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CONSTRUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO: CONOCIMIENTO DEL SENTIDO COMÚN

Y CONOCIMIENTO CIENTÍFICO
OBJETIVO
Fortalecemos los valores de complementariedad y reciprocidad en diferentes espacios de aprendizaje
activa y comunitaria, mediante la reflexión, el pensamiento crítico y propositivo en la discusión sobre
los saberes y conocimientos del sentido común y conocimiento científico y la ciencia, para producir
conocimientos propios y pertinentes orientados a transformar la práctica educativa.

El hombre, teorizándose como la humanidad, no actúa directamente sobre las cosas. Siempre hay un
intermediario, un instrumento entre él y sus actos. Esto también sucede cuando crea ciencia, cuando
investiga científicamente, no es posible hacer un trabajo científico sin conocer sus elementos. Y éstos se
constituyen en una serie de términos y conceptos que deben ser claramente distinguidos; de conocimientos
con respecto a las actividades cognoscitivas que no siempre entran en la constitución de la ciencia; de
procesos metodológicos que deben ser alcanzados para llegar a un modelo científico y, finalmente, es
preciso vestirse de espíritu científico.

¿Qué es conocer? Es una relación establecida entre el sujeto (hombre o mujer) que conoce y el objeto
conocido. En el proceso del conocimiento, el sujeto se apropia, en cierta forma, del objeto conocido.

Si la apropiación es física, sensible, por ejemplo: la representación de una onda luminosa, de un sonido; lo
que causa es una modificación de un órgano corporal del sujeto cognoscente, se tiene entonces un
conocimiento sensible. Tal tipo de conocimiento se encuentra tanto en la humanidad como en los
animales; si la representación no es sensible –ocurre con diversas realidades tales como los conceptos, las
verdades, los principios y las leyes–, se obtiene un conocimiento intelectual.

El conocimiento siempre implica una dualidad de realidades: de un lado, el sujeto cognoscente y, del otro,
el objeto conocido, que es poseído, en cierta manera, por el sujeto cognoscente. El objeto conocido puede,
a veces, ser parte del sujeto que conoce. Se puede uno conocer a sí mismo, se puede conocer y explorar y
reflexionar acerca de sus pensamientos. El pensamiento es conocimiento intelectual.

Mediante el conocimiento, la humanidad penetra las diversas áreas de la realidad para tomar posesión de
ella. Ahora bien, la propia realidad presenta niveles y estructuras diferentes en su constitución. Así, a
partir de un ente, un hecho o fenómeno aislado, se puede ascender hasta situarlo dentro de un contexto
más complejo: ver su significado y función, su naturaleza aparente y profunda, su origen, su finalidad, su
subordinación a otros entes. En fin, su estructura fundamental, con todas las implicaciones que de ello
resultan.

Esta complejidad de lo real, objeto de conocimiento, dictará necesariamente diferentes formas de


apropiación por parte del sujeto cognoscente. Estas formas proveerán los diversos niveles de
conocimientos según el grado de comprensión del conocimiento, y la consiguiente posesión más o menos
eficaz de la realidad, tomando en cuenta el área o estructura considerada.

Se tienen, así, cuatro especies de consideraciones sobre la misma realidad, el hombre, y, en consecuencia,
el investigador se está moviendo en cuatro niveles de conocimiento. Tratamiento idéntico puede darse a
otros objetos de investigación. Se distingue, entonces, según sea el caso:

 Conocimiento empírico.
 Conocimiento científico.
 Conocimiento filosófico.
 Conocimiento teológico.
Primero, se explicará el conocimiento empírico, también llamado vulgar, es precisamente el conocimiento
popular, obtenido por azar, luego de innumerables tentativas. Es ametódico y asistemático.

El hombre común, sin formación, tiene conocimiento del mundo material exterior en el cual se halla
incluido y de un cierto número de personas, sus semejantes, con quienes convive. Los ve en el momento
presente, se acuerda de ellos, prevé lo que podrán hacer y ser en el futuro. Tiene conciencia de sí mismo,
de sus ideas, tendencias y sentimientos. Cada cual se aprovecha de la experiencia ajena. Mediante el
lenguaje, los conocimientos se transmiten de una persona a otra, de una generación a otra.

Por medio del conocimiento empírico, el hombre común conoce los hechos y su orden aparente, tiene
explicaciones concernientes a las razones de ser de las cosas y de la humanidad. Todo ello obtenido
mediante experiencias cumplidas al azar, sin método; por conducto de investigaciones personales
realizadas al calor de las circunstancias de la vida; u obtenido del saber de otros y de las tradiciones de la
colectividad.

No obstante, el conocimiento científico va más allá del empírico: por medio del proceso de análisis
científico; del fenómeno, se conocen las causas y leyes que lo rigen. Es totalmente metódico.

Conocer verdaderamente, es conocer por las causas y sus efectos. Por ejemplo, saber que un cuerpo cae;
que el agua sube en un tubo en cual se ha inducido un vacío; etc., no constituye conocimiento científico.
Sólo lo será, si se explican tales fenómenos relacionándolos con sus principios teorías, postulados y leyes.

Conocemos una cosa de manera absoluta, dice Aristóteles, cuando sabemos cuál es la causa que la
produce y el motivo por el cual no puede ser de otro modo; esto es saber por demostración. Por eso, la
ciencia se reduce a la demostración. De ahí las características del conocimiento científico:

1. Es cierto, porque sabe explicar los motivos con certeza, lo que no ocurre con el
pensamiento empírico.

2. Es general, es decir, la ciencia, partiendo de lo individual, busca en el conocimiento lo que


tiene en común con los demás de la misma especie.

3. Es metódico, sistemático. El sabio no ignora que los seres y los hechos están ligados entre sí
por ciertas relaciones. Su objetivo es encontrar y reproducir este encadenamiento. Lo
alcanza por medio del conocimiento de las leyes y principios. Por eso, la ciencia constituye
un sistema, Asociado a estas características, también son propiedades de la ciencia: la
objetividad, el desinterés y el espíritu crítico.

Se puede decir que la ciencia es un sistema de proposiciones rigurosamente demostradas, constantes,


generales, ligadas entre sí por las relaciones de subordinación relativas a los seres, hechos y fenómenos de
la experiencia. Es un conocimiento apoyado en la demostración y en la experimentación. La ciencia sólo
acepta lo que ha sido probado.

El conocimiento filosófico se distingue del científico por el objeto de investigación y por el método. El
objeto de las ciencias son los datos próximos, inmediatos, perceptibles por los sentidos o por los
instrumentos, pues, siendo de orden material y físico, son por eso susceptibles de experimentación. El
objeto de la filosofía está constituido por realidades inmediatas (no perceptibles por los sentidos), las
cuales, por ser de orden suprasensible (intangible), traspasan la experiencia.

El orden natural del procedimiento es, sin duda, partir de los datos materiales y sensibles (ciencia), para
elevarse a los datos de orden metaempírico, no sensibles, razón última de la existencia de los entes en
general (filosofía). Se parte de lo concreto material hacia lo concreto supramaterial, de lo particular a lo
universal.

En la acepción clásica, la filosofía estaba considerada como la ciencia de las cosas por sus causas
supremas. Modernamente, se prefiere hablar del filosofar, el filosofar es un interrogatorio constante (como
las dudas de un niño cuando piensa su mundo: ¿y por qué me persigue la luna?, ¿y por qué el sol brilla?,
¿y por qué la tierra es redonda?, ¿y por qué es de día?, ¿y a dónde se fue el sol?, etc.), un continuo
cuestionar sobre sí y sobre la realidad. La filosofía no es algo hecho, acabado. La filosofía es una
búsqueda constante de sentido, de justificación, de posibilidades, de interpretación al respecto de todo
aquello que rodea al hombre y sobre todo al hombre mismo, en su existencia concreta.

Filosofar es preguntar, la interrogación parte de la curiosidad. Ésta es innata. Se renueva constantemente,


pues surge cuando un fenómeno nos revela alguna cosa de un objeto y al mismo tiempo, nos sugiere lo
oculto, el misterio. Éste impulsa al hombre a buscar el descubrimiento del misterio. Se ve así como la
interrogación solamente nace del misterio, que es lo oculto en cuanto sugerido. La filosofía se traiciona a
sí misma y degenera cuando es puesta en fórmulas.

Dos son las actitudes que se pueden tomar frente al misterio. La primera, es intentar penetrar en él con el
esfuerzo personal de la inteligencia. Así, mediante la reflexión y el auxilio de instrumentos, se procura
obtener el conocimiento que será científico o filosófico.

La segunda actitud consistirá en aceptar explicaciones de alguien que ya tiene develado el misterio.
Implicará siempre una actitud de fe respecto al conocimiento revelado, el cual surge cuando, sobre algo
oculto o un misterio, hay alguien que lo manifiesta y alguien que pretende conocerlo.

Se entiende por misterio todo lo que es oculto en cuanto provoca la curiosidad y lleva a la búsqueda. El
misterio es lo oculto en cuanto sugerido. Puede estar ligado a datos de la naturaleza, de la vida futura, de
la existencia de lo absoluto, para mencionar apenas algunos ejemplos.

Aquel que recibe la manifestación tendrá fe humana, si el revelador es algún hombre, y tendrá fe
teológica, si es Dios el revelador.

La fe teológica siempre está ligada a una persona que revela a Dios. Para que esto acontezca, es necesario
que la persona que conoce a Dios y que vive el misterio divino lo revele al hombre. Afirmar, por ejemplo,
que tal persona es Cristo, equivale a explicitar un conocimiento teológico.

El conocimiento revelado –relativo a Dios– aceptado por la fe teológica, constituye el conocimiento


teológico. Es aquel conjunto de verdades a las cuales los hombres llegan, no con el auxilio de su
inteligencia, sino mediante la aceptación de los datos de la revelación divina. Se vale, de modo especial,
del argumento de autoridad.

Son los conocimientos adquiridos por medio de los libros sagrados y aceptados racionalmente por los
hombres, después de haber pasado por la crítica de los hechos allí narrados y comprobados por los signos
que los acompañan, que se reviste de autenticidad y de verdad. Pasan tales verdades a ser consideradas
como fidedignas y por tal razón son aceptadas. Esto se cumple con base en la ley suprema de la
inteligencia: aceptar la verdad venga de donde viniere, en tanto que sea legítimamente adquirida.
Bibliografía.

 Epistemología y Educación José Gabriel Zamudio Gómez


 Epistemología y Educación: Andrés Días Genís, Marina Camejo
Actividades de aprendizaje
 Realizar lectura comprensiva
 Reflexionar la realidad a partir del contenido leído
 Graficar mapa conceptual, tomando en cuenta las ideas principales del contenido.
Nota.
Enviar: el trabajo hasta el día lunes 18 del presente mes.

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