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CONFERENCIA
Pedro Ravela
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El texto de esta conferencia está basado en varios artículos de mi autoría, que en estos momentos están en
proceso de edición final.
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Sen nos invita a una visión más amplia del desarrollo humano, cuya finalidad principal es la
expansión de la libertad de los individuos, la cual, al mismo tiempo, es el medio principal
para lograr el desarrollo (p. 16). La libertad es a la vez un medio y un fin en sí mismo. Peroel
concepto de libertad en Sen no se reduce a las libertades políticas, si bien las incluye. Su
concepto de libertad se basa principalmente en el carácter de “agentes” de los seres
humanos, es decir, de individuos con capacidad para decidir sobre su propia vida y
participar en las decisiones sociales. La falta de libertad, por tanto, no es únicamente un
problema de represión en estados autoritarios. “A veces la falta de libertades fundamentales
está relacionada directamente con la pobreza económica, que priva a los individuos de la
libertad necesaria para satisfacer el hambre (...), para vestir dignamente o tener una
vivienda aceptable... En otros casos, la privación de libertad está estrechamente relacionada
con la falta de servicios y atención social públicos, como la ausencia (...) de sistemas
organizados de asistencia sanitaria o de educación o de instituciones eficaces para el
mantenimiento de la paz y el orden locales...” (p. 20).
El desarrollo tiene como finalidad ampliar las libertades de todos los individuos, lo cual
implica cinco dimensiones o tipos de libertad (Sen, 2000, págs. 57-59):
a. las libertades políticas, que involucran la posibilidad de elegir a los gobernantes, de
criticar a las autoridades y de expresión sin censuras;
b. la libertad económica, que incluye el acceso a bienes materiales y la posibilidad de
producirlos y de realizar intercambios;
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Al mismo tiempo, la libertad es el medio para lograr el desarrollo, en la medida en que éste
sólo puede ser alcanzado a través de la “agencia” -de las decisiones, las acciones y la
participación- de las personas. El término “agente” es utilizado por Sen en el sentido de “la
persona que actúa y provoca cambios y cuyos logros pueden juzgarse en función de sus
propios valores y objetivos... como miembro del público y como participante en actividades
económicas, sociales y políticas” (pp. 35-36). Desde esta perspectiva, una mayor libertad
significa mayor capacidad e iniciativa de los individuos para ayudarse a sí mismos, para
mejorar su vida, para influir en lo que ocurre en el mundo y para hacer que las instituciones
sociales funcionen con eficacia (pp. 35-49). Al mismo tiempo, lejos de una visión
individualista, Sen define a la libertad individual como un compromiso social (p.16).
En el marco de esta visión, muy rápidamente presentada, Sen menciona varios temas clave
que están relacionados con la educación, si bien en su libro no se detiene a profundizar en
ella. En primer lugar, existe un fuerte vínculo entre libertad y capacidades. Las personas
solamente pueden actuar como agentes libres en la medida en que poseen las capacidades
para hacerlo. Parte importante de estas capacidades se logra a través de una educación de
calidad (aunque no exclusivamente). En segundo lugar, Sen define la pobreza como
“privación de capacidades y no meramente como la falta de ingresos...” (p. 114). Por tanto,
superar la pobreza exige también educación de calidad.
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clave, dado que la dimensión socio cultural está mencionada explícitamente en la pregunta
eje para esta parte del Congreso. Y porque se relaciona con la tensión permanente –e
imposible de resolver- en la educación, entre formación universal, hegemonía cultural,
currículo único o diverso y respeto a las particularidades locales, tensión que, obviamente,
se traslada al campo de la evaluación cuando es necesario decidir qué es digno de ser
evaluado. Entiendo importante destacar este aspecto, porque muchas veces se plantea en
educación, una falsa oposición entre la adecuación a las culturas locales y el aprendizaje de
herramientas propias de las culturas dominantes.
La visión de Sen en este plano es interesante. Parte de mostrar que la mayor parte de las
culturas han estado siempre en relación e influencia mutua. Baste mencionar como ejemplo
que los mitos bíblicos de la creación, fueron inspirados en poemas babilónicos.
Desde esta perspectiva, Sen plantea la importancia del diálogo y apertura entre culturas, así
como la necesidad de que todos los individuos tengan la capacidad, primero, de conocer y
comprender su propia cultura, segundo, las demás culturas, y, tercero, la capacidad para
decidir qué aspectos desean conservar y cuáles ampliar. La consecuencia para la educación
es clara: la educación debe facilitar el acceso de niños y jóvenes a la mayor amplitud de
lenguajes y valores, así como formar la capacidad de reflexión, análisis crítico y decisión.
“No existe ninguna obligación de conservar todos los modos de vida... pero sí es necesario
que los individuos puedan participar en estas decisiones sociales... Esa es otra razón más
para conceder importancia a capacidades tan elementales como la de lectura y escritura..., la
de estar bien informado e instruido..., y la de tener oportunidades realistas de participar
libremente... Los derechos humanos en su sentido más amplio también intervienen en este
ejercicio” (p. 293).
“Debe quedar claro que no es que neguemos que todas las culturas tienen algo que las hace
únicas sino, más bien, que defendemos la necesidad de una cierta sofisticación para
comprender las influencias interculturales, así como para tener la capacidad básica para
disfrutar de los productos de otras culturas y de otras tierras. No debemos perder nuestra
capacidad para comprendernos unos a otros...” (p. 295) (los subrayados son míos).
En cuarto y último término, es muy importante la visión de Sen acerca del concepto de
capital humano. Según Sen, la literatura económica sobre el capital humano tiende a centrar
la atención exclusivamente en la contribución de los seres humanos a aumentar la
producción y, por tanto, a valorar la educación principalmente en términos de su contribución
a la productividad económica. Para Sen, es necesaria una visión más amplia. La ampliación
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Las reflexiones de Amartya Sen con relación a la educación son, al mismo tiempo, muy
agudas y demasiado simples.
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Es en este punto en que creo central introducir una visión acerca de la calidad de la
educación que vaya más allá de las capacidades elementales de lectura, escritura y cálculo.
De las varias conceptualizaciones existentes sobre la calidad de la educación, la mayor
parte de ellas retórica, considero al enfoque de la enseñanza para la comprensión,
desarrollado a partir de los trabajos de Howard Gardner, como un enfoque inspirador, que
puede brindarnos un rumbo interesante para la reflexión y para la acción.
Dado que debo llegar al tema de la evaluación y profundizarlo, voy a hacer una mención
muy breve a una de las formas en que Gardner define la comprensión, a través de cinco
dimensiones o capacidades fundamentales (Wiggins, 1998).
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Las preguntas cruciales son, entonces, en qué medida la educación que estamos haciendo
cotidianamente contribuye al desarrollo de las capacidades relacionadas con la
comprensión, y cómo puede la evaluación contribuir a avanzar en el rumbo definido.
Teniendo como trasfondo las reflexiones anteriores, les propongo ahora mirar por una
ventana qué es lo que está ocurriendo en las aulas de primaria en nuestra región. Se trata
de una ventana pequeña, pero que permite ver muchas cosas: las propuestas de evaluación
que los maestros proponen a sus alumnos.
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Mirar qué y cómo evalúan los maestros es un modo sumamente rico de conocer algo de lo
que ocurre dentro de las aulas, ese mundo normalmente aislado y cerrado a las miradas
externas. Lo que los maestros evalúan y el modo en que lo hacen no da una buena imagen
de qué es lo que valoran en su enseñanza y qué es lo que sus alumnos terminarán
valorando. Conocer las evaluaciones de los maestros es una buena aproximación al tipo de
educación en que los niños en América Latina están inmersos, que nos permite contrastarla
con la visión sobre la calidad educativa y la comprensión que vimos antes.
En este punto me voy a permitir citar a uno de mis comentaristas en esta mesa, el Dr.
Francisco Caijao Restrepo (2008) quien, en el marco de una programa de talleres sobre
evaluación realizado en 2008 en 25 ciudades de Colombia, recogió miles de frases sobre la
problemática de la evaluación en las aulas. En dichas instancias, los docentes señalaron
que “a pesar de tanta reflexión pedagógica y normatividad vigente, no se han cambiado los
paradigmas”; “a los maestros nos falta formación sobre evaluación”, “un buen porcentaje de
maestros no ha logrado desligarse de la evaluación sumativa, haciendo en la práctica
equivalencias entre las evaluaciones cualitativas y cuantitativas”. Los estudiantes expresan
que “predomina la memorización de los temas”, que las “metodologías y formas de
evaluación son anticuadas” y que en la evaluación aparece “la preferencia de los profesores
hacia algunos estudiantes”. Los padres de familia dicen que “no entendemos los informes
que nos entregan en los colegios, por eso al final uno se limita a preguntar si pasó o no
pasó”; que la evaluación “limita la creación y capacidad intelectual del niño”; que “no detecta
el estado real en que se encuentra un alumno en un área determinada”; y que “en muchos
casos genera más conflictos que solución a las dificultades de comprensión del estudiante”
(pág. 29).
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El Estudio fue realizado por el Instituto de Evaluación Educativa que dirijo, con apoyo económico del
GTEEPREAL para su realización en 5 de los países: Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Perú y Uruguay. Estos
países fueron seleccionados teniendo en cuenta la diversidad de resultados en el SERCE y las regiones
geográficas. Se intentó incluir a Cuba en el Estudio pero no se obtuvo la autorización del Ministerio de
Educación cubano. Luego se incorporaron otros países de la región, a partir del interés de instituciones locales
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Tabla 1
Resultados Región
Cono Sur Andina Centroamérica y Caribe
Altos Uruguay México - Costa Rica
Medios Argentina Colombia El Salvador
Bajos Perú Guatemala
En cada escuela se trabajó con dos maestros de sexto grado (porque en la mayor parte de
los países de la región corresponde al final de la educación primaria), es decir, 20 por país,
160 en total. Se emplearon tres técnicas de relevamiento de información:
a) Una entrevista en profundidad a cada maestro de una hora de duración, destinada a
indagar sobre las perspectivas del maestro acerca de la evaluación: ¿qué sentido
tiene para él la evaluación? ¿cómo la realiza y registra? ¿qué tipo de consignas e
instrumentos emplea? ¿qué tipo de devolución hace a los estudiantes? ¿qué
aspectos prioriza a la hora de evaluar la lectura y la escritura? ¿qué aspectos prioriza
a la hora de evaluar matemática? ¿qué criterios tiene en cuenta a la hora de calificar
a sus estudiantes? La entrevistas se realizaron siguiendo una pauta flexible, pero
que asegurara cubrir los temas principales con cada maestro. El registro se hizo
mediante grabación digital.
b) Un registro fotográfico de trabajos de evaluación realizados por los estudiantes, cuya
finalidad fue observar directamente las propuestas del maestro, los trabajos de los
estudiantes y las devoluciones del docente. Para ello, se pidió a cada maestro, con
antelación a la entrevista, que él mismo seleccionase algunas tareas o consignas de
evaluación que hubiese propuesto a los estudiantes. Le pedimos además que
seleccionase, para cada tarea o consigna, tres ejemplos de trabajos realizados por
buenos alumnos, tres intermedios y tres pertenecientes a alumnos de bajo
que llevaron adelante el trabajo de campo en sus respectivos países (el Grupo de Investigación sobre Evaluación
de la Calidad de la Educación de la Universidad de San Buenaventura de Cali, en Colombia; el Instituto
Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), en México; y el Departamento de Educación de la
Universidad Católica, en Argentina.
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Como resultado de este trabajo se conformó un banco de información compuesto por 158
archivos de audio digital, 4360 registros fotográficos de propuestas de evaluación y trabajos
de estudiantes y unos 150 cuestionarios autoadministrados. Cabe señalar que, en función
del modo de selección de las escuelas y del hecho de que cada maestro pudo elegir qué
propuestas de evaluación mostrar a los investigadores, es plausible suponer que el material
recogido tiene un sesgo hacia lo bueno que se hace en los países.
El estudio realizado puso de manifiesto al menos cuatro grandes problemas que afectan
seriamente la calidad de la educación que se brinda en las aulas de la región, desde la
perspectiva sobre la calidad propuesta en este texto.
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En el marco de la labor escolar no es fácil encontrar contextos reales para las actividades, pero, al menos, sí es
posible construir situaciones similares a las propias del mundo real. Éstas, a su vez, pueden ser simples y
cotidianas (como repartir caramelos entre niños) o complejas y sociales (como analizar un artículo de prensa o
datos sobre el efecto invernadero).
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conversión de unidades no se hacen sobre la base de bytes, kilo, mega y gigabytes, que son
de uso corriente y relevante en la sociedad en la que vivimos).
Por contraste, algunos pocos maestros utilizan lo que se denomina tareas de evaluación
auténticas. De acuerdo con Wiggins (1998), una actividad es auténtica si reproduce o se
aproxima a los modos en que las personas utilizamos el conocimiento en situaciones reales.
Las define a partir de cinco características básicas.
1. Tienen propósitos. Se trata de tareas que tienen una finalidad y un producto bien
definidos.
2. Tienen destinatarios. Se trata de actividades que están dirigidas a una audiencia real
que pueden percibir sus resultados y valorarla.
3. Incluyen elementos de incertidumbre. Para realizar la tarea es necesario enfrentar y
resolver problemas poco estructurados, que pueden tener más de una solución. En
cambio, el típico “problema” escolar, suele incluir todos los datos necesarios (y
exclusivamente los necesarios) y tener una única solución.
4. Incluyen restricciones. Las situaciones que las personas enfrentan en la vida real
siempre tienen limitaciones. Las personas no cuentan con todos los medios y
elementos, por lo que es necesario idear alternativas y, muchas veces, tomar decisiones
acerca de cuál es la solución “menos mala” en las condiciones dadas.
5. Implican emplear un repertorio de recursos cognitivos. Las situaciones y problemas de la
vida real, por lo general, no se resuelven a través de un único conocimiento o
procedimiento, como suele ocurrir con la mayoría de los problemas escolares. Por lo
general requieren del uso simultáneo de una combinación de varios conocimientos,
procedimientos y/o técnicas, pertenecientes a distintas disciplinas y aprendidos en
distintos momentos.
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con datos también reales y con preguntas y cuestiones a resolver que tienen sentido desde
el punto de vista de la actividad en el mundo real.
Un tercer problema grave es el relativo a las devoluciones que los maestros realizan a los
estudiantes, a partir de las tareas que les proponen. La mayor parte de las devoluciones
encontradas en el relevamiento realizado, consisten en marcas que indican si la respuesta
dada por el alumno es correcta o incorrecta, sin más explicaciones (lo cual es
particularmente grave en el segundo caso). También es posible encontrar estímulos y
felicitaciones cuando la tarea está bien resuelta, o invitaciones a un mayor esfuerzo cuando
no lo están. Por último, es común que la devolución consiste en una calificación o puntaje.
Las figuras XX a XX ilustran lo que encontramos en la gran mayoría de los registros.
“Les devuelvo los trabajos y les hago ver las equivocaciones, las palabras mal escritas”
(E13-SAL).
“En las redacciones se les devuelve en un círculo lo que está mal para que encuentren el
error. Les doy indicaciones: busque en el diccionario. También uno va corrigiendo
automáticamente la ortografía. Si hay errores de secuencia se les hace un comentario”
(E3-CRI).
“Explico en forma general dónde están las fallas y ellos siguen en sus evaluaciones
escritas… (En Lenguaje) comunico dando sugerencias en el propio trabajo. Si hay
muchos errores, lo mando a hacer de nuevo. Señalo los errores con un círculo” (E16-
PER).
“Doy estímulos positivos diciéndole ‘tú puedes’” ( E4-CRI).
“A cada quien se le entrega su papel, su trabajo. Ahí va su nota… Cuando amerita, por
ejemplo un alumno que nunca sale bien, le digo ‘lo felicito mi amor’. Y así se motiva” (E5-
SAL).
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“Se les entrega la papeleta... Se les pone alguna observación. Por ejemplo al niño que
ha trabajado muy bien se le pone una felicitación. Al que ha salido mal le pongo
‘necesitas esforzarte un poco más’, ‘tu tarea no ha estado completa’, ‘muy bien, te
felicito’. Siempre nota” (E15-SAL).
“Todo trabajo tiene validez. Si bien es cierto que hay niñas que no trabajan como uno
espera, no es correcto decirles que su trabajo está mal. (En esos casos) yo pongo un
cartelito ‘Revisado’ y luego cartelitos que dicen, ‘Corrige ortografía’, ‘Entregue su trabajo
ordenado’, ‘Dedíquese’, ‘Debe mejorar’, para algunos tengo sellos” (E18-GUA).
“En las escritas le doy los puntos obtenidos y algunos comentarios tales como ‘esto no
es así’, ‘repasa más la resta’. (En Lenguaje) les hago comentarios escritos en el borrador
de redacción y evalúo todo el proceso incluyendo borrador y final. Entrego la hoja final
con la nota y algún comentario de ser necesario” (E5-PER).
“Si mejoran al final les ofrezco premios… Les digo que si mejoran les daré juguetes…
chocolates…” (E9-GUA).
En este terreno, nuevamente es útil recurrir a Wiggins (1998, págs. 46-53), quien realiza una
interesante distinción entre tres conceptos: valoración, orientación y devolución. La
valoración implica la entrega de juicios de valor acerca del trabajo de los alumnos. Esto
puede hacer bajo la forma de calificaciones o bajo la forma de expresiones verbales del tipo
“te felicito”, “debes esforzarte más”, “tu trabajo es insuficiente”, etcétera. La orientación
consiste en consejos o sugerencias acerca de cómo mejorar el trabajo. La devolución es
información que le permite al alumno comparar lo que intentó lograr con lo que
efectivamente hizo.
“Muchos educadores parecen creer que la devolución significa brindar a los
estudiantes mucha aprobación y un poco de desaprobación y consejo... Es
importante elogiar a los estudiantes porque los satisface y los anima. Los elogios te
mantienen en el juego; pero sólo la devolución real te ayuda a mejorar... La
devolución es información sobre como una persona se desempeñó, a la luz de lo que
intentó hacer –intento contra efecto...” (pág. 46).
“Un error todavía más común es la visión de que devolución es lo mismo que
orientación. Devolución y orientación son cosas muy diferentes; representan partes
complementarias de un sistema de auto-corrección. La devolución te dice lo que
resultó de tu acción; la orientación te dice como mejorar la situación... En general
tendemos a dar demasiada orientación y poca devolución. De hecho, muchas veces
saltamos por encima de la devolución y vamos directamente a dar consejos...” (págs.
50-51).
Para Wiggins, la devolución debe ser, en lo posible, autoevidente. Es decir, debe favorecer
que el estudiante se de cuenta por sí mismo de la distancia entre lo que se propuso lograr y
lo que hizo. Esto le permite crecer en su capacidad de reflexión y autoevaluación. Para
ilustrar esta idea, Wiggins pone el ejemplo de un maestro técnico que enseña en un curso
de soldadura. Entrega a sus estudiantes una serie de instrucciones para construir un ángulo
recto con metal y los criterios que debe cumplir el producto. Les indica que cuando crean
que han finalizado, escriban su nombre en el ángulo que hicieron y lo depositen en una gran
mesa de trabajo ubicada al frente del salón. A medida que terminan, los estudiantes
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escriben sus nombres en sus ángulos y se acercan decididos a la mesa. Pero, al acercarse,
ven que sobre ella están dispuestos en hilera una gran cantidad de ángulos hechos por
alumnos de cursos anteriores, ordenados desde los más desprolijos hasta los mejor
logrados. Antes de depositar el suyo sobre la mesa, los estudiantes lo miran y lo comparan
con los que están allí. Muchos vuelven a su mesa de trabajo y comienzan nuevamente su
trabajo (pág. 50).
Esto es devolución propiamente dicha. No hay juicios de valor, no hay elogios, no hay
críticas. Se trata de un dispositivo sencillo que permite que el estudiante compare, por sí
mismo, lo que hizo con lo que se propuso hacer. Obviamente, no es difícil montar un
dispositivo de esta naturaleza cuando se trata de un producto material. Es más difícil
concretar esta idea cuando se trata de producción intelectual. Sin embargo, hay caminos
para acercarse a ello. Uno es hacer que los estudiantes analicen trabajos de otros
compañeros, de distintos niveles de logro (uno muy bueno, uno intermedio, uno
insatisfactorio), para luego analizar el propio trabajo. Otro camino es trabajar con rúbricas
que describan las características del producto esperado y hacer que los estudiantes evalúen
mutuamente distintas dimensiones de sus producciones.
El cuarto problema que quiero enfatizar, en cierto modo vinculado con el anterior, es el
relativo al papel de las calificaciones en la educación primaria. La gran mayoría de los
maestros entrevistados utilizan todo el tiempo la calificación en la evaluación de sus
estudiantes. En el extremo opuesto, una porción menor nunca califica, hasta el final del
curso, momento en que lo hacen a partir del conocimiento directo sobre cada alumno,
acumulado a lo largo del año. En cualquiera de los dos casos, es común que los maestros
tengan en cuenta “todo” a la hora de calificar a sus estudiantes: calificaciones obtenidas en
tareas, aseo, comportamiento, etcétera. Los siguientes pasajes ilustran esta concepción:
“...que los alumnos resuelvan en parejas durante dos horas vale 50% de la nota del mes”
(E5-SAL).
“…las calificaciones del examen las registro aquí en mi lista, y luego ya eso sería una parcial
y para la total tomo en cuenta, mi registro con sus tareas, con sus trabajos; [para que al] final
de cuentas ya tenga tres calificaciones, las sumo y ya la sumatoria es lo total” (E8-MEX).
“En cualquier materia, por ejemplo, yo tomo un valor en el examen de siete puntos y tres
puntos de escala, es una escala que llevamos aquí que considera los trabajos, y tomando
muchos otros puntos, por ejemplo la asistencia, la disciplina, la puntualidad, higiene y varias
actividades, les damos un porcentaje para completar los tres puntos que son, más los siete
puntos del examen” (E19-MEX).
“Sumo todas las notas que tienen durante el trimestre. No hago pruebas específicas para
evaluar ni en Matemática ni en Lenguaje” (E5-PER).
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“...todas [las evaluaciones] son para calificar... todas se califican y luego se promedian con la
responsabilidad” (E15-PER).
“Todo lleva al resultado final [calificación], hasta la asistencia… El trabajo cotidiano que uno
hace con los chiquitos, tareas cortas, tareas extra clase… Todas las evaluaciones sirven para
rever cómo seguir trabajando y para calificar” (E2-CRI).
“Para calificar uso las evaluaciones de todos los días. La nota que va al boletín es el resumen
de todo lo que yo sé del alumno. No hago nada en forma especial” (E18-URU).
“Un tipo de evaluación que hago es evaluar conducta. Los niños son inquietos en conducta;
hablan, no ponen atención. Me gusta fomentar valores, la autoestima. (E5-CRI).
Shepard (2008) destaca los problemas que genera la consideración de factores ajenos al
desempeño a la hora de calificar:
“Los expertos dan argumentos en contra de considerar el esfuerzo, la capacidad y la
actitud cuando se califica, porque minan la validez de las calificaciones como
indicadores de desempeño. Además, estos factores crean desigualdades, invitan a
los estudiantes a fingir y confunden a la mayoría o a todos los públicos acerca del
significado de las calificaciones... También debemos tomar en consideración si los
maestros utilizan calificaciones de esfuerzo para controlar la conducta de los
estudiantes, que no es lo mismo que crear un ambiente de aprendizaje que los
motive” (pág. 33).
En este punto, una cuestión central que debería ser abordada en forma urgente por los
Ministerios de Educación, es la relativa a la construcción de sistemas de calificaciones que
estén explícitamente alineados con descripciones de los niveles de comprensión y
desempeño que se espera los estudiantes logren. Normalmente los debates sobre los
sistemas de calificaciones se focalizan en cuestiones accesorias: si reportar con letras,
números o juicios; si la escala debe ser de 10, 20 o 100 puntos; si la calificación de
aprobación debe ser tal o cual; qué peso deben tener distintos tipos de pruebas en la
calificaciones, etcétera. Todas estas discusiones carecen de sentido en la medida en que no
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Necesitamos una educación que enseñe a los estudiantes a comprender los problemas de
la sociedad en la que viven, a comprender su propia cultura y otras diferentes, a participar
en las decisiones que determinan sus opciones y su libertad para elegir el tipo de vida que
desean vivir, dentro de las restricciones existentes. Necesitamos niños que desarrollen su
capacidad para reflexionar, para considerar puntos de vista alternativos, para comprender
los puntos de vista de los demás, para comprender que no existe una única verdad, ni
siquiera en el campo de la ciencia, sino aproximaciones sucesivas y siempre inciertas a
ellas. Difícilmente logremos esto si la mayor parte del tiempo los estudiantes se dedican a
trabajar en torno a tareas y situaciones completamente simples, mecánicas, rutinarias y
alejadas de los problemas propios de la vida real. Difícilmente logremos esto si los alumnos
aprenden, a través del modo en que son evaluados, que lo principal es comportarse como lo
pide la maestra y dar las respuestas que ella espera.
(1) Ayudar a los maestros a pensar sus cursos y propuestas a partir de los aprendizajes
y capacidades que sus estudiantes deben desarrollar, en vez de hacerlo en términos
de los “temas” que hay que “dar”.
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(2) Ayudar a los maestros a analizar críticamente las tareas y evaluaciones que
proponen a sus estudiantes, en especial, el tipo de procesos que requiere su
resolución y la autenticidad de las situaciones propuestas.
(3) Ayudar a los maestros a analizar críticamente sus modos de corregir tareas y de
hacer devoluciones de a los alumnos para, a partir de este análisis, ayudarles a crear
dispositivos de devolución de tipo reflexivo, que ayuden a los estudiantes a revisar y
pensar sobre sus producciones.
(4) Ayudar a los maestros a analizar críticamente el modo en que utilizan las
calificaciones, los significados que éstas adquieren para estudiantes y padres y
enseñarles a construir dispositivos de calificación basados en buenas descripciones
de los desempeños esperados y en evidencia empírica apropiada. Para ello, los
maestros deberían captar la importancia de separar las valoraciones del aprendizaje
de las valoraciones relacionadas con actitudes, valores y comportamientos.
Estos desafíos no pueden ser asumidos en forma aislada por los maestros, sino que
requieren de un cambio de paradigma en todo el sistema educativo, comenzando por
autoridades y los programas de estudio, siguiendo por los supervisores y directivos, e
incluyendo comunicaciones claras a las familias y un sistema de formación en servicio que
permita a los maestros desarrollar y apropiarse de nuevas formas de evaluar (y enseñar).
Teniendo como telón de fondo nuestra reflexión sobre la calidad educativa desde la
perspectiva del desarrollo humano, el enfoque de enseñanza para la comprensión y la
mirada hacia el interior de las aulas, veamos ahora qué es lo que ocurre con las
evaluaciones a gran escala.
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La expansión de los sistemas estuvo signado por el modelo chileno, surgido en los últimos
meses del gobierno militar, que dejó su impronta marcada en una Ley que obliga a la
publicación de resultados de todos los centros educativos en los medios de prensa. La
historia del SIMCE estuvo signada por sus orígenes: formaba parte de una política orientada
a crear un mercado competitivo entre las escuelas, en el marco de procesos de
municipalización de la educación pública y promoción del desarrollo del sector privado. En la
teoría, el SIMCE jugaría un papel central en la lógica del mercado, entregando a los
consumidores (las familias) información sobre la calidad de los servicios educativos, con el
fin de propiciar la elección de escuelas por parte de las familias. Una de las exigencias del
modelo fue la realización de evaluaciones de carácter censal y permanente, con el fin de
entregar información en forma permanente (Ravela, 2002, 2006 y 2008a y b; Arregui 2006,
Ferrer, 2006) .
De cualquier modo, cierta prensa y ciertos sectores políticos continúan reclamando y mal
usando los ranking que legalmente el Ministerio de Educación está obligado a difundir.
Lo tragicómico de la situación es que la evidencia muestra que toda la lógica sobre la que se
montó el sistema no funciona en absoluto: de acuerdo con encuestas realizadas en Chile,
apenas el 20% de las familias conoce los resultados del SIMCE de la escuela a la que
asisten sus hijos. Quienes los conocer, pertenecen a los sectores más educados de la
sociedad., Y, lo que es peor para la lógica del modelo, la mayoría absoluta de quienes
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conocen los resultados, no los toman en cuenta a la hora de decidir qué escuela enviar a
sus hijos (Belleï, 2003).
El modelo chileno fue promovido por los organismos financieros internacionales durante la
década de los 90 pero, en la práctica, los de la región adoptaron una gran diversidad de
enfoques y experiencias, dependiendo de condiciones locales. A riesgo de ser esquemático
e injusto con algunos países, creo que es útil la siguiente tipología de dichos enfoques:
b. países que intentaron hacer todo con una misma evaluación: rankings, premios a los
maestros, mejora profesional, etcétera (Argentina es un buen ejemplo de esto,
también Chile, en la medida en que intenta hacer avanza su modelo pero no logra
despegarse de los resabios del modelo original);
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En este marco, uno no puede sino mirar con preocupación el camino adoptado en los
últimos años por los dos países más grandes de la región, México y Brasil. Ambos han
implementado evaluaciones de carácter censal (ENLACE en México, la PROVA BRASIL en
Brasil), que implican la aplicación de varios millones de pruebas cada año o cada dos años,
bajo el supuesto de que esto permite entregar información escuela por escuela y familia por
familia.
Detrás de estas estrategias no hay una lógica de mercado tan marcada como en el caso
chileno, dado que las evaluaciones no están atadas a un sistema de elección de escuelas.
El discurso que sustenta estas experiencias, es el de la mejora y la rendición de cuentas. Se
espera que la información servirá para que los actores educativos asuman responsabilidad y
compromiso con la mejora educativa. Sin embargo, por momentos la estrategia parece ser
más una expresión de la impotencia del estado nacional para llevar adelante políticas
educativas, que son sustituidas por la evaluación. La lógica implícita parece ser la siguiente:
“dado que no consigo estructurar y llevar adelante una política educativa, evalúo, entrego
resultados y espero que sean los padres y los docentes quienes encuentren las soluciones”.
Esta lógica tiene doble filo. Por un lado, puede ser una coartada para la falta de ideas en
materia de políticas educativas. Por otro lado, tiene un aspecto valioso: implica asumir que
los agentes educativos deben involucrarse en la solución de los problemas. En este sentido,
podemos retomar las ideas de Sen, en cuanto a la importancia de la agencia y a la
necesidad de construir capacidades para que ella sea posible.
En este punto, es importante llamar la atención sobre lo que entiendo es uno de los
problemas centrales de las evaluaciones a gran escala en este momento en la región, que
pueden resumirse de la siguiente manera: la evaluación y la información, si bien son
indispensables (es mejor que exista información sobre aprendizajes a que no exista), no
producen cambios por sí mismas; para que la evaluación a gran escala tenga algún impacto,
es necesario pensar la información desde la perspectiva de los agentes educativos.
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La difusión de resultados de las evaluaciones educativas a gran escala puede ser concebida
y realizada a partir de dos enfoques diferentes, “data-céntrico” o “agere-céntrico”, según en
qué lugar colocan el eje en torno al cual giran sus acciones.
En el primer caso el eje en torno al cual gira la evaluación son los datos. Los evaluadores
producen información pensando casi exclusivamente en la lógica de la psicometría y la
estadística. Una vez aplicadas las pruebas, procesan sus datos y producen sus informes de
acuerdo a su mejor saber y comprensión acerca de los cánones de la medición de
aprendizajes. Durante este proceso, tienen en mente principalmente el juicio que sus pares
especializados en evaluación podían hacer de su trabajo, por lo cual buscan atenerse a las
mejores prácticas de medición y procesamiento de datos, y documentar lo hecho. Recién en
un segundo momento, se plantean cómo comunicar esos datos a otras audiencias. El
desafío pasa a ser, entonces, cómo explicar y presentar información compleja, en forma
simple y comprensible a docentes, padres, prensa, autoridades y tomadores de decisiones.
Se da por sentado que, una vez que comprendan la información, estos diferentes actores
podrán usarla, de algún modo, para tomar decisiones que contribuyan a mejorar la
educación.
Desde este enfoque el término clave es “difusión”, y no tanto “uso”. El problema del
evaluador es la difusión. El uso es problema de los otros actores.
Este modo de proceder presupone: a) que la información estadística compleja puede ser
comprendida por todos los actores; b) que dicha información puede ser útil para la toma de
decisiones; c) que los actores tienen la motivación y los incentivos para utilizar la
información; y, d) que sabrán cómo usarla.
La experiencia desarrollada durante las dos últimas décadas en la región, muestra que, en
términos generales, estos supuestos no se cumplen. Primero, porque muy poca gente
realmente lee y comprende la información. Basta, como ejemplo, reiterar el caso de Chile,
país en el que se han realizado pruebas censales todos los años durante las dos últimas
décadas, cuyos resultados son sistemáticamente publicados con gran repercusión pública
en todos los medios de prensa, apenas una quinta parte de los padres conoce los resultados
de la escuela de sus hijos en el SIMCE. Esta proporción sube a algo menos de la mitad
entre las familias de clase media y alta, al tiempo que disminuye a uno de cada diez padres
en los sectores sociales medio bajo y bajo.
Dejando el caso chileno y a los padres de familia, en la región la enorme mayoría de los
docentes y, peor aún, de las autoridades y tomadores de decisiones, simplemente no leen
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los resultados de las evaluaciones a gran escala. Es altamente probable que, de los pocos
que los leen, una parte importante no los comprenda en forma apropiada.
Una vez que el universo de destinatarios potenciales de los resultados de una evaluación se
ha reducido a los pocos agentes educativos que reciben los datos, los leen y los
comprenden, es común encontrarse con que a esta minoría los datos les resultan de poca
utilidad para mejorar su trabajo: simplemente no saben cómo o para qué usarlos.
Este modo de proceder es bastante común en las burocracias estatales. En otros ámbitos
de actividad, un emprendimiento o proyecto normalmente empieza por indagar las
demandas y necesidades de sus destinatarios, para luego producir algo apropiado a dichas
necesidades. En evaluación, en cambio, privilegiamos nuestra propia lógica y la del
currículo. Actuamos como una empresa que produce zapatos que a la gente no le gustan y
luego se queja de que la gente no sabe apreciar la calidad del producto. Hacemos unos
reportes muy bonitos y técnicamente correctos, pero nadie nos valora, somos unos
incomprendidos.
Pero es posible proceder de acuerdo con un enfoque diferente, que denomino “agere-
céntrico” . El término “agere” es la base latina del término “agente” que, de acuerdo con el
diccionario de la Real Academia Española, es aquel “que tiene la virtud de obrar”, de
“hacer”, es “la persona que produce un efecto”. Es el mismo término que emplea Amartya
Sen para definir el papel de los individuos en la construcción de desarrollo humano.
Un enfoque centrado en los agentes implica operar en sentido inverso al descrito más arriba.
Si la intención política de la evaluación es lograr que ciertos “agentes” obren, actúen, hagan
cosas y produzcan efectos de mejora en la educación, lo primero que se debe hacer es
conocer a esos “agentes” (maestros, estudiantes, padres y madres de familia, autoridades,
tomadores de decisiones), conocer sus modo de actuar en relación a la educación, sus
percepciones sobre la misma, sus intereses y el tipo de decisiones que están en condiciones
de tomar, para luego pensar la evaluación y el tratamiento de los datos, desde la perspectiva
de los usos que los agentes podrán darle a la información.
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No se trata de que los destinatarios usen la información que nosotros [los evaluadores]
producimos sino, a la inversa, se trata de que nosotros produzcamos la información que
pueda ser útil a la lógica y a las decisiones de los destinatarios.
Este cambio de perspectiva es muy importante. Exige pensar en los destinatarios y en los
usos de la información desde el comienzo, no cuando la misma está ya plasmada en un
reporte. Desplaza del centro la preocupación por la “difusión”, como explicación más o
menos asequible de algo en sí mismo complejo y propio de especialistas y pone en el centro
el “uso”. El problema principal, por tanto, no es cómo hacer para explicar información
compleja a potenciales usuarios. El problema principal es previo y debe ser planteado y
resuelto desde el comienzo del diseño de la evaluación. El problema central es qué tipo de
información necesito producir, que les pueda resultar de utilidad a distintos agentes para
tomar decisiones y acciones concretas, dentro de su ámbito de responsabilidad y de sus
posibilidades reales.
Teóricamente los padres y madres de familia son los principales y naturales interesados en
que sus hijos reciban la mejor educación posible. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que,
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en la sociedad contemporánea esto es verdad solamente para una parte de las familias.
Existe una proporción de familias que en realidad no cree en la educación como vía de
ascenso social, en tanto otro porcentaje de las familias directamente no se ocupan
mayormente de sus hijos. Esta es una realidad con la que deben lidiar a diario los maestros
en las escuelas.
Los padres de familia son los primeros y principales educadores [al menos hasta la
adolescencia]. Son responsables, en primer lugar, por lo que hacen sus hijos cuando no
están en la escuela, que es la mayor parte del tiempo. Son responsables, en segundo lugar,
de contribuir a crear en sus hijos una disciplina de estudio. Son responsables, en tercer
lugar, de acompañar y apoyar, en la medida de sus posibilidades, los esfuerzos de
aprendizaje de sus hijos y los esfuerzos de su maestro y de la escuela para que aprendan.
Además de lo anterior, para poder intervenir apoyando el proceso escolar de sus hijos, los
padres necesitan información apropiada acerca de:
a) qué es lo que están aprendiendo sus hijos;
b) en qué medida lo están logrando.
Las evaluaciones a gran escala deben, en primer lugar, aportar explicaciones acerca del
currículo y traducir lo que evalúan las pruebas de un modo comprensible para los padres,
quienes deben poder hacerse una idea de qué deben ser capaces de hacer sus hijos. No
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basta con entregar números y porcentajes. En segundo lugar, deben entregar información
precisa y comprensible sobre el grado en que el hijo o hija está logrando esos aprendizajes.
Y, finalmente, orientaciones sobre cómo proceder para ayudarlos.
Una parte de esta información deberían recibirla normalmente desde la propia escuela. Pero
esto no siempre sucede. Por otra parte, la principal información acerca de la marcha de su
hijo que todo padre de familia recibe, son las calificaciones. Y en toda América Latina, según
mostramos antes, las calificaciones carecen de un significado más o menos preciso. En
general le dan al padre una imagen, más o menos difusa, de que si cosas van bien, regular
o mal. Y, lamentablemente, muchas veces les dicen que todo va bien o bastante bien,
cuando en realidad no es así.
Además de acompañar a sus hijos, los padres pueden apoyar y participar en la escuela. En
general con las evaluaciones a gran escala se busca promover que los padres ejerzan un
control más directo y cercano sobre la calidad de la escuela de sus hijos. La propuesta no
está mal, es apropiada (siempre y cuando las autoridades educativas no deleguen
completamente su propia responsabilidad en el aseguramiento de la calidad de las
escuelas).
El problema es que para ejercer este sano control, no basta con conocer el dato de que la
escuela alcanzó un promedio que la ubica algunos puntos por encima o por debajo de otras.
Esta información es muy pobre y la visión que la sustenta es algo ingenua. Para ejercer su
capacidad de demanda y control social sobre la escuela de sus hijos, los padres necesitan
mucha más información.
En primer término, necesitan saber qué características visibles tiene una escuela de
excelencia: disciplina de trabajo, regularidad en las clases, exigencia de estudio, docentes
que no faltan, buen clima escolar, entre otras.
En segundo término, necesitan tener información sobre cómo está la escuela de sus hijos en
relación a estos estándares de calidad educativa.
En tercer lugar, necesitan saber si todos, algunos o ninguno de los estudiantes están
alcanzando niveles de desempeño buenos y destacados. Todo esto es mucho más
importante que saber cómo está la escuela, en una escala de puntajes abstractos, en
relación con la escuela de la esquina.
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Para terminar, los padres y madres son ciudadanos que participan y votan en una sociedad
democrática. Hay elementos que hacen a la calidad de la escuela que dependen de la
gestión de sus directores. Pero también hay muchos elementos importantes que no
dependen de ellos, sino de las autoridades intermedias o estatales. Los padres también
tienen necesidad y derecho de acceder a información sobre estos factores, con el fin de
formular demandas públicas. Una de las formas en que los padres pueden actuar para
contribuir a mejorar la educación, es reclamar públicamente por mejores condiciones para
las escuelas de sus hijos y no volver a votar a quienes no llevan adelante políticas
educativas apropiadas. Las evaluaciones a gran escala también deberían preocuparse por
producir información que sea útil para los padres en este nivel, de participación social y
control sobre las autoridades educativas (y no solo sobre las escuelas).
Tres ejemplos de acciones que los sistemas de evaluación a gran escala podrían
implementar para lograr un impacto más efectivo en la capacidad de las familias de
constituirse en agentes educativos.
ii) Establecer una relación explícita entre los niveles de desempeño en las pruebas
estandarizadas (asumiendo que estén bien elaborados y descritos) y la escala de
calificaciones. Esto es clave, porque las calificaciones normalmente son el mayor
engaño, la mayor estafa a los padres, en la mayoría de los sistemas educativos. Los
niños reciben calificaciones aceptables o muy buenas, terminan el Bachillerato,
reciben un certificado que dice que están preparados para ingresar a la Universidad.
Recién cuando ingresan a ella o al mercado de trabajo, una enorme cantidad de
jóvenes se da cuenta de que no tiene ni los conocimientos ni las capacidades
necesarias para un desempeño adecuado. Uno de los mayores potenciales de una
evaluación externa, es contribuir a mostrar la divergencia entre la calificación que
recibe en la escuela y su nivel de desempeño.
iii) Toda la información debería estar principalmente orientada a estándares más que a
comparaciones con otras escuelas (lo cual no significa eliminar esta última, pero sí
ponerla en un segundo plano, sobre todo teniendo en cuenta que es preciso limitar el
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Para que los maestros mejoren progresivamente la manera en que enseñan son necesarios,
por lo menos, los siguientes elementos:
a. Que estén motivados para enseñar y dispuestos a hacer un esfuerzo por lograr que
todos sus alumnos aprendan. Muchas veces la motivación y el esfuerzo se diluyen a
lo largo de la carrera docente, sobre todo si el sistema no brinda incentivos ni apoyos
ni controles para mantenerlos. La evaluación externa puede ayudar a establecer
incentivos y controles y, por tanto, puede contribuir a generar motivación y esfuerzo.
El hecho de que ello ocurra depende de que el diseño de la evaluación sea
apropiado. Si bien la comparación de resultados con otras escuelas puede resultar
un incentivo, también puede resultar una fuente de frustración y aumentar el
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de los logros educativos. Una de las virtudes de la evaluación externa es que puede
ayudar a los maestros a cambiar el foco de atención hacia los aprendizajes de los
estudiantes.
f. Que sean capaces de evaluar en forma apropiada a sus estudiantes. Del mismo
modo que la evaluación a gran escala es clave para la mejora del sistema educativo,
la evaluación en el aula es clave para el proceso de aprendizaje. El problema es que
las prácticas de evaluación de los maestros son fuertemente rutinarias, suelen estar
enfocadas hacia procesos cognitivos simples y suelen dar lugar a calificaciones
carentes de significado preciso, más que a devoluciones oportunas para propiciar el
aprendizaje. Uno de los caminos más relevantes para promover la mejora de los
aprendizajes es favorecer una mejora en los enfoques y prácticas de evaluación en
el aula de los propios maestros. La evaluación externa puede contribuir a esto, si se
lo propone como objetivo y se diseñan los dispositivos apropiados. Entre otras cosas,
como se dijo anteriormente, puede contribuir a dotar de significado a las
calificaciones.
El problema, por tanto, no consiste en cómo hacer los datos más comprensibles y cómo
ayudar a los maestros a entender las tablas de datos. Es algo un poco más complejo. Es
como comprarle una avioneta a un individuo que no sabe conducirla y pretender enseñarle a
leer el tablero de comandos del aparato. No alcanza. El individuo no podrá volar la avioneta,
aún cuando logre comprender la información del tablero. Tampoco podrá hacerlo
simplemente porque le digamos que su vecino de la otra calle sí lo ha logrado. Obviamente,
si regalamos avionetas de última generación a individuos que ya son pilotos
experimentados, rápidamente éstos podrán aprender las novedades de los nuevos aparatos
y volarlos. Pero el supuesto es que tenemos pilotos experimentados. El supuesto
equivalente en educación, para que las evaluaciones externas tuviesen algún impacto por sí
4
Informe McKinsey. Disponible en castellano en el Documento de Trabajo N° 41 de PREAL.
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mismas, sería que tenemos un cuerpo de docentes expertos en su tarea. Pero, hay que
decirlo, la realidad dista mucho de ser de esta manera.
La estrategia mínima sería aquella que se puede llevar adelante desde el área de
evaluación. El punto básico es mejorar la calidad didáctica de los materiales que se difunden
a los maestros. Para ellos no alcanza con recibir datos. Es necesario aportar reflexión
didáctica sobre cada uno de los temas evaluados, respondiendo a las siguientes preguntas:
¿Qué procesos cognitivos están involucrados en la resolución de las actividades?
¿Qué tipos de actividades puede proponer el maestro para promover dichos procesos?
¿Qué hacer con los alumnos en el nivel insuficiente?
¿Cómo usar las pruebas para diagnóstico e intervención tempranos?
Tal vez, antes aún, deberíamos ofrecer a los maestros una explicación básica de cada tema
evaluado desde la perspectiva de la disciplina, dado que se suele dar por sentado que los
maestros conocen los temas evaluados.
Para potenciar el uso de los resultados desde la estrategia mínima, sería preciso aportar
más elementos de reflexión sobre los procesos de resolución de cada actividad, información
sobre la distribución de respuestas no correctas y las dificultades o errores plausibles
asociados a cada distractor, así como orientaciones de carácter didáctico para la enseñanza
de cada tema5.
Muchas preguntas de múltiple opción aportan, como única información, que el alumno no
sabe, no conoce, no recuerda el concepto o procedimiento correspondiente a la respuesta
correcta. Pero el maestro puede aprender mucho más a partir de los errores de los alumnos.
Para esto es necesario que cada distractor responda a una hipótesis de error, algo que es
bastante difícil de hacer, salvo en Matemática. La alternativa es trabajar con preguntas
abiertas, que permitan identificar los procedimientos y conceptos erróneos que ponen en
5
Esta última línea de acción requeriría un trabajo conjunto entre áreas de evaluación, currículo y formación en
servicio.
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juego los estudiantes. El sólo hecho de entrenar a los maestros para codificar preguntas de
respuesta abierta ya es de un enorme valor didáctico.
Para cerrar esta conferencia, considero importante mostrar un conjunto de resultados del
Estudio de evaluación en el aula, que son contrarios a las opiniones predominantes en el
ámbito educativo. La opinión predominante es que las evaluaciones estandarizadas tienen
un efecto contraproducente sobre la evaluación en el aula de los maestros. El sentido
común educativo tiende a establecer una visión maniquea, según la cual las evaluaciones
externas son cuantitativas, sólo miran resultados y son memorísticas (malas), mientras que
las evaluaciones en el aula son cualitativas, de procesos y cognitivamente complejas
(buenas).
Contrariamente a esta visión, el estudio realizado permitió constatar que las evaluaciones
estandarizadas pueden tener un efecto positivo sobre las concepciones y prácticas de los
maestros, así como identificar algunos puntos cruciales en los que ese efecto se materializa.
Antes que nada es preciso recordar que, según se mostró antes, las evaluaciones que
emplean los maestros en las aulas distan mucho de ser cognitivamente complejas y de tener
en cuenta los procesos de pensamiento de los estudiantes.
6
Puedo ampliar en otro momento las características del programa de formación en servicio para maestros de
escuelas de contextos desfavorecidos desarrollado en Uruguay a partir de las primeras evaluaciones a gran
escala.
7
Este apartado recoge básicamente el material publicado en el Boletín N° 12 del Observatorio Regional de
Políticas de Evaluación Educativa que nuestro Instituto elabora para el GTEEPREAL.
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Estos datos confirman que aún sigue siendo un desafío para las evaluaciones externas el
llegar masivamente a los maestros. Algunos países tienen estrategias definidas para ello,
otros no. Si los materiales llegan y los maestros tienen la oportunidad de apropiarse de ellos
(leerlos, discutirlos, reflexionarlos), la probabilidad de que de allí se derive algún efecto
positivo es alta. ¿Cuáles pueden ser los efectos positivos? El material relevado en el estudio
permite identificar cuatro aspectos principales en que las evaluaciones externas tiene una
influencia positiva en los maestros.
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3. En tercer lugar, ofrecen a los maestros instrumentos de trabajo que les facilitan la
tarea cotidiana (una tarea que es muy exigente en materia de tiempos). Este efecto
tiene doble filo. En algunos casos, los maestros se apropian de las herramientas y
las utilizan en función de su propia propuesta educativa. En otros casos, pueden
constituirse en un modo de “llenar el tiempo” con actividades prediseñadas o de
entrenar a los estudiantes para responder pruebas estandarizadas.
“En mejorar el tipo de pregunta. Cuidar el tipo de problema que debo plantear”. “Se ha
preparado las preguntas y respuestas posibles con cautela. Se induce al alumno a pensar”
(Perú).
“En la planificación y diseño de actividades, así como en las consideraciones de aspectos a
tener en cuenta a la hora de evaluar los aprendizajes”. “Me ha mostrado diferentes formas de
evaluar, que he podido reformular en mis clases” (Uruguay).
“Me han servido para no evaluar de forma superficial, donde a veces los maestros hacemos
evaluaciones sin sentido y los alumnos no saben ni qué escribir”. “Dejando que el alumno
aprenda haciendo, intensificando las prácticas de lectura comprensiva de manera más
creativa, desarrollando más su expresión verbal, redacción y fomentando la lectura” (El
Salvador).
“Procuro que los niños reflexionen y les planteo problemas similares así como para la lectura
hago que analicen lo que están leyendo, así como que digan qué tipo de texto es y con qué
intención lo escribieron”. “Ahora mis evaluaciones no son mecanizada, por el contrario, el niño
tiene que razonar para su resolución” (México).
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Por otra parte, el estudio permitió constatar que, si bien existe una importante coincidencia
entre los contenidos evaluados por las pruebas nacionales de los países objeto de este
estudio y los contenidos evaluados por los docentes en las aulas, es posible percibir un claro
desajuste entre los enfoques didácticos asumidos en uno y otro ámbito. Las evaluaciones
nacionales de la mayoría de los países de este estudio asumen una postura funcional,
proponiendo actividades en contextos significativos, con propuestas de una complejidad
cognitiva que pocas veces se encuentran en las propuestas elaboradas por los maestros
para sus aulas. Al mismo tiempo, la mayoría de los maestros proponen a sus alumnos
trabajos de evaluación que apelan a la memoria, en el marco de situaciones sin contexto
específico, muchas veces alejados de la vida real y cotidiana.
Por ejemplo, en Matemática se pudo apreciar en los cuadernos de los estudiantes, largos
listados de operaciones que dan cuenta de un enfoque fuertemente volcado hacia los
aspectos mecánicos de la resolución matemática. En Lengua se observó, básicamente, el
uso de texto recreativos, tales como cuentos, poemas, leyendas, etc., y la ausencia de
trabajo sobre textos informativos o de otro tipo. El formato y el enfoque asumido por el
SERCE en su prueba de Escritura, planteada en tres pasos (escribir un borrador, revisarlo y
luego redactar el texto final), casi no es utilizado en las aulas de la región, como tampoco lo
es escribir varias versiones de un texto o cambiar la redacción de un informe escrito. El
enfoque de habilidades para la vida en Matemática, que hace hincapié en la solución de
problemas, la comunicación de resultados, el razonamiento matemático y el establecimiento
de conexiones que van mucho más allá del dominio de los conceptos básicos, tampoco se
vio reflejado en las aulas. Básicamente, los trabajos de evaluación propuestos en las aulas
son de corte netamente escolar, sin mayor sentido fuera de dicho contexto.
Lo interesante del caso es que, contrariamente a lo que pregonan ciertos discursos político-
pedagógicos, opuestos a toda forma de evaluación estandarizada, las propuestas de
evaluación formuladas en el marco de buena parte de los sistemas nacionales de tipo
estandarizado, están mucho más avanzadas y en línea con los desarrollos de la didáctica,
que las propuestas que se implementan en las aulas. La idea de que las evaluaciones
externas son memorísticas, están focalizadas en los resultados y desconocen los procesos
de aprendizaje de los estudiantes, todo lo cual sólo sería contemplado en las evaluaciones
que hacen los maestros en el aula, no es confirmada por la evidencia empírica recogida en
este estudio. Las evaluaciones estandarizadas pueden tener, por tanto, un efecto positivo
sobre las prácticas de enseñanza y de evaluación en las aulas, en la dirección de calidad
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2. Hagan explícitos estos referentes y formen a los maestros en torno a los mismos. Es
importante hacer visible para los maestros que una evaluación cumple con sus
propósitos solamente si se la enmarca dentro de un determinado campo teórico
conceptual y que ello tiene un correlato en el quehacer práctico.
Para cerrar, solo me resta reiterar que, para que este tipo de acciones tenga impacto es
imprescindible generar espacios de discusión didáctica a partir de los resultados de las
evaluaciones estandarizadas, a través de diversas vías. Para que las evaluaciones tengan
un impacto positivo es preciso que los maestros las comprendan, se apropien de ellas e
incorporen a su horizonte conceptual nuevas formas de hacer las cosas, en particular,
nuevas formas de realizar sus propias evaluaciones. Esto no se produce en forma
automática a partir de la lectura de un reporte, sino que requiere de espacios de
intercambio, discusión experimentación y formación, según se indicó antes.
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