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Miguel Ángel Rodríguez Horrillo – La novela griega

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Miguel Ángel Rodríguez Horrillo – La novela griega

La novela griega

ISBN 978-84-9822-899-1

Miguel Ángel Rodríguez Horrillo


horrillo@unizar.es

Thesaurus: novela, prosa, segunda sofística, Caritón de Afrodisias, Jenofonte


de Éfeso, Longo, Aquiles Tacio, Heliodoro.

Resumen: Definición del género. – Características generales. – El canon de la


novela griega: cronología aproximada de las obras. –Caritón de Afrodisias,
Quéreas y Calírroe. - Jenofonte de Éfeso, Habrócomes y Antea. – Longo,
Dafnis y Cloe. –Aquiles Tacio, Leucipe y Clitofonte. – Heliodoro, Etiópicas. –
Otras obras. Las novelas fragmentarias.

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1. Definición del género. La Antigüedad guarda un misterioso silencio respecto al


último género en incorporarse al universo literario griego. Únicamente contamos con
dos breves referencias, una posible de Filóstrato (Vida de los Sofistas I 524) y otra de
Juliano, quien parece criticar la lectura de novelas: “Estaría bien que leyéramos obras
historiográficas, cuantas fueron escritas sobre acontecimientos reales, pero hemos de
evitar cuantas fabulaciones fueron presentadas bajo apariencia de historiografía por
nuestros antecesores, narraciones amorosas y, simplemente, todas las de este tipo”
(Juliano, Cartas, 89b, 301b).

Estos dos breves pasajes dibujan una imagen de la novela que nos lleva a un género
en apariencia sencillo y popular, pero la realidad de los textos nos dibuja una imagen
muy diferente. Esta clara oposición entre los testimonios antiguos y la realidad a la que
se ha enfrentado la crítica -labor realizada de manera muy notable en el último cuarto
del siglo XX-, hace necesaria la definición de unos parámetros claros que dibujen los
límites de las obras que nos ocupan.
En lo que se refiere a la aparición de la novela y a su ubicación respecto a los
restantes géneros, es absolutamente necesario aplicar unos criterios claramente
restrictivos. La novela es una narración en prosa, centrada en contar una historia de
amor y aventuras, desarrollada, de manera general, en el Mediterráneo oriental.
Obviamente, esta definición, simplista pero en gran manera efectiva, tiene el demérito
de diseñar unos límites poco definidos, indefinición que se ve potenciada por el
aislamiento que presentan las obras conservadas, pertenecientes a un solo
subgénero. En este sentido, hemos de asumir claramente las diferencias existentes
entre lo que son influencias y posibles precedentes. Respecto a las influencias, se
puede afirmar, sin caer en el exceso, que éstas se extienden por prácticamente todos
los géneros literarios, desde la épica homérica, cuyo carácter de género abierto está
cerca del de la novela, a la tragedia, pasando por la comedia, las breves narraciones
contenidas en la historiografía, o incluso obras como la Ciropedia de Jenofonte, obra
que se mueve ya en la indefinida frontera entre lo que pertenece a la novela y lo que
es campo de la historia.

Frente a estas influencias, y teniendo siempre presente nuestras vacilaciones en lo


que a la cronología se refiere, el núcleo del que debe derivar el género se ha de situar
en la en ocasiones confusa literatura helenística. Erwin Rhode apuntó ya esta
posibilidad todavía admitida, con las lógicas puntualizaciones, por la crítica. La
centralidad del tema amoroso, convertido en un elemento organizativo básico de la
trama, así como los escenarios fantásticos como tópico literario -consecuencia de la
apertura de grandes horizontes por las conquistas de Alejandro Magno-, tiene su
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máximo grado de desarrollo en la literatura helenística. Creaciones como las


Argonaúticas de Apolonio, con una mezcla de elementos amorosos, fantásticos y
épicos, presentan muchos de los elementos presentes en la futura novela. La compleja
comedia nueva aporta muchos de los aspectos de tema burgués y costumbrista de las
novelas, que, por otra parte, recorren toda la poesía helenística

Estos antecedentes dibujan un género caracterizado por una altura literaria que poco
tiene que ver con unas simples narraciones populares. Más allá de la idea de Rhode,
que proponía que el género fuese fruto de la Segunda sofística, idea que los papiros
–que tantas novedades han proporcionado para el estudio de la novela-, han
desmentido, hemos de tener presente que mucho de lo que llevó a Rhode a esta
propuesta sigue vigente. Es la novela un género elevado, que recoge un aluvión de
influencias nada desdeñable y que dibuja un público que poco tiene que ver con
“pobres de espíritu”. Si bien es innegable que se trata de lecturas más ligeras que, por
ejemplo, un tratado filosófico o una obra historiográfica, la novela proporcionaba una
lectura sin excesivas pretensiones a un público culto. Así, anacronismos o
imprecisiones quedan atrás a fin de favorecer la continuidad de la trama y el desarrollo
del problema amoroso.

Respecto a posibles subgéneros, los hallazgos y avances de los últimos tiempos han
planteado dudas respecto a la tradicional división entre novelas serias de amor y las
paródicas. Siguiendo criterios de forma se puede hablar de novela biográfica -con el
filón que suponía la figura de Alejandro Magno-, o de novela epistolar. Atendiendo a
criterios de contenido, tenemos ejemplos de novela utópica, caracterizada por un alto
grado de fantasía. Todos estos subgéneros abren un campo de características que se
entrecruzan con gran facilidad, lo que hace que este tipo de clasificaciones presenten
una flexibilidad que determina más las características concretas de las diferentes
obras que un esquema mecánico de organización de las obras conservadas.
2. Características generales. Frente a la imagen más o menos prototípica que
ofrecen las cinco obras conservadas, las de Caritón, Jenofonte, Aquiles, Longo y
Heliodoro, un buen número de textos fragmentarios, conservados principalmente en
papiros rescatados de las arenas egipcias y en los resúmenes del patriarca Focio, un
erudito bizantino del siglo IX d. C., dibujan unas características que distorsionan en
gran manera la imagen ideal del género.

En lo que se refiere a la estructura, ésta viene definida, a grandes rasgos, por la


trama amorosa que gobierna las obras. La separación de los amantes es el pistoletazo
traumático de salida a un sinnúmero de peripecias en muy diversos y fantásticos
escenarios, que organizan su estructura. Se puede observar una progresión a lo largo
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de las diferentes obras, de modo que en el caso de Quéreas y Calírroe asistimos a un


desarrollo lineal de la trama, en tanto que las Etiópicas demuestran una maestría en el
empleo de las digresiones y subtramas que hacen de ella una de las mejores obras
conservadas. Obviamente, en el empleo de estos mecanismos estructurales por parte
de los diferentes autores hemos de señalar que las posibilidades son casi tantas como
autores. Entre la obra de Caritón y la de Heliodoro, las obras canónicas del género, los
fragmentos nos muestran un universo en el que probablemente hay cabida para más
variedad, si bien ésta seguramente se movía siempre dentro de las características
generales de la estructuración de las obras conservadas.

Íntimamente relacionado con la estructura está el diseño de personajes. A tenor de lo


indicado respecto a la importancia del amor en las obras, el elenco de personajes
estará formado fundamentalmente por la pareja de enamorados, cuya juventud y
belleza se presentan como rasgos definitorios. Se trata de personajes movidos por la
fuerza de Eros, de un amor que los hace pasar por multitud de peripecias,
demostrando un empuje poco acostumbrado, combinado en muchos casos con un
candor en gran manera artificial. En líneas generales, y de manera evidente en Dafnis
y Cloe, estamos más ante paradigmas de personajes que ante una profundidad en el
trazo de los mismos, lo que dota al lector de una extraña sensación de ausencia.

Junto a estos personajes, asistimos a la aparición de ancianos bondadosos, viejas


lascivas, malvados piratas y gobernantes, que nos llevan al mundo de la comedia, con
personajes prototípicos que se suceden en las diferentes obras.

La definición del estilo de la novela pasa también por la variedad de autores y por la
dudosa cronología. Se acojan o no a los presupuestos aticistas, el estilo de las
novelas, incluso en los autores que manifiestan una mayor simplicidad, demuestra un
grado de elaboración notable. El estilo se mueve desde una pomposa y grandilocuente
prosa, como ejemplifica Aquiles Tacio, a una cuidada sencillez acorde con la temática
presente en Longo. Todo ello nos lleva, una vez más, a la definición del género como
propio de ambientes literarios y culturales elevados, con una clara atención a las
complejas cláusulas métricas, a evitar el hiato, o a una cuidada selección del
vocabulario, detalles que a primera vista pasan desapercibidos pero que esconden un
grado de refinamiento considerable.

Una de las características que más campo ha dado a la discusión filológica ha sido el
tono religioso que recorre las obras. Kerényi propuso que la trama de la novela
procedía de la modificación del mito egipcio de Isis, propuesta que fue matizada por
Merkelbach, de un modo tal que esa supuesta procedencia se redirigía a los rituales

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mistéricos. Estas propuestas no tienen hoy un fácil sostenimiento pero, una vez más,
esconden una realidad innegable, materializada en un claro aire espiritual de las
obras, que seguramente responde a los condicionantes de la época en que se
desarrolló el género. Y es que es posible detectar una tendencia místico-religiosa que
se presenta de manera general en todos los géneros de la época, y que responde a la
compleja esfera religiosa de la época, a la que la novela no es ajena.

Relacionada con la característica anterior se ha de hacer referencia a la idealización


de los valores de la paideia griega, dentro de un universo que, en el caso de las
novelas de temática amorosa, dibuja una visión del amor fuertemente idealizada, que
a pesar de ese tono ideal, tiene claros paralelos en lo que conocemos de la
caracterización del amor conyugal en esta época.

Todas estas características dibujan un ambiente social y un público perteneciente a


niveles cultos de la época: tanto la defensa de ideales claramente tradicionales, así
como la elaboración literaria de las obras son datos concluyentes para desechar una
vez más la idea de un género para pobres de espíritu.

4. El canon de la novela griega: cronología aproximada de las obras. El hecho de


que se hayan conservado únicamente cinco obras completas, y los arduos problemas
que plantean sus respectivas dataciones, son motivos que han dado lugar a las
grandes vacilaciones que caracterizan el estudio de la novela. Prácticamente cada
crítico sugiere una cronología tanto para las obras conservadas como para los
fragmentos papiráceos, si bien puede aportarse una cronología al menos aproximada
que permita dar cuenta de las principales opiniones de la crítica de los últimos
tiempos. Así siguiendo a Bowie, y en parte a Reardon, se puede proponer el siguiente
esquema:

- Nino: conservamos fragmentos en papiros del siglo I d. C., lo que abre la


puerta a una datación en el siglo I a. C.

- Caritón, Quéreas y Calírroe, mitad del siglo I a.C.-primera mitad del siglo I d.C.

- Metíoco y Parténope, siglo I d. C. / Sesoncosis, siglos I-III d. C.

- Jenofonte de Éfeso, Habrócomes y Antea, mitad del siglo II d. C.

- Antonio Diógenes, Maravillas de más allá de Tule, primera mitad siglo II d.C.

- Luciano, Metamorfosis, 150-180 d. C.

- Jámblico, Babiloníacas, 165-180 d. C.

- Longo, Dafnis y Cloe, finales del siglo II d. C.

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- Aquiles Tacio, Leucipe y Clitofonte, finales del siglo II d. C.

- Heliodoro, Etiópicas, siglos III-IV d. C.

Aunque conservemos testimonios que situarían la aparición del género al menos al


siglo primero a. C., la verdad es que la caracterización de las obras conservadas nos
sume de lleno en el mundo social y cultural de la Segunda sofística, si bien hemos de
asumir que estamos ante una fracción aislada del complejo recorrido del género, lo
que nos priva precisamente de sus estadios iniciales, al tiempo que la pertenencia de
todas estas obras al subtipo de la novela de amor y aventuras nos limita claramente su
caracterización.

5. Caritón de Afrodisias, Quéreas y Calírroe. Obra de cierta popularidad a tenor de


los papiros conservados, su título debía de ser Calírroe, si bien se adaptó al
actualmente extendido por asemejarlo al de las restantes novelas.

Los ocho libros de la obra arrancan con la fórmula tradicional de comienzo de la


literatura jonia, materializada en el sello del autor y su intención de narrar la historia de
amor de la hija del general Hermócrates, personaje real del siglo V a. C. Desde estos
postulados reales se inicia una narración fantástica en la que la bella joven se casa
tras ciertas complicaciones con Quéreas, otro siracusano, quien presa de los celos la
golpea y la deja inconsciente. Enterrada al ser tomada por muerta, cuando despierta lo
hace ante el pirata Terón, quien, enterado del lujo con el que ha sido enterrada, decide
saquear la tumba. Con la pieza más valiosa de ese saqueo, la propia Calírroe, parte a
Mileto donde se la vende a Dionisio, un poderoso señor de la ciudad oriental,
dejándola en custodia del administrador de Dionisio, Leonas.

El libro segundo arranca con la partida de Leonas, quien marcha a comunicar a su


señor la excelente compra. Dionisio acude a ver a Calírroe y se enamora de ella.
Calírroe le cuenta su historia a Dionisio –obviando que está casada-, y Dionisio
promete respetarla. La joven descubre que está embarazada y duda ante la propuesta
de Plangón, la mujer de Leonas, que actúa como alcahueta entre Dionisio y Calírroe,
dado que la esclava le propone que haga creer a Dionisio que él es el padre del niño.

Tras una escena inicial, ya en el libro tercero, que nos presenta los planes de boda
de Dionisio y Calírroe, el escenario se traslada a Siracusa, donde Quéreas descubre la
tumba vacía y tras embarcarse, se topa con Terón, quien ha sido víctima de un
naufragio. De vuelta en Siracusa, se reúne el pueblo en asamblea y se descubre que
la versión de Terón es falsa. El pirata finalmente termina por confesar la verdad de lo
ocurrido, si bien no da el nombre del comprador de Calírroe.

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A partir de este momento Quéreas y su amigo Policarmo inician la búsqueda de


Calírroe, llegando a Mileto y despertando el pánico de Focas, un esclavo de Dionisio,
quien oculta lo ocurrido, incendia la nave de Quéreas y vende a los dos a Mitrídates,
sátrapa del rey persa. Sin embargo, para ese momento Quéreas se ha enterado de
que Calírroe sigue viva gracias a una visita al templo de Afrodita, lugar que
desempeña un papel central en la historia, dado que en él Dionisio conoció a Calírroe.
Ésta, que acude a rezar a ese mismo templo tras el parto, se entera de que por allí ha
andado Quéreas. La joven le cuenta esto a Dionisio, quien sólo se tranquiliza tras oír
de Focas que Quéreas está probablemente muerto.

El cuarto libro recoge el funeral que Dionisio organiza para Quéreas y al que asiste
Mitrídates, quien queda prendado de la belleza de Calírroe. Mientras, Quéreas y
Policarmo tratan de escapar, son apresados y condenados a la cruz, si bien un grito a
tiempo culpando a Calírroe hace que Policarmo sea conducido ante el sátrapa, quien
descubre así que Quéreas es uno de sus esclavos. De este modo, lo acoge como a un
igual y le indica que se ponga en contacto con su esposa por carta. La carta es
requisada y entregada a Dionisio, quien emplea al sátrapa Farnaces en contra de
Mitrídates, lo que eleva el problema hasta el rey Artajerjes. El libro se cierra con el
viaje de ambas partes a la corte.

El libro quinto continúa con la marcha hacia la corte en Babilonia, con el asombro de
todos los bárbaros ante la belleza de Calírroe. Ya en la corte, se celebra un juicio para
dirimir el asunto, terminando por retrasarse la resolución.

Ya en el libro sexto, el rey sigue dando largas al problema, porque, como Dionisio,
también se ha enamorado de Calírroe y trata, por medio de un eunuco, de ganársela,
si bien la casta Calírroe se niega. En este momento, la sublevación egipcia da un
nuevo giro a la escena, que se traslada a Egipto, a donde marchan el rey y Calírroe en
su harén.

El libro séptimo se abre con un Quéreas convencido por Dionisio de que ha


conseguido quitarle a Calírroe. Desesperado, y al borde del suicidio, hace caso a
Policarmo, quien le sugiere unirse a los egipcios para vengarse de Artajerjes. De este
modo, Quéreas y Dionisio se baten en duelo como generales de los reyes egipcio y
persa respectivamente, consiguiendo el segundo a Calírroe como premio a sus
hazañas militares, si bien el primero obtiene también éxitos como general y pone cerco
la ciudad en la que se encuentra Calírroe.

Ya en el libro octavo, un soldado habla a Quéreas de una hermosa joven que desea
morir ante su infortunio, lo que facilita el reencuentro de los personajes, dando inicio al

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final feliz. Tras la devolución de las mujeres al rey persa y el consuelo de Dionisio con
el hijo de Calírroe, que cree suyo, se produce la vuelta de los enamorados a Siracusa,
donde cuentan sus andanzas y agradecen a Afrodita la feliz solución del asunto.

Estamos, pues, ante una obra de estructura sencilla y eficaz, en la que la protagonista
femenina desempeña un papel fundamental, salvo en los dos libros finales en los que
los temas bélicos llevan a Quéreas a una posición central, con Afrodita y su culto como
elemento en torno al que bascula la historia. La fortuna, que actúa como fuerza que
maneja los hilos, hace que no estemos ante héroes, sino ante simples individuos presa
de las adversidades.

De lectura agradable, bajo esa sencillez se esconde una combinación de koiné y


aticismo en la que las cláusulas métricas y la deliberada huída del hiato nos
demuestran la alta formación retórica del autor, que se sitúa a las puertas de la
segunda sofística.

6. Jenofonte de Éfeso y las Efesíacas. En el caso de Jenofonte de Éfeso las dudas


afectan incluso al nombre del autor y a su procedencia, que podrían esconder por una
parte un homenaje al historiador Jenofonte y por otra una referencia a la propia obra.

Más importante es el hecho de que la morfología de la obra parece dar validez al


testimonio de Focio, quien nos dice que la obra tenía diez libros, lo que haría de los
cinco actuales una versión resumida. A este respecto, la crítica no presenta una
postura unánime, sino que se defiende la posibilidad de que el testimonio de Focio sea
simplemente un error más del patriarca.

La obra se inicia con la presentación de Habrócomes, un hermoso joven que desdeña


los encantos de Afrodita, hasta que en una procesión de la diosa ve a la joven Antea.
Ambos enferman de amor, y sus padres consultan a Apolo, quien predice los
padecimientos de los jóvenes. En un giro de cierta dureza estructural, los jóvenes se
casan para después partir en viaje junto a sus esclavos y caer víctimas del ataque de
los piratas, que los llevan a Tiro, donde se ven expuestos a las proposiciones
amorosas de dos piratas.

El libro segundo se inicia con ánimos suicidas de los jóvenes ante esas propuestas.
Es el amor de la hija del jefe de la banda por Habrócomes lo que resuelve este dilema,
si bien el rechazo por parte del joven de las expectativas de la muchacha hace que
sea encerrado, víctima de la mentira de la joven hija del pirata. Apsirto, pues ese es el
nombre del pirata, desposa a su hija Manto con un mercader sirio, hacia donde parte
con Antea, contra la que trama venganza por ser la culpable de que Habrócomes la

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rechazara. Así, Antea es entregada a un cabrero que, compadecido de las desdichas


de la joven, promete respetarla.

Por su parte, Apsirto descubre el engaño tramado por Manto contra Habrócomes, lo
libera y lo nombra su intendente. El marido de Manto se enamora de Antea, ante lo
que la hija del pirata ordena al cabrero que le dé muerte, si bien el cabrero, incapaz de
hacerlo, la entrega a unos comerciantes, quienes son víctimas de unos bandidos
capitaneados por Hipótoo.

Mientras, Habrócomes conoce gracias al cabrero lo sucedido, y pone rumbo a Cilicia,


de donde eran los comerciantes. Mientras, los bandidos se disponen a sacrificar a
Antea, pero ésta salva la vida tras la llegada del irenarca de Cilicia. Antea marcha con
éste, quien quiere tomarla en matrimonio, si bien Antea le pide tiempo, en tanto que
Habrócomes traba amistad con el bandido Hipótoo, que logró escapar, y ambos
marchan a Capadocia.

Ya en el libro tercero, Habrócomes y Hipótoo se cuentas sus desdichas, y el bandido


cree reconocer a Antea, por lo que regresan a Cilicia. Allí, la boda se acerca, y Antea
pide al médico Eudoxo que le proporcione un veneno para morir. Sin embargo, el
médico le da un somnífero, y el irenarca la toma por muerta. Se celebran los funerales,
y la joven despierta mientras su tumba está siendo saqueada, de modo que es
secuestrada y llevada a Alejandría.

Habrócomes e Hipótoo se enteran por una anciana de la supuesta muerte de la joven


y del posterior saqueo de la tumba, por lo que Habrócomes decide vengar a su mujer,
y parte hacia Alejandría. Sin embargo, su nave se desvía de la ruta y es hecho
esclavo. Mientras, Antea había sido vendida a un rajá indio, al que da largas
pretextando que está consagrada a Isis. Por su parte, Habrócomes es comprado por
un tal Arajo, y cae víctima de la lascivia de la esposa de éste, quien, al verse
rechazada, mata a su marido y culpa de ello a nuestro héroe, que es conducido a
Alejandría para ser juzgado.

El libro cuarto nos presenta la condena del joven a ser crucificado, si bien
Habrócomes suplica al dios Nilo y éste se desborda derribando la cruz en la que iba a
morir, como también apaga el fuego en el que iba a ser ejecutado ante la imposibilidad
de crucificarlo.

Mientras, Hipótoo, que ha formado una nueva banda, asalta la caravana del rajá y se
apodera de Antea, si bien no sabe quién es, dado que la joven cuenta una historia
falsa. Por ello, cuando Antea mata a uno de los bandidos, que intentó propasarse,
Hipótoo la condena a ser devorada por perros hambrientos. Pero el guardia encargado
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de la ejecución se compadece de ella y da de comer a los perros. Mientras, el engaño


tramado contra Habrócomes se descubre y es liberado.

El último libro nos presenta a Habrócomes en Sicilia, donde la sórdida historia de un


espartano que pasó grandes penalidades para poder tomar como esposa a su amada
y que ahora, una vez muerta, la conserva embalsamada, reaviva el amor del joven por
Antea. Ésta es por su parte liberada, e Hipótoo y su banda son atacados por el capitán
Políido. Este enfrentamiento se salda con la huída de Hipótoo y la caída de Antea en
manos del capitán, quien promete respetarla. Sin embargo, su esposa no soporta los
celos y vende a la joven a un lenón. Éste la lleva a Italia y la expone como reclamo, si
bien Antea simula ser víctima del ataque de un espectro y despierta la compasión de
su dueño. Mientras, su amado decide regresar a Éfeso, pero al pasar por Rodas
descubre una inscripción dedicada por los esclavos de la pareja, con quienes
finalmente se reúne.

Por su parte, Hipótoo, convertido en un rico y ocioso viudo que ha heredado la fortuna
de su anciana esposa, se topa con Antea, a la que reconoce y compra, con la
intención de llevarla a Éfeso, para que se reúna con sus padres. En el camino, realizan
una parada en Rodas, donde Antea dedica sus cabellos en el templo donde su amado
se había reencontrado con sus esclavos, quienes precisamente se percatan de la
presencia de la joven, lo que comunican a Habrócomes. El reencuentro da paso al
regreso al hogar, y la feliz vida del viudo, la pareja y los esclavos.

Este breve y necesariamente selectivo resumen da cuenta de la complejidad de la


obra que tenemos entre manos. Sin embargo, hay mucho de simplicidad folclórica en
ella. Las escenas se repiten respetando esquemas preconcebidos, como puede ser las
sucesivas caídas de la heroína en manos de personajes poderosos que se enamoran
de ella. Todo ello da una sensación de simplicidad repetitiva a la estructura de la obra
que alcanza complejidad gracias precisamente a esas repeticiones.

En lo que se refiere al estilo, la léxis eiroméne, o estilo encadenado -es decir, un modo
de expresión sencillo, basado en la parataxis- es también rasgo de arcaísmo,
combinado, además, con una claridad cercana a la de Jenofonte, lo que depara una
naturaleza formal que despierta no pocas dudas en lo que se refiere a la posibilidad de
que estemos ante la obra completa y no ante un resumen.

7. Longo, Dafnis y Cloe. Del autor de las Pastorales de Dafnis y Cloe, auténtico título
de la obra, conocemos relativamente poco. El nombre parece ser latino, y la relación
del autor con Lesbos, en cuya ciudad de Mitilene se desarrolla la acción, es puesta en
duda, quizá por un exceso de celo de la crítica al buscar en la obra planteamientos

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más propios de un historiador. Sea como fuere, estamos ante la obra más famosa en
tiempos modernos, artífice de la recuperación de la novela bucólica, en contraste con
el aparente olvido que sufrió hasta el Renacimiento esta temática.

La obra se abre con un ejemplo de écfrasis constituido en proemio a la obra, en la que


se nos presenta la historia a partir de una pintura que el autor halló en Delfos y que un
lugareño le explicó. Así, comienza la historia en las cercanías de Mitilene, donde
Lampón, un cabrero, encontró a un bebé al que recogió. Tras guardar celosamente las
ricas ropas que llevaba en su abandono, le da por nombre el de Dafnis. Otro tanto le
ocurre tiempo después al pastor Driante, quien encuentra en una cueva a una niña
también con rico ajuar, a la que llamará Cloe.

En contra de lo que se esperaba para ellos, los padres deciden dedicar a los
jovencitos a las labores de pastoreo, que realizan juntos en un ambiente plenamente
idealizado. Esta paz se interrumpe cuando Cloe ve bañarse a Dafnis, momento en que
se inicia el descubrimiento del amor por parte de la jovencita, descubrimiento que se
iniciará para Dafnis tras un beso de Cloe, premio a su belleza ganado al boyero
Dorcón, quien también está enamorado de Cloe. Por ello, Dorcón pide la mano de
Cloe, y, al serle negada, decide sin éxito secuestrar a la joven.

La tranquilidad de los jóvenes se interrumpe cuando unos piratas de Tiro secuestran a


Dafnis, si bien el canto de una siringa hace que los animales que iban a bordo se
precipiten al mar haciendo naufragar el navío de los piratas. En esta escena pierde la
vida Dorcón al tratar de salvar a Dafnis, resarciendo así su anterior daño, por lo que es
enterrado piadosamente.

El libro segundo nos presenta a Filetas, un flautista que habla a los jóvenes del amor,
si bien éstos están todavía muy lejos de comprenderlo. La acción toma buen ritmo
cuando una cabra de Dafnis roe los amarres de una barca, provocando la ira de sus
dueños, que acuden a vengarse, si bien la actuación de Filetas, quien declara a Dafnis
inocente, solventa momentáneamente el problema. Los dueños de la barca, no
contentos con la solución, preparan una flotilla, atacan la costa y raptan a Cloe. En su
dolor, las ninfas prometen en sueños su ayuda al joven, de modo que la aparición de
Pan a los captores consigue la liberación de Cloe. Reunidos los jóvenes, se prometen
amor eterno.

El libro tercero se inicia con un enfrentamiento entre Metimna y Mitilene, fruto de las
escaramuzas anteriores, lo que nos lleva al invierno y a la separación de los amantes.
Con el inicio de la primavera se reinician los inocentes juegos amorosos de la pareja,

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superados pronto por la aparición de la cortesana Licenión, que instruye a Dafnis en


los secretos del amor, que no lleva a cabo con Cloe por miedo a lastimarla.

El tiempo pasa, y es hora de que Cloe se case, y no son pocos los pretendientes más
ricos que Dafnis, quien lamenta por ello su pobreza. Sin embargo, son las ninfas, que
le indican al joven dónde encontrar un tesoro, las que resuelven el problema. Dafnis
presenta el tesoro al padre de Cloe y este acepta, pero deberán esperar a la llegada
del dueño de la hacienda para que autorice la boda de Dafnis con la joven.

El libro cuarto nos muestra los preparativos del hermoso jardín de la casa, en la
espera del señor de la finca, Diosífanes. Pero Lampis, un boyero despechado,
destroza el jardín, lo que lleva a los esclavos a pedir la intercesión de Astilo, el hijo del
señor. Uno de los esclavos, Gnatón, se prenda de Dafnis y trata de que el señor se
lleve al jovencito a la ciudad con ellos. Sin embargo, Lampón cuenta la historia del
encuentro del bebé a Diosífanes, quien reconoce en Dafnis a un hijo abandonado.
Esta alegría contrasta con el secuestro de Cloe por parte de Lampis, si bien la
actuación de Gnatón la salva. Ya en la ciudad, la alegría de la pareja llega a su
culminación cuando Megacles, un amigo de la familia, reconoce a Cloe como el bebé
que abandonó en un momento de dificultad. La obra se cierra con las bodas de los
jóvenes en un escenario campestre.

Como se puede observar en este rápido resumen, la obra tiene muchas


particularidades que la alejan de lo habitualmente visto. En primer lugar, el escenario
es único, salvo el fugaz traslado de la acción a la ciudad, de modo que se prescinde
de los habituales viajes. En su lugar, un sugerente escenario campestre de profunda
idealización bucólica dota a la novela de exotismo.

Además, la obra presenta una estructura doble, como señaló Dalmeyda,


distinguiéndose una primera etapa iniciática, en la que los jóvenes descubren el amor,
con tonos de excesiva ingenuidad, y una segunda de tintes propios del costumbrismo
propio de la comedia, en la que se resuelve la boda: motivos como el de la ropa como
solución a los impedimentos para la boda de los jóvenes nos llevan a una tradición que
arranca en Eurípides y que caracteriza la comedia griega y romana.

En líneas generales, estamos ante una obra de complejidad notable, con un diseño de
la naturaleza realmente artificioso e idealizado, que se desarrolla por medio de un
estilo que combina de forma estudiada una simplicidad arcaizante con un tono casi
barroco de gorgianismo, potenciado por la aparición continua del canto y de la música.

8. Aquiles Tacio, Leucipe y Clitofonte. Si bien hay dudas acerca del orden
cronológico de las obras de Aquiles Tacio y Longo, los rasgos de Leucipe y Clitofonte
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nos llevan de lleno a un periodo de clara madurez dentro de la segunda sofística, con
un auténtico recital de conocimientos de la cultura helena propio de este movimiento y
que Aquiles muestra incluso en momentos en los que la narración no invita a ello. Este
rasgo lastra una novela en la que los tintes costumbristas nos acercan a los ambientes
ajenos a los centros de poder, unido ello a un realismo que es una de las
características fundamentales de la obra.

La novela comienza con el encuentro del autor con el joven Clitofonte en el templo de
Astarté, donde el primero da gracias a la divinidad por su protección en una tormenta
en el mar. Ambos se dirigen a un bosque y allí Clitofonte le cuenta sus avatares.

Clitofonte, que estaba prometido con su hermanastra, se enamora de su prima


Leucipe, que llega de Bizancio huyendo de la guerra. Confundido por sus
sentimientos, Clitofonte visita a Clinias, un pariente que le instruye sobre el amor, y
que sufre además la pérdida de su amado. Tras su regreso a casa, se procede a la
descripción del jardín de Clitofonte, con un despliegue de detalles eruditos.

El libro segundo se inicia con las dudas de amor de Clitofonte, que se va acercando
poco a poco a su amada gracias a Sátiro su esclavo, en tanto que el bizantino
Calístenes, enamorado de Leucipe, trama su secuestro, pero termina por secuestrar a
la futura esposa de Clitofonte.

Con la boda pospuesta, Clitofonte se introduce en la alcoba de Leucipe gracias a la


esclava de ésta, Clío, pero la madre de la joven encuentra a los jóvenes, aunque no
acierta a reconocer a Clitofonte. Ante el escándalo, los jóvenes marchan con Clinias y
Sátiro a Alejandría. En la navegación conocen a Menelao, y asistimos a un debate
entre éste y Clitofonte sobre el amor homosexual y heterosexual.

El libro tercero acoge una tempestad de la que los enamorados se salvan a duras
penas. Ambos acuden a dar gracias a la divinidad una vez llegados a Pelusio en
Egipto, con la consiguiente descripción de las obras de arte del templo, para caer
después en manos de unos piratas, que se disponen a sacrificar a la joven, como
parece que realmente hacen. Sin embargo, cuando Clitofonte, que marchaba con los
soldados egipcios tras su amada, ya ha tomado su espada para suicidarse, llegan
Menelao y Sátiro, que también han sobrevivido al naufragio, y que han engañado a los
bandidos para que crean asesinar a Leucipe cuando realmente no lo estaban
haciendo. Así, Leucipe aparece sana y salva, y el libro se cierra una vez más con un
tono erudito, la historia del ave fénix.

El libro cuarto se inicia con la intención de ambos jóvenes de permanecer castos e


inmediatamente se vuelve a los tonos eruditos con la descripción de varios animales
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por parte del general de los soldados. Éste cae prendado de Leucipe, si bien Menelao
informa a tiempo a Clitofonte. En ese momento Leucipe sufre un ataque de locura que
durará largo tiempo.

La desaparición del general se produce por medio de un enfrentamiento con los


lugareños, tras lo cual se presenta un tal Quéreas, que afirma que Leucipe es víctima
de una pócima que ha causado su estado de enajenación, y que él es capaz de
devolverla a su estado normal. Así, ambos jóvenes navegan junto a Quéreas por el
Nilo, con los consiguientes detalles de erudición.

Con el libro quinto los jóvenes llegan a Alejandría, ciudad que es objeto de una
pormenorizada descripción. Por su parte, Quéreas revela sus intenciones con Leucipe,
de quien está enamorado. A pesar de los malos presagios, la pareja visita Faros,
donde son atacados y Leucipe es secuestrada. Mientras Clitofonte persigue a los
piratas en la nave del general de la isla de Faros, ve en la lejanía cómo los piratas
decapitan a Leucipe. Tras el entierro, Clitofonte se encuentra con Clinias, quien le
informa de que las familias han aceptado el matrimonio de los jóvenes, y Clitofonte
lamenta su desgracia. Clinias y Sátiro incitan a Clitofonte a casarse con la anciana
Mélite, con la que se embarca rumbo a Éfeso, donde planean casarse. Ya en la
propiedad de la anciana, una esclava se acerca suplicando la liberación a su dueña,
quien resulta ser Leucipe, como conocerá más tarde Clitofonte al leer una carta de
ésta. En este momento, se presenta el esposo de Mélite, al que se daba por muerto, y
golpea a Clitofonte, que acaba en prisión, a donde acude Mélite quien consigue sus
objetivos amorosos con el joven.

El libro sexto nos presenta a un Clitofonte vestido de mujer y tratando de huir de la


cárcel, pero Tersandro, el marido de la viuda se da cuenta y lo devuelve a la cárcel.
Enterado de la presencia de Leucipe, trata de ganársela, pero la tristeza le vence. En
un segundo intento es la joven quien promete ser fiel a su promesa de castidad.

El libro séptimo nos presenta a Tersandro maquinando acabar con Clitofonte, a quien
hace creer que Mélite ha matado a Leucipe –en realidad, está al cuidado de un
esclavo de Tersandro-, por lo que el joven decide declarar que tanto Mélite como él
son responsables del crimen. Así lo hace y es condenado a muerte. Clinias trata de
defender a su señor, por lo que Tersandro da orden al esclavo que retiene a Leucipe
de que huya, y éste comete el error de permitir que la joven escape al templo de
Ártemis. La celebración de la festividad de esta diosa es motivo de posponer el
tormento de Clitofonte, cuyo padre viene al frente de la peregrinación en honor de
Ártemis. Es en el templo de esta diosa donde todos se reúnen ya en el final de libro.

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El libro octavo nos presenta el enfrentamiento de Tersandro y Clitofonte, y las


pruebas de Leucipe y Mélite, para asegurar la virginidad de la primera y la veracidad
de los juramentos de la segunda, que ambas superan. La obra se cierra con las
narraciones de los diferentes personajes, y el regreso a Bizancio.

García Gual propone distinguir tres secciones en la novela: una primera referida a la
huída de los personajes, una segunda marcada por la separación y las supuestas
muertes de la joven, y una tercera con el reencuentro y la culminación en la boda.

Pero el aspecto más importante de la obra es seguramente el contraste entre realidad


y fantasía, la primera representada por las digresiones eruditas que interrumpen la
sucesión de los acontecimientos, y la segunda por la clara indefinición cronológica,
que abre un arco cronológico tan amplio que los personajes parecen pasar desde el
siglo VI a. C. a época helenística sin mayores problemas. Estos aspectos, entre otros,
han llevado a los estudiosos a considerar que estamos ante una obra que presenta
cierta ironía crítica respecto al género. La acumulación de escenas típicas en un modo
histriónico, retomando aparentemente pasajes de obras anteriores, en lo que podría
ser un juego inteligente de crítica literaria, hacen que seguramente estemos ante una
tipología similar a la que recurrirá Cervantes en su Quijote.

En lo que se refiere al estilo, estamos ante un ejemplo claro de aticismo, materializado,


claro está, en la recuperación de rasgos de la lengua ática, y en el empleo de frases
breves con ciertos rasgos barrocos, en línea con lo visto en Longo.

9. Heliodoro, Etiópicas. Heliodoro es un autor procedente de Emesa, importante


ciudad en época tardía de donde proceden los cultos al Sol que Heliogábalo llevó a
Roma. La cronología del autor y la obra se mueven precisamente desde el siglo
tercero, al que pertenece Heliogábalo y en el que tiene su máxima importancia el
citado culto, y el siglo IV d.C., principalmente por el testimonio de Sócrates
Escolástico, un historiador del siglo V d.C., que habla de Heliodoro como un obispo,
apunte que autores posteriores completan refiriendo los problemas que la obra le
causó. Sea como fuere, y dado que el primer razonamiento se apoya en una coyuntura
religiosa excesivamente general, y el segundo es un apunte piadoso sin demasiada
veracidad, lo importante es asumir que con la obra de Heliodoro estamos ya en las
postrimerías de la Antigüedad.

La novela arranca con el asombro de unos bandidos que encuentran en la


desembocadura del Nilo a dos jóvenes entre restos de un festín y signos de violencia.
Sin embargo, la llegada de otro contingente de bandoleros más numeroso pone en
fuga al primero y se lleva a los dos jóvenes. Los bandidos ponen a los jóvenes bajo la

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custodia de Cnemón, que les cuenta su historia personal. Tíamis, el jefe de los
bandidos, exige como primicia del botín a la joven Cariclea, con la que quiere casarse.
La joven cuenta que él y el joven que la acompaña, Teágenes, son hermanos
dedicados al sacerdocio, y que por ello sólo aceptará la boda si se celebra en Menfis,
como corresponde a su cargo de sacerdotisa. Tíamis acepta, y durante la noche se
descubre que Teágenes y Cariclea son pareja.

Un ataque sorpresa hace que Tíamis deje a los jóvenes a cargo de Cnemón. Cuando
las cosas se ponen feas para el bandido, éste regresa y aparentemente da muerte a
Cariclea, en tanto que Cnemón y Teágenes huyen.

El libro segundo se abre con ambos buscando a Cariclea, y topándose con el


cadáver de Tisbe, una conocida de Cnemón, y que es la enamorada de Termutis, el
lugarteniente de Tíamis. Marchan los jóvenes por un lado, mientras Termutis y
Cnemón van a saber de Tíamis, con la intención de reunirse con los jóvenes en
Quemis. Sin embargo, Termutis muere envenenado por la mordedura de una serpiente
y Cnemón marcha solo a Quemis. En el camino se topa con el anciano Calasiris, que
resulta ser padre de Tíamis y sacerdote de Menfis, quien cuenta cómo marchó a
Delfos para curar sus penas y conoció a Calicles. Comienza Calasiris a contar la
historia de Calicles, de modo que nos trasladamos tiempo atrás.

Calicles, un sacerdote de Delfos relata cómo en las cataratas del Nilo le fue confiada
una niña, que, ya crecida y hermosa, desdeñaba el amor para dedicarse a Ártemis.
Pero la llegada de unos jóvenes tesalios y un misterioso oráculo de la Pitia lo
cambiaron todo.

El libro tercero nos presenta la descripción de la procesión y el encuentro de


Teágenes, uno de los tesalios llegados en peregrinación y Cariclea, la niña que le fue
confiada a Calicles, uno como responsable del sacrificio, la otra como sacerdotisa. El
flechazo se produce y la divinidad interviene para que Calasiris ayude a los jóvenes.

El libro cuarto recoge los éxitos de Teágenes en los juegos deportivos, y cómo
Calicles cuenta a Calasiris cómo encontró a Cariclea, al tiempo que le entrega las
pertenencias con las que fue expuesta. Éstas revelan que Cariclea fue abandonada
por nacer blanca de padres negros, hija de los reyes etíopes, debido a la acción de
una imagen de Andrómeda. Sabido esto, Calasiris trama el secuestro de la joven, a la
que informa de que Teágenes está dispuesto a ir con ella. Ante la desaparición de la
joven, todo Delfos se moviliza.

Ya en el libro quinto, Calasiris da a conocer la huída de los jóvenes y detiene su


narración, si bien la llegada de Nausicles, dueño de la casa en que se hospedaban los
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personajes, diciendo que ha recuperado a su esclava Tisbe, que recordemos había


muerto, siembra el desconcierto en Cnemón. Todo se resuelve cuando se descubre
que se trata de Cariclea. Nausicles cuenta cómo él y el general Mitranes se
apoderaron de Cariclea y Teágenes, quien marcha ahora a Babilonia bajo el mando de
un sátrapa para ser entregado al rey.

Tras esta pausa, Calasiris reinicia su historia contando cómo se hicieron a la mar los
jóvenes y fueron acogidos en una isla por el pescador Tirreno, y cómo se sucedían los
pretendientes de Cariclea, especialmente unos piratas, que terminan por perseguir y
apresar a los jóvenes. Mientras celebran un festín, los piratas discuten por la joven y
todo acaba en una batalla campal. Con esta escena, llegamos al comienzo de la
novela.

El libro sexto se abre con los personajes informándose sobre el paradero de


Teágenes, que ha vuelto a las manos de Tíamis, quien ha atacado a los persas.
Entonces deciden separarse, Cariclea y Calasiris parten en busca de Teágenes en
tanto que Cnemón regresa a Grecia con la hija de Nausicles. Los primeros encuentran
restos de una batalla y descubren que Tíamis trata de alcanzar Menfis para reclamar
lo derechos sacerdotales que le pertenecen. Reciben asilo de una anciana, madre de
un soldado, que resulta ser una hechicera. Cariclea y Calasiris lo descubren y la
hechicera muere cumpliendo además una profecía hecha durante la práctica mágica
por el hijo muerto.

El libro séptimo se inicia con el victorioso Tíamis a las puertas de Menfis, al tiempo
que se nos desvelan las intrigas que privaron al bandido del sacerdocio. Arsace, la
esposa del sátrapa ausente y parte en esa intriga, decide que la disputa se dirima por
medio de un combate singular homérico, por lo que se nos presenta a Tíamis y a su
hermano Petosiris corriendo en torno a las murallas. Ya estaba a punto de morir
Petosiris a manos de Tíamis cuando llega su padre Calasiris y detiene el combate,
nombrando a Tíamis sacerdote, tras lo cual muere. Teágenes y Cariclea se
reencuentran pero sus desdichas no acaban aquí: Arsace, antes enamorada de
Tíamis, se enamora ahora de Teágenes, y se vale de la anciana Cibele para ganarse
el amor del joven. Ésta acoge a los jóvenes en su casa, y habla a Teágenes del amor
de Arsace, al tiempo que Aquémenes, hijo de ésta, se enamora de Cariclea. Teágenes
confiesa a Arsace que él y Cariclea no son hermanos, sino prometidos, y que han de
casarse, lo que Arsace acepta aparentemente. Ante ello, Aquémenes marcha junto a
su padre el sátrapa.

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Ya en el libro octavo, Aquemenes llega junto al sátrapa, mientras Arsace y Cibele


planean dar muerte a Cariclea para ganar el amor de Teágenes, pero la que muere es
la anciana, lo que Arsace aprovecha para acusar a Cariclea, que es condenada a
morir en la hoguera. Sin embargo, misteriosamente el fuego no la alcanza, y es
devuelta al calabozo, donde se reencuentra con Teágenes. Llega entonces un esclavo
del sátrapa, que libera a la pareja. Se ponen en camino a Etiopía, pero son
nuevamente capturados.

El libro noveno nos presenta el sitio de Siene por parte del sátrapa y su hijo
Aquémenes y los sucesivos enfrentamientos, victoriosos para los etíopes, cuyo rey
Hidaspes pretende sacrificar a los jóvenes. El sátrapa, herido, es cuidado por los
médicos de Hidaspes, mientras los excursos llenos de erudición se suceden, al tiempo
que una vez más es un sueño el que pone al rey sobre la pista de que pronto
recuperará una hija.

El décimo libro se abre con la marcha de la comitiva a Méroe, capital de los etíopes,
donde los gimnosofistas se muestran contrarios al sacrificio, a pesar de la opinión del
rey. Pero son los detalles de los objetos con que fue expuesta Cariclea lo que lleva a
que sea reconocida como hija de los reyes en medio de los excitados ánimos de la
muchedumbre. Así pues, finalmente, Hidaspes abandona sus planes de sacrificio, al
menos para la que ya es admitida como su hija.

Teágenes consigue domar a un fiero toro ante el asombro general, y después derrota
a un monstruoso soldado. En ese instante llega Caricles, recriminando el rapto de
Cariclea. Teágenes expone lo ocurrido, al tiempo que el sacerdote Sisimitres, que
había cuidado de bebé a Cariclea, proclama la alegría de los dioses. En medio de la
alegría, y ya como sacerdotes del Sol y la Luna, ambos jóvenes se casan.

Estamos ante una compleja obra con una progresión no lineal de la historia, con
narraciones dentro de la propia narración principal, algo tan viejo como la Odisea. A
pesar de los anacronismos de rigor, tiene un tono erudito realmente notable, como
notable es la estructuración de la obra, que presenta una división en dos, indicada por
Ruíz Montero, que distingue una primera sección dominada por Calasiris y una
segunda dominada por Arsace, personajes realmente opuestos por su bondad y
maldad respectivamente. Tenemos además una compleja estructuración de las
diferentes escenas, orientadas claramente a favorecer el suspense, una de las claves
de la novela que el rápido resumen ha dejado claro.

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En consonancia con todo ello el estilo es realmente elaborado, con términos poéticos,
alusiones homéricas, cláusulas métricas y huída del hiato, todo ello dentro de un tono
aticista, caracterización quizá excesivamente simplista ante la complejidad de la obra.

10. Otras obras. Las novelas fragmentarias. Dentro todavía de la novela amorosa
se ha de hacer referencia a los fragmentos de la novela de Nino y Semíramis, de la
que conservamos únicamente cuatro fragmentos papiráceos, y que dado que es la
novela más antigua conservada, nos asegura también el largo recorrido de los temas
amorosos y el tono elevado del estilo. Iguales rasgos estilísticos presenta Metíoco y
Parténope, que nos presenta un escenario griego frente al oriental de la novela de
Nino. La trama amorosa, más allá de las discusiones de detalle, es clara. Por su parte,
la novela de Sesoncosis nos presenta a un faraón comparable por su habilidad
conquistadora a Alejandro Magno, lo que se materializa en las escenas de contenido y
tono bélico. Finalmente, gran predicamento tuvieron las Babiloníacas de Jámblico, un
sirio cuya obra conocemos por un resumen de Focio, que nos presenta las
desventuras de Ródanes y Sinónide, sometidos a las habituales penurias por su amor.

La denominada novela paródica, que combina la cruda realidad con tonos de fantasía
y humor, tiene un recorrido hoy perdido para nosotros y una posteridad brillante en
obras como las Metamorfosis de Apuleyo. Conservamos obras fragmentarias, como la
novela de Yolao, que nos muestra una mezcla de prosa y verso, presente en el propio
Apuleyo, o como las Fenicíacas de Loliano, de autoría dudosa y de un tono realmente
crudo a tenor de lo conservado. Pero sin duda las obras más importantes de este
subgénero son las relativas a la conversión de un hombre en asno. Focio nos habla de
la historia de las Metamorfosis de Lucio de Patras, en quien se basa aparentemente
Luciano para su Lucio o El asno, si bien no parece claro que el gran escritor de
Samosata fuese autor de un simple resumen. La historia nos presenta las desventuras
del propio Lucio que, convertido en burro, sufre múltiples aventuras de tono en
ocasiones realmente duro, en línea con el carácter de antihéroe del personaje.

La novela autobiográfica es un campo en el que también hay lugar para tonos


paródicos de cierta crudeza, como muestra la Vida de Esopo, de compleja tradición
materializada en varias redacciones, con el esclavo Esopo como antihéroe. Todo lo
contrario representa la complejísima tradición sobre Alejandro Magno, que, con una
complicada variedad de redacciones, se inserta dentro del rápido auge que alcanzaron
los escritos sobre Alejandro Magno.

Finalmente y dentro de la novela utópica, cabe citar la novela de Antonio Diógenes,


Maravillas de más allá de Tule, no conservada, que con la Historia Verdadera de

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Luciano ejemplifican un modo de hacer novela en la que los viajes dan pie a la
aparición de elementos variopintos que rozan la moderna ciencia ficción, dentro de
una tradición paradoxográfica de gran raigambre en la literatura griega.

Bibliografía:

Estudios:

- Bowie, E. L., “La novela griega”, en P. Easterling y B. Knox (eds.), Historia de la


Literatura clásica. Literatura griega, trad. esp., Madrid, 1990, pp. 734-751.
(=Cambridge, 1985).

- García Gual, C., Los orígenes de la novela, Madrid, 1972.

- Holzberg, N., The ancient novel: an introduction, Londres, 1995 (=Munich, 1986).

- Miralles, C., La novela en la Antigüedad clásica, Barcelona, 1968.

- Perry, B. E. The ancient romances. A literary-historical account of their origins,


Berkeley y Los Ángeles, 1967.

- Rhode, E. Der griechische Roman und seine Vorläufer, Leipzig, 1914.

- Ruíz Montero, C., La novela griega, Madrid, 2006.

- Whitmarsh, T. (ed.) The Cambridge companion to the Greek and Roman Novel,
Cambridge, 2008.

Ediciones y traducciones:

Caritón de Afrodisias:

- De Chaerea et Callirhoe amatoriarum narrationum, Ed. W. E. Blake, Oxford (OCT),


1938.

-De Callirhoe narrationes amatoriae editionem curavit B.P. Reardon, Leipzig (Teubner),
2004.

-Quéreas y Calírroe, trad. de J. Mendoza, Madrid, 1979.

-La novela griega antigua, trad. de M. C. Herrero Ingelmo, Madrid, 1987.

Jenofonte de Éfeso:

-Les éphésiaques ou le roman d'Habrocomès et d'Anthia, texte établi et traduit par


Georges Dalmeyda, París (Budé), 1926.

-Efesíacas, trad. de J. Mendoza, Madrid, 1979 (en el mismo volumen que Caritón).

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La novela griega antigua, trad. de M. C. Herrero Ingelmo, Madrid, 1987(en el mismo


volumen que Caritón).

Longo:

-Pastorales: Daphnis et Chloé, texte établi et traduit par G. Dalmeyda, París (Budé),
1934.

-Daphnis et Chloe, edidit M. D. Reeve, Leipzig (Teubner), 1982.

-Dafnis y Cloe, trad. de M. Brioso, Madrid, 1982.

Aquiles Tacio:

-Leucippe and Clitophon, edited by E. Vilborg, Estocolmo, 1955.

-Leucipa y Clitofonte, trad. de M. Brioso, Madrid, 1982 (en el mismo volumen que
Dafnis y Cloe).

Heliodoro:

-Les éthiopiques, texte établi par R.M. Rattenbury, T.W.Lumb et traduit par J. Maillon,
París (Budé), 1935-1943.

-Las etiópicas, trad. de E. Crespo, Madrid, 1979.

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