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Los organigramas establecen la estructura organizativa y designan dichas funciones. Este tipo de
diagrama permite definir claramente las relaciones jerárquicas entre los distintos cargos de una
organización (cadena de mando). Sin embargo, en un organigrama no se ven reflejados el
funcionamiento de la empresa, las responsabilidades, las relaciones con los clientes, los aspectos
estratégicos o clave ni los flujos de información y comunicación interna.
Esta visión departamentalizada de las organizaciones ha sido fuente de diversos problemas y críticas
debido a:
La Norma ISO 9001:2000, especifica en su apartado 4.1a) que se deben “Identificar los procesos
necesarios para el sistema de gestión de la calidad y su aplicación a través de la organización”. En
el apartado 4.1b) se requiere “Determinar la secuencia e interrelación de estos procesos” y en el
apartado 7.1 se matiza: “La organización debe planificar y desarrollar los procesos necesarios para
la realización del producto”
Procesos Estratégicos:
Procesos estratégicos son los que permiten definir y desplegar las estrategias y objetivos de la
organización. Los procesos que permiten definir la estrategia son genéricos y comunes a la mayor
parte de negocios (marketing estratégico y estudios de mercado, planificación y seguimiento de
objetivos, revisión del sistema, vigilancia tecnológica, evaluación de la satisfacción de los clientes…).
Sin embargo, los procesos que permiten desplegar la estrategia son muy diversos, dependiendo
precisamente de la estrategia adoptada. Así, por ejemplo, en una empresa de consultoría que
pretenda ser reconocida en el mercado por la elevada capacitación de sus consultores los procesos
de formación y gestión del conocimiento deberían ser considerados estratégicos. Por el contrario, en
otra empresa de consultoría centrada en la prestación de servicios soportados en aplicaciones
informáticas, el proceso de desarrollo de aplicaciones informáticas para la prestación de servicios
debería ser considerado estratégico.
Procesos Clave:
Los procesos clave son aquellos que añaden valor al cliente o inciden directamente en su
satisfacción o insatisfacción. Componen la cadena del valor de la organización. También pueden
considerarse procesos clave aquellos que, aunque no añadan valor al cliente, consuman muchos
recursos. Por ejemplo, en una empresa de transporte de pasajeros por avión, el mantenimiento de
las aeronaves e instalaciones es clave por sus implicaciones en la seguridad, el confort para los
pasajeros la productividad y la rentabilidad para la empresa. El mismo proceso de mantenimiento
puede ser considerado como proceso de apoyo en otros sectores en los que no tiene tanta
relevancia, como por ejemplo una empresa de servicios de formación. Del mismo modo, el proceso
de compras puede ser considerado clave en empresas dedicadas a la distribución comercial, por su
influencia en los resultados económicos y los plazos de servicio mientras que el proceso de compras
puede ser considerado proceso de apoyo en una empresa servicios.
Los procesos pueden ser industriales (en los que entran y salen materiales) o de gestión (en los que
entra y sale información).
Los procesos existen en cualquier organización aunque nunca se hayan identificado ni definido:
los procesos constituyen lo que hacemos y cómo lo hacemos.
En una organización, prácticamente cualquier actividad o tarea puede ser encuadrada en algún
proceso.
No existen procesos sin un producto o servicio.
No existe cliente sin un producto y/o servicio.
No existe producto y/o servicio sin un proceso.
La Gestión por Procesos conlleva:
Glosario de Términos
Es conveniente aclarar algunos conceptos antes de adentrarnos en los detalles de la gestión por
procesos. Se incluye a continuación un glosario de términos relacionados. Algunas de las
definiciones reflejadas están establecidas en la Norma ISO 9000:2000.
Actividad:
Cada uno de los elementos en los que se puede desglosar un proceso. Las actividades a su vez se
pueden desglosar en Tareas.
Eficacia:
Extensión en la que se realizan las actividades planificadas y se alcanzan los resultados planificados
(ISO 9000:2000, 3.2.14)
Eficiencia:
Relación entre el resultado alcanzado y los recursos utilizados (ISO 9000:2000, 3.2.15)
Indicador:
Parámetro que permite evaluar de forma cuantitativa la eficacia y/o eficiencia de los procesos. Los
indicadores pueden medir la percepción del cliente acerca de los resultados (indicadores de
percepción) o bien variables intrínsecas del proceso (indicadores de rendimiento). Es recomendable
que la organización establezca indicadores de rendimiento y/o percepción al menos de sus procesos
estratégicos y clave.
Instrucción:
Descripción documentada de una actividad o tarea. Macroproceso:Conjunto de Procesos
interrelacionados y con un objeto general común.
Mapa de Procesos:
Diagrama que permite identificar los procesos de una organización y describir sus interrelaciones
principales.
Misión:
Enunciado que describe la razón de ser de una organización. ”Lo que somos”. La descripción de la
misión debería incluir, según el caso, la respuesta a las siguientes preguntas:
Procedimiento:
Forma especificada para llevar a cabo una actividad o proceso (ISO 9000:2000, 3.4.5)
Proceso:Conjunto de actividades mutuamente relacionadas que interactúan, las cuales transforman
elementos de entrada en salidas (ISO 9000:2000, 3.4.1)
Producto:
Resultado de un Proceso (ISO 9000:2000, 3.4.2)
Registro:
Documento que presenta resultados obtenidos o proporciona evidencia de actividades
desempeñadas (ISO 9000:2000, 3.7.6)
Sistema:
Conjunto de elementos mutuamente relacionados o que interactúan (ISO 9000:2000, 3.2.1) Sistema
de Gestión:Sistema para establecer la política y objetivos y para lograr dichos objetivos (ISO
9000:2000, 3.2.2) Visión:Enunciado que describe la situación futura deseada de una organización.
“Lo que queremos ser” o “Cómo queremos ser vistos” en un plazo de tiempo determinado.
Puede definirse la Satisfacción del Cliente Externo como la expresión de la evaluación que hace el
cliente del impacto que el producto/servicio tiene sobre él.
La importancia de estos dos aspectos no sólo para el buen funcionamiento del sistema de gestión
de la calidad, sino también para alcanzar la efectividad empresarial, se evidencia en el
reconocimiento que de ellos se hace en dos de los principios que identifican las normas
internacionales de la familia ISO 9000 y de su empleo “…con el fin de conducir a la organización
hacia una mejora en el desempeño”, (NC ISO 9000, 2005, 6).
Cuando no se mide la Satisfacción del Cliente Externo, la empresa trabaja a ciegas y no llega a
comprender cómo sus esfuerzos y recursos no le reportan los resultados esperados.
Medir la Satisfacción del Cliente Externo representa obtener la información necesaria para alimentar
la Mejora Continua de la Calidad, por lo tanto, resulta indispensable llevar a cabo esta medición de
forma que sea posible conformar las ofertas que el Cliente Externo demanda.
Lógicamente, un análisis que se centre sólo en la Satisfacción del Cliente Externo resulta incompleto
ya que este es sólo un indicador que forma parte de un sistema de indicadores económicos, sociales
y ambientales, entre otros, que son expresión de los aspectos esenciales interdependientes que
determinan los destinos de la empresa.
Con el propósito de proporcionar mayor utilidad práctica al análisis de esta relación Satisfacción del
Cliente Externo / Mejora Continua de la Calidad, se incluyen seguidamente algunos elementos del
comportamiento de la medición de la Satisfacción del Cliente Externo y su empleo en un grupo de
entidades cubanas.
En una primera versión del trabajo que aquí se presenta se contó con la información brindada por 2
especialistas del área de Recursos Humanos y 10 especialistas de la de Calidad, y 8 directivos de
esta última, a lo que se adicionó la experiencia personal acumulada y compartida con otros
especialistas y directivos, 120 de ellos alumnos, muchos de ellos hoy graduados de la Maestría en
Procesos Gerenciales y de la Maestría en Gestión de la Calidad y Ambiental que desarrollaron
dinámicas grupales para debatir y analizar el tema de la Satisfacción del Cliente Externo, como parte
de la evaluación de los ocho principios que tributan al buen funcionamiento de los Sistemas de
Gestión de la Calidad.
Para el presente documento se validaron los resultados obtenidos en el año 2010, ahora con
especialistas de 27 empresas participantes en la Maestría en Gestión de la Calidad y Ambiental en
el año 2013. Básicamente los resultados no muestran grandes variaciones considerando, el período
de tres años transcurrido entre uno y otro trabajo.
Los principales resultados muestran que:
En los casos en que verdaderamente se han tomado en cuenta los criterios de mejora recibidos, se
reportan beneficios:
organizativos
a las características del producto
tecnológicos
en la reducción del tiempo de espera del servicio
en las facilidades en horarios de servicio
en nuevos productos/servicios
Para una mejor comprensión de la naturaleza del marketing de los servicios, se hace necesario el
análisis de los servicios junto con su definición y las características del mismo. El servicio según
Hernández-Bravo (2014) es definido como todas aquellas actividades identificables e intangibles que
son el objeto principal de una operación que se concibe para proporcionar la satisfacción de las
necesidades de los consumidores.
Por otra parte, atendiendo a la definición de García-Muñoz (2003), este puede ser definido como
todo acto o función que una parte puede ofrecer a otra, que es esencialmente intangible y no da
como resultado ninguna propiedad. Su producción puede o no vincularse a un producto físico.
Sin embargo, una definición universalmente aceptable de los servicios hasta ahora no se ha logrado.
No obstante, la autora de la presente investigación considera estas definiciones como válidas,
centrando su análisis fundamentalmente en sus cualidades o características más allá de la definición
del mismo. Se destacan como características fundamentales las siguientes:
Otra de las características del servicio radica en su naturaleza, que permite determinar los elementos
que más peso poseen en el servicio y así orientar las acciones de mejora. Si el servicio se centra en
las personas o en las posesiones de las personas y qué tipo de acciones se ejercen sobre los
anteriores. Esas acciones pueden ser tangibles o intangibles y pueden estar orientadas como se
describe a continuación (Mediavilla Saldaña, 2008):
Orientadas a los clientes físicos: requiere en gran manera la acción de uno o varios activos
sobre las personas. La presencia física del cliente es necesaria para recibir el servicio.
Orientadas a las mentes de los clientes: a diferencia del anterior la presencia física no es
necesaria y las acciones prominentemente son intangibles. Se enfocan más en las mentes
del cliente y por ello permite que se pueda prescindir de la presencia de este. Una
capacitación puede ser recibida en una instalación física o ser recibida a distancia por medio
del Internet.
Orientada a las posesiones físicas de los clientes: no necesita que el cliente este presente,
pero si la posesión física de este. Por ejemplo: el servicio de lavandería. Requiere de las
prendas, pero no así de la presencia del cliente para poderlo prestar.
Orientada a las posesiones intangibles de los clientes: la participación directa del cliente no
en todos los casos es necesaria. Un ejemplo de esto puede ser servicio legal donde el cliente
hace su requerimiento y presenta información. El proceso puede continuar sin la presencia
o participación de cliente. (Melara, 2013)
Por otra parte, siguiendo los criterios propuestos por Lovelock (1984), pueden existir otras categorías
de análisis que caracterizan las acciones a realizar para mejorar los servicios con un enfoque de
marketing:
Si el servicio es visto desde un punto de vista de marketing, tanto los bienes como servicios ofrecen
beneficios o satisfacciones; tanto bienes como servicios son productos.
La gestión del marketing de los servicios ofrece múltiples oportunidades para potenciar el interés de
los clientes por las organizaciones. En diversas literaturas es posible identificar estrategias a tener
en cuenta por cualquier empresa de servicios que pretenda desarrollar mejoras a sus procesos para
incrementar la satisfacción del consumidor, estas estrategias han sido desarrolladas sobre la base
de las características de los servicios mencionadas anteriormente. Algunas de estas estrategias
serán expuestas a continuación:
La gestión tradicional ha evolucionado hacia la plena satisfacción del cliente y su fidelización por lo
que cada persona concentra su esfuerzo en la tarea que tiene asignada, tratando de hacerla
conforme a las instrucciones y especificaciones recibidas, lo que hace que trabajen para elevar la
calidad de sus prestaciones.
Se conoce que los procesos de una empresa se organizan en torno a uno o varios objetivos macros,
los cuales deben alcanzarse a través de una o más estrategias. De éstas surgen procesos que se
desagregan en subprocesos, que a su vez están constituidos por actividades y éstas por tareas. Por
lo tanto, un proceso puede definirse como un conjunto de actividades, las cuales deben cumplir las
características siguientes:
Varios artículos publicados por diferentes autores entre ellos Rey Reteiro (2007) plantean que la
gestión por procesos es la forma de gestionar toda la organización basándose en los procesos.
La gestión por procesos concentra la atención en el resultado de los procesos no en las tareas o
actividades ya que hay información sobre el resultado final y cada miembro de la organización sabe
cómo contribuye el trabajo individual al proceso global; lo cual se traduce en una responsabilidad
con el proceso total y no con su tarea personal.
El principal objetivo de la Gestión por procesos es aumentar los resultados de la empresa a través
de conseguir niveles superiores de satisfacción de sus clientes, además de incrementar la
productividad a través de:
Las compañías, una vez gestionan sus procesos, pueden hacerlo en base a dos enfoques
fundamentales: por funciones y por procesos. La elección marca diferencias teniendo en cuenta las
propias características de ambos tipos de gestión, las cuales se exponen a continuación, toda vez
que resulta importante su entendimiento antes de acometer el análisis y mejora de cualquier proceso
en particular.
Desde Sócrates sabemos que la duda –“sólo sé que no sé nada”– es consustancial al conocimiento.
Así en la filosofía como en la acción política. También en la vida cotidiana. En la carta epílogo que
cerraba La mirada del otro (RBA, 2011), me dirigía así a las nuevas generaciones: “Debéis saber
que la fortaleza de una persona no se mide por la fuerza con la que impone sus convicciones, sino
por la firmeza con la que se mantiene en sus dudas”. Raimon supo decirlo de manera mucho más
concisa: “L’única seguretat, / l’arrelament dels meus dubtes”. Cuando desde la política, como pasa
ahora con el proceso independentista, se penaliza a los dudosos, el debate democrático se deteriora.
No importan tanto las razones del otro como la fe ciega en el relato propio. La democracia deja de
ser el arte de resolver civilizadamente los conflictos para convertirse en un campo de batalla. “Todos
los soldados del PDECat están dispuestos a hacer lo que haga falta”, dijo el lunes Marta Pascal.
El lenguaje del proceso es revelador. El filólogo Victor Klemperer explicó que “el lenguaje saca a la
luz aquello que una persona quiere ocultar de manera deliberada, ante otros o ante sí mismo, y
aquello que lleva dentro inconscientemente (...) Las palabras pueden actuar como dosis ínfimas de
arsénico: uno las traga sin darse cuenta, parecen no surtir efecto alguno, y al cabo de un tiempo se
produce el efecto tóxico”. Esta toxicidad se expande por la red, como evidencian los tuits cargados
de hispanofobia de Pere Soler, el nuevo director general de los Mossos. Su perfil de soldado casa
con las exigencias del relato, que ha entrado en su fase de confrontación abierta. Ya no hay
adversarios políticos, sino amigos y enemigos.
En esta lógica de guerra, el blanco de las críticas son los políticos que osan verbalizar sus dudas.
“Barcelona ha perdido un alcalde comprometido [Trias] y se ha quedado con una alcaldesa dudosa
[Colau]”, afirmó Artur Mas en una entrevista al diario Ara (12/VII/2017). La duda no sólo deja de ser
un valor político, sino que se convierte en causa objetiva de despido. Es el caso, en un grado u otro,
de los consellers y altos cargos que se han visto obligados a dejar el Govern de Puigdemont. El
lenguaje del proceso, en paralelo a estas deserciones, ha dejado de lado los eufemismos: el llamado
derecho a decidir, que se fundamentaba en el principio democrático, ha sido reemplazado por el
derecho de autodeterminación –asociado a casos de colonización, ocupación extranjera y regímenes
racistas–, que ha sido presentado por Oriol Junqueras como el primero de los derechos humanos
(sic).
En resumen, el proceso prescinde ahora de los dudosos y los moderados. Sin embargo, como ha
escrito Javier Fernández en El País (14/VII/2017), “ser moderado no consiste en negar el conflicto
(...) Ser moderado consiste en no interpretar la política como un combate, en no achicarla a un
antagonismo que opone un nosotros virtuoso frente a un ellos vicioso”. La moderación, que es hija
de la duda, no es una categoría política, de izquierdas o de derechas, sino una actitud transversal
que es imprescindible para recuperar la razón política.
La Gestión por Procesos o Business Process Management (BPM) es una forma de organización,
diferente de la clásica organización funcional, en la que prima la visión del cliente sobre las
actividades de la organización. Los procesos así definidos son gestionados de modo estructurado y
sobre su mejora se basa la de la propia organización.
La gestión de procesos aporta una visión y unas herramientas con las que se puede mejorar y
rediseñar el flujo de trabajo para hacerlo más eficiente y adaptado a las necesidades de los clientes.
No hay que olvidar que los procesos los realizan personas y, por tanto, hay que tener en cuenta en
todo momento las relaciones con proveedores y clientes.
¿Procesos o Subprocesos?
No todas las actividades de una organización se realizan por procesos. Para determinar si una
actividad realizada es un proceso o subproceso, debe cumplir los siguientes criterios:
La actividad contiene entradas y salidas, se pueden identificar los clientes, proveedores y producto
final.
La actividad puede ser estabilizada mediante la aplicación de la metodología de gestión por procesos
(tiempo, recursos, costes).
Los empleados se concentran más en las necesidades de sus clientes y menos en los estándares
establecidos por su jefe.
Los pasos que se deben seguir, de manera general, para llevar a cabo una gestión por procesos,
son los siguientes:
Identificación de procesos. A partir del análisis de todas las interacciones existentes con el
personal de la organización y clientes externos se realiza un inventario de los procesos.
Clasificación. Entre los procesos que se han identificado, hay que definir cuáles son los
procesos claves, los procesos estratégicos y los procesos de apoyo.
Relaciones entre procesos. Se debe establecer una matriz de relaciones ente procesos.
Entre los diferentes procesos se pueden compartir instrucciones, información, recursos,
equipos, etc.).
Mapa de procesos. Se ha de visualizar la relación entre los procesos por lo que se emplean
diagramas en bloques de todos los procesos que son necesarios para el sistema de gestión
de calidad.
Realizar una experiencia piloto. Este paso constituye la prueba de fuego para desarrollar la
implantación.
Implementar el Ciclo PHVA para mantener resultados. Esta metodología se emplea de forma
inicial en el área piloto escogida. Tras haber conseguido la dinámica de mantenimiento en
ese proceso clave, se eligen otros y se amplía el área de actuación hasta llegar a todos los
procesos de la organización.
La cadena de valor.
La cadena de valor es una herramienta estratégica usada para analizar las actividades de una
empresa y así identificar sus fuentes de ventaja competitiva. A partir de una breve revisión
bibliográfica se ampliará el concepto y su utilidad.
El concepto de cadena de valor se comienza a popularizar hacia 1985 a partir de la publicación del
libro The Competitive Advantage: Creating and Sustaining Superior Performance, del profesor
Michael Porter, quien se basó en la idea de los sistemas empresariales, desarrollada por la firma
McKinsey & Co. a comienzos de la misma década.
Porter fue más allá de ese concepto de amplios niveles funcionales descomponiéndolos en sus
actividades individuales, agregando además que las fuentes de ventaja competitiva, liderazgo en
bajo costo y diferenciación, propuestas en Competitive Strategy: Techniques for Analyzing Industries
and Competitors (1980), dependían de dichas actividades individuales. Así, mediante esta
desagregación, la cadena de valor proveía a la firma con las capacidades de entender sus costos y
de identificar sus fuentes de diferenciación existente o potencial.