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17/10/2019 Campus virtual de la Universidad Mahanaim - Universidad Internacional Mahanaim - FIE - FILOSOFIA DE LA EDUCACION

Objetivo
El alumno explicará cómo se construye el conocimiento y diferenciará sus tipos.
El hombre, teorizándose como la humanidad, no actúa directamente sobre las cosas. Siempre hay un
intermediario, un instrumento entre él y sus actos. Esto también sucede cuando crea ciencia, cuando investiga
científicamente, no es posible hacer un trabajo científico sin conocer sus elementos. Y éstos se constituyen en
una serie de términos y conceptos que deben ser claramente distinguidos; de conocimientos con respecto a las
actividades cognoscitivas que no siempre entran en la constitución de la ciencia; de procesos metodológicos que
deben ser alcanzados para llegar a un modelo científico y, finalmente, es preciso vestirse de espíritu científico.
A partir de esta perspectiva, Bochenski afirma: “Nuestras posibilidades de conocimiento, son con mucho,
trágicamente pequeñas. Sabemos muy poco, o aquellos que sabemos, lo sabemos la mayoría de las veces,
superficialmente, sin gran certeza. La mayor parte de nuestro conocimiento es solamente probable. Existen
certezas absolutas, incondicionadas, pero éstas son raras.”19
¿Qué es conocer? Es una relación establecida entre el sujeto (hombre o mujer) que conoce y el objeto conocido.
En el proceso del conocimiento, el sujeto se apropia, en cierta forma, del objeto conocido.
Si la apropiación es física, sensible, por ejemplo: la representación de una onda luminosa, de un sonido; lo que
causa es una modificación de un órgano corporal del sujeto cognoscente, se tiene entonces un conocimiento
sensible. Tal tipo de conocimiento se encuentra tanto en la humanidad como en los animales; si la representación
no es sensible –ocurre con diversas realidades tales como los conceptos, las verdades, los principios y las leyes–,
se obtiene un conocimiento intelectual.
El conocimiento siempre implica una dualidad de realidades: de un lado, el sujeto cognoscente y, del otro, el
objeto conocido, que es poseído, en cierta manera, por el sujeto cognoscente. El objeto conocido puede, a veces,
ser parte del sujeto que conoce. Se puede uno conocer a sí mismo, se puede conocer y explorar y reflexionar
acerca de sus pensamientos. El pensamiento es conocimiento intelectual.
Mediante el conocimiento, la humanidad penetra las diversas áreas de la realidad para tomar posesión de ella.
Ahora bien, la propia realidad presenta niveles y estructuras diferentes en su constitución. Así, a partir de un
ente, un hecho o fenómeno aislado, se puede ascender hasta situarlo dentro de un contexto más complejo: ver su
significado y función, su naturaleza aparente y profunda, su origen, su finalidad, su subordinación a otros entes.
En fin, su estructura fundamental, con todas las implicaciones que de ello resultan.
Esta complejidad de lo real, objeto de conocimiento, dictará necesariamente diferentes formas de apropiación
por parte del sujeto cognoscente. Estas formas proveerán los diversos niveles de conocimientos según el grado
de comprensión del conocimiento, y la consiguiente posesión más o menos eficaz de la realidad, tomando en
cuenta el área o estructura considerada.
Al ocuparse, por ejemplo, del hombre, se le puede considerar en su aspecto externo y aparente, decir una serie de
cosas dictadas por el sentido común o insinuadas por la experiencia diaria. Desde otro enfoque, se le puede
estudiar con espíritu más serio, investigando experimentalmente las relaciones existentes entre ciertos órganos y
sus funciones. Pero, se puede ir más lejos, por conducto de la formulación de preguntas en cuanto a su origen, su
libertad y su destino. Finalmente, se puede investigar lo que fue dicho del hombre por Dios, mediante los
documentos históricos existentes.
Se tienen, así, cuatro especies de consideraciones sobre la misma realidad, el hombre, y, en consecuencia, el
investigador se está moviendo en cuatro niveles de conocimiento. Tratamiento idéntico puede darse a otros
objetos de investigación. Se distingue, entonces, según sea el caso:
Conocimiento empírico.
Conocimiento científico.
Conocimiento filosófico.
Conocimiento teológico.
Primero, se explicará el conocimiento empírico, también llamado vulgar, es precisamente el conocimiento
popular, obtenido por azar, luego de innumerables tentativas. Es ametódico y asistemático.
El hombre común, sin formación, tiene conocimiento del mundo material exterior en el cual se halla incluido y
de un cierto número de personas, sus semejantes, con quienes convive. Los ve en el momento presente, se
acuerda de ellos, prevé lo que podrán hacer y ser en el futuro. Tiene conciencia de sí mismo, de sus ideas,
tendencias y sentimientos. Cada cual se aprovecha de la experiencia ajena. Mediante el lenguaje, los
conocimientos se transmiten de una persona a otra, de una generación a otra.
Por medio del conocimiento empírico, el hombre común conoce los hechos y su orden aparente, tiene
explicaciones concernientes a las razones de ser de las cosas y de la humanidad. Todo ello obtenido mediante
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experiencias cumplidas al azar, sin método; por conducto de investigaciones personales realizadas al calor de las
circunstancias de la vida; u obtenido del saber de otros y de las tradiciones de la colectividad.
No obstante, el conocimiento científico va más allá del empírico: por medio del proceso de análisis científico;
del fenómeno, se conocen las causas y leyes que lo rigen. Es totalmente metódico.
Conocer verdaderamente, es conocer por las causas y sus efectos. Por ejemplo, saber que un cuerpo cae; que el
agua sube en un tubo en cual se ha inducido un vacío; etc., no constituye conocimiento científico. Sólo lo será, si
se explican tales fenómenos relacionándolos con sus principios teorías, postulados y leyes.

Conocemos una cosa de manera absoluta, dice Aristóteles, cuando sabemos cuál es la causa que la produce y el
motivo por el cual no puede ser de otro modo; esto es saber por demostración. Por eso, la ciencia se reduce a la
demostración. De ahí las características del conocimiento científico:
1) Es cierto, porque sabe explicar los motivos con certeza, lo que no ocurre con el pensamiento empírico.
2) Es general, es decir, la ciencia, partiendo de lo individual, busca en el conocimiento lo que tiene en común
con los demás de la misma especie.
3) Es metódico, sistemático. El sabio no ignora que los seres y los hechos están ligados entre sí por ciertas
relaciones. Su objetivo es encontrar y reproducir este encadenamiento. Lo alcanza por medio del conocimiento
de las leyes y principios. Por eso, la ciencia constituye un sistema, Asociado a estas características, también son
propiedades de la ciencia: la objetividad, el desinterés y el espíritu crítico.
Se puede decir que la ciencia es un sistema de proposiciones rigurosamente demostradas, constantes, generales,
ligadas entre sí por las relaciones de subordinación relativas a los seres, hechos y fenómenos de la experiencia.
Es un conocimiento apoyado en la demostración y en la experimentación. La ciencia sólo acepta lo que ha sido
probado.
El conocimiento filosófico se distingue del científico por el objeto de investigación y por el método. El objeto de
las ciencias son los datos próximos, inmediatos, perceptibles por los sentidos o por los instrumentos, pues,
siendo de orden material y físico, son por eso susceptibles de experimentación. El objeto de la filosofía está
constituido por realidades inmediatas (no perceptibles por los sentidos), las cuales, por ser de orden
suprasensible (intangible), traspasan la experiencia.
El orden natural del procedimiento es, sin duda, partir de los datos materiales y sensibles (ciencia), para elevarse
a los datos de orden metaempírico, no sensibles, razón última de la existencia de los entes en general (filosofía).
Se parte de lo concreto material hacia lo concreto supramaterial, de lo particular a lo universal.
En la acepción clásica, la filosofía estaba considerada como la ciencia de las cosas por sus causas supremas.
Modernamente, se prefiere hablar del filosofar, el filosofar es un interrogatorio constante (como las dudas de un
niño cuando piensa su mundo: ¿y por qué me persigue la luna?, ¿y por qué el sol brilla?, ¿y por qué la tierra es
redonda?, ¿y por qué es de día?, ¿y a dónde se fue el sol?, etc.), un continuo cuestionar sobre sí y sobre la
realidad. La filosofía no es algo hecho, acabado. La filosofía es una búsqueda constante de sentido, de
justificación, de posibilidades, de interpretación al respecto de todo aquello que rodea al hombre y sobre todo al
hombre mismo, en su existencia concreta.
Filosofar es preguntar, la interrogación parte de la curiosidad. Ésta es innata. Se renueva constantemente, pues
surge cuando un fenómeno nos revela alguna cosa de un objeto y al mismo tiempo, nos sugiere lo oculto, el
misterio. Éste impulsa al hombre a buscar el descubrimiento del misterio. Se ve así como la interrogación
solamente nace del misterio, que es lo oculto en cuanto sugerido. La filosofía se traiciona a sí misma y degenera
cuando es puesta en fórmulas.
Dos son las actitudes que se pueden tomar frente al misterio. La primera, es intentar penetrar en él con el
esfuerzo personal de la inteligencia. Así, mediante la reflexión y el auxilio de instrumentos, se procura obtener el
conocimiento que será científico o filosófico.
La segunda actitud consistirá en aceptar explicaciones de alguien que ya tiene develado el misterio. Implicará
siempre una actitud de fe respecto al conocimiento revelado, el cual surge cuando, sobre algo oculto o un
misterio, hay alguien que lo manifiesta y alguien que pretende conocerlo.
Se entiende por misterio todo lo que es oculto en cuanto provoca la curiosidad y lleva a la búsqueda. El misterio
es lo oculto en cuanto sugerido. Puede estar ligado a datos de la naturaleza, de la vida futura, de la existencia de
lo absoluto, para mencionar apenas algunos ejemplos.

Aquel que recibe la manifestación tendrá fe humana, si el revelador es algún hombre, y tendrá fe teológica, si es
Dios el revelador.
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La fe teológica siempre está ligada a una persona que revela a Dios. Para que esto acontezca, es necesario que la
persona que conoce a Dios y que vive el misterio divino lo revele al hombre. Afirmar, por ejemplo, que tal
persona es Cristo, equivale a explicitar un conocimiento teológico.
El conocimiento revelado –relativo a Dios– aceptado por la fe teológica, constituye el conocimiento teológico.
Es aquel conjunto de verdades a las cuales los hombres llegan, no con el auxilio de su inteligencia, sino
mediante la aceptación de los datos de la revelación divina. Se vale, de modo especial, del argumento de
autoridad.
Son los conocimientos adquiridos por medio de los libros sagrados y aceptados racionalmente por los hombres,
después de haber pasado por la crítica de los hechos allí narrados y comprobados por los signos que los
acompañan, que se reviste de autenticidad y de verdad. Pasan tales verdades a ser consideradas como fidedignas
y por tal razón son aceptadas. Esto se cumple con base en la ley suprema de la inteligencia: aceptar la verdad
venga de donde viniere, en tanto que sea legítimamente adquirida.

ACTIVIDAD DE APRENDIZAJE
1. Observar de forma individual cómo adquirió sus conocimientos y visualizar el tipo
de conocimiento que surgió a partir de esa construcción

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