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Ad Conspiración golpista de 1936

El general Mola y el general Franco junto con otros generales sublevados.


La conspiración golpista de 1936 fue la trama insurreccional que condujo al golpe de
Estado de julio de 1936 que dio inicio a la guerra civil española. Aunque cuenta con
antecedentes anteriores a febrero de 1936, la conspiración se inició tras conocerse el
triunfo del Frente Popular en las elecciones. Desde el primer momento estuvo
protagonizada por una parte del Ejército, aunque contó con una trama civil de apoyo y
aliento integrada por los monárquicos alfonsinos, los carlistas y los fascistas de Falange
Española de las JONS, a la que también se acabó sumando la «accidentalista» CEDA. Su
objetivo era derrocar el gobierno del Frente Popular y, con este, el sistema parlamentario,
e instaurar en su lugar una dictadura militar.
Según Julio Aróstegui, «la sublevación fue una iniciativa y un movimiento militar que, no
obstante, como siempre ocurre, contó con apoyos, connivencias e incitaciones
procedentes del mundo civil, y no solo de sus instancias políticas», con lo que descarta
que la sublevación fuera un «movimiento cívico-militar» (término que fue utilizado con
frecuencia por el bando sublevado, como en la Carta colectiva de los obispos españoles
con motivo de la guerra en España). Otros historiadores coinciden con la tesis de
Aróstegui. Eduardo González Calleja afirma: «Fue el Ejército, o al menos una parte de él,
quien acabó tomando la iniciativa y aglutinando en su seno las diferentes vías
conspirativas militares y los proyectos insurreccionales civiles, que hubieron de plegarse a
un plan subversivo y de reorganización del Estado formulado bajo parámetros casi
exclusivamente castrenses, que en principio no iban mucho más allá de la organización de
una dictadura militar en un régimen temporal de excepción». «En la primavera de 1936 el
Ejército no aceptó otra dirección política que la suya misma», insiste Aróstegui. Así pues,
como afirma Francisco Alía Miranda, «la conspiración no fue, en su origen, una empresa
de partidos políticos, de organizaciones civiles o grupos de presión, conjurados para un
asalto al poder utilizando como instrumento a las Fuerzas Armadas». Gabriele
Ranzato sostiene una posición similar: «Mola y los demás, si bien confiaban en una acción
de apoyo de sus militantes [de los partidos de derechas] en el momento crucial, no
pensaron en implicarlos en lo más más mínimo en la conspiración, que debía concretarse
como una operación dirigida exclusivamente por el ejército, y a la que seguiría, en caso de
éxito, un régimen, más o menos provisional, de carácter esencialmente militar. Esto no
quiere decir que los líderes de la derecha ignoraran las tramas golpistas».

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