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RESUMEN A.

ABERASTURY: EL NIÑO Y SUS JUEGOS

INTRODUCCIÓN

Freud sostuvo que un niño juega no solo para repetir situaciones placenteras sino también para
elaborar las que le resultaron dolorosas o traumáticas. Todo bebe pasaba entre los 7 y 12 meses
por un período en el que la genitalidad era muy importante y tenía sus formas de descarga
adecuadas. Entre ellas, una de las más significativas era el juego, pero no un juego cualquiera,
sino uno muy específico: meter y sacar cosas, introducir en agujeros objetos penetrantes, llenar
contenidos con pequeños objetos, explorar agujeros.

De acuerdo con los hallazgos de Freud, pensábamos que durante el primer año de vida los
intereses del niño se concentraban en los alimentos y en los placeres y exigencias derivados de
la zona oral: chupar, morder, besar, lamer, explorar los objetos con la boca. La experiencia
demostró que esto hacía intensamente hasta la aparición de los dientes, para dar paso luego a
nuevos intereses. Aparecía por ejemplo, una necesidad imperiosa de explorar el cuerpo, el
propio y el de los demás y esto lo conducía a descubrir en el suyo, los genitales. De esta zona
genital surgían exigencias que buscaban ser satisfechas. Comprobé que el niño no sólo conocía
la diferencia de sexos sino que también tenía sus formas de buscar satisfacerlo, lo que significaba
conocer sus funciones. Estas excitaciones y exigencias necesitaban descarga, la cual, de acuerdo
con la maduración y el desarrollo, era específica para esa edad.

Una parte de las necesidades genitales se satisface en la masturbación, en mostrar su propio


cuerpo y curiosear el de los otros. Otras se satisfacen mediante la identificación proyectiva con
la pareja de los padres unidos, y por último, en la actividad lúdica a través de la cual logra la
unión simbólica de los sexos.

Al mismo tiempo, surgía el aprendizaje del movimiento y la necesidad de desplazarse en el


espacio, lo que traía una serie de exigencias nuevas: moverse, ejercitar la fuerza, manipular
objetos, a veces con violencia.

La experiencia me mostró que el juego ofrecía al bebé una larga serie de experiencias que
respondían a estas necesidades específicas de la etapa del desarrollo a la que me he referido, y
en todas las posteriores.

El juguete posee muchas de las características de los objetos reales, pero por su tamaño, por su
condición de juguete, por el hecho de que el niño ejerce dominio sobre él porque el adulto se lo
otorga como algo propio y permitido, se transforma en el instrumento para el dominio de
situaciones penosas, difíciles y traumáticas que se le crean en la relación con los objetos reales.
Por otra parte, es reemplazable y le permite repetir a voluntad situaciones que le resultaron
placenteras o dolorosas pero que no puede reproducir por sí solo en el mundo real.

Freud fue el primero en describir este mecanismo psicológico de jugar cuando interpretó el
juego del niño de 18 meses. El pequeño hacía aparecer y desaparecer un carretel, tratando asì
de dominar su angustia frente a la aparición y desaparición de su madre, simbolizada por el
carretel, y al mismo tiempo echarla sin peligro de perderla, puesto que el carretel volvía cuando
el lo deseaba. Este juego le permitía descargar fantasías agresivas y de amor frente a su madre
sin riesgo alguno, ya que era dueño absoluto de la situación. Ademàs elaboraba así sus angustias
ante cada despedida de su madre.

Al jugar, el niño desplaza al exterior sus miedos, angustias y problemas internos, dominándolos
mediante la acción. Repite en el juego todas las situaciones excesivas para su yo débil y esto le
permite, por su dominio sobre objetos externos y a su alcance, hacer activo lo que sufrió
pasivamente, cambiar un final que le fue penoso, tolerar papeles y situaciones que en la vida
real le serían prohibidos desde dentro y desde fuera, y también repetir a voluntad situaciones
placenteras.

El juego de las escondidas surgía mucho más temprano que lo que decía Freud (18 meses),
aparece entre los 4 y 6 meses y responde a motivos psicológicos profundos. Bebé atraviesa la
posición depresiva en la cual trata de elaborar la necesidad de desprenderse de la relación única
con la madre, para poder pasar luego hacia la relación con el padre, de este modo se establece
la tríada madre-padre-hijo, que es la base de las futuras relaciones del individuo con el mundo.

Desprenderse de la relación única con la madre y orientarse hacia el padre abre al niño el camino
de múltiples intereses en el mundo exterior y lo conecta con personas y objetos cada vez más
variados y numerosos. Estas nuevas relaciones y todas las situaciones de cambio le despiertan
ansiedad y el juego le ofrece por varios caminos la posibilidad de elaborarlas.

La sustitución del objeto originario, cuya pérdida se teme y lamenta, por otros más numerosos
y reemplazables, la distribución de sentimientos en múltiples objetos y la elaboración de
sentimientos de pérdida y recuperación, tal como lo vio Freud en el juego del carretel, son las
bases de la actividad lúdica y de la capacidad de transferir afectos en el mundo externo.

Frente a estos objetos, por el mecanismo de identificación proyectiva, los niños hacen
transferencias positivas y negativas, según estos objetos exciten o alivien su ansiedad, y este
mecanismo está en la base de toda su relación con los objetos originarios. En las
personificaciones en el juego se observa como puede cambiar el objeto, con gran rapidez, de
bueno a malo, de aliado a enemigo, por eso los juegos del niño, cuando es normal, progresan
constantemente hacia identificaciones cada vez más aproximadas a la realidad.

A través de la actividad lúdica el niño manifiesta sus conflictos y de este modo podemos
reconstruir su pasado, asì como en el adulto lo hacemos a través de las palabras. Esta es una
prueba convincente de còmo el juego es una de las formas de expresar los conflictos pasados y
presentes.

La primera hora de juego de la hora de juego de un niño nos muestra su fantasía inconsciente de
cual es su enfermedad y su fantasía inconsciente de curación.

Se mostrará el juego del niño normal. Huizinga dice que el juego se halla en la base de la cultura.
Aberastury agrega que el juego del primer año de vida da las bases del juego y las sublimaciones
de la infancia y conduce al juego de amor.
El niño trae al nacer la expectativa de que tipo de madre le vendrá al encuentro. Si se combinan
ese hijo que necesita madre con una madre dispuesta a entregarse, se da la gozosa experiencia
de una maternidad feliz. Lo mismo ocurre con la paternidad, porque con la misma intensidad
ocn que el niño necesita una madre al nacer, precisará del padre, cuando, aproximadamente en
el 4to mes de vida se va separando de la madre y en especial de la relación única con ella.
Encontrar al padre no solo le significará poderse separar bien de la madre sino también hallar
una fuente de identificación masculina imprescindible tanto para la niña como para el varón
porque la condición bisexual del hombre hace necesaria la pareja padre y madre para que se
logre un desarrollo armonico de la personalidad. Una maternidad y paternidad buenas permiten
al niño superar gran parte de las dificultades inherentes al desarrollo.

A partir de la concepción del niño la situación de la pareja frente al hijo es diferente. La madre
siente que se enriquece con algo que está creciendo dentro de su cuerpo y en cambio el padre
se siente, de algún modo excluido. El hijo rompe la relación única de la pareja y a partir de ese
día es necesario aceptar la inclusión del tercero, lo que no siempre resulta fácil.

Cuando el bebe nace necesita adaptarse a un mundo nuevo, al cual deberá conocer y
comprender. Sus capacidades perceptivas van forjando una noción de ese mundo, pero su
incapacidad motriz limita su posibilidad de exploración. Muchos de sus intentos de explorar se
hallarán en la base de su futura actividad de juego.

Desde su nacimiento hasta el segundo tercio de su primer año de vida, el interés del niño se
centra casi de modo exclusivo en su madre. A los pocos días de vida es capaz de reconocerla por
la vez y por el olfato. Ya al nacer sabe mucho sobre ella: puede reconocer entre muchos otros el
ritmo de su corazón, al que se habituó durante los nueve meses en que vivió dentro de ella. La
vista se desarrolla desde el primer momento, puede fijar los ojos en un objeto y distinguir la luz
de la sombra. Su capacidad de gustar y reconocer los sabores es muy notable ya desde las
primeras horas de vida, y todas estas experiencias van configurando en su mente la imagen de
la madre.

Es imprescindible que la piel de la madre estè en contacto con la piel del bebe desde los
primeros momentos, esto prepara al niño para un buen desarrollo. La pérdida de la experiencia
de estar dentro del vientre materno se mitiga con un buen contacto físico, el cual, justamente,
le permite elaborar la pérdida. Esta relación física es totalmente necesaria luego del nacimiento,
y solo de manera gradual podrá ser reemplazada por otras formas de contacto. La carencia de
esta relación satisfactoria trae como resultado trastornos en el contacto con la realidad y lo
predispone a enfermedades en la piel.

Entre el 3ro y 4to mes se producen cambios fundamentales en su mente y en su cuerpo, ya


conoce a su madre, la ama y la rechaza, se siente amado y rechazado por ella, la toca y comienza
a jugar con su cuerpo. El objeto de su amor y de su odio es la misma persona. Esa revelación de
totalidad inicia un proceso de desprendimiento que lo conducirá a la búsqueda del padre y del
mundo circundante.

Alrededor de los 4 meses comienza su actividad lúdica. Ha ocurrido algo fundamental en la vida
mental del niño: los objetos funcionan como símbolos y al mismo tiempo se producen en su
cuerpo cambios que le facilitan su examen del mundo. Empieza a ser capaz de controlar sus
movimientos, coordina el movimiento con la vista y ya puede, con bastante certeza, acercar la
mano al objeto que previamente ha focalizado con sus ojos, siempre que se encuentre cerca.
Cuando, entre los cuatro y los seis meses, un niño es capaz de sentarse, cambia su relación con
los objetos que lo rodean. Con habilidad cada vez mayor puede apoderarse de lo que necesita,
siempre que esté cerca, tocarlo, llevarlo a la boca y abandonarlo a voluntad.

Ese trozo de sábana que lleva a su boca y tras del cual se esconde representa a la madre; el
sonajero que sacude, chupa y muerde, su dedo, el barrote de la cama, cada objeto cerca y lejos
de él cobra vida y lo estimula a nuevas experiencias.

Jugar a las escondidas es su primera actividad lúdica y en ella elabora la angustia del
desprendimiento, el duelo por un objeto que debe perder. A los cuatro meses el niño juega con
su cuerpo y con los objetos; desaparece tras la sabana y vuelve a aparecer, de este modo el
mundo se oculta momentáneamente y vuelve a recuperarlo cuando sus ojos se liberan del
objeto tras del cual estaba escondido. También juega con sus ojos: al cerrarlos y abrirlos tiene
el mundo o lo pierde.

De su cuerpo salen sonidos, y ahora es capaz de repetirlos una y otra vez, los escucha y su
expresión cambia. Esos sonidos llamados laleos son su primer intento de expresión verbal. Como
la palabra, comienzan por ser un objeto concreto para su mente, y también con el puede jugar.
Su repetición es un juego verbal, puede hacer con los sonidos lo que ya experimento con los
objetos.

El primer juguete que se le ofrece al niño es el sonajero, el heredero del primer instrumento
musical, la sonaja. La sonaja de calabaza es hueca como el sonajero y lleva dentro pequeños
guijarros o trozos de madera casi siempre con un valor mágico, que al chocar contra las paredes
producen un sonido. Los niños africanos, japoneses, españoles han jugado con un sonajero.
También con él algo aparece y desaparece: los sonidos.

El niño experimenta también mediante movimientos. Descubre que al golpear un objeto


también puede producir sonidos. Sabe que un cuerpo que cae, una puerta que se cierra de golpe
producen sonidos; todos le interesan y muchos de ellos lo sobresalen. Trata de reproducirlos
para vencer el miedo y el sonajerlo le sirve para repetir esas experiencias. Es algo fuera de su
cuerpo que simboliza a su madre y que el maneja con su mano. Como su padre y como él mismo,
el sonajero tiene algo dentro que se le mueve y produce sonidos. Lo chupa, lo explora, lo
muerde, y va reproduciendo experiencias que lo tranquilizan. Lo golpea contra los barrotes de
su cuna, lo tira contra el suelo, lo muerde, lo abolla, lo manipula. Cuando arroja los juguetes al
suelo, espera y exige que se los devuelvan. No actúa por maldad ni para controlar ni esclavizar
al adulto. Este juego es molesto pero necesario; el niño experimenta asi que puede perder y
recuperar lo que ama.

Entre los cuatro y seis meses el niño entra en posesi{on de diversos modos de elaborar la
angustia perdida. A través de sus juegos intuye, experimenta y elabora que las personas o los
objetos tanto pueden aparecer como desaparecer.

Expresa esto en su mundo lúdico. Es capaz de pasar bastante tiempo en reconocer objetos y
apartarlos y atraerlos hacia si. Emite sonidos y juega con ellos. De manera paradójica al
encontrar la forma de elaborar sus angustias de pérdida, reclama con urgencia incontrolable la
presencia de sus verdaderos objetos: los padres. Llora y se llena de rabia si no lo consigue, si no
se lo comprende; no es necesariamente alimento lo que reclama: su madre es ya para él algo
más que lo que le calma el hambre, es una voz, un contacto, una sonrisa, el ritmo de sus pasos,
la necesita simplemente para saber que no ha desaparecido, que puede tenerla y cuenta con
ella; el temor a su pérdida es la angustia más intensa a esa edad; toda su vida emocional está
marcada por el juego y de todas las actividades que describimos. Ha empezado el doloroso
proceso de abandonar la relación única con su madre y aceptar en forma definitiva la presencia
del padre. En este período sufre verdaderas depresiones. Sus tendencias destructivas se
incrementan cuando aparece el diente, instrumento que puede usarse para morder y desgarrar.
Con la aparición de los dientes, el desprendimiento, hasta entonces fruto de la fantasía, se
convierte en realidad.

La pérdida del vínculo único con la madre y la necesidad de un tercero determinan una nueva
primacía de necesidad en la vida del niño: ya no le basta su madre para el desarrollo, necesita
un padre. Pero no es suficiente la presencia del padre para el niño, también es necesario que
aquél encuentre una forma de comunicación con él que responda a las necesidades de
paternidad del pequeño, que si bien se parecen a las de maternidad, tienen matices diferentes.
Un padre que puede bañar al hijo, darle el alimento, jugar con él, salir con él es importante. Lo
es más aún el rol que cumple reforzando su unión con la madre y ofreciendo al hijo como la
pareja como fuente de identificación. Si el hombre o la mujer no pueden superar su rivalidad
frente al hijo, y sienten que al dar afecto al niño están impidiendo que el otro lo exprese, pueden
inhibirse en sus funciones. Las consecuencias de la carencia paterna son tan graves como las de
la materna, pero aún no fueron objeto de un estudio profundo.

El niño ha descubierto que hay partes de su cuerpo que señalan la diferencia entre los sexos, y
también la revelación de que esos órganos pueden llevarlo a la unión. La angustia de pérdida
que motivó sus primeros juegos, en cuyo transcurso los objetos se juntan y se separan en un
contínuo repetir de encuentros y desencuentros. Así como los fundamentos de su vida mental
se construyen en el primer año de vida, también su mundo lúdico se origina en esos primeros
juegos de pérdida y recuperación, de encuentro y separación.

En la segunda mitad del primer año surge un nuevo interés en sus juegos: ha descubierto que
algo hueco puede contener objetos, que algo penetrante puede entrar en un hueco. Juega
incesantemente a eso. Este gran descubrimiento es el anuncio de la forma adulta de expresar
amor: entrar en alguien, recibir a alguien dentro de sí unirse y separarse. Pasa así a explorar
cuanto sea penetrable y a usar todo lo que puede servir para penetrar; los ojos, los oídos, las
bocas de las personas que están cerca, le permiten hacer sus primeras experiencias de
exploración. Sus objetos preferidos son pequeños: son heredados de sus dedos exploradores.

Luego de realizar estos juegos con su cuerpo y con los de las personas que lo rodean, pasa a
jugar con cosas inanimadas: el agujero de la bañera, caños, desagües, la tacita de juguete, una
rotura en la pared, el agujero de una cerradura, todo es objeto de sus juegos. Un palo, un lápiz,
anteojos, sus dedos, todo sirve para poner y sacar, unir y separar.

Entre los ocho y doce meses las diferencias anatómicas de los sexos se manifiestan en los juegos.
La niña prefiere depositar objetos en un hueco, y en sus juegos repetirán esta experiencia; en
cambio el varón elige aquellos juguetes con los que pueda penetrar. Sin embargo, este interés
no es exclusivo: su condición bisexual les permite disfutar también del juego del otro sexo, pero,
si el niño es normal, su elección se hace ya sumamente clara en este período.

Entre los ocho y los doce meses el niño se desplaza en el espacio circundante gateando. Su
campo de acción se amplía y comienza una concienzuda y paciente exploración de los objetos.
Ya al final del primer año, ponerse de pie y caminar le permitirán alejarse voluntariamente de
los objetos y reencontrarlos. En el aprendizaje de la marcha no hay andador que reemplace a
los brazos de la madre.

Las heces y la orina que elabora su cuerpo le van dando modelos fantaseados de lo que es la
concepción. Entran alimentos por su boca, pasan a través del cuerpo y salen transformados; los
sólidos, susceptibles de originar formas, se transforman en el símbolo de su capacidad creadora.
El niño ama y teme las sustanticas que salen de su cuerpo, pero ya que éstas están condenadas
a desaparecer debido a las prohibiciones del adulto, el niño busca en el agua, la tierra y la arena
los sustitutos permitidos de las heces y la orina. De este modo, el agua, la tierra y la arena
pasarán del estado puro de sustancias para adquirir aspecto de objetos. Serán niños, castillos,
animales salvajes, mangueras para apagar incendios, líquidos con poderes mágicos. Más tarde,
el adulto le ofrecerá una sustancia, la plastilina, con la que podrá modelar objetos. Su vientre
fecundo y el de la madre irán tomando el primer plano. La fecundidad, consecuencia de la unión,
comienza a interesarle. Aparecen los tambores, globos y pelotas como juguetes que simbolizan
el vientre fecundo.

El tambor, junto con el sonajero fue uno de los primeros instrumentos musicales. En épocas
primitivas era una cavidad hecha en la tierra que se cubría con un solo trozo de corteza, sólo lo
tocaban las mujeres y se usaba en los rituales de fecundidad. La mano era el instrumento de
percusión, que luego se reemplazó por el palillo cuando el hombre comenzó a participar en el
ritual después fue un medio de transmitir mensajes a larga distancia y muy posteriormente se
utilizó para ceremonias de guerra y de muerte. Cada niño repite, con su tambor este desarrollo
histórico. Es uno de sus primeros juguetes y le interesa sobre todo a partir del final del primer
año, porque para él simboliza el vientre fecundo de la madre, luego se hace un medio de
comunicación y por último un objeto para la descarga de sus tendencias agresivas. Una olla de
aluminio y una cuchara de madera son para el niño el mejor tambor. Entre los 11 y 18 meses
sirve a sus necesidades de descarga motriz, y el hecho de ser irrompible facilita esta descarga,
ya que al demostrarle la realidad que no se destruye disminuye en el niño el temor a sus
tendencias destructivas, y en consecuencia, también la culpa.

Al finalizar el primer año el globo y la pelota constituirán el centro de su interés. Fantasías de


unión van dando paso al deseo de tener un hijo. El cuerpo de su madre y el suyo simbolizan las
formas esféricas. La niña y el varón se identifican con la madre, quieren un hijo dentro de su
cuerpo, lo fantasean y juegan con ese deseo. Ese hijo es el que después se hará palabra, ya que
la palabra es para el niño un objeto concreto capaz de reemplazar mágicamente al objeto real
externo. Cuando dice “mamá” posee a su madre, cuando dice “nene” es como si tuviera un hijo.
El globo y la pelota son el vientre fecundo de su madre, y también el propio, persistirán como
juguete a través de los años.
Además de las muñecas los animales predilectos corporizarán a los hijos fantaseados: serán
objeto de amor y de malos tratos. Sus experiencias biológicas se traducirán en juegos con
muñecas y animales. De este modo ha comenzado el aprendizaje de la maternidad y la
paternidad.

Tazas, platos, ollas, sartenes, cubiertos, sirve para recibir y dar alimentos o someter a
privaciones a sus hijos. Experiencia de alimentar y ser alimentado condensa experiencias de
perdida y recuperación. A los 2 años comienzan a interesarle recipientes para trasvasar
sustancias de un lugar a otro. Actividad lúdica puede tomarse como un indicio de que espera y
necesita la enseñanza del control de esfínteres, es decir la capacidad de entregar a voluntad los
contenidos del cuerpo.

Desde muy pequeño la imagen que aparece y desaparece ha ocupado su vida mental. El hecho
de que la imagen sea fugitiva lo angustia. 2-3 años descubre como recrearla y retenerla
mediante dibujos, de este modo disminuye angustia. Niño comienza a explorar su cuerpo para
interesarse por objetos inanimados, cuando dibuja, es el cuerpo su primer interés, casa objeto
central de sus paisajes.

Niñas y varones manifiestan rechazo por cuerdas, padres y amigos los regalan pero nunca son
el predilecto del niño. Cuando es pequeño no le causa placer y provoca frustración y dolor. Le
cuesta manejarlo, se le rompe. Juguetes que faciliten proyección lo ayudarán en la función
específica del juego, que es la de elaborar situaciones traumáticas.

Varones y niñas juegan a alimentar, evacuar, retener. Adultos rechazan juego en los varones y
lo permiten en niñas.

Niño que juega investiga y necesita cumplir experiencia total que debe respetarse. Mundo rico,
cambiante y con interjuegos de fantasía y realidad. Si adulto interfiere e irrumpe puede
perturbar desarrollo de la experiencia decisiva que el niño realiza al jugar. No muchos son los
juguetes que necesita, si son demaciados pueden trabarlo y confundirlo en sus experiencias.
Tampoco precisa de grandes espacios, pero sí un ámbito del que se sienta dueño.

Alrededor de los 3 años pasión de un varón son autos y locomotoras que comporten las niñas.
La organización genital se ha ido desarrollando, la nena y el varón se sienten empujados a exp
genitales y las subliman en el juego. Jugando representan fantasías de vida amorosa de padres
y de ellos mismos, el nacimiento del hijo, actividades de masturbación. Garage se usa para
juegos de penetración, ligados con alimentación y reparación al igual que puentes y trenes.
Juegos con muñecas y animales satisfacen sus necesidades de paternidad y maternidad.

Ya a esta edad niñas y varones empiezan a valorar un cajón, ropero y mueble donde pueden
guardar sus juguetes. Destrucción y desorden angustian. Se interesan por limpieza y orden.
Necesitan ver que algunas cosas pueden reponerse, y resulta más placentero para un niño volver
a ver un jugeute que ha sido arreglado que recibir uno nuevo. Lucha contra tendencias
destructivas ha comenzado a hacerse activa.

Simbología de la vida genital es muy rica entre 3 y 5 años. Niño que juega tranquilo con
imaginación da garantía de salud mental, aunque tenga pequeños síntomas que angustien a los
padres.
Su vida mental está poblada de imágenes que apaciguan y otras que lo inquietan; a ambas teme
perderlas, necesita conservarlas, recuperarlas, revivirlas, rehacer la angustia que le provocan y
de este modo abundan en detalle los objetos reales y fantásticos que recrean todos sus dibujos.
Imagen fugitiva y dibujo la retiene e inmoviliza: esta capacidad de recrear objetos en imágenes
inmóviles es nueva forma de luchar contra angustia de perdida. Imagen también aparece con el
libro y la monotonía con que pide que le repitan sus historias y le muestren dibujos es también
forma de elaborar angustia de pérdida.

Después de los 3 años Cuando dibuja su cuerpo o el de padres, hermanos o abuelos logra una
imagen total del cuerpo y esto lo tranquiliza. Esta tan interesado en reconocer su cuerpo como
el de los niños de otro sexo, el de su padre como el de su madre, por eso, mirando sus dibujos
es difícil reconocer a que sexo pertenece el dibujante. Solo al entrar en la pubertad esta
diferencia se hace muy llamativa. La niña dibuja mujeres con formas marcadas y cargadas de
adornos. Varón dibuja personajes con revólveres, espadas y ametralladoras.

Deseos genitales adquieren pujanza entre los 3 y 5 años y se expresan en todo tipo de
actividades, de modo que sólo una parte de ellos queda libre para la relación edípica ocn los
padres. Los juegos sexuales entre niños son la norma y no solo no son negativos sino que
contribuyen al buen desarrollo. Deseos genitales pueden canalizarse en el juego a la mamá y el
papá, al doctor a la enfermera, a los novios a los casados, a la sirvienta, y en ellos satisfacen sus
necesidades de tocar, mostrarse, ser vistos y ver.

Después de los 5 años varón se deleita con juegos de conquista, misterio, acción, pistolas,
cowboys, batman, disfraces de pistoleros, etc. La niña prefiere juego más tranquilo, se
entretiene con muñecas, prepara comida, sirve el té, fije relaciones sociales, entre en un
aprendizaje de los rasgos femeninos con los que busca identificarse con su madre. Suele pedir a
ésta ropa y disfrazarse.

La entrada al colegio cambia profundamente el mundo de los juegos. Las letras y los números
se convierten en juguetes para los niños. La curiosidad por el conocimiento es la continuación
de la curiosidad que sintieran por el mundo circundante hasta los 5 o 6 años. Con el aprendizaje
escolar aparecen nuevos juegos en los que se combinan las capacidades intelectuales con el
azar.

El niño realiza aprendizaje de la competencia y de compartir los roles en su grupo mediante


múltiples juegos desde el azar hasta la pericia. El ludo, carreritas, lotería, dominó, estanciero,
abren un mundo nuevo. En este mundo, competir significa al principio aniquilar. Se triunfa sobre
alguien, pero no con alguien. Será necesario un largo aprendizaje hasta llegar a una nueva forma
de competencia, en la que se incluye y admite el posible triunfo de dos con iguales valores.

Ludo permite simbolizar encierro inicial en que apertura hacia el mundo surge del azar: el dado.
Una vez que ha salido de su casilla, recorre un camino salvando obstáculos o recibiendo ventajas.
Este camino es símbolo del que recorrerá en la vida real hasta llegar al éxito o al fracaso. Sólo
podrá decidir si sacará sus cuatro fichas desde el principio o economizará algunas para una
posible estrategia final. De este modo simboliza el manejo de sus fuerzas en esta lucha de
adaptación y conquista del mundo.
Loteria sitúa al jugador en engarce de habilidad y suerte. Atención y concentración con las que
juegue decidirán muchas veces el éxito. El juego con barajas ofrece amplia gama de posibles
combinaciones entre habilidad y azar. En todos ellos debe afrontar la lucha contra un adversario,
entregarse o triunfar. Pueden ayudarlo algunos golpes de suerte pero su pericia decidirá
también el manejo de esa suerte. Estos juegos, placenteros para la niña y el varón, se alternan
con otros en que se acentúa la diferencia de sexos.

Todos los niños juegan al tatetí, cada jugador dispone de 3 fichas, y gana aquel que evita que su
competidor las ordene en la misma línea y en cambio consigue esta para sí. La disposición de las
líneas no interesa, sólo es importante interponerse entre dos que quieren ser tres o llegar a ser
tres. Este juego es símbolo de las visicitudes que la vida impone hasta llegar a establecer una
buena situación edípica. Competidores son hermanos y se lucha por conseguir la relación ideal
con los padres, a igual distancia del uno que del otro.

En estanciero se inicia el juego con un azar, símbolo del equipo con el cual cada uno de
nosotros iniciamos nuestro enfrentamiento con el mundo. En el juego, lo determina el número
que señalan los dados. Una vez iniciado, hay diversas posibilidades de invertir el capital. Pueden
hacerse buenas o malas inversiones. Comparación del manejo del dinero en el juego con el del
mundo actual no tienen mucha diferencia. Generosidad y avaricia, derroche y ahorro se
ejercitan, revelando mucho la personalidad del jugador y su forma de relación con el dinero.
Para hombre actual, el dinero y manejo del dinero configuraran situación traumatica intesa. La
creación de este juego son intentos de elaboración de esas angustias.

En las damas y ajedrez motor icc es necesidad de enfrentar a padres y entrar en el mundo
adulto. El éxito depende de la habilidad para lograrlo mediante el conocimiento de las reglas y
el manejo de sus capacidades.

En esta edad una niña juega con preferencia a la pelota al cesto mientras el varón prefiere el
fútbol. En uno y otro juego cada niño elige su puesto en el equipo de acuerdo con sus
modalidades y con las capacidades de lucha y conquista frente al mundo.

Hay juegos que revelan significado genital de modo poco encubierto: bolitas, balero, futbol.
Otros lo abstraen, la rayuela se entra se sale, el que se detiene pierde, hay dificultades y
ventajas, cielos e infiernos. Lo juegan niñas y varones.

Adultos fabrican juguetes de niños, algunos permanecen sin modificaciones otros son copia de
situaciones nuevas, van respondiendo a necesidad del adulto de elaborar inclusión de nuevas
situaciones de peligro.

A partir de los 7/8 años y hasta llegar a la pubertar, cuerpo vuelve a tener rol fundamental.
Gusto por lucha, carreras, fútbol, placer por juego de mancha y escondidas, juegos de manos.
Juego de cuarto oscuro, donde exploración y búsqueda ya tienen contenidos genitales muy
evidentes. Oscuridad nace en la medida en que se van definiendo más las capacidades genitales
y se hace posible la utilización de los órganos.

Si en el comienzo de su vida el niño paso del juego con el cuerpo al juego con objetos, ahora ira
abandonando estos objetos para orientarse nuevamente hacia su cuerpo y el de su pareja.
Desprenderse de los juguetes exige larga labor de duelo. Vemos adolescentes que guardan
juguetes de su infancia, aunque ya no los utilizan para jugar. A partir de los 10-11 años niñas y
varon buscan agruparse. Varones se rodean de varones y niñas de niñas porque necesitan
conocerse y aprender las funciones de cada sexo. Abandonan paulatinamente el mundo de
juguetes y en pubertad las experiencias amorosas sustituirán a sus juegos con juguetes.

Adolescente no solo se despide de juguetes, y de mundo lúdico, sino del cuerpo de niño. Su
condición de adulto es resultado de sucesivas pérdidas de la identidad infantil y adolescente,
perdidas que lo preparan para una nueva experiencia: la del hijo.

El niño al nacer trajo al expectativa del tipo de padres que vendrían a su encuentro. La totalidad
de sus experiencias con ellos y con el mundo determinarán ahora su forma de anhelar y recibir
un hijo.

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