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CUADERNOS

DE LA
REALIDAD
NACIONAL
N» 14 OCTUBRE DE 1972
%á>
Trim estral

Bernartl JEANNOT
El problem a mapuche en Chile
Hugo ORMEÑO, Jorge OSSES
Nueva legislación sobre indígenas en Chile
M aría Ester G REBE, Sergio PACHECO, José SEGURA
La cosmovisión mapuche
Wilson CANTON!
Fundam entos para una política cultural mapuche
Christian LALIVE
Sociedad dependiente, “ clases populares” y milenarismo en (
Enrique COLINA, Daniel DIAZ
Ideología del melodrama en el viejo cine latinoamericano
Eugenio M A FFEI, Emilio M ARCHETTI
Estructura agraria y consejos comunales campesinos: situación actual,
análisis y estrategia

NOTAS DE INVESTIGACION
Urs M ULLES
La voz de las cifras (un análisis de las elecciones entre 1957 y 1971)
Franz HINKELAM M ERT
Consideraciones sobre las alternativas del cambio de las estructuras
económicas en Chile
Ariel DORF.MAN
Salvación y sabiduría del hombre común: la teología de
Selecciones del Render's Digest
Luis BRAVO, Sonia SALAS
La salud mental en la enseñanza básica
PROGRAMA DOCENTE SEGUNDO SEM ESTRE 1972

UNIVERSIDAD CATOLICA DE CHILE


CENTRO DE ESTUDIOS DE LA REALIDAD NACIONAL
CUADERNOS
DE LA
REALIDAD
NACIONAL
N9 14 OCTUBRE DE 1972 Trimestral

Bernard JEANNOT

3 El problema mapuche en Chile

Hugo ORMEÑO, Jorge OSSES

15 Nueva legislación sobre indígenas en Chile

fS O María Ester GREBE, Sergio PACHECO, José SEGURA

. T i N L ^ 46 La cosmovisión mapuche

3 .X
^ Wilson CANTONI

Chrislián LALIVE

"i Enrique COLINA, Daniel DIAZ

Eugenio MAFFEI, Emilio MARCHETTI

análisis y estrategia

X p UNIVERSIDAD CATOLICA DE CHILE

¿ CENTRO DE ESTUDIOS DE LA REALIDAD NACIONAL - CEREN


VOTA!- DF. INVESTIGACION

Urs MULLER
La voz de las cifras (un análisis de las elecciones entre 1957 y 1971)

Franz HINKELAMMERT

175 Consideraciones sobre las alternativas del cambio de las estructuras


económicas en Chile

Ariel DO REMAN

186 Salvación y sabiduría del hombre común: la teología de Selecciones del


Reader's Digest

Luis BRAVO, Sonia SALAS

202 La salud mental en la enseñanza básica

209 PROGRAMA DOCENTE SEGUNDO SEMESTRE 1972

213 COMENTARIOS DE LECTURAS

Nota: En nuestro número anterior fue omitido, por un error, el nombre del profesor
Juan NOEMI al pie de su artículo Trascendencia y Transhistoria: la crítica marxista
de la religión, en la página 278.

Los trabajos publicados por Cuadernos de la Realidad Nacional sólo pueden ser reprodu­
cidos con autorización de la Revista.
El problema mapuche en Chile
B ernard J ea n n o t

Sociólogo, Dirección de Asuntos Indígenas

Si intentamos, en breves palabras, ¡singularizar la población mapuche


dentro de la población chilena, debemos previamente precisar que esta
última comprende dos tipos de poblamientos. El primero está constituido
por los descendientes de los colonizadores españoles llegados del Perú
y de las numerosas olas de colonos emigrantes, principalmente de origen
europeo, que se sucedieron en Chile desde la llegada de Almagro en
1536 y sobre todo desde la de Pedro de Valdivia, en 1541. El segundo tipo
está formado por los descendientes de los pueblos aborígenes radicados
en esta parte de América, que antes de la llegada de los conquistadores
españoles no era todavía Chile. En esa época, el mundo, vale decir el
Occidente, terminaba donde empezaban los océanos. Sin embargo, desde
muchos siglos antes, los antepasados mapuches actuales, como cual­
quier otro grupo humano, trabajaban, guerreaban, oraban o festejaban
en la pena o en la alegría. La llegada de los blancos significó para estas
poblaciones y en particular para los mapuches, el status de pueblos con­
quistados, a tal punto que se puede dividir a la población chilena con­
temporánea entre los descendientes de los conquistadores y los descen­
dientes de los pueblos conquistados.
Aunque existen en Chile numerosos otros grupos descendientes de
estos pueblos conquistados, nos limitaremos aquí solamente a los mapu­
ches y ello, por dos razones esenciales: Ellos solos representan más del
80% de los descendientes de estos “ pueblos conquistados” y, además, por­
que su lugar en el orden histórico-social chileno los hace un elemento
de base para cualquier estudio de la realidad chilena contemporánea y
muy principalmente en lo que al sector agrario se refiere.
Intentar comprender por qué el pueblo mapuche “ constituye pro­
blema” en el Chile de 1972, obliga no sólo a remontarse en el curso de
la historia chilena, sino que, sobre todo, a desarmar el mecanismo por
el cual pudo constituirse un Estado chileno cuya existencia era con­
substancial con la disolución, el aislamiento y la negación de una enti­
dad sociocultural. A cuatro siglos de dominación social, política y eco­
nómica, el Gobierno de la Unidad Popular pretende responder por una
liberación del “ hacer” de la minoría mapuche. El “ser” ha sido sufi­
cientemente utilizado para su propia negación para que ya sea tiempo
de reconocer a los mapuches no el simple acceso, sino la participación

3
plena y entera de la praxis nacional. La cuestión no es más quién “ser” ,
siuo qué “hacer” . Es así como nos proponemos exponer las tareas cum­
plidas en este sentido por el Gobierno del doctor Salvador Allende, así
como las grandes líneas de su acción para los años venideros.

I. ORIGEN DEL PROBLEMA

Las teorías sobre el origen de la población del continente americano


son numerosas, así como aquellas sobre el origen del pueblo mapuche.
Estas se enfrentan en discursos más o menos elaborados dentro de
los cuales no nos aventuraremos, y a los cuales remitimos a nuestros
lectores que particularmente podrían interesarse en ellos '. Para noso­
tros, el origen del problema mapuche, en la forma como lo constatamos
en 1972, se remonta a la época en que los conquistadores españoles
irrumpieron en el interior del conjunto sociocultural que formaban los
antepasados de los mapuches actuales. En 1540, cuando la población
blanca era de 154 personas, la de los indígenas, toda rebelada, alcanzaba
al millón. Treinta años más tarde encontramos que, frente a 7.000
blancos se encuentran 450.000 indios pacificados y 150.000 indios rebel­
d es2, o sea, un total de 600.000. En 30 años, el 40% de los indios, vale
decir, 400.000 individuos, han desaparecido. Lo menos que se puede decir
es que la Conquista no fue un movimiento pacífico, sobre todo si se
considera que en las postrimerías del siglo XIX, es decir, después de
tres siglos de la llegada de los primeros españoles, la población mapuche
no puede ser estimada en más allá de 150.000 personas.

1. La irrupción violenta

Frente a estos conquistadores sedientos de territorios para poblar, de


mercados para conquistar, de almas para convertir, de lógica a expandir,
el pueblo mapuche ofrecerá resistencia durante más de tres siglos (en
una de las guerras más largas de la historia universal), infligiendo a
los invasores bajas que fluctuaron entre veinticinco y cincuenta mil sol­
dados. La guerra de Arauco comienza como una guerra de resistencia
tribal. Su objeto es defender la zona o región en que están compren­
didas sus tierras atacadas por los conquistadores. Pero el sometimiento
de miles de indios, destinados a la explotación agrícola y minera, intro­
duce un nuevo factor. Junto a las tribus que defienden sus tierras se
levantan los indios explotados. Ya no es sólo una guerra de resistencia;
es también una guerra que reviste caracteres de lucha social. Los con­
quistadores y encomenderos representan una i potencia extranjera en
lucha invasora contra un pueblo de menos desarrollo histórico que se
une y actúa como una clase3.
Esta resistencia obliga a los estrategos de la conquista a reconocer
que ella ha estado mal planteada y que hay necesidad de revisarla. Para
ello, “ lo primero era salvar la zona comprendida entre el Maulé y el

1 Ver, sobre todo, Handbood of South American Indians, de Cooper Johan, 1946, donde, entre otras
cosas, se encuentra una amplia bibliografía.
2 Mellafe, Rolando, La introducción de la esclavitud negra en Chile; Tráfico y rutas. Santiago, Ene.
H. S. Ltda. 1959, p. 261.
3 Para más detalles sobre ese período, ver: Vítale, Luis, Interpretación Marxista de la Historia de
Chile, Tomo I, Pía, 1971.

4
Biobío” 4. Es así como el 9 de enero de 1641 fue firmado el Tratado de
Quilín, por el cual se reconocía formalmente el Biobío como el límite
norte del territorio de la Araucanía. Pero en el hecho, este no fue jamás
reconocido porque entraba en contradicción con la insaciable acumula­
ción primitiva de capital de los encomenderos y la racionalidad de la
conquista de América. Y tanto es así que, mientras los españoles con­
solidaban sus posiciones, proseguía la penetración en el territorio de
la Araucanía. Esta segunda fase de la irrupción primera estará caracte­
rizada por incesantes combates de tipo guerrillas, así como periódicos
levantamientos armados de carácter general, y luego, por la imposi­
ción ya irreversible de la cultura dominante. A través de la dinámica
histórico-social, movilización-desmovilización de los mapuches (conse­
cuencia de innumerables convenios resultantes de las guerrillas o le­
vantamientos o viceversa), se introducirá el conocimiento y uso de
nuevos cereales, de nuevos vegetales, de animales domésticos (caballos
y bueyes, principalm ente), el uso de los metales, e t c .. . , todos éstos
aportes materiales a los cuales debe agregarse la miscegenación, la ins­
talación de colegios, sobre todo dirigidos por misioneros católicos, la
introducción del valor de cambio, de la economía monetaria en una so­
ciedad que sólo conocía el valor de uso y la economía natural sin mer­
cado. Consecuentemente, todos esos valores occidentales tienden a re­
constituir adentro de la psique que los adopta, la estructura mental que
ellos expresan.
Es así como durante dos siglos y medio de dominación española, el
pueblo mapuche va a vivir entre la guerra y la paz, las torturas de
su desaparición física, a través de la guerra, represión y mestizaje, de
su negación territorial (a través de la ocupación), de su desintegración
política, social y cultural (a través de la instalación cada vez más as­
fixiante de un dominio extranjero, con su idioma, sus leyes y sus prohibi­
ciones) ; en suma, de su dominación económica (a través de la implan­
tación de una economía de mercado).
Se comprenderá fácilmente que el grado de resistencia de un pueblo
tiene sus límites. Es así como al comienzo del siglo XIX, en la época
de la constitución de la República de Chile (1810), las confrontaciones
militares van a disminuir y casi desaparecer por completo. En efecto,
en la lucha para imponer la cultura occidental, la alienación no es sólo
experimentada por el pueblo explotado, sino también por el pueblo ex­
plotador. En Chile, como en numerosos otros países de América latina,
este último es oprimido por el mismo opresor de aquellos que él contri­
buye a dominar. Se trata de un imperialismo que se da a diferentes nive­
les. Este simple hecho explica, por una parte, el advenimiento de la Re­
pública chilena y, por otra parte, la circunstancia de que este adveni­
miento no solamente no haya modificado la estructura de relaciones
sociales generadora del poder económico y político, sino, por el con­
trario: la estructura de poder de la República constituida es la antigua
estructura ahora fortalecida y ampliada por la independencia.
La ideología liberal y democrática de los artífices de la liberación
chilena va ahora a chocar con la estructura de poder real de los terra­
tenientes. Con la Independencia, la política del Estado chileno relativa
a la integración nacional del mapuche va a expresarse fundamental­

4 Encina, Francisco, Historia de Chile, Tomo II, pp. 366-367, Santiago, 1949.

5
mente en la legislación sobre el “ indígena” y en el subsistema legal de­
rivado de ella. Esta política será la resultante de dos concepciones que
se enfrentan. La primera concepción o el primer sistema, como lo ex­
presa Ignacio Domeyko 5 “ se fúnda casi exclusivamente en la fuerza, en
el terror, en la propaganda por las armas” . Esta concepción radical se
fundamenta en la inferioridad intrínseca, consustancial del indígena
(es decir, siendo parte de la esencia misma de la naturaleza del in d io ):
“por la naturaleza de carácter, el indio es indomable, enemigo encar­
nizado de los cristianos, feroz, opuesto a todo orden y disciplina, alta­
nero y atrevido” . Fluye de ello una política racista y destructiva. La
segunda posición o el segundo sistema, impregnado, por el contrario, de
la idea de la unidad del espíritu humano, trata de reconocerle un
lugar al indígena en la medida en que éste acepta el modelo universal,
el único válido, el m e jo r. . . , etc., que se le propone. Esto es lo que
Domeyko expresa cuando afirma: “ El objeto principal que se propone,
no puede ser otro que el de reforzar aquellas ideas, costumbres e incli­
naciones de la población india, que más se oponen a su verdadera civi­
lización” . Entre estas dos posiciones tan reductoras la una como la otra,
la política del Gobierno va a ser una oscilación permanente entre sus
propios intereses, los intereses del Estado y los supuestos de la población
indígena.

2. La irrupción legal

Toda la historia del pueblo mapuche, desde la independencia chilena y


hasta nuestros días, puede colocarse bajo el signo de la “ irrupción
legal” , como sucesora de la “ irrupción violenta” que caracterizó a la
colonización española. Esta irrupción ofrecerá, durante el curso de la
evolución histórico-social del sistema chileno 6 diversas formas y con­
tenidos, sin que en ningún momento su objetivo central deje de ser el
de tratar de “ subordinar al mapuche a las estructuras nacionales y re­
gionales del poder económico y político e integrarlo a la nación me­
diante su desaparición como minoría nacional” . Este objetivo es justi­
ficado en nombre del progreso nacional y en nombre de la civilización
y desarrollo del mapuche, en la medida en que desaparezca como mi­
noría étnicamente diferenciada y atrasada. (En toda la legislación,
incluso en proyectos legislativos, no se encuentra una sola afirmación
de respeto o estímulo a la personalidad cultural distinta del indígena) 7.
Esta irrupción legal puede dividirse en tres etapas sucesivas:

a) El período de plena capacidad jurídica del indígena, que va desde


el Reglamento - Ley de 1813 hasta la Ley de 1852

Este período, impregnado del espíritu igualitario de la Revolución Fran­


cesa, lleva a O’Higgins, en 1819, a dictar un decreto mediante el cual
se transformaba a los indígenas en ciudadanos de pleno derecho, para

5 Ignacio Domeyko, Araucanía y sus habitantes, Editorial Francisco de Aguirre, segunda edición,
Santiago, 1971.
6 Sobre la noción de sistema, estructura y objeto, ver, Racionalidad e Irracionalidad en Economía,
Maurice Godelier, Ed. Maspero, París, 1968.
7 Para todo lo que trata de la legislación indígena nos hemos largamente ayudado deP excelente
trabajo de Wilson Cantoni: Legislación indígena e integración del mapuche, diciembre 1969, San­
tiago, Chile.

6
terminar con la situación en que “ nacían esclavos, vivían sin participar
de los beneficios de la sociedad y morían cubiertos de oprobio y miseria” .
Bajo este régimen, cuyo análisis resulta esencial para la comprensión
de la política tradicionalmente adoptada de integración del indígena, la
sociedad mapuche se va a encontrar sin ninguna defensa y privada de
toda justificación de resistencia. Bajo el manto del ideario liberal de
igualdad formal de derechos se va a pulverizar personas y grupos efec­
tivamente desiguales en su fuerza económica y cultural.
Con el tiempo, el Estado va a querer extender su dominio sobre la
Araucanía, que de territorio administrativamente no organizado pasará
a gozar de la misma estructura administrativa que el resto del país.
Para el Estado chileno, la zona de la Frontera, la Araucanía, va a ser
reemplazada por las provincias de Biobío, Arauco, Mailleco, Cautín,
Valdivia, Osorno y Llanquihue. Si se quería poblar esas provincias, ha­
bía que detener la implantación anarquista de pioneros (en la frontera
del banditismo) y retomarla en forma ordenada y metódica. En efecto,
si el Estado pasa a caucionar la instalación de colonos, tanto chilenos
como extranjeros (alemanes, franceses, suizos. . . ) tiene que asegurar
sus protecciones y defensas frente a las bandas de aborígenes que en
todo momento podían hacerlos objetos de sus ataques. Por ello, y como
corolario del establecimiento de la gran propiedad, se impone la crea­
ción de la propiedad indígena. Es así como llegamos al segundo período
de esta irrupción legal.

b) El periodo de pacificación y de radicación. De 1853 hasta 1929


Lo que puede presentarse como una conquista de la población mapuche
no resulta en la realidad sino la consagración del fenómeno de domi­
nación, de pulverización, de desintegración experimentados por la so­
ciedad mapuche.
A partir de 1852, es decir, después de una treintena de años de la
supuesta igualdad de derechos, la colonización espontánea, es decir,
anarquista, violenta, efectuada por los particulares, crea una cierta
efervescencia propicia a la reanudación de los combates por parte de
los mapuches, a la cual responde una especie de “ fiebre acaparadora”
de los colonos ya instalados y de los recién llegados. El Estado, enton­
ces, deseoso no solamente de dirigir, sino de consolidar su política de
colonización, debe tomar medidas para terminar con un liberalismo des­
tructor que puede llegar a su eliminación misma. Es así como la ley de
4 de diciembre de 1866 prohíbe a los particulares la compra de terrenos
indígenas que no tienen títulos de dominio, quedando sólo el Estado
exceptuado de dicha prohibición. (Se exige de los aborígenes la pre­
sentación de un título de dominio, pero tanto en la teoría como en la
práctica éstos eran casi imposibles de conseguir, tanto por el aisla­
miento geográfico y cultural de los mapuches, cuanto por la ambigüedad
de las leyes). Una comisión de ingenieros radicará a los indígenas en
los terrenos que estén ocupando de modo efectivo y continuado por el
plazo de un año, pasado el cual pasarán a ser dueños legales mediante
la donación de un título de merced en nombre de la República. Las
demás tierras se refutaron baldías y, por consiguiente, del Estado. La
extensión del derecho de propiedad al indígena es hecha tanto a título
individual (propiedad particular de un indígena) como a título comu­
nitario.

7
Esta ley ha sido acusada de haber creado el problema de las comu­
nidades indígenas, al reconocer el derecho de propiedad en forma co­
munitaria. Pero la ley no creó la comunidad indígena, que preexistió a
ella, sino que tuvo que ajustarse a la realidad de la organización social
del indígena, que no contenía el concepto ni la norma de la propiedad
privada del suelo. Además, era del interés del Gobierno utilizar la
ascendencia y el liderato de los caciques (lo que habría sido imposible
con la desorganización de la base social de ese liderato) 8, como medida
táctica y transitoria. Es decir, que el reconocimiento de la comunidad
indígena no buscó la conservación deliberada de la etnia mapuche, sino
más bien fue la condición previa de su negación. Por ejemplo, el criterio
adoptado de ocupación continuada y efectiva de un año, por lo menos,
para la donación del título de merced, tiende no solamente a privar al
indígena del territorio natural que él ocupaba reduciéndolo a la por­
ción cultivable durante un año, sino que rompe el sistema económico
aborigen con el sistema de rotación de tierras y, a través de éste, la
organización política y social de todo el grupo étnico.
Es así como, mediante 30 años, de 1853 a 1884, va a producirse lo
que podríamos llamar la planificación de la colonización del territorio
hasta allí ocupado por los mapuches, y es merced a la política de paci­
ficación basada en el reconocimiento de título de merced, respecto a lo
cual es significativo hacer notar que no comenzó a ser otorgado sino
en 1884, después del aplastamiento del último levantamiento mapuche.
Durante casi 50 años se otorgaron títulos de merced. Este tiempo
va desde los años 1884 a 1929, período que dejó, a pesar de las leyes dic­
tadas en su transcurso, toda libertad a los colonos, para “ arreglar” ,
los deslindes de sus propiedades. Para tener una idea aproximada del
proceso de radicación, es decir, de concesión de tierras a la población
mapuche, basta decir que entre 1884 y 1929 se otorgaron 3.078 títulos
de merced con 475.423 hás. en beneficio de 77.751 indígenas, lo que re­
presenta aproximadamente 6,1 há. por persona. A título de comparación
y para justificar nuestros ataques a esta legislación, podemos agregar
que en ese mismo período el Estado chileno otorgó a colonos 9.000.000 de
hás. que representaron la superficie total de las provincias de Bío-Bío
a Llanquihue, restada ya la superficie otorgada a los mapuches. Mien­
tras que se distribuía en promedio 6,1 há. a cada mapuche, se entre­
gaba a cada colono lotes de quinientas hectáreas.
Sin embargo, la propiedad indígena quedaba, por una parte, como
una espina clavada en el afán de acumulación de la gran propiedad.
Por otra parte, el sector latifundista necesitaba más que nunca una
mano de obra barata, inculta y enteramente sometida. A estos dos
problemas las “ reducciones” oponían un obstáculo insuperable. Se puso
fin a esta situación en 1929, entrándose en la tercera fase de la irrupción
legal.

c) El proceso de división de las comunidades

El proceso de división de las comunidades empezó a implantarse en


1929, de acuerdo a la ley de agosto de 1927, que creara el Tribunal Espe­
cial de División de Comunidades y cuyos defectos y errores hicieron
que fuera reemplazada por la Ley 4.111, de junio de 1931.
La situación legal establecida en 1931 se mantuvo estable por más
de treinta años. Esencialmente sigue vigente hasta el día de hoy. Da

8 Cacique, palabra española para designar Loñko, en mapuche. Representa al jefe de un grupo de
parentesco localizado y esencialmente autónomo.
curso a la política de división de las comunidades, que tiene que ser
pedida, a lo menos, por un tercio de los comuneros (este quórum, sin
ser democrático, de cualquier modo es una victoria del indígena con
relación a la Ley de 1927, que estipulaba que el Tribunal especial pro­
cediera a la división de todas las comunidades, independientemente
de la voluntad de ellos). Por otra parte, el artículo 5 de esta ley (de
1927) era letra muerta, ya que declaraba que “ el Tribunal procedería
previamente, sin forma de juicio, a restituir la integridad de los terre­
nos comprendidos en el título de merced y en los planos respectivos. En
otras palabras, significó que las usurpaciones que hasta la fecha se
producían podían seguir impunes.
Este período va a estar caracterizado por la voluntad del Estado
de poner término a la propiedad indígena comunitaria, procediendo a
la división de los terrenos otorgados años antes. Es decir, que después
de haber desposeído a la sociedad mapuche de la integridad de su terri­
torio, de habérselo confundido entre 9.000.000 de hás., haciendo impo­
sible todo reagrupamiento social, toda ayuda mutua, todo fortaleci­
miento de su unidad, el cuerpo social desmembrado, se ha llegado al
extremo de su liquidación por la ruptura del último “ significado” de su
unidad. En efecto, esta división, que ha hecho del mapuche un minifun-
dista sin acceso al crédito, sin acceso a la educación, sin acceso a los
circuitos que le permitirían salir de su estado de dominación, lo deja
en un estado subproletario. Una vez la comunidad dividida, el indíge­
na ebtiene el derecho de vender su propiedad libremente, lo que es una
manera suplementaria de obligarlo, aún más rápidamente, a integrarse
al subproletario de las ciudades o del campo. Quitando la tierra al ma­
puche, después de habérsela concedido “ con gotero” , se le priva, no
solamente de la posibilidad de vivir, sino, lo que es más grave, se borra
a la fuerza su ser social diferente, se borra de golpe la minoría nacional.
En resumen, el origen del problema, que se remonta a la irrupción
de los españoles, es la consecuencia lógica de la colonización de Chile
por las poblaciones blancas. A la dominación violenta e impuesta sucede
la dominación legalizada, que bajo la máscara del interés de la minoría
nacional mapuche, no ha hecho más que radicalizar su tarea de disolu­
ción. Toda la historia de esta dominación es la historia de la incapaci­
dad de la clase dominante, desde los conquistadores hasta los sectores
medios y urbanos, de resolver el problema que planteaba y plantea aún
hoy día la población mapuche como minoría nacional. Pero, ¿cuáles
pueden ser las características de esta minoría, hoy día?

II. EL ESTADO ACTUAL DE LA MINORIA NACIONAL MAPUCHE

De los cuatro grupo aborígenes que forman parte de la nación chilena,


los aymarás del norte, los mapuches en el sur, los fueguinos en el extre­
mo sur y los nativos de la Isla de Pascua, los araucanos o mapuches son,
sin lugar a dudas, los más numerosos e importantes, como ya lo hemos
señalado. Relevante también es el hecho de que están enclavados en
una extensa zona que abarca alrededor de siete provincias de la región
centro-sur del país, de gran importancia agrícola, en la que son afec­
tados, cada día más y de manera directa por el proceso de Reforma
Agraria.
Los mapuches constituyen en Chile una subcultura nacional, y al
referirnos al concepto de subcultura no lo hacemos en tono peyorativo,
sino constatando lisa y llanamente la existencia real de una cultura
con matices propios diferenciados de la cultura mayoritaria del país.
Sin embargo, al mismo tiempo los mapuches son parte del campesinado
chileno y comparten con él la opresión de una clase.

9
a) Estado antropológico

No estamos muy seguros de no caer en un mito huinca9 al intentar ha­


cer una síntesis antropológica del pueblo mapuche. Conceptos como la
“ negritude” en Africa, el indianismo en México, son mitos creados por
los blancos y muchas veces asimilados por la clase dominante autóc­
tona. En este sentido, el nacimiento de la “ indianidad” chilena, no es
quizás sino el reverso de una percusión suscitadora de un nuevo racismo
contra la “ abolición de la diferencia en la transparencia” .
En todos los casos en que los mapuches utilizan sus últimas parti­
cularidades como el “ significante” de su opresión o aun usan su idioma
como una metalengua de contra-dominación, nosotros tenemos que so­
brepasar el juego peligroso de la definición del indio por una oposición
interna a una pareja dicotómica indio/ladinos, mestizo, descendiente
de español, conquistador o huinca. El peligro, aquí, no está en la dife­
rencia, sino en el riesgo de pasar de una situación de dominación a otra,
por una falta de clarividencia que consistiría en continuar afirmándose
bajo el sello de la opresión con el fin de ganar una liberación mayor.
Sabemos que es propio de la liberación ser infinita y -ser como paso
obligado de la estructura en evolución (entendemos por eso el aspecto
positivo, dinámico, de todo sistema y por consecuencia de toda estruc­
tura) 10.
Estas pocas líneas eran sin duda necesarias para ponernos en guar­
dia ante la facilidad de caer en un indianismo irreal y etnocéntrico.
Definir en algunas frases el estado antropológico de la sociedad ma­
puche es definir el estado de su totalidad n . La población mapuche se
estima, hoy en día, en alrededor de 600.000 personas, de las cuales 450.000
estarían repartidos en el sector rural y 150.000 en el sector urbano. Esta
población urbana doblemente o triplemente desplazada, constituye un
subproletariado submiserable y explotado, condenado a las tareas más
bajas. Se distribuye en gran parte en las tres grandes ciudades de
Chile: Concepción, Valparaíso y Santiago. Los mapuches ,que viven en
ciudades de segunda importancia no pueden ser contados como verda­
deramente urbanos por la estrechez de los lazos que guardan aún con
el sector rural vecino.
Los 450.000 mapuches del sector rural se reparten en las 7 provincias
del centro-sur de Chile, de Bío-Bío a Llanquihue, entre los 37° y 40° de
la latitud sur.
La antropología piensa el acontecimiento en el seno de una estruc­
tura y discierne las estructuras a través de los acontecimientos. En
este sentido la única estructura que nos permite pensar al mismo tiempo
en la identidad y la diferencia es la del sistema económico que en su
totalidad nos obliga a buscar su nexo interno o su relación de corres­
pondencia con los otros sistemas que pueden, en función de la historia,
dominar o ser dominados por él. Evidencia aún más clara cuando se
trata del estudio de una sociedad en transición 12 como es la sociedad
mapuche. De un sistema seminómade basado en la caza, la recolección
y la agricultura, hemos pasado a un sistema sedentario, esencialmente
agrícola, en unidades culturales geográficamente dispersas y aisladas
las unas de las otras. A través de una transformación obligada de la
racionalidad económica se han transformado las otras racionalidades,
como el sistema de parentesco, el sistema político y e¿ sistema religioso.

J* Huinca — extranjero, quien no es mapuche y por extensión palabra que designa los blancos en
mapuduojún (idioma mapuche).
10 Sobre los problemas de dicotomías: colonizador/colonizado; dominador/dominado; explotador/ex-
plotado con aplicación a la “ Judaidad” . y er los libros de Albert Memmi.
11 Notaremos que la acción del hombre es adelantar una situación histórica dada, determinada, de
constituir una nueva totalidad. La acción revolucionaria debe adelantar esta totalidad.
12 Mischa Titiev, Araucanian Culture in transition, University of Michigan, 1951.

10
El modo de producción actual es de autoconsumo, esencialmente
individual, incluso si persisten, cada vez menos, ciertas manifestaciones
comunitarias como el “ mingaco” , que reúne un grupo egocéntrico de
parientes y amigos del organizador, o el “ keluwn” , en el cual participa
menos gente, solamente parientes y vecinos cercanos del organizador,
manifestaciones que aún dan lugar a todo un sistema de prestaciones
y contraprestaciones mal conocidas por falta de estudios profundos. Los
intercambios se hacen a la vez a „ravés del sistema global (economía
monetaria) y a través del “ trueque” . Este último parece más bien res­
ponder a una situación de profunda inferioridad económica (se estima
que el nivel de ingreso de una familia mapuche es de E° 4.500 al año)
más que a un verdadero intercambio socioeconómico.
Los sistemas socio-político y de parentesco parecen haber sido
prácticamente destruidos por la autoridad chilena cercana. La autori­
dad interna, aunque limitada, de las comunidades, es una organización
informal que reagrupa a hombres de buena posición económica, según
el criterio mapuche, y que puede representar la opinión pública. El
sistema de parentesco de carácter patrilinial (parece ser el resultado
de la manera en que fueron entregados los terrenos, a través de los
títulos de merced) tiende cada vez más a no reagrupar sino a la familia
nuclear, antes de la disolución de la familia extensa. “ En términos
generales se puede decir que la formación de las reducciones tuvo como
consecuencia el debilitamiento de la organización sociopolítica de los
mapuches hasta tal punto que virtualmente desaparecieron las autori­
dades formales internas; los grupos más amplios gradualmente pier­
den su significado organizador e integrador y crece la independencia y
aislamiento del grupo familiar” 13.
El sistema religioso, basado sobre la machi, debilitado por la acción
de los misioneros, parece confundirse con las fiestas que, como el ngui-
llatún, constituyen las /últimas manifestaciones de encuentros de los
componentes de cada comunidad o del conjunto de comunidades. Final­
mente, la unidad de la sociedad mapuche se da básicamente en térmi­
nos de identidad sociocultural. Esta identidad se logra para los mapu­
ches a través de criterios difusos y tan variados como: los rasgos físicos,
los apellidos, el idioma, ser habitantes de una reducción, la posesión de
una cultura propia y diferenciada de las otras culturas aborígenes chi­
lenas y de la sociedad global, etc. Si bien es cierto que la sociedad ma­
puche, como minoría nacional, existe, no es menos cierto que cada vez
es más difícil discernir su originalidad “ esencial” fuera de la sociedad
dominante que la engloba.

b) Estado sociológico y estructural

Como acabamos de verlo, toda caracterización de la minoría nacional


mapuche pasa por el análisis de las relaciones de ésta con la sociedad
chilena en su conjunto. No es tan seguro que la aculturación form al14
del pueblo mapuche no sea ya un hecho consumado. En todo caso el
paisano mapuche, al igual que su vecino no-mapuche, sufrió la misma
explotación, la misma dominación. El sistema aplicado en el sector rural
chileno ha buscado siempre la desaparición del mapuche como entidad
étnica diferente, no para ingresarlo plenamente a la nación chilena sino
para unirlo al grupo del subproletariado campesino chileno, de manera
que se le aplique el mismo tipo de política. Es así que a la desorgani­
zación de la racionalidad mapuche se agrega el control cada vez más
severo de la tierra, a través del proceso de minifundización. División de
las comunidades, a lo que es necesario agregar la usurpación violenta

13 Milán Stuchlik, El estado actual de la sociedad mapuche. U. de Chile. Documento memo.


14 Ver Bastide, Roger, Le prochain et le lointain, pp. 137-148. Ed. Cujas. París, 1970.

11
o legalizada de las tierras otorgadas por los títulos de merced y el cre­
cimiento demográfico. Hoy en día se calcula que cada indígena en pro­
medio apenas alcanza a tener entre 0,9 y 1,4 hás.
En cuanto al derecho a la educación, la marginación, es decir, la
negación a este derecho, es aún más evidente. Se calcula que de toda
la población mapuche, 30 personas tienen títulos universitarios y más
o menos 300 son profesores primarios. Así, si bien es cierto que toda
estructura social representa una apariencia de realidad, podemos afir­
mar que la realidad de las superestructuras que engloban el modo de
producción y las relaciones de producción de la minoría mapuche, es
objetivamente dominadora, opresiva y reductora. Tres características
conceptuales que se verifican concretamente en la vida cotidiana de
los individuos a través del desarrollo de sus fuerzas productivas. Estas
relaciones sociales se comparten con todos los campesinos chilenos, pero
con una dominación suplementaria: la dominación de su raza. Los
mapuches constituyen una minoría nacional oprimida y son, tal como
Lenin consideraba la situación de los judíos en la Rusia zarista, doble­
mente dominados: dominados como clases y dominados como raza.
La pertenencia objetiva de los mapuches al proletariado chileno
es fácil demostrarla. Su originalidad no está en la “ diferencia” , sino
en el lugar especial que ocupan, por un lado, como clase explotada par­
ticipando en la lucha de clases al lado de todos los chilenos y, por otro,
como minoría nacional, desarrollando una lucha por su reconocimiento
y su integración a la nación: el movimiento es doble y toda la obra del
gobierno de la Unidad Popular consiste en no frenar este dinamismo
revolucionario objetivo, en no impedir el antagonismo de esas dos fuer­
zas, sino que por el contrario, en unirlas para fortalecer la lucha de
clases en el campo. Así es como también la lucha del gobierno es contra
los sectores de derecha, que frente al peligro de la dictadura del pro­
letariado, han buscado siempre su división y, en este cuadro, la exacer­
bación de las minorías nacionales.

III. LAS TAREAS CONCRETAS REALIZADAS POR EL GOBIERNO DE


LA UNIDAD POPULAR

La victoria del Gobierno de la Unidad Popular fue la victoria de la


utopía sobre la ideología. En efecto, si nosotros hacemos de la utopía
una forma especial de la ideología, es decir, “un proceso de pensamien­
to que recibe su impulso no de la fuerza directa de la realidad social,
sino de conceptos tales como símbolos, ficciones, sueños, ideas que son
en el sentido más comprensivo del término, no-existentes” 15, somos lle­
vados a oponer en el interior de nuestra sociedad de clase las ideologías
propiamente tales que “ persiguen un fin de estabilización de la realidad
social” y “ las utopías que tratan, por el contrario, de cambiar esta rea­
lidad” . A este nivel las utopías no pueden definirse como irrealizables.
Esta noción de “ irrealizable” se hace relativa desde el punto de vista
de un orden social determinado, el que domina actualmente. De allí,
la conclusión de un Mennheim, que deja a la utopía todo su valor crea­
dor: “Nosotros consideramos como utópicas todas las ideas que tras­
cienden una situación (que no es solamente la proyección de nuestros
deseos) y que tienen, en alguna medida, el poder de transformar el
orden histórico-social existente” ie.
Pero no es sin razón que Marx y Engels han designado de “ socialis­
mo utópico” las primeras formas del socialismo. Sin ser propiamente
de la “ naturaleza” , ellas tendían a definir lo que debería ser un estado

15 Mannheim, Ideología and Utopia, Londres, 1936 (p. 173 de la trad. esp. México, 1941).
16 Ibid (p. 180 de la trad. esp.).

12
natural de los hombres en sociedad. Nuestra utopía, al contrario, se
coloca en el interior de la lucha de clases y se amarra a la historia. En
este cuadro la Unidad Popular, representada por Salvador Allende, ob­
tuvo el acceso a dos instrumentos esenciales, la ley y la institución.
¿Cómo fueron utilizados estos medios frente al problema mapuche? He
aquí la cuestión a la cual nos proponemos responder.
Las posibilidades legales del gobierno son materializadas por dos
leyes: la Ley de Reforma Agraria N9 16.640, del 28 de julio de 1967, del
gobierno de Frei, y la Ley de Indígenas N-' 14.511, de 3 de enero de 1961,
del gobierno de Jorge Alessandri. La primera consagra la pertenencia
de la sociedad mapuche a la clase campesina chilena, permitiendo su
incorporación a los beneficios de la Reforma Agraria. Esta incorpora­
ción ha sido extremadamente débil durante el gobierno de los demócra-
tacristianos, pues no tanto en los hechos, pero sí en la teoría, ella pre­
suponía la desintegración del pueblo mapuche, es decir su disgregación
como minoría nacional. Esta afirmación no es de ninguna manera gra­
tuita, ya que toda la oposición de los sectores tradicionalmente reaccio­
narios al proyecto de ley expuesto por el Gobierno desde mayo de 1971,
con el fin de reemplazar la ley de indígenas de 1961, descansa sobre
este postulado: todo arreglo del problema mapuche en Chile pasa por
la desaparición de ellos como entidad, grupo, etnia, comunidad, e tc .. . ,
es decir, como minoría nacional.
En efecto, la herramienta legislativa que representa la Ley Indí­
gena N° 14.511, de 1961, obstruye las posibilidades de acción del go­
bierno porque ella vuelve prácticamente a la Ley de 1931, y no sola­
mente sin ningún cambio verdadero, sino además no tomando en cuen­
ta la degradación de la situación del indígena. El crecimiento demo­
gráfico, la pérdida de terrenos por usurpaciones o por venta después
de la división de las comunidades, el desgaste de los suelos, la incapa­
cidad estructural de competencia de los pequeños explotadores a través
de la dominación capitalista del modo de producción y de comerciali­
zación y del otorgamiento del crédito, la ausencia de todo acceso a la
educación, a la salud... la negación de toda representación política que
no sea individual, e tc ... han llevado naturalmente a los propios cam­
pesinos a la iniciativa de un cambio de la legislación indígena. En el
Segundo Congreso Nacional Mapuche, en diciembre de 1970, en Temuco,
se aprobó un proyecto de ley que después de una larga discusión sirvió
de base al que ha elaborado el gobierno. Este proyecto, presentado al
Congreso Nacional desde mayo de 1971, postula las siguientes líneas de
acción:
a) Rápida incorporación de los grupos indígenas a las actividades
económicas, políticas y sociales de la comunidad nacional, eliminando
paulatinamente toda diferencia de tratamiento, legislación o discri­
minación.
b) Impulso e incremento a la productividad del trabajo y la plena
ocupación de la mano de obra del pueblo indígena, por medio de pro­
gramas de educación, asistencia técnica, crediticia, sanitaria, econó­
mica . . .
c) Recuperación y aumento de los terrenos asignados en merced a
fin de aumentar la proporción disponible por habitante indígena.
d) Sustitución del sistema de propiedad individual de pequeños
lotes o hijuelas, por un sistema cooperativo que convierte a las comuni­
dades en unidades perfectamente organizadas de producción.
e) Centralización y unificación de la labor del Estado frente al
problema indígena en un organismo autónomo, dotado de facultades
legales y recursos suficientes para promover y llevar a cabo el desarrollo
integral de los grupos indígenas del país.
Además se establece que al lado de la labor puramente técnica de
las medidas puestas en práctica, y a través de la creación del Instituto

13
ce Desarrollo Indígena, será promovido el desarrollo social, educacional
v cultural de los indígenas de Chile, considerando su “ idiosincrasia” y
respetando sus costumbres.
La segunda obra llevada a cabo por el gobierno de la Unidad Popu­
lar. y siempre sobre la iniciativa de los propios campesinos, es la crea­
ción en Temuco de un Instituto de Capacitación Mapuche. En efecto,
son los mapuches ellos mismos, los que han hecho notar al Ministro de
Agricultura que en la ley de 1961 existía un artículo, el N9 99, que de­
claraba: “Autorízase al Presidente de la República para que, depen­
diente del Ministerio de Agricultura, establezca en Temuco un Centro
de Capacitación Agrícola Regional. . . ” Es así que con el aporte de or­
ganismos como CORA, SAG, INDAP, CORFO, ODEPA, e tc ... se ha
constituido una corporación de derecho privado, de duración ilimitada,
con personalidad jurídica, que en julio de 1971 daba vida a este Insti­
tuto de Capacitación. En construcción desde hace varios meses, debe
tener capacidad en una primera etapa para 160 personas, quienes por
turnos recibirán la capacitación adecuada con el fin de promover el
desarrollo económico, social y cultural del pueblo mapuche, de mejorar
sus condiciones de vida y de trabajo e impulsar su mayor participación
en las actividades agropecuarias, forestales, industriales, pesqueras, ar­
tesanales, etc.
Por fin, la tercera acción concreta del gobierno es realizada por la
Dirección de Asuntos Indígenas. Esta institución centralizada, en todo
tiempo caracterizada por su ineficacia (falta de personal y de financia­
miento pero sobre todo falta de real voluntad política) ha visto este año
aumentado su presupuesto en un 250%. Este organismo se consagra
ahora a las tareas de restituir y emplear las tierras mapuches, de dar
a los mapuches asistencia técnica y crediticia, y de formular una polí­
tica educacional.
Nueva legislación sobre indígenas en Chile
H ugo O rm eño M elet
J orge O sse s D a ñ in

Abogados de la Dirección de Asuntos Indígenas

INTRODUCCION

Desde hace por lo menos un siglo se viene arrastrando en Chile el de­


nominado “problema indígena” , en términos de aceleración y agrava­
ción progresiva. Lo que a mediados del siglo pasado constituyó tan sólo
una cuestión de soberanía nacional, ha llegado a transformarse en un
complejo problema de orden social que hoy rebasa todos los cauces
institucionales y legales, amenazando convertir a varias provincias del
país en un verdadero polvorín, si no se adoptan con prontitud las me­
didas conducentes a evitarlo.
La ceguera e incapacidad de los gobernantes y de la sociedad chi­
lena en general, para enfrentar el problema, han tenido como lógica
consecuencia un empeoramiento de la trágica situación en que se en­
cuentran aproximadamente 800.000 personas a lo largo y lo ancho del
territorio nacional. No obstante reconocerse y ponderarse la existencia
del “problema” , con sus profundas y tremendas implicancias en todos
los órdenes, se ha persistido tozudamente en “ no proponerse ningún
plan general, ninguna solución coherente y consecuente del problema
mapuche, pretendiéndose, en forma tácita, la chilenización lenta y larga
de los mapuches” a.
En efecto, la actitud de los gobiernos ha consistido exclusivamente
en establecer un conjunto de normas legales destinadas esencialmente
a definir y reglamentar las formas de tenencia de la tierra, omitiendo
toda incursión en los ámbitos culturales, sociales, económicos, educa­
cionales y de otro tipo que el asunto ofrece en su complejo conjunco.
Se ha entendido, hasta ahora, que el “problema” radica exclusivamente
en los sistemas de tenencia y aprovechamiento de la tierra y con tal
objeto se ha dictado una frondosa e intrincada legislación, a la que
ni los propios indígenas han tenido acceso.
Sin embargo, la agudización de los elementos condicionantes del
problema, que provocan profundas contradicciones con la actitud de la
sociedad global, y el advenimiento al Gobierno de movimientos políticos
que representan y defienden con autenticidad los intereses de las clases
desposeídas, han generado los factores propicios para que se inicie la

1 El Estado Actual de la Sociedad Mapuche, Milán Sludelic y Vaclav Sale. Universidad de Chile,
1971.

15
búsqueda de los caminos que, con realismo y sin temor, conduzcan a
una solución justa, democrática y rápida de la situación.
Los propios campesinos indígenas, los partidos políticos populares
y el Gobierno del Dr. Salvador Allende, han resuelto enfrentar la cues­
tión indígena en toda su exacta magnitud, sin velos ni disfraces, a
fin de poder lograr en conjunto una salida oportuna a la justificada
presión que vienen ejerciendo en los últimos tiempos estos compatriotas
que durante muchos decenios y a través de generaciones han debido
sufrir derrotas, despojo, humillación y marginalidad.
Ciertamente el “problema indígena” no es el único ni probable­
mente el más grave, en términos absolutos, que pesa sobre el país. Se
encuentra en igual o muy parecido nivel al de todos los sectores explo­
tados de la sociedad: campesinos, pirquineros, comuneros agrícolas del
norte, pobladores marginales, etc. Sin embargo, tiene un grado de con­
centración local que le otorga características altamente explosivas. El
72% de la población rural de la provincia de Cautín es mapuche, y poco
menos del 50% de la población total de dicha provincia se encuentra
vinculado pasivamente al problema. Los estudios sobre la materia, ge­
neralmente parciales y asístemáticos, señalan que entre el 5% y el 10%
de la población total de Chile es indígena.
El volumen y gravedad del asunto excusan toda otra fundamen-
tación de las medidas que sobre el particular se adopten.
Una de las primeras determinaciones del actual Gobierno ha sido
la de proponer una nueva legislación que, en lo fundamental, entregue
las herramientas jurídicas e institucionales necesarias para encontrar
la solución que se busca, sin descuidar, entretanto, la iniciación inme­
diata de las labores más urgentes que la situación aconseja, a fin de
evitar que la espera de nuevas fórmulas jurídicas produzca la esteri­
lización de la acción presente.
En este ensayo trataremos de presentar una exposición sobre el
P R O YE CTO DE L E Y Q U E ESTABLECE N O R M A S SOBRE IN D ÍG E N A S enviado por el
Presidente de la República al Congreso Nacional en mayo de 1971, y
que actualmente se encuentra sometido a discusión en el Parlamento.
Para la adecuada comprensión de la actitud que asumen los ac­
tuales gobernantes creemos conveniente deslizar una rápida mirada
al comportamiento de la sociedad chilena frente a los grupos indígenas
en los últimos 150 años, es decir, durante el período que históricamente
se denomina republicano. Aunque el enfoque resultará necesariamente
parcial, toda vez que se realizará desde un punto de vista meramente
jurídico, restándole toda claridad que emana de su confrontación con
las causas, situaciones coetáneas y resultados, al menos puede permi­
tirnos una rápida comparación con el estado presente y explicarnos
algunas de las razones fundamentales del proyecto de ley.
Pensamos, luego, que es de interés bosquejar algunas considera­
ciones generales que estructuran y determinan la política indígena a
que obedece el proyecto de ley, para terminar con un examen general
de la iniciativa legal que nos preocupa.
Obviamente, por la naturaleza elemental de este trabajo, deberán
soslayarse numerosos aspectos que tienen profunda incidencia en la so­
lución planteada.

16
ELEMENTOS PARA UN BOSQUEJO HISTORICO DE LA
LEGISLACION SOBRE INDIGENAS

Desde los primeros años de la vida republicana se han venido dictando


en Chile normas jurídicas destinadas a resolver algunos problemas plan­
teados por la existencia de grupos indígenas, particularmente mapu­
ches, que resistieron tenazmente al proceso de conquista y colonización
realizados, primero por los españoles y, luego, por nacionales y extranje­
ros que penetraron los territorios ubicados al sur del río Biobío.
Las normas jurídicas dictadas han obedecido a los criterios y las
necesidades planteadas concretamente, de suerte que podemos señalar
dos grandes etapas, ya cumplidas, y una tercera, que podría iniciarse
con la aprobación del proyecto de ley que actualmente pende de la con­
sideración del Congreso Nacional. El primer período comienza con el
Decreto Supremo de 1? de julio de 1813, que ordenó la fundación de
villas para indígenas; termina con la dictación de la Ley N? 4.169, de
29 de agosto de 1927, que creó los Tribunales Especiales de División de
Comunidades Indígenas, y que puede caracterizarse esencialmente por
1a, preocupación legislativa de delimitar las tierras que conservarían los
nativos y aquellas que pasarían al Estado en virtud del derecho de do­
minio inmanente que éste ejerce en los territorios conquistados. El se­
gundo período, desde la Ley 4.169 a la fecha, se distingue fundamental­
mente por centrar todo el problema en la división de las comunidades
indígenas, medio a través del cual se pretende incorporar a los indí­
genas a la nacionalidad y abrirles las puertas a,l desarrollo y progreso.
El tercer período puede, tentativamente, darse por iniciado el 19 de
mayo de 1971, fecha en que el Presidente de la República, Dr. Salvador
Allende, envió al Congreso Nacional el proyecto de ley ya aludido.
v
I. PRIMER PERIODO: DE LA RADICACION

Señalábamos que esta primera etapa de la legislación indígena, que


comprende 114 años, tuvo por finalidad principal esclarecer o delimitar
los derechos de los nativos a las tierras que estaban ocupando, a fin de
permitir al Estado disponer de las restantes en beneficio de colonos y
particularmente de los intereses privados vinculados al Gobierno. Las
normas legales dictadas fueron numerosas. Se pueden señalar las prin­
cipales:

1. D ecreto de 1 9 de julio de 1813 que, dejando constancia de la “extrema miseria,


inercia, incivilidad, falta de moral y educación en que viven abandonados en los campos
los Indígenas” , dispone que se rematen “ los pueblos de indios” , es decir, los terrenos
que ocupan^ a fin de que con el producto del remate se formen “ villas formales” , se
entregue a cada familia indígena “ una casa de quincha o rancho, con dos departamentos
a los menos, y también su cocina y despensa, todo bien aseado” , se les reserve además
una propiedad rural de la que “ podrán disponer con absoluto y libre dominio” , y por
una vez se dé a cada familia de indios una yunta de bueyes, con su arado, los ins­
trumentos de labranza más comunes, las semillas para las siembras del primero año, y
un telar para tejidos ordinarios de lana” . Finalmente, el mencionado decreto, luego
de formular diversas declaraciones de orden teórico programático, designa una “ Co­
misión de Reducción y Venta de Pueblos de Indios” , formada por los senadores Juan
Egaña, Joaquín Echeverría y Gabriel de Tocornal, con las más amplias facultades. Este
primer acto de la organización republicana dirigido a indígenas lleva ya el germen de
lo que habrá de convertirse en la política oficial y extraoficial del Estado y la sociedad
chilena en toda la vida futura: privar a los indígenas de sus tierras, mediante la re­
ducción y venta de sus “ pueblos” .

17

2 — Cuadernos
2. Bando Supremo de 4 de marzo de 1819; decreta que los indígenas “ para lo
sucesivo deben ser llamados ciudadanos chilenos, y libres como los demás habitantes
del Estado, con quienes tendrán igual voz y representación, concurriendo por sí mismos
a celebrar toda clase de contratos, a la defensa de sus causas, a contraer matrimonio, a
comerciar, a elegir las artes que tengan inclinación, y a ejercer la carrera de las letras
y de las armas, para obtener los empleos políticos y militares correspondientes a su
aptitud” . Termina expresando: “ Queda suprimido el empleo de Protector General de
Naturales como innecesario” . Este ordenamiento jurídico, de notable inspiración libe­
ral, pretendió lograr la igualdad e integración de dos culturas en conflicto mediante
una disposición legal, haciendo caso omiso de una realidad diametralmente opuesta. La
historia ha demostrado que ninguno de los propósitos igualitarios del mencionado Bando
Supremo llegó a convertirse en realidad.

3. L ey de 10 de junio de 18 2 3 y Decreto de 28 de junio de 1830, que ordena a


los intendentes nombren un vecino para que “ se instruya de los pueblos de indígenas
que existan o hayan existido en su provincia” , a fin de que se midan, tasen y rematen
los terrenos sobrantes pertenecientes al Estado. La ley mencionada dispuso, en el artículo
39, “ Que lo actual poseído según ley por los indígenas se les declare en perpetua y
segura propiedad” .

4. Ley de 2 de julio de 1852, que creó la provincia de Arauco, la que comprende


en su demarcación “ los territorios de indígenas situados al Sur del Bío-Bío y al Norte
de la provincia de Valdivia” . El artículo 39 autorizó al Presidente de la Bepública “ para
dictar las ordenanzas que juzgue convenientes para el mejor Gobierno de la Frontera,
para la más eficaz protección de los indígenas, para promover su más pronta civilización
y para arreglar los contratos y relaciones de comercio con ellos” .

5. En virtud de esta autorización se dictaron los “ decretos de 14 de marzo de 1853,


10 de marzo de 1854, 4 de diciembre de 1855, 15 de enero de 1856, 17 de abril de 1856,
5 de junio de 1856, 9 de julio de 1856, 23 de marzo de 1857 y 16 de octubre de 1863,
que fijan los procedimientos para la enajenación de terrenos de indígenas. Los princi­
pios generales contenidos en esta reglamentación son los siguientes: a ) toda compra
de terrenos hecha a indígenas o de terrenos situados en territorios de indígenas re­
quiere de la intervención de un funcionario del Estado (intendentes, gobernador de in­
dígenas, etc.); b ) la intervención de dicho funcionario tiene por objeto “ asegurarse de
que el indígena que vende presta libremente su consentimiento, de que el terreno que
vende le pertenece realmente y de que sea pagado o asegurado debidamente el pago del
precio convenido” ; c ) los títulos de transferencia o dominio deben ser registrados; d ) la
reglamentación se hizo aplicable a las provincias de Arauco, Nacimiento, Valdivia, y al
territorio de colonización de Llanquihue. No obstante todas las aparentes precauciones
adoptadas por el Gobierno, la verdad es que los indígenas siguieron siendo despojados
de sus tierras, mediante mil argucias de orden legal, a las que jamás pudo ponerse
remedio.

6. El 4 de diciembre de 1866 se dicta una ley que dispone la fundación de pobla­


ciones en el territorio de los indígenas y da normas para la enajenación de las propie­
dades de éstos. La citada ley constituye uno de los hitos más importantes en el proceso
de expoliación y despojo a que se venía sometiendo al pueblo mapuche. El artículo 49
establece la norma general en el sentido de que “los contratos traslaticios de dominio
sobre terrenos situados en territorios indígenas, sólo podrán celebrarse válidamente cuando
el que enajena tenga título escrito y registrado competentemente” . Y luego, el artículo
59 dispone que “ Para los efectos del inciso l 9 del artículo anterior (es decir, para que
los indígenas también puedan celebrar contratos traslaticios de dominio sobre sus tie­
rras), se procederá a deslindar los terrenos pertenecientes a indígenas por una comi­
sión de tres ingenieros” . Este es el origen de la Comisión Badicadora y de los Títulos
de Merced. El artículo 69 reputa como terrenos baldíos y, por consiguiente, de propiedad
del Estado, todos aquellos respecto de los cuales no se haya probado (por los indí­
genas) “ una posesión efectiva y continuada de uno, por lo menos” . Mediante la apli­
cación de esta norma la Comisión Badicadora que operó con posterioridad fue pri­
vando a los indígenas de la mayor parte de sus suelos. Bastaba para ello, como consta
de las Actas de Badicación, con no tener por probada la posesión efectiva y continuada
a lo menos un año sobre los terrenos que realmente ocupaban los mapuches. El título
les reconoce posesión sólo sobre una parte de lo que reclamaban. La misma ley dis­
pone, en el artículo 39, que “ los terrenos que el Estado posea actualmente y los que
en adelante adquiera, se venderán en subasta pública en lotes que no excedan de qui­
nientas hectáreas” , pagándose el precio en cincuenta anualidades iguales, sin intereses.

18
En suma, la ley de 4 de diciembre de 1866 facilitó la apropiación de las tierras de
indígenas, tanto por el Estado como por los particulares.

7. L ey de 4 de agosto de 1874, que prohibió “ a los particulares la adquisición por


cualquier medio de terrenos de indígenas” entre el río Malleco y el límite norte de la
provincia de Valdivia, prohibición que, sin embargo, no rigió “ respecto de los fundos
cuyos títulos estuvieren inscritos ya en la forma legal” . Asimismo dispuso que las fun­
ciones atribuidas por la ley de 1866 a una comisión de ingenieros se desempeñarían
por un ministro de la Corte de Apelaciones de Concepción (art. 79). A este magis­
trado correspondió iniciar realmente el proceso de radicación en Chile, puesto que la
Comisión de Ingenieros creada por la ley de 1866 jamás otorgó un título. Sus funcio­
nes vinieron a ser ejercidas por este ministro de Corte y por la comisión creada por la
ley de 20 de enero de 1883.

8. L ey de 14 de octubre de 1880, que dispone establecer “ dos colonias de indí­


genas, una en la baja frontera, en el punto denominado los Altos de Tirúa, a treinta
leguas al Sur de Cañete; y la otra en la alta frontera, a una legua hacia el río Traiguén” .
Agrega que cada una de estas colonias se compondrá de trescientos lotes de tierra y
cada lote, de veinte hectáreas.

9. L ey de zO de enero de 1883, que creó nuevamente la Comisión Radicadora de


Indígenas, compuesta de un abogado y dos ingenieros designados por el Presidente de
la República, prohibió a los indígenas por diez años enajenar sus tierras, aun las que
tuvieren título registrado; y restableció el cargo de Protector de Indígenas. La comi­
sión creada por esta ley tuvo una larga vida, ya que sólo fue suprimida por el artículo
45 de la Ley N9 4.802, de 24 de enero de 1930. Durante más de cuarenta años llegó
a otorgar 2.919 títulos de merced, sobre 526.285 hectáreas de terreno, para 83.170 per­
sonas. Su tarea, sin embargo, quedó inconclusa, ya que vastas zonas de las provincias
de Valdivia, Osomo y Llanquihue no recibieron su visita, por lo que los campesinos in­
dígenas no recibieron título alguno, problema que aún hoy día les crea grandes di­
ficultades.

El período analizado termina con la Ley N° 4.169, de 29 de agosto de


1927.
En términos generales, puede decirse que esta etapa legislativa se
caracteriza por lo siguiente:
a) Las normas jurídicas dictadas se refieren exclusivamente al
pueblo mapuche, omitiéndose en absoluto toda referencia a los demás
grupos indígenas del país, especialmente los del norte;
b) El propósito primero y probablemente exclusivo de la norma -
tividad jurídica de la época fue resolver los conflictos entre el Estado
chileno y los grupos indígenas respecto del dominio de los vastos terri­
torios de la zona de La Frontera. Naturalmente en este conflicto triun­
fó el poder del Estado, en beneficio generalmente de los grupos sociales
detentadores del poder, de suerte que, en definitiva, se logró que los
mapuches, dueños absolutos y exclusivos de cerca de 10.000.000 de hec­
táreas, quedaran reducidos a poco más de 500.000;
c) Para facilitar el despojo, revistiéndolo, sin embargo, con al­
gunos velos de legalidad, se establecieron fórmulas jurídicas como la in­
tervención del intendente de Arauco, o los procuradores de indios, o las
comisiones radicadoras, inspiradas todas en el afán de oficializar la
ocupación de las tierras de indígenas para traspasarlas a latifundistas,
traficantes y colonos;
d) Llama poderosamente la atención que en la fundamentación de
casi todos estos cuerpos legales se deja constancia de que preocupa al
Estado y al Gobierno los vicios y abusos que se cometen frecuentemente
con los indígenas, a quienes se está privando por medios arteros y en­
gañosos de sus tierras, sin que se adopten medidas realmente protec­
toras;

19
e) Las normas dictadas en muy pequeña medida pretendían pro­
teger la integridad de las tierras de los indígenas;
f) En general, todas las leyes pretenden la incorporación o asi­
milación de los indígenas, extinguiéndolos como etnia y como cultura.
Por lo demás, ningún cuerpo legal reconoció la existencia de diferencias
culturales y étnicas entre los nativos y los invasores, suponiendo que a
los primeros sería fácil acoger las formas de vida de los últimos, especial­
mente si se dictaban leyes imponiéndolas.

n. SEGUNDO PERIODO: DE LA DIVISION

La segunda época en la legislación sobre indígenas se distingue por


postular, esencialmente, la división de las tierras de indígenas, a fin de
asignar a cada comunero un retazo determinado de terreno. En este
empeño se dictaron varias leyes que someramente indicaremos:

1. Ley N° 4.169, de 29 de agosto de 19z7, crea un tribunal especial, con asiento


en Temuco, formado por un ministro de la Corte de Apelaciones de esta ciudad, un
indígena y un agrimensor, para que proceda a la división de las comunidades indí­
genas que tengan título de merced. Cabe observar que con esta ley se inicia un
proceso de restricción de la aplicación del régimen jurídico especial, el que se ha venido
agudizando en los años posteriores. La ley se aplicará sólo a las comunidades indí­
genas que tengan título de merced, excluyéndose a todos los numerosos campesinos y
tierras que no alcanzaron a obtener el reconocimiento de sus derechos por la Comisión
Radicadora, la que pronto fue suprimida. La división y el régimen jurídico que es­
tablece la Ley 4.169 se aplicarán, entonces, sólo a las tierras con título de merced.
El ordenamiento jurídico en referencia contiene las siguientes ideas generales: a) la
división puede solicitarla cualquiera de los comuneros; b ) antes de proceder a la di­
visión, el tribunal procederá “ sin forma de. juicio a restituir la integridad de los te­
rrenos comprendidos en el título de merced y en los planos respectivos” (art. 5Q); c ) las
hijuelas en que se dividan las comunidades pueden ser libremente gravadas o enajenadas
cuando el adjudicatario hubiere cumplido con la Ley de Instrucción Primaria Obligato­
ria o cuando su cónyuge o hijos mayores sepan leer y escribir y, en este último caso,
con autorización judicial; d ) a los indígenas que vivan en comunidades y no tengan
título de merced se les considerará como colonos nacionales, debiendo radicárseles en
terrenos fiscales, y e ) la ley se aplica a todo el territorio nacional al Sur de la pro­
vincia de Biobío, ésta inclusive. El Decreto Supremo N9 1851, de 4 de julio d e , 1928
reglamentó minuciosamente la Ley 4.169.

2. Ley N° 4.802, de 24 de enero de 1930. Este cuerpo legal constituye otro paso
importante en la legislación indígena, puesto que aporta nuevos elementos en la con­
figuración de los esquemas que han venido rigiendo hasta,la fecha: a) desde luego, la
ley crea los tribunales especiales llamados Juzgados de Indios, que tuvieron por prin­
cipal misión dividir las comunidadesindígenas y conocer de otras materias relacio­
nadas con ellas; b ) la división debía llevarse a cabo “ de oficio” por el Tribunal, aun
sin petición o contra la oposición de los comuneros, demostrándose con ello que el le­
gislador vio con muy buenos ojos la propiedad singular y, a través de ella, la posibili­
dad del desarrollo y prosperidad de los indígenas; c ) se establece que los terrenos de
la comunidad sólo se adjudicarán a los comuneros que se encuentren domiciliados en
ella, y que las cuotas de los ausentes se les enteraré en dinero (art. 99); d ) se resuelve
en derecho sobre la situación jurídica de los ocupantes de terrenos de la comunidad,
disponiéndose que los títulos emanados del Estado o reconocidos por éste prevalecen
sobre el título de merced, y que, además, son expropiables los terrenos que los particu­
lares deben devolver a indígenas por sentencia judicial, a fin de que permanezcan en
poder del particular vencido. Ambas instituciones, aplicadas durante más de 40 años,
han servido para consumar el despojo de muchas tierras indígenas; e ) se establece una
amplia libertad para enajenar los terrenos de indígenas, sin más limitación quet una
formal autorización del juez de indios, requisito que también se suprime después efe los
10 años de promulgación de la ley,' a fin de que las tierras indígenas se incorporen
al régimen común de propiedad; f ) se suprime la Comisión Radicadora de Indígenas,
entendiéndose que el proceso de deslindamiento de la propiedad de los nativos ha ter-

20
r

minado, lo que ciertamente no era eféctivo, ya que extensos territorios carecen aún hoy
de todo título en favor de los indígenas.

3. Decreto Fuerza de Ley NQ 266 , de 2 O de mayo 'de 1931. Introdujo diversas mo­
dificaciones a la Ley N9 4.802, destacándose entre ellas las siguientes: a) dispuso que
la división de las comunidades sólo procedería cuando lo solicite la tercera parte de
los comuneros; b ) amplía la competencia de los juzgados de indios, señala diversas
normas referentes a la organización y funcionamiento de dichos tribunales, y e ) señala
diversas otras normas de procedimiento.

4. Decreto Supremo Nq 4.111, de I 2 de junio de 1931. Fijó el texto definitivo de


la ley sobre división de comunidades indígenas, liquidación de créditos y radicación de
indígenas, es decir, la Ley N9 4.802, con las modificaciones que le introdujo el Decreto
Fuerza de Ley N9 266, ambos ya mencionados.

5. Ley N° 6.519, de 5 de febrero de 1940, que prorrogó por un año las restric­
ciones y limitaciones de la capacidad de los indígenas establecidas en el Decreto 4.111.
La prórroga empezó a regir desde el 11de febrero de 1940. Lo mismo dispusieron las
Leyes N9 6.822, de 18 de febrero de 1941, N9 7.165, de 3 de febrero de 1942. Lassu­
cesivas prórrogas alcanzaron hasta el 10 de febrero de 1942. A partir de esta fecha no
se dictó una ley de prórroga, por lo que se inició el período en que los indígenas dispu­
sieron de plena capacidad para enajenar y gravar sus tierras, fueran ellas comunidades,
acciones y derechos en ellas, o hijuelas singulares resultantes del proceso de división.
Este período duró hasta el 7 de febrero de 1947 y durante él se traspasaron al dominio de
latifundistas, medianos y pequeños propietarios no indígenas, una gran cantidad de te­
rrenos, que provisoriamente y por falta de datos exactos se ha estimado en 100.000
hectáreas. Se da el caso de comunidades que en su integridad se han incorporado al la­
tifundio vecino. La gran mayoría de las enajenaciones han tenido como causas deter­
minantes la presión, las urgentes necesidades de subsistencia, muchas veces la ignorancia
y desconocimiento de los procedimientos judiciales y notariales, y en no pocos casos
los vicios y la irresponsabilidad. Los campesinos indígenas mantienen aún hoy día
absolutamente cuestionadas estas ventas, a las que consideran meras “ usurpaciones” y
reclaman la restitución de sus tierras.

6. La L ey 8.736 de 28 de enero de 1947, publicada en el Diario Oficial de 7 de


febrero de 1947. Esta ley tiene una extraordinaria importancia puesto que en dos breves
disposiciones pretendió destruir todo el proceso de usurpación cometido durante los
cuatro años que los campesinos indígenas pudieron enajenar libremente sus tierras. El
mencionado cuerpo legal dispone:
“ ARTICULO l 9: Continuarán en vigencia las limitaciones y restricciones de la
capacidad de los indígenas, establecidas en el Decreto N9 4.111, de 12 de junio de
1931, que fijó el texto definitivo de la Ley 4.802, mientras se haga la reforma general
de la Ley de Indios, actualmente en vigor. ARTICULO 29. La presente ley regirá
desdé el 11 de febrero de 1943” .
La primera observación que salta a la vista es que ya en 1947 el legislador pensaba
que debían reformarse las normas sobre indignas, de lo que dejó expresa constancia en
el artículo primero. Sin embargo, la reforma no vino a realizarse sino en enero de 1961,
es decir, catorce años después, con la dictación de la Ley N9 14.511. El artículo 29, por
su parte, pretendió cubrir el período de libre enajenación, entre el 11 de febrero de
1943 y la fecha de publicación de esta ley, al 7 de febrero de 1947. Por cierto se trata
de una ley de claro efecto retroactivo, ya que hacía exigible la autorización del Juez de
Indios para la venta de tierras que se había efectuado en el pasado, durante el período
de cuatros años en que no se exigió.
El artículo 29 no surtió los efectos deseados, ya que la Corte Suprema de Justicia,
en reiterados fallos, acogió los recursos de inaplicabilidad por inconstitucionalidad, de­
ducidos por los particulares demandados de nulidad y restitución de las hijuelas adqui­
ridas sin autorización del Juez de Indios, entre el 11 de febrero de 1943 y el 7 de
febrero de 1947. Con ello el mencionado artículo 29 quedó sin aplicación y las ventas
de terrenos realizadas en el período cuestionado resultaron purificadas por vía indirecta, ya
que, aun cuando la declaración de la Corte Suprema se aplica a cada juicio, ya nadie
quiso seguir invocando la Ley 8.736, porque corría el riesgo de que fuera declarada
inaplicable, y con ello perdiera el juicio. Cuatro años de usurpación, despojo y abuso
quedaron sin sanción.

7. Decreto con Fuerza de Ley NQ 56, de 25 de abril de 1953, publicado en el


Diario Oficial de 16 de mayo de 1953.

21
Esta norma jurídica creó la Dirección de Asuntos Indígenas, dependiente del Mi-
nisteri: de Tierras y Colonización, para dar cumplimiento a la ley sobre división de
comunidades indígenas. Por el artículo 39 se dispuso que:
‘Además de las atribuciones referidas, la Dirección de Asuntos Indígenas tendrá
a su cargo la debida organización de las comunidades indígenas existentes o que se
establezcan en el futuro, la constitución legal de las familias indígenas y de sus dere­
chos patrimoniales. Asimismo tendrá la supervigilancia de la explotación económica ra­
cional de los predios agrícolas del dominio de comunidades indígenas o de los subdi-
vididos cuyos actuales propietarios indígenas la solicitaren; y para ello podrá cons­
tituir cooperativas, sociedades, o asociaciones de carácter económico, sobre las cuales
ejercerá las atribuciones que en cada caso se establezca” . Para dar cumplimiento a tan
amplias funciones se consultó una planta de funcionarios compuesta por un director, un
abogado, un secretario general y dos oficiales.

8. L ey N g 14.511, de 3 de enero de 1961, que deroga todas las leyes anteriores sobre
indígenas, establece los Juzgados de Letras de Indios, y fija normas sobre división de
comunidades, liquidación de créditos y radicación de indígenas. Se encuentra vigente, por
lo que intentaremos una breve síntesis de ella. Destacaremos los siguientes aspectos:
a) Establece cinco Juzgados de Letras de Indios en las ciudades de Victoria,
Temuco, Imperial, Pitrufquén y La Unión, que forman parte del Poder Judicial, y con
una amplia competencia que comprende la división de las comunidades indígenas, la
restitución de las tierras poseídas por terceros ajenos a la comunidad, la resolución de
los conflictos que se originen sobre la administración y goce de los terrenos comunes,
las autorizaciones para enajenar o disponer de los terrenos de indígenas y, en general,
todas las materias relativas al título de merced y a las tierras comunes;
b ) Crea un sistema de defensa judicial de los indígenas, ampliando el número
de abogados y su competencia;
c ) Contempla normas detalladas para proteger la integridad de las tierras de
los campesinos indígenas, prohibiendo su enajenación a personas no indígenas y exi­
giendo la autorización judicial en las enajenaciones a indígenas, en los contratos de
arrendamiento y aparcería;
d ) Señala normas para la división de las comunidades, exigiendo que ésta sea
pedida a lo menos por la tercera parte de los. comuneros, prohibiendo que se adjudi­
quen hijuelas que excedan a una unidad agrícola familiar, y señalando queloslotes
deben ser adjudicados a los indígenas “ que vivan o laboren en la reserva” ;
e ) Mantiene la prioridad de los títulos de particulares sobre el de merced, en
la generalidad de los casos, y conserva la facultad expropiatoria en beneficio del parti­
cular que debe restituir tierras indígenas a la comunidad;
f ) Permite la expropiación de tierras indígenas para fines educacionales, para
construir poblaciones, y para otros fines singulares;
g ) Conserva el sistema de radicación en tierras fiscales, respecto de aquellos indí­
genas que carezcan de título de merced;
h ) Señala detalladas normas sobre el Crédito Indígena (Título V III), administrado
por un Consejo Regional en el que hasta la fecha no han tenido participación los
campesinos, y con alcances bastante limitados.

Puede señalarse enfáticamente que la Ley N? 14.511 no es másque


el perfeccionamiento de todo el sistema judicial iniciado con la Ley
N? 4.169, de 27 de agosto de 1927, sin un aporte estructural básico y
definido en beneficio del pueblo araucano. Por el contrario, a través de
las diversas leyes se perfeccionan los métodos de despojo legal de las
tierras, aumentando la marginación y opresión.
De ahí que podamos tipificar este segundo período de la legislación
indígena en los siguientes caracteres:
a) Se refiere exclusivamente a los indígenas de la zona de la
Araucanía, excluyendo implícitamente a los aborígenes de otras zonas
del país. La misma Dirección de Asuntos Indígenas creada por DFL.
N? 56, de 1953, tiene por objeto sólo dar cumplimiento a la ley sobre
división de comunidades indígenas, que precisamente tiene aplicación
nada más que en la Araucanía. De ahí que este organismo, expresión
de la voluntad del Estado y de la sociedad global, jamájs hubiere
iniciado o bosquejado siquiera una visión global del problema.

22
b) El objetivo principal de todo el período legislativo es la divi­
sión de las comunidades indígenas, intención en la que se pasa por
etapas sucesivas. La Ley N? 4.169 estableció la división como fórmula
puramente civilista, bastando que la solicitara uno solo de los comu­
neros. Posteriormente, la Ley N? 4.802 impuso la división, facultando a
los jueces para decretarla de oficio. Se recapacita con el Decreto
N? 4.111, que exige la petición de la tercera parte de los comuneros, idea
que mantiene la Ley N? 14.511. Cualesquiera sean las variaciones, lo esen­
cial es que el legislador ve con muy buenos ojos la división y, más que
eso, estima que produciéndose ella se soluciona todo el “problema in­
dígena” en Chile. La verdad es diametralmente opuesta. Hasta la dicta-
ción de la Ley N? 14.511, es decir, en 34 años de aplicación del sistema,
se logró dividir apenas 800 comunidades indígenas, generándose cerca
de 14.000 pequeñas propiedades, lotes o sitios de superficies que en
algunos casos llegaron a menos de una hectárea. Durante la aplicación
de la Ley N? 14.511 y hasta el mes de febrero de 1971, según informes
proporcionados por los propios Juzgados de Letras de Indios, se habían
recibido peticiones de división de 1.362 comunidades, de las cuales sólo
habían logrado realmente dividirse 126: menos del 10%. Se necesitarían
cien años para dividir todas las comunidades que han pedido su divi­
sión. Debe concluirse que el sistema de división de las comunidades
indígenas ha fallado definitivamente.
c) Durante este período se deja de aplicar el sistema de radica­
ción para dar paso al de título gratuito de dominio sobre tierras fisca­
les disponibles. La diferencia es importante, ya que durante el período
anterior se reconoció derecho de propiedad a los indígenas sobre los
terrenos que poseían, aun cuando se les reducía bastante. En cambio,
el nuevo procedimiento consiste en ceder o entregar tierras que, jurí­
dicamente al menos, no pertenecen a los indígenas sino al Estado, no
obstante que aquéllos las ocupan y poseen desde tiempos inmemoriales.
d) En una primera etapa se facilitó la transferencia de tierras
indígenas a otros sectores, particularmente latifundistas, comerciantes
y empresarios. Ello significó que más de 100.000 hectáreas pasaran al
dominio de particulares, privando de sus tierras a un importante sec­
tor de campesinos indígenas. Contra esta política sólo vino a reaccio­
narse con la Ley Ñ9 14.511, que prohibió la enajenación de terrenos a
personas no indígenas.
e) Se establecen fórmulas legales para privar a los indígenas de
sus terrenos y legalizar la ocupación ejercida por personas ajenas a las
comunidades. En el choque de intereses, el sistema legislativo, que in­
terpreta los intereses del grupo dominante, se inclina por los no indí­
genas en manifiesto perjuicio para los mapuches. Claras demostraciones
de esta actitud son la división de las comunidades, las autorizaciones
para vender y transferir las tierras, la prioridad generalizada de los
títulos de dominio particular sobre el título de merced, la expropiación
en beneficio del ocupante de las tierras que deben devolverse a los
indígenas por resolución judicial, etc. Un ejemplo: entre enero de 1961
y enero de 1971 se presentaron 1.434 demandas sobre restitución de tie­
rras a los Juzgados de Letras de Indios. Se fallaron en favor de los
indígenas demandantes sólo 352, no obstante que en la mayoría de los
casos existía y existe evidentemente ocupación de particulares sobre
terrenos de indígenas. En los mencionados 352 juicios se dispuso la
restitución de 3.380,79 hás. a los demandantes. Sin embargo, sólo se
restituyeron real y materialmente 1.362 hás. En términos promedios,

23
cala Juzgado de Letras de Indios restituyó anualmente 27,2 hás. a los
indígenas.
í Se crean Tribunales Especiales, primero llamados Juzgados de
Indios y luego, con más eufemismo, Juzgados de Letras de Indios, que
paulatinamente van adquiriendo mayor competencia. En un principio
tuvieron por misión dividir las comunidades indígenas y han termi­
nado conociendo la mayor parte de los problemas que crea la comu­
nidad. Por diversas razones estos juzgados han fracasado absoluta­
mente en su cometido y se encuentran profundamente desprestigiados
ante los campesinos indígenas. Las fórmulas paternalistas de solución
de los problemas, las tramitaciones largas, oprobiosas y estériles a
que han sido sometidos los campesinos; la insensible tendencia a iden­
tificarse y representar los intereses de la sociedad global contra el
indígena; los resultados negativos; la aplicación de procedimientos dis­
criminatorios de parte de jueces y funcionarios; la falta de una real
vinculación con los campesinos para conocer sus problemas, convir­
tieron a los Juzgados de Indios en un enemigo del mapuche a tal punto
que, en forma unánime, éstos exigen su supresión. En el fondo estos
Tribunales han servido como una herramienta más de segregación y
opresión, sin que nada positivo hayan aportado para solucionar el pro­
blema indígena.
g) Se observa la tendencia a incorporar las tierras indígenas
a la legislación común, para lo cual todas las restricciones y limita­
ciones de la capacidad de los indígenas, que por cierto se refieren ex­
clusivamente a los títulos a merced y sus consecuencias, se establecen
por plazos limitados, los que periódicamente han debido venirse reno­
vando.
h) No se adoptan medidas concretas ni se establecen medios le­
gales e institucionales para enfrentar el problema del desarrollo de
los grupos indígenas, señalándose normas puramente formales y abs­
tractas que suponen que los campesinos indígenas deben usar de los
mismos sistemas y recursos del resto de los nacionales, lo que en el
fondo significa condenarlos irremisiblemente a la postración y la mise­
ria. La creación de la Dirección de Asuntos Indígenas, el año 1953, cons­
tituye el primer esfuerzo para enfrentar el problema en término socio­
económico. Los recursos de que se le ha dotado han impedido, sin
embargo, que llegue a realizar una labor significativa. La Ley N? 14.511
contiene algunos resortes de la misma naturaleza que, sin embargo, o
han resultado menguados frente a la magnitud del problema, o lisa y
llanamente no se han usado. El crédito indígena, al que la Ley N? 14.511
destina todo un título de su articulado, ha carecido de todo destino,
toda vez que ha sido pequeño, limitado, inorgánico, otorgado más con
criterio de dádiva o limosna que de producción. Ha sido esencialmente
un crédito individual y, por lo mismo, de muy bajo monto. Hasta el año
1971 su monto máximo por beneficiario era de E9 6.000,00, cantidad que
carece de todo significado productivo y de desarrollo. Por otra parte,
no obstante haber transcurrido más de once años desde la dictación
de la ley, no se ha dado cumplimiento a lo dispuesto en el art. 97, que
encargó al Ministerio de Educación Pública elaborar de preferencia un
plan de cinco años para la construcción de escuelas de zonas indígenas;
ni a lo establecido en el artículo 98, que encomendó al mismo Ministerio
confeccionar planes de estudios especiales para las escuelas que fun­
cionen en zonas indígenas.
“ Basados en las características económicas de la región a que servirán y en sus ne­
cesidades, debiendo contemplar en especial ramos de educación agrícola y de artesanía
aborigen” .

Otro tanto ha ocurrido con la autorización concedida por el art. 99


al Presidente de la República para que
“ dependiente del Ministerio de Agricultura, establezca en Temuco un Centro de Ca­
pacitación Agrícola Regional, cuyas finalidades principales serán las siguientes: a) im­
partir enseñanza práctica, tanto agrícola y ganadera como de artesanía doméstica
campesina; b ) desarrollar labor de extensión agropecuaria y proporcionar la asistencia
técnica adecuada; c ) fomentar la creación y desarrollo de cooperativas agrícolas; d ) desa­
rrollar en los medios indígenas labor de asistencia familiar y cultural, y e ) facilitar y
promover la coordinación de la labor de los demás Ministerios y Servicios Públicos en
las zonas indígenas con el fin de facilitar la integración de los aborígenes a la nacio­
nalidad” .

Pueden ser discutibles o mejorables las finalidades asignadas al


Centro, pero en todo caso constituyen una buena palanca para promover
el desarrollo de los campesinos indígenas. Sin embargo, la intención
quedó en la letra de la ley. Ni siquiera se cumplió con un deber de pa­
triotismo y justo reconocimiento a los padres de nuestra nacionalidad,
ya que no se han erigido los monumentos al Toqui Lautaro que autoriza
al art. 106 de la Ley N" 14.511.
En suma, puede sostenerse que la legislación indígena en Chile
ha sido esencialmente antindígena. Ha tendido sistemáticamente a pri­
varles de sus tierras, en una primera etapa en nombre del Estado, y
de sus derechos soberanos, sobre todo el territorio nacional; y en su
segundo período a pretexto de incorporar al indígena a la nacionalidad.
Ha desconocido la realidad objetiva e incuestionable, cual es que los
mapuches, y en general todos los grupos indígenas, constituyen sectores
étnicos-culturales distintos del resto de los chilenos, con las conse­
cuencias económicas que acarrea. Se ha enfocado el problema con un
criterio abiertamente paternalista, negando validez a los requerimien­
tos, demandas y peticiones de los indígenas, y procurando imponer solu­
ciones que, cualquiera sea el precio, convienen más a los intereses de
los grupos y sectores dominantes.
La legislación indígena, como toda superestructura social, ha ser­
vido de instrumento de dominación y explotación de los campesinos
mapuches. j

PROYECTO DE LEY QUE ESTABLECE


NORMAS SOBRE INDIGENAS

I. BASES GENERALES Y FUNDAMENTOS

El proyecto de ley que ha propuesto el Ejecutivo ha debido partir de


varios hechos que conviene reseñar sumariamente:
Problema Nacional. El “problema indígena” es un problema nacio­
nal en dos sentidos: 1) se refiere a un elevado número de compatriotas
que se encuentran esparcidos, a veces sin comunicación interior al­
guna, a lo largo y lo ancho del territorio nacional. La cuestión afecta no
sólo a los campesinos mapuches de la región de la Frontera (entre el
río Bío-Bio y el Golfo de Reloncaví), sino que también a numerosos
grupos ubicados en el Norte Grande, en algunos valles del Norte Chico,

25
en la isla de Chiloé, en la zona de los Canales y en la Isla de Pascua;
y 2) la solución interesa no sólo a los indígenas sino que a toda la so­
ciedad chilena, por las motivaciones socioeconómicas y de convivencia
que acarrea para el país.
Reconciliación. Los indígenas se encuentran agraviados y descon­
fían, por lo que la sociedad chilena tiene que pensar seriamente en re­
conciliarse con ellos, especialmente con los mapuches, como única alter­
nativa para encontrar una solución armónica y consecuente al problema.
Es bien sabido que los mapuches han resistido por más de tres siglos las
políticas de dominación realizadas primero por los conquistadores hispá­
nicos, y luego por los colonizadores de la república. No obstante la larga
duración de la guerra, al final venció la superioridad numérica y bélica.
Sin embargo, jamás el mapuche se ha dado por vencido y a través de
muchas generaciones persiste su ánimo de recuperar la tierra perdida,
especialmente aquella que el Gobierno de la Nación les reservó a fines
del siglo pasado y primeras décadas del presente. La derrota jamás
aceptada, unida al despojo, a la marginación, y a la segregación han
conformado un estado espiritual y mental que se destaca por la des­
confianza, la frustración y la esperanza de la reivindicación total. Existe
un claro y definitivo antagonismo entre los sectores mapuches y el
resto de la sociedad, y como en esta lucha siempre ha perdido el indí­
gena, lo natural es que se encuentre resentido. Para lograr una solución
integral, en que participen tanto los afectados como el Estado chileno,
es previo eliminar la barrera que dificulta el entendimiento. Y para
ello es menester reconocer validez a la plataforma de lucha que man­
tienen.
Ninguna solución es factible sin que la sociedad global reconozca
los errores en que ha incurrido en el pasado y enmiende rumbos. Per­
sistir en la actitud de justificación del despojo y la marginación es
negarse a la búsqueda de soluciones. De ahí que pensemos que el país
en su integridad, unos más, otros menos, debe reconocer con hidalguía
y objetividad que su conducta no ha sido ecuánime respecto de los
sectores indígenas, por lo que, aun cuando ello implique sacrificios de
varios órdenes, debe buscar la reconciliación.
Diferencias. Los indígenas son distintos al resto de la población
nacional. Lo importante es que culturalmente son diferentes. Errada­
mente algunos, intencionadamente otros, sostienen que los mapuches
son iguales a todos los chilenos y que, en consecuencia, no deben esta­
blecerse en su beneficio normas jurídicas ni tratamientos distintos. Las
autoridades del Gobierno Popular sostienen, por el contrario, que esta
idea estereotipada ha servido como cortina de humo para ocultar todo el
proceso de despojo y marginación a que se ha sometido durante muchos
años a los pueblos indígenas. Lo honesto es reconocer una realidad
objetiva: los grupos indígenas, especialmente los mapuches, constitu­
yen una cultura (o subcultura como sostienen algunos antropólogos y
sociólogos) que tiene claros y definitivos rasgos diferenciantes de la
sociedad global. “ Los mapuches forman una minoría dentro de la so­
ciedad global chilena, con características socioculturales bastante cla­
ras como para permitir una delimitación más o menos exacta y uní­
voca” 2.

2 Milán Stuchlik y Václab Solc, op. cit.

26
El asunto tiene sus consecuencias: si los indígenas son iguales al
resto de los chilenos, fácilmente se deduce por los interesados un argu­
mento que se usa con generalidad, especialmente por las capas medias
y superiores del país: el hecho de que se encuentre subdesarrollado, pau­
pérrimo y miserable se debe a que el indígena tiene una incapacidad
estructural para el progreso, la prosperidad, el desarrollo. Todo esfuer­
zo que se haga —agregan— será inútil, puesto que el “ indio” no llegará
jamás a ninguna parte. En conclusión, para esta posición, el indígena
es flojo, vicioso y se encuentra destinado siempre a ser lo que es. Por el
contrario, si con realismo y sin temor o prejuicio se acepta que el ma­
puche, como todos los indígenas, es distinto de los demás chilenos,
porque distinta es su cultura, su historia, sus problemas, su vida misma,
se puede entrar con seguridad en el planeamiento de una acción que,
reconociendo dichas diferencias, las tome en consideración para la for­
mulación de toda teoría o programa. Aceptar que el mapuche tiene
una cultura diferente no es racismo. Por el contrario, facilita la entrada
al problema y sus soluciones, puesto que ejlo trae como consecuencia
reconocer al mismo tiempo que su cultura es igualmente valiosa e im­
portante, que intelectual y físicamente son capaces de alcanzar el
desarrollo y participar de la vida nacional con real igualdad de po­
sibilidades, que la razón de su actual estado no se debe a su condición
racial sino a factores de orden económicosocial discriminatorios y mar­
ginantes.
Participación. Los indígenas pueden y deben participar activamen­
te en la construcción de una sociedad más justa y democrática, apor­
tando con su esfuerzo y su capacidad. Es decir, si hoy se encuentran
marginados social y económicamente bajo diversas formas de opresión
y sojuzgamiento, deben buscarse los medios que conduzcan a una plena
integración. Se trata de un grupo demasiado importante como para ser
olvidado o postergado. Los campesinos indígenas representan el 72%
del total de la población rural de la provincia de Cautín. Aunque las
estimaciones son variables, por la carencia de datos exactos y oficiales,
puede sostenerse fundadamente que la población auténticamente indí­
gena del país es superior al 5% de la población nacional. Hay quienes
consideran que este porcentaje llega al 10%. La política a seguir debe
ser de doble acción: de una parte la sociedad global, especialmente a
través del Estado, debe procurar cambiar las condiciones de inferioridad
socioeconómica en que se encuentran los grupos indígenas y, por otra
parte, los indígenas deben participar activamente en el proceso de
desarrollo del país, integrándose a todos los frentes de lucha y de tra­
bajo.
La lucha es justa. Una premisa es básica: reconocer que la lucha
del indígena, fundamentalmente del campesino, es justa, auténtica, y
obedece a circunstancias y razones reales. Ante las “ tomas” de predios
agrícolas y “ corridas de cercos” que se sucedieron con relativa inten­
sidad durante los años 19*70 y 1971 en las provincias de la Araucanía,
algunos sectores políticos sostuvieron que obedecían exclusivamente a
la acción de agitadores de extrema izquierda (M.C.R., Netuaiñ, Mapu,
etc.) que “ abusando de la credulidad de los mapuches” , los embarca­
ban en aventuras sin destino. La verdad, sin embargo, es muy dife­
rente. El espíritu de lucha y reivindicación del indígena existe con o
sin incentivación, como una estructura fundamental de su formación
espiritual. Los partidos de izquierda no han hecho más que encauzar

27
esta situación objetiva que ha existido desde hace muchos decenios,
muchas veces reprimida, royendo el alma del mapuche, pero que en
muchas oportunidades tuvo afloramientos violentos. La lucha no la
inventaron los extremistas, como la lucha de clases tampoco la inventó
el marxismo. Es el producto necesario de la profunda contradicción
que viven en carne propia los campesinos mapuches: hasta ayer fueron
dueños de los inmensos territorios que constituyen la Araucania, y hoy
sobreviven en medio de las más oprobiosas condiciones sociales y eco­
nómicas. Conviene entonces hacer claridad en el planteamiento del
problema: si aceptamos que la actitud rebelde y reivindicativa del ma­
puche es justa podremos encontrarle una solución. Si por el contrario,
como se ha sostenido por los gobiernos pasados, representando los in­
tereses de los sectores opresivos del país, la lucha que plantean los
campesinos indígenas no es justa, no es legítima, altera las reglas del
juego, pretende retrotraer las cosas a etapas superadas de la historia,
naturalmente no podrá llegarse a solución alguna, más que la represión
y el sojuzgamiento permanentes. Pero esta premisa deben admitirla aun
algunos sectores del actual ‘Gobierno, para quienes “ es errónea y falsa
la polarización entre chilenos y mapuches” 3, puesto que “por origen
histórico y por el mestizaje la población mapuche es chilena y forma
parte de los sistemas sociales y de la sociedad chilena” . Esta afirmación
lleva a algunos a sostener que los problemas que afectan a los mapu­
ches son los mismos que gravan a todo el campesinado del país, por
lo que la solución debe ser única y de conjunto. Es decir; la solución
debe establecerse en términos “ chilenos” , generales, con los padrones
y categorías de la cultura y sociedad global dominantes. Ello implica
negar valor a la solución en términos “ mapuches” , como la han plan­
teado los propios campesinos indígenas. Por ejemplo, a la exigencia
formulada por los mapuches en el sentido de que se “ aumente la ca­
bida” de sus comunidades, es decir, se les entregue una mayor cantidad
de terreno que se incorpore al mismo régimen de comunidad-goce en
que actualmente se encuentran, la posición “ chilenizante” responde
ofreciendo que los mapuches se incorporen, masivamente si es posible,
a las tierras de la reforma agraria, en los términos y bajo el régimen
de estas últimas. Es decir, se acepta que el clamor por más tierra es
justo, pero se ofrece una salida que no se ajusta ni satisface a la
petición de los mapuches. Ello significa desconocer el valor del ideal
de lucha que sustenta el indígena. Y no hay razón alguna para negar
a los campesinos la validez de sus planteamientos y los términos en que
formulan las soluciones. La sociedad global deberá así reconocerlo para
poder entrar con seguridad en el problema, a través del diálogo y el
proceso de creación dialéctico.
La tierra no es todo. El denominado “ problema indígena” , no se re­
fiere sólo a la tenencia de la tierra, como hasta ahora y con notable
ceguera, ha querido entenderse. La cuestión de la tierra es, por cierto,
la infraestructura del asunto, pero no lo es todo, puesto que tiene
además profundas implicaciones culturales, étnicas, sociales, etc. Res­
tringir el problema a lo relativo a la tierra (tenencia, ocupación, distri­
bución, e tc.), es minimizar el asunto y, desde luego, encontrarse con
una imposibilidad básica para encontrarle solución. Esta ha sido tradi-
::onalmente la actitud de los gobiernos pasados para los cuales la

3 Hernán San Martín, Los Araucanos, Quimantú, .1972.


solución del tremendo problema de los campesinos mapuches ha consis­
tido exclusivamente en la división de sus comunidades, a fin de entre­
gar a cada uno de ellos un retazo de terreno determinado, con deslindes
claros y con un documento o título que acredite su dominio, cualquiera
sea la superficie a que se refiere. Sostenemos, por nuestra parte, que
la solución que se busca debe ser integral y partir del hecho incuestio­
nable de que el problema es de una variada contextura; por lo que la
solución deberá expresarse en términos suficientemente amplios y di­
versos.
Limitaciones. Existen limitaciones objetivas y materiales que de­
ben ser debidamente ponderadas para enunciar los caminos de solu­
ción que se resuelven. La población indígena se encuentra medianamente
determinada, y bien puede decirse que alcanza a una cifra cercana a
las 800.000 personas. En la región de la Araucanía, los indígenas cam­
pesinos no son menos de 400.000. La superficie de terreno que se Ies
ha otorgado o reconocido en merced por el Estado chileno de fines del
siglo pasado y primeras décadas del presente es también clara y per­
fectamente determinable. Los datos que se poseen en el Archivo de la
Dirección de Asuntos Indígenas señalan que la referida superficie fue
de 536.000 hás. Sin embargo, en la actualidad esta superficie no pasa
de las 400.000 hás., por lo que la relación es de 1 há. de suelo por in­
dígena. Esta pequeña cantidad de tierra, que ciertamente condiciona
toda solución, se encuentra por lo general sobreexplotada, erosionada
o exigida hasta el máximo. Es decir, el suelo es poco y malo. La pobla­
ción campesina indígena es numerosa, con serias limitaciones de capa­
citación, educación, permeabilidad. Las pequeñas explotaciones agro­
pecuarias de los campesinos indígenas sé encuentran muy lejos de las
técnicas y procedimientos modernos; faltan maquinarias, obras civiles
de infraestructura, etc. En suma, la situación del campesino indígena
es notablemente grave, con grandes limitaciones de todo orden, que
obligan a una solución realista y factible. Debe excluirse todo intento de
demagogia como, por ejemplo, cuando se postula que a cada familia de
campesino indígena se entregue por el Estado una superficie de terreno
igual a una unidad agrícola familiar. Como idea es perfecta, pero total­
mente divorciada de la realidad. En efecto, si estimamos que una uni­
dad agrícola familiar, en los términos definidos por la letra h) del
artículo 1? de la Ley 16.640, no puede ser inferior, en términos prome­
dios y generales, a un retazo de suelo de 50 hectáreas de superficie, y al
mismo tiempo aceptamos que las familias de campesinos mapuches no
son menos de 50.000 (a razón de 8 personas por familia), llegaremos
a la conclusión aritmética de que para cumplir con la finalidad pro­
puesta se necesitan no menos de 2.500.000 hectáreas de suelo. Esto equi­
vale a toda la provincia de Cautín y la mitad de la provincia de Malleco.
Fácil es concluir que la alternativa carece de factibilidad. Insistir en
ella encierra una suerte de irresponsabilidad sumamente sospechosa.
Así como en ésta, en otras materias se actúa con absoluto desapego de
la realidad: se sostiene que la división de las comunidades facilita la
integración y mejora con ello las condiciones de vida de los indígenas;
que la transformación o aporte de las tierras indígenas a cooperativas
campesinas priva a los indígenas del dominio de sus tierras, las que pa­
sarán al Estado; que la plena libertad para comerciar y transferir las
tierras es un poderoso motor para el desarrollo y la prosperidad, etc.
La solución al problema debe, necesariamente, ser realista, seria y fac-

29
tibie, puesto que, de otro modo, se caerá en los mismos errores y vicios
de Gobiernos anteriores, todos los cuales se han venido ganando la des­
confianza del campesino indígena, precisamente por la imposibilidad
de cumplirles lo ofrecido.
Incorporación o integración. Debe definirse con la mayor concre­
ción qué es lo que quieren para el futuro los propios interesados, la so­
ciedad global y el Gobierno respecto de los grupos indígenas; deben
fijarse metas muy precisas a cumplir para que la acción determinada
cumpla con los fines propuestos. Hay quienes sostienen que los grupos
indígenas deben incorporarse a la sociedad chilena, entendiéndose por
incorporación el proceso que implique asimilación, aculturación y, ñor
último, extinción del indígena como individualidad étnica y cultural. En
cambio, hay quienes creen que el proceso justo que ayuda a la solu­
ción es el de la integración, es decir, aquel mediante el cual la cultura
y los pueblos indígenas, conservando en plenitud sus rasgos caracterís­
ticos, pasan a participar intensamente, con igualdad de derechos, en
el proceso de desarrollo general del país. El Gobierno y los campesinos
indígenas se han pronunciado por este último camino. Algunos sectores
políticos lo han hecho por el primero.
Indígenas y mapuches. El proyecto de ley se refiere a todos los
grupos indígenas del país, cualquiera sea su ubicación territorial, en el
entendido de que debe enfocarse el problema en toda su real magnitud
nacional. No hay razón alguna que autorice para excluir a los numero­
sos compatriotas que en la cordillera o los valles del norte, en la zona
austral o en la lejana Isa de Pascua sufren desde hace muchos dece­
nios el estado de marginalidad que con más patética intensidad se ob­
serva en la Araucanía. ,
Sin embargo, debe reconocerse que respecto de aquellos sectores
aborígenes no existe un conocimiento claro y positivo que permita adop­
tar de inmediato y sin vacilaciones las medidas que sean adecuadas
para su desarrollo. El organismo del Estado encargado de la materia, la
Dirección de Asuntos Indígenas, no dispone por ahora de los anteceden­
tes suficientes para esquematizar una política, debido a que durante
toda su existencia no se ha propuesto extender su labor a otros grupos
indígenas que no sean los mapuches. De ahí que la iniciativa legal del
Ejecutivo, sin excluir ningún conglomerado indígena, ha debido remi­
tir su normatividad específica a los problemas del pueblo mapuche, par­
ticularmente en lo relativo a las tierras. Sin embargo, quedan abiertas
en el mismo proyecto todas las vías y posibilidades para que se pueda
penetrar con agilidad en los problemas de los otros indígenas en pro­
cura de su solución.
Ley instrumento. Debe tenerse presente, finalmente, que la ley
sobre indígenas no constituye en sí la solución total del problema; no
es la panacea, sino que, cuando más, abre los cauces y ofrece las posi­
bilidades a través de las cuales puede dirigirse la voluntad del G o­
bierno y de la sociedad general para encontrar las soluciones. El orde­
namiento jurídico no puede hacer más que ofrecer alternativas, ins­
trumentos y herramientas con los cuales trabajar en la aplicación de
una política clara, definida y directa. Por ello es por lo que el pro­
yecto de ley no contiene programas, planes de trabajos ni medidas con­
cretas. Ellos irán resultando espontáneamente de la propia lucha de
los campesinos y la agilidad de los gobernantes para encauzarla.

30

i
II. ANALISIS DEL PROYECTO DE LEY SOBRE INDIGENAS

El proyecto de ley propuesto por el Ejecutivo postula cumplir las si­


guientes finalidades concretas:
1. Recuperación, aumento y protección de la integridad de las tierras
indígenas.
/
2. Substitución del sistema de tenencia y explotación individual de las
tierras indígenas por fórmulas cooperativas o comunitarias que las
transformen en unidades perfectamente organizadas de producción.
3. Incremento de la producción y productividad del trabajo.
4. Integración a las actividades nacionales mediante un impulso siste­
mático al desarrollo integral de los grupos indígenas.
5. Unificación y centralización de la labor del Estado para lograr los
fines propuestos en la política indígena.

Cabe dejar constancia de que los objetivos señalados se encuentran


estrechamente vinculados unos con otros, en una forma de interacción
que los condiciona recíprocamente. Así, por ejemplo, no es posible in­
crementar la productividad de las tierras indígenas sin que necesaria­
mente se substituya el actual sistema de tenencia y explotación indi­
vidual de los pequeños lotes que poseen los campesinos indígenas; ni
puede pensarse responsablemente en cumplir con una meta de inte­
gración sin que previamente se satisfagan algunas exigencias funda­
mentales y mínimas planteadas por los campesinos, como lo es la recu­
peración de las tierras “ usurpadas” . Esto significa, por otra parte, que
el orden en que se han señalado no implica mayor o menor importancia,
aun cuando puede sostenerse, respecto de los cuatro primeros, que se
encuentran indicados en orden de complejidad y duración temporal
creciente. Es decir, recuperar y ampliar las tierras indígenas es una
labor notablemente más simple y que requiere menos tiempo que subs­
tituir el sistema de tenencia de la tierra. Con mayor esfuerzo y a más
largo plazo, puede lograrse el objetivo señalado en el punto 3?, y, sin
duda, lograr la finalidad indicada en el punto 4? requiere de un plazo
aún mayor y el uso de medios y esfuerzos superiores, como que lograrlo
es cumplir con el objetivo final y supremo de la política indígena que
propicia el Gobierno Popular.
Analizaremos cada uno de los objetivos señalados, en relación con
el texto mismo del proyecto de ley.

A. Recuperación, aumento y protección de la integridad de las tierras


indígenas

El proyecto de ley, para éste y los fines generales de su texto, comienza


por delimitar el ámbito de aplicación de sus disposiciones, conceptuan­
do o definiendo al “ indígena” y las “ tierras indígenas” . El artículo 1?
establece a quiénes se tendrá por indígenas para todos los efectos le­
gales, y el artículo 2? hace lo propio respecto de las tierras indígenas.
La medida tiene una finalidad práctica bastante clara: demarcar los
sujetos del ordenamiento jurídico evitando que en el desarrollo de las
instituciones y mecanismos contenidos en el proyecto se efectúen re­
peticiones inútiles.

31
En cuanto a la singularización del “ indígena” , se ha procurado
usar Ies elementos más objetivos y concretos, a fin de evitar interpre­
taciones equívocas. Desde luego, se ha considerado indígenas a todas
las personas a quienes las leyes de radicación reconocieron de hecho di­
cha calidad, y a las que, de alguna manera más o menos directa, se
encuentran vinculadas a los títulos de merced o títulos gratuitos de do­
minio concedidos por el Estado en virtud de las leyes indígenas. Se
ha procurado, de ia misma manera, excluir a todas aquellas personas
que por actos posteriores han llegado a vincularse con las tierras a que
se refieren los títulos de merced, es decir, a lo que en este trabajo y
en la terminología operacional se denomina “ particular” o “ no indí­
gena” . Por cierto, se ha incluido en este concepto de indígena tanto
a los comuneros de títulos de merced como a los adjudicatarios de hi­
juelas singulares en que se han dividido éstas, como, asimismo, a los
herederos de unos y otros.
Se ha extendido el concepto a aquellos indígenas, particulamente
de la zona de la Araucanía, que carecen de todo título sobre los terre­
nos que ocupan desde tiempos inmemoriales, generalmente por no ha­
ber alcanzado hasta ellos las comisiones radicadoras, pero que, incues­
tionablemente, conservan las “ costumbres, usos, lengua, tradiciones,
prácticas y hábitos de los pueblos” señalados anteriormente.
Estos elementos conceptuales, agregados a la descendencia con­
sanguínea que se contempla en el N9 79 del artículo 1?, permiten in­
cluir en la concepción de “ indígena” a por lo menos el 95% de la po­
blación mapuche, con factores definitorios bien claros y precisos y, por
lo general, documentados.
Se complementa la noción disponiéndose en el N9 69 del precitado
artículo l 9, que se tendrá, además, por indígena, a la persona que “ ha­
bitando en cualquier lugar del territorio nacional, tenga por actividad
productiva principal la agricultura, la ganadería, la pesca, la explo­
tación de bosques o formas de economía natural o de consumo y, ade­
más, se distinga del resto de los habitantes de la República por conservar
sistemas de vida, hábitos, costumbres, tradiciones, formas de trabajo,
de convivencia y religión que encuentran su origen en los grupos étni­
cos aborígenes del país” . Este concepto, que probablemente adolezca
de algunos defectos formales, permite, sin embargo, singularizar a todos
y cada uno de los grupos indígenas que pueblan el país.
El N9 79 del artículo 1? extiende la calidad de indígena a los des­
cendientes de las personas que, conforme a los~ números anteriores, por
cualquier concepto territorial, sociológico, étnico o antropológico, pue­
dan ser consideradas como tales.
El artículo 29 del proyecto delimita el ámbito espacial de aplica­
ción de las normas legales propuestas, particularmente en relación a
los mecanismos de recuperación y protección de ia integridad de la tie­
rra. Siguiendo la misma técnica del artículo l 9 se identifica la “ tierra
indígena” , en primer lugar, con relación a los actos emanados del Es­
tado que han significado reconocimiento o cesión del derecho de do­
minio. En tal virtud se reputan tierras indígenas todas aquellas que
se comprendan en los títulos de merced o títulos gratuitos de dominio
otorgados en conformidad a las leyes sobre indígenas que se han men­
cionado en este trabajo. Los cuatro primeros números del artículo 29
delimitan las tierras indígenas con un elemento de fundamentación
en las normas jurídicas objetivas y, dicho sea de paso, representan
aproximadamente 536.000 hectáreas en la zona de la Araucanía.
Con las dos disposiciones legales analizadas, se tiene claramente
definido: 1? qué es aquello que se recuperará, ampliará y protegerá, y
29 en favor de quiénes se realizará esta recuperación, ampliación y pro­
tección.

Recuperación de tierras indígenas

Es la primera y más firme bandera de lucha del pueblo araucano, por


lo que debe tener un lugar destacado en todo intento de solución del
problema indígena. Su significado económico-material puede no ser im­
portante; en el fondo no representa una medida sensible para quebrar
la estrecha relación hombre-tierra; pero, sin embargo, constituye el
ingrediente emocional, anímico y moral que abre las puertas a todo
intento para provocar el desarrollo integral. Puede enfatizarse la situa­
ción expresando que sin recuperación de las tierras “ usurpadas” no
será posible poner en marcha ninguna de las otras medidas u objetivos
del proyecto de ley.
Se pretende recuperar para los campesinos indígenas todas las tie­
rras comprendidas en los títulos de merced o títulos gratuitos de do­
minio concedidos a indígenas en virtud de las leyes de 4 de diciembre
de 1866 y posteriores. La, superficie total de las provincias de Biobío a
Llanquihue es de 9.476.010 hectáreas. Los terrenos concedidos en mer­
ced a indígenas en dicha zona suman 526.285,12 hás. Se calcula que
aproximadamente el 25% de las tierras asignadas a indígenas se en­
cuentra actualmente en poder de particulares o no indígenas. Ello sig­
nifica más o menos 131.000 hás. que, a su vez, constituyen el 1,4% de
la superficie total de las provincias mencionadas. En términos absolu­
tos no es nada, pero para el pueblo mapuche es bastante.
El proyecto de ley contempla dos mecanismos para la recuperación
de las tierras indígenas que han salido del dominio o tenencia de los
campesinos indígenas.

1. Restitución. A esta materia se refiere el Párrafo Tercero del


Título Primero del proyecto. Mediante sus disposiciones se establece un
procedimiento administrativo-judicial destinado a obtener la restitu­
ción de las tierras indígenas ocupadas por particulares o personas no
indígenas, procedimiento que puede resumirse en los siguientes tér­
minos :
a) El Consejo del Instituto de Desarrollo Indígena —organismo
que la misma ley crea— , previos los estudios técnicos realizados por
sus departamentos o unidades de trabajo, dispone, mediante un acuerdo
formal, la restitución total o parcial de las tierras indígenas, definidas
en el artículo 2?, que por cualquiera causa se encuentren ocupadas por
personas no indígenas (art. 19);
b) De este acuerdo o resolución se notifica al ocupante en forma
directa y por publicación en el Diario Oficial (art. 20);
c) Transcurridos treinta días desde la notificación del acuerdo,
el Instituto de Desarrollo Indígena procede a tomar posesión material
de los terrenos que ha ordenado restituir, con el auxilio de la fuerza
pública si fuera necesario (art. 22), a objeto de hacer entrega de ellos
a los indígenas a quienes corresponda;
d) Si hubieren mejoras o frutos pendientes en el predio que se
restituye, se produce una compensación entre su valor y el de la in-

33

3 — Cuadernos
dernxización, que deberá pagar el ocupante por su ocupación (arts. 23,
24 y 25);
e) El ocupante de los terrenos que se ha ordenado restituir, puede
pedir al propio Instituto que reconsidere la resolución, en caso que esti­
me que ella ha sido infundada, y puede, igualmente, reclamar ante el
Juzgado de Letras de Mayor Cuantía del departamento respectivo. Este
tribunal resolverá en definitiva si el acuerdo del Instituto se ha ajustado
a derecho, pero, en todo caso, no podrá alegarse en el juicio la pres­
cripción (art. 26);
f) En el juicio a que diere lugar la reclamación del particular
ocupante siempre primará el título de merced o título de dominio a
indígenas sobre cualquier otro exhibido por el ocupante no indígena.
En caso que éste tenga un título de dominio emanado del Estado
o reconocido por éste, sólo tendrá derecho a una indemnización (ar­
tículo 27) ;
g) Si los Tribunales de Justicia resuelven en definitiva que el pro­
pietario de los terrenos es el particular o no indígena y, por conse­
cuencia, revocan el acuerdo del Instituto de Desarrollo Indígena que
dispuso la restitución, los terrenos a que se refiere pueden ser expro­
piados por el Instituto (art. 34);
h) El pequeño propietario a quien afecta el acuerdo de restitu­
ción recibe una indemnización, a título de gracia, equivalente al ava­
lúo fiscal del predio restituido (art. 29).
El procedimiento indicado resulta sumamente ágil, rápido y pre­
ciso, contrariamente a lo que ocurre hoy día con los Juzgados de Le­
tras de Indios. El mecanismo de la restitución deberá ser aplicado por
el Instituto respecto de aquellos ocupantes no indígenas que carezcan
de títulos de dominio sobre el predio, o que tengan títulos viciados,
nulos o defectuosos o, finalmente, cuando sobre un mismo predio existe
superposición de títulos.
2. Expropiación. Se encuentra contemplada en el Párrafo Cuar­
to del Título Primero del proyecto de ley. Se realiza conforme a las
siguientes ideas generales:
a) Se declaran expropiables, por causa de utilidad pública e in­
terés social, los terrenos ocupados por indígenas desde antes del 1?
de enero de 1965, y sobre los cuales existan títulos de dominio a favor
de otras personas (art. 31), medida con la cual es posible otorgar títulos
de dominio, y con ello seguridad y tranquilidad a los numerosos grupos
y familias de campesinos indígenas que hoy día carecen de ellos y viven
y ocupan terrenos sobre los cuales otras personas tienen títulos de
mero papel;
b) Se declaran igualmente expropiables las acciones y derechos,
de cualquier origen que sea, que sobre tierras indígenas tengan per­
sonas no indígenas (art. 32). Por esta vía se sanea el dominio de los
predios sometidos a título de merced, excluyendo a toda persona que
no sea indígena, lo que hasta ahora constituye un factor de pertur­
bación y explotación bastante grave;
c) Por el artículo 33 se declaran expropiables las tierras indí­
genas que, por cualquiera causa, no se encuentran en actual posesión
o dominio de indígenas, no importando el título de dominio del actual
ocupante. Esta norma, ciertamente amplia, permite recuperar para
indígenas todas aquellas tierras comprendidas en los títulos de mer­
ced, o títulos gratuitos de dominio que por diversos motivos han salido

34
del dominio legal de los campesinos indígenas y se han incorporado a
los latifundios, predios vecinos, etc. Esta norma resulta aplicable en
subsidio del procedimiento de restitución y operará exclusivamente
cuando el ocupante tenga un título sano o saneado sobre las tierras
indígenas objeto de la expropiación. Así ocurre, por ejemplo, con las
tierras indígenas vendidas con las autorizaciones pertinentes de los in­
tendentes, protectores de indígenas o juzgados de indios; con los pre­
dios expropiados por el Estado y entregados a particulares; con los
terrenos perdidos para los indígenas a virtud de una sentencia ju ­
dicial, etc.;
d) Finalmente, se declara la expropiabilidad de los terrenos res­
pecto de los cuales se hubiere dictado sentencia judicial ejecutoriada
que acoja la reclamación del particular ocupante, en los casos en que
se hubiere usado del mecanismo de la restitución, analizado en el pá­
rrafo anterior (art. 34);
e) La expropiación se hará por el Instituto de Desarrollo Indí­
gena, de conformidad a las normas de la actual Ley de Reforma Agra­
ria, N? 16.640, salvo en cuanto a la forma de pago de la indemnización
en que se establecen algunas fórmulas más benignas para el expro­
piado;
f) Las tierras expropiadas se asignarán a los campesinos indí­
genas en cualquiera de las formas establecidas en el Título IV de la
Ley N? 16.640, es decir, en forma de dominio individual, cooperativo, o
parte individual y parte en cooperativa, según las circunstancias de
hecho de cada expropiación.
Los procedimientos de restitución y expropiación que se han re­
señado permiten recuperar las tierras indígenas y reconstituir la inte­
gridad de los predios comprendidos en los títulos de merced y títulos
gratuitos de dominio en un plazo no superior a cinco años, según los
recursos económicos que se destinen al cumplimiento de la finalidad
propuesta. De esta manera se cumplen perfectamente dos objetivos: re­
cuperar para los campesinos mapuches una cantidad del orden de las
150.000 hectáreas de terreno, y dar satisfacción a corto plazo a una
de las más fuertes aspiraciones del pueblo araucano.

B. Aumento de las tierras indígenas

Aun cuando resulta materialmente imposible romper en definitiva la


rígida estructura minifundiaria de las tierras indígenas, pueden inten­
tarse algunas soluciones locales de ampliación a través de tres fór­
mulas que operen paralelamente:
1. Incorporación masiva al proceso de reforma agraria. A pesar
de las serias resistencias del indígena a incorporarse al proceso de re­
forma agraria, es posible lograrlo en la medida en que se respeten sus
formas culturales y de convivencia y se adecúen los procedimientos a
esa realidad. Para este objeto el proyecto de ley: a) les otorga una
preferencia para ser beneficiarios de los predios expropiados; b) in­
corpora al Director del Instituto de Desarrollo Indígena al Consejo de
la Corporación de la Reforma Agraria, y c) en la discusión parlamen­
taria se ha dispuesto que la Corporación de la Reforma Agraria re­
serve para asignar a indígenas un porcentaje de las tierras que expro­
pie en la zona de la Ar&ucanía.

35
La verdad es que, en este aspecto, más que disposiciones legales, se
requiere de determinaciones claras y precisas de los organismos del agro
en armonía con los consejos comunales campesinos y demás organiza­
ciones de masas. En lo que va corrido del actual Gobierno estas deci­
siones se han adoptado, aun cuando por fallas y trabas operacionales
se ha hecho difícil llegar a un estado de plena aplicación.

C. Compra directa de predios para formar un fondo de tierras

El proyecto de ley contempla esta solución alternativa como una facul­


tad del Instituto de Desarrollo Indígena (arts. 39, letra a), y 42, letra
f) ), que deberá ser ejercida en todos aquellos casos en que las nece­
sidades y situaciones de hecho lo requieran. En el Congreso Nacional
esta facultad se ha explicitado suficientemente, de manera que puede
llegar a convertirse en una fórmula sumamente útil para solucionar el
problema de la tierra.

D. Caducidad de los derechos de los ausentes

Uno de los factores más perturbadores en las comunidades indígenas


lo constituyen los “ ausentes” , es decir, aquellos comuneros que no vi­
ven ni trabajan personalmente las tierras que les corresponden por
su derecho cuotativo. Estos ausentes pueden ser de dos tipos: a) el
ausente absoluto que, no obstante tener derecho a tierras, no las posee
ni trabaja porque los demás comuneros se lo impiden de una manera
u otra; b) el ausente relativo, que no vive ni trabaja personalmente en
el predio común, pero realiza actos de dueño a través de mediero, in­
quilino, arrendatario, etc. En tanto los primeros, que generalmente
tienen tierras en otra comunidad, no obtienen provecho alguno de su
cuota ni tienen expectativas de obtenerlo, a menos que se produzca
la división de la comunidad, los segundos se convierten en explotadores
de los demás comuneros, a los que periódicamente asedian exigiendo
la participación, cuota o pago de renta que corresponda. Generalmente
el ausente relativo vive en el pueblo y se encuentra incorporado a otro
tipo de actividades productivas.
El proyecto de ley señala que al comunero que no vive y trabaje
personalmente las tierras indígenas se le tendrán por irrevocablemente
extinguidos sus derechos a contar de la fecha en que la ley entre en
vigencia. Estos derechos acrecerán en beneficio de la cooperativa cam­
pesina, si se encontrare constituida, o de todos los comuneros que
vivan y trabajen personalmente en la comunidad (arts. 6? y 3? tran­
sitorio) .
El comunero a quien afecte la caducidad de sus derechos podrá
exigir de la cooperativa o la comunidad, en su caso, que se le pague
el justo precio de su acción o cuota, tasada por el Instituto de Desa­
rrollo Indígena. Para estos efectos el Instituto otorgará un préstamo
al deudor, el que se reembolsará en un plazo de 10 años (art. 4? tran­
sitorio) .
Esta medida permite consolidar la actual tenencia del terreno co­
mún, eliminar un factor de perturbación permanente, entregar una
compensación al ausente absoluto que ahora nada tiene y, finalmente,
terminar con una forma de explotación injusta, beneficiando con ello
al indígena campesino.

36
Conviene dejar constancia de que el proyecto de ley no pretende
que la ampliación de las tierras indígenas sea de una magnitud que,
por sí sola, venga a constituir la solución definitiva de este factor bá­
sico. Las limitaciones objetivas y materiales desde las que necesaria­
mente debe partirse habilitan para afirmar que, tanto la recuperación
como la ampliación de las tierras indígenas, no pueden mirarse con de­
masiada ambición y deberán cumplir una misión secundaria en el pro­
ceso de desarrollo integral de las comunidades indígenas.

E. Protección de la integridad de las tierras indígenas

El patrimonio territorial de la cultura y el pueblo mapuche es actual­


mente del orden de las 400.000 hectáreas que, con la aplicación de los
mecanismos de restitución y expropiación, pueden llegar a cerca de
las 600.000. Es lógico pensar que esta infraestructura debe conservarse
como garantía de la supervivencia de los grupos indígenas, y como ele­
mento indispensable para proyectar toda política de desarrollo.
Con este propósito, el proyecto contiene varias disposiciones que
cautelan y resguardan la integridad de las tierras indígenas, confor­
me a las siguientes ideas generales:
a) Las tierras de la comunidad indígena no pueden ser enaje­
nadas y sólo pueden gravarse en favor de los organismos de crédito
y desarrollo del Estado (art. 5?) ;
b) Las acciones, cuotas o derechos en las comunidades indígenas
no pueden enajenarse sino en favor de otros indígenas campesinos de
la misma comunidad, de las cooperativas campesinas y de otras uni­
dades de producción del área agrícola reformada (art. 5?) ;
c) Los goces en las comunidades sólo pueden darse en arrenda­
miento o aparcería a otro indígena campesino (art. 79) ;
d) Las hijuelas o lotes singulares no pueden enajenarse, salvo en
favor de otros indígenas campesinos, cooperativas campesinas u otras
unidades de producción del área agrícola reformada (art. 8?). Y po­
drán gravarse sólo en favor de los organismos del Estado;
e) Las mismas hijuelas o lotes pueden darse en arrendamiento o
mediería a cualquiera persona, pero por un plazo máximo de 3 años;
f) Todas las enajenaciones, gravámenes, arrendamientos, etc., se
encuentran sujetos a control del Estado, a través de la autorización
previa que debe otorgar el Instituto;
g) Los actos y contratos celebrados en contravención a las prohi­
biciones señaladas adolecen de nulidad absoluta, la acción de nulidad
es imprescriptible y puede pedirse la nulidad por acción popular (ar­
tículo 12).
Estas disposiciones legales de ninguna manera establecen la inca­
pacidad legal del indígena para celebrar actos y contratos. Por el con­
trario, en lo que no diga relación estricta con las “ tierras indígenas”
queda sometido a las normas del derecho común —lo que ocurre con
el derecho de dominio sobre cualquier inmueble que no se encuentre
entre los indicados por el artículo 29 del proyecto. El indígena es, pues,
plenamente capaz y se encuentra regido por la ley general.
Las normas especiales para proteger la integridad de las tierras
indígenas no atienden a la mayor o menor capacidad, inteligencia, cul­
tura o educación de los indígenas, puesto que a este respecto no hacen
ningún distingo. Las disposiciones cautelares se encuentran estableci­

37
das en cierta medida en interés individual del campesino indígena,
pero fundamentalmente en orden a la preservación de la cultura ma­
puche. a la cohesión de los pueblos indígenas, a la realización plena
de estos grupos de conciudadanos, impidiendo su frustración y alie­
nación.

F. Substitución del sistema de tenencia y explotación de la tierra

La tenencia y explotación individual y minifundiaria de las tierras


indígenas constituye un impedimento estructural para impulsar una
política de pleno desarrollo de los campesinos indígenas. El proyecto
de ley tiende a romper radicalmente con este esquema tradicional,
mediante las siguientes líneas gruesas:
a) Se declara la indivisibilidad absoluta de las tierras indígenas,
cualquiera sea la actual situación jurídica de éstas (comunidades, lo­
tes individuales, títulos singulares, etc., art. 14). Como consecuencia de
esta medida se termina con el proceso de división iniciado en 1927 y
que ningún beneficio ha significado al pueblo mapuche. A la concep­
ción civilista del derecho de propiedad debe oponerse una nueva que,
por lo demás, y desde hace muchos años, se encuentra incorporada al
derecho positivo chileno. Los ordenamientos jurídicos que reglan la
pequeña propiedad rústica, las comunidades agrícolas, el saneamiento
de títulos de la pequeña propiedad rústica, y la liquidación de una
comunidad agrícola familiar, inmueble en copropiedad y derechos en
una cooperativa de reforma agraria, tienen establecido que los pre­
dios a que se refieren son indivisibles, aun en el caso de sucesión por
causa de muerte. Resulta sospechoso que, en cambio, las comunidades
indígenas se hayan mantenido por tanto tiempo sujetas a una división
que técnica y socialmente es repudiable;
b) Junto con la indivisión, que implica bloquear el camino al pro­
ceso de pulverización, el proyecto abre varias posibilidades para el
reagrupamiento y la organización técnica y racional de la tenencia y
explotación de las tierras indígenas. El artículo 14 del proyecto de ley
contenido en el Mensaje del Ejecutivo postulaba a que las tierras in­
dígenas pasen a constituirse en cooperativas campesinas, fundamen­
talmente de producción, señalando algunas normas para facilitar la
transformación. Sin embargo, durante la discusión del proyecto en la
Cámara de Diputados, se elaboró, por los funcionarios de Gobierno, una
fórmula que fue aceptada en parte por la Cámara. Para su cabal com­
prensión conviene transcribirla íntegramente:

“ ARTICULO . . . : Las tierras de indígenas son indivisibles y la comunidad cons­


tituida sobre ellas es iliquidable, salvo los casos expresamente contemplados en esta ley.
“ A R T IC U L O . . . : Las tierras de indígenas podrán trabajarse, aportarse o trans­
formarse en cooperativas campesinas, comunidades, sociedades u otras personas jurídicas
y unidades de producción creadas en el área agrícola retormada.
“ A R T IC U L O . . . : Las personas jurídicas a que se refiere el artículo anterior se
regirán por las normal legales que actualmente les son aplicables y por las que, dentro
del plazo de 180 días contados desde la publicación de esta ley, dicte el Presidente de
la República, teniendo como bases generales las siguientes:
“ l 9 Las unidades de producción se constituirán por instrumento privado, autori­
zadas las firmas de los constituyentes por un Notario u Oficial de Registro Civil;
"2° Podrán ser miembros de estas unidades de producción campesinos indígenas
y no indígenas;
"3 9 Los indígenas podrán aportar a las unidades de producción a que se refiere

38
el artículo . . . sus hijuelas singulares, cuotas, derechos hereditarios o goces en comuni­
dades sobre tierras de indígenas, cualquiera sea el título a virtud del cual los posean;
“ 49 El ingreso y aporte de bienes, hijuelas, acciones, derechos y goces podrá ha­
cerse en cualquiera forma o a cualquier título, y será, en todo caso, enteramente vo­
luntario;
“ Sin embargo, tratándose de tierras de indígenas que se encuentren en comunidad,
sea que ésta se hubiere constituido por título de merced, título gratuito de dominio, su­
cesión hereditaria o por cualquiera otra causa o título, los dos tercios de los comuneros
que vivan y trabajen personalmente en ellas podrán acordar su aporte en propiedad a
cualquiera de las unidades de producción a que se refiere el artículo anterior.
“ En este caso, los comuneros que no quieran formar parte de la persona jurídica
que se forme, tendrán derecho a exigir de la unidad de producción que se cree o a
la cual se aporte el inmueble, que se le pague el justo precio de su cuota en el predio
común y de todas las mejoras, créditos o derechos que les correspondan en él.
“ El pago deberá hacerse al contado dentro de los 60 días siguientes a la fecha
del acuerdo. Para estos efectos, el Instituto de Desarrollo Indígena podrá otorgar un
crédito a la unidad de producción, en la forma que establezca el reglamento;
“ 59 La determinación de la cuota o derecho que a cada comunero corresponda
en el predio común, para los efectos de establecer su valor de aporte o el monto de
la indemnización a que se refiere el número anterior, se hará de común acuerdo por los
comuneros, y en caso de desacuerdo, por el Instituto de Desarrollo Indígena;
“ 6° El aporte de tierras de indígenas no privará al propietario o comunero del uso
y goce vitalicio de su vivienda y de los terrenos necesarios para huerto, chacra y quinta
de consumo familiar;
“79 El aporte en propiedad de tierras de indígenas a cualquiera de las unidades
de producción a que se refiere el artículo anterior, deberá inscribirse gratuitamente a
nombre de dichas unidades en el Conservador de Bienes Raíces o Archivo respectivo,
bastando para ello la presentación de copia autorizada del instrumento de constitución
y de la publicación en el Diario Oficial de la resolución que aprueba su existencia, en
los casos en que este último trámite fuere procedente;
“ 89 Un porcentaje determinado de los excedentes que produzcan las unidades de
producción deberá distribuirse entre sus miembros en proporción a la cantidad, cuota o
derecho a terreno que hubiere aportado;
“99 Si la unidad de producción se disolviere o liquidare por cualquier causa, de­
berán restituirse a sus miembros los terrenos, cuotas o derechos que hubieren aportado,
salvo las excepciones contempladas en la ley, y
“ 109 Los miembros de las unidades de producción que resuelvan retirarse de ellas,
tendrán derecho a que se les pague en dinero efectivo y al contado el valor de su
aporte y de los incrementos que hubiere experimentado. El valor de estos bienes se
determinará de común acuerdo entre la unidad de producción y el socio que se retira y,
en caso de desacuerdo, por el Instituto de Desarrollo Indígena” .

c) Conviene destacar que todo cambio es enteramente voluntario


para el campesino indígena. La ley entrega alternativas y posibilida­
des, pero de ninguna manera impone una actuación determinada. De
este modo algunos campesinos se organizarán en cooperativas de
producción, otros en cooperativas de servicios, aquellos en sociedades
de reforma agraria, otros adherirán a centros de reforma agraria, y és­
tos continuarán realizando su explptación individual y minifundiaria.
La única excepción a la norma estriba en que, tratándose de tierras
indígenas en comunidad, los dos tercios de los comuneros que vivan y
trabajen personalmente en ellas pueden acordar su aporte en propie­
dad a cualquiera de las unidades de producción que se han mencionado.
Y en este caso, los comuneros que no concuerden con la opinión abier­
tamente mayoritaria y se nieguen a trabajar en la forma que ésta ha
acordado, perderán su derecho a tierra y sólo podrán exigir una justa
indemnización en dinero. Los fundamentos de este mecanismo son mu­
chos y profundos, pero lamentablemente escapan a las limitaciones de
este estudio;
d) Las unidades de producción que se creen en las tierras indíge­
nas, se regirán por la completa legislación y reglamentación vigente, lo

39
que implica un gran paso para llegar a la unificación legislativa. Sin
embargo, como la naturaleza de los problemas que origina la tenencia
de las tierras indígenas, generalmente de origen técnico, es variada y
compleja, se solicita al Parlamento delegue facultades al Presidente
de la República con el objeto de establecer normas legales que faciliten
y hagan operable el tránsito al reagrupamiento o cooperativización;
e) Por otra parte, cualquiera transformación del sistema de te­
nencia y explotación de la tierra, especialmente la cooperativa, permite
mantener la integridad de la comunidad indígena desde el punto de
vista sociocultural;
f) El reagrupamiento y transformación de las comunidades y pe­
queños lotes individuales requiere de una capacitación sistemática e
intensiva de los campesinos indígenas, labor que hasta ahora no se
ha podido cumplir por los servicios del agro debido a que les ha fal­
tado una real adecuación de sus métodos y formas de trabajo a la
idiosincrasia y problemática del mapuche. El Instituto de Desarrollo
Indígena, con sus propios medios y en coordinación con los demás or­
ganismos del Estado, podrá cumplir esta tarea en la medida en que
se le proporcionen los recursos necesarios;
g) Las vías de desarrollo planteadas por el proyecto de ley facili­
tan en gran medida la incorporación de los campesinos indígenas al
proceso productivo nacional, permitiendo diferenciar claramente dos
campos de la actividad humana: por un lado, la labor productiva, de
significación económica, que puede y debe realizarse en conjunto entre
campesinos indígenas y no indígenas con técnicas y procedimientos mo­
dernos, y, por otro lado, el desarrollo de las formas culturales y sociales
que pueden perfectamente mantenerse en el grupo étnico al cual le son
propias.

G. Incremento de la producción y la productividad

Al cumplimiento de esta finalidad se encuentran encaminadas las si­


guientes medidas del proyecto de ley:
a) Recuperación, aumento y protección de la integridad de las
tierras indígenas, materia sobre la que se han hecho amplias conside­
raciones en párrafos anteriores, por lo que nos remitimos a ellos;
b) Substitución del sistema de tenencia y explotación individual
de las tierras por fórmulas cooperativas o comunitarias, a las que igual­
mente se ha hecho mención anteriormente;
c) Incorporación de recursos económicos no deteriorados al tra­
bajo de las tierras indígenas. Nada se obtiene con aumentar las tierras
y lograr su transformación en organizaciones amplias de producción si
al mismo tiempo no se realiza un esfuerzo considerable para dotarlas
de una infraestructura capaz de provocar el despegue. Los campesinos
indígenas, $n un porcentaje demasiado alto, carecen de los medios ma­
teriales necesarios para montar empresas modernas y técnicamente efi­
cientes de producción. Carecen de maquinarias, equipos, caminos, bo­
degas, establos, habitaciones, etc. La ausencia sólo puede ser suplida
por los recursos del Estado a través del Instituto de Desarrollo Indí­
gena y de los demás servicios estatales (Corporación de Fomento, Ins­
tituto de Desarrollo Agropecuario, Banco del Estado, etc.) (arts. 39, le­
tra a) y 42, letra g) ) ;
d) Elevación de la productividad a través de la asistencia técnica,
la capacitación y el adiestramiento realizados tanto por el Instituto
como por los otros servicios estatales (INDAP, INACAÍ5, SERCOTEC,
SAG, etc.). Con este fin ya se encuentra próximo a entrar en funciona­
miento el Centro Regional de Capacitación Mapuche construido en
Temuco;
e) Diversificación de los cultivos y la producción, encauzándola
preferentemente a formas de agroindustria, artesanía, etc.;
f) Organización y racionalización de la comercialización de los
productos;
g) Liberación de algunos tributos, tasas y derechos por un período
mediano.
La ley no ha podido entrar en la casuística de señalar las vías por
las cuales puede lograrse un aumento de la producción de los campe­
sinos indígenas. Ha debido limitarse a dejar abiertas las posibilidades
y a establecer las herramientas que podrán usarse para ello. Por lo
demás el problema de la baja producción y rentabilidad del trabajo
campesino es general a todos los minifundistas, sean o no indígenas,
por lo que el Estado deberá enfrentarlo en su conjunto, y existen ya
los mecanismos legales y reglamentarios que lo permiten. Tan sólo
habrá de tenerse presente que el problema del campesino indígena
tiene ciertos razgos de singularidad que exigen también métodos espe­
ciales de trabajo. Lo importante es que el propio campesino indígena,
en el sur o en el norte, se interese realmente por romper el proceso
circular de empobrecimiento en que se encuentra inmerso, y para ello
debe cumplirse una enérgica campaña de capacitación.

H. Integración a las actividades nacionales mediante el impulso


sistemático al desarrollo integral de los campesinos indígenas

Como se expresa en párrafos anteriores, ésta constituye la finalidad


suprema de la política indígena que ha delineado el Gobierno Popular,
por lo que su realización implica un tremendo desafío no sólo para el
Gobierno sino para toda la sociedad chilena. Este objetivo ha quedado
claramente definido en el proyecto de ley. El artículo 38 dispone que:

“ El objetivo principal del Instituto será promover eldesarrollo social, educa­


cional y cultural de los indígenas de Chile, considerando su idiosincrasia y respe­
tando sus costumbres” .

Por su parte, el artículo 39 establece que corresponderán al Instituto


las siguientes funciones y atribuciones:

“ a ) formular y llevar a cabo una política de desarrollo integral de la pobla­


ción indígena en todo el territorio nacional” .

Es un hecho incuestionable que en la actualidad no existen clara­


mente definidas, en términos concretos y técnicos, las medidas que de­
ben adoptarse para lograr estos objetivos tan generales. De ahí que el
proyecto señale que, sin perjuicio de las labores que el propio Instituto
pueda cumplir, pueda “ celebrar, coordinar y dirigir convenios con or­
ganismos públicos o privados, nacionales o internacionales, para la rea­
lización de estudios técnicos y de factibilidad que digan relación con
el desarrollo integral del pueblo indígena” .

41
En este sentido el proyecto de ley opta por señalar algunas medidas
concretas, en algunos casos, pero en general se resuelve por dejar abier­
tas las posibilidades para que puedan llevarse a cabo todas las labores
que una política definida y clara en beneficio de la población indígena
quiera realizar.
Aunque en forma desordenada, podemos señalar las siguientes me­
didas concretas:
a) El proyecto asegura la tenencia de la tierra estableciendo la
inembargabilidad de las tierras y algunos bienes; prohibiendo la ena­
jenación o gravamen de las tierras, salvo en casos muy calificados;
limita temporalmente la facultad de los indígenas para dar en arren­
damiento, mediería u otra forma de explotación las tierras; somete al
control d e l, Estado todo acto que implique privación del dominio o
tenencia de la tierra; estabiliza la actual tenencia mediante la cadu­
cidad de los derechos de los ausentes;
b) La iniciativa establece procedimientos claros, expeditos y sen­
cillos para resolver las cuestiones que se originan sobre la administra­
ción, uso, goce y explotación de las tierras indígenas, a fin de llevar la
tranquilidad y estabilidad necesarias al progreso en las comunidades.
Para este efecto se señalan, en síntesis, las siguientes medidas: 1) se
suprimen los Juzgados de Letras de Indios y se someten todos los asuntos
al Juzgado de Letras de Mayor Cuantía del departamento donde se en­
contrare ubicado el inmueble, aumentándose con ello notablemente la
capacidad de atención del campesino indígena, acortando las distancias;
b) se contempla un procedimiento judicial verbal, directo, con inter­
vención activa de los propios comuneros y del Instituto de Desarrollo
Indígena, de sus organizaciones de bases y del Cuerpo de Carabineros,
y c) se establece una asistencialidad amplia y gratuita;
c) Se promueve el autodesarrollo de las comunidades a través de
la cooperativa; establece formas para llegar a la organización de las
comunidades indígenas en Asambleas de Comuneros, Estatutos de Co­
munidades, Comités de Disciplina, etc., y se establece la participación
directa de los propios campesinos indígenas en la elaboración y desa­
rrollo de las políticas generales y especiales que deban cumplirse por el
Gobierno en materia indígena. Esta participación se logra en varios
niveles: el Consejo del Instituto de Desarrollo Indígena estará inte­
grado por seis representantes campesinos, elegidos directamente por
las bases; se estructurarán consejos consultivos regionales o zonales
para la aplicación y control de las políticas fijadas, Consejos que esta­
rán también integrados por una proporcional representación campe­
sina; en la resolución de los conflictos que se originen en la comunidad
deberá tener una activa participación la Asamblea de Comuneros, de
cuya opinión sobre el asunto controvertido deberá darse debida cuenta
al juez a quien corresponda resolver el asunto;
d) Una de las misiones más delicadas y difíciles que deberá cum­
plirse será la de eliminar y superar toda forma de discriminación o
segregación, por lo que implícita o explícitamente en el proyecto de ley
se postula: a) “ asegurar la desaparición de la diferencia socioeconómica
entre los mapuches y el resto de la sociedad chilena, lo que significa
hacer desaparecer el sentido de inferioridad de ellos y el de superiori­
dad” del resto de los chilenos3; b) procurar que las tierras de indígenas

3 Stuchlik y Solc., op. cit.

42
se incorporen a regímenes, cooperativos u otras formas de producción,
sometiéndose a las normas legales que rigen para la generalidad de
los chilenos; c) promover la divulgación, conocimiento y valoración
de la cultura de los pueblos indígenas, a fin de que la sociedad' global
las admita en su ser propio y les haga un lugar igualitario en el contexto
general del desarrollo social; y d) desarrollar una política general,
sistemática y coordinada para lograr la incorporación del pueblo indí­
gena a la nacionalidad, a las actividades económicas, sociales y cultu­
rales;
e) En general, la sociedad, a través del Instituto de Desarrollo
Indígena, deberá promover, provocar, lograr, con sus propios recursos,
en coordinación con otros organismos del Estado, o con la ayuda de
Instituciones privadas, nacionales o internacionales, la elevación del
nivel educacional, económico, social, cultural, sanitario, etc., de los
indígenas de Chile, mediante la construcción, habilitación, mantención
de escuelas, centros de especialización y capacitación, becas, auxilio
escolar, caminos, postas, centros culturales, etc. Será posible realizar
todas estas misiones en la medida en que los propios campesinos las
impulsen y exijan.

Unificación y centralización de la labor del Estado

El título segundo del proyecto de ley crea el Instituto de Desarrollo


Indígena, persona jurídica de derecho público, autónomo, de duración
indefinida y que se relacionará con el Gobierno a través del Ministerio
de Agricultura.
Este organismo constituye una antigua aspiración de los campe­
sinos indígenas que, a través de varios Congresos Nacionales, han ve­
nido pidiendo la creación de un servicio que “promueva el desarrollo”
de los mapuches. Para enfatizar más aún la idea, las organizaciones
indígenas han solicitado la creación de una Corporación de Desarrollo,
en el entendido de que con esta denominación dispondrán de más recur­
sos económicos y facultades legales. Sin embargo, primó el criterio de
de optar por la denominación presente, sin que ello implique menguar­
le atribuciones ni financiamiento.
“El objetivo del Instituto será promover el desarrollo social, edu­
cacional y cultural de los indígenas de Chile, considerando su idiosin­
crasia y respetando sus costumbres, procurando su integración a la co­
munidad nacional” señala el artículo 38 del proyecto, con lo que fija
un amplio campo de acción para el nuevo organismo.
Anotaremos algunas características del Instituto de Desarrollo In­
dígena.
a) Se estructura sobre la base de los recursos humanos y mate­
riales de la actual Dirección de Asuntos Indígenas, aún cuando su pro­
yección es considerablemente superior;
b) Pasa a formar parte del sector público agrario, con lo que
queda claramente señalado que el problema indígena, al que dedicará
sus esfuerzos el Instituto, no es sólo relativo a la tenencia de la
tierra sino que es fundamentalmente socioeconómico, vinculado a la
agricultura. Por ello se relaciona con el Gobierno Central a través del
Ministerio de Agricultura y no del de Tierras y Colonización, como
ahora ocurre con la Dirección de Asuntos Indígenas;
c) Las funciones y atribuciones del Instituto, señaladas en el

43
articulo 39, son amplísimas y tienden a provocar el “ desarrollo integral
de la población indígena en todo el territorio nacional” ;
d) La dirección superior del Instituto estará a cargo de un Con­
sejo integrado por siete representantes del Gobierno vinculados a las
actividades agropecuarias y educacionales, y seis representantes de los
indígenas y campesinos, con lo que se establece una proporcionalidad
bastante igualitaria, como probablemente no ocurre en otros organis­
mos del Estado; ->
e) En el Consejo del Instituto reside el poder máximo de resolu­
ción del organismo, y sus funciones y atribuciones se señalan deta­
lladamente en el artículo 42. Ellas, en suma, permiten al Consejo “ for­
mular las políticas generales que deberá cumplir el Instituto” y resolver
sobre todos los asuntos de orden especial o particular que le sean so­
metidos;
f) El Instituto será administrado por un Director Ejecutivo, nom­
brado por el Presidente de la República y de su exclusiva confianzak y
dispondrá de las atribuciones y facultades necesarias para organizar y
conducir su marcha en cumplimiento a las líneas generales de acción
que se le fijen por el Consejo;
g) El financiamiento del Instituto deberá ser señalado anualmente
en el Presupuesto de la Nación, conforme lo señala el artículo 46 del
Proyecto. Se discutió latamente la posibilidad de entregar al organismo
un financiamiento propio, especialmente por medio de la afectación
de determinados tributos o tasas, pero finalmente se llegó a la con­
clusión de que los recursos económicos de que disponga deben encon­
trarse sujetos a toda la política general que elaboren los organismos de
Hacienda del Gobierno a fin de permitir su debida sincronización con
las demás actividades del Estado;
h) El Proyecto del Ejecutivo propone que el Instituto se encuentre
sometido a la fiscalización de la Superintendencia de Bancos en lo
que respecta al ingreso e inversión de sus fondos y al examen o juzga­
miento de las cuentas de las personas que tengan a su cargo bienes de
la entidad (artículo 48), en atención a que el control de la mencionada
Superintendencia es más expedito y rápido que el que realiza la Con-
traloría General de la República, como ha quedado demostrado con
otros organismos del sector agrario (CORA, INDAP, etc.). Sin embargo,
durante la discusión parlamentaria se impuso el criterio de entregar el
control del Instituto a la Contraloría General de la República.
Puede decirse, en síntesis, que el Instituto de Desarrollo Indígena,
con una estructura orgánica ágil y moderna, puede llegar a conver­
tirse en una poderosa palanca para promover y lograr el desarrollo de
los campesinos indígenas, mediante el cumplimiento de las finalidades
de la ley que en estos párrafos se han reseñado. Todo dependerá, sin
embargo, de los recursos económicos que anualmente se le asignen en
el Presupuesto de la Nación. En lo que respecta al Gobierno Popular,
existe una decisión clara y terminante de apoyo irrestricto a la política
que se ha delineado, por lo que puede enfáticamente asegurarse que el
Instituto contará con todos los recursos que sea menester.
Es bueno dejar constancia, por último, de que el Instituto no viene
a parcelar la realidad campesina para dividir a “ indígenas” y “huin-
cas” . Por el contrario, como queda dicho, su misión es integradorá por
excelencia, en términos tales que las políticas y medidas concretas que se
adopten deben tender precisamente a cumplir esta finalidad. De ahí que

44
con el conocimiento especializado de la realidad mapuche deberá pro­
mover, activar, coordinar la labor que incuestionablemente deberán
realizar los demás servicios del Estado en el sector indígena. Así, por
ejemplo, organismos como INDAP, SAG, INACAP, Junta Nacional de
Auxilio Escolar y Becas, Ministerio de Educación, Servicio Nacional de
Salud, etc., deberán intensificar su labor en beneficio de los campesinos
indígenas, con una tónica y orientación proporcionada por el Instituto
de Desarrollo Indígena, al que, en determinadas circunstancias, podrá
corresponder además una actitud suplementaria de la que adopten los
demás servicios.

45
Cosmovisión mapuche 1
M a r ía E ster G rebe *
S e r g io P a c h e c o * *
J óse S e g u r a * *

I. INTRODUCCION

Con el propósito de lograr un orden descriptivo y totalizador del cosmos,


el ser humano ha erigido marcos de referencia conceptuales; y, obser­
vando empíricamente las características sobresalientes del universo
—tales como espacio, tiempo y materia— ha establecido entre ellas rela­
ciones significativas. En consecuencia, la cosmovisión está integrada a
un contexto cultural y social, puesto que “ las cosmologías que el hombre
ha construido en diversas épocas y lugares reflejan inevitablemente el
medio ambiente físico e intelectual en el cual ha vivido, incluyendo por
sobre todo los intereses y la cultura de la sociedad particular a la cual
él ha pertenecido” 2.
Tres tipos de visiones cósmicas coexisten hoy día en nuestra com­
pleja sociedad contemporánea. Ellas son: 1) los modelos de la sociedad
primitiva —visiones simples proyectadas a partir de concepciones con­
cretas— ; 2) los modelos metafísicos de diversos sistemas filosóficos o
religiosos, y 3) los modelos matemáticos de la ciencia m oderna3. En el
presente estudio nos ocuparemos del primer modelo, tal como aparece,
actualmente, en la cultura mapuche de Chile. Nos aproximaremos a ella
no como a una reliquia histórica, sino como a un testimonio vivo y tras­
cendente de una antiquísima tradición, la cual está determinando, en
la práctica, muchas de las actitudes, valores y pautas culturales del ma­
puche respecto a la tenencia de la tierra.
Con este trabajo deseamos aportar una perspectiva cultural para
analizar y comprender los actuales problemas del agro mapuche, to-

° Profesora de Antropología Cultural, Escuela de Medicina, U. de Chile.


Estudiantes de Medicina de 2? y 79 Años, respectivamente.
1 Dedicamos este trabajo al pueblo mapuche y a su larga lucha en defensa de sus derechos a la
tierra de sus antepasados. Lo dedicamos asimismo, en particular, a nuestros amigos mapuches de
las reducciones de Zanja, Pitraco, Trumpulo Chico, Botrolwe, Tromén y Truf-Truf, cuya sabiduría
hemos recibido como un precioso legado. En forma muy especial, lo dedicamos en calidad de
homenaje póstumo al lonko Luis Millao Cusihuén, recientemente fallecido, cuyo profundo conoci­
miento de su cultura, su honestidad, bondad y espíritu de justicia inspiraron y dieron impulso
inicial al presente trabajo.
2 Véase Howard Percy Robertson, “ Cosmology” . En Encyclopaedia Britannica, London, William
Benton, 1966, VI, p. 582.
3 Loe. cit.

46
mando como punto de partida los niveles profundos de pensamiento
—ya sea conscientes o inconscientes, tácitos o explícitos— que rigen para
aquellos numerosos grupos mapuches que aún se sienten identificados
con las vertientes telúricas de su milenaria tradición oral.
Consecuentemente, el objetivo del presente trabajo consiste en es­
tudiar la visión cósmica del mapuche y sus relaciones con las estructuras
dualistas y contenidos simbólicos. Asimismo, es nuestro propósito esta­
blecer relaciones entre la cosmovisión mapuche y otras especies aná­
logas pertenecientes a culturas foráneas, basándonos en comparaciones
bibliográficas. A través de estas últimas no se pretenderá probar la exis­
tencia de entronques genealógicos, pero sí destacar las sorprendentes
concordancias y analogías estructurales existentes entre su cosmovisión
y aquellas de otras culturas aborígenes indoamericanas y asiáticas.
La hipótesis de trabajo que utilizamos en este estudio se desprende
de los contenidos de una publicación nuestra precedente, la cual consti­
tuye su antecedente bibliográfico inm ediato4. Su enunciado es el si­
guiente: La cosmovisión mapuche presenta una estructura simbólica,
dual y simétrica, basada en parejas de oposición. En el libre juego de
sus contradicciones y conflictos internos residen las alternativas de
cambio cultural dinámico, adaptación gradual o permanencia estática.
En sus símbolos residen las claves para comprender su hermético len­
guaje. Ellos son reveladores, reales y multivalentes. Ellos son capaces de
articular e integrar en un todo realidades heterogéneas, y explicarnos
situaciones aparentemente paradójicas o contradictorias5.

II. MATERIAL Y METODO

Orientados en todo momento por los objetivos generales del presente


trabajo, se estableció contacto con quince portadores de las prácticas,
creencias y conocimientos tradicionales relacionados directa o indirec­
tamente con cosmovisión. Por transmitirse estos últimos sólo entre ini­
ciados y por poseer un carácter secreto y esotérico, nuestro material
tuvo que restringirse a aquellos portadores que cumplían con varias con­
diciones necesarias:
1. Estar desempeñando activamente los roles de machi (cham án),
dunulmachife (lenguaraz de la m achi), lonko (cacique) o nillatufe
(oficiante del nillatún, ritual de fertilidad); o, en su defecto, estar ligado
por lazos de parentesco o amistad estrecha con los antedichos.
2: Pertenecer a una reducción tradicional de vida ritual activa y
que evidenciara un proceso de aculturación poco profundo.
3. Haberse desarrollado un rapport en el cual la profundidad de]
contacto humano hiciese imposible un bloqueo o distorsión en la trans­
misión de los testimonios verbales.
El trabajo de terreno se llevó a cabo en seis reducciones de la pro­
vincia de Cautín: Zanja, Pitraco, Trumpulo Chico, Truf-Truf, Brotrolwe

4 Véase María Ester Grebe, Joaquín Fernández y Carlos Fiedler, “ Mitos, creencias y concepto de
enfermedad en la cultura mapuche” . En Acta psiquiátrica y psicológica para América latina, XVII,
3, 1971, pp. 180-193. Otro antecedente bibliográfico próximo es un estudio exploratorio del
mundo sobrenatural mapuche efectuado por L. C. Faron (ver Hawks of the Sun, Pittsburgh,
University of Pittsburgh Press, 1964, pp. 49-79).
5 Mircea Eliade, “ Observaciones Metodológicas sobre el Estudio del Simbolismo Religioso” . En
Mircea Eliade y Joseph M. Kitagawa, Metodología de la Historia de las Religiones, Buenos Aires,
Paidós, 1967, pp. 128-135.

47
t Trrzien. en las cuales se habían desarrollado contactos y trabajo pre­
vi: ¿.irante períodos que oscilaron entre cinco y dos años de duración.
Dorante dicha labor previa, emergieron espontáneamente algunos con­
tenidos aislados que fueron de extrema utilidad para confeccionar las
pautas de trabajo.
Dos expediciones de terreno realizadas durante los veranos de los
años 1971 y 1972 6, sumados a algunos viajes invernales ocasionales, fue­
ron suficientes para recolectar los materiales básicos del presente es­
tudio.
Entre las diversas técnicas etnográficas empleadas, destacamos dos
principales:
1. Entrevistas libres y semiestructuradas, complementadas con di­
bujos o croquis de cosmovisión realizados ya sea por el propio entrevis­
tado o por el entrevistador, siguiendo las instrucciones del entrevistado.
2. Controles de la información verbal, con el fin de precisar al
máximo sus contenidos. Se emplearon los siguientes tipos de control:
2.1. Observación directa de actividades rituales en las cuales se
reactualizaran los componentes de la cosmovisión; y de actividades ce­
remoniales no rituales en cuyos elementos materiales e inmateriales se
reflejaran los mismos en forma clara;
2.2. Entrevistas seriadas, repitiendo el mismo investigador una
misma pauta de entrevista después de cierto período de tiempo largo o
breve; o bien repitiendo la entrevista a los mismos entrevistados, pero
aplicada esta vez por otro miembro del equipo de investigación.
El registro de la información se efectuó en forma literal manus­
crita o por medio de grabaciones magnetofónicas. Una tabulación sen­
cilla fue utilizada para procesar los datos de terreno, empleándose sis­
temáticamente el método comparativo para confrontar dicho material
etnográfico con el bibliográfico. En todo momento ha primado un cri­
terio sintético, eliminándose los detalles irrelevantes, no significativos
o excepcionales, tomando como puntos de referencia básicos nuestros
objetivos e hipótesis de trabajo.

III. RESULTADOS

Nuestros resultados serán expuestos en dos partes principales:


1. El cosmos mapuche.
2. Los seres sobrenaturales.
Para analizar los contenidos de la primera parte, hemos distinguido
cinco niveles o categorías analíticas básicas:
1.1. Una concepción vertical del cosmos relacionado con un orden
jerárquico, ético o temporal.
1. 2. Una concepción horizontal del cosmos, asociada tanto a un
orden ceremonial espacial como a un orden ético, los cuales se relacio­
nan con fenómenos geográficos y climáticos específicos.
1.3. Una concepción temporal-espacial, asociada a los giros cir­
culares de las ceremonias tradicionales.

*5 Deseamos destacar que las dos expediciones de terreno fueron integradas por alumnos de Medi­
cina de la Universidad de Chile. Agradecemos a Carlos Fiedler, alumno de Tercer Año de Me­
dicina, su breve pero valioso aporte inicial durante el trabajo de terreno de 1971. Agradecemos,
asimismo, el interés demostrado por Roberto León (4? Año de Medicina) y María Angélica Espi­
nosa (Enfermería).
1. 4. Una concepción material del cosmos, relacionada con los ele­
mentos naturales que plasman físicamente el universo.
1. 5. Una concepción colorista del cosmos, derivada tanto de una
percepción empírico-racional de la realidad concreta como de una vasta
red de relaciones simbólicas.
Para analizar los contenidos de la segunda parte, distinguiremos
dos niveles o categorías básicas:
2. 1. Estratificación de los seres sobrenaturales.
2. 2. Funciones de los seres sobrenaturales.

1. EL COSMOS MAPUCHE

1. 1. Concepción vertical del cosmos

Los mapuches conciben el cosmos como una serie de plataformas que


aparecen superpuestas en el espacio. Dichas plataformas son todas de
forma cuadrada y de igual tamaño. Fueron creadas en orden descen­
dente en el tiempo de los orígenes, tomando como modelo la plataforma
más alta, recinto de los dioses creadores 7. Consecuentemente, el mundo
natural es una réplica del sobrenatural. El modelo básico, entregado por
catorce testimonios, contiene seis o siete plataformas estratificadas.
Ellas se describen gráficamente en el esquema N? 1.
La agrupación de estas plataformas cuadradas define la ubicación
de las tres zonas cósmicas: cielo, tierra e infierno8. Las cuatro plata­
formas del bien, wenu mapu o meli ñom wenu, son el aposento orde­
nado y simétrico de los dioses, espíritus benéficos y antepasados. Ellas
se oponen a las dos plataformas del mal, anka wenu y minche mapu,
zonas oscuras, extrañas y caóticas en las cuales residen, respectiva­
mente, los espíritus maléficos (wekufe) y los hombres enanos o pigmeos
(laftrache). La contradicción derivada de la oposición de estas dos
zonas cósmicas en perpetuo conflicto se proyecta dinámicamente en la
tierra, mundo natural en el cual este dualismo esencial se sintetiza. A
pesar de que, desde un punto de vista lógico, podríamos reducir las
tres zonas cósmicas a dos —mundos natural y sobrenatural— , la visión
cósmica del mapuche apunta hacia otro criterio, puesto que, para él,
el mundo sobrenatural es algo tan real y tangible como el natural. Al
respecto, Elíade afirma que “ para el hombre religioso, lo sobrenatural
está indisolublemente ligado a lo natural” , puesto que “ la naturaleza
expresa siempre algo que la trasciende” 9. En resumen, la visión cós­
mica mapuche es dualista y dialéctica: el wenu mapu contiene sólo al
bien (tesis); el anka wenu y minche mapu representan sólo el mal
(antítesis); y en la tierra coexisten el bien y el mal en una síntesis
que no implica fusión, sino yuxtaposición dinámica. La verdadera po-

7 Similarmente, en la cosmología de la India, el punto de partida de la creación reside en la cima


cósmica. A partir de allí “ la creación se fue realizando gradualmente debajo de ella, por etapas
sucesivas” . Véase Mircea Eliade, Mitos Sueños y Misterios, Buenos Aires, Fabril, 1961, p. 140.
8 La división del cosmos en dichas tres zonas posee amplia difusión geográfica. Véase Mircea Eliade,
“ Chamanismo y Cosmología” , en ElChamanismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1960,
pp. 209, 2 2 2-227.
9 Véase Lo Sagrado y lo Profano, Madrid, Guadarrama, 1967, p. 115. Refiriéndose al hombre pri­
mitivo, Charles Houston Long coincide con Eliade. El símbolo religioso primitivo “ revela una
percepción del mundo diferente al nivel ordinario de laexperiencia” , puesto que el hombre com­
prende lo sagrado como real y lo reactualiza en ritos y ceremonias. (Consúltese “ Primitive Religión” ,
en Encyclopaedia Britannica, op. cit., XIX, p. 112.

49

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laridad tiende a la unión; y la conjunción de dos fuerzas opuestas es
una condición necesaria para lograr el equilibrio cósmico dualista.
Refiriéndonos en forma específica a nuestro esquema N? 1, debemos
destacar la coherencia y coincidencia de los testimonios del total de los
portadores tradicionales en los siguientes aspectos: El meli ñom wenu
aparece siempre dividido en cuatro plataformas, numeradas del 1 al 4
en orden ascendente. El anka wenu está ubicado casi unánimemente
entre el mapu y el meli ñom wenu. Sin embargo, hay algunos aspectos
divergentes: Contra ocho testimonios que mencionan la existencia de
seis plataformas cósmicas, hay siete que coinciden en señalar la pre­
sencia de una séptima plataforma, el minche mapu. Dicha plataforma
es una región subterránea que recibe varias denominaciones: trufkén
mapu (tierra de las cenizas), laftrache mapu (tierra de la gente peque­
ña) y kofkeche mapu (térra de la gente del pan). La omisión de esta
plataforma puede ser interpretada como un conocimiento de antiguo
origen que esté en proceso de extinción, o bien como un préstamo cul­
tural cristiano de origen reciente; puede ser interpretada, asimismo,
como un bloqueo de comunicación por ser un conocimiento excesiva­
mente oculto, o por tratarse de un área relacionada con el mal que ins­
pire rechazo. Cabe recordar que los mapuches evitan en lo posible
hablar de tópicos que implican alguna relación directa o indirecta
con las fuerzas del mal, por creer que “ hablar del mal llama al mal” .
Posiblemente por esta misma razón se ha recibido una información in­
completa sobre la forma del anka wenu; sólo un grupo de testimonios
le ha asignado forma cuadrada y el grupo restante ha eludido determi­
nar su forma.
Nuestras dudas son disipadas en gran medida al estudiar la forma
del rehue, altar de la machi. En efecto, él posee ya sea cuatro o siete
peldaños, según sea la región y la reducción. Es evidente que sus es­
calones representan las plataformas del árbol cósmico. Aquellas va­
riedades de siete peldaños equivaldrían al cosmos completo —incluyendo
al minche mapu— ; y las de cuatro equivaldrían al meli ñom.
La concepción vertical del cosmos mapuche de siete plataformas
estratificadas posee importantes paralelos en Asia, América y otros con­
tinentes. Al respecto, es posible afirmar que la visualización de siete
pisos cósmicos superpuestos correspondientes a los siete cielos planeta­
rios “ es un tema que se integra en un complejo simbólico-ritual común
a la India, al Asia Central y al Cercano Oriente Antiguo” 10. En Amé­
rica aparecen nuevas variantes: los navajos, zuñis y yanomamó es­
tratifican el cosmos en cuatro plataformas 11; los aztecas en trece 12,
y los mayas en trece mundos de arriba y nueve mundos de abajo 13. A
su vez, los incas conciben un universo generado desde una montaña sa­

10 Mircea Eliade, Mitos, Sueños y Misterios, op. cit., p. 139. Destacamos que la concepción de las siete
plataformas cósmicas aparece en Mesopotamia antigua. (Véase Eliade, “ Observaciones metodológicas
sobre el estudio del simbolismo religioso’', op. cit., pp. 135-137). Actualmente, es aún vigente entre
los tártaros siberianos, yakutos y diversas culturas del Asia Central y Norte, de Oceanía e Indo­
nesia, donde rige entre los batak. Sin embargo, para algunos grupos como los mongoles y los
calmucos el mundo se concibe en sólo tres o cuatro plataformas. (Véase Eliade, El Chamanismo,
op. cit., pp. 213-228).
11 Consúltese, respectivamente, para los dos primeros, Eliade, Mitos, Sueños y Misterios, op. cit., p.
189; y para el último, Napoleón Cliagnon, Yanomamo, New York, Holt, Rinehart and Winston,
1968, pp. 44-45.
12 Revísese la interesante información proporcionada por George C. Vaillant en The Aztecs of
México, Harmondsworth, Pelican, 1950, p. 171.
- >"*-vanus Morley, The Ancient Maya, London, Oxford University Press, 1946, p. 216.

51
grada a partir de la cual se realiza la creación, como es posible com -
probar en muchos mitos de creación andinos” 14. Recordemos que la
montaña sagrada es el símbolo del universo y que dicha montaña suele
aparecer dividida en pisos y plataformas 15.

1.2. Concepción horizontal del cosmos

El universo mapuche está orientado según los cuatro puntos cardinales,


reconociéndose, por lo tanto, cuatro direcciones organizadas a partir del
Este, lugar de la Cordillera de los Andes y región matriz de la pre­
sente concepción espacial. Consecuentemente, el ciclo solar diario pa­
rece ser decisivo en la elección de este punto de referencia, puesto
que en el área andina el sol nace en la cordillera (Este) y se pone en
el mar (Oeste) ie. La plataforma cuadrada terrestre constituye la “ tierra
de las cuatro esquinas” (meli esquina m apu), también llamada “ tierra
de los cuatro lugares” (meli witrán mapu) o “ tierra de las cuatro ra­
mas” (meli chankiñ m apu). Una machi anciana de gran sabiduría re­
sume el relato mítico de la creación de la tierra mapuche: “ Primero se
creó el meli ñom. Y después meli witrán mapu. Todo cuadrado. Con
dios dejaron al mapuche para vivir en esta tierra. Los mandó a vivir
en los cuatro lados de la tierra” . Los testimonios recibidos durante nues­
tro trabajo de terreno se agrupan en dos alternativas de acuerdo a la
diferente colocación espacial de la plataforma cuadrada (véase es­
quema N® 2).

ESQUEMA N? 2

CONCEPCION HORIZONTAL DEL COSMOS. ORIENTACION Y DIVISION DE LA


PLATAFORMA TERRESTRE

Alternativa A Alternativa B
E E

Dibujo del kultrún

14 Franklin Pease, “ Simbolismo de Centro en el Inca Garcilaso” . En Mesa Redonda de Ciencias


Prehistóricas y Arqueológicas, Lima, Instituto Riva-Agüero, 1969, p. 206. Confírmese en los
siguientes trabajos de la misma publicación recién citada: Lily Ramírez Múñante, “ Simbolismo
del Centro en el Padre Bernabé Cobo” , p. 235; y María J. Ramírez Valverde, “ Simbolismo de
Centro de Sarmiento de Gamboa” , pp. 213-214.
15 Eliade, Lo Sagrado y lo Profano, op. cit., pp. 45, 150.
16 La cordillera nevada, lugar del nacimiento del sol, era lugar sagrado para los indígenas an­
dinos: “ Y la Cordillera Nebada era reberenciada o otra cualquier sierra, que estubiese de ordinario
con nieue como a cosa temerosa” . Véase Fray Martín de Murúa, Historia General del Perú. Origen
y Descendencia de los Incas, Madrid, Góngora, 1964, II, p. 113. Cf. en José Ignacio López Soria,
“ Simbolismo de Centro en Fray Martín de Murúa” ; en Mesa Redonda de Ciencias Prehistóricas y
Antropológicas, Lima, Instituto Riva-Agüero, 1969, p. 223. Una perspectiva más amplia es ofre­
cida por Eliade, quien sostiene que la salida y puesta del sol, equivalente a la pareja dual día-
noche, es un símbolo universal de resurrección. Ver Lo Sagrado y lo Profano, op. cit., pp. 134-135.

52
La alternativa A es predominante (11 testim onios); la B es mino­
ritaria (6 testimonios). Las palabras de un sabio lonko mapuche apoyan
la validez mayor de la alternativa A: “Porque la hoja de aquí abajo
tendría que ser, en alguna manera, parte ángulo o triángulo” . En todo
caso, ambas alternativas poseen una clara y hermosa analogía con el
dibujo antiquísimo pintado sobre la membrana del kultrún, tambor cha-
mánico mapuche, el cual es un microcosmos simbólico 17. “El kultrún
es como meli esquina mapu” , afirma uno de nuestros amigos mapuches,
hijo de una anciana machi (compárense los tres diseños del esquema
N? 2).
Las alternativas A y B coinciden en colocar al centro del cuadrilá­
tero terrestre el anén mapu (“ tierra donde estamos sentados” ), deno­
minado también nelfün mapu (“la tierra de nosotros” ) o raniñ mapu
(“ el medio de la tierra” ). “ En el centro estamos nosotros. Aquí. En
una isla estamos nosotros. En el corazón de la isla” , afirma uno de nues­
tros entrevistados. Dicho lugar es la tierra mapuche, la cual no se iden­
tifica con el territorio mapuche total, sino con la propia reducción y
su centro ritual, el nillatúe 1S. Los mapuches consideran que ellos re­
siden en ese trozo de tierra por mandato de sus dioses19.
La concepción horizontal del cosmos recién descrita posee profundas
raíces telúricas americanas conectadas con mitos de génesis u origen.
El Popul Vuh, libro sagrado de los indios quichés de Guatemala, comien­
za así: “ Habiéndose echado las líneas y paralelas del cielo y de la tierra,
se dio fin perfecto a todo, dividiéndolo en paralelos y climas. Todo
puesto en orden quedó cuadrado y repartido en cuatro partes como si
con una cuerda se hubiera todo medido, formando cuatro esquinas y
cuatro lados” 20. Los antiguos cronistas del Perú, refiriéndose al impe­
rio incaico y su centro político-religioso, el Cuzco, coinciden en se­
ñalar que el imperio de Tahuantinsuyo se dividió en los cuatro rumbos
cardinales a partir del Cuzco, división que coincidía con la red principal
de caminos del inca. Dicha organización es símbolo y réplica de la
creación universal. Según la leyenda de los cuatro hermanos Ayar, “ mar­
có la Tierra el hermano mayor, y tirando con una honda cuatro pie­
dras hacia las cuatro partes del mundo, tomó posesión della” 21. Y
“poblaron aquel sitio que estaba entre dos ríos, los cuales servían como
defensa del centro y dividieron el Cuzco en cuatro vecindades al igual
como estaría dividido el Imperio” 22. Así, los incas dividieron su seño­
río en cuatro partes y pusieron frente a ellas “ a cuatro señores orejo­
nes” 23.

17 Refiriéndose a los tambores chamánicos siberiano^, Eliade afirma: “ Los tambores constituyen,
en efecto, un microcosmos: un límite ‘topográfico’ que separa el Cielo de la Tierra y, en ciertos
lugares, la Tierra del Infierno” . (Véase El Chamanismo, op. cit., p. 143). “ Los chamanes de
Siberia y los del Asia Central afirman viajar por los aires sentados sobre sus tambores” en sus
vuelos mágicos del trance extático. (Véase Eliade, Mitos, Sueños y Misterios, op. cit., p. 127).
18 El nillatúe es un monumento antropomórfico de madera —ya sea en forma de una pareja (hombre
y mujer) o de una figura aislada (el hombre)—, colocado en el centro de un espacio sagrado
abierto en el cual se celebra el ritual de fertilidad, nillatún, cada cuatro años. En dicho ritual
se reactualiza la cosmovisión mapuche.
19 La erección de un altar —el nillatúe— equivale a una cosmogonía. “ Importa comprender bien
que la cosmización de territorios desconocidos es siempre una consagración” . (Ver Eliade, Lo Sa­
grado y lo Profano, op. cit., p. 37). El poste sagrado representa un eje cósmico o un centro del
mundo. (Loe. cit.).
20 Popol Vuh. México, Porrúa, 1965, p. 1.
21 Véase Bernabé Cobos, Obras, Madrid, Orbe,1956, Libro Duodécimo, III, p. 62. Cf. Lily Ramírez
Múñante, op. cit., pp. 235-236.
22 María J. Ramírez Valverde, op. cit., p. 214.
23 Fray Martín de Murúa, op. cit., II, pp. 36-37. Cf. José Ignacio López Soria, op. cit., p. 227.

53
El cosmos, orientado según los cuatro puntos cardinales, fue tam­
bién creencia común en las altas civilizaciones mesoamericanas de los
aztecas24 y m ayas25', y, asimismo, en algunas culturas aborígenes de
norteamérica, como los creelc, quienes conciben la tierra como un cua­
drado plano 26. Y aún más. De acuerdo a Mircea Elíade, “ el cuadrado
construido a partir del punto central es una imago mundi. La división
del pueblo en cuatro sectores . . . corresponde a la división del Universo
en cuatro horizontes” 27, hecho que se repite en diversas culturas y con­
tinentes 28. ' I
De la concepción horizontal del cosmos mapuche derivan dos tipos
de orden espacial: uno ético y otro ceremonial. A los puntos cardinales
se les asigna un orden jerárquico guiado, respectivamente, por la opo­
sición del bien y mal y por el movimiento circular contrario a los pun­
teros del reloj a partir del Este, que impera en el ceremonial religioso
y profano. El esquema N- 3 ilustra ambos órdenes, tomando como punto
de referencia la plataforma terrestre.
ESQUEMA N» 3

ORDEN ESPACIAL, ETICO Y CEREMONIAL EN LA CONCEPCION HORIZONTAL DEL COSMOS

Orden espacial ético Orden espacial ceremonial

si®

El orden espacial ético, regido por la pareja de oposición bien-mal,


ha asignado a los puntos cardinales distintas connotaciones de bondad
y maldad, de acuerdo a asociaciones de origen empírico-racional o
mágico-religioso, ligadas a fenómenos naturales, climáticos o geográfi­
cos y sus efectos positivos o negativos en la economía agraria y bien­
estar general de los mapuches. Dichas asociaciones se organizan de la
siguiente manera:
CUADRO n ? i

ASOCIACIONES ENTRE LA PAREJA DE OPOSICION BIEN-MAL Y LOS PUNTOS CARDINALES

Nivel MAL = OESTE/NORTE BIEN = ESTE/SU R


genérico

Nivel MUY MALO M ALO/REGULAR MUY BUENO BUENO


específico = OESTE = NORTE = ESTE = SUR

24 Vaillant, op. cit., p. 170.


25 Morley, op. cit., pp. 224, 243-244.
26 Harold Driver, Indians of North America, Chicago, The University of Chicago Press, 1969, p. 414.
27 Véase Lo Sagrado y lo Profano, op. cit., p. 50.
28 Ibid., pp. 50-52.

54
Estas asociaciones se representan gráficamente en nuestro cuadrado
terrestre mapuche en la forma siguiente:

ESQUEMA N° 4

ASOCIACIONES ETICAS EN EL CUADRILATERO TERRESTRE

(puel mapu)
MAL £ BIEN

(piku mapu) N (willi mapu)

O
(lafkén mapu)

Es obvio que dichas asociaciones derivan tanto de experiencias y


conocimientos empírico-racionales como de creencias mágico-religiosas
de los mapuches. Veamos cómo se relacionan ellas entre sí y cómo se
determina cualitativamente la simbología de los puntos cardinales:

CUADRO N» 2

PUNTOS CARDINALES Y SIMBOLOGIA

Puntos cardinales Elementos empírico-naturales Elementos mágico-religiosos

ESTE (puel mapu) Buen viento, buen aire o brisa, Dioses, espíritus benéficos, ante­
buen tiempo, buen día, buen tra­ pasados, rogativa a los dioses,
bajo, buena cosecha, abundancia, ayuda divina, buena suerte
salud

SUR (willi mapu) Bonanza: sol, buen viento, buen


aire o brisa, buen día, buen tra­ Buena suerte
bajo, buena cosecha, salud

NORTE (piku mapu) Viento norte, mal tiempo, lluvia,


agua, trueno, temporal, heladas, Mala suerte
rocío, enfermedad, muerte

OESTE (lafkén o Oscuridad, viento malo, temporal, Wekufe (espíritu del mal), mala
ñau mapu) maremoto, lluvia mala, nieve, he­ suerte, mal
ladas, ruina del cultivo, enferme­
dad grave-, muerte

Los mapuches reconocen tanto aquellos elementos, fuerzas y agen­


tes naturales que se pueden controlar mediante su conocimiento y es­
fuerzo como aquellos que son imposibles de controlar por los hombres.
Frente a estos últimos recurren a explicaciones ligadas a la magia o a
la religión. En todo caso, estas dos especies de elementos están determi­
nando las connotaciones simbólicas de los puntos cardinales.

55
Del análisis del Cuadro N9 2 se desprende que el Este no es solamente
el lugar óptimo sino también el de mayor importancia y jerarquía. Se
le menciona en primer lugar en las recitaciones rituales. Se dirigen hacia
él las rogativas de la machi en todas las ceremonias chamánicas. Y en
el gran ritual de fertilidad, el nillatún, todas las actividades se orientan
primariamente hacia el este y secundariamente hacia el sur, dándose la
espalda al oeste y colocándose defensas tanto en dirección hacia este
útimo punto como hacia el norte.
A las relaciones primarias empírico-naturales y mágico-religiosas
que explican la simbología de los puntos cardinales, hay que agregar
otras derivadas de hechos históricos decisivos. Tanto la invasión y con­
quista incaica precolombina como la española del siglo XVI, llegaron
por el norte. Los frecuentes movimientos sísmicos y maremotos han
devastado trágicamente el oeste costeño de Chile desde épocas remotas.
Ambos hechos refuerzan las connotaciones negativas de los puntos car­
dinales norte y oeste. Por otra parte, en el este y sur los mapuches dicen
tener vecinos fraternales —los mapuches argentinos de Neuquén y los
huilliches— , lo cual reforzaría las connotaciones positivas de ambos
puntos.
Las relaciones éticas de los puntos cardinales son numerosas y va­
riadas en las diversas culturas actuales. Mencionaremos sólo algunos
casos. Para los aztecas, quichés, y akwe-shavante de meso y sud América,
el punto cardinal óptimo es siempre el este, por asociarse al lugar ori­
ginal de la creación del mundo o de la residencia de los dioses 29. Para
los dogon del Africa, los cuatro antepasados varones del hombre y sus
respectivas esposas se originaron en los cuatro puntos cardinales30.

1. 3. Concepción Espacial-Temporal del Cosmos


(Orden espacial ceremonial)

Si revisamos una vez más nuestro Esquema N9 3, constataremos nueva­


mente que el orden espacial ceremonial mapuche forma un giro circular
orientado según el movimiento contrario a los punteros del reloj a
partir del punto cardinal este. Es evidente que dicho orden ceremonial
nos transfiere a otro nivel de análisis en el cual el espacio y el tiempo
están íntimamente enlazados. En efecto, al realizarse en la práctica las
actividades ceremoniales, ellas transcurren en el tiempo y sirven como
una medida temporal según el número de veces que se repite el giro
circular completo. Esto ocurre en ocasiones de la vida cotidiana pro­
fana, tales como servir a un grupo bebidas —mate, chicha, vino o mu-
dai— o comidas, siguiendo el orden de la ruedecilla; y, en forma más
destacada aún, en ceremonias rituales religiosas, tales como el nillatún
(ritual de fertilidad) y el neikurrewén (ritual postiniciático de la ma­
chi), en los cuales las danzas y giros de los bailarines y jinetes siguen
también el orden de la ruedecilla, repitiéndose en múltiplos pares cre­
cientes. Así, el tiempo es percibido a través del eterno retorno del giro
circular alrededor del poste sagrado o árbol cósmico que representa el
centro del mundo 31.

29 Consúltese, respectivamente, a Vaillant, op. cit., p. 170; Popol Vuh, op. cit., p. 145; y David May-
bury Lewis, Akwe-Shavante Society, London, Oxford University Press, 1967, pp. 285, 289.
30 Véase Marcel Griaule y Germaine Dieterlen, “ Los Dogon” . En Daryll Forde ed., Mundos Afri­
canos, México, Fondo de Cultura. Económica, 1959, p. 144.
31 Revísese a Eliade, Lo Sagrado y lo Profano, op. cit., p. 27.

56
Es interesante señalar que en este orden espacial temporal se repite
el movimiento que algunos mapuches asignan al sol: “ Viaja por el día
de este a oeste y por la noche de oeste a este, por debajo de la Tierra” 32.
En el mismo sentido, cabe observar la similitud formal de la ruca ma­
puche tradicional —tanto en su contorno general como en la distribu­
ción de su mobiliario alrededor del fuego— con la ruedecilla antedicha
y su giro circular.
ESQUEMA N? 5

RUCA MAPUCHE

Interpretamos esta analogía con Eliade: La morada es una imago


mundi o réplica del orden cósmico proyectado en los cuatro horizontes
a partir de un punto central que simboliza el axis mundi33.

1. 4. Concepción material del cosmos


Según los mapuches entrevistados, todas las plataformas del cosmos
son hechas de la misma materia de la plataforma terrestre. “ Las hojas
son como tierra. Igual como campo. Así mismo . . . Creemos que estamos
igual que aquí” , afirma uno de nuestros amigos mapuches. Y otro con­
firma: “Las cuatro hojas de arriba [del meli ñom ] están hechas igual
que el mapu, pero to’o, to’o güeno” 34. Y un tercero, más anciano y sabio,
agrega: “ En esas cuatro hojas creo de que todo hay. Cuando lo largan a
uno, lo dan y allá está el embudo que los da, que los mantiene a nosotros.
Sí; hay un embudo que los da los granos, que lo’ da lo’ porotos, que lo’
da lo’ animales. Allá arriba creo que está. Todo tiene que haber. Allá no
hay pobreza como se ve mucho aquí . . . En igualdad . . . Un mapu abun­
dante. Por eso teñimos que rogar allá arriba, para que lo que hace falta
aquí, para que aquí llegue . . . Y los que viven allí manejan el animal,
manejan la herramienta para defenderse. Manejan el kimün [la sabi-

32 Compárese este dato con Gunter Wagner, “ Los Abaluyia de Kavirondo” . (En Daryll Forde ed.,
op. cit., p. 67). En esta cultura, se cree que el sol sale trayendo consigo el bien y se pone
llevándose el mal. (Ibid., p. 68).
33 Véase Eliade, Lo Sagrado y lo Profano, op. cit., p. 56.
34 Algunos mapüches entregan una visión opulenta del meli ñom: “ Hay ruka, animales, minas de
plata. Tienen bodega y ruka con alimentos antiguos: cebada, porotos*, linaza. Los weche wentru
(hombres jóvenes) bajan y suben los peldaños para traer trigo de las bodegas de los jefes” . . .
“ Tienen campos, animales como los que hay aquí en la tierra. La ruka, según sé yo, son de pura
madera fina, mate de wada (calabaza)” .

57
duría] para que a uno le den una sabiduría y de lo que le hace falta.
Muchas veces, por no saber lo abusan y lo friegan a uno. Entonces, de
allá viene una, para defenderse: una herramienta” .
Este elocuente párrafo nos revela una raíz profunda del pensamien­
to mapuche. La extrema pobreza en que se debaten, unida a la dura lu­
cha por la supervivencia y la subsistencia, ha reforzado esta concepción
material y concreta del más allá como una respuesta desesperada frente
a la injusticia social y económica que por mucho tiempo ha predomi­
nado en su habitat. A la escasez, deprivación, desigualdad e injusticia
en la distribución de bienes materiales existente en la plataforma terres­
tre, se opone la abundancia, satisfacción, igualdad y justicia imperante
en las cuatro plataformas de la “ tierra alta” . Esta oposición revela nue­
vamente la esencia dualista del pensamiento mapuche. La vida terrestre
y la sobrenatural forman una pareja de oposiciones, una antítesis dual.
Frente a la imposibilidad de mejorar su situación actual en el mundo
terrestre —en el cual se ha consolidado un sistema injusto— ellos reac­
cionan buscando refugio en su cosmovisión como única solución existen-
cial posible.
Es interesante señalar que, en muchas religiones primitivas del
mundo contemporáneo y antiguo, esta visión material concreta del cos­
mos reaparece con algunas variantes. Entre ellas, destacamos las reli­
giones maya de Yucatán, akwe-shavante del Mato Grosso brasileño y
yanomamo de la frontera selvática de Venezuela y Brasil33. El hombre
primitivo proyecta su mundo en su concepción del cosmos y en su visión
particular del mundo sobrenatural benéfico.

1. 5. Concepción colorista del cosmos

La percepción del color de la naturaleza terrestre y de su bóveda ce­


leste ha establecido —a través de una serie de asociaciones simbólicas
determinadas por la observación empírica— una coherente simbología
del color entre los mapuches. Por tanto, el color está íntimamente aso­
ciado a la visión del cosmos y sus respectivas plataformas. El siguiente
cuadro establece dichas relaciones, tales como ellas emergieron en nues­
tras entrevistas y dibujos de terreno.
CUADRO N 9 3

COLOR Y REGIONES COSMICAS

Colores Regiones cósmicas

BLANCO M ELI ÑOM W E N U o


¡ VIOLETA
AZUL <{ AZUL FUERTE W E N U MAPU
¡ CELESTE

NEGRO y ANKA W E N U y
ROJO MINCHE MAPU

BLANCO - AZUL y MAPU (MELI ESQUINA MAPU):


4 PUNTOS CARDINALES; VISION
NEGRO SOBRENATURAL DE LA TIERRA

MAPU (ANEN MAPU):


VERDE CENTRO DE LA TIERRA; VISION
NATURAL DE LA TIERRA

35 Consúltese, respectivamente, a Morley, op. cit., p. 2 21; Maybury-Lewis, op. cit., 2 89; y Chagnon,
op. cit., p. 45.

58
El blanco (ayon) y el azul —representado por sus tres gamas: vio­
leta (Jcallfü), azul fuerte y celeste (lifkán) — representan a los cuatro
colores naturales del cielo, las nubes y sus cambiantes tonalidades, de
acuerdo a las condiciones climáticas y meteorológicas de las estaciones
del año. Ellos son los colores óptimos y los veremos frecuentemente en
los niveles concretos de la vida cotidiana, tales como los pañuelos con
que las mujeres mapuches cubren sus cabezas, las prendas de vestir, la
pintura de las habitaciones y la decoración y ornamentación generales.
Asimismo, el blanco y azul son los colores rituales por excelencia, pre­
sentes en los principales emblemas de la machi y del nillatún (véase
Esquema N? 6 ).

ESQUEMA N? 6

BANDERAS DE LA MACHI Y DEL NILLATUN: SIMBOLOGIA DEL BLANCO Y A Z U L 3*

Banderas de machi (Zanja)

Banderas de machi (Trum pulo)

36 Los soyotes adornan la parte superior de sus viviendas “ con trapos azules, blancos y amarillos,
que representan los colores de las regiones celestes” . (Ver Eliade, El Chamanismo, op. cit., p. 210).
Recordemos que el blanco y el amarillo son equivalentes entre los mapuches, representando ambos
simbólicamente al sol o bonanza; y el azul a la lluvia.

59
Nillatún Zanja 1972
Banderas de los 4 lonkos

El color blanco y las tres gamas de azul antedichas están siempre


presentes en los testimonios de los portadores referentes a la visión del
espacio sobrenatural benéfico. Sin embargo, su ordenación respectiva no
parece ser fija ni estar regida por principios normativos, puesto que
ellos son colores percibidos naturalmente en el cielo según el azar de
las alternativas meteorológicas o climáticas. “ El lifkán (celeste) es
este pu’. Azul. Lo que vimo’. Lo que alcanzamos a ver la vista. Pero ma’
allá de lo que vimo’, ahí donde no po’ímos explicar nosotros” . El orden
en que se ven los colores de las plataformas es producto de la experien­
cia onírica: “Es imaginación no ma’ pu’.- Entonces, el que tiene buen
sueño, le da por el sueño que es fle tal color. Cada machi puede verlo
distinto” . En nuestro trabajo surgieron múltiples variantes de ordena­
ción de estos cuatro colores, coincidiendo sólo tres testimonios de por­
tadores calificados que contienen la siguiente graduación del color:
CUADRO N? 4

COLORES Y MELI ÑOM W ENU

Colores Plataformas del Meli Ñom Wenu

Celeste (lifkán) Primer lugar (kiñe ñom)


Azul fuerte (azul) Segundo lugar (epu ñom)
Violeta (kallfu) Tercer lugar (kela ñom)
Blanco transparente (ayon) Cuarto lugar (meli ñom)

Siguiendo un orden cromático regular que va desde el tono más


claro al más oscuro de azul, se alcanza un contraste máximo cuando
el violeta es sucedido por el blanco. Debemos señalar, sin embargo, que

60
el escaso número de testimonios coincidentes y la heterogeneidad de
los restantes nos impide, por el momento, discriminar si el orden pre­
sentado en el Cuadro N? 4 es producto del azar o indicador de una
posible regularidad.
El color negro (kurü) simboliza a la noche (p u n ), la oscuridad y
las tinieblas; a la brujería, los espíritus del mal y la muerte 37. Por su
parte, el rojo (kelü) se asocia comúnmente a la lucha o pelea (kewal),
al belicismo o guerra (aukán) y a la sangre (mollfüñ). Consecuente­
mente, el rojo es color prohibido en el nillatún, ritual que favorece la
cohesión social y la fraternidad de los mapuches; y el negro compacto
— utilizado como único color en la vestimenta— es considerado sospe­
choso por asociarse al brujo ( kalku) o al mal espíritu (w eku fe)3S. Sin
embargo, el rojo también posee connotaciones positivas al relacionarse
con las flores del campo y, en especial, con el copihue mapuche.
El verde (karü) simboliza a la naturaleza en todo su esplendor y
exhuberancia. Es el color natural de la vegetación y paisaje peculiares
de la “ región de los lagos” , donde se ubica el mayor número de reduc­
ciones mapuches. Es el color de la germinación de la tierra y, por ende,
de su fertilidad, de la cual derivan múltiples implicancias de bienestar
general para la comunidad. Es el color de la madre tierra. Es el color
de la propia tierra, el anén m apu39. Puesto que los mapuches han na­
cido “ igual como un árbol que nace y se cría: se cría en la tierra. Pero,
al fin y al cabo, cuando se cae se vúelve a tierra. Se pudre” .
La tierra aparece dividida en forma dicotómica como proyección
conjunta de la simbología del color de los mundos sobrenatural y natu­
ral y sus implicancias éticas. En primer término, los puntos cardinales
Este y Sur se asocian a los colores azul y /o blanco de las plataformas
del bien (meli ñom wenu). En segundo término, el Norte y Oeste se
asocian al negro de las plataformas del mal (anka wenu y minche
mapu). Por su parte, el centro de la tierra, anén mapu, se asocia al
verde del mundo natural.
ESQUEMA N 9 7

TIERRA Y SIMBOLOGIA DEL COLOR

37 Para los indios dakota, la pintura negra en objetos ceremoniales o en la cara simboliza a la muerte.
(Véase Robert Lowie, Indians of the Plains, Garden City, The Natural History Press, 1963, p. 169).
S^gún los incas del Perú, los espíritus del mal o del caos “ tienen las bocas negras y pintadas las
caras como negros” . (Ver Fray Martín de Murúa, op. cit., I, p. 57. Cf. José Ignacio López Soria,
op. cit., p. 225).
38 Si un forastero vestido íntegramente de negro visita la ruka de un mapuche en la noche, su pre­
sencia seráí rechazada o recibida con extrema desconfianza debido a las connotaciones simbólicas
de su vestimenta y de la noche oscura. Ese forastero puede ser, potencialmente, un wekufe (mal
espíritu encarnado) o un kalku (brujo).
39 El verde es el color del propio lugar, de lo conocido. “ En la perspectiva de las sociedades ar­
caicas, todo lo que no es ‘nuestro mundo’ no es todavía ‘mundo’ ” . (Ver Eliade, Lo Sagrado y lo
Profano, op. cit., p. 36).

61
En esta síntesis simbólica, observamos en la plataforma terrestre
una yuxtaposición de colores que representan tanto niveles mágico-
religiosos como empírico-naturales, hecho que ilustra elocuentemente
una característica profunda del pensamiento onírico mapuche, en el
cual confluyen, flexiblemente y sin aparentes contradicciones, la fanta­
sía y la realidad. Con esto no queremos implicar que el mapuche no
distinga entre sujeto y objeto como base de la percepción y conoci­
miento empírico del mundo externo, o que se identifique con el fenó­
meno percibido 40, sino que como todo hombre religioso vea en la natu­
raleza lo trascendente: lo sobrenatural proyectado en lo natural41.
Cabe señalar que la síntesis colorista simbólica de la tierra no se
reitera en ninguna otra plataforma cósmica. Las demás se conciben
cada una de un solo color, con excepción de las plataformas del mal,
asociadas ya sea al negro puro o bien combinado con rojo. El color
supremo parece ser el ayon, identificado con el blanco transparente y
la claridad de la luz. Ayon “ es el mapu de jeta chachai (el esposo-padre
dios). Es como vidrio. Eso es para ver abajo” , nos informan. “Es para
que féta chachai vea desde arriba: es transparente, como espejo” , “ . . . no
lo alcanza a ver uno; pero hay algunos que le’ da’ por el sueño” .
En un amplio dibujo del cosmos realizado libre y conjuntamente
por dos mapuches —el hijo de un lonko y un machi— por encargo de
la primera autora del presente trabajo, se plasma elocuentemente una
concepción expresionista y simbólica del color. Las regiones terrestres
y astros aparecen en tonalidades fantásticas, adquiriendo una dimen­
sión casi extraterrena. De él se desprenden las siguientes asociaciones:
CUADRO N9 5

REGIONES TERRESTRES, ASTROS Y SIMBOLOGIA DEL COLOR: CONNOTACIONES ETICAS

Colores Regiones terrestres y astros Bien - Mal

Blanco Estrellas

Azul Luna

Violeta Cordillera de los Andes BIEN

Violeta y Volcán Villarrica


verde

Verde Tierra de la propia reducción

Negro Mar

Rojo Sol, cherrufe ( aerolito o cometa de MAL


fuego), volcán Llaima

Los contenidos de este dibujo muestran una visión trascendente de


la naturaleza del mapuche y sus implicancias éticas y existenciales. No
olvidemos, sin embargo, que ellos pertenecen a un solo testimonio.
A modo de síntesis, presentamos a continuación un cuadro en el
que pretendemos establecer correlaciones simbólicas del color, integran­

40 Esta presunción está presente en la teoría de la mentalidad prelógica de Lucien Levy-Bruhl. (Cf.
Charles Houston Long, op. cit., p. 112). Sin embargo, Bronislaw Malinowski sostiene un criterio
contrario: El hombre primitivo establece una clara división entre lo empírico y lo májgico, entre
lo natural y lo sobrenatural. (Véase Magic, Science and Religión, Garden City, Doobleday,
1948, pp. 32-35).
41 Eliade, Lo Sagrado y lo Profano, op. cit., p. 115.

62
do todos los elementos previamente descritos que se asocian entre sí en
forma evidente y explícita. Ellos han sido analizados previamente en
los cuadros y esquemas precedentes42.
«
CUADRO N? 6

CORRELACIONES SIMBOLICAS DEL COLOR

Puntos Astros y regio-


Colores Regiones cósmicas cardinales nes terrestres Bien/Mal

BLANCO M ELI ÑOM W E N U LUNA


| VIOLETA ESTRELLAS
AZUL -j AZUL FUERTE o W E N U MAPU ESTE/SUR CORDILLERA BIEN
j CELESTE

NEGRO y ANKA W E N U y MAR


OESTE/ SOL
ROJO MINCHE MAPU NORTE CHERRUFE MAL
VOLCAN
LLAIMA

B LAN CO/AZUL y MAPU (TIERRA) ESTE/SUR


NEGRO (nivel mágico-religio­ OESTE/
so o sobrenatural) NORTE VOLCAN

MAPU (TIERRA) (verde /violeta)


VERDE (nivel empírico-racio­ CENTRO
nal o natural)

El orden del cosmos mapuche implica, entonces, una integración


de las regiones cósmicas, puntos cardinales, astros y regiones terres­
tres, todos los cuales se relacionan simbólicamente a través del color y
sus connotaciones éticas con la pareja de oposiciones básica bien-mal.
Por tanto, el color es simbólico y multivalente debido a “ su capacidad
para expresar simultáneamente un número de significados, cuya re­
lación no es evidente en el plano de la experiencia inmediata” 43. Dicha
capacidad y sus correlaciones están presentes, asimismo, desde otra
perspectiva, en el pa-yin de la antigua civilización china 44. En las civi­
lizaciones precolombinas de América afloran en formas variadas entre
los aztecas, mayas y quichés45. En Africa, la simbología del color al­
canza niveles de gran complejidad y sutileza. Turner, en su análisis
de la cultura náembu, ha señalado la vinculación del color con las ex­
presiones rituales y contextos míticos; con las relaciones y conflictos
sociales; con aspectos fisiológicos del organismo humano, aportando una
clasificación lógica de su realidad concreta46.

42 Véase Cuadros N.os 3, 4 y 5 ; y Esquemas -N.os 6 y 7.


43 Eliade, “ Observaciones metodológicas sobre el estudio del simbolismo religioso” ,op. cit., p. 130.
44 Curt Sachs, Historia Universal de los Instrumentos Musicales, Buenos Aires, Centurión, 1947, pp.
156-157.
45 Véase, respectivamente, a Vaillant, op. cit., p. 173;'M orley, op. cit., p. 224; yPopol Vuh, op. cit.,
p. 81. Revísese también a Maybury-Lewis,op. cit., pp. 291-292.
46 Víctor Turner, “ Colour Classification in Ndembu Ritual” . En Michael Banton ed., Anthropological
Approaches to the Study of Religión, London, Tavistock, 1966, pp. 79-83. Los fons del Dahomey
poseen también complejas correlaciones simbólicas del color. (Véase P. Mercier, “ Los Fons del
Dahomey” . En Daryll Forde ed., op. cit., p. 329).

63
2. LOS SERES SOBRENATURALES

El cosmos mapuche está poblado por tres clases de habitantes: seres


sobrenaturales benéficos, seres sobrenaturales maléficos y hombres, ubi­
cados, respectivamente, en las cuatro plataformas del bien, las dos
del mal y la tierra (ver Esquema N? 1). De acuerdo a su orientación
espacial, guiada por los puntos cardinales, los hombres mapuches se
dividen en cuatro grandes familias que residen en las cuatro regiones
de la tierra. Ellas son los pewenches (gente del Este), los williches
(gente del Sur), los pikunches (gente del Norte) y los lafkenches (gente
del O este). Por haber sido estudiadas dichas divisiones por diversos
historiadores chilenos47, nos ocuparemos en el presente trabajo sola­
mente de los seres cósmicos sobrenaturales48. A ellos se les asigna
status o posicipnes jerárquicas más o menos definidas, atribuyéndoseles,
además, roles o funciones específicos. De acuerdo a los testimonios reci­
bidos, describiremos; a continuación, sus contenidos principales.

2.1. Estratificación de los seres sobrenaturales


Tomando como modelo su propia estratificación social, los mapuches
agrupan a sus dioses y espíritus de acuerdo a dos criterios:
2. 1. 1. Diferenciación de status de cada uno de los miembros de ca­
da familia de dioses o espíritus.
2.1. 2. Clasificación jerarquizada de status de una familia de dio­
ses o espíritus con respecto a las demás.

2.1. 1. Diferenciación de status


Los dioses y espíritus se organizan simétricamente en diversas familias
compuestas por cuatro seres antropomórficos y antroposociales. Cada
familia es una unidad, una tetrada constituida por una doble pareja de
posiciones en la cual se conjugan dos principios: sexo (masculinidad-
femineidad) y edad (vejez-juventud) 49. En consecuencia, la diferencia­
ción de status determina la posición preponderante del sexo masculino
y la vejez: la mujer aparece subordinada al hombre; y el joven al
adulto o anciano. Así la unidad básica está formada por cuatro dioses
o espíritus que componen una familia nuclear organizada de la siguiente
manera:
CUADRO N9 7

FAMILIA NUCLEAR DE DIOSES O ESPIRITUS: TETRADA BASICA

Edad Sexo masculino Sexo femenino

VEJEZ Feta chachai Ñuke papai


( esposo-padre-dios) ( esposa-madre-diosa)

JUVENTUD W eche wentru üIcha domo


(hombre-joven-dios) ( mujer-joven-diosa)

Según los mapuches, a partir de dos seres originales —feta cha-


chai y ñuke papai— se generaron los dioses jóvenes —weche wentru y

47 Francisco A. Encina, H istoria de C h ile , Santiago, Nascimento, 1949, I, pp. 67-83.


48 Ellos son mitemas o fragmentos míticos pertenecientes a un mito de origen, cuyo relato total aún
no ha sido posible recoger.
49 Véase María Ester Grebe, Joaquín Fernández y Carlos Fiedler, o p . cit., p. 183.

64
ülcha domo— , todas las demás familias nucleares de dioses y espíritus
y, además, los hombres. Ellos dos “ dieron vida en el meli ñom” . . .
“ Crearon el mundo. Dejaron al pueblo mapuche” . . . “ Tienen forma de
hombre y mujer anciana. Un señor y una mamita no ma’ tenemos” .
Por eso, “ siempre la suerte tiene que ser par. ¿No ve que nosotros tene­
mos dos pies pa’ caminar y dos manos pa’ trabajar?” El pensamiento
dualista se expresa aquí en forma pura y elemental50.
No obstante, la famiüa nuclear se completa con cuatro dioses o
espíritus que suman dos generaciones: dos padres y dos hijos. “Uno es
viejito, el otro es la viejita, el otro el joven y otro la joven niña. Ahí
se completan los cuatro . . . Cada ser hay cuatro. Hay cuatro santos:
cuatro pillan. Cuatro, cuatro, cuatro. En todo lo que se puede tocar” .
Igual como ocurre en la tierra, “ los dioses viven en familia; se cono­
cen entre ellos; conversan entre ellos” . En el nillatúe están represen­
tados los cuatro dioses. Por eso, en el nillatún “ a los cuatro rogamos.
Por eso, nosotros cuando hacimos una rogativa, cuatro veces teñimos
que orar; teñimos que hincar cuatro veces. Y cuatro veces teñimos que
dar un grito para el que está allá arriba que lo’ oiga, que lo’ proteja y
lo’ ayude en to’o ” . Y según los mapuches, las familias de cuatro dioses
escuchan. Y luego otorgarán vida, sabiduría y suerte; fertilidad de la
tierra, del hombre y del animal; bienestar, alimentación y salud.

2.1.2. Clasificación jerarquizada de status


Las diversas familias de dioses y espíritus se dividen en dos categorías
y cuatro subcategorías, de acuerdo a una clasificación jerarquizada
del status correspondiente a cada una de ellas. La jerarquía de cada fa­
milia se refleja en su posición relativa en el cosmos: a mayor altura,
mayor status y poder.
CUADRO n » 8

CLASIFICACION JERARQUIZADA DE FAMILIAS DE DIOSES Y ESPIRITUS

Categorías Subcategorías Familias o tétradas

1. DIOSES 1 .1 . MAYORES 1. 1 . 1 . Meli ñidol: cuatro dioses jefes


1. 1. 2 . Meli kiyén: cuatro dioses de la luna
1. 1 .3 . Wuñelfe: lucero del alba
1. 1. 4.
Meli wanlén: cuatro dioses de las estrellas
1 .2 . MENORES 1. 2. Meli toeichafe: cuatro dioses guerreros
1.
1. 2. Meli nillatufe: cuatro dioses de la rogativa
2.
1. 2. 3.
Meli tayiltufe: cuatro dioses del canto ritual
1. 2. 4.
Meli witrán: cuatro familias de dioses de los cuatro
puntos cardinales
Puel mapu: cuatro dioses de la tierra del Este
Willi mapu: cuatro dioses de la tierra del Sur
Piku mapu: cuatro dioses de la tierra del Norte
Lafkén mapu: cuatro dioses de la tierra del Oeste
2. ESPIRITUS 2. 1. BENEFICOS 2 . 1 . 1. Meli antiku pu lonko: cuatro caciques antiguos
2. 1. 2 . Meli antiku pu machi: cuatro machis antiguas
2. 1. 3. Antiku che: antepasados que subieron al wenu mapu
2 .2 . MALEFICOS (ellos no se agrupan en familias o tétradas) 51

50 Las organizaciones duales son una de las formas más antiguas del pensamiento humano, remon­
tándose su origen al neolítico temprano (Véase Ad. E. Jensen, Mito y Culto entre Pueblos Primitivos,
México, Fondo de Cultura Económica, 1966, pp. 176-179. Cf. Charles Houston Long, op. cit.,
p- m H
51 Los espíritus maléficos, cualquiera que sea su origen, se separan en otra agrupación, puesto que
no se integran al orden simétrico de familias de cuatro dioses o espíritus. Pertenecen a las dos
plataformas cósmicas en las cuales reina el mal y poseen, por lo tanto, un orden jerárquico distinto.

65

5 — Cuadernos
Esta clasificación proviene de un testimonio central de un machi,
confrontado con seis testimonios paralelos provenientes de tres machis,
un lenguaraz de machi y dos hijos de machi. En ella se han anotado
sólo las convergencias principales, excluyéndose los datos ambiguos. Sin
embargo, hay un punto contrádictorio que merece un análisis. Si bien
para la mayoría de los mapuches el status máximo se identifica con la
familia ñidol (de los cuatro dioses jefes), para algunas machis es la
familia kiyén (de los cuatro dioses de la luna) la que rige el universo,
poseyendo, por lo tanto, jerarquía y poder supremos. Estimamos que, en
este último caso, la machi está jerarquizando a partir de su propia ex­
periencia o área de acción laboral, puesto que es la luna la que gobierna *
la salud, delegando su poder en la machi.
No obstante, todos nuestros entrevistados han coincidido en asignar
un orden jarárquico decreciente a los grupos de la luna, lucero y estre­
llas. Todos los dioses mayores se ubican en las plataformas superiores
del cosmos, asociándose a los colores blanco transparente (ayon) y
azul. A su vez, los dioses menores y espíritus benéficos son “ empleados
de feta chachal ñidol” , colocándose en plataformas inferiores del meli
ñom y llegando algunos de ellos hasta la tierra. Los antiguos caciques,
machis y personas comunes fallecidas (kuifi ke che) son los antepasa­
dos del mapuche que “ vivieron en la tierra y subieron arriba” . . . “Es­
tán arriba. Cualquier persona pobre. Así, simple. Así como yo que no
soy autor de maldá’ ninguna” .
Los espíritus del mal no presentan una clasificación jerarquizada,
ordenada y equilibrada, puesto que entre ellos reina el desorden, la
desorganización y el caos. Ellos no forman grupos simétricos de dos o
cuatro entidades., sino aparecen como seres solitarios y aislados. El po­
der supremo de las fuerzas del mal reside en mapu-rei fücha y kude,
pareja de jefes superiores que residen ya sea en el anka wenu o minche
mapu (plataformas cósmicas del mal) y dirigen ■ — de acuerdo con los
brujos terrestres (kalku)— a los espíritus maléficos. Según el lugar
donde aparezcan estos últimos, se clasifican en wekufes de la tierra,
del aire y del agua, destacándose en cada uno de estos grupos un espí­
ritu particular por su mayor poder. Entre los wekufes terrestres se asigna
status principal al witranalwe, hombre de gran tamaño, que aparece
vestido con indumentaria y aperos de huaso, comúnmente de blanco y
montado a caballo; entre los wekufes del aire se otorga máxima je ­
rarquía al cherrufe y al wüyuche, aerolitos o cometas de fuego que des­
cienden de las alturas o de las cumbres volcánicas; y entre los wekufes
del agua se destacan el nerru-fílu y el chiñi-füu, zorro-culebra y ser­
piente peluda de los mares, lagos y ríos.
Los wekufes menores que aparecen comúnmente en la tierra son:
el anchimallén, ser pequeño que aparece como esqueleto negro con ca­
beza fosforescente o como bola de fuego; el alwe wekufe, ánima o es­
píritu de un pariente fallecido; el perrimontún, animal extraño nunca
visto que aparece en sueños, visiones o alucinaciones, y el waillepeñ,
oveja u otro animal deforme que habita en pantanos o pajonales. Por
su parte, los wekufes menores del aire que se perciben con mayor fre­
cuencia son: el choñchoñ o tuetué, cabeza de brujo (kalku), que vuela
ayudándose de sus enormes orejas, las cuales le sirven de alas; el
piwuchén, gallo-culebra con penacho y cola de plumas multicolores, y
el meulén, remolino o torbellino de viento y polvo que aparece a medio-

66
día. Y en el agua suelen aparecer otros wekufes menores: el trélke
wekufe, cuero de vacuno, vivo y de gran tamaño, que posee múltiples
tentáculos; y sunpall, mujer-pez o sirena. En todos ellos se encarnan las
fuerzas del mal.

2. 2. Funciones de los seres sobrenaturales

La diferenciación y clasificación jerarquizada del status de los seres


sobrenaturales pertenecientes al panteón mítico mapuche se definen
por medio de la asignación de roles específicos a cada uno de ellos.
Cobran sentido a través de las funciones atribuidas a cada familia de
dioses o espíritus, funciones que se proyectan tanto en el tiempo como
en el espacio profano y ritual. El ejercicio de dichas funciones presupone
una continua lucha, una oposición conflictiva de fuerzas duales: las del
bien y aquellas del mal. Sin embargo, este permanente enfrentamiento
es desigual: las fuerzas del bien duplican a las del mal, concentrándose,
respectivamente, en cuatro y dos plataformas cósmicas (véase Esquema
N9 1). Es posible interpretar esto último en relación a los mecanismos
de defensa del mapuche, puesto que por medio de dicha desigualdad
de fuerzas se logra la seguridad y autoafirmación vitales. Recordemos,
además, que en la propia plataforma terrestre coexisten las fuerzas del
bien y las del mal que rodean al mapuche asentado en su centro, el
anén mapu (véase Esquemas N.os 4 y 7), y que la tierra posee dos
peligrosos vecinos en el espacio vertical superior e inferior: el anka
wenu y el minche mapu (ver Esquema N? 1). En síntesis, el equilibrio
de fuerzas entre la plataforma terrestre y aquellas del mal y del bien
obedece a la siguiente proporción: tierra mal bien.
1 : 2 : 4
En consecuencia, las funciones atribuidas a los seres sobrenatura­
les y su equilibrio guardan estrecha relación con la supervivencia, la
salud física y mental del mapuche. Sus poderes y capacidades son múl­
tiples y variados, asignándose a cada familia funciones específicas rela­
cionadas con su status particular. Siguiendo el orden de la estratifica­
ción propuesta en 2 . 1. 2 , describiremos a continuación las funciones
características atribuidas a cada grupo, de acuerdo a testimonios ver­
bales representativos.

2. 2. 1. Seres sobrenaturales benéficos

Meli ñidol (cuatro dioses jefes). También denominado f'éta chachal,


antiku fücha, antiku dios o awelu dios, es “ el que más ayuda, el que
más cuida: el cuidador” . Dirige a los demás dioses y “ lo que manda él
tiene que hacerse” . . . “ Da la vida; da la suerte, animalitos, de to’o. Da
trabajo; da el día, el ayon (claridad). Sabiduría, salud también” . Ade­
más, “ ñidol ordena la rogativa arriba: el nillatún” .
Meli kiyén (cuatro dioses de la luna). Son dioses de la fertilidad
que gobiernan la procreación humana, animal, y la germinación de la
tierra. Determinan el sexo y la longitud vital del ser humano. Otorgan
vida, bienestar general, alimentación, suerte y salud. Al mapuche “ lo
nace kiyén . . . Le da la familia, la crianza. Llama suerte, plata, animal” .
Wuñelfe (lucero del alba). “ Cuando viene aclarando, aparece wu-
ñelfe. Ayuda al machi, porque machi levanta antes que salga el sol.
Lo elige al m a c h i.. .Da la virtud por sueño; a otro le da suerte; da el

67
peuma (sueño) al machi” . . . “La machi espera a wuñelfu para hacer
datún (ritual terapéutico) en la mañana allá. Wuñelfe tiene más po­
der: lleva a féta chachai lo que se pide del enfermo; da el encargo de
mejoría” . Además, “ trabaja con pewún machi (machi adivina); da
remedio, maneja la flor de campo. Da el rocío de la mañana” .
Meli wanlén (cuatro dioses de las estrellas). “Dan luz: es luz de
féta chachai. Da animales y pasto. Le da espíritu a los machi” . Da la
salud, razón por la cual la machi “ tiene en su bandera wanlén: es ñidol
wanlén” , colocado en las dos banderas del rewe (ver Esquema N? 6 ).
Las familias de la luna, el lucero y la estrella forman un equipo
de salud cósmico que tiene a su cargo la prevención j f curación de en­
fermedades. “ Kiyén da la salud junto con wuñelfe y wanlén” . . . Ellos
tres “ alumbran, dan vida” . Fijan el sexo del niño al nacer, su desarrollo
y la duración de su vida. Debido a que los mapuches asignan un poder
ilimitado a este equipo de salud estelar —del cual la machi es su re­
presentante terrestre— , el equipo hospitalario moderno no puede en­
trar en competencia con él por incompatibilidad cultural.
Meli weichafe (cuatro dioses guerreros) y tralkán (trueno). Re­
presentan a los “ guerreros de los malones que hubo antes” . Son dioses
auxiliares de ñidol, el cual “ les da el poder para luchar” . “ Defienden a
cualquier mapuche contra wekufe” . . . “La machi, dicen algunos, le’
piden que lo haga weichán al wekufe que lo tiene al enfermo. Puede
corretear al wekufe. Le da el espíritu, ánimo, poder, sabiduría al machi.
Buena vista. Da fuerza y poder” . “ Cuando sale el trueno, ese es meli
weichafe que baja” . El trueno está en el raniñ mapu (el medio de la
tierra). Cuando se reúnen to’o los vientos —tanto el Este, tanto el
Sur, tanto el lafkén (Oeste), tanto piku (N orte)— , en el medio se pro­
duce como un alegato” . Tralkán “ ayuda con wekufe. Cuando está eno­
jado ayuda a la machi. Le da poder mucho contra wekufe” .
Meli nillatufe (cuatro dioses de la rogativa). “ Son también manda­
dos por féta chachai. Están en el wenu. Con fuerza y poder hacen ro­
gativa arriba y abajo también” . . . “ Le dan peuma al nillatufe para
que haga el nillatún en la tierra. Son los guardianes del nillatúe. Están
en un lugar. Se reúnen para tomar acuerdo, para hacer su rogativa. Es
lo mismo que voy a hacer yo. Yo tengo que reunirme con la gente para
preparar (el nillatún). Y cuando estamos de acuerdo, vamos ahí donde
está la cruz (el nillatúe). No po’imos llegar de un momento a otro sin
tomar acuerdo. Ahí le pedimos nosotros lo’ nillatufe, lo’ nillatufe que hu­
bo. Se ruega a ellos para pasar bien el año. Dan buen día, buena suerte,
salú buena. Atajan lo’ malo’ abajo en la tierra” .
Meli tayiltufe (cuatro dioses del canto ritual). También denomi­
nados ülkantufe, “ hacen la ceremonia. Ellos ayudan a cantar al machi
y a tocar” . En los rituales chamánicos ellos son representados por la
yegúlfe, ayudante que toca los instrumentos musicales —kultrún, wada
y kaskawilla— , canta y recita, ya sea junto o en alternancia con la
machi.
Meli witrán (cuatro familias de dioses de los cuatro puntos cardi­
nales). Forman cuatro familias: cuatro dioses del Este (puel mapu),
cuatro del Sur (willi m apu), cuatro del Norte {piku mapu) y cuatro del
Oeste ( lafkén mapu). “En cada esquina hay un orador. “ Tan abajo,
son manda’os del ñidol” . Ellos constituyen los dioses de los elementos y
fuerzas de la naturaleza, definiendo, por lo tanto, las condiciones me­

68
teorológicas y climáticas. Dirigen tanto los vientos, lluvias y tempora­
les como la bonanza. Sus atributos han sido detallados anteriormente
en relación a la simbología de los puntos cardinales (véase Cuadro N?
2). Por sus funciones, el arco iris (relmu) se relaciona con los dioses
de los puntos cardinales. Su aspecto multicolor ha favorecido una her­
mosa interpretación simbólica: “Es la bandera del feta chachai. Pa’ la
lluvia. Cuando quiere el feta chachai que pare la lluvia, ataja la lluvia” .
Meli antileu pu lonko (cuatro caciques antiguos). “ Son empleados de
ñidol” . Reciben diversos nombres según su lugar en el cosmos y las fun­
ciones desempeñadas. Así, tromü wenu pu lonko son caciques que go­
biernan las nubes; ayon wenu pu lonko son aquellos que dan la trans­
parencia al cielo; azul wenu pu lonko y kallfu wenu pu lonko dan res­
pectivamente el color azul y violeta al cielo; y tralkán wenu pu lonko
gobiernan el trueno. “ Son los abuelos antiguos que subieron. Cuando
muere un mapuche —buen lonko, buena machi—, ellos van al wenu
mapu” . . . “ Antiku pu lonko arreglan suerte, animales, plata. Dan la
oratoria (eupitún) ” .
Meli antiku pu machi (cuatro machis antiguas). Ellas reciben dis­
tintos nombres: fileu, fileu machi, antiku machi, awelu machi, antiku
chuchu, antiku fileu. Son “ los espíritus de las machis que van al wenu
mapu. Están resguardadas en una ruka del feta chachai. Son muchas.
Dan remedios y newén (fuerza) a la machi” . . . “ Pa’ tener ese poder,
un machi lo nombran. Las machis (de la tierra) piden que lo ayuden;
! hacen rogativa como nillatún para que lo vengan ayudarlo y le dé suer­
te. Todo eso. Y se ganen en el enfermo. Eso es. Pedirle mejoría al en­
fermo . . . , que sea al fin ganar la vida del enfermo” . . . Ellas dan buena
salú” . Los cuatro espíritus del volcán Villarrica, pillan, están íntima­
mente relacionados con la machi. “ Pillan es un espíritu de la machi.
Son sueños de la machi. Es espíritu que da buen peuma (sueño). Da
buen tiempo” . . . “Es que ante’ ello’ lo llamaron pillañ a ñidol. Ahora
no se le reza casi nada” . Cabe señalar que, para un grupo minoritario
de mapuches entrevistados, pillañ posee connotaciones negativas.
Antiku che o feta ke che (antepasados que subieron al wenu m apu).
“Han muerto los antiguos y están arriba” . . . “Nosotros somos hijos de
los feta ke che antiguos. Ellos son hijos de ñidol” . Su misión es velar en
general por su familia y parientes, de acuerdo con ñidol, el jefe.

2. 2. 2. Seres sobrenaturales maléficos

Los wekufes desempeñan funciones generales de agentes del mal, en­


fermedad, muerte o mala suerte. Para cumplir con su tarea —encomen­
dada por los jefes malignos (mapu rei) y /o el brujo (kalku)— ellos han
sido especialmente dotados de diversos poderes mágicos. Suelen apare­
cer y desaparecer, tanto en el aire y en el agua como en la tierra; en
forma de pájaros, animales, fenómenos naturales o apariciones pseudo-
humanas. En su mayoría, se caracterizan por su fisonomía extraña, hí­
brida, deforme o fantástica. Con frecuencia sólo es posible escucharlos
o sentirlos, por ser, en su mayoría, apariciones nocturnas invisibles. Al
hombre “ dicen que lo trabajan, lo pescan el espíritu. Hay gente mal-
da’oso y eso creo yo de que hay. Entonce’ lo agarra y, aunque sea bueno,
lo tienen castiga’o aquí. Y lo tiran contra la familia. Eso’ son lo’ que
andan golpeándose por la casa. Hasta que al fin y al cabo lo enferma,
lo mata y lo lleva. Eso’ son lo’ verdadero wekufe . . . Al hombre bueno,

69
ante’ que muera ya le han hecho el trabajo. Si. Le pescan el alma, el
alwe. Eso. Ha muerto el hombre, pero el espíritu anda aquí, ‘pareciendo’ ” .
Ese espíritu no alcanza a subir al wenu mapu; al intentarlo, queda en el
anka wenu o bien “ queda sufriendo y se va al lafkén (mar) o ñau
mapu” .
“La enfermedad viene de ñau mapu . . . Por ser aquí, la tierra1 en
el lugar este. Está aquí eso. Aquí nace la enfermedad. Trabajan los
kalku . . . Igual como nosotros trabajamos para nuestra vida y mante­
nernos, así trabajan para crear enfermedad también” . . . Esta puede ser
un “ aire que sale del anka wenu: el kuruf del anka wenu. En la’ nube an­
dan lo’ malo” . Y a estas causas mágicas se suman las empíricas, las
reales: “ el pobre muere más luego. Los ricos como tienen cómo reme­
diarse . . . Muchas veces los pobres que somos, morimos más luego porque
no hay plata pa’ remediarse . . . Ante’, el que tenía plata dentraba; el
que no, moría no ma’ pu’. Entonces, así tiene que ser acá. El que está
ma’ maltrata’o, muere ma’ luego” .
Las funciones específicas atribuidas a los espíritus del mal son nu­
merosas y variadas; sin embargo, ellas se manifiestan verbalmente con
gran restricción, recelo y reserva. Mencionaremos algunos casos:
Cuidar, como gigantesco y maligno guardián, los cultivos y ganado
del patrón —el witranalwe— ; aparecer anunciando males y enferme­
dades —el anchimallén— ; perturbar la tranquilidad de los parientes o
amigos por medio de ruidos nocturnos extraños —el alwe wekufe— ; pro­
vocar enfermedades pre y postiniciáticas de la machi —el perrimon-
tún— ; causar deformidades congénitas — el waillepeñ— . Diseminar epi­
demias — el cherrufe y el wüyuche— ; espiar al débil y transportar la
enfermedad por los aires transfiriéndola a sus víctimas —el choñchoñ
o tuetué— ; chupar sangre humana y de animales, causando la anemia
— el piwuchen— ; transportar la enfermedad por el aire al mediodía — el
meulén— . Provocar la muerte por inmersión en los ríos, lagos y mares
—el nérru-filu chiñi-filu, trelke-wekufe y sunpall.
Aunque nosotros podríamos discutir su agrupación junto a los es­
píritus del mal, para los mapuches el sol (antix) posee algunas conno­
taciones negativas. Es la pareja polar de la luna: “ Kiyén e’ lo que lo que
lo’ nació a nosotro’. Pero antü el que lo’ lleva . . . Porque kiyén lo dejó
así a uno. Y el sol, parte contrario: cuando muere lo lleva él” . O sea, la
vida y la muerte se relacionan respectivamente con la luna y el sol, cuya
alternancia dual se asocia al eterno devenir cíclico del día y la noche.
Además, “ el sol es kétrai mapu” , tierra del fuego. Por 10 tanto, es malo.
O es malo y bueno a la vez, puesto que “ amanece” dando la claridad,
luz y calor “para secar bien las siembras; para madurar bien” . El sol
es, por lo tanto, un astro ambivalente. Y por su misma ambivalencia se
le agrupa con las fuerzas del mal, puesto que para los mapuches todo
lo ambiguo, indefinido, intermedio o regular se inclina hacia el mal.

IV. CONCLUSIONES

De los resultados expuestos en el capítulo precedente, se deducen al­


gunas conclusiones que se referirán a los aspectos descriptivos del tra­
bajo y a la posible aplicación de los mismos — como uno de los puntos
de vista posibles— en aspectos teóricos y prácticos de la Reforma Agra­
ria y legislación de tierras indígenas. De los aspectos descriptivos se
desprenden las siguientes conclusiones:

70
1. Existe una divergencia cultural entre la cosmovisión mapuche
y aquella de la sociedad chilena. Para ellos, lo profano y lo sagrado se
yuxtaponen en la matriz terrestre; para nosotros, lo profano y lo sa­
grado constituyen dos niveles que se escinden analíticamente.
2. El conocimiento y transmisión oral de la cosmovisión y sus con­
tenidos poseen carácter secreto y esotérico, controlándose estrictamente
su divulgación al winka (ch ilen o). Todo mapuche conoce, ya sea un
segmento pequeño o amplio del esquema total de cosmovisión, según
su grado de aculturación y participación activa en ceremonias rituales.
Sin embargo, son los portadores de estos conocimientos y creencias
-—machi, cacique, dunulmachife y nillatufe— quienes conocen el total.
3. En la comunidad mapuche existen sanciones severas, tanto a
nivel humano como divino, para aquellos que difunden conocimientos
acerca de la cosmovisión. Dicho régimen punitivo ha favorecido la trans­
misión fija y estable de su tradición. Uno de los testimonios verbales
más valiosos del presente trabajo, fue proporcionado por un sabio an­
ciano que llevó a sus amigos winkas a un bosque aislado, situado lejos
de su vivienda, para entregar su solemne testimonio verbal.
4. La religión mapuche no es proselitista. Se conserva y traspasa
sólo a nivel del grupo étnico, sin pretender nunca difundirla a los no
mapuches. Por lo tanto, su cosmovisión favorece y refuerza la identidad
étnica.
5. La tierra posee carácter sagrado, y el mapuche se ubica en su
centro. De esta idea se desprende un concepto etnocéntrico del cosmos
y de la posición del mapuche en él. Ellos son los hombres destinados por
los dioses a vivir en un territorio determinado.
6 . La cosmovisión mapuche parece tener raíces comunes indoame-
ricanas y, en especial, andinas 52. En este trabajo no pretendemos abor­
dar los complejos problemas etnohistóricos del origen del hombre ame­
ricano, a pesar de las numerosas analogías estructurales anotadas en
el desarrollo del capítulo III. Debemos dejar señalada, sin embargo, la
estrecha similitud configuracional con esquemas culturales asiáticos.
7. La cosmovisión pervive ligada a sus aspectos funcionales. Los
mapuches creen recibir la única ayuda verdadera de su mundo sobre­
natural, puesto que, por el contrario, estiman no haber recibido de los
chilenos sino un trato injusto —tanto a nivel social, económico y jurí­
dico como en otros niveles de su existencia cotidiana— . Y frente a la
consolidación de un sistema injusto, ellos reaccionan con perplejidad e
impotencia, refugiándose pasivamente en su cosmovisión como única
solución posible. Si no hay justicia acá, ella se encontrará arriba.
8 . El nülatún es el eje de la vida religiosa. En su ceremonial se
reactualiza dinámicamente la cosmovisión, y, a su vez, dicha cosmo­
visión refuerza la cohesión social de la reducción y sus vecinos. Recor­
demos que el ramillete de banderas colocadas alrededor del nillatúe es
un símbolo de unión fraternal.
9. El fervor religioso de los mapuches se refleja cotidianamente en
el eje temporal-espacial profano y sagrado de la existencia. Dicho fer­
vor se manifiesta en ciertas prácticas habituales, tales como regar sim­
bólicamente la tierra con chicha u otra bebida tradicional antes de

52 Véase Julián H. Steward y Louis C. Faron, Native Peoples of South America, New York, Me Graw
Hill, 1959, pp. 262-263.

71
beber; regalar objetos pares de “ buen” color; y no romper el orden
ceremonial de la ruedecilla, tanto en el orden doméstico como en el
ritual.
10. La estructura de la cosmovisión mapuche es simbólica, dual
y simétrica, basada en parejas de oposición proyectadas en una síntesis
dialéctica (ver hipótesis de trabajo en el capítulo I ) . Dicha estructura
emerge claramente en los diversos niveles de análisis del presente es­
tudio: en la concepción vertical y espacial del cosmos; en la concep­
ción temporal-espacial y material del mismo; en la percepción colorista
—colores buenos y malos— y en el panteón mítico basado en una pareja
dual originaria y en la oposición de dioses y wekufes.
La situación originada en el agro mapuche a partir de la promul­
gación de la ley indígena de 1867 y su aplicación a partir de 1884, signi­
ficó la división de la tierra en reducciones otorgadas mediante el título
de merced. Una vez formadas dichas reducciones, se produjo la división
progresiva de la tierra, debido principalmente a la multiplicación de
herederos, que provocó las consecuencias socioeconómicas que conoce­
mos. Asimismo, se imposibilitó la movilidad de los grupos y las moda­
lidades de adquisición de nuevos terrenos, impulsándose el nacimiento
del concepto de terratenencia individual53. Es claro para nosotros que
en esta larga gestión no se procedió en ningún momento a tomar en
cuenta los cimientos culturales de la comunidad mapuche. Por el con­
trario, se originó un esquema de terratenencia contradictorio, opuesto
a las normas culturales vigentes 54. El ha contribuido a agudizar su si­
tuación presente de marginalidad, fomentando su carencia de integra­
ción y participación en la sociedad chilena.
Pensamos que tanto una remodelación de la ley indígena como la
aplicación de la Reforma Agraria en el área mapuche debería basarse
en un diagnóstico cultural previo completo. Es importante favorecer la
participación integral de la comunidad mapuche en dicho diagnóstico
cultural como también en la toma de decisiones jurídicas relacionadas
con el destino futuro de sus tierras. Consideramos que un conocimiento
de la cosmovisión mapuche abre una útil perspectiva para los técnicos
que persiguen una reestructuración del actual sistema de terratenencia
para lograr otro más justo, realista y respetuoso de los auténticos valo­
res culturales de la comunidad mapuche. Cuatro aspectos que emergen
del presente análisis podrían contribuir a dicha orientación:
1. Los mapuches poseen un sistema tradicional coherente de divi­
sión de la tierra, producto respetable de una sabiduría empírica antigua,
acumulada y transmitida como valiosa herencia social.
2. Dicho sistema tradicional de división de la tierra se basa en una
orientación especial ética y ceremonial que debería tomarse en cuenta
para casos concretos de distribución de tierras.
3. El carácter sagrado de la tierra y la relación telúrica y etno-
céntrica del mapuche con respecto a la misma contribuye a erigir una
de las principales barreras culturales que deben enfrentar los técnicos.
Dichos obstáculos pueden ser controlados, con mayor propiedad, por

r Milán Stuchlik, Sistema de terratenencia de los mapuches contemporáneos, trabajo presentado al


X XX IX Congreso Internacional de Americanistas, Lima, 1970, p. 11.
54 L oe. cit.

70
medio del conocimiento acerca de la cosmovisión mapuche, cuna de
muchas normas, actitudes y valores de su cultura 55.
4. La visión mapuche del mundo, dualista y dialéctica, posee una
1 extrema coherencia interna que la hace compatible, desde un punto de
vista estructural, con enfoques lógicos modernos.
En síntesis, hoy se enfrentan dos concepciones contrastantes res­
pecto a los problemas agrarios mapuches: la racional y jurídica chilena,
guiada por la orientación socialista de la Reforma Agraria, y la tradi­

( cional mapuche guiada por normas y valores desprendidos de su cos­


movisión y organización socioeconómica, las cuales responden a patro­
nes culturales arcaicos aunque no incompatibles.
¿Es posible conciliar estas dos concepciones y llegar a un compro­
miso entre ambas?
Esta interrogante no será resuelta aquí debido a que su compleji­
dad y múltiples implicancias técnicas exceden los propósitos y límites
del presente trabajo. Creemos que su estudio y solución corresponden
tanto a la comunidad mapuche como a los técnicos de la Reforma
Agraria.

Septiembre de 1972.

55 Como un caso concreto de barrera cultural, citamos la resistencia de los mapuches para pagar
tributo por la tierra, tanto por considerar que ésta les pertenece por razones religiosas e históricas
y porque, ademáis, su nivel de ingreso no se los permite.

73
Fundamentos para una política
cultural mapuche
W il s o n Cantoni

Profesor de ELAS - FLACSO,


Jefe de la Unidad de Estudios
del Fondo de Educación Sindical

I. EL PROBLEMA HEREDADO

Entre las situaciones de exclusión social generadas y no solucionadas


por la formación y el desarrollo capitalista de la sociedad chilena, la
más dramática, permanente y profunda es la de los grupos indígenas.
Si bien la integración de los grupos étnicos de origen europeo promo­
vida por el establecimiento y expansión del Estado chileno ha sido una
de las más consolidadas y consistentes de América —lo que se evidencia
en el fuerte sentimiento de pertenencia e identidad nacional presentado
por los chilenos— , la integración nacional del pueblo mapuche perma­
neció como un problema latente 1.
Es bueno recordar que el primer estímulo duradero para la creación
de un fuerte aparato (administrativo e ideológico) de Estado en Chile
fue precisamente la larga lucha contra los llamados araucanos. Es así
que no es difícil percibir que la relativamente bien lograda integración
valorativa nacional de los grupos de origen europeo (particularmente
en el período republicano) tuvo como una de sus contrapartidas histó­
ricas el rechazo y la exclusión de la raza y de la cultura mapuche.
El problema de la integración nacional del pueblo mapuche tiende
a presentarse como un problema obscuro. Ello básicamente porque se
trata de un problema no solucionado ni solucionable por ninguna de
las etapas de la formación social que lo generó 2.

1 Se considerará en este artículo sólo a los mapuches —el más importante de los grupos étiiicos autóc­
tonos—, aunque muchos de los planteamientos generales presentados sean valederos para el con­
junto de los grupos indígenas chilenos. La integración de los indígenas magallánicos ( alacalufes,
yaganes y onas) fue “ solucionada” definitivamente mediante su exterminio. La integración de los
quechuas y aymarás del Norte Grande, así como la de los isleños de Pascua, permanece también
como un problema latente y en gran parte desconocido, a pesar de que esos grupos se ubican en
regiones estratégicas desde el punto de vista de la defensa de la soberanía nacional.
2 La única solución estructuralmente definitiva fue la lograda en la región central (o del indígena
sometido desde la Colonia) durante el período de constitución\ de la propiedad latifundista, me­
diante la transformación e inmersión completa de las tierras y de la mano de obra indígena en la
estructura de la gran propiedad señorial. A mediados del siglo X IX el mapuche de la región
central desaparece en la masa de una población campesina mestiza, empleada en fundos y haciendas
como inquilinos y peones. Pero en la región de la Frontera (o zona clásica de resistencia indí­
gena) e incluso en la región más sureña de Los Lagos (indígena sometido desde la Colonia, pero
de incorporación más tardía del territorio en la propiedad latifundista), el mapuche, a pesar de
, vivir finalmente arrinconado y segregado en las reducciones, siempre conservó algún territorio
propio, una organización sociocultural específica ( en mayor o menor grado) y una identidad
grupal diferenciada. Es este el pueblo mapuche (que hoy día conforma una población aproximada
de 400.000 personas en el área rural y de 100.000 personas en el área urbana), cuya integración
nacional no fue solucionada en ninguna de las etapas históricas de formación y desarrollo capita­
lista de la sociedad chilena.

74
No es nuestra intención detenernos ahora en el análisis y en la
prueba de la no posibilidad de solución del problema en los periodos
histórico-sociales precedentes. Sin embargo, teniendo en cuenta que el
objeto de estas reflexiones es contribuir de algún modo a la formulación
de la política indígena del Gobierno Popular, es conveniente indicar
algunos elementos que ayuden a comprender por qué la integración
nacional del mapuche tiende a presentarse como un problema difícil
para la izquierda chilena.
En primer lugar, un proyecto viable de emancipación social y libe­
ración humana del pueblo mapuche sólo puede surgir como parte de
un programa y de una práctica de emancipación y de liberación del
campesinado chileno. Hace pocos años que empezó a difundirse y a con­
solidarse un movimiento de representación campesina de relativa sig­
nificación nacional y de cierta capacidad efectiva de presión política,
dentro de los parámetros de la reforma agraria y de la organización
sindical paralela establecidos por el Gobierno anterior.
Sólo con el advenimiento del Gobierno Popular, es decir, con la
gran movilización que alcanza prácticamente a todas las capas del
campesinado, con la difusión y consolidación relativa de los consejos,
con el rápido avance de la organización sindical de izquierda (que pasa
a ser hegemónica también en el campo), con el amplio debate sobre
las formas que deben asumir las unidades productivas en el área refor­
mada y con el término del latifundio, aumenta en gran escala la repre­
sentación (real y potencial) campesina y el campesinado entra final­
mente en la historia de las luchas sociales de Chile como protagonista
y sujeto de su propio destino. En consecuencia, se crearon las condicio­
nes estructurales para que se planteara también, en la orden del día
de la historia chilena, la solución del problema mapuche 3.
Pero el surgimiento de las condiciones de necesidad y de viabilidad
de solución de un problema social no significan en sí mismas la solución
del problema. Tanto es así que, a pesar de la nueva disposición y actitud
asumidas por el Gobierno Popular hacia el mapuche y de las muchas
medidas concretamente tomadas en su beneficio, este Gobierno y sus
áreas de sustentación no alcanzaron a formular hasta ahora una polí­
tica indígena claramente definida en sus metas y consistentemente
articulada en su implementación. Ello no se debe a una falta de interés
en atender a las reivindicaciones de las comunidades y de las asocia­
ciones mapuches, ni se explica tampoco sólo por problemas de coordi­
nación administrativa o política. El hecho señalado va más a fondo y
toca a la relativa indefinición de la izquierda sobre algunos aspectos
centrales que se plantean a una política socialista de integración na­
cional del mapuche, lo que se advierte desde la presentación al país del
Programa Básico de la Unidad Popular.
Los límites económicos y políticos de la política indígena del Go­
bierno Popular serán dados, en lo fundamental, por los límites de la
nueva alianza obrero-campesina que se está construyendo con la re­
forma agraria y la organización masiva del campesinado. Desde que
una alianza de clase con capas postergadas se realiza concretamente
—más allá o más acá de consignas ideológicas— por un aumento de

3 El campesinado mapuche realizó, en los primeros meses de 1971, su primera movilización masiva
(toma de terrenos usurpados) desde 1883, fecha de su derrota militar definitiva con la caída del
último baluarte araucano de Villarrica.

75
su participación en el ingreso nacional mediante un aumento de su po­
der de representación y presión, la amplitud de la nueva política indí­
gena dependerá de la medida en que el campesinado mapuche participe
de la nueva alianza indicada.
Sin entrar, por ahora, en la cuestión decisiva de los límites posibles
de esa alianza, que se presenta como la cuestión básica de la política
agraria ' del Gobierno, cabe señalar que las divergencias y decisiones
sobre esa materia tienden a situarse en el terreno de la evaluación
táctica de fuerzas y de prioridades. Aun considerando las opciones es­
tratégicas de tránsito al socialismo distintas de la estrategia de la
Unidad Popular, permanece el hecho de que todas tienen las mismas
metas históricas y de que todas las corrientes marxistas se orientan por
una teoría básica común. Sin minimizar las agudas divergencias que
nacen en la aplicación práctica de la teoría y en la realización de las
metas, lo que se quiere hacer resaltar es que el problema de la eman­
cipación social del conjunto del campesinado y de su integración igua­
litaria en una futura sociedad chilena socialista no constituye un pro­
blema estratégico-teórico para el conjunto de la izquierda, al menos en
lo que se refiere a la finalidad y a la racionalidad histórica de esa
acción dentro de una política general de clase trabajadora.
En contrapartida, el problema de la integración nacional del ma­
puche se presenta no sólo como un problema táctico (en qué medida el
mapuche va a participar de la nueva alianza obrero-campesina que
puede ser realizada en esta etapa), sino también como un problema
estratégico (lo que se quiere precisamente alcanzar y realizar como
meta histórica) no suficientemente aclarado. No cabe duda de que, des­
de el punto de vista general de la situación y destino de clase, no
existe tai cuestión estratégica, puesto que se quiere para el campesino
mapuche exactamente lo mismo que se quiere para el conjunto del cam­
pesinado. Pero el mapuche, además de campesino a título general de
clase, forma una minoría nacional étnicamente diferenciada, y la cues­
tión estratégica resurge al plantearse el problema central de la política
cultural, que consiste en definir con claridad si la política general de
clase a ser aplicada al mapuche buscará integrarlo en la nueva sociedad
mediante la aceptación o la extinción de su situación específica de
minoría nacional diferenciada. Las metas históricas establecidas a este
nivel estratégico serán de importancia decisiva para la implementación
táctica de la política general de clase a ser desarrollada, particular­
mente en los aspectos claves de la incorporación a la reforma agraria
y al desarrollo productivo, la nueva organización y autorrepresentación
social y la formación de un nuevo liderazgo indígena.
Es sobre ese problema central de la formulación de úna política
cultural indígena que se observa una relativa indefinición por parte
de los partidos y organizaciones populares, lo que afecta sensiblemente
la política indígena general del Gobierno en la medida en que obstacu­
liza el aprovechamiento orgánico del potencial de movilización y trans­
formación social representado por el campesinado mapuche. La indefi­
nición relativa señalada —qué hacer con el mapuche en cuanto ma­
puche o, mejor dicho, qué destino estructural aguarda a la minoría
nacional mapuche en la futura sociedad socialista— está asociada a
un conjunto de factores históricos, dentro de los cuales se pueden des­
tacar los siguientes:
En primer lugar, la izquierda chilena es, a la vez, izquierda y
chilena. Con esa proposición tautológica se quiere indicar que también
los partidos, las organizaciones y los cuadros de izquierda se formaron
y viven en el ambiente cultural y en las tradiciones socializadoras que
reproduceá el prejuicio secular contra el indígena. El hecho de que las
colectividades y personas de izquierda tengan una conciencia crítica
más apta a captar el significado de clase de la discriminación racial no
elude el otro hecho de que ellos tienen también que luchar contra acti­
tudes, juicios y conductas prejuiciadas, que hacen parte de su propia
formación y que pueden disimularse incluso en racionalizaciones ideo­
lógicas.
En segundo lugar, el problema de la política cultural indígena
tiende a presentarse a la izquierda chilena como un problema teórica­
mente oscuro, es decir, no existe una explicación conocida, debatida y
racionalmente aceptada sobre las relaciones entre estratificación de
clase y estratificación étnica en el proceso de transformación revolu­
cionaria de la sociedad. Debido a que la exclusión del indígena no se
había planteado como cuestión efectiva de actualidad política, la inte­
gración nacional del mapuche siempre se presentó para el pensamiento
crítico de la izquierda chilena como un problema residual4. Por otra
parte, el pacto tácito de silencio impuesto por la política tradicional
discriminatoria de integración del indígena, impidió que la exclusión
social impuesta al mapuche lograra siquiera constituirse como problema
científico de significación en los círculos universitarios. Esa carencia
teórica no es privativa de la izquierda chilena, pero tiene efectos pro­
fundos en la formulación de la política indígena del Gobierno Popular,
dado que, siempre que se trate de objetivos estratégicos, no hay acción
consecuente sin una teoría consecuente que ilumine y oriente el curso
histórico de la acción 5.
En tercer lugar, merece destacarse el hecho de que el pueblo mapu­
che, por la fuerza misma de la intensidad de su exclusión social, no
pudo construir un proyecto propio y consistente de su emancipación
social y de su liberación humana en la sociedad en la cual fue forzado a
participar. La inexistencia de un programa propio de defensa de sus
intereses generales de clase y de afirmación de su personalidad cultural,
por parte del principal interesado, no permitió el diálogo crítico del
pueblo mapuche con las fuerzas populares chilenas. En consecuencia,
se impuso a la izquierda de este país, sea por los prejuicios heredados,
$ea por la ausencia impuesta a su único interlocutor valedero, una
especie de paternalismo estructural en la cónsideración del problema
indígena, circulo vicioso que sólo se romperá cuando el mapuche asuma
su propia palabra dentro del proceso revolucionario chileno.
Es así que, en un balance de tendencias de la política puesta en
marcha por las corrientes de izquierda en el período del Gobierno Popu­
lar, no es sorprendente encontrar posiciones que van desde la negación

4 En el mismo rango residual se situaron los problemas de la incorporación de la mujer al proceso


revolucionario y del encauzamiento del potencial de renovación social de la juventud. Cuestiones
que, a estas alturas del Gobierno Popular, ya agotaron las posibilidades de solución inmediata dentro
de los antiguos esquemas teóricos de orientación y que también tienden a presentarse como pro­
blemas políticos importantes, particularmente el primero.
5 La inexistencia de una teoría y de un programa adecuados de incorporación de las poblaciones indí­
genas excluidas del proceso de transformación revolucionaria de la sociedad surge como una cuestión
política central en los países en que ellas constituyen la mayoría de la población nacional, como
es, por ejemplo, el caso de Bolivia.

77
lisa y llana de la personalidad cultural diferenciada del mapuche hasta
la valorización romántica y folklórica del conjunto de su actual situa­
ción cultural.
Los grupos y organizaciones que impulsaran, en los primeros meses
de 1971 la movilización masiva del mapuche en la toma de terrenos
usurpados y en la constitución de consejos campesinos como poder pa­
ralelo en el campo, no concedían ninguna especificidad de clase al pro­
blema de la participación igualitaria del mapuche en la sociedad na­
cional. En nombre de una política general común a campesinos indí­
genas y no indígenas, tendían a considerar como reaccionaria toda
consideración estratégica de la personalidad cultural diferenciada del
mapuche y de sus conflictos específicos de integración nacional. Esta
línea política, que igualaba su programa mínimo con su programa máxi­
mo (movilización para la conquista del poder total) podía utilizar in­
tensamente algunos de aquellos conflictos (reivindicación histórica so­
bre la tierra y odio al huinca usurpador) como expediente táctico, aun
desconociendo e ignorando su naturaleza social. Por otra parte, en la
movilización para la conquista del poder total, estrategia y táctica se
funden en un solo momento de la acción y el problema concreto de
integración del mapuche en la sociedad nacional sencillamente se aplaza
para el futuro socialista. No obstante, en la medida en que el poder pa­
ralelo en el campo no toma cuerpo y que la lucha por la conquista de
la totalidad del poder retoma los cauces estructurales de la vía chilena
—en que la destrucción de lo viejo y la construcción de lo nuevo se ha­
cen simultáneamente— , la debilidad estratégica de tal tendencia resulta
cada vez más evidente. Por una parte, su negativa a considerar la
personalidad cultural distinta del mapuche y el carácter peculiar de
sus contradicciones de clase en la sociedad chilena impide a tal ten­
dencia formular cualquiera política específicamente indígena, es decir,
tener metas históricas y una estrategia propia en la materia. El precio
a pagar es que con ello se repite, en otro discurso y en otra intencio­
nalidad política, la línea tradicional de las clases dominantes, que siem­
pre se negaron a reconocer el pueblo mapuche como minoría nacional,
y reflota su monserga ideológica de que él está culturalmente integrado
(sus problemas serían los problemas generales de la marginalidad cam­
pesina, particularmente la deficiencia de escolarización). Por otra parte,
la ausencia de una estrategia y de una política indígena reducen tal
tendencia al aprovechamiento táctico de algunos conflictos preexisten­
tes a su intervención, lo que resulta en su permanente debilidad táctica.
Ello porque no se puede, a partir de los conflictos inmediatos preexis­
tentes, elevar la conciencia y la acción al nivel del conjunto de las
contradicciones que caracterizan la situación social específica del pue­
blo mapuche, situación que, precisamente, tal tendencia niega, desco­
noce o ignora. En consecuencia, las acciones sólo pueden ser masivas
cuando no superan los límites de reivindicación y de conciencia pre­
sentados tradicionalmente por los indígenas. Lo que representa el se­
gundo precio parado jal que debe pagar la tendencia considerada, que
se quiere la más genuinamente revolucionaria y busca conducir a las
masas a la implantación directa del socialismo 6.

6 La intensa movilización del mapuche en los primeros meses de 1971 (que parecía colocarlo en la
vanguardia revolucionaria del campesinado chileno) se hizo a partir de reivindicaciones preexistentes
sobre la devolución de terrenos usurpados y sin cambio significativo de la conciencia social que

78
En contraposición a esa tendencia voluntarista, existe la acción
del grupo de partidos y organizaciones orientados por la estrategia ge­
neral de la Unidad Popular, al que se puede agregar las instituciones
fiscales (como DASIN y CORA) que tienen actuación directa en el
sector indígena. Si bien se trata de un grupo muy diversificado en
cuanto a función y representación, es dable afirmar que representa, de
modo muy general y en matices diversos, la tendencia predominante
en el Gobierno, en lo que a política cultural indígena se refiere.
Sin entrar ahora en las vicisitudes de la formación de tal tendencia,
ella se caracteriza, en lo esencial, por aceptar que la participación igua­
litaria del mapuche en la sociedad chilena representa un problema es­
pecífico de integración que no puede ser eludido y que el pueblo mapu­
che debe participar activamente en la construcción de las metas, ca­
minos y formas de su nueva participación en la sociedad nacional. Vale
decir que los supuestos que fundan esa tendencia permiten la formu­
lación y el desarrollo de una política indígena de contenido y de orien­
tación socialista.
Sobre la base de la estrategia y de los supuestos señalados, el Go­
bierno Popular se decidió a enfrentar el problema de la exclusión social
del mapuche, institucionalmente congelada desde la legislación de 1931,
impulsando una nueva política que, en el corto plazo, se materializó en
las siguientes líneas principales de acción: restitución administrativa
de tierras usurpadas, presentación al Congreso de una nueva legislación
indígena, reorganización y agilización del servicio público especializado,
activación y democratización de la asistencia educacional, acuerdos
DASIN-CORA para la incorporación del campesinado mapuche a la
reforma agraria. Cumple destacar, en lo que se refiere a la participación
de los mapuches en la nueva política, que el proyecto de ley presentado
al Parlamento fue fundamentalmente elaborado por la Confederación
Nacional de las Asociaciones Mapuches, habiendo sido el primer proyecto
del Gobierno Popular ampliamente discutido y aprobado por las bases.
Esa Confederación, la más representativa del pueblo mapuche y que
congrega elementos de todas las orientaciones partidarias, se originó en
área democratacristiana pero se convirtió en fuerza de sustentación de
la política indígena del Gobierno Popular, lo que evidencia la amplitud
y la capacidad de sensibilización masiva de esa nueva política.
Escapa al objetivo de este trabajo realizar un examen del resultado
de las medidas adoptadas en las distintas líneas de acción emprendidas.
Pero tomando la materia en conjunto y dejando constancia de varios
avances sectoriales o zonales muy positivos, es constructivo y oportuno
señalar dos hechos. En primer lugar, se advierte, dentro de la política
de corto plazo indicada, la ausencia de una línea específica sobre polí­
tica cultural. Es cierto que las medidas sobre activación y democrati-

tradicionalmente las orientaba. En este sentido, el movimiento realizado de toma de tierra podría
haber sido impulsado por cualquier grupo político dispuesto a hacerlo, especialmente bajo el alero
del Gobierno Popular, que impedía la represión policial en el campo. Desde el punto de vista de
un análisis histórico concreto, no se puede minimizar la participación indígena en la gestación y
la función de los consejos comunales, particularmente en Cautín, análisis que no fue hasta ahora
razonablemente efectuado. Sin embargo, lo que se quiere destacar es que, a partir de la moviliza­
ción señalada, no se pudo avanzar hacia la reorganización económica de las comunidades (a pesai
de los consejos) ni hacia la reorientación de la conciencia social del conjunto del campesinado indígena.
Tanto es así que, después del movimiento realizado, la gran mayoría de ese campesinado permaneció
alejada de cualquiera transformación de las actividades productivas y se mantuvo influencíable por la
propaganda de la oposición en contra de su incorporación a la reforma agraria.

79
zación de la asistencia educacional son parte de la esfera de la cultura y
que en ese terreno se lograron algunos resultados expresivos 6a.
Pero no es menos cierto que las actividades educacionales desarro­
lladas o planificadas no fueron acompañadas por una discusión orgá­
nica de los problemas substantivos de la integración cultural del mapu­
che. Es así que se verifica una activación educativa no orientada por
una nueva política cultural, con el riesgo de conservarse los valores de
la política educacional anterior, tradicionalmente difundidos entre los
mapuches por el aparato escolar y otras agencias socializadoras7.
El segundo hecho a considerar es que las líneas de acción puestas
en marcha en el corto plazo tienden cada vez más a encontrarse con
obstáculos estructurales (objetivos y subjetivos), particularmente en lo
que se refiere a la incorporación a la reforma agraria y al estableci­
miento de bases económicas objetivas de participación igualitaria. Vale
decir que la política del corto plazo se agota y que los obstáculos estruc­
turales que surgen sólo pueden ser vencidos por una política del largo
plazo.
El surgimiento de los obstáculos estructurales señalados se rela­
ciona con el surgimiento de obstáculos del mismo tipo frente a la polí­
tica general de transformación revolucionaria de la sociedad, puesta
en marcha por el Gobierno Popular. Su eliminación depende del avance
de la participación del pueblo en la economía y en el poder, mediante
un programa de liberación de clase y de desarrollo nacional que los tra­
bajadores reconozcan como suyo y que sea ejecutado por ellos mismos.
Si este es el camino de victoria del conjunto de la clase trabajadora,
con mayor razón será el camino del pueblo mapuche, secularmente
excluido, aislado y despreciado. De ahí la importancia de la nueva polí­
tica cultural, entendida como la transformación revolucionaria de la
conciencia y de los valores, capaz de transformar el mapuche en el su­
jeto de su propio destino cultural dentro de una política general de clase
trabajadora. Pero la conciencia no es la conciencia de sí mismo, sino que
es producida y mediatizada por las condiciones concretas de la existen­
cia social y por las posibilidades objetivas de su transformación. Lo que
obliga a situar la nueva política cultural dentro de una estrategia de
conjunto que caracterice la situación de clase específica del mapuche,
que defina las metas de su integración a la sociedad en tránsito hacia el
socialismo y que transforme las contradicciones que actualmente lo des­
garran en Jas fuerzas impulsoras de un proyecto colectivo y autorreali-
zado de liberación social y humana.
Ahora bien, la primera tarea que se plantea es la caracterización
de la situación específica de clase del mapuche, problema hasta ahora

6a Incremento de las becas de estudio concedidas de 556 en 1970 a 3.000 en 1971 y a 10.000 en
1972, con sensible aumento del monto medio de ellas; participación de representantes del Consejo
Campesino Provincial de Cautín y de Federaciones Provinciales de Estudiantes Mapuches en el
Consejo Seleccionador de Becas; instalación de Hogares Estudiantiles Mapuches, construcción de un
Instituto de Capacitación Indígena en Temuco, para impartir capacitación técnica en convenio
con INACAP; convenio con el Ministerio de Educación para construcción prioritaria de escuelas
dotadas de internados en zonas rurales indígenas, etc.
7 Los valores de esa educación buscan la ascensión social y la asimilación cultural en términos indi­
vidualistas y desvinculados de la solidaridad de clase y de grupo étnico, dentro de una ideología
de clase dominante que interpreta la situación de exclusión del mapuche como producida fundamen­
talmente por su ignorancia y por su incapacidad de superación personal, que serían producidas, a
su vez, por el atraso económico y cultural derivados de la vida en comunidad y de la conservación
de la cultura originaria. El problema de la educación como ideología deformadora es tan impor­
tante para la mistificación y desclasamiento de la conciencia social del mapuche que merece un
análisis especial.

80
no suficientemente dilucidado por el pensamiento crítico de la izquierda
y fuente teórica de equivocaciones o perplejidades en la práctica.
Con el objeto de contribuir, en alguna medida, a la formulación de
una estrategia que permita fundar una política indígena permanente y
unificada del Gobierno Popular, se presenta un intento de definición de
la situación específica de clase del mapuche. Las reflexiones que cons­
tituyen esa propuesta teórica buscan indicar escuetamente un nuevo
esquema general de análisis y de orientación, que debe ser desarrollado
en varias direcciones e integrado críticamente a la teoría de las clases
sociales. Vale decir que no tienen otra pretensión sino la 'de representar
un punto de partida y de incitación al debate.

II. SITUACION DE ESTRATIFICACION DE CLASE DE TIPO


COLONIAL

Naturaleza general de las relaciones del mapuche con la sociedad chilena.


Desde que el pueblo mapuche fue militarmente sometido, perdió su li­
bertad política de pueblo autónomo y fue insertado en las estructuras
regionales de la sociedad chilena; la naturaleza general de su relación
con esa sociedad es la naturaleza de las relaciones de clase en las que
fue obligado a participar. En consecuencia, la situación social del ma­
puche se define fundamentalmente como situación de clase, lo que
significa:
a) Que su situación social se define por la posición que ocupa en
la estratificación general de clases de la sociedad chilena, y
b) Que su situación económica, política y cultural se relacionan
entre sí mediante la situación de clase que presentan. (En otras pala­
bras, la situación de clase del mapuche se compone de su situación
económica, política y cultural y representa la articulación entre ellas) 8.
En el sentido de las relaciones generales de clase que mantuvo y
mantiene con la sociedad chilena, no existe un problema mapuche es­
pecífico. Desde que el mapuche se transformó de un pueblo libre en una
clase dominada, pasó a tener una solidaridad fundamental de destino
histórico congas clases dominadas de Chile y la solución de sus proble­
mas básicos de esas clases. Tales problemas derivan de la naturaleza
misma y del modo de ser de las relaciones de clase de la sociedad capi­
talista y se expresan en la explotación económica, en la dominación po­
lítica y en la dependencia cultural, que sólo pueden ser eliminadas con
la superación de este tipo de sociedad. Es así que la solución de los pro­
blemas fundamentales de clase del mapuche se encuentran en la cons­
trucción de la sociedad socialista.

Modo particular de inserción del mapuche en la estratificación de clase.


Pero la inserción y presencia del mapuche en la estratificación de clase
de la sociedad chilena presentan también características peculiares, que
deben ser consideradas para efecto de una comprensión correcta y to­
talizada de su situación social. Esas características peculiares se expre-

8 Los supuestos de este enfoque integrado de la situación de clase, importante para caracterizar la
situación social del mapuche y la correlación de fuerzas en una estructura de clases, no se pre­
sentan ahora, para no alargar excesivamente este trabajo.

81

6 — Cuadernos
san en el hecho de que el mapuche, como grupo étnico diferenciado en
cuanto a la raza y cultura, sufrió discriminaciones especiales de clase
asociadas específicamente a su diferenciación racial y cultural. Esas
discriminaciones especiales de clase representan el modo particular de
inserción del mapuche en la estratificación de clase y definen las con­
diciones específicas de su relación con la sociedad nacional.
El sistema de estratificación de clase es en sí mismo un sistema de
discriminación, puesto que representa y establece posibilidades distintas
de participación económica, política y cultural. Es por ello que las rela­
ciones de clase son fundamentalmente relaciones de discriminación y
es por ello que se puede hablar de discriminaciones generales y de dis­
criminaciones específicas de clase. Para caracterizar la situación del
mapuche —así como de cualquier grupo étnico que presentá a la vez
condiciones generales y específicas de participación de clase— propo­
nemos el concepto de situación de estratificación de clase de tipo colo­
nial. Este concepto expresaría el modo particular que asume la estrati­
ficación general de clase cuando discrimina específicamente a todo un
grupo étnico sobre la base 'de su diferenciación racial y cultural. Vale
decir que el concepto sugerido representa un tipo de estratificación, de
clase y de participación social que:
a) Expresa a la vez las condiciones generales y específicas de la
relación del mapuche con la sociedad nacional, y
b) Es una parte del sistema de estratificación de clase que conforma
la sociedad nacional9.

Características de la situación social del mapuche como


situación de estratificación de clase de tipo colonial
Entre las características principales, se pueden destacar las siguien­
tes: 1

A. Situación económica
Relaciones o discriminaciones generales de clase. En la sociedad colo­
nial (zona central o del indígena sometido desde la Colonia) el mapu­
che se transforma en mano de obra servil y después se mezcla y es inser­
tado en conjunto en las posiciones más interiorizadas del sistema pro­
ductivo, como peón o inquilino de la gran’ propiedad señorial. En la so­
ciedad republicana (zona de la Frontera, o de resistencia indígena) el
mapuche es segregado en conjunto en las reducciones, como pequeño
propietario en una economía agrícola de subsistencia. Tanto en un caso
como en otro, el mapuche pasó a participar de las relaciones de explo­
tación e inmovilidad económica comunes a todos los que ocupan posi­
ciones similares en el sistema productivo.
Relaciones o discriminaciones específicas de clase. La transforma­
ción obligada del mapuche en trabajador adscrito a la gran propiedad
o en pequeño productor segregado se hizo al precio de dos guerras de

9 En este sentido, la situación de estratificación de clase de tipo colonial del mapuche sería la
manifestación del desarrollo desigual y combinado de la sociedad capitalista chilena, en lo que se
refiere al tipo de integración nacional impuesto a los grupos étnicos autóctonos. Para una aplicación
histórica (parcial) del concepto sugerido véase Relaciones del Mapuche con la Sociedad Nacional Chi­
lena, Escuela Latinoamericana de Sociología, Santiago, 1972. Para una síntesis teórica preliminar de
las notas centrales del mismo concepto (como modelo general) véase documento interno (mimeo-
grafiado) de la misma Escuela.

82
conquista (la colonial y la republicana) y del despojo de sus tierras, es
decir, del bien económico básico de sustentación de su organización so­
cial y de su cultura. En el período republicano al mapuche no se le
dio oportunidad de participar en la colonización dirigida por el Estado
y fue aislado espacialmente en lás reducciones, con dotación de tierra
inferior a la de los demás colonos. Después de establecido en las reduc­
ciones, continuaron las usurpaciones de sus terrenos, ilegales o legales
(mediante un derecho patrimonial discriminatorio aplicable sólo al ma­
puche) . Sobre la base de la legislación que lo agrupa y segrega en las
reducciones, el mapuche reorganiza su actividad productiva y establece
su ajustamiento económico específico con la sociedad chilena, mediante
la comunidad basada en la unidad productiva familiar autónoma y
en la propiedad colectiva legal de la tierra. Este ajustamiento lo pro­
tegía contra la pérdida de sus terrenos y el descenso a la posición de
campesino sin tierra. Ahora bien, la meta principal de la legislación
indígena dictada desde 1927 hasta 1964 es la destrucción de aquel ajus­
tamiento económico, a través de la quiebra de propiedad colectiva legal
de la tierra. La segregación del mapuche en las reducciones lo conde­
naba históricamente a la minifundización y a las relaciones expo-
liativas de mercado. A la acción acumulativa de esos dos factores (a
los que se agregan los efectos de la política sistemática de división de
las comunidades, de las usurpaciones legales o ilegales de tierras y de
las enajenaciones de terrenos dictadas por la miseria) se debe el dete­
rioro progresivo de la economía de subsistencia del mapuche, caracte­
rizada por la situación actual de- desahorro de la mayoría de las uni­
dades productivas familiares, por períodos regulares de privación y ham­
bruna, por la activación del proceso de proletarización y por roces inso-
lubles dentro de las comunidades.

B. Situación 'política

Relaciones o discriminaciones generales de clase. En la medida en que


el mapuche se inserta en la estratificación de clase como mano de
obra servil, como trabajador adscrito a la propiedad latifundista y
como pequeño productor en una economía de subsistencia, pasa a sufrir
las discriminaciones políticas comunes a todos los situados en tales po­
siciones de clase; es decir, la no representación política absoluta por un
largo período y, después de logrado el derecho de voto, la neutralización
y la manipulación sistemática de su voluntad política como clase.
Relaciones o discriminaciones específicas de clase. La inserción
obligada del mapuche en la estratificación de clase de la sociedad chi­
lena se hizo al precio de la pérdida de su autodeterminación como pue­
blo libre, es decir, mediante la imposición de la discriminación política
esencial contra una colectividad humana. Después de ser radicado en
reducciones, el mapuche continuó manteniendo una organización social
y una cultura que lo diferenciaban claramente como minoría nacional.
No obstante, jamás le fue concedida una representación política como
minoría nacional, sea a través de la representación parlamentaria, sea
a través del reconocimiento de instituciones mapuches de representación
nacional.

33
C. Situación cultural

Relaciones o discriminaciones generales de clase. En la medida en que


el mapuche pasa a participar de la estratificación de clase en las posi­
ciones descritas, experimenta las mismas discriminaciones culturales co­
munes a los que ocupan posiciones similares. O sea, exclusión o partici­
pación reducida en el control de los medios de educación, de sociali­
zación, de expresión, de comunicación y de justificación de la organi­
zación de la sociedad y del significado de la vida en ella.
Relaciones o discriminaciones específicas de clase. Si bien la
política de segregación del mapuche ha provocado discriminaciones o
dificultades especiales en todos los niveles y formas de participación
cultural señalados, es necesario destacar la discriminación cultural fun­
damental verificada al nivel de la justificación de la organización de la
sociedad, es decir, de la legitimación de la estratificación de clase esta­
blecida y de la posición ocupada por el mapuche en ella. Pesé a todas
las consignas cristianizadoras y civilizatorias, la inserción del mapuche
en la estratificación de clase de la sociedad colonial y de la sociedad
republicana se basó en la justificación propia de las guerras de con­
quista, es decir, la fuerza. Pero el ejercicio del poder desnudo de la fuerza,
cuando contradice las normas internas propias al grupo que lo ejecuta,
necesita siempre justificarse de alguna forma. Es así que — como todos
los grupos blancos vencedores en las guerras de conquista y reparto co­
lonial del mundo generadas por la expansión mundial del modo de
producción capitalista— los conquistadores españoles y republicanos
desarrollaron justificaciones descalificadoras del mapuche, que les per­
mitieron legitimar la violación de sus propios códigos normativos de
convivencia social y moralidad humana en sus relaciones con ellos. Por
una parte, degradaron la cultura mapuche, considerándola inferior o
perversa. Pero las discriminaciones de clase —explotación económica,
dominación política, degradación cultural— aplicadas contra el ma­
puche, sea en la guerra de conquista colonial, sea en la guerra de con­
quista republicana, siempre fueron de tipo general, transformando todo
un pueblo libre en una clase dominada, explotada y degradada. En
consecuencia, la justificación normativa de esa discriminación general
de clase debía ser también general, descalificando la naturaleza humana
misma del discriminado, independientemente de su asimilación cultural,
de su posición social objetiva o de su desempeño personal concreto. Es
así que el grupo étnico mapuche genéricamente discriminado pasa a
ser evaluado como una raza intrínsecamente inferior, una especie de
subhumanidad, a la cual no se aplican plenamente los valores y normas
civilizados o cristianos ni los plenos honores correspondientes a la
elevación en la estratificación de clase. Es por ello que el núcleo esencial
de la discriminación étnica contra el mapuche es siempre la discrimi­
nación racial. Se establece así un sistema normativo y socializador
dicotomizado y repartido en dos legitimaciones distintas de la estrati­
ficación de clase existente. Una que se aplica a los grupos étnicos social­
mente discriminadores, que justifica la posición ocupada en la estrati­
ficación de clase por los miembros de esos grupos de acuerdo a la ideo­
logía dominante en la Colonia o en la República (por ejemplo, según
la ideología liberal dominante en el período republicano, las distintas
posiciones y situaciones de clase se justifican de acuerdo al desempeño,
a la iniciativa y a la capacidad individuales). La otra, aplicada al mapu­

84
che y a los demás grupos étnicos autóctonos, justifica la posición y la
situación de clase inferiorizada del indígena, así como todas las dis­
criminaciones o crímenes realizados específicamente contra él, mediante
su supuesta inferioridad racial. De acuerdo a tal justificación discrimi­
natoria, el mapuche es explotado, dominado o degradado socialmente
no porque es víctima de discriminaciones de clase, pero sí porque es
biológica y naturalmente inferior.

III. NATURALEZA SOCIAL DE LA CULTURA MAPUCHE

Entre las diversas perspectivas en que una cultura puede ser enfocada,
lo que nos importa ahora es destacar:
a) La naturaleza social de la cultura mapuche, o sea, evidenciar el
hecho de que el significado social de esa cultura (naturaleza y poder
de orientación) es dado por las relaciones sociales fundamentales que
la producen, y
b) Las transformaciones de ese significado, generadas por el modo
particular de integración del mapuche en la estratificación de clase de
la sociedad chilena.

A. Limitándonos al período republicano y considerando, en pri­


mer lugar, la etapa de la radicación en el sistema de reducciones, es
dable puntualizar lo siguiente:
1. La derrota militar, la pérdida de la autonomía política de la an­
tigua organización social de los grupos mapuches y la política tradi­
cional de desvalorización de las culturas indígenas representaron la
pérdida de la autonomía de la cultura originaria mapuche para desarro­
llarse de acuerdo a su dinámica estructural anterior (basada en rela­
ciones distintas de propiedad, de autoridad y de honor). De ahí para
adelante, la vida de la cultura mapuche dependerá progresivamente de
las condiciones de participación del pueblo mapuche en la estratifica­
ción de clase de la sociedad chilena y de las transformaciones subse­
cuentes del nivel del desarrollo productivo. En este sentido, se puede
decir que la cultura mapuche pasó a ser una subcultura dentro de la
sociedad nacional.
2. La inserción del mapuche en la estructura agraria chilena del
período republicano se hizo mediante su segregación en las reducciones,
sujetas a una legislación patrimonial y a una administración especí­
fica. Vale decir que la incorporación del mapuche a la situación de clase
de los pequeños propietarios agrícolas asumió características distintas
con relación a los otros pequeños propietarios. Sobre la base de esa
incorporación distinta, el mapuche realizó su ajustamiento económico
específico en la sociedad chilena (unidades productivas familiares bajo
tenencia legal colectiva de la tierra), reorganizó su actividad produc­
tiva, adaptó su organización social a la nueva situación, consolidó la
comunidad legalmente constituida y conservó su cultura, ajustándola a
las transformaciones verificadas en la estructura productiva, familiar y
de autoridad. Ello significa que las condiciones en que el mapuche fue
insertado en la estratificación de clase, como pequeño propietario en
una economía agrícola de subsistencia, permitieron la conservación de
su cultura anterior como cultura específicamente distinta de las demás

85
subculturas de clase. En este sentido se puede decir que la cultura ma­
puche se conservó como cultura de enclave.
Se conoce muy poco acerca de la estructura normativa de esa cul­
tura mapuche. Entre los razgos generales más sobresalientes que ca­
racterizan la especificidad de esta cultura se pueden señalar: idioma,
organización familiar, líderes médico-religiosos, ceremonias y líderes
rituales, hábitos alimentarios, vestuario, artesanía, manifestaciones ar­
tísticas y, sobre todo, sentimiento de historia, de pertenencia e identi­
dad grupal específica.
3. Particularmente asociada a la valorización de la identidad gru­
pal mapuche, se presenta lo que podríamos llamar cultura normativa
de resistencia, que sirve de elemento de refuerzo de la cultura de en­
clave. Esa cultura normativa de resistencia es producida por las expe­
riencias dramáticas de relacionamiento con los españoles, chilenos y
demás grupos étnicos dominantes, es decir, es generada por las dis­
criminaciones de clase impuestas al mapuche. El núcleo orientador de
la cultura normativa de resistencia es lo que podríamos llamar con­
ciencia étnica defensiva. Entre las características y funciones de ese
tipo de conciencia social (que corresponde a la situación de estratifica­
ción de clase de tipo colonial), conviene destacar:
3.1. Su primera función es enfrentarse a la legitimación de la es­
tratificación de clase que descalifica étnicamente al mapuche, conside­
rándolo racialmente inferior, poco inteligente, flojo, borracho, ladrón,
huraño, adverso a los valores y prácticas civilizados y cristianos, etc. La
conciencia étnica defensiva del mapuche niega radicalmente esas impu­
taciones y formula una descalificación correspondiente del huinca, que
es el no mapuche, el extranjero, el que representa todo lo malo, abo­
minable y vil, el embustero, el que se apodera de sus tierras y sus bienes,
el ladrón de mujeres y niños, etc. Vale decir que las dos justifica­
ciones se enfrentan y se excluyen en los mismos términos (descalifica­
ción simétrica y antagónica).
3. 2. En el marco de las relaciones de clase entre mapuches y no
mapuches percibido y justificado en términos de mutua descalificación
étnica, el mapuche, orientado por la conciencia étnica defensiva, tiende
a percibir la estratificación de clase, en primer lugar, como la diferen­
ciación y el antagonismo entre tipos de hombres y no como la diferen­
ciación y el antagonismo entre clases sociales. En la medida en que el
mapuche sufre discriminaciones especiales de clase justificadas por su
condición de mapuche, los antagonismos de clase surgen, en su forma
inmediata, como el antagonismo entre tipos de hombres. En este sen­
tido, la conciencia étnica defensiva, como conciencia social inmediata
que es, expresa una verdad social e histórica que no puede ser eludida
mientras persistan los factores que la generan. Pero la conciencia étnica
defensiva es una conciencia social parcial, que no logra entender los
factores que relacionan todos lós grupos étnicos en un solo sistema ge­
neral de estratificación de clase y que determinan las discriminaciones
específicas contra el mapuche. Esta comprensión sólo sé alcanza con la
conciencia de clase o, más precisamente, con la conciencia política de
clase. Es así que la conciencia étnica limitada a sí misma tiende a
operar como factor de conservación ideológica de la situación de clase
del mapuche, como situación de estratificación de clase de tipo co­
lonial.

86
3. 3. Como cultura de enclave, pero particularmente como cultura
normativa de resistencia, la cultura mapuche conservada tiende a ais­
larse de la sociedad y de la cultura nacional, puesto que ni la cultura
de enclave ni la conciencia étnica de la cultura de resistencia visuali­
zan con claridad las relaciones de clase en que el mapuche está inser­
tado, tendiendo a percibirlo como un pueblo distinto y al margen de
aquellas relaciones.
B. El desarrollo regional (avance del sistema de comunicaciones en
general, extensión de instituciones y servicios nacionales, particular­
mente la red escolar, la integración económica, etc.) pone progresiva­
mente término al aislamiento geográfico y social, del mapuche, modi­
fican sus pautas culturales y sus esquemas de referencia y acentúan
la orientación de su economía de subsistencia hacia el mercado. La
consecuencia de ese proceso es el avance de la asimilación en general y
el debilitamiento de la cultura de enclave. Este debilitamiento es obvia­
mente más acentuado en las zonas indígenas más integradas a los
centros urbanos, en las generaciones ascendientes, en los que emigran
hacia la ciudad, en los que se elevan en la estratificación de clase.
Sin embargo, el debilitamiento de la cultura de enclave no conduce
necesariamente al debilitamiento de la cultura normativa de resisten­
cia y de la cohesión e identidad grupal mapuche. Ello porque el avance
en la asimilación cultural y la elevación en la estratificación de clase
(esta última por parte de algunos sectores minoritarios mapuches ru­
rales y urbanos) se realizan en una situación de estratificación de
clase de tipo colonial, con la persistencia de discriminaciones especiales
contra este grupo étnico, incluso en aspectos decisivos de las relaciones
interpersonales. Es así que en ese proceso de integración entre no igua­
les, en la medida en que el mapuche se asimila culturalmente como chi­
leno (internalizando los valores de la ideología dominante) y asciende
en la estratificación de clase (probando que es igual de acuerdo a un
mismo sistema de oportunidades), pasa a percibirse y a sentirse como
más discriminado. Vale decir que, en la medida en que se completa
el proceso de asimilación cultural y se avanza en la estratificación de
clase (lo que realizaría plenamente la integración entre iguales), se
agudiza la crisis de identidad propia a un proceso de integración entre
no iguales. El mapuche afectado por esa crisis ni puede identificarse
plenamente con una sociedad que lo descalifica, ni puede dejar de ser
lo que es, una persona socializada y culturalizada de acuerdo a esa
misma sociedad y relacionada con ella por los vínculos que determinan
su realidad de un ser social concreto.
En consecuencia, se advierte que la crisis de identidad señalada
representa un conflicto valorativo insoluble en la situación de estratifi­
cación de clases de tipo colonial, que pone progresivamente al desnudo
la naturaleza estructuralmente conflictiva (asimilación-rechazo) del
proceso de integración correspondiente a tal situación, puesto que, en
la medida en que ese proceso se realiza, se vuelve contra sí mismo.
¿Cómo se soluciona el conflicto integrativo representado por esa
ambivalencia de identidad y de lealtad grupal? No puede solucionarse
de modo pleno y orgánico mientras exista la situación social que lo
genera. Sin embargo, los victimados por esa crisis deben decidir de al­
gún modo sobre este problema central de la definición de sí mismos.
Sobre la base de investigaciones parciales realizadas, es dable señalar,

87
muy sumariamente, lo siguiente: Como tendencia general, el movi­
miento espontáneo hacia la autoidentificación como chileno, generada
por el avance en el proceso de asimilación, cuando choca con la percep­
ción consciente de la discriminación racial, produce una autoidentifi­
cación reactiva con la identidad étnica mapuche, identidad esa que va­
loriza la condición humana del discriminado y rechaza la descalifica­
ción hecha a su persona y a su pueblo de origen. Esa autoidentificación
reactiva existe como tendencia general, pero es sensiblemente afectada
por la edad, el contorno social y la situación económica. Como conse­
cuencia de esa tendencia general, se verifica una conservación de la
conciencia étnica defensiva y de la cultura normativa de resistencia,
independientemente del debilitamiento de la cultura de enclave y del
avance de la culturalización como chileno. Como tendencia minoritaria,
el movimiento espontáneo hacia la autoidentificación como chileno ge­
nerado por el avance en su proceso de asimilación, cuando choca con
la percepción consciente del rechazo representado por la discrimina­
ción racial, produce la vergüenza y la negación de la condición de
mapuche. Tal tendencia minoritaria existe cuando ocurre la desinte­
gración de la conciencia étnica defensiva no acompañada de la adqui­
sición de una conciencia coherente de clase. En tales condiciones, el
debilitamiento de la cultura de enclave significa el surgimiento de ele­
mentos de una cultura dominada, es decir, que acepta la descalifica­
ción racial del mapuche. El surgimiento de esos elementos está asociado
al deterioro económico agudo y a la aceptación de una ideología asimi-
lacionista individualísticamente orientada.
Para dar una idea sobre la distribución de las dos tendencias se­
ñaladas, se puede indicar, a título de hipótesis relativamente consis­
tentes, que ...
1. El doble movimiento de asimilación-rechazo se advierte clara­
mente en el ciclo generacional. Es así que en la infancia predomina la
opción por la identidad chilena, adolescentes y jóvenes tienden a divi­
dirse entre ambas identidades y los adultos se vuelven mayoritaria-
mente hacia la identidad mapuche. A partir de la adolescencia (percep­
ción consciente de las relaciones sociales) las experiencias de privación
e inmovilidad social derivadas de la situación económica mala refuerzan
significativamente la identificación reactiva con la identidad mapuche.
Vale decir que esa identificación reactiva es una acción defensiva de
tipo colectivo que traduce las experiencias de clase del mapuche en la
. forma permitida por su conciencia social dominante, o sea, la con­
ciencia étnica defensiva.
2. El campesinado mapuche se presenta de modo general bicultu-
rizado. Sin embargo, la gran mayoría de este campesinado preserva la
cultura normativa de resistencia independientemente del debilitamiento
de la cultura de enclave. Pero en una parte de los campesinos mapuches
se verifica la desintegración de la conciencia étnica defensiva y el sur­
gimiento de elementos de una cultura dominada, producidos por el de­
terioro económico agudo y la desintegración de la vida en comunidad.
3. Entre los mapuches urbanos (trabajadores y capa media) es de
por sí evidente el debilitamiento intenso o el desaparecimiento de la
cultura de enclave. Aunque no se disponga de datos suficientes para
establecer la distribución relativa de las dos tendencias generales seña­
ladas, es un hecho indudable la presencia y el desarrollo de una cultura
normativa de resistencia urbana, sustentada fundamentalmente por
la identificación reactiva con la identidad histórico-grupal mapuche.
Ahora bien, sobre la base de las consideraciones precedentes, con­
viene destacar algunos aspectos de importancia para la formulación de
una nueva política cultural indígena.
1. Como consecuencia del modo particular de su participación en
la estratificación de clase de la sociedad chilena, el avance de la asimi­
lación cultural y clasista de la minoría nacional mapuche produce ne­
cesariamente una ambivalencia de lealtades y la coexistencia estruc­
turalmente conflictiva de dos identidades —la chilena y la mapuche—
que se atraen y se excluyen. Las soluciones posibles de identificación
reactiva con la identidad histórico-grupal mapuche y de negación de
la condición de indígena no eliminan ese hecho fundamental, puesto
que son acciones substitutivas y compensatorias que no destruyen las
causas estructurales de su generación. El carácter conflictivo de tales
soluciones se manifiesta, de modo dramático, en el intento de negación
y olvido de la condición de indígena. Esa tarea imposible —que supone
la internalización del enemigo étnico, que establece impulsiones pro­
fundamente contradictorias en la economía psíquica del indígena y que
produce traumatismos desoladores desde la infancia— representa la
implantación institucionalmente impuesta de una neurosis y de una
desmoralización colectiva. Por lo tanto, exactamente al revés de lo que
afirma la política tradicional de integración, la minoría nacional ma­
puche no está integrada desde el punto de vista esencial de la integra­
ción valorativa, que consistiría en la aceptación plena y libre de la iden­
tidad nacional chilena o en la coexistencia armónica y no conflictiva
de las dos personalidades culturales.
2. En el período histórico que va de la radicación en las reduccio­
nes hasta los días actuales, la cultura mapuche tiende a pasar de una
naturaleza social predominante de cultura de enclave a una naturaleza
social predominante de cultura normativa de resistencia. Como el núcleo
de preservación y desarrollo de la cultura normativa de resistencia es la
lucha contra las discriminaciones especiales de clase y particularmente
la lucha por la valorización de la identidad y de la condición humana
del mapuche, la tendencia señalada evidencia que la cuestión cultural
indígena se desplaza del terreno de la cultura como asimilación y apren­
dizaje de un nuevo modo de vida hacia el terreno de la cultura como
ideología. El significado social de fondo de ese desplazamiento histórico
consiste en que, a pesar del gran avance asimilativo verificado, se
mantiene la situación de estratificación de clase de tipo colonial. Sin
embargo, tal desplazamiento implica transformaciones que conviene des­
tacar.
En el período en que la naturaleza social de la cultura mapuche
expresaba predominantemente una cultura diferenciada de enclave, la
conciencia étnica defensiva constituía una contraideología que afirmaba
una personalidad cultural distinta producida básicamente por una di­
ferenciación cultural real (el mapuche se distinguía fundamentalmente
del chileno porque tenía una cultura substantivamente diferente). Vale
decir que la ideología legitimadora de la discriminación y la contraideo­
logía defensiva, se enfrentaban y se excluían en términos relativamente
absolutos, puesto que no compartían ningún campo común de valores.
En este sentido, la cuestión cultural de la integración del indígena se

89
centraba en el terreno de aprendizaje de un nuevo proyecto y modo de
vida. En el período actual la cuestión cultural de la integración del
indígena pasa a centrarse cada vez más en el rechazo ideológico a la
ideología de la discriminación. Este cambio del significado social de la
cultura y de la naturaleza de la personalidad cultural del mapuche
trae aparejado y expresa un cambio correspondiente en la fuente ge­
neradora de la contraideología defensiva del indígena. Como conse­
cuencia del proceso de asimilación cultural efectuado, la impugnación
de la legitimación racialmente descalificadora se hace especialmente en
nombre de los mismos principios y supuestos de la legitimación reser­
vada para los discriminadores. Es así que la contraideología del indí­
gena defiende ahora la condición humana y la personalidad cultural
distinta del mapuche basándose, en parte, en valores culturales origi­
narios substancialmente diferentes, pero fundamentándose cada vez más
en los valores de la ideología liberal vigente para los grupos étnicos
no autóctonos. Alcanzado este campo común de valores, la contraideolo­
gía defensiva del indígena surge como una protesta contra la doble
legitimación que caracteriza la situación de estratificación de clase de
tipo colonial y como una reivindicación para que se aplique a todos una
sola justificación de la estratificación de clase existente, pero reivindi­
cación y protesta formuladas en los términos generales de la ideología
liberal de las clases dominantes (igualdad básica de los seres humanos,
igualdad de derechos ante la ley, atribución de recompensa, honor y
status de acuerdo al mérito y al esfuerzo personal, etc., principios per­
fectamente valederos, pero insuficientes para revelar las relaciones de
clase que impiden su aplicación concreta a las mayorías nacionales y
particularmente a los propios mapuches). En consecuencia, la incorpo­
ración genérica de valores liberales no elimina sino que refuerza la
limitación inherente a la contraideología defensiva del indígena, que
consiste en no poder percibir que los antagonismos entre chilenos y
mapuches son determinados fundamentalmente por contradicciones es­
tructurales de clase. Pero la asimilación de valores liberales, aunque en
su forma genéricamente personalista y abstracta, tiende a evidenciar,
de acuerdo al mismo código normativo de los discriminadores, el carác­
ter arbitrario e injusto de la discriminación racial. Contribuye así, a la
larga y a través de las distintas modalidades derivadas de las experien-
ciás concretas de clase, al desarrollo de la identificación reactiva con la
identidad histórico-grupal mapuche y de una personalidad cultural di­
ferenciada en términos de rechazo a la discriminación, ahora dentro
de un mismo marco nacional de valores cuya violación se denuncia.

IV. HACIA UNA NUEVA POLITICA CULTURAL

La afirmación del discriminado

La limitación inherente a la contraideología indígena plantea el pro­


blema de las contradicciones internas a esa forma de conciencia social.
En primer lugar, desde que el mapuche se transformó de un pueblo
libre pn una clase dominada, la conciencia social definida básicamente
como categoría étnica es incapaz de percibir sus intereses generales y
permanentes de clase y, en ese sentido fundamental, está en contradic­
ción con tales intereses. Ello significa que la conciencia étnica defen­

90
siva del indígena, producida por la situación de estratificación de clase
de tipo colonial y aprisionada en ella, es incapaz de percibir que la ideo­
logía que descalifica racialmente al mapuche es en sí misma una dis­
criminación cultural de clase que sirve para legitimar las discrimina­
ciones de clase económicas y políticas hechas específicamente en su
contra. En resumidas cuentas, la conciencia étnica defensiva expresa
la realidad clasista y la deformación ideológica de la situación de es­
tratificación de clase de tipo colonial.
Pero aunque una parte del pueblo mapuche o todo ese pueblo
superara las limitaciones de su conciencia étnica defensiva y adquiriera
una conciencia política de clase, tal hecho no eliminaría por sí solo las
discriminaciones especificas en clase que lo victiman. Además, aunque
se eliminaran, por una acción rápida e intensa, las discriminaciones
especiales económicas y políticas que representan la base objetiva de
la situación de estratificación de clase de tipo colonial, ni así desapare­
cería automáticamente la ideología y la práctica de la discriminación
racial contra el indígena. Al contrario, aquella acción provocaría de
inmediato una agudización del trato discriminatorio por parte de todos
los que se sintiesen (real o ideológicamente) perjudicados o amenaza­
dos por ella. Tales hechos verificados repetidamente en diferentes paí­
ses y, hasta cierto punto, bajo el Gobierno Popular en Chile, demuestran
que la ideología y la práctica de la discriminación racial, una vez im­
plantadas y consolidadas en el desarrollo histórico de una sociedad, pa­
san a constituir realidades culturales profundas que sólo se extinguen
efectivamente con las nuevas generaciones socializadas en una nueva
práctica de democracia racial (es decir, una práctica en que los factores
raciales no juegan ningún papel en la estratificación de la sociedad).
Ahora bien, los hechos señalados plantean las cuestiones de la ne­
cesidad y de la verdad de la conciencia étnica defensiva del indígena
mientras permanezca en todo o en parte de la situación de estratifica­
ción de clase de tipo colonial, así como la cuestión de la reorientación
de esa conciencia dentro de la adquisición de una conciencia política
de clase. Mientras dure la situación específica de clase que le inflige
discriminaciones especiales (sea en su totalidad económica, política y
cultural, sea como herencia cultural de la ideología racialmente des­
calificadora), el mapuche será objetivamente discriminado, en mayor
o menor grado, por su misma condición de mapuche. La adquisición de
una conciencia política de clase revolucionaria por parte del campesi­
nado o de los trabajadores urbanos indígenas no eliminará este hecho
y, por tanto, no podrá eliminar la conciencia étnica que expresa y
defiende la condición misma mapuche. Por otra parte, la existencia
de una identidad histórico-grupal mapuche, sea producida por una di­
ferenciación cultural real, sea generada por una identificación reactivo-
ideológica, representa también una realidad cultural secular y profun­
da, que no puede, del mismo modo que la democracia racial o el
socialismo, ser establecida o abolida por decreto, sino que se transforma
sólo por las necesidades y etapas de su propio movimiento. Pero la
adquisición de una conciencia política de clase puede reorientar la con­
ciencia étnica del indígena, transformando su función social, así como
su identidad cultural diferenciada (en los dos sentidos fundamentales
indicados), permitiéndole un nuevo dinamismo estructural que apunte
hacia un horizonte más humano de valores sociales y hacia metas histó­

91
ricas de mejor convivencia y realización del hombre. La adquisición
de una conciencia política de clase, por parte del mapuche, consiste en
la comprensión de sus intereses generales y permanentes de clase dentro
del funcionamiento y de la marcha de conjunto de la sociedad que lo
discrimina. Por tanto, como adquisición de una conciencia política de
clase dominada, significa necesariamente la conquista de una concien­
cia revolucionaria. La presencia de esa nueva conciencia revoluciona­
ria llevará al campesino y al trabajador urbano mapuche a luchar, en
cuanto campesino y trabajador a título general, contra todas las discri­
minaciones de clase y en cuanto campesino y trabajador mapuche a
luchar particularmente contra las discriminaciones especiales de clase
que lo victiman en particular 10.
La reorientación de la conciencia étnica del indígena consiste exac­
tamente en situarla dentro de esa nueva política revolucionaria. Ello
significaría que la conciencia étnica pasa a comprender la totalidad
de la situación de clase que la genera y puede superar así su limitación
fundamental anterior, afirmándose como conciencia política de clase.
Pero tal acto, ¿no representaría la eliminación de la conciencia étnica
como tal? La pregunta lleva a dos cuestiones. La primera: ¿qué forma
asume la conciencia revolucionaria del mapuche para captar la totali­
dad de su situación diferenciada de clase y orientar adecuadamente la
acción de suprimirla? La segunda: ¿cómo influenciará esa nueva con­
ciencia la personalidad cultural diferenciada del mapuche?

Reorientación revolucionaria de la conciencia étnica


En relación a la primera cuestión, cabe recordar que, durante el pro­
ceso de la lucha por la supresión de su situación específica de clase, el
mapuche se va a enfrentar con contradicciones económicas y políticas
con las clases dominantes y con una contradicción cultural (ideología
legitimadora de la discriminación racial) con todas las clases, domi­
nantes y dominadas. Las contradicciones económicas y políticas, si se
presentaran desacompañadas de la contradicción cultural (por más agu­
das que fueran) podrían ser enfrentadas por una conciencia y una
práctica revolucionaria común al conjunto de las clases trabajadoras.
Pero la contradicción cultural señalada es una discriminación hecha
por todas las clases y afecta la condición humana misma del mapuche,
descalificándolo racialmente. Ahora bien, al enfrentar esa discrimina­
ción de clase, el trabajador mapuche sólo puede afirmar y valorizar su
condición específica de mapuche, como primer acto revolucionario de su­
presión de la situación de clase particular que lo oprime. Negar aquella
condición o actuar como si ella no existiera equivaldría a no enfrentar la
contradicción cultural y aceptar su degradación como persona, lo que
impediría cualquiera conciencia o conducta de clase, que suponen his­
tórica y lógicamente la supresión de la descalificación de casta. Al afir­

10 En las condiciones del desarrollo desigual y combinado de un país como Chile, es dable suponer
que la superación del modo particular de participación del mapuche en la estratificación general
capitalista de clase sólo podrá realizarse plenamente mediante la superación de esa estratificación
general. Vale decir que la supresión de las discriminaciones especiales que él sufre implica una
supresión correspondiente de las discriminaciones nacionales de clase. Sin embargo, la distinción
establecida entre trabajador a título general y trabajador mapuche a título particular se hace para
explicitar la solidaridad con el conjunto de la clase trabajadora por parte del trabajador mapuche,
mientras lucha por su liberación particular concreta en el curso del proceso de emancipación social
y nacional.

92 ’
mar su condición específica de indígena, el trabajador mapuche afirma
su universalidad de persona que le permitirá, ahora como clase política,
suprimir su situación particular de opresión de clase. Por lo tanto, mien­
tras existan la ideología y la práctica de la discriminación racial, la
lucha de clase del mapuche es una lucha específica que pasa necesa­
riamente por la afirmación de su condición de indígena. La concien­
cia que orienta esa lucha específica que busca suprimir la situación de
estratificación de clase de tipo colonial es una conciencia étnica (en
la medida en que expresa la afirmación de la condición racial o cul­
tural degradadas) y es una conciencia revolucionaria (en la medida en
que esa afirmación existe para suprimir la situación de clase que la
genera y oprime). Para captar esa doble realidad, se podría decir que
la conciencia que orienta' esa lucha específica asume la forma de una
conciencia étnica revolucionaria o de una conciencia revolucionaria
étnicamente referida. No importa mayormente el nombre del concepto.
Lo que sí cumple destacar es que esa forma de conciencia realiza la
reorientación revolucionaria de la conciencia étnica actual del mapu­
che, mediante un acto de liberación cognoscitiva que expresa la totalidad
concreta de su situación de clase.
La segunda cuestión — cómo la reorientación revolucionaria de la
conciencia étnica influirá en la personalidad cultural diferenciada del
mapuche— debe desdoblarse en dos: la influencia sobre la personalidad
cultural distinta producida por la identificación reactiva con la iden­
tidad histórico-grupal mapuche y la influencia sobre la personalidad
cultural distinta producida por diferenciación cultural real.

Término de la personalidad cultural dependiente


En cuanto a la primera influencia, es dable afirmar que el significado
social actualmente predominante de aquella identificación reactiva
(producida por la conciencia étnica desvinculada de la conciencia polí­
tica de clase) representa una regresión y una ambivalencia estructural.
El movimiento espontáneo hacia la aceptación de la identidad nacional
chilena (producido por el avance del proceso de relacionamiento y asi­
milación) choca con la barrera de la discriminación racial y vuelve, en
un giro de repliegue, hacia la identidad histórico-grupal mapuche, que
protege y valoriza el discriminado. El carácter de la autoidentificación
señalada es reactivo, impuesto y compensatorio, incapaz de destruir la
fuente del rechazo, y de atracción permanente y conflictiva. Su natura­
leza regresiva y compensatoria se revela mucho más en una exaltación
e identificación con la identidad histórico-grupal del pueblo mapuche
(la identidad simbólica de un pueblo fiero e inasible) que con valores
substantivos de la cultura de enclave que permanece entre el campe­
sinado indígena. Su naturaleza impotente y contradictoria se evidencia
en que ella genera una cultura de resistencia pasiva, incapaz de suprimir
su enemigo, orientada por una contraideología (un subproducto depen­
diente de la doble legitimación impuesta por la ideología de las clases
dominantes) que no alcanza a comprender la situación de clase que la
genera, que percibe la sociedad nacional como una sociedad natural de
hombres a la vez superiores y discriminadores por la cual siente una
permanente atracción y repulsión, contraideología ésa que sólo puede
lanzar su denuncia y su llamado para que aquellos hombres cumplan
sus propios códigos normativos oficiales de conducta a fin de que los

93
mapuches puedan participar tranquilos y respetados en aquella socie­
dad.
Ahora bien, la reorientación revolucionaria de la conciencia étnica
tendrá como meta y como efecto la destrucción de la autoidentifica-
ción señalada. La afirmación revolucionaria de la condición de mapu­
che existe exactamente para suprimir la opresión de clase que exige ese
acto revolucionario. En consecuencia, la afirmación revolucionaria de la
condición de indígena no representa un acto reactivo de carácter re­
gresivo o ambivalente. Es cierto que esa afirmación es impuesta por la
discriminación. Pero la naturaleza del acto reactivo es radicalmente
distinta, puesto que termina con toda ambivalencia al negar el tipo de
sociedad que produce la discriminación y se dirige resueltamente hacia
el futuro, hacia la construcción de una sociedad nacional donde los hom­
bres no sean discriminados por diferencias raciales o culturales. La afir­
mación revolucionaria de la condición de mapuche no se orienta por una
contraideología, sino por la ideología revolucionaria que explica la opre­
sión específica de clase del indígena y la opresión de clase general de
los trabajadores, indicando a la vez el camino adecuado y posible de su
eliminación. La sociedad nacional no surge más como una sociedad na­
tural e intransformable, pero sí como la sociedad de la dominación ca­
pitalista que puede ser suprimida por la conciencia revolucionaria y la
fuerza colectiva de los oprimidos por ella. Es así que, aprendiendo a
distinguir los sistemas sociales, el mapuche puede poner término a su
insoluble ambivalencia valorativa anterior con la sociedad nacional y
puede identificarse plenamente con el proyecto y la lucha de construc­
ción de la sociedad socialista.

El libre florecimiento cultural


En cuanto a la influencia de la reorientación revolucionaria de la con­
ciencia étnica sobre la personalidad cultural del mapuche producida por
diferenciación cultural real, la proposición anterior contesta una parte
de la cuestión. Efectivamente, la primera influencia decisiva será el
saneamiento de las fijaciones regresivas y de las ambivalencias para­
lizadoras causadas por la dependencia ideológica de la discriminación,
así como la expulsión de los elementos desmoralizadores provocados por
la internalización del enemigo étnico. Pero esa acción depuradora no
representará necesariamente la preservación de la cultura en enclave,
tal como subsiste. Ello porque la influencia central de la reorientación
revolucionaria de la conciencia étnica sobre la personalidad cultural di­
ferenciada del indígena será el aliento a la formación y desarrollo de
valores socialistas, especialmente mediante la transformación del con­
tenido tradicional de viejos valores comunitarios en un nuevo contenido
socialista. Es así que las prácticas, costumbres y visiones del mundo de
la cultura de enclave, que estén reñidas con la nueva orientación valora­
tiva, tienden a desaparecer o a transformarse por fuerza en un dina­
mismo cultural absolutamente espontáneo y libre, que debe ser cuida­
dosamente alejado de cualquier dirigismo burocrático. Por otra parte,
ese dinamismo cultural tendrá por base objetiva la incorporación del
desarrollo tecnológico, la elevación de las fuerzas productivas y la reor­
ganización de las unidades de producción, así como recibirá un poderoso
impulso de las nuevas formas de organización y representación que se
establezcan, en correspondencia con el avance verificado en los niveles

94
de la producción y de la conciencia social. En consecuencia, es dable
prever, dentro de los parámetros indicados, una renovación primaveral
y un nuevo florecimiento de la personalidad cultural diferenciada del
mapuche, pero ahora valorativamente integrada a la sociedad nacional
que marcha hacia el socialismo.
Para que no se asusten los herederos conscientes o inconscientes
del largo pasado nacional de integración opresora, hay que distinguir
claramente entre dominación y pluralismo cultural. La dominación cul­
tural supone y expresa siempre un sistema de dominación y opresión
económica y política. En ese marco, la diferenciación cultural engendra
aislamiento y oposición dentro de la sociedad nacional y el sentimiento
de pertenencia a culturas diferenciadas se vuelve en identidades polí­
ticas contradictorias y conflictivas. Pero en un sistema nacional de
participación igualitaria económica y política (una democracia socia­
lista efectiva), el sentimiento de pertenencia a culturas diferenciadas
no se transforma en identidades políticas antagónicas, puesto que los
portadores de las distintas culturas se unen en la identidad nacional
común que simboliza su convivencia fraterna y su igualdad social fun­
damental. En el marco de esa nueva sociedad —meta histórica del
Gobierno Popular y del conjunto de las clases trabajadoras en Chile—
el florecimiento de la personalidad culturalmente diferenciada del ma­
puche representará un aporte popular inestimable al enriquecimiento
de la cultura y de la personalidad nacionales n .

11 Dado el absoluto apremio con que se redactó este trabajo, en los tensos días alrededor del cuatro de
septiembre, no se pudo desarrollar la parte conclusiva, que consistiría en la discusión y sugerencia
de criterios generales de implementación práctica de las metas de política cultural indicadas, lo que
implica necesariamente la coordinación de esas metas con la política económica, organizacional y de
investigación. Era parte de nuestro plan analizar la proposición sobre política indígena presentada
por el profesor Alejandro Lipschutz. Tal proposición, de la cual se puede parcialmente disentir,
representa una postura de profunda integridad intelectual y moral, que no fue seriamente debatida
hasta ahora. Era también nuestra intención efectuar un escueto balance del proyecto de ley indígena
enviado por el Gobierno Popular al Parlamento, en lo que a la política cultural se refiere.

95
Sociedad Dependiente, “ Clases populares'’
y Milenarismo
Las posibilidades de mutación de una formación
religiosa en el seno de una sociedad en transición.
El pentecostalismo en Chile
C h r is t ia n L a l iv e d ’E p i n a y

Sociólogo, Profesor Asistente de la


Universidad de Ginebra
A la memoria de
Juan Chacón Corona
y
Víctor Manuel Mora 1

I. PROYECTO

Las investigaciones que efectué en Chile me permitieron llegar a la


conclusión de que el movimiento pentecostal, como tipo de formación
religiosa, cesaría de constituir un “ refugio de masas” (según la con­
notación crítica de la expresión), solamente cuando una transformación
global ocurriera en la sociedad chilena2.
La Unidad Popular triunfó en las elecciones presidenciales. Cierta­
mente que “ ganó el gobierno, no el poder” . No obstante, existe actual­
mente una legalidad marxista y revolucionaria (más adelante veremos
por qué insistimos en la noción de legalidad). Resulta, pues, conveniente
reflexionar acerca de la posibilidad y de la calidad de las transforma­
ciones que el advenimiento político de la Unidad Popular podría pro­
vocar sobre el movimiento pentecostal.
El presente examen se fundamenta en investigaciones realizadas
durante el período democratacristiano. Examen momentáneo, pues la
dinámica de los cambios sigue su marcha. La paradoja consiste en que
estoy intentando este esfuerzo “ a la distancia” , desde Suiza, lugar donde
son muy pocas las informaciones que puedo obtener acerca de las re­
acciones actuales de los pentecostales chilenos. Max Weber solía ironizar
respecto de aquellos historiadores que tras haber reconstruido el pasado
como si éste no hubiese podido desarrollarse de otro modo, encallan
de pronto frente al futuro inmediato. Corro, pues, el riesgo de ser refu-,
tado por la historia. Riesgo comprendido dentro del cálculo de proba­
bilidades por dos razones:

— puedo cometer errores de razonamiento;


— no creo en un determinismo mecánico de la historia; por consi­
guiente, todo razonamiento expositivo dentro de las ciencias huma-

1 J. M. Varas, Chacón. Imp. Horizonte, Santiago, 1968. C. Lalive D ’Epinay, El Refugio de las masas,
Ed. del Pacífico, 1968, pp. 178-179.
2 Facilitaremos al máximo el aparato técnico de este ensayo. Puede consultarse, por una parte, mi
obra citada más arriba y, por otra, el libro que estoy a punto de terminar, titulado provisoriamente:
Religión, Dinámica Social y Dependencia (El caso del protestantismo en Argentina y en Chile).

96
ñas adquiere, a mi juicio, un carácter probabilístico (de allí que en
mi título señalo: “ las posibilidades . . . ” y no “ las necesidades . . . ” ).

II. METODO Y DEFINICIONES

Veremos ahora, en particular, en qué forma empleo la noción de estruc­


tura comprendida como una mediación entre las determinaciones y las
respuestas, mediación que delimita un campo de -posibilidades. Indica­
remos brevemente el sentido de ciertos términos incluidos en el título:
Sociedad dependiente: formación social nacional englobada dentro
del sistema capitalista mundial a título de formación dependiente (ver
los informes de Quartim y de Lalive '1).
“ Clases populares” : pongo la frase entre comillas por tratarse de
una noción vaga. Pero el tema de por sí me obliga a no utilizar, por el
momento, una definición más precisa. Las “ clases populares” son todas,
en diversos grados, clases dominadas.
Milenarismo: movimiento religioso fundamentado en la creencia del
advenimiento del millenium, un reino milenario de dicha y prosperidad.
Sociedad en transición: provisoriamente digamos: una sociedad en
la que los representantes de las clases dominadas detentan el gobierno
y se esfuerzan por romper con el sistema que los engloba (M.P.C.), tra­
tando de estructurar un nuevo tipo de sociedad, inspirada e n > l socia­
lismo marxista.
Pentecostal: se denomina así a un milenarismo protestante (evan­
gélico) que goza de gran éxito en ciertos países de América latina,
principalmente en Haití, Brasil y Chile i. Deberá precisarse la defini­
ción sociológica.

III. CRISIS ESTRUCTURAL, CLASES SOCIALES E IMPLANTACION


PENTECOSTAL (GENESIS)

1. La crisis estructural en Chile durante el periodo “ neoimperialista”

La raigambre del pentecostalismo guarda una estrecha relación con el


tránsito que conduce del “período imperialista” al “ neoimperialista ” 5
y, por consiguiente, con la crisis de los años 30 (llamada Crisis Mun­
dial). En el plano interno chileno, toda la literatura subraya el carácter
decisivo de los años 1920 a 1935: agotamiento de los terrenos rozables
para el cultivo dentro del marco del sistema latifundista de las ha­
ciendas, crisis del salitre, fin de “ la expansión hacia el exterior” , infla­
ción, emigraciones internas masivas. Concordamos con la opinión de
Aníbal Pinto cuando señala que la Crisis Mundial es “ el final wagneria-
no” donde un proceso mundial se encuentra con una situación nacional

3 Cf. M.I.P. de Queiroz, Reforme et Révolution dans les Sociétés traditionnelles, Anthropos, París,
1968.
4 A simple lectura de estas páginas, vemos que resulta difícil enunciar una relación causal simple
entre un tipo de formación dependiente y el crecimiento pentecostal. En esos 3 países, los pente-
costales registrados (estadísticas oficiales) sobrepasan el 5% de la población total.
5 Conceptos y esquemas tomados de M. Arrubla, “ Esquema histórico delas formas de dependencia’%
Pensamiento Crítico, N9 36, ene. 70. Distingue: época del mercantilismo (siglos X VI-X V III: ca­
pital comercial); del libre intercambio (s. X IX : capital industrial); del imperialismo (comienzos del
s. X X : capital financiero); del neoimperialismo (a partir de 1930 en ciertos países,, especialmente de
América latina: capital de la industria pesada).

97

— Cuadernos
específica. La CEPAL 6 comprueba que Chile fue en América latina el
país más duramente afectado.
En el plano político e ideológico, durante el transcurso de aquellas
décadas, la idea revolucionaria cesó de ser una utopía para traducirse
en organizaciones y acciones, de la clase obrera principalmente, pero
también de ciertos sectores medios de empleados. Alessandri fue el pri­
mero en asumir la política demagógica que todos conocemos, aumen­
tando los empleos de la Administración Pública a fin de reabsorber
una fracción del descontento. Los iniciales años 30, recordémoslo, se
caracterizan por una inestabilidad gubernamental. El retorno a la “ le­
galidad” -—aquel gran mito chileno— tendrá lugar en 1932, con el regreso
de Alessandri.
Las clases rurales sometidas permanecen marginadas de aquel pro­
ceso, si bien deben soportarlo (emigraciones internas en el plano de la
infraestructura, decadencia de la ideología del “ patrón” en el plano de
la superestructura). Si observamos la historia de Chile durante el pe­
ríodo comprendido entre los años 1930 hasta 1970, aislándola, del sis­
tema que la engloba, podríamos interpretarla como la de una sociedad
desestructurada en busca de un nuevo equilibrio. Pero tal interpretación
sería sólo una ilusión óptica. Tan pronto reintegramos a Chile dentro
del contexto del sistema capitalista mundial, descubrimos que aquella
fase no representaba una anomía (una des-reglamentación y la consi­
guiente búsqueda de nuevas reglas). Por el contrario, la crisis chilena
posee una estructura cuyo principio (o núcleo estructurante) le es, sin
embargo, exterior: observada a partir del sistema capitalista mundial, la
“ crisis permanente” chilena nos parece coherente porque adquiere un
principio de orden. De todo lo cual se desprende el concepto de “ crisis
estructural” interpretado en el sentido de una estructuración (exógena)
de una situación de crisis en el seno de una formación dependiente 7.
Dentro de ^ste marco infraestructural todo tiende a favorecer la
expansión de una ideología de salvación. Siempre y cuando ésta exista.
Dicho en otros términos, las condiciones requeridas para la expansión
de nuevas ideologías redentoras pueden estar dadas sin que ello nece­
sariamente signifique que tales condiciones sean suficientes. Pero cuan­
do dichas ideologías están presentes, no tardarán en difundirse:
1? en las clases sociales más afectadas por la crisis, y
2? en el seno de éstas, entre aquellas que estén menos impregnadas
por las ideologías directamente políticas.

2. El pentecostalismo: breve reseña histórica

Nace en los Estados Unidos a comienzos de siglo. Teológicamente: en­


salza los poderes del espíritu (fuego del bautismo, glosología, danza sa­
grada, dones de curación, dones de evangelización). Sociológicamente:
reintroduce en el cristianismo “ ritos de posesión” , creando en conse­
cuencia, un lenguaje, un tipo de comunicación con el prójimo y con
lo sagrado, radicalmente diferentes de los de las grandes iglesias. Mo­
dalidad de expresión que, como veremos, presenta analogías con la

6 CEPAL, Estudio Económico de América Latina, 1954.


7 Párrafo autocrítico con respecto a lo que escribí en 1966, cuando trabajaba basándome en un
concepto intuitivo de la dependencia, pero faltámdome un conocimiento teórico e informativo
(Lalive, op. cit.„ 1968).

98
cultura de las clases dominadas 8. Influye sobre un grupo de metodis­
tas entregados a la búsqueda mística que durante los años 1909 - 1910,
es excluido de la Iglesia Metodista de Chile (iglesia de tipo “ colonia”
en aquella ép oca). Entre estos excluidos se cuenta solamente un gringo.
Privado tanto del misionero extranjero como de los dólares, el grupo
asumirá de inmediato un carácter propio, llegando a extenderse o a
languidecer, según los casos. Hasta 1930, el movimiento pentecostal
crece lentamente, provocando, sobre todo, una serie de cismas en las
sectas protestantes B. Su crecimiento se debe más a una transferencia
de creyentes que a la conversión de incrédulos. Pero a partir de 1930
y hasta nuestros días, se produce un verdadero estallido. La tasa acu­
mulativa anual (fórmula de progresión geométrica) del crecimiento
protestante se ha mantenido prácticamente estable a lo largo de tres
décadas (1930 - 1960): entre un 6 % y un 7%. Lo que significa que cada
diez-once años, el número de evangélicos se duplica 10. En 1960 los re­
gistros indican que sobrepasan los 400.000 (un 5,6% de la población). Y
resulta admisible:
a) que por lo menos el 80% de entre ellos es pentecostal, y
b) que, dado el carácter violentamente proselitista del movimiento,
cada evangélico declarado atraiga a un “ simpatizante” .

3. Pentecostalismo y clases sociales

Si bien resulta evidente que el pentecostalismo se ha convertido en una


expresión religiosa de los dominados, el problema de la relación exacta
entre este milenarismo y las diversas clases y estratos dominados no
puede todavía establecerse en todo rigor. Disponemos, no obstante, de
una serie de elementos:
Contrariamente a lo que ha sido escrito a propósito del Brasil, donde
el pentecostalismo conquista a sus adeptos particularmente entre los
marginados de reciente emigración en las grandes metrópolis centrales
(Sao Paulo, especialmente) u , en Chile esta religión popular es rural y
urbana a la vez, y de implantación dispareja tanto en los medios rurales
como en los medios urbanos. Estadísticas efectuadas en 1960 indican
que la densidad evangélica más elevada se registra en Arauco, provincia
rural con algunas minas de carbón (tradicional industria de extrac­
ción, en decadencia). Le sigue su vecina, Concepción, de urbanización
acelerada, donde se agrupan: la industria del carbón en decadencia,
las industrias tradicionales (textil, loza, astilleros navales, etc.), la in­
dustria de vanguardia, siderurgia y petroquímica. El porcentaje de pro­
testantes alcanza allí a un 12%. Luego, la provincia de Santiago, domi­
nada por su capital megápolis, viene a quedar por debajo del nivel
medio nacional, con un 4,4%. En el norte, zona del cobre, los evangélicos
son escasos.

8 También haría falta hacer un estudio psicológico y psicoanalítico sobre el pentecostalismo.


9 ¿A qué viene este pájrrafo? Porque el pentecostalismo propone:
— Un modelo de iglesia nacional, liberada del gringo (y a partir de 1920, Chile vive una fuerte
corriente nacionalista);
— Una forma de expresión y de participación accesible para las clases dominadas, siendo que
el culto protestante tradicional o la misa, están basados en escuchar, en el lenguaje articulado
y en el consumo pasivo.
10 Estadísticas chilenas. Tras efectuar el análisis de una muestra del último censo para Santiago,
este crecimiento habría mantenido su ritmo durante la última década.
11 E. Willems, Followers of the New Faith, Vanderbilt Un. Press, 1967.

99
De hecho, en el mapa del protestantismo chileno se advierte que
la región más influida comprende desde el río Biobío hasta Puerto
Montt. Se trata de la frontera y de la región de los lagos, el antiguo do­
minio de los araucanos, zona de colonización. Pero —-para mayor com­
plejidad— en las reservas los indios se mantienen fieles a su religión
(clasificada dentro del anim ism o). Cuatro siglos de esfuerzos por parte
de diversas misiones cristianas no han logrado sino escasos resultados.
Implantación rural y urbana, pero no en cualquiera clase rural ni ur­
bana.
Las encuestas efectuadas en las poblaciones señalan que la distri­
bución de los evangélicos es similar a la de las clases del sector 12. Por
el contrario, una encuesta proveniente de diversas fábricas e industrias
de Santiago, demuestra que allí los evangélicos están subrepresentados,
tanto en las empresas nacionales (3,1% de protestantes) como en las
multinacionales (3,3%) 13.
A mi juicio, la encuesta proveniente de las poblaciones no establece
claramente una distinción entre el obrero estable —el proletario en el
sentido estricto de la palabra— y el obrero que forma parte del “ ejército
de reserva” . En cambio, la encuesta venida de las fábricas atañe a la
clase trabajadora en el sentido preciso del término. Ahora bien, nuestros
resultados (Mattelart & Lalive) modifican otros datos: protestantismo
muy débil en las minas de cobre (proletariado de aristocracia obrera),
fuerte en la zona del carbón, amenazada de agotamiento y donde reina
el pánico de la cesantía. En resumen, hasta que no se lleve a cabo una
investigación sistemática sobre este punto, creo que es plausible afirmar
que, en los medios urbanos, los evangélicos predominan en el subprole-
tariado y los estratos más bajos del sector terciario, y son más débiles
entre la clase obrera, en su acepción más estricta.
Veamos ahora la situación a partir del agro: Debemos examinar al
mismo tiempo las estadísticas provinciales de 1960 u , y la evolución
entre 1930 y 1960. A partir de 1930 puede observarse el desarrollo del
protestantismo en la frontera y en la región de los lagos, esto es, en la
antigua Araucanía, que resulta, a la vez, ser territorio de colonización.
Pero, desde 1940, la marea sube hacia el Valle Central, zona del lati­
fundio tradicional. Movimiento coherente: un mensaje de salvación
echa raíces más fácilmente en una zona donde los indios han sido obli­
gados a dejar sus reducciones, perdiendo con ello su base y su funda­
mento social, y donde los colonos blancos se han instalado recientemen­
te. La tradición, aquella vis inertiae de la historia (Engels), a pesar de
toda su fuerza de gravedad, no consigue frenar la divulgación del nuevo
mensaje. Pero, paralelamente a la crisis agraria generalizada, el pente-
costalismo penetra hasta los bastiones mismos de la tradición latifun­
dista: Maulé, Talca, Linares . . . ¿Qué dirán exactamente las estadísticas
de 1970?
Por ahora, en todo caso, llegamos a la conclusión provisoria de que
el pentecostalismo se extiende particularmente en los medios rurales,
entre aquella maraña de estratos sociales que puede designarse como
“proletariado rural” y que incluye a los trabajadores sin tierra semi-

12 J. Tennekes (1971, inédito): Portes y Behrmann.


13 Encuesta Lalive-Mattelart realizada entre 442 obreros, 1968. Inédita.
14 Lástima que los censos religiosos se detengan en las provincias sin llegar hasta los municipios.

100
emigrantes, así como a los propietarios de terrenos “subfamiliares” u,
quienes, una vez llegada la época de las siembras o de las cosechas, ven­
den su mano de obra al latifundista vecino, etc.
Observemos que el término 'proletariado rural resulta exacto en el
sentido etimológico (que no tiene más que su fuerza de trabajo para
vender), pero puede inducir a confusión frente a la definición del pro­
letariado urbano propuesta por mi (por oposición a subproletariado):
obrero con trabajo estable. El trabajo del proletario rural es inestable
por definición, y la cesanta endémica 16. En resumen, basándonos en
las estadísticas actuales (estadísticas cuantitativas, pero también con
tres años de trabajo sobre el terreno, de tipo etnológico), llegamos a la
conclusión de que el pentecostalismo:
— se desarrolla principalmente entre las clases dominadas;
— se desarrolla principalmente entre las clases dominadas que tienen
empleos inestables (excluyendo al proletariado estable y a la aristo­
cracia obrera);
por consiguiente, subproletariado urbano, proletariado rural y pequeñas
capas medias.
Este análisis hecho en términos de clases sociales puede ayudar a
comprender por qué, a pesar de desplegar sus actividades sobre un
mismo terreno, el marxismo y el pentecostalismo más parecen estar en­
tregados a un juego de desencuentros que a una verdadera competen­
cia 17. La ideología marxista (tanto en su versión comunista como en
su versión socialista) se difunde tradicionalmente a partir del lugar de
trabajo. El pentecostalismo, en cambio, a partir del habitat. Hasta el
período de Jorge Alessandri (esto es, hasta los años 60), la sindicaliza-
ción campesina era ilegal. Prácticamente sólo a partir de la democracia
cristiana es que comienza la sindicalización, rural.
De este modo se hace más comprensible esa especie de yuxtaposi­
ción de una ideología profana que invita a reconstruir la sociedad de
los hombres y de una ideología sagrada que anuncia el advenimiento
del reino de Dios; partiendo del poblador, el pentecostalismo ve dismi­
nuir su eficacia a medida que se acerca a los grupos con empleos esta­
bles. Acostumbrados a contar con el taller, los marxistas se ven afligidos
ante los “ ejércitos de reserva” , tanto más cuanto que el acceso a los
fundos, verdaderas fortalezas ecológicas, les estará prohibido hasta estos
últimos años. De hecho, el pentecostalismo constituirá la única “pro­
piedad” del proletario campesino desde 1930 hasta 1967, aproximada­
mente; todo lo demás será manifiestamente del patrón 18 (¡incluso el
cura que celebra la misa en la capilla de la hacienda!).
El lector comprenderá ahora por qué motivo, en nuestro título, he­
mos ligado el milenarismo a la noción mal definida de “ clases popula­
res” ; ya habrá advertido de qué clases principales específicas se trata.

15 Acerca de este concepto y la estructura del agrp, cf.: CID A: “ Chile, tenencia de la tierra y desa­
rrollo socioeconómico del sector agrícola” , Santiago, 1966. También el artículo sintético de S. L.
Barraclough y A. L. Domike: “ Agrarian Structure in Seven Latin American Countries’% en Land
Economics, X L I I/4 , 1966.
16. ¿Habrá durante el seminario, algún ensayo sobre la estructura de clases en Chile, que aporte,
igualmente, una estadística exhaustiva de estas clases? Eso resolvería para mí muchos problemas.
17 Salvo en la zona del. carbón (provincias de Arauco y de Concepción).
18 ¿Existirá en Chile una línea discontinua —de aquellas que H. Desroche es tan aficionado a des­
tacar— que pueda conducir:
a) De la estrategia pentecostal basada en la comunidad de persona a persona, al
b) Concepto pastoral de las “ comunidades de base” de la Iglesia católica, y finalmente a
c) La estrategia de los campamentos, lanzada por el MIR pero actualmente adoptada por todos
los partidos de izquierda?
Existe, en todo caso, un orden cronológico.

101
IV. EL PENTECOSTALISMO COMO FORMACION SOCIAL
E IDEOLOGICA (ESTRUCTURA)

1. La reconstrucción idealizada de la estructura social tradicional

La aplicación que aquí damos al vocablo “ tradicional” y a sus derivados


no debe inducirnos a confusiones. No nos estamos refiriendo ni a Rostow,
ni a Eisenstadt, ni a ningún otro. Pretendemos únicamente designar a
“ los segmentos sociales de edad más antigua” en forma descriptiva y
comparativa 19. Por lo tanto, este subtítulo significa que la comunidad
restaura, reinterpretándola, la imagen ideológica (es decir, idealizada,
distorsionada, y no la realidad que esa imagen pretende reflejar) de la
estructura social de la hacienda en el momento preciso en que dicha
imagen ideológica se ve gravemente afectada por un credibility gap.
Se ha dicho que la ideología de la hacienda se basa en tres convic­
ciones: en el valor de las relaciones que pueden establecerse de persona
a persona; en el convencimiento de que en caso de necesidad el patrón
estará siempre allí para resolver cualquiera dificultad (el mito del
patroncito), y en la creencia de que el patrón detenta su poder de una
tradición secular, de Dios, en última instancia (pues siempre ha sido
así, y así debe ser) 20.
Ahora bien, la comunidad pentecostal se basa en la catequización
de persona a persona. Constituye una verdadera fraternidad que resuelve
los problemas concretos (otorga derechos y exige deberes —por lo tanto,
una dignidad humana— a los suyos, e instaura un sistema de ayuda
mutua bajo la tutela del pastor). Finalmente, el pastor reasume el
papel del patrón en la medida en que también él actúa de modo autori­
tario (por lo general, designa a sus acólitos y, si se producen vocaciones
— cosa rara— éstas sólo sirven para ratificar la decisión del pastor).
Su forma de proceder se justifica por el hecho de que efectiva­
mente él es el elegido del Señor y así lo ha demostrado fundando su
iglesia, o acrecentándola si solamente se trata de un sucesor. El pastor
ejerce todos los derechos, por ser el lugarteniente (quien tiene el lugar)
de Dios. Confirma que su poder emana de Dios al “ abrirme los caminos
del Señor” . Bástenos lo dicho para explicar la continuidad resignifi­
cante. Pero, al mismo tiempo, señalemos el punto de ruptura: la asam­
blea pentecostal puede ser comparada a un ejército popular. Está pro­
fundamente jerarquizada, pero no refleja una estructura de clases. Cada
cual (¡a excepción de las mujeres!) puede alcanzar el nivel más elevado
de la escala siempre que sea “poseedor del don” , dicho en términos
profanos, cuando se revela como un “ líder nato” . Conocí a ciertos con­
versas de 50 años que a los 60 años comenzaban su carrera de obrero,
primer grado pastoral (alusión a los “ obreros de la viña del Señor” ). En
el seno de una sociedad de estratificaciones rígidas, donde la movilidad
sólo se produce intergeneracionalmente, el pentecostalismo propone
nuevas formas de movilidad. “ La secta substituye un status social por
un status religioso” (M. Pope). Pero —último rasgo que hace falta
subrayar y en el cual reencontramos la analogía con la hacienda— la
comunidad pentecostal representa una sociedad totalitaria que exige

19 Cf. Lalive y Zylberberg, 1971, p. 6 (op. cit. en el otro artículo).


20 Cf. J. Medina, Consideraciones . . . , Solar/Hachette, 1964, pp. -30 y ss., en particular p. 39.

102
del individuo una entrega total de sí mismo, el abandono de su libre
albedrío en beneficio de la comunidad.
Así, el ideal latente de este movimiento consistiría en poder cortar
totalmente con el “ mundo” (sinónimo de principio del mal) para cons­
tituirse en una utopía social. Existen dos hechos que lo impiden:
1. La definición misma de trabajo propia del pentecostalismo, que
consiste en afrontar al mundo (cruzada) para llamar al arrepentimiento
y anunciar la inminencia del Juicio y del Reino (¡apocalíptica apoyada
por los frecuentes terremotos!).
2. El hecho de que a este movimiento nunca se le haya ocurrido, al
menos en los países dél cono sur, constituirse en una comunidad ecoló­
gica, no tan sólo de habitat, sino también de producción (¿carencia
de m odelo?). El pentecostalismo ejerce su dominio totalitario sobre el
tiempo libre de sus feligreses, pero éstos deben salir al “ mundo” a fin
de asegurar su subsistencia.
Por ambas razones, el pentecostalismo vive la contradicción funda­
mental de predicar la ruptura con el mundo y al mismo tiempo imponer
limitaciones respecto del habitat, del trabajo económico y hasta del tra­
bajo sagrado (el proselitismo). Intenta, en seguida, resolver esa con­
tradicción enseñando a los suyos a enfrentar la vida exterior a la co­
munidad con una ética de la pasividad: “ no te metas” (abstente de
participar).
Autoritarismo (paternalismo pastoral), totalitarismo e igualitaris­
mo, constituyen los tres “ ismos” que fundamentalmente resumen la
estructura social del movimiento pentecostal. Pero aún subsiste, una
interrogante acerca de su sistema representativo.

2. La ideología21 pentecostal: un dualismo premilenarista con


pretensiones totalitarias

Los ejes del dualismo premilenarista

Una policromía imponente suele constituir el principal adorno de los


templos pentecostales. Representa un mar enfurecido cuyo oleaje viene
a estrellarse contra un islote rocoso. Sobre aquel trozo de tierra amena­
zada reposa una Biblia abierta, iluminada por un rayo de luz que cae
del cielo atravesando los nubarrones negros de la tempestad. En la
Biblia puede leerse el siguiente versículo, o bien otros análogos: “ ¡Venid
a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré!” (Evan­
gelio según S. Mateo, cap. 11, vers. 28). Este cuadro 22 representa ale­
góricamente uno de los ejes fundamentales de la ideología pentecostal.
En un mundo de perdición y desdicha, radicalmente “ malo y perverso” ,
subsisten islotes de paz: las comunidades de creyentes protegidos por el
“poder de Dios” 23, por el Espíritu descendido de lo alto. La tarea de
los elegidos consiste en prestar ayuda a aquellos que se ahogan, con­

21 He utilizado varias veces ya la noción de ideología. La empleo en la línea de Althusser.


22 Este cuadro no es una creación latinoamericana, sino que forma parte de la serie de policromías
difundidas por las sociedades bíblicas. Así, podemos suponer que no expresa la totalidad de la
ideología del protestantismo sectario y que, en forma complementaria, contenga elementos que
no estén integrados a dicha ideología,en particular cierta bibliolatría latente: el rayo de luz
cae sobre el libro antes que sobre la isla en general.
23 Fórmula que el pentecostalismo emplea paradesignar al Espíritu Santo. Y no se trata de un
concepto abstracto sino de una denominación que refleja la experiencia religiosa cotidiana. Hace
pensar en Durkheim.

103
duciéndolos hasta la orilla preservada de la Iglesia. Pero, en modo algu­
no se pretende dominar aquel mar enfurecido.
La cosmología se basa en un dualismo radical que lo espera todo
del espíritu y nada de lo material. El tema de la espera no se ve refle­
jado en el cuadro; sin embargo, constituye un elemento fundamental
de ese dualismo. La comunidad, refugio de los conversos situados bajo
la protección del Consolador, se mantiene a la espera de un reino cuya
inminencia proclama, y del que la Iglesia no representa la garantía
sino solamente el signo. La irrupción del reino hará estragos, pero, a la
vez, traerá la reconstrucción de una nueva tierra y de nuevos cielos.
Dentro de la cosmología del protestantismo sectario está implicada
una sociología religiosa 24 precisa: del paradigma dualista espíritu/ma-
teria —que en el plano cosmológico se expresa como cielo/mundo— se
deriva ahora la oposición iglesia/sociedad. Si este mundo está conde­
nado, ¿por qué ocuparnos de él? Pero, ¿hasta dónde puede llegar este
principio de ruptura que rige la ética del creyente? Y aquí el marco
fijado por la cosmología permite un cierto margen de elección y de
movilidad en los comportamientos sociopolíticos de los creyentes. ¿Se
traducirá dicho margen por alguna huelga activa, por protestas en
contra de las leyes humanas manifestadas a través de desafíos, dado
que sus adeptos ya salieron de este mundo para entrar en otro, sin re­
lación común alguna con el anterior?, o bien, ¿se darán por satisfechos
con la mera adopción de una pasividad sistemática, de una política de
abstención, siempre que la legalidad de Jos hombres la autorice?
Es este segundo tipo de comportamiento sociopolítico el que prima
y podemos calificarlo de pasividad conformista. La espera premilena-
rista 25 genera un desprendimiento del mundo que nunca significará
una fuente manifiesta de conflicto. El mandamiento no améis el mundo
ni las cosas del mundo de la primera epístola de S. Juan (citada con
mucha frecuencia en estas sectas religiosas) se neutraliza con las ins­
trucciones de obedecer a las autoridades civiles dadas por S. Pablo a> los
cristianos de Roma (cap. 13, vers. 1-7). Toda la política pentecostal está
fundamentada en la perspectiva de estas dos referencias bíblicas. Auto­
riza aquello que obliga la ley, acepta una cierta participación en el
mundo, pero condena toda participación responsable. De allí la prohi­
bición general de todo compromiso político, pues tal compromiso no
permite adoptar una actitud pasiva.
En resumen, los ejes de la ideología pentecostal están sintetizados
por el paradigma fundamental: lo espiritual vs. lo material, que, a su
vez, puede detallarse en la forma siguiente:
espíritu cuerpo
creyente “ gentil” (no creyente)
cielo tierra
trascendente inmanente
iglesia mundo
reino sociedad
Dios diablo
bien mal

24 Sobre las distinciones existentes dentro de la ideología, entre una cosmología y una sociología,
ver Lalive y Zylberberg, art. cit., pp. 17-19.
25 Premilenarismo en el sentido de que el regreso del Mesías precederá! al Reino, instaurándolo (cf.
H. Desroche: Socialisme et sociologie religieuse, Cujas, París, 1965, pp. 76-85).

104
Esta ideología va acompañada de una estrategia en la acción
combina la ley de sumisión a las autoridades (el Estado) con la
la desconexión, del desprendimiento.

El ejercicio concreto de la pretensión totalitaria

Sin adentrarnos en el tema, creemos necesario recalcar que la ideoltr.E


y el sistema social se prestan mutuamente apoyo para dar realidad 7
eficacia a la pretensión totalitaria y a la obligación de cortar con e!
mundo impuesta a sus fieles. Supongamos el caso de un creyente que
aceptara ser dirigente sindical:
— dispondrá de menos tiempo para su iglesia, que pretende mono­
polizar sus horas libres26. El pastor comenzará por decir: “ está er¡
cosas del mundo, se pierde . . . ” ;
— en el sindicato, este creyente aprende otra forma de participa­
ción, basada no en la renuncia frente a la autoridad, sino en el inter­
cambio, en el debate. Cuando su pastor quiera llamarle la atención,
tratará de discutir (en cierta ocasión en que deseaba organizar un de­
bate con un grupo de dirigentes pentecostales, dije: “podríamos discutir
eso entre nosotros” , y el pastor me respondió: “ discutir, no; conversar,
hermano” ). La contestación del creyente será interpretada como un
desafío al principio mismo del poder (de origen sagrado) en la comu­
nidad. Entonces vendrá la excomunión, justificada por la referencia a
la elección entre Dios y Mamón 27.

La función societaria conservadora del pentecostalismo


(función ad extra)

Al leer estas páginas resulta inevitable recordar el slogan marxista:


“ el opio del pueblo” . Pero pocos conocen el párrafo completo del que
“ el opio del pueblo” es la conclusión:

“La religión es, por una parte, la expresión de la miseria real


y, por otra parte, la protesta contra la miseria real. Es el suspiro
de la criatura agobiada, el sentimiento de un mundo sin corazón,
así como es el espíritu de los tiempos privados de espíritu. Es el
opio del pueblo” .
( M a r x , 1844. ¡Quien subraya es el propio M arx!).

Es evidente que en una sociedad capitalista dependiente, el pente­


costalismo con su pasividad y sumisión certifica el orden establecido.
Resulta igualmente evidente que representa un competidor peligroso,
porque frente a la situación de las “ clases dominadas” ofrece una res­
puesta ideológica coherente, completa y eficaz: para el proletariado
rural y el subproletariado, entre 1920 y 1960, no existía más alternativa
que la sublevación o la pasividad. El peligro del pentecostalismo reside

26 Cf. Lalive y Zylberberg, art. cit., p. 44. Tenemos tres muestras obreras de la zona de Concepción:
católica, protestante tradicional, pentecostal. Las tres muestras están constituidas por hombres
casados, de edades, salarios y educación, homogéneos. El criterio aplicado para la selección fue
que la persona asistiera por lo menos 3 veces al mes al culto o a la misa. El 62% de los pentecos­
tales dedican por lo menos 10 horas semanales a su iglesia, contra un 2 4 % de los protestantes
y cero (!) de los católicos. Y a la inversa, entre 0 y 4 % de protestantes y pentecostales dedican
solamente 2 horas semanales, contra 76% de los católicos.
27 Durante una entrevista recogí el relato de un caso semejante, relato de una fuerte intensidad dra­
mática (Refugio de las masas, pp. 169-170).

105
en que, como toda ideología, ejerce la función de legitimar un sistema
de acciones: legitima la pasividad. Y, dado que representa una ideolo­
gía religiosa, la legitima recurriendo a lo sagrado, que desde todo tiempo
ha sido la fuente más eficaz de legitimidad. Así, inspirados en Paulo
Freire, podemos afirmar que el peligro del pentecostalismo proviene de
su capacidad de estructurar la “ conciencia oprimida” ; fundándose en
una cosmología y, por consiguiente, esclerotizándola. ¿No corre el riesgo,
acaso, de imposibilitar toda movilización? Es precisamente a lo que
deseo llegar. Pero antes, dos alcances:
— Releamos este texto del joven Marx. Bajo muchos aspectos, el
escrito del que ha sido extractado conserva rasgos feuerbachianos (se
trata de la Introducción a la Crítica de la Teoría Hegeliana del D erech o).
Particularmente, el primer párrafo: “En Alemania, la crítica de la
religión e§tá prácticamente terminada. Ahora bien, la crítica de la
religión es el comienzo de toda crítica” . Aquí, Marx parece creer todavía
que se puede eliminar el error al denunciarlo, siendo que, como él mis­
mo lo dirá muy poco tiempo después, el error no puede ser eliminado
sino eliminando las condiciones materiales que han permitido la exis­
tencia del fantasma (Ideología Alemana y Tesis sobre Feuerbach). Y
pienso que el texto que acabamos de citar ¡el Marx de la época del
Capital lo habría reafirmado! De todos modos, inspirándome en este
texto y en el estudio de Engels sobre el Bauernkrieg, como también en
el estudio de la situación concreta de las clases subproletarias urbanas
y proletarias rurales, sostendré la tesis de que hasta la última década,
el pentecostalismo representaba, de hecho, la única salida ideológica
coherente posible para ellas. Y que, si bien fomentaba una alienación
del hombre frente a la sociedad, otorgaba, en cambio, a los suyos, un
mínimo de dignidad humana que hasta entonces la sociedad les había
negado 28.
— Segunda observación: ahora comprenderá el lector por qué afir­
mo al comienzo del presente artículo que el pentecostalismo se modifi­
caría solamente cuando una transformación global afecte a esa socie­
dad: se hizo necesario que ciertas condiciones de conjunto ofrecieran
otras posibilidades a las clases que forman el substrato del movimiento
pentecostal para que su estructura y su dinámica propia se vieran afec­
tadas.

V. EVOLUCION O MUTACION: LAS DINAMICAS DEL FUTURO

La dimensión conformista —de sumisión frente a la legalidad— de]


pentecostalismo es una variable fundamental si tratamos —meta final
¡y desilusión permanente de la macrosociología!— de interrogarnos
acerca del futuro y de anticipar ciertas predicciones después de estos
análisis. Por lo demás, particularmente en Chile, el “ futuro” ya es pre­
sente. Mi permanencia allí tuvo por marco la tentativa “ desarrollista”
de la democracia cristiana. Hoy día, el programa reformista ha dado

2 8 Respondiendo a una de mis preguntas, un pastor exclamó: “ Dios nos permitió salir de este mundo,
no es pa’ que volvamos adentro!” . No solamente expresó un dogma, sino un temor, aquel que
nace de la experiencia diaria del mundo que sufren los dominados por su situación de depen­
dencia: la cesantía, el hambre, la enfermedad, la muerte.

106
paso a un programa revolucionario, por mucho que el equipo dirigen:?
se proclame respetuoso de la legalidad constitucional29.

1. Régimen político “ reformista-participacionista”


y estabilización del pentecostalismo

El programa de la democracia cristiana sustentaba, como telón de


fondo, la teoría de la modernización y del dualismo estructural. La
existencia de amplios sectores marginales 30 representaba entonces la
expresión de la supervivencia de la sociedad tradicional junto a la
sociedad moderna. El plan de desarrollo nacional exigía la incorporación
de los sectores marginales al mercado nacional, a fin de transformarlos
a la vez en asalariados y en consumidores. Uno de los objetivos de la
política democratacristiana consistió en fomentar la movilización de
aquellos sectores e impulsarlos a organizarse, por lo tanto, a participar.
Juntas vecinales, centros de padres, centros de madres, sindicalización
campesina31; organizaciones voluntarias de todo orden florecieron du­
rante el período de Frei. La base filosófica de aquel movimiento estaba
inspirada en el personalismo cristiano de E. Mounnier; su meta socio­
económica apuntaba hacia la creación de un amplio mercado nacional;
por último, naturalmente, fueron numerosos los que vieron en ello una
base de manipulación electoral.
Paralelamente, la Iglesia católica operaba una profunda reforma
pastoral —influida, en parte, por una reflexión acerca del fenómeno
del desarrollo sectario— para adoptar una política destinada a multi­
plicar las “ comunidades de base” . De pronto, a partir de 1965, se mani­
fiesta una creciente competencia frente al pentecostalismo que, hasta
entonces, era casi el único movimiento influyente entre las “ clases po­
pulares” descritas más arriba.
Estas nuevas asociaciones voluntarias enseñan una forma de par­
ticipación distinta que, frente al totalitarismo sectario, opone la idea
comunitaria. La reflexión y la discusión no siempre escapan a la dema­
gogia, pero la idea de responsabilidad personal está presente, invitando
a cada uno a comprometerse. El punto de partida —las condiciones con­
cretas de vida— sigue siendo el mismo, pero estas comunidades llaman
a asumirlo conscientemente y a elaborar respuestas inmanentes. Otros
mensajes requieren al poblador, otras soluciones le son sugeridas.
Una primera tesis consistiría en que mientras más tengan que
ofrecer las sociedades latinoamericanas a las “ clases dominadas” en
materia de posibilidades reales de participación directa, más fuerte será
la tensión entre la pertenencia al movimiento pentecostal por una parte,

29 Que se nos entienda bien: sostengo que el programa de la Unidad Popular es revolucionario.
Que el régimen de la UP debe afrontar los dilemas de una transición dentro de la legalidad, eso
lo sé.
30 Lo esencial de la obra teórica del DESAL (Centro de Desarrollo Socioeconómico de América
Latina) sitúa el concepto de marginalidad dentro del marco de la teoría del dualismo estruc­
tural.
31 La sindicalización campesina y el plan original de la reforma agraria, constituyeron, según la
opinión general, los elementos más radicales del programa freísta. Por lo mismo, no es ninguna
casualidad que el hombre que estái en el origen del proyecto y que dirigió el INDAP, renunciara
a su cargo gubernamental en 1968, cuando el régimen dio un “ viraje hacia la derecha” , abandonara
las filas de la Democracia Cristiana, y sea hoy el Ministro de Agronomía del Gobierno de la
Unidad Popular. Nos referimos a Jacques Chonchol.

107
la conciencia de ser ciudadano de un país y miembros de clases sociales
cargadas de potencial histórico, por otra 32.
¿Debemos acaso deducir de esta premisa la idea de una decadencia
(disminución de efectivos) o la de una mutación (transformación cua­
litativa de la estructura social de la secta) ? La prudencia es en este caso
imprescindible, pues el efecto sobre el protestantismo sectario depende
en gran parte de una coyuntura global inestable.
Distingamos dos situaciones:
— En los países donde la implantación del movimiento pentecostal
es reciente y superficial, la hipótesis de su decaimiento resulta admi­
sible;
— En los países de alta densidad pentecostal, allí donde ese fenó­
meno ha pasado hoy día a ser un elemento constitutivo de las clases
populares y de su cultura (Chile, por ejem plo), su decadencia sólo es
admisible a muy largo plazo. Se ha formado una tradición que ya data
de tres generaciones. Pero si el régimen reformista se hace estable du­
rante un largo período 33, puede emitirse la hipótesis de una estabiliza­
ción del efectivo. El ritmo de crecimiento se irá debilitando hasta acer­
carse cada vez más al nivel del crecimiento vegetativo. Pero para que
la ola expansionista llegue a consumirse se requerirá de bastante tiempo
y ponemos en duda que los resultados de las estadísticas de 1970, una
vez publicados, señalen ya una disminución de ese crecim iento34.
Si a las exigencias de participación que la sociedad multiplica se
añade una disminución del crecimiento demográfico del pentecostalis-
mo, entonces una mutación cualitativa será inevitable, y ésta se orien­
tará hacia el tipo de “protestantismo de santificación” 35.
La secta premilenarista, inspirada en la esperanza del advenimien­
to del Reino, resiste difícilmente los embates del tiempo. El Reino se
hace esperar y, de cualquier modo, es necesario instalarse en lo provi­
sorio que va prolongándose. La expansión prosigue únicamente gracias
a la llegada permanente de nuevos conversos para los cuales la espera
no hace sino comenzar, preservándose así la esperanza apocalíptica.
Actualmente, en toda América latina las tasas de crecimiento del
movimiento pentecostal son tales que el espíritu y el fervor de la “pri­
mera generación” se retransmiten intactos. Pero, si aquellos que han
“ nacido en el Evangelio” (según el lenguaje protestante) aventajan a
los “ conversos” , y los segundos no logran reactivar a los primeros, cuan­
do además el trabajo sagrado de la comunidad pierde sentido por haber
dejado de ser eficaz, entonces la mutación se hace inevitable 36.

32 Trabajé en esa tesis en 1966, al dar término a mi primera misión, por lo tanto durante el “ primer
período” del régimen DC (cf. Lalive, Refugio de las masas).
33 Aquí surge un nuevo problema: dentro del contexto latinoamericano, ¿puede un régimen “ refor-
mista-participacionista” permanecer estable durante un largo período?
34 Ya emitimos esta opinion más arriba, opinión confirmada por un análisis del Censo de 1970, en
la provincia de Santiago. Debemos insistir en el hecho de que la repercusión de los procesos glo­
bales sobre el fenómeno religioso opera solamente a la larga. Para que llegue a traducirse en
los resultados demográficos debe transcurrir, por lo menos, una década.
35 Cf. Christian Lalive D ’Epinay, Les protestantismes latino-americains. Un Modele typologique, en
Arch. de Soc. des Reí., N9 30, 1970.
36 Fue H. R. Niebuhr quien fijó los términos de la dinámica de la primera a la segunda generación,
conduciendo de la secta a la secta establecida o incluso a la denominación (The Social Sources of
Denominationalism, New York, Holt, 1929). Se inspira en el tema weberiano de la “ rutinización”
del carisma, que fue largamente discutida, pues las investigaciones empíricas ponían al descu­
bierto numerosos casos en que la secta se preservaba a través de largo tiempo, a veces siglos
enteros (cf. la tesis inédita de J. Seguy acerca de los menonitas). Pensamos que B. R. Wilson
puso punto final a esta polémica al proponer una tipología de las sectas y al indicar que esa
evolución era propia del tipo de secta “ de conversión” (“ An analysis of sect development” , Am.
Soc. Review, 24, 1959. Y “ Typologie des sectes dans une perspective dynamique et comparative” ,
Arch. de Soc. des Reí., N9 16, 1963).

108
2. Sociedad en transición: la mutación posible del pentecostalismo

Ahora bien, el acceso al poder de la Unidad Popular y del Dr. Allende


crean una nueva coyuntura. He aquí un régimen que no se contenta
solamente con practicar una política populista hacia las clases domi­
nadas, sino que se proclama proveniente de ellas y su representante.
Y así, sucede ahora que las asambleas sectarias son cuestionadas a
partir de sus compromisos de clase. Además, la legalidad —aquella
autoridad reconocida por el apóstol S. Pablo— es hoy día revolucionaria.
Es ella misma la que llama a la politización y al compromiso. ¿Puede
en tal caso el protestantismo sectario conciliar su voluntad de ruptura
y su conformismo? ¿No crecerá entonces la tensión entre conciencia
social y conciencia religiosa hasta un punto de ruptura?
Tal situación global, en caso de adquirir consistencia y duración,
puede llegar a provocar una mutación cualitativa muy particular. Pre­
cisemos que se trata de una posibilidad, no de una necesidad, y que tal
posibilidad es más plausible si se trata de sociedades sectarias nacio­
nales que para aquellas que constituyen dependencias de asambleas
norteamericanas.

Del dualismo hacia una dicotomía complementaria

Tal posibilidad preservaría el sistema social de la secta, su totalitarismo


y su concepto autoritario del poder en particular, pero reinterpretaría
el eje -fundamental de su ideología. Esta conservaría su carácter dico-
tómico, pero esa dicotomía consistiría más en una dualidad de términos
complementarios que en un dualismo; el espíritu no se opondría a la
materia como el principio del bien se opone al principio del mal. Re­
presentarían, tanto el uno como el otro, dos niveles distintos, irreducti­
bles, pero legítimos y complementarios el uno y el otro: la legitimidad
del primero referida a la vida celestial y a las necesidades del alma, la
legitimidad del segundo respondiendo por la vida terrestre y por las
necesidades del cuerpo.
Si volvemos a examinar el paradigma fundamental de la ideología
pentecostal y el conjunto de sus posibles permutaciones, todos aquellos
pares están preservados a excepción de los dos últimos (bien/m al: Dios/
D iablo). Ya no se trata de conflicto entre dos potencias sino de com-
plementación de dos niveles. Deja de ser una alternativa (debemos
elegir, y elegiremos lo espiritual o lo material) para constituir una
complementación: el espíritu y el cuerpo deben coexistir en esta vida
terrestre. Y aunque el primero sea superior al segundo, el segundo
sigue siendo legítimo.
A partir de ese momento, la sociedad pentecostal podría, como tota­
lidad, adquirir una dimensión política. El premilenarismo podría ser
preservado, pero la espera del otro reino no impediría el poder par­
ticipar activamente en la organización de este reino.
Hasta ahora, esa posibilidad parecía derivada de una lógica deduc­
tiva. Pero dos factores empíricos le otorgan una consistencia histórica:
a) Primero, tuve oportunidad de conocer este tipo de secta. Mi in­
vestigación acerca de las formaciones protestantes puso en evidencia
la existencia de tres de estos casos. El principal es la Iglesia Wesleyana
Pentecostal, fundada por Víctor Manuel Mora (ver la dedicatoria del

109
presente trabajo), quien fuera igualmente un miembro muy activo del
Partido Socialista chileno. El ser miembro de esta iglesia implica tam­
bién que uno acepta ser socialista. Esta iglesia está establecida en Lota-
Coronel, en la zona del carbón, en Concepción. Tal vez no por casua­
lidad. En aquella región, donde esas minas están en decadencia, de­
biendo soportar además la presión de una fuerte migración proveniente
del interior, pentecostalismo y marxismo se entrecruzaban. Solamente
allí, que yo sepa, en pleno corazón de aquel bastión de la izquierda mar-
xista, el pentecostalismo se había implantado en la clase obrera. Con­
texto infraestructural particular, influencia, también, de una fuerte
personalidad, ambos factores pueden ayudar a comprender el que una
secta de ese tipo haya surgido más bien allí que en otro sitio37.
Si he insistido acerca de la existencia histórica de esta clase de
secta, es porque considero que la presencia de modelos puede facilitar
la mutación. Así como la coyuntura nacional, particularmente si esa
coyuntura se estructura, puede ayudar a que el modelo sea contagioso.
Pienso en hombres como aquel obispo de una Iglesia pentecostal rural
dealrededor de 30.000 fieles (en 1968). Al recordarle yo la dimensión
política y de rebeldía de los textos bíblicos proféticos y al preguntarle
por qué no sé predicaba sobre esos textos, me respondió:

“ Yo sé que existe un mensaje social, e incluso político y revo­


lucionario en la Biblia. No sólo en el Antiguo Testamento: tam­
bién tenemos la epístola de Santiago. Y aquel mensaje, que per­
tenece al Evangelio, ataca a los ricos que explotan a los pobres. En
Chile, habría mucho que decir sobre el particular. Pero, por el
momento, no podemos hacerlo. Nuestras gentes son demasiado
débiles, faltos de madurez, con frecuencia apenas saben leer.
¿Entonces, qué pasaría si predicáramos aquellos textos? No los
comprenderían, eso acarrearía problemas en las iglesias, distur­
bios. No, no podemos hacer eso” 38.

Y ahora que la legalidad está del lado de “ los pobres” , del lado
de la epístola de Santiago, ¿qué haces “ hermano obispo” ?
b) El segundo factor está tomado de otro país, de Cuba, donde el
desarrollo de las sectas estaba aún en una etapa embrionaria cuando
triunfó la revolución castrista. A pesar de que mis informaciones siguen
siendo fragmentarias39, he tenido oportunidad de conocer esa clase de
secta y parecería que la mutación se amplifica con el transcurso de los
años, a medida que el régimen castrista demuestra su capacidad de
sobrevivencia y de estabilidad.

Las otras posibilidades

a) La mutación es una posibilidad real. Pero no lo es menos su antítesis:


un endurecimiento del dualismo frente a un mundo que se convierte en
el anticristo comunista. La propaganda religiosa proveniente del Norte

37 Se trata naturalmente de una explicación a posteriori con todos los riesgos que ésta implica.
38 cf. R.M., p. 172.
39 Estadía de un mes, marzo y abril de 1971. Señalemos de paso que el crecimiento del protestan­
tismo sectario parece ser muy lento. En cambio, las asociaciones tales como los Testigos de
Jehová y los Mormones parecen estar experimentando un verdadero auge entre ciertas capas me­
dias, como los pequeños propietarios campesinos, o los pequeños comerciantes, artesanos e indus­
triales. Es evidente que esas clases se sienten particularmente afectadas por el Gobierno Popular.

110
del Río Grande —y de ciertos países vecinos a Chile— trabaja cierta­
mente en ese sentido. Llamado a la cruzada santa, donde tras la preo­
cupación por las almas, se perfilan otros intereses. Esta otra posibi­
lidad también es real y vigente actualmente. ¡El riesgo es de propor­
ciones!
b) En fin, admitamos por un instante la hipótesis siguiente: la
transición de la sociedad chilena no se lleva a efecto. El régimen vegeta,
estabilizado dentro de un reformismo de tipo “ populista” y renuncian­
do a cruzar el Rubicón. En cuyo caso se reproduciría una situación glo­
bal análoga en sus efectos sobre el movimiento pentecostal a aquella
que se produjo durante el primer período de la DC.

VI. LO POSIBLE Y LO REAL: DEL ANALISIS A LA ACCION

“ ¡Se objetará que es una pura utopía! Y por supuesto que lo es. Una utopía es
aproximadamente el equivalente de una posibilidad; el que una posibilidad no sea
una realidad significa simplemente que las circunstancias dentro de las cuales se
encuentra provisoriamente implicada se lo impiden, pues, de otro modo, sólo
sería una imposibilidad” .
Ro ber t M u s il
(El hombre sin atributos)

Como ya lo dije en la primera parte de este trabajo: corro el riesgo


de verme refutado por la historia, dado el hecho de que hace dos años
que carezco de toda información acerca de la evolución seguida por
los grupos pentecostales. El presente ensayo persigue un doble objetivo:
— Teórico: habiendo trabajado varios años sobre esta materia,
¿seré acaso capaz de deducir, dentro del marco de una lógica de lo posi­
ble (o de los posibles), una serie de futuras consecuencias?
— Práctico y político: he regresado a mi “ patria de nacimiento” .
Sin embargo, en mi “tierra adoptiva” , se está desarrollando un proceso
cuyo desenlace me concierne. Ahora bien, la materia de mi estudio —los
pentecostales— pertenece a las clases que, objetiva y potencialmente,
deben apoyar no sólo pasivamente sino activamente a la Unidad Popu­
la r 40 y al proceso de cambios. A priori, el factor “pentecostal” imposi­
bilita que ese apoyo asuma un carácter activo. Pero existe la posibilidad
de una mutación que permitiría transformar a aquella masa de opri­
midos-creyentes en personas capacitadas para la acción. He intentado
fijar los ejes de tal mutación. Otros se habrán encargado ya de fijar
aquellos del endurecimiento anticomunista del pentecostalismo. Y tal
vez, han traducido ya sus reflexiones teóricas en estrategias de ac­
ción . . .
Ha sido un sentimiento de responsabilidad y de solidaridad el que
ha dado origen a estas páginas. Los camaradas chilenos que se inte­
resaron por mi libro en 1968, lo hicieron, precisamente, porque trataba
de explicar el caso de una “ religión popular” , que representaba una
expresión de protesta en contra de las condiciones reales de existencia,
pero a través de una sublimación (en lugar de cuestionarlas) de aque-

40 Lo que he dicho acerca del conformismo pentecostal y de su naturaleza de clase, me lleva a creer
(a menos que la estrategia de la tensión anticomunista ya surta efecto; si bien en Chile tropezará
con el carácter nacional e independiente del pentecostalismo) que los pentecostales votan prefe­
rentemente en favor de Allende. Es lo que denomino un apoyo pasivo, en lugar del apoyo activo que
hoy día requiere la Unidad Popular.

111
lias condiciones de existencia. Esos camaradas tienen derecho a esperar
de mí que por lo menos trate de indicar la posibilidad de una recupera­
ción de esas fuerzas populares.
Y es a ellos, a los que se encuentran en plena labor en Chile mismo,
a quienes les corresponde decidir acerca del valor y la utilidad del pre­
sente ensayo.

Marzo de 1972
Ideología del melodrama en el viejo
cine latinoamericano *
E n r iq u e C o l in a
D a n ie l D ía z T orres

Investigadores del Instituto Cubano de


Arte Industrial Cinematográfico, ICAIC

I. INTRODUCCION

La penetración colonial y neocolonial en América latina determinó una


bifurcación antagónica en el terreno de su cultura. Por una parte, la
adopción de un credo de sumisión e impotencia, conducente a la des­
personalización nacional de nuestros pueblos y a la resignada acepta­
ción de su supuesta inferioridad; por otra, la expresión de una cultura
desalienada y soberana, instrumento revolucionario de combate en la
confrontación ideológica y expresión artística por la autenticidad y
originalidad mismas de su proyección humanista1. Cada una de estas
vertientes ha conformado una imagen de Latinoamérica: la primera
ha sido la figuración de una concepción de la realidad según los pa­
rámetros de las clases dominantes y, por lo tanto, proyectada a partir
de necesidades represivas para mantener un status; la segunda ha
representado la resistencia y la voluntad de oposición ante el mito de
una seudorrealidad concebida como “ natural” desde la óptica impuesta
por la ideología imperante. Así, pues, en el reconocimiento de la tra­
dición cultural latinoamericana y en la definición de los antecedentes
históricos de sus expresiones artísticas es imprescindible discernir el
valor de esta dualidad.
En los últimos años se habla del nuevo cine latinoamericano. Sus
objetivos — concepción del espectador como un ente activo capaz de
transformar su entorno; afirmación de nuestra realidad; independen­
cia cultural; creación de patrones propios de valoración— coinciden
en el presente con la eclosión de una conciencia latinoamericana, con­
dicionada por el ejercicio de una praxis revolucionaria en nuestro con­
tinente. Esta correspondencia impide considerar al nuevo cine como
deudor de una pretendida herencia cinematográfica latinoamericana.
Si hablamos en términos de cultura fílmica, el nuevo cine ha partido
de cero. Afirmación que no implica la subestimación de una profunda
huella seudocultural que adquiere todo su sentido al ser valorada como
experiencia negativa. Sobre todo cuando todavía perduran en la mayo-

* Cabe especificar que la definición del “viejo cine” abarca exclusivamente la producción comer­
cial surgida de las industrias cinematográficas mexicana y argentina, que a lo largo de casi tres
décadas mantuvo su hegemonía en América latina.
1 Humanismo progresivamente desprovisto de sus implicaciones burguesas al insertarse en el desa­
rrollo histórico del pensamiento filosófico y social más avanzado en América latina, estrechamente
vinculado a la acción revolucionaria de su época. Piénsese en Bolívar, Juárez, Martí, Mariátegui,
Ernesto Guevara.

113

8 — Cuadernos
ría de los países latinoamericanos los condicionantes que dan vida a
una “ cultura de masas” que ha instaurado como hábitos de percepción
sus códigos de comunicación. Hallar las vías para superar un gusto y
una ideología deformantes, sin extinguirse en la incomunicación, exige
el análisis de los mecanismos alienantes de ese patrimonio.
En este sentido, el examen y estudio del “ viejo cine” latinoameri­
cano sólo puede brindar un aporte parcial, pero útil, para la revelación
de una superestructura ideológica que permea todas las esferas de la
vida cotidiana desarrollando diversas posibilidades represivas, todas
ellas cohesionadoras de la estabilidad del sistema.

II. ORIGENES

En la génesis de este cine confluyen múltiples factores. Durante el pe­


ríodo “ silente” se producen algunas manifestaciones cinematográficas
esporádicas, que sucumben como empresa ante la pujanza monopoli-
zadora del cine norteamericano. Hollywood fabrica y difunde el mito del
“ sueño americano” conformando la imagen de la realidad a los refle­
jos del falso universo optimista y promisorio que presentan sus películas.
Rasgos epidérmicos de todas las culturas se adaptan a historias no­
velescas que tipifican una imagen exótica y pintoresca de los países
subdesarrollados. A través de ella se muestra un submundo dominado
por los instintos, por una tendencia a la irresponsabilidad y al desen­
freno, envuelto en una atmósfera estereotipada de leyenda. Lo primi­
tivo se contrapone al orden aséptico de la civilización, catalizando de
este modo en la pantalla los deseos frustrados de un universo burgués
que exige la conformidad y el equilibrio 2. Este contenido discrimina­
torio, ofrecido al consumo popular, abría las compuertas a un proceso
de colonización cultural multiforme, que terminaría por encontrar su
resonancia “ nacional” en las propias cinematografías del hemisferio.
Con el advenimiento del sonoro, el cine norteamericano, interesado
en conservar su predominio sobre el público latinoamericano, realizó
versiones en lengua española de muchas de sus cintas de éxito3. El
fracaso comercial de estos productos de segunda mano animó a capas
de la pequeña y mediana burguesías mexicana y argentina, a lanzar
sus propias mercancías. La priorización del interés mercantil en la
base de creación de las cinematografías nacionales obstaculizó el ca­
mino hacia la búsqueda de una genuina expresión autóctona. Por otra
parte, se producía el mimetismo de las formas expresivas y los moldes
conceptuales del cine norteamericano, que eran asimilados a las co­
rrientes ideológicas más reaccionarias de nuestra cultura. El desarro­
llo de este proceso, común a las industrias mexicana y argentina, estuvo
condicionado por las circunstancias históricas específicas de ambos paí­
ses que dieron un matiz peculiar a sus realizaciones.

2 “ La pequeña burguesía y los pequeños intelectuales son particularmente influidos por tales imá­
genes novelescas, que son como su “ opio” , su “ paraíso artificial” en oposición con la mezquindad
de su vida real inmediata. De ahí el éxito de algunos slogans como: “ es mejor vivir un día como
un león que cien años como una oveja” , éxito particularmente grande en quien es, propia e irre­
mediablemente, una oveja” . Antonio Gramsci, Literatura y Vida Nacional.
3 E l c u e rp o d e l d e lito , con Ramón Pereda, versión de The Benson Murder Case; El presidio, con
Juan de Landa, Tito Davison, etc., versión de The big house; Drácula, con Carlos Villarías y
Lupita Tovar, versión de la cinta original de Tod Browning; Billete amarillo, con José Mojica
y Conchita Montenegro, versión de The y e llo w ticket, y muchas otras.

114
En México, la clase media productora de la industria fílmica se
atrincheró en su visión del mundo, a contrapelo de un proceso histórico
liberador de valores revolucionarios que amenazaban la supervivencia
de sus intereses.
.. el hábito paternalista mantuvo a la clase media atenta a los
humores de los caudillos revolucionarios, esperando de ellos la ventura
o la desdicha totales. Mientras tanto, los trabajadores se organizaban
sindicalmente al tenor de consignas marxistas y, en el campo de la
cultura —la educación pública, el arte, la literatura— prosperaba el
espíritu del socialismo. Ni el pasado inmediato ni el futuro inminente
auguraban nada bueno a quienes veían en su empleo, su comercio, su
propiedad, la garantía de su existencia. La historia misma, expresada
en corrientes políticas amenazadoras, parecía conspirar contra su se­
guridad, contra su pequeño mundo. En el cine nacional se propuso, en­
tonces, la defensa de ese pequeño mundo al margen de la historia y de
la política” 4.
Esas estrechas fronteras se concretaban en la idealización nostál­
gica de la típica hacienda porfiriana, donde se hacía abstracción de un
marco social de relaciones semifeudales en honor del charro cantante,
del hacendado benevolente y del arreglo de toda contradicción, sin que
surgieran nunca alteraciones reales en el orden establecido. También,
la comedia y el drama “ de ciudad” se guarecían en los estudios y en
los temas intrascendentes y cristianamente moralizantes, a la vieja
usanza folletinesca.
En Argentina, a raíz de la crisis mundial del 29 y del golpe oligarco-
imperialista que derrocó al gobierno radical del Presidente Irigoyen, una
aguda depresión económico-social sumió al país en un estado de des­
creimiento y frustración moral. La desintegración del radicalismo co­
mo movimiento político demostró “ el fracaso ideológico de la función
política nacional de las clases medias” .
“ . . . las clases medias y proletarias sufrieron rudamente el golpe.
Los escasos avisos clasificados de los diarios con ofrecimientos de em­
pleos promovían caravanas de postulantes, en su mayoría hombres jó ­
venes. ( . . . ) En aquellos días la delincuencia aumentó bruscamente. La
prostitución ponía su nota provocativa y triste en los burdeles del bajo,
en la calle Corrientes. ( . . . ) La Ciudad se entristeció. Se tornó callada.
Apenas agitada por los tangos que llamaban a la tristeza colectiva de
la calle desde los cafés humosos del centro o desde las victrolas de los
barrios. ( . . . ) En los suburbios, la miseria proletaria veía crecer en los
baldíos a los réprobos de la calle. ( . . . ) En Puerto Nuevo funcionaba
la olla popular para los desocupados. El sentimiento de derrota fue
característico de esta época. Se sabía en silencio, con resignación o ra­
bia, que el país no pertenecía a los argentinos” 5.
Impregnado de un pesimismo ambiental, el cine comercial argentino
tradujo el estado colectivo de desesperanza en explosión sentimental,
convirtiéndose en rémora para el desarrollo de una conciencia política
popular. Al refugiarse en un individualismo exasperado y escéptico, je­
rarquizando una visión fatalista de la existencia y ofreciendo la tris­
teza eterna como elemento conformador de la idiosincrasia argentina,
este cine es el desecho, la excrecencia “ artística” de un populismo re­

4 E m ilio G a r cía R iera, Historia documental del cine mexicano (to m o I).
5 H ern á n d ez A rregu i, Imperialismo y cultura.
accionario. La presencia de la pobreza al trasluz engañoso de los “sue­
ños” encarnaba falsamente la situación del proletariado y escamoteaba
sus reivindicaciones. La incorporación que hizo del tango con el pro­
pósito de asegurar una rentabilidad comercial, desvirtuó el contenido
inconformista de esta expresión popular, idealizando su “ difusa protes­
ta frente a la vida solitaria en un medio degradado por la miseria y la
inseguridad social” . El fracaso transitorio de las clases medias en su
gestión política práctica, provocó así el traslado de sus concepciones
burguesas a una imagen fílmica conciliadora de intereses opuestos, lo­
grada a partir de una meticulosa y aplicada disección afectiva de las
contradicciones sociales del medio.
De este modo, una procedencia clasista común a ambas cinemato­
grafías, creó una identidad conceptual y formal en sus productos, sal­
vando diferencias secundarias en lo referente al mayor o menor rigor
técnico de su elaboración y a ciertas pretensiones culturales europei­
zantes, más cercanas éstas al cine argentino.

III. SENTIMENTALISMO

Dentro de estos parámetros, la visión pequeño burguesa encontró en


el manejo de los sentimientos y en su hipervaloración la vía más ade­
cuada para armonizar su amedrentamiento como clase con las exigen­
cias de la realidad. E} sentimentalismo fue instrumentado como evasión
de aquel caos de los conflictos sociales hacia un anhelo de irrespon­
sabilidad parcial, siempre controlada por las reglas éticas del sistema.
En su análisis sobre Arte del pueblo y arte popular, Hauser ha de­
finido con claridad el papel del sentimentalismo en la vida de la so­
ciedad. Al reconocer que el sentimiento prospera allí donde las insu­
ficiencias de la realidad material se imponen, afirma que “ ninguna
generación se entrega con tal placer y satisfacción a historias senti­
mentales y situaciones melodramáticas, como aquella a la que no le
ha sido dado desplegar libremente su vida sentimental” . La sentimen-
talidad estética explotada por estas cinematografías no describe los
sentimientos como algo normal y evidente, “ como un factor relativa­
mente valioso de la vida anímica humana, sino como algo excepcional
unido a una situación extraordinaria, caracterizada siempre por un
rasgo solemne, extravagante y mórbido. El sentimentalismo es siem­
pre sentimiento reprimido. La sensación de que no encuentra ámbito al­
guno en la vida de la sociedad se convierte, como algo que uno no
puede satisfacer, en algo excesivo, supravalorado, en algo que se tras­
lada al plano ideal o irreal” .
Este cine se acomoda entonces, con sus instancias melodramáticas,
a las secuelas de un arte sentimental y sublimador, en el que predo­
mina la problemática individual sobre la del medio, y donde el carácter
clasista de los personajes pasa a un segundo plano. Típico de la pri­
mera vertiente cultural señalada al comienzo de este trabajo, dicho
“ arte” opera la dilución de la problemática social, creando la imagen
de “ una realidad privilegiada, vaciada de peso y materia” , instaurando
lo “ espiritual” como un orden paralelo al orden social y refugiándose
en el ámbito de “ lo romántico” , donde “ toda la vida se reduce a una
temática unidimensional: la del amor o la vida sentimental” 6. Arte

6 Michelle Mattelart, E l N iv e l Mítico de la Prensa Seudo-Amorosa. Cuadernos de la Realidad Na­


cio n a l, N9 1 1 , Santiago, Chile.

116
que oponiendo a la desigualdad social el mito de. la igualdad natural
del ser humano frente a los designios del corazón, adopta una pasiva
actitud contemplativa y filistea. Su evanescente trayectoria poética,
alérgica a la “ grosera materialidad” de la existencia, colma de elegías,
suspiros y quejumbrosas añoranzas la prosa y los versos lacrimógenos
desde María y Amado Ñervo hasta los folletines novelados 7 de las pu­
blicaciones femeninas y José Angel Buesa.
La inclinación costumbrista de esta tradición cultural encubre la
falsedad de una pretendida representación de caracteres populares, re­
ducidos éstos a la creación de tipos y situaciones sociales caricaturizados
y decantados de su acervo popular crítico, cuya expresión más avan­
zada no sobrepasa los estrechos lindes ideológicos de un “pitoperismo”
romántico. En ellos y en el paternalismo burgués de sus obras ha en­
contrado eco una moral chovinista que pregona el retorno al primiti­
vismo como fuente de autenticidad, y la celebración de las taras del
subdesarrollo como valores populares. Reducida a sus manifestaciones
más exteriores, a las que confirió un valor absoluto y totalizador, la
representación de lo nacional devino una forma genérica, arquetípica,
ahistórica, desvinculada de toda evolución y condicionamientos socia­
les. Esta mistificación es la fiel expresión de una cultura en la que
el concepto de lo nacional sólo representa el peso muerto de la evolu­
ción social, carente de un espíritu de transformación revolucionaria
y en donde se han fusionado explotadores y explotados, más allá de
sus contradicciones irreconciliables como clases.
Dios, Patria y Hogar componen en estas obras la trilogía insepa­
rable del equilibrio social. Así se difunden y reafirman los valores de
una ética burguesa que apela a los sentimientos más genéricos y uni­
versales: el amor maternal, el amor a la esposa, a los hijos, etc., para
jerarquizar a través de ellos la fidelidad como el valor ético primor­
dial. Al ser anulada la posibilidad de encontrar determinantes racio­
nales en el comportamiento afectivo de los individuos, la fidelidad se
convierte en un instrumento de so juzgamiento y en un puente para la
idolatría. Los valores institucionalizados regirán las relaciones familia­
res y sociales, a los que deberá adaptarse el individuo por sobre cual­
quiera otra motivación real que tenga para violarlos. El corolario de
esta concepción hipertrofiada de la fidelidad es respetar el orden es­
tablecido, de lo que se desprende que cualquier intento emancipador
frente a una estratificación clasista sea asociado a actitudes censura­
bles. La moral se convierte, entonces, en un poderoso instrumento de
coerción social8. La realidad se reduce a un universo de buenos y ma­
los sentimientos y, de esta forma, se preserva el riguroso encasilla-
miento de las clases, restringiendo y conformando las aspiraciones de
los desposeídos al mito esperanzador de la felicidad. Pobres y ricos se
realizan por igual en la ingravidez de su recompensa espiritual y en

7 Según Gramsci, “ la novela de folletín sustituye el fantasear del hombre del pueblo, es un verda­
dero soñar con los ojos abiertos... en este caso se puede decir que en el pueblo el fantasear de­
pende del “ complejo de inferioridad” (social) que determina dilatadas fantasías sobre la vida de
venganza, de castigo de los culpables por los males soportados, etc. ...” .
8 Así se alaban las “ eternas” instituciones sacralizadas de la moral y la familia como médulas de
la sociedad, según criterios estáticos que encuentran en la apología de estos valores sus últimos
reductos. Engels rebatió en el Anti-Dühring estas posiciones, al expresar su rechazo a “ toda pre­
tensión de imponer un sistema cualquiera de moral dogmática como ley moral eterna, definitiva,
inmutable en adelante, bajo el pretexto de que el mundo moral tiene también sus principios per­
manentes, superiores a la historia y a las diversidades étnicas” ; afirmando, por el contrario, “ que
toda teoría moral ha sido siempre el producto, en último análisis, del estado económico de la
sociedad. Y como la sociedad ha evolucionado siempre en antagonismos de clase, la moral ha
sido_ siempre una moral de clases” .

117
la buena conciencia resultante de la justeza de sus acciones, lo que
permite soslayar el desnivel proporcional en que se materializa esta
felicidad. Así, podrán ser felices, el pobre en su condición de pobre, y el
rico en el goce de su riqueza; el primero, resignándose a su destino, y
el segundo, practicando una filantropía que, sin renegar de su paraíso
terrestre, le asegure un lugar en el reino de los cielos.

IV. DIDACTISMO

A fuerza de repeticiones y advertencias, múltiples filmes del viejo cine


han preconizado estas virtudes como los ideales de moderación y cor­
dura sociales, confiriendo a sus producciones un especial sentido di­
dáctico. De su labor evangelizadora se desprende un marcado interés
por la moraleja, al estilo de las viejas representaciones de “ misterios” ,
mundanizadas y actualizadas. Este concepto de la moraleja no oculta su
esencia represiva, ya que los valores absolutizados a que nos remite re­
conocen una realidad social inmutable y estática. Donde no hay cam­
bios, la moral es absoluta, todo está definido a priori. De lo que se
infiere que profanar este canon implica un castigo, una penitencia.
Nos encontramos, pues, ante una moral condenatoria y fatalista que
sólo ofrece al pecador la oportunidad del arrepentimiento9. Sin em­
bargo, el aparente ascetismo es sólo fingimiento. El objetivo morali­
zante que persigue este cine es sincrónico al sensacionalismo incitante
y malsano con que explota la anormalidad emocional y la cuasiporno-
grafía erótica de sus historias. Anormalidad cuya reiteración acostum­
bra al público a la aceptación de toda una imaginería artificial por
encima de la realidad cotidiana. Se instiga y se tienta al espectador
a una delectación morbosa en lo prohibido, para concluir hipócrita­
mente con un golpe de teatro moralizante. De este modo, acondicio­
nando sus reflejos a estímulos inmediatamente reprimidos, se opera una
domesticación afectiva del público, inculcándole un arte de vivir y un
código de sumisión alienantes.

V. LENGUAJE

Esta visión reaccionaria, asumida en su conjunto por el “ viejo cine” ,


definió el sentido de su proyección ideológica. Su incidencia sobre una
masa de espectadores con un bajo nivel cultural, dentro de la esfera
deshumanizante de sociedades subdesarrollada,s, propició su éxito y
aceptación. Insertado en un contexto de descomposición social, este
cine provoca a través de la naturaleza participadora de sus historias,
un proceso de identificación entre las frustraciones personales del es­
pectador y las penurias sublimadas vividas por sus personajes ficticios.
Su contenido contribuye a vulnerar la dignidad del hombre dentro de
ese medio, deteniendo su rebeldía en el marco de las decisiones indivi­

9 “ E l d in e r o n o es la v id a ” es un e je m p lo c a ra cte rís tico d e esta te n d e n cia : su p rota gon ista , tra b a ­


ja d o r “ d em a sia d o a m b ic io s o ” , se h u n d e pro g re siv a m e n te en e l v ic io d e l ju e g o , a b a n d o n a n d o a su
esposa y a su p r o p ia m adre. C u a n d o al fin a l d e c id e redim irse, el “ d e stin o ju s tic ie ro ” lo m arcará:
su h ijo c a e d e s d e u n b a lc ó n ante sus pies. E n lo q u e c id o p o r esta d esgracia, estrangulará a q u ie n lo
in cita ra al v ic io . E ste crim e n le costará v e in te a ñ o s d e cá r c e l. M o ra le ja : X a s a sp iracion es tien en
su lím ite , c a d a cu a l d e b e con servarse en su ju sto m e d io .
L os ricos “ d e m a s ia d o e g o ísta s” tam bién son ca stig a d o s en estos film e s : en F lo r d e d u r a z n o el
v illa n o es u n r ic a c h o q u e p e r e c e d e s p e ñ a d o . Su m a d re in terp reta esta d e sg ra cia c o m o un ca stig o
d e D io s , y d e c id e e n m en da r los excesos d e su h ijo c o n b o n d a d o s a fila n tro p ía . M o ra le ja : E l e g o ís m o
tam bién tien e su lím ite , lo s rico s d e b e n h u m an izarse p r a c tic a n d o la carid ad .

118
duales. Al atomizar el conflicto social ciñéndolo a la persona, el r.e;^:
de una acción colectiva se aplaca. El individuo es, de este modo. —ü
fácilmente integrable a una sociedad envilecedora10.
Esta coerción también se manifiesta en el condicionamiento lin­
güístico a que se somete el espectador. Situaciones idénticas que se re­
piten y personajes interpretados por los mismos actores en sucesivos
filmes, terminan por hacer del repertorio iconográfico de villanos, ma­
dres sufridas, hijos pródigos, muchachas inocentes y mujeres del arroy:
signos que el público identifica, inconscientemente, con los valores que
representan. El melodrama transfiere a una serie de imágenes y per­
sonajes los conceptos de una ideología y una moral cristalizadas. La
puesta en escena y las caracterizaciones devienen estereotipos fácil­
mente reconocibles.
Paradójicamente, y a pesar del ardor con que la sociedad burguesa
defiende el mito del individualismo convirtiéndolo en su valor supremo
o incoartable, en lo personal y en lo íntimo se entroniza el lugar co­
mún. Lo individual se transforma en lo gregario, la vida privada se
convierte en una falacia amoldada a ciertas reglas que dispersan las
inquietudes más genuinas del ser humano. En este sentido, puede va­
lorarse el lugar común como un elemento didascálico indispensable del
viejo cine. Las composiciones de determinadas imágenes (la furia de
los elementos asociada a grandes pasiones o momentos de desgracia,
los paisajes floridos sugiriendo tiernos idilios, etc.) tienen ya prescrito
y probado su efecto emocional en el público, eliminándose el riesgo de
interpretaciones inesperadas: el espectador reconoce los mensajes y
participa de momentos dramáticos graduados de antemano, en los que
es posible definir sin un esfuerzo intelectual el significado ético unívoco
de personajes y situaciones. La redundancia, de este modo, no sólo es
una forma de hacer disfrutar mecánicamente al público emociones
mediante reflejos condicionados, sino el resultado estilístico de una
ideología pequeño-burguesa que, ante ló contingente de la realidad, en­
cuentra en el lugar común melodramático un refugio previsor.
Resultante del universo simple y maniqueo de sus historias, la es-
pecialización en ciertos papeles de actores, cuyos rasgos fisonómicos re­
flejan las cualidades o defectos morales de los personajes que inter­
pretan, conforma el esquema visual que determinará la apariencia fí­
sica de los mismos. En consecuencia, la devoción, el respeto y el amor
que según estos patrones debe despertar una madre, quedan encar­
nados inigualablemente en una Sara García: símbolo del apego retró­
grado a las tradiciones de una clase. El enigma y la diabólica atracción
de la pecadora, expresiones de una vergonzante concepción amorosa,
encuentran su estilo en la voz grave y en los ademanes envolventes de

10 Un ejemplo práctico de las influencias degradantes de estas películas^ lo encontramos en la cono­


cida ópera-tanguera de Libertad Lamarque, Ayúdame a vivir (1936), cuyo éxito en Cuba nos
refiere Domingo Di Nubila en su Historia del Cine Argentino:
“ Puede tenerse idea del fantástico éxito de Ayúdame a vivir si decimos que en Cuba su título
llegó a incorporarse al lenguaje popular. Si uno solicitaba un préstamo, comenzaba por decir:
—Oye, ¡ayúdame a vivir!
Si pedía un puesto al gobierno:
—Pero, Sr. Ministro, ayúdame a vivir.
Y así sucesivamente hasta que a un negro se le ocurrió, en un bar, pedir al camarero:
—Tráeme un ayúdame a vivir.
—¿Qué es eso?, preguntó el mozo.
—¿Y qué quieres que sea, chico? Un café con leche” .
Es de por sí elocuente que la repercusión popular de este filme, se proyectara en la mendicación
denigrante, en el arribismo y en el hambre, manifestaciones externas de un status de miseria y
subdesarrollo.

119
una María Félix o de una Tita Merello. Los torvos designios de la fa­
talidad, representados por el villano, se acomodan a las miradas hoscas
y a las facciones desagradables de Carlos López Moctezuma. Este re­
tablo de personajes convencionales, interpretados por actores-tipos, pro­
mueve en el público el culto del vedetismo nacional. La estrella actúa
a través del tamiz mítico de su personalidad como elemento amortigua­
dor en la profundización crítica de la realidad. Estos héroes que siem­
pre encuentran solución a sus males no actuando sobre el medio cir­
cundante, sino en el plano individual de los sentimientos, sirven de
paliativo a la conciencia social y política de las masas.
Las relaciones entre estos personajes ficticios reducen la realidad
a mecanismos artificiales de causa-efecto, que hilvanan un relato ele­
mental en el que predomina el impacto emocional inmediato. La anéc­
dota, según estas premisas, deviene el aspecto principal en este cine.
Esto determinará la estructura narrativa lineal y simple, en la ciial se
combinarán las múltiples variantes de dos o tres temas repetidos con­
tinuamente. Cuando la anécdota se encierra en sí misma, convertida
en fin y objetivo, no permite una transferencia del espectador hacia el
medio concreto del cual la película pretende ser un reflejo. Y aún,
cuando ésta se enmarca en el pasado, el condicionamiento histórico no
deja de ser un injerto ajeno'al contenido de la misma y sólo resulta un
telón de fondo ornamental, que como tal adquiere una significación
ideológica. De ahí que su intemporalidad ahistórica, producto de esa
dicotomía entre vida social y vida afectiva, ofrezca una reproducción
idealizada del pasado, acorde a sus sedentarios anhelos de inmovilismo
social.
El dinamismo aparente de los argumentos de estos filmes se tra­
duce en una profusión de momentos climáticos que como válvulas de
escape descongestionan la presión emocional acumulada, para restituir
luego un equilibrio final. En esta corrección permanente del nivel de
tensión dramática y en la banalización de lo insólito, este cine encuen­
tra sus mecanismos reguladores, que impiden la revelación explosiva
del trasfondo de sus convenciones hipócritas y de los propósitos que
las sustentan.
El desarrollo dramático de estas historias es esencialmente ver­
balista, lo que determina una organización de los signos visuales supe­
ditada a esta primacía del texto. Esta jerarquización se explica al com­
prender que el valor sugerente de las imágenes provoca una incitación
interpretativa que desborda el significado inequívoco de este tipo de
esquema cinematográfico. Por otra parte, la inexpresividad estética de
sus componentes visuales impide trascender el significado inmediato,
meramente funcional, de locaciones, decorados, vestuarios, maquillajes,
utilería, etc., los que sólo sirven para referir y reafirmar convenciones
dramáticas portadoras de formas gastadas y mensajes estandarizados.
Refugiada en la seguridad del estudio, la imagen del mundo burgués
se pone a cubierto de la impresión documental de su contexto social.
Este enclaustramiento, no justificado por necesidades estéticas, se con­
vierte en la expresión de ese patrimonio consciente e inconsciente de
cautela que caracteriza su espíritu de clase u . Sus escenografías “se-

11 No siempre el mensaje reaccionario de un filme conlleva una intencionalidad consciente y delibe­


rada por parte del autor: basta con que éste “ siga la corriente” y asuma las formas del melo­
drama fílmico, por su interés como negociante (y/o por su incapacidad como artista), para que
su película ingrese en el arsenal ideológico de la clase burguesa.

120
rializadas” , sus iluminaciones teatrales, sus rebuscadas y relucientes
fotografías en función de la “ estrella” , crean el molde formal que da
cuerpo a estas anécdotas; componiendo, así, una imagen esterilizada
y monolíticamente artificial que no ofrece ninguna brecha a la inge­
rencia perturbadora de la realidad. Piénsese, si no, en tantos interiores
de comedias y dramas argentinos y mexicanos, en los que algunos ele­
mentos del mobiliario y del vestuario definen el estereotipo visual que
situará a los personajes en su estrato social. A su vez, la sordidez de
ciertas locaciones naturales capaces de destacar por su carácter testi­
monial el contexto que condiciona la vida anémica del hombre, desapa­
rece del esquema con que el “viejo cine” reproduce la vida de los sectores
populares. El barrio popular típico es una portada del concepto “ pobres
pero felices” , expresado formalmente en el colorismo populista de tantas
cuarterías, solares y casas de inquilinato mostrados por diversos melo­
dramas. Se compone una síntesis organizada según un “ bienintencio­
nado” paternalismo burgués, en la cual se aúnan los rasgos más exte­
riores y representativos de las “ clases bajas” . Así, la reproducción de
la pobreza encontrará su molde en la estampa de la humilde vivienda
familiar, cuyo decorado provisto de elementos acogedores como la jaula
con el pajarito, los canteros de flores, el crucifijo, el sillón, etc., reflejará
una estrecha pero suficiente holgura económica.
Esta visión adquirirá sus tintes más sombríos al asociar el pecado
a la degradante atmósfera de tabernas, hoteluchos y callejuelas que
resulta del esquema moralizante de este cine. Los que reniegan, los
incorformistas, se ven ligados al vicio y al clisé de un ambiente seudo-
expresionista, con el que se proyecta una concepción mistificadora de
las verdaderas causas que engendran los males sociales.

VI POPULARIDAD

El aseguramiento de la popularidad muestra diversas facetas. Pri­


mero, la adecuación a un nivel de comprensión según reglas mercan­
tiles de oferta y demanda, en la que se destierra, como hemos visto,
cualquiera innovación conceptual o formal. Segundo, la incorporación
a su estructura de elementos populares que respalden una comunica­
ción. Así, el costumbrismo desnaturalizado de estos filmes halla en el
empleo del vocabulario popular y de la música, fundamentalmente, la
patente de garantía para el favor del público. Los motivos melódicos
de tangos, rancheras y boleros cumplen una doble función: dan realce
al espectáculo canalizándolo hacia las capas populares, y sirven a su vez
para resumir en tonadillas contagiosas la esencia del contenido del filme.
De esta manera, el revestimiento musical de imágenes refractadas de
la realidad convalida el mito burgués de “ lo popular” , a través de la
explotación comercial de los ritmos y canciones de moda, cuyas letras
también ofrecen un “ acompañamiento” ideojógico a dichas películas.
La comunicación así lograda sirve de puente para la transmisión de una
ideología pequeño-burguesa que en muchos aspectos se ha adherido
como rémora a determinadas manifestaciones populares. En general,
este lenguaje ha limitado la adaptabilidad receptiva del público “ edu­
cando” sus hábitos de percepción, de tal modo, que para la gran ma­
yoría el cine se ha convertido en un camino de salida y no de entrada a
la realidad.

121
El cine mexicano supo aferrarse a estas reglas, que encontraban
en la taquilla su centro de comprobación práctica. Con esta fácil polí­
tica de negociante al por mayor, la industria mexicana de cine, fuerte­
mente ayudada por diversas causas extracinematográficas, fue despla­
zando a la producción argentina de los mercados latinoamericanos. Esta
suplantación de poderes tuvo como causas externas fundamentales la
Segunda Guerra Mundial y el fenómeno peronista. El sentido de este
proceso político encontró una repercusión sintomática en el cine ar­
gentino de esos años. Desde la guerra, la ley proteccionista que exi­
gía un porcentaje de exhibición de filmes nacionales superior a su pro­
ducción cinematográfica anual, amparó la fabricación de cintas de
una pésima calidad artesanal y artística12. Conjuntamente con esta
carrera mercantil, el espíritu de reforma de la época favoreció la crea­
ción de algunas obras que se acercaban a los problemas sociales, aunque
limitadas por una visión pequeño-burguesa que no logró apartarse de
los cauces del melodrama.
El justicialismo peronista, realizado desde las perspectivas ideoló­
gicas de un nacionalismo pequeño-burgués, removió el espíritu reivin-
dicativo del proletariado argentino; pero también, en el unionismo pre­
conizado por Perón se juntaban múltiples intereses que crearon, desde
sus sectores derechistas, un clima propicio para la satisfacción dema­
gógica de las aspiraciones de la clase obrera. En el cine, esta actitud
oportunista se reflejó en cintas como Que Dios se lo vague, y en menor
cuantía, en otras producciones de “ entretenimiento” cuyo volumen
cuantitativo sobrepasó los escasos ejemplos de filmes en los que puede
hallarse el respiro de una autenticidad social. Películas como Las aguas
bajan turbias y Pelota de trapo constituyeron casos excepcionales, rele­
gados por la acometida comercial de la producción común.

VII. MELODRAMAS “ CULTOS”

Durante el mismo período, se manifiesta en el cine argentino la ten­


dencia a adaptar obras consagradas de la literatura y el teatro uni­
versales (entiéndase, europeos), adecuando su contenido anecdótico al
marco habitual del melodrama 13. La obra original es disecada y desac­
tivada artísticamente al reelaborarse su relato con los ingredientes
melodramáticos. Madame Bovary interpretada por Mecha Ortiz, o la
señorita Julia, por Amelia Bence, integradas a la acostumbrada puesta
en escena del “ viejo cine” , reducen los propósitos de la novela o la obra
teatral al cuadro cerrado de los dramas pasionales, individuales y atem-
perales. En ocasiones, asoman ciertos efectismos estetizantes, algunos

12 Filmes de presupuesto limitadísimo y filmación ultrarrápida, conocidos por el nombre de quickies,


se hicieron comunes en el mercado cinematográfico argentino (lo que en México equivalía a las
“ películas” de Juan Orol). Declaraciones de su más afamado cultor en este país, Julio Irigoyen,
ofrecen una idea de cómo se rodaban estos filmes:
“ Yo gasto, cuando mucho, tres mil metros de negativo; los otros llegan a veinte mil. En primer
lugar reduzco al mínimo el uso de la claqueta. En segundo lugar prescindo del encuadre, que me
parece innecesario... filmo así: con una cámara el conjunto, y cuando digo corten sólo deja de
trabajar la cámara grande y continúan las luces encendidas; entonces me acerco con una cámara
de mano a los actores y filmo los primeros planos. En tercer lugar, jamás repito una escena. Si
un actor se equivoca no me aflijo. Cambio de sitio la cámara y sigo filmando desde el instante
en que se equivocó” .
Algunos títulos de su filmografía son: La nietita del viejito guardafaro, La costurerita de la calle
Florida, Galleguita, etc.
13 En su pretendido afán por es’capar a la insulsez artística de su industria, muchos realizadores se
lanzan a confeccionar adaptaciones de todo tipo, desde novelas policiales de Gastón Leroux, de
aventuras a lo Dumas y vodevilles franceses, hasta obras de Balzac, Ibsen, Strindberg, Tolstoi,
Dostoievski, Pirandello,, Flaubert, etc. ...

122
fuegos artificiales que pretenden pasar por arte. Pero en su conjunto,
esta propensión híbrida que busca su prestigio cultural en el mime­
tismo de una cultura extranjera, resultante de condiciones sociales es­
pecíficas, patentiza el desarraigo y la sumisión intelectuales que es­
conde el culturalismo apriorístico de esta posición colonizada.
En el subdesarrollo vergonzante, pretencioso y cosmopolita de este
cine, aparecen con nitidez los rasgos precursores del snobismo intelec­
tual característico de una pretendida vanguardia cinematográfica en
Latinoamérica. “ Vanguardismo” que busca su salida en las imitaciones
de los Resnais, Antonioni, etc., y en cuyos filmes apunta el profundo
desprecio que hacia su realidad cultural sienten sus realizadores. Para
este cine, la fuga de la realidad conduce a las neurosis individuales y
a las angustias existenciales de sus “ creadores” , cuyas crisis de con­
ciencia intentan unlversalizar y convertir en visión del mundo. La dis­
tancia que separa estas modernas sublimaciones “ artísticas” de los la­
mentables, aunque más auténticos bodrios del “ viejo cine” , se acorta en
el denominador común de la actitud escapista que los respalda. Here­
deros de una misma tradición cultural, “ lo viejo” y “ lo moderno” inte­
gran, por la comunidad de intereses que los identifica, una alianza sim­
biótica en la que rejuvenecen los inveterados valores de la moral bur­
guesa.

VIII. MELODRAMAS MODERNOS

El melodrama se ha modernizado acomodando sus esquemas a una


nueva realidad alienante que ha logrado instrumentar en su favor, con
una veracidad de aprovechamiento insaciable, el desarrollo de nuevas
técnicas expresivas —surgidas éstas para satisfacer las necesidades
apelativas de las sociedades de consumo contemporáneas— . Por un lado,
la publicidad ha renovado los antiguos códigos de comunicación, inten­
sificando el atractivo de sus mensajes mediante los estímulos narco­
tizantes de la opulencia, la pornografía y la violencia “ deportiva” . Por
otro, la presencia de la “ nueva ola” con su revolución formal en el len­
guaje cinematográfico, exenta de una verdadera renovación concep­
tual respecto a su realidad, facilitó sus innovaciones, rápidamente tro­
cadas en fórmulas de modernidad por el cine más comercial. Con la
integración de estos aportes, una misma concepción melodramática de
la vida elabora aventuras sentimentales que sirven de compensación
a las frustraciones y a la mediocridad en las que escatiman su existen­
cia millones de ciudadanos del mundo.
Un superior dominio profesional de la técnica y una mayor com­
plejidad psicológica en los personajes presentan la fastuosidad y el
oropel que revisten sus historias con el desenfado de lo habitual y lo
cotidiano. Generalmente, tras el juego deslumbrante de malabarismos
formales se enconde la presencia inalterable de esta concepción. El
filme melodramático “ desarrollado” se ha convertido en una vitrina de
la sociedad burguesa con una función ambivalente: la de mitigar con
sus espejismos de abundancia las aspiraciones materiales no colmadas
del público, exacerbando al mismo tiempo una mentalidad individualista
que absolutiza la ansiedad por el consumo 14.
14 No olvidar los melodramas norteamericanos estilo A lg o para re c o rd a r y S u b lim e o b s e s ió n , o filmes
europeos como V iv ir p o r v iv ir , S o la m e n te u n v e ra n o , L as cosas d e la v id a , L a in vita d a , etc.,
ejemplos depurados del melodrama moderno al que se añaden divagaciones sobre la incomunica­
ción, el vacío existencial y, en ocasiones, ciertas pinceladas políticas. Sus características espe­
ciales merecen un estudio aparte.

123
Hoy en día, ia televisión y la radio (y la prensa en general, las
grandes empresas productoras de novelas y foto-novelas rosas, a lo
Corín Tellado, etc.), han ido reduciendo la preponderancia del cine
como medio esencial de difusión de ideas. A través de múltiples canales
se viabilizan mensajes que persiguen un objetivo común, cuya ubicuidad
llega a establecer un verdadero cerco ideológico que impregna el queha­
cer cotidiano del hombre. Estos mensajes, transmitidos internacional­
mente, contribuyen a su vez a reafirmar el criterio de una uniformidad
cultural que posee en el fondo un valor eficaz como agente colonizador:
la modernidad y el progreso hacia la sociedad de consumo se erigen
en pináculos de las aspiraciones colectivas, aunque este modelo de
consumo no corresponda a las estructuras productivas del mundo sub-
desarrollado 15.
Según las películas para cine y TV, las novelas, los cómics y la pu­
blicidad que inundan los mercados, los héroes de sociedades desarro­
lladas padecen por igual los conflictos sentimentales del habitante de
Buenos Aires, Ciudad de México o de cualquiera otra capital latino­
americana. Y así vemos cómo la preservación del mundo afectivo ofre­
ce el mejor puente para esta universalización cultural, que deviene una
universalización de la ideología burguesa (y sobre todo pequeño-bur-
guesa).
De esta manera hoy se cumple en la práctica lo que Marx y Engels
señalaran en La ideología alemana: “ . . . cada nueva clase que toma el
lugar de la que dominaba antes de ella es obligada, aunque sólo sea para
alcanzar su fin, a representar su interés como el interés común de todos
los miembros de la sociedad: o, para expresar las cosas en el plano de
las ideas: esta clase está obligada a dar a sus pensamientos la forma de
la universalidad, a representarlos como los únicos razonables y únicos
válidos de manera universal” . Por ello, el melodrama burgués y sus di­
versas variantes responden a un interés de clase supranacional, có­
modamente ajustable a cualquier contexto.

IX. CONCLUSION

La popularidad del melodrama no sólo es el producto de un gusto cine­


matográfico o literario deformado. Su aceptación responde al arraigo
popular de valores morales pequeño-burgueses, sistematizados pública­
mente por la erosión de una superestructura ideológica. El gusto es re­
flejo, en última instancia, de la asimilación de esta superestructura,
qué ha educado al hombre en principios éticos inmanentes al sistema.
Entre las características de estos últimos resalta el fraccionamiento de
la conducta humana en la separación de su conciencia cívica y su con­
ciencia política, de sus sentimientos y su razón. Desarticulación que
obstaculiza una toma de conciencia integral de la problemática del
hombre para operar política y socialmente sobre ella.
Esta división es la que permite, entre otras razones, la persistencia
de determinados valores, aun cuando cambian las estructuras que los
sustentan. Valores que se convierten generalmente en elementos retar­
dantes para la celeridad de todo proceso revolucionario de transforma­

15 Nos referimos, fundamentalmente, a películas, programas televisados, etc., de ambiente urbano,


cuya incidencia en países del Tercer Mundo con grandes zonas rurales tiene, por lo tanto, un
impacto visual más violento como imagen de un promisorio paraíso artificial.

124
ción, cuyo requisito previo de autenticidad esté en la dependencia dia­
léctica que establezca entre los cambios sociales y su objetivo funda­
mental la transformación del hom bre16. Cuando se vive un proceso
revolucionario que desmitifica y descubre la hipocresía de los valores
del sistema, se libra en el hombre una batalla explosiva, desgarradora,
que lo coloca en la disyuntiva ineludible de asumir su verdadera liber­
tad o claudicar. En la base de esta disyuntiva, esa realidad, potencia-
lizada revolucionariamente, desarrolla un proceso educativo que permite
—al descubrir las contradicciones y crear la necesidad de soluciones
para superarlas— el florecimiento de una conciencia crítica que esti­
mula el acercamiento racional del hombre hacia sí mismo y hacia su
medio. En esta pasión sana de autoconocimiento y autocrítica surge la
reafirmación de valores revolucionarios cuya difusión debe apoyarse en
una gestión cultural de propósito unitario, que presente un frente or­
gánico en la lucha contra los rezagos pequeño-burgueses.
La funcionalidad de la cultura, y más precisamente del arte, pasa
a ocupar, pues, un importante papel en esta ardua labor de educación
revolucionaria colectiva. El lastre que representa en todo proceso de
cambio la larga herencia en la que el hombre ha formado su vida
impone el empleo de tácticas para la comunicación revolucionaria, que
tome en cuenta el proceso de desculturización al que han sido some­
tidos nuestros pueblos. No significa esto ceñirse a formas caducas y
reaccionarias hablando de revolución con un lenguaje burgués adoce­
nado; como tampoco encerrarse en la elaboración de un arte hermético
que reduzca el alcance de su mensaje 17.
En la actualidad, la atracción por lo melodramático está lejos de
ser un asunto caduco. El colapso aparente del “viejo cine” es una trampa
engañosa que encubre la mistificación moderna de la realidad que le
dio origen. No obstante, la desaparición de sus influencias no se al­
canza condenando al ostracismo determinadas obras ni aplicando una
fácil y contraproducente política cultural de avestruz. El camino hacia
una nueva cultura revolucionaria y hacia un arte auténticamente po­
pular, abarcará ante todo una intensa confrontación ideológica, la ac­
ción política concreta sobre la realidad, la larga y difícil tarea en todos
los frentes educacioñales y sociales, hacia una separación del hombre
de aquellos rezagos que todavía condicionan una actitud ante la vida.
Su expresión estará determinada, en forma dialéctica, por los requeri­
mientos de las presentes transformaciones históricas; por el contacto
estreclio del artista, como participante activo, con una realidad que
desvaloriza por su misma riqueza y complejidad, cualquier esquema o
predicción teórica a que se pretenda someterla.

16 “ El hombre es todo el complejo de las condiciones sociales en las que se ha desarrollado y vive...
para cambiarlo, es necesario cambiar este complejo de condiciones” . Antonio Gramsci, Literatura
y Vida Nacional.
17 Transmitir los nuevos contenidos revolucionarios a un nivel dado de transformación lingüística, sin
considerar suficientemente las condiciones objetivas del contexto al que se dirige, origina el pe­
ligro de agotarlos en una vocación vanguardista inoperante. Tanto absolutizando los fines estra­
tégicos, como supeditando éstos a la táctica se corre el riesgo de serias deformaciones dogmáticas
o liberales, rápidamente asimiladas por el enemigo.

/ 125
Estructura agraria y Consejos comunales campesinos:
situación actual, análisis y estrategia
E u g e n io M a f f e i *
E m il io M a r c h e t t i * *

CONSIDERACIONES GENERALES

El gobierno de la UP ha planteado para la reforma del sector agrícola


un tipo de organización central de la comuna rural: los Consejos Co­
munales Campesinos. Estos se han definido como organismos por medio
de los cuales todos los sectores campesinos de cada comuna participen
unitariamente en la planificación, ejecución y control de la política
agraria y de las otras políticas que interesan a los cam pesinos1.
En documento oficial queda explicitado que el Consejo Comunal
Campesino es por definición un instrumento de poder campesino, puesto
que es imposible planificar, ejecutar y controlar la política agraria
sin tener este poder, y precisamente en la medida en que los Consejos
Comunales realicen estas funciones podrá concluirse si éstos tienen
poder o no.
Hay pocos estudios sobre los Consejos Campesinos hoy día y padecen
del mal común de estos estudios: muy poco alcance teórico y poco o
nada de observación empírica en terreno de la dinámica de los hechos
con respecto a estas organizaciones 2, lo que determina una idealización
un poco oficialista y normativa de los Consejos Campesinos que no per­
mite un análisis que sirva para corregir y definir la política con res­
pecto a ellas. Por esta razón hemos estimado que era necesario y urgente
estudiar más a fondo en terreno lo que estaba ocurriendo con los Con­
sejos Comunales Campesinos en primer término y en segundo término
proponer si son posibles algunas soluciones.
Con este objetivo en mente se han estudiado cinco Consejos Cam­
pesinos de los cuales dos están en el sur y tres en la Zona Central. La
selección de estos casos se debe al criterio de poder resaltar las variables
que los investigadores consideraron a priori de mayor relevancia para
explicar los hechos que están aconteciendo con estas organizaciones.
Dos de los Consejos estudiados son presentados aquí como apoyo em­

* Ingeniero Agrónomo y Sociólogo de ICIRA, profesor de Sociología en laEscuela de Agronomía,


U.C.V. y en Escuela de Agronomía de U. C. de Santiago.
00 Sociólogo investigador de ICIRA.
1 Artículo primero del texto aprobado por la Comisión Nacional Agraria en su sesión del día limes
23 de noviembre de 1971.
2 Ver, por ejemplo, Jorge Larraín y Fernando Castillo en Cuadernos de la Realidad Nacional, N9 10,
diciembre 1971, y Wilson Cantoni en el N9 11, enero 1972.
Si bien en el artículo de Larraín y Castillo se observa un análisis interesante,falta evidentemente
el contacto empírico con el terreno y la dinámica real de los hechos.

126
pírico a nuestro análisis3. Los tres casos restantes 4 los hemos usado
también como información básica, pero por razones de espacio no pre­
sentamos su descripción.
Es importante señalar que hemos presentado dos casos que tienen
características extremadamente diferentes precisamente para hacerlos
más evidentes y poder considerarlos en forma comparativa. Por esta
razón, de ninguna manera se ha tratado de buscar casos “promedios”
o “ representativos” sino más bien lo contrario. Esta investigación está
diseñada en el contexto de una investigación operacional. Esto quiere
decir una investigación que tenga aplicación en la práctica y en la
política en forma inmediata.
Nuestra experiencia nos indica que las investigaciones convencio­
nales a través de sistemas metodológicos muy sofisticados y elegantes,
hasta el momento no han tenido una real utilidad en el sector agrícola,
especialmente en formulación de políticas y definiciones estructurales.
El problema de las investigaciones operacionales es que requiere que
los investigadores mismos vayan a terreno y tengan una experiencia
profunda de lo que están investigando.
Las investigaciones operacionales no funcionan con encuestadores
profesionales “neutros” que sean pagados para hacer la encuesta. Es
fundamental la observación directa y el análisis teórico en contacto
con el mundo empírico para que este tipo de investigación funcione.
Es decir, la investigación operacional está ubicada en el ámbito de la
praxis marxista, en otras palabras, en la posibilidad de una síntesis de
la práctica empírica y el conocimiento teórico. Por último, es necesario
indicar que este trabajo en terreno nos indica que el avance hacia los
objetivos planteados por la UP en el campo se ve extremadamente
lento con respecto al aumento de poder del campesinado. Es esto lo
que nos interesa explicar en las páginas siguientes con el ánimo posi­
tivo de que se haga una enmienda radical en la política actual de
Reforma Agraria para evitar un posible y grave fracaso.
A modo de aclarar nuestro análisis hemos decidido organizar este
estudio en la siguiente forma: consideraciones generales, siete proble­
mas claves de los Consejos Campesinos. El caso de Molina, el caso de
Sagrada Familia, conclusiones e hipótesis.

1) EL PROBLEMA DEL PODER CAMPESINO Y LOS


CONSEJOS CAMPESINOS

Participación y poder campesino han sido temas muy manoseados des­


de el nacimiento del régimen democratacristiano hasta el día de hoy.
Evidentemente que el concepto de poder marxista es muy diferente al
concepto social cristiano de poder. El primero sostiene enfáticamente
que el poder en la sociedad capitalista se genera a partir de la propie­
dad de los medios de producción por parte de la clase dominante; el
segundo, se basa en la teoría pluralista de las organizaciones volun­
tarias 5 (ej.: juntas de vecinos, centros de madres, etc.), o de empresas
de autogestión autónomas.

3 Consejos Campesinos de Molina en Talca y Fresia en Llanquihue. Véase la descripción de cada


uno de estos casos más adelante.
4 Los casos de Puerto Varas en Llanquihue, el caso de Sagrada Familia en Talca y el caso de
Quinta de Tilcoco en O’Higgins.
5 De ninguna manera descartamos la importancia de organizaciones como los verdaderos sindicatos,
es decir, aquellos establecidos en términos de la lucha de clase. Pero sí descartamos los con­
ceptos de democracia pluralista basada en la simple competencia entre organizaciones voluntarias,

127
Dada la inercia del Aparato Jurídico Político, producto de un modo
de Producción Capitalista, las instituciones del agro todavía se movi­
lizan en términos de un concepto populista y pluralista tradicional de
poder. Es decir, tienden a considerar los Consejos Campesinos como una
organización más dentro del comple'jo cuadro que presentan las innu­
merables organizaciones campesinas, que nacen y mueren en la me­
dida en que el aparato estatal decida usarlas en determinado proyecto
o programa. Estas organizaciones voluntaristas presentan entonces las
características fundamentales de ser organizadas para satisfacer las
demandas programáticas de las burocracias estatales desde su más alta
jerarquía hacia abajo y sólo sirven de receptores de información, es
decir, no son organizaciones ejecutivas.
En este contexto, se trata entonces de ver en qué medida los Con­
sejos Campesinos se han escapado de esta concepción voluntarista de
organización y han tomado una dirección que estructura las fuerzas
productivas en forma socialista. Es decir, hay que plantear unidades
que permitan a los trabajadores controlar los medios productivos; en
otras palabras, tener verdadero poder.
Evidentemente que el hecho de controlar los medios productivos
puede ser un concepto vago de poder, en la medida en que no se haga
un esfuerzo en definirlo en forma un poco más operacional. Sin em­
bargo, el mismo documento arriba citado nos da una pauta bastante
concreta para esta operacionalización del concepto de poder campesino.
Planificación, ejecución y control de la política agraria de la comuna,
puede ser entonces el punto de partida de una evaluación de los Con­
sejos Campesinos Comunales y, en cierta medida, de los provinciales.
Nuestra pauta de estudio en terreno ha definido entonces un poco
más la variable poder, a partir de la misma definición oficial y ha de­
terminado que coyunturalmente los temas fundamentales de decisión
(y por lo tanto de poder campesino) de los Consejos Comunales son
sobre:

— Expropiaciones;
— Intervenciones;
— Aspectos productivos estructurales (incluyendo el problema de
la gestión económica;
— Comercialización;
— Financiamiento y crédito;
— Planificación;
— Infraestructura;
— Orientación de la capacitación y asistencia técnica.

Nuestro supuesto es que, en la medida en que los Consejos Campe­


sinos tomen concretamente decisiones sobre estos aspectos, se podrá
observar un aumento real en el poder de estas organizaciones y, por lo
tanto, apartarse del modelo organizacional voluntarista. Este aumento
real del poder significa también un grado mayor de centralización a
nivel de la comuna, que es condición necesaria del desarrollo socialista
de ésta.

ya sea partidos políticos y otras organizaciones, como lo plantea S. M. Lipset, desconociendo


totalmente el conflicto de clase a nivel organizacional o macrosocial. Véase S. M. Lipset, “ Poli-
tical Sociology” , en R. K. Merton et al., Sociology Today, Harper Toschlook, New York, 1965.
También sostienen esta teoría de la democracia pluralista con pequeñas variaciones1 y con mucho
mayor énfasis funcionalista que Lipset, autores como Philip Selzuick y William Kornhauser.

128
Este estudio, por lo tanto, es un estudio más bien de análisis estruc­
tural y con objetivos operacionales; no es de ninguna manera un estudio
cuantitativo6. Por lo demás, cualquier análisis cuantitativo a estas al­
turas muestra un aspecto desolador en cuanto a los Consejos Campe­
sinos y en cuanto a los Centros de Reforma Agraria.
En Talca, por ejemplo, existe solamente un Consejo Comunal que
toma cierto grado de decisiones (aunque en los documentos de INDAP
figuran nueve), el resto son directivas nominales. Las demás provincias
agrícolas muestran un cuadro similar y muchas veces peor, ya que a
veces no existe ningún consejo comunal. Tal vez, la única excepción
sería la provincia de Valdivia, y en cierta menor medida Cautín, donde
los consejos han tenido una influencia mayor en la política agraria.
Nuestro análisis toca necesariamente algunos aspectos de las rela­
ciones burocracia-campesinos, al referirnos al funcionamiento de los
consejos campesinos. Nuestra hipótesis general es que la estructura de
la burocracia 7 del sector agrario y el pluripartidismo de la Unidad Po­
pular son dos de los grandes problemas y escollos, que frenan el desa­
rrollo de verdaderos consejos campesinos que sean instrumentos de
poder popular. Volveremos más adelante entonces a tratar este punto.

2) EL PROBLEMA DE LA SOCIALIZACION DE LOS EXCEDENTES Y


LOS CONSEJOS CAMPESINOS

Si bien el CERA está definido como una unidad productiva que permita
la socialización de los excedentes generados en esa unidad, es evidente
que esta socialización no se producirá sin el recurso y presencia de un
Consejo Comunal fuerte. Esto se debe a que la “socialización es el pro­
ceso de la conducción socialista de tales medios en función del interés
del proletariado” 8.
El problema se presenta entonces en el sector agrícola porque el
proletariado propiamente tal es minoría 9 y la mayoría de los otros es­
tratos del campesinado que también deben beneficiarse de los exce­
dentes del área socializada tienen por lo general intereses diferentes.
En este sentido, el Consejo Comunal debería asumir un papel clave, no
sólo en la socialización misma de los excedentes, sino que en el acceso
que puedan tener todos los estratos a los beneficios generales que pueda
otorgarles el área socializada. Es indispensable no partir necesaria­
mente del supuesto de que las unidades productivas generen exce­
dentes suficientes para permitir inversiones de tipo productivo, al me­
nos durante un cierto lapso de tiempo; por lo tanto, el Consejo Campe­
sino en una primera etapa tendrá posiblemente que plantear solamente

6 En ICIRA se a c a b a de terminar un informe que considera aspectos cuantitativos y censales de


los Consejos Campesinos. Véase S. Gómez y E. Klein, In fo rm e s o b re la situ a ció n d e lo s C on sejos
C om u n a les C a m p esin os, ICIRA, marzo, 1972.
7 En este artículo usamos la palabra burocracia o burocracia estatal en el verdadero sentido socio­
lógico del término. De ninguna manera es usado en forma peyorativa sino como sinónimo de
organización formal. En la mayoría de los casos nos estamos refiriendo a la burocracia estatal
del sector agrario en un sentido estructural, es decir, como algo que es producto de condiciones
existentes antes de este gobierno y que tienden a agudizarse en forma progresiva.
Para una mayor discusión de este tema ver René Billaz y Eugenio Maffei, “ La Reforma Agraria
Chilena y el Camino hacia el Socialismo: algunas consideraciones” , en C u adern os d e la R e a lid a d
N a c io n a l, N9 11, enero 1972, pp. 55-57. Ver también conclusiones e hipótesis en este artículo.
8 Véase Franz Hinkelammert, “ Economía Socialista e interés del proletariado. Discusión de crite­
rios de la transformación” , en C u a d e rn o s d e la R e a lid a d N a cio n a l, N9 10, diciembre 1971.
9 El problema es que en realidad el proletariado representa sólo un 11% de acuerdo al Censo
Agropecuario. Consideramos aquí proletarios absolutos solamente a los voluntarios u obligados sin
tierras. No así a log inquilinos que están solamente semiproletarizados.

129

9 — Cuadernos
el acceso a los medios productivos básicos: tierra y agua en iguales tér­
minos a todos los estratos, debido a que un plan de ocupación masiva
y de liberación de fuerzas productivas requeriría un esfuerzo económico
de parte del Gobierno muy fuerte en el sector agrícola, que posiblemente
no pueda llevarse a cabo hoy día 10.

3) EL PROBLEMA DE LA ORGANIZACION A
PARTIR DE ORGANIZACIONES EXISTENTES
Y ORGANIZACION POR LA BASE

El Decreto 481 (dic. 1970), planteó la formación de los Consejos Cam­


pesinos, a partir de las organizaciones existentes que nombran repre­
sentantes al Consejo Nacional y, a su vez, genera de arriba hacia abajo
los Consejos Provinciales y Comunales. Esto significó, fundamental­
mente, entregarles en la práctica el control de los Consejos a organi­
zaciones opuestas al Gobierno y, por otro lado, también significó dejar
sin representación a la mayoría del campesinado que todavía no está
organizado. Estas son las razones por las que el Gobierno ha planteado
la formación de Consejos Campesinos desde la base.
Iniciar estos Consejos Organizados por la base ha significado, fun­
damentalmente, hacer funcionar asambleas sectoriales dentro de la
comuna, a fin de que éstas nombren representantes al Consejo Comu­
nal y éstos nombren representantes a los Consejos Provinciales. Todo
esto ha significado también que en la realidad hoy día existan Consejos
organizados por “ decreto” , “ Consejos por la Base” y “ Consejos Amplia­
dos” (estos últimos son una mezcla de ambos sistemas).
Algunos autores 11 y algunos documentos han planteado que la
ampliación por la base es la solución a los problemas que han tenido
hasta ahora la mayoría de los consejos, que hasta la fecha no se reúnen
nunca y realmente sólo existen nominalmente en una lista confeccio­
nada por INDAP 12. Sin embargo, los pocos que se reúnen en forma pe­
riódica, toman decisiones mínimas o casi mínimas, es decir tienen muy
poco poder y son simplemente organizaciones de tipo voluntarista. Ade­
más, la experiencia en terreno indica que no hay una correlación posi­
tiva entre el poder de los Consejos Campesinos y la organización por la
base. Es decir, los Consejos por la base no muestran mayor capacidad
de decisión que los generados por decretos; solamente muestran una
propensión más marcada a reunirse y a contactarse con la burocracia
del agro, ya que por lo general tienen una orientación ideológica fa­
vorable a la política del Gobierno. En otras palabras, los Consejos por
la base o ampliados muestran claramente una tendencia mayor a reu­
nirse y a comunicarse con las organizaciones del agro, pero no mues­
tran necesariamente mayor poder que los Consejos por decreto.
Es verdad que la organización por la base da acceso a más cam­
pesinos al Consejo a través de laelección dedelegados de lossectores,
incluyendo muchos campesinos no organizados. Sin embargo, los hechos
muestran también, en muchos casos, que los campesinos del estrato
afuerinos-minifundistas participan escasamente en los Consejos por
la base o ampliados13.

10 Ver R. Billaz y E. Maffei, op. cit., pp. 67-73.


11 Véase Wilson Cantoni, “ Poder popular en el Agro Chileno” , en Cuadernos de la Realidad Nacional,
N9 11, enero 1972.
12 Véase caso del Consejo de Molina.
13 Véase caso del Consejo de Molina.

130
4) CONSEJOS CAMPESINOS Y PARTIDOS POLITICOS

Parece ser que lo más novedoso que se plantea al analizar el funciona­


miento y generación de los Consejos Campesinos, es el papel jugado
por el o los partidos políticos. Parece ser que la variable más impor­
tante en el poder que adquiera un Consejo Comunal, con respecto a
las decisiones fundamentales que deben tomarse en la comuna, es el
apoyo que le brinde un solo partido político 14 en términos de estrategia
y de decisiones de política comunal.
Nuestro estudio nos hace resaltar que los consejos que mayores
decisiones están tomando son apoyados solamente por un partido polí­
tico, y aquellos apoyados por una coalición de partidos, aunque ésta sea
la UP, tienden a tomar aspecto de organizaciones voluntaristas, más
que organizaciones poderosas y revolucionarias. En otras palabras, el
pluralismo partidista parece no ser favorable a la toma de poder de
los Consejos, sino que más bien a una adaptación pasiva de ellos a la
burocracia estatal. Es necesario indicar también que es fundamental el
tipo de modelo ideológico que apoya al Consejo, puesto que eso deter­
mina diferentes formas estratégicas del mismo para tomar las deci-
ciones a nivel comunal. En otras palabras, hay partidos políticos que
tienen modelos congruentes con un aumento de poder de los Consejos
y otros no. Los primeros son aquellos que fundamentalmente reconocen
aquellas organizaciones auténticas de lucha de clase.

5) SINDICATO CAMPESINO Y CONSEJO COMUNAL

Muy cercano al análisis del partido político como factor fundamental


en el funcionamiento de los Consejos, está el análisis de los sindicatos.
Este estudio indica algo parecido con respecto al sindicato; es decir,
los consejos que realmente se muestran poderosos y organizados, son
aquellos en que un sindicato comunal, apoyado fundamentalmente por
un partido, los está respaldando no solamente con asesoramiento y ex­
periencia de lucha, sino que muchas veces con apoyo económico, ya
que los Consejos Campesinos paradojalmente no tienen financiamiento
de ninguna especie 15 y tienen que funcionar sobre la base de la buena
voluntad de las instituciones del agro. Parece ser que aquellos Consejos
campesinos que demuestran ser más poderosos, tienden a escuchar y
recibir ayuda del sindicato comunal más que de las instituciones del
agro. Esto ha significado, muchas veces, entrar en conflicto con las
instituciones que no han comprendido las acciones unilaterales de los
Consejos (el caso concreto de Molina y el de Nancagua).
El desarrollo de los Consejos muestra con claridad que el apoyo de
un sindicato comunal fuerte y de tendencias monopartidistas, y domi­
nado por dirigentes auténticamente proletarios (o de origen proletario),
es fundamental y condición necesaria para que los Consejos funcionen
de acuerdo a lo que ha planteado el gobierno de la Unidad Popular 10

14 Esto está claramente demostrado en la provincia de Talca, donde el único Consejo de los nueve
que funcionan es de tendencias claramente monopartidistas. Este mismo fenómeno se presenta
en las provincias de Colchagua y Valdivia.
15 Los dirigentes que no cuentan con vehículos, muchas veces se movilizan en vehículosprestados
por el sindicato y otras veces por CORA o INDAP. También los Consejos comunalesmuchas veces
sesionan en los locales sindicales, en especial aquellos afiliados a la CUT.
16 Por ejemplo, el caso de Molina en Talca y el caso de Nancagua en Colchagua.

131
Aquí se presenta otra paradoja interesante: la ampliación u or­
ganización por la base de los Consejos no permite participar a los di­
rigentes de los sindicatos comunales en el Consejo, sino que solamente
a los miembros de la base sindical que no tienen la experiencia y capa­
cidad de los dirigentes. Esto es negativo, porque si el sindicato, por
experiencia de lucha, es la única organización que está realmente en­
trenada para manejar las decisiones comunales, no debe por lo tanto
quedar fuera del Consejo como organización, porque esto simplemente
plantea una descentralización burocrática 17 que debilita a los campe­
sinos y los divide una vez más.

6) DIFERENCIACION CAMPESINA Y CONSEJO COMUNAL

Mucho se ha hablado sobre diferenciación campesina 18, y la mayoría


de los autores coinciden en que no existe una “ clase campesina” inte­
grada y que los campesinos están ubicados en relaciones de producción
diferentes, y, además, organizados verticalmente por federaciones pa­
ralelas y competitivas. Todo esto configura un cuadro sociológico muy
complejo, lo que a su vez hace bastante difícil una política realmente
racional en el sector agrícola. Sin embargo, hay algunos aspectos bas­
tante claros, que son fundamentales para definir una política de
Consejos Comunales. Por ejemplo, que el proletariado agrícola es real­
mente una minoría y que los proletarios más marginales, los afuerinos,
están a un nivel muy bajo de organización. Más aún, se podría decir
que a los afuerinos, por su posición estructural (integrados al minifun­
dio), es casi imposible organizarlos sin antes cambiarlos de posición
con respecto a las relaciones de producción. Todo esto configura un
cuadro sociológico en que se plantea la existencia de proletarios que son
minoritarios, organizados en sindicatos que a veces son políticamente
bien dirigidos, y pueden ser el pilar de cualquier estructuración socia­
lista, pero que, otras veces, han sido desvinculados por una política
populista sindical, ya sea del anterior o del actual gobierno.
Nuestro análisis nos indica que, por muy minoritario que sea el
proletariado dentro del campesinado 19, éste debe ser el núcleo funda­
mental de cualquier Consejo campesino. Este sería el único estrato con
un nivel de conciencia adecuado, para permitir y conducir un proceso
que permitiera cierto grado de socialización de los excedentes y una
política integral de liberación campesina.

7) EL PROBLEMA DE LA CONCENTRACION Y CENTRALIZACION


BUROCRATICA EN RELACION CON LOS CONSEJOS CAMPESINOS

No pretendemos ahondar en este tema por falta de espacio y tiempo,


pero sí dejar planteados algunos' problemas fundamentales al respecto.
La burocracia estatal presenta dos características que tienen rela­
ción directa con el funcionamiento de los Consejos Comunales: primero,
una gran concentración de recursos en la capital del país y en las

17 Nos referimos a descentralización en términos de decisiones y no desconcentración de recursos bu­


rocráticos, que es un concepto diferente.
18 Véase R. Billaz y E. Maffei, o p . cit.
19 Al inquilino no lo consideramos proletario absoluto pero sí al voluntario contratado en forma
permanente en fundos o asentamientos.

132
capitales de provincia 20 en desmedro de las áreas de reforma agraria
o subdivisiones de ellas. En otras palabras, los recursos están irracio­
nalmente colocados donde no se necesitan.
Segundo, hay una gran descentralización del pocter burocrático,
lo que hace muy difícil llevar a cabo una política integral e implemen-
tarla en forma orgánica. Esta descentralización, que es un proceso an­
tiguo y progresivo en la burocracia estatal21, se ha agravado en forma
crítica con la competencia partidista dentro del Gobierno de la UP, lo
que hace casi imposible tener una política ordenada y planificada con
respecto a los Consejos Campesinos. Esta descentralización significa
que en las áreas de Reforma Agraria se pueden tomar muy pocas deci­
siones, y menos aún entregar muchas responsabilidades a los Consejos
Campesinos. Cuando ha habido un partido predominante en un área,
tanto en las instituciones del agro y en el sindicato comunal más po­
deroso, la descentralización ha sido suplida por una centralización par­
tidista que ha permitido hacer una política más coherente con respecto
a los Consejos Campesinos. Todo esto indica que la estructura misma
del aparato jurídico político actual y la estructura partidista, no son
favorables al desarrollo de Consejos Comunales que tengan poder, es
decir, que puedan planificar, -programar y, en general, decidir toda la
política agraria de la comuna.
En las próximas páginas presentamos dos casos de Consejos Cam­
pesinos a fin de ilustrar nuestro análisis y de ahí sacar algunas con­
clusiones e hipótesis.

EL CASO DE M OLINA: UN CONSEJO CON PODER

La comuna de Molina representa un área del campo chileno, donde el capitalismo agrario
se ha desarrollado quizás con más fuerza que en cualquiera otra parte de C h ile22. La
comuna constituye un verdadero complejo agroindustrial que debería tener en el futuro
mucha importancia en el proceso de la reforma agraria. Molina tiene la población más
grande de la provincia de Talca y el mayor número de campesinos organizados dentro de
la provincia. La comuna también cuenta en este momento con cinco sindicatos industria­
les con más de 400 trabajadores que elaboran productos primarios de la zona. Por esta
razón, esta zona intensamente explotada, siempre ha sido conflictiva, con fuertes sin­
dicatos rurales en los que se ha producido un alto grado de proletarización del cam­
pesinado. Como resultado, en 1965, 22% de la población agrícola económicamente activa
de Molina eran voluntarios o trabajadores remunerados únicamente con su salario, es
decir, sin ningún control o acceso a medios productivos. La misma cifra a nivel nacional
era solamente 11% es decir, proporcionalmente el proletariado rural de Molina es el
doble del promedio nacional.
Uno de los aspectos más notables en Molina es que el Sindicato Comunal L a M a r c h a
ha sido la fuerza principal en la formación, financiamiento y asesoramiento del Con­
sejo Comunal Campesino por la base de Molina. Por esta razón, es preciso analizar los

20 El concepto de concentración desgraciadamente se confunde con el concepto de centralización bu-


rocrática. En Chile la burocracia se caracteriza por una extremada concentración de recursos
humanos y físicos, en Santiago o en cabeceras de provincias y, por otro lado, presenta una alar­
mante tendencia de descentralización en términos ejecutivos. La concentración de profesionales y
técnicos de las instituciones que tienen programas relacionados con el agro, queda de manifiesto
al observar que más del 70% de estos funcionarios se ubica en Santiago y capitales de provincia.
21 La descentralización en el sector estatal agrario queda de manifiesto con el hecho de que hay más
de 2 0 instituciones que son responsables de asuntos agrarios de carácter similar y que han divi­
dido al campesinado en clientelas con tratamientos y programas diferentes. Esta descentralización
se agudiza con el sistema de cuoteo de los partidos políticos para ocupar los cargos ejecutivos.
22 Para una excelente descripción del movimiento sindical de Molina hasta 1963, aunque desgraciada­
mente con un análisis teórico funcionalista, véase a Henry A. Landsberger y Femando Canitrot,
Iglesia, Intelectuales y Campesinos: La huelga campesina de Molina, Ed. Del Pacífico, S. A.,
Santiago, 1967.
23 IV Censo Agropecuario, Dirección de Estadística y Censos, 1969.

133
orígenes históricos de este sindicato24. El sindicato comunal L a M a r c h a , controlado
por el PS, es, sin duda, hoy día la organización campesina más fuerte de la comuna.
En junio del año pasado tenía 1.697 socios, es decir, más del 65% de todos los traba­
jadores asalariados con trabajo estable de la comuna 25. El sindicato tiene como su base
principal a los trabajadores agrícolas que no tienen ningún control sobre medios pro­
ductivos: sólo reciben salario por su trabajo. El cuadro siguiente muestra la alta propor­
ción de este proletariado en el sindicato.

COMPOSICION DE “ LA MARCHA” 28

%
Empleados con ración y /o talaje —.................... ...................................................................................... 0,5
Inquilinos y viñeros con ración y /o talaje ........................................................................................... 29,2
Tractoristas, carpinteros, y mecánicos con racióny /o talaje .................................. 2,3

Total de socios que controlan medios productivos ....................................................................... 32,0


Tractoristas, carpinteros y mecánicos sin ración y /o talaje (proletariado) ..... 2,3
Voluntarios sin ración o talaje (proletariado) ......................................................................... 65,7
Total de socios sin control sobre medios productivos (total del proletariado en el Sindicato) 68,0

Además de tener una mayoría de socios que son proletarios absolutos, los dirigentes
comunales de L a M a r c h a también pertenecen al mismo estrato, es decir, no manejan
medios productivos. Con esta base proletaria y con una ideología de lucha de clases, el sin­
dicato, por su tamaño y organización, ha conquistado bastante influencia en la estructura
de poder local. El actual alcalde de Molina e intendente de Talca son los elementos
urbanos que promovieron L a M a r c h a hace siete años, por ejemplo. Uno de los volun­
tarios que ha luchado en el sindicato desde el principio es el presidente de la Federación
Provincial de Sindicados Agrícolas afiliados a la R a n q u i l. Otro voluntario y dirigente co­
munal de L a M a r c h a fue elegido regidor de Molina en 1971. Cabe destacar que este
movimiento del proletariado agrícola ha dado cierto poder al PS en el área. Este partido
y el sindicato dieron el apoyo estratégico necesario para el éxito de este Consejo Co­
munal Campesino.

El Consejo Comunal Campesino por la base: historia y análisis

El 12 de marzo del año 1971 se formó el Consejo Comunal Campesino por decreto en
Molina. En ese momento el Sindicato Comunal L a M a r c h a representaba 65% de los
campesinos organizados de la comuna. A pesar de esto, este importante sindicato recibió
solamente dos puestos en el Consejo por decreto, mientras que las otras organizaciones
campesinas, que representaban el 35% de los campesinos organizados, recibieron ocho
de los diez puestos en el Consejo. Por eso, y más bien porque las otras organizaciones
campesinas seguían ideologías capitalistas e integracionistas que estaban en contra de
las políticas del Gobierno actual, L a M a r c h a nunca participó en este Consejo por decreto.
Los dirigentes de L a M a r c h a empezaron entonces a discutir la necesidad de un Consejo
campesino en Molina que fuese capaz de llevar a cabo el programa agrario de la Unidad
Popular en la comuna de Molina. El Consejo por decreto, después de tener escasa­
mente tres reuniones y sin haber hecho nada en la comuna, dejó de reunirse a principios
de mayo del año 1971.
A principios de junio el Sindicato Comunal L a M a r c h a informó a INDAP que el
mismo sindicato iba a organizar un Consejo Comunal Campesino por la base. Pidió ayuda
de INDAP para contactar con los asentamientos, los sindicatos amarillos y los pequeños
propietarios que eran clientes de INDAP. Los dirigentes comunales de L a M a r c h a dieron
capacitación sobre Consejos Comunales Campesinos por la base a más de ochenta de
los delegados de fundos. Estos delegados a su vez movilizaron a los campesinos de sus
fundos y de los alrededores de sus fundos explicando la importancia del Consejo Comunal

24 Presentamos una breve reseña histórica del movimiento sindical de Molina. Véase el apéndice de
este artículo donde se analizan etapas muy diferenciadas de este movimiento en la comuna rural
más proletarizada de Chile.
25 Estimación sobre la base de datos de CORA, VI Zona, y del IV Censo Agropecuario.
26 Datos de encuesta de los fundos de La Marcha, marzo de 1972.

134
Campesino. En concreto, entonces, estos delegados que habían madurado como ¿in ­
g e n t e s e n L a M a r c h a t u v i e r o n control sobre el proceso de las elecciones por la base.
Hubo elecciones en los ocho sectores de la comuna durante la semana del 13 al 19
de junio, en que votaron más de 1.600 campesinos. En cada sector eligieron un con-
sejero de la base y dos candidatos para las elecciones generales en que participare-
todos los sectores. El domingo 20 de junio, a pesar de una lluvia torrencial que no amainó,
se juntaron más de 1.400 campesinos en el gimnasio de Molina para elegir siete consejeros
de la base entre los candidatos que las bases mismas propusieron durante la semana an­
terior. Con esta elección general, el Consejo Comunal Campesino se constituyó con 15
consejeros de las bases. De los 15 consejeros, habia 11 socialistas de L a M a r c h a , uno
comunista de L a M a r c h a , tres democratacristianos del Sindicato Comunal E l L i b e r ­
ta d or.
Es importante destacar que ninguno de los campesinos elegidos por la base habia
tenido anteriormente un cargo de dirigente campesino. No fue elegido ningún comer­
ciante, ningún dirigente comunal, ningún presidente de Comité de Pequeños Agricultores,
o ningún delegado sindical. Es decir, la dirección de las elecciones por la base dirigida
por una verdadera organización campesina de lucha social produjo un grupo de diri­
gentes auténticamente de la base. Sin embargo, la dirección de elecciones por la base por
parte de la burocracia en otros casos muestra la tendencia a elegir consejeros que no son
realmente de la base27.

El Consejo como vanguardia de los distintos estratos campesinos de Molina

En las elecciones por la base ganaron campesinos de la base, pero de la base de un solo
estrato campesino: los voluntarios o el estrato más proletarizado de la comuna, que
es también el con más conciencia de clase y mayor madurez política. De los 15 consejeros
elegidos catorce eran voluntarios o trabajadores que recibían solamente un salario por su
trabajo 28.
Una de las metas de los consejos comunales campesinos es unificar los distintos
estratos campesinos y dar a estos distintos estratos un acceso igual a los medios de pro­
ducción y a los excedentes de la producción agrícola comunal. El cuadro siguiente dará
una idea de los distintos estratos campesinos y su inserción en la estructura productiva
de la comuna.

IMPORTANCIA DE LOS DISTINTOS ESTRATOS2» CAMPESINOS EN LA COMUNA DE MOLINA

N9
Burguesía terrateniente 30 18 0,3
Mediana burguesía (2 0 a 80 hás.) 60 0,8
Pequeña burguesía (5 a 20 hás.) 202 2,9

Semiproletariado agrícola

Asentados 195 2,7


Empleados 54 0,7
Inquilinos e inquilinos-medieros 638 9,0

Proletariado agrícola

Voluntarios 1.747 24,8

Subproletariado agrícola

Minifundistas afuerinos
Hijos de minifundistas
Hijos de voluntarios 4.040 57,1
Afuerinos pobladores
Afuerinos migrantes

27 Véase por ejemplo el estudio de caso de Fresia.


28 Uno de los 15 consejeros es asentado. Pero éste no participa nunca en el Consejo, debido a que
sus intereses son evidentemente contrarios a una reforma agraria profunda. Es decir, el asentado
no está dispuesto a aceptar una política de ocupación masiva y menos aún de un cierto grado
de socialización de los excedentes.
29 Este cuadro de los estratos campesinos fue elaborado sobre la base de datos del IV Censo Agro­
pecuario y de CORA, VI Zona. No incluimos aquí los familiares no remunerados.
30 La burguesía terrateniente es el número que quedaría después de la expropiación masiva de CORA.

135
El semiproletariado agrícola tiende a ser más conservador en la lucha social debido
a que tiene un cierto control de medios productivos y muchas veces incluso explota
mano de obra asalariada. Los inquilinos reciben salario por su trabajo, pero también
tienen las regalías y la ración de tierra y talaje, lo que nos impide calificar a este grupo
como proletarios absolutos. De hecho, históricamente el inquilino hasta principios del
siglo X IX era un pequeño productor. A medida que el modo de producción capitalista
empezó a predominar en la agricultura, no solamente aumentaron los trabajadores asa­
lariados en la agricultura, sino que el mismo inquilino empezó a proletarizarse. Sin em­
bargo, hasta el día de hoy el inquilino no puede considerarse un proletario absoluto en
ningún ca so31. Este grupo es relativamente pequeño en Molina ( solamente 9% de la
población económicamente activa).
El subproletariado es el estrato más bajo en condiciones de vida en la comuna y
representa a la mayoría de los campesinos de Molina (57%). Este estrato tiene como sus
características principales:
— trabajo inestable,
— falta de contacto con las organizaciones campesinas, con la burocracia agraria y
con todos los servicios públicos 32.
En Molina puede observarse el hecho de que el trabajo inestable es la causa de
que este grupo no haya estado organizado por sí mismo o por el Estado. Trabajo ines­
table significa que hay poca interacción entre ellos y que este tipo de contacto no per­
mite integrarlos a la clase trabajadora. Pensar que esta masa subproletaria tan variada e
inserta en relaciones tan primitivas de producción puede defenderse de un Consejo co­
munal campesino es creer que la buena voluntad y no la estructura económica deter­
mina lo que pasa en la sociedad. Lo que es más realista es una reforma agraria llevada
a cabo por un grupo de trabajadores ya organizados, que son los únicos que tienen un
nivel de conciencia de clase que acepte un plan masivo de ocupación de esta gran masa
de subproletarios.
Como veremos, esto es exactamente lo que empezó a ocurrir en Molina. Un grupo
de consejeros que provienen del estrato del verdadero proletariado agrícola empezó a
dirigir un proceso de la reforma agraria en Molina y aportó beneficios concretos al sub­
proletariado de la comuna. El Consejo por la base, aunque tenía consejeros de un solo
estrato, realmente representaba a los demás campesinos. Según un documento del Con­
sejo Comunal por la base, que resume los acuerdos de la primera asamblea general del
Consejo, éste planteó lo siguiente:

“ La necesidad de unificar las fuerzas campesinas desde asentados a afuerinos, desde


cesantes a pequeños productores, surgiendo como respuesta a los graves problemas
de cesantía y el déficit de producción y la inoperancia de algunos funcionarios con
su actitud paternalista. La necesidad de ir a la planificación en el desarrollo co­
munal. La necesidad de ir a la busca de nuevas formas de trabajo y organización de
los sectores de la reforma agraria, que permita al campesinado poder de decisión en
los delineamientos que exige la realización de una reforma agraria realmente pro­
funda” .

El primer problema que atacó el Consejo por la base era el más dramático y más
evidente en la comuna. Después de un año de Gobierno Popular no había ningún Centro
de Reforma Agraria en la comuna y la derecha estaba ganando más terreno cada día
en cuanto a convencer a los campesinos de Molina de que los CERA no iban a servir al
campesino, sino que iban a ser estructuras de explotación del campesino por parte del
Estado. Lo paradojal es que la divulgación de la información sobre los CERA estaba
en las manos de la derecha y no de la Unidad Popular.
Sin una acción drástica, por lo tanto, las posibilidades de aplicar unapolítica de
reforma agraria que permitiera formas avanzadas de producción y ocupación masiva
al campesinado, hubiesen sido muy remotas. Esta decisión de una acción inmediata nació
del Consejo y no de la burocracia del agro en la comuna. En este contexto, la estructura
del Consejo por la base nació de la acción directa en vez de formarse por una decisión
burocrática externa. Por esto, el Consejo por la base no creó una serie de comisiones
para discutir los grandes problemas de su comuna. Ya conocían los problemas. Para
solucionar esos problemas el Consejo necesitaba financiamiento, que consiguió en el
sindicato comunal L a M a r c h a . Esta organización de los trabajadores facilitó vehículo

31 Véase Luis Vítale, Interpretación Marxista de la Historia de Chile, II, Tomo, PLA, Santiago,
1971, pp. 195, 196.
32 El subproletariado, por no tener trabajo estable no tiene libreta de Seguro Social, no tiene asignación
familiar, asistencia médica, etc.

136
y fondos para sostener a los consejeros durante su trabajo. En la práctica, entonces,
surgió otra estructura, los consejeros constituyeron un núcleo en el interior de L a M a r c h a ,
con una nueva línea de acción. En vez de atender solamente a sus socios en situaciones
reivindicativas, el sindicato comunal, a través del Consejo por la base, empezó a tomar
la responsabilidad de la dirección de la reforma agraria en la comuna de Molina.
La integración del sindicato comunal L a M a r c h a y el Consejo por la base partieron
del hecho de que el sindicato aportó al Consejo por la base su experiencia organi­
zativa y su capacidad económica. El Consejo, por su parte, aportó al sindicato su
energía para créar nuevas líneas de trabajo en el sindicato que fuesen racionales en
relación a los intereses de la base. Como estructura, entonces, el Consejo tenía puestos
de presidente, secretario y tesorero, pero en la práctica el Consejo ha funcionado como
un cuadro de activistas campesinos que han estado asesorados por los dirigentes del
sindicato comunal L a M a r c h a .
El Consejo por la base de Molina, en vez de ir a reclamar a la burocracia, como es
corriente, empezó a formar CERA por la acción directa. Los consejeros promovieron
conflictos y tomas en dos fundos en la cordillera de Molina, que juntos cuentan con
más de 8.000 hás. En estos dos fundos, la Gobernación de Talca autorizó la interven­
ción y más tarde la CORA procedió a expropiar.
A los campesinos de estos dos fundos y a los campesinos de un fundo de 34.000 hás.,
ya expropiado, los consejeros de Molina divulgaron información sobre el CERA y capa­
citaron a los trabajadores. Su estilo de capacitación se basaba en la acción concreta, es
decir, en la formación inmediata de CERAS. Instintivamente, los consejeros sabían que
los campesinos aprenden en la práctica y no recibiendo educación en cursos formales.
Por lo tanto, formaron comités de producción, control y bienestar social que represen­
tan a los campesinos de tres fundos que funcionarán integrados cuando este gran
centro de la reforma agraria de casi 45.000 hás. empiece con su nuevo plan de explo­
tación el l 9 de mayo de este año. En vez de prometer a sus compañeros que los CERAS
darían trabajo a los cesantes, los consejeros, de acuerdo con los campesinos de los tres
fundos, incorporaron 45 cesantes en el centro para sembrar más tierra y aumentar las
empresas forestales. Además, los consejeros promovieron conflictos en cuatro fundos más,
pero el gobernador, al constatar que los conflictos en Molina estaban coordinados poi
el Consejo de la base de Molina, negó la intervención en estos fundos y planteó a los
campesinos que su método era ilegal. A pesar de esto, los campesinos en estos fundos
siguieron dispuestos a ingresar en un centro de reforma agraria. Después de este atraso,
los consejeros empezaron su trabajo en los fundos ya expropiados que estaban ligados
al sindicato comunal L a M a r c h a . Juntaron los fundos de Corcolén y Laura Allende,
donde había dos comités campesinos, y otra vez decidieron la formación concreta de
otro CERA. Los comités formados por el Consejo tomaron la dirección de este último
CERA de más de 600 hás. en mayo. Este tiene rubros tan importantes e intensivos
como manzanales y lechería.
En esta forma fueron actuando progresivamente los consejeros hasta mediados
de diciembre y solamente en ese momento éste informó a las autoridades de Gobierno y
a los funcionarios de CORA que ya existían seis CERAS organizados por ellos en la
com una33. Antes, en los fundos que forman estos CERAS había solamente 239 tra­
bajadores; después del trabajo de los consejeros, esos mismos fundos tenían 334 traba­
jadores. De hecho, no todos los CERAS formados por el Consejo están compuestos de
dos o más fundos; en un caso, por ejemplo, un CERA está ubicado al lado de un asen­
tamiento y aislado. Un campesino de este CERA nos informó que sus compañeros ya
habían convencido a la mitad de los trabajadores del asentamiento de que formaran
un CERA y que solamente el grupo de ex inquilinos estaba en contra de la integración
de los dos fundos en un solo CERA. Si este CÉRA tiene éxito económico en el futuro, es
muy probable que los dos fundos lleguen a juntarse.
El 19 de diciembre, el Consejo, asesorado por el sindicato L a M a r c h a , movilizó a
más de 1.500 campesinos en la segunda asamblea del Consejo Comunal Campesino por
la base, para celebrar la constitución de los 6 centros de reforma agraria de la comuna.
En esta asamblea, el presidente del Consejo, que era antes un simple voluntario, ya
era bastante conocido por esa masa de campesinos por haber realmente dirigido en gran
parte el proceso de la reforma agraria en la comuna.

33 En realidad en Molina hay 7 CERAS, pero el séptimo, que no fue organizado por el Consejo
campesino, es realmente una unidad productiva que se parece más a un asentamiento. Este CERA
es muy ineficiente e insignificante en tamaño, pues tiene 90 hás. físicas y 17 trabajadores solamente.

137
Los partidos políticos y el Consejo
Todo este proceso produjo varias reacciones políticas en la comuna de Molina. La primera
consistió en que los tres consejeros elegidos por la base, que eran del PDC y del sindi­
cato amarillo de la comuna, se retiraron del Consejo Comunal Campesino por la base.
Hubiera sido anormal si hubiesen participado con un grupo de campesinos donde la
mayoría era de la UP y con intenciones claras de llevar a cabo la formación de los CERAS.
Es decir, los consejeros que quedaban en el Consejo por la base eran todos de un par­
tido (P S ) y de un sindicato ( L a M a r c h a ) . Esto permitía unanimidad y centraliza­
ción de decisiones en el consejo. La segunda, que el Consejo Comunal Campesino por
decreto empezó a funcionar otra vez, no por una política de servicio a la comuna, sino
para criticar al Consejo por la base. Estos dirigentes del sindicato comunal opuesto al
Gobierno criticaron al Consejo por la base porque no era “ el Consejo legal” de la co­
muna y porque no era “ democrático” .
En parte por esto, la burocracia agraria tomó en serio “ el problema de tener
dos Consejos en la comuna de Molina” . Entonces INDAP trató durante los meses de
noviembre y diciembre de promover la integración de los dos Consejos. El Consejo
Comunal, para no ser molestado más con este juego, tuvo una reunión con el Con­
sejo por decreto, en la que le ofreció la mitad de la directiva. Los dirigentes del Consejo
por decreto plantearon que entrarian en el Consejo si el Consejo por la base escribía una
carta diciendo que é;te era el único responsable de lo que había hecho hasta la fecha. El
Consejo por decreto rechazó la carta del Consejo por la base porque “ había en !a carta
una indiferencia supermayor del acuerdo entre los dos Consejos” . Cuando se preguntó al
presidente por decreto cuál era la indiferencia, él respondió: “ no sé cual era” . Así fracasó
el intento de INDAP de crear un consejo “ pluripartidista” en Molina 34.
La tercera reacción política provino de la burguesía terrateniente que se manifestó
de la siguiente manera: el patrón del fundo en que el presidente del Consejo por la
base era voluntario despidió al presidente del Consejo 35. El patrón veía al Consejo por
la base como enemigo de sus intereses36 y por eso despidió al presidente. El mismo
día de su despedida una camioneta trató de asesinar al presidente en un camino. Estos
dos hechos provocaron una concentración y marcha de casi mil campesinos en pro­
testa contra el patrón y en apoyo del Consejo Comunal Campesino y su presidente.
La cuarta reacción hacia el Consejo Comunal Campesino por la base fue la re­
nuncia al sindicato de 193 socios de dos grandes fundos. Estos campesinos formaron
dos nuevos sindicatos comunales integrados a la Confederación L i b e r t a d . Estos nuevos
sindicatos son verdaderos sindicatos apatronados porque los patrones de los dos fundos
han entrado “ en sociedad” con sus trabajadores y dan a ellos 50% o más participación
de la utilidad líquida de los predios. Estos campesinos desclasados se retiraron de L a M a r ­
c h a porque uno de los objetivos del sindicato y particularmente del Consejo es socia­
lizar los excedentes de los fundos poderosos de la comuna.
Durante el mismo mes de agosto, los comunistas, que eran socios de L a M a r c h a ,
renunciaron al sindicato y formaron otro nuevo sindicato comunal, E l i a c i n G o n z á l e z .
Ambos grupos, los socialistas y los comunistas, dicen que la causa de esta división no
era el Consejo Comunal Campesino, sino el hecho de que los comunistas, por ser tan
pocos en el sindicato, no podían ganar puestos de dirigentes desde 1968. E l incidente
que causó la división era la acusación de los socialistas a los comunistas de que los
gastos de los delegados comunistas eran casi 2 veces más grande que los gastos de los

34 El mismo fenómeno de que Consejos Ampliados no pueden funcionar sobre una base pluriparti-
dista se ha presentado en otras comunas del país. En Colchagua los Consejos que funcionan no
son pluripartidistas y se han organizado a través de delegados de fundos controlados por el PS.
En las comunas de Puerto Varas y Fresia (Llanquihue) los campesinos de distintos partidos no
han participado juntos en los Consejos Ampliados. En la comuna de Quinta de Tilcoco (O’Hig-
gins) los consejeros de los sindicatos controlados por el PDC nunca han participado en el Consejo
Ampliado. En la comuna de Sagrada Familia (Talca) un equipo de 18 funcionarios del Agro esperó
un mes la respuesta de un sindicato afiliado a la confederación Libertad, sobre si ellos parti-
■ ciparían en el Consejo Ampliado. Algunos miembros del equipo quisieron promover el Consejo
sin estos dirigentes democratacristianos porque el equipo estaba perdiendo su tiempo, pero la ma­
yoría de los funcionarios persistía en la creencia de que éstos participarían. Siguieron entonces
con reuniones con este grupo más que con cualquier otro grupo de campesinos en la comuna.
Cada semana los dirigentes del sindicato DC decían que todavía no podían decidir. Finalmente
la comisión agraria de la zona dio una orden por la cual este grupo tuvo que decidir en 3 días.
Finalmente los dirigentes de este sindicato dijeron que no participarían en el Consejo ampliado
por ningún motivo.
35 C om o consejero, el presidente no tiene fuero como los delegados sindicales. Legalmente no tenía
derecho a abandonar su trabajo agrícola por trabajo de tipo sindical.
36 El patrón es dueño de qn fundo riquísimo. El ha dado a sus trabajadores 60% de participación en
la utilidad líquida del fundo. Los campesinos en su fundo no quieren expropiación. El Consejo
representó una amenaza fuerte a los intereses del patrón y sus trabajadores. Los trabajadores pre­
fieren participar de los excedentes en la forma que el patrón les ha propuesto, puesto que evi­
dentemente les conviene mucho más que participar con mayor número de compañeros en un CERA.

138
delegados socialistas. Después de esta división, el sindicato y el Consejo quedaron como
organizaciones unipartidistas.

Burocracia y Consejo
Después de la segunda asamblea del Consejo Comunal Campesino por la base de Molina,
CORA e INDAP reconocieron que sería imposible planificar y operar en la comuna de
Molina sin el apoyo del Consejo por la base. Las instituciones del agro acordaron con
los consejeros que toda la acción de las oficinas del área de Molina sería llevada en
coordinación con el Consejo por la base. Los funcionarios tuvieron cuatro días de reunio­
nes intensivas con seis consejeros, durante los cuales discutieron largamente el plan de
expropiaciones de la comuna de Molina. Estos funcionarios propusieron a los consejeros
que la CORA expropiaría 50 fundos, pero el Consejo agregó 42 fundos más que CORA
debería expropiar por razones sociales37. También en estas reuniones los funcionarios
daban capacitación a los consejeros sobre lo que es un centro de reforma agraria.
Aquí cabe destacar también que los consejeros no tenían un entendimiento “ téc­
nico” perfecto de los CERAS. Pero el hecho es que algunos funcionarios vieran esto
como una falla grande es bien irónico porque los consejeros habían creado seis CERAS
en la comuija. mientras que la CORA solamente había formado dos en toda la provincia
de Talca. Además, éstos realmente son bastante mal ejemplo de lo que debe ser un
CERA, ya que son exactos a un asentamiento. Nuestra investigación en los CERAS for­
mados por el Consejo nos mostró que los dirigentes de estas nuevas unidades de produc­
ción tenían “la película clara” sobre los siguientes puntos:
— igualdad en términos de trabajo y participación de los excedentes entre los tra­
bajadores en el CERA, a diferencia del asentamiento en que los asentados son
nuevos patrones y hay gran diferenciación;
— La mujer debe tener participación en el CERA ( en un CERA de Molina una
mujer es presidente de la asamblea);
— Que los CERAS deben producir más para incorporar aun más cesantes;
— La necesidad de unificar fundos para tener un CERA realmente de tamaño su-
perprédial y económicamente eficiente;
— Que una parte de la utilidad líquida debe ir al Consejo Comunal para otras ne­
cesidades de la comuna.
Es decir, sin necesidad de una “ capacitación técnica” de los CERAS, los conse­
jeros de Molina crearon CERAS que tienen un dinamismo social que va hacia los obje-
tivos planteados por la UP. Estos CERAS nacieron según los criterios de la lucha de
clase y solidaridad de los trabajadores. El trabajo que queda para la CORA es entonces
solamente una tarea de asistencia técnica y asesoría en este caso.
Dos meses antes de estas reuniones entre la burocracia agraria y el Consejo por
la base de Molina, el Comité Técnico de Capacitación Zonal aprobó un plan de capa­
citación sobre los CERAS. Según este plan, cuatro funcionarios y seis campesinos darían
cursos de capacitación sobre los CERÁS fundo por fundo y después darían cursos sec­
toriales en una comuna. Los consejeros de Molina habían mostrado su capacidad y deseo
de trabajar en promoción de los CERAS y por eso los funcionarios se ofrecieron a trabajar
juntos con los consejeros en este plan. Los consejeros recibirían salario por su trabajo en
el plan de CORA. En esta misma época, todos los gastos de la movilización del Con­
sejo, viajes a Talca y Santiago para arreglar los casos de conflictos, tomas e intervenciones
llegaron a ser demasiado altos, considerando el presupuesto reducido del sindicato L a
M a r c h a . Por eso, los consejeros tuvieron que ponerse de acuerdo con los funcionarios
y acompañar a los que iban a dar curso sobre los CERAS. Todo esto significó un cambio
cualitativo en el estilo de acción del Consejo. En vez de llegar un grupo de consejeros
a los fundos a constituir CERAS, cada consejero tuvo que andar con un funcionario
para hacer los contactos necesarios en el terreno y a veces para explicar a los campe­
sinos lo que había dicho el funcionario en el curso. Durante este tiempo de colaboración
con la burocracia, el Conseio dejó de tener reuniones como antes poroue estaban tra­
bajando en el plan de la CORA y no tenía sentido tener reuniones si el Consejo no iba
a hacer trabajo controlado por él. Terminaron sü trabajo de capacitación en 18 días.
De hecho, la colaboración de los consejeros con la burocracia no ha resultado en la
formación de más CERAS. Pero ha significado,. sin embargo, que los consejeros no han
podido trabajar bien con la base desde el momento que se han integrado a la burocra­
cia 38.
37 Actualmente, la lista de expropiaciones de la CORA publicada despuésteníamenosde 40 fun-
dos. El Consejo tuvo que aceptar este hecho.
38 Este fenómeno de burocratización de los consejeros se da con másfuerza en losConsejos que
tienen menos unidad y menos fuerza que el Consejo de Molina.

139
Decisiones tomadas por el Consejo y el Poder Económico

Este período de burocratización del Consejo se debió fundamentalmente a una falta de


financiamiento. El Sindicato Comunal L a M a r c h a no podía financiarlo más y cinco de
los consejeros se integrarán a un plan de burocracia. El poder del Consejo para tomar
decisiones importantes provino de su integración con un sindicato disciplinado de iz­
quierda y de su activismo en la base proletaria. Sin embargo, puede verse que las
decisiones importantes tomadas por el Consejo dependían no del control sobre los medios
de producción (poder real). Por ejemplo, el Consejo tomó decisiones sobre expropia­
ciones e intervenciones solamente a través de aceleración de conflictos. Pero frente al
proceso legal de expropiaciones el Consejo tuvo un papel pasivo. Por otro lado, el poder
del Consejo para formar CERAS o determinad nuevas estructuras productivas en la co­
muna se debe también al gran activismo de este mismo.
En cuanto a comercialización, crédito, proyectos de infraestructura, el Consejo
estaba obligado a jugar un papel pasivo. Por ejemplo, en el caso de crédito que INDAP
dará en el próximo año a asalariados en los fundos de la comuna para mejorar sus casas
y atender a su ración de tierra, el Consejo aprobó formalmente una decisión ya tomada
por INDAP. El poder de decidir sobre crédito o comercialización por este Consejo llegará
solamente si la burocracia decide hacerlo, cosa que aún no se vislumbra.
Eri este momento, los consejeros están presionando al Sindicato Comunal L a M a r c h a
para exigir una nueva cuota a los trabajadores de los fundos de L a M a r c h a que permi­
tirá una nueva acción del Consejo con más autonomía que la que actualmente tiene, ya
que el sindicato es la única fuente de financiamiento que ha tenido en forma más o
menos estable. Todo esto deja en claro que el Consejo Comunal de Molina tenía razones
bastante poderosas para enviar una carta al Ministro de Agricultura solicitando la
“ obtención de financiamiento para los Consejos y la definición de las atribuciones y
facultades de poder que tendrían estas organizaciones” .
Nuestra experiencia en terreno nos indica que, si el Gobierno no plantea abierta­
mente el problema del poder de los Consejos, puede suceder que incluso Consejos como
el de Molina, que han demostrado con creces su capacidad, terminen transformados en
simples organizaciones voluntaristas al estilo de “juntas de vecinos” .

EL CASO DE FRESIA: EL FRACASO DE UN CONSEJO AMPLIADO

El 21 de mayo de 1971 se constituyó el Consejo Campesino Comunal de Fresia, por


decreto. Como los demás Consejos por decreto en la provincia de Llanquihue, éste
no era nada más que una lista de dirigentes en las nóminas de INDAP. Este Con­
sejo fue un aborto, es decir, murió el mismo día de su nacimiento. Unos pocos represen­
tantes de los sindicatos comunales se reunieron una vez con los dirigentes nacionales
de las organizaciones campesinas, únicamente para establecerlo legalmente, pero el Con­
sejo mismo jamás se reunió. Dos meses más tarde, en Fresia, se constituyó el Consejo
Comunal Campesino Ampliado por la ba sesí). Funcionó durante cuatro meses antes del
fracaso. Según los datos de FEES, el Consejo ampliado de Fresia funciona. Sin embargo,
su criterio para medir el éxito de un Consejo es demasiado formal ( reuniones regulares,
comisiones formadas) 40, como para poder desde ahí detectar las raíces de la destruc­
ción. Presentamos seguidamente un análisis de este Consejo, para tratar de buscar las
causas de su fracaso.

Promoción burocrática del Consejo Ampliado y elecciones por la base

A mediados de junio, los funcionarios de INDAP, del PS y del MAPU, empezaron la


promoción de un Consejo Comunal Campesino ampliado por la base. Su finalidad era
crear un consejo más democrático o más representativo de todos los campesinos de la
comuna de Fresia. Con este fin dividieron la comuna en seis sectores. En cada sector
contactaron los comités sindicales y los grupos de pequeños propietarios. Los funcio­
narios, siendo de la UP, trabajaron más con campesinos favorables al Gobierno Popular.
Los pequeños propietarios mostraron más interés en el Consejo que los campesinos de los
sindicatos de la derecha y de la izquierda. Después de un mes de trabajo urgido en
los seis sectores, dos consejeros fueron elegidos por cada sector.

39 Se entiende por Consejo Ampliado por la base un Consejo con consejeros elegidos directamente
por la base más consejeros que representan las organizaciones campesinas ya -existentes,
4 0 Véase Wilson Cantoni, op. cit., pp. 101 y 103.

140
-

Los doce consejeros por ,|a base eran todos pequeños propietarios. Según funcio­
narios de INDAP, eran líderes tradicionales en sus comunidades; es decir, eran los
campesinos que habían sido los nexos económicos entre los campesinos de su comu­
nidad, y las ciudades cercanas a Puerto Varas y Puerto Montt 41. Además, éstos habían
sido capaces de relacionar a los demás campesinos con los servicios y la asistencia ex­
terna porque tenían más producción, por lo tanto más contactos con comerciantes y con
funcionarios de INDAP. Muchos de estos doce campesinos elegidos por la base tenían
varios asalariados en sus predios y además varios de ellos eran presidentes de comités
de pequeños agricultores. En otras palabras, en Fresia los caudillos campesinos que han
tenido siempre a los otros campesinos como clientela, se habían transformado en con­
sejeros elegidos por la base. La misma tendencia se observó en la elección de la direc­
tiva del Consejo Ampliado. El presidente era regidor de la comuna de Fresia, presidente
del Sindicato Comunal U n i d a d S o c i a l , pequeño comerciante de la comuna y como
pequeño patrón también tenía asalariados en su pequeña propiedad. El vicepresidente
elegido por el Consejo Ampliado era presidente de un comité de pequeños agricultores y
tenía un predio de 25 hás., donde también trabajaban obreros asalariados. El secretario
del Consejo Ampliado era secretario del Sindicato Comunal U n i d a d S o c i a l , un dirigente
campesino profesional.
Al considerar el nivel actual de la organización de la base, y la forma de promoción
del Consejo Ampliado, los resultados de las elecciones por la base no son muy sorpren­
dentes. La mayoría de la promoción fue hecha con pequeños propietarios y unos pocos
minifundistas. La única organización de estos grupos en Fresia es el Comité de Pe­
queños Agricultores. Según los estudios de INDAP, estos Comités no representan una ver­
dadera organización de campesinos, sino que han sido más bien un mecanismo ad-hoc
para la distribución de crédito individual. En realidad, los comités no se reúnen, y nunca
han luchado por los intereses comunes de sus socios 4Z. Normalmente, el nexo entre los
campesinos y la burocracia de INDAP es el presidente del Comité.
La ampliación del Consejo en Fresia fue una mezcla de trámite burocrático y elec­
toral. En un mes los funcionarios contactaron a los presidentes de los Comités de Pe­
queños Agricultores y otros campesinos conocidos por haber tenido más relaciones con
INDAP al ayudarlos a juntar campesinos en reuniones sectoriales. Es decir, usaron el
mismo canal de comunicación para promover el Conséjo ampliado. Es importante hacer
notar que las reuniones sectoriales tuvieron estilo puramente electoral4S. En Fresia las
bases oyeron algunas ideas sobre el Consejo y su poder futuro, como en una campaña
electoral cualquiera. Por sus votos los campesinos iban a recibir beneficios. En este caso,
el candidato era el Consejo Ampliado. La meta era traer el número más grande posible
de campesinos a las elecciones. Pero desafortunadamente el supuesto de que la base
puede estar realmente representada a través de elecciones, sin la organización que re­
presente los intereses de los campesinos, sobre la base de sus intereses económicos, es
uno de los viejos mitos de lá ideología capitalista.

El Primer Congreso Comunal Campesino de Fresia

Después de las elecciones sectoriales, los funcionarios movilizaron a los campesinos para
que asistieran al Primer Congreso Comunal Campesino. El 17 de julio del año 1971,
más de mil campesinos asistieron a este Congreso para elegir la directiva del Consejó
Ampliado. Los candidatos eran los consejeros elegidos por la base, y los consejeros que
representaron las organizaciones campesinas de la comuna. Las organizaciones que
asistieron fueron el sindicato Comunal U n i d a d S o c i a l afiliado >a la C o n f e d e r a c i ó n R a n -
q u i l y de filiación preponderante del P S , y tres sindicatos comunales afiliados a la confe­
deración T r i u n f o C a m p e s i n o , de tendencia política democratacristiana44. El sindicato
comunal afiliado a la Confederación L i b e r t a d no asistió al Consejo Ampliado. La

41 Puede verse el mismo fenómeno en Cautín, donde los campesinos con más poder en 12 de los
16 Consejos tienen dos casas: una en el campo y una en el pueblo. En la comuna de Quinta de
Tilcoco (O’Higgins), dos de los consejeros elegidos por la base eran comerciantes, y uno era em­
presario tractorista. 5
42 Véase el estudio de INDAP, La Política Crediticia, Santiago, 1971.
43 En una reunión de campesinos que componían la comisión organizadora del Consejo Ampliado
de Sagrada Familia (Talca), un campesino dijo: “ Si vamos a organizar este Consejo, debemos
saber de qué se trata un Consejo” .
Después, el jefe de Desarrollo Social zonal de INDAP, que estaba presente en la reunión, pre­
guntó al equipo de 18 funcionarios trabajando en la ampliación del Consejo por qué este campe­
sino no sabía nada sobre lo que es un Consejo. Un funcionario le explicó: “ En una reunión sec­
torial lo más que podemos esperar es que los campesinos estén en favor del Consejo” .
44 El tamaño de estos sindicatos comunales es el siguiente: Unidad Social (775 socios), Presidente
Balmaceda (413 socios), Patria Joven (265 socios) y Hernán Mery (176 socios). Fuente: INDAP,
XIII Zona. La asistencia de estos sindicatos era poca en relación a su tamaño.

141
combinación de los campesinos del Sindicato U n i d a d S o c i a l y los pequeños propietarios
favorables a la UP, significó conquistar la directiva del Consejo por parte de los cam­
pesinos de la UP. Los campesinos de los tres sindicatos afiliados a la Confederación
T r i u n f o C a m p e s i n o protestaron de los resultados de la elección y por el hecho de que
“ el Consejo Ampliado fuera una organización de la U P y no de todos los campesinos
de la comuna” . Por esta razón los tres sindicatos amarillos se retiraron del Consejo Am­
pliado, y el primer Congreso Comunal Campesino de Fresia no alcanzó a unificar los
distintos partidos que tienen influencia sobre el campesinado de Fresia.
Después de retirarse del Consejo Ampliado, los campesinos de T r i u n f o C a m p e s i n o
reformaron el Consejo por decreto, al que tomaron como su Consejo. Junto con esto
hicieron una campaña en toda la comuna en el sentido de que el Consejo Ampliado no
era el consejo válido y lograron crear confusión entre los campesinos de la base. En
esta forma lo planteó un campesino: “ ¿cómo podíamos actuar para todos los campesi­
nos de la comuna si había dos consejos?” . Cabe destacar aquí que esta confusión era
producto, en gran parte, también del hecho de que el Consejo Ampliado no tomaba y
no podía tomar decisiones en la comuna. Sin embargo, con la ausencia de los democrata-
cristianos, el congreso continuó con campesinos favorables a la UP y formó 10 comi­
siones para estudiar y discutir los problemas de la com una45. Cada comisión tenía ase­
sores de INDAP y CORA. Muchos campesinos no se interesaron en el trabajo de las
comisiones y su asistencia en el segundo día del congreso, era mucho menor que la
del día de las elecciones. A pesar de esto, cada comisión produjo un documento de
sus discusiones y sus necesidades, en cuanto a los servicios de las distintas instituciones
del agro. En general, los documentos hablan y piden más asistencia del Estado: más
crédito de INDAP, CORA, y del Banco del Estacfo; mayores plazos en los créditos; más
servicio de ECA; construcción de bodegas para papas; más visitas de técnicos; un mé­
dico veterinario para la comuna; más crédito para aumentar el número de vacas y
más crédito para no tener que vender sus temeros a intermediarios y engorderos; y ayuda
técnica para fomentar el cultivo de fruta en la comuna. La imagen que se recibe al
leer estos documentos es que los campesinos ven al Consejo Ampliado solamente como
una nueva manera de conseguir servicios y favores de la burocracia.

Sindicato comunal débil y Consejo Ampliado sin poder

Aunque los documentos del Primer Congreso Comunal de Fresia presentan claramente
lo que los campesinos quieren en cuanto a servicios de su Gobierno, ni el Consejo Am­
pliado ni la burocracia agraria han llevado a cabo los propósitos del Congreso. Aunque
el Primer Congreso Comunal Campesino de Fresia mostró los deseos de los campesinos
de que hubiesen cambios en Fresia, muy pronto el Consejo Ampliado empezó a fallar,
en términos de una asistencia cada vez más pequeña a las reuniones, y éstas, a su vez,
se tornaron menos frecuentes hasta el fracaso total a fines de octubre.
Según un funcionario, “ el Consejo no presionó a INDAP y otras instituciones del
agro para que se hicieran las cosas que se habían acordado en el Congreso” . Parece que
los campesinos quedaron esperando la ayuda de afuera. La única ocasión en que el
Consejo Ampliado tomó un papel relativamente activo fue en su viaje a Puerto Montt. En
este caso, algunos consejeros fueron a las oficinas de Vialidad para discutir problemas
de caminos. Pero según un funcionario de INDAP, “ los funcionarios de Vialidad no
tomaron muy en serio al Consejo y los consejeros quedaron desilusionados” 48.
Los funcionarios de INDAP y CORA señalaron que una de las causas importantes
de inactividad del Consejo Ampliado era su presidente actual (también el presidente
de U n i d a d S o c i a l ) . N o respondió a las sugerencias y necesidades de los sectores y de
la base. Por ejemplo, en el congreso los campesinos habían acordado lo siguiente: Pedir
que la Corporación aplique la reforma agraria a los minifundistas y que éstos tengan
prioridad en el ingreso a asentamientos sin perder su propiedad y siendo catalogados
en su calidad de minifundistas por el Consejo Comunal Campesino.
En vez de cumplir con esta conclusión del Congreso, el presidente ubicó muy pocos
campesinos en los fundos expropiados. Otros consejeros quisieron enfrentar los proble­
mas de bodegas, escuelas nuevas y caminos; “ pero estos problemas no le interesaban al
presidente del Consejó” .

45 Comisiones de cultivos, ganadería, fruticultura, conservación de recursos y forestación, créditos y


asistencia técnica, abastecimiento e insumos, comercialización e industrialización, expropiaciones,
la organización campesina, y la mujer campesina.
46 Problemas similares surgieron en el Consejo Ampliado de Puerto Varas en la com una que des­
linda con Fresia. INDAP y CORA no pudieron responder rápidamente a las peticiones de los
consejeros. Además,, los consejeros no presionaron a las instituciones del agro y el Consejo Am­
pliado de Puerto Varas empezó a desintegrarse.

142
Por ejemplo, la organización sindical, que debía haber sido la fuerza central del
Consejo, no tenía ninguna disciplina organizacional ni conciencia de clase. Después de
la elección de Allende, el presidente del sindicato U n i d a d S o c i a l , actual presidente
del Consejo, se transformó en un especialista en tomas, dirigiendo las tomas de más de
10 fundos, v esto le ayudó a ganar la elección de regidor. Los socios de este sindicato
en los fundos tomados y en otros expropiados, se han relacionado con la Federación
de Asentamientos y parece que están decididos a tener asentamientos en vez de CERAS.
Esto parece indicar que la toma de fundos puede ser la manifestación de una conciencia
de clase o, por otro lado, puede ser la manifestación de una conciencia individualista
y capitalista. En Fresia, parece que fuera la segunda.
El nivel de conciencia de clase en un sindicato agrícola depende de las condi­
ciones económicas y de las relaciones de producción específicas, en las cuales éstán in­
sertos la mayoría de sus socios. U n sindicato con muchos medieros o poqueños propie­
tarios deberá tener mucho menos conciencia de clase que un sindicato de proletarios
absolutos que no tienen ningún control sobre los medios productivos ni nada que de­
fender fuera de su trabajo. El sindicato U n i d a d S o c i a l de Fresia tiene una composi­
ción preponderantemente de pequeños propietarios, medieros, inquilinos e inquilinos-
medieros. Por otro lado, llama la atención que el proletariado absoluto sea una minoría
en el sindicato 47.
Actualmente, la comuna de Fresia muestra una proletarización del campesinado re­
lativamente débil, que se debe a las relaciones todavía primitivas de producción y a la
agricultura extensiva de Fresia y, en general, en el sur de Chile. El Cuadro NQ 2 nos
permite estimar el grado de proletarización en la comuna de Fresia, señalando las pro­
porciones de los distintos estratos campesinos de la comuna.

C U A D R O N 9 2

IMPORTANCIA DE LOS ESTRATOS CAMPESINOS EN LA COMUNA DE F R E SIA 48

N9 %

Burguesía terrateniente 55 2,2


( Más de 500 hás.)

Mediana burguesía49 277 11,3


( 1 0 0 - 5 0 0 hás.)

Pequeña burguesía 360 14,3


( 5 - 1 0 0 hás.)

S emiproletariado

Empleados 3,7
Inquilinos e inquilinos-medieros 515 20,9

Proletariado

Voluntarios , ' 375 14,9

Subproletariadó

Minifundistas afuerinos
Hijos de minifundistas 805 32,7
Hijos de voluntarios
Afuerinos pobladores

47 Información de funcionarios de INDAP. XIII Zona.


48 Elaborado de IV Censo Agropecuario. Dirección de Estadística y Censos. El criterio de este aná­
lisis sobreestratos campesinos es la inserción en, la estructura productiva de los distintos grupos
de campesinos. No hemos incluido aquí familiares no remunerados.
49 Para estimar el número de medianos y pequeños propietarios hemos usado el criterio del estudio
de CIDA. Véase CIDA, Tenencia de la Tierra y Desarrollo Socio-Económico del Sector Agrícola
1966, pp. 283-285.

.143
Como se planteó en el estudio del caso de Molina, el semiproletariado está en
una posición ambivalente con respecto a la estructura productiva y está menos proleta­
rizado que los voluntarios 50. En Fresia, el semiproletariado representa casi 25% de la
población económicamente activa. Los estratos medios (campesinos que controlan cierto
grado de medios productivos) representan en la comuna solamente 14% de proletariado
agrícola absoluto. Este grupo de 325 voluntarios está fragmentado en cinco sindicatos 51.
Es decir, son una minoría no importante dispersa en los diferentes sindicatos de la
comuna, y minoría también, lógicamente, en el sindicato comunal U n i d a d S o c i a l , que
es el sindicato más grande de la comuna. Todo esto, como dijimos anteriormente, obstacu­
liza que U n i d a d S o c i a l sea una organización con mucha conciencia de clase. Sus miem­
bros manejan sus pequeñas empresas (mediería, pequeña propiedad, ración de tierra y
talaje, almacén, etc.). Por lo tanto, U n i d a d S o c i a l no puede actuar como vanguardia del
cambio estructural, a través del Consejo Ampliado de Fresia.
En Fresia, ni los pequeños propietarios, ni los cesantes, ni los asalariados tienen
una organización disciplinada y de mucha combatividad. En otras palabras, no hay nin­
guna organización nacida del conflicto de clase, capaz de actuar en un Consejo comu­
nal y tomar decisiones importantes en la comuna. Frente a un presidente de tendencias
personalistas, el Consejo no ha tenido el poder necesario para reemplazarlo ni para
presionar a las distintas instituciones del agro. Aquí se llega al punto clave ya planteado,
que el poder de la clase trabajadora nace de su organización bajo la bandera de la
lucha de clases y generada por el modo de producción capitalista y no por una pro­
moción formal alienada de la realidad estructural concreta de la comuna. Es decir, el
primer paso debería haber sido la organización sobre la base de una estrategia, que
tomara en cuenta los intereses reales de todos los estratos campesinos y no de los más
poderosos.
En el caso de Fresia, la ampliación del Consejo “ por la base” no significó que el
Consejo Ampliado tuviera más poder que el Consejo por decreto. El Consejo por de­
creto de Fresia es simplemente una formalidad, y el Consejo Ampliado “ por la base”
no ha llegado a ser muy diferente. A pesar de que la burocracia le ha dado una mejor
atención al Consejo Ampliado, éste ha fracasado en la misma forma que el otro.
Durante el mes de marzo, los funcionarios estaban trabajando para reactivar el
Consejo. Creen que el Consejo fracasó por no haber sido pluripartidista. Por eso estaban
promoviendo nuevas elecciones en los seis sectores. Se pudo asistir, por ejemplo, a una
reunión sectorial de Tegualda, donde estuvieron presentes muy pocos campesinos (menos
de 50 ) y donde había una elección que tenía otra vez la meta principal de la movi­
lización de los campesinos. Es dudoso que los nuevos consejeros elegidos en esta forma
logren más poder que sus antecesores.

CONCLUSIONES E HIPOTESIS

Sobre la base de los Consejos campesinos observados y especialmente


en los dos casos que hemos descrito, pueden presentarse una serie de
conclusiones a modo de hipótesis. Creemos que el nivel de información
cualitativo-estructural es muy pobre hoy día en esta materia y que, por
lo tanto, esto podría servir como una primera base de información. En
breve, se pueden sugerir las siguientes hipótesis basadas en la cons­
tatación empírica en terreno y en la deducción de proposiciones bási­
cas que conforman el marco teórico de este artículo:
1. El poder de los Consejos campesinos y, por lo tanto, el grado
de autonomía con respecto a la planificación y organización de los
recursos están en gran parte determinados por el grado de control que
logren estos Consejos sobre los medios de producción a nivel de la
comuna (tierra, maquinaria agrícola, capital, crédito, e tc.). Por lo tanto,
la formación de Consejos sin que el Estado permita el logro del poder
real desde un comienzo (control de los medios de producción) deter­
mina:

50 Véase estudio del caso de' Molina.


51 El número de campesinos organizados en la comuna es 1.739. Datos de INDAP, XIII Zona.

144
a) La transformación de los dirigentes campesinos en verdaderos
funcionarios mal rentados de la CORA o INDAP debido a que los diri­
gentes no ven otra alternativa de adquirir poder que permitir la buro-
cratización de ellos mismos;
b) Por la misma razón, la alienación de los consejeros con respecto
a otros consejeros y, en especial, con respecto a la base. Lo que signi­
fica, a corto plazo, conflicto de la base con la burocracia estatal del
agro, en especial con la burocracia estatal de terreno. Por lo tanto, la
negación de entregar cierto grado de control 52 de los medios de pro­
ducción por parte del Estado a los Consejos determina la existencia
de Consejos de tipo voluntarista con las mismas características de orga­
nizaciones de tipo populista, como las juntas de vecinos y centros de
madres, que sólo sirven de “ organizaciones contacto” entre trabajadores
y burocracia, o como receptoras de donaciones por parte del Estado.
Este último tipo de organizaciones no es compatible con un modo de
producción socialista, donde el proletariado debe realmente tener poder.
, 2. El grado de apoyo de un sindicato comunal con historia y ex­
periencia organizativa en defensa de los intereses del proletariado agrí­
cola favorece la existencia de Consejos Comunales fuertes. Los Conse­
jos Campesinos apoyados por sindicatos formados sobre la base de la
lucha de clases tienen un grado considerable de poder en una primera
etapa. Pero aparentemente se produce un lento proceso en el cual pier­
den poder si el Estado no les permite control de los medios productivos
a nivel comunal. Esto puede ser grave si, junto con el proceso expro-
piatorio, se produce un debilitamiento de los sindicatos. Puesto que es
fundamental, como hemos visto, tener una combinación poderosa Con­
sejo-sindicato comunal. Por otro lado, es importante tener en cuenta
que el poder del Consejo depende en gran medida del poder que tenga
el sindicato.
3. La organización o ampliación de Consejos Comunales por la
base no determina que:
a) sean más dem ocráticos63;
b) tengan más poder.
Esto parece indicar que la formación por la base y la ampliación del
Consejo incluyendo a todos los estratos de la comuna deberá ser una
iniciativa propia de la dinámica de las organizaciones de lucha social
(sindicatos que acepten la ideología de lucha de clases) y no un acto
electoral simplemente propuesto “ ad h oc” por la burocracia a cargo de
la promoción de los consejos. En efecto, el análisis de los casos señala
que los dirigentes, a pesar de ser elegidos por las bases, se van alejando
y separando de ellas porque su poder depende simplemente de aceptar

52 De ninguna manera se está haciendo un planteamiento utópico de control total de los medios de
producción por parte de los campesinos porque se caería en el mismo error de la concepción de
la empresa “ comunitaria” o de empresa de “ autogestión” .
Lo que se plantea es que los Consejos deberán tener el grado suficiente de control sobre los me­
dios productivos que les permita la “ planificación, ejecución y control de la política agraria de la
comuna” . En otras palabras, que puedan decidir concretamente sobre las expropiaciones, inter­
venciones, comercialización, financiamiento, crédito, planificación, infraestructura y la capacitación
y asistencia técnica en la comuna. De ninguna manera se plantea la propiedad privada de los
medios de producción por parte del Consejo.
En breve, el planteamiento de fondo es que los Consejos adquieran control de los medios produc­
tivos en la medida en que favorezcan los intereses de toda la comuna y del país y contribuyan
a un proceso nacional y regional de planificación centralizada por parte del Estado.
53 Consejo democrático para nosotros es aquel en el cual el balance de fuerzas permite a los estratos
con menos acceso a los medios productivos imponer sus intereses y tomar, por lo tanto, también
control de los medios de producción.

145

10 — Cuadernos
las proposiciones de la burocracia y, por lo tanto, se acercan más a ella
en la medida en que el proceso va avanzando y el manejo de los recursos
sigue en manos de las instituciones locales.
4. La capacidad organizativa de los Consejos Campesinos depende
en gran parte de la experiencia ganada por los trabajadores proleta­
rios en las organizaciones auténticas de lucha social (sindicatos verda­
deros). Esto determinará, por el grado de concientización, una mayor
capacidad de controlar con mayor rapidez y eficiencia los medios pro­
ductivos en comparación con otros estratos. Por esta razón, las auténti­
cas organizaciones de lucha social deberán ser el núcleo alrededor del
cual se formen los Consejos Campesinos. Es importante señalar que
los sindicatos, donde no predominan los voluntarios o verdaderos pro­
letarios, no asumen una política de lucha favorable a la clase traba­
jadora y tienden a defender los intereses propios de los estratos que
predominan y dirigen esos sindicatos54.
5. El modelo estratégico de lucha del partido que controla las
organizaciones de lucha social dentro del Consejo Campesino es de­
terminante en el grado de poder y organización que el Consejo adquie­
ra en el futuro. Esto significa que el pluripartidismo no favorece la
formación de Consejos Campesinos con poder real debido a la inope-
rancia que plantean las diferentes estrategias ideológicas o modelos
contrapuestos. El pluripartidismo determina una descentralización eje­
cutiva por parte del Consejo que lo deja imposibilitado para tomar de­
cisiones en forma orgánica. Este mismo fenómeno de descentralización
se produce en la burocracia del sector agrario, lo que hace imposible
una política que permita la toma del poder por parte de las organiza­
ciones; campesinas. El caso de los Consejos Campesinos ilustra empíri­
camente que el pluripartidismo y la acción electoral no son factores
que necesariamente aseguren democracia y participación popular. En
este caso nos referimos a cualquiera clase de pluripartidismo, ya sea
con partidos de derecha y de izquierda o con partidos solamente de
izquierda.
6 . El establecimiento de unidades productivas (en este caso CE­
RAS) que permitan un alto grado de socialización de los excedentes
sólo será posible si existen Consejos Campesinos que tengan poder, es
decir, que puedan forzar este proceso de socialización y que, por lo tanto,
representen a los estratos con menos acceso a esos mismos medios de
producción.
7. El dilema de la derechización del proletariado al adquirir cierto
control sobre los medios productivos a través del Consejo Campesino y
las unidades productivas (CERAS) sólo puede resolverse con las exi­
gencias que plantee el Estado a estas organizaciones para que los es­
tratos no organizados tengan las mismas oportunidades de beneficiarse
de los excedentes generados. Pero esto plantea, a su vez, la exigencia
de que el Estado tenga claramente trazada una estrategia de transición
hacia un modo de producción socialista. Esto se dificulta especialmente
en terreno, al haber partidos de diferentes y a veces opuestas estra­
tegias, aplicando la política del Gobierno. Brevemente, todas estas hi­
pótesis, construidas sobre la base de estudios concretos en terreno, in­

54 Como lo demuestra el caso del sindicato que hemos mencionado en la comuna de Fresia.

146
dican claramente que hay varios problemas que solucionar. Primero,
alterar la estructura de las instituciones del agro con el fin de lograr
una centralización ejecutiva y una desconcentración de recursos. Se­
gundo, el sistema multipartidista parece claramente cuestionado para
aplicar una política de cambio estructural como es la Reforma Agraria
de la Unidad Popular, puesto que con esto predominan los intereses
partidistas sobre los intereses del proletariado. Tercero, es necesario
revisar la política de reforma agraria con respecto al avance de los
objetivos que se habían planteado, para evitar un fracaso que puede
tener consecuencias funestas para la liberación de los trabajadores
del agro. Hasta el momento no se vislumbra una política muy ordenada,
lo que parece atraer enemigos en vez de aliados hacia la alianza elec­
toral que sustenta al Gobierno. Todo esto puede significar un grave re­
troceso si no se toman las medidas que se plantean seguidamente.

Sugerencias estratégicas

A partir de lo constatado en terreno y del breve análisis teórico presen­


tado arriba, se podrían enumerar algunas ideas a modo de sugerencias
que pudiesen contribuir a solucionar algunos de los problemas que se
están presentando en relación a los Consejos Comunales Campesinos,
que afectan evidentemente toda la actual política agraria.
— Primero, como primer paso para poder estar en condiciones de
controlar medios productivos y planificar a nivel comunal, es necesario
que el Consejo cuente con un presupuesto propio. El ideal sería que este
presupuesto se financiara a través del traslado de fondos desde CORA
e INDAP, puesto que el Consejo asumiría algunas responsabilidades que
estas instituciones desarrollan en la actualidad55. Otra alternativa se­
ría fijar una proporción del fondo comunal como presupuesto fijo del
Consejo. Sin duda que estas alternativas son las mejores, pero en caso
de ser dificultosa su aplicación, deberá buscarse otra alternativa tran­
sitoria.
— Segundo, el presupuesto, una vez generado, deberá ir encaminado
a los siguientes objetivos:
a) Contratación a tiempo completo de uno o más abogados por el
Consejo para atender todo el problema de las expropiaciones, especial­
mente aquellas que muestran mayores complejidades legales. Esto es
de mucha relevancia, ya que cuando se discuten las listas de expro­
piaciones entre la CORA y los Consejos, los campesinos no tienen nin­
gún fundamento para defender sus puntos de vista. Por otro lado, mu­
chas veces los fundos con más recursos productivos no pueden expro­
piarse debido a mecanismos legales que los campesinos no entienden;
b) Contratación de ingenieros agrónomos, técnicos agrícolas, mé­
dicos veterinarios, ingenieros civiles, contadores, etc., para solucionar los
problemas de capacitación técnica, los problemas técnico-productivos,
los problemas de infraestructura, etc. El ideal sería reclutar estos pro­
fesionales de CORA, INDAP o SAG por su experiencia y para desconcen­
trar los recursos humanos, ubicándolos donde realmente se necesitan.
Evidentemente que estas contrataciones podrían tener carácter per­

55 Este traslado de fondos tendría que significar una total autonomía, por parte del Consejo C om u n al,
en cuanto a su uso. En otras palabras, sería una reducción del presupuesto. de CORA e INDAP
para crear el presupuesto de los Consejos.

147
manente (estos profesionales pasarían a ser funcionarios, del Consejo
comunal) o transitoria, de acuerdo a las necesidades 56.
— Tercero, el Consejo deberá aprobar y proponer los interventores
en las unidades productivas de la comuna y exigir su remoción cuando
sea necesario. Estos interventores tendrán que tener, evidentemente,
las cualidades técnicas adecuadas al cargo y la confianza política por
parte del Consejo. Esto es muy importante, ya que se ha constatado
en numerosas ocasiones acciones de los interventores en contra de los
intereses de los trabajadores y, por lo tanto, en contra de la política
de la Unidad Popular. Por otro lado, también se ha constatado que los
interventores que realmente trabajan por los intereses de los trabaja­
dores, se encuentran con un sinnúmero de obstáculos institucionales.
— Cuarto, se deberán solucionar con urgencia todos los aspectos de
reconocimiento legal de todos los Consejos por la base y ampliados.
Además, se deberá solucionar fundamentalmente lo referente al fuero
de los dirigentes. Este último está afectando negativamente, especial­
mente en el caso de los voluntarios de los fundos, es decir, en aquel
estrato de mayor dinamismo.
— Quinto, la formación de CERAS deberá ser autorizada y discu­
tida por el Consejo con CORA. La formación de CERAS podrá ser tanto
una iniciativa iniciada por los Consejos o por la CORA, pero siempre
aprobada por el Consejo para que realmente esté de acuerdo a los in­
tereses de los trabajadores.
— Sexto, el crédito y los planes de explotación deberán ser apro­
bados no solamente por el Banco del Estado, sino que por el Consejo
Comunal en primera instancia. En esto es fundamental la intervención
del Consejo para que controle el nivel de ocupación y empleo en las
unidades productivas. El Consejo deberá rechazar todos aquellos crédi­
tos y planes de explotación de las unidades que no cumplan con ciertas
metas productivas y de ocupación de fuerza de trabajo.
— Séptimo, los dirigentes de el o los verdaderos sindicatos, deberán,
por derecho propio, participar con una o más personas como dirigentes
del Consejo comunal. Esto es fundamental para no dividir más a los
campesinos a través del paralelismo organizacional, que nunca ha ayu­
dado a los trabajadores, y para poder centralizar las decisiones en un
organismo suyo.
— Octavo, el fondo comunal deberá formarse a través de un me­
canismo de impuestos cambiado a las unidades productivas del área
social y del área capitalista. En el área social este impuesto deberá ser
proporcional al potencial productivo de cada unidad. Esta sería la única
forma realista, tal vez, de formar un fondo comunal, porque posible­
mente las unidades productivas no produzcan excedentes durante los
primeros años o los produzcan en una proporción muy baja. Este fondo
comunal, que debe estar orientado a inversiones productivas que po­
drán concretarse en empresas regionales de servicio, deberá compati-
bilizar sus objetivos con las empresas verticales de la región.
— Noveno, la CUT (a través de su departamento rural) deberá con­
trolar el uso de los recursos presupuestarios asignados a los Consejos,
para que éstos realmente estén orientados al beneficio de todos los cam­
pesinos de la comuna. Estimamos que el presupuesto regular de ope­

56 E stos fu n cion a rio s ten d ría n q u e re n u n ciar a sus puestos en estas in stitu cion es, al ser con tratados
p o r el C on sejo . C o m o s o lu c ió n transitoria, p o d r ía n pasar estos pro fe sio n a le s en co m is ió n d e ser­
v ic io s al C on se jo C o m u n a l C a m p e sin o .

14S
ración de los Consejos es el primer paso para que estas organizaciones
tengan capacidad de decidir en la comuna; por lo tanto, deben ser fon­
dos creados por el Gobierno en forma permanente, como se planteó en
el primer punto, y no formados a partir de cuotas voluntarias, a no ser
como solución transitoria de extrema urgencia.
Todas estas consideraciones no agotan todos los problemas que tie­
nen que enfrentar los Consejos campesinos comunales, puesto que hay
razones de tipo estructural que no hacen factible la existencia de or­
ganizaciones fuertes que interpretan los intereses de los trabajadores.
Estos problemas se refieren, por un lado, a la estructura jurídica polí­
tica, incluyendo la estructura partidista y en especial la estructura de
la burocracia del agro, que muestra una excesiva concentración de re­
cursos humanos y económicos en la capital del país y en las capitales
de provincia, y una excesiva descentralización ejecutiva a todos los
niveles, que se agrava por la competencia partidista. Por otro lado, tam­
bién se refieren estos últimos problemas a la realidad estructural, en
la cual están insertos los diferentes estratos campesinos. Esto lo de­
muestran las diferencias entre el Consejo Comunal de Molina y Fresia,
por ejemplo.
En relación con esto último, creemos que es necesario replantear la
política agraria con respecto al papel que deben jugar los Consejos
Campesinos Comunales, los CERAS, los Centros de Producción, la me­
diana y pequeña propiedad (menos de 40 hás. de riego básico). Este
estudio también demuestra que no se puede tener el mismo modelo or-
ganizacional en relación a la producción en comunas donde dominan
otros estratos campesinos y no el proletariado, donde la formación de
verdaderos Consejos campesinos se hace muy difícil. Pareciera ser más
indicado tener unidades productivas con más ingerencia del Estado en
aquellos casos donde el proletariado es más débil, es decir, preferir la
formación de centros de producción. Esto último, sin embargo, está ya
fuera del ámbito de este artículo, pero es necesario dejarlo planteado
para una próxima y urgente discusión.

Abril 1972.

ANEXO

PERIODO 1932-1964: SINDICALISMO DE CONFLICTO Y


SINDICALISMO DE INTEGRACION 57

En realidad, desde la caída de Ibáñez empezaron a llegar por primera vez activiscas
del Partido Comunista a Molina, concretamente durante el Gobierno de Alessandri
(1932-1938). En ese período se producían, entonces, también, los primeros choques de
estos activistas con las milicias republicanas, que estaban muy bien organizadas y muy
bien armadas en esa comuna. Sin embargo, el trabajo sindical realmente fue iniciado
por los comunistas, en 1938, cuando este partido formaba parte del Gobierno de la
coalición del Frente Popular.
Amparándose en la ley sindical para el sector industrial, los comunistas llegaron a
organizar más de 48 sindicatos en esa época en Molina. Para 1940 ya habían presen­
tado casi todos los pliegos de peticiones. Sin embargo, todo esto fue detenido a raíz
de las quejas de la SNA al Gobierno, por lo cual Aguirre Cerda dictó un decreto esti­
pulando que la ley sindical no regía para los fundos.

57 Para mayores datos sobre esto, véase a H. Landsberger y F. Canitrot, op. cit., pp. 38 y 39.

149
La falta de apoyo del Gobierno y la carencia de los fondos necesarios, hicieron
que este movimiento sindical casi desapareciera. Además, con la muerte de Aguirre
Cerda, los comunistas salieron del Gobierno. Sinembargo, en 1947todavía los comu­
nistas eran capaces de tener influencia en Molina y se organizó una granhuelga de los
obreros industriales de la zona que trabajaban en las viñas. Incluso uno de los tantos
pliegos exigía más de 60% de aumento salarial.
Pero esta huelga es “tramitada” y frenada por la burocracia del Tribunal Arbitral,
lo que hace fracasar este movimiento iniciado y asesorado por los comunistas. El bro­
che de oro a la acción contra el sindicalismo marxista lo da la Ley de Defensa de la
Democracia, que dejó fuera de la ley a este partido.
Todo esto fue favorable al movimiento que dirigía Emilio Lorenzini, ya que los
comunistas tuvieron que retirarse y disminuir el activismo, aunque siguieron trabajando
“ ilegalmente” por un buen tiempo.
El movimiento de Acción Sindical Chilena (A S IC H ), de inspiración cristiana, al
cual estaban conectados Lorenzini y el obispo Manuel Larraín, es entonces el que toma
el camino iniciado por los comunistas. Esto sucede desde el año 1952 adelante.
El 11 de octubre de 1953 se organiza el Primer Congreso Sindical de Obreros Cam­
pesinos de Molina, al cual asisten delegados de 20 fundos, que representan a 1.800
obreros. Este se-reúne en el salón parroquial de Molina, donde se acuerdan una serie
de pliegos con numerosas peticiones.
Este esfuerzo promocional de la ASICH y el ambiente obrero ya existente en M o­
lina desde 1932, desembocaron en la primera huelga masiva en el agro chileno, en
diciembre de 1953. En realidad, esta huelga afectó a 30 fundos en aquella época.
Esta huelga, de una importancia histórica muy significativa, paralizó el trabajo
de unas 2.500 hás. de viña, con cerca de 2.000 trabajadores, en una época fundamental
para estos cultivos.
Entonces, este movimiento sindical de Molina, que fue iniciado en los años 30,
gracias al empuje del Partido Comunista, creció después con la ayuda de ASICH, aun­
que en un estilo integracionista, que culmina en el año 1964 con el triunfo del po­
pulismo democratacristiano.
Durante este período el conflicto de clases no desapareció, ni mucho menos, pero
fue en parte amortiguado o adormecido por la ideología democratacristiana, que se basó
en un esquema de conciliación entre patrones y campesinos.
A pesar de todo esto, las fuerzas contradictorias siguieron aumentando (en la co­
muna de Molina en forma progresiva, lo que no desmiente la historia largade luchas
en la comuna rural más proletarizada de Chile.
La ASICH dio origen a la UCC (Unión de Campesinos Cristianos) en el año
1960, que celebró en septiembre de ese mismo año su primera convención nacional, en
San Femando. En la misma forma que la ASICH, la UCC se dedicó a difundir la
ideología de conciliación de clases no sólo en Molina, sino que en todo el Valle Central5S.

1965-1971: RENACIMIENTO DEL SINDICALISMO DE IZQUIERDA Y LA


HISTORIA DE “ LA MARCHA’’

En 1965 un pequeño grupo de activistas de los Partidos Socialista y Comunista de


Molina, empezó la organización de sindicatos en cinco fundos de la comuna de Molina 5fl.
Este grupo había visto que el movimiento de ASICH y la UCC no promovían huelgas
de acuerdo a los intereses de los voluntarios e inquilinos, sino que habían predicado
sistemáticamente el mensaje de conciliación entre los patrones y los campesinos. Su
meta, entonces, era no sólo romper el poder de la UCC en Molina y ofrecer mayor
combatividad en cuanto a huelgas en la batalla por salarios justos, sino que también
crear una organización capaz de operar bajo la bandera de la lucha de clases, a fin
de apoderarse de la tierra, que estaba en manos de la clase latifundista.
El trabajo de este grupo de elementos urbanos encontró su respuesta más fértil
entre los voluntarios (los trabajadores asalariados sin derechos a ración de tierra o
talaje). Los voluntarios de los fundos de improviso tomaron un rol activo en el proceso
y empezaron a organizar y motivar a otros fundos después de terminar su día de
trabajo. Un año después, estos voluntarios habían organizado más de 10 fundos. En ese
segundo año, 1966, este grupo de sindicatos hizo una huelga para lograr un aumento

58 Para mayor detalle sobre estas federaciones ver A. Affonso, Sergio Gómez, Emilio Klein y Pablo
Ramírez, Movimiento Campesino Chileno, ICIRA, 1970, Vol. I.
59 Los dirigentes de este pequeño grupo eran Eliacín González, profesor rural y miembro del Partido
Comunista; Guillermo Muñoz, contador y miembro del PS; Manuel Espinoza, profesor rural y
miembro del PS, y Sonia Moraga, contadora y miembro del PS.

150
de 17% en los salarios de todos los fundos organizados60. Esa conquista fue seguida
por una mayor expansión del movimiento. En el invierno de 1967, este movimiento
izquierdista tuvo control sobre más de treinta fundos en la comuna. En julio del mismo
año, este grupo de treinta sindicatos hizo otra huelga. Pero esta vez los patrones, que
habían reconocido el peligro que representaba este movimiento, decidieron romper el
movimiento y negaron aumentar los salarios de sus trabajadores por la segunda vez en
menos de un año. Este desafío de los patrones fue la causa de una marcha de 880
campesinos de Molina a Santiago. La dramatización de este conflicto con una marcha
de más de 200 km ganó para los campesinos de Molina la simpatía pública y otra vez
los patrones estuvieron obligados a aceptar las demandas de los campesinos después de
38 días de huelga.
Mientras los campesinos estaban en el largo camino entre Molina y Santiago, la
Cámara chilena debatió y aprobó la nuevaley de Sindicalización ( de 17de julio de
1967), que permitía entre otras cosas la organización sindical a nivel comunal, provin­
cial y nacional. Entonces, después de terminar con los detalles de la huelga, los campe­
sinos de este movimientos empezaron la organización del primer sindicato comunal del
país. Un mes más tarde, el 27 de septiembre de 1967, se constituyó oficialmente el Sin­
dicato Comunal de Trabajadores Agrícolas L a M a r c h a , de Molina, que recibió su nombre
en conmemoración de la marcha histórica de Molina a Santiago.
Durante el mismo mes de formación del sindicato comunal un conflicto surgió entre
los socialistas y los comunistas al presentarse el problema de cuál partido controlaría
el sindicato comunal. Como resultado, 1.353 trabajadores agrícolas votaron en la asamblea
constitutiva de L a M a r c h a . Sin embargo, seiscientos de estos campesinos fueron llevados
a la asamblea con un solo propósito: que votaran por uno de estos partidos. Muchos de
estos “ votos fabricados” vinieron de campesinos de la comuna de Río Claro, que queda
al lado de Molina, o de pequeños propietarios que no tenían mayor interés en el sindicato
en sí.
Los socialistas ganaron tres de los cinco puestos en la directiva. Después de esta
elección el número de socios que realmente participaban bajó a 723. En el año siguiente,
1968, solamente los socios que habían participado en el Sindicato Comunal tuvieron
derecho a votar y por esto los socialistas siempre han ganado todos los puestos de la
directiva, pero los comunistas siguen participando en él sindicato. Una de las razones
porque había un número mayor de socialistas en el sindicato era que los primeros volun­
tarios que empezaron la organización sindical en los demás fundos de la comuna llegaron
a ser miembros y activistas del Partido Socialista.
En el año 1969 L a M a r c h a empezó una campaña para conquistar los fundos con­
trolados por la UCC que se había convertido en el Sindicato Comunal E l L i b e r t a d o r
de Molina (afiliado a la Confederación L i b e r t a d y manejado por el P D C ). L a M a r ­
c h a conquistó 18 de los fundos que antes controlaba la UCC. La conquista dé estos
fundos se debió a una razón: L a M a r c h a había defendido y apoyado los intereses de los
campesinos de la comuna con mucha más fuerza que el otro movimiento que en reali­
dad era partidario de la conciliación entre patrones y campesinos. A fines de 1969, L a
M a r c h a contó con 1.286 socios y en agosto del año pasado había crecido a 1.697 socios.
D e los socios de L a M a r c h a casi 70% eran voluntarios o proletarios absolutos en el
año 1971.
Por esta razón, por su tamaño y por su composición proletaria, el Sindicato Comunal
L a M a r c h a es claramente la organización más fuerte y con más conciencia de clase
en la comuna.

60 Antes de 1967 la organización a nivel comunal no era legal, pero desde el principio este movi­
miento campesino operó clandestinamente a nivel comunal.

151
La voz de las cifras
Un análisis de las elecciones en Chile entre 1957 y 1971

U rs M üller-P lantenberg

Investigador del CEREN

A. PROBLEMA Y METODO

La voz de las cifras parece ser el último argumento en todas las


discusiones políticas en Chile, aunque muy pocas veces se lo usa hasta
el final. Es juego de sociedad y programa político. Lo que se quiere
decir es que todos los argumentos políticos pueden reducirse a cifras, a
saber, en cifras que indiquen el número de electores dispuestos a hacer
valer estos argumentos. Estas cifras entonces tendrían la última palabra.
En estas líneas no se pretende aún sostener el concepto bastante
ingenuo que se expresa en la suposición descrita. Sin embargo, parece
preciso analizar con cierto vigor los resultados de las elecciones en los
últimos 15 años para evitar tanto afirmaciones dogmático-pronósticas
del tipo “ elecciones son una farsa y no conducen a nada” x, como
aseveraciones descuidadas de que una elección ganada sea un seguro
para el futuro. Por esto es necesario analizar más de cerca los resulta­
dos de las elecciones y, especialmente, los cambios entre una elección
y otra, sobre el fondo de los datos de la estadística social. Análisis se­
mejantes de elecciones anteriores hechas por Borón, Petras, Zeitlin,
Faletto y Ruiz 2, han dado resultados muy instructivos. Pero el método
normalmente usado por estos investigadores, el análisis de correlación,
no sirve mucho para nuestra problemática, ya que aquí no interesa
solamente la correlación entre clases y capas sociales determinadas y
partidos políticos o grupos de partidos, sino también, y sobre todo, el
cambio en el comportamiento electoral en el tiempo. Los datos en que
se fundamenta el análisis son:
1. Los resultados del censo de población del año 1960 3, y
2. Los resultados de las elecciones municipales, parlamentarias y
presidenciales desde 1957 hasta 1971 4.
La Dirección del Registro Electoral desagrega los resultados de
elecciones por comunas y sexo. Sin embargo, para las elecciones hasta

1 Esta ha sido la posición del MIR en febrero de 1969. El MIR propuso la abstención en las elec­
ciones y la lucha armada como único camino para llegar a la revolución, pero rectificó esta
posición antes de las elecciones presidenciales del año 1970. Véase Punto Final N ° 74, Santiago, 11
de febrero de 1969.
2 Atilio Borón, Desarrollo económico y comportamiento político, en Revista Latinoamericana de
Ciencia Política, 1 (1970), N9 2.
James Petras, Maurice Zeitlin, Miners and Agrarian Radicalism, en American Sociological Review,
32 (1967), N9 4.
Enzo Faletto, Eduardo Ruiz, Conflicto Político y Estructura Social, en Chile Hoy, México, 1970.
3 XIII Censo de Población, 29 de noviembre de 1960, Dirección de Estadística y Censos, Santiago.
Los datos más importantes del censo al nivel de las comunas se encuentran en, Armand Mattelart:
Atlas Social de ías Comunas de Chile, Santiago, 1965.
4 Tengo que agradecer a Wolfram Brunger, Franz Hinkelammert y Diana Massei por el envío
rápido de los resultados definitivos de las últimas dos elecciones.

152
1967 el autor disponía solamente de desagregaciones por provincias. Por
esto, una primera reflexión sobre los cambios a largo plazo en los últi­
mos 15 años puede hacerse solamente al nivel de provincias. Para este
fin se han desagregado las 25 provincias de Chile en cinco grupos se­
gún los sectores económicos que en ellas predominan 5. En el Cuadro 1
se puede ver cuál era la participación de los diferentes sectores econó­
micos en el total de los ocupados en los diferentes grupos de provincias
en 1960 y cómo participaban los grupos de provincias en el total de
los electores hábiles en 1970.

c u a d r o i

CLASIFICACION DE LAS PROVINCIAS SEGUN SECTORES


DE OCUPACION PREDOMINANTES

Ocupación (en porcentajes) en

Grupo Provincias Agricultura Minería Industria y Sector


(Porcentajes en el to­ y pesca construcción • terciario
tal de los electores
inscritos)

A. Minería e Tarapacá
industria Concepción 16 9 28 47
(1 0 ,5 % ) Magallanes

Antofagasta
B. Minería Atacama
(1 2 ,7 % ) Coquimbo 28 21 15 36
O’Higgins
Arauco

C. Industria Valparaíso
(4 5 ,8 % ) Santiago 7 0 34 59
(7? Agrupación)

D. Agricultura y Aconcagua
pequeña industria Santiago
(1 5 ,9 % ) ' (8? Agrupación)
Talca
Biobío 47 0 18 35
Valdivia
Osomo
Llanquihue
• Aisén

E. Agricultura Colchagua
(1 5 ,1 % ) Curicó
Maulé
Linares 59 0 12 29
Ñuble
Malleco
Cautín
Chiloé

CHILE
(1 0 0 ,0 % ) 29 2 24 45

5 Para los fines de este ané/Iisis las dos agrupaciones de la provincia de Santiago se consideran
como dos provincias. En el caso de la provincia de Ñuble también existen dos agrupaciones; no
era necesario proceder así.

153
Tomando en cuenta el número bastante grande de partidos polí­
ticos en Chile, no parece tener mucho sentido observar a lo largo de los
15 años la suerte que ha corrido cada grupo político. Desde el punto
de vista de la problemática actual se justifica más bien una clasificación
de los partidos y de los candidatos a la presidencia en cuatro grupos
mayores, que se definen en función de la constelación de fuerzas del
año 1970, de la manera siguiente:
1. Como partidos marxistas se han identificado los partidos que en
sus programas se han destacado más o menos claramente por posicio­
nes marxistas. Estos serían, sobre todo, el Partido Comunista y el Par­
tido Socialista, pero también el Partido Socialista Popular y más tarde
la Unión Socialista Popular. Como ni el MAPU ni el MIR han participado
hasta ahora en elecciones generales, no era necesario incluirlos bajo
este rubro. (Para las elecciones presidenciales de 1958, 1964 y 1970 se
computa aquí siempre la votación de Salvador Allende).
2. El segundo grupo son tanto el Partido Radical como los partidos
que en las elecciones presidenciales de 1958, 1964 y 1970 apoyaron la
candidatura de Allende. (Aquí se computa la votación de Bossay en 1958
y de Durán en 1964).
3. Por su tamaño y por su importancia el Partido Demócrata
Cristiano debe ser considerado como un caso especial (candidatos a la
presidencia: Frei en 1958 y 1964, Tomic en 1970).
4. Todos los otros partidos (y candidatos a la presidencia) consti­
tuyen el cuarto grupo, denominado aquí “Derecha sin PDC” . Se trata
sobre todo del Partido Conservador Unido y del Partido Liberal, los que
se unieron en 1966 con otro grupo derechista en el Partido Nacional.
En este grupo se consideran'también los partidos que a principios de
la década del 50 se habían fundado en apoyo al Presidente Ibáñez y
que después no votaron por Allende; además, los grupos que en 1958
apoyaron al candidato Zamorano (presentado para dividir la votación
de izquierda) y al fin, a partir del año 1970, el Partido de la Democracia
Radical.

B. LAS ELECCIONES DESDE 1957 HASTA 1971

I. El significado de las elecciones presidenciales

Si consideramos primero los resultados para todo Chile en los últimos


15 años al final del Cuadro 2 6, podemos hacer unas afirmaciones ge­
nerales muy importantes:
1. El porcentaje de los votos válidos en el total de los inscritos
generalmente es mucho mayor en elecciones presidenciales que en elec­
ciones parlamentarias o municipales. Si en las elecciones presidenciales
hay una participación de cerca de un 85%, en las elecciones municipa­
les o parlamentarias el porcentaje de votos válidos en el total de ins­
critos sube, en los mejores casos, hasta un 78% (1963 y 1965), y puede
caer hasta un 66% (1960). Por esto, para poder observar cambios en
el comportamiento de los votantes y para poder comparar con sentido
las diferentes elecciones, es preciso computar los porcentajes de la
votación para los diferentes grupos políticos con el total de los ins­
critos y no con el total de los votantes o de los votos válidos 7.
t

6 Las letras M, D y P significan:


M = Elecciones municipales.
D = Elecciones de diputados.
P = Elecciones presidenciales.
7 Es perfectamente natural que normalmente ni los partidos ni la Dirección del Registro Electoral
computen los porcentajes en el total de los inscritos. Suponiendo una abstención considerable, estos
porcentajes son bastante menores que los porcentajes computados sobre el total de los votantes y
perjudican así la propaganda de todos los partidos políticos.

154
CUADRO 2

RESULTADOS DE LAS ELECCIONES DESDE 1957 HASTA 1971 POR GRUPOS DE PARTIDOS
Y GRUPOS DE PROVINCIAS. PORCENTAJES EN EL TOTAL DE LOS INSCRITOS. (PARA TODO
CHILE EN PARENTESIS PORCENTAJES EN EL TOTAL DE LOS VOTOS VALIDOS)

Grupo de Elección Partidos Partido Partido Derecha Nulos, en


provincias marxistas Radical y Demócrata sin PDC blanco y
Partidos Cristiano absten­
allendistas ciones

A. Minería e 57 D 21 21 5 23 31
industria
58 P 33 13 18 16 20

60 M 19 21 11 16 32
61 D 22 21 10 19 29
63 M 24 18 16 16 26

64 P 41 5 38 - 16

65 D 28 15 26 8 23
67 M 30 12 25 8 26
69 D 30 10 22 10 28

70 P 39 - 22 19 20

71 M 36 6 19 11 28

B. Minería 57 D 10 20 7 30 33

58 P 30 15 15 22 19

60 M 20 18 9 21 32
61 D 24 18 10 22 27
63 M 23 19 15 18 25

64 P 39 7 39 - 16

65 D 27 12 27 10 24
67 M 27 14 23 10 27
69 D 27 14 19 10 29

70 P 37 - 20 15 19

• 71 M 34 10 18 11 27

C. Industria 57 D 8 15 8 33 37

58 P 23' 11 19 32 15

60 M 14 16 10 25 35
61 D 17 14 12 29 28
63 M 20 17 21 23 19

64 P 32 3 54 - 11

65 D 19 9 40 12 20
67 M 23 10 31 13 24
69 D 23 7 23 17 30

70 P 29 - 24 32 15

71 M 31 5 20 19 25

155
CONTINUACION DEL CUADRO 2

Grupo de Elección Partidos Partido Partido Derecha Nulos, en


provincias marxistas Radical y Demócrata sin PDC blanco y
Partidos Cristiano absten­
allendistas ciones

D. Agricultura y 57 D 8 19 6 40 28

industria 58 P 22 13 16 31 18

60 M 11 18 10 29 33
61 D 14 15 11 32 29
63 M 15 17 15 28 25

64 P 33 5 46 16

65 D 13 13 32 19 23
67 M 18 15 26 16 26
69 D 21 11 . 21 18 28

70 P 28 - 24 28 19

71 M 29 7 19 19 26

E. Agricultura 57 D 5 22 4 44 25

58 P 19 15 16 31 19

60 M 8 19 7 31 34
61 D 9 17 13 34 27
63 M 11 18 14 31 26

64 P 29 6 48 - 17

65 D 8 15 30 23 24
67 M 14 17 25 17 27
69 D 13 17 22 20 28

70 P 24 - 24 31 21

71 M 21 11 19 22 28

CHILE 57 D 9 (1 4 ) 19 (2 8 ) 6 ( 9) 34 (4 9 ) 32

58 P 24 (2 9 ) 13 (1 6 ) 17 (2 1 ) 29 (3 5 ) 17

60 M 14 (2 1 ) 18 (2 7 ) 10 (1 5 ) 25 (3 8 ) 34
61 D 17 (2 3 ) 16 (2 2 ) 11 (1 6 ) 28 (3 9 ) 28
63 M 19 (2 4 ) 18 (2 3 ) 18 (2 3 ) 23 (3 0 ) 22

64 P 34 (3 9 ) 4 ( 5) 48 (5 6 ) - ( -) 14

65 D 18 (2 3 ) 12 (1 5 ) 34 (4 4 ) 14 (1 8 ) 22
67 M 22 (2 9 ) 12 (1 7 ) 27 (3 6 ) 13 (1 8 ) 25
69 D 22 (3 1 ) 10 (1 4 ) 22 (3 1 ) 16 (2 3 ) 29

70 P 30 (3 6 ) - ( -) 23 (2 8 ) 29 (3 5 ) 17

71 M 30 (4 1 ) 7 ( 9) 19 (2 6 ) 17 (2 3 ) 26

2. Las diferencias entre los resultados de cada elección presidencial


y los de la elección pluripersonal precedente son tan grandes que, a
primera vista, no parece posible sacar conclusiones de los resultados de
elecciones pluripersonales para una elección presidencial inminente.
3. Sin embargo, puede decirse que en las elecciones presidenciales
han sacado las mayores ganancias aquellos candidatos que han propa­

156
gado más un cambio en la dirección de toda la estructura política. Estos
han sido tanto en 1958 como en 1964 el candidato democratacristiano
Eduardo Frei y el socialista Salvador Allende. Ellos, habiéndose des­
prestigiado las presidencias de Ibáñez (1952-1958) y de Alessandri (1958-
1964), han encontrado con sus programas de reformas fundamentales
un apoyo electoral mucho más allá del respaldo que los grupos parti­
darios de ellos habían obtenido antes. En 1970, en cambio, Jorge Ales­
sandri ganó muchísimos votos con un programa de restauración neoca-
pitalista y de renuncia a cualquier tipo de reformismo, mientras el
socialista Allende y el democratacristiano Tomic podían conservar ape­
nas la votación de los partidos que los apoyaron, porque ellos se refirie­
ron en sus programas al reformismo del Gobierno de Frei, sea en el
sentido de una superación revolucionaria, sea en el sentido de una con­
tinuación acelerada.
4. En todas las elecciones que siguieron directamente a elecciones
presidenciales (en 1965 y 1971 con sólo un medio año de distancia) deja
observarse una tendencia clara a la consolidación del equilibrio de fuer­
zas logrado en las elecciones presidenciales precedentes.
En 1960 ganaron los democratacristianos y los marxistas (hay que
tomar en cuenta que el Partido Comunista antes del año 1958 había
sido prohibido). En 1965, con Eduardo Frei como presidente, los demo­
cratacristianos lograron un éxito impresionante en las elecciones
parlamentarias. Y en 1971 ganaron muchos votos nuevos los partidos
marxistas, entre ellos sobre todo el Partido Socialista de Salvador
Allende.
5. Sin embargo, las pérdidas de los partidos de derecha en 1963 y
de los democratacristianos en 1967 y 1969 muestran que la consolida­
ción mencionada no es necesariamente más que un acto momentáneo
para confirmar la decisión tomada en las elecciones presidenciales. De­
pende en gran parte de los resultados económicos, políticos y sociales
en la realización y ejecución del programa de un presidente, en qué
medida puede ser mantenido y asegurado el terreno que se ha conquis­
tado en el electorado. La confianza que se presta a un nuevo presidente
en los primeros meses de su mandato puede perderse fácilmente si no
se cumplen todas las esperanzas tan rápidamente como una parte del
electorado lo había pensado. En este sentido, el hecho de que el Go­
bierno de Allende tiene que esperar dos años y medio para las próximas
elecciones parlamentarias, es un cierto handicap para la Unidad Po­
pular. Los democratacristianos en 1965 pudieron cambiar la composición
del Parlamento de una manera decisiva, casi directamente después del
triunfo de F reí8.
Sin anticipar aquí los cambios sociopolíticos a largo plazo se puede
sacar ya la siguiente conclusión general de los resultados presentados
hasta aquí:
En las elecciones presidenciales el electorado chileno participa en
la lucha por una reorientación total del sistema político. En este acto
participan también electores hábiles que normalmente no votan, sea
porque son apolíticos o demasiado cómodos, sea porque quieren desacre­
ditar conscientemente las elecciones^como un instrumento de la lucha
política. En las elecciones parlamentarias y municipales siguientes el
electorado reacciona con respecto a la decisión antes tomada, primero
en el sentido de afirmación, después en el sentido de un juicio crítico
sobre lo que han logrado el presidente, su gobierno y los partidos que lo
apoyan.

8 Sobre la falta de representatividad del Congreso yéase Francisco Cum plido, Constitución Política de
1925: hoy, crisis de las instituciones políticas chilenas, en: Cuadernos de la Realidad Nacional,
N9 5, Santiago, 1970.
II. Cambios a largo plazo en la estructura de partidos

Observamos ahora (en el Cuadro N9 2) el desarrollo a largo plazo de los


diferentes grupos de partidos en todos los grupos de provincias. (Sobre
el último desarrollo de cada uno de los partidos véase más abajo).
Los partidos marxistas han tenido en los últimos 15 años un incre­
mento permanente de su votación en todas partes del país, que parece
verdaderamente irresistible. Han sido siémpre más fuertes en las pro­
vincias mineras9 y menos fuertes en las zonas puramente agrícolas.
Solamente entre 1963 y 1965 hubo un cierto retroceso en su votación,
sobre todo en las zonas rurales, lo que se podría explicar por el éxito que
tenía el gobierno de Frei en alienar una parte del campesinado de los
marxistas mediante la fundación de sindicatos campesinos y el comien­
zo de la reforma agraria. Pero esto no ha sido un proceso permanente.
Al contrario, entre 1965 y 1969 el porcentaje de votos marxistas aumen­
tó más en las provincias agrícolas que en las zonas mineras e indus­
triales.
El Partido Radical y los partidos allendistas han podido mante­
nerse en cierto modo en su nivel anterior hasta 1963. Sin embargo, des­
pués del triunfo de Frei, han sufrido pérdidas graves que no han podido
compensar. La separación del ala derecha del Partido Radical en 1969
significaba otras pérdidas, de modo que los grupos y partidos burgueses
de izquierda ya no pueden determinar tanto la política del país como les
había sido posible en los años 40 y 50. Relativamente fuertes han sido,
por lo m,enos hasta 1971, en las provincias puramente agrícolas, donde
representaban sobre todo a los pequeños y medianos propietarios. La
situación es semejante en las zonas donde predomina la minería. En
cambio, en las provincias centrales industriales, Santiago y Valparaíso,
estos partidos ya no representan más que a una pequeña minoría.
Los democratacristianos, entre 1961 y 1963, han logrado un incre­
mento importante que en 1965 aún se aceleró. El incremento más fuerte
se ha dado en las provincias industriales, donde el partido, en 1965,
ganó el 40% de los inscritos (es decir, un 50% de los votos válidos).
Desde entonces el partido vivió un proceso de desgaste que ha sido
más fuerte en los mismos centros industriales, de modo que, en 1971, el
PDC obtuvo en todos los grupos de provincias apenas un 20% de los
inscritos (o un poco más que un cuarto de los votos válidos).
La derecha (sin el PDC), que antes de 1958 había participado deci­
sivamente en la vida política del país, tenía que sufrir las pérdidas
más fuertes en 1965 en favor de los democratacristianos. En muchas
partes de Chile ha perdido casi la mitad de sus partidarios. Desde en­
tonces los partidos de derecha han podido compensar un poco estas
pérdidas, sobre todo en los centros industriales. En las provincias con
predominancia agrícola, donde la derecha tradicionalmente ha sido más
fuerte, las pérdidas en 1965 no eran tan grandes, pero continuaron en
1967. Aquí los partidos de derecha sólo en 1971 recuperaron el porcen­
taje que habían tenido en 1965 —y esto solamente porque el Partido
de la Democracia Radical se incorporó a la derecha. Puede resumirse:
Mientras los partidos marxistas han logrado un incremento permanente
a largo plazo y la derecha se recupera poco a poco de su derrota del año
1965, tanto los partidos burgueses de izquierda como los democratacris­
tianos pierden terreno. Dependerá decisivamente de la política del Go­
bierno de Allende y de los partidos de la Unidad Popular, si este proceso
continúa en las elecciones parlamentarias del año 1973.

9 Una explicación de este fenómeno se encuentra en el artículo citado de J. Petras y M. Zeitlin.

158
C. LAS ELECCIONES DESDE 1969 HASTA 1971

I. El, método

Un análisis más exacto será posible sobre las elecciones desde 1969
hasta 1971, las más importantes para la problemática central. Para estas
elecciones están disponibles también los resultados desagregados por
comunas y sexo 10.
Las 290 comunas de Chile 11 han sido clasificadas en siete grupos
según los sectores económicos predominantes. El Cuadro 3 informa so­
bre el número de comunas en cada grupo, el porcentaje de cada grupo
en el total de inscritos (en 1970) y el porcentaje de los ocupados en
los diferentes sectores económicos según grupo (en 1960).
Sobre la clasificación y la definición de cada grupo de comunas in­
forma el siguiente cuadro:
I. Como centros mineros se han definido las comunas en las cuales,
en 1960, más de un 20% de los económicamente activos han estado
ocupados en la minería. A estos centros mineros pertenecen gran­
des partes de las provincias de Antofagasta, Atacama y Arauco,
las comunas de Machalí, Coronel, Lota y otras.
II. Como centros industriales se han definido las comunas donde
más de un 33% trabajaba en la industria o en la construcción. A
estos centros industriales pertenecen Iquique, grandes partes del
Gran Santiago, Rancagua, Concepción, Talcahuano, Tomé, Val­
divia y otras comunas.
III. Como comunas con minería e industria se describen las comu­
nas donde minería, industria y construcción ocupaban en con­
junto entre un 25% y un 33%, con una participación mínima
de un 8% de la minería. Comunas de este tipo son, por ejemplo,
La Serena, Ovalle y Natales.
IV. Como centros de industria y comercio se definen las otras co­
munas con un porcentaje de entre 25% y 33% de la población
económicamente activa en la industria o la construcción. Estos
centros de industria y comercio son sobre todo Arica, Antofagas­
ta, Coquimbo, Valparaíso, Viña del Mar, el centro y algunas co­
munas del Gran Santiago, Talca, Chillán, Magallanes.
V. Como centros de los servicios se definen las comunas con más de
un 75% en el sector terciario. Estos centros de servicios son, sobre
todo, Providencia y Las Condes.
VI. Comunas con pequeña industria y agricultura son, según esta
definición, las otras comunas con menos de un 50% en la agri­
cultura o más de un 17% en la industria y construcción. Ejemplos
de este tipo de comunas son Quillota, San Antonio, San Fernando,
Curicó, Linares, Los Angeles, Temuco, Osorno, Puerto Montt.
VII. Como zonas puramente agrícolas se definen todas las otras co­
munas con más de un 50% de los ocupados en la agricultura. Co­
munas de este tipo las hay en todas las provincias de Chile, con
excepción de Antofagasta, Atacama y Magallanes.

10 En el análisis de las elecciones municipales de 1971 no se han tomado en cuenta los votos de
los extranjeros, porque ellos no tienen derecho a voto en las elecciones parlamentarias y presi­
denciales.
11 El número de comunas en Chile no es exactamente 290. La diferencia se explica porque en algunos
casos los datos disponibles permitían un análisis de subdivisiones de comunas; en otros casos al
revés, solamente al nivel de dos comunas en conjunto.

159
CLASIFICACION DE LAS COMUNAS SEGUN SECTORES DE OCUPACION PREDOMINANTES

Grupo Porcentaje en el total Ocupación en


de los inscritos
(Número de comunas) Agricultura y Minería Industria y Sector
Varones Mujeres Total pesca construcción terciario

I. Minería 3,5 2,3 5,8 11 43 14 31


(2 6 )

II. Industria 12,1 11,9 24,0 6 1 43 50


(23)

III. Minería e industria 1,7 1,5 3,2 31 14 17 38


(1 1 )

IV. Industria y comercio 15,3 15,5 30,8 5 1 29 65


(20)

V. Servicios 1,4 2,1 3,5 4 1 15 80


(4 )

VI. Industria pequeña y agricultura 6,7 5,5 12,2 38 0 20 41


(3 0 )

VII. Agricultura 12,2 8,3 20,5 64 0 10 26


(1 7 6 )

CHILE 52,9 47,1 100,0 29 2 24 45


(2 9 0 )
II. Diferencias generales según sexo y región

Consideramos ahora los resultados de las elecciones parlamentarias de


marzo de 1969, de las elecciones presidenciales de septiembre de 1970
y de las elecciones municipales de abril de 1971 en el Cuadro 4.
Primero se nota la gran diferencia en el comportamiento electoral
de los sexos. Mientras hay muchos más varones entre los electores de los
partidos marxistas (y cada vez más también entre los,electores de los
partidos burgueses de izquierda), los democratacristianos (y progresi­
vamente también los partidos de derecha) logran, en todas las eleccio­
nes, un -porcentaje mucho mayor entre las mujeres que entre los hom­
bres.
Con respecto a las diferentes regiones económicas se verifican las
conclusiones a que hemos llegado más arriba. Los partidos marxistas
son más fuertes en los centros mineros e industriales, relativamente
débiles en las zonas agrícolas y en los centros de servicios. La izquierda
burguesa puede mantenerse un poco mejor en las zonas agrícolas y mi­
neras. Los democratacristianos han logrado en todas partes (con la
excepción de los centros mineros) casi el mismo porcentaje del electo­
rado. Y la derecha es más fuerte donde los marxistas son más débiles,
y al revés.

III. Los partidos y su fuerza relativa


Antes de llegar a la problemática central parece necesario observar
más de cerca el sistema actual de partidos, incluyendo ya los resultados
de las elecciones municipales de 1971.
De los seis partidos y movimientos que, en 1969, han fundado la
coalición de la Unidad Popular, sólo cuatro han participado hasta ahora
en elecciones generales: el PS, el PC, el PR y el PSD, mientras práctica­
mente, no se conoce la fuerza electoral relativa ni del MAPU, ni del API,
ni de la Izquierda Cristiana, que en 1971 se juntó con la UP. Para estos
últimos tres grupos podrían sacarse algunas conclusiones de las elec­
ciones universitarias sindicales, especialmente de las elecciones en la
CUT, donde sólo el MAPU ha demostrado, por lo menos entre los
trabajadores organizados, que puede lograr un respaldo electoral relati­
vamente importante. Sin embargo, estas elecciones particulares no per­
miten tener un cuadro completo. De los partidos marxistas, el PC se
destaca por un electorado bastante perfilado. Son sobre todo obreros
de las grandes y modernas empresas industriales y mineras los que
votan por el PC. El partido es mucho menos fuerte entre las mujeres y
en las zonas rurales que entre los varones y en los centros industriales
y mineros. Sin embargo, las ganancias relativas que pudo lograr en 1971
han sido mayores entre las mujeres y en las zonas rurales. Aunque los
dos partidos marxistas grandes compiten por la misma clase social, pa­
rece que el Partido Socialista puede organizar mejor a los obreros de las
empresas pequeñas y menos modernas 12. Es cierto que también el PS
tiene más partidarios en los grandes centros industriales que en otras
partes, pero las diferencias no son tan marcadas como en el caso del
PC. En las elecciones municipales de 1971 el PS ganó mucho y llegó a
ser el segundo partido del país en términos electorales. Esto se explica
seguramente en parte por la atracción del presidente socialista recién
elegido; pero se puede suponer también que en esta ocasión partidarios
del MAPU (dentro de la UP) y del MIR (fuera de la UP) han preferido
votar por el Partido Socialista.
La Unión Socialista Popular se ha mantenido fuera de la coalición
de gobierno. Su fuerza electoral ya en 1969 no era muy grande, y en

12 Véase también el artículo citado de Faletto y Ruiz,

161

11 — Cuadernos
CUADRO 4

RESULTADOS DE LAS ELECCIONES DESDE 1969 HASTA 1971 SEGUN GRUPOS DE


PARTIDOS, GRUPOS DE COMUNAS Y SEXO. PORCENTAJES EN EL TOTAL DE LOS
INSCRITOS

Grupo de comunas Sexo Elección Marxistas PR ij PSD Democrata- Derecha sin Nulos, en
cristianos PDC blanco y
abstenciones

I. Minería Varones 69 36 11 13 6 35
70 45 - 13 15 28
71 41 8 11 7 33
Mujeres 69 31 13 19 7 31
70 39 - 19 22 19
71 39 9 19 9 26
Total 69 34 12 16 6 33
70 43 - 15 18 24
71 40 8 14 8 30

II. Industria Varones 69 33 7 19 11 31


70 42 - 20 21 17
71 41 5 16 11 26
Mujeres 69 26 6 24 12 32
70 33 - 26 28 13
71 35 4 22 13 25
Total 69 29 6 21 12 32
70 37 - 23 25 15
71 38 5 19 12 26

III. Minería e industria Varones 69 24 15 16 11 34


70 37 - 18 22 23
71 34 12 15 11 29
Mujeres 69 20 18 21 13 28
70 31 - 24 29 16
71 30 12 21 15 23
Total 69 22 17 18 12 31
70 34 - 21 25 20
71 32 12 17 13 26
Grupo de comunas Sexo Elección Marxistas PR y PSD Demócrata- Derecha sin Nulos, en
cristianos PDC blanco y
abstenciones

IV. Industria y comercio Varones 69 25 10 22 16 27


70 33 — 22 28 17
71 33 7 18 16 26
Mujeres 69 19 9 27 19 26
70 25 - 27 37 11
71 28 6 24 21 23
Total 69 22 10 24 18 26
70 29 - 24 32 14
71 30 6 21 18 25

V. Servicios Varones 69 14 5 19 31 32
70 19 - 20 44 17
71 21 3 18 34 24
Mujeres 69 8 4 21 33 34
70 13 - 23 50 14
71 16 2 21 38 23
Total 69 11 4 20 32 33
70 16 - 22 48 15
71 18 3 20 36 24

VI. Industria pequeña y agricultura Varones 69 21 13 21 17 28


70 29 — 22 28 21
71 27 10 17 19 28
Mujeres 69 16 14 25 19 28
70 22 - 26 35 16
71 22 10 22 24 22
Total 69 19 14 23 18 27
70 26 - 24 31 19
71 25 10 19 21 25
Grupo de comunas Sexo Elección Marxistas PR y PSD Demócrata- Derecha sin Nulos, en
cristianos PDC blanco y
abstenciones

VII. Agricultura Varones 69 18 12 21 19 30


70 27 - 23 27 23
71 27 8 18 19 27
Mujeres 69 15 12 24 21 27
70 21 - 23 32 24
71 20 8 21 23 26
Total 69 17 12 22 20 29
70 25 - 23 29 23
71 24 8 19 21 27

CHILE Varones 69 2 4,8 , 10,4 19,8 15,0 29,9


70 33,7 - 21,0 25,6 19,7
71 32,6 7,6 16,7 15,6 27,5
Mujeres 69 19,8 10,2 24,6 17,8 27,7
70 26,3 - 25,7 33,2 14,8
71 27,7 6,5 22,2 19,5 24,1
Total 69 22,4 10,3 22,0 16,2 29,0
70 30,3 - 23,2 29,2 17,4
71 30,3 7,1 19,3 17,4 25,9
CUADRO 5

RESULTADOS DE LAS ELECCIONES DE 1969 Y 1971 SEGUN PARTIDOS, GRUPOS DE COMUNAS


Y SEXO. PORCENTAJES SOBRE EL TOTAL DE INSCRITOS

Sexo Elección USP PS PC PR PSD PDC PDN DR PN Indep. Nulos, en


Grupos de blanco y
comunas absten­
ciones

I. Minería Varones 69 5 10 21 11 0 13 1 „ 4 _ 35
71 4 15 21 8 0 11 — 2 4 2 33
Mujeres 69 4 10 17 13 0 19 1 - 5 - 31
71 4 15 19 8 0 19 _ 2 4 2 26
Total 69 5 10 19 12 0 16 1 — 5 — 33
71 4 15 20 8 0 14 - 2 4 2 30

II. Industria Varones 69 1 14 18 7 0 19 1 _ 10 31


71 0 23 18 5 1 16 1 1 9 1 26
Mujeres 69 1 11 14 6 0 24 1 — 11 _ 32
71 0 20 15 4 1 22 1 1 11 0 25
Total 69 1 13 16 6 0 21 1 — 11 _ 32
71 0 22 17 4 1 19 1 1 10 1 26

III. Minería Varones 69 2 9 13 13 2 16 2 10 34


e 71 1 18 15 10 1 15 1 3 7 1 29
industria Mujeres 69 1 10 9 16 2 21 2 _ 11 .
28
71 0 17 13 11 1 21 1 4 8 2 23
Total 69 2 10 11 15 2 18 2 _ 10 _ 31
71 1 17 14 10 1 17 1 3 7 2 26

IV. Industria Varones 69 1 8 16 10 0 22 1 _ 14 0 27


y 71 1 17 15 6 1 18 0 3 13 0 26
comercio Mujeres 71 1 7 12 9 0 27 2 _ 18 0 26
69 1 15 12 5 1 24 0 4 17 0 23
Total 71 1 8 14 10 0 24 2 _ 16 0 26
69 1 16 13 5 1 21 0 3 15 0 25
C U A D R O 5 ( Continuación)

Sexo Elección USP PS PC PR PSD PDC PDN DR PN Indep. Nulos, en


Grupos de blanco y
comunas absten­
ciones

V. Servicios Varones 69 0 6 8 5 0 19 I — 30 — 32
71 0 14 6 3 0 18 5 28 . 1 24
Mujeres 69 0 3 5 4 0 21 1 - 32 - 34
71 0 10 5 2 0 21 - 4 33 0 23
Total 69 0 4 6 4 0 20 1 - 31 - 33
71 0 12 6 2 0 20 - 5 31 0 24

VI. Industria Varones 69 4 9 7 12 2 21 2 — 15 0 28


pequeña 71 1 16 10 8 2 17 1 4 13 1 28
y Mujeres 69 4 8 5 13 1 25 1 - 18 0 26
agricul­ 71 1 13 8 8 2 22 1 6 17 1 22
tura Total 69 4 9 6 12 2 23 2 • - W 0 27
71 1 15 9 8 2 19 1 5 15 1 25

VII. Agricul­ Varones 69 2 8 8 12 1 21 2 — 17 0 30


tura 71 0 17 9 8 1 18 0 3 15 1 27
Mujeres 69 1 8 6 12 1 24 2 ' - 19 0 27
71 0 13 8 8 1 21 0 3 19 1 26
Total 69 2 8 7 12 1 22 2 - 18 0 29
71 0 15 9 8 1 19 0 3 17 1 27

Chile Varones 69 1,8 9,8 13,3 9,7 0,7 19,8 1,4 _ 13,5 0,1 29,9
71 0,9 18,0 13,7 6,5 1,1 16,7 0,4 2,8 11,8 0,6 27,5
Mujeres 69 1,4 8,2 10,1 9,6 0,6 24,6 1,3 - 16,3 0,1 27,7
71 0,7 15,4 11,5 5,6 0,9 22,2 0,3 3,1 15,4 0,7 24,1
Total 69 1,6 9,1 11,8 9,6 0,6 22,0 1,4 - 14,8 0,1 29,0
71 0,8 16,7 12,6 6,0 1,0 19,2 0,4 2,9 13,5 0,7 26,2
1971 se ha reducido a la mitad. Significado político ha mantenido sola­
mente en los centros mineros, sobre todo en las grandes empresas mi­
neras del norte.
El Partido Radical, en los últimos decenios, siempre trataba de re­
presentar a las capas medias tradicionales y modernas, a saber, los
pequeños y medianos productores, comerciantes y propietarios agrícolas,
los profesionales, los técnicos y los empleados particulares y públicos.
Hasta 1969 ya había perdido mucho de su antiguo electorado, pero se
mantuvo mejor en las zonas rurales y en los centros mineros. Con la
salida del ala derechista (la DR) el partido perdió en 1971 más de un
tercio de su votación. Pero esto no ha sido todo. Con la salida de otro
grupo que —preocupado sobre todo por la suerte de las capas medias
más tradicionales— fundó el Partido de Izquierda Radical, el PR podría
sufrir otras pérdidas en el futuro, aunque todavía no se conoce con
exactitud la fuerza electoral relativa de ambos partidos. Sin embargo,
la unificación del PR con el PSD podría significar una cierta recreación
para este partido.
A la multitud de partidos, movimientos y grupos al lado del Go­
bierno, se oponen sobre todo dos partidos grandes, el PN y el PDC. El
Partido Nacional, representando las capas más tradicionales del electo­
rado, es mucho menos fuerte en los centros mineros e industriales que
en las zonas rurales o en el barrio alto de Santiago. En 1971 el partido
sufrió pérdidas leves, más notables entre los varones que entre las mu­
jeres.
El Partido Demócrata Cristiano, caracterizado a menudo como re­
presentación del sector más moderno de la burguesía industrial13, ha
movilizado en el último decenio a muchas mujeres, a muchos pobladores
marginales y a una parte bastante grande de la clase campesina. Sólo
así se puede explicar su fuerza relativa como primer partido. Sin em­
bargo, su fuerza electoral bajó, como ya lo hemos visto más arriba, a un
nivel casi igual en todas las diferentes regiones económicas del país.
Este partido también perdió algo de su votación anterior en las eleccio­
nes municipales de 1971.
El Partido Democrático Nacional, aliado desde 1964 con el PDC, per­
dió casi todo el resto de su peso político en estas elecciones, mientras
tanto el Partido de la Democracia Radical, como el Partido de Izquierda
Radical, con sus clientelas relativamente pequeñas, podrían jugar un
papel importante en las decisiones sobre los proyectos futuros del Go­
bierno y de la oposición.

IV. Las elecciones presidenciales de 1970


Analizamos ahora más de cerca los cambios en el comportamiento elec­
toral entre la elección de diputados de 1969 y la elección presidencial
de 1970. Allende ganó en 1970 por un margen muy reducido a Alessandri,
mientras Tomic ganó bastante menos votos. La primera pregunta sería,
¿por qué el PDC y la derecha no han actuado juntos en 1970, como lo
habían hecho en 1964, es decir, por qué no tenían candidato común? La
respuesta se encuentra en la situación política de los años 1969-1970. La
derecha creía en este tiempo que su capital más valioso sería el des­
contento general de grandes partes de capas medias y marginales con
la política reformista del Gobierno Frei y que una colaboración con el
PDC, insultado antes muy a menudo como criptocomunista, les hubiese
costado su argumento de propaganda más efectivo. Los democratacris-
tianos, por su lado, no querían y no podían desacreditar lo que habían
hecho ellos mismos. Además, el ala izquierda del partido tenía sufi-

13 Véase, por ejemplo, el artículo citado de Faletto y Ruiz en el libro de Luis Vítale, ¿Y después del
4, qué?, Santiago, 1970.

167
cíente fuerza para impedir una colaboración con la derecha. Al contra­
rio, el candidato Tomic, representante del ala izquierda, ha hecho todo
para atacar a la derecha y para presentarse como continuador revo­
lucionario de la obra reformista de Frei.
Si observamos ahora la parte izquierda del Cuadro 6, notamos que
el cálculo de la derecha resultó bastante bueno, pero sin garantizar la
victoria fin a l14.
Allende apenas superó en 1970 la votación que en 1969 habían
logrado los grupos que después se unieron en la Unidad Popular, y en
las zonas rurales perdió votos. Pero no habría sido posible esperar otra
cosa, porque, a diferencia de candidaturas anteriores de Allende, esta
vez la izquierda presentó un programa consistente y llevó a cabo una
lucha electoral ofensiva, consecuente e intransigente. Queda el hecho,
en todo caso, de que el MAPU no puede haber aportado muchos votos
de la Democracia Cristiana a la Unidad Popular.
Es cierto que Tomic mantuvo el porcentaje del PDC, pero tampoco
lo superó por mucho. Las ganancias leves pueden explicarse en parte
por los votos de los partidarios del PDN.
En cambio, Alessandri superó bastante el porcentaje normal de los
partidos de derecha. Ganó casi un 10% más, y esto entre los que nor­
malmente no votan. Un análisis más exacto muestra que sus ganancias
han sido mayores en los centros urbanos y aquí especialmente entre
las mujeres. Es muy poco probable que aquí se tratara de las llamadas
capas medias urbanas. Estas capas medias en Chile no son apolíticas.
Al contrario, constituyen la masa partidaria de los partidos de derecha,
del PDC y (en un grado cada vez menor) también de los radicales. El
aumento enorme de la votación por Alessandri puede ser explicado mu­
cho mejor por la existencia de un subproletariado urbano que tiene o
busca trabajo en el sector terciario, que normalmente es apolítico y que
solamente en situaciones decisivas se declara en favor de los ricos por­
que vive de las migajas de ellos. Este subproletariado tiene miedo de
la supresión de los beneficios para los ricos porque cree que estos bene­
ficios le garantizan la vida. Así tendríamos el resultado: Mientras que
los fundamentos de la existencia material de este subproletariado no
sean cambiados, el gobierno de la Unidad Popular tiene que tomar en
cuenta que una parte de esta capa se declarará en favor de la derecha,
no necesariamente en todas las elecciones, pero si en batallas decisivas.
Este peligro existe sobre todo, como ya hemos visto, en elecciones presi­
denciales. Pero también los plebiscitos que ahora son posibles tienen mu­
cho del carácter decisivo y definitivo de una elección presidencial. En
este sentido es entendible y políticamente conveniente que la Unidad
Popular no acepte proyectos de plebiscitos promovimos por la oposición.

V. Las elecciones municipales de 1971


La parte derecha del Cuadro 6 muestra que la derecha en 1971 no ha
podido repetir el éxito relativo de Alessandri. Ella ha perdido aún más
de lo que había ganado medio año antes, y esto entre las mismas capas.
Tanto una parte de los electores de Alessandri como una parte de los
electores de Tomic tienen que haber votado por los partidos de la Uni­
dad Popular, especialmente por el Partido Socialista. Pero aquí cabe
preguntarse qué grado de estabilidad puede tener una decisión por el
socialismo cuando los votantes en cuestión sólo poco antes han votado
por una renovación del capitalismo, como la prometió Alessandri. Aquí
debe tratarse de capas electorales que esperan un mejoramiento en su

14 En el Cuadro 6, para la computación del porcentaje de la Unidad Popular en 1969, se ha sustraído


el porcentaje logrado por la DR en 1971. Esto se justifica porque los representantes de la DR
en 1969 todavía formaron parte del Partido Radical, mientras en 1970 apoyaron a Alessandri.

168
CAMBIOS EN LOS PORCENTAJES DE GRUPOS DE PARTIDOS EN 1970 Y 1971, EN
COMPARACION CON LAS ELECCIONES PRECEDENTES, SEGUN GRUPOS DE COMUNAS
Y SEXO. PORCENTAJES SOBRE EL TOTAL DE INSCRITOS

i9 7 0 en comparación con 2969 i9 7 i en comparación con i9 7 0

Grupos de comunas, Unidad PDC Derecha Nulos, Unidad PDC Derecha Nulos,
sexo Popular sin PDC en blanco y Popular sin PDC en blanco y
abstenciones abstenciones

I. Varones + 1 - 1 ■+ 7 - 7 + 4 - 1 - 8 + 5
Mujeres 0 0 + 12 - 12 + 8 0 - 14 + 6
Total + 1 - 1 + 9 — 9 + 5 - 1 - 10 + 5

II. Varones + 4 + 1 + 9 - 14 + 5 - 4 - 10 + 5
Mujeres + 3 + 2 + 14 - 19 + 7 - 4 - 15 + 13
Total + 3 + 2 + 12 - 12 + 6 - 4 - 13 + 11

III. Varones + 1 + 3 + 7 - 11 + 9 - 4 - 11 + 6
Mujeres 0 + 3 + 10 - 13 + 10 - 3 - 14 + 8
Total + 1 + 3 + 8 - 12 + 9 - 4 - 12 + 7

IV. Varones + 1 0 + 9 - 10 + 6 - 4 - 12 + 10
Mujeres + 1 0 + 13 - 14 + 8 - 3 - 16 + 11
Total + 1 0 + 11 - 12 + 7 - 3 - 14 + 11

V. Varones + 3 + 1 + 11 - 15 + 4 - 2 - 10 + 7
Mujeres + 3 + 2 + 16 - 21 + 5 - 1 - 12 + 9
Total + 3 + 2 + 14 - 18 + 4 - 2 - 11 + 8

VI. Varones _ 2 + 1 + 7 - 7 + 8 - 5 - 9 + 7
Mujeres - 3 + 1 + 11 - 9 + 9 - 4 - 11 + 6
Total - 2 + 1 + 9 - 8 + 8 - 5 - 10 + 7

VII. Varones 0 + 3 + 4 - 7 + 9 - 6 - 8 + 5
Mujeres - 3 - 2 + 7 - 2 + 9 - 1 - 9 + 1
Total - 2 + 1 + 6 - 5 + 9 - 4 - 8 + 4

CHILE. Varones + 1,3 + 1,2 + 7,8 - 10,2 + 6,5 - 4,3 - 10,0 + 7,8
Mujeres 0,0 + 1,1 + 11,7 - 12,9 + 7,9 - 3,5 - 13,7 + 9,3
Total + 0,7 + 1,2 + 9 ,8 - 11,6 + 7,1 - 3,9 - 11,8 + 8,5
situación personal solamente de un cambio radical en la situación po­
lítica y que por esto salen decepcionadas cuando el proceso revolucio­
nario se retarda o se estanca. El éxito electoral de la Unidad Popular en
las elecciones municipales de abril de 1971, por esto, no tiene que ser
interpretado necesariamente como una etapa del ascenso irresistible de
la izquierda en Chile. Su aseguración o ampliación depende de l,a ra­
pidez y de la consecuencia con que el gobierno lleve a cabo su programa.

D. LAS PERSPECTIVAS PARA EL FUTURO

I. Las elecciones complementarias de 1971/72


La Unidad Popular ya ha sufrido pérdidas en las elecciones complemen­
tarias que han sido necesarias en algunas provincias (para diputados
en Valparaíso, en junio de 1971, y en Linares en enero de 1972, y para
un senador en las provincias de O’Higgins y Colchagua también en enero
de 1972 y para un diputado en Coquimbo, en julio de 1972).
En cada una de estas elecciones complementarias había un solo
candidato de la Unidad Popular y un candidato común del PDC y la
Derecha. Como se puede observar en el Cuadro 7, en los primeros tres
de estos cuatro “ miniplebiscitos” la Unidad Popular perdió entre un
2% y un 3% de los inscritos, en comparación con las elecciones munici­
pales de 1971. Pero mientras la oposición, en junio de 1971 en Valparaíso
perdió más o menos el mismo porcentaje, ella a principios de 1972 pudo
ganar un porcentaje semejante en las provincias predominantemente
rurales de O’Higgins, Colchagua y Linares, y esto aunque mientras tanto
el ala izquierda del PDC, la Izquierda Cristiana, se había juntado a la
Unidad Popular, poniendo a una representante suya como candidata
de toda la coalición en Linares. Diferentes análisis subrayan que aquí
se trataba de una cierta capa de los pequeños y medianos propietarios
agrícolas que hasta entonces había favorecido la Unidad Popular, pero
ahora —insegura por las reclamaciones hechas en la lucha electoral para
una radicalización de la reforma agraria— se cambió a la oposición. El
Cuadro 8 muestra por lo menos con toda claridad que el grueso de las
pérdidas para la Unidad Popular se ha dado en las comunas rurales y
no en las comunas mineras o industriales.
La situación en Coquimbo ha sido aún más difícil para el Gobierno
porque la oposición decidió poner como candidato a un militante del
PIR (recién salido del Gobierno) para atraer a los votantes radicales.
En estas circunstancias la Unidad Popular perdió un 6% de los inscritos
en comparación con las elecciones municipales de 1971. Pero si se supone
que todo el aumento de la oposición se debe a electores radicales, queda
claro que el PIR no ha conquistado mucho más que un tercio del elec­
torado radical.
Según estos resultados el Gobierno de la Unidad Popular —insis­
tiendo siempre en el principio de la legitimación por elecciones— ten ­
dría que solucionar el problema de que, por un lado, para ganar o ase­
gurar los votos del subproletariado urbano, hay que acelerar el proceso
revolucionario y de que, por otro lado, para asegurar los votos de las
capas medias rurales, hay que determinar exactamente los limites de
este proceso.
Como hemos visto ya, las capas medias urbanas cuentan muy poco
como electorado para la Unidad Popular. En esta situación sería absur­
do suponer que con una política en contra de los monopolios de la
industria y de la distribución, sea tan suave como sea, se podría regañar
los votos de la pequeña y mediana burguesía urbanas. Con la elimina­
ción de los monopolios, el control directo del Estado y la explotación
de ellos para sus fines particulares, llegan a ser aún más interesantes
para la pequeña y mediana burguesías industrial y comercial. Estas ca­

170
pas medias, entonces, no pueden ser de interés político-electoral para la
Unidad Popular, pero tienen, esto sí, un significado indirecto, porque
de su comportamiento económico dependen en buena medida los re­
sultados de la política económica a corto plazo.

CUADRO 7

PORCENTAJES DE LOS PARTIDOS DE LA UNIDAD POPULAR Y DE LA OPOSICION SOBRE


EL TOTAL DE LOS INSCRITOS EN LAS ELECCIONES ENTRE 1969 Y 1972 EN LAS PRO­
VINCIAS CON ELECCIONES COMPLEMENTARIAS EN 1 9 7 1 /7 2 . (PARA COQUIMBO EN
PARENTESIS LOS PORCENTAJES OBTENIDOS POR EL PR EN 1969 Y 1 9 7 1 ).

Provincias Sexo Elección Unidad- Oposición Nulos, en blanco


Popular y abstenciones

Valparaíso Varones 69 D 36 39 25
70 P 32 51 17
71 M 42 36 22
71 D 40 34 26
Mujeres 69 D 30 49 21
70 P 25 63 13
71 M 36 46 18
71 D 33 43 24
Total 69 D 33 44 23
70 P 28 57 15
71 M 39 41 20
71 D 37 38 25

O’Higgins y Varones 69 D 37 36 27
Colchagua 70 P 35 46 19
71 M 41 34 25
72 S 39 36 25
Mujeres 69 D 31 45 24
70 P 26 59 15
71 M 35 44 21
72 S 32 46 22
Total 69 D 34 40 26
70 P 31 52 17
71 M 38 38 24
,72 S 36 40 24

Linares Varones 69 D 34 41 26
70 P 29 53 18
71 M 38 38 24
72 D 35 40 25
Mujeres 69 D 30 47 23
70 P 21 64 15
71 M 30 48 22
72 D 28 50 22
Total 69 D 32 44 24
70 P 25 58 17
71 M 34 43 23
72 D 31 45 24

Coquimbo Varones 69 D 4 5 (1 4 ) 27 28
70 P 39 39 22
\ 71 M 47 (1 1 ) 24 29
72 D 41 28 31
Mujeres 69 D 40 (1 5 ) 33 27
70 P 31 53 16
71 M 44 (1 2 ) 35 22
72 D 37 39 24
Total 69 D 43 (1 5 ) 30 27
70 P 35 45 19
71 M 45 (1 1 ) 29 25
72 D 39 33 28

171
CUADRO 8

PORCENTAJES DE LA UNIDAD POPULAR Y DE LA OPOSICION EN LAS ELECCIONES DE


1971 Y 1972 EN LAS PROVINCIAS DE O’HIGGINS, COLCHAGUA Y LINARES, POR GRUPOS
DE COMUNAS Y SEXO

Grupos de comunas Sexo Elección Unidad Oposición Nulos,


Popular en blanco y
absten­
ciones

I. Minería Varones 71 48 18 35
72 49 20 32
Mujeres 71 46 27 27
72 44 31 25
Total 71 47 22 32
72 47 24 29

II. Industria Varones 71 46 31 23


72 46 34 20
Mujeres 71 37 43 20
72 37 44 18
Total 71 41 37 22
72 42 39 19

VI. Industria y agricultura Varones 71 38 38 24


72 38 38 24
Mujeres 71 31 47 22
72 30 49 21
Total 71 35 42 23
72 34 44 22

VII. Agricultura Varones 71 39 37 25


72 35 39 26
Mujeres 71 33 46 21
72 28 49 23
Total 71 36 41 23
72 32 43 25

Total de las tres provincias Varones 71 40 35 25


72 38 37 25
Mujeres 71 34 45 22
72 31 47 22
Total 71 37 40 23
72 35 42 24

Clasificación de las comunas como en el Cuadro 3.

II. La preparación de las elecciones parlamentarias de 1973

La tarea del Gobierno es aún más difícil porque la oposición tiene una
clara mayoría en el Congreso, como muestra el Cuadro 9, y porque los
partidos de la Oposición colaboran más y más entre sí para impedir
la imposición del programa de la Unidad Popular.
Con su clara mayoría en ambas cámaras del Congreso, la oposición
puede frenar cualquier proyecto del Gobierno para el cual se hace
necesaria una ley. En estas circunstancias, queda claro que las elecciones
parlamentarias de 1973 tienen una importancia enorme y que el interés
político se concentra cada vez más en ellas. Con la conquista de la
mayoría absoluta en ambas cámaras del Congreso el Gobierno ganaría
la libertad de acción necesaria para realizar todo su programa, mientras
la Oposición, con una mayoría de dos tercios en ambas cámaras, podría
paralizar toda actividad del Gobierno.

172
CUADRO 9

COMPOSICION DEL CONGRESO CHILENO A FINES DE MAYO DE 1972

Partidos Cámara de Diputados Senado

USP 0 0 1 1
PS 14 5
PC 21 6
IC 9 2
PR (con PSD) 13 3
API 0 1
Unidad Popular 57 17

PDC 47 20
PIR 8 5
DR 4 2
PN 33 5
Oposición 92 32

Total 149 149 50 50

En las elecciones de 1973 por primera vez los analfabetos van a


tener derecho a voto. Como no se ha logrado una reforma constitucio­
nal para crear la Cámara Unica del Pueblo, los partidos tienen que
prepararse dentro de las reglas dominantes de la democracia burguesa.
Estas reglas se han modificado en cierta manera cuando se permitió la
federación y confederación de partidos para fines electorales.
Así se han federado todos los partidos de la Unidad Popular, mien­
tras los partidos de la Oposición crearon dos federaciones (PDC/PIR/ -
PDN y PN/DR) que después se juntaron en una confederación.
Cuando, a principios de 1972, se hablaba por primera vez de las po­
sibilidades de fusiones de partidos o de pactos electorales, se han hecho
cálculos en todos lados sobre los efectos probables para los resultados
de las elecciones parlamentarias en 1973. Aquí, en los Cuadros 10 y 11
se hacen cálculos similares sobre los efectos de las federaciones, ba­
sándose en los resultados de las elecciones municipales de 1971.

CUADRO 10

COMPOSICION DE LA CAMARA DE DIPUTADOS, SEGUN FEDERACIONES Y CONFEDERA­


CIONES POSIBLES, BASADA EN LOS RESULTADOS DE LAS ELECCIONES MUNICIPALES
DE 1971

Federaciones posibles Unidad Popular Oposición

Unidad Popular Oposición

Ninguna Ninguna 72 78
Federación Dos federaciones 84 66
Federación Confederación 72 78

173
CUADRO 11

COMPOSICION DEL SENADO, SEGUN FEDERACIONES Y CONFEDERACIONES POSIBLES,


BASADA EN LOS RESULTADOS DE LAS ELECCIONES MUNICIPALES DE 1971 10

i
Federaciones posibles Unidad Popular Oposición

Unidad Popular Oposición

Ninguna Ninguna 21 29
Federación Dos federaciones 23 27
Federación Confederación 21 29

Estos cálculos no deben tomarse como realistas en términos abso­


lutos. Hay que tomar en cuenta que los partidarios del PIR en 1971
todavía votaron por el PR y ahora están fuera de la Unidad Popular. Y
como ya hemos visto, las elecciones complementarias de 1972 signifi­
caron un cierto retroceso para el Gobierno de la Unidad Popular. Aun­
que la adhesión de la Izquierda Cristiana a la coalición puede haber
mejorado el cuadro, hasta ahora parece difícil que la Unidad Popular
gane tanto en 1973 como en las elecciones municipales de 1971. Lo que
sí muestran los Cuadros 10 y 11 es que con las federaciones no cambia
nada en la composición del Congreso si la elección se da a dos bandas
y si se supone que las federaciones mismas no conducirían a ningún
cambio en el comportamiento electoral. Podría pensarse, por ejemplo,
que una confederación que incluya tanto al PN como al PDC sería con­
cebida como monstruosa por muchos partidarios de la democracia cris­
tiana. Sin embargo, esto no ha sido el caso, aparentemente, en las últi­
mas elecciones complementarias. Parece más bien que el carácter ne­
cesariamente plebiscitario de una elección entre dos bloques grandes
podría tener efectos a favor de la Oposición.
El Cuadro 11 muestra, además, que aun cuando se repitieran los
resultados favorables de 1971, sería imposible para la Unidad Popular
conquistar la mayoría del Senado. Una elección a tres bandas permitiría
como máximo la conquista de la Cámara de Diputados. Todo esto porque
se elige solamente la mitad del Senado. Por otro lado, las ganancias
de la Oposición en las elecciones complementarias de 1972 están lejos
de asegurarle una mayoría de dos tercios en el Congreso.
En todo caso, si los partidos de la Unidad Popular quieren convertir
sus votos en más diputados y más senadores, tienen que tratar de divi­
dir a la Oposición, asegurando al mismo tiempo su propia unidad. Sobre
esto no hay que olvidar que la repartición de los votos depende menos
de las maniobras de la Oposición que de la política que van a llevar
a cabo el Gobierno y los partidos de la Unidad Popular en los meses que
quedan. Hasta ahora las perspectivas no son de las mejores.

16 El único senador de la Unión Socialista Popular cuenta aquí como parlamentario de la Unidad
Popular.

174
Consideraciones sobre las alternativas del cambio
de las estructuras económicas en Chile *
F ran z H in k e l a m m e r t

Investigador del CEREN

I. LA DISCUSION SOBRE LAS RELACIONES MERCANTILES EN EL


SOCIALISMO (LA LEY DEL VALOR)

El enfoque tradicional de la estructura económica socialista parte de


la polaridad relaciones mercantiles de producción-planificación directa.
Las relaciones mercantiles de producción constituyen, según este punto
de vista original, necesariamente un modo de producción capitalista, y
planificación directa es necesariamente socialista. Después de consti­
tuirse la sociedad socialista, esta polaridad simple se transforma en la
polaridad mercado-plan, en la cual los dos polos ya no presentan capi­
talismo y socialismo, sino que polos que existen de hecho dentro de la
propia sociedad socialista. Confrontándose mercado y plan, había que
definir las funciones que cumplía cada uno. Las discusiones que se lle­
varon a cabo sobre la ley del valor tanto en la Unión Soviética en los
años 50, como en Cuba en los 60, tenían como objeto principal esta
relación y se fijaron en la explicación de las razones de la sobreviven­
cia del mercado —las relaciones mercantiles— en el socialismo. En el
fondo se trata de una discusión que continuamente expresa la sorpresa
sobre el hecho de que en la sociedad socialista la planificación directa
no reemplazaba las relaciones mercantiles de producción. Se tenía que
aceptar la posibilidad de relaciones mercantiles de producción, que ni
corresponden a modos de producción precapitalistas ni capitalistas; en
cambio, si, a socialistas.
Pero en términos de esta polaridad mercado-plan a la vez se enfocó
el poder en la sociedad socialista. Es decir, se relacionó esta polaridad
con otra, identificando mercado con descentralización y planificación
con centralización. Estas identificaciones ocurrieron tanto en las teo­
rías burguesas al respecto (la crítica neoliberal del socialismo específi­
camente) como igualmente dentro del campo socialista mismo (la po­
sición yugoslava en especial, pero tendencias de este tipo están pre­
sentes en toda la discusión del stalinismo en Europa oriental, como en
Brus, Oscar Lange, etc.). Desde esta identificación hay solamente un
paso a otra polaridad, o sea, la que contrapone libertad-dominación.
Relaciones mercantiles, de producción, mercado y libertad por un lado
—planificación directa, planificación central y dominación por el otro— .
Aparece entonces como lógica de la lucha en contra de la dominación
la vuelta a formas capitalistas de la producción. La crítica neoliberal
y la crítica antistalinista en Europa Oriental parecen encontrarse en
una extraña simbiosis, que un autor como Horvat simboliza muy bien

* Documento para discusión presentado en el Seminario del Consejo de Rectores sobre T ra n sfo rm a cio n e s
estructurales d e la s o c ie d a d c h ile n a . S an tiago, julio de 1 9 7 2 .

175
cuando anuncia la sociedad socialista como la mejor sociedad burguesa
que puede haber: lo que sueña la teoría económica neoliberal, el socia­
lismo lo puede hacer. Ni más, ni menos.
¿Por qué se da esta solución del problema? Sin duda, ella surge
como contestación a una planificación central que tendía a desembocar
en un sistema de dominación.
Con la centralización de la planificación se había centralizado el
poder, y el problema principal parecía ser la descentralización. Y la
descentralización se identificaba con relaciones mercantiles y la exis­
tencia del mercado. Si bien eso no excluye cualquier tipo de planifica­
ción, sin embargo, restringe la planificación de la economía a las posi­
bilidades que ofrece el uso de palancas financieras que actúan prin­
cipalmente sobre la demanda y oferta globales.
De esta manera se plantea de nuevo la necesidad de discutir la ley
del valor en el socialismo. Esta discusión se anuncia hoy en Chile y las
diversas soluciones posibles subyacen a los planteos de política econó­
mica del momento. Sin embargo, esta discusión todavía no se lleva a
cabo abiertamente. Pero en los planteos sobre la empresa socialista, la
autogestión, la política antiinflacionaria, la redistribución del ingreso,
etc., está ya presente la evaluación de la ley del valor en el socialismo
y nos parece necesario hacer este debate ahora abiertamente. Sin duda,
no será la prolongación de debates parecidos en la Unión Soviética y
en Cuba. Nuestro problema no es discutir de nuevo todas las razones
que hacen sobrevivir las relaciones mercantiles en el socialismo. Si bien
estas discusiones pasadas no han llevado a un resultado generalmente
aceptado, las experiencias históricas del socialismo no dejan duda de
que siguen y seguirán existiendo. Cualquier debate sobre la ley del valor
tiene que tomar eso como un dato. La discusión se producirá por tanto
más bien sobre la forma que pueden tener las relaciones mercantiles
en el socialismo. Este sería el problema real del socialismo chileno, que
se mueve entre dos posiciones referentes a las relaciones mercantiles
(la ley del v a lor):
1. La planificación basada en palancas financieras y que excluye
una planificación de la economía total en términos físicos.
2. La planificación en términos físicos, que determina las decisio­
nes fundamentales sobre los productos finales e intermedios produci­
dos sin dejarse guiar por el criterio dominante de la rentabilidad máxi­
ma de empresas particulares, sean de propiedad social o privada.
Entre estos dos polos va a girar la discusión, pero no puede llegar
a soluciones si no descubre en el interior de estas dos alternativas un
contenido específico de la construcción de una nueva sociedad socia­
lista. No se trata de formas que pueden servir como distintos caminos
hacia un mismo fin. No se trata de planteos “puramente formales” . Con
la forma está ya predestinado el contenido social de ella.
Esta referencia al contenido tiene que guiar entonces la discusión
de las alternativas formales. Y el contenido de la construcción del so­
cialismo no puede ser sino la transformación del país de una manera
tal, que se pueda ir conquistando la independencia política y económica
para la construcción de una sociedad en la cual se pueda gozar de la
vida y reproducirla en niveles siempre nuevos, e. d. una sociedad que
sea auténticamente de todos y que permita a todos sentir la patria como
suya.
Si bien esta descripción es muy general y casi lírica, podemos ir
operacionalizándola enseguida. Este contenido de la construcción de
una nueva sociedad implica sobre todo dos elementos fundamentales:
1. Una nueva redistribución actual de los ingresos en un grado
que permita a todos los chilenos satisfacer sus necesidades básicas.
2. Una participación en la generación del producto a través de la
movilización del trabajo de cada uno.

176
Sin estos dos elementos no hay una sociedad socialista y ninguna
cultura nueva es válida si no se basa sobre el cumplimiento de estas
condiciones centrales. A partir de ellas, por tanto, hay que juzgar las
formas alternativas de relaciones mercantiles y planificación en el so­
cialismo chileno y — en el fondo— de cualquier otro socialismo también.
En este contexto juega igualmente el problema de la participación: la
participación tiene que darse en función de estas condiciones funda­
mentales. Tiene que ser una participación en las decisiones sobre la
redistribución y sobre la colaboración a través del trabajo de cada
uno de los chilenos. Además, no hay duda de que una orientación de
la sociedad chilena hacia el cumplimiento de estas condiciones funda­
mentales es inimaginable sin la participación y la presión de las masas
populares. Los ejecutivos de cualquiera sociedad y los grupos de altos
ingresos de ninguna manera actuarán espontáneamente hacia tal cum­
plimiento. Buscarán miles de maneras para escapar a las consecuencias
que para ellos tienen. Por eso es tan fundamental la participación y la
presión.
Sin embargo, una participación en las decisiones no tiene ningún
sentido, si no se refiere a la posibilidad de dirigir la sociedad en fun­
ción de los intereses de las masas. Participar en decisiones que dejan
intactas las posiciones de los grupos de altos ingresos y que reproducen
continuamente la marginación de la grandes masas del trabajo sería
una burla. Nuestra pregunta se formula por tanto de esta manera: ¿Có­
mo pueden las masas tomar en sus manos efectivamente la política
de redistribución y de la integración de todos en el trabajo? Esa es la
pregunta clave, y la respuesta nos daría como resultado la definición
de lo que es la democracia socialista.

II. EL ENFOQUE DESCRIPTIVO DE LA REDISTRIBUCION DEL


CONSUMO Y DEL TRABAJO DE TODOS

Para acercarnos a la respuesta, podríamos preguntar cuáles serían las


condiciones reales de una redistribución y una política del trabajo de
todos en cuanto a la forma del producto, para preguntar después qué
combinación de planificación y relaciones mercantiles es capaz de
asegurar decisiones en esta línea indicada. Podemos partir de la redis­
tribución.
1. La redistribución del consumo: El cambio del carácter físico
de los productos. Vamos a tratar primero de clasificar los productos
según la relación entre su carácter físico y el tipo de ingreso al cual
corresponden.
Partimos de la base de que hay productos que, según su carácter
físico, entran solamente en la canasta de bienes de bajos o altos ingre­
sos. Si bien no todos los productos finales tienen este carácter, sí lo
tienen muchos. De eso resulta que, una sociedad de alta igualdad de
ingresos, consumirá otros productos en otra composición de sociedades
de alta desigualdad. En razón de eso es posible describir el cambio del
carácter físico de la canasta de bienes en el caso de una redistribución
del consumo.
La dificultad de esta descripción, sin embargo, reside en el hecho
de que muchas veces diferentes bienes son productos de la misma in­
dustria con la consecuencia de que el tamaño relativo de las industrias
de por sí no indica el grado de desigualdad de los ingresos. Cada hom­
bre tiene que vivir en algún lugar, vestirse, alimentarse, informarse,
usar la locomoción, etc. En la línea de cada una de estas necesidades
existen industrias. Construcción, agricultura, textil, electrónica, etc. Si
se toma como base de la descripción la composición de los bienes fina­
les por industria, se llega al resultado de que en un país como Chile
estas diversas industrias participan en la composición de la canasta de

177

12 — Cuadernos
)
bienes de bajos y altos ingresos en forma relativamente igual, excep­
ción hecha de la industria automotriz. Llegaríamos entonces al resul­
tado de que una redistribución fuerte no va a influir mayormente sobre
la producción relativa de las distintas industrias con excepción de la
industria automotriz.
Hace falta, por tanto, usar otro criterio del análisis. Tentativa­
mente podríamos partir de cuatro criterios, que pueden servir para
distinguir los productos de las diversas industrias en relación a su inci­
dencia sobre una redistribución de los ingresos.
a) productos que exclusivamente entran en el consumo de ingre­
sos bajos y que tienden a desaparecer de la canasta de consumo de
ingresos altos. Se trata de alimentos considerados como inferiores, de­
terminados tipos de casa, vestidos, etc.;
b) productos exclusivos del consumo de altos ingresos. En un caso
como Chile se trata especialmente del automóvil, ciertos artefactos
electrónicos, etc.;
c) productos que entran tanto en el consumo de bajos y altos in­
gresos, sea en cantidades iguales para los dos o en cantidades más
altas para ingresos altos. Se trata especialmente de los alimentos, me­
naje, etc.;
d) productos comunes á todos los niveles de ingresos con distinta
diferenciación según los ingresos. Este tipo de productos tendrá una
importancia relativa siempre mayor cuanto más desarrollada esté la
producción industrial del país.
Utilizando estas categorías, podemos describir ahora mejor el efecto
de una redistribución del consumo sobre la composición de la canasta
de bienes. Los productos exclusivos para los ingresos altos tenderían a
desaparecer (categoría b ) ; los productos que entran tanto en el con­
sumo de ingresos altos y bajos aumentarían su producción (categoría
c ) , y los productos que son comunes según su distinto grado de dife­
renciación y sofisticación tenderían a simplificarse en el sentido de
que más bien los tipos de baja diferenciación crecen y los otros de­
clinan (categoría d ) . Lo que ocurre con los productos que entran exclu­
sivamente en el consumo de ingresos bajos dependería del nivel de las
fuerzas productivas del país y del límite de una posible igualación de
los ingresos (categoría a ) . Pero de todas maneras tenderían a desapa­
recer.
Hablamos hasta ahora solamente sobre los bienes finales que en­
tran en la canasta de consumo. Podríamos ampliar el cuadro hacia los
servicios. Clasificándolos según los mismos criterios, podríamos notifi­
car su redistribución igualmente, a condición de que los dividamos en
dos partes: 1. Los sueldos pagados que se transforman en ingresos de
personas que rinden estos servicios y que se comportan exactamente
según las categorías anteriormente derivadas, dependiendo si se trata
de ingresos bajos o altos. 2. La infraestructura de servicios (escuelas,
hospitales, etc.) que con una redistribución del acceso a su uso experi­
mentarían determinados cambios de su carácter. Estos cambios se deri­
van de categorías análogas a las anteriores, o sea:
a) servicios exclusivos de ingresos bajos (p. ej., escuelas malas,
etcétera);
b) servicios exclusivos de ingresos altos;
c) servicios de igual calidad para ingresos bajos y altos;
d) servicios de distinta diferenciación según ingresos.
Las transformaciones necesarias en el caso de una redistribución
del acceso a los servicios se dan también de una manera análoga al
caso de los bienes que integran la canasta de consumo. Los servicios
exclusivos de ingresos altos tienden a desaparecer, los de igual calidad
para diferentes niveles de ingresos tienden a aumentar, los servicios
de distinta diferenciación según ingresos se reformularían en función

178
tipo de producción, imposibilitando de esta manera un aprovechamiento
pleno de los factores de producción.

ni. LA PLANIFICACION POR PALANCAS FINANCIERAS Y EL


CARACTER SOCIALISTA DE LAS RELACIONES DE PRODUCCION

Tenemos hasta ahora una descripción algo más completa de las con­
diciones básicas de la construcción de la sociedad socialista. En el
fondo se trata de una descripción de las condiciones cuyo cumplimiento
nos permite hablar en un sentido auténtico de una sociedad nueva.
Participación de las masas no puede significar sino la posibilidad de
contribuir a que la sociedad se desarrolle en esta dirección. Sería tam­
bién aquí utópico querer la solución inmediatamente. La solución del
problema del pleno empleo —de la movilización de la fuerza de trabajo
entera— seguramente sólo es posible a través de una transformación
más profunda de la que el Gobierno actual puede enfocar a corto plazo.
Sin embargo, la discusión de las formas de participación tiene que to­
mar en cuenta que la solución del problema se da solamente en el
grado en que se avance hacia esta movilización general de la fuerza de
trabajo. No hay siempre claridad con respecto a eso, lo que hace que
en la discusión de la redistribución del consumo, como punto de partida
del programa económico del Gobierno, se habla tanto de las capacida­
des ociosas en el país sin darse cuenta de que la fuerza del trabajo es
la capacidad ociosa más importante.
La participación en la construcción de la sociedad socialista tiene
que considerar siempre si se ofrece un marco global dentro del cual
se tiene realmente los mecanismos para poder participar en la orienta­
ción de la sociedad hacia el cumplimiento de estas condiciones básicas.
Bajo este punto de vista podemos retomar la discusión de las relaciones
mercantiles en el socialismo y del concepto de planificación que se
apoya sobre palancas financieras, excluyendo una planificación en tér­
minos físicos. Habría que ver entonces, hasta qué grado una planifi­
cación de este tipo puede asegurar la redistribución del consumo descrita
y asegurar a la vez una salida efectiva para la movilización de la fuerza
de trabajo entera (entendiendo esta movilización hasta ahora en tér­
minos específicamente económicos).
Si la planificación se apoya en palancas financieras, se apoya a la
vez en la maximización de las ganancias por parte de las empresas,
sean de propiedad social o no. Para estas empresas, por supuesto, da
exactamente lo mismo producir para ingresos altos o bajos. Lo que
cuenta es la ganancia. Por tanto, insistirán tanto en la ampliación del
mercado, que puede ofrecer una mayor diversificación de los produc­
tos, como en un aprovechamiento de mercados que ofrecen los ingresos
bajos. La empresa como tal parece indiferente frente a estas alter­
nativas, pero su indiferencia significa la opción de tratar la demanda
de ingresos altos igual como la demanda de ingresos bajos. No se trata
de una indiferencia desinteresada.
Sin embargo, la demanda para estos productos de alta diferencia­
ción no puede existir sino en el grado en que los grupos de altos in­
gresos correspondientes hayan ya satisfecho ciertas demandas básicas.
Pero estas demandas básicas las tienen en parte en común los altos y
bajos ingresos. Se trata de productos que con igual carácter físico entran
tanto en la demanda de ingresos bajos como altos o, por lo menos, tien­
den a hacerlo. Escasez relativa de estos productos produce, por tanto,
una confrontación: los ingresos altos se vuelcan hacia ellos hasta sa­
tisfacerse en un grado tal que su demanda restante se dirige hacia los
bienes de alta diferenciación. Eso lleva los precios relativos de una
manera tal, que los altos ingresos sean satisfechos hasta que se vuel­

180
quen hacia lo otros bienes, expulsando a los grupos de bajos ingresos
de la demanda por tales bienes.
En esta orientación de la demanda se encuentra la explicación
del fracaso de políticas exclusivamente financieras de la redistribución
del consumo. Los altos ingresos pueden siempre concentrarse sobre la
demanda de estos bienes que también entran en el consumo de bajos
ingresos (en especial: la demanda por alimentos), exigiendo su satis­
facción total antes de tolerar una participación de los grupos de bajos
ingresos. Y como su demanda por bienes más diferenciados es extrema­
damente elástica, lo consiguen. Sin embargo, si un movimiento de la
demanda de este tipo se lleva al extremo, quita a la industria manufac­
turera toda la demanda. Esto se recupera consiguiendo una mayor des­
igualdad de los ingresos, que hace posible que los altos ingresos tengan
la posibilidad de volcarse de nuevo sobre productos manufactureros
de alta sofisticación, para lo cual el aumento de los precios y, por
tanto, de los altos ingresos de la esfera de la producción de estos bienes
comunes a bajos y altos ingresos constituye el primer paso.
La historia chilena está llena de ejemplos de intentos de redistri­
bución del consumo sobre la base de palancas financieras y los consi­
guientes repliegues de estas políticas. El ejemplo más reciente lo da la
política del Gobierno de Frei en los años 1965-1966.
Es evidente que una participación obrera del tipo de la autoges­
tión no tiene ninguna herramienta para contrarrestar estos movimien­
tos de la demanda, qué continuamente imponen la restitución de la
desigualdad anterior de los ingresos y del consumo.
Igual cosa se puede decir sobre la posibilidad de una planificación
monetaria de asegurar una movilización de la fuerza del trabajo. Siem­
pre estará restringida a una política que permite el empleo de la fuerza
de trabajo en el grado en que produce más que su ingreso monetario.
Todo empleo de la fuerza del trabajo que no cumpla con esta condición
es aparentemente irracional. Desde este punto de vista, es mejor no
aprovechar una fuerza de trabajo antes de aprovecharla con una pro­
ductividad monetaria más baja de su ingreso en términos monetarios.
Para el sentido común tal actitud es despilfarro; para el sentido del
economista tradicional, en cambio, es expresión de la alta racionalidad
de la empresa autofinanciera.
De todo eso sigue que la planificación por palancas monetarias no
puede asegurar las condiciones básicas de la construcción de una so­
ciedad nueva y justa. De eso se desprende que tampoco puede asegurar
una participación de las masas en la construcción de tal sociedad. Si
habla de participación tiene que hacerlo en términos totalmente abs­
tractos, renunciando a una discusión del contenido de la nueva socie­
dad. La participación misma aparece como el contenido y no existe
en función de nada. Participar para participar, mientras la participa­
ción debería ser la garantía de que realmente se avanza en la dirección
de la construcción de la nueva sociedad descrita. La participación se
convierte en fetiche y se mistifica.

IV. LA PLANIFICACION EN TERMINOS FISICOS

Sigue de eso la necesidad de formular las posibilidades de asegurar


una participación en la construcción de la nueva sociedad a través de
una planificación en términos físicos, que restrinja las relaciones mo­
netarias de una manera tal, que no puedan predeterminar la distribu­
ción del consumo y las decisiones básicas sobre la estructura de pro­
ducción. Esta planificación en términos físicos no es de por sí planifi­
cación central, y —al revés— la planificación central no es de por sí
garantía de que se avance realmente hacia la construcción de una
nueva sociedad. Sin embargo, el análisis anterior de las condiciones

181
básicas nos permite vislumbrar los grados de descentralización y cen­
tralización de la planificación necesaria para asegurar esta meta. Claro
está que esta descentralización ya no se puede confundir con relaciones
mercantiles y con la constitución de empresas orientadas por la maxi­
mización de la ganancia. Se trata más bien de aclarar hasta qué grado
el movimiento de masas puede confiar en su experiencia inmediata y
hasta qué grado tiene que utilizar la planificación central para lograr
sus metas.
Las posibilidades de influencias descentrales sobre la estructura de
producción y de empleo se derivan de nuevo del esquema inicial. Las
masas productoras tienen un primer plano de posible control en el he­
cho de que ellas mismas son las que producen los productos. Como
productores pueden influir sobre el carácter del producto resultado de
su actividad y, por tanto, modificarlo en otros que sirvan —como pro­
ductos— para el consumo de ellos o de otros de su misma clase social.
Se trata aquí de una instancia primaria de control descentral que tiene
que terminar con la indiferencia de la empresa en relación con lo que
produce. Debe preferir producir bienes que entran en el consumo bá­
sico de las masas y discriminar sobre productos que tienden a conver­
tirse en oferta para ingresos altos. Como se nota, no se trata de im­
poner el gusto de los productores de determinado producto a otros. Se
trata, en cambio, de mantener la libre elección en el límite de la
igualdad tendencial del ingreso. No se trata, por tanto, de discutir
aquí si cada sujeto debe tener libre elección en lo que quiere adquirir.
Se trata de juzgar sobre el marco de ingresos dentro del cual esta
libre elección se puede llevar a cabo. Que esta decisión sea individual y,
por tanto, administrativamente no predestinada, es una de las muchas
razones de la necesidad de mantener relaciones mercantiles en el so­
cialismo.
Además, este control primario no se refiere solamente a la pro­
ducción de bienes, sino igualmente a la de servicios. El rechazo a la
producción de servicios a los cuales las propias masas no tienen acceso
debe ser parte integrante de un control efectivo.
Pero tanto en el caso de los bienes y, más todavía, en el caso de
los servicios, parece inmediatamente claro que este control primario es
sumamente deficiente y que no puede constituir sino el primer paso de
una toma de conciencia del proceso por parte de las masas. En el plano
de los bienes puede funcionar eficientemente sólo en lo que respecta a
la producción de bienes que entran exclusivamente en la demanda de
los ingresos altos, sea por su carácter físico mismo y por su alto grado
de sofisticación. No puede funcionar en el caso de bienes que entran
tanto en el consumo de ingresos bajos como de ingresos altos. En re­
lación a los servicios esta debilidad parece todavía más pronunciada.
Muchas veces en los servicios la participación de los que perciben in­
gresos altos es muy grande, lo que hace que los propios productores de
estos servicios sean muy malos controladores (universidades, p. e j.; sa­
lud pública, etc.). En el caso de los bajos ingresos se trata en gran
parte de servicios que son de uso exclusivo de los ingresos altos (servi­
cios personales, jardineros, etc.) que no tienen alternativa de produc­
ción, con el resultado de que el rechazo de la producción en función de
ingresos altos implicaría la renuncia al puesto de trabajo (un pro­
blema que en el caso de la producción de bienes para ingresos altos
existe también, pero con menos intensidad).
Estos problemas ya hacen claro que el control de las masas tiene
que mediatizarse por instancias centrales. El obrero de la industria
automotriz evidentemente puede rechazar la producción de autos par­
ticulares solamente si se gestiona sobre la base de una planificación
central la reorientación de la producción a otros productos, p. ej., ca­
miones y autobuses. Las personas que prestan servicios personales a los

182
ingresos altos pueden rechazarlos solamente si la economía les ofrece
puestos de trabajo por lo menos equivalentes en otras partes, lo que
jamás puede ser la decisión directa de estas personas. Igual cosa ocu­
rre con la producción de bienes intermedios. El obrero del cemento no
puede controlar la orientación de su producto hacia su propia clase a
partir de su unidad de producción. Si su control no se mediatizara cen­
tralmente (a través de una planificación central y de una organización
obrera para presionar sobre tal planificación), tendría que delegar su
control a los obreros de la construcción, que en otra parte elaboran los
edificios, para los cuales el cemento es solamente uno de los insumos.
En todo caso se necesita una mediatización central del control
primario, para que todos puedan participar en el control y establecer
de esta manera una fuerza social suficiente para poderse enfrentar con
grupos dirigentes que de ninguna manera desaparecen simplemente por
el hecho de la nacionalización de los medios de producción. No puede
constituirse tampoco este control simplemente por la planificación cen­
tral. Las instituciones de planificación se componen de un personal
que generalmente también tiende a incluirse en los mismos grupos de
altos ingresos y —por buenos que sean— no deben tener jamás el poder
de definir el contenido social del plan general. Su problema es un pro­
blema técnico: asegurar la proporcionalidad del plan, cuyo contenido
social se expresa por la presión de las masas. Estas, por tanto, no pue­
den confiar sino en la organización propia de ellas, con dirigentes que
ganan el salario obrero y que no necesitan sino un conocimiento bas­
tante elemental de economía como para poder decir si una determinada
política económica favorece a las masas o no. El problema técnico de
asegurar una proporcionalidad del plan es un problema complicado,
que el obrero escasamente va a poder dominar. Pero el dominio de este
conocimiento técnico tampoco resulta. Para efectuar un control del con­
tenido social del plan necesita más bien una clara conciencia de clase,
que incluya el conocimiento de lo que son las condiciones básicas de la
construcción de la sociedad socialista.
Esta necesidad de una mediatización central del control primario
aclara, a la vez, que el ejercicio del control primario sobre la redistri­
bución del consumo exige la garantía de la movilización de la fuerza
de trabajo entera, es decir, el pleno empleo garantizado. Sin tal movili­
zación el control primario tiende a fracasar y la iniciativa tiene que
pasar al plan central o a las empresas autofinancieras planificadas
por palancas financieras. Si bien —por lo tanto— la redistribución del
consumo es la meta principal, el objetivo en última instancia tiene
que ser esta movilización total de la fuerza de trabajo, entendida tal
movilización como la base material y previa de una participación efec­
tiva y una presión masiva en función del control de la distribución. La
conciencia de clase en un sentido cabal nace de ahí, y solamente de allí.
Sin embargo, una política de pleno empleo de nuevo nace sola­
mente sobre la base de un control primario. Las empresas —las uni­
dades de producción— pueden controlar la introducción de tecnologías,
que muchas veces aumentan solamente la intensidad del capital, per­
mitiendo producir lo mismo con menos mano de obra. En muchos casos
se trata de procesos perfectamente controlables desde la base. Eso de
nuevo exige una definición frente a las ganancias. Las empresas capi­
talistas son indiferentes frente a combinaciones intensivas de capital
con poca mano de obra u otras con mucha mano de obra y poca inten­
sidad de capital. Para ellas cuenta la ganancia y nada más. Un con­
trol primario desde la base, que asegura los puestos de trabajo y recién
dentro de este límite un rendimiento máximo del trabajo, es perfecta­
mente posible. Pero de nuevo exige una conciencia de clase que se
opone a los intereses más inmediatos de los propios obreros considera­
dos como individuos o grupo. Sin embargo, en este caso los problemas

183
técnicos son más complicados aún. En el proceso de la sociedad se
trata de asegurar el pleno empleo, pero no cada puesto de trabajo es­
pecífico. Una determinada movilidad del trabajo es condición misma del
desarrollo de las fuerzas productivas. De nuevo la mediatización central
del control primario es una necesidad de la efectividad de este control.
Pero de nuevo esta mediatización central no implica la entrega del
poder a técnicos que entienden estas cuestiones. Sin duda la selección
de las técnicas adecuadas y la determinación de un sistema de precios
lo más ajustado posible a la condición del pleno empleo es un problema
altamente complicado. Pero igualmente el criterio de control sigue sien­
do fácil y, por tanto, accesible al movimiento de masas: el criterio es si
hay o no empleo para todos. Este criterio no debe olvidarse por la auto-
mistificación de los economistas tecnócratas. Un ingeniero de caminos
es un buen ingeniero solamente en el grado en que sabe cómo se cons­
truyen caminos. Igualmente un economista es un buen economista so­
lamente en el grado en que sabe indicar posibilidades efectivas del
pleno empleo para todos, en circunstancias de una alta igualdad de
ingresos. Jamás es un buen economista por la razón de que sabe expli­
car bien, porque el pleno empleo es imposible y porque la distribución
de ingresos tiene que ser altamente desigual. Economistas de este tipo
hay muchísimos y también en Chile, pero según la razón indicada son
solamente economistas que saben argumentaciones sofisticadas.
Según lo indicado, el control primario sobre la economía solamente
puede hacerse eficiente si se mediatiza por una planificación centrali­
zada. A la planificación centralizada corresponde un control político de
las masas organizadas que presione para que esta planificación se rea­
lice para completar —y no para contrarrestar— e¿ control primario.
Sin embargo, de la mediatización por el plan central emanan de nuevo
formas de control primario, que tienen que ser tomadas por las mismas
masas. Se trata aquí de los controles primarios que utilizan indicadores
mercantiles. Pero los usan en contra de determinadas conductas mer­
cantiles, en favor de conductas antimercantiles que no pueden sino
orientarse en indicadores mercantiles. La conducta mercantil por exce­
lencia es la maximización de las ganancias sobre la base de indica­
dores mercantiles, que son precios. La conducta antimercantil basada
sobre el control primario se refiere al control de precios y de la relación
costos/precios en la economía. Este control tiene dos caras:
1. El control fuera de las unidades de producción por parte de
consumidores en los mercados de los bienes finales. La planificación
estipula precios adecuados cuyo control central es prácticamente impo­
sible o exigiría una inflación burocrática tal, que no es deseable. Este
control ahora corresponde típicamente a las masas organizadas y se
desarrolla como una función descentralizada. (Las JAP, p. ej.).
2. El control dentro de las unidades de producción, que tiene que
vigilar sobre la relación considerada racional entre costos y precios.
Este control ciertamente tiene una importancia mayor en empresas pri­
vadas, frente a las cuales, para una planificación central, la determi­
nación de precios adecuados es extremadamente difícil por la falta de
información, y donde la vigilancia interna es elemento importante del
control de la especulación. Es un control antimercantil en el sentido
de que maximización de las ganancias por parte del empresario lo
conduce a preferir repartir con sus obreros sus posibles sobreganancias,
a una política de precios controlados. Pero este control tiene que efec­
tuarse también en el interior de las empresas de propiedad social para
asegurar información real de la capacidad de producir, las provisiones,
etc. (juntas de vigilancia, p. ej.).
Solamente en este sentido se puede pensar en una posible solución
del problema de la descentralización de las decisiones en la economía.
En el fondo se deriva de los análisis anteriores que la descentralización
-

a través de las relaciones mercantiles es sumamente engañosa. No en­


trega a las masas la real posibilidad de decidir sobre el producto econó­
mico según sus intereses; sólo les entrega una falsa participación en
estructuras, que intrínsecamente dirigen la producción económica hacia
los intereses de las minorías que, de hecho, aprovechan del producto
por sus ingresos altos. Existe una participación falsa, que permite a
las masas elegir a las personas que integrarán tal élite privilegiada,
mientras se trata de construir una sociedad sin tal élite.
Y por esta razón —y solamente por ésta— , la planificación central
en términos físicos es parte integrante de una descentralización efec­
tiva del poder. Nadie niega que una planificación central puede también
caer en las manos de élites privilegiadas. Pero por eso no deja de ser
el instrumento necesario para la orientación de la economía en función
de los intereses de las masas. Lo que la convierte en un instrumento
tal, es su vinculación con el control primario y directo por parte de
los productores.
Por tanto, en cierto sentido la cuestión no es entre empresa auto-
gestionada y empresa planificada. Lo es solamente en el grado en que
autogestión significa la legitimación de la orientación predominante
de las empresas por indicadores de la ganancia. En este caso el control
primario de los productos se excluye, y ellos actúan como capitalistas
colectivos, y la planificación se ejerce por palancas financieras. En el
otro caso de la planificación en términos físicos, en cambio, el grado
de la autonomía de la empresa se determina por el grado de la posi­
bilidad de ejercer un control primario sobre el producto y la planifi­
cación central es el apoyo indispensable a estas empresas para que el
control por los productores pueda ser efectivo en relación a toda la pro­
ducción económica. Ella es subsidiaria en referencia al control pri­
mario de los productores y no a la ganancia monetaria de la empresa.
En este sentido, por supuesto, se trata de descentralizar lo más posible,
asegurando, a la vez, que tal descentralización signifique el ejercicio
del control primario y no el aprovechamiento de poderes de grupos mi­
noritarios en función de sus intereses particulares. Sin embargo, jamás
pueden ser los planificadores los que controlen en última instancia esta
orientación de las entidades descentralizadas según el interés de las
masas. Esta función la puede ejercer solamente una organización de
las propias masas, que controle a los mismos planificadores. Sin em­
bargo, tal control va más allá de lo puramente económico en el sentido
más bien estrecho. Se transforma en seguida en una tarea política y
surge la necesidad de establecer un poder político capaz de imponer a
los mismos planificadores este papel subsidiario en relación al control
primario de las masas o — en otras palabras— transformar una tecno­
cracia en técnicos al servicio del interés de las masas.
Sin embargo, ya se trata de problemas que en el contexto de este
trabajo no se van a tratar. Tenemos que satisfacernos con anunciarlos.

185
Salvación y sabiduría del hombre común: la teología
del Reader's Digest
A r ie l D o r f m a n

Profesor de Literatura Española e Hispanoamericana


en el Departamento de Español de la
Universidad de Chile

“ Cuando iba de patrulla en Vietnam, un soldado vio una gran cobra que se deslizaba
por el sendero delante de él. Excesivamente miedoso de las culebras, mi amigo le
disparó un tiro, revelando así nuestra posición al enemigo. Cuando el jefe de la
patrulla le preguntó si no se le había ocurrido otra solución, él contestó vacilante:
‘ Sí, mi coron el. . . , pero creí que no teníamos tiempo para pedir un ataque aéreo’. ”
(Extraído de “ Humorismo Militar” , Selecciones del Reader’s Digest, mayo 1971).

“ La opinión pública sabrá j u z g a r .. . ” (Opinión del ciudadano Eduardo Frei


Montalva, seguramente en uno de sus discursos públicos o en alguna conversación
privada).

“Cierto hombre de ciencia, que hace muchos experimentos con ratas blancas,
dice que a menudo se pregunta si no habrá alguna especie superior de aquellas ratas
que nos esté usando a nosotros con igual propósito.” (Extraído de “ Ideas Geniales” ,
Selecciones del Reader’s Digest, mayo 1971).

Lo sabe todo el mundo.


No resulta una novedad constatar que Selecciones del Reader’s
D igest1 es abiertamente reaccionario. Es proverbial su defensa del mo­
do de vida occidental, cristiano, anglo-sajón, capitalista y norteameri­
cano. En el número de mayo de 19712 (Tomo LXI, N9 366), que nos
servirá durante el transcurso de nuestro examen como muestra proto-
típica para una ejemplificación constante, hay, por lo menos, tres
artículos que sin disimulo atacan el comunismo y los países socialistas
(“ Angela Davis o la forja de un mártir” , “Macao, Ciudad de Oro y Mis­
terio” , “ El Gran Circo de Moscú” ), y aseveraciones parecidas, pero más
breves, se hallan desparramadas de contrabando en varias otras sec­
ciones. Si el Reader’s sólo consistiera en esto, no pasaría de ser un
burdo propagandista del sistema yanqui, y desnudarlo sería bastante
fácil. Tal es así que muchas veces, al fijarse en los contenidos políticos
explícitos, el ropaje más visible, se ha desatendido algo más importante:

1 Este trabajo surgió a raíz de un análisis preliminar que se hizo para el programa de televisión
“ Importa” , que realizaba el Departamento de Español de la Universidad de Chile en el Canal 9
durante 1971. Ilustrado el texto del Reader’s por dibujos de Oski, se comentaron uno por uno los
artículos de la revista, y se introdujo el punto de vista del lector por medio de títeres. Agradezco
la ayuda de Manuel Jofré Berríos, sin la cual este trabajo habría sido imposible.
2 Nuestra muestra es del año 1971 entero: doce números. Sin embargo, en vez de analizar la tota­
lidad o desparramar los ejemplos más típicos, pensamos que lo más adecuado sería mostrar cómo
—*n un solo número— se dan todas las características estructurales de las demás. En realidad, cual­
quier número hubiera servido.

186
la manera en que la revista concibe el proceso de la comunicación misma,
la estructura que ha adoptado para derrotar, y aprovechar, una serie
de contradicciones generadas en el mundo del siglo XX.
En efecto, el Reader’s nace para entregar cierto tipo de información
a un lector que carece de ella y que no la puede ingerir en otros medios
masivos de comunicación. Este receptor siente, por razones que exami­
naremos más adelante, la necesidad de dominar, sin ser especialista,
sin tragarse libros ni revistas, sin crearse grandes rompecabezas, algu­
nas porciones del conocimiento que le parecen indispensables. Usando
el Reader’ s como puente-colador, el lector recibe “ lo mejor de libros y
revistas” , en “ condensaciones de artículos de interés permanente, colec­
cionadas en folleto.” Es decir, el Reader’s selecciona (lo que no es de
extrañar, si tomamos en cuenta su título), distingue, entre miles y
miles de publicaciones, aquellas que desbordan lo pasajero, lo mera­
mente novedoso, para poder permanecer en la mente (y en los anaque­
les) del comprador. Lo digno de mayor consideración, de ser estatua
en la mente de cada cual, museo interior, se diferencia de lo que será
olvidado mañana. Un manual turístico para la geografía de la igno­
rancia.
Por eso es un folleto. Más que una revista, porque, si bien conserva
su servicio modernizador, su estar-al-día, puede guardarse para con­
sulta incesante. Menos que un libro porque, si bien puede habitar una
biblioteca, no ahuyenta al adquirente con un aspecto voluminoso, adusto
o académico. Con las ventajas de uno y otro: el término medio comu­
nicativo exacto para desempeñar la función. Este equilibrio, una ca­
racterística que el Reader’s reproduce en otras configuraciones suyas,
garantiza que la revista se constituya en un recinto alejado tanto de
la intelectualidad estéril de la élite como de los productos residuales
de la sociedad de consumo. Su form a-to denuncia la hibridez dentro de
la cual sale a luz, los reinos que quiere conciliar: es magazine o es libro,
y ninguno de los dos, y ambos, según el punto de vista que se adopte,
las conveniencias del lector, la encrucijada precisa donde lo periodístico
y lo culto se mezclan, donde novedad y estabilidad, sensacionalismo y
residencia, logran un amancebamiento pacífico.
Por eso, ese microcosmos, en cada entrega, se ocupa de todos los
sectores que la realidad abre, acentuando la penúltima información
proveniente de ese campo. Nos encontramos, antes de abrir el folleto,
en su portada, con un revoltijo de temas de la más variada índole. Es
una realidad fragmentada, que reproduce la división del mundo en
parcelas que el lector ha legitimado ya en su experiencia cotidiana.
Cada área aparece claramente delimitada y aparte de las otras, sepa­
rada de una posible cohesión globalizadora. La aparente autonomía
de los diversos trozos refuerza subterráneamente la imagen que el
lector se ha formado de sus propias potencialidades cognoscitivas en
un mundo donde todo cambia con tanta fiebre, donde la especialización
ha llegado a fronteras traumáticas, donde nada parece adquirir cohe­
rencia o integración.
Claro que este aislamiento asfixiante no aparece como tal. Por el
contrario, permite que el Reader’s, a la vez que entregue la impresión
de pluralismo (que no pasa de ser temático y jamás invita a una po­
lémica en que diferentes posiciones verdaderamente se enfrenten),
ofrezca al lector la totalidad por acumulación, breve, entretenida, asi­
milable. Nada está fuera de ese minimundo: geografía, biografías, his­
toria, medicina, política, anécdotas, arquitectura, arte, problemas del
mundo actual, relaciones familiares, los últimos adelantos tecnológicos,
botánica, consejos, dietética, test, chistes, religión, secciones que, por
lo demás, se repiten monótonamente (cambiando de contenido para
atraer) de mes en mes. Simulando la ficción de que está atiborrado de
informaciones, el folleto puede al mismo tiempo abordar cada sección

187
sin relacionarla con los compartimentos laterales; puede enunciar los
problemas ahí descritos como absolutamente particulares y las ense­
ñanzas extraídas como desgajadas de toda ligazón cualitativa con aque­
llo que se ha aprendido en el resto de la revista.
En virtud de que la fuente escrita, anterior, de cada porción es un
libro o un ensayo especializado, resulta ser el origen mismo lo que
viene a justificar esta parcialidad en la cognición. Al lector se le auto­
riza el espíritu con tal de que acepte antes la atomización contundente
de ese conocimiento en espacios y líneas demarcatorias previamente
establecidas por la sociedad, las santificadas e incontaminadas reser­
vas del saber en que una clase social ha dispuesto y organizado el mundo.
Es decir, el Reader’s utiliza la división que impuso la burguesía, técni­
camente inevitable, del trabajo intelectual (y material), necesaria pa­
ra el desarrollo económico y el dominio de la naturaleza, para validar
a posteriori la subdivisión de la cabeza de los que quisieran aproximarse
a ese conocimiento. La verdad en píldOras, en bolsillos, en roperos, en
compartimentos inmaculados, consecuencia infernal de un sistema eco­
nómico que aísla al hombre de la totalidad y enajena su humanidad,
para el Reader’s se convierte en precondición incuestionable para llegar
a conocer auténticamente. Sólo la suma caótica de elementos disgre­
gados puede asegurar al individuo su iluminación reveladora. Claro que
este método es posible porque, por debajo de variaciones temáticas, di­
ferencias meramente anecdóticas, se vive una unidad estructural pro­
funda. Cada trozo “seleccionado” no puede sino repetir el mismo len­
guaje, procedimiento, técnica, sistema y tesis ideológicas, que los otros
componentes. Se reitera cíclicamente en las islas aparentemente inde­
pendientes una misma bandera, clima, geología.
Pero hay otros motivos. Como buena parte de los artículos en­
frenta algún problema que ha hecho crisis en la sociedad contemporá­
nea, por ejemplo, armamentismo, hambre, drogas, delincuencia urbana,
contaminación atmosférica, conflicto generacional, subdesarrollo cró­
nico, convivencia comunitaria, etc., al separar un tema de otro se le
dificulta al lector intuir de qué manera todas estas contradicciones na­
cen de un mismo y único sistema, y cómo cada fragmento que se ha
deseado arrinconar no es sino un síntoma de una crisis considerable­
mente más grave y generalizada. El Reader’s, además, al poder derrotar
cada situación angustiante aparte de las discordancias paralelas que
pueden advertirse en las demás, logra una transformación milagrosa,
agorera. No se presenta el problema para indagar en sus causas o
desentrañar sus orígenes, sino que, muy por el contrario, se nos pone
frente a los ojos la manera en que en algún lugar modelo y con la
inspiración de un ciudadano ejemplar, ese problema se halla en vías
de solución. Así, lo que interesa no es saber más acerca de las drogas
y las razones por las cuáles éstas proliferan, especialmente en USA y
Europa, para poder efectivamente colocar el dilema en su justa ubi­
cación. Lo que interesa es ejemplificar la solución individual, imitable
por todos, a esa incertidumbre. No hay tal contradicción generada por
un sistema; ni siquiera habría un sistema. Sólo hay casos que algunos
han sabido enfrentar exitosamente, y que otros podrán resolver con
simétrica dedicación y por idénticas vías, siempre que lean Selecciones.
A este procedimiento, al que volveremos pronto, ya que constituye el
núcleo de la estrategia del Reader’s, se agrega el hecho de que toda otra
alternativa está eliminada y que cualquiera situación positiva que pue­
da interrogarse en esas disyuntivas se debe a lo que ellas tomaron pres­
tado del sistema que propugna el Reader’s.
Estas soluciones fracturadas pueden observarse en la mayoría de
los artículos del número de mayo de 1971. En “ Se nos mueren los
océanos” , dedicado al problema de la polución y los modos de comba­
tirla. O en el abismo del hambre resuelto: “Revolución en la agricul­

188
tura, promesa de abundancia” . O la congestión en las carreteras y los
accidentes: “ Cuando se juntan el alcohol y el volante” . O al enfrentar
el problema de los accidentes laborales: Riku Ruopsa (“La Prueba de
Fuego de Riku Ruopsa” ) supera el accidente mediante su garra y em­
puje, que cada cual debe tomar como arquetipo. O en la lucha contra
el crimen (“ Sherlock Holmes vuelve a vivir” ) . Pero donde llega al colmo
es en dos ensayos diferentes (“ Tranquilidad sin tranquilizantes” y
“ Saque provecho de las preocupaciones” ), que resumen la actitud del
Reader’s frente a algo más que perturbaciones psicológicas.
Todos sabemos que a cada momento estamos saltones, irritables,
tensos, preocupados. En gran medida debido al conjunto de problemas
que el Reader’s retrata separadamente en sus páginas como manifes­
taciones inconexas. Lo que exige, sin embargo, es que olvidemos los pro­
blemas, que no les prestemos atención. En vez de eliminar la causa, el
foco infeccioso que es el mundo real, se ordena suprimir el resultado de
ese mundo en el cuerpo humano, relajándonos. En vez de cambiar el
mundo, se pide que nos tranquilicemos, adaptándonos cómodamente a
las imperfecciones. Que el lector no indague, que siga con el Reader’s
mejor. Y hasta se propone que la fuente de tensión misma es un bien
(en el caso de que no se pueda desterrar), podrá ser el dínamo que
nos dé energía. “ Si conseguimos que las preocupaciones nos sean de
provecho, en vez de dejarnos devorar por ellas, a la larga acabaremos
teniendo menos inquietudes que nos estimulen en nuestras labores.
Pero no nos preocupemos ahora por eso, que ya habrá tiempo de ha­
cerlo.”
Estas explicaciones que el Reader’s se hace de las contradicciones
del sistema, y que comparte con todos los órganos de expresión del
imperialismo y de la burguesía, tampoco deberían sorprender a nadie.
En realidad, aun cuando se enfrenta con sectores “ desconocidos” , su­
puestamente lejanos de la problemática contemporánea (o por lo me­
nos de las molestias que estas situaciones ocasionan), viajes al trópico
o al pasado, los últimos avances médicos (“ Noticias del mundo de la
medicina”, “ Van ganando la batalla a la leucemia” ), la explicación de
fenómenos corporales (“ Cómo nos adaptamos al frío” ), las realizacio­
nes de algún famoso personero del arte (“ Guiomar Novaes, poetisa del
piano” ), problemas meramente técnicos (“El mundo fluido de los So-
gréah” , “El prodigioso avión Mirage” ), etc., el Reader’s no consigue
asombrarnos. Utiliza métodos muy conocidos, reducciones que han sido
estudiadas reiteradamente y que en esencia son los mismos que Ro­
lando Barthes examina en Mythologies.
Una muestra. Todo es exótico en este mundo. Es ese misterio lo
que justifica el tono de guía turística y que disimula la trivialidad y
monotonía de los descubrimientos, dignos de un parque de entretención.
Lo anecdótico y accesorio divierten la atención del lector, mientras que
las verdaderas razones, uniones o disimilitudes jamás son observadas.
El psicologismo se repite hasta la saciedad, buscando el origen de los
fenómenos en exacerbaciones caracterológicas. Hay un moralismo ma-
niqueísta como única forma de dramatizar el mundo o explicarse sus
conflictos. Se tiende a un optimismo sano, seguro de sí mismo. Se to­
man en cuenta sólo las opiniones que consolidan el punto de partida
inicial.
Hasta aquí, en realidad, casi no se justificaría este análisis, ya que
todo lo expuesto es comprobable en otras formas comunicativas. ¿Para
qué repetirse?
Hay, no obstante, algo esencial al Reader’s y que, si bien se nu-
clea en otros medios masivos, jamás con la intensidad, centralización
y preeminencia que aquí, índice de que habría algo más que un calco
de una estructura que se haya investigado anteriormente. Se trata de

189
la “ experiencia personal” como ombligo en torno al cual orbitan las
demás coordenadas.
La presencia del individuo cotidiano y sus experiencias que no pue­
den ponerse en duda o desmentirse, es abrumadora en la revista. Em­
pezando por la infaltable y cuasiarquetípica sección “Mi personaje inol­
vidable” ; en los dos o tres artículos por número donde se narra algún
evento especial que le acaeció a un ser común y corriente; en las in­
numerables ocasiones en que, sin abandonar un tono coloquial, de lige­
reza y familiaridad, algún “personaje importante” nos cuenta la forma
en que le sucedieron hechos sencillos; o cuando el cuerpo humano mismo
se hace apéndice de la personalidad rutinaria de un ser estadístico
(“Yo soy la gónada de Juan” , “ Yo soy la oreja de Juan” , que no apare­
cen en el número de mayo que hemos tomado como ejem plo); en los
chistes y las “ citas citables” ; en todas estas partes, se diviniza el receta­
rio del sentido común, de la percepción común, la simetría del denomi­
nador común.
A esto se debe agregar el hecho de que en cada condensación, por
separada, trátese del tema que sea, el énfasis se coloca en los individuos
que llevan a cabo la proeza. Como muestra, “Lerici y los etruscos” .
Importa el descubridor: cuánto gastó, cuánto ganó con la empresa, qué
obstáculos tuvo que superar. En el museo muerto de los etruscos, en el
lápiz labial de las etruscas, destacan las pisadas de Lerici. Lo mismo su­
cede con lo médico, con los aviones, con la agricultura, con el crimen.
Hasta los seres “ superiores” , fuentes de noticias, se hacen normales y
comprensibles, y cualquier lector puede sentirse cómodo en su pre­
sencia. La trayectoria biográfica del descubridor importa más que el
descubrimiento mismo. Se suaviza de esta manera la lejanía de esa fi­
gura protagónica, ya que si bien es imposible que todos realicen exacta­
mente esa “ hazaña” , todos alcanzarán a imitar al héroe en su evolución
moral, su garra, su espíritu competitivo y caritativo, su superación,
plagiarlo en todo aquello que lo autorizó a subir hacia el éxito.
Como veremos posteriormente, al tratar la teoría optimista de Se­
lecciones, eso significa que el gigante que ha llevado a cabo la odisea
merece el transcurso y el premio, debido justamente a que en su vida
diaria es un hombre como cualquier otro, que ha cumplido con las
leyes éticas del universo, cuya recompensa es la fama, la fortuna, el
conocimiento. En todo caso, esta técnica consiente que la personalidad
del “ inolvidable” (chico o grande) sea mucho más significativa que
sus acciones, que los avances que ha facultado. Al lector casi no le
quedan en la cabeza los datos científicos, geográficos, históricos; se
entera muy superficialmente (reforzándosele, de todas maneras, la no­
ción de que todo se podrá superar por medio de la tecnología, la mo­
dernización que salva cualquier m al). El hecho de que un Mirage “ en
sólo tres minutos puede ascender a 11.000 metros y alcanzar una velo­
cidad de Mach 2,2, o sea, más del doble de la del sonido”, dato inútil
por lo demás, gira y complace la figura de Marcel Dassault y su evo­
lución personal.
Lo que de seguro está grabado para el lector es la ejemplaridad del
caso humano expuesto. La información científica, consecuencia de una
vida dedicada al bien y al servicio del prójimo y coronada por el éxito,
se utilizará para lo que vale, chismografía, sobremesa, decoración. El
lector no tiene por qué entender en realidad en qué consiste el avance
científico o la novedad, en vista de que está reconfortado por el m o­
delo humano que llevó a cabo este paso adelante. La repetición de la
vida simbólica e insigne del personaje central del Reader’s en la rutina
cotidiana del lector, no sólo actúa como garantía de que las novedades
descubiertas también lo beneficiarán a él, sino que tienden a reducir
todo a su propia experiencia, traducir cada hecho desconocido a términos
confidenciales.

190
Y por eso, queda licenciado en su valer. Aun aquella persona más
alejada de esa situación pasiva de lector, alguien justamente- activo y
señero, puede categorizarse como espejo de un comportamiento emu-
latorio para todos los hombres. El hecho de ser precisamente un “ hom­
bre común” es lo que, aunque parezca paradojal, ha permitido a ese
hombre “ fuera de lo común” surgir. Razón por la cual los lectores intu­
yen que el Reader’s es su hogar y mandan sus colaboraciones, chistes,
experiencias, anécdotas. Todo está adelgazado hasta el yo; yo hice esto,
yo lo conocí, yo estuve en tal lugar. Y cada ego comparte geométrica­
mente las mismas preconcepciones y posibilidades, cada ser humano se
hace común (y comunicativo) en la potencialidad de que su pequeña
y transitoria existencia puede universaMzarse en las páginas millonarias
del Reader’s.
Así, la revista impone la creencia de que cada uno debe tener con­
fianza en su propia experiencia, en eso irreductible que es su buen-
entender, te lo digo yo, a mí, a mí me vienes a discutir, pero si yo
he vivido mucho, tengo muchas experiencias acumuladas, y cuya ve­
racidad nadie podría poner en duda. Claro que se olvida detallar que
esas experiencias a que debemos dar crédito, esa moralidad que es nues­
tro apoderado, no son naturales, ni ingresan al dominio de la universa­
lidad que se objetiviza más allá de la historia, sino que, a su vez, tienen
un origen social. El Reader’s adula el “ ti mismo” , tú sabes, tu sentido
común, la opinión pública, el hombre de la calle, Julito Martínez, el
Padre Hasbún, lo que todos sabemos, lo que nadie en su sano juicio
discutiría, todo esto, para que se nos olvide que esa “ orientación perso­
nal” es un producto. Frente a cualquier problema o cambio, habría que
adoptar, por ende, las soluciones que hemos retransmitido desde el pa­
sado (notemos la curiosa coincidencia con Descartes), las que están va­
lidadas por la tradición. Si sirvieron a tus abuelos, para ti también. Lo
que supone un fondo (un fardo) eterno de sabiduría que ha ayudado a
todos los hombres ahistóricamente (y en los artículos de arqueología,
antropología, historia, se reincide en esta visión, acentuando la identi­
dad “ común” que el tiempo no ha podido manchar) y que estará siempre
ahí, y que es el Reader’s, naturalmente, el depositario y legítimo here­
dero de estos “ conocimientos en conserva” . Cada personaje que se dra­
matiza en el Reader’s, por excepcional que sea, y siempre que lo con­
sienta su bondad, puede ser reducido a la misma experiencia común e
individual de cada lector. A su vez, cada lector, por molido que esté
en el engranaje y la rueda del día-a-día, siempre podrá leer su sem­
blanza (casi) biográfica en la revista. El equilibrio entre el protago­
nista de la historia y el coro espectador que lo observa descansa en el
sube-y-baja de la práctica establecida que ha sido universalmente apro­
bada.
Pero esta comitiva del lector dentro de la revista, su invasión ex­
tendida, sea por medio de seres representativos, corrientes como él
mismo, sea por medio de la traducción de otras personalidades a un
idéntico término medio satisfactorio, debe examinarse como índice de
una estructura más profunda. Porque ese “ hombre común” no sólo es
punto de partida y transcurso, sino que también meta. Partiendo del
hecho de que ese lector necesita informarse, de que desconoce algo que
es esencial para su supervivencia en un mundo renovante y ajeno, el
Reader’s entrega, junto con las parcelas científicas, la tranquilidad.
Todo es descifrable para ese hombre común; todo puede ubicarse en sus
anteojos (anteojeras). Son “selecciones” , muchas de ellas vueltas a re­
dactar por “ expertos” en un lenguaje coloquial y alegre. Por medio del
Reader’s, el lector puede informarse de todo, pero sin perder su con­
dición de “ hombre común” . Acumula conocimientos, pero lo hace de
una manera tan particular que no permuta su ser, eso irreductible que
es su práctica cotidiana, sacrosanta perspectiva que lo confirma en su

191
regularidad. El conocimiento no transforma al lector; por el contrario,
mientras más lee el Reader’s, menos necesita cambiarse a sí mismo. La
fragmentación vuelve a cumplir aquí su rol primordial: no sólo dentro
de cada folleto, sino que las ediciones sucesivas mismas tampoco su­
ponen conocimientos previos. Entre mes y mes, el lector debe purifi­
carse, sufrir una amnesia, enlatar el conocimiento adquirido en otro
lugar para que no interfiera en el inocente placer de consumir más,
nuevamente. Lo que se aprendió sobre los romanos no sirve para los
etruscos. Hawaii no tiene nada que ver con la Polinesia. La fácil eru­
dición se posee para los efectos aquietadores de la “ cultura general” y
la “ renovación informativa” , para el intercambio de banalidades: sirve
en cuanto pueda ser digerido anecdóticamente, pero se le ha limpiado
su posibilidad de pecado original, la tentación de generar verdad o
movimiento (cam bio).
El Reader’s es un estómago que digiere sin tener que evacuar. Mi­
lagrosamente desaparecen los conocimientos cuando amenazan pasar
al intestino, dando muestras de descomposición o crecimiento. Digest.
Digerir. Digestión. Puede usted masticar de todo, y en cualquiera can­
tidad, sin sufrir calambres o harturas. ¿Para qué hacer esfuerzos?
¿Para qué sufrir las consecuencias? El futuro, el mundo, le pertenecen,
porque las incógnitas no son tales. Se consolida al hombre común en
su mitología y su representación colectiva: el universo, conveniente­
mente segmentado, ya no es un misterio.
Estas características no son casuales. Obedecen al sistema econó­
mico y social dentro del cual nace Selecciones, la sociedad capitalista
norteamericana y el tipo de hombre que la sufre. A este hombre se le
ofrece un mundo de oportunidades supuestamente infinitas. Tal es
así que “mi personaje inolvidable” (en el Reader’s de mayo, como siem­
pre), explícita esta filosofía para su hijo. “ No tenía medios para en­
viarme al colegio universitario, así que ese problema estaba resuelto
para él. Nunca se justificó por ello, ni mencionó el asunto. Pero, en
cierto sentido, me ‘envió’ al colegio en fin de cuentas. Una tarde, cuan­
do yo tenía unos 16 años, estábamos en el césped de delante de casa.
Era un hermoso día. ‘Hijo mío’, me dijo, ‘mira hasta donde alcance tu
vista. Es un gran mundo, y es todo tuyo. Lo único que tienes que hacer
es lanzarte hacia él y tomarlo.’ ” Es el mito optimista de Norteamérica
y la igualdad de todos para vencer en ese horizonte mágico. Claro que
de hecho el capitalismo convierte a cada hombre en una pequeña tuerca,
compitiendo enloquecidamente con los demás para poder subsistir, soli­
tario, desconfiado, dentro del cajón de su pequeño oficio, experto en
rincones. A ese hombre se le ofrece todo, pero se le “ cumple” poco.
Muchas llaves para una sola puerta, siempre la misma puerta.
El Reader’s viene a “ materializar” los sueños de estos hombres:
recrea compensatoriamente el homo universalis que la cultura burguesa
elevó a mito desde el Renacimiento adelante3. La revista logra en su
lectura lo que la sociedad no puede lograr en la realidad. Por un ins­
tante burbujeante, fantástico, cada uno se convierte en sabelotodo, sin
que el conocimiento tenga que modificarlo, sin que su empleo afecte la
conducta o la práctica. El lector puede dominar el universo sector por
sector, mes por mes, escalando peldaño a peldaño, avanzando sin cam­
biar de lugar, como un ascensor al cual en vez de subir se le fuera
cambiando el ilusorio paisaje de cartón. El hombre separado y fraccio­
nado sigue siendo un ser solitario (con sus predios de sabiduría igual­
mente solitarios), pero se representa a sí mismo como integrado, en
comunión con una totalidad acumulativa (y comulgando con los otros
lectores).

3 Véanse las ideas de Panofsky sobre “ compartamentalización” en el Renacimiento.

192
No sólo en cada artículo sectorializado, por lo tanto, se minimizar,
y explican (y solucionan) falsamente los problemas suscitados por la
sociedad contemporánea, sino que el concepto estructural de la c :-
municación que hay detrás del Reader’s hace exactamente lo mismo coi­
la angustia del hombre contemporáneo (en especial del norteameri­
cano) . Este tipo de revista es, en efecto, la conciliación en el terrer.:
de las ideas de contradicciones insalvables en la realidad: la tensión
entre infinitas posibilidades de desarrollo prometidas, y la lim itad: r.
real y mediocre de cada situación. Entre la supuesta democracia de
oportunidades para ser y conocer, y el encierro y aislamiento que se
vive cada día.
Por otra parte, el Reader’s satisface de esta manera tan específica
otra necesidad: la del consumo. Todo producto industrial, dentro del
sistema renovable de objetos en nuestro siglo XX, estimula al com­
prador para que se consuma un objeto que es siempre el mismo bajo
la apariencia de ser otro. Esto vale no sólo para la revista como objeto,
mes a mes, folleto y folleto, sino que para el conocimiento mismo que
propicia. El hombre contemporáneo vive estimulado por la novedad, inci­
tado por el sensacionalismo a buscar lo inédito, lo que rompa con el
molde normativo, siempre que lo pueda ingerir bajo la forma de lo
reiterado y tranquilizador. Pero hay otra razón que potencia al Reader’s :
para los habitantes del capitalismo son las ideas las que generan las
diferencias entre los hombres, permiten el progreso y explican el éxito
y, por lo tanto, es fundamental saber más que el otro para ganar y do­
blegar. Hay que producir y consumir más ideas por minuto, combusti­
ble eficaz para llegar más lejos. Por medio del Reader’s pueden cum­
plirse estos afanes sin alterar el armazón del mundo o la relación tan­
gencial con lo docto. Todas esas apetencias son inevitables si se desea
que el sistema funcione. (Por ¡ejempilo, es imprescindible que haya
novedades, que los hombres quieran consumir, que consideren que las
ideas hacen la riqueza, que superarse es conocer más, porque si no el
capitalismo abandona los fundamentos ideológicos que acompañan y
enuncian mentalmente su dominio económ ico). Pero-tam poco es po­
sible que la clase dominante complazca de verdad estos deseos, cuya
realización está justamente limitada por el sistema económico mismo
que los estimula. De este choque nace el Reader’s.
Hay que acentuar la circunstancia de que el derecho y obsesión
por conocer —y que se proclama teóricamente como patrimonio de toda
la población— no es contingente: ha sido internalizada en el sistema
sanguíneo de la sociedad capitalista desde sus orígenes. Incluso po­
demos rastrear el mito de la búsqueda del infinito (la leyenda fáustica),
y las contradicciones reales de los hombres frente a ella, a lo largo de
la literatura post-renacentista. (Es interesante observar que ya en sus
comienzos el conocimiento se dividió para la burguesía en dos corrien­
tes violentamente opuestas, según se trata de la continuación de la
tendencia humanista, racional, armónica, científica, o bien de una ten­
dencia que H. Hayden4 llama antinaturalista, contrarrenacentista, de­
moníaca, de genialidad atormentada. El conocimiento como progreso y
como maldición ya trasuntaba en esa época las contradicciones, más
agudamente percibidas en el siglo XVII que ahora, del sistema, la des­
confianza y la excesiva fe en la ciencia, sin duda exacerbadas por una
lucha ambigua contra el contexto interpretativo feudal y dentro de é l).
En todo caso, la divinización del descubrimiento científico del mun­
do era necesaria para dominar racional y técnicamente la naturaleza
y para movilizar la inventiva, el individualismo, la experimentación y
la observación, la aplicación práctica, etc., y poder así construir, con
medios materiales y humanos, el mundo comercial e industrial. Y cons­

4 Hyram Hayden, The Coimter-Renaissance, Grove Press, New York, 1964.

193

13 — Cuadernos
tituía, asimismo, un instrumento en la autodefinición inconsciente
frente a la ideología feudal dominante y su visión estática del mundo.
En esa época surgen las grandes teorías educacionales de los humanis­
tas, que contemplan ya el uso — arriscando un tantico la nariz de tanto
acercarse al vox populi— de la imprenta (primer gran medio masivo
de comunicación) al servicio de sus ideales. Porque al irse corroyendo
los vínculos precapitalistas, al liberar la interpretación de la gente
junto con desamarrar sus trabas económicas, se le debía ir dando a
esos seres (comienzos del proletariado) un cierto grado de conoci­
miento (cada vez mayor, según las condiciones materiales lo fueran
exigiendo) para que se explicara en términos “ libres” un mundo que
antes había estado fijo y definitivo5. Sin embargo, el peligro de que
las masas efectivamente se educaran nunca fue una verdadera alter­
nativa: el conocimiento sigue siendo privilegio de la mayoría que sus­
tenta el poder económico y político, la que puede orientar el aparato
educativo y disponer de él. Naturalmente se continuaba agitando siem­
pre la utopía de la burguesía: por medio del conocimiento os salvaréis.
Y este conocimiento traería aparejado un progreso material sin par.
Pero a pesar de sus buenas intenciones, finalmente, en la sociedad
de masas, la burguesía se encuentra frente a frente con su mito de la
democracia de conocimientos (y oportunidades). La crisis que genera
el capitalismo durante toda su existencia se agudiza en el mundo del
siglo X X : ese cosmos tan perfecto está habitado cada día por más
seres que tienen conciencia de su ignorancia y limitación. O deberían
tener esa conciencia.
El Reader’s supera esa crisis (y cuando me refiero al Reader’s sin
duda que incluyo tantas informaciones periodísticas, revistas, reporta­
jes científicos) de una manera brillante: en ese pequeño mundo he­
cho a base de lenguaje se lleva a cabo lo que en la realidad es inve-
rificable, la conversión microcósmica de cada uno en experto universal,
Aristóteles redivivo en el quiosko de la esquina. El conocimiento, punto
neurálgico de la sociedad capitalista, por lo que promete y no cumple,
por lo que construye y progresa ante los ojos atónitos y por lo que
prohíbe y no distribuye, se transforma así en hada protectora, consuelo
y varita mágica. De un dolor de cabeza se extrae el Mej oral.
La revista misma y la forma de su compra masiva reproducen a
nivel de experiencia primaria esta noción de paridad de derechos para
comprender la realidad. Todos tienen acceso al Reader’s, se vende ex-
tendidamente, es barato si se toman en cuenta sus pretensiones enci­
clopédicas. No hay discriminaciones en la ventajosa lectura del Reader’s:
quien desee aprender puede acudir a esa escuela única y esa serie
de textos sucesivos e idénticos entre sí, cambiante de tema y estático
en su forma, formato y mensaje ideológico.
El lector, al comprar el Reader’s, confía en que está absorbiendo
ese mínimo indispensable, la información que —ni más ni menos— le
explicará los problemas que no entiende y las áreas de la realidad que
ignora. Todo ha sido elegido en función de esa perspectiva común, es
un servicio exclusivo, nivelador de secretos y hermetismos y dificul­
tades, para que él pueda sentirse satisfecho y pronto enfrentar el nuevo
mes si no con el conocimiento, por lo menos con la conclusión de que
posee ese conocimiento.
Por eso es primordial que tenga fe en la revista, que sea “ mía”
(en vista de que sus propias experiencias las puede leer y reescribir
desde los puntos de vista de “ mi personaje inolvidable” y el hombre
común, participando como anecdótico narrador de su propia existen­
cia) . Porque de esta manera se asegura que lo que ahí aparece es lo
más importante y lo mejor, fruto de una selección consagratoria. Sen­

5 Véase en Para leer el Capital (Siglo X X I, 1 9 6 9 ), las secciones de Balibar sobre el feudalismo.

194
tirse privilegiados sin dejar de pertenecer a la masa. Como él, por de­
finición (y por determinación social), no tiene cómo conocer directa­
mente, sin intermediarios, la copiosa producción contemporánea en to­
das las llanuras del conocimiento, el lector debe entregar voluntaria­
mente su representación al editor del Reader’s : ese super-lector-común
ha leído todo lo que se ha publicado (absolutamente todo, se supone, ya
que la variedad de la que se extrae es tan inmensa, pese a que es bien
sabido que el Reader’s manda a hacer artículos, publicándolos en di­
ferentes revistas para poder después condensarlos) y, por último, la Re­
vista en su conjunto representa la Mente Universal, la Divinidad que Co­
noce todo y que, por lo tanto, puede reducir también cada inconsis­
tencia a los términos que estime convenientes para su mejor captación.
En esa summa (teológica) en que confían, en esa Mente Mítica, todo
ha sido digerido, envasado, empaquetado. El Superestómago ha cono­
cido previamente y otorgará la participación a sus consumidores en
cuanto sea provechosa y decente 6.
Detrás del Reader’s, por ende, se anima un proyecto político deter­
minado, que se ve en el tipo de comunicación que sugiere, en el tipo
de relación lector-productor-vehículo. Es la representación democrá­
tica burguesa misma, el Estado como garantía y objetivo vigilante,
donde participar es consumir y participar en política es ser espectador
de la radio, la televisión o los diarios, y depositar el voto cada cuántos
años. El lector ha entregado al Reader’s su derecho a conocer por su
cuenta, a investigar, ha deseado ser Representado por la Revista que
Selecciona. Lo que, por lo demás, es una mera repetición normal de
su experiencia cotidiana enajenada, e incluso reitera una cierta teolo­
gía inscrita en las cosas por el sistema.
La Revista es un ser superior (pero tan cercano, tan familiar, tan
de “ nosotros” , tan amigo) que reconforta a los aislados fieles, los que
deberán vivir ritualmente su lectura (y naturalmente su compra). El
hábito, la adoración, la droga: entre lector y revista se ejercen en un
dominio vertical que fundamenta el modo de comunicarse. En un uni­
verso absurdo, el Reader’s asegura que el sentido común, asegura que
la realidad y su tradición, verdaderamente existen. En un mundo donde
la historia llama al cambio o a la incertidumbre, el Reader’s tranquiliza
al lector con su propia naturaleza que no puede cuestionarse. En un
universo sin Dios, el Reader’s . . . En una sociedad violenta, el Reader’s . . .
En una . . . Reader’s nuestro, que estás en los quioscos, entre los diarios
que saben menos, lejos de los libros que aparentan, pero son sólo polvo,
gracias, gracias, sálvanos. . .
Cada explicación parcial fragmentada se reafirma circularmente
con el paternalismo básico con que se inicia la lectura, la dirección
unívocamente vertical del conocimiento, que es pasividad, pero nunca
actividad; absorción, pero nunca praxis. La Revista conoce por él, vive
por él, lo orienta y decide. Y como él está dentro de la revista, sus
experiencias personales tienen un lugar preferencial, el hilo de con­
fianza no se rompe nunca. Así puede suceder que, incluso quienes pue­
dan tener discrepancias con las actitudes políticas de la revista, su
burdo anticomunismo, pudieran gozar el resto de sus secciones (su­
puestamente apolíticas).
El Reader’s actúa como barrera y colador frente al mundo hostil y
tenso. Todo lo que no aparece en sus columnas carece, de antemano, de
interés. Con eso, basta y sobra. La revista puede hablar a nombre del
hombre común, porque ella es el hombre común mismo potenciado
cuantitativamente. No sabe más en esencia que el más ignorante de sus
lectores. Tiene simplemente más datos, más personal, más hombres co-

6 No puedo dejar de hacer aquí una alusión literaria: es como una parodia democrática de la infinita
y aristocrática Biblioteca de Babel de que habla Jorge Luis Borges en Ficciones.

195
muñes talentosos trabajando y centralizando información, pero no ha
perdido su simplicidad, su tono cómodo y amigable, su buen humor, su
prudente alegría. No se ha puesto académico, ni sofisticado, ni enrevesa
su lenguaje, ni es incomprensible, ni utiliza un lenguaje especializado.
Vieron. El conocimiento no tiene para qué hacer eso con los seres hu­
manos. El Reader’s mismo demuestra que se puede conocer y seguir
siendo la misma persona de siempre, que a pesar de su gargantuesca
sabiduría no ha variado su línea. Demostración que se prueba al poder
renovar incesantemente el contacto íntimo, inmediato, ser tan “ buena
gente” . Superior, pero igual. Inalterables el receptor y el emisor y un
movimiento perpetuo y febril y circular entre ambos.
Esta democratización del saber por medio de la traducción al idio­
ma del hombre común, cumple otras funciones. Al servir de puente
entre la élite tecnológica y la gran mayoría que vive en espera de este
avance, tanto como fuente noticiosa como para su bienestar personal,
el Reader’s promulga una tesis implícita sobre la repartición del cono­
cimiento en el mundo real. Tal como el Reader’s informa igualitaria­
mente a sus lectores, así los efectos prácticos de este conocimiento
—en el mundo real— se distribuyen también equitativamente, con la
propia sabiduría y seguridad que utiliza la revista. Cada lector puede
recomenzar su carrera hacia el éxito al renovársele la democracia del
saber, al disponer, después de la lectura niveladora, de la base mínima
irreductible y suficiente para seguir ganando o perdiendo en la batalla
por la fama, el dinero, el cariño. Todos quedan al mismo nivel, todos
saben lo mismo, han tenido idénticas oportunidades purificantes por
medio de la lectura: lo que ocurra después dependerá del talento de
cada cual, de las desigualdades naturales que no pueden sino justificar
las desigualdades sociales. Lo que la sociedad ha aportado a cada uno
desaparece, para que podamos todos competir, y cada cual demostrar
su valer individual, su capacidad incuestionable, y después el Reader’s
volverá a nivelar, etc. Porque el saber ya no sería privilegio, ni podría
entenderse como consecuencia de la situación que se ocupa en una
clase social.
No olvidemos que el Reader’s cobra sentido en un sistema donde se
ha acentuado el hecho de que son los conocimientos (unidos a una
conducta intachable) los que permiten avanzar y donde es inevitable
propiciar la fraternidad en el campo del saber. Al desterrar la igno­
rancia del lector, al garantizar el eterno retorno de la paridad en el
punto de partida, el Reader’s le da derecho al comprador a seguir com­
pitiendo, a no seguir atrás. Es útil para la vida. Mediante su medicina
mágica, su vitamina gnoseológica, este folleto borra de una plumada
las diferencias en la repartición del conocimiento. La verdadera estra­
tificación, nacida de una jerarquización clasista más que de diferen­
cias que tomaran en cuenta las efectivas capacidades, nacida de la
necesidad de dominar las fuentes de la reproducción de ideas con que
una clase social hegemónica funda y reconquista a diario su derecho
a los medios de producción material, y que, además, se puede corre­
lacionar con los países imperialistas y los subdesarrollados, la verdadera
estratificación desaparece por obra del Reader’s. Después de navegar
por su sueño reparador, cada lector amanece en pie de igualdad. El
que está al lado no sabe más que él, y si sabe más, por definición ese
conocimiento — al no haber sido seleccionado por el Reader’s— es su-
perfluo.
Por eso es posible que el Reader’s, no sólo en sus mensajes mismos,
en sus reportajes a la ciencia, sino en el modo de comunicarlos, su­
giera que la repartición de la tecnología en sí es neutra y objetiva.
Cada lector de la revista no sólo tiene el mismo acceso a la noticia y
al consejo que los otros lectores, sino que en su vida el nuevo adelanto
médico vendrá tan prontamente a una mujer que vive en el barrio

196
Recoleta, aquí en Santiago (y que compra el Reader’s), como a una
en Nueva York (que seguramente también compra el Reader’s, según
el estrato social del que provenga). El dispendio generoso de la comuni­
cación enfatiza idéntica disposición para la ciencia que se está comu­
nicando. La burguesía siempre ha confiado en la palabra, en el brillo
y la extensión de su verbo, en la posibilidad de que el modo en que
comunica las cosas en el plano de las ideas garantiza el modo en que
las cosas son.
Pero esta repartición impersonal, justa, más allá de las fronteras
ideológicas, esconde en realidad una trampa. Porque la técnica sólo
favorece, según el Reader’s, a aquellas personas que adoptan posiciones
éticas determinadas. Los personajes que circulan dentro de sus páginas
siempre tienen éxito, y esto se supone como consecuencia de su feliz
descubrimiento y aplicación del conocimiento. Pero ese éxito es, ante
todo, moral: queda supeditado a la bondad de los protagonistas, a su
mérito. En una y otra ocasión, la revista enfoca el momento en que el
conocimiento, y especialmente la última novedad tecnológica, viene a
resolver los problemas planteados. Impresión de racionalidad, progreso,
futuro, etc. Pero el Gran Editor sólo ha seleccionado aquellos episodios
en que la ciencia interviene después de haberse establecido simultánea­
mente la fianza de que los beneficiarios son de una moralidad inta­
chable. Así la apariencia objetiva se disuelve: en cada ocasión se en­
fatiza el hecho de que la persona sobre la cual se escribe merece aque­
llo (por razones estrictamente irracionales) y subyace la seguridad ce
que la distribución de los beneficios de esa ciencia se hará de acuerdo
con los comportamientos éticos que cada individuo haya mostrado pre­
via y predestinadamente. (Quien relacione esto con la ética protestan:?
y el espíritu del capitalismo, estudiado por Weber, gana premio). Es
obvio que quien no se adscriba a las normas valorativas y conductibles
vigentes (ya que de esas se trata, ese el punto de vista al que se aco­
plan los editores y los personajes mismos del Reader’s y también t r i n ­
camente ese lector común) no podrá recibir las consecuencias mágicas
del avance tecnológico. La división moral del mundo es anterior a la
repartija del botín de los conocimientos. Como un gran médico bru;D
que sanciona, el Reader’s sabe que sus lectores se portarán bier.
Pero la repartición moral de que hablamos se reproduce en la es­
tructura misma de la revista: hay varias secciones dedicadas a hablarle
directamente al lector (“ ¿Tendrá su hijo trabas para aprender'
terpretaciones y consejos, a veces redactados en forma de preg\ir_:a 7
respuesta (“Preguntas que todos se hacen acerca de la sexual; 1 1 : L
donde se le entregan conocimientos que, sorprendentemente, a T e c e s
pudieran ser de alguna utilidad. Pero el contexto dentro del cual el
Reader’s entrega esa información ha sido prefijado por la r e la o :-
emisor-receptor y por las enseñanzas de los demás artículos. La Re­
vista, depositaría de lo conocido y por conocer, dueña de entrega: :
la información requerida, confía en cada lector y en su capacidad
aplicar correctamente esa porción cognoscitiva que se le otorga desee
las alturas de la cotidianeidad. Esos datos son absorbidos desde _ca
perspectiva que el lector ya ha internalizado y que no cues: ; : : . 7 1
sabe cómo ha de comportarse si quiere que esa información le sarra
de algo, tenga resultados. En efecto, al personalizar la interre^.:.: 1 :e
la ciencia, o al hacer de cada viaje por la historia, la geogra:;:. .1 tic -
logia o la astronomía una aventura individual o turística il ::ce a r
todo siempre de anécdotas, esfuerzos, lágrimas y sonrisas :r.s:a-ra­
neas personales”, se termina por irracionalizar lo cier.:i:i:: rcrrrir-
tiéndolo en algo taumatúrgico, fruto de hechicerías. La cier.eia se acer­
ca y se familiariza por medio de la experiencia individual ;e ~a:e
comunicable, pero eso mismo aleja de la posibilidad de er.:e; :e:la de
verdad: se refuerza la noción de impotencia que el hombre c :-
ráneo tiene, pero al mismo tiempo se inocencia esta distancia y terror
que podría angustiar al lector lo suficiente como para exigirle cuestio­
nar el mundo y cuestionarse a sí mismo.
Es evidente que en el fondo, detrás de tanto progreso, novedad,
ilustración, el Reader’s basa su dominio en un territorio moral previa­
mente abonado. Los personajes protagónicos y los lectores pasivos co­
mulgan en la misma com ún-idad. La justicia divina y el ojo editor del
Reader’s se identifican. Dentro de este disco rayado, tal como la fi­
gura central del artículo recibía, gracias a su individualismo, rectitud,
capacidad de superación, los beneficios de la ciencia y del éxito, así el
lector recibe los consejos y apropósitos de la revista, comprendiendo
que de nada le servirán si no demuestra por medio de su conducta per­
sonal (primera manifestación de esta conducta: comprar el Reader’s;
segunda: sentarse a leerlo; tercera: comentarlo con un amigo) que
es el destinatario legítimo de tanto bien pronosticable, y que la con­
fianza que la revista ha depositado en él se verá justificada.
De ahí que el tono cotidiano y sentimental, los consejos lacrimosos,
la tan mentada abuelita tal o cual, la comunicación calculada como
una conversación directa con el lector en un cómodo sillón, la buena
fe, es la condición substancial, emocional, para que la Revista pueda
ser creída, tal como ocurre en los foros televisivos o en la propaganda
electoral, o en las relaciones amorosas. Directo al corazón, y la razón
viene sólita. Que el conocimiento deje de ser incomprensible y, por lo
tanto, una amenaza, que se unte en azúcar y melodrama. Y, como siem­
pre, se encontrarán secciones dentro de la revista que equivalen como
mensaje a esta estructura total. En el que leemos como prototipo, “ A
mi hija al comprar su primer automóvil” y “ No soy supersticioso,
pero . . . ”
Vemos así que el optimismo tan famoso del Reader’s, además de
poder rastrearse supuestamente hasta la bonhomía e ingenuidad nor­
teamericanas, alegre confianza en el futuro, luz en los momentos de
mayores tinieblas, permite el contacto con el lector en términos pre­
cisamente no-racionales, insta al lector a sentir que el Reader’s tiene
fe en él, en ese yo y su experiencia y lectura personales.
La universalidad de la redención que subasta mensualmente (y que
se traduce cuantitativamente en los idiomas en que se edita, similar a
“ El Atalaya” de los Testigos de Jehová), supone que el hombre es bá­
sicamente bueno. Por eso, de ninguna manera es admisible que los ■pue­
blos de los países socialistas participaron en una revolución, y que sus
gobiernos los representen. En absoluto. Para el Reader’s la inmensa
mayoría está aparte de ese proceso, y hay un reducido grupo de hom­
bres malvados o meramente equivocados, que dirigen a los demás des­
carriándolos. Lo mismo ocurre con los ateos o agnósticos. En el' artículo
religioso de turno (“ ¿Dios o la casualidad?” ), el autor se apoya en los
astronautas norteamericanos (“ aquellos hombres pudieron haber ento­
nado un elogio de sí mismos” , pero como “ tres modernos Reyes Magos”
recitaron uno tras otro el primer capítulo del Génesis) para autorizar
su tesis y no contento con ello busca la tradición, el pasado, como
prueba: “ Cuando me veo arrastrado a las tinieblas, cuando me acosan
dudas pasajeras, recurro a un pensamiento muy simple. Quizás alguien
lo tilde de vano y aun de infantil, pero a mí me da muy buenos resul­
tados” .
“ Evoco las grandes mentes que en el curso de 20 siglos han creído
en Jesús, mensajero de Dios. Con ellas ando en buena compañía. Y
voy (y espero que también el lector) por la vida siguiendo una senda
de esperanza.”
En estos párrafos podemos ver resumidas muchísimas caracterís­
ticas que ya hemos distinguido, pero nos interesa destacar la normalidad
de la creencia del autor, un hombre común como cualquier otro. Los

198

y
que disienten quedan fuera de la “ buena compañía” , traicionan “ 20
siglos” , la “ simpleza” , lo “ infantil” , los astronautas, “ la senda de espe­
ranza” , al lector y a la revista.
Lo mismo sucede cuando el Reader’s enfrenta a seres extravagan­
tes que, abusando de la pureza y apertura del sistema norteamericano,
pretenden romper la convivencia. Todo lo que sea revolucionario está
ligado no sólo a la sombra y al demonio, sino a la anormalidad, al
exotismo. Aquello es ajeno (y las connotaciones racistas no se hacen
esperar) a la naturalidad del humano, a su especie biológica, al ré­
gimen de vida que se ha dado con óptimos resultados( todos se han
salvado y han entrado al reino de Dios) durante tantos milenios. •
, Resulta, por lo tanto, que hay dos tipos de seres que son diferentes
del lector de la revista: aquellos que tratan de mordisquear al sistema
político y cultural cristiano-occidental, y que desenmascaran sus in­
tenciones nefastas al actuar de una manera extraña, misteriosa, rara,
digna de una clínica psiquiátrica (o sumidos en la inescrutable orienta-
lidad de su condu cta); y aquellos que, establecidos en la excepcionalidad
de su talento, trasuntan en su vida toda la vertebración ética que
cualquier lector puede imitar y atraer a su propio entorno. La traduc­
ción que hace el Reader’s de estos últimos al esquema de la cotidia-
neidad, de la sencillez, de la “ buena compañía” , licencia su éxito en
la larga pelea por la popularidad y por el control final del mundo.
La intimidad con los destructores está negada de antemano. Esos
parásitos son tan ajenos a la comprensión, tan negros en sus motiva­
ciones, tan incalculables, tan errados en su conducta, tan estrafala­
rias sus costumbres, que a nadie se le ocurriría sugerir que tienen razón.
Además, los que eran como ellos en el pasado han sido olvidados, no
han sido registrados por el gran Reader’s del siglo X X. Incluso cual­
quiera cualidad que éstos demostraran se considera consecuencia de
características “ occidentales” que todavía persisten. En “ El Gran Circo
de Moscú” lo bueno nace del genio, del individualismo, de la bondad, a
pesar de los comisarios, de los látigos, de la vida gris y amurallada. (“A
pesar de la cacareada sociedad sin clases de los rusos, en el Circo So­
viético impera el sistema que se basa en las estrellas del arte” ) .
Y así se llega a la siguiente ecuación: perversidad moral igual in­
comprensión y lejanía del lector. Son seres posesos, que tienen trato
con potencias oscuras, exiliados del progreso racional y del Reader’s y
de la vida de todos los días, y como no descubren nada, ¿cómo van a
ser capaces de repartir algún beneficio o adelanto? Incluso en un
Reader’s'1, donde se hablaba sobre Siberia, se mostraba a una gran
ciudad científica como un éxito sólo porque estaba incontaminada, ais­
lada del conjunto maléfico del resto de la sociedad, porque allá la com­
petencia y los privilegios se permitían. Era casi una astilla “ occidental”
en el mundo socialista. El Reader’s anticipa que el signo moral es lo
que permite el discernimiento y, por lo tanto, el uso de la razón. Lo
“ común” que tiene cada lector es más importante que la ignorancia
particular que pudiera tener, y la derrota continuamente.
La ciencia queda subordinada a la bondad y ésta, junto con com­
probarse en la vida corriente de cada hombre, se define como un re­
chazo a todo cambio político, social o económico. Cuestionar el sistema,

7 Abril 1 971: en “ E l despertar de Siberia, tierra dorm ida” , se dicen cosas com o: “ hay en Yakutsk
más automóviles particulares por habitante que en Leningrado o Kiev.” “ Se les ofrece una extensa
variedad de incentivos y beneficios especiales.” Y sobre Akadem gorodok, la ciudad de los genios
científicos, qué no se d ice: “ cuanto más se aleja uno del Kremlin, más libres y cordiales se mues-
tr a (n ) la mayoría de los soviéticos.” , o “ en esa ciudad de la ciencia, tan apartada de la burocracia
propia de la vida soviética, tan inflamada de libertad de pensamiento y expresión, es fácil olvidar
los problemas que atormentan a Siberia y pensar únicamente en la m agnífica promesa que encierra.”
Por eso, cuando se sugiere que “ el futuro de Rusia surgirá de Siberia” , frase de Lom onosov que
veía el desarrollo de recursos naturales com o lo esencial, el Reader’ s hace que el lector interprete
esa frase com o augurio de que habrá una norteamericanización de la Unión Soviética, que es la
única solución. Pero se podrían hacer análisis similares en cada uno de los números del Reader’s.

199
querer transformarlo desde una perspectiva que lo niegue, es quedar
automáticamente fuera de la riqueza de los conocimientos. Criticar el
sistema no es una forma de conocimiento. El optimismo condena esta
crítica; la imagen positiva y vacua del mundo la condena; la repartición
previa y jerarquizada de los conocimientos la condena; la burocracia
de la seudoerudición la condena.
Al yo se le abren dos posibilidades de alcanzar o soñar ser más,
dos vías para la excepcionalidad: ser ángel benefactor, Prometeo, Leo­
nardo, Albert Schweitzer, Richard Nixon, o convertirse en demonio os­
curantista (comunista y alborotador). La racionalidad y sus fragmen­
tos dispersos pertenecen por derecho propio al universo seráfico de los.
salvadores. Por oposición, es imposible que los del otro lado puedan
explicar nada, o tener algún motivo racional para su comportamiento.
Así, el anticomunismo del Reader’s se verifica a niveles mucho más
profundos que el ataque abierto o soslayado en algunos artículos. Tiene
que ver con su concepto de la comunicación como defensa automática
del sistema capitalista y su ideología. La única visión que podría inter­
pretar el mundo coherentemente y resolver el dilema básico del que
surge el Reader’s, el marxismo, queda fuera de combate antes de subir
al ring. La victoria del Folleto es aún más portentosa si se toma en
cuenta que el marxismo, justamente una visión científica, queda re­
pudiado en el nombre vicario de la ciencia misma, con toda la apariencia
de la objetividad y el sentido común. El Reader’s, para ser comprado
y leído, tiene que ser aceptado como racional, ponderado, iluminante, y
todo adversario como contrario al verdadero amanecer. Pero este pro­
greso está concebido precisamente como si el mundo real fuera formal­
mente idéntico al Reader’s mismo, fueran esferas simétricas: hay que
acumular cambios disgregados, cómo el lector acumula ideas, que no
variarán la afable cara cotidiana del universo. Por eso, el pragmatismo,
la pupila que se fija en lo inmediato, son necesarios para equilibrar con
una concreción la forma básicamente abstracta y teórica, idealista, en
que el Reader’s postula la realidad. El “sentido común” no es sólo el
baluarte contra la praxis (aquel conocimiento que real-iza en el cambio
del mundo y de sí m ism o): es también la coartada para cualquier abs­
tracción, para que la lejanía del Reader’s se ponga la careta de familia
y medio ambiente grato.
Podemos llegar a definir ahora las serias implicancias que tiene
la solución que el Reader’s propone para el mundo subdesarrollado, ha­
biendo eliminado al socialismo. El atraso de este mundo, que nunca
es examinado como problema por el Reader’s, se sugiere que se debe a
varios factores que ya hemos observado: la rareza de sus costumbres,
que fatalmente lo coloca al margen del modo habitual en que se de­
bería merecer, y sumar, conocimientos; una renuencia a aceptar ple­
namente la tutela norteamericana; la modorra de climas adversos; la
falta de una tradición de grandes cerebros.
Pero jamás el Reader’s llegaría a auspiciar la idea de que estos
pueblos están condenados per sécula al fracaso. Su optimismo lo im­
pide.
La solución económica a estos problemas es fácil de adivinar. Se
puede examinar en “Elda y su feria del calzado”, donde un hombre,
solitario, logra convertir una aldea abandonada en un próspero centro
comercial e industrial. Métodos: importar maquinaria norteamericana,
tener hombres emprendedores, tener fe en el futuro, permitir a esos
f hombres dirigir a su antojo las operaciones, tener ideas, ideas, ideas,
modernizar y estudiar, adquirir una moralidad a prueba de habladurías,
recibir medallas y felicitaciones del gobierno. “ Indudablemente, el caso
de Elda nos brinda una inequívoca 'lección: con trabajo, perseverancia,
espíritu emprendedor (y con un hombre como Roque Calpena, que ya
está forjando planes para exportar calzado a los países del bloque

200
oriental), se pueden aprovechar las energías que hoy dormitan en otros
muchos lugares. Así está el camino, abierto por Elda, y toda la nación
se beneficiará al aprovecharlo” .
Pero más que nada el Reader’s considera que la salvación de esos
rezagados no puede venir sino a través del Reader’s mismo. Por mucho
que se industrialice e intervengan capitales extranjeros, sabe la re­
vista que el problema básico es que esos pueblos deben merecer esa
ayuda, deben fiarla con su propio existir cotidiano. La ciencia podrá
salvar a esos subdesarrollados, siempre que ellos intuyan antes que la
ciencia se destina sólo a aquellos que han consagrado la división del
mundo en buenos y malos en los términos que el Reader’s propone.
Así, la técnica podrá ayudar a esos países, con la condición de
que sus habitantes se eduquen, tengan los conocimientos imprescindi­
bles, la pureza moral, para que el progreso pueda fructificar. ¿Y quién
puede entregar masivamente y en forma económica y científica esos
conocimientos con el fundamento para la fertilidad de la aplicación
tecnológica?
Reader’s Digest, of course.
A pesar de su procedencia norteamericana, el Reader’s se defiende
del cargo de que esto sería una penetración extranjera, porque apela
al fondo universal que esos marginados tendrían dentro de sí. Al mis­
mo tiempo, conserva todo lo autóctono, nacional, propio, bajo el as­
pecto de exotismo. Podríamos observar el mismo procedimiento cuando
el Reader’s escribe sobre estos países en sus secciones de divulgación
geográfica. A medida que leen, progresarán. A medida que se reduzcan
(¿se resignen?) a ser “hombre común” , reservando intacta e impoluta
su originalidad cotidiana, mágicamente se avanzará en el bienestar y
en el ingreso per cápita. La causa del subdesarrollo es, por lo tanto, la
culpa de las ideas que oscurecen la cabeza de los pobres y atrasados, y
no producto de una situación material. La solución no puede sino ser
alimentarlos con las ideas correctas. “Digerir” nociones, para que lle­
guen por sí solas las comidas. “ Seleccionar” bien sus amistades, y la
casa (y techo) en que recibirlas saldrá abracadabra del suelo. “Leer” lo
que se debe, y esperar que la materialización ocurra.
Al venderse a sí mismo, el Reader’s vende todo un sistema.
Detrás de la luz iluminadora y santa de su falsa sabiduría, se prende
(y por suerte, se apaga) una ampolleta Made in USA.

Enero 1972

201
La salud mental en la enseñanza básica

Luis B r a v o V a l d iv ie s o
S o n ia S a l a s de B o d in i

Psicólogos, Escuela de Educación,


Universidad Católica de Chile

I. I n t r o d u c c ió n

Este trabajo tiene por finalidad mostrar datos concretos sobre la in­
cidencia de los trastornos psicológicos y pedagógicos en los escolares chi­
lenos. Consiste en un estudio prospectivo — a partir de datos elaborados
en diversos centros de investigación. Es un trabajo introductorio para
una investigación empírica sobre las causas del fracaso escolar en Chile.
Enfrentamos aquí el problema, principalmente desde el punto de
vista psicológico-clínico.
La educación básica chilena está dirigida especialmente al “ niño
normal” , y se basa en un sistema de enseñanza de modelos uniformes
y más o menos estereotipados que se suponía aplicable a todos los
escolares. Sólo hace pocos años se crearon algunas escuelas especiales
de desarrollo, destinadas a niños con deficiencia intelectual moderada
o leve', y otras escuelas para niños sordos y ciegos, reconociéndose así
por primera vez —en la práctica— la necesidad de diferenciar la en­
señanza de acuerdo con las capacidades o deficiencias de los escolares.
Sin embargo, esta diferenciación se establece a nivel de las gran­
des deficiencias intelectuales, sensoriales o motoras, sin tratar de so­
lucionar los problemas del escolar “subnormal” .
Estudios efectuados por el Servicio Nacional de Salud y las uni­
versidades, nos muestran que el área de subnormalidad es la que ac­
tualmente necesita mayor atención en la educación nacional, por su
amplitud y por las consecuencias psicológicas y sociales que trae con­
sigo. Los datos aportados en esos estudios indican una amplitud tan in­
sospechada que obligan a replantear totalmente el problema de la en­
señanza especial, para colocarlo a nivel nacional.
Según estos antecedentes la “Enseñanza Especial” dejaría de cons­
tituir un sistema complementario para adquirir primera prioridad den­
tro de las necesidades de la educación chilena.
Esta “primera prioridad” se basa en los siguientes hechos —que
más adelante precisaremos en cifras:
1) El alto porcentaje de escolares intelectualmente “ normales”
que presentan trastornos en el rendimiento escolar;
2) La alta incidencia de problemas de aprendizaje escolar, que
se transforman en trastornos psiquiátricos infantiles o en deserción es­
colar cuando no reciben diagnóstico oportuno y adecuada solución;
3) El enorme desgaste económico y social que significa para el
país el fracaso escolar;

202
4) La insuficiencia de los medios de diagnóstico y rehabilitación
de que dispone la comunidad nacional, en proporción al problema exis­
tente;
5) La estrecha relación que hay entre estos problemas y la delin­
cuencia juvenil.

II. DESCRIPCION DEL PROBLEMA

a) A specto c u a n t it a t iv o

De acuerdo a estudios efectuados en el Servicio Nacional de Salud en


1962,,habría una deserción del 8,1% de la población escolar primaria en
Chile (niños de 7 a 15 añ os), lo cual en cifras absolutas significaría que
en todo el país desertan anualmente de las Escuelas 314.670 niños. Esta
deserción aparece especialmente alta en l.er Año Básico (28,7%). De
acuerdo con el motivo de deserción expresado por los profesores y pa­
dres, el 20% de estos niños abandona la Escuela por dificultades de
aprendizaje, y el 30% por trastornos psicológicos y neurológicos.
Luego, de los niños que abandonan la enseñanza primaria, el factor
mental constituye “ la causa que motivó la deserción de la mitad de
estos casos” . Según datos de 1969, la deserción escolar en enseñanza
básica varía considerablemente según el área geográfica de Santiago, lo
cual hace que en algunas comunas llegue al 91,9% (Barrancas) de los
escolares, aumentando el problema considerablemente en ciertas zonas
de Santiago.
Respecto a la repetición de cursos, ésta alcanzaría en 1962 a 621.476
niños en todo el país, de los cuales el 28% repite por dificultades en el
aprendizaje escolar, el 18% por bajo rendimiento, el 7% por trastornos
psíquicos y neurológicos.
De acuerdo con los autores de este estudio, la repetición de curso
por factores mentales alcanzaría al 67% de los niños. Según este mismo
estudio, habría niños que han repetido hasta 4 veces un curso. El 81%
de todos los escolares repite un curso, y el 16% repite 2 cursos.
En 1965 se puso en práctica un plan de promoción de todos los
alumnos de l 9 Básico, sin necesidad de que hubieran cumplido los re­
quisitos necesarios para pasar de curso. Esta política ciertamente que
ha tenido dos efectos favorables: disminuir el problema mayor, que era
la repetición de cursos en 1- Básico, y lograr que un cierto porcentaje
de niños aprenda a leer en 29, sin necesidad de medidas especiales. Sin
embargo, la naturaleza misma de las dificultades por las cuales los ni­
ños repiten, hace difícil que esta solución sea aprovechable por todos
los escolares. No parece probable que la promoción automática a 2? Año
Básico permita al niño superar todas sus dificultades de orden psico­
lógico o psicopedagógico.
Esta apreciación aparece confirmada por el hecho de que el retardo
pedagógico aumenta progresivamente en los alumnos primarios, a partir
del comienzo de la escolaridad, hasta los 14 años, edad en la cual se
considera que el 40% de los alumnos tendría retraso escolar (informe
citado).
En 1970, se publicaron datos referentes a la repetición de cursos ha­
bida en 1969, a pesar de la promoción automática. De acuerdo con
dichos datos repitieron cursos 190.000 niños en los 4 primeros años de
enseñanza básica, lo cual alcanza a un 22,4% de la población escolar
primaria (1.290.000) (Datos proporcionados por diario E l M e r c u r i o ,
V II-70).
El porcentaje más alto de repetición de curso, corresponde al l.er
Año Básico, con aproximadamente el 30% de su colectivo. En 29 y 3.er

203
año repitió en 1969 el 20% de los alumnos de cada curso (60.000 niños
entre 300.000).
La proporción de repitentes también varía según las comunas de
Santiago, reflejando un aspecto socio-cultural implicado en la repeti­
ción. Sin embargo, en la repetición misma, parecen jugar un papel im­
portante los factores psicológicos personales, por cuanto la mayoría de
los niños de un sector escolar pertenece a niveles socio-económicos
parecidos. Por otra parte, la comuna de Quinta Normal presenta un ín­
dice menor de repetición de cursos en la enseñanza básica que las co­
munas de Providencia, Las Condes o Santiago, lo que indicaría que en
la repetición influyen otros factores, además del área geográfica y
socio-económica del escolar. >
Creemos que el crecido porcentaje de fracaso escolar en los pri­
meros cursos se explica por las dificultades de adaptación escolar, por
factores maduracionales, y por e,l sistema de enseñanza de lectura (a c­
tualmente en uso), además de los factores socio-culturales. En otra
oportunidad analizaremos estos factores.
Al problema de la repetición de cursos, debemos agregar el por­
centaje de niños que repite varias veces el mismo año, que según el in­
forme del SNS alcanzaba en 1962 al 19% de los repitentes.

Costo de la repetición

El costo de la repetición de cursos en 1962, considerando el gasto fiscal


por alumnos de enseñanza primaria a E° 216,66, habría significado para
el país E° 134.648.990,16 (informe citado SNS, pág. 32).
Si consideramos que en 1969, repitieron curso en los 4 primeros
años primarios 290.000 niños, el costo para 1970 de este fracaso equivale
a mantener 580 cursos repitentes (Calculamos un promedio de 50
alumnos por curso). El costo por alumno para 1970 ha sido calculado
en E° 424,40 anuales, lo que multiplicado por el número de repitentes
sólo en los 4 primeros años básicos alcanzaría a E° 123.076.000.

Comentario

En consecuencia, aunque solamente se considerara el aspecto cuanti­


tativo del fracaso y la deserción escolar habidas a pesar de la Reforma
Educacional y de la promoción automática, creemos que el problema
psicopedagógico revestiría primera prioridad dentro del área de la Edu­
cación nacional.
Este análisis cuantitativo, bastante- somero, no comprende la pér­
dida económica que significa para el país el retardo con que el niño que
repite va a comenzar a producir, ni el menor nivel de preparación que
logrará alcanzar para especializarse. Tampoco comprende el destino de
los niños que desertan de las escuelas y que engrasan las filas de anal­
fabetos o de los grupos marginados de la sociedad. Las cifras indicado­
ras tampoco comprenden el drama familiar y personal que significa el
fracaso escolar. Los datos cualitativos podrán mostrarnos algo de ello.

b) A specto c u a l it a t iv o

Este aspecto se refiere principalmente a la calidad de los problemas


que motivan el proceso y la deserción escolares. La autora del informe
SNS estima que en la población escolar primaria habría un 9,7% de
niños con problemas en el aprendizaje de la lectura; un 7,4% con pro­
blemas en el cálculo, y un 21 ,6 % con un rendimiento general deficiente.

204
El total de niños con dificultades especiales alcanzaría al 39,8% de
los escolares primarios.
Si aplicamos este último índice a la población escolar primaria de
Chile (1.290.000), resulta que aproximadamente 515.000 niños necesita­
rían atención especial por dificultades escolares. Por otra parte, un estu­
dio efectuado en 1970 por el Departamento de Psicología de la Universi­
dad de Chile, en escolares del área Norte, entre 7 y 10 años, nos confir­
ma en cierta manera los datos anteriormente señalados. Según esta in­
vestigación, sólo el 42,5% de los escolares presenta un rendimiento in­
telectual que puede considerarse normal o superior. El resto presenta
un rendimiento que varía de subnormal a deficiente. El nivel de desarro­
llo perceptivo —indispensable para el aprendizaje de la lectura y escri­
tura— indica que solamente la cuarta parte alcanza un nivel normal
(25% ). El resto de los escolares caen en categorías inferiores a lo nor­
mal. Este mismo estudio muestra que los trastornos emocionales pre­
sentan un porcentaje bastante inferior a las dificultades de orden cog-
nitivo, lo cual indicaría que la falta fundamental de los escolares resi­
diría en los mecanismos directamente relacionados con la percepción y
la comprensión de las materias enseñadas en los primeros años básicos
(lectura, escritura, aritmética). Estos antecedentes confirman la im­
portancia de los factores psíquicos en el fracaso escolar, y la doble ne­
cesidad de revisar los programas de enseñanza básica, para adaptarlos
a esta realidad, y de establecer sistemas de rehabilitación psicopedagó-
gica a nivel nacional.
Creemos que un programa de enseñanza uniforme, a partir de mo­
delos teóricos de “ normalidad” no sirve para nuestra realidad escolar.
Aparece necesario un estudio psicológico previo de las condiciones psí­
quicas de las capacidades reales del alumno primario chileno para re-
elaborar los programas. Dentro de esta fundamentación empírica del
sistema de enseñanza, será necesario establecer programas diferencia­
dos para niños “ normales” , pero con niveles de rendimiento diferentes.
De la misma manera habría que actuar para los cursos de rehabilitación.

c) A specto p s ic o l ó g ic o - c l ín ic o

El alto número de fracasos escolares incide directamente en la salud


mental del niño y de su familia. Cada repetición de curso se traduce
en alteraciones angustiosas, depresivas o conductuales para el niño,
y en una situación de tensión familiar, que a su vez aumenta la angus­
tia y los trastornos infantiles. No es posible en este trabajo determinar,
a través de los datos presentados, hasta qué punto existe una relación
de causalidad recíproca entre los problemas del aprendizaje y los tras­
tornos psiquiátricos. Sin embargo, un estudio clínico de los casos que
consultan en las clínicas de psiquiatría infantil, muestran una estrecha
relación entre ambos. En otro trabajo analizamos más profundamente
este punto.
En 1969, el 35% de los niños en edad escolar básica (entre 7 y 14
años), sin retardo mental, que consultó al Servicio de Psiquiatría In­
fantil del Hospital Calvo Mackenna, tuvo diagnóstico de trastorno del
aprendizaje escolar, y al 18% se le hizo diagnóstico de dislexia. Los
problemas escolares de aprendizaje constituyen el más alto'núm ero de
motivos de consulta en todo el Servicio. Dentro del grupo total que
consultó ese mismo año, el 30% tuvo diagnóstico de disfunción cerebral
mínima, síndrome que se caracteriza principalmente por trastornos de
aprendizaje escolar y de conducta, en niños con nivel intelectual nor­
mal. Los escolares que consultaron por trastornos de lenguaje y de
conducta —que también inciden directamente en el rendimiento esco­
lar— alcanzaron un 13% y un 16%, respectivamente.

205
Esta alta proporción de problemas escolares que llegan a las clí­
nicas de psiquiatría infantil, también se advirtió en el Consultorio de
La Palmilla (Conchalí), donde en 1969 el porcentaje de niños de edad
escolar (7-14 años), y sin retardo mental, que tuvo diagnóstico de tras­
tornos del aprendizaje alcanzó el 13% de las consultas. El diagnóstico
de dislexia se hizo en el 17% de los casos. En total 30% de los niños
tenían primariamente trastornos de orden escolar.

Comentario

La estrecha relación que encontramos entre el problema clínico y los


problemas escolares reside en un doble fenómeno. Por un lado, la
insuficiencia de clínicas psicopedagógicas, centros de rehabilitación y
profesores especializados y psicólogos escolares que puedan manejar
adecuadamente los trastornos en el aprendizaje, antes de que adquieran
una intensidad mayor y se conviertan en problemas emocionales y
conductuales graves. Esta situación obliga a los padres y maestros a
enviar los niños a las clínicas de psiquiatría y neurología infantil con
más frecuencia que la deseada. Por otra parte, el dinamismo propio de
los problemas que presenta el desarrollo infantil conduce a una super­
posición de síntomas y de trastornos del aprendizaje. Muchas dificul­
tades escolares derivan de trastornos en el desarrollo de la personalidad
que afecta los procesos intelectuales y /o emocionales.
Algunas anormalidades provienen de la desnutrición infantil, otras
de una insuficiente estimulación socio-cultural, y otras provienen de al­
teraciones sufridas en el embarazo, parto o crecimiento, y que se tradu­
cen en una disfunción o en un retardo maduracional de algunas áreas
psíquicas, y que inciden en el campo médico-psicológico y el escolar. En­
tre los trastornos que encontramos con mayor frecuencia está la dis­
función cerebral mínima, cuyas principales manifestaciones aparecen
en la edad escolar primaria, cuando el niño tiene que enfrentar al apren­
dizaje de la lectura y escritura. También aparecen, en este período, los
problemas derivados de una deficiencia intelectual leve o de una capa­
cidad subnormal (inteligencia lenta o lim ítrofe). Este nivel de rendi­
miento no imposibilita al niño para seguir una escolaridad normal,
pero exige una enseñanza diferenciada, adecuada a su capacidad. Am­
bos cuadros clínicos se detectan luego de un estudio psicológico clínico,
o médico, que muchas veces se efectúa sólo cuando ocurre el fracaso, y
el niño es enviado a las clínicas de psiquiatría.
Por otra parte, hay factores socioculturales que agravan la situa­
ción. La actitud competitiva y perfeccionista que encontramos en mu­
chos liceos fiscales y colegios particulares de prestigio, intensifican el
problema psicológico haciendo salir de la escuela al niño que repite
curso. El temor a que sus hijos pierdan la matrícula al año siguiente,
o la beca, obliga a los padres a adoptar exigencias que muchas veces
no están en consonancia con la capacidad del niño para cumplir con la
meta asignada. Esta presión ambiental del hogar y de la escuela se
traduce corrientemente en trastornos emocionales o conductuales gra­
ves, que dificultan el tratamiento y el pronóstico de cada caso. De esta
manera, podemos advertir que el problema escolar actual no se reduce
solamente a una cantidad considerable de repitentes o desertores esco­
lares, por falta de medios para reconocerlos y tratarlos antes de que fra­
casen, sino también en problemas que inciden directamente en la salud
mental de la población infantil, sea como origen de los trastornos esco­
lares, sea como consecuencia de ellos.
d) A specto a s is t e n c ia !

Como una manera de configurar mejor los alcances nacionales que pre­
senta este problema, veremos aquí la relación que hay entre su intensi­
dad y los recursos actuales para solucionarlos. Para esto tenemos como
ejemplo el área Oriente del SNS (comunas de Providencia, Ñuñoa, Las
Condes, La R eina), que es una de las que tiene más recursos actuales;
y del área Norte, la comuna de Conchalí.
El área Norte comprende 124.892 escolares (Censo 1970). La repeti­
ción de alumnos de educación básica fiscal fue en 1969 como sigue:

R EPE TIC IO N CURSO ARE A N OR TE

Comuna Población escolarizada Coef. repetición N9 repitentes

Providencia 2 8.541 7.0 1.997

Ñuñoa 59.298 9.6 5.692

La Reina 11.182 7.8 872

Las Condes 2 5.871 8.1 2.097

Total 124.892 10.658

(C ifras obtenidas a partir de datos proporcionados por la D irección General de Estadística y Censos
y en la memoria cita d a 5).

Respecto a la repetición de cursos, sólo en estas comunas habría


alcanzado en 1969 a 10.659 niños. Si aplicamos aquí el porcentaje de
factores médico-psicológicos que hay en la repetición de cursos, que se­
gún el estudio del SNS es del 67%, necesitarían atención en esta comuna
7.140 niños. En este mismo sector la deserción habría alcanzado a 1.921
niños, si aplicamos el coeficiente de 8,1%. El total de niños que necesita
atención psicológica en estas cuatro comunas solamente por repetición
y deserción escolares alcanzaría a 9.061. Ahora bien, en 1969, en el Ser­
vicio de Psiquiatría Infantil que atiende esta área, sólo se pudo atender
aproximadamente 1.500 casos diferentes, de los cuales cerca de la mitad
eran niños de edad preescolar (700). Luego habrían quedado sin posi­
bilidad de atención alrededor de 8.300 escolares repitentes o desertores
en esa área. No contamos aquí los niños en edad escolar que necesita­
rían ayuda, aun cuando no repitan curso ni abandonen la escuela.
Algo análogo aparece en otras áreas de Santiago. La comuna de
Conchalí tiene 48.273 escolares con un coeficiente de repetición de en­
señanza básica del 11,5%, lo cual significa que sólo por este concepto,
necesitarían atención 5.551 niños. El consultorio de La Palmilla, que
atiende este sector, atendió en 1969 a 333 niños de edad escolar de 6 a
14 años sin retardo mental.
Estas cifras nos muestran un aspecto bastante desolador de nues­
tra realidad nacional: la incapacidad de las estructuras escolares de
educación y salud para enfrentar este problema. Ellas parecen haber
sido concebidas para educar al niño “ normal” , entendiéndose por tal el
que no presente retardo mental severo, o deficiencias sensoriales y mo­
toras graves.

207
La inmensa mayoría de niños “ normales” , pero con problemas en el
aprendizaje escolar, la conducta, o la estabilidad emocional, no tiene
un lugar adecuado dentro del sistema psicopedagógico clínico para ser
atendida. El costo de este servicio sería bastante menor que el costo
de la repetición y deserción escolares.

B IBLIO G RA FIA

H ilda Power de Olivares, Problemas de Salud Mental de la E dad Escolar en el Gran Santiago,
S.N.S., 1966.

Kardonsky, V .; Kovalsky, T .; Seguret, T, y colaboradores, Estudios de Prevalencia de Trastornos


Cojpiitivos en escolares chilenos d e 7 a 10 años, del Area Norte de Santiago, Departamento Psico­
logía, U. de Chile, 1970. C om unicación preliminar.

Bravo Valdivieso, Luis, Trastornos Psicológicos d e la Edad Escolar. C lasificación (en Anales d e la
Escuela de E ducación, por aparecer).

Datos estadísticos obtenidos directamente por los autores en las fichas clínioas del Servicio de
Psiquiatría Infantil del Hosp. C alvo Mackenna, y del consultorio de La Palmilla, del S.N.S. Otros
datos fueron obtenidos en la Superintendencia de E ducación, y en la D irección General de Esta­
dísticas y Censos.

D el Cam po, P.; Matamala, M. C ., Geografía d e la E ducación. Area Metropolitana del Gran Santiago.
Mem oria de Grado para el T ítu lo de Profesor, Universidad Católica, Santiago, 1970. Profesdr guía,
señor H ugo Bodini.

208
Programa Docente
Segundo Semestre 1972

CURSOS DE INTRODUCCION AL ANALISIS DE LA REALIDAD NACIONAL

CER 100 Franz Vanderschueren. Sergio Galilea.


Area Técnica. Miérc. 17,30-19,30
CER 103 Cristián Johanson. Area Teológica. Filosofía. Miérc. 17,30-19,30
CER 104 Fernando Castillo. Rafael Echeverría.
Trab. Social. TSO 104 PSX 107. Lun. 14,30-16,30
CER 105 Jorge Larraín. Area Arquitectura. Mar. 18,30-20,00
CER 106 Leonardo Castillo. Educación- Pedagogía. Miérc. 18,00-20,00

Los cursos de Introducción al Análisis de la Realidad Nacional tienen en general dos ob­
jetivos principales. Por un lado, pretenden entregar conceptos e instrumentos del análisis
propio de las ciencias sociales, como una base indispensable para estudiar y comprender
una determinada realidad. Por otro lado, intentan abordar, con la mayor profundidad
posible y con los instrumentos antes señalados, el análisis de la sociedad chilena y sus
principales problemas.
Esta base común de todos los cursos se ve enriquecida, según los casos, por la acentuación
o tratamiento en mayor profundidad de ciertos aspectos de la realidad especialmente ne­
cesarios para el trabajo de cada unidad académica.

CER 258 Franz Hinkelammert Jueves 17,00 a 19,00

INTRODUCCION A LA ECONOMIA POLITICA. 150 CR. C. Sociales o CER 154. El cur­


so planteará conceptos básicos de la economía política marxista a partir de un análisis
crítico de la economía académica. Los aspectos fundaméntales serán el concepto de la
mercancía, las relaciones mercantiles en las sociedades precapitalistas, mercancía y capital,
plusvalía. El curso tendrá que llevar hasta una reevaluación de la teoría de la plusvalía
en forma de una teoría general del excedente económico.

CER 251 Urs Müller Miércoles 15,00‘ 17.00

DESARROLLO E INTERCAMBIO DESIGUAL. 150 CR. C. Sociales o CER 154 o CER


154-231. Partiendo de los conceptos básicos de El Capital de Carlos Marx se discutirán la
modificación de la ley del valor en el mercado mundial y el problema de los valores in­
ternacionales. Se tratará de combinar un análisis crítico de los últimos trabajos teóricos
sobre el intercambio desigual con un análisis histórico de la división interna nacional de
trabajo y sus repercusiones sobre el desarrollo desigual en los países en vías de subdesa-
rrollo.

209

14 — Cuadernos
CER 234 Rene Zavaleta Jueves 15,30-17,00

TEORIA DEL ESTADO SUBDESARROLLADO. 150 CR. Cs. Sociales o CER 233-232. El
propósito de este curso es exponer la diferencia que asume la construcción del aparato
del Estado en los países centrales y en los países periféricos, con referencia aplicada a la
experiencia latinoamericana.
Puesto que el Estado moderno (hasta la Revolución Rusa) es una creación de la burguesía,
es preciso explicar por qué la América latina, a pesar de sus contactos casi directos con la
cultura europea, sin embargo fracasa en la construcción de sus Estados burgueses. Para
hacerlo, es necesario situar la cuestión nacional y el esbozo de creación de Estados nacio­
nales en el área (la balcanización), así como los movimientos democrático-burgueses ocu­
rridos en ella dentro de la teoría general del marxismo sobre el particular.
Se advierte entonces, que tras la desigual frustración de las burguesías latinoamericanas
en la ejecución de sus tareas burguesas, emergen las formas sustitutivas. Sigue siendo
hasta hoy la más importante de todas la forma bonapartista y ella debe estudiarse a través
de las experiencias más visibles (Argentina, México, Brasil, Perú).
En cualquiera forma, dentro del concepto de la revolución ininterrumpida, se asigna es­
pecial importancia a las formas de transición del aparato del Estado tal como han sucedido
en algunos lugares (el poder dual en Bolivia, por ejemplo) y a las modalidades presu­
mibles que debería adoptar», un proyecto revolucionario con relación a la teoría marxista
del Estado.

CER 235 Hugo Perret Miércoles 17,00-19,00

ASPECTOS SOCIOLOGICOS DEL DESARROLLO. 150 CR. Cs. Sociales-Sociología. El


curso busca profundizar en torno a los problemas de la participación o intervención de la
clase trabajadora en el desarrollo económico chileno, con referencia tanto al actual pro­
ceso como a las perspectivas futuras de construcción del socialismo.
Se hará una revisión y discusión del material teórico y documental existente más relevante
y se analizarán situaciones concretas de la realidad chilena.

CER 115 Michelle Mattelart. Mabel Piccini Viernes 15,00-17,00

COMUNICACION MASIVA E IDEOLOGIA. 150 CR. Cs. Sociales. El curso presenta tres
objetivos centrales:
a) El análisis crítico de las principales corrientes teóricas que han abordado el estudio
de los medios de comunicación para los efectos de diseñar un aparato metodológico apto
para el relevamiento de las estructuras ideológicas de los mensajes.
b) Este segundo punto consiste en el estudio delas estructuras de poder de los medios
de comunicación en Chile: sistemas de control y manipulación en un corte que abarca
los principales sistemas gráficos y audiovisuales. El seminario se propondrá trabajos prác­
ticos sobre la prensa, revistas, televisión y cine.
c) La suma de análisis teóricos y trabajos prácticos conducirá a una evaluación global
de la cultura de masas, de modo de fundamentar un replanteo del medio de comunicación
en un proceso revolucionario.

CER 216 G. Labarca. R. Vera Martes 17,00-19,00

EDUCACION E IDEOLOGIA EN CHILE. 150 CR. Cs. Sec. Ed. Pedagogías. Este curso
tiene por objeto fundamental definir un marco teórico para el estudio de los fenómenos
de la superestructura ideológica de la sociedad. Se utilizará como referente empírico el
sistema de educación chileno, haciendo alcance a otras experiencias cuando sea pertinente.
El sistema de educación chileno será tratado entonces como un aparato ideológico del Es­
tado.
En las primeras sesiones se tratarán temas como la relación estructura-superestructura; en
seguida se analizarán las concepciones ideológicas del sistema educativo, luego se lo ubi­
cará en su contexto social, haciendo hincapié en la función ideologizante de los servicios
educativos y la práctica escolar y universitaria, para terminar analizando los grupos direc­
tamente vinculados a este sistema y su pertenencia de clase: estudiantes, intelectuales, ideó­
logos, etc.

210
CER 114 Luis Domínguez Martes 18,00-20,00

LENGUAJE Y CULTURA EN LA LITERATURA CHILENA. Castellano-Literatura. Una


relación entre desarrollo cultural y testimonio literario, en tres momentos de nuestra
historia.
1. Algunos entre los primeros testigos: Valdivia (cartas), Ercilla, Alonso Ovalle. El in­
tento de representar lo que Chile es o empieza a ser y los condicionamientos de ese tes­
timonio (mitos, lenguaje nostálgico, inadecuación entre palabras, acciones y cosas).
2. La Independencia Política y la Independencia Cultural: Bello, Pérez Rosales, Blest
Gana, Orrego Luco. Intentos de una primera literatura chilena. Conciencia del problema
cultural. (Lenguaje y nuevas formas de vida).
3. Una literatura de fundación que empieza a soñar a Chile: Lillo, Díaz Garcés, Rojas.
Latorre, Huidobro, Neruda, G. Mistral. Los primeros movimientos sociales de este siglo
y nuestra literatura. Relación entre el ser nacional y la literatura de testimonio o que se
procrea a sí misma.
4. Lenguaje y valores: se descompone un mundo: Parra, Donoso, Edwards, Lihn. La lite­
ratura como búsqueda. Crónica de una burguesía en descomposición; crisis del escritor
mismo y su oficio. Una mala conciencia cultural.

CER 218 Víctor Farías. Norbert Lechner Lunes 14.30-16.30

EL PROBLEMA DE LA VIA LEGAL EN CHILE. 150 CR. Cs. Sociales o CER 256. El
Seminario se centra en el análisis de la relación entre legalidad burguesa y lucha de cla­
ses. A través de un estudio concreto de problemas actuales como la constitución del ir - -
de propiedad social, los Tribunales Vecinales, las JAP, la burocracia, la justicia de clases,
el derecho laboral, etc., los participantes irán clarificando la especificidad de “ princip - ■
de legalidad” para poder definir en este contexto las alternativas de la lucha de clases en
sus contenidos y formas.
Es requisito haber participado en el Seminario de KalkiGlauser (Teoría de la realic: - i en
Marx) o de Lechner-Farías (Fundamentación del Estado y delDerecho en un periodo de
transformación) o conversación personal con los profesores. Cada participante deberá pre­
sentar un trabajo a ser discutido en el Seminario.

CER 219 Dr. Mario Gomberoff. Dr. R. Florenzano Lunes 14.30-16.>j

ENFOQUE PSICOSOCIAL DEL USO DE ALCOHOL Y MARIHUANA EN CHILE M-


dicina-Enfermería-Psicología-T. Social.

A) Introducció

1. Ubicación de la dependencia al alcohol y marihuana en los problemas de


Mental en Chile.
2. Epidemiología del abuso de alcohol y marihuana en el mundo y Chile.

B) Alcohol

1. Importancia del consumo de alcohol. Magnitud del problema.


2. Concepto de alcoholismo. Su clasificación.
3. Aspectos clínicos:
a) Sintomatología
b) Evolución natural
c) Complicaciones físicas y psíquicas
4. Etiopatogenia:
a) Aspectos biológicos
b) Aspectos psicodinámicos
c) Aspectos socioculturales
5. Complicaciones familiares y sociales
6. Tratamiento. Plan Nacional de Control de problemas del Alcohol. Prevención pri­
maria. secundaria y terciaria

211
C) Marihuana

1. Historia de su consumo. Su difusión en Chile


2. Aspectos farmacológicos
3. Efectos clínicos:
a) Sintomatología
b) Formas clínicas de consumo
c) Complicaciones físicas y psíquicas
d) “ Escalada” de drogas
4. Complicaciones sociales
5. Motivaciones para su consumo:
a) Algunas características psicosociales del adolescente en nuestra cultura
b) Motivaciones conscientes
c) Motivaciones inconscientes
6. Tratamiento. Programa del Area Oriente (Santiago) para el control de abuso de
drogas en adolescentes

D) Aspectos comunes en la dependencia a drogas: un enfoque psicoanalítico

Metodología: exposiciones teóricas seguidas de grupos de discusión. Demostraciones


clínicas con usuarios. Seminarios bibliográficos y prácticos.
Evaluación: la del seminario bibliográfico y /o práctico más una evaluación escrita
final.

CER 221 Arturo Montes Lunes 17,00-19,00

ESTRUCTURA ECONOMICA CHILENA. PROBLEMAS ACTUALES. 150 CR. Cs. Socia-


les-Economía. El curso tendrá por objeto investigar la manera en que algunos elementos
estructurales de la economía chilena determinaron que la evolución de su régimen pro­
ductivo tuviera una especificidad dada, cuya concurrencia práctica traducía la estructura
de las relaciones de poder existente en el transcurso de tal evolución. Un segundo objeto
del curso consistirá en el estudio de las distintas respuestas políticas que se dieron a par­
tir del régimen productivo y cómo por medio de ellas se canalizó el desarrollo de su es­
pecificidad hasta el advenimiento de la Unidad Popular, que aquí será visto como factor
distorsionante de la tipología evolutiva precedente; en la consideración de esta distorsión
se atenderá también a los problemas de coyuntura que ella suscita y a suinstrumentali-
zación en el ámbito de la lucha ideológica.

CER 154 Kalki Glauser Martes 15,00-17,00

TEORIA DE LA REALIDAD EN M ARX. 150 CR. Cs. Sociales. El objetivo del curso es
investigar, principalmente a través del estudio de sus obras, lo que constituye la manera
específica de entender la realidad en Marx y la forma en que esto condiciona un enfoque
marxista de la realidad chilena. Se comenzará por un análisis biobibliográfico que permita
señalar los hitos principales del estudio. Se discutirá la concepción marxiana de lo econó­
mico y sus relaciones con la filosofía y la política. Se reseñará la teoría marxiana de las
formas de producción tanto precapitalistas como capitalistas y de su superación por la
producción comunista. Finalmente, sedeterminará, a partir de lo anterior, lo que serían
los tramos esenciales de un estudiomarxista de la sociedad chilena.

212
Comentarios de Lecturas

Notas sobre el destino de la an­ crítico, cuya validez en principio


tropología en la obra de madurez (o para una cierta región del ob­
de Marx. jeto) no será puesta en duda. Por
otra parte se verá que las dos in­
Este texto no pretende hacer una terrogaciones se imbrican (la cues­
crítica general del althusserismo, tión de los “ dos” Marx aclara la de
sino desarrollar en forma esque­ la organización general del saber
mática, y como discusión prelimi­ marxista y viceversa), y que cada
nar, dos problemas que la lectura una de ellas desemboca en los dos
de la obra de Althusser propone: problemas correlatos del humanis­
1) ¿Cuál es el destino de la antro­ mo y del historicismo. Aunque no
pología en la obra de madurez?; 2 ) linealmente, iremos de la primera
¿Cuál es la relación entre la obra a la segunda interrogación; en un
histórica y política de Marx, y la sentido, sin embargo, articulamos
teoría de El Capital? desde el inicio las dos perspectivas,
En la discusión del primer pro­ pues empezaremos con una recons­
blema se presupone una concor­ titución de la estructura general
dancia de principio con la crítica del espacio del saber en la obra de
althusseriana del humanismo. No juventud.
se trata de una vuelta a las lectu­ Además de funcionar como fun­
ras continuistas tradicionales, sino damento teórico de la crítica de la
de una tentativa de pensar en con­ economía (de hecho fundamento
tinuidad la discontinuidad lógica de un fundamento, la noción de
indiscutible que existe entre el “ trabajo enajenado” ), el discurso
“ joven” y el “ viejo” Marx. (Esa antropológico o más específica­
continuidad en la discontinuidad 1 mente, las nociones de “hombre”
será pensada también lógicamente y de “ esencia humana” , represen­
y no históricamente). tan, en la obra de juventud, una
En la discusión del segundo pro­ especie de “ fundamento práctico”
blema, a su vez, se admitirá tam­ de la política 2. (Ver a propósito, L.
bién la validez regional de algunas
de las tesis de la crítica de Althus­ 2 Ellas representan un principio práctico, por­
ser al historicismo. que son el punto de partida lógicam ente nece­
sario de la crítica de toda a cción y de la
Así, en los dos casos, cuestiona­ acción misma. Parece m erecer el nombre de
remos los límites de un trabajo “ fundam ento” , fundamento práctico, porque,
al contrario de lo que ocurrirá con los “ prin­
cipios de la a cción ” en la obra de madurez,
1 La expresión utilizada en un contexto un p o ­ son principios primeros. C om o se verá, ellas
co diferente es, si no me equivoco, de J. no presuponen ninguna real interiorización
Ranciére, en L ’ idée critique chez le jeune histórica. La historia no aporta más que las
Marx (inédito). condiciones para su eclosión y exteriorización.

213
Althusser, Pour Marx, Marxisme et ción extrema, que les permite rom­
Humanisme, pp. 229, 230). Se po­ per la dispersión de la “sociedad
dría distinguir, en la obra del jo ­ civil” , y alzarse, en un plan tras­
ven Marx, por lo menos dos mo­ cendental, a una experiencia co­
delos de utilización de nociones munitaria. La irrupción de la tras-
como “hombre” o “ esencia huma­ cendentalidad en la historia mar­
na” como fundamentos de la prác­ ca, así, un pasaje brusco de una
tica: el de la Introducción a la dispersión a una asociación.
crítica de la Filosofía del Derecho b) En una forma mucho más ra­
de Hegel, y el de los Manuscritos dical de la que vamos a encontrar
de 1844, al cual nos limitamos. Hay más tarde, hay en los Manuscritos,
en los Manuscritos dos fundamen­ una especie de “ desfasamiento”
tos prácticos, o un fundamento entre las dos conciencias: un enor­
práctico que se manifiesta en dos me intervalo histórico separa sus
niveles de conciencia, el del sujeto respectivas “ miras” (visées) 4. El
(el filósofo crítico) y el del objeto filósofo piensa y tematiza un hom ­
(es decir, de los sujetos “ históri­ bre humano que, según el tercer
cos” ) . Tanto el filósofo como el manuscrito, sólo será producido en
hombre alienado en quien “irrum­ un futuro distante. La conciencia
pe” la esencia humana, piensan la del filósofo está “ inclinada” hacia
idea de humanidad. Pero, al pri­ este futuro; y desde esta perspecti­
mero corresponde la idea verdade­ va —que es la del socialismo (hu­
ra del hombre humano (política­ manismo)— critica la práctica del
mente, lo que Marx llama, en esta futuro inmediato, cuyo principio
época, “socialismo” ) ; al segundo, motor es el com unismo5. Por su
una idea imperfecta (políticamen­ carácter intencionalmente “ utópi­
te la de una comunidad humana co”, sin embargo, esa crítica no se
todavía infectada por el principio propone aparentemente alterar el
de la propiedad privada, lo que curso del proceso histórico obje­
Marx denomina, entonces, el “ co­ tivo, sino solamente mostrar sus lí­
munismo” ) 3. Para reconstituir el mites 6. En el extremo opuesto de
espacio que se construye en torno lo que ocurrirá en la Introducción
a estos fundamentos, es necesario a la crítica de la Filosofía del De­
precisar la naturaleza de dos co­ recho de Hegel, en el cual el pro­
nexiones: a) ¿cómo se efectúa en letariado tiene un papel pasivo7,
el objeto el paso de la práctica en el esquema de los Manuscritos,
humana (historia) a la concien­
cia?; b) ¿cuál es la relación entre 4 En tanto “ miras” (visées) “ prácticas” . En la
la conciencia, en el objetivo, y la crítica teórica de la econom ía política, el o b ­
jeto es esencialmente la naturaleza humana en
conciencia filosófica (o, cuál es la su form a actual.
posición relativa de las dos con­ 5 “ E l com unism o p on e el positivo com o nega­
ción de la negación, es pues el m om ento real
ciencias), y cuestión conexa, ¿en (wirkliche) de la em ancipación y de la reto­
qué nivel se da la intervención en m ada de sí del hom bre, m om ento necesario
para el desenvolvim iento próxim o d e la his­
el proceso histórico? toria. El com unism o es la form a necesaria y
a) Como ya se ha señalado, la el principio energético del futuro próximo^ pero
el com unism o no es en cuanto tal el objetivo
historia en los Manuscritos, como del desenvolvim iento humano —la form a de
la sociedad humana” . (Manuscritos del 4 4 , ed.
en el joven Marx en general, dis­ Rororo, “ Texte zu M ethode und Praxis” , II,
persa y atomiza los individuos. Es p. 86).
6 “ Para abolir la idea de la propiedad privada,
la explosión de la naturaleza hu­ el com unism o pensado basta enteramente. Para
mana, provocada por una aliéna- abolir la propiedad privada real, es necesaria
una acción comunista real. L a historia la
aportará y este m ovim iento que, en pensa­
Esta posición ante la historia justificaría tam­ m iento, ya sabemos que se suprime a sí mis­
bién (en una línea term inológica aproximada­ m o, pasará en la realidad por un proceso muy
mente hegeliana) la denom inación “ trascen­ duro y m uy extenso. Pero debem os considerar
dental” , qu e más adelante se le dará. com o un progreso real que, desde el inicio,
3 En los Manuscritos, los fundamentos prácticos hayamos adquirido una conciencia tanto de
se presentan, así, en distintos niveles de con­ la lim itación com o del objetivo del m ovim ien­
ciencia. Pero, por las razones expuestas, esa to histórico, y una conciencia que lo sobre­
distinción de niveles (cuyo hegelianismo es pasa” . (Idem, p. 93, R ororo; subrayado por
más aparente que real) n o com prom ete la R. F .).
naturaleza ahistórica o transhistórica de los 7 Y en que el Sujeto (filosófico) es, por tanto,
principios. el principio motor.

214

1
el proceso revolucionario, el del fu­ b) Diferentemente de los Ma­
turo próximo por lo menos, podría nuscritos, no habrá acción revolu­
darse aparentemente, sin interven­ cionaria sin la intervención del
ción del sujeto. sujeto. (Pero contrariamente a la
4 En resumen: discontinuidad y Introducción a la critica de la Fi­
ruptura entre la historia y el suje­ losofía del Derecho, esa interven­
to en el objeto (el hombre huma­ ción no pone en movimiento un
no. El segundo irrumpe brusca­ sujeto pasivo). La nueva posición
mente en el proceso histórico). del sujeto, que hace posible su
“Desfasamiento” radical entre el intervención, se expresa en una
sujeto en el objeto (el hombre redistribución del espacio de su
“humano” ) y el sujeto filosófico; discurso: la idea de una sociedad
intervención a partir del primero humanizada, a la cual se abría
(no hay praxis del filósofo). En­ un discurso plenamente tematiza-
contramos así un espacio marcado b le 10, aunque describiera una si­
por discontinuidades, al contrario tuación posthistórica (esa doble
de lo que se podría esperar, para el característica correspondía a su
joven Marx, a partir de la lectura función de fundamento), pasa a
althusseriana. \ ser un horizonte. Es la antevisión
A la doble trascendentalidad necesariamente marginal de la
práctica en la obra de juventud, Humanidad humana que encontra­
corresponde en la obra madura mos, por ejemplo, en los últimos
una dualidad que ya no es más capítulos de El Capital (v. III) o
trascendental: la que distingue la en la Crítica del Programa de Go-
conciencia real del proletariado de tha. A esta transformación del
la conciencia revolucionaria que fundamento subjetivo en horizon­
pasa a ser el sujeto (teórico-diri- te, lugar por excelencia de la “ an­
gente revolucionario o partido) 8. tropología” en la obra madura co­
La conciencia real aparecerá an­ rresponde la emergencia de dos
tes de todo bajo la forma, no de­ discursosu , ausentes hasta aquí;
finida en la obra de juventud, de el discurso histórico, y el discurso
la conciencia económica. El espa­ táctico-estratégico. La presencia
cio se estructura ahora del siguien­ de estos dos discursos, cuya natu­
te modo: raleza pasamos a examinar, rede-
a) Entre la historia y la con­ fine las relaciones de la concien­
ciencia económica (que es interior cia en el objeto y del objeto en
a la historia) no hay un paso brus­ general con el sujeto.
co de una dispersión a una aso­ La naturaleza del discurso his­
ciación. En los textos de transición tórico y del discurso táctico-estra­
sobre todo (ver final de la Miseria tégico es un problema mayor, pa­
de la Filosofía), Marx señala que ra el cual Althusser no da solución
las organizaciones obreras son pro­ satisfactoria. Althusser se preocu­
ducto necesario del proceso histó­ pó de definir las condiciones de
rico, que reúne tanto como separa, una teoría de la historia y dio al­
a los individuos. La conciencia gunas indicaciones sobre la teoría
(económica) nace como toma de
conciencia, del suelo de una aglu­ a los capitalistas. En los Manuscritos, la aso­
tinación de hecho; la dispersión ciación de los capitalistas, por nacer de un
universo de dispersión, tiene algo de un pacto.
histórica se conserva, pero como En El Capital, ella nace del suelo aglutinador
uno de los niveles constitutivos de del proceso de ecualización de la tasa de ga­
nancia.
un proceso pensado ahora como 10 Plenamente tematizable en cuanto discurso fi­
“ contradictorio” 9. losófico. N o hay utopía política en la obra
d e juventud de Marx. La “ plenitud” de lá
tematización debe ser entendida relativamente
8 Esta caracterización d e l sujeto es parcial. C o­ al discurso sobre el futuro inm ediato (ver n o ­
m o se verá indirectamente, la fusión en la ta i i ) . ;
obra de madurez entre el teórico y el dirigente 11 La “ mira” (visée) del sujeto no tiene más
sólo es esencial (com o el papel del sujeto que com o centro de referencia el futuro distante
se atribuye al partido sólo es válido) para (antropología), sino el futuro “ próxim o” (tác­
cierto tipo de discurso. La teoría del partido tica y estrategia). Esta “ mira” del futuro
queda fuera de los límites de este texto. próxim o prolonga a su vez una retrospección
9 La misma cosa se dará en lo que se refiere histórica.

215
de la práctica (ver Lire le Capital, tórico político. Por un lado, ese
I I ) ; pero la solución que esboza discurso tiene una función prácti­
para estos problemas, hasta cierto ca que no es menor que la función
punto implícita en la formulación teórica (en este sentido, desde el
que les da 12, lo lleva a dejar en punto de vista althusseriano, po­
la oscuridad los textos propiamen­ dría ser llamado ideológico); pero,
te históricos y político-prácticos, por otra parte, es a su modo —lo
esenciales a la arquitectura global que sigue intentará justificarlo—
del m arxism o13. En el cuadro de un discurso riguroso. En cuanto a
las nociones althusserianas habría interpretarlo como aplicación, se­
aparentemente dos alternativas ría aparentemente trasponer al
para conceptuar los discursos his- marxismo una forma de jerarqui-
tórico-políticos (suponiendo la zación del saber que le es extraña.
existencia de una conexión inter­ El marxismo propone dos modos de
na entre el discurso histórico y el lectura del objeto, el lógico y el
político-práctico, vamos a conside­ histórico, y aunque el histórico
rarlos conjuntam ente): o bien se­ presuponga el lógico (hay también
rían aplicaciones de la teoría (ver una reciprocidad más débil a ser
Lire le Capital, II, p. 138), o bien definida), el tipo de jerarquía que
se trataría de discursos ideológicos se establece entre ellos no es re-
(sobre la noción de ideología, ver ductible a la relación teoría-apli-
principalmente “Marxisme et Hu- cación. Esto no solamente porque a
manisme” , en Pour Marx) 14. cada uno de ellos corresponden exi­
Empezando por la segunda hipó­ gencias diversas de cientificidad,
tesis. sino también porque su significa­
A pesar de las diferenciaciones ción epistemológica general no es
introducidas, la dualidad entre la misma. A partir de la lectura de
ciencia e ideología tal como la es­ la historia que hace El Copital, Ba-
tablece Althusser, no parece perti­ libar escribió que “ . . . una ausencia
nente para definir el discurso his­ de memoria radical ( . . . ) caracte­
riza la historia” (Lire et Capital,
II, p. 192). Esa definición vale co­
12 Sobre todo p orque él privilegia la cuestión de
la teoría marxista de la historia y de la p o lí­
mo principio del discurso lógico.
tica, en perjuicio de la cuestión más general De hecho, desde un doble punto
del conocim iento histórico-político y d e sus de vista, el principio de la teoría
niveles, en el interior del marxismo.
13 Las indicaciones de los althusserianos sobre la de El Capital no es la memoria, si­
teoría de la práctica se inspiran en el ¿Qué no la antimemoria: objetivamente,
Hacer? de Lenin. En la m edida en que aquel
texto sirvió a una crítica del hegelianismo, pues para comprender las leyes del
dejamos para el final de este tóp ico, donde
se tratara d e H egel, las referencias al res-
sistema capitalista es necesario se­
Decto. La simple posibilidad de una teoría de parar su articulación lógica de su
la historia y de una teoría de la práctica
—conviene observar— no es en sí misma un génesis; subjetivamente, porque no
argumento en favor del althusserismo; es ade­ hay continuidad en ese nivel, en­
más en la región de estas teorías que se si­
túa este texto. L o que importa es el tipo de tre la práctica política y la prácti­
relación que ellas establecen entre el discurso ca teórica. Pero no ocurre lo mismo
teórico (y por lo tanto entre ellas mismas) y
la historia. (Convendría precisar: la teoría de con el discurso histórico y con el
la historia a que m e refiero, sólo puede ser discurso táctico-estratégico: ellos
una teoría filosófica del conocim iento histó­
rico de la historia, del m ism o nivel de la presuponen una memoria que, a
teoría filosófica de la (sobre la) teoría “ pura” pesar del hegelianismo de la fór­
de la historia que ofrece E l Capital, y a dis­
tinguir de las teorías científicas correspon­ mula, es una memoria de sí. La
dientes ( “ puras” o históricas) y de los dis­
cursos histórico-políticos concretos. A lgo a este
historia —la historia contemporá­
respecto, en form a muy sucinta, se ofrece en nea en particular— aparece sobre
la continuación del texto. En general, trato el fondo de una práctica posible
solamente de dos niveles: el de la teoría
“ pura” de E l Capital y el de los discursos (ver, p. ej., los textos sobre el
concretos).
14 D e hecho habría aún una tercera hipótesis:
proletariado, en el Dieciocho Bru-
la de que ellos serían “ materiales” semiela- mario) que “ critica” 15 la práctica
' borados para una “ historia” (Lire le Capital,
II, p. 147).
Esta caracterización, aunque verdadera, no p o­ 15 Esta crítica no se confunde con la crítica de
dría, sin embargo, eludir el problem a d e la esencia reflexiva (no hegeliana) que hace el
naturaleza del discurso histórico marxista. sujeto en los Manuscritos.

216
real, cuando esta historia no es, depende solamente de la teoría de
ella misma, en mayor o menor gra­ El Capital, que le aporta los prin­
do, el resultado de un conjunto de cipios; depende también de un pa­
acciones planteadas por el sujeto. sado, que es un pasado práctico.
Es decir, o bien el discurso está Si los discursos histórico-prác-
efectivamente integrado a lo real, ticos no son simples aplicaciones
o funciona como si lo estuviera de la teoría, ni ideologías, conven­
(epistemológicamente la diferen­ dría analizar más de cerca su na­
cia no es im portante). En uno y turaleza. Aquí me limito a dos
otro caso hay circülaridad entre la observaciones: estos discursos no
historia y los discursos prácticos (y satisfacen indudablemente la exi­
entre estos últim os): el sujeto es gencia althusseriana de que “ el
un centro en constante movimien­ conocimiento de la historia no sea
to que articula dos momentos de más histórico de cuanto es azuca­
una práctica en la que real o ideal­ rado el conocimiento del azúcar”
mente se insertan. Al contrario de (Lire et Capital, II, p. 132). El ho­
lo que constatamos en la obra de rizonte temático que ellos propo­
juventud, la historia (como proce­ nen es, al contrario, comandado
so objetivo) y la conciencia real, por el ritmo del tiempo histórico.
que representa uno de sus niveles, Citando Lenin: “ No fue la deduc­
pasa a ser así el suelo de los dis­ ción lógica, sino el desarrollo real
cursos prácticos (no de la teoría de los acontecimientos, la expe­
como quiere el historicismo), rom­ riencia viva de los años 1848-1851,
piendo la discontinuidad, que en el lo que lo condujo (a Marx) a esta
joven Marx se establecía entre los manera de plantear el problema.
dos sujetos, entre el sujeto y la Hasta qué punto Marx se atiene ri­
historia (esa continuidad prologa gurosamente a la base efectiva de
otra continuidad 16 que, como vi­ la experiencia histórica se ve, te­
mos, se establece después de la niendo en cuenta que, en 1852,
“ coupure” entre la historia real y Marx no plantea todavía el proble­
la conciencia objetiva). ma concreto de saber por qué cosa
Pero si la historia es el suelo de se va a sustituir la máquina del Es­
los discursos prácticos, la depen­ tado que debe ser destruida. La ex ­
dencia de éstos para con ella — de­ periencia no aportaba todavía los
pendencia que no es sólo con un materiales para este problema, que
pasado inmediato— debe ser en­ la historia puso a la orden del día
tendida como una interiorización más tarde, en 1 8 7 1 ...” (Lenin,
de experiencias 17, y no a la mane­ Obras escogidas, III, 224, El Estado
ra positivista, como incorporación y la revolución, subrayado por no­
a la teoría de una serie de expe­ sotros). En segundo lugar, los dis­
rimentos. (Seguramente se puede cursos histórico-políticos replan­
introducir discontinuidad en esta tean el problema de la relación
interiorización —la introducción entre Marx y Hegel. Para dar un
de esta discontinuidad marca ade­ ejemplo más (que se relaciona con
más la originalidad epistemológi­ el texto de L en in ): tradicional­
ca de la obra de Debray— ; pero así mente se establece una homología
como toda continuidad, en el plan entre el lugar que ocupa el socia­
de la teoría (lógica) es derivada lismo o el comunismo en Marx y la
de una discontinuidad que la hace posición del saber absoluto en la
posible, aquí toda discontinuidad Fenomenología del Espíritu de He­
sólo podrá nacer en la continui­ gel. La homología es, quizás, me­
dad de una memoria). El discurso nos superficial de lo que hoy se
histórico y táctico-estratégico no suele suponer: ella establecería
una convergencia entre Hegel y
16 Continuidad que n o excluye la discontinuidad. Marx, en la definición de las con­
17 Ver sobre todo en El Estado y la R evolución,
el uso que se hace de la n oción de experien­ diciones de posibilidad del conoci­
cia. A la n oción de experiencia corresponde
la noción com plem entaria de tarea, q u e con ­
miento del futuro; en el caso del
vendría analizar más d e cerca. futuro “ distante” . En la Fenome­
nología (y para las dos concien­ Quedaría por plantear el proble­
cias, lo que muchas veces se pier­ ma de las relaciones entre los dis­
de de vista), la tematización ple­ cursos histórico-políticos y la teo­
na del saber absoluto —correlato ría de El Capital. Aquí es induda­
de lo que sería su transformación blemente válida la crítica al histo-
en fundamento— es imposible ricismo: no hay entre el tiempo
mientras no se llegue al final del histórico y la teoría (lógica) la
itinerario fenomenológico. A me­ continuidad que él supone; pero
dio camino de la fenomenología, los dos se articulan a través de
tal tematización pervertiría la ciertos lazos que es preciso definir,
cientificidad (o casi cientificidad) a partir de un análisis del espacio
del discurso, y lo transformaría en objetivo de la teoría. Para el dis­
opinión1S. Impensable como dis­ curso histórico-político definimos
curso pleno, el saber absoluto está dos puntos que son sus referencias
dado, sin embargo, como horizonte. extremas 20 —un suelo histórico
La esencialidad de este horizonte que tiene como uno de sus niveles
es variable según el punto del iti­ la conciencia actual del proletaria­
nerario fenomenológico en que la do, y un horizonte representado
conciencia se encuentra; su capa­ por el objetivo último, el socialis­
cidad de iluminar el presente (así mo. Estos dos puntos que, en la
como la posibilidad correspondien­ obra política se disponen —diría­
te, de que él mismo sea tematiza- mos— horizontalmente, se van a
do) aumenta, en general, a medi­ reflejar verticalmente en El Capi­
da que nos aproximamos al obje­ tal. El primero de estos puntos se
tivo último. Pero en el interior de refleja, fuera del espacio propia­
estos límites, la “ visée” del abso­ mente lógico, en los textos en que
luto es una dimensión necesaria. Y Marx describe la experiencia del
esos límites son homólogos a los proletariado. En estos textos —los
que condicionan la validez y justi­ que tratan de la lucha por la limi-
ficación del discurso sobre el so­
cialismo : con el mismo “ gradiente”
distinguida más rigurosamente del problema
temporal, el discurso que tematiza de las relaciones entre teoría y práctica revo­
plenamente el socialismo no puede lucionaria. Los dos problemas n o son eviden­
temente idénticos. Una observación sobre cada
ser científico (ni, por lo tanto, re­ uno d e ellos: 1) Si de h ech o el rechazo en
volucionario) ; lo que no lo incor­ admitir la posibilidad de un paso espontáneo
d e la conciencia econ óm ica a la conciencia
pora como perfil del objetivo final política implica el abandono d e cualquier es­
no puede ser revolucionario (ni, quem a finalista, la relación entre los dos ni­
veles —puesto que la lucha econ óm ica se in­
por lo tanto, científico). Bajo este tegra en una práctica política qu e la incor­
aspecto, aunque se admitan las ob­ pora y la m odifica (¿la “ supera” ?)— es más
hegeliana qu e spinozista. 2) C onform e a lo
servaciones de Althusser, según las que se dice en el texto, el problem a de las
i elaciones teoría-práctica n o parece solucio-
cuales las categorías hegelianas nable, si n o se distinguieren en el marxismo,
hacen imposible “ toda anticipa­ diferentes formas de conocim iento y también
de teoricidad. La relación con la práctica, de
ción consciente dél desarrollo del una teoría com o la de la revolución perma­
concepto, todo saber que apunta al nente de Trotski, por ejem plo, su “ historici­
dad” , n o se confunde con la d e la teoría de
futuro” , es indudable que fue po­ E l Capital. S ólo la primera es epistem ológica­
sible sacar de Hegel una teoría de mente inseparable de ciertas experiencias del
proletariado. Sobre las dos cuestiones subsiste
esta anticipación 19. el problema histórico de saber hasta qué punto
las tesis del ¿Q ué H acer?, o la interpretación
q ue usualmente se les da, corresponden efe c­
tivamente a lo que se podría considerar com o
18 Ver introducción a La Fenom enología. la posición leninista. Lenin rodea de ciertas
19 A propósito, cabría una referencia a las fa­ reservas el em pleo de algunas d e sus fórm u­
mosas tesis del ¿Q ué H acer?, sobre la intro­ las (ver Lenin, Obras E scocidas, I, p. 215).
d ucción, desde afuera del proletariado de la Según Trotski en su biografía de Stalin, cap.
conciencia revolucionaria, en la m edida en III— Lenin habría abandonado más tarde las
que los althusserianos las utilizan para m os­ tesis del ¿Q ué H acer?, qu e Trotski considera
trar el carácter radicalmente antihegeliano de “ unilaterales y por lo tanto falsas” .
la teoría marxista de la práctica. Una discu­ 20 En la m edida en que el discurso histórico-
sión más profunda dependería de un análisis p olítico presupone una interiorización en pro­
previo del tipo de conocim iento —bien diverso fundidad, la historia actual no es seguramente
de El Estado y la R evolución— que nos ofrece su límite extremo. Sin em bargo lo es, en el
este libro. En resumen: la cuestión de las re­ sentido de que, en cuanto cam po de la prác­
laciones entre la conciencia económ ica y la tica, sólo ella representa, de hecho (en rigor),
conciencia política (revolucionaria) debería ser el suelo de cada discurso práctico.

218
tación de la jornada de trabajo un horizonte (no un fundamento)
principalmente —la experiencia vi­ significativo que las ilumina pare­
vida del proletariado que, entendi­ ce ser el secreto de los llamados
da como un trascendental, tenía textos antropológicos de El Capi­
un papel fundante en la antropo­ tal, en los cuales el althusserismo
logía de juventud, reaparece en la ve solamente sobrevivencias de
superficie del discurso, como “ re­ una fase anterior. Ellos represen­
flejo” histórico (verticalmente, un tan, de hecho, la cifra de la histo­
horizonte) de una realidad estruc­ ricidad de El Capital, el interior
tural. La lucha por la limitación de su espacio lógico, y establecen
de la jornada de trabajo es, ade­ la articulación de este espacio con
más, leída y criticada como una el tiempo histórico. Mientras en la
experiencia (ver, p. ej., los textos obra de juventud, lo lógico y lo
en que Marx critica determinadas histórico (el espacio de una filo­
acciones o actitudes de los prole­ sofía de la historia) se articulaban
tarios ingleses). Pero si el primer por el centro del espacio lógico,
límite del discurso político se re­ puesto que el fundamento teórico
fleja fuera del espacio lógico, el se­ era al mismo tiempo un funda­
gundo, el horizonte del socialismo mento práctico, aquí la articula­
se refleja en el interior de este es­ ción se hace por la periferia —se
pacio, como horizonte de signifi­ da en los límites del espacio lógico,
cación (verticalmente como el sue­ donde se sitúa la “ antropo-logía” .
lo primero, pero no fundante, de Del “ joven” al “viejo” Marx tene­
las significaciones). De hecho, la mos así, no el desaparecimiento de
lectura que Marx hace del capita­ un discurso, sino su descentración
lismo es una reconstitución de sus (lo que, de todas maneras, es una
leyes sobre el fondo de un universo transformación esencial).
de referencia que lo trasciende. No haber definido rigurosamen­
Más allá de los niveles de la apa­ te este desplazamiento —lo que hi­
riencia y de la-esencia (distinción zo posible interpretarlo desde el
que, para El Capital debe ser expli- punto de vista lógico —a pesar de
citada, pero no abandonada) hay las “sobrevivencias históricas”—
un desciframiento más profundo; como un puro y simple desapareci­
en la esencia misma de la estruc­ miento, es, quizás, la insuficiencia
tura capitalista aparece como un mayor del althusserismo.
objeto opaco. Esta yuxtaposición
de las estructuras objetivas y de R uy F austo
Revista de Estudios del Pacífico
Publicación del Centro de Estudios del Pacífico, organismo académico que
patrocinan el Consejo Coordinador Universitario de Valparaíso y la Armada
de Chile.

Sumario del N(' 4, de mayo de 1972:


J. MONTANE, R. BAHAMONDES
El mar, el litoral y los antecedentes arqueológicos
F. CALDERON, N. MOLINA
La planificación social china
J. LUNA
Financiamiento del desarrollo pesquero en América latina
ESCUELA TRANSPORTE
Arica como puerto natural de la región amazónica
CEPAC
El Pacífico sur oriental en el desarrollo latinoamericano

DOCUMENTOS :
Resoluciones de UNCTAD III sobre derecho del mar,
Productos básicos y transporte marítimo

Correspondencia y suscripciones: Casilla 1487, Valparaíso, Chile.

R E V I S T A EAC

Una publicación especializada


a nivel universitario en:

- Cine
- Teatro
- Televisión
- Comunicaciones sociales

EN VENTA EN LAS LIBRERIAS DEL PAIS


Escuela de las Artes de la Comunicación de la Universidad Católica de Chile
REVISTA LATINOAMERICANA
DE ESTUDIOS URBANO REGIONALES, CU I* C
^jblicada por el Centro de Desarrollo Urbano y Regional de la Universidad Cató­
lica de Chile. Auspiciada por el Conseio Latinoamericano de Ciencias Sociales,
CLACSO.

NUMERO 6, NOVIEMBRE DE 1972

Artículos

Síntesis del Estudio "Región Central de Chile: Perspectivas de Desarrollo"


Equipo Macrozona Central, CIDU

Algunas consideraciones sobre la movilidad espacial de recursos en los pcíses


latinoamericanos
CARLOS A. DE MATTOS

La Estructura Financiera del Municipio Chileno


PABLO TRIVELLI H.

Reivindicación Urbana y Lucha Política: los Campamentos de Pobladores en San­


tiago de Chile
Equipo de Estudios Poblacionales del CIDU.

Oferta de Viviendas y Terrenos en Lima Metropolitana (Análisis de los Avisos ce


Periódicos)
ALFREDO RODRIGUEZ

Efectos Sociales y Políticos del Proceso de Urbanización


PATRICIO CHAPARRO

O tras Secciones

COMENTARIOS DE ARTICULOS
POLITICAS, PROGRAMAS Y PROYECTOS

Ponencias chilenas al Primer Encuentro Internacional de la Vivienda

INFORMACIONES

Actividades del CIDU


Congreso del SIAP, Colombia
Cursos de Post-grado

PEDIDOS Y SUSCRIPCIONES A

REVISTA EURE
CASILLA 16002
SANTIAGO
CHILE
PROBLEMI DEI SOCIALISMO
N? 9, m ayo-junio de 1972
Director: Lelio Basso

CAPITALISMO AVANZATO E TRANSIZIONE AL SOCIALISMO

Lelio Basso — M omento soggettivo e processi oggettivi nella transi-


zione al socialismo

Christian Palloix — Formazione econom ico-sociale capitalistica avan-


zata e processo di transizione

Manuel Bridier — Livello delle forze produtive e obiettive dei movi-


m ento rivoluzionario

Ken Coates — Controllo operaio e transizione al socialismo

Attilio Chitarin — Considerazioni “ ideologiche” sulla transiziones

SVILUPPO E SOTTOSVILUPPO

Carlos Sempat Assadourian — Modi di produzione, capitalismo e


sottosviluppo in America Latina

ARGOMENTI

Ricardo Fiorito — La “ m aturita” dei capitalismo italiano

CONTRIBUTI

Nicola M. de Feo — II socialismo impossibile di Max Weber

NOTE E RICERCHE

Aldo G. Ricci — Sismondi fra economia política e utopia

Redacción: Vía della Dogana Vecchia 5 - 60186 - Rom a


CENTRO DE ESTUDIOS DE LA REALIDAD
NACIONAL - CEREN
ANUNCIA LA APARICION EN DICIEMBRE DE SU NUMERO 15
(ESPECIAL)

REVOLUCION Y LEGALIDAD: PROBLEMAS DEL ESTADO Y EL


DERECHO EN CHILE
IXTRODUCCION: La problemática actual del Estado y el Derecho en
Chile, Norbert Lechner

PRIMERA PARTE: La teoría del Estado y el Derecho y la experiencia


chilena

P S e cció n : Para una Crítica del Derecho burgués


Historia, legalidad y violencia, Sergio Bagú
Sobre la Filosofía de Andrés Bello, Carlos Ruiz
La interpretación de clase del Derecho burgués, Umberto Cerroni
El carácter fundamental de la legalidad burguesa, Víctor Farías
Reflexiones sobre la enseñanza del Derecho en Chile, Alfredo Etcheberry

2^ S e c c i ó n : Problemas jurídico-institucionales de la experiencia chilena


El Estado Nacional en el Sistema Internacional, Eduardo Ortiz
-Estado burgués y Gobierno Popular, Joan Garcés
El segundo camino hacia el socialismo: aspectos institucionales, José A.
Viera-Gallo
Hacia la conquista del Derecho popular, José Rodríguez Élizondo
Hacia una nueva conceptualización jurídica, Eduardo Novoa

SEGUNDA PARTE: Problemas específicos de la transformación institucional

1? S e c c ió n : El aparato estatal chileno


El aparato estatal según el Derecho Constitucional chileno, Francisco Cum­
plido
La burocracia como grupo social, José Sulbrandt

9íl S e c c i ó n : Institucionalización de la conducción económica


Problemas de dirección económica y planificación en Chile, Humberto Vega
La nacionalización de la banca, Eduardo Jara

3^ S e c c i ó n : El delito y su sanción
Derechos Humanos y Derecho Penal, Sergio Politoff, Juan Bustos, Jorge Mera
El delito en una sociedad de'clases, Berta Bravo, Loreto Hoecker, Roberto
Lira

PEDIDOS A ALAMEDA 341, TERCER PISO - FONOS 34573 - 33163


MENSAJE

Una reflexión cristiana sobre la actualidad para ayudar a


construir el futuro

Destacamos en el núm ero de octubre:


— “ A tres bandas” y la libertad de expresión, Jaime Ruiz-Tagle
— ¡Ahí viene!... ¿Perón?, Carlos Naudon
— El Mensaje del Cardenal: una lección de septiembre
— Elogio del folletín, Carlos Droguett
— Después del latifundio, ¿qué?, Gonzalo Arroyo
— Un sacerdote es candidato a diputado, Mons. Carlos González
y Arturo Gaete
— Perú: 4 años de gobierno militar, Mario Arteaga
— Mi fe está en crisis, Guillermo Marshall
— “ La Celestina” , Rafael Otano
— “ El coraje del pueblo” , Rafael Otano

Precio del ejemplar: E9 40


En venta en nuestras oficinas y en las buenas librerías y kioskos
Redacción y Administración:
Almirante Barroso 24 - Fono 60653, Santiago
CENTRO DE ESTUDIOS DE LA REALIDAD NACIONAL — CEREN

COLECCION DOCUMENTOS DE TRABAJO

N? 1. Lectura de los textos presidenciales (Agotado)


Aníbal Barreto, Alicia Gariazzo

N9 2. La ayuda externa en la estrategia imperialista


Norbert Lechner

N9 3. Contaminación ambiental y países subdcsarrollados


María Luisa Kaltenegger

N9 4. Seminario sobre la Revolución Cubana (Tomo I)


Germán Sánchez y José Bell Lara

N9 5. Seminario sobre la Revolución Cubana (Tomo II)


Germán Sánchez y José Bell Lara

Estos documentos, mimeografiados, se encuentran en venta, en tiradas


restringidas, en las oficinas del CEREN y en librerías especializadas.

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C A S A DE L A S A M E R I C A S
Revista bimestral

Colaboraciones de los mejores escritores latinoamericanos y estudios de nuestras realidades

Director: Roberto Fernández Retamar

Subscripción anual en el extranjero:

Correo ordinario: tres dólares canadienses

Por vía aérea: ocho dólares canadienses

CASA DE LAS AM ERICAS: TERCERA Y G, VEDADO,

LA H A B A N A , CUBA

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