Está en la página 1de 308

UNA BUENA CHICA

UN ROMANCE REVERSE HAREM: UNA ALUMNA, SUS


PROFESORES Y UN EMBARAZO EN SECRETO

THE FORBIDDEN REVERSE HAREM COLLECTION


(SPANISH EDITION)
LISA CULLEN
Copyright © 2024 by Lisa Cullen
All rights reserved.
No part of this book may be reproduced in any form or by any electronic or
mechanical means, including information storage and retrieval systems, without
written permission from the author, except for the use of brief quotations in a book
review.
Creado con Vellum
ÍNDICE

1. Blurb
2. Charlotte
3. Charlotte
4. Charlotte
5. Derek
6. Charlotte
7. Charlotte
8. Charlotte
9. Derek
10. Charlotte
11. Charlotte
12. Charlotte
13. Samuel
14. Charlotte
15. Charlotte
16. Charlotte
17. Charlotte
18. Matt
19. Charlotte
20. Charlotte
21. Derek
22. Charlotte
23. Charlotte
24. Charlotte
25. Samuel
26. Charlotte
27. Charlotte
28. Charlotte
29. Charlotte
30. Derek
31. Charlotte
32. Charlotte
33. Matt
34. Charlotte
35. Charlotte
36. Charlotte
37. Derek
38. Charlotte
39. Charlotte
40. Charlotte
41. Charlotte
Mis Tres Papis Maestros (Avance)
1
BLURB

Siempre había sido una buena chica... hasta que me quedé embarazada
y me di cuenta de que no tenía ni idea de quién era el padre.

Mi madre me transmitió todos los valores correctos. Soy trabajadora, leal y


amable. A mis veintitrés años, sin embargo, sigo siendo una novata en el
fondo... hasta que entro en la universidad y tres profesores me llaman la
atención.

Derek enseña Literatura Moderna y está siendo investigado por la Junta......


Sin embargo, no puedo dejar de pensar en su mandíbula cincelada y bien
afeitada y en que su seguridad en sí mismo debe de hacerle muy apasionado
en la cama.

Samuel es el chico malo de mi trío, profesor de Ética y Moral.... También


fue él quien me arrebató la virginidad, iniciando así su dulce obsesión por
mi placer.

Matt es el más cariñoso del grupo de amigos. Fuerte, corpulento y


cariñoso.... Nunca me he sentido más segura que cuando estoy en sus
brazos o en el asiento trasero de su moto, pues sé que nunca dejará que me
pase nada malo.
Teniendo en cuenta lo encantadores que son mis tres irresistibles profesores,
aún me sorprende que me hayan elegido a mí, una estudiante con curvas,
bajita y que nunca ha hecho nada malo en su vida.
¿Cómo reaccionarán ante la noticia de que estoy esperando un bebé?

Después de todo... cualquiera de ellos podría ser el padre del bebé.


2
CHARLOTTE

"¡E sto es jodidamente ridículo!", gritó indignada mi mejor amiga,


ligeramente silenciada por la puerta del baño. "Quiero decir, él tiene
alguna idea de cuánto tiempo se tarda en ponerse así de guapa y ese
gilipollas ni siquiera se molesta en...".
Sus irritadas palabras terminaron en un gruñido frustrado y entonces
algo duro golpeó el lateral de la puerta del baño. Pensé que era su mano y
nada más.
"Lo sé", le respondí suavemente. "¿Estás segura de que no quieres que
le llame?".
"¡No!", gritó Haley. "No seas estúpida, Charlotte. ¿Qué sentido tendría
llamarle?".
Me contuve de poner los ojos en blanco y volví a mirarme en el espejo
de la pared de enfrente. Al parecer, hablar con el novio sobre el
comportamiento que estaba teniendo era lo peor que una podía hacer en un
momento en el que se sentía frustrada por aquella misma razón.
"Vale, lo siento". Me apoyé en el mostrador y me froté suavemente el
brillo de labios rosa claro que me había aplicado. No era mi color favorito,
la verdad.
Haley había insistido y esta vez no podía echarme atrás. Después de
todo, me había perdido su cumpleaños y era justo que la compensara siendo
su compinche toda la noche, además de que tenía que soportar mi constante
y molesta negatividad, como ella la llamaba, hacia todo lo social.
Aquel ambiente no era para mí. Las multitudes, la música alta y las
copas que costaban la mitad del sueldo de una semana de trabajo:
simplemente no lo soportaba. Todo lo que había en aquel lugar, desde el
alcohol hasta las drogas y el sexo, estaba reñido con la forma en que me
habían educado y en lo que me había convertido como persona.
Las discotecas y los clubes en general no eran para mí. Estar allí
equivalía a sudar como una loca y, al ser un lugar muy caluroso, me
resultaba dificilísimo.
La puerta de uno de los aseos que había detrás de mí se abrio y Haley
salió con su ajustado vestidito plateado que le abrazaba las caderas mientras
se volvía a poner el tanga rosa chillón. Aparté la mirada cortésmente.
"Charlotte, sé que tienes buenas intenciones, pero sinceramente no creo
que tengas ni idea de lo que estás hablando". Haley, saliendo del baño, se
arregló el vestidito y luego se unió a mí frente al espejo, arrebatándome el
brillo de labios de las manos.
La irritación me subió a la garganta, pero me tragué el amargo trago. Mi
amiga estaba pasando por un momento difícil aquella noche, así que ¿quién
era yo para juzgarla?
"De todas formas, no estoy exactamente escasa de chicos", le dije.
"Jonathan estaba..."
"Jonathan no cuenta", me interrumpió, batiendo las pestañas y
aplicándose rímel. "Nunca te lo tiraste, ¿verdad?".
Se hizo el silencio entre nosotras cuando un pequeño grupo de chicas
delgadas al fondo del baño se volvió para mirarnos. Podía verlas por el
rabillo del ojo, apiñadas frente al espejo como leonas, esperando a ver qué
revelaba la chica carnosa, que era yo, sobre su ex.
Jonathan Hughes había sido mi novio, en el caso de que los chicos del
instituto contaran como tales. Mi madre lo adoraba, pero para mí no era más
que un matón que solo deseaba meterse en las bragas de una buena chica de
iglesia. Había salido con él, lo cual era increíblemente raro después de la
muerte de mi padre, para contentar a mi madre, pero lo había dejado en
cuanto empecé la universidad.
En cualquier caso, ahora que estaba en mi segundo año, me había
propuesto que esto se suponía que era un nuevo comienzo para mí, pero de
pie allí, en aquel cuarto de baño, con mi mejor amiga mirándome fijamente
y las chicas riéndose detrás de mí... bueno... bien podría haber seguido en el
instituto.
"No", respondí mientras el calor enrojecía mis mejillas, "pero esa no es
la cuestión...".
Aquel grupo de gallinas estalló en estruendosas carcajadas y luego
salieron en tropel del cuarto de baño mientras Haley terminaba de ponerse
el rímel y se apartaba del espejo. Sus hermosos labios rojos se
transformaron en una fría sonrisa.
"Precisamente. Y hasta que no hayas experimentado exactamente lo que
un hombre puede hacerte con su polla, nunca entenderás cómo funcionan
las cosas."
"No veo por qué eso es relevante", murmuré, y el calor en mi cara se
hizo aún más intenso. En el espejo, mis mejillas brillaban como dos
manzanas sonrosadas. Cuando Haley me pasó un brazo por los hombros,
haciendo que me aferrara a su tensa y delgada figura, se me retorció el
estómago.
"Cariño, una vez que tienes a un hombre agarrado por las pelotas, todo
lo demás resulta fácil. Si no fueras virgen, lo entenderías bien", me dijo
suavemente.
Haley esbozó una sonrisa radiante y luego me acarició el largo y
ondulado pelo rubio.
"Esta noche deberías haberte hecho un moño o algo así. Además, ¿no te
dije que el verde no es tu color?".
Se fue a lavarse las manos y yo bajé la mirada hacia la blusa de volantes
verde azulado que había elegido para aquella noche. Combinada con unos
sencillos pantalones negros, había intentado conseguir algo elegante y
minimizar mi amplia cintura y mis pechos voluminosos. Nadie me había
advertido de que el negro no era el color adecuado para salir de fiesta.
"Ahora volvamos a salir, cariño". La voz de Haley volvió a ser alegre.
"Si Paul no puede ver lo buena que está su novia, ¡entonces supongo que
encontraré a otro que me aprecie!".
Cuando me cogió de la mano, su euforia fue contagiosa y apenas tuve
unos segundos para volver a guardar el maquillaje en el bolso antes de
verme arrastrada de nuevo a la frenética atmósfera nocturna del Club
Tango.
Haley se movía entre la multitud con experta facilidad y yo la seguí,
aunque con menos educación. Al ser una chica con más curvas que ella, me
resultaba más difícil abrirme paso entre aquella marea humana y no paraba
de decir "perdón" cada pocos segundos.
Cuando conseguí llegar hasta Haley, ella ya estaba abrazada a un chico.
"Charlotte". Soltó una risita, con los ojos brillantes por las luces de neón
sobre su cabeza. "¿Adónde has ido?"
El calor y el barullo eran insoportables, tanto que no pude soportarlo
más.
En cualquier caso, me encogí de hombros, ganándome una carcajada
suya mientras la multitud se agolpaba a nuestro alrededor.
Una música de bajos muy potentes llenaba el ambiente y vibraba tanto
por el suelo que podía sentir el sonido de las vibraciones justo en el
estómago. Las luces fluorescentes danzaban por encima de la cabeza entre
remolinos de humo, mientras se disparaban purpurinas de colores desde los
cañones situados al borde de la pista de baile. Cada respiración estaba
impregnada por el hedor del sudor y la mezcla excesivamente dulce de cien
perfumes y aftershaves diferentes.
Mientras intentaba balancearme con la multitud al ritmo de la música, lo
único en lo que podía pensar era en el calor que hacía. Un océano de gente
me rodeaba, cuerpos sudorosos retorciéndose y frotándose unos contra otros
como si ese fuera el único pensamiento en sus mentes. Un contacto humano
así era el resultado de una necesidad exasperada de contacto más que de una
elección meditada.
Cuando Haley pasó los dedos por el pelo del desconocido y se aferró a
él con tanta fuerza que casi se convirtió en su tatuaje, un torrente de deseo
agudo me recorrio el pecho.
Yo nunca habría tenido algo así. Los hombres no me miraban como si
fuera algo que desear. Más bien me miraban con sorpresa, a veces con
desconcierto y lástima, como si yo no fuera más que un mero
portaequipajes para una chica guapísima como Haley.
La mayor parte del tiempo me parecía bien. Era feliz sumergiéndome en
los libros y estudiando, o pintando cuando tenía tiempo. Ese tipo de estilo
de vida no era para mí.
La música palpitaba y la multitud había crecido tanto y de forma tan
repentina que varias personas chocaron contra mi espalda, haciendo que me
topara con Haley y su nuevo pretendiente. Ella chilló sorprendida mientras
los tres tropezábamos. El chico consiguió levantarse y agarró a Haley con
facilidad. El tipo alargó la mano para cogerme, pero en cuanto notó mi peso
al tambalearme, se le escapó un gruñido preocupado.
Haley se echó a reír y se me erizó la piel.
No podía soportar quedarme allí ni un segundo más. Apuntando con los
pies para apoyarme, liberé el brazo del desconocido y me ajusté la blusa
sobre el vientre.
Por reflejo, contuve la respiración para parecer más delgada, como si
eso fuera a cambiar la opinión que los presentadores tenían de mí.
"¡Haley!", grité por encima de la música.
Ella no reparó en mí, enterrando la cara en el cuello de su nuevo
compañero.
"¡Haley!"
"¡¿Qué pasa?!" Se volvió hacia mí enfadada y yo di un paso atrás.
"¡Me voy!", exclamé.
"¿Qué?"
"¡He dicho que me voy!"
"¡Qué coño!" Abrio mucho los ojos. "¡Oh, vamos, Charlotte, no seas
aburrida! Quédate y tómate otra copa. Aún no nos hemos tomado los
chupitos!"
"Sí", dijo el desconocido rozando la mejilla a Haley mientras la besaba.
"¡Hagámoslo!"
Por muy poco apetecible que fuera, también tenía clases en la
universidad al día siguiente y no quería aparecer con un aspecto demasiado
desaliñado, como seguramente haría si me quedaba allí.
"¡No, lo siento, me voy!", grité. "Mañana tengo clase temprano. Quiero
volver y dormir un poco, así que me voy ya".
"Charlotte, cariño".
Haley apretó los labios y se echó hacia mí.
Me agarró las mejillas calientes con las dos manos y me dio un suave
apretón mientras sus ojos luchaban por enfocarse. "Cariño, escúchame.
Nunca llegarás a nada en la vida si sigues siendo una bobalicona aburrida.
Siempre estás corriendo a casa por culpa de despertadores a horas locas y
plazos que cumplir. Quédate, diviértete, déjate llevar por una vez". Me pasó
las manos por el largo pelo, pero las ganas de irme no hicieron más que
aumentar.
"Tengo que irme", insistí, "y tú también deberías venir. Tenemos la
misma clase y..."
"¡Esta noche no se habla de clases!" Haley hizo un mohín y se volvió
hacia el chico. "Ya me abandonaste la noche de mi cumpleaños, así que no
te atrevas a hablar de la universidad y esas mierdas".
"Haley, no intento dejarte plantada, es solo que...".
"¡Eso es todo lo que quiero oír!" gritó ella.
En un instante, acabó con lo que tuviera que decir y se centró en los
brazos de su nuevo amigo. No era la primera vez que ocurría y, desde luego,
no sería la última. Cualquier otro intento de hablar con ella se perdió en la
música, así que salí del club.
Cuando llegué al final de la multitud, fue más fácil abrirme paso, pero el
verdadero alivio solo llegó cuando salí e inhalé el aire fresco de la noche a
pleno pulmón.
"Hostia puta", exclamé.
Estaba cansada y sudaba en lugares que ni siquiera sabía que podían
sudar.
"Buenas noches".
Me di la vuelta y vi a un portero que me dedicaba una sonrisa. Le
correspondí educadamente.
"Gracias". Asentí con la cabeza: "No era lo que esperaba".
"Lo siento por usted", respondió.
Dio un paso adelante y me saludó con la mano mientras paraba un taxi
que pasaba por allí. Entonces mi mente se detuvo en Haley y, en particular,
en lo que me había dicho:
Nunca llegarás a nada en la vida si sigues siendo una bobalicona
aburrida.
Tenía razón. Se suponía que la universidad iba a ser un nuevo comienzo
para mí, pero dos años después de empezar a ir, seguía siendo la misma
niña buena del instituto.
El portero me abrio la puerta del taxi, le di las gracias con una sonrisa y
me subí.
¿Él también me había juzgado mal?
Volver a casa tan pronto de una discoteca tenía que estar a la altura de
una metedura de pata social.
Tal vez, a su manera, Haley tenía razón.
Algo tenía que cambiar en mi vida.
¡Rápido!
3
CHARLOTTE

L o único peor que ir a clase con resaca era ir a clase con mi mejor
amiga con semejante... resaca. No es que me hubiera tomado una paca
de verdad; las dos copas que me había tomado la noche anterior no
habían sido suficientes para darme otra cosa que una boca ligeramente
pastosa y un poco de desorden al despertarme.
"Dios", gimió Haley, "¿cómo es posible que hayamos llegado tan lejos
en el progreso tecnológico y aún no podamos borrar instantáneamente una
resaca?".
Se agarró a mi brazo y se apoyó en mí mientras yo la guiaba hacia las
clases de aquella mañana.
"Bueno... el alcohol es básicamente un veneno", respondí, "así que si lo
piensas...".
"Charlotte", interrumpió Haley, con voz áspera y cortante. "No me
importa, en el verdadero sentido de la palabra".
Separé los labios, dispuesta a replicar, pero enseguida decidí no hacerlo.
No tenía sentido decirle nada en aquel estado. Así que guardé silencio y la
guié entre la multitud que se dirigía a las distintas clases.
"Me duele la cabeza", refunfuñó.
Aunque llevaba una sudadera con capucha y mallas y se ocultaba tras
unas grandes gafas de sol negras, conseguía estar fabulosa incluso con
resaca, y una parte de mí sintió un poco de envidia. Aunque yo volvía a
llevar cómodamente mi falda larga y mi blusa abotonada, nunca había
conseguido estar tan guapa como ella; además, sin ningún esfuerzo. Sin
embargo, tal vez era simplemente mi inseguridad la que hablaba por mí.
"Tu paso pesado tampoco ayuda", murmuró Haley.
Inmediatamente me detuve en el pasillo y solté mi brazo de su agarre.
Podía ser muy grosera cuando se sentía incómoda. En la mayoría de los
casos, lo habría dejado pasar, pero todavía me sentía un poco nerviosa por
lo de la noche anterior.
"Haley, si vas a estar de mal humor todo el día, quizá deberías volver al
dormitorio", solté. "No eres útil para nadie en este estado y no tengo fuerzas
para soportarlo".
Se detuvo frente a mí y levantó una mano delgada para bajarse las gafas
de sol. Me miró un momento por encima de los cristales oscuros y luego
suspiró profundamente.
"Tienes razón, lo siento". Volvió a ponerse las gafas de sol y entrelazó
su brazo con el mío. "Me duele la cabeza, me duelen los pies, tengo la boca
seca y me encuentro mal, así que estoy de muy mal humor".
"Deberías haberte quedado en la cama", repliqué, aceptando sus débiles
excusas para seguir adelante.
Caminamos juntas hacia el aula y Haley soltó una risita seca.
"De todas formas, no me perdería el día de hoy por nada del mundo".
"¿Qué quieres decir? ¿Por qué?"
Mi corazón dio un brinco de repente.
¿Teníamos que hacer algo importante aquel día? ¿Había olvidado un
examen o una prueba escrita? Mierda, ¿teníamos que entregar un informe?
"Confía en mí". Me acarició el brazo y luego se separó de mí mientras
nos acercábamos a la puerta. "Pronto lo verás por ti misma", añadió.
El misterio de sus palabras me acompañó hasta la clase, y su negación a
darme más detalles no contribuyó en absoluto a aliviar la ansiedad que me
atenazaba las entrañas. Eché un vistazo alrededor del aula, pero todos los
demás estudiantes parecían completamente relajados y tranquilos. Tomamos
asiento y me senté cerca del pasillo central; era lo que más me gustaba, ya
que tendría más espacio para respirar sin que me aplastaran los demás
estudiantes.
Mientras sacaba el portátil y algunas cosas más de la mochila, un trino
llamó mi atención y, de un vistazo, vi el móvil de Haley brillando sobre el
escritorio con la palabra Paul.
"Uf", exclamó Haley al ver de quién se trataba. Luego puso
inmediatamente la llamada en silencio.
"¿No le has devuelto la llamada?", le pregunté en voz baja. Volví a
pensar en el chico al que se había "tirado" la noche anterior. Seguramente
acciones como esa significaban que su tiempo con Paul había terminado.
"Dios, claro que no", soltó Haley y luego hizo una pausa, mirándome.
"No tienes ni idea de chicos, ¿verdad?".
"Eso no es no tener ni idea", contesté. "Estabas enfadada con él porque
no se comprometía demasiado contigo y te negabas a hablar con él. Ahora
que intenta ponerse en contacto contigo, en vez de contarle lo que sientes
por él, ¿lo ignoras?".
Haley enarcó una ceja perfectamente cuidada.
"Por supuesto".
"Perdona, pero ¿por qué haces eso?".
"Charlotte, primero chúpale la polla a un tío y luego lo entenderás. Ya te
lo dije anoche".
El calor invadió mi pecho, seguido de una oleada de irritación. Las
respuestas a medias y los mensajes codificados de Charlotte resultaban
exasperantes a veces, pero antes de que pudiera expresar mi opinión al
respecto, mi teléfono vibró. Apenas me di cuenta de que la clase se había
quedado un poco en silencio cuando saqué el teléfono que vibraba y
silencié las notificaciones. En la pantalla había un mensaje de la última
persona de la que esperaba tener noticias una vez me hubiera mudado al
dormitorio de la universidad: mi madre.
Charlotte, han pasado dos semanas. No puedes seguir evitándome. Te
espero en la pensión este fin de semana y esta vez no aceptaré un no por
respuesta. No puedes ignorar tu responsabilidad.
En otro tiempo, adoraba a mi madre, pero con el paso de los años había
llegado a dudar de que me quisiera de verdad. Desde el día de la muerte de
mi padre, cuando yo tenía trece años, había intentado sin descanso hacerla
feliz. Estudiaba sin parar para sacar las mejores notas, asistía a un número
excesivo de clases extraescolares para que ella pudiera presumir de lo buena
que era, y me quedaba en casa todas las noches para acompañarla en las
oraciones. Además, me dejaba la piel en la pensión para que se sintiera
orgullosa. Incluso había decidido estudiar para ser maestra porque era su
sueño.
Me había portado muy bien siendo una buena chica para hacerla feliz,
pero cada vez que estaba en la misma habitación que ella, me sentía
juzgada. Mi ropa, mi peso, mi pelo; nada encajaba con ella.
Irme a la universidad había sido mi intento desesperado de distanciarme
de aquella versión de mí misma y, sin embargo, de algún modo, seguía
siendo exactamente la misma de antes, aunque con una bola y una cadena
que me llevaban de vuelta a la pensión familiar cada dos fines de semana.
Era una pensión que mi madre siempre había gestionado con mi padre.
Suspiré profundamente y empecé a teclear una respuesta, con la
promesa de que sí, que la visitaría el fin de semana, pero a mitad de tecleo
una sombra se posó en mi hombro izquierdo, así que me detuve. Con los
dedos aún apuntando a la pantalla, levanté la cabeza para ver quién
atenuaba la luz y fue entonces cuando me di cuenta de que toda la clase
estaba en silencio. Ni siquiera Haley, a mi lado, había dicho una palabra en
los últimos veinte segundos.
Encima de mí había un hombre alto, elegantemente vestido con unos
pantalones grises y una camisa negra con los tres primeros botones abiertos.
Aquellos ojos oscuros me miraban fijamente desde detrás de unas gafas
graduadas, mientras sostenía un paquete de carpetas en las manos. Desde
aquel ángulo, pude ver la fuerza con que agarraba aquella carpeta y cómo se
le hinchaban ligeramente las venas del dorso de las manos y de los
antebrazos desnudos.
Mi mente se volvió loca: era maravilloso.
Dos rizos se desprendieron de su cabello oscuro y perfilado y
descendieron libres por su frente; entonces sus finos labios se movieron en
una media sonrisa, acentuando el borde afilado de su mandíbula cuadrada.
"Espero que ese mensaje sea de vida o muerte, puesto que mi lección ya
ha comenzado", afirmó el hombre con una voz tranquila y poderosa al
mismo tiempo. Tenía un tono áspero, que se sumaba a la calma y el poder
que parecía emanar con cada sutil movimiento de sus labios.
Me volví aún más loca.
Pero el hombre no se movió de allí. Se quedó de pie junto a mí,
mirándome fijamente, y me sentí completamente inmovilizada bajo su
mirada. Al cabo de unos instantes, mi mente se puso en marcha cuando me
di cuenta de que realmente estaba esperando una respuesta, clase incluida.
"Se trata de... mi madre..." Conseguí murmurar, y mis mejillas se
sonrojaron con un fuerte calor, como si acabaran de abofetearme.
"Ah, entonces esto es muy importante", comentó el hombre, que
comprendí que era mi profesor. La fina sonrisa desapareció de sus labios y
siguió bajando los escalones hacia el pupitre que estaba justo delante de la
clase. Se movía con pasos fuertes y regulares, como un hombre en pleno
control de todo lo que le rodeaba.
Me quedé sin aliento hasta que estuvo delante de la clase, y en el
momento en que conseguí respirar estremecida, cada nervio de mi cuerpo
volvió a ponerse en movimiento. El sudor me recorrio los brazos y la
espalda y el corazón empezó a latirme frenéticamente bajo las costillas.
Guardé rápidamente el teléfono y abrí el portátil para intentar ocultarme de
la mirada del hombre que, mientras tanto, había colocado las carpetas sobre
el escritorio.
"Buenos días. Soy Derek Hansen. Me hago cargo de esta clase de
Literatura Moderna y la retomaré donde la dejó el señor Matthews, así que
confío en que todos estéis ya muy adelantados en vuestras lecturas. No
tendréis oportunidad de poneros al día.
El profesor Hansen-Derek no habló en voz alta, pero le oí tan
claramente como si estuviera a mi lado. ¿Iba a impartir ese curso el resto
del año? Tener que mirar fijamente a un hombre tan atractivo no habría sido
difícil, de hecho habría facilitado las cosas.
"No puedo creer que haya venido de verdad. Creía que eran simples
rumores", siseó Haley de repente.
Se acercó tanto a mí que su aliento me hizo cosquillas en la oreja
derecha y me sobresalté ligeramente por la sorpresa.
"¿Perdona?", le susurré. "¿Estás hablando del profesor?".
"¡Sí!", respondió Haley, como si fuera lo más obvio del mundo.
"¿Qué... por qué?"
Mi amiga, despreocupada por la escena anterior, cogió su teléfono para
escribir un mensaje.
La sombra estaba de nuevo sobre nosotros y el corazón se me subió a la
garganta. Solo que esta vez, cuando levanté la vista, Derek no me estaba
mirando tranquilamente. Miraba fijamente a Haley con un relámpago en sus
ojos oscuros.
"Señorita", exclamó.
Su voz era tan aguda como la hoja de un cuchillo.
Haley se sobresaltó y levantó la cabeza, con los ojos muy abiertos. Sus
gafas de sol aún descansaban sobre su frente.
"Su teléfono".
Derek alargó la mano hacia ella y me rozó la cara. En aquel momento,
capté su olor, pero me esforcé por contemplar su mirada fuerte y decidida.
"¿Perdón?", respondió Haley.
"Apaguen ese teléfono. Es hora de clase. Ahora está en mi aula y tiene
que seguir las normas. Podría darle un discursito sobre cómo está perdiendo
el tiempo y el dinero por estar aquí y no prestar atención, pero no me
importa".
La voz firme de Derek, tan cercana, me estaba provocando escalofríos
de excitación que me recorrían la columna vertebral, en oleadas, y pensar
que ni siquiera estaba hablando conmigo.
"Francamente, una falta de respeto hacia mí justificaría su expulsión de
clase durante el resto del semestre y, en cambio, aquí estoy, siendo amable
con usted", continuó el profesor.
Las mejillas de Haley se sonrosaron de repente y sus labios se apretaron
tanto que su boca desapareció. Al cabo de unos instantes, de mala gana, le
entregó su teléfono móvil. Derek lo cogió de buen grado y volvió al frente
de la clase, para luego reanudar la lección como si no hubiera pasado nada.
Aquel hombre era poco menos que... extraordinario.
Nunca había oído a nadie hablarle así a Haley. Siempre se le había dado
tan bien guiñar el ojo a los hombres mientras movía las pestañas y se
libraba de los problemas que ninguno de los profesores se molestaba ya con
ella.
Ni Derek Hansen.
Haley no dijo ni una palabra y se sumió en un hosco silencio durante el
resto de la lección. Me di cuenta de ello solo en parte, porque toda mi
atención estaba puesta en Derek. Se movía por la escena con absoluta
soltura y siempre hablaba con calma y en voz baja, incluso cuando estaba
visiblemente entusiasta con ciertas partes de la lección. Incluso consiguió
arrancar algunas risas a los alumnos, suscitó un intenso debate y en una
ocasión hasta sonrio, pero eso no fue lo que más me llamó la atención. En
cambio, me impresionó el hecho de que cada vez que levantaba la vista
mientras escribía mis apuntes, me miraba.
En teoría, sabía que simplemente estaba mirando el mar de caras que
tenía delante, pero cada vez que yo levantaba la vista, él parecía estar
mirándome a mí. Cada vez, mi corazón daba un pequeño salto y el calor de
mis mejillas no había disminuido en absoluto, aunque ya no me importaba.
Durante las dos horas que duró la clase me sentí observada.
Terminó en el momento en que salimos de clase y Haley explotó.
"¿Quién coño se cree que es?", soltó.
El fervor de sus palabras encajaba perfectamente con la velocidad de
sus pasos mientras recorría el pasillo; me costó todo mi esfuerzo seguirla.
"Ese maldito Derek Hansen ha vuelto a esta universidad como si nunca
hubiera pasado nada. Cree que puede salirse con la suya acosando a los
estudiantes sin que nadie le haga frente, ¿eh?".
No podía interrumpir su perorata, pero lo intenté de todos modos.
"Haley, ¿qué ha hecho...?".
De repente, sonó el móvil de Haley e inmediatamente contestó,
ignorando mis intentos de hablar con ella.
"¡Paul!", respondió todavía cabreada. "Nunca adivinarás quién nos
acaba de dar un puto sermón".
Estaba claro que Haley sabía algo sobre nuestro nuevo y atractivo
profesor que yo desconocía. Si la hacía sentirse tan enfadada, sería prudente
que yo averiguara exactamente qué era.
4
CHARLOTTE

L as notas de una melodía de rock llenaban mi habitación mientras me


acomodaba en la cama y recorría distraídamente la basura de Internet.
Haley me había dejado después de comer para ir a reconciliarse
con su novio Paul, cosa que, por lo visto, yo nunca podría entender. Sin
embargo, no me había importado en absoluto.
Tener un respiro de Haley y... todo, a veces, era agradable y yo siempre
había preferido estar sola desde que era una niña. Incluso me había enviado
un mensaje para decirme que no volvería aquella tarde, así que tendría la
oportunidad de relajarme de verdad.
Mientras el resto del día transcurría tranquilamente, un misterio
permanecía en el primer plano de mi mente: Derek Hansen.
Haley se había negado a explicarme qué tenía de terrible, así que, con
un plato de fideos en equilibrio sobre una rodilla y mi portátil en la otra, me
puse a investigar. Esperaba que contar con él me ayudara a sacármelo de la
cabeza, ya que desde la lección de la mañana se había anidado en lo más
profundo de mis pensamientos y no se había movido desde entonces.
Su pelo castaño rizado, aquellos ojos oscuros, aquella mandíbula firme,
hasta la forma en que se movía por aquel estrado y mantenía pegada a toda
la sala de conferencias sin tener que levantar la voz ni una sola vez. Había
sido increíblemente... dominante, consiguiendo hacer eso ante toda una
clase durante dos horas, y yo seguía sintiéndome asombrada.
Puede que una pequeña parte de mí estuviera colada por él, pero no
podía culparla. El tipo era un fuera de serie, desde luego no el tipo de
hombre que esperarías encontrar en una universidad sofocante y aburrida.
Sin duda era un hombre para la portada de Vogue.
Me metí un bocado de fideos en la boca y reflexioné sobre los pocos
artículos que había conseguido encontrar sobre Derek. No había mucha
información sobre él.
Había trabajado en mi universidad durante siete años y había ganado
algunos premios por su tesis y algunos premios internos por el alto índice
de éxito de sus cursos.
"Así que, Derek", pensé en voz alta, "eres un hombre al que le gusta
ganar".
Yo también había ganado un premio, pero a mis ojos no era nada de lo
que sentirse orgulloso. En la graduación del instituto había recibido el título
de Miss Modales, un pequeño trofeo y un certificado que destacaba ante
todo el instituto lo buena persona que era, como si hubiera alguna duda. Mi
madre estaba extasiada y, en aquel momento, yo también. Hasta que me di
cuenta de que aquel trofeo había sido el punto culminante de toda mi
adolescencia.
La universidad debería haber sido algo diferente, en cambio allí estaba
yo, a altas horas de la noche, metida en la cama con fideos y un portátil.
Nada había cambiado realmente.
Incapaz de encontrar nada en Google, recurrí a la única otra opción: las
redes sociales. Definitivamente, Haley tenía una debilidad oculta por aquel
hombre y yo tenía que averiguar por qué.
Cuando terminé mis fideos, ya estaba metida de lleno en mi
investigación.
Haley se había quejado de un profesor concreto en sus redes sociales, y
la cantidad de reacciones y comentarios de aprobación hacia ella me hizo
darme cuenta de que era la única que no sabía lo que había pasado. Unos
clics más tarde, obtuve mi respuesta.
"Hostia puta...", exclamé en voz alta.
Derek Hansen había sido sometido a una investigación interna debido a
sus problemas con el alcohol en el campus y para comprobar si seguía
siendo seguro y apto para atender a los estudiantes. La investigación se
había iniciado el verano de hacía dos años, cuando yo aún no estaba allí y la
Universidad Brown tenía un código de conducta muy estricto. No era de
extrañar que la investigación hubiera durado tanto tiempo. Sin embargo, eso
no me explicaba por qué Haley era tan hostil con él.
La respuesta me la dio la página siguiente.
El acusador de Derek, el alumno que había afirmado que Derek era un
borracho, no era otro que Paul Terries, el novio de Haley.
Ahogué un gemido; ahora todo tenía sentido.
Paul no me caía nada bien, pero a mi amiga le encantaba si no estaba
besando a otros chicos en los clubes para vengarse de él... Desde luego,
Paul no me parecía el tipo de estudiante que pudiera denunciar el
alcoholismo de alguien con buenas intenciones, y puesto que Derek había
vuelto al trabajo, aquellas acusaciones tenían que ser falsas.
Esto no me sorprendió en absoluto.
Así pues, Haley estaba cabreada porque su novio había acusado a Derek
de ser un borracho, y lo que hubiera esperado ganar con esa acusación había
caído claramente en saco roto. Quizá el enfado de Haley era comprensible.
¿Quizá era una forma de defender a su novio? Pero, ¿qué tenía que ver el
acoso con aquello? Después de todo, ¿qué podía saber yo? No era más que
una aburrida virgen.
La falta de experiencia sexual hacía que todas mis opiniones fueran
inútiles, así que quizá aún me faltaba algo.
Habiendo resuelto parcialmente el misterio de Derek, cerré el portátil y
lo aparté, luego me hundí de nuevo en las almohadas. El hecho de saber lo
que había ocurrido no había saciado mi curiosidad por aquel hombre, ni
había alejado su hermoso rostro de mi mente. Cuanto más intentaba no
pensar en él, más nítidos me parecían los detalles de su aspecto: los ojos
oscuros, los labios finos y el pelo corto y rizado.
Su actitud era sobrecogedora, y sin embargo había estado tan
increíblemente tranquilo.
Me acurruqué aún más en las almohadas y las duras palabras de Haley
sobre mi monótono estilo de vida empezaron a mezclarse con la atracción
que sentía por Derek.
No habría sido aburrido follar con un profesor, ¿verdad?
Nunca iba a existir la posibilidad de que alguien tan atractivo como
Derek se interesara por una chica rellenita como yo, pero con música de
fondo y el dormitorio para mí sola, no pasaba nada por fantasear un poco,
¿verdad?
Sobre todo porque estaba un poco... excitada.
Cerré los ojos y dejé volar mi imaginación mientras me relajaba en la
cama y dejaba que el calor que se formaba lentamente entre mis piernas
guiara mis pensamientos.
A un tipo como Derek, sin duda, debían de gustarle las chicas guapas y
atrevidas. Todo en él destilaba poder, desde su forma de andar hasta su
manera de hablar. Imaginé que podría entrar en mi dormitorio en aquel
mismo momento, y la idea de su mirada oscura e intensa clavada en mí,
como había hecho durante la clase, hizo que se me acelerara el ritmo
cardíaco.
Si me hubiera mirado con la misma intensidad con la que me había
fulminado en clase, no habría podido hacer nada.
Quería pasarle los dedos por el pelo y sentir la fina longitud de cada uno
de aquellos rizos. Quería estrecharlo contra mí y oír qué tipo de sonido
saldría de su garganta si intentaba rozarle la ingle con los dedos. ¿Estaría
tan callado como de costumbre, o empezaría a respirar agitadamente contra
mi oído cuando empezara a estrecharme contra él?
¿O habría sido aún más profundo, más gutural y salvaje, como un
animal enjaulado que busca el toque adecuado para desatarse sobre su
presa?
El calor y la necesidad recorrieron todo mi cuerpo y se instalaron con un
ligero dolor entre mis piernas. Era virgen y nunca había permitido que nadie
me tocara, pero eso no significaba que fuera una mojigata, al menos no en
la intimidad de mis propios pensamientos.
Abriendo las piernas, me pasé una mano por la parte interior del muslo
enfundada en mis mallas y empecé a imaginar que era el roce de Derek.
Sus dedos largos y fuertes me acariciaban como si yo fuera la cosa más
delicada que jamás hubiera tocado. ¿De verdad iba a ser tan delicado?
No, había algo en él que me decía que sería mucho más asertivo. No me
habría abierto los muslos con tanta delicadeza. Los habría separado de
golpe y me habría mantenido abierta con toda la fuerza que tenía, para
asegurarse de que no pudiera escapar.
Me dio un vuelco el corazón y me mordí el labio con tan solo pensarlo.
Estar de pie con las piernas abiertas, ante su mirada oscura y oír aquella voz
tranquila y áspera elogiando mi coño virgen, habría sido algo indescriptible.
Gemí y volví a abrir los ojos.
¡Joder! Ahora sí que estaba excitada.
Rodando hacia mi izquierda, busqué en el cajón inferior de la cama el
pequeño vibrador que había comprado y mantenido escondido, en mi
primer mes allí. Comprar algo así me había parecido de inmediato algo
extraño y demasiado arriesgado, pero en poco tiempo me había encariñado
con ese... juguetito.
Tuve un momento de impaciencia al intentar quitarme los mallas y
luego la sudadera, pero enseguida me acurruqué bajo el edredón, cerré los
ojos y volví a fantasear.
Derek, encima de mí, sus fuertes manos hundiéndose en mis muslos
mientras contemplaba mi coño reluciente y húmedo como si fuera un festín
que consumir. En cuanto deslicé el vibrador sobre mi clítoris y lo encendí,
imaginé su lengua lamiéndome por todas partes, las vibraciones se
convirtieron en su boca chupando por todas partes.
Gemí suavemente, arqueándome sobre la almohada mientras las
vibraciones recorrían mi cuerpo y todos mis músculos se contraían con
fuerza. El placer se apoderó de mí y mi corazón empezó a latir con fuerza
mientras aquella fantasía sexy continuaba en mi mente.
Derek enterrado entre mis muslos con sus labios moviéndose sobre mí
como si fuera una delicia, sus manos sujetándome los muslos abiertos para
que estuviera a merced de su lengua.
¿Habría sido suficiente para un hombre dominante como él? No, habría
querido más, mucho más....
En aquel momento, la fantasía cambió: Derek hundió sus dedos en mi
pelo mientras guiaba mi boca hacia su polla.
¿Cómo habría sido? Seguro que habría estado muy dura. Un hombre
como él debía de tener una polla grande y poderosa que habría pesado sobre
mi lengua y ensanchado mi garganta cada vez que empujaba demasiado
profundamente.
¿Qué habría sentido al tener sus dos manos en mi pelo mientras me
sujetaba, utilizando mi boca y mi garganta para su propio placer?
Lancé la cabeza hacia un lado cuando una intensa oleada de placer se
disparó por todo mi cuerpo, alcanzando mi núcleo caliente. Aumenté la
fuerza de las vibraciones del juguete sexual y apreté con fuerza la punta
contra mi clítoris. Me sacudí y jadeé mientras mi mente imaginaba el pulgar
de Derek frotando mi clítoris mientras me follaba con un ardor salvaje,
mientras cada embestida no conseguía llevar su polla más y más adentro.
Lo imaginé encima de mí, con sus ojos oscuros mirándome fijamente,
mientras me penetraba con fuerza y velocidad, sin olvidarse nunca de jugar
con mi clítoris. Podía oler el mismo aroma que había olido aquella mañana,
mientras en mi cabeza él se inclinaba para besarme y deslizar su lengua en
mi boca.
"¡Oh, Dios!", jadeé suavemente y arqueé la espalda para acompañar las
incesantes sacudidas del vibrador.
Cuanto más me acercaba al orgasmo, más desenfrenada se volvía mi
fantasía. Yo a cuatro patas con Derek tomándome por detrás; sus manos
agarrándome los pechos mientras me penetraba.
Entonces me sorprendí de mí misma, pero realmente debía de estar en
mi punto álgido: imaginé a Derek follándome el culo, manteniendo sus
manos alrededor de mi garganta, mientras con su voz potente y
tranquilizadora anunciaba que yo era el mejor polvo que había hecho nunca.
Me corrí de repente, soltando un suave grito. En la agonía de un potente
orgasmo, todo mi cuerpo empezó a vibrar igual que el juguete sexual.
Durante unos instantes, me quedé flotando, mientras el calor florecía en mi
caliente coño; luego me desplomé sobre la cama, jadeando, mientras las
oleadas de placer volvían a recorrerme. Cada oleada me hacía estremecer
ligeramente y mantuve el vibrador apretado contra mi clítoris hasta que tuve
fuerzas.
Apuesto a que Derek no se habría detenido tan fácilmente. Habría
seguido follándome hasta que le hubiera suplicado que parara.
Permanecí así unos segundos antes de apagar el vibrador y, jadeando, lo
dejé a un lado sobre la mesilla de noche.
Joder. Había sido más intenso que nunca.
El vacío de mi habitación volvió lentamente a medida que la realidad se
imponía. Sin embargo, en mi mente, Derek me estrechaba entre sus
musculosos brazos y me acurrucaba para que me durmiera.
A menudo le ocurre a una chica soñar despierta.
5
DEREK

"A sí", la exhorté en el silencio de mi habitación. "Tómalo como una


buena chica".
Mi mano derecha recorrio rápidamente la longitud de mi polla,
apretándola mientras la acariciaba arriba y abajo. Sabía exactamente cómo
obtener el máximo placer de mi cuerpo, pero aquella vez no se trataba solo
de mí, no precisamente.
Con el otro brazo apoyado en el marco de la puerta, mantuve los ojos
cerrados mientras pensaba en la chica que quería de rodillas frente a mí,
decidida a meterse mi polla por la garganta lo más profundamente posible.
Y luego, mucho más.
Se llamaba Charlotte. Aquella chica que tanto me atraía no había
abandonado mis pensamientos desde que la había visto en el Club Tango la
noche anterior. El hecho de que se presentara a mi primera clase fue una
sorpresa mayor de lo que esperaba y me permitió admirarla desde lejos a lo
largo de dos horas enteras.
Recordaba cada detalle de su hermoso rostro; desde sus encantadoras
mejillas en forma de manzana, pasando por sus brillantes ojos verdes, hasta
su sensual boca en forma de corazón.
Una boca que deseaba tener, abierta de par en par delante de mi polla,
en aquel mismo instante.
Aquella fantasía llenó mi cerebro mientras, con toda la concentración
que pude conseguir, me aferraba a ella, haciendo trabajar mi mano sobre mi
polla. Sus ojos se cerraron, sus hermosos labios se abrieron de par en par y
su boca se llenó de mi polla mientras permanecía arrodillada ante mí,
hambrienta de cualquier cosa que pudiera darle. Ansiaba oírla ahogarse
cada vez que le sacaba el aire; anhelaba oír sus estremecedores jadeos
mientras aferraba mis manos a su larga cabellera rubia y la mantenía allí, a
mi merced.
Sus hermosos tirabuzones eran lo bastante largos como para que pudiera
agarrarla bien y mantenerla en aquella posición, solo para mí.
Con el mero pensamiento, mi mano empezó a moverse más deprisa,
mientras mi respiración se volvía entrecortada y agitada. Quería mirar hacia
abajo y ver sus ojos color esmeralda llenos de lágrimas, mirándome
fijamente mientras mi polla le llenaba la garganta. Quería sentir sus uñas
rozándome los muslos mientras luchaba por obedecerme y tomar todo lo
que le daba. Quería ver la mezcla de confianza y desesperación en sus ojos
mientras me empujaba hasta el límite de la resistencia en su boca, y luego el
alivio cuando me retiré y la dejé respirar.
"Joder", gemí, mientras mis caderas empezaban a sacudirse bajo mi
agarre. Me sentía bien, pero no era suficiente. La deseaba en persona y no
únicamente como una fantasía.
Su hermoso y curvilíneo cuerpo abriéndose a mí para saciar mi hambre.
Sus susurros suplicantes contra mi piel mientras le azotaba el culo como era
debido. Ansiaba saborear sus jugos mientras la provocaba y la acercaba
cada vez más a un orgasmo que solo yo podía darle. Quería oírla jadear,
gemir y llorar al mismo tiempo.
Mientras me masturbaba cada vez con más fuerza, imaginaba cómo iba
a ser moldearla, acostumbrarla a hacer lo que yo quería, y entonces quise
sentir cómo su hermoso coño se agarraría a mi polla como si yo fuera su
salvavidas.
Quería que fuera mía.
Un golpe de mano después, y la idea de que se corriera por lo que le
estaba haciendo sentir, desencadenó mi propio orgasmo, y exploté con un
grito ahogado. Con la mano libre, me tapé la boca, acallando mis profundos
gemidos mientras mi semen hirviente salpicaba mis bóxeres bajados.
Me sacudí con fuerza ante cada tembloroso pulso de placer que me
recorría, y luego me dejé caer contra el marco de la puerta con un profundo
suspiro de satisfacción.
Seguro que sus tetas también eran jodidamente preciosas y ahí era
donde quería correrme.
No me detuve hasta que estuve seguro de haberme corrido hasta la
última gota, y luego me limpié rápidamente con unos pañuelos de papel y
los tiré a la papelera.
Masturbarme pensando en una de mis alumnas probablemente no había
sido la decisión más inteligente que había tomado nunca, pero no era más
que una fantasía, algo sexy entre yo y yo mismo.
Fui al dormitorio, me puse rápidamente unos vaqueros y una camiseta
que había preparado antes de la ducha, y luego me hice un rápido peinado;
en aquel instante, la puerta principal de nuestro piso se abrio de golpe.
Samuel había llegado.
Samuel Merrick era otro profesor de la Universidad Brown. Impartía un
curso de Ética y Moral y era uno de mis mejores amigos desde que había
empezado a trabajar allí.
Mi verdadero hogar estaba fuera de la ciudad y Samuel había tenido la
amabilidad de permitirme pasar algunas noches en su piso durante mi
primer año. Después de aquellas noches, había empezado a compartir el
piso de forma permanente y siempre se lo había agradecido.
"¡Derek!", gritó una voz desde fuera de mi habitación.
Ah, Matt también estaba allí.
"¡Pizza!", gritó Samuel.
Matt era el mejor amigo de Samuel y, por consiguiente, también el mío.
Eran prácticamente inseparables y los dos me habían cubierto las espaldas
desde el primer momento en que nos habíamos hecho amigos. Algo por lo
que les estaba agradecido.
"Estaré allí en un segundo", respondí.
Echándome una última mirada al espejo que había colgado en la puerta,
salí y crucé el salón hasta la cocina. Samuel estaba desparramado sobre la
encimera, con un trozo de pizza goteando de una mano y el móvil en la otra.
Matt, perpetuamente vestido con su ajustado chándal, estaba junto al
fregadero, engullendo un gran vaso de agua como si acabara de pasar tres
días perdido en el desierto.
"¿Os lo habéis pasado bien?", pregunté mientras me acomodaba en uno
de los taburetes.
"Bastante", murmuró Samuel. "Sin embargo, hay pocas chicas
disponibles por aquí".
"Mala suerte", murmuró Matt después de enviar el agua. "Nunca hay
chicas buenas cuando las necesitas".
Sonreí para mis adentros y enseguida pensé en Charlotte.
"¿Qué tal tu primer día de vuelta a tu cargo de profesor?". Los ojos
verdes de Samuel se entrecerraron en mí. "¿Tuviste algún problema?
"No", confirmé.
Matt, tras terminar de hidratarse, se dejó caer en el taburete a mi lado
con tanta fuerza que la madera crujió. "Para mí también ha sido un día
bastante tranquilo, y no he visto a ese capullo por aquí, así que en general
ha ido bien".
"Lo tengo en una de mis clases", intervino Samuel. "Ese gilipollas se
pasea por ahí como si fuera el dueño".
"Sus padres son ricos y hacen muchas donaciones benéficas", comentó
Matt, cogiendo un trozo de pizza. "Por eso tardó tanto la investigación en su
contra. Porque son gente importante".
"Aún me sorprende que no me despidieran directamente", admití,
cogiendo mi trozo antes de que Samuel consiguiera devorar toda la pizza.
"Guardar alcohol en el escritorio nunca es una decisión acertada",
coincidió Matt con una risita.
"Qué quieres que te diga... Nunca tomo decisiones acertadas", repliqué.
"Es como ya he dicho varias veces", continuó Samuel, utilizando los
restos de la masa de su pizza y señalándome con el dedo. "Eres demasiado
bueno en lo que haces para que te dejen en casa por mentiras como aquélla
de ese puto gilipollas".
"Tienes razón", asentí entre bocado y bocado. "Y te doy las gracias por
cubrirme las espaldas y facilitar tus declaraciones a la universidad. Te estaré
eternamente agradecido".
"Cuando nos necesites, sabes que estamos ahí", exclamaron al unísono
mientras comían la pizza fibrosa.
"Solo desearía que se hubiera hecho algo más", dije finalmente. "Ya
sabes... una forma de echarle en cara que ha perdido, ya que darle un
puñetazo sería ilegal".
"Definitivamente, pegar a un alumno es ilegal", convino Matt.
"Pero el hecho de que vuelva a dar clases equivale a un buen puñetazo
en la cara", añadió Samuel. "Es decir, se tomó tantas molestias para intentar
chantajearte para que sacaras mejores notas, y luego, cuando fracasó, mintió
para intentar que te despidieran".
"Tu presencia es como el epítome de 'que os den por culo a los niños
ricos'". Matt sonrio y se inclinó hacia mí, dándome un codazo con el
hombro.
"Todos los niños de allí son riquillos", señalé, sonriéndole.
"Ah, eso seguro", comentó Matt. "Niños ricos y gilipollas".
"De todos modos, como sabes, tuve que convencer al decano de que
había cambiado y de que el alcohol no volvería a pasar por mis labios. Y en
cualquier caso, no todos los estudiantes son gilipollas".
"¿Eso crees?", refunfuñó Samuel.
"Derek, ¿qué te ha pasado?". Matt frunció el ceño.
"Nada". Dejé caer la pizza y levanté las dos manos, con las palmas
hacia arriba. "Es que... hay una chica por la que estoy loco y está en mi
clase, eso es todo".
"¡Derek!" Los dos abrieron mucho los ojos y Matt negó con la cabeza.
"Las alumnas están prohibidas", reprendió Samuel. "Especialmente para
ti y tus fantasías pervertidas de...".
"Lo sé, pero eso no me impide soñar despierto, ¿sabes?".
"No, supongo que no", convino Samuel, "pero no puedes acostarte con
ellas. Simplemente admira desde lejos y mantén la polla dentro del
pantalón".
"Tienes que portarte bien, ¿recuerdas?". Matt enarcó una ceja. "Te
estarán vigilando tanto que, en cuanto hagas el más mínimo movimiento en
falso, estarás acabado".
"Y no podemos darle esa satisfacción a Paul", declaró Samuel.
"Lo sé, lo sé". Les ofrecí a los dos la sonrisa más brillante que pude
reunir. "Juro que no haré ni diré nada a ninguna chica guapa que pueda
meterme en problemas, ¿vale?".
"Nada de chicas guapas", insistió Matt, y yo suspiré.
"Nada de chicas guapas", repetí.
Tenían razón y yo lo sabía bien.
Cualquier tipo de relación con una alumna estaba prohibida, pero
aunque me estaba haciendo esa promesa, Charlotte seguía estando en mis
pensamientos.
Y en la intimidad de mi mente, podía seguir haciéndole lo que quisiera.
6
CHARLOTTE

"¿Q ué te parece esto?", Haley se paró frente a mí sosteniendo un


vestidito de flores rosas y blancas. Sin duda era mono, pero como
todas las prendas que Haley me había ofrecido, tenía una sola pega...
"No es mi talla", dije por décima vez aquel día.
Incluso echando un vistazo al expositor, me di cuenta de que la talla
más grande que ofrecían para un vestido tan pequeño no se acercaba ni de
lejos a la mía. Los ojos de Haley se abrieron de par en par y volvió a dejar
el vestidito en la estantería, luego giró sobre sus talones y se dirigió hacia el
pasillo.
"¿No podemos ir a otro sitio?", le dije, pero ella ignoró mis palabras. En
lugar de eso, empezó a juguetear con su coleta y a mirar el móvil.
Joder.
Le había pedido a Haley que me ayudara a comprar ropa más moderna,
ya que la semana anterior había pasado mucho tiempo intentando conseguir
un nuevo vestuario por Internet sin encontrar nada. Mis gustos en ropa no
parecían coincidir con lo que estaba de moda últimamente, y como Haley
siempre iba guapa, era lógico pensar que me ayudaría a elegir algo de ropa
nueva. Lo que no había previsto era que ella me llevaría únicamente a
tiendas que vistieran a gente delgada.
Desde luego, yo no era una de esas personas.
Mi frustración aumentó y volví a mirar las estanterías llenas de ropa,
pero nada parecía quedarme bien. Me gustaban las faldas anchas y las
blusas sueltas porque eran ligeras y no resaltaban más lo que quería
mantener oculto. Todo lo que había en aquella tienda estaba diseñado para
vientres planos y pechos pequeños; yo no tenía ni lo uno ni lo otro.
"Haley", volví a intentarlo, lanzando una mirada por encima del
hombro. "¿No hay otro sitio al que podamos ir?", repetí.
"¿Te refieres a una tienda de segunda mano?", contestó ella, soltando
una carcajada. Cuando se dio cuenta de que yo no compartía su humor, se
detuvo rápidamente. "Vale, mira, siento la broma. Encontraremos algo para
ti. Es que nos hemos equivocado de departamento".
Apoyó una mano en mi hombro y se puso de puntillas para ver mejor la
tienda más allá de la estantería. Al ver algo, se agachó y me acarició el
brazo con una sonrisa.
"Vamos", dijo.
Me condujo por la tienda hasta la parte de atrás, y cuando vi las
estanterías con las tallas más grandes, la frustración que llevaba conmigo
empezó a desvanecerse lentamente. Quizá había esperanza.
"¿Y por qué ese repentino deseo de animar tu vestuario?", preguntó
Haley. "No es que no me guste tu aspecto de bibliotecaria veraniega, pero...
¿Por qué ahora?".
"Oh", respondí con una media sonrisa, fijándome en una hilera de faldas
grises. "Me apetecía un cambio".
"Vamos, hay algo más que eso. Una chica no se levanta un día y decide
cambiar de vestuario. Tiene que haber una razón".
"No la hay", insistí, acercándome a la fila para echar un vistazo a las
camisas. No podía decirle la verdad a Haley.
Llevaba una semana fantaseando constantemente con Derek, y cada vez
que lo veía en clase, esas fantasías se volvían más y más picantes. Además,
me había dado cuenta de que él siempre parecía estar mirándome de una
forma u otra.
Sabía que se debía a dónde me sentaba en clase y que no era nada
personal, pero si seguía mirándome, quería darle algo mejor a lo que mirar...
Además, en todas mis fantasías, iba vestida sexy, no descuidada ni
normal.
"¡Se trata de un hombre!", chilló y yo me sobresalté ante su repentino
entusiasmo, casi tirando algunas camisas del perchero.
"¿Qué?
"Mírate la cara. Te has puesto roja y evitas todas mis preguntas.
Charlotte, estás colada por alguien".
"¡No!", respondí en tono de prueba, y mi cara enrojeció aún más. El
calor me recorrio la espalda y, de repente, aquella tienda me pareció
demasiado pequeña.
Mi negación no hizo más que hacer sonreír mucho más a Haley, que me
puso las dos manos en los hombros.
"Basta, sé cómo es un enamoramiento. ¿De quién se trata?"
"Haley, por favor..."
"Venga, dímelo. ¿Es uno de los amigos de Paul? No será George,
¿verdad? Es un tipo bastante sórdido. Es decir, si te gusta, entonces está
bien, pero...". Arrugó la nariz y me sonrio abatida.
"No es George. No es nadie", insistí.
"Vale, claro. ¡Te estoy ayudando a conseguir un nuevo vestuario sin
ningún motivo relacionado con la atención masculina! Venga, déjalo ya".
La frase de Haley pareció haberle devuelto la energía para ayudarme,
así que se alejó por el pasillo, cogiendo ropa mientras avanzaba. Aunque no
se equivocaba en su análisis, nunca habría podido confesarle que quería un
profesor nuestro.
Sobre todo no aquel al que ella y su novio odiaban tanto.
Sin embargo, si me hubiera ayudado a vestirme un poco más elegante y
a tener mejor aspecto, quizá, solo quizá, Derek se habría fijado en mí lo
suficiente como para hacerme sentir menos invisible que de costumbre.
Una hora más tarde, estaba delante de un espejo de cuerpo entero
contemplando la nueva versión de mí misma, pero no me sentía nada
segura. Haley me había hecho ponerme unos vaqueros que me rajaban
ligeramente el vientre cada vez que respiraba demasiado hondo. La tela me
abrazaba el vientre de forma poco favorecedora y aquel ajuste ceñido
resaltaba mis muslos y mis pantorrillas sobredimensionadas. El look se
completaba con un top que dejaba mis brazos al descubierto.
"¿Estás... segura?", le pregunté con timidez.
La cara sonriente de Haley apareció en el espejo junto a la mía y me
apretó los hombros por detrás.
"¡Sí! Escucha... los vaqueros son los mejores amigos de cualquier
persona y mantienen todas las cosas en su sitio. Créeme, tu culo así es
increíble. Además, tienes unas tetas enormes. Un top así no hace más que
acentuarlo todo, ¡y seguro que el ojo de la persona a la que esperas atrapar
se quedará sorprendido!". Haley me movió suavemente el pelo detrás de
una oreja. "¿No confías en mí?", me preguntó.
"Sí, confío en ti", señalé rápidamente. "Es que me siento...".
Bueno... me sentía expuesta; como si tuviera demasiada piel al
descubierto. Además, la sola idea de caminar con aquellos vaqueros y mis
muslos rozándose me hacía sudar.
"¿No crees que tu amiga sabe de lo que habla?".
Haley sonaba tan esperanzada que no tuve el valor de decirle cómo me
sentía realmente.
Puede que también se tratara del hecho de que un nuevo estilo de ropa
me incomodara, ya que se alejaba de mi zona de confort. O, por el
contrario, debería haber confiado en que mi amiga sabía de lo que hablaba.
"De acuerdo, confío en ti", dije finalmente.
Haley dio una palmada victoriosa y salí corriendo del probador para
pagar.
Cuando terminé de comprar la ropa, vi que mi móvil se había iluminado
con ocho mensajes y tres llamadas perdidas de mi madre. No había ido a la
pensión el fin de semana, como había prometido, con la excusa de que los
compromisos universitarios eran simplemente demasiado.
La verdad era que había esperado tontamente toparme con Derek para
poder admirarlo de cerca, pero mis numerosas y patéticas correrías por el
campus no habían dado lugar a ningún atisbo de aquel hombre maravilloso.
Desde luego, no podía decírselo a mi madre; si se enteraba de que
estaba colada por uno de mis profesores, me maldeciría hasta la muerte,
enviándome al infierno para toda la eternidad.
"Vamos", dijo Haley, rodeándome con el brazo mientras salíamos de la
tienda y yo me dedicaba a hojear los mensajes. "¡Vamos corriendo a comer
algo!".
Como ya no me sentía sofocada en una tienda calurosa rodeada de ropa
cinco tallas más pequeña que la mía, me estaba volviendo el apetito.
Con Haley de buen humor y la ropa nueva metida a buen recaudo en las
bolsas, comer me pareció una muy buena idea.
Escribí un mensaje de disculpa a mi madre y le prometí que estaría en
casa durante el fin de semana, pero al pulsar "enviar" supe que no bastaría
para calmarla. No dejaría de llamarme hasta que me presentara en la
pensión y me disculpara en persona.
Para empeorar las cosas, al doblar la esquina de un pequeño café, la
primera persona que encontramos fue a Paul. Estaba sentado en una de las
mesas exteriores y Haley se soltó de mi brazo y corrio a saludarlo. Le echó
los brazos al cuello y le dio un gran beso en la mejilla, mientras él seguía
mirando su smartphone. Cuando llegué hasta ellos, lo dejó sobre la mesita.
"Hola, cielo". Saludó a Haley con un casto beso en la mejilla.
"Charlotte".
"Paul".
Sus ojos brillantes siempre me incomodaban, pero nunca entendía por
qué. Había algo que me erizaba la piel en la forma en que me miraba; como
si de algún modo pudiera ver debajo de toda mi ropa.
Aun así, Haley le quería, a pesar de todos esos tíos con los que salía en
los clubes, y yo obviamente no sabía nada de relaciones, así que me lo
guardé para mí.
"¿Has tenido un buen día?", preguntó Haley, sentándose en la silla de al
lado. Me senté frente a ellos, con el bolso en el regazo y metiendo las
compras debajo de la silla.
"Fue una mierda", soltó Paul. "Me ha tocado el puto gilipollas del
profesor Samuel no sé qué, y ha estado toda la mañana encima de mí.
Probablemente en solidaridad con ese capullo de Derek".
Esto llamó inmediatamente mi atención.
"Oh, que se jodan", comentó Haley. "Ya sabes cómo son los profesores
universitarios. Se protegen unos a otros, ya que son todos unos cabrones".
"Eso es muy cierto", gruñó Paul. "Proteger a un alcohólico que puede
poner en peligro a los alumnos, eso es una auténtica gilipollez".
"Es patético", dijo Haley, depositando otro beso en la mejilla barbuda de
Paul mientras sus ojos oscuros y sombríos se detenían en mí.
Mi apetito disminuía lentamente.
"¿Y tú, en cambio, no estás de acuerdo?", preguntó bruscamente,
mientras Haley me lanzaba una mirada.
"Oh, claro". Asentí: "Es un auténtico gilipollas por... ¿Qué, en
realidad?".
"Por beber en el trabajo, claro", exclamó Paul.
"¿Y tú le viste?", pregunté.
"Sí. Estaba tan borracho que apenas podía tenerse en pie. Me sorprende
que fuera capaz de terminar la clase".
"Estaba borracho delante de toda una clase", dije, "¿y ninguno de los
alumnos dijo ni hizo nada?".
Los ojos de Paul se entrecerraron hasta convertirse en una rendija.
"La gente tiene demasiado miedo".
"De las instituciones", añadió Haley.
"Ah", exclamé.
No podía afirmar que entendiera toda la historia, ya que todo lo que
sabía eran extractos de las redes sociales, pero el razonamiento de Paul no
tenía mucha lógica.
"¿Qué?", espetó. "¿En qué estás pensando?"
"¡Cariño!", intervino rápidamente Haley. "Me muero de hambre,
¿podemos comer algo?".
Parecía que Paul quería decirme algo más, pero con mi amiga Haley
besándole a lo largo del cuello, pareció reconsiderarlo y, en lugar de eso,
asintió. Besó la frente de Haley y luego se levantó, buscando su cartera en
el bolsillo trasero.
"¿Qué quieres?"
"Tiras de pollo", declaró ella, apoyándose en el respaldo de la silla y
estirando los brazos por encima de la cabeza.
"¿Y tú? ¿Una ensalada?", se mofó Paul.
Haley le dio inmediatamente una palmada en el brazo, pero la sonrisa de
su cara era la que siempre me dedicaba la gente cuando me conocía. La
sonrisa educada, pero comprensiva, de quien piensa que una chica carnosa
debería comer ensalada y nada más.
Mi apetito se había reducido a cero.
"No, gracias, no tengo hambre".
Paul se burló con incredulidad, pero no dijo nada más.
Entró en el café-restaurante mientras Haley apoyaba los codos en la
mesa.
"Lo siento. Es que está estresado, ¿sabes? Volver a tener en el campus a
un profesor que te acosó de aquella manera es... muy difícil, ¿entiendes?".
Le respondí con una sonrisa educada. En cualquier caso, no iba a dejar
que Paul pidiera la comida por mí, y además la disculpa de Haley parecía
realmente circunstancial.
Después del estrés de ir de compras y tener que aguantar a Paul, lo
único que quería era volver a mi cama, donde podría relajarme y dormirme,
con la esperanza de soñar con Derek.
7
CHARLOTTE

D os días después, mi confianza en los consejos de estilo de Haley no


se había fortalecido en absoluto.
Sentada en la gran aula, los vaqueros se me pegaban a las piernas
como una segunda piel y cada movimiento de mi trasero en la silla parecía
hundirme un poco más el botón en el estómago. Mis sensaciones respecto al
top no eran mejores, ya que me hormigueaban los brazos por la ansiedad de
exhibirlas más de lo habitual. Aunque los colores más vivos eran un cambio
agradable, y cada vez que vislumbraba a alguien mirándome fijamente, no
podía evitar el sofoco que me cruzaba la cara y me recorría la espalda.
Haley parecía no darse cuenta de mi malestar. Permanecía relajada en su
asiento, mascando chicle, con su cuaderno vacío delante. La mayor parte de
su atención se centraba en Derek Hansen, que estaba dando una clase.
Tenía los ojos fijos, lanzaba dagas a las filas de alumnos y, de vez en
cuando, suspiraba dramáticamente y movía la pierna cruzada.
Por supuesto, su obsesión se basaba en el odio y la irritación que sentía
hacia aquel hombre.
En todas las clases que impartía, exudaba un aura de control total y
tranquilo. Rara vez había conmoción en el aula y con unas simples
preguntas conseguía implicar por completo a los demás alumnos, incluido
el tema que estaba exponiendo. En la mayoría de las clases, el profesor se
limitaba a parlotear y la mitad de los alumnos se reservaban el derecho a
buscar información sobre la conferencia en Internet más adelante.
En la nuestra, no.
Derek consiguió entusiasmar a todos.
Sin embargo, como en todas las clases de la última semana, no dejaba
de mirarme.
Por supuesto, yo estaba en la fila central del pasillo y sentada en el lugar
donde su mirada se concentraba espontáneamente durante una clase, pero
aun así, la parte más anhelante de mi corazón latía con fuerza cada vez que
lanzaba una mirada en mi dirección.
Mientras la clase continuaba y yo me movía incómoda en la silla, me
preguntaba qué pensaría de mi nuevo aspecto.
Aquel día iba muy elegante, con una camisa gris oscura con los
primeros botones desabrochados. Sus pantalones negros planchados eran
pulcros y perfectos, y fluían cuando se movía para exponer sus argumentos
con aquella voz suya siempre tranquila y rasposa.
Y como el primer día que lo vi, un rizo se le había escapado del pelo
perfectamente peinado y se le había posado en la frente. Parecía tan cómodo
y totalmente seguro de sí mismo, tan a la moda que pensé que le gustarían
los cambios que Haley me había hecho.
"Charlotte", siseó de repente mi amiga, y me estremecí ligeramente ante
el sonido inesperado. Levanté la vista y sus ojos eran como puñales
apuntándome. Se me encogió el corazón.
"¿Qué pasa?
"Deja de moverte", me espetó. "Te juro que no puedo razonar con el
crujido de tu silla".
El corazón me saltó dolorosamente a la garganta y el calor me golpeó de
pies a cabeza como si me acabara de echar un cubo de agua hirviendo en la
cabeza.
"Lo siento", fue todo lo que pude susurrar.
Los ojos de Haley se abrieron de par en par y se desplomó en su silla,
volviendo a prestar atención al profesor. Intenté hacer lo mismo, pero mi
atención en Derek y en la lección que estaba impartiendo se había disuelto
en la nada.
¿Todos los que me rodeaban compartían la misma irritación que Haley?
¿Realmente estaba causando tanto alboroto con mis movimientos inquietos?
El impulso de volver a moverme se hizo de repente imperioso, pero lo
repelí. No tenía intención de llamar más la atención.
Cuando sonó el timbre que indicaba el final de la clase, estaba ansiosa y
desesperada por volver a mi dormitorio. Haley recogió rápidamente sus
pertenencias, las metió en el bolso y se marchó sin decir palabra.
Lógicamente, sabía que su mal humor no tenía nada que ver conmigo y que
probablemente se debía a Paul o a otra cosa, pero eso no hacía que me
doliera menos. Siempre era yo la que se llevaba la peor parte de su mal
humor, y aquel día, cuando ya me sentía incómoda por mí misma, no hizo
más que exacerbarlo.
"¿Señorita Lark?"
Me quedé petrificada, con el cuaderno metido hasta la mitad en el bolso,
mientras el hombre de voz suave y tranquila se levantaba y caminaba hacia
mí.
Derek Hansen me estaba hablando.
Me volví y eché un vistazo al aula, que se estaba vaciando, para ver a
Derek a medio camino de la escalera, con una leve sonrisa en los labios.
"¿Sí?"
"¿Le importaría quedarse aquí un momento?".
Su expresión no revelaba ni un solo indicio de por qué quería que me
quedara, pero mi mente empezó a pensar en posibles razones.
"Claro". Asentí y una brillante sonrisa se dibujó en su rostro.
¿Tanto le habían molestado mis movimientos en la silla?
Aquel pensamiento era tan embarazoso que deseé que la tierra se abriera
y me tragara para siempre. Tal vez, en lugar de eso, había hecho mal un
trabajo o mis notas ya no eran lo bastante altas como para seguir en aquella
clase.
Cuando terminé de recoger mis cosas, me di cuenta de que ni siquiera
recordaba cuáles eran mis notas.
Mierda.
Nos quedamos solos Derek y yo.
Se apoyó despreocupadamente en el escritorio, con los brazos cruzados
sobre su amplio pecho. De cerca, podía ver la sutil curva de sus músculos
asomando por encima de la camisa medio abierta, y el calor me sonrojó la
cara mientras permanecía torpemente de pie frente a él.
Mis fantasías nocturnas no habían hecho más que perjudicarme y, desde
luego, no me habían preparado para tener que hablar realmente con aquel
hombre.
"Bueno", empezó Derek, con su voz increíblemente relajante. "¿Cómo
te va con el curso?
"¿Con el curso?", repetí sin pensar.
El calor floreció invariablemente en mis mejillas.
"Exactamente". Derek asintió: "El curso que estoy haciendo".
"Es... es muy interesante, sí", respondí rápidamente, mientras apretaba
la correa de mi bolso con ambas manos. "Es importante para convertirme en
profesora en el futuro". Hice una pausa y contuve una respiración
temblorosa mientras Derek ladeaba ligeramente la cabeza y me miraba
fijamente. Luego continué. "Quiero ser profesora, así que este curso es
estupendo. Me está ayudando mucho", expliqué rápidamente.
La sonrisita de Derek fue irresistible.
"Me alegro. Sé que es bastante extraño que un profesor nuevo aparezca
tan tarde en clase. A mí también me resulta difícil. Encontrar la forma de
conectar con alumnos que ya han hecho buenas migas con otro profesor
puede ser desconcertante por ambas partes", explicó, levantando una mano
para masajearse la mandíbula. "Quiero conocer mejor a mis alumnos para
que todos podamos trabajar bien juntos, ¿sabes?".
"¡Por supuesto!", solté antes de poder contenerme. "¡Creo que su
enseñanza es genial! Sinceramente, lo explica todo muy claramente y es
muy fácil de seguir. Incluso las discusiones que desencadena con todo el
mundo hacen que cada uno se sienta considerado y escuchado, cosa que no
ocurre en mis otras clases. La mayoría de las veces, parece que los
profesores están jugando un papel, en vez de que usted...". Mi confianza en
hacer que Derek se diera cuenta de lo fantástico que era como profesor
empezó a desvanecerse cuando me di cuenta de la intensidad con la que me
miraba. "Hace que todo el mundo sienta que pertenece a este lugar".
"¿De verdad?", preguntó.
Los ojos oscuros de Derek se entrecerraron ligeramente y me pregunté
qué aspecto tendría sin aquellas gafas. No es que importara mucho, la
verdad. De todos modos, era guapísimo.
"Sí", asentí convencida, alejándome unos pasos mientras la asfixiante
presión de mi top se hacía sentir con cada respiración. "Fue un cambio
agradable tenerla aquí".
"Hablando de cambios", dijo Derek, "su cambio de estilo fue una
sorpresa".
"¿Se refiere a mi... vestuario?".
Era imposible que Derek se hubiera dado cuenta de cómo iba vestida,
¿verdad?
Mis ojos se abrieron de par en par y el corazón se me subió a la
garganta.
De los cientos de estudiantes que veía cada día, ¿se había dado cuenta
realmente de que había cambiado mi forma de vestir?
No era posible. Tenía que ser una broma.
"Sí". La mano de Derek se levantó aún más y se quitó lentamente las
gafas. "Pasaste de esas faldas anchas a... vaqueros".
Vaya, ¿en qué sueño me había metido?
Bajé la mirada a lo largo de mi cuerpo y apreté torpemente las rodillas
mientras reflexionaba sobre la mejor forma de responder.
"Creo que fueron las ganas de probar algo nuevo".
"¿Y cómo está yendo eso?", preguntó, dejando las gafas sobre el
escritorio.
"Podría ir... mucho mejor", admití con una risa corta e histérica.
"¿En qué sentido?", preguntó.
"Oh, bueno", dije apresuradamente, "a veces pruebas cosas nuevas y
nunca funcionan. Por cierto, debería irme ya... llego tarde a mi próxima
clase...".
Cuando Derek pasó a mi lado en dirección a la puerta, me quedé helada.
Esperaba que la atravesara, después de terminar aquella cortés
conversación, pero, para mi sorpresa, echó mano del pestillo y la cerró.
Se me hundió el estómago. Derek se volvió y empezó a caminar
lentamente hacia mí.
"Prefería tu otra ropa", dijo en voz baja.
Mi mente sufrio un cortocircuito.
Ya no podía pensar en nada mientras Derek Hansen salvaba la distancia
que nos separaba y se colocaba a un metro de mí. Tan cerca que tuve que
inclinar la cabeza hacia arriba para verle bien la cara y oler su aftershave.
¿Qué demonios estaba pasando?
"¿Cómo dice?", balbuceé mientras apretaba con más fuerza la correa del
bolso.
"He dicho", repitió Derek con cautela, "que prefería la ropa que llevabas
antes".
Me quedé petrificada, congelada en el sitio ante sus ojos intensamente
oscuros.
"Quítate la ropa, Charlotte", me ordenó de repente.
"¿Qué? Cada nervio de mi cuerpo chasqueó alarmado y el calor me
calentó las mejillas tan rápidamente que fue como si me hubieran
abofeteado. Retrocedí un paso. "¡No!"
"Dijiste que querías probar algo nuevo", continuó Derek, aún tan
tranquilo como siempre e impasible ante mi inmediato rechazo. "Siempre te
miraba fijamente durante las clases porque pensaba que eras algo hermoso
de mirar. Una hermosa joya en medio de un mar de caras a las que no les
importaba nada de lo que yo decía. Entonces hoy apareciste aquí, vestida
así, para llamar mi atención, como lo haría una simple estudiante, y
francamente me sentí un poco ofendido."
"No debería sentirse así... no debería... ". No podía poner en orden mis
pensamientos, atrapada en la situación que cada vez se parecía más a un
sueño.
¿Me había quedado dormida en clase? ¿Había tropezado con las
escaleras y me había catapultado a una tierra imaginaria donde un hombre
guapo como Derek podría tener siquiera una gota de interés en mí?
"Por supuesto, eres libre de decir que no".
"¡No!" Volví a soltar y pasé por encima de él, dirigiéndome a la puerta.
Esto estaba mal, todo estaba condenadamente mal. Era mi profesor y no
debería preguntarme cosas así.
Sin embargo, cuando llegué a la puerta y toqué el picaporte, algo me
hizo detenerme. Tal vez se debiera al excitado aleteo de mi corazón al oír a
Derek decirme aquellas palabras. O tal vez fuera el hecho de que Haley se
burlaba constantemente de mí y siempre me presionaba para que me
enrollara con los hombres.
La chica aburrida, sensible y buena que había en mí sabía que eso
estaba mal. Debería haber abierto la puerta y marcharme, para no volver
nunca más a aquella clase.
Sin embargo... ya no quería seguir siendo esa buena chica.
No quería seguir siendo la chica torpe y monótona que era objeto de
todas las bromas y a la que mi amiga reñía por seguir siendo virgen.
Aparté la mano de la puerta y me volví lentamente hacia Derek. Había
vuelto a su mesa y, cuando me vio caminar lentamente hacia él, enarcó
ligeramente las cejas.
"¿Es una broma?", le pregunté en voz baja, con la voz temblorosa.
"Nunca lo haría", respondió.
Era la primera vez que oía su voz ligeramente ensombrecida, como si se
estuviera jugando toda su reputación tras aquellas palabras.
La bolsa se deslizó de mi hombro y aterrizó con un fuerte golpe en el
suelo, y entonces, simultáneamente, me agarré el borde del top...
A la mierda.
8
CHARLOTTE

M i top se cayó al suelo, junto a mi mochila, y el corazón me latía tan


deprisa que temí desmayarme.
¿Qué demonios estaba haciendo?
Estaba delante del hombre más guapo que había visto nunca, que
además era mi profesor, y seguía sus instrucciones de quitarme la ropa
porque estaba harta de ser la típica chica buena.
Era una locura.
Estaba mal.
Era... demasiado excitante.
Si me pillaban, se acabaría mi estancia en aquella universidad. No
podría volver a mostrar mi cara a nadie y mi madre se horrorizaría. Por no
mencionar el hecho de que ahora estaba en sujetador, delante de un hombre
guapísimo, y ya no había ropa que ocultara mi barriga.
Nada que pudiera ocultar mis inseguridades.
Todos esos pensamientos y más se agolparon en mi mente y mis manos
se detuvieron en mis vaqueros mientras un temblor incontrolable recorría
mis brazos.
¿Qué demonios estaba haciendo?
De repente, Derek me agarró la barbilla y me hizo levantar la cabeza
para que pudiera encontrarme con su mirada. Sus ojos eran tan oscuros,
como pozos de petróleo en los que podría haberme perdido, pero lo que más
me sorprendió fue lo tranquila que estaba mi mente cuando me tocó.
Mis preocupaciones y temores se diluyeron hasta desaparecer y lo único
en lo que podía concentrarme era la firmeza de su agarre, el hecho de que
estuviera tan cerca que casi podía sentir su aliento rozándome la mejilla.
"Despacio", me ordenó Derek en voz baja. "Quiero que te desnudes
despacio".
Asentí y su contacto desapareció. Nunca había hecho algo así, ni
siquiera con mi ex, y no tenía ni idea de cómo quitarme la ropa lentamente
de forma seductora.
Me desabroché el botón de los vaqueros, bajé la cremallera y empecé a
bajármelos lentamente por las caderas.
"¿Te han dicho alguna vez lo guapa que eres?", preguntó.
Se colocó frente a mí, con la mirada absorta y los brazos cruzados por
segunda vez. El mero hecho de oír esas palabras hizo que mis mejillas se
calentaran y que un pequeño gruñido repentino anticipara sus palabras.
"La forma en que se sonrojaron tus mejillas me dice que quizá nadie te
lo ha dicho nunca".
"En realidad..." empecé torpemente, pero me silenció con un chasquido
de dedos.
"Si vas a hablar", dijo, "quiero respuestas directas y concisas".
Luché contra el desconcierto que sentía; desde luego, yo no era una
persona directa y concisa.
"No, nadie me ha dicho nunca eso", respondí sin aliento, agachándome
para quitarme los zapatos y deslizar los vaqueros hasta el suelo. Mi pelo
cayó hacia delante como un manto de fuego y, al enderezarme, sentí que un
escalofrío me recorría la columna vertebral.
Estaba aterrorizada y excitada al mismo tiempo.
"Creo que eres preciosa", exclamó Derek, empezando a caminar a mi
alrededor en un círculo muy lento. "El brillo de tus ojos, la hermosa forma
en que tus labios se juntan en forma de corazón. Tus mejillas rosadas... las
curvas de tu cuerpo... Me encanta todo de ti".
"¿Curvas?", repetí incrédula. "Quizá quería decir...".
"Curvas", me interrumpió Derek. "No me gusta tu instinto de
corregirme, de hacerme decir una palabra diferente como... ¿Gorda, tal vez?
Eso es lo que tienes que cambiar".
Terminó su turno y se detuvo delante de mí.
"La ropa no hace nueva a una persona. El cambio interior sí. Cultiva la
confianza en ti misma empezando por aquí...", se inclinó hacia delante y
presionó suavemente con dos dedos el lugar donde estaba mi corazón. Su
contacto me erizó la piel. Nunca me había tocado un hombre, y allí estaba
yo, en bragas, excitándome porque la mano de Derek estaba tan cerca de mi
pecho.
Sí, debía de ser un sueño.
"Dime", me dijo. "¿Qué ha provocado este cambio en ti? Cuando te vi
por primera vez con tus blusas y faldas, desprendías una confianza mucho
más desenfadada que con estos vaqueros. ¿Por qué este cambio ahora?"
Mi corazón siguió latiendo con fuerza y se me secó la boca mientras
contemplaba la sinceridad de mi respuesta.
"Fue un impulso del momento", respondí.
"Mentira. Dime la verdad".
Había algo en la intensidad de su mirada oscura que me hizo desear
decírselo. Era la misma intensidad que me tranquilizaba a pesar de lo
absurdo del momento y que me había convencido de que era una especie de
sueño.
Era lo más alejado de ser una buena chica.
"Ha sido por alguien", empecé, y mi voz volvió a temblar. "Alguien que
me hizo sentir mirada por primera vez desde... bueno, desde siempre. Y
quise complacer aquella sensación durante un rato, porque yo...". Hice una
pausa y Derek enarcó una ceja oscura, expectante. "Estoy cansada. Estoy
cansada de comportarme como una buena chica a la que lo único que le
importa en la vida son los libros y las buenas notas. Estoy cansada de que
me descuiden por mi cuerpo y de que la gente no pueda ver más allá. Estoy
muy cansada de preocuparme únicamente por los plazos, los deberes, los
exámenes y de tenerlo todo bajo control para hacer felices a los demás. Yo
también quiero ser feliz".
Aquellas palabras me salieron como un río desbordado y no pude
detenerlas.
Tal vez fuera el miedo de quedarme allí en ropa interior o el regocijo de
hacer algo tan alejado de la norma, pero el hecho era que estaba
experimentando una sensación que nunca antes había probado. Fuera cual
fuera el motivo, aquellas palabras llegaron a su destino y Derek sonrio.
"Esa", dijo, "es la verdadera razón por la que no has salido por esa
puerta hace unos momentos. El cambio siempre es bueno. Simplemente
tienes que aceptarlo". Dio un paso atrás para tener una visión más amplia de
mi cuerpo. "Ahora sigue desnudándote".
Se me paró el corazón. Quitarme el top y los vaqueros había sido algo
más fácil. ¿Pero la ropa interior? ¿Exponerme así delante de un hombre tan
impresionantemente guapo?
Junté las manos y las apreté, mientras su mirada se deslizaba lentamente
sobre mí.
"¿Te sientes incómoda?", me preguntó.
"Sí", respondí al instante, y luego negué con la cabeza. "No... Quiero
decir... que nunca he hecho nada como esto antes, y que... yo estoy aquí
medio desnuda y tú..."
"¿Yo qué?"
"Tú eres hermoso".
"¿Y tú no?", replicó Derek. "Vamos, quítate las bragas y el sujetador,
Charlotte. Quiero verte desnuda, y no te lo voy a pedir una segunda vez".
Para mi enorme sorpresa, una repentina oleada de enfado me invadió.
Estaba enfadada con Derek porque... porque me había considerado guapa.
Casi no tenía sentido. ¿Podría ser que no se diera cuenta de lo equivocado
que estaba siendo?
"No, no soy guapa", solté un poco brusca. "Cómo puedes decir eso
después de haber visto y salido con muchas otras chicas...".
"Ahora no estoy aquí con otras chicas. Ahora estoy contigo y te pido
que te quedes aquí", contestó Derek. "Lo pedí a ti", afirmó con firmeza. "Te
comprendo. Estás ansiosa, tienes muchos asuntos pendientes contigo
misma, sobre cómo te sientes realmente con tu cuerpo, y nunca antes habías
hecho algo así. Sin embargo, estoy aquí pidiéndote que te desnudes para
que pueda admirar tus hermosos pechos y echar un vistazo al bonito coño
que sé que hay entre tus muslos. Pero si es demasiado, como ya te he dicho,
eres libre de marcharte".
Cada palabra que salía de su boca me aceleraba el corazón y apenas
podía respirar. El calor se acumulaba entre mis muslos mientras sentía
punzadas de emoción en el pecho.
Bueno, llegados a ese punto, si se trataba solo de un sueño, ¿qué tenía
de malo vivirlo al máximo?
"Yo...", empecé y Derek se acercó lentamente. Se detuvo delante de mí
y volvió a agarrarme suavemente la barbilla. En aquel momento mi mente
se quedó en blanco.
"Charlotte", dijo suavemente, "sabes lo que quiero. Sé que quieres dejar
de ser una buena chica, pero eso no significa que no puedas serme
obediente. No te has ido, quieres quedarte aquí, así que demuéstramelo".
Las ganas de complacerle, de hacer feliz a Derek por haberme invitado
a quedarme allí, aumentaron tan deprisa que apenas me di cuenta de que ya
no me temblaban las manos, hasta que me las llevé a la espalda para
desabrocharme el sujetador. Sus palabras, su propio tacto, me habían
calmado una vez más.
Dio un paso atrás y me desprendí del sujetador, dejándolo caer al suelo
con el resto de mi ropa. Sus labios se entreabrieron y su sonrosada lengua
salió para humedecerlos. Cuando mis manos se posaron en mis bragas y la
mirada de Derek las siguió, mis entrañas se apretaron de nerviosismo.
Con un arrebato de confianza, me las quité y salí. Respirando hondo,
luché por calmar los repentinos latidos salvajes de mi corazón, mientras un
calor incontrolable me recorría de pies a cabeza. Derek, para mi sorpresa,
me miraba con tal adoración que sentí que la ingle me palpitaba
salvajemente.
Joder, incluso estaba a punto de llorar.
¿Me había estremecido porque él me encontraba tan hermosa?
"Charlotte", dijo suavemente, "ahora voy a tocarte. ¿De acuerdo?"
Asentí.
"Necesito tu consentimiento verbal", añadió.
"Sí, de acuerdo, adelante", logré decir al cabo de un momento y cerré
los ojos. Si realmente hubiera sido un sueño, me habría despertado en
cuanto me hubiera tocado, lo sabía. Entonces, la cálida presencia de Derek
se movió y se detuvo detrás de mí.
De repente, sus grandes y cálidos brazos se posaron sobre mis dos
hombros y, con un movimiento de sus manos, empezó a masajearme los
hombros.
"Relájate", murmuró, con sus labios tan cerca de mi oreja que sentí el
más leve roce contra mi piel. No podía relajarme, pero las manos de Derek
no me abandonaron en ningún momento. Se deslizaron por mis dos brazos y
luego todo su enorme cuerpo se apretó contra mi espalda desnuda. Jadeé.
Era tan alto y abrazador, pero lo que más me sorprendió fue lo robusto y
musculoso que era. A primera vista, no parecía un hombre especialmente
gimnástico, pero el hecho de sentir cómo se apretaba contra mí cambió
radicalmente las cosas.
Sus manos pasaron de mis brazos a mi vientre y contuve una mueca.
Que alguien acariciara lo que no me gustaba de mí era una sensación
completamente desconocida, pero Derek no se detuvo. Siguió
acariciándome el abdomen y luego, con las palmas de las manos, levantó la
mano y me agarró los grandes pechos.
Gemí de sorpresa y me estremecí contra él cuando sus ásperas yemas
me acariciaron los pezones, que se pusieron rígidos al instante. Me invadió
un impulso de vergüenza e intenté retroceder una vez más, pero no sabía
adónde ir. Derek estaba detrás de mí como una estatua de mármol y me
agarró los pechos para volver a apretarme contra su cuerpo.
"Quiero hacerte cosas, Charlotte", gimió suavemente mientras sus labios
me rozaban la parte superior de la cabeza.
"¿Como qué?", conseguí jadear.
"Cosas que nadie te ha hecho nunca".
"Nadie me ha hecho nunca nada...", bramé. "Soy... virgen".
Aquella palabra flotó en el aire y las manos de Derek se detuvieron.
Inmediatamente todo mi mundo empezó a enfriarse, como si ya hubiera
estropeado todo lo que estaba a punto de ocurrir.
Justo cuando empezaba a sentir miedo de nuevo, la mano izquierda de
Derek abandonó mi pecho.
"Bien, porque entonces te haré prácticamente cualquier cosa", me
susurró al oído. Aquella voz era tan profunda que su timbre me produjo
escalofríos. "Voy a volverte loca y a llevarte a perderte en un mar de placer
del que nunca podrás volver".
"¡Sí!", jadeé, y de repente me pellizcó el otro pezón donde aún tenía la
mano, lo suficiente para que una aguda sacudida de dolor me recorriera el
pecho. Chillé e intenté zafarme de su agarre.
"Todo lo que pido es tu obediencia", gruñó Derek en voz baja, y yo
asentí con la cabeza rápidamente, casi de forma automática.
"De acuerdo", acepté rápidamente.
"Dilo otra vez", me dijo,
"¡Sí!"
Mis fantasías estaban tan cerca de hacerse realidad que habría hecho
cualquier cosa por continuar.
9
DEREK

"C harlotte, sé que cada instinto de tu cuerpo querría resistirse a esto, que
cada pensamiento y cada miedo que te atenazan querrían rechazar esta
voluntad mía, pero te pido que confíes en mí. Apóyate sobre mi mesa".
Los hermosos ojos de Charlotte se movieron de un lado a otro entre los
míos, y finalmente hizo un pequeño gesto con la cabeza y se apoyó contra
ella.
No creía que alguien tan hermosa como ella pudiera seguir siendo
virgen, pero desde luego eso no mermó mi deseo de poseerla. Al contrario,
lo avivó. Podría haberla tomado y moldeado hasta convertirla en una
criatura sexual perfecta, enseñándole a perderse en el océano de deseo que
yo podía ofrecerle.
"Échate un poco más hacia atrás", le pedí. Charlotte se agarró al borde
del escritorio, pero obedeció. Esperé a que inclinara la cabeza hacia atrás y
entonces presioné suavemente mis labios contra su garganta. Un pequeño
jadeo escapó de sus labios sonrosados y sonreí al notar el pulso acelerado
contra mi lengua. Estaba casi en sintonía con el latido excitado del mío.
"¿Te has tocado alguna vez?", le pregunté mientras le besaba
suavemente el hombro.
De repente me pregunté si estaba a punto de darle a Charlotte el primer
orgasmo de su vida o si sería el primero provocado por otra persona.
"Sí", gimió, y un temblor recorrio todo su cuerpo.
"Interesante", comenté. "Cuéntamelo".
El enrojecimiento de sus mejillas se había extendido a su pecho, dando
a su amplio cuerpo un bonito rubor. Si había reaccionado así, tenía
curiosidad por saber cómo respondería ante cosas mucho más fuertes.
"No sé cómo explicarlo", murmuró Charlotte, e interrumpí los besos que
le había dado suavemente en el hombro. Si no hubiera tenido cuidado, sus
nervios habrían prevalecido sobre su decisión de quedarse.
"Dime qué utilizas", le pregunté. "¿Te gustan los juguetes sexuales o te
limitas a tocarte con los dedos?".
"Um... Tengo un... juguete sexual", susurró suavemente, y yo sonreí
socarronamente, cogiendo sus grandes pechos con ambas manos y
masajeando su carne. Sus pezones rígidos se movieron contra mis palmas y
la siguiente respiración de Charlotte sonó agitada.
"¿De qué tipo?"
Sumergí la cara entre sus pechos, besando suavemente cada centímetro
que alcanzaba. Pasando las palmas de las manos hacia arriba, me llevé
rápidamente el pezón izquierdo a la boca y, al mismo tiempo, apreté el
derecho entre los dedos.
Charlotte jadeó.
"Un... consolador. Nunca he conseguido nada con los dedos", exclamó.
Muy interesante.
Hundí los dientes en la carne hinchada de su pezón. Chilló, me aparté y
me levanté. Instantáneamente estaba inclinado sobre ella, con una mano
apoyada en el escritorio para bloquearla, mientras con la otra movía las
yemas de los dedos sobre su abdomen y bajaba hasta el calor que se
escondía entre sus muslos.
"Nunca con los dedos, ¿eh?", le dije suavemente. El rostro de Charlotte
enrojeció y asintió: "Déjame a mí".
El ángulo en que estaba apoyada en el escritorio significaba que tenía
las piernas abiertas, así que deslicé la mano contra la piel suave y sedosa de
la cara interna de su muslo. Fue la única advertencia que le di, y luego bajé
aún más y pasé dos dedos por el cálido y acogedor hervor de su coño.
Enseguida me di cuenta de lo mojada que estaba.
"Muy bien, estás más excitada de lo que esperaba", dije, provocándola.
"¡Lo siento, qué vergüenza!", soltó, levantando una mano para
agarrarme la camisa.
"Cállate", la tranquilicé. "Nunca debes disculparte por algo así".
Decirle que se relajara no habría surtido efecto. Podía ver la nerviosa
incertidumbre en sus ojos, así que me concentré en acariciarla con los
dedos, observando los sutiles cambios en su expresión para ver qué le
gustaba más.
"Entrégate a la sensación", le susurré. "Déjame guiarte".
La cabeza de Charlotte cayó hacia atrás, completamente estirada sobre
el escritorio, y la cubrí con la sombra de mi cuerpo. Aquella chica era mía y
exclusivamente mía, toda de admirar.
Pasé suavemente las yemas de los dedos entre sus pliegues, desde el
clítoris hasta su agujerito. En cuestión de segundos estaba empapada de sus
jugos y me imaginé lo mojada que se pondría si tuviéramos una sesión de
sexo real juntos.
Volviendo a su clítoris, empecé a acariciarlo con un movimiento
circular, cambiando de dirección cada vez que Charlotte levantaba los ojos
hacia mí.
Su cuerpo se tensó como una ola y sus muslos se cerraron rápidamente
alrededor de mi muñeca.
"Veo que te gusta".
"Sí, mucho", gimió suavemente. "Es extraño... Es una sensación
inusual, pero muy agradable".
Recordé la primera vez que una mujer me había tocado la polla y me
había encantado. Que otra persona estimule tu placer puede ser una
sensación extraña, pero muy placentera, así que mantuve mis caricias lentas
y controladas.
Los muslos de Charlotte se relajaron al cabo de unos instantes y levantó
las caderas para facilitarme la tarea. Haciendo suaves círculos, empecé a
acariciarla justo fuera de la entrada, mientras mi pulgar se dedicaba a
acariciarle el clítoris.
"Háblame", le susurré, y aquellos hermosos ojos esmeralda se fijaron en
los míos. "Dime qué se siente".
"Es...", balbuceó, "se siente muy bien".
Jadeaba cada vez más, el rubor que recorría su cuerpo había disminuido
ligeramente y yo quería enterrar mi cara entre sus grandes tetas para
empaparme de su calor corporal. Por el momento, me había resistido. Si lo
hubiera hecho, habría interrumpido mi concentración en su coño y su
placer.
"Dime qué necesitas".
"¿Qué quieres decir?
"¿Me quieres dentro de ti?", aclaré mientras me inclinaba de nuevo
hacia su cara, tocándole suavemente la nariz. Eso llamó su atención y sus
ojos volvieron a centrarse en mí.
"Sí". Su nerviosa confesión fue seguida por la introducción de dos
dedos húmedos en su coño y la presión de mi pulgar sobre su clítoris.
Charlotte gritó y apartó la mano de mi camisa para taparse la boca con
ella. Tenía los ojos abiertos de par en par y las mejillas sonrosadas
relucientes.
Empecé a meter y sacar los dedos, asegurándome de que el pulgar le
acariciara el clítoris sin descanso.
Todo el cuerpo de Charlotte reaccionó, agitándose como una ola sobre
mi silla y, una vez más, sus muslos se cerraron en torno a mi mano; sin
embargo, esto no me detuvo y, de hecho, aumenté el ritmo de mis dedos
mientras sus jugos fluían por mi mano.
"¡Oh, Dios!", gimió, un sonido ahogado que de momento no me
importó. Si hubiéramos estado en mi casa, la habría hecho gritar.
Jadeaba y se retorcía, y de repente se quedó completamente quieta y su
coño se apretó alrededor de mis dedos como un tornillo ardiente. Un
gemido muy dulce salió de repente de su garganta y luego cerró los ojos,
temblorosa.
¿Se había corrido? En aquel caso, lo había hecho rápidamente.
"Buena chica", la elogié, y Charlotte gimió. "En realidad no... debería
decir mala chica".
Sacudió la cabeza mientras yo seguía bombeando los dedos,
acompañándola en su placer. Cuando se relajó, jadeando, mi mano estaba
empapada, y yo estaba satisfecho.
Y, por supuesto, aún no había terminado.
"Ahora me toca a mí", exclamé.
Retiré la mano de sus muslos, me di la vuelta y me senté detrás del
escritorio.
Verla, tocarla y hacer que se corriera había hecho que mi excitación
aumentara tan rápidamente que me dolía la polla dentro de los pantalones y
no iba a detenerme ahí.
"Me he corrido", jadeó Charlotte, y luego se sentó muy despacio en una
silla cercana. "Fue..."
"De rodillas", ordené un poco más bruscamente, interrumpiéndola. "No
me hagas esperar".
Me miró por encima del hombro con los ojos abiertos de par en par,
ligeramente nublados por el placer que aún invadía su cuerpo. Esperaba que
se negara, pero, para mi alegría, se acercó al escritorio y se colocó justo
entre mis piernas abiertas.
"Nunca he usado mi boca con...".
"Sigue mis instrucciones", volví a interrumpirla. "Y confía en mí".
Charlotte asintió.
Me bajé la cremallera del pantalón y me retorcí para liberar mi dolorida
polla. En cuanto la liberé, sus ojos brillaron y se humedeció los labios con
su lengua rosada.
"Abre la boca y relaja la garganta como si fueras a tararear una canción.
Cuando puedas respirar hazlo. No lo decidirás tú", le ordené. "Te follaré la
garganta como se merece, ¿lo entiendes?".
Charlotte me miró, el verde casi había desaparecido de sus ojos y sus
pupilas se habían ensanchado de deseo.
"Sí", susurró.
La forma en que se colocó de rodillas y abrio los labios parecía sacada
de mis sueños más pecaminosos. Abrio mucho la boca y se quedó sentada,
esperando obedientemente.
No pude resistirme más; su inexperiencia no significaba nada ante mi
deseo de disfrutar de su boca.
Mis dos manos se apretaron entre sus suaves rizos rubios y luego la guié
hacia delante, dándole unos instantes para que se acostumbrara a la
sensación de una polla deslizándose entre sus labios. La empujé contra mi
polla un par de centímetros y observé cómo sus ojos perdían ligeramente la
concentración, probablemente para procesar el enorme impacto de mi polla
en su lengua.
"Relájate". Fue mi última instrucción, luego empujé hacia delante y
metí más centímetros en su boca expectante. Inmediatamente se atragantó,
un sonido crudo y profundo que envió un pulso de placer a mis entrañas
mientras yo gemía ruidosamente. Entonces empecé a follarle la boca en
serio. La cautela debida a su inexperiencia fue lo único que me impidió
penetrarla hasta el fondo y enterrarme en su garganta. La agarré del pelo
como si fueran riendas y tiré de ella hacia delante cada vez que mis caderas
se levantaban de la silla, follándole la boca con fuerza y velocidad.
"Joder", gemí, "qué placer sería tenerte bajo mi silla todos los días.
Sentir el calor de tus labios en mi polla cada mañana antes de clase. O
follarte la garganta entre clase y clase y llenarte tanto de semen que al final
del día estarías hasta arriba".
Charlotte dejó escapar un gemido ahogado mientras su lengua
presionaba la parte inferior de mi polla. Cada vez que intentaba hablar, sus
palabras se perdían entre mis embestidas. Mi polla se endureció aún más y
el calor empezó a extenderse por mi entrepierna a medida que mi orgasmo
se acercaba rápidamente. No podía contenerme más, no después de admirar
a Charlotte y sentir su primer orgasmo entre mis dedos.
Mis embestidas se hicieron más fuertes y en realidad ella no me estaba
haciendo una mamada: yo me estaba follando su boca.
De repente, tiré de su cabeza completamente hacia delante y le metí
toda la polla hasta la garganta.
Charlotte se ahogó bruscamente y yo me corrí con un fuerte grito.
Pulso tras pulso, uno tras otro, hicieron que un torrente de esperma
caliente bajara directamente por su garganta mientras ella se contoneaba
con fuerza contra mí. Sus uñas se clavaron en la carne de mi muslo, pero no
intentó apartarse. Permaneció allí, obediente bajo mi agarre. La estreché
contra mí durante unos largos segundos mientras cabalgaba sobre las olas
de mi orgasmo, luego aparté la mano de su pelo y me desplomé en la silla.
Charlotte retrocedió jadeando, tosiendo y ahogándose ligeramente
mientras luchaba por tragar el esperma que se le había derramado en la
boca. Su pecho se hinchó, sus tetas se balancearon ligeramente y, por
primera vez en mucho tiempo, me sentí satisfecho.
Había tomado el control de la situación; había hecho que sucediera,
satisfaciéndonos a los dos.

"D eberías volver a vestirte como antes ", le dije suavemente mientras
se abrochaba de nuevo los vaqueros. Me miró a través del mechón de pelo
que le había caído sobre el hombro izquierdo.
"¿Hablas en serio?"
"Eres preciosa incluso así, pero cuando te sientes cómoda con lo que
llevas puesto, eres realmente magnífica". La Charlotte de la semana pasada
estaba definitivamente más segura de sí misma que la que veo ahora".
"La Charlotte de la semana pasada no habría hecho lo que acabo de
hacer yo", replicó ella en voz baja.
Una vez vestida, se apartó el pelo de la cara y me miró con aire
inseguro, aunque el brillo petulante de sus ojos era inconfundible.
"Es cierto", convine, "pero piénsalo. La confianza viene de dentro y
realza la belleza. Recuérdalo".
Se inclinó para recoger su bolso y admiré en silencio el contorno de su
trasero. Cada curva me suplicaba que me la follara y era muy tentador.
"Y ahora...", empezó a decir Charlotte.
"¿Y ahora qué? Fruncí el ceño.
Aunque fuera poco, conseguir que hablara de forma concisa era un
objetivo a perseguir independientemente del sexo.
"Decía... tú y yo. ¿Crees que habrá una segunda parte?".
Me volví hacia el escritorio y cogí un papel donde garabateé
rápidamente la dirección de mi casa. Me volví y se lo entregué.
"Si quieres seguir con esto y hacer más cosas, ven a buscarme aquí".
"¿Hacer más?" Charlotte se adelantó y cogió con cuidado el papelito.
"Si vienes allí, significa que quieres que juegue contigo. Que lo dices en
serio. De lo contrario, en cuanto salgas por esa puerta, actuaremos como si
esto no hubiera sido más que un episodio aislado que atesorar. Tú eliges".
"De acuerdo", respondió.
Luego bajó la cabeza hacia mi dirección y me dedicó una sonrisa,
alejándose lentamente.
Aquella decisión dependía exclusivamente de ella, aunque un deseo de
tenerla se había abierto paso en mi corazón; ahora que había probado a
Charlotte, no podía evitar desear mucho más.
10
CHARLOTTE

C harlotte Lark, ¿qué has hecho?


Mientras regresaba a toda prisa a mi dormitorio, no podía creer lo
que acababa de ocurrir.
Yo, Charlotte Lark, acababa de ser masturbada hasta el orgasmo por
Derek Hansen, el profesor más sexy que había visto en mi vida. No era lo
único, sino que aún podía sentir sus manos haciéndome cosquillas en el
cuerpo e incluso podía saborear el ligero gusto salado de su semen en mi
lengua. Me dolía el coño, me dolía la garganta, incluso me dolía el pecho de
lo fuerte que me había latido el corazón durante todo el encuentro.
Y yo... ¡Estaba al séptimo cielo! Lo había conseguido.
La chica aburrida que solía haber en mí se había arrodillado y se había
metido una polla en la boca.
La monótona Charlotte ya no existía.
Ella había muerto durante aquel increíble orgasmo y nunca volvería.
Prácticamente salté de vuelta a mi dormitorio, tan excitada estaba, con
una oleada de emoción en el pecho que habría estallado si no le hubiera
contado a alguien al menos una pizca de lo que había hecho.
¿Qué mejor persona para contárselo que mi mejor amiga? Quizá incluso
se hubiera puesto celosa.
Una parte oculta de mí quería que lo estuviera. También quería que
comprendiera que se había equivocado conmigo y que todas sus burlas no
habían significado nada.
Aquella excitación estaba casi a punto de explotar cuando entré en mi
dormitorio con una sonrisa radiante.
"Haley, no te lo imaginas", empecé.
"¿Y aquellos vaqueros, en una chica de su talla? Joder, en serio".
Haley y las dos chicas acurrucadas con ella en la cama estallaron en
carcajadas mientras yo me detuve enseguida en la puerta.
La emoción y el entusiasmo desbordantes que tenía en el pecho
empezaron a desinflarse rápidamente y se agriaron en el momento en que
Haley se encontró con mi mirada y se rio aún más.
Un calor nauseabundo me pellizcó los hombros y me recorrio la
columna vertebral. No necesité adivinar de quién hablaban. Una de las
chicas, al verme, intentó contener la risa, pero no sirvió de nada.
"Tú me ayudaste a elegir estos vaqueros", señalé secamente.
"¡Cariño, no estamos hablando de ti!".
Sus dos odiosas amigas casi se ahogaron en un intento de reprimir la
risa.
De repente, ya no quería decirle nada a mi mejor amiga. Aquél era mi
secreto, exclusivamente mío, y ella me lo arruinaría.
La amargura me subió a la garganta y lancé una mirada a Haley, luego
me volví hacia la parte del dormitorio reservada para mí.
"Oh, no seas así, Charlotte", gimió Haley. "Vamos, no le des tanta
importancia... Espera, ¿por qué tienes esa cara?".
Lancé una mirada de fastidio por encima del hombro mientras dejaba
caer el bolso y buscaba mis cosas esenciales para el baño.
"¿Qué cara?"
"Como si alguien te hubiera pegado", observó Haley. "¿Estás bien?
No tenía ni idea de lo bien que estaba.
Caminé hacia el baño, cogí una toalla y volví donde Haley y su manojo
de besaculos.
"Hace calor y tenía prisa. Supongo que por eso parezco un poco
desarreglada", solté.
Cuando me fui enfadada a ducharme, sus risas malvadas me
acompañaron como lo hace un mal olor, pero hice lo que pude para
quitármelo de encima. No importaba lo que dijeran ni lo que pensaran.
Derek Hansen me había llamado guapa y me quedaría con eso.
Cuando terminé de ducharme, Haley y sus amigas habían desaparecido
del dormitorio. Una cálida oleada de alivio me recorrio al darme cuenta de
que no tendría que volver a enfrentarme a ellas y entonces me vestí
alegremente con mi ropa normal, una falda larga azul y una blusa crema.
Aunque todo había parecido un sueño, Derek tenía razón en una cosa: con
mi ropa habitual me sentía mucho más cómoda.
Tumbada en la cama, una punzada me recorrio la ingle y contuve un
gemido de satisfacción. Aún me parecía un sueño estar desnuda ante un
hombre tan guapo. Tener sus labios en mi cuello y sus manos en mis
pechos, además de acariciarme el coño y meterme los dedos dentro, había
sido sencillamente fantástico.
Si la forma en que me había masturbado había sido tan buena, me moría
de ganas de sentir su polla; esa misma que me había abierto los labios y me
había provocado un terrible dolor de garganta. En aquel momento me había
sentido insegura, pero al volver a mi habitación, a solas con mis
pensamientos, lo echaba todo de menos.
Deseaba volver a estar allí, de rodillas, chupándosela simplemente para
oír un gemido más de Derek.
Un gemido que yo le había provocado.
De repente, un timbre estridente llenó el aire y yo jadeé, luego miré mi
smartphone. Una parte de mí estaba decepcionada porque no era Derek
quien me llamaba, hasta que recordé que ni siquiera tenía mi número.
Contesté con el corazón en la garganta, sabiendo que era mi madre.
"Charlotte", exclamó incluso antes de que pudiera saludarla. "Ya era
hora de que contestaras al teléfono. Me preocupaba que te hubiera pasado
algo".
"Estoy bien, mamá. Lo siento, ha sido un día ajetreado".
"¡No me lo cuentas bien, además estás en la ciudad y no tengo ni idea
de lo que te puede pasar!", me regañó. "Sabes que no me gusta que no me
llames con regularidad".
"Lo sé", suspiré suavemente. "Lo siento, las clases han sido muy
intensas y sigo perdiendo la noción del tiempo".
"¿Perder la noción del tiempo? Charlotte, no estarás drogada, ¿verdad?
"¿Qué? No".
"Leí en alguna parte que perder la noción del tiempo y de dónde estás es
una señal de que podrías estar drogada. Los cambios de comportamiento
también son una señal, y el fin de semana pasado no llamaste a menudo ni
viniste a la pensión". Mi madre respiró hondo. "¡Charlotte, si te estás
drogando será mejor que me lo digas ahora mismo!".
"¡No me drogo!", respondí bruscamente. "Mamá, por favor. Es que
estoy muy ocupada".
"Pero no demasiado ocupada para ir de compras, ¿eh?".
"¿Qué? Se me encogió el corazón.
"La señora Johnston te vio este fin de semana. Estabas de compras en
una de esas tiendas lujosas que venden ropa vulgar. No es el tipo de lugar
por el que deberías pasar el rato, Charlotte, ¡sobre todo después de haberme
dejado plantada!"
Mierda. Parecía que el aquelarre de amigas de mi madre estaba llegando
a todas partes.
"Estaba estudiando", mentí educadamente. "Luego me tomé un
descanso para ir de compras con una amiga y comprarme unos vaqueros,
eso es todo. Mira, siento no haber vuelto a casa el fin de semana pasado,
pero...".
"Antes eras una chica tan buena. Mírate ahora. Ya ni siquiera sé si
puedo confiar en ti".
Estaba acostumbrada a que mi madre me regañara, pero aquellas
palabras me golpearon en lo más hondo, exactamente igual que cuando me
regañaba de niña. Me sentí muy mal y la turbulenta excitación que me dejó
Derek se convirtió rápidamente en culpabilidad.
"Claro que puedes confiar en mí, mamá. Mira, volveré a casa este fin de
semana, ¿vale? La universidad está en un momento crucial. Estamos en la
recta final, así que hay mucho trabajo, pero aun así iré a verte. Y para que
veas que no me drogo ni nada de eso".
"Hmm". Se quejó bruscamente mi madre. "¡Te examinaré bien y luego
veremos quién tiene razón!".
"Hazlo", contesté cansada.
Cuando terminó la llamada, la poca felicidad que había recogido de mi
tiempo con Derek se había apagado. Me quedé mirando el teléfono mientras
las palabras airadas de mi madre se repetían en mi cabeza. ¿De verdad creía
que me drogaba?
De algún modo, pensé que lo mejor sería reflexionar sobre lo que había
hecho aquel día que satisfacer a un profesor.
Hojeé rápidamente algunos correos electrónicos y luego, mientras me
ponía al día con todos los mensajes perdidos de mi madre, otro nombre
llamó mi atención: Jonathan, mi ex.
Desde que lo había dejado antes de empezar la universidad, no había
vuelto a hablar con él. Mi madre, en cambio, le adoraba.
Le tenía miedo y se suponía que dejarlo sería el comienzo de una nueva
yo.
Leí rápidamente los tres mensajes que me había enviado, pero no había
nada importante en ellos. Uno era un débil intento de quedar para hablar y
los otros dos eran afirmaciones sobre el hecho de que aún tenía objetos que
le pertenecían y que teníamos que volver a ponernos en contacto para llegar
a un acuerdo.
Sin embargo, estaba claro que yo no me había quedado con nada suyo.
Ignorando los mensajes, dejé el teléfono en la mesilla de noche y me
acurruqué sobre la almohada mientras mis pensamientos se agitaban
desenfrenadamente.
La culpabilidad empezaba a crecer, apoderándose del silencio de la
habitación mientras pensaba en lo que había hecho con Derek.
Casi no me parecía real; sin embargo, en aquella media hora que
habíamos pasado juntos, me había sentido tan importante y apreciada como
nunca nadie había conocido.
Me había mirado, me había tocado y me había procurado mi primer
orgasmo en manos de otra persona. Aparte de un consolador. Había
mostrado más amabilidad y cariño hacia mí de los que jamás me había
mostrado mi madre y había sido más paciente conmigo de lo que nunca
había sido Jonathan.
Si no hubiera tenido aquellos dolores constantes por todo el cuerpo, no
habría estado tan segura de que había sucedido de verdad. ¿Quizá fuera
todo un sueño?
Allí tumbada, me acordé de la nota que me había dado Derek, así que
me giré en el borde de la cama. Rebuscando en el bolso, encontré la nota y
la desenrollé mientras me tumbaba boca arriba.
Era una dirección.
La posibilidad de que lo que había sentido en aquella media hora
pudiera aumentar y amplificarse aún más, hacía la situación cada vez más
tentadora.
11
CHARLOTTE

A llí estaba, ante la puerta de Derek Hansen, con la mano a punto de


llamar, pero con la terrible incapacidad de hacerlo. Me había
disuadido a mí misma de ir allí al menos dos o tres veces en los
últimos días, pero el deseo de volver a verle había podido conmigo.
Entonces, de pie ante aquella puerta marrón de aspecto más bien discreto,
pensé aún más intensamente en el recuerdo aventurero que rondaba mi
mente.
El hecho de que Derek me hubiera dado placer era intenso, casi
demasiado, y el mero pensamiento sobre lo bien que me había hecho sentir
me hacía palpitar, en lo más profundo de mi ser, una necesidad que nunca
antes había sentido. La forma en que aquel hombre había ejercido tal
atracción sobre mí era inexplicable.
También temía que presentarme allí me hiciera parecer una acosadora
espeluznante.
Estudié la puerta unos instantes más y volví a meter la mano en el
bolsillo.
Mierda. ¿A quién quería engañar? Era imposible que consiguiera llamar
a la puerta.
Justo cuando estaba a punto de darme la vuelta y marcharme, la
cerradura hizo clic al otro lado de la puerta y se abrio. Derek. Mi corazón
dio un salto.
Se apoyó despreocupadamente en el marco de la puerta, con un vaso de
vino tinto en la mano.
Llevaba unos vaqueros claros y una camisa blanca abotonada hasta el
pecho, lo que me permitió ver los músculos bien definidos que asomaban
por las grietas de la tela. Aquel simple vistazo me calentó aún más la ingle
y se me secó la boca. Estaba completamente fascinada por aquella figura
alta, morena y atractiva que tenía ante mí.
"Charlotte", dijo Derek, con una voz tan tranquila y potente como la que
tenía en clase. "Por mucho que me gustes incluso así, de pie, ¿no preferirías
estar a este lado de la puerta?".
Mis labios se separaron repetidamente como los de un pez de colores y
apreté los puños en la caída trasera de la falda.
"¿Cómo sabías que estaba aquí… ?"
Derek utilizó su copa de vino para señalar una pequeña caja negra que
había sobre el marco de la puerta.
"Cámara de movimiento. Avisa a mi teléfono cuando hay alguien en la
puerta".
Oh.
"¿Quieres entrar, sí o no?".
A pesar de la ansiosa sensación de prudencia que había crecido en mi
pecho desde que había llegado allí, no podía negarme. Mis piernas
obedecieron antes de que mi mente pudiera procesar sus palabras y
entonces di un paso adelante. Se apartó de la puerta, dejándome espacio
para pasar y luego la cerró tras de mí mientras yo entraba lentamente en su
piso.
No tenía expectativas de estilo, pero aun así me sorprendió lo que vi. El
corto pasillo se abría a un acogedor salón de planta abierta. Había dos sofás
dispuestos en una esquina, una mesa en el centro llena con un jarrón de
flores y varias revistas, mientras que las cortinas de la pared del fondo eran
gruesas y azules, descorridas.
"¿Una copa?" Derek pasó junto a mí y el calor de su presencia me
encendió un rubor de excitación por los brazos. Me agarré a la correa del
bolso y asentí con la cabeza.
"¿Vino? Sí, por favor".
Se dirigió a la izquierda, donde el salón de planta abierta estaba
conectado a una cocina igualmente a la vista. Con encimeras de mármol
negro y armarios blancos alineados en las paredes, el lugar parecía tan
definido como el mismo Derek. Se dirigió al mostrador del fondo y cogió la
botella de vino abierta que ya estaba allí. Me quedé en la puerta, sin saber
dónde ponerme ni qué decir, pero mi silencio no pareció molestarle en
absoluto, sino todo lo contrario.
Me sirvió un buen vaso de vino y se acercó a mí. Lo acepté de buen
grado y, cuando nuestros dedos se tocaron, mi corazón volvió a dar otro
doloroso salto. Levanté la cabeza para mirarle a los ojos oscuros y en el
momento en que establecimos contacto visual y vi la leve y agradable
sonrisa en sus finos labios, una cálida sonrisa se abrio en los míos.
"Estás nerviosa", me dijo Derek, cogiendo su vaso.
"Un poco".
"Sin embargo, pareces mucho más tranquilo que en clase".
Así que no era un sueño.
Un destello de calor me recorrio de pies a cabeza y me calentó las
mejillas. La leve sonrisa de Derek se ensanchó mientras apoyaba una mano
en mi hombro izquierdo.
"Ven, siéntate".
Le seguí hasta el salón, donde se dejó caer en uno de los dos sofás. Con
un brazo apoyado en el respaldo y las piernas estiradas, tenía un aspecto
increíblemente atractivo. Una vez más, tragué saliva. Bebí rápidamente
unos generosos sorbos de vino, perturbada únicamente por una suave risita
de Derek.
"Siéntate, Charlotte".
Obedecí al instante.
Me senté en el borde del sofá, enfrente de donde estaba él, deslicé el
bolso a un lado y agarré el vaso entre las manos.
"De esta manera, en realidad... me siento mucho más cómoda", acepté.
"Lo prefiero cuando estás así". Derek enarcó una ceja oscura mientras
sus ojos me escrutaban lentamente.
"¿Te gusta mi ropa?"
"No podría importarme menos tu ropa", dijo con ligereza, "pero la
forma en que actúas cuando llevas lo que te hace sentir cómoda es
infinitamente más atractiva. La comodidad aporta confianza, y aunque estés
nerviosa... te pareces más a ti misma".
El cumplido aumentó los sofocos de calor que recorrían mi cuerpo e
inmediatamente bajé la cabeza para mirar mi vino. Tomando un sorbo, me
obligué a no tragar de golpe todo aquel alcohol, como me instaba a hacer
cada temblor de nervios.
Antes lo había engullido tan deprisa que no había tenido tiempo de
saborearlo, pero este sabía a buen vino. Centrarme en este hecho no era más
que una distracción.
Vamos, Charlotte. Has venido aquí por una razón, me repetí
mentalmente.
"¿Qué querías decir cuando me pediste que viniera aquí para llegar más
lejos y hacer más cosas?".
Los ojos oscuros de Derek me estudiaron a través del borde de su vaso
mientras bebía. Me recordaba a un gato salvaje a punto de atacar a su presa,
y en ese caso, aquella presa sería yo.
"¿Conoces los conceptos básicos del BDSM?".
"Sí", respondí con más confianza de la que tenía. "En su mayor parte".
"Bondage y disciplina", afirmó Derek. "Dominación y sumisión.
Sadismo y masoquismo. Algunos dirían que son las artes oscuras del sexo,
donde se alcanzan las cimas del verdadero placer". Otro sorbo y el color
rojo intenso tiñó sus labios.
Cada una de sus palabras aumentaba el zumbido de mi corazón. Sabía
algo por las películas y los libros que leía de vez en cuando y luego había
visto cosas en Internet, pero Derek parecía hablar de un nivel oculto que no
podía conocer más que él.
"Esto es lo que me gusta". Abrio los ojos y me clavó una mirada
tenebrosa que me congeló en el sitio. "Quiero atarte, Charlotte. Lo he
deseado desde el momento en que te vi. Quiero atarte y convertirte en un
hermoso juguete sexual. Quiero arrancarte la obediencia de tu bonita
boquita. Quiero dominar y poseer cada parte de tu cuerpo, reclamar tu
belleza como mía y exclusivamente mía. Quiero hacerte un poco de daño,
pero dentro de los límites de ambos papeles".
Parecía estar recitando poesía y yo estaba atrapada en la pasión, aunque
no entendía exactamente adónde quería llegar. Bebí otro vaso para intentar
calmar mis nervios a punto de estallar.
"Quiero llevarte a cotas de placer que nunca has alcanzado, hacerte
retorcer y llorar y suplicar más y más hasta el punto de que me lo des todo
por el simple hecho de llegar al orgasmo. Ese es mi deleite y mi placer
absoluto con las mujeres".
Mi siguiente respiración se convirtió en un gemido y los ojos oscuros de
Derek se entrecerraron.
"¿Eso te asusta?", preguntó.
"Sí", admití. "Quiero decir... Siento curiosidad y, si te soy sincera, me
excita un poco, aunque no entiendo por qué querrías hacer eso con... Con
una chica como yo". Los labios de Derek se separaron bruscamente, pero
continué. "Y de todas formas, como te he dicho, nunca he... bueno, soy
virgen. Nunca he estado con nadie, así que... Vaya, parece mucho".
"Lo es". Confirmó. "Pero ten por seguro que no follo. Juego contigo. La
práctica de follar o hacer el amor, es para los que tienen sentimientos hacia
la otra persona". Puso la mano sobre su corazón y me concentré en la forma
en que las yemas de sus dedos acariciaban la piel desnuda que allí se
vislumbraba.
"¿Y si no soy lo bastante buena?".
"Te enseñaré a serlo", respondió Derek, "pero solo si tú quieres".
Me estaba ofreciendo un mar de excitación en estado salvaje, pero la
parte más ansiosa y nerviosa de mí me decía que me detuviera ahí. Así que
dudé.
"¿Sigues siendo virgen porque aún no has encontrado al chico
adecuado?".
"Oh, yo... Tuve un novio, pero no era una buena persona. Y además, ya
de mayor, mi madre era increíblemente estricta sobre no tener relaciones
sexuales antes del matrimonio".
"¿Es muy religiosa?"
"Mucho".
"¿Quieres irte, ahora que sabes por qué te he pedido que vengas?".
Instintivamente sentí ganas de decir que sí, pero no podría cambiar si
cedía a ese miedo todo el tiempo.
"No", respondí.
"¿Crees que debería ser más suave contigo porque eres virgen?".
"No..."
"¿Y por qué?"
Hice una pausa y la tensión creciente de mi pecho se rompió de repente.
"Me gustó cómo me hiciste... cómo me hizo sentir cuando hicimos
aquello. Como si me deseara".
"De hecho, ya tenemos cierta confianza. Y de todas formas, naciste para
ser deseada".
"Pero yo no me siento como tal. Y tú me hiciste sentir así, y me gustaría
volver a sentirme de aquella manera... de hecho, realmente necesito
sentirme deseada".
"¿Por qué te gustó tanto?"
"Porque después de lo que hicimos, me sentí muy bien y seguía
excitada. Me sentía como una persona nueva, pero a los veinte minutos de
volver a estar junto a mi supuesta mejor amiga y su pandilla de zorras, me
sentí como la chica gordita que simplemente está ahí para dar a los demás
algo de lo que reírse".
La mandíbula de Derek se tensó, pero permaneció en silencio.
"Estoy harta de que se rían de mí. Siempre me siento fuera de lugar,
como si ocupara demasiado espacio y nunca pudiera encontrar mi sitio en la
vida. Intento constantemente hacer feliz a Haley, hacer feliz a mi madre con
mis elecciones y mis notas, pero me he dado cuenta de que estoy
insatisfecha con todo ello y tú me has hecho sentir como si fuera el centro
del universo que me rodea." Un poco sin aliento por el discurso que
acababa de pronunciar, hice una pausa y tragué con fuerza. El corazón me
latía fuerte y un ligero temblor me recorría los brazos. "Quiero volver a
sentirme así. Quiero cambiar para sentirme así siempre".
Derek se inclinó hacia delante, dejando el vaso sobre la mesa, y luego
juntó sus largos dedos, estudiándome.
"El BDSM no te cambiará", dijo con cautela, "pero puede moldear y dar
forma a lo que ya eres, en algo que puedas comprender mejor. Despertará
cosas en ti y desbloqueará partes que ni siquiera sabías que existían.
Necesitaré toda tu confianza y tú tendrás la mía".
Sonaba tan serio que no pude encontrar las palabras adecuadas para
demostrarle lo mucho que estaba de acuerdo con él.
"Elige una palabra de seguridad".
"¿Una qué?"
"Una palabra de seguridad. De ese modo, cuando sientas que realmente
no puedes hacerlo, en casos extremos, puedes decirla y yo pararé". Derek se
levantó de repente y me sorprendió lo increíblemente alto que era. "Es una
palabra que nunca dirías en contextos normales, y pondrá fin
inmediatamente, independientemente de lo que esté ocurriendo".
"¿No puedo decir que no?", pregunté.
Me hizo un gesto para que me levantara y obedecí, dejando a un lado el
vino que ya había terminado de beber.
"No. Instintivamente decimos que no cuando se traspasan los límites,
cuando creemos que no podemos más, pero en el fondo queremos".
Extendió una mano y me apartó suavemente unos mechones rubios de la
cara. "Tú también dijiste que no la última vez, al principio, y luego en
cambio...".
Tenía sentido. Como cuando te preguntan si quieres subirte a una
montaña rusa y dices "no" y luego te subes.
"¿Puede ser cualquier cosa?"
"Claro", respondió Derek.
Me condujo por un pequeño pasillo con dos puertas. Al entrar en la
habitación de la derecha, nos encontramos en su dormitorio.
Se giró hacia mí, su presencia era inquietante y excitante al mismo
tiempo. Se me cortó la respiración.
"Elige una palabra, Charlotte. ... Así podremos empezar".
"Títere", susurré.
"¿Quieres ser mi títere, Charlotte?". Derek se acercó tanto que
inmediatamente cerré los ojos. Una cálida ráfaga de su aliento rozó mi
mejilla derecha. Aquella cálida sensación hizo que mi ritmo cardíaco se
disparara.
"Sí", jadeé.
"Entonces quítate la ropa... ahora".
12
CHARLOTTE

"Q uédate quieta".


Cada nervio de mi cuerpo ya estaba bloqueado, así que no iba a ser
un problema. Estar desnuda delante de un hombre guapísimo como Derek
siempre iba a ser aterrador.
En la intimidad de su habitación, sin la amenaza de que alguien nos
descubriera, las cosas eran más privadas que en el aula de la universidad,
pero yo me sentía igual de expuesta. Siendo una chica muy carnosa, estar
desnuda delante de alguien era sobrecogedor.
Incluso Derek se había quitado la camiseta en señal de solidaridad y mi
mente se había quedado en blanco de asombro. A primera vista había
parecido delgado, pero sin camiseta que ocultara sus músculos, pude ver lo
perfectamente esculpido que estaba su cuerpo. Quería alargar la mano y
tocarlo, pasar las yemas de los dedos por sus pectorales firmes y apretar los
labios contra su cuello para ver a qué sabía.
Pero aún no.
"Cuando empiece", dijo suavemente, poniéndose delante de mí y
dirigiéndome una mirada tan dulce que se me derritió el corazón, "trabajaré
sobre la confianza. Te lo explicaré todo, pero si no usaras tu palabra de
seguridad, no pararía, ¿comprendes?".
Asentí.
"Necesito oír tu voz cuando me respondas, ya te lo he dicho, Charlotte".
Derek era muy inflexible en aquel aspecto.
"Sí", respondí, y mi voz tembló ligeramente.
"Bien. Ahora voy a atarte, ¿entendido?".
"Sí".
"Súbete a la cama y túmbate boca arriba".
Mis piernas se negaron a seguir mi voluntad. Me quedé congelada en el
sitio, deseosa de dar el salto y confiar en Derek, pero físicamente incapaz de
hacerlo. Temía que en el momento en que confiara en él, en el momento en
que me pusiera en aquella postura, se diera cuenta de que estaba
cometiendo un error, o me viera como me veían Haley y todos los demás.
Quería seguir siendo bella y deseable, aferrándome al sueño que, para
mí, era lo que había sucedido en aquella aula universitaria, a pesar de la
posible realidad que tenía delante.
"Charlotte, no volveré a pedírtelo".
Las palabras de Derek fueron repentinas y mucho más firmes que antes,
incitándome a reaccionar. El tono autoritario de su voz me hizo desear
repentina y desesperadamente obedecer, así que me arrastré rápidamente
hasta el colchón.
Yo, Charlotte Lark, estaba en la cama de Derek Hansen.
Esto iba más allá de cualquier fantasía que pudiera conjurar en mi
mente. Me tumbé boca arriba y él empezó.
Utilizó una cuerda elástica roja y fría contra mi piel para atarme las
muñecas. Las colocó por encima de mi cabeza y las conectó a un pequeño
gancho metálico sujeto a la cabecera. Me pregunté cuántas chicas habían
estado en aquella posición antes que yo y qué comparación haría con las
demás. Derek me preguntó tres veces si la cuerda estaba bien y le respondí
que sí cada vez.
El corazón me latía con fuerza y me acomodé contra las almohadas.
Derek enrolló otra cuerda alrededor de cada tobillo y desapareció. Cuando
volvió, sostenía una barra de metal plateado con correas de cuero negro en
ambos extremos. Solo cuando me colocó las correas de cuero bajo las
rodillas y fijó la barra en su sitio me di cuenta de lo que era exactamente.
Era para impedir que cerrara las piernas, de modo que no pudiera hacer
nada y no pudiera ir a ningún sitio a esconderme de su vista.
A continuación, la cuerda que me rodeaba los tobillos se fijó al pequeño
y estrecho cabecero a los pies de la cama.
Mi libertad de movimientos era mínima y estaba completamente abierta
a la mirada hambrienta de Derek.
El corazón se me subió a la garganta y cerré rápidamente los ojos,
intentando calmar la tensión nerviosa antes de que pudiera abrumarme.
"Charlotte".
La voz tranquila y autoritaria de Derek cortó el ruido de mi mente y una
cálida caricia de dedos rozó mi abdomen.
"Charlotte, abre los ojos".
Una parte de mí quería negarse, temiendo levantar la vista y ver en sus
ojos el desprecio que veía en los de los demás.
De repente, sus dedos me agarraron el pezón izquierdo y lo pellizcaron
con fuerza. Abrí los ojos de golpe y grité, haciendo muecas de dolor, pero
tenía poco margen para escapar.
"¿Qué...?"
"He dicho que abras los ojos. Espero obediencia, Charlotte, e ignorar
mis órdenes no será agradable para ti".
Los ojos de Derek eran oscuros, casi negros como la tinta, pero no había
desprecio hacia mí. No había nada más que lujuria, y respiré estremecida.
"Perdona", jadeé. Derek asintió una vez, aceptando mis disculpas.
"¿Qué tal te sienta la cuerda, no está demasiado tensa?".
"No, no, está bien", le aseguré mientras me palpitaba el pezón. No
quería que volviera a ocurrir, pero había un calor inesperado que me
calentaba los muslos, una palpitación cada vez mayor en mi núcleo caliente
que latía casi al unísono con el dolor de mi pezón.
Derek me dio la espalda y no pude ver lo que buscaba. El tintineo del
metal y el crujido de la tela fueron mi única pista, así que me tumbé en la
suavidad de su cama y esperé. Tuve un momento para recuperarme y respiré
hondo para tranquilizarme.
Estaba desnuda y atada en la cama de un hombre hermoso que estaba a
punto de "jugar" con cada parte de mí.
Aquella situación habría sido imposible unas semanas antes.
"Ahora voy a jugar contigo como es debido". Derek se volvió de nuevo
hacia mí. "De cada cosa que uso, necesito que califiques, en una escala del
uno al diez, cuánto te gusta. No hay respuestas correctas o incorrectas,
¿vale?".
"De acuerdo". Mis manos se cerraron en puños mientras me flexionaba
ligeramente contra las ataduras.
De repente, algo suave y delicado me rozó la parte interior del muslo y
me estremecí ligeramente. El roce era tan leve que casi me hacía cosquillas
y quise apartarme, pero no podía, dada la forma en que estaba atada. El roce
bajó por el interior de mi muslo derecho hasta la rodilla, luego volvió a
subir y se detuvo a unos centímetros de mi coño. Mi corazón dio un brinco
y aquel toque ligero como una pluma cambió de pierna, acariciando
agradablemente el interior de mi muslo izquierdo. Me moví ligeramente y
un pequeño gemido surgió en mi garganta.
"¿Comentarios?", preguntó Derek, y centré mi mirada en él.
A la tenue luz del dormitorio, desde aquella posición, tenía una figura
imponente debido a su altura y complexión, y las sombras de la habitación
realzaban la curva de sus músculos.
"Tengo cosquillas".
"Evalúa..."
"Um... un cuatro".
El picor me hizo querer bajar las manos, y no poder hacerlo era
frustrante. Jadeé, luego el roce subió por mi figura y se hizo notar cuando
Derek jugó con mis tetas.
Era una pluma azul brillante, muy suave. Ahora el leve contacto tenía
sentido y, en su ausencia, el interior de mis muslos hormigueaba con la
frustrante necesidad de ser tocada.
Derek atrajo la pluma hacia arriba, entre mis pechos, y luego la hizo
desaparecer de mi vista.
De repente, la sustituyó una sensación fría y punzante en la cara interna
del muslo, como un pinchazo, y chillé. Sonrio y movió el nuevo objeto
hacia mi ingle. Múltiples pinchazos, pequeños y afilados, recorrieron mi
muslo y gemí ruidosamente. Intenté retorcerme para salir de aquella
posición, pero sin ningún sitio adonde ir, no podía evitar la trayectoria del
nuevo objeto. Bajando por una pierna y subiendo por la otra, lo que más me
sorprendió fue que las sutiles punzadas de dolor, aumentaban el deseo en mi
ya húmedo coño.
El objeto que estaba utilizando pasó de mi muslo a mi abdomen y miré
hacia abajo para ver un pequeño molinete plateado y afilado rodando por mi
piel. Dejó un rastro de cosquilleos, y cuando Derek se acercó a mis pechos,
los latidos de mi corazón volvieron a aumentar.
"Charlotte, habla".
"Creo que...", jadeé, mientras el molinete rodaba suavemente por mis
pechos y se detenía justo al lado de un pezón. "¿Ocho?"
Definitivamente prefería aquello a la pluma.
Derek enarcó las cejas ante mi respuesta, y luego hizo rodar el molinete
sobre mi pezón. El dolor fue leve e intenso al mismo tiempo. Habría
permitido aquella sensación, pero mi confusión se disolvió en un gemido
que escapó de mis labios.
Fue el comienzo de una sesión que se convirtió en horas de
estimulación y provocaciones por todos lados.
Después del molinete, Derek rozó mi piel con todo tipo de objetos.
Tenía unos afilados, que encendían fuego y dolor en mi piel, como cuchillas
romas, hasta el chasquido más agudo de una fusta. También había
herramientas más suaves, como el tacto de un paño de seda o plumas de
distintos tamaños.
Prefería el escozor y los latigazos agudos de los objetos más duros a las
suaves caricias de los más blandos. Cada instrumento me rozaba los muslos,
el vientre y los pechos, me provocaba los pezones y me rozaba ligeramente
el coño. Cada contacto me calentaba más y más y el deseo de que me
tocaran allí se multiplicaba por diez, solo que, por alguna razón, Derek se
negaba a hacerlo. Aunque de vez en cuando pasaba los dedos a pocos
centímetros de mi húmedo coño, evitaba el contacto directo y me dejaba
constantemente con ganas de más y más.
Pensaba que necesitaba un toque firme en el clítoris o en la entrada,
para satisfacer mi deseo de ser tocada, hasta que Derek sacó unos geles
lubricantes. Tenían un aroma afrutado, pero una vez que tocaba mi piel, no
importaba mucho. Me untó un poco en los pezones y en los labios mayores
del coño, y a partir de ese momento perdí todo sentido.
Cada gota de aquel gel me calentaba la piel mientras Derek se burlaba
de mí, pero el calor no disminuía; al contrario, seguía aumentando y con él
llegaba una sensación de hormigueo que poco a poco empezó a volverme
loca.
Empecé a tirar de mis ataduras, a retorcerme en la cama para intentar
tocarme los pezones doloridos o a apretar los muslos para amortiguar la
sensación de hormigueo en mi coño, pero las cuerdas impedían ambas
cosas.
El hormigueo aumentaba, calentando mi piel como un incendio,
pidiendo desesperadamente a Derek que me tocara, pero él me lo negaba.
Seguía acariciando todo mi cuerpo desnudo, pero se negaba a centrarse en
mis pezones o mi coño. Esto duró hasta que ya no pude soportar el temblor
constante de la estimulación.
Había perdido la noción del tiempo. Estaba tan tremendamente excitada
que ya no sentía ansiedad ni agitación. Lo único que me interesaba era que
Derek me tocara, pasara sus firmes manos por mi entrada y mis tetas e
incluso me diera un pequeño toque en el clítoris que seguramente me
llevaría al orgasmo.
Llevaba horas tocándome.
Le rogué a Derek que hiciera algo, cualquier cosa que impidiera que me
volviera loca.
De repente, se acercó, su sombra oscura e imponente hizo que me
palpitara el coño y se me aceleraran los latidos del corazón. Me metió dos
dedos en la boca, acariciándome la lengua, y yo los chupé obedientemente
sin pensar demasiado. Me los metió hasta la garganta y me ahogué un poco,
luego los sacó y me quedé allí, con la boca abierta y los ojos muy abiertos y
extasiada.
Luego se quitó los pantalones, los bóxeres y pasó su polla entre mis
labios mientras yo gemía suavemente. Encima de mí, se agarró al cabecero
para mantener el equilibrio y colocó las rodillas a ambos lados de mi
cabeza. Estaba completamente embelesada mientras me metía la polla hasta
el fondo de la garganta. Me ahogué ruidosamente.
"Eso es, Charlotte", dijo Derek. "Si te follan bien la boca, quizá me
apetezca tocarte ese coño empapado que tienes".
Sí, ¡eso era todo lo que quería! Era el único pensamiento sensato en el
que podía concentrarme.
Mi cuerpo estaba tan excitado por estar en exhibición, por ser
provocada y atormentada por una variedad de juguetes diferentes, que
estaba segura de que me correría inmediatamente.
Los geles seguían cosquilleando y calentando mis zonas más sensibles,
pero si obedecía, tal vez Derek me tocaría por fin.
Relajé la garganta, separé los labios y, cuando su polla se deslizó por mi
garganta, empecé a chupar desesperadamente. Su polla era grande y maciza,
y me dolía la lengua mientras intentaba complacerle. Entonces me di cuenta
de que lo único que tenía que hacer era mantener la boca bien abierta y la
garganta relajada. Esto le permitió empezar a follarme a un ritmo intenso y
decidido, y los sonidos que emitía por encima de mí me mojaban cada vez
más.
Era yo quien le estaba proporcionando ese placer. Yo y nadie más.
Con cada embestida de su polla, mi capacidad de respirar se interrumpía
durante unos segundos. Me ahogaba ligeramente con cada embestida, pero
como él parecía disfrutar tanto, yo estaba desesperada por complacerle, por
hacer cualquier cosa con tal de sentir un toque firme contra mi coño.
"Eh, Derek", exclamó una voz desde el otro lado de la habitación. Se me
apretó el estómago.
Derek tiró de sus caderas hacia atrás y yo jadeé cuando su polla salió de
repente de mi boca y por fin pude respirar.
"Samuel", respondió sin parecer preocupado en absoluto. "¿Tú también
quieres probar?".
13
SAMUEL

C on el alcohol calentándome las venas, había sido una jugada


arriesgada seguir los gemidos procedentes del dormitorio de Derek.
Podría haberme dicho a mí mismo que lo había hecho solo porque
había oído ruidos extraños y no sabía si estaba en casa, pero habría sido
mentira.
Tenía curiosidad por saber qué estaba haciendo y a quién había invitado
a nuestra casa, ya que la mayoría de sus encuentros se limitaban a un club
BDSM que frecuentábamos.
Mi velada con Matt había terminado pronto debido a sus otros
compromisos y aún no estaba preparado para poner fin a mi día. Me había
arriesgado a que me vieran, pero quedarme en el umbral de la habitación de
Derek para presenciar lo que ocurría había merecido la pena.
Estaba prácticamente a horcajadas sobre su boca e introduciendo su
polla en la garganta de la carnosa chica que estaba atada sobre su cama. La
mera visión de aquello había bombeado inmediatamente mi sangre hacia mi
polla. Por suerte, a Derek no pareció importarle mi intrusión e incluso
volvió sus ojos oscuros hacia mí con una leve sonrisa en los labios.
"¿Tú también quieres probar?".
Incapaz de apartar la mirada de la chica, estudié cada centímetro de ella.
Desde sus tobillos atados y la barra separadora entre sus gruesos muslos,
hasta su coño reluciente y las ligeras marcas rojas en su piel que me
indicaban que Derek había disfrutado jugando duro; hasta sus pezones
turgentes y duros y luego hasta su preciosa cara sonrojada y el pelo rubio
que yacía sobre la almohada como un halo.
Joder, yo también quería probar eso.
"Charlotte", le dijo Derek a la chica, "él es Samuel, mi compañero de
piso".
Me acerqué rápidamente para que Charlotte no tuviera que esforzarse
demasiado para verme, y en el momento en que sus ojos llenos de lujuria se
encontraron con los míos, sonreí.
"Hola", jadeó, mientras su lengua rosada se acercaba para rozar sus
hinchados labios rojos.
"Samuel, ella es Charlotte, mi... perrita".
Aquella palabra hizo palpitar mi polla y ella gimió suavemente en su
lugar, lanzándonos una mirada a los dos. Sus brazos se flexionaron y tiró de
la cuerda que ataba sus muñecas al cabecero.
"Derek, por favor", gimió, y él se rio moviéndose fuera de la cama, con
la polla aún dura y húmeda por la boca de ella.
"Lleva horas atada", comentó Derek, "y tiene gel estimulante tanto en el
coño como en las tetas".
"Por eso está tan necesitada", comenté, incapaz de apartar la vista de su
coño y sus tetas. Era un espectáculo impresionante y mi polla se tensó aún
más dolorosamente contra mis vaqueros.
"Entonces". Derek apoyó una rodilla en la cama y pasó suavemente los
dedos por los grandes pechos de Charlotte, pero evitando los pezones.
"¿Quieres probar?"
"¿De verdad?" Le lancé una mirada, inseguro de no estar exagerando,
pero el alcohol en mi organismo hacía que aquella oferta fuera demasiado
tentadora para rechazarla, sobre todo con una chica puesta en aquella
situación.
"Charlotte", exclamó Derek, "¿te gusta Samuel?".
Ella movió ligeramente la cabeza arriba y abajo, con el cuerpo
arqueado, y luego me miró con unos ojos tan oscuros que solo se veía una
pizca de verde.
"Sí", gimió suavemente.
"Quiero ver cómo te lame el coño, ¿vale?", le preguntó Derek.
Joder, tenía muchas ganas de probarla. Nada más entrar en el piso había
oído sus dulces gemidos y ahora que estaba allí, quería oír más.
"Sí", jadeó Charlotte. "Por favor, lo que sea, que alguien me toque antes
de que me vuelva loca, por favor, ¡aunque solo sea una caricia!".
Derek se echó sobre ella y le agarró la barbilla, obligándola a mirarle a
los ojos.
"Samuel te la va a lamer y chupar ahora, ¿vale?".
"¡Sí!", gimió Charlotte. Entonces mi amigo me lanzó una mirada y me
dio permiso.
Me arranqué la camiseta y la tiré al suelo mientras el calor de la
habitación se expandía a mi alrededor. Me zambullí en la cama, me acerqué
a Charlotte, coloqué ambas manos en la cálida cara interna de su muslo y
me incliné sobre ella. Estaba a un segundo de saborearla cuando la mano de
Derek en mi hombro me detuvo.
"Charlotte", gruñó Derek suavemente. "Sé lo pronto que te correrías,
pero vas a tener que contenerte hasta que yo te lo diga, ¿entendido?".
"¡¿Qué?!" Se quejó Charlotte y todo su cuerpo se balanceó delante de
mí. "¡Cómo voy a hacer eso!"
"Concéntrate", le ordenó Derek. "Yo te ayudaré".
Lo miré y vi que tenía una fusta de cuero negro en una mano y se
acariciaba lentamente la polla con la otra.
"Por favor, quiero disfrutar... necesito...". Charlotte jadeó y Derek la
interrumpió con un suave improperio.
"¡Te correrás cuando yo te lo diga!".
Charlotte gimió con fuerza y la mano de Derek abandonó mi hombro.
Inmediatamente me hundí hacia delante y enterré la cara en el calor de su
coño mientras Charlotte gritaba. Apreté la lengua contra ella, el sutil sabor a
fresa del gel estimulante me bañó la lengua y sentí un ligero cosquilleo.
Lamí desde su agujerito hasta su clítoris hinchado y ella empezó a sollozar.
El látigo se movió en el aire y el repentino impacto del cuero sobre la
piel de Charlotte me hizo sacudirme. Chilló con fuerza y me aparté lo
suficiente para ver que Derek había golpeado sus grandes tetas. La piel de
Charlotte se tiñó de tenues vetas rojas y Derek volvió a golpearla con la
fusta, con fuerza controlada.
Volví a bajar sobre su coño y la devoré. Mi lengua se movía de un lado
a otro entre sus pliegues húmedos; rocé su clítoris con los dientes y chupé
con toda la fuerza que pude reunir. Me acerqué a su entrada y hundí la
lengua, bebiendo sus jugos mientras ella se retorcía y se frotaba contra mi
cara. La habitación se llenó de sus jadeos y gemidos desesperados,
mezclados con el ruido y el chasquido de la fusta.
Mi barba desaliñada se empapó rápidamente de los líquidos calientes de
Charlotte, pero no me importó. Estaba demasiado excitado para
preocuparme de otra cosa que no fuera devorarla.
Diez golpes más de látigo y Charlotte gritó aún más fuerte con lágrimas
en los ojos, retorciéndose como una serpiente contra mi boca.
"¡No puedo contenerme más!", sollozó mientras la mano de Derek
rozaba ligeramente mi hombro desnudo.
Habíamos jugado juntos a menudo en el club y sabía lo que eso
significaba.
Concentré toda mi atención en su clítoris, succionándolo entre mis
labios y moviendo rápidamente la lengua de un lado a otro y en círculos.
"Ven para mí, Charlotte", ordenó la profunda voz de Derek desde algún
lugar por encima de mí.
Los músculos de los muslos de Charlotte contra mis hombros se
tensaron mientras ella intentaba cerrar las piernas, pero no podía debido a
las cuerdas. Sus gemidos fuertes y necesitados aumentaron y yo continué
mi asalto sin darle ni un segundo de respiro.
"¡Oh, Dios!", exclamó Charlotte, y su coño se sacudió contra mi boca.
Se retorcía y se retorcía, pero yo seguía manteniendo los labios apretados
contra ella, estimulando continuamente su clítoris con la lengua, mientras
ella temblaba como una hoja.
Entonces, sus juramentos se convirtieron en un ronco jadeo y hasta que
no estuve seguro de que sus oleadas iniciales de estremecimiento habían
pasado, no hice una pausa. Le di un último sorbo del agujero al clítoris y
luego me aparté.
El pecho de Charlotte se hinchó con cada respiración, sus manos se
cerraron en puños y sus pechos se volvieron de un rojo intenso a causa de la
fusta.
Derek utilizaba a menudo el dolor para mantener los orgasmos bajo
control, después de estimular a alguna chica hasta la locura, y me
impresionó mucho la resistencia de aquella chica.
"¿Charlotte?", Derek se agachó y le apartó tiernamente de la cara unos
mechones de pelo empapados de sudor. "¿Cómo te sientes?"
"Me siento... joder...", jadeó Charlotte. "Tan bien, pero deseo... sí...
¡Quiero más!".
"¿Más?", repitió mi amigo. "Entonces, ¿qué te parece si dejo que
Samuel te folle?".
Los labios de Charlotte se entreabrieron y vaciló un poco. "¡¿Le dejas
que me folle?!"
"Sí... o mejor dicho... tu primera vez será con los dos".
¿La primera vez de Charlotte? ¡Entonces era virgen!
El mero pensamiento de ser yo quien la llevara a su primer orgasmo
mediante la penetración hacía que mi polla palpitara.
Parecía haber algún tipo de acuerdo tácito entre Derek y Charlotte, que
yo desconocía, y entonces Derek sonrio.
"Solo si tú lo deseas", le dijo.
"Sí, sí, quiero, por favor, ¡necesito más! Siento que voy a
desmoronarme, mis pezones siguen palpitando, y no es... eso no es
suficiente, ¡por favor, deja que tu amigo me folle y luego si quieres hazlo tú
también!".
Derek me lanzó una mirada por encima del hombro.
"¿Has sentido?".
No necesitó decírmelo dos veces.
El coño de Charlotte estaba empapado, así que no me molesté en nada
más que en meterme dentro de ella. Me bajé de la cama, me despojé del
bóxer y los vaqueros y volví a deslizarme entre sus piernas. Liberarla de las
cuerdas no fue tan difícil y luego me acomodé entre sus piernas abiertas.
Charlotte intentó cerrarlas instintivamente, pero yo estaba en medio, así que
lo único que consiguió fue rodear mis caderas con ellas.
Agarré sus caderas y me empujé hacia ella y, en el momento en que mi
polla se apoyó en su entrada, empujé mi pelvis hacia delante y la introduje
entre los grandes labios de su coño. Charlotte gimió con fuerza mientras
Derek se colocaba a su lado, acariciándole el pelo y calmándola
suavemente. Con una mano le agarró una de las tetas y se la apretó con
fuerza, provocándole un dolor placentero.
Sus ojos oscuros se encontraron con los míos.
"Ahora fóllatela como es debido", me ordenó.
Agarré la base de mi polla, la coloqué aún en su abertura y volví a
empujar hacia delante. Estaba relajada por todo el tiempo que había estado
en tensión y por el orgasmo anterior, así que mis primeros cinco centímetros
se hundieron en su calor sin ningún problema.
Charlotte abrio mucho los ojos y arañó las sábanas con las uñas. Otra
embestida, otro par de centímetros, y así hasta que estuve completamente
dentro de su coño, envuelto en el calor de sus paredes.
"¿Estás bien?", preguntó Derek, y Charlotte asintió como una buena
perra. Entonces mi amigo me miró con extrañeza, y reconocí aquella señal
tan familiar.
Agarré con fuerza sus caderas y empecé a follarla con todas mis fuerzas.
Inmediatamente establecí un ritmo frenético, la penetré con vehemencia y
Charlotte gritó, un chillido que solo fue interrumpido por Derek, que volvió
a colocarse, frente a la cara de la chica, de rodillas y le introdujo de nuevo
la polla hasta la garganta.
Follamos dentro de ella en tándem, mi ritmo más duro y rápido que el
de Derek. Su coño apretaba mi polla como una mordaza, mientras el aire se
llenaba con los sonidos de nuestra follada y sus gemidos ahogados. En
aquel momento, Derek empezó a follarle la garganta con el mismo ímpetu
con el que yo le follaba el coño, que estaba ardiendo.
Mi orgasmo se acercaba rápidamente porque ya estaba muy excitado
desde el mismo momento en que había probado su dulzura en mi lengua, y
mientras la follaba con fuerza, sentí que no era posible contenerme más.
"¡Derek!", exclamé gimiendo.
Era la única advertencia que podía hacerle.
La penetré profundamente una vez, dos veces más, y entonces exploté;
me corrí con un grito, empujando con fuerza hacia delante y hundiendo la
polla dentro de Charlotte mientras saboreaba un orgasmo increíble.
Unos segundos después, vi que las caderas de Derek se tambaleaban y
que los músculos de su espalda y sus nalgas se tensaban: parecía que yo no
era el único que se había corrido...
De repente, cuando volví a mover las caderas para vaciarme por
completo, el coño de Charlotte se apretó con fuerza alrededor de mi polla.
Un segundo después, sus paredes se estrecharon repetidamente a mi
alrededor y comprendí por qué.
"Se ha corrido otra vez", jadeé, y el gemido de Derek se convirtió en
una risita orgullosa.
Seguí follándola tan fuerte como pude, complaciendo su propio placer
mientras mi amigo se retiraba de su garganta. Ella tosió con fuerza y jadeó
en busca de oxígeno mientras él bajaba para darle un beso en la frente.
"Bien hecho, Charlotte", la elogió Derek, y ella suspiró.
"Joder, qué pollas", jadeó con dificultad. "Yo... no tengo palabras".
"Qué gran primera vez para ti", dije riéndome entre dientes, y Charlotte
soltó una risita débil. Me bajé de la cama, recogí los calzoncillos del suelo y
me los puse. "Nunca había probado un coño tan dulce".
"Mientes", murmuró ella, y yo me volví inmediatamente.
"No, es verdad", dije riendo entre dientes. "Eres increíble. Lástima que
Derek te encontrara primero".
Hablando de él, seguía mirando las cuerdas con las que la había atado.
Charlotte se levantó de la cama con un chillido.
"¡No, alto ahí!"
Derek le agarró la mandíbula y la miró a los ojos.
"Eres una buena perra, así que ya sabes lo que tienes que decir si
quieres que esto termine", le dijo.
Charlotte se quedó quieta mirándole en éxtasis y entonces Derek se
volvió hacia mí.
"¿Quieres beber algo?", preguntó.
"Claro", respondí yo alegremente.
14
CHARLOTTE

"¿M e dejáis sola?"


Era difícil concentrarse en el hecho de que Derek y Samuel
estaban a medio camino de salir de la habitación cuando mi cuerpo ardía. El
cosquilleo del gel en los pezones me estaba volviendo loca, ya que ninguno
de los dos había prestado suficiente atención a aquella zona. Incluso el
azote de la fusta, que había encendido mis pechos con calor y suave dolor,
había acabado lejos de mis pezones. Derek me había atado, dejándome
empapada y completamente al límite después de todo lo que él y ellos me
habían hecho.
"Vamos a tomar algo y luego, con calma, volveremos aquí. Ahora
compórtate como una buena chica y quédate así", dijo Derek con
indiferencia.
"Por supuesto... No tengo muchas opciones", respondí con brusquedad,
mientras los dos se limitaban a reírse a carcajadas y desaparecían de mi
vista.
En realidad no era cierto, tenía elección y la estaba tomando a cada
segundo que me entregaba a las sensaciones de placer, a sus caricias y más.
Nuevamente puse a prueba las cuerdas que me ataban, pero estaba
firmemente encerrada. El ardor del gel en mis tetas aumentaba cada vez
más, así que intenté rodar sobre un costado con la esperanza de frotar los
pechos contra la cama para satisfacer el picor, pero no podía hacerlo lo
suficiente.
Derek había dicho que iba a convertirme en su títere, y vaya si lo estaba
consiguiendo.
Mi coño palpitaba al compás de mis acelerados latidos y, cada vez que
tragaba saliva, recordaba lo grande que era la polla de Derek. Me había
consumido y yo había saboreado cada segundo. Además, su amigo no me
disgustaba; era alto, moreno y con una amplia sonrisa, y su voz me gustaba
mucho, así que no tuve ningún problema en acogerlo entre mis piernas.
Sin embargo, la concentración en todo lo que estaba experimentando era
pasajera, porque las sensaciones que recorrían mi cuerpo seguían
catapultándose al primer plano de mi mente, por mucho que intentara
distraerme.
Las vibraciones que habían seguido golpeándome habían bastado para
estimularme, pero obviamente no para llevarme al orgasmo, así que el
placer seguía cociéndose a fuego lento bajo la superficie. El dolor de mis
tetas, provocado por el látigo y el gel, también era imposible de ignorar, y lo
único que deseaba era que se apoderaran de mi cuerpo una y otra vez.
Gemí en voz alta con la esperanza de atraerlos de nuevo a la habitación,
pero fue en vano. La puerta permanecía abierta, pero no entraba nadie.
Aquellos dos hermosos hombres que tanta atención me habían prestado
no aparecían por ninguna parte, aunque en mi mente se habían
materializado de inmediato. El deseo alimentó la fantasía y me los imaginé
de pie sobre mí, todo músculos tonificados y pollas duras, dispuestos a
destrozarme. Ansiaba las manos y la boca de Derek sobre mis tetas, su voz
áspera diciéndome cuánto las adoraba. Sentía el deseo de que la fantástica
boca de Samuel volviera a mi coño, calmando el dolor dejado por las
vibraciones del orgasmo y provocándome otro intenso placer.
Cuanto más pensaba en ello y permanecía atada, más se ensuciaban mis
fantasías. Derek follándome tan profundamente en la garganta que me
resultaba imposible respirar, la fusta golpeándome las tetas y el coño, la
polla de Samuel abriéndome en dos y azotándome con fuerza... Y luego,
por supuesto, sus dedos y su lengua haciendo lo mismo... Joder, tenía que
correrme.
Giré la cabeza y vi un vibrador apoyado en el lateral de la cama, pero
por mucha presión que ejerciera sobre las cuerdas, el juguete sexual estaba
fuera de mi alcance y no era más que una provocación. Me retorcí aquí y
allá y dejé que mi mente se llenara con el pensamiento de Derek usando
aquel vibrador conmigo, diciéndome lo sensual que era.
De repente, sentí unos labios posarse sobre los míos y volví a abrir los
ojos de un tirón. Derek estaba allí y al breve beso le siguió el cuello de
plástico de una botella. Me entró agua fría en la boca y bebí
desesperadamente, sin importarme que parte del líquido frío se me escapara
por los labios y bajara por la mandíbula. Unos instantes después, apenas
tuve tiempo de procesarlo, sentí una presión contra mi coño y algo caliente
y duro se deslizó dentro de mí.
Las manos de Samuel me agarraron por las caderas mientras su polla se
introducía profundamente en mi núcleo caliente.
Su gemido, dulce como la miel, llegó a mis oídos justo cuando Derek
retiraba la botella y depositaba otro breve beso en mis labios enfriados por
el agua.
"¿Estás lista?", preguntó suavemente.
"Por favor, te lo ruego, fóllame. Haré lo que sea, ya no puedo pensar
más... No puedo concentrarme en nada, haz algo rápido, por favor". Estaba
tan desesperada que habría suplicado hasta quedarme sin voz, pero los dos
ya estaban actuando antes de que acabaran mis palabras.
Samuel empezó a follarme con caricias lentas y profundas, y yo me
arqueé sobre la cama tan fuerte como pude.
"¡Sí!", grité y su ritmo empezó a aumentar.
Derek, para no quedarse atrás, me metió la lengua en la boca y drenó las
gotas de agua que goteaban. No se detuvo ahí y bajó para besar las marcas
rojas dejadas por la fusta y luego, con un toque que hizo que se me tensaran
todos los músculos del cuerpo, acabó por llevarse uno de mis pezones a su
caliente boca.
"¡Ahh!" No pude contener el grito que salió de mí cuando un dulce y
cálido alivio estalló en mi cuerpo. El hormigueo y el dolor provocados por
el gel en mis pezones se calmaron por fin mientras Derek chupaba y
mordisqueaba por todas partes y su mano masajeaba y tiraba de mis tetas.
En aquel momento mi mente se volvió loca y no pensé en nada más. Estaba
presa de las sensaciones, a la deriva en un mar de placer.
Samuel golpeaba mi coño, empujándome rápidamente hacia otro
orgasmo, mientras su pulgar hacía círculos en mi clítoris. Derek me frotaba
y mordisqueaba los pechos, aliviando la larga necesidad que había
acumulado y aumentando el intenso placer que me daba su amigo.
Realmente era su títere, una muñeca igual que la palabra segura,
exactamente como había dicho Derek, y me había entregado por completo a
ellos.
Mis caderas se mecían solas, persiguiendo el placer mientras los
gemidos de Samuel se hacían cada vez más fuertes y el fuego de mi coño se
encendía cada vez más. Era una sensación de dolor y placer al mismo
tiempo y yo me abandoné, ansiosa por caer en el abismo y ser catapultada a
nada más que el calor de mi orgasmo. Estaba cerca, jodidamente cerca.
De repente, los dientes de Derek se hundieron con fuerza en mi pezón
izquierdo, encendiendo un dolor intenso y caliente; cuando el orgasmo
estalló en mi interior, solté un grito. Fue un placer tan intenso que
permanecí suspendida durante varios largos segundos en el umbral de la
locura.
No podía respirar, no podía moverme y Samuel alcanzó su propio
orgasmo. Entonces me desplomé, mientras oleadas de sensaciones me
atravesaban. Mi coño se apretó alrededor de la polla de Samuel y sus
gemidos se hicieron aún más fuertes, entonces la cara de Derek rozó la mía
y me besó el rostro acalorado mientras yo cabalgaba una ola de intenso
placer tras otra.
Cuando terminó, me desplomé sobre la cama, exhausta.
Derek y Samuel se movieron a mi alrededor, confundidos. Me quitaron
la cuerda de las muñecas y los tobillos y me aliviaron esas zonas con besos
y la presión fría de un paño. Me pasaron una toalla entre las piernas y el
mero contacto del suave algodón con mi coño hinchado me hizo gemir.
Me pusieron cubitos de hielo en la boca con instrucciones de chupar
suavemente, y obedecí mientras me soltaban y me aplicaban un bálsamo
refrescante en los pechos donde había golpeado el látigo.
Y así, en un instante, todo había terminado.
Estaba completa y totalmente agotada, pero justo cuando empezaba a
pensar en irme a mi dormitorio, Derek empezó a cubrir mi cuerpo desnudo
con el edredón. Me acurruqué en sus almohadas con un gemido bajo y su
fuerte mano me acarició el pelo.
"Ahora me perteneces, Charlotte", comentó Derek, con un sonido
extrañamente distante. Demasiado agotada para responder, asentí con la
cabeza.
"No es justo", gimoteó Samuel desde algún lugar detrás de mí. "Yo
también quiero que esto continúe para mí. Quiero algo más que el bocado
que he probado hoy".
Un nuevo calor lleno de satisfacción estalló en mi pecho, y entonces
Derek apretó los labios contra mi frente.
"Quizá vuelva a compartirlo", dijo, riendo entre dientes.
Consiguiendo recuperar las fuerzas para hablar, me volví hacia él.
"En fin... gracias".
"¿Por qué?" Los ojos oscuros de Derek se centraron en mí mientras yo
intentaba mirarle somnolienta.
"Por hacerme sentir tan bien. No creía que pudiera encontrarme así".
"De nada", murmuró, "pero recuerda que el cambio viene de dentro. Yo
únicamente te ayudé a desbloquear lo que ya había dentro de ti".
Me habría gustado decir algo más, pero la oscuridad se apoderó de mí
rápidamente.
"Duerme..." fue lo último que oí, y así lo hice, deslizándome en una
oscuridad a la vez dichosa y dolorosa, mientras la mano de Derek me
acariciaba el pelo.
15
CHARLOTTE

E nvuelta en un grueso edredón y acurrucada entre dos almohadas,


cuando me desperté al día siguiente no quería moverme de allí. No
estaba segura de lo que había hecho para que mi cama fuera tan
acogedora, pero estaba disfrutando de la dicha y mantenía los ojos bien
cerrados para que no me molestaran Haley y sus ruidos habituales mientras
se preparaba para salir.
Solo que no fue el ruido lo que me despertó, sino el dolor que sentía en
todo el cuerpo.
Me dolían todos los músculos, como si hubiera corrido algún tipo de
maratón el día anterior. Con un gemido, me giré contra la almohada y estiré
lentamente los brazos y las piernas. Los músculos se tensaron y me
dolieron, y emití un leve gemido.
Luego me quedé paralizada y el corazón me dio un doloroso salto.
También me dolía el coño y el olor de la almohada no era el mío.
Abrí los ojos de un tirón y, en lugar de mi desordenada mesilla de noche
y la lámpara con la pantalla rota, me encontré ante un pequeño y ordenado
armario con una lámpara de color crema y un reloj de hombre.
El reloj de Derek.
Los acontecimientos de la noche anterior volvieron precipitadamente a
mi mente y la calma que había en mi interior se desvaneció.
No estaba en mi cama y aquella noche no había vuelto a casa.
Seguía en su cama.
"Dos terrones de azúcar", respondió la voz distante de Derek, como si
necesitara más de una confirmación. "Y no te pases con la leche, como
haces siempre".
La voz que respondía era demasiado baja para que entendiera lo que
decían, pero solo había otra persona que yo supiera que podía haber estado
allí: Samuel.
Aquel hombre alto, guapo y de ojos verdes había aparecido en mitad
del... espectáculo.
Había dejado que me follara. Me había acostado con mi profesor y su
amigo sin ni siquiera pensarlo. En aquel momento, había sido la cosa más
sexy que jamás hubiera soñado hacer; sin embargo, la fría luz de la mañana
era totalmente distinta.
Aparté el edredón y salí de la cama, pero me detuve al darme cuenta de
que ninguna de mis ropas estaba en el suelo. Echando un vistazo a la
habitación, ni siquiera podía verlas en los armarios o en las sillas, y cuanto
más me despertaba, más se hacía sentir la insistente necesidad de alivio de
mi vejiga.
Madre mía.
Nunca había hecho esto antes y no tenía ni idea de cuál era el protocolo.
¿Tenía que esperar a que Derek viniera a verme? ¿O estaba bien salir y
preguntar por el baño? Solo de pensarlo se me calentaban las mejillas, pues
aún tenía el coño hinchado por las escapadas de la noche anterior.
En cualquier caso, tenía muchas ganas de mear.
Caminé de un lado a otro durante unos largos minutos, escuchando la
débil conversación que provenía de la otra habitación, y luego tomé una
decisión.
Tarde o temprano tendría que enfrentarme a ellos, y más valía hacerlo
en el momento en que pudiera escapar sin demasiados problemas. Sin ropa,
me contenté con coger una camisa azul del armario que estaba abierto junto
a la pared. Me pregunté cómo me quedaría, pero cuando me la puse me
sorprendió el hecho de que en realidad me quedaba bastante bien.
Era lo bastante larga como para llegar justo por debajo de mis caderas,
cubriéndome así lo suficiente como para llegar al cuarto de baño y
encontrar mi ropa. Dejé escapar un suspiro cuando mi corazón empezó a
acelerarse al acercarme a la puerta, e hice una leve mueca de dolor. Mis
pezones estaban más sensibles de lo que había pensado y la tela de mi
camisa los rozaba de tal manera que ya me estaba volviendo el calor.
Salí del dormitorio y atravesé la puerta del salón, siguiendo el sonido de
las ligeras risas de ambos.
Derek apareció un momento después. Estaba sentado en la encimera de
la isla de la cocina, con una taza de café en la mano y vestido únicamente
con unos vaqueros claros que abrazaban su precioso trasero. Cuando eché
un vistazo a su torso musculoso, se me hizo la boca agua... Era evidente que
por eso le quedaba bien la camisa; era mucho más musculoso de lo que
parecía.
A su lado estaba Samuel, que tenía las dos manos apoyadas en la
encimera y una bandeja de tostadas delante. Era alto, con la barba bien
recortada contra la mandíbula y una nariz ligeramente curvada que le daba
un aire más bien simpático.
"Con permiso". Me sentí como una niña pidiendo perdón. También me
costó sacar la voz y entonces... Un tercer hombre salió de detrás de la
nevera y cada centímetro de mi cuerpo se congeló. El tercer hombre era, sin
duda, bien dotado. Su chaqueta de cuero no ocultaba la amplitud de sus
músculos. Su pelo castaño claro despeinaba su cabeza y un par de
penetrantes ojos azules se fijaron en mí. Frunció el ceño sorprendido,
dejando al descubierto una fina cicatriz bajo el arco de la ceja izquierda.
Su conversación se detuvo y los tres se volvieron para mirarme.
"Buscaba el baño", conseguí murmurar con el pecho tan apretado que
no podía respirar.
"Detrás de ti, la puerta de la izquierda", replicó Derek secamente, y mi
ansiedad se hinchó tanto que una oleada ácida de náuseas me subió a la
garganta. No pude decir más palabras. En lugar de eso, me giré
bruscamente y salí de la cocina.
Dios mío, ¡eran tres!
Tres hombres extraordinarios entre la habitación contigua y yo.
"Derek", dijo la voz severa de Samuel. "Seguro que le has dado un susto
de muerte".
"¿Qué quieres decir?", fue su aturdida respuesta. "No he hecho nada".
"Cuando le dijiste que detrás de ti, la puerta de la izquierda", se burló
Samuel. "Sonaba como si estuvieras dirigiendo el tráfico y no hablando con
nuestra nueva amiga".
"¡Eso no fue lo que pasó!", replicó Derek.
"¿Eso crees?", replicó Samuel.
"Sé amable", dijo la tercera voz. "Por lo que me has contado, anoche fue
todo muy intenso. Sabes, para ser un profesor tan famoso, a veces resultas
tan frío...".
"Qué coño. Siempre soy amable", refunfuñó Derek.
Escuché los retazos de conversación mientras la confusión se
arremolinaba en mi mente. Parecían buenas personas, pero al mismo tiempo
estaban allí de pie como tres dioses esculpidos y yo era... la única mujer.
Mis pensamientos se interrumpieron cuando me miré en el espejo. Tenía
el pelo rubio hecho un desastre, la piel inflamada y las mejillas rojas. El
poco maquillaje que me había puesto el día anterior se había borrado con el
sudor y, a través de los botones abiertos de mi camisa larga, podía ver las
ligeras marcas rojizas de la fusta de Derek.
Con una mirada así, no era de extrañar que Derek se mostrara frío
conmigo. En cuanto me vio así, probablemente se arrepintió de haberme
follado la boca de aquella manera. Me invadió la tristeza y me dejé caer en
el retrete para hacer mis necesidades.
Cuando terminé, me lavé la cara con agua fría y luego pensé en un plan.
Saldría, les daría las gracias por la velada, cogería mi ropa y no volvería a
dar la cara.
Ese plan descarriló en el momento en que salí del baño y Samuel estaba
allí esperándome. Las palabras murieron en mi garganta cuando me cogió
del brazo y me dedicó una sonrisa brillante y cálida.
"No estábamos seguros de cuándo te despertarías ni de qué tipo de cosas
te gustaba comer por la mañana", dijo Samuel mientras me llevaba a la
cocina. No pude detenerle ni pensar mientras me sentaba en el taburete
junto a Derek. Contuve una mueca ante la presión que sentía entre las
piernas.
"Te hemos preparado algo", dijo el tercer hombre, poniendo delante de
mí un plato con huevos revueltos, beicon y tostadas. "Pero si prefieres otra
cosa, no tienes más que pedirlo".
"Yo...", intenté hablar, pero las palabras se me atascaron en la garganta.
La ansiedad que sentía en el pecho se propagaba y apenas podía respirar,
por no hablar de pensar. Enfrentarme a aquellos tres hombres altos y
preciosos sabiendo que dos de ellos me habían visto desnuda y me habían
follado duro era una tarea imposible. Lo mismo ocurría con comer algo; se
me revolvía el estómago en cuanto veía la comida.
Tenía que salir de allí.
Entonces Derek tomó la palabra.
"¿Cómo te encuentras?", preguntó, y aquellos ojos oscuros me clavaron
en el taburete. "Anoche fue la primera vez que te follaron, ¿verdad?".
Mis mejillas se encendieron y entonces el tercer hombre se inclinó para
darle a Derek una palmada en el hombro.
"¡Derek! Por el amor de Dios, esta mañana eres gilipollas", dijo.
Aquellos brillantes ojos azules se posaron en mí y una amplia sonrisa se
iluminó en sus carnosos labios. "Yo soy Matt. No le hagas caso. Suele estar
de mejor humor después de tener buen sexo, el problema es que habíamos
terminado su café habitual. De todas formas, ¿cómo te encuentras?
¿Necesitas algo?"
Me quedé mirando a Matt estupefacta, con la mente vacía. Era
guapísimo y su voz era suave y profunda, como el calor que desprende un
osito de peluche. Desde luego, no era el tipo de voz que yo esperaba de un
hombre de su tamaño.
"Estoy bien", le expliqué suavemente. "Lo siento, pero creo que debería
irme ya. Debería volver a mi dormitorio". Apoyé un brazo en la encimera
para levantarme del taburete, pero la mano grande y cálida de Derek se
posó en mi muslo desnudo. Aquel contacto fue como una descarga eléctrica
y me estremecí ligeramente, luego me quedé inmóvil.
"No", respondió Derek. "Lo siento, perdóname. Matt tiene razón,
anoche tuviste muchas experiencias nuevas y no te irás de aquí hasta que
estés bien nutrida".
"Eso es cierto", replicó Samuel, después de comerse una tostada.
"Cuidarse después de una velada como la de anoche es muy importante y
puede que ni siquiera esté relacionado exclusivamente con las
consecuencias del sexo. Desde luego, anoche te hicimos pasar por mucho".
"Exacto", añadió Derek, asintiendo. "Así que deja el culo ahí aparcado y
come algo".
No podía ser verdad. Aquellos hombres no solían preocuparse por las
chicas como yo. Si solo hubiera sido Derek, habría podido atribuirlo a una
casualidad, una anomalía del mundo que me había concedido unas cuantas
veladas maravillosas, pero ¿esto?
Los tres, mirándome como si fuera algo digno de ver. Increíble.
"¿Os estáis burlando de mí?", solté antes de poder contenerme. "Es una
broma, ¿verdad?".
La tostada de Samuel se detuvo a medio camino de su boca y el agarre
de Derek sobre mi muslo se tensó ligeramente.
"¿Perdona?", preguntó.
"Se trata de compasión, ¿no? Te despertaste y te diste cuenta de que te
habías llevado a una gorda a la cama, así que ahora finges compasión para
superarlo, ¿verdad?". En cuanto empecé a hablar, no pude parar. La
ansiedad de mi pecho explotó y alimentó mis pensamientos de pánico.
"¡Todo esto parece una broma y no puedo pensar que os atraigo de
verdad!".
¿Qué otra realidad podía existir?
16
CHARLOTTE

E l silencio era ahogador.


Se me hinchó el pecho por mi arrebato y tuve que cerrar las
manos en puños para controlar el temblor mientras me enfrentaba a
aquellos tres hombres. Samuel y Matt intercambiaron una mirada que hizo
que el corazón me saltara a la garganta.
"Charlotte", dijo Derek, y lo miré con recelo. "Creo que eres preciosa y
no me arrepiento de nada...".
"¡No!", espeté, incapaz de contenerme. "¡Deja de decir eso porque sé
que no es verdad! Hay chicas guapas en nuestra clase y yo desde luego no
lo soy, y lo comprendo bien, ¡así que deja de fingir! Esto no es más que un
juego, una manera de conseguir la compasión de la gorda a la que nadie
presta atención".
Algo parecido al arrepentimiento empezaba a crecer en mis entrañas.
Nunca debería haber estado en el aula sola aquel día con Derek. Ahora yo
no era más que una broma. Los pensamientos continuaban sin cesar, el
ruido en mi mente era casi abrumador, además me dolía el cuerpo. "Así que
adelante, ríete, haz lo que quieras, pero yo...".
"¡No!", jadeó Derek con tanta fuerza que me quedé mirándolo,
boquiabierta. "¡Claro que no crees que seas guapa, Charlotte, lo comprendo
y me duele, pero no te atrevas a intentar decirme lo que debo o no debo
pensar!".
El calor me recorrio de pies a cabeza como una ducha caliente en un día
aún más caluroso.
"Creo que eres guapa, y punto. Samuel también lo piensa, y Matt seguro
que también". Samuel y Matt murmuraron de acuerdo. Luego continuó. "He
dado un millón de lecciones en otras tantas clases y tú captaste mi atención
de inmediato. Antes de verte en clase te vi en el Club Tango, así que no
puedes quedarte ahí y decirme cómo pienso, solo porque tu percepción de
las cosas esté sesgada". Derek se enderezó ligeramente, pero su mano
seguía firme y abrasadora sobre mi muslo.
"Hay que ser una mujer increíble para hacer que Derek se arriesgue a
algo así, teniendo en cuenta que acaba de ser absuelto por una investigación
interna", añadió Matt. Se sentó en uno de los taburetes y apoyó las manos
en la encimera mientras Samuel le ponía una tostada en el plato.
"Desde luego, no puedo opinar sobre el resto de las chicas que asisten a
la universidad, pero cuando te vi anoche, no pude apartar los ojos de ti. ¿O
has olvidado las ganas que tenía de comerte?". Samuel frunció el ceño y
una leve sonrisa rozó sus labios.
Hablaban como si fuera lo más natural del mundo, pero no sonaba a
verdad y, desde luego, a mí tampoco.
"Y una mierda", solté. "Los hombres como vosotros no van detrás de
chicas gordas como yo salvo por desafío o diversión. Simplemente para ver
qué pasa".
"Siempre utilizas esa palabra, gorda, en sentido despectivo, como si
fuera algo malo", observó Derek. "Yo veo a una chica bien formada, con
unos pechos magníficos y amplios, un trasero de muerte y unos muslos
entre los que quiero enterrarme de día y de noche".
"Estás delirando", murmuré, con la voz apenas por encima de un
susurro, y a medida que aumentaba el estruendo en mi mente, las lágrimas
empezaron a escocerme detrás de los ojos.
"Charlotte, aún no me conoces bien, pero algo en lo que destaco es en
tener el control de mis decisiones y acciones, y no me gusta que me hagan
sentir que estoy cometiendo un error". Su mano se apartó de mi muslo y
luego se levantó bruscamente. Antes de que pudiera reaccionar, me pasó
una mano por el pelo, me obligó a levantarme y me estampó de cara contra
la encimera.
Grité y apoyé las manos en el mármol, intentando reaccionar a su
agarre, pero algo en mi interior se resistía. En el mismo instante en que
tomó así el control sobre mí, la ruidosa agitación de mi mente empezó a
desvanecerse.
"Derek...", intervino Samuel, pero levantó una mano hacia su amigo.
"Charlotte, comprendo que estés nerviosa y confusa. Ayer fue un día
muy ajetreado y puede que te cueste conectar lo que sentimos con lo que
crees que deberíamos sentir, pero te diré ahora mismo que no me arrepentí
en absoluto, al contrario."
El ardor de las lágrimas seguía calentándome los ojos, e intenté decir
algo, como que se equivocaba y no se daba cuenta; sin embargo, antes de
que pudiera hacerlo, su mano me azotó de repente el trasero desnudo y
chillé. El dolor y el fuego se encendieron en mi nalga derecha mientras
luchaba por resistirme a su agarre.
"A Samuel le encantó follarte anoche". Otro azote y otra llamarada de
calor. "Creo que eres preciosa y quiero oírte decirlo".
"No", bramé, "no quiero...". La parte de mí que, presa del pánico, quería
huir de aquel piso y no volver jamás, tan asustada de que no hubiera sido
más que una travesura nocturna, se silenció bruscamente.
Me avergonzaba que me obligaran a ponerme a noventa grados sobre la
encimera como una niña traviesa y recibir azotes, pero de una forma que no
comprendía, me estaba ayudando. Cada azote desmenuzaba las capas de
ansiedad de mi mente y no dejaba más que un silencio necesitado.
"Hazlo", me ordenó Derek con firmeza, y otro azote firme y con las
palmas abiertas golpeó mi trasero. El fuego me lamió la piel y grité, pero él
no se detuvo. Me dio tres azotes más en el culo y jadeé con cada bofetada.
"¡Por favor!", jadeé, mientras Derek me agarraba con más fuerza el
pelo.
"¿Por qué me ruegas?", preguntó Derek. "Por favor, ¿puedes decirme
que me crees? Tu percepción de ti misma distorsiona tu aceptación de otros
puntos de vista. Nosotros te encontramos jodidamente caliente y te cuesta
aceptarlo".
Otro azote y esta vez se me saltaron las lágrimas. La abrumadora verdad
de las palabras de Derek era difícil de aceptar.
"¿Quieres admitir que tu arrebato se debe a la ansiedad y la
incertidumbre, y que prefieres admitir que no puedes aceptar que puedas
gustarle a alguien?". Dos nalgadas más y mi culo estaba ardiendo.
"¡Sí!", grité de repente. "¡Lo siento... siento haber levantado la voz!".
"No te disculpes por lo que sientes", dijo Samuel suavemente, con su
tierna voz, desde algún lugar a mi izquierda. "Pero si nos dijeras cómo te
sientes en lugar de convertir esos sentimientos en acusaciones, entonces
podríamos ayudarte de verdad".
No me salían más palabras. Cada golpe de la mano de Derek había
calmado lentamente mi mente, y el único consuelo que me quedaba eran las
lágrimas, el fuego en el trasero y una sensación dolorosa en el pecho.
Derek había dicho una gran verdad, pero aceptar aquellas palabras era
difícil.
"¿Entonces?", dijo, pasando su áspera palma por mi trasero expuesto,
provocando un siseo entre mis dientes. "Dilo por mí, Charlotte".
"Tú...", tragué con dificultad. "De verdad crees que soy guapa".
"E?"
"Y me cuesta... aceptar que realmente pienses eso, pero eso no significa
que no sea verdad". En el instante en que terminé aquellas palabras, rompí a
llorar y jadeé suavemente contra la encimera. La mano de Derek abandonó
mi pelo y, de repente, me encontré abrazada a él.
"Buena chica", murmuró y luego me besó en la frente.
Me aferré a su cuerpo, agarrándome a él mientras me invadía un
arrebato de emoción. "Y de todas formas, lo siento".
Aquellas palabras me hicieron detenerme y levanté la cabeza para
mirarle.
"Por... ¿Qué?", le pregunté.
"Debería haber estado más atento a tu bienestar mental y emocional, y
por eso te pido disculpas. Era de esperar una oleada de emociones intensas
después de algo tan profundamente físico y mental como lo de anoche, y
debería haber estado más preparado".
Aquella disculpa inesperada significaba mucho para mí, así que volví a
sumergirme en su hombro y me quedé allí hasta que pasó la oleada de
lágrimas. Había vuelto de una ansiedad irreprimible a una calma total en tan
poco tiempo. Además, debería haberles hecho caso y haber intentado
aceptarme más.
"Vale", dijo Derek suavemente, apartándome de su cuerpo y
cogiéndome la barbilla con una mano. "Si tuviéramos una sesión de BDSM,
ahora me pondría de rodillas y te metería la polla hasta la garganta y te
obligaría a disculparte por semejante arrebato, pero supongo que en este
caso no sería justo".
Parpadeé.
"¿Obligarme a disculparme?"
"Pusiste en duda mis creencias y perturbaste el desayuno con semejante
exabrupto. Eso no es muy educado, ¿verdad?".
Negué lentamente con la cabeza.
"Entonces... ¿Qué tal si te pones de rodillas y montas un buen
espectáculo chupándole la polla a Matt en vez de a mí? ¿Le enseñas lo que
se perdió anoche?
Miré a Matt, que parecía sorprendido por aquellas palabras.
"De acuerdo", respondí.
Estaba igual de guapo y estaba claro que no tenía ningún problema con
lo que había pasado allí la noche anterior.
"Buena chica", murmuró Derek.
Gemí suavemente. "Odio esa frase".
"¿Prefieres otra cosa?"
Me detuve justo al lado de las piernas de Matt y lancé una mirada a
Derek, luego me arrodillé.
"Me gusta cuando dices que soy tu perrita".
"Entonces, perrita sea", dijo.
Mientras tanto, Matt se estaba quitando los pantalones. Eran pesados,
como los que te esperas de un motociclista, y al cabo de unos instantes su
polla quedó libre. Era un poco más fina que la de Derek, pero más larga y
ya medio dura.
"Ver los azotes me excitó un poco", admitió mientras se agachaba para
acariciarme la cara. Luego, con el pulgar, me secó las lágrimas y yo le
sonreí, consintiendo su contacto.
Aún no sabía exactamente cómo chupar una polla como es debido, ya
que normalmente era Derek quien tomaba la iniciativa, así que esto era
nuevo.
Cogí su polla con la mano y la acaricié un par de veces con firmeza. La
polla de Matt se hinchó inmediatamente contra mi palma y me recorrio un
pulso de placer. Había algo estimulante en poder hacer sentir bien a un
hombre tan atractivo. En aquel momento, yo tenía aquel poder.
Esa idea me acompañó mientras me acomodaba entre la calidez de los
muslos de Matt y me llevaba lentamente su polla a la boca.
Sabía ligeramente salada. Me concentré en mover la lengua por la punta
hinchada y luego por la parte inferior del tronco. Relajar la mandíbula era
difícil, pero con una mano apoyada en el muslo de Matt y la otra firme en la
base de su polla, conseguí concentrarme en aquel objetivo. Con cada
embestida, me metía en la boca uno o dos centímetros más hasta que me
llegaba a la garganta, luego me retiraba y besaba la punta antes de repetir la
acción.
Me dejé llevar por el ritmo y, al poco rato, las grandes manos de Matt se
deslizaron por mi pelo. Empezó con un ligero apretón e inmediatamente un
escalofrío recorrio todo mi cuerpo.
El ligero agarre de Matt se convirtió rápidamente en un apretón, y
empezó a introducir sus caderas en mi boca, llegando a lo más profundo de
mi garganta con cada golpe. A mi alrededor, tanto Derek como Samuel
profirieron ruidos de agradecimiento, y mi pecho se hinchó de orgullo.
Lo estaba haciendo bien.
Relajé la mandíbula y Matt tomó el relevo, meciéndose rápidamente en
el calor de mi boca mientras empezaba a emitir gemidos graves y
estruendosos.
Cerré los ojos y me concentré únicamente en asegurarme de respirar
cuando podía, permitiendo que Matt me follara la garganta tan fuerte como
podía.
Treinta segundos de rápidas embestidas y me sacudió hacia delante,
enterrándome la polla en la garganta y aplastándome contra su ingle. Su
polla se estremeció dentro de mí y luego un torrente de calor inundó mi
garganta cuando se corrio. Matt me mantuvo así durante unos largos
segundos y los últimos chorros de su semen inundaron mi boca.
Tragué rápidamente y me aparté de su polla con un jadeo, resollando
con fuerza.
Cuando levanté la vista, los tres me miraban con ojos sombríos, y al
dolor palpitante que me recorría el trasero, ya que había estado de rodillas
todo ese tiempo, se añadió un escalofrío en el alma.
Aceptar que ese era mi futuro sería difícil, pero, Dios mío, era tan
tentador.
Haley nunca se lo habría creído.
17
CHARLOTTE

V olví a mi dormitorio como una mujer cambiada y me sentía genial.


Derek, Samuel y Matt no me habían dejado salir del piso hasta
que habían logrado juntos llevarme a otro orgasmo, más lento y
suave a causa de mis músculos doloridos, y luego me habían llevado de
vuelta al campus. Nos habíamos despedido únicamente cuando la zona se
había vuelto muy concurrida, para evitar que me descubrieran, y luego
había caminado el resto del camino.
Estaba en la luna, rodeada de la maravillosa sensación de ser deseada,
algo que nunca había podido tener.
La situación se arruinó en el momento en que entré en mi dormitorio y
Haley se abalanzó sobre mí desde su lado de la habitación.
"¡Charlotte!", gritó con fuerza. "¿Dónde has estado?"
Sus manos se posaron bruscamente sobre mis hombros y, aunque me
estremecí ante su repentino ataque, permaneció demasiado cerca de mi
espacio personal.
"¡Haley! ¿Qué demonios te pasa? ¿Te estás volviendo loca?"
"¿Yo?", gritó más fuerte. "¡Tú eres la que no volvió a casa anoche!".
Ah, tenía razón.
Para ser sincera, esperaba que Haley hubiera pasado la noche con Paul y
no se hubiera dado cuenta de mi ausencia, pero al mirarla a la cara me di
cuenta de que no me importaba lo que pensara. No como antes.
En el pasado, había soñado con tener mi primera vez con un chico y
luego correr a ver a mi mejor amiga para contarle todos los detalles
sensuales y pedirle consejo sobre qué hacer a continuación. Sin embargo,
mi primera vez había sido muy diferente y no quería compartir nada de eso
con ella.
En el fondo, sabía que no podía hacerlo por el bien de Derek también,
por el bien de todos ellos, ya que me había dicho que los tres estaban dando
clases en la universidad.
"Bueno, estaba con un chico", expliqué por fin.
Haley se quedó tan asombrada que rápidamente me encogí de hombros
y me dirigí hacia mi cama. Dejé la bolsa en el suelo, busqué ropa limpia y
una toalla y, cuando me volví hacia ella, ya había reanudado la
conversación.
"¿Un chico?"
Intenté no ofenderme por la absoluta incredulidad de su tono de voz.
"Sí".
"¿Y quién es?"
"Nadie que conozcas". Era una mentira necesaria, y una burbuja de
vértigo se elevó en mi pecho por tener que guardar un secreto tan sucio. Era
mío y solo mío, y nadie me lo iba a arrebatar.
"Mentira, conozco a todo el mundo", dijo Haley.
"No, y de todas formas no me creerías aunque te lo contara". No pude
contener una sonrisa maliciosa, y los ojos de Haley se abrieron de par en
par cuando pasé junto a ella.
"Me preocupaba que te hubiera pasado algo. No me llamaste ni me
mandaste mensajes, ¿y ahora me dices que saliste con un tío?". Se apartó el
pelo de la cara con rabia mientras yo me volvía hacia ella con una leve
sonrisa.
"Sí. En realidad, tengo que agradecértelo a tus vaqueros, así que...
gracias".
Haley jadeó y su mirada de asombro me acompañó todo el camino hasta
la ducha. Era mi mejor amiga, pero los acontecimientos de la última semana
me habían hecho replantearme muchas cosas.
¿Era por el sexo? ¿O era porque Derek y sus amigos me habían tratado
con tanto respeto y amabilidad que de repente ahora reconocía a los que no
lo hacían?
Fuera lo que fuese, por una vez en mi vida me sentí bien.
Esa sensación duró hasta más tarde, cuando, mientras estaba de
compras, mi móvil se iluminó con otra llamada de mi madre. Había
ignorado sus innumerables llamadas y mensajes, pensando que se referían a
que tenía que ir a su casa el fin de semana. Sin embargo, cuando el tono de
llamada retumbó con fuerza en la sala y una señora mayor me regañó, me di
por vencida.
"Hola, mamá".
"¡Charlotte! Estaba muy preocupada por ti".
"¿Qué?" Fruncí el ceño, estudiando una hilera de paquetes de pasta. "¿Y
por qué?"
"Haley me llamó anoche para ver si habías vuelto a casa, por eso", soltó
mi madre.
El mundo se me vino encima.
¿Haley había llamado a mi madre? Ni siquiera sabía que tenía su
número.
"Bueno, no sé por qué lo ha hecho, mamá, pero estoy bien".
"¿Dónde estuviste anoche? Sabes, Charlotte, empiezo a preocuparme de
verdad por lo que te traes entre manos. No es seguro que una chica como tú
actúe de forma tan imprudente".
"¿Una chica como yo?"
"Los hombres pueden aprovecharse de ti", arremetió mi madre. "Ven a
una chica gordita y creen que pueden hacer lo que quieran, ¡y he leído en
Internet sobre todas las drogas que circulan en las fiestas!".
"Yo no voy a fiestas, mamá". Me costó contener el suspiro que se
apoderó de mi pecho mientras ella continuaba, exteriorizando la misma
confusión interior que yo misma sentía a menudo.
Era fácil ver dónde habían empezado mis problemas de autoestima.
"¿Dónde estabas?"
"Estuve fuera hasta tarde", respondí, "estudiando. Los exámenes de fin
de curso se acercan más deprisa de lo que crees y yo solo intentaba
adelantarme. Haley es... muy aprensiva". O estaba intentando meterme en
un lío, lo cual no me sorprendió en absoluto.
Me decidí por un paquete de espaguetis, lo saqué de la estantería y lo
puse en el carrito, luego seguí por el pasillo.
"No estoy segura de creerte, Charlotte. Estar en ese lugar es una mala
influencia para ti".
"Escucha. Volveré a casa este fin de semana y podrás comprobar por ti
misma que estoy bien. Puedes comprobar si tengo marcas de agujas en los
brazos, si mi aliento huele a alcohol y cualquier otra cosa que te haga sentir
mejor, pero mamá... estaría bien que confiaras en mí por una vez. En lo que
respecta a mi vida y mis decisiones".
"Oh, Charlotte". Mi madre soltó una risita irónica. "No eres lo bastante
lista para saber cuándo tomas las decisiones correctas".
Al oír sus palabras, una punzada me recorrio el pecho y me mordí el
labio con fuerza para controlar la familiar oleada de disgusto que me
invadió. Mi madre era muy cariñosa con las palabras.
"Si tú lo dices", respondí con dificultad. Al doblar la esquina del
siguiente pabellón, tropecé de repente con la alta figura de un hombre. Él
sonrio sorprendido. Grité y di un traspié hacia atrás, solo para que su mano
me agarrara del brazo y me sostuviera.
"¿Charlotte?", jadeó preocupada mi madre, pero apenas la oí mientras
levantaba la vista para ver con quién me había tropezado. Mis disculpas
murieron en mis labios al darme cuenta de quién era.
"Lo siento, mamá, ya te llamaré", murmuré, y luego colgué.
"¿Jonathan?"
Mi exnovio, Jonathan Hughes, estaba de pie frente a mí, ajustándose las
gafas que se le habían torcido por el impacto. Desde la última vez que lo
había visto, tenía el pelo negro mucho más largo, pero la montura metálica
y la sonrisa torcida y ladeada eran exactamente iguales.
"¡Charlotte!"
"¿Qué... qué haces aquí?".
"¿Qué quieres decir?" Jonathan frunció el ceño: "Estoy de compras. Es
lo que suele hacer la gente en un supermercado como este".
"Quiero decir en la ciudad", insistí. "No vives aquí, ¿verdad?", le
pregunté.
De repente me asaltó la repugnante idea de que Jonathan se había
mudado allí mismo, y la idea de tener que cambiar de supermercado solo
para evitarlo me llenó de angustia.
"No, no, solo estaba...". Jonathan me interrumpió y de repente me
mostró su característica sonrisa entre dientes. "En fin, me alegro de volver a
verte, Charlotte".
"La última vez que hablamos me llamaste cabrona", solté, y el calor se
encendió en mis mejillas.
"Estabas siendo precisamente eso", replicó con ese tono suyo tan
tristemente habitual.
"¿Solo porque quería dejarte, ya que siempre me hacías sentir como una
mierda?". Las viejas heridas estaban a punto de reabrirse, y volver a ver su
rostro reavivó todos los malos recuerdos de su tiempo juntos.
Demasiado a menudo había encontrado formas de bloquearme en algún
sitio intentando meter las manos donde yo no quería. Demasiado a menudo
acabábamos peleándonos porque la palabra "no" no formaba parte del
vocabulario de aquel imbécil.
"No lo recuerdo así". Jonathan sonrio con demasiada facilidad. "Pero
aun así, me alegro de verte. Tienes muy buen aspecto".
Me enderecé y un reflejo incómodo hizo que se me contrajeran los
músculos abdominales. Aferré el móvil y volví a coger el carrito.
"Bueno, ahora si no te importa...".
Empecé a pasar junto a él, pero Jonathan se colocó rápidamente delante
de mí.
"¿En serio?" Me lanzó una mirada y me entraron ganas de vomitar.
"¿De verdad qué?"
"¿Crees que a mí todo eso me parece bien?".
Oh, Dios. "Jonathan, tengo que ir de compras...".
"Porque sabes que he estado pensando mucho en ti, Charlotte". Siguió
hablando, ignorando mis palabras, pero era algo que siempre hacía. "Te
echo de menos a ti y a lo que habíamos construido. Había sido realmente
genial, ¿no crees? Y ahora siento que ha pasado suficiente tiempo como
para poder perdonarte tu actitud".
Un escalofrío me recorrio la espina dorsal y apreté con más fuerza el
carro. "¡¿Mi actitud?!"
"Sí, claro". Ladeó la cabeza y sus gafas se deslizaron un centímetro
sobre su nariz. "Te gustaba la idea de ir a la universidad y entiendo que eso
volviera loco a cualquiera".
"No estaba actuando como una loca, simplemente estaba...".
"Vamos, Charlotte, estabas atrapada en todas esas típicas emociones
femeninas, y sé que eso puede desanimar a las chicas como tú, pero no
puedes negar que estábamos bien juntos". Se acercó y se inclinó más hacia
mí. "¿No lo crees?"
Hostia puta. No me cabía en la cabeza cómo había conseguido salir con
aquel gilipollas durante tanto tiempo. Otra cosa que había hecho para
contentar a mi madre.
"Jonathan, no importa..."
"¿Qué es eso?", espetó de repente.
Una sacudida de ansiedad me atravesó como un rayo. Jonathan me
miraba fijamente al cuello y yo me llevé una mano al cuello con cautela.
"¿Qué es... qué?", le pregunté.
"En el cuello, ¿es un chupetón?". Su mano se soltó y me agarró de la
muñeca, acercándome a él mientras levantaba la otra para comprobarlo.
Sin embargo, antes de que pudiera tocarme, una mano más grande
surgió de mi izquierda y se enroscó firmemente en su brazo. Le hizo
retroceder un paso y Jonathan soltó un sonoro chillido.
"¡Quita las manos de la señorita!", exclamó una voz profunda y familiar.
Cuando levanté la vista para ver quién nos había interrumpido, me dio un
vuelco el corazón.
Matt estaba de pie sobre mí, como una sombra amenazadora, y su rostro
parecía una tormenta.
"¿Quién coño eres?", gruñó Jonathan.
Matt se inclinó sobre mí, con su ancho pecho presionando con fuerza
contra mi espalda.
"Soy el que planea romperte la muñeca si no le quitas las manos de
encima ahora mismo".
18
MATT

E l pequeño macarra que se acercaba a Charlotte parecía arremeter


contra ella, pero yo estaba preparado para intervenir. Era más bajo y
con más garra que yo y habría bastado un puñetazo para tirarlo al
suelo como un gilipollas, allí mismo, en el pasillo del supermercado. Lo
habría hecho con gran placer.
Su brazo se retorció ligeramente contra mi palma, pero mi agarre era
férreo y seguiría siéndolo hasta que aquel idiota apartara las manos de
Charlotte. No sabía en qué me había metido, pero desde luego no iba a
permitir que nadie le hablara así.
Nos miramos fijamente durante un largo instante y finalmente solté la
muñeca de la chica. Esperé un segundo más antes de soltarle el brazo.
"¿Quién coño eres tú?", volvió a ladrar el gilipollas, y rápidamente
rodeé a Charlotte para interponerme entre ella y aquel gamberro.
"Te lo he dicho, el que te va a romper la muñeca, así que quítate de en
medio antes de que cumpla mi promesa aunque sea por diversión", solté.
El tipo abrio mucho los ojos e intentó mirar a Charlotte por encima de
mí, pero yo me movía cada vez para mantenerla fuera de su vista.
Afortunadamente, el tío captó la indirecta y se dio la vuelta, escabulléndose
por el pasillo y desapareciendo de mi vista. Me volví rápidamente hacia
Charlotte y le ofrecí mi sonrisa más dulce mientras ella me miraba con los
ojos muy abiertos.
"¿Estás bien? ¿Te ha hecho daño?", le pregunté.
"No", contestó, sacudiendo la cabeza mientras su pelo rubio se
balanceaba sobre sus hombros. "Quiero decir que sí, que estoy bien. No me
ha hecho daño".
"¿Quién coño era ese tío?"
"Jonathan, mi ex". El rostro de Charlotte se contorsionó de asco y una
punzada de ira me calentó las entrañas.
"Lo siento". Levanté una mano y me froté la mandíbula, echando un
vistazo al pasillo del supermercado. "Si he ido demasiado lejos, te pido
disculpas. Cuando vi que te ponía las manos encima... no pude quedarme al
margen".
En cuanto la había visto, una inesperada oleada de celos posesivos se
había agolpado en mi pecho y había querido impedir que aquel imbécil
tocara a alguien que no le pertenecía.
Ahora ya no era suya.
"No, no te preocupes, en realidad has hecho lo correcto".
Miré a Charlotte, que seguía mirándome con aquellos adorables ojos tan
abiertos. Sus mejillas estaban empolvadas de un suave rosa. Me sentí bien e
inmediatamente recordé lo dulce que había sido con sus mejillas sonrojadas
y mi polla en su garganta.
Sonreí. "Me sentiría mejor si me permitieras acompañarte el resto de tus
compras. Nunca se sabe".
"Oh, si te hace sentir mejor, me gustaría".
Cuando me puse a su lado, noté que respiraba hondo, probablemente
para calmarse. Aunque no quería insistir en el tema, puesto que me había
asegurado que estaba bien, no iba a perderla de vista.
"¿Compras aquí a menudo?", preguntó, dirigiéndose al pasillo de los
congelados.
"De vez en cuando", respondí. Es útil porque algunas cosas solo las
encuentro aquí. Hay unos fideos orientales estupendos.
"¿Ah, sí?"
"Sí, definitivamente deberías...". Me interrumpí cuando el bolsillo de
Charlotte se iluminó con un fuerte tono de llamada. Sacó el móvil y se le
curvó la boca al ver lo que aparecía en la pantalla. Silenció rápidamente el
teléfono y se lo volvió a meter en el bolsillo.
"¿Tu ex?"
"Peor, mi madre", gimió.
No quería ser indiscreto, pero aquella chica me fascinaba. Cuando
Derek y Samuel me habían dicho que habían encontrado a una chica muy
interesante, de la que Derek prácticamente se había enamorado, no sabía
qué esperar. Con el estrés de la investigación y el riesgo de perder su
trabajo, esperaba que intentara mantenerse alejado de los problemas, pero
entonces me di cuenta de que ella podría serle útil para descargar su estrés.
Desde luego, no esperaba a una estudiante, pero Charlotte había captado mi
atención desde el momento en que apareció, vistiendo solo la camiseta de
Derek.
"Mi madre es bastante mandona", continuó, y le hice saber que la estaba
escuchando. "Incluso desde que era pequeña, era muy estricta,
extremadamente religiosa y se preocupaba mucho por la perfección de todo.
Empeoró cuando murio mi padre y yo apenas tenía trece años. Se volvió un
poco tiránica y yo no era más que una hija decepcionante a sus ojos".
"Dios mío, lo siento mucho".
Se me apretó el pecho de compasión y me acerqué a ella mientras
avanzábamos hacia los cajeros automáticos.
"No te preocupes, no pasa nada". Charlotte apartó mi preocupación. "Es
que ella es así. Odia que haya entrado en la universidad de Brown, odia que
haya venido aquí a la residencia, y me llama por teléfono todos los fines de
semana para pedirme que vaya allí...". Me interrumpió y fruncí el ceño
cuando el color rosado de sus mejillas se volvió rojo.
"No he ido allí", dijo finalmente. "Así que me está dando la lata para
que vaya allí este fin de semana. También cree que me drogo, así que hemos
llegado a la locura".
No pude contener una pequeña carcajada.
"¿Y de verdad te drogas?"
"¿Drogarme?" Charlotte me miró mientras apilaba la compra en unas
bolsas. "A sus ojos, claro. ¿En la realidad? No. A menos que uno lo
confunda con bellos sentimientos de felicidad y cosas así... bueno, ya
sabes...".
Su rubor aumentó aún más.
Tenía una cara preciosa, no podía negarlo, y había algo tan genuino en
ella que deseaba abrazarla y cuidar de aquella rubia sin cesar.
Una vez fuera, la brisa fresca no hizo nada por amortiguar el calor que
sentía en las venas, y llevar pantalones de cuero y una chaqueta pesada no
ayudaba en absoluto.
"¿Te llevo a casa?". Charlotte se aferró a sus dos bolsas de la compra y
escrutó el aparcamiento mientras yo empezaba a guiarla poco a poco hacia
donde había aparcado.
"Si no es mucha molestia para ti. Seguro que se ha ido, pero no me
gustaría volver a encontrarme con Jonathan".
"A mí tampoco me gustaría que te ocurriera", coincidí, mientras guiaba
a Charlotte de vuelta a mi moto.
Para mi decepción, sus facciones se entristecieron.
"¿Vas en moto?"
"¿Los pantalones y la chaqueta de cuero no te han delatado?", dije
sonriendo.
"Bueno... la verdad es que no lo había pensado. En realidad, yo..." Bajó
la mirada hacia sí misma y luego de nuevo a la moto, y supe lo que quería
decirme incluso antes de que lo hiciera. Se le notaba en la cara.
"Creo que debería ir a pie. Tengo dos bolsas de la compra y pesan
mucho...".
Hizo una pausa y un sentimiento de comprensión recorrio mi corazón.
No era el peso de la bolsa lo que le preocupaba, sino ella.
"Charlotte". Liberé suavemente las bolsas de sus dedos y las cargué en
el gran portaequipajes del asiento trasero de mi moto. "Confía en mí. Sigue
ese hilo aventurero que te hizo comportarte tan pecaminosamente la
primera vez que nos vimos. Ven a subir conmigo a esta moto. Te mantendré
a salvo".
La mejilla de Charlotte se puso decididamente roja, pero finalmente
asintió.
Se subió un poco la falda larga, se acercó a mí y le ofrecí la mano. En
cuanto nos tocamos, una sensación de hormigueo me recorrio la palma de la
mano y, cuando se colocó conmigo en la moto, mi corazón latió desbocado.
No sabía por qué, pero pocas chicas habían tenido un efecto semejante
en mí. La ayudé a atarse el casco y, al arrancar la moto, le acaricié el brazo.
"Agárrate fuerte", murmuré. Charlotte se aferró a mí mientras la moto
arrancaba.
Cruzamos las carreteras sin ninguna preocupación. Al principio
Charlotte estaba muy tensa y se apretaba contra mi pecho, pero luego,
mientras conducía, empezó a relajarse. Cuando señaló que estábamos cerca
del dormitorio, sentí que confiaba en mí más que nunca.
Sin embargo, en lugar de conducir directamente hasta sus habitaciones,
me desvié hacia un parque situado unas calles detrás de unos edificios y
aparqué en un lugar apartado, detrás de unos árboles; a menudo aparcaba
allí porque era un lugar desconocido y podía mantener la moto lejos de
miradas indiscretas.
Charlotte se quitó el casco, que le había despeinado, mientras yo me
quitaba el mío, y los coloqué a ambos en la moto.
"Ha sido... ¡Increíble!", exclamó. "Nunca había montado en una moto".
"Me alegro de que lo hayas disfrutado", murmuré en su oído,
acariciándola y ella se estremeció contra mí.
Su cuerpo se tensó contra mi agarre como si siguiéramos montando en
moto y mantuve el brazo alrededor de su cintura.
"Matt... gracias".
"¿Te han gustado las vibraciones?", me burlé suavemente de ella. "Toda
esa potencia entre tus piernas... ¿Te ha excitado?".
"Oh, Dios...", balbuceó Charlotte, y yo sonreí, hundiendo la cara en su
pelo y respirando el aroma de su champú afrutado. "Ha sido... ha sido
precioso", susurró.
Manteniendo una mano firmemente alrededor de sus caderas, deslicé la
otra dentro de su falda.
"¡Matt!", chilló Charlotte, apartándose de mí. "¡No deberíamos!"
"¿Quieres que pare?", pregunté suavemente, deslizando de nuevo las
manos hacia dentro y metiéndolas en sus bragas. Le acaricié la piel suave y
lisa y, cuando no respondió, bajé hasta su coño caliente.
En cuanto me introduje entre sus pliegues, mis dedos se humedecieron.
Charlotte jadeó ansiosamente y se aferró a mi brazo mientras yo
apretaba los labios contra su cuello caliente.
"Entonces, ¿quieres que continúe? Siento lo mojada que estás. ¿Es por
la moto o porque te has aferrado a mí?".
Acaricié más profundamente su coño, rozando su agujerito y subiendo
de nuevo. Le toqué el clítoris hinchado y jadeó.
"Alguien podría vernos", exclamó, pero finalmente dejó escapar otro
gemido.
"Que miren". Seguí acariciando y provocando su clítoris en círculos,
luego de arriba abajo y en zigzag, y cada vez que Charlotte gemía, yo
retrocedía.
Al cabo de unos instantes, empezó a rendirse a mis caricias y su cabeza
volvió a caer contra mi hombro, rindiéndose por fin al placer.
"Oh, Dios", jadeó Charlotte, "estoy tan cerca, voy a...".
Aumenté la fuerza de mis dedos y froté repetidamente su clítoris. Justo
cuando empezaba a retorcerse entre mis brazos, introduje dos dedos en su
interior y empecé a follarle el coño. Charlotte soltó un fuerte chillido y
luego tembló como una hoja, corriéndose un segundo después. No dejé de
tocarla durante su orgasmo hasta que se desplomó hacia delante, jadeando
pesadamente.
"Joder...", exclamó Charlotte.
"Derek me dijo que respondes bien a la estimulación. No ha sido
demasiado, ¿verdad?".
"No, no...", negó rápidamente con la cabeza, luego se apartó lentamente
de mí y se volvió para mirarme. "Fue... electrizante".
"Me alegro mucho".
Le di un ligero beso en la frente, le entregué las bolsas de la compra y se
alejó con piernas tambaleantes.
Su presencia era absolutamente embriagadora y me estaba volviendo
adicto a ella.
19
CHARLOTTE

C on el fin de semana a la vuelta de la esquina, la perspectiva de tener


que enfrentarme a mi madre después de todo lo que había hecho era
cada vez más desalentadora. Haley también me trataba con
desconfianza. Estaba claro que no creía lo que le había dicho sobre dónde
había estado aquella noche y, sinceramente, no me importaba.
Si creía que era una mentirosa, era mejor que decir la verdad.
Caminar por los pasillos de la universidad me parecía diferente de lo
habitual. Sentarme en el aula y pasar allí los días me hacía sentir igual de
diferente. En el mismo edificio había tres profesores guapos que me habían
visto desnuda y que parecían muy interesados en mí.
El ambiente que me rodeaba había cambiado, estaba segura de ello.
Eso añadía un toque de excitación a mi día, sobre todo cuando tenía
clase con Derek.
Una mañana, llegaba tarde porque no había sonado el despertador,
cuando alguien me agarró del brazo y me arrastró fuera del pasillo, hasta
una pequeña habitación. Cada grito que intentaba escapar de mis labios era
bloqueado por una gran mano que se apoyaba en mi boca. Me golpeé contra
unas estanterías y el corazón me dio un vuelco al encontrarme cara a cara
con... él.
En cuanto le reconocí, bajó la mano y yo resoplé, ahogando una
pequeña bocanada de aire.
"¡Me has asustado!", siseé y Derek sonrio.
"Un poco de miedo nunca hace daño a nadie", respondió, manteniendo
la voz baja.
"Sí, pero haces que se me suba el corazón a la garganta de esa manera".
"No es la primera vez que lo hago", replicó.
Estaba completamente concentrada en aquel cuerpo musculoso que me
apretaba, atrapándome contra las estanterías.
"¿Qué haces?", exclamé.
Era una situación increíblemente arriesgada para los dos, y Matt había
dejado muy claro que Derek tendría que comportarse de forma impecable
tras la investigación.
Se daba cuenta de que yo era una excepción.
"No me gusta saber que otros hombres se te han acercado", gruñó en
voz baja, y a pesar de sus intentos de mantener la voz baja y tranquila, era
un sonido increíblemente sexy.
De repente, sus dedos rozaron mi falda y me acariciaron el muslo
mientras hablaba. La confusión se arremolinó en mi pecho.
Derek desapareció de mi vista un momento mientras me aferraba a las
estanterías que había detrás de mí; luego, con una mano, me bajó las bragas.
En aquel momento estaba demasiado excitada por la idea de que me tocara
como para preocuparme de que me pillara.
"¿Te refieres a Matt?"
¿Sabía Derek lo que su amigo y yo habíamos hecho en la moto?
Claro que lo sabía. Parecían contárselo todo, pero no me había dado
cuenta de que se suponía que Matt estaba fuera de mi alcance. ¿Se suponía
que Derek y yo éramos exclusivos? No, definitivamente no, después de lo
que me había hecho hacer con los otros dos.
Me introdujeron bruscamente un pequeño objeto ovalado en el coño y
chillé suavemente ante semejante intrusión. Todo se selló con un beso de
Derek y el calor me recorrio de la cabeza a los pies, luego volvió a subirme
las bragas y me miró a la cara.
"No es Matt", señaló. "Jonathan. El asqueroso de tu ex".
Eso tenía mucho más sentido.
"Mis amigos, en cambio, están bien. Te entrenaremos juntos, pero
cuando decido entrenar e instruir a alguien, espero su plena dedicación, sin
distracciones". Los fuertes dedos de Derek me agarraron la barbilla y mi
corazón dio un salto.
"Tienes toda la mía", reiteró.
"Jonathan no importa. No siento nada por él. ¿Qué demonios me has
metido?".
"Un regalito", se burló Derek. "Te mantendrá ocupada".
La sensación de tener algo dentro de mí era extraña, tanto que cambié
de posición, intentando averiguar cómo no saldría de mí en cuanto
empezara a andar.
En realidad, sin embargo, parecía haberse deslizado dentro.
Mi mente se detuvo entonces en otra cosa que había dicho Derek y
levanté la mirada hacia él.
"¿Entrenarme? ¿Para qué?"
"Para que te conviertas en una buena chica, por supuesto".
"Odio que me llames así", gemí suavemente. "Yo, al contrario, necesito
ser una chica mala".
"Mis disculpas", respondió sonriendo. "Quería decir mi perrita
obediente. ¿Así está mejor?"
Asentí rápidamente, y entonces Derek se inclinó hacia delante,
estampándome un casto beso en la frente.
Cuando se inclinó hacia mí, sostenía un pequeño mando a distancia
negro. Pulsó un botón blanco en forma de cruz y el objeto que había dentro
de mí empezó a vibrar de repente. Chillé e inmediatamente me tapé la boca
con la mano.
"Espero que durante la lección seas capaz de controlarte mejor, y que
bajo ninguna circunstancia te permitas darte placer hasta que yo te lo diga",
murmuró Derek, y con eso se marchó.
La puerta se cerró suavemente tras él y me quedé helada, con las
rodillas temblorosas, mientras leves vibraciones seguían atravesando
implacablemente mis paredes internas.
¿Cómo podía permanecer concentrada en aquel estado?
La lección se convirtió en una pesadilla. Esperaba que al sentarme
tendría más control sobre el manejo del juguete sexual, pero, por el
contrario, este presionaba con fuerza contra un manojo de nervios
excitantes en mi interior que ni siquiera sabía que existían. Las vibraciones
tenían un volumen lo bastante bajo como para que nadie más pudiera oírlas,
pero me estaban conduciendo dolorosamente hacia un orgasmo que estaba
conteniendo con cada gramo de concentración que tenía.
Derek me acechaba desde la primera fila de la clase, sujetando el mando
a distancia del vibrador mientras pronunciaba una conferencia de la que yo
no entendía ni una palabra. De vez en cuando, el juguete sexual aumentaba
la fuerza de sus vibraciones y yo levantaba la vista para ver que me miraba
fijamente.
Fue la única lección en la que agradecí que Haley hubiera permanecido
concentrada en su smartphone todo el tiempo, sin prestarme atención. Me
miraba de vez en cuando me daba la vuelta, escribiendo furiosamente notas
inútiles para intentar distraerme, pero no decía ni una palabra.
Cuando sonó la campanilla, indicando el final de la lección, el alivio
nunca fue tan bienvenido.
El corazón me latía con fuerza, todo el cuerpo me temblaba ligeramente
y tenía las bragas empapadas. Me entretuve, guardando tranquilamente mis
cosas porque no confiaba en ponerme en pie. Obviamente, Haley no me
esperó. Salió de la clase en cuanto sonó el timbre y esperé a que el aula
estuviera vacía antes de acercarme a Derek.
"¿Cómo te encuentras?", me preguntó en cuanto me acerqué a él.
"Cachonda", respondí sin aliento, y se me encendieron las mejillas.
"Esto ha sido un castigo por no hablarme de Jonathan".
"No esperaba verle aquel día", respondí, luchando por no retorcerme.
"Rompí con él incluso antes de venir a la universidad".
"No lo sabía". Derek empezó a pasearse de un lado a otro. "¿Hay algún
otro ex del que deba preocuparme?"
"No, no hay ninguno".
"¿Crees que te mereces que te deje tener un orgasmo?". Se detuvo frente
a mí, mirándome fijamente con aquellos ojos oscuros que me sujetaban
como si fuera su marioneta.
"Sí", respondí al instante, alimentada por el cálido dolor que sentía entre
las piernas. Al fin y al cabo, Derek había determinado que aquello era un
castigo y que debía hablarle de Jonathan, así que me lo merecía.
Pero entonces cambié mi respuesta.
"No", exclamé, conteniendo un gemido. Aunque solo fuera eso, quizá
así Derek apagaría al menos aquel maldito vibrador. Me miró con
desprecio, luego se arrodilló y desapareció bajo mi falda.
De repente, su lengua caliente presionó contra mis bragas empapadas,
ejerciendo una presión muy deseada sobre mi clítoris, y reprimí un débil
gemido. No me importaba que alguien pudiera entrar, ni siquiera me
importaba que no me permitieran correrme. En cuanto Derek me bajó las
bragas y empezó a lamerme, perdí el control.
"Estás muy mojada", gimió debajo de mí, y la consiguiente presión de
su lengua caliente sobre mi coño fue todo lo que necesité para llegar al
límite.
Me corrí con un chillido mientras me tapaba la boca con las manos para
contener mis gemidos. Sus manos se aferraron con fuerza a mis muslos y
luego me estrechó contra él mientras me estremecía por el orgasmo,
cabalgando sobre las olas de placer que hacían que me temblaran las
rodillas y me palpitara el corazón.
Me abrazó hasta que dejé de jadear y el zumbido del vibrador cesó por
fin.
Derek reapareció frente a mí y me lamí los labios, jadeando con fuerza.
"No te he dado permiso para correrte", me dijo con voz severa.
Un escalofrío de calor me recorrio la espina dorsal y negué lentamente
con la cabeza. "No, pero... ¡Me has tendido una trampa! Me has estado
masturbando con esa cosa desde el principio de la clase!".
"Simplemente tienes que aprender a controlarte mejor". Pasó sus largos
dedos por una de mis mejillas sonrosadas y luego se acercó a mi oreja.
"Te veré esta noche, Charlotte. Practicaremos sobre este mismo punto".
20
CHARLOTTE

C uando Derek hacía una promesa, la cumplía.


Estaba de rodillas en medio de la habitación, y cada parte de mi
cuerpo temblaba.
Me habían puesto un collar de cuero suave, al que habían enganchado
una correa que bajaba por mi espalda y se conectaba a un gancho anal que
Samuel había lubricado a fondo antes de deslizarlo en mi culo.
Derek me había introducido un plug en el coño y, si inclinaba las
caderas hacia delante, podía frotarme contra el vibrador cerca del clítoris.
Era una vibración potente y provocadora que me podía llevar rápidamente
al orgasmo si me concentraba en ella.
Si entonces inclinaba las caderas hacia delante en busca del placer, mi
cuerpo ejercería un tirón sobre el gancho que tenía clavado en el culo, pero
este a su vez tiraría del collar, dejándome sin aliento. Había sido
ingeniosamente diseñado para que tuviera un control total sobre mis
movimientos, y lo que era más, el leve roce del juguete contra mi clítoris
era una tortura.
La idea de lo que podría conseguir si simplemente inclinaba las caderas
hacia delante me provocaba, pero la pregunta era: ¿merecía la pena, ya que
me quedaría sin oxígeno y con el culo en llamas?
El ligero y seductor roce del vibrador sobre mi clítoris me estaba
volviendo loca.
Cedí unos instantes e incliné las caderas hacia delante contra aquel
juguete sexual. Inmediatamente, mi cuerpo fue empujado contra el gancho
anal, obligando a mi agujero a abrirse alrededor del hierro mientras el collar
se cerraba alrededor de mi garganta. Aquel movimiento me impidió emitir
el delicioso gemido que había surgido en mi garganta al concederme el
dulce alivio de las vibraciones firmes y constantes contra mi clítoris. Si
hubiera podido resistir unos largos segundos, me habría corrido.
El placer recorrio todo mi cuerpo, extendiéndose de la cabeza a los pies,
mientras movía las caderas hacia delante con todas mis fuerzas,
persiguiendo el orgasmo y golpeando el suelo con las uñas. Estaba cerca,
jodidamente cerca, y sin embargo, justo cuando estaba segura de que
alcanzaría el clímax de mi deseo, la falta de aire en mis pulmones me nubló
la vista y mis brazos flaquearon. Me detuve al instante, abandonando la
vibración del juguete sexual e inhalando un poco de aire mientras las
cálidas manos de Derek me agarraban la barbilla.
"Oh, Charlotte. Perseguir tu propio placer es el camino equivocado, por
lo menos en este caso".
"Por favor", gemí roncamente, jadeando. "¡Estoy a punto de correrme!".
"Lo sé, cariño, pero las cosas buenas llegan cuando esperas mucho
tiempo". Me acarició el pelo con las manos y me dio un ligero beso en la
frente. "Ahora acércate a Samuel, que se está masturbando, y chúpale la
polla antes de que desperdicie todo ese semen corriéndose encima, y luego
hablaremos de tu recompensa".
Obedientemente, me acerqué a Samuel, que me recibió con una sonrisa.
Sus manos se hundieron en mi pelo y su polla se me metió en la garganta
antes de que pudiera devolverle la sonrisa mientras escuchaba la
conversación de Derek y Matt.
"Era una especie de amenaza, creo", dijo Derek. "Una estúpida nota
para intentar asustarme".
"Apuesto a que fue ese gilipollas de Paul", replicó Matt. "El muy cabrón
ni siquiera sabe lo que hace".
"Puede ser. De todas formas lo he tirado. No quiero distracciones, sobre
todo ahora que tenemos a Charlotte".
Mientras Samuel se hundía repetidamente en mi garganta, una mano
cálida rozó ligeramente mi espalda cubierta de sudor y me empujó hacia
delante. Era difícil concentrarse en otra cosa mientras tenía la polla de
Samuel en la boca, pero habría reconocido el toque de Derek en cualquier
momento. Se había vuelto familiar y cuando empezó a masajearme los
hombros, gemí.
Las yemas de sus dedos se movieron a lo largo de la correa hasta el
gancho de bola enterrado en mi culo. Rastreó su borde y luego deslizó dos
gruesos dedos en mi húmedo y mojado coño, y jadeé profundamente.
"Mierda", gruñó Samuel. "La forma en que gime me vuelve loco". Me
apretó el pelo y empezó a empujar con más fuerza.
Estaba flotando con toda su longitud en mi garganta, los dedos de Derek
en mi coño y el roce de aquel vibrador provocándome.
Samuel se corrio a los dos empujones y mi boca se inundó con su
esperma. Lo tragué rápidamente, chorro tras chorro, hasta que se apartó de
mí y jadeé. Me cayeron unas gotas en el labio inferior y miré a Samuel, que
se inclinó hacia delante y me las lamió. Luego me besó, vertiendo su semen
en mi boca.
"Ni una gota desperdiciada", me elogió Samuel en voz baja. "Buena
chica".
"No", replicó Derek antes de que pudiera expresar mi decepción. "No le
gusta. Mejor llámala perra obediente. Le gusta mucho".
"Qué buena perra obediente", sentenció Samuel, y de repente Derek
introdujo sus dos dedos profundamente en mi coño. Me arqueé hacia atrás
con un grito mientras él me agarraba la barbilla con la otra mano y tiraba de
mí aún más hacia atrás.
"¿Tienes idea de lo increíblemente puta que eres ahora mismo?".
"¡No!", grité, pero no me importó. Ya no me ponía nerviosa estar
desnuda delante de ellos, actuando como una zorra en celo. Ya no tenía
miedo de que alguno de aquellos hombres se burlara de mí y me tocara. Me
sentía hermosa. Era yo la que les hacía sentir bien, la que les dedicaba su
tiempo y su atención. Nadie más, solo yo, y aquel conocimiento me
provocaba una enorme excitación.
"¿Crees que te mereces correrte ahora, Charlotte?", me preguntó, sin
dejar de sujetarme la barbilla.
"No", jadeé, sin saber si esa era la respuesta que buscaba.
"Vamos, joder", hizo Derek. "No te habrás corrido ya, ¿verdad?".
"¡No!"
"¿Has obedecido mis instrucciones?"
"¡Sí!"
"¿Complaciste a todos?"
"Sí..."
"¿Así que ahora mereces correrte?" Los ojos oscuros de Derek brillaban
divertidos y su sonrisa me calentó la entrepierna. Sin embargo, no estaba
segura de cuál era la respuesta correcta.
"Se lo merece", intervino Matt. "Nos ha demostrado lo obediente que
puede ser. Ahora le toca a ella".
Me lamí los labios, luego Derek asintió y me soltó. Caí hacia delante
sobre las manos y de repente me tocaron por todas partes. Las manos de
Matt se encargaron de quitarme el collar, Samuel estaba detrás de mí para
quitarme el gancho del culo y desconectar el vibrador, y Derek empezó a
acariciarme las tetas.
"Charlotte", dijo. "Dígame de nuevo tu palabra de seguridad".
"Títere", jadeé.
"¿Y si no pudiese hablar?".
"Puño con el pulgar y el meñique en el aire".
"Esa es mi chica lista".
Sus palabras eran tan dulces y cariñosas que me hicieron sentir
orgullosa de mí misma.
De repente, juntos, me levantaron del suelo y me colocaron sobre la
mesa; apenas tuve un momento para intentar reaccionar antes de que Matt
me agarrara de los muslos y me mantuviera las piernas abiertas con sus
fuertes brazos.
"Llevo toda la noche viendo cómo ese gancho te abre el culo", gruñó.
"Ahora será mío".
Su polla bien lubricada se introdujo de repente en mi culo, abriéndome
de par en par de un rápido empujón. Sentí un dolor agudo y luego se me
escapó un grito exasperado mientras me llenaban en el único lugar donde
nunca esperé que me tomaran. Un segundo después, Samuel se colocó en
posición y, de un golpe seco, introdujo su enorme polla en mi coño.
En aquel momento solté otro grito ahogado por la garganta y la mano de
Derek me acarició la mejilla.
"¿Estás bien?", me preguntó.
Estaba llena, incapaz de respirar mientras tomaba dos.
Las manos de Matt me agarraron los muslos mientras Samuel se
balanceaba sobre la mesa. Era demasiado e insuficiente al mismo tiempo y,
por un momento, ninguno de los dos movió un músculo. Cada uno esperaba
mi aprobación para continuar.
"Estoy bien", jadeé, "continuad"".
Me faltaron las palabras cuando Samuel y Matt empezaron a follarme
en serio.
En aquel momento, no había forma de que se detuvieran: uno empujaba
dentro de mi coño mientras el otro me follaba el culo, y eso bastó para que
mi orgasmo, que llevaba una hora esperando, alcanzara su culmen.
Apreté todos mis músculos con fuerza, luchando contra el placer, ya que
Derek aún no me había dado permiso, y tanto Samuel como Matt gruñeron
sorprendidos.
"¡Derek!", grité, "por favor, ¿puedo correrme?".
"Sí", me contestó al oído.
Vine con fuerza, mi visión se oscureció por la fuerza del placer que
estalló en mi interior. Los colores bailaban detrás de mis párpados mientras
mi piel hipersensible se encendía.
Estaba suspendida en un abismo luminoso y cada nervio de mi interior
ardía.
Una vez pasada la oleada inicial, me desplomé sobre la mesa, gimiendo
repetidamente mientras Samuel y Matt no interrumpían sus embestidas ni
un segundo.
Derek, para no quedarse atrás, levantó suavemente mi cabeza del borde
de la mesa.
"Abre la boca, cariño", me ordenó.
Obedecí, abriendo bien los labios para acoger su polla en mi garganta.
Empezó a follarme la boca con el mismo vigor con que Samuel y Matt
me follaban los otros dos agujeros, y me sentí en el paraíso; cada empujón y
embestida de sus pollas me llevaba más y más al éxtasis.
Cada uno de aquellos hermosos hombres perseguía rápidamente su
placer dentro de mi cuerpo.
Yo, mientras tanto, no quería que aquel momento terminara. Ser tan
deseada, oír sus gemidos desesperados y sus gruñidos necesitados, sentir
sus manos constantemente sobre mí, incapaces de dejar de tocarme, era una
sensación única.
Yo era su objeto de deseo y me encantaba.
Poco a poco, mi mente se quedó en blanco, mi atención se desvió de
todo y me concentré en las sensaciones que experimentaba.
Me dolía el cuerpo, me palpitaba el coño por haberme negado el placer
durante tanto tiempo, y cada polla que empujaba dentro de mí aumentaba
rápidamente su ritmo. Todos los hombres a los que adoraba se acercaban al
orgasmo y su atención hacia mí desencadenaba rápidamente en mí otro
orgasmo que se acercaba con fuerza.
Levanté ambas manos, una agarrando desesperadamente el antebrazo de
Derek y la otra encontrando consuelo en el hombro de Samuel. Eran mis
salvavidas y los aferré con fuerza, clavando las uñas en sus gruesos
músculos mientras mi segundo orgasmo rápido estallaba en mí como un
fuego artificial. Mi grito de placer se perdió en la polla de Derek dentro de
mi boca y en el momento en que mi cuerpo se puso rígido y me corrí, sentí
una oleada de calor en mis tres agujeros.
Mis tres hombres se corrieron conmigo.
Nos quedamos a la deriva, inmovilizados por el placer y la lujuria.
Los tres me habían reclamado, satisfaciéndome por completo.
21
DEREK

"¿C ómo te encuentras?"


Nuestra sesión había terminado con un orgasmo común y el
siguiente tratamiento había empezado inmediatamente.
Matt le había dado a Charlotte un baño caliente, mientras que Samuel le
había preparado comida rica en azúcar y mucha agua. Yo me había ocupado
de su cuerpo, revisándola para asegurarme de que estaba bien físicamente, y
luego me uní a ella en la bañera.
El agua estaba caliente y abundaba la espuma. Matt había añadido
aceites relajantes para los músculos con el fin de ayudar a Charlotte a
relajarse por completo después de una sesión de BDSM tan intensa.
"Me siento muy cansada", respondió perezosamente. "De todos modos,
estoy bien, aparte de dolerme en sitios que no sabía que podían dolerme".
"El sexo es un buen entrenamiento". Solté una risita suave. "¿Hay algún
aspecto de lo que hicimos del que quieras hablar? ¿Alguna parte en la que
te hayas sentido incómoda?" Charlotte se tumbó entre mis piernas y yo le
masajeé suavemente los hombros con cuidadosas presiones de la palma de
la mano y el pulgar.
"Mmm", gimió suavemente mientras su cabeza se inclinaba hacia atrás
contra mi hombro, sus párpados parpadeaban relajados a medida que el
calor la calmaba. "Yo no diría eso. Lo he disfrutado todo. Ha sido... ha sido
duro porque he tenido que mantener el equilibrio y ha sido frustrante
porque quería correrme, pero el collar tiraba demasiado de mí".
"Es parte del juego, si se puede llamar así. Las cosas buenas llegan a los
que esperan, como te dije antes".
"Oh, creo que al final incluso conseguí disfrutar de aquella frustración",
aclaró Charlotte. "Aunque fue raro y lo odié en ese momento, pero luego mi
orgasmo fue tan...". Levantó ambas manos del agua e imitó explosiones con
los dedos. "Intenso".
"Te lo merecías". Le di un masaje en la parte superior de los brazos y
bajé por ellos hasta agarrarle ligeramente las muñecas. Mi tacto se detuvo
allí y luego volví a llevar las manos a sus hombros.
"¿Será siempre así de intenso?" La cabeza de Charlotte giró hacia la
izquierda con un gemido bajo y no pude resistir ante la tentación de su
cuello a la vista. Me incliné hacia ella y la besé suavemente.
"No siempre. A menos que quieras que lo sea".
Me gustaba la intensidad, pero eso no significaba que Charlotte tuviera
que darme siempre lo que yo quisiera. Una relación de ese tipo también
consistía en dar y recibir.
"De todos modos, me gustó". Charlotte asintió: "Estos días han sido
duros".
"Tu pobre coño", bromeé, y ella se echó a reír a carcajadas.
"No tienes ni idea. Intentar sentarse en clase ha sido como apoyarse en
una colmena llena de abejas. Me hormiguea todo el cuerpo".
"No puedo imaginarme cómo ha sido. Ahora inclínate un poco hacia
delante".
Charlotte obedeció y le pasé las manos por la espalda, liberando la
tensión que sentía en sus músculos. Cuanto más masajeaba, más regular se
volvía su respiración, mientras sumergía las manos en el agua para trabajar
con ternura su espalda.
"No puedo creer que esté haciendo esto", murmuró Charlotte.
"¿Qué?
"Sentada aquí en una bañera, desnuda, con un hombre guapísimo".
"¿Sueles bañarte vestida?", dije para burlarme de ella.
"Vamos, ya sabes a qué me refiero". Charlotte soltó una risita y me
lanzó una mirada por encima del hombro.
"¿Necesitas otra explicación de lo guapa que me pareces?". Ni siquiera
me hubiera resistido a azotarla de nuevo si hubiera sido necesario.
"No, quiero decir que... ya casi no me reconozco. Todo lo que hice
contigo y con los demás... bueno... ahora parece que soy otra persona".
"¿Te molesta?" Volví a pasarle las manos por la espalda y ella se rindió
a mis caricias.
"No, me gusta. A veces me sorprende. La persona que era hace un mes
nunca habría hecho algo así, y ahora... nunca imaginé que el cambio que
deseaba hacer, fuera algo así".
Cuando mis manos volvieron a sus hombros, Charlotte se recostó contra
mi pecho y yo rodeé su cuerpo con mis brazos. Le di un ligero beso en la
nuca, la acaricié suavemente y sonreí.
"En lo que a mí respecta, me alegro de que hayas aceptado el cambio".
"Gracias. ¿Pero lo haces a menudo?"
"¿De qué manera?"
"¿Tú, Matt y Samuel... jugáis siempre con la misma chica?".
"En absoluto". Me acurruqué en sus rizos húmedos. "De hecho, es la
primera vez que lo hacemos como trío".
Charlotte se incorporó bruscamente. "¿En serio?"
"Sí, de verdad".
"¿Cómo es eso?"
"No puedo hablar por los demás, pero a veces las cosas simplemente
encajan. Los conozco desde hace años y me han apoyado en las buenas y en
las malas, así que si además quieren apreciar tu belleza y ayudarme a
conseguirte orgasmos múltiples, pues... por mí está bien..."
"Wow..." Charlotte suspiró y su piel calentada por el agua se puso de
gallina. "¿Desde cuándo os conocéis?"
"Desde que empecé a frecuentar la Brown. Mi casa está fuera de la
ciudad y los desplazamientos me estaban matando. Samuel me pilló una
noche durmiendo en el laboratorio de la universidad y me acogió aquí. Me
he quedado aquí desde entonces, al menos durante mis estudios. Matt
conoció a Samuel cuando estaban en el instituto. Los dos mejores amigos
que uno podría desear".
"¿Así que los tres sois íntimos?"
"Lo bastante unidos como para follar con la misma chica", bromeé, y
Charlotte se echó a reír. "Pero sí. También me cubrieron las espaldas
durante la encuesta sobre el alcohol, hicieron declaraciones sobre mi
reputación y lucharon por mí. Nunca podré pagárselo".
"¿Hablas de Paul, que te acusó de estar borracho en el trabajo?".
"Así es", confirmé. "Vio una botella de whisky en mi mesa. Fue muy
estúpido por mi parte y luego intentó chantajearme para que sacara mejores
notas. Le mandé a la mierda y se lo tomó a mal".
"Por Dios". Charlotte se volvió y me dio un ligero beso en la comisura
de los labios, todo lo que podía hacer en aquella posición. "Me alegro de
que tuvieras amigos de confianza a tu alrededor".
"Yo también", contesté.
Se hizo el silencio entre nosotros y me senté a los pies de la bañera,
absorbiendo el calor del agua durante unos largos instantes, hasta que
Charlotte se puso rígida.
"¿Te he oído hablar de algún tipo de... amenaza?"
"Nada de lo que tengas que preocuparte", respondí. "Simplemente una
estúpida nota".
"¿Qué era?"
"Hoy he entrado en mi despacho de la universidad, y alguien había
dejado una nota diciendo que mis días en Brown estaban contados. Por lo
visto, la historia aún no ha terminado". Me moví ligeramente por la bañera.
"En cualquier caso, una mierda así no me asusta".
"¿Qué crees que significa?" Charlotte se dio la vuelta agarrándose a mis
brazos y me miró con cara de preocupación.
"Nada", la tranquilicé. "Probablemente ese capullo de Paul intenta
ponerme nervioso con el tema del alcohol. Sinceramente, no me molesta".
"Hmm. Vale", comentó. "¿Sabes que él sale con mi mejor amiga?".
"Lo sé". Mis labios se crisparon ligeramente. "Tienes un gusto raro para
las novias".
"Ah, eso seguro", soltó una risita. "De todos modos, gracias".
"¿Por qué?"
"Por cuidar de mí".
"Charlotte... de ninguna manera podría descuidarte". Probablemente le
habría llevado mucho tiempo aceptar aquella verdad, pero no me importaba.
Tarde o temprano ocurriría.
Cuando el agua empezó a enfriarse, ayudé a Charlotte a salir y la sequé
con una toalla grande y suave. Luego comió la comida que Samuel había
preparado y la metí en mi cama para que durmiera. Por un momento se le
llenaron los ojos de lágrimas, lo que me hizo temer que tal vez algo fuera
mal, pero Charlotte simplemente estaba abrumada por la dulzura con que la
tratábamos. Entre sollozos me aseguró que eran lágrimas buenas y la besé
hasta que se calmó lo suficiente para dormirse. Se quedó dormida en cuanto
su cabeza tocó la almohada, pero me quedé veinte minutos en la habitación
para asegurarme de que dormía plácidamente, y luego fui al salón.
Matt estaba tumbado en el sofá, con un brazo apoyado en el respaldo.
Samuel estaba sentado con las piernas cruzadas en el sillón.
"Estamos corriendo un riesgo", dijo Matt cuando entré en el salón, "no
me malinterpretes, es un riesgo muy emocionante y no me arrepiento, pero
tenemos que ser conscientes de ello".
"Un paso en falso, alguien nos ve y toda la universidad sabrá que nos
estamos tirando a una estudiante", coincidió Samuel, y entonces la
expresión de su rostro se volvió más rígida.
"No... eso no tiene ningún sentido para mí". Me dejé caer en el sofá
junto a Matt y me recosté con un gemido bajo.
"Joder, además nos estamos encariñando demasiado con esa chica",
aclaró Samuel.
"Eso es verdad", respondí.
Nunca había reconocido esos sentimientos hasta aquel momento, pero
tenía razón; desde luego, ya no se trataba únicamente de sexo.
En mi pecho sentía un inesperado deseo por ella que crecía cada día que
pasaba.
"Cuidado, tío", se rio Matt. "¿Alguien está probando algo?"
"No, claro que no", señalé rápidamente, pero Samuel y Matt
intercambiaron una mirada de suficiencia.
"Lo único que sé es que Matt la dejó subir a la moto y a mí tampoco",
dijo Samuel.
"Porque no me fío de ti", observó Matt con una media sonrisa. "Te
conozco demasiado bien".
"Gracias, tío", respondió Samuel. "Pero, por cierto, Derek, en realidad
nunca nos lo has contado".
"¿Contarnos qué?"
"¿Qué te hizo elegir a Charlotte?"
Inmediatamente me vino a la mente la imagen de ella moviéndose entre
la multitud del Club Tango, sobre todo cuando movía la cabeza y esbozaba
aquella brillante sonrisa mientras su cabello dorado bailaba sobre su rostro.
"Bueno, si te soy sincero, la había visto en un club una noche antes, por
poco tiempo, y me había parecido simpática. Al día siguiente, en clase,
parecía la única persona auténtica que había allí, la única que me veía como
era y no como el profesor acusado de borracho". Me encogí de hombros y
miré a mis dos amigos. "Me cayó bien enseguida. Me gustan sus modales".
"No puedo discutirlo", convino Matt. "Pero te miro cuando estás con
ella y veo algo más. Eres mucho más cuidadoso con esa chica que con
Ángel".
Ángel era mi compañera de juegos habitual en un club BDSM que
solíamos frecuentar, pero no había pensado en ella en absoluto desde que
Charlotte me había llamado la atención.
"A Ángel le pagan por darme placer", expliqué para justificarme. "A
Charlotte no. Además, si me gustara tanto como dices, ya me la habría
follado. En cambio, tú lo hiciste y yo me limité a la boca. Por ahora no es
más que una hermosa diversión con la que jugar...".
La cara de Matt se transformó en una sonrisa.
"Ah, sí, claro. Tu regla de follarte únicamente a la gente que te importa.
Pero créeme, no sabes lo placentero que es el coño de Charlotte".
"Lo he saboreado", solté una risita.
"Deberías probarlo, tío", cortó Samuel, poniéndose en pie. Se llevó las
manos a la ingle, imitando el agarre de sus caderas. "La forma en que su
coño te aprieta y luego esos dulces gemidos que emite cuando está
disfrutando...". Ensanchó los ojos y gimió. "Estoy enamorado de esa
mujer", dijo riendo.
Matt se rio suavemente y yo le dediqué una sonrisa, pero en el fondo
sabía que habían percibido algo.
No se trataba de cómo era Charlotte en la cama, ni de su sonrisa, ni de
la tranquilidad que sentía cuando estaba cerca de ella... Era otra cosa.
Era la posesividad que había sentido en cuanto supe que su ex seguía a
su lado. Esa energía cruda y dominante que se había desatado en un
arrebato en el momento en que Matt me había contado su encuentro en el
supermercado. En aquel momento había empezado a sospechar que estaba
prendado de ella.
Charlotte era mía e iba a hacer todo lo que estuviera en mi mano para
que siguiera siéndolo.
22
CHARLOTTE

S ubí las escaleras de ladrillo de la pensión de mi familia con el corazón


en la garganta. Volver allí nunca había sido agradable y ninguno de
mis recuerdos de infancia había sido especialmente feliz. La mayoría
de los estudiantes eran felices cuando volvían a casa, encantados de
encontrar un entorno familiar lleno de recuerdos. Les recibían con los
brazos abiertos y entusiasmo, ya que sus padres les habían echado de
menos.
Para mí, sin embargo, nunca había sido así. Las horas que había pasado
en el autobús, respirando aquel olor rancio y entrecerrando los ojos ante los
constantes zigzagueos del conductor, me hacían odiar aún más el viaje. En
cualquier caso, la antigua Charlotte había muerto: me había convertido en
una estudiante atrevida que se acostaba con tres profesores y descubría que
el sexo era jodidamente increíble.
Sin embargo, en cuanto llamé a aquella puerta, volví a ser Charlotte, la
hija decepcionante que había abandonado a su madre y la había dejado sola
al frente de una pensión; la buena chica que nunca era del todo capaz y que
había roto el pobre corazón de su madre cuando había decidido terminar
con el gilipollas de su novio de toda la vida y huir a la ciudad en busca de
una educación mejor.
No importaba que estuviera estudiando la carrera que mi madre había
elegido, lo único que recordaba era mi abandono de ella.
En lo alto de los escalones, mi mano vaciló a pocos centímetros de la
puerta. Al otro lado me esperaba la vieja realidad y no estaba dispuesta a
enfrentarme a ella. Pero, por desgracia, el destino no estaba dispuesto a
esperar; la puerta se abrio de golpe y un hombre fornido con un larguísimo
bigote apareció antes incluso de que yo llamara...
"Un servicio espléndido, como siempre, Brenda. Hasta el mes que
viene". Luego, cuando me vio en la puerta, abrio mucho los ojos y se le
escapó una sonrisa desdentada bajo el bigote. "¡Charlotte!"
"Sr. Tomlinson".
El señor Tomlinson era cliente de la pensión desde antes de que yo
naciera, y siempre se detenía allí en sus viajes mensuales, que al parecer
eran buenos para su salud. Hacía tiempo que sospechaba que su amante
vivía por allí, pero no era de buena educación pedir información.
"Mírate. Hace tantos meses que no te veo", añadió. Siempre alegre y
educado, me dio una palmada en la espalda. "¡Hasta la próxima!", dijo, y
bajó las escaleras a toda prisa.
Apenas pude lanzarle una rápida mirada, mientras los penetrantes ojos
verdes de mi madre me observaban desde detrás del mostrador de la
recepción.
"Charlotte", dijo con todo el entusiasmo que yo habría esperado.
"Llegas tarde".
"El conductor del autobús tuvo que dar mil rodeos".
"Me da igual", soltó ella. Se apartó del mostrador y se alisó las manos
sobre su pulcro vestido azul a rayas. A diferencia de mí, mi madre era
delgada como una barra de pan y llevaba el pelo casi canoso
cuidadosamente recogido sobre la cabeza, sujeto con más alfileres de los
que cabría imaginar. En el pecho llevaba una cruz dorada, y sus arrugados
labios color ciruela se torcían a menudo en un mohín. "Mírate. Parece que
te acabas de despertar. Desde luego, no es un aspecto presentable,
Charlotte".
"Como te he dicho, han pasado días...".
"Ahora ponte detrás del mostrador de recepción. Tengo que desocupar
tres habitaciones en los próximos veinte minutos y aún tengo que terminar
de preparar la cena para los huéspedes que la han solicitado. Una pareja
quiere comer en su habitación y, aunque va en contra de la política de
nuestra empresa, me han dado una propina muy generosa, así que haré una
excepción con mucho gusto. Creo que la mujer está embarazada, así que la
complaceré".
La perorata de mi madre continuó como si yo no estuviera allí, dando
instrucciones, y cuando no me moví lo bastante rápido como para dejar la
maleta y correr detrás del mostrador, me agarró del brazo y me acompañó
hasta allí. Sus finos dedos me pellizcaron la carne del brazo y contuve una
mueca.
El mostrador de recepción era donde mi madre me habría tenido
siempre si no me hubiera escapado a la universidad.
"Entonces", dijo bruscamente. "¿Cómo van tus estudios? Aún no he
recibido tu boletín de notas".
"Ya te lo dije, en la universidad no dan cosas así", expliqué por enésima
vez.
Detrás del mostrador, todo estaba como lo recordaba: la grapadora
estaba junto a la caja registradora y la alfombrilla del ratón seguía siendo el
mismo panda descolorido que había estado allí prácticamente desde mi
infancia. Todos eran regalitos que mi padre le había hecho cuando abrieron
aquel local y ella seguía negándose a desprenderse de ellos.
"Bueno, ¿cómo voy a saber si te va bien en esa universidad, eh? ¿De
que estoy recibiendo lo que he pagado?". Me dirigió una mirada severa y
luego sus ojos bajaron hasta mis codos. Estaba a punto de pedirme que me
mirara el brazo, lo sabía.
"El hecho de que haya aprobado todos los exámenes y me hayan
aceptado para el año que viene ya debería ser prueba suficiente", respondí,
ofreciéndole una pequeña sonrisa.
Ella no correspondió.
"¿Cómo está Haley?" Mi madre se apresuró a entrar en la habitación
contigua antes de que yo pudiera siquiera contestar, y por un momento se
hizo el silencio.
Sin saber si seguirla o no, acabé dando esquinazo a dos invitados antes
de que ella se apresurara a volver y enarcara una ceja, esperando una
respuesta.
"Haley está bien", respondí.
"¿Sigue con ese buen chico, Paul?".
¿Buen chico? Como que no.
"Sí, mamá".
"Sabes, me haría sentir mucho mejor que tú también te consiguieras un
chico majo y agradable que cuidara de ti. No me gusta que andes sola por la
ciudad".
Luché contra el impulso de poner los ojos en blanco mientras ella se
afanaba en recoger papeles y comprobar cosas en el ordenador.
"No, mamá, no quiero ningún chico agradable". En cuanto a hombres
majos, eso era harina de otro costal...
"Bueno, quizá si empezaras a perder unos kilos, empezarían a fijarse en
ti".
"¡Mamá!"
"¿Mamá qué? Ni que fuera una ofensa". Se detuvo a mi lado y su
mirada inquisitiva me dio de lleno. Su expresión punzante hizo que se me
revolviera el estómago y el calor me recorrio la columna vertebral. "Perder
un poco de peso nunca ha hecho daño a nadie", añadió.
"Si tengo que hacerlo únicamente para que alguien muestre interés por
mí", solté, "entonces no quiero hacerlo".
"No seas tan impulsiva conmigo, Charlotte", replicó mi madre de
inmediato, y el arrepentimiento se abrio paso en mi pecho junto con la
culpa.
"Lo único que digo es que, de todas formas, me ha venido bien cambiar
un poco de aires", intenté de nuevo. "Ser un poco más valiente en la vida es
bueno para el alma, ¿verdad? Tú, por ejemplo, hace muchos años abriste
esta pensión. Es un salto que te hizo feliz y quizá yo también quiera hacer
algo parecido. Algo que me haga feliz".
"Abrir un negocio es algo respetable, Charlotte. Si se trata de otras
cosas, como la música o la pintura, entonces son simplemente formas de
arte. Te digo ahora lo que te dije entonces. El arte no es un trabajo y es una
estúpida pérdida de tiempo".
Me lo había inculcado desde que admití mi interés por la pintura. Seguía
siendo un deseo en mi corazón, pero hacía muchos meses que no tenía la
oportunidad de pintar. Luego continuó de nuevo.
"Dios mío, siempre estás tan grosera e irritable cuando vuelves de aquel
lugar".
Mi madre se llevó las manos al pecho y bajó la cara como hacía siempre
que quería mostrarme su decepción conmigo.
No había forma de ganar aquella discusión.
"Lo siento", dije.
"Tienes razón en sentirlo". Mi madre suspiró pesadamente. "¿Qué
demonios diría tu padre? Está mirando hacia abajo esperando estar
orgulloso de ti y en su lugar...". Me interrumpió, dejando la frase en
suspenso mientras una dolorosa ráfaga invadía mi pecho.
Había utilizado a mi padre contra mí muchas veces, más de las que
quería contar, y era la única baza que tenía y que yo nunca podría
contrarrestar.
Después de que se marcharan otros clientes, comimos distantes y, salvo
un comentario pasajero sobre que al día siguiente tenía que madrugar,
durante el resto de la velada me dejó en paz.
Toda mi vida lo había hecho para hacerla feliz, para ser la hija que ella
quería que fuera, pero al hacerlo había sofocado a la persona que realmente
era.
Sin embargo, Derek y los demás parecían ver ese lado de mí. Se
preocupaban y exploraban las partes de mí que habían mantenido al margen
durante mucho tiempo y eso me gustaba. Ojalá hubiera podido hablar de lo
que realmente echaba de menos con mi madre.
Probablemente se habría desmayado si se hubiera enterado de que no
solamente había roto mi juramento de no tener relaciones sexuales antes del
matrimonio, sino que además las estaba teniendo con tres hombres... al
mismo tiempo.
Habría sido un secreto que me habría llevado a la tumba.
Cogí mi antigua habitación, me acurruqué bajo las sábanas e intenté
ignorar el hecho de que todos mis viejos juguetes y libros seguían alineados
en las paredes.
Mi antigua habitación era como una máquina del tiempo y, aunque le
había sugerido a mi madre que la cambiara, aunque fuese para tener una
habitación más que alquilar, ella siempre se había negado en redondo. Cada
fin de semana volvía a aquella pequeña habitación que estaba siempre
cerrada y que me retrotraía a mi adolescencia y, de alguna manera, anulaba
mi crecimiento como persona adulta.
Siempre me había sentido pequeña e insignificante en aquel lugar.
Aquella vez, sin embargo, fue diferente. A última hora de la tarde,
mientras intentaba descansar y dormir, mi móvil se había iluminado con
varios mensajes de Derek, Samuel y Matt. Cada uno de ellos se había
mostrado comprensivo con mi imposibilidad de estar con ellos durante el
fin de semana y, aunque apenas llevábamos saliendo unas semanas, me di
cuenta de que los echaba muchísimo de menos.
Afortunadamente, a juzgar por los mensajes, aquel sentimiento era
compartido.
Samuel me había escrito que estaba aburridísimo y que no tenía nada
con lo que... jugar.
Matt me contaba que se había ido a dar una vuelta en moto y que echaba
mucho de menos tener a alguien como yo de pasajero. Derek, en cambio,
había sido mucho más directo, enviándome un mensaje bastante guarro
sobre lo que me iba a hacer con dos consoladores metidos dentro... tanto
que me sonrojé y metí el móvil debajo de la almohada. A pesar del rubor de
la vergüenza, era realmente estimulante ser deseada; nunca me había
sentido así en mi vida.
Al día siguiente, mi madre me puso inmediatamente a trabajar
limpiando las habitaciones de los huéspedes que acababan de abandonar la
pensión. Aunque era un trabajo duro, la mañana pasó rápidamente y me
alegré de tener una razón para no pensar en nada más. A la hora de comer,
todas las habitaciones estaban limpias y ordenadas, así que fui a la
recepción para comunicarle a mi madre que me tomaba un descanso.
Aquellas palabras murieron en mi garganta cuando bajé las escaleras y
vi que sonreía nada menos que a... Jonathan, cuyo rostro delgado se
transformó en una mueca en cuanto me vio.
"Jonathan, ¿qué demonios?" Se me cayó el estómago. "¿Qué haces
aquí?"
"¡Charlotte!" Mi madre se volvió hacia mí con una sonrisa tan ancha
que ni siquiera podía decir de qué color era el pintalabios que llevaba aquel
día. "Le he llamado y le he dicho que te lleve a comer".
"¡Qué! ¿Por qué has hecho eso, mamá?", tartamudeé.
Una molestia en la muñeca empezó a molestarme al recordar la última
vez que me había enfrentado a Jonathan en el supermercado.
"Bueno, anoche dijiste que te gustaría ser más atrevida", afirmó mi
madre. "Así que he pensado que te apetecería almorzar con un viejo amigo
mientras estás aquí".
No era un almuerzo con un viejo amigo y ella lo sabía perfectamente.
Jonathan era mi ex.
Era una trampa y, por la mirada de suficiencia de aquel gilipollas, ella
era muy consciente de ello. No me habría sorprendido en absoluto que lo
hubieran planeado juntos.
"No puedo", respondí rápidamente. "Tengo demasiadas cosas que hacer
aquí".
"Tonterías". Mi madre me agarró del brazo. "Me aseguré de que
pudieras tomarte tiempo para comer, y sería muy grosero que te negaras".
"No tengo hambre", repliqué.
"No puede ser. Charlotte, tú siempre tienes hambre".
"¡Mamá!"
"¡Deja de ser tan descortés y maleducada!".
Su agarre de mi brazo se hizo más fuerte y mi corazón se hundió al
saber que no tenía escapatoria.
Los lánguidos ojos de Jonathan se fijaron en los míos y dejé escapar un
pesado suspiro.
"Vale. Pero que sea un almuerzo rápido".
23
CHARLOTTE

"¿S egura que no puedo ofrecerte nada más?". Jonathan me dirigió una
mirada de expectación, como si yo debiera declarar mi deseo de
llevarme todo lo que estuviera a la vista en la cafetería. Aquella expresión
me erizó la piel, así que apreté un poco más el bocadillo.
"Está bien. Siempre que nos demos prisa". Por mucho que no quisiera
estar allí, no iba a perder la oportunidad de hacerles pagar el "almuerzo".
La camarera nos estudiaba de vez en cuando con una mirada cansada
que no encajaba del todo con la falsa sonrisa de sus labios. Llevábamos allí
veinte minutos y Jonathan no dejaba de importunarla con preguntas sobre
los bocadillos y los ingredientes. Yo solo podía ofrecerle una sonrisa
comprensiva cada vez que me miraba a los ojos.
Mi ex enarcó una ceja con incredulidad y, justo entonces, volví atrás en
el tiempo; cada vez que me invitaba a salir a algún sitio, me sentía juzgada
y nunca podía relajarme ni disfrutar.
El único resquicio de esperanza era saber que Derek y los demás nunca
me habían hecho sentir juzgada.
Me moría de ganas de volver a la ciudad.
Jonathan refunfuñó en voz baja y finalmente se conformó con tomar
también un postre. La camarera no podía ocultar su suspiro de alivio porque
por fin había terminado, y yo sentía lo mismo en el alma.
Aunque era injusto juzgar a la gente, todo en Jonathan me parecía peor
que antes... ahora que tenía a alguien con quien compararlo.
Mientras pagaba, eché unas monedas que tenía en el bolsillo en el tarro
de las propinas para disculparme por su comportamiento, y luego salí de la
cafetería y giré a la derecha para volver a la posada.
"Charlotte, espera". Me agarró del codo e inmediatamente aparté el
brazo.
"¿Qué pasa?"
"¿No quieres sentarte y quedarte aquí un rato más?", dijo indicando el
jardín del exterior.
Aunque el lugar era agradable, nunca podría quedarme más tiempo con
él.
"Prefiero caminar y volver a casa de mi madre", respondí.
"Ah, vale, ahora lo entiendo". Jonathan asintió con conocimiento de
causa. "Así quemas más calorías. Buena idea".
Me sentí irritada y decepcionada, así que me aparté bruscamente de él y
empecé a andar.
No tenía sentido rebatir sus palabras, ya que había discutido con él
demasiadas veces.
Me costaba creer que hubiera pensado siquiera en estar enamorada de
aquel chico.
La madurez significaba comprender que yo estaba hambrienta de
atención en aquel momento y que él estaba conmigo porque pensaba que
todo era más fácil con alguien como yo.
"¿Por qué estás aquí, Jonathan?", le pregunté mientras empezábamos a
subir la colina. "Dime la verdad".
"¿Qué quieres decir? Acabamos de ir a comer". Sus cejas fruncidas me
hicieron soltar un suspiro de fastidio.
"¿Rompimos o no te acuerdas? Tenía muy claro que ya no quería verte
ni pasar tiempo contigo, y mudarme a la ciudad debería haberlo evitado.
¿Cuánto ha pasado, dos años? ¿Y ahora estás aquí organizando comidas con
mi madre? ¿Qué intentas hacer?"
"Bueno..." Jonathan empezó a desenvolver su postre, poniéndose a mi
lado. "Quería disculparme. Por lo que pasó en el supermercado".
"¿Te refieres a cuando intentaste romperme la muñeca porque estabas
enfadado por cosas que no tenían nada que ver con nosotros?", repliqué.
"No quería romperte la muñeca, simplemente intentaba que me
escucharas. De todos modos, no importa. Quería pedirte disculpas".
"Deberías disculparte por todo el tiempo que pasamos juntos. Toda la
relación se caracterizó porque siempre intentabas ser un gilipollas y yo me
rompí...".
Cuanto antes volviera a la pensión, mejor.
"Eso no es justo", se rio Jonathan. "También nos divertimos mucho".
"¿Hablas en serio?", le lancé una mirada. "Recordamos las cosas de
forma muy diferente".
"Continúa, entonces". La irritación empezaba a permear su tono de voz
y volví a mirar hacia la carretera, calculando cuánto tiempo más tendría que
estar con él.
"¿Qué quieres decir?"
"Dime qué había de malo en nuestra relación".
"Jonathan". Mi irritación empezó a convertirse en ira. "¡Cuando
rompimos, hice exactamente eso! Te expliqué lo mucho que me molestaba
tu actitud, lo insensible que eras sobre mi aspecto. Que nunca respetaste mi
norma de no tener sexo solo porque tú estabas cachondo. Y ya sabes, todo
eso y el hecho de que me engañaste, son razones de peso".
"Yo no te engañé".
"¡Sí, lo hiciste!" Me detuve y me volví hacia él. "Fue todo horrible y me
alegro de que se haya acabado. Deberías seguir adelante, Jonathan, en el
sentido de reconstruir tu vida. Será más sano para ti".
"¿Ah, como tú?", se mofó y sus ojos se oscurecieron peligrosamente de
un modo parecido a la mirada severa que me dirigió en el supermercado.
"¿Qué estás insinuando?"
"¿Se supone que debo creer que fue una simple coincidencia que tu
profesor se abalanzara sobre ti para ayudarte aquel día? ¿Qué no te estaba
siguiendo como un cachorro perdido?".
"Hostia puta", gemí y el corazón empezó a latirme con fuerza. "Ya no
estamos en el instituto, Jonathan. Los profesores son diferentes en la
universidad y él intervino porque vio una situación desagradable. Y para
que quede claro, no necesitaba que me salvara, ya que eres patético. ¿Cómo
sabes que es mi profesor, que por cierto ni siquiera es mi profesor?".
"Porque investigué un poco sobre él". Jonathan se encogió de hombros
y dio un mordisco agresivo a su dulce.
"¡¿Realmente investigaste sobre él?!".
No podía creer lo que estaba oyendo. No solamente porque Matt era uno
de los hombres con los que me acostaba, sino también porque Jonathan se
había tomado tan mal su intervención en el supermercado que había llegado
a intentar averiguar quién le había impedido ser un gilipollas aquel día.
Me clavó una mirada de suficiencia mientras masticaba su postre y la
ira me subió a la garganta, caliente y agria, mientras el corazón me latía
desbocado.
"¡Eres un puto psicópata!", solté furiosa. "Aléjate de mí, de mi
universidad, de investigar a mis profesores, déjame en paz". Levanté la voz
para intentar dejar claro mi punto de vista, pero, para mi disgusto, se limitó
a mirarme divertido.
Esto me enfureció aún más y me marché enfadada, tirando la tarta, que
también había comprado para mí, a la papelera más cercana.
Mi apetito ya se había extinguido cuando habíamos entrado en la
cafetería para comer algo.
Ya no soportaba a aquella criatura asquerosa.
Cuando regresé a la pensión, mi ira aún no se había calmado y me dirigí
al interior con el corazón palpitante y la piel ardiendo. En cuanto vi a mi
madre, estallé de una vez por todas.
"¡Deja de intentar manipular mi vida!", le dije apresuradamente. Sus
ojos se abrieron de par en par y sus finos labios se apretaron cuando
continué. "¡Deja de intentar organizarme citas con gente a la que odio, deja
de menospreciarme por mi peso, deja de juzgarme porque estoy soltera! No
necesito un buen chico con el que salir, no necesito que me fastidies cada
segundo con tus bromitas, ¡y no necesito que me hagas sentir culpable
porque no puedo venir cuando estoy ocupada con la universidad! ¿Por qué
no puedes apoyarme por ser yo misma?".
"¡Charlotte!", exclamó mi madre en voz alta, interrumpiendo mi
diatriba, y yo tropecé con mis últimas palabras, tambaleándome. "¿Cómo te
atreves a hablarme así?"
"Hablarte con normalidad no parece funcionar", repliqué en tono
acalorado. "No puedo creer que hayas vuelto a intentar emparejarme con
esa serpiente".
"No es una serpiente. Es un chico adorable y pensé que te vendría bien
un poco de atención". Sus cejas se alzaron bruscamente y gemí en voz alta.
"¿Acaso me escuchas cuando hablo? Cuando rompí con él te conté lo
mal que me trataba y que incluso me engañaba. ¿No va eso en contra de
todas tus doctrinas religiosas? ¿Son cosas con las que estás de acuerdo?"
Me quedé mirándola cabreada.
"Oh, no seas tonta". Ella asintió, quitándole importancia a mis palabras.
"También he hablado de ello con su madre, y realmente creo que te has
pasado. No puedes permitirte ser tan exigente, Charlotte".
"¡Otra vez lo mismo!", grité. "Puedo ser tan quisquillosa como quiera.
Merezco a alguien que me trate bien y merezco una madre que me quiera
por lo que soy y no por la imagen retorcida, perfecta y de buena chica que
has intentado pintarme todos estos años."
"Charlotte..." Levantó una mano y se la llevó al pecho, con la boca
abierta por la sorpresa. "¿Qué demonios te ha hecho actuar así? Creo que es
hora de que te quedes aquí y te recompongas. La ciudad te está convirtiendo
en una terrible bruja histérica".
La ira me invadió por completo, ahogando mis palabras, y lágrimas de
frustración inundaron mis ojos.
"¡No!", conseguí decir por fin. "Ahora me voy. Vuelvo a la universidad
y no volveré aquí nunca más".
Me giré, mientras los pasos apresurados de mi madre se movían detrás
de mí.
"¡Charlotte, no seas tan tonta! No te estás comportando como de
costumbre y esta actitud mezquina debe cesar inmediatamente".
"Quizá esta actitud se deba a ti, mamá", solté furiosa. "Quizá estoy
cansada de que no me escuches. Quizá estoy condenadamente harta de
sentirme fuera de lugar en el único sitio que debería ser mi hogar".
El fuerte grito ahogado de mi madre al oír mis improperios me siguió
escaleras abajo mientras me dirigía furiosa a mi habitación; el hecho de que
estuviera allí no hacía más que poner de manifiesto lo cómoda que me
sentía en la ciudad con Derek y sus compañeros, y allí era donde quería
estar.
Mi lugar estaba en la universidad, con ellos, e iba a aferrarme a eso con
todas mis fuerzas.
24
CHARLOTTE

A mi regreso en universidad, esperaba desahogar mis frustraciones y


disgustos en una excitante sesión con Derek u otro de ellos. Por
desgracia, toda la semana tenía otros planes.
Con los exámenes a la vuelta de la esquina, mi carga de trabajo se había
duplicado y ni siquiera tenía tiempo para respirar, y mucho menos para
escaparme a una sesión sexy con uno de los hombres que adoraba.
La inminencia de los exámenes también había suavizado un poco a
Haley, que había dejado de hacer sus habituales gamberradas para
asegurarse de que iba al día con todas sus clases. Fue una grata sorpresa y,
después de tratar con mi madre y Jonathan, Haley era como un soplo de aire
fresco. Al menos ella, a diferencia de él, llevaba su uniforme de maleducada
como una insignia de distinción y sin hipocresía.
Sin embargo, a medida que pasaban los días, me encontré anhelando
una atención que no podía recibir, y la negación de dicho apetito alimentaba
los sentimientos de frustración que seguía experimentando después de haber
vuelto a casa con mi madre. Solo una vez había vislumbrado a Samuel
mientras caminaba por los pasillos entre clase y clase, pero como nuestras
asignaturas eran totalmente diferentes, no tenía forma de saludarle
adecuadamente. No vi a Matt en ningún momento y las dos clases con
Derek de aquella semana terminaron demasiado pronto.
Intenté apaciguar mi soledad rastrera con mensajes de texto, pero la
conversación era insulsa y cada vez que un mensaje pasaba más de un par
de horas sin ser leído, empezaba a invadirme la paranoia.
¿Me había equivocado? ¿Haberme ido el fin de semana había dado a
los chicos la oportunidad de replantearse cómo se sentían y qué estábamos
haciendo juntos? ¿Habían cambiado de opinión?
Sin nadie con quien hablar del complicado arsenal de sentimientos que
se acumulaban en mi interior - y sin tiempo para hablar de ello con los
chicos a los que adoraba - la confusión empezó a acumularse y me encontré
replanteándome los consejos que Haley me había dado, si es que se podían
llamar consejos, sobre Paul.
A veces lo mantenía a distancia y, cuando estaba enfadada con él,
besaba a desconocidos en los clubes e ignoraba sus llamadas y mensajes.
También me había dicho que lo entendería mejor una vez que chupara una
polla, pero sinceramente esa comprensión seguía sin estar clara para mí.
Con pocas opciones y escasas perspectivas de pasar tiempo con los
chicos - con el temor creciente de que se hubieran cansado de mí - adopté
algunas de las técnicas de Haley: dejé de enviar mensajes de texto con tanta
frecuencia y, siempre que recibía una respuesta, esperaba al menos dos
horas antes de contestar. Haley me había dicho a menudo que las citas, si se
podían llamar así, no eran más que un juego entre personas que se querían.
Así que intenté jugarlo de la única forma que sabía.
Sin nadie con quien hablar del complicado arsenal de sentimientos que
se acumulaban en mi interior - y sin tiempo para hablar de ello con los
chicos a los que adoraba - la confusión empezó a acumularse y me encontré
replanteándome los consejos que Haley me había dado, si es que se podían
llamar consejos, sobre Paul.
A veces lo mantenía a distancia y, cuando estaba enfadada con él,
besaba a desconocidos en los clubes e ignoraba sus llamadas y mensajes.
También me había dicho que lo entendería mejor una vez que chupara una
polla, pero sinceramente esa comprensión seguía sin estar clara para mí.
Con pocas opciones y escasas perspectivas de pasar tiempo con los
chicos - con el temor creciente de que se hubieran cansado de mí - adopté
algunas de las técnicas de Haley: dejé de enviar mensajes de texto con tanta
frecuencia y, siempre que recibía una respuesta, esperaba al menos dos
horas antes de contestar. Haley me había dicho a menudo que las citas, si se
podían llamar así, no eran más que un juego entre personas que se querían.
Así que intenté jugarlo de la única forma que sabía.
Pero, por supuesto, no me sorprendió encontrarme de nuevo con una
gran decepción. Mi forma de reducir los mensajes no hizo más que
disminuir las respuestas y, de ese modo, tenía menos noticias de los chicos
de las que deseaba.
Incluso los mensajes entre nosotros ya no eran especialmente excitantes
y cada vez que intentaba proponerles que pasáramos tiempo juntos, me
respondían con el clásico "lo siento, pero estoy demasiado ocupado en este
momento".
Mi estado de ánimo empeoró y, cuando llegó el viernes, no estaba nada
contenta.
Mi última clase del día era con Derek y, a pesar de mi irritación por la
falta de contacto, seguía muy emocionada por verlo en clase. Me había
sentado en mi sitio habitual y la lección había transcurrido como de
costumbre, solo que cuando terminó, Derek no me pidió que me quedara
con él; de hecho, guardó sus cosas tan deprisa que apenas pude llegar hasta
su mesa.
"¿Profesor Hansen?", le llamé, y mi corazón dio un pequeño salto
cuando se volvió hacia mí, con los ojos oscuros y los brazos llenos de
libros.
Llamarle por su apellido era muy extraño.
"¿Sí?"
"Usted, ehm..." Justo cuando intentaba encontrar una excusa para que se
quedara, Haley apareció junto a mi codo, mascando ruidosamente su chicle.
"Me preguntaba si podría ayudarme un poco con respecto a...". Tartamudeé
y el rostro de Derek permaneció impasible.
"Lo siento, pero ahora tengo que irme. Si tienes una pregunta urgente,
puedes enviármela por correo electrónico", respondió, y mi humor se agrio
de inmediato.
"Bueno, eso no me sirve de nada", murmuré en voz baja, pero no fue tan
bajo como esperaba cuando los ojos de Derek se entrecerraron
peligrosamente en mí.
"¿Cómo dices?"
"Nada", respondí.
Habría hecho cualquier cosa para llamar su atención y no me importaba
que Haley estuviera allí conmigo.
Los labios de Derek se entrecerraron brevemente y su ceño se frunció.
Luego, una sombra oscura cruzó su rostro hasta que echó un vistazo a su
reloj. Una sola mirada y se había ido.
Haley se echó a reír a mi lado y pasó su brazo por el mío, arrastrándome
fuera del aula. El corazón me latía con fuerza y la decepción me recorría las
venas. Esperaba que al empujarle y atizarle, conseguiría que me castigara,
pero en lugar de eso se había ido.
Quizá estaba harto de mí. Quizá todos lo estaban.
"No me lo puedo creer", dijo Haley a mi lado mientras caminábamos
por el pasillo.
"¿En qué?" La miré, ligeramente confusa.
"Que respondieras así a un profesor. Nunca pensé que lo vería con mis
propios ojos". Dio un leve salto y sonrio, mascando el chicle. "¡No es que
me queje de ti, al contrario!", añadió.
"No pretendía ser tan brusca con él", repliqué por reflejo y Haley
protestó.
"No lo estropees disculpándote. Hansen es un capullo de cualquier
manera. Ya lo sabes. Es divertido verte a ti, que eres un lameculos con los
profesores, sacar algo de mordiente para variar".
De algún modo, el cumplido también sonó como un insulto y no tenía ni
idea de cómo procesarlo.
Los complicados sentimientos y la tristeza por haber sido rechazada tan
fácilmente por Derek pesaron sobre mí durante todo el camino de vuelta al
dormitorio y luego me hundí en la cama, desesperada. Mi móvil vibró
varias veces, pero lo ignoré, sabiendo que era mi madre. Era ella
expresando su desaprobación por mis elecciones y ofreciéndome la
oportunidad de disculparme; como si realmente tuviera algo por lo que
disculparme.
Sin embargo, cuanto más pensaba en ello, más se retorcía mi mente y
empezaba a sentirme increíblemente tonta por haberle respondido con tanta
brusquedad.
Si Derek y los chicos estaban perdiendo realmente el interés por mí
después de convertirme en la estúpida estudiante a la que únicamente
querían follar, entonces mi madre era todo lo que me quedaba.
"¿Qué pasa?"
Levanté la cabeza de la almohada y miré a Haley, que estaba a medio
vestir con un top brillante y unos pantalones de cuero increíblemente
ajustados.
"Nada", respondí brevemente.
A pesar de mi disgusto, no había forma de decirle la verdadera razón
por la que estaba tan enfadada, confusa y alterada. Y también estaba la
excitación, ya que no había dejado de pensar en el sexo desde que volví de
la pensión.
"Mientes muy mal, Charlotte", observó Haley.
Con el top puesto, se sentó frente al espejo y se retocó el maquillaje,
observándome todo el tiempo en el reflejo.
"No miento", murmuré, poniéndome de lado y abrazándome a la
almohada.
"¿Problemas de chicos?", preguntó.
Me paralicé de inmediato y me recorrio un pulso de calor.
"¿Cómo dices?"
"Solo existen dos motivos para que te deprimas tanto. La regla, que
debió de venirte la semana pasada, ya que siempre coincidimos en eso, así
que sé que no es eso. O un tío. Un tipo misterioso que no conozco y con el
que pasaste la noche aquella vez y más". Haley se pasó un poco de brillo de
labios rosa y luego se chasqueó los labios. "Sé lo que se siente y por eso...".
Se volvió hacia mí y se apoyó en la cómoda, cruzándose de brazos.
"¿Quieres que hablemos de ello?".
Estaba a punto de darse cuenta. Más cerca de lo que ella creía. Me
sorprendió que me pidiera una explicación en lugar de reñirme al instante,
así que me apoyé en un codo y negué con la cabeza. Luego continuó.
"Vale, ¿quieres resolver el problema?".
"¿Por ejemplo?", le pregunté con curiosidad.
"Lo que siempre hago cuando Paul se porta como un gilipollas. ¿Nos
vamos de discotecas?".
"Oh, no. Estoy bien así, gracias".
¿Aplastada en una multitud acalorada con música atronadora y olor a
sudor? No, gracias. Hubiera preferido quedarme deprimida en mi
habitación.
"Vamos", insistió ella. "Es viernes por la noche y te sientes fatal. La
mejor manera de no sentirte inútil por culpa de un imbécil es animarte,
tomarte una copa y bailar hasta que te duelan los pies. Es lo mejor. Confía
en mí".
"No sé...", murmuré mientras reflexionaba.
Lógicamente, sabía que Haley quería salir y que probablemente no tenía
a nadie con quien hacerlo en aquel momento, así que me utilizaba solo
como compañía. Al mismo tiempo, sin embargo, tenía razón. Me
tambaleaba por viejos sentimientos inútiles y si los chicos no iban a
prestarme la atención que deseaba, entonces, a la mierda, iba a dejar de
esperarlos.
"Vamos", gimoteó Haley. "¿Salimos?"
"De acuerdo, me apunto", decidí, despertando el entusiasmo de mi
amiga. "Iré de fiesta contigo".
Sin duda iba a lamentarlo amargamente a la mañana siguiente.
25
SAMUEL

E l aire cálido de la noche me envolvió como una fina manta mientras


caminaba por la calle en dirección del supermercado. Había sido una
semana infernal por culpa de los cierres de curso, mis dos amigos y
yo estábamos deseando emborracharnos un poco. Se acercaba el final del
trimestre y era duro para todos, alumnos y profesores por igual, pero nunca
se estaba preparado para corregir unos cientos de asignaturas y organizar
exámenes que sellarían el destino de todos aquellos chavales.
Desde luego, aquel tipo de responsabilidad no era divertido.
Me remangué la camisa, crucé la calle a paso ligero y, en cuanto pisé la
acera, me sonó el móvil en el bolsillo. Lo cogí y apareció el nombre de
Derek en la pantalla.
"No, aún no he llegado al supermercado, así que si vas a decirme que
compre otra cosa, hazlo ahora", le dije, dejándome llevar por un perezoso
paseo.
El sol poniente me calentaba la espalda y las calles empezaban a
llenarse lentamente de gente deseosa de relajarse un viernes por la noche.
"Cambio de planes", me dijo Derek. "Vamos a salir".
"¿Y adónde vamos?", le pregunté.
"Al club. Necesito relajarme un poco".
"¡¿Al club?!" Había un club exclusivo de BDSM del que éramos
miembros los tres, pero para ser sincero, desde que Charlotte había llegado
a nuestras vidas, no había pensado en aquel lugar.
"Sí, exactamente".
"¿Y Charlotte?" En cuanto su nombre salió de mis labios, un dulce
anhelo palpitó en mi pecho.
No la habíamos visto en toda la semana, aparte de algunos vistazos aquí
y allá, y el hecho de que estuviéramos completamente desbordados de
trabajo significaba que lo único que habíamos hecho, aparte de corregir
trabajos hasta altas horas de la madrugada, era dormir.
"Matt está intentando llamarla ahora mismo", dijo Derek y su tono se
acentuó. "Debe recordarle cuál es su papel en todo esto".
"¿Y por qué?"
"Hoy me ha contestado en clase. No me gusta nada su actitud. Si no
hubiera tenido esa reunión con el director, la habría tomado allí mismo,
sobre el escritorio, delante de su amiga".
Sus palabras iban acompañadas de un gruñido evidente y sonreí para
mis adentros mientras me detenía en el paso de cebra.
"¿Charlotte te respondió bruscamente? Tío, ojalá hubiera estado allí
para ver eso. Y además en público".
Inmediatamente me acordé de la última vez que habían regañado a
aquella chica delante de la encimera de la cocina. Presenciarlo en clase
habría sido muy emocionante. "Entonces, ¿quieres llevarla al club?".
"Sí, eso es. No sé tú, pero yo apenas he tenido tiempo de respirar esta
semana, por no hablar de otra cosa, así que tengo algo de estrés que
eliminar", refunfuñó Derek.
"Y qué mejor manera de hacerlo que yendo con ella, ¿no?".
"Exacto". A pesar de su voz, no parecía muy contento y me reí por lo
bajo.
"Mírate, Derek, todo nervioso por culpa de una rubia". Al cruzar la
calle, tuve que esquivar a un grupo de chicas risueñas que estaban
claramente demasiado borrachas para ver más allá de sus narices. "Nunca
pensé que te vería tan prendado de alguien".
"Cállate", soltó Derek, pero no había rastro de malicia en sus palabras.
"De todos modos, coge lo que puedas encontrar, así que tomaremos una
copa incluso antes de entrar en el club, pero no tardes demasiado. En cuanto
Matt consiga hablar con ella, quiero llegar al club lo antes posible".
"No hay problema. Oye, escucha...".
Hice una pausa al llegar al supermercado, me hice a un lado mientras
salían unas cuantas personas y luego me apresuré a entrar. "Hoy me ha
pasado algo raro en la universidad".
"¿Otra nota?", preguntó Derek.
"Sí".
Desde la semana pasada llegaban cartas amenazadoras a mi mesa y a la
de Derek, y unos días después también a la de Matt. No era nada
especialmente aterrador, sino vagas amenazas sobre pensárselo dos veces
antes de meterse con los alumnos. Paul era nuestro principal sospechoso,
dada su aversión por la facilidad con la que Derek había vuelto al trabajo
una vez demostrada la falsedad de sus afirmaciones, pero demostrarlo iba a
ser muy difícil.
"¿Decía algo nuevo?"
"No, lo de siempre. Si no supiera lo de Paul, diría que ha sido una
estúpida broma de fin de año", contesté, moviéndome entre los
departamentos del mercado. "De todos modos, ese tío parece muy enfadado
porque sus mentiras no le han llevado a ninguna parte. ¿Seguro que no
quieres denunciarle?".
"No le daré esa satisfacción", suspiró. "Además, si lo hiciera, el director
abriría otra investigación y yo volvería a involucrarme y eso no me lo
puedo permitir. Ese imbécil es demasiado astuto para que lo pillen. Espero
que si le ignoramos el tiempo suficiente, quizá haga algo atroz que no
pueda negar".
"Vale, como quieras".
En última instancia, la decisión dependía de él, ya que Paul se había
dirigido específicamente a Dereck, y yo siempre le apoyaría, pasara lo que
pasara. "De todas formas, he entrado en el supermercado, cogeré lo que
encuentre y nos vemos en el piso".
"De acuerdo, hasta luego".
La llamada terminó y me preocupé por comprar unas botellas de licor
fuerte y salir rápidamente. Antes de ir al club, solía tomar unas copas y,
cuanto más lo pensaba, más me excitaba. Hacía tiempo que no íbamos y el
ambiente siempre era electrizante; el lugar perfecto para desestresarse de la
semana laboral y perderse en los placeres carnales.
A medio camino de casa, me crucé con varios grupos de gente que
entraban en una discoteca cercana. No era nada inusual, pero lo que más me
llamó la atención fueron Charlotte y su amiga Haley a ambos lados de la
multitud.
Nuestra Charlotte había salido de fiesta aquella misma noche.
Me pareció extraño, teniendo en cuenta lo abiertamente que había dicho
que no le gustaban esos eventos, pero considerando la chispeante amiga que
estaba a su lado, pensé que quizá lo hacía para hacerla feliz.
Iba vestida con una amplia falda color melocotón y una ligera blusa de
flores ceñida a la cintura. Al verla desaparecer en el club, se me hizo la
boca agua y se me encogió el corazón al saber que había hecho planes para
aquella noche.
Hice una pausa y abrí el chat de grupo.
[Samuel] Acabo de ver a Charlotte en el Club Tango, creo que esta
noche está ocupada.
[Derek] Mentira. No lo tendrá tan fácil por su actitud.
[Matt] No me ha devuelto ninguna de mis llamadas.
[Samuel] ¿Quieres que vaya a hablar con ella?
[Derek] Sí. Esta no es su manera de comportarse.
[Matt] Sí. Si quiere salir, lo hará como se debe, con nosotros.
El hecho de que no pudiéramos ocultar nuestra impaciencia con
Charlotte me hizo sonreír; metí el teléfono en el bolsillo trasero de los
pantalones y me dirigí al interior del club. La música atronadora me golpeó
los oídos y la multitud enloquecida me hizo casi imposible encontrarla;
buscarla en un mar de gente sudorosa y que se retorcía era un reto que
acepté con gusto, aunque eso significara que tendría que enfrentarme a
varios desconocidos.
Afortunadamente, no tardé mucho en encontrar a Charlotte en la barra
de la discoteca, donde evidentemente ya había sido abandonada por su
amiga. Estaba apoyada en el mostrador con un aspecto bastante triste. Me
dirigí hacia ella y, cuando llegué, estaba más sudoroso y pegajoso de lo que
me hubiera gustado.
"¡Charlotte!", grité por encima de la música y ella dio un respingo,
girándose bruscamente hacia mí. Su dulce rostro se derritió al instante, para
endurecerse un segundo después.
"Ah, eres tú".
Solté una risita. "Menuda bienvenida".
"No creía que este fuera un lugar para ti", murmuró Charlotte...
Tamborileó con los dedos sobre la encimera y se apartó de mí.
Esa tenía que ser la actitud de la que hablaba Derek. Por suerte, no me
rendí fácilmente.
"No lo es", respondí tras una pausa. "Y yo pensaba que tampoco lo era
para ti. Sin embargo, cuando te vi, pensé que tenía que hablar contigo para
entender lo que pasaba. Te enfadas con Derek, ignoras las llamadas de
Matt... Algo me dice que algo falla".
"¿Y por qué te importa tanto?". Giró bruscamente la cabeza hacia mí y
su pelo rubio, recogido en una larga coleta, ondeó a su alrededor.
"¿Por qué no debería importarme?", repliqué.
Los ojos de Charlotte se movieron de un lado a otro, estudiándome
durante un largo instante.
"Apenas os he visto ni he vuelto a saber nada de vosotros, así que me he
dado cuenta de que sois como los demás. Os cansasteis de mí. Disfrutasteis
y ahora seguís vuestro camino. No pasa nada, lo comprendo".
"Charlotte, ¿de dónde viene tanto rencor?".
Cada palabra que salía de sus labios era como una aguja que pinchaba
mi piel ya acalorada, así que me apoyé a su lado en la encimera para
concentrarme mejor.
"¡En toda la semana!", espetó. "Ni una palabra".
"Charlotte... ¿Crees que nos cansamos de ti solo porque no podíamos
vernos?". Me di cuenta enseguida de que necesitaba que la tranquilizara.
Habíamos conseguido superar una semana infernal, la habíamos
abandonado y, aunque el trabajo era lo primero, podríamos haberlo hecho
mejor.
"No es que lo crea, es que lo sé. Tuve que volver a casa con mi madre, y
entonces todos vosotros...".
"¿Nosotros qué?", interrumpí. "Venga, cuéntame qué hicimos, ya que
esto es nuevo para mí".
"Ya sabes lo que quiero decir", murmuró, y yo resoplé bruscamente.
"No, Charlotte, no lo sé. Sé que esta semana ha sido muy ajetreada, pero
cuando he tenido ocasión, he intentado responder a tus mensajes, y estoy
seguro de que otros han hecho lo mismo. Sé perfectamente que todos nos
preocupamos por ti, pero a veces la vida se interpone. Los exámenes están a
la vuelta de la esquina y todos tenemos mucho trabajo, pero nada de eso
cambia las cosas hacia ti."
"Pero vosotros... ni siquiera habéis...".
"¿No hemos hecho qué?" Fruncí el ceño cuando la expresión de
Charlotte empezó a suavizarse. "Es que ha sido una semana dura, y
comprendo que nos hayas necesitado, pero nadie habría querido elegir el
trabajo por ti. Demasiados compromisos se interpusieron, y puedo hablar en
nombre de todos nosotros cuando te digo que hacer esas suposiciones no es
bueno para nadie. Nos importas y, sinceramente, deberías respetarnos un
poco más".
Las mejillas de Charlotte se encendieron.
"Creía que..."
"Lo supusiste", la corregí. Charlotte asintió: "No es ninguna vergüenza
pedir que te tranquilicemos, pero si me hubieras dicho a mí, o a cualquiera
de nosotros, que te sentías así, podríamos haber hecho algo antes. En vez de
eso, has decidido por tu cuenta que somos gilipollas". Me levanté del
mostrador.
"Lo siento, es que yo también he sido tan... todos hemos estado tan
ocupados que al final pensé que tal vez habías decidido que ya no os
importaba". Sus hombros se alzaron en un suspiro profundo y controlado,
como si intentara calmarse.
"Deberías haber hablado con nosotros", señalé por encima del volumen
de la música. "Ser personas maduras significa comunicar con los demás.
Cuando te dijimos que estábamos ocupados, era la verdad, y no había
ningún significado oculto".
"Lo siento".
Hice una leve mueca, pasándome una mano por la barbilla mientras la
estudiaba, intentando averiguar la mejor manera de convencerla de que
viniera con nosotros. Entonces se me ocurrio una idea.
"¿Quieres arreglarlo?".
"Claro". Asintió con tanta rapidez que sus pendientes rebotaron en sus
mejillas.
"Conocemos un club mucho mejor que este". Sonreí y ladeé la cabeza.
"Sal con nosotros".
Charlotte miró por encima del hombro, escudriñando entre la multitud,
probablemente buscando a su amiga.
Pero fuera lo que fuera lo que buscaba, no pareció encontrarlo; se
encogió de hombros y se volvió hacia mí.
"Vale, iré con vosotros".
A Charlotte le esperaba la noche más salvaje de su vida.
26
CHARLOTTE

D ebería haberme sentido culpable por dejar a Haley en el club, pero en


aquel momento estaba bajo los efectos de un chupito de tequila y un
cóctel superalcohólico y ella era la menor de mis preocupaciones.
Me había dejado sola en aquel club más veces de las que podía contar.
Ahora era mi turno.
Los chicos no estaban enfadados conmigo. No se habían cansado, no
habían cambiado de opinión y desde luego no iban a romper conmigo, al
menos según Samuel. Mis ansiedades y preocupaciones por mi madre
habían convertido mis pequeñas dudas en algo tan grande que podía
arruinar algo estupendo; tendría que decirles lo que sentía.
Había hecho suposiciones, había decidido por ellos y causado una
agitación innecesaria. Todo esto podría haberse evitado si les hubiera dicho
lo sola que me sentía y lo mucho que necesitaba volver a verlos.
Haley se había equivocado totalmente con su consejo. Alejarse era
inútil: la comunicación era el camino a seguir.
Lección aprendida.
Samuel me estaba dando la oportunidad de arreglar las cosas con él y
con los chicos por haber pensado lo peor, y yo me lo estaba tomando en
serio.
Me había llevado a una zona un poco más agreste de la ciudad y aparcó
delante de un pequeño club escondido en la esquina de la calle. Un cartel
rojo y negro con la palabra 'Tranquility' parpadeaba mientras nos
acercábamos a la puerta negra con el pomo dorado y tonos de pintura
plateada en el lado izquierdo.
Samuel se detuvo justo antes de la entrada y me lanzó una mirada.
"¿Estás lista?"
Inspiré bruscamente y asentí con la cabeza, aferrándome a todo el valor
que ni siquiera sabía que tenía. Samuel abrio la puerta y entramos.
Nos recibió un pasillo corto con paredes negras y una alfombra roja
donde hundí los talones. Las paredes estaban envueltas en una fina y
reluciente tela dorada y las tres luces que había sobre nosotros brillaban de
color ámbar, lo que daba al pasillo una atmósfera íntima y reservada.
Samuel nos guió hasta la puerta roja del fondo, luego sacó una pequeña
tarjeta magnética del bolsillo de la camisa y se la mostró a un tipo del club.
Pasó un momento de silencio, luego el hombre abrio la puerta y entramos.
No había visto nada igual en mi vida. Las paredes rojas, cubiertas de
piedras brillantes, rodeaban un pequeño asiento en forma de media luna en
el centro. Allí estaba sentada una mujer vestida con un traje de látex negro
que se ceñía tanto a su cuerpo curvilíneo que parecía pintado. Llevaba el
pelo rojo recogido en unos mechones apretados sobre la cabeza y sus labios
esbozaron una amplia sonrisa cuando nos acercamos. Sobre ella brillaba
una araña de cristal rojo rubí que iluminaba las paredes con destellos de luz.
Cada chasquido de los tacones sobre el suelo de madera me producía un
sutil pulso de ansiedad, pues no quería llamar demasiado la atención.
"¡Samuel, querido!", dijo la mujer mirándonos radiante. "¿Y tú quién
eres?"
"Ella es Charlotte. Una invitada", respondió sonriendo. "Charlotte, esta
es Amanda. Gestiona el Tranquility".
"Hola". Hice un pequeño gesto de saludo con la cabeza e
inmediatamente me sentí aún más incómoda, pero Amanda no perdió su
amabilidad. Su sonrisa hacia mí era igual de cálida y la amabilidad de sus
ojos azules me hizo sentir de repente que podía confesarle cualquier cosa.
"Es un placer conocerte, cariño. ¿Es tu primera vez?"
"Sí", respondió Samuel por mí.
"No hay problema". Se levantó de detrás del poste y me maravilló cómo
parecía flotar al andar a pesar de lo ajustada que era su ropa. "El resto de tus
amigos ya están aquí. Enseguida te llevaré con ellos". Amanda se detuvo
frente a mí.
Cuando extendió una mano y me rozó suavemente el brazo, se me cortó
la respiración.
"No te preocupes, querida. Como es tu primera vez, tengo que
explicarte algunas cosas antes de que atravieses esas puertas", señaló a sus
espaldas un conjunto de portones dobles acolchados. "Necesito tu
consentimiento y luego tendrás que firmar un acuerdo de confidencialidad.
¿Te parece bien?"
¿Un acuerdo de confidencialidad para entrar en un club? ¿Qué clase
de lugar era ése?
Miré a Samuel, que me sonrio expectante.
"De acuerdo", respondí finalmente de todos modos. "Claro".
"¡Excelente!", Amanda se agachó, cogió un papel y luego un bolígrafo y
me los entregó. "Este es un clásico acuerdo de confidencialidad que te
obliga, fuera de este edificio, a guardar silencio sobre lo que veas aquí.
Cualquier intento de contarte algo dará lugar a rápidas acciones legales",
me explicó con cuidado.
Su sonrisa siguió siendo cálida cuando di un paso adelante y cogí el
bolígrafo. "Suena espeluznante, cielo, lo sé, pero protegemos la intimidad
de todos nuestros miembros, ¿sabes?", añadió.
Firmé. En el fondo me sentía confusa sobre qué clase de lugar podía ser
este, pero Amanda fue tan amable que garabateé rápidamente mi firma en el
papel.
Me arrebató el papel en cuanto levanté el bolígrafo, luego colocó el
documento junto al ordenador y nos indicó con un dedo largo y cuidadoso
que la siguiéramos.
"Por aquí".
"¿Qué es este lugar?", pregunté en un susurro, esperando la respuesta de
Samuel, pero Amanda respondió antes al abrir las puertas dobles y
conducirnos al interior del club.
"Esto, querida... es el paraíso".
Lo que vi ante mí me dejó sin aliento.
Unas escaleras de mármol de piedra conducían a la pista de baile
principal del club, donde gente vestida con los trajes más escuetos y sexis
que jamás había visto bailaba sin ninguna preocupación. Las luces eran
bajas y, a diferencia de las de las discotecas, en aquel club había un
ambiente totalmente distinto, mucho más íntimo. Había pequeñas mesas
esparcidas por el local junto con altos palos que estaban ocupados por
bailarinas con poca ropa, de hecho, prácticamente desnudas. Bailaban
libremente, siguiendo la música y girando sobre los postes con una agilidad
que no pude menos que admirar.
Del techo colgaban grandes jaulas con barrotes, cada una con una chica
desnuda dentro.
Sin saber dónde mirar, quedé completamente cautivada por la escena
que tenía ante mí.
"Todo lo que veas aquí sigue siendo un secreto", me explicó Amanda
mientras nos guiaba escaleras abajo y a través de la multitud. La gente se
separaba fácilmente a su paso, de una forma que nunca había visto en
ningún otro lugar, seguramente una muestra de respeto y aprecio hacia ella.
"No permitimos que nadie fotografíe ni filme, precisamente para proteger la
seguridad de nuestros miembros. Sin embargo, si ser filmada es algo que te
gusta hacer, disponemos de salas especiales con equipos de grabación de
vídeo dedicados, de los que tendrás pleno control, incluido el borrado."
"¿Habitaciones especiales?"
Samuel deslizó de pronto su mano en la mía y yo la apreté, incapaz de
mantener el asombro en mi rostro.
Aquello era un club de sexo erótico, un club BDSM y Samuel era
miembro.
"Tenemos habitaciones para todos". Amanda me sonrio. "Aquí nada es
tabú y también hay varios asistentes, identificables por sus cuernos de
diablo, que pueden responder a cualquier pregunta y proporcionarte todo lo
que necesites".
Entonces nos condujo a través de una cortina gris resplandeciente hasta
la parte trasera del club, donde había chicas bailando desnudas.
"¡Aquí estamos!", exclamó, y luego me dedicó otra amable sonrisa.
"Diviértete, cariño".
Luego se fue, y me asomé a una especie de sala privada para ver a
Derek y Matt sentados en sillones rojos.
"¡Charlotte!" La cara de Matt se transformó inmediatamente en una
amplia y feliz sonrisa.
"Hola, chicos". Mi corazón se tranquilizó inesperadamente y eso debió
de ser por el alcohol, ya que mi mente corría a cien por hora.
Aquel lugar era increíble. Nunca había visto tanta variedad de gente
mezclada. Derek me miró a través del borde de su vaso mientras bebía,
luego abrio la mano izquierda y me indicó que me sentara a su lado.
"Aquí".
Obedecí inmediatamente, apartándome de la mano de Samuel para
hacerlo.
"Este lugar es realmente..." Eché una mirada a la reluciente mesa blanca
que contenía un cubo con hielo y champán y varias copas. Luego mi mirada
se desvió hacia las paredes oscuras y las brillantes luces que colgaban sobre
nosotros, que mantenían una atmósfera íntima y envolvente.
"¿Increíble?", Matt terminó mi frase. "Llevamos unos cuantos años
viniendo aquí y nunca hemos tenido un comentario negativo".
Samuel se sentó a su lado y levantó una copa.
"Pero, tú...", Derek se inclinó más hacia mí y su cálido aliento me hizo
cosquillas en la oreja. "Alguien me ha informado de que crees que nos
hemos cansado de verte".
Miré a Samuel. Debía de haber informado a los chicos de mi confesión.
"Bueno... yo..."
"No", me interrumpió Derek. "No quiero oír tus excusas. Quiero los
hechos".
"Bueno... Creía que estabais tan distantes porque ya habíais hecho
vuestros jueguecitos conmigo y os habíais cansado. Luego pensé que
cuando me fui para volver a casa, lo visteis como la oportunidad perfecta
para dejarme".
Derek deslizó una mano por debajo de mi falda y me tocó ligeramente
el muslo desnudo con las uñas.
"Me siento muy ofendido", murmuró, sus labios rozaron mi mejilla y
una repentina oleada de excitación me recorrio, calentándome la ingle. "Los
jueguecitos, como tú los llamas, que estamos haciendo contigo no los
hacemos con cualquiera. Ya deberías saber lo especial que eres para
nosotros, Charlotte".
De repente, sus labios se posaron sobre los míos mientras deslizaba una
mano entre mis piernas.
Me aferré a la falda, intentando cerrar los muslos, mientras sus dedos
traspasaban el elástico de mis bragas y me acariciaban el coño con fuerza.
Mi corazón, hasta entonces bajo control, estalló en un ritmo vertiginoso y
mi pecho se estremeció.
Sus largos dedos acariciaron mis pliegues húmedos, burlándose de mi
clítoris mientras él seguía besándome, sacándome todo el aire de los
pulmones.
No podía pensar y apenas me daba cuenta de que estábamos en aquel
lugar.
Toda mi atención se centraba en los dedos de Derek rodeando mi
clítoris. Cuando rompió el beso, curvó la mano y hundió dos dedos dentro
de mí. Solté un fuerte grito ahogado y me levanté bruscamente de la silla,
para volver a posarme en sus dedos. Los dobló dentro de mí, acariciando
aquel manojo de nervios ocultos, mientras su pulgar me frotaba con fuerza
el clítoris.
"Te hemos echado mucho de menos", gruñó. "El final del semestre es
terrible para un profesor, debes de recordarlo bien, pero te juro que lo único
en lo que podía pensar mientras corregía trabajos era en ti bajo el escritorio,
chupándome la polla".
"¡Oh, Dios!", jadeé, y mis manos dejaron la falda para aferrarse al brazo
de Derek.
Sus dedos continuaron su asalto y el placer me recorrio en una intensa
oleada que no pude contener.
"No nos cansamos de ti", dijo Matt desde algún lugar frente a mí. "Ni
por un segundo".
"Te adoramos, Charlotte, y la próxima vez que empieces a dudarlo",
dijo Samuel, "tendrás que decírnoslo enseguida".
"Lo haré", jadeé. Se me apretó el corazón y se me doblaron los dedos de
los pies, el calor recorrio mi cuerpo y se anidó en mis partes bajas.
"¡Promételo!", me gruñó Derek al oído.
"Te lo prometo".
"¡Júralo!"
"¡Lo juro!" En aquel momento perdí el control y llegué al orgasmo antes
incluso de terminar la frase. El clímax me golpeó como una ducha caliente
y el placer corrio por mis venas. Me retorcí en la silla mientras los dedos de
Derek hacían su magia y me ayudaban a superar aquellas oleadas de placer.
Los retiró únicamente cuando empecé a relajarme.
Observé asombrada cómo se los llevaba a los labios y empezaba a
lamérselos.
"Quizá deberíamos darte una verdadera vuelta por el lugar". Derek
sonrio y el corazón se me subió a la garganta.
Aquella noche iba a ser épica.
27
CHARLOTTE

M i cuerpo se retorcía por sí solo, completamente consumido por el


repentino orgasmo, y ansiaba algo más que el tacto de Derek
mientras me volvía a bajar suavemente la falda por encima de la
rodilla.
El hecho de haberme corrido no consiguió calmar mi agitado corazón y
lo que más se me quedó grabado fue lo excitada que seguía sintiéndome.
Quizá fue el club lo que me hizo sentir así; las luces tenues y el ambiente
que nos rodeaba.
Cuando me tranquilicé, noté que Matt y Samuel me observaban con
leves sonrisas en la cara, y un ligero nerviosismo se apoderó de mí.
"¿Qué pasa?", pregunté en voz baja, y ambos negaron con la cabeza.
"Nada", respondieron al unísono.
"Eres tan guapa que nos quedamos mirándote", añadió Matt.
Mis mejillas se sonrojaron, pero justo cuando iba a decir algo más, una
chica impresionantemente alta se acercó a la mesa. Sus amplios pechos
estaban envueltos en un top de cuero que le oprimía firmemente la piel,
pero sus pechos parecían tan enormes que bastaría un movimiento en falso
para hacerlos estallar. Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue
que no era tan delgada como una barra de pan.
Estaba bien formada y caminaba con tanta seguridad que casi sentí
envidia. Llevaba unas esponjosas alas blancas de ángel pegadas a la espalda
y sus bragas blancas y medias transparentes atrajeron la mirada tanto mía
como de los chicos.
"¡Derek, cariño!", exclamó la chica.
Colocó una botella de champán fresca en el cubo y se sentó a su lado.
Un momento después, para mi consternación, se inclinó hacia delante y le
besó en los labios.
Ninguno de los chicos pareció sorprenderse en absoluto por ello, y el
corazón me latió dolorosamente en el pecho cuando vi que Derek no se
había echado atrás.
Vale, definitivamente estaba celosa de aquella chica.
"Charlotte, te presento a Ángel, una de mis compañeras de juegos
favoritas cuando vengo aquí". Derek me introdujo a la hermosa chica y
aunque no ayudó a que mis celos se desvanecieran, al menos comprendí un
poco más. Samuel había dicho que llevaban años yendo allí y que era
normal que hubiera mujeres con las que estuvieran.
"Hola, encantada de conocerte", le dije sonriéndole, mientras el diablillo
de ojos verdes que había en mí se desbocaba más de lo que esperaba. Por si
fuera poco, Ángel era realmente adorable. Me sonrio alegremente y se
acercó para acariciarme la rodilla.
'¡Dios mío, me encanta ese vestido! ¿Hablamos de cómo te aprieta para
que tus tetas parezcan aún más grandes?". Ella gimió ligeramente. "Es
increíble".
Mis mejillas rojas se encendieron aún más.
"¡Gracias!", respondí. No me lo esperaba en absoluto.
"¿Así que ya no soy tu compañera de juegos, eh, Derek?". Ángel hizo
un mohín con sus preciosos labios rojos y le miró. "Ahora tus intereses
están en otro sitio. ¿Es ella? ¿Es la chica nueva de la que me hablaste?".
Derek se limitó a sonreír y mi corazón empezó a latir con fuerza al
considerar la idea de que alguien ajeno a nuestro círculo supiera lo que
estábamos haciendo.
¿Sabía también Ángel que yo era estudiante? ¿Nos iba a meter en
problemas?
"Quiero decir, vosotros dos", Ángel señaló a Samuel y Matt con un
elegante gesto de la mano, "sé que podéis enamoraros muy fácilmente. Los
dos sois tiernos de corazón. Pero cuando me enteré de que alguien había
captado el interés de Derek... Bueno, déjame decirte que nunca antes habían
traído a una mujer aquí, así que tú debes de ser muy especial".
Su voz era muy suave y su sonrisa me calentó el corazón, convirtiendo
las puñaladas iniciales de celos en culpa.
"Oh, eso no puedo decirlo". Solté una risita nerviosa. "No creo que sea
tan especial".
"¡No te minimices!", replicó de inmediato, mientras sus elegantes rizos
negros le rebotaban en la cara y sacudía la cabeza. "Eres preciosa. No dejes
que nadie te diga lo contrario".
"Ángel, eres muy guapa", dijo Matt desde el otro lado de la mesa. "Pero
no hace falta que la convenzas. Es hora de que lo descubra por sí misma".
"Vale, lo he intentado". Ángel soltó un suspiro dramático y me guiñó un
ojo que me hizo sentir un escalofrío de calidez en el pecho. "Bueno, si
alguno de vosotros necesita algo, ya sabéis dónde encontrarme y, por favor,
no lo dudéis".
"En realidad, esperábamos darle a Charlotte una visita completa del
lugar", dijo Derek, y me dirigió una mirada de suficiencia. "Me gustaría que
viera un poco de todo".
"¡Por supuesto!", exclamó. "¿Ahora mismo?"
"Ahora mismo", convino Samuel.
Derek y Matt vaciaron sus copas, mientras Samuel se abstenía del
alcohol y se levantaba. Derek me tendió una mano y, al cabo de un segundo,
fui con ellos.
Mientras los seguía por el club, me sentí empapada. Entonces Ángel
empezó a guiarme por un pasillo lleno de cortinas de terciopelo muy
gruesas.
"¿Cuánto tiempo hace que existe este lugar?", pregunté con curiosidad.
"Unos quince años", contestó Ángel.
Caminaba con tanta soltura sobre unos tacones tan altos que casi sentí
lástima por sus tobillos.
El contoneo de sus caderas no dejaba de atraer mi mirada y se me secó
la boca por un momento; a mis ojos, aquella chica era realmente preciosa,
pero ahora Derek me había elegido a mí.
No quería comparar, pero mi mente no podía parar.
Afortunadamente, todos los pensamientos se desvanecieron cuando
doblamos la esquina siguiente y atravesamos una serie de puertas dobles
que daban a otro pasillo oscuro; solo que en lugar de estar cerradas por
cortinas de terciopelo, las paredes de cristal revelaban las actividades que
tenían lugar al otro lado.
"A la gente que utiliza estas salas le gusta montar un espectáculo",
explicó Ángel en voz baja, "así que se te permite mirar. Luego tenemos otra
zona con habitaciones privadas para quienes no quieran ser molestados,
pero creo que dejaré que este paseo hable por sí mismo." Ángel lanzó una
mirada por encima del hombro y me guiñó un ojo. "Es el pasillo más bello
del mundo".
Quise darle las gracias, pero en cuanto pasamos junto a la primera
vidriera, se me cortó la respiración. Dentro de la sala, una mujer desnuda
estaba atada a una mesa de madera elevada. Su piel brillaba de sudor, sus
manos se cerraban en puños mientras se retorcía de un lado a otro contra la
incesante estimulación del gran vibrador que tenía entre las piernas. Su
compañero estaba de pie frente a ella, pronunciando palabras que no pude
oír por encima del sonido de sus increíbles gemidos.
"¿Nos ven?", pregunté.
"No, querida". Ángel señaló la pared con la mano. "Es un espejo
bidireccional. Les permite disfrutar sin que les molesten los del otro lado.
Así pueden tener toda la excitación de ser observados sin que nadie
interrumpa el espectáculo".
"Vaya..."
Cogí a Derek de la mano mientras seguíamos por el pasillo.
En la habitación contigua había un hombre de pie follando la boca de su
compañera. Se lo estaba pasando como nunca cogiéndoselo así, y con solo
mirarla unos segundos se me irritó un poco la garganta. Había pasado
demasiado tiempo, pero aún recordaba cuando tenía la polla de Derek en la
boca.
Las siguientes habitaciones mostraban escenas similares: parejas
entreteniéndose con diversos instrumentos y juguetes sexuales o incluso
simplemente follando entre sí, pero esto no era nada comparado con la
siguiente habitación.
Había una chica atada con varias correas y cuerdas y tenía los dos
brazos atados a la espalda. Estaba suspendida en el aire con un intrincado
trabajo de cuerdas entrelazadas alrededor de los pechos y el abdomen, y
luego entre las piernas, donde estaban aún más estiradas. Casi podía
imaginarme lo que se sentía al tener una cuerda áspera apretada así contra el
coño, y un dolor se encendió entre mis piernas.
Me quedé inmóvil y la miré fijamente, haciendo que nuestro paseo se
detuviera. Me quedé fascinada cuando vi a un hombre vestido de negro de
pies a cabeza caminando a su alrededor. De vez en cuando, levantaba una
mano y lanzaba un fino látigo de cuero contra su piel, provocando un grito
ahogado de su boca amordazada mientras ella giraba en el aire, como una
hermosa bailarina. Su cuerpo era una colección de manchas rojas causadas
por el látigo, y me quedé inmediatamente asombrada.
Estaba preciosa atada así, pero lo que más me impresionó fue lo
excitante que debía de ser para ella esa sensación.
Atada y atrapada, incapaz de impedir que su compañero le hiciera lo
que quisiera... Bueno... a mí también me había pasado.
Mi corazón empezó a latir con fuerza con solo pensarlo y el calor
impregnó mis ya húmedos muslos.
"¿Estás disfrutando de la vista?" La voz grave de Derek en mi oído me
devolvió a la realidad, me reí suavemente y asentí con la cabeza.
"Eso suena... muy intenso", respondí.
"¿Te interesa?", preguntó Matt, pero no pude responder. El temblor
excitado de mi voz habría traicionado cualquier palabra de negación que
pudiera tener, aunque en realidad me habría gustado intentarlo.
"Quizá solo tenga curiosidad", intervino Ángel, ahorrándome la
respuesta, lanzándome una cálida sonrisa y agitando la mano. "Vamos".
Continuamos por el pasillo y vi cosas que nunca había imaginado que
existieran. Mujeres, pero también hombres, estaban atados en diversas
posiciones y recibían azotes y golpes con las manos, pequeñas paletas y, por
supuesto, látigos de todos los tamaños. Cuerdas de distintos tipos y
posiciones convertían a las chicas en obras de arte.
Desde pezones atrapados en pinzas, pasando por tetas cubiertas de cera,
hasta pollas encerradas en pequeñas jaulas mientras su pareja era follada
por otros, hasta vaginas dilatadas: allí había casi de todo.
Los sonidos del placer eran intensos y con cada habitación que
pasábamos durante la visita, el deseo aumentaba en mis entrañas.
Cuando llegamos al final, ya no podía contenerme; todo lo que había
visto me había excitado de un modo que ni siquiera había considerado, y a
cada paso que daba, apretaba los muslos para disfrutar de las sutiles
pulsaciones de placer que aquella presión ejercía sobre mi coño. Intenté
decir algo, pero las palabras me fallaron, así que me aferré
desesperadamente a la mano de Derek. Su pulgar rozó mis nudillos cuando
empezó a mirarme; en el momento en que nuestros ojos se encontraron,
derramé todo lo que pude en aquella mirada, ya que era demasiado tímida
para decir nada delante de Ángel.
No había forma de explicar cómo la visión de unos actos tan
pecaminosos me había excitado de un modo que no creía posible. Con cada
respiración, el ligero algodón de mi sujetador rozaba mis duros pezones de
una manera demasiado burlona.
Derek, afortunadamente, pareció comprenderlo en cuestión de
segundos.
"¿Ángel?"
El calor de los otros dos hombres, Matt y Samuel, se apretó contra mí.
"Sí, cariño, dímelo".
Ángel se volvió hacia nosotros y su cálida sonrisa se fundió en una
mueca aún más sexy cuando nos vio.
"Creo que necesitaremos nuestra habitación de siempre", dijo Derek.
"Por supuesto", contestó. "Seguidme".
28
CHARLOTTE

"¿P alabra de seguridad?" Los ojos oscuros de Derek se clavaron en mí y


no pude apartar la mirada.
"Títere", respondí con seguridad, mientras sus labios se curvaban en una
tierna sonrisa, aún más cálida por la suave luz que había sobre nosotros.
La habitación era muy parecida al resto del club, aunque me aseguraron
que no había espejos bidireccionales ocultos en ninguna de las paredes. A
pesar de que los chicos estaban encantados de mirarse unos a otros, querían
asegurarse de que ningún extraño pudiera siquiera vislumbrarme.
La forma posesiva en que todos ellos habían decidido tal cosa había
hecho vibrar mi corazón.
Las paredes estaban repletas de juguetes sexuales de distintos colores y
formas; eché un vistazo a cada una de esas cosas mientras Derek y Matt se
movían a mi alrededor, quitándome la ropa. Me resultaba extrañamente
íntimo y familiar estar cerca de ellos, mientras me miraban como si
realmente me echaran de menos.
Matt se agachó para quitarme la falda y las bragas, mientras Derek me
ayudaba a quitarme la blusa. En cuanto me ayudó a quitarme también el
sujetador, me agarró las tetas, una a una, y me las apretó, haciéndome jadear
cuando sus ásperas palmas rozaron mis pezones turgentes. Luego me
obligaron a tumbarme sobre una gran mesa situada en el centro de la
habitación.
"Cuidaremos bien de ti, Charlotte", dijo Derek mientras me sujetaba
ambas muñecas por encima de la cabeza con las esposas de cuero fijadas a
la mesa.
"No sabrás dónde dirigirte", se rio Matt mientras me sujetaba el tobillo
derecho y el izquierdo lo levantaba hasta la altura de las rodillas y lo
sujetaba más arriba.
Un escalofrío de excitación me recorrio todo el cuerpo y entonces
intenté desenredar ligeramente las correas, para ver lo apretadas que
estaban; eran firmes. No iba a ir a ninguna parte.
Samuel, mientras tanto, vigilaba la situación. Aún no había bebido y ni
siquiera parecía tener intención de hacerlo. Tenía que mantenerse sobrio y
alerta para asegurarse de que el alcohol que llevábamos en las venas no nos
llevara demasiado lejos.
Matt permaneció junto a mi cabeza, acariciándome las mejillas con la
punta de los dedos.
"Eres tan hermosa", murmuró, y de repente posó sus labios sobre los
míos. Su lengua trazó el surco de mi boca, así que la abrí, permitiendo que
entrara y me besara profundamente. Cerré las manos en puños mientras sus
dedos se posaban ligeramente en mi garganta y estaba segura de que podía
sentir la velocidad a la que se aceleraba mi pulso.
Entonces, en un instante, todo mi cuerpo se encendió como una
descarga eléctrica cuando una potente vibración se instaló entre mis piernas,
presionando justo contra mi clítoris. Grité en la boca de Matt y él sonrio,
continuando besándome durante unos segundos más mientras yo me
retorcía sobre la mesa; lo único es que estaba atada.
Me soltó la garganta y grité con fuerza. Al bajar la mirada, pude ver a
Derek entre mis piernas con un vibrador morado en una mano. Con la otra,
me acariciaba suavemente de arriba abajo el muslo derecho, mientras un
intenso placer asaltaba mi cuerpo de la forma habitual.
Las vibraciones eran tan intensas y se centraban exclusivamente en mi
clítoris. Resultaban casi dolorosas, pero al mismo tiempo mi orgasmo se
acercaba más rápido de lo que pensaba. Tiré de las correas e intenté
apartarme de la estimulación simplemente para tener un momento de
respiro, pero Derek era implacable y no se detenía.
"¡Dios...!", grité y el rostro de Matt se posó sobre mí, observándome
atentamente.
Sus manos se dirigieron a mis pechos y me pellizcó bruscamente cada
uno de los pezones, provocándome descargas eléctricas en el pecho.
Aquella sensación se extendió a mi ingle y envolvió de calor mi pobre
coño, que se estaba recalentando rápidamente.
Me retorcía a derecha e izquierda, tratando por todos los medios de
escapar, mientras un gemido seguía cada una de mis respiraciones agitadas.
Entonces llegó el orgasmo; me arqueé sobre la mesa con todo el
movimiento que me estaba permitido y grité mientras el calor de mi núcleo
hirviente estallaba a través de mí. Las llamas del deseo me recorrieron de
pies a cabeza, mi coño se apretó bruscamente y, durante unos segundos
incandescentes, me quedé flotando en una nube de placer. Luego, la oleada
inicial pasó y me desplomé sobre la mesa, jadeando.
"Vaya", susurré. Mis palabras se convirtieron rápidamente en un gemido
cuando Derek no retiró el vibrador. Bajó un poco la intensidad para que
pudiera recuperar el aliento. Volví la mirada hacia él y me miró fijamente a
los ojos.
"Perrita, no hace falta que me mires así, acabamos de empezar".
La boca de Samuel se posó de repente sobre la mía y mis manos
chasquearon en las ligaduras, mientras ansiaba rodearle con mis brazos y
agarrarme a su pelo. En lugar de eso, lo único que podía hacer era rendirme
a los grilletes y dejar que él mandara.
Sentirme impotente ante aquellos tres hombres me recordó lo que había
sentido cuando estaba en su casa y me habían hecho de todo. Realmente lo
necesitaba y aquella iba a ser una noche muy larga.
Matt se llevó mis pezones a la boca de uno en uno mientras los labios de
Derek se unían al juguete de mi coño y lamían mis pliegues húmedos,
intensificando aquella sensación. Las vibraciones dirigidas contra mi
clítoris estaban de nuevo a punto de volverse dolorosas, así que intenté
mover las caderas para apartarlas. La mano libre de Derek se soltó y se
aferró a mis piernas, sujetándome.
Mientras tanto, Matt seguía chupándome los pezones, tanto el izquierdo
como el derecho, al tiempo que los apretaba y pellizcaba tanto con los
dedos como con los dientes.
Con el placer recorriendo todas las partes sensibles de mi cuerpo, me
costaba concentrarme y era imposible pensar en otra cosa que no fueran
aquellas bocas abrasadoras.
De repente, algo afilado me golpeó el pezón derecho y solté un grito
agudo, intentando alejar el dolor, aunque continuó.
Mirando hacia abajo, vi que Matt había sujetado una pinza a mi turgente
pezón.
"¿Estás bien?", me preguntó, mientras su mirada acalorada se fijaba en
mí. Tardé un segundo en asentir y relamerme los labios.
"Sí", jadeé.
El segundo mordisquito se clavó en mi pezón izquierdo y grité aún más
fuerte, entonces, de repente, un frío punzante me golpeó el vientre, así que
me retorcí para escapar de aquel escalofrío helado. Caían gotas heladas por
todas partes y, cuando conseguí echar un vistazo más allá de Matt, vi a
Samuel de pie a mi lado, pasándome un cubito de hielo por la piel. El agudo
mordisco del frío era casi demasiado contra mi carne recalentada e
hipersensible, pero creaba una deliciosa mezcla de frío y calor.
Todas aquellas sensaciones, sumadas a las de Derek enterrado contra mi
coño, me llevaron a la agonía de otro potente orgasmo que me recorrio
como un fuerte escalofrío de arriba abajo. Gemí con fuerza, sin importarme
quién pudiera oírme, y luego incliné la cabeza contra la mesa.
Explosiones de luz y color bailaron detrás de mis párpados y, cuando el
orgasmo se calmó, me dejé caer contra la mesa, jadeando.
"Ha sido una auténtica... ¡Oh, Dios... locura!", balbuceé.
Por suerte o por desgracia para mí, Derek no se detuvo. El vibrador
permaneció firmemente presionado contra mi clítoris y lo movió solamente
para permitirle arrastrar su lengua caliente sobre mi sensible punto. La
presión de su boca era casi demasiado caliente para soportarla, pero en el
momento en que el juguete sexual empujó hacia dentro, lo eché de menos
inmediatamente.
Matt cogió más cubitos de hielo y empezó a juguetear con ellos contra
mis pezones, creando una sensación excitante y exagerada al mismo
tiempo, como si apoyara las tetas sobre nieve fresca.
Samuel desapareció de mi vista y reapareció un momento después,
apretándome un cubito de hielo entre los labios.
"Mantente bien hidratada, cariño", murmuró, pasándome una mano por
el pelo rubio despeinado. No pude más que asentir, chupando con avidez el
hielo que goteaba.
Mientras mis pezones oscilaban entre el entumecimiento por el frío y el
placer de la lengua caliente de Matt, algo presionó firmemente contra mi
coño. Tardé apenas un segundo en darme cuenta de que Derek había
cambiado de vibrador, consiguiendo uno mucho más largo y grueso. Toda
aquella sensación de plenitud era abrumadora, puesto que mi cuerpo ya
estaba muy estimulado.
Entonces, mientras me lo metía de golpe, lo encendió, pero esta vez no
me impidió sacudir las caderas hacia arriba mientras gritaba. La baratija
curvada se encajó justo en mi punto G mientras el placer me inundaba con
la fuerza de un tsunami. El corazón me martilleaba con fuerza y el pecho se
me oprimía. No sabía adónde ir para escapar de toda aquella estimulación y,
en el fondo, desde luego no quería hacerlo.
A pesar de todo, sabía que mi palabra clave acabaría con todo si
realmente lo necesitaba.
Mi siguiente orgasmo empezó a aumentar rápidamente cuando la boca
de Derek encontró espacio entre el enorme vibrador y mis húmedos
pliegues. Mientras lo hacía, sus dedos resbaladizos acariciaban mi culo y se
burlaban de mi agujero más oculto. En cuanto aquellos mismos dedos me
penetraron suavemente, jadeé y abrí la boca de par en par.
Era imposible pensar o concentrarme en otra cosa que no fuera el
próximo clímax que se estaba gestando rápidamente en mi interior mientras
me provocaban, estimulaban, besaban y acariciaban a la perfección.
Empecé a retorcerme y a girar sobre mí misma, con la respiración
entrecortada a medida que el calor se acumulaba en mi interior y se volvía
incontenible.
"¿Estás a punto de correrte?", preguntó Matt mientras se inclinaba hacia
mí, concediendo por fin un respiro a los pobres pezones.
De repente, Derek puso el vibrador a máxima potencia y grité. Las
vibraciones recorrieron mi coño y me corrí.
Justo cuando el orgasmo me golpeó, Matt me quitó las pinzas de los
pezones y el repentino flujo de sangre y las cálidas sensaciones que
volvieron a los maltrechos pezones me silenciaron de inmediato.
Quedé suspendida en un mar silencioso, con el cuerpo temblando como
una hoja, mientras el orgasmo estallaba en mí y un placer que nunca antes
había experimentado me consumía por completo.
El goce duró tanto que empecé a sentir que el corazón me martilleaba en
la cabeza. Finalmente me desplomé sobre la mesa, jadeando ruidosamente.
Samuel estaba a mi lado, apoyando una mano cálida en mi hombro mientras
yo jadeaba.
Sin embargo, las vibraciones contra mi coño seguían siendo
implacables. Casi parecía que me estuvieran marcando. El calor que sentía
debajo era demasiado intenso y la lengua de Derek ya no era tan calmante
como antes. Cada caricia me parecía lava y gemí mientras los ojos se me
llenaban de lágrimas por tanta estimulación.
La mirada preocupada de Samuel se posó en mí mientras me acariciaba
las mejillas acaloradas.
"¿Va todo bien, como siempre?".
Me humedecí los labios y asentí con la cabeza. Era tan jodidamente
hermoso. También eran tantas cosas, y no sabía en qué pensar o
concentrarme.
Una parte de mí se dio cuenta de que probablemente ellos querían esto.
"Dilo en voz alta", me instó Samuel.
"Sí, estoy... bien", balbuceé, tirando de las correas, y Samuel selló mi
confirmación con un beso, luego me metió otro cubito de hielo en la boca.
"Genial", exclamó la voz potente y gutural de Derek. "Ya que acabamos
de empezar".
29
CHARLOTTE

P erdí la cuenta de cuántos orgasmos me habían provocado. Aquel


placer era una cascada interminable y me hacían correrme una y otra
vez. Todos los pensamientos habían desaparecido de mi mente y no
tenía ningún deseo de hacer otra cosa que experimentar todo lo que le
estaban haciendo a mi cuerpo.
Derek siempre se había centrado en mi coño, tanto utilizando su boca
como juguetes sexuales, provocándome más allá de toda lógica con sus
dedos diabólicos. Matt me manoseaba las tetas, me agarraba por el cuello y
frotaba mi cuerpo con todo tipo de vibradores calientes, tanto que pensé que
quería marcarme con su nombre; Samuel, por su parte, era mi atento
guardián, besándome, pasándome hielo por todo el cuerpo, dándome dulces
caricias de vez en cuando.
¿Era así como debía ser el paraíso?
Cuando por fin me quitaron los juguetes del cuerpo, estaba hecha un
desastre. Los músculos de mis piernas temblaban por sí solos y el resto de
mis miembros parecían gelatina.
Mi coño estaba tan sensible que palpitaba al compás de mis acelerados
latidos, y mi piel estaba inundada de un calor que no remitía. Me dolían las
tetas y tenía los labios hinchados por los muchos besos ansiosos que, por lo
que a mí respecta, habían terminado demasiado pronto.
Me sentía feliz, completamente satisfecha, mientras mi mente estaba tan
tranquila, desprovista de cualquier preocupación o ansiedad. Me encontraba
en un estado de éxtasis total, y estaba allí por aquella misma razón.
"¿Cómo te sientes, Charlotte?", el rostro amable de Samuel apareció
ante mí y sonreí suavemente.
"Como si estuviera en un hermoso sueño", respondí con una voz que
parecía desconectada de mi cuerpo. Estaba flotando y no estaba preparada
para volver a la tierra.
"Perfecto". Derek apareció desde el otro lado de la habitación, con su
mirada oscura clavada en mí, devolviéndome a la realidad. "Porque no
hemos terminado".
Sentí que unas manos me tocaban todo el cuerpo y desbloqueaban las
esposas de cuero que mantenían a raya mis muñecas y tobillos. No tenía
fuerzas para mover las extremidades, pero tampoco las necesitaba. Aquellas
manos fuertes me sujetaban y me movían por la mesa como si fuera una
muñeca de trapo.
El corazón me martilleaba en el pecho y me lamí los labios con un
suave gemido.
"Cada centímetro de mi cuerpo está ardiendo", murmuré. La gran mano
de Matt me agarró la cara y me inclinó la cabeza lo suficiente para darme
un largo y cálido beso en los labios.
"Así que estás bien", susurró contra mi boca.
"Oh, sí", respondí con un suspiro.
Desapareció, y entonces un pecho ancho y cálido se apretó contra mi
espalda. Me habían empujado contra Samuel. Quedó claro cuando su voz
profunda y cálida murmuró en mi oído. Sus fuertes brazos me rodearon las
caderas y, justo cuando me estaba acomodando a su tacto, su polla grande y
dura se clavó en mi trasero; me abrio como un cuchillo caliente a través de
la mantequilla. Mi cuerpo se había vuelto blando y maleable por todo lo que
me habían hecho antes, y no pude hacer otra cosa que arquear la espalda
sobre él con un gemido largo y tendido.
Llenaba cada centímetro de mí, estirándome desproporcionadamente, y
sin pensamientos que me distrajeran, me concentré únicamente en su polla.
Al menos hasta que Samuel me abrio las piernas temblorosas con sus
fuertes manos y Matt se deslizó entre ellas. Me dio unos tiernos besos en la
garganta mientras mi cabeza se inclinaba hacia atrás contra los hombros de
Samuel y yo gemía suavemente utilizando las pocas fuerzas que me
quedaban. Matt era increíblemente musculoso y quería tocar cada
centímetro de él, pero lo máximo que podía hacer era apretarle los
antebrazos. Su enorme polla se introdujo en mi coño de un solo movimiento
y me desplomé contra Samuel con un grito incontrolable.
Que me llenara una polla estaba bien, pero ¿dos?
Seguro que no había suficiente espacio dentro de mí, no con ellos dos
estirándome y llenándome tanto que me sentía reventar. Estaba atrapada
entre ellos, empalada y envuelta en una espiral interminable de brazos
fuertes y manos acariciadoras.
De repente, Derek apareció a mi lado, en todo su esplendor desnudo,
con su gruesa polla sobresaliendo orgullosa de su cuerpo atlético. Con una
mano acarició toda su longitud y no necesité oír ninguna orden; mis labios
se abrieron de buena gana, hambrientos de darle placer también a él. La
polla de Derek se deslizó entre mis labios mientras Samuel y Matt seguían
follándome. Ya no tenía fuerzas para acompañarles, pero en cambio ellos
tenían el control total de mi cuerpo.
Me agarraban con fuerza, balanceándome entre ellos, como si fuera un
auténtico títere: su marioneta sexy.
Las cálidas manos de Derek se deslizaron por mi pelo empapado de
sudor, sujetándome la cabeza con fuerza. Gemí suavemente y cerré los ojos.
No existía nada más que sus cuerpos calientes retorciéndose contra el
mío y sus pollas llenando profundamente cada uno de mis agujeros. Mis
músculos gemían por el sobreesfuerzo y el fuego de mis entrañas crecía
más y más mientras me follaban. Cada vez que Matt se retiraba, Samuel se
zambullía profundamente, casi en sincronía, mientras Derek se hundía en
mi garganta. Ansiaba más y más, embriagada por aquellas sensaciones
extremadamente excitantes.
Mis dedos agarraron con fuerza los brazos de Matt y él gimió
suavemente, con los labios apoyados en mi cuello. Samuel gruñía y gemía
en mi oído y, por encima de mí, la polla de Derek, que estaba en plena
agonía de placer, seguía martilleándome.
Estaba completamente devorada por los tres, me trataban como si fuera
lo más preciado del mundo, y no quería que acabara nunca.
Había perdido la noción de cuánto estaba durando aquella dulce tortura
mientras los empujones de Matt se volvían más frenéticos cada segundo.
Los gruñidos de Samuel también eran cada vez más profundos, y las manos
de Derek se tensaron en mi pelo cuando empezó a penetrarme más
profundamente en la garganta. Mis gemidos se disipaban con cada
movimiento y me aferraba desesperadamente a la mano de cualquiera que
pudiera alcanzar.
El placer se acumulaba en mi interior como un fuego, quemando cada
nervio con un calor tan intenso que no podía calmarme, y no tenía control
sobre mis miembros al ser follada con tanta fuerza.
No podía hacer otra cosa que permanecer a su merced.
"¡Joder!", gruñó Matt. "Charlotte... ¡Me corro!".
El calor se derramó dentro de mí, inundando cada centímetro, y
entonces los gemidos de Matt, en el punto culminante de su orgasmo,
llegaron a mis oídos. Se estremeció contra mí y apoyó la frente en mi
pecho. Me invadió otra oleada de calor y entonces Samuel gimió
profundamente. Los dos agujeros se habían llenado. Mi mente estalló como
un fuego, caliente y brillante, mientras mi orgasmo surgía, inmenso y
demencial.
Todos mis músculos se endurecieron y me incliné hacia Samuel
mientras Derek seguía introduciendo su polla hasta el fondo y
manteniéndola allí.
Respirar era imposible. Estaba rodeada por aquellos tres hombres y eran
todo lo que podía sentir, oler, saborear y... gustar. Era un auténtico paraíso.
Derek se corrio en mi garganta con un gemido ronco y sus caderas
vibraron contra mí. Unas pocas pulsaciones y se retiró, derramando su
semilla sobre mi lengua y yo tragué desesperadamente.
Cuando se apartó de mis labios, me desplomé en los brazos de Samuel
mientras las últimas oleadas calientes de mi orgasmo recorrían mi cuerpo
exhausto.
Me pesaban los párpados y mi corazón, que antes latía desbocado,
retomaba lentamente un ritmo más lento. Habría podido dormir durante una
semana seguida.
Derek me puso la mano en la mejilla y me pasó el pulgar por el labio.
Parpadeé mientras buscaba su rostro, y entonces sentí el frío punzante de un
trozo de hielo deslizándose en mi boca. Lo chupé con alegría y la cálida
sonrisa de Derek encendió una extraña sensación en mi pecho.
¿Era amor? O, como nunca había sido amada por nadie en mi vida,
¿estaba confundiendo toda aquella atención con algo más? ¿Podría haberme
enamorado de varias personas a la vez, o era simplemente un
enamoramiento debido al sexo?
No lo sabía y, para ser sincera, ni siquiera estaba segura de querer
saberlo.

"M ete un tampón en el congelador un par de horas". Ángel me sonrio.


"Confía en mí. Póntelo debajo de las bragas y tu coño se calmará".
Me había vestido y estaba ante ella, destrozada, tambaleándome sobre
las piernas. Derek estaba fijo a mi lado mientras Matt rellenaba un
formulario en el mostrador, y Samuel permanecía cerca con la mirada fija
en mí.
"¿Un tampón en el congelador?", repetí.
Ángel asintió: "Créeme, después de una sesión tan intensa tendrás algo
de hinchazón, y el frescor del tampón te ayudará. Recuerda beber mucho y
ser suave con tu cuerpo".
Mis celos hacia Ángel habían estado realmente fuera de lugar. Era un
encanto, y había tanta calidez en sus ojos que me encontré deseando
contarle todo lo que sentía. Tal vez ella comprendería lo que significaba
aquel cálido deseo que sentía en el pecho y me ayudaría a distinguir entre el
amor y la lujuria añadida al alcohol.
"Nosotros nos ocuparemos de ella", le aseguró Derek a Ángel. "Todos
lo haremos".
"Pero no la hagas esforzarse demasiado". Sonrio. "Si eres adicto a su
coño, al menos debes darle tiempo para que descanse".
Samuel soltó una carcajada y mis mejillas se encendieron, pero estaba
demasiado cansada para sentir vergüenza. El sentido de la decencia no
parecía existir en un club como aquel.
"No es lo único a lo que somos adictos", replicó.
"¿Estáis seguros de que no queréis parar aquí y daros una ducha?",
preguntó Ángel.
"Sí", confirmó Derek. "Preferimos cuidar de ella en casa en vez de dejar
que se relaje aquí y luego estropearlo todo con el viaje de vuelta".
"Claro, lo entiendo". Ángel sonrio y me dirigió una mirada cálida.
"Encantado de conocerte".
"Igualmente". Mi sonrisa requería más energía de la que disponía. "Por
cierto, estás muy guapa".
El hermoso rostro de Ángel se sonrojó a lo largo de sus pómulos y luego
sonrio. "Gracias, querida".
"Vamos", exclamó Matt acercándose a mí. "Vamos a llevarte a casa".
¿A casa de ellos?
En cualquier caso, iba a dormir una eternidad.
30
DEREK

C ada uno de mis sentimientos estaba en sintonía con Charlotte,


mientras preparaba la bañera para darle un buen baño caliente. La
sesión ardiente en el club había sido más intensa de lo que había
previsto en un principio, pero la había disfrutado más que ninguna de las
que había hecho en el pasado.
Además, la fortaleza de Charlotte era admirable, sus versos y su cuerpo
eran irresistibles, y cada vez que me clavaba en aquellos preciosos ojos
verdes, me sentía realmente arrebatado; más de lo que alguien como yo
debería haber estado.
El hecho de encontrarme en la habitación de al lado, sin poder verla,
hizo que mi corazón latiera un poco más deprisa de lo normal y que
aumentaran las ganas de asomarme por la puerta simplemente para verla.
Quería mirarla todo el tiempo; me daba igual lo que estuviera haciendo
o dónde estuviera.
Sacudí la cabeza y centré mi atención en el baño caliente que estaba
preparando, lleno de aceites relajantes musculares, para ayudar a aliviar
cada centímetro del cansadísimo cuerpo de Charlotte.
"¿Necesitas algo más?" La voz de Matt entró por la puerta mientras
ayudaba a Charlotte a acomodarse.
"No, estoy bien, gracias", respondió ella, "solo me gustaría dormir".
"Todavía no", se rio Matt. "O mañana ni siquiera podrás levantarte de la
cama".
"De hecho, no me gustaría". Charlotte rio suavemente.
El cansancio desapareció de su voz y Matt murmuró algo en voz tan
baja que no pude captar las palabras. Entonces la puerta crujió al abrirse,
indicando que Charlotte se había quedado allí, en la habitación.
No pude resistirme ni un segundo: aumenté la temperatura del agua,
reduje la velocidad a la que se llenaba y me precipité en el dormitorio. Los
frenéticos latidos de mi corazón se calmaron en cuanto la vi.
"Charlotte..."
Me miró y su rostro cansado se transformó en una sonrisa tan afectuosa
que me derretí al instante.
"¿Listo?", preguntó suavemente.
"Sí, desvístete que vamos para allá".
Charlotte se levantó y empezó a desnudarse mientras yo permanecía en
la puerta, incapaz de decir una palabra.
Durante toda la sesión de BDSM, había luchado contra el deseo de
follármela por primera vez, diciéndome a mí mismo que se trataba
solamente de un momento de relajación. Siempre había pensado que el acto
de la penetración solo lo hacían las personas que sentían algo más la una
por la otra.
Pero aquí, delante de ella, mientras dejaba caer toda su ropa al suelo, me
di cuenta de que me había mentido a mí mismo. Quizá me estaba
encariñando de verdad con ella. Quería cogerla entre mis brazos, penetrarla
y ver cómo su hermoso rostro se iluminaba de deseo.
"Charlotte..."
Hizo una pausa, con el sujetador a medio quitar y sus brillantes ojos
esmeralda fijos en mí, sin pestañear.
"¿Sí?"
Me abalancé sobre ella, sin pensarlo, y la agarré por la nuca. Nuestros
labios se unieron y la besé largo y tendido, ahogando su gemido de
sorpresa.
No tenía ningún plan, nada que seguir, salvo un deseo desesperado de
consumirla y ser consumido a su vez.
Pasaron unos segundos y luego Charlotte devolvió el beso con renovada
energía y gimió suavemente contra mis labios mientras alzaba las manos
hacia mi pelo. Cuando enredó unos mechones entre sus dedos, apretándolos
con fuerza, se reavivó un fuego en mi pecho y seguí esa sensación, sin
preocuparme de nada más.
Valiéndome de mi cuerpo voluminoso, la conduje hacia la cama y
Charlotte retrocedió de buena gana. La empujé suavemente sobre el colchón
y la vi rebotar en los muelles mientras me quitaba la camiseta de la cabeza.
Una vez que tuve la vista despejada, pude ver que se había apoyado en los
codos y había abierto sus hermosas piernas, dejando al descubierto el
reluciente coño que yo había estado devorando toda la noche.
Aquella chica me había cautivado por completo. En un momento, me
quité también los pantalones y los calzoncillos, me puse encima de ella y le
di otro beso. Los dedos de Charlotte se aferraron a mis hombros y yo apoyé
una mano en la cama mientras con la otra agarraba mi hinchada polla. Dos
caricias y estaba completamente excitado. Entonces empujé la punta contra
su coño aún caliente por lo que le habíamos hecho.
Interrumpí el beso y estudié su rostro sonrojado.
"¿Estás... ¿Estás segura de que quieres esto?"
"¿Y tú?", me desafió con una sonrisa burlona.
La penetré por completo de un solo empujón, y los fuertes gemidos de
Charlotte se extendieron por la habitación. Sus paredes internas se aferraron
a mi polla como un tornillo de banco, y gemí con fuerza mientras penetraba
hasta el fondo.
Era todo lo que había imaginado y más, su coño era acogedor y cálido y
quería seguir durante horas dentro de ella.
Yo la dominaba, pero en realidad... ella me poseía a mí.
Charlotte me acarició la cara con una mano y nuestros ojos se
encontraron. Si me hubiera permitido, podría haberme perdido en el
laberinto de cristal de sus ojos. Me agaché, la besé y empecé a mover las
caderas con más fuerza, al ritmo de los rápidos latidos de mi corazón, pero
nunca era suficiente; quería follármela con más fuerza y quería llegar más
adentro de ella y quedarme allí para siempre.
Su calor y su perfume me consumían. Me agarré a las sábanas con una
mano y a su cuello con la otra y la penetré con más fuerza. Cada embestida
provocaba un suave gemido en sus labios, incitándome a follarla aún más
fuerte y rápido.
"Eres tan... jodidamente... hermosa", le gruñí.
La cara de Charlotte enrojeció, con las mejillas encendidas, y volví a
besarla para recalcar mi afirmación. Me la follaría día y noche, hasta que
realmente pensara que era tan hermosa como yo la veía.
Sus muslos temblorosos rodearon mis caderas y mi mano abandonó su
cuello para aferrarse a ella. Quería cubrir cada parte de su cuerpo con besos
y atenciones, cada curva me volvía loco.
Mis caderas se sacudieron hacia delante, penetrándola de golpe, y
cuando los besos cesaron, sus gritos de placer no se detuvieron.
Su coño y más, había sido maltratado toda la noche, y ahora aquí estaba
yo, dejando mi última marca en ella, ya que era adicto a ella.
Mi orgasmo se acercaba rápidamente, mientras en mi bajo vientre se
acumulaba un calor sobre el que no tenía ningún control. No podía hacer
otra cosa que follarla con más fuerza, momento en el que los gritos de
placer de Charlotte se convirtieron en llantos desesperados.
"¡Sí, sí, eso es!", gritó en voz alta, y yo enterré la cara contra su cuello.
El palpitar de su coño se agitó frenéticamente alrededor de mi polla y,
de repente, se arqueó contra mí y eso fue todo; Charlotte se corrio como una
ola debajo de mí, de la cabeza a los pies, y mis caderas se cerraron, para
disfrutar del espectáculo.
Tenía los labios hinchados y muy abiertos, los ojos animados y un rubor
de felicidad en las mejillas y la garganta.
Sí, sin el termino quizá, me estaba enamorando de ella.
Exploté al siguiente empujón, mientras sus paredes internas se tensaban
alrededor de mi polla, exprimiendo hasta la última gota de mi esperma de
una forma que solo había soñado que podría ocurrir.
Luché por mantener mis embestidas firmes, vertiendo mi esperma en lo
más profundo de su ser, hasta que estuve seguro de que ella había llegado al
orgasmo hasta el final. Solo entonces aflojé el ritmo y la besé suavemente
en los labios, la frente y donde podía alcanzarla.
"Vaya", jadeó extasiada. "Ha sido... increíble".
"Sí", susurré, estudiando cada centímetro de su rostro. "Lo ha sido".
Cuando se le pasó el temblor, me separé de ella y la conduje al cuarto de
baño. El agua estaba más caliente de lo esperado, pero me sentí aún mejor y
pasé la hora siguiente masajeándola y cuidando cada centímetro de su
cuerpo.
En algún momento apareció Samuel con un zumo, luego Matt con
comida y ambos nos dimos cuenta de que nos moríamos de hambre.
Cuando Charlotte salió del baño, apenas podía mantener los ojos
abiertos, así que la metí rápidamente en la cama y le di un beso en la frente.
Se aferró a mi mano, mirándome con las pestañas entrecerradas, hasta que
el sueño se apoderó de ella y se desvaneció en el país de los sueños.
Una visión tan serena y pacífica me calentó el corazón y la dejé dormir,
pensando en reunirme con ella más tarde.
Cuando entré en la cocina, mis dos amigos estaban sentados en la
encimera de la isla con sonrisas cómplices.
"¿Qué pasa?", les pregunté al acercarme.
Se miraron y las sonrisas se ensancharon.
"Así que por fin te la has follado", dijo Matt.
"Sí", respondí.
"En realidad creo que fue más que eso", añadió Samuel.
"Sí", repetí. Sabía a dónde querían llegar, porque esos mismos
pensamientos ya estaban en mi mente. "¿Y qué?"
"Oh, nada", entonaron al unísono.
"Bienvenido al club, eso es todo". Matt se levantó y se estiró: "Es
imposible privarse de ella".
"Las alegrías del amor, ¿verdad?", rio Samuel.
Instintivamente, estaba a punto de abrir los labios, dispuesto a decirles
que no sabían de lo que hablaban y que no la quería en absoluto; sin
embargo, no podía seguir mintiendo. No después de aquella noche.
Matt bostezó y yo me retiré al dormitorio.
Mis amigos se quedaron allí charlando, pero yo estaba realmente
agotado. Cuando abracé a Charlotte, me di cuenta de que no importaba lo
duro que lo habíamos pasado con ella hasta aquel momento: lo importante
era que Charlotte nos importaba mucho y yo cuidaría de ella como pudiera.
La mañana siguiente era sábado, pero las cosas no fueron tan bien. Ella
se había despertado tranquilamente y nos habíamos besado suavemente a
primera hora de la mañana. Yo había planeado para ella un desayuno
tranquilo y un día ocioso, teniendo en cuenta todo lo que había pasado la
noche anterior, pero esos planes se habían hecho añicos en el momento en
que Charlotte se había levantado y había mirado el móvil.
"Tengo que irme", dijo con voz entrecortada, y luego salió volando de la
cama más rápido de lo que nunca la había visto. "¡Tengo que irme ya!"
"Charlotte, ¿qué pasa?" Me levanté de un tirón, con el corazón
empezando a latirme desbocado por la preocupación. "¿Qué coño ha
pasado?"
"Lo siento, joder, pero tengo que irme, ¡lo siento mucho!".
Aún estaba encogida en el edredón cuando se puso la ropa y salió
corriendo. Me precipité tras ella, llamándola a gritos, pero cuando llegué a
la cocina, oí cómo se cerraba de golpe la puerta principal y me quedé allí de
pie, con el corazón latiéndome a todo pulmón y retorciéndome por dentro.
¿Qué demonios había leído en su móvil?
31
CHARLOTTE

E l corazón me retumbaba en los oídos, me dolía el estómago como si


tuviera una maraña de serpientes enfurecidas luchando entre sí, y cada
bocanada de aire que podía tomar apenas me alcanzaba para caminar,
a pesar de la fuerte oleada de miedo que me atenazaba el pecho.
Cuando volví corriendo a mi dormitorio y abrí la puerta de golpe, tenía
el ácido de las náuseas en la garganta y estaba a segundos de vomitar las
tripas en el suelo.
"Haley..."
"Vaya, vaya, vaya, qué sorpresa". Haley estaba tumbada en la cama,
apoyada en un codo, comprobando distraídamente su manicura, como si
todo fuera normal. Su mensaje seguía grabado en mi mente y el mero hecho
de pensarlo me hacía subir ácido a la garganta.
¡Te acostaste con ese profesor y me abandonaste! ¿Qué tiene él de
importante? ¿No me digas que ese es el tipo con el que pasas todo tu
tiempo?
"Haley". Pronunciar su nombre parecía lanzar una maldición, así que
cerré la puerta, intentando recuperar el aliento mientras avanzaba hacia la
habitación.
"¿Sí?" Me dirigió una mirada severa y sentí que el suelo temblaba bajo
mis pies.
"Lo que has visto..."
"Lo que vi, Charlotte, es que anoche te estabas follando a uno de los
profesores". Luego apretó los labios con fuerza y continuó: "¿Creías que no
me daría cuenta?".
"No es lo que piensas", empecé. "Es que..."
"¿Qué?" Me interrumpió bruscamente. "¿Creías que no sabía que era
profesor? Sí lo sé, Charlotte. Paul no para de hablar de él y de lo gilipollas
que era en su clase. He visto a ese profesor por el campus varias veces y
puedo atestiguarlo. Pero lo que no sé...". Se levantó y apoyó las manos en la
rodilla, golpeando los dedos al compás. "¿Por qué entró en aquel club para
verte y os fuisteis juntos?".
"Nosotros no..." Busqué infructuosamente una respuesta, pero no
encontré las palabras. Mi mente se rompió la cabeza buscando un millón de
excusas, pero ninguna parecía lo bastante buena para resistir el
interrogatorio de Haley.
"¿Dónde estuviste anoche, Charlotte?", preguntó. "Porque tengo una
idea, pero no puedo creer que mi mejor amiga fuera por ahí follándose a un
hombre tan gilipollas. ¿Sabes cómo trata a Paul? ¿Te das cuenta de lo
gilipollas colosal que es ese hombre?".
"¡No es verdad!" Solté ferozmente antes de poder contenerme. "¡Habla
él! ¿Sabes lo que te digo? ¡Paul se lo merece! Se inventó todas esas
asquerosas mentiras sobre Derek, ¡solo porque es demasiado estúpido para
pasar una asignatura básica de literatura!".
Haley me miró furiosa y su rostro cambió de expresión: apretó los
dientes, luego sus cejas se alzaron y sus ojos solo transmitían malicia. Por
un momento ni siquiera sentí latir mi corazón.
"¿Derek?", siseó Haley. "¿Con cuántos profesores te acuestas,
Charlotte?".
"¿Acostarme?" Ahogué esa palabra con toda la indignación que pude
reunir, pero el temblor de mi voz amortiguó ese intento. "¡No me acuesto
con nadie... y menos con un profesor!".
"¡Joder, ahora todo tiene sentido!". Haley se levantó de la cama y
empezó a caminar, señalándome con una de sus uñas perfectamente
cuidadas. "Me dijiste que estabas triste por un tío y que no era nadie que yo
pudiera conocer. ¡Eso era porque no creías que pudiera pensar en un
profesor! Pero ahora, por cómo te has comportado, quedándote hasta tarde
y... Joder, ahora también entiendo por qué sacabas tan buenas notas".
"¿Qué?" De repente mis mejillas se pusieron de un rojo intenso, como si
alguien acabara de abofetearme. "Mis notas son el resultado de mi duro
trabajo".
"Y una mierda", adelantó Haley, acercándose más a mí. "Tú no estudias
tanto. Te tiras a los profesores para sacar las mejores notas, y no me extraña
en absoluto. Seguro que se compadecen de la gorda de la clase, ¿verdad?
Haces todo tipo de cosas extravagantes porque lo único que te importa son
las notas en el papel. Tienes que sacar algo de tu vida, ¿no?".
"No es... no, ¡me has entendido mal!" Una sensación de confusión se
arremolinó en mi pecho y tenía un sabor agrio en la boca. Mi corazón latía
con tanta fuerza que los latidos individuales se volvieron indistinguibles.
"¿En serio?" Haley apoyó una mano en la cadera y sonrio cruelmente.
"Entonces corrígeme, Charlotte. ¿Se trata de un profesor, solo de Samuel?
¿O de Derek? ¿De los dos? ¿Hay otros?"
"Haley, por favor, no sabes..."
"De hecho, debe de ser algo maníaco, porque ni siquiera asistes a las
clases de Samuel. ¿Es acaso algún tipo de perversión?". Haley me miró con
una sonrisa en los labios. "¿Te follas a Derek y él te comparte con cualquier
profesor que necesite un poco de diversión? Olvídalo, no creería ni una
palabra que saliera de tu boca. Si me lo hubieras confiado, como habría
hecho una verdadera amiga, ambas nos habríamos beneficiado...".
"¡Ellos no son así!" Grité de repente, dejando que las palabras salieran
de mí sin pensar. "¡Son buenos hombres, son simpáticos y les gusto por lo
que soy, mientras que tú no tienes ni puta idea de lo que estás hablando,
Haley, porque tu vida está tan jodidamente vacía que la única emoción que
te produce es engañar a un tío que, como ambas sabemos, se está follando a
Amelia a tus espaldas!. Así que, en realidad, ¡sois vosotros dos los que sois
falsos y pésimos y os lo merecéis todo! No puedes menospreciarme
simplemente porque tu sórdida existencia alcanzó su punto álgido en el
instituto al convertirte en una zorra retorcida y malvada que pasará el resto
de su vida...".
Mis palabras fueron interrumpidas de repente por Haley, que me
abofeteó con fuerza en la cara. Me alcanzó con tal vehemencia que volví la
cara. El calor y el dolor de aquel impacto me hicieron darme cuenta de la
gravedad de las palabras que acababa de pronunciar.
"Zorra", escupió Haley. "Había pensado hablar primero contigo de ello,
pero en lugar de eso, ¿sabes lo que voy a hacer? Creo que voy a
denunciarlo".
Todos los nervios de mi cuerpo se pusieron en alerta y una oleada de
miedo me atravesó el corazón.
¡No! Si Haley decía algo, Derek se vería arrastrado a otra investigación,
e incluso si yo mentía, todo el mundo acabaría bajo escrutinio para proteger
la reputación de la universidad. Lo que tenía con ellos se convertiría en
cenizas.
"¡No, Haley, no puedes! Haley, por favor!" Mientras se dirigía hacia la
puerta, me lancé tras ella y me agarré a su brazo, intentando retenerla.
"¡Haley, por favor, no puedes! Arruinarás sus vidas, lo arruinarás todo".
"¡Suéltame!" Haley se liberó de mi agarre y se volvió hacia mí, con los
ojos llenos de odio. "Puede que mi vida sea patética según tú, pero
descubrirás lo mucho mejor que va a ser la tuya después del infierno por el
que te haré pasar. ¿Qué pensará tu madre de eso?".
Haley salió furiosa, cerrando la puerta y dejando detrás de sí un silencio
ensordecedor.
Oh, no.
Mis fantasías se estaban haciendo añicos, estaban a punto de convertirse
en polvo y no podía hacer nada al respecto. No debería haber dicho aquellas
cosas. Había dejado que mi temperamento se impusiera sobre mí y eso
había sellado definitivamente mi destino. Estaba a punto de pasar a la
historia como la zorra que se había acostado con tres profesores para sacar
buenas notas.
La verdad no le importaría a nadie.
La vida de Derek, que ya corría un gran riesgo tras aquella
investigación, seguramente se pondría patas arriba. ¿Matt y Samuel? No
podía ni imaginar cómo reaccionarían. La desesperación me llevó a la
acción y busqué mi teléfono en los bolsillos. Marqué el número de Haley,
intenté localizarla pero nada. Traté tres veces más antes de que el pánico se
desvaneciera y la desesperación se apoderara de mí.
La sensación de náusea implacable pareció desvanecerse mientras yo
cedía al llanto. Me desplomé en el suelo y sollocé mientras una abrumadora
sensación de conciencia se apoderaba de mí.
Mi secreto estaba a punto de ser revelado. Mis hombres se convertirían
en una especie de monos dentro de un circo mediático. Y... ¿Qué pasaría
cuando mi madre lo descubriera todo?
Mi vida estaría oficialmente acabada.
Aquel día llamé a Haley varias veces, pero nunca contestó. Tras el
decimoquinto intento, me metí en la cama y sollocé hasta la extenuación,
luego me dormí y me sumí en un profundo silencio de acusaciones, vidas
arruinadas y hombres a los que adoraba gritándome su odio en la cara.
Les había arruinado la vida y yo era, oficialmente, lo peor que les había
pasado nunca.
Aquella noche me desperté con náuseas y me arrastré hasta el baño
justo a tiempo para vomitar la cena de la noche anterior, junto con mis
atormentadas emociones. Así que volví a la cama y lloré hasta que se me
taponó la nariz y se me hincharon tanto los ojos que el único alivio fue
hundir la cara en la almohada. Haley no regresó al dormitorio y yo me
acurruqué bajo las sábanas, llamándola por enésima vez pero sin obtener
respuesta. A cada segundo que pasaba, se me apretaba el corazón mientras
esperaba que alguien llamara a la puerta en busca de respuestas a aquellas
acusaciones.
Pensé en enviar un mensaje a los chicos para advertirles, pero estaba tan
agitada que nada de lo que escribía parecía capaz de explicarme o
disculparme lo suficiente, así que desistí.
Esperé tres días.
Tres días que gasté paseándome nerviosamente por el dormitorio,
vomitando regularmente por el estrés y llamando a Haley hasta que su
contestador automático se llenó por completo con mis súplicas. Me salté las
clases, incapaz de enfrentarme a nadie, e ignoré todas las llamadas y
mensajes de los chicos. Si no contestaba, quizá no hubiera pruebas
suficientes y habría menos posibilidades de que se metieran en problemas.
Cada vez que oía crujir el suelo al otro lado de mi puerta, me sobresaltaba,
muerta de preocupación, esperando el momento en que mi secreto se
revelara al mundo.
La ansiedad me estaba matando y ese momento parecía no llegar nunca.
El cuarto día después de la discusión con Haley, me pasé la mañana
vomitando y volví a mi dormitorio temblando. Bebí un sorbo de agua, me
senté en el borde de la cama y me quedé mirando la pantalla del móvil. ¿Iba
a ocurrir todo hoy? Pensé. ¿Aparecería el servicio de seguridad en mi
puerta y me pediría que recogiera mis cosas con una carta de expulsión del
director por prostituirme?
¿Era algo que podía ocurrir de verdad o no?
Me pasé una mano por el pelo y suspiré profundamente, apretando los
labios para luchar contra las náuseas que no desaparecían. De repente, vi
aparecer en la pantalla la notificación de un mensaje. Lo apreté entre las
manos y me quedé mirando la pantalla con el corazón latiéndome
desbocado.
Era Paul.
Todo es muy sencillo. No vamos a decir nada de ti ni de tu jodida
relación y vas a utilizar todos los trucos que tengas entre las piernas para
sacarnos buenas notas, ¿entendido? Si le dices algo a alguien, me
aseguraré de contarle a tu madre en persona, con todo lujo de detalles, en
qué puta te has convertido.
Me quedé mirando el texto hasta que las palabras se desdibujaron y mi
corazón empezó a ralentizarse en dolorosos latidos en mi pecho.
No...
No, no podía hacerlo. Y yo no podía engañar de esa manera. Mil
pensamientos se agolparon en mi mente, pero una cosa tenía clara. Haley y
Paul no se iban a molestar en averiguar la verdad, y no dudé ni por un
momento de que Paul cumpliría su amenaza si yo no hacía lo que él quería.
¿Cómo coño iba a conseguir que mis hombres falsificara los votos de
Paul? No iban a hacerlo, y en cuanto intentara pedírselo, se enterarían de la
situación y me echarían sin pensárselo dos veces.
Otro ataque de náuseas me hizo correr al baño. Una vez en el pasillo,
sentí agitarse el suelo bajo mis pies y, cuando intenté apoyarme en la pared
para recuperar el equilibrio, pareció balancearse y alejarse de mí. El
corazón se me aceleraba, sudaba y sentía un calor abrasador por la espalda,
cuando de repente me desplomé en el suelo y todo se oscureció.
Estuve inconsciente unos segundos, pero el tiempo suficiente para que
un estudiante que pasaba por allí me ayudara a ponerme en pie e insistiera
en llevarme a la enfermería.
Una vez dentro, una mujer llamada Mildred me sentó en un taburete y
me dio un poco de agua. Luego empezó a hacerme preguntas sobre cómo
me sentía. Ante una pregunta tan sincera y amable, mi corazón volvió a latir
desbocado y sentí un fuerte deseo de contarlo todo.
Sin embargo, me contuve y negué con la cabeza.
"¿Desde cuándo no te encuentras bien?", me preguntó Mildred.
"Um... No sé, unos días. Desde el sábado".
"Cuatro días, entonces. ¿Algún otro síntoma aparte de las náuseas y los
vómitos?".
"No, quiero decir que me ha dolido un poco la cabeza, pero últimamente
no duermo mucho".
"¿Alguna razón en particular?" Mildred se acomodó frente a mí y
empezó a sujetarme un tensiómetro en el brazo.
"Los exámenes", respondí, y Mildred asintió.
"Es comprensible. Mucha gente estudia demasiado y no come bien. Lo
siguiente que ocurre es que se les dispara el azúcar en sangre". Sonrio
suavemente y el manguito empezó a apretarme el brazo mientras bombeaba.
"Sí... algo así", murmuré.
"Siento tener que pedírtelo, pero dados tus síntomas y tu elevado ritmo
cardíaco, necesito comprobarlo. No hay ninguna posibilidad de que estés
embarazada, ¿verdad?".
"¿Qué?" Levanté la mirada hacia sus dulces ojos azules mientras me
acomodaba una suave manta de algodón. "¿Embarazada?"
"¿Has mantenido relaciones sexuales, con o sin protección, con alguien
en el último mes?". Sus ojos se entrecerraron ligeramente mientras sonreía,
resaltando unas expresivas arrugas. Por extraño que parezca, fue lo único en
lo que pude concentrarme mientras mi mente se quedaba en silencio,
desprovista de cualquier pensamiento.
"No..." Empecé insegura, "quiero decir...". Me di cuenta de repente. El
viernes por la noche, mientras estaba en la cama deprimida, Haley había
descartado la posibilidad de que fuera mi menstruación porque nos había
venido al mismo tiempo y a ella le había venido la semana anterior.
Yo, sin embargo, no había tenido la regla.
Desde hacía más de un mes.
Me entraron ganas de llorar y las lágrimas se me atragantaron en la
garganta cuando Mildred me cogió la mano.
"No lo sé", balbuceé. "Sinceramente... no lo sé. Tomo la píldora, pero...
no lo sé".
32
CHARLOTTE

E n pocos días, todo mi mundo se había puesto patas arriba y ya no


sabía qué hacer.
Haley y Paul me presionaban constantemente para que utilizara
mis habilidades y convirtiera sus votos en algo fantástico. El problema, más
allá de la cosa en sí, era que no había dicho ni una palabra a Derek, Samuel
o Matt. Era muy consciente de que en el momento en que me confesara a
ellos, les presionaría demasiado. Me aferraba al más mínimo atisbo de
esperanza de que, si encontraba la forma de calmar a Paul y Haley, las cosas
volverían a la normalidad y podría empezar a divertirme de nuevo con los
chicos.
Si se lo hubiera confesado todo a mis tres chicos, ¿habrían decidido
cortar conmigo por si acaso?
Nuestra relación pendía de un hilo. Mi incapacidad para dar una
respuesta clara a la enfermera la había llevado a someterme a una prueba de
embarazo y a un análisis de sangre y orina.
La noche anterior había descubierto la verdad.
Estaba embarazada y no sabía qué demonios iba a hacer. Tomaba la
píldora desde los catorce años para poder controlar mi terrible ciclo
menstrual, pero estaba claro que no tenía ninguna posibilidad contra el
semen de tres hombres increíbles.
Embarazada.
Mientras estaba delante de la puerta del despacho de Derek, aquella
palabra daba vueltas en mi cabeza como una peonza. ¿Cómo se había
complicado tanto mi vida en tan poco tiempo? Hacía una semana estaba
disfrutando del sexo más intenso y pervertido de mi vida, pero aquel día allí
estaba yo, intentando colarme en el despacho de Derek para intentar
cambiar el voto de Paul y poder aferrarme a mis fantasías un poco más, con
un bebé creciendo en mi vientre.
Si ser descubierta no ponía fin a mis relaciones, si es que podían
llamarse así, el embarazo sin duda lo haría.
Mildred había tenido la amabilidad de informarme de todas mis
opciones, pero solo podía pensar en una de ellas: era la que haría imposible
ocultar un embarazo con el paso de los meses y, en cuanto se descubriera,
seguramente los tres serían despedidos si Haley lo denunciaba.
Probablemente también me habrían culpado a mí por no tener más
cuidado. Nadie había mencionado nunca una relación duradera, y mucho
menos un bebé. Mi mente viajó rápida e incontrolablemente.
Respiré hondo y cogí el pomo de la puerta. Se abrio rápidamente y
entré, inmediatamente impresionada por el olor a madera y cuero fino. El
despacho de Derek era exactamente como me lo había imaginado, ordenado
y limpio, igual que él. Una de las paredes estaba forrada con grandes
estanterías, mientras que la opuesta estaba decorada con obras de arte
antiguas a las que solo eché un vistazo. El escritorio de Derek estaba junto a
la puerta y me apresuré a avanzar, pasando junto a una mesa de centro de
roble, un sofá de cuero y un mueble de bebidas en forma de globo medio
abierto.
Elegante.
En todo el tiempo que había pasado con aquellos hombres, nunca había
pensado en lo ricos que debían de ser, trabajando en un lugar como la
Universidad Brown. Yo había entrado aquí gracias a una beca y a las
constantes subvenciones de mi madre.
Dios mío.
Seguramente habría dejado de enviarme dinero cuando se enterara de
que estaba embarazada. Seguramente me habría abandonado en cuanto se
hubiera enterado de quién era el padre.
Podía imaginármela gritando su total decepción ante mi existencia. Me
repudiaría, no me cabía duda, y me quedaría sin nada.
Sin amigos, sin familia y, desde luego, sin chicos. Derek había
mencionado que estaba haciendo todo lo posible para evitar más problemas,
incluso evitar denunciar las extrañas amenazas que había recibido. Paul
seguramente iba a dejarlo ahora que me tenía a mí.
Sin embargo, pensar en los ojos oscuros y firmes de Derek mirándome
con rabia, mientras todo se desmoronaba por mi culpa, me hizo temblar de
pánico.
De repente me sentí débil, así que me senté en el alto sillón de cuero del
escritorio de Derek y moví el ratón para activar su ordenador. Por suerte,
seguía conectado, lo que me confirmó que probablemente no estaba lejos de
su despacho.
No entendía nada de cómo organizaba sus documentos. Era difícil
navegar por la forma en que Derek había dispuesto las carpetas en el
escritorio, así que empecé a hacer clic en todo lo que se me ocurría, desde el
disco C:/ hasta hojas de Excel, programas que nunca había visto y
documentos que contenían cosas que no debía ver en absoluto; tardé un rato
en encontrar el archivo de calificaciones.
Me temblaban las manos al abrir la barra de búsqueda, dispuesta a
teclear el nombre de Paul, cuando se abrio la puerta y me quedé helada
como si me acabaran de tirar un cubo de agua helada.
"¿Charlotte?" Derek caminaba hacia mí con pasos lentos y controlados,
una taza humeante en una mano y un portapapeles bajo el brazo. Iba vestido
con un traje oscuro de raya diplomática y chaleco con una impecable
camisa blanca debajo, y era realmente guapo. Levanté lentamente la mirada
de la pantalla y me encontré con sus ojos oscuros, con el corazón
latiéndome en la garganta.
"Derek", dije con dificultad y me levanté muy despacio de la silla.
"¿Te encuentras bien? No te he visto en toda la semana y no has
respondido a ninguna de nuestras llamadas. Estás muy pálida", dijo Derek.
Dejó el portapapeles sobre el escritorio y sus labios se curvaron en aquella
dulce sonrisa que yo conocía tan bien. "Empezábamos a pensar que te
habíamos presionado demasiado el fin de semana pasado, y Matt empezaba
a preocuparse de que tú...". Derek me interrumpió al rodear el escritorio y
ver que había abierto el ordenador.
Me quedé helada y un fuerte calor recorrio todo mi cuerpo.
Su expresión se ensombreció: "Charlotte... ¿Qué estás haciendo?".
"Yo... yo..." Las palabras se me atascaron en la garganta y tragué con
fuerza. El calor floreció en mis mejillas y el sudor se acumuló en mi
espalda. "Simplemente estaba... yo... ".
No encontré ninguna excusa y me quedé allí como una marioneta a la
que le hubieran cortado los hilos. Derek se acercó y en cuanto bajó la
cabeza para mirar más de cerca la pantalla, salí corriendo.
Corrí a través del despacho y por el pasillo, mientras el grito furioso de
Derek llamándome por mi nombre me perseguía de vuelta al dormitorio. No
dejé de correr hasta que llegué sana y salva a mi destino y me metí en mi
habitación, con el corazón palpitante y las rodillas doloridas por aquella
loca carrera.
"¿Y bien?" Me gritó Haley, que estaba de pie en medio de la habitación
con los brazos cruzados. "¿Lo has hecho?"
"No puedo", jadeé, luchando por respirar. Casi me doblé, ya que mi
cuerpo me estaba regañando por aquella repentina oleada de agresividad.
"Haley, no puedo hacerlo. Esto está mal, por favor".
"No, lo que está mal es que los profesores se aprovechen de una alumna
tonta tan necesitada de afecto que se abriría de piernas para ellos sin
pensárselo dos veces", siseó Haley. "Quizá alguien se apiade de ti si la
historia se cuenta así".
"Haley, por favor. Lo que pides, lo que quieres utilizar como amenaza,
podría arruinarles la vida".
"Bueno, deberían haber pensado en eso antes de decidir intimidar a Paul
y hacerle la vida imposible, ¿no?". Haley se burló y me miró, con el labio
curvado por el disgusto.
"Pero él mintió..."
"No hagas eso", espetó Haley. "Es muy sencillo, Charlotte. Chúpale un
poco la polla, cambia algunas notas para que todos podamos volver a
nuestras buenas vidas durmiendo un poco más tranquilos. ¿Quieres un
futuro con tus bonitos profesores? Paul y yo también queremos un futuro y
la única forma de que todos consigamos lo que queremos es que tú nos
ayudes. Es un gesto de generosidad, ¿no crees?".
Tras calmarme de mis frenéticas prisas, asentí con la cabeza. Haley no
veía ningún fallo en su plan. Era perfecto y estaba segura de que incluso le
gustaba un poco. Yo no tenía nada que oponer a sus discursos, ninguna
palanca que utilizar para hacerla retroceder, así que lo único que podía
hacer era retenerla a ella y a su loco novio, para que mis hombres
permanecieran felizmente al margen.
"De acuerdo", dije, hundiéndome en la cama con las lágrimas
escociéndome los ojos. "Lo intentaré de nuevo".
"No te olvides tampoco de Samuel", añadió Haley, apoyándose en el
espejo de la cómoda.
"¿Qué?"
"Bueno, Samuel le está haciendo la vida imposible a Paul, y como te
estás tirando a los dos, arreglar su nota con Derek el semestre pasado y su
nota con Samuel este año debería ser pan comido". Se pasó brillo por los
labios y me clavó una mirada penetrante reflejada en el espejo. "Sencillo,
¿no?"
"Sencillo", repetí débilmente.
"No estés triste", comentó Haley secamente. "Deberías darme las
gracias por no haber ido directamente al director. De hecho, deberías darle
las gracias a Paul. Sin él, ahora estarías de vuelta en casa con tu querida
mamá".
La risa de Haley me recorrio mientras me desplomaba en la cama y me
acurrucaba sobre mí misma.
No había escapatoria. Por un lado, hacer el trabajo sucio de Haley y
Paul conllevaba el riesgo de que los chicos me descubrieran, como había
hecho Derek, asumieran lo peor y acabaran conmigo. Por otro, si no
actuaba, Haley se lo contaría todo al director, abrirían una investigación y
me expulsarían.
En cualquier caso, había perdido.
Y encima, tenía un bebé dentro de mí.
La puerta se cerró de golpe cuando Haley se marchó y dejé caer las
lágrimas, ignorando el teléfono que zumbaba sobre el tocador.
Estaba rodeada de más gente que nunca y, sin embargo... nunca me
había sentido tan sola.
33
MATT

E l acre hedor del humo llenaba el aire, pegándose a mi ropa y a la


pared a pesar de las múltiples ventanas que había abierto en el intento
de librarme del olor. La pared más cercana a la puerta mostraba una
oscura quemadura que se extendía hasta el techo, pero afortunadamente el
fuego se había extinguido a tiempo antes de que pudiera causar daños
irreparables.
Había sido un golpe de suerte que Samuel no estuviera aquí cuando se
originó el incendio.
"¿Cómo que no hay nada que hacer?" El grito furioso de Derek cortó el
aire como un rayo y le lancé una mirada. Estaba metido en una
conversación con el jefe de seguridad del campus y, al parecer, no iba bien.
"Mire, señor Hansen, esto no es más que una travesura infantil. Sí,
comprendo su preocupación por la seguridad, pero prender fuego a un cubo
de basura no es una razón válida para iniciar una investigación tan seria
como la que solicita". Aquel vigilante, un hombre corpulento de bigote
desgreñado y pelo ralo, no parecía muy contento de ser el centro de la ira de
Derek, pero no podía culparle.
Casualmente, me había dado cuenta de que salía humo por debajo de la
puerta del despacho de Samuel y había dado la alarma antes de que el fuego
se descontrolara. Había perdido unos cuantos libros y sus trastos, pero en
conjunto era un asunto menor.
"Ha habido un puto incendio", soltó Derek furioso. "Alguien entró aquí,
provocó un puto incendio y quién sabe lo que podría haber pasado si Matt
no se hubiera dado cuenta a tiempo".
"Derek..." Comprendía su enfado, de verdad. Si Samuel hubiera estado
aquí dormitando como solía hacer, habría sido terrible. "Nadie resultó
herido. Samuel ni siquiera estaba aquí".
"¡Esa no es la cuestión!" Derek se acercó a mí, pero en cuanto se
encontró con mi mirada se contuvo y apretó los labios. Sus hombros se
alzaron mientras inspiraba y se contenía, luego se dio la vuelta y se dirigió
al escritorio.
"Señor". Me acerqué al guardia. "Espero que comprenda que donde
usted ve una broma, nosotros vemos una amenaza para la seguridad de la
facultad".
"Y lo comprendo", respondió secamente el guardia de seguridad, "pero
probablemente no sea más que algún matón de paso desahogándose porque
los exámenes están a la vuelta de la esquina. Os aseguro que controlaremos
la situación como podamos, pero la persecución a gran escala que pide su
colega", Derek gruñó en un rincón, "no es posible."
"Entiendo". Por el rabillo del ojo, los hombros de Derek volvieron a
alzarse en un segundo movimiento de enfado, así que me coloqué
rápidamente entre él y el guardia. "¿Necesitas algo más de nosotros?"
"Necesitaré vuestro testimonio escrito para el informe", explicó el
guardia, "pero aparte de eso, no".
Desde el pasillo se oían pasos que se acercaban cada vez más, hasta que
finalmente Samuel irrumpió por la puerta. Tenía el pelo revuelto de tanto
correr, y abrio mucho los ojos mientras intentaba comprender lo que había
ocurrido en su despacho.
"¿Qué dem...?"
"Se lo explicaré yo", dije al guardia de seguridad, haciéndole un gesto
para que se marchara antes de que fuera víctima del siguiente arrebato de
Derek. El hombre asintió y se escabulló, dejándonos a los tres en el hedor
del despacho de Samuel.
"¿Qué coño ha pasado?" Jadeó Samuel.
"Alguien ha intentado quemar tu puto despacho", gruñó Derek, pasando
nervioso por delante de la ventana. Siempre había sido un hombre tranquilo
y rara vez lo había visto levantar la voz. Solo ocurría a veces, cuando estaba
tan preocupado por alguien que le importaba que no sabía cómo procesarlo.
Para un hombre que vivía del control, era lo único sobre lo que no tenía
poder.
"¿Qué?" La mirada de Samuel se desplazó entre los dos y luego hacia el
cubo de basura quemado y la pared adyacente.
"Un cubo de basura incendiado, una niñería en realidad", observé, "pero
peligroso al fin y al cabo. Vi el humo y di la alarma. Por suerte había más
humo que fuego, pero fue una suerte que no estuvieras durmiendo aquí".
"Mi clase terminó tarde", resolló Samuel, y se pasó una mano por el
pelo, apretando los mechones mientras observaba los libros dañados y la
mancha. "Hostia puta. ¿Es una broma?"
"Puede ser". Miré a Derek, que se había tapado la boca con la mano
mientras caminaba, probablemente intentando serenarse lo suficiente como
para formular un argumento coherente. "Quienquiera que lo haya hecho, el
guardia de seguridad ha dicho que es posible comprobar las grabaciones del
circuito cerrado de los pasillos, pero que será difícil precisar su identidad.
Cree que ha sido una broma de fin de curso debida al estrés de los
exámenes".
Samuel se agachó junto al cubo de basura, tocándolo ligeramente
mientras intentaba procesarlo. "Un puto incendio... ", refunfuñó en voz baja.
"Ha sido Paul", soltó finalmente Derek. "Claro que fue él. Ese
cabroncete. Le retorceré el puto cuello de pavo la próxima vez que lo vea".
"No podemos estar seguros", repliqué, intentando controlar la furia de
Derek antes de que decidiera hacer alguna estupidez.
"Vete a la mierda, Matt", gruñó Derek. "¿Quién más podría haberlo
hecho? Ese gilipollas lleva detrás de mí desde el día que volví, y todos
recibimos esas notas raras. Estúpidas amenazas. ¿Y ahora esto? No puedes
quedarte mirando esto y decirme que no hay conexión. Samuel podría estar
muerto".
"No estaba aquí", le tranquilicé. "Entiendo por qué estás enfadado, pero
Samuel está bien. ¿Verdad, Sammy?"
"Sí", dijo Samuel un poco abatido, mientras cogía un par de libros
estropeados de la estantería. "Vaya, me encantaba Fables".
"¡No se trata de eso!" Derek volvió a girarse hacia mí, y la mano que
tenía junto a la cara se cerró en un puño. Lo miré y esperé a que terminara
de pensar, entonces su mano volvió a caer a su lado y bajó los hombros. "Lo
siento. Es culpa mía".
"¿Cómo puedes decir eso?" Solté, dejándome caer en uno de los
mullidos sillones de Samuel junto a la pared no quemada.
"Si es Paul, entonces te está persiguiendo porque todo el mundo sabe
que somos amigos". Derek se apoyó en el escritorio de Samuel, cruzando
los brazos sobre el pecho. Aunque su voz era más tranquila, la tensión se
filtraba por su rostro y los músculos de sus antebrazos expuestos se
contraían continuamente.
"Y una mierda", replicó Samuel, arrojando por fin los libros destrozados
a la cesta igualmente destrozada. "Intentó destruir tu carrera. No es culpa
tuya".
"Los tipos ricos no tienen límites", convine, "y es una chiquillada que
alguien como él haría porque sabe que tiene el dinero de la familia para
protegerle".
"El dinero no le protegerá de mi puño", gruñó Derek.
"La cárcel lo hará", le advertí, aunque en el fondo de mi mente estaba
pensando lo mismo.
"¿Pero de verdad llegaría tan lejos por unos votos?". Samuel se hundió
lentamente en la silla junto a mí, pero su mirada triste se detuvo en la
mancha oscura de la pared opuesta.
"Como he dicho, niños ricos", comenté secamente. "Sin límites. Sin
sentido de las cosas".
"Dadas las circunstancias, quizá deberíamos denunciar las amenazas",
suspiró Samuel. "Todas esas estúpidas cartas diciéndonos que no sabíamos
lo que nos convenía y que nos retiráramos. Ahora no se puede evitar una
investigación".
"Gilipollas", gruñó Derek, clavándose los dedos en la carne de los
brazos.
Se hizo el silencio mientras cada uno de nosotros reflexionaba
probablemente sobre las formas menos legales de tratar a Paul, hasta que
Samuel soltó un gemido largo y grave y echó la cabeza hacia atrás en la
silla.
"Necesito hacer algo temerario y excitante antes de ir a por ese
gilipollas", dijo.
"¿Alguien sabe algo de Charlotte? Llevo toda la semana intentando
ponerme en contacto con ella, pero una vez más no me ha contestado.
"No". Gruñó Samuel. "No la he visto desde que desapareció el fin de
semana pasado".
"¿Sabemos por qué?"
"La he pillado hace un momento", intervino Derek, con la voz ronca.
"Estaba sentada en mi despacho, ante el ordenador, mirando las
calificaciones".
"¿Las notas?" Una sensación de preocupación se apoderó de mi pecho y
moví un dedo por el reposabrazos de la silla. "¿Está teniendo un mal
rendimiento?"
"No, en absoluto", insistió Derek. "Sin embargo, estoy seguro de lo que
digo. Intenté hablar con ella, pero huyó. Cuando fui a buscarla al dormitorio
después de clase, no estaba allí".
Empecé a preocuparme seriamente y miré a Samuel, que tenía la misma
expresión en la cara.
"Esto... no es propio de ella", dijo él.
"Tienes razón". Charlotte era la honestidad personificada. Intentar
acceder a escondidas a sus votos a espaldas de Derek le habría parecido
algo incorrecto.
"Diría lo mismo si no la hubiera pillado in fraganti", gruñó Derek y se
levantó de la mesa para reanudar la marcha. Era evidente que tenía mucha
energía reprimida y no sabía dónde verterla.
"Esto no está bien", dije en voz baja. "Hay algo que no funciona. Más
allá de cómo se marchó el sábado o de cómo nos ignoró. ¿Quizá algo con su
madre? Siempre parecía disgustada cuando tenía que volver a casa".
"No me sorprendería", murmuró Samuel. "Esa mujer parece vivir en la
época de las piedras".
"Si contestara al maldito teléfono, quizá podríamos preguntarle". Derek
gruñó. "Pero es una extraña coincidencia, ¿no crees?".
Miré a Derek y me encontré con su mirada. Los dos pensábamos lo
mismo, pero ninguno estaba dispuesto a decirlo.
Las amenazas, el incendio y Charlotte espiando las votaciones... ¿Quizá
Paul la estaba chantajeando? ¿Se había urdido un plan que la hacía
cómplice pero contra su voluntad?
"La llamaré". Saqué el teléfono, pero no me sorprendió oír que saltaba
el contestador. Ya le habíamos dicho a Charlotte que la comunicación entre
nosotros era esencial, pero era evidente que algo la retenía. Algo de lo que
no podía hablar con ninguno de nosotros.
"Ha vuelto a casa para pasar el fin de semana", dijo Samuel. Le miré,
pues estaba inmerso en su teléfono, y giró la pantalla para mostrarme una
red social que apenas reconocí. "Su mejor amiga escribió que la echa de
menos".
Haley. Aquella chica no me convencía en absoluto... casi tanto como
Paul.
"¿Sabemos dónde está su casa?", preguntó Derek. En seguida
comprendí su plan. Por una razón u otra, Charlotte nos evitaba y actuaba de
forma extraña.
"Sí", asintió Samuel. "Etiquetó el nombre de la madre de Charlotte y su
ubicación en la foto que publicó. Parece una pensión agradable y muy
pintoresca".
"¿Qué estás pensando?", preguntó Derek, como si yo no tuviera ya la
respuesta en mente.
"Estoy pensando que si me quedo aquí, la próxima vez que me cruce
con Paul lo mataré, y eso no me lo puedo permitir". Derek interrumpió su
paseo y tomó una lenta respiración tranquilizadora que por fin le relajó los
hombros.
"Si Charlotte no viene a nosotros, seremos nosotros quienes vayamos a
ella".
34
CHARLOTTE

"B ueno, este es vuestro, y si lleváis con vosotros ese recibo la próxima
vez que os alojéis aquí, tendréis derecho a un descuento". Me esforzaba
por mantener un tono de voz alegre e imprimir una sonrisa a cada huésped
que pasaba aquella mañana, intentando no mostrar cansancio.
"¡Oh, es tan bonito aquí!" La encantadora pareja que tenía delante se
abrazó mientras admiraba el recibo.
"Volveremos sin duda", continuó sonriendo la chica rubia. "Este sitio es
encantador".
"¡Demasiado encantador!", convino su pareja. Ver a los dos felices y
claramente enamorados me provocó una opresión en el pecho y, en
respuesta, tensé aún más mi falsa sonrisa.
"¡Gracias, ha sido un placer teneros aquí!".
Se quedaron unos minutos más hablando de la decoración de la pensión
antes de marcharse, y mi falsa sonrisa desapareció inmediatamente de mis
labios. Casi me dolían las mejillas y también la espalda por la postura que
había mantenido toda la mañana.
Se trata de dejar una buena impresión, me decía siempre mi madre,
desde que era pequeña, hasta el punto de que mi infancia se había
caracterizado por constantes sermones sobre la cortesía y cómo tratar a un
cliente.
Tras los acontecimientos de la última semana, esto era más cierto de lo
que estaba dispuesta a soportar.
¿Era este mi futuro? ¿Permanecer de pie detrás de este mostrador de
madera observando a las interminables parejas felices que venían y luego se
iban, mirando por las ventanas adornadas con encajes mientras mi hijo,
huérfano de padre, jugaba a mis pies y mi madre me miraba a la espalda
con ojos llenos de vergüenza?
Había planeado decírselo en cuanto llegara. Una parte de mí,
profundamente turbada, había anhelado el consuelo de mi madre,
derrumbarme en sus brazos y desahogar todo mi dolor por Haley, por los
chicos, por mi embarazo. Necesitaba consuelo y algún consejo de ella, pero
todo era un sueño. No había ni un gramo de afecto en mi madre, sobre todo
desde que mi padre había muerto, así que mi dolor no había tenido
respuesta.
Dentro de unos meses ya no podría ocultarlo, pero hasta entonces
tendría que aprovecharlo. Mi madre no se enteraría de nada si conseguía
mantener a Haley y Paul en silencio. Toda la situación en la que me habían
metido me obligaba a elegir, y aunque ninguna de las dos opciones era
ideal, había una sola respuesta que me permitiría conservar cierta apariencia
de vida.
Tenía que encontrar de algún modo la forma de cambiar aquellos votos.
Cualquier otra opción habría significado que aquellos hombres a los que
adoraba se habrían enterado de lo problemática que era en realidad y me
habrían echado sin importarles lo que Haley decidiera contar.
Al menos así, habría podido seguir teniendo la fría madre de siempre
durante unos meses más.
"¿Mamá?", la llamé, alejándome del escritorio y buscándola en el
comedor aparentemente vacío. Mi madre estaba sentada en una mesa
distante, con el teléfono encajado entre la oreja y el hombro. Me dirigió una
mirada severa, pero me obligué a sonreír amablemente.
"Voy a salir a comer".
Hizo un gesto con la mano en mi dirección y me marché.
No tenía nada de hambre, pero lo que más me apetecía era tener algo de
tiempo fuera de la pensión para pasear por el parque cercano. Normalmente
tardaba veinte minutos en dar el paseo completo, lo que me daba tiempo
suficiente para almorzar y volver antes de que mi madre se pusiera
nerviosa. Aquel día, sin embargo, al no tener apetito, simplemente intenté
disfrutar del cálido sol en la espalda y del viento que azotaba entre los
árboles.
Aquel ambiente dichoso se vio interrumpido al poco por el sonido de
una notificación de mensaje de texto.
Cada mensaje y cada llamada me hacían saltar el corazón a la garganta
por temor a que fuera Haley o Paul quien se hubiera cansado de esperar. No
era ninguno de los dos.
Era Jonathan.
Me había estado enviando mensajes constantemente, pero el lío que se
había montado a lo largo de la semana había hecho que me olvidara del
teléfono y apenas me había dado cuenta. Continué mi paseo, hojeando los
interminables mensajes que me había enviado y apreté los labios con
disgusto.
No eran más que mensajes de texto con cientos de excusas falsas: sobre
por qué había fracasado nuestra relación - por mi culpa, claro - sobre cómo
no sabía lo que me convenía y sobre la acusación de que le había engañado
cuando acepté comer con él.
Todas patrañas a las que estaba más que acostumbrada con él. También
había varias llamadas perdidas que había ignorado mientras me pasaba los
días sollozando en mi habitación del dormitorio.
En el panorama general de lo que estaba pasando, Jonathan no parecía
tan importante. Muchos de los mensajes estaban escritos de improviso,
expresando rabia porque no había leído los anteriores, y sonreí para mis
adentros. Jonathan había conseguido experimentar todas las emociones
posibles en aquellos SMS, escribiendo prácticamente consigo mismo. No le
había contestado ni media palabra.
Ese tipo sería capaz de iniciar una pelea en una habitación vacía y aun
así salir derrotado, pensé.
No me levantó el ánimo en absoluto, pero cuando regresé a la pensión
me sentí menos abatida gracias a aquella distracción.
"Charlotte, ¿eres tú?", llamó mi madre en cuanto entré por la puerta.
"Sí", respondí.
"¡Entonces date prisa!", soltó.
Me apresuré y la encontré de pie en el comedor, con los brazos cargados
de toallas y los ojos entrecerrados por la irritación.
"¿Qué ocurre?"
"¿Dónde estabas?"
"Ya te lo he dicho, salí a comer".
"¿No deberías intentar saltártelo de vez en cuando?". Levantó las cejas y
sentí que me acaloraba cuando posó su mirada en mi cuerpo. "Parece que
has engordado unos kilos. ¿No hay un gimnasio en el campus donde puedas
ir a hacer ejercicio? Recuerda, Charlotte, se supone que eres un reflejo de
quién soy yo y no quiero que la gente piense que soy una madre terrible".
En aquel momento no habría podido contestar cortésmente, y como no
quería discutir con mi madre, me mordí la lengua con fuerza y luego respiré
hondo.
"¿Para quién son esas toallas?", pregunté, esforzándome por mantener la
compostura.
"Para la habitación 213", respondió, y me las echó en los brazos. "Y
hazlo rápidamente".
Se alejó a toda prisa hacia la cocina, dejándome allí de pie con unas
ganas increíbles de llorar de nerviosismo. Mi madre se avergonzaba de mí.
No tenía ni idea de cómo se sentiría si supiera que estaba embarazada.
Me temblaban los labios y a cada paso que daba sentía más ganas de
llorar. Alejé cualquier otro pensamiento, porque tenía que concentrarme en
Haley y Paul. Una vez resuelto el problema con ellos, todo volvería a su
sitio.
Estaré bien, me dije.
Cuando llegué a la habitación 213, ya había logrado recomponerme.
Puse una sonrisa falsa en mi cara y llamé a la puerta, con las toallas en un
brazo. Pasaron unos instantes hasta que se abrio la puerta y mostré mi falsa
sonrisa.
"¿Vuestras toallas...? ¿Derek?"
Derek Hansen estaba delante de mí, con una camisa azul, medio abierta,
y una mirada tan intensa que se me cortó la respiración. Ya no podía
formular ningún pensamiento y aferré las toallas que corrían peligro de
caerme al pecho.
"Gracias", dijo Derek, con una soltura tal que todo parecía una
alucinación.
"¿Qué... qué haces aquí?".
Derek se lanzó al pasillo, miró a un lado y a otro, luego me agarró del
brazo y tiró de mí hacia su habitación. Mantuve las toallas pegadas al pecho
mientras él cerraba la puerta.
"Estamos todos aquí", contestó Derek en voz baja, "pero tu madre no
nos dejó compartir habitación a los tres, así que eso dificultó un poco la
sorpresa".
Entrecerré los ojos al instante. "Es terriblemente anticuada", empecé, y
luego sentí que me recorría un escalofrío. "Espera, has conocido a mi
madre. Ella está aquí y tú estás aquí... si se entera de lo nuestro...".
Derek apoyó un dedo en mis labios, haciéndome callar con un grito
ahogado.
"Tu madre no se enterará de nada", me aseguró en voz baja. "Estamos
aquí por ti".
La mano de Derek pasó por mi cuello y me acarició la línea de la
mandíbula con el pulgar. Apenas tuve un momento para pensar y entonces
me atrajo hacia un beso profundo e inesperado que me hizo abandonar
todos los instintos. Me olvidé de respirar, de pensar, de hacer cualquier cosa
que no fuera quedarme allí y derretirme contra sus firmes labios. Cuando
por fin mis pulmones volvieron a funcionar, su aroma tan bueno me
envolvió y aquella sensación de agitación en mi pecho se desvaneció al
instante.
Cuando rompimos el beso, mis labios permanecieron entreabiertos,
buscando aún los suyos, hasta que Derek me despertó.
"Te he echado de menos", dijo suavemente. "A todos nosotros, en
realidad. Has estado distante, nos has ignorado, y estaba seguro de que
habíamos establecido reglas sobre la comunicación. ¿O quizá me equivoco,
Charlotte?".
Dada la forma en que mi nombre salía de su boca, como una orden, tuve
la tentación de soltarlo y contárselo todo. Desde Haley hasta el embarazo,
cada pequeño secreto me hacía cosquillas en la lengua, pero a pesar de la
profundidad tranquilizadora de sus ojos, no pude. Abrio la boca, pero no
pude hablar.
"¿Me equivoco?", volvió a preguntar Derek y su voz se volvió ronca.
Me quedé de pie, estupefacta, mientras él me quitaba las toallas de las
manos y las dejaba en otro sitio.
"No", conseguí decir por fin. "No te equivocas".
"Pero no puedes hablarme de ello....". Derek frunció el ceño y yo asentí
vacilante.
"Entonces veamos cómo desatar esa lengua".
El físico atlético de Derek siempre me había hecho olvidar lo fuerte que
era, pero me lo recordó de inmediato cuando me arrastró hacia la cama y,
antes de que pudiera siquiera parpadear, me encontré inclinada sobre su
regazo. Una de sus manos me agarró del pelo y me sujetó la cabeza,
mientras con la otra me bajaba la falda y las bragas hasta medio muslo.
"¡Derek, espera!" Jadeé, con la mente llena de terribles escenarios en los
que alguien podría oírme y quejarse o mi madre notaría mi ausencia. No
obstante, esos pensamientos se desvanecieron en el momento en que su
mano descendió sobre mi trasero.
El calor y el fuego lamieron mi piel cuando un segundo azote cayó
sobre mi piel desnuda y contuve un grito.
"Charlotte", dijo Derek en voz baja, "no oigo contar".
En aquel momento, no importaba nada más que la profunda calma que
había conseguido transmitir a lo más profundo de mi alma. Mi mente estaba
en blanco y centrada solo en él. Separé los labios.
"Dos".
35
CHARLOTTE

D espués de diez vigorosos azotes, me entregué por completo a Derek.


Cada agudo estallido de dolor en contacto con mi piel eliminaba
lentamente todas las preocupaciones y cualquier pensamiento que,
hasta aquel momento, se hubiera apoderado de mi mente. Deseaba a Derek,
deseaba a todos y cada uno de ellos, y una última e increíble sesión de
BDSM era todo lo que quería. En un momento de los azotes, Matt y Samuel
entraron en la habitación. Aunque no podía descifrar lo que decían debido
al ritmo palpitante de mi corazón, la calidez de sus tonos de voz me llenó el
pecho de alegría.
"¡Qué buena perrita!", dijo Derek tras el último azote, acariciándome el
culo caliente, y luego deslizó dos dedos entre mis muslos para comprobar lo
mojada que estaba por cada una de sus bofetadas. "Bien, bien... ya estás
excitada".
"No puedo evitarlo", jadeé mientras me acariciaba. Me concentré en no
frotarme contra sus dedos, porque aún no me había dado permiso para
hacerlo y estaba decidida a que se sintiera orgulloso de mí. Matt me ayudó a
ponerme en pie y me acarició la cara con una mano. Su cuerpo musculoso
se alzaba sobre mí, pero nunca había recibido un beso tan suave. Era el
momento más auténtico que vivía con él cuando sus labios se posaron sobre
los míos y nos besamos larga y lentamente.
Derek se puso de rodillas entre nosotros y su boca se acercó a mi coño.
Gemí sorprendida, haciendo una mueca de dolor por el contacto e
intentando aumentar el espacio para facilitárselo. Samuel aprovechó el
momento para agarrarme la camisa y levantármela por encima de la cabeza,
luego Matt volvió a besarme con fuerza y la boca caliente de Derek se
apretó contra mi coño.
Gemí durante el beso mientras se despojaba del resto de mi ropa.
Samuel se apretó contra mi espalda, atrapándome completamente entre los
otros dos. Si no hubiera sido por las fuertes manos de Matt que me
sujetaban los brazos y las de Samuel que ahora me agarraban los pechos por
detrás, seguramente me habría desplomado por la violencia con la que
Derek me lamía con su boca salvaje.
Primero hizo bailar su lengua entre mis pliegues y rozó mi clítoris,
luego ejerció tal presión que mis rodillas empezaron a temblar. No podía
sostenerme, pero lo estaban haciendo por mí y estaba en el cielo.
"Te echábamos de menos, Charlotte", murmuró Matt entre besos.
"Creía que confiabas en nosotros", gimió Samuel suavemente en mi
oído. "Que podías hablar con nosotros".
"En lugar de eso, tuvimos que venir a buscarte".
"Lo cual no fue un problema", añadió Samuel, "pero aun así
preferiríamos que te sintieras lo bastante cómoda como para hablar con
nosotros".
La boca de Matt se volvió hacia la de Samuel y sus manos se fundieron,
creando un único contacto que no pude distinguir debido a la intensidad con
la que la boca de Derek me devoraba. Estaba concentrada en sus palabras,
pero cualquier intento de formular una respuesta se perdía a causa del
impulso que me asaltaba.
Me estaban llevando al orgasmo. Todo lo demás pasó a un segundo
plano. Me aferré a Samuel, o tal vez a Matt. Era difícil saberlo, ya que
ambos se habían estrechado a mi alrededor, tocándome y acariciándome,
jugueteando con mis pechos y rozándome la garganta con los dientes. Jadeé
desesperadamente mientras el placer recorría todo mi cuerpo. Cada caricia
de la lengua de Derek y cada cuidadoso movimiento de sus dientes me
empujaban más y más cerca de correrme, y me retorcí contra su vigorosa
espalda, agarrándome a los gruesos músculos.
"Ven a mí, perrita", murmuró Derek, empujándome contra él.
"¡Me corro!" No pudo terminar la frase cuando un repentino orgasmo
me golpeó y apreté los dientes contra el labio inferior para reprimir los
gemidos que brotaban de mi pecho. Una oleada de placer tras otra me dejó
temblando en sus brazos y las piernas me flaquearon, pero Derek estaba allí
para sostenerme.
En cuanto pasaron las primeras contracciones, me encontré tumbada en
la cama. Jadeé y, de repente, Derek se colocó entre mis piernas. Con un solo
movimiento introdujo su enorme y dura polla dentro de mí y yo me arqueé
con un grito que fue sofocado inmediatamente por su mano.
"No querrás que te cojan, ¿verdad?". Me sonrio y yo asentí desesperada,
luego cerré los ojos mientras él empezaba a moverse. Derek estableció un
ritmo rápido y demoledor que me dejó sin aliento y me hizo clavarle las
uñas en los hombros. Con rápidas embestidas, utilizando toda la fuerza de
sus caderas, me penetró varias veces, y yo saboreé cada segundo.
No se detuvo ni una sola vez, siguió penetrándome como un martillo
neumático, y nada atravesó la niebla de placer de mi mente excepto la
intensidad de sus ojos cuando volví a abrir los míos. Cada embestida me
impulsaba rápidamente hacia otro orgasmo y no tenía escapatoria. Derek
gemía y jadeaba encima de mí, mientras los demás me rodeaban con su
presencia y sus besos aunque yo no los mirara.
Cuando alcancé mi segundo orgasmo, Derek siguió manteniéndome la
boca cerrada con una mano y, al cabo de un rato, él también alcanzó el
clímax, disfrutando con los ojos cerrados.
Pero aquello no era más que el principio.
Matt ocupó el lugar de Derek entre mis piernas e introdujo
profundamente su gran polla, emitiendo un gemido grave y profundo.
Arrastré las uñas por sus enormes músculos y me arqueé contra él mientras
empezaba a empujar, pero mi atención fue captada inmediatamente por
Samuel, que se puso de rodillas junto a mi cabeza para acariciar su polla
contra mis labios. Inmediatamente abrí la boca y su longitud se deslizó
suavemente entre mis labios y el calor de mi garganta.
Mi mundo se reducía a esos tres hombres. Sus calores, sus caricias, los
silenciosos sonidos de sus placeres y la gruesa circunferencia de sus pollas
en mi coño y mi garganta.
"Joder", gimió Matt suavemente, "eres increíble, Charlotte. No debes
olvidarlo, ¿entiendes?".
Aquel pensamiento amoroso fue suficiente, aquel calor invadió mi
pecho mientras él seguía empujando dentro de mí y yo utilizaba la lengua,
lo mejor que podía, para lamer la polla bombeante de Samuel.
"No sabes cuánto deseamos verte, todo el tiempo", jadeó Samuel por
encima de mí. "Verte sonreír, escuchar tu risa".
Palabras de adoración que no merecía, pero que escuché sin pensar
mucho en ellas porque en aquel momento, aquel último momento juntos, se
suponía que solo íbamos a estar ellos tres y yo.
Eso era todo lo que quería. El corazón me latía con fuerza y Samuel me
acarició las mejillas un instante antes de correrse con fuerza en mi garganta
con un grito ahogado. Tragué obedientemente, pero cada vez me costaba
más hacerlo a medida que Matt y yo nos acercábamos al orgasmo, así que
aparté la boca, manchándome la mejilla con el semen de Samuel. Él bajó
para limpiarme y besarme la frente mientras yo gemía con cada respiración
y me arqueaba sobre la cama como si estuviera tumbada sobre brasas.
Matt y yo nos corrimos juntos en una explosión de potentes embestidas.
Su calor se derramó dentro de mí y me aferré a él con todas las fuerzas que
me quedaban en las piernas para mantenerlo apretado y encerrado dentro de
mí hasta que pasó cada pulsación de placer. Me desplomé sobre la cama,
segura de que todo había terminado, pero me equivocaba. Los chicos no se
habían saciado y yo no tenía ningún deseo de detenerlos.
La boca de Derek reclamó la mía en largos y lentos besos, mientras
Samuel y Matt desaparecían entre mis piernas. Tener a uno burlándose de
mí con la boca y la lengua era una sensación increíble, pero tener a dos de
ellos peleándose por quién conseguía besar y lamer era algo fuera de este
mundo. La lengua de Derek se introdujo en mi boca mientras nos
besábamos profundamente. Sus manos bajaban por mi cuerpo y me
acariciaban los pechos a cada paso. Era una guerra de lenguas contra mi
coño y con dos bocas lamiendo, chupando y mordisqueando, no tenía
ninguna posibilidad.
Consiguieron arrancarme un cuarto orgasmo, agotada, en cuestión de
minutos, y Derek me besó durante mis gemidos, sofocando cada uno de
ellos para intentar silenciarme, mientras Samuel y Matt dejaban sus marcas
de dientes en el interior de mis muslos.
Para cuando todos estuvimos saciados, yo estaba agotada.
Derek, Samuel y Matt se acurrucaron formando un triángulo, conmigo
en medio, acurrucados y cómodos. Me sentí protegida y cuidada.
"No puedo creer que hayáis venido todos aquí", murmuré.
"Iríamos a cualquier parte por ti", replicó Samuel, rozándome
suavemente con un muslo.
"Es verdad", asintió Matt. "No sé si lo entiendes o no, pero nos gustas
mucho a todos". Me dio un prolongado beso en el hombro y el calor
floreció en mi piel como la luz del sol matutino.
"Incluso...", afirmó Samuel, señalando a Derek.
Él, acariciándome el brazo de arriba abajo, apartó una pierna de Samuel,
que aceptó el gesto con una carcajada.
"Se burlan de mí", dijo Derek, "pero es verdad. No creía que hubiera
una mujer en el mundo capaz de manejarme, de preocuparse por mí, y aquí
estás tú".
"¿Qué?" Giré la cabeza para mirar a Derek. "¿Cómo es posible que
nadie se interese por ti?".
"Te sorprenderías", observó Derek. "Pero lo que quiero decir es que... es
diferente, Charlotte. Tú eres diferente".
"Lo que intentamos decir", intervino Matt cuando Derek se quedó
callado, luchando con sus palabras. "Es que no solo nos preocupamos por ti,
Charlotte. Hemos venido hasta aquí porque sabemos que algo va mal y
estamos decididos a demostrarte que no tienes que enfrentarte a nada sola.
Todos estamos aquí por ti. Porque... bueno..."
Oh, no.
La realidad volvió a golpearme con fuerza y rapidez cuando me
encontré con la mirada de Matt.
"Te queremos. Cada curva, cada suavidad de ti y cada rasgo hermoso y
genial que tienes. Nos hemos encariñado con lo que eres".
"Es cierto", convino Samuel. "Cosa que, créeme, después de lo de mi
ex, no me creía capaz de hacer, pero... pero es verdad".
"Por todos nosotros", me susurró Derek al oído.
No. ¿Cómo pueden querer a alguien como yo? ¿Sentir algo por mí?
Descubrir que sentían algo más que lujuria por una mujer como yo
debería haber sido la mejor sensación del mundo, y sin embargo, de algún
modo, era lo peor que podía sentir.
Se preocupaban por mí. Como persona, más allá del sexo, mientras que
yo lo habría destruido todo contándoles la verdad. En cuanto descubrieran
que nuestro secreto había salido a la luz, que Haley y Paul tenían el poder
de destruirlos a los tres, la adoración de sus corazones se convertiría en
puro odio.
Mientras intentaba reagrupar mis pensamientos, se me escaparon unas
lágrimas y Derek me acarició tiernamente la mejilla, pasándome el pulgar
por el pómulo para atrapar unas cuantas lágrimas que caían.
"No pasa nada", me dijo. "No tienes que contestarnos. Tómate tu
tiempo. Pero necesitábamos que supieras que estamos aquí y que estaremos
aquí, siempre".
Volví a sentirme mal y aquella opresión en el pecho. Las lágrimas
empezaron a correr cada vez más deprisa y jadeé suavemente,
empujándome para sentarme lejos de ellas.
"No lo dices en serio", murmuré mientras la culpa, que se había
desvanecido durante el sexo, volvía a multiplicarse por diez. "He hecho...
He hecho cosas que no puedes comprender".
"Sea lo que sea, podemos manejarlo", me tranquilizó Matt y su cálido
abrazo no hizo sino empeorar el sentimiento de culpa.
"No, no, no podéis. Tú... nosotros no podemos...".
"¿Tiene que ver con lo que estabas haciendo en mi ordenador?". Derek
se inclinó más hacia mí y bajó la cabeza hasta encontrarse con mi mirada.
"¿Quieres contarme lo que hacías en realidad?".
Lo deseaba.
De verdad.
Las palabras se me atascaron en la garganta y murieron en el instante en
que se oyeron golpes contra la puerta.
"¿Charlotte?" La voz chillona de mi madre penetró a través de la
madera. "Charlotte, ¿estás ahí?"
Sentí que me hundía y se me heló la sangre. Agarré la sábana y empecé
a bajar de la cama mientras los chicos cogían su ropa.
"¡Charlotte, te he oído, sé que estás ahí dentro! Sal inmediatamente!"
Me invadió un terror aterrador y la cabeza empezó a darme vueltas.
Enseguida pensé en lo fácil que me resultaría mentir y no decir nada, fingir
que no estaba aquí y que ella se había equivocado.
La cerradura chasqueó y la puerta se abrio un segundo después. Estaba
usando su llave maestra.
Cada uno de los chicos semidesnudos se quedó paralizado y yo apreté la
sábana contra mi pecho, inmóvil, como un ciervo iluminado por los faros de
un coche.
Mi madre estaba en la puerta, de pie, con la peor expresión que jamás
había visto en su rostro.
"Charlotte Lark, baja las escaleras, INMEDIATAMENTE".
36
CHARLOTTE

A pesar de la velocidad con la que me lancé escaleras abajo siguiendo a


mi madre, el corazón me latía lentamente en el pecho. Unos golpes
intensos y molestos resonaban en mi cráneo mientras la veía caminar
delante de mí, agarrándose las huesudas manos.
Por dos veces me señaló con un dedo severo y se detuvo. No dijo nada y
reanudó la marcha después de mirarme fijamente durante unos instantes.
Me temblaban las manos a pesar de que las cerraba en puños y apreté con
fuerza los muslos para intentar controlar el temblor que me sacudía como si
me jugara la vida.
"Mamá...", intenté decir torpemente, pero rápidamente me silenció con
una mirada gélida. Derek y Samuel se unieron a mí instantes después, pero
no me atreví a mirarlos, no cuando la mirada de asco de mi madre estaba
grabada en mi mente.
"Um", exclamó Derek y su voz me hizo estremecer. "Matt ha tenido que
irse. Por un asunto de trabajo, hubo un incendio hace unos días y...". Me
giré en el acto para mirar a Derek, con los ojos muy abiertos, y él levantó
rápidamente las manos. "No es nada grave. Simplemente vio la escena y
tiene que ir a hacer... algo. No importa, de todos modos siente no estar
aquí".
Me volví hacia mi madre, con el corazón latiendo dolorosamente
despacio en mi pecho, y ella por fin dejó de caminar.
"Sabía que enviarte a esa universidad era un error", siseó, sus palabras
llenas de veneno. "Sabía en el fondo de mi corazón que tramabas algo
despreciable, pero habías insistido tanto, Charlotte. Me presionaste cada vez
más hasta que tuve que ceder y dejarte ir, y este... ¿este es el resultado? ¿En
vez de sacar buenas notas o conseguir una carrera decente, me devuelves
esto?". Extendió una mano, señalando a Samuel y Derek, que estaban detrás
de mí.
"Mamá, por favor. Si me dejaras explicarte...".
"¿Explicarme?", exclamó, soltando una carcajada aguda. "No necesito
conocer los detalles, ya he visto bastante. Mi hija, corpulenta como es, se ha
convertido en una puta y, para empeorar las cosas, ¿vienes y haces estas
guarradas bajo mi techo? Traes hombres a mi negocio, te abres de piernas
y...". La emoción ahogó sus palabras y se llevó una mano temblorosa al
pecho.
Cada una de sus palabras me golpeó de lleno. Mi peor pesadilla había
cobrado vida ante mis ojos y la esperanza de obtener alguna comprensión
de mi madre se había desvanecido.
"Mamá, por favor", supliqué con dificultad, mientras las lágrimas
empezaban a caer lentamente de mis ojos. "Te equivocas...."
"¡No te atrevas!", soltó. "Nunca me habías dado tanto asco en toda mi
vida. ¿Cuánto tiempo llevas así? ¿Cuánto cobras por tener más que un
caballero? Apuesto a que lo suficiente para romperle el corazón a tu
madre".
"Señora, por favor...". Derek intentó hablar, pero mi madre palmeó con
firmeza.
"No necesito oír ni una sola palabra de la inmundicia que mi hija ha
traído bajo este techo", dijo con firmeza. "Fuera de aquí. Váyase y no se os
ocurra volver. ¿Y tú?" Volvió a señalarme con mano temblorosa. Nunca
había visto tanta ira en sus ojos.
Di un paso adelante, levantando las manos para intentar apaciguarla.
"Mamá, por favor, no es lo que piensas. No se trata del dinero. Se trata de
mis chicos y sé que...".
"¿Tus chicos?" Mi madre se rio y un fuerte escalofrío me recorrio la
espalda. "No me trates como si fuera estúpida, Charlotte. A los hombres así
no les interesan las mujeres como tú. Me avergüenzo de ti, ¿me oyes?
Todos los años que pasé intentando mantenerte en el buen camino, y tú
desapareces en aquella universidad y acabas rindiéndote al diablo".
Los pocos buenos recuerdos que me quedaban de la relación con mi
madre se hicieron añicos ante mis ojos. Una sensación de náuseas me
recorrio, junto con calambres y la sensación de que se me rompía el
corazón. No necesitaba que Haley y Paul destruyeran mi relación con mi
madre. Lo estaba haciendo yo sola.
"Mamá, por favor..."
"La vergüenza a la que me estás sometiendo, el nombre de nuestra
familia, ¿te haces una idea, Charlotte? ¿Alguna vez te has parado a pensar
en alguien que no seas tú misma?". Mi madre se interrumpió y luego se
volvió hacia mí, severa. "Menos mal que tu padre no está vivo para darse
cuenta de todo esto. Le darías asco".
Fue la gota que rebalsó el vaso.
La poca resistencia que había conseguido mantener se derrumbó y
rompí a llorar. El dolor de mi pecho estalló y luché por respirar mientras la
idea de lo horrorizado que estaría mi padre me devoraba profundamente.
Me habría hundido en el suelo si Samuel no se hubiera adelantado para
estrecharme entre sus brazos.
Derek me pasó por delante y tomó la palabra. "Señora Lark, comprendo
que lo que ha presenciado pueda resultarle chocante, pero esa no es en
absoluto la forma de hablarle a Charlotte. Es su hija, no una rata callejera.
Merece su amor incondicional, independientemente de cómo vea la
situación en la que se encuentra".
"¿Cómo se atreve a...?" Mi madre se interrumpió de inmediato cuando
Derek continuó.
"Además, nuestra relación con su hija no persigue ningún beneficio
económico, se lo aseguro. Es una mujer hermosa y cariñosa, con un alma
gentil y un sol que ilumina todas las habitaciones en las que está. Debería
estar orgullosa de la mujer que es porque... y puedo asegurarle que nos
preocupamos mucho por ella".
"La queremos". Samuel intervino y, a pesar de mis lágrimas y mis
sollozos incontrolables, consiguió captar sus palabras. "Yo, al menos, sin
duda la quiero. Charlotte es... increíble y no puedo creer que ella no se dé
cuenta".
A través de un mundo de lágrimas, miré fijamente a Samuel, incapaz de
comprender del todo lo que decía más allá del dolor de mi madre.
"Yo también". Derek se volvió para mirarme y me dedicó una sonrisa
triste pero afectuosa. "Me di cuenta aquella noche después de la discoteca".
¿Es eso lo que intentaban decirme arriba?
"Así que ve..." Derek se volvió hacia mi madre, cuyo rostro había
empezado a ponerse morado por la ira reprimida. "Lo que ha visto no es
más que una relación creciente y debería tener más maldito respeto por su
hija".
Hubo un momento de silencio, a pesar de mis sollozos y del esfuerzo
que estaba haciendo por coger aire.
"¡Fuera! ¡Váyase!", gritó mi madre con decisión hacia mí. "Vete de aquí
y no te atrevas a volver. ¿Me oyes, Charlotte?" Me señaló con el dedo. "¡No
quiero volver a ver tu cara olvidada de Dios bajo mi techo!".

E l viaje de vuelta a la ciudad fue plácido y tranquilo. Mi mente era un


vacío de tristeza y, aunque hacía tiempo que mis lágrimas se habían
desvanecido, sentía que la tristeza corría por mis venas con cada latido de
mi corazón. Mantuve la cabeza apoyada contra el frío cristal del coche de
Derek y me quedé mirando el paisaje que pasaba mientras conducíamos de
vuelta a casa. Derek estaba al volante y Samuel había ocupado el asiento
del copiloto para que yo pudiera tener espacio en la parte de atrás.
El problema era que no podía procesar nada de lo que acababa de
ocurrir. Estaba en estado de shock. Las náuseas no dejaban de atormentarme
y la tensión iba en aumento, oprimiéndome el pecho y dificultándome la
respiración.
Mi madre había reaccionado incluso peor de lo que me temía. No solo
pensaba que era una puta asquerosa, sino que además era la vergüenza de
nuestra familia. No podía creer que hubiera instrumentalizado así a mi
padre y, al mismo tiempo, no me sorprendía del todo. Rápidamente había
quedado claro que, con el paso de los años, el amor que creía que mi madre
y yo nos teníamos no era más que una ilusión.
¿Qué iba a hacer? Quedarme ligada a mi madre había sido la única
forma de sobrevivir en caso de que mis hombres, los que me adoraban, me
echaran en cuanto supieran que era una mujer embarazada que amenazaba
sus vidas.
Dondequiera que me volviera, haría daño.
Cerré los ojos mientras unas lágrimas perdidas resbalaban por mi rostro.
Lo único que deseaba era meterme en la cama y dejar de existir.
Cuando nos detuvimos frente al piso de Derek y Samuel, una sensación
de aturdimiento se había apoderado, por completo, de cada rincón de mi
cuerpo. Derek iba delante y Samuel me acompañó al interior del edificio
con un brazo alrededor de los hombros. No lo sabían, pero pronto el resto
de mis secretos los destruiría y los alejaría de mí.
Ninguno de los dos dijo una palabra hasta que estuvimos a salvo dentro
del piso, con la puerta cerrada.
"Charlotte", empezó Derek, pero se detuvo cuando sonó el teléfono de
Samuel. Él hizo una mueca y se disculpó rápidamente, levantándose para
coger la llamada. Me quedé de pie en medio del pasillo, anhelando la cálida
protección de la cama de Derek por una noche más. Una última noche para
hundirme en la desesperación y revolcarme, y por la mañana... se lo
contaría todo.
Derek me tocó suavemente la mejilla y yo me aparté. Sin embargo, su
sonrisa triste no vaciló. Se limitó a asentir en señal de comprensión.
"Lo siento mucho. Sé que ahora no significa mucho, pero es así. Sé lo
que sentías por tu madre y yo...". Hizo una pausa y apretó los labios en una
fina línea. "Bueno, quiero decir... ¿Necesitas algo?".
Antes de que tuviera fuerzas para contestar, Samuel volvió al pasillo
con el teléfono en la mano. Tenía una expresión arrugada y líneas de
preocupación marcando su rostro.
Se me heló el corazón.
"¿Samuel?" Derek se volvió hacia él y su voz era débil, trabajosa.
"¿Qué pasa?
"Se trata de Matt", dijo Samuel débilmente. "Ha... ha tenido un
accidente".
37
DEREK

D ejar a Charlotte sola en el piso no era lo ideal, pero cuando llegó la


noticia de que Matt estaba en el hospital debido a un accidente, no
tuvimos más remedio. La arropé, le llevé agua y me excusé. Mientras
le besaba la frente, nos dijo que no nos preocupáramos y que fuéramos a
verle lo antes posible.
No hizo falta que nos lo dijera dos veces.
Al llegar al hospital, me encontré en un torbellino de luces
deslumbrantes y olores penetrantes que asaltaban mis sentidos. Incluso con
Samuel a mi lado, me costaba encontrarle sentido. Desde el incendio hasta
el momento, todo había sido tan loco que cuanto más intentaba aferrarme a
cada situación, más perdía el control. No quería que mi vida fuera así.
Como la información facilitada por teléfono había sido mínima, nos
dirigimos al mostrador de recepción, donde una joven estresada, con gafas y
un bolígrafo colgando de la boca, jugueteaba entre el teléfono y el
ordenador.
"¿Disculpe, señora?" Apoyé ambas manos en el mostrador, intentando
llamar su atención. La sala de espera estaba llena de heridos y personas con
problemas, pero yo quería saber cómo estaba Matt.
"Un momento". La mujer no me dignificó con una mirada mientras
rebuscaba en una montaña de carpetas y yo presioné firmemente las yemas
de los dedos sobre la veta de la madera.
"Estará bien", dijo Samuel en voz baja, abrazándome mientras
esperábamos. "Se recuperará".
"Mmmh". No se me ocurría nada más que decir, no confiaba en las
palabras ni en los pensamientos. Si cedía siquiera un milímetro al pánico
que burbujeaba en mi pecho, estaría acabado. La vida de Charlotte se había
desmoronado y la parte de mí que sentía tanta ternura por ella estaba
aterrorizada de que me creyera culpable de lo ocurrido. Eso, unido a la
posibilidad de perder a Matt, era demasiado dolor para procesarlo.
"Oye", volví a intentarlo, esforzándome por mantener la voz baja. "Por
favor".
La mujer se volvió hacia mí, subiéndose las gafas graduadas por la
nariz. En la etiqueta ponía Sarah y me dirigió una sonrisa tirante.
"Perdone, ¿en qué puedo ayudarle? ¿Necesita atención médica?". Lanzó
una mirada entre los dos mientras yo negaba con la cabeza.
"Hace una hora recibimos una llamada sobre un amigo, ¿Matt Brooks?
Tuvo un accidente...". Me temblaba la voz, pero intenté contener las
emociones que sentía. La mano de Samuel se apoyó cálidamente en mi
espalda, en un intento de reconfortarnos tanto a él como a mí.
"Matt Brooks..." Sarah repetía su nombre una y otra vez mientras
tecleaba en el ordenador. Cada segundo que pasaba viéndola pulsar aquel
ratón parecía corresponder a toda una vida. Cuando bajó las cejas rubias y
se mordió el labio inferior, asintió lentamente.
"¿Está bien?" Preguntó Samuel con los dientes apretados.
"Lamento no poder daros todos los detalles a menos que seáis parientes
consanguíneos, pero creo que ha salido del quirófano".
"¿De quirófano?" Una sensación de tensión se extendió por mi pecho,
sacándome el aire. "¿Podemos verle?"
"Está en la habitación 618. Si está despierto, sí", dijo Sarah, sonriendo.
Sarah sonrio: "Subid en ascensor hasta la sexta planta y seguid los números
de las puertas. Si os perdéis, busqued a una enfermera y os ayudará".
En cuanto terminó de hablar, Samuel y yo corrimos en la dirección que
nos indicó y cogimos el ascensor. Empecé a pensar en la poca información
que sabíamos. Matt había tenido un accidente, tan grave que tuvieron que
operarlo. Era uno de los pilotos más precavidos que conocía, sobre todo
cuando iba en moto, porque para él era el vehículo más valioso que había
tenido nunca.
No podía imaginarme la escena en absoluto.
Samuel permaneció en silencio a mi lado mientras subíamos al ascensor.
Se balanceaba de un lado a otro, mordiéndose las uñas, mientras yo
permanecía erguido e inmóvil. No poder controlar lo que ocurría en mi vida
era doloroso, igual que aquellas largas noches llenas de ansiedad en las que
me habían investigado a causa de las mentiras de Paul. Me había sentido
envuelto en la oscuridad, igual que en aquel momento.
"Derek...".
Miré a Samuel, que me dirigió una mirada preocupada.
Independientemente de lo que yo sintiera por Matt, ellos se conocían desde
hacía más tiempo.
"Estará bien", respondí, repitiendo sus palabras, y aunque era una
promesa que no podía hacer, la hice de todos modos. En cuanto se abrieron
las puertas, corrimos hacia el pasillo y nos lanzamos por él, leyendo cada
número de un vistazo. Cuando llegamos al 618, no podía respirar y ambos
irrumpimos en la habitación, sin importarnos quién nos rodeaba.
"¿Matt?"
"¡Derek! Sammy!" Matt estaba recostado contra varias almohadas
blancas y blandas. En su rostro magullado y cosido se formó una amplia
sonrisa y por un momento me sentí aliviado. Hasta que me fijé en su pierna
derecha envuelta en una gran escayola y apoyada.
"¡Matt!" Samuel se abalanzó sobre él, abrazándolo. Él sonrio y luego
gimió dolorosamente.
"Estoy bien", dijo roncamente. "Estoy bien".
"¿Qué coño ha pasado?" Me acerqué despacio, mirando todos los cables
que conectaban a Matt a las distintas máquinas que había junto a su cama.
Tenía la clavícula con moratones oscuros y los brazos, cubiertos de varios
puntos de sutura, le hacían parecer un muñeco de trapo.
"He tenido un accidente". Matt hizo una mueca de dolor. "O mejor
dicho, un gilipollas me sacó de la carretera".
"Explícate". Me senté en un lado de la cama, mientras Samuel se
acomodaba en el otro.
"Bueno, después de salir de la pensión, llegué a la interestatal. A unos
veinte minutos de la ciudad, un coche barato se detuvo a mi lado. No dejaba
de pensar que el cabrón quería adelantar, pero cada vez que le dejaba sitio,
retrocedía", explicó Matt. "Lo siguiente que supe es que intentó
atropellarme. Aceleré, tratando de poner distancia entre aquel loco y yo,
pero me atropelló. Me sacó de la carretera y fue entonces cuando me di
cuenta de que mis frenos ya no funcionaban".
"¿Qué?" Los labios de Samuel se entreabrieron de asombro. "¿Qué
quieres decir?"
"Lo que he dicho. Los frenos estaban jodidos. Lo último que recuerdo
es a aquel imbécil tocando el claxon y un montón de árboles. Recuperé el
conocimiento una vez en la ambulancia y me dijeron que me habían
encontrado en una zanja y ni rastro de aquel coche." Matt alargó la mano y
tocó el brazo de Samuel. "Pero estoy bien. Unas cuantas costillas rotas y
una pierna rota no me detendrán".
"Joder", gimió Samuel. "No me dijeron nada por teléfono. Estaba tan
jodidamente preocupado".
"Yo también. Me alegro de que estés bien, Matt. Joder, qué puto día".
Me abandoné en un sillón, procesando mentalmente la historia de Matt. Un
gilipollas intentando sacarlo de la carretera ya era bastante aterrador, ¿pero
los frenos? ¿Había sido un simple fallo, o...?
"¿Cómo ha ido?", preguntó Matt, lanzándonos una mirada a los dos.
"¿Con Charlotte y su madre? Siento haber tenido que irme".
"Tenías una buena excusa", le tranquilizó Samuel, y luego me miró con
una mueca. "Fue..."
"Terrible", le interrumpí. "No tengo ni idea de cómo una mujer tan dulce
puede tener una madre así. Insultó a Charlotte de las formas más
despreciables posibles, prácticamente la repudió y nos echó de casa. No
pude... No pude hacer nada. Intenté convencerla de que Charlotte es
importante, de que la adoramos, pero...".
"Además, ha sido la peor manera de expresar nuestro afecto por
Charlotte", dijo Samuel secamente. "Como si eso fuera algo malo".
"Aquella mujer es repugnante", murmuré, presionándome los ojos con
los dedos y frotándomelos. "No puedo... ni siquiera pensar en ella ahora
mismo. Pero tú, Matt... ¿Crees que tu moto puede haber sido manipulada
por alguien?".
"No veo cómo", respondió Matt. "Los frenos estaban bien en el trayecto
de ida a la pensión. ¿Quizá un fallo del que no me di cuenta? Pero ese
imbécil que me sacó de la carretera.... tengo mis sospechas".
Fruncí el ceño.
"Paul", dijo Matt.
"¿Qué?" Samuel se enderezó. "Eso no es posible".
"Piénsalo. Esas cartas crípticas que recibimos no tenían ningún puto
sentido. Aléjate y sabré lo que te traes entre manos, te desenmascararé...
todos sabemos que fue ese capullo porque su mierda no le sentó bien a
Derek. Luego intenta quemar tu oficina en un patético intento de qué,
¿asustarte? Por último, ¿me echa de la carretera? No puedes decirme que no
hay conexión".
Podría decirse que Paul era culpable de la mayoría de las cosas que Matt
había enumerado, pero echar a alguien de la carretera e intentar matarlo era
algo exagerado.
"¿Pasar de amenazar con mejorar sus notas a intentar matarte?". Samuel
hinchó las mejillas. "¡Eso es muy distinto!"
"Puede que no..." Pensando en cómo había actuado Charlotte y en lo
que había hecho en el ordenador, quizá tuviera sentido. "Quizá tenga algo
en la mano, por eso Charlotte estaba comprobando esas notas... Quizá le dio
pánico cuando se enteró de que ella había vuelto a casa. Haley publicó algo
al respecto, ¿no? Y joder, no lo sé. No sé cómo funciona el cerebro de ese
cabrón, pero si la siguió, es posible que nos viera. Lo tomó como una puta
oportunidad".
"¡Exacto!" Declaró Matt. "Los niños ricos hacen cualquier cosa para
mantener limpio el nombre de la familia".
"Quizá", pensó Samuel. "Solo que... no puedo evitar pensar que nos
estamos perdiendo algo".
"Sé que parece que exagero, pero no puedo creer que fuera un simple
psicópata de paso". Matt suspiró y se movió ligeramente en la cama,
haciendo una mueca de dolor. "Y mira, no lo sé. Quizá sea yo el jodido
loco, pero... joder, me encantaba esa moto, tío".
"Lo sé".
"Mi padre y yo la construimos juntos, es que... una puta mierda".
"Gracias a Dios que tomas analgésicos". Samuel se burló ligeramente y
una sonrisa cansada se dibujó en el magullado rostro de Matt.
"Sí. Bueno, lo único que digo es que deberíamos tener cuidado. Si Paul
está tan desencadenado como un psicópata, probablemente no sea buena
idea salir por nuestra cuenta, al menos hasta que podamos demostrar que
ese cabroncete está trastornado", refunfuñó Matt. "Ni siquiera será seguro
quedarnos en casa si ha sido tan valiente como para manipular mi moto".
La mirada de Samuel se cruzó con la mía en el mismo momento en que,
probablemente, el idéntico pensamiento pasó por su mente en el instante en
que lo hizo la mía.
"¿Qué?" Matt nos miró a los dos.
"Dejamos a Charlotte en nuestra casa", dije, poniéndome en pie de
golpe.
"¿Sola?" Matt se levantó de un empujón y Samuel también se puso en
pie de un salto.
Independientemente de quién estuviera detrás, estaba claro que era
alguien fuera de sí y Matt tenía razón. Si había sido lo bastante valiente para
cortar los frenos de su moto, desde luego lo era para ir a nuestra casa.
Nos despedimos tan deprisa que Matt apenas nos oyó mientras Samuel
y yo volvíamos corriendo a nuestro piso.
Teníamos que llegar donde Charlotte antes de que fuera demasiado
tarde.
38
CHARLOTTE

U n eco atronador reverberó por todo el piso, despertándome de mi


inquieto sueño. Aquel ruido repentino y violento me hizo agitarme y
me aferré al edredón, preguntándome si no habría soñado
simplemente aquel estrépito y me habría despertado de repente.
Pero entonces, volvió a ocurrir. Era alguien que llamaba a la puerta
principal. Aparté las sábanas, salí de la cama y crucé el piso bostezando.
Me dolían la garganta y los ojos de lo mucho que había llorado cuando
Derek y Samuel se marcharon, pero no había servido de nada para calmar el
dolor que sentía. Únicamente me había agotado lo suficiente como para
descansar un poco, y ahora alguien me estaba interrumpiendo bruscamente.
Encendí la luz del piso y me sumí en la oscuridad mientras alguien
llamaba a la puerta de forma cada vez más frenética.
¿Quizá Derek se había olvidado las llaves? ¿O era Matt, que era incapaz
de abrir la puerta por sí mismo? Cuando llegué cerca para abrir la puerta,
me arreglé la camisa que le había quitado a Derek para dormir y abrí.
"Perdona, estaba durmiendo...". En cuanto me encontré cara a cara con
el hombre que había al otro lado, me quedé helada. Al verle, me sentí tan
desorientada que no conseguí moverme, agarrándome a la puerta.
"¿Jonathan? ¿Qué demonios haces aquí?"
Sin decir una palabra, Jonathan se lanzó hacia delante, abriéndose paso
para entrar. Me tambaleé hacia atrás, dejando de agarrar el picaporte
mientras él avanzaba. Me di cuenta de que algo iba mal cuando Jonathan
me empujó hacia atrás en el pasillo, a pesar de mis protestas.
"Jonathan, qué demonios... no puedes entrar, ¿qué coño estás
haciendo?".
"¿Te sorprende verme?", soltó mientras yo me detenía a unos metros de
él. Llevaba el pelo completamente revuelto y la camisa, llena de manchas,
abotonada torcida. Se lamió los labios y dejó escapar un extraño suspiro
mientras sus finos labios se torcían en una sonrisa. "¿Te alegras de verme o
eres demasiado para mí ahora que te has convertido en una puta?".
Aquellas palabras me golpearon profundamente y me rodeé el estómago
con los brazos.
"Jonathan, ¿qué haces aquí? ¿Cómo te has enterado de que estaba aquí?
¿Qué demonios ha pasado?"
"¿Crees que no soy lo bastante listo como para darme cuenta?". Se
golpeó la sien con dos dedos. "¿Crees que no sé lo que está pasando?".
Cuando se volvió y empezó a caminar rápidamente delante de mí, un objeto
negro brilló en su mano izquierda y se me paró el corazón.
"Jonathan... ¿Por qué tienes una pistola?"
Hizo una pausa y bajó la mirada hacia el arma, una pequeña pistola
negra, luego volvió a mirarme. "No importa, Charlotte. Únicamente tiene
que ver contigo.". Levantó los brazos y empezó a agitarlos en el aire
mientras hablaba. Yo permanecí inmóvil en el sitio, mirando fijamente la
pistola que tenía en la mano.
"Entonces... entonces explícamelo", conseguí decir temblorosamente,
"porque no tengo ni la menor idea".
"Te quería, Charlotte, ¿lo sabes? Te quería y tú..." La pistola se agitó en
mi dirección y me obligué a dar un pequeño paso atrás. "Me has arruinado
la puta vida".
"Yo... ¿Perdona?"
"Y tú no vales la pena. Quiero decir, mírate... aunque pareces tan
perfecta. Una zorra incapaz de hacer nada malo, ¿verdad? Pero, ¿y tú y yo?
Se suponía que íbamos a estar juntos para siempre, eras lo único bueno en
mi vida, ¡y todo se estropeó!" Aquellas palabras suyas no eran más que
gotas en un océano de depresión en el que ya me había sumergido a lo largo
de los años.
Nada parecía real con aquella pistola en la mano.
"Y luego me dejaste y contaste todas esas mentiras. ¿Alguna vez te
paraste a pensar en lo que pasaría cuando otras personas se enteraran de las
mentiras que contabas por ahí?" Jonathan se detuvo bruscamente y el
corazón se me subió a la garganta cuando volvió a apuntarme con el arma.
"¿Mentiras?"
"Le dijiste a tu madre que intenté forzarte, que seguía intentando
acostarme contigo cuando tú no querías. Le dijiste que yo era una persona
horrible y aterradora que controlaba a tus amistades y nunca mostraba
ningún interés por ti como persona, ¿y qué hizo tu querida madre? Se lo
contó a sus amiguitas cotillas y tus mentiras se convirtieron en verdades en
boca de la gente". Los ojos de Jonathan se entrecerraron y una sombra
oscura cruzó su rostro. "Te fuiste a la ciudad mientras yo tenía que vivir con
esas mentiras".
¿Mentiras? ¿Otra vez? No podía entender cómo podía quedarse ahí y
actuar como si nada de eso hubiera ocurrido en nuestra relación. ¿Acaso
había distorsionado su visión de las cosas para olvidar sus actos?
"Jonathan", intenté. "Eso es lo que pasó. No he mentido. Te has portado
fatal conmigo y siento que la gente se haya dado cuenta, pero no me
avergüenza defenderme y..."
"¡No eres más que una mentirosa!", gritó Jonathan de repente, y el
miedo me hizo callar. "Eres una mentirosa de mierda, pero sabes, he
decidido perdonarte. Vine a buscarte para ver si podíamos hablar, si podía
convencerte de que te retractaras de todas esas sucias mentiras tuyas, ¿y qué
pasó? Ese desconocido nos interrumpió".
"¿Matt?" Cuando me había encontrado con Jonathan en el
supermercado, ¿no había sido un accidente? Cuando me di cuenta de que
Jonathan me había buscado intencionadamente, se me revolvió el estómago.
"Jonathan... Nunca habría ocurrido, estábamos...".
De repente se lanzó hacia delante y, para mi horror, me dio una bofetada
brusca en la cara. "¡Cállate!"
Un dolor repentino me golpeó el lado izquierdo de la mejilla y me la
agarré mientras retrocedía con lágrimas en los ojos.
"Cállate, cállate", volvió a gruñir Jonathan, y me miró fijamente con tal
odio en los ojos que cualquier otro pensamiento escapó de mi mente.
De repente fui consciente de lo que estaba a punto de ocurrirme.
Quería matarme.
"Deberías haber sido mía, Charlotte. Se suponía que íbamos a volver a
estar juntos y que ibas a decirle a todo el mundo que habías mentido y que...
las cosas iban a volver a la normalidad, pero no, ese cabrón se interpuso. Te
vi irte en su puta moto y pensé 'no puede ser que tenga a otra persona'.
Imagina mi disgusto cuando me enteré de que era un profesor".
"Fuiste tú quien organizó aquella comida", me di cuenta de repente, "no
mi madre".
"Lo necesitaba desesperadamente", se mofó Jonathan. "Verás, no tardé
mucho en convencerla de que eras una mentirosa. Simplemente tuve que
esperar el momento oportuno, y ella se alegró mucho de saber que te daba
una segunda oportunidad".
Un calor repentino, debido a la ira, me envolvió y mi corazón empezó a
latir como un martillo neumático. ¿Qué coño iba a hacer? ¿Cómo iba a
calmarlo? De repente me acordé de nuestras antiguas peleas, cuando nuestra
relación estaba al borde del abismo. A menudo me hacía sentir pequeña y
patética y aquellos viejos sentimientos volvieron a mi mente.
"Así que imagina mi sorpresa cuando vengo a verte y ¿qué descubro? A
ti y a esos tres entrando en un club nocturno. Menos mal que eras una buena
chica y no querías abrirte de piernas para mí. ¿Era porque no era lo bastante
hombre? ¿Necesitabas a tres hombres para follar? Porque créeme,
Charlotte, yo también tengo amigos".
"¿Me has seguido?" Apoyó sus sucias manos en mis hombros y las
náuseas volvieron a mi estómago. Llevaba demasiado tiempo siguiéndome
y violando mi intimidad, a pesar de su historial de no respetar mis límites
cuando estábamos juntos. Quizá no debería haberme escandalizado tanto.
Cada movimiento de su arma me producía un escalofrío.
"Se suponía que eras mía, Charlotte. Mi plan lo habría arreglado todo.
¿Sabes lo que es ver y oír a la gente hablar mal de ti? ¿Pensar que eres una
especie de... violador, solo porque yo quería tener sexo y tú seguías
diciendo que no? No es culpa mía, es culpa tuya, pero tuve que aceptarlo".
Cada palabra la pronunciaba con un volumen de voz cada vez más alto y yo
no entendía lo que decía.
"Lo siento", jadeé.
"No lo bastante", soltó Jonathan. "Todavía te follaste a tres profesores,
no tengo ni idea de cómo está permitido, pero intenté advertirles. Intenté
decirles que se mantuvieran alejados, advertirles de lo falsa e inútil que
eres, pero no me escucharon".
"¿Aquellas notas...?" Derek las había mencionado tan de pasada que le
había creído cuando me dijo que había sido Paul quien había intentado
molestarle. Estábamos muy equivocados.
"Sí, creía que los esnobs ricos como él apreciaban las cartas, pero tú..."
Jonathan empezó a pasearse y a apoyarse la culata de la pistola en la cara
mientras hablaba. "Te habías tomado la justicia por tu mano y no te hacían
caso, así que ¿qué otra cosa podía hacer? Siempre estaban pegados a ti e tú
ignorabas mis mensajes y llamadas. Me estabas fastidiando el plan,
Charlotte, así que cuando vi esa moto en la pensión... cortarle los frenos a
ese cabrón fue solo el principio".
"Espera, espera..." De repente, la preocupación por Matt y los chicos
pudo más que el miedo que bullía en mi interior. "Tú... ¿Causaste el
accidente de Matt?"
"Claro que sí, joder", soltó Jonathan.
"Él... Jonathan, podría haber muerto. ¿Qué coño te pasa? Son buena
gente!" Aquellas palabras salieron de mí como por reflejo y no pude
arrepentirme lo bastante rápido.
Jonathan se detuvo de repente, congelándose frente a mí como una
estatua de mármol, y levantó la pistola.
"¿Buena gente?" Espetó Jonathan. "¿Les defenderías?"
"Yo..."
"Creí... Pensé que yo te necesitaba, Charlotte, pero ¿dónde coño estabas
cuando de verdad tenía necesidad de ti? ¿Cuándo, en la escuela, la gente
publicaba mierda sobre mí, repitiendo tus mentiras y actuando como si yo
fuera una especie de paria?".
Quería decirle que la culpa era suya, que la gente me creía porque era la
verdad y la mayoría ya sospechaba, pero no podía apartar los ojos del arma.
Jonathan avanzó y el terror se apoderó de mí, inmovilizándome las
articulaciones.
"Y-yo... ". Las palabras no fueron suficientes y levanté las manos.
"Jonathan, por favor..."
"¡Todo es culpa tuya, Charlotte, y aun así te quedas ahí como si no
hubieras hecho nada malo! Dame una puta buena razón por la que no deba
pegarte un tiro ahora mismo".
Mi mente se quedó en blanco y una sensación de pánico me congeló. Ya
no lloraba y mi corazón se detuvo cuando levantó aquella arma aterradora y
la apuntó directamente a mi cara.
"No puedes, ¿verdad?", se mofó, "porque sabes que esto es culpa tuya.
Mi vida destruida, tu puto profesor en el hospital... Todo esto por tu
culpa..."
"¡Estoy embarazada!" grité de repente y las palabras se me escaparon
tan rápido como un rayo. "Estoy embarazada. No puedes dispararme. Estoy
embarazada. Por favor, Jonathan, por favor, lo siento..."
"¿Embarazada?" El rostro de Jonathan se contorsionó en fría furia
mientras bajaba ligeramente el arma. "¿De uno de ellos? ¿Cómo coño
puedes saberlo?"
"Por favor", jadeé, inspirando un poco de aire a pesar de la tensión que
se arremolinaba en mi pecho. "Por favor, por favor..."
"Me importa una mierda que estés embarazada. Ese gusanito de ahí
dentro no tendrá ningún tipo de vida contigo como madre".
El arma se disparó y grité justo cuando la madera se astilló en el pasillo
y la puerta principal se abrio de golpe.
Derek y Samuel entraron corriendo en el vestíbulo mientras otro disparo
estallaba en el aire.
39
CHARLOTTE

S ilencio.
Todo se ralentizó, como si estuviera viendo una película a media
velocidad intentando captar algún detalle concreto.
Jonathan dio un violento respingo ante la intrusión y se volvió,
levantando la pistola. Derek y Samuel entraron corriendo en el vestíbulo y,
al ver la pistola, ambos se agacharon. Derek se lanzó hacia mí. Detrás de
ellos, dos agentes armados vieron la pistola y dispararon. El impacto de la
bala en la pierna de Jonathan le hizo tambalearse y su boca se abrio en un
grito indescriptible. Samuel se lanzó sobre Jonathan, derribándolo al suelo.
Cuando Derek llegó hasta mí, me puso las manos en los hombros y me
estremecí. Levanté la vista hacia su rostro, vislumbrando su preocupación, y
él abrio mucho los ojos mientras me preguntaba cosas que yo no podía oír.
Me acarició la cara y me encontré mirando más allá de él, hacia Jonathan,
mientras Derek me estrechaba contra su pecho.
Jonathan estaba en el suelo, manando sangre de una herida de bala en la
pierna, luchando con Samuel, que no tardó en dominarlo. Pronto fue
sustituido por la policía, que inmovilizó a Jonathan y le quitó la pistola.
Mientras tanto, mi mundo se sumió en el silencio, como si me hubieran
envuelto en algodón. El shock había amortiguado todos los ruidos y
sensaciones a mi alrededor. El agarre de Derek era fuerte, pero al mismo
tiempo parecía muy lejano. Otros policías entraron en el piso y uno se
acercó a mí con rostro amable y una sonrisa cálida y preocupada. Movía la
boca, pero era como si hablara otro idioma, pues yo no entendía ni una
palabra.
Entonces Samuel vino a mi lado y Derek guió mi cara para que le
mirara a los ojos.
"Charlotte", dijo. "¿Estás embarazada?"
Así que se habían enterado, ¿eh?
Asentí una vez y de repente empecé a llorar. Las lágrimas comenzaron
de nuevo mientras me hundía en el agarre de Derek con la respiración
entrecortada.
Pasó mucho tiempo hasta que desapareció el shock y todo volvió a la
normalidad. Jonathan había intentado dispararme, había intentado matarme
porque era un imbécil obsesivo y celoso que no podía comprender el peso
de su propia incompetencia. Afortunadamente, la bala no me había
alcanzado por unos centímetros y ahora decoraba la pared, justo encima de
la chimenea, pero el impacto de aquel disparo aún me pesaba en el pecho.
Había estado a punto de morir.
Habría ocurrido si Derek y Samuel no hubieran llegado a tiempo. Presté
declaración ante dos policías distintos y luego accedí a ir a comisaría al día
siguiente para hacer una declaración completa. Jonathan fue llevado al
hospital, donde permanecería detenido hasta que se encontrara lo bastante
bien para ser trasladado a una celda de la comisaría. Derek y Samuel no me
dejaron hasta que la policía se hubo marchado por fin, y entonces Samuel
preparó té para todos nosotros, que rápidamente se convirtió en tres vasos
de whisky.
Aferré con fuerza el mío hasta que los surcos del cristal se clavaron en
mi palma, con la mirada fija en el líquido cobrizo que contenía. Derek se
había bebido el suyo en una fracción de segundo y permanecía pegado a mi
lado mientras Samuel se sentaba en la mesa frente a mí.
"¿Charlotte?"
No me moví.
"¿Charlotte?" Derek volvió a intentarlo, y su voz áspera me golpeó
como un aliento helado. "Le... le has dicho a Jonathan que estás
embarazada. ¿Es... es verdad?".
"Si solo lo dijiste para intentar convencerle de que no te disparara",
añadió Samuel, "entonces lo entendemos. Cualquier cosa con tal de
sobrevivir. Es que...". Hizo una pausa y por el rabillo del ojo vi que Derek
se frotaba ansiosamente el muslo con la base de su vaso.
"Estábamos preguntándonos". Derek siguió moviéndose con el vaso y
por fin levanté la cabeza. Mirando entre ellos, ambos tenían un aspecto
terrible: acababan de tener que lidiar con toda la preocupación de no saber
en qué estado se encontraba Matt, para luego llegar a casa y encontrarse a
mi psicópata ex intentando matarme. Un sentimiento de culpa me atenazó el
pecho.
"Sí, estoy embarazada", admití en voz baja, "de verdad".
Los ojos de Samuel se abrieron de golpe y los labios de Derek se
apretaron formando una fina línea.
Más le valía contárselo todo ahora, no podía ir peor.
"Me enteré un par de días después de que pasáramos aquella noche en el
club", le expliqué. En cuanto empecé a hablar, no pude parar. "Haley me vio
salir del club con Samuel y se dio cuenta de que me acostaba con él. Dijo
cosas de ti, Derek, y cuando te defendí se dio cuenta de que también me
acostaba contigo. No pude inventar una excusa lo bastante rápido y me
amenazó con demandarnos. Estuvo a punto de hacerlo, hasta que Paul la
convenció de que lo dejara estar".
La mandíbula de Derek se puso rígida.
"Dijeron... dijeron que si no cambiaba sus notas a mejor, iban a
denunciarte y yo... yo... no quería hacerlo. No quería que te enfrentaras a
otra investigación y no quería que perdieras tu trabajo. Me estaban
chantajeando y yo simplemente... No podía encontrar una salida. Sabían lo
nuestro y no tuve el valor de decírtelo por miedo a que me apartaras y me
abandonaras. Poco después no me sentía bien. Descubrí que lo que creía
que era simple estrés era en realidad... un bebé".
"Oh, Charlotte..." Samuel exhaló suavemente.
Tenía que seguir hablando. Si paraba, me contestarían y aún no estaba
preparada.
"No sabía qué hacer. No tenía a nadie a quien recurrir. Sabía que tenía
que ocultarlo porque mi madre, si se enteraba de que me había quedado
embarazada sin haberme casado, me repudiaría". Se me escapó una risa
seca. "Como lo hizo de todos modos, ahora tengo una preocupación
menos". Me estaba quedando rápidamente sin cosas que decir. "Cuando
viniste a la pensión, solo quise disfrutar de un último... un último momento
juntos, pero entonces todo se vino abajo como todo lo demás, y entonces
Jonathan... Ni siquiera pensé en él, pero...". Un sollozo de angustia me
recorrio el pecho, interrumpiendo mis últimas palabras, y me sumí en un
silencio algo forzado por mi pequeña diatriba. Aferré con más fuerza mi
vaso mientras un calor incómodo me pellizcaba los hombros, esperando sus
reacciones.
"Estás embarazada", repitió Derek en voz baja.
"Sabía que ese capullo tramaba algo malo", soltó Samuel.
"Estás embarazada". La voz de Derek era más suave de lo que había
oído nunca, pero estaba demasiado asustada para mirarle y me centré en mi
vaso.
"Exacto", asintió Samuel. "Embarazada. Charlotte, esto es..."
"Increíble", interrumpió Derek. Levanté la cabeza hacia él, sorprendida.
"¿De verdad?"
"¡Sí! Es decir, la perspectiva de un bebé puede asustar, pero es increíble,
es... Espera un momento". Derek se quedó inmóvil y carraspeó suavemente.
"¿Tú qué piensas?"
"Bueno..." Respiré hondo. "Quiero seguir con el embarazo. No puedo
no hacerlo. Y si es demasiado para vosotros, no pasa nada, lo entiendo. Al
igual que mi madre, tenéis derecho a tener vuestra reacción, y yo...". Mi voz
vaciló y me interrumpí rápidamente antes de que la emoción pudiera
traicionarme.
"¿Demasiado?". Samuel dejó el vaso a un lado y se acercó al borde de la
mesa. Rodeó mis manos con las suyas y me acarició los nudillos.
"¡Charlotte, nada de ti es demasiado!".
"Lo que dijimos iba en serio". Derek levantó una mano hacia mi mejilla
y me agarró la cara, obligándome a mirarle a los ojos. "En la pensión,
cuando te dijimos que nos importabas, lo decíamos en serio. Matt siente lo
mismo. Lo confirmaría si estuviera aquí".
"Pero... pero un bebé, nunca hablamos de nada...".
"Lo sé."
Derek asintió una vez y luego sonrio, arrugando las comisuras de los
ojos. "Pero te adoramos y estamos aquí para ti. Apoyaremos todo lo que
quieras hacer. Llevas en tu vientre a nuestro bebé".
"Nuestro bebé", repitió Samuel.
"¿Pero Haley y Paul?"
"¿Qué pasa con Paul?" Se burló Samuel. "¿Ese gilipollas cree que puede
chantajearte y salirse con la suya? Nuestros trabajos están a salvo, mientras
que él es conocido por ser un mentiroso".
"Es verdad". Derek asintió: "Puede intentar decir lo que quiera de mí,
pero ya me han absuelto una vez. Parecerá desesperado, como si intentara
llamar la atención, y después de todo el lío con Jonathan, la gente
probablemente pensará que simplemente intenta aprovechar la oportunidad.
Sinceramente, no me importa. Te deseo, Charlotte. Todos te queremos.
Todo lo que quieras darnos, incluido ese bebé".
Todo aquello parecía un sueño. Tenía que serlo. Era imposible que fuera
real. Había sentido miedo y pánico ante sus reacciones, y ahora estaban
aquí sentados diciéndome que se preocupaban por mí. Que me querían. Que
querían tener el bebé y que deseaban estar a mi lado. Se me llenaron los
ojos de lágrimas calientes y gemí suavemente.
"Lo siento".
"Cariño", me dijo Derek suavemente, "no tienes nada que sentir. Has
pasado por un infierno por culpa de todo esto. Yo lo lamento".
"Yo también", añadió Samuel. "Que no hayas venido a hablar con
nosotros, pero ahora estamos aquí".
"Siempre." Derek se inclinó y apretó los labios contra mi frente
mientras yo sollozaba suavemente. No podía creer lo que estaba oyendo.
¿Realmente estaban aquí por mí? ¿Matt también? Después de todo lo que
había ocurrido, no entendía por qué no me habían abandonado, pero en
aquel momento les estaba eternamente agradecida.
"Vamos a ser padres", susurré suavemente, y Derek se acurrucó más
cerca de mí, con su aliento rozándome la piel.
"Va a ser el bebé más querido del mundo". Samuel se rio entre dientes.
Me quedé allí abrazada a ellos, y gracias a aquellas suaves caricias me di
cuenta de que no había dicho lo más importante. Levanté la cabeza y los
miré a ambos, enfrentándome a sus miradas cálidas y preocupadas.
"Yo también os quiero", dije, y nunca había pronunciado una frase más
cierta.
Jonathan había venido aquí con la perversa intención de matarme. En
lugar de eso, me había ayudado a revelar mis secretos y a alejarme de mis
límites. Derek se acercó y me dio un suave beso en los labios, mientras
Samuel me acariciaba el brazo.
Las cosas me parecían tan surrealistas que, de haber sido un sueño,
nunca habría querido despertarme.
40
CHARLOTTE

"¿S egura que no quieres que entre contigo?". Derek apoyó una mano en
mi espalda mientras hablaba y yo me volví hacia él, tocándole
suavemente el brazo.
"Estoy segura. Creo que es algo que debería hacer yo misma". Le
dediqué la sonrisa más decidida que pude mostrar, ocultando que el corazón
se me aceleraba. Había pasado los dos últimos días con Derek y Samuel,
descansando en su casa, alejada de todo. Me había llevado algún tiempo
procesar todo lo ocurrido, desde la detención de Jonathan y su ingreso en
prisión hasta que habían decidido acoger a nuestro bebé. Durante aquel
tiempo, una cosa había quedado clara. Era hora de empezar a hacer cosas
por mí misma y no por los demás.
Derek asintió y se apoyó en la pared, manteniendo una postura rígida.
No estaba contento, pero respetaba mi decisión. Respiré hondo y entré en
mi dormitorio. Haley estaba en su cama, con un pañuelo arrugado en una
mano, mientras que la mayoría de mis cosas ya las había metido en una
caja. Una de las cosas que tenía que hacer era abandonar mi carrera. Había
elegido la enseñanza únicamente para hacer feliz a mi madre, pero no era
mi pasión.
"¡Charlotte!", exclamó Haley poniéndose en pie de un salto en cuanto
me vio. Tenía los ojos enrojecidos y entrecerrados con expresión
amenazadora. "¿Dónde coño has estado? He estado llamándote, enviándote
mensajes, lo que sea, ¿y me has ignorado? ¿Has olvidado que toda tu vida
está en mis manos?". Se levantó y caminó hacia mí, pero se detuvo al ver
que ni siquiera daba un paso atrás.
"No lo he olvidado", respondí con calma, "pero no es así. Sinceramente,
no puedo creer que pensara que eras mi mejor amiga. Intenté inventarme
tantas excusas para tratar de justificar tu comportamiento, pero ¿sabes
qué?". La miré fijamente y luego sonreí despacio. "Te sientes sola, Haley.
Estás triste y sola, y dejas a los demás en un segundo plano para sentirte
mejor contigo misma. Quizá pienses que si puedes hacer que la gente se
sienta una mierda y luego fingir que te preocupas por ellos, esa sensación
de protección llenará el vacío que hay en tu vida desde que naciste, pero en
realidad no es así".
Haley me miró fijamente, con la boca abierta, mientras me dirigía a la
cama y empezaba a recoger el resto de mis cosas.
"¿Cómo... cómo te atreves?" Chilló Haley. "¿Has olvidado que sé qué
coño estás haciendo? Lo sé todo sobre tu sórdida historia con los profesores
y Paul y yo..."
"¿Qué?" La interrumpí bruscamente. "¿Qué vas a hacer, Haley? Solo
tenías poder sobre mí porque yo tenía miedo. Tenía miedo de perder las
pocas cosas buenas que había encontrado en mi vida, pero ¿sabes qué? Ya
no tengo miedo y tú ya no tienes ningún poder sobre mí. Así que tú y Paul...
¿Qué? ¿Vais a denunciarnos a Derek y a mí? Buena suerte con eso".
"¿Qué?" La conmoción enronqueció su voz, y vacié rápidamente el
cajón de mi mesita, luego recogí la caja y me volví hacia ella.
"La reputación de Paul, por muy mentiroso que sea, no tiene valor para
nadie. Puede gritar a los cuatro vientos lo que cree saber y no le dará crédito
ni un alma. ¿Yo? A mí me quieren y me cuidan, y voy a hacer algo
extraordinario con mi vida mientras tú estarás atrapada aquí. Eres una
persona terrible, Haley, y sin algún tipo de cambio no llegarás lejos".
"Eres una maldita zorra", gruñó Haley. En el pasado, su ira y sus
palabras me habrían dolido profundamente porque ella me importaba de
verdad. Ahora ya no, pensé.
"¿Yo? Intentaste chantajearme. Hiciste comentarios constantes sobre mi
aspecto y mi peso. Me juzgabas por lo que veías y no por quién era". Moví
la caja entre mis brazos y la miré. Con los hombros encorvados y la cara
enfadada, parecía mucho más pequeña.
Me costaba creer que la hubiera admirado para que me aconsejara y
fuera mi amiga.
"Paul es patético. Sinceramente, Haley, por muy horrible que seas, tú
también te mereces algo mejor. Buena suerte, la necesitarás". Me dirigí
hacia la puerta y luego me detuve, lanzando una última mirada a mi antigua
amiga. "Cancela mi número, Haley. Adiós".
Derek me arrebató la caja de los brazos cuando salía por la puerta, pero
no tuve valor para protestar. Los tres habían comprado libros e investigado
en Internet sobre cómo cuidar a una embarazada, y no iba a poner freno a su
deseo de ayudarme.
"¿Lista para comer?", preguntó Derek mientras nos alejábamos de los
dormitorios. Respiré hondo en cuanto salimos del pasillo, quitándome un
peso de encima que me aplastaba desde hacía más tiempo del que podía
recordar.
"Por supuesto". Me moría de hambre.
Derek metió mi caja en su coche y dimos un largo paseo por el parque,
hasta que llegamos a un bar pequeño y apartado donde Samuel ya estaba
sentado. Me saludó con un beso, pedimos comida rápidamente y nos
sentamos fuera, en una mesa redonda. La sombrilla roja a cuadros que había
sobre nosotros nos protegía del sol, y yo disfrutaba del aire cálido. El
mundo seguía girando y nosotros permaneceríamos en nuestra pequeña
burbuja.
"¿Cómo te encuentras?", preguntó Samuel, jugueteando con su
servilleta.
"Bien", respondí con una sonrisa, "y mal".
"¿No podrías esperar a mañana?". Sugirio Derek. "Hoy ya has hecho
algo muy importante".
"No, no, tengo que hacerlo, si no perderé los nervios". Saqué el teléfono
del bolsillo y respiré hondo y tranquilamente, cargada de los aromas de las
peonías cercanas y de la comida que venía del interior de la cafetería.
"¿Deberíamos alejarnos?" Samuel lanzó una mirada a Derek, pero yo
negué con la cabeza.
"No. No creo que sea lo bastante valiente para enfrentarme a esto sola".
Samuel se acercó y me apretó la mano libre mientras marcaba el
número de mi madre. Me acerqué el teléfono a la oreja y esperé.
"Te dije que no me llamaras", pronunció con frialdad en cuanto
contesté.
"Estoy embarazada, mamá", dije sin demora. Un jadeo breve y agudo
resonó desde el otro lado. El corazón empezó a latirme con fuerza y un
temblor me recorrio las piernas, pero me obligué a continuar. "Estoy
embarazada y sí, salgo con tres chicos. Puede que no aceptes nuestra
relación, pero ellos se preocupan mucho por mí, como yo por ellos. Eso
debería bastar, pero sé que para ti nada lo es".
El silencio de mi madre fue casi ensordecedor.
"Te doy nueve meses", dije mientras mi voz empezaba a temblar.
"Nueve meses para que te comprometas a ser mejor persona y madre, o
nunca verás a tu nieto".
"Charlotte", jadeó por fin, "¿cómo puedes ser tan estúpida?".
"Te quiero, mamá". La emoción me obstruyó brevemente la garganta y
tragué con fuerza, "pero tienes que empezar a verme como una persona y no
como una mancha terrible de la que no puedes deshacerte. Lo digo en serio,
así que piénsatelo y házmelo saber".
En cuanto mi madre respiró profunda y audiblemente, colgué el teléfono
y lo dejé boca abajo sobre la mesa. Los labios de Derek se entreabrieron,
pero antes de que pudiera hablar apareció el camarero con nuestra comida.
Hubo unos instantes de educado silencio mientras aceptábamos la comida,
lo que me dio tiempo para ordenar mis pensamientos y calmar mi agitado
corazón. Enfrentarme a esos dos "fantasmas" en mi vida era algo que no
habría tenido fuerzas para hacer sin esos hombres a mi lado. ¿Cómo había
tenido tanta suerte?
Antes, nunca se habría podido hablar en público de una relación así,
pero yo había abandonado la escuela y ellos ya no eran mis maestros.
"¿Estás bien?", preguntó Derek en cuanto el camarero se hubo
marchado. Asentí y estreché la mano de Samuel.
"Estoy bien. Quizá llore más tarde". Me reí débilmente. "Pero ahora
mismo siento que podría enfrentarme al mundo. Si me enfrentara a esos
matones que se burlaban de mí en el instituto, ¡también tendría para ellos!".
Samuel y Derek rieron juntos y aquel sonido fue música para mis oídos.
Este iba a ser mi futuro. Calidez y comprensión... y buen sexo.
"No quiero meter prisa a nadie", declaró Samuel mientras miraba su
teléfono. "Pero Matt está tan impaciente que amenazó con irse del hospital
por su cuenta".
"Idiota", comentó Derek cariñosamente.
"Dice que se ha perdido demasiadas cosas... y que si se nos ocurre
hablar de nombres de bebés sin él, no volverá a dirigirnos la palabra".
"Qué tío". Los dos se rieron profundamente y yo sonreí con ellos,
comiendo perezosamente bocados de mi plato de pasta.
"¿No es demasiado pronto para empezar a pensar en un nombre?".
Los dos se volvieron para mirarme. "No", declararon al unísono, y yo
me eché a reír.
"Vale, me equivoqué".
"Nunca es demasiado pronto", afirmó Derek con una sonrisa. "Es una
decisión importante".
"Además, somos cuatro, así que tenemos que decidir un nombre que nos
guste a todos".
Samuel pinchó su pasta y blandió el tenedor hacia Derek. "Y no creas
que solo porque te gusta tener el control puedes elegir".
"Claro que no". Derek sonrio. "La última palabra la tiene mamá".
Mamá.
A mí. Iba a ser madre. Al oírlo en voz alta se me hizo un nudo en la
garganta y dejé de comer para no atragantarme. Había demasiadas cosas
que procesar y lo único que podía hacer era mirar fijamente mi pasta.
"¿Charlotte?" Derek abandonó su comida para rozarme el brazo.
"Perdona, ¿ha sido demasiado?"
"No, no, en absoluto". Sacudí la cabeza y levanté la mirada para
mirarlos a los dos. "Es que... es algo en lo que aún no me he parado a
pensar seriamente. Es algo increíblemente importante. Acabo de
despedirme de la que creía que era mi mejor amiga, le he dado un
ultimátum a mi madre y ahora voy a tener un bebé con tres hombres
preciosos y... eso es mucho, ¿sabes?"
Samuel me dedicó una sonrisa comprensiva y los ojos de Derek se
llenaron de calidez.
"Lo es", convino Derek en voz baja. "Pero no estás sola, estamos aquí
para ti. Todo el tiempo que quieras".
"Para siempre", murmuré, luchando contra las lágrimas ardientes de mis
ojos. "Ojalá fuera para siempre".
"Y así será", dijo Samuel en voz baja. Parpadeé y se me llenaron los
ojos de lágrimas. Tenía que ser un sueño. De algún modo, me había
quedado dormida y aún no me había despertado.
Samuel me acarició el dorso de la mano justo cuando se encendió su
teléfono y contestó con una sonrisa.
"¡Matt! ¿No deberías estar descansando?", se rio mientras tomaba otro
bocado de pasta. "Sí. Sí, así es. ¿De verdad? ¿En una pierna? Casi estoy
tentado de posponerlo solo para ver si puedes hacerlo".
Mientras hablaba, vi que Derek me observaba con el rabillo del ojo y le
dediqué una sonrisa, que él me devolvió.
"Estoy contigo, Charlotte", murmuró en voz baja. "No lo olvides".
"¡Vale, vale!" Samuel se rio. "Llegaremos pronto. Francamente, creo
que tienen que cambiarte la medicación. ¿No se supone que los analgésicos
te deberían relajar?". Samuel colgó riendo y se metió más pasta en la boca.
"¿Cómo está Matt? Le echo de menos". No lo había visitado en el
hospital, pero por lo que me habían contado Derek y Samuel, sus heridas no
eran graves. Lo más doloroso era que su moto había quedado destrozada en
el accidente. Esto le había roto el corazón y deseaba abrazarle.
"Está bien, solo está impaciente", contestó Samuel, "y nos dijo que nos
diéramos prisa".
Derek estalló en carcajadas y sentí florecer un calor en mi pecho, que se
extendió hasta el nivel de mi alma.
Si este iba a ser mi futuro... me sentía preparada.
"Entonces", dijo Derek seriamente, "¿qué nos parece el nombre de
Clarice?".
Me quedé mirándole mientras Samuel reía ahogadamente y una sonrisa
guiñolesca se filtraba por los labios de Derek.
Sí, definitivamente, estaba preparada.
41
CHARLOTTE

"¿C harlotte?"
Los tres me llamaban a la vez, pero yo no estaba dispuesta a bajar
las escaleras. Todavía no. Me puse delante del espejo de cuerpo entero y,
alisando con las manos el vestido azul pastel que llevaba, me centré en la
falda acampanada que sobresalía ligeramente a la altura de la cintura. No
era un vestido como los de siempre, pero mi cuerpo estaba volviendo poco
a poco a la normalidad tras dar a luz a gemelos tres meses antes, y estaba
deseando volver a sentirme guapa.
Además, hoy era mi primer día de clase en el nuevo curso y estaba muy
nerviosa. Respirando hondo, me alisé la falda una vez más, apreté los labios
para refrescar el carmín y abrí la puerta.
"¿Qué tal estoy?"
Matt estaba de pie frente a mí, vestido con un elegante traje con los dos
primeros botones abiertos, dejando al descubierto los músculos de su pecho.
Había pasado un año desde el accidente y desde que estuvo a punto de
morir a manos de Jonathan, y se había recuperado gracias a nuestro apoyo.
Matt se había roto gravemente la pierna, por dos sitios, y había necesitado
meses de fisioterapia para volver a ser el de antes.
Había recuperado toda su forma física y, en aquel momento, me puso
suavemente la mano en el brazo. Una descarga eléctrica me recorrio y lo
mismo ocurrio cuando puso sus labios para besarme la frente. Si no hubiera
estado tan nerviosa, le habría arrastrado hasta el dormitorio.
"Estás fabulosa", respondió Matt, apartándose con una sonrisa radiante.
"Vamos, los demás te están esperando".
Me ofreció el brazo y yo lo acepté agradecida. Juntos cruzamos el
pasillo y bajamos las escaleras hasta la zona principal de nuestro nuevo
piso. Nos habíamos mudado poco después de que Matt se quitara el yeso de
la pierna. Ninguno de los chicos se había sentido especialmente cómodo en
la vieja casa desde el asalto de Jonathan y, con el bebé en camino, Derek
había empezado a buscar nuevos lugares. Lo encontró una hora después de
descubrir que esperaba gemelos y el resto, como suele decirse, es historia.
Atravesamos el salón y pasamos por delante de las columnas de piedra
hasta llegar a la cocina. Derek estaba a un lado, vestido con un elegante
traje color carbón, con la camisa abierta y las mangas remangadas,
acunando en brazos a nuestro hijo Charlie.
Samuel, por su parte, estaba en un rincón mimando a nuestra hija
dormida, Lily. Levantaron la vista cuando Matt y yo nos acercamos y
fueron recibidos con amplias sonrisas.
"¡Charlotte!", exclamó Samuel.
"Estás preciosa", dijo cariñosamente Derek, terminando de secarse la
camisa manchada por la pequeña Charlie. "¿A que mamá está preciosa?". El
bebé gorjeó feliz en sus brazos y un sentimiento de tristeza me recorrio el
pecho.
"No, no puedo hacerlo", declaré suavemente. "No quiero dejarlos".
"Cariño". Matt me sacudió el pelo del hombro izquierdo y me acercó a
él. "Es solo por unas horas. Irás allí, asombrarás a todo el mundo, luego
podrás volver a casa y lo celebraremos".
"Es verdad", convino Derek. "Hoy es solamente el día de presentación.
Ya has hecho el trabajo duro para entrar, así que este es el día para que
conozcas a todo el mundo y para que los demás sepan lo que se espera de
ti". Se acercó al mostrador y empezó a acomodar a Charlie en su calesa.
"Eso sí, no lances miradas a los profesores".
Su comentario me hizo sonreír dulcemente, pero empecé a sentirme
nerviosa. Me preocupaba no estar a la altura o que pudiera ocurrirles algo a
los gemelos cuando yo no estuviera, aunque confiaba plenamente en que
Derek, Samuel y Matt cuidarían de ellos lo mejor posible.
"Pero", empecé, mientras los nervios se apoderaban de mí, "¿y si meto
la pata?".
"Lo arreglaremos", dijo Samuel mientras acomodaba a Lily en su
cochecito, con cuidado de no despertarla. "Ahora no te preocupes. Vamos,
es la hora de las fotos".
"¿Qué fotos?", pregunté. Pensándolo bien, era extraño que fueran todos
de traje. "¿Os habéis arreglado para esto?".
"Es el primer día de tu nueva clase de graduación", dijo Derek.
"Queremos recordarlo".
"Vamos". Matt me cogió de la mano y me llevó al salón, mientras Derek
y Samuel lo seguían, cada uno con un niño. Cerca de las ventanas de toda la
pared se había colocado una película blanca contra el cristal, para atenuar
un poco la luz y crear una atmósfera íntima. Delante había una cámara
sobre un trípode y se me apretó el estómago.
"Salgo fatal en las fotos", refunfuñé cuando Matt se acomodó junto a
mí.
"Cállate", dijo Derek, acomodándose a mi izquierda. "Estás preciosa en
todo lo que haces".
"¿Incluso durante el parto?", pregunté bruscamente. Charlie y Lily se
habían acomodado delante de nosotros en sus cochecitos y los tres chicos
me rodearon con sus cálidos brazos.
"Acuérdate de sonreír", dijo Matt. "Si la foto sale bien, podremos
pegarla en la tarjeta de Navidad para tu madre".
Me eché a reír, incapaz de contenerme. Las relaciones con mi madre
eran tensas, pero desde que habían nacido los gemelos, tres meses antes,
había estado intentando reconectar. Era un esfuerzo mínimo, pero al menos
lo intentaba.
"Tres... dos... uno...", contó Samuel.
Esbocé una sonrisa radiante y contuve la respiración, esperando el
destello, que, sin embargo, no llegó. Tras unos largos segundos, lancé una
mirada a Samuel.
"¿Has ajustado bien el temporizador?".
"¡Por supuesto!", contestó, y luego frunció el ceño: "Puede que no,
¿puedes comprobarlo por mí?".
Suspiré dramáticamente, me aparté de ellos y deposité un ligero beso en
las frentes de Charlie y Lily. Me acerqué a la cámara y comprobé el panel
de control. Inmediatamente vi el problema.
"Samuel, no has presionado....".
Me volví hacia ellos con la respuesta en los labios, pero las palabras
murieron inmediatamente en mi garganta.
Derek, Samuel y Matt se arrodillaron frente a mí, sosteniendo una cajita
cuadrada que contenía un fino anillo de plata. Tenía una pequeña gema de
color engarzada en la banda, y todos los rostros que se volvieron hacia mí
parecían esperanzados. Excepto Samuel. Parecía muy nervioso. Suspiré y
me llevé una mano al esternón mientras los miraba fijamente.
"¿Qué... qué estáis haciendo?".
"¿No es obvio?" dijo Matt en voz baja.
"Charlotte, te adoramos", dijo Samuel.
"Más de lo que nunca hemos adorado a nadie", añadió Derek. "Y
queremos pasar el resto de nuestras vidas contigo".
"Puede que no seamos la familia convencional a la que siempre has
aspirado, pero planeamos que nunca te falte de nada y criar a estos niños
como un equipo", continuó Matt. "Quiero ver tu sonrisa cada mañana y
encontrar tus notas románticas dentro de mi casco".
"Quiero verte pintar y ver esa mueca graciosa que haces cuando no
puedes plasmar en papel lo que imaginas en tu mente". La voz de Samuel se
puso un poco tensa y bajó un poco la cabeza. "Quiero ver contigo esas
películas guarras, que tanto te gustan, y gritar las estúpidas decisiones que
toman los protagonistas hasta que los dos nos quedemos sin voz".
"Quiero follarte y dominarte hasta el día de mi muerte", dijo Derek con
fuerza. "Quiero esto, por cada día que me des, por el resto de mi vida".
No podía hablar. Era incapaz de moverme mientras veía a cada hombre
expresar su deseo por mí. ¿Era todo verdad? Durante todo el embarazo
había estado convencida de que vivía un sueño porque ellos parecían
increíbles, pero aquí estaba de nuevo. Estaba ante un escenario que nunca
había imaginado para mí, pero la mera idea de convertirme en su pareja
hacía que mi corazón se acelerara.
"¿Charlotte?" insistió Derek mientras mi silencio se prolongaba, y yo
jadeé, sacudiendo ligeramente la cabeza cuando por fin recobré el sentido,
con los ojos llenos de lágrimas.
"No puedes reducirme así", grité. "¡Es mi primer día, me estropearé el
maquillaje!". Me apreté los dedos bajo los ojos y me reí mientras caían las
lágrimas. "¡Sí, quiero, pero maldita sea, mi máscara de pestañas!".
Los tres hombres se levantaron para abrazarme mientras yo sollozaba
suavemente. Con una sonrisa en los labios y felicidad en el corazón,
deslizaron el anillo en mi dedo.
"Siento lo del maquillaje", dijo Matt con una risita, y me secó
suavemente los ojos con una toallita de papel.
"Para disculparme", dijo Derek mientras se inclinaba hacia mí y me
besaba sin previo aviso, "ya que la única norma que me diste fue la de ir a
mi ritmo durante el embarazo".
"Yo, en cambio, no tengo excusa", dijo Samuel sonriendo, besándome la
mejilla. "Salvo que casi la fastidio la semana pasada, cuando me pillaste
con el anillo y tuve que fingir que era un nuevo juguete sexual para
nosotros".
"¿Es eso lo que ocultabas?", repliqué riendo y lanzando continuas
miradas a los tres mientras mi corazón se hinchaba desproporcionadamente
de excitación. "¡Y yo que estaba en racha para ver qué era!".
"Aunque el anillo de compromiso es mejor, ¿no?". Samuel se rio.
"¡Sí!" Le acaricié la mejilla y le besé hasta dejarle sin aliento. Detrás de
nosotros, Charlie y Lily gorjearon tras haberse despertado, y yo me
abandoné entre los brazos de mis chicos.
Si antes todo había parecido un sueño, ahora sabía que era realidad.
Tenía tres compañeros que me adoraban y dos hijos fantásticos. Aunque no
era la situación más tradicional que hubiera soñado, formábamos un equipo
fantástico y me sentía realmente afortunada. Estaba a punto de embarcarme
en un nuevo curso de estudios, de perseguir mi verdadera pasión por el arte,
sin ninguna presión de amigos envidiosos o egoístas ni de padres incapaces
de su papel.
Por primera vez en toda mi vida... me sentí realmente feliz.

Gracias por leer ‘Una Buena Chica…’. Espero que te haya gustado.

Descubre aquí "Mis Tres Papis Maestros", el siguiente libro de la serie.


MIS TRES PAPIS MAESTROS (AVANCE)
BLURB

Se suponía que era un trabajo sencillo como modelo de trajes de


baño.... Sin embargo, mis tres jefes me obligan a ponerme de rodillas y
me piden que haga algo extra.
Uno de ellos es el papá de mi bebé.... y ni siquiera lo sabe.

¿De dónde saqué la idea de aceptar un trabajo de modelo y ponerme encima


un biquini? Ya lo había hecho antes, pero ahora mi vida es tan diferente...
Cuando me contrataron, era simplemente una madre soltera tratando de
llegar a fin de mes.

Ahí está Harper, un multimillonario alto, tatuado, serio y guapo que quiere
cambiar el mundo.

El Playboy Desi es un estilista guapo y despreocupado que me toma el pelo


sin descanso y me hace querer más...

Y también está Silver, el irresistible fotógrafo tan encantador y misterioso


que se encarga de la sesión de fotos.

Quizá me equivoque... pero creo que los tres me desean.


Sé que no es apropiado mezclar los negocios con el placer....
Mi principal preocupación siempre ha sido ganar lo suficiente para
mantener a mi hija, pero justo cuando estos tres multimillonarios del mundo
de la moda empiezan a colmarnos de atenciones a mí y a mi pequeña, me
doy cuenta de que quizá mi vida está cambiando.
Cada vez que tengo ocasión, me entrego a mis irresistibles jefes.... y en
poco tiempo se enciende tal pasión entre nosotros que me encuentro con un
bebé en camino...

Y no tengo ni idea de quién es el padre entre los tres.


1
LUNA

"L o siento, pero no te creo".


Aquellas palabras me golpearon como el primer chorro de una
ducha fría en un caluroso día de verano. Necesité todo mi autocontrol para
mantener una sonrisa en el rostro mientras el creciente calor de la taza que
sostenía amenazaba con quemarme.
"Puedo asegurarle", respondí tan suavemente como pude, "que
definitivamente he utilizado leche de avena".
"Te estaba observando", replicó la clienta, "y no te he visto utilizar ese
paquete de avena en absoluto".
El tono de su voz encajaba perfectamente con la manera en que me
señalaba apuntándome con un dedo con sus bien cuidadas uñas azules. La
áspera arrogancia de su tono era evidente y, mientras nos mirábamos
fijamente, me di cuenta de que no tenía ninguna posibilidad de ganar
aquella discusión. Aunque hubiera preparado otra ante sus ojos, no habría
sido suficiente. A juzgar por sus labios apretados y el mechón rubio de su
pelo, estaba bastante segura de que simplemente estaba intentando
polemizar.
"Señora, como puede ver, hoy estamos muy ocupados y tengo que
preparar varias bebidas al mismo tiempo".
"¡Ese no es asunto mío!", interrumpió ella con tal impaciencia que tuve
que luchar contra el repentino impulso de arrojarle la copa y salir corriendo.
"Lo entiendo, simplemente intento explicar que antes, cuando me viste,
estaba preparando otras bebidas y no su capuchino...".
"No me importa", volvió a interrumpirme.
Su voz aguda hizo que varios clientes que estaban allí sentados
levantaran la vista de sus bebidas y comidas para ver el alboroto. Joder. Ya
me dolían los músculos de la cara por mi sonrisa forzada y mantenerla
delante de la clientela era aún más difícil.
"Quiero otro capuchino. Esta vez bien hecho".
Sus grandes ojos se entrecerraron tras las gafas y durante unos segundos
pensé en arrastrarla hasta el mostrador y dejar que viera de cerca cómo lo
preparaba.
Aquella fantasía sería mi única venganza de aquel día.
"Enseguida, señora".
No se me escapó la sonrisa victoriosa que se curvó en sus labios cuando
me aparté, y entonces la imagen se me quedó grabada en la mente mientras
abría la leche de avena: puede que estuviéramos ocupadas, pero había
preparado aquel capuchino correctamente, y ahora estaba preparando otro.
En la cola que se había formado detrás de la señora ‘Leche de Avena’,
durante su pequeña perorata, se oían murmullos de insatisfacción por la
prolongada espera. El murmullo hizo que una oleada de calor ardiente y
avergonzado me subiera por la nuca y me bajara por la columna vertebral.
Pasar todas las horas que podía trabajando hasta la extenuación
sirviendo café y pasteles a la élite empresarial de Chicago no era la forma
en que quería pasar mis días, pero seguía siendo un trabajo. Un empleo en
el que había puesto mi corazón y mi alma durante los últimos cinco años,
únicamente para llegar a fin de mes. Sin embargo, cada vez que me
enfrentaba a alguien como aquella señora - alguien que se complacía en
hacer más duro el trabajo de los demás para su propio placer perverso - me
hacía pensar en mi tasa de supervivencia si dejaba el trabajo y vivía a base
de fideos enlatados hasta el fin de mis días.
Una fantasía egoísta que, sin embargo, no tenía en cuenta a mi
encantadora hija Hazel y su odio a los fideos...
El deseo de algo mejor ardía más y más cada día que pasaba.
Preparando de nuevo el capuccino, me volví hacia la clienta y le ofrecí
la bebida con la misma sonrisa falsa dibujada en mi rostro. Ella resopló y
abrió su elegante bolso negro que probablemente costaba más que todo mi
sueldo mensual.
"Podrías aprender un par de cosas de lo ocurrido", dijo con severidad.
"Si hubieras hecho el trabajo correctamente la primera vez, no habríamos
tenido que quedarnos todos esperando a que arreglaras tu error. Al final era
cuestión de hacer café y mancharlo con leche de avena, ¿tan difícil puede
ser?". A sus palabras siguieron estruendosas carcajadas, un sonido
melodioso que hacía juego con la naturaleza sacarina de sus palabras.
Lancé una rápida mirada a lo largo de la fila con toda la disculpa que
pude reunir, pero no vi ninguna mirada compasiva. Claro que no, aquella
gente era toda igual. Paseaban por la ciudad con sus buenos trabajos, sus
bonitas ropas, y ni siquiera les sobraban cinco minutos para hacer cola.
"Deberías tener más cuidado", continuó la mujer, mientras el calor
avergonzado de antes se iba convirtiendo poco a poco en ira mezclada con
tensión en mi pecho. "Te hago un favor viniendo a tomar café aquí en vez
de a la oficina. Sin gente como nosotros, las pequeñas cafeterías como esta
quebrarían. ¿Y te parece aceptable intentar envenenarme con productos
lácteos?".
Arrojó unas monedas sobre el mostrador con tanta fuerza que una
rebotó contra la dura superficie antes de rodar por el borde y golpear en
algún lugar del suelo.
"Pues no voy a recogerlas por usted", exclamé. Sus ojos brillantes se
entrecerraron una vez más, momento en el que la ira que se había ido
acumulando en mi pecho se disparó. Mi falsa sonrisa desapareció.
"Sin gente como usted, este mundo sería mejor", continué.
"¡Luna!"
Una voz chillona y soleada, con un ligero matiz de acento francés,
rompió mi reacción explosiva y una mano cálida se posó en mi hombro.
Me giré y vi a Cerise, mi mejor amiga y compañera, a mi lado. Antes de
que pudiera reaccionar, me quitó de la mano mi café macchiato, que en
principio iba a ser un capuccino, y lo depositó sobre el mostrador.
"Aquí tiene su bebida, señora, ¡que tenga un buen día!", dijo
alegremente mientras su mano se enganchaba a mi codo y me arrastraba
unos metros lejos del mostrador.
"Cerise...", empecé y mi pecho se tensó como el chasquido de una goma
elástica cuando la ira que estaba a punto de descargar sobre aquella horrible
mujer se congeló sin tener adónde ir.
"Luna...", me amonestó Cerise con suavidad, "... lo sé. Son unas
personas terribles con unas exigencias terribles, pero si hubieras seguido
gritándoles, Dickie se habría cabreado contigo antes de tiempo. De todos
modos, tienes mal genio, jovencita. Tan enmarañado como tu pelo".
En aquel momento, una pequeña carcajada brotó de mi garganta y
rompió la tensión de frustración que sentía. Cerise se refería, por supuesto,
a mi llameante pelo.
Ante la mención de Dickie, miré el reloj de la pared y suspiré.
"Mierda", Cerise tenía razón. Había tardado días en convencer a mi jefe,
Dickie, de que me dejara salir temprano aquel día para coincidir con la
salida anticipada de mi hija de la guardería.
La alegre voz de Cerise llenó la cafetería cuando empezó a disculparse
por la espera y a tomar rápidamente los pedidos de la descontenta cola de
gente. Me despedí y salí corriendo por las puertas dobles grises que daban a
la parte trasera de la cafetería.
Cerise siempre me había apoyado, desde que me encontró sollozando en
los cubos de basura, dos semanas después de que empezara a trabajar allí.
También había sido muy amable cuando le conté que no tenía ni idea de
cómo iba a poder comprar ropa de bebé para mi hija, después de que Dickie
me hubiera negado un anticipo de mi sueldo. Al día siguiente había llegado
al trabajo y ella me había prestado algo de dinero, que luego le había
devuelto, con el que podría haber comprado todo lo necesario para mi niña.
Nunca había estado tan agradecida a nadie por un gesto tan amable y desde
entonces nos habíamos convertido en mejores amigas.
Entré en el cuarto de baño, cerré la puerta tras de mí y me hundí en el
asiento helado con un gemido. Mi corazón empezó a ralentizarse en
ausencia del bullicio del bar. Respiré hondo unas cuantas veces y la tensión
que me quemaba por dentro empezó a aliviarse.
¡Joder!
Había perdido casi por completo la compostura y algo así podría
haberme hecho perder fácilmente el trabajo. Si lo hubiera perdido, habría
tenido que volver a trabajar en el sitio de blogs para el que trabajaba como
autónoma como único ingreso, y eso desde luego no habría sido suficiente
para vivir.
"Vamos, Luna", suspiré, "mantén la calma", me dije.
Solo había sido una clienta pesada. Una hora más y me habría ido.
Rebusqué en el delantal y saqué el smartphone. Si tenía alguna
posibilidad de llegar a tiempo a la guardería, tendría que llamar a un taxi,
un gasto en el que no quería incurrir, pero que, en aras de llegar a casa de
Hazel antes de que se marchara, sería imprescindible.
Abrí la aplicación para llamar a un taxi, añadí mis datos, hice la
solicitud y esperé la confirmación de la reserva. Sin embargo, cuando miré
la pantalla, algo nuevo llamó mi atención.
New Leaf
Un temblor de consternación me recorrió las entrañas cuando abrí el
correo electrónico.

E stimada señorita L una Q uinn ,


Espero que le llegue este e-mail.
Le ruego que disculpe mi franqueza, pero le escribo en relación con una
oportunidad de modelaje que creo que podría ser extremadamente lucrativa
para ambos. Me encontré con su cuenta de Instagram y me fascinaron sus
fotos.
Por si no nos conoces, me llamo Harper Saunders. Soy diseñador jefe y
copropietario de New Leaf. Somos una marca de ropa de prestigio
especializada en lencería, trajes de baño y mucho más para quienes
necesitan un pequeño impulso de confianza. Cada año producimos varios
calendarios con fines benéficos. En estos calendarios aparecen las modelos
de ese año. Si por casualidad nunca nos has visto en las tiendas, he
incluido algunos enlaces en este correo electrónico para que eches un
vistazo.
Comprendo que pueda parecer un poco insistente, pero creo que su
estilo y seguridad al posar pueden realzar realmente la marca New Leaf. Si
estás interesada, me gustaría proponerle una entrevista en nuestra oficina
del centro de la ciudad para hablar más a fondo de esta oportunidad.
Dicha oportunidad incluiría un viaje de tres semanas con todos los
gastos pagados a una de nuestras localizaciones fotográficas en la playa,
así como el reembolso de cualquier trastorno que esto pudiera causar en su
vida cotidiana. He visto en algunas de las fotos que tiene una hija pequeña,
por lo que también se incluirá el cuidado infantil, y al final del viaje se le
pagará un total de 1.000.000 $.
He introducido mis datos a continuación y espero recibir una respuesta.
Mis mejores deseos,
Harper Saunders
Director General de New Leaf

¿¡U n millón de dólares!? Era una broma, ¿verdad?


Leí el correo electrónico varias veces, incapaz de comprender lo que
estaba leyendo. ¡¿Harper Saunders, ese Harper Saunders, me había enviado
un e-mail?! ¿El multimillonario director general de una de las marcas de
moda más famosas del mundo me había escrito? ¿Y por qué a mí?
Comprendí que aquella marca también necesitaba modelos no profesionales
para demostrar a la gente que lo que creaban era apto para todo el mundo,
pero no, eso no era posible. Tenía que ser un mensaje falso.
A pesar de mis dudas, comprobé rápidamente el remitente del correo
electrónico y toda la información adjunta y la comparé con el sitio web de
la empresa New Leaf, y todo coincidía.
Maldita sea, ¡era verdad!
Había estado siguiendo a New Leaf en todas sus redes sociales desde
que me había topado con uno de sus programas benéficos, no mucho
después de que naciera Hazel. Me atrajeron de inmediato porque exhibían
lencería y ropa interior para madres que ya no se sentían sexis después de
sufrir un cambio tan importante en su cuerpo. Algunas de sus fotografías se
habían convertido incluso en una fuente de inspiración para mí.
Antes del nacimiento de Hazel, el modelaje no profesional había sido
mi pasión, pero el embarazo había obstaculizado definitivamente mis
planes. Había intentado recuperar la confianza en mí misma en mi perfil de
Instagram. Al tener unos cuantos followers, no podía quejarme, pero la idea
de que aquellas fotos pudieran atraer la atención de Harper Saunders, eso
no.
"Es imposible que sea así de verdad", exclamé en voz alta y volví al
correo electrónico, releyéndolo varias veces más.
Entonces volví a pensar en el beneficio: un millón de dólares.
¡Un maldito millón de dólares!
Un correo así, escrito por un director general multimillonario... vamos...
tenía que haber trampa.
Los hombres ricos como él seguro que tenían asistentes y secretarias
para ese tipo de cosas, ¿no?
Sin embargo, daba igual cuántas veces lo comprobara, pues toda la
información seguía siendo la misma y todo lo que ofrecía parecía auténtico.
¿Estaba soñando? Por supuesto. Era demasiado bueno para ser verdad.
"¡Luna!" Un golpe seco de nudillos contra la puerta del baño me
devolvió de nuevo a la realidad, pero incluso cuando el tono de voz
cabreado de mi jefe traspasó la puerta, el correo electrónico permaneció en
mi teléfono mirándome fijamente.
"¡Luna! Llevas diez minutos meando, ¡vuelve al puto trabajo!".
De repente, la perspectiva de tener que volver a salir para enfrentarme a
mi mandona y a una sala llena de gente mucho más rica que yo me resultó
agotadora, así que bajé la mirada hacia el correo electrónico.
La tentación iba en aumento.
"¡Luna!", mi jefe volvió a llamar rápidamente a la puerta.
"Enseguida voy", respondí lo más educadamente que pude. Aún
necesitaba aquel trabajo para ganarme la vida decentemente.
Mientras tiraba de la cadena para demostrar que había ido al baño a por
algo, volví a guardarme el móvil en el bolsillo, mientras el e-mail se me
quedaba grabado en la mente.
Solo era una entrevista, ¿no?
Abrí la puerta del baño y me encontré cara a cara con mi jefe, cuyas
mejillas barbudas se transformaron en una sonrisa desdentada cuando se
cruzó con mi mirada.
"¡Ya era hora! No te pago para que finjas trabajar".
"Lo siento, Dickie".
Le dediqué mi sonrisa más dulce y pasé junto a él, evitando por los
pelos la habitual palmada en el trasero que le encantaba dar a cualquiera
que llevara falda.
Solo era una entrevista... y la perspectiva de algo distinto a donde ya
trabajaba era emocionante, a pesar de mi incredulidad.
Si hubiera dicho que sí... ¿Qué habría sido lo peor que podría haberme
pasado?
Fin de la vista previa. Lee la historia completa aquí.

También podría gustarte