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La vida del espíritu

Hannah Arendt
La naturaleza fenoménica del mundo
En este mundo no hay nada ni nadie cuya existencia no presuponga un
espectador. En otras palabras, nada de lo que es, desde el momento en
que posee una apariencia, existe en singular; todo lo que es está
destinado a ser percibido por alguien. No es el Hombre en superlativo,
sino la totalidad de los hombres los que habitan el planeta. La
pluralidad es la ley de la Tierra.
Ser y Apariencia: la teoría de los dos mundos
La supremacía de la apariencia es un hecho de la vida cotidiana al que
no se han podido sustraer ni científicos ni filósofos; a ella siempre
deben remitirse desde sus laboratorios o sus meditaciones, y siempre
manifiesta su potencia en el simple hecho de que jamás se ve afectada
ni alterada en lo más mínimo por mucho que hayan intentado
trascenderla.
La otra cara de la jerarquía metafísica: el
valor de lo externo
Se incurre en un error al tomar en cuenta tan solo el proceso funcional
que tiene lugar en el interior del organismo vivo y contemplar todo lo
externo que “se ofrece a los sentidos como si fuese una especie de
consecuencia mas o menos subordinada a los procesos centrales y
reales que sería mucho más esenciales”.
La inversión morfológica
Dos hechos refuerzan la inversión morfológica:
1. La notable diferencia fenoménica entre las apariencias “auténticas”
y “no auténticas”, es decir, entre el aspecto exterior y los órganos
internos.
2. El impulso de la auto exhibición: todo individuo que sea capaz de
ver, desea a su vez ser visto, todo el que pueda oír emite sonido
para que lo escuchen, todo el que pueda tocar se ofrece para ser
palpado.
Cuerpo y alma: alma y espíritu
La mejor evidencia de la diferencia radical que existe entre el interior y
el exterior del cuerpo humano nos la ofrece el contraste entre la
monótona igualdad y la omnipresente fealdad que caracteriza los
hallazgos de la psicología moderna frente a la exuberante variedad y
riqueza de la conducta humana tal como se manifiesta abiertamente.
La presentación de los seres humanos
Los hombres se presentan de palabra y obra, indicando así la forma en
que desean aparecer, es decir, lo que en su opinión es adecuado
mostrar y lo que no. Este elemento de elección deliberada de lo que se
puede enseñar y lo que hay que ocultar parece específicamente
humano.
El caso del amor y del miedo
1. El amor no existiría en ausencia de la necesidad sexual, que surge
de los órganos reproductivos; pero, mientras que este impulso es
siempre el mismo ¡qué enorme es la variedad de las apariencias del
amor!
2. El miedo es una emoción indispensable para la supervivencia. ..El
hombre valiente no es aquel en cuya alma no se produce esta
emoción, ni si quiera el que puede sobreponerse a ella de una vez
por todas; simplemente se trata del que ha decidido que el miedo
es precisamente lo que no desea mostrar.
Apariencia e ilusión
El hecho de que las ilusiones naturales sean inherentes a un mundo de
fenómenos al que resulta imposible sustraerse constituye
probablemente el argumento más sólido, y ciertamente más plausible,
para rebatir el positivismo ingenuo que cree haber encontrado una
base firme de certeza al excluir de toda consideración a los fenómenos
espirituales, aferrándose a hechos observables.

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