En la actualidad, la anafilaxia constituye una causa frecuente de consulta en los
servicios de urgencias que tiene consecuencias potencialmente fatales, por lo que es importante que el médico que realice la atención tenga conocimientos claros y suficientes sobre el manejo de esta condición. Existen guías de práctica clínica elaboradas con tal propósito, sin embargo, en múltiples reportes internacionales se evidencia pobre conocimiento y adherencia a las mismas, encontrándose falencias en los conocimientos del personal de salud que trata esta condición. Es objetivo de esta revisión hacer un recuento de algunos puntos relevantes del diagnóstico y manejo de esta condición, reforzar conceptos en los cuales se ha evidenciado falencias en la práctica clínica que dificultan la aplicación de las guías y realizar una actualización de la revisión publicada en el año 2000 por Cardona.
La anafilaxia es una situación clínica grave infradiagnosticada y por consiguiente,
el tratamiento inmediato correcto con adrenalina no se realiza con la frecuencia deseada. El diagnóstico etiológico cuando aparece esta entidad es fundamental para evitar la aparición de nuevos episodios.
Está aumentando el número de casos de anafilaxia en el mundo, aunque no
existen todavía fuentes fiables para determinar la incidencia global de esta entidad ya que la mayoría de los estudios hacen referencia a casos fatales, quedando relegados los casos leves (posiblemente porque han pasado desapercibidos). La realización de estudios experimentales en sujetos ya diagnosticados está limitada, debido al riesgo que supone exponerlos de nuevo al posible agente causal
Desgraciadamente no existe una definición universalmente aceptada para esta
entidad. Comúnmente se define la anafilaxia como un síndrome clínico de potencial riesgo vital caracterizado por su rápida instauración y sus manifestaciones multisistémicas. Este cuadro clínico se produce como resultado de la acción de los mediadores químicos liberados de forma súbita por mastocitos o basófilos. Esta liberación puede producirse como consecuencia de un mecanismo inmunológico IgE mediado (reacción anafiláctica) o un mecanismo no inmunológico (reacción anafilactoide). Ambas son clínicamente indistinguibles. En este trabajo únicamente se hace referencia a las reacciones anafilácticas mediadas por IgE.
La anafilaxia es una reacción alérgica sistémica de aparición aguda y
potencialmente fatal, que suele desencadenarse por la exposición a sustancias como el veneno de insectos, alimentos o medicamentos. Siendo una característica importante la formación de edemas en tejidos y considerable disminución en la presión arterial en el paciente, es una mala reacción del sistema inmunitario del organismo ante la presencia de un cuerpo extraño. Se produce por mecanismos que involucran a la IgE contra los antígenos de estas sustancias y al receptor de alta afinidad de dicho anticuerpo, presente en los mastocitos y basófilos.
El sistema inmunológico usa mecanismos para proteger al huésped contra
patógenos potencialmente peligrosos; con tal fin mantiene un estado de tolerancia a los antígenos exógenos inocuos y a los auto antígenos. La desregulación de estos mecanismos conlleva la pérdida de la tolerancia y, en consecuencia, el desarrollo de entidades patológicas como cáncer, autoinmunidad y alergia. (L. Bruton Laurence, 2011) Ante la exposición a un alérgeno los síntomas pueden ir desde una reacción cutánea, comezón en la boca y garganta, enrojecimiento en la piel hasta una reacción mortal en donde se bloquean las vías respiratorias.
El tratamiento de primera elección para tratar una reacción alérgica grave se
basa en administrar epinefrina, mantener la vía aérea abierta, con respiración asistida si es necesario y restablecer la presión arterial, con el paciente tumbado en el suelo y los pies elevados, aplicar epinefrina de manera inmediata con el fin de producir vasoconstricción y broncodilatación. Un antihistamínico como la clorfeniramina constituye un tratamiento adyuvante útil administrada tras la epinefrina para reducir la gravedad y la duración de los síntomas y prevenir la recidiva. (Romero Valdez, 2016) Los antihistamínicos H1 son más útiles en el tratamiento de los trastornos alérgicos para aliviar los síntomas de la rinitis, urticaria y prurito. Bloquean el aumento de la permeabilidad capilar necesaria para la formación de edema, por lo tanto, son más eficaces cuando se utilizan como profilaxis cuando ya ha comenzado la reacción alérgica. https://unibe.ac.cr/revistafarmacia/wp-content/uploads/tesis/TESIS1115/TESIS1115.pdf