Está en la página 1de 50

INSTITUTO DE CIENCIAS Y ESTUDIOS SUPERIORES

DE TAMAULIPAS A.C.

ANTOLOGÍA
PSICOLOGÍA EN SALUD PÚBLICA

Compilador: Abigail Del Ángel Leyva

Tampico, Tamaulipas, mayo de 2019

1
ÍNDICE
OBJETIVO GENERAL DE LA ASIGNATURA

UNIDAD I.- LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD


Objetivo de la unidad 3
1.1 Antecedentes 4
1.2 La psicología de la salud y su aplicación en el proceso salud-enfermedad 11
Actividades de aprendizaje de la unidad I 13

UNIDAD II.- PREVENCIÓN DE LA ENFERMEDAD, PROMOCIÓN Y


MANTENIMIENTO DE LA SALUD
Objetivo de la unidad 14
2.1 Salud integral 14
2.2 Obstáculos en la prevención 15
2.3 Comportamiento y prevención 18
2.4 Promoción de la salud y prevención de la enfermedad 24
2.5 Concepto de salud 27
2.6 Determinantes de la conducta de salud 29
2.7 Mantenimiento de salud 32
Actividades de aprendizaje de la unidad II 33

UNIDAD III.- TRATAMIENTO DE LA ENFERMEDAD


Objetivo de la unidad 34
3.1 Enfermedad 34
3.2 El enfermo y la enfermedad 36
3.3 Afrontamiento de la enfermedad 38
3.4 Aplicación de la psicología en el proceso salud-enfermedad 42
3.5 Reacción psicológica ante la enfermedad 48
Actividades de aprendizaje de la unidad III 49

2
OBJETIVO GENERAL DE LA ANTOLOGÍA

En el marco de su misión, el INSTITUTO DE CIENCIAS Y ESTUDIOS SUPERIORES DE


TAMAULIPAS, A.C., (ICEST) procura la formación de sus estudiantes, por lo cual la
presente antología se enfoca en el desarrollo y formación de conocimientos de
PSICOLOGÍA EN SALUD PÚBLICA, para estudiantes de la MAESTRÍA EN SALUD
PÚBLICA. Los temas se presentan de forma sencilla y atractiva para el alumno, con la
finalidad de que crezca su interés por el estudio de esta ciencia, es por ello que se sugiere
que se conserve para su constante consulta y lectura.

3
UNIDAD I
LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD

Objetivo de la unidad: analiza la importancia de las intervenciones de la psicología, sus


antecedentes y aplicación en el proceso salud-enfermedad.

1.1 Antecedentes

El nacimiento de la psicología de la salud habría que situarlo en un contexto en el cual, a


pesar de los espectaculares avances que se han vivido dentro del campo de la medicina y
la farmacoterapia, se ha puesto de relieve que la salud no es sólo cuestión de una
tecnología que permita reparar los sistemas biológicos del organismo cuando estos fallan,
sino que ésta también depende de todo aquello que la persona puede hacer para prevenir
la enfermedad y promover el bienestar. En este mismo sentido, la OMS (Organización
Mundial de la Salud) ya definió la salud no sólo como ausencia de enfermedad, sino como
un estado de bienestar físico y psicológico.

A lo largo de la historia y en todas las culturas, siempre se han reconocido y enseñado


comportamientos muy distintos y a veces contradictorios para potenciar la salud. Baste
pensar, por ejemplo, en los cambios en las recomendaciones dietéticas que se han
efectuado en el mundo occidental en las últimas décadas en relación al valor nutricional de
determinados alimentos.

Esas recomendaciones sobre lo que hay que hacer para llevar un estilo de vida saludable,
vienen determinadas, en gran medida, por el modo en que cada cultura ha entendido la
relación mente-cuerpo. Dicha relación, a lo largo de la historia de las civilizaciones, ha ido
balanceándose desde una perspectiva holística a una visión dualista. La primera, que
supone asumir que el ser humano es un todo indisociable mente-cuerpo diferente de la
mera suma de esos elementos, suele conllevar un énfasis en lo que la persona puede hacer
para mantener su salud, tal como ocurrió en Grecia y en China o como en la actualidad

4
propone el modelo biopsicosocial de la salud. Por el contrario, el dualismo implica una visión
de la salud como algo que viene dado y en la que se pone menos énfasis en la importancia
de los comportamientos saludables que en los tratamientos de las enfermedades, tal como
en la actualidad se desprende del modelo biomédico. (Amigo, 2012)

La relación mente-cuerpo

Un breve repaso a la historia nos permitirá observar cómo el modo de entender la salud
que propone la psicología de la salud está esbozado formalmente en culturas muy distintas
a la nuestra. En la antigua Grecia se consideraba que la mente y el cuerpo estaban
esencialmente unidos, de tal manera que se influían mutuamente. Hipócrates es,
probablemente, el mejor representante de esa tradición. La salud, según él, era la resultante
de un estado de armonía del individuo consigo mismo y con el exterior, mientras que la
enfermedad devenía de la ruptura de esa armonía por causas naturales. Dentro de dichas
causas no sólo incluía las de naturaleza biológica, sino también las relativas al
comportamiento del individuo y su «personalidad». Mucho antes, en China, también se
desarrolló una concepción naturalista de la salud. Esta aproximación evolucionó de un
modo independiente a las nociones desarrolladas en el mundo occidental. El concepto clave
es el balance de fuerzas. La enfermedad aparece cuando se rompe el balance de esas
fuerzas opuestas, por ejemplo, cuando el cuerpo sufre mucho calor o mucho frío, o cuando
se sufre un acontecimiento emocional o se produce un desequilibrio en la dieta. Desde esta
perspectiva, mente y cuerpo están indisolublemente unidos y la salud física se ve
decisivamente influida por las emociones y conductas de las personas. Esta visión sigue
vigente aún hoy en día en la medicina china actual.

Durante la Edad Media se produjo un giro en esta concepción naturalista de la salud en el


mundo occidental hacia una visión dualista del ser humano según la cual, dentro de cada
persona, hay un espíritu eterno que vive dentro de un cuerpo finito. Este enfoque
espiritualista se hizo cada vez más dominante debido al poder creciente de la Iglesia
Católica en todos los ámbitos de la sociedad en esa época. Su influencia en la práctica
médica era tal que, en el año 1139, el Papa Inocencio II dictó una norma por la que prohibía
a los sacerdotes dispensar medicina, con objeto de que se dedicaran más intensamente a
las prácticas propias de su ministerio. La enfermedad era vista como el resultado de la

5
violación de una ley divina y la curación como resultado de la fe y arrepentimiento del
pecado. Esto es, el pecado sería el patógeno y la absolución la terapia. (Amigo, 2012)

Durante el Renacimiento se recuperó una cierta conceptualización de la enfermedad en


términos naturalistas. Durante este período, se vivió un renovado interés por el estudio de
las ciencias, fruto del cual fueron, por ejemplo, el desarrollo del microscopio o la realización
de autopsias. Sin embargo, «esta visión holística del fenómeno salud-enfermedad, empieza
a cobrar influencia en el pensamiento médico como un residuo ancestral notablemente
desnaturalizado. Será durante el Renacimiento cuando tenga lugar el hecho que cambió la
historia de la medicina y posibilitó la aparición, consolidación y absoluta primacía del modelo
biomédico».

Efectivamente, el modelo biomédico tuvo su fundamento doctrinal en el dualismo mente-


cuerpo y la teoría que quizá mejor la representó fue la de René Descartes. Descartes
planteó que lo físico y lo espiritual son dos realidades separadas; mientras que el cuerpo
pertenecería a la realidad física, la mente sería una realidad espiritual. De acuerdo con esta
visión, el cuerpo sería como una máquina que podría ser analizada en términos de sus
partes constituyentes y entendida, así, en términos mecánicos. La enfermedad sería,
entonces, el resultado del fallo de algún elemento de la máquina y, al igual que haría un
mecánico, el trabajo del médico sería el de diagnosticar dicho fallo y reparar la maquinaria.
Desde esta perspectiva, la salud y la enfermedad pasan a ser vistas como una cuestión
meramente bioquímica, omitiéndose la importancia de los factores sociales o psicológicos.
Este planteamiento dualista, que con el tiempo ha llegado a ser dogma oficial de la
naturaleza humana, fue admitido muy prontamente por la Iglesia Católica, ya que el avance
científico dejaba de ser un peligro para sus dogmas y para el poder social que ejercía. El
espíritu y la mente pasaban a ser entendidos como algo inmaterial, no sujeto a las leyes del
mundo físico a las que estaba sometido el cuerpo. Esta perspectiva de la realidad tiene su
expresión en la actualidad en el llamado modelo biomédico.

No obstante, se debe subrayar que este modelo de la enfermedad ha reportado (dejando


al margen sus problemas) grandes beneficios a la humanidad. Así, por ejemplo, las
enfermedades infecciosas han sido en gran medida controladas, las tasas de mortalidad

6
han decrecido espectacularmente en el mundo occidental y la cirugía ha permitido tratar e,
incluso, curar algunas enfermedades que antes resultaban fatales. (Amigo, 2012)

El modelo biomédico

El modelo biomédico descansa sobre dos supuestos básicos. El primero de ellos es la


doctrina del dualismo mente-cuerpo, en virtud de la cual se entiende que el cuerpo es una
entidad física y la mente forma parte del dominio espiritual. El segundo principio es el del
reduccionismo. Se asume que todo el proceso de la enfermedad se limita a una cuestión
de reacciones físicas y químicas. Un cáncer, por ejemplo, es visto como un fenómeno de
naturaleza física en el cual la proliferación incontrolada de células, fruto de una mutación
genética, acabará dañando los órganos y tejidos del organismo, mientras que la reacción
emocional de la persona a esa enfermedad, así como otros elementos, como la adhesión
al tratamiento, que pueden ser importantes en su evolución son, generalmente, obviados.
En definitiva, se aborda la enfermedad atendiendo a sus aspectos físicos, se trate un cáncer
o un infarto de miocardio y no se presta atención al hecho de que detrás de ellos hay una
persona cuya respuesta (personal, familiar, etc.) a ese nuevo estado va a influir en el curso
de la patología.

Engel ha puesto de manifiesto algunas de las insuficiencias que esta perspectiva biomédica
presenta a la hora de tratar la enfermedad.

En primer lugar, el criterio fundamental para el diagnóstico de la enfermedad es la presencia


de anormalidades bioquímicas. Esto ignora el hecho documentado de que esas
alteraciones bioquímicas son condiciones necesarias pero no suficientes para el
establecimiento del diagnóstico. Éste sería el caso, por ejemplo, de la llamada hipertensión
de bata blanca donde la medición de un parámetro biológico se puede mostrar insuficiente
e, incluso, iatrogénico en el diagnóstico y tratamiento de la hipertensión esencial. Del mismo
modo que en la actualidad se discute el valor de antígeno específico de próstata (PSA)
como predictor del cáncer de próstata. (Amigo, 2012)

En segundo lugar, el diagnóstico del estado físico depende también, en gran medida, de la
información que proporciona el paciente. Aunque el examen físico y las pruebas de

7
laboratorio son decisivas para identificar la enfermedad, el diagnóstico descansa, además,
sobre lo que el paciente es capaz de comunicar al profesional de la salud. Así, por ejemplo,
el diagnóstico de los trastornos digestivos funcionales se establece únicamente por los
síntomas que el paciente refiere, una vez excluida la patología orgánica. Por lo tanto, la
exactitud en el diagnóstico también depende, en cierta medida, de la habilidad del médico
para recabar información en la entrevista clínica y su capacidad para comprender los
determinantes psicológicos, sociales y culturales de los síntomas presentados por el
paciente.

En tercer lugar, la aproximación biomédica a la enfermedad, concentrada en el estudio de


la problemática fisiológica ignora la influencia de determinadas situaciones vitales en la
salud de las personas. La enfermedad no sólo está mediada por la susceptibilidad biológica
del organismo, sino que también son decisivos en ella los eventos vitales estresantes que
la persona sufre a lo largo de su vida.

El modelo biomédico también puede fracasar a la hora de determinar la recuperación de la


salud después de la enfermedad. Se sobrentiende, en muchos casos, que la enfermedad
finaliza cuando se han corregido las alteraciones fisiológicas. Sin embargo, no siempre
ocurre así, tal y como queda ilustrado en el caso del dolor crónico benigno, en el cual las
consecuencias sociales pueden mantener las quejas del paciente. (Amigo, 2012)

Finalmente, dentro de estas críticas al modelo biomédico, Engel también señala el hecho
poco reconocido de que el resultado del tratamiento también se verá influido decisivamente
por la relación médico-paciente. Si bien desde la perspectiva biomédica el énfasis se pone
en el uso de medicamentos u otras tecnologías, la interacción con el médico puede ser
decisiva, puesto que de ella depende, en gran medida, la cooperación del paciente.
Además, las reacciones a la conducta del médico pueden traducirse en cambios
psicofisiológicos que alteran el curso de la enfermedad. En este sentido, Engel ha señalado
que los requerimientos de insulina de un diabético pueden fluctuar, significativamente,
dependiendo de la percepción que el paciente tiene de su relación con el doctor.

Ante las dificultades planteadas al modelo biomédico, diversos autores han sugerido la
necesidad de formalizar una nueva conceptualización que permita comprender y controlar

8
mejor la enfermedad. Aunque en este intento se plantean opciones con matices distintos,
existe, obviamente, un gran acuerdo en la necesidad de incorporar los aspectos positivos
del modelo biomédico así como sus avances técnicos y farmacológicos. Lo que se pretende
es, en definitiva, superar la formulación dualista cuerpo-mente. (Amigo, 2012)

El modelo biopsicosocial

El modelo biopsicosocial sostiene que es el conjunto de los factores biológicos, psicológicos


y sociales el determinante de la salud y de la enfermedad. De este modo, tanto los que se
podrían calificar de macroprocesos (apoyo social, trastornos de salud mental, etc.) como
los microprocesos (alteraciones bioquímicas) interactúan en el proceso de salud-
enfermedad. Lo cual implica que la salud y la enfermedad tienen una causación múltiple y
que múltiples, también, son sus efectos. El modelo biopsicosocial, además, pone en el
mismo ámbito de su interés la salud y la enfermedad (frente al modelo biomédico que se
ocupa fundamentalmente de la enfermedad) y sostiene que la salud es algo que se alcanza
cuando el individuo tiene cubiertas sus necesidades biológicas, psicológicas y sociales y no
como algo que le es concedido como un don.

En el ámbito de la investigación, el modelo sostiene que para comprender los resultados en


el dominio de la salud y la enfermedad, se deben tener en cuenta todos los procesos
implicados y se deben tratar de medir los tres tipos de variables antes mencionadas. Si ello
no se hace así y el investigador atribuye a un tipo particular de variables el protagonismo
principal, se deberá sobrentender que los otros tipos de variables son condiciones
necesarias para que tenga lugar el proceso. Por ejemplo, en el caso de un infarto de
miocardio, si se atribuye al estrés el papel de desencadenante del mismo se está
asumiendo que ciertas condiciones biológicas del organismo han sido necesarias para que
este proceso ocurra.

Para comprender el proceso de interacción de las variables biológicas, psicológicas y


sociales, los investigadores, en general, han adoptado la teoría de sistemas. Según ésta,
todos los niveles de organización en cualquier ente están relacionados entre sí
jerárquicamente y los cambios en cualquier nivel afectarán a todos los demás. Por lo tanto,
la salud, la enfermedad y la atención médica serían un conjunto de procesos

9
interrelacionados que provocan cambios en el organismo y éstos, a su vez, sobre los otros
niveles. (Amigo, 2012)

El modelo biopsicosocial conlleva, como es natural, distintas implicaciones clínicas. En


primer lugar, se sostiene que el proceso de diagnóstico debería considerar siempre el papel
interactivo de los factores biológicos, psicológicos y sociales a la hora de evaluar la salud o
enfermedad de un individuo. Por lo tanto, el mejor diagnóstico es el que se hace desde una
perspectiva multidisciplinar.

Por otra parte, el modelo también sostiene que las recomendaciones para el tratamiento
deben tener en cuenta los tres tipos de variables antes mencionadas. Se trata, en definitiva,
de ajustar la terapia a las necesidades particulares de cada persona, considerando su
estado de salud en conjunto y haciendo aquellas recomendaciones de tratamiento que
sirvan para abordar el conjunto de problemas que esa persona plantea.

En tercer lugar, el modelo biopsicosocial destaca explícitamente la importancia de la


relación entre el paciente y el clínico. Se reconoce que una buena relación entre ambos
puede mejorar de un modo sustancial la adhesión del paciente al tratamiento, la propia
efectividad del mismo y acortar el tiempo de recuperación de la enfermedad. En definitiva,
desde este modelo se insiste en la necesidad de que el clínico debe comprender, además
de los factores biológicos, los factores psicológicos y sociales que contribuyen al desarrollo
y mantenimiento de la enfermedad con objeto de abordarla adecuadamente. (Amigo, 2012)

1.2 La psicología de la salud y su aplicación en el proceso salud-enfermedad

Surge el nacimiento formal de la psicología de la salud, coincidiendo ello, con la propuesta


formulada a finales de los sesenta, de considerar la psicología como una profesión sanitaria,
al reconocerse que la conducta del ser humano puede ser crucial tanto en el mantenimiento
de la salud como en el origen y evolución de la enfermedad.

10
Básicamente, son tres las razones que se suelen plantear como causas particulares de la
emergencia de la psicología de la salud. En primer lugar, desde mediados del siglo XX se
asistió a un cambio en la preocupación sanitaria que se desplazó, en una medida
importante, desde las enfermedades infecciosas a los trastornos de carácter crónico de
etiología pluricausal que están ligados al estilo de vida propio de las sociedades
industrializadas. El incremento de estas «nuevas» enfermedades (como el cáncer o los
problemas cardiovasculares) es, en definitiva, producto de comportamientos y hábitos poco
saludables o insanos, que, actuando sinérgicamente, facilitan la aparición de enfermedad.

En segundo lugar, este tipo de enfermedades crónicas, con las cuales el paciente tiene que
convivir durante muchos años, suelen conllevar una serie de cambios importantes en su
estilo y calidad de vida (por ejemplo, mantener una buena adhesión a los tratamientos
crónicos) a los que las personas deben adaptarse.

Finalmente, el modelo médico de la enfermedad, entiende la enfermedad en términos de


un desorden biológico o desajustes químicos y, en definitiva, asume el dualismo mente-
cuerpo. Esta perspectiva es, a todas luces, insuficiente, tanto para entender como para
tratar los problemas de salud crónicos que han emergido con fuerza a lo largo del siglo XX.
(Amigo, 2012)

Por todas estas razones y en pleno desarrollo de esta perspectiva emergente de los
problemas de salud, la Asociación Americana de Psicología (APA) creó, en 1978, como una
más de sus divisiones, la 38 concretamente, la Health Psychology (división de psicología
de la salud) que, al año siguiente, en 1979, publica su primer manual Health Psychology. A
Handbook. En 1982 también aparece la revista de esta división de la APA con el título
Health Psychology.

Las atribuciones de esta disciplina y sus áreas de trabajo quedan descritas en la vigente, y
ampliamente aceptada, definición de Matarazzo:

«La psicología de la salud es la suma de las contribuciones profesionales, científicas


y educativas específicas de la psicología como disciplina, para la promoción y

11
mantenimiento de la salud, la prevención y tratamiento de la enfermedad, la
identificación de los correlatos etiológicos y diagnósticos de la salud, la enfermedad
y la disfunción asociada, además del mejoramiento del sistema sanitario y la
formulación de una política de la salud».

En esta formulación de Matarazzo se recogen las cuatro líneas de trabajo fundamentales


del psicólogo de la salud. En primer lugar, se destaca la promoción y el mantenimiento de
la salud, que incluiría todo el ámbito de las campañas destinadas a promover hábitos
saludables. La segunda línea de trabajo la constituye la prevención y el tratamiento de la
enfermedad. La psicología de la salud enfatiza la necesidad de modificar los hábitos
insanos con objeto de prevenir la enfermedad, sin olvidar que se puede trabajar con
aquellos pacientes que sufren enfermedades en las cuales tienen gran importancia ciertos
factores conductuales, además de enseñar a la gente que ya ha enfermado a adaptarse
con más éxito a su nueva situación o aprender a seguir los regímenes de tratamiento. En
tercer lugar, la psicología de la salud también se centra en el estudio de la etiología y
correlatos de la salud, enfermedad y las disfunciones. En este contexto la etiología hace
referencia al estudio de las causas (conductuales y sociales) de la salud y enfermedad.
Dentro de las mismas se incluirían hábitos tan referidos como el consumo de alcohol, el
tabaco, el ejercicio físico o el modo de enfrentarse a las situaciones de estrés. Finalmente,
también se atribuye como competencia de la psicología de la salud el estudio del sistema
sanitario y la formulación de una política de la salud. En definitiva, se trataría de analizar el
impacto de las instituciones sanitarias y de los profesionales sobre el comportamiento de la
población y desarrollar recomendaciones para mejorar el cuidado de la salud. (Amigo, 2012)

Actividades de aprendizaje de la unidad I

1. Línea de tiempo sobre los antecedentes de la psicología de la salud.


2. Participa en el foro: “La psicología y su implicación en la salud pública”.
3. Soluciona el cuestionario de recapitulación del contenido temático de la unidad I.

12
UNIDAD II
PREVENCIÓN DE LA ENFERMEDAD, PROMOCIÓN Y MANTENIMIENTO DE
LA SALUD

Objetivo de la unidad: analiza la función de la psicología de la salud en la prevención de


la enfermedad, así como para la promoción y mantenimiento de la salud.

13
2.1 Salud integral

Se conoce como salud integral al estado de bienestar ideal el cual se logra únicamente
cuando existe un correcto balance entre los factores físicos, emocionales, espirituales,
biológicos y sociales. Es de esa forma que las personas logran crecer en todos los ámbitos
de la vida y, por lo tanto, se sienten sanos tanto física como mentalmente, además de que
tendrán plena felicidad.

Este concepto de salud engloba a varios elementos trasladándose hacia un punto de vista
holístico el cual trasciende más allá del solo funcionamiento del organismo, dicho estado
de salud ideal depende de diversos elementos, pero no cabe duda que los más importantes
son el elemento genético y el estilo de vida que posee cada individuo.

Existe una gran cantidad de estudios que coinciden en el hecho de que los cambios en el
estilo de vida que se encuentran enfocados hacia una alimentación sana y balanceada, la
práctica constante de actividad física, la ejecución de técnicas para relajarse, la calidad y
cantidad del sueño, adoptar medidas como prevención ante diversos riesgos y accidentes,
así como también la visita periódica a un especialista de la salud son de gran importancia
para lograr un buen estado de salud y al mismo tiempo para mantenerlo a lo largo del
tiempo. (conceptodefinicion.de, s/f)

A pesar de que el concepto de salud integral debe incluir al concepto de calidad de vida, en
este sentido hechos como los avances en materia de investigación médica, el incremento
en la expectativa de vida cuando nace un nuevo individuo que hace que incremente la
población de edad avanzada, la disponibilidad de tratamientos que tengan la capacidad
para alargar la vida y un mayor acceso a los recursos provoca que las personas que
desarrollan enfermedades crónicas logren incrementar sus años de vida, a pesar del hecho
de que no están sanas ya que padecen algún tipo de enfermedad, existe la posibilidad de
que estén bien controlados, es decir que no presentarán ningún síntoma o manifestación
con lo cual pueden disfrutar de una excelente calidad de vida.

14
Los expertos afirman que la mejor forma para alcanzar un estado de salud óptimo, o salud
integral, es mediante la adopción de medidas preventivas que ofrezcan las posibilidades de
evitar o retardar la aparición de enfermedades crónicas como es el caso de la diabetes,
hipertensión arterial, arterioesclerosis, enfermedades degenerativas de las articulaciones y
del sistema nervioso e incluso el cáncer. (conceptodefinicion.de, s/f)

2.2 Obstáculos en la prevención

Aun cuando en la actualidad se dispone de una gran cantidad de información sobre lo que
uno puede hacer para mantenerse saludable y muchas personas, de hecho, se adhieren a
conductas de prevención, existen algunos obstáculos que limitan notablemente la
generalización de las mismas al conjunto de la población. Dichos obstáculos se pueden
agrupar en cuatro grandes categorías.

1. Actitudes y pautas culturales.


2. La naturaleza de los hábitos saludables.
3. El sistema sanitario y los cambios en las recomendaciones sobre la salud.
4. La orientación de la psicología clínica. (Amigo, 2012)

Actitudes y pautas culturales

Dentro de la cultura occidental, la salud se considera como uno de nuestros valores más
apreciados y, de hecho, así se verbaliza en muchas conversaciones cotidianas que giran
en torno a este tema. La cuestión está en que existen otros valores que también ocupan
una posición muy alta dentro de nuestra jerarquía cultural y que entran en clara
contradicción con el de salud. Tener éxito, vivir cómodamente o experimentar sensaciones
muy fuertes son algunas de las motivaciones que se oponen, en muchos casos, al
comportamiento saludable. En este sentido, por ejemplo, las enfermedades
cardiovasculares, primera causa de muerte en la sociedad industrial, tienen entre sus
factores de riesgo más importantes el sedentarismo, la obesidad y el tabaco. Y del mismo
modo, la moda de la delgadez ha generado unos hábitos de alimentación iatrogénicos.

15
Por otra parte, una segunda actitud que dificulta los esfuerzos de prevención es la
equiparación que se hace de la buena vida y hábitos poco saludables. En este contexto se
sobrentiende, por ejemplo, que los alimentos más apetecibles son los de alto contenido en
colesterol, o que el sedentarismo es más reconfortante que el ejercicio físico moderado.
Este sobrentendido olvida que igual que se aprende a disfrutar de un tipo de alimentación
o de una actividad física también se puede aprender a disfrutar de otros hábitos más sanos.

A todo lo anterior habría que añadir que la continua publicidad sobre el poder de la
tecnología médica para curar a través de trasplantes, órganos artificiales y técnicas
quirúrgicas puede servir como justificación para no emprender medida preventiva alguna.
Si bien no se debe olvidar que existen importantísimos intereses económicos creados sobre
el actual estilo de vida. (Amigo, 2012)

La naturaleza de los hábitos saludables

La dificultad de la prevención se sitúa también en la propia naturaleza de los hábitos


saludables. Mientras que muchas de las conductas que pueden ser perniciosas para la
salud (fumar, beber en exceso, las prácticas sexuales poco seguras, etcétera) llevan casi
siempre a una gratificación inmediata que las refuerza positivamente, los hábitos de salud,
por el contrario, suponen casi siempre una demora de la gratificación, por lo que, cuando
ambos tipos de conducta entran en competencia, existe una menor probabilidad de
ocurrencia de las conductas saludables. En este sentido, por ejemplo, es muy ilustrativo lo
que ocurre con la práctica del ejercicio físico. Aquellas personas que lo practican
habitualmente, reconocen que se encuentran mucho mejor tanto física como
psicológicamente; sin embargo, el coste inicial de la práctica del ejercicio físico lleva a
muchas personas a posponerlo indefinidamente.

Al retraso de la gratificación que supone la práctica de algunos hábitos saludables, habría


que añadir que dichos hábitos tan sólo reducen la posibilidad de enfermar en términos de
probabilidad relativa. Este hecho hace que, psicológicamente, muchas personas
desatiendan, por ejemplo, la diferencia entre tener un riesgo bajo de sufrir un infarto o tener
un riesgo alto. El hecho de no haber tenido nunca infarto puede proporcionar la sensación
de una cierta invulnerabilidad ante esta enfermedad. Asimismo, en muchas conductas de

16
riesgo no existen señales anticipatorias o estímulos discriminativos de los problemas que
pueden acarrear y, cuando existen, se puede aprender a desatenderlas, tal como ocurre
con las advertencias que figuran en las cajetillas de tabaco. (Amigo, 2012)

El sistema sanitario y los cambios en las recomendaciones sobre la salud

La propia lógica de nuestro sistema sanitario supone una dificultad añadida para la práctica
de la prevención. Desarrollado sobre el modelo biomédico, su objetivo primordial es el
tratamiento y la curación de la enfermedad, por lo que no es de extrañar que los
profesionales de la salud sean entrenados, fundamentalmente, en el diagnóstico y
tratamiento de enfermedades específicas. Hay, además, reforzadores positivos muy
potentes, como el prestigio, las retribuciones dinerarias o un cierto sentido de competencia
profesional muy ligados a la medicina curativa. Por el contrario, los esfuerzos por la
prevención se acompañan de muy poco reforzamiento.

Desde las instituciones sanitarias y a lo largo de las últimas décadas, se han modificado las
recomendaciones sobre los hábitos saludables lo que ha podido favorecer un cierto clima
de escepticismo sobre el que se justifica lo innecesario de adoptar comportamiento
saludable.

La orientación de la psicología clínica

Si bien el interés por el tema de la prevención ha calado pronto dentro del campo profesional
de la psicología, algunos condicionantes han impedido que dicho interés se traslade de un
modo inmediato a la práctica. En primer lugar, la psicología clínica se ha centrado histórica
y tradicionalmente en el campo de la salud mental, en el cual se abordan problemas
afectivos y emocionales. El interés por la salud física es mucho más reciente y no ha
cuajado en una actividad profesional propia a pesar de disponerse, en problemas muy
concretos, de técnicas más eficaces que la intervención médica.

Por otra parte, al igual que ocurre con la práctica médica, la práctica de la psicología
también se ha entendido como una interacción privada entre el paciente y el clínico. Esta
actitud ha limitado el desarrollo de programas de intervención en escuelas, lugares de

17
trabajo, etcétera. Dentro de estos contextos es donde puede verse más claramente su
utilidad en la promoción de la salud. (Amigo, 2012)

2.3 Comportamiento y prevención

Con el fin de comprender aquellos factores que influyen en los estilos de vida y en la
complejidad de la puesta en marcha de conductas de salud, se han propuesto diversos
modelos.

Modelo de creencias de salud

Uno de los más clásicos es el Modelo de creencias de salud (Rosenstock, Strecher y


Becker, 1980), que concibe a las personas como seres racionales que, guiados por la lógica
tomarán decisiones en función de los resultados que prevean, maximizando sus beneficios
y minimizando los costes de la conducta. Por lo tanto, las personas analizan los pros, los
contras y las consecuencias de sus conductas y toman una decisión. En cualquier caso,
proponen una serie de variables cognitivas sobre la conducta preventiva y la enfermedad
que han mostrado estar relacionadas con la realización de comportamientos de salud.
Sobre la conducta preventiva, las personas tendrán en cuenta:

 Los beneficios esperados: las consecuencias positivas que se prevé conseguir al


llevarla a cabo.

 Las barreras percibidas: la valoración de costes o daños que la persona puede sufrir
por realizar la conducta preventiva.

 El grado de autoconfianza: la autovaloración de la persona sobre sus capacidades


para llevar a cabo la conducta preventiva. (Salmerón, Giménez , & Nieto, 2016)

Sobre la enfermedad, la persona valorará al menos las siguientes dimensiones:

18
 La percepción de riesgo: la probabilidad de que la enfermedad afecte a la persona.

 La vulnerabilidad percibida: el riesgo que la persona estima de sufrir algún daño a


nivel físico, psicológico o social.

 La gravedad percibida: el nivel de daño que la persona estima que podría tener en
cualquier ámbito.

Desde este modelo, por ejemplo, se explica cómo Pedro decidió dejar de consumir tabaco
ocasionalmente cuando sus amigos continuaron haciéndolo, con el fin de prevenir el cáncer
de pulmón. Pedro consideraba que fumar no le reportaba cosas positivas, más allá de
compartir algo con sus amigos y evitar el aburrimiento (beneficios esperados), mientras que
le podría suponer un gasto económico, además de tener problemas de aliento, alguna
discusión con sus padres y causar cáncer de pulmón (barreras percibidas). Además, Pedro
se sentía capaz de hacerlo porque tenía tanto recursos personales suficientes como unas
buenas habilidades sociales y otras técnicas para controlar el aburrimiento (autoconfianza).
Pedro conocía el cáncer de pulmón porque a su tío se lo habían diagnosticado, así que se
dio cuenta del gran impacto que había tenido en la vida de su tío (gravedad) y de que
también él podría estar afectado en algún momento (percepción de riesgo). También le
ayudó considerar que él podría sufrir los mismos daños (vulnerabilidad percibida).
(Salmerón, Giménez , & Nieto, 2016)

Teoría de la acción razonada

Desde una perspectiva más actitudinal, otro de los modelos que intentan predecir el
comportamiento humano, es el de la Teoría de la acción razonada (Ajzen, 1975). Desde
este planteamiento se entiende que las personas llevan a cabo comportamientos como
resultado de una interacción entre factores cognitivos y emocionales, que les conducen a
la intención de realizar una conducta. Es decir, además de las expectativas sobre los
beneficios de realizar la conducta, la persona necesitará sentir un afecto positivo hacia la

19
misma. Como mínimo para que dicha intención se lleve a cabo, la persona conjugará tres
variables:

 La actitud hacia la conducta: la valoración afectiva que la persona hace sobre los
costes y beneficios de la conducta y que genera un estado de ánimo positivo o
negativo.

 La norma subjetiva: cómo creen las personas que su entorno valora esa conducta,
qué piensan que los demás esperan de ellos y en qué medida tienen deseo de
satisfacer las expectativas de los demás.

 La percepción de control: la estimación que la persona hace sobre su competencia


para llevar a cabo la conducta, así como sobre la existencia de posibles factores en
el entorno que dificulten su realización.

Desde esta visión, se explicaría por qué Isabel decidió cuidar su alimentación para prevenir
una posible diabetes. Pensaba que los cambios dietéticos propuestos eran sencillos y
divertidos, además no suponían una gran inversión de tiempo en la cocina. Ciertamente,
tenía que dejar alimentos que le gustaban, pero las nuevas propuestas también le
resultaban agradables, así que sentía un afecto positivo hacia el cambio (actitud). Además,
Isabel sabía que su familia solía comer de manera sana y que esperaban lo mismo de ella,
más todavía, teniendo en cuenta algunos factores de riesgo que había detectado el médico.
A ella le importaba la valoración de su familia y se sentía bien cuando les agradaba (norma
subjetiva). Isabel también consideraba que era capaz de llevarlo a cabo, porque tenía
disponibilidad de alimentos y tiempo suficiente para preparar las comidas. Se consideraba
una persona responsable y constante para llevar a cabo la dieta (percepción de control).
(Salmerón, Giménez , & Nieto, 2016)

Modelo de Albert Bandura

En este entramado de variables, el modelo de Albert Bandura (1987) enfatiza la relevancia


de la socialización y de los modelos de aprendizaje que la persona dispone en el entorno.

20
Desde esta perspectiva también se da importancia a la motivación personal, es decir, el
grado de implicación que se tiene ante una tarea o resultado, así como al papel que las
expectativas juegan en la realización de una conducta y que se desglosan, principalmente,
en tres tipos:

 Expectativa situación-resultado: se valora la posibilidad de que las consecuencias


sean independientes de la conducta. Por ejemplo, en la medida en que una persona
fumadora piense que debido a la contaminación ambiental igualmente tendrá un
cáncer, esto influirá en que deje o no el hábito tabáquico.

 Expectativa acción-resultado: la estimación de que la conducta preventiva podría


repercutir en los resultados. Este sería el caso de una persona que considera que
una alimentación saludable puede ayudarle a prevenir problemas cardiovasculares.

 Expectativa de eficacia: la valoración que la persona hace sobre sus propias


capacidades. Por ejemplo, en la medida en que una persona considera que tiene
habilidades y recursos para dejar el consumo del alcohol.

Desde esta perspectiva, se puede explicar por qué Pablo empezó a practicar ejercicio para
prevenir la hipertensión. Por un lado, consideró que la realización de la actividad física
podría prevenir la aparición del problema (expectativa acción-resultado) y, por el contrario,
pensó que al no hacer nada haría que su riesgo progresara más rápidamente (expectativa
situación-resultado). Además, creía que tenía habilidades suficientes y un estado físico
adecuado para llevarlo a cabo (expectativa de eficacia). (Salmerón, Giménez , & Nieto,
2016)

Modelo transteórico del cambio

Un cambio de enfoque en la concepción de los hábitos comportamentales lo introdujeron


Prochaska, Diclemente y NorCross (1992), con el Modelo Transteoríco del cambio. Desde
su perspectiva, la conducta se propone como un proceso de cambio gradual y no como una
acción concreta y estática. De esta forma, los autores proponen una serie de etapas

21
intermedias, con marcos temporales, por las que las personas atraviesan antes de
incorporar el hábito conductual a su estilo de vida. En concreto, estas etapas son:

 Precontemplación: caracterizada porque las personas no suelen percibir los peligros


o riesgos de sus conductas y no tienen intención de modificarlas, al menos, durante
los próximos seis meses. En la mayoría de los casos, los cambios vienen
favorecidos por estímulos externos y no por motivación intrínseca. En esta etapa,
se encontraría Carlos, un adolescente de 16 años que realiza conductas sexuales
de riesgo, sin percibir las posibles consecuencias, ni tener motivación para el uso
de medidas preventivas. Si usa es porque Pablo, su pareja, le obliga.

 Contemplación: diferenciada porque la persona ya es consciente de que existe un


problema y valora la posibilidad de modificar algo, pero todavía no se compromete
a realizar cambios. Normalmente, las personas en esta etapa suelen hacer un
balance decisional entre los beneficios y los perjuicios de llevar a cabo la conducta,
lo que puede ocupar un lapso de tiempo considerable. Como resultado, se suele
estimar la posibilidad de cambio en los seis meses siguientes. En esta etapa, estaría
Josep, un chico de 35 años que reconoce los riesgos de su vida sedentaria pero
todavía está considerando si realizar o no algún tipo de ejercicio. Por un lado, sabe
que tiene beneficios a nivel físico y psicológico, pero le cuesta esfuerzo y una
inversión de tiempo. En cualquier caso, reconoce que practicar algún ejercicio tiene
más beneficios que perjuicios.

 Preparación: característica porque las personas suelen tomar una decisión para el
cambio e iniciar algunas acciones, durante el mes siguiente, aunque no suelen ser
sistemáticas y constantes. Este sería el caso de Maribel que ha decidido dejar de
fumar y lo ha intentado en un par de ocasiones, aunque sin éxito. También ha leído
un libro y ha bajado un par de aplicaciones para su Smartphone que utiliza de vez
en cuando.

 Acción: caracterizada porque las personas inician el cambio e intentan mantenerlo


desde hace menos de seis meses, aunque todavía no está consolidado el hábito-

22
Este sería el caso de Nacho, que decidió dejar de beber alcohol hace algún tiempo
y, desde hace tres meses, no prueba una gota. De todas formas, todavía le cuesta
resistirse cuando sus amigos le ofrecen algo o quedan para ver el fútbol.
Normalmente, tomaban cervezas mientras veían los partidos.

 Mantenimiento: diferenciada porque la persona ya está realizando la nueva


conducta durante más de seis meses, aunque todavía encuentra resistencias y
dificultades para llevarla a cabo. Este sería el caso de Mara, que cambió sus hábitos
dietéticos tras consultar a un profesional y, desde hace un año, práctica sus nuevos
hábitos nutricionales, aunque en las comidas familiares y en las fiestas le cuesta un
poco más.

 Finalización: definida porque las personas ya se perciben como autoeficaces y son


capaces de llevar a cabo la conducta de manera sistemática, sin obstáculos
notables. Este sería el caso de Rafa, que hace más de un año dejó de fumar y
afronta con éxito las situaciones de riesgo (aburrimiento, estrés, reuniones con los
amigos). Además, se siente capaz de seguir adelante con su decisión por mucho
tiempo.

En la transición a través de estas etapas y en el propio proceso de asimilación de la


conducta, los autores consideran que la recaída forma parte natural de la dinámica de
aprendizaje y no supone un fracaso del cambio, sino una oportunidad para consolidar los
aprendizajes y continuar adelante. Asimismo, indican la necesidad de adaptar las
intervenciones a las distintas etapas del proceso, además de las características individuales
y contextuales de cada caso. (Salmerón, Giménez , & Nieto, 2016)

2.4 Promoción de la salud y prevención de la enfermedad

Parece evidente que el mantenimiento de la salud y la prevención de la enfermedad


suponen un proceso en el que la interacción de variables psicológicas y sociales, además
de físicas, dimensiona el carácter multifactorial de la salud. Esta concepción supera la
comprensión de la enfermedad como un fenómeno puntual y estático que, supeditado a la

23
intervención curativa o paliativa, no justificaría la acción sin la existencia de una patología.
De esta forma la comprensión actual de la salud (desde un modelo biopsicosocial) confiere
la posibilidad de intervenir y prevenir la aparición y complicación de las propias dolencias,
así como de optimizar el proceso de salud en sí mismo. Así pues, a lo largo de un continuo
de intervención, se proponen una serie de marcos de acción que oscilan desde la
potenciación de una situación de salud positiva hasta la mitigación del impacto
biopsicosocial en las fases finales de las enfermedades crónicas. Estos marcos de acción
varían, pues, en la población objeto de atención, así como en el momento de afectación de
la enfermedad, pero asumen un mismo objetivo general: potenciar una mejora de la calidad
de vida de las personas.

En concreto, los cuatro marcos de acción propuestos son:

1. La promoción de salud.
2. La prevención primaria.
3. La prevención secundaria.
4. La prevención terciaria.

El abordaje de la salud resulta un proceso continuo y multifactorial en el que se reconocen


distintos niveles de intervención y diferentes focos de atención. Un proceso en el que se
busca fortalecer los mecanismos por los que las personas adquieren y consolidan los
recursos necesarios para gestionar y mejorar su salud; considerando, a su vez, la
multiplicidad de determinantes biopsicosociales que entran en juego y la relevancia que los
estilos de vida tienen, entre todos ellos, para la consecución de la salud. (Salmerón,
Giménez , & Nieto, 2016)

Promoción de salud

Caracterizada por incluir estrategias que busquen desarrollar fortalezas y recursos


adaptativos en las personas que, estando sanas y disfrutando de su bienestar, podrían
optimizar su calidad de vida y controlar su proceso de salud. Para ello, las acciones se
dirigen a fortalecer habilidades personales, crear entornos saludables y fomentar la
participación e integración comunitaria interviniendo, si es necesario, en los elementos del

24
entorno. Algunos ejemplos integrados en este marco de acción serían los programas
escolares dirigidos a mejorar la alimentación y actividad física en niños y niñas sin
problemas de salud, el fortalecimiento de hábitos saludables en mujeres embarazadas
sanas o un programa para potenciar las variables psicológicas asociadas a la resiliencia en
un colectivo de adolescentes.

Prevención primaria

Su principal interés es evitar la aparición de algún tipo de problema de salud en un colectivo


que podría manifestar algunas variables de riesgo como, por ejemplo, la baja percepción
de riesgo, un entorno desprotegido, inmadurez evolutiva, baja conciencia de enfermedad,
etc. Las líneas de acción se dirigirían básicamente en dos direcciones: la transformación de
factores asociados a la aparición del problema y el aumento de los recursos personales o
conductas saludables para neutralizar su aparición. Algunos de los programas asociados a
este marco de acción serían la prevención de infecciones de transmisión sexual en
población adolescente que practica conductas sexuales de riesgo o la prevención de
burnout (agotamiento) en un colectivo de profesionales sanitarios que trabaja en una unidad
de cuidados intensivos. (Salmerón, Giménez , & Nieto, 2016)

Prevención secundaria

Busca reestablecer los niveles de salud de las personas (o evitar que se generen
situaciones crónicas discapacitantes) a través de la detección temprana de la enfermedad
y la atención de la dolencia en sus primeras fases. De esta forma, se pretende impedir el
avance de una enfermedad incipiente y que podría estar deteriorando la calidad de vida de
la persona. El foco de atención se centra en personas que, por sus características, pueden
estar en situación de enfermedad. Este sería el caso, por ejemplo del cáncer de mama en
mujeres de entre 45 y 65 años con antecedentes familiares y fumadoras. Algunas acciones
dentro de este marco de trabajo serían los programas de detección precoz y aquellos
dirigidos a mejorar la adherencia a los tratamientos, tanto en el aspecto farmacológico como
en aquel relacionado con los estilos de vida. En particular, respecto a los programas de
detección, cabe tener especial cuidado en los criterios establecidos para el riesgo y los
procedimientos de aplicación, con el fin de no generar programas de búsqueda de

25
sospechosos que transgredan los derechos básicos de las personas. Ejemplos de
programas de detección precoz serían aquellos que en el contexto escolar y a través de la
formación de docentes, las escuelas de padres y la psicoeducación con el alumnado,
pretenden detectar la existencia de patrones adictivos de internet. Asimismo, también
formarían parte de este entramado los programas de rehabilitación cardíaca en personas
posinfartadas que no tengan un proceso de enfermedad muy avanzado. Componentes
como la información, el modelado, la reestructuración, la relajación o el fomento de patrones
adaptativos de afrontamiento, formarían parte de estos.

Prevención terciaria

Aparece en la medida en que el proceso de enfermedad ha avanzado y ha generado daños


en la persona a nivel biopsicosocial. Así, se busca prevenir la cronicidad de ciertos procesos
de enfermedad y el deterioro acelerado de la persona intentando promover su autonomía,
asumiendo las propias limitaciones personales y del entorno. En este sentido, las
estrategias van dirigidas al control de los síntomas y al apoyo emocional, así como a
potenciar la fortaleza y las competencias de la persona, su relación con el entorno y la
reconciliación con su historia de vida. En último término, se intenta reconfortar a la persona
en la medida de lo posible para optimizar su calidad de vida. En este marco, son
característicos los programas de rehabilitación para enfermos crónicos, los grupos de apoyo
para familiares de enfermos o acciones de counseling (asesoramiento) para el
afrontamiento al final de la vida. (Salmerón, Giménez , & Nieto, 2016)

2.5 Concepto de salud

La promoción y educación para la salud debe partir de un concepto holístico de salud. La


noción de “holismo” abarca dos tipos de globalidad: a saber, contempla a la persona como
un todo y en un todo. En otras palabras, contempla “al individuo en su totalidad, en su
entorno global”. La siguiente imagen, diseñada por Bruun Jensen en 1994, ilustra este
concepto: los elementos fundamentales son las seis flechas. Cada flecha indica una
influencia determinada.

26
Imagen No. 1.- “Concepto
holístico de salud”. (Escortell ,
y otros, 2009)

La flecha de la casilla
superior, “salud”, hace
referencia a la consideración
de la persona como un todo.
Cuando se trabaja con la
salud de las personas, se pone el acento tanto en la dimensión física como en la psicológica
(incluidos los aspectos mentales y sociales).

La flecha apunta en ambas direcciones, ya que los aspectos físicos y psicológicos no


pueden percibirse aisladamente, sino que, por el contrario, tienen que ser tratados como
estrechamente interrelacionados. Por ejemplo, un desequilibrio psicológico (como el estrés)
incrementará el riesgo de infección, mientras que el bienestar físico y el placer aumenta la

27
resistencia a la enfermedad. Esta es la primera dimensión del concepto holístico.
Considerar a la persona como un todo. (Escortell , y otros, 2009)

Las flechas de las dos casillas verticales tienen que ver con el hecho de considerar a la
persona en un todo. En otras palabras, tienen que ver con los aspectos que afectan a la
salud. Las dos casillas incluyen las dos dimensiones: “estilo de vida” y “condiciones de
vida”.

Las flechas de estas dos casillas y la que apunta a la casilla superior indican que la salud
puede verse afectada por el estilo de vida y por las condiciones de vida. Si queremos
entender el desarrollo del proceso de la salud, deben contemplarse ambas dimensiones.
Además, los efectos de ambas dimensiones pueden influir tanto en la dimensión física de
la salud, como en su dimensión psicológica. Esta es la segunda dimensión del concepto
holístico: considerar a la persona en un todo.

La idea del estilo de vida comprende nuestras actitudes y valores, así como nuestra
conducta en áreas tales como el ejercicio, la dieta, el tabaco, el alcohol y la sexualidad. El
término “condiciones de vida” abarca tanto el ambiente social y físico como el cultural, así
como las estructuras económicas que afectan a la vida de las personas.

La flecha número 4 que va desde “condiciones de vida” a “estilo de vida” indica que el estilo
de vida no es un vago concepto que remite a algo que puede ser modificado
voluntariamente, sino que, por el contrario, el estilo de vida se desarrolla en estrecha
interacción con las condiciones de vida. Así lo expresa el documento de la OMS, Prácticas
saludables para todos: “... el estilo de vida no es una simple decisión individual... Existen
límites a las opciones abiertas al individuo, límites impuestos por el medio social y cultural
y por los medios económicos” (OMS, Salud para todos). (Escortell , y otros, 2009)

El ambiente circundante influye en la salud de dos formas que, en principio, parecen


diferentes. De una forma directa (flecha n° 3), cuando, por ejemplo, la contaminación
atmosférica provoca un aumento de las enfermedades y reduce la calidad de vida en las
áreas urbanas. Pero se convierte en un medio indirecto cuando, por ejemplo, un trabajo
estresante merma toda la energía que debería emplearse en cambiar la conducta, con

28
vistas a introducir nuevas formas de promover la salud, o cuando las influencias
económicas afectan a la elección de alimento.

Las flechas que van de “acción” a “estilo de vida” indican la necesidad de introducir en la
escuela o en cualquier otra institución, un trabajo sistemático para la exploración de las
posibilidades de acción con respecto al estilo de vida y a las condiciones de vida.

En este sentido, es básico, por una parte, que las personas sepan que las condiciones
sociales y vitales afectan a las posibilidades de acción inmediata y, por otra, que sean
conscientes de que ellas pueden ayudar a cambiarlas. (Escortell , y otros, 2009)

2.6 Determinantes de la conducta de salud

De acuerdo con la definición de Kasl y Cobb, las conductas de salud son aquellas conductas
que la persona manifiesta, mientras se encuentra sana, con el propósito de prevenir la
enfermedad. Por lo tanto, la conducta de salud engloba, en palabras de Matarazzo (1984),
«los esfuerzos de las personas por reducir sus patógenos conductuales y practicar
conductas que sirvan como inmunógenos conductuales». No obstante, a este respecto, la
investigación sobre el tema ha mostrado que la práctica de una determinada conducta de
salud no conlleva la práctica de otras, o lo que es lo mismo, que las conductas de salud
mantienen entre sí una débil correlación. La persona que usa el cinturón de seguridad no
tiene por qué implicarse en la práctica de la actividad física.

Existen distintos tipos de variables que parecen determinar en gran medida la conducta de
salud. Desde una perspectiva psicológica, merecen ser destacadas la influencia del
contexto social, la percepción del síntoma, los estados emocionales y las creencias sobre
la salud. (Amigo, 2012)

Contexto social

29
El contexto social de la persona ejerce una notable influencia sobre sus hábitos de salud.
Así, por ejemplo, Gil y Ballester (2002) han observado que los dos mejores predictores del
consumo y abuso del alcohol en los jóvenes lo constituyen que los padres inicien a los niños
con motivo de fiestas o celebraciones y la asunción, por parte del grupo de iguales, de que
el alcohol facilita la diversión. Pero no sólo el contexto social influye en las primeras etapas
de vida. En los adultos, las relaciones sociales influyen decisivamente en el cuidado de la
salud, y contar con una verdadera red de apoyo social es una de las condiciones más
importantes para evitar las conductas de riesgo y promover el comportamiento saludable.

Percepción del síntoma

En el momento en que aparecen algunos síntomas inesperados muchas personas deciden


iniciar un cambio en ciertas conductas de salud. La persona que un día nota que cuando
sube las escaleras llega sin aire arriba, puede decidir iniciar un programa de ejercicio físico.
O un fumador que comienza a toser de modo persistente puede empezar a pensar en dejar
de fumar. En estos casos los síntomas se suelen considerar como una señal de un potencial
problema físico y los cambios que se producen en las conductas de salud constituyen una
manera de reducir el riesgo percibido. Sin embargo, la influencia de estos síntomas suele
ser sólo transitoria, y, de hecho, por ejemplo, el fumador suele retomar el consumo de
tabaco una vez que la tos ha cesado.

Estados emocionales

Los estados emocionales pueden modificar notablemente las conductas de salud. Así, por
ejemplo, el fumador puede llegar muy pronto a encadenar las situaciones de estrés con el
consumo de tabaco como una forma de enfrentarse a dichas situaciones. De hecho,
situaciones de ansiedad o de aburrimiento suelen ser potenciales desencadenantes de la
conducta de fumar. En esta misma línea, se ha observado, dentro de la población joven,
que aquellos que manifiestas unos niveles más altos de estrés, tienen una menor
probabilidad de implicarse en las conductas de salud en general. Asimismo, las personas
adultas que se sienten estresadas tienen más probabilidades de comer más y peor, de
hacer menos ejercicio o fumar más si son fumadores. Por el contrario, un estado de

30
bienestar general induce a implicarse en un mayor número de comportamientos saludables.
(Amigo, 2012)

Creencias sobre la salud

Las creencias que sobre la salud tiene una persona también influyen en sus hábitos.
Cuando se padece una enfermedad es muy probable que el que la sufre desarrolle, sobre
la base de sus conocimientos y experiencia, toda una serie de valoraciones en relación a
los cambios que se van produciendo y que pueden influir notablemente en las conductas
de salud que adopte. Entre los hipertensos, que en general suelen mostrar una baja
adhesión al tratamiento farmacológico, el consumo de la medicación puede quedar
regulado en función de sus excesos en la dieta o de síntomas que atribuyen a la enfermedad
(como el enrojecimiento de la piel), sin que exista una evidencia objetiva de que tales
cambios puedan atribuirse a un incremento de la presión arterial.

Una clase de creencias que puede influir en las prácticas de salud son las relacionadas con
la vulnerabilidad percibida por el propio sujeto. En general, las personas tienden a ver el
futuro de su salud de un modo excesivamente optimista y poco realista. De hecho, cuando
se evalúa la probabilidad de padecer una enfermedad en el futuro, la mayoría cree tener
una probabilidad muy por debajo de la media de padecer alguna alteración física. Todo lo
cual constituye una importante barrera psicológica de cara a modificar los hábitos de salud.

Además, las creencias sobre la bondad de determinados comportamientos en la salud no


garantizan la puesta en práctica de dichos comportamientos. Muchas personas están
convencidas de que dejar de fumar o hacer ejercicio físico puede mejorar su salud; sin
embargo, no son capaces de incluir esas conductas dentro de sus hábitos de vida. Las
creencias sobre lo que lleva a la salud se tornan así en condiciones necesarias, pero no
suficientes para el desarrollo de un estilo de vida saludable. (Amigo, 2012)

2.6 Mantenimiento de la salud

31
Los avances científicos y tecnológicos conseguidos durante los últimos años no han
conseguido hacer frente a las llamadas enfermedades “del progreso”. Entre estas
enfermedades de la civilización tenemos: el cáncer por causas ambientales, los
fallecimientos relacionados con el hábito de fumar, el alcoholismo, los accidentes de
circulación, laborales y del hogar, la drogadicción y uso abusivo de medicinas, las
enfermedades mentales y el SIDA.

Todas ellas están claramente asociadas a los estilos de vida y a los factores
medioambientales. Esto ha originado un interés creciente hacia la promoción y educación
para la salud y hacia el estudio de los factores condicionantes de ésta.

Al mismo tiempo que ha evolucionado la patología, también lo ha hecho el concepto de


salud, que ha dejado de ser considerado como la ausencia de enfermedad para adquirir un
significado holístico, integrador, a pesar de la dificultad que entraña encontrar una definición
aceptada por todos, ya que la salud tiene innumerables variables que pueden afectar al
hombre en cualquiera de sus dimensiones: física, psicológica, social o espiritual. (Escortell
, y otros, 2009)

Los factores que condicionan la salud, el bienestar de las personas son de diversa índole:
económica, educativa, política, ambiental, sanitaria, social, cultural, etc.

Señalan los profesores Sáez Crespo, Arroyo y del Rey, que las principales causas de
mortalidad, enfermedad e invalidez pueden reducirse previniendo las seis categorías de
conductas de riesgo que comienzan en la edad escolar:

 El uso del tabaco.


 Las conductas que producen accidentes y violencia.
 El consumo de bebidas alcohólicas y otras drogas.
 La dieta inadecuada.
 El sedentarismo.
 La conducta sexual que conduce al embarazo precoz y enfermedades de
transmisión sexual. (Escortell , y otros, 2009)

32
Dentro del contexto de la promoción de la salud, ésta ha sido considerada no como un
estado abstracto sino como un medio para llegar a un fin, como un recurso que permite a
las personas llevar una vida individual, social y económicamente productiva.

La salud es un recurso para la vida diaria, no el objetivo de la vida. Se trata de un concepto


positivo que acentúa los recursos sociales y personales, así como las aptitudes físicas.

Asimismo, la salud no está exclusivamente ligada al saber de la Medicina. Los sanitarios


poseen una parte importante de ese saber, pero no el único. Los determinantes de la salud
nos amplían no solo las ciencias que pueden contribuir a ésta sino también los campos de
acción en educación para la salud en la sociedad actual. Cada vez están adquiriendo más
protagonismo los profesionales expertos en “Pedagogía de la Salud”.

El modelo de asistencia sanitaria centrado en un modelo biomédico ha dado paso a un


modelo de colaboración intersectorial de salud. (Escortell , y otros, 2009)

Actividades de aprendizaje de la unidad II

1. Investigación sobre prevención.


2. Participa en el foro: “Prevención de la enfermedad y promoción de la salud”.
3. Soluciona el cuestionario de recapitulación del contenido temático de la unidad II.

UNIDAD III
TRATAMIENTO DE LA ENFERMEDAD

33
Objetivo de la unidad: analiza el proceso que hace la psicología de la salud para ayudar
a las personas que ya han enfermado para afrontar con éxito su nueva situación y seguir el
régimen del tratamiento.

3.1 Enfermedad

Se denomina enfermedad al proceso y a la fase que atraviesan los seres vivos cuando
padecen una afección que atenta contra su bienestar al modificar su condición ontológica
de salud. Esta situación puede desencadenarse por múltiples razones, ya sean de carácter
intrínseco o extrínseco al organismo con evidencias de enfermedad.

El término proviene del latín “infirmitas” que significa “falto de firmeza” y consiste en un
proceso que acaece a un ser vivo y altera su estado normal de salud.

En lenguaje cotidiano, la enfermedad es entendida como una idea opuesta al concepto de


salud: es aquello que origina una alteración o rompe la armonía en un individuo, ya sea a
escala molecular, corporal, mental, emocional o espiritual. (Pérez & Gardey, 2012)

La ciencia que estudia las enfermedades se llama Patología, y una de sus partes es la
Etiología, que trata de definir las causas de la enfermedad. Estas causas pueden ser de
naturaleza muy variada: agentes físicos (mecánicos, radiaciones, electricidad, frío o calor),
químicos (ácidos), biológicos (bacterias, virus, hongos, protozoos o helmintos), sociales
(marginación) y pueden actuar de forma aislada o en conjunto, tener un carácter adquirido
o congénito, el cual, a su vez, puede deberse a alteraciones durante el desarrollo
embrionario o ser anomalías genéticas que se transmiten con carácter hereditario.
Por su parte, la Semiología es la parte de la Medicina que estudia los signos y los síntomas
que muestran las patologías. Las manifestaciones objetivas –que se pueden ver o medir a
través de la exploración física, de las radiografías, del análisis de laboratorio, etc.- son las
que llamamos signos, y las subjetivas, no evidenciables –como el dolor, la astenia u otras
sensaciones- son las que denominamos síntomas.

34
Los seres vivos, a lo largo del tiempo, se ven sometidos a múltiples estímulos externos o
internos que pueden causar variaciones en su estructura y/o función. Los organismos
intentan adaptarse, pero a veces surge la enfermedad. Su aparición depende del estímulo
(de la naturaleza de éste, pero, sobre todo, de la intensidad y de la manera en la que actúa)
y del individuo (predisposición y reacción del organismo con base en su edad, sexo, raza,
ambiente, estilos de vida, constitución, etcétera). Es posible clasificar las enfermedades de
muy diversas formas, por ejemplo, teniendo en cuenta el órgano afectado, la causa o
etiología, el tipo de lesión anatómica que presentan o la evolución (aguda o crónica).
(Portillo , Portillo , & Rodrigo, 2009)

Aunque resulta difícil formular una definición precisa de enfermedad, podemos decir que:

La enfermedad es la respuesta del organismo frente a alteraciones que afectan al equilibrio


de la persona, tanto intraorgánico (al equilibrio intraorgánico lo denominamos homeostasis)
como orgánico ambiental (que es el equilibrio en la relación entre el individuo y el medio en
el que vive), y que produce una desviación en sentido no beneficioso.

El entorno de la enfermedad

Hoy en día, se acepta que la cultura aporta ciertas creencias sobre la enfermedad o sobre
las maneras de expresarla, si bien esta influencia puede ser mayor o menor. Cuando el
trastorno es grave y con clara base biológica, su presentación es semejante en todas las
culturas, en cambio, cuando la alteración es más leve, son mayores las diferencias
interculturales. También nos encontramos con que hay lenguas que no tienen palabras para
definir algunos estados, sobre todo emocionales, o culturales que explican la causa de la
enfermedad de formas muy distintas, así, por ejemplo, es frecuente que en sociedades
primitivas se atribuyan a causas mágicas o determinados ambientes y situaciones.

En conclusión, parece que la misma enfermedad se entiende según las creencias y valores
de los distintos grupos humanos y se presentan grandes variaciones en su significado
social, en la interpretación de los síntomas, en la búsqueda de ayuda, en los métodos
diagnósticos o en cómo son los tratamientos. (Portillo , Portillo , & Rodrigo, 2009)

35
3.2 El enfermo y la enfermedad

La enfermedad provoca cambios, supone una sobrecarga y, por tanto, produce ansiedad,
de modo que la persona necesita un tiempo para adaptarse y afrontarla.

Según Parsons, primer autor que hablo del rol de enfermo, en las sociedades occidentales
éste presenta las siguientes características:

 Desviación de la norma social. La mayoría de los individuos se encuentran sanos,


de modo que estar enfermo es una situación que se sale de lo habitual, de lo normal.

 Disfuncional. La enfermedad es negativa para la persona porque le hace más


indefensa y necesitada y, además, es perjudicial para el grupo porque altera la
función del conjunto.

 Limitado en el tiempo. Se busca que la enfermedad dure lo menos posible debido a


su carácter anormal y a la afectación funcional que supone. Por eso, la sociedad
desarrolla mecanismos para recuperar rápidamente la salud y para inspeccionar la
enfermedad (control de bajas laborales).

 Corroborado por los profesionales. La comunidad no reconoce a una persona como


enferma porque ella lo afirme, sino que debe ser diagnosticada por los profesionales
de la salud.

 Aceptable. La enfermedad se considera socialmente aceptable y se establecen una


serie de derechos y deberes asociados al estatus de enfermo. Los principales
derechos son:

36
o Exención de obligaciones. Se le descarga de sus responsabilidades
sociales, especialmente para el trabajo (también para declarar ante la
justicia, participar en mesas electorales, etcétera).

o Exención de culpa. Se admite que la condición de enfermo es involuntaria,


por eso queda absuelto de toda responsabilidad o culpa y se acepta que
deben ser cuidados por otros: la familia o los poderes públicos tienen la
obligación de hacerse cargo de ellos.

o Estar informado. El enfermo tiene derecho a estar informado sobre la


enfermedad, sobre los posibles tratamientos y los efectos secundarios y a
decidir la estrategia a seguir a la hora de recibir cuidados. Este papel activo
del enfermo supone que el profesional debe adoptar una postura menos
autoritaria y más negociadora.

Los principales deberes son:

o Consultar con expertos. Se espera que el paciente busque ayuda para


abandonar su enfermedad, para ello, consultará con los profesionales
sanitarios, a los que la sociedad ha otorgado la autoridad para confirmar el
estado de salud o enfermedad del individuo.

o Colaborar en su recuperación. El enfermo no deseará la enfermedad y está


obligado a buscar su rápido restablecimiento, de modo que la sociedad
espera que ponga todo de su parte para recuperarse. Algunos incumplen
este deber, hay enfermos que no buscan su curación porque no reconocen
su enfermedad (como ciertos enfermos psiquiátricos) o porque encuentran
en ella algún beneficio (así no tienen que ir a un trabajo que no les gusta,
por ejemplo). (Portillo , Portillo , & Rodrigo, 2009)

3.3 Afrontamiento de la enfermedad

37
Las acciones y pensamientos que se utilizan para adaptarse a la situación de enfermedad
y a sus consecuencias son muy variadas. Así, distinguimos varios tipos de afrontamiento:

 Centrados en la enfermedad o en la emoción. En los afrontamientos centrados en


la enfermedad, se buscarían todas las ayudas técnicas posibles y los centrados en
la emoción se dirigirían más a controlar las emociones negativas (ansiedad,
depresión, etcétera).

 Cognitivos frente a conductuales. Hay quien se limita a los pensamientos


(cognitivos), de modo que se dedica a esperar que las cosas cambien, otros, en
cambio, siguen conductas buscando soluciones.

 Activos frente a pasivos. Algunos intervienen de manera directa y activa para


disminuir el problema. Por el contrario, en los afrontamientos pasivos, se limitan a
evitar las consecuencias desagradables sin poner de su parte. Por ejemplo, un
obeso que controla la dieta y hace ejercicio frente a otro que sólo toma pastillas para
adelgazar.

 Atencionales frente a evitativos. Hay personas que atienden en los síntomas que
presenta la enfermedad (por ejemplo, se dan un masaje en la zona dolorida), y otras
evitan pensar o actuar ante la enfermedad (distraen la atención con otras cosas).
(Portillo , Portillo , & Rodrigo, 2009)

Lo más importante es distinguir si es un afrontamiento adaptativo o no adaptativo:

 Los afrontamientos adaptativos serán aquellos que ayuden a disminuir el malestar


del individuo, lo cual, depende de él, de las circunstancias, del momento, etc. Los
principales afrontamientos adaptativos son:

38
o Estrategias activas. Buscan soluciones y se informan sobre su problema. Si
se comportan así, parece que sufren menos depresiones y se recuperan
mejor.

o Estrategias de distracción de la atención. Se desvía la atención del dolor o


de la molestia, lo cual parece bastante efectivo si el malestar no es muy
intenso. Se puede hacer de distintas maneras: mediante relajación,
imaginería, realizando actividades de ocio o socialización.

 Los afrontamientos no adaptativos son estrategias que no conducen a la


recuperación de la salud, ni disminuyen el malestar y, además, empeoran la calidad
de vida. Son afrontamientos no adaptativos:

o Culpar a otros o autoculpabilizarse de la enfermedad.

o Catastrofizar. Los pensamientos son siempre negativos, los sujetos se


ponen en lo peor, creen que nunca van a mejorar, que no lo pueden soportar,
etc.

o Manipular. Controlar a los demás, sobre todo a los allegados, con el fin de
obtener una ganancia secundaria.

o Buscar llamar la atención. Que estén pendientes de ellos, que sean el centro
de atención.

o Disminuir las actividades. Disminuyen las actividades físicas, se vuelven


inactivos, pasivos y dependientes.
o Aislarse de la gente. Evitan actividades sociales y de ocio que son
necesarias para la salud psicológica del individuo. (Portillo , Portillo , &
Rodrigo, 2009)

Uno de los aspectos que más nos interesa es el afrontamiento de la ansiedad asociada a
la enfermedad. Hay circunstancias que afectan en este sentido:

39
 Circunstancias de la enfermedad

o Intensidad. Existen más dificultades de adaptación cuanto más grave y


limitante sea la enfermedad.

o Reversibilidad. Un proceso reversible es más fácil de asumir que uno


crónico.

o Rapidez. En una enfermedad que aparece de repente, no hay tiempo de que


aparezcan mecanismos adaptativos.

o Anticipación. La sospecha de enfermedad hace más tolerable su


confirmación.

o Significado social. Es frecuente ver que la sociedad discrimina a las


personas con ciertas enfermedades, lo que generará más ansiedad.

o Tipo de tratamiento: si la terapia es más agresiva, se aceptará peor.

 Circunstancias del paciente

o Sexo y edad. La respuesta no es la misma en un niño que en un adulto.

o Vulnerabilidad: las características particulares del individuo, como su


personalidad, su autoestima, su motivación o sus recursos personales
determinarán la forma en la que se enfrente al estrés que supone enfermar.
o Experiencias previas. Si se han tenido vivencias anteriores positivas o
negativas, se afrontará la enfermedad con mejor o peor disposición.

o Apoyo social. El entorno actúa ayudando o dificultando la adaptación del


paciente. Si cuenta con un apoyo social, los efectos negativos serán
menores.

40
o Implicaciones. Si una persona es músico de profesión y pierde audición, se
adaptará peor que si es pintor. También influirá lo que suponga de ruptura
en su vida (la enfermedad se aceptará mal si se está en un momento de
éxito que se ve interrumpido, en cambio, si está atravesando dificultades,
puede que sea incluso una solución).

o Relaciones sociales y familiares. El rol y la posición del paciente, en las


relaciones sociales y familiares, determinan su aceptación de la enfermedad
(“Yo no puedo estar enferma, porque entonces, ¿quién cuidará de mis
hijos?”).

o Situación laboral y económica. Se tolera peor la enfermedad si aparecen


problemas laborales (pérdida de trabajo), disminuyen los ingresos
(trabajadores autónomos) o se tienen dificultades para asumir los gastos
(porque el tratamiento sea caro).

o Religiosos. Las creencias, sean de la religión que sean, facilitan una mejor
aceptación de la enfermedad.

 Circunstancias de la organización del sistema sanitario

o Cuando la disponibilidad, los recursos, las condiciones asistenciales, las


infraestructuras, etc. son de buena calidad, aportan mayor seguridad y
mejoran el afrontamiento.

o Las características de los profesionales, su preparación, la confianza y la


buena actitud del equipo sanitario repercuten, sin duda, en una respuesta
más positiva por parte del enfermo. (Portillo , Portillo , & Rodrigo, 2009)

3.4 Aplicación de la psicología en el proceso salud-enfermedad

41
La preocupación de la disciplina psicológica en relación con los temas de salud se orientó
históricamente al estudio y tratamiento de la salud y las enfermedades mentales. Sin
embargo, desde los años 60 la Psicología empezó a ocuparse del proceso salud-
enfermedad en su dimensión más amplia y comenzó a hacer aportes a un campo
tradicionalmente exclusivo del discurso médico.

“La preocupación de la disciplina psicológica en relación con los temas de salud se orientó
históricamente al estudio y tratamiento de la salud y las enfermedades mentales…” (Díaz,
2010)

El psicólogo cubano Francisco Morales Calatayud, lo conceptualiza de la siguiente manera:

Se puede considerar que la Psicología de la salud es la rama aplicada de la


psicología que se dedica al estudio de los componentes subjetivos y de
comportamiento del proceso salud-enfermedad y de la atención en salud. [...] Le
interesa el estudio de aquellos procesos psicológicos que participan en la
determinación del estado de salud, en el riesgo de enfermar, en la condición de
enfermedad y en la recuperación, así como las circunstancias interpersonales que
se ponen de manifiesto en la prestación de los servicios de salud, lo que se expresa
en el plano práctico en un amplio modelo de actividad que incluye acciones útiles
para la promoción de la salud, la prevención de las enfermedades, la atención de
los pacientes enfermos y personas con secuelas, y para la adecuación de los
servicios de salud a las necesidades de los que los reciben.

Con base en esta referencia, es importante detenernos en cuatro aspectos fundamentales


para discernir las distintas perspectivas de trabajo de las que se ocupa la Psicología de la
salud:

 En términos generales, se destaca el interés de este campo en investigar e


intervenir sobre los aspectos psíquicos que inciden en el proceso salud-enfermedad
que se asume como multicausado.

42
 Se ocupa la Psicología de la salud de la atención psicológica de los pacientes
enfermos o con secuelas de alguna enfermedad, con base en la premisa de que
los factores psíquicos tienen incidencia en el origen y la evolución de la enfermedad,
y en la forma como el sujeto enfrente la experiencia de estar enfermo.

 Le interesa a esta rama de la Psicología aplicada el área denominada de la “salud


positiva”; la cual plantea que los factores psíquicos y sociales inciden en el
mantenimiento de la salud y propone una mirada, que, desde el estudio psicológico,
apoye los procesos de promoción de la salud y prevención de las enfermedades.

 Este campo se ocupa, además de los aspectos anteriores, del estudio de los
factores psíquicos que intervienen en los vínculos entre los sujetos que hacen parte
de las acciones en salud. Se reconoce entonces que en el campo de la salud juegan
un papel importante, no sólo los aspectos psíquicos y sociales de los pacientes
enfermos y de las poblaciones que son objeto de las campañas de promoción y
prevención, sino también la subjetividad de los profesionales que se desempeñan
en esta área. (Díaz, 2010)

A partir de estos aspectos básicos, enunciaremos a continuación las dos áreas generales
del trabajo que el psicólogo puede desempeñar en el campo de la salud para pasar a
desarrollar con mayor profundidad los aspectos psíquicos que inciden en tres situaciones
específicas de este campo de la Psicología aplicada.
Se propone que el psicólogo de la salud puede desempeñarse en dos grandes áreas de
trabajo:

 La atención primaria, con énfasis en la promoción de la salud y la prevención de las


enfermedades.

 La atención secundaria en los hospitales y centros de rehabilitación.

Con respecto a la atención primaria, se propone el abordaje de temas prioritarios en cada


momento del ciclo vital: salud de los niños, salud de los adolescentes, salud reproductiva,

43
salud de los adultos y salud de los adultos mayores, frente a los cuales el profesional de la
psicología debe desarrollar estudios y diseñar intervenciones orientadas fundamentalmente
al trabajo de carácter reflexivo y educativo que fomente, desde la perspectiva psicológica,
la participación y la autogestión de la comunidad en sus procesos de salud. (Díaz, 2010)

Con respecto a la atención psicológica en los centros de atención secundaria en salud,


como los hospitales y centros de rehabilitación, los antecedentes muestran que hasta antes
de los años 70, los servicios de Psicología de los hospitales se concentraban en la atención
de los pacientes psiquiátricos. Sin embargo, dice Morales (1999) que a partir de esa década
se reconoce que:

En la causalidad de todas las enfermedades en general hay, en mayor o menor


grado, elementos de carácter psicológico. En todas están presentes estados
emocionales, comportamientos y valoraciones acerca de la condición patológica, las
limitaciones que lleva aparejada, las exigencias de los procedimientos diagnósticos
y terapéuticos, el pronóstico y el impacto para la vida futura. Cada paciente
presentará entonces su propia respuesta a la enfermedad en la que se pone de
manifiesto no sólo las características regulares de la misma como hecho biológico,
sino también, y, sobre todo, las del sujeto como persona actuando en una situación
específica.

En la atención secundaria, se propone que los psicólogos de la salud deben estar


integrados a las distintas unidades hospitalarias y hacer parte de los equipos
multidisciplinarios que tratan a los pacientes que son atendidos en ellas. En términos
generales, el trabajo del psicólogo en estas instituciones se orienta hacia las siguientes
acciones:

 La recepción de las interconsultas médico-psicológicas y la asistencia directa de los


pacientes enfermos y las familias que son atendidos en los distintos servicios
clínicos y quirúrgicos de la institución hospitalaria.

44
 El trabajo investigativo, educativo y reflexivo que involucre a los estudiantes y
profesionales de las distintas áreas de la salud, acerca de los aspectos psicológicos
que inciden en el proceso salud-enfermedad y en el vínculo asistencial.

 La participación en los equipos multidisciplinarios que estudian las situaciones de


los pacientes enfermos y toman las decisiones sobre las intervenciones que sean
necesarias.

 La acción institucional que involucra, entro otros, los temas de la satisfacción o


insatisfacción de los pacientes y los trabajadores de la salud con los servicios que
son ofrecidos por la institución. (Díaz, 2010)

La psicología de la salud es el productor de una nueva forma de pensamiento en salud que


considera la dimensión psicosocial en el proceso salud-enfermedad en los niveles
conceptual, metodológico y en la organización de los servicios de atención a la población.
Ha sido un resultado natural de las propias limitaciones del modelo biomédico, del fracaso
de los sistemas sanitarios con una concepción restrictiva y descontextualizadora de la salud
y de la posibilidad que se abre cada vez más de comprender cómo las variables sociales y
personales mediatizan este proceso.

Cada vez el ámbito de la psicología de la salud abarca nuevas áreas; sin embargo, desde
el punto de vista convencional, las siguientes son las principales áreas de aplicación:

a. Promoción y acrecentamiento de la salud.

 Información y educación sanitaria (creencias y actitudes, comportamiento y


responsabilidad individual en la salud).

 Control de variables actitud – motivaciones y afectivo emocionales


(ansiedad, estrés, depresión, hostilidad).

45
 Potenciación de recursos de protectores y de resistencia (amor, afecto,
amistad, alegría, optimismo).

 Generación de hábitos y estilos de vida sanos (descanso adecuado y


disfrutar del ocio, alimentación, higiene, sexo, familia, no consumo de
sustancias dañinas, actividad física, sanitarios).

 Aprendizaje de competencias y habilidades básicas (relajación, autocontrol,


solución de problemas, comunicación, búsqueda de apoyo social).

 Participación en la salubridad ambiental (cuidado del ambiente).

 Participación política y ciudadana (uso adecuado de los servicios de salud,


elección d la mejor política de salud.

b. Prevención.

 Control de variables actitud – motivacionales y afectivo emocionales de


riesgo (ansiedad, estrés, depresión, hostilidad).

 Modificación de las conductas y hábitos de riesgo.


 Modificación de las condiciones patógenas e insalubres del medio (polución,
contaminación, hacinamiento, ruido, tóxicos, virus, miserias).

 Detección e intervención precoz ante los problemas (o prevención


secundaria).

 Disminución del impacto de la enfermedad y prevención de recaídas (o


prevención terciaria).

c. Evaluación, tratamiento y rehabilitación de trastornos específicos.

46
 Problemas cardiovasculares, trastornos de la presión arterial, ritmo cardíaco,
problemas coronarios, periféricos, sistema nervioso central, neuro-
musculares, gastrointestinales, control de esfínteres, renales, oftalmológicos
y visuales, endocrinos, inmunitarios, ginecológicos, sexuales, alimentarios,
lenguaje/habla y voz, sueño, adicciones, dolor crónico, cáncer terminal.

d. Análisis y mejora del sistema de atención sanitaria.

 Análisis de la atención de la salud.


 Mejora del sistema.
 Educación a usuarios para el uso adecuado del sistema sanitario.

e. Formación de profesionales, paraprofesionales y tareas de gestión.

La psicología de la salud debe incluir la intervención psicológica en todos los momentos de


evolución de la enfermedad. No es casual que los psicólogos se internen cada vez más en
intervenciones psicosociales que pretenden la sustitución de comportamientos de riesgo
por conductas de protección, en acciones dirigidas a mejorar el cumplimiento sistemático
de las prescripciones médicas, a la optimización del descanso y el manejo del estrés vital,
al incremento del apoyo social, familiar y comunitario, a la atención de la invalidez y en la
rehabilitación, en toda una serie de campos que tienen a la atención primaria y hospitalaria
como escenario. Se trabaja también, por elevar cada vez más la eficacia de la intervención
psicológica. (Ángel & Rivas, s/f)

3.5 Reacción psicológica ante la enfermedad

Debemos tener en cuenta que cada enfermo es distinto y reaccionará a su manera, pero
podemos encontrar un patrón que se repite en casi todas las personas enfermas: se
muestran preocupadas, ansiosas o, incluso, deprimidas. Este desasosiego lleva, en
ocasiones, a desarrollar conductas desorganizadas o inadaptadas. En algunos momentos
aparece la negación, especialmente si les han diagnosticado de una enfermedad grave.

47
Los principales efectos psicológicos de la enfermedad, presentes en mayor o menor
medida, son:

 Invalidez. La limitación para realizar las actividades habituales lleva a los pacientes
a desarrollar una cierta dependencia de los demás.

 Malestar. Debido a las molestias o dolores.

 Desesperación. Ven que no pueden seguir con su vida normal, y esto les genera
impaciencia, especialmente si la recuperación es lenta.

 Agresividad. Sienten la enfermedad como una amenaza que les puede producir la
muerte o pérdidas, tanto biológicas como sociales o laborales.

 Absorción por el cuerpo. La atención se centra en el cuerpo y en sus


manifestaciones, y es todo lo que les preocupa. Suele producir reacciones
hipocondríacas.

 Soledad. Sienten que los demás no pueden entender totalmente lo que están
sufriendo (soledad de la incomprensión) y, además, porque abandonan su rol
normal y su vida social (soledad social).

 Anomalía. No pueden hacer lo que venían haciendo o lo que hacen los que les
rodean, así que se encuentran anómalos. Tienden a marginarse.

 Coartada. Convierten la enfermedad en un recurso que les permite ciertos


beneficios y eludir responsabilidades y deberes.

 Egocentrismo. El pensamiento se centra en ellos y en su problema.

48
 Regresión infantil: se vuelven dependientes, sobre todo con la familia, pero también
con el personal que les atiende. (Portillo , Portillo , & Rodrigo, 2009)

Actividades de aprendizaje de la unidad III

1. F.O.D.A. sobre la aplicación de la psicología en el proceso salud-enfermedad.


2. Participa en el foro: “La psicología en el tratamiento de la enfermedad”.
3. Soluciona el cuestionario de recapitulación del contenido temático de la unidad III.

Bibliografía y fuentes consultadas

Amigo, V. I. (2012). Manual de psicología de la salud. Madrid: Ediciones Pirámide.


Ángel, Y. G., & Rivas, A. R. (s/f). www.ilustrados.com. Recuperado el 22 de Mayo de
2019, de Aplicaciones de la psicología de la salud en el proceso de salud -
enfermedad: http://www.ilustrados.com/tema/12797/Aplicaciones-psicologia-salud-
proceso-salud-enfermedad.html
conceptodefinicion.de. (s/f). Recuperado el 16 de Mayo de 2019, de Definición de salud
integral: https://conceptodefinicion.de/salud-integral/
Díaz, F. L. (Junio de 2010). pepsic.bvsalud.org. Recuperado el 22 de Mayo de 2019, de
La psicología de la salud: antecedentes, definición y perspectivas:
http://pepsic.bvsalud.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2145-
48922010000100005

49
Escortell , M., Hernando, S., Limón, M., López-Barajas, Z., Ortega , N., Perea, Q., &
Pérez, G. (2009). Promoción y educación para la salud. Tendencias innovadoras.
España: Ediciones Díaz de Santos.
Pérez, P. J., & Gardey, A. (2012). definicion.de. Recuperado el 21 de Mayo de 2019, de
Definición de enfermedad: https://definicion.de/enfermedad/
Portillo , R., Portillo , R., & Rodrigo, R. (2009). Promoción de la salud y apoyo psicológico
al paciente. España: Macmillan Profesional.
Salmerón, S., Giménez , G., & Nieto, L. (2016). La promoción de la salud. Claves para su
práctica. Barcelona: Editorial UOC.

50

También podría gustarte