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Los niños necesitan verdad

La quíntoesencía de todo relación humano


Michaela Gloc'kler

La verdad es m'dispensable para los niños. Esto se ve claramente cuando un niño está
enfermo y siente que los adultos le ocultan algo. Si el niño se da cuenta que el adulto no
lo toma en serio y no lo cree capaz de soportar la verdad, indistintamente de la edad,
siente un gran dolor. Porque cuando se trata de la verdad, los m'n'os son extremadamente
perceptivos; se dan cuenta inmediatamente cuando algo no está bien.
Como pediatra he vivido esto muchas veces, y siempre sucede de nuevo: llega al con-
sultorio un bebé gritando —y se calma cuando el médico lo recibe de los brazos de su padre
o madre. La seguridad del médico y su actitud tranquiliza al niño de inmediato. Los
padres pueden hablarle con voz totalmente calma, pero el nin’o no percibe las palabras
sino la m'tranquilidad, la preocupación y el miedo que se esconden detrás de ellas.
Es la honestidad lo que más le ayuda a los m'n'os en situaciones d1fí'c1l'es. No hacen
falta largas explicaciones o muchas palabras, que el nin’o con frecuencia no puede com-
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prender; lo decisivo es que lo que diga el adulto coincida con su actitud. Cuando los niños
perciben esa coherencia, se sienten cobijados y seguros.
Recién en los últim'os 25 años, la psico-neurología y la así llamada «m'vestigación del
EL PUENTE

apego» descubrieron que este aspecto era una condición decisiva para la salud del ser
humano: cuanto mas' veraz es una persona en llevar adelante su vida, cuanto más su
pensar y su actuar coinciden, cuanto más dice lo que piensa y también lo hace, tanto más
equilibrada es en su ser y por ende tanto más sana. Esto es fa’cfl'mente comprensible dado
que, cuando las funciones en un orgam'smo no se cumplen armo'nicamente, cuando los
procesos no interactúan regularmente, se instala el desequ1l'ibrio y la enfermedad. Cuan-
to mas' coinciden la vida espiritual y anímica con el bienestar físico, tanto más sano y
centrado en sí mismo puede sentirse un ser humano.

la importancia de una buena relacion'

Además de este aspecto de la veracidad en el trato con uno mismo, que promueve una
buena salud, hay otro aspecto que se ha puesto de manifiesto al ocuparse de él la investi-
gación sobre el desarrollo de las relaciones interpersonales: la mfl’uencia que tienen estas
relaciones en el desarrollo del carácter del nin'o.
Este aspecto aún no se tomaba en cuenta cuando yo estudiaba medicina en los años
sesenta del siglo pasado. Aprendí que el carácter humano es conformado por la herencia
y la educación, es decir, por la genética y el medio ambiente, algo que como convicción
subsistio' sm' cambios desde Aristóteles hasta el siglo XX, y que recién ha comenzado a
cambiar realmente en los an'os ochenta. En ese entonces, los conductistas y los psicólogos
m'vestigadores del comportamiento humano debatían cual' de esos dos factores tenía mas'
m'fluencia sobre el desarrollo del niño, la herencia o el entorno social, y llegaron a la
conclusión de que se les debía dar igual valor a ambos. Pasó bastante tiempo hasta que
los investigadores se dieran cuenta que esto no podía ser cierto, porque de ser así, los
hermanos, en los que la masa genética es idéntica en más del 75% y que se educan mayor-
mente en el mismo entorno social, deberían parecerse mucho mas’ unos a otros. Aunque
exteriormente los hermanos con frecuencia se asemejan bastante, también en su timbre
de voz y otros rasgos de su constitución, interiormente son totalmente distintos. Por otro
lado se puede dar que personas no emparentadas ni vinculadas genéticamente, estén
mas' cerca de uno y mas' «emparentados» que los propios hermanos.
Cuando se comenzó a preguntar qué influencia sobre la formación del carácter po-
dían tener las experiencias de vida, se puso en evidencia un tercer factor de peso: el
Vin'culo. Puesto que la forma en que una persona aprende a manejar problemas con su
entorno, traumas, agresiones, vivencias negativas con vecinos, en el colegio, en la casa,
trabas en la constitución o barreras impuestas por problemas de salud, depende de las
relaciones humanas en las que está inmersa y cómo éstas le enseñan a sobrellevar los
problemas. Cuanto más el adulto le transmite al niño que está bien tal cual es, cuanto
mas' se le pueda conceder libertad de movimiento para su desarrollo, tanto más clara-

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mente el niño se podrá encontrar a sí mismo.
En la medida en que el adulto acepta al niño, en esa misma medida el nin'o se aceptará
y hará lo mejor de sí y de su situación. Visto desde este an'gulo, la buena relación humana

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es en realidad el verdadero hogar del niño. Si en su entorno siente protección, seguridad
y aceptación, puede desarrollar confianza y sobre ésta construir la propia identidad.
Como próximo paso, alos investigadores les interesó averiguar qué factores condicio-
nan una buena relación m'terpersonal. Y en el transcurso de la indagación encontraron
que los tres elementos centrales de la personalidad humana, que se conocen como tales
ya desde épocas precristianas —el amor a la verdad, el amor al amor mismo y el amor a la
h'bertad- revisten una importancia decisiva. El grado de presencia de estos tres valores
humanos determina si una relación se considera buena o en vías de serlo. Si uno valero-
samente y con sinceridad anhela poder disponer de estas cualidades y se empeña una y
otra vez por hacerlas realidad, se forma una atmósfera en la que los nin'os se sienten
cobijados. Para el nin'o es decisivo sentir que, cuando se equivoca, el adulto se da cuenta,
pero en vez de enojarse lo comprende, pues él mismo se esfuerza por ser veraz y ansia ser
comprendido amorosamente. Así, el niño y el adul-
to pueden construir un piso en común, por más que
el camino por delante parezca dificil y espm'oso. La buena relación humana
Ahora bien, si la veracidad, la sinceridad y la es en realidad el verdadero
constante búsqueda de la verdad son factores tan hogar del nm"o
esenciales en la relación humana, se plantea la pre-
gunta si se pueden aprender y cómo.
Lo adolescencia - un proceso de nacimiento
Mathias Wais
Cuando los padres de hijos pu’beres concurren a una consulta educativa, vienen con
una carga emotiva de dramatismo y tensión que les impide ver lo que está ocurriendo en
el interior de su hijo. Sólo ven los actuales problemas hogaren'os y «disciplinarios» —y
estan' crispados. Muchos tienen miedo de perder el control sobre su hijo y sobre su futuro
camino de vida. Sienten que el tiempo de educar se acaba, por otro lado justo ahora
quieren influir educativamente.
El distanciamiento y las tensiones entre los padres y el hijo surgen de un malentendi-
do: para el adolescente es el momento del nacimiento de una nueva identidad, mientras
que los padres quieren aferrarse a la imagen que tuvieron hasta ahora de su hijo. Pero la
pregunta sobre su identidad que impulsa al adolescente está dirigida hacia el futuro:
«¿Quién seré algún día?» El joven siente que esa pregunta no se puede responder a partir
de lo que hasta ahora él y su entorno conocían como su persona.
La pubertad es el nacimiento de la autoconciencia, o sea de la conciencia de ser o de
querer ser una individualidad. Así como el nm"o después del nacimiento físico aún no
sabe carm'nar y lo tiene que aprender laboriosamente mediante muchos intentos falh'dos,

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del mismo modo esta individualidad nacida en la pubertad tiene que conquistar el propio
camino, la propia figura. Por primera vez el alma del nin'o intenta ser independiente del
mundo vital y moral de la familia. Por ello el púber necesita la misma atención, el mismo

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cariño, cuidado y estim'ulo como el niño pequeño que aprende a caminar. A éste tampoco
lo críticamos permanentemente y le ponernos límites sólo porque todavía no domina co-
rrectamente el caminar. Por el contrario, los adultos nos alegramos de cada pequeño
progreso.
El alma del púber que despierta a sí misma en esta fase de vida es tan sensible, vulne-
rable y torpe como el cuerpo del recién nacido. Cada roce anínu'co por parte de un adulto
puede conducir a que el adolescente se estremezca y grite como si se hubiera tocado la
piel excoriada de un lactante.
Por eso los púberes a menudo se retraen de los adultos. Porque así como el nm"o
pequeño necesita una envoltura física, del mismo modo el púber necesita una envoltura
anímica. A menudo busca creársela mediante un comportamiento rudo e introvertido y
un rechazo burlo'n de todo lo que viene de los adultos. Especialmente los varones, que
entre ellos estan' menos unidos que las chicas y por ello se sienten más desprotegidos
aún, se encierran en sí mismos, observando de lejos, las manos metidas en los bolsillos.
En el fondo siempre está la sensación de vergüenza, porque la vida anímica individual
que acaba de despertarse todavía está expuesta y desprotegida. El púber tiene una con-
ciencia dolorosamente intens1fi'cada de la propia vida anímica y de la propia corporalídad,
que ahora siente como algo ajeno. Pero no sólo el cuerpo, sino todo aquello que hasta ese
momento eran sus hábitos naturales o no cuestionados, ya no es val'ido o comprometedor.

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Eso produce sentimientos de soledad: «Mis padres ya no me entienden. Y cuando me
entienden, me avergüenzo». Los jóvenes son torpes en el trato con ellos mismos y con los
adultos y se solidarizan con los de su edad. El grupo de pares brinda protección. La rela-
ción hasta ahora natural con el mundo, con ellos mismos, con el propio cuerpo, ahora se
hace extraña, todo tiene que ser re-aprendido y re-conquistado. A través de vivencias
anímicas y sensoriales intensas, el pu’ber busca reencontrar el vínculo con si mismo y con
el mundo. Perdió toda contención. Para compensar esto, se expone a impresiones y estí-
mulos sensoriales intensos. «¿Quién soy en el mundo? ¿Cómo puedo adquirir seguridad
de mí en el mundo?» es la pregunta que todo lo conmociona.
Los problemas anímicos internos y los problemas familiares que esto acarrea no se
solucionan mediante reglas impuestas por los adultos o críticas permanentes. El joven
ahora busca lo nuevo, lo sorprendente, sensacional, para vivenciarse a sí mismo. En lo
ordenado y reglamentado que es tan importante para los adultos, los adolescentes no
pueden redescubrirse a sí mismos. Eso los repele anímicamente. Por otro lado, para su
seguridad de vida, siguen dependiendo de cierto orden. De ese modo el adulto está en la
ingrata posición de tener que pedir o exigir algo de lo cual sabe que ya no puede ser
aceptado vivencialmente por el joven. Es sabido que la música tiene que ser escuchada a
todo volumen, los efectos de luces en la discoteca excitan, se busca el riesgo, el impacto.
La música tecno, por ejemplo, no constituye una vivencia musical, sino sensorial. Por eso
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no tiene sentido querer hablar sobre la calidad musical con jóvenes que se aturden con
esa música. Otros m'tentan lograr el mismo efecto mediante exigencias extremas, por
ejemplo en deportes de alto rendimiento, o a través del ascetismo. Y mas' de uno busca la
EL PUENTE

vivencia extrema en el alcohol y otras drogas.


El adolescente busca percibirse en la delimitación. Con extremo rigor y absolutis-
mo juzga y condena lo que vivencia en los adultos. Que hoy condene y desprecie algo
que quizás una semana más tarde lo apasione, es parte de los intentos de «aprender a
caminar».
Losjóvenes buscan ejemplos o modelos, aun cuando ellos mismos no lo expresarían de
ese modo. Sus modelos son individuos que viven sus ideales, que son creíbles, que hacen
realidad un proyecto personal, que se comprometen a fondo con algo. El joven busca el
ejemplo, porque en él espera reconocer algo de lo que él podrá ser algún día. Desde el
punto de vista del adulto lo hace en forma bastante superficial: imitando pem'ado, vesti-
menta, forma de caminar o de hablar de su ídolo. Con ello el adolescente quiere documen-
tar hacia afuera qué orientación está tomando en ese momento, con la esperanza de así
adquirir seguridad en su elección. Los adultos lo sienten como arbitrario, cambiante. Sin'
embargo, se reconoce muy bien un patrón de conducta: aquello con lo que los jóvenes se
identifican exaltadamente no puede pertenecer al mundo de los adultos, tal como se lo
conoce de casa. Tiene que diferenciarse de ese mundo en forma contundente y externa-
mente visible.
Ahora se pone a prueba el propio pensar, lo cual se expresa en la tendencia a juzgar y
condenar con una fuerte carga emocional. Especialmente los varones pierden abruptamente

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la capacidad del pensar imaginativo preponderante en la infancia. En este momento se
quiere analizar, averiguar lo que hay detras', y se exigen exph'caciones racionales (que luego
se rechazan emocionalmente). Y por supuesto ya se comprende todo mucho mejor que los
padres, que a lo sumo revisten interés gerontológico.
En esta etapa el joven se distancia enérgicamente de ellos. Siente, con justlfi'cada
razón, que su camino, su individualidad, no puede ser simplemente la dócil continuación
del camino y de las individualidades de los padres. Está en lo cierto cuando siente que su
futuro no puede estar en su casa paterna. Por eso todo lo que papá y mamá hacen y dicen
está mal, es anticuado y obtuso. Algunos padres tienen en este momento la vivencia
dolorosa y alarmante para ellos, de que el propio hijo es un m'truso, un extraño, que
critica su estilo de vida y sus valores.
Como ya se ha dicho, el propio cuerpo también resulta extraño. Un tipo hasta ahora
desconocido de pudor aparece en combinación con el despertar de la autoconciencia cor-
poral («¿Qué aspecto tengo?»). Eso se intensifica en relación con la sexualidad ya
despertada. Sentirse, pero sólo en secreto, es el primer objetivo de la actividad sexual.
Los torpes intentos en este campo no requieren de intervención alguna por parte de los
adultos. Como es sabido, el onanismo en varones y también en chicas es algo normal. En
un comienzo la sexualidad no es percibida como un enriquec1m1"ento y una profundización
del encuentro humano, sino simplemente como demostración de que ahora uno ha sido

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m'iciado en los secretos más hondos. Entrometerse en ello sin haber sido llamado es 1n'-
sensato y dañino.

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El desafío para los padres

Frente a todo esto no hay recetas, pero sí una actitud fundamental: en lugar de desva-
lorizar la individualidad que se busca a sí misma y querer restringir sus torpes m'tentos
de «aprender a caminar», habrá que ser para el joven un ejemplo de m'dividualidad.
O sea que la actitud de los padres no debe ser: «¿Qué es lo que habremos hecho mal?»,
sm'o: «¿Qué es lo decisivo ahora?» En lugar de dejarse arrastrar por el dramatismo que
los adolescentes pueden introducir en la familia a través de su comportamiento desafian-
te, a éstos les haría bien que los adultos mostraran claramente que ellos mismos, cada
uno por su cuenta, son individuos centrados en si mismos, dif'erenciados, conformados,
pero también dispuestos a evolucionar y a ser cuestionados. El joven busca en ellos la
vivencia de que existe aquello que él recién quiere conquistar para sí mismo: ser un
m'dividuo autónomo, con valores, ideales, caminos y peculiaridades propios.
EI señor S. concurre a 1a consulta, porque su hy’b Oliver de catorce años lo ha llevado
a un profundo desconcierto, a 1a desesperación. Oliver siempre fue un niño «que daba
poco trabajo», hy’b único, siempre dócil y razonable, como suelen ser los hijos únicos,
signados por el mundo delos adultos. E1 señor S. ysu esposa tenían una pequeña empre-
sa de servicios en el ámbito dela protección del medio ambiente. Oliver a veces tenía que
arreglarse solo, por ejemplo cuando los padres a la noche todavía se dedicaban a temas

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laborales. Siempre habia sido comprensivo, se quedaba jugando por su cuenta o escu-
chando música.
Hace cerca de un an'o ese acuerdo familiar repentinamente se vio alterado, por un
lado porque Oliver se tornó obstinado y problemático —se portaba mal en la escuela, casi
no hacia las tareas para el hogar, fumaba en el baño del colegio yse burlaba de compan'e-
ros y docentes que eran «ecologistas». En segundo lugar comenzaba altercados en los
momentos menos oportunos (por ejemplo cuando habia clientes presentes), atacando la
«obsesión ecologista» de los padres. Queriendo apaciguar los an'imos, el padre le compró
a Oliver un nuevo equipo de música, un costoso atuendo deportivo, etc. Oliver vendió el
equipo de música, y la ropa deportiva quedó arruinada en pocas semanas. El señor S.
sintió este comportamiento como un ataque a sus valores y sus metas de vida. Supuso
que la causa del nn'smo era que Oliver habia’ ingresado a circulos «nilnl'istas».
Durante la consulta se abordó la pregunta de cual'es eran las alternativas que el ado-
lescente tenia. ¿Qué habría ocurrido si Oliver hubiera seguido siendo el niño aplicado?
¿Si a los quince, los dieciséis, hubiera seguido siendo do'cil y razonable, hablan'dole a los
padres únicamente cuando ellos tuvieran la cabeza despejada para e'l, asumiendo sin
cuestionarla la orientación ecologista de los padres? Frente a tales preguntas, el padre
tomó conciencia de que su lujo no habría podido aprender nada de si mismo en ese caso.
Por el contrario, ese tipo de razonabilidad habria implicado una renuncia a la propia
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identidad.
Como siempre en estas situaciones, no hubo soluciones rápidas y contundentes. Pero
el sen'or S. aprendió a ver lo coherente y justificado en la actitud desafiante de Oliver.
EL PUENTE

Aprendió a enfrentar las discusiones, defendiendo claramente sus valores. En esa época
el señor S. hizo un curso de construcción ecológica. Al principio Oliver sólo lo considera-
ba con desprecio y sarcasmo. Pero cuando vio que su padre no reaccionaba ofendido, sino
explicando tranquilamente su punto de vista y a la vez escuchando con in'terés las obje-
ciones de Oliver, apareció algo nuevo: el lujo comenzó a hacerle preguntas a su padre
acerca de los motivos ylas metas de su trabajo. En los meses subsiguientes tales discusio-
nes —para nada armónicas- hicieron que ambos se tomaran en serio mutuamente y se
comenzaran a respetar. Las provocaciones de Oliver disminuyeron y sólo aparecieron
frente a pequeñas reglas bogaren'as que e'l no queria aceptar. El padre se conformó con
ello, para no quitarle a su lujo la posibilidad dela confrontación y la autoafirmación. No
le queria volver a exigir que fuera «razonable».
Este ejemplo puede mostrar que los padres deben renovar su relación con el nin'o,
pues también el nin'o en crecimiento quiere renovarse —en el sentido de una individuali-
zación. El joven busca un nuevo conu'enzo, quiere y tiene que deshacerse de la infancia,
pero a la vez tiene sentimientos de pérdida. La desvalorización de los intentos experi-
mentales de identificación, por más estridentes o estrambóticos que éstos sean, pretende
atarlo a lo que él fue en la infancia. La casa paterna representa para el adolescente lo
viejo, o sea aquello de lo que él desea alejarse (pero de lo que también tiene miedo de
alejarse). La respuesta adecuada a ello no puede ser querer mantenerlo lo más posible en

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la tradición familiar. Por el contrario: los propios padres tienen que vivir, en forma clara-
mente visible, nuevos comienzos, representarle el sentido y valor de la renovación, en
lugar de seguir cabalgando sobre lo habitual. Los cambios concretos de hábitos en la vida
cotidiana de los padres son, en este caso, el mensaje más eficaz.
El primer paso hacia el yo siempre es la delimitación de todo lo que es no-yo. Antes de
que el adolescente pueda saber quién quiere ser algún día, él quiere determm'ar lo que no
es. Por eso en prim'er lugar critica todo lo que conoce de casa. Los padres tendran' que
enfrentar esta crítica, pero no en el sentido de apropiarse de ella, sino de estar dispuestos
a dialogar con el joven sobre lo criticado, de respetar y valorar la búsqueda de identidad
del adolescente, a la vez sin tomar al pie de la letra los diversos intentos de llegar a esa
meta.
Los ideales no les pueden ser inculcados a los jóvenes, sólo se los puede vivir frente a
ellos a modo de ejemplo. Ya no buscan la autoridad que exige sumisión, sm'o lo individual,
lo propio de los padres. Buscan imágenes de autonomía e individuacio'n logradas, no para
asumir'las Ven cuanto a su contenido, sino para poder tener la confianza de que se puede
estar parado en el mundo como individuo autónomo en forma soberana y segura. Justa-
mente cuando algo así se insinúa, ellos intentan ponerlo a prueba y cuestionar-lo.
No puede ser tarea de los padres querer determinar literalmente cómo se habrá de
conformar en el futuro la individualidad del hijo. El yo no puede ser objeto de obediencia.

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Pero se configura al rozarse con otros yos autoconscientes. El adolescente no busca la
libertad, sino la conquista de la libertad.
La pubertad no es un final catastrófico, sino un comienzo, si bien un comienzo torpe,

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lleno de crims' y agotador para todos los involucrados. A pesar de todo el distanciamiento,
toda la desobediencia y toda la crítica a los padres, los hijos los siguen necesitando, pero
en una función totalmente diferente que hasta ahora. Los padres son los primeros y
pueden ser los prim'eros que toman en serio la partida de sus hijos hacia otros rumbos de
1a vida, los pueden estimular, incentivar y proteger. Para ello se requiere apertura y sin-
ceridad, también en cuanto a los propios errores, las propias debil'idades o in'seguridades.
Los jóvenes quieren tener padres creíbles, personalidades auténticas, no perfectas.

Extracto resumido del libro «Km'dheit und Jugend heute.


Smn' und Unlmn' der Erziehunp (Niñ'ez y juventud hoy.
Sentido y smse'ntido de la educación) de Mathias Wajs.
Editorial Mayer. 2000.

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«Vo no sov, v todavía tampoco»
El dilema adolescente (o ¿cómo dejar de serlo?)
Mariano Kasanetz

La adolescencia es vista desde la prepubertad y desde la opaca adultez como un mun-


do de experiencias intensas, muy personales, inaugurales de una vida propia, así anhela-
da y algo imitada tanto por pequeños como por grandes. Los pequeños adelantan viven-
cias anímicas que les quedan grandes y hieren su desarrollo a causa de la precocidad, y
los grandes se estancan añorando esa vida viva que ya no gozan.
La perspectiva del joven acerca de su propia adolescencia es un poco dif'erente a lo que
los niños se imaginan y los adultos (con mala memoria) il'usionan. El adolescente, para
empezar, es alguien. No es un cúmulo de vivencias idflicas ni una entidad molesta que
perturba el orden logrado con tanto esfuerzo por ex adolescentes envidiosos. ¡Es algw'en!
Un ser humano que busca la armonía perdida a causa de una transformación tan intensa
como el nacimiento o la muerte: la pubertad.
En la vida de un niño irrumpe un cambio radical que lo llena de experiencias nuevas,
lo ataca «desde adentro». Le han cambiado el cuerpo sin pedirle permiso y de un momen-

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to a otro. El nin'o pierde la candidez celestial y las hormonas mandan. Sus vivencias
pendulan entre alegrías y tristezas extremas que no puede elaborar, sólo sufrir'. Se siente
a la deriva entre simpatías y antipatías. Ama y odia. No hay centro. O mejor dicho, la

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unidad del ser mf'antil se rompe dejando el centro vacante. ¿Quién lo habitara'? Esa es la
pregunta existencial del adolescente. ¿Quién soy? Y para responderla recurre a pregun-
tas mas' perif'éricas como ¿que'?, ¿cómo?, ¿do’nde?, ¿cuan'do? Buscando equilibrar la marea
de vivencias recurre a identificarse con personalidades bien contorneadas, busca ídolos,
de carne y hueso o no.
El parecido físico a los padres, la pesadez, el desconcierto del erotismo, la incomodi-
dad física, la soledad, todo esto busca una forma de elaboración. Y esa es «la habitación
del adolescente». Aparece una necesidad imperiosa de privacidad. Es un gesto que le
permite al niño desplegar literalmente sus vivencias en las paredes y mirarlas a distan-
cia. El adolescente las elabora proyecta’ndolas, jugando con ellas hacia afuera, como cual-
quier nm"o pequeño elabora sus vivencias en el juego. Es su mundo «interior» el que está
allí expuesto. Cualquier comentario es recibido hipersensiblemente por el niño-adoles-
cente (siempre recordemos que el adolescente es todavía en parte un niño). En la puerta
de su habitación aparecen carteles de alerta, previniendo al visitante que se acerca a una
obra en construcción, hay peligro de derrumbes y tropiezos a cada paso. Y lo más impor-
tante es que se está penetrando en su interior. Su sensible espacio interior en formación.
La m'tensa anun'osidad del adolescente busca convertirse en alma. Busca conformarse en
una m'terioridad habitada por un símismo. Este proceso necesita tiempo, años. Busca orien-
tarse encontrando adultos que trabajen en la integración de su propio ser. Entonces, la mane-
ra mas' directa y reahs'ta de ayudar a un alguien en formación, es ofrecerle otros al'gm'enes ya

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más formados en su entorno. O sea, nosotros. ¡No abandonarlos! Padres, docentes, adultos
que se tomen la vida en serio y tengan el coraje de viv1r'la a la vista del adolescente. Ese es
nuestro desafio. Seremos percibidos en nuestra autenticidad o falsedad, en nuestra actitud
de vida. El grado de desarrollo de nuestro propio alguien será sensiblemente tanteado. Y en
la medida en que seamos alguien y no sólo algo, en que podamos ofrecerles veracidad, hones-
tidad, hm1"tes genuinos y pudorosos, reales y no arbitrarios, que podamos ofrecerles nuestra
m'tegridad como la hayamos logrado hasta el momento, ellos podrán orientarse en la confor-
mación de su propia integridad. Ésa es su esperanza.

Manan'o Kuanetz es sacerdote de la Comunidad de Cristianos de Buenos Aires.

Cuando vo sea grande

Cuando yo sea grande quiero ser jardln'ero,


para sembrar en el mundo, mil flores y frutos nuevos.
Para enseñarle a los hombres que la semilla es luz pura
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que dormida entre las sombras va soñando ventura.

Cuando yo sea grande quiero ser marinero,


EL PUENTE

y zarpar por siete mares y descubrir siete reinos...


Y en las noches azules, azules como el silencio
cantar a los peces tristes para calmar su lamento.

¡Cuando yo sea grande, quiero ser un caballero!


Quiero tener coraje, quiero vencer el miedo
y con recía armadura nueva, luminosa de colores,
vencer vah'ente a la noche, al dragón y los temores.

Cuando yo sea grande quiero ser pequen'uelo


y mirar a este nuestro mundo, con profundo amor y anhelo,
chapotear en una fuente, ver nuevamente una flor...
Cuando yo sea grande quiero... quiero por fin ser YO.

Sofi'a Serrano

Sofia Serrano es una joven ecuatoriana que está terminando de cursar el Seminario Pedagógico
Waldorf en Buenos Aires e integra la Alianza para la Infancia. Escribe poesías para niños.

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Queremos entender-le, alcoholismo juvenil
Andreas Brunk
Dlóloqo entre el alcoholismo lwenll v un adulto

Alcohohs'mo juveml':
«¡AIL no me digan! ¿Han encontrado un nuevo déficit sobre el cual machacar? lA'de-
lante. ningún problema, toda la atención dirigida hacia los problemas de otros! Parece
que no les alcanza con constatar las insuficiencias que presentan los jóvenes en su com-
portamiento y explayarse sobre su falta de motivación para el estudio, su falta de discipli-
na y lo poco amables que son hoy en día. ¡Qué bien se deja tapar así que ustedes mismos
no hicieron sus deberes, como sería creer en los jóvenes, creer en ellos de una forma
acorde a Ia realidad! Ustedes son bien poco sociales, ¿o no? ¿Y se animan a echarles en
cara a los jóvenes que ellos estén buscando el contacto social en grupo? ¿Quieren arrui-
narnos la diversión, sabihondos que siempre quieren tener la razón? Con la mala predis-
posición con la que ustedes reaccionan frente a otras personas cuando no son asi como
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ustedes se imaginan o esperan que sean, ¿quieren impedirnos a nosotros estarjunto con
otros? Me saca de quicio que siempre haya un pero, estoy harto de escucharlos criticar,
ly'o busco buena onda! Me quiero sentir parte y no excluido, metido en sus casilleros de
EL PUENTE

ideas fijas. Mientras ustedes se demuestran mutuamente su pseudo-inteligencia metien-


dose en problemas, con preferencia en problemas de otros, ly‘o me emborracbo para olvi-
darme de los problemas! Ustedes se llenan la boca hablando de que sin amor la Vida es
árida y vacía. ¡Estoy totalmente de acuerdo! Pero ustedes sólo saben de sus propias ideas
al respecto, y cuando nosotros no nos comportamos según sus prejuicios ¡se fastidian!
Constantemente nos andan pasando jirones de su materia astral que se pegan como gra-
sa a nuestras almas. Y51,' la grasa se disuelve con alcohol y asinos limpiamos.
Ustedes encuentran placer en recordar la ley pedagógica fundamental según la cual
sólo el Yo puede actuar sobre el cuerpo astral para ordenarlo, lp'ero en realidad viven
ensuciándonos con esos pedazos de astralidad que no están para nada dirigi'dos por el Yo!
¿Cómo quieren que nazca así el astral individualizado? La asistencia para el parto de]
astral tiene otra cara, de la que ustedes no tienen ni idea.
Estoy profundamente desesperado, aunque no esté siempre consciente de ello, por-
que no encuentro una orientación para llegar a ser una mujer o un hombre. La sutil
guerra subliminal que ustedes mantienen entre hombre y mujer, en vez de complemen-
tarse amorosamente, me quita totalmente la visión: ¡no quiero terminar siendo como
ustedes! Quiero superarme, salir del encierro de ser como soy hasta aqu,1' ¡y para eso
necesito emborracharme!

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Yluego viene el colmo de los colmos: cuando llega septiembre y ustedes dicen dispara-
tes sobre Micael. Aunque quizás no pueda comprenderlo del todo, si me doy cuenta quién
se vm’cula con Misael, por ejemplo, quién mediante su postura actúa sobre otros, los alien-
ta, les levanta el ánimo, y quién como ustedes, desalienta las intenciones de otros. Ysi es
asi, si ustedes no se quieren conectar con Micael, dejen de hablarpor habl,ar dejen de deczr'
banalidades sobre e’l; ¿será posible que no haya nada que sea sagrado para ustedes?
Están llenos de miedos, de envidia, vergüenza, tristeza, asco yfuria, ¡pero Io niegan!
Y por más que alguna vez lo admitan, transfieren estos sentimientos, que no son los
nuestros, a nuestras almas, ¡porque no hablando de ellos, los ignoran! Sólo el trato cons-
ciente con los sentimientos, también con los desagradables que uno no quiere ver, desa-
rrolla el órgano para la percepción de lo animico. Pero asr,’ con la negación, siguen estan-
do ciegos, ¡no pueden ver nuestras almas y nos atormentan con consejos que sólo srr'ven
para que ustedes se atrincheren tras ellos!»

Adulto:
Gracias, alcoholismo juvenil, por habernos manifestado esto que debíamos escuchar
de ti. Yo no te estoy contradiciendo, tienes razón. Voya hacer uso del hecho de que soy un

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Yo, es decir, asumo la responsabilidad por lo hecho por mi. Quiero hacerme cargo de esta
responsabilidad en forma objetiva, sin sentimientos de culpa inútiles. Oigo también la
burla y el odio que asoma en tus palabras. Yveo también cómo esta’s necesitado de con-

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suelo. Digo en voz alta: «¡No he aprendido a consolar!» yse presentan en mila impoten-
cia y el desconcierto. Dejo que aparezcan y se instalen. Despue's de un rato me doy cuenta
de que mi inhabilidad y mi confusión abren un espacio para fuerzas de luz, de colores, de
calidez. Estoy agradecido de haber podido vivenciar por un momento esto, que es Io que
describe RudolfSteiner cuando se refiere a la fuerza de Cristo. Pero enseguida vuelvo a
querer sentirme competente e inteligente, y siento como desaparece nuevamente esa
fuerza.
Te agradezco esta experiencia, alcoholismo juvenil.

Entonces, para actuar con el alcoholismo juvenil, es necesario hacer uso de las fuer-
zas del propio Yo y aceptar la responsabilidad por lo que se puede dar en contacto con los
jóvenes, más allá de todas las cuestiones de culpa, propia o ajena.
En cuanto al cultivo de lo social, encontrarme con otras personas, sin apuro, con el
m'terés puesto en el otro, ensayar la alegria sin tener que recurrir uno mismo a elemen-
tos adictivos como el alcohol o el consumo de medicamentos, esto es decisivo para propi-
ciar una atmósfera que permita al joven desarrollarse. Y no es para nada necesario que el
joven participe de las reuniones sociales; la creciente capacidad social del adulto hará que
se m'stale un ambiente favorable para el desarrollo del joven.

23
El alcohol deslnteqm lo ostmlídod ajeno

Pero ¿cómo impedir la transmisión involuntaria de sentimientos (astrah'dad) a los


jóvenes? Lo único efectivo es, en realidad, tratar los propios sentimientos con conciencia,
expresándolos y regulándolos de este modo. Con frecuencia, la transferencia m'conscien-
te e incontrolada de los sentimientos del adulto agobia en gran medida a los jóvenes y
signifi'ca una traba en el momento en el que ellos necesitan conformar un cuerpo astral
individualizado aproximadamente a los 14 años. La astralidad propia del joven se ve
sobrecargada por astralidad ajena, y el joven siente una necesidad objetiva de desm'te-
grar esa astralidad no propia, para poder desarrollar la suya con toda su particularidad.
Una de las posibilidades para desintegrar esa astralidad ajena es el consumo de alco-
hol, aunque el alcohol ataca y desm'tegra no solamente la astralidad ajena sm'o también
la estructura del propio cuerpo astral. En el desarrollo de la adicción hay ciertos afectos
como furia, vergüenza, tristeza, asco, envidia y miedo, que juegan un rol decisivo en la
relación del adulto con el joven, pero actúan desde niveles no reconocidos.
La m'seguridad que le ocasiona a los jóvenes el tener que hacerse de una identidad de
sexo sólo puede ser influenciada positivamente por un adulto que se orienta por lo que
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ocasiona alegría a su pareja. Adquirir' una postura así requiere de mucha fuerza, porque
habrá que vencer a los enemigos internos siempre dispuestos a criticar al compañero o la
compañera. Más allá de que se congenie en lo personal, también habrá que tener en
EL PUENTE

cuenta si la propia postura alienta o desamm'a a la otra persona. Es importante ejercitar


la voluntad conscientemente en este sentido, es dec1r', buscar desarrollar la capacidad de
alentar a otros. A la fuerza que permite desplegar esta capacidad a partir de una decisión
libre Rudolf Steiner la llama la fuerza de Micael.
Los ejercicios requeridos para desarrollar la fuerza del Yo, la que le posibil'itara' al
alcohoh'smo juvenil encontrar el consuelo que tanto necesita para poder abandonar su
destructiva actividad en las almas juveml'es, son orientativos. No es cuestión de alcanzar
la perfección en el trato con el orden, los sentimientos, la sociabilidad o la capacidad de
alentar a otros; lo decisivo es avanzar en pos de estos ideales, siendo perfectamente cons-
ciente de que nunca se podrán realizar en su totalidad.
De esta forma, un fortalecimiento del Yo puede consolar al alcoholismo juvenil", como
para que no necesite llegar hasta la enfermedad manifiesta en los jóvenes. Si nosotros
como adultos no somos capaces de asumir esa postura en nuestro Yo, el joven deberá
aprender mas' adelante, como enfermo adicto, a desarrollar esas fuerzas por sí mismo en
una terapia.
El alcoholismo de los jóvenes es, entonces, un llamado al desarrollo del Yo. Quien
quiera realizar una profilaxis cre'blle, se debe hacer cargo como adulto de la responsabili-
dad de poder superar los problemas. La otra posibilidad es que le deje el trabajo a los que

24
ahora son jóvenes, y quedará por verse si cada uno de ellos puede fortalecer su Yo antes
de que se llegue a manifestar un estado de enfermedad adictiva, o recién después, en una
terapia, cuando el joven ya se ha internado en una adicción manifi'esta.
Presentar al alcoholismo juvenil solamente como reflejo de un desarrollo retardado
de las fuerzas del Yo, tanto en lo individual como en un contexto social, pasa por alto las
muchas facetas que presenta la problemática. Pero desistir en un primer momento de un
anah"sis de aspectos mas' detallados está justifi'cado y, más aún, es necesario, porque la
experiencia práctica muestra que seguir enfocando problemáticas más detalladas sólo es
útil si se fundamentan sobre las bases del trato con el alcoholismo juvenil que se especi-
ficaron mas' arriba.
En el trabajo individual con jóvenes se evidencian frecuentemente otras causas que
confluyen en el panorama, como alimentación deficiente, sobreexcitación por los medios,
falta de movimiento, falta de metas concretas para la vida, procesos de enfermedades que
permanecen en la sombra por haber sido reprimidas con medicamentos en el pasado,
déficit de atención, alteraciones en dirección al autismo y otros.
Si se presta atención a las bases que aquí se describen para el trato con el alcoholismo
juvenil, se puede albergar la esperanza que, desde allí, también se podrá encontrar una

13
solución a los problemas individuales de cada joven.

Revista «Erziehungskunst» (El arte de educar),

8€ EllNJfld
N9 11, noviembre de 2008.
Versión resumida y adaptada.

Llamado o los padres de hijos adolescentes


«Sobran en eI mundo las teoria's ingeniosas. EI mundo clama por experiencias que sean
vitales, con las que eI hombre haya luchado, sufrido, hasta nacer con auténtico dolor.»
Bernard Lievegoed

Acerco la carta que sigue a padres y madres de hijos adolescentes: a los que sienten
que sus hijos esta’n o podrían estar en riesgo, particularmente si se encuentran
conmocionados por la enfermedad de 1a adicción manifestada en consumo de alcohol,
drogas y cualquier otra actividad o proceso que afecta progresivamente la vida de los
jóvenes; y también a los que sienten que estan' pudiendo sortear los problemas de la
adolescencia de sus hijos, con sus hijos. Porque sólo con un compromiso de todos podremos

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lograr que junto a la oscuridad y a la violencia, las fuerzas del amor y la razón actúen.
Hace falta convocarlas, porque no se van a presentar de por sí: nos dejan en h'bertad.
Con toda la comprensión amorosa de la que soy capaz hoy,
Alicia B. Macchí

Carta de la madre de un residente de un programa cerrado de recuperación de


drogodependencia (Programa Andrés) a los demás padres del programa

Buenos Aires, Argentina, 1988


Para los que todavía no han podido hacer entrar a sus lujos en el Programa, para los
que ya lo consiguieron, y sea cual sea la fase en la que se encuentran, la propuesta es el
trabajo y una sincera, honesta, diaria observación de sí.
No es casual, ni es por nuestros lujos que hoy tenemos un grupo de padres, ni es
casual que estemos transitando por un lugar cuya propuesta es el trabajo. No es casual
porque no somos casualidades, y no es por ni para nadie más que por y para nosotros
mismos. El grupo es nuestro.
Nuestros hji'os se drogaron en el seno de una familia disfuncional; mas' clarito, EN-
38

FERMA; no hay adicto sin un co-adicto.


Cuando sea que nos toca este punto, reaccionamos de dos formas: o nos resulta inad-
El. PUENTE

misible, nuestro «amor propio» se siente herido, nos enojamos, nos sent1m'os molestos, o
bien nos sentimos culpables hasta niveles paralizantes. Ambos son extremos del recorri-
do del mismo péndulo: el de la NEGACIÓN. La negación es un mecanismo involuntario,
inconsciente y automático, y es básico en toda conducta adictiva.
En el primer extremo, el mecanismo funciona como disculpa: ¿Yo? ¡No! ¿Cómo yo?
¡[Yo no fuil! A mi no me cabe, o en el mejor de los casos: Si,’ fue eso, es o fue asi, pero... y
aparece la autojustificación, que no es comprensión, con su terrible mal olor. En el otro
extremo, el mecanismo funciona como CULPA, bronca con nosotros mismos con una
importante dosis de auto-agresión destructiva (paralizante) con su equivalente mal olor.
La VÍA DEL MEDIO, el medio del recorrido de ese péndulo, por donde se resuelve y se
sale de la negociación, es el de la RESPONSABILIDAD y el AMOR: la aceptación, el
perdón. Ser responsables y amorosos de y con nuestra historia, nuestro proceso. Adue-
n’amos de nosotros mismos. Aduen’arnos, sin otros duen'os, no dependientes, libres. Li-
bres del miedo de ser tal como somos. Aceptamos, y en tonces, en el fragor de este trabajo
de integrarnos y aceptar todas nuestras partes, de re-conocernos, a raiz de ello sucede el
milagro; porque cuando nos vemos tal como somos, aparecen valiosísimos aspectos nues-
trosjunto con otros que hay que cambiar, y cuanto mas' trabajamos y nos responsabrh'ïamos
de estos aspectos, más genuina y viable se hace la reparación de los otros.

26
Este proceso es un verdadero proceso de RE-CREACIÓN, no es para perde'rselo, es el
tiempo que se nos ha dado para cambi,ar modific,ar observ,ar darnos cuenta, revisamos,
operar.
Nuestros hijos tienen problema con la droga; ¿QUÉ HACEMOS NOSOTROS?
Si mi nivel de ser cambia, entonces mi vida cambiará. No existe otra forma. Si espera-
mos que nuestros lujos cambien para que nuestra Vida cambie, seguimos enfermos, de-
pendientes, y generaremos, no quizás la misma, pero si otra forma de adicción, en noso-
tros o en nuestro medio. Nuestra vida, nuestros mundos no habrán cambiado.
Para cambiar como padres es necesario cambiar como personas. Ese o esa que dentro
nuestro nunca tuvo tiempo ni espacio ma’s que el de la NEGACIÓ,N ahora lo tiene, puede
rever cosas dolorosas, sacarlas a la luz, cambiarlas.
Hay un plan que nos abarca, nos incluye, ¡ÍUSÉMOSLOH
Este es un tiempo de regalo, de descuento, con dolor para una parte nuestra que
definitivamente debe morir y ser sepultada con respeto y también con amor, y de júbilo
para otra que espera renace,r ser atendida, crecer, vivir.
Este no es un tiempo para la autocompasión ni las comodidades, Vivam'oslo como una
moratoria, un llamado al crecimiento, con una verdadera actitud de aprendices.

13
Estamos sobre el crisol, sepamos que lo estamos, transformémonos con alegria. Pode-
mos empezar a pensar en esto como un privilegio, no como un castigo. ESTO ES UN
LLAMADO A LA VIDA.

8€ 31N3fld
Si respondemos empezando por nosotros mismos, que es por donde empieza el cami-
no más corto, lo que demos a nuestros lujos será duradero por cabal, genuino, consciente.
Sera' REAL.

Se preserva el anomm'ato dela autora de esta carta.


Se reservan los derechos de autor.

Alicia Macchí es creadora y coordinadora general de GALAAK, grupo de


autoliderazgo por ayuda mutua y autogestión kiwicha que sigue los 12 pasos para
salir de situaciones de abuso, violencia y adicciones, crisis y emergencias de todo
tipo y sus consecuencias en la propia vida y su entorno. Para mayor m'formación:
011-15-6746-7603; ah"c1a'_macchlaz'zaro@yahoo.co; proyectokiwicha@yahoo.com.ar.

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