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Sin retórica de ningún tipo, quiero agradecer al señor Joan Fuster el hecho de
haberme dado la oportunidad de estar aquí hoy con ustedes y, además, poder
intercambiar unas ideas con una persona de la categoría intelectual y artística
como el señor Antoni Muntadas. Asimismo, lo agradezco por el profundo interés
que tengo por la conexión con el mundo del arte, en este nuevo contexto. Una
de las intervenciones más importantes en nuestro tipo de sociedades es
precisamente la intervención artística, pero luego ya hablaremos más de esto
porque no quiero perjudicar el discurso del señor Muntadas, para no obligarle a
él a hacer el mío, y entonces tengamos diálogos cruzados.
En este sentido, por tanto, al hablar de sociedad del conocimiento —en otros
casos, sociedad de la información, etc.— nos estamos refiriendo a la
constitución de este nuevo paradigma tecnológico. Dicho paradigma tiene dos
expresiones tecnológicas concretas y fundamentales: una es Internet. Internet
no es una energía más; es realmente el equivalente a lo que fue primeramente
la máquina de vapor y luego el motor eléctrico en el conjunto de la revolución
industrial. La otra es la capacidad de ingeniería genética, el concomitante ADN o
la capacidad de recodificar los códigos de la materia viva y, por tanto, ser capaz
de procesar y manipular la vida. Ya somos capaces de esto, lo estamos
haciendo, lo vamos a hacer cada vez más y, además, las dos revoluciones se
fusionan e interactúan a través de la capacidad de introducir sensores en la
capacidad de reproducir la estructura del mapa de los procesos del genoma por
capacidad informática masiva. Por consiguiente, estamos generando una doble
revolución en la información que es genética y de índole electrónica, pero que
interactúan cada vez más. Se convierten en una revolución en la que todos los
procesos de la información, incluso los códigos de la materia prima, pueden ser
programados, desprogramados y reprogramados de otra forma.
Asimismo, quiero hacer referencia a cómo Internet, una vez que existe como
tecnología potente insertada a la práctica social, tiene efectos muy importantes,
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por un lado, sobre la innovación —y, por tanto, la creación de riqueza y el nivel
económico; y por otro lado, sobre el desarrollo de nuevas formas culturales,
tanto en el sentido amplio, es decir, formas de ser mentalmente de la sociedad,
como en el sentido más estricto, creación cultural y artística.
¿Cómo se desarrolla Internet y por qué digo que es cultura? Porque había
que pensarlo. Había que pensar un instrumento de comunicación
horizontal, global, libre y no controlable. Esto hay que pensarlo; no es
evidente. Toda la historia de la humanidad se basa en el control de la
comunicación, todos los aparatos del poder se construyen sobre esto.
Entonces, había que pensarlo al revés. ¿Y quién lo piensa al revés? Pues es
ahí donde creo que la dimensión cultural es muy importante, porque
demuestra la capacidad de subvertir los aparatos de poder. Si no se
pudieran subvertir los aparatos de poder, la vida sería muy aburrida y las
sociedades, totalitarias.
El segundo nivel cultural, que surgió dentro de este primer grupo, fue el de
aquellos que vieron inmediatamente la posibilidad de llegar a fronteras de
la innovación tecnológica en una tecnología que nadie entendía muy bien
en el establishment y que ellos podían entender mucho mejor. Se trataba
de la cultura de lo que llamaron en los años sesenta en el Laboratorio de
Inteligencia Artificial (Artificial Intelligence Lab) del Massachusetts Institute
of Technology (MIT) los hackers. Los hackers no son los malos,
originalmente; fueron los medios de comunicación los que simplificaron el
concepto. Los hackers no son los que hacen cosas malas; los que hacen
cosas malas —como entrar en sistemas que no les corresponden, perturbar
sistemas, enviar virus, entrar en los ordenadores de los bancos, de los
pentágonos— son los crackers. Éstos son los malos, aunque hay crackers
que, para mí, no lo son tanto; no es lo mismo robar a un banco que enviar
un virus simplemente para hacer la gracia. (No he dicho qué es lo bueno y
qué es lo malo). Pero los hackers, como dice Himanen en su gran libro The
hacker ethic and the spirit of the information age (Random House, Nueva
York, 2001), son simplemente los que tienen la pasión por crear. Para los
que el placer del trabajo de creación es más importante que nada más. Y
lo que sostiene Himanen es que lo que fue la ética protestante de salvarse
mediante la acumulación de dinero como origen del capitalismo es, en
nuestro tipo de sociedad, la ética hacker de la pasión por el crear.
He aquí una afirmación empírica: todos los protocolos sobre los que está
basado Internet, desde el principio de Internet hasta ahora, son en código
libre. Todos están en la Red, los puede bajar y los puede utilizar quien
quiera. Dos terceras partes de los sitios web que nos proporciona Internet
hoy en día están basados en un programa que se llama Apache, que fue
inventado y sigue siendo mantenido y desarrollado por una cooperativa
electrónica global de gente que lo diseña y lo va perfeccionando y
manteniendo. Uno por uno, todos los protocolos, desde el protocolo
fundador de Internet —el TCP/IP—, hasta los últimos de ahora, son libres;
todo esto es libre, software libre, organizado por innovadores que lo hacen
por el placer de crear. Y algunos hacen dinero y otros, no. Linus Torvalds,
como otros, podría ser Bill Gates, pero le aburre ser Bill Gates. Le divierte
mucho más hacer lo que hace y, cuando necesita dinero, se va a trabajar a
alguna empresa de Silicon Valley con su mujer y sus niñas, y lo único que
pide cuando le citan a algún sitio es que se le pague el billete en primera
clase para él, su mujer y sus dos niñas pequeñas. Él tendrá suficiente
dinero para tener una pequeña vida, más o menos realizada, pero no es el
dinero lo que le interesa; lo que realmente quiere es quedarse todas
noches creando su Linux y perfeccionándolo, que la empresa no le
moleste, y que simplemente le pague suficiente para vivir y seguir
adelante. Esto es la cultura hacker. Esta cultura ha sido decisiva en todo el
conjunto de la revolución tecnológica actual.
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La tercera capa cultural que formó la historia de Internet son las formas
culturales alternativas. La gente a quien no le gustaba esta sociedad y que
encontró en Internet la capacidad de encontrar formas alternativas de
vivir. La gente que salió de los años sesenta, pero sobre todo, setenta, de
los movimientos contraculturales y que vio Internet como un espacio de
libertad. Cuando las comunas físicas empezaron a ser problemáticas de
mantener, las comunas virtuales, en cambio, se convirtieron en lugares de
libertad donde, a escala mundial, se podían construir formas alternativas
de vida, de comunicación y, en último término, de política. Curiosamente,
de toda esta tradición, por un lado, se produjeron muchos de los
instrumentos que hoy utilizamos en Internet —chats, mutabilities, etc.— y,
por el otro, esas personas crearon la mayor parte de las formas del uso de
Internet trabajando sobre los códigos culturales de los hackers, pero
distintos de éstos. Para los hackers, lo importante es la creación
tecnológica; para las comunidades virtuales lo importante es la aplicación
de la tecnología a la inclinación cultural, política y personal. El último
desarrollo de este tipo en los últimos años ha sido, obviamente, la
utilización masiva por parte del movimiento antiglobalización de las formas
de comunicación y de organización a partir de Internet. No se puede
entender el movimiento antiglobalización sin entender las formas de
organización comunitarias y de difusión de ideas y de debates a escala
global: de lo global a lo local y de lo local a lo global.
Y la cuarta cultura que se montó sobre todo esto, pero ya en los años
noventa, nació en el momento en que hubo la suficiente densidad de
utilización y la suficiente densidad tecnológica para crear la cultura
empresarial. Es decir, los empresarios con vocación de riesgo —la mayor
parte de ellos jóvenes y nuevos empresarios, pero también aquellos que,
dentro de las grandes empresas, las transformaron en sentido empresarial
— que, sobre esta nueva cultura, tratan de desarrollar innovaciones en el
plano empresarial para ganar dinero. Entonces sí, se trata de ganar dinero,
pero sobre la base de la innovación: la capacidad de innovar
tecnológicamente, innovar el modelo de negocio, innovar el producto.
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"Internet es la combinación de cuatro
culturas que se apoyan mutuamente:
la cultura universitaria de
investigación, la cultura hacker de la
pasión de crear, la cultura
contracultural de inventar nuevas
formas sociales y la cultura
empresarial de hacer dinero a través
de la innovación. Y todas ellas, con un
común denominador: la cultura de la
libertad."
El hecho de que Internet sea una cultura de libertad apoyada en este sistema de
códigos culturales innovadores permite, por un lado, crear nuevas condiciones
de organización e innovación empresarial que están en la base de la nueva
economía. La nueva economía no es la economía de las empresas de Internet,
es la economía de las empresas que se reorganizan en redes y que innovan en
cuanto a la capacidad de nuevas formas de crear riqueza que sólo es posible
gracias a la tecnología en red. Internet es a la nueva economía lo que fue el
motor eléctrico a la economía industrial. Por tanto, no hablamos de las
empresas que hacen Internet, sino de las empresas que usan Internet para
organizar su funcionamiento en red a partir de la innovación empresarial. Así
pues, es completamente distinto a decir que son las empresas puntocom. No
son las puntocom; éstas eran un caso extremo. Son todas las empresas. Un
ejemplo muy típico de empresa de nueva economía en España es la empresa
Zara, que está ampliamente organizada en redes informáticas e
intercomunicadas con todo el mundo, a partir de su sede central en Galicia.
Así pues, Internet es una creación cultural que permite la creación de una nueva
economía y el desarrollo de la innovación y la productividad económica. En fin,
Internet, cultura de la libertad, la interacción y la participación expresada
tecnológicamente, crea una plataforma tecnológica que permite ampliar
extraordinariamente el intercambio artístico y cultural; permite la creación de
una plataforma de cultura en la sociedad y la expresión de la sociedad civil, y
una ruptura de los marcos institucionales de definición de la cultura y el arte
oficiales. Hoy en día, existe una extraordinaria afloración de expresiones
culturales y artísticas a escala global, pero también local, ligadas a Internet.
Para dar un ejemplo, el mundo está lleno de concursos de teselaciones, que son
creaciones gráficas basadas en la obra de Escher (www.mcescher.com), que es
uno de los sitios de Internet más visitados y populares hoy en día. A cada cual
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le puede gustar Escher o no, pero lo importante es que hay miles de personas
en el mundo que compiten en crear teselaciones; desde gente sin ninguna
capacidad artística, a otros mejores. Es decir, lo que era un acotamiento del
espacio cultural y de expresión artística en centros oficiales, está explotando en
un mundo de creatividad a partir del cual unos se aprovechan para su placer,
otros se aprovechan comercialmente y otros, simplemente, ni se enteran. Pero
se ha ampliado enormemente el espacio público de creación cultural y artística.
La idea de que estamos en una sociedad con capacidad autónoma de creación
cultural, de que los sistemas de controles burocráticos que existían se están
disolviendo en gran medida, de que la plataforma tecnológica existe para que la
autonomía cultural y social tenga capacidad de maniobra, es una idea que se
organizó tecnológicamente, pero que nace de una serie de culturas que, en su
interacción histórica, crearon esa plataforma de innovación, Internet, y que
representan los intentos de innovación en la economía, de autodeterminación
cultural y, en cierto modo, de reconcretización en lo político.
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