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No hay promesa/postdata a las pedagogías feministas queer

La docencia y aun la militancia fue atravesada por la gesta civilizatoria, emancipatoria, ciudadana.
Educar ha estado unido a una épica finalista. Los encuentros de los que hablamos no prometen futuros
venturosos, no prometen, no proyectan metas. Los pibes y pibas que venden, que laburan en los trenes,
mantienen ya una relación directa con el mundo y con la economía informal. En sus nervios hay muchos
mensajes urgentes y simples del futuro. Este es su mundo, y lo que se busca no es “resolver” esta
situación, sino replantear el modo en que se presentan las cosas, ampliar estrategias, aliarse a ellos,
para multiplicar comprensiones y posibilidades. Encontrarnos. No se trata tanto de cambiar las cosas,
como si de descubrir nuestro poder de imprimir nuevas realidades al mundo. Humor, ficción,
experimentación y goce. El desencanto con las retóricas “transformadoras” no afecta necesariamente la
posibilidad de una efectividad fabulante en el encuentro con los pibes y pibas.
Fabular el mundo – Pura suerte. Pedagogía mutante[1]

Promesa de ciudadanía. Promesa de trabajo. Promesa a la bandera. Promesa de lealtad a la patria.


Promesa de decencia. Promesa de igualdad. Promesa de bienestar. Promesa de valores. Promesa de
familia. Promesa de felicidad. Promesa de democracia. Promesa de emancipación. Promesa de
mujer. Promesa de hombre. Promesa de matrimonio. Promesa de reproducción. Promesa de ley.
Promesa de derechos. Promesa del conocimiento. Promesa de la luz. Promesa de ser alguien.
Promesa de identidad. Promesa de entender. Promesa del deber. Promesa de sujetos críticos.
Promesa de normalidad.

Así ha funcionado la pedagogía moderna, sujeta al dispositivo promesa. Si bien muchas de esas
promesas han resultado fallidas o incumplidas, siguen resonando y operando en los entramados de
nuestros discursos pedagógicos, aunque sean críticos, feministas o cuir.

La promesa se propone para ser cumplida, nos sitúa en el orden de un deber. Nos conmina a un
tiempo futuro, un tiempo que no es éste, que llegará, pero que se escurre apenas alcanzamos lo que
suponemos su orilla. De este modo, la alfabetización, el trabajo, la movilidad social, la identificación
con los símbolos patrios, el sujeto ciudadano, la familia heterosexual, eran las promesas de la
educación moderna. En estas promesas se basó el sistema educativo, y en esta promesa creyeron
firmemente las generaciones que encontraban en la educación, el futuro y progreso de sus hijos. No
obstante, podemos compartir que el régimen de poder disciplinario que alentó esos proyectos de
promesa está en crisis, colapsando en y conviviendo con un régimen de control [2] que provoca
temporalidades fragmentadas. Las instituciones disciplinarias o de encierro, como representaciones
del Estado que eran productoras de lazo social y ciudadanía, han disminuido su poder performativo
y su capacidad de subjetivación.

Un buen preámbulo educativo y ético sería, entonces, que no prometo nada. No prometo que se
entiendan ni que se compartan ni que se reivindiquen estos pensamientos que intentaré esbozar
aquí. Se trata de dilemas que nos atraviesan, que arrastran diálogos previos, fragmentos de
intercambios que acontecieron en disímiles ocasiones y que no se circunscriben al ámbito escolar,
con voces menos visibles pero intensamente presentes, y voces que resuenan también desde el
desencuentro. Les propongo explorar en sus resonancias colectivas un hilo de ideas que funcione
como interruptor de los modos heterosexualizados del pensar.

Para ello voy a reinscribir en el campo pedagógico una pregunta de la filósofa feminista Judith
Butler[3], especialmente en los discursos y prácticas de las pedagogías feministas y cuir,
entendiendo que queer y feminista son operaciones políticas de desnaturalización de los regímenes
de poder-saber-placer que gobiernan nuestros cuerpos:

¿Cuál es la relación del saber con el poder que hace que nuestras certezas epistemológicas sostengan un
modo de estructurar el mundo que forcluyen posibilidades de ordenamiento alternativas? ¿Hasta qué
punto, sin embargo, tal certeza está orquestada por determinadas formas de conocimiento precisamente
para forcluir la posibilidad de pensar de otra manera?

Podemos hacer extensivo este cuestionamiento a cualquier saber que pretenda algún tipo de
estatuto de verdad. En este caso, ¿puede articularse una pedagogía feminista cuir descolonial bajo
los supuestos de la promesa como dispositivo de subjetivación y normalización? ¿podremos
liberarnos de un modelo de pensamiento pedagógico anclado en la promesa? Ensayemos suspender
por un momento el libreto de las lógicas hegemónicas del saber, escapándonos de la dinastía de la
prescripción y de cualquier gesto que demande integración. Se trata de violentar el pensamiento
para ser atraídos por la experimentación de una indigencia y desprendimiento del pensar.

[1] Barrilete Cósmico (2011) Pura suerte. Pedagogía mutante. Territorio, encuentro y tiempo desquiciado. Tinta
Limón y Barrilete CósmicoEdiciones, Buenos Aires.
[2]Las nuevas “sociedades de control” comenzaron a constituirse luego de segunda Guerra Mundial, como
consecuencia de la crisis profunda de las técnicas de poder disciplinarias, al respecto Deleuze dice lo siguiente:
“Estamos entrando en sociedades de control, que ya no funcionan mediante el encierro sino mediante un control
continuo y una comunicación instantánea. (...). Ciertamente, seguimos hablando de cárceles, escuelas y hospitales,
pero se trata de instituciones en crisis. Y si están en crisis, las luchas relativas a ellas ya son luchas de retaguardia.
Lo que se está instaurando tentativamente es un nuevo tipo de sanción, de educación, de vigilancia. (…)Los medios
de que se sirve el régimen de control para producir masivamente una subjetividad prefabricada son múltiples. (…)
Las sociedades disciplinarias son nuestro pasado inmediato, lo que estamos dejando de ser. Los encierros
son moldes o moldeados diferentes, mientras que los controles constituyen una modulación, como una suerte de
moldeado autodeformante que cambia constantemente y a cada instante, como un tamiz cuya malla varía en cada
punto. Gilles Delueze, Post scriptum "Posdata sobre las sociedades de control" (1999).
[3] ¿Qué es la crítica? Un ensayo sobre la virtud de Foucault, de Judith Butler.

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