más directamente
vinculados con el mundo económico.

GAMERO DEL CASTILLO, Pedro


Ministro sin Cartera (agosto, 1939-mayo 1941)'

Tipo Tipo de
Empresa de empresa catgo Años

1. Vallehermoso, S. A. Privad¿ Presidente ó1ó8


Presidente n-74
Vocal 69-71
!. Española de Financiación, S. A. Privada Presidente
3. lnión
6U7l
Sociedad Española de Construcción Naval Privada Vicepresid. ól-m
Presidente 6173
4. Compañía Continental de Importación, S.A.E. Privada Presidente 67:'10
5. Banco Hispanoamericano Privada Consej. Del.
Adjunto 67-71
Consejero 63-ó4
Consejero T2-73
6, Estudios y Proyectos Eléctricos, S. A, Privada Consejero 6},?0
7. Compañla Arrendataria del Monopolio de petr$
leos, S. A. (CAMPSA) Pública Vocal 74
8. Naval-Stork-Werkspoor, S. A. Privada Vocal 67-69
9. Astilleros Españotes, S. A, Prlblic¿ Vocal 70-71
10. Compañfa Continental Hispánica, S. A, Privada Presidente 7l-74
ll. Banco Urquijo Privada Consejero 72:14

t2. Hidroeléctrica de Cataluña, S. A. Vocal 7l


13, Banco de San Sebastián
Privada Vocal 7174
14. Banco de España
Privada Vocal 7t74
15. Constructora Nacional de Maquinaria Etéctri_
Ptibtica Consejero 74
ca, S. A. P¡ivada Vocal 63

r24
GONZALEZ BUENO, Pedro
Organización y Acción Sindical (febrero 1938-agosto 1939)

Tipo tipo de
Empresa de emptesa catgo Años

l. Caja de Seguros Reunidos, S. A. Privad¿ Presidente 6l-74


2. Citroén Hispania, S. A. Privada Presideút€ 6l-74
OSRAN, S. A. Privada P¡esidente 6l:14
4. Industrias Patria, S. A. Privad¿ Presidente óló5
J. Empresas Unidas, S. A. Prir¡ada Presidente 6l:12
6. Sociedad Ibérica de Constrr¡ccio,nes Eléctricas
(STCE) Privada Vicepresidente
Consej. Deleg. óló5
1 Tetracero, S. A. Privada Vicepresid. 6l:14
8. Ge¡reral Eléctrica Española, S. A. Privada Consejero 6l:12
9. Heliacero Internacional, S. A. Privada Presid€nte 6'n
10. Servicio Tecnico Comercial de Constructores d€
Bienes de Equipo (SER@BE) Privada Miembro del
Consejo Direc-
tivo 6-n
lt. Seficitrocn Financiacioncs, S. A. Privada Presidente 7l:12

CARCELLER SEGURA; DemetTio


Industria y Comercio (agosto 1944 - julio 1945)

Tipo Tipo de
Emptesa de ernpr¿sa cargo Años

l. Bebidas Americanas, S. A. Española Privada Presidente ó168


2. Productos Asfálücos. S, A. Privada Presidente 6l-67
3. Siderurgica Industrial, Compañla Ibérica, S. A. Priva.d¿ Presidente 6l-67
¡1. Industrial Cervecera Sevillana. S. A. Privada Presidente 6Y67
5. Banco Comercial Transatlántico Privada Vicepresid, ól-óE
ó. Refinerla de Petróleos de Escombreras, S, A. hlblic¿ Vicepresid.
7. Cornpañla Española de Industrias Electroqulmi-
cas, S. A. Privada Consejero ólóE
8. Compañfa Española de Petróleos, S. A. Privada Consejero 61óE
9, Aluminio lbérico, S. A. P¡ivada Vocal ól.óE
10. Compañla Sevillana de Electricidad Privada Vocal ó1ó8
ll. S.A. Distribuidora de Electricidad Privada Vocal óló8
12. Naviera Vizcalna, S. A. Privada Vocal ó1ó5
13. Oerlikon Eléctrica, S. A. Privada Vocal *8
14. Fuerzas Económic¿s dc Andalucla, S. A. Privada Vocal ó5óE
15. La Estrella de Africa, Fébrica de Cerveza, S. A. Privada Vocsl 65{ó
Vice'pr$id. tl
ló. La Electricidad, S. A. Privada Vel ó3

r25
REIN SEGURA, Carlos
Agricultura (julio 1945 - julio 1951)

Tipo Tipo de
Empresa de empr*a cargo

t. Empresa Nacional de Industrialización de Resi-


duos Agrfcolas (ENIRA) hiblic¿ Prcsidcr¡@ ó1-70
2. Hierros y Aceros de Jaén, S. A, Privada P¡€sidentc 6l-74
J. Reunión Privada Pr6idente 6174
4, Tabacalera, S. A. Prlblica Conscjero 61.{9
victpres. 1.o 7v74
J. Ricardo Medem y
Cla. S. A. Privada Vocal 6ló5
6. Industrial Cervec¿ra Sevillana, S. A. Privada Vocal ó3ó5
C.;onsejero 6
Viceprcsid. 67.(f,
1 Banco Exterior de España Riblica Consejero n-74
ü. John Deere, S, A. Privada Pr€sid€nte 72-74
9. Lanz Ibérica, S. A. Privada Vicepresid. 61.{{,
10. Banco Occidental, S. A. Privada Consejero O
ll. Tecnitec, S. A. Privada Presidente n-n

BARROSO SANCHEZ GUERRA, Antonio


Ejército (febrero 1957 - julio 19ó2)

Típo Típo dc
Empresa de empresa c^t80

Productos Capilares, S. A. P¡ivad¿ Asesor téc. 6349


Telefunken Radiotecnia lbérica, S. A. Privada Consejero 6U72
Standard Eléctrica, S. A. Privada Consejero ó3{f,
Vicepresid. 7lu.n
Presid. honor 7{
Banco de España (Instituto a Medio y lárp
Plam) htblica Oonsejero
Rep¡€sentte. 6l@
). Menñs, S. A. Privada Vocal ffig
73:14
ó. Compañía Auxiliar de Ferrocarriles, S. A. Privada Vocal *74
7. Tabacalera, S. A. Pública Consejero *74
E, Canales y Túneles, S. A. Privada Consejero 6449
9. Vías y.Construcciones, S. A. Privada Prrsidente &73
10. Ibérica de Autopistas, S. A, Privada Consejero 70-71
u. Construcciones y Auxiliar de Ferrocarriles, S. A. Privada Vocal n-73

126
GARCIA RAMAL, Enrique
Relaciones Sindicales (octubre 1969 - diciembrc l%4)

Tipo Tipo de
Empresa de enplesa cargo Añ6

l. Equipas Mineros e Industriales Privada Pr€sid€úte 63-69


2. Siste¡nas eAFr, S. A. Privada Vicepresid. 6Tó9
3. Aguas y Saltos de Zadorra, S. A. Privada Consejero
Dircct. C'erte. óló9
4. Altos Hornoc de Vizcaya Privada Dircct, G€rte. ó,ó9
5. S. A, Hulleras del Tr¡rón Privada Direct, C*rte. ó3-69
ó. Impr€gna, S. A. Privada Consejero ó3-ó9
7. Sociedad Bilbalna de Maderas y dlquitranes, S. A. Privada C.onsejero 6fó9
E. Explotaciones e Impregnaciones ForBtales, S. A. Privada Vocal 63.f,9
9. Fundición Nodular, S. A. Privada V@al 61.ó9
10, Industrias Qulmicas de Luchana, S. A. Privada VG.l ó3óE
11. Maquinaria y Metales Gra¡nda, S.A. Privada VGal 63.{D
12. On¡nium lbério, S. A. Privada V@l 63.{f,
13. Sociedad Española de Fundiciones Eléctricas, S.A. Privada Vocal 6&ó9
14. Saiedad lbérica de Constrüccion6 El&rlcas
(srcE) Privada Vc¿l ó3ó8
15. Bldones y Envases, S, A. Privada V@t 63.66

t27
9. EL ESTILO HUMANO DE LOS MINISTROS
DE FRANCO

Leyendo las biografías ---{ortas- y los escritos


-largos-
de los Ministros de Franco se llega a la conclusión intuitiva de
que entre todos ellos hay sustanciales concomitancias como
para hablar de un <estilo humanor¡, de un modo de ser y actuar,
de <presentación del yoD ante los demás, que unifica las veces
dispares biografías (135). Es muy posible que estas cualidades
humanas, difíciles de detectar por el público, hayan pesado tan-
to o más en el éxito político que las adscripciones ideológicas.
Aun a riesgo de extremar el psicologismo menos preciso, vale
la pena que nos detengamos un poco en esta (presentación del
yor de nuestros Ministros.
Aunque parezca un contrasentido, los Ministros de Franco
han basado su poder en que eran muy poco conocidos del pú-
blico. Incluso los más "popularesD, como Fraga o Girón, no se
puede decir que tuvieran tras de sí grandes masas de adictos,
ni que las gentes los conocieran por la calle. Al Ministro que
estuvo más tiempo en el poder y en el ápice del mismo, el unú-
mero dosu, Carrero Blanco, apenas permitió que su imagen
saliera en los medios informativos. Lo que se llama popularidad
política en la España de después de la Guerra Civil no la ha
tenido nadie más que Franco. Quizás han gozado de bastantes
dosis de ella personajes políticos del estilo de Emilio Romero,
Eduardo Tarragona, Areilza, el general Díez Alegría, o Blas
Piñar, pero ninguno de esos ha llegado a Ministro. Para este
excelso cargo se requiere una rara capacidad para no destacar,
para no despertar grandes arrebatos.
Una constante que se repite en muchas biografías es lo que
podríamos llamar <estudiada humildadu (13ó). No hay que de-
mostrar una manifresta y decidida vocación política, so pena de
quedarse uno eternamente de <ministrabler. Hay que ser, para-

(135) Va de suyo que los ll4 Ministros y prácticamente todos los varios centenares
de Subsecretarios y Directores Generales que han gobernado en el pals han sido varc-
nes. El hecho por lo sólito no suele ser resaltado. Queda para la historia como una
csupervivenciar más.
(13ó) En la biograffa oficiat de León Herrera se señala la frase iue dijo después
de ser Praurador en Cortes y pasar por dos Direcciones Generales: .I¡ón Her¡era r¡o
tiene ya aspiraciones pollticaC de más envergadura. Mis aspiraciones son las de volver
junto a mi familia.r Reseña en elnformaciones' 30 octubre 1974.

t29
dójicamente, otra cosa que polltico y sobre todlo aprentaflo.
Dos años antes de ser Ministro y un año antes de acceder a
Subsecretario, Gonzalo Fernández de la Mora es entrevistado
por Pedro Rodríguez en "Arribap. Ante la consabida pregunta
"Supongamos que le nombraran Ministro...r, la respuesta, sin
dejarle terminar al periodista, es:
Lo de Ministro no puedo tomarlo en serio, por supuesto. Ni en
broma siquiera (137).

En 1970 al ser nombrado Ministro, en el discurso de toma de


posesión dice que aceptar tal cargo (es algo más que una honra
personal: un excepcional privilegio histórico" (138).
Pero el ejemplo más característico de intelectual puro que
llega a la dirección política no es Fernández de la Mora sino
Sánchez Mazas. De él dice Serrano Suñer, así como quien no
quiere la cosa, que (era nulor (139).
Juan Ignacio Luca de Tena nos descubre de Sánchez Mazas
lo que quizá fue su secreto deseo, el de ser verdaderamente un
político:

Sánchez Mazas no amaba su condición de intelectual para la


que tan excelsas cualidades le había dado Dios... A él le hu-
biera gtrstado más ser politico (140).

Ciertamente lo fue, pero su paso por el Gabinete tan sólo duró


unos meses.
No es éste el caso de Carrero. Casi toda su vida activa ha
transcurrido en un alto despacho ministerial. En 19,t0 se encon-
traba trabajando muy cerca de Franco. Es Ministro inintern¡m-
pidamente desde 1951 hasta 1973, siendo además la mano dere-
oha (literalmente) de Franco. Pues bien, un lntimo colaborador
y biógrafo suyo nos lo retrata de esta increlble manera:
Si Carrero Blanco estaba en política era porque se creía en el
deber de servir a España y a Franco y de ser su albacea tes-
tamentario... A Carrero B,lanco maldita la gracia que le hacía
la política. Era militar, un marino de secano por imperativos
(13?) Declaraciones de G. Fernández de. la Mora a Pedro Rodrlguez, en <Arriba,,
labril-19ó8.
(13E) .I¿ Vanguardiar, ló abril 1970.
(139) R. Serr'¿no Suñer, Entre Hendcya y..., c;t., pág, 211. La 1.. edición es de l9,ló,
pero en ella no 6gura esa apoatilla (Sánchez Mazas vivl¿ todavla entonces).
(1,f0) Juan Ignacio Luca de Tena, Mis a"migos mueilos (Barcelona: Planeta, 191),
p. D8.

130
del destino... Su vida ideal hubiera transcurrido como profesor
de táctica o estrategia en la Escuela de Guerra Naval, y como
hogareño pintor de paisajes soñados. Era austero... Su austeri-
dad era casi excesiva (l4l).

Luego veremos que esta imagen corresponde de forma muy cui-


dadosa a la idea (corporativista> de que los políticos no deben
ser (profesionales>, incluso en el caso de Carrero que dedicó
todas sus energías a la alta política. [¡s más <profesionales>,
aun habiendo llegado a Ministros, son los que en la historia de
los últimos decenios han estado sometidos a más encontrona-
zos: Arrese, Serrano, Girón, Silva, Fraga, etc. Son los <presi-
denciables" que nunca llegaron a la Presidencia. En la crisis de
1956 se atribuye una frase de Arrese, dirigida a Franco, profun-
damente significativa: uMi general, déjenos gobernarr.
Justamente en contraposición a la figura del político profe-
sional descuella la del técnico, el profesional distinguido, el
erudito, el intelectual, el funcionario de prestigio. Ya nos hemos
referido a la acumulación de carreras, libros y o¡rosiciones, in-
cluso a la pauta del <número unoD. Hay varios Ministros en
cuyas biografías se cita el escalofriante hecho de que (obtuvo
matrícula de honor en todas las asignaturas de la carrerar. Es
difícil imaginar qué mérito especial para la política significa
ese extravagante detalle.
Un ejemplo de la no profesionalidad política puede ser el
del interés por la Historia, una ocupación muy típica del tipo de
político gentleman que nos vino de Inglaterra y que tanto se
cultivó durante la Restauración. En los Gabinetes de Franco por
lo menos hay todos estos Ministros que se han dedicado a escri-
bir manuales o monografías de Historia: Pedro Sainz, Aunós,
Iequerica, Carrero, Jorge Vigón, üllastres, Gual Villalbi, y Fra-
ga. Después de todo en este nuestro país escribir de Historia
suele ser una forma de opinar de política.
La carrera de activista político por sí sola no lleva muy lejos
en la escena política española. I¡s héroes bélicos, los conspi-
radores de los primeros tiempos, los voluntarios de la División
Azul, los duros ejecuteres de la represión de los primeros años
de la posguerra, los conmilitones de la (primera líneau de las
organizaciones del Movimiento, los organizadores de centurias
(141) Joaquln Bardavlo, La crisis (Madrid: Sedmay, 1974), p.23. El autor fue du-
rante tres añoo y medio Jefe de los Servicios Informativos de la Presidencia de Go-
bierno, pero, segrln su propia confesión, en todo ese tiempo sólo habló con CarTero
tres veoes y en ocasiones puram€nte prgtocolarias. Este dato resulta enonnemente reve
lador para comprender la frialdad de las relaciones pollticas en el Funcionariato.

131
o sindicatos, todos ellos apenas remontan la segunda o tercera
fila del liderazgo local (su meta puede ser la de Subjefe provin-
cial del Movimiento o Vicesecretario Provincial de Sindicatos),
a no ser que se las arreglen para <hacer oposiciones), para
crearse una sólida posición económica o profesional. Natural-
mente, estos últimos son los más pragmáticos, los menos cre-
yentes, los menos activistas. Incluso la carrera opuesta es la
más exitosa. El joven apolítico que triunfa en (oposiciones), que
sale adelante como un auténtico unúmero uno> en la vida prole-
sional. o de los negocios (una lumbrera, como suele decirse),
aunque inicialmente sólo tímida y marginalmente estuviera me-
tido en actividades políticas, una vez que llega a la cúspide del
prestigio privado, es cooptado con rapidez y eficacia por la línea
de mando político y encumbrado a los más altos puestos. No
necesariamente es un <tecnócrata), sino en ocasiones un encen-
dido umonárquicor, un convencido
langista>.
"católico,) o un ferviente <fa_
Este juego presta una extraña movilidad al personal político
y una curiosa eficacia a todo el sistema. Por un lado, los over-
daderos creyentes) acaban trabajando en la base o en asuntos
privados (abogados, gestores, jefes de personal, modestos em-
presarios, etc.), con lo que no llegan a ser nunca una alternativa
dogmática o ideológica con capacidad real de cambiar las co-
sas; se convierten en un instrumento perfecto de movilización y
control para cuando se estima conveniente en las alturas (eleccio-
nes, referéndums, manifestaciones, etc.). Por otro lado, los pro-
fesionales triunfantes recién llegados a la política no dominan
la base como para poder constituir grupos políticos que supon-
gan una amenaza a la unidad. Piénsese en los casos de Silva,
Fraga, Licinio de la Fuente, Martínez Esteruelas, entre otros
muchos. Su ucapacidad de convocatoria, a nivel de cuadros y
masas es evidentemente pequeña en comparación con su pree-
minencia a nivel de la élite nacional. En cambio, cuando hay
personas con una cierta (capacidad de convocatoria> (Hedilla,
Blas Piñar, Díez Alegría, etc.) lo normal es que no lleguen a
Ministros. Violarían la norma de la <unidad de mando" y el
principio de que los sistemas de coopción polÍtica funcionan con
los <moderados> de cada ofamilia>, no con los radicales o exal-
tados.
En Ia Era Azul, incluso, se produce el hecho paradójico de
que acceden a la titularidad de algunos Departamentos, perso-
najes que habían sido figuras destacadas en la política anterior
a 1936, mientras que se marginan o se exilian interiormente mu-
132
chos ucombatientes de la primera hora> (142). Es inconcebible,
por ejemplo, desde una óptica exterior, cómo pudo haber sido
Ministro un Martínez Anido y no un Tovar o un Ridruejo.
Se da la paradoja a veces de que los Ministros aparecen
como menos "políticos) que los que les rodean; ejercen más
de <políticos> antes de llegar al cargo y después de salir de é1,
pero cuando se sientan en la poltrona ministerial procuran cum-
plir como buenos servidores de una hipotética política trazada
de antemano para ellos. No es casualidad que en un libro de
entrevistas políticas, titulado precisamente Los políticos, en
donde se entrevista a veinte reconocidas figuras de la vida públi-
ca, ninguna de ellas sea Ministro, y sólo aparezca un ex Ministro,
alguien tan excepcional como Ruiz Giménez (143).
Un hecho dificultoso y sorprendente para quien desee inves-
tigar la vida pública española, resultado un poco de todo lo
que llevamos dicho, es la extrema parquedad con que los Mi-
nistros producen libros de memorias, autobiografías, testimo-
nios de su actuación, etc. El caso de Entre Hendaya y Gibraltar
de Ramón Serrano debe destacarse por lo excepcional. A veces,
incluso los libros que parecen más testimoniales y personales
y hasta <explosivos>, como en el de Julio Rodrígtrez, Impresio-
nes de un Ministro de Carrero Blanco (144), apenas trascienden
unas cuantas anécdotas superficiales.
Un dato curioso a este respecto: en la escueta biografía
oficial de Julio Rodríguez, al ser nombrado Ministro, figura como
primer escalón de su carrera académica el que
fue <decano de Ciencias de la Universidad -lógicamente-
de Navarra entre los
años 19ó4 y 1968, y miembro de la Junta de Gobierno de dicha
Universidad>. Este importante dato no figura, en cambio, en el
más extenso currículum que se imprime en el mencionado libro.
No creo que el olvido fuera por <estudiada humildad> (145).
No es el único caso de alteración de datos fundamentales
en una biografía. Uno muy curioso es el de la reseña oficial de
Esteban de Bilbao, que en los años 40 aparece como un furi-
bundo enemigo de la República, mientras que años después
(142) Sobre este punto puede verse el luminoso análisis de J. J, Linz, cAn Autho
ritarian...o, cir., pp. 324 y ss.
(143) Bonifacio de la Cuadra, Los palítícos (Barcelona: Dopesa, 1974).
(144) J. Rodríguez, Impresiones de un Ministro de Carrero Blanco (Barcelona:
Planeta, 1974).
(145) Julio Rodrfguez fue capaz de decir: u¿Sabe alguien que el 909ó de--los. cijn-
tificos que ha habidc-en la historia, estarnos vivos ahora?> (Declaraciones a María Ro-
sario Ros en "Solidaridad Nacionalo, el 3 mayo 1974.)

133
aparece sólo como un moderado opositor de la misma. Compá-
rense estas dos muestras:

Durante este infausto régi- En la República fue diputacio


men [a República] fue dipu- por Navarra. Don Esteban
tado en Cortes por Navarra, Bilbao protestó y luchó con-
utilizando su acta para coo- tra muchas de las disposicio,
perar a la demolición de nes del régimen republica-
aquel sistema (146a). no (l¿lób).
Hay que comprender que, después de haber sido 22 años Pre-
sidente de las Cortes, resulta un poco fuerte recordarle en el
obituario como el que siendo joven diputado <utilizó su actaD
precisamente para
"demoler el sistema> anterior. La manipula-
ción periodística es en este caso un acto de caridad.
En las biografías de los primeros Ministros se insiste mucho
en esa participación conspiratorial durante el tiempo de la
República, actividad en la que es reconocerlo- Franco
-justoHay
no tuvo una destacada participación. también una insisten-
cia lógica en la actuación heroica durante la Guerra Civil. Natu-
ralmente en los más jóvenes esta posibilidad se reduce, pero
se estira al máximo para merecer todo lo posible los anteceden-
tes heroicos, cosa por otra parte bien humana. En la biografía
de Licinio de la Fuente (nacido en 1923) se señala que <durante
el Movimiento Nacional [guerra civil], siendo todavía un niño,
se evadió de la zona roja, pasándose a la nacional, en la que se
afilió a la Organización Juvenil' (147). Este dato desaparece en
las biografías posteriores.
Si bien se extrema la participación en la Guerra Civil
que fuera como cautivo-, las biografías oficiales ocultan -aun-
cuida-
dosamente las referencias a la actuación política antes del Al-
zamiento y casi completamente todo lo que se refiere a la
actividad conspiratorial preparatoria del golpe de 193ó. La frase
estereotipada es: <el Movimiento le sorprendió en...r, lugar en
el que se adhieren, pero como si nadie hubiera realmente orga-
nizado tal movimiento.
Un tema muy característico de las reflexiones íntimas de los
Ministros es la queja de lo dura que es la vida en los altos car-
gos políticos. Habrá que creerles si tantos lo dicen, pero para
el hombre de la calle sigue siendo un misterio por qué sigue
(l,ló a) Biografla con ocasión de su nombramiento de Presidente de las Crrtes,
"Patria" (9 enero 1943).
(ltlób) Biografla necrológica, <El Correo Catalán¡ (24 septiembre 1970).
(147) BiografÍa recogida en (InformacionesD (19 agosto 19ó5).

134
habiendo tantos candidatos a sentarse en una poltrona minis-
terial y por qué se derraman lágrimas (es literal a veces) cuando
no hay más remedio que dejársela al siguiente. Como indicación
de ese sentimiento quejumbroso del poder podemos citar, entre
otros muchos testimonios, éste de Manuel Fraga Iribarne, en
un discurso sincero y personal que pronunció en un homenaje
de sus paisanos después de ser Ministro; al referirse a sus
años de servicio en la alta política dice:

Es necesario haberlos vivido para saber de la terrible distan-


cia, la soledad infinita en que puede verse un hombre en tales
circunstancias. Ni vida privada, ni amigos, ni casi familia, exis-
ten para é1. Las respo,nsabilidades son abrumadoras; las ten-
taciones de todo tipo, constantes; los disgustos, reiterados e
inevitables (148).

Como confirmación de lo dicho se puede recordar el dato de


que Fraga eligió el propio e inhóspito edificio del Ministerio
para montar su residencia, de tal forma que a cualquier hora
del día o de la noche (no es broma) estaba cerca de los teleti-
pos o de los teléfonos oficiares.
Fraga no es el único, ni mucho menos, que se queja de la
desgraciada y desagradecida vida de Ministro. Su colega Fede-
rico Silva nos pinta un retrato verdaderamente estremecedor:
La política es la profesión más sacrificada y hasta heroica que
cabe imaginar. A mí me gustaría que los españoles viesen
cómo vive un ministro. Su trabajo, sus preocupaciones, sus lur-
chas, sus frustraciones... Es un sacrificio continuo, una brega
incontable, indecible, acechado por todas partes de desprecia-
bles halagos, de zancadillas. de calumnias, de problemas que
no tienen comparación ni con los más graves que se pueden
presentar en cualquier actividad privada (149).

Se dice, en efecto, que Silva fue uno de los pocos que dimi
tieron, a pesar de ser un Ministro con "buena Prensa>.
Si hemos de ser justos, los Ministros no se pueden quejar
de las críticas que han recibido, sobre todo antes de la Ley de
Prensa de 1966. Nada hay más soporífero que las gacetillas que
se insertaban en los periódicos de provincias cuando se anun-
ciaba la visita de un Ministro. Es la literatura política más re-
(148) Manuel Fraga lribame, El tlesarrollo polttico (Barcelona: Grijalbo, l97l),
p. 257.
(149) Declaraciones de Silva Muñoz a oEl Noticiero Universalo, 8 abril 1974,

135
petitiva, insustancial, adulatoria y sinsorga que se puede leer.
Es sabido que los crÍticos literarios son personajes que pue-
den ser ampliamente criticados, por lo menos más que otros.
Al ser ésa la ocupación más conocida de Gonzalo Fernández de
la Mora, antes de ser Ministro, se pueden registrar en torno a su
persona críticas y diatribas que difícilmente se pueden encontrar
referidas a otros altos cargos. A título de ejemplo en una nota
editorial de "El Noticiero Universal" del 13 julio 196ó, titula-
da "Otra bobada de Gonzalo Fernández de la Mora> se le cali-
ñca de "hombre de mala salivar, <intelectualazo>, (inefable crí-
tico>, usabihondo [con] roya garbancerao entre otras lindezas.
Lo que son las cosas: una década antes en el mismo periódico
se califica a Fernández de la Mora de (persona fina y culta...,
un escritor ya formado, de cabeza bien dispuesta, al que hay
que considerar como uno de nuestros más fuertes valores en el
campo intelectual, filosófico y políticoo (28 marzo 1957). ¿Habrá
sido el cambio un efecto de la Ley de Prensa de 1966? Si es así,
"disgustos y ten-
hay que recordar a don Manuel Fraga que sus
taciones> quedan compensadas sobradamente con la tolerancia
para la crítica que permitió *su' Ley. No es irónico sino literal
en este caso el posesivo osuo. Los Ministros andan siempre con
<su>' proyecto de ley debajo del brazo, y a veces se lo llevan en
la cartera cuando son despedidos. La insatisfacción legislativa
ha debido ser enorme. Arrese se retiró con un frustrado proyec-
to de leyes fundamentales, y su mutis significa precisamente el
fin de las posibilidades <azules" y el orto de la chance monár-
quica con los tecnócratas. Arias Salgado falleció sin poder firmar
la Ley de Prensa, pensada de varios años, que tanto iba a dis-
tinguir a su sucesor. Varios ministros de Hacienda parece que
han salido con los tomos recién encuadernados de su particular
reforma fiscal. López-Rodó se asocia a su monumental plan de
reforma administrativa que tuvo que postergarse a las exigen-
cias del Plan de Desarrollo. Nada digamos de los avatares de la
Ley Villar (General de Educación), la que recibió más críticas
(las mías me costaron serios disgustos profesionales, que no son
para contarlos ahora). Quizá la medida legislativa más acerba-
damente criticada, hasta el ridículo, fue la del ju-
"calendario
liano" o reforma del calendario académico impuesta
el parecer general- por Julio Rodríguez; la medida fue -contra
dero-
gada nada más acceder su sucesor al cargo, sin que hasta ahora
se haya podido explicar a los estudiantes universitarios que
empezaron el primer curso en 1973-74 por qué las clases no se
iniciaron hasta enero de 1974.
l3ó
Pero, en fin, aparte de estos escuetos ejemplos, es difícil ver
el pretendido sufrimiento y la especial dureza de la labor de
un Ministro. Lo malo llega cuando deja de serlo, una circuns-
tancia que no está legislada.
Las llamadas crisis (o mejor relevos) gubernamentales sue-
len resolverse de forma inopinada, agotando a veces sucesivos
períodos de rumores. Una semana antes del relevo cn que tuvo
qüe ceder su puesto Alfredo Sánchez Bella, éste desmintió ca-
tegóricamente a los periodistas el rumor sobre la posibilidad
de su sustitución, echándoles en cara su credulidad. "Eso
es no conocer el estilo del jefe." El <estilo del jefe>
-añadió-
es precisamente no avisar. El Ministro de Información debía de
saberlo (150).
Es conocida (y temida) la institución de <la carta> o <el mo-
toristaD aludiendo a que el Ministro que cesa en un cargo es
por deseo personal y fulminante del Caudillo. José Solís se pre-
cia en una entrevista de que el Jefe del Estado lo cesara <de
palabra" sin mediar la consabida <carta>, privilegio que según
él no tuvieron los demás Ministros (151).
El que un Ministro sea nombrado o relevado de su cargo se
acompaña con el funcionamiento de la ley general de todo el
sistema que tiende a evitar al máximo los conflictos (a los que
se opone la <unidad>). Así en 1942, ante la tensión que se crea
entre Serrano y Varela (que culmina en nlos sucesos de Bego-
ña>, en donde se atenta contra la vida de este último), el Gene-
ralísimo destituye a los dos sin mayores preámbulos.
En 1956 la oposición entre los azules conservadores
-capi-
taneados por Fernández-Cuesta- y los católicos más apertu-
ristas por Ruiz Giménez- lleva igualmente al
-representados
destierro político de los dos contendientes. El sucesor de Fer-
nández-Cuesta es José Luis de Arrese, quien en 1957 proyecta
una pequeña revolución palatina para (nacionalsindicalizaru el
Régimen. Es el canto de cisne de la Era Azul, como hemos visto.
A las reformas de Arrese se opone sobre todo Martín Artajo, en
nombre del mínimo pluralismo (el uprincipio de subsidiari-
dad>) que ilumina la doctrina social eclesiástica. El resultado
de esta confrontación es que ambos son despedidos de las pol-
tronas ministeriales.
En 19ó9 estalla el "conflicto Matesa> que enfrenta en este
(l5()) Bardavío señala que la práctica de que "los ministros cesados son los últi-
mos que se ente¡?nD; sólo le faltó añadir la metáfora estermtipada, J. Bardavío, La cri'
sis..., cit., p. n6.
(l5l) Entrevista a L.6pez Castillo en oNuevo Diario,, 31 marzo 1974.

137
caso a los Ministros azules (Fraga, Solls) o católicos (Silva)
contra los asociados al Opus Dei (López-Bravo, Villar, López-
Rodó). Todos los contendientes van siendo poco a poco releva-
dos de sus puestos: Silva cae en 1970, todos los demás dejan
de ser Ministros en 1973 o 1974.
En 1974 el conflicto entre los aperturistas, representados por
Pío Cabanillas, y los inmovilistas, acaudillados por Girón-Emilio
Romero-Utrera, produce la destitución inopinada de Cabanillas.
No es casualidad que para el trámite de pasar de un cargo
político a otro se emplee la terminología castrense de ucese,r
o (relevoD y la burocrática de <tomar posesiónr, y más especí-
ficamente para la llegada o partida de un Ministro. La idea sub-
yacente a tales actos es que la (clase> de los'protagonistas es
siempre la misma y por ello es sólito ver en la toma de pose-
sión de un Ministro no sólo al saliente sino a otros ex Ministros.
Valga por lo expresiva y convencional esta declaración de Utre'
ra Molina en la toma de posesión de su equipo de nuevos cola'
boradores en la Secretaría General del Movimiento:

SerÍa erróneo pensar que llegan hoy aquí unos hombres nue-
vos y que vamos a perder a los que se van' En absoluto: los
que vienen, en este sentido, ya estaban, y los que cesan, se
quedan, Esto no es más que una nueva distribución de las
tareas, nunca un utilitario y poco ilustre reparto de privilegios.
Es un relevo escueto y digno, en el que todos vamos a seguir
juntos, ilusionadamente unidos en un tenaz y perseverante
servicio al pueblo de España. Todos vamos en la misma nave,
y, por tanto, no ocurre otra cosa que un cambio de timonel y de
remeros: la Polar permanece invariable. Contemplando la tra-
yectoria del equipo anterior, sólo nos cabe aspirar a que mis
colaboradores y yo podamos cubrir la etapa que hoy iniciamos,
con la misrna dignidad que quienes ahora relevamos... (152).

Como ya he dicho, los casos de dimisión de un Ministro han


sido verdaderamente excepcionales en la historia del Régimen.
Prácticamente los cronistas sólo aplican esa expresión con
-y
grandes reservas* a Larraz, Arrese, Lora, Silva y Barrera. Des-
le luego, no se puede decir que los dimisionarios se hayan
convertido en terribles oponentes del franquismo, por lo que
(152) José Utrera Molina, Derecho a la espcranza (Madrid; Ediciones del Movt'
miento, 19?4), p. 14. En las fotos del acto aparecen junto al orador los Ministros
Licinio de la Fuente, Fernández Sordo y Martínez Esteruelas, y los ex Ministros Solis,
R. Fernández-Cuesta, Arrese, Girón y Garicano,

138
las <dimisiones> deben interpretarse más como decisiones por
motivos personales que políticos.
Una caracteristica muy peculiar de muchos Ministros de
Franco es que, después de serlo, no continúan en la política
activa (ello es difícil sin existir partidos o partido y escaseando
los puestos senatoriales simbólicos) sino que <se retiran>, algu-
nos a una especie de autoexilio interior, otros a una actitud de
desengaño o incluso de arrepentimiento, y casi siempre a bri
llantes puestos en el mundo financiero. Aunque sigan recibiendo
el sueldo de modo vitalicio no cabe duda de que este brusco
(cambio de status> debe resultar algo desagradable. Téngase en
cuenta lo cuesta arriba que tiene que hacerse pensar en con-
ducir el coche propio, buscar una secretaria particular, alquilar
un despacho, etc., máxime cuando el que sale desea seguir dedi
cándose a la política.
En este sentido, la frase que alguien le dijo a Julio Rodrí-
guez, Ministro de Educación, después de Ia muerte de Carrero,
cuando se temía un relevo umasivor de altos cargos, vale por
todo un tratado de Ciencia Política:
Tal como está la situación política en España, si sales del Go.
bierno caes en el vacío, Es como si te dijeran: agárrate a la
brocha, que me llevo Ia escalera (153).

El comentario que le sale del alma a Julio Rodríguez no resulta


menos regocijante que el famoso chiste al que alude: uMi bro-
cha era mi cátedra>.

(153) Julio Rodrlguez, Impresiones de un Ministro... cit., p. llg.

139
Segunda Parte

LAS FAMILIAS POLITICAS


DEL REGIMEN
10. ALGUNAS CUESTIONES PREVIAS
DE TERMINOLOGIA Y LENGUAIE

No resulta fácil etiquetar las distintas coloraciones que ha


revestido el aparato ideológico del Régimen y mucho menos
decidir las adscripciones que corresponden a cada uno de sus
personajes. La cuestión no puede resolverse diciendo que no ha
habido partidos pollticos o que todos los pollticos han llevado
la misma etiqueta:
Si hubiera que caliñcar globalmente a los políticos que han
rodeado a Franco en sus gobiernos, no habría más remedio que
llamarlos franquistas (l).

Esto es lo que dice Tamames, pero no es decir mucho. Pc'


demos concluir con él en que existe un

dogma polltico común, coincidente en lo esencial en las si


guientes proposiciones :
a) Negación de! sufragio universal como fuente de sobe
ranía, y asignación al sufragio orgánico de los únicos elementos
de representatividad.
b) Negación de Ia separación de los tres poderes tradicio
nales desde Montesquieu: legislativo, ejecutivo y jr.ldicial.
c) Poder excepcional del Caudillo.
d) Libertades de expresión, reunión y asociación dentro de
unos llmites estrictamente marcados.
e) Predominio de los intereses económicos de la libre em-
presa y subsidiariedad de la intervención del Estado.
f) Pretensiones de una avanzada polltica social, combinada
simultáneamente con el enct¡adramiento de los trabajadores en
una organización sindical vinculada al gobierno.
g, Fe ciega en las fuerzas de seguridad como salvaguarda
del orden contra la subversión, y, subsidiariamente, en el ejér-
cito (2).

Ahora bien, ni eso es todo lo que ideológicamente homoge-


niza el modo de pensar cfranquistar ni sobre todo permite dis-
tinguir los diferentes matices originales, las ideologfas preexis-
(l) R¡món Tamamcs, la Rcptlblica, Ia Era dc Fr¿r¡co (Madrld: Allanza-Alfagua-
n, 193), p. l9l.
(2, Ibitt., D. ry$.

r43
tentes que Franco incorpora. El propio Tamames utiliza un
sistema de <coloracionesu para clasificar ideológicamente a cada
Ministro, aunque sin explicar en qué consiste cada una: nfalan-
gista, militar, monárquico alfonsino, técnico sin filiación deter-
minada, tradicionalista, Acción Católica, Opus Deio (3). Hay, des-
de luego, un acuerdo bastante amplio en que ésta es la lista de
<familias> (la expresión es intramuros; Emilio Romero, por
ejemplo, la utiliza mucho) de las que se ha surtido la com-
posición política de los Gabinetes.
Linz acuña la noción de upluralismo limitado> como típica
de los regímenes autoritarios, ejemplificados por el franquis-
ta (4). No creo que la <limitación> signifique tanto la exclusión
de ciertas posiciones ideológicas (lo cual resulta demasiado ob-
vio) como que la permisión de unas u otras se establece en
lunción de las personas, de individuos muy concretos en vista
de sus relaciones personales y no tanto por su pertenencia a
organizaciones. Se trataría de un <pluralismo personal>, natu-
ralmente limitado, pero no porque se acote el núme-
ro de grupos políticos,-insisto-
sino porque los que se reconocen se
asignan a personas determinadas. Así, por ejemplo, el régimen
franquista ha tolerado los grupos (católicos' vinculados a la
Acción Católica, Editorial Católica, ACN de P y Opus Dei, pero
no los que se derivaban más directamente de la antigua CEDA.
La explicación puede que esté en la pasada (mala) relación entre
Franco y el líder de la CEDA José Maria Gil Robles. Por otra
parte, Franco incorpora como primeros colaboradores suyos a
ex diputados de la CEDA: Serrano, lbáñez Martín, Alarcón, La-
dreda. Los propios portavoces ideológicos del Régimen, aunque
enfatizan una indefinible unidad y comunión en los princi-
pios (5), no tienen más remedio que reconocer el carácter plural
de los grupos de pensamiento que lo componen:
Plural y múltiple fue el Movimiento desde sus orígenes. Plural
y múltiple fue el desempeño de tareas, servicios y funciones, y
(3) Ibid., p. 496.
(4) Iuan J. Linz, uAn Authoritarian Resimc: Spainr, en E. Allardt y Y. Littunen,
Cleavages, Itleologíes ond Part! Stsfems (Helsinki: Transactions of the Westermarck
Society, l%4), pp, 291-341; p.297 y ss. Este artlculo se encuentra traducido en M. Fra-
ga et alii, La Espo'na de los años 70 (Madrid: Moneda y Crédito, 1974), vol. III, tomo 2,
pp. 14ó7-1531, bajo el título auna teoría del Régimen autoritario. El caso de España,,
I¿ continuación y réplica del tema puede verse en un nuevo trabajo titulado (Totalita-
rian and Authoritarian Regimes,, en Greenstein y N. Polsby, Handbook ol Political
Sciorce (Reading: Adison Wesley, l9?5), en pnensa.
(5) <Hoy los Ministros no tienen cntre sí más vínculo polltico que el de estar inte-
grados en el Movimiento Nacionalo, Jorge Vigón, Mañana (Madnd: Afrcdisio Agua-
do, 196ó), p. 13ó.

144
plural y múltiple, aunque arropada por la comprensiva unifor-
midad de una época, fue la solidez de una España que, con ho
nor e independencia, con trabajo y con fatiga, con alegría y
esperanza, mantuvo frente al mundo entero su insobornable
dignidad histórica (ó).

De nuevo hay que repetir que la <pluralidad y multiplicidad),


no es tanto de grupos preestablecidos como de lábiles relacio-
nes personales que no se traducen en afiliaciones formales sino
en pactos o compromisos no escritos y en cierta manera no
responsables más allá de los límites del honor personal. De esta
guisa una misma persona puede cohonestar ideologías distintas
o hasta encontradas que no tiene más remedio que aceptar en
distintos momentos de su carrera si desea seguir en el cargo.
Como ese deseo hay que presumirlo salvo prueba en contrario,
el resultado es que el Caudillo pr.lede rodearse y de hecho se
ha rodeado de personas que comportan muy diversas formas
de pensar. Desde luego, resulta prácticamente imposible colocar
una única etiqueta ideológica a cada uno de los Ministros y tam-
bién etiquetas a todos ellos, I,as hay de origen, de ocasión, de
comportamiento real y otras incluso que no se perfilan hasta
que el interesado deja de ser Ministro. Para poner un ejemplo:
todo el mundo creía que Julio Rodríguez era un <tecnócrata>
(por sus vinculaciones con el equipo Albareda) hasta que, al
dejar de ser Ministro, se sobreidentificó tanto con el pensamien-
to ultra y la figura de Carrero que no hay más remedio que
clasificarle para la posteridad como "integristar. Naturalmente
cabe también la apreciación de que no hay límite objetivo entre
ambas ufamiliasu.
En otros casos el ufalangismor significa poco más que poner-
se la camisa azul y aceptar un lenguaje determinado (lo cual
no es poco, no todos lo han hecho). Este es el caso de algunos
militares <tazules' (Yagüe, Muñoz Grandes), de algunos ideólogos
provenientes del sector católico (Rubio, Fraga, Fernández Mi-
randa) e incluso de algún monárquico (Gamero y Pemán en los
años de la guerra civil).
En los primeros momentos del Alzamiento, Franco echa
mano, no de <familias" nítidamente distintas y discretas, sino
de personas que se habían opuesto a la República, bien por
haber colaborado con la Dictadura de Don Miguel, por haber
escrito en "Acción Española" (la gran revista intelectual de opo'
(ó) José Utrera Molina, Derecho d la espelan?p (Madrid: Ediciones del Morri-
miento, 1974), p. 18.

145
sición al sistema durante la República) y que junto a ello no
tuvieran empacho en ponerse la camisa azul, con todo lo que
ello comportaba, Este núcleo antirrepublicano, monarquizante,
católico, tradicional y nacionalista, revestido del lenguá¡e y es-
filo falangista, va a ser, sin duda, la charnela de la organización
del Régimen. Fl proceso de reinstauración monárquica que se
producirá lentísimamente a lo largo de las últimas décadas (des-
de el mismo nacimiento de don Juan Carlos en 1938 hasta su
primera asunción interina de los poderes del Estado en 1974)
recogerá ese núcleo de pensamiento y será su (coronación>
definitiva.
Sin embargo, lo que no ha ocurrido jamás, a pesar de todos
los textos que hablan de unidad y derivados, es la constitución
de un bloque, partido, movimiento, o como se le quiera llamar,
de corte netamente franquista. Esto ha sido paradójicamente la
habilidad y el triunfo de Franco, lo que le ha permitido dirigir
sin desgaste la escena española durante cerca de cuatro décadas,
lo que ha difuminado la tentación totalitaria y le ha valido en
los últimos lustros el reconocimiento de un <templado> autori-
tarismo (en comparación con la dureza de los años de la pos-
guerra). Desde otro punto de vista este elemento fundamental
es quizá lo que ha imposibilitado una ruptura total en los mo-
mentos de crisis y ha impedido con ello la aparición de partidos
políticos y, en definitiva, un sistema democrático. Todo depencie
dónde se sitúe el observador.
Un experto en Derecho Constitucional atribuye el de
moderacióno que mitiga la falta de pluralismo político"factor
democrá-
tico del Régimen al "equilibrio interministerial derivado de la
procedencia social, la mentalidad de gestión y las diferencias
secundarias de ideario entre los componentes de los diversos
equipos gubernamentales que se han venido sucediendo> (Z).
No es sólo que no haya partidos. Es que la representación
política de cada una de las familias se hace a título nominal.
Resulta, como digo, muy difícil afirmar que tal Ministro es fa-
langista o tecnócrata, porque puede muy bien ser ambas cosas
e incluso una tercera. ¿Cómo pasar a ser líder de una alternati-
va democristiana si un determinado Ministro se (quema) como
participante <católico" en el sistema franquista? Por todo ello,
los Ministros se nombran a partir de los elencos que propor-
cionan las distintas <familias" ideológicas, pero el nombramien-
(7) José Zafra, Régimen político de Esparia (Pamplona: Universidad de Nava-
rra, 1973), p. 5().

t46
to suele recaer precisamente en los seguidores más <tibios>, a
igualdad de otras circunstancias. Los ideólogos más fanáticos
no llegan a un despacho ministerial. Los falangistas no lo con-
siguieron con Hedilla; los monárquicos con Eugenio Vegas, Rui-
señada o el marqués de Valdeiglesias; los tradicionalistas con
José María Valiente; los católicos con Martín Sánchez-Juliá;
ni siquiera los integristas con su más brillante portavoz: Blas
Piñar. A primera vista, este dato parecerá raro (8), pero encaja
de manera muy precisa con el concepto de "régimen autorita-
riou que tan bien ejemplifica el franquista. Nada más claro que
este párrafo:

Dado el carácter no ideológico de una parte del sistema auto


ritario, el acento en la respetabilidad y en la experticia, junto
con el deseo de cooptar diversos elementos de la sociedad esta-
blecida, un cierto número de los que llegan al poder [en los
regímenes autoritariosl presentan una escasa participación en
la vida polÍtica antes de su nombramiento para los altos pues-
tt-¡s, En ocasiones, sobre todo a un segundo nivel, encontramos
personas que se definen públicamente como apolfticas, como
técnicos. Los viejos combatientes de los grupos extremistas que
contribuyeron a la ruptura del régimen anterior, que participa-
ron en el alzamiento, que ansiaban Ia conquista del Estado,
puede que se encuentren con sus expectativas frustradas y ten-
gan que contentarse con posiciones de segunda fila. En algunos
casos su estilo político, sus compromisos ideológicos, su exclu-
sivlsmo, les puede llevar a apartarse del poder y a retirarse a
la vida privada. Este ha sido el destino de muchos líderes fa-
langistas y carlistas extremados bajo el régimen de Franco (9).

De ahí la dificultad taxonómica: los que llegan a la cúspide


del poder son a menudo los más resistentes a la etiquetación.
Como ejemplo de esta oposición a definirse políticamente en
algún grupo tenemos la apreciación de sí mismo de un político
muy ligado al grupo de López-Rodó y a un poderoso grupo in-
dustrial:

No soy ni falangista, ni monárquico, ni republicano; no perte-


nezco a ningún grupo ideológico, sino que a mí me parece...
que es bastante pertenecer al grupo de los hombres que pien-
(E) Desde luego, no hay que descartar el factor de la libertad individual o de
coherencia moral entre los que podlan haber colaborado más y no lo hicieron o entre
Ios que, habiendo colaborado, se alejaron. Los sociólogos solemos olvidar con demasiada
frecuencia estos factores de conciencia personal por una deformación {estructuralistaD.
(9) Juan J. Linz, 'An Authoritarian...D, cit., p.325.

t47
san en colaborar y ventilar los problemas que los demás pue-
dan tener (10).

Preguntado Julio Rodríguez sobre su filiación política y con_


cretamente si se define como <azul-azul, del Opus, o de lo que
definiremos como democracia cristiana), responde en estos iire-
fables términos:
En realidad pertenezco a una generación que éramos niños
cuando la guerra; fundamentalmente apolítica. La generación
de la paz o del arco iris, de los que trabajamos por una España
nueva... Nuestra generación es una generación austera (11).

Como puede verse, una conversación en este estilo semeja


más un manual de aprendizaje de un idioma según el métoáo
Ollendorf que un diálogo político. Algo más habría que decir
sobre el lenguaje, sobre la extrema ambigüedad termlnológica
que respiran los textos de los Ministros y que hace tan aificit
las taxonomías ideológicas. Por supuesto que es muy cuidada y
a propósito para desorientar a cualquier investigador. El cam-
peonato de la ambigüedad lo ganó sin duda una frase de Fernán-
dez Miranda pronunciada en las Cortes el 6 noviembre 1972
como respuesta a las preguntas de algunos procuradores sobre
el tema de las asociaciones. La frase que encabezó todos los
titulares d€ los periódicos del día siguiente era ésta: *Decir,
por lo tanto, sí o no a las Asociaciones Políticas es, sencilla-
mente, una trampa; una trampa saducea>. Sin quererlo, uno la
asocia con aquella respuesta estereotipada de los viejos catecis-
mos escolares: (No me preguntéis a mí, que soy ignorante; doc-
tores tiene la Santa Madre Iglesia que os sabrán responder>.
La asociación no es caprichosa. Los discursos de los Minis-
tros están repletos de metáforas teológicas, de alusiones religio-
sasi comunión, holocausto, sacrificio, jaculatoria, fe, sagrado,
doctrina, etc. En el ritual discurso del 4 de marzo (de 1973) en
Valladolid, Utrera se refirió al <sacramento histórico de la uni-
dad), para aludir al pacto entre FE y las JONS (12).
En general, como ya he dicho, el lenguaje más innovador, las
metáforas más arriesgadas pertenecen casi siempre a los textos
falangistas: int emperie, Iucero s, camaradas, estilo, s ervicio, des-
(10) Declaraciones de Luis Pascual Estivill a <Nuevo Diarior, recogidas en Miguel
Veyrat, Hablando..d.e España en 'voz alta (Madrid: Gráficas Reunidas, lnD, p. ZASJ
(ll) Declaraciones a Jaime Castell, err ul.a Vanguardia¡, 2 abril 1974.
_ ._(!Z) So¡ry el lenguaje polftico oficial puede veise Ramón Nieto, El Lenguaie y la
Política, en (Cuadernos para el diálogo", nrim. ttt (diciembre, l972j.

148
tino, intransigencia, revolución, milicia, misión, permanente,
consigna, mística, caduco, entero, poesía, imperio, haz, banderas,
agro, vertical, jerarquía, sangre, y mil más.
El vocabulario falangista no puede ser más lírico, sonoro y
<viril>. Apunta a conceptos evanescentes, a realidades inmarce-
sibles, lo cual resulta utilísimo en un sistema político que busca
el compromiso. A veces se establecen sutiles cambios de nomen-
clatura. Los Sindicatos son al principio Centrales Nacional-Sin-
dicalistas, para luego evolucionar a Delegación d.e Sindicatos o
simplemente Organización Sindical. Incluso esta última expre-
sión, en un folleto explicativo para el XXII Congreso Mundial
de Mujeres Empresarios celebrado en Madrid en 1973, se tra-
duce como Federación Española de Industria.
Otro ejemplo curioso de alteraciones semánticas puede ser
la respuesta que dio el Marqués de la Florida (Presidente de la
Hermandad de Alféreces Provisionales) a la pregunta de un pe-
riodista: "¿Son ustedes pacifistas?"
Naturalmente que sí; !a violencia como acabo de decirle no
está justificada, salvo cuando responde a otra violencia; nunca
puede ser utilizada como instrumento de opresión. Por esta
paz, que gracias a nuestro Caudillo estamos disfrutando, hemos
luchado y seguimos luchando (13).

La pregunta resulta chocante, al hacerse a un líder de un


grupo excombatiente y combativo, pero la respuesta no es me-
nos donosa.
Por supuesto, la máxima inventiva y originalidad terminoló
gica se produce en los momentos iniciales de la Falange. Reco-
giendo las ideas de Fermín de Izurdiaga (un sacerdote y locuaz
intérprete del fascismo de los años del Alzamiento), un libro
divulgador, hay que presumir que para los obreros, de 1938 nos
presenta esta dramática, férvida empresa colectiva:

En la amanecida inmortal España, crecerán espigas de sangre,


se amasará con ellas el pan nuero, que será pan de sangrei y
cuando nuestros hijos coman de ese pan sobre la mesa de la
Patria, arrojados fuera los cobardes y los sacrílegos,la genera-
ción de nuestros hijos será la generación Nacionalsindicalista
invencible y activa; porque toda la tierra de España, palmo a
palmo, está teñida de nuestra sangre, que es trigo eterno y
semilla fecundadora; y nosotros tenemos la dura y gloriosa
(13) Declaraciones de Luis Benítez de Lugo, Marqués de la Florida, a ¡Nuevo
Diarior, recogidas en Miguel Veyrat, Hablando de España..., cit,, p, 164,

t49
misión de abrir el surco, de sembrar y d.e morir; y bajaremos
a la tumba con el ademdn impasible y el rumor alegre de las
canciones vieias (14).

Hay una sombra de Miguel Hernández en toda esta prosa


poética.
En los discursos a los campesinos se dispara la retórica en-
comiástica hasta extremos surrealistas. Me parece sugestivo y
, pedagógico recordarla. Cavestany no sólo se dirige a efos como
"hombres del Agroo, una expresión bastante mostrenca, sino
ccaballeros labradores... caballeros de la gleba, hidalgos de Cas-
tillar (15) o en otro momento, carguitectos de nuestro suelo,
ingenieros de nuestra geografía, (1ó). Al campo español lo deno-
mina <agro-hispánico" añade- cde cuyo barro está hecho
el mejor ser de Europa-y y en cuyos surcos está escrita la mejor
historia del mundor (12). Acude a las Cortes para traer a eúas
aese inconfundible aroma del cereal maduro, que es como el
aroma del seno materno y que nos hace más sencillos, más bue-
nos, más puros y, en definitiva, más hombresr (18). En conse-
cuencia y correspondencia, al campo chay que amarle con ilu-
sión... amarle con pasión, si se quiere, ciegamente. porque el
sobrante del amor acaba en poesía que fertiliza las zonai más
nobles del alma del hombre, igual que el sobrante de un salto
de agua puede fertilizar un jardínr (19). En esta concepción, el
campesino es la expresión misma de la identidad nacional, o
para decirlo otra vez con las palabras de Cavestany, <ángel
custodio, centinela alerta, guerrillero audaz en la defensa a san-
gre y fuego de las viejas virtudes de la raza* (20. El campo, no
se sabe por qué, se ha asociado siempre en los discursos oñcia-
les a batallas. Es muy común también utilizar la polisemia de
<tierrar (como suelo agrícola, como base de toda la vida orgá-
nica, como lo que nos acoge después de muertos, y como obra
de la Creación) para dar al trabajo agrlcola una dimensión tras-
cendente. Asl, por ejemplo, en un discurso a los ganaderos, Ca-
vestany, que comienza como es usual en él identiñcándose como
<un labrador y ganaderor, invoca a sus colegas campesinos, los
(14) Antonio Dlaz Rodrlguez, Vulgañlación de! Fuero det Trabaio (Córdoba: Im-
prrenta Provincial, l93E), p. l3l. El subrayado es mlo,
(!5) Rafael Cavestany, Una polltica agraria (Madnd,: Minister¡o cte Agrlcultura, l95E),
pp. A y 25. Discurso del 13 octubre l95l en Valladolid.
(16') Ibid., p. lOE. Discurso en Madrid dcl 2l febrero 1953.
(17) Ibid., p. 29. Discurso en las Cortes del lE diciembre 1951.
(r0l lbid., p.29.
(19) Ibitl., p.35.
(ml lbid., p. 71. Discurso en Sevilla del I marzo 1952.

150
que (vivimos sometidos a la sencilla y cristiana ley que
dimana de la -dice-
tierra, de la que veníamos, en la que estamos y la
que volvemos de nuevo algún díau (21).La divinización panteísta
del trabajo en el sector agrario no puede superar cotas más
altas.
Í.a fuerza retórica tradicional del falangismo resiste el paso
de los años y es ún elemento imprescindible para entender la
peculiaridad del Régimen. Como testimonio para la Historia
de lo que ha sido el original y difuso estilo falangista de estos
años permítaseme aducir un ejemplo tardío y si se quiere <for'
géndrico>. En la toma de posesión de Jesús Fueyo como Director
del Instituto de Estudios Políticos, en abril de 1974, la frase
central de su discurso, entre punto y punto, dice asl:

Desde lo que Ortega llamaba la genuina potencia española,


a saber el que sobre el fondo anchísimo de la historia universal
hicimos los españoles un ademán de coraie, hasta el virgen
y actual mensaje de Ramiro Ledesma en un discurso a las
juventudes españolas, el eje diamanfirzo, insisto, del ser y del
pensamiento español, del olásico disciplinado por un dogma
seguro y del moderno atormentado por una dialéctica visceral,
por cuanto que viene de la voluntad de autoconciéncia y de
identidad con el ser mismo de nuestra Nación, la constante
esencial de nuestra apertura al mundo es que España, más allá
de las estepas aldeanas y de los paraísos industriales, es un
pueblo articulado en el espírita por la trama de los siglos, en el
temple por el heroísmo de las gestas, para estar dotada de voz
con vocación de mensaie para Ia Humanidad (22).

O lo que es lo mismo, y para decirlo sin tanta perífrasis,


pero con no menor barroquismo, que "España es una unidad
de destino en lo universal¡ (23). Lo insólito del caso es que en
el discurso de contestación el Ministro Utrera califica el estilo
literario de Fueyo como .,lleno de sobriedado. Seguramente
(21, Ibi¡|., p,223. Discurso en Madrid con motivo del Primer Congreso Nacional
Ganadero del 9 nor¡iembre 1954. Hay más ejemplos. En otro discurso ante las Cortes
para defender un proyecto de ley sobre conservación y mejora de los suelos agdcolas,
Cavestany, después de aludir aI sentido inmaterial de rtierrar como (patriar, arluye
que .lo que queremos defender ahora, Señores Procuradores, es la tierra, ésa con
ta que juegan los niños, Ia tierra que se cogp con el cuenco de la mano, la tierra en
que hemos de yac€r, la üerra material en que nos entierran, el terruño, el terrón, la
iierra dél surfcor. Y luego añade que rtos problemas que aborda la ley... son proble-
nras que afectan a la conservación pura de la Patria mismar,
(22) Jo,sé Utrera, J. Fueyo y L. Legaz, lJn¿ easí&t tdundocíool (Madrid: Edicio
nes del Movimiento, 194), p. 18. El subrayado es mfo.
(23) Ibitt., p, 22, La frale orteguiana, en esta redacción, proviene de fosé Antonio
Primo de Rivera.

151
será por la vocación aún más lírica del propio Utrera. En ese
mismo año termina Utrera un discurso con esta estupefaciente
declaración de principios: <Creo en la aurora, en las estrellas y
en los trigos) (24).
Una de las características del estilo del Régimen es la con-
tinua innovación terminológica, la reforma semántica que atri-
buye renovados contenidos a las palabras y aposiciones. La lista
que se podría hacer resultaría larguísima: desde nacionalsind.,
calista hasta verbócrata (la acusación de un tecnócrata a sus
contrarios), pasando por educación y descanso o cultura pory-
lar (para ocio dirigido), orientación bibliográfica (para censuia),
revolución pendiente, aperturismo, asociacionismo, participa,-
ción, triunfalismo, gironazo, y muchas otras. A lo largo de este
libro se pueden encontrar abundantes textos antológicos (25).
Quiá como epítome de la innovación semántica está el cali-
ficativo de termocéfalo que Julio Rodríguez aplicó al
"pueblo
español>, sin mayores distinciones, y gue significa, según é1, que
(no es capaz de discutir sin acalorarse> (2ó).
Uno de los fenómenos más sorprendentes del franquismo es
la capacidad, la vocación <aperturista> que se despierta en al-
gunos ex Ministros, por lo menos a ese nivel semántico de cam-
biar de terminología. ¿Mala conciencia por no haber sabido
utilizar todos los resortes del poder? ¿Temor a perder protago-
nismo en un sistema tan personalista que deja tan desatendidos
a los .ex'? Las explicaciones son varias, incluso la más lógica
de presuponer que la experiencia política genera una honda
preocupación por los asuntos públicos, sin descartar que las
esferas del poder se dejan influir por el tono, el estilo y los
temas de la semioposición (27).
Quizás el ejemplo más espectacular de esta paulina conver-
sión lo tenemos en la actitud tomada por Fraga, una vez que deja
de ser Ministro. En las páginas anteriores quedan anotadas al-
gunas ilustraciones de su postura disconforme con la orientación
tecnocrática del Gobierno. Un texto igualmente antológico es su
intervención en el Consejo Nacional del Movimiento, del 15 di-
ciembre 19ó9, enfrentándose a la decisión gubernamental de
(24) José Utrera Molina, Derecho a la esperanza..., cit., p. Zl.
(25) Para una buena antolog{a de ios lugares comunes a que ha conducido ls
trivialización del lenguaje polltico reccmiendo el lihro del humor de Manuel Barrios,
Carta abíefia a un eÍ ministro (Madrid: Ediciones 99, lyl4).
(2ó) Declaraciones a Margarita Riviére en *Diario de Barcelonar,2 abrit 1974.
(27) Vicente Mortes declara, por ejemplo, poco tiempo después de ser Ministro,
que es <demócrata social,. Declaraciones a cl.as Provinciasr recogidas en parte cn
oEl Noticiero Universalo, 2 julio 194.

r52
dar un parón al tema de las uasociaciones políticas>, suscitado
por el propio Consejo un año antes (28). He subrayado algunas
de las innovadoras, sorprendentes palabras de esa intervención.
Las traslado aquí, como hitos para una historia de la evolución
del lenguaje político de estos años:

Leal discrepancia
- Desarrollo político
- Apertura
- Libertad de las ideas
- Participación auténtica
- La fuerza de las opiniones y los intereses de la sociedad
- Libertad de.asociación política
- Fuerzas espontáneas de la opinión pública
- Sociedad abierta a la acción de todos
- Asociacionismo juvenil
- Futuro político de ancha base
- (No hay que) mantener a la nación en una permanente
- minoría de edad
El país
- Asociaciones
- Integración de las nuevas generaciones y de las nuevas
- clases
Hombres nuevos
- Programas creadores
-
Seguramente que a un (ya hay que decir) viejo lector del
"Madrid" (1966-72), el periódico ardorosamente combatido por
Fraga, le sonarán todas esas expresiones como las típicas que
irritaban o esperanzaban desde la página tres de dicho pe-
riódico.
Después de todo lo que llevamos dicho se comprenderá lo
difícil que es manejar las etiquetas políticas de los diferentes
Ministros. Pero si hemos de recomponer e interpretar el puzzle
político de estos años no tenemos otra opción que intentarlo.
Queda el lector avisado de todas las posibles trampas semánti-
cas de tal esfuerzo taxonómico.
(28) El texto completo del interesante discurso de Fraga aparece en su libro El
Desarrollo Político (Barcelona: Grijalbo, 1971), pp, 249-255.

153
Como se recordará, habíamos convenido en clasificar las
ideogías dominantes de los Ministros en estas nueve <familias>:

1. Militares
2, Primorriveristas
3. Tradicionalistas
4. Monárquicos
5. Falangistas
6. Católicos
7. Integristas
8. Tecnócratas
9. Técnicos
Las "familias> se ordenan según el aproximado orden crono-
lógico en que intervienen de una manera destacada en los Ga-
binetes. Así los primeros Gobiernos de Franco se constituven
po_r militares, primorriveristas, tradicionalistas, monárquicoi y
falangistas. Ya en la Era Azul aparecen los católicos e integris-
tas. En los últimos lustros se generalizan los tecnócratas y bos-
teriormente éstos desaparecen para dar paso a los técnicos.
(Véase gráficos encartados l, 2 y 3.)
Excepto en el caso de los militares, tradicionalistas y falan-
gistas, el resto de las nomenclaturas debería usarse entre comi-
llas puesto que sus propios adherentes dudarían a veces en
etiquetarse de ese modo. Tómense las etiquetas dichas, a falta
de otras mejores, porque son las que utiliza el pueblo
fablar a su vezino>, esto es, en <román paladinor. "para
Una diferencia esencial entre las <familias> y otras formas
de agrupación política es la irreductible heterogeneidad del prin-
cipio de clasificación. Los militares son un claro y exclusivo
grupo ocupacional. I.os tradicionalistas y monárquicos conti
núan la línea de antiguos partidos. Los primorriveristas apare-
cen unidos por un pasado de fidelidad y colaboración con otro
régimen. Los falangistas constituyen el núcleo de un nonato
partido totalitario sustituido por un vago <movimiento> de las
fuerzas colaboradoras de la España Nacional en el esfuerzo de
la guerra civil. Los católicos y tecnócratas agrupan a los vin-
culados con determinadas organizaciones de tipo cultural o
pastoral. Los integristas son más bien un *estilo> que se destaca
de algunas de las anteriores lamilias. Los técnicos presuponen
una categoria <apolítica>, residual, basada en el compromiso
personal. Como puede verse, no hay un despliegue sistemático
de <familias>, sino que cada una de ellas se forma de acuerdo

154
con un principio clasificador. El conjunto aparece bastante des-
ordenado, pero la realidad es así también. Más tarde (caps. 20
y ss.) veremos un criterio para emparentar analíticamente a
las ufamilias>: el acuerdo ideolóeico.
Desde luego, la pertenencia a alguna de esas <familias" no
asegura por sí misma la llegada al poder. Luis G. San Miguel
señala, refiriéndose sobre todo al Opus Dei (origen de los tecnó-
cratas) y al ACN de P (solar de los católicos), que esos grupos
constituyen <rampas de lanzamiento> para situarse en la órbita
del poder (29). No todos sus socios tienen el mismo éxito; apar'
te de la vocación política o la capacidad moral de compromiso
está el pertenecer a Cuerpos distinguidos de la Administración
y el saber entonar con las ideas clave del sistema y las domi'
nantes en un determinado momento. La diferencia con los parti'
dos políticos es que en este caso un Ministro está legitimado
para decir que su pertenencia a ellos es la causa externa prin'
cipal que le ha aposentado en el poder. En cambio, en el su'
puesto <familiar> resulta más difícil reconocer el impulso de
una u otra (rampa de lanzamiento". Lo corriente es caer en la
típica interpretación psicologista de la mentalidad conservadora
que atribuye sólo a las cualidades o merecimientos <personales>
el éxito o la sobresaliencia en la vida política.
Una última precisión y justificación, aunque sea reiterativa.
En un principio me pla.nteé la tarea de clasificar a todos los
Ministros dándoles una etiqueta y sólo una a cada uno y con
igual valor. De esta manera el resultado hubiera sido mucho
más bello, más pulcro y hubiera producido, sin duda, una apa-
riencia cuantitativa, que es la ilusión de todo sociólogo empíri-
co, en definitiva lo que uno es. El único problema es que la
realidad se alejaba un tanto de mis esquemas. A tiempo me
llegó la crítica de Antonio Fontán, un buen conocedor de los
entresijos del Régimen y antes que eso un humanista. Sólo tuvo
que recordarme la leyenda de los lechos de Procusto para que
me diera cuenta de mi error. Yo también podía estirar o cortar
a voluntad a <¡miso Ministros para encajarlos en las literas de
mis clasificaciones, pero ello sólo me habría conducido a una
deformación de la realidad. Justamente, una de las esencias del
franquismo consiste en dificultar todo lo posible esa operación.
Un Ministro puede pe,rtenecer a mds de una familia política, sea
por el origen, por el modo de comportarse o de expresarse,
(29) Luis G. San Miguel, (Estructura y cambio del régimen polltico español,,
I (1973), pp. 8l-10ó; p. 88.
Sisterna, nrlm.

155
o por las personas con quienes se asocia. [.a pertenencia puede
además ser nítida o vaga, destacada u ocasional. Esto hace a la
política del Régimen especialmente impredecible, sujeta de
modo continuo a las decisiones de una sola y suprema persona:
el Caudillo. Y sin embargo conocer la composición personal y
la temática dominante de cada <familiar es imprescindible para
saber con qué mimbres ha compuesto Franco su cesto y qué
iba pensando el buen artesano a medida que iba viendo concluir
su original obra maestra.

15ó
11. MITITARES

-:

48. Muñoz Grandes. Capitán General, 49. Nleto Antúnez. Marino ¡lustre y
Vicepres¡dente del Gobierno, "delf ín" amigo personal del Generalísimo.
de Franco y hombre de su entera
confianza,

50. Varela. General de la generación


de la Guerra. Concomitancias tradicio-
nalistas y opuesto al monopol¡o falan- 51. Yagüe. Un "general azul" de la
gista, generación de la Guerra.
52. Msrtfn Alonso. Toda la bella planta
de un marcial soldado.

53. Jordana. El recambio aliadófilo en


el momento en que el Eje empieza 54. Galarza. Uno de los organizadores
a declinar. del Alzamiento d€ 1936.
55. Dávlla. Un buen ejemplo
de la vinculación con Fran-
co como "compañeros de
ar'mas".

50. Ga¡tañón de Mena. El


militar de la época tecnocrá-
tica.
57. Asenslo. Puro perfil militar 58. Alonso Vega. Un militar amigo
de Franco, al frente de las fuerzas de
orden oúblico.

59. Abarzuza. La ceremonia del Jura-


mento, el rito de paso en la cairera
oolítica.
12. PRIMORRIVERISTAS

Marlfnez Anldo. Un militar de otfa


época,

61. Benlumea. La aristocracia terrate-


niente sevillana: un elemento impres-
cindible en la historia del Régimen.
13. TRAD¡CIONALISTAS

62. Conde de Rodezno. Un carlista de


recia estirpe.

63. Orlol y Urquiio. No es casualidad que


los tradicionalistas hayan ocupado la car-
tera de Justicia y que ésta incluya el
"culto".
64. Esteban de Bllbao. Florido, barroco,
ritual y conservador Presidente vitalicio
de las Cortes.

65. lturmendl. lgualmente vasco y tradi-


cionalista, como otros Ministros de Jus'
ticia.
14. MONARQUIGOS

66. Juan Vlgón. Con Franco en algún 67. Lequerl'ca. De embajador con Pé-
lugar de las operaciones de la Guerra tain, pero seguía de concejal bilbafno,
de Liberación. de patricio vascongado.

69. Gonde de Vallellano. Un castizo


68. Sálnz Rodrlguez. Una figura atra- y monárquico madrileño, antiguo mau-
biliaria y brillante, un erudito antirrepu- rista, al Frente de Obras Públicas, la
blicano y antiprimorriver¡sta. cartera tradicionalmente conservadora.
11. MILITARES

Sobre el tema del Ejército y su significación y presencia en


el Régimen de Franco no basta un capítulo, ni siquiera sería
sufi.ciente con una monografía. Habría que hacer todo un libro
y hasta una serie de ellos. No seré yo quien emprenda tal hazaña
intelectual, y no por falta de ganas. Los que me conocen ya
saben por qué digo esto. Cedo la iniciativa a un cercano colega,
que es sociólogo y militar, por una vez. Confío también en que
alguna vez se chapuce en esta fresca aventura intelectual un
antiguo discípulo, vocado muy especialmente a este menester,
si es que le dejan opción sus otras urgencias académicas.
No hay que olvidar el dato central para nuestro discurso:
Franco es ante todo un militar, se ha rodeado básicamente de
militares, ha confiado en el Ejército por encima de todos los
demás estamentos, y no es casualidad que haya hecho también
militar a su sucesor. La obsesión por el tema de la "unidad"
en la política franquista se deriva precisamente, como ha visto
muy bien Ricardo de la Cierva, de la experiencia tan larga y
directa, vivida por Franco, de un Ejército dividido incluso en
el momento de la guerra civil del 3ó, como quintaesencia de
la vida política (30).
El Ejército representa en España, aun más que el funciona-
riado, las virtudes de la clase media tradicional que hemos re-
putado como esenciales para entender la peculiaridad del siste-
ma político franquista.
Dionisio Ridruejo, un testigo de excepción de la peripecia
del Alzamiento, ha visto así el papel del Ejército en consonancia
con el de la Iglesia, las dos columnas institucionales que sos-
tienen todo el sistema:
Si los militares más distinguidos del siglo xrx siguen con ma-
yor o menor fidelidad las ideas dominantes en la clase ilustrada,
en el siglo xx quien haya tratado con militares sabe que la
mentalidad de éstos, simplificada en el esquema de unos hábi
tos ordenancistas, refleja con toda exactitud la mentalidad de la

(30) Ricardo de la Cierva, <Franco y el franquismor, en M. Fraga et alii, comp,,


La España d.e los años 70 (Madrid: Moneda y Crédito, 1974), vol. III, tomo I,
pp. 159-219; p. 175 y ss.

r57
que hemos llamado clase [media] tradicional. Las creencias
fundamentales, los valores morales, la idea de unas esencias de
Ia patria, la imagen del Estado, son las mismas para ambos.
Y con las mismas la desconfianza en la política, la despolitiza_
ción efectiva, la aspiración a un orden simple y externo. Duran_
te la Dictadura de Primo de Rivera la coincidencia mental entre
el Ejército y la clase media tradicional llegó a su punto de
mayor identidad. Estaba todo preparado para que aquella cla_
se pudiera aceptar como dogma la desafortunada metáfora de
conveniencias que representaba el Ejército no como brazo
armado sino como espina dorsal de la patria: esto es, como
Estado suplente. Y para que la propia clase tradicional se
transformara en vivero de soldados.
Por lo que se refiere a la Iglesia, su identificación con la clase
media tradicional podemos compararla a la del molde con la
cera... La Iglesia volvería a sus viejas querencias: a buscar en
el Estado un brazo secular, dócil y enérgico y a recabar la
proscripción de los elementos de pluralidad y diversificación
que pudieran causar menoscabo en la homogeneidad espiritual
de la vida colectiva. Esto significarÍa también una exigencia de
despolitización.
Iglesia y Ejército... encajan como poder indirecto e inspirador
y como poder ejecutivo y representativo de la clase [media]
tradicional, de cuya mentalidad, en buena parte, serían cada
uno de ellos causa y resultado (31).

Esta mentalidad tradicional se refleja también por la pro-


cedencia geogrdfica de los militares: en general han nacido
sobre todo en provincias donde hay Academias Militare.s y por
eso destacan en Aragón, Madrid, Castilla la Vieja y Galicia. Esas
regiones son más típicas de un ambiente de clase media tradi-
cional. En cambio, la probabilidad de que los militares nazcan
en las zonas más típicamente industriales (Barcelona, País Vas-
co, Asturias, Santander) es muy escasa (32).
Todo lo anterior no debe llevar a una fácil interpretación de
que los militares son una (casta> absolutamente dominante, que
de algún modo ha hecho suyo el régimen político. Aunque la
participación de los militares en el Gobierno sea muy amplia y
sus prerrogativas abundantes, la situación no es tan simple
como se desprende de otros regímenes autoritarios más típi-
camente militares o de tipo <junta> (Egipto, Perú, Grecia, Chile,
(31) Dionisio Ridruejo, Esctito en Es@¿ (Buenos Aires: Losada, l%2\, pp. óft41.
(32) los datos pertinentes pueden verse en el original estudio de Julio Busquets,
El militat de carrera en Espario (Barcelona: Ariel, l9ó7), cuadro 7.

r58
Uruguay, Brasil). En este sentido Linz afirma, refiriéndose espe'
cialmente a la situación española:
En los regímenes que surgen de una acción militar el Ejército
disfruta de una posición privilegiada y se mantiene en posicio-
nes clave, pero pronto coopta a políticos, funcionarios y técni
cos, que cada vez son más quienes van tomando la mayoría de
las decisiones. Cuanto más se llega a consolidar un régimen,
menor es el número de personalidades estrictamente militares
que forman el Gobierno, salvo cuando no existan otras fuentes
que provean las élites. En este sentido puede resultar equívoco
hablar de dictadura militar, aun cuando el Jefe del Estado sea
un militar (33).

De hecho es lo que ha sucedido, Con excepción del período


republicano, quizá nunca ha sido la sociedad española menos
"militar> que en los últimos lustros si nos atenemos al contin-
gente de militares profesionales en activo. Considerando sólo el
Ejército de Tierra ésta es la evolución a lo largo del último me'
dio siglo:
Números absolutos
Jefes
Total v oñciales
Tenientes Total fefes iror100.00{)
y Oficiales
Generales Coroneles Coroneles Comandantes Jefes y Oficiales habitantes

t9t4 528 ó55 1.33ó 2.592 4.583 17.902 88


t920 809 942 1.611 3.014 3.5ó7 19.048 9r
1925 743 801 1.4s7 2.157 4.415 20.770 93
1931 752 742 r.646 4.208 ó.596 2ó.124 110
1964 293 676 1.800 4.802 7.278 24.ó41 76
1967 267 715 t.767 4.310 ó.792 22.186 67
Fuentes: Anuario Estadíslico de España y Anuario Estadístico Milifar (diversos años)

A esas cifras hay que añadir las de la Marina y el Ejército


del Aire, más modernas y crecientes, pero que representan un
contingente mucho menor. En conjunto, y por lo que respecto
al peso numérico de los militares, es evidente que la sociedad
española no ha estado en los últimos tiempos tan "militarizada,
como a veces se pretende, si bien la presencia política de los
militares en el esquema del poder y hasta en la vida económica,
nunca ha sido menos patente que en esos años. Ni siquiera en
(33) Juan J, Linz, ¿Una teorla del régimen autoritario...n, cit', p. 1501.

159
los momentos bélicos (de guerra civil y guerra mundial) fue
absorbente la presencia de las Fuerzas Armadas en los puestos
dirigentes de la Administración del Estado.
Tampoco están incluidas en las cifras anteriores las Fuerzas
de Seguridad (Guardia Civil y Policía Armada). Contando sólo
los jefes y oficiales de dichos Cuerpos tenemos que ascienden
a unos 2.0(D en tiempos de la Dictadura,2.200 en la República
y de 2.000 a 2.4A0 a lo largo de la década 1960-70. Como puede
verse, el aumento ha sido sólo muy moderado y desde luego muy
inferior a la densidad y ritmo de la vida social de los últimos
tiempos. En cualquier caso, tampoco cabe presumir de estas
cifras que estemos ante un <Estado policíacor, como pudo repu-
tarse a la Alemania nazi o incluso del Portugal de Salazar, al
menos cuando nos alejamos del crítico momento del final de
la guerra civil. Se trata, sí, de un Estado autoritario, pero que
paradójicamente necesita poca policía al ser muchas las instan-
cias de control social, al haberse extendido una mentalidad auto-
ritaria básica en parte como consecuencia del éxito del Régimen
mismo. Por supuesto, que habría que entrar a valorar otros
detalles cualitativos, pero no es el momento de hacerlo ni me
veo con capacidad para ello. La interpretación que aquí se ofre-
ce es por tanto ptovisional y discutible. Menos lo es el hecho de
que las tasas de Fuerzas Armadas y sobre todo el gasto por
soldado por habitante sean unas de las más bajas de Europa.
Este es un cálculo publicado hace algunos años por un buen
conocedor del tema (34):

(34) Antonio Sánchez Gijón, cTecnologla y profesión de las armas¡, Diario <Maüidn,
3 noviembre 1974, p, 3,

1ó0
Casto Dor soldado Tasa de fuerzas armadas
Paises (circa 19óó) (en délares/año) por 10.0ü) habitantes

Gran Bretaña t2.763 77


Francia. 12.087 103
Suecia tt.775 108
Noruega. 9.285 92
Dinamarca. 6.4r7 94
Italia. 5.315 69
Bélgica . 5.0ó0 103
Austria . 2.740 68
ESPAÑA 1.783 94
Portugal. 1.óó0 192
Checoslovaquia . ó.835 150
Polonia . 6.678 85
Hungría. 3.627 98
Rumania 3.184 88
Yugoslavia. 2.190 109
Bulgaria 1.490 180

Existen muy pocas referencias al Ejército en la literatura


ideológica del Régimen, fuera de la oratoria encomiástica. Serra-
no Suñer señala escuetamente que <el Ejército siguió siendo
la fuerza más importante del Régimen" aun después de la re-
forma política que él intentó para revitalizar "el Partidon (35).
Quizás es que el poder, digamos, civil del Ejército tenga un
carácter de utima ratio, de árbitro supremo que sólo se percibe
negativamente: El1 (poder disuasorn ha sido denominado en el
Informe FOESSA, tratando de expresar ese sentido. Este texto
de Carrero define muy bien ese carácter de uúltimo disuasor>
que corresponde al Ejército:

Que nadie, ni desde fuera ni desde dentro, abrigue la más mi


nima esperanza de poder alterar en ningún aspecto el sistema
institucional, porque, aunque el pueblo español no lo toleraría
nunca, quedan en último extremo las fuerzas armadas (3ó).

Ese carácter de último recurso armado es especialmente im-


portante en un país como España escasamente violento (los índi-
(35) Ramón Serrano Suñer, Ent,,e Hendala y Gibraltar (Barcelona: Nauta, 1973,
1.. edición en 19,1ó), p. 7E.
(36) Palabras del discurso de Carrero en el Estado Mayor, recogidas en oDiario de
Barcelona', 25 abril l9ó8.

1ó1
ces de homicidios o suicidios están entre los más bajos del mun-
do) y en el que el uso de la violencia política organizada ha
sido muy raro en los últimos decenios. Unicamente el (maquis>
de los años 40 y la ETA de los sesenta y setenta han sido loca-
lizadas excepciones. Justamente por eso el cinematográfico ase-
sinato de Carrero en 1973 dejó atónita a la gente.
El Régimen ha sido bastante reacio a contar con "milicias"
populares, es decir, con grupos armados fuera del Ejército, a
diferencia de lo que ha sido usual en otros sistemas autorita-
rios de tipo fascista o con una base guerrillera en su origen
como los regímenes de Tito o Castro. I-a existencia de las
"mi-
liciasu falangistas en la época de la guerra y en los años inme-
diatos de la represión fue siempre un fenómeno transitorio, ex-
cepcional y controlado por el Ejército. Después desaparecieron
y sólo se ha tolerado un mínimo y personalizado armamento
de la Guardia de Franco (<camisas viejas" falangistas y línea
más disciplinada del Movimiento-organización) y de los Alfére-
ces provisionales, pero a título individual. De hecho, la exposi-
ción pública de tales grupos armados sólo ha tenido lugar en
casos muy excepcionales. Quizás el último fue en febrero de 1956,
cuando la línea .dura> de los falangistas madrileños (la famosa
"Centuria XX>) asaltó la Universidad y se manifestó por las
calles. A partir de entonces, el uso de la
"violencia privada>
a favor del statu quo se ha realizado sólo ocasionalmente y de
manera clandestina por comandos (<Guerrilleros de Cristo Rey",
<Partido Español Nacional Socialista>, etc.) muy esporádicos
que atacan más símbolos e instituciones (librerías, exposiciones
de pintura, redacciones de revistas, etc.) que personas, y desde
luego con un alcance real mucho menor del que se deriva de la
atención que merecen en los periódicos.
Pero en definitiva el alcance de esta forma de represión pri-
vada (o perifrdstica, para emplear el irónico término de Dionisio
Ridruejo) (37), ha sido escasa por cuanto el Régimen ha prefe-
rido siempre la forma más institucionalizada, culta y segura de
utilizar las distintas jurisdicciones (militar, orden público, ad-
ministrativa, eclesiástica, ordinaria) para reprimir la subversión
al orden establecido. La autodefinición de uEstado de Derecho",
la total colaboración de algunos eminentes juristas, la lealtad
absoluta del Ejército, el alto nivel de control social son todos
elementos no siempre presentes en otros sistemas autoritarios
(37) Dionisio Ridruejo, ula polltica española ltacia 1972", en I. Camuñas y otros,
España. Perspectiua 1972 (Madrid: Guadiana, 1972), pp.234l; p. 30.

162
y que han permitido al Régimen español la limitación máxima
del uso de la fuerza privada, contribuyendo no poco a su esta'
bilidad y también a su legitimidad.
Veamos ya la significación de los Ministros militares. Poco
podemos decir. Aún constituyendo la ofamilia> más numerosa
y permanente de los Gabinetes, su política ha sido la de la dis-
creción y el silencio. Sus biografías son escuetas como el resu'
men de la hoja de servicios, y hacen poquísimas declaraciones.
Una gran paradoja asociada con el Alzamiento político'mili'
tar de 193ó es que los militares sublevados ni fueron todos ni
representaban tampoco la línea doctrinaria más agresiva frente
al liberalismo, el socialismo o la República. Al contrario, como
ha señalado un destacado político del sistema, aunque no par-
ticipante en el poder:

La ironía de la historia es aquí grandemente aleccionadora. Los


oficiales que iban a hacer el Alzamiento de 193ó eran la genera-
ción miliiar más profesionalizada y apolítica de los últimos
cien años de la hisioria nacional. Si la República española, con
su antimilitarismo a ultranza, no hubiera acudido implacable-
mente a hostigarlos en el interior de sus cuarteles y Cuartos de
Banderas, los oficiales españoles la habrían visto transcurrir
con la misma olímpica indiferencia con que vieron desaparecer
la Monarquía (38).

Algunos de los militares más distinguidos se han ido tiñendo


de algún otro color político, pero en todos acaba predominando
el calui, incluso en los que se encargan de carteras civiles, lo
cual quiere decir en la práctica un calculado apoliticismo (39)'
Forzando un tanto la clasificación, podríamos obtener el siguien-
te cuadro de usimPatías":
(38) Antonio Fontán, uEl proceso de constitución de la coalición nacional de 193ó''
ejemptlr multicopiado ."p"ttiao en la conferencia dada en el Museo de Navarm el
28 de febrero de 1962, p, 6.
Ricardo de la cierva señala el hecho de que nsólo cuatro de los 21 generales,con
mando de división o asimilados se habían alzado contra el Frente Popular" el 18-
de
julio de 193ó. En esos cuatro años, además, stán Cabanellas y Queipo g" !1"i9'-?,Tb"'
óierva, uFranco y el !3noqis19) en Fraga ?' !!!'"h
-á" bi".r republicanos. R. de la Moneda
El)"i" au Iás años za tuaáii¿: v Créditó, 1974) vól' III, tomo I' pp' 159-219;
p. 184.
(39)QuizáseaelextremoestaautodefinicióndelgeneralManuelDíez.Alegría:"Yo
-p""¿
p"liti"" y muy poco de nolítica, no tengo ningún deseo de
=oy'áúy ".rti"ndo a ula Vanguardiar 25 mayo.1974' {nqase¡1-clenta
poliiica.' Declaraciones
la fecha; semanas antes se había producido el golpe de Estado de Portugal y el
""i.ná.i'¿'e ge-

neral Díez:Alegrla cesado de la dirección del Alto Estado Mayor'

ló3
Pro falangistas
(azules) Pro tradicionalistas Prc monárquicos

Beigbeder Varela Galarz.a


Yagüe Juan Vigón
Muñoz Grandes Jorge Vigón
Asensio González Gallarza
Aun y todo, con una lista tan forzada, queda fuera la mayoría
de .los generales que han llegado a Ministros: tendrían que
alejarse en una laxa categoría de <técnicos> estrictos, co-'p"-
ñeros de armas, o amigos personales del Caudillo (caso típico
de Camilo Alonso Vega).
El monarquismo de Valentín Galarza representa más bien
una posición antifalangista, si bien fue Jefe de Milicias de FET
y de las JONS. Antiguo colaborador de Mola, Galarza parece
que tuvo una parte muy decisiva en la preparación del Alza_
miento.
, . En general, el monarquismo de los militares presenta más
bien la reacción de cuerpo y moral contra una Iiepública que
<trituró> el Ejército. El único monárquico-ideológicó puede ier
Jorge Vigón. Respecto al tradicionalismo de Varéh o al falan-
gismo de los <azules' resultan más que coyunturales. El último
término se ha aplicado últimamente a aigunos generales (no
Ministros) que han apoyado más el integri;mo y los grupos'ul-
tras: García Rebull, Iniesta, Campano, etc. Lbs ualulés, no
pueden ser considerados en la misma panoplia ideológica que
los civiles <falangistasu. El falangismo áe loi primeros- es niá,
bien oposición al aperturismo, y más como préeminencia de la
figura del Caudillo que como resultado de elaboraciones doc-
trinales más complicadas, de las cuales huyen como del propio
mal (40).
Más que una falangistización del Ejército, lo que se produce
es una militarización de la Falange, pero no más ailá de h
dimensión teórica, de la que es un campeón indiscutible José
Antonio Girón:
Cuesta trabajo creer que puede haber alguno incapaz de ver
clara la mano traicionera del enemigo en ésta burdá maniobra
('fo) "La vida intelectual_.det militar tlpico €€ miás bien escasa. En ros jóvenes
influyen relativamente los militares que hicilron la guerra y para los cuales "io inte-
lectual" es mirado con recelo,--como algo fácilmentJ culpabtá del caoa q""
España.r Julio Busquets, El mitítar de iarrera en Españá, cit., p. lS2. "" ""VO

t64
de querer distanciar en cierto modo a los falangistas del Ejér-
cito y a los militares de la Falange. Si alguna profesión, como
tal profesión, predispone a la concepción nacionalsindicalista
de la vida, es precisamente la de las armas. No es necesario
hacer una apología de lo militar. Todos nuestros fundadores
coincidieron-en Considerarlo nervio y fibra de nuestra idiosin-
crasia. La disciplina, el patriotismo viril, la acción directa, es
la Falange y esla Milicia. Cuando se nos busca una actitud, se
nos da la del soldado. Cuando es preciso adoptar un modo
entero de entender la vida, se nos señala el militar; si quere-
mos un hábito, ha de ser uniforme, y hasta si tenemos un him-
no, ha de sonar a canción de guerra. Hacemos obligatoria la
enseñanza premilitar, que es como un noviciado, como una
iniciación en la mística castrense, una impaciencia por ofrecer
a la Patria el sacrificio. No hace falta insistir más en el contra-
sentido en que incurrirían quienes fuesen capaces de ver en el
Ejército otrá cosa que uno de los servicios más honrosos y más
béllamente nacionalsindicalistas que pueden prestarse (41).

Dentro de los militares se produce también en los últimos


años el mismo proceso de <apertura) que es atribuible a todo
el establecimiento político. Así, en un discurso del Ministro del
Ejército, general Coloma, después de insistir en el argumento
de que el Ejército era ola salvaguardia de la patria, su brazo
armado', añadió:
Pero el brazo tiene que estar regido siempre por el pensamien-
to y nosotros necesitamos, sin duda alguna, que los intelectua-
les del país, los educadores, los artistas y los que tienen en sus
manos los medios de comunicación se acerquen a nosotros,
comprendan nuestra existencia, nuestros trabajos y nuestras
clificultades, y difundan para toda la nación y para las gentes
de hoy y del futuro las razones que tiene cada soldado para
entregaise totalmente a su misión de preservar la paz, única
forma de que pueda desarrollarse en toda su plenitud la tarea
del pensamiento (42).

Agónica, sincera y sorprendente declaración. Sobre todo si se


parte de la estereotipada idea del ( ¡muera la inteligencia! " que
se atribuyó a otro general.

(41) J. A. Girón, Escrífos y discursos (Madrid: Ed. Vicesecretaría de Educación


Popular, 1943), p. 35. Publicado originariamente en 1941.
(42) Discurso recogido cn nEl Correo Catalán,, 27 iunio 1974

1ó5
I T2. PRIMORRIVERISTAS

En los primeros Gobiernos de Franco, éste echa mano de


algunos civiles y militares, muchos de los cuales hablan tenido
alguna participáción en la Dictadura de don Miguel: el conde
de JorÁana, Martínez Anido, González Bueno, Benjumea y
Aunós (43). De haberse constituido el nuevo Régimen con esta
fttetza, ya algo veterana, hubiera sido diflcil trascender el vago
ideal regeneiacionista y corporativista que les guiaba. Cierta'
mente eI franquismo no se detuvo ahí. Este primer elenco de
honrados primorriveristas desapareció pronto de la escena pe
lítica. Llegaban tarde a la política (Martlnez Anido entra en el
primer Gobierno de Burgos con 76 años) y sus ideas ya no -se
iorrespondían con los tiempos, entonces tan cambiantes. La
dialéciica de la República y de los fascismos dejaba atrás por
ucrónicas las ideas de la regeneración corporativista que venían
de finales del siglo pasado (Costa, Picavea, Mallada, etc.).
Con todo, alguna- de estas ideas dieron el tono, por decirlo
así, mesurado, qa-polltlger (valga la expresión) y técnico a la
legislación de los primeros años de! Régimet Probablemente
sJ acercaba más a la propia idea que trala Franco de la po
lítica que ninguna otra de las fuerzas ideológicas del momen-
to (a4). Sólo que Franco no estaba dispuesto a gobernar exclu'
sivamente con sus propias ideas; en esto era la antítesis de don
Miguel Primo de Rivera.
Martlnez Anido sentó las bases del aorden interiorr, de lo
cual habla sido un experto en épocas anteriores. Falleció a los
pocos meses de tomar Posesión.
González Bueno influyó bastante en el Decreto de Unifica'
(43) Ricardo de la Cierva señala el dato sintomático de que -'Franco -eYge,pr€'
cisameíte el aniversario de la calda de la Dictadura [30 enero de 1930, fecha de la
not¿ de renuncia del General Primo de Riveral para instau¡ar el primero de sus- Ge
Ui""""r, en 1938. En ese Gobierno, nada {r¡enoJ que cuatro ministros han sido colabo
iadorÁ' inmeaiatos de la Dctadurar. R. de h eie¡r'a, ¡Franco y el fra¡quismo', en
Iti.-f-g" et atii, @!np., IÁ Espaiia de tos úos 70 (Madrid: Moneda y Crédito, 1974),
vol. III, tomo I, pp. 159-219; p. 176.
(44) .Franco va a hacerse intérprete de un sentimiento generalizado, en forma de
o*üó", dentro de la clase media española gue conservaba un recuerdo muy positivo
de la-Dictadura de don Miguel, un recuerdo'que inctuso se idealiza ante el posterior
contraste con las incertiduñtbto y loc bandazc de 1930 y de los años de la Reprl'
blica.¡ lbid., p. 17ó.

167
ción. de 1937 que amortiguó la tentación de un Gobierno para-
fascista. A él se debe la creación del servicio Nacional del 'irigo
(el ideólogo del momento fue Dionisio Martín Sanz) y colauoio
en la redacción del Fuero del rrabajo, el texto constitucional de
carácter más paternalista y corporativo.
Benjumea pertenece a una familia de gran abolengo sevilla_
no, naturalmente terrateniente. Su hermano, el condé de Gua-
dalhorce, fue uno de los cerebros grises de Ia Dictadura de
don Miguel. uno de los hijos der Ministro fue el primer caído
de la guerra en Sevilla. Benjumea estuvo un corto tiempo en
Agricultura, lo suficiente para poner ..en orden> la reiorma
agraria republicana, y resistió en Hacienda los diez años de
predominio_.autárquico y de impulso bancario (1941_51). poca
cosa.se podía hacer, otra vez, más que uordenar la casa>. pasó
por- último a dirigir el Banco de Espáña (1951-19ó3). La nota
ne-
c-rológica publicada en ul-a prensa, de Barcelona (30 dic. l9ó3)
decía encomiásticamente de él lo siguiente:

Sus esfuerzos se han encaminado siempre a retener, en lo po_


sible, los aumentos de gastos... AI miimo tiempo, pro"r'r.ábu
evitar la excesiva presión fiscal, eludiendo ras réformas tribu-
tarias de fondo.

Eduardo Aunós es, con mucho, el ideólogo más combativo


de este grupo. Fue Ministro de Trabajo con primo de Rivera
y con anterioridad secretario particular de Cambó. Era hijo de
un diputado de la Lriga. una biografía de este tipo resurtá ver-
daderamente excepcional en la hlstoria del Régimen. Su acep_
tación proviene de la evolución integrista y ñacionalista que
exp-erimentó su pensamiento en los últimos años, hasta llelar
incluso a rebatir y rectificar las mismas insuficiencias de la
Dictadura en el preciso sentido en que se iba a orientar el
franquismo (45). Este es un texto que iefleja muy bien esa evo-
lución decisiva de sus ideas:

obligado sería también revisar el falso concepto de la libertad


sindical, que tanto ha perturbado en los úliimos tiempos la
vida de todos los pueblos, desligando totalmente las entidades
económicosociales de influencias políticas, para afirmar el
principio que tanto el patrono como el obrer.o, cuando como
tales se asocian y organizan, se hallan al único servicio de la
(45) La evolución de su_ pensamiento es muy similar a la de Calvo Sotelo, con
quien precisamente compartió el destierrc parisinó.

ló8
patria y de sus intereses colectivos. Pero todas estas condiciq
nes implican la existencia de un nuevo Estado, de un Estado
corporativo fuerte, sustentado sobre todas las clases, unifica-
das en torno al ideal nacional. El problema no es de retoques
o enmiendas, parvo empeño que obsesiona a muchos teorizan-
tes y discutidores de la obra iniciada por la Dictadura, sino de
principios, pudiendo plantearse con la siguiente pregunta: ¿Se
es o no partidario de un Estado organizado a base de cuer¡ros
profesionales, con facultades bastantes para estatuir sobre sus
más vitales problemas? Y este es el interrogante que déjó en el
aire la Dictadura para ser contestado por las fueuas juveniles
de la España mejor (4ó).

I-a evolución, incluso en el estilo, s€ verá bien si compara-


mos esos cortantes párrafos con estos otros largos períodos de
la prosa regeneracionista y corporativista que dominaba en el
momento de su colaboración con Primo de Rivera:

El trabajo que las creó fias Catedrales de la Edad Media] es


el espíritu triunfante que arrulla con su mágica evocación el
despertar regenerador, que en esta madrugada de la nueva
España nos hace pensar que un sublime y patriótico anhelo de
los patrones y obreros españoles, agrupados en los nuevos
gremios, en las Corporaciones contem¡rcráneas, enlazados tam-
bién sus corazones con el afecto que nace de la. fraternidad en
la obra, querrán labrar, engarzanáo hs piedrad inconmovibles
del ideal, la catedral laboriosa de una patria grande y glorifi-
cada como la de nuestros mayores (47).
Después de Aunós y Benjumea, el último de los primorrive-
ristas, aunque naturalmente también evolucionado, es. Pedro
Gual Villalbí, ya en la época tecnocrática.
La figura de Gual Villalbí resulta excepcional por su papel
de Ministro sin cartera y residente en Barcelona como repre-
sentante de los intereses de la burguesía catalana. El mismo se
definió en la toma de posesión como <el ministro que quiere
llevar las aspiraciones, los anhelos de Cataluña a Madrid, traer
a Cataluña las sugestiones que en Madrid haga" (48). Una rese-
ña del <Dario de Barcelonau (18 febrero 19ó4) lo califica como
<el ministro catalán... [y el que] representa los valores más
(,1ó) Eduardo Aur¡ós, tr¿ ReÍoma corporatiea del Estado (Madrid: Aguilar, 1935),
p. 152.
(47) Eduardo Aunós, tr¿ organizaciótt corporatira del trabajo (Madrid: Consejo
Superior de Trabajo, Oomercio e Industria, 1927), p.104.
('18) cDiario de Barcelona¡ 2 matzo l9ll.

169
señeros de la industria catalanar. De hecho, desde 1925 fue Se-
cretario del Fomento del Trabajo Nacional, una de las entidades
patronales con más solera, y en 1940 Secretario del Sindicato
Textil. Fue un notable experto en política aduanera, un exitoso
empresario, un destacado ideólogo de la burguesía industrial y
de sus intereses proteccionistas, un incontinente discursero.
Las ideas de Gual Villalbí pertenecen a un fondo conserva-
dor y regionalista, bastante alejado a veces de otras concep-
ciones dominantes en el espectro ideológico del Régimen. Véase,
por ejemplo, su concepto de patriotismo tan diferente del modo
más oficial (joseantoniano) de entenderlo:

El sentimiento de Patria nace de la vinculación en el lugar don-


de hemos nacido y vivido, de la lengua que nuestros padres
y maestros nos han enseñado a hablar y de todo el cúmulo de
intereses y afectos que nos ligan a una serie de cosas (50).

Pedro Gual Villalbí, una especie de Ministro de Economía


sin cartera, al mismo tiempo que continuaba siendo Presidente
del Consejo de Economía Nacional, declaró en su toma de po-
sesión:

Yo no soy nunca partidario de planes ni programas. Yo since-


ramente no creo en la economía planificada, y para ello tengo
una experiencia personal mínima, pero muy aleccionadora.
Como profesor he hecho siempre mis programas... p€ro nunca
se han podido terminar (51).

Es curioso que en los primeros años de su mandato se ges-


tara el Plan de Estabilización (1959) que abre la etapa de la
<planificación indicativa>. Resulta igualmente notable que en
los numerosos discursos que pronunció sobre temas económi-
cos casi nunca ensartó datos numéricos, como es usual en este
género de literatura. Pertenece a una dorada generación de
<economistas literariosr.
Gual Villalbí representa la coronación de una larga y siste-
mática política proteccionista, defendida sobre todo por el pa-
tronato catalán, organizado en el Fomento del Trabajo Nacio-
nal (52). Esta política apoyó a los conservadores, al General
(50) Reseta de un discurso como mantenedor de unos Juegos Florales, recogido
en <Diario de Barcelona, 2ó mayo l9ó4.
(51) Discurso de toma de posesión como Min¡stro en el Ayuntamiento de Barce-
lona, recogido en rpi¿¡iq de Barcelonar, 2 marzo 1957.
(52) I-as ideas proteccionistas de Gual Vil¡albl puedcn verse en su trabajo

170
Primo de Rivera y también sustancialmente aI General Franco,
en la medida en que su compromiso con el esfuerzo industria-
lizador y la definición de la política de autarquía signiñcaba un
mercado no competitivo, de fáciles dividendos para una indus-
tria escasamente creadora y nada <agresivar. Esta polltica be-
neficiaba tanto a los burgueses catalanes y vascos como a los
agricultores cerealistas y olivareros.
Como último y paradójico servicio, Gual Villalbí fue nom-
brado Presidente de una comisión interministerial para el estu-
dio del posible ingreso de España en la Comunidad Ecqnómica
Europea, la cual dictaminó ---como era de esperar- una pru-
dente espera y (un período de adaptación para la concordancia
de nuestras condiciones económicas y las normas institucionales
en que se basa el Mercado Común> (53). No hay que decir que al
período de adaptación no se le ha puesto llmite.

Altentolivas y vicísítudes de la Polltica


Comercíal Ette¡íor en lo que va de siglo: Pun-
tualizaciotus y enseñanzas (Madrid: Real Academia de Ciencias Morales y Pollti-
cas, l9ó3).
(53) Ibi¡t., p. aÁ.

t7l
13. TRADICIONALISTAS

Aunque el Tradicionalismo forme la mitad


-o lay de las
tercera
parte- de las siglas oficiales del Movimiento (FET
JONS), su peso ideológico ha sido bien escaso en la historia
del Régimen. La doctrina <tradicional" el corpo-
rativismo católico y el antiliberalismo- -básicamente
habra quedado superada
por la construcción más novedosa de la Falange y subsumida
én parte en las otras familias (católicos, monárquicos, tecnó-
cratas, integristas). La aportación más peculiar del Tradiciona'
lismo adscripción a una determinada fórmula dinástica-
quedó -la
totalmente abortada con su aceptación de las reglas del
juego del Régimen franquista, cadavez más inclinado ala reins'
tauración monárquica en Juan Carlos de Borbón, el nieto de
Alfonso XIII.
La ufamilia" tradicionalista es la más homogénea de todas.
Está representada en los Gabinetes por cuatro titulares: el con-
de de Rodezno, Esteban de Bilbao, Antonio Iturmendi y Anto-
nio María Oriol y Urquijo. Los cuatro son nacidos en la región
vasconavarra y vascos y tradicionalistas por los cuatro costados,
si bien no se puede decir que sean ucarlistas dinásticos" acérri-
mos, es decir, partidarios militantes de la vuelta al trono de la
rama carlista. En todos ellos es notorio su emparentamiento
ideológico con Vázquez de Mella. Los cuatro han sido abogados
y ocuparon la cartera de Justicia, llenando prácticamente la
crónica completa de ese Departamento a lo largo de la Historia
del Régimen.
Otra vinculación es el tandem Bilbao-Iturmendi que, en con-
junto, han estado casi treinta años al frente de las Cortes, un
puesto más importante que el del Ministerio de Justicia.
El tipo humano de Rodezno queda caracterizado con gracia
en este retrato que le hace Serraño Suñer:

Alto, de rostro afilado, con gesto entre triste y burlón; con su


ademán mezclado de solemnidad, indolencia y cortesía. Era
puntillosamente leal a sus tradiciones, aunque políticamente
parecía más consecuente qve creyente. En realidad escéptico
y desganado, pero mantenía los principios. Si no tenía esa
oratoria trasnochada de catarata que aún cultivan algunos, era
r73
en cambio un excelente polemista, eficaz sostenedor de la pos-
tura, y sobre todo un conversador amenísimo lleno de agiliáad,
de humor y de anécdotas (54).

Los tradicionalistas tuvieron una oportunidad histórica en


los primeros momentos del Alzamiento cuando Mola era un
líder indiscutible, los requetés la única fuerza civil organizada
y el repertorio del pensamiento católico-tradicional, h áoctrina
más hecha. Esa oportunidad se perdió al morir Mola, triunfar
Franco y organizarse la Falange como movimiento de masas,
todo en un año (1937).
Creo que vale la pena resucitar aquí un viejo texto doctrinal
de los prirneros momentos de la Guerra Civil. Se trata de un
opúsculo titulado Obra Nacional Corporativa: plan. Su autor
parece ser José María Arauz de Robles. Aparece editado, sine
Ioco, en la Editorial Española con la fecha de mayo de 1937, es
decir, días m¿ás tarde del Decreto de Unificación de las fuerzas
políticas combatientes, singularmente falangistas y tradiciona-
listas. No obstante, no hay ninguna alusióñ ni a ese Decreto
ni a las otras fuerzas políticas, por lo que hay que atribuirle
una fecha de redacción algo más temprana. Se dlstingue muy
bien lo que son conceptos corporativistas, derivados del tradi-
cionalismo católico, de lo que más tarde había de ser la síntesis
dominante de corte falangista. A título de ejemplo reproduciré
algunos párrafos de un curioso documento que contiéne y que
no he visto citado en ninguna parte. Se titula: Conceptos- y áe-
claraciones fundamentales de la ONC sobre la Nación, et Eitado
y eI Trabaio, que en la oficialidad del sistema podrían constituir
la CARTA ESPAñOLA DEL TRABNO.
Se trata, por tanto, de un antecedente inmediato d.el Fuero
del Trabajo y del Fuero de los Españoles y conviene salvarlo
para la Historia. Entre otras cosas, igualmente deliciosas y be-
llamente expresadas, este sin par documento declara:

El Estado nuevo es la organización superior de la Nación. El


Poder político preside y rige el Estado en el que se articulan
las fuerzas vitales de la Nación organizadas corporativamente.
Como Estado nacional responde exactamente en sus directrices
y características a lo que es, quiere y significa la Nación.
Es totalitario, en cuanto es para todos, y no está jamás a mer-
ced de ningún bando ni partido. No se funda sobre opiniones,
sino sobre realidades vivas.
(54) Ramón Serrano Suñer, Entre Hend,aya y Gibrattar., cit., p, lM.
t74
No es un Estado de clase, sino que está sobre la clase, y a
todas ofrece acceso e intervención en el gob erno y régimen de
los intereses generales.
Impone la fórmula de ntodos para España>; pero hace también
efectiva, la de uEspaña para todos>.
Prepara, en fin, loi medios necesarios para que,las potencias
espirituales de ésta puedan des.arrollarse y extender su influen-
cia benéfica entre los demás pueblos.
EI nuevo Estado corporativo corresponde y es la concepción
política adecuada a una sociedad orgánica y a una Nación
hel a sus tradiciones y a su destino, a la que sirve con todos
sus órganos y en todas sus jerarquías, en el servicio esencial de
un buen gobierno.
No absorbe a los individuos, ni agota sus actividades, sino que
las regula y endereza a los fines comunes y nacionales y al bien
generál. Lós individuos conservan, por tanto, frente al,Estado
i,revo q.te los reconoce, su personalidad y la integri4ad de los
clerechoJ inherentes a la misma, dentro de una disciplina nacio
nal; especialmente para la consecución del fin trascendental y
religiosb del hombré, cuya excelencia supera a todos los demás
y dá sentido a lo temporal, a la vida y a las cosas (p' 132)'
La intervención de los nacionales en el Estado no tiene lugar
tumultuosa y anárquicamente como en las democracias inorgá-
nicas, sino á travéi de aquellos organismos que definen a-los
individuos socialmente: Familia, Municipio, Universidad, Cor-
poración, etc.
El individuo aislado, desarraigado y autónomo, no existe para
el estado nuevo y tradicional...
El Estado y la Nación se desenvolverán como la sociedad y los
individuos, dentro de un orden nuevo, antimaterialista y pro'
fundamente español, nacido en la concepción religiosa y cato-
lica del hombré y de la vida, única verdadera, insustituible para
nuestro genio nacional y fuente de nuestra espiritualidad
(p. 133).
La iniciativa particular crea y mantiene la empresa productora
y asume su dirección y -laresponsabilidad. Elproducción,
Estado sólo inter-
viene activamente en empresa de la cuando
aquella sea insuficiente en aspectos fundamentales o se trate
dé producciones directamente relacionadas con el interés polí
tico o la Defensa nacional, pudiendo realizar esta intervención
en cualquier forma.
Los técnicos y obreros participan y colaboran directamente en
la empresa productora, con el patrono o empresario que la
crea y organiza. Los elementos patronales y obreros de la pro-
clucci'ón sé organizan sindicalmente para la asistencia y auxilio
entre sus componentes, la representación y la articulación de
los mismos en el coniunto, Los técnicos se organizan en forma
r75
jerárquica y de responsabilidad, adecuada a la categoría y a la
dignidad de su misión.
La organización total de la producción exige esta organización
previa de los factores qu€ intervienen en ella, para representar
cada función considerada como tal y hacer cumplir a los que
la integran sus obligaciones.
El principio de la libertad de sindicación y agremiación, dero.
gado por el indiüdualismo liberal, queda plenamente resta-
blecido.
Será misión específica de los Sindicatos patronales todo aque-
llo que se refiera al perfeccionamiento de la producción- en
todos sus aspectos; y de los Sindicatos obreros, el perfeccio
lqmiento y la mejora de las labores y el trabajo (p. l3ó).
El trabajo a destajo y por.obra concreta y fija, contratádo con
Ios trabajadores aislados o con sus organizaciones gremiales
y sindicales, será especialmente fomentado como medio de
emancipación de aquellos y de resurgimiento del artesano, con
sus caracterÍsticas de labores de calidad y arte, continuidad
y propiedad de los oficios, personalidad y autonomía de los
mismos y restauración del taller y de la iniciativa (p. 139).
La propiedad de la tierra y sus productos queda ampliámente
reconocida como caracterÍsticamente nacional, pero con el de-
signio de ser extendida al mayor número, por estímulos y cG
rrecciones económicas, como medio de arraigar la población
en el suelo y de hacer efectivos para ella el cumplimiento de
todos sus deberes nacionales,
Se restablece asimismo la defensa del trabajo nacional por
medio de la titulación, la facilitación de su ejercicio particular,
la efectividad de los oficios como propieAad de los trabajado
res, etc., y se restaurará a través de esta concepción el Artesa-
nado, que habrá de sustituir en lo porvenir al proletariado,
reabsorbido a través de esto y cle las propiedades colectivas,
en el nuevo orden nacional.
Los derechos del capital son, asimismo, reconocidos en el cam-
po de la producción con todas sus prerrogativas.
No obstante, el Estado corporativo procurará, a través de las
Corporaciones, ir organizando sus servicios de circulación y co
locación, como nacionales y en concepto de tales servicios
y dictará las normas eficaces para concluir con el imperio de
las oligarquías bancarias y financieras, que han perturbado la
vida económica y desorganizado la producción.
El principio orgánico y de autodirección y solidaridad que im-
plica la idea corporativa, no se limita a la economía y será de
aplicación a otras actividades, especialmente a las culturales,
sobre una base universitaria (p. 143).

176
A pesar del tono totalitario de estas páginas, de hecho los tra-
dicionalistas han venido funcionando igual que los <cató-
licosu- como valladar ideológico para-alimpedir que el Régimen
se convirtiera precisamente en un sistema totalitario, todo ello,
como es natural, desde una perspectiva premoderna. Así, según
cuenta López-Rodó, Esteban de Bilbao se opuso enérgicamente
a los intentos de Serrano Suñer de supeditar ciertos órganos
del Estado a los del Partido. Salen adelante las ideas de Este-
ban de Bilbao que cristalizan sobre todo en la Ley de Cortes
de 1942 donde se configura una reencarnación de las ideas me-
dievales de representación estamental y se mitiga mucho la in-
fluencia del Partido como tal (55).

(55) Laureano López-Rodó, Potttica y desarrollo (Madrid: Aguilar, 1970), pp. 19 y 20.

177
14. MONARQIJICOS

El Estado español se define en 1947 como Reino, todavía sin


Rey. A partir de 1969 hay ya sucesor y se <reinstauran) los prin-
cipios y las ideas de la Monarquía tradicional en la persona del
heredero de Alfonso XIII. Constitucionalmente, por tanto, todos
los dirigentes de las últimas etapas del Régimen son monár-
quicos.
Sin embargo, en el argot político, en la realidad sociológica
se me permite tal imperialismo terminológico- llámase
-si
<monárquicos> a una de las familias bien características del
Régimen que han actuado incluso enfrentándose a otros grupos,
especialmente al de los falangistas por sus devaneos urepublica-
nos> o <regencialistas>. La familia monárquica no se ha integra-
do del todo en los Gabinetes. Sus más preclaros representantes
(,Eugenio Vegas, Areilza, Pemán, Calvo Serer, el marqués de
Valdeiglesias, los Luca de Tena, etc.) se han movido ambivalen-
temente entre la fidelidad emotiva hacia don Juan de Borbón,
hijo de Alfonso XIII y semiexiliado en Portugal, y el acatamien-
to del orden interior existente. Sólo Calvo Serer ha optado al
final por autoexiliarse.
Nos vamos a referir aquí a los monárquicos que han parti
cipado en los Gabinetes franquistas. Son pocos en número y su
fe monárquica aparece lógicamente bastante (secularizada> y
comprometida con el sincrético resultado ideológico del Movi-
miento. Podemos citar a Pedro Sainz, José Félix de Lequerica,
el conde de Vallellano y Jorge Vigón. Otros presuntos monár-
quicos como Andrés Amado, Barroso, Juan Vigón y algunos
otros militares y técnicos presentan una fe monárquica aún
más tibia y desde luego carente de manifestaciones ideológi-
cas claras.
Pedro Sainz fue diputado monárquico durante la Repriblica
y representa el tipo de personas que se oponen en los primeros
momentos del Régimen a la alternativa de la mímesis totalita-
ria propuesta por Serrano, más por talante personal que por
disciplina de grupo. En un artículo rememorativo publicado
en 19ó0, Pedro Sainz afirma:

t79
El régimen totalitario con su partido único es la peor fórmula
de todas, pues suele convertirse en un foco de arbitrariedad
inmoral y provoca automáticamente el nacimiento de otro apa-
sionado partido: el formado por el resto oe la sociedad ignora-
da por él (56).

Ese grupo de monárquicos de la primera hora, se opone


fuertemente a Serrano Suñer. Este es el acre testimonio del
<cuñadísimo>:

Un sector de innegable importancia propugna la restauración


monárquica como resultado de la guerra. Era principalmente
el grupo de Acción Española, alfonsino, tradicionalista y autori-
tario en cierta medida, que por representar algo así como un
compromiso entre el Tradicionalismo y la Falange parecía que-
rer erigirse en núcleo intelectual y político inspirador del Mo'
vimiento.
De este grupo salieron las mayores animadversiones contra mí
por creerse desplazado de su imaginario papel de protagonista
cuando se dio el paso a que luego me refiero. Vegas Latapié,
aunque introducido por mí en la organización de la propa-
ganda, era incansable en la ofensiva contra mí, en la que par-
ticipaban también José Ignacio Escobar [marques de Valdeigle-
siasl, Francisco Herrera Oria, Lequerica y otros. Sainz Rodrí-
guez vino un día a verme-trayéndose consigo a Ridruejo-
,para que yo entregara a'Herrera la gerencia de la Editorial
Católica, cosa que no estaba en mi mano ni hubiera sido legal.
Mi evasiva sirvió al grupo para redoblar la hostilidad, Ridruejo
objetó a Vegas Latapié que los cargos que hacían contra mí
no eran gallardos ni correctos porque en definitiva eran de
Franco los actos que les molestaban, a lo que Vegas contestó:
Como por el momento Franco es inatacable elegimos a quien
es más débil y atacamos por la peana (57).

El caso de Lequerica resulta enorrnemente ilustrador de


las ambigüedades que comporta el ser monárquico y franquis-
ta. Su origen no puede ser más ortodoxamente monárquico.
Fue diputado, subsecretario con Maura y alcalde de Bilbao
también bajo la Monarquía. Es, por tanto, uno de esos raros
casos de político profesional ( politicastro) del viejo régimen
monárquico, cooptado por el nuevo orden de Franco. Conserva-
(5ó) Pedro Sainz Rodrlguez, cPerspectivas de la II República. la experiencia de
los partidos,, <ABCI, 18 agosto l9ó0.
(57) Ramón Serrano Suñer, E¿tre Hendaya y Gibraltal, cit., W, $ y 51. El primer
párrafo pertenece a la 1." edición y el segundo sc añadió en la de 193,

180
dor-parlarnentario en su fondo, a@pta la colaboración con el
franquismo por una serie de vetas fundamentales de su pensa-
miento: la representación de los intereses del gran capitalismo
bilbaíno, el <españolismo, o antiseparatismo dogmático que le
caracterizaba (58) y sus contactos con la generación de lite-
ratos vascos que se acercan a la Falange (Mourlane, Sánchez
Mazas).
Una anócdota del gran político bilbaíno que mer€ce desta-
carse, es la de que en 1939, siendo alcalde de Bilbao, es nom-
brado embajador en Francia. ,Como confirmación del <ruegor
que hizo para (que se le permitiera no dejar del todo el servir
a su pueblo natal... obtuvo la gracia especial de continuar sien-
do concejal del Ayuntamiento de Bilbao> (59). Este caso reprG
duce la idea constitucional pero sí constitutiva- de que
los Gobiernos-no
de Madrid han tenido en ocasiones <ministros de
Bilbao" o "ministros de Barcelona', entiéndase, de los grupos
económicos dominantes en ambas ciudades.
Nótese que su embajada en París coincide con el apogeo de
la ocupación nazi. Este dato le fuerza a Serrano a tacharlo de
(supergermanófilo> y de servidor de los nazis...
"descollante
de los jefes de la Gestapo> (ó0). Lo cual no obsta para que
en 1953 Lequerica estuviera en Washington negociando con
Eisenhower los acuerdos de ayuda a España. ¡Qué carrera: de
Maura a Eisenhower pasando por los nazis y todo ello sin dejar
de ser el ucaciqueu de Bilbao! Ciertamente el monarquismo de
los servidores de Franco parece un poco especial.
La fe monárquica de don Fernando Suárez de Tangil y An-
gulo, conde de Vallellano y marqués de Covarrubias de Leyva,
parece algo más nítida. Procede también de los mauristas
padre fue diplomático- y llegó a ser Director General en -sul92l
y alcalde de Madrid con Primo de Rivera en 1924. Fue colabo-
rador de Guadalhorce. Participó en la usanjurjadau de 1932. Fue
diputado de Renovación Española en 1933 y t936. Siendo ade-
más Letrado del Consejo de Estado y de talante moderado, su
(58) Lequerica, según propia confesión, ndesde su primera juventud fue ferviente
adepto del españolismo vizcaíno, tenazmente opuesto al movimiento separatista, con
todo el calor que los bilbaínos de esta casta pusieron en el empeño'. Plnafos del
discurso de ingreso en la R. Academia de Ciencias Morales y Polfticas, recogidos en
oDiario de Barcelona", 27 junio 195ó.
(59) Así consta en las biograflas oficiales (p. ej., en .Diaúo de Barcelona', 12 sep-
tiembre 1944, aunque erróncamente lo que se dijo también fue que; al tieÍlpo de
embajador, continuó siendo <alcalde (sic) de Bilbao, cargo que ejerce cada vez que
se lo permiten sus altos deberes" (uMadridr, 27 de febrero de 1954).
(ó0) Ramón Serrano Suñer, Entre Hendaya..., cít., p. 104. (Nota de l¿ edición
de 19?3.)

181
acceso al Gobierno era más que seguro. Ocupa en 1951 el Mi
nisterio de Obras Públicas, una casa (Fomento) por la que habían
pasado eminentísimos políticos conservadores: Bravo Murillo,
Guadalhorce, La Cierva, Cambó, etc. Esta tradición se seguirá en
el franquismo (Peña Boeuf, Fernández Ladreda, Vallellano, Jor-
ge Vigón, Silva, Fernández de la Mora y Valdés han sido los
titulares de esa cartera). El propio Vallellano nos da la razón
de esta predilección:

Es natural que sea la atmósfera de la autoridad la que cree


un más propicio ambiente para la euforia y lozania de la obra
pública; más ampli4 libertad de elección para la misma, menos
oposición y crítica, menor responsabilidad ante los órganos
encargados de exigirla, más fácil sistema administrativo y polí-
tico para su conversión en realidad, medios de difusión pren-
sa y radio - de
y dirigidos para formar ambientes
- controlado.s
opinión, toda clase de resortes de autoridad al servicio del
Gobierno (ó1).

Jorge Vigón, también Ministro de Obras Públicas, se auto-


califica de "monárquico" más que nada porque (no ve otra so-
lución viable> y algo menos por "devoción sentimental> y por-
que se siente un <intelectual y político formado en la doctrina
tradicional española" (62). El general Vigón participó con Calvo
Serer, el conde de Ruiseñada, Pérez Embid y Fernández de la
Mora, entre otros, en el lanzamiento de un grupo de .tercera
fuerzau en los momentos finales de la Era Azul. Su idea era la
de la restauración borbónica como alternativa a las dos grandes
<fuerzas> que entonces se disputaban el franquismo más puro:
falangistas y católicos. La <tercera fuerza, se disgrega más tar-
de en sus componentes esenciales: Vigón y Fernández de la
Mora ascienden, en sucesivas tandas, a la cartera de Obras Pú-
blicas, Pérez Embid sirve en varios puestos como Director Ge-
neral, Calvo Serer acentúa su discrepancia y Ruiseñada
blemente el más conspicuo militante del monarquismo--posi. falle-
ce en 1958.
En Vigón aparece otra vez la actitud antifalangista de este
elenco de monárquicos colaboracionistas, al repugnar

(ól) Conde de Vallellano, Las obras públicas en Espaín y los gobiernos de auto'
ridad (Madnd: Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, l9f), p. 18.
(ó2) Decla{aciones a Salvador Pániker, Conversaciones en Madiil (Barcelona: Kai-
rós, l9ó9), p. 14.

t82
el gusto pueril que hubo de emplear un vocabulario y de.adop
tar unos modos (los de la Falange) que no se correspondlan en
absoluto con el contenido del Régimen, ni con el papel atri-
buido a aquella organización (ó3).

Ya vemos que <el contenido del Régimen> significa cosas no


exactamente equivalentes para sus distintos protagonistas.

(ó3) Jorye Vigd¡¡, Marlae, cü., p. 55.

183
No es mi intento historiar aquí las vicisitudes de Falange
Española, el movimiento político que cristaliza en el liderazgo
de José Antonio Primo de Rivera (1933-193ó) tras las huellas de
una serie de capillas intelectuales de tipo fascista o nacionalista
que aparecen en el período de 1931-1933. Entre otras razones,
porque los avatares de F. E. terminan propiamente en 1937, el
año inicial para datar la historia del Régimen franquista, que
es lo que aquí me interesa (ó4). A partir de ese crltico año en-
contramos dos hechos enormemente complicados, ambos apocG
padamente designados como *Falanger: Por un lado, cFET y
de las JONS", como tronco, levadura y organización de lo que de
modo genérico se definirá (o si se quiere no se definirá) como
<Movimiento Nacional' o sMovimientor sin más, y que es cosa
distinta al partido que dirigiera José Antonio Primo de Rive-
ra (ó5). Por otro, el hecho de ..los falangistas>, el conjunto
de individuos de diversas generaciones (pero con preferencia de
la que "hizo la guerrarD en sus años mozos), que se consideran
herederos de un José Antonio caiismático, y que imprimen el
sello más distintivo, el estilo más característico, a la forma po
lítica franquista. Estos rlltimos no forman propiamente una
organización política, puesto que para ponerse una camisa üzul,
o declararse joseantoniano o más arin del Movimiento, no es
necesario pagar ninguna cuota ni someterse a ningrin trámite or-
ganizativo. No obstante, en la parla interna se encuentran con-
tinuas referencias al "Partidor, corro si en verdad existiera
una única y totalitaria organización política. En rigor, han sido
varias y laxas las uorganizacionesp políticas, o mejor, nricleos
ideológicos que ha incorporado el sistema franquista, utilizando
formas organizativas muy diversas y el método de cooptar a los
posibles discrepantes. El propio Franco un dato irrefuta-
-es
(ó4) El libm clásico para documentar la Historia original es el de Stanley G. Pay-
te, Falange (Parls: Ruedo Ibérico, l9ó5).
(ó5) El estudio más cornprehensivo e inde?er¡diente del Movimiento es el ¡e¿lizado
¡:or Juan J. Linz, .From Falange to Movimiento-Organización: The Spanish Single Party
and the Frarco Regime, 193619ó8', en Samuel P. Huntinglott y Clernent H. Moor€,
comps., Authorítarian Politics in Modem Societr, The Dynamics ol Estabtbhed One'
Party Sisterc (New York: Basic Book, 1970), pp, 128-203, Yo aqul manejo una versión
multicopiada.

185
ble- antes de ser Jefe Nacional de FET y de las JONS no era
propiamente lo que se dice un falangista. Y lo mismo se puecle
asegurar de la mayoría de sus Ministros, aun de algunos que
actuaban con camisa azul. En cualquier caso, el análisis déta-
llado de lo que es la Falange, el Movimiento o la familia falan-
gista es de particular relevancia para comprender la médula
ideológica del Régimen. La importancia objetiva del falangismo
es evidente en un mundo cambiante en el que éste es el único
grupo político con participación en el poder que conexiona sus
orígenes con los desaparecidos fascismos que perdieron la
II Guerra Mundial.
La Historia de Falange Española, con todos los ulteriores
aditamentos (desde las JONS hasta el Movimiento Nacional), es
un remedo de lo que iba a ser todo el conjunto de pactos ideo.
lógicos del Régimen, con una amalgama de fuerzas dispares
y a veces contradictorias. Hay mil testimonios del rechazo de
la unificación con los tradicionalistas que se produjo en algu-
nos falangistas. Más infrecuente es la queja de la fusión con
las JONS. Este es un comentario reciente de uno de los falan-
gistas puros, de la primera hora, que fue Vicesecretario del
Partido durante la Guerra Civil, evolucionando más tarde hacia
una posición monárquica de apertura democrática:

[El jonsismoT traia una carga social, pero no trajo una carga
social generosa, sino una carga social agria... si no de rencor,
de frustración, de amargura (ó6).

La nómina de Ministros que a sí mismos se han denominado


falangistas es alta. Hay una veintena de ellos por lo menos,
aparte de los generales <,azulesrr. Normalmente llegan muy jóve-
nes al cargo: Gamero (67) a los 29 años, Girón a los 30, Arrese a
los 36, Serrano Suñer y M. Primo de Rivera a los 37, Fraga
a los 40, Martinez Esteruelas a los 41. Estas son edades particu-
larmente tempranas para las costumbres del Régimen, aunque
son paralelas a este mismo proceso de <juvenilización> de los
otros movimientos políticos de tipo autoritario (ó8). Han teni-
(ó6) Declaraciones de Juan Manuel Fanjul a oNuevo Diario,, recogidas en Miguel
Yeyrat, Hablmilo de España..., cít., p. fM.
(ó7) Gamerc representa la incorporación a la Falange de lo que Linz denomina
(perso¡ras socialmente establecidas no identificadas con la ideología' falangista que
son cooptadas a altos puestos de la dirección política de FET. J. J. Linz, <From Fa-
lange...r, cit., p. 18. Gamero y Fernández Miranda-entre otros-procedian de la
dirección de los movimientos católicos iuveniles.
(ó8) tlna de las parcelas de poder que se entregaron al monopolio falangista fue

18ó
do tiempo de influir ideológicamente y desde luego lo han
hecho.
La familia falangista no se distingue por su apartamiento
de los puestos funcionariales o económicos. En esto se parece
a las demás. Entre los Ministros falangistas hay varios Letrados
del Consejo (Gamero, Rubio, Romeo), Abogados del Estado (Se-
rrano Suñer, Sanz Orrio, Díaz Ambrona, Licinio de la Fuente,
Martínez Esteruelas) y Catedráticos (Rubio, Fraga, Fernández
Miranda). Fernández-Cuesta es Notario y Arrese Arquitecto. El
poder de este grupo procede tanto de su ideología como de sus
conexiones con los Cuerpos funcionariales de pr€stigio. En con-
tra, además, del tradicional despego de los falangistas por el
mündo de los negocios, encontramos a algunos de ellos que han
descollado en puestos importantes de ese mundo: Gamero,
Ro¡neo, Fraga, García Ramal, Solís, etc. (ó9).
Quizá lo más característico de la familia falangista haya sido
su fecunda literatura, su capacidad oratoria. Han escrito y di-
chq mucho; por fuerza nos hemos de detener un poco más
en ellos (70).

15.1. EI testimonio de Serrano Suñer


Serrano Suñer ha sido el primer protagonista del experimen'
to falangista en los años iniciales del Régimen. Afortunadamen'
te, además, nos ha dejado múltiples testimonios personales y
la formación ds clas juventudes', acaso entendiendo por el plural los dos sexos' I)e
hechp, la Falange fue el único grupo politico no izquierdista que logró una-qerta
movilización fernenina. No obstante, la Sección Femenina de FET y de las JONS no
ha logrado proveer de altos cuadros para los puestos de Ministros o Directores Ge'
nerales.
(ó9) Fue famoso el desplánte de Solis, cuando dejó de ser Ministro, de que sólo
contaba con ó0,000 ptas. en el Banco, g¡ tpequeño ahorroD se$in pro'pia confesión
(téngase en cuenta que es padre de 13 hijos y ha adoptado a otro más) aparte de-(las
finca1 cor mis hermános qúe ro. dejaron nuestros padresr. Declaraciones a Juan Fran-
cisco Janeiro en uSol", 5 mayo 1974,
(70) No estoy de acuerdó con Linz cuanclo dice que en el Movimiento no han sido
importantes los escritores, intelectuales, publicistas, columnistas, etc. A no ser que
lalmportancia sea una c¿tegorla valorativa que implique el estar de acuerdo, J, I. Énz'
"Frcm Falange...,, c;t., p. 19. Como ejemplo de la facundia politico-literaria d€ los
falangistas puede verse la antología de uno de ellos: Gabriel Elorriaga, c4>mn',-Pyio
dismó pollíico en la España actual (Ma&id" Fundación Continental, 1973). El libro
recoge unos cuantos centenares d.e artículos periodísticos de tipo político, perteneciendo
quiá ta mayoría a (hombres del Movimiento'. Aparte de lm Ministros aqul citados
lá nómina dé ucomunicadores públicos, vamos a llamarlos así - más o menos ligados
al falangismo es impresionante por su- cantidacl e incluso por su calidad: Juan Apa'
ricio, Jaime Campmány, Cantarero, Antonio Castro Villacañas, Gabriel Cisneros, F. J'
Conde, Rodrigo Éern¿n¿ez Carvajal, Jesús Fueyo, Rafael Garcla Serrano, Giménez Ca'
ballero, Iglesiás Selgas, Ismael l\iedina, Eugenio Montes, Adolfo Muñoz Nonso, Emilio
Romero, Diego Sevilla, Juan Velarde, etc., entre otros muchos.

187
muy sinceros de ese protagonismo. Vale la pena detenerse por
un momento en esos materiales de verdadera excepción por su
calidad humana y su honda influencia política. Nadie discute a
Serrano su papel de primer artífice ideológico del sistema fran-
quista, por mucho que a él le fl'ustrara el intento y fueran des-
pués muy criticadas (y autocriticadas) algunas de sus posturas.
Su papel de protagonista, de testigo de excepción es recono-
cido por nuestro autor con mediana claridad:
Después de su muerte [de José Antonio] nadie, en el Poder,
trabajó más gue yo por la realización de sus ideas ! el culto
a su persona (71).
En abril de 1937 a Serrano le toca ser el redactor y animador
del Decreto de Unificación de FE y JONS con la Comunión Tra-
dicionalista y tácitamente con el resto de las organizaciones
civiles que habían colaborado en el Alzamiento. En 194ó, Serrano
contempla de este modo su papel de nueve años antes:
Mi labor se orientaba principalmente hacia estas tres finalida-
des: ayudar a establecer efectivamente la jefatura política de
Franco, salvar y realizar el pensamiento polÍtico de José Anto-
nio, y contribuir a encuadrar el Movimiento nacional en un
régimen jurídico, esto es, a instituir el Estado de Derecho. Mi
propósito falangista estaba basado en esta razón: si el tradicio-
nalismo era evidentemente un movimiento de extraordinaria
vitalidad, heroico, romántico y lleno de virtudes, adolecía de
una cierta inactualidad política; en cambio en el pensamiento
de la Falange estaba incluida buena parte de su doctrina y ésta
tenía por otra parte el contenido popular, social, revolucionario,
que debía permitir a la España nacional absorber ideológica-
mente a la España roja, lo que era nuestra gran ambición y
nuestro gran deber. Irremediablemente el socialismo había
planteado un problema real que no se podía soslayar y que era
forzoso, ineludible, resolver. El acto realizado tenía el sentido
de una propuesta histórico,política y de él surgía o había de
surgir el régimen. Un régimen de mando único y de partido
único que asumía algunas de las características externas uni-
versales de otros regímenes modernos (72).

El lector desapasionado, situado en el último cuarto del si-


glo xx, quizás encuentre contradictorios los términos de Estado
de Derecho y de Partido Unico. Pero tenga un poco de com-
(71) R, Serrano Suñer, Entre Hendaya..., cir., p. 38. Nota a la edición de 1973.
(72) Ibí¿|,, pp. 57 y 59. Es curioso que ya en 194ó Serrano se refiere a <la vieja
Falange Españolar.

188
15. FATANGISTAS

\
\
{)

tt
.i'.ñ'
tl$.',.
'l$

70. Jesús Rublo y Arese. Dos falang¡stas


para el momento del canto de cisne de
la Era Azul (1956).

71. Sanz Orrlo. Min¡stro del Trabaio, una


ooltrona resueltamente "azul"
72. Serrano Suñer. Con las Falanges Ju-
veniles, en 1941, en el ápice de los utó-
p¡cos sueños de revolución nacionalsindi-
calista.

73. M. Prlmo de Rlvera. El hermano del


Fundador en 1940, entonces Gobernador
Civil de Madrid.
74. R. Fernández Cuesta. Albacea de 75. Glrón. Cuarenta años después d€
José Antonio. La figura ortodoxa de la que se fundara la Falange. El "leór
de Fuengirola" todavía fogoso de ímpe
tu revolucionario.
78. Fornández Mlranda. De nuevo vis- 77. Sollg Rulz. Un falangista de des-
tiendo la "entrañable" camisa azul por pués de la guerra, hábil, dialogante,
no caer en "trampas saduceas". enfrentado a los tecnócratas.

78. Arele. El falangismo católico y templado.


prensión histórica. los impetuosos crevolucionarioso del 37'<n'
tre los que no eran raros los Abogados del Estado como el
propio Serrano- pensaban que esa utópica mezcla era posible.
Si no lo hubieran creído honradamente así ap€nas se hubiera
podido sobrepasar la etapa de una transitoria dictadura militar,
o de un mimético aparato fascista que hubiera sido barrido por
la invasión de las fuerzas aliadas en la II Guerra Mundial. Pero
todo esto son futuribles de lo que pudo ser y no fue.
Los urevolucionarios, del experimento franquista-serranista
cortaron por lo sano, se plantearon ambiciosas metas de trans-
formación política, se enfrascaron en una total guerra civil y
en una intensa acción depuradora, porque pensaban que no
estaban cambiando de Gobierno, y ni siquiera de Régimen (por
eso no se plantea al principio la obvia discusión República-Mo-
narquía) sino que estaban fomentando un nuevo Estado, casi
incluso el Estado español e incluso la sociedad. Era la quimera
totalitaria:
Era el Estado lo que había que volver a crear. Y un Estado no
es sólo un conjunto de burocracias y ejército; es también
clases políticas y dirigentes, dogmas nacionales, autolimitación
para crear Lrn estatuto de convivencia. El pueblo adivinaba que
todo eso no lo podía crear inorgánicamente él mismo echando
papeletas en unas urnas. La tarea de reconstrucción de una
sociedad entera exigía la dedicación plena de una minoría apo
yada por toda una generación durante un largo plazo de tiempo
y con todos los poderes en la mano (73).

Esta era todavía la impresión de 1946. La nota que se añade


en 1973 es de una atroz honradez política. Se refiere a la última
idea del párrafo anterior:

Esta idea central en el pensamiento falangista, y común a todo


el pensamiento revolucionario, no me parece hoy tan evidente
porque me pregunto: ¿quién garantiza y controla la acción
justa de esa minoría?, ¿quién le obliga a mantenerse en la "ab
negacióno y a servir al fin propuesto y no a fines bastardos?
La necesidad urgente que entonces sentíamos de rehacer el
país puede justificar la omisión de esas preguntas que la expe-
riencia promueve ahora (74).
(7t) Ibid,, p. lil. Los Ministros del Régimen gustan de llamarse a sf mismos
.hombres de Estado¡ y no cpoliticosr, por el deje despectivo que esta última palabra
tiene en cuanto la acerca a rpollticos profesionalesr o .politicastros'.
(741 lbít ,, p, 120, Véase esta otra muestra. En 194ó Serrano escribfa:
rEl mayor fallo de la democracia estuvo en no realizar el Estado como organiza'

189
Es curioso que este proceso revisionista, de dudar de las
propias bases autoritarias del pensamiento fascista, iba a afectar
después a un gran número de las mentes más lúcidas que en
un primer momento se ilusionaron con el experimento falangis-
ta: Dionisio Ridruejo, Laín, Tovar, Fanjul, Areilza, Gamero, etc.
La Falange tuvo conversos en masa, pero también conspicuas
defecciones.
Un tema común a todos los grados y etapas del falangismo
es que la Falange no estuvo nunca resueltamente en el poder
sino que fue un instrumento del mismo (75). Esta afirmación
puede parecer hoy algo exagerada y justificatoria, pero llama
la atención lo repetidamente con que se produce. Registremos
una vez más el sincero y auténtico comentario de Serrano:
La Falange no llegaría a ser jamás el partido único gobernante,
la base exclusiva del poder, ni mucho menos. Una oposición
me refiero aún y sólo a fuerzas nacionales
-dencias - de desde
la contrapesaría continuamente, incluso
diversas ten-
dentro
del poder. Ni la legislación ni las medidas de gobierno llegarían
a ser jamás resueltamente unitarias. En último término el cen-
tro de gravedad, el sostén verdadero del régimen (pese a las
apariencias que tontamente nos esforzamos por exagerar) fue
y seguirÍa siendo el Ejército: el Ejército nacional-pero no
deñnidamente político-sería aún (acaso por fortuna) el su-
plente de un Estado que no acababa de ser, que no acababa de
tomar cuerpo institucional y forma orgánica verdadera... la Fa-
lange, lo que quiso ser, Io que esencialmente era, no fue la
única ni Ia principal titular de este régimen ni de ninguna de
aquellas etapas políticas. Fue, hasta donde pudo, mantenedora
de una tendencia que acaso hubiera prosperado en ciertas
circunstancias; pero no pasó de ahí, porque el régimen ha man-
tenido un cierto equilibrio entre las distintas fuerzas integra-
das en la unificación (7ó).

No pudo triunfar el falangismo puro por muchas razones:


porque Franco no era en ningún sentido un ideólogo fascista,
porqüe el programa de la Falange era esencialmente utópico y
ambivalente, por el sello católico que llevaba ínsito la Falange
ción espiritual, sino como organización puramente externa, El Eetado no es nada si
se Iimita a crear un mero orden externo.D (p. 4ló). En l9?3 añade esta nota: .precepto
_vale también para los sistemas autoritarios y quizá principalmente para ellóso
que
(p. 41ó).
(75) Un dato tan extraño como sumamente ilustrativo es que los 2ó puntos
(y-mucho menos los 27 originales) de Ia Falange nunca se convirtieron en norma legal
e incluso nunca se han citado como tales en ninguna ky de importancia. En cambio
se han repetido hasta la saciedad algunas frases cle los mismos.
(76, Ibitl., pp. 218-219.

190
y que cohibía cualquier tentación totalitaria, etc. No es banal
raz6nla propia capacidad autocrítica de algunos falangistas que
mata cualquier firmeza ideológica. En párrafo claramente alusi-
vo a su personal autobiografía, Serrano Suñer comenta que
(nunca faltaron algunos fascistas partidarios de la crítica de su
propia acción, considerándola, incluso, como útil y necesaria
y dispuestos a admitir los méritos del adversario> (77).
Claro que este tolerante autocriticismo se realiza ex post
facto y fuera de la arena política. Desde la cúspide del poder
las cosas se contemplan de otro modo. Desde las cimas de la
Secretaría General del Partido, José Luis de Arrese se expresa
en estos duros, intransigentes, excluyentes términos:

Es necesario excomulgar a los que no sientan y actúen de


esta misma manera [a de la Falange], declararse insolidarios
con ellos y poner toda el alma en derrotarlos, Pero todo sobre
Ia marcha; sin detenernos nunca y, sobie todo, sin esforzarnos
demasiado en encontrar muchas razones. No hay más que una
razón: la de que en una hora como la que vivimos, reconocer la
posibilidad de otras verdades al lado de la propia verdad, es
reconocerse en el error. Quien crea que España tiene varios
caminos ante sí está incapacitado para seguir ninguno de ellos
con decisión (78).

Pero volvamos al revisionismo de Serrano, por lo ilustrativo


que es para columbrar las ambivalencias doctrinales que sub-
yacen al falangismo. En 1967 , en plena euforia tecnocrático-aper-
turista, el antiguo Presidente de la Junta Política se expresa en
estos acusatorios términos:

La paz no se servirá, ni se consolidará, ni se profundizará,


como paz de las conciencias, si para sostenerla se emplean mé-
todos de guerra: sean Ia simplificación del principio de autori
dad o el tratamiento intolerante beligerante las discre-
- proclamó -lade
pancias... Es cierto que José Antonio necesidad de
suspender algunas libertades para poder reajustar las bases
de convivencia y hacerlas más verdaderas y completas. Pero
nunca se habría avenido a una larga situación sin libertades
o con Iibertades falsificadas, especialmente en el orden del pen-
samiento. Y la idea de que se debiera ignorar, silenciar, elimi
nar o simplemente amedrentar al adversario amurallándose
(?7) Ramón Serrarto Suñer, Eusayos al viento (Madrid: Cultura Hispánic.a, 1969),
p. ó7. Publicado originariamente en 1955.
(78) José Luis de Arrese, Escritos y discursos (Madrid: Vicesecretaría de Educación
Popular, 1943), p. 190.

191
detrás del principio de autoridad y de cualquier dogma pro
fano no estaba en su talante... Hace treinta años fue necesario
que España se impusiera una tregua, una cura de disciplina,
para no morir. Temporalmente- ¿por qué no?-una dictadu-
ra... Pero las curas son curas y no conviene confundir la medi-
cina con el paciente. Superada la enfermedad estamos a punto
de demostrar que nuestra sociedad puede valerse por sí mis-
ma. Ello exige prescindir ya de muletas y ponerla a andar. La
Ley de Prensa será el primer paso, a condición de que la liber-
tad que ella concede no consista en que quienes se consideren
más fuertes injurien o manden callar a los que no piensan
como ellos (79).

Nótese bien el argumento de autoridad que significa la ape-


lación a José Antonio, el jamás discutido Ausente: lo que José
Antonio hubiera hecho de vivir ahora. Es un argumento con-
tinuo entre los falangistas. Presenta la desventaja (o la ventaja)
de que es incontrastable empíricamente.
Pero el hecho cierto es la paulina conversión de Serrano al
reformismo democrático, como ocurrió antes con algunos de
su equipo (Ridruejo, sobre todo), y como desde otros puntos
de partida aconteció con Calvo Serer, Ruiz Giménez o Areilza, de
tal modo que, al final del Régimen, algunos de los hombres
de la oposición interior más conocidos eran los que de jóvenes,
al principio de toda esta historia, sostuvieron las posiciones más
reaccionarias e integristas o al menos colaboraron con la fase
de la más enardecida exaltación fascista. No se vea en este co-
mentario una recriminación personal, antes bien un reconoci-
miento de una envidiable capacidad de evolución, virtud muy
sana para la política, aunque no siempre lo sea para la salud
o el bienestar de la propia persona.
Recojamos, para ilustración de este recorrido del espectro
político que realiza Serrano, este definitivo texto de 1972:

La <Unificaciónr, que fue útil durante la guerra y algún tiempo


después en el que los antagonismos entre los españoles eran
todavía profundos, no lo fue más tarde cuando, además, el
Partido se mineralizó convertido en mera burocracia. Desde
entonces su mantenimiento carecía de oportunidad, tanto en su
aspiración totalizadora como en relación con la realidad cierta
de los dos principales gr-upos que la integraron... Dentro y fue-
ra de España el pluralismo es una realidad que es irnprudente
(79) R. Serano Suñer, Ensoyos al viento, cit, pp. 22$225. (Artlculo publicado el
28 de enero de l9ó7).

192
reconocer; es especialmente la caracteristica del espíritu eu-
ropeo. Mejor que desconocer fuerzas reales, cuya existencia es
innegable, es contar con ellas y abrirles, con responsabilidad e
inteligencia, cauces de manifestación. Por el contrario, mante-
nerlas apartadas, y no dar paso a su legltimo interés por la cosa
pública y a la vigilancia de la Administración-para evitar
abusos y atropellos-a la larga sólo puede conducir al des-
orden (80).

En el prólogo de 1973 a su libro Entre Hendaya y Gibraltar,


repetidamente citado, entona el definitivo (por ahora) canto a
la democracia (de partidos) como ula forma política actual de
nuestra civilizaciónr. Aunque no se tiene por *demócrata con-
fiado> tampoco se cree a estas alturas un <autoritario sim-
plista> (81).

15.2. ¿la Falange como neoliberallsmo o como


socialismo nacional?
La evolución del pensamiento de Serrano Suñer resulta pa-
radigmática para proyectar un tema de sugestiva actualidad:
muchos falangistas entienden hay que presu-
mir- que la Falange no es un-honestamente,
movimiento fascista, que eso es
mera forma, y que la rris moderna, seculariz.adota, igualitarista,
antimonárquica, socializadora de la Falange la puede convertir
en un movimiento de tipo liberal de izquierdas o incluso socia-
lista. El tema es de lo más discutido y discutible. No voy a en-
trar de lleno en él porque es un tanto marginal al argumento
central de este libro, pero algo hay que decir.
Desde su vero inicio, la Falange tuvo un ímpetu igualitarista
y modernizante, sobre todo en el plano estetizante, en donde
aceptaba algunos movimientos de vanguardia y ciertas actitudes
progresivas (<la España alegre y faldicortaD) (82). Su vago anti-
clericalismo y hasta un cierto paganismo era un contraste con
el fondo catolicísimo del que jamás se despegaron los primitivos
líderes y fundadores, aunque sólo fuera como <instrumento de
(80) Declaraciones a .El Noticiero Universab, ll octubre 1972.
(81) R. Serrano SuiLer, Entle Hendaya..., cit., p. 19 (próIogo de ln}r,
(82) En una dimensión más cotidiana, la ideologla igualitarista de la Falange
observa fuan Linz*triunfó en la generalización del (tut@' en las relaciones
-como
interpersonales. J. J. Linz, nFrorn Falange..,,, cit., p.1ó. Es posible también que el
restilor falangista colaborara en ciertos modos de com,portamiento, como es el .sin-
sombrerism,, la relación más espontánea entr€ los sexos (aunque básicamente m¿-
chista\, la valoración del hurnor, etc.

193
reafirmación nacionalo. Pero todo eso en el fondo no era más
que la peculiar manera española de entender el fascismo y de
senir a los intereses de una empobrecida clase media. No hay
que confundir <radicalismou con
"izquierdismo> o con <libera-
lismo> (83).
A pesar de que, como señala Fontán, se puede detectar un
fondo de <maurrasianismo religiosou en las declaraciones nacio-
nal-católicas de José Antonio Primo de Rivera, Eugenio Montes
y otros ideólogos de la Falange (84), la verdad es que esta retó-
rica católica ha podido coincidir con un cierto despego de las
actitudes clericales de la derecha e incluso con unos ciertos
aires de secularización y aun de paganismo. Como todas estas
equivalencias se mueven a nivel retórico, es posible encontrar
ejemplos y combinaciones de todos los tipos, y al final es lo
que proporciona la traza ambigua e indefinida al pensamiento
de la Falange.
La cara moderna de la Falange fue, en definitiva, un ropaje
literario y gestero con que cubrir las vergüenzas de una socie-
dad maltrecha y empobrecida, de una política esencialmente con-
servadora. Quizá se destaca en un conglomerado de fuerzas, de
tonos aún más nacionalistas y conservadores, pero el uliberalis-
mo falangista,' no deja de ser una superficial pátina de mundano
vanguardismo. El aire estéticamente modernizante, revolucio-
nario de la vida cotidiana, anticaduco, de la generación falan-
gista que hizo la guerra, puede ser sintetizado con la frase
autodefinidora de ulos que cambiaron la camisa de dormir por
el pijama" según uno de ellos (85).
Lo más positivo de la Falange ha sido, sin duda, lo que po-
dríamos llamar el liberalismo -falangista orientado a la t¡ida
intelectual, una característica muy contraria a la adoptada por
don Miguel Primo de Rivera y por los regímenes fascistas. Una
de las conclusiones del Primer (y único) Congreso Nacional de
(83) Uno de los intentos más documentados de demostrar el no fascismo e incluso
el izquierdismo de Falange es el de Velarde. La impresión que produce al lector tal
defensa menos en mi caso- es que Falange Española es plenamente un movi-
miento de-altipo fascista. Véase Juan Velarde, El Nacional-Sindicatismo, cuarenta años
después (Madnd: Editora Nacional, 1972), sobrc todo el cap. 1.o, con el mismo título,
pp. 37-39, que es, en parte, un encelado y personallsimo alegato contra el libro de
Payne (subtitulado precisamente A Spanísh Fascism). Pereonalmente estoy más de
acuerdo con la tesis de Payne.
(84) A. Fontán, rEl proceso de constitución de la coalición nacional de 193ó,, ejem-
plar multicopiado repartido en la conferencia dada en el Museo de Navara el 28 de
febrero de 1962, p. 13.
(85) José Marla Fontana, Los catalanes en la guefta de Espaia (Madrid: Sama-
rán, l95l), p. 24.

194
FET y de las JONS, celebrado en octubre de 1953, se redactó
de esta sorprendente forma:

La Falange ha mantenido y mantiene la necesidad de la incor-


poración de la inteligencia a las tareas políticas.
La Falange considera que esta incorporación y el respeto a la
inteligencia constituyen la médula de la tradición intelectual
española, el supuesto supremo de la cultura occidental y la
quintaesencia del pensamiento y de la tradición polftica ca-
tólica.
La cultura, en cuanto creación de valores, sólo es posible den-
tro de un ámbito de libertad y de confianza en la inteligen-
cia (8ó).

Dentro del clima oscurantista de la Era Azul brilló, sin duda,


una generación de intelectuales falangistas (Ridruejo, Laín, To-
var, Conde, Torrente Ballester, Maravall), a los que en cierta
manera cabe el apelativo de uliberales>. Pero también hay que
reconocer que el calificativo resulta más justo después, cuando
abandonaron la disciplina falangista. El "liberalismo* primige-
nio de los intelectuales falangistas significó muy poco más que
la oposición al tradicional monopolio cultural de los sectores
eclesiásticos o más ligados al catolicismo conservador. En este
sentido tratan de entroncar con la tradición ulibrepensadora>
la palabra- que va desde el 98 hasta Ortega y la Insti-
-valga
tución Libre de Enseñanza. El esfuerzo resulta paradójico y en
gran medida insuficiente y vano.
Todas estas discusiones se aclaran quizá con la distinción
entre <Falange hipotética, y nFalange real' que hacen algunos,
entre ellos Ridruejo (quien fue nada menos que Director Gene-
ral de Propaganda de 1938 a 1940). La primera es el futurible
de lo que hubiera podido suceder de haberse desarrollado (per-
dón por tanto verbo) una doctrina vagamente revolucionaria y
utópica, presente sólo en las intenciones de unos pocos falangis-
tas puros. La Falange real es la que ha mandado, la que ha
participado destacada y hasta mayoritariamente (descontando
los militares) en el poder, tiñendo de azul una serie de medidas
pragmáticas, generalmente conservadoras y paternalistas y en
ocasiones populistas. Por desgracia (para ella) a la Falange le
tocó ser el ubrazo represorD, quizá por aquello de la virilidad
(8ó) Secretarla C,eneral del Movimiento, Congteso Nacional de FET y ile las IONS
(Madrid, 1953), p. l7l.

19s
o la exaltación del (mitad monjes [que no frailes], mitad sol-
dados> (87).
La última expresión de la Falange hipotética es su vocación
de recoger la herencia del socialismo democrático en España
(esperemos que el intento sea sólo para usos domésticos). Hace
ya algún tiempo que publiqué en el diario uMadridu un artículo
previniendo del futurible de Kahn y Wiener q.ue anunciaban la
llegada de un movimiento paneuropeo de corte neofascista, con
posible origen en España. Trataba de vislumbrar en el horizonte
español de entonces un germen de esa idea, lo que yo etique-
taba como <socialismo nacional, y cuyos confusos elementos
ideológicos se mezclaban de este modo:

La apelación directa al pueblo, la crítica global a la sociedad in-


dustrial-capitalista, la insistencia demagógica en lo social con
desprecio de lo político y de las libertades cívicas, el cultivo
de la eficacia, el cultivo de la fraseología marxista y marcu-
siana sin que responda a ningún contenido, el desentendimiento
total de los intereses de la clase trabajadora, el fuerte nacio
nalismo, el mito de las nacionalizaciones (88).

Lo curioso es que todos esos elementos empiezan a regis-


trarse a partir de entonces en una serie de ideólogos falangistas
que van cristalizando efectivamente un socialismo nacional:
Ortí Bordás, Velarde, Cantarero del Castillo, Iglesias Selgas,
Emilio Romero, el propio Fernández Miranda. Como considero
que esta tendencia se sale un poco del discurso a que me he
comprometido, dejaremos esta historia para mejor ocasión.

15.3. Falange y Movtmiento


Desde el punto de vista de la Historia del Régimen franquis-
ta, lo que importa es la línea de la "Falange realr, la que se
(E7) Véase el desarrollo de esta tesis en las declaraciones de Dionisio Ridruejo
a Rosa María Echeverría, España ¡ay! (Madrid: Gráficas Nebrija, lyl4l, W. 187-244.
(88) Am¿ndo de Miguel, <El socialismo nacional¡, en An futurible para España
(Barcelona: Dopesa, l9ó9), p. 2E4, Este artlculo oúginalmente en el perió
dico .Madrid¡ en l9ó&- introdujo en España, me-publicado
parece, el término nsocialismo nacio
nal,. Lo hice con un poco de ironía, jugando naturalmente con el recuerdo de la
expresión rnacional-socialismo'. Para mi sorpresa el término empez,6 a ser utilizado
como autode¡ominativo y con intención meliorativa por los protagonistas de tal fe-
nóúreno.
Luego he tenido ocasión de consultar un artíq¡lo inédito de Germán Kratochwil,
para el üccionario de Ciencias Sociales de la UNESCO, en que se rastrea el origen
y la utilización del término .socialismo nacional,, sobre todo en América Latina, En
especial se perfila como una dirección de los elementos más populistas del peronismo

t96
incorpora al poder. No es tanto un Partido como un <anti-Par-
tido>, una expresión un tanto surrealista, favorita de José
Antonio Primo de Rivera. Quiérese decir que los falangistas se
han organizado políticamente para acabar radicalmente con el
peligro de los partidos políticos, incluso con la posibilidad
de uno sólo: el suyo. Esta actitud de inmolación patriótica {ue
alguno podría juzgar como suicida- es esencial para entender
lo que ha sido el Movimiento, una creación de Franco con las
ideas y sobre todo con la terminología de la vieja Falange ideal
o hipotética, la que nunca <conquistó el Estado> para sí.
En un primer momento asistimos a la investidura carismá-
tica del Caudillo, como supremo heredero político de José An-
tonio. Fernández-Cuesta, albacea del Fundador y Ausente, llegó
a decir entonces, en la <ofrenda al Caudillo de los atributos del
mando, (1 octubre 1938) que ..Vos, Caudillo, y la Falange sois
una misma cosa" (89). La declaración no parece hoy muy orto-
doxa, ni siquiera como licencia retórica. Era el inicio del com-
promiso de la Falange real, del Movimiento.
La retórica de Girón (uel fogoso orador> como se le adjetiva
convencionalmente) llega a más: a identificar la Falange con el
Estado, una idea del más puro corte fascista:

La Falange no es una institución dentro del Estado al lado de


otras instituciones. La Falange es, en su doctrina, el Estado
mismo, y su esencia informa todo lo que es valor activo ecumé
nico en la Patria después de la victoria. Es la unidad de los
hombres de España. No están debajo de ella ni sobre ella
lo religioso y lo social:
- políticamente
están
hablando
en ella misma. Porque- loctemilitar,
lo religioso, de lo militar y de
lo social nacieron sus consignas. La verdadera intransigencia
está en no consentir, en no tolerar que se admita precisamente
aquella otra concepción parcial de la Falange (90).

Por ironías del destino, resultó que la única declaración ideG


lógica coherente y explícita de las fuerzas que triunfaron en
1939, los 27 Puntos de Falange, no fueron incorporados nunca
a las Leyes Fundamentales del Nuevo Estado más que de ma-
nera parcial, evitando los objetivos más radicales, lo que se
en los años ó(), si bien los elernentos netamente izquierdistas y trotsquistas que incor-
pora se hallan bastante ausentes del paralelo movimiento en el neofalangismo español.
Puede verse C.onrado Eggers-Lain, Izquíerda, peronismo y socíalísmo nacional (Buenos
Aires: Búsqueda, 1972).

(89) R. Fernándsz-Cuesta, Discürsos (Madrid: F.E. 1939), p. 17?.


(90) J. A. Girón, Escrilos y discutsos, cit., p. 34.

t97
llamó <el contenido revolucionario> (nacionalización de la Ban-
ca, reforma agraria, impulsos totalitarios, etc.) e incluso elimi-
nando el último punto que decía:
"Nos afanaremos por triunfar
en la lucha con sólo las fuerzas sujetas a nuestra disciplina.
Pactaremos muy poco. Sólo en el empuje final por la conquista
del Estado, gestionará el mando las colaboraciones necesarias,
siempre que esté asegurado nuestro predominio>. Estos últimos
desiderata del ideario joseantoniano pasarán a la Historia de
España como una de las mayores ingenuidades políticas de los
últimos tiempos.
Lo cierto es que la Falange tuvo que pactar y compartir el
poder, a veces en condiciones muy precarias, con otros grupos.
En la crisis de 1956 con que finaliza la Era Azul, Arrese difundió
unas cifras (parecen un tanto fantásticas, pero no han sido des-
mentidas ni replicadas) sobre la participación de los falangistas
originarios anteriores a 193ó o (camisas viejasn- que en
-losla vuelta al país
seguida dieron (91):

Falangistas
antenores
a 1936

Ministros, Subsecretarios y Di
rectores Generales . 135 11
Gobernadores Civiles, Alcaldes
de capitales de provincia y
Presidentes de Diputaciones 150 32 2l
Consejeros Nacional de FET y
de las JONS . 151 65 43
Procuradores en'Cortes )1) t37 24
Diputados Provinciales. 738 133 18
Alcaldes 9.155 776 8
Concejales 55.9ó0 2.226 4

De creer en estas cifras habría que convenir que sólo una


minúscula parcela del poder ha correspondido a la Falange. Pa-
rece difícil de creer (92).
(91) Informe de Arrese del 20 de ciiciembre de 1956, recogido en J. Luis de Arrese,
Hacia una meta institucionaf (Madrid: Ediciones del Moümiento, 1957), p.213.
(92) Desde luego, resulta todavía más exagerada la frase de Fernández-Cuesta de
que "la Falange no ha estado, ni podría estar en el poder durante estos 3ó rlltimos
añosD. M, Veyrat y J. L. Navas-Migueloa, La Falange, ftoy (Madrid: G. del Toro, 193),
p. lll.
198
Refiriéndose a sus rlltimos meses como Ministro de la Vivien-
da (año 1957), Arrese cuenta:
Había en España una diffcil economla y el problema social
topó con la creencia de que lo importante era sanear la Hacien-
da aun a costa de dejar a los hombres viviendo unos años toda-
vía en sus chabolas o debajo de los puentes. I¿ lucha se esta-
bleció en torno al grifo del dinero y como el grifo no estaba
en mis m¿utos, mi proyecto para llegar al millón de viviendas
acompañado del discurso que ponía las cartas boca arriba,
puso a mi etapa boca abajo (93).

Aquí estaba la clave del asunto. No es que los falangistas


fueran sólo un sector del Gobierno sino siempre el mismo, pre-
cisamente el usocial>, el que atendía a las demandas y los pro
blemas, pero nunca el que recogía o administraba el dinero, el
que marcaba las líneas de la política económica y presupuesta-
ria. Aparte de la Secretaría General del Movimiento y Sindica-
tos, los falangistas sólo se han ocupado con cierta exclusividad
de las carteras de Trabajo, Vivienda y en parte Agricultura. Son
Ministerios (pobresD en la escala de estratiñcación burocrática,
El reparto de poder con otros grupos no siempre toma el
tono formal de táctica colaboración o de compromiso. A veces
se producen tensiones fuertes, como todas las que desemboca-
ron en la crisis de la Era Azul.
Una de las conclusiones del Congreso de FET y de las JONS
de 1953 reconocía que (por debajo del sistema proclamado por
nuestro Estado hay grupos políticos, más o menos larvados, que
nos distinguen con su enemistad y con los que no hay que sos-
layar la lucha conducente a eliminarlos radicalmente>. Lo más
probable es que esa sibilina frase se refiriera a la (tercera fuer-
za> de Calvo Serer.
Pero todo es según del cristal con que se mira. La retórica
falangista sabía anticipar los nubarrones poniendo un filtro rosa
a los prismáticos. En ese misrno Congreso los asistentes pudié-
ron escuchar esta otra más lírica interpretación de Fernández-
Cuesta sobre el upluralismo, forzado o el poder compartido a
que se veía obligada la Falange:

La Falange es el sol de un sistema planetario, en torno al cual


giran los demás astros a los que inunda con su luz (94).
(93) Declaraciones a ¡El.Noticiero Universab, 15 diciembrc 192.
(94) Discurso de R. Fernándsz-Cuesta en la clausura del I Congreso Nacional de
la Falange (28 de octubre de 1953).

199
Eugenio Montes había brindado otra hermenéutica aún más
poética, de esas que están pidiendo ser leídas en voz alta:

Antonio Tovar se equivoca cuando dice que la Falange fue


llamada al poder. No. No fue llamada. Fue llamánte. Llaman-
te; diría incluso que llameante. Fue un encendido son, un cla-
mor ardiente, un repique aleonado a las virtudes viriles de
la española hombría, y una aguda y belísona fanfarria de claros
clarines a aquellos que por vocación íntima han puesto su vida
al tablero del honor... Ha habido aquí una bellísima emulación
de fidelidades; emulación que está en la fidelidad de la Falange
a Franco y, seamos justos, en la de Franco a la Falange...
A base de esta doble fidelidad, de esa fidelidad conyugal-José
Antonio fue el novio; Franco es el esposo- ¿cómo podemos si-
tuarnos ante el porvenir? (95).

Todo esto nos lleva a la idea de Movimiento Nacional en que


se va convirtiendo y subsumiendo cada vez más la idea de un
Partido único de tipo falangista.
En un primer momento, la palabra Movimiento se hace equi-
valer a Alzamiento para indicar el carácter bélico, ocasional, que
toma la Guerra Civil ("nuestra guerrar, Guerra o Cruzada de
Liberación se dice también).
Todavía en 1937 se habla del <Movimiento Nacional Tradi-
cionalista y Corporativo> (9ó) como idea de los tradicionalistas,
pero esta idea no cuaja. El Movimiento se convierte poco a poco
en la organización y el espíritu que devienen del Decreto de Uni-
ficación de 1937 en el que la Falange logra imprimir su acento
y su estilo.
Son innúmeras, a cual más vaga y bellamente formulada, las
definiciones de Movimiento. Lo que después, en la época tecno-
crática se llamó "Movimiento-organizaciónu, en los primeros
años se denominó <Partido>, que era una palabra que todo el
mundo entendía. Sin embargo, la noción empezó pronto a com-
plicarse con la retórica al uso. Fernández-Cuesta dirá en 1939
que:

Partido que es a la par institución y órgano. Institución autár.


quica, independiente, titular de la idea revolucionaria que ha
engendrado el Nuevo Estado y el que le da impulso. Organo

(95) Eugenio Montes, I¿ estrclla ! la estela (Madrid: Ediciones del Movimien-


to, 1953), pp. 12+125. El texto parece corresponder a un artlculo escrito al menos diez
años atrás.
(9ó) José Marla Arauz de Robles, Obra Nacional Corporatira. Plan (s.l.z Editorial
Española, 1937).

200
constitucional del Estado cuyo Jefe lo es también del Partido
y es Caudi'llo del pueblo, pudiendo expresarse sobriamente las
relaciones de ambos diciendo con un agudo pensador que el
Partido es la iniciativa y el Estado la autoridad que da vida
a esa iniciativa. Un Partido irnpregnado de un profundo patrio
tismo y de un auténtico sentido militar (97).

Una década después, la palabra Partido se ha abandonado


y empieza a extenderse lo que con terminología posterior se
etiquetará de <Movimientocomuniónn. El mismo Fernández-
Cuesta define al Movimiento como "el pueblo organizado en la
Falangeu (Discurso del 29 abril de 1951), expresión en verdad
utópica.
Nuevamente y de modo más explícito, Fernández-Cuesta sen-
tará la doctrina más ortodoxamente falangista: el Movimiento
es un conglomerado de fuerzas, pero la ideología la proporciona
la Falange:
El conjunto de todas las fuerzas que se unieron len 193ó] en
un patriótico propósito de salvar a España del comunismo,
pero en cuanto aceptan la doctrina económicepolíticosocial de
la Falange y la disciplina de su Jefe Nacional (98).
A lo que se añade la relación entre Movimiento y Estado, en
la que se otorga a la Falange el papel de ucanalizar' las deman-
das populares, la función más estrictamente ideológica:
El Estado manda y ejecuta El Movimiento inspira y colabo'
ra. El Estado tiene una responsabilidad que le impide decir
v hacer muchas cosas que al Movimiento, más espontáneo y
libre, no le está vedado. El Estado ha de tener toda la serena
y tranquila autoridad que corresponde al soberano, mientras
al Movimiento le corresponde la pasión política y el entusias-
mo popular.

En el período tecnocrático las cosas empiezan a complicar-


se: la palabra Movimiento viene a substituir a la de Falange (le-
gal y definitivamente a partir de la Ley Orgánica del Estado
de 19óó) sin conceder a ésta el exclusivismo ideológico que has-
ta entonces le había correspondido, al menos verbalmente. Véa-
se, por ejemplo, este impecable ejercicio semántico para evitar
(97) R. FernándezCuesta, Discursos, cit., p. l5l.
(98) R. Fernández4uesta, Discurso en la clausura del I Congreso Nacional de la
Falange, el 26 de octubre de 1953, recogido en Continuidad lalangista aI serpicio de
España (MaArld: Ediciones del Movimiento, 1955), pp. 3!34.

201
la alusión falangista en uno de los ideólogos franquistas más
puros, al tratar de definir

el substractura doctrinal de nuestro Régimen político, la base,


el cuerpo de doctrina en el que se inspira aquella alteración
de las bases políticas y sociales de la España caduca y des-
hecha, que es en lo que consiste precisamente la Revolución,
sin la cual no se justificaría la Cruzada de Liberación (99).
Mezclando conceptos muy diferentes, pero de nuevo rom-
piendo la identidad entre Falange y Movimiento, Sanz Orrio
razona así en 1964 (acababa de ser cesado como Ministro de
Trabajo):

El Movimiento, el Régimen, no puede verterse sirnplemente en


el Estado para seguir viviendo como tal. Su propio nombre
envuelve ideas de organización, de tensión dinámica, riesgo y
responsabilidad. nNo basta, no cabe siquiera un Estado de
ft¡ncionarios de ascendencia hegelianau, dice Schmith, y añade:
<El partido revolucionario único es el medio de seleccionar los
hombres de porvenir. El gran peligro de toda victoria es que la
acaparen quienes no la forjaron". Salvo la afirmación del Par-
tido que hay que sustituir por la del Régimen en el que caben
los grupos distintos, el resto de la declaración schmithiana es
un argumento valioso en pro de la existencia de esta Institu-
ción (100).

Las funciones de ese Régimen-Movimiento las concreta en


<1) inspirar políticamente a las restantes Instituciones... 2) Pro-
curar hacer efectiva la comunión del pueblo con los principios
fundamentales... 3) Velar por el mantenimiento de las esencias
doctrinales... 4) Todo cuanto tenga relación con la opinión pú-
blica... 5) La formación política... 6) Asesorar a la Realeza, al
Estado y a las restantes Instituciones" (101). Todas ellas, como
puede verse, respiran la más cuidada indeterminación.
Algo más concreta, pero no menos estupefaciente es la defini
ción proyectiva de Iglesias Selgas en 1968, uno de los más típi-
cos representantes del <socialismo nacional):
El Movimiento Nacional, comunión de todos los españoles en
los Principios Fundamentales, sería el marco para una com-
petición política efectiva. Para este caso podría resultar con-
(99) Pascual Marín, El Caudillaje español (Madrid: Ediciones Europa., 1960), p. 201.
(1m) Fermln Sanz Orrio, EI iurista y Ia arquitectura institucional (Madrid: Real
Academia de Jurisprudencia y Legislación, 1964), p. 36,
(l0l, Ibid., pp. 37 y 38.

202
veniente contemplar la posibilidad de la convocatoria de un
Congreso Nacional del Movimiento, de base ampliamente re-
presentativa, que contaría con un precedente en el I Congreso
de la Falange; en el seno de éste se podrían polarizar las fuer-
zas que se inclinan al avance y a la reforma, constituyendo los
cuadros de la futura social-democracia española. Los dirigentes
de la vertiente o rera de la Organización Sindical y de las orga-
nizaciones especializadas de Acción Católica, Ios intelectuales
con sincero sentido social y preocupación de futuro, antiguos
y nuevos falangistas y socialistas, podrían, sin dificultad mayor,
si se superan incomprensiones y aleja.mientos, formar en este
campo (102).

La expresión de <comunión" se va haciendo cada vez más


usual y pasará a los textos legales, a pesar de su evidente in-
concreción (o precisamente por ella). Fernández Miranda inten-
ta aclarar este extraño concepto de indudables resonancias teo-
lógicas, con nostalgia tradicionalista y difícilmente traducible
a otros idiomas modernos:
Nuestro ideario es, pues, un ideario que suscita una comunión,
la comunión de los españoles en los ideales que dieron vida a
nuestra Cruzada. Comunión, es decir, forma de sociabilidad
activa; en donde los que se adhieren al ideario afirman rotun-
damente su voluntad de realización, de defensa, de perpetuidad
de'esos ideales. Acudamos a la significación que las palabras
tienen en la lengua que hablamos y en la que las leyes están
escritas; comunión es la participación en lo común, es congre-
gación de personas que profesan una misma fe (103).

En otro lugar, Fernández Miranda da esta definición aún más


general del Movimiento:

la voluntad popular institucionalizada, que se afirma como


fundamento y base de la convivencia nacional en libertad y
paz (104).

Es decir, según esto ¡todos los países del mundo podrían


tener un Movimiento! No cabe mayor reducción al absurdo. Se
trata de quitar la carga histórica de partido totalitario que
(102) Carlos Iglesias Selgas, La vía española a la democracia (Madrid: Ediciones
del Movimiento, 1968), p. 225.
(103) Torcuato Femández Miranda, Discutso en el Pleno del Consejo Nacional del
Movimiento del 27 de abril de 1970 (Madrid: Ediciones del Movimiento, 190), p. ll.
(104) T. Fernández Miranda, declaraciones a E. Romero en oPueblo,, 28 enero 1972.

203
inevitablemente contiene la expresión Movimiento Nacional. De
ahí que, en un rapto de entusiasmo académico, Fernández Mi-
randa proponga a continuación este inesperado desidertitum:
El Movimiento pretende cumplir en España un papel análogo
al que han desempeñado la Corona en la Gran Brétaha o lo que
es la American Way of Life en los Estados Unidos (105).

Pero el campeonato de la indeterminación hay que dárselo


a esta otra definición de Movimiento:

Una forma vigente, actualizad,a, de los españoles ante un que-


hacer de la vida nacional (10ó).

El asunto no es banal. Los funcionarios tienen que jurar los


Principios del Movimiento, los periódicos y revistai puLden ser
multados o secuestrados cuando atacan esos principios, hay por
otra parte medio centenar de publicaciones de la Cadena del
Movimiento, las asociaciones se plantean dentro del Movimiento,
todas las actividades deportivas dependen de la Delegación Na-
cional de Deportes de la Secretaría General del Movimiento, hay
una <Cámara Alta> que es el Consejo Nacional del Movimien-
to, etc. Lo que sea o no sea este concepto importa mucho. La
última definición corresponde al Secretario General del mismo:
El Movimiento es fundamentalmente entrañable identiñcación
con el pueblo.

Y añade:

Sin emoción popular el Movimiento no es nada, sino un rótulo,


una reliquia sombría o algo tan poco fértil como una etiqueta
o un artilugio oficialista, es decir, una intransigencia solitaria,
un molde vacío, sin espíritu y sin vibración verdadera (107).

¿Qué demonios querrá decir "intransigencia solitaria>? se pre-


guntará seguramente el lector. No seré yo quién se atreva a
aclararle esa duda.

(105) /Dtd.,
"Pueblo,, 28 de enero de 1972.
(10ó) J. Solís Ruiz, discurso del l7 de marzo de 1974.
(107) José Utrera Molina, Discurso en el acto conmemorativo de la fusión de Fa-
lange Española y las JONS, del 4 de marzo de 1973 (Madrid: Ediciones del Movimien-
to, 1973), p. 22.

204
16. GATOLIGOS

Gastlella. El Vaticano ha sido una embajada de primer orden.

80. Jesús Rublo. Un "azul-católico" bien


moderado en el Ministerio de Educación;
es la época de la crisis del SEU.
!

81. Marlln Artalo. Presidente de Acción


Católica. Letrado del Consejo de Estado.
Hombre de la "santa casa".

82. Rulz Glmánez. Un juramento sin reser-


vas mentales, con toda seguridad.
17. INTEGRISTAS

83. Carrero Blanco. Para la


goster¡dad la útima fotografía
de Carrero, con Kissinger.

84. Arlas Salgado. El que


mereció el título poPular de
"teólogo de la Información"
{ffi
*i i'.rl
se inclina delante del carisma
eclesiástico. A su lado, Juan
Aparicio.
j I ;ür
L:" l¡,
18. TEGNOGBATAS

85. Ullastres. Célibe y elegante, austero y campeón


de la liberación económica.

86. Lora Tamayo. Con él la Educación Nacional se


hizo Educación y Ciencia; una revolución onomástica,
oor el momento.
87. López Bravo. La alta política se 88. Monreal. Los Economistas del Es-
ha hecho también en los cotos de caza, tado llegan al poder. Todo un nuevo
como siempre. estilo sin uniformes.

89. Garcla Moncó' Los dirigentes de la gran Banca acceden a la


oolítica. No están solos
90. Fontana Codlna. El estilo tecno.
crático definitivamente es otro.

91. Esplnosa y Solfe. Tecnócratas y fa-


langistas no se ent¡enden bien del todo,
pese a las apariencias y a veces al
común origen.
te. TEcNTCOS

92. Arbuúa. Ministro de Comercio en la Era


Azul. Escasez de todo. Es la éooca del estra-
perlo y las licencias de importación. Preceden-
te primero de la liberación y modernización
económica.

93. Alarcón. Antiguo diputado cedista. Los hom-


bres buenos incorporados a los primeros Gabine-
tes de técnicos.
Fernández Ladreda. Téc-
y
n¡co militar.

95. Blas Pérez. Jurfdico mili-


tar. Buen servidor de El Pardo.
Orden público en los largos
años del cerco internacional.
Planell. De riguroso uniforme de 97. Peña Boeuf. Competente Ingenie-
Ministro.La industrialización en los ro de Caminos. Primeros Pantanos Y
años difíciles. RENFE.

98. Sanlos Blanco. Con el jeque Al Yamani, el amo del petróleo.


Sonrisa to¡zada para nuestros amigos los árabes,
99. Gutlérrez Cano. Los planes de De- 100. Arburúa. Uno de los primeros que
sarrollo no contaron con la crisis ener- viajaron aEstados Unidos.
gética.

101. Barrera de lrlmo. Egresado de la Comercial de Deusto. Desciende de la familial


de lgnacio de Loyola
r.lw$ $
21. AUTORITARISMO BASIGO

102. Martln Alonso. La estampa de un


Capitán General.

103. Glrón. La indomable f¡gura del anti-


guo combatiente, del fogoso revoluciona-
rio. A su lado, García Carrés inicia el
Garrero Blanco. Deferente ante el

Asenslo. Un juramento castrense, de pie y con toda la parafernalia falang¡sta

*.i,li* ,$:¡
...-1
22. REGENERACIONISMO GORPORATIVISTA

Aunós. Nostalgia del corporativismo.

Gual Vlllalbl. lmpenitente trovador de


la economÍa.
23. CONSERVADURISMO NACIONATISTA

x::.-:r!
1 08. Corllna Maurl. La política exterior ha sido siempre bien nacionalista,
en lo económico.
[--*

109. Lequerlca. Un viejo polftico de la


Restauración en la ONU.

110. Sánchez Mazas. La faceta lfr¡ca de


la Falange.
111. Castlella. Reivindicaciones de España, irredentos gibraltares.
T6. CATOLICOS

La denominación de (católicos> aplicada a una de las fami-


lias debería ir siempre entre comillas para indicar el sentido
estricto con que se califican los políticos que se asocian al
núcleo de Asociación Católica Nacional de Propagandistas
(ACN de P), Acción Católica y Editorial Católica (lo que colo'
quialmente se llama <la santa casa)). Obsérvese que esas mis-
mas instituciones privadas utilizan el adjetivo <católico> en el
mismo sentido restrictivo. No se desea implicar que las otras
asociaciones o editoriales no sean católicas. Tampoco se puede
concluir que sólo los Ministros (católicoso lo sean o incluso
que sean particularmente religiosos en su conducta como polí-
ticos.
Esa palabra de <católico> destaca la decisión de algunas per-
sonas de vivir en su vida profesional y pública más literalmente
de acuerdo con la llamada <doctrina social católica" ema-
nada de los últimos Papas y transmitida por los obispos. Preci-
samente, el mentor religioso de la familia ucatólica, española
ha sido durante muchos años el Cardenal Herrera Oria, uno de
los fundadores de <El Debate>, el periódico que durante la Re-
pública aglutinó los intereses de este grupo, y que fue seguido
posteriormente por el oYa, y otros periódicos de la cadena de
Editorial Católica.
Por lo menos ocho Ministros responden a las características
biográficas e ideológicas de esta familia: lbáiez Martín, Larcaz,
Martín Artajo, Ruiz Giménez, Castiella, Silva, Garicano y Ca-
bello de Alba. No son muchos, pero han durado, en general,
largos períodos y han-ostentado un lugar destacado en la escala
de Ministros influyentes. Han dominado sobre todo en tres Mi-
nisterios bastante clave: Educación, Hacienda y Asuntos Exte-
riores. Algunos han tenido una participación destacada en el
mundo empresarial (Ruiz Giménez, Silva, Cabello de Alba). Su
número no necesita ser rnayor para influir, ya que tienen un
importante poder de veto (como los falangistas o incluso ma-
yor): nadie de los otros puede ir abiertamente en contra de los
principios de la doctrina social católica, cuya interpretación
corresponde, como es lógico, a la Jerarquía Eclesiástica. De
hecho, todos lois políticos del Régimen han tenido que ucpresar

205
públicamente que son católicos practicanfes, una situación que
empieza a ser desusada en el mundo actual (hasta en países
tan oscurantistas como Irlanda). Téngase en cuenta que, incluso
en España, sólo una minoría de la población cumple regular-
mente los preceptos católicos, aunque también es verdad que
sólo una pequeñísima minoría se declara agnóstica o perte-
neciente a otra religión. Pero el hecho es que bajo el franquis-
mo ha sido inimaginable que un Ministro se declarase no cató-
lico y sobre todo que actuara en contra de los intereses de la
Iglesia. Este dato es el que da un poder inmenso a los Ministros
<católicos>. La gente en España puede no ser <misalizante> en
una gran proporción, pero no cabe duda de que hay una forma
cultural de vivir ciertos valores del catolicismo tradicional que
es un elemento unificador de intereses y valores de las clases
medias y de la legitimidad que éstas conceden a las clases go-
bernantes.
Los católicos se resisten a ser llamados
"demócratas cristia-
noso casi con la misma vehemencia con que los falangistas se
oponen a ser identificados como *fascistas>. No obstante, en
muchos de los pertenecientes a ambos grupos hay un alto apre-
cio de esa otra identificación, digamos, más <europea>.
Desde luego, para ser <demócratas cristianos" les falta a los
Ministros de la familia católica un ápice más de creencia en la
democracia y un grado menos de acuerdo en los principios ideo-
lógicos de un régimen autoritario. Por eso, irónicamente, Calvo
Serer los denomina <demócratas cristianos colaboracionistas".
Algunos de ellos, como Silva y sobre todo Ruiz Giménez, al ce-
sar, pasan a integrar más la base de lo que en otros países pue-
de ser la Democracia Cristiana. El grupo de editorialistas del
oYa, que firma con el seudónimo colectivo de
"Tácito> podría
encajar con más exactitud en esa denominación (108).
lbáflez Martín es un personaje clave de este grupo, el que
representa el ala más autoritaria. Procede desde luego de la ACN
de P pero conecta más con el grupo de Acción Española que
con la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas).
Participa en la "sanjurjada" de 1932 y más tarde hace amistad
con Albareda, socio del Opus Dei y fundador del CSIC y de la
Universidad de Navarra. lbáñez Martín permanece más de diez
años (1939-51) al frente del Ministerio de Educación Nacional
y luego pasa a la Embajada de Lisboa (un puesto particular-
(108) Pertenecen a é1, Juan Antonio Ortega, l¿ndelino L¡villa, Marcelino Oreja,
Gregorio Ma¡añón (hijo), Iñigo Cavero y Andrés Reguera Guajardo, entre otros.

206
mente delicado por las relaciones de Franco con Salazar y con
don Juan de Borbón) compatible con la Presidencia del Conse'
jo de Estado.
Curiosamente, las competencias del Ministerio de Educación
Nacional dejan fuera muchas actividades educativas oficiales
encomendadas a los Sindicatos o a otros Ministerios, pero en
cambio, hasta 1951, se atribuyen al nuevo Ministerio los llama'
dos Servicios de Información y de Prensa del Estado a través
de los cuales se ejerce la censura y se controla la vida intelec'
tual. Al frente de ese núcleo represivo se halla durante esos
años Arias Salgado, que al cese de lbáiez Martín desgaja todos
esos servicios (más eI turismo) con la categoría de nuevo Minis-
terio. En cierta manera, Arias Salgado puede ser considerado
también un ucatólico) pero su posición ortodoxa extremada
(nmás papista que eI Papan) lo lleva más a que lo consideremos
en el grupo integrista.
La (política católica> de Ibáñez Martín se basa sobre todo
en un incondicional apoyo a los Colegios de Enseñanza Media
dirigidos por diversas Ordenes Religiosas, en el contenido fiel-
mente ortodoxo que se imprime a los textos escolares y planes
de estudio, y finalmente en la elección de un destacado grupo de
intelectuales católicos del Opus Dei pero también
de otras organizaciones--básicamente
para dirigir los destinos del imperial
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (109)'
El reconocimiento de que los católicos estaban en el Gobier-
no para aplicar los principios de la Iglesia, sobre todo en el
campo educativo, se manifiesta paladinamente en la actuación
de Ibáñez Martín. Con ocasión de la aprobación en las Cortes de
la Ley de Educación Primaria de 18 de julio de 1945, pronunció
un importante discurso, del que entresaco estos párrafos (110):

La Ley ordenadora de la Primera Enseñanza acaba con el ra'


(109) En cl discurso pronunciado por Ibáñez Martín con casión de la inaugura-
ción'dei CSIC, el 30 de oclubre d.e 1940, compara esta celebración con los Concilios de
iot"Ao, y señála como ñnalidad de este (concilio nacional de la cultura, donde conver-
dogmas de la cien-
;; i;á": los dignatarios del saber español, [el] definir" los nuevos
iia españolao. ¡ó.e Iba¡"r Martín, Hácia uná nteta instituc;onal (Madrid: Imprenta..Sa-
(ciencia católica'
marán^, 19¿t0), p, 4. La increíble iirto d" dog-os es ésta: una sola
tp. ¡)'."U".áitiuda a la ñlosofía tomista (p. i0), "como realización del progreso huma-
í el propósito de (restaurar nuestra tradició¡" (p'.11),.9om.o^,aStuti111l-e1t-o
(como lorja-
"o" "on
para-la unidaá pótiti.a... frente a la dispersión de-los espíritus'1p 13)'
(como impulso
bora Oet espíritü nacionab (p. l4), "al servicio del Estadoo 1p. 15) v
de Ia grandeza patriaD (P. 17).
tttót ¡. Ibáñez Martín, La educación prinruria en España (Madrid: Publicaciones
españolas, 194ó).

207
cionalismo penertido que caracterizó las reformas docentes del
viejo utilitarismo político (p. l2).
La Ley es primordialmente católica (p. 1ó)... Sirve, ante todo, al
primordial designio de lo que he de llamar lisa y llanamente,
política cristiana de Franco, maestro de la verdad y de la vida
(p. l7).
No hay Código, ni Concordato, ni legislación escolar alguna de
cuantas se han dictado en los países civilizados modernos en los
últimos cien años que aventaje, por su fidelidad a la-doctrina
eatólica, que la ley de Educación Primaria que hoy sometemos
a vuestra decisión (p. 18).
...Nuestra Patria lanza, una vez más, la buena nueva de la pri-
macía espiritual a un mundo materializado que no podrá res-
taurarse nunca ni cimentar firmemente la paz sin asentar la
sociedad futura en la roca inconmovible del hogar cristiano
(p. 2e).

La propia ley es aun más clara, cuando se señala en su


Preámbulo:

La nueva ley invoca entre sus principios inspiradores, como el


primero y más fundamental, el religioso. La Escuela española...
ha de ser, ante todo, católica... Se reconoce a Iá Iglesia el
derecho que de manera supereminente e independiente de toda
potestad terrena, Ie corresponde para la educación por títulos
dp orden sobrenatural y la potestad que le compete, cumulati-
vamente con el Estado, de fundar Escuelas de cualquier grado
y, por tanto, Primarias y del Magisterio, con carácter de públi
cas, en armonía con la naturaleza jurídica de la Iglesia como
sociedad perfecta y soberana.

Algunos de los artículos de la Ley en donde se expresa mejor


esta concepción <constantiniana> son los que siguen:
Se reconoce también a la Iglesia el derecho a la vigilancia y la
inspección de toda la enseñanza en los centros priblicos y pri-
vados de este grado, en cuanto tenga relación con la fe y las
costumbres (art. 3).
El Estado, por razones de orden moral y de eficacia pedagógica,
prescribe la separación de sexos y la formación peculiar de
niños y niñas en Ia educación primaria (art. 14).
Todas las escuelas se colocan bajo la advocación de Jesús,
Maestro y modelo de educación (art. ló).
[Deberes del Maestro] Cooperar... con la Iglesia, mediante el
respeto filial a la misma, la conducción de los niños a la misa
de la Parroquia los días de precepto y una perfecta inteligencia
con el Párroco... (art. 57).

208
Cabría también incluir en el grupo católico al antecesor de
Ibáñez Martín, el monárquico Pedro Sainz (1ll). Ambos tienen
de común la raíz conservadora y nacionalista del grupo de Ac-
ción Español¿. Ambos también sientan las bases de lo que
había de ser una de las políticas más coherentes del Régimen:
la protección estatal a la enseñanza de la Iglesia (colegios de
Enseñanza Media, Universidad de Navarra, CEU, Colegios Mayo-
res, Universidad de Deusto, ICADE, IESE, etc.).
Martín Artajo, como Presidente de Acción Católica en 1940,
representa el caso más claro de los católicos en la política fran-
quista. A diferencia de Ruiz Giménez, Artajo, después de ser
Ministro, ha permanecido en altos puestos públicos y sobre
todo ha continuado en una línea ideológica, digamos, ortodoxa
(desde el punto de vista de la Jerarquía y del Régimen). Ambos
fueron los artífices del Concordato de 1953, el ápice de la con-
cepción preconciliar y autoritaria de las relaciones entre la Igle-
sia y el Estado. Para el aislado Régimen franquista de entonces
supuso un respaldo moral de cierta importancia.
Ruiz Giménez representa una de las figuras más controver-
tidas del Régimen. Evoluciona desde el nacional-catolicismo más
autoritario en la etapa de embajador en el Vaticano y Ministro
hasta la posición más crítica del catolicismo social postconci-
liar (112). Siempre mantuvo una gran coherencia moral y casi
se puede decir que fue el menos oportunista de los políticos.
En todos los puestos ha mantenido al mismo tiempo una fide-
lidad personal al Caudillo y al Papa, ciertamente difícil de man-
tener en la época de Paulo VI.
En los casos de Castiella, Silva o Garicano su papel como
ideólogos del catolicismo político oficial es mucho más tdnue.
Todos los católicos se acompañan de una brillante carrera
de oposiciones al Estado: lbáñez Martín es (sólo) Catedrático de
Instituto, Larraz, Silva y Cabello de Alba Abogados del Estado,
(lll) Serrano Suñer dice de Pedro Sainz en 194ó que oha sido el más laticailista
de los legisladores que ha tenido España", aunque luego en 1973 rectiñca y precisa que
ese juicio resulta excesivo. Rodezno y otros eran también igualmente (vaticanistasD.
Ramón Serrano Srtier, Entrc Hendcyo..., cit., pp. 10ó y 107.
(ll2) Las propias palabras de Ruiz Giménez ilustran por sí solas la evolucién de
que hablo, Ante la pregunta de un periodista sobre un hipotético nombramiento corno
Ministro, en la situación actual, contesta:
*Creo que se trata de una hipótesis de ciencia-ficción. No creo que a nadie se le
ocurra ofrecerme en este momento puesto alguno, dada mi actitud. Es decir, descarto
la posibilidad de ocupar ningún cargo de responsabilidad política mientras no se
haya puesto en marcha seria¡nente un proceso de cambio institucional a través de las
necesarias consultas de voluntad popular, Cooperar a que se abran estas vías me
parece más importante que ocupar ningún cargo polltico,¡ Declaración de Ruiz Giménez
al (Diario de Barcelonar, y recogida en <Informaciones¡ el ló agosto 1974,

209
Martín- Artajo y. Silva Letrados del Consejo¡ Ruiz Giménez y
Castiella Catedráticos de Universidad, Garicano del Cuerpo Ju-
rídico del Aire.
La <conquista> del poder por este grupo a través de estas
pautas de brillantes oposiciones tiene de todo menos de espon-
táneo. [,os católicos han tenido siempre muy claro que estában
siendo preparados para Ministros¡ como una parte -más de su
concepción del apostolado religioso. Dejemos hablar al ideólogo
máximo de la ACN de P, Fernando Martín-Sánchez Juliá. Sus
ideas son <clarísimasr:
La Asociación Católica Nacional de Propagandistas quiere ser
una obra de formación y conservación de una minoría selecta
de hombres apostólicos con capacidad de dirección... los propa-
gandistas... ocupando puestos reservados principal o únicamén-
te a los seglares, como son los de la vida docente (cátedras,
rectorados, decanatos). Eirectores de empresas periodlsticas,
editoriales, etc., puestos oficiales los que han tenido vocación
polltica, constituyen todos una minorla selecta de elementos
directores al servicio de la Iglesia (113).
Decir hombres apostólicos con capacidad de dirección viene a
ser una fórmula intelectual de esta frase vulgar tan repetida:
"Es menester que haya una minorla de elementos diréctores
al servicio de la Iglesia,. Pues es esto mismo: una minoría de
hombres con capacidad de dirección *en actoD y en las distin-
tas funciones de la vida española; asl, por ejemplo, rectores de
Universidad, decanos, catedráticos, jefes de Empresa, director
de un periódico, presidente del Consejo de Administración de
un banco, etc. Y en potencia, ¡ah!, los estudiantes sobresalien-
tes que despuntan, el estudiante que triunfa, el número uno
de tal o cual oposición; en una palabra, al muchacho que prc
mete atraerle a la Asociación, sobrenaturalizarle la vida v ha-
cerle que todos esos valores que tiene los ponga al servicio de
Dios y de la lglesia, es nuestra misión. ¿por qué? porque tiene
capacidad de dirección en potencia y ya el tiempo se encargará
de transformar esa potencia en acto (ll4).
No se trata de conquistar artificialmente para Cristo el Estado;
se trata de conquistar el Estado para Cristo por la posesión
previa de la sociedad. Pero para poseer la sociedad no hay que
engañarse viendo sólo el lado polltico de su organización jurí-
dica. Se posee el Estado, se conquista la sociedád no sólo con
ministros, subsecretarios y directores generales, no, sino llevan-
(ll3) Fernando Martln*sánchez luliá, Ideas claras (llfadrid: Gráficas Nebrija, 1959),
pp. 298-29. Escrito en 1942.
_. (114) Ibíd., p. 334. Escrito en 1942. Obsérvese de pasada, Ia redacción (en mascu-
lino' de las frases.

210
do a todas las categorías y estadios de esta misma sociedad
hombres con capacidad de dirección: catedráticos, consejeros
de empresa, directores de periódicos, militares, funcionarios.
Todos los puestos, en fin, que los seglares católicos tenemos
que ocupar, llevando a ellos a Cristo con nosotros y a nuestros
conciudadanos a sus salvadores destinos (115).

La paladina adscripción de los católicos (y algunos tecno


cratas) al mundo de la cultura (catedráticos, autoridades aca'
démicas, dirigentes del Ministerio de Educación y del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, etc.) se basa en la ideo-
logía, tan pragmática como reaccionaria, de que la transmisión
del saber no debe despegarse de la religión (116). El corporati'
vista Eduardo Aunós declara, por ejemplo, con resplandeciente
simpleza que <las ciencias... sólo han de ser profesadas por
quienes posean una formación religiosa previa y suficiente para
no desviarlas de la ortodoxia fundamental y de su adecuado
cauce práctico> (117).
La ayuda del Ministerio de Educación a los grupos católicos
se considera algo tan <natural>r, Qü€ cuando un Ministro desea
pasar como no sectario insiste en que ha seguido protegiendo
a esos grupos. Valga una sola demostración por lo nítida:

En mi etapa ministerial he ayudado sin tacañería a la Sección


Femenina, al Frente de Juventudes, a los jesuitas de Deusto
aprobándoles la Facultad de Empresariales, a la Universidad
dé Navarra... a los propagandistas de Acción Católica, a la en-
señanza no estatal... De modo que no he tenido sectarismos de
ningún tipo (118).

Obsérvese que (no tener sectarismosu es proteger a los fa-


langistas y (sobre todo) a los católicos.
Desde la Acción Católica, las Congregaciones Marianas, la
Hermandad de San Cosme y San Damián, el Opus Dei, o la
ACN de P se produce en los años cuarenta un intensísimo
movimiento de ocupación de cátedras por (elementos católicos
activos>, según documenta Antonio Fontán. En contraste con
(ll5') Ibid., pp. 53 y 54. Escrito en 19,1,6.
ittOi I-a máiima dó Camino-ta.. paralela ¿ l¿s cideas de Martín-Sánchez
"¡¿¡¿5'que nadie nos gane
Juliá-debió de influir decisivamente: {iCultura, cultura! Bueno:
a ambicionarla y poserla. Pero, la cultura es medio y no fin, (345).
(ll7) Eduardo Aunós, Revolación y Tradíción (Madrid: Viuda de Galo Sáez, 1951),
-p.27.(lls)
Declaraciones de Julio Rodrlguez a López castillo en oNuevo Diario,, 14 abril
t974.

2tl
la situación de la preguerra, señala este autor que hacia 19ó0 la
oinmensa mayoría" de los catedráticos de Universidad <son
personalmente católicos militantes o activos o, por lo menos, se
conducen socialmente como tales> (119). En es{e catolicismo de
cátedra, tan vinculado a la política, aparecen nombres tan influ_
yentes otros muchos- como Albareda, Aranguren, Calvo
-entreTorres,
Serer, Casas Castiella, Corts Grau, Enríquez áe Saiaman-
ca, Fontán, Fraga Iribarne, González Alvarez, Lépez Ibor, Millán
Puelles, Muñoz Alonso, Otero Navascués, palacios, pérez Embid,
Puigdollers, Rodríguez (Federico), Ruiz del Castillo, Ruiz Gimé_
nez, Sánchez Agesta, Sánchez de Muniain, Sancho Izquierdo, Su-
ñer, Torres López y Vallejo Nájera (120). Resultá imposible
entender los avatares de la política oficial española de lás últi-
mas décadas sin seguir la pista a la actuación de esa pléyade de
catedráticos <católicos> y la de sus numerosos diicípulos y
clientes' oDésenos la universidad y todo lo demás se nos dará
por añadidura) es frase famosa y profética de Angel Herrera, el
alma de los movimientos <católicos' más ortodoxós (121).
sitar a cátedras" es consigna expresa de estos movimientos,"opo-
y
de manera más recatada e implÍcita la de (aspirar ,.rn u'lto
cargo político>. "
Fontán mismo aporta un singular testimonio de esta nece_
sarda presencia de los católicos en la vida pública española:

El catolicismo olicial del Estado es una consecuencia de la rea-


lidad católica de España y una condición sine qua non para el
mantenimiento del mismo Estado y de la paz pública.
En España no sólo es católica la inmensa mayoría de los habi-
tantes del país, sino que participa de esta condición ese algo
sutil e inaprensible que es el ambiente de la vida de un pue-
blo. Es católica la familia, la comunidad social, la vida... En
España no se puede gobernar contra los católicos, es más, no
se puede gobernar siz¡ los católicos... Cualquier Estado o Ré-
gimen, si quiere conservarse necesita Ia colaboración de los
católicos, no sólo en cuanto simples ciudadanos, sino en cuan-
to a tales católicos (122).

Los católicos de Ministro- han sabido unir bien


-a nivel
_ (ll9) Antonio Fontán, Los católicos en la l|níversid.ad española actuat (Madddj
Rialp, l9ól), p. 29.
(120) Valdria la pena contabilizar la proporción que de ese elenco de catedráticos
católicos han alcanzado un cargo directivo académico o han actuado como presidentes
en los Tribunales de oposiciones a cátedra.
(l2l) Citada en A. Fontá¡, Los católicos..., cit., p. 46.
(122, Ibi¿|., pp. 15ó y 157.

212
esta pertenencia a la de monárquicos o falangistas. No obstan-
te, y dado que falangistas y católicos (en sentido más amplio)
han sido las dos canteras fundamentales del Régimen, entre
ellos ha habido siempre una tensión larvada. Los falangistas
han mantenido siempre una propensión utotalitaria'>, en tanto
que los católicos han propagado el "principio de subsidiarie'
dad" que auspicia un cierto pluralismo social o al menos el
respeto a ciertas entidades privadas, singularmente las protegi'
dal por la Iglesia (123). En un orden de cosas más concreto los
falangistas han abogado en general por la estatificación de la
enseñanza en contra de los intereses de los centros uprivadosu
de la Iglesia. Véase una manifestación temprana de esa tensión:

Creemos que F.E. no puede ser tachada de anticatólica, de


laicá.
En cuanto a sistema político [el falangista] lo estimamos in-
comparablemente superior al de los partidos políticos... En'
contramos, en abstracto, acertadas y nobles sus orientaciones
y aspiraciones, si bien es cierto que en concreto aparecen algu-
nas oscuras y otras en desacuerdo, en nuestro sentir, con las
tradiciones pátrias y las soberanas normas del derecho natural.
Por eso, si no hay oportunas rectificaciones, que no dudamos
las habrá, está muy iejos de ser para nosotros el sistema polí-
tico ideal y salvador de España (124).

La tensión se manifestará después no sólo en la política edu-


cativa, sino en la discusión del Concordato (los puntos de Fa'
lange abogaban por la separación de la Iglesia y el F,stado), en
la oposición de los falangistas (y en este caso un católico como
Silva) contra los tecnócratas en asuntos económicos (caso Mate'
sa, por ejemplo) o sindicales, etc.
Un denominador común a falangistas y católicos es que
ambos tienen una doctrina legitimadora del sistema y que en
cierta manera sustenta una serie de políticas alternativas. Am'
bos aportan un sentido utópico a la política. Tanto la revolu-
ción nacional sindicalista como el bien común cristiano son
ideales que jamás se realizarán, pero que mantienen en una
cierta tensión las realizaciones políticas concretas. A los empre-
(123) Luis G. San Miguel expresa muy bien el barniz resistente al totalitarismo
que consiguió et Régimen a base de respetar el papel independiente de_la_Iglesia que
supuro orina real liinitación del Estado, una cierta cuíta liberal>. L. G. San Miguel,
oEitructura y cambio del régimen político españolb, Sistema, núm. I (1973), pp. 8l-10ó;
p. 83.
' (124, P. Teodoro Rodriguez (agustino), Nueva teconquista de España (Valladolid:
Santarén, 1938), p. ló7.

213
sarios se les puede (amenazarD siempre, para controlarlos, con
que se pondrán en práctica los principios de la revolución fa_
langista o de la doctrina social católica.
Navarro Rubio declaró una vez en Vizcaya, ante los empre_
sarios, que el Plan de Estabilización <ha sido posible por ese
silencio constructivo, leal, de todos ustedesu. Lei anuncü la re_
vitalización del problema social, con estas sorprendentemente
sinceras palabras:

A partir de estos momentos aquellos afanes de dar a la vida un


gran sentido social y cristiano, que no tuvimos más remedio
que suspender porque las circunstancias así lo exigían, ya no
tienen razón de estar esperandb su solución (125).

Bien es verdad que los empresarios saben que no van a te-


ner que hacerse socialistas.

(125) Discurso de M. Navarro Rubio en er Gobierno civil de vizcaya, el 14 de


mayo de l9ó0.

2t4
17. INTEGRISTAS

Históricamente el integrismo es una rama ultra o radical del


tradicionalismo que afectó en el siglo pasado a algunos pensa-
dores antiliberales y <más papistas que el Papar. Tópicamente
eran los que, en caricatura popular, se decía que rezaban por
la <conversión> de León XIII. Seguramente la anécdota es fal-
sa, pero ello no le quita gracia y expresividad (126).
Ese dicho sirve también ahora para caracterizar a algunos
católicos extremosos q.ue se sitúan en posiciones de radical in-
transigencia, que extreman la ideologÍa nacionalcatólica y que
tienden a ver el mundo con caracteres apocalípticos. Los ideo-
logos de esta tendencia hay que encontrarlos fuera de los Co4'
sejos de Ministros, que ya hemos indicado la preferencia fran-
quista por los tonos templados. Sin embargo, hay tres Ministros
menos- cuyo modo de pensar y de expresarse difícilmente
-al
encaja, por lo radical, en la pauta de los católicos o tecnócratas,
con los que guardan sin duda notables similitudes. Me refiero
a Arias Salgado, Carrero Blanco y Julio Rodríguez'
El origen inmediato de la ideología que representan esas tres
figuras hay que encontrarlo en la literatura frailuna de finales
de la República y comienzos de la era franquista que extrema
los tonos tenebrosos en la interpretación del pasado y enaltece
el espíritu de Cruzada con que aniquilar a los enemigos, siempre
unidos, de Dios y de España.
El Cardenal Gomá, en una pastoral memorable al comienzo
mismo del Alzamiento, se refirió a la (corrupción enervadora
de las costumbres, que había precipitado el calamitoso estado
previo a la guerra civil de 193ó y a <la otra corrupción, peor
lal vez, del pensamiento por las locas libertades de cátedra,
tribuna y prensa), como consecuencia de ula falta de autoridad
política, tát vez el problema más grave de nuestra vida nacio-
(12ó) El Partido Integrista se forma en 1889 como facción extrema del Carlismo
Ua¡o laí Oia"n"i a" Rarhdn Nocedal y bajo el elpres_o- patrocinio del Sagrado Corazón
de-Jesús. El órgano de expresión de este-grupo fue El Sigto Fu'aro'.CuriosaTj"tll,!n
los últimos tieirpos del franquismo la revisla Fuerza Nueva es el órgano ditundldor
det ala ultraderecha de las fui.rut qu" apcya.n al Régimen. Obsérvese el paralelismo
de ambos títulos, ambos con falsa apelación progresista'

2r5
nab (127). Y termina la carta pastoral con esta maniquea y
patética recomendación dirigida a los <dirigentes' del nuevo
Estado:

Aprender a conservarlos [a los pueblos] inmunes de todo con-


tagio espiritual que pueda pervertirlos o lanzarlos fuera de las
rutas de su genio o de su historia... No pactéis con el mal, ni
a título de las exigencias de la libertad social; concederle los
derechos de ciudadanía, y más admitiéndolo en el santuario de
las leyes, será pactar la ruina a plazos más o menos largos,
del pueblo que dirigís (128).

Esta literatura en estos tonos ha sido desde luego minori-


taria, incluso en el campo del Episcopado. Sin embargo, subsiste
hasta nuestros días, en publicaciones de extrema derecha como
<Fuerza Nueva>, ..Qué pasao o <Iglesia-Mündop. En un reciente
número monográfico de esta última, dedicado al
"Fracaso univer-
sal de socialismo y liberalismo) se resucita un texto del domini-
co Ignacio G. Menéndez-Reigada, publicado a comienzos de 1937,
en el que se contiene la interpretación más clara de la guerra
civil del 3ó como (guerra santaD y ula más santa de todas>
porque es ala defensa de toda la humanidad, no sólo en el
orden divino, sino en el orden meramente humano y natu-
rab (129).
Arias Salgado ccontable de las postrimerÍas hispánicas:
muerte, infierno y gloria> (130), como lo denomina Pemán (sal-
tándose no sé por qué la segunda postrimería que es el ujuicio"),
será uno de los más conspicuos defensores de este ardoroso
espíritu de cruzada, al frente de los servicios de propaganda y
censura durante cerca de veinte años, prácticamente toda la
Era Azul. Se dijo que era el <teólogo de la informacióno y su
oponente fue curiosamente el Cardenal Herrera, quien defendía
posiciones mucho más
rismo básico.
"liberales), aun dentro de un autorita-
La udoctrina, de Arias Salgado sobre la información se
decanta maravillosamente en esta estupenda definición de opi-
nión pública, verdadera sinfonía semántica para entender lo
que era el paternalismo elitista dominante en la Era Azul:
(1?)
Cardenal Isidro Gomá, Pastotales de la Guerra de España (Madrid: Ria.Ip,
p. ó7. Past'oral pnrblicada en Pamplona, et 23 de nor¡iembre de 193ó.
f955),
(128) Ibi¡r., p. 69.
(129) Citado en Victorino Rodrlguez, O.P. del 18 de Julior, "lglgsl¿-
Mundo,, núm. 7ó (julio, 194), pp. 7-11; p. 10. "Tso¡og1¿
(f3O) José Marla Pernán, Mís almuer2os con gcnte impoúaflte (Barcelona: Do,pe-
sa, ln0r, p. 270.

216
La opinión pública es la manifestación orgánica de los estados
de opinión rectamente elaborados y formados por los hombres
mtis caracterizados de los órganos naturales que integran la
sociedad, es decir, los elementos más representativos y solven-
fes de la comunidad de familias, de los municipios, de los sin-
dicatos, de las profesiones, de la Iglesia y de otras instituciones
-fundamentales en la vida de la nación, entre las cuales se
cuenta la institución social de la información (131).

Partiendo de una definición tan estricta no hay que extra-


ñarse después que Arias se extasiara con la sana libertad y la
responsabilidad que emanaba de esa opinión pública española.
Pero el máximo exponente de la ideología integrista es el
Almirante Carrero, casi un solitario adalid de la reacción, siem'
pre de guardia ante los eventuales ataques de la masonería y el
comunismo de consuno. Se le ha identificado como el cerebro
gris del Caudillo (132). (El trasunto de Francou se le denomina
en un artículo necrológico, en el que se añade:
No ha sido Carrero quien ha sucedido a Franco, sino Franco
quien ha sobrevivido a Carrero. Realmente, hay cosas que pa-
rece tienen que ver con lo que pudiera llamarse la estrella de
las personas. La capacidad de Franco para dar por canceladas
situaciones que él mismo crea es sencillamente increíble. Con
Carrero murió un rostro del franquismo, acaso el más conocido
y constante, Pero Franco se apresuró a suplirlo por otro. Sus
palabras, (no hay mal que por bien no venga>, reflejan ante
todo la impasibilidad que constituye el fondo de su conduc-
ta (133).

Pero si Franco era impasible, Carrero era bastante apasio-


nado. Más que (trasunto> o copia habría que hablar de alter ego
de Franco para explicar la personalidad del Almirante. Era la
conciencia leal del Generalísimo, pero también el lado que el
Jefe del Estado no podía aparentar siempre, a menos de poner
en riesgo el sincretismo ideológico tan estable y fecundo para
la subsistencia y reproducción del Régimen. El carisma de Fran-
co no ha podido tener ningún sucesor natural y completo, pero
eso mismo ha ocurrido con la estólida flsura de Carrero.
(131) Discurso de Arias Salgado del 13 de mayo u""rrr, Mallorca. El subrayado
es mío. ".r
(132) Parece que Julio Rodríguez, al referirse en unas declaraciones a la "dureza
diamantina de la lealtad de Carrerc hacia Franco,, expresó Ia idea de que Franco había
usado con Carrero la idea del ¿Tú eres Pedror. Referencia de Lorenzo Contreras en
<El Correo Catalánr, 2l mayo 1974.
(133) José Luis Alcocer, *Después de la crisisr, lndice, ll enero 1974.

2t7
Carrero representa la decidida protección a los tecnócratas,
singularmente a través de otra eminencia-gris: Laureano López-
Rodó. Sin esta conexión personal ni la tecnocracia ni la ideológía
integrista hubieran tenido el relieve y el peso político que -.r,
realidad han tenido. salustiano del campo califica de napóteosis
de nuestra tecnocracia> el discurso del entonces Subseiretario
de la Presidencia, Luis Carrero Blanco, pronunciado en l9ól y
más concretamente este párrafo: <porque decir Administración,
decir Estado español y decir España es en el fondo una misma
sss¿" (134). Yo diría más bien que la frase es la apoteosis de la
facción integrista de la tecnocracia, la que corona la ideología
triunfalista y nacionalista con la exaltación del alto funcionar-io,
del servidor del Estado. Ya hemos visto cómo Arias Salgado
expresa esa ofuncionarilatrÍa> (cap. 5).
Existe un total acuerdo en que Carrero supone la máxima
lTl!19 y el mayor y más constanre grado de identiñcación y
fidelidad de un político con la figura política de Franco. Es sin
duda la persona que más tiempo ha permanecido junto al Cau-
dillo en un alto puesto de responsabilidad, desde 1941 en que
fue nombrado Subsecretario de la presidencia y Consejero de
FET y de las JONS, hasta su trágica muerte, siéndo presidente
del Gobierno, en 1973. Colaborador, exegeta, intérprete y fiel ser-
vidor del Caudillo, su figura resulta central pará enténder *la
esencia del régimeno. Así, en efecto, lo etiquetó un periódico
en 1973 (135). El propio Carrero se definió políticamente en
estos trascendentes términos:

Soy un hombre totalmente identiticado con la obra política del


Caudillo... mi lealtad a su persona y a su obra es iotal, clara
y limpia, sin sombra de ningún íntimo condicionamiento ni
mácula de reserva mental alguna (13ó).

Un famoso artículo de Carrero, bajo el seudónimo de Ginés


de Buitrago (137), se refiere, en forma de apólogo, al caso del
<señor Fernández>, un uebrio impenitente> que llega casi hasta
la muerte victima de sus excesos. Le salva a tiempo un hábil
(134) Salustiano del Campo, (El reto del cambio social en Españar, en M. Fraga,
J. Velarde y S. del Campo, l,a España de los años setenta. I. Lá Sociedad (Madrid:
Moneda y Crédito, 1972), pp. 973-100ó; p. 999.
(135)
"Arriba," 9 junio 1973.
(13ó) Declaraciones a Emilio Romero, en opueblo>, ó febrero 19ó8.
(137) Ginés de Buitrago (L. Carrero Blancoi, (¡Un poco de formalidad!r, oArribao,
2 abril 1970. Este artículo parece ser la réplica a otro publicado por rosé María de
Areilza en nABCo.

218
cirujano y después de un sobrio plan de vida es uotro hombre>.
Hasta que unos malvados amigos, metidos uen algún buen ne-
gocio de licores> le tientan a que vuelva a beber. Por si el apó-
logo no estuviera claro, el articulista comenta:

A los españoles, cuando se pretende convencernos de las deli


ciosas bondades del sistema demoliberal de democracia inor-
gánica sobre la base fundamental de los partidos políticos,
nos sucede lo que al señor Fernández,

y termina con este antológico párrafo:

¿Que nuestro sistema es diferente? Es posible, pero ¿qué? Al-


gún día puede que no lo sea porque otros adopten nuestro sis'
tema o algo similar, pero, aunque así no fuese nuestra peculia'
ridad no es una tara. Se trata de una profunda convicción.
Y, sobre todo, de que somos gente seria y no estamos dispues-
tos a comulgar con ruedas de molino del tamaño del argumento
de que gracias al sistema demoliberal se ha llegado a Ia luna.
¿SÍ? Verdaderamente hay que estar en ella para poder aceptar
que la Humanidad ha conocido los avances tecnológicos, el
progreso en suma sólo como consecuencia del sistema demoli
beral. ¡Un poco de formalidad!

La muerte de Carrero en diciembre de 1973 puede ser conside-


rada como un suceso de clara significación en la Historia del
Régimen. Influyó notablemente en el curso de la evolución aper-
turista paso al Gabinete Arias-, pero no se puede decir
-dando demasiado la opinión pública. Léase este tes-
que sensibilizara
timonio:

El asesinato del presidente del Gobierno no conmovió apenas


a una sociedad mayoritariamente despolitizada, y que se ha
acostumbrado, porque la han acostumbrado, y así se ha que-
rido hacer, a considerar que los problemas politicos ni le t¡an
ni le vienen... Muchos años de inhibición producen como efecto
el que la gente se vuelva de espaldas ante acontecirnientos gra-
ves y piense que son simples cuestiones de policía. El día 20
[dic. 1973] funcionó ciertamente la madurez, pero no menos la
indiferencia política del país (138).

Con todo, habrla que explicar por qué pr€cisamente los li


bros sobre la muerte de Carrero han sido verdaderos best-sellers
(138) José Luis Alcocer, nDespués de la crisis¡, cit., clndice*, 15 enero 194'

219
(se ha hecho incluso una película), y por qué el buitragismo me-
reció en su día tantas invectivas más o menos solapadas por
parte de los aperturistas.
Así, por ejemplo, Manuel Fraga, ya ex Ministro, califica de
<desafortunada metáfora' la que Ginés de Buitrago aplica al
país
"como un alcohólico en cura de desintoxicación" (139). Más
tarde, en el contexto de la definición de su <política de centro>,
Fraga apostrofó que uel país no quiere a don Ginés de Buitrago
ni tampoco al Che Guevara> (140).
Julio Rodríguez, después de sólo un breve paseo de seis
meses por los dominios de Educación y Ciencia, se va a auto-
denominar heredero del buitragi.srzo. Dícese que en sus tarjetas
se puso, después de muerto Carrero y él cesado,
guez, Ministro de Carrero Blanco". Su prosa (y su "Julio Rodrí-
lírica pues
al mismo tiempo que artículos, publicaba poesías en el
"ABC>)
resulta increíble por lo fresca y ardorosa. He aquí la autodefini-
ción poética de un integrista:

Yo no soy falangista. Pertenezco a una generación apolítica,


pero de Patria llena (141).

Con la desaparición de Carrero cundió la idea de que peli


graba la gran chance del
"franquismo después de Franco>. Esta
es por ejemplo la opinión de Fernández de la Mora --en ciena
manera otro integrista- recogida en la primera entrevista hecha
como ex Ministro (142). De ella son estos párrafos:

Considero que el asesinato del Presidente Carrero Blanco es


una operación inteligentísima. No pudo asestarse un golpe más
duro contra la continuidad del Estado del 18 de julio...
La humilde grandeza de Carrero consistía en ser una prolonga-
ción, más joven, de Franco. Por eso nadie mejor que él para
realizar lo que, en más de una ocasión, se ha llamado el fran-
quismo después de Franco,

Ante la pregunta del periodista de si esa posibilidad es


"histo.
ricamente viable>, Fernández de la Mora contesta enfáticamente
que ha habido varios ejemplos históricos de lo mismo y cita
(139) Manuel Frala, Fl Desarrollo Polltico (B^rcelona: Grijalbo, l97l), p. 42,
(140) Entrevista a Mariano del Mazo en (El Correo Catalán¡, 7 abril 1971.
(141) Julio Rodríguez, Impresiones de un Ministro de Carrero Blanco (Barcelona:
Planeta, 1974), p. 201.
(142) Entrevista a G. Fernández de la Mora de Camino Ciordia en .Sábado Gráñcoo
23 marzo-1974.

220
los casos de Pompidou como (el gaullismo después de De Gau-
lle> y Caetano como <el salazarismo después de Salazar> (143).
Realmente esta vez los ejemplos temía el maestro Or-
tega- se han vengado. -como
La verdad es que si Carrero hubiese sido la única salida del
posfranquismo su muerte habría supuesto un verdadero cata'
clismo político, y el hecho es que no fue así. La familia integrista
es una más en la larga parentela gubernarnental. El dato de la
relativa e inesperada tranquilidad, la calma\ e incluso la indife-
rencia con que popularmente se acogió la noticia del magnicidio
es algo que sorprendió a los miembros del Establishment. Ri-
cardo de la Cierva recuerda la frase de un Ministro ante esta
reacción: <Tenemos un pueblo que no lo merecemos>. Y añade
por su parte el entonces Director General de Cultura Popular:
la madurez de nuestro pueblo es superior a
"Indudablemente política, (144).
la de nuestra clase

(143) Por ironfas del destino, Carrero asistió a l,os funerales de De Gaulle y Cae-
tano a los de Carrero.
(1,14) Declaraciones a Mary Mérida en
"Diario de Barcelonar, 6 marzo 1974.

22r
18. TECNOCRATAS

En la imagen popular distorsionada, pero no


menos *real" que si fuera-ciertamente
ópticamente correcta- las distintas
familias del Régimen se identifican, más o menos, con lo que
en otras partes son los partidos. Con respecto a los tecnócratas
la gente suele manejar entre líneas el concepto de grupo de
presión. Por una razón definitiva: porque los tecnócratas son
los únicos políticos franquistas que no reconocen que forman
entre sí un grupo, que consideran como ocasionales o azarosos
algunos caracteres que los distinguen. Pero como no es por azar
que piensan, hablan y actúan de una determinada manera muy
característica, y dado además que aparecen estrechamente vincu-
lados al mundo de los negocios y al Opus Dei, la imprésión
general es que constituyen un grupo de presión, con bastante
éxito, por cierto. Es evidente que determinadas empresas asG
ciadas a los Bancos Popular y Atlántico están entre las de má-
xima capacidad expansiva en las últimas décadas y esa relación
no es independiente del papel público de ciertos Ministros (145).
Hablando de manera abstracta, pero refiriéndose entre líneas
a la situación española, Jorge Vigón describe así el funciona-
miento de los grupos de presión:
Un grupo de presión es un conjunto de sujetos veces valio
sos- que por una u otra razón llega a adquirir -a un peso social
que se transforma, a impulsos de la ambición, en influencia
política, es decir, en presión sobre los organismos gubernamen-
tales. Los grupos de presión se caracterizan por su falta de
apetencia del Poder y de sus responsabilidades. Sólo tratan de
inducir al que lo ejerce a satisfacer sus pretensiones. Pueden
ser éstas de orden financiero, industrial, agrícola, espiritual o
cultural... No tratan de gobernar, sino de utilizar los resortes
de gobierno en provecho de sus fines... Un miembro del grupo
llega a un alto cargo e inmediatamente se ve precisado a desig-
nar sus colaboradores inmediatos que elige entre los de su
grupo; entre los de su familia sobrenatural, cuando se trata de
un grupo confesional. El proceso, luego, es el de la mancha de
aceite. Podrá decirse después que son afinidades electivas las
(145) Un testimonio del mayor interés de un antiguo miembro del Opus Dei es
el de Alberto Moncada, El Opus Dei: Una interpretacíón (Madrid: lndice, 1974).

223
que lo elaboran, que cada uno actúa por su propia cuenta y con
toda su responsabilidad personal; pero pocas veces ocurre que
sin una inteligente preparación previa se pueda llegar a ocupar
puestos de dirección en número tan elevado y a acoplar la
acción de todos a modo de las piezas prímorosas de un reloi
que da la hora.
Pero todas estas cosas requieren un espíritu de cuerpo, una
obediencia rigurosa a quien puede, una gran discreción, compa-
ñerismo, quizás un largo perÍodo de oscuridad como pasó Je,sús
durante treinta años (146).
Resulta sobremanera sorprendente la aplicación que puede
darse a estos sibilinos párrafos para reconocer en ellos a la
acción de los miembros del Opus Dei, organización que sin duda
debió conocer muy bien el autor. Este es un testimonio de un
columnista y al mismo tiempo bien situado en algunos burla-
deros del ruedo polÍtico:
Los miembros del Opus sociológico, como las cerezas, casi
nunca andaban solos... se apoyaban y promocionaban... impo-
nían una mentalidad que resultaba inseparable de la España de
los años sesenta... Se les convino en llamar tecnócratas. No io
eran en su sentido estricto... Tecnócrata signiñca en España...
gobernante de extracción no falangista, o no movimientista,
para ser más rigurosos (147).

El rigor definitorio habría que extremarlo todavía un poco


más. Tecnócrata sería el gobernante católico no falangista, no
militar, no primorriverista (aunque éstos fueran en cierta ma-
nera los primeros <tecnócratas> históricamente hablando), no
tradicionalista, no monárquico, no de la <santa casa> y no es-
trictamente <técnico> que la vox poryli suele asociar a las em-
presas del Opus Dei. O quizás eran simplemente los técnicos del
acercamiento económico a los países capitalistas ricos (y por
eso mismo a los socialistas ricos también), los que querían cu-
rar a los españoles de todos los males de la autarquía y el esta-
tismo políticos a base de desarrollo económico, y a base éste
de la protección a las empresas privadas.
Ullastres reconoce la contraposición entre políticos natos y
tecnócratas, (nombre últimG- que nos asignan a veces
-este
a quienes estamos preocupados con los problemas empíricos)r.
Y añade lo que puede ser una excelente exposición del credo
tecnocrático:
(14ó) Jorge Yig6n, Mañana, cí1., pp. 57 y 58.
(147) Josep Meliá, ¡El ocaso de los tecnócratasD, ll enerc 1y/4.
"El Correo Catalán,,
224
A estas alturas, al polltico nato que tiene alergia a la economla
y a la técnica le resulta muy difícil funcionar. Casi todos los
temas que se plantean en la vida nacional o internacional, al
final, son temas económicos... Los planteamientos políticos
en un mundo como el que vivimos ahora no tienen validez por
sí mismos... Una idea política es viable en nuestros tiempos,
sólo si la ejecuta el mismo que Ia tiene... Si realmente hay que
hablar responsablemente de lo que hay que hacer política-
mente en España, no puede hablar responsablemente. más que
el que lo ejecuta (148).

Lo anterior implica una perfecta mixtura de liberalidad eco-


nómica y de autoritarismo político, justamente la combinación
del tecnócrata. En el fondo de este complejo de actitudes late
un individualismo exacerbado, una gran desconfianza del Esta-
do, junto con la presunción de que sólo el dominio pleno de
un campo profesional demuestra las excelencias de una perso-
na y en último término asegura su salvación eterna.
Navarro Rubio, el primero de los tecnócratas en acceder al
ministerio junto con Ullastres, arremete contra la politocracia,
contra los políticos de oficio (149), evidentemente, aun sin men-
cionarlos, los falangistas de la Era Azul y los que aún perduran
en los primeros años de la etapa tecnocrática (Arrese, Solís).
Refiriéndose a esos años, escribe más tarde:

En el orden interno, la falta de coordinación ministerial era


cada vez más acusada. En el Consejo de Ministros se cruzaban
líneas de actuaciones dispares... El proceso de liberalización se
retrasaba, por este motivo, con exceso. Mostraba, por el con-
trario, algunas involuciones que producían la impresión de re-
troceso. Una politocracia, recelosa del éxito del plan de estabili-
zación, había encontrado en la palabra <tecnócrata> una buena
síntesis de su posición política, para lanzar los más fuertes
ataques contra el nuevo estilo económico que ponía en eviden-
cia los claros errores menos de desfase- de los que se
obstinaban en mantener -ala España en un <status> de autarquía
cerrada, con la lógica consecuencia de un bajo nivel de ren-
ta (150).

Como solución alternativa al ideal estatificador otro


-por
lado nunca amenazante realmente en los lustros anteriores-,
(148) Declaraciones de Alberto Ullastres a Pedro Rodríguez en A lumba abierta
(Madrid: PPC, l9?l), pp. ll4, ll5 y lló.
(149).M. Navarrc Rubio, El vacío política (Barcelona: DOPESA, tgZ¡), p. 59.
(l$) Ibid., p. ló8.

225
los tecnócratas oponen una exitosa política liberalizadora, que
aclso es la última expresión histórica del tradicional <principio
de subsidiariedad" de la doctrina católica:

Pasada la nonda estatificadora) parece que la Sociedad debería


recllperar su propia competencia. Es un grave error mantener
en forma perdurable una situación de emergencia. El Estado no
se prestigia, por otro lado, realizando actividades que no son
propiamente suyas; teniendo que discutir como uno más en el
<mercadeo>> de los particulares. Suscita las críticas más duras
que se pueden hacer al poder público: las que lo empequeñe-
cen. ¿No es peligroso para el mundo libre el enquistamiento
de ese pequeño clan-empresarial que forman los funcionarios
gerentes? ¿Interesa el capitalismo de Estado? Se debe pensar
muy bien; no hay más que un paso a un socialismo nde guante
blanco>, pero políticamente directo (151).

Pero el tecnócrata más representativo, el


"jefe de la familia",
podrÍamos decir, es Laureano López-Rodó, artífice de la refor-
ma administrativa (siendo todavía silente acólito de Carrero en
las postrimerías de la Era Azul) y sobre todo de los Planes de
Desarrollo a la francesa. Esta es su descripción:

Don Laureano, por días, era encasillado, al lado del almirante


Carrero, como la eminencia gris del régimen... airoso de facha,
pelo gris, traje gris; y profesor y especialista eminente del casi-
llero más gris del Derecho, el Administrativo, en el que la for-
ma es sustancia (162).

El lado cortés de Pemán ha evitado tener que decir con su


perifrasis que don Laureano era un profesor y especialista gris
de Administrativo. Su contrafigura es Caetano de Portugal,
también de grisácea vocación administrativa, y del que Ló-
pez-Rodó ha sido amigo y traductor.
López-Rodó surge a la vida pública del grupo intelectual
en torno a la revista Arbor de los años 40, acaudillado por Calvo
Serer. Ambos iban a seguir caminos muy dispares hasta con-
vertirse en acérrimos enemigos polÍticos. En una estupendísima
entrevista que le hizo Salvador Pániker, López-Rodó se enfren-
ta mentalmente a Calvo Serer para indicar el distinto tipo de
político que cada uno de ellos hace:
(lsl) lbtd., p. 8s.
(152) José María Pemán, Mis almuelaos..., cit., p. 287.

226
Hay dos tipos de políticos: el político especulativo, es decir,
el político de ensayo intelectual, y el político activo, el político
realizador (153).

Es de sobra conocido el heoho de que Fraga (con Solís) se


enfrentó en 19ó8 al ala tecnócrata del Gobierno, dominante en
él durante todo el decenio anterior, y concretamente al tándem
directivo que formaban Carrero y López-Rodó. Fraga pierde y
es obligado a refugiarse en el cómodo retiro dorado de la Cá-
tedra y de la Gerencia de una gran empresa' Desde ese retiro
compone una serie de piezas de erudición científica, pero en las
que se puede ver líneas- todo el enorme resentimien-
to que le produjo -entre
la derrota a manos de los tecnócratas. Curio-
samente, en su etapa posministerial se convierte al tipo de
críticas que en parte él había combatido oficialmente desde su
poltrona de Información: superación de la ideología desarro-
llista, búsqueda de un mayor grado de tolerancia y libertades
públicas, reconocimiento de la base real de discrepancia que
admite la sociedad española, etc. Véanse algunas muestras de
su revuelta contra los tecnócratas que aún habían de durar
algún tiempo en el poder ministerial:

El técnico que no quiera ser más que técnico y pretenda eludir


estas graves cuestiones, es bien poca cosa. Puede incluso, si se
cree con derecho a ser tecnócrata sin responsabilidades, con-
vertirse en rilgo humanamente despreciable y políticamente
muy peligroso (154).

Los párrafos que siguen son aún más significativos, pero se


hallan conscientemente oscurecidos con referencias extranjeras
a pie de página y con un tono (para lector inteligente> que
sóio los exégétas más penetrantes lograrán alguna vez descifrar
del todo. Los recojo, además, como una muestra de la litera-
tura <en clave, que ha sido la dominante entre los críticos
(aunque como en este caso sean ex Ministros) de la situación
política española de estos últimos tiempos:
(153) Declaraciones a Salvador Pániker, Conversaciones en Madrid (Barcelona:
Kairós, 19ó9), p. 3ló.
(154) M. Fraga lribarne, El desarrollo polftíco (Barcelona: Grijalbo, ll]l), q' -+Z'
Sor?r€ndentemenil, después de esta postura revisionista, Fraga acepta ser Embajador
en Londres, siendo López Rodó Ministro de Asuntos Exteriores.

227
El político no puede convertirse en una especie de Rey holga-
zdn, cuyos cuadros se lo dan todo hecho. El Mayordomo de
Palacio acaba entonces por dejarlo sin el mando, sin perjuicio
de endilgarle las más difíciles e impopu,lares decisiones. En mo
mentos de envejecimiento de instituciones o de personas, Ia
situación puede ser muy delicada. Las tendencias conservado
ras de la burocracia y las arribistas de ciertos grupos ocultos
pueden producir la peor de las coincidencias.
No hay salida, pues, sin una revitalización de la Política como
tal. Los números, o no son nada, o son el reflejo inteligente de
una política. Y una polÍtica, o es la secreta de un grupo, o es
la vida priblica, al servicio del bien comrln.
Precisamente porque los tecnócratas son más fuertes que nun-
ca, hay que reactivar la representación y la vida política. Preci-
samente porque hacen falta planes, hay que revitalizar los
cuerpos deliberantes y Ia democracia (155).

Desde luego, mucho más clara es esta declaración periodls-


tica, en la que se desvela incluso el eufemismo de tecnócrata
para atacar abiertamente al Opus Dei:

Hubiera debido cuidarse más la acción de los institutos secula-


res en cuanto a permitir participar a sus miembros en asuntos
políticbs y de alta economía. Y lo ocurrido en Fspaña estos
últimos años pntreba que no estoy eq,uivocado. Con miembros
de esta Obra [Opus Dei] me he llevado muy mal y pienso con-
tinuar haciéndolo (15ó).

Otro ataque más o menos velado contra F'ernández de la


Mora, ideólogo de la tecnocracia, se contiene en esta airada
crltica:

La teoría del fin de Ias ideologías es una ideologla más mez-


clada de empirismo, autocomplacencia y justificación del statu
quo. Lo que quiere decir es lo que han dicho siempre las dere-
chas: nosotros somos los que sabemos, y los demás, a obedecer.
Esto pensaban los mandarines chinos, y siguen diciendo los
mandarines de todos los tiempos (157).

(1551 lbid., p.72.


(15ó) Declaraciones de Fraga a Baltasar Porcel en Destino, del ¡l-diciembre-191. Es
posible que Fraga esté pensando no sólo en López Rodó sino en Calvo S€rer y Antonio
Fontán, también socios dc la Obra y dirigentes del gru,po polltico de semi-opo.sición en
tomo al üario Madrid. No sólo interprcto intenciones sino declaro hechos que son
prtblioos.
(157) M, Fraga Iribarne, El desarrollo polltico.,., cit., p. ?7.

228
Estos y otros ataques y sobre todo la rruerte de C,areno llevan
a la casi extinción pública de la familia tecnocrática en el C¡o
bierno Arias Navarro. Queda, sin embargo, el influjo de rur
cierto talante tecnocrático que ya no se puede olvidar en la
era de las cmultinacionalesr y los epetrodólaresr.

u¿9
19. TECNICOS

De los técnicos hay poco ,que decir. Son un grupo residual,


ciertamente numeroso e importante, pero demasiado hetero
géneo. No adquieren sustantividad como bloque hasta que se eli-
minan los últimos restos de las demás familias en el Gabinete
Arias de 1974. De él se comentó:

Los miembros del Gabinete Arias son técnicos, pero no tec-


nócratas, son rigurosos, pero no asépticos. Ello quizá suponga,
a ñn de c'uentas, que son algo menos liberales, menos neocapi-
talistas, pero también menos neoconservadores [que los tecnó
cratasl (158).

Una sucinta y aproximada relación de algunos de los <téc-


nicos, que han servido en los distintos Gabinetes desde 1938,
puede ser ésta:

Año dc en-
trada en él Ministro Caracterlsticas especiales
Gabinete

1938 Alfonso de la Peña


Boeuf Ingeniero de Caminos
1938 Juan Antonio Suanzes Marino e hijo de marino.
Fundador del INI
1940 Demetrio Carceller Típico self-made man al e*
tilo norteamericano, pero al
servicio de una política
autárquica.
1951 Manuel Arburtla Técnico bancario asociado
a la política intervencic
nista.
l95l Rafael Cavestanv Hijo de un prócer y aca-
démico, dueño de una finca
declarada modelo.
(158) Joscp Meliá, .El ocaso de los tecnócratas', .Et C,orreo Catalán', ll enero 1974.

231
Año de eo-
trada en el Caracterlsticas especirales
Gabinete

1973 Antonio Barrera de


Irimo Alto funcionario. Presiden-
te ejecutivo de la Compa-
ñía Telefónica.
1974 PÍo Cabanillas Notario. Ligado al mundo
empresarial. Aperturista.

La primera hornada de técnicos, los de la Era Azul, suelen


ser militares o estar asociados de algún modo con el período
de la Dictadura. Tienen a veces conexión con el mundo de la
empresa privada. Algunos de ellos cuentan con una original
militancia en la CEDA (Alarcón de la Lastra, Fernández La-
dreda).
Frente a ellos, los técnicos del Funcionariato (ejemplificados
por Barrera de Irimo) son típicamente los altos funcionarios
con una multiplicidad de puestos y a veces de cuerpos adminis-
trativos, y algunos también con conexiones en la esfera privada.
Casi todos ellos ascienden al Ministerio por una estrecha rela-
ción con Carrero o con Arias. De tener alguna ideología expre-
sa, estos últimos técnicos se distinguen negativamente por una
moderada actitud antifalangista y antitecnocrática, y positiva-
mente por una aquiescencia a la llamada Príncipe". En
una palabra, son el posfranquismo. Se"solución
salen un poco de los
límites lógicos que me he marcado en este volumen.
En el momento (que he denominado Funcionariato) en que
los tiltimos técnicos se aposentan en el poder y desplazan, por
así decirlo, a los miembros de las antiguas y más linajudas
afamilias> ideológicas, el espectro político tiende a polarizarse
en dos únicas alternativas. Por un lado, están los aperturis-
t¿s, en un sentido moderado, los técnicos del propio equipo
gubernamental y en un sentido más radical algunos ex Minis-
tros evolucionados (Ruiz Giménez, Frag , Silva incluso) y sobre
todo algunos (ex ministrables' (Cantarero, Ballarín, Fenjul,
los tácitos, algunos procuradores familiares, Areilz.a, etc.). Fren-
te a ellos, de manera más encrespada, se alinean los ultras o
más benévolamente los que un crltico ha denominado *dereoha
autoritariaD y que aparece constituida por
la ultraderecha, en la que se insertarla sin duda Blas Piñar;
232
la derecha falangista, en que probablemente se incardinarla
Girón; la derecha tecnocrática y contrarrevolucionaria
-mez'
cla de Acción Española, eficacia hipostasiada y desarrollismo-
en que eventualmente podría ubicarse a Fernández de la Mora,
y la derecha confusa y liberal, en que habrÍa que situar a Fer'
nández Miranda (159).

Es decir técnicos y tecnócratas, lejos de pertenecer al mismo


tronco, se disocian cada vez más, hasta dar lugar a dos especies
diferentes y hasta enfrentadas. Por otro lado, falangistas y tec-
nócratas competidores- hoy se tornan aliados ante
los nuevos-antaño
aires de <aperturismo, de la última hornada de téc-
nicos. De momento, el más conspicuo, Pío Cabanillas, es defe-
nestrado por los <inmovilistas" el 29 octubre 1974, una fecha
bien simbólica (el aniversario del mitin fundacional de Falange
Española). Tras este cese dimite Barrera y con él algunos téc-
nicos "ministrablesr. Se inaugura una sorprendente etapa de
dimisiones.

(159) Rafael Arias-Salgado, c¿En quién se apoya el Gobierno?r, eDiario de Barcelo


nar, 12 junio 1974.

233
Tercera Parte

LOS COMPONENTES
IDEOLOGICOS
DEL FRANQUISMO
Cuadro 4
LOCALIZACION DE LOS COMPONENTES IDEOTOGICOS
EN LAS DISTINTAS FAMIL¡AS

.2
o
o
o
= =
ot

COMPONENTES IDEOLOGICOS

1. Auior¡larlsm básico I a ! t t I t T ¡
2. Regenerac¡onlsmo corporallvlgla I I I

4. Tercerlsmo ulóp¡co
I

I
I I It t
5. Trlunfallsmo ¡mDerlal ¡ I t
6. Nostalgla llberal I T I T T
I I I I T I t I I

8, Cataslrcli6ño antrcpológlco
T
9. Palernal¡smo elltlsla I I T T
10. Tecnocrallsmo desarrolllsla

11. Popul¡smo apeilurlsta T ¡

NOTAS: El área d6 cada cuadro reDresenta aproximadam€nle la d¡str¡buc¡ón


- por "tam¡lias" de cada uno de los componontes rdeológicos.

* Las "familias" se ord€nan según e¡ aproximado orden cronológ¡co 9n


que ¡ntery¡enen de una manera destacada en los Gabineles.

Los componenles ¡deológicos s€ ordenañ según ¡a mayor o menor pre-


- s€nc¡a en cada una d9 las "fam¡lias", tal y como éslas van apare-
c¡6ndo on el ti€mDo
20. ¿QUE ES SER DEL REGIMEN?

En la primera parte hemos visto lo que son y representan


los Ministros, en la segunda los hemos clasificado en familias.
Ahora vamos a intentar descomponer los componentes ideoló-
gicos del modo de pensar que caracteriza a esa élite política. En
los tres casos nos dirigimos hacia el mismo objetivo: entender
qué es la ideología franquista. El método es el de aproximacio-
nes sucesivas; implica, por tanto, varias vueltas y revueltas a
las murallas de Jericó que sólo de esta manera serán expug-
nables. Acompáñeme el lector en esta necesariamente reiterati-
va excursión.
¿Qué es ser ideológicamente del Régimen? A efectos electo-
rales, basta con haber votado en los referéndums, lo que casi
equivale a la actitud negativa de no atacar al sistema político,
no desear su sustitución. En términos administrativos, basta
con acatar los principios del Movimiento. Sociológicamente ha-
blando la cosa es algo más complicada. Entiendo que en ese
supuesto significa estar de acuerdo con lo que ha sido la doc-
trina, las ideas políticas más ,típicas expuestas por los ideólogos
con poder del sistema, básicamente los Ministros. El que desee
contestarse a sí mismo la pregunta (¿soy yo del régimen?n lea
con atención el abanico ideológico que a continuación se des-
pliega y señale con qué puntos de esta lista está de acuerdo:
Autoritarismo, regeneracionismo, paternalismo, conservaduris-
mo, tercerismo utópico, nacional-catolicismo, catastrofismo, tec-
nocratismo, desarrollismo, nostalgia liberal, triunfalismo. La
respuesta podrá graduarse desde, un templado asentimiento has-
ta una inquebrantable adhesión, una vez que hagamos explícito
el significado que toman esos componentes abstractos en que
analíticamente se puede descomponer el franquismo.
Al tratar de caracterizar los sistemas autoritarios, Linz parte
de la distinción del sociólogo alemán Theodor Geiger entre ídeo-
logías y mentalidades. Esos sistemas se caracterizan por una
mentalidad difusa, en el sentido de modos de pensar o sentir,
más emocionales que racionales, y orientados hacia el pasado,
que proporcionan fórmulas más o menos estereotipadas de reac-
cionar ante diferentes situaciones. Las ideologías, en cambio, con
una cierta orientación de futuro, son sistemas de pensamiento

237
más elaborados y organizados intelectualmente, por lo general
de manera escrita, por intelectuales o seudointelectuales; son
más típicas de los sistemas totalitarios. Linz, sostiene que en
los regímenes autoritarios, cuanto más claro es el papel de mi-
litares y funcionarios, más central se hace el concepto de umen-
talidades> para entenderlos (1).
En el caso español yo hablaría más bien de (mentalidades
ideológicasr. La expresión es plural y ambigua para indicar la
confluencia de varias líneas de pensamiento, a veces incluso
contradictorias (el paganismo estético de Falange con el corpG
rativismo católico, el <triunfalismo" con el (catastrofismo>, etc.).
El sustantivo <mentalidades> expresa el carácter de concepción
difusa, escasamente elaborada, orientada hacia el pasado, de
rala densidad teórica, todo ello en la medida en que son com-
partidas por un amplio grupo de segundones de la política. Pero
el adjetivo <ideológicasD se refiere a la capacidad de coherencia
que esas mentalidades ofrecen cuando son codificadas por los
ideólogos del sistema, a veces intelectuales bien asentados en
el esquema de poder, de acuerdo con los intereses muy especí-
ficos de supervivencia y medro de ciertos grupos, y de acuerdo
con un elaborado esquema teórico. En el caso español está
muy claro, como vamos a ver en seguida, que algunos Ministros
hacen de amentalizadoresr o por es-
"ideólogos), expresando
crito ciertas ideas-fuerza, acuñando determinados conceptos,
transmitiendo algunas concepciones fundamentales sobre la
organización social y política. La coherencia y sistemática de
esta tarea cmentalizadorar puede parecer floja o inexistente a
un observador superficial, pero no es así cuando se la contempla
desde una atalaya cientlfica, pertrechado el observador con un
arsenal de conceptos. A nivel de la base popular, el Régimen de
Franco carece de una ideología articulada (en la medida, por
ejemplo, en que no hay un partido franquista ni nada que se
le parezca), pero a nivel de élites de pensamiento sin que
hagamos intervenir la dimensión uoriginalidadu- -y sí que hay
una minoría elaboradora de un repertorio de conceptos que
dan sentido y coherencia a determinadas políticas conformado.
ras de la realidad pública.
En principio cada una de las nfamiliasr del sistema aporta
su mentalidad ideológica más caracteristica. Así, los militares se
distinguen por el autoritarismo, los monárquicos por el conser-
(l) Juan J. ünz, .An Authoritarian Regime: Spain', en E. Allardt y Y. Littumen
comps., Cteanges, Ideolagies, dt¿, Party Ststenrs (Helsinki: Transactions of the Wes-
termark Society, l9ó1), pp. 291-341, sobr€ todo página 301 y siguientes.

238
vadurismo nacionalista, los falangistas por el tercerismo utópi-
co, los tecnócratas por el tecnocratismo y el desarrollismo, etc.
Si la correlación fuera perfecta o si no existiese esa pluralidad
de familias y de versiones predominantes en cada una de ellas
pasaría a dominar un sistema muy mecánico de compromiso de
mentalidades o una sola ideología totalitaria. Entiendo que nin-
guno de esos dos supuestos son realistas. En la práctica ocurre
que casi todos los componentes ideológicos que reseñamos como
fundamentales aparecen en casi todas las familias. O lo que es
lo mismo, que las distintas <familias> se hallan ideológicamente
emparentadas. Franco ha actuado de sabici casamentero entre
todas ellas. La <unificación> no ha sido mal invento para per-
petuar a todos en el poder. El que los sucesivos Gobiernos de
Franco hayan sido de concentración o polícromos no es más
que una consecuencia obligada de ese planteamiento político.
Su supervivencia depende de que tengan representantes de las
distintas <familiasu y que ésos expresen diversos elementos del
haz de <mentalidades ideológicas>. [,a tendencia monocolor de
algunos Gobiernos debe ser considerada como excepcional y
quiá como indicación de momentos de crisis. Un completo mo-
nocromismo representaría el fin conceptual del franquismo.
¿Cuáles son estos componentes ideológicos? Desde luego, son
múltiples, nada definitivos y etiquetables, según el gusto del
analista. Yo he ido decantando una terminología, que en parte
ya he ido aplicando en las páginas anteriores y que ahora vamos
a perfilar de una manera más sistemática. Proviene de la misma
lectura de los textos de otros análisis que se han efectuado so
bre ellos. Se apoya, por tanto, en un método inductivo y no
pretende ser ni exclusiva ni excluyente. A tltulo de ilustración
véase una clasificación anterior, ciertamente sumaria pero de
gran sugestión para los estudiosos:

Los valores vigentes y operativos en la España de nuestros días


siguen siendo los <tradicionalesu... Podrían designarse como
sigue: una suerte de idealismo filosófico propenso a negar una
realidad social sustantivamente conflictiva y clasista en aras
de una pretendida armonía nacional integradora; pesimismo
antropológico radical, resultado de concebir la naturaleza hu-
mana como perversa e inmutablei concepción de la polltica
como una relación de arnigoenemigo conducente a la aniquila-
ción, física o moral, del discrepante; sobreestimación del orden
y de la autoridad: determinísmo prwidencíalista que hace ine-
vitable la existencia de pobres y ricos; optimismo sobre la ra-
zón y verdad de la élite dominante; convicción d.e la necesidad

239
de rechazar o frenar la ettolución y los nuevos valores para
evitar <la decadencia>, etc. Como puede suponerse, las actitudes
deducidas de estos grandes <valoreso tampoco son desdeñables:
antiintelectualismo, intolerancia, paternalismo o dogmatismo. ..
Este sector de la sociedad española (la <extrema derecha so
cial> que propicia estos valores) ha impuesto a nuestro país
su secular aislamiento. Su slogan favorito, hoy manido y des-
gastado, no es otro que el de
"España como reserva espiritual
de Occidente>. Su signifrcación sociológica es clara. Lejos de ser
una frase patriótica, constituye la expresión justificativa de un
antipatriótico aislamiento destinado a congelar posiciones de
privilegio y de influencia (2).

Ahora bien, a mí me parece que esa descripción corresponde


a los elementos más reaccionarios del franquismo, justamente
a los que yo he llamado integrismo. Si es así, hay que advertir
el notable esfuerzo de distanciamiento moral que han debido
suponer esas líneas para su autor. Congratulémonos.
I-as dificultades taxonómicas obedecen en este caso tanto a
inmadurez de los clasificadores, o si se quiere de la teoría so-
ciológica al uso, como a la expresa oscuridad del propio objeto
que se investiga. De ahí la tentación de agarrarse al concepto
de <<mentalidad>, porque en la realidad hasta los más conspi-
cuos ideólogos se resisten a verse en ese papel. No es tanto <el
fin de las ideologías)> como <la timidez de los ideólogos", o si
se quiere la exquisita astucia de los ideólogos para saber en
cada momento lo que tienen que decir y cómo lo tienen que
decir. Es muy posible, incluso, que no quieran aparecer como
responsables de la definición de un sistema con cuyo credo no
se sienten del todo solidarios. Véase este antológico texto de
un Ministro bien sobresaliente:
Yo nunca he sido un hombre de ideologla... Yo nunca he creído
que la solución de España ni la de ningún país esté en una
ideología estrecha. Yo creo que hay que intentar aprehender el
fermento que se üve, tomando de las fuerzas que existen en él
lo menos malo que haya... Siempre he estado en la línea de la
raz6n... Más que en función de una ideología, he operado en
función de la realidad, y lo he hecho con optimismo, para me-
jorar (3).

(2) Rafael Arias-Salgado, <¿Quién manda en España?r, Cambio-Ió, núm. 120, 4 mar-
zo 1974, pp.24 y 25. El autor es hijo del Ministro Gabriel Arias Salgado.
(3) Declaraciones de Manuel Fraga a Baltasar Porcel en cDestinor, del 4 diciem-
bre 1971.

240
No entro en la disquisición de si (operar en función de la
realidadu o (en la línea de la razónu es o no una manifestación
ideológica, pues me tendría que remontar a alturas epistemoló-
gicas para las que me falta oxígeno teórico.
Véase otra muestra de la dificultad de clasificar las ideolo-
gías componentes del franquismo, Ante la pregunta de un perio-
dista sobre la definición de las líneas fundamentales de su ideo-
logía política, Licinio de la Fuente contesta en estos evanescen-
tes términos:
Me considero un hombre solicitado por la profundidad del pen-
samiento social moderno. Aspiro a un Estado en que la justicia
sea la regla de oro de la convivencia. Creo que el hombre es
portador de valores eternos. Deseo un hombre libre en una
sociedad libre, y aspiro al ejercicio de esa libertad en todas sus
formas de participación mediante los cauces orgánicos y políti
cos que la propia sociedad responsablemente se otorgue. En
este sentido el desarrollo económico parece más claramente
cada día que debe ser ante todo una forma pacifica de revolu-
ción social (4).

Es decir, estamos ante el verdadero "fin de las ideologías>,


que es la ideología de aceptar eI factor común a todas ellas, el
no situar ninguna posición en contra, el sustituir con truismos
la aceptación de políticas alternativas, el hilvanar las palabras
que suenan bien a quien por ofi.cio se supone ocupado de ..lo
social>.
La táctica del desmarque ideológico ha llegado a tal extremo
que llega a preocupar a los vigilantes ortodoxos del régimen,
los llamados ultras, quienes con toda lógica y una contumaz
moral de denuncia profética, nos llaman la atención sobre los
peligros del revisionismo:

Una de las graves acusaciones que podrían hacerse a la Admi-


nistración del Sistema consiste en que algunos de los hombres
en cuyas manos ha caído la responsabilidad de las riendas del
país han dejado de creer en los Principios que lo utilizan, y mal
puede servirse en un Régimen político cuando quienes est¿fui al
frente de él no creen en el mismo (5).

No estoy de acuerdo en que los que mandan hayan dejado


(4) Recogido en Licinio de la Füente, Trabaio, sociedad, potítica (Maüid: Minis-
terio de Trabajo, 1973), p.544.
(5) Palabras de un discurso de Blas Piñar, recogido en cfuerz¿ Nueva¡, núm. 280,
20 mayo 1972, p. 30.

24r
de creer en (los Principiosr sino que este haz de principios em-
píricamente fundamentales es mucho más diverso y se halla
menos definido o más sujeto a diversas interpretaciones de lo
que supone Blas Piñar. Habrá que repetir una vez más que el
franquismo es todo menos una ideología mineralizada; tiene un
algo de adaptación biológica que lo hace particularmente escu-
rridizo para ser observado.
El sutil juego político del Régimen franquista es la coopera-
ción ile una serie de intereses ideológicos preocupados no tanto
en poner en marcha, en implantar su propia concepción de lo
que hay que hacer en política, como de ettitar que se destaque
el perfil de la ideología contraria. Se trata de un poder para
poner obstáculos a que triunfen los otros, en lugar de procurar
hacer lo que se considera hacedero. De ahí las veces que en los
discursos políticos importantes se apela a la Guerra Civil, al
enemigo, a los contrarios, los traidores, los que se oponen a
esto o lo otro, los que se desvían de la unidad, los <tontos útiles
y compañeros de viajer, cási siempre de forma innominada, lo
que se convierte en un ulterior motivo de complicación analíti-
ca, porque es difícit precisar q.uiénes son los que se desvían
de qué.
Otra manifestación paralela de ese hecho es que las ideolo-
gías que estamos estudiando suelen afirmarse negando su con-
trario. Así, por ejemplo, las ideologías se expresan más contra
la forma republicana que en pro de la monarquía, contra el
sufragio universal que en favor del sistema orgánico, etc. Esto
es así a pesar de que en muchas declaraciones (tlpicamente
la de José Antonio Primo de Rivera) se haga una mención ex-
presa de que (no somos anti-nadar, (somos el anti-Partido>, etc.
En realidad este modo de proceder rima perfectamente con un
sistema de ideologías ciertamente muy ambiguas (es general
el horror que produce la palabra (programa') que deben coha-
bitar en una vivienda política no muy espaciosa, en régimen
"multifamiliar" y con los naturales peligros de hacinamiento y
estorbo mutuo (ó). El rechazo de las declaraciones afirmativas
llega al extremo de no identificarse con la propia ideología, la
(ó) Con simpar crudeza, un eminente falangista de los de Ia primera hora contesta
asf a la pregunta de un periodista sobre lo que habrfa que hacer en el futu¡o polftico:
e[.os españoles, para aglutinanros, para reag¡uparnos bajo la bandera, precisamos de
la presencia de un enemigo comrln, exterior o interior, Mientras tanto nos enzarzamos
en discusiones bizantinas. Necesitamos pelearnos con alguien, y si este alguien no
existe nos peleamos entre nosotros., Declaraciones de Alfredo Jiménez Millas a .Nuevo
Diarior, recogidas en Miguel Veyrat, Hablando de EspmTa en voz alta (Madrid: Gráficas
Reunidas, 1971), p. 218.

242
que con mayor o menor entusiasmo uno apoya. Es muy corrien-
te la manifestación expresa de los tradicionalistas que desean
pasar por falangistas, de los tecnócratas que odian ese etiqueta,
de los monárquicos que se acogen al amplio regazo del Movi-
miento, de los católicos que desean pasarse por técnicos, etc.
Todos estos mecanismos hay que decirlo- hacen muy
-no
diflcil la labor entomológica del sociólogo. Distribuir etiguetas
en estas condiciones resulta una labor harto desagradecida,
como ya habrá concluido el lector.
Una observación sobre el método: casi todos los pollticos
en sus declaraciones o discursos pretenden aparecer como mG
dennos, preocupados por el interés general, progresivos, etc. Es
evidente que la conducta, lo que en realidad piensan puede
distar a veces un gran trecho de esos propósitos, de esa imagen
pública que tratan de crear y casi siempre en la misma di-
rección. Por tanto, el juicio que mer€zca la prlblica autopresen-
tación de un polltico debe rebajarse tantos grados como se
suponga presente ese intento de aparecer como lo que no es. Si
el sujeto en cuestión aparece conservador en algún punto hay
que suponer que en la práctica será bastante reaccionario, si
exhibe un talante moderadamente paternalista habrá que pen-
sar que en verdad se comportará como un autoritario inte-
gral, etc. Téngasg presente esta ley de bronce del análisis ideo
lógico al interpretar las creencias con que los propios lidiadores
del ruedo político se muestran al prlblico.
Aun con el riesgo de que el andamio acabe por convertirse
en la estructura esiable dél edificio, no tengo más remedio qué
partir de un esquema conceptual para tratar de documentar
con orden el modo de pensar que distingue a los franquistas.
Voy a partir de algunos rótulos ideológicos que reflejan cada
uno determinadas constantes en la forma de manifestarse las
ideas políticas dominantes en la era franquista. En principio son
lo suficientemente amplios y centrales como para que puedan
aparecer en el pensamiento de la mayorla de los ideólogos del
Régimen, pero la observación demuestra que algunas etiquetas
tienden a arracimarse en los textos de determinados ideólogos
no por pertenecientes a alguna de las familias vistas. Es
decir, se ^zar
prueba de una manera empírica que las diferentes
familias presuponen una forma distintiva de pensar. El esque-
ma resultante es el que figura en el gráflco 4. Se han aislado
estos componentes, por orden, de mayor a menor presencia en
cada una de las cfamiliasr tal y como éstas van apareciendo
en el tiempo.
243
t. Autoritarismo básico
2. Regeneracionismo corporativista
3. Conservadurismo nacionalista
4. Tercerismo utópico
5. Triunfalismo imperial
6. Nostalgia liberal
7. Nacional-Catolicismo
8. Catastrofi smo antropológico
9. Paternalismo elitista
10. Tecnocratismo desanollista
11. Populismo aperturista

El área de los cuadros negros representa la mayor o menor


probabilidad --en términos muy aproximados- dé que un de-
terminado componente ideológico se encuentre presente en una
familia en concreto. Hay familias muy unidireccionales o per-
filadas (primorriveristas, militares) y otras que comportan una
presencia de múltiples ideologías (falangistas, católicos, tec-
nócratas). Visto en la dimensión horizontal hay componentes
ideológicos básicos, que se encuentran en varias familias (el
autoritarismo básico en todas; es elemento aglutinante) o que
aparecen de modo más especializado o concentrado en alguna
de ellas (el desarrollismo en los tecnócratas, el aperturismó en
los técnicos).
Pero es hora de entrar a precisar qué significa cada uno de
los rótulos empleádos.

244
21. AUTORITARISMO BASICO

El franquismo es un régimen autoritario, acaso el más puro


que se conoce. Todas sus manifestaciones ideológicas ostentan
el sello de autenticidad del credo autoritario que se €xpresa en
la concepción de la vida pública como un sistema jerárquico,
disciplinado, ordenado, en donde el superior usiempre sabe más
y tiene más razónu. La imagen de un cuartel o de una operación
militar es más que una metáfora. Es una imagen con más arrai-
go popular del que supone (7). Tiene la ventaja de la sencillez.
Digámoslo con la expresión de un excepcional testigo de los
años fundacionales del franquismo:

En esencia, la Constitución del Régimen español se caracteriza


por la concentración del poder en un mando único, la sobreesti-
mación del valor de la jerarquía y la disciplina y la simplifica-
ción de los objetivos (8).

Más que un clásico régimen de dictadura militar, el de Fran-


co se puede considerar como una peculiar adaptación de los
principios de la organización militar a un sistema de conjun-
ción de fuerzas civiles, presididas por el elementalísimo princi-
pio dei autoritarismo básico, formalmente de corte castrense
pero que llena la vida civil toda.
El autoritarismo social (aún más básico) implica una rela-
ción asimétrica en las relaciones interindividuales, siempre mar-
cadas por una posición de superior y otra de inferior. Supone,
desde luego, :n puntilloso sentido del igualitarismo y de la
justicia, sin que por ello se rompa esa relación de supra-subor-
dinación para dar lugar a una relación de protección-sumisión
que podríamos clasificar de paternalista. El credo autoritario
podría quedar muy bien sintetizado en esta máxima conceptista
del más r€levantp teórico militar del Régimen:
(7) El folklorc polltico español está lleno de frases populares que revelan ese
mismo poso autoritario. Tenemos, por ejemplo, el famoso uvivan las saenasr de los
absolutistas de principiqs del x¡x; o el parafascista olos jefes no se equivocanr, lema
de las Juventudes de Accióu Popular (de la CEDA) durante la II Reprlblica, acuñado
por su primer jefe José Márla Valiente.
(8) Dionisio Ridruejo, rla polltica española }l.aan 1972", en I. Camuñas ¿t alii,
EspoTa. Percpectiva 1972 (Madrid: Guadiana, 1972), pp. 2y4l; p. 32.

245
Cuando en actos del servicio o fuera de ellos, tengas ocasión
de hablar a tus homb,res, hazlo, y hazlo siempre como si fuesen
iguales a ti, pero no cotno si tú fueses igual a etlos (9).

No sólo el Ejército es la raíz institucional del autoritarismo


sino también la Iglesia, naturalmente jerárquica. Las palabras
que siguen no son de ningún militar sino del que fue Cardenal
Primado; no pueden ser más terribles:

Corrosivos de la autoridad son la indisciplina y el sovietismo.


La primera podrá curarse con Ia selección de jerarquías y las
debidas sanciones. Para el segundo no puede haber én España
sino guerra hasta el exterminio de ideas y de procedimien-
tos (10).

En el origen del franquismo y traducido al ámbito civil, el


principio autoritario supone acabar con la idea liberal de que
cada ciudadano es un sujeto político para trasladar esta dimén-
sión al plano colectivo. El ideal final es la concepción fascista
de <todo dentro del Estado, nada fuera del Estado> que en
España sólo funcionó en los primeros momentos y de una ma-
nera harto teórica. Esta es una muestra primeriza de esa con-
cepción fascista en nuestro país:

Por lo que respecta al Pueblo, no puede ser considerado, de


ahora en adelante, como un puro agregado de individuos libres
e iguales... Es preciso elevarse a la concepción del pueblo como
Pueblo político, distinto del Pueblo geográficohistórico y, po,r
tanto, al demos, como una magnitud sustantiva, que diría Koell-
reutter; como una totalidad orgánica, que dice Spann, o sea,
propiamente, desde el punto de vista estrictamente político,
co- mo un organismo corporativo o como una corporación orgá-
nica, o sea, como una entidad, con realidad propia y diferen-
ciada, a manera de una síntesis social, en que el individuo,
como tal, desaparece, para transformarse en un órgano de
pensamiento y acción para un Destino superior (ll).

En términos más concretos y realizables el principio del


autoritarismo básico es el que dispone que el orden público es

_. (9) Jorg€ Yig6n, Estampa de capitanes (Madrid: Cultura Española, 19,t0), p. 10g.
El subrayado es mío.
(10) Cardenal Isidro Gomá, Pastoralcs d.e la Guerra d.e España (Madrid: Rialp,
1955), p. 1,10. Pastoral nla Cuares¡na de Españao, publicada el -30 de enero de 19j2,
importante documento de legitimación del nuevo Régimen.
. (11) luis del Valle, Democracia y lerarquía (Zaragoza: Atheneum, 1942, 1.. edi-
ción 1938), pp.25-26.

246
el fundamento de las libertades cívicas y no al revés. Véase esta
declaración central del discurso de Carrero Blanco ante la TV,
después de celebrado el primer Consejo de Ministros del que
fue Presidente, el 14 de junio de 1973:

El orden público adquiere su significado y valor como funda-


mento del normal funcionamiento de las instituciones plib'licas
y privadas, el mantenimiento de 7a paz interior y el libre y pa-
cífico ejercicio de los derechos, políticos y sociales, reconocidos
en las leyes (12).

Días más tarde vuelve a insistir en que la ometa a alcanzar


por nuestra acción política" es, en suma, (una sociedad en la
que cada cual llegue al firme convencimiento de que el interés
de la colectividad es su verdadero interés particular> (13).
Obsérvese que entre estas declaraciones y las del ideal fas-
cista más puro hay una sutil diferencia: la que va de la con-
cepción autoritaria a la totalitaria. Esta distinción podrá pare-
cer superflua a algún observador exterior, pero en el Régimen
se ha cuidado siempre mucho el mantenimiento de la línea
divisoria que separa las dos concepciones. Obsérvese con aten-
ción en el texto que sigue un curioso ejemplo de las (consig-
nas> que en la Era Azul era costumbre enviar a los periódicos
para que conformaran a ellas sus editoriales y comentarios. La
ambigüedad y el pragmatismo no pueden ser más sobresa-
lientes:

Se comentarán las declaraciones del señor Oliveira Salazar en


una reunión del partido portugués de Unión Nacional, pub,lica-
das en la Prensa el día 10 de febrero. Conviene destacar espe-
cialmente la idea fundamental de que en la posguerra el orden
interno de las naciones ha de ser la primera preocupación,
y para conservarlo sólo son posibles los regímenes de autori-
dad. Conviene insistir especialmente sobre estas dos ideas: or-
den y autoridad.
En ningún momento deberá mezclarse en estos editoriales el
concepto de Io <totalitario>.
Destacar, como concuerda con nuestro sentido de la política,
que el principio de autoridad ha de realiz¿rse siempre con
un profundo sentido ético del gobernante y un respeto de la
dignidad del hombre y a la consecución de la justicia en las
(12) Luis Carrero Blanco, Declaraciones de tuevo Gobiemo (Madrid: Ediciones del
Movimiento, 1973), p. 13.
(13) Discr¡rso de Luis Carrero Blanco ante las Cortes, el x) de junio de 1973,

247
relaciones humanas. De la misma manera que el principio del
orden no ha de significar sólo un sistema de fuerza, sino la
artic¡.rlación de las órbitas naturales de vida en la sociedad,
haciendo posibles la libertad del hombre y la libertad de la
Patria (14).
El autoritarismo se halla consciente y expreso en el tono y
en el contenido de los textos de muy distinta factura ideológica.
Se podría pensar, por ejemplo, en la oposición y crítica mutua
entre los falangistas y los tecnócratás. A nivel de táctica inme-
diata para ocupar su respectiva parcela de poder es así, pero
la base ideológica de la que parten no diferencia tanto como
se cree a los miembros de una u otra familia. El autoritarismo
básico se detecta en las fuentes ideológicas más cristalinas de
una y otra tendencia de pensamiento. Lo ejemplificaré con una
comparación entre algunos textos de los discursos de Girón,
quintaesencia del falangismo, y del libro Camino, vademécum
de los socios del Opus Dei (15). Las citas tienen que ser nece-
sariamente extensas para eliminar todo riesgo de azar, Los tex-
tos se confeccionan a dos columnas para que se perciba mejor
el notable paralelismo de temas: concepción castrense de la
vida, sentido "virilo de la existencia (agresividad, intransigen-
cia), hipovaloración de la crítica, hipervaloración de la eficacia
y la ascética, culto a laacción, autoritarismo en suma. Difiere
un tanto el estilo: ampuloso y perifrástico en Girón, azoriniano
en Camino. Sorprenden en ambos el tono desenfadado, desga-
rrado casi, y el uso de viejos vocablos familiares con un nuevo
rigor conceptual. Supongo que la sorpresa no será menor para
el camarada José Antonio Girón y Monseñor Josemaría Escrivá
de Balaguer, si es que leen estas páginas:
I)lscursos de Gtrón (ló) Máxlmas de Camlno (17)
Disciplina
Ciegamente se cumplen las ¿Quién eres tú para juz-
órdenes del Jefe inmediato - gar el acierto del supe-
sin discutirlas ni examinar- rior? (457).
las. Si se duda de un Jefe. se
(14) Consigna de la Delegación General de Prensa del l0 de febrero de 1944, reco-
gida en AgustÍn del Río Cisneros, Viraie político español durante Ia II Guerra Mundial
(Madrid: Ediciones del Movimiento, 1965'), p. 274.
(15) Camino Io escribió el sacerdote Josemarla Escrivá de Balaguer a comienzos
de los años treinta y se publicó por primera vez, en forma deñnitiva, en 1939. Se ha
editado después cerca de un centenar de veces en más de una docena de idiomas,
alcanzando una tirada coniunta de varios millones de ejemplares. Es sin duda la con-
tribución intelectual de un español más influyente en el mundo actual. Este es un

248
le obedece lo mismo. Si se En los trabajos de apos
comprueba su traición, se le - tolado no hay desobedien-
desenmascara. Pero el térmi- cia pequeña (ó14).
no medio de la desobedien-
cia y de la indisciplina pasi- Deja esos meneos y caran-
va no existe entre nosotros. - toñas de mujerzuela o de
La murmuración y la crÍtica chiquillo... (3).
son defectos femeninos. No
hay que dejarse moldear por Sé recio, sé viril, sé hom-
el ambiente blandengue en - bre (22).
que vivimos. La opinión de
los soldado3 no puede impor- Ese espíritu critico... es
tar a los Jefes. La misión es-
- un gran estorbo (53).
pecifica de éstos es mandar,
dirigir, no en el sentido que Cuando un seglar se eri-
quiera cada individualidad, - ge en maestro de moral
cada minoría, ni siquiera la se equivoca frecuentemen-
mayorla, sino en el sentido te: los seglares sólo pue-
que ellos determinen como el den ser discípulos (ól).
mejor. A los demás les toca
combatir, obedecer y callar Humíllate: ¿no sabes que
(pp. l0-11). - eres el cacharro de los
desperdicios? (592).
Combate

Siempre dispuestos a la ac-


ción esperando la orden de - Tu deber es ser instru-
mento (484).
poner en juego la vida. Siem-
pre combatiendo en la acción No hagds crítica negativa:
concreta de su servicio. En el - cuando no puedas alabar,
puesto que se señala. Sin ini- cállate (443\.
ciativas que puedan estro
pear otros objetivos de lu- Nunca hables mal de tu
cha. Sin meternos en lo que - hermano, aunque tengas
no nos llaman, Hay un mar- sobrados motivos (4,14).
gen entre el sen¡icio concre-
to y la prohibición, en el que Al apostolado vas a some-
se puede y se debe combatir:
- terte, a anonadarte: no a
la lucha personal de ayuda a imponer tu criterio perse
las consignas generales de la nal (93ó).
doctrina v del mando. Se con
dato dÉ primera magnitud para un sociólogo y, como tal, valioso. Parece inconcebible
construir una historia política o intelectual española del último medio siglo sin refe-
rirse a ese libro y a sus consecuencias. Y, sin embargo, muchos cronistas del pensa-
miento español actual suelen olvidar este dato.
(ló) Iosé Antonio Girón, Esctitos y díscursos (Madrid, 1943).
(17) Iosemarla Escrivá de Balaguer, Camino (Madrtd: Rialp, 1.. edición en 1939).
Se citan las máximas por el número que ernplea el editor.

249
ta violentamente una mur. ¡Adelante, audacia! (479).
muración o una calumnia -
contra la Falange y sus Jefes.
Se da parte de actividades
enemigas ügiladas. Se reac-
ciona contra la insidia y el
desaliento. Se ganan perso
nalmente hombres eficaces
para nuestra fe. Se aviva el
fuego de la idea en conversa-
ciones con otros camaradas.
Se orienta a los descarriados
y se escupe en la cara a Ios
agentes de la banderla y de
la disgregación. Se ayuda al
camarada en peligro o en di-
ficultad. Debe ser el interés
y el servicio de la Falange el
que marque la trayectoria de
cada vida. Y no al contrario.
La vida oficial y privada de-
be ser un combate constan-
te por Ia idea (pp. 11-12).

Silencto

El hombre de acción habla No discutáis. De la discu-


poco. Fuera la palabrería, la - sión no suele salir la luz,
amenaza y las videncias teo, porque la apaga el apasie
ricas. Desconfiad de cuantos namiento (25).
berrean a escondidas la ne-
cesidad de heroicidades y De callar no te arrepenti-
gestos a los q.ue parecen es- - rás nunca: de hablar mu-
tar dispuestos y fijaos bien chas veces (ó39).
si no cultivan asf una propia
personalidad fracasada v ce Si callas lograrás más efi-
barde. Usad la palabra iola- - cacia en tus empresas de
mente cuando en sí misma apóstol (ó48).
represente acción. Para con-
vencer, para hacer proselitis-
mo de la idea. Para acallar
argumentos enemigos. Para
propagar una consigna o una
versión que se ordene difun-
dir. De consideraciones esté-
riles sobre las situaciones se
prescinde. De opiniones per-
sonales sobre órdenes o me-

250
didas no se habla. El propio
servicio no se comenta; se
cumple. Esta lucha tiene algo
de frente invisible en que los
hombres en la acción son nú-
meros. Ni una sola palabra iQué fecundo es el silen-
inútil: Silencio (p. 13). - cio! (ó45).

Tacto de codos

Aquí nadie puede pensar en ¿Adocenarte? ¿Tú... del


individualismos. Donde en- - montón? Si has nacido
contréis un idealista y un fa- para caudillo. Entre noso
nático de la idea, estableced tros no caben los tibios
un vínculo de relación inme- (1ó).
diatamer¡te. Entre nosotros
choques con el
hay muchos hombres que
han perdido la fe. Todos los - Esos
egoísmo del mundo te ha-
que sabemos que la victoria rán estimar en más la ca-
ha de ser nuestra tenemos ridad fraternal de los tu-
que formar un frente de una yos (458).
trabazón indestructible. Una
red de hombres diseminados
por la Patria, unidos, vigilan- - El hermano ayudado por
su hermano es tan fuerte
tes, alerta, impasibles y si- como una ciudad amura-
lenciosos en las horas malas llada (4ó0).
y en las buenas, sólo pen-
dientes de alcanzar la meta
- Tú y tus hermanos, uni-
final revolucionaria. No hay das vuestras voluntades
fuerza física capaz de des- para cumplir la de Dios,
truir una idea cuya fe es la seréis capaces de superar
razón de muchas vidas uni- todos los obstáculos (480).
das y resueltas (p. 14).

Unidad

La gran traición de esta hora No olvidéis que la unidad


es la desunión y las intri- - es símbolo de vida: desu-
gas disgregadoras. Vivimos nirse es putrefacción, se-
horas de vida o muerte para ñal cierta de ser un ca-
la victoria definitiva. Todos dáver (940).
esos grupitos capitaneados
por ambiciosos fracasados,
- Jerarquía. Cada pieza en
descontentos de su posterga- su lugar (ó24).
ción, han existido en todos
los Movimientos como el
- El esfuerzo de cada uno
nuestro;. pero han sido ba- de vosotros, aislado, re'
rridos a tiempo. Todo aquel sulta inefrcaz. Si os une la

251
que proPugne una persona caridad de Cristo, os ma-
de la Falange frente a otra, ravillará la eficacia (847).
en vez de la idea única de la
Falange frente a todas, es un
traidor vendido al enemigo
o al arribismo. No se está
con este o aquel Jefe; se
está con el interés supremo
y único de Ia Falange. Aquí
nadie representa nada por
sí, por su historia, ni por su
capacidad, sino ¡ror la Jerar-
quÍa del servicio que desem-
peña. Estamos cansados de
la propaganda, unipersonal
de tantos ambiciosos, de tan- No me hagáis (capillitas>
tas capillitas que ven en la - dentro de vuestro traba-
elevación de un hombre su jo (903).
propio interés, su propia
ambición satisfecha. En la
dura lucha que nos espera
acaso muchos de quienes hoy
nos mandan han de ir pere-
ciendo en cada acción, y no
tenemos derecho de crear
otro mito que el de la Fa-
lange y el de la disciplina.
No toleréis las propagandas
personales. No toleréis los
ataques personales 1p. 15).
Eficacia
Siempre presente la primera
meta de la Revolución, la
conquista del Estado. Sin la
plena conquista del Estado
no se hace ninguna revolu-
ción. Lo que nos aleje o nos
acerque a conseguirla es de-
rrota o avance. En un Estado
con tantos sectores y tan im-
portantes enemigos, intentar
imponer de golpe nuestro
control revolucionario sería
infantil. Es en la acción con-
creta, en las conquistas prác-
ticas de la Revolución donde

252
tenemos que batirnos esen-
cialmente. Estamos entrega-
dos a los grititos histéricos,
a los desfiles artificiales, a
los puritanismos de detalle,
mientras muy pocos se preo-
cupan de la blandura y de
la transigencia con que
aguantamos las injusticias
sociales y los frenajes a la
verdadera obra concreta re-
volucionaria. Nos sobran ner-
viosismos apremiantes en lo
accidental.
Todo ese espíritu gastado
inútilmente en discutir pro- - Tu obediencia debe ser
muda. ¡Esa lengua! (ó27).
b,lemas superficiales y en im-
poner puntos de vista pro-
pios, hay que volcarlo en la
silenciosa ofensiva social. Es
la Revolución real la que nos
interesa... No interesa quién
mande, sino qué consigne
(pp. 1617).
En la fuerza de cohesión y iQué afán hay en el mun-
de la calidad de nuestros - do de salirse de su sitio!
hombres está el camino para ¿Qué pasaría si cada hue-
poder hablar fuerte. Todo lo so, cada músculo del
demás, las posturitas indivi- cuerpo humano quisiera
duales, los revolucionarismos ocupar puesto distinto del
iresponsables, las posiciones que le pertenece? No es
teóricamente perfectas, sin otra la razón del malestar
base en que apoyar sus ges- del mundo (832).
tos, constituyen reacciones
desconcertadas de la marcha
real de la Revolución. La Fa-
lange no puede ser un par-
tido político oficial de tipo
populista. Tiene que servir el
viejo perfil heroico y sacrifr-
cado que nos hizo ser y de
cuya inercia vivimos. Hay
que imponer en nuestras
filas una disóiplina tan dura
que voluntaria¡nente se des-
peguen de nosotros quienes
no tengan la fe y el ideal que
son precisos para aguantar

253
la incomodidad que represen-
ta. La Falange no es un fácil
sistema burocrático del que
se üve, sino una difícil uni-
dad de combate en la que se
forma. Las penas para las
faltas al deber y aI servicio,
para las irregularidades de
las conductas privadas, tie-
nen que rebasar en la Falan-
ge 'las escalas penales ordi-
narias (p. 18).

Intransigencia

Nos llamamos aún Juntas de Acoatúrnbrate a decir que


Ofensiva,y no es resistir, no (5).
sino atacar, el destino de
nuestras escuadras. No so
mos diplomáticos de salón
que bisbisean cautelosamen-
te al oído florituras veladas;
somos soldados y hablamos
rudamente, a gritos, de trin-
chera a trinchera.
No podemos emplear ni la
manera de hablar ni la tácti - La santa intransigencia,
la santa coacción y la san-
ca del enemigo; tenemos que ta desvergiienza. (387).
forzarle a aprender y seguir
las nuestras, Porque no está
la unidad en que nos haga-
mos como é1, sino en que
él se haga como nosotros.
Y castr4r nuestros ímpetus
y nuestra entera virilidad re-
volucionaria es un buen sis-
tema para que nos empiecen
a entender los otros y a no
entender los nuestros...
Este es el camino de la efi-
cacia. Encuadrados en esta
disciplina: Por la Patria,
Una, Grande y Libre. Con la
verdad entera, con el lengua-
je agresivo, con la unidad
apasionada de ayer hemos de
ver fórmadas detrás de una
bandera como la más resuel-

254
ta línea de la Revolución a
todos los camaradas de las
Viejas Guardias, a todos los
ex combatientes de la guerra
y a todos los trabajadores de
la Patria (pp.ZL2l).
O a favor o en contra; nos
ha tocado una época en que
no caben términos medios.
No creemos que dentro de la
concepción falangista quepan
cómodas inhibiciones, hábi-
les distingos para ahorrarse
combates. Vivimos horas de-
cisivas en que se es enemigo
de la Falange o se es falan-
gista con todas sus conse-
cuencias. Y ser falangista
quiere decir que en ningún
momento podemos olvidarlo
(p. 67).
Practicamos la violencia la amable excusa que
como sistema necesario. - Pon
la caridad cristiana y el
Creemos poco en las pala- trato social exigen. Y, des-
bras. pués, ¡camino arriba! con
Los hombres de acción son santa desvergüenza, sin
siempre bien acogidos en detenerte hasta que suban
nuestros cuadros... Muchas del todo la cuesta del
veces bajo un caparazón de cumplimiento del deber
tipo marxista se encuentra (44).
una justa intolerancia que
tiene cabida perfectamente
en nuestro pensamiento (pp.
9ü91).
No nos cansaremos de repe- Has errado el camino si
tir que nuestra primera pre- - desprecias las cosas pe-
ocupación es ser hombres queñas (81ó).
prácticos y eficaces. A la
bambolla inútil de las pala- me olvides que
en la
bras altisonantes y de los - No
tierra todo lo grande ha
proyectos lejanos, debemos comenzado siendo peque-
preferir siernpre esta con- ño (821).
quista de pequeñas posicio
nes por la que, sin estruendo,
se va introduciendo poco a
poco cada consigna de la Fa-
lange en el Organismo del
Estado (p. 120).

255
La filosofla falangista, cama- ¡El ocio mismo ya debe
radas, es la filosofía de la ac- - ser un pecado! El que se
ción. Repugna la sutileza in- entrega a trabajar por
eficaz del intelectual puro, Cristo no ha de tener un
propensa a Ia heterodoxia y momento libre, porque el
a la contemplación. En la descanso no es no hacer
concepción recia y simple de nada: es distraernos en
la vida y de la muerte radica hacer nada: es distraer-
nuestra fierza, y para noso- nos en actividades que
tros la frívola complacencia exigen menos esfuerzo
de divertir el espíritu, com- (3s7).
placiendo la doctrina, es ne-
gativa y decadente. Ya José
Antonio advirtió que los
grandes embalses no se hi-
cieron para organizar rega-
tas (p. 127).
Vuestra labor es la agitación
- Proselitismo. Es señal
y el proselitismo, y esta es la cierta del celo verdade-
manera más eficaz de llevar- ro (793).
la a cabo. Para tener éxito
en la persuasión, para hacer
penetrar una idea en los es- - Si sientes impulsos a ser
caudillo, tu aspiración
píritus, hace falta, como pri- será: con tus hermanos,
mera condición, ser el mejor el último; con los demás,
hombre; es necesario que el el primero (3ó5).
ejemplo de vida sea el pri-
mer argumento. El mejor La guerra es el obstáculo
hombre en la moral. El me- - máximo del camino fácil.
jor hombre en el trabajo. El Pero tendremos, al final,
mejor hombre en la deci- que amarla, como el reli-
sión. gioso debe amar las disci
La concepción falangista tie- plinas (311).
ne un perfil ardiente y heroi-
- La
co. Es dura. Hombres gana- transigencia es señal
dos con transigencias, con cierta de no tener la ver-
tácticas suaves no nos sirven. dad (394).
Habladles claro, sed violen-
tos y resueltos en vuestras En el trabajo apostólico
palabras y en vuestras obras. - no se ha de perdonar la
No ocultéis a nadie vuestra desobediencia ni la doblez
misión. Hay que batirse con (9s2).
nobleza de cara; el que ten-
ga miedo, que lo diga. Que
llegue a todos por vosotros
un estilo y una manera de
ser. NO aguantéis a nadie;
no hagáis concesiones, odiad

256
las medias tintas, las transi.
gencias y las retiradas. Vues-
tros primeros hombres han
de responder a estas condi-
ciones y estar formados en
este espíritu; preferid uno
eficaz a muchos medianos
(p. 173).

El paralelismo resulta en verdad sorprendente si partimos


del hecho de la diversidad de propósitos y de género literario de
ambos escritos. Basándose en los viejos textos de la doctrina
falangista o del catolicismo mundano de Camino, uno puede
llegar a posiciones políticas antagónicas, pero sobre una base
común metapolítica. En efecto, en ambos casos nos encontra-
mos con un intento de producir o forjar una nueva moral, un
hombre nuevo, con un talante mesiánico, ascético. Falange y
Opus Dei son de las pocas creaciones ideológicas honda y ori-
ginariamente españolas que se han producido en este siglo.
Producen políticaS distintas, pero una mentalidad en parte
común. Véase en los textos anteriores cómo se repiten deter-
minadas palabras clave: virilidad, silencio, eficacia, hermano
( camar ada ), unidad, capillitas, j er ar qula, int ransigenica, pro se-
litismo. Son las palabras de una generación militante, heroica,
salvífica.
El contenido autoritario de los textos hasta ahora vistos se
verá que no es del todo tradicional sino en parte utópico; no
se basa en la vuelta al pasado sino al contrario, en imaginar
lo que puede ser un futuro distinto. Hay una pretensión de
nmodernidad", de estar al día en olfatear los vientos de la
Historia, cuando se afirma el principio político autoritario, o
mejor antiliberal. En esto la labor de los catedráticos de Dere-
cho Político ha sido definitiva. En 1949, un recién catedrático
y pronto Director General de Enseñanza Universitaria y más
tarde Ministro, enunciaba que user liberal demócrata es ser
necesariamente anacrónicoD, no (tener ojos para [comprender]
el devenir histórico" (18). Años más tarde, Fernández Miranda,
ya como Ministro, tuvo que hacer juegos malabares para cami-
nar por el hilo del uasociacionismo> y del rdesarrollo políticor
manteniendo el equilibrio ideológico de sus más hondas con-
vicciones autoritarias.
(lE) Torcuato Fernández Miranda, ¡Anacronismo y polltica', cArbor¡ (diciem-
bre, l9f9), pp. 35il-3ó6; p. 3ó1.

257
No será el rlnico funámbulo en la polltica de estos años.
Arias Salgado, otro prodigioso domador de la semántica escolás-
tica, realiza una distinción verdaderamente sublime: la <libertad
de expresiónr frente a la <libertad técnica de divulgación>. La
primera se reñere a las <facultades individuales, y se proyecta
en el área de arelación privadar (conversaciones, tertulia, vida
de sociedad, etc.). l,a segunda, en cambio, utiliza los medios de
comunicación de masas, o según su personal estilo, de
informaciónD o (instrumentos y cauces técnicos de"órganos
naturaleza
no especÍficamente privadar. Es evidente que la primera <debe
ser respetada y amparada por la autoridad¡r mientras que la se-
gunda debe estar bajo <la vigilancia y regulación legal de la
autoridadD puesto que (en la actualidad, el orden y la paz civi-
les, fin primario del Estado, dependen muy esencialmente de la
aquiescencia y asentimientos públicos". En consecuencia, (los
profesionales de la información no son funcionarios del Estado,
pero tienen una auténtica función de servicio>. En otras pala-
bras, el ejercicio del periodismo debe ser regulado por el Esta-
do aa la luz de la doctrina católica del bien común¡¡. para ello se
exige que los periodistas cuenten con (un mínimo de cualidades
ciudadanas y sociales... y esto no sólo por la trascendencia de
cuanto escriban y como las escriban, de cuanto sugieren y como
lo sugieren, sino por lo que silencien y cuando lo silencienr.
Y añade el fundador de la política de información del Régimen
estos párrafos absolutamente claros y centrales para entender
el credo autoritario que estamos analizando:
Tampoco podemos situar en el mismo nivel a la autoridad y a
la opinión pública, pues no es a ésta quien en tesis corresponde
Ia función de dirección y responsabilidad en materia de interés
comrin...
Puede equivocarse la autoridad, y de hecho, se equivoca. Si se
comprueba su error, tiene obligación de rectificar. pero en la
duda, dentro de la ley, y en materias opinables, es la determi-
nación de la autoridad la que debe prevalecer, ya que por tener
a su disposición los medios y asesoramientos necesarios, se
presupone y se presume, salvo prueba en contrario, que para
tomar una decisión, llegó a alcanzar la certsza moral de su
necesidad y su conveniencia (19).

En una esfera distinta y años después, Julio Rodríguez man-


tiene las mismas tesis autoritarias, aunque en un ámbito como
(19) Discurso de Arias Salgado et 13 de mayo de l95Z en Mallorca, recogido en
los principales pcrlódicos det dfa siguiente.

258
el universitario hay que vestir el esplritu castrense con la lógica
científica. Considérese esta singular concepción, ejemplo per-
fecto de la aplicación de la ideología autoritaria:

Uno de mis objetivos fundamentales, tal vez el número uno,


consistía en devolver la paz a la Universidad. Y para eso no
existía otro camino que el de la autoridad académica. Unos
rectores fuertemente respaldados y unos decanos firmes en sus
puestos. La libertad basada en Ia Autoridad escrita con ma-
yúscula (20).

El <respaldoo y la ufirmeza, de rectores y decanos no se refiere


a su elección desde abajo sino todo lo contrario. La política
que realmente siguió Julio Rodríguez fue la de extremar el nom-
bramiento <a dedo> de los cargos académicos, llegando a sus-
pender los tímidos preceptos autonómicos que facilitaban la
elección, e imponiendo incluso algún rector que no era catedrá-
tico ejerciente en la Universidad para la que fue nombrado. En
el caso de la Universidad Autónoma de Barcelona (Bellaterra) el
cese del rector electo, Vicente Villar, se intenta justificar con
la alusión de que dicha Universidad "había resultado bastante
conflictiva> (21), juicio a todas luces indocumentable. De ello
doy fe personal, y cualquier lector de periódicos (de la era pos
Arias Salgado) puede comparar la incidencia de conflictos en
las Universidades Autónomas de Barcelona y Madrid, bajo los
mandatos respectivos de Vicente Villar y Julio Rodríguez. Sin
duda alguna, la de Madrid, en la época de Julio Rodríguez
como rector, es la verdaderamente conflictiva: expulsión de
profesores, rotura repetida de cristales, presencia continua de la
policía, huelgas endémicas, etc., hechos desconocidos o muy ate-
nuados en el campus de Bellaterra. Resulta curioso que una
situación tan distinta suponga el cese de un rector (Villar) y la
elevación a ministro del otro (Rodríguez).
La medida que quedó como tipica del talante autoritario
de Julio Rodríguez fue la reforma del calendario universitario
(<calendario juliano" lor short) por la que el curso seguía el
año natural. La consecuencia inmediata fue que en el año aca-
démico 1973-1974 todos los estudiantes de primero iniciaron las
clases en enero, en lugar de hacerlo en octubre, medida quc
alcanzó a todos los cursos en la Universidad de Barcelona. Adc-
(20) Julio Rodríguez, Inrpresíones de un üinistro de Carrero Bfanco (Barcelona:
Planeta,1974), p.105.
{21\ Ibitl.. p. 174.

259
más, una orden del Ministro dio por concluidas las clases del
primer trimestre el 12 de diciembre, anunciado por el movi-
miento estudiantil como udía de lucha". En este contexto hay
que interpretar como maravillosamente ingenua la autoeleva-
ción que hace Julio RodrÍguez de su fugaz paso por la adminis-
tración educativa:
Con frecuencia habíamos recibido felicitaciones, en diversas
reuniones de sociedad, por la paz en la Universidad. No se llegó
a perder ni una clase durante ese trimestre [oct.-dic. 1973]. Mu-
chos lo consideraban como un milagro (22).

Y añade este ejemplo del <milagror:


Milagro al que se llegó gracias a la postura firme de los recto
res. Báguena, en Valencia, aplicó el Reglamento de disciplina
de Ruiz Giménez, en su art.28, a cerca de trescientos estudian-
tes... Al tomar esa medida, algunos padres influyentes iniciaron
sus presiones sobre el Patronato. Tuve que destituir al Patre
nato en apoyo del rector... A raíz de estas medidas renació la
calma (23).

La sepuencia de acontecimientos no puede ser más típica


del talante autoritario, incluso, en un ambiente como el univer-
sitario donde el proceso democratizador se halla incontenible-
mente presente.

(2t Julio Rodlgucz, Impresioncs..., cit., p, ll2.


(23) Ibitl., p. ll2.

260
22. REGENERACIONISMO CORPORATIVISTA

A finales del siglo xrx se produce en España una especie de


crítica cansada y desesperanzada de "los males de la Patria"
cuyo (cuerpoo enfermo había que usajarr, intervenir, curar,
mediante un ucirujano de hierro>r eü€, desde arriba, <(regenera-
ra> la raza hispana (24). El diagnóstico era esencialmente racial
y político. La terapéutica propuesta se basaba en el repudio de
las formas democráticas ((pura farsa>, corrompidas por el (ca-
ciquismo") y la sana colaboración de los hombres con cabeza
para dar *escuela y despensan a los maltrechos y depauperados
españoles. La lógica del pensamiento de Costa, Lucas Mallada,
Picavea y otros es literalmente prefacista, sólo que no rompe
con la tradición católica, sino que en parte la incorpora, y so-
bre todo cuenta con las ufuerzas vivas>, espontáneas de la
sociedad, o mejor dicho, de las clases bienpensantes.
Este difuso movimiento que se conoce como regeneracionis-
mo se asociará de alguna manera a las teorías corporativistas
de tipo católico y se ensayará en la Dictadura de Primo de Ri-
vera. EI éxito económico fue notable (con el viento a favor de
una exuberante coyuntura internacional). Su fracaso político
es estrepitoso. Es cronológicamente el primer elemento ideo-
lógico que resucita el Régimen franquista, aparte, como es na-
tural, del autoritarismo básico que proporcionaba la concepción
castrense de la organización política.
El regeneracionismo corporativista es el elemento del Régi
men que ha luchado más por la conservación de ciertos (gru-
pos de intereses> (cooperativas, cámaras, consorcios, cofradías,
hermandades, asociaciones de diverso origen y contenido), que
actúan desde una cierta base excluyen el movimiento
obrero en su sentido estricto- -aunque
y que proporcionan el tono de
pluralismo limitado, no totalitario, que es una de sus caracte-
rÍsticas distanciadoras de los fascismos clásicos. Muchos de esos
(24) Rafael Cavestany alude expresamente a que Franco es el "cirujano de hierroo
que pedía Costa:
"ese cirujano, armado con una de las espadas más limpias de nuestra
Historia, está con nosotros, al frente de un pueblo que ha lavado con sangre las culpas
propias y las de los que no supieron conducirle en el pretérito por rutas de grandeza
y prosperidado. R. Cavestany, Una política agraia (Madrid: Ministerio de Agricultu-
ra, 1958), p. 293. Discurso del 29 de julio de 1955.

261
grupos fue¡on creados o auspiciados en tiempos de la Dictadu.
ra de Primo de Rivera, con una idea regeneracionista de vivi-
ficar los *órganosr del cuerpo social (25). Esta misma idea pasó
después en parte a la parte asindicalista' de la Falange y se
conservó con mayor pujanza en ciertos sectores eclesiásticos y
en algunas regiones (Cataluña, País Vasco, País Valenciano).
Ha sido, sin duda, uno de los elementos que han contenido más
las tentaciones totalitarias del Régimen, pero también uno
de los factores que más han contribuido al rechazo visceral de
las artiñcialidades de la democracia partidista o *inorgánicar.
El factor regeneracionista se encuentra sobre todo en los
primorriveristas y en general en las primeras etapas del Régi-
men. Se acusa en estos puntos:
a) Rechazo terminante de los partidos políticos.
b) Mantenimiento de la división entre la línea asociab y la
ueconómicar eue mitiga el <verticalismor sindical.
c) Condena del cpolltico profesionab.
d) Concepción de la sociedad y de la arena polltica como un
todo orgánico.
Eduardo Aunós es uno de los primeros y más conspicuos
primorriveristas que se incorporan al Gabinete de Franco. En
el 1935, después de su exilio parisino en donde se convierte al
extremado planteamiento de la Action Frangaise, publica un
libro en donde se contienen muy claras las ideas del regenera-
cionismo corporativista con una terminología claramente influi-
da por (o influyente en) el falangismo. Véanse estos párrafos
como muestra:

El Parlamento corporativo precisa anteponer la total supresión


de los partidos polfticos actuales, que son órganos perturbado
res, esencialmente opuestos a la nueva estructura del Estado,
y fruto de un sistema ya superado. Todo en ellos postula la
existencia de problemas que se resolvieron definitivamente, y
preocupaciones apenas vivas en la conciencia popular. Bajo el
régimen liberal, en las horas de euforia y desarrollo económico
que permitla trasladar a primer plano las cuestiones de orga-
nización polltica, fueron tal vez una necesidad; hoy constituyen
un grave entorpecimiento. Bajo su impulso se resquebrajan los
(25) Sobre €stc tema r€rrito el lector curioso a los siguientes trabajos: Juan J.
Unz ¡An ^lluthoritarian Regime: Spainr en E. Allardt y Y, Littuncn, comp., Clec,vages,
Iileologies, @rd Pady systarrs (Helsinki: Transactions of the westermark soctety, 19óf),
pp. 291-?Al, sobr€ todo página 298 y referencias.
Ju¡n f. Linz y A. D€ Miguel, f,os empresarios ante eI podef porftico (M¿drid: Ins-
tituto de Estudios Pollticos, l9óó).
Ju¡n Vcl¡rde, Eobre la decadcncla ecst&nica fu Espúa (Madrld: Tec¡ros, 1967)

262
intereses económicos, se adulteran las afinidades de vocación,
se turban y confunden los espíritus, sintiéndose separados por
verdaderas murallas de prevenciones absurdas... (2ó).

Aunós critica la distinción entre derechas e izquierdas, habla


de <desmontar la estructura capitalista>, del éxito del fascismo
como santipartido>, de la organización de las <tendencias> dis-
pares como (nucleaciones temporalesD en lugar de los <antiguos
permanentes partidos> (27), temas como puede verse que iban
a ser profusamente reiterados algunos lustros más tarde.
Una dimensión de casi todas las ideologías que estamos es-
tudiando es la retrospectiva. Presuponen un modo caracterís-
tico de entender, de seleccionar y de interpretar la Historia. En
este sentido, un manual que publica Aunós en 1940 sobre His-
toria de España Contemporánea resulta sobremanera ilumina.
dor para comprender el talante del pensamiento regeneracio.
nista. Esta es la hipótesis de partida, con el sello típicamente
organicista y populista del regeneracionismo, no exento tampo-
co de algún deje orteguiano:

La historia española desde el agotamiento del régimen tradicio


nal hasta el momento presente, ha sido, ni más ni menos, Ia
historia de un gran pueblo que, habiéndose perdido a sí mismo,
en cuerpo y alma, y falto de conductores que sepan guiarle,
anda vagando a tientas en busca del camino que le permitirá
recobrarse (28).

El mal reside siempre en este proceso idealizado: el pueblo


sano no se ve correspondido con las minorÍas extranjerizantes
y doctrinarias, como si no fuera igualmente imitativo y tributa-
rio del exterior el pensamiento llamado <tradicionab (calcado
del francés). Pero dejemos a Aunós que nos lo diga con su
inimitable prosa:

Así se produjo aquel extraordinario fenómeno que fue la omi


nosa contrapartida de la guerra de la Independencia: el pueblo
español, la masa ignara, asombró al mundo con su indomable
espíritu nacional, que consiguió expulsar de la Península a los
invasores; pero las Cortes de Cádiz, que debían ser las plas-
(2ó) Eduardo Aunós, Z¿ Relorma Corporativa del Estado (Madrid: Aguilar, 1935),
p. 257.
(27) Ibi¿L, p. 259.
(28) Eduardo Aunós, Itinerurio histórico de la España Coatemporónea, $M-1936
(Barcelona: Bosch, 19,10), p, 5.

263
madoras políticas de este esfuerzo gigantesco, resultaron, por el
contrario, una reunión absurda de hombres completamente im-
buidos, hasta un grado de ingenuidad incomprensible, en las
<ideas nuevas>, es decir, en las de la Revolución Francesa. El
espíritu de ésta, rechazado por las clases populares españolas,
se infiltró así, traidoramente, por las alturas. La Constitucióh
de Cádiz que debía constituir el firme baluarte para que el
Anti-España no volviese a penetrar nunca más en el país, se
convirtió en la ganzúa que le abrió de par en par todas las
puertas. Y lo enorme fue que esa Constitución demoledora por
excelencia, mucho peor todavía que la propia otorgada a Es-
paña por Napoleón, en Bayona, era obra de lo más selecto de
la intelectualidad española de aquellos tiempos (29).

Retengamos la increíble expresión de <Anti-España> que se aso-


cia, en general, a las organizaciones y modos de pensamiento
más típicos del xtx, como el Liberalismo, el Socialismo y otros
<desvaríos modornosD, para emplear la misma clasificación de
Aunós (30). No está de más recordar que la expresión ulibera-
lismo> fue una innovación en el lenguaje político europeo de
los constituyentes de Cádiz, bien nespañoles> todos ellos.
De toda la Historia de los últimos cien años lo único que
salva Aunós es el septenado de la Dictadura de don Miguel Pri-
mo de Rivera, en la que, como hemos dicho, él mismo tuvo un
papel destacado. Según Aunós, la oposición principal a la Dic-
tadura provino de la oligarqula financiera (la <internacional del
oroD) y de los medios universitarios e intelectuales (la <grey
estudiosa>) (31). La lección del diagnóstico sobre el fracaso de
la Dictadura se ofrece como importante tema de reflexión po-
lltica:
Lo que faltó a Primo de Rivera, eserrcialmente, fue saber cap
tarse la asistencia de la selección del país, de los hombres, de
los estamentos y las fuerzas colectivas verdaderamente capaces
de realizar la transformación de España. Así se aclara el inex-
plicable fenómeno de que, aun obteniendo tantos y tan resonan-
tes éxitos, la dictadura se viniese abajo, porque resultó, a la
postre, que estaba montada al aire. Es el sino de toda tentativa
de gobierno que no descansa sobre un verdadero y estructurado
sistema. Y tal era la falta capital de Primo de Rivera: la de no
ser un constructor político. En este esentido, más bien puede
decirse que fue, sin quererlo ni saberlo, el anti{ánovas por ex-
(29) Eduardo Atrn6s, Itiftelcrio..., cit., p.9.
(!0'l lbitL, p. 6.
(31) Eduardo Awós, Itínera¡io..., cit., p. 38ó y ss.

264
celencia. Cánovas deificó un sistema sólido, pero que en parte
carecía de alma; Primo de Rivera, por el contrario, fue un alma
grande y colmada de fe, pero que no acertó a encarnarse en
un cuerpo político. De ahí la efímera duración de Ia Dictadura.
La obra de Cánovas duró medio siglo; la de Primo de Rivera
sólo siete años. Lección histórica inolvidable: en la vida de un
país, de tener que pronunciarse ante la disyuntiva, vale más
un cuerpo robusto, aunque sea poco animoso, que un alma
audaz, pero carente de cuerpo (32).

A pesar de lo cual, el Régimen franquista tiende más en sus


inicios a la solución primorriverista de un (alma audaz, pero
carente de cuerpo". Se hacen construcciones ideológicas nrevo-
lucionarias> en el papel, pero efímeras en la realización política.
No es rnenos ideológica la propia idealización del modelo pri
morriverista, que ha sido una constante del Régimen en todas
sus etapas. Este es un testimonio tardío del que llegará más
tarde a Ministro de Educación:

Bien cierto era el diagnóstico regeneracionista-de derechas


y de izquierdas la pretensión de construir un Estado, y en
ello insistimos -:
más adelante, sin construir una sociedad, es
inevitablemente vana. Por ello, el regeneracionismo al tratar de
ordenar la vida local, al intentar dar auge a la representación
de los intereses económicos, al enfrascarse en la "escuela y
despensau, al asomarse a Europa, al intentar crear una concien-
cia cultural nacional y al combatir el caciquismo, intentaba
ohacer sociedad>.
El paréntesis de la Dictadura es una consecuencia lógica de lo
expuesto. Un Estado con una sociedad quebrada acaba siendo
un Estado autoritario, alternativa de la anarquía. Los pueblos,
más o menos conscientemente, segregan el autoritarismo cuan-
do los amenaza la disolución, a modo de concha. protecto-
ra (33).

En éste y en los anteriores textos se observará que abundan


las metáforas biologicistas porque precisamente lo típico de la
concepción regeneracionista es el organicismo con que se con-
templa la estructura social y se "diagnostican) sus problemas
o conflictos. Véase este excepcional texto de Arrese en esa mis-
ma línea:
(32) Ibid., p. 396.
(33) Cruz MartÍnez Esteruelas, La eneffiistad potítica (Barcelona: Ediciones Nau-
ra, l97l), p. 26.

265
Hemos de empezar por estudiar la situación social, el problema
social, y después estudiar a España, sus costumbres, su carác-
ter, su manera de .ser y de reaccionar --{omo el médico em-
pieza por estudiar la enfermedad y sigue estudiando al enfer-
mo-, y después, de acuerdo con esas costumbres, ese carácter,
esa manera de ser y de reaccionar, es decir, de acuerdo con la
situación de la enfermedad y del enfermo, hacer un programa
no de soluciones concretas, sino de aspiraciones concretas (34).

La idea (vertical) de los sindicatos es parte de la utopfa fa-


langista y, como tal, jamás ha sido re¿lizada. El elemento cor-
porativista de secciones (económicas> (patronales) y (sociales>
(obreras) se ha mantenido más o menos larvado con una dife-
renciación creciente. Vale la pena recoger el dato de un curioso
documento tradicionalista, editado en 1937, en que se sintetiza-
ba de modo pleno la idea corporativista de <federaciones sindi-
calesD distintas para patronos y trabajadores. Por supuesto, las
<confederaciones nacionales de trabajadores> (que con ese cas.
tizo nombre se proponen) renuncia a la huelga y hacen (repu-
diación solemne del marxismo> (35), con lo que la preeminencia
de las patronales quedaba asegurada. Por otra parte las Asocia-
ciones Patronales se proponen entre sus fines el de:

Educar a las clases produotoras, en ideas de solidaridad con


los demás factores de la ¡rroducción y apartarlas de toda con-
cepción liberal de la economía (3ó).

Aunque también (renuncian a la lucha de clasesu no se dice


que ello implique la abolición del derecho al despido.
Frente a las ensoñaciones <sindicalistas, de la alborada Azul,
el buen sentido del patronato colaborador del Régimen expresa
desde el primer momento sus deseos de respetar el predominio
<horizontab de los empresarios. La tajante argumentación que
hace Areilza en 1940 es de una claridad meridiana:

(34) José l¡¡is de Arrcse, La Revolución Social del Nacional-Síndicalisrzo (Madrid:


Ediciones del Movimiento, 1959), p. 12ó. Escrito originariamente en 1935 y publicado por
primera vez en l9,l0.
(35) José M.. Arauz de Robles, Obra Nacional Corpordh)ú, Pfcz (s.1.: Editorial
Española, 1937), pp. 39 y ss.
(X) Ibid,, p. 47. En otro momento de este texto se contiene esta estupenda decla-
ración regeneracionista: <Un Orden nuevo, no es sólo un Estado nuwo, fórmula insu-
ñciente del Resurgimiento; ni siquiera una (novedad¡ en la manera de plantear y
resolver los problemas y las cosas. Es la regeneración profunda de la sociedad y de
la Patria, de los individuos y del pueblo, con unss ideas, un espfritu y un sistema, de
los que se ercluya todo principio de corrupción, todo lo decrépito y viejo.' Ibid,, p. 16,

266
El empresario, sin mengua de su personalidad comercial, sin
abandonar su legftimo y humano afán de ganancia, motor indis-
pensable de toda iniciativa industrial, adquiere ante el Estado
categoría y responsabilidad de jefe de unidad productora;
esto es, jerarquía de mando en el gran ejército de la produc-
ción. Los deberes que le incumben son tan importantes para
la Nación como puedan ser los del oficial subalter,no que dirige
sus tropas en Ia guerra (p. 8). Hoy puede decirse, recordando
Ia frase de nuestro clásico: ul.a industria y Ia técnica, com-
pañeras del Imperio" como antaño dijera de la lengua Antonio
de Nebrija (p. 9).
Nada más lejano a nuestro propósito y aun opuesto a nuestra
doctrina que suponer a la ordenación nacionalsindicalista in-
compatible y menos hostil a la personalidad libre del empresa-
rio como rector de su unidad de producción privada. Si desea-
mos unos Sindicatos vigorosos, llenos de vida y plenitud, ha-
bremos de contar de antemano con.unas empresas industriales
prósperas y enérgicas, templadas en la lucha diaria, estimula-
das por el anhelo de superación, por el afán de fabricar cada
día productos de mejor calidad.
La función normativa del Sindicato tiene por objeto, especial-
mente, la disciplina de la producción para llevar a aabo los
grandes planes de reconstrucción y atrtarquía. Esta disciplina
no supone mengua de la autonomla de la empresa en lo que se
refiere a su propia vida. Mucho menos significa, como algunos
propalan, no se sabe si con ingenuidad o con malicia, que el
Estado se convierta en industrial, en gerente de las industrias.
Semejante dislate no puede exponerse en serio. El que la eco
nomÍa se someta a Ia política, no quiere decir sino precisamente
lo contrario. El Estado podrá intervenir, aconsejar, dirigir u
orientar la producción según Ia coyuntura lo exija; lo que no
hará nunca, salvo en casos de fuerza mayor, es conver,tirse en
productor (p. l0) (37).

Obsérvese que en esta época pregironiana todavía <industriar


y {productor} equivale a clase empresarial. Son restos del libe-
ralismo trasnochado, si se me permite la aposición irónica.
Otro rasgo típico del regeneracionismo es, como decimos,
el repudio de la figura del "político profesionab identificado
con los peores males del liberalismo caciquil. En un texto doc-
trinal muy temprano de corte netamente fascista se preconiza
que {no deberá haber ningún oficio exclusivamente polltico}r,
sino que los que ejercen un cargo prlblico han de apoyarse (en
(37) Iosé M.. ile Areilza, Ia, In¡tustria Española y la Sindicaci&t Industfial (Mz-
drid: Instituto de Estudiod Pollticos, 1940).

267
algin título de trabajo social), es decir, en algún elevado, pues-
to técnico o profesional (38). De aquí arranca precisamente el
predominio del funcionariado entre los miembros de la clase
política.
Son innumerables los testimonios de los Ministros en que
reconocen que (por increíble que pueda parecer la afirmación)
"ellos no son políticos>. Veamos algunos.
Pedro Sainz, retornado ocasionalmente de su semiexilio, co-
rnenta rememorativo:

A mí no me ha interesado personalmente la polÍtica, pues no


tengo ambición personal alguna. He sido político per accidens,
interviniendo en cuestiones relacionadas con la cultura (39).

Las <cuestiones relacionadas con la culturar tuvieron sin


duda una enorme trascendencia política, pues en pocos aspec-
tos como éste se dio una vuelta de calcetín tan completa en
relación al panorama heredado de la II República.
Demetrio Carceller, el artífice de la política de la autarquía,
asegura que le gustó ser Ministro (no por lo que generalmente
gusta a los ministros, por auténtica vocación política> sino <por
la satisfacción que le producía a mi padre> (40).
La biografía oficial de Martín Artajo, al ser nombrado Mi-
nistro en 1945, señala que (no ha intervenido hasta el presente
en política>, aunque advierte que en 1940 fue nombrado presi-
dente de Acción Católica y secretario del Consejo de Estado,
influyendo desde estos cargos en la confección del Fuero de los
Españoles.
Del propio Franco y de Carrero se ha contado innumerables
veces el dicho repetido con toda seriedad, de que (no les gus-
taba la políticao. No es casual que los Ministros sigan esta pauta
de humildad. La prosopopeya de Solís resulta en este caso es-
pecialmente solemne:

Yo no he tenido especial interés por estar en la vida política.


(38) Luis del Valle, Democracia y lerarquía (Zaragoza: Atheneum, 1942), p, 221
(1." edición 1938).
(39) Declaraciones de Pedro Sainz Rodríguez a Del Arco, en <La Vanguardia), ló ju-
nio 1970. Hay que recordar que Pedro Sainz fue diputado monárquico durante la Re-
pública. El mismo declaró: nYo había colaborado extraordinariamente en la conspi-
ración que condujo al Alzamiento [de 193ó], pero con el decreto de Unificación tde l9j?l
creo que muchos perdimos las ilusiones.¡ Declaraciones a J, Serrats en (Tele/expres,,
ló de junio de 1970.
(,10) Declaraciones a Del Arco, en pauta, núm. lS (octubre 1959), p. 27.

268
Yo he estado en la vida polltica cuando mi Patria me ha
rrclamado y me ha requerido (41).

Gual Villalbí intenta explicar toda esta confusa paradoja del


apoliticismo de los políticos, pero la madeja se enreda todavía
más al tratarnos de demostrar los dos sentidos de la palabra
política:

[Yo] no soy político... Ni siquiera el gobierno del que formo


parte es político en el sentido estricto de la palabra política, en
el sentido vulgar o corriente de este vocablo. Sin embargo...
los gobiernos de Franco son los más políticos de todos los go
biernos <políticos> que pueda haber...
El programa de gobierno, sin ser un programa estricto en el
sentido de una formulación doctrinal preconcebida y expresa,
lo hace de una manera viva y constante el Jefe del Estado...
[Ese] programa que va realizándose, que no ha sido trazado de
antemano, ni podría trazarse. Es en este sentido como digo
que el gobierno actual es el menos político... El gobierno actual,
todos los gobiernos de Franco, no han estado sujetos a una
rigurosa disciplina política dogmática... No es gobierno político
porque no está sujeto a unas normas estrechas y precisas de
un partido, sino de la fusión de los partidos e ideologías de
sentido nacional. Pero digo que es el más político, porque polí-
tica en el buen sentido de la palabra sigaifica sacar en cada
momento el máximo provecho de las ventajas que nos ofrecen
y saber superar en cada momento las dificultades que se nos
presentan (42).

El extraño apoliticismo de los Ministros se incuba con éxito


en las nuevas hornadas de políticos, que aprenden en seguida
la lección. Por ejemplo, Alfonso Osorio, uno de los ministrables
más cotizados, con un brillantísimo currículum político, confie-
sa que <la etapa mla de subsecretario no es una actividad poli
tica, propiamente dicha". Añade que (no volvería a €ste cargo
por nada del mundo>. A la obvia pregunta del periodista de si
aceptaría cargos más altos contesta: *Bueno, eso está en ma-
nos de Diosr. A continuación se califica de <demócrata cris-
tiano, pero no en el sentido peyorativo que muchos quieren
darr (43). Resulta curioso q.ue Alfonso Osorio, en su etapa de
(41) Declaraciones de J. Solls Ruiz a Rosa M.¡ Echevarrla, España, ¡ay! (Madrid:
Gráficas Nebrija, 1974), p. 313.
(42) Discurso de Pedro Gual Villalbl en Tarragona, el 3 de julio de 1957, recogido
en el .üario de Barcelonar, del dla siguiente.
(43) Declaraciones a lápez Castillo en eNuevo Diario¡, 2 junio 194.

269
Subsecretario de Comercio, dictó una circular que exigía un
permiso especial que habían de solicitarle los Técnicos Comer-
ciales para (publicar trabajos o ensayos sobre problemas eco-
nómicos,n. El acto era tan upolítico" que fue anulado por incu-
rrir en <contrafuero> (anticonstitucional), el único recurso de
este novedoso tipo que ha prosperado (44).
Pero la marca, difícil ya de batir, del rechazo de los pollticos
profesionales se encuentra en estas sorprendentes declaraciones
de uno de los más prestigiosos generales uazulesr:

Las asociaciones derivan inevitablemente en partidos políticos.


Y los partidos políticos, para mí, son el opio del pueblo, y los
políticos, sus vampiros... Lo de político ha sido una cosa que
me ha venido cuando no creo en la política, aunque siempre
he te¡ido una gran inquietud por lo social, fruto de mi convi-
vencia con los soldados... [El cargo de Procurador en Cortes
fuel de servicio, nada más. Me eligieron para evitarse jaleos
unos y otros... No tengo fe en ellas [las Cortes]... Cuando des-
conozco el tema [en los debates en las Cortes] voto a favor de
Ia mayoría (45).

El sociólogo Luis García San Miguel sostiene que no es


¿zaroso en el panorama político español que algunos ideólogos
dejen de reconocerse a sí mismo como políticos. No se trata de
insinceridad este autor-, sino de un hecho estructural
perfectamente-dice
registrable: una característica del modo conser-
vador él- de entender la actividad política es la de
rebajar-dice
el ámbito de ésta a un mínimo, de tal modo que sólo
el que está <más arriba> es el que *hace> política, en definitiva
virtualmente nadie, porque siempre hay alguien más alto que
es el que hipotéticamente decide. Y añade, con metáfora dra-
matúrgica que (en política, los ensayos y el montaje de la obra
son tan importantes como la representación mismap (4ó). Ios
políticos conservadores no se saben potíticos (profesionales)
porque son conservadores, pero no por eso dejan de ser un
tipo pleno de políticos, justamente los que promueve un siste-
ma autoritario.

(44) El texto de la circular en cuestión, verdadero monumento del autoritarismo,


puede verse en (Sábado Grá6co", 8 junio 1974,
(45) Declaraciones de Tomás Ga¡rla Rebull a López Casütlo en rNuevo Diarior,
28 abril 1974.
(4ó) Luis Garcla San Migr¡el, cEstructura y cambio del régimen polltico españot',
Sistema, núm. I (1973), pp. 8l-10ó; p. 8ó y ss.

270
23. CONSERVADI'RISMO NACIONIILISTA

El régimen franquista es, a no dudarlo, fuertemente conser-


vador y nacionalista en el sentido de anteponer a los valores
de cambio y progreso los de defensa de los intereses estableci-
dos (las clases dominantes, en la terminología marxista) junto
con la hiperbólica exaltación de todo lo español frente a todo
lo extranjero. Este componente se halla diluido en todas las
familias, poro destaca en el ala más uliterariar de la Falange,
en los grupos monárquicos, en los militares y, de forma extre-
ma, en los integristas. En su origen éste es el rasgo más distin-
tivo que procede del grupo de Acción Española y uno de los
temas que surgen en la dialéctica interpretativa de la Guerra
Civil, entendida ideológicamente en ambos bandos -+s curio-
so- como una guerra contra el invasor extranjero.
Los argumentos del conse:vadurismo nacionalista aparecen
bien tratados y trabados en un librito de Fernando Valls Ta-
berner (47), que es una recopilación de las conferencias que
dio en varios países hispanoamericanos como parte de una umi-
sión cultural>, enviada por Franco a Latinoamérica en otoño
de 1937 para propagar la causa nacional. Iban además de Valls,
Ibáñez Martln, Eugenio Montes, el Padre Peiró, y Gonzalo
Valentl.
Fernando Valls representa la (conversión> de los hombres
más modernos de la Lliga (los católícs a ultranga, los de la
dreta de l'Eixampla'¡ a los supuestos del Movimiento Nacional.
los burgueses conversos, en general, no hacen carrera polltica
con el Régimen franquista, pero se les permite una saludable
plataforma para hacer dinero. No suelen participar directamen-
te en los Gabinetes, sino a través de los brillantes ejecutivos
y funcionarios que sirven de eslabón entre el gran Capital y la
alta Polftica.
Los textos de Eugenio Montes están llenos de bellas alusio-
nes a esa férvida exaltación de lo español, o mejor, de una de
las dos Españas. No sólo se trata de exhumar las glorias del
(47) Fernando Valls Taberner, Realirmación espiritual de España (Barcelona: Ju-
ventud, 1939). Es cr¡rioso que el nacionalismo cespañob surja como rechazo del rtgio
nalismo: .Cataluña ha seguido una falsa ruta y ha llegado en gran parte a ser vlctima
de su propio extravlo, Esta falsa rute hs sido el nacionalismo catslanista,' (p. 99).

271
Siglo de Oro sino de contar las excelencias de una España viril
y que sabe vivir frente a una Europa corrupta y voluptuosa.
Pero hay que decirlo con las propias frases declamatorias del
rapsoda de la Falange:

Cuando se pasa el Pirineo *todos lo hemos obsen¡adq- des-


aparece la sonrisa. Sufren incluso de envidia, de la que un
clásico decía que está siempre amarilla y hambrienta porque
muerde y no come. Acaso le envidian a España la paz, la dicha,
la buena conciencia con desvelado honor, que a ellos les falta.
Aquí la vida discurre tranquila y rítmica. Ellos están turbados
por dentro, y ante nuestra armonía sin angustias se les revuelve
la sangre, Entonces vierten su mal humor sobre el ruedo ibé-
rico, y poniéndose la máscara disfrazan la envidia con las apa-
riencias de la caridad. Se desalan porque tengamos libertad,
elecciones, cambios de Estado, partidos, asociaciones obreras
y patronales enemigas. O sea, revoluciones, huelgas, motines,
para que suframos también un poco, porque hay quien cree
aliviar sus penas con la desgracia universal y no soporta la
dicha ajena (48).

Como racionalización de los duros años del hambre, no está


mal. Surgía el mito de <España es diferente> que iba a ser
pronto la base de la economía turística. La connotación sexista
del tema (utierra de hombres>) es extremada:
Lo que se envidia de España es su hombrÍa; lo que el hombre
técnico, fabril, fisiócrata, clubman, malthusiano y spenceriano,
liberal y maquinÍstico, capitalista o socialista, confortable y
frigoríñco, ñlántropo de gatos y pardo puritano no le perdona
al español es que sea, a más, hombre (49).

España aparece como excepción, como pueblo electo, como


reserva espiritual de Occidente. Sánchez-Mazas profetizará que
<la última familia cristiana y europea que sea destruida en Oc-
cidente será una familia española> (50).
Arrese llega a afirmar que España no puede aceptar el comu-
nismo internacional porque el español ama demasiado a su varia
tierra, a dife,rencia del ruso que (estaba gran parte del año
separado de la tierra por una espesa capa de nieve> y contem-
(,18) Eugenio Montes, ¿a estrella y La estela (Madrid: Ediciones del Movimiento
1953), p. 215.
(49) Eugenio Montes, tr¿ estella..., cit., p.223,
(50) Declaraciones de Rafael Sánchez-Mazas a Del Arco en "Diario de Barcelona,,
22 julio 1950.

272
plando olas grandes estepas rusas, monótonas, iguales, crueles>,
todo lo cual hacía (que sus habitantes no encontraran apego
a este ni a aquel trozo> de tierra (51). Como ejemplo de retor-
cimiento polisémico para probar una idea 4ste es el nudo de
una ideología- creo que la cita es antológica.
En algunas <consignas> de la Dirección General de Prensa
puede registrarse muy bien la xenofobia de los primeros mo-
mentos del Régimen, que luego se atemperaría por razones de
índole práctica. Incluso en el momento en que se ve que la
II Guerra Mundial se inclina a favor de los aliados (t942-1943),
desaparecen las primitivas alusiones meliorativas que cantaban
las excelencias del experimento nazi-fascista. Como tampoco se
podía cambiar bruscamente del lado de los aliados (empezaba
para España el calvario del aislamiento internacional), no cabía
otra opción que retornar a las esencias del imperio hispánico.
Véase este curioso texto de 1943 dando instrucciones a los pe-
riódicos para resaltar lo original, la unicidad del experimento
político español:

Como norma general deberá tenerse en cuenta la siguiente: en


ningún caso, y bajo ningún pretexto, serán utilizados, tanto en
artículos de colaboración, como en editoriales y comentarios de
ese periódico, textos, ideario o ejemplos extranjeros al referir-
se a las características y fundamentos políticos de nuestro
Movimiento. El Estado español se asienta exclusivamente sobre
principios, lormas políticas y bases filosóficas estrictamente
nacionales. No se tolerará en ningún caso la comparación de
nuestro Estado con otros que pudieran parecer similares, ni
menos aún extraer consecuencias de pretendidas adaptaciones
ideológicas extranjeras a nuestra Patria. El fundamento de
nuestro Estado ha de encontrarse siempre en los textos origi-
nales de los fundadores y en la doctrina establecida por el
Caudillo (52).

Hacia el final de la Guerra Mundial se plantea un dilema:


acercarse a Inglaterra y Estados Unidos (por lo <<Occidental y
cristiano> y por razones de pragmática política) significaba en-
contrarse con que Roosevelt y Churchill estaban en plena luna
de miel con Stalin. Las
"consignas> a la Prensa ll,egan en este
(51) José Luis de Arrese, La Revolución.Social del Nacional-Sindicaliszo (Madrid:
Ediciones del Movimiento, f959), p. 129. Escrito originariamente en 1935 y publicado
por primera vez en 19,10.
(52) Oonsigna de la Delegación General de Prensa del 27 de noviembre de 1943,
reco8ida en Agustln del Rlo Cisneros, Viraje polltico español durante la II Guerra
Mundial (Madrid: Ediciones del Movimiento, 1965), p.229.

273
momento a un refinamiento semántico diflcil de superar. Este
es un ejemplo:

Deberá, pues, diferenciarse siempre lo que es Rusia, lo que es


<ruso> de lo que es comunismo internacional de exportación,
Debe sostenerse que la entidad histórica, militar, aliada de
Inglaterra y de los Estados Unidos, es <Rusia> y no el uco.
munismoo...
De esta manera todos los actos que realice Rusia como aliada
de las potencias anglosajonas deberán mencionarse con su
nombre histórico y la nación y sus ejércitos se llamarán en
nuestra Prensa nación rusa y ejércitos rusos. No se aplicarán
en estos casos los términos "comunistaso, ni "soviético>, ni
obolchevique>, dedicados éstos exclusivamente a los fenómenos
políticos del internacionalismo subversivo de exportación...
Todo lo relacionado con la guerra mundial en que Rusia inter-
viene, aliada de Inglaterra y de los Estados Unidos, será inclui-
do en el criterio general de objetividad y neutralidad de nuestra
posición en el actual conflicto. Y, dentro de esta conducta,
reiteramos el matiz correcto que cabe: qúe aparezcan los he-
chos reales, dando a los éxitos anglosajones la mayor resonan-
cia y reduciéndola en los de Rusia, especialmente en la titula-
ción y proporción de espacio y preferencia de lugar en los pe-
riódicos (53).

Este mismo pragmático criterio se ha seguido despu{s en la


apertura con los países del Este. Se dialoga con los funciona-
rios, con el Estado, no con el comunismo. En la Prensa españo-
la de años después se seguirá repitiendo la toponimia de Rusia
en lugar de la URSS. Es como si en la URSS se refirieran a
Castilla en lugar de España (cosa que, al parecer, también
sucede).
La situación exterior condiciona, por lo menos, las ideolo-
gías domésticas. No es menos curiosa la incidencia de la Guerra
Mundial en el Pacífico. Nuestra "neutralidad" y la primitiva
simpatía por los países del Eje se ve descompensada por los
ataques de Japón a los intereses españoles en Filipinas y natu-
ralmente por 1.. :tr:sión yanqui que tanto contribuyó al mante-
nimiento de Fra 'o. El resultado es esta extraña manera de en-
tender nuestra neutralidad:
Se reitera nuevamente la orden anterior en la que se daban
nonnas y consilnas precisas sobre la forma en que la Prensa
(53) Consigna de la Delegación General de Prensa del 13 de septiembre de 1944,
recogida en Agustln del Río Cisnercs, Viraje..., cir., p. 358.

274
española debía enfocar la guerra en el Pacífico. Se requiere el
máximo cuidado y la máxima precisión en el cumplimiento de
las normas citadas, que se refuerzan hoy con las siguientes con-
signas, que deberán cumplirse con toda exactitud:
l.' No se publicará ningún artículo, noticia o trabajo que sea
favorable al Japón.
2.' No se publicará ninguna información de fuente o proce-
der¡cia extranjera.
3.' No se publicará ninguna noticia o información extranjera
que muestre simpatía por el Japón, aunque sea muy ve-
lado.
4." Se destacarán el esfuerzo y los triunfos de los Estados Uni-
dos y, en general, de las tropas aliadas en el PacÍfico, seña-
lando todas las victorias o todo lo que suponga un éxito
aliado en dicho escenario de la guerra (54).

Todos estos textos de las (consignas) dirigidas a la Prensa,


en la época del rígido control de la censura que llevaron a cabo
falangistas y católicos, nos señalan muy bien el tono del credo
autoritario. Sirven también para comprender el estilo monocor-
de e impersonal del columnismo de los años cuarenta y cincuen-
ta, y las escasas referencias que entonces traían los periódicos
a los temas nacionales, para desesperación de los historiadores
venideros sobre ese perÍodo.
Precisamente por razones de censura, las preferencias ideo-
lógicas se ocultan a veces con estudiada escenografía por lo
que respecta a la arena política nacional, pero se destacan con
toda nitidez cuando se proyectan en la amplia pantalla inter-
nacional. La cosa está clara entre los aliadófilos y fascistas de
los años 40, pero se muestra en otros muchos ejemplos. Así,
en 1952, Serrano Suñer, al comentar las elecciones norteame'
ricanas se muestra entusiasta del senador Taft (<el hombre más
importante, el más seriamente preparado para las responsabi-
lidades públicas... superior a los otros>), partidario de Eisen'
hower ("un general con prestigio... goza reputación de hombre
honrado, lo que ya es algo en estos tiempos... un tanto sim-
plista, sin demasiadas cosas en la cabeza, pero no ingenuo; al
contrario, astuto y maniobrero)) y contrario a Stevenson (uun
hombre extraño, con aire evaporado... rico y avaro... de salud
endeble, tiene sensibilidad y elevación espiritual>) (55). Más
(54) Consigna de la Delegación General de Prensa del 17 de marzo de 1945' en
Agustín del Río Cisneros, Viraje..., cit., p. 402,
(55) Ramón Serraño Suñer, Ensayos al l)iento (Madrid: Cultura Hispánica, 1969),
pp. 105107, Publicado originariamente en 1972,

27s
adelante reconoce que "los republicanos cuentan con el apoyo
de la alta Banca y de la gran industria, y los demócratas con
el de los Sindicatos obreros de izquierda>, y añade entre pa-
réntesis que "de ahí, precisamente, es de donde viene la ene-
mistad a España" de los demócratas norteamericanos (5ó). La
cosa no puede estar más clara.
El tono predominante en los discursos por lo que respecta
a lo que antes se denominaba cuestión social es el del popu-
lismo falangista que exalta el trabajo y condena el capitalismo.
Pero esas afirmaciones de Serrano Suñer no son tampoco extra-
vagantes. El credo conservador se proyecta también en España
de una manera explícita, empleando argumentos tan viejos como
éste de Olariaga, uno de los técnicos financieros más influyen-
tes en la política económica de los años cincuenta:

SerÍa absolutamente imposible pretender costear la política


social en los países modestos con una parte razonable de los
beneficios de las personas pudientes, por ser desproporcionada-
mente redr¡cidos para las mejoras que, desde el punto de vista
de los intereses del proletariado, se entienden imprescindibles.
Y por otra parte de consideraciones, tampoco en los países
prósperos pueden costearse las mejoras sociales absorbiendo no
sólo la integridad, sino ni siquiera la parte principal de las
rentas importantes de los capitalistas, porque si se entregara
a los obreros Ia mayor parte de los beneficios de las clases
pudientes, ¿quién ahorraría? ¿Qué parte de la renta habría de
capitalizarse? Sería absurdo pretender mejorar la situación
presente de una clase social a costa de evitar la mejora de la
situación futura, tanto de dicha clase social, como de todas las
demás clases, y de no progresar la nación económicamente. La
absorción por el Estado de una parte excesiva de los beneficios
del capital para ser transferida a la masa obrera y consumida
por ella, estancaría la vida económica nacional y a la larga
irrogarÍa a la propia clase obrera un perjuicio superior al be-
neficio que se intentaba producirle (57).

Que el Régimen franquista, a pesar de todos los pronuncia-


mientos populistas o revolucionarios, se apoya en el predominio
de los intereses patronales (hipostasiados en "lo español>) es
algo que está fuera de toda duda y que se dice abiertamente en
(s6\ Ibid., p. 109.
(57) Luis Otariaga, La orientación de la política socrcl (Madrid: Real Academia de
Ciencias Morales y Pollticas, 1950), p. 50.

276
multitud de textos (58). No vale la pena insistir más sobre este
asunto.
La situación paradójica es que ese pro capitalismo no ha
sido sufi.ciente como para compensar los obstáculos políticos
que han entorpecido durante años la entrada de España en la
Comunidad Económica Europea. La reacción oficial ante esa
situación ha sido otra vez la de extremar el nacionalismo (del
tipo <somos diferentes>, ,.las uvas están verdesr, etc.). Este es
un claro texto de Ullastres, convertido en su etapa postministe-
rial en el solícito mendicante de la incorporación española a
la CEE:
Sé que encontraremos comprensión entre los europeos para
el ingreso de España en el Mercado Común Europeo; pero si
así no fuera, habrá que pensar que los valores morales han
desaparecido (59).

¿Realmente se podría concluir hoy que .los valores morales


han desaparecido" en Europa? La veta nacionalista surge por
todas partes. Ya nos hemos referido a un ejemplo mínimo, pero
que pasa por ser una de las.medidas ministeriales más amplia-
mente criticadas: la decisión de Julio Rodríguez en 1973 de
hacer coincidir el calendario universitario con los años natu-
rales. Ello supuso que los nuevos,entrantes en el curso 1973-1974
vieron retrasar su ingreso en la Universidad hasta enero de 1974.
No hay que decir que tan arbitraria medida fue inmediatamente
derogada con la llegada de Martínez Esteruelas. A la pregunta
de un periodista a Julio Rodríguez sobre la pretendida <radi-
calidado de esa innovación del calendario, el Ministro contesta:

Sucede que, aunque nos consideremos muy aperturistas y euro-


peos, cuando intentamos introducir, aunque sea de modo expe-
rimental, una modificación en las costumbres, nos rasgamos
las vestiduras.

Ante la insinuación del periodista de si existía alguna base


comparativa en otros países para tal cambio, la contestación
es la que sigue:
(58) . El capitalismo español forma una unidad con el régimen presente, de foma
que ambos se ayudan mutuamente. El régimen asegura el orden público, y da garan-
tías de que los obreros no se levantarán contra una situación que no les beneñcia. El
capitalismo respaldará al régimen con todas sus fuerzas y le sostendrá en los mo.
mentos de crisis.¡ José M.a Méndez, Aglicultura y desarroilo económico (Madrid:
Rialp, l9ó3), p. ó5.
(59) Discurso de Alberto Ullastres del 22 de nayo de 1962.

277
No se basaba más que en la observación y el estt¡dio de nues-
tra realidad, de los supuestos de la Universidad y la vida aca-
démica española. Tampoco hemos tenido que seguir al extran-
jero para el descubrimiento de América o para definir el dogma
de la Inmaculada (ó0).

Desgraciadamente la realidad, todo lo absurda que se quiera, es


ésta: en la casi totalidad de los países el curso académico co
mienza en otoño, no coincide con el año natural.

(O) Dcclaracioncs a Ignacio Carrión en .Blanco y Negro¡, ló m¡rzo 1974,

2t8
24. TERCERISMO UTOPICO

La expresión que titula este capítulo la tomé prestada de


Juan F. Marsal, quien la utiliza para designar la propuesta uto-
pica que realizan algunos regímenes autoritarios
-básicamente
el peronismo- al rechazar, por un lado, el liberalismo parlamen-
tario y capitalista, o, si se quiere, la democracia de partidos, y,
por otro, las soluciones de tipo socialista. Queda en medio una
tercera vía inconcreta, sin posible ubicación real salvo que des-
caradamente adopte la forma fascista. Este esquema se puede
acoplar bastante bien al Régimen franquista y de modo muy
especial al componente ideológico más puramente derivado del
falangismo, si bien se puede rastrear también en el ideario tra-
dicionalista.
La aportación doctrinal de la Falange es muy compleja y no
voy a tratar de sintetizarla aquí. Unicamente quiero fijarme en
un punto que considero esencial y que es precisam€nte el enor-
me esfuerzo retórico por trascender tanto al liberalismo como
al socialismo y edificar un sistema político original (aun con la
mimesii fascista, poniendo el acento en lo tradicional español).
El franquismo no trató nunca de realizar ese proyecto de la
tercera vía utópica, pero sí se preocupó de que no hubiera otras
alternativas, precisament€ para que las dos vías conocidas no
fueran una amenaza preocupante.
Veamos cuáles son los elementos de la utopía falangista. Se-
guiré un orden cronológico en la exposición de los textos
que con ello haya de reiterar ideas- para ver cómo van -aun-
sur-
giendo los distintos temas según eI momento histórico.
Un primer elemento de la utopía falangista es el agrarismo,
la exaltación de la vida rural, contraponiendo así el modo pri-
mitivo y natural de vivir con la artificiosidad de la vida urbana
y la corrupción capitalista. El texto clásico de esta ideología
es el bellísimo artículo de Sánchez-Mazas, .Esquema de una
política de la aldea>, escrito en 1935. Escojo algunos párrafos
más ilustrativos:

Las <grandes capitales> y nlos grandes capitalesu


-superur-
banismo y gran capitalismo- siguen siendo los enemigos de
la humanidad labradora, El labrador se iuega con esfuerzo
279
heroico su cosecha, a las vueltas del tiempo, en la rueda del
año. Pero en esta ruleta de las cuatro estaciones, en este ta-
blero al cual pone su vida el labrador, la ciudad y la Banca
tienen los ceros. El campo es una víctima de los tahúres de la
ciudad y de la Banca. La mayor parte de la riqueza española
y de las fuerzas de resistencia contra las crisis vienen del tra-
bajo campesino. Luego la riqueza española se reparte con una
prodigalidad suicida en las ciudades y con una usura suicida
en el campo. Se han gastado miles de millones durante los
últimos cincuenta años en cuatro o cinco grandes ciudades,
para cosas superfluas, de ornato, inflación o capricho, En paseos
y cosas parecidas. La distribución de la riqueza ha sido entre
el campo y la ciudad despiadada, estúpida e injusta. A su vez,
los grandes capitales han sido despiadados en cuanto a la orga-
nización financiera que podrÍa ayudar con su crédito al campo
español. Cuando en un pueblo labrador, próspero, se ven las
sucursales de los Bancos hay que echarse a temblar...
Es necesario que el centro espiritual de la aldea sea la parro
quia, como órgano supremo de su moralidad. Defenderemos las
parroquias de las aldeas con más tesón que las Universida-
des (ól).

En un interesante documento repetidamente citado <,1 Plan


Corporativo del sector tradicionalista- se destaca con toda pu-
janza esta misma ideología agrarista, como es lógico, dada la
base social campesina del carlismo:

Con el Movimiento Nacional-Agrario, se espera poder conseguir


rápidamente una recuperación de la clase labradora, no sólo
indispensable para nuestra restauración económica, que habrá
de apoyarse principalmente en los recursos del suelo, sino esen-
cial para la purificación y nacionalización de los medios mora-
les, sociales y políticos, fuertemente necesitados de una vuelta
a las virtudes refugiadas en el agro y para una total elimina-
ción de los principios tóxicos, extraños y deletéreos, que hari
encontrado su cultivo mejor en las aglomeraciones urbanas (ó2).

Es difícil comprender cómo sobre este supuesto ideológico


se pudiera emprender después una política industrializadora a
toda costa y con no escaso éxito. La explicación está en que el
franquismo ha sabido siempre parcializar los componentes ideo-
lógicos que lo sustentan. Los falangistas han tenido en sus ma-
(ól) Rafael Sánchez-Mazas, rEsquema de una polltica de aldear en F.E. (febre-
ro, 1937), pp.,ól-ó5. (Escrito originariamente en 1935.)
(ó2) José M. Arauz de Robles, Obra Nacional Corporativa. PIan (s.1.: Editorial
Española, mayo, 1937) p. 21.

280
nos la polltica agraria (el proteccionismo del Servicio Nacional
del Trigo, el paternalismo del Instituto Nacional de Coloniza-
ción, etc.), pero han tenido que subordinarla a los aún más
poderosos intereses industriales. La ideología oficial dominante
puede haber sido la lamentación de los males del <éxodo ruralr,
pero el hecho ha sido que las cifras de esa migración campesina
se han elevado hasta cotas insospechadas (63).
En ese mismo texto del corporativismo tradicionalista se
contiene otro elemento fundamental del tercerismo utópico, el
más contradictorio con la realidad, pero no por eso el que
recibe menor carga retórica: el anticapitalismo. El odio se cen-
tra en el gran capitalista, ejemplificado por el banquero, el
especulador, el <judío>. Estos párrafos resultan enormemente
significativos:

Quienes tienen su pensamiento formado en la concepción libe-


ral y grancapitalista mamismo es el supercapitalismo del
Estado- de los últimos-y eltiempos, pueden estrangular y defor-
mar la reconstrucción económica, basada en adelante, en estí-
mulos y postulados incomprensibles antes.
La mentalidad económica que hasta hoy ha imperado, especial-
mente durante el período de epilepsia capitalista que siguió a la
Gran guerra, se ha caracterizado por pr€star trna atención pre-
ferente a las actividades de especulación y concretamente a las
monetarias y bancarias. El fenómeno perturbador para la
producción y la economía en general, de la intervención y el
predominio de la Banca en los negocios, gobernados y dirigi-
dos, no según exigían su naturaleza y las condiciones del país,
sino con miras a la especulación bursátil montada sobre sus
valores y sobre el descuento aventurado de sus desenvolvimien-
tos, tuvo en este período manifestaciones desmesuradas que
crearon con frecuencia un ambiente de pública inmoralidad.
Las cuestiones re.lativas a las divisas, a su estabilidad y varia-
ciones como medidas de los precios y valores, han sido tambien
a menudo consecuencia de una especulación de tipo semita,
concentrada sobre las mismas o atraídas sobre ellas, dando
lugar por otra parte a los fabulosos negocios de la estabiliza-
ción sobre el patrón oro, de los que algunas casas y grupos
bien conocidos han hecho su especialidad y más de un profe-
sional su espléndida carrera...
Uno de los síntomas más destacados de la vida pública ha sido,
en casi todos los pueblos, las relaciones inconfesables entre los
partidos y las finanzas; esto es, entre las dos degeneraciones
(ó3) Sobre este punto véase A. de Miguel, Manual de Estructuta Social de Espmia
(Madrid: Tecnos, 194), pp. 319-332.

281
más características del orden: Ia de la política y la de la eco
nomía. De su alianza han nacido esos contubernios opresores
de los pueblos y las clases, cuya característica ha sido la su-
pervivencia de los grandes grupos financieros a través de todas
las situaciones, regímenes y gobiernos (ó4).

No son estos los únicos textos en que el tercerismo utópico


se apoya en el pensamiento tradicionalista. Así, Esteban de Bil-
bao acude a las ideas de Yázquez de Mella, propugnadoras del
<sociedalismo>, un feliz término medio entre (dos extremos
errores: el individualismo y la estatolatría'. Con esta retórica
metáfora suya- define así Esteban de Bilbao los dos
(extremos-tan
er,roresD:

Bien medidas las distancias, de Rousseau a Carlos Mam no


media más que un solo paso: el brevísimo paso que dista la
pirámide del desierto; el montón de arena, símbolo de una de-
mocracia inorgánica, que, empujada por el simún de las revo,
luciones, bate los muros de la pirámide estatal, y la misma
pirámide que, aplastando el desierto, esconde en sus cámaras
funerarias el látigo ensangrentado de los faraones egipcios (ó5).

La retórica del anticapitalismo tiene su apogeo en los años


siguientes a la guerra civil de 1936-1939. En 1940 nos encontra-
mos en plena euforia totalitaria (el Eje llevaba la iniciativa en la
Guerra Mundial) y con una economía desmantelada. En ese año
se reúne el I Congreso Sindical de la Falange y en él se pronun.
cian muchos discursos en los que destaca esa ideología antica-
pitalista (que más tarde sólo se había de reservar para especu-
laciones académicas), aunque también confluyen (es el signo
inequívoco del franquismo) los representantes del capitalismo
para exponer su propia ideología, que a la postre es la que iba
a resultar absorbente. Triunfa el'capitalismo real a base de ajus-
ticiar retóricamente a un ninot fallero, una víctima propiciato-
ria que es el gran especulador financiero y "judío>. Véase, por
ejemplo, este canto a la burguesía junto con el desprecio al
capitalismo, que es su degeneración, entonado con la sin igual
prosa lírica de Pedro Laín (no se olvide la fecha por
favor): -1940-,
(ó4) José M. Arauz de Robles, Obta..., cit., pp. 23, 24 y 25.
(ó5) Esteba¡r de Bilbao y Egula, La idea del orden cono fundamento de una lil6
sofld polltica, singularmente en eI pensaniento de Vázquez Mella. (Madnd: Real Acade-
mia de Jurisprudencia y Legislación, 1945), p. 30.

282
El triunfo de la burguesía, inevitable ya en el albor del si-
glo xrx y necesario para toda la Historia posterior
el comunismo y el ufascismoF va a traer la concreción -incluidos
histo
rica, la última consecuencia del ímpetu individualista que la
sustenta en los senos del hombre. En cuanto el burgues as-
ciende al poder social y político, y al mismo tiempo que crea
la industria y la técnica modernas en un maravilloso despliegue
de la posibilidad huma,na, se olvida de que es unacional" y de
que ha triunfado como <trabajador". La conjunción de esas dos
deserciones se llama capitalismo. La sociedad anónima y el
(trustD son la negación sucesiva del interés nacional en aras del
lucro privado, al menos en los países política y económicamente
pobres; y el Consejo de Administración, la negación del trabajo
como valor moral estimable, en cuanto con él se admite un
lucro impersonal y sin participación real en el ciclo econe
mico (óó).

Con mayor conocimiento de causa de lo que es el mundo


empresarial, José M. de Areilza, por esas mismas fechas, se
preocupa muy bien de establecer la distinción no ya entre bur-
gués y capitalista, sino entre gran-capitalista (unegocior) y em-
presario (atrabajon):

Nosotros, en efecto, distamos por igual del gran capitalismo


como del marxismo. Queremos una revisión a fondo de los va'
lores que hoy forman la escala habitual del comerciante, del
financiero o del industrial europeo... El Sindicato [falangista]
tiende, esencialmente, a sustituir también la moral del negocio
de la anteguerra por la moral del trabajo de la victoria. El
Sindicato afirma el trabajo, que es creación concreta, tangible,
repleta de sentido humano, frente al negocio que es la especu-
lación, cubileteo de cifras, del dinero anónimo, sin patria, ju-
dío (ó7).

En este Congreso de 1940, Areilza propone él da el primer


-y al experimento
paso- incorporar el bloque de los empresarios
falangista. Teñidos de azul, la amenaza judaizante queda exor-
clzada. Anotemos la frase exacta, tan importante:

Mientras no se logre la incorporación plena y cordial de los


gerentes de Empresa españoles a nuestra tarea sindical, la
(óó) Pedro l"aln Entralgo, <I-os valores morales del nacionalsindicalismo" en
I Congreso Sindícai de Ia Falange (Madrid, 1940), pp. l8l-22ó; p. 189.
(ó?) José M.¡ de Areilza, Ia Industtia Española y la Sindicación Industial (Ma'
dr¡d: Instituto de Estudios Pollticos, l94O), p. lE.

283
estructura falangista de la economía será letra muerta. Del
fascismo italiano se ha dicho; como ya sabéis, que era en lo
económico la dictadura genial de un hombre apoyado en tres
mil gerentes de fábrica que, compenetrados, le seguían. Así,
nuestra economía, tal como la Falange la concibe habrá de
sustentarse, muy especialmente también, sobre la responsabili-
dad de los empresarios españoles, grandes y pequeños, ganados
de corazón a la causa nacional (ó8).

uGanarn a los empresarios quería decir también borrar la


imagen de los colaboracionistas que algunos de ellos habían
tenido con los denostados <separatismos'. De ahí lo ilustrativos
que son los discursos en ese Congreso de un Areilza o un Fon-
tana, representantes del patronato vasco o catalán, respectiva-
mente. La declaración de Fontana no es menos significativa:

Yo he visto a pequeños industriales que emplean un centenar


de obreros, sentirse inmediatamente aludidos por manifesta-
ciones tajantes de nuestra posición anticapitalista, cuando este
tipo económico de carácter medio no representa el capitalismo
y es, al contrario, un elemento indispensable para toda econo
mÍa sana...
El capitalismo financiero, o sea, el capitalismo de los signos o
monedas, nos presenta una solución relativamente fácil. Noso.
tros reconocemos la necesidad del crédito, pero podemos per-
fectamente exigir que el manejo de su mecanismo no esté en
manos de particulares interesados en la propia ganancia, sino
que sea una función social y económica al servicio de los pos-
tulados del Estado Nacionalsindicalista... estimo delicadísima
la intervención en el campo industrial y sin abandonar ni un
,punto de nuestra tarea revolucionaria, creo honradamente que
no solamente no debemos perturbar esta marcha favorable,
sino que, por el contrario, debemos estimularlos en beneficio
del interés de la Patria, que está por encima de todos los
demás...
Considero, pues, que nuestra posición ante el fenómeno del
capitalisrno industrial ha de ser elástica y oportuna. No quiero
terminar este apartado sin poner de relieve la ocasión que,
con motivo de la liberación de Bilbao y Cataluña, o sea, las
dos zonas industriales más importantes de España, se nos pre-
sentó para una intervención económica de gran fondo. Por
cuanto estaba allÍ totalmente muerto el capitalismo, sin sub-
sistir más que el utillaje industrial, con su personal técnico
y manual; sin duda, por altas razones, se estimó preferible
(ó8) José M.n de Areilza, (La orientación económica de los Estados totatitarios,,
en I Congreso.,., cit., pp.279-295: p.2{1.

284
24. TERGERISMO UTOPICO

112. Itlartln Arlaio. Con Perón, en Bue- 113. Serrano Suñer. Pudo haber hc
nos Aires. El trigo argentino fue el cho un experimento fascista'
maná de los años del hambre.

114. Arrese. En 1942 con Hitler; la base católica fue


vacuna para el contagio naz¡.
115. ClrlloCánovas. Al cuidado dE los 116. Garcfa Ramal. El diffcil equilibrio
asuntos agrarios.

117. Glrón. Falange €s de algún modo lo único que ha logrado movllizar el


Pueblo'
25. TRIUNFATISMO IMPERIAL

118. Esteban de Bllbao. El triunfalismo alcanza sus más flor¡das cotas.


26. NOSTALGIA
TIBERAL

119. Romeo Gorrla. A la bús-


queda de la democracia social
perdida.

1¡, i lA

$,ilr
!:';l

120, Fraga lrlbarne. Nostal-


gia liberal y democrát¡ca de
un experto en Derecho Políti-
co anglosajón. Por Michigan
Avenue, en Chicago, lll.
el rehacer los capitales de las Empresas, abandonando tr¡do
elemento de transformación revolucionaria (ó9).

Este tamizado anticapitalismo se comprende mejor si le ha-


cemos corresponder el elemento positivo, pero no por eso menos
utópico: la mimesis fascista. Para no salirnos del contexto de
ese seminal Congreso de 1940, recogeré algunos trozos de la
frondosa prosa que en él se derrochó sobre ese ideal del <mile-
nior fascista. Vale la pena conservar para la Historia estas
piezas irrepetibles de un fogoso momento político.
Ca,rlos Pinilla, de vuelta de la División Azul, afiliado al po-
pulismo de Girón, lanza un diagnóstico profético de lo que iba
a ocurrir en el mundo:

El mundo está asistiendo, cón asombrado gesto, a los momen-


tos iniciales de una nueva era histórica. Tenemos conciencia
cJara y avisada de que con el triunfo de las arrnas, va a ser
implantado un nuevo orden de cosas y que los pueblos todos
ajustarán su vida política y económica a unos supuestos, a unas
normas esenciales y profundamente dispares de aquellas que,
hasta ahora, han medido su andadura.
Ni Ios más fanáticos partidarios del viejo orden pueden negar
un hecho evidente, y es éste: el fracaso estrepitoso del libera-
lismo en la economía y en la política. Patente este fracaso,
desde hace años, somos hoy testigos presenciales de su derrum-
bamiento, de su caída vertical. Al fina.l, un bosque de jóvenes
bayonetas asestará el golpe decisivo y el cuarteado edificio del
Estado capitalista demoliberal se desplomará. Los últimos ca-
ñonazos que estremecerán los aires y las tierras doloridas
y atormentadas de Europa serán, no reposo de pólvora y hierro
a lo que fue, sino jubiloso saludo a lo que viene a nuestro en-
cuentro, con vigor y esperanza de florida primavera.
Reparad como es en los aires, en las tierras y en los mares de
Europa, voz capitana del mundo, donde se está librando la
descomunal y penultima batalla entre lo viejo y lo nuevo, entre
la norma y el caos, entre las formas cad.ucas y fofas que creó
el liberalismo, y las nuevas alumbradas con dolor y sangre
pujante, llenas de virilidad y de profundo contenido huma.
no (70).

La prefiguración utópica, referida a España, se concreta en


(ó9) José M,. Fontana, .I-a idea nacional y la idea liberal capitalis¡st, en I Con-
gteso.,., crl- pp. 59{5; pp. 6142 y 61.
(70) Carlos Pinilla, ¡Funció¡¡ de los Sindicatc en el Nucvo Estado¡, en I Cot:
gtcso..., cit., pp. !1L138; p. 129.

28s
lo que más tarde se denominatia socialismo nacional (véase ca-
pftulo 15) y que ahora se anuncia así:
El Estado Nacionalsocialista representa la feliz co'njugación de
dos ideas o principios que hasta entonces parecían irrecon-
ciliables, a saber: lo Nacional y lo social, la revolución y la
Patria. Quiere decir, en definitiva, que una revolución socia.lista
va a ser rea,lizada dentro del marco nacional, arrojando para
ello por la borda, uno de los postulados básicos del socia,lismo:
la negación de la Patria... Nuestra Revolución, como todas las
nacidas bajo el mismo signo, tienen como primordial ocupación
la d.e reconquistar para la Patria las masas proletarias; porque
creemos y sabemos q.ue sin la asistencia fervorosa de ellas no
puede haber Poder fuerte; que sin el lmpetu caliente de los
obreros, no puede haber Gobierno enérgico y duro; que sin
el apoyo entusiosta de los hombres proletarios, no puede haber
Patria libre... (71).

En la realización de este ideal se parte de lo que -€mplean-


do una paradoja- podríamos llamar <principio de subsidia-
riedad estatistaD, por el que los Sindicatos forman como un
Estado dentro del Estado, siendo el primero el encargado de
las funciones economicosociales:
Ni,nguna eficacia tendrá la actuación de cada productor sin un
encuadramiento en el que, debidamente jerarquizados con sG
metimiento a imperiosa disciplina que la Fa-
-no olvidemos
lange es milicia, y que todas sus realizaciones deben ir impreg-
nadas de tal carácter- vayan conociendo en cada momento
y en cada fase de la producción las exigencias nacionales para
una total y perfecta coordinación de su actividad con las de-
más que integran el complejo estatal. Este encuadramiento se
hace en los Sindicatos al modo antiguo, organismos de clase,
de resistencia frente a los demás, sino en los que, a.l margen
de las pasadas luchas partidistas, se resuelvan los problemas de
la producción, inspirándose en normas de fraternal solidari-
dad nacional de modo que todos se sientan respetados y de-
fendidos, y en los que el Estado descarg.ue la pesada tarea de
dirigir actividades que sólo producen, como consecuencia, el
distraerle de una misión más trascendental e importante: la de
orientar la vida de la nación hacia el exterior, prestando cuida-
dosa atención a Ia historia, para que el destino universal que
a España está señalado se cumpla (72).

(71) Carlos
i PiDille, eFunción...,, cit., pp. f30 y 132. El subrayado es mlo.
(n', José l¡¡is Palao, rV¿lor de la idca de unidad', en I Cotgreso..., cjt., pp. 19
3l; p.
o. tl.
286
Pedro Laln avisa (y avisó en vano) gue todas esas utoplas
deben encontrar su término y su tiempo, porque
el acto histórico polltico, y más aún si tiene intención revolu-
cionaria, exige una cierta seguridad previa o, al menos, creen-
cia, respecto a la realidad y al alcance de la obra final. El
revolucionario no puede partirse para la guera de los cien
años; y ahí, en esa creida seguridad del triunfo, en esa impa-
ciencia {r¡e no excluye, naturalmente, el realismo, ni la pre-
visión más minuciosa: caso de Napoleón, caso de Hitler-
asienta otro de los motivos morales de la postura revolucio'
naria. El hombre que hace una revolución ¡necesita, botlñ
triunfal al término de su carrera (73).

Laln propone toda una nueva moral revolucionaria en la que


destaca el culto a cla violencia justa y normativa... la entrega
activa e inexorable, violenta y creadora... una voluntad legisla-
tiva a la más alta presión" (74).
El experimento pollüco falangista se anr¡nciaba, como pue
de verse, en los términos más vagos y altisonantes. Siempre
latiendo el tercerismo utópico (entre la beaterla rusófila y la
mentecatez burguesar como apostrofó Girón (75). Ya hemos
avisado que el tercerismo no significa exactamente el punto
medio, puesto que en la realidad lo que ocurre es un corri-
miento del espectro ideológico hacia la derecha. Véase, una
vez más, en esta (consigna, lo que al ñnal de la Guerra Mun-
dial se entendla por reljg¡ividadr neutralista, como trasunto
de la evolución ideológica que iba tomando el sueño de la revo.
lución falangista:
La objetividad es condición indispensable en la informaciór¡
y en los come¡tarios. Si algún matiz puede caber en nuestra
Prensa es el que corresponde a nuestra posición anticomunista.
Ante las realidades de la guerra, ante los avanc€s actuales de
Ios ejércitos, deberá distinguirse el tono de los dos frentes, el
del frente oriental con Rusia, y el del frente occidental con
Inglatera y los Estados Unidos, Iimitando la resonancia de los
avances comunistas rusos y concediéndoeela correctamente, en
cambio, a la de Ios avances angloyanquis. La Prcnsa debe pro
curar revelar las coaas como son, los triunfos y las derrotas de
una gn¡n guerra en la que no participamos, pero los triunfos
(?3) Podro Laln Entralgo, ¡[.os vll'orcs mo¡¿les...r, c¡1., pp. tEl-22ó; p. 194.
(74, Ibi.t., pp. 194 y 195.
(75) José Antonio Girún dc Velasco, Ot'.entaciones socjalcs d¿l C'obi¿¡tto (Madrid:
Instituto Nacional de P¡,evisió¡r, 1945), p. E.

287
rusos han de limitarse en su importancia, en tanto que los
éxitos de los ejércitos angloyanquis aparecerán con su cabal
y efectiva significación (7ó).

En la realidad, la Falange se iba convirtiendo cada vez más


en una doctrina negadora, sincrética y pragmática, que reser-
vaba ad calendas gr@cas su imposible revolución. Serrano Suñer
cierra este balance en 194ó:

La posición de la Falange puede resumirse así: r¡n poco liberal


por preocupación espiritual, un poco democrática por impera-
tivos de historia y un poco socialista por sentido de la justicia
y advertencia de la realidad contemporánea; pero antiliberal,
antidemocrática y antisocialista, por exigencia del dogma cató
lico, de la realidad intangible de España y de la jerarquía de
los valores humanos, la Falange pretendió ser, como he dicho,
no una ideología ecléctica pero sÍ conciliadora. Pero arln le
quedaba, en Io negativo, otra nota diferencial con respecto al
fascismo, dentro de cuyo ámbi,to ha querido situársenos: La
Falange rechaza el cerrado nacionalismo fascista. El nacionalis-
mo, de los acontecimientos
-la guerra civil- sorprendieron a
la Falange en p¡oceso de formación y sin haber alcanzado su
madurez política; por eso en el orden de las fórmulas concretas
apenas pasó de tanteos (77).

Pocos años más tarde, ya casi en el declinar de la Era Azul,


Serrano Suñer vuelve a plantear otra vez el inevitable sincre-
tismo de las fórmulas terceristas y utópicas:
La aventura comunista nos repugna y es nuestra muerte. La
panacea democrática es inactual y no nos sirve. La Iegítima
aventura fascista, formalmente, no puede, aunque sus escom.
bros no deben ser completamente desaprovechados...
¿Qué deberá ser la nueva fórmula?... La democracia, por tan-
to, sólo puede admitirse como punto de partida y sometiéndose
a duras rectificaciones, lo que ha dé ser en dos direcciones,
que en el fondo son poco divergentes: la dirección socialista,
en el sentido de una mayor sustantivación de los organismos
sociales, y la dirección uttoritaria en busca de un concepto re-
novadamente aristocrático del Estado (78).

--
(7ó) Consigna del 2l de agosto de l9*f de la Delegación Ge¡reral de prcnsa, reco,
gida en fuustln del Rfo cisneros, viroie poltico espatiól durarte la II Guerra liundiol
(Madrid; Ediciones del Movimiento, l9óS), p. 331.
(77) Ramón Serrano Suñer, Errre Hendaya y Gibraltar (Barcelona: Nauta, l9Z3),
pp, 4tl-42E (1.¡ cdición en l9ó),
(78) R¡nón Scrrano Suñer, Ensayos ot vicnto (M¡drid: Cultura Hispánica, 1969),
pp. l7&9. Publicado originariamente en 1950.

288
Por esas mismas fechas Fernández-Cuesta repite, sin dema-
siada originalidad, los argumentos terceristas contra el capita-
lismo y el comunismo, Los primeros son más reales (el capi-
talismo estaba allí) y se expresan de este modo:

El capitalismo, aunque aparentemente simple fórmula econó


mica, no se caracteriza sólo por unas ciertas instituciones o
una determinada estructura de la empresa, sino por un espíritu
y una moral, que bien podrían resumirse en el espíritu de
lucro y, lo que es más grave, en el espíritu de dominación. La
caridad y la generosidad están reñidas con la estructura de la
sociedad capitalista.
Pero donde esta subversión adquiere su carácter más escan-
daloso es en esa íntima y secreta admiración que se siente
hacia el que gana dinero y adquiere poder, sin pararnos a
mirar si el procedimiento es lícito o ilícito para adquirirlo;
en esa admiración hacia el capitán de industria, hacia el inter-
mediario pirata, se quiere justificar esa especulación diciendo
y afirmando que el espíritu de comercio es el que viene a carac-
terizar el mundo moderno, confundiendo el espíritu lucrativo
con un afán de enriquecimiento en dias, cuando no sea posible
en horas o en minutos (79).

Pero la Falange, o mejor, los falangistas se movían en una


sociedad crecientemente capitalista. Ello tuvo que provocar no
pocas desilusiones y defecciones. Una de las conclusiones del
(primero y único) Congreso de FET y de las JONS de 1953
reza asíi

La Falange actuará severarnente contra las desviaciones libera-


lizantes o particularistas que puedan producirse dentro o fuera
de sus filas, reduciendo al silencio toda voz discordante que
pretenda atentar contra la Unidad de la Victoria.

Carrero Blanco clama en 195ó contra el <capitalismo puroD


al que reputa de "aún más inaceptable> que el comunismo (80).
Respecto al capitalismo <práctico,' o real, al negarse a la par-
ticipación de los trabajadores en la dirección, lo que descubre
es una serie de aenjuagues>, cuya descripción vale la pena
recoger:
(79) Raimundo Fernández-Cuesta, discurso del l0 de marzo de 1951, recogido en
El ma¿imiento político español (Madrid: Ediciones Prensa del Movimiento, 1952), p. 5ó.
(80) nJuan de la Cosar (Luis Carrero Blanco), Las modernas torres de Babet (Ma-
drid: Idea, 195ó), p. 535.

289
Lo que no interesa a los capitalistas es tener <testigos de
vistar en los Consejos de Administración. Las dobles contabili-
dades, los csobresr supletorios a los beneficios oficiales, los
acuerdos de qdistrib,uciones especialesr, Ias pequeñas empresas
satélites de los Consejeros que se llevan Ia parte del león de
los beneficios, mientras en la empresa principa,l sólo aparece
un (ben€ficio normalu, etc.; todos estos (juegos de manosp,
que existen en demasiados casos (y que entrañan un evidente
atentado contra el bien comrin, puesto que se manifiestan en
que el Estado cobra menos impuestos de los que debiera y en
que la <injusticia social, tiene su manifestación más inmedia-
ta en una cinjusta distribución de la renta nacionab) no po
drlan existir (81).
Una crltica parecida, aún más torva, la encontramos en el
otro integrista del momento: Arias Salgado. Son sus palabras
literales éstas:
Si los pollticos, las minorfas rectoras, los pensadores o los
sociólogos no se plantean oportunamente, por comodidad, inca-
pacidad o miopía, la reforma adecuada y el tratamiento con-
veniente para alcanzar un orden nuevo y más justo, en que los
beneficios lleguen a empresarios, técnicos y capitalistas [sic],
pueden labrar su propia ruina y la de sus pueblos a manos
de un comunismo torvo y amenazador, que encuentra en nues-
tras injusticias sociales crónicas el gran argumento de su satá-
nico mesianismo (82).
Obsérvese que, por un freudiano error de imprenta o de
redacción (es una presunción caritativa), se dice que los bene.
ficios empresariales han de ir a los (empresarios, técnicos y ca-
pitalistas> sin que figuren los <obreros¡D en ese reparto. Tal era
el miedo que se tenía a la palabra.
Como ya hemos dicho, el canto de cisne de la Era Azul está
representado por los esfuerzos de Arrese hacia 195ó de resucitar
la poesía falangista, el sueño revolucionario. Se refiere así a la
idea de hacer <una España nueva, llena de sol y de esperanza),
que frente a la vieja se concreta en estos objetivos:
Un pueblo que no divierte sus ocios en la taberna, ni dedica
su tiempo a rumiar la miseria; un pueblo nuevo que labra sus
campos, crla a sus hijos y reza a Dios (83).
(ED lbíd., pp. s43.
(E2) G¿briel Arias Salgado, discurso del t3 de mayo de 1957, recogido en los perió
dicos del dfa siguienrc.
(E3) Discurso de Arrese, recogido en elnformasión Comercial Españotar, nrlm. 285
(mayo, 1957), pp. 55&5ó2, p. 562,

290
No parecen objetivos demasiado realistas a la altura de 1957,
el preciso instante en que (despegal el pesado <jumbor de la
economfa española.
En las etapas posteriores a la Era Azul el tercerismo utópi-
co adopta nuevas músicas. [¡s extremos a rechazar siguen sien-
do parecidos, pero la solución (revolucionariar se torna ahora
más conservadora.
Cirilo Cánovas, un gris Ministro de Agricultura, se expresa
en estos términos tan originales como poco atractivos:

Si en otras partes del mundo la reforma lagraria] asoma la


siniestra barba de Carlos Man, la que en España postula el
Movimiento tiene la cara limpia y limpia el alma. Nosotros
la hacemos a la manera española, cristiana y revolucionaria,..
En el nuevo rumbo que la política del Movimiento ha dado al
pals una cosa sobre todo debemos tener siempre presente a la
hora de reajustar las estructuras económicas nacionales: la es-
tabilidad social (84).

Cruz Martlnez Esteruelas asimila un nuevo lenguaje para


embalar la vieja preocupación sincretista. Obsérvese que sus
cnosotrosD es ya <los españolesr, no ulos falangistasr:

Para nosotros, los españoles, empeñados en la tarea de en-


contrar un tercer camino entre el pluripartidismo y el parltido
único, resulta necesario prestar Ia máxima atención a todo
cambio teórico o práctico sobre el tema. La legítima preocu-
pación por la libertad nos aleja del partido único. Las expe-
riencias sufridas y los males generales que del sistema de
partidos se siguen, nos alejan de éste último. La blisqueda del
nuevo horizonte polltico constituye, además, una respuesta a,l
reto de nuestro tiempo, que demanda nuevas formulaciones
de la libertad y de la participación (85).

Navarro Rubio emplea una jerga aún más novedosa, e in-


cluso adapta la vieja expresión maldita de <tercera fuerzae (acu-
ñada por la primera defección de Calvo Serer en los años cin-
cuenta):

Se preconiza, por lo tanto, una política nueva, tan distinta del


absolutismo estatal como del liberalismo abandonista. No hay
peligro de caer en el absolutismo si la sociedad organiza la
(Etl) Discurso ante las Cortes Españolas de Cirilo Cánovas el 12 dc abril de 19ó2.
(85) Cruz Martlncz Esteruelas, La enemistad polltica (krcelona¡ Ediciones Nau-
ta, lflll, p. t2l.
291
(terrera fi¡erzar, respetando su autonomla. Ni en el interven-
cionismo. Ni en el corporativismo a la vieja usanza. Ni tampoco
en el dejacionismo. Ni en ninguno de los cismosr que tanto nos
decepcionan. Con esta (tercera fuerzar, que representa la orga-
nización de los consumidores en un dispositivo pluralista, el
Estado añade un nuevo elemento (8ó).

El utopismo sestatista" de Fernández de la Mora es más


irreal y ambicioso, triunfalista y justificador. Este parece casi
un texto posfranquista:

El Estado Nuevo lde Franco] fue una slntesis de la tesis demo,


liberal y de la antítesis socialista, er¡ cuanto tenían de noble...
La síntesis del Estado del l8 de julio lde 193ó] consiste en la
unidad eficaz con libertades reales... Sus instituciones no están
en el pasado, sino en el futuro... El Nuevo Estado... se sitúa
por delante de las tendencias de su tiem,po.

Y más adelante, envalentonado por su propia audacia meta-


fórica, elabora esta increíble comparación: uNuestro Estado...
está equidistante, por elevación, de Suecia, que es la democracia
más socializada de Occidente, y de Yugoslavia, que es el socia-
lismo más liberal del Ester (87).
Un desesperanz.ado juicio de que la utopla falangista es inea'
lizable se contiene en este sincero pronunciamiento de Adolfo
Muñoz Alonso en una entrevista póstuma:

Yo admito cier''tamente que no se ha realizado el ideal fa,lan-


gista, entre otras razones porque si se hubiera realizado ya no
sería un ideal, porque lo esencial del ideal es motorizar las
ideas pero no realizarlas. Por otra parte, y es muy grave lo
que voy a decir, abrigo serias dudas sobre la posibilidad de un
falangismo, no porque la idea falangista no sea realizable, sino
porqüe la estratificación social española impide que un falan-
gismo pueda ser nunca una realidad, ya que lleva consigo una
transformación que los estamentos españoles han impedido que
pudiera llevarse a cabo. Y si me pregunta usted qué estamen-
tos, no tendrla inconveniente en decírselos, peno no hace falta,
porque son precisamente aquellos estamentos en los cuales us'
ted está pensando cuando me los pide (88).
(E6) M. Navar¡o Rubio, Et vdo ptltia (Barcelona: Dopesa, 1973), p. 1l?.
(8?) Discu¡so de Go¡zato Fernández de ta Mora en el homenaje a Maeztu y Pra'
dera, recogido en rNuer¡o Diarior, ll junio 1974.
(88) Entrevista publlcada en eTele/eXprts', 3 agosto 1974.

292
Seguramente los (estamentos) malditos son otra vez el capi-
talismo judío y el mamismo extranjerizante. Pero la interpreta-
ción auténtica del acertijo final nunca la sabremos. El terceris-
mo utópico contuvo siempre un elemento de misterio y sorpre-
sa, tan atractivo como impracticable.
La postrera, ! no por eso menos fresca, manifestación de la
ideología tercerista del falangismo la encontramos en la decla-
ración de la Confederación Nacional de Ex Combatientes, cons-
tituida el 16 de noviembre de 1974 bajo la presidencia de José
Antonio Girón, retornado a la política más activa después de
unos años de autoconfinamiento (uel solitario de Fuengirola) fue
llamado). Vale la pena transcribirla entera porque contiene
luminosamente puros muchos de los elementos que estamos
estudiando:

Partimos del hecho irrevocable del 18 de julio de 1936, cuya


legitimidad y expansión histórica nos exige construir para
España el último tercio del siglo xx, En nombre de cuantos
murieron por una España mejor, a un lado y otro de las viejas
trincheras, convocamos a los españoles y, especialmente a los
jóvenes, para la aventura del tiempo nuevo. El mañana es de
todos.
No somos ex combatientes. Somos combatientes de España y de
la revolución nacional.
Por eso requerimos a todos cuantos sientan el dolor ante la
injusticia, la ira ante la desigualdad, el anhelo de convivencia
y el ansia sagrada de libertad.
Deseamos otros brazos que sostengan las eternas banderas
junto a las que permaneceremos siempre. Ni traicionamos a los
muertos ni hipotecamos el futuro. Queremos que el espíritu
revolucionario por el que cayeron nuestros camaradas sea se-
milla fructificada en paz, trabajo y alegría.
Por todo ello aspiramos a que el régimen político al que so,
mos fieles, cumpla su compromiso revolucionario. En ese orden
es posible la paz. Pero sin justicia, la paz no es posible ni
deseable.
Aspiramos a que la riqueza nacional sea patrimonio de todos
los españoles.
Aspiramos a una fortaleza politica y militar que garantice la
dignidad, la libertad y la soberanía de la patria. Confiamos en
las Fuerzas Armadas como vanguardia de nuestra libertad y
nuestro futuro. En ellas residen todas las virtudes de nuestro
pueblo a lo largo de la historia y de cara al ¡rorvenir.
Aspiramos a rescatar para el desarrollo y fortaleza espiritual
y material de España el rico acervo de libertades locales y co
munales, tan arraigadas en nuestra tradición histórica.

293
Aspiramos a la integración decisiva del proletariado español,
en la tarea de articular una comunidad polltica, social y eco
nómica más allá de la vieja pugna materialista entre capitalis
mo y comunismo.
Aspiramos a la revolución cultural del pueblo español, porque
creemos que el trabajo constituye una jerarquía social.
Aspiramos a mantener el espíritu religioso del pueblo español
frente al materialismo capitalista y marxista de la sociedad.
Aspiramos a que las tendencias políticas encuentren el cauce de
su legítima expresión.
Y exigimos que ningún derrotero de Ia política haga posible
que alguien pueda sen'tirse avergonzado de sus heridas de
combate.
No admitimos que se nos reproche nuestro esfuerzo y sacrifi-
cio. No abdicamos de la memoria y del mandato de los muer-
tos. Tampoco creemos que el primero y el último fin del régi-
men sea aniquilar a sus leales.
No queremos constituirnos en grupo exclusivo. Queremos pro,
mover la movilización espiritual de todos los hombres y muje
res de nuestro pueblo.
Proclamamos nuestra inquebrantable lealtad al Caudillo y a
las Leyes Fundamentales por él promulgadas (89).

Es todo un programa polltico. El de la revolución siempre


pendiente.

(E9) Tcrto reproducido en .[¿ Vang¡¡ardiar, el l7 novlcmbrc 194.

294
25. TRIUNFALISMO IMPERIAL

He dudado en aislar este elemento ideológico


-tan emparen-
tado con el anterior-, por cuanto se contiene demasiadas veces,
como <impureza> retórica y porque admite muy distintos mati-
ces como en seguida veremos. Resulta extremadamente frondoso
el repertorio de citas <triunfalistas> en casi todas las familias.
Sucede, además, que la expresión triunfalismo es una de las
más exportables e intraducibles, por originales, de la fraseología
oficial española de los últimos lustros. Se utiliza mucho intra-
muros para indicar la insistencia de algunos personajes políticos
en contar sólo los <triunfos>, las buenas bazas. Contiene una su-
gerencia lúdica más que bélica. El adjetivo imperial se refiere
a la implícita idea de "imperio espiritual> que acompaña a mu-
chas manifestaciones meliorativas sobre la ejemplar presencia
de España en el mundo. Hagamos de nuevo, una rápida excur-
sión por el tiempo para ver las formas que ha adaptado.
Hay un triunfalismo histórico-racial que se podría subsumir
en la afirmación del hincha deportivo de .somos los mejoresu.
Girón, por ejemplo, señala de pasada que <sofnos el primer pue-
blo del mundo en civilizaciónu, y esto en el año 1942, aunque
quizá se refiera al pasado (90) como parece remacharlo en este
otro texto posterior:
Queremos, señores, en resumen, devolver a los españoles, con
Ia comprensión exacta de su naturaleza, el orgullo impar, el
orgullo frenético, el exaltado orgullo de ver, a la vista de la
mejor Historia del mundo, el mejor pueblo del mundo, el único
por el que vale íntegramente Ia pena morir alegremente emu-
lando en la muerte las glorias de los que nos precedieron
desde que España, ya en el alba de la Historia, asombraba a
los primeros historiadores con las increíbles hazañas de sus
hijos, los más valientes, los más inteligentes, los más puros
y los más nobles entre todos los seres humanos (91).

Pero el triunfalismo político más característico no es contar


(90) José Antonio Girón, Escritos y discursos (Madrid, 1943), p. 185, Escrito origi-
nariamente en 1942.
(91) José Antonio Girón, La libertad del hombrc, ,neta de la rcvoluci&t social
española (Madrid: Altamira, l95l), p. 49.

295
tanto las excelencias raciales como las (conquistasr del Régi-
men. Lo que se llama <legislación sociab del Régimen represen-
ta ciertamente un av¿rnce igualitario en relación con el pasado y
quizá con la situación que se decanta en otros regímenes autori-
tarios de corte tradicional (Portugal, Brasil, México). Sin embar-
go, no se puede decir que el avance sea significativo en relación
con la situación que corresponde a otros países europeos mucho
más ricos, con una tradieión mucho más larga y hecha de parti-
cipación sindical y de intervencionismo estatal. Pero el canto
triunfalista se entona con escaso pudor. Este es un típico ejem-
plo de la oratoria de Esteban de Bilbao:

El honor, el gran honor de nuestro Régimen es y será siempre


el de haberse anticipado a todos los otros regímenes con una
legislación social que, inspirada en el Evangelio y calcada en
las Encíclicas pontifrcias, representa, para imitar la frase de
un gran escritor, el beso de España en las manos de los traba-
jadores: la dignificación del trabajo, el aumento de los salarios,
la retribución de las fiestas, el seguro de enfermedad, las vi-
viendas económicas, la protección a las familias numerosas, la
participación en los beneficios, etc. (92).

Esto se decía, no se olvide, en 1947, después de las peores


cosechas del siglo, en plena hambre de pan, en la coyuntura
económica más estanca y negra hablande- de
-relativamente
toda nuestra Historia contemporánea.
Años después, el propio Esteban de Bilbao, ante el espectácu-
lo del reciente desarrollo que al menos acabó con el hambre, se
desborda en entusiasmo enfervorizado al analizar lo bien que
nos van las cosas:

España, señores y amigos, constituye un ensayo verdaderamen-


te ejemplar que nuestros adversarios de siempre no desean
comprender, ni nos quieren perdonar. Lo diré con el verda-
dero calificativo, ¡por eso se nos envidia!...
¿Se quiere democracia? Pues, sí. ¡Democ.racia! Pero no conoz-
co otra mejor que aquella que, como Ia nuestra, sin interven-
ción de partidos políticos que sólo atienden a sus ambiciones
partidistas o persona,les muchas veces, ejerce el mismo pueblo
con la representación de todos los estamentos y fuerzas socia-
les... Se intensifica el proceso económico... Se digrrifica el traba-
jador y se enaltece el trabajo; salarios familiares, vacaciones
(92) Esteban de Bilbao y Egufa, Discursos (Madrid: Editora Nacional, 1y'0), p. 14.
Discurso ante las Cortes del 7 de junio de 1947,

296
estivales, higiene en las fábricas, etc. Por lo visto es preferible
este sólido bienestar que se disfruta en la Rusia moscoüta [sdc]
donde anualmente perecen de hambre miles de trabajadores
esolavos del soviet...
España vive en paz... Es hoy un pueblo que ora y labora, que
reza y canta... La España verdadera... La España católica por
esencia, porque dejando de ser católica dejaría de ser España.
I-a España social y representativa (93).

Obsérr¡ese con qué aparente lógica se trenzan todos los ele'


mentos ideológicos que estamos viendo: triunfalismo, sueño
democrático, desarrollismo, nacional-catolicismo. Recuérdese
también cómo, al hablar de catastrofismo (capítulo 28), elegire-
mos esta misma pieza oratoria de Esteban de Bilbao como repre'
sentativa del pesimismo con que se enjuicia la naturaleza huma'
na y los tiempos actuales. El contraste es significativo.
Aunque más matizado, Fernández-Cuesta tampoco puede ser
acusado de excesivamente modesto en sus pretensiones triunfa-
listas:

Pocos pafses en el mundo podrán presentar una legislagión


como la nuestra, tan completa, tan amparadora de la realidad
de la üda del obrero desde su nacimiento hasta después de s¡¡
muerte, lo mismo en lo polltico que en lo económico y en I,o
social (94).

La obsesión de que <todo crece' lleva a Eugenio Montes a


imaginar que la natalidad está también subiendo (oen propor-
ción magníficar). Desgraciadamente cuando esto se publica nos
encontrábamos en el instante en que más baja ha sido la nata'
lidad española, probablemente de toda su Historia anterior. De'
jemos constancia del texto:

Espa.ña es un pueb,lo en ascenso en todos los órdenes. Ascenso


económico, mejorando cada año el anterior, sacándole cadavez
más rendimiento a,le tierra, acrecentando su industria con un
comercio internacional ponderado y una balanza de pagos en
cotidiano equilibrio. Ascenso social, pues esa prosperidad se
difunde con presteza a todas las clases: nuestro Estado les ha
dado facilidades sanitaiias, de seguros, de viviendas, etc., ha-
biendo rea,lizado ya ,lo que Inglaterra no ha conseguido realizar
co{r su plan Beveridge. Ascenso cultura'I, pues por la ca'lidad de

(93) Estcban de Bilbao y Bgrla, Discutsos, op. cit., pp. 2lG2l1'


(94) Raimr¡ndo Fernández-Cúesta, discr¡rso dtl l0 de marzo de 1951, rccoEdo en
El movimiento po/,lticú cspúol (Madrid: Edicio¡¡es Prensa del Movi¡niento, 1952)' p. 57.

297
sus intelectuales y artistas, por el auge de sus editoriales y por
la perfección de estilo, nuestra cultura se apresta a dibujar su
inconfundible personalidad en el mundo.
No hay hoy ningún país de tan álto nivel intelectual como Es-
paña, afirmaba no ha mucho, quiá con un tanto o dos tantos
de simpatía hipérbole, uno de los bibliotecarios del Congre-
so de Washington en viaje por nuestro país.
Añádese que crece la natalidad en pro¡rorcióR magnífrca, es-
pontáneamente por los instintos sanos y honrados de la raza;
que la sanidad mejora, tal vez a consecuencia de la abu,ndancia
económica, y que el tono moral del pueblo es impresionan-
te (95).

No podía faltar el testimonio de Arias Salgado en este flori-


legio triunfalista. No es en el pasado sino en el futuro cuando
va a brillar la <rectoría política" española:

No existe hoy ningún pueblo mejor dispuesto y mejor pertre-


chado de luz y de experiencia que el español para irnrmpir
con fortuna err ese mar de las necesidades y circunstancias
nuevas para señalar caminos para el futuro. Si esto es así, nos
corresponde considerarnos como país excepcional...
En el orden del pensamiento está vacante en el mundo el
puebto de la rectoría política contemporánea. Y en ninguna
parte como en nosotros ha sido hecho este balance tan a fondo
y de un modo tan definitivo (9ó).
El Ministro de Justicia, Antonio Iturmendi, se refiere al con-
sabido tema de la delincuencia juvenil. El móvil triunfalista le
exigía decir al mismo tiempo que el Estado se ocupa cada vez
más del tema, pero que la delincuencia era cada vez menos im-
portante. He aquí el contradictorio resultado:

Al iniciarse la Cruzada funcionaban veintidós Tribunales Tute-


lares de Menores. A pantir de entonces, se han creado treinta
y uno nuevos... El aumento de los tri unales ha correspondido
al desarrollo de esta delincuencia que, por lo que afecta a Es-
paña, ha de reconocerse que ha dismi¡ruido considerablemen-
te... Los hábitos de la juventud han mejorado... El panorama
general del mundo no es halagador, poryue se han presentado
nuevas formas de delincuencia que atañen a lo social, y en
cambio, en España, nada hay que temer sobre el particular...
(95) Eugenio Mo,ntes, ¿a ¿stretta y ta estela (Madrid: Ediciones del Movimier¡-
to, 1953), p. 220,
(!}ó) Gabriel Arias Salgedo, discurso del 13 dc mayo dc 1957.

298
Las nuevas formas de delincuencia son totalmente desconoci-
das en España... Las formas de delincuencia aquí son las típi-
cas y eso se debe a las medidas dictadas por el régimen (97).

Lo que indudablemente no entiende Iturmendi es hasta qué


punto es literalmente exacto su último diagnóstico. Las umedi'
das dictadas) por un régimen autoritario presuponen un control
social difuso, penetrante y general que dificulta la aparición de
muohas figuras delictivas. Un bajo nivel de delincuencia corre-
laciona con un alto clima de represión autoritaria por parte de
muy distintas instancias sociales. Este triunfalismo de los bajos
índices de delincuencia será un tema recurrente en los discursos
de las autoridades judiciales del régimen. Se repite innumera-
bles veces el dato de que España es uno de los países del mundo
con menos presos, que no hay presos políticos (solo por <delitos
contra la seguridad del Estador), que el sistema penitenciario
español es modélico en el mundo, etc. No merece la pena insistir
más en este asunto.
Una curiosa muestra de triunfalismo
-y no
precisamente
como efectismo para el gran público, sino expresada con la sin-
ceridad que da el hablar para los mandos políticos- la tenemos
en una de las orientaciones de la Secretaría General del Movi-
miento en 1959. Se redacta con ocasión de la visita de SolÍs a
Francia, se concluye notable auséncia de dones proféti-
cos- que: -con
El sindicalismo español, antes criticado, es ahora observado
con creciente interés, e incluso puede deducirse que no es
extraño al pensamiento del Gobierno francés el conseguir, si
ello fuera posible, una unidad sindical parecida a la española
que aunara la diversidad de los sindicatos clasistas de Fran'
cia... Puede afirmarse que el signo político de Europa ha cam-
biado y está cambiando cada vez más, y que países tradicional'
mente democráticos en amplio sentido buscan ahora regímenes
políticos de autoridad que aumenten a toda costa su eficacia
y se duelen de no haber sido más radicales en la sustitución
completa de los partidos políticos, cuyo concepto va superándo'
se a pasos agigantados... El papel de España, con su aotual
régimen... está subiendo en toda Europa (98).
(9?) Discurso en el Valle de los Caídos, recogido en oDiario de Barcelonar,
14 mayo 1961.
(98) Secretarla General del Movimiento, Texto de fias orientaciones que se consi-
deran con valor permanente (Madrid, l9ó1), pp. 102 y 103, Orientaciones del 3 febre-
ro 1959. Se recuerda que estas orientaciones iban dirigidas a los Gobernadores Ciüles
para que cconvenientemente adaptadas, les dieran la amáxima difusión¡.

299
Iglesias Selgas combina con sagacidad la mimesis democrá-
tica, el populismo y el triunfalismo. Sólo por eso le daría yo ¡rno
de los números más altos en la carrera de <ministrabilidad".
Anótese el párrafo como modélico del género:
La política social del régimen, llevada adelante con efectividad
y constancia, ha permitido que la sociedad española se haya in-
corporado a los elementos de la democracia social, que han
hecho suyos las sociedades de Occidente hasta el punto de que
puede decirse, sin error, que se ha transformado en una socie-
dad mixta, mitad capitalista, mitad socialista. No es discutible,
en razón a ello, la atenuación de la üucha de clases por la
transformación de Ia estructura de éstas, por la elevación gene-
ral del nivel de vida y por la evolución hacia una sociédad
mixta. Este desarrollo del socialismo en el seno de la socie-
dad española ha tenido lugar sin revolución, sin conmoción glo,
bal y sin violelcia; se puede pensar que la evolución continuárá
y que conducirá finalmente a una sociedad similar a la que
adopten, en fin de cuentas, los grandes países de Occidenle.
Los falangistas, por haber impulsado esta transformación, con-
secuentes con sus principios, y haber contado con hombres
suyos en los departamentos que promovieron la política social,
se encuentran en qondiciones para canalizar por nuestras vías
el esfuerzb reivindicativo obrero (99).

López-Rodó nos da una versión más moralista del triunfalis-


mo, correspondiente a la <España en paz> que fue el slogan de
la tecnocracia:

Hoy, afortunadamente, España es un pueblo sano, sin enfren-


tamientos, sin odios; uno de los pocos pueblos del mundo que
conoce Ia alegría y la trasluce. Sólo se odian las camarillas
que nada representan (100).

Fernández de la Mora reafirma la utopía democrática de esta


manera: (nuestro Estado [franquista] ha puesto al español en
la más alta cota de libertades que había alcanzado nuncau (101).
La libertad no excluye la igualdad. La síntesis es perfecta. El
(sueño españob es posible. Añade el ideólogo de la tecnocracia
en ese mismo discurso:
(99) Carlos Iglesias Selgas, Ia, yla..., cit,, pp. TI*flí.
(100) Iaureano lápez-Rodó; Polltica y desa¡rcIlo (Madrid: Aguilar, 1970), p. 104.
(101) Discurso de Gonzalo Fernández de la blora, en un homenaje a Maeztu y
or'¿--¡a, recogido €n rlrlusvo üario¡, ll junio 1974.

300
Nuestró Estado ha promovido un dinamismo social en nuestra
edad contemporánea. Ha desproletarizado a los sectores más
modestos, ha creado una ancha clase media, está desamorti-
zando a las oligarquías y ha suscitado una gran permeabilidad
de los diferentes estratos. Hoy, todo ascenso y todo descenso
son ¡rosibles para cualquier español. Nada es inasequible. Lo
que se premia son el esfuerzo y la capacidad, y por eso, nuestra
minorÍa dirigente está compuesta por personas de todos los
orígenes.

El triunfalismo final es, pues, el de la transformación de la


sociedad toda. No es la raza o la Historia lo excepcional, sino el
carisma de una voluntad política. Dirigiéndose a Franco, Licinio
de la Fuente califica el cambio experimentado por la sociedad
española en los últimos treinta años de umilagro o de revolu-
ción>, y añade:

En último término, el milagro es un hecho revolucionario na-


cido del amor y realizado con amor y justicia, como es, Señor,
la revolución que Vos estáis haciendo al servicio de vuestro
pueblo (102).

Nada más y nada menos.

(102) Licinio de la Fuente, discurso del 2 de octubre de 1973, recogido en Trubajo,


sociedad, política (Madnd: Ministerio de Trabajo, 1973), p. 180.

301
26. NOSTALGIA LIBERAL

¿Qué ha sucedido para que un sistema que pasa en el mundo


por nfascista) cierta manera lo fue en un principio-
-y que en de
reniegue continuamente esa posición? La contradicción no
se resuelve sólo con la hipótesis de una lineal evolución hacia los
principios democráticos. A mi modo de ver, es más cierto que
en todas las fases del Régimen ha funcionado un elemento ideo
lógico, muy tenue, pero inalterable al paso del tiempo, que con-
siste en una suerte de nostalgia por el liberalismo perdido, por
las formas democráticas (puras) que la torcida historia de nues-
tro pueblo no llegó nunca a consentir. Este factor puede Parecer
demasiado latente y poco importante, pero a mi modo de ver
es clave para entender por qué el predominio ideológico del fa'
langismo menos en la forma- no se convirtió en fascismo,
ni siquiera-al
en teoría. Si no se entiende esta paradoja me parece
que queda muy poco clara la singularidad del Régimen español
frente a otros vecinos políticos de los primeros momentos. La
contradicción se resuelve acentuándola: en el Régimen han
coincidido siempre una especie de mimesis fascista y una no
menos vigorosa mimesis democrdtica. Son las circunstancias ex'
teriores sobre todo las que dan paso a una o a otra. Emplearé
otta vez un orden cronológico para seguir el curso de este mis-
terioso Guadiana de la nostalgia liberal. Voy a documentar este
elemento en el pensamiento falangista, justamente como con'
traste de los factores contrapuestos que acabamos de ver, pero
no debe olvidarse que en los grupos monárquicos y católicos,
por referencia a otros regímenes parlamentarios en donde pu-
dieron tener más autonomía, se genere un parecido eco nos'
tálgico.
Uno de los primeros portavoces del Nuevo Estado fue Fer'
nando Valls Taberner, como queda indicado en páginas anterie
res. Ejemplifica la (conversión> de la burguesía conservadora
catalana (crecida históricamente en un sistema parlamentario
pero con ciertas concomitancias con el tradicionalismo integris-
ta) a las excelencias del régimen autoritario. Fernando Valls re-
presenta muy bien ese híbrido de antiliberalismo y de nostalgia
democrática que estamos analizando. Es uno de los primeros
que empieza a jugar con los dos sentidos que se irán dando
303
después a las palabras (libertad> o <democracia), uno (recta-
mente entendido> y el otro su degeneración, Veamos esta tem-
prana ilustración:

Libertad. Arnamos y defendemos la libertad legítima, pero no


somos liberales. Creemos que del liberalismo político, fuente
de libertinaje y de licencia, han derivado los peores excesos
que han inundado de sangre y han sembrado de ruinas a nues-
tra Patria, la cual pelea ahora denodadamente para asegurar
su libertad nacional, su independencia y su integridad, y para
salvaguardar la libertad nacional, su independencia y su inte-
gridad, y para salvaguardar la libertad espiritual de los espa-
ñoles, en la que reside la garantía básica de la dignidad de la
persona humana. Combatimos por la libertad considerada no
como fin en sí, sino como un medio para la realización de los
fines lícitos y honestos y para la consecución del destino su-
premo y trascendente del hombre,
"portador de valores eter-
nos>, según frase memorable de José Antonio...
Entendiendo la democracia como el gobierno del pueblo y para
el pueblo, nosotros constituimos una democracia sana, una de-
mocracia sincera, despojada de perturbadoras demagogías, de
artilugios corruptores y de hipocresías doctrinarias. Constitui-
mos una democracia efectiva, porque es la nuestra una demo-
cracia organizada, tutelada por un poder fuerte, dentro de un
régimen autoritario, y dirigida por un Caudillo excepcio-
nal (103).

La propia afirmación fascista, que llega a su ápice hacia 1940,


al tratar de negar al marxismo y no entusiasmarse demasiado
con el corporativismo católico, no puede menos de entroncar
con las doctrinas liberales premarxistas. Esta idea aparece bien
explícita, por ejemplo, en una conferencia de Antonio Tovar,
pronunciada en 1940. Se refiere a la época dorada del liberalis-
mo, la primera mitad del xrx, como:

La que soportó las luchas más duras contra la sociedad anterior


y contra el capitalismo romántico, y la que pudo conservar
siempre un cierto carácter nacional, ya que, como vamos a
ver, el carácter internacional que toman estos movimientos
sindicales, anarquistas o socialistas, es precisamente una con-
secuencia de la inñltración en estos ambientes de elementos
procedentgs del marxismo, del judaísmo y de esta gente espe-
cial tan bien conocida que merece el nombre de "agitador inter-
(103) Fernando Valls Taberner, Realirmaciút espíritual de España (Barcelona: Ju-
ventud, 1939), pp. 1617.

304
nacional), Es curioso cómo nuestros mismos movimientos to
talitarios han ido a buscar en ciertos momentos irnptrlsos
y relaciones con estos movimientos sociales premarxistas...
En Italia, indudablemente, si se leen sin muchos prejuicios las
obras de Mazzini, liberal nada sospechoso, y encontramos mu-
chos atisbos de orden social y económico que podrían ser acep-
tados por el mismo mussolinismo de hoy, y asÍ vemos cómo
el fascismo no reniega de ciertos antecedentes que, más o
menos desviados, vienen precisamente de este 'lado liberal, de
una tendencia que podremos llamar premarxista, pero que se
diferencia profundamente del marxismo en cuanto es una doc-
trina con raíces nacionales (104).

No hay que olvidar el hecho de que, si bien el sistema franquista


reconoce que constituye un Estado autoritario, consagra igual-
mente el principio constitucional de que es una democracia...
orgánica. Se ha repetido muchas veces que adjetivar la demo-
cracia es empezar a dudar de ella. No entro ni salgo en la po-
lémica de si el Régimen franquista es o no una democracia; en
cualquier caso, creo que todo el mundo convendrá en que se
trata de una (democracia) muy distinta de la que funciona en
la casi totalidad de los países europeos capitalistas. De ahí la
profusión de adjetivos que ha merecido, aunque haya predomi
nado siempre el de <orgánica". En un texto de Derecho Político
de 1938 se acuña la sincrética expresión de udemocracia orgáni-
co-representativa-selectivo-jerárquica> (105) para caracterizar el
sistema que entonces se estrenaba (en el sentido de no-pluralis-
ta, no-igualitaria y no-individualista... es decir, irónicamente de
no-democracia).
En una de las uconsignas' dirigidas a la Prensa, y que hemos
citado en repetidas ocasiones por las facilidades hermenéuticas
que ofrece, se contiene esta ristra de adjetivos para distinguir
mejor la peculiaridad de la democracia española. (orgánica, je-
rárquica, unitaria, nacionalsindicalista... cristiana, ordenada y
justa> (106).
La nostalgia liberal, ambivalentemente como rechazo y deseo,
aparece incluso, en las piezas oratorias de Girón, nada sospe-
choso de demócrata. Primero está el rechazo absoluto de todo
(104) Antonio Tovar,
"Valor histórico y filosófico del sindicalismo", en I Congreso
Sindical de la Falange (Madrid, 19¿10), pp. 1ó9-178, p. 170.
(105) Luis del Valle, Democracia y lerarquía (Zaragoza: Athenaeum, 1942, I'a edi-
ción, 1938), pp. 73 y ss.
(10ó) .Consigna> de la Delegación General de Prensa, del 8 de septiembre de 1944,
fecogida en Agustln del Rlo Cisneros, Virajc polítíco españot iluranle la II Guerru
Mundial (Madrid: Ediciones del Movimiento, l%5), pp. 348.

305
lo que huela a liberalismo. Habría que copiar párrafos y aún
discursos enteros porque la técnica retórica que se emplea es
la de la repetición inagotable. Baste sólo una muestra:
Cuando abominábamos del liberalismo como doctrina, abomi
nábamos en primer lugar porque es falsa como tal y en segun-
do lugar porque hacer de la libertad una bandera política y
mucho menos una bandera económica es para nosotros una
vileza como sería una vileza levantar una bandera política o
una bandera económica a costa de cosas tan consustanciales
con la criatura humana como el honor o como el amor (107).

Frente a la falsa libertad del liberalismo, (la verdadera li-


bertad> que se inauguró en España en 1939 se compendia en el
cúmulo más pintoresco de <libertades> que jamás se han enun-
ciado:

Libertad del hombre para aclamar y amar a su Patria, para


mandar en su hogar, para arrojar de él las partes que Ie
infectaban, libertad para trabajar... de ponerse enfermo... de
envejecer... de tener hijos... de participar en la Reglamenta-
ción de su trabajo... de defenderse ante Tribunales independien-
tes... de ser útiles a la Patria... de adquirir nuevos derechos
y con ellos nuevos deberes y libertad también de poseer el
inefable goce de poder cumplirlos. Libertad de responsabilidad;
es decir, Iibertad de poder llegar a tener sobre los hombros la
máxima responsabilidad del paÍs, la del mando y libertad por
tanto de saber ejercerla (108).

Más adelante se refiere Girón a los que uimpropiamente se


llaman liberalesn apostrofándoles, nada menos, que de desalma-
dos, malditos, felones, locos pérfidos, cínicos, corruptores, dia-
(107) J. A. Giron, La libertad ilel hombre, meta de la rcvolución social española
(Madrid: Altamira, l95l). En ese mismo discurso hay un momento en que en sólo
dos páginas se repite la palabra (políticaD ¡veintisiete veces! (pp.2!24).
(108\ Ibid,, pp. 27 y 28. Los puntos suspensivos sustituyen en este caso otras
tantas menciones de la palabra (libertadD. Al párrafo citado le sigue la expresión entrc
paréntesis de ngrandes y prolongados aplausos. ¡Muy bienlr. Dado que el discurso se
pronuncia en Sevilla no parece ocioso recordar la típica expresión de ¡Vivan las cae-
nas!, que el pueblo ignaro pronunció en otras circunstancias.
En este y otros textos se maneja continuamente la ambigüedad entre el sentido
meliorativo de clibertado y peyorativo de .liberal'. Un ejemplo muy característico
puede ser éste: en 19¡10 se intenta en Barcelona-hay que decir con poco éxito-
organizar las profesiones liberales dentro de los esquemas del sindicalismo vertical. Se
crea, efectivamente, un Sindicato de Profesiones Libres cuyo primer rdirectorr fue
Enrique García Ramal, el que años después llegaría a Ministro de Relaciones Sindim-
Ies. GarcÍa Ramal señala la adopción de la palabra libre (por no gustarnos
siquiera la palabra liberal', Jdatura Provincial de la CNS,-dice-
Aportacíones a la Política
Social Nacianal Sindicalista (Barcelona, t9a0), p. 354.

30ó
bólicos y otros epltetos de parecido jaez. Los párrafos son tan
grandiosos y emotivos que en su día tuvieron que enfervorizar
a las masas no demasiado saciadas de comida. No me resisto a
dejar de transcribir, una vez más, algunas antológicas frases de
esta manifestación inigualable de la retórica barroca que es la
prosa grandilocuente del falangista Girón:

Hijos de la libertad somos nosotros que saldremos al encuen'


tro de cualquier aventurero o de cualquier echadizo que quiera
atraer con la quincalla de una oratoria incendiaria a los incau'
tos que habrían de quemarse las alas y el alma en la llama del
crimen y del deshonor (109).

Y continúa:

Nosotros amamos la libertad como se ama el aire libre y como


se ama el agua para la sed y el sueño para el descanso. No
necesitamos hablar de ella pero queremos tenerla íntegramente
y también como patrimonio universal y nos repugna ver que le
hacen cucamonas los que la imaginan como una cortesana a la
que se puede pasear encima de la capota de un coche una no'
che de verbena y de crápula. Para nosotros la libertad no es
una diosa. Es un don de Dios, que es mucho más (110)'

obsérvese de pasada la técnica de enfrentar el nellos-noso-


tros>, siendo un (ellos> vago y tortuoso, una especie de disfraz
que puede colocarse sobre quien convenga. Los <aventureros
de la lfalsa] libertad" podían ser muy bien en los años 50
los primeros tecnócratas de la (tercera fuerza', luego serían los
aperturistas, y siempre las distintas formas de revisionismo,
semioposición y oposición.
Uno de los primeros toques de atención sobre la (amenaza"
del liberalismo económico es éste de Juan Velarde, escrito en
el contexto de una airada réplica a los primeros devaneos "libe-
rales' de Rafael Calvo Serer:
El 18 de julio de 193ó, tanto en la zona nacional como en la
republicana, supuso la desaparición del liberalismo' Pero urge
deiprenderse de todas las adherencias que aún permanecen
vivás, y protegerse contra los peligros que las nuevas estructu-
ras .traigan consigo (ll1).
(JAg) Ibid., P.3r.
(rl0l lbiil., p. 33.
307
Años más tarde, después de haber ocupado altos puestos en
los subregímenes de la Tecnocracia y el Funcionariato, Juan
Velarde reconoce la <nostalgia liberal", un elemento imprescin-
dible en casi todos los intelectuales falangistas. Después de
autodefinirse como ode izquierd¿o, ¿firma que liberai es palabra
española aceptada universalmente, que en principio apetece a
todo el mundo y está en los idearios de izquierdas (112).
Eugenio Montes, después de quejarse amargamente de que
José Antonio Primo de Rivera <tuviese que pasar por fascista
[cuando era] el alma más liberal que haya existido>, juega tam-
bién con ese sentido moral de la palabra <liberal" (magnánimo,
desprendido, etc.) que existía en el castellano mucho antes de
las Cortes de Cádiz. El juego se complica al apostrofar de nfas-
cistas> al comunismo y a las democracias anglosajonas por
haber forzado la situación española y haber obligado a que en
ella apareciera (un tanto de fascismo> en contra de la liberali-
dad de la Falange. Copio el texto de tan peregrino argumento:

De ese tanto de fascismo que haya habido, los responsables


son:
l) La revolución roja dominada por el fascio moscovi.ta o so-
viet.
2) La fascista democracia liberal anglosajona, que al no enten-
der que nosotros veníamos a salvar las cristianas, humanas y
civiles libertades de Occidente: al colocarse de un modo direc-
to u oblicuo, en contra nuestra, obligó a que se convirtiera en
guerrero el Movimiento de la Falange, nacido no con vocación
de espada, sino de pluma y toga; fundado no por hombres de
lucha, sino por letrados y togados; concebido no por el gusto
de la sangre, sino por gustosos de las letras, las ideas y las
normas, que querían darle de hecho a la vida española entera
ley y deseaban realizar la obra de arte, la obra maestra de
evitar la guerra civil, la guerra entre hermanos creyentes en
la cristiandad quedarse al margen de la guerra- entre Estados
-
civilizados (113).

El <símil democrático" llega hasta el punto de apropiarse


de la expresión "democracia popular>, ciertamente una tenta-
(lll) Juan Velarde, El Nacional-Síndicalismo. cuarenta años ilespués (Madrid: Edi-
tora Nacional, 1972), p. 24ó. Artículo publicado originariamente en la revista Alcalá, el
25 noviembre 1952.
(ll2') Ibicl., p. 305. Epílogo inédito.
(113) Eugenio Montes, ¿¿ estlella y la estela (Madrid: Ediciones del Movimien-
to, 1953), pp. 48 y 49.

308
ción para cualquier polltico. Obsérseve el juego de palabras con
que aplica Romeo Gorría esa expresión, al contraponerla a los
(políticos profesionales), esto es, a la democracia con partidos;
se respira, una vez más, el ideal regeneracionista:

Nosotros queremos una sociedad democrática, Pero queremos


una democracia po,pular y no una democracia de políticos...
Queremos una democracia en que el pueblo esté auténtica-
mente representado en toda la rica y prodigiosa variedad de
sus estructuras de agrupación social, y no a través del artificio
de la clientela, del poder económico o de la demagogia política.
Y no admitimos otra representación democrática que la de los
mejores, libremente elegidos por quienes les conocen (114).

La expresión más acabada de la virtualidad del <símil demo-


cráticor la encontramos en el libro de Carlos Iglesias Selgas
titulado expresivamente La tía española a la democracia. Se
trata de un análisis jurídico-formal de la <Constitución> espa-
ñola actual, escrito por un (parlamentarior como si en rigor el
régimen fuera de tipo democrático y las diferencias que le se'
pararan de otros sistemas europeos fueran mínimas. No tiene
empacho en afirmar que las Cortes actuales (en extremos im'
portantes se han atenido a la tradición parlamentaria española>,
pero aporta el contradictorio y sorprendente dato de que la Ley
de Cortes de 1942 fue redactada por José Luis de Arrese y que
(pasó el momento cumbre de su proclamación por el Caudillo
en el salón de Sesiones del Consejo Nacional, sin intervención
siquiera del Gobierno, que llegó a conocerla en el último ins-
tante> (115).
Otra de las extrañas piruetas terminológicas del libro de lgle-
sias Selgas es que tiende a subsumir el Régimen español en
todos los demás democráticos- que funcionan
-presuntamente
en el mundo. Llega a afirmar que:

Si se examinan sin prejuicios estos Principios [los de la-Ley de


Principios del Movimiento Nacional de 17 de marzo de 19581' se
llega ál convencimiento de que constituyen la expresión de las
coñvicciones generalmente sentidas por los hombres de nues-
tro mundo (11ó).
(ll4) Discurso en Mérida, el 29 de septiembre de l9ó5.
(115) Cartos Iglesias selgas, La yla española a la democracia (Madrid: Ediciones
del Movimiento, l9ó8), p. 132.
(116) Ibid,, p. 2r5.

309
Por si algún lector de <nuestro murrdo' (por ejemplo, un
protestante o un judío) pudiera dudar de la declaración de que
<la doctrina de la Iglesia Católica" es la
"única y verdadeia,
(Punto II), el autor intenta matizar, con escasa fortuna, lo si-
guiente:

Es obvio que estos principios no suscitan problema alguno


desde una concepción conservadora de la vida y de lá pohtica,
siempre que se mantenga, como es habitual, dentro de un mo-
derado realismo (117).

Es el momento del umoderado realismo>. Han pasado por el


poder tecnócratas y técnicos y la prosa de Girón se ha serenado.
Su nueva explicitación de las <libertades> cívicas no deja de
ser otra vez atrevidamente original:

La máxima aspiración del ser humano, aunque no lo advierrta


fácilmente, es la de sentirse seguro de que está 9n condiciones
de disfrutar las libertades concretas: la libertad de ser, ia
libertad de saber, la libertad de mandar y la libertad de po
seer (ll8).

No es la única peculiar clasificación. Obsérvese esta otra de


Fernández de la Mora, en cierta manera un contrincante político
de Girón:

Tenemos libertad áe contar chistes, de meternos con el Gobier-


no, de escribir artículos, de elegir procuradores, de criticar
todo, de entregar escritos a un ministro extranjero... Gozamos
de amplia libertad en muchísimos terrenos, aunque de eso no
hablamos. ¿Qué libertades no tenemos? ¿Libertad de constituir
partidos políticos? Mire, los problemas que tiene planteados
la vida española son de incremento de la rer¡ta nacional v de
distribución justa (119).

Dado que algunos ex Ministros han evolucionado hacia una


concepción rigurosamente democrática (sin adjetivos), se produ-
ce en ellos un curioso (mecanismo de retrocesiónn: se interpre-
ta hacia atrás un comportamiento democrático en función del
modo de pensar actual. El caso más claro es el de Ruiz Giménez
(ll7\ Ibid., p.216.
(118) J. A. Girón, Discurso del 29 de octubre de 19?2, pronunciado en el Consejo
Nacional def Movimiento (Madrid: Ediciones del Movimiento, lTI2l, p. 14.
(ll9) Declaraciones de Fernández de la Mora a Rosa M." Echevarrla en España ¡ay!
(Madrid: Gráficas Nebrija, 1974), p.99.

310
corno podrá observarse en esta interpretación de su acción per-
sonal, en la que se mezcla el plano del deber ser moral con el
del hecho político más objetivo:
Concluida la guerra civil, en las décadas de los años cuarenta
y cincuenta, procuré servir a nuestro pueblo en fos puestos
ófrciales a loJ que fui llamado, pero sin contradecir lo funda-
mental de esa acción socio-política, personalista y comunitaria,
plural y democrática de la vida nacional, por la que luché cada
vez más (120).

Por si el adjetivo udemocrático" pudiera malentenderse, acla'


ra que:
Siempre que hable de democracia, me refiero a la única demo
craciá auiéntica, la que se basa en el pluralismo personal
y social, en el respeto a todas las conciencias, en la afirmación
de unas libertades formales de orden civil y de un orrden
político protegidas por el Derecho, tuteladas por los Tribuna-
ies. En lá existencia, en suma, de un auténtico Estado democrá-
tico de Derecho, social y liberal al tiempo (l2l).
En otras ocasiones, la mimesis democrática de los ex Minis-
tros se proyecta hacia el futuro. Termino con un ejemplo de
este (mecanismo, psicológico para el que todavía no he encon'
trado etiqueta:
En Inglaterra, por ejemplo, hay una oposición que está dentro
del sistema y que actúa ccmo freno con respecto al acelerador
del Gobierno. Pienso que tal vez un día pueda existir en España
una situación semejante en la que los ex ministros pasen a
formar una especie de oposición con espíritu constructivo, con
las mismas raíces que el Gobiorno dentro del Movimiento
Nacional, con la misma devoción al Caudillo y al Príncipe de
España (122).

(120) Declaraciones de Ruiz Giménez a Rosa M.' Echevarrla en España...' op. cit.
p. 276.
(l2l'l lbid., p. 282.
(123) Declaraciones de Julio Rodrfguez a J. M Gironés en (Mundo', 27 abfil l9l4'
p. 17.

311
27. NACIONAL.CATOLICISMO

Parece un contrasentido teórico ser católico (es decir, univer-


sal) y nacionalista, pero la realidad política tolera y aun propi-
cia, esta combinación, que no sólo es típica de los "católicos>
sino un poco de todas las "familiasu. El cardenal Gomá, uno
de los pilares justificadores del Régimen, enuncia, entre los fac-
tores (que difícilmente podríamos eximir de responsabilidad
moral' del estado de cosas que condujeron a la guerra civil de
1936 estos dos: uel sentido extranjerizante de nuestra política,
con orientación doctrinal diametralmente opuesta a nuestro
espíritu nacional" y <ciertos regionalismos> (el vasco y el cata-
lán) (123). Frente a ello, el consejo a los gobernantes por parte
de la lglesia, <<escuela de autoridad', es éste:

¡Gobernantes! Haced catolicismo a velas desplegadas si que-


réis hacer la patria grande... Ni una ley, ni una cátedra, ni una
institución, ni un periódico fuera o contra Dios y su Iglesia en
España (124).

Algunos pensarán que todo esto es agua pasada, pero casi


cuarenta años después el molino sigue siendo el mismo y, de
todas formas, unas décadas es sólo un segundo en la vida de la
milenaria Iglesia de Roma.
Resulta imposible llegar a entender lo que ha sido la origina-
lidad del sistema franquista si no se destaca la idea -común
a los ideólogos de todas las familias- de la identificación de la
vocación religiosa (misionera, salvíñca) con el destino de Espa-
ña. Hay multitud de frases populares, mostrencas ya, que reafir-
man esta creencia: no se puede ser buen español sin ser buen
católico, los españoles son más católicos que nadie, el Corazón
de Jesús reina especialmente en España, hemos de ser mitad
monjes mitad soldados, ¡Santiago y cierra España! , por el Im'
perio hacia Dios, etc.
(123) Cardenal Isidro Gomá, Pastorales de la Guerra de España (Madrid: Rialp,
1955), pp. 119 y120. Pastoral nl-a Cuaresma en España", publicada el 30 de enero
de 193?. La metrífora de .cuaresma¡ se aplica a los inevitables sufrimientos de la
Guerra Civil.
(124) Ibitl., p. 139.

313
Desde el primer momento de la historia del nuevo Régimen,
todavía en plena guerra civil, se asigna a la religión no sólo un
papel privilegiado en su misión sobrenatural, sino como guardia-
na y controladora de la vida intelectual y cultural. Ya hemos
expuesto cómo los ideólogos más <católicos" (incluidos el núcleo
de los primeros tecnócratas, los tradicionalistas, y los superca-
tólicos o integristas) se reservan de manera sistemática los pues-
tos directivos de la educación, la ciencia y la censura. En el
documento reseñado sobre la Obra Nacional Corporativa, inspi-
rado por el tradicionalismo en 1937, se contiene ya la idea de
lo que iba a ser el nuevo Ministerio encargado de esas tres co,
sas. Se trata de:

Un gran <Movimiento> de reorganización y de recuperación de


nuestra personalidad moral, intelectual y artÍstica, cuya forma
será la CORPORACION NACIONAL DE LA CULTURA. Las fina-
lidades esenciales de este <Movimientoo, serán las siguientes:
1.' Laborar por el perfeccionamiento y exaltación de la Cultu-
ra española tradicional y católica, y por su expansión en el
mundo...
4." Depurar todos los medios culturales de influencias contra-
rias en cualquier forma a los supremos intereses del Resurgi-
miento español y restablecer un control de salud nacional...
6." Hacer efectivos los intereses de la sociedad y los derechos
de la Iglesia en este orden (125).

Esta apropiación y control del mundo de la cultura se realiza


como consecuencia de la atribución a "los intelectuales> (se
entiende, liberales, laicos, agnósticos, cuando no masones y co-
munistas) de los males de España, de los que precipitaron la
necesidad de la intervención bélica en 193ó. En el texto que
acabo de citar se contiene una violentísima diatriba contra <Ia
gran prostitución del pensamiento... la gran perfidia liberal y
racionalista) que supuso *dar a los errores un trato de igual-
dad con la verdad" (p. 167). Y concluye amenazante:
No olvidemos que la gran tragedia española es hija sobre todo
de un intelectualismo degenerado y esplireo de cuyo seno se
alzaron las máximas negaciones de cuanto somos y significa-
mos, a cuyo amparo se desarrollan las mayores vilezas y mise-
rias y en cuyas manos se estranguló el sentimiento nacional.
Todo el heroico esfuerzo de la guerra será baldío, si no se
(125) José M,. Arauz de Robles, Obra Nocíonal Corporatiea. PIan. (s.1. Editorial
Española, 193?), p. 95.

3t4
quita toda posibilidad de que este intelectualismo vuelva a
influir en la vida social o en el Estado...
Io que precisa cambiar no es el número, sino la naturaleza
misma de los elementos orgánicos constitutivos del orden
político: y donde hubo "opinionesD y pareceres poner ndog-
masr; donde hubo partidos, colocar fuerzas nacionales atrtén-
ticas, que recojan corrientes y reservas de vida, cuya desapa-
rición no se concibe sin la de la Sociedad como tal (p. ló9).

La única alternativa política al predominio casi exclusivo de


los <católicos> en la organización de nla culturan en esos prime-
ros años podría haber sido el ala secularizada del falangismo.
Ahora bien, a diferencia de lo que ocurrió con el fascismo y el
nazismo, los intelectuales falangistas fueron fervorosos católicos
o bien se plegaron sin demasiadas resistencias a la creencia
predominante que identificaba "lo español) con <(lo católico>.
Este es el rasgo fundamental que salvó a la Falange de ser iden-
tifrcada del todo con los movimientos perdedores de la lucha
ideológica que se entablaba en las retaguardias de la II Guerra
Mundial.
Laín Entralgo fue uno de los más sobresalientes intelectua-
les falangistas de la primera hora. Su declaración vale por lo
sincera, pero también por lo escasamente previsora del porvenir
y desde luego por lo ambivalente, reflejando muy bien'con ello
la postura de los primeros falangistas (católicos pero) no "ca-
tólicos>:

Tal vez sea el mejor ejemplo, sin embargo, el de la amistad


alemana. Cualquiera que sea la actitud de cierta burguesía
católica, yo, católico y nacionalsindicalista, sostendría siempre
la convivencia de una estrecha amistad con la Alemania na-
cionalsindicalista, por razones de conveniencia nacional'; tanto
en el orden a la revolución social que España <<necesita>, una
vez conseguida por las armas firmeza nacional, como el poderío
de nuestra Patria en el mundo futuro. Y, sobre todo, porque
ha sido declarado por nuestro Caudillo (12ó).

Laín parte, naturalmente, del "sentido católico> (no, desde


luego, de la doctrina social de la Iglesia) que incorpora el Na-
cionalsindicalismo a su doctrina, pero por razones que distan
mucho de ser puramente religiosas, antes bien, lo que subrayan
precisamente es la alirmación nacionalista:
(126) Pedro Latn Entralgo, <L¡s valores morales del nacionalsindicalis4o¡, en
I Congreso Síndical de lo Falwtge (Madrid, 19,t0), pp. 18l'226', p.217'

315
El Estado Nacionalsindicalista incorpora el sentido católico a su
obra.nacionalt.. por ,tres razones áiversas: una histórica, la
<gloriosa tradición> del catolicismo en España; otra socioló
gica, su condicjón (,preponderante> en la lociedad española;
y la tercera a la vez antropológica y dogmática, su dehnición
del hombre <ser portador de valores eternos> (l2Z).

Laín sería años después un popular Rector de la Universidad


Central de Madrid, de talante <falangista-liberalr, dentro del
equipo del <católico> Ruiz Giménez. Esta conjunción se liquida
con el final de la Era Azul para dar paso a los tecnócñtus.
Laín perdería después todo su falangismo y Ruiz Giménez todo
su (nacional-catolicismo> oficial para hacerse este último, un
líder del catolicismo democrático-social o de la izquieráa a
secas.
Sea cual sea la ideología y la conducta privada de los Mi-
nistros, su imagen priblica ha sido la de fieles aun fervoro-
sos- practicantes de la Religión Católica. Este-yes un dato im-
portantísimo que no podemos olvidar en nuestro análisis. Como
prueba de lo (acendradamente católico> que era Vigón, cuenta
un biógrafo que durante la Guerra Civil,
"cierto díá, cerca de
Tarragona, sorprendió al general Vigón rezando el rosario al
borde de una cuneta, mientras el mecánico de su automóvil
arreglaba una avería" (128).
La identificación del destino religioso con el político o nacio-
nal llega a la hipérbole de considerar al pueblo español como
pueblo elegido por Dios, como un nuevo Israel. Es Eduardo
Aunós, cada vez más integrista, el que declama en 1944:

Quien se crea hijo de Dios y llamado a participar en su gloria,


podemos decir que es un hombre completo... De ahí, y no de
otro origen, parte €sa d.ureza agreste, como de roca, con que
los españoles han defendido su integridad espiritual... De ahí
ese empaque señorial que nos distingue de todas las gentes de
la Tierra. Somos de Dios: tal es la fuente de nues,tra qrandeza
y también de nuestra libertad (129).

Los falangistas no pecan de sobrios en la oda nacional-cató-


lica, especialmente Girón, con su inimitable verbosidad:
(127) Pedro Laín Entralgo, ol.os v¿lores...o, cit., p,217.
(128) Referencia recogida en el nDiario de Barcelonar, 25 mayo 1955,
(129) Díscurso de Edua¡do Aunós, en las Cortes en defensa de la ley que repuso
el recurso contencioso'administrativo, ló de marzo de 1944.

31ó
27. NACTONAL.CATOLICISMO

Sánchez Ariona. Los Ministros han


de ser católicos oract¡cantes.

123. Rulz Glménez. El Mag¡sterio ecle'


siástico Pre-conciliar.
124, Orlol y UrqulJo. Fuera
de la lglesia no hay salvación.

l,
I

.;
i.
ti

'125, lturmendi. Portando la


reliquia del cráneo de San lg-
nacio de Loyola, patrón de los
vascos.
28. CATASTROFISMO ANTROPOLOGICO

I .:-\et-=1ql$=.,
s \-7¡l ¡'r T"'*'
.t' \.1
y'''t\L\ / .ro-41 .. '-
3''ll'-r"/ ¿

126. Arlas Satgado. En la doctrina de la información más papista que el Papa.


29. PATERNATISMO ETITISTA

127. Llcinlo de la Fuente.


Para la Falange, los Ministe-
rios "sociales". En este caso.
además con un Ministro
venido de abaio.

128, Rulz Glménez. Protec-


c¡ón a los colegios de la lgle-
sia. Colaborac¡ón con el libe-
ralismo falang!sta,
Porque más desoladora que todas las divergencias apunta una
especie de gran reforma sin Dios o con Dios como accidente,
no como esencia, como Ser Supremo, no como Cristo; y queda-
mos nosotros solos en el mundo como único bastión de
la Fe.
Nosotros, que nos desgarramos ya más de una vez en la guerra
de herejes, jugando todo lo material por el supremo sentido
del espíritu, nosotros tenemos como deber de solidaridad con
la tradición la necesidad de clavarnos de nuevo en vanguardia
intransigente de contrarreforma...
He aquí la justificación más alta de la Revolución Nacional-
Sindicalista, Nosotros tenemos que demostrar cómo se enca-
rrila la más profunda transformación social por los caminos
del espÍritu...
El sacrificio de una revolución en lo material es el precio que
hay que pagar ahora a un tiempo a Dios y al César. Las cir-
cunstancias han hecho que esta empresa no tenga sólo dimen-
siones nacionales, sino que se presente con la indeclinable
grandeza del Evangelio y la Misión. Que sea la Paz de Cristo
la q,ue España ayude a ganar otra vez ala ceñuda caravana de
los pueblos perdidos, aunque tengamos que sacrificar muchos
ídolos de lo material, aunque tengamos que vender otra vez lo
superfluo de las joyas para ganar lo necesario de un imperio
espiritual por Dios y por la Patria. Por Dios y por la Patria
como rezan todavÍa los recordatorios de aniversario de los hé
roes de Brunete y del Ebro.
Porque sólo enseñando prácticamente al mundo que la única
doctrina infalible de paz se predicó hace veinte siglos y que la
más alta razón de nuestra empresa revolucionaria está en sus
mandamientos, podemos cumplir otra vez ese viejo destino
español de aclarar con las luminarias del espíritu la arnargura
de las incertidumbres y de las noches (130).

Una de las expresiones más extremosas de la identificación


de la religión y la política es la inscripción de nCaudillo de
España por la Gracia de Dios" que se destaca en las monedas
desde 194ó. Lo curioso y extraño es que tal título, que alude
claramente a la fórmula del origen divino que empleaban los
Reyes absolutos, no aparece más que en las monedas y en nin-
gún caso se extiende a otras inscripciones, ni se mienta en
ningún texto legal, ni en discursos o declaraciones oflciales. En
la defensa del proyecto de Ley en que se decidía la inscripción
aludida (dic. 1946), Esteban de Bilbao alude a que (solamente
(130) José Antonio Girón, Orientaciones suiales del Gobierno (Madrid: Instituto
Nacional de Previsión, 1945), pp. 54 y 5ó.

3t7
El, dominador de las gentes, que dispensa, según el texto sa-
grado, el poder a quien Ie place, pudo otorgar a Franco la triun-
fadora espada), con lo que se afirma (no solamente el origen
divino de toda potestad, sino también la finalidad suprema del
Movimiento y la vocación histórica de la razar. Pero este texto
es bien excepcional. Años después cuando se concreta la suce-
sión de Juan Carlos de Borbón, nadie aludirá a la doctrina del
origen divino de la autoridad (real, después de todo).
El nacional-catolicismo, a pesar de las declaraciones pragmá-
ticas tan rimbombantes como las que acabamos de ver, se man-
tiene normalmente en una doctrina práctica, apegada a los
hechos, que tiende a conceder un poder de veto extraordinario
a los intérpretes de la doctrina social de la Iglesia. Con gran
abundancia de adjetivos, Martín-Sánchez Juliá pedía en 1949
nuna posición filosófica católica clara y divulgadora, una ideo-
logía católica política para el Estado moderno eñcazo (131).
Poco tiempo después de esta petición entraban en el Gobierno
Ministros tan prominentes en el seguimiento de la <filosofía ca-
tólica> como Carrero, Iturmendi, Ruiz Giménez y Arias Salgado.
Este Gobierno firma inmediatamente el Concordato con la Santa
Sede (1953). uEn el fondo de toda cuestión polÍtica hay una
cuestión'teológica", diría uno de esos nuevos Ministros del Ga-
binete de 1951 (132). El propio Arias Salgado y su Director de
Prensa, Adolfo Muñoz Alonso, se han venido disputando el títu-
lo de <teólogo del Régimenu, según apreciación popular. Arias
Salgado utilizó constantemente la expresión "doctrina de la in-
formación> para caracterizar sus personalísimas opiniones sobre
los medios de comunicación de masas, rebatidas públicamente
por cl cardenal Herrera. En otros lugares de este libro hemos
tenido oportunidad de recordar algunas de esas opiniones del
integrismo católico.
Otro integrista, el almirante Carrero, enuncia con singular
claridad la tesis extrema de la intervención directa de Dios en
la política del Régimen y en las decisiones de Franco:

Ningún gobernante, en ninguna época de nuestra Historia, ha


hecho más por la Iglesia Católica que Vuestra Excelencia'..
Porque Dios conocía bien vuestra rectitud de intención al lan'
(l3l) Fernando Martín-Sánchez Juliá, Ideas claras (Madrid: Gráñcas Nebrija, 1959)'
pp. 545. Publicado originariamente en 1949
(132) Cabriel Arias Salgado. discitrso del ó de mayo de 1959.

318
zaros a la guerra en defensa de Ia Fe y dc la independencia de
España, no sólo os concedió la victoria de 1939, sino que os
inspiró la prudencia política necesaria para librarnos de'las
peripecias de la segunda guerra mundial (133).

O tempora, O mores! En la Asamblea Conjunta de Obispos


y Sacerdotes de septiembre de l97l se llcgó a plantear una de-
claración formal del Episcopado que liberara a la Iglesia del
compromiso político adoptado durante la Guerrra Civil. Este
intento planteó vivas polémicas. No se llegó a un acuerdo, pero
el ambiente secularizador y posconciliar empezaba a arrojar
seiias dudas sobre las tesis más extremadas del nacional-cato-
licismo.
Como ejemplo más reciente de esta concepción que podría-
mos llamar (constantiniana' respecto a la legitimación eclesiás-
tica del Régimen, se puede citar la Declaración del Obispo de
Cuenca, José Guerra Campos, de septiembre de 1974 en la que
destaca como (signo, ya imborrable, en la historia de la Iglesia
contemporánea' la ejecutoria del Jefe del Estado español quien
como ohijo de la lglesia ha tratado de proyectar en la vida pú-
blica su condición de cristiano y la ley de Dios proclamada por
el Magisterio eclesiásticop y, junto a ello, "las manifestaciones
emitidas acerca de él por Papas y Obispos", las cuales, por (su
unanimidad y persistencia [en los elogios], difícilmente se ha-
llarán en relación con ninguna otra persona viviente en los últi-
mos siglos, (134).
Históricamente sigue siendo cierto que la legitimación funda-
mental del franquismo se apoya en la Guerra Civil, llevada a
término por la organización militar y bendecida (esto es lo real-
mente peculiar) por la lglesia. Esto ha supuesto indudables
ventajas para un sistema tradicional como era el resultante de
esa guerra, pero desde el punto de vista de la supervivencia
de ese sistema, también contiene una limitación, una carga y un
riesgo: el que la Iglesia impide el totalitarismo e incluso limita
mucho el centusiasmoD con que los súbditos han de acoger las
manifestaciones del poder constituido. Más aún, en una época
como la que acaba de transcurrir, en que la Iglesia ha derivado
hacia posiciones cada vez más tolerantes, pluralistas y democrá-
ticas (cuando no socialistas o antiimperialistas), no cabe duda
de que uno de los dos pilares legitimadores del franquismo
(133) Alocución de Lui¡ Carrero, dirigida a Franco, el 7 dc diciembrc de 192.
(134) El texto fntegro de este documento pucde versc e'n.Iglesia-Mundo', mim. &)
(atubre, 1974), separats.

319
introduce un paradójico elemento de duda y de crítica no sólo
al perfil totalitario del franquismo, sino incluso a su fachada
más moderada y cristianísimamgnte autoritaria (135). No obs-
tante, este es un asunto que se sale de los límites de mi en-
cuesta.

(135) En este F¡nto 6by de acuerdo con la llnca mterpr€taü de Lt¡is Garcla
San Migucl, <Estructura y cambio del régimen potltico españot', .Sistemar, n¡lm. I
(193), pp. El-t06.

320
28. CATASTROFISMO ANTROPOLOGICO

Muy ligada a la ideología del nacional-catolicismo que acaba-


mos de ver se encuentra la que podríamos apellidar irónica-
mente como (catastrofismo antropológico>: parte de un radi-
cal pesimismo sobre la naturaleza humana, de una inminencia
del desastre mundial, del que naturalmente la única luz salvífica
provendría de España. La función de esa premonición de la
catástrofe de la Humanidad es clara: de esta manera las mise-
rias propias resultan difuminadas cuando no enaltecidas, y de
rechazo, queda justificado el más férreo control de las libertades
civiles y la consiguiente represión oscurantista de las ideas que
se consideran aberrantes.
Véase como muestra el razonar de Arias Salgado, el conven-
cido torquemada de la Prensa, en 1949:

Identificar la libertad de la Prensa con la falta de orientación


o vigilancia por parte del Es\ado es un sofisma q,ue se desva-
nece ante el más ligero examen. El sofisma parte de la base de
que en Ia sociedad no hay más que un enemigo de la libertad
del hombre: el Estado, la autoridad. Pero nosotros sabemos que
la libertad del hombre tiene otros enemigos que pueden tapar
sus ojos y atar su lengua. El brillo y el poder del dinero, la co-
dicia individual, el ímpetu del acaparamiento, el desenfreno del
impulso posesorio, las energÍas disolventes, los designios sub-
terráneos, las fuerzas y coaliciones escondidas pueden hacer al
hombre esclavo de una empresa y siervo del capitalismo (136).

En ese mismo año, el pronóstico de uun futuro preñado de trá-


gicas interrogaciones> es analizado por Esteban de Bilbao. Anoto
aquí en forma de lista resumida las expresiones y elementos
principales que repite en un sólo párrafo (137):

- El más apurado conflicto de la historia;


la anarquía de las conciencias;
-
(13ó) Gabriel Arias Salgado, Drctrina y política de ta informacidr¡ (Madrid: Minis-
terio de Información y Turismo, 19ó0), vol. I, p. 10.
(137) ,Esteban de Bilbao y Egula, Discursos (Madrid: Editora Nacional, 1970),
p. 194. De su discurso de recepción en la Academia de Ciencias Morales y Politicas, el
13 de marzo de 1949.

32t
- Ia atonía moral;
el escepticismo colectivo;
- Ia desaparición de todo vínculo espiritual basado en una
- ética común;
la coexistencia dc grupos adversos en el mismo territorio
- nacional que parecen antípodas espirituales;
- la relajación del sentimiento del honor;
la exaltación de la violencia:
- acción directa;
- la
la dictadura de clase;
- el de novedades sin término;
- la ansia
sed de codicia tan insaciable como impaciente;
- el relaiamiento de toclos los vínculos familiares;
- el desprecio t<¡tal a la vida ajena;
- el ctrlto idolátrico a lá propia vida;
- el concepto estrictamente materialista del humano destino;
- el descenso espiritual de las iiltimas generaciones;
- la moral de la selva;
- el maravilloso pero a veces terrible espectáculo de los más
- asonrbrosos progresos científicos.
Esta es Ia jeremíaca visión humana que contemplaba hace
unas décadas el vitalicio Presidente de las Cortes. Como todavÍa
hay algunos que creen que desde entonces las cosas han ido a
peor (en los años cuarenta no había droga, ni homosexualismo,
ni secuestros aéreos, ni guerrilla urbana, entre otros males)
para ellos el resultado actual debe ser lacerante.
Los mayores lamentos del catastrofismo antropológico unidos
a una escatologia religiosa corresponden en todo momento al
Almirante Carrero, el gran moralista de la política del Régimen
y prototipo del hombre fiel y honesto. Véase este texto donde
se llega al más apocalíptico reconocimiento de la culpa co-
lectiva:

Tenemos que reccnocer, por mucho que nos duela, que nuestra
actuación como (continuadores de la obra de Dios> sobre el
Mundc¡, pese a todo nuestro magníñco progreso, ha sido un
vergonzoso fracaso. Tenemos que reconocer que lo hemos he-
cho mal, terriblemente mal; que la Humanidad ha fracasado
n¡idosamente en el cumplimiento de la misión que Dios la
asignó y que el Mundo está como está precisamente por este
ruidoso fracaso; porque, ocolectivamente", hemos hecho muy
mal uso de la olibertadD que Dios nos dio para emplear nues-
tras nfacultadesu. Tenemos (progreso;, eso sÍ, pero no tenemos
(pazD; ¿ no sería muchfsimo mejor gue tuviéramos paz aunque
no hubiéramos logrado tanto progreso? ¿Dónde ha estado el
322
fallo? Pues, sencillamente, nada más y nada menos, que en la
csoberbiar y en el (egoísmoD del hombre (138).

Más adelante reañrma la necesaria interpretación religiosa


en un tono que recuerda más a unos ejercicios espirituales que
a un discurso político:

La situación actual del mundo existe. La estamos viendo; la


estamos palpando, y es catastrófica hasta para los desgraciados
que no crean que hay otra vida distinta de esta de cuatro dÍas
que üvimos...
Para nosotros no puede haber otra uverdad" sobre la que basar
nuestro juicio sobre la situación actual del Mundo, que Ia que
emana de las doctrinas de Cristo según la Santa lglesia Cato
lica que El fundó hace veinte siglos y que ha prevalecido, y pre-
valecerá hasta el ñn del Mundo, contra todos los ataques de
Ios poderes del cinñernor a cuantas entidades, doctrinas o
teorÍas filosóficas ataquen a la Santa Iglesia Católica Aposto
lica Romana, ar¡nque se nos presenten arropadas con las pieles
de los más tiernos corderos (139).

La salida del catastrofismo es lógicamente su contrario: el


triunfalismo nacionalista. La salvación sólo puede provenir de
España:

La verdadera justicia social, bajo la inspiración del Evangelio,


es la única fórmula de salvación ante la actual crisis del mun-
do. A ella va España con la tenacidad del convencimiento,
decidida a romper todos los mitos que se crucen en su cami-
no... El mundo occidental evolucionará siguiendo la ruta de
España o perecerá sin remedio (1,10).

A la altura de la fecha actual todo parece asegurar que, si


es cierta esa profecía, el mundo occidental va a perecer sin re-
medio. Afortunadamente o desgraciadamente, Carrero no vivió
para verlo. Su muerte, por asesinato, es doblemente trágica. De
ahí que ese asesinato (o magnicidio como se le llamó en los pe-
riódicos) provocara en las fuerzas integristas una redoblada
sensación de que, efectivamente, la hecatombe del mundo se
hallaba cerca. El comportamiento de uno de sus Ministros y
(138) .Juan de la C.osa' (Luis Carrero Blanco), Las modenas torles de Babet
(Madrid: Idca, 195ó), p. 15.
(19, Ibitt., w. 2:2 y 2t.
(l{0) .Iuan de la Gosa¡ (I¡¡is C¡rrcro Blanco), Comcntarios de un español (Ma-
drid: Fuer¿a Nucva, 193), p. 137.

323
más fieles seguidores lo que luego se vio- no deja de ser
extraño, en un régimen -por
autoritario, pero no lo es si lo situamos
en esta específica ideología que estamos examinando. Me refi.ero
a Julio Rodríguez, de quien hemos dado ya algunos testimonios.
Salvemos para la posteridad esta bizarra e insólita conducta de
un Ministro que se dispuso (a pasar a Francian, si preciso fue-
ra, para perseguir a los asesinos de Carrero. La nobleza y virili-
dad de esta actitud son tan notorias como su inoportunidad
juridica, política y estratégica:

José Manuel Gironés: Su espontdneo ofrecimiento en la Jefatu-


ra Superior de Policía a la salida de los funerales y para "llegar
a donde la policía, como tal, no pueda llegar", ¿acaso era un
envite para pasar a Francia a buscar a los responsables?
Julio Rodríguez: Si, porque la televisión había dado la noticia
de que posiblemente los autores del crimen se encontraban ya
refugiados en sus bases de Francia y yo como español no
podía aceptar que a unas docenas de kilómetros de la frontera
española pudieran refugiarse los autores del atentado contra el
almirante Carrero Blanco. Me parecía que los españoles había-
mos dado la vuelta al mundo, que habíamós sido los primeros
que habÍamos puesto el pie en América y que habíamos sido
capaces de cruzar los Andes... pues que realmente era algo in-
aceptable el considerar que esos asesinos esttrvieran a unos
kilómetros de la froñtera y eso quedase así (141).

Fuera ya de las anécdotas, conviene tener muy en cuenta que la


concepción catastrófica del mundo deviene maravillosamente en
una justificación para ordenar ese mundo desde arriba, por los
que se saben inmunes o salvados. Pero con ello accedemos a un
nuevo componente ideológico: el paternalismo elitista.

(l4l) Declaraciones de Julio Rodríguez a J. M. Gironés en cl\i[undor, 27 abril 1974,


p. ló.

324
29. PATERNALISMO ELITISTA

La concepción elitista y paternalista de la política supone


que una minoría especialmente ilustrada tiene que dedicarse por
eniero a servir al resto de la sociedad, porque sabe mejor que
nadie Io que hay que hacer y porque, como suele decirse, ula so-
ciedad es como una gran familia". Estos principios difusos han
sido aceptados plenamente por muy diversos representantes
del Régimen, (Iue en este (y sólo en éste) sentido entroncan con
la idea maurista de la <revolución desde arriba>. La idea con-
cuerda más con un planteamiento tecnocrático y nacionalsindi-
calista de la política, si bien el principio se aplica a una gran
variedad de políticas y situaciones. Aduciré algunos ejemplos.
La imagen <familística> de la sociedad queda reflejada muy
bien en este texto de Licinio de la Fuente, buen padre de fa-
milia numerosa, como se señala en sus biografías:
La familia... es también y sobre todo el eje cardinal de nues-
tro concepto de la sociedad... su imagen prefigura én buena
medida la imagen de la sociedad toda... El Estado debe defen-
der y sostener a la institución familiar, atacada desde tantos
ángulos y socavada sobre todo en sus más profundos cimientos,
y debe hacerlo con la conciencia clara de que al defender a la
familia se está defendiendo a sí mismo (142).

Las ideas del <huerto familiar" y de la propiedad de la vi-


vienda, de la protección a las familias numerosas, de la condena
del aborto voluntario y del divorcio, de la no deseabilidad del
trabajo femenino, de la subordinación del ama de casa al ma-
rido, entre otras muchas, son parte fundamental del ideario del
Régimen (143).
Véase, por ejemplo, el programa de Arrese respecto a la
protección de la propiedad de la vivienda:

No queremos y lo consideramos un mal aunque a veces sea


un mal necesario, que la construcción derive de un modo elec-
(142) Licinio de la Fuente, discurso ante las Cortes el 15 de junio de 1921, reo-
gido en Trabajo, sociedad, política (Madtid: Ministerio del Trabajo, 1973), pp. 279 y 282.
(143) Algunas de estas ideologías pueden verse en Amando de Miguel, Mujer, sexo
| ,tctalidad en España (Madrid: Cuadernos para el diálogo, 1974).

325
tivo hacia el arrendamiento... La fórmula ideal, la cristiana,
la revolucionaria, desde el punto de vista de nuestra propia re-
volución, es la fórmula estable y armónica de la propiedad lde
Ia viviendal... No queremos una España de proletarios, sino
una España de propietarios (144).

Esta opción política no es el momento de discutir-


-que
supuso, entre otras cosas, la resistencia a la movilidad geográ-
fica (que de todas formas, inesperadamente, se produjo), asocia-
da naturalmente a la casa movilidad de empleos. Una <España
de propietarioso es obviamente mucho más pacífica y se sujeta
mejor a un control social intenso.
Otro texto de Arrese es ilustrador a este respecto; es el
momento que trata de demostrar el carácter consustancial del
régimen patriarcal de la vida económica con el carácter español:

La agrupación natural del hombre es la familia. Pero el espa-


irol lc¡ lleva tan en la médula, que instintivamente conviierte
toclas las relaciones de su vida en una prolongación del patriar-
cado familiar. En el pequeño taller, en la pequeña industria,
en la tienda, en todas partes en donde todavía no haya entrado
la ola extranjera, la convivencia entre el dueño, que es un
trabaiador más y los obreros dependientes, es patriarcal. Aquél
les trala como hermanos, y éstos le corresponden con devoción
y cariño y miran el negocio como de todos y todos se sienten
miembros de una misma familia. Solamente el capitalismo
¡noderno, con insondable ambición de lucro, y el marxismo,
con insondable ambición de odio ambiciones judías-.
-ambas
han conseguido divorciar esa familia social (145).

Obsérvese que la afirmación del patriarcalismo se convierte


en una regresión utópicá y romántica para destacar como con-
traste los dos males extremos que hay que evitar a toda costa:
capitalismo y marxismo. Ya nos hemos referido (capítulo 24) a
esta constante del (tercerismo utópicoo.
A veces el paternalismo no está tanto en hacer las cosas o
determinadas cosas, sino en el tono como se realizan. Así, por
ejemplo, Ruiz Giménez nos habla de los institutos laborales
il,l.1) Discurso de José Luis Arrese, del I de ma¡o dc 1959.
(1.15) José Luis de Arrese, La Revolución Social del Nacional-Sindicali-sn¡o (Madrid:
Ediciones del Movimiento, 1959), p. 132. Escrito origin¿riam€nte en 1935 v publicado
por primera vez cn 19,10. Nótese el toque antisemita, no muv frecuente en el fascismo
cspañol, pe¡o lamptro ausente de é1.

326
como (una de las obras más directamente surgidas de la pater-
nal solicitud del Caudillo" (146t.
La idea de que la política es la transformación de la socie-
dad, desde arriba, ha sido expuesta con notable claridad por
algunos ideólogos, El texto de Martín-Sánchez Juliá me parece
antológico:

Los pueblos no se rigen, las épocas de la historia no tuercen


su rumbo porque haya masas que sepan o que no sepan leer.
Esto tiene relativamente poca importancia. Las que mueven
cl timón de la historia son las. selecciones, minorias selectísr-
mas, y España tiene un ejemplo triste y nefasto de lo que una
minoría de pensadores puede torcer Ia orientación de un
pueblo. Si n<¡sotros logramos fc¡rmar, i<¡jalá Dios nos lo con-
cedicra!, el núcleo, la obra que diera unidad al pensamiento de
los católicos españoles, el grupo de pensadores que actuara
eficazmente, que investigara, quc creara, quc propagara, que
divulgara y publicase por todo el haz de España para influir
aquÍ y en América rectamente, habríamos logrado una obra
seria (147).

Otra de las manifestaciones más claras del paternalismo elitista


la tenemos en la política de censura de Prensa practicada
abicrtamente hasta 1966. La racionalización de esta política al-
canza cotas inimaginables en los textos de la época, como éste
de su principal formulador, el Ministro Arias Salgado:

Ya cn cste terreno cr-¡nviene puntualizar que el ejercicicl y la


facultad más delicadc¡s quc un Estad<.¡ católico como cl espa-
ñol posce, en <¡rdcn a conseguir una responsable libertad de
informacirjn, como cs la oconsulta previar, no tiene en última
instancia más explicación quc la de hacer cnmpatible el bien
común y la libertad de criterio dc cualquier periodista, impi-
cliend<¡quc prevalezcan esos criterios cuando no sc ajusten
a lo que pidcn la vcrdad, la doctrina de la Iglesia o los ¡nte'
rcses o c<.¡nvcniencias dc la comunidad, que son a los que se
debc, ante tc¡dc¡, cl periodista. Se trata, pues, más que de una
accitjn quc elimina la libcrtad de criterio o redacción, de
una función prcvcntiva dc cooperación armónica y tutelar del
bien común (t48).
(l,ló) Discurso dc J. Ruiz Gimcnez antc las Cortcs, cl 25 dc fcbrero de 1953.
(l{7r Fcrnando Martín-Sánchez lulih, !deus claras (l'ltadrid: Gráficas Nebrija. 1959),
pp. 5O v 51. Iiscrit<¡ cn 1934.
(t1t) Gabriet Arias Salgado. Docrriw y po!íticu de la inlormrción (Madrid: Minis-
trrio lnformrcitin v Turismo, l9f)1, vr¡|. l. n.49.

327
A mi modo de ver, la ideología del paternalismo elitista, aun-
que se registra en varias familias, aparece con especial nitidez
en los tecnócratas como consecuencia del autoritarismo básico
que al principio hemos detectado en un texto como Camino.
Intentaré demostrar esta hipótesis con algunas de las muestras
más fehacientes.
Ullastres es el prototipo del perfecto tecnócrata. Apenas se
salió en sus discursos de los temas propios de su Departamento
(Comercio). Con todo, en alguna ocasión mostró muy a las claras
una meta profundamente elitista y reaccionaria. En t962, ante
los aires renovadores que entonces venían del movimiento con-
ciliar, se despachó en estos sorprendentes términos:

Hay una corriente ideológica por el mundo, de raíz religiosa,


de origen noble, de caminos dudosos, de resultados equivoca-
dos. Así como la herejía del siglo xlx fue el liberalismo, no
el liberalismo económico, sino el liberalismo religioso, así la
herejía del siglo xx, no cabe la menor duda, con esta preocu-
pación social que tenemos todos, es el oprogresismo>. El pro-
gresismo es algo. muy difícil de explicar aquí, delante de
ustedes, con esta falta de tiempo. Es una preocupación desorbi-
tada de lo social; una preocupación que hace pasar a segundo
plano lo auténticamente religioso y sobrenatural, para volcarse
en el mundo de lo social. Y al volcarse en é1, desconectándose
de aquello que le podía dar vida y savia, se pasa al campo del
enemigo y emplea desde las tácticas hasta los argumentos y la
dialéctrca del propio marxismo. Esa dialéctica que considera
inevitable al final de un estado comunista y que para llegar a
c<l admite como lícita y conveniente, por lo menos como in-
evitable. la lucha de clases...
Es un cierto olvido que por encimo. de la preocupación social
de la lglesia, expresión del reinado público y social de Cristo,
lo fundamental del catolicismo radica en el ser íntimo y perso-
nal del hombre, es función de salvación individual, y que tam-
bién en el apostolado social, como en el individual, los medios
sobrenaturales mantienen una imprescindible primacía sobre
los puramente humanos, y más cuando éstos lesionan valores
fundamentales del espíritu cristiano (149).

(149) Alberto Ullastres, Polít¿ca comercial espaítola (Madrld: Ministerio de Co-


mercio, 1963), pp,296-297, Discurso pronunciado en 1962. Un dato sumamente curioso
es que en la edición oficial donde se recoge el texto de ese discurso no figura el
sigu.iente párrafo que sin embargo sí fue pronunciado, ya que consta en la reseña
completa del discurso que dieron al dia siguiente algunos periódicos. Puede verse, por
ejemplo, en el nDiario de Barcelona,, el 3 junio l9ó2: *[El progresismo] es uno de los
mayores enemigos que puede metérsele a la Iglesia dentro; el enemigo de dentro
mucho peor que el enemigo de fuera... ¡Ojo con aquellos que incautamente o por lo

328
Y concluye con esta admonición paternal a los empresarios
que debían estar escuchándole atónitós (el discurso era el de
inauguración de la Feria Internacional de Muestras de Bar-
celona):

Justicia sócial, si. A rajatabla. Y exigir primero que a nadie,


a los empresarios el cumplimiento de sus deberes; porque el
ernpresario es más responsable, porque tiene mayor poder de
decisión y de dirección, porgue tiene un nivel cultural más alto
generalmente y porque está mejor dotado económicamente.
Pero para terminar; están muy bien las reformas estructurales:
hacen mucha falta. Pero hace muchísima más falta, como los
hechos están demostrando estos días, las reformas humanas,
las reformas morales. No hemos encontrado todavía en mu-
chas empresas el tono humano de relación en la vida laboral
y social. ¿Responsables primeros? Señores empresarios, son
ustedes, no tengo más remedio que decírselo. Las relaciones
humanas dentro de la empresa no están a punto
en muchos -cristianas-
casos; donde han estado a punto, ahora y antes,
no ocurre nunca nada que no tenga que ocurrir, y todo es
bueno (150).

Los textos anteriores se reproducen con notable paralelismo


en los discursos de Navarro Rubio, el otro pionero de la tecno-
cracia española:
La concepción igualitaria que ofrece el mundo comunista... sólo
puede desmontarse mediante la concepción cristiana de la vida,
que impone a las clases mós elettadas al deber de servir, espe-
cialmente y en la medida de sus posibilidades, a la comunidad
que les acoge y ampara (151).

El autor de la versión española de la tesis del "fin de las


ideologías" no es menos explícito a la hora de formular la ideo-
logía del paternalismo elitista:

Admito el contraste de pareceres entre personas que saben lo


que se traen entre manos y coinciden en la búsqueda de la
verdad objetiva, No creo en el contraste de pareceres a escala
de masas para hallar la verdad política... Pienso que los con-
trastes de pareceres a nivel mayoritario son muy interesantes
que sea, están penetrando con espíritu progresista en nuestro mundo como aliados
del comunismo y de otros ismos antisociales y anticristianos!)
(150) Alberto Ullastres, Politica..., cit., p. 298-299.
(151) Mariano Navarrc R.tbio, Objetfuos btisicos de una política de Hacíen¡la (Ma-
drid: Instituto de Estudios Fiscales, 1964\, p. ó5. El subrayado es mío.

329
para saber lo que la gente quiere y neicesita, pero no para
encontrar soluciones. Dudo de que, en general, del contraste
de pareceres masivo surja una fórmula constrt¡ctiva (152).

Hay que suponer que los Ministros son (personas que saben
lo que se traen entre manos y coinciden en la búsqueda de la
verdld objetivao. Lo difícil es poder determinarlo objetiva y
empíricamente, como le gustaría sin duda a Fernández de l¡a
Mora.

(152) Ileclaraciones de Fernández de la Mora a Rosa M.n Echcvarría en España, ¡o,t!


(Madrid: Grálicas Ncbrija, 1974), p. 9ó.

330
30. TECNOCRATISMO DESARROLLISTA

De alguna manera, el tccnocratismo es una nueva exprcsión


de las ideologias asociadas a los grupos católicr¡s <-r intcgristas,
pero con elementos muy contingentes y no lítcilmente reprodu-
cibles. En los tecnócratas se dcstaca, como cs lÓgic<-r, cl talantc
humano (autoritario-elitista) que se deriva de las enseñanzas de
Camino, y en términos políticos, una cerrada animadvcrsiÓn a
sus primos hermanos: católicos y falangistas. No es casualidad
que los sustituyan en la cuota de poder (crisis de 195ó'57) y que
con ellos mantengan fuertes polémicas. Una cierta dosis de libe-
ralismo (más bien económico) y aceptación del espíritu moderno
(más bien en lo estétic<l) distingue muy bien a los tecnócratas
de los integristas.
Los factores que definen el tecnocratismo comc¡ ideologÍa se
registran en los políticos que hemos llamado tecnócratas, sean
o no del Opus Dei, si bien aparecen ocasionalmente en algunos
otros políticos emparentados con otras familias. Veamos cuáles
son, siguiendo la autopresentación de algunos textos más reve-
ladores.
Falangistas y tecnócratas pueden compartir muchos aspectos
de una mentalidad común: autoritaria, elitista, mística incluso.
Pero son dos familias que conducen a soluciones y estilos políti-
cos muy diferentes. Un falangista, por ejemplo, suele ser estatis-
ta, partidario del intervencionismo estatal y prefiere anteponer
el ideal populista de la igualdad (ambas en los términos menos
radicales, sin duda).
No se trata scilo de diferencias generales o de principios sino
que se concretan en medidas prácticas. Por ejemplo, ante la po-
lítica fiscal un falangista propondría un sistema de imposición
progresiva y directa (por eso nunca han estado los falangistas
al frente del Ministerio de Hacienda), mientras que un tecnó-
crata acentuaría aún más el escaso control fiscal del Estado.
Este último supuesto es el que se dio en la realidad. La
subida de Navarro Rubio a la dirección de los asuntos hacendís-
ticos supuso la importante innovación (o si se quiere reacción)
de las oevaluaciones globaleso, un sistema casi medieval de re-
partir la carga fiscal por -el que el Fisco determinaba una can-
tidad global a ingresar en sus arcas por parte de un determinado

331
sector productivo dejando en manos privadas, es decir en los
propios interesados, el reparto de dicha carga tributaria, El mé-
todo era en verdad ingenioso y efrcaz, concedía la máxima liber-
tad y la mínima intervención estatal, pero también favorecÍa el
triunfo de los intereses más privilegiados o poderosos y en últi
mo término creaba una situación-de enfrentamiento o conflicro
social latente favorecida por la escasa publicidad que tiene en
España la vida económica de las empresas y menos aún la de
los profesionales. Navarro Rubio exalta su descubrimiento fiscal
en tonos autoelogiosos, lo que a algunos, dice, upareció el sueño
de una mente ingenua> y era típicamente una fórmula tecno-
crática:

La fórmula consistía sencillamente en liberar al contribuvente


de la amenaza de la inspección, a cambio de que aceptaie un
tratamiento globalizado de su profesión, dejando a sus propios
compañeros que le colocasen en el lugar correspondiente, con-
forme a unas bases de estimación previamente señaladas con
cuidada objetividad. Cada grupo profesional se convertía, de
este modo, en el principal protagonista de la gestión tributaria.
Se Ie llamaba a colaborar con el Fisco para conseguir, en defi-
nitiva, una mayor recaudación. Habrá de reconocerse que el
propósito tenía mucho de aventura,
Con la participación global de la profesión se logra una dimen-
sión económica de la justicia tributaria que no pueden alcan-
zar los sistemas individualizados (153).

Con una hábil transposición semántica, lo que en 1958 se


denominaba "evaluación globalo (lo cual es ya un término eufe-
mÍstico para indicar en realidad la
"percepción de impuestos
sin inspección>), se le bautiza, años más tarde, al hablar de ello
retrospectivamente, como (participación socialr que era el tér-
mino entonces en boga en Francia para i¡rdicar, por supuesto,
una realidad polÍtica muy distinta;

El techo que se abría a la gestión futura, permitía augurar una


recaudación más holgada en las anualidades sucesivas, sin ne-
cesidad de recurrir al reforzamiento de las inspecciones, siem-
pre expuesto a toda suerte de resultados arbitrarios; aun tra-
tándose de cuerpos tan ejemplares como han sido siempre los
de la Administración española.
En suma, con la fórmula de participación social, la pi-ofesión
pasa a ser un ente fiscal, llamado directamente a la gestión
(153) M. Navarro Rubio, Et vacío político (Barcelona: Dopesa, l9Z3), p. 145

332
30. TECNOGRATISMO DESARROLTISTA

129. VIllar Palasi. Con Monreal y


Díez Hochtleiner, los artlf¡ces de la
tecnocrática ley General de Educa-
ción.

130. Femúndez de la tora. Al ser'


vicio del Estado de Obras. Es peli-
groso asomarse al exterior,
Allende y Garcfa Baxter. Ya no se habla de reforma (agraria) sino de FORPA.I
La ganadora es una rubia francesa de Aquitania. l

132. López Rodó. La tesis de que el pastel t¡ene que crecer aún más para repartirlo
después.

.s .ü
POPULISMO APERTURISTA

133. Marllnez Esteruelas. Elecciones 134. Fernández Sordo. Una etaoa d€


libres para los estudiantes. El orimer sindicalismo más llana, en pleno vigor
Ministro de Educación no-catediático. los "conllictos colectivos".

135. López Bravo. Relaciones con los


chinos. "El mundo es como es y no 136. Solfs Rulz. Hablando co.n
como queremos que sea". el oueblo.
1
¡
I

I
l[[
vI .Inrsil\trr
l9f,l

137. Plo Gabanlllas. ¡A mí la Regiónl N. Fernández Cuesla. Comercio


En este caso un gallego haciendo aper- con Cuba.
turismo catalanista.

139. Arlas Navarro. Una espléndida


foto muy difundida, para desmentir el
rumor de la enfermedad de doña
Carmen.
tributaria; se simplifica de manera extraordinaria la investiga-
ción; se enseñan a través de la evaluación global criterios de
fiscalidad comparativa, de justicia distributiva; se alivia la
burocracia; se consigue dominar una evasión secular; abre
perspectivas; muestra techos y se convierte en colabo¡ación
social lo que antes era marginación desconfiada y agresiva.
Nadie negará que son virtualidades propias de una fórmula de
participación social (154).

El planteamiento teórico de Navarro Rubio era el del neoca-


pitalismo y en cierta manera no dejaba de tener su lógica:

La política tiene ante sí una grave disyuntiva: O fortalece los


grupos sociales presión- introduciéndoles, por consiguien-
-de
te, en poderes legítimos... O los deja, como hasta ahora, al mar-
gen, con todo su poder social
(1ss). -tan efectivo como ilegítimo-...

Sólo que la libertad que se daba a los poderosos no se corres-


pondía con la falta general de libertad para criticar, para reunir-
se, para publicar, que durante mucho tiempo siguió siendo inac-
cesible al público en general o incluso a los intereses económi-
cos más débiles. La queja de que el Estado <intervenía dema-
siado> podía ser sincera y hasta legítima para ciertos intereses
empresariales, pero desde luego no podían estar tan de acuerdo
con ella las clases trabajadoras, los intelectuales y otros grupos,
en conjunto mucho más numerosos. Por eso, la declaración de
Navarro Rubio responde tan bien al tipo ideal de la ideología
tecnocrática que aquí estamos registrando:

Una serie de circunstancias de todos conocidas (g,uerras, crisis


económicas o políticas, prejuicios autárquicos o simplemente
sociales contra ciertos grupos dominantes, etc.) motivan conti-
nuamente intromisiones del Estado en la vida de la Sociedad
-desde las nacionalizaciones a los simples controles- en
forma tan varia y persistente que se puede decir con toda razón
que estamos viviendo políticamente en una Sociedad dominada
por toda suerte de intervenciones. ¿Vamos a seguir por este
camino? ¿No hemos llegado ya al límite de la tolerancia
claudicación, mejor- en unos -de
Estados que se precian de
libres? (156).
(154) M. Navarro Rubio, Et vacío..., cit., p. 147.
(rss) rbi¡t., p. 37.
(15ó) M. Navarro Rubio, El pacío..., cit., pp. ¡10"41.

333
El contraste de este texto que sigue un Navarro Rubio
que pronto había de ser Director del -conBanco de España- no
tiene desperdicio si buscamos un contraste entre las ideologías
tecnocrática y falangista. Se trata de una reunión de banqueros
a quienes Navarro Rubio lanza esta arenga:
Sois los encargados de prender la chispa tangencial que funde
el pensamiento, el capital y el trabajo en un único proceso crea-
dor. El progreso social marcha a impulsos de vuestra actitud,
porque ampliáis el campo de la igualdad de oportunidades, la
difusión de la propiedad, el acceso a la cultura y el montaje de
instituciones formativas, y educadoras... De vosotros depende,
señores, en gran medida, la realización del espíritu creador
que anima al mundo moderno. Estáis en la vanguardia dei
desarrollo económico. Gracias a vuestras iniciativas, las rela-
ciones de convivencia se multiplican y se vinculan países y
extensos sectores de hombres a una labor de solidaridad para
conseguir el progreso...
Jamás el ingenio humano concibió unas organizaciones como
las vuestras, q'ue asegurasen de modo tan efectivo la comunica-
ción de bienes entre los hombres...
Sois los que marcáis el ritmo en la evolución de laS iniciativas
y en la resolución de los problemas, en los adelantos o en los
retrasos de los planes económicos, Vosotros sois los que de
hecho os adelantáis a prospectar el porvenir y a señalar sus
líneas de marcha condicionando muchas veces, por no decir
casi todas, la acción política (157).

Ha pasado algún tiempo desde aquel primer ímpetu (antica-


pitalista> que veía en los banqueros el símbolo del judaísmo
internacional y del egoÍsmo sin entrañas.
El tecnocratismo mantiene, en general, otro estilo más sua-
sorio, más dirigido a una persona en concreto, sin abuso de
mayúsculas, con un inevitable sentido moralizante. El siguiente
texto de Ullastres, casi una homilía, aunque pertenece formal-
mente a un discurso económico, revela muy bien el cambio de
acento que en la vida pública empezaba a representar la tecno-
cracia. Rememórese la austera figura de Ullastres (siempre de
chaqué en los actos más solemnes, en contraste con el resto
de sus colegas y otras autoridades, resplandecientes de unifor-
mes y medallas) diciendo esto en 19ó0:

En realidad ,lo único que pedimos es que nos dejen trabajar.


(157) M. Navarro Rubio, E/ capitalisnrc plural (Madrid: Banco de España, 19óó),
pp. l2-13.

334
Cuando ay'er llcguó aquí, alguien me dijo que pensaban que yo
cliria algo irnportrntc cn rclación con estc viaje último que
llcmos lrcchr¡ cl ministrrr dc Hacienda y yo a Estados Unidos
¡rara asistir a las scsic¡nes dcl Fondo Monetario Internacional
¡'dcl Bancrr \'lrrnclial. Pucs bicn:lo más interesantc que se pue-
de dccir clc i'l cs la impresión que saquó de cómo está el mun-
d<¡ fuera dc España, l' csto lo conlirmé tanto cn Washington,
quc cs dondc sc rcunian las instituciones económicas que íba-
m<¡s a visitar, conro cn Nueva York, cn la ONU; volvimos aquí
dando gracias a Di<.rs de ser cspañoles y de vivir en esta España
dc Franco.
Contemplando esa situ¡ción y considerando la española, a
me'di<¡ camino cntre los países subdesarrollados y superdesa-
rr<¡llados, con nuestras ideas muy claras, con un espiritu de
unidad y dc convivcncia poco frecuente, tengo que repetirles
a ustedes lo quc les decía hace un momento: que nos dejen
trabajar v verán lo que somos capaces de hacer, como decía el
poeta: (Ni cnlidiados, ni envidiososr; tratando de vivir cada
día un poco mcior, pero tratando también cada día de ser un
poco me.iores, porque tendremos problemas de verdad, como
ticnen por ahí fuera, porque la satisfacción, el bienestar, inclu-
s<¡ el económic<¡, es una cosa muy subjetiva que depende de lo
que uno prctende tener cn relación con lo que tiene; unos, por
ahí fucra, están insatisfechos tengan lo que tengan...
Lo quc tenemos que hacer nosotros es llevar nuestró desarro-
ll<¡ m<¡ral, individual v social paralelamente a nuestro de'
sarrollo económico; no va lo económico si no marcha paralela'
mente lo moral, y la situación actual del mundo es debida en
gran partc a este retraso del progreso moral con respecto al
progreso material. Pero también tengo que decir.en honor a la
vcrdad que la moral, sin tencr un nivel de vid4 mínimo que
permita dcsentenderse un poco de los problemas urgentes de
la vida diaria, no puede desarrollarse.
Evidentemcntc, todas las empresas tienen problemas, todos los
países tienen problemas, nosotros también tenemos problemas,
y yo honradamente, he expuesto ante ustedes hoy los que
tiene el abastecimiento naci<¡nal; problema fácilmente supera-
ble, pues basta que queramos superarlos y se nos dará, como
en el caso de la estabilización, el ciento por uno por cada
esfuerzo que hagamos para ello (158).

La última frase, desde luego, debe referirse al bíblico premio


celestial, porque en un economista imaginar ese rédito del cien'
(¡58) Afb€rto Ullaslrss, Política conrcrcial española (Madrid: Ministerio de Co'
mercio, l9ó3), pp. 88-89. Discurso pronunciado cn l9ó0.

335
to por uno para un plan de estabilización suena a verdadera
orgía financiera.
Este cruce entre los planos técnicos y morales es continuo
en el tecnocratismo desarrollista. Ullastres se refiere más ade-
lante a las dificultades para entrar en la Comunidad Económica
Europea, un tema archidiscutido desde entonces. Argumenta
Ullastres:

El planteamiento político que a veces se hace en el extranjero


es un pequeño carnuflaje que intereses de todo orden utilizan
contra los intereses españoles, que son los europeos y los mun-
diales. Pero yo Ies aseguro a ustedes que moralmente tenemos
toda la razón (159).

Quince años después la <razón moral> seguiría siendo nues-


tra, pero Ullastres continuaba todavía llamando inútilmente a
la puerta de la CEE en Bruselas. Sólo en parte los intereses
españoles (de la clase empresarial y sobre todo de la élite polí-
tica) iban a coincidir con los europeos. Pero mi juicio poco
importa ahora.
El tecnocratismo, repito, es libertad económica, elitismo po-
lítico, temor a las reformas igualitarias y un cierto triunfa-
lismo desarrollista. Veamos algún texto más de Ullastres, una
persona clave a este respecto. Preguntado en 19ó2 sobre lo que
piensa de la reforma agraria (la vieja utopía falangista) con-
testa:

No comprendo qué se quiere decir con reforma agraria. Si se


trata de lo social, no creo que la solución esté en repartir mi
seria de secano a los agricultores españoles, a los trabajadores
del campo. Nuestra solución está en el regadío (1ó0).

Y finalmente, su antiigualitarismo elitista llega a convertirse


en maniqueísmo catastrófico en este otro texto de la misma
fecha:

Tenemos que deslindarnos los que vamos de buena fe, los que
tenemos las ideas claras y qüeremos todos lo mismo, de
aquellos otros que no van de buena fe o cuya buena fe es una
buena fe que pertenece a un mundo que yo no entiendo... Te-
ner despejado el ambiente en cuanto al criterio que seguimos
cada uno es algo que puede evitar q,ue el deslinde de los dos

(159) Ibid., pp. 341. Discurso pronunciado en l9ó3.


(ló0) Alberto Ullastres, Política..., cit., p. 239. Declaraciones a la Prensa en 1962.

33ó
campos se tenga que pla-ntear como nos lo tuvimos que
plantear en el año 3ó (16l).

No es que el tecnocratismo desarrollista favoreciera radical-


mente la libertad frente a la igualdad (ambos valores se com-
plementan), sino que se fija sobre todo en la libertad económi-
ca y, en cualquier caso, antepone a la libertad el gran objetivo
del crecimiento económico. Jorge Vigón acuñó un slogan que
sería luego muy repetido:

La libertad empieza a partir de los 800 dólares anuales de


ingreso mínimo de cada ciudadano (1ó2).

Las variaciones se pusieron luego en la cota. No eran los 800,


sino los 1.000 o 1.500 dólares lo que determinaba el poder hablar
de libertad. De hecho, en 1974 se han conseguido ya los 2.000 dó-
lares (gracias, en parte, a la baja del dólar) y la cuestión de la
libertad sigue sin resolverse. Para superar esa contradicción los
tecnócratas se reafirman en un curioso culto a la eficacia eco-
nómica y política. Y digo curioso porque en el fondo caen con
ello en el umás grosero de los materialismoso los que destacan
sobre todas las cosas los valores espirituales. El triunfalismo
tecnocrático no es decir sólo que frente al desarrollo material
de los europeos nosotros gozamos de una mejor salud moral,
sino también que en los aspectos de desarrollo material igua-
lamos, cuando no aventajamos, a los europeos. En último tér-
mino, el valor de la eficacia es la valoración, unilateral y sin
contraste, de la acción pública, el output de gobierno, los resul-
tados de la actividad estatal por mejorar la condición de orden
y bienestar de los ciudadanos (o mejor, súbditos), sin atender
a los inputs o participación de éstos en legitimar, impulsar,
criticar o apoyar la acción política. Este texto de Fernández
de la Mora es sobremanera transparente y casi ahorra todo
comentario:

La España nacida del 18 de iulio lde 193ó] está hoy más cerca
de los niveles medios de Europa occidental que en ningún
otro momento de su historia contemporánea. Esto se registra
en las magnitudes en que verdaderamente se mesura la eficacia
de una gestión de gobierno, que son el orden, la justicia distri-
butiva, el respeto a la dignidad personal y la renta material
(lól) Discurso del 2 de junio de 19ó2.
(ló2) Jorge Yigón, Mañana (Madrid: Afrodisio Aguado, l9óó), p. 37.

337
y cultural per cápita. Los regímenes no se miden po.r su coin-
cidencia con los prejuicios ideológicos de cada uno, o por la
cantidad de poder político que nos han delegado. Esto es puro
doctrinarismo subjetivo, mal, por desgracia, muy común. Se
miden por su eficacia objetiva... Nuestra tremenda Guerra Ci-
vil, tan evocadora de inmensas congojas y crueldades, ha derra-
mado sobre nuestro suelo una sangre que puede compararse
en fecundidad a la que vertieron las legiones rornanas (1ó3).

Mi hipótesis no es sólo un juicio teórico; contiene algunas


consecuencias prácticas. Concretamente, muchos de los buenos
tecnócratas que empezaron en los años cuarenta copando, junto
a los católicos, el pequeño mundo de la cultura y la ciencia son
más tarde los defensores a ultranza de la despolitización de la
vida universitaria, de la neutralización de la ciencia, desde una
concepción empresarial y ordenancista de la política:

A finales del siglo xrx la política se hacía, como la farmacopea,


con sencillas recetas ideológicas: la liberal, la socialista, etc.
Hoy el 90 por 100 de la política es tecnología y economía...
Hay que proceder a una radical despolitización de la Universi-
dad. Los fines de la enseñanza superior son la formación de
profesionales y de investigadores. Las actividades polÍticas
de los alumnos y de los profesores en cuanto ciudadanos no
pueden tener más cauce que el extrauniversitario. Este objetivo
de racionalización y, por tanto, de neutralización de la ciencia
debe ser rotundo y tajante (1ó4).

Fernández de la Mora aparece todavía con más contunden-


cia y lleno de asepsia científica en esta limitadísima concreción
de los fines de la organización política, reducida en cierta ma-
nera a organización empresarial:
Los fines fundamentales de la comunidad política: el mante-
nimiento del orden, la elevación de la renta nacional y la justa
distribución de los bienes (1ó5).

Rimando con este enunciado, el Gobierno Arias de 1974 esta-


blecerá tres vicepresidencias, encargadas respectivamente a los
(ló3) Gonzalo Fernández de la Mora, Pensatniento espaftol, 19ó7 (Madrid: Rialp,
l9ó8), p. 34ó.
(164) Ibitl., p. 112.
(1ó5) Gonzalo Fernández de la Mora, Pensamiento..., cit., p, 166, Hablando de
la oacción estatal), lópez-Rodó la compara con (ua Ernpresa de entpresas a escala
nacional cuyo objetivo es el bien comúnr. Discurso del 12 de diciembre de 19óó, reco
gido en L. López-Rodó, Política y desarrollo (Madrid: Aguilar, 1970), p, 182 .

338
Ministros de la Gobernación (orden), Hacienda (renta) y Traba-
jo (distribución). Parece un esquema demasiado simple, pero
ha funcionado durante años. Aún es más simple y exagerada
csta última declaración de Fernández de la Mora: "El Estado es
un problema de nonios y de compásu (16ó).
Habrá que entender que es un modo de hablar, porque ni
siquiera el Ministro de Obras Públicas se conforma con esos
instrumentos tan simplificados. Con esa expresión metafórica
Fernández de la Mora trata de avisarnos de que la ufrialdad de
la ciencia> debe de sustituir a las <ideologíaso, o, para entender-
nos, que los tecnócratas y funcionarios deben sustituir a los
falangistas e impedir la entrada de los demócratas. Pero ésta
es mi interpretación personal. Su apotegma es éste:

Conviene acelerar todo lo posible el proceso de sustitución de


las ideologías por las ideas concretas que suministran la ética
y las ciencias sociales (ló7).

¡Como si las "ideas concretas)) que nos aportan la ética y las


ciencias sociales no tuvieran un componente ideológico! Desde
luego que lo tienen el ensayismo y la ética social de Fernández
de Ia Mora. Su propia definición de las ideologías
das según él por el liberalismo, el socialismo y el -ejemplifica-
comunismo-
tiene muy poco de asepsia científi.ca:

[Las ideologias son] subproductos degenerativos de una activi


dad mental vulgarizada y patetizada (p. 23).
Las normas irnplÍcitas en cualquier ideología... pretensiones de
fundamentar la cosa pública, y necesariamente desembocan en
un programa de gobierno, en una estructuración de la sociedad
y en una configuración del Estado (p.33).
Las ideologías son ideas pragmáticas, políticas, vulgares, ele-
mentales, inconcretas, emocionales, dogmáticas y utópicas... En
el mejor de los casos son razones caricaturizadas y corrom-
pidas al cabo de un intenso proceso de lógica y psicológica
extrapolación y, en definitiva, de masificación (p. 38).

Para no citar sólo Ministros, ésta es la ideología tecnocrática


más pura, con el lenguaje ya de los técnicos aperturistas, los
últimos <ministrables>:
(lóó) Declaraciones de Fernández de la Mora a Rosa M." EchevarrÍa en España, ¡ay!
(Madrid: Gráficas Nebrija, 1974), p. 98.
(ló?) Gonzalo Fernández de la lVfora, El crepúsculo de las icleologías (Madrid:
Rialp, l%5), p. 23.

339
!-a nolítica se hace con ideas, no con ideologías, y, por tanto,
hay que tener ideas, y además ideas políticas. et oU¡étivo de la
política no es otro que el de organizar la convivencia de una
comunidad o de un país para lograr el bien común de sus ciu-
dadanos en el orden, la justicia y la libertad... Las ideas
polÍticas en que se basa la convivencia de los españoles están
recogidas en nuestras Leyes Fundamentales... Lo que me
asombra un poco es que algunas gentes en España esten des-
cubriendo ahora las asociaciones ideológicas... Es mejor pensar
en unas asociaciones que ofrezcan unas garantías de ehcacia
organizativa (ló8).

Las "asociaciones no ideológicasr, (!) son, como puede verse,


la última esperanza del tecnocratismo cuando deja de estar
en la cumbre del poder. El tema respira ya las últimas polémi-
c_as de la vida política de estos últimos años: lo que se dio en
llamar (aperturismo).

(ló8) Declaraciones de Emilio Sánchez Pintado a Diario,, recogidas en Mi-


guel Veyrat, Hablando de España en yoz alta (Madrid:"Nuevo
Gráñcas Reunidas, llZt¡, p. SeO.
El autor ha sido colaborador directo de López-Rodó y procurador familiai in las
Cortes.

340
3T. POPULTSMO APERTT'RISTA

La expresión "populismon significa muchas cosas. En gene-


ral, tiende a caracterizarse con ella los movimientos políticos
nacionalistas de clase media que de alguna manera tratan de
compartir el monopolio de poder reservado a una gran burgue-
sía o a una conjunción oligárquica de intereses más tradicio-
nales. El populismo contiene un elemento de fuerte movilización
de masas y un compromiso de cambio o modernización, por lo
rnenos aparente, y sobre todo en sus resultados económicos. Se
halla estrechamente ligado a la ideología desarrollista.
El populismo en España se puede entroncar más con los
movimientos latinoamericanos del mismo signo (peronismo,
aprismo, varguismo, etc.), sólo que en España se mantiene como
un difuso ideal en una parte de los ideólogos oficiales, más que
como una realidad, y se destacan mucho más los aspectos de
participación en el crecimiento económico que los de moviliza-
ción de masas. De uno de esos modelos, el Estado Populista
brasileño se inicia con Vargas y Goulart. Helio Jaguaribe ha
dicho que se caracterizaba por una <notable ambigüed¿dr al
tratar de <armonizar intereses de clases muy diferentes que
tienen como condición de sus posibilidades el no definir clara-
mente lo que se trata de hacer o no hacer'; da la impresión de
que las masas participan, pero luego es una escueta minorÍa
la que controla la vida política. Las masas se contentan por-
que después de todo, al crecer el <pastel> económico, algo ga-
nan: más consumo, más educación, mejor nivel de vida. Pero
ese contento es falaz y el caso brasileño debe servir de para-
digma para el español, como se revela en esta antológica página:

El populismo no hace todo lo que dice. Esa diferencia entre


la expectativa y la realidad supone en los momentos de expan-
sión económica, un perfil favorable para el populismo, pero se
revelan como un factor de debilidad en los momentos de
crisis.
Entre otras cosas, el populismo vive de su éxito. En la medida
en que avanza el proceso de desarrollo brasileño, hay siempre
algo que ganar del futuro. Las expectativas son crecientes y te
dos están a favor del populismo. Pero, en el momento en que
la economía da un parón y ya no hay nada más que ganar, las

341
contradicciones y ambigüedades del populismo opqran como
un multiplicador de dificultades. Ya no cuenta con la fidelidad
de Ia burguesía industrial, la gran beneficiaria del experimento,
ya que le saca al populismo un buen rendimiento. Pero en el
momento en que el sistema entre en crisis la burguesía lo
abandonará. Por otra parte, el populismo no suscita en las ma-
sas el grado de apoyo militante que implica el lenguaje y la
retórica política, porque las masas, a pesar de todo, tienen ex-
periencia del hiato que existe entre la retórica y la realidad. En
el momento en que se paraliza el desarrollo, impidiendo con
ello la redistribución de los logros futuros, la demanda popular
se orienta hacia la redistribución de los grandes beneficios ac-
tuales, lo que genera un conflicto de clases de tipo clásico (ló9).

El resultado de la crisis del populismo brasileño en 1964 fue


un régimen aún más parecido al español en cuanto anula el
fenómeno de la movilización popular y entroniza los valores
mesocráticos y autoritarios, apoyados básicamente en un nue-
vo éxito económico extraordinariamente <dependentista> y en
el control del orden público por las Fuerzas Armadas.
Probablemente la secuencia de acontecimientos en España es
en cierto modo la inversa: 1) una sociedad agraria, la de los
años 40 y 50, con un sistema fuertemente autoritario y milita-
rista, con escasa participación social, 2) una sociedad básica-
mente industrial y urbana, la de los años ó0 y 70, en la que los
elementos populistas y participatorios ("apsrturismo>) atenúan
las veleidades totalitarias y ordenancistas del pasado. Por su-
puesto, hay una serie de importantes factores diferenciales en
España (la guerra civil de 1936-39, la unidad personal de Franco,
la proximidad y la influencia de los países transpirenaicos, etc.)
y en Brasil (la pavorosa extensión de la "marginalidad>, el tama-
ño continental, la absoluta dependencia económica, etc.). Com-
parar no es buscar identidades sino resaltar peculiaridades.
El tecnocratismo español de los años ó0 no contiene todos
los tornasoles ideológicos que cabe predicar de los tecnócratas.
Estos presentan también un repertorio de ideas decididamente
modernizante, comprometido con el bienestar popular y con los
deseos de la máxima y posible (apertura) en el área de ciertas
libertades, siempre contempladas como un (futuro posible>,
dados ciertos avances económicos y sobre todo el control del
orden público. Ese haz ideológico proviene de un núcleo falan-
(ló9) Helio Jaguaribe, Brasil: crise e altcnntivas (Rlo de Janeiro: Zahar edito-
res, 1974), pp.22 y 23.

342
gista y católico y se materializa todavla mejor en el conjunto
de los Ministros que he llamado *técnicos', sobre todo los de
la última época. Lo denomino <populismo) y (aperturista,' para
indicar la complejidad de los distintos ingredientes. Cada uno
de los dos por separado no se puede aislar muy fácilmente: el
desarrollismo de los años ó0 y 70 viene a ser la manifestación
del viejo populismo falangista de una generación atrás, al que
acompaña. el compromiso industrializador de los primeros "téc-
nicos>. El aperturismo no es más que la ampliación de esas
ideas populistas al campo de una cierta (participación social>
(el término, una vez más, viene de Francia) como alternativa
ante la amenazante avalancha democratizadora que se desborda
por todos los poros de la piel del Régimen. Aun con todas sus
ambigüedades de formulación, el hecho cierto es que en los
últimos lustros del Régimen se va ampliando su capacidad de
reformarse a sí mismo, de admitir elementos nuevos antes pros-
critos, de tolerar y aún auspiciar ciertos cambios sociales. Todo
ello se ha podido conseguir por el predominio creciente de las
ideologías del populismo aperturista entre los que detentan el
poder.
En un principio, el Régimen se sumó al compromiso indus-
trializador porque, entre otras cosas, es más fácil levantar fábri
cas, sin más, que transformar las condiciones de la sociedad
agraria de la que partía. Suanzes lo vio muy bien:
En los últimos tiempos he mantenido de manera continua el
criterio de que el desarrollo de una industrialización es siem-
pre mucho más sencillo que el modificar a fondo una estructura
agraria para obtener de la misma la productividad y los necesa-
rios aumentos de producción én calidades y precios competi-
tivos (170).

Por la misma razón simplificadora, el desarrollo económico


se antepuso después a todo lo demás, el crecimiento de la renta
a su distribución, la libertad económica a las libertades políti
cas. En esta secuencia tuvo que triunfar y triunfó la tecno-
cracia. Pero no fue un éxito esplendoroso y definitivo porque
tropezó con un gran obstáculo: el componente populista que
palpitaba desde los mismos inicios del Régimen. Cierto es que
nunca se creyó oportuno organizar grandes movilizaciones de
masas, y ni siquiera se dio un contenido real al Movimiento
(170) J. A. Suanzes, Ocho discursos (Madrid: INI, 1963), p. 5ó; discurso pnonun-
ciado en 19ó2.

343
organización, pero las tesis falangistas del
"revolucionarismo>
(reforma agraria, nacionalización de los sectores básicos, atri-
buciones políticas a los sindicatos, etc.), e incluso las ocasio-
nales apelaciones a referéndums y manifestaciones monstruo
nunca se abandonaron del todo. Al menos como amenaza retó-
rica estuvieron siempre en boca de algunos oradores políticos.
El Régimen franquista no fue nunca tan conservador o patriar-
cal como, por ejemplo, la imagen que transmitió el salazarismo
portugués, aunque tampoco llegó al extremo populista del pe-
ronismo o del varguismo. Ello condujo quizás a una cierta dolis
de incoherencia, y hasta de demagogia y de cinismo si se quiere,
pero conviene aceptar los hechos como son, o al menos como
uno cree honradamente que son.
Algunos de los elementos de ese poso populista del falangis-
mo han quedado ya documentados en páginas anteriores (véáse
capítulos 15 y 24). Veremos de completarlos ahora con otras
referencias.
Uno de estos textos más interesantes en esta línea pertenece
a Jesús Suevos, uno de las <camisas viejasn más radicáles, aun-
que en los últimos tiempos refrigere sus ímpetus revoluciona-
rios en las tranquilas aguas de la vida municipal (durante años
h3 sido concejal de Madrid) (l7l). Pero en 1940 se contagia, con
sin igual frescura, de la atmósfera revolucionaria del (mZs bien
literario) fascismo español. En su dialéctica interpretación de
la Historia parte de <la coSruntura genial de la Revolución Fran-
cesaD que supo encumbrar a la burguesía y también de <la
genial envergadura vital del movimiento marxista> que se dio
cuenta de la fuerza política del proletariado (172). Toáavía más
extraordinario es, en su opinión, el papel de Mussolini por <su
esfuerzo en rescatar a la masa proletaria de la idea marxista
y llevar su fuerza revolucionaria a un cauce patriótico y nacio-
nal". Ergo "la Falange, forzosamente, ha de basarse iambién
sobre la masa proletaria si quiere tener, de verdad, un futuro>.
En contra del sector elitista y joseantoniano (que es el que a Ia
postre llega al poder), Suevos afirma que <nunca he créído en
Ia eficacia de los movimientos revolucionarios en que sólo par-
ticipasen unas minorías si éstas no sabían incrustarse en la
masa del pueblo y contagiarle sus propósitos y su fervorr. Sos-
tiene Suevos la heterodoxa concepción de que (en la Revolu-

. (l?l) Jesús Suevos, junto con Girón, son los dos falangistas que permanecenin
más fieles junto a Perón en su destierro madrileño.
Jl?2, Jesús
- Falonge
la
Suevos,
(Madrid, "Nacionalización de las masas proletariasr en I Congreso de
1940), pp. 6g-Tt; p.71.

344
ción Francesa, si bien se mira, palpita más o menos tácitamente
una serie de ideas cristianas que afloran y se imponen en el
mundo> (173) y, por otro lado, que los falangistas, al tener que
"abordar a las masas proletarias con un sentido misioneror, han
tenido que realizar una especie de "colonización del marxismo",
por lo que los falangistas han sido tachados con el estupendo
epíteto de ucomunistas azules>. Y llega a afirmar, teorizando un
poco al modo simmeliano:

Es un fenómeno que se repite en la Historia; que en la lucha


los contendientes sufren una especie de transfusión u ósmosis
espiritual que les hace participar de las ideas hostiles, y en
cierta manera, asimilárselas. Tiene razón quien ha dicho nque
nada se parece tanto al abrazo como Ia lucha cuerpo a cuerpo>;
para luchar es preciso en cierto modo entenderse, que hay una
especie de entendimiento común. Luchan los próximos; jamás
pugnarán los antípodas. Pues bien, no se equivocan ciertamente
aquellas gentes que ven en la Falange ciertos resabios marxis-
tas. Pero es preciso que el atento y curioso observador recuerde
que éste es un fenómeno que se repite en la Historia (174).

En definitiva, el credo populista se basa en esta antítesis:


El materialismo marxista es un materialismo descarado y lo
podemos combatir cara a cara, y es peor el materialismo bur-
gués que se disfraza y oculta bajo falsas retóricas espiritualis-
tas. Además, el materialismo marxista es un materialismo que
podríamos llamar
"dinámicou; tiene, como último motor, una
esperanza mesiánica y camina, caluroso y vivo, hacia un futuro;
en él se puede todavía injertar una fe de sentido contrario. En
cambio, el materialismo de la burguesía es nestático", no le
mueve ninguna esperanza, se asienta en la codicia y la concu-
piscencia, en la ambición personal, en una dorada ociosidad,
sobre la cual no hay ninguna posibilidad de actuación his-
tórica.
Hemos luchado a muerte contra el marxismo y seguiremos
luchando contra Pero hemos de contar con su fuerza vital.
é1.
con su fuerza humana (175).

La verdad es que la Falange no llegó sola al poder y ni si


quiera triunfó su facción más populista.
Ya hemos visto cómo algunas de las uconsignas que ema-
(173) Jesús Suevos, oNacionalización...o, cit., p. 72.
(174\ Ibitl., p. 73.
(t7s\ Ibid., p.7s.

345
naban de la Delegación General de Prensa en los años cuarenta
se van adaptando, con camaleónica rapidez, a las circunstancias
exteriores. En 1945, ante el sorprendente triunfo del Laborismo
en el Reino Unido, la uconsigna, del momento saca todo el
partido que puede de la veta pofulista, en este caso no precisa-
mente de tipo fascista:

El contenido social del laborismo considerándolo como un


hecho político tÍpicamente inglés, ofrece también motivos ge-
nerales de consideración. La doctrina social del Movimiento
español comprende una serie de objetivos concretos de justi-
cia, de elevación de vida, de solidaridad social, de participa-
ción del pueblo en las tareas administrativas, que pueden coin-
cidir o considerarse con cierto paralelismo con las aspiraciones
sociales del laborismo, por lo cual nosotros estamos en actitud
de comprender esta corriente general del mundo y colocarnos,
no en posturas reaccionarias o de simple conservadurismo mez-
quino, sino en actitudes vigentes y modernas del proceso social-
económico...
Desde el punto de vista económico-social, al Movimiento espa-
ñol se le puede ver con un cierto aire de izquierda si aceptamos
esta nomenclatura, ya bastante gastada, como desde el punto
de vista espiritual tiene un acento tradicionalista cristiano,
y desde el punto de vista nacional debe satisfacer a todos los
españoles (17ó).

En esos años de auge del laborismo el papel dramatúrgico


de hablar directamente al pueblo (en el tajo, en la mina, en la
besana, y en otros poéticos lugares) corresponde a Girón, del
que hemos visto ya suficientes muestras de su producción ideo-
lógica. No es ocasión de repetir lo repetitivo.
La Ley de Prensa de 1966 (la nley Fraga, por antonomasia)
supuso un hito muy positivo en el proceso del populismo aper-
turista que dio al traste con el elitismo de los tecnócratas. De
hecho, en estos últimos años las colurñnas de los periódicos han
respirado una libertad y lozanía desconocida en otros ámbitos
de la vida pública. No hay que olvidar, precisamente, que la
ley de Prensa fue anunciada por Fraga inicialmente en 1962
y 1963 como Ley o Estatuto de la Información. Resulta signi-
ficativo que la TV, radio, libros, teatros, cine y otros medios de
comunicación quedaran fuera de la corriente liberalizadora.
(17ó) Consig¡a de la Delegación General de Prensa del 30 de junio de 1945, reco-
gida en Agustín del Río Cisneros, Viraie político español durante la II Guena Mundial
tMadrid: Ediciones del Movimiento, 19ó5), pp. 430-431.

346
Paradójicamente la apertura de la Prensa por la Ley Fraga
sirvió para proyectar sobre su autor un sistemático ataque por
parte de muchos periódicos, dado que la parcial liberalización
no se vio acompañada de otras aperturas. De hecho, a la Ley
de Prensa siguió la Ley de Secretos Oficiales, más dos estados
de excepción y una proliferación de secuestros y expedientes
dirigidos contra determinados medios informativos. Como sín-
tesis de los ataques que recibió Fraga se pueden citar estas fra-
ses de un durísimo editorial publicado en el momento en que
el ex Ministro no ocupa ningún cargo público. Si no fuese por
lo reiterativo y prosaico del estilo, diríase escrito por la ácida
pluma de Emilio Romero, uno de los irreconciliables adversa-
rios políticos de Fraga:
La gestión del señor Fraga Iribarne al frente del Ministerio de
Información y Turismo, y en lo que se refiere a la Prensa, se
caracterizó precisamente por la abundancia de conflictos con
los medios informativos. Careció de la más elemental capacidad
negociadora con empresas y directores, y fue en su tiempo
cuando se alcanzó la más alta cota en la suspensión de perio-
dicos y revistas... Ha sido en la época del señoi Fraga como
ministro cuando se han instruido más expedientes a los medios
informativos... No parece que la gestión del señor Fraga se
caracterizase precisamente por un sentido aFerturista, propicio
a la negociación y al entendimiento de las circunstancias que
condicionan la profesión periodística. Ni fue tampoco el hom-
bre público abierto a la crítica y con gusto por el contraste
de pareceres y de opiniones, que ahora propugna con carác-
ter de urgencia y con profundidad revisionista (177).
A pesar de las críticas recibidas, esta fecha de 1966 consti-
tuye un turning point en el proceso que cada vez se irá califi-
cando más como (aperturistan. Corresponde como ya hemos
indicado a la Ley de Prensa que acaba con la censura directa
en los periódicos. Lo importante es que a partir de ella se em-
pieza a poder escuchar el deseo del abanico completo de liber-
tades cívicas. Hasta Serrano Suñer, en su etapa final más
literaria y reformista, llega a apuntarse a la última moda aper-
turista:
Las libertades que ésta otorga tienen que referirse a algo más
sustancioso, como son las reformas sociales o estructurales del
régimen de la sindicación, el representativo, los mecanismos
(177) Diario
"Pueblo,, 10 diciembre 1971.

347
políticos y el comportamiento de los gestores públicos, que es
tema en el cual aún no se ha entrado en serio e4 nuestra
prensa. Mantener a los españoles más tiempo de lo que la
dramática necesidad de la guerra civil exigía en vacaciones de
sus deberes y derechos no sería la mejor manera de interesar-
les en un patriotismo consciente y efectivo. Los hábitos del
autoritarismo y los correlativos de la inhibición están tan
arraigados que no se acaba de crear un clima de sincera pues-
ta en marcha de lo que se deseaba ver funcionando, pues es
bien visible la persistente afición al monólogo autoritario, al
<slogan> simplista y el desprecio a la opinión adversa. A crear
las condiciones para que las leyes no sean letra muerta están
más obligados que nadie quienes honradamente hayan procla-
mado su necesidad o conveniencia (178).

Dentro del pensamiento falangista mejor situado empieza


a oírse hablar de "socialismo humanista> y expresiones análo-
gas, como la nueva versión más actual de la antigua corriente
populista. Por supuesto que se trata más de un juego de pala-
bras que de otra cosa, ya que la simple pertenencia a los abur-
guesados socialismos que comparten el poder en otros cristia-
nísimos países europeos es considerada en España como un
delito gravemente penado. Con todo, anotemos la nueva ter-
minología:

Una tarea sugestiva, que podría ser emprendida dentro de una


línea de renovación del antiguo pensamiento falangista y, en
general, socialista, sería la preparación del programa de objeti-
vos intermedios q.ue, sobre el telón de fondo de la actual reali
dad socioeconómica, ofreciera una expresión moderna, de inspi-
ración humanista, al socialismo. De esta forma podría comple-
tarse, dentro de un marco institucional, la valiosa labor que,
aisladamente, vienen realizando en este orden, diversos grupos
de pensamiento y escritores polÍticos. La expresión programá-
tica e ideológica que en estas condiciones se elabore, sería el
socialismo posible y deseable como expresión del desarrollo de
los Principios Fundamentales que, dada su amplitud, consien-
ten, según creemos haber demostrado, un desarrollo conserva-
dor y otro falangista o socialista (179),

Fernández Miranda oficializa las expresiones (socialismo na-


cional> y <socialismo integrador), como términos deseables de
(178) Ramón Serrano Suñer, Ensayos aI viento (Madrid: Cultura Hispánica, 1969),
p. 222. Publicado originariamente en 19ó7.
(179) Carlos Iglesias Selgas, La vía española a la democracia (Madrid: Ediciones
del Movimiento, 19ó8), p. 30ó.

348
la política falangista, Esto últirno lo define como aquella situa-
ción en que (la propiedad privada, reconocida en nuestros Fue-
ros, llegará a ser efectivamente para todos los miembros de la
sociedad" (180). Y el <socialismo nacional integrador> se refiere
a (un tipo de sociedad en donde cada vez más y de modo más
radical el sentido de justicia social y de igualdad sean crecien-
tes> (181). Como puede verse, el <socialismo" aludido no puede
ser más complaciente, menos revolucionario, y por supuesto
desconectado totalmente de cualquier interpretación del pensa-
miento de Marx o de la tradición del movimiento obrero.
En esta misma línea de aperturismo populista, la divisa de
Licinio de la Fuente como ministro del Trabajo ha sido la del
humanismo social, indefinible axioma que busca promocionar
y hacer partícipe y protagonista al hombre concreto en la jus-
ticia social, en un nuevo modelo de sociedad, en la reforma de
estructuras, en el desarrollo comunitario, hacia la sociedad <pro-
mocional y participada> (182). ¡Menos mal que nos avisa de que
<no queremos taumaturgia ni simples manipulaciones verba-
les" (183), o de que se honra uen servir una política de reali-
dades, no una retórica de fáciles promesas"! (184)
Al mismo tiempo que se decía todo esto desde el estrado
del poder, la observación de un ciudadano particular, de excep-
cional biografía política, contrasta por su pesimismo:

Hay que clecir de una manera general que no hay opinión, que
no hay cauces adecuados para que la opinión se manifieste, no
hay vida política. Hay vida oficial pero no vida pública (185).

Con este estilo tan peculiar de los escritores políticos actua-


les, que aluden sin aludir y
"vivo sin vivir en mí>, Fraga, siendo
ex Ministro, termina una conferencia en 1971 con esta anda-
nada: "la participaciúz tiene que encarnar en cosas más efecti-
vas que elecciones trucadas, desfiles y solemnes inauguraciones...
Al final [nos planteamos] el problema del Bien, no del tamaño
relativo, o el de las técnicas instrumentales. Bien común, lejos
(180) Declaraciones a uSolidaridad Nacionalo, 24 abril 1971.
(18r) rbid.
(182) Todas estas palabras se repiten cort diversas combinaciones en muchos dis-
cursos. Véase la raopilación L. de la Fuente, Trabajo, sociedad, política (Dcrclnna de
un humanismo social) (Madrid: Ministerio de Trabajo, 1973).
(r83) Ibid., p. 514.
(184) Ibid., p. 521..
(185) Declaraciones de Ramón Serrano Suñer recogidas en el cDiario de Barce-
lona¡, 24 mayo 1973.

349
de todo sectarismo; Bien que sólo se da en la Verdad, lejos de
toda hipocresía o tartufismor (186).
En el fondo el aperturismo no va mucho más allá de la meta
desarrollista de los <tecnócratasl, pero como es afirmado por
los atécnicosD que no desean confundirse con aquéllos, de ahí la
insistencia verbal en que las metas son ahora otras. Este párra-
fo de Utrera (antes de ser Ministro) es un buen ejemplo de ese
esfuerzo de desidentiñcación:

El desarrollo es, pues, la manifestación germinativa de un


tiempo nuevo y supone por tanto la transformación completa
de la vida española... A través del desarrollo económico, España
tiene que situarse en una sociedad de trabajo impetuosa y pro
gresiva, pero en ella la victoria de la técnica no es suficiente
ni colma todos los espacios del alma; hay que realizar un
verdadero humanismo cristiano... El espíritu del Movimiento
se pronuncia hoy en favor del desarrollo, siempre apuntando
a raÍces más hondas que las puramente económicas (187).

El último esfuerzo aperturista del Gobierno Carrero está re-


presentado por la ¡ofensiva institucionaln de Fernández Mi-
randa:

Nuestras ideas son muy claras... Es óptima la circunstancia


para llevarlas a la realidad, para emprender con decisión nues-
tra ofensiva institucional en busca de otorgar al pueblo la na-
cionalización plena de la participación política (188).

Desgraciadamente, nos quedamos sin saber en qué iban a


traducirse las ideas claras sobre la ofensiva institucional (189).
Fernández Miranda sólo es Presidente en funciones por unos
días, tras Ia trágica desaparición de Carrero. Pero la etapa igual-
(lEó) Manuel Fraga lribarne, El desarrollo díti@ (Barcelona: Grijalbo, l9?l),
p. t2. Este es el ñnal de una conferencia pronunciada en marzo dc 1971. Poco anles
habl¡ hecho fu¡or en Madrid la comedia del Tartdo en versión de Llovet-Marsillach,
con alusioncs dircclísimas a los tecnócratas que por entonces entonában su canto de
cisne. Dicen que la comedi¡, aprobada directamcnte por Fraga en sus úhimos mo
mcntgs de poder, fue suprimida por el propio Carrero,
(18?) José Utrtra Molina, Discurso ante el Acto Conmenroralivo de Ia F'¿tsión de
Falange Española y las JONS (¡l marzo 1973) (Madrid: Ediciones del Movimeinto, 1973),
p, 2r.
(lEE) Discurso de Fernández Miranda el 24 de octubre de 1973.
(189) Ya en 1970, dcspués de un tiempo de largos debates sobre las pretcndidas
.asociac¡ones pollticasr, Fernándcz Miranda advirtió que rpueden perder las esperanj¿as
aquélloc que c¡ean que vamos a cludir, aplazándolo, cl problema de las Asociaciones
pollticas,. Torru.to Fernándcz Miranda, Díscurso en el Plcno ricl Consejo Nacional del
Mor¡imiento del 27 dc abril de 1970 (Madrid: Ediciones del Movimiento, 1970).

350
mente (técnicaD de Arias Navarro no representa una ruptura
sino una reafirmación del talante aperturista, ya sin el freno in-
tegrista de Carrero. Se suele considerar el importante discurso
del presidente Arias ante las Cortes del 12 de febrero de 1974
como la máxima expresión del aperturismo. Es el primer gran
discurso político que haya sido radiado y televisado en directo.
Fue recibido por los comentaristas políticos con casi unánime
aprobación y con sólo algunas reticencias por parte de los secto-
res ultras (revista <Fuerza Nueva>, Girón, algunos sectores ecle-
siásticos). El estilo y el tono de este capital discurso suena de
un modo algo distinto de lo que es usual en este tipo de litera-
tura política. Hay quien ha creído adivinar en algunos de los
párrafos la pluma de Gabriel Cisneros y José Manuel Romay,
jóvenes y conspicuos <ministrables>, del ala más <europea)r, y
por entonces directos colaboradores de Arias en la Presidencia.
El discurso de Arias empieza reconociendo que la usociedad
española de hoy [es] definitivamente distinta [de la] que hubo
de contemplar el Régimen en su hora naciente>. El silogismo
que sigue es tan novedoso en los fastos políticos del Régimen
como importante:
Si otra, y venturosamente distinta, es la sociedad a la que
servimos, otros han de ser el talante y los modos con los que
el Poder ha de encarar sus exigencias. La más exacta y cabal
manifestación de lealtad consiste en saber actualizar la vigen-
cia de unos Principios fundamentales permanentes, buscando
su traducción exacta a las demandas de una sociedad cam-
biante.

Al lector no se le escapará, desde luego, la contradicción en-


tre lo permanente de los Principios y lo cambiante de la socie-
dad. No será la única del discurso. En realidad la técnica del
discurso es muy vieja. Consiste en aceptar la innovación de una
serie de expresiones que suenan a la música del aperturismo
con los caveats de la letra de los conceptos tradicionales. De
esta manera cada uno ve en el texto lo que quiere ver, se logra
el máximo consenso y en definitiva el orden se consolida. A títu-
lo de ejemplo recogeré en dos columnas las palabras y expre-
siones que pertenecen a la pauta, podríamos decir, aperturista
y las que conservan el viejo sabor de las esencias más autori-
tarias o inmovilistas (190).
(190) El listado viene dado por orden de aparición y el número hace referencia
al párrafo en que aparecen. Manejo Ia edición de la Delegación Nácional de Prcnsa y
Radio del Movimiento en folleto, sin fecha.

351
Como puede verse, las contraposiciones se realizan casi
siempre dentro del mismo párrafo:

Argumentos que satlsfacen Argumentos que satisfacen


a los aperturistas a los inmovllistas
... demandas de una socie- ... vigencia de unos Princi-
ciad cambiante (9). pios fundamentales perma-
nentes (9)
... participación concurrente El nuevo Gobierno asume
... puertas abiertas (12) con honor todo el pasado de
nuestro Régimen... propósito
de continuidad (13)
... nos obliga a la innovación ... la conservación a ultranza
y no a la repetición... una in- y defensa activa de la paz...
novación audaz y resuelta a la firmÍsima decisión del Go-
la imaginación creadora (14) bierno de constituirse en
enérgico guardián de la paz
social y la convivencia ciuda-
dana tan dolorosamente con-
seguidas (15)

... el Gobierno optará siem- Quien atentare contra ese sa-


pre por la acción preventiva grado bien público debe sa-
antes que por la represi- ber que la justicia hará re-
va (19) caer sobre é1, con más rigor
que benevolencia, todo el
peso de las leyes (18)
... orden constitucional inno- ... el Gobierno está en vigi
vador (21) lia permanente y mantendrá
a ultranza el compromiso
que tiene con el pueblo de
asegurar sin vacilación, la
tranquilidad y el orden so-
cial (20)
Las monarquías en nuestro ... la corona conlleva en su
tiempo, no pueden respon- propia naturaleza... la voca-
der... a obsoletos esquemas ción de perdurabilidad... la
cortesanos (27) forma del Estado español
desde la más remota me-
moria de nuestra Histo-
ria (23)
... es tarea primordial del
Gobierno acometer todas las
medidas de desarrollo polí-
tico... El consenso nacional
en torno al Régimen en el fu-

352
Argumentos que satisfacen Argumentos que satlsfacen
a los aperturistas a los tnmovlllstas
turo habrá de expresarse en
forma de participación... re-
flexiva, articulada, operativa
y crítica (29)
Asumamos conscientemente
nuestras cuotas de responsa-
bilidad comunitaria, cuoras
que queremos invitar a que
suscriban treinta y cuatro
millones de españoles (30)
Nuestro afán es sumar y no
restar; a'unar voltrntades y
no excluir; respetar opinio-
nes y no forzarlas (31)
... ordenación de nuevas fór-
mulas para dar proyección
política al pluralismo real de
nuestra sociedad (32)
... soluciones más generosas
e integradoras (33)
El nuevo proyecto [de ley de
Régimen locall atribuirá a
Alcaldes y Presidentes de
Diputación carácter electi-
vo (35)
... deberá abordarse la regu-
lación y funcionamiento de
las agrupaciones para la re-
presentación, gestión y de-
fensa de los intereses comu-
nes y de las Asociaciones
Sindicales para las activida-
des específicas con intereses
peculiares (37)
El Gobierno rechazará... cual- ... vivimos tiempos difíciles
quier interferencia Ide la en los que toda insolidari-
Iglesial en las cuestiones clad, corrupción y egoísmo
que, por estar enmarcadas pueden ser posibles... con la
en el horizonte temporal de autoridad necesaria que es-
la comunidad, están reserva- toy obligado a ejercer impe-
das al juicio y decisión de la diré que se contagie nuestro
autoridad civil (54) pueblo, al que tanto repug-
nan los vicios que minan a la
sociedad en que vivimos (43)

353
lrgu¡nentos que raüsfacen lrgurncotor que radrfaoeNr
a los lnnovlll¡t¡s a lor aperturütar
... reiteramos nuestro deseo
de comparecer en el proceso
integrador de Europa Occi-
dental (57)
... al sentido último del de-
sarrollo como instrumento
para la persecución de unos
fines superiores de justicia,
de promoción social, de liber-
tad y de digaiñcación de la
persona (ó2)
A la multiversidad de las ... el fantasma de la masifi-
técnicas y saberes ha suce- cación es ya algo más que
dido la macromultitud estu- una amenaza... parece llega-
<iiantil. El fenómeno es pq do el momento de instru-
sitivo y esperanzador (71) mentar algún modo de selec-
tividad (71)
... el país y los tiempos han El Gobierno... está también
cambiado y con el cambio dispuesto a que... en las
ha irrumpido otra genera- aulas se mantenga un clima
ción. Tiene otro aire, otras de trabajo y de sosiego, apli-
costumbres. Esta diferencia- cando, sin vacilación, todas
ción no debe ser adulada, sí las medidas que demanden
reconocida. Debe ser acep- las circunstancias (73)
tada como una posibilidad
de ren<¡vación (72'l
Una reforma social auténtica
quc aspira a cubrir todas las
necesidades y todas las aspi-
laciones del hombre dc hoy
n<.r puede inspirarse en nin-
guna clase de paternalis-
mo (75)
El Gc¡bierno quiere compre Los conflictos laborales no
mcterse a ampar¿lr el traba- benefician a nadie, y el me-
.jo cle nucstros compatriotas jor modo de reducirlos o evi
cn su proyección internacio tarlos es incrementar la in-
¡ral, el de los cientificos, los tegración y participación de
cscritores, los artistas y tan- los trabajadores en el com-
tas otras categorías de cspa- plejo mundo que constituye
ñolcs quc enriquccen con su la empresa (82)
c<¡ntenid<¡ valic¡sisimo la ac-
ción nacional en el exte-
rior (78)

354
Aconsejo al lector que se lea primero cada una de las colum'
nas por separado. Comprenderá en seguida la técnica de hacer
discursos, que en este caso ha llegado a la más artesanal exPre'
sión de la obra bien hecha. Verá que cada una de las dos versie
nes que así resulta es perfectamente coherente. De hecho en la
lectura no especializada, y a veces en la especializada también,
uno está dispuesto a leer lo que anda buscando, lo que conñrma
sus propias ideas. Así una persona de talante liberal y otra reac'
cionaria o inmovilista pueden quedar casi igualmente satisfechos
del mismo discurso. [.o curioso es que, en cierta manera, ambos
tendrfan raz6n. El éxito del discurso del prudente Arias está
en que fue recibido con gran alborozo en los medios, digamos,
más progresivos y también en los más conservadores y orto'
doxos. La técnica empleada se podría resumir con la castellana
expresión de (una de cal y otra de arenar. Quizás es universal,
pero se adapta mejor a los sistemas autoritarios en la medida
én que en éstos no hay un electorado a quien hay que cuidar
sino que el político pretende rePresentar todos los intereses
nacionales, subsumidos en un hipotético bien común De hecho
lo que se trata de conseguir es el equilibrio inestable de las
distintas <familias> que componen la clase política. Los procedi'
mientos tienen que ser más sutiles que los que se emplean
para ganar, convencer y mantener un electorado.
Por supuesto, en el discurso de Arias el balance es renova'
dor (191). No se menciona la Guerra Civil, ni expresamente a
José Antonio y tampoco se nombra a Dios, los tres temas casi
inevitables de los grandes discursos del Régimen' Hay que decir
también, en honor al talante modernizante de los señores Pro-
curadores, que los párrafos más ovacionados -según dicen los
cronistas- fueron los aperturistas. Por aplaudir, hasta aplau-
dieron aquel que amenazaba con una ley de incompatibilidades
de los Procuradores en Cortes por la que .seguramente mu'
chos de los asistentes al acto se quedarían sin escaño.
Otros de los importantes documentos esenciales para gnten'
der lo que significa la línea aperturista es el discurso de PÍo
Cabanillis (antiguo seguidor de Fraga) en la primavera de t974'
A él pertenecen estos párrafos:
(l9l) L¡ interpr€ración auténtica <lc csc discurso, según el propio Arias' .cs. quc
se jroponta.continu"r la democratización del régimen, dcsdc sus propias posibilidades
conitiücionales, con vistas a ensanchar la base-social de panicipación,-.y de cara al
cnraiz¡miento de la monarqula,, Declaraciones a la Agencia EFE, publicadas en los
diarios de ll scptiembre 1974.

355
Pero no nos engañemos. Sin dejarse llevar por temores apoca-
lípticos ni caer en el misticismo del desarrollo, debe preverse
que el lrado conflictivo de la sociedad española crecerá al
lograr los niveles económicos del mundo civilizado... Es indis-
pensable que la sociedad permita un cierto grado de inq,uietud,
ligada a la permanente búsqueda del equilibrio, y rechace la
fórmula simple de que la menor alteración deba ser tratada
siempre como desorden...
De una etapa colectiva basada en Ias ideas de defensa, con-
solidación, aislamiento y conservadurismo, hemos avocado final-
mente a otra donde Ias ideas que circulan son las de desarro
llo, renovación, comunicación y participación (192).
En la misma línea de exégesis del <espíritu del 12 de febre-
ro> se sitúa un destacado artículo de Ricardo de la Cierva que
lleva por título <La nueva apertura). Su tesis es que toda la
Historia contempor:ínea de España puede interpretarse a través
de la tensión pendular entre inmovilismo y apertura, En los
tres primeros lustros del sistema franquista De la Cier-
ca- se producen varios intentos de apertura.-dice La primera con
Girón, en los primeros años cuarenta cuando el Régimen se
abre a lo social. La segunda, la política, es la que abre las puer-
tas de un sistema parafascista a la relación con Estados Unidos
y por extensión al resto de los países capitalistas. La tercera
es la apertura cultural protagonizada por-lo que podríamos
llamar nliberalismo falangista>. Otros tres movimientos de aper-
tura más cercanos De la Cierva- son el intento libera-
-sigue la
lizador de Ruiz Giménez,
los tecnócratas combinada con "notable obertura económica) de
la liberalización informativa de
Fraga. La <tercera apertura) para nuestro articulista es el pro-
grama de Arias Navarro, es decir, de todo un Gobierno. Este
es el severo diagnóstico y pronóstico final:

Quienes antaño fueron protagonis;tas de otras aperturas


esto no es la primera vez que sucede- empuñan ahora -y los
frenos y hasta los frenazos, del inmovilismo crónico... Si, con-
tra lo que todos esperamos, se frustra también la tercera aper-
tura, o se qtreda en las entrelíneas del nominalismo, habrá por
supuesto una cuarta. Pero ya no la podrá hacer este régimen,
ni otro nacido de él (193).
El aperturismo recibe en los últimos instantes una sonora
(1921 Plo Cabanillas, Pregón del Dla del Libro (Madrid: Ministerio de Información
y Turism, 194), p. 5.

35ó
andanada de críticas tanto del reformismo liberal como de la
derecha ultra,
Así, por ejemplo, José María de Oriol, en un homenaje a Ra-
miro de Maeztu y Víctor Pradera, celebrado en un restaurante
maldrileño el 10 de junio de 1974, aruemetió contra el apertu-
rismo de la última etapa franquista que él sitúa en el otoño
de 1973. A partir de este momento se presentan, a su juicio, los
siguientes males colectivos:

El resquebrajamiento de la unidad de pensamiento entre los


hombres responsables...
La intensa actuación de las fuelzas de la disociación al servicio
del desorden, que pierden ya el respeto a la autoridad y que
son arnparadas, a veces, por quienes desde su misión pastoral
más debían condenar el crimen, y no lo hacían...
Una grave y seria ofensiva contra lo fundamental de la con-
cepción española (194).

En el fondo este tipo de crítica de los ultras es la salvación


de los <técnicos> aperturistas, enfrentados a una imposible libe-
ralización política y teniendo que lidiar con una coJruntura eco-
nómica internacional bastante adversa. Los ultras facilitan a los
aperturistas en el poder su propia autocalifi.cación al permitirles
situarse más a la izquierda de lo que objetivamente resultarÍa
si los ultras no se dispararan.
Creo que un lúcido y provocativo análisis de esta situación
es el que hace Ignacio Camuñas, un político en la semioposición
democrática más moderada, cuando, juzgando los acontecimien-
tos políticos de 1971, escribe lo siguiente:
Dentro de esta estrategia fla alianza entre tecnócratas y falan-
gistasl entra, desde luego, la contemplación tolerante de fenó
menos extremistas operando en la vida pública, sean de dere-
chas o de izquierdas, se denominan fuerzas nuevas o liber-
tarios extremistas. Queremos decir con ello, que para las per-
sonas defensoras de esta opción, los radicalismos ultras resul-
tan muy rentables, pues les hacen aparecer ante el país como
más tolerantes y liberales respecto de unos, y más sensatos
y dignos de confianza respecto de otros. Al no dejar más op
ciones que la Inquisición o Ia algarada callejera, estos hombres

(193) Ricardo de la Cierva, (La tercera apertura', <ABC¡, 8 nayo 1974.


(194) üscurso roproducido en .Nue\¡o Diario¡, 11 junio lfl4, En septiembre de 194,
como oons€cl¡€rrcia del control de este periódico por la familia Oriol, es eliminado
de él Migu.el Veyrat, un incisivo columnista que quedaba de los iniciales tiempos
aperturistas de eNuevo Diarior.

357
defensores de la Justicia, el Orden y el Desarrollo, revalidan
ante el país su candidatura para ocupar unos años más los
puestos de dirección y de responsabilidad política. La resultan-
te de este tipo de datos y situaciones es el inmovilismo, consis.
tente en mantener el crecimiento vegetativo de la economía
nacional, reprimir cualquier desmán o actividad que suponga un
cambio, y esperar, sobre todo esperar... (195).

En un cáustico artículo, JoaquÍn Garrigues Walker (en una


posición política muy parecida a la de Camuñás) critica la con-
tradicción producida en un mismo acto político, en el que el
presidente Arias pide
"el espíritu de nuestros principios per-
manentes':'al lenguaje... de la España de este concreto presenteD
con las ininteligibles vaguedades del discurso del ministro Utre-
ra, ugalimatías de palabrasr que según el articulista no dicen
nada a la mayoria de los españoles. oAmbito estructural e ideo-
lógicoo, (consenso social>, (patrimonio doctrinal>, <estructura
participada y funcional,, (19ó) 5on algunas .de las expresiones
a que se refiere Garrigues, típicas de la ideología aperturística,
con el inevitable sello académico y polisémico de unos concep-
tos pensados más para ejercicios de oposición a cátedras de
Derecho Político que para tratar de llegar a la gente.
Sin embargo, hay veces en oue los catedráticos de Derecho
Político hablan claro. Las crÍticas de J. Ferrando y C. Ollero en
el "Madridu en el período 1968-1971 supusieron un primer alda-
bonazo contra las primeras esperanzas de aperturismo que desa-
tó la ley Fraga y el Referéndum de 1968 que aprobaba la Ley
Orgánica del Estado. El prclpio Fraga, retc¡rnado a su cátedra
en l9ó9 no desaprovecha ninguna ocasión para arremeter con-
tra cl desarroliismo de los tecnócratas. Manuel Jiménez de
Parga, como columnista en <Destino> o <Diario de Barcelonao, o
José Antonio González Casanova, en uDiario de Barcelonao, ,.,La
Vanguardiao v ,rTele/eXpres", serán un acicatc despiadado en
analizar los fallos y contradicciones del aperturismo. No me
corresponde estudiar ahora toda esta literatura. Recogeré como
única muestra la opinión de otro de los catedráticos de Derecho
Poiítico sospechoso de radicalismo- por la rotunda
-nada
manera con que vislumbra el fracaso del aperturismo:
(195) Ignacio Camuñas, (Introducción, en I. Camuñas et alii, España, Pcrspec-
tiv'u, 1172 (lllaclrid: Guadiana, 1972), pp. ll-22; p. 19.
(196) Joaqurn Garrigr:es Walkcr, qEl Movimiento -v su lenguaje', .ABC', 22 ju-
nio 1974. L Can¡uñas -v J. Garrigucs lValker, los dos brillantes ¡'jór'enes empresarios,
represer¡tan el secaor más visible du'la semioposición de lo que podriamos llamar.de-
recha inteligente' o (dL.rccha democrátican.

J)ó
La élite polÍtica actual está poco preparada para la serena
discusión pública y sobre todo para adaptarse a las presiones
de la crÍtica venida de la opinión pública <¡ de estos compc
nentes de la propia élite. Falta compenetración entre el pueblo
y la élite, y en el ánimo de ésta no se ha formado el hábito de
aceptar la idea de un turno político pacífico entre equipos y
posiciones doctrinales más o menos diferentes.
La parte más numerosa de la élite actual, en cuanto se puede
considerar como heredera respecto al régimen politico perso
nalizado, corre el peligro de sufrir una importante pérdida de
prestigio al irse afianzando nuevas vías de ascensión política
no apoyadas en ideas y sentimientos de fidelidad personal...
Un cierto miedo a la tacha de colaboracionista es innegable en-
tre quienes son conscientes de que, al culminar la peripecia
sucesoria, se producirá un cambio rotundo de mentalidad en
las minorÍas políticas activas (197).

De ahí, como digo, la utilidad funcional de las críticas ultras


a las posiciones aperturistas. Un suceso importante en la mar-
cha del aperturismo tiene lugar en septiembre de 1974. El día ll
de ese rnes el Presidente Arias lanza una declaración de princi-
pios en forma de entrevista con el Director de la agencia Efe,
recogida de manera destacada en todos los medios. Entre otras
cosas bastante novedc¡sas en la literatura política oficiall sé
refirió al nancho espectro del deseable pluralismo político que
pretendemos reconocer y encauzar), aunque en él quepan tam-
bién .,la incomprensión y reticencia en algunos sectores, procli-
ves a anclarse en la nostalgia, con quienes Arias se declara oin-
compatibleo, y que es de presumir son los integristas.
Un paso sorprendente en esas declaraciones es el objetivo
del nejercicio del derecho de asociación a todos los que se mue-
van en un amplio ámbito de respeto a los principios y nonnas
de nuestras leyes fundamentales>. Obsérvese que no habla de
ninquebrantable lealtadD sino de orespetoo. Y añade además
que las asociaciones políticas que se creen se moverán <en el
seno de esa comunión que es el movimiento" y, a sensu contra'
rio, no serán parte del Movimiento-organización, pues
ca- oel Movimiento no se identifica con su estructura -recal-
organi-
zativa". Para aclarar todavía más esta renovadora concepción, el
Presidente señala:

No cre<.¡ que ta incorporación de la juventud a las tareas nacio

(tn) J6t Zztn, Régimen pottlico de España (Pamglona: Un¡vers¡dad de Nava'


rra,1973), pp. l3!134.

359
nales se pl¡eda realizar según fórmulas apr.iorísticas, ni con
equívocas atribuciones de representatividad a un seotor más
o menos controlado o dirigido.

La alusión al monopolio falangista es tan evidente como


sorprendente.
La reacción integrista no se hizo esperar, sólo que expresó
con una acrimonia sin precedentes en un editorial de la revista
.Fuerza Nueva,,, del 28 de septiembre de 1974, titulado <Señor
Presidente" y en el que se adivina la restallante y colérica pluma
de Blas Piñar. Recojo algunos párrafos de este memorable do-
cumento, uno de los más característicos del involucionismo de
la extrema derecha.

.-. El proyecto de democratización que usted propugna no pue-


de ser otro que su transformación en una democracia inorgá-
nica y liberal, que nosotros rechazamos...
No acertamos a comprender la posibilidad de asociaciones polí-
ticas identificadas en el nombre- con los partidos
-salvo
políticos, ni entendemos cómo las mismas, tal y como usted las
define, pueden coordinarse con el Movimiento definido por
Francisco Franco.
¿Por qué nos ofende desde su puesto gobernante? Admito que
usted nos crea equivocados. Pero que nos dejemos llevar de
ambiciones personales los que venimos escuchando insultos,
calumnias, difamaciones, prohibiciones y amenazas por mante-
ner unas ideas que consideramos consustanciales con España,
es inadmisible. Usted ha hecho esa declaración que nos duele;
pero el estilo no es suyo; debe ser de un amanuense distinguido
y retórico que cuela lo que más le acomoda...
Usted... ha dado un golpe rudo y exterminador a una de las
obras, no por deteriorada menos querida, del Movimiento: la
Organización Juvenil...
Es usted, y no nosotros, el que nos arroja a Ia cara la incom-
patibilidad, el que nos excluye, el que niega que podamos ser
escuchados y atendidos si tuviéramos razón...
Nos autoexcluimos de su política. No podemos, después de lo
que ha dicho, colaborar con usted, ni siquiera en la oposición.
No renunciamos a combatir por España, pero hemos Compren-
dido que nuestro puesto no está en una trinchera dentro de la
cual se dispara contra nosotros y se airean y enarbolan estan-
dartes adversarios...
Nosotros no queremos ni obedecerle ni acompañarle. pero
fíjese bien en quiénes le acompañan. Piense si le dirigen o le
empujan. Y no se lamente al final si contempla cómo ese tipo
de democratizacíín que tanto urge se levanta sobre una legión

3ó0
de cadáveres, de los que son anuncio y adelanto, cuando esa
democratización se inicia, los que sacaron de los escombros,
el 13 de septiembre, del corazón mismo de la capital de
España.

La última frase alude a las víctimas de un atentado anónimo


contra una cafetería próxima a la Dirección General de Madrid
y cuya autoría no se ha esclarecido. El artículo se redacta en
primera persona del plural, con la entradilla de <Señor Presi-
dente> repetida a modo de apóstrofe catorce veces. En alguna
frase se escapa la primera persona del singular.
El artículo de <Fuerza Nueva, constituyó un éxito periodís-
tico, pues fue inmediatamente reproducido y comentado casi
unánimemente por los diarios y revistas de todo el país. Uni-
camente calló la Prensa del Movimiento, lo que no deja de ser
curioso si se parte de que es la primera que debía apoyar al
Presidente. Por primera vez en la historia del Régimen sucedía
esto: todos los periódicos, excepto los del Movimiento, se iden-
tificaban de la manera más unánime y espontánea con los pro-
pósitos del Gobierno. Era la apertura, o si se quiere, su concep-
tualización retórica: el aperturismo. Pero el aperturismo se
halla constantemente agónico, en lucha con el inmovilismo. De
hecho, a finales de octubre de t974 los inmovilistas ganan otro
round, al lograr que Pío Cabanillas propiciatoria de
la denuncia de la prensa inmovilista- -víctima
fuera expulsado del Ga-
binete. Barrera se va tras él y ambos arrastran a una pléyade de
aperturistas.
La polémica de aperturistas-inmovilistas es básicamente de
legitimidad. Los aperturistas sienten que el sistema no es ente-
ramente legítimo, esto es, que no se adapta bien a los valores
universalmente aceptados en la población y dominantes sobre
todo en el resto de los países europeos capitalistas; pensando
sobre todo en el posfranquismo, propugnan que el sistema se
reforme a sí mismo para no tener que enfrentarse con un pro-
ceso revolucionario. Los inmovilistas, por su parte, están dis-
puestos a otro proceso revolucionario de signo opuesto (<invo-
lucionario>, diríamos) con tal de que el sistema no evolucione
puesto que, al contrario, debe retroceder a buscar las esencias
en un tiempo perdido, en un pasado histórico recobrado en el
momento de la guerra civil de 1936-1939. La polémica, así plan-
teada, no tiene una solución racional. Todo depende del número
de personas y de la calidad y poder de las fuerzas que apoyen
una u otra tesitura.

36r
Cabe, por rlltimo, una tercera salida: que el moderado aper-
turismo populista que se desea desde el poder quede desbor-
dado por la propia realidad que destape al ensanchar la base
de participación. Dicho en términos más coloquiales: que las
pretendidas <asociaciones políticasD se transformen en parti-
dos políticos y que en la pacífica contestación que resulte triun-
fe el partido de los inmovilistas o cualquier otro que no sea
el que pueda representar los sectores aperturistas antes en el
poder. Pero esto es un futurible tan vano como indemostrable.

362
FINAL

Habrá lectores que empezarán el libro por esta página, por-


que lo que les interesa no es el franquismo sino el after Franco,
what?, para decirlo con la archirrepetida pregunta que le hacen
a uno los colegas de otros países. Co¡rtestaré con el autorizado
y auténtico pronóstico del que fue Director General de Cultura
Popular y al mismo tiempo reconocido francólogo. Señala Ricar-
do de la Cierva que la *desembocadura, del sistema franquista
eno puede ser, en las coordenadas actuales y previsibles, más
que democrática, con fuerte sentido autoritario y unitario, sí,
pero con los menos adjetivos posibles a la hora de las compa-
raciones europeasD (198). Creo que la mayoría de los estudiosos
de la realidad política española convendrían en ese cauto diag-
nóstico, como futuribie mlnimo, podríamos decir. Y añade De
la Cierva, para redondear el pronóstico:
En el futuro parece máq probable que no habrá en España un
franquismo sin Franco, ni siquiera en el sentido específico del
gaullismo francés posterior a de Gaulle. Entre otras razones
porque el gaullismo era y es un partido y el franquismo, a
pesar de su innegable vocación de totalidad y continuidad, es
ante todo una época (199).

Esto es lo que dicen los entendidos.'Yo lo traslado al papel


para general contemplación. Como este libro no tiene más mé-
rito que un cierto oficio de selecionador de textos llenos de
sentido para entender el argumento ideológico del Régimen fran-
quista, se me permitirá que lo cierre cariñosamente con una
página del último (por ahora) Iibro de Fraga Iribarne, uno de
.mis, Ministros y de mis maestros, pues discipulo fui suyo en
el vero inicio de mi carrera académica. De él tomé la costumbre
de leer simultáneamente varios libros, al tiempo que escribía
otro, y mientras planeaba un tercero. Espero que a éste que
concluyo ahora no se le aplique con demasiado rigor la conseja
que cuenta don Manuel, y no digo más:
(lgE) R, dc la Cierva, .Franco y el fnnquismor, en M. Frrya et alii, Ia España
d¿ los años 70 (Madrid: Moneda y Crédito, 19il), pp. 159-2t9; p. 206.
(l9Dl lbítt., p. 217.

3ó3
Toda crftica social no puede menos de ser desagradable para
los que disfrutan de las posiciones más favorables, en la distri-
bución de las f¡¡nciones sociales, y lo q,ue llevan consigo de
riqueza, de influencia, de poder, etc.
No nos engañemos: éste es un destino inevitable del hombre
de ciencia dedicado a temas sociales... Ya lo dijo nuestro Rey
Sabior los herejes, o sea, los disidentes, son una a manera de
gente loca. El hombre dedicado a la crítica social, no necesita
ni ser disidente: el mero hecho de ponerse a hurgar en las
sutiles cuestiones de la dominación (económica, política, cultu.
ral, etc.), le convierte en sospechoso. Cuando Charles E. Beard
publicó, con r¡na abrumadora prueba documental, su Substrato
económico de la Constitución, demostrando que una buena par-
te de la motivación de los Padres Fundadores de la de Filadelfia
había sido la de sus propios intereses económicos, parece que
hubo un hombre de negocios americano que comentó lo si-
guiente: No cabe duda de que el Profesor tenía los datos, pero
¿por qué tenía el muy hiio de perra que publicarlos? (200)
Me figuro que algún lector se habrá hecho ya la misma pre-
gunta.

(200) Manuel Fraga lribarne, Sociedad, Región, Eurcpa (Madrid: Alianza Edito
rial, 1973), p. 19. Por cierto que en el prólogo de este libro el autor, utilizando el
plural de modestia que permite el rango académico, escribe: <Ahora que por fin
hemos aceptado la profesión de sociólogo..., euiere decir que después de muchós años
no tenfa un cárgo público. A los pocos meses de esta afirmación el destino quiso que
don Manuel Fraga Iribarne fuera de Embajador a la Corte de Saint James. ün nuévo
supemumerario para la sufrida profesión sociológica.

364
FOTOGRAFIAS DE:

l. Foto Branguli/Diario de Barce- 35. Foto La Vangrrardia


lona 3ó. Foto Sáenz Guerrero/Diario cle
2. Foto Campúa/La Vanguardia Barcelona
3. Foto Pérez de Rozas/La Van- 37. Foto Cifra/Diario de Barc¿'lona
guardia 38. Foto Fotofiel/La Vanguardia
4. Foto Cifra/La Vanguardia 39. Foto Suárez/Diario de Barce-
5. Foto La Vanguardia lona
ó. Foto Cifra/La Vanguardia ¿10.Foto Campúa/l,a Vanguardia
1 Foto Pérez de Rozas/Diario de 41. Foto ClfraiLa Vanguardia
Barcelona 42. Foto La Vanguardia
8. Foto Pérez. de Rozas/I-a Van- 43. Foto La Vangu.ardia
guardia 44, Foto Europa Press/La Vanguar-
9. Foto La Vanguardia dia
10. Foto Diario de Barcelona 45. Foto Cifra/La Vangrrardia
ll. Foto Diario de Barcelona 46. Foto Campúa/La Vangrr.ardia
12. Foto Cif.ralLa Vanguardia 47. Foto Ortizlla Vanguardia
13. Foto Campúa/La Van'guardia 48. Foto Europa Press/Diario de
14. Foto Cam,púa/La Vanguardia Barcelona
15. Foto Cifra Gráfica/Diario de 49. Foto Campúa/La Vanguardia
Barcelona 50. Foto Campúa/La Vanguardia
16. Foto Cifra/Diario de Barcelona 51. Foto Diario de Barcelona
17. Foto Cif¡alla Vanguardia 52. Foto Pérez de Rozas/La Van-
18. Foto Cifra/l-a Vanguardia guardia
19. Foto Europa Press/La Vanguar- 53. Foto Jalón Angel/Diario de Bar-
dia celona
n. Foto Cifra/La Vanguardia 54. Foto La Vanguardia
21. Foto Aulocolor/Diario de Bar- 55. Foto Campua/La Vanguardia
celona 5ó. Foto Campia/f.a Vanguardia
72. Foto Campúa/La Vanguardia 57. Foto Ctfra/La Vanguardia
23. Foto Campúa/La Vang¡¡ardia 58. Foto Cifra/La Vanguardia
24. Foto Pérez de Rozas/La Van- 59. Foto Campúa/La Vanguardia
guardia ó0. Foto Diario de Barcelona
25. Foto Pérez de Ro4as/La Van- ó1. Foto Cifra/Diario de Barcelona
gua¡dia ó2. Foto Cifra/La Vanguardia
26. Foto Sáenz Guerrero/Diario de ó3. Foto La Vanguardia
Barcelona ó4. Foto Diario de Barcelona
27. Foto Cüra/La Vanguardia ó5. Foto Péra, de Rozas/La Van-
28. Foto La Vanguardia guardia
29. Foto
Campúall-a Vanguardia 6. Foto Cifra/I-a Vanguardia
30. Cifra/La Vanguardia
Foto 67. Foto Gil del Espinar/La Van-
31. Foto
Vidal/I-a Vanguardia guardia
32. Foto Pérez de Rozas/Ia Van- ó8. Foto Sanz DiazlDiario de Bar-
guardia celona
33. Foto Cifra/La Vanguardia 69. Foto Campúa/La Vanguardia
v. Foto Pérez de Rcas/La Van- 70. Foto Cifra/La Vanguardia
guardia 71. Foto Campúa/f,a Vanguardia

3ó5
72. Foto Cifra/Diario de Barcelona 103. Foto Cifra/Diario de Barcelona
73. Foto Cíf¡a/La Vanguardia 104. Foto Cifra/l,a Vanguardia
74. Foto Cifra/Diario de Barcelona 105. Foto Cifra/Diario de Barcelona
75. Foto Cif.ra/I-a Vanguardia l0ó. Foto Portillo/La Vánguardia
7ó. FotoLa Vanguardia 107. Foto Pérez de Rozas/La Van-
77. Foto Cifra/La Vanguardia guardia
78. Foto Pérez de Rozas/l"a Van- 108. Foto Cítra/l-a Vanguardia
Suardia 109. Foto Cifra/La Vanguardia
79. Foto Associated Press/Diario de ll0. Foto Cifra/Diario de Barcelona
Barcelona l1l. Foto Campúa/l,a Vanguardia
80. Foto Gyenes/La Vanguardia ll2. Foto Diario de Barcelona
8t. Foto Associated Press/Diario de 113. Foto Cifr /la Vanguardia
Barcelona 114. Foto Hoffmann/La Vanguardia
82. Foto Campúa/l,a Vanguardia ll5. Foto Campúa/La Vanguardia
83. Foto Cifrall,a Vanguardia 1ló. Foto Cifra/Diario de Barcelona
84. Foto Pérez de Rozas/l,a Van. l17. Foto Cifra/La Vanguardia
guardia ll8. Foto Pérez de Rozas/l¿ \¡an-
85. Foto Cifra/La Vanguardia guardia
5ó. Foto La Vanguardia 119. Foto Cifra/La Vanguardia
87. Foto CampúaiLa Vanguardia 120. Foto Upi Cifra/La Vanguardia
88. Foto Frías de la Osa/La Van- 121. Foto Pére¿ de Rozas/La Van-
guardia guardia
89. Foto Europa Press/La Vanguar- 122. Foto Associated Press/La Van-
dia guardia
90. Foto Gyenes/La Vanguardia 123. Foto BranAulí/Diario de Barce-
91. Foto Europa Press/La Vanguar- lona
dia 124. Foto La Vanguardia
92. Foto Pérez de Rozas/La Van- 125. Foto Cifra/Diario de Barcelona
Suardia 12ó. Foto Campúa/La Vanguardia
93. Foto La Vanguardia 127. Foto La Vanguardia
94. Foto Campúa/La Vanguardia 128. Foto Campúa/La Vanguardia
95. Foto Campúa/La Vanguardia 129. Foto Cifra/La Vanguardia
9ó. Foto Pérez de Rozas/La Van- 130. Foto La Vanguardia
guardia 131. Foto La Vanguardia
97. Foto Pérez de Rozas/La Van- 132. Foto Suárez/Diario de Barce.
guardia lona
98. Foto Europa Press/La Vanguar- 133. Foto Campúa/La Vanguardia
dia 134. Foto Pérez de Rozas/La Van-
9. Foto La Vanguardia guardia
100. Foto Sáenz Guerrero/Diario de 135. Foto Diario de Barcelona
Efarcelona 13ó. Foto Cifra/t-a Vanguardia
101. Foto Pérez de Rozas/l-a Van- t37. Foto Pérez de Rozas/La Van-
guardia guardia
102. Foto Pérez de Rozas/La Van- 138. Foto Cifra/Diario de Barcelona
Suardia 139. Foto Cifra/Diario de Barcelona

366
INDICE

AGRADECIMIENTOS

l. Introducción: Acerca de algunas dificultades para


componer este libro y para comprender la natu'
raleza de un régimen autoritario . 1l

I PARTE: PERFIL BIOGRAFICO DE LOS MINISTROS

2. La signiñcación de las etapas políticas del Régimen 29


3. La Era Azul (1938-1957) 4l
4. La Tecnocracia (1957-1973) . 63
5. El Funcionariato 83
6. Una élite de clase media tradicional 91
7. Una élite funcionarial 101

8. Una élite madrileña y financiera tL7


9, El estilo humano de los Ministros de Franco . t29

II PARTE: LAS FAMILIAS POLITICAS DEL REGIMEN

10. Algunas cuestiones previas de terminologías y


lenguaje t43
11. Militares . 157
12. Primorriveristas t67
13. Tradicionalistas 173
14. Monárquicos t79
15. Falangistas 185
ló. Católicos 205
17. Integristas 215
18. Tecnócratas 223
19. Técnicos 23r

367
III PARTE: LOS COMPONENTES IDEOLOGICOS
DEL FRANQUISMO

20. ¿Qué es ser del Régimen? . 237


21. Autoritarismo básico 245
22. Regeneracionismo corporativista 261
23. Conservadurismo nacionalista 271
24. Tercerismo utópico 279
?q Triunfalismo imperial 295
26. Nostalgia liberal 303
27. Nacional-catolicismo 313
28. Catastrofismo antropológico 321
Parernalismo elitista
29. 325
30. Tecnocratismo desarrollista 331
31. Populismo aperturista 341
FINAL 3ó3
Fotografías 3ó5

3ó8

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