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El siglo XXI se ha caracterizado, entre otras cosas, por la facilidad con la que se
puede conseguir casi cualquier tipo de información. En consecuencia, conseguir
información es sumamente asequible y bastante económica cuando se busca en el
Internet. Una vez que se posee información, ésta se puede convertir en conocimiento.
Pero ¿qué es el conocimiento?, ¿qué nos mueve a buscar y descubrir nuevo
conocimiento?, ¿para qué sirve el conocimiento? y ¿cómo influye el conocimiento en
cada persona?
Si bien hay ciertas filosofías que tratan de explicar qué es el ser humano en su
exterior, también existe un considerable número y diversidad de ideologías, las cuales,
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apuntalan los paradigmas bajo los cuales la gente decide vivir, esto es, de su interior.
Hay un común denominador que nos caracteriza a los seres humanos, nos asemeja y
esto es el exterior. Pero ciertamente podemos ser muy distintos cuando del interior se
trata, esto es, de la forma de pensar de cada uno. Nótese que se ha hablado tanto de
filosofías como de ideologías. Mientras que la filosofía busca encontrar la verdad en
general (y por lo tanto es objetiva), las ideologías pretenden cambiar al mundo debido a
la insatisfacción del presente (es, por lo tanto, subjetiva, siempre trata de imponer su
visión y persistentemente está en contra de cualquier otra postura en su contra). Es
evidente entonces que, si hablamos de ideologías en la manera de vivir, sería muy
conveniente que estas se constituyan en la verdad y no en el error, más allá de lo que
se sienta al respecto. ¿Todas las ideologías son verdaderas y en consecuencia válidas?
Pues bien, el conocimiento filosófico sirve para distinguir entre ideologías falsas y
verdaderas.
La importancia de la filosofía.
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Sócrates, Platón y Aristóteles, los más grandes filósofos de la historia antigua, fueron
capaces de reducir ideologías absurdas (denominados sofismas1), a simples disparates
gracias al conocimiento filosófico que fueron desarrollando y el cual se apegaba a la
realidad y, por lo tanto, a la verdad. Por eso la importancia de constituirnos con
conocimientos al menos básicos en la filosofía: sin éste ejercicio intelectual crítico es fácil
sucumbir a ideologías incoherentes debido a que su estructura lógica es conveniente
pero no así su adhesión a la verdad y realidad.
La filosofía nos acerca a una respuesta más absoluta sobre lo qué es el conocimiento
y luego a la comprensión del conocimiento que discierne la verdad. Esto es, en términos
filosóficos, el conocimiento, en primer lugar, «existe». En efecto, el conocimiento es
inmaterial, y sin embargo existe. En segundo lugar, la finalidad del conocimiento es «la
consecución de la verdad». Estas son dos de las premisas más importantes en relación
a la filosofía del conocimiento.
Dado que el ser humano se constituye de raciocinio y voluntad, resulta ilógico querer
vivir en un estado de engaño e ignorancia. Aceptar vivir en la mentira, en el engaño o en
la ignorancia -a veces de forma premeditada- hace que el ser humano descienda a un
nivel infrahumano y, vivir en esta condición, es inadmisible. En este sentido,
precisamente por la capacidad y potencias del hombre en cuanto a su raciocinio y
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Un sofisma es una proposición que, aunque se sabe errónea se trata de pasar como una verdad. Lo interesante del
sofisma es que éste se construye a partir de una determinada lógica de pensamiento y se trata de justificar en el
campo intelectual, aunque como ya se mencionó, el sofisma siempre se constituye en el error.
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voluntad, Fernández-Burillo (s/f, p.151) comenta: “(…) no es digno del hombre adherirse
a absurdos.”
El ser humano no es el único viviente que hace uso del conocimiento. Los animales
poseen un conocimiento muy específico, invariable e incuestionable para estos, muy
valioso, por cierto, pues de ello depende su supervivencia; sin embargo, en relación al
saber: ¿la posesión natural de ese conocimiento (de procedencia genética dado que no
se adquirió ni del estudio ni de la meditación o reflexión), las convierte en creaturas que
«conocen» y que entiendan lo que conocen? ¿Realmente, entonces, los animales
«saben algo»? La respuesta es negativa. Los animales saben ciertas cosas, más no
saben que saben; los animales no son tontos, pero tampoco reflexionan. Estos seres, a
partir del conocimiento que poseen, ejecutan acciones determinadas genéticamente y
desencadenadas por estímulos instintivos. En efecto, lo que los animales saben, ni lo
razonan ni se lo cuestionan; estos sólo ejecutan ciertos patrones de conducta que
provienen de apremios internos, incitados por las exigencias y necesidades propias de
su naturaleza concupiscible de la materia viva sensitiva y por determinadas
circunstancias del medio ambiente en el que se desarrollan.
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humana en reemplazo de la prehumana que está irremediablemente
perdida.
Cuando el hombre nace, tanto la raza humana como el individuo, se
ve arrojado de una situación definida, tan definida como los instintos, hacia
una situación indefinida, incierta, abierta. Sólo existe certeza con respecto
al pasado, y con respecto al futuro, la certeza de la muerte.
El hombre está dotado de razón, es vida consciente de sí misma;
tiene conciencia de sí mismo, de sus semejantes, de su pasado y de las
posibilidades de su futuro. Esa conciencia de sí mismo como una entidad
separada, la conciencia de su breve lapso de vida, del hecho de que nace
sin que intervenga su voluntad y ha de morir contra su voluntad, de que
morirá antes que los que ama, o éstos antes que él, la conciencia de su
soledad y su separatidad, de su desvalidez frente a las fuerzas de la
naturaleza y de la sociedad, todo ello hace de su existencia separada y
desunida una insoportable prisión. Se volvería loco si no pudiera liberarse
de su prisión y extender la mano para unirse en una u otra forma con los
demás hombres, con el mundo exterior.
El ser humano, por consiguiente, se hace preguntas… tiene esa facultad. No hay
nadie, que en un determinado momento de su existencia, no se cuestione sobre de su
propia vida, sobre la naturaleza que le rodea y sobre su propia naturaleza; son
fenómenos que admira y le dejan perplejo. Si observamos a las criaturas infrahumanas
en toda la naturaleza, ninguna de ellas deja de hacer lo que esté haciendo para admirar
lo que se le presenta a sus ojos o percepción, (i.e. una puesta de sol, el amanecer, una
aurora boreal, la brisa, etc.). Únicamente el ser humano, de cualquier época y latitud,
siente la necesidad de detener su quehacer diario ante admiración que siente al percibir,
como ya se mencionó, no sólo lo que ocurre en el mundo exterior sino también sobre lo
que acaece en su mundo interior.
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Diferencias entre valor versus utilidad y definición del saber «técnico» y
«liberal».
Por otro lado, la filosofía nos proporciona dos conceptos importantes: «valía» y
«utilidad». Fundamentalmente, la mayoría de las personas en la sociedad actual creen
que para que algo sea valioso requiere ser útil. Entonces, siguiendo el pensamiento
anterior, un conocimiento que, en consecuencia, no propicie un cierto beneficio o utilidad,
se considera generalmente sin valor e inútil. Así pues, debido a lo anterior, la filosofía no
genera ninguna utilidad o beneficio evidente y tangible (i.e. monetario, técnico, etc.), en
consecuencia, alguien podría creer que la filosofía no sirve para nada. Una persona que
piense así, no podría estar más equivocada. Sobre este punto Erich Fromm (2004, p.19),
preguntó: “(…) ¿Sucede acaso que sólo se consideran dignas de ser aprendidas las
cosas que pueden proporcionar dinero o prestigio, y que el amor [o aquello], que «sólo»
beneficia al alma [como la filosofía], pero que no proporciona ventajas en el sentido
moderno sea un lujo por el cual no tenemos derecho a gastar muchas energías?”. En
efecto, la filosofía proporciona grandes beneficios al espíritu humano.
En segundo lugar, una persona que no está constituida por la filosofía corre el riesgo
de perderse en formas viciadas de pensamiento carentes de sentido y generadoras de
egoísmo y enajenación. Más aún, aquellos con poder económico, político y social,
pueden hacer vivir filosofías equivocadas a otros y llevar a masas a creencias
equivocadas que fomentan la deshumanización. Debido a lo anterior, es que, por no
haber tomado en cuenta a la filosofía como un conocimiento con valor por sí mismo por
su consecución de la verdad, el desarrollo del conocimiento económico -que tuvo sus
albores a partir del siglo XVIII- ha servido, más bien, para subordinar al ser humano al
servicio del modelo económico en de cada época respectiva, en vez de que dicho modelo
esté al servicio del ser humano como generador de bienestar para todos. Los resultados
de esta postura de aquellos que llevan la conducción económica, política y social son
graves pues han implicado corrupción, pobreza y problemas de todo orden, incluso ético
y moral, cada vez más complejos de resolver.
Fernández-Burillo (s/f, p.3), expresa muy bien por qué de la necesidad de la filosofía,
valiosa en sí misma: “(…).Ciencia y técnica tenemos, pero nos falta meditar sobre la
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grandeza del hombre, su origen y su destino. Más allá del rendimiento y la utilidad, hemos
de poder discurrir sin límites. El progreso material no basta, se necesita progreso
espiritual. Ahora bien, «en este siglo de metálico y de goces» de dinero, placer y confort,
en que «las fuerzas del espíritu» la ciencia, el saber se desarrollan sólo al servicio de la
técnica y del mercado, se detecta un vacío de espíritu. Más que nunca se requiere un
saber desinteresado, la contemplación desde las cumbres.”
Los ejemplos de acciones que son influenciadas por el conocimiento, saber, postura
ideológica, filosofía (religiosa o secular), etc., son incontables. Sin embargo, un ejemplo
muy influyente -pues los casi ocho billones de personas que habitan el mundo la
consideran y adoptan una de las tres posturas que se revisarán a continuación- es “el
último por qué, que dé razón de todo lo que existe”, desde el universo observable –visible
e invisible-, pasando por la humanidad y toda vida en la tierra hasta la existencia
microscópica, desde lo que se entiende como las partículas, moléculas, bacterias, virus,
procesos de vida como la fotosíntesis, etc., hasta lo que aún no se comprende como la
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mente (i.e. el espíritu humano), acumulación de recuerdos en el cerebro o la física
cuántica, por nombrar sólo algunos fenómenos imperceptibles a simple vista.
¿Cuáles son estos conceptos de la realidad en términos del “último por qué, que dé
razón de todo cuanto existe”? Es necesario mencionar que a pesar de todos los avances
científicos, arqueológicos, académicos, tecnológicos, etc., en el mundo entero, hoy, en
pleno siglo XXI, sencillamente no termina de ponerse de acuerdo en estas tres distintas
posturas en relación al último por qué, y explique porque todo existe. También es
necesario decir que en los tres grupos que mencionaremos a continuación hay personas
de todo tipo de bagaje académico, es decir, en cualquiera de las tres postras que se
presentan, hay personas de un amplio conocimiento científico, muchos de ellos,
inclusive, galardonados con los más altos honores académicos e incluso ganadores del
premio Nobel. Comenta Fernández-Burillo (s/f, p.4)
Todas las personas, sin excepción, toman una de las tres posturas anteriores, y
ciertas acciones (concernientes a las mismas), proceden de la firme creencia que cada
persona profese. De ahí la trascendencia del conocimiento.
Hay una imagen del hombre y del mundo muy divulgado en los
medios de comunicación que simplifica las cuestiones y ofrece la
impresión de que en la actualidad se sabe el «porqué» de todo. Esa
imagen resulta de reducir siempre lo superior a lo inferior; es decir, explica
lo más por lo menos. En el fondo supone que lo más perfecto es siempre
más complejo; en consecuencia, cree explicar lo superior como una
agregación de elementos (lo inferior). Por ejemplo, la excelencia humana
sobre otros seres, estribaría en la magnitud del cerebro, o en la
complejidad de conexiones neurológicas, etc. En definitiva, la perfección
sería cuestión de cantidad; el hombre sería un ser superior por la sencilla
razón de ser más complicado. (…) El materialismo divulgado pretende
explicar el espíritu por funciones lógicas; los procesos lógicos, por el
cerebro; el cerebro por el sistema nervioso; los nervios y sus procesos,
serán bioquímica y, al final, todo será la versión biológica de lo que vemos
en el circuito impreso de la calculadora o el transistor cuando los abrimos;
a su vez, un circuito se reducirá (en su entresijo inteligible) a algo tan
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sencillo como la instalación eléctrica de una habitación. Según esa
imagen, el hombre es un poderoso ordenador, resultado de la evolución
de los vivientes superiores; procedentes de vivientes inferiores por
evolución; y a su vez éstos de la materia inorgánica. En fin, lo único que
sería necesario desde la eternidad serían partículas, espacio, y fuerzas
que mezclaran las partículas durante largos periodos de tiempo, hasta
que, por azar, resultara una combinación superior estable, tendente a
perpetuarse y multiplicarse.
La idea del culturalismo es que hay que conocer todas las ideas,
para no comprometerse con ninguna. Al desinteresarse de la verdad
objetiva, este culturalismo postmoderno refiere el valor de las cosas a las
apreciaciones de una comunidad. Como el escepticismo de siempre,
intenta cancelar el valor de la verdad. Pero es imposible; la verdad es
solamente suplantada: no será ya la adecuación de nuestro pensamiento
a la realidad de las cosas, sino la opinión o la sensación que se tiene
dentro de un grupo.
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y la incomunicación, por el hecho de que se excluye a priori que tengamos
verdaderos valores en común o que podamos compartir.
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• práctica, si busca saber para mejorar la personalidad moral
(praxis)
• técnica, si está encaminada a producir artefactos (póyesis).
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Como los grandes pensadores realistas, Balmes afirma que, en lo
absoluto, la prioridad corresponde al ser de las cosas. En él se funda la
verdad; y conocer la verdad es la finalidad de cualquier investigación.
Pensar bien es un arte, porque se puede pensar mal. Somos limitados,
caemos en errores. Así pues, no interesa pensar por pensar, sino para
alcanzar la verdad: ‘El pensar bien consiste: o en conocer la verdad o en
dirigir el entendimiento por el camino que conduce a ella. La verdad es la
realidad de las cosas. Cuando las conocemos como son en sí,
alcanzamos la verdad; de otra suerte, caemos en error’.
Las políticas económicas de hoy día están apuntaladas en las teorías positivistas,
utilitaristas y marginalistas (ideologías adoptadas por el sistema neoliberal). Casi todos
los economistas están de acuerdo en que todos los recursos son escasos y que, en
consecuencia, es necesario hacer el mejor uso racional de estos para la producción de
bienes y servicios. Pero hay dos factores que se dejan a un lado. En primer lugar, en
relación a las preguntas fundamentales que la economía trata de responder: ¿qué
producir?, ¿cómo producir? y ¿para quién producir? La producción agregada no está en
función a la generalidad de las personas para la satisfacción de sus necesidades. La
producción no es para distribuir sino para alimentar al sistema económico y fomentar su
crecimiento (i.e. la reproducción del capital), a través de un consumo exacerbado y una
mano de obra barata. En segundo lugar, la economía como generadora de riqueza para
una justa distribución de la misma es hoy una ilusión. Las políticas económicas actuales
no tienden a una distribución justa de la riqueza sino a su concentración en, cada vez,
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menos manos (los poseedores de los grandes capitales). Esto puede verificarse con la
pobreza tan patente en muchas partes del mundo.
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Un ser está desnaturalizado cuando se ve privado de su fin. La
deshumanización es una desnaturalización, el resultado de tratar al ser
humano como si fuera un medio (como si el hombre fuera para las cosas).
En tal caso, el hombre se vuelve esclavo del artefacto: la cultura no lo
libera, no parece constituida por un conjunto de bienes, sino que atrapa al
hombre y lo esclaviza.
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Estas dos ideologías corresponden al escepticismo y relativismo. Fernández-Burillo
menciona en cuanto a estas ideologías que (s/f, p.97-100)
Pensamiento racional.
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Lo más curioso del error es que, aun siendo el mal de la inteligencia,
ésta se adhiere a él. Esto nos hace pensar que el error no es absoluto: no
existen errores puros, sin algo de verdad. El error engaña porque tiene
atractivo: es «verosímil» (similar a lo verdadero). Todo error parece
verdad, si no, no se explicaría el hecho de errar. En cuanto similar a la
verdad, es una verdad incompleta. Se suele decir que el error es «verdad
a medias». En otras palabras, los errores son verdades, pero «mutiladas»
o incompletas. Como verdades, tienen atractivo y seducen a la razón,
ordenada por naturaleza al conocimiento de la verdad. Pero en tanto que
incompletas, frustran a la razón, porque la verdad es una plenitud y una
justeza: que el juicio de la mente y el ser de la cosa sean adecuados.
¿Qué es el conocimiento?
En efecto, una taza que se compone de materia puede contener otro tipo de materia
como un líquido o un sólido (i.e. agua o tierra). La taza no puede contener ni ideas ni
pensamientos porque estos son inmateriales. Entonces, lo material solo puede contener
materia, nunca podrá contener algo inmaterial como lo es el conocimiento; sólo lo
inmaterial -la mente, o en otras palabras, el espíritu humano-, puede contener lo
inmaterial (i.e. conceptos, términos, definiciones)
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Fuentes de información
Fernández, S. (n.d.), Curso de filosofía elemental, Revisado el 2 de octubre 2017 Sitio web:
http://www.dfists.ua.es/~gil/curso-de-filosofia-elemental.pdf
Sullivan, D. (2009). An introduction to philosophy. The United States of America: TAN books.
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