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Resumen teoría psicoanalítica escuela inglesa

Winnicott.
Desarrollo emocional primitivo
¿Qué es un bebe? En los comienzos de la vida, lo que existe es un puñado
de anatomía y de fisiología, además de un potencial a desarrollarse en una
personalidad humana. Hay una tendencia general hacia el crecimiento y una
tendencia hacia el desarrollo. Un bebé no puede existir solo, es parte de un vínculo. Si
bien establece que el niño posee una tendencia innata al crecimiento y desarrollo;
necesita de los cuidados maternos o de un ambiente facilitador para ello. A esta
función materna Winnicott la llama la madre suficientemente buena.
El niño se encuentra en un estado de dependencia. En un primer momento en un
estado de:
Dependencia absoluta: en este momento no tiene medios de conocer el cuidado
materno. Al comienzo el feto y después el lactante depende totalmente del cuidado
maternal. Hay una incapacidad del bebé de tomar conciencia de su dependencia.
Dependencia relativa: aquí el infante puede percatarse de su necesidad y de los
pormenores del cuidado materno. Puede comenzar a ubicarlos en relación a su
impulso personal.
Hacia la independencia: el infante desarrolla recursos para desempeñarse sin
cuidados afectivo. Esto se consuma por la acumulación de experiencias de cuidado y
con la confianza en el ambiente.

Cuando este autor habla de una madre suficientemente buena, tiene que ver con una
madre capaz de desarrollar las funciones maternas pero que también pueda frustrar
para que el niño pueda transitar desde una dependencia absoluta hasta un estado de
independencia.
En esta travesía de la dependencia absoluta a la dependencia relativa, se establecen
tres logros: integración, personalización y los comienzos de la relación de objeto.
Estos logros no son consecutivos sino que son interdependientes y se superponen.

La función de la madre en la etapa de dependencia absoluta: sostén

El sostén supone, mantener al bebé a resguardo de sucesos impredecibles y en


consecuencia traumáticos que interrumpan la continuidad de existir. La función de
cuidado tiene que ver con cubrir sus necesidades fisiológicas como también lo que
siente y espera, es decir estar en empatía.

En un principio la personalidad no está integrada, este estado primario no integrado


provee una base para la desintegración. La misma comienza en el mismo principio de
la vida, y la tendencia para la integración se ve asistida por dos series de experiencias:
la técnica de los cuidados infantiles en virtud de los cuales el niño es protegido del frio,
bañado, acunado, nombrado y demás, las agudas experiencias instintivas que tienden
a reunir la personalidad en un todo partiendo desde dentro. Durante las veinticuatro
primeras horas de la vida son muchos los niños que ya están bien metidos en la vía de
la integración durante ciertos períodos. En otros, el proceso sufre un retraso, o se
producen contratiempos, debido a la inhibición precoz del ataque codicioso. En la vida
del niño normal hay largos períodos de tiempo en los cuales al niño no le importa ser
una serie de numerosos fragmentos o un ser global, o no le importa si vive en el rostro
de su madre o en su propio cuerpo, siempre y cuando alguna que otra vez se reúnan
los fragmentos y sienta que es algo.

En cuanto al medio ambiente, algunos fragmentos de la técnica le crianza, de las caras


vistas, los sonidos oídos, los olores olidos, sólo gradualmente son reunidos en un ser al
que se llamará madre. En la situación de transferencia durante el análisis de los
psicóticos nos es ofrecida la prueba más fehaciente de que el estado psicótico de no
integración tuvo un lugar natural en una de las fases primitivas del desarrollo
emocional del individuo.

A veces se da por supuesto que, cuando está sano, el individuo está siempre integrado,
así como que vive en su propio cuerpo, siendo capaz de sentir que el mundo es real.
Sin embargo, hay muchos estados de salud mental que tienen una cualidad
sintomática y se ven cargados con el miedo o la negación de la locura, de la posibilidad
innata en todo ser humano de verse no integrado, despersonalizado, y de sentir que el
mundo es irreal. La falta de sueño suficiente produce estos estados en cualquier
persona (2).

De igual importancia en la integración es el desarrollo del sentimiento de que la


persona de uno se halla en el cuerpo propio. También aquí es la experiencia instintiva y
las repetidas y tranquilas experiencias del cuidado corporal lo que gradualmente va
construyendo lo que podríamos llamar «personalización satisfactoria». Y, al igual que
en la desintegración, también los fenómenos de despersonalización propios de la
psicosis se relacionan con primitivos retrasos de la personalización.

La despersonalización es algo corriente en los adultos y los niños. A menudo se oculta


en, por ejemplo, lo que solemos llamar «sueño profundo» y en los ataques de
postración que van acompañados por una palidez cadavérica: «Fulanito está ausente»,
dice la gente, y tienen razón.

Del problema de la integración aparece otro: el de la disociación. De la no integración


nacen una serie de estados a los que luego se llamara disociaciones, que aparecen
debido a que la integración es incompleta o parcial. La disociación es un mecanismo de
defensa sumamente extendido que lleva a resultados sorprendentes. Por ejemplo,
existen los estados de tranquilidad y los de excitación. Creo que de un niño no se
puede decir que, al principio, sea consciente de que mientras siente una serie de cosas
en la cuna, o disfruta del estímulo que su piel recibe cuando lo bañan, él es el mismo
niño que otras veces chilla reclamando el alimento,
viéndose poseído por una necesidad apremiante de coger algo y destruirlo a menos
que le aplaquen con leche. Esto quiere decir que al principio el pequeño no sabe que la
madre que él mismo está edificando a través de sus experiencias tranquilas es lo
mismo que la potencia que se halla detrás de los pechos que pretende destruir.
Adapatación a la realidad

Demos ahora por sentada la integración. Si así lo hacemos, nos encontraremos ante
otro tema importantísimo: la relación primaria con la realidad externa. En los análisis
ordinarios podemos dar por sentado -y así lo hacemos- este paso en el desarrollo
emocional, paso que es extremadamente complejo y que, una vez dado, representa un
gran avance en dicho desarrollo. Pero, de hecho, es un paso que nunca acaba de darse
y de quedar consolidado. Muchos de los casos que consideramos inadecuados para el
análisis, en verdad lo son siempre que no podamos afrontar las dificultades de la
transferencia propias de la carencia esencial de una verdadera relación con la realidad
externa. Si sometemos a análisis a los psicóticos, nos encontramos con que en algunos
análisis casi toda la cuestión estriba prácticamente en esta falta esencial de auténtica
relación con la realidad externa.

En términos del bebé y del pecho de la madre (no pretendo decir que el pecho sea
esencial en tanto que vehículo del amor materno), el bebé siente unas necesidades
instintivas y apremiantes acompañadas de ideas predatorias. La madre posee el pecho
y la facultad de producir leche, y la idea de que le gustaría verse atacada por un bebé
hambriento. Estos dos fenómenos no establecen una relación mutua hasta que la
madre y el niño vivan y sientan juntos. Siendo madura físicamente capaz, la madre es
la que debe ser tolerante y comprensiva, de manera que sea ella quien produzca una
situación que con suerte puede convertirse en el primer lazo entre el pequeño y un
objeto externo, un objeto que es externo con respecto al ser desde el punto de vista
del pequeño.

el niño acude al pecho cuando está excitado y dispuesto a alucinar algo que puede ser
atacado. En aquel momento, el pezón real hace su aparición y el pequeño es capaz de
sentir que eso, el pezón, es lo que acaba de alucinar. Así que sus ideas se ven
enriquecidas por los datos reales de la vista, el tacto, el olfato, por lo que la próxima
vez utilizará tales datos para la alucinación. De esta manera el pequeño empieza a
construirse la capacidad para evocar lo que está realmente a su disposición. La madre
debe seguir dándole al niño este tipo de experiencia. El proceso se ve inmensamente
simplificado si el cuidado del niño corre a cargo de una única persona que utiliza una
sola técnica. Parece como si, desde el nacimiento, el niño estuviera pensado para ser
cuidado por su propia madre, o en su defecto, por una madre adoptiva, y no por
diversas niñeras.

Una de las cosas que suceden a la aceptación de la realidad externa es la ventaja que
de ella puede sacarse. A menudo oímos hablar de las frustraciones reales impuestas
por la realidad externa, pero no tan a menudo oímos referencias al alivio y a la
satisfacción que da dicha realidad. La leche verdadera resulta satisfactoria en
comparación con la leche imaginaria, pero no es esto de lo que se trata. La cuestión
reside en el hecho de que en la fantasía las cosas funcionan por magia: la fantasía no
tiene freno y el amor y el odio producen efectos alarmantes. La realidad externa sí
tiene freno, puede ser estudiada y conocida, y, de hecho, la fantasía es solamente
tolerable en plena operación cuando la realidad objetiva es bien conocida. Lo subjetivo
posee un tremendo valor pero resulta tan alarmante y mágico que no puede ser
disfrutado salvo paralelamente a lo objetivo.

Se verá que la fantasía no es algo que el individuo crea para hacer frente a las
frustraciones de la realidad externa. Esto solamente puede decirse de las quimeras. La
fantasía es más primaria que la realidad y el enriquecimiento de la fantasía con las
riquezas del mundo depende de la experiencia de la ilusión.

Es interesante examinar la relación que con los objetos tiene el individuo en el mundo
autocreado de la fantasía. A decir verdad, hay una gran variedad de grados de
desarrollo y sofisticación en este mundo autocreado, según la cantidad de ilusión que
se haya experimentado y, por ende, según la medida en que este mundo autocreado
haya o no podido utilizar los objetos del mundo externo percibidos en tanto que
material. Evidentemente, esto requiere un planteamiento más extenso dentro de otro
marco.

En el estado más primitivo, que puede ser retenido en la enfermedad y hacia el que
puede llevar la regresión, el objeto se comporta con arreglo a leyes mágicas. Es decir,
existe cuando se desea, se acerca cuando se le acercan, duele cuando es dañado, y,
finalmente, se esfuma cuando ya no se le necesita.

Lo último es lo más aterrador, aparte de ser la única aniquilación verdadera. El no


querer, como resultado de la satisfacción, es aniquilar el objeto. Ésta es una de las
razones por las que los niños no siempre parecen felices y satisfechos después de
haber sido bien alimentados. Uno de mis pacientes llevó este temor consigo hasta la
vida adulta y sólo el análisis pudo librarle de él. Se trataba de un señor que de niño
había tenido una experiencia extremadamente buena con su madre y en su hogar (3).
Su principal temor lo representaba la satisfacción.

Me doy cuenta de que esto no es más que un esbozo del inmenso problema que
representan los primeros pasos del desarrollo de una relación con la realidad externa y
la relación de la fantasía con la realidad. Pronto deberemos añadirle las ideas de
incorporación. Pero al principio es necesario establecer un contacto sencillo con la
realidad externa o compartida, mediante las alucinaciones del niño y lo que el mundo
presente, con momentos de ilusión para el niño, en los cuales él cree que las dos cosas
son idénticas, lo cual nunca es cierto.

Para que en la mente del niño se produzca esta ilusión es necesario que un ser
humano se tome el trabajo de traerle al niño el mundo de manera constante y
comprensible, y, de una manera limitada, adecuada a las necesidades del pequeño.
Por esta razón, el niño no puede existir solo, psicológica o físicamente, y al principio
necesita verdaderamente que una persona le cuide.

La ilusión es un tema muy amplio que necesita ser estudiado y que aportará la clave
del interés que los niños sienten por las burbujas, las nubes, el arco iris y todos los
fenómenos misteriosos, así como su interés por la pelusa, hecho que resulta muy difícil
explicar en términos de instinto directo. También aquí, en alguna parte, se halla el
interés por la respiración. El niño nunca acaba de decidirse sobre si viene del interior o
del exterior. Este interés aporta la base para la concepción del espíritu, el alma, el
ánima.

Preocupación maternal primaria.

En la fase más precoz estamos tratando con un estado muy especial de la madre, una
condición psicológica que merece un nombre, como puede ser el de preocupación
maternal primaria. Gradualmente se desarrolla y se convierte en un estado de
sensibilidad exaltada durante el embarazo y especialmente hacia el final del mismo.
Dura unas cuantas semanas después del nacimiento del pequeño. No es fácilmente
recordado por la madre una vez que se ha recobrado del mismo. Iría aún más lejos y
diría que el recuerdo que de este estado conservan las madres tiende a ser reprimido.

Este estado organizado (que sería una enfermedad si no fuese por el hecho del
embarazo) podría compararse con un estado de replegamiento o de disociación, o con
una fuga. No creo que sea posible comprender el funcionamiento de la madre durante
el mismo principio de la vida del pequeño sin ver que la madre debe ser capaz de
alcanzar este estado de sensibilidad exaltada, casi de enfermedad, y recobrarse luego
del mismo.

He dado a entender esto en el término «dedicada» dentro de las palabras, madre


corriente dedicada. Ciertamente, hay muchas mujeres que son buenas madres en
todos los demás aspectos y que son capaces de llevar una vida rica y fructífera pero
que no pueden alcanzar esta «enfermedad normal» que les permite adaptarse
delicada y sensiblemente a las necesidades del pequeño en el comienzo; o bien lo
consiguen con uno de sus hijos pero no con los demás. Tales mujeres no son capaces
de preocuparse de su propio pequeño con exclusión de otros intereses, de una forma
normal y temporal. Puede suponerse que en algunas de estas personas se produce una
huida hacia la cordura.

Es posible establecer una comparación entre la tarea de la madre, en lo que hace a la


compensación de su pasada incapacidad, y la tarea de la sociedad que intenta (a veces
con éxito) conseguir la identificación social de un niño desposeído que se halla en
estado antisocial. Esta labor de la madre (o de la sociedad) encierra una fuerte tensión
debido a que no se realiza de manera natural. La tarea que se emprende tiene su lugar
apropiado en una fase anterior, en este caso aquella en la que el pequeño sólo
empezaba a existir como individuo. Si es aceptable esta tesis del estado especial en
que se halla la madre y su recuperación del mismo, entonces podremos examinar con
mayor detenimiento el estado correspondiente en que se halla el pequeño.

El pequeño tiene: • Una constitución.

• Tendencias innatas al desarrollo (“zona libre de conflictos en el


yo”)

• Movilidad y sensibilidad.
• Instintos, involucrados en la tendencia al desarrollo con cambios
en la dominancia zonal.

La madre que alcanza el estado que he llamado «preocupación maternal primaria»


aporta un marco en el que la constitución del pequeño empezará a hacerse evidente,
en el que las tendencias hacia el desarrollo empezarán a desplegarse y en el que el
pequeño experimentará movimientos espontáneos y se convertirá en poseedor de las
sensaciones que son apropiadas a esta fase precoz de la vida. En este contexto no es
necesario hacer referencia a la vida instintiva, ya que lo que estoy tratando empieza
antes de la instauración de los patrones instintivos.

Si la madre aporta una adaptación suficiente a la necesidad, la vida del pequeño se ve


muy poco turbada por las reacciones ante los ataques. (Naturalmente, lo que cuenta
son las reacciones ante los ataques y no los ataques mismos.) Los fracasos maternos
producen fases de reacción ante los ataques y estas reacciones interrumpen la
continuidad existencial del pequeño. Cualquier exceso en tales reacciones produce, no
la frustración, sino la amenaza de aniquilamiento. Esto, a mi modo de ver, es una
angustia primitiva muy real, muy anterior a cualquier angustia en cuya descripción
intervenga la palabra «muerte».

la base para la instauración del yo la constituye la suficiencia de la continuidad


existencial, no interrumpida por las reacciones ante los ataques. La suficiencia de la
continuidad existencial sólo es posible al principio si la madre se halla en el estado que
les he sugerido y que es algo muy real cuando la madre sana se halla cerca del final del
embarazo y en las primeras semanas después del nacimiento del bebé. Sólo si la madre
se halla sensibilizada tal como acabamos de exponer, podrá ponerse en el lugar del
pequeño y, de este modo, satisfacer sus necesidades. Éstas, al principio son corporales,
pero paulatinamente pasan a ser necesidades del yo, a medida que la psicología va
naciendo de la elaboración imaginativa de la experiencia física.

Empieza a existir una relación yoica entre la madre y el pequeño, relación de la que la
madre se recupera, ya partir de la cual el niño puede a la larga edificar en la madre la
idea de una persona. Visto desde este ángulo, el reconocimiento de la madre en tanto
que persona viene de manera positiva, normalmente, y no surge de la experiencia de
la madre como símbolo de la frustración. El fracaso de adaptación materna en la fase
más precoz no produce otra cosa que la aniquilación del self del pequeño. En esta fase,
el niño no percibe de ningún modo lo que la madre hace bien. Esto, según mi tesis, es
un hecho. Sus fracasos no son percibidos en forma de fracasos maternos, sino que
actúan como amenazas a la autoexistencia personal.

Melanie Klein
Principios psicológicos para un análisis infantil.

 Existen ciertas diferencias entre la vida mental de los niños pequeños y la de los
adultos.
 Estas diferencias requieren que usemos una técnica adaptada a la mente del niño
pequeño.
 Hay una cierta técnica de juego analítico que cumple con este requisito.
 Los niños forman relaciones con el mundo externo dirigiendo hacia los objetos, de
los que se obtiene placer, la libido originalmente apegada exclusivamente al propio yo
del niño.
 La relación del niño con estos objetos es en primer lugar narcisista.
 En una edad muy temprana los niños empiezan a conocer la realidad a través de las
privaciones que ésta les impone.
 Se defienden a sí mismos contra la realidad repudiándola, sin embargo lo
fundamental y el criterio de toda capacidad ulterior de adaptación a la realidad, es el
grado en que son capaces de tolerar las privaciones que resultan de las situaciones
mismas.
 Uno de los resultados finales a obtener en el análisis de niños es la adaptación
exitosa a la realidad.
 Los niños muestran a menudo, ya desde el principio de su segundo año, una
marcada preferencia por el progenitor del sexo opuesto y otras indicaciones de
tendencias edipicas incipientes.
 Cuándo empiezan los conflictos subsiguientes o sea, en qué punto el niño llega a
estar realmente dominado por el complejo de Edipo, es menos claro; ya que
deducimos su existencia sólo de ciertos cambios que advertimos en el niño.
 El análisis de niños revela que el complejo de Edipo ejerce una profunda influencia
ya en el segundo año de vida.
 En una serie de análisis de niños descubrió que la elección de la niñita del padre
como objeto de amor seguía al destete.
 Esta privación, que en seguida del aprendizaje de hábitos higiénicos( proceso que se
presenta en el niño como un nuevo y penoso retiro de amor) afloja el vinculo con la
madre y hace que empiece a funcionar la atracción heterosexual, reforzada por las
caricias del padre, que son ahora interpretadas como seducción.
 Como objeto de amor, también el padre sirve en primera instancia al propósito de
gratificación oral ( como la madre ya no le brinda gratificación oral, por el destete,
entonces lo busca en el padre)
 El efecto de estas privaciones en el desarrollo del Complejo de Edipo en
los varones es a la vez inhibitorio y propulsor.
 El efecto inhibitorio de estos traumas se ve en el hecho de que es a ellos a los que el
niño retrocede en seguida, cuando trata de escapara su fijación a la madre, y refuerzan
su actitud edípica invertida.
 La circunstancia de que estos traumas, que preparan el camino para el complejo de
castración, procedan también de la madre es también la razón de por qué en ambos
sexos es la madre la que en los estratos más profundos del inconsciente es
especialmente temida como castradora.
 Hay una estrecha conexión entre la neurosis y efectos tan profundos del complejo
de Edipo experimentados en edad tan temprana.
 En varios casos en los que analicé ataques de angustia en niños muy pequeños,
estos ataques resultaron ser al repetición de un terror nocturno que había ocurrido en
la segunda mitad del segundo año y al comienzo de su tercer año.
 Este temor era a la vez un efecto de una elaboración neurótica del complejo de
Edipo.
 Hay muchas elaboraciones de este tipo, que nos llevan a establecer conclusiones
firmes sobre los efectos del complejo de Edipo.
 Entre estas elaboraciones, en las que era muy clara la vinculación con al situación
edipica, debe recalcarse la forma en que los niños frecuentemente se caen y se
lastiman, su hipersensibilidad, su incapacidad de tolerar frustraciones, sus inhibiciones
de juego, su actitud ambivalente hacia ocasiones festivas y regalos, y finalmente
diversas dificultades en la crianza que a menudo hacen su aparición a una edad
sorprendentemente temprana.
 Encuentro que la causa de estos fenómenos muy comunes es un sentimiento de
culpa particularmente fuerte.
 El sentimiento de culpa opera incluso en el terror nocturno.
 Trude, a la edad de 4 años y 3 meses, jugaba constantemente durante la sesión a
que era de noche.
 Ambas teníamos que irnos a dormir.
 Después salía del rincón al que llamaba habitación, venia sigilosamente hacia mi y
me hacía toda clase de amenazas, que me iba a apuñalar la garganta, arrojarme al
patio, quemarme o entregarme a la policía.
 Trataba de atar mis manos y pie, levantaba la cobertura del sofá y decía que estaba
haciendo "po-caca-cucu"(po= cola; caca: heces; cucu: mirar).
 Después sacó los almohadones, a los que repetidamente llamaba "niños" y se
escondió con ellos en el rincón del sofá, en el que se agachó con intensos signos de
miedo, se cubrió, succionó su pulgar y se orinó.
 También en esa época solía correr repetidamente a la habitación de sus padres
durante la noche sin poder decirles qué era lo que quería.
 En esa época ya había deseado robar a su madre, que estaba embarazada, los hijos,
matarla y tomar su lugar en el coito con el padre.
 Estas tendencias al odio y la agresión eran la causa de su fijación con la madre, y
también de sus sentimientos de angustia y culpa.
 Trude se las arreglaba para lastimarse casi siempre justo antes de la sesión.
 Los objetos con los que se lastimaba significaban para ella a la madre, o a veces al
padre, que la castigaba.
 "estar constantemente en guerra" y caer y lastimarse, está estrechamente vinculado
con el complejo de castración y el sentimiento de culpa.
 Los juegos de niños nos permiten formular ciertas conclusiones especiales sobre el
temprano sentimiento de culpa.
 Ya en su segundo año, los que estaban en contacto con Rita se sorprendían de su
remordimiento por cualquier travesura, por pequeña que fuera, y de su
hipersensibilidad a cualquier tipo de reproche.
 Por ejemplo, estallaba en lágrimas cuando su padre, jugando, amenazaba a un oso
de un libro de láminas.
 Aquí, lo que determinó su identificación con el oso fue su miedo al reproche del
padre real.
 También su inhibición de juego procedía de su sentimiento de culpa.
 Cuando tenía dos años y tres meses declaraba repetidamente, cuando jugaba con su
muñeca (juego del que no disfrutaba mucho), que ella no era la muñeca-bebé de su
madre.
 El análisis reveló que ella no se animaba jugar a ser la madre porque la muñeca-
bebé representaba para ella entre otras cosas, a su hermanito, que habla deseado
arrebatar a su madre, incluso durante el embarazo.
 Pero aquí la prohibición del deseo infantil ya no provenía de la madre real, sino de la
madre introyectada, cuyo rol representó ante mí en diversas formas, y quien ejercía
una influencia más severa y cruel sobre ella que lo que su madre real hubiera hecho
nunca.
 Un síntoma obsesivo que Rita desarrolló a los dos años fue un ritual nocturno que
implicaba mucha pérdida de tiempo.
 Su punto principal era que insistía en ser fuertemente arropada con la sábana por
miedo a que "un ratón o una butty (mariposa) podrían venir a través de la ventana y
arrancar con los dientes su butty (genital)"4.
 Sus juegos revelaron otros determinantes: la muñeca tenía que ser siempre
arropada igual que Rita misma, y en una oportunidad puso un elefante junto a la cama
de la muñeca.
 Se suponía que este elefante iba a impedir que la muñeca se levantara; si no,
entraría furtivamente a la habitación de sus padres y les haría daño o les quitaría algo.
 El elefante (imago paterna) tenía que tomar la parte del que ponía obstáculos.
 Este papel lo había representado el padre introyectado dentro de ella desde la
época en que, entre los quince meses y los dos años, había querido usurpar el lugar de
la madre con el padre, robar a la madre el niño con que estaba embarazada, y dañar y
castrar a sus padres.
 Las reacciones de ira y angustia que seguían al castigo a la "niña" durante esos
juegos mostraron, además, que Rita estaba representando internamente ambos
papeles: el de las autoridades que juzgan y el del niño que es castigado.
 Un mecanismo fundamental y universal en el juego de representar un papel sirve
para separar estas identificaciones operantes en el niño, que tienden a formar un todo
único.
 Por la división de roles el niño logra expulsar al padre y a la madre que en la
elaboración del complejo de Edipo ha absorbido dentro de sí, y que ahora lo
atormentan internamente con su severidad.
 El resultado de esta expulsión es una sensación de alivio, que contribuye en gran
medida al placer extraído del juego. Aunque este juego de representar parece a
menudo muy simple y ser expresión sólo de identificaciones primarias, ésta es sólo la
apariencia superficial.
 Es de gran importancia en el análisis de niños penetrar detrás de esta apariencia.
 Sin embargo, puede tener un pleno efecto terapéutico sólo si la investigación revela
todas las identificaciones y elementos subyacentes y, ante todo, si hemos encontrado
el camino hacia el sentimiento de culpa que está aquí en acción.
 En los casos que he analizado, el efecto inhibitorio de los sentimientos de culpa fue
evidente a una edad muy temprana.
 Lo que encontramos aquí corresponde a lo que conocemos como el superyó en
adultos.
 El hecho de que supongamos que el complejo de Edipo alcanza su punto culminante
hacia el cuarto año de vida y que reconozcamos el desarrollo del superyó como el
resultado final del complejo, me parece que no contradice de ningún modo estas
observaciones.
 El análisis de niños muy pequeños muestra que éstos, en cuanto surge el complejo
de Edipo, empiezan a elaborarlo y de ahí a desarrollar el superyó.
 Los efectos de este superyó infantil sobre el niño son análogos a los del superyó del
adulto, pero pesan mucho más sobre el débil yo infantil.
 Como nos enseña el análisis de los niños, fortificamos este yo cuando el
procedimiento analítico frena las exigencias excesivas del superyó.
 No puede haber dudas de que el yo de niños pequeños difiere del de los niños
mayores o del de los adultos.
 En su juego los niños representan simbólicamente fantasías, deseos y experiencias.
 Emplean aquí el mismo lenguaje, el mismo modo de expresión arcaico,
filogenéticamente adquirido con el que estamos familiarizados gracias a los sueños.
 Sólo podemos comprenderlo plenamente si lo enfocamos con el método que Freud
ha desarrollado para descifrar los sueños.
 El simbolismo es sólo una parte de él; si queremos comprender correctamente el
juego del niño en conexión con todo su comportamiento durante la sesión, debemos
tener en cuenta no sólo el simbolismo que a menudo aparece tan claramente en sus
juegos, sino también todos los medios de representación y los mecanismos empleados
en el trabajo del sueño, y tenemos que tener en cuenta la necesidad de examinar el
nexo total de los fenómenos.
 Los niños producen no menos asociaciones con los rasgos distintos de sus juegos,
que lo que hacen los adultos con los elementos de sus sueños.
 Además de este modo arcaico de representación, los niños emplean otro
mecanismo primitivo, es decir, sustituyen con acciones (que fueron los precursores
originales de los pensamientos) a las palabras: en los niños, actuar representa una
parte prominente.
 Si tomarnos en cuenta las diferencias psicológicas entre niños y adultos y
recordamos el hecho de que en los niños encontramos el inconsciente actuando aún
junto al consciente, las tendencias más primitivas junto a los desarrollos más
complicados que conocemos, como el superyó, es decir, si comprendemos
correctamente la forma de expresión del niño, desaparecen todos estos puntos
dudosos y factores desfavorables, ya que encontramos que con respecto a la
profundidad y amplitud del análisis, podemos esperar tanto de los niños como de los
adultos.
 Y más aún, en el análisis de los niños podemos retroceder a experiencias y fijaciones
que en el análisis de adultos solo podemos reconstruir, mientras que en los niños se las
representa directamente.
 En general, en el análisis de niños no podemos sobreestimar la importancia de la
fantasía y de la traducción a la acción por efecto de la compulsión a la repetición.
 Naturalmente, los niños pequeños usan mucho más el recurso de la acción, pero
incluso los mayores recurren constantemente a este mecanismo primitivo,
especialmente cuando el análisis ha anulado algunas de sus represiones.
 De ahí que lo primero que sucede como resultado del psicoanálisis es que mejoran
las relaciones emocionales con los padres; la comprensión consciente sólo surge
cuando esto ha tenido lugar.
 Esta comprensión es admitida ante el mandato del superyó, cuyas exigencias son
modificadas por el análisis de modo que puede ser tolerado y complacido por un yo
menos oprimido y por consiguiente más fuerte.
 el efecto de tal conocimiento gradualmente elaborado, es en realidad aliviar al niño,
establecer una relación fundamentalmente más favorable hacia sus padres e
incrementar así su capacidad de adaptación social.
 Cuando esto ha tenido lugar los niños son también bastante capaces de reemplazar
en cierta medida la represión por un rechazo razonado.
 Vemos esto en que en un estado posterior del análisis, los niños han avanzado tanto
desde los diversos anhelos sádico-anales o canibalistas (que en un estadio anterior
eran aún tan poderosos), que ahora pueden adoptar a veces una actitud de crítica
humorística hacia ellos.
 Cuando tienen lugar estos cambios, no sólo está disminuyendo inevitablemente el
sentimiento de culpa, sino que al mismo tiempo los niños son capaces de sublimar los
deseos que previamente estaban totalmente reprimidos.
 Esto se manifiesta en la práctica en la desaparición de inhibiciones de juego y en la
iniciación de numerosos intereses y actividades.

La personificación en el juego de los niños.

En un trabajo anterior ("Principios psicológicos del análisis infantil") señalé que el


contenido especificó de sus juegos, que se repite constantemente o recurre a las
formas más variadas, es idéntico al núcleo de las fantasías masturbatorias, y que es
una de las principales funciones del juego infantil proporcionar una descarga de estas
fantasías.
Discutí después la considerable analogía que existe entre los medios de representación
usados en el juego y en los sueños, y en la importancia de la realización de deseos en
ambas formas de la actividad mental.
También llamé la atención hacia un mecanismo importante en los juegos en que el
niño inventa y asigna diferentes "personajes".

 Los niños esquizofrénicos no son capaces de practicar juegos en el verdadero


sentido de la palabra.
 Ejecutan ciertas acciones monótonas y es un trabajo laborioso penetrar a través
de ellas hacia el inconsciente.
 La realización de deseo asociada a esas acciones es preeminentemente la
negación de la realidad y una inhibición de la fantasía.
 En estos casos extremos no se logran las personificaciones.
 Mi pequeña paciente Erna, de 6 años de edad, presentaba al comienzo del
tratamiento una grave neurosis obsesiva que enmascaraba una paranoia que fue
revelada después de considerable cantidad de análisis.
 Erna en su juego me hacía representar a la hija mientras ella hacia de madre o
maestra.
 Yo entonces tenía que padecer fantásticas torturas y humillaciones.
 Los rasgos paranoicos se manifestaban en que yo era constantemente espiada,
mis pensamientos eran adivinados y el padre o la maestra se aliaban con la
madre en contra mía.
 Yo misma en el rol de la niña tenía que espiar y torturar continuamente a los
otros.
 Entonces en general su juego terminaba escapando ella a las persecuciones (en
estas ocasiones la "niña era buena") haciéndose rica y poderosa, transformada
en reina y vengándose cruelmente de sus perseguidores.
 Luego que se agotaba su sadismo en estas fantasías aparentemente exentas de
inhibiciones (esto sucedió después de un tiempo de análisis), venía la reacción en
forma de profunda depresión, ansiedad y agotamiento corporal.
 Entonces su juego reflejaba la incapacidad de soportar esa tremenda opresión,
manifestándose en una serie de síntomas graves.
 En las fantasías de esta niña todos los roles utilizados entraban en una fórmula:
dos partes principales, el superyó perseguidor y el ello o yo, según el caso,
amenazados, pero de ninguna manera menos crueles.
 En estos juegos la realización de deseos radicaba principalmente en el esfuerzo
de Erna para identificarse con la parte más fuerte, para dominar así su miedo a la
persecución.
 El yo fuertemente presionado trataba de influir o engañar al superyó para
impedir su triunfo sobre el ello.
 El yo trataba de poner al ello muy sádico al servicio del superyó y combinar a
ambos en la lucha contra un enemigo común.
 Esto requería el amplio uso de mecanismos de proyección y desplazamiento.
 Cuando Erna representaba el papel de madre cruel, la niña mala era el enemigo.
 Cuando ella misma era la niña perseguida, pero que se transformaba
rápidamente en poderosa, el enemigo estaba representado por padres malvados.
 En cada caso existía un motivo que el yo trataba de hacer plausible ante el
superyó, para entregarse a un sadismo sin restricciones.
 En función de este "bloque" el superyó debía tomar medidas contra el enemigo
como si fuera contra el ello.
 No obstante el ello continuaba buscando secretamente su gratificación
predominantemente sádica dirigida contra los objetos primarios.
 Con esas satisfacciones narcisistas logradas por el yo en sus victorias sobre los
enemigos tanto internos como externos, también apaciguaba al superyó y así era
de considerable valor para la disminución de la angustia.
 Por consiguiente el yo se asociaba con el superyó y trataba, castigando al ello, de
extraer cierta gratificación, pero esto, a su vez, se convertía inevitablemente en
un fracaso. Se presentaban repetidamente intensas reacciones de angustia y
remordimiento que mostraban que ninguna de las contradictorias realizaciones
de deseos podía mantenerse en pie por mucho tiempo.
 Jorge se sentía siempre conscientemente rodeado y amenazado (por magos,
brujas y soldados), pero, al contrario de Erna, trataba de defenderse de ellos con
el auxilio de figuras que le ayudaban, aunque eran por cierto seres muy
fantásticos.
 Su realización de deseos en la fantasía era, hasta cierto punto, análoga a la del
juego de Erna.
 En el caso de Jorge también el yo trataba de alejar la ansiedad, identificándose
con el partido más fuerte, a través de fantasías de ser poderoso.
 También Jorge trataba de convertir el enemigo en un enemigo "malo", para
apaciguar al superyó.
 Sin embargo, en él el sadismo no era un factor tan abrumador como en Erna y
así el sadismo primario subyacente a su angustia quedaba menos astutamente
disimulado.
 Su yo se identificaba más íntegramente con el ello y estaba menos dispuesto a
hacer concesiones al superyó. Mantenía alejada la angustia por una marcada
exclusión de la realidad.
 La realización de deseos predominaba claramente sobre el reconocimiento de la
realidad; una tendencia que es, para Freud, uno de los criterios de psicosis.
 En sus juegos se representaban tres partes principales: la del ello y las del
superyó en sus aspectos persecutorios y protectores.
 El juego de un niño con una grave neurosis obsesiva puede ejemplificarse con el
juego de mi pequeña paciente Rita, de dos años y nueve meses.
 Después de un ceremonial típicamente obsesivo, arropaba su muñeca para
dormir y ponía un elefante junto a la cama de la muñeca.
 El elefante debía impedir que "la niña" se levantara, porque si no ésta se
introduciría a hurtadillas en el dormitorio de los padres para hacerles daño o
quitarles algo.
 El elefante (imago del padre) ejercía el rol de una figura que impide.
 En la mente de Rita su padre, por introyección, había ejercido este rol "del que
impide" desde que ella, entre los quince meses y hasta los dos años, había
deseado usurpar el lugar de su madre con él, robar el niño con que la madre
estaba embarazada y lastimar y castrar a ambos padres.
 La reacción de rabia y ansiedad que se producía cuando "la niña" era castigada en
el juego, muestra que en la mente de Rita actuaban ambos papeles: el de la
autoridad que infligía el castigo y el del niño que lo recibía.
 La única realización de deseos aparente en este juego residía en que el elefante
conseguía por un tiempo impedir que "la niña" se levantara.
 Habia sólo dos personajes principales: el de la muñeca que representaba el ello, y
el del elefante que representaba el superyó.
 La realización de deseos consistía en la derrota del ello por el superyó.
 Y este cumplimiento de deseo y la adjudicación de la acción a dos "personajes" es
interdependiente, ya que este juego representa la lucha entre el superyó y el ello
que en las neurosis graves domina casi íntegramente los procesos mentales.
 En los juegos de Erna también vimos estas mismas personificaciones consistentes
en la influencia de un superyó dominador y la ausencia de imagos protectoras.
 Pero mientras en el juego de Erna la realización de deseos residía en la alianza
con el superyó, y en el de Jorge principalmente en el desafío del ello al superyó
(por medio del aislamiento de la realidad), en Rita consistía en la derrota del yo
por el superyó.
 La excesiva severidad del superyó impedía al principio toda fantasía y no fue
hasta que el superyó se hizo menos severo que Rita empezó a hacer fantasías en
juegos como el arriba descrito.
 En comparación con la etapa anterior en la cual el juego estaba completamente
inhibido, esto fue un progreso, porque ahora el superyó no amenazaba
meramente de manera terrorífica y sin sentido, sino que trataba de impedir con
amenazas las acciones prohibidas.
 El fracaso de la relación entre el superyó y el ello dio lugar a esa supresión
forzosa de los instintos que consume toda la energía del sujeto y es característica
de graves neurosis obsesivas en adultos.
 Consideremos ahora,más adelante en el análisis de Rita (cuando tenía tres años
de edad), un "juego de viajar" que se desarrolló a través de casi todo el
análisistomó la siguiente forma.
 Rita y su oso (que entonces representaba el pene) iban en el tren a ver a una
mujer buena que los iba a entretener y hacerles regalos.
 Al principio de esta parte del análisis este final feliz generalmente era
estropeado.
 Rita quería conducir el tren ella misma y deshacerse del conductor.
 El, sin embargo, o rehusaba irse o volvía y la amenazaba.
 Algunas veces era una mujer la que impedía el viaje, o cuando llegaban al final de
éste no encontraban una mujer buena, sino una mala.
 La diferencia entre la realización de deseos en este juego (por perturbado que
esté) y los ejemplos antes mencionados es evidente.
 En este juego la gratificación libidinal es positiva y el sadismo no juega una parte
tan preeminente como en los ejemplos anteriores.
 Los "personajes", como en el caso de Jorge, consisten en tres roles principales: el
del ello o yo, el de una figura que ayuda y el de una figura que amenaza o frustra.
 Las figuras que ayudan son en general de tipo extremadamente fantástico, como
se ve en el ejemplo de Jorge.
 En el análisis de un chico de cuatro años y medio aparecía una "mamá-hada" que
solía venir de noche y traer cosas ricas para comer, las que compartía con el niño.
 La comida representaba el pene del padre que le robó en secreto.
 En otros análisis la "mamá-hada" solía curar con una varita mágica las heridas
infligidas al niño por sus padres crueles, entonces él y ella juntos mataban
cruelmente a estos padres severos.
 Llegué a convencerme de que la actuación de tales imagos con características
buenas y malas es un mecanismo general tanto en adultos, como en niños.
 Estas figuras representan estadios intermedios entre el superyó terriblemente
amenazador que está totalmente separado de la realidad, y las identificaciones
que se aproximan a la realidad.
 Esas figuras intermedias, cuya gradual evolución hacia los padres protectores
(que también están más cerca de la realidad) puede ser constantemente
observada en el juego analítico, me parecen muy instructivas para nuestro
conocimiento de la formación del superyó.
 Es mi experiencia que en el principio del conflicto edípico y en el comienzo de su
formación, el superyó es de carácter tiránico, formado sobre el esquema de los
estadios pregenitales entonces predominantes.
 La influencia de lo genital ya ha empezado a hacerse sentir, pero al principio es
difícilmente perceptible.
 La evolución ulterior del superyó hacia la genitalidad depende en última instancia
de si las fijaciones orales predominantes tomaron la forma de succionar o de
morder.
 La primacía de la fase genital en relación tanto con la sexualidad como con el
superyó requiere una fijación suficientemente fuerte al estadío oral de succión.
 Cuanto más progresa el desarrollo del superyó y de la libido de los niveles
pregenitales hacia el nivel genital, tanto más se aproximan a las figuras de los
padres reales las identificaciones fantásticas de gratificación de deseos (cuyo
origen es la imagen de una madre que provee gratificación oral.).
 Las imagos adoptadas en estas fases tempranas del desarrollo del yo llevan el
sello de los impulsos instintivos pregenitales aunque estén estructuradas en
realidad sobre la base de los objetos edípicos reales.
 Estos niveles tempranos son responsables de las imagos fantásticas que devoran,
cortan y dominan en las cuales vemos una mezcla de varios impulsos
pregenitales.
 Siguiendo la evolución de la libido estas imagos son introyectadas bajo la
influencia de puntos de fijación libidinal.
 Pero el superyó en su totalidad está hecho de varias identificaciones adoptadas
en los diferentes niveles de desarrollo cuyo sello llevan.
 Cuando comienza el período de latencia, termina el desarrollo tanto del superyó
corno de la libido.
 Ya durante el proceso de su construcción el yo emplea sus tendencias de síntesis
tratando de formar una totalidad de estas identificaciones parciales; cuanto mas
externas y contrastantes las imagos tanto menos brillante será la síntesis y tanto
más difícil será mantenerlas.
 La influencia excesivamente fuerte ejercida por esos tipos extremos de imagos, la
intensidad de la necesidad de figuras bondadosas opuestas a las amenazadoras,
la rapidez con la cual los aliados pueden transformarse en enemigos (que
también es la razón por la cual la realización de deseos en el juego se quiebra tan
frecuentemente), todo eso indica que el proceso de sintetizar las identificaciones
ha fallado.
 Este fracaso se manifiesta en la ambivalencia, la tendencia a la ansiedad, la falta
de estabilidad con que ésta puede ser derrumbada, y la defectuosa relación hacia
la realidad característica de los niños neuróticos.
 La necesidad de una síntesis de superyó surge de la dificultad experimentada por
el sujeto en llegar a un acuerdo con el superyó formado de imagos de estas
naturalezas opuestas.
 Cuando comienza el período de latencia se incrementan las exigencias de la
realidad, el yo hace aun mayores esfuerzos para obtener una síntesis del
superyó, para que sobre esta base se llegue a un equilibrio entre el superyó, el
ello y la realidad.
 Llegué a la conclusión de que esta disociación del superyó en sus identificaciones
primarias introyectadas en los diferentes estadios del desarrollo es un
mecanismo análogo a la proyección, con la que está estrechamente conectado.
 Creo que estos mecanismos (disociación y proyección) son un factor principal en
la tendencia a la personificación en el juego.
 Por medio de ellos la síntesis del superyó, que sólo puede ser mantenida con
mayor o menor esfuerzo, puede ser abandonada por el momento y, además,
disminuye la tensión de tener que mantener la tregua entre el superyó como un
todo y el ello.
 El conflicto intrapsíquico se hace así menos violento y puede ser desplazado
hacia el mundo externo.
 El placer así obtenido se incrementa cuando el yo descubre que este
desplazamiento hacia el mundo externo le proporciona diversas pruebas reales
de que los procesos psíquicos, con su catexia de ansiedad y culpa, pueden tener
un resultado favorable y puede reducirse la ansiedad.
 El juego revela la actitud del niño hacia la realidad.
 En el análisis de Erna, fue imposible durante mucho tiempo establecer una
relación con la realidad.
 Parecía no existir un puente sobre el abismo que separaba la madre real,
cariñosa y amante, y las monstruosas persecuciones y humillaciones que "ella"
infligía a la niña en el juego.
 Creía que las relaciones sexuales entre sus padres (que imaginaba realizarse
invariablemente cuando los padres estaban solos) y todas las muestras de afecto
mutuo eran principalmente promovidas por el deseo de su madre de causarle
celos a ella(Erna).
 Ella suponía los mismos motivos en todos los placeres de su madre, y en realidad
en el goce de cualquiera, especialmente de mujeres. Usaban bonitos vestidos
para causarle disgustos, etc. Pero era consciente de que había algo raro en esas
ideas y tomaba grandes precauciones para mantenerlas secretas.
 Consideremos ahora esta relación en la segunda parte del análisis de Rita.
 En el juego de este período apareció, en contraste con la actitud de niños
paranoicos, la tendencia a reconocer la realidad sólo en la medida en que se
relacionaba con las frustraciones que había sufrido y de las que nunca se había
recuperado.
 Podernos comparar aquí el intenso apartamiento de la realidad revelado en el
juego de Jorge.
 En su análisis, cada paso adelante hacia la adaptación a la realidad implicaba la
movilización de grandes cantidades de ansiedad y mayor represión de fantasías.
 En niños neuróticos existe un "compromiso", se reconoce una cantidad limitada
de la realidad y se niega el resto.
 Al mismo tiempo existe intensa represión de las fantasías masturbatorias,
inhibidas por el sentimiento de culpa, y el resultado de esto es la inhibición del
juego y del aprendizaje común en niños neuróticos.
 El síntoma obsesivo en el que se refugian (primero en el juego) refleja el
compromiso entre la intensa inhibición de las fantasías y la defectuosa relación
con la realidad, y sobre esta base permite sólo formas muy limitadas de
gratificación.
 El juego de niños normales muestra un equilibrio mejor entre la fantasía y la
realidad.
 Resumiré ahora las diferentes actitudes hacia la realidad en el juego de niños que
sufren diversos tipos de enfermedad.
 En las parafrenias existe una gran represión de la fantasía y alejamiento de la
realidad.
 En niños paranoicos cuya relación con la realidad está subordinada a las vívidas
elaboraciones de la fantasía, el equilibrio entre ambas se inclina hacia el lado de
la irrealidad.
 Las experiencias representadas por los niños neuróticos en sus juegos están
obsesivamente coloreadas por su necesidad de castigo y su miedo a un resultado
desgraciado.
 En cambio los niños normales son más capaces de manejar la realidad de manera
mejor.
 Su juego muestra que tienen mayor poder de influir y vivir la realidad de acuerdo
con sus fantasías.
 Además, cuando no pueden alterar la situación real, son más capaces de
soportarla, porque su fantasía más libre les proporciona un refugio, y también
porque la mayor descarga que poseen para sus fantasías masturbatorias en
forma ego-sintónica (juego y otras sublimaciones) les da mayores oportunidades
de gratificación.
 Examinemos ahora las relaciones entre la actitud hacia la realidad y los procesos
de personificación y realización de deseos.
 En el juego de niños normales estos procesos testimonian una mayor y más
duradera influencia de las identificaciones originadas en el nivel genital.
 En la medida en que las imagos se aproximan a los objetos reales, se hace más
marcada una buena relación con la realidad (característica de personas
normales).
 Las enfermedades (psicosis y neurosis obsesivas graves) que se caracterizan por
una relación perturbada o desplazada hacia la realidad, son también aquellas en
las que la realización de deseos es negativa y se representan en el juego
personajes sumamente crueles.
 La primacía de un superyó terrorífico que ha sido introyectado en los estadios
más tempranos del desarrollo del yo, es un factor básico en el trastorno
psicótico.
 Mecanismo de personificación en el juego de los niños.
 Tengo que señalar ahora el significado de este mecanismo en la vida mental de
los adultos.
 Es la base de un fenómeno de grande y universal significado, esencial también
para el trabajo analítico, tanto en niños como en adultos, a saber, de la
transferencia.
 Vemos entonces que el debilitamiento del conflicto o su desplazamiento al
mundo externo, por medio de mecanismos de disociación y proyección, es uno
de los principales incentivos para la transferencia y una fuerza propulsora en el
trabajo analítico.
 Una mayor actividad de la fantasía y una más abundante y positiva capacidad
para la personificación son además el prerrequisito para una mayor capacidad de
transferencia.
 El paranoico posee, es cierto, una rica vida de fantasías, pero el hecho de que en
la estructura de su superyó predominen las identificaciones crueles y ansiógenas,
es la causa de que los personajes que inventa sean predominantemente
negativos y susceptibles sólo de reducirse a rasgos rígidos de perseguidor y
perseguido.
 En la esquizofrenia, según creo, falla la capacidad para la personificación y la
transferencia, entre otras razones, por el funcionamiento defectuoso de los
mecanismos de proyección.
 De la conclusión de que la transferencia está basada sobre el mecanismo de
representación de personajes, extraje una sugerencia para la técnica.
 Ya he mencionado el cambio tan frecuentemente rápido del enemigo al amigo,
de la madre mala a la buena.
 En tales juegos que implican la personificación este cambio se observa
constantemente después de la liberación de montos de ansiedad como
consecuencia de las interpretaciones.
 Pero como el analista asume los roles hostiles requeridos para la situación del
juego y los somete así al análisis, se produce un constante progreso en el pasaje
de las imagos que inspiran ansiedad hacia las identificaciones más benévolas de
mayor aproximación a la realidad.
 En otras palabras: uno de los fines principales del análisis -la modificación gradual
de la severidad del superyó- se logra tomando el analista los roles que en la
situación analítica le asignan.
 Esta afirmación expresa meramente lo que sabemos: es una necesidad en el
análisis de adultos, a saber, que el analista sea simplemente un medio en relación
con el cual se pueden activar las diferentes imagos y revivir las fantasías para
poder ser analizadas.
 El analista que desea penetrar hasta las más tempranas y angustiantes imagos o
sea llegar a las raíces de la severidad del superyó, no debe tener ninguna
preferencia por un rol particular; debe aceptar lo que surja de la situación
analítica.
 La angustia más intensa y apremiante procede del superyó introyectado en un
estadío muy temprano del desarrollo del yo, y que la supremacía de este superyó
temprano no es un factor fundamental en la génesis de la psicosis.
 Con la ayuda de la técnica del juego es posible analizar en niños pequeños y
mayores las fases tempranas de la formación del superyó.

 El análisis de estos estratos disminuye la angustia más intensa y abrumadora y


abre así el camino para el desarrollo de las imagos bondadosas originadas en el
estadio oral de succión y de ahí para lograr la primacía genital en la sexualidad y
en la formación del superyó.

Duelo y su relación con los estados maniaco depresivos.

Una parte esencial del trabajo de duelo, tal como lo señaló Freud en "Duelo y
melancolía", es el juicio de realidad. Dice: "En la aflicción, explicamos este carácter,
admitiendo un cierto lapso para la realización paulatina del mandato de la realidad,
labor que devolvía al yo la libertad de su libido, desligándola del objeto perdido.
La realidad impone a cada uno de los recuerdos y esperanzas que constituyen puntos
de enlace de la libido con el objeto, su veredicto de que dicho objeto no existe ya, y el
yo, situado ante la interrogación de si quiere compartir tal destino, se decide, bajo la
influencia de las satisfacciones narcisistas de la vida, a abandonar su ligamen con el
objeto destruido.
Hay una conexión entre el juicio de realidad en el duelo normal y los procesos
mentales tempranos. Creo que el niño pasa por estados mentales comparables al
duelo del adulto y que son estos tempranos duelos los que se reviven posteriormente
en la vida, cuando se experimenta algo penoso. El método más importante para que el
niño venza estos estados de duelo es, desde mi punto de vista, el juicio de realidad.
el niño experimenta sentimientos depresivos que llegan a su culminación antes,
durante y después del destete. Este es un estado mental en el niño que denomino
"posición depresiva" y sugiero que es una melancolía en statu nascendi. El objeto del
duelo es el pecho de la madre y todo lo que el pecho y la leche han llegado a ser en la
mente del niño: amor, bondad y seguridad. El niño siente que ha perdido todo esto y
que esta pérdida es el resultado de su incontrolable voracidad y de sus propias
fantasías e impulsos destructivos contra el pecho de la madre. Otros dolores en
relación con esta pérdida inminente (en este momento de ambos padres) surge de la
situación edípica que se instala tan tempranamente y que está tan íntimamente
relacionada con las frustraciones del pecho que en sus comienzos está dominada por
impulsos y temores orales.
El circulo de los objetos amados que son atacados en la fantasía y cuya pérdida por lo
tanto se teme, se amplía debido a la relación ambivalente del niño con sus hermanos y
hermanas. La agresión fantaseada contra hermanos y hermanas a los que se ataca en
el interior del cuerpo de la madre hacen también surgir sentimientos de culpa y
pérdida. En el desarrollo normal estos sentimientos de dolor, aflicción y temores, se
vencen mediante varios métodos.
Junto con la relación del niño, primero con su madre y pronto con el padre y otras
personas, se produce el proceso de internalización. El niño, al incorporar a sus padres,
los siente como personas vivas dentro de su cuerpo, del modo concreto en que él
experimenta estas fantasías inconscientes. Ellas son, en su mente, objetos "internos" o
"internalizados". Así se edifica un mundo interno en la mente inconsciente del niño,
correspondiendo a las experiencias reales y a las experiencias del mundo exterior,
aunque alterado por sus propias fantasías e impulsos.
En la mente del niño la madre "interna" está ligada a la "externa" de la que es un
"doble", aunque alterado por los procesos de internalización; es decir, su imagen está
influida por sus fantasías y por los estímulos y experiencias internas de toda clase. La
madre que él ve, la madre real, le da así pruebas continuas de cómo es la "interna", de
si lo quiere o está enojada, de si lo ampara o si es vengativa.
Por otra parte, una cierta cantidad de acontecimientos desplacientes son importantes
en el juicio de realidad, si el niño, venciéndolas, siente que puede retener sus objetos
así como el amor de ellos y el suyo por ellos, y así preservar o restablecer la vida
interna y la armonía frente a peligros. Todas las alegrías que el niño vive a través de su
relación con la madre, son pruebas para él de que los objetos amados, dentro y fuera
de su cuerpo, no están dañados y no se transformarán en personas vengadoras. El
aumento de amor y confianza y la disminución de los temores a través de experiencias
felices, ayuda al niño paso a paso a vencer su depresión y sentimiento de pérdida
(duelo). Lo capacitan para probar su realidad interior por medio de la realidad externa.
Las experiencias desagradables y la falta de experiencias gratas, en el niño pequeño,
especialmente la falta de alegría y contacto íntimo con los seres amados aumenta la
ambivalencia, disminuye la confianza y la esperanza y confirma sus ansiedades sobre la
aniquilación interna y la persecución externa. Todo niño experimenta ansiedades que
son de contenido psicótico, y de que la neurosis infantil es el medio normal de tratar y
modificar estas ansiedades.
En la neurosis infantil se expresan las primeras posiciones depresivas, se elaboran y
gradualmente se superan; y ésta es una parte importante del proceso de organización
e integración, la cual, junto con el desarrollo sexual1 caracteriza los primeros años de
vida. Sostengo que una buena relación con el mundo depende del éxito logrado en la
lucha contra el caos interior (la posición depresiva) y en haber establecido con
seguridad objetos "buenos" internos.
En el niño los procesos de introyección y proyección -ya que son dominados por la
agresión y ansiedades que se refuerzan unas a las otras-, conducen a temores de
persecución de objetos terroríficos; a estos miedos se agrega el temor a la pérdida de
los objetos amados y es así como surge la posición depresiva. De este modo existen
dos grupos de temores, sentimientos y defensas.
Los sentimientos y fantasías del primer grupo son persecutorios y están caracterizados
por temores relacionados con la destrucción del yo por perseguidores internos. Los
sentimientos del segundo grupo que conducen a la posición depresiva los he descrito
anteriormente pero sin denominarlos. Propongo usar para estos sentimientos de pena
e inquietud por los objetos amados, para los temores de perderlos y el ansia de
reconquistarlos, una palabra simple, derivada del lenguaje diario, "penar" por los
objetos amados.
La idealización es una parte esencial de la posición maníaca y está ligada con otro
elemento importante de esta posición, es decir la negación. Sin una negación parcial y
temporaria de la realidad psíquica, el yo no podría soportar el desastre por el que él
mismo se siente amenazado cuando la posición depresiva llega a su cúspide.
La omnipotencia, la negación y la idealización, íntimamente ligadas con la
ambivalencia, permiten al yo temprano afirmarse en cierto grado contra los

1
perseguidores internos y contra la dependencia peligrosa y esclavizaste de sus objetos
amados y así progresar más en su desarrollo.
La ambivalencia realizada en una disociación de imagos, capacita al niño para ganar
más y más seguridad, confianza y creencia en sus objetos reales y de este modo en los
internos, a quererlos más y a llevar a cabo en mayor grado sus fantasías de
restauración de sus objetos amados. Al mismo tiempo, las ansiedades paranoides y las
defensas, se dirigen contra los objetos 'malos'. El apoyo que el yo logra de un objeto
real 'bueno' se incrementa por un mecanismo de huida que alternativamente se dirige
hacia los objetos buenos externos o internos. (Idealización.)
En las fantasías tempranas, tanto destructivas como de reparación, prevalece la
omnipotencia e influye sobre las sublimaciones, tanto como sobre las relaciones de
objeto. Por otra parte, en el inconsciente, la omnipotencia está tan íntimamente ligada
a los impulsos sádicos, con los que estuvo asociada al principio, que el niño siente una
y otra vez que sus intentos de reparación no han tenido o no tendrán éxito. . El niño
pequeño, que no puede confiar suficientemente en sus sentimientos constructivos y
de reparación como hemos visto, recurre a la omnipotencia maníaca. O de recurrir a
un método de contraste, es decir, omnipotencia y negación. Cuando fracasan las
defensas maníacas.
El hecho de que las defensas maníacas operen en tan íntima conexión con las
obsesivas, contribuye al miedo del yo de que los intentos de reparación por
mecanismos obsesivos también fracasen. Como resultado del fracaso del acto de
reparación el yo debe recurrir repetidamente a mecanismos de defensa obsesivo y
maníaco.

Algunas conclusiones teóricas sobre la vida emocional del bebe.


Mi estudio de la mente del niño me ha hecho tomar cada vez más conciencia de la
asombrosa complejidad de los procesos que actúan, en gran parte simultáneamente,
en los estadíos tempranos del desarrollo.

Tratémos de dilucidar tan sólo algunos aspectos de la vida emocional del bebé
durante su primer año, seleccionando los más estrechamente ligados a las ansiedades,
defensas y relaciones de objeto.

LOS PRIMEROS TRES O CUATRO MESES DE VIDA


(LA POSICIÓN ESQUIZO-PARANOIDE)

Al principio de la vida postnatal, el bebé experimenta ansiedad proveniente de


fuentes internas y externas.
La acción interna del instinto de muerte produce el temor al aniquilamiento, y que
esto es la causa primaria de la ansiedad persecutoria. La primera causa externa de
ansiedad puede hallarse en la experiencia del nacimiento.
Esta experiencia que, según Freud, proporciona el patrón de todas las situaciones de
ansiedad ulteriores, marca las primeras relaciones del bebé con el mundo exterior.
Parecería como si el dolor e incomodidad sufridos por él, así como la pérdida del
estado intrauterino, fueran sentidos como un ataque de fuerzas hostiles, es decir,
como persecución.
La ansiedad persecutoria entra desde un principio en la relación del bebé con los
objetos, en la medida en que está expuesto a privaciones.
En “Inhibición, Síntoma y Angustia” Freud declara que "existe mayor continuidad
entre la vida intrauterina y la primera infancia de lo que nos permite creer la
impresionante cisura del nacimiento".
La lucha entre los instintos de vida y de muerte ya entra en la experiencia dolorosa del
nacimiento y refuerza la ansiedad persecutoria provocada por ella.
La hipótesis de que las primeras experiencias del lactante con el alimento y la
presencia de la madre inician una relación de objeto con ella es uno de los conceptos
básicos presentados en este libro.
Esta relación es primeramente una relación con un objeto parcial, porque las
pulsiones oral-libidinales y oral-destructivas están dirigidas desde el principio de la vida
hacia el pecho de la madre en particular.
En períodos libres de hambre y tensión, existe un equilibrio óptimo entre las
pulsiones libidinales y agresivas.
Este equilibrio se altera cada vez que, debido a privaciones de origen interno o
externo, las pulsiones agresivas son reforzadas.
Esta alteración del equilibrio entre libido y agresión es causa de la emoción que
llamamos voracidad, la cual es primeramente y sobre todo de naturaleza oral.
Cualquier aumento de la voracidad fortalece los sentimientos de frustración y éstos, a
su vez, fortalecen las pulsiones agresivas.
En los niños en quienes el componente agresivo innato es fuerte, la ansiedad
persecutoria, la frustración y la voracidad se despiertan fácilmente y esto contribuye a
las dificultades del niño para tolerar la privación y manejar la ansiedad.
La fuerza de las pulsiones destructivas en su interacción con las pulsiones libidinales
suministraría la base constitucional de la intensidad de la voracidad.
Las vivencias recurrentes de gratificación y frustración son estímulos poderosos de las
pulsiones libidinales y destructivas, del amor y del odio.

En la medida en que gratifica, el pecho es amado y sentido como "bueno"; y en la


medida en que es fuente de frustración, es odiado y sentido como "malo".
Esta marcada antítesis entre el pecho bueno y el pecho malo se debe en gran parte a
la falta de integración del yo, así como a los procesos de escisión dentro del yo y en
relación con el objeto.
Aún durante los tres o cuatro primeros meses de vida, el objeto bueno y el objeto
malo no son totalmente distintos el uno del otro en la mente del lactante.

El pecho de la madre, en sus aspectos bueno y malo, también parece estar unido para
él a su presencia corpórea, y su relación con ella como persona se construye así
gradualmente a partir de este primer estadio.
Además de las experiencias de gratificación y de frustración provenientes de factores
externos, una serie de procesos endopsíquicos - principalmente introyección y
proyección- contribuyen a la doble relación con el objeto primitivo.
El lactante proyecta sus pulsiones de amor y las atribuye al pecho gratificador (bueno),
así como proyecta sus pulsiones destructivas al exterior y las atribuye al pecho
frustrador (malo).
Simultáneamente, por introyección, un pecho bueno y un pecho malo se instalan en el
interior.

En esta forma la imagen del objeto, externa e internalizada, se distorsiona en la mente


del lactante por sus fantasías, ligadas a la proyección de sus pulsiones sobre el objeto.
El pecho bueno, externo e interno, llega a ser el prototipo de todos los objetos
protectores y gratificadores; el pecho malo, el prototipo de todos los objetos
perseguidores externos e internos.
Si consideramos la imagen que existe en la mente del lactante encontramos que el
pecho odiado adquirió las cualidades oral-destructivas de las propias pulsiones del
lactante cuando éste atraviesa estados de frustración y de odio.
En sus fantasías destructivas muerde y desgarra el pecho, lo devora, lo aniquila, y
siente que el pecho lo atacará en la misma forma.

A medida que las pulsiones sádico-uretrales y sádico-anales se fortalecen, el


lactante, en su imaginación, ataca al pecho con orina envenenada v heces explosivas, y
por lo tanto supone que el pecho lo envenenará o hará explotar.
Los detalles de sus fantasías sádicas determinan el contenido de su temor a los
perseguidores internos y externos, y, en primer lugar, al pecho retaliativo (malo).
Como los ataques fantaseados dirigidos contra el objeto son fundamentalmente
influidos por la voracidad, el temor a la voracidad del objeto, debido a la proyección,
constituye un elemento esencial de la ansiedad persecutoria: el pecho malo devorará
al bebé con la misma voracidad con que él desea devorarlo.

Estos primeros objetos introyectados forman el núcleo del superyó.


El superyó comienza con los primeros procesos introyectivos y se construye a partir
de figuras buenas y malas, que son internalizadas en situaciones de amor y de odio en
los diversos estadíos del desarrollo y son gradualmente asimiladas o integradas por el
yo.
La ansiedad relacionada con ataques provenientes de objetos internalizados -ante
todo objetos parciales- constituye la base de la hipocondría.
Sin embargo, aun durante el estadío primitivo, la ansiedad persecutoria es en cierta
medida contrarrestada por la relación del lactante con el pecho bueno.

Aunque sus sentimientos se centran en la relación alimentaria con la madre,


representada por el pecho, otros aspectos de la madre intervienen ya en la primera
relación con ella, pues aun el niño muy pequeño responde a la sonrisa de la madre, a
sus manos, a su voz, al hecho de que lo alce en brazos o atienda sus necesidades.
La gratificación y amor que el bebé experimenta en esas situaciones le ayudan a
contrarrestar la ansiedad persecutoria y aun los sentimientos de pérdida y persecución
despertados por la experiencia del nacimiento.
Su proximidad física a la madre durante la alimentación -esencialmente su relación
con el pecho bueno- lo ayuda constantemente a superar la añoranza de un estado
anterior perdido, alivia la ansiedad persecutoria y fortalece la confianza en el objeto
bueno.

Es característico de las emociones del niño muy pequeño ser extremas y poderosas.
El objeto frustrador (malo) es sentido como un perseguidor terrible; el pecho bueno
tiende a transformarse en el pecho ''ideal" que saciaría el deseo voraz de gratificación
ilimitada, inmediata e incesante.
De esta manera se origina la sensación de que hay un pecho perfecto, inagotable,
siempre disponible, siempre gratificador.
Otro factor que interviene en la idealización del pecho bueno es la fuerza del temor a
la persecución en el lactante; esto crea la necesidad de ser protegido contra los
perseguidores y por lo tanto viene a incrementar el poder de un objeto totalmente
gratificador.
El pecho idealizado constituye el corolario del pecho perseguidor; y en la medida en
que la idealización deriva de la necesidad de protección contra los objetos
perseguidores, es un medio de defensa contra la ansiedad.

El ejemplo de la gratificación alucinatoria puede ayudarnos a comprender cómo se


realiza el proceso de idealización.
En este estado la frustración y la ansiedad de diversos orígenes quedan suprimidas,
se recupera el pecho externo perdido y se reactiva la sensación de tener el pecho ideal
en el interior (poseyéndolo).
También podemos suponer que el bebé alucina el añorado estado prenatal.
Como el pecho alucinado es inagotable, la voracidad queda momentáneamente
satisfecha.
(Pero tarde o temprano, la sensación de hambre vuelve al bebé al mundo externo y
entonces la frustración, juntamente con todas las emociones que origina, es
nuevamente vivenciada.)

En la alucinación de realización de deseos, varios mecanismos y defensas


fundamentales entran en juego.
Uno de ellos es el control omnipotente del objeto interno y externo, porque el yo
asume la posesión total de ambos pechos, externo e interno.
Además, en la alucinación, el pecho perseguidor es mantenido bien separado del
pecho ideal, y la experiencia de ser frustrado de la de ser gratificado.
Parece ser que este clivaje que lleva hasta la escisión del objeto y de los sentimientos
hacia él, está ligado al proceso de negación.

La negación en su forma extrema -tal como la hallamos en la gratificación alucinatoria-


lleva hasta el aniquilamiento de cualquier objeto o situación frustradores y está ligada
al fuerte sentimiento de omnipotencia que prevalece en los primeros estadíos de la
vida.
La situación de ser frustrado, el objeto que causa la frustración, los malos sentimientos
originados por ésta (así como las partes escindidas y apartadas del yo) son sentidos
como inexistentes, aniquilados, y en esta forma se consigue la gratificación y el alivio
de la ansiedad persecutoria.

El aniquilamiento del objeto perseguidor y de la situación de persecución está ligado


al control omnipotente del objeto en su forma más extrema. Yo sugeriría que estos
procesos también intervienen, en cierta medida, en la idealización.
Parecería que el yo primitivo también emplea el mecanismo de aniquilamiento de un
aspecto escindido y apartado del objeto y de la situación en otros estados además de
las alucinaciones de realización de deseos.
Podemos suponer que cuando la ansiedad persecutoria es menos intensa, la escisión
es de menor alcance y por lo tanto el yo es capaz de integrarse y sintetizar en cierta
medida los sentimientos hacia el objeto.
La tendencia del yo a integrarse puede considerarse, por lo tanto, como una
expresión del instinto de vida.

La síntesis entre sentimientos de amor y pulsiones destructivas hacia un mismo


objeto -el pecho- origina ansiedad depresiva, culpa y necesidad de reparar el objeto
bueno dañado, el pecho bueno.
Esto implica que la ambivalencia es a veces vivenciada en relación con un objeto
parcial -el pecho de la madre-.
Durante los primeros meses de vida, esos estados de integración son de corta
duración.

En este estadío, la capacidad de integración del yo es naturalmente muy limitada aún y


a ello contribuye la fuerza de la ansiedad persecutoria y de los procesos de escisión,
que se hallan en su apogeo.
Paralelamente al crecimiento, las experiencias de síntesis, y por lo tanto, de ansiedad
depresiva, se hacen más frecuentes y duraderas; todo esto forma parte del progreso en la
integración.

Con el progreso en la integración y la síntesis de emociones contrastantes hacia el


objeto, la libido llega a mitigar las pulsiones destructivas.
Esto, sin embargo, conduce a una disminución efectiva de la ansiedad, lo cual
constituye una condición fundamental del desarrollo normal.
Existen grandes variaciones en la fuerza, frecuencia y duración de los procesos de
escisión (no solamente en individuos distintos sino también en un mismo niño en distintos
momentos).
La rápida alternancia, o incluso, según parece, simultaneidad, de una multitud de
procesos, es parte de la complejidad de la vida emocional temprana.
Juntamente con la escisión del pecho en dos aspectos, amado y odiado (bueno y
malo), existe una escisión de distinta naturaleza que origina la sensación de que el yo,
así como su objeto, están despedazados; tales procesos subyacen a los estados de
desintegración.

Los tempranos métodos de escisión influyen fundamentalmente en la forma en que


se lleva a cabo la represión, en un estadío algo ulterior; y esto a su vez determina el
grado de interacción entre lo consciente y lo inconsciente.
En otros términos, la medida en que las distintas partes de la mente permanecen
"porosas" unas para otras es determinada en gran parte por la fuerza o debilidad de
los tempranos mecanismos esquizoides.
Los factores externos desempeñan un papel vital desde el principio; todo lo que
estimula el temor a la persecución refuerza los mecanismos esquizoides, es decir, la
tendencia del yo a escindirse a sí mismo y al objeto, mientras que toda experiencia
positiva fortalece la confianza en el objeto bueno y contribuye a la integración del yo y
a la síntesis del objeto.

El yo se desarrolla mediante la introyección de objetos.


En lo que concierne a la fase más temprana, el pecho bueno, introyectado en
situaciones de gratificación y felicidad, llega a ser, a mi entender, parte vital del yo y
fortalece su capacidad de integración.
Este pecho interno bueno -que también forma el aspecto auxiliador y benigno del
superyó temprano- fortalece la capacidad de amar del bebé y la confianza en sus
objetos, exalta los estímulos hacia la introyección de objetos y situaciones buenos y es
por lo tanto una fuente esencial de reaseguramiento contra la ansiedad, llega a ser el
representante interior del instinto de vida.
El objeto bueno llena estas funciones solamente si es sentido como no dañado, lo cual
implica que haya sido internalizado con sentimientos predominantes de gratificación y
amor.

Estos sentimientos presuponen que la gratificación al mamar ha estado relativamente


exenta de perturbaciones provenientes de factores externos o internos.
La fuente principal de disturbios internos se halla en las excesivas pulsiones agresivas
que aumentan la voracidad y disminuyen la capacidad de tolerar la frustración.
Cuando en la fusión de los dos instintos el instinto de vida predomina sobre el
instinto de muerte -y por lo tanto la libido sobre la agresión-, el pecho bueno puede
instalarse en forma más firme en la mente del lactante.

Los deseos sádico-orales del lactante, activos desde el principio de la vida y fácilmente
despertados por la frustración de origen externo e interno, le producen
inevitablemente una y otra vez la sensación de que el pecho se halla destruido y
despedazado en su interior, como consecuencia de sus voraces ataques devoradores.
Estos dos aspectos de la introyección existen conjuntamente.

El hecho de que predominen sentimientos de frustración o de gratificación en la


relación del lactante son el pecho esta sin duda muy influido por las circunstancias
externas pero no podemos dudar de que deben tenerse en cuenta los factores
constitucionales que desde un principio contribuyen a fortalecer al yo.
La capacidad del yo para tolerar la tensión y la ansiedad y por lo tanto, en cierta
medida, tolerar la frustración es un factor constitucional.

Mi hipótesis de que la libido oral expresada en la función de mamar capacita al


lactante para introyectar el pecho (y el pezón) como objeto relativamente no
destruido, no contradice la suposición de que las pulsiones agresivas son más potentes
en los estadíos primitivos.
En relación con el primer objeto -el pecho- el yo es a veces capaz, mediante la
escisión, de separar la libido de la agresión.

Una forma de ataque fantaseado -principalmente sádico-oral y ligado a la voracidad-


consiste en vaciar el cuerpo de la madre de todo lo bueno y deseable.
La otra -predominantemente anal- consiste en llenar el cuerpo materno con
sustancias malas y partes del yo que fueron escindidas y proyectadas en el interior de
la madre.
Estas sustancias y partes malas son principalmente representadas por los
excrementos, que se transforman en instrumentos para dañar, destruir o controlar al
objeto atacado.
O bien todo el sí-mismo -sentido como "malo"- entra en el cuerpo materno y lo
controla.
En estas distintas fantasías el yo se posesiona por proyección de un objeto externo -en
primer lugar de la madre- y lo transforma en una extensión del si-mismo.
El objeto se transforma, hasta cierto punto, en representante del yo, y estos procesos
constituyen a mi entender la base de la identificación por proyección o "identificación
proyectiva''.
La identificación por introyección y la identificación por proyección parecen ser
procesos complementarios. Los procesos que subyacen a la identificación proyectiva
operarían ya en la primitiva relación con el pecho.

El mamar como acto de ''vampirismo'', el vaciar el pecho, se desarrollan en la fantasía


del bebé como un abrirse camino dentro del pecho y luego dentro del cuerpo materno.
Por lo tanto la identificación proyectiva empezaría simultáneamente con la voraz
introyección sádico-oral del pecho.
Esta hipótesis concuerda con la opinión a menudo expresada por mí de que la
introyección y la proyección interactúan desde el principio de la vida.
Como hemos visto, la introyección de un objeto perseguidor está en cierta medida
determinada por la proyección de una pulsión destructiva en el objeto.

La tendencia a proyectar (expulsar) lo malo es incrementada por el temor a los


perseguidores internos. Cuando la proyección está dominada por el temor a la
persecución, el objeto en que ha sido proyectado lo malo (el si-mismo malo) se
transforma en el perseguidor por excelencia, porque se lo ha dotado de todas las
malas cualidades del sujeto.
La reintroyección de este objeto refuerza agudamente el temor a los perseguidores
internos y externos. (El instinto de muerte, o más bien, los peligros que lo acompañan,
ha sido nuevamente vuelto hacia adentro.)
La proyección de los sentimientos de amor -que subyacen al proceso de inversión de
la libido en el objeto- es, según lo sugerí, la condición preliminar del hallazgo de un
objeto bueno.
La introyección de un objeto bueno estimula la proyección de sentimientos buenos
hacia el exterior y esto, a su vez, por reintroyección, fortalece el sentimiento de poseer
un objeto interno bueno.
A la proyección del si-mismo malo en el objeto y en el mundo externo, corresponde la
proyección de partes buenas del sí-mismo, o de todo el sí-mismo bueno.
La reintroyección del objeto bueno reduce la ansiedad persecutoria.
Así pues la relación con ambos mundos, interno y externo, mejora simultáneamente,
y el yo adquiere mayor fuerza e integración.
El progreso de la integración que depende de la predominancia temporaria de las
pulsiones de amor sobre las pulsiones destructivas, conduce a estados transitorios en
los que el yo sintetiza sentimientos de amor y pulsiones destructivas hacia un objeto
(en primer lugar el pecho materno).

Este proceso de síntesis inicia nuevos pasos de importancia en el desarrollo : surgen


las penosas emociones de la ansiedad depresiva y la culpa; la agresión es mitigada por
la libido; en consecuencia, disminuye la ansiedad persecutoria; la ansiedad relativa al
destino del objeto externo e interno en peligro conduce a una identificación más
fuerte con él; por lo tanto el yo lucha por reparar y también inhibe las pulsiones
agresivas, sentidas como peligrosas para el objeto amado.

Con la creciente integración del yo, las experiencias de ansiedad depresiva aumentan
en frecuencia y duración.
Simultáneamente, a medida que aumenta el alcance de la percepción, el concepto de
madre como persona única y total se desarrolla en la mente del lactante a partir de
una relación con partes de su cuerpo y varios aspectos de su personalidad (como su
olor, tacto, voz, sonrisa, el ruido de sus pasos, etc.).
La angustia depresiva y la culpa se centran gradualmente en la madre como persona
y aumentan en intensidad; la posición depresiva aparece en primer plano.

Describí hasta ahora ciertos aspectos de la vida mental durante los primeros tres o
cuatro meses.
Predomina la posición esquizoparanoide.
La interacción entre los procesos de introyección y proyección -reintroyección y
reproyección- determina el desarrollo del yo.
La relación con el pecho amado y odiado -bueno y malo- constituye la primera
relación de objeto del lactante.
Las pulsiones destructivas y la ansiedad persecutoria se hallan en su apogeo.
El deseo de ilimitada gratificación tanto como la ansiedad persecutoria, contribuyen
a que el lactante sienta que existen a la vez un pecho ideal y un pecho peligroso
devorador, que se hallan cuidadosamente separados uno de otro en su mente.
Estos dos aspectos del pecho materno son introyectados y constituyen el núcleo del
superyó.
La escisión, la omnipotencia, la idealización, la negación y el control de los
objetos internos y externos predominan en este estadío.
Estos primeros métodos de defensa son de naturaleza extrema, de acuerdo con la
intensidad de las emociones tempranas y la limitada capacidad del yo para tolerar la
ansiedad aguda.
Al mismo tiempo que estas defensas, en cierto modo, obstruyen el camino de la
integración, son esenciales para el total desarrollo del yo, porque alivian una y otra vez
las ansiedades del bebé.
La presencia en la mente del objeto bueno (ideal) permite al yo conservar por
momentos fuertes sentimientos de amor y gratificación.
El objeto bueno también ofrece protección contra el objeto perseguidor porque el
lactante siente que lo ha reemplazado.
Estos procesos subyacen, según creo, al hecho observable de que los niños pequeños
oscilan con suma rapidez entre estados de completa gratificación y estados de gran
aflicción.

En este estadío primitivo, la capacidad del yo para manejar la ansiedad mediante la


unión de las emociones contrastantes hacia la madre y por lo tanto de los dos aspectos
de ésta, es aún muy limitada.
Esto implica que la atenuación del temor al objeto malo por medio de la confianza en
el objeto bueno y la ansiedad depresiva sólo surgen durante fugaces vivencias.
A partir de los procesos alternados de desintegración e integración se desarrolla
gradualmente un yo más integrado, con mayor capacidad para el manejo de la
ansiedad persecutoria.
La relación del bebé con partes del cuerpo de la madre, centrada en su pecho, se
transforma gradualmente en una relación con ella como persona.
Estos procesos presentes en la más temprana infancia pueden ser considerados bajo
los siguientes aspectos:
Un yo que posee ciertos rudimentos de integración y cohesión y progresa
constantemente en esa dirección. También realiza, desde los comienzos de la vida
postnatal, algunas funciones fundamentales; por ejemplo, usa los procesos de escisión
y la inhibición de deseos instintivos como algunas de sus defensas contra la ansiedad
persecutoria, vivenciada por el yo a partir del nacimiento.

Relaciones de objeto, moldeadas por la libido y la agresión, por el amor y el odio, y


penetradas por una parte por la ansiedad persecutoria y por la otra por el corolario de
ésta: el reaseguramiento omnipotente que deriva de la idealización del objeto.
Introyección y proyección, ligadas a la vida de fantasía del lactante v a todas sus
emociones, y por lo tanto objetos internalizados de naturaleza buena y mala, que
inician el desarrollo del superyó.
A medida que el yo adquiere mayor capacidad para tolerar la ansiedad, los métodos
de defensa se modifican paralelamente.

A ello contribuye el creciente sentido de realidad y la mayor variedad de gratificación,


intereses y relaciones de objeto.
Disminuye la fuerza de las pulsiones destructivas v de la ansiedad persecutoria; se
fortalece la ansiedad depresiva y llega a su clímax durante el período que describiré en
la parte siguiente.

LA POSICIÓN DEPRESIVA INFANTIL


Durante el segundo trimestre del primer año, ciertos cambios en el desarrollo
intelectual y emocional del bebé se hacen más marcados.
Su relación con el mundo externo -con las personas así como con las cosas- se vuelve
más diferenciada.
La gama de sus gratificaciones e intereses se amplía y aumenta su capacidad de
expresar sus emociones y de comunicarse con la gente.

Estos cambios observables evidencian el desarrollo gradual del yo.


La integración, la conciencia, las capacidades intelectuales, la relación con el mundo
externo y otras funciones del yo se desarrollan constantemente.
Al mismo tiempo progresa la organización sexual del bebé; las tendencias uretrales,
anales y genitales adquieren fuerza, aunque los impulsos y deseos orales predominan
aún.
Existe una confluencia de distintas fuentes de libido y agresión; se amplia la gama de
fantasías y éstas se vuelven más elaboradas y diferenciadas.
Paralelamente ocurren importantes cambios en la naturaleza de las defensas.
Todos estos progresos se reflejan en la relación del bebé con su madre.
La relación con la madre como persona, que se ha ido desarrollando gradualmente
mientras el pecho figuraba aún como principal objeto, se establece más firmemente y la
identificación con ella se fortalece cuando el bebé llega a percibir o introyectar a su madre
como persona (o, en otras palabras, como "objeto total").
Los diversos aspectos -amado y odiado, bueno y malo- de los objetos se unen y esos
objetos son ahora personas totales.
Estos procesos de síntesis actúan en la totalidad del campo de las relaciones de
objeto externas e internas.

Comprenden los aspectos contrastantes de los objetos internalizados (el superyó


primitivo) por una parte y de los objetos externos por la otra; pero el yo se ve llevado
también a disminuir la discrepancia entre el mundo externo e interno o mas bien la
discrepancia entre las imágenes externas e internas.
Al mismo tiempo que estos procesos de síntesis, se producen ulteriores progresos en
la integración del yo que conducen a una mayor coherencia entre las partes escindidas
del yo.
Todos estos procesos de integración y síntesis hacen que el conflicto entre el amor y el
odio aparezca a plena luz La ansiedad depresiva y los sentimientos de culpa resultantes
se modifican no sólo en cantidad sino calidad.
La ambivalencia es ahora vivenciada predominantemente hacia un objeto total.

Aunque el poder de las pulsiones destructivas disminuye, estas pulsiones son sentidas
como un gran peligro para el objeto amado, percibido ahora como persona.
La voracidad y las defensas contra ésta desempeñan un importante papel en este
estadío, pues la ansiedad de perder irreparablemente el objeto amado o indispensable
tiende a aumentar la voracidad.
Esta, sin embargo, es sentida como incontrolable y destructiva, como amenaza a los
objetos externos e internos.
El yo por lo tanto inhibe más y más los deseos instintivos y esto puede conducir a
serias dificultades del bebé para gustar o aceptar el alimento, y ulteriormente a serias
inhibiciones en el establecimiento de relaciones tanto de afecto como eróticas.

Los pasos hacia la integración y síntesis descritos más arriba conducen a una mayor
capacidad del yo para reconocer la realidad psíquica, cada vez más desgarradora.
La ansiedad con respecto a la madre internalizada, a la que se siente dañada,
sufriendo, en peligro de ser aniquilada, o ya aniquilada y perdida para siempre,
conduce a una mayor identificación con el objeto dañado.
Esta identificación fortalece a la vez el impulso a reparar y las tentativas del yo de
inhibir las pulsiones agresivas.
Una y otra vez el yo utiliza la defensa maníaca.
La negación, la idealización, la escisión y el control de los objetos internos y externos
son utilizados por el yo con el fin de neutralizar la ansiedad persecutoria.
Estos métodos omnipotentes se conservan en cierta medida cuando surge la posición
depresiva, pero ahora se los utiliza predominantemente para neutralizar la ansiedad
depresiva.
Cambian también por los progresos hacia la integración y síntesis, es decir que se
hacen menos extremos y se adaptan más a la creciente capacidad del yo para afrontar
la realidad psíquica.
Alterados de este modo en forma y fin, esos métodos tempranos constituyen ahora la
defensa maníaca.
Enfrentado con una multitud de situaciones de ansiedad, el yo tiende a negarlas, y
cuando la ansiedad es máxima, el yo llega hasta a negar que pueda amar al objeto en
forma alguna.
El resultado puede ser una supresión permanente del amor, el apartarse de los
objetos primitivos y un incremento de la ansiedad persecutoria, es decir, una regresión
a la posición esquizo-paranoide.

Las tentativas del yo de controlar los objetos externos e internos -método que en la
posición esquizo-paranoide está principalmente dirigido contra la ansiedad
persecutoria- también sufren cambios.
Cuando predomina la ansiedad depresiva, el control de objetos e impulsos es
principalmente utilizado por el yo con el fin de prevenir la frustración, impedir la
agresión y el consiguiente peligro para los objetos amados, es decir, mantener a raya la
ansiedad depresiva.
También hay diferencia en el uso de la escisión del objeto y del sí-mismo.
El yo, a pesar de que los primitivos métodos de escisión en cierta medida se
mantienen, divide ahora el objeto total en un objeto indemne vivo y un objeto dañado
y en peligro (quizá moribundo, o muerto); de este modo la escisión llega a ser
principalmente una defensa contra la ansiedad depresiva.
Al mismo tiempo ocurren importantes progresos en el desarrollo del yo, que no sólo
lo capacitan para establecer defensas más adecuadas contra la ansiedad, sino que
logran eventualmente una disminución efectiva de la misma.
La repetida experiencia de enfrentar la realidad psíquica, implicada en la elaboración
de la posición depresiva, aumenta la comprensión del bebé del mundo externo.
Paralelamente, la imagen de los padres, en un principio distorsionada en figuras
idealizadas y terribles, se aproxima gradualmente a la realidad.
 Cuando el bebé introyecta una realidad externa más tranquilizadora, mejora su
mundo interno; y esto a su vez por proyección mejora la imagen del mundo externo.
 Por lo tanto, gradualmente, a medida que el bebé reintroyecta una y otra vez un
mundo externo más realista y tranquilizador, y también, en cierta medida, establece
dentro de sí objetos totales e indemnes, se producen progresos esenciales en la
organización del superyó.
Sin embargo, a medida que se unen los objetos internos buenos y malos -siendo los
aspectos malos atenuados por los buenos- se altera la relación entre el yo y el superyó,
es decir, se produce una asimilación progresiva del superyó por el yo.
En este estadío, el deseo de reparar el objeto dañado entra en juego de lleno.

Esta tendencia se halla inextricablemente ligada a sentimientos de culpa.


Al sentir el bebé que sus pulsiones y fantasías de destrucción están dirigidos contra la
persona total de su objeto amado, surge la culpa en toda su fuerza y, junto con ella, la
necesidad dominante de reparar, preservar o revivir el objeto amado dañado.
Estas emociones conducen a estadíos de duelo, y las defensas movilizadas, a
tentativas por parte del yo de superar el duelo.
Puesto que la tendencia a reparar deriva en última instancia del instinto de vida,
origina fantasías y deseos libidinales.
Esta tendencia forma parte de todas las sublimaciones y constituirá, a partir de este
estadío en adelante, el medio más poderoso por el cual se mantiene a raya y se
disminuye la depresión.
Parece que no existe ningún aspecto de la vida mental que en los estadíos tempranos
no sea utilizado por el yo como defensa contra la ansiedad.
También la tendencia a reparar, utilizada en un principio en forma omnipotente, es
transformada en defensa.

La omnipotencia decrece a medida que el bebé adquiere gradualmente confianza a la


vez en sus objetos y en sus capacidades de reparación.
Siente que todas las etapas del desarrollo, todo nuevo logro, complace a los que lo
rodean y que en esta forma expresa su amor, compensa o anula el daño hecho por sus
pulsiones agresivas y repara sus objetos amados dañados.
De este modo se establecen las bases del desarrollo normal: se desarrollan las
relaciones con los demás, disminuye la ansiedad persecutoria referida a los objetos
internos y externos, se establecen más firmemente los objetos internos buenos, lo que
trae aparejado un sentimiento de mayor seguridad; todo lo cual fortalece y enriquece
al yo.

El yo más fuerte y coherente, aunque haga mayor uso de la defensa maníaca, une
repetidamente y sintetiza los aspectos escindidos del objeto y del si-mismo.
Gradualmente, los procesos de escisión y de síntesis se aplican a aspectos ahora
menos distanciados unos de otros; aumenta la percepción de la realidad y los objetos
aparecen bajo una luz más realista. Todos estos progresos conducen a una creciente
adaptación a la realidad externa e interna.
Se produce un cambio paralelo en la actitud del bebé hacia la frustración.
Como hemos visto, en el estadío más temprano el aspecto malo perseguidor de la
madre (su pecho) representaba en la mente del lactante todo lo malo y frustrador,
tanto interno como externo.
Cuando aumenta el sentido de la realidad en relación con los objetos y la confianza en
ellos, el bebé se vuelve más capaz de distinguir entre la frustración impuesta desde el
exterior y los peligros internos fantaseados.

Por ende el odio y la agresión se relacionan más estrechamente con la frustración o


daño reales derivados de factores externos.
Esto constituye un paso hacia un método más realista y objetivo de manejo de su
propia agresión, que despierta menos culpa y en último término capacita al niño tanto
para vivenciar como para sublimar su agresión en una forma ego-sintónica.
Esta actitud más realista frente a la frustración conduce a una mayor capacidad del
bebé para restablecer una buena relación con la madre y otras personas cuando la
vivencia de frustración no actúa ya.

La creciente adaptación a la realidad ligada a cambios del funcionamiento de la


introyección y la proyección- tiene por resultado una relación más segura con el mundo
externo e interno.
Esto conduce a una disminución de la ambivalencia y agresión, lo que permite que el
deseo de reparación entre a jugar de lleno.
Cuando el bebé alcanza el estadío crucial comprendido entre los tres y los seis meses
de edad y se enfrenta con los conflictos, culpa y pena inherentes a la posición
depresiva, su capacidad de manejo de la ansiedad se halla en cierto grado determinada
por su desarrollo anterior; es decir por la medida en que durante los tres o cuatro
primeros meses de vida fue capaz de incorporar y establecer dentro de si el objeto
bueno que forma el núcleo de su yo.
Si este proceso fue exitoso , gradualmente pierden fuerza la ansiedad persecutoria y
los mecanismos esquizoides, el yo puede introyectar y establecer el objeto total y
atravesar la posición depresiva.
Pero si el yo es incapaz de manejar las numerosas situaciones de ansiedad que surgen
en este estadío , puede hacer una marcada regresión desde la posición depresiva a la
anterior posición esquizo-paranoide.
Esto impediría también los procesos de introyección total y afectaría intensamente el
desarrollo durante el primer año de vida y toda la niñez.

Mi hipótesis de la posición depresiva infantil descansa en los conceptos


psicoanalíticos básicos relativos a los primeros estadíos de la vida: la introyección
primaria y la preponderancia de la libido oral y las pulsiones canibalistas de los niños
muy pequeños.
Estos descubrimientos de Freud y Abraham contribuyeron sustancialmente a la
comprensión de la etiología de las enfermedades mentales.
Existe un lazo particularmente estrecho entre la posición depresiva infantil y los
fenómenos del duelo y de la melancolía.
Abraham señaló una de las diferencias fundamentales entre el duelo normal v el
anormal.
En el duelo normal el individuo llega a establecer la persona amada y perdida dentro
de su yo, mientras que en la melancolía y en el duelo anormal este proceso fracasa.
 También describe Abraham algunos de los factores fundamentales de los que
depende el éxito o el fracaso de este proceso.
 Si las pulsiones canibalistas son excesivas, se malogra la introyección del objeto
bueno perdido y esto conduce a la enfermedad.
En el duelo normal el sujeto también se ve llevado a reinstalar la persona amada y
perdida en su yo, pero en este caso el proceso es exitoso.
No solamente se retiran y reinvisten las catexias referidas al objeto amado y perdido,
como dice Freud, sino que durante este proceso el objeto perdido se establece en el
interior.
Si bien es cierto que el rasgo normal del duelo es el establecimiento por parte del
individuo del objeto amado y perdido dentro de sí, no está haciéndolo por primera vez,
sino que, a través del trabajo del duelo, está reinstalando ese objeto así como todos
sus objetos internos amados que siente haber perdido".
Cada vez que surge la pena, ésta mina el sentimiento de segura posesión de los
objetos internos amados, porque reactiva las ansiedades tempranas por los objetos
dañados y destruidos -por un mundo interno despedazado-.

Sentimientos de culpa y ansiedades persecutorias -la posición depresiva infantil- se


reactivan en toda su fuerza.
Una reinstalación exitosa del objeto amado externo por el que se hace el duelo y cuya
introyección se intensifica por el proceso de duelo, implica que se restauran y
recuperan objetos internos amados.
Por lo tanto, la vuelta a la realidad característica del proceso de duelo constituye no
solamente el medio de renovar los lazos con el mundo externo, sino también de
restablecer el mundo interno destruido.

El duelo involucra en esta forma una repetición de la situación emocional vivenciada


por el bebé en la posición depresiva.
Porque presionado por el temor a perder la madre amada, el bebé lucha con la tarea
de establecer e integrar su mundo interno y construir sólidamente los objetos buenos
dentro de si.
Uno de los factores fundamentales que determinan si la pérdida del objeto amado
(por muerte u otras causas) conducirá a la enfermedad maníaco-depresiva o será
normalmente superada consiste, de acuerdo con mi experiencia, en el grado de éxito
de la elaboración de la posición depresiva durante el primer año de vida y en la firme
introyección de los objetos buenos en el interior.

La posición depresiva está ligada a cambios fundamentales de la organización libidinal


del bebé, pues durante este período (alrededor de la mitad del primer año), el bebé
entra en los estadíos tempranos del complejo de Edipo positivo y negativo.
Estos estadíos tempranos se caracterizan por el importante papel que siguen
desempeñando los objetos parciales en la mente del bebé mientras se establece la
relación con los objetos totales.
Además, a pesar de que los deseos genitales se acercan marcadamente al primer
plano, predomina aún la libido oral.
Poderosos deseos orales, incrementados por la frustración vivenciada en relación con
la madre, se transfieren del pecho materno al pene del padre.
Los deseos genitales en los bebés de ambos sexos se unen a los deseos orales; lo que
trae aparejada una relación oral, así como genital, con el pene del padre.

Los deseos genitales se dirigen también hacia la madre.


Los deseos del pene paterno están ligados a los celos de la madre, porque el bebé
siente que ésta recibe el objeto codiciado.
Estas múltiples emociones y deseos en ambos sexos subyacen tanto al complejo de
Edipo directo como al invertido.
Otro aspecto de los estadíos edípicos tempranos está ligado al papel esencial
desempeñado en la mente del bebé por el "interior" de la madre y el suyo propio.
Durante el período precedente, en el que prevalecen las pulsiones destructivas
(posición esquizo-paranoide), la necesidad del bebé de penetrar en el cuerpo materno
y posesionarse de su contenido es de naturaleza predominantemente oral y anal.
Esta necesidad es activa aún en el estadío siguiente (posición depresiva), pero al
aumentar los deseos genitales, se dirige mayormente hacia el pene paterno (igualado
con bebés y materias fecales), el que, según cree el bebé, debe estar contenido dentro
del cuerpo de la madre.
Simultáneamente los deseos orales del pene paterno conducen a su internalización, y
así el pene internalizado pasa a desempeñar un papel importante en el mundo objetal
interno del bebé.
El pene del padre, codiciado y odiado, existe no sólo como parte del cuerpo del padre,
sino que el bebé siente que está simultáneamente en su propio interior y dentro del
cuerpo de la madre.
La envidia parece ser inherente a la voracidad oral.
La envidia (alternando con sentimientos de amor y gratificación) se dirige
primeramente hacia el pecho nutricio.
A esta envidia primitiva se agregan los celos cuando surge la situación edípica.

Los sentimientos del bebé en relación con ambos padres parecen organizarse en la
forma siguiente: cuando es frustrado, el padre o la madre gozan del objeto apetecido
del que es privado -el pecho materno o el pene del padre- y gozan de él de manera
continua.
Es característico de las emociones y voracidad intensas del bebé el atribuir a los padres
un estado constante de gratificación mutua de naturaleza oral, anal y genital.
Fantasías de esta naturaleza también contribuyen a la idea de la "mujer con pene".
A medida que se desarrolla una relación más realista con los padres, el bebé llega a
considerarlos como individuos separados, o sea que la primitiva figura parental
combinada pierde su fuerza.
Estos progresos están ligados a la posición depresiva.
En ambos sexos, el temor de perder a la madre, objeto amado primario -es decir, la
ansiedad depresiva-, contribuye a crear la necesidad de sustitutos; respondiendo a ella
el bebé se vuelve primeramente hacia el padre, quien en ese estadío también es
introyectado como persona total.
En esta forma, la libido y la ansiedad depresiva son desviadas de la madre en cierta
medida, y este proceso de distribución estimula las relaciones de objeto y disminuye la
intensidad de los sentimientos depresivos.
Así pues, los estadíos tempranos del complejo de Edipo positivo y negativo alivian las
ansiedades del niño y lo ayudan a superar la posición depresiva.
Al mismo tiempo, sin embargo, surgen nuevos conflictos y ansiedades, puesto que los
deseos edípicos hacia los padres implican que la envidia la rivalidad y los celos son
ahora vivenciados hacia dos personas a las que se odia y ama a la vez.
La elaboración de estos conflictos que surgen por primera vez en los estadíos
tempranos del complejo de Edipo forma parte del proceso de modificación de la
ansiedad que se extiende mas allá de la primera infancia hasta los primeros años de la
niñez.

la posición depresiva desempeña un papel vital en el desarrollo temprano del niño, v


normalmente al llegar a su término la neurosis infantil alrededor de los cinco años la
ansiedad persecutoria y la ansiedad depresiva se han modificado.
Los pasos fundamentales de la elaboración de la posición depresiva se dan sin
embargo, cuando el bebé está estableciendo el objeto total -es decir, durante la
segunda mitad del primer año-, y podría afirmarse que si estos procesos son exitosos,
se habrá llenado una de las condiciones previas del desarrollo normal.
Durante este período la ansiedad persecutoria y la depresiva se activan una y otra
vez, como por ejemplo en las experiencias de dentición y destete.
Esta interacción entre la ansiedad y los factores físicos es uno de los aspectos de los
complejos procesos del desarrollo durante el primer año (procesos que involucran
todas las emociones y fantasías del bebé); en verdad esto se aplica, hasta cierto punto,
a todo el resto de la vida.

Los cambios en el desarrollo emocional y las relaciones de objeto del bebé son
paulatinos.
Mientras son vivenciados los sentimientos depresivos, simultáneamente el yo
desarrolla medios para contrarrestarlos.
Esto constituye una de las diferencias fundamentales entre el bebé que está
vivenciando ansiedades de naturaleza psicótica y el adulto psicótico; pues al tiempo
que el bebé está elaborando estas ansiedades, ya se hallan en acción los procesos que
conducen a su modificación.

Envidia y gratitud.

· Mi propósito es el de agregar nuevas sugerencias en lo concerniente a la más


temprana vida emocional del niño y obtener también conclusiones acerca de la edad
adulta y la salud mental.
· La parte consciente de la mente se desarrolla a partir del inconsciente.
· Lo observado en niños pequeños pronto confirmó los hallazgos de Freud.
· "Lo que buscamos es un cuadro fidedigno y esencialmente completo de 10 años
olvidados del paciente...
· La repetición de reacciones que datan de la infancia y todo lo que en relación con
tales repeticiones emerge a través de la transferencia...
· Todo lo esencial se ha conservado; aun aquellas cosas que parecen completamente
olvidadas, subsisten de alguna manera y en alguna parte, hallándose sólo soterradas e
inaccesibles al individuo.
· La complejidad de la personalidad en su completo desarrollo sólo puede ser
comprendida si logramos conocer la mente del bebé y seguimos su desarrollo en la
vida posterior.
· A lo largo de mi trabajo he atribuido importancia fundamental a la primera relación
de objeto del niño pequeño -la relación con el pecho y con la madre- y he llegado a la
conclusión de que si este objeto primario que es introyectado se arraiga en el yo con
relativa seguridad, está dada entonces la base parca un desarrollo satisfactorio.
· Hay factores innatos que contribuyen a este vínculo.
· Bajo el dominio de los impulsos orales, el pecho es instintivamente percibido como la
fuente de alimento y por lo tanto, en un sentido más profundo, como origen de la vida
misma.
· Esta íntima unión física y mental con el pecho gratificador restaura en cierta medida -
si todo marcha favorablemente- la perdida unidad prenatal con la madre y el
sentimiento de seguridad que la acompaña.
· Esto depende en gran parte de la capacidad del niño pequeño para catectizar
suficientemente el pecho o su representante simbólico, la mamadera.
· De esta manera la madre es convertida en un objeto amado.
· El haber formado parte de la madre en el período prenatal, contribuya al
sentimiento innato del lactante de que fuera de él mismo existe algo que le dará todo
lo que necesita y desea.
· El pecho bueno es admitido y llega a ser parte del yo, de modo que el niño, que
antes estaba dentro de la madre, tiene ahora a la madre dentro de sí.
· Si bien el estado prenatal implica sin duda un sentimiento de unidad y seguridad,
que este estado no sea perturbado dependerá de la condición psicológica y física de la
madre y posiblemente de ciertos factores fetales aún inexplorados.
· Podríamos por lo tanto considerar en parte el anhelo universal por este estado
prenatal como una expresión del impulso a la idealización.
· Si lo investigamos teniendo en cuenta la idealización, hallamos que una de sus
fuentes es la fuerte ansiedad persecutoria que surge como consecuencia del
nacimiento.
· Las circunstancias externas desempeñan un papel fundamental en la relación inicial
con el pecho.
· Si el nacimiento ha sido dificultoso el niño queda menoscabado en su capacidad de
experimentar nuevas fuentes de gratificación y por lo tanto no puede internalizar
suficientemente un objeto primario realmente bueno.
· Además, si el niño goza o no de alimentación adecuada y cuidados maternos, si la
madre goza ampliamente con el cuidado del niño o sufre ansiedad y tiene dificultades
psicológicas con la alimentación, todos estos factores influyen en la capacidad del niño
para aceptar la leche con placer e internalizar el pecho bueno.
· El elemento de frustración por parte del pecho entra obligatoriamente en la relación
más temprana del bebé con aquél, porque aun una alimentación feliz no puede
reemplazar del todo la unidad prenatal con la madre.
· Asimismo, el anhelo del niño por un pecho inagotable y siempre presente, de ningún
modo se origina sólo en los deseos libidinales y la necesidad vehemente del alimento.
· El impulso por obtener evidencias constantes del amor de la madre, aun en las
épocas más tempranas, tiene su raíz fundamental en la ansiedad.
· La lucha entre los instintos de vida y muerte y la consiguiente amenaza de
aniquilación de sí mismo y del objeto por los impulsos destructivos, son factores
esenciales en la relación inicial del niño con su madre.
· Junto con las experiencias felices, las aflicciones inevitables refuerzan el conflicto
entre amor y odio -básicamente entre los instintos de vida y muerte- dando como
resultado el sentimiento de que existen un pecho bueno y uno malo.
· Como consecuencia, la primitiva vida emocional se ve caracterizada por una
sensación de pérdida y recuperación del objeto bueno.
· Al hablar de un conflicto innato entre amor y odio, está implícito que la capacidad
para amar y los impulsos destructivos son en cierta extensión constitucionales.
· El objeto bueno primario, el pecho de la madre, forma el núcleo del yo y contribuye
vitalmente a su crecimiento,
· Yo no presumiría que el pecho es meramente un objeto físico para el niño.
· La totalidad de sus deseos instintivos y fantasías inconscientes infunden al pecho
cualidades que van mucho más allá del alimento real que proporciona.
· Este libro trata un aspecto particular de las primitivas relaciones de objeto y los
procesos de internalización, cuya raíz está en la oralidad.
· Me refiero a los efectos de la envidia sobre el desarrollo de la capacidad para la
gratitud y la felicidad. La envidia contribuye a las dificultades del bebé en la
estructuración de un objeto bueno, porque él siente que la gratificación de la que fue
privado ha quedado retenida en el pecho que lo frustró.
· Entre la envidia, los celos y la voracidad debe hacerse una distinción.
· La envidia es el sentimiento enojoso contra otra persona que posee o goza de algo
deseable, siendo el impulso envidioso el de quitárselo o dañarlo.
· Además la envidia implica la relación del sujeto con una sola persona y se remonta a
la relación más temprana y exclusiva con la madre.
· Los celos están basados sobre la envidia, pero comprenden una relación de por lo
menos dos personas y conciernen principalmente al amor que el sujeto siente que le
es debido y le ha sido quitado, o está en peligro de serlo, por su rival.
· La voracidad es un deseo vehemente, impetuoso e insaciable y que excede lo que el
sujeto necesita y lo que el objeto es capaz y está dispuesto a dar.
· En el nivel inconsciente, la finalidad primordial de la voracidad es vaciar por
completo, chupar hasta secar y devorar el pecho; es decir, su propósito es la
introyección destructiva.
· La envidia, en cambio, no sólo busca robar de este modo, sino también colocar en la
madre, y especialmente en su pecho, maldad, excrementos y partes malas de sí mismo
con el fin de dañarla y destruirla.
· En el sentido más profundo esto significa destruir su capacidad creadora.
· Este proceso, derivado de impulsos uretral y anal-sádicos, ha sido definido como un
aspecto destructivo de la identificación proyectiva que parte desde el comienzo de la
vida.
· La diferencia esencial entre voracidad y envidia sería que la voracidad está
principalmente conectada con la introyección, en tanto que la envidia lo está con la
proyección.
· Los celos significan que alguien ha tomado, o recibido "lo bueno" que por derecho
pertenece al individuo.
· Los celos temen perder lo que se tiene; la envidia se duele al ver que otro tiene
aquello que se quiere para uno mismo...
· Podría decirse que la persona muy envidiosa es insaciable. Nunca puede quedar
satisfecha, porque su envidia proviene de su interior y por eso siempre encuentra un
objeto en quien centrarse. También esto indica la estrecha conexión entre los celos, la
voracidad y la envidia.

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