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Autores secundarios del 98: José López

Pinillos, Eugenio Noel, Felipe Trigo y


Manuel Ciges Aparicio.
Como ya vimos la generación del 98 supuso un fenómeno político, literario y hasta
humano. Hay una actitud de disconformidad antes las circunstancias históricas-sociales.
Según el mismo Pedro Salinas, en su artículo “El problema del modernismo en
España o un conflicto entre dos espíritus”, llega el 98, es decir, “el desastre”
intensificado por un aire hispánico que se ve surcado por algunas frases clave,
potentemente significativas: “El alma española”, “la cuestión nacional”, “el problema
español”, “la regeneración”, etc.
Tanto aquellos que se inscriben en el modernismo como estos hombres del 98, están en
contacto entre ellos, y gracias a la genial figura de Rubén Darío. Ambos coinciden con
ese espíritu de rebeldía y en una aspiración general de cambio.
A los hombres del 98 se les llama hombres “preocupados”. Su literatura viene a ser un
inmenso examen de conciencia, preludio de la confesión patética. Éstos de sumergen,
bucean, disparan hacia los más profundos senos submarinos.
Según Guillermo Díaz-Plaja, en su libro Modernismo frente a noventa y ocho, la obra
literaria se reduce a una creación radical que se inicia en la búsqueda de la palabra y
sigue en la ordenación de la frase. Se rechaza, por tanto, toda forma de barroquismo que
nada tiene que ver con el estilo clásico, aunque se confunde frecuentemente clasicismo
con ampulosidad (esto lo dice Ortega). Así es que se huye del preciosismo literario, a la
vez del casticismo.
Entre las características que hemos de recordar de esta generación, encontramos el
antirretoricismo muy ligado al antibarroquismo. Además, se pretende llevar a cabo la
creación de una lengua natural ceñida a la realidad de las cosas. Otro aspecto ligado al
anterior, es el enriquecimiento “funcional de la lengua”, rebuscando en la lengua
popular regional o en la raíz etimológica. Así, pretenden un lenguaje definitorio al
servicio de la inteligencia y una lengua válida para todos.
Hacia 1905 los noventayochistas, decepcionados con la idea de la regeneración de
España, fueron abandonando sus afiliaciones izquierdistas y su adhesión al reformismo
concreto. Desde entonces en adelante se preocuparon cada vez más por la pura creación
literaria.
El interés de la Generación se centra ahora en la búsqueda de lo que venían llamándose
«ideas madres», o sea, nuevos principios ideológicos y espirituales capaces de obrar no
tanto sobre la sociedad cuanto sobre el alma del pueblo.
Debemos sumar a este hostil contexto, la falta de riqueza personal de la Generación, es
decir, en su mayoría pocos se podían permitir dedicarse de lleno a su faceta de escritor.
Se debe, principalmente a que, en aquel entonces apenas existían editoriales que
publicaran obras de literatura serias, por lo que estos hombres del 98 debían costearse su
publicación por su cuenta y riesgo. Sólo los escritores que se rebajaban hasta el nivel de
la masa, Blasco Ibáñez o los hermanos Quintero, podían enriquecerse rápidamente con
sus obras.
Así que, decepcionados y frustrados, los noventayochistas se volvieron cada vez más al
mecanismo de escape típico de los que han perdido toda esperanza de modificar las
circunstancias exteriores. Se refugiaron en un laberinto de conceptos imposibles de
comprobar —«ideas directoras», «normas eternas», «el alma castellana», etc.
Así pues, el progresivo volverse de espaldas de los noventayochistas a la realidad social
de España, hará que la novela de protesta quede relegada en manos de escritores
secundarios como José López Pinilla o Concha Espina, como veremos a continuación.
Girando de algún modo en torno a las grandes figuras del 98 aparece una serie de
autores considerados habitualmente como “menores”, y dignos de estudio detenido.
El primer autor que trataré Manuel Ciges Aparicio, escritor, periodista y traductor,
muerto violentamente en el vendaval de los primeros meses de la guerra civil. Nace en
Enguera, Valencia, 14 de enero de 1873 - Ávila, primeros de agosto de 1936.
Según Rafael Cansinos Assens, Ciges, que era "Tácito convertido en novelista" que
compuso las memorias literarias de un español que narra sin énfasis alguno la
vicisitudes de una juventud azarosa". Fue precisamente Ciges quien puso en contacto a
Cansinos con la editorial Aguilar, de la que sería traductor durante el resto de su vida.
Vivió algún tiempo en París.

De ideología republicana y amigo de Manuel Azaña, denunció desde la prensa siendo


colaborador de Vida Nueva y de El País, y más tarde redactor de El Imparcial, las
manipulaciones políticas y las injusticias generalizadas del sistema canovista salido de
la Restauración borbónica.

Se considera a Ciges próximo al Naturalismo, al estilo de Vicente Blasco Ibáñez. Sus


narraciones sobre las guerras colonias, como Marruecos (1912) o sobre la miserable
vida de las provincias españolas, reflejo de una sociedad analfabeta y corrompida,
descrita sin misticismo ni idealismo, como Villavieja (1914) y La romería (1910), le
entroncan tanto con el criticismo pesimista del 98 tradicional como con una suerte de
realismo social en germen todavía. En su obra El vicario (1905) trasciende todo
anticlericalismo para revelar la figura de un sacerdote preocupado realmente por las
responsabilidades del hombre en sus aspectos materiales y terrenales.

De carácter autobiográfico es su obra El juez que perdió la conciencia (1925) en la que


revela sus propias experiencias como candidato a las elecciones de 1923 y su visión
del caciquismo político español. Se desvela toda la rica gama de enredos, enseñanzas,
trucos, palos, encarcelamientos de contrarios, enchufismo, etc. en que consistía una
elección para diputados, que hoy parece imposible. El final es claramente
pesimista. Circe y el poeta (1926) retrata las aventuras de un revolucionario y poeta
español en el París de 1914, y no resulta una de las mejores obras de su autor. Muy
diferente es su última novela, Los caimanes, (1931), que intenta reflejar la problemática
de la España rural y su envidia, mezquindad y egoísmo.

Otras obras suyas son una biografía de Joaquín Costa (Joaquín Costa, el gran
fracasado, 1930) y, en 1932, el estudio histórico (España bajo la dinastía de los
Borbones, 1701-1931).

En esta línea también José López Pinillos, más conocido por sus seudónimos Puck y
sobre todo Pármeno. Nace en Sevilla, el 2 de junio de 1875 - Madrid, 12 de
mayo de1922). Fue periodista, dramaturgo y escritor español.

Inició sus estudios de derecho en su ciudad natal, pero una serie de dificultades
económicas en el seno familiar, le impidieron terminar el último curso. Fue hombre de
cultura y apasionado por la lectura: entre sus autores preferidos Edgar Allan Poe, León
Tolstoy, Fedor Dostoievski y Charles Dickens. En 1900 estrenó su primera obra
teatral, El vencedor de sí mismo. En Madrid, fue redactor de España (1904) y de El
Globo (1902-1903) bajo el seudónimo de "Puck". Luego lo fue de La Correspondencia
de España, y fue redactor jefe y después dirigió El Liberal de Bilbao desde 1906.

De ideología socializante, se manifiesta seguidor de una estética violentamente realista.


En su obra predominan caracteres y ambientes sombríos, y su vocabulario es crudo y
abundante en arcaísmos. Su teatro es efectista y áspero y se puede dividir en dos tipos:
dramas rurales y dramas urbanos. En los primeros se observa una acentuada tendencia al
tremendismo y la animalización de los personajes, unida siempre a una ideología
reformista e incluso regeneracionista. Así El Pantano, 1913, título que simboliza el
ostracismo moral y económico de un pueblo, en la línea de Benito Pérez Galdós.

En 1918 publica Esclavitud, obra en la que se denuncia sin tapujos el ultraje continuo al
que somete un señor feudal a los hombres y mujeres que se encuentran bajo su égida.
De contenido similar a Fuenteovejuna, La tierra (1921) recoge las vivencias de
jornaleros y caciques que luchan por la posesión de las fuentes de producción primarias.
Los dramas urbanos, menos característicos, giran en torno al honor y la honra, ya sea
con un sesgo cómico (Hacia la dicha, 1913, y Los senderos del mal, 1918), ya sea con
una impronta de carácter filosófico (La otra vida, 1915).

También cultivó la novela. Algunos de sus títulos: La sangre de Cristo 1907; Los
enemigos 1908; Las águilas (De la vida del torero), 1911 Ojo por Ojo (1915), etc. En
su mayoría, son obras en las que aborda la problemática andaluza de la época, incluso la
rivalidad entre provincias, que entonces se reflejaba en los toros, y también supone un
glosario de rasgos fonéticos y morfológicos del andaluz con expresiones que ya han
desaparecido.

El siguiente autor, Eugenio Noel, ha sido considerado por la crítica como un 'epígono
de la generación del 98', representa una voz muy peculiar en la historia de la literatura
española.
Eugenio Noel, seudónimo de Eugenio Muñoz Díaz, nació en Madrid el 6 de septiembre
de 1885. Enfermo de neumonía, ingresaría en el Hospital San Pablo de Barcelona,
donde falleció el 25 de abril de 1936, pobre, como vivió siempre, solo y abandonado
por todos, excepto por su mujer.
Se crío en el seno de una humildísima familia, era hijo de una sirvienta y de un lazarillo
de ciego. Tras cursar sus primeros estudios, ingresó como seminarista (gracias a la
generosidad de la duquesa de Sevillano, para la que trabajaba su madre) en los cartujos
de Tardajos, en Burgos. Aunque Noel descubrió pronto su falta de vocación religiosa y
regresó a Madrid, ciudad en la que se interesó por asistir a clases de Derecho.
Noel, hombre de ideología republicana y devoto seguidor de las ideas regeneradoras de
Joaquín Costa, estaba convencido de que los males de España radicaban en la incultura,
en la excesiva influencia del clero y en la afición a los toros y al flamenco. En 1913
inicia una apasionada y titánica campaña antitaurina y antiflamenca a la que dedicó el
resto de su vida y durante la cual recorrió, a cambio de cuatro duros y en condiciones
casi siempre penosas, multitud de pueblos y ciudades de España (incluidos varios de
Asturias). Un año más tarde, fundó el periódico 'El Flamenco’ una especie de semanario
antiflamenquista', que más tarde se llamó 'El Chispero' y que desapareció a las seis
semanas por falta de medios económicos. Noel consiguió una enorme popularidad, pero
su afán polemista suscitó también el rechazo de muchas personas, la crítica feroz e
incluso fue atacado físicamente en alguna ocasión.
Su tremenda actividad no se limitó a España, sino que en cuatro ocasiones viajó a la
América de habla española, que recorrió prácticamente entera, dando conferencias,
publicando artículos periodísticos y provocando siempre la polémica. La obra de Noel,
como su propia vida, es desmesurada y torrencial. Además de sus colaboraciones
periodísticas, fue ensayista y novelista. Publicó más de treinta novelas cortas y una
larga, 'Las siete Cucas' (1927), también la más lograda y la más interesante de todas. El
autor intenta revivir todo el sabor y el ambiente de la novela clásica, mediante una
evocación profundamente humana, pero a la vez llena de ironía, sabiduría y humor.
Junto al desarrollo argumental de la novela encontraremos incursiones ensayísticas entre
literarias, psicológicas y castizas.
Como ensayista, es autor de una obra amplia y original, muy personal, en la que cabe
mencionar títulos como: 'El flamenquismo y las corridas de toros', 'República y
flamenquismo', 'Pan y toros' (1913), Las capeas' (1915), 'Aguafuertes ibéricos' (1927),
etc.
Además de su inmensa producción literaria, tras su muerte se publico 'Diario íntimo', en
el que el autor fue escribiendo de forma casi cotidiana, el borrador de lo que habría de
ser la que él consideraba su mejor obra: 'La novela de la vida de un hombre', una
asombrosa autobiografía de casi 800 páginas. Los dos tomos de este interesante diario
se publicaron en Madrid en 1962 y 1968, respectivamente.
Por último, me centraré en la figura de Felipe trigo. Nace en Villanueva de la Serena,
Badajoz en 1875 y muere en Madrid 1916, en pleno apogeo de su popularidad, el 2 de
septiembre de 1916 Felipe Trigo acabó de un tiro con su vida, siendo enterrado en el
cementerio de Canillejas. Cursaría el bachiller en Badajoz y la carrera de medicina en
el Hospital de San Carlos de Madrid. Su experiencia como estudiante forastero en la
capital la plasmaría en la novela En la Carrera.

La fama de Trigo se basó prácticamente en el escándalo que rodeó sus publicaciones y


en la reiterada afirmación de una liberación erótica y sexual en la que el autor veía
encarnada la salvación colectiva: salvación que se insertaría a la larga en una pintoresca
estatalización paternalista de los medios útiles a la satisfacción y realización de los
individuos.
Según Fernando García Lara, Trigo no es una anomalía sino un escritor de su tiempo y,
por descontado, el mejor de cuantos hicieron de la vida sexual el punto de partida de sus
relatos. Quizá los mejores de estos son los que, cercanos a la autobiografía, trazan la
dificultad de una adolescencia sana: Las ingenuas (1901), La sed de amar(1905), En la
carrera (1909), a las que se podría añadir La bruta, destrucción de una burguesita
extremeña por la bohemia intelectual madrileña, y El médico rural (1912).

El éxito arrollador de su primera novela, Las ingenuas, en la que relata su dramática


peripecia filipina, le convirtió en un auténtico best seller, tanto en España como
en América; le permitió llevar una vida de lujo. Esto le dio acceso a los círculos sociales
más selectos, ganándose fama de gran señor, dandi y donjuán. En menos de quince
años, publicó diecisiete novelas, varias novelas cortas (en las célebres y popularísimas
colecciones El Cuento Semanal, primero, y La Novela Corta, ya al final de su vida) y
varios relatos, todos ellos con gran acogida del público.

Felipe Trigo profesó un socialismo marxista ortodoxo, y llegó a publicar una serie de
nueve artículos en El Socialista. Más adelante evolucionó a un reformismo radical
pequeño-burgués, en la línea de Melquíades Álvarez, al que dedicó encomiásticamente
el prólogo de Jarrapellejos, su principal obra. El autor escribió también ensayos en los
que explicitó sus opiniones políticas. El más destacado es quizá su libro Socialismo
individualista, publicado en 1904. Cabe citar además: La campaña de Filipinas
(Impresiones de un soldado) (1897), El amor en la vida y en los libros (1908) y Crisis
de la civilización (La guerra europea) (1915)
Como venía comentando, la mayor parte de las novelas y relatos cortos de Felipe Trigo
tienen como tema principal el erotismo. Trigo criticaba en estas novelas la hipocresía y
los prejuicios de la sociedad española en lo relativo a la moral sexual.

El autor es, sin embargo, más recordado por dos obras en las que, aunque lo erótico
está también presente, priman sus inquietudes regeneracionistas, cercanas a las ideas de
los miembros de la generación del 98. Son éstas El médico rural (1912), en la que, con
abundantes elementos autobiográficos, critica enérgicamente la miseria y la ignorancia
en la que viven los campesinos extremeños; y, sobre todo, Jarrapellejos, subtitulada por
su autor como “Vida arcádica, feliz e independiente de un español representativo”.
Novela varias veces reditada y llevada al cine por Antonio Giménez-Rico, que denuncia
los males del caciquismo en la sociedad española de la Restauración.

Para concluir con la exposición, se puede establecer por tanto una división de autores y
sus diferentes visiones. De este modo, José López Pinillos y Eugenio Noel, se ajustarían
al molde satírico, violento y regeneracionista. Este mismo molde se percibe en algunas
novelas de Trigo, pudiendo ser calificado provisionalmente como “casticista”.
Por su parte, Manuel Ciges Aparicio: quizá es el más interesante de todos ellos, abarca
registros que van del desgarrado relato de ambiente bohemio a la novela rural de tema
caciquil.

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