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EN EL MUNDO LABORAL:
Moreno Jiménez, B.
Garrosa Hernández, E
Gálvez Herrer, M.
ASALTOS (porcentajes)
REGIONES HOMBRE MUJER
EUROPA OCCIDENTAL 2,7 3,0
PAISES EN TRANSICIÓN 2,0 4,6
ASIA 0,4 1,0
AFRICA 2,3 1,9
LATINO AMERICA 1,9 3,6
Pérez Bilbao y Nogareda Cuixart (NTP 489) exponen los siguientes inductores
específicos de la conducta agresiva en contextos laborales:
Entre los factores sociodemográficos de riesgo, tres son los principales: el sexo,
la edad y el trabajo precario. Las mujeres constituyen una población de especial riesgo
como lo demuestra algunos estudios realizados en Canadá y Suecia. La posible razón de
ello es que suelen ocupar puestos de especial riesgo tales como educadores, trabajadores
sociales, enfermeras y a que suelen atender puestos con tares de cobro de servicios. . En el
caso de las mujeres la violencia física y la sexual suelen estar muy unidas.
Las medidas preventivas generales tienen como objetivo la modificación del clima
social y las prácticas generales de la sociedad, pero la capacidad de acción sobre ellas
compete principalmente a acciones políticas y legislativas, las únicas que, a nivel general,
pueden suprimir o disminuir las causas de la violencia y vigilar la infracción de las leyes
establecidas. Desde la perspectiva laboral, el marco de prevención es más concreto y
limitado y se centra en los factores específicos inductores de violencia en el trabajo, por
ello se pueden tomar principalmente tres tipos de medidas, referentes al entorno, a la
organización del trabajo y a las personas.
Trabajo de servicios
Como norma general, se debe considerar que un programa que desee ser eficaz en la
lucha contra la violencia laboral debe ser preventivo, sistemático, participativo y específico.
La dimensión participativa de los programas requiere que las posibles iniciativas provengan
no sólo de la alta dirección, sino de todos los niveles del grupo que sufre los problemas. La
dirección suele acotar sólo parte de los problemas reales sin, además, asegurar la
colaboración de todos los niveles implicados. Es necesario para ello que en la elaboración
de un programa activo estén presentes todas las partes implicadas y que, conjuntamente,
elaboren un documento escrito que comprometa a la totalidad de los firmantes y sus
respectivos representados.
Un sistema de interacción personal flexible y ágil puede ser de gran relevancia para
disminuir la tensión ambiental propia de los lugares de trabajo. Incluso en los momentos
difíciles una buena parte de los problemas provienen de la desinformación, incertidumbre
y dramatización de los problemas. Los programas de interacción certeros, realistas, y
objetivos no suelen suprimir las tensiones y conflictos reales, pero suelen minimizar su
alcance y consecuencias.
Entre los factores preventivos de la violencia de tipo III, violencia relacional, uno de
los más importantes es el diseño psicosocial del puesto de trabajo tal como se ha expuesto
en el “Modelo de características de la tarea” de este módulo. Otros elementos
complementarios que deben ser tenidos en cuenta provienen del tema de la “Adecuación
laboral” que sugiere que los puestos designados se correspondan con la experiencia y la
competencia de los técnicos o profesionales. Otro aspecto que debe ser atendido es el
número de horas de trabajo.
El Código Penal en el título I (Faltas contra las personas) establece que quien cause
una lesión no definida como delito o maltrate a otro sin provocarle lesión puede sufrir
sanciones que van desde el arresto entre uno y seis fines de semana y multas entre diez días
y dos meses.
2.- Hostigamiento psicológico o acoso moral
2.1.-Introducción
Los primeros trabajos sobre el tema fueron publicados en los años ochenta por
Leyman y Gustavson que publicaron en 1984 un artículo clave en el desarrollo del tema
con el título “Psychological Violence at workplace”. A partir de aquí el tema se ha ido
elaborando al mismo tiempo que los cambios sociales han ido incrementando la
sensibilidad al tema y, probablemente, su misma prevalencia.
2.2.- Epidemiología
En Suecia, en el año 1992 se efectuó un estudio que informaba de que un 3,5 por
ciento de los trabajadores estaban afectados por el acoso moral. Un 55 por ciento de ellos
eran mujeres y un 45 por ciento hombres. Según Leyman, el hostigamiento psicológico
origina en este país entre el 10 por ciento y el 15 por ciento de los suicidios registrados.
En Noruega los datos presentados indican que un 8,6 por ciento estaban afectados por el
acoso moral. Un estudio publicado en 1999 por el British Medical Journal indicaba que en
el Reino Unido un 38 por ciento de los empleados entrevistados habían sufrido en algún
momento algún tipo de acoso moral y que un 42 por ciento había sido testigo de ello.
En España los datos recogidos por la III Encuesta Europea indican porcentajes más
bajos, uno 750.000 en total. La investigación desarrollada por la Universidad de Alcalá de
Henares, dirigida por Iñaki Piñuel, indica que un 11,44 por ciento de la población, más de
un millón y medio de españoles sufren acoso moral en el trabajo.
Según Leyman una aproximación conceptual al acoso moral debe incluir al menos
los siguientes elementos:
Aunque el acoso moral puede producirse entre compañeros con el mismo nivel
jerárquico es más habitual una asimetría de roles y funciones entre quien hostiga y el
hostigado. Habitualmente el acosador suele estar en una situación ventajosa, aunque no
tiene por que ser oficial, pero sí real. Es esta ventaja lo que le permite el manejo de una
serie de recursos y medios de los que el hostigado no dispone en la misma medida. La
asimetría puede basarse en el rango jerárquico, pero también en la antigüedad, la
experiencia o las relaciones personales con quienes ocupan puestos jerárquicos claves.
Tal como se ha insistido en los párrafos anteriores, la ley sueca insiste en los
aspectos objetivos e intencionales de las conductas.
2.4.- Manifestaciones
♦ Medidas Organizativas
♦ Aislamiento social
♦ Agresiones verbales
Gritos o insultos
Amenazas verbales
♦ Rumores
El acoso moral se produce más fácilmente en unas situaciones que otras. Existen
dos tipos de factores causales que inciden en la aparición del acoso moral, los factores
organizacionales y los factores individuales. Los factores individuales sin los
organizacionales apenas si tienen capacidad de eclosión y desarrollo, mientras que los
factores organizacionales, aún en la ausencia de los individuales, tienen una gran capacidad
causal.
Los estilos directivos son el otro gran factor determinante de las conductas
organizacionales. En este caso la violencia psicológica puede aparecer cuando el estilo
directivo ignora las diferencias individuales y atiende exclusivamente a la consecución de
objetivos y metas independientemente del coste que ello puede presentar para la persona.
Un estilo directivo no atento a las diferencias individuales puede fácilmente zaherir a
quienes no cumplan determinados estándares productivos y si tal incumplimiento se
mantiene por dificultades profesionales, laborales o personales puede llevar a la violencia
psicológica. De nuevo aparece la paradoja de que algunos directivos brillantes,
transformacionales o carismáticos pueden generar, de forma más o menos consciente, tales
prácticas cuando no consiguen en algunos de sus seguidores los resultados buscados, por lo
que consideran que “no sirven”, lo que pueden globalizar indebidamente rechazando al
trabajador en cuestión.
La psicopatología social laboral es muy extensa, pero interesan aquí sólo los aspectos
relativos a la manifestación de la violencia psicológica persistente, sesgada y
unidireccional. Este tipo de violencia tiene dos formas muy diferentes, una de ellas basada
en contextos situacionales y la otra en la estructura de la personalidad o estilos
conductuales.
En realidad, aunque cabe atender a este tipo de hechos clínicos, reales en el mundo
laboral, no parece conveniente convertir en casos clínicos los problemas del acoso moral y
parece más conveniente tratar de darles un enfoque interpersonal y organizacional, lo que
suele ser más realista y funcional.
La falta de autoestima facilita que la persona considere que todo lo malo que le
ocurre es debido a su escasa capacidad y competencia, por lo que difícilmente protestará
ante el mal trato, incluso injusto y desproporcionado. Este tipo de personas suele tender a la
culpabilidad y atribuirse personalmente los fracasos, aunque no sean suyos. La falta de
asertividad, frecuentemente asociada a la anterior, es la incapacidad para hacer valer los
propios derechos personales y laborales, inhibiéndose ante conductas o tratos incorrectos,
considerando que no vale la pena molestarse. Este tipo de rasgos favorecen la aparición del
maltrato psicológico y, en algunos casos, su conversión en hostigamiento psicológico, pero
no causan el mismo. La causa del acoso moral no es nunca la persona que la sufre. Por otra
parte, aunque pueda haber perfiles facilitadores, nadie está exento de poder sufrir
situaciones de acoso moral.
FASE DE CONFLICTO
FASE INTERVENTIVA
FASE DE MARGINACIÓN
Fase de conflicto. El origen del acoso moral suele estar en algún conflicto, malentendido,
diferencia o discrepancia que en lugar de ser resuelta y solucionada, se intensifica, se
amplía y se transforma en crónica y permanente.
Fase de marginación. Es el último momento del proceso y el más grave, ocurre cuando la
intervención no interviene de ninguna forma o interviene incluso de forma peyorativa para
el trabajador hostigado dando la razón de hecho a las conductas de hostigamiento
psicológico. En este caso, el trabajador se siente desamparado e indefenso, sin recursos ante
una agresión moral permanente por lo que sus formas de defensas se restringen a un
aislamiento voluntario todavía mayor, al despido o a bajas temporales tan frecuentes como
pueda justificar. En este periodo, la salud mental y física del trabajador se resiente y puede
manifestar una sintomatología amplia y abundante que a su vez incide negativamente en su
inserción laboral funcional.
Dado que la asimetría de estatus jerárquico suele ser habitual en el acoso moral, el
ejercicio de las funciones de dirección suele ser muy importante. El acoso moral nunca está
justificado, ni siquiera ante la incompetencia de los subordinados. El acoso moral es una
reacción improcedente sea cual sea la conducta de los subordinados. Ante conductas de
incompetencia, desleales, agresivas o críticas por parte de algún trabajador, la dirección y la
empresa debe de disponer de medios eficaces para intervenir, adecuados a la causa inicial
pero con un carácter ético profesional. La sanción, la suspensión, el cambio de puesto de
trabajo o el despido son medios que puede adoptar la empresa ante conductas inapropiadas
por parte de algún trabajador, pero el acoso moral no es ni una respuesta profesional ni
legal.
La formulación conceptual del acoso moral es demasiado reciente para que exista
legislación específica sobre el acoso moral, pero sí existen unas bases legales claras que
fundamentan el acoso moral como un tipo de conducta organizacional que atenta contra los
derechos de la persona trabajadora.
En el artículo 10 de la Constitución española se legisla sobre la dignidad básica de
la persona humana que debe ser respetada en cualquier situación y en el artículo 14 se
recoge el derecho a la igualdad de trato independientemente de la condición social y laboral
que la persona pueda tener. El artículo 15 recoge el derecho fundamental a la integridad
física y moral contra la que atenta el trato vejatorio que supone el acoso moral.
De forma indirecta, el artículo 8,11 de la LISOS tipifica como infracción muy grave
los actos del empresario que sean contrarios al respeto, a la intimidad y a la consideración
debida a la dignidad de los trabajadores. Este tipo de conductas se sancionan con multas de
500.001 a 15.000.000 de pesetas.
Igualmente en el Articulo 147,1 del Código penal se recoge que quien menoscabe la
integridad física o mental de los trabajadores será sancionado con la pena de prisión de seis
meses a tres años, aunque requiere que haya la necesidad de un seguimiento médico de los
daños sufridos.
3.1.- Introducción
El tema del acoso sexual se ha considerado durante mucho tiempo como un aspecto
trivial cuando no natural de las relaciones laborales. Una concepción patriarcal, cuando no
machista, del trabajo ha supuesto que el atrevimiento y el descaro sexual, mantenidas con
mayor o menor asiduidad, eran conductas esperables de los hombres hacia las mujeres. De
alguna manera pertenecían al orden natural de las relaciones sociales establecidas. En este
contexto, la indignación ante este tipo de conductas era vista como algo desusado, poco
adaptativo y escasamente realista. La iniciativa sexual activa, prolongada y mantenida en
contra de la voluntad de la persona solicitada, pertenecía al ejercicio natural del poder y su
hegemonía masculina. Se producía la paradoja social de que el mismo comportamiento era
al mismo tiempo una prerrogativa de los hombres y una provocación de las mujeres cuando
se ejercía y era rechazado.
Actualmente, el acoso sexual se considera un tipo de conducta que atenta contra los
derechos fundamentales de la persona, una violación de su derecho a la intimidad y en
último término a la libertad, por ello la mayoría de los ordenamientos jurídicos la recogen y
la tipifican actualmente. El marco conceptual del acoso sexual se ha inscrito en la lucha
contra las diferentes formas de violencia contra la mujer, asumida por diferentes instancias
internacionales. Así, la declaración 48/104 de la Asamblea General de la ONU establecía
entre otras las siguientes medidas destinadas a luchar contra la violencia a las mujeres:
Adoptar medidas para modificar las pautas sociales y culturales que favorecen la
violencia contra las mujeres.
La IV Conferencia Mundial de las Mujeres, celebrada en Beijing, consideraba
como violencia contra las mujeres todo acto sexista que tiene como consecuencia un daño
real o posible de tipo físico, sexual o psicológico, se produzca tanto en la vida privada
como en la publica. El acoso sexual sería por ello una de las modalidades que adopta la
violencia contra las mujeres.
Por todo ello, el enfoque actual sobre el acoso sexual lo considera como un
elemento relevante en los derechos fundamentales de las mujeres y específicamente en sus
derechos laborales como persona.
3.2.- Epidemiología
Fitzgerald y col (1997) han encontrado que el acoso sexual se asociaba a tres
factores:
Otro factor que se ha estudiado ha sido la influencia del atractivo físico. Quinn y
Lees, (1984) afirman que es menos probable que los departamentos de RRHH atiendan y
tomen en serio las reclamaciones por acoso sexual cuando vienen de empleadas poco
atractivas, mientras que atienden mejor las de las mujeres atractivas.
Complementariamente, Castellow, Wuensch y Moore (1990) han encontrado que las
víctimas femeninas de acoso sexual tienen más probabilidades de ganar los juicios cuando
son atractivas que cuando no lo son.
Como queda expreso, una de las características, según el código “la principal” es su
carácter “indeseado”. Según los propios términos del Código: “Lo que distingue al acoso
sexual del comportamiento amistoso es que el primero es indeseado y el segundo aceptado
y mutuo.”
El propio Código Penal recoge estos aspectos en su tipificación del acosador sexual:
Según este código (Rubenstein y de Vries, 1993) las conductas que pueden ser
tipificadas de acoso sexual pueden ejercerse a diferentes niveles:
♦ Conductas físicas. Se refiere a las conductas con las manos o con el cuerpo en
general. En ellas se incluyen cualquier contacto físico provocado de forma
artificial: caricias, palmadas, pellizcos, roces y otras formas posibles. Algunas
de estas formas pueden estar tipificadas penalmente cuando se aplican a
desconocidos, en el caso de aplicarse contra la voluntad de la persona son
igualmente punibles, especialmente cuando se mantienen a lo largo del tiempo a
pesar de las protestas recibidas.
El acoso sexual conocido técnicamente como “quid pro quo”, una cosa por la otra,
es el chantaje sexual. Consiste en solicitar los favores sexuales, de forma más o menos
abierta, a cambio de la obtención de algún tipo de beneficios laborales o a cambio de no
experimentar y sufrir consecuencias desagradables como el despido, el cambio de puesto de
trabajo u otros cambios molestos.
3.6.- Consecuencias.
Cualquier forma de acoso sexual produce una disminución del bienestar subjetivo
vinculado al trabajo. En general, el acoso sexual genera un malestar personal profundo con
repercusiones generalizadas en la vida de la mujer (Gutek, 1985), especialmente cuando se
produce una violación o un intento de violación. En estos casos puede producirse
fácilmente un tipo de estrés postraumático que invalide o disminuya de forma importante la
vida personal, laboral y profesional de la mujer.
Incluso en los casos menos graves, las consecuencias pueden ser generalizadas,
manifestándose toda la sintomatología florida de los casos de estrés, agudo o crónico. Es
habitual la aparición de síntomas físicos como cefaleas, trastornos estomacales,
manifestaciones cutáneas o problemas más emocionales como irritabilidad, depresión,
nerviosismo generalizada, perdida de autoestima y confianza. No es extraño que se
produzcan alteraciones en los hábitos alimenticios y que aparezcan diferentes tipos de
disfunciones sexuales, del ciclo menstrual, problemas con el sueño y una relación menos
confiada y abierta con los demás (Swanson y col, 1997). La ansiedad producida conduce
fácilmente a bajas laborales que no siempre son entendidas por los compañeros.
Con frecuencia, el acoso sexual genera un cambio de trabajo con todos los costes
que ello conlleva para la persona y para la empresa u organización. En el informe
Rubenstein (1988), publicado por la Oficina de Publicaciones Oficiales de las
Comunidades Europeas (“The dignity of women at work”), se concluye con la
consideración de los altos costes que tiene para ambos y en el valor de inversión y
disminución de costes que tiene su prevención.
Prevención
La legislación penal actual, (Código Penal de 1995) recoge el acoso sexual por
primera vez en la historia, y lo tipifica como delito contra la libertad sexual y como delito
contra la Administración Publica. En primer caso, las penas según la gravedad, oscilan
entre el arresto de seis a veinticuatro fines de semana, multas de tres a seis meses y, en su
caso, por razón de la vulnerabilidad de la víctima, a prisión de seis meses a un año. En al
caso del delito contra la Administración Publica puede sancionarse con penas de uno a dos
años de prisión e inhabilitación absoluta por tiempo de seis a doce años
Referencias:
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Pérez Bilbao y col. (2001) Mobbing, Violencia física y acoso sexual. Madrid: Instituto
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Varios. El acoso moral en el trabajo: mobbing. (2001) Madrid: Escuela Julian Besteiro
Wyatt,J. y Hare, Ch. (1997) work abuse: how to recognize and survive it. Rochester:
Schenkman Books.