Está en la página 1de 4

DÍA 8

Es que no voy a estar por un tiempo. Discúlpame pero necesito. llenarme de silencios para que
salgan a la luz todas mis verdades. De otra forma no se puede; Y tampoco quiero

DÍA 7

¿Necesidad? Por supuesto. De que me vuelvas a mirar a los ojos. De que me acaricies,
suavemente, la cara. De que me preguntes cómo estoy y si esta vez necesito algo. De que me
abraces, fuerte, hasta juntarme los pedazos rotos. De tu risa contagiosa y tu bondad desmedida.
¿Dependencia? Claro. De tus mensajes a toda hora. De tu preocupación no disimulada. De tu
presencia, aunque estés ausente. De tu felicidad frente a la mía. ¿Apego? Sin duda que sí. De tus
bromas, que me comen las heridas y me olvidan las tristezas. De tu mano tocando mi caricia. Del
latido de tu corazón, dándole un sentido al mío. De tu incondicionalidad, a prueba de balas. De la
vida que me diste una vez y nunca dejaste de hacerlo. ¿Amor? No lo sé. Creo que mucho más que
eso. No tiene nombre. Solo se siente en el alma y se recuerda en el cuerpo. Como el cuento de las
buenas noches que solías contarme y que, todavía, me habla al oído hasta dejarme dormida
Inevitablemente, hay historias en las que nunca habrá separación.

DÍA 6

Mi primer día sin vos. No me permití otra cosa que no sea pensarte. Necesité acordarme de todo
lo que vivimos juntos para no extrañarte y, así, simular que te tengo.

Día 5

Si uno supiera que en el mundo de los dolores el de extrañar es el más terrible, uno miraría más.
Abrazaría más. Escucharía más. Tocaría más. Uno no lo sabe hasta que se choca con ese agujero en
el pecho y tiene que salir a buscar, en el cajón de las fotos, los momentos que ahí quedaron
quietos. Inalterados y eternos. Los extraño. Me duele no recordar como olían. Perdón. Se me
dificulta acordarme del sonido de esas voces, del ruido de esas risas. Se me complica. Perdónenme
pero no me acuerdo de todo. No sabía que estas cosas pasaban, si no, los habría guardado más, un
poco más. Se me hace borrosa la figura de ustedes cuando caminaban. Por un momento, la
recuerdo pero después se va. Se va. Y cuando dejo de retenerlos en esas imágenes, es cuando los
necesito más. Los extraño. Te extraño. En el mundo de los dolores, extrañar te liquida. Te parte al
medio. No hay remedio. No lo hay. Es como que algo muere en el corazón y uno se arrepiente de
no haber amado más. Pero es tarde. El que extraña aprende a caminar rengueando. Uno camina
con el alma renga. Aguantando como puede. Uno aguanta. Otra cosa no se puede. Perdón.

DÍA 4
Dos vidas, la tuya ya estaba armada y yo apenas quería empezar una vida contigo, dos vidas
devenidas en elecciones conscientes, de repente son violentadas por un otro que pone el pie y
detona un alma. Nada alcanza cuando uno sabe que llegó tarde. Que, tal vez si hubiera sido antes,
el final del cuento habría sido otro. Pero eso no pasó y el tiempo demorado nunca es puesto a
prueba. Uno acepta y asume que fue cuestión de tiempos que no ensamblaron. De momentos
cruzados. De tiempos a destiempo. De guerras que se perdieron sin darse el derecho a ser jugadas.
Entonces suelta la mano con la mirada muerta de aquel que sabe que hace lo que tiene que hacer,
y no lo que quiere. Se traga los deseos, los impulsos y los latidos. No hay tregua. El tiempo es
soberbio y uno agacha la cabeza, sabiendo que ese corazón ya tendrá la herida de lo frustrado sin
haber sido probado. Duele. El tiempo vencido duele. A veces, no hay amantes que no se amen sino
simplemente historias que llegaron tarde.

DÍA 3

Vas a volver cuando te des el permiso de romper tus propias convicciones. Cuando te permitas
cuestionarte todas tus dudas, cuando puedas darle una nueva oportunidad a tu pedazo de moral,
la que te marca lo que nunca deberías querer, vas a volver cuando decidas tirar a la mierda todas
tus decisiones inquebrantables y esas certezas momentáneas que tomaste con tanta cautela. Con
tanta falsa prudencia, vas a volver cuando te corra el tiempo por la espalda, avisándote que se te
va la vida en elecciones mentirosas. Vas a volver cuando empieces a soñar un amor de esos con los
que se te cruzan los pies calentitos por debajo de las sábanas, de esos amores que se preocupan
por si cortaste tus cejas, o si necesitas un facial porque tus arrugas empiezan a notarse o retirar
esos bellitos que con la edad van pareciendo, de esos amores que aman dormir con tu playera
puesta, esa que huele ti, ese amor que no le importa que ya tengas una vida echa porque solo
quiere formar parte de ella, sentir que hay un espacio para ella, para amarte con todos esos
defectos que ha convertido en oportunidades.

No me cabe duda de que vas a volver. Por eso, es que yo me voy respirando tranquila, porque al
final de todo dejaste en claro que no había que no podríamos embonar, que simplemente no
podías quedarte y arriesgarte a un nuevo fracaso, y así lo hiciste, solo te fuiste sin pensar que ese
alguien aun podía luchar incluso con tus miedos y tus dudas.

Te dejo todo el camino de la libertad, vacío y sin presiones, para que lo camines a tu marcha y a tu
modo.

Yo quiero discutir contigo mientras unto al pan con mermelada y le tomo un sorbo al café con
leche. No me gusta el llanto en el lugar indicado. Las discusiones diagramadas, a mí no me vengas
con punto uno, punto dos y punto tres. A mí, hablame, mezclado. Que se te mezcle el afecto en la
lengua y se te traben ese montón de palabras, cargadas de miserias, que me romperan, A mí,
discutime en el restaurante y en el parque de mi casa, mientras te paso un pedazo de pam. No me
vengas con palabras técnicas ni con horarios pautados para hablar de ciertas cosas. Guardalos
para donde no se te pida usar el corazón, hablame bien, carajo como si me quisieras. No me
vengas con la vulgaridad de lo que se espera de un vínculo. Los vínculos son, Suceden. Un día
explotan y, al minuto, se junta lo explotado. No me marques los límites porque yo ya crecí hace
rato y, si tu creés que no los cumplo, será porque no debernos tener los mismos. Es simple. Y yo de
ti, quería lo simple. No este recuento pedorro del debe y el haber de nuestra relación. Ya te vi y no
me gusta, no te quiero así. No. ¿Qué mierda es eso de punto uno, punto dos y punto tres? Te dejo
los multiple choice para tu mundo. En el mío, no caben. Ya sabés que a mí siempre me costó eso
de la respuesta correcta. No me llames más. Por lo menos, hasta que no decidas llorar sin taparte
la cara.

DÍA 30

Quién iba a decir que lo mejor que yo iba a hacer por tu amor

era dejar de amarte. Me costó un huevo. Lo juro y lo sabés.

Hice mi duelo más de diez veces. Cuando ya lo creía

terminado, ahí estaba amándote de nuevo. Con la misma

intensidad. Todo ese tiempo invertido había sido al pedo y, una vez

más, es- tabas doliéndome. Como siempre. Pero nunca aflojé. No

te iba a soltar la mano. Tu conmigo, no querías. Yo sin ti, me

moría.

Me dejé de lado. Me puse a un costado. No podía abandonarte. No quería. Aunque se me


explotara el alma cada vez que sentía

pronunciar tu nombre. Porque para ser sinceros, cuando uno ama

bien y de verdad, se enamora hasta del nombre. Y yo amaba el

tuyo. Amaba escucharme cuando te nombraba porque era mi forma

de tenerte. De sentirte. Pero decidí resignarte. Entero. Hasta ese

nombre que te envolvía y lo decía todo.

Así fui silenciando y apagando esa llama que me daba vida.

Lo hice más por ti, que por mí. Yo hubiera querido amarte toda

la vida. Pero lo fui matando. Lo fui secando y te dejé de amar un

poco cada día. Sí, te dejé de amar para que no me pierdas. Para

que cuentes conmigo sin mi ilusión ni mi espera a cuestas. Sin

mis lágrimas a escondidas. Sin la melancolía de ese amor no

correspondido que te alteraba los planes.

Hice todo, tal como tu me pedías. Y así te dejé de amar.

De a poco y como pude. Muriendo y renaciendo a cada rato. Me


vacié en el dolor. Te arranqué de mis entrañas, a gritos silenciosos.

También podría gustarte