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El conocimiento y sus niveles

El hombre no actúa directamente sobre las cosas. Siempre hay un


intermediario, un instrumento entre él y sus actos. Esto también acontece
cuando hace ciencia, cuando investiga científicamente. No es posible hacer
un trabajo científico sin conocer los instrumentos. Y éstos se constituyen en
una serie de términos y conceptos que deben ser claramente distinguidos, de
conocimientos con respecto a las actividades cognoscitivas que no siempre
entran en la constitución de la ciencia, de procesos metodológicos que deben
ser seguidos para llegar a resultados de corte científico y, finalmente es
preciso imbuirse del espíritu científico.

“Nuestras posibilidades de conocimiento, son con mucho, trágicamente


pequeñas. Sabemos muy poco, y aquello que sabemos, lo sabemos la
mayoría de las veces, superficialmente, sin gran certeza. La mayor parte de
nuestro conocimiento es solamente probable. Existen certezas absolutas,
incondicionadas, pero estas son raras".

¿Qué es conocer? Es una relación que se establece entre el sujeto que


conoce y el objeto conocido. En el proceso del conocimiento, el sujeto se
apropia, en cierta forma, del objeto conocido.

Si la apropiación es física, sensible, por ejemplo, la representación de una


onda luminosa» de un sonido, lo que causa una modificación de un órgano
corporal del sujeto cognoscente, se tiene un conocimiento sensible. Tal
tipo de conocimiento se encuentra tanto en los hombres como en los
animales; si la representación no es sensible, lo que ocurre con realidades
tales como los conceptos, las verdades, los principios y las leyes, se tiene
entonces un conocimiento intelectual.

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El conocimiento siempre implica una dualidad de realidades: de un lado, el
sujeto cognoscente y, del otro, el objeto conocido, que es poseído, en
cierta manera, por el sujeto cognoscente. El objeto conocido puede, a
veces, hacer parte del sujeto que conoce. Se puede uno conocer a sí
mismo, se puede conocer y pensar en sus pensamientos.

El pensamiento es conocimiento intelectual, puesto que mediante el


conocimiento, el hombre penetra las diversas áreas de la realidad para
tomar posesión de ella. Ahora bien, la propia realidad presenta niveles y
estructuras diferentes en su constitución. Así, a partir de un ente.

Un hecho o fenómeno aislado se puede ascender hasta sustituirlo dentro


de un contexto más complejo, ver su significado y función, su
naturaleza aparente y profunda, su origen, su finalidad, su
subordinación a otros entes, en fin, su estructura fundamental, con todas
las implicaciones que de ello resultan.

Esta complejidad de lo real, objeto de conocimiento dictará


necesariamente formas diferentes de apropiación por parte del sujeto
cognoscente. Estas formas darán los diversos niveles de conocimiento
según el grado de penetración del conocimiento y consiguiente posesión
más o menos eficaz de la realidad, tomando en cuenta el arca o estructura
considerada.

Al ocuparse, por ejemplo, del hombre, puede considerarse en su aspecto


externo y aparente y decir una serie de cosas dictadas por el buen sentido
o insinuadas por la experiencia diaria; se puede estudiarlo con espíritu
más serio, investigando experimentalmente las relaciones existentes entre
ciertos órganos y sus funciones: se pueden también formular preguntas en
cuanto a su origen, su libertad y su destino.; y, finalmente, se puede
investigar lo que fue dicho del hombre por Dios a través de los profetas y
de su enviado, Jesucristo.
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Se tienen así cuatro especies de consideraciones sobre la misma realidad,
el hombre, y, en consecuencia, el investigador se está moviendo en cuatro
niveles diferentes de conocimiento. Tratamiento idéntico puede darse a
otros objetos de investigación.

Se diferencia, entonces, según el caso:

A) Conocimiento empírico,
B) Conocimiento científico,
C) Conocimiento filosófico,
D) Conocimiento teológico.

El conocimiento empírico

El conocimiento empírico, también llamado vulgar, es el conocimiento


popular, obtenido por azar, luego de innumerables tentativas. Es
ametódico y asistemático. El hombre común, sin información, tiene
conocimiento del mundo material exterior en el cual se halla inserto y de
un cierto número de hombres, sus semejantes, con los cuales convive. Los
ve en el momento presente, se acuerda de ellos, prevé lo que podrán
hacer y ser en el futuro.

Tiene conciencia de sí mismo, de sus ideas, tendencias y sentimientos.


Cada cual se aprovecha de la experiencia ajena. Mediante el lenguaje, los
conocimientos se transmiten de una persona a otra, de una generación a
otra.

A través del conocimiento empírico, el hombre común conoce los hechos y


su orden aparente, tiene explicaciones concernientes a las razones de ser
de las cosas y de los hombres, todo ello logrado a través de experiencias
cumplidas al azar, sin método y mediante investigaciones personales
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cumplidas al calor de las circunstancias de la vida; o válido del saber de
otros y de las tradiciones de la colectividad; e, incluso, extraído de la
doctrina de una religión positiva.

El conocimiento científico

El conocimiento científico no va más allá del empírico: por medio de él,


transciende el fenómeno, se conocen las causas y las leyes que lo rigen.

Es metódico.

Conocer verdaderamente, es conocer por las causas. Por ejemplo, saber


que un cuerpo abandonado a sí mismo cae, que el agua sube en un tubo
en el que se ha hecho el vacío, etc. no constituye conocimiento científico,
sólo lo será si explican tales fenómenos relacionándolos con sus causas y
con sus leyes.

Conocemos una cosa de manera absoluta, dice Aristóteles, cuando


sabemos cuál es la causa que la produce y el motivo por el cual no puede
ser de otro modo; esto es saber por demostración: por eso, la ciencia se
reduce a la demostración.

De ahí que las características del conocimiento científico sean:

1. Es cierto, porque sabe explicar los motivos de esta certidumbre, lo que


no ocurre con el empírico.

2. Es general, es decir, conoce en lo real lo que tiene de más universal,


válido para todos los casos de la misma especie. La ciencia, partiendo de
lo individual, busca en él lo que tiene en común con los demás de la
misma especie.

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3. Es metódico y sistemático. El sabio no ignora que los seres y los hechos
están ligados entre sí por ciertas relaciones. Su objetivo es encontrar y
reproducir este encadenamiento. Y este objetivo lo alcanza por medio del
conocimiento de las leyes y principios. Por eso, la ciencia constituye un
sistema.

Además, son elementos característicos de la ciencia la objetividad, el


desinterés y el espíritu crítico.

Se puede decir que la ciencia es un sistema do proposiciones


rigurosamente demostradas, constantes, generales, ligadas entre sí
portas relaciones de subordinación relativas a los seres, hechos y
fenómenos de la experiencia.

Es un conocimiento apoyado en la demostración y en la experimentación.


La ciencia sólo acepta lo que ha sido probado. Sigue el método
experimental con sus diversos procesos de los cuales nos ocuparemos
adelante.

Antecedentes del Método Científico

Las ciencias, en el estado en que se encuentran actualmente, son el


resultado de tentativas ocasionales, inicialmente, y de investigaciones
cada vez más metódicas y científicas, en las etapas posteriores.

La ciencia es una de las pocas realidades que puede llegar a las


generaciones venideras. Los hombres de cada período histórico asimilan
los resultados científicos de las generaciones anteriores, desenvuelven y
amplían algunos aspectos nuevos.

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Del doble elemento de una época, lo mutable y lo último es acumulativo y
progresivo. Aquellos elementos que constituyen buena parte de la ciencia
y que son la parte efímera y transitoria, como ciertas hipótesis y teorías,
se pierden en el tiempo y conservan, cuanto más cierto es el interés
histórico de éstas.

También es preciso señalar, que cada época elabora sus teorías según el
nivel de evolución en que se encuentra, sustituyendo las antiguas que
pasan a ser consideradas como superadas y anacrónicas. Lo que
permitió a la ciencia llegar al nivel actual fue un núcleo de técnicas de
orden práctico, los hechos empíricos y las leyes que forman el elemento
de continuidad y que ha venido siendo perfeccionado y ampliado a lo
largo de la historia del “homo sapiens”.

La ciencia, en los modelos en los cuales se presenta hoy, es


relativamente reciente. Sólo en la edad moderna de la historia adquirió el
carácter científico que exhibe hoy. Pero ya, desde la iniciación de la
humanidad, se encuentran los primeros trazos rudimentarios de
conocimientos y técnicas que luego constituirán la ciencia.

La revolución científica, propiamente dicha, se registra en los siglos XVI y


XVII con Copérnico, Bacon y su método experimental, Galileo, Descartes
y otros. Todo descubrimiento ocasional y empírico de técnicas y
conocimiento referentes al universo, a naturaleza, los hombres, desde los
antiguos babilonios y egipcios, la contribución al espíritu creado griego
sintetizado y ampliado por Aristóteles, las investigaciones hechas en la
época de las conquistas, prepararon el surgimiento del método científico y
el espíritu de objetividad que va a caracterizar la ciencia a partir del siglo
XVI, antes de forma vacilante y ahora de modo riguroso.

Años después, en el siglo XVIII, el método experimental se perfecciona y


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se aplica en nuevas áreas. Se desarrolla el estudio de la química, de la
biología, surge un conocimiento más objetivo de la estructura y funciones
de los organismos vivos. Surgen datos nuevos relativos a la evolución, el
átomo, a la luz, a la electricidad, al magnetismo, a la energía.

Finalmente, en el siglo XX, la ciencia, con sus métodos objetivos y


exactos, desarrolla investigaciones en todos los frentes del mundo físico y
humano, obteniendo un grado de precisión sorprendente no sólo en el
campo de la navegación espacial y de los trasplantes, sino también en los
más variados sectores de la realidad.

Esa evolución de las ciencias, tiene, sin duda, como eje impulsor, los
métodos e instrumentos de investigación, aliados con el espíritu científico,
perspicaz, riguroso y objetivo.

Este capítulo que fue preparado a lo largo de la historia, se impone ahora,


de una manera inexorable, a todos cuantos pretenden conservar el
legado científico del pasado y ampliar, además, sus fronteras.

El conocimiento filosófico

El conocimiento filosófico se distingue del científico por el objeto de


investigación y por el método. El objeto de las ciencias son los datos
próximos, inmediatos, perceptibles por los sentidos o por los
instrumentos, pues, siendo de orden material y físico, son por eso
susceptibles de experimentación (método científico experimental). El
objeto de la filosofía está constituido por realidades inmediatas, no
perceptibles por los sentidos, las cuales, por ser de orden suprasensible,
traspasan la experiencia (método racional).

El orden natural del procedimiento es, sin duda, a partir de los datos
materiales y sensibles (ciencia), para elevarse a los datos de orden
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metaempírico, no sensibles, razón última de la existencia de los entes en
general (filosofía). Se parte de lo concreto material hacia lo concreto
supramaterial, de lo particular a lo universal.

En la aceptación clásica, la filosofía estaba considerada como la ciencia


de las cosas por sus causas supremas. Modernamente, se prefiere hablar
del filosofar. El filosofar es un interrogar, un continuo cuestionar sobre sí y
sobre la realidad.

La filosofía no es algo hecho, acabado. La filosofía es una búsqueda


constante de sentido, de justificación, de posibilidades, de interpretación
al respecto de todo aquello que rodea al hombre y sobre el hombre
mismo, en su existencia concreta.

Filosofar es preguntar. La interrogación parte de la curiosidad. Esta es


innata. Se renueva constantemente, pues surge cuando un fenómeno nos
revela alguna cosa de un objeto y al mismo tiempo nos sugiere lo oculto,
es decir el misterio. Este impulsa al hombre a buscar el descubrimiento
del misterio. Se ve así como la interrogación solamente nace del misterio,
que es lo oculto en cuanto sugerido o velado.

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Oportunamente Jaspers, en su Introducción a la filosofía coloca la esencia
de la filosofía en la búsqueda del saber y no en su posesión. La filosofía se
traiciona a sí misma y degenera cuando es puesta en fórmulas. La
experiencia provee una multitud de impresiones y opiniones. Se adquieren
conocimientos científicos y técnicos en las más variadas áreas. Se tienen
aspiraciones y preocupaciones de las más diversas.

La filosofía procura reflexionar sobre este saber, se interroga sobre él, lo


problemática. Filosofar es interrogar principalmente por los hechos y
problemas que circundan al hombre concreto, inserto en su contexto
histórico.

Este contexto cambia a través de los tiempos, lo que explica el


dislocamiento de temas de reflexión filosófica. Es claro que algunos
temas permanecen en la historia como el propio hombre: ¿Cuál es el
sentido del hombre y de la vida?, ¿Existe o no lo absoluto?, ¿Hay
libertad? Entre tanto, el campo de reflexión se amplia más en nuestros
días.

La filosofía procura comprender la realidad en su contexto más universal,


No da soluciones definitivas para un gran número de interrogantes.
Habilita, pues, al hombre en el uso de sus facultades para ver mejor el
sentido de la vida concreta.

El conocimiento teológico

Dos son las actitudes que se pueden tomar frente al misterio. La primera,
es intentar penetrar en él con el esfuerzo personal de la inteligencia.
Mediante la reflexión y el auxilio de instrumentos, se procura obtener el
conocimiento que será científico o filosófico.

La segunda actitud consistirá en aceptar explicaciones de alguien que ya


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tiene develado el misterio. Implicará siempre una actitud de fe frente al
conocimiento revelado.

Este conocimiento revelado ocurre cuando, sobre algo oculto o un


misterio, hay alguien que lo manifieste y alguien que pretende conocerlo.

Se entiende por misterio todo lo que es oculto en cuanto provoca la


curiosidad y lleva a la búsqueda. El misterio es lo oculto en cuanto
sugerido.

Puede estar ligado a datos de la naturaleza, de la vida futura, de la


existencia de lo absoluto, para mencionar apenas algunos ejemplos.

Aquél que manifiesta lo oculto es el revelador. Podrá ser el propio hombre


o Dios. Aquél que recibe la manifestación tendrá fe humana, si el
revelador es algún hombre, y tendrá fe teológica, si es Dios el revelador.
La fe teológica siempre está ligada a una persona que revela a Dios.

Para que esto acontezca, es necesario que la persona que conoce a Dios
y que vive el misterio divino lo revele al hombre. Afirmar, por ejemplo, que
tal persona es Cristo, equivale a explicitar un conocimiento teológico. El
conocimiento revelado –relativo a Dios- aceptado por la fe teológica,
constituye el conocimiento teológico.

El conocimiento teológico, es aquel conjunto de verdades a la cuales los


hombres llegan, no con el auxilio de su inteligencia, sino mediante la
aceptación de los datos de la revelación divina. Se vale, de modo
especial, del argumento de autoridad.

Son los conocimientos adquiridos a través de los libros sagrados y


aceptados racionalmente por los hombres, después de haber pasado por
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la crítica histórica más exigente. El contenido de la revelación, hecha la
crítica de los hechos allí narrados y comprobados por los signos que los
acompañan, se reviste de autenticidad y de verdad aceptadas.

Esto se cumple con base en la ley suprema de la inteligencia: aceptar la


verdad venga de donde viniere, en tanto que sea legítimamente
adquirida.

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Los tres niveles del conocimiento

“Que quede claro de una vez por todas, hay muchas cosas que no quiero
saber,
la sabiduría marca límites, incluso al conocimiento”.

Friedrich Nietzsche

Raúl Rojas nos plantea que el ser humano puede captar un objeto en tres
diferentes etapas y, al mismo tiempo, por medio de tres diferentes niveles
íntimamente vinculados, es decir, por medio de un nivel descriptivo, un
segundo nivel conceptual y un tercer nivel teórico. El conocimiento
descriptivo consiste en captar un objeto por medio de los sentidos; tal es
el caso de las imágenes captadas por medio de la vista.

Gracias a ella podemos almacenar en nuestra mente las imágenes de las


cosas, con color, figura y dimensiones. Los ojos y los oídos son los
principales sentidos utilizados por el ser humano.

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En segundo lugar tenemos el conocimiento conceptual (también llamado


empírico, con el riesgo de muchas confusiones, dado que la palabra
empirismo se ha utilizado hasta para hablar de hallazgos a prueba de
ensayo y error). En este nivel no hay colores, dimensiones ni estructuras
universales como es el caso del conocimiento descriptivo. Intuir un objeto
significa captarlo dentro de un amplio contexto, como elemento de una
totalidad, sin estructuras ni límites definidos con claridad. La palabra
conceptual se refiere a esta totalidad percibida en el momento de la
intuición.

La principal diferencia entre el conocimiento conceptual y teórico reside


en las estructuras. Posteriormente hablaré del conocimiento teórico. El
primero (conocimiento conceptual) carece de estructuras, o por lo menos,
tiende a prescindir de ellas. La teoría, en cambio, es un conocimiento
estructurado.

Debido a esto, lo percibido a nivel empírico no se puede definir, (definir es


delimitar), se capta como un elemento de una totalidad, se tiene una
vivencia de una presencia, pero sin poder expresarla adecuadamente.
Aquí está también la raíz de la dificultad para dar ejemplos concretos de
este conocimiento. Intuir un valor, por ejemplo, es tener la vivencia o
presencia de ese valor y apreciarlo como tal, pero con una escasa
probabilidad de poder expresarla y comunicarla a los demás.

La experiencia estética (de suma importancia en la arquitectura) nos


proporciona otro ejemplo de conocimiento conceptual o empírico. Percibir
la belleza de una obra de arte significa captar ese objeto sin estructuras,
sin conceptos, simplemente deteniéndose en la armonía, congruencias y
afinidades con el propio sujeto. Debido a esto, la experiencia estética se
puede denominar también conocimiento natural.

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Por último tenemos en tercer lugar, el conocimiento teórico, que consiste


en representaciones invisibles, inmateriales, pero universales y
esenciales. La principal diferencia entre el nivel descriptivo y el teórico
reside en la singularidad y universalidad que caracteriza,
respectivamente, a estos dos tipos de conocimiento.

El conocimiento descriptivo es singular y el teórico universal.

Por ejemplo, puedo ver y mantener la imagen de mi madre; esto es


conocimiento descriptivo, singular. Pero además, puedo tener el concepto
de madre, que abarca a todas las madres; es universal. El concepto de
madre ya no tiene color o dimensiones; es abstracto.

La imagen de madre es singular, y representa a una persona con


dimensiones y figura concretas. En cambio el concepto de madre es
universal (madre es el ser que da vida a otro ser). La imagen de madre
sólo se aplica al que tengo en frente. En cambio, el concepto de madre se
aplica a todas las madres. Por esto último puedo concluir y sostener que
la imagen es singular y el concepto es universal.

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El conocimiento: Niveles y tipos

El análisis del conocimiento

Hemos visto, al hablar del origen y clasificación de las ideas, que las
ideas son contenidos mentales, aunque procedan o deriven de la
experiencia. Siendo el conocimiento una operación del entendimiento, los
objetos inmediatos sobre los que ha de versar serán las ideas (contenidos
mentales) y no las cosas.

Así, el conocimiento consistirá en ciertas operaciones que realizamos con


las ideas, operaciones que se refieren a la capacidad que tenemos de
percibir la conexión y el acuerdo o desacuerdo entre ellas. ("El
conocimiento es la percepción del acuerdo o desacuerdo de dos ideas",
Ensayo, IV, C.I).

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El entendimiento no puede acceder a las cosas, sino sólo a sus propios
contenidos mentales, las ideas El conocimiento, pues, no podrá consistir
en el acuerdo o desacuerdo entre las ideas y las cosas, como mantenía la
interpretación aristotélica, sino en el acuerdo o desacuerdo de las ideas,
es decir, entre los contenidos mentales a los que tiene acceso.

Esta posición planteará serios problemas en relación con nuestro


conocimiento de la existencia de las cosas, los objetos externos a nuestra
mente, especialmente en lo referido a la existencia de Dios. Locke tratará
de superar esta dificultad distinguiendo las diversas maneras en que
podemos interpretar la noción de acuerdo o desacuerdo entre las ideas.
Así, podemos hablar de "acuerdo" en cuatro sentidos.

1. Cuando nos referimos a la identidad de una idea, de la que de un modo


inmediato estamos seguros y no confundimos con otra, como ocurre
cuando estamos seguros de que la idea de "blanco" no es la de "rojo".

2. Podemos hablar también del acuerdo o desacuerdo que hay entre dos
ideas, como ocurre en matemáticas, donde podemos determinar la
relación o ausencia de relación entre las ideas.

3. También podemos interpretar el "acuerdo" como coexistencia de una idea


con otras, como ocurre cuando nos referimos a una sustancia particular, y
estamos seguros de que una característica de esa sustancia (que es una
idea compleja) acompaña siempre a los demás características con las
que forma la idea compleja de tal sustancia.

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4. Por último se refiere Locke al acuerdo o desacuerdo de la idea de algo


con la existencia real de ese algo, con lo que parece aceptar la posibilidad
de conocer la relación no sólo entre ideas, sino también entre las ideas y
las cosas (lo que exigiría del entendimiento poder ir más allá de los
contenidos mentales suministrados por la experiencia, proposición que
contradice sus propios principios empiristas).

Niveles o grados de conocimiento

1. Descartes había propuesto la existencia de dos tipos de conocimiento: el


conocimiento intuitivo y el conocimiento deductivo. Inspirado en el modelo
del conocimiento matemático, a partir de la intuición de ideas claras
indistintas (es decir, de las que no podemos dudar) se abre un proceso
deductivo que nos puede llevar al conocimiento de todo cuanto es posible
conocer. Pese a sus principios empiristas, Locke aceptara esta
clasificación cartesiana, a la que añadirá, no obstante, una tercera forma
de conocimiento sensible de la existencia individual.

2. Locke distinguirá, pues, tres niveles o tipos de conocimiento: el


conocimiento intuitivo, el conocimiento demostrativo y el conocimiento
sensible.

3. El conocimiento intuitivo se da cuando percibimos el acuerdo o


desacuerdo de las ideas de modo inmediato, a partir de la consideración
de tales ideas y sin ningún proceso mediador. ("... a veces la mente
percibe de un modo inmediato el acuerdo o desacuerdo de dos ideas por
sí solas, sin intervención de ninguna otra; y a esto, creo, puede llamarse
conocimiento intuitivo", Ensayo, IV, C.2). Lo que percibimos por intuición
no está sometido a ningún género de duda y Locke considera que este
tipo de conocimiento es el más claro y seguro que puede alcanzar la

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mente humana. Como ejemplo más claro de conocimiento intuitivo nos
propone Locke el conocimiento de nuestra propia existencia, que no
necesita de prueba alguna ni puede ser objeto de demostración,
siguiendo claramente la posición cartesiana sobre el carácter intuitivo del
conocimiento del "yo".

("Por lo que toca a nuestra propia existencia, la percibimos tan


llanamente y con tanta certidumbre, que ni requiere, ni es capaz de
prueba alguna, porque nada puede ser para nosotros más evidente que
nuestra propia existencia", Ensayo, IV, C.9). Es cierto que Locke no
explica con demasiada amplitud las características de ese "yo", pero en
todo caso no se está refiriendo al conocimiento de un alma inmortal, sino
sólo a una existencia pensante.

4. El conocimiento demostrativo es el que obtenemos al establecer el acuerdo o


desacuerdo entre dos ideas recurriendo a otras que sirven de mediadoras a
lo largo de un proceso discursivo en el que cada uno de sus pasos es
asimilado a la intuición. El conocimiento demostrativo sería, pues, una serie
continua de intuiciones (como lo es el conocimiento deductivo en Descartes)
al final de la cual estaríamos en condiciones de demostrar el acuerdo o
desacuerdo entre las ideas en cuestión, y se correspondería con el modelo
de conocimiento matemático. ("En cada paso que da la razón cuando se trata
del conocimiento demostrativo, hay un conocimiento intuitivo acerca del
acuerdo o del desacuerdo que busca respecto a la próxima idea intermedia
que usa como prueba", Ensayo, IV, C.2). Un conocimiento de este tipo es el
que tenemos de la existencia de Dios nos dice Locke. Cualquier
demostración ha de partir de alguna certeza intuitiva; en el caso de la
demostración del existencia de Dios Locke partirá del conocimiento intuitivo
de nuestra propia existencia, recurriendo a otras ideas intermedias, que
proceden también de la intuición, que nos permiten demostrar la necesidad
de tal existencia. Pero el ejemplo más claro de conocimiento demostrativo es,

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sin lugar a dudas, el conocimiento matemático, en el que podemos observar
el progreso deductivo a partir de un pequeño número de principios que se
consideraban, por aquel entonces, evidentes e indemostrables: los
postulados o axiomas.

5. El conocimiento sensible es el conocimiento de las existencias individuales, y


es el que tenemos del Sol y demás cosas, por ejemplo, cuando están
presentes a la sensación.

No deja de resultar sorprendente que Locke añada esta forma de


conocimiento a las dos anteriores, a las que considera las dos únicas formas
válidas de conocimiento ("al margen de las cuales sólo es posible tener fe u
opinión"). Más aún si consideramos que el conocimiento ha de versar sobre
ideas, como se ha dicho anteriormente. El conocimiento sensible, sin
embargo, nos ofrece el conocimiento de cosas, de existencias individuales,
que están más allá de nuestras ideas.

¿Cómo es posible verificar el acuerdo o desacuerdo entre una idea (un


contenido mental) y la existencia de lo que suponemos que causa esa
idea (algo extramental)? Siguiendo los principios empiristas de Locke
resultaría imposible verificar tal acuerdo o desacuerdo, ya que
deberíamos ir más allá de las ideas, de la experiencia. Locke se muestra
convencido, no obstante, de que las ideas simples están causadas por
cosas que actúan sobre la mente para crear tales ideas, por lo que han de
poseer similitud o conformidad entre ambas. Y no es posible encontrar
otro argumento como justificación de que poseemos un conocimiento
sensible sobre las cosas, sobre las existencias particulares.

El problema se agrava si consideramos las ideas complejas, pues en ese


caso hay una clara elaboración mental de cuya concordancia con la

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existencia real "extramental" no podemos tener ni siquiera tal
convencimiento, como ocurre en el caso de la sustancias particulares, de
las que Locke ya nos había dicho que no podíamos conocer su esencia
real. No obstante, Locke considera que sí cabe un conocimiento de su
esencia nominal, como hemos visto anteriormente, ya que la idea
compleja de sustancia es un haz o agregado de ideas simples que tienen,
cada una de ellas, un correlato sensible en la realidad extramental,
volviendo así a la argumentación utilizada con las ideas simples y
reencontrando la misma dificultad. En todo caso, a pesar de las
dificultades, Locke se muestra convencido del existencia real del mundo,
de las cosas...

6. Las demás supuestas formas de "conocimiento" no pasarán de ser una


mera probabilidad, ("la probabilidad es la apariencia del acuerdo de las
ideas, sobre pruebas falibles"), o serán englobadas en el ámbito de la fe
es decir, en lo que no es conocimiento.

("La fe, en cambio, es el asentimiento que otorgamos a cualquier


proposición que no esté fundada en deducción racional", Ensayo, IV,
C.18).

Sitios de apoyo:

El conocimiento: Niveles y tipos de conocimiento, Extraído el 25 de septiembre del


2009 desde:

http://www.webdianoia.com/moderna/locke/locke_fil_conoc.htm

Los tres niveles del conocimiento. Extraído el 25 de septiembre del 2009 desde:

http://es.shvoong.com/humanities/1730884-los-tres-niveles-del-conocimiento/

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UNIDAD 2 ACTIVIDAD DE APRENDIZAJE 1

El conocimiento y sus niveles, Extraído el 25 de septiembre de 2009, desde:

http://www.ual.edu.mx/Biblioteca/Metodo_Cientifico/Pdf/Unidad_03.pdf

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