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Ministerio Público de la Defensa - Defensoría
General de la Nación
Defensa Pública: garantía de acceso a la justi-
cia, 1ª ed.- Buenos Aires: Defensoría General
de la Nación, 2008.
672 p. 23 x 16 cm.
ISBN 978-987-22522-1-2
1. Derecho.
CDD 340
I.S.B.N. 978-987-22522-1-2
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M P M
lo define como “un acto (único o reiterado) u omisión que causa daño
o aflicción a la persona y que se produce en cualquier relación donde
exista un expectativa de confianza”.
En los últimos años la sociedad ha comenzado a tomar conciencia
de esta atrocidad oculta. Y aunque con frecuencia se cargan las tintas
sobre el maltrato doméstico (como si fuese más ignominioso que el
institucional), la importancia de este último no puede subestimarse.
Una de sus raíces está en la baja calidad de las democracias de
países no desarrollados como el nuestro, donde la escisión entre el
concepto de “derechos” y el de su respectivo ejercicio genera la ficción
de igualdad entre los ciudadanos (cuando en realidad sólo son “igua-
les” aquellos que tienen la disponibilidad material para ejercerlos).
Ocurre que la sodomización del derecho a la economía ha llevado
a generalizar el maltrato sobre los sectores de población que han su-
frido los ajustes económicos. Tal es el caso de nuestros Adultos Mayo-
res, quienes han dejado de ser “sujetos de consumo” para pasar a ser
“objetos a ser consumidos” según el criterio del mercado.
Es en este marco que se dan los abandonos o vejaciones que sufre
el viejo en su entorno convivencial, ya sea a manos de cuidadores in-
formales (familiares, vecinos) o profesionales.
Al respecto, la ONU ha señalado que la principal forma de mal-
trato a las personas mayores es la relacionada con la privación del
ejercicio de los derechos fundamentales y la falta de igualdad de
oportunidades, es decir, la imposibilidad de acceso a la sanidad, el
analfabetismo, la falta de libertad, la carencia o insuficiencia de las
pensiones. Vale la pena señalar que esto debería ser tomado o muy en
cuenta cuando se “juzgan” con ligereza ciertos comportamientos de
cuidadores informales (que, en multitud de casos, requieren conoci-
mientos e insumos en lugar de censura y castigos).
En otras palabras, podríamos decir, parafraseando a Bertold Bre-
cht, “como hemos demostrado no poder mejorar la hipocresía debe-
mos de una vez por todas decir la verdad”. Y esta verdad develará el
maltrato generalizado que se ejerce sobre los integrantes de una so-
ciedad que ha sido abandonada por el Estado a manos del mercado.
De ahí la necesidad de recuperar al primer cuidador institucional que
es ese Estado para luego, a la vez, ayudar a ese solidario cuidador in-
formal que muchas veces no hace demasiado bien las cosas porque,
en definitiva, es tan víctima como a quien cuida.
(2) Malos Tratos en Personas Mayores: Marco Ético, pág. 2. b, España 2002.
432 Eugenio Luis Semino
Esto remite a uno de los ejes del cuadro actual. ¿Quiénes son los
delincuentes que están actuando? “No son como los de antes”, dicen
los vecinos. Es que hasta hace unos años aparecían en su accionar
frenos inhibitorios ante ciertas prácticas. Por ejemplo, pegarle a una
viejita era mal visto hasta por los propios delincuentes y no lo pasaba
bien en cárcel quien lo hiciera.