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I.

REVOCACION DE LOS TESTAMENTOS


1. CONCEPTO
Existen tres formas de invalidación de un testamento: por revocación, caducidad
y nulidad del mismo. Las tres figuras tienen una finalidad común: dejar sin efecto
un testamento; pero son diferentes. Por ello, el Código las trata en un solo título
separadamente. «La revocación implica una declaración de voluntad del testador
mediante la cual se deroga el testamento válidamente otorgado; la caducidad
implica que un testamento o alguna de sus cláusulas queda sin efecto por el
transcurso del tiempo, muerte del asignatario, u otro hecho; y la nulidad
presupone un testamento irregularmente otorgado, que es invalidado».
En el capítulo de las Generalidades del Testamento hemos visto cómo una de
sus características es su carácter revocable. Por ello, el primer artículo de este
capítulo, el 798, señala que el testador tiene el derecho de revocar, en cualquier
tiempo, sus disposiciones testamentarias, y que toda declaración que haga en
contrario carece de valor. Quiere decir esto que cualquier cláusula en este
sentido resultaría superflua y quedaría como no puesta. La regla citada es
elemental y por ello no la consignó el legislador de 1936; pero sí fue consagrada
en el Código de 1852, del cual ha sido rescatada para ser incluida expresamente
en el actual. Lo expuesto es válido con respecto a las disposiciones constitutivas
de derechos, como son aquellas que se refieren a la institución de heredero
voluntario o de legatario; no así en cuanto a las declarativas, como puede ser el
reconocimiento de un hijo extramatrimonial, el cual no admite modalidad y es
irrevocable, de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 395; o, asimismo, el
reconocimiento de una deuda, que en nuestro concepto renueva una obligación
o le da fuerza, estando sujeta ésta en todo caso a error, modificación del monto
o cancelación por pago, argumentos que les toca esgrimir a los herederos.
Echecopar (86, p. 231) y Lanatta (126, p. 401) relatan cómo en el Derecho
romano y en el Derecho español se admitía que el propio testador limitara su
capacidad de revocar el testamento, mediante las cláusulas ad cautelam o
generales derogatorias, que determinaban que la revocación no era válida si no
se utilizaba en el testamento revocatorio una clave o contraseña; con lo cual se
impedía la coacción de terceros al causante. Esta modalidad no es aceptada
hoy, siendo la violencia un vicio de la voluntad que causa la anulación del acto
jurídico (artículos 214 y 221, inciso 2), siendo nulo desde su celebración, por
efecto de la sentencia que lo declare (artículo 222).
La revocación puede ser expresa o tácita (*). De acuerdo al artículo 141
(modificado por la Ley 27291 de 24 de junio de 2000), ubicado en el Libro del
Acto Jurídico, éstas son las dos formas de la manifestación de voluntad, la cual
es expresa cuando se formula en forma oral o escrita, a través de cualquier
medio directo, manual, mecánico, electrónico u otro análogo; y tácita, cuando la
voluntad se infiere indubitablemente de una actitud o de circunstancias de
comportamiento que revelan su existencia. La primera forma funciona en el caso
de que un testamento posterior declare que se deja sin efecto uno anterior, en
todo o en parte. La segunda forma opera por resultar incompatibles las
disposiciones de un testamento posterior, prevaleciendo sobre las de uno
anterior; o cuando el testador ejecuta actos con efecto revocatorio, como puede
ser la disposición de bienes. La totalidad o parcialidad de la revocación está
referida a la integridad del testamento, en un caso; o a parte del mismo en otro.

(*) Obviamente, manifestada por el propio testador. La doctrina francesa expresa


que los legados son susceptibles de ser revocados después del fallecimiento del
testador por incumplimiento de los cargos. En realidad, creemos que en todo
caso estaríamos ante la figura de la caducidad.
2. REVOCACIÓN EXPRESA
La revocación expresa del testamento, total o parcial, o de unas de sus
disposiciones, sólo puede ser hecha por otro testamento, cualquiera que sea su
forma (artículo 799). Esta disposición sigue toda la sistemática de nuestro
Derecho Sucesorio, al igual que la institución de heredero o legatario, la
desheredación y el nombramiento de albacea. Algunos códigos el italiano por
ejemplo aceptan que un testamento sea revocado por instrumento distinto, como
por un acto ante notario y dos testigos. Igualmente, los dos Anteproyectos de
nuestro Código Civil de 1936 establecían que un testamento podía revocarse en
todo o en parte por otro posterior o por declaración hecha en escritura pública
por el testador, de haber cambiado su voluntad (artículos 252 y 296,
respectivamente). El principio es que todo testamento posterior revoca el anterior
si es que lo dice expresamente. Cualquier clase de testamento puede revocar
otro también de cualquier clase. La única formalidad que se exige es que el
revocatorio sea efectivamente testamento. Así, un simple testamento ológrafo
puede revocar uno más formal, como es aquel en escritura pública.

3. REVOCACION TACITA
La revocación tácita no está legislada en forma específica en el vigente Código,
a diferencia del anterior que en los artículos 750 y 751 planteaba dos situaciones
referidas a ella. Sin embargo, tal revocación existe en virtud del artículo 141
citado, y es posible siempre que disposiciones testamentarias posteriores hagan
incompatibles las anteriores, o que determinados actos realizados por el testador
dejen sin efecto su declaración de voluntad expresada. El artículo 750 del Código
derogado declaraba que la enajenación por el testador del bien de que dispuso
en el testamento importaba revocar la disposición sobre tal bien, que es un caso
típico de revocación tácita. Y es que la trasmisión del bien dispuesto en el
testamento tiene lugar sólo a la muerte del causante. Si éste dispone antes del
bien, está dejando sin efecto la posibilidad de que lo reciba el designado. Sin
embargo, dicha situación tendría que contemplarse teniendo en cuenta cuál es
la situación patrimonial al momento de la muerte. En efecto, podría ser que por
pacto de retroventa el bien regrese al dominio del testador; en cuyo caso, por
contrario sensu a lo dispuesto en el artículo 757, que sólo exige que el legado de
un bien determinado se halle en el dominio del testador al tiempo de su muerte,
ese legado sería válido. De todas formas, tratándose de una trasmisión a título
singular, es correcta la solución del legislador de 1984 al haber tratado este tema
en el título de los legados, en el artículo 772, inciso 3, en lugar del
correspondiente a la caducidad del testamento, como lo hacía impropiamente el
Código derogado en su artículo 750.
Algunos códigos, como el italiano (artículo 686) y el argentino (artículo 3838),
declaran expresamente que la disposición en vida de un bien por el testador
revoca su voluntad testamentaria, así vuelva a adquirirlo por retroventa.
El artículo 751 del Código de 1936, en relación al legado de un crédito,
determinaba que la disposición sobre éste quedaba revocada en todo o en parte
si el testador cobraba toda o parte de la cantidad debida. La norma no tenía
sentido, pues es lógico que el testador como acreedor, independientemente de
la disposición que efectúe de un crédito a título de legado, que tendrá efecto sólo
a su muerte, ejerza en vida sus derechos persecutorios contra el deudor. El caso
planteado no puede, pues, referirse al cobro, el cual no significa disposición. La
cancelación de un crédito implica su extinción, no su disposición. En todo caso,
se trata de una forma de caducidad. Lo contrario sería sostener que el ejercicio
regular del derecho del testador-acreedor implica una revocación tácita de la
disposición testamentaria, lo que no tiene sentido. El testador puede cobrar
precisamente para facilitarle al sucesor la adquisición del legado. La referencia
debía ser, en todo caso, a la cesión de crédito, que equivale a la enajenación de
un bien, como acto de disposición. Por ello, la Corte Suprema no ha aplicado
literalmente la norma comentada. Todo lo contrario, por ejecutoria de 31 de
octubre de 1925, interpretando una norma análoga del Código de 1852, declaró
fundada la demanda del legatario de un crédito cobrado por el testador para que
le pagara en dinero el valor de dicho crédito.
Estos casos de revocación tácita no han sido considerados en el actual Código.
El primero por estar implícito; el segundo por su redacción defectuosa. Los actos
de disposición intervivos dejan sin efecto los que se hubieran hecho en el
testamento para tener efecto a la muerte del causante.

4. REVIVISCENCIA DE TESTAMENTO ANTERIOR


Esta figura es denominada retractación o revocación de la revocación, y consiste
en revivir las disposiciones otorgadas en un primer testamento que fue revocado
por un segundo, el cual, a su vez, se revoca.
El artículo 800 del Código actual establece la regla de que, si el testamento que
revoca uno anterior es revocado a su vez por otro posterior, reviven las
disposiciones del primero, a menos que el testador exprese su voluntad
contraria. Como explica Cicu (59, p. 208), en este caso puede interpretarse que
el testamento vuelve a existir tal cual era o bien que el acto de revocación de la
revocación da nueva vida a sus disposiciones, inclinándose por la primera tesis.
Igualmente, Messineo (160, p. 151) opina que, en este caso, el testamento
vuelve a ser como era antes de la revocación, siendo válido ab origine, toda vez
que le es restituida la validez. Estamos de acuerdo con el criterio expuesto.
Precisamente, ello es posible por ser el testamento un acto mortis causa.
Tratándose de un acto intervivos, o del caso de la ley que se deroga que se
explica más adelante, ello no es posible pues significaría admitir la vigencia de
dos instrumentos incompatibles simultáneamente. Así, las disposiciones del
testamento revivido no tendrán eficacia a partir de su reviviscencia sino, por
contrario, desde su otorgamiento. Lo expuesto es importante para tener en
cuenta la capacidad del testador así como la prioridad entre el testamento
revivido y otros que puedan existir.
Se trata, como señala el ponente (128, p. 133), de una presunción iuris tantum
En el Código Bello, la presunción es a la inversa: «no revive por esta revocación
el primer testamento, a menos que el testador manifieste voluntad contraria»
(artículos 1214 del código Civil de Chile y 1272 del Código Civil de Colombia).
Con la misma sabiduría, el artículo 1758 del Código portugués derogado
consagraba el principio de que el testamento anterior recobraba su fuerza si el
testador, revocando el posterior, declaraba que era su voluntad que el primero
subsistiera. Nuestra norma expone en cierta forma un sentido contrario al
principio que informa el tercer párrafo del artículo I del Título Preliminar, el cual
señala que por la derogación de una ley no recobran vigencia las que ella hubiere
derogado. Lo expuesto en este último artículo resulta lógico. La derogatoria de
una norma no implica la revivificación de la primera ley, como nos enseña León
Barandiarán (144, p. 24) en la Exposición de Motivos. Sin embargo, agrega (144,
p. 24) el Maestro, la materia respectiva deja de ser normada. Ello quiere decir
que la regla es que la primera ley no revive. La excepción, que se permite, es
que la tercera ley exprese que la primera recobra vigencia, lo cual equivale, en
realidad, a promulgarla de nuevo.
Pensamos que el legislador debió guardar concordancia con este principio al
tratar la revocación del testamento, pues aquélla es a éste como la derogatoria
a una ley. Y es que en Derecho las vinculaciones jurídicas nacen en virtud de
una voluntad; que es legal cuando proviene del legislador expresada en una
norma; y que es particular cuando es manifestada por una persona con el deseo
de crear una consecuencia jurídica. Por ello, somos de opinión que la solución
legislativa en uno u otro caso debió ser la misma. Máxime, aún, cuan la
disposición referida a la voluntad de la ley se encuentra en el Título Preliminar,
en el cual se enuncian lo principios generales en los que se inspira nuestro
ordenamiento.
La regla respecto a la voluntad legal es que derogada ésta no recobra vigencia,
aunque la norma derogatoria sea derogada, a su vez. Ello no obsta para que
ocurra lo contrario, es decir, para que recobre vigencia la ley primigenia. Pero
para ello la tercera ley debe declararlo, como señala León Barandiarán (144, p.
24). Resulta pues, en este so la excepción a la regla. El artículo 800, que
comentamos, enuncia una disposición, al contrario; o sea, que, si un testamento
es revocado por otro, renace el anterior a aquél. Es la regla. La excepción es que
no reviva. ¿Cuándo? Cuando el testador exprese su voluntad contraria. Ello
implica que el legislador está reconociendo que el silencio importa, en este caso,
manifestación de voluntad, caso al que se refiere el artículo 142 respecto a la
teoría general del acto jurídico. Pero siendo esta imputación más endeble que la
manifestación tácita ni qué decir de la expresa no resulta lógico aplicarla al
testamento, en el cual la voluntad no sólo debe ser escrita sino solemne. Por
ello, concluimos en que es un error del legislador reactualizar, mediante el
silencio, una voluntad testamentaria revocada (*).
La fuente de la nueva norma la encontramos en el Código Civil argentino, que
en su artículo 3831 señala que la retractación del testamento hace revivir las
primeras disposiciones; y en el Código Civil italiano, cuyo artículo 681 destaca
que, si se revoca total o parcialmente un testamento, reviven, a su vez, las
disposiciones antes revocadas.
Distinto es lo que preceptúa el artículo 801 de nuestro Código, que dispone que
el testamento que no es revocado total y expresamente por otro posterior,
subsiste en las disposiciones compatibles con las de este último. En efecto, en
este caso se trata de declaraciones de voluntad parciales, y subsisten todas en
la medida que el último testamento no las incompatibilice. Aquí no hay
revocación. El citado artículo se refiere a la existencia de dos o más testamentos
compatibles como posibles de regir una sucesión. La norma repite textualmente
el artículo 748 del Código derogado y ha tenido buena aplicación, como lo señala
Lanatta (130, p. 109). Sigue el sistema francés, que permite la subsistencia de
un testamento anterior en cuanto el posterior no se le oponga.
El sistema opuesto es el consagrado en España, mediante el cual todo nuevo
testamento revoca íntegramente al anterior, aunque el testador no lo declare asi
(739), salvo que declare expresamente su voluntad de que valga el primero.
Vélez Sarsfield aceptó esta regla en el Código argentino señalando, en el artículo
3828, que el testamento posterior anula el anterior en todas sus partes, si no
contiene confirmación del primero. El actual Código Civil de Paraguay, vigente
desde el 1 de enero de 1987, basado en el Anteproyecto del eminente jurista
Luis De Gasperi y en el Código Vélez Sarsfield, que también rigió en dicho país,
reitera la regla en su artículo 2705.
5. REVOCACION DEL TESTAMENTO CERRADO

El artículo 802 expresa que el testamento cerrado queda revocado si el testador


lo retira de la custodia del notario. Este es un caso de revocación tácita que
concuerda con la forma como el actual Código legisla el testamento cerrado, al
señalar que éste queda en poder del notario (artículo 700); obligación que no
contenía el Código derogado. En consecuencia, es lógico que el retiro del
testamento cerrado de la custodia del notario deje sin efecto toda la diligencia
actuada al entregárselo. Ello no obsta para que este testamento pueda valer si
es retirado e incluso abierto por el testador Tendrá validez como ológrafo siempre
que haya sido escrito, fe echado y firmado por el propio testador. Así lo preceptúa
el artículo 803, concordante con el artículo 703 Esta última afirmación no
apareció en el Código anterior respecto al testamento cerrado; y, por ello, existía
la duda de que si el testamento cerrado, abierto por el testador e reunía las
formalidades del testamento ológrafo, quedaba o no revocado a la luz de lo que
decía el artículo 749 del mismo código; «El testamento cerrado queda revocado
si el testador lo rompe o lo abre». Valverde (235, p 372.) sostuvo que sí se
producía la revocación, por tratarse. de un caso de revocación específicamente
previsto en el artículo 749, no teniendo el valor de testamento ológrafo que le
otorgaba el artículo 694 de dicho código. Apuntaba (235, p. 372) que este
supuesto no escapó al acucioso casuismo de Vélez Sarsfield; quien, en el
artículo 3870 del código Civil argentino, señaló que « la rotuna hecha por el
testador del pliego que encierra el testamento cerrado, importa la revocación del
testamento, aunque el pliego del testamento quede sano y reúna las
formalidades para los testamentos ológrafos».
Para evitar cualquier interrogante al respecto, Lanatta ha incluido la disposición
contenida en el artículo 803 del actual código, que otorga valor al testamento
cerrado si reúne los requisitos del ológrafo, en caso que sea abierto por el
testador. La norma ha sido tomada del Código italiano, cuyo artículo 685 dispone
que el retirar el testamento secreto, por obra del testador, de manos del notario
o del archivero en cuyo poder se encuentra depositado, no importa revocación
del testamento cuando la cédula testamentaria puede valer como testamento
ológrafo. Para el caso del testamento cerrado otorgado conformen el al Código
anterior y que el testador conserva en su poder, e artículo 2118 se ha dado una
disposición transitoria que reitera lo manifestado en el artículo 749 derogado,
expresándose que «el testamento cerrado otorgado según el régimen anterior a
este código que estuviere en poder del testador o de cualquier otra persona, se
considera revocado si el testador lo abre, rompe, destruye o inutiliza de otra
manera». Leída esta norma en forma aislada llevaría a pensar que podría existir
un tratamiento legal distinto según si el testamento cerrado se otorgó durante la
vigencia del Código derogado o con el Código actual. Pero ello queda aclarado
estudiando sus antecedentes, pues la disposición fue propuesta por Lanatta en
su Anteproyecto, como parte del Libro de Sucesiones (artículo 144), aplicándose
indiscutiblemente en concordancia con los artículos 700, 703 y 803. En
conclusión, el testamento valdrá como ológrafo en todo caso en que reúna las
calidades que la ley exige para esta clase de testamento.

6. REVOCACION DEL TESTAMENTO OLOGRAFO

El artículo 804 señala que el testamento ológrafo queda revocado si el testador


lo rompe, destruye o inutiliza de cualquier otra manera. La disposición es nueva
y, según Lanatta (128, p 135), llena un vacío. En realidad, antes estaba implícita,
Pues el testamento ológrafo tiene que existir con todos sus requisitos De todas
formas, la norma es aclaratoria y su fuente es el artículo 684 del Código italiano,
que determina que «el testamento ológrafo destruido, raspado o tachado, en todo
o en parte, se considera en todo o en parte revocado, a menos que se pruebe
que fue destruido, raspado o tachado por persona diversa del testador, o bien
que se pruebe que el testador no tuvo la intención de revocarlo».
Esto constituye una forma de revocación tácita de la voluntad testamentaria. El
rompimiento puede estar referido a la simple separación en dos partes de la hoja
que contiene el testamento desmembrando su unión, mientras la destrucción
significa el deshacer el mismo. La inutilización implica hacer inservible el
testamento, lo cual puede lograrse, por ejemplo, cruzándolo con rayas o
poniéndole la palabra revocado inutilizado o cancelado.
A este respecto, deben distinguirse los conceptos de alteraciones y destrucción.
La alteración no debe influir en la validez del testamento si es accidental o por
hecho de un tercero (artículos 3834 del Código Civil argentino y 2708 del vigente
Código Civil paraguayo); la destrucción por cualquier causa, impide a
sucesores probar el contenido del testamento (artículos 3837 y 2710,
respectivamente, de los códigos mencionados). Este enunciado ratifica el
principio de que no es de aplicación al testamento la norma del artículo 225 de
nuestro Código, que Preceptúa que no debe confundirse el acto con el
documento que sirve para probarlo, y que puede subsistir el acto aunque el
documento se declare nulo. El Código Civil argentino, que por su extensión de
más de cuatro mil artículos prevé situaciones que otros ordenamientos no
abarcan, se refiere, en el artículo 3833, al caso de la pluralidad de testamentos
ológrafos, señalando que «si fuesen varios, el testamento no queda revocado
mientras no se hubiesen destruido o cancelado todos sus originales». Vale decir
que cada ejemplar del testamento ológrafo, si son varios, tiene valor per se. La
norma trascrita está implícita en nuestro Derecho. La voluntad se considera
revocada sólo si la revocación puede ex-tenderse a todos los ejemplares.

II. CADUCIDAD DE LOS TESTAMENTOS


1. Concepto.

Para conocer un poco mas sobre la historia de esta palabra, el vocablo


caducidad tiene su origen etimológico en las locuciones latinas, caducus
y cadere, cuyas acepciones son, las de dejar de ser, desaparecer, acabar
la vida, la de terminar.

El diccionario de la real academia le da su origen etimológico, el


significado de perder su fuerza una ley, un testamento o un contrato, y el
de extinguirse un derecho, una facultad, una instancia o un recurso, entre
otras. De ahí, entonces que llevado el vocablo a su significado jurídico sea
el de un anuncio o advertencia de una futura e inexorable extinción de los
derechos por el transcurso del tiempo.
Augusto, FERRERO, nos dice: “La caducidad es una figura jurídica por lo
cual se extingue el derecho. En derecho Sucesorio puede estar referida
al testamento, en todo o en parte, o al heredero instituido o al legatario, e
implica la pérdida de la eficacia del testamento, o de alguna o algunas
cláusulas del mismo, o de la designación de heredero de herederos o
legatarios. Según el caso, ocurre por el transcurso del tiempo, actuando
como un plazo; o por una causa que sobreviene al derecho,
independientemente de cualquier plazo, operando como una condición
resolutoria. No se produce por una manifestación de voluntad del testador,
sino por circunstancias a las cuales la ley otorga esa fuerza. He ahí su
diferencia con la revocación”1

La caducidad debe ser entendida como la ineficacia dispuesta por la ley


en razón de circunstancias sobrevinientes al momento del testamento. No
es que el testamento adolezca de vicios o defectos constitutivos, sino que
determinados hechos posteriores a la elaboración del acto lo hacen
ineficaz.

Además, podemos afirmar que el termino caducidad alude al laptop que


produce la pérdida o extinción de una cosa o un derecho, efecto que en
vigor de una norma legal, produce el transcurso del tiempo sin aplicarlas;
en cuanto a los testamentos se dice de la ineficacia del testamento a
causa de no tener cumplimiento dentro de determinados plazos, por
ejemplo el testamento ológrafo para que produzca efectos, debe
comprenderse y protocolizarse dentro del año de la muerte del testador.

2. Caducidad del testamento

Por su extinción la caducidad puede ser: total y parcial. En efecto pueden


darse estas dos formas de caducidad, una que afecta la forma total al
testamento, como podría ser el caso del testamento ológrafo no
protocolizado, cuyo efecto es la carencia del testamento, y la segunda que
lo afecta parcialmente, dejando subsistente las otras cláusulas del
testamento.

a. Caducidad total

Ocurre con el testamento ológrafo. El código actual ha modificado 2


aspecto en cuanto a este plazo en relación al código derogado. En
primer lugar, lo ha reducido de 2 a 1 año; ya que el plazo anterior era
demasiado extenso, permitiendo que se obtuviera la declaración de
herederos y la toma de posesión de estos de la herencia, la partición

1
FERRERO COSTA, Augusto. Tratado de derecho de sucesiones – Edición 2002. 6° Edición – Editorial
Grijley. Pág. 585.
de esta es incluso la disposición de la misma a terceros. Pero, en
segundo lugar, se ha modificado el término de plazo, computándose,
en el código de 1936, desde el día de la muerte del causante hasta el
día en que se solicitaba la protocolización; y ahora en el código actual
desde el día del fallecimiento del testador hasta el día en que quede
protocolizado el testamento. En este aspecto, era mas justa la norma
derogada, porque no hacia depender de tercero el cumplimiento del
plazo como ahora.

También caducan totalmente los testamentos especiales. Asi, el


testamento militar a los 3 meses desde que el testador deje de estar
en campaña y llegue a un lugar del territorio nacional donde sea
posible otorgar testamento en la formar ordinarias; y el testamento
marítimo que caduca a los 3 meses de haber desembarcado
definitivamente el testador.

b. Caducidad parcial.

Esta referida a la preterición de los herederos forzosos. Viene a ser la


omisión por parte del testador a un heredero forzoso de modo
intencional o por ignorancia; configurándose de manera absoluta o
relativa.

CONCLUSION:

 Recordemos que la revocación, la caducidad y la nulidad son


puntos importantes que ayudan a dejar sin efecto un testamento
en caso tenga un vicio o error.

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