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LAS CONDUCTAS BULÍMICAS COMO MODALIDAD DE ACOMODAMIENTO DE LAS

DISREGULACIONES NARCISISTAS Y OBJETALES- PHILIPPE JEAMMET

Las conductas bulímicas, representan un desafío para el psicoanalista.


No hay nada sorprendente si se considera que el comportamiento actuado viene, justamente, a
tomar el lugar del trabajo de elaboración psíquica que él cortocircuita. A este handicap se
agregan los peligros de una tentativa: la llenar ese vacío representacional, ese saltó misterioso
de lo psíquico al acto.
Cuál metodología adoptar para intentar un enfoque psicoanalítico de las conductas bulímicas?
No se puede tratar más qué de un método comparativo, ese método experimental de las
ciencias humanas del cual habla Dumezil, que toma sus elementos de apreciación de datos
provenientes de un muestreo suficientemente amplio de situaciones de aparición, de desarrollo
y de desaparición de las conductas bulímicas.
El sentido no puede venir más que secundariamente a partir de una reconstrucción en la cual
los elementos provienen de tres fuentes:
-la que se podría llamar la franja de la conducta actuada, es decir, el halo de representaciones
y de afectos que la precede, la acompaña y la sigue constituyendo el entorno figurable;
-la que es necesario poner en funcionamiento en el acomodamiento del encuadre para
responder a las conductas actuadas y permitir la continuación de la cura;
-finalmente lo que surgirá secundariamente, a medida que se continúa el trabajo elaborativo, y
que en el mejor de los casos tomara el lugar de la conducta actuada. El sentido vendrá por
apres coup con lo que ese trabajo de reconstrucción deja florar de incertidumbre en cuanto a la
fidelidad de la retranscripción de lo que ha conducido a la emergencia de la conducta bulímica,
ella misma fruto de la recuperación por apres coup de la adolescencia de los traumas infantiles.
Resulta que la huella de esos factores primarios debe buscarse más en la naturaleza del
vínculo que une la paciente a su teoría explicativa post bulímica o a sus producciones
sustitutivas, que en el contenido representativo de esas diversas producciones.
De todas maneras persiste una ruptura de sentido entre el acto y todo lo que acabamos de
enumerar que lo precede, lo continúa y lo rodea.
Debe ser tomada en cuenta la significación económica y dinámica del cambio de registro de
expresión y de la regresión del pensamiento al acto. Si la relación de los fantasmas con los
síntomas no es simple sino múltiple y complicada, la de los fantasmas con el auto lo es aún
más porque ella Se incrementa por un cambio de registro figurativo.
esa ruptura de sentido qué significa ese cambio de registro de expresión exige un Salto
interpretativo. Ese último será tanto menos aleatorio en cuanto se encuentren más elementos
comparables entre las diversas situaciones bulímicas, teniendo mucho cuidado de buscar esos
elementos de comparación en lo que especifica la mayoría de tales situaciones, es decir lo que
pertenece al registro de la conducta actuada y no lo que se asemeja elementos que se pueden
encontrar en las otras organizaciones más "mentalizadas" (histéricos, fóbicos, obsesivos,
depresivos, persecutorios…) esos elementos son,esenciales de tomar en cuenta porque van a
constituir de alguna manera el pivote sobre el cual va apoyarse el trabajo psicoterapéutico, pero
siguen siendo lo menos específicos la conducta actuada.

LA RELACIÓN BULÍMICA
Se entiende por tal las modalidades de acomodamiento de las relaciones tanto a los objetos
internos como externos y sabiendo que hay una homología entre la forma de la conducta
bulímica, y la naturaleza de las relaciones de objeto de estos pacientes y las características de
su funcionamiento mental. La crisis bulímica toma un valor paradigmático en la comprensión de
esa relación, sin perder de vista, sin embargo, que permanece mucho tiempo escondida y
totalmente desconocida por el entorno.
Sin embargo la calificación de bulimia se aplica con pertinencia al conjunto de su estilo
relacional y es, con las personas, análoga al vínculo que mantienen con la alimentación,
alternando con la misma intensidad, avidez y rechazo.
Esa imposibilidad de mantener un nivel de funcionamiento estable, esas oscilaciones de todo o
nada, son una constante de la relación con estos pacientes. Ellos transforman la cura en una
apuesta permanente. Entre la extrema sensibilidad a toda decepción y la intolerancia al
investimiento transferencial, las oportunidades de mantener ese vínculo disminuyen
rápidamente.
Esa sensibilidad y aún esa vulnerabilidad a la relación, expresión de una dificultad para
administrar la distancia relacional,es también la primera característica de esos sujetos. Se
impone desde los primeros contactos y Se confirma si la relación se prolonga. Es en eso que él
o los primeros contactos Son engañosos porque pueden conducir a sobreestimar las
capacidades de elaboración mental de esas pacientes. En efecto, contrariamente a otras
patologías del comportamiento, a la anorexia mental particularmente, sus producciones
fantasmáticas son ricas y más bien tendrían tendencia a inundarnos.
Esa riqueza es la prueba de su capacidad de representación, pero debe ser seriamente
matizada por dos constataciones: aquella de una crudeza fantasmática con una significación
demasiado clara del contenido, el latente y el manifiesto fornicando uno sólo; y aquella de una
obligacion de fantasear con una taquipsiquia que no es una libertad asociativa sino una
necesidad de producción representativa para enmascarar un peligro subyacente, que por su
parte no es fácilmente accesible a un trabajo de representación.

LAS DISREGULACIONES NARCISISTAS EN LA BULIMIA

Ellas dominan la relación, lo mismo que "la apetencia objetal" en que participan ampliamente,
siendo la avidez relacional al menos debida tanto a las particularidades de la organización
narcisista como a una problemática pulsional. Están manifiestas desde el primer contacto y
siguen siendo una constante fundamental de la relación con estas pacientes, condicionando
ampliamente la evolución y las dificultades de establecimiento
y de mantenimiento del encuadre terapéutico.
Se elige el término disregulaciones debido a que refleja el rol esencial que conferimos a los
desequilibrios de las regulaciones narcisisticas.
La fragilidad de los bulímicos se encuadra tanto en las caracteristicas de sus modalidades
relacionales objetales como en la mirada que dirigen sobre si mismas y su relación con su
propia imagen. Ella igualmente va a condicionar en parte la naturaleza de su regresión.
La intensidad, y aun la avidez de la relación bulímica, refleja la importancia del compromiso
narcisista. La invasividad y la exuberancia de la relación no son consecuencia sólo de
parámetros pulsiones y libidinales en particular. Esas características llevan a la vez la marca de
las insuficiencias de las interiorizaciones (y de los basamentos narcisísticos), de la fragilidad
de los límites y de lo que hemos llamado los procesos de diferenciación.
Es que, en efecto, el narcisismo de estos pacientes es ampliamente sostenido por los objetos
externos según las modalidades que combinan en proporciones variables, la distensión de
apoyo y de doble. Sea lo que
fuera, en los dos casos su estima de sí mismos es tributaria de ese soporte externo.
Esa subestimación de sí se evidencia por las actitudes de denigración que adoptan con
respecto a su interior, frecuentemente marcadas por una fuerte connotacion anal, o por la
vivencia de vacio y de insignificancia. El
resultado es una dependencia respecto a fuentes de valorización externas, pero también su
extrema vulnerabilidad que refleja su sensibilidad y su dificultad a encontrar la buena distancia
relacional, oscilando de la
dependencia exhibida, más idealizante que pasional, al retraimiento de tonalidad autística. Se
concibe fácilmente que en tales condiciones, su sentimiento de continuidad interna permanece
aleatorio y varía en proporción a los avatares de sus relaciones con los objetos externos,
soporte esencial de su narcisismo.
Hay ahi, un perjuicio de las capacidades para desarrollar recursos auto-eróticos suficientes,
alrededor de las zonas erógenas, y ligadas a la cualidad de las relaciones cbjetales, el otro, que
se desprende de éste, de delegación en los objetos externos del cuidado de sostener una parte
importante de la regulación del narcisismo.
Los "traumatismos acumulativos" de la infancia han generado tantas fisuras del yo y clivajes
que tienen ellos mismos por consecuencia que
los afectos y representaciones suscitados no son el objeto de un trabajo de ligazón y
perlaboración, sino que permanecen ocultos y contrainvestidos por el vínculo con los objetos
externos en el origen de los traumatismos.
La relación de dependencia es característica de sus modalidades objetales y evaluarlas, sin
tener en cuenta el rol económico esencial tenido por los objetos externos, es prestarles una
autonomía interna que no tienen y desconocer la especificidad de esa fuente de inestabilidad.
La imagen del cuerpo, como en la anorexia nerviosa, representa también un punto de
fijación importante, sobre todo para los casos en que el componente narcisistico es esencial.
Se encuentra a la vez el desfallecimiento de la
función de espejo de la moda y el aferramiento a ésta, en una búsqueda de la imagen ideal,
donde los reencuentros con el objeto se tornarán posibles por estar ubicados bajo el doble
signo de la idealidad y la represión de las
pulsiones, así como de la identificación femenina siempre marcada por el signo de la
incompletud y de la insatisfacción.
La imagen de sí y lo que ella supone de búsqueda de la mirada ajena ocupa una posición
central en la regulación narcisistica de estos sujetos.
La importancia de la mirada subraya el desfallecimiento de la interioridad y el primado de lo que
pasa en superficie, de lo perceptivo sobre la vivencia. Esta prevalencia de la exterioridad se
encuentra como uno de los hilos conductores esenciales de la comprensión de la conducta
bulímica.
HACIA UNA METAPSICOLOGÍA DE LA CONDUCTA BULÍMICA

A esos dos ejes esenciales, objetal y narcisístico, se agrega la trama del fondo contextual del
conjunto de los problemas de comportamiento.
Sobre el plano tópico se observa ante todo un fracaso relativo del rol del preconsciente en su
doble actividad de ligazón y de filtrado. Las instancias están mal diferenciadas: Superyo e ideal
del Yo están ampliamente confundidos y dan poco o ningún lugar a desplazamientos evolutivos
con la edad sobre impagos edípicas diferenciadas e ideales "humanizados" y alcanzables.
El Ideal es a menudo reducido a un Yo Ideal, del que la realización inalcanzable sirve para
triturar al Yo (moi), en tanto que un superyo arcaico, descalifica toda realización que podría
sostener el narcisismo y que es inmediatamente connotado de un riesgo de amputación, en
espejo, de los imagos parentales.
Sobre el plano dinámico, la importancia de la desligazón frena el acceso a una verdadera
ambivalencia. Los procesos primarios infiltran el pensamiento consciente mientras que el temor
de la emergencia de fantasmas inconscientes, presentidos como posibles concretizaciones
omnipotentes de deseo, entraña conductas de evitamiento fóbico del pensamiento, tornadas
tanto más necesarias ya que los contra-investimientos son frágiles y rápidamente desbordados
contrariamente a lo que pasa en la anorexia nerviosa.
La hipótesis que defendemos aqui es que es
necesario buscar esa especificidad en un doble nivel: uno adecuado para suscitar una
respuesta de tipo comportamental (antes que una respuesta de expresión psíquica o somatica),
la otra pudiendo dar cuenta de la elección de la conducta bulímica. Situaremos el primer nivel
en las particularidades del conflicto de articulación entre narcisismo y relación de objeto; y el
segundo en las modalidades de la regresión que acompaña el conflicto precedente y más aún
en los acomodamientos de esta regresión.
El fondo común de los dos niveles reposa sobre una vulnerabilidad hecha de esa dependencia
de la mirada de los objetos de la realidad interna y de sus respuestas para asegurar el
equilibrio narcisista del sujeto.
El resultado potencial de tal situación de dependencia es crear las condiciones de un
antagonismo posible entre las aspiraciones a la mirada de los objetos y la salvaguarda del
equilibrio narcisista.
La pubertad y más generalmente la adolescencia vienen de este modo a crear las condiciones
de una posible oposición entre lo que se podría reagrupar bajo la nominación bastante general
de apetencia por el objeto y
la salvaguarda de la autonomía y del narcisismo del sujeto, asi como de la integridad de sus
limites.
"lo que necesito, porque lo necesito y en la medida misma de esa necesidad, es lo que
amenaza mi autonomía naciente".
El proceso de elaboración mental favorece la
respuesta mediante la ecuación, que ofrece una posibilidad de dominio sobre el objeto
necesario (o sus sustitutos) e invierte la situación de pasividad en rol activo, creando las
condiciones de una identidad reencontrada.
Vemos en esta amenaza a la autonomía y al pensamiento del sujeto una situación de violencia
que atrase su integridad narcisistica y genera, en retorno, una violencia defensiva que traduce
la respuesta por el actuar comportamental.
Esto tiende a restaurar los límites y una identidad amenazada por la negación de los deseos y
de los vínculos objetales internos y por el dominio sobre los objetos externos.
Deste modo, se encuentran reunidas las condiciones de aparición de los que llamaremos,
siguiendo a Green, "lo arcaico", es decir los estados de confusión entre el deseo, su objeto y el
yo. El deseo no es más percibido como una
pertenencia del yo ampliando el campo de sus posibilidades, sino como una intrusión del objeto
en el seno del yo, amenazándolo y generado un proceso de confusión entre contenido y
continente.

LA REGRESIÓN EN LA BULIMIA

Existe en la bulimica la posibilidad de la crisis con la ambivalencia propia de esta situación de


parasitación hecha de una mezcla de persecusión y de una seguridad ligada a una presencia
siempre polivalente accesible.
En cuanto al desarrollo de la crisis está señalada por los caracteres primordiales de la relación
y, de entrada, en dimensión de urgencia y de exigencia interna. Si la realización inmediata es
imposible, es vivida por anticipado por su carácter obsesivo, absorbiendo toda la atención del
sujeto.
El caracter paroxistico del desencadenamiento de la crisis tiene su equivalente en la necesidad
que se desarrolla de una sola vez, sin sufrir
ninguna pausa, aunque más no fuera de algunos instantes. Lo que es en tal caso intolerable es
toda discontinuidad susceptible de devolver a la bulímica a si misma, a su soledad, traduciendo
así la exigencia de intimidad
globalizante y totalitaria de la crisis, que hace que la cuestión de la separación y la diferencia
no se plantee. Es la unidad encontrada, la falta
negada.
Uno estaría tentado de hablar de fusión pero, de
hecho. se está más acá o al costado porque ésta supone también una separación previa de la
cual la cuestión misma está soslayada por la
práctica bulimica: lo que hace las veces de objeto está alli, al alcance de la mano. Sólo hay que
utilizarlo, tornando inútil la representación
"traumatica" del deseo de objeto.
A la crisis, le sucede la desilusión del después de la crisis.
Es en ese momento de resolución de la crisis que el fracaso de la función madurativa de ésta
aparece en toda su amplitud. La paciente vuelve
al casillero de partida pero con el asco de sí y además la vergüenza.
En efecto, se puede pensar que esos afectos y los eventuales autoreproches tienen una nueva
función de pantalla respecto de lo que hace falta ocultar e impiden una toma de conciencia y el
surgimiento de representaciones inaceptables. Hay que ver allí, igualmente, la expresión de
una cierta capacidad masoquista de la que uno conoce el rol de ligazón pulsional y la
función preservadora del vínculo con el objeto. El rechazo de toda interiorización aparece sin
embargo manifiesto en el rechazo de la bulimica
del alimento ingerido, antes tan codiciado. Ella no puede conservarlo y menos aún hacerlo
suyo, y lo hace es a su pesar, y en ese caso permanece como un cuerpo extraño de tonalidad
persecutoria. Rechazado sin duda por el vómito, o por todas las maniobras de expulsión
habituales, los laxantes en particular. Aparte de que después del vómito colma el vacío asi
creado por una nueva crisis, en que se trata una vez más de buscar el contacto, pero en ningún
caso la absorción asimiladora.
Se instala entonces un va y viene más repetitivo que verdaderamente compulsivo, hecho de la
sucesión bulimia-vómitos que puede en ciertos
casos y en ciertos momentos de la evolución, tomar un carácter paroxístico dramático, que va
hasta veinte crisis por dia. Tal ritmicidad no deja de evocar inmediatamente el movimiento
masturbatorio y más acá el juego
del carretel.
La dimensión libidinal de las crisis se borra rápidamente en provecho de la búsqueda de
contacto únicamente y de la sensación. La propuesta operatoria de búsqueda de un contacto
tranquilizador prevalece sobre la
dimensión pulsional, mientras que la función de rechazo de la separación, en la búsqueda de
un más acá de ésta, es más importante que su dominio.
Cuanto más las crisis se exacerban y se repiten, más la dimensión libidinal y correlativamente
el vínculo objetal se aminora. El autoerotismo positivo deja su lugar a un autoerotismo negativo
donde la capacidad de ensoñación ligada al primero se degrada en un actuar locamente
operatorio, donde la sensación y la motricidad toman el lugar del vinculo objetal.
Es esta funcion, "funcion desobjetalizante" (A. Green) del comportamiento que situamos el
efecto mortifero de esta conducta y el progresivo triunfo del narcisismo de muerte sobre el
narcisismo de vida.
Este pasaje de un autoerotismo positivo a un autoerotismo negativo, desobjetalizado, tiene su
corolario a nivel psíquico; la función anti-pensamiento y anti-introyectiva del comportamiento.
El objeto real es fascinante, su presencia y su posesión real están sobreinvestidos a costa de la
economia de su representación y del destino interno de esta.
Probablemente por la insuficiencia del investimiento erógeno de la madre, el autoerotismo no
puede jugar su rol de polo de fijacion.
Hace falta ver en este fracaso un efecto
de la confusión sujeto-objeto, a nivel de las zonas erógenas, que conduce durante el
antagonismo narcisistico-objetal, a tener que oponerse al objeto rechazando, igualmente, el
investimiento libidinal de esas zonas.
La crisis bulímica puede ser vista como una modalidad de externalización de contenidos
internos que encuentran asi un modo de figuración y una vía de expresión permitiendo un
dominio que impide fácilmente las representaciones internas. Se opera una doble negación de
las fuentes intemas de deseo y de sus vínculos con los objetos infantiles. El acto viene en lugar
de la rememoración siguiendo el proceso ya clásicamente descripto desde
Freud, y ofrece el medio de un dominio activo de una pasividad que, por lo contrario, vendría a
significar el reconocimiento de fantasmas de deseos ligados a los objetos.
Un efecto de ocultación, la satisfacción alucinatoria de deseo y sus derivados, el placer de
asociar, la capacidad de ensoñación, el deseo de investir, todos elementos que suponen un
juego de la diferencia, de la presencia y de la ausencia, que es justamente lo que tal
comportamiento tiene por efecto abolir.
Son todas sus capacidades introyectivas que están de esta manera trabadas por esta tentativa
radical de desplazar, en un movimiento de externalización, la fuente interna de la excitación
(generando la búsqueda del objeto y de la reactivación de las vías de satisfacción alucinatoria
de deseo) sobre un sector de extinción ligado a una necesidad, el apetito, que deviene
entonces posible de controlar como un elemento de la realidad externa, es decir fuera del
psiquismo.
El recurso de la práctica bulimica, como por otra parte de la anorexia y la toxicomania, desvía y
pervierte el campo mismo de la pulsion y del deseo.
Esas conductas ofrecen en efecto, no solamente un medio de apaciguamiento y de control de
esas pulsiones por su disponibilidad de un neo-objeto sin status de sujeto deseante, y que se
supone entonces estar bajo su control,
sino que van más lejos; completan las fuentes pulsionales internas y los deseos atinentes por
una fuente de excitación en la frontera del adentro y el afuera, renovable sin cesar, mecánica:
aquella de una función fisiológica, el apetito, o la del acostumbramiento en la droga. Esta neo-
fuente presenta la doble ventaja de ser objeto de dominio y de renacer regularmente,
protegiendo al sujeto del doble riesgo de la pérdida de control de la fuente deseante, y de la
insuficiencia de esta misma fuente, con el temor del vacío interno y de afanisis que hace surgir.
La conducta bulimica tiene tendencia a drenar los investimentos del sujeto y eso que resta en él
de apetencia objetal. Deviene esa "vía final común de descarga de todas las excitaciones",
como lo ha calificado acertadamente B. Brusset y eso de mancra cada vez más indiferenciada.
El sintoma comportamental tiene así un doble valor, narcisistico y objetal, qué le confiere su
carácter indiferenciado. Objeto primitivo, arcaico, asexuado, siempre a disposición del sujeto en
una relación de dominio recíproca y al mismo tiempo, para excitación y envoltura protectora
que coloca al sujeto al reparo de excitaciones tanto internas como externas.
Se comprende que adquiere rápidamente la función estabilizadora qué representa una salida a
la inestabilidad de la organización mental de esos sujetos.
Esta crisis, de alguna manera "a disposición", tiene por efecto crear una fuente de excitación
interna y su apaciguamiento potencial, de figurar la falta interna posible, (en su dimensión de
desamparo o de vivencia depresiva), y su ocultación.
La agudeza de ese sentimiento de urgencia refleja lo esencial de la economía psíquica de eso
sujetos: el necesario recurso a una "práctica de incorporación" por la cual, gracias al precepto y
más aún a la sensación, el sujeto se pega a su objeto, o más exactamente a ese neo-objeto
que es el alimento.
Lo que va a contar, es la prolongación interna del contacto sensorial con la comida por medio
de la sensación de repleción. Esta es esencial,
constantemente buscada por las bulímicas que seleccionan la comida en funcion de su caracter
atorador. Es la agudeza de la tensión gástrica que solo puede, a menudo, poner fin a la crisis.
La conducta bulimica realiza esta función de adherirse a ese neo- objeto exteriorizado que
puede igualmente ser encarado bajo el ángulo de la dialéctica continente-contenido.
El objelo-comida pasa de este modo de su cualidad de contenido a un rol de continente donde
deviene el objeto que soporta y sostiene al sujeto que se siente a la vez envuelto por su
sensación de repleción y extrae de ello un sentimiento de existir y de continuidad, que por otra
parte, le falta.
En la bulimia, el objeto-comida debe permanecer en la cresta, entre continente y contenido.
Amenaza sin detenerse, de Invadir al
sujeto o de estar perdido. Extrae su función apaciguadora de evitar que la cuestion de la
diferencia se plantee durante el tiempo de la crisis, mientras que la sensación al borde del dolor
garantiza el limite y la permanencia
del sujeto.
Cuál puede ser el estilo metapsicológico de ese objeto-síntoma bulimico? Por su situación en
las fronteras del adentro y del afuera se podría pensar en el objeto transicional. De hecho, se
sitúa en lo opuesto.
La conducta bulímica no es lo que permite la creación de un área de libre intercambio entre
sujeto y objeto, bajo Ia cual puede lograrse un
placer compartido sin que se plantee la cuestión de sujeto-objeto en la génesis de ese placer.
Es todo lo contrario: está allí para calmar al sujeto del mantenimiento de sus limites y de su
poder sobre el objeto. Objeto bajo dominio que tiene las características del objeto fetiche y que
nos conduce a pensar la conducta bulímica en términos de arreglos perversos.
De la conducta bulímica los caracteres más remarcables son: importancia de Ia relación de
dominio; el movimiento de desligazón y de
desobjetalizante; el lugar otorgado a las sensaciones, particularmente cutáneas y de la mirada,
al empobrecimiento de las emociones; el apartamiento de la interioridad en provecho de la
exterioridad, más precisamente de la
superficie, y correlativamente una voluntad de objetalización en detrimento de un vinculo
empático; la omnipresencia de la muerte que puede tomar la forma de la destrucción (del objeto
y del Yo), o de la fusión con pérdida total de limites; una necesidad de generar la emergencia a
regular de excitación que es necesario al mantenimiento del sentimiento de
continuidad.
El acomodamiento de la regresión, en el cual hemos visto lo que tiene de más especifico en la
conducta bulímica corresponde a una variante
de arreglo perverso.
Por cierto, la sexualidad no aparece directamente implicada, la dimensión contractual a
menudo central en las perversiones, no es evidente y uno puede interrogarse acerca del papel
determinante de la desmentida de la castración.
Sin embargo, una de las funciones económicas
esenciales de la perversión a saber, transformar el objeto de deseo en objeto de necesidad
bajo dominio y el objeto total en un objeto parcial a
merced del sujeto, está claramente en primer plano.
La neo-relación de objeto bulímica es la respuesta a la conmoción de la relación de
dependencia con los objetos infantiles introducida por la pubertad.
El arreglo perverso salvaguarda en efecto el vínculo objetal pero reduciéndolo a un vínculo de
contacto, superficial, que evita los peligros de la interiorización como aquellas de la perdida,
ofreciendo por el dominio que habilita un contrapeso eficaz para la destructividad. El contacto
garantiza la presencia del objeto y su no destrucción al mismo tiempo que asegura su lugar de
extraterritorialidad, salvaguardando los límites y la identidad.
La contrapartida es que la fuente de excitación permanente tambien externa y debe ser
renovada sin cesar. El anclaje de esta excitación en una actividad fisiologica autoriza su
dominio y su aparente independencia en relación con los objetos investidos, y tanto más
fácilmente la funcion alimentaria pueda ser percibida como una actividad del yo, como el deseo
confundido con su objeto y generador de afecto violentos de amor y de odio que no permiten
ignorar la profunda dependencia con los objetos deseados.
La expresión adelantada por M. Kahn de "orgasmo del Yo" para calificar ciertos arreglos
perversos, parece pertinente para nominar la orgia bulimica.
Se supone en estas pacientes una substitución del objeto por la función. Es el papel de las
sensaciones de servir igualmente a contrainvestir el mundo interno de las emociones con el
vinculo con los objetos que estos vehiculizan.
En cuanto a las pulsiones parciales activadas por la regresión, se focalizan alrededor de
problematicas exhibicionistas y sadomasoquistas.
La naturaleza misma del acto de esas prácticas de incorporación donde el sujeto está a la vez
en posición activa de dador y pasiva de receptor, es la puesta en acto de un fantasma de
bisexualidad que se puede comprender a la luz de lo que nos dijo S. Freud respecto de la
significacion bisexual de los sintomas histéricos, en los que se juega al mismo tiempo los dos
roles del fantasma sexual subyacente y las conclusiones que de eso extra, son perfectamente
aplicables a la bulimia.
La pregnancia del fantasma de bisexualidad esta frecucntemente marcada en esos pacientes,
asi como su rechazo de la identificación femenina. La obesidad y la vergüenza que puede
ligarse revelan bajo la insatisfacción evidente, la importancia de la identificación masculina y la
convicción de una completud fálica a la cual difícilmente renuncian.

LA CONDUCTA BULÍMICA ENTRE LA ORGANIZACIÓN Y EL ARREGLO PUNTUAL

está pertinencia acordada como la necesidad de mantenerlo en un status de exterioridad


contribuyen a la inestabilidad de la solución bulímica.
No hay ni desmentida completa de la
alteridad, ni incorporación. Se queda en el cuerpo a cuerpo con el objeto hecho de una
busqueda objetal que se mantiene con su rechazo de recibir en un vinculo indefinido, del cual el
componente masoquista es innegable,
si bien que sufriendo frecuentemente de una erotización que permanece pobre y se borra en
beneficio de una actividad de autoestimulación más comportamental que pulsional.
Las conductas bulimicas como todas las conductas actuadas y más particularmente las
conductas adictivas, reflejan la inestabilidad de la organización psíquica subyacente. Su
aparición no signa por si la presencia de una estructura psíquica particular, sino por el contrario
parece testimoniar una vulnerabilidad de la personalidad y una inestabilidad de su
funcionamiento mental que son a la vez suficientemente especificos para ser una condición
necesaria para el surgimiento de tales conductas, pero no bastante para que sean una
respuesta inevitable, ni aún la única posible.
Libido, destructividad, polaridad narcisista u objetal, acomodamientos defensivos, diversos,
prevalencia oral, anal o fálica... se combinan en una infinita variedad donde es la inestabilidad
de la combinación que prima sobre los contenidos.
Esta vulnerabilidad es la consecuencia del relativo fracaso de las interiorizaciones precoces
para asegurar basamentos narcisisticos suficientemente estables para garantizar un
sentimiento de seguridad y de continuidad capaz de mantenerse, mayoritariamente, gracias a
los recursos propios del sujeto.
"Detrás de toda organización adictiva, encontramos la madre arcaica, la madre-droga, esa que
no ha podido ser interiorizada de manera estable en el mundo interno del infante. Esta falla
fundamental corre el riesgo de producir desastres psíquicos en cadena. El sujeto toma el riesgo
de estar obligado a buscar sin descanso, a hacer jugar a un objeto del mundo exterior el rol del
objeto interno faltante o dañado, falta simbólica, pero también falta en lo imaginario, porque una
prohibición implícita a fantasear libremente está comprendida en esta problemática".
Es el fracaso de los mecanismos de interiorización como de las bases autoeróticas que no
permiten a la organización neurótica jugar su rol organizador de los conflictos por insuficiencia
de apoyos internos y de puntos de fijación.
Más que una organizacion estable de la personalidad, y más aún que una estructura definida la
bulimia nos parece realizar un arreglo perverso de una vulnerabilidad ligada al mantenimiento
de una dependencia excesiva con los objetos externos por fracaso parcial de las
interiorizaciones (particularmente de los auto-erotismos).
Se trata de una conducta patógena por sus efectos a la vez desnarcisizantes y desobjetalizante
que tienden a reforzarse mutuamente.
Este trastorno aparece como un compromiso entre dos fracasos: el de la interiorización del
objeto, y el de las defensas narcisistas.

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