Está en la página 1de 224

Página 1

Página 2
Créditos
Moderadora: Mona & Lvic15

Traductoras Correctoras
Abby Galines Agustina
Cjuli2516zc Clau
Erianthe Dennars
Gigi Florpincha
Kath Pochita
Lvic15 Sttefanye
Magdys83
Maria_clio88
Melusanti
Mimi
Neera
Pancrasia123

Recopilación y Revisión
Sttefanye

Diseño
Mae
3
Página
Sinopsis
Se supone que cubría las historias.
No ser una.
Madison Winters tiene todo en la vida. ¿Novio precioso? Marcado.
¿Promoción para convertirse en editora de la revista de moda más caliente del
país? Marcado. ¿Un par de zapatos edición limitada de Manolo Blahnik?
Marcadísimo.
Atrapar a su prometido con los pantalones abajo no es algo que ella espera.
En el espacio de veinticuatro horas, Madison lo pierde todo, ni siquiera sus
zapatos serán salvados.
El cambio inesperado; permanecer demasiado tiempo en mallas y Dior
haciendo una posición de yoga va a ser un infierno. Lo último que necesita el
corazón roto de Madison es un encuentro con el más reciente Playboy de Estados
Unidos. ¿Podrá alguna vez recuperarse de esto?
Tate Masters tiene todo, es el reciente chico de oro de Hollywood, tiene
abdominales marcados, una sonrisa asesina, y un papel principal en la próxima
película de la lista A.
Hasta que un secreto de su pasado es divulgado en todos los titulares, y esa
imagen de “buen chico” va aceleradamente a la cuneta.
Ahora los medios de comunicación han comenzado la búsqueda, y están
ansiosos por la sangre de Tate. Una noche de comportamiento salvaje lo ve
despertarse al lado de una preciosa morena australiana y ella es todo lo que Tate
teme.
Guardar secretos nunca ha sido tan difícil.

4
Página
Capítulo 1
Madison

M
i cumpleaños número veintitrés se suponía que sería uno de los
mejores días de mi vida. Quiero decir, a parte de mi boda, por
supuesto.
Pero cualquiera que haya trabajado en revistas conoce la importancia de una
reestructuración del equipo, y cuando eres la siguiente en la línea para ser
coronada editora adjunta de Lola, la revista número uno de moda y celebridades,
te pones tu nuevo pantalón de traje Marc Jacobs el día en que el anuncio se hará
público. Agarras tu bolso Coach por las suaves tiras de cuero, te abrochas esos
zapatos Balenciaga y caminas dentro de la oficina como si te lo creyeras. Después
de todo, vestirte para el éxito no es sólo una sugerencia en Williams & Co.
Es una orden.
—Hoy es el día —canta mi mejor amiga Courtney, y alzo la mirada y sonrío—
. ¿Estás emocionada?
Me inclino cerca para asegurarme que nadie en administración me pueda
escuchar.
—Ni siquiera pude comer el desayuno esta mañana.
—¡Maddie! —Courtney niega, tirabuzones de color rubio miel
balanceándose con el movimiento—. Sabes que tienes esto. Incluso Jack
McWilliams dijo que sería un gran día para ti.
Me encojo de hombros, las palabras de Jack, nuestro CEO, sonando en mi
cabeza. Empaca tus cosas Madison. No estarás en esta mesa después de la
reorganización de equipo del lunes cuando Kara entre.
—Sólo estoy tratando de no ser demasiado arrogante. Sin embargo… —Echo
un rápido vistazo por encima de mi hombro a la gran oficina vacía con el brillante
sofá rojo y la alfombra de piel de vaca, sonrío, después abro el navegador y pongo
la página web de David Jones, pasando a través de la sección de “objetos
comprados”—. Puede que ya haya puesto un depósito en un nuevo sofá. Sólo para
poner mi sello sobre las cosas aquí, ¿sabes?
Señalo al sofá de cuero blanco. Ya sé dónde voy a ponerlo: en la pared de al
lado con un poco de ángulo, para que mire hacia la ventana. Desde ahí puedo
reclinarme, disfrutar de un vaso de vino, una taza de té, entretener a los
diseñadores delante de las vistas de mi ciudad que termina con el brillante azul
del puerto de Sydney… Sí. Hoy es un muy buen día de verdad.
—¡Eso es perfecto! —Courtney hace oh y ah por unos pocos minutos
mientras miramos a través de todas las imágenes.
—Así que, ¿qué pasa contigo, eh? ¿Estás esperando un gran ascenso? —le
5

pregunto a mi mejor amiga.


Página

—Oh, ya sabes… —Courtney se encoge de hombros, mirando a sus uñas con


la manicura hecha—. He estado aquí durante un año más que tú. Y nadie ha dicho
que Yoko vaya a irse, pero si lo hace, estaré tan contenta de empujarla fuera de su
pelota de fitness.
Ambas nos reímos ante la referencia de Courtney al editor de Live Well.
—¿Así que aunque consigas el trabajo, no te vas a volver vegetariana? ¿O a
hacerte miembro de yoga en tu club local?
—¿Te lo imaginas? —resopla Courtney—. Puede que trabaje para la revista
hippy ahora, pero amo la carne. Y el único tipo de “postura de perro boca abajo”
en la que quiero estar involucrada es más una posición en la cama y menos un
movimiento de relajación.
—Oh, Madison. —La voz de Taylor, la recepcionista, sale desde la parte
delantera de la oficina. Elevo mi cabeza por encima de mi cubículo de paredes
bajas.
No puedo ver la cara de Taylor. Está escondida detrás de lo que puede ser el
ramo de rosas más grande que haya visto.
Tiene que haber al menos veinte de ellas, flores de color rojo sangre y largos
tallos verdes dispuestos en un exquisito grupo acentuado con un pequeño velo.
—Parece que el prometido de alguien la quiere mucho —murmura Courtney,
deslizándose de su mesa para hacerle sitio al ramo que Taylor deja. La esencia
floral me golpea y la absorbo, justo hasta el final de mis pulmones. Es dulce.
Exactamente cómo me imagino que sabe el éxito.
—¿Son de Mike? —pregunta Taylor, una sonrisa en sus labios.
Saco un pequeño sobre blanco de enfrente del ramo y lo abro con una uña
con la manicura hecha.
—Querido cielito —leo en voz alta—. Felicidades por tu ascenso y, por
supuesto, por tu vigésimo tercer año estando viva. Te amo hasta la luna y más
allá, tu próximamente esposo.
—¡Oh! —Taylor se agarra el pecho—. ¡Eso es tan jodidamente dulce!
—Lo sé. —Sonrío—. Soy increíblemente suertuda.
Y en ese momento, lo siento. El hombre de mis sueños y yo nos vamos a
casar de aquí a quince días. Estoy a punto de ir a una reunión donde me regalarán
el trabajo de mis sueños, si la pista de Jack de la pasada semana sirve. No sólo
eso, sino que estoy vestida de blanco y no me he manchado, ni siquiera con el café
en mi pantalón.
Veintitrés puede ser el mejor año de mi vida. E intentaré gobernar en cada
minuto de él.
—Si tan solo todos los prometidos fueran así. —Courtney sonríe y me da un
codazo en el costado—. ¿Calientes, considerados, y ricos? En serio conseguiste a
un buen partido.
—Lo hice. —Con eso, agarro el teléfono de mi mesa y marco, llamando a
Mike para agradecerle un regalo tan considerado. Como siempre, va directo al
buzón de voz, así que le dejo un mensaje.
Estoy decepcionada que no hayamos hablado, pero no es como si importara.
6

Después de todo, le veré en la función de Chandon esta tarde.


Página

Ese es el beneficio de tener un compañero que trabaja en la misma industria


que tú. Te encuentras en todos los sitios.
Dejo el teléfono y decido enviarle un mensaje después. Miro de nuevo a mi
mejor amiga, y veo que miradas de envidia salen de todo el equipo que está en la
habitación. Las felicidades rápidamente se convierten en cafés, y rápidamente la
habitación se vacía para la reunión de reestructuración de equipo de las diez de
la mañana, y es justo cuando Courtney y yo nos vamos.
—¿Estás preparada? —Me acerca su mano.
—Por supuesto. —Entrelazo mis dedos con los de ella, y caminamos—. ¿Lo
estás tú?
Courtney sonríe.
—Vamos a conseguir ascensos patea traseros.
—Juntas. —Aprieto su mano.
Les da un giro a mis dedos en respuesta.
—Juntas.
Cuando entramos en la sala de reuniones, al menos treinta de las más de
cincuenta cabezas aquí se giran a mirar, algunas entrecerrando los ojos y
juzgando, otras mirando a sus teléfonos, todos con sonrisas suaves y actitudes
aburridas.
Para mí, solo hay tres caras que cuentan.
Jack McWilliams, CEO.
Kara Knight, la editora adjunta cuya posición me han dicho más o menos
que es mía.
Y Chloe Kennedy, la editora jefa de Lola.
Todos están parados en la parte delantera de la habitación, Chloe con sus
manos firmemente apretadas delante de ella, Jack medio gesticulando a una
presentación de PowerPoint proyectada detrás de él mostrando los últimos
gráficos de la compañía. Como siempre, Lola lidera el grupo. Moto Monthly la
sigue de cerca, después van Bridal Beauty, Gossip!, Live Well, y el resto con
cuentagotas.
—Bienvenidas señoritas. —Asiente Jack, después pone su dedo en la pizarra
detrás de él, la sonrisa de un millón de dólares plasmada firmemente en su
rostro—. De acuerdo. Empecemos, ¿bien?
Unos pocos aplausos educados flotan a través de la habitación.
—Hemos alcanzado un record en ventas en los últimos meses. En un
mercado que se supone que está decayendo, hemos producido muchas
publicaciones de calidad que parecen ir viento en popa. —Jack sonríe. Sus
mejillas rojas brillan bajo la luz amarilla—. Como todos saben, una vez que llegas
arriba es esencial mover las cosas. Introducir nuevas tácticas para asegurarnos
que no nos estancamos, sino que nos mantenemos como líderes del mercado en
nuestra industria siempre cambiante —dice Jack, mientras la pantalla cambia al
logo de la compañía—. Y es por eso que estamos teniendo esta reunión hoy. Como
7

todos saben, se van a hacer grandes cambios en el equipo, uno de los cuales es la
Página

renuncia de la fabulosa Kara Knight, dejando sitio para un nuevo editor ejecutivo
en Lola.
Aplausos dispersos repiquetean por la habitación mientras Kara, la segunda
al mando de Chloe, sonríe de manera falsa.
—Si alguna vez me vuelvo tan falsa, apuñálame —murmura Courtney, y
reprimo una risita.
—Así que, sin más dilación, es el momento de hacer nuestros anuncios. El
mayor de ellos es la posición de Kara y la mano derecha de Chloe. —Jack sonríe—
. Tengo que admitir que estar a la altura de esta mujer no es un trabajo fácil. Kara
ha estado en la compañía desde 1996, y su sentido del estilo, su habilidad de
predecir las tendencias y la moda, y su eterna buena naturaleza han hecho que
vaya de un éxito a otro. —Jack asiente a Kara, y ella graciosamente inclina su
cabeza—. Son atributos como estos los que han hecho que su reemplazo sea difícil
de conseguir.
Courtney me da un codazo, y trato de mantener mi sonrisa oculta.
Lo intento, pero fallo.
Después de lo que dijo Jack el otro día, sus palabras son prácticamente un
tributo personal hacia mí.
—La nueva editora adjunta de Lola va a la moda. Es organizada, capaz y
fabulosa en una emergencia —dice Jack—. Ha estado esperando bajo las alas
durante varios años, y es una de las personas más jóvenes en moverse a través de
nuestra compañía tan rápido. —Jack da un asentimiento en mi dirección. Un
asentimiento. Un maldito asentimiento.
Estoy dentro.
Estoy tan jodidamente dentro.
—Puede que sea una sorpresa para ti —Jack muestra su sonrisa para ganar
premios hacia la esquina de la habitación, después enfoca su atención de vuelta a
la masa general—, pero estoy seguro que para la mayoría, esta candidata no será
una sorpresa. Es trabajadora…
Comprobado.
—Dedicada…
Bueno, dejé mi propia fiesta de compromiso para venir y cubrir el desastre
de moda de los Grammys…
—A la moda…
Miro mi traje de Marc Jacobs de nuevo y me doy una sonrisa petulante.
Directo de la pasarela. Tuve que pagar alrededor de 30 dólares a una mujer
vietnamita que lleva un servicio de sastrería para que lo alterara para que me
cupiera en mi figura que no es de talla seis.
—Y sin duda una de los mayores motores y agitadores no solo para estar a
la altura de los roles junior en esta compañía durante los últimos años, sino que
les ha dado estilo y los ha hecho suyos. —Jack termina su discurso con una
floritura en mi dirección, y las cabezas se giran. El calor se eleva por mis mejillas,
y por primera vez desde que empecé aquí, respiro. Realmente respiro.
No ha sido fácil dedicar mi vida a una revista y mantener mi relación con
Mike segura, un hombre que estaba acostumbrado a que fuera la Maddie de la
8
Página

Australia rural a través de mi transición a la Madison de la parte alta de la costa


norte de Sydney.
Pero ahora, después de la sangre, el sudor, y las lágrimas financieras, estoy
a punto de recibir mi premio. Finalmente, después de trabajar doce horas al día
como estándar y traer líneas de tinte a casa en los fines de semana, estoy a punto
de reclamar mis merecidos postres.
Desde que cumplí doce años y trabajé mi primer día en la agencia de noticias
de mis abuelos, he querido trabajar en revistas.
Y no solo cualquier tipo de revista.
Moda.
Hay algo inherentemente glamuroso en el diseño y las celebridades que
siempre he encontrado irresistibles.
—Y es por eso que es mi absoluto placer anunciar a la nueva editora adjunta
de Lola, nuestro buque insignia en las publicaciones mensuales y el pilar más
importante del que Williams & Co fue creado —dice Jack. Me señala y doy un paso
adelante, todos los ojos de la habitación girándose a mirar en mi dirección. Bajo
la mirada a mis zapatos blancos. Gracias a Dios que elegí colores neutrales hoy.
No hay duda que contrarresta el gran enrojecimiento que está incendiando mi
rostro.
—Demos un gran aplauso a la nueva editora adjunta de Lola, ¡la fabulosa
Courtney Orriss!
Doy un paso adelante de nuevo, yendo ya hacía el pasillo en medio de los
asientos cuando asimilo de verdad las palabras de Jack.
Courtney Orriss.
Mi corazón golpetea. El aire se espesa, pegándose a mi garganta y cierro mis
ojos para evitar las inminentes lágrimas. ¿Cómo ha ido esto tan mal?
Mierda.

9
Página
Capítulo 2
Madison

A
mi izquierda, mi mejor amiga aprieta una mano contra su pecho,
tambaleándose hacia atrás.
—¿Yo? —Frunce el ceño, su voz tan elevada como un pantalón
corto del principio de los 2000—. ¿Estás seguro que quieres decir…?
—No seas tan modesta, Courts. Sube tu culo aquí arriba. Quiero decir, eso
es si quieres el trabajo. —Jack extiende su brazo, invitando a Courtney a que se
una a él y a Chloe en el centro del escenario. Un exceso de saliva llena mi boca
mientras doy un paso a un lado y dejo que mi mejor amiga en el mundo entero dé
un paso adelante y acepte el trabajo que siempre pensé que sería para mí.
A izquierda y derecha, la gente felicita a Courtney mientras ella avanza. Se
sonroja y sonríe y mi corazón se hunde un poco más.
En el frente de la habitación, Jack le da un golpecito a Courtney en la
espalda, después Chloe le da un falso abrazo. Los ojos de la mujer mayor se ponen
vidriosos mientras da un vistazo al reloj que hay en la pared encima de mi cabeza,
como si sólo estar aquí fuera una pérdida de su tiempo.
—¿Unas pocas palabras, Courtney? —Jack ladea su cabeza, y por primera
vez desde que esto ha pasado, miro a mi mejor amiga. Realmente la miro.
Sus mejillas están enrojecidas y una sonrisa adorna sus labios rojos de
pimpollo. Es gentil y está eufórica al mismo tiempo.
Sin embargo, ¿la peor parte?
Se lo merece.
Es excelente en su trabajo.
Sí, nunca ha expresado un interés en la moda antes, pero puedo ver cómo es
una buena opción para ello. Trabaja duro. Le pone horas. Está en las reuniones,
en las sesiones de contactos, y en los cócteles de la compañía, justo como yo.
Y eso es lo que más quema.
—Yo no… yo… —Courtney me mira y clama una disculpa sin palabras desde
sus grandes ojos azules en forma de óvalo. ¿Cómo voy a manejar esto? ¿Cómo voy
a manejar que mi mejor amiga se convierta en mi jefa?—. En verdad nunca
esperé que esto me pasara a mí.
Las voces estallan en un murmullo de felicitaciones y parloteo. Chloe sonríe,
una gran sonrisa con los labios cerrados, y su mirada viaja por todos los
congregados como si fuéramos sus leales súbditos. Y de alguna manera, lo somos.
Voy hacia la puerta. Necesito estar sola. Necesito llamar a Mike. Él sabrá
10

qué hacer. Mi roca.


Le tengo. Y pronto, nos casaremos.
Página

Y al menos sé que no me tengo que preocupar en la posibilidad de llevarme


trabajo a mi luna de miel.
Mi mano busca la manija de la puerta, y pronto mis dedos encuentran el frío
pomo de metal. Justo cuando estoy a punto de girarlo, Jack habla de nuevo.
—Por supuesto, tenemos otros anuncios que hacer, incluyendo uno muy
especial. Madison Winters, ¿dónde estás?
Mis dedos liberan la perilla. Suavizo los lados de mi modelito y trato de
calmar mis nervios. ¿Qué podría tener guardado para mí? Si no me anuncia como
la editora adjunta de Lola, sólo puede ser…
—Eres una de las jóvenes estrellas más brillantes de la compañía. Diría que
la más joven en avanzar a través de esta compañía y con las horas que pones y el
trabajo que haces, no estoy sorprendido. Entre tú y Courtney, la compañía se está
dirigiendo en la dirección correcta —dice Jack, y la piel me hormiguea cuando
cincuenta pares de ojos aterrizan sobre mí, después de vuelta a él—. Y es por eso
que estoy tan emocionado de proclamarte la nueva editora adjunta de Live Well,
para reemplazar a Courtney, con efectos inmediatos.
Aplausos se dispersan por la habitación.
¿Qué?
Me congelo. No. Por favor, no. No puede hablar en serio… ¿no?
—Felicidades. —Jack asiente y sonríe, y juro que sus dientes brillan mientras
lo hace. A mi alrededor, la gente me palmea en la espalda, ofreciéndome sus
buenos deseos, pero me he quedado con dos palabras.
Live. Well.
La revista hippy. La revista que se centra en el yoga y la jodida agricultura
sostenible, no en moda y celebridades.
Mi estómago se sacude.
Creo que me voy a enfermar.
Yoko, la editora de Live Well, atraviesa la multitud y se detiene delante de
mí. Lleva un culottes. Y no de manera irónica.
—Sé que no hemos trabajado juntas antes, pero estoy impaciente. —Me da
un asentimiento y hago que mis labios formen una sonrisa—. Tengo algunas
misiones muy gratificantes para ti en el periodo de traspaso.
Asiento y le agradezco, pero mentalmente me he ido de la situación. Mi
cerebro está a millones de kilómetros de aquí.
Iré a casa. Buscaré en Internet un nuevo empleo.
No.
Beberé mucho vodka.
Tendré sexo con mi prometido.
Después buscaré un nuevo empleo.
El pomo de la puerta me golpea en el culo mientras se abre. Me tambaleo
11

hacia adelante, elevándome antes de caer de mis zapatos de tacón de quince


centímetros sobre la pobre cabeza de Yoko que huele a marihuana. Alcanzo mi
Página

espalda, frotando el lugar donde el duro metal hizo contacto con mi suave carne.
—Perdone, señora. —Un hombre joven me asiente, después lleva un carro
dentro de la habitación. Botellas de cava chocan contra los vasos mientras
camina, y pronto el pop del corcho del champán llena la habitación.
—¿Querrías una bebida? —le pregunto a Yoko.
Niega. Juzgándome con sus ojos.
—Oh no. No bebo. Ciertamente no a las diez de la mañana.
—Circunstancias atenuantes —murmuro mientras camino por su lado y
agarro una flauta que ofrece el hombre con la camisa blanca de detrás del carrito.
—Gracias. —Asiento e inclino el vaso hacia atrás, bebiéndome todo el
contenido de un solo trago. Las bebida burbujean por mi garganta y a través de
mi cuerpo, y golpeo el vaso contra el carrito y tomo un segundo vaso.
—Maddie.
Courtney.
—Maddie, lo siento tanto. Yo…
—Nada de qué disculparte. —Las palabras salen de mi boca, y sé que soy yo
la que habla, pero de alguna manera, no siento como si estuviera de verdad allí—
. Te lo mereces. Es justo y merecido.
—Pero sé cuánto querías esto. Sé…
—No te preocupes por ello. —Me encojo de hombros. El sonido del resto de
la habitación hablando y riéndose parece particularmente alto mientras el
silencio se alarga entre nosotras—. Ten. —Le doy el vaso que tengo en la mano—.
Felicidades.
—Gracias. —Courtney lo agarra y señala al carrito con su cabeza— ¿Vas a…?
—No. Yo… yo creo que me voy a ir… cosas de la boda. Ya sabes cómo es. —
Niego y me giro, después rodeo a la gente de administración y salgo de la
habitación.
Cierro las puertas detrás de mí, incluso aunque quisiera golpearlas, después
camino a mi mesa, un pie después del otro. El aire es frío aquí fuera, y lo succiono.
Cajas de luz con cubiertas de revistas están alineadas en la pared. Cubiertas
de revistas en las que estuve en la sesión de fotos cuando sólo era una asistente
de redacción, cuando empecé en Lola. La revista que ayudé a crear.
Una marca para la que ya no trabajaré.
Pienso en la habitación de moda, donde guardamos todos los modelitos
entre las sesiones de fotos. El armario de los trofeos, lleno con los últimos
perfumes y productos de belleza, todos esperando a ser probados. La vista desde
la planta de Lola, mucho más alta que desde la planta de Live Well…
Una mirada al ramo que todavía está orgullosamente en mi mesa, inhalo
una ráfaga de fuerte perfume de rosas en el aire, y no puedo con ello. Tengo que
irme. Necesito a mi Mike. Él sabrá qué hacer.
12

Ahora.
Página

El viaje en ascensor se hace insoportablemente largo. Cuando llego a la


planta baja, paso corriendo al lado de la interna que está cambiando la portada
de la semana pasada de Gossip! que muestra algunas supermodelos a las que les
han puesto mal el Botox a una nueva que anuncia los engaños de un prometedor
chico de oro de Hollywood.
Afuera, detengo un taxi y me deslizo en el asiento trasero. Controlando. Lo
estoy controlando.
Todo lo que tengo que hacer es controlarme hasta que esté a salvo en los
brazos de mi prometido.
Y esperar con ganas encontrar una solución a esto.

13
Página
Capítulo 3
Madison

E
l viaje desde Williams & Co hasta mi casa es corto, doce minutos.
Doce agonizantes minutos donde le doy vueltas al nuevo giro que mi
vida está a punto de tomar una y otra vez en mi mente.
Puedo hacer esto. Es una estúpida revista hippy, pero encontraré algo más.
Diablos, Mike tiene un buen sueldo. Tal vez incluso pueda tomarme tiempo libre.
Mentalmente reevalúo mi plan a cinco años, ¿es demasiado pronto para
comenzar a tener niños?
No. Soy una mujer de carrera. Definitivamente es demasiado pronto.
Tomo el ascensor hasta la quinta planta y zapateo por el alfombrado pasillo,
poniendo la llave en el pomo cuando llego al número 528. Nuestra casa.
Abro la puerta…
Y todo mi mal día se pone peor.
Porque hay cosas en la vida que nunca olvidas. Algunas se quedan en tu
mente, sobre y por encima de todo lo demás.
Nunca olvidaré la imagen del pene de mi prometido.
Especialmente mientras bombea dentro y fuera de la boca de otra mujer.
Talones rosas se clavan en su culo mientras alguna tipa rubia le chupa la
polla. La cabeza de Mike está hacia atrás, sus ojos cerrados, su manos apretadas
en los mechones de su cabello.
Dejo caer mis llaves al suelo, pero la alfombra suaviza su caída. Mi corazón
se mueve hacia mi garganta y se queda pegado mientras la sensación enfermiza
de antes retuerce mi estómago una vez más. Un exceso de saliva llena mi boca, y
me pregunto si vomitaré antes que se den cuenta que estoy aquí parada. ¿Qué
demonios?
—Yo… —Aclaro mi garganta, pero no me escuchan por los gemidos de
Blondie. Lo intento de nuevo—. Llegué a casa temprano…
Golpe.
Si pudieras fotografiar un momento y alojarlo en tu memoria, sería este. Los
ojos de Mike, abiertos totalmente. Sus manos elevándose en el aire, como si
sacando sus manos del cabello de la mujer de alguna manera pudieran ser menos
culpables. La rubia se gira hacia mí, sus cejas en una V pero sin líneas en su frente.
Botox. El sonido de pop de la polla de Mike mientras es sacado de su boca.
Los pensamientos parecen pelear en la expresión de Mike por unos eternos
segundos, después salta a la acción. Se pone su pantalón chino de color beige y lo
14

ata alrededor de su cintura, negando.


—Feliz cumpleaños, cariño. —Se acerca, como si nada hubiera pasado.
Página

Como si no lo hubiera atrapado en medio de un orgasmo en la boca de otra


persona.
—No. —Levanto mi mano para evitar que se acerque más. Estoy perdiendo
el control. ¿Cómo está pasando esto?
Como si leyera mi mente, Mike se encoge un poco de hombros.
—Oh. ¿Esto? —Mike se gira a la mujer en el suelo, que se pone de pie,
bajando su falda blanca por encima de sus piernas morenas mientras se levanta—
. Esto no es nada. Te has hecho una idea errónea. Esto fue un accidente.
—¿Un accidente? —me mofo, mis cejas casi llegando a la línea de mi cabello.
Tomo la silla más cercana a mí, desesperada por agarrarme a algo mientras todo
lo demás en mi vida se cae a pedazos—. ¿Como que se cayó, agarró tu pantalón
para evitar golpearse contra el suelo y después se colgó de tu polla en caso que la
alfombra quemara?
Mike parece considerar la idea por un momento, y niega.
—Puedo explicarlo —trata de nuevo. Toma un bolso de mano negro de la
mesa del comedor y se lo tira a la mujer que lo atrapa, acercándolo a su pecho.
Me mira, luego a Mike y hacia la puerta, después dice.
—¿Quieres que…?
—¡Sí! —respondemos Mike y yo a la vez, y corre fuera del apartamento,
golpeando la puerta detrás de ella al cerrar.
Nos quedamos en silencio. Bueno, el apartamento está silencioso. Mi cabeza
no. Está llena del rápido gol-golpeteo de mi corazón y la sangre rugiendo en mis
oídos
Al mismo tiempo, se siente como si estuviera mirando la situación desde
otro lado. Soy una espectadora inocente de mi propia vida.
—Lo siento tanto, Maddie. Fue algo de una vez. No pasará de nuevo. —Mike
se acerca, sus brazos abiertos. Están calientes cuando caen en mis hombros.
—Entonces… ¿por qué? —Mi voz es baja, y me tengo que concentrar para no
chillar la última palabra.
—Sólo… —Mike se encoge de hombros y pasa una mano a través de su
cabello rubio en punta—. Siempre estás tan ocupada con el trabajo. Canada me
presta atención. Hace cosas que me gusta hacer, como comer hamburguesas y ver
deportes. —Suspira, y como si no hubiera entrado justo cuando lo hice, estoy
tentada a reconfortarlo. A intentar acariciar esas líneas de preocupación de su
frente—. Controlas nuestras vidas, desde donde vivimos hasta lo que hago, y sólo
me preguntaba cómo sería estar con alguien que… pero lo siento. No quería decir
eso. Vas a ser mi esposa.
—¿Lo… seré? —No sé a quién le pregunto, si a Mike o a mí misma.
—Por supuesto. Quiero decir, eso es lo que tú quieres, ¿no? Todo está
preparado para dentro de dos semanas. Y oye, ¿cómo fue tu ascenso?
El cuchillo se retuerce en la herida.
15

—No lo conseguí.
Página

—Oh, cielo, ven aquí. —Sus brazos se abren, y el peso de la decepción que ha
hecho que mi alma se rompa y que he sentido desde la reunión de esta mañana
me inunda. En un momento de debilidad, me hundo en su abrazo. Porque sólo
por un momento, quiero que me cuide para variar. Quiero que toda la mierda que
ha pasado en este día tan apestoso desaparezca, y sólo pasar tiempo con el
hombre que amaba.
Amo.
¿No?
Inhalo, su habitual colonia de pino mezclada con…
Me congelo.
Huele a sexo.
Su barba huele a sexo.
Empujo contra su camisa de cuadros. Mi garganta se cierra y no puedo
respirar, ni pensar, casi no puedo moverme.
He perdido mi trabajo.
He perdido a mi prometido.
Feliz maldito cumpleaños.
Las lágrimas inundan mis ojos de nuevo y esta vez no las puedo controlar.
Giro sobre mis talones y corro, abriendo la puerta. Corro por el pasillo hacia el
ascensor, sacándome los tacones mientras se hunden demasiado en la moqueta
de color crema.
—¡Maddie! ¡Espera!
Abro la puerta la salida de emergencia hacia las escaleras. Las suaves suelas
de mis pies escuecen mientras golpean contra el asfalto, un sonido que hace eco
mientras vuelo escalón a escalón. Las lágrimas me nublan y mi respiración se
envuelve más apretadamente que una bola de lana en algún lugar de mi corazón.
En el aterrizaje final abro la puerta y corro hacia la calle. Nubes negras se
ciernen sobre mi cabeza mientras el exceso de saliva llena mi boca de nuevo.
Relámpagos suenan tan fuerte que salto y por el rabillo de mi ojo veo a la
mujer rubia de antes entrar de nuevo en mi edificio. Por encima, los cielos se
abren y la lluvia repiquetea sobre mis hombros, mi cabello, después empieza a
caer a cántaros.
La bilis se eleva en mi garganta y trago, luchando por mantenerla abajo, pero
no sirve.
Me tambaleo hasta la papelera más cercana y vomito.
Lo odio, con cada parte de mi ser, pero siento como si le necesitara. No soy
yo sin Mike. A pesar de todo lo que ha pasado, mientras estoy parada en la acera,
totalmente empapada, mi garganta dolida por el vómito, mi corazón dolorido por
todo lo demás, quiero que Mike venga detrás de mí. Quiero que compruebe que
estoy bien.
No lo hace.
16
Página
Capítulo 4
Tate

H
ay pocas cosas peores que las luces de la televisión, especialmente
cuando tienes una borrachera del demonio. Brillantes puntos
blancos arden a través de mis ojos y perforan mi cerebro, vibrando
contra el dolor de cabeza que ya está golpeando allí.
¿Y para rematar? Helen Grady, la periodista que actualmente me está
mirando como si planeara comerme vivo, apesta a tequila. Cada vez que se acerca,
una ráfaga de ello sube por mi nariz, haciendo que mi estómago se retuerza.
Estoy bastante seguro que lo ha hecho sólo para fastidiarme.
—Cuéntanos sobre la preparación que has hecho para la próxima película.
¿Y estás impaciente?
—Absolutamente. —Lo estoy. Estar en una isla, con el sol en el cielo, las
mujeres correteando alrededor medio desnudas… suena como un sueño—. He
tenido que hacer ejercicio —me detengo, y sutilmente flexiono uno de mis tríceps.
Con suerte el chico de la cámara tres capta eso—, mucho. Pero es lo que se hace
por el arte, ¿sabes? Te exiges.
—Esta película cambiará todo para ti, haciendo que pases de ser un
aspirante a la elite de Hollywood. ¿Encuentras difícil de creer que hace doce
meses, antes que tú y Mikaela comenzaran a salir, sólo eras otro actor de la calle?
Los vellos de mi brazo se erizan por la atención. Hablando de observaciones
sarcásticas.
—Admito que salir con una ex-ángel de Victoria’s Secret no ha obstaculizado
exactamente mi carrera. —Hago una pausa para que la audiencia se ría, y me
recompensan en el momento oportuno—. Pero antes de eso actué en algunas
películas de presupuestos menores, y algunas cosas locales. Recuerdas, ¿no,
Helen? —pregunto con mordacidad.
—Mmm. Entonces dime, sin embargo, ¿cuál consideras que es tu mayor
logro en tu carrera hasta ahora? —Helen enlaza sus manos por encima de su
rodilla, inclinándose como si estuviera verdaderamente interesada en la
respuesta a la pregunta.
No lo está. Ya me ha dicho eso entre bambalinas cuando sacó a relucir
nuestro encuentro romántico en una playa en Barbados hace dieciocho meses.
Ambos acordamos entonces que era una cosa de una vez, para que nunca fuera
mencionada de nuevo.
Parece que se olvidó de “la parte de nunca mencionarlo”.
Pero los problemas reales vinieron cuando descubrió que me había olvidado
de la parte del “sexo”.
17

—Bueno, Helen… —Hago una pausa y le dirijo una de mis sonrisas. Sabes
Página

cuál. La que es todo perlas blancas. La que embellece las cubiertas de las revistas.
La que vende ropa interior, y convence a las chicas para que se saquen la suya.
No obstante, no funciona con Helen. Simplemente arquea una ceja y me
mira, esperando mi respuesta.
—Cada papel que he hecho significa mucho para mí. Los amo a todos, sean
de producciones de gran presupuesto como de películas independientes de bajo
presupuesto. Pero más que amar, he aprendido de ellos. Cada película me ha
enseñado algo sobre el mundo, sobre la vida… sobre mí mismo. —Sobre cuántas
líneas cliché puedo meter en una entrevista—. ¿Y cuánta gente puede decir eso
de su puesto de trabajo?
—No mucha. —Sonríe Helen dulcemente. Sus uñas se presionan contra su
tonificada carne, haciendo que pequeños surcos aparezcan en las palmas de sus
manos. Son manos bonitas: piel suave, uñas rojas, y por lo que recuerdo, después
que refrescó mi memoria, saben una cosa o dos en lo que se refiere a cuidar del
negocio. Por un breve momento, me pregunto si vale la pena volver allí. Si el sexo
fue tan bueno—. Desafortunadamente, la mayoría de nosotros tenemos… —
chasquea esos dedos, como si buscara una palabra—, carreras más profesionales
en las que concentrarnos.
No.
Tenía razón la primera vez.
Follarla fue un error.
—¿Estás implicando que actuar no es una profesión decente?
—Para nada. Sólo digo que algunos de nosotros tenemos trabajos que no
dependen tanto del atractivo, y más de…
—Entonces cuando Charlize tuvo que llevar dientes falsos y tuvo la piel fea
en Monster. Eso fue un papel que dependía de su apariencia, ¿no?
Helen lame sus labios.
—Bueno, sí, pero…
—¿Tom Cruise en Tropic Thunder? Fue su cuerpo estelar el que le dio ese
papel, ¿no?
¿Quieres pelear? Hagámoslo, perra.
—Creo que estás sacando lo que he dicho un poco de…
—Y tú. Tú eres una mujer guapa, ¿quieres decir que si fueras un poco más
gorda, quizás un poco desfigurada, aún estarías presentando Entertainment
Weekly? ¿Que todavía tendrías la oportunidad de conocer a algunos de los actores
“menos” profesionales?
Helen parpadea, y por un momento me preocupo que esté a punto de perder
sus lentillas. Después vuelve sus rasgos a esa apariencia calmada y contenida que
ha conseguido tan bien y me sonríe mortíferamente.
—Tate, estoy segura que sabes que este es un lugar de igualdad de
oportunidades. Tengo un conjunto de habilidades único…
18

—¡Ja! —Me río—. Está bien, Liam Neeson. Es bueno saber que puedo
llamarte si me arrestan.
Página

El público se ríe, y sé que me los he ganado. Sé que nuestro pequeño devaneo


será la última cosa en la mente de Helen cuando la red caiga sobre ella como una
tonelada de ladrillos por su inapropiada línea de preguntas. Sé que una vez más,
tengo el control, soy el centro de atención, como siempre que estoy en estas
entrevistas.
Esa es la cosa sobre las celebridades. La gente quiere que ganes. Todo el
mundo ama cuando tienes éxito, especialmente cuando eres el próximo chico de
oro de América.
—Eres tan divertido. —Arrugas se forman en los lados de los ojos de Helen—
. Pero es gracioso que menciones el buscar a la hija de alguien. ¿Qué dices ante
las afirmaciones que Shade McPherson está haciendo sobre tu hijo secreto?
Silencio.
¿Qué demonios?
—Lo siento, ¿puedes repetir eso por favor?
—Sí. Qué. Dices. Ante. Las. Afirmaciones… —dice cada palabra más
lentamente, como si estuviera hablando con un niño.
El sudor rueda por mi frente. Hace que los costados de mi camisa se
enganchen mientras intento encontrar las palabras.
—No he oído esas afirmaciones antes.
Y no lo he hecho.
Shade McPherson es un nombre que no he oído en un largo tiempo.
Me gustan las mujeres… eso no es un secreto. Pero normalmente, mis
aventuras son sólo eso: mis aventuras. Durante los últimos doce meses, he estado
con Mikaela Howards. La prensa prefiere fotos de los dos juntos, historias de
amor felices sobre cómo compartimos nuestra recuperación de la bulimia (no es
cierto), nuestra pasión mutua por los animales (cierto) y nuestras actividades
perversas en la habitación (cierto de alguna manera, dependiendo de la extensión
de tu imaginación, a pesar que sólo puedo hablar por mí). He sido lo
suficientemente afortunado para no tener este tipo de escándalo aterrizando en
mi regazo antes.
La noticia sobre Shade me sorprende.
Más que nada porque ¿qué pasa si es real?
Cada ojo en la habitación está concentrado en mí, y me pregunto cuánto
tiempo hace que Helen ha dejado de hablar. Por un breve momento, entro en
pánico. El sudor se pega a mí como pegamento. Mi corazón late jodidamente en
mi garganta.
Después, recupero el control.
Porque eso es lo que hago. Es lo que ha asegurado mi supervivencia en esta
ciudad despiadada antes que fuera el tema de atención de los medios.
Muestro esa sonrisa que gana premios y estiro mis musculados hombros
justo como Janie, mi mejor publicista, me dijo.
Inhalar…
19

Exhalar.
Página

—No he escuchado ninguna de esas afirmaciones.


—¿Así que no engañaste a Mikaela con esta mujer?
Niego.
—No.
—¿Absolutamente no tuviste sexo con esta mujer?
—Bueno, yo…
—¿Entonces cómo explicas esto? —Helen se vuelve a la pantalla detrás de
ella. Una fotografía oscura aparece, dos cuerpos moviéndose adelante y atrás el
uno contra el otro. Un ahogado gemido se oye por los altavoces. Un rayo de luz
que aparece desde una cortina que proyectan un foco justo sobre mi cara, justo
mientras dejo caer mi cabeza hacia atrás al cielo y cierro mis ojos, mi cara
retorciéndose con una gloria orgásmica.
Sin embargo, no es la escena lo que es un problema. Es la hora y la fecha: 21
de Febrero de 2015. Tres meses desde que empecé mi relación con Mikaela.
Mierda.
Esta vez, son mis uñas las que se hunden en las palmas de mis manos.
El video de detiene. La habitación está en silencio. Podrías escuchar el caer
de un alfiler.
O una nominación a los Globos de Oro para Helen.
—¿Y bien? —Helen inclina su cabeza a un lado. Sus ojos azules brillando con
acusación, y me pregunto por qué alguna vez pensé que era atractiva. Ahora la
veo por lo que es, alguien que está intentando ser el próximo gran bombazo.
Entertainment Weekly es un pequeño programa local de California. Debería estar
dándole las gracias a mis estrellas de la suerte que Shade no le vendió el vídeo a
E.
—Estoy sorprendido que te dejaran reproducir eso durante el horario de
máxima audiencia —digo, perdiendo el tiempo mientras trato de organizar mis
pensamientos.
—Por supuesto, hemos hecho que editen para los que ven el programa desde
casa por la televisión, pero pensé que apreciarías ver el espectáculo entero para
más impacto. —Helen sonríe de nuevo—. ¿Así que? ¿Cuáles son tus
pensamientos?
Hace calor, demasiado calor. Mi cuello se aprieta alrededor de mi garganta
y sujeto los brazos de mi asiento como si fuera un bote salvavidas. Mierda. No
entres en pánico. Sólo respira. No digas algo estúpido. No…
—No es una de mis mejores interpretaciones.
La audiencia está en silencio. Algo duro choca contra el suelo. Supongo que
es un portapapeles, y que Janie acaba de marcharse.
—¿Piensas que engañar es divertido, señor Masters? ¿Que las mujeres como
Shade y Mikaela, tu amada novia, están para que se rían de ellas?
—No, yo…
—¿Entonces por qué la engañaste? ¿Por qué abusó de la confianza de
20

Mikaela? —Es un perro con un hueso, sólo que dos veces más viciosa.
Página

—Abuso parece un poco duro… —murmuro, pero es demasiado tarde. Voces


se escuchan entre la audiencia, y las caras que me miraban con adoración antes
ahora están nubladas por el enfado y la decepción.
Froto mis sienes. Mierda, ¿por qué tengo que estar con resaca para esto?
Nunca debería haber ido de vuelta al lugar de Johnny. Él siempre sabe cómo salir
de fiesta.
Helen acaba la entrevista con un anuncio a la cámara, después las luces se
atenúan y finalmente, malditamente al fin, puedo ver de nuevo. Se gira hacia mí,
y la sonrisa en su cara no es la que le consiguió este trabajo. Esta sonrisa es
viciosa.
—¿Qué demonios fue eso? —pregunto, levantándome—. Sabes que mi
publicista va a pedir tu cabeza.
Helen se encoge de hombros.
—Tú eres el imbécil que se acostó con varias, Tate. No yo.
Podría defender mi honor, pero no se lo merece. Niego y salgo del escenario,
sacando mi teléfono de mi bolsillo. Cinco mensajes, todos de Janie,
reprendiéndome por ser un cretino y por pensar con la polla.
Mientras camino al lado de la audiencia, todavía sentada en sus sillas, el
calor de sus miradas enfadadas calienta mi espalda.
Esta es la cosa de Hollywood. Aman amarte, hasta que dejan de hacerlo.
El principio de su odio puede ser mil veces más intenso.

21
Página
Capítulo 5
Madison

C
uando la vida se derrumba, la mayoría de las mujeres tienen dos
soluciones infalibles para sentirse bien: chocolate y vodka.
Tengo la suficiente suerte como para tener tres.
Chocolate. Vodka. Y mi nuevo mejor amigo, Chase. No. Space.
No.
Jase.
—Uno más. —Empujo el vaso vacío de nuevo a través de la barra de madera
hacia Jase, el camarero, que aparentemente está aquí en Sydney en el Clockwork
Orange durante esta noche “reemplazando a un amigo”. Ja. Lo que sea que
signifique. ¿Eso era lo que estaba haciendo hoy la chica que estaba chupándosela
a Mike? ¿Reemplazando a una amiga?
Jase me mira, ladeando su cabeza.
Ja.
Polla.
Esa es una palabra tan divertida.
—¿Estás segura que necesitas otro? —pregunta con ese acento lento y sexy
que tiene. O yo pienso que es lento y sexy.
Polla.
Esa es una palabra divertida.
—Perdí mi trabajo. Mi prometido me engañó. Y no tengo zapatos. ¿Ves? —
Me reclino contra mi asiento y muevo un pie desnudo en el aire por encima de la
barra del bar para que Jase vea la prueba—. No tengo trabajo, no tengo amor y no
tengo zapatos, Chase. Mi vida necesita más vodka.
—Sabes que si no llevas zapatos, no debería dejarte estar aquí. —El hombre
detrás de la barra suspira mientras doy un bajo mi pie. Ups.
Camina hacia una botella detrás de la barra, después me pone un trago,
empujándolo a través de la barra.
—Hasta el fondo. Necesitas un trago.
—Gracias. —Asiento, y tomo el vaso, mi doceavo ¿o es el veinteavo? de la
noche, tomándolo de golpe. Es fresco y suave, tan suave…
—Me diste agua, ¿no?
22

—Claro que sí. —Asiente Jase—. Y estoy a punto de llamar a un taxi para que
llegues a casa a salvo.
Página

Niego, mis manos cayendo a mis costados.


—Sin trabajo. Sin amor. Sin zapatos. Sin casa. Y ahora… —Dirijo mi mirada
más sucia en dirección a Jase. O, le frunzo el ceño a uno de ellos. El que está más
cercano—. Ahora sin vodka, también.
—Y mañana, si continuas tomando estos tragos de agua, no tendrás resaca.
—Jase rellena mi vaso con más agua, y hago una mueca y me lo tomo, pasando
mi mano por mi boca para limpiar cualquier gota. Él toma un trago de la cerveza
que ha estado delante de él toda la noche (en serio, ¿cuánto le toma a alguien
beberse una jodida cerveza?) y me sonríe.
Me agarro a la barra mientras la habitación se mueve un poco, después me
siento más atrás en mi asiento. Ha pasado tanto tiempo desde que he bebido así.
No bebo. Voy a funciones, bebo un poco de champán y sonrío para las cámaras.
Siempre en control. Tomo un vaso de vino tinto con Mike después de cenar,
porque es bueno para la salud del corazón. Tomo…
—La extraña y descarada bebida en la comida, lo sé. —Asiente Jase, y me
pellizco la muñeca. Aparentemente, he estado hablando en voz alta—. Hemos
discutido todo esto.
—A nadie le gusta un sabelotodo, Chase. —Niego—. Eso no te hará ganar
mujeres.
Jase se encoge de hombros y una sonrisa fácil aparece en sus labios. En
realidad es bastante guapo; no, espera. Entrecierro los ojos, sí, es un bombón.
Está bueno. Quizás él debería ser mi prometido.
—No parece que tenga quejas de mi novia. —Agarra un vaso del estante de
alambre delante de él y un paño de cocina de su hombro para pulirlo—. Sin
embargo no hace daño el hecho que es mucho más lista que yo.
Ugh. Tiene esa mirada soñadora y enferma de amor en sus ojos que algunos
tienen cuando hablan sobre la mujer que aman. Que alguno chicos…
—Ahí. —Chasqueo mis dedos y señalo su cara—. Esa mirada justo ahí. Mike
nunca tuvo eso conmigo. Era parecido a… —Pongo la cara de póker más firme que
puedo—. Aquí. No esto. —Relajo los músculos de mi mejilla y dejo que mi cara se
ponga suave y empalagosa y amorosa. O, pienso que la pongo suave. Y Space, no,
Chase parece encontrarlo divertido.
Un teléfono suena, y Jase mete la mano en su bolsillo después sostiene su
teléfono contra su oreja.
—Lia. Hola.
Saco mi teléfono de mi bolso y lo contemplo. Sin nuevos mensajes. Sin
llamadas perdidas.
Así de poco se preocupa el hombre que se suponía que se iba a casar conmigo
en dos semanas. Ni siquiera lo suficiente como para llamar.
El enfado se hunde y tengo la irresistible urgencia de lanzar el teléfono, ver
cómo golpea y se rompe en un millón de pequeñas piezas. Dejar este dolor que
23

está burbujeando.
Hago la siguiente mejor cosa.
Página

Camino hacia la cerveza que ha estado delante de Jase toda la noche,


después pongo mi teléfono dentro.
Y me giro sobre mis pies desnudos, y me voy.
***
Alguien ha tomado un pajarillo y le ha metido un megáfono por su garganta,
y está apretando su pequeño pecho hasta que grita.
—Cállate. —Pongo la sábana sobre mi cabeza, desesperada por crear una
barrera física entre mí y el quejido incesante.
Está ahogado.
No es tan penetrante como antes.
Pero joder, todavía está aquí.
Saco un brazo de la seguridad de la sábana y lo agito salvajemente,
esperando hacer que el sonido pare. Esperando…
Oh Dios.
Esperando no golpear carne humana.
Vuelvo a poner mi mano de vuelta en la seguridad de mi pecho. Los
recuerdos de ayer fluyendo de nuevo. Trabajo. Courtney consiguiendo mi
ascenso. Mike y la rubia. Mi peso en vodka en el bar con algún camarero
llamado…
¿Jase?
Alzo mi cabeza de encima de las sábanas y abro un poco un ojo.
La mata de cabello rubio que me mira es tristemente demasiado familiar, y
no pertenece para nada al sexy camarero después de todo. No es como si sintiera
que le podría haber llevado a casa, de ninguna manera. Las chicas que tienen
planes a cinco años no tienen aventuras de una noche.
Levanto las sábanas y me siento, después me muevo, tratando de golpear el
botón para parar la alarma. Me toma al menos tres intentos antes de acabar
tirando de la cuerda negra de la parte de atrás y lanzando el reloj por la rabia.
Suavemente.
En la alfombra, porque la idea de hacer más ruido ahora hace que mi cabeza
duela.
—Hola, cielito.
La voz mañanera de Mike es tan brusca como siempre.
Sexy.
Solía encontrar eso sexy.
Un pinchazo de tristeza me atraviesa. Me engañó. En el día de mi
cumpleaños.
Le doy un rápido vistazo a mi cuerpo. Gracias a Dios que todavía llevo mis
bragas. Después hago una mueca. Estaba totalmente borracha. ¿Por qué
demonios no trató de tener sexo conmigo?
24

Oh, demonios. ¿Qué tipo de cagada soy? ¿Quién se enfada con su prometido
Página

infiel por no aprovecharse de ella?


—Estoy contento de haberte encontrado. —Su mano es caliente mientras
frota mi espalda baja, pero no me giro para mirarlo. No puedo—. Realmente,
vamos a tener que acostumbrarnos a vernos el uno al otro. Quiero decir,
¿Clockwork Orange?
Se ríe suavemente, y suspiro. Tiene razón. El Clockwork Orange es un bar
conocido por la cantidad de gente de la prensa que va allí. Es como un punto de
encuentro, donde se hacen tratos y se comparten historias. ¿Voy a tener que dejar
de ir para evitarle?
Después pienso en todo lo demás. Los estrenos. Los lanzamientos. Incluso
ahora que estoy trabajando en una revista que está estancada en un estilo de vida
más alternativo, aún habrá eventos en los que coincidiremos.
Mi estómago se aprieta.
—Supongo que nos veremos en muchos otros eventos…
—Por supuesto. —Asiente Mike—. Estábamos justo hablando sobre el
almuerzo de Scanlan de la otra noche. Está Storey Wines más adelante esta
semana, también. Es todo parte del juego.
Solo que no estoy segura de querer seguir jugando.
Miro alrededor de la habitación, tratando de juntarlo todo. Mi pantalón de
traje está tirado en el suelo, mis pendientes de Tiffany brillando en la esquina del
marcado espacio blanco. La pequeña basura de la esquina está llena de
envoltorios de chocolate, Kit Kats, una mini barrita de Mars Bar, y todo un
paquete de Tim Tams. El teléfono de Mike está encima de la mesita de noche a mi
lado y, sí. Su llamada más reciente es de un número aleatorio de Sydney que sólo
puedo suponer que sea del bar.
Bebí vodka. Hasta emborracharme. Y después comí demasiado chocolate.
Un esfuerzo estelar, Madison. Y me pregunto por qué no me han ascendido a
editor adjunta de Lola.
—Aquí. —Mi teléfono aterriza en mi regazo, la pantalla encendiéndose—.
Lanzaste tu teléfono en la bebida del camarero, pero se las arregló para secarlo.
Me giro para enfrentar a Mike. Una adormilada sonrisa estira sus labios.
Una barbita está por su mandíbula, y odio que al verlo me duela. Odio que pueda
verse tan sexy, que todo lo que quiero hacer es acurrucarme en sus brazos fuertes
y seguros los cuales son el último lugar donde debo estar.
Quiero que me sostenga.
En cambio, murmuro las peores tres palabras del lenguaje humano.
—Tenemos que hablar.
—Sí. —Mike mira a sus manos enredándose con las sábanas de la cama.
Respiro profundamente.
—Lo que hiciste es un movimiento realmente imbécil, Mike. No estoy
impresionada. —Hago una pausa, presionando mis labios—. Pero sólo dame una
razón, pídeme perdón, dime que fue sólo de una vez, y…
25

—Madison, para. —La suave mano de Mike se enreda alrededor de mi


brazo—. Sólo para.
Página

—¿Para? —Abro mis ojos—. ¿No crees que sea algo que deberías haber hecho
ayer?
—Tendría que haberlo hecho. —Niega. Mis manos se enredan con las
sábanas, desesperada de agarrarme a algo, cualquier cosa, consumiéndome.
¿Quién soy sin Mike? ¿Quién soy sin mi trabajo?
—La cosa es que tendría que haber terminado las cosas antes. Pensé que
Canada era cosa de una vez, que ayer sólo estábamos tonteando, pero después…
—Mike pasa sus manos por su cabello—. Me sentí libre cuando estaba con ella.
Me hacía sentir como si fuera el hombre, y como si lo que decía importaba.
Algo dentro se rompe. Por favor, deja de hablar. No termines esta frase,
Mike.
—Después me di cuenta que necesito algo de tiempo. Necesito alejarme de
nosotros. De ti.
Oh Dios mío. Lágrimas caen de mis ojos y las intento contener, desesperada
por estar en control.
—Mira, sólo dame unos pocos meses. Pospondremos la boda,
organizaremos un…
—No podemos simplemente posponer la boda, Michael. —Niego—.
Tenemos todo organizado. ¡Quedan dos semanas! —Me agarro a un clavo
ardiendo mientras el pánico llena mi pecho—. Todo el mundo está invitado. Todo
está reservado.
Las palabras dejan mi boca, pero no estoy segura de lo que significan. ¿Cómo
puedo casarme con un hombre al que le gusta alguien más?
—Entonces no lo pospongamos —dice, y asiento—. Simplemente
terminemos.
Sus palabras me golpean en el estómago. Me aferro a mi estómago mientras
mi mundo se derrumba en piezas, cada una rompiendo mi corazón. Pero te amo.
—Necesito tiempo para… ser yo.
—Pero te amo. —Mi voz es bajita, pero sé que me escucha—. Después de lo
que hiciste desearía que no, pero lo hago.
No me responde.
Y después, me rompo. Sin importar cuánto trato de desconectar mis
sentimientos, de almacenarlos lejos, no puedo. Lloro contra su pecho y me
sostiene cerca, la esencia familiar de pino envolviéndome. Es reconfortante y me
alivia y es todo lo que amo… y está en el único lugar donde no quiero estar.
Traza suave círculos en mi espalda. Y después, cuando la tormenta ha
parado y mis lágrimas se reducen a sólo un sollozo cada pocos minutos, me
marcho.
Él me deja.
26
Página
Capítulo 6
Madison

P
aso la entrega de mi nuevo sofá hacia el piso cinco. No el piso ocho. El
piso ocho, donde la belleza de cuero blanca estará siendo instalada en
la oficina de Courtney.
Sé que ella lo sacará. Dirá que no lo quiere, que es mío. Pero no puedo
tenerlo. En primer lugar, porque era el sofá del éxito. En segundo lugar porque
ya no puedo permitírmelo, sin el dinero de la herencia de Mike. Ahora,
simplemente será un recuerdo del trabajo y del hombre que ya no tengo.
En tercer lugar, porque al parecer Yoko está en contra de todos los productos
de cuero.
Como estoy descubriendo ahora.
—Pon. Eso. Abajo. —Frunce el ceño, con las manos en las caderas, sus ojos
oscuros entrecerrados en mi dirección.
Miro a mi amado bolso Coach. ¿Qué le ha hecho?
—Ahora.
Todas las fuerzas para pelear me han dejado. Después de la confrontación
emocional con Mike esta mañana, estoy tan vacía como un paquete devorado de
Tim Tams.
Debí saberlo.
Con cuidado, dejo el bolso negro en el suelo junto a la enorme bola de yoga
azul que ella ha señalado como “mía”. Las fotos de Courtney todavía están en
marcos alrededor de todo el escritorio: ella con su novio. Ella y yo en alguna
ceremonia u otra cosa. Su hermoso cabello rubio brillando bajo el sol en alguna
isla tropical.
Levanto esa, y la miro más de cerca. Las palmeras crean un dosel por encima
de ella mientras toma un sorbo de solo Dios sabe lo que tiene esa piña. Parece el
cielo. Es cierto. Se fue a un retiro en una isla para Live Well el año pasado.
Tal vez pueda ser enviada a un viaje de investigación...
—¿Vas a lamer esa foto? Parece como si estuvieras a punto de lamer esa foto.
Me las arreglo para medio sonreír y me giro para enfrentar a mi nueva jefa.
Está usando crocs.
Ew.
—Probablemente no. —Bajo la foto—. No a menos que alguien la envuelva
con tocino.
La pobre mujer luce como si la acabara de abofetear.
27

—Mierda, lo siento. —Me froto la sien. Un mechón de cabello castaño cae en


Página

mi rostro, y lo pongo de nuevo en su lugar. Por primera vez en años, no me lo lavé


antes de ir a trabajar. En su lugar, pasé tiempo empacando algunas cosas dentro
de una pequeña bolsa de viaje, lista para ir al único lugar al que ninguna persona
de veintitrés años nunca querría regresar para una estancia prolongada: la casa
de mis padres.
—Mira, sé que esto no es a lo que estás acostumbrada allá arriba, pero trato
de vivir con mínimo impacto sobre el medio ambiente, y mientras seas una
representante de la marca Live Well, harías bien en mantenerte en armonía con
lo que defendemos. Sostenibilidad. Respeto por los animales… carteras. —Le echa
un vistazo al pedazo de cuerpo que me costó un mes de alquiler—. Y zapatos.
—Entendido. —Mi lengua es gruesa contra mis dientes.
Paso la mañana con Yoko mientras me muestra la revista, lo que están
haciendo, y lo que espera de mí durante el primer mes. Dado que Courtney tiene
el cambio más dramático de rol y necesita lograr una entrega minuciosa de Kara,
simplemente me han hecho a un lado sin periodo de transición. Adiós, moda.
Hola, trato justo.
—Productos calientes. Sé que tradicionalmente es una difusión para los sin
experiencia, pero pensé que sería una buena introducción para ti a la revista. —
Yoko coloca una llave de plata en mi escritorio—. Esta es para el almacén. Todos
los artículos que hemos enviado para esta edición están ahí adentro. Los tengo
catalogados e inventariados; acá no hacemos las cosas como allá arriba. Notamos
si las cosas desaparecen.
Amplío mis ojos. ¿En serio? ¿Yoko cree que voy a robar su crema de manos
de cáñamo, o cualquier otra mierda ecológica que tengan ahí dentro?
Mi prometido me acaba de dejar, quiero gritar, pero las palabras se atoran
en mi garganta. No me podría preocupar menos robar sus productos.
A menos que tenga un vodka ecológico.
Entonces, a pesar de mi resaca, tal vez esté interesada.
Me dirijo hacia la despensa y cierro la puerta detrás de mí. Pilas de cajas y
bolsas desparramadas sobre el piso de cemento pulido. Pienso en Chloe y un
desastre desorganizado como este. Tendría un ataque al corazón.
Una bolsa de papel marrón tiene un lindo moño en la parte superior. Es
bonito y modesto, muy a la moda. Con manos temblorosas a causa de la
deficiencia de alcohol, aflojo la cinta. Dentro de la bolsa hay un frasco de algo
blanco y cremoso. La tapa se desenrosca y me inclino hacia adelante para oler,
solo que estoy mareada, y la punta de mi nariz se hunde en el gel del interior.
—Manos a la obra, M —murmuro para mí misma, luego limpio la crema fría,
tratando de no arruinar mi apresurado maquillaje de esta mañana. La crema es
espesa y suave, y la temperatura fría es el cielo para mi piel deteriorada por el
alcohol. El olor a miel se mete por mi nariz, y sonrío. Tal vez todavía puedo
disfrutar de los productos de belleza después de todo. Tal vez trabajar en esta
revista no será tan malo, especialmente si hay más productos como este.
Poniéndome de pie, levanto el frasco, manteniéndolo bajo la luz para poder
leer mejor la letra pequeña de la etiqueta.
28

—Crema de placen… ¡Argg!


Página

Dejo caer el frasco. Se estrella contra el duro cemento. Pedazos de vidrio y


crema explotan alrededor. Soy el volcán en medio de una explosión de placenta.
—¿Qué...? —La puerta se abre, y el rostro preocupado de Yoko mira el
interior. Observa el desastre a mis pies, luego levanta la mirada, con una ceja
arqueada.
—Lo siento. —Hago una mueca—. Lo siento mucho. Voy a... —Me quedo
callada. ¿Realmente quiero limpiar placenta? Eso ha estado en la vagina de
alguien. No soy anti lesbianismo, pero en serio. Placenta.
Miro el techo, como si pudiera ver directamente a través de los pisos de
concreto hacia las oficinas de Lola. Por favor llévame, querido dios de la moda.
¡Tele transpórtame, Gucci!
Afortunadamente, Yoko llama a un practicante para limpiar el desastre que
acabo de hacer, y me dirijo al baño, donde paso unos treinta minutos seguidos
tratando de limpiar los pegotes de crema de mi pantalón, mi camisa, y
maravillosamente, de mi cabello. Luego me dirijo de nuevo al almacén, lista para
seleccionar más productos para ofrecer.
Cuando Yoko se escabulle para su descanso de yoga de media mañana, voy
al computador y empiezo una de las tareas más dolorosas de mi vida.
Cancelo mi boda.

***
Al mediodía, los ascensores se abren y Courtney sale, y se ve bien. Su cabello
rubio está peinado con bucles encima de sus hombros, y de alguna manera ha
puesto sus manos en el nuevo vestido de Camilla; sé que son casi imposibles de
conseguir porque yo misma estoy en lista de espera. Es como si se hubiera
sometido a uno de esos cambios de imagen que solo ocurren en las malas películas
de adolescentes, ayer a esta hora ella sólo era una empleada normal de una
revista. Ahora, es una maldita supermodelo, bien encaminada a convertirse en la
próxima Anna Wintour.
Se acerca a mi escritorio y coloca una taza de café, una de las reciclables, me
doy cuenta, hago una nota mental de presumir eso delante de Yoko más tarde.
—Gracias. —Levanto la taza con una mano temblorosa y la llevo a mis labios.
Abre la boca para decir algo, pero la cierra de golpe otra vez.
—Cariño… —Aprieta mi brazo, y la indecisión libra una batalla en sus ojos—
. ¿Quieres ir a comer algo?
—Sí. —Mi voz es aguda y pequeña, y agarro mi feo bolso y hago de todo
menos correr hacia el elevador.
Mi mejor amiga debería ser la última persona a la que sienta que debería
recurrir en este momento. Pero algunas cosas son más fuertes que los empleos y
los idiotas. La amistad.
Llegamos a Longrain y somos sentadas rápidamente. El camarero coloca
dos vasos de agua y ordeno vino y comida para ambas, como siempre hago, luego
29

quedamos solas.
Courtney estira el brazo a través de la mesa, uniendo sus dedos con los míos.
Página

—Lo siento mucho, Madison. Nunca quise lastimarte…


—Está bien. Mike me engañó.
Sus ojos se amplían y lleva su mano al corazón.
—¿Qué?
Esnifo, y cierro los ojos por un momento. No lloraré. No lloraré.
—Llegué a casa temprano después de... ya sabes... y él estaba con otra mujer.
—¡Ese maldito!
Los comensales de las otras mesas le lanzan una mirada, y ella los fulmina
con los ojos.
—En tu cumpleaños.
—Lo sé.
—Después del ascenso…
—Lo sé.
—Y la boda...
Suspiro.
—Lo sé.
—Maddie, lamento mucho escuchar eso. Yo sólo... —Niega—. Nunca lo
habría pensado.
Esta vez, mi voz es tan silenciosa, que estoy casi insegura de si digo las
palabras en voz alta.
—Lo sé. —Mi corazón se retuerce y trato de rechazar el dolor.
—Pero oye. No era el hombre perfecto, ¿verdad? —pregunta.
Entrecierro los ojos.
—¿A qué te refieres?
—Ya sabes… —Courtney se encoge de hombros—. Solíamos llamarlo el
Misionero Mike.
Me las arreglo para sonreír un poco. Una vez, luego de demasiados vinos, le
había contado la falta de ambición sexual de Mike. Él era de una sola posición, no
el tipo de chico del juego previo.
Pero me amaba. Y éramos perfectos juntos. Todo el mundo lo decía siempre.
Y seguramente eso valía un millón de orgasmos juntos.
Los cubiertos tintinean contra los platos y las risas se escuchan por todo el
lugar. Cuando la puerta se abre, levanto la mirada.
De pie están Mike y la misteriosa rubia de ayer.
Mi estómago se retuerce, y me abrazo fuerte el pecho.
Luego agarro mi cuchillo de mantequilla. Y me pregunto qué tan profundo
se clavaría en su brazo si lo lanzara desde aquí.
—¿Estás bien? —Court se inclina hacia delante, sus ojos llenos de
preocupación.
30

—Creo que me voy a enfermar.


Página

Y lo estoy. ¿Cómo puede estar llevándola a almorzar? Sé que ya no estamos


juntos. Sé que me estaba engañando. ¿Pero esto? ¿Al día siguiente? Esto es…
—¡Oh Dios mío! —sisea Courtney, dándose la vuelta para mirarme después
de mirar la puerta principal—. ¿Está aquí?
Asiento, mi garganta seca, como si hubiera acabado de lamer un bocado de
arena.
—¿Esa es…?
—Sí —chillo. Meto las manos debajo de mis piernas para que dejen de
temblar. Esto es malo. Esto es realmente malo.
Es un idiota y un imbécil…
Y todavía lo amo.
Aunque no debería.
—Iré a decirle que se vaya. —Courtney retrocede en su silla.
Estiro mi brazo para detenerla, tumbando mi vaso con agua. Cae con un
ruido sordo contra la mesa, y el líquido se derrama por todas partes. Ambas
agarramos rápidamente nuestros teléfonos para evitar daños por el agua.
—No vayas. Esto es Sydney. —Me desplomo en mi asiento, y Courtney se
sienta en el suyo. Enderezo el vaso caído y cubro el desastre con mi servilleta, pero
no sirve de nada. El daño ya se ha hecho—. Ambos trabajamos en medios de
comunicación. La triste verdad es que voy a verlo en todas partes.
Courtney frunce los labios.
—No sé qué decir. —Niega un poco—. Te amo, Maddie.
Le sonrío debajo de mis pestañas. Ella ha estado conmigo incluso en los
momentos difíciles.
—También te amo.
Levanto la mirada de nuevo, y Mike y la chica se han sentado al otro lado del
restaurante. Desde aquí, no puedo ver su rostro, pero el de ella es claro.
Es más joven que yo. Es lo primero que observo. No más de diecinueve años,
supongo. Su cabello rubio es demasiado liso, y su piel es de porcelana. A pesar de
tener esos rasgos pálidos, de alguna manera es equilibrada. Perfecta. La imagen
de la belleza nórdica.
Mike dice algo, y ella se ríe, y el sonido se clava en mi corazón. Estoy enojada
y herida, todo a la vez. Esa debería ser yo riendo. Esa debería ser una broma para
mí.
Bajo la mirada a mi regazo, desesperada por pensar en otra cosa. Por
recuperar de alguna manera el control de mi vida, aunque ya no sé cuál es mi vida.
Y por dejar de mirar al enemigo.
—Sólo quiero decir... que realmente estoy feliz por tu ascenso. Lo siento si
parecí un poco rara —digo en voz baja. Y es verdad. Lo lamento. Sólo desearía que
hubiera una manera que ella estuviera feliz y que yo también lo estuviera.
31

—Está bien. —Courtney se mete un mechón de cabello detrás de su oreja,


luego cambia la conversación de regreso al tema que nos ocupa—. ¿Lo has dejado?
Página

—Sí.
—Te quedarás conmigo.
Niego.
—No. Voy a pasar la noche con mi familia y hacer el viaje al trabajo de dos
horas por un tiempo, y luego encontrar un nuevo lugar. Necesito… Tengo que
hacer esto por mi cuenta, ¿sabes?
—Oh, todavía te cobraría alquiler. —Courtney se ríe, luego se pone seria
cuando solo sonrío un poco.
—Desde la escuela secundaria, he sido novia de Mike. O Madison la que
trabaja en moda. Ahora yo sólo… —Miro alrededor a los comensales. Todos
parecen tan contentos. Como personas satisfechas con lo que son. Incluso la novia
de Mike parece estar feliz.
Novia.
¿Puedo llamarla así?
—Me siento perdida.
—Vamos a lograr que superes esto. —Courtney asiente, luego una chispa
enciende su rostro—. En realidad, puede que tenga lo necesario.
El camarero nos entrega dos vasos de vino.
—¿Ah, sí? —Asiento al líquido de color amarillo pálido—. ¿Es más de eso?
—No. —Court se ríe—. Fui invitada a una semana en este retiro de yoga en
una isla de Bali la próxima semana. Lo cubriremos en Live Well. ¿Por qué no…?
—Oh, no. —Sostengo mi mano en alto—. No, no, no, no, no, no.
—¿Por qué no?
Levanto un dedo, haciendo una lista.
—En primer lugar, es Bali. ¿Has escuchado alguna vez del vientre Bali? ¿Qué
pasa si me enfermo? Y eso es demasiado sucio, y…
—Una isla lejos de Bali. Como donde se filmó The Beach. De hecho, están
usando el otro lado de la isla para una película en este momento.
—¿Así que sólo porque es lo suficientemente buena para Leo, yo también
debería hacerlo?
—Todo lo que digo es que estará limpio y la comida será buena. Estoy segura
que Leo no se conformaría con el segundo mejor. —Sonríe—. ¿Siguiente objeción?
Levanto el dedo número dos.
—No hago yoga.
—No tienes que hacerlo. Podrías tomar el curso para principiantes.
—Quiero decir en principio, no en la práctica.
Suspira, y un pequeño surco se arruga entre sus cejas.
—Madison, escúchame. Necesitas aclarar tu cabeza. Acabas de decir que
eres un desastre y que sientes como si estuvieras perdiendo tu identidad.
32

Trago. Ella tiene un punto...


Página

—Esta será la manera perfecta de encontrarte a ti misma de nuevo. Puedes


ir en mi lugar, ya que no estoy trabajando en la revista ahora. Y lo mejor de todo,
es gratis.
Considero mis opciones, trazando un patrón en el mantel con mí uña
pintada. La verdad es, que no tengo ningún otro sitio a donde ir. No tengo nada
mejor que hacer.
Sin embargo, es yoga. Probablemente me aburriré. O me quedaré dormida.
O me quedaré dormida porque estoy demasiado aburrida.
—Creo que no es lo mío. —Niego—. El yoga es tan lento y… pacifico. —Elijo
la palabra cuidadosamente, para no ofenderla—. Soy más el tipo de chica de
“actúa ahora, golpea mientras el hierro esté caliente”.
—Y mira eso donde te tiene. —Me perfora con una mirada fija, y me
deprimo.
Tiene un punto. Hasta ahora, mis decisiones en la vida me han llevado a este
gran callejón sin salida. Estoy en un trabajo que no me gusta, soltera, y sin hogar.
Tal vez una semana lejos no sea una mala idea. Al menos en la isla, no voy a correr
ningún riesgo de encontrarme con Mike. Y en el peor de los casos, puedo trabajar
en mi bronceado...
La novia de Mike se ríe al otro lado del restaurante, y el sonido tintineante
hace que tome mi decisión. Necesito un descanso.
—Está bien.
—¿Está bien? —Sus ojos se iluminan.
—Está bien. —Envuelvo mis dedos alrededor del cuello de la copa de vino—
. ¿Qué tengo que perder?
Courtney levanta su copa para brindar.
—Por poner en orden tu vida.
—Por encontrarme a mí misma. —Nuestras copas tintinean, y tomamos un
sorbo cada una. El vino es vigorizante y fresco, y es el cielo mientras baja por mi
garganta. Mis temblores inducidos por la resaca desaparecen mientras pongo la
copa otra vez en la mesa.
—Esperemos que puedas encontrar un nuevo hombre en el proceso.
Miro por última vez a Mike y a la rubia mientras él estira la mano y toma la
de ella.
Esa es una pastilla mucho más difícil de tragar. 33
Página
Capítulo 7
Tate

—¿M
e estás hablando todavía? —Me dejo caer en el asiento
junto a Janie, colocando mi teléfono en mi regazo
para evitar que se aplaste en mi bolsillo trasero.
IPhone. Esencial para vivir, pero tan malditamente frágil.
Levanta la mirada desde su teléfono, alzando sus cejas.
—Dieciocho horas de paz. Eso es todo lo que pido.
Sonrío, y la golpeo suavemente en el brazo.
—¿Me vas a despedir por esto?
—Ojalá pudiera —murmura—. Pero creo que tienes que ir a un tribunal
familiar para eso.
Me río.
—Eso no es a lo que me refería, hermanita, pero lo tomaré. —Suspira, y saca
un antifaz de ojos de su bolso, ajustando el elástico alrededor de la parte posterior
de su cabeza, el antifaz apoyado en su frente—. Eres la mejor, lo sabes, ¿no?
Me mira con una mirada penetrante.
—Sí. Soy la mejor. Y así es como conseguí suspender la entrevista con Helen
debido a una inadecuada línea de preguntas, pero la audiencia que estaba en el
estudio vio, y todavía puede llegar a la gente por internet. —Janie, suspira—. Tate,
tienes que entender. El estudio tomó una oportunidad contigo como recién
llegado. Tienes una cláusula de moralidad en efecto, con una estipulación de
“nada de prensa negativa”. Además, no sólo dejaste que alguien más te viera
teniendo sexo, sino que hablaste con la presentadora de esa manera. Grandioso.
—Para ser justos, fue hace tres años. ¿Tenía dieciocho? Sabes lo que era
crecer en una casa como esa. No sabía en lo que me estaba metiendo. —Ni sabía
que Shade terminaría convirtiéndose en una psicópata, poniendo una falsa
hora/fecha en el video para que se viera como que había engañado a mi novia
actual.
Janie arquea una ceja.
—¿Una polla en una vagina? No es un problema. ¿Una polla enfrente de una
cámara? No me importa qué edad tengas, debiste haberlo hecho mejor.
Un anciano sentado al otro lado del pasillo se voltea hacia nosotros,
levantando sus cejas, y Janie le dispara una mirada.
—¡Oye! No es como si yo alteré el video —digo, pero rápidamente levanto
mis manos cuando la ira de Janie se fija en mí—. Pero tienes razón. Me equivoqué.
34

Lo sé.
—¿Ya hablaste con ella? —pregunta Janie, y la miro perplejo—. Mikaela. Tu
Página

pareja.
¡Auch!
—No. Le dejé un mensaje de voz, pero está en tránsito. Tenía una sesión de
fotos en algún lugar de la Antártida o algo así. Ángeles de nieve, creo que era el
tema. —Me encojo de hombros.
—Bah. Qué conveniente. —La voz de Janie es aguda y escéptica. Es bastante
justo; ella sabe cómo evitar el conflicto.
—Señor, ¿puede por favor ponerse su cinturón de seguridad? —pregunta
una asistente de vuelo. Su sonrisa es grande, una perfecta sonrisa Colgate, un
metro de ancho.
Si sólo pudiera llevarla al club de las alturas…
—¿Señor?
—Lo hará ahora. —Janie me golpea el brazo con su codo, y finjo que me
duele mientras coloco el cinturón en su lugar.
—Lo siento, hermosa. —Le sonrío a la azafata—. Te prometo que me
comportaré por el resto del vuelo.
—No lo hará —masculla Janie.
—Me conoce tan bien. —Le guiño a Sonrisas—. Entonces, seré malo.
—Pásame la bolsa de vómito. —Janie se inclina hacia adelante y finge
vomitar a través de la bolsa en la parte posterior del asiento frente a nosotros—.
Tu inmoralidad me enferma.
Me río y Sonrisas vuelve su atención a mi hermana.
—¿Puedo traerle algo para hacerle más cómodo su vuelo? —Asiente hacia el
estómago de veinte y seis semanas de embarazo de mi hermana.
—Estoy bien, gracias —dice Janie, y Sonrisas se va, dejándonos solo a mí y a
mi mayor y más sabia hermana.
Bueno, tan solo como puedes estar en un avión lleno de cientos de personas.
—Hablemos del control de daños. —Janie recoge su teléfono otra vez y abre
la aplicación de notas, donde aparece un archivo lleno de pequeñas palabras
escritas en Comic Sans MS—. El video está por ahí. Es real, incluso si se alteró la
hora/fecha. Podemos argumentar que es falso, pero se pega al barro. No pasará
mucho tiempo antes que aparezca alguien más grande que Helen Grady; por qué
tuviste que follarla, no tengo idea…
—No la follé…
—Oh no. —Janie levanta una mano—. Sé la mirada de una mujer
despreciada. La follaste.
Encojo un hombro.
—La follé.
—¿Ves? Mayor y más sabia, ¿recuerdas? Es más fácil estar de acuerdo
conmigo. —Janie mira de regreso a su teléfono—. Así que, esto va a estar en los
35

titulares y pronto. Podemos contratar a los abogados de Mikaela, y…


—Espera. ¿Qué?
Página

Janie me mira con amplios ojos.


—Contratar. A. los. Abogados.
Niego.
—No. De ninguna manera.
—¿Por qué no quieres demandar? La difamación es un gran problema.
—Janie, sabes que ahora mismo no tenemos mucho dinero. —Miro su
estómago—. Hemos invertido en la casa para el bebé. No vale gastar dinero
tratando de llevar a Shade a la basura cuando sabemos que esa familia tiene tanto
dinero como una lavandería rota.
—Pero si ganamos, tendrá que pagar de todos modos nuestro legal. Sé que
no hay mucho dinero…
—Realmente no hay nada.
—Pero esto merece la pena. Esta oportunidad es con todos los gastos
pagados, y una vez que estemos en los Estados sólo necesitaremos sobrevivir dos
meses antes que salgas para las promociones y tendremos ese segundo cheque.
Va a ser duro, pero lo lograremos.
La miro. Janie siempre ha sido quien se ha hecho cargo de las finanzas. Ella
es buena. Y si dice que debemos demandar, probablemente deberíamos
demandar.
—Si estás segura.
—Estoy segura. Además, creo que lo va a resolver fuera de corte. No querrá
arrastrar a su hijo a través de todo esto.
—Lo siento, ¿qué?
—Creo que lo resolverá…
—No esa parte —la interrumpo—. La del bebé.
—Oh. —Janie asiente—. Esa parte de la historia era verdad. Tiene un niño.
De dos años.
Me quedo sin aliento. Si su historia es verdad, el tiempo más o menos
cuadra. Janie y yo vivimos con los McPhersons durante cinco años, hasta que tuve
18 años, gracias a la suerte del sistema de adopción. Durante ese tiempo, Shade y
yo tuvimos sexo en más de una ocasión.
¿Pero un bebé? ¿Qué maldita mierda?
Jane mira mi expresión atónita y suspira.
—No me digas que piensas…
—No puede ser mío —susurro, mis ojos se estrechan—. Esto no es sólo un
video donde ha alterado la fecha-hora. Esto es más grande.
Janie niega.
—Si en serio tuvieras un niño que de algún modo no conoces, ni siquiera yo
puedo salvarte. El estudio ha dicho específicamente que sin prensa negativa o
estarán retrasando el lanzamiento y por lo tanto, la segunda mitad de tu pago… Y
36

estoy segura que un niño ilegítimo clasificaría como mala prensa.


Página

Un escalofrío se desliza por mi espina dorsal. Esta película es mi todo o


nada. Es lo único por lo que me metí en todo esto.
Niego.
—No. No es posible. ¿Un bebé? Quiero decir, ¿cómo incluso pasaría?
—Bueno, cuando un hombre y una mujer se aman mucho…
—Qué divertido. —Pongo los ojos en blanco—. Me refiero a que, ¿cómo me
pasaría eso? Tengo cuidado. Uso protección.
Janie se encoge de hombros.
—Igual que les pasa a las mujeres del mundo. Se rompió. O lo usaste
demasiado tarde. Son sólo noventa y algo por ciento efectivos, de todos modos.
¿Revisaste la fecha de caducidad?
—¿Los condones tienen fecha de caducidad?
Janie me dispara dagas, y levanto mis manos en defensa.
—Es broma. Es broma.
Deslizo el problema de mi mente. Shade tiene un niño, pero no puede ser
mío. Y tanto como pueda convencer a los ejecutivos del estudio que el video fue
manipulado y mantenga la historia cubierta y arregle las cosas con Mikaela, todo
estará bien.
—¿Quieres que les diga a los chicos legales de Mikaela que averigüen si el
niño es tuyo también? —pregunta Janie.
—No. —Niego. Conozco a Shade McPherson. Ella no es del tipo que les
responde bien a los hombres con trajes. Es más del tipo de manipulación directa—
. La llamaré cuando me baje del avión. Le preguntaré yo mismo.
—Estoy orgullosa de ti, pequeño hermano. —Janie aprieta mi brazo—.
Parece que te estás haciendo cargo.
Sonrío, pero mi mente está a kilómetros de aquí. Está en Shade, mi infernal
hermana adoptiva. Tiene que estar bromeando. O diciendo mentiras. Tratando
de hacer dinero rápido. Me volteo hacia mi verdadera hermana y estudio su
rostro, su cabello rubio-marrón, sus rasgos finos.
—¿Crees que admitiría que todo es una mentira?
Janie suspira y mira por la ventana. El avión rueda sobre el asfalto, la lluvia
salpica contra el panel de ventana doble.
—No sé qué creer. Todo lo que sé es que, manejar tus relaciones públicas era
un millón de veces más fácil cuando eras el novio cariñoso de Mikaela y no el
mujeriego.
—Nadie me llama mujerie…
Janie empuja su teléfono debajo de mi rostro. Iluminada a todo color está
una imagen del vídeo. Es oscura y borrosa, pero está ahí, con el titular que Janie
describió en negrita sobre la parte superior.
Vaya. Oficialmente lo hice. Soy un meme.
De pronto, el avión despega y rodamos por la pista. Me apoyo contra mi
37

asiento, mis dedos apretándose en el apoyabrazos. Mi corazón late como si


acabara de tomar un golpe, sólo que es el miedo llevándome ahora, no adrenalina.
Página

Joder, odio volar. Joder, odio volar. Joder, odio…


—Está bien. —Los suaves dedos de Janie se aprietan en mi brazo.
La sacudo y cierro los ojos, mi cabeza cae hacia adelante para que nadie me
vea.
Y entonces, tan rápidamente como empezó, termina. El avión se nivela, la
tensión que tenía mis hombros sobre mis oídos se detiene, y estamos volando.
Dejo salir una respiración que no me di cuenta estaba aguantando y regreso
mi situación hacia el problema.
—Está bien. Así que tal vez algunas personas me están llamando mujeriego.
¿Qué debo hacer al respecto?
—Sólo tenemos que manejar la situación de aquí en adelante, y tienes que
ser limpio mientras trabajas duro con la hermosa Mikaela lo cual va a ayudar.
Conseguiremos algunos medios de comunicación que te vean haciendo cosas que
jueguen un bonito contraste a tus porquerías; ya sabes, tal vez podemos
conseguirte un trabajo de voluntariado colocando ladrillos de barro para un
orfanato local. Abrazando a un mono.
—Esas cosas tienen rabia. —Me estremezco.
—Besarás al mono si malditamente digo que lo beses. —Janie estrecha sus
ojos, y un destello de enojo oscurece su iris. Es la mirada que me ha dado desde
que éramos niños, desde esa primera vez que robé su Barbie y no la devolví.
Significa que pateará mi trasero si no lo hago y, por lo tanto, lo haré.
—Besaré a monos, sonreiré para las cámaras…
—Y mantendrás tu polla en tu pantalón durante las dos semanas de rodaje.
Suspiro.
—No es como si…
—Tate...
—Y mantendré mi polla en mi pantalón durante las dos semanas de rodaje.
—Bien. —Janie se coloca su antifaz de seda para dormir—. Ahora deja de
hablar. Necesito mi sueño de belleza.
Tomando mi teléfono, estiro mis brazos por encima de mi cabeza. Necesito
el dinero y la fama que esta película traerá, para que Janie pueda tener a su hijo
con comodidad. Para que podemos criarlo correctamente, sin el maldito padre
del bebé, en lugar de arriesgarlo produciendo el mismo corrupto sistema por el
que atravesamos.
Estoy haciendo esto por Janie. Por Janie y su hijo.
Solo.
38
Página
Capítulo 8
Madison

C
onvencer a Yoko de permitirme tomar el sabático de yoga casi no toma
nada de trabajo. Se alegra que vaya a un retiro. Probablemente está
preocupada que haga otro desastre si me quedo.
—Courtney trabajó con tiempo de sobra. —Yoko asiente hacia a los archivos
codificados por colores apilados en mi escritorio—. Se estaba preparando para
este viaje. Tiene sentido que vayas.
—Gracias, Yoko. —Sonrío, y la piel alrededor de mis ojos pica con el
movimiento. Falta de sueño, demasiadas lágrimas. O tal vez demasiado alcohol
en el almuerzo.
—Me enteré de lo que pasó con tu pareja. Lo siento mucho. Este viaje
realmente será para bien.
Retrocedo.
—¿Te enteraste? —¿Cómo se ha corrido la voz tan rápido? Por supuesto, los
medios de comunicación son una industria relativamente pequeña, pero…
—Tina la interna, te escuchó cancelando la boda mientras yo estaba fuera.
Fulmino con la mirada a la chica que lleva una especie de bolsa de arpillera,
y me sonríe dulcemente en respuesta. La perra probablemente se baña en crema
de placenta todas las noches.
—Y luego, mientras estaba fuera... vi esto. —Yoko coloca The Daily, nuestro
periódico estatal en frente de mí.
Frunzo el ceño.
—¿Qué hay con esto?
Yoko pasa las páginas hasta la columna de chismes, y señala un pequeño
pedazo de texto debajo de la columna de la industria del chisme.

¿Qué aspirante a la moda, favorita para convertirse en la nueva editora


adjunto de Lola, ha tenido en cambio un bajón en su carrera? Si tan solo la
relación con su prometido no se estuviera hundiendo también… por otra mujer.

Me siento enferma. Oh no…


Oh, no, no, no, no, no, no, no.
—Lo estás haciendo muy bien manteniendo la calma, Madison. —Yoko
coloca una mano pequeña y arrugada encima de mi hombro—. Sin embargo, creo
39

que este retiro realmente te ayudará. Y mantendrá alejado de nosotros el foco de


la prensa. No queremos este tipo de atención en Live Well. Tú entiendes.
Página

Vaya. De alguna manera ya he logrado traer desgracia a mi nueva posición.


Mi teléfono suena, y veo la oportunidad de alejarme de esta incómoda
conversación sin más que dar un vistazo al nombre en la pantalla.
—Hola, habla Madison.
—¿Cuándo ibas a llamar?
Me golpeo la frente con la mano y me dejo caer en mi silla.
—Tan pronto como llegara a casa, madre.
—¿Es verdad? —Su voz es chillona, y una tortura contra mi cabeza
palpitante.
—Seguro lo es.
—¡Oh! ¡Dios! ¡Henry! —Suena como si se hubiera tragado un cordero bebé,
y estuviera babeando en su boca.
Segundos después, el teléfono hace clic y el ruido de fondo hace eco. El
altavoz del teléfono. Jodidamente fantástico.
—Ya sabes lo mucho que queríamos a Mike. ¿Por qué te dejó? —pregunta
mamá.
Echo un vistazo alrededor de la oficina. Tina parece demasiado interesada
en la conversación, así que bajo más la voz.
—Encontró a alguien más.
—¿Por qué? —dice papá.
—Fue el… —Mamá hace una pausa, y toma una bocanada de aire—. ¿Fue el
sexo?
—¡Mamá! —Mi mano vuela a mi boca.
—Tener una relación sexual abierta es muy importante en estos días —
continúa mamá—. Leí eso en Lola.
—Necesitas estar físicamente involucrada para hacer que una relación
funcione. —La voz de papá es brusca, y si no estuviera demasiado ocupada
deseando que el suelo se derrumbara y yo cayera los cinco pisos hacia una muerte
segura, me estaría riendo.
—Nuestra —miro rápidamente a Tina, que está ahora en el teléfono—,
nuestra vida sexual estaba bien. Él simplemente... necesitaba un descanso.
Tiempo. Encontró a alguien más. Así que lo dejé. —Me trago mis sollozos por esa
sutil mentira, odiando que duela. Ira. Tengo que dejar que mi ira sea más fuerte
que mi dolor. No puedo llorar lágrimas de sangre por ese imbécil, y ciertamente
no en mi nuevo trabajo, donde ya he alcanzado lo más bajo de lo bajo.
—Oh, nuestra querida niña... —dice mamá. La línea telefónica se queda en
silencio, y mientras lucho contra mis propias lágrimas, escucho un sollozo desde
el otro lado de la línea.
—Estaré bien, mamá —le digo—. No llores.
—No lo hago. —Su voz es optimista—. Es tu condenado padre.
—Realmente me agrada Mike —dice, con la voz entrecortada, y pongo la
40

cabeza entre mis manos. La idea que mi fuerte padre australiano se quiebre ante
el colapso de mi relación es difícil de manejar.
Página

—Papá, todo va a estar bien —digo.


—¿En serio? —Su voz es ronca.
—Está bien, cariño. Estoy segura que todavía lo veremos en Navidad. —
Mamá lo calma.
Espera, ¿qué?
—¿En Navidad? —Mi voz es tan chillona que Tina levanta la mirada de su
llamada telefónica.
—Sí, querida. Seguramente su pequeña pelea no significará que no vendrá
para navidad.
Silencio.
Mi corazón bombea a tropecientos kilómetros por hora. Mi cabeza palpita,
y de repente la idea de respirar profundo y hacer yoga no parece tan diferente de
lo que necesito desesperadamente. Bajo la voz.
—Mike no vendrá a la cena de Navidad. Nosotros. Terminamos. Y. El. Me.
Engañó.
Mamá chasquea la lengua.
—Pero ha venido todos los años desde que estaban en la secundaria, cariño.
No será Navidad sin Mike allí.
—Dios me ayude —murmuro—. Mamá, papá, tengo que irme. Estoy
trabajando en una nueva revista ahora, y hay mucho que hacer.
—¿Tiene buenos artículos en arreglar relaciones rotas? —pregunta mamá
enfáticamente.
—No. Es una revista de salud y estilo de vida. Ya sabes, yoga, alimentación
orgánica... —Crema de placenta.
—¿Yoga? —pregunta papá. Puedo imaginarlo ladeando la cabeza,
acariciando la barba gris sin afeitar que recubre su barbilla—. ¿Tienen algún
artículo de tipo Kama Sutra ahí?
—Colgaré el teléfono ya. Los amo. —Desconecto la llamada antes que
cualquiera de ellos pueda decir algo más.
Curiosamente, a pesar de mi dolor, tengo una pequeña sonrisa en mi rostro.

***
Si el gobierno quiere avanzar aún más en el departamento de interrogación,
recomendaría ampliamente que ordenen a todos los sospechosos poner sus vidas
en cajas. Separar lo mío de lo tuyo de lo nuestro es como estar separando las venas
de una persona y luego volver a trenzarlas en algo nuevo. Algo diferente.
Las cajas de cartón que utilizaba para guardar las revistas de moda están
ahora equipadas con mi ropa, cosméticos, zapatos, (bueno, los que no tienen sus
propias cajas, por supuesto). Los que realmente son dos pares.
Cada nuevo elemento que saco del armario, cada nuevo frasco que saco del
baño, finjo que pertenece a otra persona. Finjo que esto no es realmente mío, y
41

que no estoy desarmando poco a poco todo lo que conozco. No me di cuenta de lo


mucho que dolerían incluso estas pequeñas cosas, profundizando la herida en mi
Página

pecho. Un cuchillo enterrado. Tengo un agujero en forma de Mike en mi corazón.


No. Soy más fuerte que esto. No permitiré que él me destroce.
—¿Recuerdas cuando compramos esto? —Mike entra en la habitación,
haciendo girar un sombrero para el sol con un dedo, y me destroza. Me pongo
rígida. Había dicho que no estaría en casa hasta después de las siete—. Estábamos
de vacaciones en Tailandia. ¿Y esa pequeña anciana que nos invitó a almorzar?
—Nunca he comido un salteado como ese desde entonces. —Me encuentro
con los ojos de Mike. El dolor me golpea como un niño cayéndose de un
monopatín; duro, rápido y sin frenos. Mi mano tiembla mientras coloco el
cinturón que había estado envolviendo dentro de una caja—. Tú... tú tienes que
irte.
Él niega.
—Mads, yo...
—Sólo dame esto —digo—. Necesito este momento. Para mí. Sola.
Mike levanta las manos en señal de rendición.
—Está bien. —Da un paso hacia atrás—. ¿Estás bien? No te ves muy bien.
Parpadeo con los ojos cansados. Durante la estancia en la casa de mis
padres, no he dormido más de cuatro horas seguidas, no desde que él me engañó
hace varios días. Cada vez que cierro los ojos, mi técnica de relajación habitual;
imaginando la boda y la luna de miel juntos, no ha funcionado. Cuando duermo,
imágenes de Mike y su amante rubia bailan delante de mis ojos. En mi cabeza,
ella es una gimnasta sexual que le gusta ver deportes y comer hamburguesas.
Nunca va a trabajar, solo se sienta en casa y cocina. Desnuda.
Perra.
—¿Has estado durmiendo bien? —Mike se acerca más, preocupación
grabada en las líneas de su frente.
—Sólo vete. —Mi voz tiembla un poco, y la odio por hacerlo. En el interior,
vocifero. Lárgate bastardo. No quiero verte de nuevo.
—Te veré esta noche en la fiesta de fin de año de Isogawa, ¿verdad?
—Estaré allí. —No iré.
Una mano fuerte se envuelve alrededor del marco de la puerta. Dedos que
han rodeado mi espalda, provocado entre las sábanas y limpiado las lágrimas.
Dedos que estaban envueltos en el cabello de una rubia.
—Sabes que vamos a tener que coexistir, Mads. Es una pequeña industria.
No te puedes esconder para siempre.
Y con esas proféticas palabras, se va, la puerta cerrándose con un sonido
suave a su salida.
Soy una olla de agua en ebullición. Voy del dolor a la ira en el espacio de
unos instantes, la presión burbujeando por mi sangre. Tomo una caja de zapatos
y la lanzo. Golpea la pared con un ruido sordo y luego cae al suelo. Un solitario
zapato rojo sale de la caja, cayendo en la alfombra y dejando a su alma gemela
42

atrás.
Página

Soy igual que ese zapato.


Oh Dios mío. Me estoy comparando con un tacón.
Soy patética.
—¿Está todo bien ahí dentro? —La voz de Mike viene de la puerta principal.
Mierda.
—Todo bien.
—Bueno. Realmente me voy esta vez.
La puerta se cierra de nuevo, y me doy cuenta que no soy como ese zapato.
Soy un maldito closet vacío.
Mi ex novio se dirige a la velada Isogawa de fin de año. Habrá comida,
bebidas, contactos y lameculos. Es el lugar donde debería estar. Es un mundo al
cual pertenezco.
Frunzo los labios para contener las lágrimas y pongo los pedazos de mi vida
en una caja de cartón.
Es una vida que estoy poniendo en espera.
Cuando he reunido mis artículos para almacenamiento, y he colocado en
una gran Louis Vutton la ropa que llevaré a la isla conmigo, me pongo de pie,
estirando los brazos por encima de mi cabeza. Todas las cajas están apiladas a la
izquierda de nuestra enorme cama e, esperando que venga el camión de mudanza
de la empresa de almacenamiento y se las lleve. Envuelvo mis uñas arregladas
alrededor de la correa de mi bolso y lo arrastro mientras salgo de nuestro… el
apartamento de Mike por lo que será la última vez por un largo tiempo. Tal vez
por siempre.
Cuando llego a la puerta principal, hago lo más difícil que he tenido que
hacer. Me quito el anillo de compromiso del dedo, y lo dejo ubicado en el banco
de la isleta. No usar ese pedazo de oro que me ata a él me hace sentir expuesta.
Vulnerable.
Odio que le hiciera esto a nuestra hermosa relación.
Y odio que sin él, esté desnuda.

43
Página
Capítulo 9
Tate

D
ieciocho horas y media es mucho tiempo para estar pensando en un
avión. Puedes decidir un montón de cosas en mil ciento diez
minutos. Hacer un montón de planes en sesenta y seis mil
seiscientos segundos.
Decido ponerme en contacto con Shade.
No he hablado con ella en años y, mientras una parte enloquece con el
pensamiento de alguien de mi pasado impactando en mi presente, sé que tengo
que hacerlo.
Cuando el piloto instruye a la tripulación para prepararse para el aterrizaje,
echo un vistazo a Janie. Está dormida, a juzgar por el rítmico sube y baja de su
pecho y los pequeños ronquidos femeninos que salen de sus labios. Saco mi
teléfono y hago un pequeño vídeo.
Amor fraternal…
Nos movemos a través de las nubes y aprieto el asiento con las manos. Mi
corazón se acelera a la velocidad de la luz y me concentro en respirar.
Inhalo.
Exhalo.
Inhalo.
Exhalo.
—Tate, deja de clavarme las uñas —murmura Janie con voz soñolienta. Bajo
la mirada. Mi mano está prensando su muñeca.
—Lo siento.
Aflojo los dedos. El avión desciende mientras una turbulencia nos sacude y
me agarro. ¿Por qué demonios vuela la gente? ¿Quién inventó los aviones? ¿Qué
hay de malo con los barcos? Los barcos son seguros. Los barcos son…
—Toma.
Una pequeña ánfora de plata aterriza en mis piernas y miro a Janie con el
ceño fruncido.
—¿Metiste alcohol en el avión?
—A veces incluso los nerds rompen las reglas si significa que van a proteger
sus brazos de arañazos —dice Janie sonriendo.
Desenrosco la tapa y levanto el pequeño envase, el whisky me quema la
garganta cuando lo trago. El avión se sacude y me bebo el resto. ¿Por qué
44

demonios no?
Cuando aterrizamos, un auto nos lleva al puerto donde el barco está
Página

esperando.
Tan pronto como la puerta del auto se abre, una oleada de calor me da de
lleno en el rostro. Y entonces me llega el sonido.
—¡Tate! ¡Tate! Dinos por qué lo hiciste.
—¡Tate! ¿Va Mikaela a perdonarte alguna vez?
—¡Eres un mujeriego! No la mereces.
—¡Promiscuo!
—Te odiamos.
El zumbido mecánico de los clics de las cámaras que destellan es como los
tambores para el asalto sonoro. Retrocedo y me congelo. Se suponía que estaría
más tranquilo aquí. Se suponía que no habría paparazzi.
—Sigue caminando. —Janie está a mi lado, su mano fría se envuelve en mi
muñeca. Me guía por el muro de seguridad hacia la lancha motora blanca brillante
que espera para llevarnos a la isla de Indahnya, un pequeño y privado “pedazo de
paraíso” a sólo una hora veinte minutos en barco desde Bali. Justo ahí está
nuestro hotel, un retiro para recuperar la salud con una pequeña área de cabañas.
Ni un pase de prensa a la vista.
Felicidad.
Me centro en el futuro… Dos semanas por delante. Justo cuando mi pie toca
el muelle de madera, el dolor punza en la parte de atrás de la cabeza.
—Mierda. —Me llevo la mano a la nuca para detener el escozor. El líquido se
filtra en mis dedos y lo miro, seguro que no es sangre, cuando…
Bam.
Otro golpe en el mismo lugar que el primero.
Entonces viene el hedor. Podrido. Fétido. Repulsivo.
—Están tirando huevos.
Janie me empuja hacia adelante, pero la pongo delante de mí. No hay
manera que mi hermana embarazada sea atrapada en el fuego cruzado. Nos
apresuramos por el muelle hasta el barco con solo tres huevos más.
—Bienvenido a bordo, señor Masters —dice un hombre bajo y rechoncho,
cuyo rostro sonrosado destaca contra su camisa blanca.
Echo un vistazo a mi camisa cubierta de huevo.
—¿Hay una ducha en esta cosa?
No la hay. Por supuesto que no. Así que paso media hora en el baño del
barco. Por suerte, la mayoría de la mierda está en la camisa. Hago una bola y la
boto en la papelera bajo el lavabo. Luego abro el grifo a toda máquina y meto la
cabeza bajo el agua, intentando quitar toda la yema de mi rubio cabello. Cuando
confío en que toda la cosa se ha ido, vuelvo a la cubierta, preparado para secar mi
torso bajo el sol.
No me pierdo las miradas de algunas mujeres reunidas en la barandilla
cuando me estiro en la tumbona. Permanecen en mi pecho, en el anillo del pezón
45

que brilla con el sol, entonces se entrecierran en la V que apunta directa a mi


polla. Angulo mi cuerpo ligeramente hacia ellas apretando mis abdominales para
Página

un máximo impacto y lentamente lamo mi labio inferior.


Desvíen la mirada, señoritas.
Cierro los ojos, listo para absorber el sol. La pelirroja. Sí. Dios, me
encantaría tomar a la pelirroja primero. Sus largas piernas estarán pronto
envueltas alrededor de mi cintura. Pasaré mi mano por su corta falda blanca,
acariciando a lo largo de sus bragas antes de…
Zas.
Mis ojos se abren de repente.
—¿Qué demonios, Janie?
Está de pie con los brazos cruzados. Asiente hacia el bote de protector solar
que acaba de impactar contra mi pecho y ahora está tirado en la cubierta.
—Úsalo. El sol aquí es más fuerte que en casa.
Alzo las cejas.
—Sabes que solo hay un sol, ¿verdad?
—Tiene que ver con la capa de ozono, imbécil. Ahora póntelo. —Se vuelve
para alejarse.
Quitándome las gafas de sol, recojo el bote. Le echo un vistazo al grupo de
chicas. La pelirroja me mira con una sonrisa coqueta y agito el bote hacia ella.
Después de todo, no puedo extenderla por la espalda yo solo.
—No quiero ver manos poniendo crema donde no va —grita Janie mientras
se aleja.
—Está bien —grito en respuesta.
No ha dicho nada sobre los labios…
—O los labios. U otra parte de la anatomía. Y por crema, estamos hablando
solamente de crema solar.
Mierda.
Mi hermana es buena.

***
La isla es idílica. Altas palmeras forman un muro que se alinea con la arena
blanca de la playa. Un acantilado se eleva duro y audaz en la distancia. Incluso la
madera a la deriva aparece como si estuviera estratégicamente colocada para
crear el perfecto escenario playero.
Por otra parte, tal vez lo es. Después de todo, esos ambientadores de
escenario tienen que hacer algo para ganar sus cheques.
Janie va del muelle a la recepción del hotel y se encarga de la mierda de la
habitación mientras saco mi teléfono y atravieso la recepción hasta la calle.
La “calle” es un camino de arena. Un carrito de golf está estacionado frente
a las puertas del resort.
Una mujer balinesa se sienta en un lado de la calle tejiendo largas hojas
46

verdes. Está centrada en su trabajo cien por cien… me presta cero atención
mientras la observo. A su lado, un niño se acuclilla. No debe tener más de seis
Página

años y jala de las trenzas de su madre, su piel oscura se cubre de moscas mientras
pasan zumbando.
Ambos son delgados. Las costillas sobresalen como xilófonos en los costados
del niño. Los brazos de su madre son tan delgados que podría envolver mi mano
alrededor de su muñeca múltiples veces.
El chico alza la mirada y sus oscuros y negros ojos me miran.
—Hola. —Le doy un pequeño saludo con la mano.
El chico frunce el ceño y habla con su madre en una lengua que no entiendo.
Ella me mira y también frunce el ceño, luego reúne sus pertenencias en una
mochila, como si de alguna manera la hubiera interrumpido.
—No. —Doy un paso adelante, con una mano extendida—. No te vayas.
Me ignora y alcanzo mi billetera. Saco un billete de cien dólares e intento
entregárselo, pero se aleja dándome la espalda. El niño da una mirada atrás
mientras su madre tira de su brazo y lo guía por la calle, pero un fuerte tirón lo
corrige para que mire hacia adelante de nuevo.
—¿Qué demonios…? —Solo le he dicho hola. No sabía que arruinaría su
trabajo de tejido.
Guardando mi billetera, abro mis mensajes y me desplazo, luego marco
cuando llego a Mikaela. Mi “novia”.
El teléfono va directo al correo de voz, sin duda debido a que está en mitad
de su vuelo.
—Hola, nena. Soy yo. Tate —aclaro, aunque probablemente ningún otro
chico la ha llamado desde mi número—. Sólo te llamo por… bueno, hay esta chica
de mi pasado. Es una idiota y… sólo llámame, ¿de acuerdo?
Después, busco un número que no he usado en años. Un número al que
nunca pensé que llamaría de nuevo.
Y una vez más, va directo al correo de voz.
—Escucha, ¿Shade? Soy Tate. Tate Masters. Necesito hablar contigo sobre…
Bueno, llámame. ¿De acuerdo?
Suspiro, apartando el teléfono de mi oreja. Nunca he sido muy bueno
dejando mensajes. Y aun así, esta tarde creo que he alcanzado un nuevo nivel.
La incapacidad para verbalizarle a mi novia lo mucho que la he jodido.

Madison
Hay una última cosa que necesito hacer antes de dejar Sídney y es la cosa
que más daño me hará.
Visitar a la abuela de Mike.
Por tanto tiempo como puedo recordar, Betty Storey ha sido una
prominente figura maternal en mi vida. Cuando Mike y yo empezamos a salir, me
47

invitó un “té”, un débil intento velado de conseguir su aprobación para la nueva


mujer de su nieto, el último hombre superviviente de su familia.
Página

Desde entonces, se ha convertido en algo así como un icono. La quiero con


todo mi corazón. Perderla duele casi tanto como perderlo a él.
¿Por qué no cantan esto en las canciones de amor? ¿Cuán triste puede ser
separarse de la familia?
Estaciono mi auto en el largo camino a la casa de retiro y apago el motor.
Motas de polvo bailan en la luz de la tarde que se filtra cuando mis botas pisan la
grava. La imagen de la Australia rural, sin embargo a solo dos horas en auto de la
ciudad.
Inhalo el fresco aire del campo y dejo salir todo. A veces me pregunto cómo
Mike y yo sobrevivimos en la ciudad procediendo de esta pequeña ciudad rural
donde todo es mucho más simple. Donde la vida era libre y fácil.
Entonces pienso en Asos y sus zonas en desarrollo y estoy bien con eso.
Saludo a Tammy en el escritorio principal mientras me dirijo por el pasillo
hacia la habitación de Betty como hago al menos una vez a la semana. Es una de
mis personas favoritas, y aunque Mike a menudo está demasiado ocupado
haciendo viajes para ver a su abuela, yo siempre hago hueco en mi horario para
hacer una visita o dos a Betty.
Tap, tap, tap.
Toco la puerta y me paro en la entrada. Betty abre los ojos azules y me mira.
—¿Maureen?
Aprieto los labios, haciendo una pausa.
—No, abuela, soy yo, Madison. —Entro en la habitación y me siento al lado
de su cama sosteniendo los pastelitos con brillo falso encima que compré en
Sparkle Cupcakery en la ciudad. Me encantan los mini pasteles por su decoración
decadente; la abuela sin duda los adora porque no requieren dientes para
masticar su ligera y esponjosa sustancia—. Tengo de chocolate con queso, de
manzana con canela y de vainilla con franchipán.
Abro la caja blanca, poniéndola en la pequeña mesa de la abuela de mi
prometido.
Ex prometido.
Dios, va a ser difícil acostumbrarse a hacer eso.
—Gracias. —Betty se frota las manos con los ojos vivos y alerta.
—Así que, ¿ha venido Mike a verte recientemente? —pregunto, intentando
ser tan sutil como puedo. ¿Se lo había dicho ya?
Betty hace una pausa con los labios apretados, luego niega.
—No, no. No desde que me dejó la invitación para el compromiso.
De alguna manera no estoy sorprendida de descubrir que Betty no sabe nada
sobre nuestra derrumbada relación.
—Bien, desafortunadamente, Mike y yo estamos… —Mi voz se desvanece y
muerdo el pastelito de chocolate con queso. Aunque sé que está húmedo, las
migajas se vuelven secas en mi boca—. Bueno, estamos en un… descanso. Por un
48

tiempo. Sólo mientras ponemos en orden las cosas.


Página

Mientras viajo a una isla tropical y espero a que tu nieto y único heredero
supere a la sucia zorra de la oficina.
—Oh. —Betty frunce el ceño—. Eso es inusual.
Me encojo de hombros, como si fuera normal que mi prometido y yo
hiciéramos esto todo el tiempo.
Ex prometido.
¡Mierda!
—Bueno, ya conoces a los hombres. A veces sólo necesitan un poco de
espacio para encontrarse a sí mismos —digo con evasivas.
—Querida, sí conozco a los hombres. —Betty toma mi muñeca, su rostro se
pone serio—. Y sólo deseo que sepas que te quiero, ¿está bien? No importa lo que
haya hecho el imbécil de mi nieto.
Mi corazón se rompe y me muerdo el labio para evitar que las lágrimas
caigan. De alguna manera, sin decir nada, Betty sabe que intentaba guardar un
secreto.
Y la quiero más todavía por eso.

49
Página
Capítulo 10
Tate

S
aco el teléfono y finalizo la llamada. El alivio me deja relajar mis
hombros, algo de la tensión desvaneciéndose. He hecho todo lo que
puedo. He llamado a las dos mujeres. Les he dejado mensajes de voz.
Ahora sólo tengo que sentarme y esperar… ¿correcto?
Trago la pregunta en mi garganta y actualizo mis correos electrónicos
cuando lo escucho.
Chasqueo.
Chasqueo, chasqueo.
Mi piel cosquillea. El vello de punta en mi nuca.
Mi cabeza se mueve bruscamente. Los dos chicos corren hacia mí, con las
cámaras listas.
—¡Tate! ¿Algún comentario de los rumores de engaño?
—¡Tate! ¿Qué mensaje te gustaría darle a la madre de tu hijo?
Me volteo en mis talones para dirigirme al interior del hotel. Esta isla se
supone que debe estar desierta. Hermética. El lugar más libre de los medios de
comunicación para filmar.
El clamor de las voces llena el aire. Con una mano en la puerta del vestíbulo,
vuelvo la cabeza por encima de mi hombro. Diez, quince, no, veinte hombres y
mujeres con cámaras corren desde las puertas del complejo turístico. Sus voces
son fuertes y atrevidas mientras gritan. Las palabras como “puta”, “bastardo” e
“infiel” perturban el paraíso. Los pájaros chillan mientras vuelan lejos, agitados
por esta violenta interrupción.
¿Y yo?
Me quedo ahí.
Congelado.
Esto no ha desaparecido. Esto no va a pasar al olvido como Janie había dicho
que lo haría. ¿Y lo peor? Me siento culpable. A pesar que en el fondo sé, que no
he hecho nada malo.
Solo arriesgar el futuro del bebé de tu hermana.
Mis palmas aplauden.
—¡Seguridad!
La voz de Janie es estridente en mi oído. Se levanta enfrente de mí y me
empuja de nuevo hacia el hotel, hacia la seguridad, lejos del ruido. Pero no se
50

detienen. Dan un paso más cerca, las cámaras destellando, las voces gritando, una
onda de ruido que me hace sentir de mal en peor con cada momento que pasa. No
Página

importa que no conozcan la verdad. De alguna manera, cada uno de los nombres
que me gritan se vuelve propio. Se convierten en mis títulos, y me apago bajo su
mirada fulminante.
Kevin y Bob, los dos guardias de seguridad que Global Film Enterprises han
contratado, salen disparados. Bob cierra una puerta mientras Kev pide apoyo por
los radios, a quién, no tengo. Y todavía me quedo ahí, congelado. Protegido del
enfoque completo por mi embarazada hermana.
Soy la peor escoria que hay.
—¡Ve! –sisea Janie, y empuja mi hombro.
Esta vez, la palabra me llega. Ve. Tengo que irme.
—Voy a ir a mi habitación.
—La habitación ha sido intervenida. Tengo a alguien ahora en ello. —Kevin
niega. Janie le dispara dagas, como si Kevin comprometiera la habitación por sí
mismo.
Un reportero se escabulle bajo el masivo brazo de Bob y se acerca. Su cámara
destella en mi rostro, muy brillante, muy cerca, muy ruidoso.
—¿Qué se siente caer de la excelencia? —pregunta. Huele a cigarrillos y
sudor—. ¿Te gusta tomar ventaja de las mujeres para luego dejarlas recoger los
pedazos?
—Yo… —Trabajo mi mandíbula. No tengo idea de cómo responder a eso. Ni
idea de lo que debería decir.
Resulta que no tengo que hacerlo. Porque mientras estoy parado allí como
un imbécil, mi hermana está ocupada dándole un rodillazo al reportero en las
bolas.
—¡Ve! —Me pega en mi costado con el codo.
—Iré a la playa, lejos —susurro.
—No me importa una mierda dónde, sólo toma un condenado sombrero y
unas jodidas gafas de sol —jura Janie en voz baja, luego levanta sus brazos por
encima de su cabeza—. ¡Todos! Esta isla ha sido despejada para uso privado de
Global Film Enterprises, y si no salen condenadamente de aquí, estoy llamando a
la policía.
Las voces siguen mientras hago mi gran escape. Kevin me sigue,
vigilándome. Mi corazón martillea y corro a lo largo de la arena, la culpa haciendo
que se revuelva mi estómago. Esto podría ser lo que arruine el acuerdo perfecto.
Esto podría ser la forma para que Global decida cortarme de una vez y por todas.
Había construido mi marca en ser el chico dorado.
Y ahora que casi estoy en la cima, estoy lejos de caer.

Madison
El vuelo a Bali está en una de esas aerolíneas económicas donde tienes que
comprar tu propia comida y llevar tus audífonos y antifaz para dormir. Porque la
51

revista lo reservó, estoy esperando ser sentada en comercial.


Página

No estoy esperando estar sentada con el ganado junto a un hombre con una
cintura que se pliega sobre el asiento de descanso entre nosotros, y traspasa mi
espacio personal.
Tampoco estoy esperando que él esté comiendo maní.
Subo mi equipaje de mano por encima de un hombro e intento lanzar mi
bolsa en el portaequipajes, que apenas puedo alcanzar gracias a mi complexión
de un metro y medio. Queda poco espacio entre los bolsos del otro pasajero, y en
un intento de colocar mi bolso Guess arriba, cae sobre Cara de Maní cuando mi
bolso no cabe en el pequeño espacio.
Lo tengo de nuevo, apretujando y empujando como si no hubiera mañana,
hasta que un toque frío en mi brazo me hace parar.
—¿Señorita? ¿Por qué no hace eso más tarde para que los demás pasajeros
puedan pasar? —La azafata es puras sonrisas mientras señala a la línea de
cansados y malhumorados viajeros detrás de mí.
—¿Y si no queda espacio? —Este es un problema con el que nunca he tenido
que lidiar antes. Generalmente, Mike guarda el equipaje en el compartimiento
superior. Él es alto; yo soy baja. Es sólo una de esas cosas lindas sobre nosotros.
Era.
Era una de las cosas lindas sobre nosotros.
—Lo voy a llevar por usted y guardar en algún lugar más en el avión. —La
aeromoza envuelve su mano alrededor de las correas de cuero de mi bolsa.
Aprieto mi agarre. No tengo a Mike aquí. ¿Cómo siquiera voy a llegar a mi
bolsa cuando aterrice el vuelo? ¿Y si alguien la toma? ¿Y si…?
—Por favor, suéltela, señorita. —La aeromoza mantiene su sonrisa Colgate
en su lugar, pero puedo ver las dagas en sus ojos.
—En verdad quiero que se vaya. Arriba. Ahí. —Cada palabra está enfatizada
por un tirón en mi dirección.
—Señorita, sólo dele a la azafata su bolsa —dice un hombre detrás de mí, un
suspiro claro en su tono. En la cola todos están de acuerdo. El pánico golpea mis
hombros. Tiro de la bolsa, pero, ¿cuál es el punto? No lo puedo poner arriba. Ni
siquiera puedo levantar la maldita cosa sin sentir que voy a hacerme un esguince
muscular. Más personas se quejan del embotellamiento.
Estoy por mi cuenta.
Soy yo contra el mundo.
Mis dedos sueltan la bolsa. La aeromoza se tambalea hacia atrás, y esta vez
no esconde la ira en sus ojos con una sonrisa.
—Voy a ponerlo en algún lugar seguro para usted.
Me pregunto dónde será ese lugar “seguro”, y trato de aplastar mis
preocupaciones con ella lanzándolo del avión, o guardándolo en el
compartimento de alcantarillado, o lo que sea que guardar la bolsa de la
anfitriona equivale a escupir en tu comida.
Volteando, me dejo caer en mi asiento, luego volteo mi cuerpo a la izquierda
mientras conecto con la carne sudorosa de mi vecino. Presiono una mano en el
52

puente de mi nariz. Esto es llevar “patearte cuando estás caído” a un nivel


completamente nuevo.
Página

—¿Vuelas seguido por tu cuenta? —Él rompe otra cáscara, y escamas de


maní flotan en el aire para aterrizar en su camiseta color granate.
—La primera vez, de hecho. —Vuelo mucho por trabajo, a desfiles de moda,
filmaciones y eventos en todo el país, y en ocasiones al extranjero. Generalmente,
alguien del equipo viene conmigo. En ocasiones, Mike tendrá que ir también, y
luego vamos a reservar el mismo vuelo. O algunas veces, él sólo tomará algunas
vacaciones remuneradas y vamos a pasar juntos algunos días lejos.
Aprieto las manos en mi regazo.
Los dedos regordetes se envuelven alrededor de mi brazo.
—No te preocupes. Yo lo hago todo el tiempo. Vas a estar bien.
Sonrió a mi héroe desconocido. Agradecida.
—Gracias.
Él me sonríe de regreso, y algo caliente de mí cambia.
—¿Cacahuate? —Ofrece la bolsa de papel.
No como cacahuates. Son grasas engañosas y tienes que pelarlos tú mismo,
resultando en un posible daño de uñas.
—No me importa si lo haces.
Alcanzo la bolsa y saco un maní, luego procedo a pasar los siguientes cinco
minutos intentando romper la cosa, por fin me doy por vencida y escucho una
lección sobre la libertad del cacahuate de mi nuevo amigo de asiento y
volviéndose así en una mejor formación en el arte.
Dos horas después, y mi nuevo mejor amigo está roncando suavemente
junto a mí, su cabeza colgando sobre sus hombros de gran tamaño, y saco una
libreta y bolígrafo de mi bolso de mano.
Abro la suave tela de algodón en una página limpia y paso la mano por el
suave papel crema. Respirando profundo, dejo que el olor nítido de un papel
nuevo me golpee, y doblo el lomo del libro, lo que garantiza que la página quede
plana. Un nuevo trabajo. Un nuevo trabajo de revista. Una nueva vida.
Después de tachar la fecha de hoy, tamborileo el bolígrafo contra mi labio.
Segundos después, empiezo a escribir una lista de cosas para asegurarme que
evalúo y cubro para mi artículo.
Retiro de Yoga
Estilo de alojamiento
Comida
Ubicación
Facilidad de transporte
Cualidad “Zen”
Número de empleados
Factores únicos
53

Excelencia de Yoga
Página

Me detengo, frunciendo los labios. ¿Cómo voy a evaluar la calidad del yoga,
ya que nunca lo he hecho antes?
Segundos más tarde, tacho una línea a través de todos los artículos que he
enlistado antes, y volteo a una nueva página.

Yoga: una guía para principiantes


Cómo lograr la paz interior
La meditación en Miu-Miu/Marc Jacobs

Sonrío. Esto me gusta más. Tal vez todavía puedo, de alguna manera, poner
mi propia firma en esta pieza después de todo.

El aumento de la derrota con la ayuda de la Postura del Perro

La introducción me hace sonreír. Dios, si solo la vida fuera así de sencilla.


La realidad es que, no puedo imaginar que el dolor en mi corazón alguna vez se
apague. Es un dolor brutal que me apuñala cada vez que pienso en Mike. Lola.
Mi mundo entero.
Mientras las aeromozas caminan por el pasillo, escribo una nota más sobre
lugares de exploración para los elementos de la sesión de fotos. Yoko contrató a
un fotógrafo local para venir y fotografiar el artículo, pero se ha programado para
el final de la primera semana, para asegurarse que tengo tiempo para evaluar los
mejores lugares y ángulos para las imágenes del artículo.
Luego, me inclino hacia atrás, presionando la cabeza contra el apoyacabezas
de cuero, y cierro los ojos, el rugido ligero de los motores del avión de alguna
manera me arrullan en un suave sueño, con la esperanza que cuando despierte,
todo dolerá un poco menos.

***
—Bienvenida al Retiro de Bienestar Deep Springs. —Una rubia alta y
bronceada junta las manos como si estuviera rezando y asiente—. Soy Annalise.
Namaste.
—Namaste. —Asiento de regreso. Sin embargo no junto las manos. Están
muy ocupadas luchando contra el sudor que las hace deslizarse mientras luchan
por mantener mi bolso de mano equilibrado en la parte superior de mi equipaje—
. Mi nombre es Madison Winters, y estoy aquí por…
—La revista Live Well. Por supuesto. —La voz de Annalise es tranquila. Zen.
Molesta.
Asiente de nuevo, y yo asiento de nuevo, y luego ella asiente otra vez. Es
como si estuviéramos mordiendo manzanas.
—Estamos deseando darle el tratamiento de nueve días ininterrumpidos de
54

pura dicha.
Página

Aprieto mi bolsa más fuerte.


—Siete, en realidad.
—No, no. Tengo nueve días en mi hoja aquí. —Annalise mira el pedazo de
papel delante de ella, pero su tono no cambia.
—Bueno, solo puedo permanecer por siete. —Porque me voy a volver loca si
tengo que pasar más de una semana en este aislamiento.
En el paseo en barco, fui instruida que lo único que hay aquí, además del
retiro de yoga y otro hotel, es una villa pequeña donde vive la gente de la zona.
Ninguna tienda departamental. Ni restaurantes elegantes.
Ninguna recepción telefónica consistente.
—Podemos resolver eso más tarde —dice Annalise, como si de alguna
manera está planeando mantenerme aquí contra mi voluntad. Veo su complexión
delgada y sonrío. Buena suerte, señorita. Tengo la fuerza de una hamburguesa
recientemente devorada, y tú pareces como que tu última cena fue col rizada.
—Ahora, la tarde de hoy la tiene libre. Su horario de clases está incluido aquí
en su paquete de bienvenida, y su desayuno está disponible en el restaurante del
hotel, La Luna, ubicado justo por ahí. —Annalise señala a través del vestíbulo al
aire libre con sus sillas de estilo Adirondack y sobre un balcón amplio que se
cierne sobre el océano azul celeste. Una pequeña parte de mi corazón da un giro
de ciento ochenta grados. Ahora, podría acostumbrarme a eso—. También
tenemos la cena y el almuerzo disponible en La Luna por un precio adicional, y
nuestro bar, Mojito, está abierto desde mediodía y sirve aperitivos, así como una
gran variedad de bebidas saludables.
—Alcohólicas, ¿verdad?
Annalise entrecierra los ojos.
—No. Hay una pequeña reserva de alcohol en su mini bar, pero alentamos a
todos los participantes de la clase que limiten su consumo de alcohol mientras se
involucran en la sesión.
Suspiro. Por supuesto que sí.
Impasible, Annalise saca un mapa del mostrador y dibuja un círculo en un
grupo grande de edificios blancos.
—Este es un complejo turístico. Por aquí, alrededor de veinte minutos
caminando, está el pueblo local. —Annalise circunda una colección pequeña de
figuras color café—. La población es baja, la mayoría son trabajadores de este
centro turístico y de algunos otros. La mayoría habla inglés, y ahí hay algunos
puestos de mercado, pero si está buscando la experiencia más tradicional de
centros comerciales, es mejor que salga por la parada en tierra firme. —Rodea
una gran franja amarilla que corre desde nuestro complejo turístico hacia la
ciudad—. Esta es nuestra playa local. Es segura para nadar, y no se pone muy
peligrosa para surfear, a diferencia del otro lado de la isla donde no se recomienda
nadar. Si le gusta surfear, la marea es adecuada.
Le echo un vistazo a la imagen en el otro lado de la isla. La aleta de un
tiburón sobresale de las aguas. Conociendo mi suerte esta última semana, podría
55

ser comida si tratara de nadar ahí de todas formas. No tiene que decírmelo dos
veces.
Página

Annalise empuja el mapa por la encimera de mármol, luego se detiene,


girándolo de regreso hacia ella. Dibuja un triángulo a través de un área grande en
el lado opuesto de la isla, rodeando varios edificios blancos y un montón de copas
de árboles.
—Casi lo olvido. Antes de su estancia, podría firmar una autorización,
¿correcto?
—Correcto —miento. Técnicamente, Courtney había firmado, semántica.
—Están grabando Amor Tropical, una próxima película en la isla. Los platós
se cerraron, y la mayor parte de la filmación se llevará a cabo en esta área
triangular, pero algunas escenas pueden realizarse en otras áreas de la isla,
motivo por el que todos los que entran tienen que firmar una autorización.
Sonrío con picardía.
—¿En caso que nos atrapen bronceándonos en topless o algo así?
Annalise me fija con una mirada cargada-de-evaluación.
—No permitimos la desnudez en el complejo turístico, señorita.
Público difícil.
Annalise agarra un llavero de detrás del escritorio y llama a un joven hombre
en una camisa blanca de lino y pantalón corto gris. Registra mi número de
habitación, y mi equipaje es llevado a alguna clase de bungaló frente a la playa
antes que siquiera pueda darme la vuelta.
Estoy casi en la puerta cuando recuerdo.
—¡Espere!
Annalise inclina la cabeza en respuesta.
—¿Qué hay del WiFi?
Sonríe y asiente. Por supuesto que lo hace.
—Su contraseña está en su paquete de bienvenida. Recuerde que hay un
límite, y será restringida si lo excede. Tratamos de hacer que se desactiven de la
tecnología en este complejo turístico mientras nos ponemos en contacto con
nuestro espíritu interior.
Es evidente que su espíritu interior no necesita Netflix como el mío.
Me doy la vuelta y sigo a los dos hombres en la dirección de un camino
suspendido de madera que serpentea del edifico principal al complejo turístico.
Tan pronto como salgo, el calor me golpea. Es un calor húmedo, del tipo que
hace al aire grueso y pesado en tu garganta. Libero la camisa blanca de mi pecho,
tratando de evitar que se me pegue. Echo un vistazo a mis jeans. El cielo sabe
cómo conseguiré quitármelos.
El camino es una selva a la izquierda, y una serie de chozas pequeñas a la
derecha. Los pájaros chillan, un sonido extraño en la selva de asfalto donde vivo,
vivía, y más allá de ellos, las olas murmuran contra la costa.
Los dos hombres se detienen en el bungaló número ocho. Es una choza
56

pequeña con un techo de ramas de paja y paredes blancas enlucidas. Uno de los
hombres inserta mi llave en la puerta, luego la abre, metiendo mi equipaje. Hurgo
Página

en mis bolsillos por una propina y les doy a ambos una tarifa pequeña, luego
camino más cerca de la puerta cuando se van, lista para inspeccionar mi
alojamiento por las siguientes seis noches.
La cama es tamaño King. El lino blanco es crudo, extendiéndose en ella, una
montaña de almohadas se asientan en la cabecera. Las paredes con paneles de
madera le dan a la habitación una sensación luminosa y ventilada, y los azulejos
blancos están colocados en el suelo alrededor de la cama y sobre el pequeño sillón
orejero color verde en una esquina.
Sin embargo eso no es lo que capta mi atención.
Puertas abiertas de cristal de piso a techo que dan a un balcón decorado con
varios asientos Adirondack, similares a esos en el vestíbulo. ¿Y más allá de eso?
El océano. El cristalino azul destella en el horizonte, arena blanca trazando un
camino delgado ante él. Las cortinas blancas de gasa flotan en la brisa, y el olor
de la sal se desliza por mi nariz. Estrecho mis brazos alrededor de mi cintura,
luego corro y me lanzo en la cama. Mi cuerpo rebota en el colchón mullido, y
sonrío, estirando la mano para agarrar el paquete de bienvenida y conectar mi
teléfono a internet.
Tal vez este lugar de retiro fue una buena idea después de todo.

57
Página
Capítulo 11
Tate

M
is dedos se hunden en la arena, y suspiro. La playa es el único lugar
en que siempre me siento como en casa. Tal vez porque “casa” no
era de verdad el refugio que Janie y yo necesitábamos mientras
crecíamos.
“Casa” podría ser una pesadilla.
Me siento y miro los tonos rojos y amarillos del cielo mientras el sol
lentamente se hunde en el océano, tragado por las oscuras aguas. Más abajo por
la playa, un niño corre por el agua, salpicándose con las feroces olas. Él dice algo
en un idioma que no hablo a un anciano en la playa, y este lo saluda con la mano.
—Tate —me llama Kevin, y alzo la mirada al gran hombre que se acerca
deambulando—. Necesito ir al baño. Tu hermana dijo que los paparazis se fueron,
así que si te parece…
—Ve, hombre. —Le hago una señal con la mano. Estoy seguro como el
infierno que no voy a detener al tipo de orinar, por el amor de Dios—. Estaré aquí.
—Genial. —Kev asiente y se va por la dirección por la que vinimos, sus
zapatos dejan patrones alineados en la arena.
Saco mi teléfono de nuevo, con la mente dando vueltas. Con suerte esta
historia desaparecerá rápidamente y los ejecutivos de la película no retrasarán el
lanzamiento. Necesito ese pago final, lo más pronto posible.
Aprieto el agarre en mi iPhone blanco, mi mano agarrando con fuerza el
metal mientras reviso mis correos. Paso a través de los primeros; unas
notificaciones de Facebook, y ofertas para un alargamiento de pene que
definitivamente no necesito. Cuando veo un nombre familiar, me detengo.
Danny McPherson.
El cretino que arruinó la vida de mi hermana.

Madison
El paraíso es idílico. Tomo fotos y las subo a Instagram. Desempaco mi ropa,
colgándolas en el armario de bambú. Pinto mis uñas con un sencillo color piel,
luego seco mi cabello, el cual se ha aplanado con el calor.
Aburrida.
Estoy dolorosa e irrevocablemente aburrida.
Así que hago lo que hacen todas las personas aburridas.
58

Entro a Facebook.
Página

Es el comienzo de mi ruina.
Primero, son los mensajes. Ocho personas me han enviado mensaje privado,
ofreciendo condolencias, con un pequeño y velado “¿qué salió mal?” en el
subtexto.
Luego, son las fotos. Mike y yo en la graduación. Nuestra escuela secundaria.
En la casa de su abuela. En navidad. En la noche en que se propuso.
Mi cerebro y dedo índice libran una guerra mientras batallo por no revisar
la página de Mike. Por no ver lo que está haciendo ahora, y si puedo encontrar
fotos de él y la rubia.
En cambio, reviso mis propias notificaciones, pasando los artículos de
noticias sobre una prometedora y nueva celebridad de Hollywood quien ha sido
atrapado con su pantalón abajo, una historia que solo me hace sentir peor. Son
personas como esas las que hacen que personas como Mike crean que engañar
está bien. Esa es una solución a estar atrapado en una relación donde no eres feliz.
Es mientras estoy subiendo para salirme que lo veo. Una nueva publicación.
Mike Storey.
Cambió su estado de relación a soltero.
Es una cosa tan estúpida. Sé que hemos terminado. Todos nuestros
invitados a la boda saben que se terminó. Él me engañó. No podíamos estar
juntos.
¿Entonces por qué esta pequeña traición digital duele tanto?
El sudor aparece en mi frente. Mi corazón se acelera, latiendo en mi
garganta. Tomo aire, pero es denso, y es difícil, y Dios, necesito salir de esta
estúpida isla.
En cambio, hago lo siguiente mejor. Vacío los contenidos del mini bar del
cuarto de hotel, vaciando seis mini botellas en casi seis minutos. Abro mi bolso y
saco la botella de vodka de emergencia que metí para, bueno, emergencias, y quito
la tapa, tomando todo un trago en mi boca y tosiendo cuando quema por mi
garganta.
Cuando la botella está medio vacía, pero el sabor del vodka me hace sentir
con nauseas, hago la única cosa lógica.
Voy a buscar una nueva bebida.

59
Página
Capítulo 12
Tate

C
uando la vida se desmorona, la mayoría de los hombres tienen dos
requisitos. Deportes y una bebida fuerte.
No. Eso hace tres requisitos.
Deportes, una bebida fuerte, y silencio.
El rugido de la gente gritándome preguntas, cámaras chasqueando sus
lentes, ha dejado de sonar en mis oídos. La voz de Janie ya no es un estridente
sonido entrecortado, intentando organizar la seguridad en el nivel más alto para
el hotel, y los gritos de Bob y Kevin mientras trataban de protegerme de la gente
empujándose unos a otros, casi se han desvanecido de mi mente.
Y no tengo ninguna duda que la falta de ruido se debe en parte a mi nuevo
mejor amigo.
Bourbon.
—Otro. —Empujo el vaso a través de la barra, pero no hace el recorrido. Se
atasca en la superficie irregular de la encimera improvisada, y rueda de lado a
lado.
Después del correo electrónico de Danny, hice lo que haría cualquier chico
normal cuando se pone en una situación como esta. Vine al bar más cercano para
tratar de beber y alejar mis preocupaciones sin los ojos juiciosos del personal de
la empresa de producción alrededor.
El contenido del correo parpadea por mi mente mientras espero a que el
camarero traiga otra ronda.

Ambos sabemos que no eres el padre de ese niño. Eso fue sólo un ejemplo
de lo que estoy dispuesto a hacer.
Deja caer la carga y da por finalizada la demanda contra mi hermana, o
esto será viral.

Haciendo clic en acceder, había esperado encontrar más fotos de desnudo


de mí.
No esperaba ver algo mucho, mucho peor.
Janie siempre ha sido la hermana buena. La que tiene la reputación estelar.
No puedo permitir que imágenes como esas salgan en los medios. Ella se merece
algo mejor. Después de todo lo que ha hecho por mí, merece islas de gran tamaño
y mejores límites.
60

—¿Bourbon y Coca cola? —El camarero levanta las cejas. Su inglés es un


Página

poco raro, y las únicas personas que parecen estar en esta choza con el techo de
hierro corrugado y el suelo de arena, son locales. Todos hablan en su lengua
nativa… ¿Balinese? ¿Esa es su lengua?... y bebo de nuevo alcohol ilegal, después
cerveza, después alcohol ilegal. Un proyector de TV de gran pantalla se ilumina
en la pared detrás de mí, con un juego de fútbol entre dos equipos de los que
nunca he oído hablar y probablemente nunca veré jugar otra vez.
El deporte es bueno. El deporte es simple.
Hay un ganador y un perdedor. Una línea de tiempo fijo. La atención de los
medios se centra principalmente en la duración del juego.
Mucho más simple que las relaciones.
Las relaciones son desordenadas y difíciles.
Nadie quedó accidentalmente embarazado durante el fútbol.
¿Me pregunto si accidentalmente quedaría embarazado durante el fútbol?
Saco mi teléfono y abro el navegador Web, pero tan pronto como entro en
“bebé secreto del fútbol” la maldita cosa comienza a sonar. Lo dejo caer en el
mostrador como si estuviera poseído, luego lo recojo, mis ojos se estrechan en el
rostro de mi hermana, ya que me devuelve la sonrisa desde su foto en el tono de
llamada asignado.
—Ghzanie.
—Tate, por favor, no me digas que estás borracho en este momento. —La voz
de Janie está cansada, como si el peso del mundo estuviera en sus hombros.
—No estoy borracho…
—Su Bourbon con Coca Cola. —La bebida es colocada en el mostrador, la
condensación goteando a los lados.
—…en este momento —termino—. Sin embargo, lo haré en alrededor de
cinco minutos, ¿quién sabe?
—¿Qué te dije? Quédate…
—Fuera de problemas —termino por ella. Puede que haya tenido uno, o dos,
o seis bourbones, pero los discursos de Janie son del tipo que se te pega en la
cabeza como una porno mala. Sabes que no te va a gustar, pero a veces,
simplemente no puedes mirar hacia otro lado —. Y lo estoy. Estoy en un bar
incierto sin turistas, sólo chicos de Bali. Y chicos. Tipos. Sin chicas.
—Acabo de despojar el hotel. Te han dado una nueva habitación en la planta
superior, y tenemos seguridad en las puertas de la propiedad y en el embarcadero.
No tendrás que preocuparte de lo que sucedió antes se vuelva a producir.
—¿Adónde fueron todos los paparazis? —Llevo el vaso a mis labios y sonrío
disimuladamente. Podría ser una canción. ¿Dónde van todos los paparazis…?
—La mayoría se fueron en barco de vuelta al continente —dice Janie—, pero
alrededor de cinco están acampando en la parte delantera del hotel, a pesar de los
reiterados pedidos que se movieran.
—Ocupantes ilegales. Fantástico. —Tomo otro gran sorbo de mi bebida. Es
barato, y me estremezco mientras el líquido baja por mi garganta. No creo que
lleguen exactamente a la plataforma superior aquí.
61

—¿Así que vas a volver por ti solo, o tengo que ir por ti? Porque estoy
Página

cansada, T. Sólo quiero tomar una siesta, y tal vez un masaje en los pies, todo
seguido de una maratón de películas.
Sonrío. Desde que quedó embarazada, los pies de Janie se han hinchado
hasta alcanzar el tamaño de pelotas de tenis.
—Puedo volver yo solo.
—Bueno, voy a enviar a los muchachos ahora para asegurar que llegues sin
ser acosado. ¿Dónde estás?
—Nueva York. —Pongo mis ojos en blanco—. En un verdadero bar de moda,
lleno de chicas.
—He habilitado la aplicación Encuentra Mi Teléfono, y los muchachos te
están yendo a buscar.
Frunzo el ceño. El día que confié en ella para conectarme con un nuevo
teléfono, fue el día en que perdí todo el sentido de privacidad.
—Buenas noches, Tate. Por favor, sólo no hagas nada estúpido esta noche y
vamos a hablar de un plan de juego en la mañana.
—Hecho.
Presiono colgar y espero que la caballería llegue.
Es entonces cuando la noto.
No sé cuándo se escurrió en el bar, pero es una pequeña cosita, bajita,
belleza de cabello oscuro toda doblada en su asiento frente a una copa de algo
claro en las rocas. Su piel brilla como el oro en las luces de colores que cuelgan
por encima de la barra, y…
Vaya.
¿De dónde mierda vino esa cosa femenina?
Mucho maldito Bourbon.
Sólo tengo una cosa en mi lista de hacer esta noche, y eso es no hacerlo con
nadie. Ni siquiera las pequeñas morenas dulces que…
—Deja de mirarme fijamente, imbécil. —Ella me mira.
Llevo mi barbilla al pecho. Auch.
—Es un país libre.
Ante el sonido de mi voz, sus ojos se abren. Gira sobre su asiento y se vuelve
hacia el mostrador.
—Por supuesto, esto sólo podía pasarme a mí —murmura lo bastante alto
como para que yo escuche.
Debería dejarla sola. Voy a dejarla sola. Así que ella está pronunciando cosas
crípticas y es un poco sexy. ¿Y qué?
Me levanto. Mis piernas se tambalean un poco mientras encuentro mis pies.
Sentado en el mismo lugar y beber durante tres horas seguidas le harán eso a un
hombre.
Me voy a ir. Definitivamente no voy a tomar el cebo y preguntarle a la
muchacha lo que quiere decir. Voy a llevar mi cabeza de regreso al hotel con
Kevin, tal vez pediré una pizza. Me merezco un descanso de la dieta. Ha sido el
62

día de…
Página

—¿Qué se supone que significa eso?


¿Acabo de decir eso?
Creo que acabo de decir eso.
La chica se gira a mirarme, con una ceja arqueada.
—Significa, odio a los que engañan, y por supuesto, estoy atascada en un bar
con un hombre que está actualmente en los titulares por ser el mayor mujeriego
que alguna vez haya llegado a la pantalla.
—¿Disculpa?
—Me has oído. —La mujer toma el vaso delante de ella y lo traga de un solo
trago. El sudor brillando en su frente y el pesado zumbido de la sobrecarga del
ventilador no hace nada para rizar su largo y oscuro cabello.
—Sabes, vine a este bar para evitar ser acosado por la gente. —Hago un gesto
a la multitud que nos rodea. Los dos ancianos en la esquina continúan con su
charla. Desdentado me da una sonrisa gomosa—. ¿Por qué no vas al bar de tu
hotel, donde tú y tu juicio de mierda claramente pertenecen?
—Si no puedes manejar el calor, entonces no inicies el fuego. —Hace una
pausa, mirando el fondo de su copa, y le da una sonrisa pequeña—. Eh, creo que
acabo de hacer una nueva metáfora.
—Eso realmente no es una metáfora. Estoy bastante seguro que es una frase.
Me mira, y por un espantoso momento creo que va a llorar. Sus ojos tienen
este brillo vítreo horrible, pero luego prepara sus hombros y cuadra su cuerpo.
—Soy una graduada en Lengua Inglesa, imbécil. Sé lo que es una metáfora.
—Me señala con el dedo. Suaves uñas me guiñan en la luz opaca de la barra.
Me levanto y camino hacia ella.
—Entonces, ¿por qué utilizas las palabras incorrectamente?
Sus ojos oscuros parpadean.
—¿He estado bebiendo ginebra y vodka durante tres horas seguidas, y estás
sobre mi espalda por el uso incorrecto de la palabra metáfora?
Llamaradas de calor recorren mi cuerpo. Me apoyo para acercarme a ella,
tan cerca que puedo oler el perfume dulce en su cuello. Tan cerca que puedo ver
el ascenso y el descenso de su amplio pecho. Y a pesar que sé que no debería, a
pesar que he sido advertido de mantenerme lejos de las mujeres por mi hermana
mayor, la quiero.
Aclarando mi garganta, uso mi voz más seductora. La que utilizo para abrir
las piernas donde quiera que voy, cuando se asocia con mi mejor sonrisa.
—Me gustaría tenerte sobre tu espalda.
Su garganta se balancea mientras traga.
La tengo justo donde la quiero. Está cayendo por mí. Ha pasado tanto
tiempo desde que he…
El impacto de líquido me choca. Hielo cae desde mi cabeza hasta el suelo.
—¿Qué demonios?
63

La mujer se encoge de hombros y coloca la copa vacía sobre la barra.


Página

—Parecía como que podrías usar un poco de reflexión.


Limpio el líquido de mis ojos y paso la lengua por mis labios. Gin Tonic.
Bebida típica de chica.
Debo estar loco. Debería estar echando humo.
Pero estoy encendido. Nadie discute conmigo de esa manera. Nadie empuja
mis límites, además de Janie, y ella es familia.
Esta mujer podría ser mi perdición.
Me tropiezo de nuevo en mi asiento, negando, y girándome hacia el
camarero.
—Otro. Y otro Gin Tonic para mi amiga aquí. —Asiento hacia la mujer, que
me mira con desprecio. Eso sólo me hace sonreír. No sé de qué se trata el volverla
loca, pero me gusta.
—Él no está comprándome una bebida —le dice al camarero.
—Sí lo estoy.
—No, no lo estás. —Hace una pausa, mirando su copa vacía—. Pero yo me
compraré otra, por favor.
—Y yo pagaré por ello.
—No. No lo harás.
El camarero nos da una mirada que claramente implica que piensa que
ambos hemos perdido la cabeza, y se pone a trabajar en la preparación de las dos
bebidas.
—Así que, ¿vienes aquí a menudo? —Intento.
—Santo cielo. —La mujer niega y dice en voz alta a través de la barra—.
¿Puedes hacerme uno doble?
Está bien, entonces. Auch.
—Dejar de lucir como si acabara de ejecutar a tu cachorro o algo así. —
Niega—. Estoy autorizada a no sentirme impresionada por ti y tus líneas cursis.
Tienes novia.
Y por primera vez en doce meses, hago algo muy, muy estúpido.
Le digo la verdad.
—No es lo que parece.
Me mira con recelo.
—¿Así que no tienes novia?
—¿Puedo preguntarte algo?
Inclina su cabeza y encoge un hombro.
—Dispara.
—¿Crees en el Karma? ¿Que todo sucede por una razón?
Hace una pausa, como si estuviera considerando la respuesta.
—Creo en eso con optimismo, que el bien en la vida supera el mal. —Baja su
64

mirada al vaso vacío frente a ella—. Pero a veces, cosas de mierda le pasan a la
gente buena, y no hay nada que se pueda hacer al respecto.
Página

Se ve tan perdida, tan sola mientras dice eso, y tengo que detener a mi mano
que llegue hasta ella para animarla. Ha ido de ser un petardo a estar triste en un
latido de corazón.
—¿Tú? —pregunta ella.
Trago el sabor amargo en mi boca. Toda mi vida he luchado para ser libre
de la crianza de mierda que Janie y yo tuvimos, y presumo que ésta, finalizando
esta película y finalmente golpeando el gran momento, será la recompensa. El
pago de la compensación Karmica.
Luego, tengo ese correo.
—No sé en lo que creer más.
En algún lugar detrás de mí, los locales animan a la pantalla del proyector.
El silencio se extiende entre la misteriosa mujer y yo.
—Bueno, yo solía creer en las clásicas películas de amor.
—¿Historias clásicas de amor? —pregunto.
—Sabes, del tipo “Breakfast at Tiffany’s”. “Lo que el Viento se Llevó”. Toda
esa mierda. —Niega—. ¿Ahora? Ahora creo en el vodka. —sonríe, pero es una
sonrisa rota.
—Brindo por eso. —Asiento, recogiendo mi vaso ya relleno. El estado de
ánimo entre nosotros se ha vuelto oscuro, y estoy desesperado por aclararlo de
nuevo, por lo que le doy a mi nueva amiga una sonrisa descarada—. Así que eres
una alcohólica. Viniendo al único bar local. Odias a los que engañan. Bebes Gin-
Tonic. —Proceso la información—. ¿De qué estás huyendo?
Su mirada se desliza hacia mí.
—No estoy huyendo de nada. Estoy aquí por trabajo.
—¿Trabajo?
La mujer suspira.
—Estoy en un retiro de yoga.
Las imágenes de esta mujer extendiéndose parpadean ante mis ojos, sus
largas piernas elevadas por encima de mi cabeza. Su cuerpo se inclina en una de
esas poses en la que está todo “culo al aire”, mientras yo bombeo en ella desde
atrás.
No.
Estoy siendo bueno.
Sensible.
No voy a ir a casa con nadie, no hasta que todo este lío de Shade se solucione.
—Deja de mirarme así.
Parpadeo. No me había dado cuenta que lo hacía.
—¿Así cómo?
Desliza su cabello y me da una pequeña sonrisa.
—Como si fuera de alguna manera interesante para ti.
65

Y mientras la miro, su largo cabello castaño, sus ojos hipnotizantes y su boca


Página

descarada, no puedo evitar preguntarme si tal vez ella lo es.


—No estoy interesado en ti. —Fuerzo a que salgan mis palabras.
—Bueno, no estoy interesada en ti.
—No eres mi tipo. —Me levanto de nuevo, el fuego hirviendo en mis venas.
—Tú tampoco eres el mío. No lo hago con mentirosos —dice con actitud.
—No lo hago con fanáticas de Yoga.
Es una mentira.
Totalmente lo haría.
—No lo hago con americanos. —Se tambalea mientras se desliza del
taburete.
—No lo hago con austríacas.
—Soy australiana. —Sus ojos parpadean mientras apuñala mi pecho con su
dedo pintado.
—Lo sé —me burlo. La tensión creciendo entre nosotros.
—¡No lo hago con estrellas de cine de Hollywood egoístas que piensan que
son mejores que los demás!
—No lo hago con mujeres con ojos magníficos que lanzan su Gin-Tonic sobre
mi cabeza cuando estoy tratando de pagarles con un cumplido.
—No lo hago…
No puede terminar la frase.
Mis labios chocan con los de ella en una pasión ardiente. Los de ella quietos,
su cuerpo congelado, y por un largo momento creo que no está en esto. Que no
está tan excitada como lo estoy por ella.
Luego sus labios se abren y la tensión que se había acurrucado en mi vientre
vuelve a la vida. Mis manos se cierran en sus brazos, acercándola y nuestros
cuerpos se encuentran en un choque apasionante.
Sabe a Ginebra y cítricos, y huele a sal y dulces. Es una contradicción a mis
sentidos de la manera más embriagante posible. Envuelvo con mi brazo la parte
inferior de su espalda y la acerco, queriendo su deliciosa suavidad más cerca.
Mi lengua busca la de ella, y se encuentra con la suya necesitada. Dios, la
deseo, con cada parte de mi cuerpo.
Me aparto de su boca y la beso a lo largo de su mandíbula hasta su oreja,
mordiendo su lóbulo. Mi mano se desplaza de su espalda empuñándose en su
cabello, esos deliciosos mechones oscuros, y cuando doy un tirón, su cuello se
ofrece a cambio.
—Vamos a salir de aquí. —Respira entre besos, y sí, vamos, porque estar aquí
es demasiado duro. No estar dentro de ella es duro. Yo estoy duro.
Con una mano todavía curvándose en su cabello, la otra toma la billetera de
mi bolsillo. Por un momento, un segundo, me aparto para sacar algunos billetes
y los tiro en la barra.
Echo un vistazo alrededor de la habitación. El desdentado levanta sus cejas.
66

Los hombres en la esquina sonríen, empujándose unos a otros. Nadie saca un


teléfono, o una cámara. Ni siquiera estoy seguro que posean una.
Página

Saco otro billete y lo golpeo en el mostrador.


—Cerveza. Para todos.
El camarero asiente y agarro la mano de la chica, llevándola y sacándola por
el frente del bar.
En el exterior, nuestros labios chocan de nuevo, y maldición, necesito a esta
mujer, la necesito ahora. Mis manos recorren su cuerpo, tocando, jugando,
explorando, y la lujuria aumenta en mis venas.
Tengo que tenerla.
Ahora.

67
Página
Capítulo 13
Madison

M
i cuerpo duele. He dormido en alguna loca posición incómoda. Y
ahora cada miembro se siente como si hubiese sido estirado en una
forma que no debería ser estirado. Por suerte, estoy aquí para un
retiro de yoga.
Muevo mi cabeza para intentar desaparecer y aliviar el dolor en mi cuello.
Pero no funciona. Es la almohada más incómoda en la que alguna vez he dormido.
Me cambio, amasándola con mi mano, pero se queja.
Santa mierda
Eso no es una almohada.
Parpadeando abro un ojo. Entrecierro mis ojos ante la luz del amanecer. Mis
ahora astilladas uñas descansan en un bronceado torso. Marrón dorado. Y,
juzgando por el intento de dar forma a mi almohada de hace unos segundos, duro.
Oh, no.
Oh no, no, no, no, no, no, no, no.
Uno las piezas.
Una ininterrumpida vista al mar.
Dolor, extremidades estiradas
Torso bronceado (alias mi mayor debilidad).
He tenido sexo con un extraño en la playa en mi primera noche en Bali.
Bajo la mirada, aliviada de ver que mi vestido aún está, aunque un poco
torcido. Junto mis piernas y ¡demonios! Mi tanga definitivamente se ha ido de
paseo.
Me levanto un poco para ver si puedo localizar mi perdida ropa interior,
frente a mí, los jeans del hombre están, pero no completamente arreglados, y
siento una momentánea punzada de decepción por no acodarme de lo que se
encuentra debajo de ese pantalón negro.
Me río, solo mi garganta está ronca, probablemente de todo lo que bebí
anoche, así que sale más como una tos. Es mejor que no recuerde nada, porque
no hay manera en el infierno que esto fuera una buena idea. El dolor de Mike
dejándome sigue presente, sólo pensar en su nombre es como presionar la herida.
Lo echo de menos... y no puedo creer que sólo me acosté con el segundo tipo con
el que he estado en toda mi vida y no me acuerdo del evento.
Borra eso.
Ni siquiera me acuerdo de su nombre.
68

Una mano gigante despeina mi cabello, se siente bien. Seguro.


Página

Por sólo un momento dejo que el agradable masaje de cabeza continúe, y


entonces recuerdo lo que cada artículo que he escrito para Lola ha dicho.
La primera regla de las aventuras de una sola noche es que no te quedas, no
a menos que estés esperando por algo más.
Y definitivamente no estoy esperando por algo más.
Empujo mis rodillas y luego me tambaleo en mis pies, la sangre corriendo a
mi cabeza.
—Vaya, vaya.
Así que él es americano.
Interesante.
Veo una de mis sandalias cerca del agua y me precipito para agarrarla.
—Lo siento, me debo haber quedado dormida. Voy a dejarte...-—Me doy la
vuelta y me distraigo.
Acostado en la playa, apoyado en sus codos y mirándome con una sonrisa
burlona en su rostro, está Tate Masters.
El Tate Masters
Recuerdos inundan mi mente. El bar. Peleando. Tirando mi trago encima de
él.
Dios, tiré mi trago sobre una estrella de cine.
—¿Eres realmente…? —Niego.
—¿Atractivo? —Guiña un ojo, y juro que una maldita luz brilla en sus ojos.
—Iba a decir feo en la mañana.
Dolor marca su rostro, pero rápidamente lo quita con otra sonrisa seguro-
de-sí mismo.
—No pensaste que era feo anoche.
—Estaba borracha… — Exploro la arena por mi otra pieza de calzado. Un
destello de azul me llega por la izquierda, cerca de una palmera—. Y con el corazón
roto. ¿Qué clase de idiota se aprovecha de una mujer así?
—Estaba borracho, como tan elocuentemente lo pusiste, mi cerebro
también. —Se detiene por un momento, luego lame sus labios agrietados. Su
lengua se mueve despacio, y mientras lo hace tengo un destello de esa lengua a lo
largo de mis propios labios. Lamiendo mi pezón.
El calor se precipita, y parpadeo el pensamiento lejos. No. Esto no está
sucediendo. No acabo de tener relaciones sexuales con Tate Masters.
—Bueno, creo que ambos estamos de acuerdo de nunca querer hablar de
esto otra vez. ¿Tienes un ADC o algo que quieras que firme? —Doy unos pasos a
la izquierda y miro detrás de la palmera más cercana. No. No hay tanga de encaje
negra allí. Maldición.
—¿A…DC?
69

Giro mi cabeza para mirarlo.


—Acuerdo de confidencialidad, sabes, para asegurarte que no corra y venda
Página

mi historia a la prensa.
Él asiente lentamente.
—Esa es una buena idea.
¿Cómo no había pensado en esto antes?
—No sólo para ti. Para mí también. Quiero asegurarme que tampoco hables
de esto. Es para ambas partes ¿entiendes?
—¿Por qué? —Inclina su cabeza—. ¿Eres famosa?
—¡Ja! —Río—. No. Solamente tengo respeto por mí misma y una aparente
reputación que mantener intacta. —Y corriendo a follar a alguna celebridad de
Hollywood cachonda, al segundo que mi novio se fue por la puerta no está
haciendo exactamente mucho por mi imagen. No solo eso, sino que dormir con el
enemigo está casi obligado a garantizar que nunca consiga una posición en Lola
de nuevo. Se supone que debo reportar las historias de celebridades. No se supone
que tenga que estar en ellas.
Me hago sombra en los ojos con mi mano y escaneo la playa otra vez. Dónde
demonios están mis…
—¿Buscando esto?
Tate Masters tiene mi tanga LaPerla colgando en uno de sus dedos. Una
descarada, todo lo consigo, sonrisa tuerce sus labios, y odio la estúpida punzada
que se retuerce en mi cuerpo.
Acecho y arrebato la tanga de su mano, metiéndola en mi bolso pequeño.
—Gracias. —Ante todo, una dama nunca debe olvidar sus modales—. No
tengo una tarjeta, pero te enviaré un correo ahora para tener el papeleo hecho.
¿Si me das tu dirección?
—Seguro. Es Tate. Masters en gmail.com
Lo miro.
—¿En serio?
—En serio.
—Esa es la dirección más fácil del mundo. Cualquiera puede adivinarla.
Él gruñe.
—Eso no significa que tenga que leer todos los correos que llegan.
Niego cabeza y escribo su dirección, luego doy enviar. El correo electrónico
hace un sonido de ráfaga, mientras vuela hacia el ciberespacio, y tomo una última
mirada a la nueva cosa más sexy que llega a Hollywood. La nueva cosa ardiente
tramposa.
—Bueno… fue agradable conocerte —me las arreglo para decir. Por cortesía.
—Ciertamente fue memorable.
Excepto para algunos de nosotros que no recordamos nada.
Mi silencio debe decir mucho porque Tate se ríe, un largo ruido fácil que me
hace cosas estúpidas.
—No te acuerdas, ¿verdad?
70

—¡Claro que sí! —No tengo idea de lo que pasó. Miro mi bolso, y pienso en
Página

la tanga metida ahí.


Está bien.
Tengo alguna idea
—Esa cosa que haces con tu boca cuando tú… —Tate pierde el rastro, y mis
ojos se agrandan. ¿Qué cosa hago con mi boca? ¡Fenómeno!
—Espero tener noticias de ti con el ADC. Y luego no quiero escuchar sobre
ti de nuevo. —Me detengo, escaneando la playa. Más adelante a la derecha, un
claro es visible. Un chico balinés salta desde el camino y se sumerge en el agua
turquesa, salpicando. Debe ser el camino de vuelta a la carretera principal—.
Adiós.
Y con eso. Me giro y hago la caminata de la vergüenza de vuelta al retiro de
yoga.
Esto así no era lo que tenía en mente cuando fui a mi búsqueda de paz
interior.

71
Página
Capítulo 14
Tate

L
a mujer se aleja, pero por una vez, mis ojos no están siguiendo a una
de las piezas más calientes de culo que he visto nunca. En cambio,
están en el niño chapoteando en el agua.
Él se sumerge, su cuerpo ágil en el agua, dejando una ola detrás de él. Atrás
en la costa, una niña pequeña holgazanea en la playa, dirigiéndose hacia el chico.
Podrían ser hermanos, con su cabello oscuro y ojos aún más oscuros. Ella
juguetea con el lado de su traje de baño color rosa, luego mete su pulgar en la
boca.
Un hombre pasea por la costa, las manos en los bolsillos, las gafas de sol
enmarcando su rostro. Él le grita algo al chico, y segundos más tarde su pequeño
pez nada de nuevo, toma la mano de su hermana, y sale con ella, alentándola
cuando duda. El hombre sonríe, sus ojos nunca dejando su obligación.
Y por un momento muy breve, me pregunto qué vida será. Puede que no sea
el padre biológico de un bebé, pero estoy a punto de ayudar a Janie a cuidar de su
hijo. Un niñito con el que se puede hacer cosas, como ir a la playa, y enseñarle
lecciones sobre el bien y el mal. Voy a tener a un mini-Tate en mi vida.
Es raro.
Pero también en cierta forma es genial.
Me levanto y limpio la arena de mis jeans, agarrando mi camisa echa bola y
colgándola en un hombro. Abotono mi bragueta y sonrío con tristeza. Si solo la
noche anterior hubiera salido por completo.
Cuando lo habíamos hecho en la playa, habíamos tonteado un rato. Ella era
como un fuego sin control, corriendo por mis venas… La deseaba tanto. Pero
cuando se había ido a quitar las bragas, tropezó, le dije que se retirara. Yo había
tenido algunos pocos, pero ella estaba borracha como una cuba. Y podría haber
sido un montón de cosas, pero una que no era es un idiota.
Así que, debido a que no podía llevarla de regreso a mi hotel y enfrentar la
ira de Janie, y porque lo único que ella podía decir era que se alojaba en el Hotel
Yoga, que, tras la comprobación de mi teléfono, descubrí que no era una cosa, yo
me había quedado en la playa con ella.
Durante los primeros veinte minutos, la había visto dormir. El océano
susurró en la playa arenosa, y ella despedía esos pequeños murmullos suaves de
vez en cuando, un ceño fruncido cruzó su rostro como si la oscuridad perseguía
sus sueños.
Había algo en ella que agitó algo en mí. Era única en su especie.
Y luego para sugerir un acuerdo de confidencialidad, ¡brillante! No es que
72

necesitaríamos uno, por supuesto, pero mostraba que era una pensadora. Podría
Página

usar algo como eso en mi vida.


Excepto por el hecho que tengo a Mikaela.
La idea me golpea en la cabeza. ¿Cómo pude haber sido tan descuidado?
Durante doce largos meses he sido el novio modelo. ¿Asistir a los eventos de
la alfombra roja? Marcado. ¿Llamar todos los días para ver cómo está? Marcado.
Y el premio mayor, ¿no tanto como mirar a otra mujer?
Marca-jodidamente-dísimo.
Entonces, ¿cómo éste fogoso bombón australiano casi me arruina?
El agua del océano es fría mientras salpico mi rostro, pero en cuestión de
segundos se seca, dejando una capa salada en su lugar. Necesito una ducha. Y
cepillarme los dientes.
Y descubrir cómo demonios casi he cometido un error tan colosal y me
prevengo de hacerlo de nuevo.
Mientras vuelvo al camino principal, saco mi teléfono. La pantalla está en
blanco; debo haberme quedado sin batería en algún momento durante la noche.
Ups. Janie va a perder su mierda.
Mi predicción no es incorrecta. Mientras camino por las puertas del hotel,
el glacial aire acondicionado me golpea en el rostro.
Luego, Janie lo hace.
—¡Ay! —Llevo la mano a mi mejilla—. Seguro tienes un revés ahí, hermana.
—Eso es por hacer que me preocupe. —Levanta la mano como si fuera a
golpear de nuevo, y me encojo y doy un paso atrás—. Y lo voy a hacer de nuevo,
que Dios me ayude, si me dices que hiciste todo lo que podría resultar en un
frenesí mediático.
Sostengo mis manos arriba en un gesto de paz.
—No te pases. Bebí en el bar. Dormí en la playa.
—¿Solo? —Entrecierra los ojos.
—No tuve sexo con nadie. —Bueno, esa parte no es mentira.
—¿Lo prometes? —pregunta.
—Lo prometo. —Asiento—. Janie, he estado en una relación por doce meses.
¿Por qué de repente lo arruinaría ahora?
Es la pregunta del millón de dólares que me he hecho durante toda la
mañana.
—Bien —dice Janie, y una sonrisa ilumina su rostro—. Porque ahí está
alguien para verte.
—¿Quién?
Janie da un paso a un lado y señala el bar del hotel. Está oscuro ahí y
entrecierro los ojos para ajustar mi vista.
Entonces la veo.
Sentada en una mesa, los brazos cruzados por su pecho. El largo cabello
rubio se derrama por sus hombros, y los ojos verdes parpadean hacia mí.
73

—Mikaela llegó para la filmación.


Página

Madison
—Soy una idiota. No, más que una idiota. —Me detengo y ruedo por mi
cómoda-como-las-nubes cama—. Soy una idiota envuelta en idiota tocino idiota
y bañada en idiota salsa.
—Necesitas un tocino y rollitos de huevo para recuperarte de esta resaca,
¿verdad? —La voz de mi mejor amiga se ríe por la línea.
Suspiro.
—Tanto que estoy soñando con ello y usándolo en mis analogías.
—Esa de hecho no es una analogía. Eso es una…
—¿Todos prescindirán de mí en el uso de las palabras? Soy una periodista.
Escribo palabras. No puedo hablarlas.
—B-bien —dice Courtney lentamente—. ¿Tan sensible?
—Es sólo… Así fue cómo empezó. En un momento él estaba discutiendo con
mi trabalenguas de definición de metáfora y al siguiente nuestras lenguas estaban
haciendo una torsión.
—Esto en verdad no suena como algo malo, Maddie. Él es sexy. Estás
recientemente soltera. Él es… Bueno, si su novia no ha botado su culo después de
todo el escándalo de “hijo ilegítimo”, claramente no le importa la idea de una
relación abierta —dice Courtney.
Frunzo los labios y doy un vistazo al reloj. Las ocho con cinco. Cincuenta y
cinco minutos antes que tenga que estar en la primera clase de tortura del día.
—Es un mentiroso e idiota, Courtney. Es todo lo que no necesito en mi vida.
—¿Pero el sexo fue bueno?
Paso una mano por mi endurecido cabello salado. O, supongo que lo está.
Podría estar endurecido con semen, por todo lo que sé.
Mi mano se lanza a mi lado con disgusto.
—Esa es la cuestión —lamento—. Ni siquiera recuerdo.
—Oh, cariño —dice Courtney, y su voz está llena de tristeza—. Estoy segura
que era promedio. Y él probablemente tenía un pene pequeño.
—Tienes razón. —Asiento—. Yo sólo… Dios, me siento tan abochornada y
avergonzada. Esta no es la forma de limpiar mi alma. Ni siquiera es un buen paso
para superar a Mike. Este es un camino de una sola vía para la Calle Puta Barata,
con un potencial desvío a la Avenida Humillación.
—Oye, nadie nunca va a saber de esto. — Courtney salta en mi defensa—. No
se lo vas a decir a nadie, y dudo que él vaya a soltar la lengua con la prensa cuando
ya se está llevando muchas críticas. —Se detiene, y prácticamente puedo escuchar
los engranes en su cerebro—. Es una pena que no tengas alguna otra historia.
Sabes, algo que podrías vender. Si pudieras presentarnos una cucharada de Lola,
seguramente Chloe te llevaría de regreso al personal.
—¿Qu-qué?
74

—Si tuvieras a alguna persona con información privilegiada desde el set de


Página

filmación, podríamos tratar que regreses. —Courtney se ríe, un sonido suave y


amable.
La esperanza destella en mi pecho. Un camino de regreso. Una oportunidad
para obtener mi vida de antes otra vez.
—Por supuesto, eso no va a funcionar. Probablemente nunca lo verás de
nuevo —dice ella, y justo así, mi burbuja se revienta—. Sólo intenta encontrar tu
paz interior. Disfruta el yoga. Estoy segura que te va a ayudar. Te encantará.
Y mientras Courtney y yo nos despedimos, me comprometo a hacer
precisamente eso.
Aun así un pequeño pedazo desea que tuviera algún asombroso rumor de
Tate Masters para devolver mi trabajo.

***
Paso la mayor parte del yoga en concentrarme en no vomitar.
Luego me concentro en no tirarme un pedo.
Selene, nuestra instructora súper-Zen, tiene una voz como las olas del
océano, todo acento suave, bajando en picada. Su pantalón está estampado con
estrellas cósmicas, y me pregunto qué marca son y cómo puedo conseguir
algunos. Mis propios Lorna Janes negros parecen aburridos en comparación.
Selene nos lleva a través de series de movimientos, y cada vez que hacemos
esa condenada postura del perro, la cual es a menudo, la sangre se apresura a mi
cabeza, seguida rápidamente por su amiga la bilis, que también está en vía rápida
hacia mi cara. Trago saliva dos veces luego me estremezco y Selene me premia
con una palmada suave en la espalda.
—Recuerda, no te sobre estires —dice, como si tal vez ese es un concepto que
me distraerá en un momento, en lugar de algo que hasta hace dos semanas, he
vivido.
Y eso es lo que hice. He hecho malabares durante las largas horas de trabajo
con un prometido guapo y una boda. Si no me hubiera sobre estirado, tal vez no
estaría aquí ahora.
Avanzamos en unas series de poses que fluyen, y muerdo mi lengua para
evitar vomitar.
En la siguiente embestida de corredora, me golpeo la frente. Líneas de sudor
por mi cabello, y la presión sutil de mi mano hace poco para aliviar el líquido
salado.
Mientras me muevo para levantar la mano en tiempo con la de Selene, me
balanceo. Mi cuerpo se inclina a la izquierda, luego demasiado a la derecha para
compensar y golpeo el suelo mientras me inclino en la colchoneta de goma azul
de yoga.
El dolor se dispara a través de mi codo que gana en el choque de la caída.
Ocho pares de ojos Zen me fulminan con la mirada. Incluso la señora embarazada
a mi derecha consigue de alguna manera el yoga mejor que yo, y todo se vuelve
demasiado.
—¿Estás bien? —Selene se apresura a mi lado.
75

Me froto el codo. No, quiero decirle. Mi vida se ha ido a la mierda en la peor


forma posible. Y, para rematarla, acabo de dormir con un imbécil infiel que sólo
Página

me está haciendo sentir peor conmigo misma.


Y ni siquiera puedo hacer yoga.
—Bien. —Me las arreglo.
—Está bien. —Selene acepta mi respuesta y se aleja. Me pregunto si su Zen
la protege de mi pánico desenfrenado, o si solamente elige ignorarlo en el riesgo
que voy a corromper su paz interior.
La clase sigue en unas series de movimientos, la mayoría de las cuales
intento copiar, hasta que Selene termina diciendo que podemos regresar a la
postura del niño, una cómoda posición de mejilla-abajo-en-la-colchoneta,
cuando queramos.
Por supuesto, una vez que me doy cuenta que es una opción, paso los
siguientes veinte minutos descansando. No, no descansando. Intentando
encontrar mi Zen interior.
Es curiosamente tranquilo, ver a todos los demás ejercitarse. Hay una mujer
enfrente de mí que se mueve como un cisne. Su cuerpo con gracia baila alrededor
de los movimientos, su cabello rubio anudado en su lugar y nunca se cae. Junto a
ella, hay una mujer con grandes brazos musculosos. Parece una surfista, cabello
besado por el sol, fuerte parte superior del cuerpo, piel morena.
Las dos parecen chicas perfectamente normales y me pregunto si hay algo
en esta juerga yoga. Si tal vez solamente no lo estoy haciendo bien. Si estoy
siendo…
Mi estómago se agita. Sólo hay una cosa que puedo estar en este momento.
Enferma.
Me levanto del piso y me voy corriendo de la habitación, dirigiéndome a los
baños a las afueras del estudio en la zona costera. Entrando en el cubículo más
cercano, volteo la tapa del inodoro y me agacho, dejando que los contenidos de
mi estómago se vuelquen en un agujero que ni siquiera estoy segura si está
conectado a una tubería de alcantarillado.
La bilis quema mi garganta y me agacho ahí por un momento, mis
extremidades temblando.
No he vomitado desde que era una adolescente y contraje algún virus
misterioso. Antes de eso, cuando era un bebé.
¿Cómo acabo de hacer esto? ¿En qué se ha convertido mi vida?
Me enderezo, pero mis rodillas no dejan su temblor constante.
Abrazándome contra el lavabo de acero inoxidable, giro la tapa llena hasta el
hastío y dejo que el agua fría fluya hacia afuera. Mis manos forman una taza y
trato de beber, pero el agua sigue deslizándose entre mis dedos.
Al igual que todo lo demás en mi vida en este momento.
Es mientras me río de mi propia, no graciosa y muy autocompasiva broma
que la puerta del baño se abre. Inmediatamente, cambio mis rasgos a neutral y
trato de sonreír.
La señora embarazada de antes me sonríe, la sonrisa verdaderamente Zen.
Perra.
76

Quiero algo de ese Zen.


Página

Deja de acapararla.
Ella lava sus manos en el lavabo y no parece darse cuenta de la señora loca
en la esquina que huele como una combinación de vómito y mucho vodka.
Se da la vuelta para irse y yo me muevo para regresar al lavabo. Tal vez solo
voy a pasar el rato aquí durante todo el retiro. Es seguro aquí. Hay agua corriente,
nadie que me juzgue en mis habilidades de flexibilidad, y ninguna sexy estrella de
cine para engañarme a tener sexo con él. Y es posiblemente el único lugar en toda
la isla que he estado hasta ahora que es inferior a la temperatura de la fiebre.
—Probablemente no es de mi incumbencia… —La mujer me mira por
encima de su hombro y pienso tienes razón. Probablemente no lo sea. Pero
escucho de todas formas, sin duda armándome de valor para un discurso contra
la bebida en la primera noche del Club del Yoga—. Pero si estás teniendo un día
difícil, al parecer hay un bar pequeño para los lugareños en el pueblo donde
puedes conseguir una bebida que no está hecha de trigo.
—Tú… ¿no vas a sermonearme?
Niega, y su coleta castaña clara se balancea de un lado a otro.
—No. ¿Por qué lo haría? Me estoy quedando en el otro hotel, pero si
estuviera atrapada aquí a tiempo completo, estaría llenando estos. —Ondea su
botella de agua en el aire—. Con ginebra. Añadiéndole vodka.
Me río y, oh, Dios, no. No, por favor, no dejes que…
Sí. Lágrimas.
Enfrente de la única persona con la que hasta el momento he sentido alguna
clase de conexión en la isla, empiezo a llorar. Lloro porque huelo a sudor y vómito.
Lloro porque la idea del vodka me hace recordar la noche anterior, y anoche fue
cuando bajé al estado de vergüenza y dormí con la libertina estrella de cine.
Pero sobre todo, lloro porque ésta mujer está siendo tan amable conmigo. Y
la amabilidad se siente como un lujo cuando se ha perdido todo lo que valorabas
profundamente.
—Oye… —Deja su botella en el lavabo y da un paso hacia adelante para
envolver sus brazos bronceados a mi alrededor. Para su crédito, ni siquiera se
inmuta cuando el acto de bondad solo hace que las lágrimas vengan más fuerte,
más rápido.
Extraño mi antigua vida. Extraño tener un plan de cinco años. Extraño saber
quién es realmente Madison Winters.
Círculos tranquilizadores son frotados en mi espalda, incluso cuando mis
sollozos se vuelven bocanadas feas. Incluso cuando limpio mi nariz para no
dejarla gotear en su camiseta color rosa fuerte.
—Mi… prometido… me engañó… —Lloro entre sollozos ahogados, y la mujer
se aparta. Un profundo ceño fruncido en su rostro mientras me estudia.
—Qué idiota. —Sus ojos azules cristalinos se arrugan en los rabillos—. Sabes,
si hay algo que no puedo soportar, es a un tipo que engaña.
—Yo también. —Aun si hasta la semana pasada pensaba que nunca me
sucedería.
77

Ella se detiene, luego me da una sonrisa destellante.


Página

—¿Por qué no vienes a cenar conmigo esta noche?


Hago señas a mi rostro.
—Soy un desastre.
—Puedes tener una ducha antes. Pero mañana por la noche, si esta noche no
es buena, apuesto que todos se alimentan con esas cosas de vegetales orgánicos
con títulos mierdosos como reliquia de familia.
Me las arreglo para una risa-sollozo.
—Bueno, el desayuno de esta mañana era una antigua compota de bayas con
menta y agua de rosas…
—¿Era desmontable? Apuesto a que era desmontable. —Mi nueva amiga me
guiña, y me siento mejor.
—Escucha, esta noche tengo algunas cosas que necesito hacer. —Como ver
si hay un doctor en la isla así puedo revisar que no tenga una ETS—. Pero mañana
sería genial, ¿si la oferta todavía sigue en pie?
—Claro. —Asiente—. Estoy aquí por trabajo, pero no empezamos
propiamente hasta el jueves. Volamos con anticipación para asegurarnos que
podríamos adaptarnos apropiadamente al clima. No quería estresar al chico. —Se
frota el vientre—. Es por eso que estoy tratando de hacer un montón de yoga
ahora. Con suerte, voy a mantener algo de este enfoque más adelante en esta
semana.
Asiento, y el silencio se extiende entre nosotras por un momento, hasta que
la mujer se ríe.
—Voy a dejarte expulsar ese vómito y salir de ello. Te veré mañana en la
clase. Podemos ir desde aquí.
—Gracias. —El calor sonroja mis mejillas mientras recuerdo la situación
vergonzosa en la que estoy.
—En cualquier momento. —Se da la vuelta y va hacia la puerta, agarrando
la botella de agua en el camino. Mientras agarra el mango de acero, se da la vuelta
por encima de su hombro—. Lo siento, soy tan grosera. Olvidé preguntar, ¿cuál
es tu nombre?
—Madison.
—Es un gusto conocerte, Madison. —Abre la puerta y justo mientras sale me
dispara su presentación sobre el hombro—. Soy Janie.

78
Página
Capítulo 15
Tate

C
uando me siento al otro lado de la mesa de Mikaela Howards, no estoy
arrepentido al instante. Aprieto mis labios en una fina línea y
endurezco mis rasgos.
Porque estos son negocios. Y no he hecho nada malo.
—¿Dejaste a alguna perra embarazada?
—Lamento que esta mierda sucediera. En serio, Mikaela, la jodí. —Las
palabras salen de mi boca más rápido que un tren a vapor. Al parecer, incluso los
planes mejor trazados pueden descarriarse.
—¿Qué mierda estaba pasando por tu cabeza, Tate? —susurra Mikaela en un
siseo, y presiono una mano en mi sien para detener el sonido—. Oh, espera. Nada
estaba pasando por tu cabeza. Estabas pensando con tu polla.
—Cálmate —digo, pero es la respuesta equivocada. Oh, chico, es la respuesta
equivocada.
—¿Calmarme? ¿Estás poniendo en riesgo esta película y quieres que me
calme? —Se inclina hacia delante. Al otro lado, alguien del personal del hotel nos
mira, entonces rápidamente aleja la mirada cuando mis ojos encuentran los
suyos.
—Mira, cariño —le ofrezco una mirada incisiva y cubro su mano apretada
con la mía—. El vídeo era falso. Shade es una chica con la que solía salir cuando
era más joven y puso una hora y fecha actual en él.
Mikaela niega.
—Cuando aceptaste esto, específicamente dije que no hubiera escándalos.
Eso incluía vídeos sexuales y un amor secreto de la infancia.
—Lo sé. Lo sé. —Le doy a su mano un apretón y la retira a su regazo—. No
sabía que tenía un vídeo de nosotros de entonces, y por lo que respecta al niño,
no es mío.
—¿Vamos a demandarla?
Hago una pausa.
—Janie tiene a tu abogado investigándola.
Aprieto mis manos con fuerza a los lados de mi silla. Necesito que suspenda
la demanda. No puedo tener esas fotos de ella filtradas en línea. Sólo no puedo.
Mikaela se desploma hacia delante y apoya su frente en sus manos.
—Toda esta cosa es un desastre.
79

—Mira, tal vez deberíamos terminar esto en este momento. Sólo acabarlo —
digo. Claro, tenemos una cláusula de “sin mala prensa” en el contrato de la
Página

película, pero una separación amistosa no tiene que ser un gran problema con los
medios de comunicación. Además, la jodí anoche.
No quiero arriesgarme a hacerlo de nuevo.
Mikaela hace una pausa, y la música que ha estado sonando de fondo se
vuelve más ruidosa. Su voz se suaviza cuando dice:
—Tate, todavía no estoy preparada. ¿Hay alguna oportunidad que podamos
simplemente seguir con esto por otro par de semanas? ¿Dos meses más?
Tuerzo mis labios.
—No sé, Micky…
Niega.
—No me llames así. ¿Pero por favor? Sólo hasta que pueda volver a casa e
intentar hablar con mis padres en persona. —Hace una pausa—. Además, si
rompemos ahora, la gente pensará que el escándalo era verdad. Podría retrasar
el estreno de la película y eso significa una fecha de pago más larga para nosotros.
Y sé que podrías usar el dinero en este momento, habiéndote acabado de comprar
esa casa, y con Janie acercándose a su fecha de parto…
Tiene un punto. Mikaela es realmente una buena chica. Una versión menos
molesta de Janie. Es una de las mejores amigas que jamás he tenido.
Y sé qué le sucederá cuando la verdad salga a la luz.
—Tienes suerte que te quiera —gruño, pero no puedo contener mi sonrisa—
. Me callaré la boca. Dos meses más.
A veces, la gente sale porque están sexualmente atraídos unos de otros.
Otras veces, es debido a una chispa, una conexión química entre dos personas que
simplemente no puede ser negada.
Y en otras ocasiones, dos personas salen por una ganancia mutua. La
relación es un trato de negocios, nada más, nada menos.
Salí con Mikaela porque era más famosa que yo, y la fama engendra fama al
igual que la miseria engendra miseria.
Salió conmigo porque su padre es sacerdote y ella es lesbiana en secreto.

Madison
Hay varias cosas en la vida que nunca pensé que tendría que hacer.
Una de éstas es intentar gesticular el término “ETS” a un médico que no sabe
mucho inglés.
Por supuesto, el hotel tiene un perfectamente razonable médico que habla
inglés en el personal, pero simplemente no puedo arriesgarme a decirle lo que he
hecho. Después de todo, estoy aquí estrictamente por motivos de trabajo. Si la
noticia se extendía de alguna manera, una facturación en la tarjeta de crédito
equivocada, un empleado indiscreto, podría acabar en desastre. Es bastante malo
que me sienta como una puta. No necesito que toda la oficina también lo sepa.
Además, ahora estoy por mi cuenta, quiero probarme que puedo manejar
80

que un médico que no habla inglés entienda mi solicitud. Quiero probar que
puedo manejar cualquier cosa.
Página

Especialmente desde que soy claramente incapaz de hacer algo tan simple
como pasar una noche por mí misma en una isla extraña sin meterme en
problemas. O en el pene de otro hombre.
—¿Señorita? —pregunta el médico, mirándome con paciencia.
—Correcto —digo, y me preparo para intentar mi charada de nuevo.
Por supuesto, podría intentar simplemente quitarme el pantalón y esperar
que entienda que quiero un examen físico para asegurarme que no tengo algún
tipo de enfermedad asquerosa, pero parece que eso podría ser un poco
malinterpretado. Y sabiendo mi suerte, probablemente añadiría una demanda a
una lista de Cosas que Odio Sobre Tener Veintitrés.
—Ssss —siseo como una serpiente, pensando en ir letra por letra.
El médico asiente y anota algo en su cuaderno.
—T-t… —Hago una pausa, entonces apunto a la palmera con un hombre bajo
inclinándose contra ella justo debajo de este improvisado edificio. Largas hojas
bailan en la cálida brisa de verano—. ¿Árbol?
Asiente de nuevo, y su garabateo es furioso esta vez.
Hmm, ahora por el complicado.
—Tú. D-doctor. —Le señalo.
—Yo doctor. —Asiente con entusiasmo.
—ET —apunto al árbol, luego de nuevo al hombre agostado frente a mí—, S.
Ante esto, frunce el ceño. Le da la vuelta a su cuaderno para enseñármelo.
En la página de delante hay una figura de palo de una mujer con lo que
considero que son unas tetas bastante innecesarias, gracias, Doc, siendo mordida
por una serpiente en un árbol.
—No. –Agito mis manos delante de mí y suspiro. ¿Por qué es tan difícil?
Tal vez debería dejarlo. Después de todo, me tomo la píldora. Y hay una
oportunidad que Tate y yo usáramos protección. ¿Cuáles son las probabilidades
que vaya por ahí sin un condón? Además, no es como si fuera un gran mujeriego.
Por lo que Lola informaba, Tate Masters había estado con Mikaela durante más
de doce meses, y antes de eso, estuvo soltero pero con buen comportamiento. Esta
mujer con la que aparece en el vídeo fue un error. Por descontado, un error
colosal, pero aun así. Uno.
Sin embargo, nuestro encuentro hace dos, y donde hay humo, quedan
cenizas, o fuego, o lo que malditamente sea el dicho, así que decido darle a mis
habilidades en el Pictionary una última oportunidad.
—Yo. —Apunto a mi pecho—. Hombre. —Apunto al viejo inclinándose
contra el árbol afuera. Me da un saludo amable y niego—. Hacemos… esto. —Me
levanto de la silla blanca de plástico y me muevo fuera de la línea de visión del
hombre en la ventana. Entonces, hago la única cosa que alguien en mi situación
posiblemente puede hacer.
Bailo.
Muevo mi culo hacia atrás, aprieto mis puños y los empujo hacia delante,
81

luego hago la acción al contrario, por lo que mis manos están detrás de mí y mi
Página

pelvis embiste. Continúo simulando lo que espero que no sea para nada como
realmente se ve tener sexo.
Al principio, el doctor frunce el ceño, mordisqueando el extremo de su
bolígrafo. Después de unos minutos, sin embargo, sonríe y asiento, su rostro vivo.
—Tú sexo Ali. —Apunta al hombre fuera de la ventana, luego pone sus
manos alrededor de su boca—. ¡Ali!
El hombre en el árbol mira y saluda de nuevo.
Pongo mi mano sobre mi frente y espero que la playa se abra y me trague
entera.
Desde que Mike rompió conmigo, nada ha sido fácil.
No tengo idea de por qué pensé que esto lo sería.

***
Dos horas después, de algún modo, he logrado conseguir un examen contra
enfermedades de transmisión sexual sin que el pobre doctor piense que estaba
tratando de seducirlo, o al inocente Ali, que simplemente estaba en el sitio
equivocado en el momento equivocado.
Entro en el comedor en el área principal del hotel. Es estilo buffet con una
gran mesa común, así todos los entusiastas del yoga podemos estar juntos y
hablar sobre la postura del guerrero y quien puede hacer más la postura del perro.
Tomo un plato de porcelana blanco y lo lleno con zanahorias (antiquísimas),
tomate (con albahaca) y pescado (deconstruido, que en este caso estoy bastante
segura que simplemente significa que le quitaron las espinas).
Deslizo el plato a lo largo de la mesa y me siento al lado de una mujer
vistiendo totalmente de azul; pantalón de deporte azul, camiseta azul, una cinta
azul para apartarle el cabello del rostro.
—¿Te importa si me siento aquí? —pregunto.
—Supongo. —Se encoge de hombros—. Si te gustan ese tipo de cosas.
Frunzo el ceño.
—Esto… ¿Supongo que sí? —¿Como sentarme? ¿Qué?
Asiente, luego toma una zanahoria de su plato con las manos y se la mete en
la boca, con tallo y todo. De acuerdo.
Tomo el tenedor y el cuchillo cortando mi comida, centrándome en la
comida frente a mí. A pesar que está un poco excesivamente representado, sabe
bastante bien. Podía llevar un kilo de sal, pero tal vez es sólo mi resaca hablando.
—Te perdiste la clase de hoy. —Matchy-Matchy llama de nuevo mi atención
y levanto la mirada
—Sí. —Aprieto los labios—. Sólo me puse un poco… emocional. Mi
prometido y yo acabamos de romper.
Asiente con gesto juicioso.
—¿Eras tú la que bebía?
—¿Disculpa?
82

—Hueles a vodka. El alcoholismo no es atractivo en una relación. Estaba


casada con un alcohólico. Lo sé.
Página

Asiento.
—Bueno, no. Eso es, simplemente, un efecto colateral de la ruptura.
—Ese es un terreno resbaladizo. —Mi amiga de azul muerde una segunda
zanahoria, partiéndola con ferocidad—. Iremos a correr por la mañana. A
arreglarlo.
—¿Disculpa?
—A las seis y media. Así no llegaremos tarde a la clase. Tú, yo, la playa. Te
ayudará a quitarte a ese tipo de tu sistema.
Frunzo el ceño. ¿Lo está diciendo en serio? No he conocido a esta mujer de
antes. No sólo eso, sino que no soy una corredora. Y además, esto es un
campamento de yoga. ¿Correr no va contra las normas?
Tal vez es la segunda norma del club de yoga, sólo sudar en la clase de
Bikram.
—¿Qué estás mirando? —Matchy toma un tomate y lo muerde como si fuese
una manzana—. Te veré por la mañana.
Agarra su plato y se levanta, luego se mueve al otro lado de la mesa.
Dejándome sola.
Y sí. Realmente estoy sola.
Bueno, excepto por las antiquísimas zanahorias.

***
Una hora después, me escapo a mi habitación sin ser vista. Nadie más me
habla en la cena. Nadie más parece darse cuenta que estoy ahí.
E incluso sino debería importarme, lo hace. Porque por mucho que al
principio pensé que esto era una buena idea, ahora simplemente quiero a alguien
a quien amar. Quiero que Courtney me entregue un vaso de vino. Quiero que
mamá y papá me abracen, que me alimenten de asado para cenar. Quiero a Betty
para reír y que disfrute de las reposiciones de MASH conmigo. Quiero que Mike…
Nada.
Todo.
Sólo quiero a Mike.
Y así, por segunda noche seguida, me encuentro participando en lo que
ahora no puedo evitar hacer… haciéndolo peor.
Es una tortura autoimpuesta. Retiro la ropa de cama blanca y miro con
desdén la barrita de chocolate de algarroba en la mesita de noche. Dios lo que
daría por una barrita real ahora mismo. No hay forma que me vaya a comer esa
mierda.
Me quito el vestido por la cabeza, y lo cambio por una camiseta de gran
tamaño. Acurrucándome bajo el edredón, abro la aplicación de Facebook de mi
teléfono. Miro la imagen de perfil de Mike, un selfie, no la imagen de nosotros
que había estado ahí hace unas pocas semanas. Me obsesiono con la imagen en la
83

que está etiquetado en la presentación de Scanlan. Ella está a su lado, con la


cabeza echada hacia atrás mientras se ríe, con unos perfectos dientes blancos
Página

brillantes.
El dolor se establece en mi pecho. Es hermosa, y totalmente lo opuesto a mí.
Es rubia donde soy morena. Alta donde yo soy baja. Delgada donde soy, bueno,
me gusta pensar en ello como deliciosamente curvilínea.
La tortura se profundiza. Pulso en su perfil y descubro su nombre. Canada.
¡Canada! ¿Quién llama a su hijo Canada? Especialmente en Australia.
Tiene veintitrés años, y trabaja como Relaciones Públicas. Sorbo por la
nariz. Por supuesto que sí. Toda la gente guapa lo hace. Tiene doscientos setenta
y ocho amigos en Facebook y su perfil es público, lo que es perfecto para los
sádicos que se autolesionan como yo.
Paso fotografía tras fotografía de Canada en diferentes eventos de
presentación. Muchos de los cuales atendí yo y me pregunto cómo no noté antes
su hermosura.
Obviamente Mike lo hizo.
Alcanzo la barrita de chocolate y la muerdo. Canada hace trabajo voluntario
en un refugio de animales. Rescata gatitos y perritos. Vive en un impresionante
apartamento con vistas al Puente Harbour y solía ser modelo.
Oh.
Y hace yoga.
Cada nueva pieza de información es como una puñalada en mi alma. Ella es
todo lo que yo no, y todo lo que quiero ser.
Paso el dedo por su fotografía de perfil, usando mi pulgar y el dedo índice
para intentar hacer zoom en la imagen cuando…
Oh Dios.
No lo hice.
Lo hice.
Acabo de mandarle una petición de amistad al enemigo.
—¡Estúpido teléfono, estúpidos dedos y estúpido Facebook! —chillo a nadie
en particular, luego echo la cabeza hacia atrás de golpe en la ilícitamente suave
almohada. Rápidamente elimino la petición, pero no tengo forma de saber si ella
lo vio. Ningún modo de saber si está acurrucada en mi cama, con mi prometido,
riéndose de mi estúpida petición de amistad en Facebook.
Ex-prometido.
Ex.
Si tan solo fuese tan fácil deshacerse de todo mi dolor, como si fuese una
metedura de pata social no querida.
84
Página
Capítulo 16
Madison

K
iara, como aprendí que se llama mi nueva compañera de correr,
mantiene un paso agotador, incluso cuando le comento que no he
sido capaz de dormir desde que llegué a la isla y le pido que me lo
ponga fácil. Recorre la playa como una mujer poseída, aleteando los brazos y
subiendo y bajando los codos.
Corro a su lado, luego me quedo atrás y establezco un ritmo más lento
cuando se hace claro que no va a ir más lento, o a detenerse. El sudor me cubre la
frente y me pega la ropa al pecho. Me duelen los pulmones por falta de aire, o tal
vez el oxígeno está siendo bombeado por mi cuerpo demasiado rápido.
No estoy preparada para respirar todavía. Aún duele demasiado.
Pero me esfuerzo y sigo poniendo un pie delante del otro y, con cada paso,
intento forzar al dolor a salir de mi cuerpo hacia la arena debajo de mí.
Paso.
Te echo de menos.
Paso.
Por favor, llámame.
Paso.
No me vuelvas a hablar de nuevo.
Las emociones bullen y atraviesan mi cuerpo como un remolino. Pestañeo
para no dejar escapar la lágrima que se forma en la esquina de mi ojo. Estar
alejada de él es una tortura y a la vez una bendición. Duele no estar cerca de él,
pero verlo feliz y con alguien más no es lo que necesito ahora mismo.
Simplemente puedo decidir espiarlo cuando entre en Facebook antes de
irme a la cama.
Paso.
Soy fuerte.
Paso.
Puedo hacerlo.
Paso.
Estoy en muy baja forma.
Bajo la velocidad lentamente hasta detenerme y me dejo caer de rodillas en
el terreno blanco. Los granos de arena me raspan las rodillas, no es tan suave
como parece. ¿Cómo dormí sobre esto hace solo una noche?
85

Luego pienso en mi hombre-almohada y cierro los ojos de golpe. Eso es


Página

correcto, dormí en el pecho de Tate Masters. Al menos, ese es un tipo frente al


que me he humillado que no tendré que volver a ver jamás. La única forma que
me encuentre con Tate Masters es en las páginas de una revista. Una situación
donde tengo pleno control.
Si simplemente pudiera hacer eso con Mike.
—¿Estás renunciando? —pregunta Kiara. Bucles de su oscuro cabello rizado
caen libres de su coleta mientras inclina la cabeza a un lado.
—Sí. —Asiento—. Eso es exactamente lo que estoy haciendo.
—No renuncies. Soporta la mierda, porque hay mucho que puedes hacer al
respecto. —Kiara cruza sus delgados brazos musculosos sobre su delgado torso
musculoso—. Sigues adelante. Duele y apesta, pero luchas contra eso y avanzas,
entonces un día, ya no dolerá tanto.
—Uh… —Sus palabras son sorprendentemente perspicaces. Puede que sea
eso. Tal vez lo único que necesito es concentrarme en seguir adelante. Necesito
luchar, necesito presionarme para recuperar mi viejo trabajo, intentar salir y vivir
la vida sin Mike y sin otro error como Tate.
—Te veré mañana a la misma hora.
Y con eso, Kiara patea un pequeño montón de arena hacia mí.
Me lanza arena.
—¡Oye! —grito limpiando los granos de arena de mi pecho. Se quedan allí.
El sudor actúa como pegamento—. No puedes lanzarme arena y simplemente
huir.
Pero lo hace.
Y, como dijo, hay muchas cosas que puedo hacer. Sólo tengo que centrarme
en mi vida y seguir adelante.
Y ducharme, para quitarme la arena, el sudor y la depresión.
Y mantenerme alejada de los hombres como Mike y Tate.

Tate
—Repasemos nuestro plan de juego, así puedo ir a yoga. —Janie se lleva a la
boca la cuchara llena de yogurt y moras, luego señala la lista frente a ella, donde
está escrito nuestro plan de acción—. Empiezas tú. —Asiente hacia Mikaela.
—Actuaré como si nada estuviera mal y estamos más enamorados que
nunca.
Mikaela mira el plátano rebanado en su plato de desayuno con
incertidumbre, como si temiera que la fruta la fuera a morder.
Janie se mete otra cucharada de yogurt y moras en la boca. Es increíble lo
que puede llegar a comer. Definitivamente está comiendo por dos, literalmente.
—¿Qué? —Me lanza una mirada asesina e inmediatamente centro mi
atención en la tostada que tengo enfrente. Ups. Parece que alguien también se
está enfadando por dos—. Sí. Sigue con la mentira de la relación. —Señala las
cosas de la lista y le sonrío débilmente—. Gracias a Dios los productores creyeron
86

que el video era falso, pero aún tenemos trabajo que hacer. Un fotógrafo y un
Página

periodista de The List estarán aquí el fin de semana para entrevistarlos y tomar
unas cuantas fotografías encantadoras de ustedes paseando, disfrutando de la
sesión fotográfica y, en general, siendo fabulosos uno con el otro. —Janie repasa
la lista y continúa—. Y hoy publicaron un artículo negando que el video es de este
año y confirmando que, de hecho, es de cuando eras adolescente —comenta
mirándome, y yo asiento.
—Y me mantendré alejado de problemas —repito el mantra que he repetido
durante las pasadas cuarenta y ocho horas.
—Y quiero algo más. —Janie se detiene para tomar otra cucharada repleta
de yogurt y moras—. Quiero que llames a Shade.
—Intenté…
—Llámala de nuevo. Suplícale. Consigue que confiese algo sobre el video y
el niño.
El yogurt se vuelve ácido en mi boca.
—Sobre eso… ¿Podemos dejar el juicio contra ella?
Janie frunce el ceño.
—¿Por qué?
―Bueno, sólo… —contesto con evasivas. No puedo decirle que Danny tiene
fotografías de ella. No necesita el estrés extra, especialmente no mientras está
embarazada—. Creo que si retiramos los cargos, tendré más éxito en conseguir
que quite el video.
—Eso no es todo, ¿verdad? —Mierda. Janie siempre ha sido capaz de
descubrirme. El pánico entra en acción mientras intento pensar en una excusa—
. Quieres averiguar si el niño es realmente tuyo, ¿verdad?
—Cierto. —Sigo la mentira.
—Bueno, si crees que ayudará, podemos retirar los cargos temporalmente.
Llamaré a Trent después de la comida y se lo haré saber, pero tienes que estar
seguro de que es lo que quieres —indica.
—Estoy seguro. —Aprieto la mandíbula.
Si solo me sintiera tan seguro como sueno.

Madison
En el yoga de hoy, logro tres cosas.
1. No me tiro un pedo. Resulta que si te concentras realmente, puedes evitar
tirarte un pedo mientras contorsionas tu cuerpo en poses realmente difíciles.
2. Sobre esas poses difíciles… realmente no son lo mío. Aparentemente, ni
siquiera puedo tocarme los dedos de los pies. ¿Quién lo pensaría? Una vez dicho
esto, me las arreglé para hacer algo con una delicadeza que no todos pueden
exhibir. De acuerdo con nuestra Selene, puedo abrir mis caderas muy bien.
Ni de broma, Sherlock. Aparentemente, hace dos noches las abrí bastante
87

bien según yo.


3. Por el momento más breve, no pienso en Mike.
Página

Al principio, no me doy cuenta. Estoy ahí meditando, mi mente está


intentando centrarse en la hoja flotando en el aire que Selene nos dice que
visualicemos, pero todo eso sirve para recordarme la colada que debería estar
haciendo. Colada en pareja.
¿Quién lavará ahora las cosas de Mike? ¿Lo hará Canada? ¿O simplemente
mandará las cosas al servicio de lavandería?
Ella no parece del tipo doméstico. Probablemente lo último, decido mientras
miro el techo blanco. El ventilador en el techo gira en círculos e intento seguir con
la mirada una de las aspas. Gira. Gira. Gira. Gira.
Me pregunto, ¿si fuera realmente pequeña podría sentarme en eso? ¿O
saldría volando?
Eso tiene que ser un poco…
¡No estoy pensando en Mike!
La alegría me inunda y mentalmente choco la mano conmigo misma, hasta
que el dolor vuelve otra vez.
Mike.
Es una celebración amarga, pero ahí está.
Al final de la clase, Janie me espera en la puerta, con la manta de yoga
enrollada bajo el brazo.
—¿Nos vamos?
Me estremezco y me miro los pies descalzos, la astillada pintura de uñas roja
ahora se ve incluso más desastrosa que hace unos días.
—No sé. Tengo cosas que debería hacer…
Comprobar Facebook.
Fingir comer chocolate.
Janie me rodea los hombros con el brazo y me guía fuera del templo.
—Sabes que acechar por internet no es algo que realmente debas hacer,
¿verdad?
Me congelo.
—¿Cómo lo supiste?
—Cariño, todo el mundo quiere hacerlo cuando un bastardo les rompe el
corazón. —Sonríe y me aprieta el hombro—. Vamos a comer algo de verdad y
beber un buen vino, luego puedes ir y caminar con gesto mustio por ahí. Incluso
te ofreceré una bolsa de regalo con sustancias ilícitas que puedes meter a
hurtadillas.
Logro darle una pequeña sonrisa.
—Mataría de mala manera por un poco de nata con chocolate.
—Soy de América —comenta Janie—. Lo sabemos todo acerca de las malas
maneras.
88

Nos reímos y comenzamos a caminar de nuevo, deteniéndonos cuando


alcanzamos el tablón que lleva a mi habitación.
Página

—¿Quieres ducharte y encontrarme allí?


Pestañeo. Encontrarme con ella allí. En el único otro hotel de la isla donde
se está grabando una película.
No me puedo arriesgar a cruzarme de nuevo con Tate Masters.
—¿No es ahí donde se está filmando Tropical Love?
—Claro. Estoy ayudando con algunas cosas de Relaciones Públicas. —La
duda se muestra en mi mirada y Janie estira el brazo y me aprieta el hombro—.
¿Qué sucede?
—Es sólo… —Me acosté con el protagonista y no quiero volver a
encontrarme con él, en caso que a) me recuerde por mis maneras de zorra o b)
recuerde que me paseé, me deslicé y aterricé en su polla. Otra vez—. Sólo… No
sé si estoy preparada para salir al público. —Suena pobre incluso para mis oídos,
pero sigo adelante.
Afortunadamente, Janie se cree mi respuesta como si no fuese una auténtica
basura.
—Es un set cerrado. No hay paparazzi cerca, creo que por eso eligieron esta
isla para filmar. Y la filmación no comienza hasta dentro de dos días. No es como
si fueras a aparecer accidentalmente. —Sí, pero la filmación no es mi problema—
. En serio, comeremos en mi habitación. Solo tú, yo, comida entregada por el
restaurante y una hermosa puesta de sol sobre el océano. —Señala el agua azul
frente a nosotras como si estuviera pintando la imagen—. Hay un guardia a la
entrada del resort. Le daré tu nombre, luego simplemente sigues directamente
hacia el elevador cerca de la recepción. Ni siquiera pasarás por el bar o la piscina
donde probablemente estarán los de la película.
Un poco de la tensión anudada en mis hombros se alivia y sonrío. Su
habitación. ¿Probabilidades que me encuentre con Tate? Muy escasas.
—De acuerdo. ¿Cuál es tu número de habitación?
—Cuatrocientos dieciséis. Te veré pronto.
Me doy vuelta y me dirijo a mi bungaló, donde me ducho y me cambio a un
jeans recortado hasta el muslo y una camiseta blanca holgada. Curvo el cabello en
ligeras ondas, me pongo un poco de rubor en las mejillas pero rechazo el rostro
completamente maquillado de siempre.
Luego tomo mi bolso de mano, me pongo unas chanclas y salgo por la puerta
para cenar con mi nueva amiga americana. Por primera vez en una semana y
media, las cosas parecen mejorar.
89
Página
Capítulo 17
Tate

N
unca pensé que podría haber algo peor que dos chicas haciéndolo.
Estaba equivocado.
Mikaela revisa a cada chica que pasa junto a la piscina del
hotel y comienza a volverme loco.
—¿Cómo es que no hacemos esto más a menudo? —Suspira con las manos
detrás de la cabeza reclinada en la tumbona.
—Debido a que los dos estamos muy ocupados trabajando. —Frunzo el ceño
y miro el guión tendido a mi lado. Se supone que debo aprender las líneas, pero
los acontecimientos de los últimos días siguen presentes en mi cabeza.
—Es cierto. —Se voltea hacia mí y levanta las gigantes gafas de sol para
mirarme a los ojos—. Y, ¿has sabido algo de Shade?
Suspiro.
—No. Intenté llamarla después del desayuno, pero no contestó.
A decir verdad, ni siquiera estoy seguro de tener el número correcto. Si ella
no me llama en unas horas voy a tener que enviarle un correo a Danny y hacerle
saber que ha perdido la demanda.
—¿Qué hay de ti? ¿Cómo te sientes? —pregunta, mirándome por encima de
sus gafas.
—No lo sé. Todo esto se siente como un gran lío. —Suspiro mirando a la
mujer de la que he sido amigo desde que hicimos una sesión de fotos para una
nueva línea de lencería hace dieciocho meses.
Yo había tratado de entrar en sus pantalones.
Ella había intentado entrar en los de Janie.
—Oye, todo va a mejorar. —Se inclina y me aprieta la rodilla—. Sé que las
cosas son un desastre en este momento, pero estás tan cerca de lograrlo. Sólo
aguanta.
—Gracias. —Sonrío—. Honestamente, desde que trataste de tener algo con
mi hermana…
—¿Necesitamos hablar de esto de nuevo? —se queja y coloca una mano
sobre los ojos, como si el drama fuera demasiado para ella.
—Desde que has intentado follar con Janie y fracasado tristemente… —Río
cuando Mikaela me golpea con fuerza en el estómago—, he tenido la suerte de
haber hecho una gran amiga. Además de todas estas cosas de negocios.
90

Mikaela me mira por encima de sus gafas.


—¿Te pones sentimental conmigo, Masters?
Página

—Tal vez. —Me encojo de hombros—. Pero es la verdad.


Nos sentamos en silencio durante unos momentos, las olas golpeando la
orilla son el sonido de nuestra tarde.
—¿Puedes creer que tu hermana esté embarazada? —pregunta, negando—.
El lesbianismo habría sido una mejor opción para ella.
Me río, pero no hay mucha alegría en la risa.
—Todavía no puedo creer que cayó por los encantos de Danny. Después de
todo lo que me hizo pasar de niño…
—No es como si ella lo supiera, ¿verdad? —pregunta.
Niego.
—Ella sabía que era un idiota. Gracias a Dios dijo que no quiere tener nada
que ver con el niño. —Suspiro, pensando en el próximo gran papel que voy a tener
que desempeñar. La siguiente gran etapa de mi vida—. Y ahora que Janie está casi
lista para parir, voy a ser una especie de papá sustituto…
—Vaya, un momento, ¿qué? —Mikaela se levanta de su asiento.
Arrugo la frente.
—Bueno, obviamente. Es decir, alguien tiene que cuidar al pequeño,
¿verdad?
—No, no. Esa parte ya la sé. Es la otra cosa. —Ella mueve un dedo en círculos
delante de mi rostro—. Siempre hubo algo que nunca he visto de Tate Masters.
¿Estás nervioso?
Le dedico una media sonrisa. La verdad es que no estoy nervioso.
Me estoy cagando en los pantalones.
—No lo sé, Micky. Voy a ser una mierda de padre dedicándome a las cosas
de mi carrera en este momento. Hay temporada de premios, una promo para esta
película, entonces me presentaré para otro puesto de trabajo. El niño podría tener
diez años en el momento que llegue a verlo.
—Por supuesto, tienes algunas cosas pendientes, pero serás capaz de
proporcionar el mejor cuidado. Paga para que el bebé venga a las filmaciones
contigo. Contrata a una niñera. —Mikaela examina su manicura—. Me gustaría
ofrecer mis servicios, pero niños… Ew.
Me río, pensando en lo más parecido a un niño que tiene Mikaela.
—No caben en tu bolso como Chichi.
Frunce los labios.
—Extraño a mi bebé chihuahua.
—Simplemente no sé qué hacer. Si no puedo estar allí para el niño… —Pierdo
la voz.
Mikaela suspira.
—Oh Tay-Tay.
—No me llames así.
91

—Tay-Tay, necesitas relajarte. Te conozco. Lo tienes. Aún después que


tengamos nuestra gran separación, podemos seguir siendo amigos. No tienes por
Página

qué estar nervioso.


Sonrío a la mujer que cambió mi vida el día en que me propuso ser su novio
sustituto. Por alguna razón, su confianza me hace sentir mucho mejor. Tal vez
pueda hacer esto, después de todo.
—Gracias, Micky. Es bueno saber que alguien tiene fe. —Envuelvo un brazo
alrededor de sus hombros bronceados—. Si no te conociera bien, diría que estás
comenzando a caer en mis encantos después de todo.

Madison
Parpadeo con la esperanza de despertarme, llamar a la puerta de la
habitación 416 y pasar las manos por encima de mi short. Por alguna razón, la
idea de verme con Janie me pone nerviosa. Tal vez sea porque es la primera
persona que he conocido desde que todo cambió. Desde que soy la Madison
menos perfecta y más la Madison lamentable. ¿Quién soy?
La puerta se abre y Janie se asoma. Sonríe y me atrae a un abrazo.
—Hola.
—Hola. —Doy un paso atrás. Huele dulce, como las flores y la primavera.
—Entra.
Janie hace gestos a la habitación y camino al interior.
Su habitación de hotel es preciosa. Donde la mía es grande, la suya es
magnífica, con una sala de estar, una pequeña cocina a un lado y un pasillo que
sin duda conduce a una habitación a la derecha. El balcón es visible a través de
un espacio en las puertas de cristal, aunque las cortinas están cerradas, haciendo
sombras en la habitación.
—Mantiene el calor afuera. —Janie hace gestos a las cortinas—. Ahora
déjame conseguirte una bebida.
La sigo a la cocina que es toda de acero inoxidable y superficies pulidas.
Debe tener mucho dinero. Dudo que me pudiera permitir algo como esto en un
millón de años.
—¿Rojo o blanco? —Mira por encima del hombro, tomando una copa de vino
del estante superior de un armario.
—Blanco, gracias.
Janie abre el refrigerador y saca una botella de Sauvignon Blanc, desenrosca
la tapa y me sirve un vaso de vino demasiado lleno.
—Ven afuera. Nos sentaremos en el balcón y voy a pretender que estoy
bebiendo tu vino y tú me puedes hablar sobre tu maldito ex. —Agarra una
pequeña cesta y la llena de patatas fritas, entonces me lleva al balcón, cerrando la
puerta y la cortina detrás de nosotras.
Una vez que estamos sentadas en las sillas, las patatas fritas y mi bebida
92

entre nosotras, suspiro. Rosas y naranjas pintan el cielo en una imagen perfecta.
Debajo de nosotras, las olas se revuelcan en la orilla y oímos las voces de los niños
Página

riendo y llorando en la distancia. Es como una escena de película. No es de


extrañar que estén filmando una aquí.
—Entonces, ¿dónde está…? —Hago un gesto hacia su estómago—. ¿Dónde
está el señor Janie?
Arruga el rostro.
—Es una larga historia. Él no está en el cuadro.
Amplío los ojos.
—Mierda. Lo siento mucho.
Janie se estremece y encara la vista frente a nosotras.
—No lo hagas. Me alegro que no esté.
Sus palabras se asientan contra mi alma. Y yo pensé que lo tenía difícil. Esta
mujer está embarazada y decididamente sola.
Me hace sentir mal tener lástima de mí. Por lo menos yo no tengo una nueva
vida de la cual responsabilizarme.
—Tú eres… —busco las palabras correctas—, eres fabulosa. En serio. No me
podría imaginar en tu posición.
Se ríe, pero hay un ligero toque de amargura.
—Confía en mí, nunca pensé que sucedería. —Se frota el vientre de manera
protectora—. Pero estoy deseando ser madre. Y tengo el apoyo de mi familia que
me ayudará a cuidar de este pequeño. Mi hermano, bueno, él actúa todo duro, y
aunque la idea de los niños no está en su radar, creo que en el fondo quiere tener
un hijo. No es que lo admita.
Pienso en Mike. Le encantaba la idea de tener hijos, me había molestado con
que dejara la píldora durante años, y al final me dejó por otra. Gracias a Dios que
había estado tan dedicada a mi carrera…
—Los hombres, ¿eh?
—Hombres. —Asiente y recoge una botella de San Pellegrino. Hace un
brindis contra mi copa de vino y ambas tomamos sorbos largos. El vino se desliza
por mi garganta, nítido y fresco. Es muy fácil beber y me contengo de tomar un
segundo trago demasiado rápido. Después de la otra noche, hice una promesa.
No voy a pasar por eso de nuevo, o al menos por un rato.
—¿Qué te trae a Bali? ¿Dijiste Relaciones públicas para la película?
Janie se encoge de hombros.
—Bueno, sobre todo trabajar. Pero también quería poner los pies en alto
durante un rato. Pronto no voy a poder viajar, así que pensé que me tomaría un
tiempo lejos, puedo y es conveniente.
—¿Qué haces exactamente en el trabajo?
—Me ocupo de...
Un timbre resuena desde el interior del apartamento. Janie levanta un dedo
en el aire.
93

—Recuerda la pregunta.
Página

Cuando se apresura hacia el interior para tomar la llamada, pongo mi


teléfono boca abajo sobre la mesa, extiendo las piernas delante de mí y respiro el
aire salado del océano. Por primera vez en varios días, una sensación de calma
me inunda. Esto es la vida. Relajarse en un balcón. Beber un buen vino. Hacer
nuevos amigos.
No pensar en Mike.
O al menos, no querer acosarlo en Facebook.
Es un cambio agradable.
La puesta de sol calienta mi cuerpo, esto es muy relajante. Dejo mis
párpados descansar. Mis ojos están constantemente irritados de tanto llorar y
darles este breve respiro se siente fabuloso.
Tal vez lo tengo todo bajo control. Superaré esta ruptura, este cambio en la
carrera. Voy a hacer lo que Courtney sugirió y recuperar mi trabajo. Estoy…
—Lo siento —se disculpa Janie. La puerta sisea cuando la desliza—. ¡Ups!
Parpadeo, protegiendo los ojos contra la luz.
—Está bien. —Sonrío—. Debí dejarme llevar. Es que… esto es tan relajante.
Por primera vez en semanas siento que voy a superar lo que pasa en el otro lado.
—Por supuesto que sí, cariño. —Janie sonríe. Se inclina y recoge mi copa de
vino—. Voy a ir a buscar un poco más.
Se voltea para entrar y, mientras lo hace, suenan unos golpes en su puerta.
—Sólo un segundo —responde por encima de su hombro—. Mi hermano sólo
estará un minuto. Tengo unos papeles que necesito darle.
Eh. Un hermano. Tal vez sea lindo.
Me entretengo un minuto con la idea antes de volver a donde estaba. Me
alejaré de los hombres por un buen tiempo. Si el incidente de Tate me enseñó
algo, es que…
Mierda.
Janie y Tate tienen los mismos ojos.
Aprieto los costados de la silla.
No. No. ¿Cómo podría Janie haberse callado que Tate Masters es su
hermano? Además, sería difícil. Mi suerte es mala, pero no es tan mala… ¿verdad?
La puerta se abre y centro mi mirada en el horizonte. Mi corazón late a un
millón de kilómetros por minuto. No puede ser él. No puede ser él. No puede ser…
—¿Madison? —Janie desliza la puerta y la cortina en un solo movimiento—
. Te presento a mi hermano, Tate.
Oh Dios.
El aire se vuelve denso, me siento pesada e imagino cosas peligrosas.
Después de todo, si estoy demasiado pesada, este balcón se derrumbará de forma
espontánea y voy a caer al suelo, ¿verdad?
Al comenzar a volverme, un pensamiento sigue en mi cabeza.
94

Esto no podría ser peor.


Página

Entonces bajo las gafas de sol para saludar al hombre con quien había tenido
sexo en la playa.
Y me encuentro cara a cara con su novia.
Página 95
Capítulo 18
Tate

E
lla se veía como si hubiera visto un fantasma. O que se había ido a
nadar en algunas de las mierdas de polvos que usan para hacer que
las actrices se vean demacradas en las películas de terror.
Ojos de color marrones entran en shock y sus nudillos se enrojecen del
fuerte agarre que tiene en su silla.
Sin embargo no es a mí a quien ve. Es a Mikaela.
Y no sé por qué, ni se cómo, pero por alguna razón, quiero abrazarla y hacer
que el sufrimiento desaparezca.
Tal vez sea porque es tan diferente a las mujeres que normalmente conozco.
Tal vez fue por su total y absoluto rechazo hacia mí cuando nos despertamos a la
mañana siguiente. O tal vez es debido a la conexión que arde entre nosotros… La
tensión disparada como una bala de mi pene hacia ella, bueno, cualquier parte de
ella que pueda tener.
Es una damisela en apuros y quiero salvarla.
Lástima que fui yo quien la puso en peligro en primer lugar.
—Tate, conoce a Madison. —Janie termina su introducción, y mis ojos no
dejan a la mujer frente a mí.
Finalmente ella parpadea y me mira, y Dios, quiero abrazarla y sustituir la
mirada de miedo en su rostro por una de pasión.
—En realidad, nosotros…
—Encantada de conocerte. —Madison se levanta y extiende su mano.
Arrugo la frente.
—Encantado de conocerte también —digo las palabras lentamente, luego
tomo su mano en la mía. Es pequeña y caliente, y le doy un suave apretón antes
de soltarla. Va a estar bien.
—Y esta es su novia, Mikaela. —Janie señala a la mujer que estaba detrás de
mí, a quien olvidé que estaba allí, me muevo un paso atrás, negando. Por
supuesto. Es por eso que está pretendiendo. Me está cubriendo en frente de mi
“novia”. En realidad, es un poco dulce.
—Hola. —Mikaela se inclina hacia adelante, poniendo su mejilla para que
Janie la bese. No me pierdo la mirada que Mikaela le da al pecho de Madison
mientras se aleja, o la sonrisa maliciosa en sus labios y no puedo creer el rugido
de celos que me palpita. Retrocede, señorita. Ella es mía.
—Voy a buscarte esos horarios. —Janie se mueve de nuevo a la habitación y
96

se dirige hacia el pasillo. Aprovecho la oportunidad y me uno a Madison en el


balcón.
Página

—¡Mierda! Micky, creo que dejé mi teléfono arriba. ¿Alguna posibilidad que
puedas buscarlo? —pregunto, dando mi mejor mirada de cachorro.
—No me llames Micky. —Suspira, pero levanta una ceja—. Iré a revisar
nuestra habitación.
Mikaela se va y cierro la puerta, aspirando una profunda bocanada de aire
marino. Echo un vistazo a la puesta de sol sobre el océano, la forma en que deja
un camino de color en la superficie del agua.
—Es hermoso aquí, ¿eh?
Me volteo a mirar a Madison y sus ojos no están en la vista. En su lugar, me
están perforando.
—¿Qué demonios fue todo eso? —susurra, su voz cerca de perderse con las
olas.
—¿Qué? —Levanto un hombro en cuestión.
—¿Acabas de sacar a tu novia así podías quedarte solo conmigo? —El tono
de su voz se eleva—. Eres increíble. En serio. Malditamente increíble. Son las
personas que mantienen a los terapeutas con trabajo.
—No es lo que piensas. —Niego y me acerco más. Es tan sexy cuando
argumenta, los ojos vivos con un calor que prefiero mucho más a la mirada
asustada que lucía unos momentos antes.
—¿No lo es? —Arquea una ceja.
—Sólo quería hablar contigo por un momento —digo, las palabras pesan en
mi boca.
—Oh, por favor. —Me da una risa amarga.
—Yo... —Me encojo de hombros—. Tengo que confesar. Esa noche en la
playa…
Sus mejillas se tornan de un color rojo.
—No quiero…
—No tuvimos sexo —la interrumpo.
—¿Qué? —Niega—. Pero mi ropa interior…
—Tonteamos. —Me encojo de hombros—. Estaba muy borracho también.
Pero no hicimos nada más. Sólo pensé que deberías saber en caso que estuvieras
preocupada… Bueno… En cualquier posibilidad de un embarazo inesperado, o lo
que sea.
Sus hombros se sacuden cuando se da la vuelta y por un momento creo que
va a llorar.
Entonces, hace algo aún más extraño.
Se ríe.
—¿Estás bien? —pregunto, colocando una mano en su brazo.
—¿Bien? —Se gira hacia mí y mi mano cae a mi lado—. Creí que había tenido
sexo contigo, así que pude haberme hecho un chequeo por un hombre que apenas
97

habla inglés para asegurarme que no había agarrado nada de ti.


Página

—¿Agarrar algo? —Elevo mi barbilla—. Estoy tan limpio como una patena,
muchas gracias.
—Bueno, me puedes disculpar por pensar que tal vez… —Corta sus palabras
con un golpe en mi pecho y luego tiene su mano de nuevo a su lado, como si
recordara cómo comenzó nuestro primer beso hace dos noches.
Lame su labio inferior, y necesito de todo mi autocontrol para no saltar
sobre ella, pegarla a la cubierta de la silla y follarla en la luz del sol. Hay algo en
ella que sólo me vuelve loco.
Sin querer, la alcanzo y pongo mi mano debajo de su cabeza. Se pone rígida,
pero maldición, si puede luchar contra esto que nos atrae es una mujer fuerte.
Lo hace, sin embargo. Una temblorosa mano se adelanta y presiona contra
mi pecho mientras pronuncia la palabra no.
Doy un paso atrás. La he lastimado.
Y no tengo idea de qué demonios puedo hacer para solucionarlo.
Se abre la puerta y Janie rompe el incómodo silencio entre nosotros. Ella
mira con los brazos cruzados de Madison a mí y frunce el ceño.
—Mierda. Lo siento, Maddie. Este idiota probablemente te recuerda al
mentiroso de tu ex, ¿eh?
Madison asiente, y al menos esa parte es verdad. Es sólo la parte que nos
besamos como adolescentes el problema más grande.
—Bueno, mira. Puedo dejarte saber un pequeño secreto. —Janie me guiña y
pasa entre nosotros—. No puedo decirte todo, pero puedo prometer que todo el
asunto es un golpe de los medios. Tate no engaña a Mikaela. Fue un viejo video
con la fecha alterada.
—Oh. Bueno —dice, pero su voz carece de convicción. No es de extrañar.
Janie coloca el papeleo sobre la mesa, luego envuelve un brazo alrededor de
los hombros de Madison.
—Entremos. Tal vez podamos pedir el servicio a la habitación ahora. —Janie
la hace pasar a través de las puertas.
Les doy un momento y echo un vistazo devuelta al mar. El sol se ha ocultado
un poco más por lo que sólo una pequeña hay una pequeña línea dorada en el
horizonte. Una fresca brisa se eleva desde el mar y la tomo, mis ojos presionados
ligeramente cerrados. ¿Por qué esta mujer tiene este efecto en mí? ¿Por qué no
puedo simplemente ir tras la mujer que quiero?
Dos meses.
Eso es todo.
Entonces todo esto habrá terminado y puedo encontrar un centenar de
Madison para enterrarme.
Mientras mi mente vuelve, veo un teléfono en la mesa en el medio de dos
sillas. No es de Janie, lo sé porque el de ella está en su cadera. Si es que no ha
pagado para que se lo implanten de alguna manera.
98

Me acerco y lo agarro. Enciende con solo un toque de mi dedo y dos rostros


Página

sonrientes me miran, Madison y un tipo. Probablemente la porquería de su ex.


Mirando hacia atrás para comprobar que no me pueden ver, rápidamente
me saco una foto, entonces cambio la de su página de inicio a esa.
Tal vez nunca podré ver a esta mujer de nuevo, pero al menos me verá a mí
en lugar de ese idiota la próxima vez que vaya a comprobar su teléfono.
Pero antes de poner el teléfono en la mesa, hago una última cosa…

Madison
Tate toma el papel que Janie coloca sobre la mesa de café y se va poco
después que estamos adentro. Mikaela nunca regresa.
—Creo que voy a explotar. —Janie extiende sus brazos por encima de su
cabeza y su redondo vientre sobresale—. Me encanta comer por dos.
—No sé cuál es mi excusa. —Sonrío, frotando mi propio y definitivamente
más grande que hace una hora estómago.
—Es la regla de la ruptura. —Janie sonríe—. Tienes permitido comer lo que
sea el primer mes después de la ruptura.
—¿Ah, sí? —digo—. ¿Y después de eso la membresía del gimnasio empieza?
—Estás en ejercicios de yoga. Creo que te hace libre del gimnasio por al
menos un año. —Janie se empuja para levantarse del sofá. Se inclina para recoger
los platos.
—Oye, yo haré eso. —Me levanto y tomo la porcelana china de sus manos.
—Gracias. Tengo que admitir que necesito ir al baño. De nuevo. En serio, no
bromean cuando dicen que las mujeres embarazadas no tienen control de la
vejiga. —Se da la vuelta y camina por el pasillo hacia su baño.
Pongo los dos platos en la bandeja de plata que trajeron del servicio de
habitación, entonces regreso a la mesa de café donde comimos, recogiendo la
botella de vino vacía que de alguna manera me las arreglé para beber, y la pongo
en la bandeja del mostrador también.
Justo cuando estoy a punto de volver a sentarme, un destello de color blanco
me llama la atención. Es justo debajo de la bandeja y se ve como…
Papeles.
Al igual del tipo de documentos oficiales que podrían contener secretos.
Y a pesar de que no debo, ser entrometido es malo, y Janie fue lo
suficientemente dulce para invitarme a su casa… No puedo dejar de tirar de ellos
de donde están. Es el periodista en mí.
Echando un vistazo por encima del hombro, como si tal vez Janie vendrá
corriendo del baño en cualquier momento, los moví a un lado y leí el título.
Plan de acción. Frunzo el ceño, leo los tres nombres que siguen Janie
Masters, Tate Masters y Mikaela Howards.
El agua corre desde algún lugar en el fondo y me congelo.
99

—Hacen fotos —susurro. Mis ojos escaneando las palabras mientras deslizo
de nuevo el papel en su lugar. Cuatro palabras clave llaman mi atención.
Página

Mantener la falsa relación.


¿Qué es exactamente lo que Tate Masters esconde?
Capítulo 19
Tate

E
s quien sabe qué hora en los Estados Unidos cuando finalmente
Shade toma la llamada. Finalmente.
—¿Hola? —Suena aturdida, como si se estuviera despertando.
—Hola. Soy yo. —Hago una pausa, pero mi voz no sale—. Tate.
—Sé quién…
—Bueno, estoy un poco sorprendido que respondieras. —Echo la cabeza
hacia atrás contra el cuero suave de la sala de mi habitación al lado de la de
Mikaela.
—Creo que quieres que me disculpe, ¿eh? —pregunta. Hay un tono de
amargura que no estaba allí hace tres años, cuando éramos niños.
—Tengo que admitir, yo…
—Bueno no siempre se consigue lo que quieres, Tate Masters. —Shade
escupe veneno y me estremezco—. ¿Abandonaste la demanda?
—Sí, lo tengo arreglado. —Hago una pausa, con la esperanza que en algún
lugar esté la vulnerable chica que una vez conocí—. Escucha, tenemos que hablar
de tu hermano. ¿Cómo puedes dejar que te manipule de esa manera? Alteró los
videos y ahora…
—Danny sólo me está cuidando, como Janie siempre lo hizo por ti cuando
éramos niños. —Resopla un suspiro—. Me deja sin palabras. Cómo es posible que
seas el chico que entró en nuestra familia sin nada y me rompió el corazón, y
ahora eres una maldita estrella de cine, ¿eh? ¿Qué te parece?
Mis ojos salieron de sus orbitas. No puede estar hablando en serio… ¿o sí?
—Shade, sabes que he trabajado duro para llegar a donde estoy ahora.
—¿Trabajo duro? O ¿follar duro? —pregunta y sus palabras me afectan un
poco—. Esa es la verdadera razón por la que me dejaste. Porque sabías que mi
vagina no te metería en las películas.
Las palabras son tan repugnantes, que tengo que tragar el sabor amargo que
invade mi boca.
—Shade, necesitas calmarte y cuidar lo que dices.
—¿O qué? —se burla—. ¿Qué vas a hacer?
Frunzo los labios. Dios, quiero decirle a dónde se puede ir. Para sacar la
mierda de mi vida.
100

Pero su hermano tiene fotos que destruirían a mi hermana.


Por eso no lo hago.
Página

—Justo lo que pensaba. —Se ríe, un vacío y siniestro sonido—. Tú no harás


una mierda.
Y con eso, me cuelga.
Y me deja con las palabras en la boca y con la necesidad de consuelo, una
vez más.

***
Son dos horas y dos cervezas más tarde, cuando reviso mi correo electrónico.
La brisa fresca por la noche se oía a través de las puertas abiertas del balcón
mientras me relajaba después de un día de rodaje. Hemos estado trabajando en
Tropical Love durante dos meses, con estas dos semanas de rodaje en Bali la
ubicación final de nuestra larga lista. Será grandioso cuando esté terminado, y me
puedo preparar para la promoción y el día de pago.
Ding.
Veintiún nuevos mensajes en el correo.
Me desplazo por todos ellos, pero un nombre sobresalta de la lista. Un
nombre me envía un escalofrío de temor por mi espina dorsal.
Danny McPherson.
Si no nos envías $50.000 en un mes, dejaré que se filtren las
fotos de tu hermana. Es posible que no le debas nada a la malcriada
de mi hermana, pero nos debes por el daño emocional.
Paga.
Sus palabras me enfrían hasta la médula. Y hago lo único que parece que
hago bien cuando se trata de situaciones emocionales que no puedo manejar.
Bebo.

Madison
Janie me encuentra afuera en donde está el carrito de comida y una punzada
de culpa se precipita mientras me abraza despidiéndose. Su vientre redondo se
presiona contra mi estómago, y trato de fingir que el apretón extra que le da a mis
hombros no empeora la horrible sensación alrededor de mi estómago.
Traicioné a mi amiga y fisgoneé mientras ella estaba en el baño. ¿Y para qué?
¿Para tener el conocimiento que tal vez la relación de Mikaela y Tate es una farsa?
Pero ¿por qué harían eso? ¿Por qué querrían hacerlo?
El primero y más evidente beneficio es para Tate. Antes de Mikaela, él era
nadie. Pero ¿por qué Mikaela aceptaría estar en una falsa relación con él? ¿Qué
ganaría con eso?
Cuando estoy a salvo en mi habitación, abro las puertas que dan al océano.
El tranquilizador murmullo de las olas en la orilla llega a mis oídos mientras estoy
acostada en la cama, meditando mis opciones. ¿Llamo a Courtney? ¿Decirle que
tengo el escándalo que esperaba? ¿Lo intento y recupero mi trabajo?
101

Casi no tengo información, pero me doy la vuelta y alcanzo mi bolso de todas


maneras, sacando mi teléfono.
Página

Cuando mi dedo toca la pantalla, se ilumina un primer plano del rostro de


Tate. Una sonrisa descarada se extiende en sus labios y el océano detrás de él tan
azul como sus ojos. Esta vez, la sensación en mi estómago es por una razón
completamente diferente a la anterior. ¿Realmente robó mi teléfono, se tomó una
foto y la puso en mi pantalla de inicio?
Cuando deslizo para desbloquear un mensaje llega.
Atractivo y seductor: Entonces, ¿has visto algo bueno en la
pantalla de inicio recientemente?
—¡Ja! —Pongo mi mano sobre mi boca. No. Al parecer no sólo se limitó a
robar mi teléfono, tomarse una foto y ponerla en mi pantalla de inicio… Guardó
su número también.
Madison: No, desafortunadamente. Hay una grave falta de buenas
imágenes para mi pantalla principal en mi teléfono.
Pongo mi teléfono de nuevo en la mesita de noche y se oye un pitido de
nuevo unos segundos más tarde.
Atractivo y seductor: Suena como que necesitas un poco de ayuda.
Deja te mando algunas fotos.
Me deslizo al momento que una foto parpadea en mi pantalla. El logo para
una línea de ropa interior para hombres muy popular esta incrustado en las
esquinas de la imagen, pero lo que inunda la pantalla es Tate usándolos y nada
más.
Cuando aparto la vista de su cincelado rostro, me desplazo por su cuerpo.
Joder, es un buen torso. Tensos músculos se extienden por su estómago,
soportando un amplio pecho. Una seductora V apunta hacia la ropa interior por
encima de su ingle.
Santa madre de Dios. Trazo con un dedo los músculos con añoranza. Es
todo lo que puedo hacer para no lamer mi teléfono.
Atractivo y seductor: Te mostré una mía. Enséñame una tuya.
La piel de gallina atraviesa mi cuerpo. Tate Masters está coqueteando
conmigo. Y a pesar que no estoy lista para salir, y aunque sé que probablemente
hace esto con una gran cantidad de mujeres y que tal vez tiene novia… Después
de los papeles que he visto, no puedo estar segura de querer salir con alguien.
Hago lo único que puedo hacer en esta situación.
Llamo a Courtney.
Atiende al tercer repique, su voz ligera y alegre.
—Hola, señorita.
—Hola —digo—. ¿Es un mal momento?
—No —dice Courtney, su voz más profunda en esta ocasión—. Sólo estaba…
¡Basta! —grita, y escucho una risa profunda en el fondo.
—Tienes compañía —chillo.
102

—Sí, sí, pero siempre tengo tiempo para… ¡Ah! —grita de nuevo, entonces se
desvanece en risas—. Bueno, ¿qué puedo hacer por ti, cariño?
Página

—Bueno, la versión resumida. Tate Masters está coqueteando conmigo. De


nuevo. Y creo que me enteré de un gran escándalo. Toda su relación con Mikaela
podría ser una farsa.
Eso obtiene la atención de Court. Hay un susurro en la línea y una puerta
hace clic al cerrarse antes que Courtney hable de nuevo.
—¿En serio?
—Sí. —Las punzadas de culpa aparecen de nuevo en mi estómago, y las envío
lejos. Después de todo, es solo Courtney. No es como si se lo contara a Chloe ni
nada.
—Tienes que ir por esa historia. —La voz de Courtney rebosa de emoción—.
Obtén las pruebas que es falsa. Este podría ser tu boleto de vuelta.
Su entusiasmo es contagioso.
—Podría ser, ¿cierto?
—Correcto. Lo necesitas para obtener esta primicia, Madison. —Hace una
pausa y luego vuelve a hablar—. Coquetea, si eso es lo que él quiere. No saltes a la
cama con él de nuevo y hagas lo que hagas, ¡consigue esa historia! Esto podría
devolverte tu trabajo. Maldición, podrías obtener un ascenso. Sólo asegúrate de
tener evidencia sólida antes que lo presentes.
—Entendido. —Sonrío.
—Además, que obtengas esta épica historia, haría que Mike se molestara —
dice Courtney.
—¿Lo crees? —La duda se apodera de mi voz. ¿Por qué se molestaría?
—¿Tú? ¿Obteniendo la verdad sobre una caliente estrella de cine y
consiguiendo un nuevo trabajo? —dice Courtney—. Seguro se molestará. Sobre
todo porque el misionero Mike no es conocido precisamente por su destreza en el
dormitorio.
—Es cierto —medito. ¿Podría esta historia tener más de un beneficio?—.
Mira, debería irme. Vuelve a tus propios momentos eróticos y espero detalles.
—Una dama nunca besa y lo cuenta. —Courtney se ríe y terminamos la
llamada.
Segundos después, tomo mi teléfono de nuevo.
Madison: No te enviaré una foto. ¿No has visto las noticias?
Multimedia puede meterte en un montón de problemas.
Atractivo y seductor: Touché. No estoy pidiendo nada malo… Sólo
una foto de tu hermoso rostro.
Pongo los ojos en blanco. Qué encantador. ¿Esa línea realmente funciona en
alguna chica? ¿Quién se lo creería?
Atractivo y seductor: Y una foto de tus pechos. Porque, ya sabes,
es lo justo.
En el momento justo, mis pezones cosquillean y maldigo a los bastardos
103

traidores por ponerse del lado del enemigo.


Madison: No sé qué clase de mujer crees que soy, señor Masters.
Pero no estoy interesada. ¿Es esto lo que le envías a todas las mujeres
Página

con las que engañas a tu novia? ¿O hay algo más realmente en esa
historia?
Es una posibilidad remota, pero vale la pena. Todo lo que necesito es que
me diga que la relación es una farsa y voy a tener la evidencia que necesito para
venderla a Lola y recuperar mi trabajo.
Espero y espero, mi dedo se cierne ansiosamente sobre la pantalla de inicio
por su respuesta.
Cuando llega, deslizo tan rápido como nunca lo he hecho, el aire atrapado
en mi garganta.
Atractivo y seductor: Buenas noches, Madison. Te veré en mis
sueños.
—Mierda —murmuro, y lanzo mi teléfono al otro lado de la cama. Subo mi
sábana hasta la barbilla y cierro los ojos, lista para dormir.
El sueño no llega por un tiempo, y cuando lo hace, está lleno de imágenes de
Tate semidesnudo y justo lo que posiblemente podría hacer en mis pezones con
esa talentosa lengua.

104
Página
Capítulo 20
Madison

C
omo alguien que trabaja en los medios, estoy acostumbrada a la
exageración que viene con un titular. Un mensaje de texto enviado por
una estrella de cine a la niñera que vive en su casa firmado con besos
y abrazos, se convierte en “escandalosa fiesta de pijamas con la niñera” antes que
llegues a firmar el cheque al paparazzi.
Así que, pensarían que cuando Yoko me envió un mensaje con el enlace al
artículo con el titular erupción volcánica inminente: ¿Sobrevivirá Bali? Yo
habría sido inmune. ¿Verdad?
—No me importa cuánto cueste. Sólo sácame de esta estúpida isla. —Con
cansados ojos sin dormir, miro el mar que antes había descrito como idílico, no
hay señales de la supuesta nube de cenizas, pero hemos sido informados que se
han suspendido cada avión en tierra firme. Idílico mi trasero.
Un hombre con uniforme de color estándar del hotel, barre las pocas hojas
perdidas que se han atrevido a caer en el muelle separando mi villa del infestado
de tiburones, salado sistema de separación entre yo y mi casa.
—Madison, el volcán no ha hecho erupción y matado a personas en docenas
de años —dice Yoko, su calmada voz flotando por la línea—. Son sólo palabrerías.
Es fácil para ella decirlo, desde la comodidad de su escritorio de diseñador.
—La última vez había ceniza, sólo ceniza, Yoko, ni siquiera una apropiada
erupción escupe lava por todas partes, los aeropuertos cerraron por… —Mis dedos
bailan a través del teclado y golpeteo con mi índice rápidamente en la parte
inferior de mi laptop plateada mientras espero que el WiFi del hotel arranque—.
Tres… ¡Tres semanas! No puedo quedarme aquí durante tres semanas enteras.
Yoko hace un sonido ahogado y puedo oír su mensaje oculto de sí, esa es la
voz de una mujer que no necesita pasar más tiempo haciendo yoga y
encontrando la paz interior.
—Escucha, Madison, sé que las cosas están difíciles para ti en este momento,
pero entrar en pánico no ayudará. Haz esto una parte de tu historia, lidiando con
la ansiedad y…
—No estoy… —La cabeza del limpiador da la vuelta y bajo un poco mi voz,
un nivel menos lleno de pánico—. No estoy ansiosa sobre eso, Yoko, yo sólo… —
Busco la palabra correcta—. Sólo no quiero perder mucho trabajo, es todo.
Y es verdad, trabajar duro es lo que hago. No quiero perder la oportunidad
de consolidar mi puesto en el mundo de las revistas, ya sea con mi escándalo de
ruptura de Tate y Mikaela u otra cosa. No quiero perderme los premios del editor
105

en Australia que sé que ocurrirán en sólo una semana.


Y sobre todo, no me quiero perder el ver el rostro de Mike cuando se dé
Página

cuenta de lo mucho mejor que estoy sin él. Cómo tengo un plan para obtener mi
carrera devuelta. Es bastante duro ser una presumida cuando estás a 4,564
kilómetros lejos.
Yoko suspira.
—Madison, esto será bueno para ti. Trata de ver esto como una oportunidad.
Usa esto como un máximo provecho. —Escucho la sonrisa en su voz—. Y si otra
cosa falla, escuché que hay un bar a unos pocos kilómetros abajo del hotel donde
puedes conseguir en tus manos algo de vodka.
Golpeo mi cabeza. Porque eso me funcionó muy bien el último tiempo.
—Gracias, Yoko.
—Llámame cuando quieras, además he contratado a un fotógrafo que estaba
trabajando en Bali, ya que el que solicitaste no será capaz de venir ahora.
Frunzo el ceño, pensando en todas las fabulosas sesiones que Jean Paul y yo
hemos hecho juntos.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Él… —Aclara su garganta—. No quiere arriesgarse, con la ceniza.
—Oh mi Dios, Yok…
—Me tengo que ir, Madison. Buena suerte.
La línea se corta y lanzo mi teléfono a la cama con frustración. Fabuloso.
Después de mandar un rápido mensaje de texto a Courtney
Voy a morir en una cama de lava en una isla tropical.
Y recibir su sumamente útil respuesta rápida:
¿Puedes hacer joyas de lava? ¿O no es así cómo se hacen esas
pulseras cristalizadas de perlas?
Tomo una botella Zen de agua mineral de la nevera, acabo la mitad de ella
en varios tragos largos. Si solo remar en Zen podría tener el resultado de su
homónimo.
—Bueno, Madison, piensa —me digo. El limpiador afuera ni siquiera levanta
la vista a esta altura. Probablemente está acostumbrado a mi falta de cordura—.
Tienes que usar esta oportunidad, ¿cómo podemos hacer que esto funcione para
ti?
Y a pesar que sé que es probablemente una mala idea, a pesar que sé que
debería estar tratando de mantenerme alejada, comienzo a formular un plan.
Uno que hará que esta estancia sea muy interesante de verdad.

Tate
—Vamos a morir. Tú vas a morir. Yo voy a morir. Mi colección de Louboutins
va a…
—Ser quemada en un miserable achicharrado —termino por mi “novia”,
sonriéndole por encima del guión.
106

Mikaela frunce el ceño, abanicando su rostro con su fajo de papeles en un


intento de alejar el calor sofocante.
Página

—No estás siendo un gran apoyo.


—No vamos a morir. ¿Qué estrella de cine ha descendido en un incidente de
estilo-muerte-por-lava?
Frunce sus labios, y casi puedo ver su cerebro tratando de calcular una
respuesta comprensible.
—Jódete, Masters. —Al rato se calma y me río, no cruelmente.
—Tate, Mikaela, estamos listos para ustedes. —Harry, uno de los ayudantes
de dirección, trota otra vez. Levanta su brazo para dirigirnos a nuestras marcas,
dejando al descubierto las manchas de sudor de color púrpura oscuro en su ligera
camisa índigo. Mikaela y yo colocamos nuestros papeles en nuestros asientos y
salimos de la sombra de la sombrilla gigante en la que nos habíamos refugiando,
luego tomamos posiciones opuestas en la playa. El sol de dorado nos golpea, y mi
camisa se aferra a mi cuerpo.
—Silencio en el set —ordena alguien. Y un asistente de cámara va a escena
con una claqueta.
Julien, el director, nos da los pulgares hacia arriba.
—¡Acción!
—Así que crees que eres una gran estrella de cine, ¿eh? —me replica Mikaela.
Sonrío.
—Cariño, no lo creo. —Arqueo una ceja, una habilidad que juro agregó un
cero extra a mi cheque de pago—. Lo sé.
—Bueno, podrías pensar que eres algo especial. Podrías pensar que sólo eres
la maldita cosa más atractiva que ha pisado esta isla, pero te conozco mejor.
Quiero más. No me impresionas, Jack Beemster.
Hay un fuego en sus ojos cuando habla que me recuerda a la mirada que
cruzó el rostro de Madison cuando me enfrentó por mi mierda el otro día, y por
un momento me congelo. Me quedo sin palabras por un segundo, luego me apuro
para recuperarme, derribándolas todas a la vez.
—Eso-no-es-para-lo-que-estoy-aquí.
—Corte —grita Julien, y mis hombros se desploman.
—Lo siento —murmuro a Mikaela, pero ella mira hacia el océano, sus ojos
desenfocados.
—¿Quieren hacer esto desde el principio? —pregunta Julien.
Asiento en acuerdo, con una mano en el aire.
—Lo siento, chicos.
—Acción —grita Julien y Mikaela dice su línea una vez más.
Sin embargo es inútil. Cuando ella habla, veo los labios de Madison moverse
con cada palabra y casi puedo escuchar su voz en estéreo en mi mente, hablando
al mismo tiempo con Mikaela.
Desde que dejé el hogar adoptivo, mi cerebro ha estado enfocado en dos
107

cosas, construir una carrera y apoyar a Janie.


Esta es la primera vez que alguien se ha metido en mi cabeza.
Página

Madison
Estudio mi lista de pendientes, impresa en mi diario damasco Moleskine, y
sonrío.
Alcanzar bienestar mental que ayude con el pánico volcánico.
Conseguir la exclusiva sobre Tate Masters.
Antes, cuando trabajaba en Lola, la lista de un día típico consistiría en al
menos diez diferentes temas y eso era en un día bueno. Teniendo sólo dos tareas
impresas debería ser fácil. De hecho, debería ser un maldito buen paseo en el
parque.
Me visto en un pantalón de yoga y un top ajustado, nada holgado después
que accidentalmente mostré mis senos durante la posición del perro delante de
Trevor, el único profesor de sexo masculino en el resort, y me dirijo a la habitación
de buffet para el desayuno.
Agarro mi bandeja de madera y la cargo con un plato de fruta fresca y luego
me sirvo un vaso de té de hierbas más fuerte que se ve que tienen, y espero como
el infierno que alguien le echara algo. Aun así, el deseo no es tan ferviente como
lo era antes. El dolor de cabeza de cafeína que latía en mi cerebro desde que
aterricé en la isla parece haber sido sustituido por un leve latido, muy
probablemente causado por las noches sin dormir. Gracias Dior por eso.
Me deslizo en mi habitual asiento y espero a que los clientes habituales se
unan. Tomando mi cuchara, saco el delicioso centro de maracuyá hacia el
recipiente de yogurt, secando los pocos restos de gotas con mi servilleta. Un sorbo
de té verde después, y sonrío. Esto es todo. Esto es vida.
Tal vez tengo toda esta cosa de estilo de vida holístico después de todo.
—Buenos días, Madison —dice Jacqui, sonriéndome.
—Buenos días. —Le sonrío, y por primera vez en días, lo siento de verdad—
. ¿Cómo dormiste?
—Fan-tás-tico —menciona—. Hice la clase de meditación de vela antes de
acostarme. Deberías probarlo alguna vez. Es lo mejor.
Nos hundimos en un silencio, y pienso en mi artículo para Live Well. Ella es
claramente alguien sacando mucho provecho de este resort. Esto parece una
oportunidad tan buena como cualquier otra para reunir información para mi
artículo.
—Así que, cuéntame. ¿Qué te trajo a Deep Springs, Jacqui?
Jacqui hace una pausa, y una mirada de gravedad destella en su usual
comportamiento alegre.
—Mi novio. Ex, mejor dicho. Me dejó por otra chica.
Mi mandíbula cae, mirando a esta alta y hermosa mujer que parece como si
nunca tuvo un problema en su vida.
108

—¿En serio?
—En serio. —Un lado de sus labios se levanta en una sonrisa—. Pero oye. Paz
interior. Suena bien.
Página

—¿Qué hizo Madison? —interrumpe Kiara mientras se sienta en la mesa, su


voz grave y baja.
—Nada —dice Jacqui, pero ya puedo ver a Kiara añadiendo otros cinco
kilómetros a nuestra carrera de esta tarde. Es de ese tipo—. Sólo preguntó por qué
estoy aquí.
—Oh. —Kiara se encoge de hombros—. Su imbécil compañero la dejó y ella
está aquí para tratar de seguir adelante. Yo también.
Parpadeo.
—¿También estás huyendo de un hombre que piensa con su pene? —
pregunto.
—No. —Kiara niega—. Una mujer que piensa con su vagina.
—Cada vez que pienso en eso yo… sólo… Lo siento mucho… —Jacqui hipa y
lágrimas cubren sus ojos.
—Por favor, no llores. —Me levanto y agarro mi servilleta, entregándosela.
La presiona en su mejilla—. Sé lo difícil que es.
—Lo es. —Presiona, presiona—. Es sólo… —Jacqui detiene su discurso y
mira fijamente la servilleta, luego la lleva a su nariz. Aspira una bocanada de aire,
y entonces deja caer ese pedazo de papel en el suelo y grita.
—¡Ayuda! —grita. Giro mi cabeza a Kiara, pero su rostro esta tan confundido
como el mío—. ¡Soy alérgica al maracuyá, perra!
Es como si hubiese matado a Bambi. O al menos, la hizo entrar en un
destructivo alboroto.
Jacqui se dirige a la estación de bebidas, toma una jarra de agua y la vacía
en su rostro, como si estuviera en una mala película porno. Todo el mundo en la
sala se detiene para mirarla, todo el ruido ahogado por el gemir lamentoso
lanzado de su boca.
—Consigue un kit de primeros auxilios —le dice Kiara a una señorita con el
uniforme del hotel que se ha congelado en la mesa de yogurt. Ella corre hacia la
recepción.
Es el movimiento que necesito para ponerme en acción. Me pongo a ello,
agarro una servilleta limpia desde el final de la mesa y corro al lado de Jacqui,
presionando el material contra su mejilla. Se pone rígida y me dispara miradas
de muerte, pero presiona su mejilla en el material de todos modos. Su grito se
desvanece a un gemido mientras controla su respiración, y es suficiente para
todos para volver a su desayuno.
—Lo siento mucho —digo, estudiando la angustiada chica.
Aprieta sus labios, pero el te-voy-a-apuñalar-mientras-duermes se ha ido de
sus ojos.
—Está bien.
Kiara y Trevor se acercan, y el rojo que se había retirado de las mejillas de
109

Jacqui aumenta de nuevo.


—¿Qué paso aquí? ¿Estás bien? —Trevor coloca un tonificado brazo
alrededor de los hombros de Jacqui, y ella lloriquea—. Vamos a llevarte a la sala
Página

de primeros auxilios y vamos a revisarte para asegurarnos que todo va bien.


Los dos se alejan, dejándonos a Kiara y a mí paradas allí, el centro de
atención de la habitación. Parpadeo los alquitranes que me amenazan.
¿Por qué cosas como éstas siempre me pasan a mí?

***
La segunda parte de mi lista de tareas es mucho más fácil de lograr cuando
Janie me pregunta para tomar bebidas en la tarde. Una vez más, me escapo
después de yoga, aunque esta vez me paso un poco más de tiempo de lo que
debería cepillando mi cabellos y aplicando una capa de máscara resistente al
agua. Por si acaso.
Llego a la piscina para encontrar a Janie tendida en una reposera. Su vientre
redondo sobresaliendo entre las dos mitades de su bikini. Apoyo la bolsa azul
marino a rayas en la reposera a su lado y me acuesto, pateando las sandalias de
mis pies.
—Esto es vida. —Janie suspira y levanta una mano en el aire. De la nada,
aparece un chico de la cabaña de camisa blanca—. Agua mineral y un champán,
por favor.
Sonrío, pero niego. Necesito toda mi lucidez si voy a intentar averiguar más
sobre Tate Masters y su extraña relación.
—Oh, no necesito un champ…
—Dos aguas minerales entonces —interrumpe Janie.
—Sí, señora. —El chico asiente y se precipita hacia la barra en el otro
extremo de la piscina de borde infinito.
—Así que... ¿estás disfrutando del yoga? —pregunto, pensando cuánto
tiempo exactamente debería esperar antes de preguntarle sobre Tate.
—Está bien. Aunque si mi idiota hermano no estuviera haciendo la vida tan
malditamente estresante, dudo que lo necesitara.
¡Ajá! Misión cumplida.
—¿Ah, sí? —Me concentro en las altas palmeras balanceándose con la brisa,
e intento mi mejor esfuerzo para no dejar que mi entusiasmo se filtre en mi tono—
. ¿Qué ha hecho esta vez?
Janie suspira y giro mi cabeza para enfrentarla.
—Voy a ser honesta contigo, Madison.
Trago. De alguna manera, ella me ha hecho sentir cerca de dos metros de
altura.
—Adelante.
—No me gusta el chisme sobre celebridades. Sé que puede parecer
sorprendente, dado en la industria en la que estoy, pero es un hecho. La semana
pasada, alguna escoria nos siguió a Tate y a mí a casa. Saltó a la parte delantera
del auto, y yo me desvié y casi choco contra un árbol para evitar matarlo. Deseo
110

haberlo atropellado. —Janie pone sus manos en puños, y me encojo en mi


interior. Mierda. Esto no se ve exactamente bien—. De todos modos, tú eres una
periodista. Y sé que estás aquí por alguna opción de yoga, pero que solías trabajar
Página

en Lola.
Me enderezo. Cómo demonios se…
—Linked In. En realidad no fue tan difícil. —Sonríe dulcemente, y manejo
una risa tonta. Una de por-favor-no-me-atropelles-como-quieres-hacerle-a-ese-
paparazzi risita—. Así que siento que puedo hacerte una oferta. Por razones que
estoy segura que estás consciente, la reputación de mi hermano está un tanto...
manchada en este momento.
—Continúa. —Hago un movimiento con mi mano para que siga.
—Tenía un periodista viniendo aquí para cubrir un artículo para mí, pero
resulta que ellos han cancelado los vuelos a la isla, mientras el volcán está activo.
—Me estremezco y Janie continúa—: Necesito una historia sobre cómo Tate y
Mikaela son más fuertes que nunca. Cómo su amor es lo que las niñas de todo el
mundo sueñan. Él es el príncipe azul encarnado, bla, bla, bla.
Frunzo el ceño. Recuerdos destellan en mi mente sin querer. Sus labios en
mi cuello. Su fuerte cuerpo sobre el mío.
Cruzo mis piernas.
—¿Es así?
Janie ladea la cabeza.
—¿Es qué?
—Es su relación… ¿Buena?
—¿Importa?
Contengo la respiración, No puedo dejarle saber que ya sospecho que algo
acerca de la situación Ta-kaela está seriamente, seriamente mal.
—Para mí lo hace.
—Madison, déjame darte un pequeño consejo de vida… —Janie da una ligera
y tintineante risa—. Nunca dejes que la verdad se meta en el camino de una buena
historia.
Es en este momento que sé que esta mujer es un tiburón. Ella podría parecer
toda agradable y dulce como un pastel, pero te tiraría debajo de un autobús si
tuviera que hacerlo.
Me gusta.
Mucho.
Y más que eso, este tipo de acceso a Tate Masters podría ser la misma cosa
que me permita confirmar mis sospechas sobre su farsa de relación. Peor de los
casos, incluso una historia sobre los dos siendo felices y enamorados me puede
ganar algunos puntos con Chloe y Jack, si no consigo mi trabajo devuelta.
—¿Dónde firmo?
111
Página
Capítulo 21
Tate

H
ay pocas cosas en la vida más humillantes para un hombre que se le
diga que su escena de sexo no es lo suficientemente sexy.
—Tate, necesito más. Necesito que quieras acabar con esta
mujer, romperla en pedazos. —Julien mueve sus caderas como si estuviera
bombeando dentro de ella—. Todos queremos sentir como si estuviéramos a
punto de presenciarte teniendo sexo en la playa.
El correo que recibí anoche no sale de mi cabeza. Necesito conseguirle ese
dinero a Danny. Y luego tengo que asegurarme que no haya nada más que él y su
familia tengan sobre nosotros. Odio que sean parte de mi pasado.
Niego y trato de enfocarme en la tarea a la mano. Si tan solo hubiera algo
que me pudiera ayudar a sacarme esas imágenes de la cabeza…
—¿Tienes problemas para levantarlo? —Mikaela me guiña un ojo desde
donde está reclinada en la arena.
Sí. Sí, eso funcionaría.
—Cállate —murmuro en voz baja, luego dirijo mi mirada a Julien—. ¿Desde
el principio de nuevo?
—Sí. —Julien asiente.
Me dejo caer de rodillas y coloco un brazo a cada lado de mi “novia”. El
equipo vuelve a ponerse en sus lugares, y el asistente de cámara corre con el
micrófono para tomar el audio de nuevo. Mikaela bate sus pestañas, y la miro con
el ceño fruncido. Ella sabe lo mucho que necesito esta película. No puedo dejar
que me lo arruine ahora.
—Acción —dice Julien, y cierro mis ojos para encontrar un punto de
enfoque. Siempre ha sido el océano; la única cosa constante en mi vida. Largas y
onduladas olas que suavemente se enrollan, luego caen. Azules, verdes, grises y
dorados; una miríada de colores dan vueltas en mi mente.
Concéntrate.
Soy Jack Beemster. Y amo a esta mujer.
Mis ojos se abren y miro las profundamente de los ojos verdes de Mikaela.
—Eres mía —digo, luego bajo hacia sus labios.
—¡Corte!
Me aparto.
—¿Ahora qué?
112

—Todavía no lo siento. La forma en que te inclinaste fue tan… tensa. —Julien


guiña un ojo esta vez, y lo único que puedo hacer es no lanzar un puño de arena
Página

en su dirección.
—Está inclinándose sobre ella. No quiero que se vea muy forzado. —Me
encojo de hombros.
—Están enamorados. Dame algo de ese Ta-kaela por el que son tan famosos.
Miro al océano. Dios, necesito concentración hoy.
—Lo siento, Julien. —Me doy vuelta para mirarlo, y…
Mierda.
Y ahí está ella.
Janie y Madison están de pie detrás y a la derecha de Julien. Madison tiene
un bolso de rayas que cuelga en su hombro, su oscuro cabello cae frente a su
rostro. Las piernas bronceadas se asoman bajo un vestido blanco que es tan
tentadoramente corto, que puedo ver las cimas bronceadas de sus muslos. Muslos
que quiero envolver alrededor de mí. Muslos que quiero…
—¡Acción!
Mierda.
En algún momento durante mi flagrante festival de pervertido, comenzamos
de nuevo. Muevo mi cuerpo para quedar sobre Mikaela, tratando de no pensar en
Madison mirando esto ahora mismo… mirándome hacerle el amor falsamente y
para nada sexy a otra mujer. Presiono mis ojos cerrados y pienso en el océano, el
océano azul y verde infinito, pero cada color de alguna manera termina siendo
como el de los ojos de Madison, cada inclinación de ola la curva de sus senos.
Mis ojos se abren, y cuando veo la verde mirada de Mikaela, vacilo. Es…
Madison.
Sus labios llenos. Su cuerpo deseoso.
—Eres mía —gruño. Una mano acuna su barbilla, luego mi cuerpo se empuja
contra el de ella. Los labios se encuentran en una tormentosa pasión. Los cuerpos
colisionan con necesidad. Mi mano recorre su costado, sobre la cadena amarilla
del bikini hasta su trasero que se levanta para encontrar mis caderas en una
implacable demostración de deseo sexual que no puedo controlar. Ninguno de
nosotros puede controlarlo. Madison y yo, simplemente…
—¡Corte!
Me congelo.
Mikaela parpadea y me mira, con una nueva luz en sus ojos.
—Eso fue… —Julien se detiene. Rápidamente me pongo de pie, moviendo
mi cuerpo para que Madison no pueda ver lo duro que estoy—. Trés briliant. —
Aplaude, y varios miembros del grupo se le unen en el esfuerzo.
—Eso fue bastante caliente, Masters. —Sonríe Mikaela—. No tendría nada
que ver con la morena…
—Cállate —espeto, y veo de nuevo el océano, de alguna forma más
confundido sobre mi vida ahora de lo que estaba cuando todo esto empezó.
113

Madison
Página

Ver a Tate besar a Mikaela me apuñala directamente en el corazón y me


tiene deseándolo aún más. Es una escena sexy, verdaderamente candente, y una
que sé hará que los símbolos del dólar suban más rápido que un volcán en
erupción en la taquilla.
—Entonces ¿cuánto más hasta que se enreden? —pregunto a Janie, como si
viera tipos más calientes que el infierno besarse con supermodelos todo el tiempo.
—Esta es la última escena —responde Janie. A unos metros frente a
nosotras, Tate se pone de pie. Mis ojos se enfocan en el espacio entre sus piernas.
¿Está duro? ¿Estaba fingiendo con ella? Por lo general si de verdad estuvieran
enamorados él debería tener una erección de tres metros.
Borra eso. Ese beso fue jodidamente caliente. Ya fuera que su relación sea
cierta o no, él debía estar tan tieso como un cadáver.
—¿Estás mirando la polla de mi hermano?
Oh.
Eso es incómodo.
—¡No! —Mi voz es aguda. Demasiado aguda—. Claro que no. Sólo estaba
mirando el océano. —El pedacito de océano al lado de la polla de tu hermano. Sí,
esa es una coartada creíble.
—Claro. —Janie suena tan convencida como lo estoy yo, pero comienza a
avanzar de todos modos—. Vamos. Voy a hacerle saber las buenas noticias.
—Claro. —Asiento, empaco y sigo sus largas zancadas.
El equipo de cámaras está empezando a empacar, los cables son enrollados
y los trípodes son doblados. Un hombre que presumo debe ser el director; ¿quién
más podría ponerse una boina en esta infernal calor?; hace gestos extravagantes
con sus manos que hacen que cuatro hombres adultos salgan corriendo como
mujeres en rebajas.
—Tate, Mikaela. —Janie camina hacia su hermano y Mikaela, y yo voy tras
sus pasos. Mi mano vuela a mi cabello. Dios, espero que se vea bien—. Recuerdas
a mi amiga de yoga, Madison, ¿verdad?
—¿Cómo podría olvidarla? —Los ojos de Tate queman, y me quedo quieta
bajo su sexy mirada. No, no estoy atraída por ti. Ni un poquito.
—Bueno, Madison es de Sydney, Australia, donde trabaja como periodista.
—Janie enfatiza la última palabra.
Cuando lo dice, estudio a Tate. Nada. Su rostro es tan serio como el Arnie
después del Botox.
—Qué bueno verte de nuevo —ronronea Mikaela.
—Ya que toda esta cosa de la nube de ceniza volcánica se ha apoderado de
todo, vamos a utilizar los recursos que tenemos aquí y le daremos a Madison una
exclusiva sobre tu relación. Que es más fuerte que nunca. —Los ojos de Janie van
de Tate a Mikaela y luego de regreso.
114

En ese preciso momento, Tate toma la mano de Mikaela y la envuelve con


sus dos manos grandes y bronceadas. Dios, sus dedos son perfectos. ¿Cómo puede
ser un hombre tan atractivo?
Página

—Lo que necesites.


Lo que necesito es una ducha fría. En cambio, sacudo mi cerebro y me
concentro.
—Bueno, me parece que lo mejor para historias como éstas es sólo
observarlos a los dos juntos. Ya saben, tener alguna idea de la interacción normal
entre dos personas que están tan enamoradas.
Retuerzo mis dedos entre sí y los meto entre los pliegues de mi vestido. En
realidad, lo que quería era pasar más tiempo con ellos para observarlos en su
relación. Más tiempo donde con suerte, uno de ellos tendría un desliz. Por favor
no vean a través de mi fachada.
—Tiene sentido. —Tate habla lentamente, con los ojos entrecerrados—.
Bueno, ¿cuándo quieres empezar?
—¿Por qué no ahora? —Me encojo de hombros.
—Suena fabuloso. Estaba pensando en ir a la playa. –Mikaela mira hacia su
bikini—. Después que me quite todo este maquillaje, claro.
—Suena como un plan. ¿Te veremos acá en diez minutos? —pregunta Tate.
—Genial.
Tate se da vuelta para caminar hacia el edificio de damasco detrás de
nosotros. Los músculos a lo largo de su espalda se flexionan mientras se mueve,
y como si pudiera sentir mis traidores ojos, se da vuelta. Mi aliento sale de mis
pulmones.
—¿Tate?
Janie y yo giramos nuestras cabezas para mirar a Mikaela.
—¿Mmmm? —pregunta.
—Te olvidaste de mi beso de despedida. —Sonríe dulcemente, y odio que mi
estómago se retuerza. Es su novia. No es mío para ponerme celosa.
Tate acorta el camino en cuatro pasos. Su mano se curva alrededor de su
nuca, y yo bajo la mirada. No quiero ver esto.
—¿No te gustan las demostraciones públicas? —Janie golpea mi brazo, y alzo
la mirada, sonriéndole.
Justo a tiempo. Tate presiona un corto beso sobre la frente de Mikaela, luego
se va de nuevo.
Esta vez, no vuelve a mirar hacia atrás.

Tate
—Esta es sin ninguna duda una de las peores ideas que has tenido. —Paso el
paño por mi rostro, deshaciéndome del ridículo maquillaje pegado a mi piel.
—No, es genial. —La voz de Janie suena a través de la línea del teléfono en
altavoz–. Es una chica dulce, y su corazón acaba de ser roto por algún idiota.
Madison quiere creer en el verdadero amor. Y la primicia hará maravillas con su
115

carrera.
Me muerdo la lengua. No había necesidad de decirle que Madison podría no
Página

creerse mucho la historia de amor de Ta-kaela, gracias a una noche más caliente
que el infierno en la playa.
—Sólo deja que te siga por unos días. Los fotógrafos llegarán mañana.
Entonces terminamos la película, todo el mundo consigue el dinero, y tú y
Mikaela no tienen que volverse a ver nunca en la vida, por lo que me importa —
suspira Janie.
Aprieto mi mandíbula y estudio mi reflejo en el espejo. El maquillaje ya no
está, y sólo soy el tipo normal que siempre he sido. La única diferencia es, que
estoy a punto de tener suficiente efectivo como para encargarme de mi hermana
y su pequeño niño.
Es por eso que estoy haciendo esto.
Incluso si eso significa que tengo que pasar más tiempo con una hermosa
reportera quien se las ha arreglado para desestabilizarme más que cualquier
mujer que haya conocido hasta donde puedo recordar.
Sólo le daré su espacio; eso es lo que hago. Ella puede pasar el rato con
Mikaela en la playa y yo saldré a surfear. Eso es suficiente para lo que necesita…
¿verdad?
—Lo tengo —digo, pero mi voz vacila un poco, y no estoy seguro de a quien
estoy intentando convencer, si a ella o a mí.

116
Página
Capítulo 22
Madison

B
ajo la mirada a mi reloj. Han pasado más de treinta minutos desde
que Tate y Mikaela dijeron que se encontrarían aquí conmigo.
Supongo que no debería estar sorprendida. Son grandes
estrellas de cine, y yo sólo soy una estúpida periodista a la que van a engañar en
creer su historia de amor.
Muevo los dedos de los pies, y la arena blanca me cubre los pies. Hay un
gran oleaje en ese lado de la isla y un grupo de chicos, algunos de los cuales
reconozco de la grabación anterior, pasan a mi lado con tablas de surf bajo el
brazo, dirigiéndose hacia el agua.
El último del grupo se detiene cuando me alcanza, y levanto la mirada para
encontrarme con Tate Masters.
—Pensé en tomar una ola. ―Mira la obvia hemorragia mientras el resto del
grupo chilla y gritan, golpeando el agua con grandes salpicaduras—. ¿Surfeas?
—No. —Niego—. ¿Lo hace Mikaela?
Algo destella en la mirada de Tate.
—No. No lo hace.
Las olas rompiendo contra la orilla acentúan el silencio entre nosotros y uno
de los chicos grita a lo lejos del océano.
—Vamos, Tate.
—Debería… —Mira sobre su hombro a las olas que parecen demasiado
grandes para ser seguro entrar. Ojeo la playa. Mikaela aún no está a la vista.
Entonces tomo una decisión. Tengo que tener esta historia.
Incluso si significa seguir a este tipo al océano.
—Genial. —Dejo la bolsa en la arena y me quito el vestido blanco por la
cabeza, quedándome sólo en bikini.
Tate abre los ojos como platos.
—¿Qué estás haciendo?
Frunzo el ceño.
—Conseguir mi entrevista.
—Pensé que esperarías aquí por Mikaela. Ya sabes… para no arruinarte el
peinado y todo eso.
Es la última frase la que lo logra.
117

—No estoy asustada de mojarme.


Tate alza las cejas y me encojo, preparándome para su, sin duda, sucia
Página

broma. En cambio, me da una pequeña sonrisa.


—Eres algo más, Madison.
Esas palabras me hacen sentir demasiado bien en el interior.
Y así es cómo termino corriendo detrás de Tate hacia el agua, intentando no
mirar demasiado los músculos de su espalda mientras se curvan y flexionan sus
pantorrillas bien formadas.
Atraviesa el agua y cuando llega a las olas rompiendo, baja su gran tabla y
se sube a ella. Echa la cabeza hacia atrás, las gotas de agua colgando de las puntas
de su cabello rubio oscuro y me mira.
—Vamos.
Doy un paso adelante.
Hielo.
Frío.
CONGELADO.
Niego.
—El agua está rota.
—¿Rota?
—Alguien olvidó subir la temperatura.
Tate me da una sonrisa. Empuja la tabla hacia abajo cuando se acerca una
ola, una del grupo en la cresta.
—Simplemente hazlo, Madison. Sólo déjalo ir.
Las palabras resuenan en mi cabeza. Sólo déjalo ir. Toda mi vida he estado
controlada. Dejarlo ir no es lo que hago.
Estudio el agua, cada ola aparentemente más fría que la anterior.
—¿Si hundirte en esa ola y congelarte el trasero es lo peor que puedes hacer
hoy, realmente es un mal día?
Eh.
Esas palabras…
Sí. ¿Realmente es lo peor que puede suceder?
¡Infiernos sí!
Tenso los músculos y camino.
Echo a correr hacia el agua, salpicándome las piernas y torso mientras
empujo contra la corriente. Cuando el agua me llega a la cintura y una ola alcanza
la cumbre, me hundo.
Está fría, tan fría que siento como si se me estuviese congelando el cerebro.
Nado hasta llegar a la superficie. Esta vez, cuando abro los ojos se siente como
que he tomado cinco cafés, todos a la vez. Cada célula de mi cuerpo parece bailar.
Es fresco, libre e innovador.
Nunca me he sentido tan viva.
118

—No tan malo, ¿eh? —Tate sonríe.


Ahora está al lado de su tabla, con una mano sobre la superficie blanca. El
Página

agua brilla sobre su pecho cincelado y cerca de él así… glup. La tensión crepita
entre nosotros.
—Es genial. —Sonrío, y me recompensa por ello nadando más cerca, hasta
que sólo una pieza de fibra de vidrio se interpone entre nuestros cuerpos.
—Súbete. —Tate golpea la superficie de la tabla.
Frunzo el ceño.
—¿Lo dices en serio?
—Como un ataque de corazón, señorita. —Sus ojos se oscurecen y mira la
tabla y de nuevo a mí—. Vamos, sube. Te vamos a enseñar a surfear.
No me pierdo el uso del “nosotros”, incluso aunque los miembros del equipo
están a unos buenos diez metros de nosotros. Quiere dejar claro que no somos él
y yo saliendo solos. Estamos en un grupo. Sin hacer nada impropio.
Me subo a la tabla amablemente. Tate se mueve alrededor bajo el agua y,
segundos después, me rodea el tobillo con las manos. Me congelo ante el contacto.
Piensa en cosas poco atractivas. Piensa en cosas poco atractivas.
—Sólo te estoy poniendo la cuerda de seguridad en la pierna, Madison —
indica, aunque juraría que su voz tiene un indicio ronco—. Nada de lo que reírse.
La abrocha alrededor de mi tobillo, luego guía la punta de la tabla hacia una
ola que se acerca y floto sobre la cima, un movimiento ascendente y descendente
relajado. Él está cerca, tan cerca que puedo lamer la sal de su bíceps, hacia su
cuello, hacia su mandíbula con incipiente barba.
Golpea la punta de la tabla.
—Este bebé es una campeona. Es una gran…
—Australiana, ¿recuerdas? —Sonrío—. Sé lo que es una campeona. Solía
hacer body board cuando era pequeña.
—¿De verdad? —Tate ladea la cabeza—. No te habría tomado como las de
ese tipo.
—Hay muchas cosas que no sabes sobre mí, Tate Masters. —Ni la verdad.
Tate sonríe.
—Y aquí estaba yo, todo agradecido que hoy las olas fuesen pequeñas.
Miro las olas que me parecen gigantes, luego a Tate.
—¿Esto es pequeño?
Asiente.
—De verdad. Lo es. Pero elegiré una ola pequeña para ti, porque soy un tipo
agradable. Luego voy a girarte y…
Su boca se sigue moviendo, pero me quedo en lo de girarme. Y espero que
lo que sigue sea mucho más sexual que las palabras que estoy bastante segura que
realmente están saliendo de su boca.
—¿Lo tienes? —pregunta, su mirada seria.
119

Asiento, porque “No, estaba pensando en todas las cosas que me gustaría
que me hicieses” no parece una respuesta apropiada.
Página

—De acuerdo.
Tate mueve la mano por la tabla y me enfrenta a playa. Es entonces cuando
experimento dos miedos completamente racionales.
1. ¿Y si intento tomar una ola pero me caigo? ¿Y luego estoy nadando y la
tabla me golpea en la cabeza mientras intento llegar a la superficie, quedándome
inconsciente? ¿Y luego me hundo?
2. ¿Y si Tate me está mirando el trasero ahora mismo y se da cuenta del mal
bronceado? ¿O el ligero indicio, bueno Courtney dice que sólo es ligero, de
celulitis en mis muslos?
—No creo que sea buena idea. —Niego. La tabla sube con la ola y golpea
como si se meciese contra la superficie del océano. Me aferro a los lados, con el
cuerpo plano.
Tate nada a mi lado, su aliento caliente contra mis brazos fríos.
—Vas a estar bien. Piensa en ello como… parte de tu entrevista. Una
experiencia compartida.
Trago saliva. Es ahora o nunca.
—Hablando de ello… ¿No crees que esto es un poco extraño? Una entrevista
de lo enamorado que estás de Mikaela cuando tú y yo… bueno…
—¿Bueno qué? —pregunta.
Trago saliva.
—Nosotros… Nosotros… —Busco la forma de describir lo que hicimos.
¿Besarnos? ¿Medio desnudarnos? ¿Tontear?
—¡Aquí viene! ¡Rema, Maddie, rema! —grita Tate, y entonces la tabla vuela
hacia delante mientras él la empuja.
Miro por encima de mi hombro, santa madre de las criaturas marinas, la ola
gigante corriendo hacia mí. Quiero salir de aquí. Eso no es algo que pueda…
—¡Rema! ―grita Tate, y es el momento en que me doy cuenta que no tengo
otra elección.
Es remar o ser arrojada. Hundirse o nadar. Y no quiero ahogarme.
Remo, abriéndome paso en el agua con los brazos para propulsarme. La ola
surge y me lanza hacia la playa. La tabla comienza a hundirse e instintivamente,
echo el peso hacia atrás. Sujeto los lados de la tabla blanca de fibra de cristal con
las manos, presionando el cuerpo plano contra ella.
Vuelo a través del agua como no he hecho desde que era niña. Es rápido y
estimulante. La sangre bombea por mis venas de un modo que no ha hecho en
años y estoy viva, muy viva. Mucho más viva de lo que estaba viviendo en mi
perfecto apartamento seguro con mi perfecto prometido seguro.
—¡Yuju! —chillo. En algún lado detrás de mí, escucho las felicitaciones de
Tate, pero la sangre rugiendo en mis oídos lo ahoga. Lo estoy haciendo.
Realmente lo estoy haciendo. Puede que no esté de pie, pero estoy tomando una
ola. Estoy tomando una…
120

De la nada, el pico de una ola me golpea y ya no estoy montando esta bestia.


En cambio, choco como un clavo contra el suelo del océano, mi cuerpo cayendo
de la tabla y golpeando la arena. Mi pantorrilla tira hacia un lado, el resto hacia
Página

el otro y de repente, estoy liberada, la cuerda de seguridad ya no sigue conectada


a la tabla. El dolor inunda mi lado izquierdo. El agua se arremolina con furia
mientras ruedo de lado a lado. Tira de mi cuerpo por aquí y por allá, y no sé cómo
salir. ¿Qué dirección es hacia arriba?
El corazón me late con fuerza en el pecho, y los pulmones me arden con la
quemazón del agua salada. Abro un poco los ojos, pero la sal hace que me piquen
y el océano es solo un desastre verde enfadado con franjas doradas de arena
extendidas a través de él. Pateo, empujándome con las manos, intentando
alejarme nadando de la corriente, de la despiadada marea que me lanza y me gira.
¿Y entonces?
Luz. Directamente sobre mí.
Nado con tanta fuerza y rápido como puedo, arrastrando mi cuerpo a través
del agua con las manos. Cuando llego a la superficie toso una, dos y tres veces,
intentando aclarar el líquido de mis pulmones.
—Maddie. —La voz de Tate está tensa con preocupación y miro para verle
nadando hacia mí con dos de los otros chicos de antes. Su tabla se ha ido y miro
hacia la playa. Está varada en la orilla, como si no acabase de intentar matarme.
Bastarda asesina—. ¿Estás bien? —pregunta Tate.
Logro darle una débil sonrisa, como si casi me ahogase todo el tiempo.
Ahí es cuando lo veo.
La pieza de material rojo flotando a medio camino entre Tate y yo.
Oh no.
Por favor, no, no dejes que sea…
Bajo la mirada.
Sí.
Es la parte de arriba de mi bikini.
De algún modo, es como si mi ropa me leyese la mente y decidiese quitarse
ella misma como una barrera entre Tate y yo. ¿Por qué no pensé en añadir eso a
mi lista de miedos surfeando?
—¡No te acerques más! —―digo ahogadamente, levantando una mano en el
aire.
—¿Eh? —Tate ladea la cabeza, pero deja de nadar hacia mí.
—Yo… eh… —Muevo la mano para cubrirme el pecho bajo la superficie del
océano, aunque dudo que pueda ver nada desde la distancia y el ángulo en el que
está—. Necesito agarrar mi…
Tate pasa la mirada a la pieza de tela rojo, luego de nuevo a mi rostro. Sonríe,
una gran sonrisa come mierda y pongo los ojos en blanco.
—Cállate, Tate.
—Lo siento. Simplemente es un poco… —Tate intenta controlar su risa, pero
de todos modos se le escapa una risa. Una risa. Es, al mismo tiempo, la cosa más
linda y más vergonzosa que me ha pasado, todo a la vez.
121

—Chicos, tengo esto bajo control. —Tate les hace señas a los dos surfistas
para que vuelvan y uno de ellos le dice algo antes de girarse y volver con el grupo,
dejándonos a Tate y a mí.
Página

Bueno, Tate, yo y mi traicionero top del bikini. Mis piernas trabajan el doble
para caminar en el agua mientras una pequeña ola llega a la cima, dejándome
subir y bajar con ella.
—Voy a nadar hacia ti y puedes girarte y no mirar.
—¿No tendría más sentido que yo nadase hacia ti? —pregunta Tate—.
Pareces cansada.
Le doy una mirada asesina.
—Simplemente hazlo.
Tate alza ambas manos en rendición y se gira y nado hacia él, poniendo el
cuerpo tan vertical como puedo. Cuando me acerco, estiro el brazo y tomo el
bikini. Lo tomo con torpeza mientras me mantengo a flote con los pies e intento
atarme las dos tiras alrededor del cuello y me cubro los pechos con los triángulos.
Es muy difícil hacerlo y al mismo tiempo nadar. Estúpida pieza de mierda de
diseñador. Lo que necesitaba era un traje de baño. Algo con lo que pueda hacer
esto de nuevo, solo que esta vez menos desnuda.
Cuando estoy cubierta, me giro y nado de nuevo a la orilla.
—¡Oye! —chilla Tate detrás de mí. Me hundo bajo el agua mientras una ola
me pasa, dejando que me acerque a la arena. El dolor se dispara por mi lado
izquierdo cuando levanto el brazo sobre el agua, pero lo ignoro.
Cuando llego a aguas poco profundas, me levanto. Me tiemblan las rodillas
y tomo una gran bocanada de aire entrecortada. Eso fue intenso.
—¡Oye! —grita Tate de nuevo. Miro por encima del hombro. Ahora está más
cerca, con el agua a la altura de la cintura mientras nada hasta llegar a la orilla—.
¿Te estás rindiendo?
Dios, quiero rendirme. Quiero rendirme de este estúpido intento de surfeo.
Quiero rendirme de esta historia y rendirme de esta molesta atracción que hace
que me duela el pecho cada vez que él está alrededor. Quiero rendirme de intentar
encontrar la paz interior y respirar profundamente. Quiero rendirme en fingir que
encajo trabajando en esta revista global, cuando es todo lo que no soy.
Pero no lo haré.
Me rendí y me enamoré de un hombre que pensé que sería una buena pareja
para mí, incluso cuando no lo era.
Y ahora, he aprendido.
Soy mejor que eso.
Endurezco la mirada cuando miro a Tate.
—Los australianos no nos rendimos. —Camino por la arena hacia la
diabólica tabla, tomándola y clavándola en la arena—. Sólo estaba recuperando la
tabla para volver otra vez.
122
Página
Capítulo 23
Tate

D
urante dos horas, Madison surfea conmigo. Al principio, apenas
podía remar, pero hacia el final de la sesión, ha ganado un cierto tipo
de equilibrio, e incluso empuja a sus rodillas dos veces sin que se
caiga. Ella toma al surf como pez en el agua, y mientras la sonrisa se extiende a
través de su rostro cuando toma esa primera caída, quiero bombear el puño al
aire. ¡Demonios, sí!
—¡Eso fue increíble! —Ella respira, sus ojos marrones encendidos con un
fuego que no he visto desde que la conocí. Deja caer la tabla en la arena y hace
esta cosa de saltito, como si sólo estuviera tan malditamente feliz.
Dios, es sexy. Algo acerca de ella, algo que va más allá de su aspecto
simplemente me habla.
—Es un subidón. —No puedo evitar sonreír junto con ella. Su excitada
energía es contagiosa.
—Yo sólo… ¡nunca he hecho algo así antes! Fue como volar, y…
Mis labios tienen una mente propia. Un momento estoy de pie allí como un
chico normal que está mirando algún conejito increíblemente caliente deleitarse
en la alegría de su primer surfeo; al siguiente está en mis brazos, cerca de mi
pecho, y mis labios hacen una línea recta hacia los suyos, desesperados por
conectarse.
Se queda inmóvil, la sonrisa en su rostro cayendo lentamente. Su labio
inferior, tan regordete y rosa, tiembla, y maldita sea, quiero tomarlo entre mis
dientes, jalarlo, luego hacerlo mejor. Sus ojos se concentran en mi boca, que se
mueve en piloto automático e impulsándose hacia el suyo.
En el último minuto, regreso a mis sentidos. Mis labios se alzan
bruscamente y se presionan contra su frente, pero se necesita fuerza de voluntad,
muchísima fuerza de voluntad. Ella tiembla en mis brazos, y la atraigo un poco
más cerca como si pudiera protegerla de mí mismo.
Entonces, la aparto.
Y apartarla es difícil, pero mantenerla en mis brazos es más difícil. Sí.
Puedes tomar ese todo el camino hasta el banco de juego de palabras.
—Parece que tuvieron ciertamente un buen rato ahí.
Mierda.
Mikaela
Me giro para ver su paseo por la playa, una sonrisa fácil en esos labios de
123

colágeno. La pregunta en sus ojos es clara, y me cuesta recordar por qué dejé a
Madison ir a surfear conmigo en primer lugar.
Página

—Sólo estaba... cuando llegué aquí estabas atrasada, y yo... —Madison se


desvanece. Mikaela cuela un brazo alrededor de mi cintura, luego lo tira un poco
hacia atrás de modo que no se ponga demasiado mojada. Me he dado cuenta, y
por la forma en que los ojos de Madison se amplían ligeramente antes que los
instruya de nuevo en línea, se da cuenta también.
Y odio que no odie eso.
Como si sintiera mi pensamiento, el agarre de Mikaela alrededor de mi
cintura se aprieta.
—Vamos, ¿de acuerdo?
En silencio, los tres caminamos hacia la piscina, Madison parando para
recoger su bolso de mano y el vestido en el camino. Cuando llegamos a una mesa
reservada con vistas al océano y al cielo que está pintado en tonos rosas y
amarillos encima de ella, nos deslizamos Mikaela y yo en un lado, Madison
pausando en el otro.
—¿Puedo tener un minuto? —pregunta antes de sentarse—. Sólo necesito...
refrescarme.
—Claro —dice Mikaela, y Madison se va.
Tan pronto como la reportera está fuera del alcance del oído, mi “novia” se
gira.
—¿Puedes no babear por ella en público? —sisea.
—No sé de qué estás hablando.
—Parecía que ibas a hacerlo con ella antes que llegara e interrumpiera en la
playa.
Oh.
Estaba en eso.
—Bueno, tampoco estabas engañándola. ¿La forma en que moviste tu brazo,
así no te mojaría después del surf? —me burlo—. ¿Cómo es posible que pudiste
adherirte durante los meses que tardaste en conseguir este papel, y sin embargo
ahora no puedes soportar estar lo suficientemente cerca como para convencer a
una joven reportera durante cinco segundos que estamos enamorados?
—Lo siento. —Mikaela niega—. Supongo que es sólo mucho más fácil de
hacer cuando actúas al menos un poco interesado en mí, Tate. Cuando estás
haciendo ojitos a otra persona, mi motivación se desliza.
—Cuán buen “actriz” de ti, querida —digo, sonriendo, luego poniendo una
voz aguda imitándola—. ¿Cuál es mi motivación?
—Ahora mismo, es un enorme cheque de pago. —Mikaela me guiña y
endereza sus hombros, una sonrisa estampada en su rostro. Madison camina
hacia nosotros, su cabello ahora asegurado en un moño en la parte superior de su
cabeza—. Así que cállate y juega el papel.

Madison
124

—Está bien, Madison. Contrólate. —Me recargo contra el lavabo de


Página

porcelana blanca, mirando mi reflejo en el espejo. Hebras de cabello alrededor de


mi cara y mis mejillas tienen este resplandor rojo, me veo como si acabara de
haber sido follada, o como que quisiera serlo.
Cuando me abrazó en la playa, perdí toda la noción del tiempo. Pensé que
estábamos a punto de besarnos, y entonces él me sostuvo en sus brazos en su
lugar, apretada contra su duro cuerpo. Me estremezco recordando cuan perfecto
se sintió. Como peligro y seguridad, todo en uno.
Entonces Mikaela llegó, sólo ahora que sospecho juego sucio, noté cosas. Vi
la mirada calculada en sus ojos mientras evaluaba la situación, y la forma en que
envolvió su brazo alrededor del cuerpo de Tate, pero no se puso lo
suficientemente cerca para mojar su atuendo. Fue la confirmación que esto era
sólo para el espectáculo, una oportunidad para tomar fotos sin ser estropeadas
por un poco de brisa marina fuera de lugar.
Ahora, sólo tengo que ir y sentarme con el más sexy prometedor de
Hollywood y convencerlo de compartir su secreto conmigo.
Oh. Y de alguna manera no tropezar, patinar, y aterrizar en el pene de Tate
en el proceso, no importa lo mucho que mi estúpido cuerpo parece tener la
intención de hacerlo.
Enrosco mi cabello en un moño, con la esperanza que me ayude a parecer
un poco más profesional, y deslizo mi vestido blanco por mi cabeza. Mis brazos
tiemblan mientras me muevo, mi pulso golpeando en mi muñeca. Una mezcla de
adrenalina y nervios me tiene más inquieta que un gato sobre un techo de
hojalata.
Necesito calmarme, ya.
Y ahí es cuando lo pienso. Yoga. Puedo hacer esto. Es todo acerca de respirar
profundo. Inhala por la nariz. Exhala por la nariz.
Inhala por la nariz. Exhala por la nariz.
Puedo hacer esto.
Puedo.
Elevo mis hombros hasta mis orejas y luego los ruedo hacia atrás,
enderezando mi columna.
—Tienes esto —digo, justo cuando una de las actrices de grado-B que
reconozco de los paseos de la película, entra al baño, dándome una mirada
extraña.
Sin embargo, no dejo que me ponga nerviosa. Estoy en control.
Atravieso las puertas y camino hacia la mesa, ahora en la sombra de los
nubarrones oscuros hinchándose por encima. Sentándome, hojeo mi bolsa por
mi teléfono, colocándolo sobre la superficie de madera entre nosotros, listo para
grabar.
Tate y Mikaela están listos, caras en juego. Ella le sonríe, y él tiene un brazo
alrededor del respaldo de su silla. No se dan cuenta que el juego está a punto de
cambiar. Dos podrían ser compañía, y tres una gran multitud.
125

—Supongo que te gustaría saber la verdad sobre ese tonto vídeo que parecía
que Tate estaba en él. —Mikaela se ríe, un sonido tintineante elegante—. Es
Página

increíble lo que Photoshop puede hacer estos días.


—No. —Echo un vistazo a mi teléfono, pero no pongo grabar. Aún no—.
Quiero saber la verdad sobre por qué están fingiendo esta relación.
Capítulo 24
Tate

M
ikaela se tensa. Sus ojos se mueven rápidamente al teléfono y de
vuelta a Madison, pero su expresión se mantiene neutral. Los ojos
de Madison no dejan los míos y la odio y la amo a la vez.
—No sé de qué hablas. —Mikaela encoge uno de sus delgados hombros.
Demasiado delgado. La mujer necesita una hamburguesa con queso.
—No he presionado grabar todavía. Les estoy dando la oportunidad de ser
claros y luego podemos formular un plan sobre cómo anunciaremos esto. Darles
un poco de tiempo para poner en orden su historia.
La boca de Mikaela se abre y se cierra como la de un pez.
—No sé de qué hablas —repite.
Madison hace una pausa.
Sostiene mi maldita carrera en sus manos. No puedo permitir que joda esto.
No puedo permitir que arruine las cosas para Janie. Mi cerebro trabaja horas
extra intentando pensar en una manera de evitar que esta entrevista caiga en el
desastre.
Por suerte, no tengo que hacerlo. Madison me salva de su propia flecha.
—Sólo bromeaba —dice ligeramente—. Es fácil ver que están muy
enamorados.
—Oh, lo estamos —enfatizo la palabra. Me dejé llevar en la playa, pero esta
es la vida real. Ya no es un juego.
Y es por eso que envuelvo el cuello de Mikaela y atraigo sus labios a los míos.
Aunque puedo sentir el dolor en la mirada de Madison.

Madison
Tan pronto como la entrevista termina, llego al camino de tierra y corro. Mis
sandalias golpean contra la tierra y mi bolso se pega contra mi cuerpo,
colisionando con mi sensible lado izquierdo. El aire es espeso y es difícil respirar,
pero corro más rápido de lo que he hecho antes, más rápido de lo que corrí con
Kiara en la playa.
Es difícil huir cuando te estás escondiendo de tu mente.
Es solo cuando las puntas blancas triangulares del lugar de retiro aparecen
por encima de las copas de los árboles y de las onduladas chabolas, que mi ritmo
126

se ralentiza. El sudor y la sal seca del océano cubren mi cuerpo, dejándome la


sensación de completa suciedad.
Página

Cuando llego al tramo de la casa, una solitaria gota de agua cae salpicando
mi nariz, luego una más en mi mejilla. Miro la masa gris sobre mí. Por supuesto
que ahora llueve. Después del día infernal que he tenido, por supuesto que
terminaría así.
—¿Es eso todo lo que tienen? —le pregunto a las nubes.
Un ominoso bramido de trueno ondea y enseguida el cielo se rompe.
Gota.
Gota.
Gota-gota.
Diluvio.
Me río, ahí de pie mirando al cielo, y dejo que el agua golpee mi piel. Tiro mi
bolso al suelo y estiro los brazos ampliamente. Dejo de luchar. Desde que puedo
recordar, he luchado. Para tener buenas notas. Para ser la novia perfecta. Para
alcanzar la carrera perfecta.
Veintitrés años de lucha, y aquí es donde estoy ahora. Esto es en lo que me
he convertido.
Simplemente dejo que la lluvia caiga.
Porque, ¿qué otra cosa puedo hacer?

***
En una idílica isla de las aguas indonesias, aprendes a encontrar la paz
interior. En Deep Springs Wellness Retreat, he pasado los últimos cinco días
limpiándome con una dieta natural, estirando mi cuerpo y alargando mi
espalda, y ganando iluminación espiritual a través de la meditación. Para
alguien en busca de un descanso del trabajo, Deep Springs es la solución
perfecta.
Desde ahí, continúo tecleando más. Sobre el menú. Sobre las clases. Sobre
el océano azul cristalino que se extiende por y para siempre. Por supuesto, no
menciono la lluvia torrencial, el bar barato en la ciudad o las discusiones con
estrellas del cine de Hollywood. No es exactamente el estilo de Live Well.
Para el momento en que le envío el escrito a Yoko son más de las ocho y
media. Abro el refrigerador, desesperada por una bebida para mitigar la tristeza
que sé que vendrá sin nada que hacer, pero no hay nada. Ya me lo he bebido.
En su lugar, intento ocupar mi mente.
Agarro el teléfono y le mando un mensaje a Courtney, pero no contesta.
Probablemente está en alguna fabulosa función de moda.
Me siento a escribir el artículo sobre Tate y Mikaela, pero mientras me
quedo mirando fijamente la pantalla blanca con el cursor parpadeando,
esperando que llegue la inspiración, he perdido las palabras. Recuerdos de esta
tarde aparecen en mi mente, intensos y rápidos. Surfear. Los ojos de Tate. Su
sonrisa. Su confianza en mí.
Toda mi vida he estado orgullosa de mi habilidad para informar la verdad,
127

para hacer bien mi trabajo.


¿Cómo puedo escribir una historia de amor en la que no creo?
Página

Cierro la tapa de mi portátil y abro las ventanas. Fuera, la tormenta todavía


está rabiando y el martilleo de la lluvia en la cubierta de madera me tranquiliza
pero todavía no es suficiente. Sé que si me acuesto mi dolor aparecerá. Está
esperando en el banquillo, precalentando, preparado para recordarme el fracaso
que soy.
En su lugar, tomo una botella de agua (siempre una jodida botella de agua)
y me dirijo al estudio de yoga. Seguramente hay alguna clase ahora mismo… algo
que pueda hacer para agotar mi cuerpo, así mi mente no tendrá más opción que
dormir.
Sonrío saludando a la pareja mayor que camina de la mano al bungaló junto
al mío pero me detengo cuando veo a Jacqui apoyada contra el marco de la puerta
de la clase, sus pulgares se mueven rápidamente sobre la pantalla de su teléfono.
—Hola. —Sonrío. Alza la mirada y frunce el ceño cuando sus ojos hacen
contacto con los míos—. Lo siento de nuevo por lo de antes. No era mi intensión
molestarte. —Levanto la mano dispuesta a darle un apretón en el hombro, pero
lo pienso mejor. No parece querer mi afecto físico. Diablos, no parece querer
compartir el mismo aire que yo—. Sólo voy a… —Asiento hacia el edificio.
Jacqui me dirige una breve sonrisa.
—Te veo ahí.
Dentro, las esterillas de yoga están colocadas en hileras. Cuatro están
ocupadas y seis permanecen vacías. Trevor sonríe cuando me ve y hace un gesto
hacia una esterilla verde en el frente. Lo complazco.
—Bienvenidos a nuestra sesión de estiramientos —dice Trevor con su
melódica voz. Cuatro de las mujeres que vagamente reconozco del salón del
desayuno dejan de hablar y se vuelven para mirarlo listas para lo que sea—. Esta
sesión durará media hora y terminará con una ligera meditación.
Mis hombros se tensan. Meditación. Más tiempo para que piense en el
enorme desastre que es mi vida.
Fabuloso.
Entonces comienza. Rodamos nuestros hombros, giramos nuestros cuerpos
y estiramos nuestras espaldas, una serie de poses que se siguen unas a otras en
una secuencia continua. O lo que debería ser una secuencia continua. Pero mis
estiramientos son malos. Me siento como un soldado de Lego en una habitación
de muñecas de trapo. Cuando estiramos en la posición del triángulo, Trevor se
acerca para corregir la posición de mi cuerpo. Mis manos, pies, caderas y hombros
están mal.
Cada vez que hago un giro, mi costado arde donde me caí en la arena y me
muerdo el labio para aliviar el dolor. Se encona en mi interior. Mi cuerpo tenso
espera las siguientes instrucciones para la posición.
—Recuerden respirar —dice Trevor. Solo entonces me doy cuenta que lo he
olvidado. Mis labios se separan cuando el aire atrapado en mi pecho se libera. Es
un alivio y un castigo al mismo tiempo—. Inhalar por la nariz. Exhalar por la nariz
—dice, e intento seguir las instrucciones a pesar que es aparentemente
128

complicado al principio—. Inhalar por la nariz. Exhalar por la nariz.


Llegamos a la parte de la meditación y me siento en silencio, intentando
Página

calmar mi mente. Pienso en la lluvia. En los hombres con hermosas sonrisas y


amables ojos que halagan con su confianza.
—Si tienen problemas para liberarse, para verdaderamente calmar su
mente, intenten centrarse en un punto en concreto. Su lugar feliz —dice Trevor.
Pienso en el océano. Llegar a la cresta de una ola. Bajar una ola. Llegar a la
cresta de una ola. Bajar una ola.
Y entonces me pierdo en pensamientos de Tate Masters de nuevo.

***
Mis ojos empañados se abren parpadeando en este paraíso infernal. He
dado vueltas toda la noche de nuevo, aunque esta vez no era visiones de Mike lo
que me mantuvo despierta. Era todo lo demás.
Luchar con mi escritura.
Luchar con la moralidad.
Fracaso.
Una roca se tambalea en mi estómago cuando me doy cuenta con absoluta
certeza de la fecha. Veintidós de noviembre.
Este se suponía que fuera el día de mi boda.
El día más feliz de mi vida.
—Estoy tan jodida —murmuro mientras me froto los ojos, entonces alcanzo
el teléfono todavía en la cama. No es la afirmación más positiva de la mañana, se
supone que tengo que disfrutar de un lugar así, pero es todo lo que tengo.
Seis de la mañana. Demasiado temprano para que el sol entre por la
ventana.
Mi pulgar me lleva a los correos y le doy clic para actualizar, desesperada
por una distracción de las campanas de boda repicando música fúnebre en mi
cabeza.
Desde: hair4u@holidayhair.com.au
A: mwinters@magazine.com
Asunto: Tu inminente cita
Querida Madison,
Este es un recordatorio de cortesía que tu estilista, Patricia,
llegará a tu apartamento a las diez de la mañana.
Te deseamos todo lo mejor en tu boda.
El equipo de Hair For Yours.
—Mierda. —Mis pulgares se apresuran a teclear la cancelación. ¿Cómo
olvidé cancelar mi peinado?
En realidad retiro eso. Es una maravilla que no haya olvidado más cosas.
Tan pronto como el correo está enviado, garabateo una lista de cosas que
tenía en movimiento que ya he cancelado, intentando ver si hay algo más que
haya olvidado.
129

Invitados
Vestido
Página

Pastor
Lugar de recepción
Fotógrafo
Pastelero
Florista
Auto de alquiler
Luna de miel
Banda
Poni de alquiler
Equipo de fuegos artificiales
Equipo de maquillaje
Entonces, sólo por si acaso, añado la palabra “marido” al final de la lista.
Desafortunadamente, es una parte de mi trabajo que se canceló sola.
Satisfecha por ahora de no haber olvidado nada más, vuelvo a mi correo y
miro los dos que quedan, elimino la oferta de matrimonio del príncipe nigeriano
de mis sueños (aunque si decido aceptar la oferta, ahora tengo una completa lista
de cosas para reservar) y doy clic en el nuevo de Yoko.
Desde: yhitachi@magazine.com
A: mwinters@magazine.com
Asunto: Artículo de presentación.
Querida Madison,
Gracias por enviar tu presentación.
Desafortunadamente, necesita un montón de trabajo. Te quiero
a ti, no una versión retocada de la web de la compañía. Menos
promoción, más paz interior.
Por favor, revísalo y repítelo. Te he concedido una prórroga de
una semana.
Yoko.
Reprimo las lágrimas. Parece que ni siquiera puedo hacer esto bien. No es
de extrañar que fuera pasada por alto para la promoción en Lola.
Desde la ventana, los compases de “Paradise” de Coldplay se filtran y
también los inconfundibles gruñidos y golpes que solo pueden significar una
cosa… gente teniendo sexo. Mi mente vuelve al hombre y a la mujer de cabello
plateado a los que saludé en mi camino al yoga ayer en la noche.
Viejos. Juntos. Enamorados.
Mi vida está tan lejos de estar bien. Aun así salgo de la cama, me pongo un
pantalón deportivo y me dispongo a correr con Kiara en la playa. Esa es la cosa
buena de tocar fondo… no queda más profundidad para caer.
130

Tate
Página

Mikaela está delante de mí con lágrimas en el rostro. Niega despacio.


—No puedes… no puedes terminarlo así.
Endurezco mis facciones y miro sus ojos azules.
—No me has dado otra opción.
Mikaela agarra mi muñeca y tira de ella a su pecho, una exhibición que había
pasado mucho tiempo idolatrando hacía tan sólo tres años. Madison es casi del
mismo tamaño que ella. Reprimo la sonrisa que amenaza con curvar mis labios
mientras pienso en su incidente con el bikini del día anterior. A pesar de mis
caballerosas palabras, totalmente había intentado mirar. Por supuesto.
—¿Hay algo que pueda hacer?
Oh, sí.
La escena.
Aprieto los labios y trago. La piel de Mikaela está fría, a diferencia del cuerpo
calentando por el sol de Madison ayer.
—Ya has hecho suficiente.
Me vuelvo a la izquierda, camino cinco pasos y me congelo.
—Corten. Se acabó. Gran trabajo, muchachos. —Trevor termina la escena y
ruedo mis hombros hacia atrás.
Mikaela se queda quieta, entonces da palmadas en sus mejillas. A veces se
toma un momento para salirse de la escena… es genial verla. Madison debería
revisar esto. Apuesto a que sería interesante para ella ver este tipo de…
Vaya. ¿De dónde salió esa idea? Niego intentando espantar la idea. El
problema es que Madison ha estado mucho en mi mente.
—Beba agua, señor Masters. —Uno de los miembros del equipo me entrega
una botella de agua helada y le quito la tapa y tomo un largo trago. Está tan fría
que arde mientras baja por mi garganta.
—Gracias.
—No hay de qué, señor. —Se va y me acerco a Mikaela, quien también tiene
una botella de agua.
—Entonces, ¿lista para nuestra segunda sesión de entrevista?
Toca su sien con la botella de agua y la sostiene ahí por un momento.
—Tengo migraña. ¿Alguna oportunidad que puedas encargarte solo?
Sudor. De alguna manera paso de una ligera capa a ahogarme en medio
segundo.
—Yo… no lo sé. Se supone que es un artículo de nosotros como pareja,
¿verdad?
Porque esto es una mala idea. Pasar tiempo con la chica que no puedo sacar
de mi mente suena como la madre de todas las malas ideas.
—¿Y? Simplemente habla sobre mí un montón. Muéstrale algunas fotos.
131

Eres actor. —Mikaela mueve su mano desdeñándome—. Actúa.


—No sé. Creo que la llamaré y cancelaré.
Página

—¿Quién está cancelando qué cosa?


Janie. Juro que mi hermana tiene el don de estar en el lugar correcto en el
momento equivocado, en cada maldita ocasión.
—Mikaela tiene dolor de cabeza, así que voy a cancelar la entrevista.
Podemos terminarla cuando hagamos las fotos mañana —explico.
—No seas ridículo. Todavía puedes hacer la entrevista esta tarde y podemos
añadir algo con Mikaela mañana. Después de todo, ¿y si ella tiene preguntas que
volver a hacer? No tenemos tiempo para añadirla al horario después del jueves.
Desde entonces en adelante, vas a estar ocupado a tiempo completo.
Tiene razón. Estamos filmando con una apretada fecha límite, que se ha
vuelto incluso más apretada por la nube de ceniza volcánica. Para continuar,
necesitamos que la mayor parte de las escenas al aire libre queden listas para la
próxima semana. De otra manera, la luz podría cambiar demasiado rápido y la
película parecerá inconexa.
—No actúes tanto. No tienes nada que esconder. No te acostaste con Shade,
¿recuerdas? —Mikaela pone los ojos en blanco.
Sus palabras son ciertas, pero todavía tocan la verdad demasiado cerca para
mi agrado.
—Lo sé, pero… sería bueno que me acompañaras en la entrevista, Janie.
Porque después de ayer, no confío en mí para quedarme a solas con ella.
Mi hermana alza una ceja. Sí, es un rasgo de familia.
—¿Tienes algún problema con Madison, Tate?
Sí.
Uno muy grande.
Un muy grande y difícil problema del que normalmente estoy mucho más
en control.
—No —me las arreglo para contestar.
Asiente.
—Bien. Haré que seguridad la escolte a tu dormitorio cuando llegue.

***
Treinta minutos más tarde estoy como una maldita ama de casa nerviosa.
Mis calcetines y bóxer están en una bolsa, preparados para que el servicio de
limpieza se los lleve a lavar. Las puertas del balcón han sido abiertas y cerradas
tres veces mientras decido si hace demasiado calor con solo la brisa del océano
arrastrada por el viento, o si está demasiado sofocante sin el aire fresco. Tengo
agua, con y sin gas, un poco en el refrigerador, un poco en la mesa, solo en caso
que la prefiera a temperatura ambiente.
No he estado tan nervioso por una chica desde la secundaria.
—Cálmate, Masters —murmuro, luego me paso una mano por el cabello—.
Puedes con esto.
132

El golpe en la puerta me sobresalta y una de las botellas rueda de la mesa al


suelo alfombrado. Maldigo y la recojo, poniéndola derecha, luego me acerco,
Página

envolviendo mis dedos alrededor del picaporte y abro.


Y ahí está ella.
El oscuro cabello cae sobre sus esbeltos hombros cubriendo la parte de
arriba de su camiseta blanca sin mangas. Pantalón corto de jeans abrazan la curva
de su culo y unos zapatos blancos con cordones son un completo contraste con
sus piernas bronceadas. Es sexy como el infierno.
Mi boca se seca mientras pienso en todas las cosas que quiero hacer con ella,
todas las maneras en que quiero hacerla mía y, de repente, me doy cuenta que he
cometido un error. No sólo creo que esto sea una muy mala idea.
Lo sé.

133
Página
Capítulo 25
Madison
l es más caliente que el sol. Que la temperatura en esta estúpida isla.

É Abre la puerta vestido con una camisa negra, las mangas enrolladas
hasta el codo, y un jeans negro ajustado, y quiero lamer cada
centímetro de su piel que pueda, desde el estúpido hoyuelo en su mejilla hasta
esos esculpidos antebrazos hasta otras partes de su anatomía que no están tan
preparadas para mostrarse ahora.
Joder.
Sólo por un momento, me olvido que soy una mierda en mi trabajo. Olvido
que este se suponía que sería el día de mi boda.
Entonces esos dolorosos recordatorios vuelven trepando como gente no
invitada a una fiesta, del tipo que siempre son los últimos en irse.
—Hola. —Asiento, mirándolo.
—Oye. —Da un paso atrás y señala el apartamento detrás de él, y entro. Es
hermoso aquí, otro comedor opulento con ventanas que van del suelo al techo
mostrando el océano aguamarina detrás. Botellas de agua salpican la mesa, y le
sonrío irónicamente. Supongo que también hay más en la nevera. Sólo una
muestra más de cómo los ricos y famosos obtienen todos sus deseos.
Hay una cosa sin embargo que notablemente se echa en falta en el
apartamento, y mientras dejo mi bolso en la mesa, me giro para estudiar a Tate
mientras cierra la puerta.
—¿Dónde está Mikaela?
—Ella… —Traga, y su nuez de Adán se mueve—. Tenía migraña, así que está
descansando en otra habitación. Para darnos privacidad.
Mis ojos se agrandan.
—Para la entrevista —se apresura a decir, y la respiración sale por mis labios
entreabiertos.
—Oh.
Oh.
El aire se espesa. Tate toca el cuello de su camisa. ¿Él también lo siente?
—Sugerí cancelarlo, pero Janie señaló que nuestro horario está lleno
después de la sesión con el fotógrafo mañana, así que tenemos que seguir.
—Lo entiendo. —Asiento.
Nos quedamos mirándonos durante tanto rato que es de risa. Somos
134

adultos, no adolescentes enamorados. Parpadeo y abro mi bolso, sacando mi


teléfono para la entrevista.
Página

—¿Quieres agua? —pregunta Tate, acercándose.


—Estoy bien.
—¿Vino? ¿Cerveza?
Lo fulmino con mi mirada.
—¿En serio crees que es una buena idea?
—Oh. —Sonríe tímidamente—. Probablemente no.
—De acuerdo. —Saco una silla. Tate toma la que está más lejos de mí—. Así
que empecemos por el principio. Creo que conseguimos muchas cosas actuales
ayer, ¿pero cómo se conocieron tú y Mikaela?
Le doy a grabar en mi teléfono y lo dejo en medio de la mesa para
asegurarme que capta cada parte de su respuesta.
—Bueno, nos conocimos en una sesión de fotos de lencería. —Tate empieza
la historia de cómo él y su novia supermodelo tuvieron que posar en una serie de
posiciones comprometidas. Tomo algunas notas, pero mi mente no está aquí, está
a un millón de islas lejos, en Australia, donde en tres minutos me hubiera estado
casando con el amor de mi vida, si el destino no hubiera intervenido.
Como si le hubiera dado una señal, mi teléfono suena. Miro la pantalla.
Mike: En dos minutos, nos hubiéramos estado casando.
Aprieto mis manos en puño. ¿Qué significa eso? ¿Cómo eso…?
—Tienes que estar bromeando —dice Tate. Cuando levanto la mirada, su
concentración está en el teléfono—. ¿Ese es el tipo?
—Sí. —Asiento—. Hoy era… hubiera estado…
—Oh, mierda. —Pasa una mano por su cabello y exhala—. Eso es duro,
Madison. Realmente duro.
Me encojo de hombros. Es más que duro. Es como si te atropellara un
camión y después volviera marcha atrás. Y el camión lleva una carga de zapatos
de diseñador que nunca te podrás poner.
—La mierda pasa, supongo.
—Ja. —Se ríe, pero no hay alegría en ella—. ¿Cómo lo llevas?
—Bien, supongo.
—Habla conmigo, Madison.
Miro sus ojos azules y hay tanto entendimiento en ellos. Él es claridad en el
caos de mi mundo. Y por primera vez en un largo tiempo, me siento como si le
pudiera contar cómo me siento. Lo que realmente pasa dentro de mi cabeza.
—Sólo me siento… perdida. Como si siempre hubiera sido Madison, la novia
de Mike. O Madison, que está trabajando para conseguir ascender en la escalera
de la revista de moda. Ahora, soy Madison, sin una dirección fija. Estoy… perdida.
—Tu identidad no tiene que estar atada a nada más —dice Tate.
Sus palabras tocan una fibra profunda.
—Sí… Supongo que así era antes. Tanto de mí fue atrapado entre ser algo, o
135

ser algo por alguien, que en realidad no he trabajado mucho en mí. Quizás es por
eso que me siento como una hoja, flotando a la deriva.
Página

Hace una pausa, y lame esos labios rosas.


—Eres una mujer fuerte, Madison.
Sentada aquí, cansada y sudada, mi corazón todavía duele cuando pienso en
Mike, en frente del hombre votado como el Dios Sexy 2016 por la revista
Entertainment, me siento de todo menos fuerte.
—En realidad no. Creo que lo tengo… y después veo algo como esto. —Miro
al teléfono.
Tate niega.
—¿Tienes copia de seguridad?
Frunzo el ceño.
—¿Qué quieres decir?
—Una copia de seguridad. De las cosas importantes de tu teléfono.
—Sí… ¿por qué?
En un momento Tate está sentado aquí mirándome, y al siguiente, tiene mi
teléfono. Abre la puerta del balcón, y antes que pueda protestar, mi teléfono sale
de su mano hacia el infinito azul del océano delante de él. Mi corazón se rompe.
—¡Tate! —grito—. ¿Qué demonios?
Se gira para mirarme, sus ojos vivos con fuego.
—Estabas sólo sentada ahí, mirando al teléfono… Odio verte así.
—Esto no es ninguna película. —Me levanto—. No puedes simplemente
lanzar las cosas de la gente. Necesito eso.
—¿Sí? —Camina hacia mí, su cuerpo elevándose—. Porque me parece que
era bastante tóxico.
—¿Qué sobre esto? ¿Nosotros? —Señalo entre nosotros con mi mano, mi voz
temblando al decir “nosotros”. Me mira con demasiada intensidad, y por un
momento me preocupa que piense que me estoy refiriendo a la increíble atracción
entre nosotros—. ¿Cómo se supone que voy a grabar esta entrevista para mi
trabajo?
—Tú y yo sabemos que todo esto es una mentira —gruñe. Una mano se
mueve hacia la silla detrás de mí, de manera que nuestros cuerpos casi están
tocándose.
De cerca, la química entre nosotros es peligrosa. Me duele, pero lo deseo.
Estoy enfadada, pero lo quiero tanto.
Demasiado.
Un susurro separa nuestros labios cuando abro mi boca para hablar.
—¿Cuál es la verdad entre tú y Mikaela?
—La verdad es que no puedo dejar de pensar en ti.
Labios calientes chocan contra los míos. Las manos de Tate se enrollan
alrededor de mi cuello, acercando mi cuerpo contra su pecho firme. Me desahogo
136

en el beso, queriéndolo tanto. Es extraño cuánto desea esto mi cuerpo cuando


todavía está resentido por el agujero que ha dejado Mike.
Página

Paso una mano por la espalda de Tate, apretando en un puño su camisa. Mis
piernas se enrollan en su cintura mientras lo acerco, disfrutando de los escalofríos
que me atraviesan mientras me froto contra él como una maldita gata en celo.
Lo quiero tanto. Lo quiero. Yo…
Estoy besando a un tipo que está saliendo con alguien. La silla me da en la
rodilla y me tambaleo, mi mano volando para parar mi caída. Negando, tomo
aliento.
—Estás en una relación.
Las manos de Tate van a su cabello y se gira, mirando hacia el océano
infinito una vez más.
Cuando se voltea para mirarme de nuevo, una batalla se desata en su rostro
antes de dirigirse al sofá de cuero blanco.
—Siéntate. —Su voz ronca, cruda—. Por favor.
Me muevo hacia el sofá y me siento. Afuera, el océano susurra, y un pájaro
pía mientras vuela por la isla.
Tate se pone en la esquina opuesta del sofá, sus manos apretadas, después
las suelta, su cuerpo encorvado, después se estira.
—Las cosas conmigo… son complicadas.
—Tu relación es falsa —dejo salir.
Los ojos de Tate se abren.
—¿Qué?
—Es falsa. Vi una lista el otro día donde Janie mencionaba que era falsa, y
después vi la manera en que eran entre ustedes, y después de lo que pasó entre
nosotros… —Dejo de hablar. ¿Podría estar equivocada?
—Miraste los papeles. —Su voz es plana—. ¿Vas a vender la historia?
Me siento como el insecto más pequeño del mundo. Soy un parásito, del tipo
de periodismo que él probablemente odia.
—Inicialmente, quería. Mi carrera está por los suelos, esto es exactamente
el tipo de noticia que me ayudaría. —Hago una pausa. Tate no me mira—. Pero
estos últimos días… eres la única cosa que ha evitado que me hunda.
Sus ojos azules se centran en mí, y no pienso… sólo lo hago. Alargo mi mano
y la pongo en su rodilla.
—Yo… yo necesito que el mundo crea que Mikaela y yo somos pareja. Pero
escucharte decir la verdad ha sacado un peso de mis hombros. —Traga—. Porque
pasar tiempo contigo se ha convertido rápidamente en mi perdición.
Necesito todo mi autocontrol para no lanzarme a él. Sin embargo, retiro mi
mano de la pierna de Tate y enredo mis dedos sobre mi regazo.
—¿Y entonces por qué la mentira?
Y después Tate me cuenta la verdad sobre la historia.
—Comenzó como una manera de conseguir papeles. Mikaela es, ella es
137

lesbiana. Esto es confidencial, por supuesto. —Tate me mira, y asiento—. Su padre


es un sacerdote, y ella no puede contárselo todavía. No mientras todavía esté
Página

tratándose de cáncer.
Exhalo una larga y lenta respiración. Vaya. Qué intenso.
—Así que el trato era este: pretendíamos salir para ayudar a subir mi caché.
Después Janie quedó embarazada —sus ojos destellan cuando dice esto—, y esta
película apareció. El único enredo es la cláusula de moralidad. Dado que está
financiada por uno de esos grupos masivos de iglesia, es importante para ellos
que el hombre y la mujer principales sean bastante, digamos, se comporten bien
en la vida real. Aun así, era una oportunidad demasiado buena para que la dejara
pasar. Sólo quería preparar a mi hermana y su niño para la vida, ¿sabes?
Asiento. No tengo idea de quién es el padre de Janie, pero no dudo que la
motivación de Tate es sincera.
—¿Así que están juntos hasta que termine la filmación?
Tate asiente.
—Bueno, casi. Otros dos meses. Después, podemos romper las cosas bien en
los medios y todo el mundo consigue sus cheques de pago.
Parpadeo. Una relación falsa, todo por su hermana. Si no hubiera visto la
prueba por mí misma, diría que se lo está inventando.
—¿Durante cuánto tiempo ha durado?
—Un año. —Se pausa—. Y todo iba bien, hasta Shade.
Niego.
—Y después yo.
Se acerca un poco.
—No eres como ella. Ella era una ex. El video tiene tres años, pero el daño
estaba hecho. Los productores estuvieron de acuerdo en mantenerme para el
papel, mientras me mantuviera lejos de cualquier otro escándalo.
Es una situación inusual, pero le creo. Aun así, hay una pieza de la ecuación
que no tiene sentido. Una pieza del puzle que no me acaba de cuadrar.
—¿Por qué yo?
Tate me mira como si le acabara de pedir que cantara “Old McDonald Had
A Farm” en japonés.
—¿Perdón?
Me encojo.
—¿Por qué yo? ¿Es porque estaba borracha? ¿Fácil? ¿Estaba allí?
Niega.
—Era por algo sobre ti. Estabas herida, pero luchabas. No estabas asustada
de defenderte y decirme que me fuera al infierno. Tienes este fuego, esta
bravuconería, y es sexy como el infierno. —Mi interior se retuerce—. Pero debajo
de ese enfado, había esta frágil y hermosa mujer que quería proteger de todas las
cosas malas de este mundo. Así que no, Madison, no era porque estabas ahí. —Su
138

mirada se torna fiera mientras gira su cuerpo para enfrentarme y me


estremezco—. Es porque eras todo lo que había.
Esta vez, cuando nuestros labios se encuentran, no es rápido y furioso en el
Página

calor del momento, es un beso lleno de hambre y una intensa necesidad, dirigido
por el deseo. Su lengua empuja dentro de mi boca y la encuentro con la mía,
desesperada por más. De alguna manera, cada presión de sus labios contra los
míos, cada movimiento de su cuerpo se lleva un poco del dolor que me persigue,
reemplazándolo con una lujuria fogosa.
—Tate —gruño, mientras su mano se desliza por debajo de mi camiseta. Sus
labios me besan por mi mandíbula hasta mi oreja, mordisqueando gentilmente,
después lamen todo el camino hasta mi cuello. Me inclino atrás, mi cuerpo
hundiéndose en el sofá, y él se mueve para dejar mis piernas arriba, después se
posiciona por encima de mí, y sí. Quiero esto, ahora. Mi espalda se arquea,
empujando mi cuerpo contra el suyo, y una mano agarra su cabello.
Se aleja, y por un momento me preocupa haber hecho algo mal, que el deseo
que tengo por él no sea recíproco. Sus ojos vagan por mi rostro hacia mi cuerpo,
deteniéndose en mi pecho.
—Eres tan jodidamente sexy —jadea. Su cuerpo se eleva sobre el mío, y me
siento pequeña y femenina y segura todo a la vez. Después su mano traza un
camino desde mi labio inferior hasta mi escote, y me estremezco. Dios, de verdad
quiero esto. Con cada célula de mi cuerpo.
Nuestros labios se encuentran de nuevo, y la mano de Tate desliza las tiras
de mi camiseta, liberando mis pechos. Pasa sus dedos por encima de la seda
blanca de mi sujetador, después baja su boca, chupando. La fricción de la seda y
el calor de su lengua abrazan mi pezón, y gimo de placer cuando se mueve al otro
para ofrecerle su turno.
Mis manos alcanzan la parte baja de su camiseta y la levanto, deleitándome
en la hermosa piel bronceada. Su pecho es duro como una roca y esculpido hasta
la perfección, sólo mirarlo envía una chispa entre mis piernas.
—¿Te gusta lo que ves? —pregunta, y trago. Es una droga, y soy adicta. Mis
manos alcanzan su cinturón, pero pone una de sus grandes manos encima—.
Vayamos lento.
Mi cuerpo grita ¡diablos no! ¡Tómame ahora! Pero mi mente entiende su
punto de vista. Después de todo, supongo que está en una relación falsa, y yo
acabo de salir de una…
Oh, Dios.
Tate desata los botones de mi cremallera.
—¿Pensé que lo íbamos a tomar lento? —Mi voz tiembla mientras hablo.
—Lo estamos haciendo —dice—. Te estoy tomando lentamente. Después te
tomaré rápido.
Oh.
Baja mi pantalón corto por mis piernas, sacándolos junto a mis zapatos
blancos hasta que estoy tendida allí con sólo mi lencería. Sus ojos viajan por mi
cuerpo, y lame sus labios.
—Te voy a hacer mía.
139

Uno de sus dedos roza por encima de mis bragas. Me levanto, mi cuerpo
desesperado por más. Tira del encaje a un lado y traza con su dedo entre mis
Página

pliegues húmedos.
—Tan húmeda para mí, bebé.
Me sonrojo. Mike nunca me habló así. Mike nunca…
Todos los pensamientos sobre Mike se van de mi mente mientras Tate
empuja un dedo dentro de mí. Me mira todo el tiempo, como si estuviera en un
escaparate; y me excita como nada. Su mano desata su cinturón y su polla se
libera. Su mano se enrolla alrededor de la gruesa carne y se acaricia a sí mismo
mientras uno de sus dedos está dentro de mí, después dos, su pulgar trabajando
en mi clítoris.
La presión crece, y justo cuando pienso que voy a explotar, que la presión es
demasiado…
Para.
El bastardo para.
—Mierda —gimo, y se ríe, un brillo en sus ojos.
—¿No quieres que pare? —pregunta.
—No. —Niego.
—Oh. —Se levanta y se quita sus jeans, después se posiciona de nuevo en el
sofá, sacándome mis bragas por mis piernas y lanzándolas a un lado—. Así que
probablemente no quieres que te bese aquí. —Toma una de mis piernas y besa la
parte interna de mi pierna. Tiemblo ante el delicioso toque.
»O aquí. —Se acerca más a mi centro, y toma todo mi autocontrol para que
no me empuje hacia a su cara. Dios, quiero esto. Quiero tanto esto.
»O aquí.
Tiemblo mientras besa la unión entre mi pierna y mi cuerpo, y ¡joder, llega
abajo ya!
—Por favor —gimo.
—¿Por favor qué? —pregunta, su cabeza posicionada entre mis piernas. Hay
un brillo malvado en sus ojos.
—Por favor… lámeme. —Las palabras son apenas un susurro.
—Aguanta, Madison. —Un aire frío sopla mi núcleo, y mi anticipación crece
a un ritmo febril. ¿Siquiera va a hacerlo?
Y entonces lo hace. Lame entre mis pliegues, y mi cuerpo se queda flojo.
Joder. Sí. Lo hace de nuevo, después encuentra mi clítoris, su lengua tirando y
lamiendo y chupando mientras sus dedos entran. Es un asalto rápido que hace
que mi cabeza gire, y me agarro de su cabello, acercándolo, montando su cara
mientras el orgasmo crece hasta unas alturas gloriosas.
Gruñe, y las vibraciones corren por mi cuerpo. Una succión más, un empuje
más, y me vengo, empujando contra su cara mientras las olas de mi orgasmo me
inundan. Mi pecho se levanta y cierro mis ojos durante un momento largo y
glorioso. Dios, eso fue… todo.
—Eres tan jodidamente hermosa cuando te vienes.
140

Abro mis ojos para ver a Tate encima de mí. Se baja para besarme y me
pruebo en ese beso.
Página

—¿Estás preparada para esto? —pregunta, sus ojos azules tan cerca de mi
cara.
Asiento, y abre un condón de quién sabe dónde y lo pone en su polla antes
de posicionarse encima de nuevo. Empuja y santo infierno. Está dentro de mí.
Y se siente tan jodidamente bien.
Se detiene, esos ojos azules mirándome, mientras gozo en esta sensación de
estar llena de él.
Después nuestros cuerpos se mueven juntos, lentamente al principio,
creciendo hacia una locura apasionada. Mi cuerpo tiembla con cada toque, cada
vez que sus dedos hacen círculos sobre mi pezón, tocan mi clítoris o se enredan
en mi cabello. La sensación crece, y estoy cerca, tan cerca, cuando sale. Puedo
sentir la pérdida inmediatamente.
—¿Q-qué está mal? —pregunto, desesperada por más.
—Nada está mal. —Su voz es baja y gutural. Pone sus manos sobre mi
cabeza—. ¿Confías en mí?
—Sí —jadeo. Se inclina y agarra mis bragas de donde están tiradas en el
suelo, después pasa mis manos a través de uno de los agujeros para las piernas,
envolviéndolas alrededor hasta que estoy atada por un nudo suelto encima de mi
cabeza.
—Pierde el control, Madison. No seas nadie más. Sin responsabilidad.
Parpadeo hacia él.
—¿Eh?
—Ahora mismo, eres Madison, sin compromisos. Eres esa hoja, flotando en
el mar, sólo estoy aquí para guiarte, para asegurarme que no flotes demasiado
lejos. —Lame sus labios. La oscuridad destella sobre sus facciones, y mi estómago
se retuerce—. Y puedo hacer lo que quiera.
El poder en sus ojos mientras me dice esas palabras me hace temblar. Me
está dando el permiso para no ser la Madison que es algo para alguien. Ahora
mismo, puedo ser sólo yo. ¿Y él puede hacer lo que quiera?
Se ve que quiere lamerme de nuevo, y lo hace. Una lamida larga y deliciosa
que me hace temblar, empujándome hacia su toque.
Después mete sus dedos dentro de mí mientras su boca trabaja en mis
pezones, uno y después el otro, lamiendo, chupando, tirando, mordiendo, hasta
que me tambaleo al borde de un orgasmo de nuevo. Soy incapaz de parar su asalto
a mi cuerpo, y amo cada segundo de ello.
—Tate —gruño. Soy una célula zumbando con todos los sentidos, en el
precipicio de no retorno cuando…
Para.
Él sólo para.
—Por favor —lloro, y sonríe. Sus labios están húmedos por mis jugos.
—¿Por favor qué? —pregunta, y hago todo lo que puedo para no frotarme
contra él.
141

—Fóllame —susurro.
Y lo hace.
Página

Oh, sí lo hace. Levanta una de mis piernas y la pone encima de su hombro,


después empuja dentro de mí. Su polla golpea un lugar profundo que no sabía
que existía. El placer atraviesa mi núcleo, creciendo por mi espina mientras entra
dentro de mí una y otra vez.
—Voy a venirme pronto —gruñe, sólo que no puedo responder, la sensación
me tiene agarrada. Crece, y crece, y crece, y después, mientras gruñe su
liberación, me vengo alrededor de él. Mi orgasmo controla cada célula de mi
cuerpo. Es dolor y es placer, y es una dulce, dulce liberación.
Y mientras desata mis manos y descansa su cabeza en mi pecho, sé que no
hay otro lugar en el que prefiera estar.

142
Página
Capítulo 26
Tate

S
e quedó toda la noche. Follamos.
Mucho.
En la ducha. En la cama. Sobre la mesa. En el balcón.
Es como una droga con la que no puedo satisfacerme lo suficiente, y por
alguna extraña razón, ella siente lo mismo. Es tan honesta e inocente, tan valiente
y sin embargo tímida, es la contradicción de una mujer, y completamente
diferente a cualquier otra persona con la que jamás he estado. Juntos, nuestros
cuerpos se conectan, sólo funcionan en perfecta sincronía. Es el mejor sexo que
he tenido.
Y no quiero que termine.
—¿Qué hora es? —pregunta ella, su voz muy agotada.
Echo un vistazo al reloj a un lado de la cama.
—Las tres de la mañana.
—Mierda. —Niega—. Tengo algo que hacer en la playa a las seis y media.
—¿Debes ir? —pregunto, a pesar que sé que no debería. ¿Qué voy a hacer?
¿Mantenerla encerrada en mi habitación, como una princesa en una torre?
En realidad, eso no es una mala idea. Tal vez debería mantenerla encerrada
en la habitación como…
—Sí. No falto a las cosas que me comprometí.
—Así que eso es lo que es Madison Winters, ¿eh? —Trazo un dedo alrededor
de su pezón, y se endurece. Dios, me encanta su cuerpo. Tan sensible. Un tesoro
valioso de sensaciones—. Muy comprometida.
Tan pronto la palabra sale de mi boca, quiero darme una bofetada. Ayer fue
el día en que se supone que se iba a casar.
Por la expresión en el rostro de Madison, se siente de la misma manera.
—Mierda, lo siento. No quise decir…
—Está bien. —Pasa por alto el comentario, pero se sienta en la cama—. De
hecho, me había olvidado hasta ahora.
Un ceño estropea su frente perfecta y sólo quiero besarla para que
desaparezca. En su lugar, me incorporo, pasando un brazo alrededor de sus
hombros y colocando su cabeza en mi pecho.
—Lo que dijiste ayer... Sobre encontrarme a mí misma. Ser yo, sin nada...
143

Sin ninguna identidad. —Su voz es amortiguada contra mi piel.


—¿Mmm?
Página

—Tuvo mucho sentido para mí. Creo... creo que necesito ser yo. Para
encontrarme a mí misma. —Levanta la mirada y sus ojos oscuros se ven tan
perdidos mientras me mira.
Aprieto mis manos alrededor de ella, y luego me inclino hacia adelante para
besar su cabeza.
—Sé que puedes hacerlo.
Me sonríe un poco.
—Sé que apenas nos conocemos, pero eso significa mucho.
Encontrar su ropa es como cazar en ¿Dónde está Wally? Sus bragas son las
últimas que encuentra entre los pliegues del sofá, y casi quiero quedármelas. Pero
parece un poco cursi. Además, el servicio de limpieza estará aquí en cualquier
momento, y este tipo de cosas terminan convirtiéndose en chisme de revistas
(Tate Masters domina el arte de usar ropa interior de mujer, ya lo puedo ver).
En la puerta, Madison se detiene, con una mano sobre la superficie de
madera blanca.
—Supongo que te veré cuando el fotógrafo llegue hoy.
No vayas.
Quédate.
—Sí. —Asiento, pasando una mano por mi cabello—. Oh, ¿y cuando salgas?
Hay una escalera al final del pasillo. Si bajas unos cuantos pisos por ahí y luego
sales y tomas el ascensor... No te verán... —Me detengo. Veo decepción en su
rostro durante una fracción de segundo, pero lo disimula rápidamente.
—Adiós —susurra.
—Nos vemos.
Y se va.
Es exactamente como debe ser. Esto era sólo sexo, después de todo.
Pero por alguna razón, en cuanto se va, el aire está sólo un poco más pesado
para respirar.
Enciendo el aire acondicionado y vuelvo a dormir.

***
El rodaje dura horas. Mis palabras tropiezan entre sí y me toma cinco
intentos hacer la escena bien.
—Tómense cinco —grita Julien, y Mikaela pone los ojos en blanco mientras
maldigo en voz baja.
—¿Vas a decir qué te sucede? —Me entrega una botella de agua y la agarro,
agradecido por el líquido frío.
—Nada. —Me encojo de hombros—. Sólo una mala noche de sueño. —Y una
morena que no puedo sacar de mi mente.
—¿Sueño? —se burla—. No parece que has dormido mucho.
144

Mi estómago se retuerce.
—No sabes lo que estás hablando.
Página

—No soy sorda, Masters. Compartimos una pared entre nuestras


habitaciones.
—Estaba viendo porno.
—Mmhmm. —Me da una muy clara mirada de no te creo y luego mira a su
alrededor para asegurarse que nadie está lo suficientemente cerca como para
escuchar—. Quienquiera que sea, mejor asegúrate de mantenerla en secreto. No
podemos correr el riesgo de arruinar las cosas tan cerca de todo el asunto de
Shade.
—Lo sé. —De verdad. En la clara luz del día, parece una obviedad. No folles
a la sexy reportera. Es sólo cuando estoy en su presencia que parece que pierdo el
control de mis pensamientos lógicos y mi deseo de desnudarla, de follarla,
protegerla…
Vaya.
Retrocede de una jodida vez.
¿Protegerla? ¿De dónde vino eso?
—No puedes poner en riesgo retrasar el lanzamiento al venir aquí medio
dormido, con tu cerebro todo borracho de sexo.
—¿Borracho de sexo?
Niega.
—Lo puedo ver en tus ojos. Prácticamente hueles a coño. Sólo asegúrate de
no arruinar esto, Masters. —Mikaela aprieta mi hombro—. Cuento contigo.
Ella tiene tanto que perder como yo.
El problema es que no sé cómo puedo sacar a Madison de mi mente.

Madison
El teléfono, cuando llega a la puerta de mi habitación, es inesperado. La caja
blanca contiene un nuevo iPhone sin ninguna nota, pero no hace falta ser un genio
para darse cuenta de quién es. No puedo evitar sonreír mientras le agradezco al
portero del hotel y abro la caja, sacando mi nuevo teléfono.
Teléfono nuevo.
Nuevo comienzo.
Nueva yo.
A pesar que he tenido aproximadamente tres horas de sueño, hay una
energía innegable pulsando. Es como si un peso se ha levantado de mis hombros,
como si estuviera verdaderamente libre.
Tate me dio eso.
Tarareo mientras me baño, lavando la combinación de sexo y sudor. El agua
se desliza por mi cuerpo y mientras mis dedos pasar por mi estómago, trazo el
camino que Tate hizo con sus manos, su boca, su pene, hasta que mi cuerpo se
desmorona de nuevo por recordarlo.
145

Nadie me ha encendido como él.


Después de mi ducha, asisto a la clase de yoga por la mañana. Es sin duda
Página

mi peor intento de componerme. Cada vez que estiro envía una nueva punzada
de dolor a través de mi cuerpo, sin duda, el resultado de algunas de las posiciones
que hice anoche y en las primeras horas de esta mañana.
—¿Estás bien hoy? —pregunta Selene en voz baja, dando un paso alrededor
de mi estera mientras me inclino hacia adelante en posición del guerrero.
—Sí, gracias —le contesto.
—El cuerpo puede estresarse cuando intentas demasiado, demasiado pronto
—dice con su voz suave y calma, no puedo evitar reír. Para ser justos, intenté un
montón de nuevas posiciones en un espacio relativamente corto de tiempo. Hizo
parecer al misionero Mike increíblemente sencillo.
Por suerte, Selene no parece darse cuenta de mi alegría, o tal vez sólo decidió
ignorarla. De cualquier manera, se aproxima a Kiara y sigo estirando, tratando de
ignorar el ardor en mis piernas y no pensar en cómo se sentiría tener a Tate
bombeando dentro de mí en esta posición.
Al final de la clase, Trevor me espera fuera. Él asiente mientras camino a su
lado.
—Madison, tengo algo para ti. —Él se da la vuelta con su bolso de mano de
varios colores y saca una vela gruesa.
—Una vela. —El aroma a limón llega mientras la agarro de su mano
extendida.
—Después que te vi en la clase de la tarde, pensé que podrías utilizarlo. Es
una vela de meditación. Antes de ir a la cama, enciéndela. Concéntrate en la
llama, y sólo en eso, luego, cierra los ojos y mantén la imagen en tu mente. A veces
puede ayudar a olvidar el mundo exterior.
—Gracias —digo, esta vez con mucha más sinceridad en mi voz. Cualquier
cosa que silencie las voces en mi cabeza tiene que ser algo bueno. Y además, ese
aroma a cítricos frescos será una cosa muy refrescante al despertar.
—Por supuesto, es necesario que la apagues antes de irte a dormir. Por el
peligro de incendio y todo —dice Trevor, y me doy una bofetada mental en la
frente. No puedes dejar una vela encendida durante la noche. Obviamente.
—Cierto. Gracias de nuevo —digo, y me volteo. Un rostro familiar me espera.
—¿Lista para la acción? —pregunta el hombre frente a mí, una sonrisa en su
rostro. Cambia de peso en sus pies, se ve la correa de la cámara detrás de él.
—¿Eres el fotógrafo? —pregunto.
—El mejor que pudieron encontrar en tan poco tiempo —dice, como si fuera
una hazaña de la que tiene que estar orgulloso, y luego extiende la mano—. Mi
nombre es Davo. Y tú debes ser Madison.
—Hola, Davo. —Estrecho su palma de su mano sudorosa y observo sus ojos
mientras me mira de pies a cabeza, deteniéndose en mis caderas. Lo miro
fijamente—. ¿Acabas de verme haciendo yoga?
—No creo que eso pueda usarse como un verbo.
146

Estupendo. Incluso el fotógrafo es un experto en gramática.


—Sólo déjame cambiarme —digo, y me dirijo a mi habitación—. Regreso en
veinte.
Página

—Voy a conseguir algo para comer —grita Davo, y lo saludo con la mano.
En mi habitación, paso un poco de tiempo extra alistándome. Coloco
corrector debajo de mis ojos, tratando de disimular algunas de las pruebas de mis
actividades nocturnas. Paso un cepillo por mi cabello, haciendo una cola de
caballo y me aplico algo de brillo transparente en mis labios. Después de
colocarme un vestido negro por encima de mi cabeza, observo mi cuerpo en el
espejo. Me veo…
Me veo como la chica normal. Nada parecida a una aventura de una estrella
de cine.
Aun así, no tengo mucho más que usar aparte de más ropa de gimnasia
Lorna Jane, y con este calor, dejar mi cabello castaño suelto causará que se vaya
a rizar como si fuera vello púbico. En un arranque de desesperación, tomo un par
extra grande de gafas de sol para proteger mis ojos sensibles del resplandor del
sol, y luego salgo por la puerta, lista para ver al hombre que me hizo tener cinco
orgasmos en una noche, con otra mujer.

***
—Vamos a intentarlo de nuevo desde otro ángulo —dice Davo, señalando a
un área justo a la izquierda de Mikaela y Tate. Los brazos de Tate están envueltos
en la cintura bronceada de Mikaela mientras le susurra en la oreja, y ella ríe
tímidamente, dándole una palmada en el pecho. Si no lo conociera, diría que su
relación es sólida como una roca.
—Estos dos... Son de oro, ¿verdad? —Davo me da un codazo en el costado,
sacándome de mi trance—. Es difícil tener una mala toma.
—Cierto —le digo.
Ver al hombre que me gusta posando seductoramente con otra mujer no es
tan difícil como pensé que sería.
Es un millón de veces más difícil.
Mikaela se ríe de nuevo, y aprieto los puños, tratando de calmar los celos
completamente irracionales que arden dentro de mí. Fue sólo una noche. Esto no
quiere decir nada. No me pidió que regresara. No dijo que significaba nada más
para él que sexo. Es una estrella de cine, por el amor de Dios. En ningún planeta
la idea de él y yo juntos funciona.
Sin embargo, mi corazón estúpido parece tener otras ideas, porque cuando
nos movemos a la nueva posición y Davo sugiere una toma besándose, a pesar
que sé que ella batea para el otro equipo, no me gusta para nada.
—O tal vez podríamos hacer una toma más al estilo de una linda pareja. Ya
sabes, de pie, espalda con espalda, como si estuvieran locos el uno al otro. —Mi
boca queda abierta antes de incluso darme cuenta de lo que estoy diciendo.
Davo me da una mirada de disgusto.
—Señorita, quiero que me paguen. Y esa toma no es la mejor.
Tiene razón, y lo sé. Lamo mis labios, tratando de ganar tiempo mientras se
me ocurre un plan B.
147

—Bueno, ¿qué tal una foto de ustedes dos mirándose a los ojos o algo así? A
los lectores les encanta eso.
Página

Tate me da una mirada divertida, y lo fulmino con la mirada.


—¿Crees que eso venderá revistas?
—Absolutamente. —Asiento—. Apela al público femenino. El tipo de toma
en el que las mujeres pueden cortar la cabeza de Mikaela y colocar las suyas en su
lugar.
—Gracias —dice Mikaela con frialdad y quiero patear mi propio trasero. Qué
cosa más idiota acabo de decir.
—Lo siento, Mikaela. No me refería a eso. De verdad. Y estoy segura que
algunos de ellos cortan la cabeza de Tate también.
Tate parece estar a favor de eso y disfruto de mi pequeña victoria. Posan de
nuevo, mirándose fijamente a los ojos y no puedo decidir si esto es peor que la
idea de Davo que se besaran. Por los menos, luego no podré ver lo grandes que
son los pechos de Mikaela en comparación con los míos. Deben ser falsos. No hay
forma…
—Tenemos un problema, jefa —sisea Davo, e inclino mi cabeza en confusión.
—Tómense unos segundos —le digo a Tate y Mikaela, luego me giro hacia el
fotógrafo.
—Mira esto. —Coloca la cámara delante de mi rostro. Frente a nosotros, la
pantalla muestra a Tate y Mikaela, y luego miro al fotógrafo. Es sexy. Venderá
revistas. Infiernos, prácticamente podría venderse como porno.
—¿Cuál es el problema?
—Esto. —Davo le hace zoom dos veces, luego señala un punto en la parte
posterior de Tate.
Cuatro marcas de rasguños.
Se desliza dentro de mí y grito de placer.
—Espera —gruñe, y lo hago. Mis uñas se clavan en su piel mientras
bombea una y otra vez y otra vez, vaciándose dentro.
Mierda.
—Parece que han tenido un poco de sexo excéntrico, ¿eh? —Davo me da un
codazo de nuevo, y le sonrío amablemente—. Vas a tener que decirle.
—¿No puedes sólo usar Photoshop? —intento.
Los ojos de Davo se amplían mientras deja la cámara a un lado.
—Soy un artista. No un simple paparazzi de mierda con un jodido iPhone y
un…
—Está bien, está bien. —Levanto las manos en derrota. Entre el calor, mi
falta de sueño y su ofensa, estoy desarrollando una migraña—. Entiendo.
Me acerco a Tate y Mikaela, que están bajo la sombra de la palmera.
—¿Qué pasa? —pregunta Tate, completamente fresco, tranquilo y relajado.
—Parece que tienes un... uh... algo en la espalda. —Asiento hacia el lugar en
148

cuestión. Tierra, por favor, ábrete y trágame ahora.


—¿Qué es lo que...? —Mikaela se detiene mientras camina detrás de él y ve
Página

el lugar indicado. Sus ojos se abren por sólo un momento antes de volver a sonreír
sensualmente. Levanta la mano hasta el lugar donde comienzan las líneas, luego
traza cuatro dedos en el mismo lugar donde están los arañazos—. Creo que nos
dejamos llevar un poco anoche, cariño, ¿verdad? —Se voltea hacia mí, como si su
“novio” no estuviera ahí—. A veces, cuando estamos en el momento, simplemente
no puedo controlarme.
—Eso es... bueno —digo, sin saber qué más añadir. Quiero morir—.
Entonces, ¿quieres poner un poco de maquillaje sobre esas marcas de arañazos,
o estás feliz que esté en las tomas?
—Déjalo así —dice Mikaela, antes que Tate pueda decir algo—. No hay nada
malo en mostrarle al mundo que el amor fuera de la pantalla es tan apasionado
como en la pantalla.
—Cierto. —Tate tose, pero puedo ver el brillo en sus ojos.
Me dirijo de nuevo a Davo para darle la buena noticia, y él toma un par de
fotografías más, ubicándose en varios ángulos y poses que van desde lo dulce a lo
seductor. Las manos de Tate se envuelven alrededor de la cintura de Mikaela, y
me imagino cómo se sentiría alrededor de la mía. Cómo se sentían hace un poco
más de doce horas. Cuando ella se coloca entre sus piernas, la pelvis cerca de la
suya, me recuerda cómo se sentía tener su dureza contra mí, cómo sus piernas
abrían las mías. Cuando sus labios besan su mandíbula, mi estómago se retuerce,
y no puedo aguantar más. Me aparto, sacando mi nuevo teléfono de mi bolso y
pretendiendo responder a un correo electrónico.
Contrólate, Madison. Es Tate Masters, no es tu novio. Ni siquiera está lo
suficientemente cerca como para que lo consideres un buen amigo.
—¿Cómo va?
Levanto la mirada hacia Janie caminando por el sendero, con una mano
sobre su vientre redondeado.
—Bien. —Le sonrío rápidamente, contenta por la distracción y otra excusa
para enfocar mi atención que la sesión—. Davo está tomando excelentes
fotografías.
—Fabuloso. —Janie asiente—. Estaba un poco preocupado. Julien dijo que
Tate estaba distraído esta mañana.
El calor va hacia mis mejillas.
—Oh. ¿Sí?
—Mmhmm. Probablemente sólo tuvo una mala noche —dice Janie, sus ojos
se centran en la pareja detrás de mí.
—Bueno, está muy caluroso aquí —respondo evasivamente.
—Mucho. —Janie asiente, y luego me mira de nuevo—. Sólo para confirmar,
tienes todo lo que necesitas para la función, ¿verdad?
Cierto. La función. En la que tengo que decirle a Courtney que no puedo
escribir, y que voy a tener que enfocarme en la verdadera historia de amor de Tate
y Mikaela. Porque, ¿cómo puedo traicionarlo ahora que me ha dado tanto?
Terminar con su carrera para salvar la mía está mal, es una línea periodística que
149

no estoy dispuesta a cruzar.


—Seguro.
Página

—Bueno. —Janie sonríe y se frota su vientre de nuevo—. Sabes, ir hacia ti


fue el destino. Estoy tan contenta de tenerte a cargo de esto. Estoy feliz de decirte
amiga.
Culpa, culpa, culpa. No hay duda que estaría menos encantada de saber que
puedo interceptar y leer una nota privada en su mesa, y luego follar con su
hermano. Probablemente no me ganaría ningún premio por amiga del año.
—Tengo todo lo que necesito aquí, jefa. —Davo me salva de tener que
responderle a Janie, y asiento.
—Estupendo. Muchas gracias. —Me acerco a él para mirar las imágenes en
la pantalla de su cámara. Allí están en un color brillante, Tate y Mikaela, luciendo
completamente como una pareja enamorada. No es de extrañar que el mundo
crea su historia, al mirar estas imágenes, lo creería también.
—Bien, muchas gracias —le digo a Tate y Mikaela.
Tate abre la boca como si fuera a decir algo, luego se detiene.
—No hay problema —responde Mikaela—. ¿Y tuviste todo lo que necesitabas
de Tate ayer?
Trago. ¿Cinco orgasmos y muy profundo? Sí. Yo diría que lo tenemos
cubierto.
—Sí, gracias.
—¿No necesitas un extra? —interviene Janie, y esta vez mis mejillas arden.
—¿Sí? —La mirada de Tate va hacia mí y luego aparta la mirada a algo en la
distancia, como si esta conversación le aburriera—. ¿Necesitas algo más?
—Yo... Estaré bien. Gracias. —Encuentro la mirada de Tate y puedo ver la
risa allí. Bastardo—. Tengo suficiente por el momento.
—Bueno, si necesitas más, llámame, ¿de acuerdo? —La risa ha desaparecido
de los ojos de Tate. Ahora están llenos de fuego, y me siento desnuda bajo su
mirada.
—¿Una llamada? —digo agudamente, luego bajo la voz.
—Es la razón por la que la gente usa sus teléfonos —dice Mikaela, luego me
da una sonrisa de un millón de dólares—. Lo siento, cariño, eso fue grosero. He
tenido un largo día. —Su mirada va hacia Tate, y recuerdo las anteriores palabras
de Janie. Espero que las cosas no sean demasiado duras en la sesión de esta
mañana.
—Te voy a dar mi número. —Tate me extiende su mano, y le tiendo mi
teléfono, dejando que escriba la información.
—Bien, muchas gracias por su ayuda, Davo y Madison. Voy a dejarlos con
eso. Estoy segura que tienen mucho que hacer.
Ella tiene razón.
Nos despedimos y nos dirigimos a la entrada del lugar, Davo parloteando
sobre todas las celebridades que ha fotografiado en el pasado, mi mente está a un
millón de kilómetros de distancia preguntándome qué tan pronto puedo enviarle
150

un mensaje a Tate, y si él siquiera quiere.


Al llegar al pequeño auto descapotable de Davo contratado para él y su
Página

equipo para transportarse, suena mi teléfono, y echo un vistazo al número


desconocido de Sydney con sorpresa. En casa, no es hora para que alguien me
llame.
—¿Hola?
—Hola, ¿es la señorita Winters? —pregunta una voz masculina.
—Sí...
—Es Adam Lukovic del hospital Royal Prince Edward —dice—. Betty Storey
me pidió que la llame. Su prometido ha tenido un terrible accidente de auto.

151
Página
Capítulo 27
Tate

T
omar fotos con Mikaela siempre es divertido. Me recuerda porqué
acepté esta falsa relación en primer lugar, porque me hace reír.
Hoy, el juego era lo que nunca harías en una película.
—Anal —susurra mientras mira amorosamente a mis ojos, el fotógrafo toma
fotos en el fondo.
—Cualquier cosa que involucre mierda. —Le sonrío dulcemente, y ella se ríe
y golpea mi pecho con su mano, como si acabara de susurrarle la cosa más dulce
en su oreja.
El fotógrafo nos pide que nos reacomodemos, y cuando Madison sugiere una
tonta pose, contengo la risa. Está… ¿está celosa? Sabe que esta relación es una
farsa. Las imágenes destellan por mi cerebro. Sus piernas, envueltas alrededor de
mi cintura. Sus labios, envueltos alrededor de mi pene.
Oh sí. Si no lo sabe, en verdad es una buena actriz.
Cuando detiene la sesión para señalar las marcas de uñas en mi espalda, sé
que estoy en problemas.
—¿Qué demonios, Tate? —sisea Mikaela, toda la alegría desaparece de su
voz.
—¿Qué quieres decir?
—¿Qué crees? —Me dispara una rápida mirada antes de suavizarla,
envolviendo sus manos amorosamente alrededor de mi cuello—. Una cosa es que
folles con alguien al azar. ¿Pero que te deje marcas?
—No lo sabía. —Me inclino y dejo un beso en su cuello. Estoy muy tentado
de morderla un poco, sólo para ver cómo reaccionaría, pero no lo hago. Porque
así de profesional soy—. En serio no es tan importante. Le añade peso a toda
nuestra historia de “amantes locos”.
—Supongo. —Mikaela se da vuelta en mis brazos y envuelve mis manos
posesivamente a cada lado de su cintura—. ¿Viste la cara de esa reportera? La
pobrecita estaba tan avergonzada. Se lo tragó por completo.
Contengo la risa burbujeando en mi pecho. Mikaela tiene razón. Madison
había lucido como si quisiera que la tierra se abriera y se la tragara entera.
La próxima vez que alzo la mirada, está en su nuevo teléfono, dándole la
espalda a la sesión, y frunzo el ceño. ¿Por qué no lo programé con mi número?
Entonces podría llamarme. Si quería.
Aunque sí que había parecido tener afán por dejar mi apartamento
152

temprano esta mañana.


Aun así, debe haber una forma en que pueda conseguir que me llame. Que
Página

me vea de nuevo.
Disparo miradas furtivas en su dirección por el resto de la sesión. Cuando
sonríe, todo su rostro se ilumina. El sol brilla contra su cabello, las curvas de su
cuerpo son malditamente perfectas.
Ella es…
Oh mierda.
¿En serio pensé eso? ¿Sobre su cabello? ¿Su rostro iluminándose?
Niego y trato de despejarla. La falta de sueño debe estar afectándome. No
pienso mierdas como esas. Soy un chico. No hacemos cosas como esas a menos…
A menos…
A menos que tal vez me preocupe por ella.
Mierda.
Es por eso, que cuando la sesión termina, tomo su teléfono y programo mi
número en este. No sé lo que quiero; bueno, más sexo, obviamente, pero es más
que eso. Quiero llegar a conocerla.
No paso por alto la ceja levantada de Janie mientras le regreso el teléfono a
Madison, pero salgo corriendo de allí tan pronto como la sesión termina y regreso
a mi cuarto.
Tengo un plan.
No puedo esperar por verlo en acción.

***
La pantalla de la computadora se pone borrosa antes que Bill, mi manager,
y Marty, mi agente, la desdibujen en un medio enfoque. El Wifi es una mierda en
la isla.
—Entonces ¿cómo es la vida en el paraíso? —empieza Marty, su sonrisa se
come toda su cara.
—Bien hombre, bien. —Asiento, girando la pantalla para que el océano sea
visible al fondo—. Mira la vista.
—Y pensar que, nosotros los perdedores estamos aquí en LA —bromea Bill,
su vientre sacudiéndose cuando se ríe.
—Mientras que nuestro chico está ahí afuera en una isla tropical,
protagonizando una película con la modelo más sexy de Victoria’s Secret…
—Ex modelo —apuntó, sólo en caso que Mikaela esté escuchando también.
Esa mujer tiene un serio poder auditivo, como dejó saber antes.
—Como sea. El punto es, que estás en un paraíso, protagonizando la próxima
gran comedia romántica que llegará a la pantalla, junto con una mujer sexy. ¿La
vida se pone mejor que eso?
153

—Sólo hay una cosa chicos. —Suspiro, luego salgo de la pantalla para
envolver mi mano alrededor de la bebida helada y la muestro a la cámara—.
Olvidaron el té helado de Long Island.
Página

Risas y carcajadas estallan por todas partes. Esa es la cosa con Hollywood.
Incluso aquellos que deben velar por ti, quienes manejan tu carrera; no quieren
saber qué sucede detrás de las cámaras. No quieren saber que estás cansado, que
no has dormido en una semana, que tu relación es falsa, y que estoy preocupado
por cometer un suicidio de carrera todo por una chica al azar que conocí en un
bar. Ellos querían la versión editada. La versión que el público verá. Supongo que
es su propia versión de lo que no saben no los matará.
—Entonces ¿cómo va todo lo del seguimiento? –dirijo la pregunta a Marty,
ya que fue el quien negocio toda la cosa con el Global.
—Bien, bien. Parece que ese pequeño incidente que tuvimos se ha ido del
todo. Están manteniendo un ojo en ti, pero no tenemos más escándalos que
puedan salir de los rincones, ¿verdad? —La sonrisa de Marty es brillante.
Demasiado brillante.
—Marty, ¿qué no me estás contando? —Frunzo el ceño.
—Te lo diré directamente, niño. Están pensando en posponer el estreno.
—¿Cuánto tiempo? —Mis dedos se agarran con fuerza alrededor del helado
vaso.
—Seis meses. Diez, máximo.
—Mierda —maldigo, y paso una mano por mi cabello. El hielo es frío contra
mi frente, pero no es suficiente. Esto podría cambiar todo con Danny—.
¿Podemos cambiar los términos de pago entonces?
—Lo dudo. Además, ¿de verdad quieres hacer un escándalo ahora? Después
del reciente exabrupto en los medios, diría que quieres mantenerte fuera de
problema —dice Marty. Levanta su vaso de agua y toma un poco.
Mierda. No es lo ideal. Significa que tendré que hacer algo para conseguir
efectivo, rápido, para asegurarme que Janie tiene a su bebé y ese imbécil la deje
en paz.
—Bien. Sólo estoy un poco… apretado con el efectivo ahora.
—¿Qué? –Marty frunce el ceño.
—Ya sabes… —Eludo la respuesta, tomando de mi coctel—. Compré la casa
para Janie. No tengo la clase de dinero que necesitaré por ahí para sobrevivir
hasta entonces.
—¿Qué tanto efectivo necesitas? —pregunta Bill.
Trago el sabor acido en mi boca.
—Cincuenta grandes.
—¡Cincuenta! —grita Marty—. Sé que este será el primer gran pago, pero
seguramente el depósito que te dieron debería ser suficiente para arreglártelas.
¿Qué, acaso solo comes caviar o algo así?
—Sólo… quiero apoyar a Janie durante el parto —digo rápidamente.
—Seguramente tu novia supermodelo puede prestarte algo de dinero. —
Sonríe Bill.
154

—Bueno, esa es la cosa. También estoy pensando que podría… —Piensa


Tate, piensa—, comprarle a Mikaela un anillo. Ya saben lo bueno que eso sería
Página

para los medios. Y la compañía de la película.


Los ojos de Bill se iluminan. Prácticamente veo el símbolo de dólar
apareciendo en estos.
—No digas más. ¿Quién soy para interponerme en el camino del amor
verdadero?
Sonrío tanto como puedo, e ignoro la forma en que la mentira se asienta
incómodamente en mis hombros, la forma en que mi boca ahora está desértica,
toda áspera y seca.
—¿Por qué no intentas enganchar un par de contratos de publicidad más?
—pregunta Bill—. Ya sabes… algo que encaje con toda la cosa del chico bueno que
tenemos en marcha aquí, para asegurarnos que los tipos de la película no se
molesten.
—Sí. Eso sería genial. —Le doy un sorbo a la bebida, y es como si el cielo
bajara por mi seca garganta—. Terminaré aquí la próxima semana, está provisto
que la ceniza volcánica se despeje, así que si pueden organizarlo para cualquier
día después puedo hacerlo.
La próxima semana. Terminaré aquí la próxima semana.
Es una fecha que he esperado por tanto tiempo, pero ahora, después de
pasar tanto tiempo con Madison, siento que estoy acelerando en una montaña
rusa hasta el tramo final, sólo que no quiero que este viaje termine.

Madison
Algunas veces en la vida, el tiempo parece quedarse estático. Esta llamada
telefónica es una de esas veces.
—Qu… lo siento, ¿qué? —Presiono mi dedo contra mi otro oído, como si tal
vez el suave murmullo del océano pudiera ser el responsable que las palabras
sonaran incomprensibles al otro lado del teléfono.
—Está en cirugía ahora. ¿Puedes venir? —-dice el hombre.
Niego, luego recuerdo que no puede verme.
—No. estoy… estoy en Bali.
—Oh. ¿Hay alguien más a quien pueda llamar?
Es ahí cuando caigo en cuenta. No soy la persona que debería estar ahí, en
la escena. Debería ser Canada. O incluso mis padres.
Cualquiera menos yo.
—De hecho… ya no estamos comprometidos —digo, y por primera vez en
dos semanas, no duele como solía. Todavía hay una sutil punzada, pero no es la
gran bola de dolor que fue una vez—. Puedo ponerme en contacto con su novia,
¿si quiere?
—Sí. Sí, eso sería lo más sensato. —El hombre suelta un gran suspiro—. Sin
embargo, estaba preguntando por usted. Así que si puede venir aquí, se lo
155

recomendaría.
Mi mandíbula cae.
Página

La llamada termina.
¿Qué demonios acaba de pasar?

***
Paso el viaje de vuelta al resort:
Mandándole un mensaje a mamá para que vaya a hablar con Betty. Debe
estar muy preocupada… su único nieto está en el hospital. Y, aunque las cosas con
Mike no son como solían, no puedo evitar la punzada de preocupación que me
recorre. Estará bien. Tiene que estar bien. ¿Verdad?
Bloqueando el parloteo de Davo sobre las celebridades que ha
fotografiado, que no puede esperar para comer algo y lo flexibles que ha oído
que realmente son las chicas que hacen yoga, guiño, guiño, codazo, codazo.
Reír educadamente unos pocos minutos asegura que la charla de Davo no
vaya más allá del nivel superficial de lo que pasa.
Sólo no puedo creer que esto haya ocurrido. Mike preguntó por mí. Semanas
atrás, habría saltado ante esto. Que se joda el maldito vuelo a oscuras sobre el
volcán… habría nadado de vuelta a Australia si significara una oportunidad de
estar con él de nuevo.
¿Hoy, sin embargo? Hoy, mi corazón se aceleró cuando escuché las noticias,
entonces volvió a su ritmo normal. No hizo las volteretas de anoche cuando Tate
me sonrió. Cuando me besó. Cuando me dijo cómo se sentía…
—Bien, estamos aquí. ¿Te veré por la mañana para tu sesión de yoga? —
pregunta Davo, y asiento como despedida mientras salgo del auto, con el teléfono
todavía en mi mano.
Sólo hay una cosa que hacer en un momento como este. Llamar a Betty.
—¡Madison! Es tan, tan bueno oír tu voz —dice, y mis hombros se
desploman. Dios, amo a esta mujer.
—A ti también, Betty. A ti también.
—Ahora, querida. Ya sabes, llámame abuela —reprende, y por un breve
momento, me pregunto si ha olvidado que Mike y yo rompimos—. Aunque las
cosas entre ustedes no sean como solían ser.
—Oh, abuela… —Mi voz se desvanece—. ¿Cómo está Mike? ¿Un hombre del
hospital dijo que les pediste que me llamaran?
—Sí. —Hace una pausa, y miro el teléfono para comprobar que la llamada
todavía está conectada, entonces vuelvo a ponerlo en mi oreja—. ¿Sabías que
aterrizaron a un hombre en la luna?
Me muerdo el labio. Una sensación enfermiza retuerce mi estómago.
Suavemente, respondo:
—Lo hicieron, en los sesenta.
—Ah. —El silencio llena la línea de nuevo y desearía estar allí para abrazarla,
para ayudarla a mantenerse en la realidad en este horrible momento—. Corazón,
¿cómo estás?
156

—¿Disculpa?
—¿Cómo estás? Con todo esto… después de todo lo que ha pasado. Esto debe
ser terriblemente complicado. —Chasquea la lengua y sólo así, está de vuelta
Página

conmigo, como si su mente no acabara de ir a la deriva—. Este es un día triste;


pero Mike lo superará. Los médicos me dijeron que es malo, pero no peligroso
para su vida. Tienen a su… discúlpame, querida. —Tose, y mi corazón duele por
ella—. Tienen a su mejor equipo en el trabajo.
—Abuela, ¿hay algo que pueda hacer? Puedo hacer que mis padres te recojan
y te lleven…
—Silencio, niña. Me quedaré aquí. Esperaré hasta que sepamos más. —Hace
una pausa, y una suave e irónica risa se hace eco por la línea—. No podemos hacer
mucho hasta que sepamos más. Te extraño, Madison.
Mi corazón se ahoga con sus palabras.
—Te extraño también, abuela.
Colgamos, y desearía tanto poder estar allí con ella. Es una mujer tan
importante en mi vida.
Cuando cuelgo el teléfono, recurro hacia la inevitable siguiente línea de
comunicación.
Mis padres.
—Bueno, no suenas relajada, cariño. ¡Como la imagen verbal de la vida
isleña! —dice mamá, luego el teléfono hace clic y sé que ha pulsado el altavoz—.
¡Henry! Henry, tu hijo está al teléfono.
—¿Cómo está mi mejor hijo? —resopla papá de fondo, y gimo.
—Papááá.
—¡Oh! Te referías a mi mejor hija —dice, y estoy sólo un noventa por ciento
segura que está bromeando—. ¿Cómo estás, pastel de calabaza?
—Bien. Sólo… llamo acerca de Mike. Ha tenido un accidente de auto. —
Paseo por las escaleras que llevan a mi cabaña, luego me siento encima de una,
mirando al océano.
—¿Qué? —Exhala mamá.
—Acabo de recibir una llamada del hospital. Está en cirugía ahora. —Mi voz
se rompe con la última palabra.
—Buen Dios, tenemos que ir. Yo conduzco. —Los pasos hacen un ruido
sordo y sé que mi padre ha salido de la habitación, sin duda para encontrar sus
llaves y su billetera. Posiblemente también un cinturón, dependiendo si ha salido
de casa hoy o no.
—Preguntó por mí, mamá.
—Ahora, cariño, posiblemente no puedas llegar aquí. Está el volcán.
—Lo sé. Y sólo… —Hago una pausa.
—¡Amor, entra en el auto! —grita papá de fondo.
—¡Dame cinco minutos para maquillarme! Ese hombre… —murmura
mamá—. Cariño, te llamaremos después con una actualización de su situación.
Muerdo mi labio.
—Está bien. También le voy a pedir a Courtney que le cuente a su nueva
157

novia, así podría estar allí también.


—Y si está, seremos agradables con ella. Es la cosa cristiana que hay que
Página

hacer. —Mamá esnifa—. Ahora, tengo que prepararme para irme, querida. Te
llamaré después de verlo.
Después eso, tomo mi teléfono y llamo a otra persona a la que recurro en
momentos de crisis. Llamo a Courtney.
Contesta al segundo tono.
—Hola, nena. ¿Cómo va?
—Mike-ha-tenido-un-accidente-de-auto-está-en-el-hospital-y-ha-
preguntado-por-mí-y-no-voy-a-decir-la-verdad-sobre-Tate-Masters-y-que-tuve-
sexo-con-él —suelto con rapidez, en voz baja para evitar que las dos señoras del
personal del resort empujando carros de lavandería entre las cabañas me
detecten.
—¿Tuviste sexo con Tate Masters de nuevo? —chilla Courtney, y me encojo,
esperando que no esté en medio de la oficina de Lola—. Cuéntame todo. ¿Cómo
fue? ¿Está bien dotado? Lo recuerdas esta vez, ¿cierto? ¿Fue en la playa de nuevo?
¿Tienes arena en tu cosa?
—Asombroso, sí, sí, no, y gracias a Dios, no, aunque estoy un poco adolorida
—susurro, juntando mis piernas—. Eso no es lo principal, sin embargo. Mike. Está
en el hospital.
—Lo siento, tuviste sexo con la más sexy y prometedora estrella de cine en
el negocio. Eso es lo principal. Es el suceso principal. Podrías cobrar Foxtel pagar-
para-ver por esta mierda. Podrías cobrar a Foxtel pago por visión por esta mierda.
Sonrío.
—Desearía un poco que pudieras. Quiero verlo sólo para mirar su increíble
cuerpo de nuevo.
—Esa es mi chica. —Courtney hace una pausa, y el ruido de fondo cambia
hasta que hay silencio rodeándola—. Está bien, enfoquémonos en Mike, pero
vamos a volver a toda la cosa de Tate.
Le cuento la historia del médico del hospital llamándome mientras rodeo la
esquina hacia mi cabaña. No estoy preparada para entrar todavía, así que paseo
hacia la playa y camino por la arena blanca y cálida mientras le digo a mi mejor
amiga todo.
—¿Crees que Canada sabe? —pregunta, y me detengo.
—No lo sé. Él preguntó por mí, al parecer. Y mi nombre está probablemente
en la póliza de seguro como pariente más próximo… —Mi voz se desvanece—.
¿Puedes decírselo? ¿Sólo para asegurarse?
—No tengo su número, pero estoy segura que puedo encontrarla en
Facebook.
Pienso en las tropecientas fotos que he buscado de ella en las últimas dos
semanas. Puede ser encontrada en Facebook, está bien.
—¿Qué está pasando por tu cabeza en este momento, pichoncita?
158

—Sólo quiero estar allí para él. La idea que esté herido me hace sentir
enferma, Courts. Físicamente enferma. A pesar de todo lo que ha pasado…
—Entonces, ¿cómo te sientes por él? —pregunta.
Página

—No lo sé. —Me encojo de hombros, pateando un pequeño montón de


arena—. Sigo teniendo sentimientos por él. Por supuesto. Estuvimos juntos desde
que era una niña. Pero… me hirió tanto. Y hay algo que alguien dijo aquí… Creo
que tal vez estaba demasiado prendida de él. Era mi identidad. Y se siente un poco
agradable convertirme en una persona por mi cuenta.
Courtney carraspea.
—Eres mi mejor amiga, Madison Winters. Sabes que te adoro, sin importar
qué. —Hace una pausa de nuevo—. Puedo entender que te sientas así. Fuiste la
chica de Mike para tanta gente durante tanto tiempo.
Escuchar las palabras de ella duele más que cuando me lo dije a mí misma.
¿Lo había notado otra gente? ¿Me veía como alguna inepta desesperada, aferrada
a su novio y su carrera sin personalidad?
—Lo sé, pero supongo que nunca me di cuenta que no necesito ser esas
cosas. Puedo simplemente ser… Madison —digo con un nudo en mi garganta.
—Creo que es bueno que hayas llegado a esa conclusión. ¿Te enseñó alguno
de los aficionados al yoga eso?
—No. —Un largo aliento sale de mis labios—. Tate Masters lo hizo.

***
Cuando Courtney termina la llamada, miro mi teléfono por un momento. Se
siente tan irreal. Nunca pensé que el amor de mi vida sufriría un accidente de
auto que cambia la vida. Y nunca pensé que yo reaccionaría así. Tan… tan plana.
Estoy triste; sé que está pasando por un momento horrible ahora. Pero la nueva
Madison, la que surfea, la que se defiende… sabe que esto no cambia nada.
Rompió mi corazón.
Me engañó.
Y ninguna cantidad de deseos de estar allí puede cambiar eso.
Aun así, me preocupo, mis hombros tensos, mientras me levanto y vuelvo
hacia mi villa.
Mi corazón brinca en mi pecho. Hay un hombre alto con largo cabello negro
y unas grandes gafas de sol negras de pie junto a mi cama.
Sosteniendo una flor de hibisco.
Sonriéndome.
159
Página
Capítulo 28
Tate

E
ste es sin duda la peor o la mejor idea que he tenido alguna vez. La
peor, porque ella me mira como si está a punto de llamar a seguridad.
Mejor, porque su habitación huele como ella. Como el océano. Como
el verano. Como el protector solar de coco que lleva. Quiero ir a través de su baño
para tratar de encontrar las esencias exactas.
Pero soy un caballero. Y los caballeros no hacen mierda rara como esa.
Ellos sólo se disfrazan con pelucas de utilería de película y gafas de sol
sobredimensionados para evitar cualquier atención del fotógrafo acechando e
irrumpen en las habitaciones de hotel de la gente. Ya sabes. Movimientos de buen
chico.
Madison desliza la puerta del balcón, su mandíbula en algún lugar alrededor
de sus tetas. Sus ojos no me sonríen como lo hacen habitualmente.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Oh.
Así que tal vez este no era el gran gesto romántico que había pensado que
era después de todo.
—¿Sorpresa? —pregunto, extendiendo la flor.
—Tú... —Niega—. Irrumpiste en mi habitación.
—Lo hice. —Asiento orgullosamente—. Necesitaba verte de nuevo.
—Este no es un buen momento para mí —dice las palabras lentamente, y
coloca su teléfono y bolso en la silla al lado de la puerta.
Frunzo el ceño.
—Así que lo de anoche fue conveniente, pero esta tarde no lo es.
El familiar fuego destella en sus ojos.
—No, anoche habíamos quedado en encontrarnos, y lo hicimos. Esto es
inesperado. Es el tipo de comportamiento de imbécil estrella de cine que te dije
que no me gusta. No puedes simplemente irrumpir en las habitaciones de hotel
de la gente, Tate.
—Y tú no puedes simplemente actuar como lo que hicimos anoche no
significa una maldita cosa —gruño.
Ella parpadea aquellos profundos ojos marrones.
Silencio.
160

Entonces…
—¿Significó algo?
Página

—¡Por supuesto que jodidamente lo hizo! —Lanzo la flor en la cama,


rindiéndome—. ¡No sé qué y no sé por qué, pero me vuelves loco! No puedo
sacarte de mi cabeza. Incluso noté tu sonrisa hoy, Madison. —Mis ojos salen de
mi cabeza. Seguramente se da cuenta de lo loco que es, ¿verdad?
Una suave voz escapa de sus labios.
—¿Notaste mi sonrisa?
—¡Sí! —Exhalo mi frustración, mi voz demasiado fuerte para su pequeña
habitación—. ¿No lo entiendes? Estoy perdiendo la maldita trama.
Suspira y se sienta en el borde de su cama, sus manos cruzadas sobre su
regazo.
—Lo siento. Estoy un poco nerviosa. Acabo... acabo de tener una llamada
telefónica de un hospital en casa. Mi ex... él está en cirugía. Atropellado por un
auto.
Oh.
Mierda.
Me hundo en el suave edredón blanco junto a ella y alcanzo sus pequeñas
manos suaves, sujetándolas con las mías.
—Nena, lo siento. —Las palabras se sienten como mentiras que salen de mi
boca. Porque siento que ella está sufriendo. Odio verla así.
Pero en realidad, no lo siento en absoluto.
El tipo rompió su corazón.
Y ahora la está rompiendo de nuevo.
—Se honesta conmigo, Madison. —Le doy a sus manos un apretón—. ¿Qué
está pasando dentro de esa bonita cabeza tuya?
La mitad de sus labios se levantan en una sonrisa.
—Él está preguntando por mí. Y no sé lo que debo hacer.
Perforar al hijo de puta en las pelotas
Dos veces.
—Oh. Bueno, podrías, ya sabes, hablar de ello, supongo...
O perforar al hijo de puta en las pelotas.
Dos veces.
—Supongo que simplemente las cosas no son lo que pensé que serían. Si me
hubieras preguntado hace unas semanas si quisiera que él me extrañara,
preguntara por mí de nuevo, la respuesta habría sido infierno sí. Me rompió el
corazón, pero él era mi todo, ¿sabes? Pero ahora... —Se desvanece, y me quedo
colgando en el borde de mi asiento como si se me ha presentado una situación
tensa en una maldita película futura continuada.
—¿Ahora…? —incito, conscientemente rodando mis hombros hacia atrás y
lejos de mis orejas. Dios, ella va a pensar que soy un maldito imbécil.
—Ahora... bueno, sé que lo que está pasando con nosotros no es realmente
161

una cosa. —Mira hacia el agua—. Pero realmente he disfrutado de ello, a pesar de
todo. Y definitivamente me ayudó a seguir adelante.
Quiero decirle cómo me siento. Sólo nos hemos conocido el uno al otro por
Página

un corto tiempo, seguro, pero hay esta extraña conexión pasando. Y su sonrisa.
Noté su sonrisa. Y la puta luz del sol en su cabello. ¿No entiende que creo que esto
podría ser más? ¿Que esto podría no ser nada ahora, pero seguro tiene una
oportunidad de convertirse en algo? ¿Algo bueno?
Mi boca se abre para formar las palabras, para decirle cómo me siento.
Soltar todas aquellas emociones en la atmósfera.
—Te moveré de cualquier forma que desees, nena.
Puf. ¿Eso es lo mejor que puedo hacer?
Ríe generosa, que realmente no merezco.
—Lo siento. Supongo que no estoy realmente con ánimo ahora mismo.
—Oye, eso está bien. —Tomo un brazo y lo quito de sus manos,
envolviéndolo alrededor de su pequeña figura y acercándola a mi pecho. Huele
como malditos cocos de nuevo, y…
Tate, estás oliendo su cabello. Joder, cálmate.
Si solo hubiera algo que pudiera hacer para quitar este dolor. Ahora sé que
es ni de lejos tan simple como lanzar un teléfono en el océano, incluso si el
magnífico gesto había parecido una idea estelar entonces. Necesito algo más. Algo
que la distraiga hasta la médula.
Entonces se me ocurre.
—¿Qué haces esta noche?
—¿Esta noche? —Inclina su cabeza—. No sé. Probablemente sólo la clase de
yoga pre-cama, supongo.
—Encuéntrame en la playa detrás de la barra, a las diez. —Me aparto de ella
y me paro, incapaz de detener la sonrisa en mi rostro.
—¿Quieres decir donde nosotros...?
—Ajá. —Meneo mis cejas, y ella maneja otra risa. Éste es definitivamente un
gesto de simpatía, por lo que sigo adelante—. Diez. No llegues tarde.
—Está bien —dice, pero hay una ligereza en su rostro que no estaba allí unos
momentos antes. Entrecierra sus ojos y me mira de arriba abajo—. ¿Qué pasa con
el raro atuendo, de todos modos?
—Es un disfraz. ¿Te gusta? —Retiro el cabello negro de mi hombro, y esta
vez la risita es real—. Me aseguraré de llevarlo esta noche.
—Está bien. —Sonríe y dice adiós con la mano, mientras me dirijo hacia la
puerta.
Cuando extiendo la mano y agarro el mango, noto una gran vela en su mesita
de noche.
—Trae eso también. —Asiento a ello, y dos líneas débiles cruzan su frente.
Y con eso, dejo la habitación. En vez de dirigirme hacia el complejo, me
dirijo hacia el barrio de chabolas.
162

Tengo un par de paradas para hacer a lo largo del camino.


Página

Madison
—No es una cita —le digo a Courtney, retorciendo mi cabello largo y oscuro
así se riza sobre mi hombro—. Es sólo dos personas reuniéndose a altas horas de
la noche.
—Es sólo dos personas reuniéndose a altas horas de la noche —está de
acuerdo—. Una cita sexual.
Pongo mis ojos en blanco.
—No es una cita sexual. —Empujo una horquilla, conteniendo las hebras
delanteras de mi rostro, luego hago una pausa—. ¿Crees que es una cita sexual?
—Uh, ¿sexy estrella de cine te folla sin sentido durante doce horas seguidas,
y luego te invita a salir a un lugar de la playa desierta? —Courtney se ríe—. No sé
si hay una Guía del Idiota Esperando Una Cita Sexual, pero si la hay, supondría
que este chico tiene su propio capítulo.
—Oh. —Frunzo mis labios—. Una cita sexual.
No me malinterpreten. El sexo con Tate Masters se ha convertido
rápidamente en mi nueva cosa favorita de hacer. Él sólo había parecido tan dulce
con todo el asunto de Mike. Y luego me había dicho que había estado pensando
en mí. Y que le gusta mi sonrisa.
—Una cita sexual, pero eso es todo. Él es una celebridad, Madison. Y sé que
te gustaría pensar que esto podría ser algo más, pero la realidad es que
probablemente tenga una chica en cada ciudad.
—¡Courtney! Él no es así.
—¿Por qué? —desafía—. ¿Debido a que tiene una novia falsa y nunca sería
capaz de engañar?
Dicho así, mis protestas suenan ridículas.
—Mira, no estoy diciendo que no tengas un enamoramiento por él. Fantasea,
ensueña, y monta el infierno fuera de ese vaquero —dice Courtney—,
simplemente no caigas demasiado duro. Si alguien pudiera hacer que una sexy
celebridad se enamore de ella, serías tú, pero esto no es un cuento de hadas. Los
hombres así no van por las mujeres como nosotras.
La revisión de la realidad me golpea duro en la cara. Por supuesto a Tate
Masters en realidad no le gusto. Esta es sólo una aventura.
—Sé eso. —No sé a quién estoy tratando más duro de convencer; a Courtney
o a mí.
—Eso no significa que no puedas disfrutar de ello, aunque...
Sonrío. Ella tiene un punto.
—Está bien. —Hago una pausa—. ¿Qué tal fue la conversación con Canada?
—Bueno. —Courtney hace una pausa—. Han... han roto.
—¿Qué?
163

—No estaba segura si debería decirte. No cuando lo estás haciendo tan


bien...
Página

—¡Por supuesto que deberías! Esto cambia todo. —Tomo un poco de


delineador de labios y trazo alrededor de mi boca—. ¿Ella rompió con él? ¿O
viceversa?
—No conseguí exactamente los detalles, Mads. Sólo le dije lo que había
sucedido. —Courtney se detiene—. Y... ella fue a él.
Me congelo. Ella fue. Él preguntó por mí. Ella se presentó. Me he quedado
atrapada en una isla.
¿Habría ido si hubiera estado en casa?
La respuesta me golpea como una tonelada de ladrillos. Por supuesto que lo
habría hecho. Hubiera dejado todo para estar en ese hospital.
Entonces, ¿es algo bueno o algo malo que no estoy a poca distancia de
emergencia?
—¿Mads? ¿Sigues ahí?
—Sí. —Asiento. Mi cabeza está llena de pensamientos, todas reclamando mi
atención—. Me tengo que ir, nena. Hablaré contigo mañana.
—No te preocupes. ¡Buena suerte en tu cita sexual épica!
—Gracias. —Termino la llamada, mi cabeza un trillón de veces más confuso
de lo que había estado cuando empezamos.

***
Si estás en busca de la paz interior, el mejor lugar para encontrarlo es en
Deep Springs Wellness Resort. Aquí, pasé dos semanas maravillosas tratando
de conseguir un poco de espacio del agitado bullicio del mundo corporativo y
chico, lo hice.
Fulmino con la mirada a la pantalla. ¿Chico, lo hice? Eso difícilmente va a
ganarme un premio de Editores de Australia. Cierro de golpe mi ordenador y
agarro mi bolso, metiendo la gran vela en su interior. Es hora de ir, de todos
modos.
Paseo a lo largo de la playa, el brillo plateado de la luna creando un camino
que conduce a través del océano al horizonte. Las estrellas centellean arriba, y el
aire es fresco, una brisa suave que hace crujir los árboles. Mi maxi-vestido se
balancea alrededor de mis tobillos, y aspiro el aire del océano. Entra por mi nariz.
Sale por mi nariz. Entra por mi nariz. Sale por mi nariz
¿Estoy haciendo la respiración de yoga? ¿Sin ni siquiera querer hacerlo?
Me doy un choca-los-cinco mental y voy hacia al camino de tierra que
conduce a la barriada. Luces de colores alegres ofrecen toques de color entre los
diferentes edificios. Voces llaman en un idioma que no hablo, y el olor a carne
carbonizada permanece en el aire. Mientras camino por el bar, miro. Es igual que
lo fue la otra noche unos pocos hombres en una esquina, el camarero tomando
una cerveza. El televisor de pantalla del proyector no está encendido, por lo que
no debe ser una buena noche de juego.
Doblo la esquina y paso a través de los árboles que llevan a la playa. Está
164

oscuro, sombras adoptando la forma de asaltantes completamente improbables,


y agarro mi bolso más apretado a mi cuerpo. ¿Por qué creí que esto era una buena
idea? Estoy sola en una isla en el medio del océano. Si Tate está retrasado, o peor
Página

aún, no ha llegado en absoluto, ¿quién me oiría gritar?


Empujo a través de lo último del follaje y salgo a la arena. Quién me oiría…
—Vaya. —Respiro. A mi izquierda hay una gran alfombra tejida, estirada
sobre la arena. Una pila de almohadas colocadas en una esquina, una cesta en la
otra. Un proyector emite la luz desde detrás de la manta a una gigantesca sábana
blanca colgada entre dos árboles, creando un efecto de película en pantalla grande
aquí mismo en la playa.
Y allí, en medio de todo esto, esta Tate Masters. Mi cita sexual por la noche.
El tipo a quien definitivamente no le gusto.
—Oye —dice, con una sonrisa perezosa jugando con sus labios.
—H-Hola —chillo. Vaya. Simplemente Vaya.
Da un paso hacia mí.
—Dijiste que te gustan los clásicos, ¿verdad?
—Sí. —Lo hice, tiempo atrás en el bar, antes que realmente supiera quien
era Tate.
—Pensé que ya que parecías tan estresada, podríamos verlos juntos. —Hace
un gesto al proyector—. Tengo Lo Que El Viento Se Llevó, Desayuno En Tiffany,
Volver Al Futuro…
—¿Volver al futuro? —Me río tontamente.
—Algunos podrían decir que es un clásico, Winters. —Tate se acerca más y
coloca su mano grande y caliente en mi espalda baja—. Ponte cómoda, bella dama.
Durante los siguientes tres, cuatro, cinco horas no existe nada más que el aquí y
el ahora.
Alzo la vista hacia él. La luz de la luna proyecta su cara en media-sombra, a
media-luz. El sexy rastrojo en su barbilla, el azul de sus ojos, los planos
magníficos de su cara tomo todo eso, y lo sé. Si esto es todo, si esto es sólo una
noche, voy a sacar el máximo provecho de ella.
Me estiro en mis puntillas y acaricio mis labios sobre los suyos. Son suaves,
y puedo probar un sutil toque de whisky en su aliento. Dios, podría beber de él.
—Eres tan jodidamente hermosa —gruñe, y mi corazón se derrite sólo un
poquito más, y me enamoro sólo un poquito más, a pesar que sé que no debería.
Envuelvo mis manos alrededor de su cuello y lo beso correctamente,
abriendo mi boca, nuestras lenguas burlando y provocando sin piedad. Sus
manos se envuelven alrededor de mi cintura, empujando nuestras caderas juntas,
y a través de la delgada tela de su pantalón corto y la pura seda de mi falda, sé
exactamente cuánto me quiere.
—Espera. —Su voz es estrangulada mientras se aleja. Mi pecho sube y baja.
Ha robado mi aliento. Estoy cayendo por un ladrón—. Esto es sobre ti. No
seducirte. Sólo permitirte estar... relajada.
—Oh, confía en mí, esto es muy relajante. —Arrastro un dedo por su brazo
bronceado, sobre sus bíceps a su hombro, su cuello a su oreja—. Tan relajado.
165

—Vamos. —Tate da un paso atrás y hace un gesto a la pila de cojines, luego


se acerca a la canasta y saca una botella de champán y dos copas—. ¿Una copa?
Página

—Por favor. —Sonrío abiertamente y voy a mi asiento asignado,


estableciéndome en la alfombra—. No puedo creer que tomaste tantas molestias
por mí.
Hace estallar la botella y el corcho vuela a través de la arena.
—Ninguna molestia. —Se encoge de hombros—. Sólo odio verte triste,
Madison.
No sé qué decir a eso, así que no digo nada en absoluto.
Selecciona una película y nos acostamos y empezamos a mirar. La
efervescencia del champán zumba a través de mi sistema, y aunque sé que todo
esto fue hecho para mí, no puedo apartar mis ojos del hombre tumbado a mi
derecha. Es de alguna manera dulce y sexy, todo en uno.
—No estás viendo la película. —Sus ojos nunca dejan la pantalla.
—No —estoy de acuerdo. Paso mi mano por su pecho hasta su rostro,
arrastrando el dorso de mis dedos contra su piel—. Me gusta verte.
—No me tientes, Madison. —Su boca apenas se mueve mientras dice las
palabras. Es como si toda su atención está implicada en ignorar mi toque.
Curiosa de ver hasta qué punto está demostración de fuerza de voluntad se
extiende, arrastro mi mano bajo su brazo, alrededor de su cinturón, hacia el bulto
en su pantalón corto. El susurro del tejido fino deja poco a la imaginación, y él se
endurece bajo mi suave caricia.
—¿Todavía mirando la película? —pregunto.
—Todavía…
Agarro su pene y lo acaricio a través de su pantalón corto, al mismo tiempo
que interrumpe su frase con un gruñido. Sus manos hacen girar mi cuerpo hasta
que estoy de espaldas y él se cierne sobre mí. Él huele como el océano y colonia y
hombre, y yo lamo mis labios. Quiero esto. Necesito esto.
—Estaba tratando de hacer algo bueno, ya sabes —dice, pero no es una
pregunta—. Pensé que el sexo sería algo que simplemente no necesitabas.
—Lo sé. —Sonrío—. Pero lo hago.
—¿Me necesitas? —Sus ojos son intensos con lujuria mientras me mira
fijamente.
—Muchísimo.
Aquella palabra desata las compuertas. Sus labios vuelan a los míos en un
frenesí apasionado, toda necesitad y sexo y deseo. Nuestras lenguas chocan en
una danza desesperada. Mis manos rasgan su camisa, muestras bocas solo
separándose entre sí para permitir que el material sea lanzado en algún sitio, en
cualquier lugar sólo no en este pecho duro como una roca encima de mí. Pellizca
mi labio, y yo arqueo mi espalda con el deseo. Su piel es caliente, y se siente tan
bien tocar, explorar, disfrutar; estoy en lo alto de todo lo que es Tate Masters.
Todos los pensamientos de Mike y el trabajo y la Madison que se supone que
soy vuelan por la ventana. Por ahora, sólo hay esto. Nosotros.
166

Y sólo quiero estar.


Página
Capítulo 29
Tate

V
estido. Demasiado. Demasiado largo y difícil de quitar.
—Fuera. —Jalo la tela de seda y Madison sonríe, alzándose
para quitarse las capas de tela por encima de su cabeza.
—¿Mejor? —Sonríe coquetamente y maldición si no sabe lo que
me está haciendo…
Una braga transparente negra y un sujetador sin tirantes. Son el único
obstáculo entre yo y lo que quiero.
—Mierda, eres hermosa —jadeo, luego me acerco. Desabrocho el sujetador
con las manos mientras trabajo en su cuello con la boca, besando, chupando,
mordiendo mi camino hacia sus tetas. Juego con su pezón con una mano,
haciendo círculos hasta que se endurece mientras lamo el otro con la lengua.
—Tate —gime, echando la cabeza hacia atrás y chupo el brote en mi boca.
Paso la mano por su estómago hacia su sexo y aparto su braga a un lado y
meto un dedo. Me clava las uñas en la espalda mientras gime de placer y me llevo
el dedo a la boca, probándola. Sus ojos brillan con deseo y tira del cordón de mi
pantalón corto.
—¿Trajiste la vela?
—En la bolsa. —Señala la bolsa de mano colocada al lado de la alfombra, la
alcanzo y la saco—. ¿Para qué la quieres?
—¿Quieres jugar? —Alzo una ceja, y se estremece.
Tomo el encendedor de la cesta y enciendo la mecha. Brilla con un amarillo
cálido, la llama bailando de un lado a otro por la suave brisa del océano.
—Quítate las bragas —ordeno y Madison traga saliva, luego se las quita,
reclinándose una vez más.
—¿Vas a unirte? —Mira mi pantalón corto como si hubiese vomitado un
pecado capital.
Dejo la vela en el suelo y me levanto para bajarme los artículos ofensivos.
—Eso se puede arreglar.
Se le entrecorta la respiración y dirige la mirada a mi polla y antes que pueda
pensar en mi siguiente movimiento se arrodilla, rodeándome con sus suaves
labios.
—Joder —gimo mientras mueve la boca. Mueve la mano a la vez que los
labios hasta que están realizando el acto más caliente del mundo y mi polla es la
167

estrella. Traga hasta la garganta y se me tensan las pelotas, enredando las manos
en su suave cabello castaño. Maldición, la forma en que me hace sentir…
Página

Estoy muy cerca de correrme, es peligroso.


Alejo su cabeza y levanta la mirada, sus labios hinchados brillando bajo la
suave luz.
—Voy a correrme sobre ti sino te detienes.
—Tal vez es lo que quiero —murmura de forma seductora y joder si no quiero
aceptar su oferta.
Me pongo de rodillas y beso esos malditos labios talentosos, bailo con su
lengua respondiendo y caigo más profundamente por esta mujer que está
consumiendo todos mis sentidos. La empujo sobre la alfombra y su cuerpo
cumple, empuja de mi trasero con las manos para acercarme a ella. En cambio,
me alzo y paso un dedo por sus pliegues. Está húmeda, empapada, y no puedo
esperar a hundirme en ese pequeño coño dulce. Meto un dedo en su interior,
luego dos y sus paredes se aprietan alrededor. Acelera la respiración mientras
bombeo dentro y fuera y se lleva la mano al pecho, jugando con su pezón. Es de
lo más excitante y quiero estar dentro de ella tan desesperadamente que quema.
En cambio, tomo la vela, sosteniéndola sobre su estómago. Madison levanta
la mirada y se lame los labios, sé que sabe lo que va a suceder. Inclino la vela y
dejo que una pequeña gota aterrice sobre mi brazo interior. Está caliente pero no
demasiado. Perfecto.
—Si duele demasiado o no te gusta, dímelo.
Asiente y sonrío.
—Esta eres tú dejando el control. Confiando en mí. —La sangre bombea a y
se me endurece la polla—. Rindiéndote al deseo.
Luego inclino la vela, incluso más ligeramente. La cera blanca se encuentra
con la piel pálida de su abdomen inferior y jadea.
—¿Está bien? —pregunto, y asiente.
Muevo la vela y la inclino de nuevo, un reguero blanco cayendo sobre el
interior de su muslo. Es muy vulnerable aquí mirándome y maldita sea si no me
excita. Esta poderosa mujer lo está dejando todo por mí.
—Dios —susurra, alzando el pecho en rápidos jadeos—. Esto es tan…
Una línea más de cera se encuentra con su suave piel.
Levanta las caderas del suelo.
—Por favor…
—Por favor, ¿qué? —pregunto, las palabras me torturan los labios. La quiero
desesperadamente.
—Por favor, tócame.
Son las únicas palabras que necesitaba. Apago la vela y la tiro en la arena,
luego me hundo hacia su dulce coño en un movimiento fluido. Azoto su interior
con la lengua y su gimoteo es tal alto que estoy seguro que lo escucharon en la
aldea, lamo su punto dulce, su sabor algo divino en mi lengua. Alza la pelvis,
pidiendo más y lamo su clítoris, haciendo círculos con la lengua, después
168

chupándolo en mi boca. Bombeo los dedos dentro y fuera de ella, incrementando


la velocidad con la rapidez de su respiración.
—Muy cerca —se queja.
Página

—Córrete en mi rostro, nena. —Meto los dedos en su interior una vez más y
lo hace, sus jugos me cubren la mano, temblándole el cuerpo.
Le quito la cera del cuerpo y gime de nuevo.
—Dios, eso se siente bien —asegura, y sonrío. Creo que he encontrado mi
mujer perfecta.
Tomo un condón de la cesta y me lo pongo en la polla. Con un solo
movimiento, estoy en su interior y, joder, es bueno estar de vuelta. Está caliente,
húmeda y necesitada, todo mezclado en uno. Me araña la espalda y la follo. La
follo duro, la follo lento, la follo de cada maldita manera que conozco.
Y entonces, en algún punto, nos cubro con la manta y nos dormimos,
nuestros cuerpos agotados por ser tan consumidos tan meticulosamente.

Madison
Abro los ojos a la luz gris de antes del amanecer. Tate tumbado a mi lado,
con un brazo sobre la cabeza, el otro rodeándome la cintura.
Anoche fue increíble. Nunca había hecho nada como esto antes… Desde
jugar con la vela a todo lo demás. Me excita de formas que nunca pensé posibles.
—¿Qué estás pensando?
Ni siquiera abre los ojos mientras hace la pregunta.
—¿Cómo sabes que estoy despierta?
—Cambiaste tu respiración. —Esta vez me regala esos hermosos ojos azules.
Me coloca el cabello detrás de la oreja con una mano, luego me acerca a él—. Así
que habla.
Y aunque siento que debería retenerlo, la Madison que soy con Tate Masters
no es la que yo solía ser. Ella no es la chica que juega según las reglas, que estudia
mucho y se asegura que todo es correcto y está en su lugar.
Es solo… ella misma.
—Sólo estaba pensando en lo mucho que me excitas.
Tate sonríe, una gran sonrisa perezosa, y baja la mano hasta que la pone en
mi sexo.
—Es seguro decir que el sentimiento es mutuo.
Sus dedos juegan conmigo como un pianista de renombre y la tensión se
construye en mi estómago. ¿Cómo es posible que aún quede algún orgasmo en
mí?
El estridente sonido de un teléfono nos interrumpe y Tate suspira, con sus
dedos todavía en mi interior mientras mira a la luz parpadeante.
—Contesta. —Señalo el teléfono con la cabeza—. Tenemos todo el tiempo del
mundo.
Tate se sienta y toma el teléfono, poniéndoselo a la oreja.
169

—¿Hola?
Su polla está dura y justo frente a mi rostro, así que hago lo que cualquier
mujer sensible haría.
Página

La pongo en mi boca.
Y chupo.
—Ah… Estoy justo en la playa. ¿Tú? —Su voz se tensa mientras me muevo
arriba y abajo por su erección. Me golpea el fondo de la garganta y vuelvo a
empujar hondo de nuevo, bombeando rápido mientras habla.
La llamada finaliza y lanza el teléfono al suelo, apartándome su polla.
—No juegas limpio —murmura, luego toma otro condón, se lo pone y me
tumba en el suelo. Pone las manos en mis hombros mientras se cierne sobre mí,
con una sonrisa en el rostro. Dios, es sexy. Y estoy muy preparada para él.
Tenemos sexo de nuevo, nuestros cuerpos alcanzando el clímax al mismo
tiempo. Estamos en sincronía, dos cuerpos que a pesar de haberse conocido desde
hace poco se han vuelto en sintonía con precisión.
Cuando colapsamos sobre la manta, nuestros cuerpos cubiertos de sudor, la
primera luz del amanecer se desliza por el horizonte.
—Eres… —A Tate se le va la voz y niega—. Eres algo más, nena.
—Apuesto a que se lo dices a todas las mujeres. —Me río de la frase, pero no
puedo negar la calidez que me hace sentir en el interior.
—Sabes que no hay otras, Madison. —Tate se detiene—. No he estado con
nadie en mucho tiempo.
—¿Por qué? —Las palabras se me escapan antes que pueda detenerlas.
Tate se encoge de hombros y levanta la mirada hacia el cielo. Algunas
estrellas aún brillan ahí.
—Bueno, está todo el asunto con Mikaela. Y antes de eso, estaba trabajando.
Claro, me gusta mirar a las mujeres hermosas, pero… tenía que centrarme en
mejorar mis habilidades para llegar a la cima, ¿sabes?
—Lo entiendo. —Y lo hago—. Parece extraño pensar en el gran Tate Masters
teniendo que estudiar tanto que fue célibe.
—No dije que fuese célibe —protesta—. Pero, sólo… Creciendo, Janie y yo
tuvimos un camino duro de verdad. Nuestros padres murieron en un accidente
de aeroplano cuando tenía cinco años.
¿Qué? Le doy un beso en el hombro y la sal me llena los labios.
—Eso es horrible…
—Sí. Fue lo peor. —La tristeza cubre su rostro, como si le doliese
simplemente decir las palabras—. Después tenemos la vieja historia de siempre.
Saltamos de casa en acogida en casa de acogida. Entre padres imbéciles y
hermanos asquerosos. Algunos han intentado vender sus historias, ganar dinero
con lo de la celebridad, pero la mayoría simplemente han desaparecido…
Algo oscuro brilla en sus ojos cuando dice la mayoría. Estiro el brazo y tomo
su mano, entrelazando nuestros dedos.
—¿La mayoría?
170

Tate me mira, realmente me mira.


—No hablo de esto, pero por alguna razón, contigo siento que puedo. Me
Página

retas. Y confías en mí.


Asiento.
—Lo hago.
—Janie, el padre de su bebé es un inútil. Era uno de los chicos en la casa
donde crecimos, pasamos cuatro años viviendo con él. Me había dado paliza,
luego amenazaba con hacerlo peor si iba a sus padres. Decía que era mi cuota…
mi castigo por estar allí.
Se me parte el corazón con sus palabras. No me puedo imaginar lo horrible
que habría sido.
—Janie no lo sabía, pasaba la mayor parte de su tiempo trabajando para
ahorrar el suficiente dinero para que nos mudásemos. Pero una noche, antes que
todo lo de Mikaela se hubiese establecido, me contó cómo se “chocó” de nuevo
con Danny… bueno, lo perdí. —Se detiene y aunque me muero por que acabe de
contármelo, contarme si eso significa que ese horrible chico de la casa de acogida
es el padre del bebé de Janie, no digo nada. No es su historia para contar—. De
todos modos, cuando Shade filtró la película, sabía que no era nada. La fecha fue
modificada. Es sólo que su hermano, Danny… También tiene algo de Janie.
La mente me da vueltas. Si Shade tiene un vídeo sexual, solo podía imaginar
qué tenía Danny en su poder.
—¿Es por eso que es tan importante lo de Mikaela?
Asiente.
—Por eso sigo con la mentira.
Nos sentamos en silencio durante un momento, él sin duda pensando en su
pasado, yo impresionada por el hombre sobre el que una vez había escrito que
simplemente era otra celebridad superficial tuviese tanta profundidad en él.
Tanto coraje para asumir retos.
La cálida luz naranja se desliza entre el océano, iluminando las crestas de
las olas y alcanzo mi vestido, poniéndomelo por la cabeza, luego recojo mi ropa
interior y la vela y lo meto todo en la bolsa. Tate también se pone el pantalón
corto, ambos en silencio, como si aún estuviésemos meditando sobre todo lo que
ha pasado. Solo es la tercera noche que hemos pasado juntos, pero hay un
cambio… algo ha cambiado entre nosotros. Una conexión tan profunda que me
asusta.
—¿Volveremos…? —Sé valiente—. ¿Volveré a verte?
Tate abre los ojos.
—¿Estás bromeando?
Le golpeo el brazo.
—En serio, no me jodas.
—Vamos. —Me rodea con el brazo y me lleva a su pecho, besándome la cima
de la cabeza—. Ahora simplemente intenta deshacerte de mí.
Me da un vuelco el corazón. No puedo creer que también se sienta de ese
modo. Ahora que le he dejado sostenerme, no sé si alguna vez quiero dejar de
171

sentirme segura en sus brazos.


—¿Tate?
Página

Nos separamos rápidamente. Miro a su alrededor. Janie aparece en el claro,


con las manos en las caderas. Su barriga es aún más prominente de lo normal en
su apretado pantalón de deporte.
—¿Qué es todo…? —Deja de hablar mientras pasa la mirada de Tate a mí.
—No es lo que piensas. —Tate sonríe con su habitual sonrisa arrogante,
acercándose a su hermana—. Anoche no podía dormir, así que pedí prestado el
proyector del bar local y miré algunas películas. Madison simplemente se tropezó
conmigo en su caminata mañanera.
Asiento, tragándome la ligera punzada de ser un sucio secreto.
—Se quedó dormido. —No es una mentira completa.
Sólo casi una.
—Claro. —Janie frunce el ceño. Escudriñando con la mirada mi maxi vestido
y trago saliva cuando intento actuar con confianza, como si vistiese algo así en
mis caminatas mañaneras todo el tiempo—. De todos modos, Tate, tenemos
algunas cosas que hacer. Tu sesión fotográfica ha sido mezclada con la escena
atascada de ayer, así que tenemos que rehacerlo.
—Les veo luego, chicos. —Me despido con la mano y Janie sonríe y me
saluda con la mano. Tate camina hacia mí, luego se detiene, apretando los labios.
—Nos vemos —comenta finalmente. Se gira, así está de espaldas a su
hermana y pronuncia llámame.
Mientras vuelvo caminado al resort, tengo la sonrisa más estúpida de todas
pegada en el rostro.
Llámame.
Quiere que lo llame.
Así que hago justo eso.

172
Página
Capítulo 30
Tate

L
a siguiente semana es difusa. Escapándome con Madison por el
ascensor de servicio. Sexo. Bebidas. Sexo. Charla. Sexo. Pasar el rato.
Cada día veo más y más de Madison. Y cuando no la veo, estoy
pensando en ella. Su cuerpo increíble. Su risa. Su sonrisa... esa sonrisa que cautiva
cada vez.
—¡Tate! Vuelve a mí, amigo.
—Lo siento. —Vuelvo mi atención a la pantalla del ordenador y los dos pares
vigilantes de ojos mirándome—. ¿Qué decías?
Bill suspira.
—Estábamos hablando acerca de tus firmas. Me resulta difícil
verdaderamente interesarme hasta que estrene la película, pero a corto plazo,
¿tengo una empresa de café que podría estar interesada? Los anuncios solamente
serán leves, así que no tendrás que preocuparte demasiado acerca de tu marca.
Sin embargo, es el mismo modus operandi que Global Films, así que debes
mantener esa nariz limpia.
—Es chirriante. —Sonrío—. Pero ¿por qué no me puedes encontrar algo con
menos ataduras? ¿Por qué tiene que ser una cosa tan moral?
Marty suspira.
—Chico, no eres lo suficientemente malo para esos idiotas, y el chico bueno
sin compromisos va hacia los Brad Pitt y Ryan Reynolds del mundo. Espera hasta
que Tropical Love se convierta en un éxito de taquilla. Entonces, el mundo será
tu ostra.
—Entiendo.
Mi teléfono vibra en la mesa de café, y lo agarro, con la esperanza que sea
Madison de nuevo.
No es.
Es el hombre que más odio.
Cambio de planes. Necesito el dinero en dos semanas.
Aprieto los puños y escribo una respuesta.
Teníamos un trato. Un mes.
—¿Tate? —pregunta Marty, y sonrío con falsedad.
—Probablemente le está enviando mensajes a esa novia tan sexy que tiene.
173

¿Cuándo saldrá a la luz, hombre? —pregunta Bill.


—Pronto —digo con dureza, bajando la mirada hacia mi teléfono de nuevo.
Una sensación de malestar se instala en el estómago—. Mira, en cuanto a esta
Página

cosa del café, acéptalo. Y puedo grabar la próxima semana, si las nubes de cenizas
se disipan y puedo salir de esta isla. ¿Pueden adelantar la paga?
—Bueno, ¡estás afilado como un… frijol! —Bill hace una pausa expectante,
esperando a que me ría de su broma.
Marty niega.
—Estoy rodeado de cómicos.
No escucho más. En cambio, mi cerebro se centra en cómo puedo
asegurarme de tener el dinero en efectivo. No puedo dejar que esa historia salga.
Necesito hacer el rodaje del café, que me paguen y darle a Danny el dinero antes
que cambie de opinión.
Yo hago las reglas. Necesito el dinero en efectivo en dos semanas,
o esas fotos van a la prensa.
Y cuando llegue el momento, voy ir a buscar a su niño.

Madison
Han pasado siete días de felicidad. Todavía pienso en Mike, por supuesto
que sí. He llamado al hospital para revisar su estado (estable), pero cada vez que
me ofrecen hablar con él, cuelgo. Mi corazón todavía duele un poco, por todo lo
que he perdido y por lo que él está pasando, pero para la mayoría, he bloqueado
cualquier pensamiento de casa y vivo en el paraíso, literalmente, y dormir con un
hombre que es amable, divertido, atento y extremadamente sexy.
No solo eso, sino que estoy cambiando. Pequeñas cosas, y no sólo mi
flexibilidad, gracias yoga. No lloro tanto. Pongo en duda todo. No tengo un plan.
¿Y la parte más extraña?
Como que me gusta.
—Así que ¿cuándo vas a volver? —pregunta Courtney.
Me encojo de hombros mientras miro el magnífico océano. ¿Alguna vez se
cansan de esta vista? A veces se siente como si todo lo que he hecho desde que
llegué a esta isla es mirarla.
Bueno, eso y tener grandes cantidades de sexo con una estrella de cine.
—No lo sé. Creo que cuando la cosa de la ceniza volcánica se disipe —
reflexiono.
—Espera, ¿quién es esta mujer y qué has hecho con mi mejor amiga?
Me río.
—¿Qué quieres decir?
—La Madison Winters que conozco habría estado loca por volver. Habría
estado devastada porque iba a perderse los premios al editor de Australia, y por
no poder salir para tratar de recuperar a su ex. Esta mujer relajada acaba de
174

referirse a un desastre masivo como “cosa de cenizas volcánica”, que por cierto,
estás completamente relajada por esto, no es alguien que conozco.
Sonrío. Mis mejillas duelen cuando lo hago. He estado sonriendo mucho
Página

últimamente.
—Creo que soy diferente ahora.
Y me gusta.
—Bueno, de acuerdo. Es increíble lo que puede causarle al alma tener
orgasmos regularmente.
—¡Ja! Muy divertida. —Hago una pausa—. Oye, ¿Courts?
—¿Mmm?
—¿Cómo está Mike? —Hacer la pregunta no duele como pensé que lo haría.
Me preocupo por él, por supuesto que sí. Pero el amor que pensé que tenía ha
comenzado a agrietarse.
—Está mejorando. Tenía un poco de sangrado interno. Costillas fracturadas.
Pero va a estar bien. —Es turno de Courtney estar en silencio por un momento, y
luego continúa—: Me preguntó cuándo regresabas. Dijo que realmente quiere
verte.
Mi estómago se retuerce. Es otra razón por la que no quiero volver.
Toco ligeramente mi teléfono, y tengo la imagen de ella en su escritorio,
ocupada, en la oficina de Lola, respondiendo correo tras otro.
—¿Ya has decidido qué vas a hacer con la historia Tate y Mikaela?
Es la única cosa que he pensado y planificado.
—Sí. —Asiento, a pesar que ella no me puede ver—. Tenía que enviárselo a
Chloe hoy, en realidad. Y no pude hacerlo. Escribí la historia de su relación para
Lola, es lo correcto.
—Tsk, tsk —dice Courtney—. Está bien, tal vez has sido abducida por
extraterrestres. Sabes que esta historia podría hacer tu carrera, ¿verdad? Ellos
probablemente te ofrecerían el cargo de editor general. Infiernos, cambiarían el
nombre de la revista de Lola a Madison.
Me río y levanto la vela. La cera se ha derretido en un patrón turbulento que
recuerda al océano feroz del lado de la isla de Tate.
—Es sólo que no es importante para mí en este momento.
—Está bien, cuando regreses, necesitamos tener una gran charla, señora —
dice Courtney.
Decimos adiós poco después, y me preparo para otra cita con Tate. Es mi
turno para elegir la actividad, y esta vez tengo planeado algo especial para él, o al
menos, espero que lo disfrute, de todos modos.
Mientras coloco todo lo que necesito en mi bolso, mi teléfono suena con un
mensaje.
Revisa tu informe. Aún queda mucho trabajo. No me hagas
pasarte factura por la estancia, Winters. Quiero oro. Yoko.
La presión me respira en la nuca como un tigre enojado. El informe. Si el
artículo de Ta-kaela es lo suficientemente grande para salvar mi carrera, también
lo es la realidad de enfrentarme a Mike cuando llegue a casa.
175

Espero como el demonio tener la fuerza para superar todo.

***
Página

—He ordenado el plato de mariscos, un poco de queso y una botella de vino


blanco que te gusta, el que tiene un barco en la botella. ¿Está bien?
Niego.
—¿Puedes ser más perfecto?
Una vez, decir algo así como que me hubiera llenado de inquietud. Una frase
que da tanto de ti, ¿vale la pena?
Pero ahora, se siente bien dejar que esas palabras salgan de mis labios. Estoy
cayendo brutalmente por este hombre, y cuando hace cosas como pedir mis
comidas y vinos favoritos, es difícil no hacerlo.
—Intento. —Tate besa mi frente—. ¿Qué tal tu día?
—Bien. —Frunzo el ceño—. Bueno, no es increíble. Mi artículo sobre el retiro
fue rechazado de nuevo. Quiere algo más personal.
—Entonces, haz uno. —Tate se encoge de hombros, sus anchos hombros
estirando la camisa blanca.
—¿Y decir qué? Me siento muy Zen, ¿probablemente una combinación de
tener más flexibilidad y demasiados orgasmos?
—Pff —se burla Tate—. No hay tal cosa.
—Se me va a ocurrir algo. Y terminé el informe de Mikaela y tú hoy, se lo
envié a mi editor. Voy a enviarle una segunda versión a Janie también, en caso
que quiera publicarlo en otro sitio.
—Hmm... —Tate sonríe, pero sus ojos no están aquí en la habitación
conmigo. Están fijos en el horizonte, la línea morada donde el color carmesí de la
puesta del sol golpea el océano índigo.
—¿Qué pasa?
—¿A mí? —Tate vuelve a mirarme—. Nada. Hay algunas cosas de las que
tengo que tener cuidado, están resultando ser un poco más estresante de lo que
esperaba. —Se pone de pie, estirando los brazos por encima de su cabeza—.
¿Quieres un whisky? Se me antoja un whisky.
Me pongo de pie y lo sigo a la cocina.
—¿Que está pasando?
Abre la nevera, evadiendo mi mirada.
—Nada, nena. Sólo cosas del trabajo.
—No me digas “sólo cosas del trabajo”. Dime qué está pasando.
Se voltea hacia mí, su rostro lleno de furia.
—No te incumbe.
Es la primera vez que me calla desde que nos conocimos. Han pasado un par
de semanas desde que nos hemos estado viendo, una semana desde nuestra noche
de cine en la playa, y este no es el hombre que conozco. Él nunca haría eso.
Un fuego arde dentro, mientras pienso sus palabras. ¿No te incumbe? Con
176

voz tranquila y medida, hablo:


—Estoy bien con no saber tus cosas. Tienes secretos; ¡lo entiendo! Pero no
Página

actúes de esa forma. No saques a relucir tus secretos aquí, restregármelos frente
a mí y luego no dices nada.
—No sabes nada de mí.
Es una oración sencilla. Cinco pequeñas palabras.
Y odio saber que es verdad.
Sus palabras me dolieron, a pesar que no deberían. A pesar que sé que esto
es lo que es, dos semanas en una isla juntos, luego, nada. Luego, se acabó. Me
volteo y coloco mis manos en el la superficie de la isla de mármol. Afuera, las
palmeras se mecen por la brisa, la puesta de sol es una postal perfecta y en algún
lugar, una banda toca música tranquila.
Típico. A veces, el paraíso apesta.
Un vaso de whisky se desliza a través del mostrador hacia mí, y aunque odio
las cosas, lo tomo y lo dejo en la mesa de un golpe, con fuerza.
—Oye. —Manos calientes acarician mis hombros, un aliento caliente en mi
oreja—. Relájate.
Lo aparto, mi voz se eleva un tono.
—No te atrevas a decirme que me relaje ahora.
—¿Cuál es tu problema? —pregunta, su tono equivalente al mío.
—¡Tú! No me puedo relajar cuando estás actuando tan tenso y gritándome
al oído.
—Estoy tratando de decir que lo siento —grita, y volteo hacia él.
—¡Entonces dilo! —espeto.
—¡No! —gruñe—. ¡Quiero decir, sí! ¡Lo siento!
Nuestras miradas fijas, y la tensión aumentan la densidad del aire entre
nosotros.
¿Y entonces?
Él ríe.
Una risa verdadera y muy profunda.
—Lo siento —dice en medio de su alegría, y parece ser contagiosa porque me
encuentro riendo también.
—¿Por qué siquiera estamos peleando? —pregunta, con los brazos a ambos
lados de mi cuerpo, atrapándome. Sólo así, la tensión entre nosotros se derrite
como una bola de helado sobre un capó de un auto caliente.
—También lo siento. —Sonrío—. Sé que todavía estamos pensando en esto.
Sólo me molesté. No me calles.
Coloca su nudillo debajo de mi barbilla, levantándola así miro fijamente
esos ojos cristalinos.
—Oye, lo siento. Voy a esforzarme más para dejarte entrar. —Su voz es suave
y gentil—. Y amo cuando te enfureces.
177

Amor.
Ama cuando me…
Página

Ya basta, idiota.
Empujo sus hombros y lo abrazo. El calor inunda mis mejillas.
—Es una cosa tonta por lo que molestarme, de todas formas. Honestamente,
lo que sea que es eso, no quiero saber.
Me mira, y me las arreglo para reír.
—Está bien, quizás sí. ¿Qué sucede?
Hace una pausa, y luego se lame el labio inferior.
—Algo está pasando en mi vida de trabajo que me afecta en lo personal. Y
no puedo decidir qué hacer.
Sus palabras son crípticas.
—Sólo preocúpate por ti, Tate. ¿Qué dice tu instinto?
Se encoge de hombros.
—¿Montar la ola? ¿Hacer lo que tengo que hacer así puedo proteger a los
que amo?
Sonrío y coloco mis brazos sobre sus hombros, con las manos entrelazadas
detrás de su cabeza. Si hay una cosa que he aprendido de Tate, es cómo montar
olas.
—Entonces, monta la ola, bebé. —Paso una mano por su cabello—. Monta la
ola hasta el final, hasta la orilla.
Entrecierra los ojos.
—¿Y si me caigo?
Me encojo de hombros.
—Levantarte y vuelve a intentarlo. —Camino hacia mi bolso y revuelvo su
interior—. Ya que estamos en el tema de todas las cosas, Tate, te he hecho algo.
Tate inclina la cabeza.
—¿Me hiciste algo?
Tomo la bolsa de papel y la escondo detrás de mi espalda.
—Sí. ¿No crees que tenga las habilidades motoras suficientes para ser
astuta?
—Eso no es lo que he…
—No tengo las habilidades motoras suficientes para ser astuta. Pero soy muy
buena con una tarjeta de crédito, compras y un poco de investigación en internet.
—Estoy intrigado. —Tate levanta su vaso de líquido de color ámbar y se
pasea hacia el sofá, tumbándose.
—Aquí. —Le tiendo la bolsa.
Él lo toma y la acerca a su oído.
—No. —Niega—. No suena como si fuera ropa interior.
178

—Eso no sería un regalo para ti.


—Confía en mí. —El deseo crece como llamas en su rostro—. Sería un regalo
Página

para mí.
—Oh. —Presiono mis labios. Tal vez debería haber conseguido un nuevo
conjunto de ropa interior atractiva después de todo.
Tate sonríe y abre la parte superior de la bolsa, luego saca el libro cubierto
de tela del interior, una joya hecha a mano que encontré en uno de los locales de
venta en la playa. Una suave V se forma en su frente mientras abre la primera
página.
¿Y entonces?
Una sonrisa.
Una enorme sonrisa de megavatios, esta-es-la-razón-por-la-que-le-pagan-
tanto.
—Madison... —Pasa de página. En ella, he pegado una foto de él y Janie, de
hace unos cinco años, o al menos, es cuando ella lo ha subido a Facebook. Janie
dándole un coscorrón; él apartándola.
Pasa la página a una nueva fotografía. Es sólo Tate, mirando hacia el océano.
Es una de las imágenes que tomamos para la sesión de fotos que decidí que era
demasiado para el informe. Muestra a un hombre centrado en un sueño. Un
hombre que no va a dejar que nada lo desaliente.
Mientras pasa de página, su rostro pasa de alegría a tristeza. Es un álbum
de fotos de todas las cosas de Tate. Las veinticinco imágenes sacadas del Facebook
de Janie y una colección de archivos multimedia al que mi trabajo me da acceso.
Y por último, en la última página…
—Mis padres.
Asiento.
—¿Cómo hiciste…?
—Esa fue la que la prensa utilizó para hacer referencia a ellos cuando
informaron sobre el accidente. —Trago, estudiando la foto de la boda delante de
él. Esta había parecido una buena idea. Un hombre que no tiene sentido fuerte de
la familia, algo así como esto ayudará a mantenerlo todo asegurado. ¿Cierto?
Recuperar esta foto no había sido demasiado difícil. El accidente había sido
reportado por muchos medios de noticias de los Estados Unidos, así que
simplemente había hablado con alguien en la oficina de Nueva York y les pedí que
me enviaran una copia.
Tate traza un dedo sobre la foto en blanco y negro, haciendo una pausa en
el rostro de su madre, su sonrisa. Por un momento se sienta en silencio, y estoy
inmóvil, torpemente como un niño demasiado ansioso, esperando una reacción.
—Le pidió que se casara con él todos los días durante un año.
—¿Sí?
Tate levanta la mirada. Sus ojos están vidriosos.
—Sí. —Hace un gesto a su lado y me siento.
—¿Por qué no ha dicho que sí?
179

Me da una media sonrisa.


—La primera vez, fue porque él nunca la había conocido antes.
Página

Me río.
—¿Eso fue lo primero que dijo?
—Sí. Dijo que la vio, y él lo sabía. —Hace una pausa, mirando de nuevo la
foto y sonríe—. Todavía recuerdo lo que me dijo. “Cuando lo sabes, lo sabes”.
Tomo su mano y entrelazo los dedos con los suyos, dándole un suave
apretón.
—Suenan como sabias palabras.
—Sí. Era un hombre muy sabio. Ese era uno de sus credos. —Hace una
pausa—. Eso y mirar antes de saltar.
—¿Mirar antes de saltar?
—Sí. —Tate sonríe ligeramente—. En una ocasión saltó una cerca, pero no
vio el cable eléctrico en la parte superior.
—¡Ja! —Me río y me acurruco al lado de Tate.
Levanta una mano, pasándola a través de mi cabello.
—¿No quieres sólo ver televisión y relajarte esta noche? Ya sabes... en lugar
de horas y horas de sexo loco de monos.
Me río. Me encanta nuestro sexo loco de monos. Pero algo ha cambiado
entre nosotros. Y sé que esto es lo que necesita Tate.
—Me gustaría eso.
De verdad.
Mucho.

180
Página
Capítulo 31
Tate

S
on las seis de la mañana y la hermosa mujer entre mis brazos aún está
dormida, a pesar de los golpes en la puerta de la habitación.
Me escabullo de la cama y le acomodo las sábanas de nuevo.
Murmura algo y estira el brazo. Dios, es tan sexy, incluso cuando duerme. Mi polla
salta y me mojo los labios. La despertaré con mis labios en su coño, lamiéndola
hasta llevarla a un estado de frenesí. Luego la llevaré a la ducha y la tomaré contra
las paredes de azulejo, el vapor, el calor…
—¡Tate!
¿Janie?
Salgo corriendo de la habitación, me pongo una toalla alrededor de la
cintura y abro la puerta de golpe.
Janie jadea con una mano sobre el corazón y la otra en el teléfono.
—Mierda. —Rodeo sus hombros y la llevo al sofá. Tiembla mientras la ayudo
a sentarse en el sofá de piel blanco, luego echa la cabeza hacia atrás y suspira—.
¿Qué sucede? ―pregunto en voz baja, consciente de la hermosa belleza
durmiendo en la habitación de al lado.
—Simplemente no he sabido de ti…
Oh, Dios. Miro el teléfono que no he comprobado desde que Madison llegó
anoche. Ocho mensajes sin leer. Cuatro llamadas perdidas.
—Oye, lo siento. —Me levanto de un salto, tomo un vaso llenándolo de agua
hasta el borde, volviendo y ofreciéndoselo.
—Gracias. —Toma un gran sorbo y suspira—. Lo siento. Soy demasiado
mayor para estar teniendo estos ataques de pánico.
—Todo está bien.
Me siento a su lado y froto pequeños círculos en su espalda. Esos ataques
comenzaron cuando éramos pequeños y todavía la paralizan hasta el alma. Es el
miedo a perder a su familia, y cada vez que sufre uno reafirma mi decisión. Este
es el por qué hago lo que hago. Viendo a esta mujer rota, resultado de tantos
imbéciles en su pasado, refuerza mi decisión de borrar los terrores que la
persiguen. Incluso el que aún no conoce.
Los minutos pasan y gradualmente su respiración vuelve a la normalidad.
Me mira y sonríe. Una risa triste.
—Bueno, eso fue un alboroto por nada, ¿no?
181

—No pasa nada —le digo suavemente con un apretón en la rodilla.


—Sí, ya pasó. Ahora hablemos de la razón por la que estamos susurrando.
Página

Me encojo de hombros.
—Solo siendo considerado. Ya sabes que Mikaela tiene un sueño ligero.
Janie me mira, luego a la puerta cerrada y de nuevo a mi rostro.
Se levanta de un salto y cruza rápidamente la habitación.
—¡Janie! —siseo, corriendo tras ella.
Soy rápido, pero tiene ventaja, y ya tiene la mano en la manilla de la puerta
antes que siquiera yo haya alcanzado la mesa.
—Escúpelo o lo averiguaré yo misma.
Resoplo con fuerza.
—Es Madison.
Sonríe, una sonrisa triunfal mientras se pavonea… Sí, de algún modo mi
hermana embarazada logra pavonearse de vuelta al sofá.
—¡Lo sabía!
Me encojo de hombros y me uno a ella, golpeo las manos sobre las rodillas.
—No sé cómo sucedió. Pero está… bueno, definitivamente está en mi cama
ahora mismo.
—¿No sabes cómo sucedió? —se burla Janie—. Entonces, déjame decírtelo.
Cualquiera con medio cerebro pudo verlo desde el momento en que se
conocieron, no han sido capaces de dejar de mirarse el uno al otro.
—No, yo…
—Estar en la misma habitación que ustedes dos hace que quiera quitarme la
ropa. Luego esconderme debajo de algo debido a las locas miradas sexuales que
están intercambiando.
Me río.
—No somos así de malos.
—No. —Se moja los labios—. Son peores. —Me señala el corazón—. Te
preocupas por ella desde aquí. Puedo verlo. Lo sé.
Niego.
—No. Es decir, por supuesto que me preocupo de ella, pero no es…
—Cuando lo sabes, lo sabes. —Janie sonríe y las familiares palabras que
dejaron mis labios hace menos de doce horas resuenan en mi interior—. ¿Qué es?
—Janie toma el álbum fotográfico sobre la mesa y lo abre.
—Lo hizo Madison.
Pasa las páginas admirando todas las fotografías, luego se congela cuando
llega al final.
—Esta… —Golpea la fotografía con la uña—. No tenemos esta. —Le tiembla
el labio inferior y la abrazo.
—Oye —la tranquilizo. Odio verla llorar. La he visto demasiadas veces—. La
obtuvo de alguna mediateca. Luego escaneó la fotografía. Se publicó en los
182

periódicos cuando…
—Deberíamos haber pensado en ello. —Janie se aleja y se seca los ojos—.
¿Por qué no pensamos en eso?
Página

Pienso en la mujer que está cambiando la forma en la que veo las cosas día
a día. Que me desafía a pensar diferente.
—A veces simplemente necesitas a una persona que vea las cosas con una
luz diferente.
Janie sonríe.
—Así que, ¿tienes planes de futuro con ella?
—No. —Trago saliva. De algún modo he logrado bloquear eso de mi mente.
Me gusta Madison, me gusta mucho, pero ella nunca ha mencionado querer más.
Y además, tengo una hermana a la que proteger. Suspiro—. No veo cómo
funcionará. Sabes que no puedo “romper” con Mikaela. No hasta que hayamos
asegurado el dinero para la película. Además, vive en Australia…
—Y tú tienes pasaporte de trabajo. ¿A quién le importa el dinero? Al final del
día, no es nada.
—Janie, lo es todo. Ya sabes que quiero cuidarte. Quiero hacer las cosas para
ti y el bebé… —digo mientras le froto la barriga como si le diera buena suerte—,
perfectas.
—Si hay algo que nuestro pasado me enseñó, hermanito, es que no puedes
comprar la perfección. —Me despeina como si todavía fuese el molesto hermano
pequeño al que solía tener que cuidar—. Me voy. Y tú también deberías
prepararte. Te necesitan en el set en media hora. —Camina hasta la puerta y luego
se gira para mirarme—. También hay noticias nuevas. La ceniza se ha ido.
Deja la habitación.
Me da un vuelco el corazón.

Madison
Es el sueño más increíble. La cabeza de Tate entre mis piernas, usando esa
talentosa lengua y esos habilidosos dedos para llevarme al clímax.
Abro un ojo.
Tristemente, solo es un sueño. La cama a mi lado está vacía y me estiro, el
frío algodón delicioso contra mi piel caliente.
—¿Tate? —llamo. La puerta al resto del apartamento está cerrada. Eso es
extraño. Normalmente la deja abierta mientras anda por ahí desnudo,
preparando café antes de follarme en la cama. O en el sofá.
Tal vez es momento de que lo volvamos a intentar en la ducha…
—Hola. —La puerta de la habitación se abre. Los brazos de Tate se flexionan
mientras los cruza frente a su cincelado pecho, con la toalla colgando sobre sus
caderas bajo la V que promete más. Un ligero ceño fruncido crece entre sus ojos.
—Hola. —Me siento y la sábana cae de mi pecho—. ¿Qué sucede?
—Nada. —Descruza los brazos y pasa a mi lado—. Voy a tomar una ducha.
183

—¿Qué? —Salgo con dificultad de la cama detrás de él—. ¿No puedo tentarte
para que te quedes?
Página

—No.
—¿Ni con sexo en el sofá?
Los grifos abiertos son mi única respuesta.
Me tumbo contra la almohada. ¿Qué he hecho?
Media hora después, ambos estamos vestidos. En vez de nuestras bromas
habituales, un pesado silencio se ha asentado entre nosotros mientras me ato las
zapatillas y Tate repasa el guion del día.
—De acuerdo, me tengo que ir. —Me levanto y camino hacia la cabecera de
la mesa donde Tate está sentado.
—Adiós. —No levanta la mirada de las páginas frente a él.
—Oye. —Le doy un golpe en el hombro—. ¿Qué sucede? ¿Por qué me estás
ignorando?
Me mira, con el rostro impasible.
—Simplemente vete. De todos modos, sé que te irás en algún momento.
—¿Qué? —Casi sería irrisorio si no estuviera tan enfadado—. No me voy a
ningún sitio.
—Bueno, lo harás. La ceniza se ha aclarado. Hoy puedes volar a casa.
Oh.
Oh.
De vuelta a mi trabajo.
Mi país.
Mi familia.
Pero ahora mismo no es mi hogar.
Tomo una honda bocanada de aire. Antes de este momento no he pensado
en el futuro, ¿pero ahora? Ahora sé que no quiero que esto sea una aventura de
isla. Y no me importa si es demasiado pronto, o que vivamos dos vidas diferentes.
A veces, tienes que luchar.
Y cuando lo sabes, lo sabes.
Cierro los puños e inspiro más aire, justo hasta el fondo de mis pulmones.
Ahora o nunca…
—Tendré que irme en algún momento, pero no tiene que ser así. Deberíamos
hablar… sobre nosotros. —Estoy de pie al borde de un precipicio y él tiene el poder
de empujarme o sujetarme en el precipicio de esta relación. Tate no coopera
conmigo y es entonces cuando decido que estoy al cien por cien. Amé a Mike, sé
que lo hice. Pero lo que he desarrollado con Tate, este vínculo increíble, merece
la pena luchar por él. Se merece más que esto—. Realmente me gustas, Tate
Masters. Eres divertido, dulce y me haces creer que soy mucho más de lo que me
encasillé a mí misma. —Mis palabras tiemblan, atropelladas, mi idea creciendo
con cada sílaba—. Contigo soy solo Madison. Nada más. Y no quiero que esto
termine. ―Tate no me mira a los ojos, aferrando todavía el guion con las manos.
184

Me da un vuelco el corazón―. Sé que eres una celebridad, sé que vivimos en países


diferentes y sé que solo han sido un par de semanas, ¿pero no sientes esto?
Es un instante. La mitad de un latido.
Página

Una eternidad de indecisión.


Luego la silla vuela hacia atrás mientras Tate se levanta, chocando su boca
con la mía. Nuestros labios, dientes y lenguas atrapados en una desesperada
necesidad furiosa. Y la comprensión que puede ser algo real.
Su respiración es caliente y pesada cuando se aparta.
—Yo. —Beso—. Necesito. —Beso—. Esto.
Esas palabras son mi perdición.
Necesita esto tanto como yo.

***
El día pasa a toda prisa. Voy a yoga y me sorprendo por el gran progreso que
he hecho en cuanto a la flexibilidad. No soy exactamente un doctor Zen, pero
puedo hacer algunos estiramientos que hace tres semanas estaban muy por
encima de mis posibilidades, y mis habilidades de equilibrio han mejorado.
No solo eso, sino que mi relación con las otras personas también van en
aumento.
—¿Te gustaría sentarte conmigo? —Jacqui señala con la cabeza el único sitio
libre en la mesa, a su derecha.
Asiento gentilmente.
—Gracias. Sería agradable.
Apoyando mi bandeja, me deslizo a su lado con cuidado de mantener mi
maracuyá bien a la izquierda. Es un error que no estoy dispuesta a cometer de
nuevo.
—Así que, ¿vas a volver pronto a casa? —pregunta Kiara—. Ahora que la
ceniza se ha aclarado y todo.
—Supongo. —Revuelvo la ensalada en el plato. Las hojas de lechuga tienen
tres colores diferentes. Dios, cómo quisiera una hamburguesa.
Cuando me marche.
Después de nuestra sesión de besuqueo esta mañana, Tate y yo no
discutimos todo el mecanismo de la situación del “qué pasará después”. Estoy
esperando verlo esta noche para discutirlo y, con suerte, encontrar una solución.
Esperanza.
Parece como si hubiera mucho de eso involucrado.
—Me marcho por la mañana. —Kiara me señala con el tenedor desde el otro
lado de la mesa—. Así que puedes considerar cancelada nuestra carrera de la
mañana.
—¿Sabes?, realmente creo que voy a echarla de menos —reflexiono.
Es verdad. Correr se convirtió en gran parte de mi proceso de curación,
185

como todo lo demás. Tal vez pueda escribir un libro: Suda sobre él.
—Has mejorado. —Kiara se mete algunas hojas en la boca—. Para alguien
con tan poca resistencia como tú…
Página

—Tengo una idea. —Jacqui suelta la cuchara en la bandeja, el golpe apenas


hace ruido sobre las voces de los demás en el lugar—. ¿Por qué no tenemos una
pequeña fiesta esta noche?
—¿Una fiesta? —Kiara frunce el ceño—. ¿Volvernos locas y mezclar un poco
de té de camomila con té verde?
—No, tonta —Niega Jacqui—, traje una botella de tequila conmigo.
—¿Tequila? —grita Kiara y Jacqui la hace callar—. Bueno, mierda. Y yo aquí
pensando que eras tan dulce y pura. Supongo que debí compartir mis Cheetos
contigo desde el primer día.
—Espera, ¿tienes Cheetos? —pregunto. ¿Quién es esta gente y qué ha pasado
con mis compañeras de retiro somos más yoguis que tú?
—Será mejor que lo creas. También tenía M&Ms, pero volaron. —Kiara se
encoge de hombros, como si se hubieran marchado por voluntad propia.
—¿Entonces quedamos en la playa? ¿A las nueve? —pregunta Jacqui en voz
baja.
—Claro. —Kiara asiente, luego me mira—. ¿Estás dentro?
Tate no acaba de filmar hasta las diez y media, así que realmente no tengo
razón para no hacerlo. Además, me he encariñado un poco con estas mujeres. Y
puedo ver que tenemos más en común de lo que pensé al principio.
Alcanzo mi teléfono para poner al tanto a Tate sobre mis planes y contarle
dónde estaré. Siempre nos podemos encontrar más tarde.
—Cuenten conmigo.

***
—Chicas realmente las amo. —Kiara pasa un brazo sobre mis hombros y otro
sobre los de Jacqui—. Muchísimo.
—Y nosotras también te queremos, súper guisante —grita Jacqui para que
la escuchemos por encima de Taylor Swift resonando desde mi iPhone colocado
en una esquina de la gran manta morada que estamos usando como alfombra—.
¿Súper guisante? ¿Qué es un súper guisante?
—Tal vez un guisante con súper poderes —murmuro—. Uno que puede
luchar con todos los chicos malos.
—A todos los ex imbéciles que engañan y se marchan. —Jacqui sujeta la
botella de tequila y la levanta al aire—. ¡Otra copa! Necesitamos otra copa para
eso.
—¡Sí! —Kiara levanta su vaso.
Jacqui nos sirve a las tres, la mano le tiembla mientras se mueve de vaso a
vaso.
Brindamos y lo bebemos de golpe.
Solo es mi cuarta bebida de la noche, pero la actitud agresiva de las chicas
es contagiosa. Llegamos después de la cena para ver los últimos hermosos rayos
186

de sol y continuamos la fiesta hasta que la luna se alzó, una gloriosa gema sobre
el océano.
Página

—Deberíamos tomarnos una selfie.


Kiara toma su teléfono de la manta y todas nos alineamos mientras extiende
el brazo. La cámara está centrada en nosotras.
—Mantenlo quieto. —Jacqui le golpea el brazo.
—Eso intento. —Se ríe—. Eres tú la que me mueve.
—Creo que somos nosotras las que nos bamboleamos. —Me sujeto las
rodillas en busca de apoyo—. Está bien, está bien. Un poco a la izquierda, no la
otra izquierda, ¡sí! Ahora la luna nos está iluminando los rostros.
—Eres buena para las selfies —comenta Kiara—. ¡Sonrían!
La cámara saca seis fotografías de nosotras, riendo, sonriendo,
divirtiéndonos. No he tenido este tipo de noche tonta en mucho tiempo. Es el tipo
de diversión que la vieja Madison habría ignorado cuando descubriera que no
había mini canapés y no se necesitaban vestidos de diseñador
—Nos vemos bien. —Kiara mueve los dedos por la pantalla, ampliándola—.
Eh. Esto es extraño.
—¿Qué? —pregunta Jacqui, sirviéndonos otro chupito.
—Parece que ese actor, Tate Masters, está en el fondo de una de las
fotografías.
Jacqui grita.
Todas miramos a nuestra espalda.
Tate camina hacia nosotras. La luna convierte sus rasgos en duro granito.
Me levanto tambaleante y sonrío, muy feliz de verle, solo que no está sonriendo.
No está sonriendo en absoluto.
—¿Tate? —cuestiono.
—Madison. —Su voz se oye tortuosa. Mierda. Esto es malo, muy malo. Se me
tensa el estómago—. ¿Podemos hablar?

187
Página
Capítulo 32
Madison

—R
ealmente es Tate Masters —sisea Jacqui.
—Claro. —Tomo mi teléfono y apago la música a
pesar de las protestas de las chicas—. Las veré de nuevo
en el resort, chicas.
—Adiós. —Jacqui hace un gesto de despedida.
—Diviértete con la sexy estrella de cine. —Kiara hace un gesto con las manos
que nunca pensé que sería capaz de hacer. Tan dulce que parecía.
Siempre son las tranquilas…
Tate y yo volvemos a mi habitación en poco tiempo. No vemos una sola
alma; y solo cuando cierro la puerta me doy cuenta.
—Saliste sin tu disfraz.
Asiente mientras tiro el bolso en la silla y me desplomo de espaldas sobre la
cama. El tequila zumba en mis venas. Doy un golpecito en el lugar a mi lado.
—Preferiría quedarme de pie.
—Está… bien. —Me siento, mirándolo con fijeza y esperando por alguna
pista de por qué está aquí y actuando tan extraño—. ¿Es la cosa de esta mañana?
Porque no te voy a dejar, Tate. Sé que quizás tienes algunos problemas con la idea
de gente abandonándote en tu pasado, pero…
—No finjas que no tienes idea de lo que está pasando conmigo. —Hay veneno
en su tono.
Hago una mueca.
—Lo siento. —La palabra sale en automático y me reprendo por ello. La
nueva Madison no hace eso. No se disculpa por cosas sobre las que no tiene
control—. No, ¿sabes qué?, no lo siento. No he hecho nada malo. Hablemos de
por qué estás molesto. Estoy aquí. Estoy escuchando.
—¿No es ese exactamente el problema? —Tate abre los brazos—. Estás
escuchando. Siempre jodidamente escuchando.
—No tienes lógica.
—Supongo que eso es lo que pasa cuando la mujer de la que te has
enamorado resulta ser nada más que una mentirosa y un fraude.
Me pongo de pie y me acerco a su ominosa figura.
—No tengo idea de lo que hablas.
188

—No te hagas la tonta conmigo —se burla. No sé por qué está siendo tan
imbécil, pero quiero luchar contra ello. Quiero al menos hacer que se explique.
No soportaré su mierda, pero seguro como el infierno que tampoco le dejaré
Página

escapar de esto.
—¡Ilumíname! ¡Pretende que soy tonta! ¡No tengo ni idea de qué demonios
está pasando! —grito en su rostro.
Palidece por una fracción de segundo, luego lo enmascara con la misma
mirada fría que he visto antes. La tensión se acumula y nos arrojamos el uno hacia
el otro, dos autos fuera de control.
—Le contaste a alguien sobre Mikaela y yo.
Impacto.
Eso se estrella contra mi rostro, destrozando todo alrededor.
—¿Q-qué?
—Le contaste a alguien sobre nosotros. Está en todas las noticias. En todos
las revistas de chismes.
—Tate, no fui yo. No lo hice. —Negué.
—¿Así que es una coincidencia que la única persona que lo sabe trabaja en
los medios de comunicación y la historia se hace viral? —Tate pasa una mano por
el cabello—. ¿Se lo contaste a alguien?
Mierda.
Y ahí está. Ese horrible hecho que podría de verdad ser la única a la cual
culpar.
Se lo dije a Courtney.
Una persona.
Un error.
—Lo hiciste, ¿no es así? —grita Tate.
Niego con rapidez.
—Tate, nunca quise herirte. No hice…
—¿No hiciste qué? ¿No recordaste que estaba haciendo esto para proteger a
mi hermana? ¿Pensaste que no tenía importancia? —Hace una pausa y el dolor
destella en su mirada—. ¿O realmente no lo pensaste en absoluto?
Me pasa de un empujón, su hombro ardiente contra el mío, cuando camina
hacia la puerta.
—¿A dónde vas? —Me apresuro detrás de él.
—De vuelta al resort, donde tengo una conferencia preparada con mi agente
y manager para discutir cómo demonios voy a solucionar este desastre.
—Lo siento, Tate. Lo siento tantísimo. —Agarro su camisa, las lágrimas
nublan mis ojos—. Por favor, no te vayas. Vamos a hablarlo detenidamente.
Intentemos hacer que esto funcione. ¿No quieres luchar por esto? ¿No quieres
luchar por nosotros?
Su mandíbula se tensa, su resolución es de acero.
—Solo lucho por cosas que son reales.
189

Tate
Página

Me traicionó.
Madison Winters. La mujer que me hacía reír. Que me hacía sonreír. La
mujer que me hizo pensar que tal vez sí “sabía”, como mi padre siempre decía.
Me atrapó en su red y luego me colgó para secarme al sol.
—¡Joder! —gruño, arrojando el vaso de agua contra la pared.
—Tate, vas a tener que calmarte —dice Marty. Incluso Bill se ve un poco
pálido, como si mi estallido lo hubiera molestado—. Enojarte no resolverá nada.
—Masters, puedes con esto. No dejes que te afecte. Lo resolveremos —dice
Bill.
—Adelante. ¿Cuál es el plan de juego?
Marty desvía la mirada y Bill baja la cabeza.
—Bueno, hemos recibido una llamada del sitio de café. Quieren cancelar el
trato, pero te encontraremos a alguien más. Oye, ahora tal vez podamos
encontrarte algo un poco más sexy. Más malo. Serás el próximo Jude Law.
Rechino los dientes.
—¿Y qué hay de la película?
—Bueno…
—Sobre la película…
Miro por turnos ambos lados de la pantalla.
—Continúen. Suéltenlo. ¿La han cancelado?
—Estás hablando de retrasos de al menos un año. No podrán, no cuando ya
han gastado tanto dinero, pero necesitan tiempo para que tu reputación se
recupere. Y para que vuelvas y le muestres al mundo que estás muy enamorado
de Mikaela de nuevo.
Mi boca se vuelve amarga. Sé que es una cosa que tengo que hacer, pero la
única mujer en la que puedo pensar ahora mismo es en la que se veía como si
estuviera a punto de llorar cuando la dejé esta noche. La única cuyas lágrimas
quería alejar a besos, casi tanto como quería enviarla a otra estratosfera. Me
traicionó. La mujer que me hizo sentir como si tal vez, solo tal vez, lo supiera.
Y así el ciclo empieza de nuevo.
—Hemos pensado en la televisión. Programas matutinos. Les tendremos a
Mikaela y a ti en cada pantalla por todo el país. Y, me atrevo a decir, ¿la palabra
con C?
Alzo la mirada hacia Marty.
—¿La palabra con C?
—Comprometidos —dice Bill despacio.
—Correcto. —Asiento—. Por supuesto.
—Sería una manera de detener los rumores. Compromiso, una rápida
boda… nadie cuestionará entonces cuán verdadero es esto para ti.
190

Las palabras tienen tanto sentido. Es la manera rápida de solucionar esta


situación… la solución de la tirita que cubrirá la herida para que el público no la
vea.
Página

Solo seré yo con la herida infectándose en mi interior, atrapado bajo la


solución provisional.
Y Mikaela.
—Tengo que hablar con ella. Ver qué piensa.
—Por supuesto, claro —dice Bill, sus mejillas tiemblan mientras habla—. Le
gustará la idea, sin duda. Las mujeres aman toda la cosa del matrimonio.
—Dinos qué deciden y nos pondremos en contacto con Janie y le daremos la
vuelta a esto para que la mierda brille —dice Marty cerrando la transmisión, su
lado de la pantalla se pone negro unos momentos después.
—Sé que superarás esto, Tate. Has nacido para los focos —dice Bill, antes de
cortar la conexión.
Mi teléfono suena con otro nuevo mensaje que no me molesto en abrir. Será
de ella. Son todos de ella, disculpándose, pidiendo una oportunidad para
explicarse, diciéndome lo mucho que le importa.
Ah.
Si le importara, nunca me habría destrozado así.
Suspiro y me echo hacia atrás contra el sofá. El sofá donde nos hemos
besado. Reído. Hablado. Hecho el amor.
—No la amo —digo al vaso roto en la esquina. Voy a tener que hacer que
alguien lo limpie. Sin duda eso empezará rumores también. Del chico de oro de
Hollywood a enojado mujeriego.
Cierro los ojos y echo la cabeza atrás. Se supone que esté enojado con
Madison. Que la odie. Que nunca quiera verla de nuevo.
Entonces, ¿por qué demonios duele tanto?

Madison
Duele.
Duele como una depilación brasileña, solo que la cera es lava volcánica.
Pica.
Pica como la picadura de una abeja, solo que esta abeja empuña un machete.
Miro con apatía al ventilador del techo mientras gira y gira sobre mi cabeza.
He intentado llamar a Tate, mandarle mensajes, pero no han sido respondidos.
He dejado un correo de voz a Courtney para que me llame de inmediato, pero o
está durmiendo, dada la hora, o sabe lo mucho que voy a patearle el culo, por lo
que no ha contestado mi llamada.
Mis ojos intentan enfocarse en una de las aspas girando, pero es inútil. Todo
me recuerda a Tate. Incluso un ventilador de techo.
Ruedo sobre el estómago y de nuevo pulso enter en Google en mi portátil.
Se carga una nueva página de resultados con sitios webs de todas partes, desde
América a Reino Unido a Australia, hablando de las últimas noticias de
191

Hollywood.
Pareja de famosos es una farsa.
Página

T&M — ¿alguien reveló demasiada información?


Ta-kaela — prácticamente imbebible.
Los titulares son ridículos e injustos, pero los hechos de cada artículo son
los mismos. Tate y Mikaela son una farsa, una pareja que realmente no se ven,
pero están juntos por el bien de los medios de comunicación. Al parecer, Tate
incluso ha sido visto con una “misteriosa morena”. Cada vez que leo esas palabras,
me encojo. Se supone que reporte las noticias. No se supone que esté en ellas.
Nunca.
Una “fuente anónima” (¿no lo son siempre?) cercana a la pareja ha revelado
que duermen en habitaciones separadas de hotel y al parecer se quedaron juntos
como una manera de mantener la película a flote, con los reporteros siempre
llegando.
Por suerte, la sexualidad de Mikaela no es mencionada. De hecho, el artículo
implica que Tate y Mikaela estaban enamorados al principio… simplemente se
arruinó en algún punto. Son todo reflejo de la información que le conté a mi mejor
amiga y mi estómago se revuelve cuando pienso en confrontarla. Fue tan dulce
conmigo durante toda la ruptura con Mike. ¿Por qué hizo una cosa así?
Incluso cuando pienso en esa pregunta, sé la respuesta. Revistas. Es un tipo
de mundo que te mastica y te escupe, y si no eres la que da las noticias,
probablemente tengas una diana en una oficina donde los tipos de arriba juegan
a la ruleta rusa con tu trabajo. Siempre están buscando por la próxima gran cosa…
y con tantos periodistas, comentaristas de moda y preferidos de la industria que
harán cualquier cosa por trabajar en los medios, hay poco que perder para los
hombres en la cima.
La única cosa que me confunde, sin embargo, es que no importa cuántas
variaciones de Google pruebo, no puedo encontrar nada con la firma de Courtney.
Por otro lado, la página de Lola informa del asunto sin firma, así que solo puedo
imaginar que es ella la que lo ha escrito. También uno de los primeros sitios en
tener la noticia en línea.
Mi teléfono suena rompiendo mi trance. Lo tomo.
—¿Tate?
—¿Quién es Tate, cariño? —pregunta mamá.
—Es una estrella de cine, el que no tiene una novia de verdad —grita papá
desde alguna parte en el fondo.
—¿Por qué estaría llamando a nuestra Madison? —Mamá hace una pausa,
luego redirige su pregunta—. ¿Maddie? ¿Por qué te llamaría?
—Te lo contaré en otro momento. —Aparto el comentario y golpeo mi nariz,
intentando detener la tristeza filtrándose en mi voz—. ¿Qué pasa?
—¿Por qué no podemos llamar solo porque te amamos? Honestamente, la
gente joven en estos…
—¿Mamá?
192

Chasquea la lengua y la línea crepita.


—Es Mike.
Página

—¿Ahora qué? No lo han invitado para Navidad, ¿no? No puedes dejarme…


—El estrés por el accidente ha dejado a Betty realmente mal. —Mamá hace
una pausa—. Lo siento, amor, pero murió anoche.
Página 193
Capítulo 33
Madison

L
a peor clase de dolor no es sólo emocional. Golpea tu cuerpo con
fuerza. Mi garganta duele de llorar, y mi estómago se retuerce de
dolor. Me doblo, agachándome, como si de alguna forma eso aliviara
el dolor.
No lo hace.
Sólo se hace peor.
Es ridículo pensar que estuve devastada cuando Mike me engañó y luego me
dejó. Eso no fue verdadera tristeza. Este te consume toda, un cáncer en el alma.
Nada, ni dedicarme por completo al trabajo, ni beber, ni perderme en algo más
ninguno de mis remedios para llevar lo arreglarían.
Mezclado con el dolor hay un sentimiento de culpa. Culpa no por estar ahí,
incluso aunque Mike me lo pidió. Culpa por decirle a Courtney sobre Tate y
arruinar su carrera.
Pero más que nada, culpa por lo mucho que mi dolor, mi agonía, es por Tate,
y no por la muerte de mi abuela en absoluto.
El siguiente vuelo a Sydney está lleno. Sobregiro mi tarjeta de crédito en un
asiento en primera clase, el único disponible, y trato de ignorar los niños gritando
y los tipos borrachos mientras todos pelean por la posición de la Persona más
Ruidosa en un vuelo de seis horas. Con cada kilómetro que pasa entre la isla y mi
casa, mi corazón se rompe un poco más. Tate. Betty. El dolor que siento dentro
de alguna manera se engloba hasta que está tan hinchado como una bola de bolos,
rodando en mi estómago.
Después de aterrizar, salgo de inmigración, ignorando las revistas alineadas
en los quioscos con una cara que conozco muy bien, y veo a dos personas que amo
profundamente.
—Maddie. —Mamá abre sus brazos y corro hacia su abrazo. Lágrimas caen
de mis ojos, no por primera vez hoy, y ella frota mi espalda. Huele a canela y a
lavanda todo mezclado junto, y sé sin tener que preguntarle que ha estado
horneando mis bizcochos favoritos desde que era una niña. Eso es lo que mi
mamá hace—. Cariño. Va estar bien. —Su voz se rompe en la última palabra, y
entonces también llora, su amplio pecho tiembla mientras sollozos salen de sus
labios.
La mano de papá toca mi hombro.
—Ya está, ya está.
Me echo hacia atrás y los miro a ambos, limpiando las lágrimas bajo mis
194

ojos con una mano cuidadosa, hasta que recuerdo que ni siquiera estoy usando
delineador. No debo de preocuparme por el maquillaje corrido.
Página

Saber esto me hace llorar con más fuerza. En el espacio de tres semanas, he
cambiado demasiado.
—Vamos a llevarte a casa.
***
Mamá y yo lloramos el viaje de dos horas a su casa. Alternamos entre suaves
sollozos a directamente chillar, y cuando papá estaciona el auto en la entrada de
la propiedad de veinte acres, murmura un silencioso mierda, gracias.
Abre la puerta y sale del auto tan rápido como puede, dejándonos a mamá y
a mí para nuestro festival del llanto.
—¿Quieres entrar? —pregunta mamá, levantando sus lentes para limpiarse
las lágrimas ahí.
Miro la vieja casa con la barandilla envolvente, una barandilla en la que
Betty y yo nos sentamos muchas veces a través de los años.
—No. —Niego—. Voy a sentarme aquí por un rato.
Mamá entra y coloco mi bolso sobre el suelo de madera, luego me siento
sobre el columpio del porche. El sofá huele a humedad, y las cadenas están
oxidadas, pero no están tan mal como para romperse por el peso de mi dolor.
Betty. Mi abuela putativa.
Muerta.
Su cálida sonrisa, su dulce encanto… ¿cómo puede eso no existir más?
Los rayos del sol pasan por el campo dorado. Una vaca muge a la distancia,
y las cacatúas chismean entre sí mientras vuelan de un árbol marchito al otro.
Aprieto mi chaqueta más alrededor de mis brazos, la fría brisa del crepúsculo
asentándose y produciendo un crujido inquietante.
Mi cabeza se siente tan perturbada. Muchos pensamientos pasan a través de
esta. Tanta tristeza es succionada de mis venas. El dolor gira en espiral,
atormentando mi cuerpo y abriéndose paso por mi alma. Sólo quiero salir.
Necesito irme.
Ahora.
Me paro de la silla y bajo corriendo los escalones hacia el jardín frontal. Mis
brazos se golpean contra mis costados y mis pies vuelan cada vez que se conectan
con el suelo, como si estuviera hecho de lava fundida que me impide avanzar más
rápido. El frío aire de la noche quema mis pulmones, pero el ardor es tan bueno.
Es una manifestación física del dolor que me consume.
Mis rodillas se raspan contra el alambre suelto cuando me subo sobre la
cerca, luego sigo corriendo por el prado. Una vaca despreocupada alza la cabeza
cuando paso, mis pies golpeteando contra el césped desigual, pero la mayoría de
las vacas no me prestan atención.
Nuevas lágrimas se forman en las esquinas de mis ojos, pero no sé si estoy
llorando, o si mis ojos están demasiado expuestos al fuerte viento, o si es una
combinación de ambas cosas; simplemente no lo sé.
195

No lo sé.
Qué tan real me parece esa línea ahora.
Página

No lo sé. No sé dónde encajo. No sé lo que siento. No sé lo que quiero.


Una punzada pica en mi costado, y mis pies duelen por golpearse contra el
suelo. Dios, quiero correr para siempre. Sólo quiero que el dolor se detenga.
Corro hacia la cerca del siguiente terreno y salto. Mi cuerpo duele, y por un
breve momento, soy libre.
Entonces mi pie llega a la parte superior de la cerca y caigo al suelo.
Rota.
Sola.

Tate
Pospongo el último día de filmación. No debería. Sólo está empeorando el
problema. Aun así, finjo un dolor de cabeza y paso las horas encerrado en mi
habitación. Bajo las persianas para que esa perfecta maldita vista no pueda
atormentarme más. No me visto, no me baño, no me cepillo los dientes; sólo me
quedo tirado. Como. Bebo. Veo programas matutinos.
Estoy entumecido. Esto no puede estar pasándome.
La gente como yo no se enamora de chicas como Madison. No cuando he
intentado con tanto esfuerzo y por tanto tiempo llegar a este punto de mi carrera.
¿Cómo puede aparecer una mujer y arruinarlo todo?
—Debe haberme odiado. —Tomo un sorbo de la cerveza y luego la dejo de
nuevo en la mesa de centro. ¿Por qué más me haría algo así? Pasar por todo ese
esfuerzo para hacerme caer; hacerme caer por ella, no enamorarme. ¿Pero por
qué molestarse en hacer eso sólo para traicionarme?
»Perra —murmuro, pero la palabra es tensa y pesada al salir de mis labios.
No se siente bien.
Toc, toc, toc.
Suspirando, me pongo de pie y voy a la puerta, mirando a través de la mirilla
de la puerta. Ah. Qué raro. Nadie.
Vuelvo al sofá y los golpes suenan de nuevo. Esta vez, camino hacia la puerta
que junta nuestras habitaciones. Mikaela.
La abro, luego me doy vuelta y regreso a mi sofá y a mi cerveza otra vez. Sofá
y cerveza. Nunca me han lastimado.
—¿Qué estás haciendo?
Me dejo caer, el cuero cruje debajo de mí, luego extiendo mis brazos a los
lados.
—¿Cómo se ve?
Mikaela arruga la nariz y mira las botellas de cerveza vacías, la bandeja que
el servicio de habitación mandó con la hamburguesa a medio comer, y los
paquetes vacíos de frituras que no me molestado en botar todavía.
196

—Afligido.
Frunzo el ceño, y le subo el volumen a la televisión, pero Mikaela se para
Página

frente a la pantalla, con las manos en las caderas.


—Debemos hablar.
Tomando aire por la nariz, alzo la mirada a ella. Lo peor de todo es que, tiene
razón.
Lo peor de todo es, que todavía no sé qué quiero hacer
Apago la televisión y despejo espacio en el sofá a mi lado, tirando una barra
de chocolate al suelo. Mikaela, para darle crédito, no dice nada, simplemente
camina y se me une.
—Entonces esto apesta, ¿verdad? —pregunta, dándome un codazo.
Me las arreglo para subir un costado de mis labios en una sonrisa.
—Sí. Más o menos.
Se detiene y encoge un hombro, incluso aunque sé que la respuesta es sí.
—Aparte de tú y Janie, ella es la única que sabe.
No añado que ella trabaja en revistas. A pesar de lo tristes que están por sí
mismas ahora mismo debido a la inesperada y reciente privación sexual, estoy
seguro que mis testículos apreciarían ser usados algún día.
Mikaela exhala.
—Eso es duro. Muy duro. Pero…
La miro.
—¿Pero qué?
—¿Pero qué hay sobre el personal del hotel que limpió tres toallas en
nuestros cuartos combinados? ¿Qué hay de los chicos que trajeron el servicio de
habitación para tres en lugar de para dos?
Vaya.
Fue algo de lo que Madison y yo hablamos alguna vez, entonces decidí que
el personal del hotel no se daría cuenta. Seguramente los actores pueden ser
excesivos con el uso de las toallas. Aun así, por un segundo, quiero creerlo.
Entonces pienso en el rostro de Madison cuando le pregunté si le contó a
alguien sobre nosotros, y sé que no puedo.
—No lo sé, Micky. Es demasiado.
El silencio se extiende entre nosotros por un momento antes que hable de
nuevo.
—¿Has hablado con tu equipo?
Asiento, luego agarro el cuello de la botella de cerveza y el toro por los
cuernos.
—Sí. Quieren que me case contigo.
—¿Casarse? —Sus ojos se salen de la cabeza.
—Lo sé. —La cerveza está caliente y amargo mientras baja por mi garganta.
197

—Y… ¿es lo que quieres? —pregunta, y me congelo. ¿Lo haría? ¿De verdad
se casaría conmigo para ayudarme a solventar mis problemas financieros?
Página

—Yo…
No puedo casarme contigo.
No cuando mi corazón le pertenece a alguien más.
—Escucha, esto es lo que pienso. Creo que estás tan dolido por esto porque
quien sea que sea esta mujer misteriosa te traicionó. ¿Pero sabes qué? —Se inclina
hacia adelante, con los ojos verdes destellando en los míos—. El amor no siempre
es blanco y negro. Tal vez accidentalmente lo dijo. Tal vez cometió un error. Pero
eso es lo que somos como humanos. Todos estamos jodidos. —Mikaela se detiene
golpeándome de sorpresa—. Es como hacemos frente a las consecuencias lo que
cuenta.
Frunzo el ceño.
—¿Estás diciendo que yo lo arruiné?
—Estoy diciendo que necesitas decidir si vale la pena pelear por ella. Tate,
en el tiempo en que te he conocido, difícilmente has sido impecable.
—Tampoco te he enviado a una difícil situación financiera.
Mikaela se encoge de hombros.
—Es cierto, ¿pero qué es más importante para ti? ¿Sentarte aquí,
ahogándote en la tristeza? ¿O ir a al menos a escuchar su lado de la historia, y
decidir entonces si puedes vivir con lo que hizo? Porque por cómo te ves ahora,
estás luchando para vivir sin ella.

198
Página
Capítulo 34
Madison

M
i rodilla duele. Me limpio la suciedad y unas pocas arenillas de la
superficie, jurando cuando mi mano toca la herida expuesta. Por
encima de mi cabeza, un loro vuela por encima y de alguna
manera, porque esta es mi vida, y todo siempre se vuelve mierda, caga en mi
hombro.
—¿Por qué? —Mi voz es débil. Cansada—. ¿Por qué?
He tocado fondo. No hay nada que pueda hacer para escalar fuera de aquí.
Me han dejado, se me ha roto el corazón, me han quitado mi trabajo y se han
cagado en mí; literalmente. ¿Cómo demonios se supone que me tengo que
recuperar de esto?
Mi pulso late en mi muñeca. Mi respiración se hace más corta y aguda en mi
garganta. Es como si mi cuerpo fuera una olla a presión, y la tensión dentro
hubiese alcanzado el punto de ebullición. Estoy lista para explotar.
—Respiración profunda —me susurro, luchando contra la rápida elevación
y caída de mi pecho—. Tienes esto. Vamos.
Inhalar por la nariz.
Exhalar por la nariz.
Inhalar por la nariz.
Exhalar por la nariz.
Concéntrate en un solo punto. Mi lugar feliz.
Fuera en la finca, imagino la sensación de flotar sobre una tabla. Las olas se
elevan y bajan debajo de mí, y yo me elevo y bajo con ellas. Agua de mar.
Calmante. Curativa.
Tate.

Tate
Ella no está aquí. Su habitación está cerrada, y cuando corro hacia la
recepcionista y le pregunto dónde está, me informa que se ha ido del hotel esta
mañana, a primera hora.
Salto en el buggy que conduce Kevin y volvemos corriendo al hotel. Todo el
viaje, mi teléfono está presionado contra mi oreja mientras trato de llamarla, pero
no consigo nada. Está apagado, va directo al buzón de voz que no suena nada
como ella. Tan mecánico; tan frío. Esa no es la mujer con la que necesito hablar.
199

Cuando llegamos a la rotonda, salto del auto y corro a través de la recepción.


Un hombre grande con una guitarra toca canciones de Bob Marley mientras paso,
Página

pero es un sonido blanco mientras corro al ascensor y presiono el botón para


cerrarlo.
Mientras la caja de acero se eleva hasta la trigésimo segunda planta, capto
un vistazo de mi reflejo en el espejo. Mi camiseta negra se pega a mis lados. Mi
cabello es un lío, mis ojos están inyectados en sangre, y mi barba parece mucho
menos de L’Homme y mucho más como de un vagabundo.
No me extraña que Mikaela me haya preguntado cuánto necesito a esta
mujer. Soy un lío.
Cuando llego a mi habitación, abro la puerta y me tiro sobre el sofá. Ahí es
cuando la verdad me golpea.
Se ha ido a casa.
A su ex.
Del que se estaba escapando. Probablemente la quiera de vuelta.
La he perdido.
Mi corazón duele, y odio que sea tan cobarde. Soy un imbécil. Ella es sólo
una chica. Todo lo que quiero es ir al bar y beberme el dolor, pero no puedo.
Conocí a Madison en ese bar. Estar allí hará que me recuerde más a ella, cuando
todo lo que necesito ahora es olvidar.
Agarro el teléfono de la habitación del hotel y llamo al nueve, a la recepción
—¿Pueden traer una botella de Grey Goose y algo de Glenfiddich? —Hago
una pausa, mirando la encimera. Debería conseguir algún tipo de batidora—. Y
un paquete de seis cervezas Bud.

***
No hay un golpe. Ningún golpeteo rápido en la puerta.
En cambio, es la voz chillona de mi hermana la que me arranca de mi estado
de semi-inconsciencia en el sofá.
—¡Abre joder, borracho imbécil, tonto lunático! —grita. Es un chillido que
estoy seguro que los gatos en el continente pueden escuchar.
Rasco mis ojos, después me siento en el sofá. La habitación gira un poco, y
sacudo mi cabeza para tratar de parar el movimiento o al menos girar a la vez con
él.
No ayuda.
En cambio, un dolor vibrante incesante se aposenta detrás de mis ojos y a
través del puente de mi nariz.
—Hijo de puta.
—No estoy bromeando. Tate Masters, si no abres ahora mismo, voy a tirar
la puerta abajo. Y realmente no quieres dejar que una mujer embarazada haga
eso.
—Voy —gruño, y voy a la puerta para dejar entrar a mi hermana.
200

La puerta se abre y ella se mueve apresuradamente por mi lado, después se


para. Su nariz se arruga con disgusto mientras cierra la puerta.
Página

—¿En serio?
—Lo sé. No es Maduro. Bla, bla, bla. —Agito la mano y me tambaleo hacia el
sofá—. ¿Qué hora es?
—Las seis.
Mi estómago gruñe.
—No me extraña que tenga hambre. ¿Quieres pedir algo al servicio de
habitaciones para cenar?
—De la mañana, idiota.
Parpadeo. Mierda. Eso fue inesperado.
Janie camina hacia las cortinas y las abre. Luz dorada y brillante inunda la
habitación y cubro mis ojos.
—Escúchame, Tate. Tienes una película que terminar. Emborracharte y
actuar como un cerdo total no va a conseguirlo.
—Lo sé —murmuro. Es verdad. Nadie necesita un tipo con resaca en el plató.
Mi estómago gruñe, los diferentes alcoholes compitiendo por la supremacía, y
evito un eructo. Dios, estoy sexy hoy—. Café. Una ducha. Más café. Después lo
tengo.
Me levanto, pero mi energética y pequeña hermana presiona una mano
contra mi pecho —en serio, una mano— y caigo de nuevo en el cuero blanco.
—Siéntate —me ordena, y la miro. Su mano va a sus labios, y estoy casi
seguro que hay humo saliendo de su nariz. Sus ojos azules brillan casi verdes del
enfado que tiene conmigo.
Para una chica bajita, puede ser bastante terrorífica.
—¿Me vas a decir de qué va todo esto? —Señala hacia el montón de basura—
. Porque si es sólo porque han retrasado la película por las noticias de la prensa,
no entiendo cómo el actuar como un idiota borracho podría ayudar.
—¿Al menos lo hice donde nadie pudiera verlo? —intento.
Respuesta incorrecta.
—Tate Masters, ¿por una vez en tu vida podrías simplemente escuchar? ¿A
quién le importa quién pueda verlo? Estás alejándote de tus problemas de nuevo
en vez de arreglarlos.
Frunzo el ceño.
—No estoy alejándome.
—Sí. —Da énfasis a sus siguientes palabras con dos golpes fuertes con el
dedo—. Lo haces.
—Jane, siéntate. ¿Por favor? —Tiro de su mano—. Esto no puede ser bueno
para el bebé.
Se deja caer en el sofá, pero su espalda continúa rígida, su cuerpo está a una
distancia de un cojín del mío.
—Está bien. Voy a darte tres minutos para darme una buena razón por la
201

que estás actuando como un idiota antes de comenzar a gritar de nuevo. —Hace
una pausa, después mira alrededor de la habitación, un ceño entre sus cejas—.
Espera. ¿Dónde está Madison?
Página

—Se ha ido. —Las palabras son amargas en mi boca.


O quizás sea el alcohol.
—¿Se ha ido? ¿Qué quieres decir con que se ha ido? —Se detiene, después
golpea una mano contra su frente—. Tate, por favor no me digas que has hecho
algo estúpido.
Niego. Aunque debería haberle pedido a Madison una explicación, aun así,
fue ella quien la jodió. Arruinó los siguientes meses para Janie y su bebé. El niño
que quería; no, necesitaba que tuviera un inicio de vida perfecto.
—Quizás haya ido y le haya echado la bronca, pero ella es la que lo hizo,
Janie. Filtró esta historia a la prensa. No me importa una mierda donde está
ahora.
—¿En serio? —Jane me arquea esa jodida ceja—. ¿Entonces por qué te ves
como una mierda?
Porque la echo de menos.
Echo de menos su estúpido cabello. Su estúpida sonrisa. Su estúpido cuerpo
y las cosas estúpidas que puede hacerme.
Y echarla de menos apesta.
Alcanzo la botella de vodka, pero Janie me la quita de la mano.
—Eh, eh, eh. —Niega—. Comencemos por el principio. ¿Qué te hace pensar
que fue Madison quien filtró la historia?
Me encojo de hombros.
—¿No es obvio? Es una periodista. Y cuando le pregunté si había hablado
con alguien sobre Mikaela y yo, no lo negó.
—Y entonces gritaste, y le chillaste, y actuaste como un imbécil y asustaste a
la pobre chica.
Fulmino a mi hermana con la mirada.
—Poniéndolo de manera que me hace sonar como un idiota.
—Porque lo eres. —Me golpea en la parte de atrás de la cabeza, y joder,
duele—. Pensé que te gustaba en serio esta mujer. Que era importante para ti.
—¡Lo es! Era —me corrijo—. Era. Pero si ella sentía lo mismo, nunca hubiera
hecho algo así.
El silencio se alarga entre nosotros, los dedos de Janie se entrelazan entre
ellos mientras los mira. Por primera vez desde que entró, se ve dudosa. Insegura.
—¿Qué pasa?
—Yo… —Me mira—. Yo filtré la historia.
—¿Qué? —grito, y se estremece—. Oye. —Suavizo mi voz y toco su brazo—.
Lo siento. Es sólo… ¿qué? ¿Por qué?
—Sólo vi lo felices que son ahora. Cómo de feliz te hace. Y quería que tuvieras
una razón para acabar las cosas pronto con Mikaela para que pudieras ver a dónde
202

va tu relación con Madison antes que nos vayamos de la isla.


Abro mis ojos, pero están tan secos por mi borrachera de la noche que duele,
Página

así que parpadeo para volver a ponerlos normal.


—¿Has hecho qué?
Se encoge de hombros.
—Me aseguré que la prensa no se enterara de la verdad sobre Mikaela, y
ambos sabíamos que ella no va a denunciar. Ni siquiera tenemos un contrato,
gracias a su preocupación por que los abogados lo contaran.
Niego, y continúa.
—Nadie ha salido herido. No lo sé, quizás fueron las hormonas del
embarazo, pero… —Sus ojos se llenan de lágrimas—. Tate, sólo quería que fueras
feliz.
Es mi turno de negar.
—Jane, ¡estás loca! Sabes lo que pasará si retrasamos esta película. Sabes
cómo te afecta a ti. Cómo le afecta a él. —Asiento hacia su estómago—. No puedo
creer que me hayas hecho esto a mí. A nosotros.
Janie se limpia sus ojos y después con sus párpados llenos de lágrimas me
mira.
—Sólo porque no tenemos el tipo de dinero que pensamos que tendríamos
no significa que este nacimiento no será perfecto. Tenemos la casa.
—No es sólo eso. No lo entiendes. Danny McPherson me ha estado pidiendo
dinero.
Esto la sacude.
—¿Po-por qué?
—Tiene fotos de ti. De cuando estaban… —Muevo la mano para decir el resto
de la frase, porque nadie quiere elaborar en la idea de alguien follándose a su
hermana—. Y lo va a filtrar a no ser que le pague.
—¡Ese cabrón! —jura Janie, y suspiro con alivio. Hice lo correcto. Ella lo ve
a mi manera.
—¿Ves lo que quiero decir? No sólo no vamos a ser capaz de pagar el tipo de
nacimiento que queríamos, el tipo de situación que esperábamos, sino que
también tenemos que encontrar el dinero para darle a ese imbécil.
Janie me dirige una media sonrisa e inclina su cabeza, mirándome.
—No vamos a encontrar el dinero.
—Oh, encontraremos el…
—Tate. —Me aprieta la pierna—. Deja que filtre las fotografías. No vamos a
gastar ni un centavo en Danny McPherson.
—Nadie va a aprovecharse de ti de esa manera. Eres mi hermana, Janie. No
dejaré…
—Soy tu hermana mayor, tu hermana más sabia, y te estoy diciendo que lo
dejes ir. Danny ya me ha quitado mucho no dejaré que se lleve tu dinero también.
Digamos que consigue poner las fotografías en la red. Se hace viral. La gente me
mira por la calle. La semana siguiente, seré las noticias de ayer, ¿y sabes qué?
203

Niego, y me dirige una sonrisa.


—Seré una mamá, Tate.
Página

—Es por eso que era tan importante para mí tener dinero. Para proveer para
ti y tu hijo. Mi sobrino. Para asegurar que su niñez no es para nada como la
nuestra.
Janie niega.
—Eso es. No sufrimos en nuestra niñez por falta de dinero. —Entrecierra
esos ojos verdes—. Fue la falta de amor. Y este pequeño niño tendrá mucho amor.

204
Página
Capítulo 35
Madison

E
l campo pasa como destellos, todos en tonos naranjas, verdes y
marrones. Las ventanas de la camioneta de mi padre bajas, el viento
sopla mi cabello hacia atrás.
—Llama a Courtney —le digo a Siri a través del auricular Bluetooth, y
segundos después, un pequeño sonido suena a través del auto. Me tenso, mis
manos apoyadas en el volante.
—¡Madison! He estado tratando de llamarte…
—Lo sé. Mi teléfono estaba apagado. Escucha, sólo quería preguntarte por
mí misma. ¿Esparciste el rumor sobre la verdad de Tate y Mikaela?
—¿Qué? —Auténtica sorpresa se registra en la voz de Courtney—. Por
supuesto que no lo haría. Supuse que quizá Tate estaba dejando que la historia
saliera a la luz para que pudiera estar contigo. Pensé que esta sería tu llamada de
“ven a nuestra fiesta de compromiso”.
—¡Ja! —Río—. Incluso si las cosas estuvieran bien, eso sería una
exageración. Pero no. Sólo... quería saber si tú filtraste la noticia. Tate dijo que
soy la única que lo sabía, aparte de su hermana y Mikaela. Y tú eres a la única que
le he dicho. —Presiono los frenos bajando la velocidad mientras paso por red de
ganado.
—Mads, no haría eso. Me importas demasiado.
Y lo extraño es que le creo. Incluso si filtrar noticas es algo que había
considerado hacer una vez, escucho la honestidad en el tono de mi mejor amiga y
sé que es la verdad.
—¿Quieres que trate de averiguar quién la filtró? Fuimos uno de los
primeros. Fue directamente a Chloe luego por un ayudante —dice Courtney.
Frunzo el ceño. Eso es inusual.
Niego, a pesar que ella no me puede ver.
—Está bien. Ya no importa. —Giro el volante y me dirijo hacia la autopista.
Es un camino que he tomado un millón de veces antes.
Es sólo que nunca pensé que tendría que conducir de esta manera, con el
corazón en un millón de piezas.
—¿Estás bien? ¿Cómo lo llevas después de Betty...?
Me muerdo la lengua. No debería estar sorprendida que ella lo sepa. Es esa
clase de amiga.
—No lo sé. Me duele, nena. Me... me duele mucho.
205

—No puedo ni siquiera imaginarlo. Sé que tú y Mike rompieron, pero ella


todavía era una gran parte de tu vida. Debe ser desgarrador. Si hay algo que pueda
Página

hacer...
—No. Sólo estoy de camino a verlo ahora, hablar con él sobre el funeral. Y
he organizado con mamá y papá ir a casa, a resolver todas sus cosas.
Era algo que no podía hacerle frente. No después de todo lo que he pasado
durante los últimos meses. Me trago el sabor amargo en la boca.
—Courts, estoy llegando a la autopista. Te llamo luego, ¿de acuerdo?
—Está bien —dice ella, ofreciendo hacer todo lo que pueda de nuevo antes
de terminar la llamada y prepararme para una de las conversaciones más difíciles
de mi vida.

Tate
Amor.
Cuatro letras.
Una palabra que significa un millón de cosas.
Sólo he conocido a Madison Winters por unas pocas semanas, pero la forma
en que dejó un enorme agujero en el pecho, la forma en que dio vuelta mi mundo
al revés; se siente algo muy similar a eso.
Antes, no quería discutir. No había parecido haber punto alguno. Ella me
había traicionado, y lo peor, huir de regreso a Australia, sin duda, a los brazos de
su ex.
Sin embargo, ¿ahora?
Ahora fuego ruge a través de mis venas. La quiero de vuelta. No hizo nada
malo, y si bien puede haber ido de nuevo al hombre con el que se había
comprometido, tengo que decirle cómo me siento.
El amor lo vale todo.
Y no voy a dejarla ir sin luchar.
—Tienes una reserva en hotel lista, ¿verdad? —Janie da dos pasos hacia mí
mientras caminamos a través del aeropuerto. Flashes parpadean alrededor de
nosotros mientras nos abrimos camino a través de la terminal hacia el avión que
nos espera.
Aviones, debería decir.
Janie se dirigía a su casa. Dos vuelos de larga distancia serán demasiado,
según el médico, y no vamos a tomar ningún riesgo con su hijo.
Sin embargo, no regresaré a eso de nuevo.
Después de una larga charla con una mujer llamada Courtney, que Janie
encontró en las oficinas de Lola a través de sus contactos de relaciones públicas,
he reservado un vuelo a Sydney, Australia.
Y no puedo esperar a llegar allí.
206

Madison
Página

Hay algunas cosas en la vida que nunca se olvidan. Al ver el hombre que
pensé que iba a casarse por primera vez desde que su abuela falleció, es una de
esas.
Él abre la puerta de nuestro viejo apartamento con una trágica sonrisa en su
rostro, una que de alguna manera dice lo siento, te extraño y mi corazón se está
rompiendo, todo a la vez.
Un cabestrillo sostiene su brazo apretado contra el pecho, y pequeños cortes
por su rostro. Todo lo que quiero hacer es acercarme y abrazarlo. Decirle que todo
va a estar bien. Que me encargaré y organizaré las cosas como siempre he hecho,
porque es mi Mike. He sido su organizador de vida desde que nos encontramos
en séptimo grado, cuando se fue a vivir con su abuela después que su padre
falleció de un ataque al corazón, su madre había muerto al dar a luz.
Pero no hago eso.
No soy esa persona.
Ninguno de los dos hablamos, y después hace un gesto detrás de él,
invitándome, y camino a través en el espacio que solía pensar como mi hogar. Se
parece engañosamente similar como solía serlo. Mismo sofá. Misma alfombra.
Mismas fotos de nosotros que sonríe sobre un manto.
Sin embargo, a pesar que las fotos eran las mismas, algo es diferente.
No es hasta que Mike entra a la sala de estar marrón que me doy cuenta que
lo diferente soy yo.
—¿Cómo estás? —Rompo el silencio, mi voz quebrada mientras hablo.
Él me mira, sus ojos marrones grandes que solía adorar perderme al verlos.
Ahora están sin brillo.
Apático.
—Yo... La extraño, Maddie. —Aprieta los labios y un brillo cubre sus ojos.
Corro y pongo un brazo alrededor de su hombro, sentándome junto a él en
el sofá. Se deja caer en mis brazos, su cabeza en mi pecho, y pronto todo su cuerpo
tiembla. El dolor es contagioso, y me uno a él, llorando por la mujer a la que tanto
amamos profundamente que ya no podrá disfrutar de este mundo.
Después de lo que podría ser minutos, o podrían ser horas, Mike se aparta.
Limpia bajo sus ojos con un puño cerrado, y ahora hay firmeza en lugar de la
tristeza.
—No debería haber muerto.
—Lo sé, Mike. —Niego.
—Ella era una buena persona…
—La mejor —concuerdo.
—Y no es justo. Estaba sola, Maddie. Yo estaba fuera, en el hospital después
de un accidente de auto estúpido, y esto sucedió. —Las lágrimas corren por sus
mejillas, y aprieto los labios, pero las lágrimas caen de todos modos.
207

Me duele, me quema en el pecho, y no puedo detener las palabras que siguen


saliendo.
—Odio que esto haya sucedido. Odio que ella haya muerto, y que estaba sola,
Página

y que…
Mike me hace callar con un beso. Sus labios son cálidos, seguros,
reconfortantes y tan desesperadamente necesitado de consuelo. Es una
contradicción, y cuando envuelve sus brazos alrededor de mí, acercándome,
quiero ceder tanto. Quiero convertirme en Madison, la que organiza todo.
Madison, la novia de Mike. La vieja Madison, que hace lo que está “bien”.
En cambio, a pesar que sé que podría ser feliz con este hombre; a pesar que
sé que sería feliz con este hombre, lo aparto.
No porque él me apartó hace un mes.
No porque amo a otro hombre, a pesar que mis sentimientos por Tate son
profundos.
Es debido a que ya no soy esa Madison.
Y sé que Betty no le gustaría que lo fuera.

***
Dos horas más tarde, me quedo mirando la pantalla del ordenador por
décima vez desde que me senté en la biblioteca pública, el lugar más confiable
para tener WiFi en la ciudad de mamá y de papá. Sé que tengo que volver a
escribir mi artículo para la revista Live Well si alguna vez me gustaría recibir un
pago de nuevo. Esa es la cosa, sin embargo. No sé si alguna vez eso pasará. Mis
dos primeros intentos de este artículo han sido desastrosos, y ahora que estoy de
vuelta aquí en Australia, mi corazón y mis emociones están rotos, ya no sé si tengo
lo que se necesita para escribir. Sólo quiero hacer lo que dice la cita de
Hemingway: sentarse a la máquina de escribir y sangrar.
Las palabras vienen lentamente al principio, luego más rápido con cada
minuto, cada segundo. Aumento la velocidad mientras escribo, dando rienda
suelta a toda la emoción almacenada dentro de mí, todas las cosas que sé que no
debería decir, pero tengo que hacerlo.
Cuando presiono enviar el correo electrónico, una pequeña sonrisa eleva
mis labios. Puede que no sea el artículo que quieren, pero es la pieza más honesta
que he escrito en mi vida. Y estoy de alguna forma orgullosa de ello.
Tomo mi bolso del escritorio de la biblioteca de pueblo pequeño y me
preparo para volver a casa, de vuelta a la casa de mamá y papá donde me he
establecido por el momento. Es hora de merendar.

Curando mi corazón
Llegué a Deep Springs Wellness Resort con todos los elementos esenciales
para un retiro de bienestar en una isla, una buena dosis de cinismo tropical y
un corazón roto. Después de todo, ¿qué más se puede esperar de una mujer que
acaba de intercambiar Miu Miu por la meditación y Dior por un downward
dog?
Mi prometido terminó conmigo, y me pasaron por alto para un ascenso
increíble en el trabajo. Incluso había perdido mi favorito par de Louboutins.
208

No sólo necesitaba iluminar mi alma, también necesitaba un par de nuevos


soles para mis zapatos. Y en ese momento, no estaba segura de cuál era la
Página

situación más grave.


Lo que descubrí en la isla, sin embargo, era algo diferente. La meditación
era dura; voces y pensamientos mantenían apareciendo en mi cabeza.
Después de veintitrés años que hacían eso como querían, no me sorprendió que
no pudiera detenerlos. Era difícil separarme de la falla que me había
convertido.
El fracaso que sentí que me había convertido.
Pero algo cambió. Estiré y medité, respiré profundo, pero más que eso,
me reí. Conocí nuevos amigos en dos de los huéspedes del complejo, y descubrí
que se puede practicar la paz interior y la vida sana, pero aun así disfrutar de
una copa o dos para descansar. Sudaba con mis demonios internos, y al
hacerlo, he perdido el sentido de mí misma. No era Madison, la chica con la
carrera de sus sueños, o Madison, la prometida de alguien más. Era sólo… yo.
Una mujer sin dirección. O trabajo. O un gran par de zapatos.
La conclusión natural de este artículo sería informarles que mi estancia
en Deep Springs Wellness Resort arregló todo eso, ¿verdad? Que me encontré
en algún lugar entre pantalones de chándal y velas perfumadas.
La cosa es que no lo hice. En lugar de eso, estoy viviendo día a día, estoy
viviendo lo que viene. Todavía no sé quién realmente soy, y todavía me estoy
haciendo daño sobre las cosas que han sucedido en mi vida personal, pero no
apresurada en encontrar una nueva identidad. En lugar de ser una Madison
controlada, soy Madison, sólo viviendo, y estoy mucho más feliz debido a eso.
Conocí a alguien en esa isla, alguien que me dijo que tengo permitido
simplemente improvisar, tomar algún tiempo para trabajar conmigo misma.
Es un mensaje que el complejo absolutamente representaba, pero uno que
necesita escuchar de un extraño atractivo con una fijación por montar olas.
Puede que me vean vagando alrededor, luciendo perdida, pero no se
preocupen, lo tengo permitido. Yo misma me he dado permiso para fallar,
pero estoy respirando profundamente y tratando de ser lo más tranquila
posible mientras lo hago.
Y cuando llegue el momento y mis pies estén más estables en el tablero,
voy a tener fe en mí misma y montar mi propia ola hasta la orilla. Después de
todo, cuando lo sabes, lo sabes, alguien especial me enseñó eso.

209
Página
Capítulo 36
Tate

T
odo el mundo siempre bromea acerca de las cosas que en Australia
son capaces de matarte. He visto los memes-arañas, serpientes,
hermosas morenas con unas sonrisas deslumbrantes y comentarios
ingeniosos.
Sin embargo, nadie mencionó los moscardones. Me doy una palmada en la
mejilla, perdiendo a la que acaba de asentarse.
Dios, estas cosas me vuelven loco.
—¿Estás bien ahí? —Courtney, la amiga de Madison, ríe desde donde ella
está al volante de un Mini Coupe.
—Bien. —Aprieto los dientes y le doy lo que espero sea una sonrisa amable.
Courtney podría haber firmado un acuerdo de confidencialidad y prometió a
Janie no compartir ningún detalle de mi visita, pero sigue siendo de los medios
de comunicación. Aun así, sólo un pequeño puñado de paparazis nos había
seguido desde el aeropuerto, y ahora que estamos en el camino abierto en el
medio de lo que parece ser la nada, siento que las posibilidades de compartir los
detalles de mi visita son casi nulas.
»Así que ¿también creciste aquí? —pregunto.
—No. Soy una chica de ciudad, completamente. —Courtney asiente—. Así
que, he sido educada el tiempo suficiente. Pareces un buen tipo. Hay algo que voy
a decirte directamente, algo que necesitas saber acerca de Madison.
—¿Sí? —Los pensamientos corren a través de mi cerebro. A Madison le
gustan los chicos que le llevan flores. Madison prefiere tangas más que bragas de
niña. A Madison le gusta hacerlo al estilo perrito.
—La abuela del ex de Madison murió hace tres días.
Oh.
No había visto eso venir.
—¿Ella se encuentra bien?
Courtney me da una mirada.
—¿En serio?
—¡Madison! No la abuela.
Courtney se encoge de hombros y se desvía de la autopista en otro largo
tramo de carretera polvorienta.
—Lo está pasando mejor de lo que pensé que lo haría. Ama a Betty, Tate.
210

Pero eso no quiere decir que todavía esté enamorada de su ex.


Me estremezco. Por mucho que me mata decir las palabras, abro mi boca
Página

para hablar.
—Tampoco espero que ella esté totalmente sobre él.
Courtney niega.
—No. Ella todavía está herida, pero es como si... —Tuerce los labios—. Es
como si fuera una persona más fuerte. Ya no creo que esté tan aferrada a él.
—Está aprendiendo a ser ella misma. —Mi voz es tranquila, pero Courtney
me oye.
Me guiña.
—Sí. Algo como eso.
Sin embargo esto lo cambia todo. Esperaba venir aquí y luchar por el afecto
de Madison de nuevo. Ahora, estoy llegando a una mujer que acaba de perder a
la abuela del hombre con el que pensó que se casaría, una mujer que le importaba
profundamente. Y eso es una cosa completamente diferente.
¿Cómo se inicia algo nuevo con alguien que ha perdido tanto?
Courtney indica y gira por una carretera larga. Jardines se alinean ambos
lados con un montón de plantas del desierto, y algunas flores más bonitas. El
único que reconozco es el tipo que se hace el tequila, agave, creo que se llama.
El auto se detiene suavemente en la entrada y abro la puerta, salgo y respiro
el aire que sabe tan, tan fresco. Casi como si la suciedad de la ciudad nunca lo
hubiera contaminado.
Mis dedos forman puños, y necesito toda mi energía para abrirlos.
Pensamientos corren por mi mente. Ella va a regresar. Le gustas también. Sólo
voló aquí debido a la abuela de su ex prometido.
Ugh.
Estoy jodido.
—Así que aquí es donde ella está alquilando, ¿eh? —pregunto a Courtney,
más para retrasar lo inevitable; entrar y hacer frente a la mujer que muy bien
puede gritarme y decirme que me vaya y regrese a América.
—No. —Courtney me da una sonrisa verdaderamente malvada—. Esta es la
casa de sus padres.

Madison
Hay algunos momentos en la vida que recordarás el resto de todos los
tiempos. Uno de esos momentos para mí estaba caminando en la casa por la
tarde, viendo a mamá, papá y Tate Masters tomando té en la sala de estar.
Tate se sienta rígido en la silla, con la espalda erguida. Sus grandes manos
se ven fuera de lugar junto a la porcelana fina de detalles ingleses de rosas, y su
camisa blanca enrollada, que expone sus bronceados y sexy brazos, en contraste
con la camiseta deportiva de Victoria Bitter de mi padre.
—Estás en casa —dice mamá, obviamente.
211

No contesto. Estoy demasiado ocupada tratando de no desmayarme.


—Madison trabaja mucho. Siempre ha sido así, desde que le rogaba a su
Página

padre y a mí que la dejáramos saltarse la cena así podía ir a terminar sus deberes.
Estremecimiento.
Gracias, mamá. Sólo espero que todavía no haya traído fotos de mí desnuda
de niña.
O peor.
Fotos de Mike desnudo.
—Ahora, ahora, amor. Madison ha crecido mucho últimamente. —Papá me
mira con un guiño y toma un sorbo de su té, parece tan fuera de lugar en su mano
como Tate—. Ya no es tu niña.
—Por supuesto. Sé eso, Henry —lo regaña mamá.
—Bueno, no pensaste que Mike era el único que durmió con ella, ¿verdad?
—pregunta papá.
Mis mejillas arden. Oh Dios. Que se detenga.
—Tal vez deberíamos cambiar de tema.
—Es una parte natural de cualquier relación, amor. —Papá acaricia la
espalda de mamá—. ¿Por qué, apenas la semana pasada intentamos…?
—Tate, ¿por qué no vamos a tomar una cerveza y salir?
Tate levanta la mirada, y por primera vez en cuatro días me pierdo en esos
ojos azules cegadores de nuevo. No parece tener la ira que ya había visto, están
aparentemente neutros.
Actores. Así de frustrantemente difícil es leerlos.
—Sí. Eso estaría bien. —Él coloca la taza sobre la mesa y extiende sus
piernas. Es tan grande en este pequeño espacio, y quiero correr a sus brazos y
dejarle resolver todos mis problemas.
Pero no lo hago.
Porque a pesar que está aquí, y a pesar que estoy esperando como el infierno
que sea por una buena razón, aún no estoy lista.
—Gracias al Señor. Voy a beber una cerveza también. —Papá niega, y su taza
de té cae en el platillo con un golpeteo. Líquido marrón salpica a un lado y sobre
el platillo de abajo.
—Henry, tu corazón —regaña mamá.
—¿Qué? ¿Así que una “estrella de cine” puede tener algo de beber en mi casa,
pero yo no? A la mierda eso. —Se pone de pie y se dirige a la cocina.
—Te veré ahí —le digo a Tate, luego sigo a papá a la cocina.
—¿Qué está haciendo aquí? —le susurro, sólo en caso que Tate siga en la
casa.
—No sé, amor. Es tu estrella de cine.
Pongo los ojos en blanco.
212

—Él no es mi nada.
Papá abre la nevera, saca tres latas de VB, y me tiende una, colocando otra
sobre el mostrador y abriendo la última.
Página

—Amor, voló todo el camino hasta aquí para verte. Parece que él es tu
estrella de cine en mi opinión.
Niego.
—Como que teníamos algo en la isla. —Me preparo, esperando el regaño.
Estoy segura que está a punto de decirlo.
—Eso es bueno.
Parpadeo.
—¿Perdón?
Papá se encoge de hombros.
—Sabes que tu madre y yo amamos a Mike. Ustedes han estado juntos desde
la secundaria, es sólo natural. Pero se rompió. Tienes permitido encontrar a
alguien nuevo.
Tomo un sorbo de la cerveza y hago una mueca. Está muy lejos de las
cervezas con encanto que he bebido en los últimos tiempos.
—Supongo... supongo que sólo se siente tan repentino. Incluso antes que
Mike... antes que Betty... ya sabes. —Lágrimas en los ojos de nuevo y las aparto,
mirando al techo, como si fueran a retroceder si me esfuerzo lo suficiente.
—Esto se debe a que es demasiado pronto, amor.
Me giro para ver a mamá de pie en la puerta. Su cabello gris rizado ha
perdido su resorte y tiene muchos cabellos parados, como si se hubiese recostado
en una almohada.
—Madre, por favor. ¿Lo dicen en serio…?
—Silencio, hija —reclama, luego, cruza los brazos bajo su pecho. Su vestido
rosa Paisley se arruga con el movimiento—. Se necesita tiempo para superar estas
cosas. Relaciones. Vida. Muerte. Eso no quiere decir que ningunos de los dos haya
encontrado algo especial. No me cabe duda que tú sí.
Frunzo el ceño.
—¿Pero?
Mamá suspira y niega.
—Pero no quiero verte precipitar las cosas. Intercambiar los problemas que
tuviste con Mike por nuevos problemas con Tate.
Una bola de bolos rueda alrededor de mi estómago. Puedo ver una brizna de
verdad en sus palabras.
—Quizás tengas razón. Tal vez necesitamos más tiempo.
—Sólo hay un problema importante —dice mamá, y me duele. Me duele que
mis padres piensen que esto es una mala idea. Que nunca pueden pensar que es
la decisión correcta para mí después de todo, que no soy suficiente para él, o que
él no es suficiente para mí. Tal vez Tate fue maleducado con ellos antes de llegar
aquí. Tal vez le dijo a papá que no había oído hablar de VB, o…
Ella entrelaza su mano con la de papá.
213

—¿Qué? —Casi le ruego.


—Hoy no es un problema, pero ¿cómo vas a vivir con un nombre como
Página

Madison Masters?
Tate
Si buscabas la palabra “incómodo” en el diccionario, encontrarías una foto
de mí sentado con el señor y la señora Winters en una mesa llena de té. En primer
lugar, es una mierda horrible. Soy un hombre de café. En segundo lugar, no sé
por qué, pero en cuanto me senté, la señora Winters se convirtió en una
reminiscencia de un interrogador de la policía. Sentía que iba a abrir los brazos
con fuerza y admitir que era culpable, me he equivocado, llegué al corazón de su
hija.
Me apoyo contra el poste del balcón y miro por sobre toda la tierra vacía.
Todo el espacio vacío. Una vaca, una vaca de verdad, por el amor de Dios, hace
ruidos a la distancia, y niego. ¿Podríamos ser más distintos? ¿Podrían ser
nuestras vidas más distantes?
Y sin embargo, saltamos ese punto en la isla. De alguna manera
encontramos algo más grande que el espacio y el cambio. Más grande que sólo el
sexo.
Aunque seamos honestos, el sexo lo teníamos casi todo el tiempo también.
—¿Qué estás pensando?
Me volteo para ver a la mujer más sexy que conozco acercándose,
extendiéndome una lata verde que supongo que está llena de cerveza. Por un
momento, estoy sorprendido por la forma en que se ve, con los ojos ardientes y
una sonrisa atractiva. Dios, he echado de menos eso, y sólo han pasado cuatro
días.
—Sexo.
Oh, mierda.
No acabo de decir eso.
Por suerte, Madison se ríe, un sonido de luz que parece bailar sobre los
campos frente a nosotros.
—Tate, estamos en la casa de mis padres. No puedes pensar en eso.
Me encojo de hombros.
—Es bastante difícil cuando estás cerca. —Levanto el brazo y coloco su
cabello detrás de su oreja. De cerca, huele tan malditamente dulce, como flores y
esas cosas.
—No viniste todo el camino a Australia sólo para hablar de sexo, cierto. —
No es una pregunta. Madison se acerca, y puedo ver por la parte superior de su
vestido su sujetador de encaje negro, y su…
—Deja de ver mis pechos, idiota. Mi rostro está aquí.
Sonrío. Ahí está la mujer que conozco y… ¿amo?
214

Cuando lo sabes, lo sabes.


Oh, mierda. Estoy en tantos problemas aquí.
Página

—Madison, vine a disculparme. Estaba equivocado. No hiciste nada, y


estaba siendo un gran idiota al explotar sin…
—Está bien. Le dije alguien acerca de la relación. Le dije a Courtney, y no
debería haberlo hecho, pero fue antes que me importaras. Antes que... antes de
hacer lo que hicimos.
Paso una mano por su brazo. Se estremece por mi tacto.
—No debería haber explotado. No debería haberme descontrolado. Yo sólo...
—Suspiro. Esta mierda de admitir mis sentimientos es más difícil de lo que
pensaba que sería—. Sabes que estaba haciendo la película para facilitar las cosas
para Janie. También tiene algunos idiotas de su pasado que han estado
chantajeándome por dinero por algunas fotos de ella, lo cual es otra razón por la
que mantener mi nariz limpia era tan importante para mí.
Lo entiende todo, esos grandes ojos marrones estudiándome de cerca.
—¿Era?
Le doy una sonrisa irónica.
—Una chica baja, increíblemente sexy, me dijo hace un tiempo que debería
preocuparme por mí. O alguna mierda así.
Niega.
—No me refería a poner en riesgo a tu hermana.
—Ella es la que filtró la historia.
—¿Qué? —La voz de Madison es tan fuerte, estoy seguro que la escucharon
desde Sydney.
—Lo sé. Ella es un pastel de frutas. Lo hizo porque pensó que ayudaría a
facilitarme las cosas.
Las líneas que arrugan la frente de Madison son de alguna manera
increíblemente lindas. Quiero pasar mi lengua a lo largo de ellas.
Entonces pienso en otras partes de ella que quiero pasar mi lengua. Oh, sí.
Mi corazón tiene oleadas de afecto, y decido simplemente hacerlo. Contarle a esta
loca mujer cómo me siento.
—Pensó que me sería más fácil decirte que te amo.
La mandíbula de Madison cae. Sus ojos se entrecierran, y hay un loco
momento en el que creo que podría estar a punto de llorar o poner en marcha uno
de sus discursos en el que me dice todas las razones por las que esto es una mala
idea.
Hago lo único que un hombre puede hacer en ese tipo de situaciones.
Le beso enloquecidamente.
215
Página
Capítulo 37
Madison

M
e besa, como si no supiera que había estado a punto de llorar o
gritar, para preguntarle qué demonios y decirle que no puede decir
cosas como esa al mismo tiempo. Pero su lengua hace magia en mi
boca, sus labios tan suaves contra los míos, su cuerpo envuelto a mi alrededor, y
no puedo luchar. La atracción entre nosotros es tan intensa como siempre, te
consume por entero y evoluciona a la vez.
Mis manos se alargan alrededor de su espalda para acercarlo más aunque
no queda ni un ápice de espacio entre nosotros, como si simplemente acercándole
pudiera moldear su cuerpo al mío. Sus manos se enredan en mi cabello. El fuego
quema dentro. Empujo mis caderas hacia las suyas, sintiendo su larga dureza. Es
tan bueno, me froto contra él como una perra en celo, desesperada por la fricción
que sólo su polla puede crear.
Sus manos caen de mi cabello a mi costado, pasando por mis pechos. Mis
pezones duelen por su toque, por su boca, por todo él. Sólo han sido cuatro días,
pero la necesidad creciendo dentro es intensa. Dios, no puedo esperar para
tocarle, para que empuje su…
—Ejem.
Me congelo.
Los labios de Tate se mueven contra los míos.
—Esa es tu madre, ¿no?
Lentamente me alejo, y cubro mis labios sin duda hinchados con una mano.
Mamá me levanta una ceja.
—La cena estará lista en media hora, si Tate quiere quedarse.
Se gira, y rápidamente miro sus jeans para comprobar que su erección no es
tan visible como la sentía.
No.
Está ahí, está bien.
—Sí gracias, señora Winters.
—Bien —dice—. Y cuando cocino las salchichas. Usaré protección. Para
asegurarme que no salpica contra…
—¡Mamá! ¡Por el amor de Dios, para!
Mamá me dirige un guiño menos que inocente.
216

—Sólo me aseguro que mi bebé es cuidadosa.


Se aleja y me dejo caer en el banco del porche, mi cabeza entre mis manos.
Página

—¿En serio acaba de pasar esto?


Tate se sienta a mi lado.
—Creo que sí. —Pone una mano en mi pierna y la desliza hacia arriba, tan
cerca de mi sexo que simplemente quiero empujar hacia adelante y tocarle yo
misma—. Ahora, por dónde íbamos…
Sus labios hacen su camino hacia mi cuello, besando, lamiendo, chupando,
y deseo tanto tenerlo dentro. Deseo tanto hacerlo mío.
—Espera. —Pongo mis manos sobre sus hombros. Mi respiración acelerada,
mi pecho elevándose y cayendo como si estuviera hirviendo.
—¿Espera? —repite Tate.
—Yo… yo quiero esto. —Cruzo mis piernas, pero el calor todavía está ahí.
Sagrada madre de Jesús, en serio quiero esto—. Pero creo que deberíamos
esperar.
—Sabes que hemos hecho esto antes, ¿verdad? —pregunta Tate, pero no hay
alegría en sus ojos.
—Lo sé. Sólo… —Busco las palabras—. Tate, me enamoré de ti rápido y duro
en esa isla. Cambiaste mi idea de quién era, de quién soy. Me has demostrado que
era más que la novia de Mike, o la chica de la revista.
—Eso es algo bueno, ¿no? —pregunta, esperanzado.
—Sí. —Muerdo mi labio—. Y no. Betty acaba de morir. Su funeral es en unos
pocos días, y todavía tengo que averiguar qué tipo de trabajo busco. No sé si
puedo seguir trabajando en revistas. Mis últimos artículos han sido una mierda.
—Empieza de cero —dice rápidamente—. Ven a LA con Janie y conmigo.
Hay mucho trabajo allí; los americanos aman a los australianos. Podemos
averiguarlo juntos.
Niego, entristecida.
—¿No lo ves? —Sus ojos inquisitivos me dicen que no—. Quiere decir que
voy directa de ser la chica de Mike a ser la chica de Tate.
Tate se deja caer en su asiento. Abre su boca como si fuera a decir algo,
después la cierra de nuevo.
Alargo una mano y la paso por un lado de su cara como he hecho tantas
veces antes. Las emociones bien dentro, y espero estar haciendo lo correcto.
Espero que el dolor en mi corazón no sea una advertencia, diciéndome que éste
es el peor error que cometeré nunca.
—Me duele decirlo —admito, limpiando una lágrima errante de mi ojo—.
Pero pienso que tenemos que hacer esto bien. Necesito tiempo para estar
completamente segura que he superado lo de Mike y me he encontrado a mí
misma. Porque te amo, Tate Masters. Y no quiero que pare nunca.
Esta vez, no puedo contener las lágrimas. Tate me atrae entre sus brazos y
acaricia mi espalda hasta que ya no sé por qué estoy llorando. Le amo tanto,
demasiado pronto, y mi vida está demasiado rota como para dejar que eso entre.
217

Él hace lo que ha hecho este último mes, sin embargo, y simplemente me


deja. Me deja llorar todo, trazando círculos sobre mi piel, susurrando cosas
Página

bonitas y a veces cosas dulces sobre cuánto quiere estar conmigo. Presiona besos
en mi cabello, mi frente, mis labios y, en un momento, el dolor deja de ser tan
insoportable y comienza a ser un tipo de dolor entumecido que golpea en la parte
de atrás de mi cabeza.
Es una mierda.
Pero la vida no siempre se supone que es justa.

218
Página
Epílogo
Madison

S
anar no es fácil. El amor es una herida que deja cicatriz. Cuando lo
sientes de verdad, te deja una cicatriz muy dentro de ti, que no te deja
olvidar nunca. Amarás de nuevo. Quizás ames más duro, más rápido o
más fuerte. Pero el dolor sigue, incluso si se opaca al final.
Nunca olvidaré a Betty, sé eso como sé que el cielo es azul y que las revistas
siempre harán las historias más sensacionalistas, incluso cuando no están
seguros de los hechos.
Pero recordar siempre no significa que no sigas adelante. Pueden ser una
misma cosa.
Y un día, finalmente me encontré a mí misma. Sentada en la parte del
acantilado de Bondi Beach, viendo las olas romper. Courtney llega tarde para
nuestro paseo vespertino, pero no es una sorpresa; las horas en la oficina de la
revista varían de esa forma.
El viento sopla aire salado por mi cabello, y por encima, las gaviotas gorjean.
Profundas respiraciones. Dentro y fuera. Estoy en paz. Zen.
—¿Perdóneme, señorita?
Levanto la vista a los ojos de un chico inglés, alrededor de los treinta.
—¿Sí?
Sus ojos grises destellan al mirarme, y me dirige una sonrisa ganadora.
—Suena muy cursi y probablemente te lo digan mucho, pero eres hermosa.
El calor enrojece mis mejillas.
—Eh, gracias.
—Mira, estoy esperando a un amigo. ¿Le importa si me uno, eh…?
—Madison —finalizo por él.
—Madison. —Tiende su mano y la sacudo—. Soy James.
—Encantada de conocerte —replico con el piloto automático.
Se agacha a mi lado y mira al océano.
—Así que cuéntame sobre ti, Madison.
—Yo… —Abro mi boca para darle una arenga de lo que me han dado estos
pocos meses. Veintitrés, trabajando en revistas, comprometida con mi amor del
instituto. Son palabras que salen tan fácilmente de mi boca.
Pero no las digo.
219

De hecho, si soy honesta conmigo misma, ni siquiera están en la parte


frontal de mi mente.
Página

—No hay mucho que decir. —Sonrío—. Me gusta el surf. Me gusta reír. Y
amo a mis amigos y mi familia. —El viento remueve mi cabello una vez más y mi
corazón parece bailar con él—. Amo vivir.
Y en ese momento sé cuán cierto es.
Estoy definida sólo siendo yo misma.

Tate
Dos meses más tarde
El primer día de vida de Sonny es un día que recordaré para siempre.
Vino al mundo pateando y gritando, una pequeña cara roja y enfadada con
un par de pulmones de los que Kanye estaría celoso. Por supuesto, no estuve en
la sala de partos. Hay partes de mi hermana que simplemente no necesito ver.
Sin embargo, estaba esperando en el pasillo.
Y cuando me llamaron, era el tío más orgulloso de la historia del mundo.
Pasé todo el día en el hospital con mi sana hermana y su bebé que también
parecía sano, si se podía decir algo por sus cuerdas vocales, después me fui a casa
tarde esa noche cuando Janie me empujó afuera por la puerta.
Nuestra casa es perfecta para criar a un niño: una casa de cuatro
habitaciones en una comunidad tranquila con alta seguridad. Hice lo que Janie
dijo; tomé la oportunidad y dejé que Danny mostrara sus fotografías, incluso
aunque iba en contra de todo lo que defendía. Él hizo un alboroto, pero no he
tenido noticias suyas desde entonces. Y lo más importante, no he visto ninguna
fotografía de mi hermana en posiciones comprometedoras. Ale-joder-luya.
No pagarle significó que Janie y yo fuimos capaces de instalarnos
cómodamente, gracias a la aprobación que Marty y Bill ofrecieron. Estaremos
bien hasta el estreno de Tropical Love, que es en dos meses, gracias a mi reciente
“buen” comportamiento en los medios. Mikaela y yo lanzamos una declaración
conjunta, anunciando que la historia sobre nuestra relación “falsa” era un engaño,
pero que habíamos decidido separarnos de manera amistosa. Todavía
hablábamos unas pocas veces a la semana, y aunque ella todavía no les había dado
las noticias a sus padres sobre que le gustaban todas las cosas que se referían a
los coños, planea hacerlo la próxima vez que vaya al país, tan pronto como consiga
un respiro de su lleno horario de fotografías para la próxima comedia romántica
en la que se ha apuntado.
En cuanto a mi carrera, a diferencia de antes, cuando sólo era un actor con
dificultades y el éxito estaba tan lejos de mi alcance, las cosas van a mejor. He
tenido tres audiciones en la última semana, y mi horario está lleno para el
próximo año. Mejor que eso, he dicho que no a algunas cosas; es porque creo en
mí ahora, y no estoy tan concentrado en tratar de asegurarme que todo el mundo
es feliz. Creo que vale la pena luchar por mí.
Madison Winters me enseñó eso.
220

Giro la llave en la puerta y la abro, dejando que se abra hacia la oscuridad.


Enciendo la luz del pasillo y cierro la puerta detrás de mí. Dejo mi monedero y
mis llaves en la mesita, después agarro el puro del bolsillo de arriba. Porque
Página

¡diablos! soy tío. Si ésta no es una ocasión de puto, ¿cuál lo es?


Mientras voy al patio de atrás, mi teléfono suena, y lo saco de mi bolsillo y
lo contesto, haciendo malabarismo con él y el encendedor en mis manos.
—¿Hola?
—Hola, sexy —ronronea Madison mientras enciendo el puro, sacudiendo el
encendedor.
—Hola. —Dios, suena bien. Sólo su voz es suficiente para ponerme duro. En
cambio, le doy una calada al puro, tratando de mantener mi mente fuera de mi
polla. Sabe cuándo me pajeo mientras hablo con ella.
Ha pasado antes.
—¿Cómo te sientes, tío Tate?
Dejo salir un poco de humo.
—El rey del mundo, bebé. No puedo creer que esté aquí.
—No puedo esperar para verle. —Hay un tono melancólico en su voz.
—Oye, le verás pronto. Aún vendrás al estreno, ¿no? —Me siento más recto,
el puro cayendo a un lado.
—Sobre eso… —Madison suspira.
Mi estómago se aprieta. Me prometió que vendría a vernos para el estreno
de Tropical Love. No puede echarse atrás ahora. Mi corazón puede romperse.
O más realista, mi polla puede romperse.
—Maddie, por favor, no me hagas esto. —Doy otra calada al puro, después
lo dejo a un lado de la silla de madera del balcón—. No puedo hacer esta mierda
de la distancia. Me pediste espacio, y estoy haciendo lo que quieres, pero no me
puedes hacer esperar más. No puedo soportarlo.
—¿Soportar el qué? —pregunta, pero hay risa en su voz también.
¿No entiende cuán serio es esto? ¿No entiendo cómo..?
—En serio, tienes que mover ese puro ahora. La ceniza está demasiado cerca
de la madera, y está empezando a estresarme.
¿Qué?
Compruebo la pantalla de mi teléfono, en caso que de alguna manera esté
haciendo un FaceTime con ella, pero está oscura.
—Cariño, ¿cómo demonios sabes eso? Debemos estar realmente en
sincronismo, porque…
—Porque le robé la llave a Janie y entré en tu casa. —Su voz proviene de
detrás de mí, y elevo mi cabeza.
Ahí está.
Madison Winters.
Está parada en la puerta a nuestro patio, una mano en su teléfono, la otra
en su costado. Se ve exactamente como el bombón que era la última vez que la vi,
221

sólo algo ha cambiado. Hay un brillo en sus ojos que no estaba ahí antes. Una
felicidad que nunca he visto en su sonrisa.
—¿En serio? Vuelo doce horas para verte, y sólo te vas a quedar ahí sentado
Página

y…
No dejo que su boca sabelotodo acabe una palabra más. Me lanzo hacia ella,
nuestros labios colisionando en un beso que es caliente y duro y dulce y sincero y
todo. La quiero, tanto que podría romper su vestido de su cuerpo y tomarla sobre
la tumbona ahora mismo, su dulce culo en el aire, su largo cabello marrón en
ondas por su espalda.
Se aleja por un momento, sus ojos brillando en la tenue luz, y enfrío mis
pensamiento. Acaba de salir del avión. Y sólo porque está aquí no significa que
esté preparada para volver a meterse en las cosas sexys.
—Así que ¿recuerdas el trabajo por el que fui? —pregunta, su voz ligera.
Asiento. Desde que el artículo que escribió para Live Well hizo estallar la
red, ha estado buscando un trabajo de columnista bueno. Se ve que escribe mejor
desde el corazón, no con los titulares. Más recientemente, ha pedido un trabajo
en la hermana mayor de Lola, Women.
—¡Me lo dieron! —grita.
—¡Diablos, sí! —Enredo mis manos alrededor de su pequeña cintura y la
elevo—. ¡Felicidades!
—Gracias. —Sonríe—. Pero la mejor parte es que mi oficina puede ser donde
yo quiera. Trabajo desde casa ahora.
Frunzo el ceño.
—¿Sí?
¿Significa eso…?
—Así que si me quieres, estoy aquí para quedarme unos meses.
Mi corazón hace alguna mierda estúpida de chica, y gruño, agarrándola una
vez más y besándola como si fuera la última respiración que tengo, besándola
como si fuera todo lo que tengo. Y de alguna manera, lo es. Me empujó a tomar
una oportunidad. Me salvó. Incluso si no sabe cuánto.
Me alejo y miro a esta belleza a los ojos.
—Te amo tanto, Madison Winters.
Ella sonríe, una sonrisa diabólica que conozco demasiado bien, gracias al
milagro de FaceTime.
—Te amo también, Tate Masters. —Pasa su lengua por su labio inferior—.
Ahora, vamos a ver cuán rápido podemos desnudarnos y meternos en la ducha.
Oh sí.
Pensé que nunca lo pediría.
222
Página
Lauren K. McKellar
Lauren K. McKellar es una escritora y
editora de hechos y ficción. Ha trabajado en el
mundo editorial durante más de ocho años, y
recientemente ha vuelto a su primer amor:
escribir libros que te hacen sentir.
A Lauren le encanta escribir para el
mercado Young y New Adult, y su libro debut,
Finding Home, es un YA Contemporáneo,
publicado por Escape Publishing, una imprenta
de Harlequin Australia. Su segunda novela, The
Problem With Crazy, es un Romance
Contemporáneo NA que trata de encontrar una
razón para vivir.
Lauren es miembro de YA Rebels (vlog) y
del grupo blogger Aussie Owned and Read. En su
tiempo libre, disfruta de largos paseos en la playa
con sus dos perros súper lindos y su socio en el crimen/prometido.

223
Página
Página 224

También podría gustarte