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“La empresa pertenece a las personas que invierten en ella: no a sus empleados,

sus proveedores y la localidad donde está situada”. Con esta frase comienza el
primer capítulo del libro la globalización de Zygmunt Bauman. Esta frase que, que
no pertenece a Bauman, da inicio al capítulo uno. Se nos plantea aquí un aspecto
muy interesante de su teoría con respecto a la nueva forma de hacer negocios,
donde las grandes decisiones, como menciona la cita, son tomadas por una elite,
muchas veces desconocida e intangible, o como el mismo Buman plantea:
incorpórea.

Producto de la globalización, que lejos de unir u homogeneizar, divide y polariza.


Los negocios o empresas situadas en un lugar determinado ya no pertenecen a
los jefes que físicamente dirigen la empresa in situ, sino que son controlados
desde la sombra por una entidad que obtiene su poder por una parte del dinero
invertido, y por otra de la libertad que lo des-ata del lugar físico en sí.

Según Bauman, analizando la frase preliminar de Dunlap, plantea que los


empleados provienen de la población local y estos están atados a esta empresa
por el solo hecho de vivir o pertenecer a la comunidad en la que está inserta esta
empresa. Los proveedores están sujetos a las distancias entre la empresa y sus
empresas y el propio lugar, aunque parezca obvio, está en el mismo lugar en el
que la empresa físicamente opera. Todos estos factores dependen unos de otros y
a su vez dependen del lugar fisco y de la distancias. Sin embargo, esta elite de la
que se habla no pertenece a esta comunidad, muchas veces se encuentra a
kilómetros de distancia y no está sujeta ni al tiempo ni al espacio y esto es uno de
los factores que otorga su más grande poder y que exalta la desigualdad entre las
clases sociales, el empleado lo es porque necesita el trabajo, porque necesita el
dinero por tanto, a diferencia del accionista, depende físicamente del lugar físico
de la empresa, puesto que vive allí. Si en algún punto del negocio los “dueños”
deciden trasladar el negocio a otro lugar más viable, sin lugar a dudas el negocio
físico se trasladara dejando de la lado la humanidad puesto que nada los ata ni los
compromete al lugar físico en que la empresa está situada, ya que no es “su
lugar”. Esto, según Bauman es uno de los factores es na de las consecuencias
negativas de la globalización, ya que une falsamente o aparentemente a personas
por un bien común que físicamente se encuentran a kilómetros de distancia, pero
bajo una mirada más aguda es posible vislumbrar que realmente solo es una
práctica que acrecentar la desigualdad social: el verdadero poder pertenece a
quien tiene la libertad de movimiento y a quien no está sujeto a la dependencia de
la espacialidad. Esta movilidad es producto del dinero, ero el dinero no solo otorga
movilidad, sino también un cierto grado de deshumanidad puesto que a no haber
un real involucramiento con la comunidad local no existen o no se forman
verdaderos lazos de los que se forman por la convivencia diaria. Aquí no existe
empatía, solo existe interés. No tienen el deber de involucrarse ni lidiar con los
problemas que pudiera ocasionar un eventual disputa, de la índole que sea, la elite
tiene la facultad, o mejor dicho, opta siempre por huir de lo que no tiene la
necesidad de enfrentar.

Otro de los autores que cita a Bauman es Paul Virilio quien plantea que “las
distancias ya no importan y la idea de limite geofísico es cada vez más difícil de
sustentar en el mundo real”. La distancia es una de las consignas más en boga de
la globalización, es la bandera que flamea en los vientos de la post modernidad,
es la solución que ha llegado para solucionar el mundo y ara quedarse. Sin
embargo esto plantea una paradoja, suprimir las distancias provoca un daño
colateral muchas veces imperceptible para el ojo no especializado. Quien tiene el
poder o la facultad de suprimir las distancias goza de todos los beneficios de la
globalización, ¿Pero qué pasa con quién no cuenta con este don? Quien no goza
de las bondades de la globalización sufre sus males. Quienes habitan sus lugares
físicos de trabajo dependen del espacio físico y aquí es donde la globalización les
juaga una mala pasada. Si la globalización es la des-sitiacion, se hace evidente
que quien se aferra a su comunidad realmente no se aferra a nada porque lo
propio ya casi no existe y de existirlo no es posible para quien no tiene los medios,
económicos por su puesto, para retenerlo.

La extraterritorialidad no es algo nuevo, las elites siempre han tenido preferencia


por lo distante que por lo cercano. los nobles tienden a relacionarse más con los
nobles de otros lugares, que con lo no nobles coterráneos, eliminando
virtualmente la distancia ya que, se sienten más cercanos de lo lejano que de lo
inmediato.

Otro aspecto negativo según Bauman es el exceso de información,


específicamente la comunicación barata e intrascendente, la cual desborda la
internet y nos satura de cosas innecesarias estando lugar a cosas que realmente
pudieran importar. Se nos presenta tan atractivamente y con tanta violencia ante
nuestros ojos, que claman y exigen un lugar dentro de nuestra memoria
desplazando vivencias cotidianas de nuestro entorno próximo. Nuevamente salta a
la luz que a globalización como supresora del tiempo y del espacio, es un factor
del cual hay que tener cuidado, porque muchas veces ni siquiera somos
conscientes de que esto ocurre, simplemente nos dejamos llevar por el
sensacionalismo, y nos dejamos atrapar por esta world wide web.

Otro de los análisis interesantes se desarrolla a partir de la analogía entre el


ciberespacio y la concepción cristiana del paraíso de Margaret Wertheim, la cual
plantea que así como los cristianos concebían el paraíso como un lugar superior y
fuera de este mundo terrenal, el ciberespacio es un lugar no físico superior en el
que el cuerpo no es necesario para gozar de los beneficios de este ciber-paraíso.

Esta visión es bastante interesante, porque plantea un estado superior al terrenal,


que a diferencia de la concepción bíblica que afirma que “de los pobres es el reino
de los cielos”, eleva a los ricos y poderosos. El dominio mundial pertenece a estos
últimos y ellos mismos se han encargado, por sus propios medios, de instalar este
paraíso en la propia tierra siendo muchas veces el internet o globalización, la
fuente de su poder para llevar a cabo semejante hazaña. Los grandes negocios
hoy en día se hacen por internet, a distancia, las grandes transacciones y
movimientos de dinero se hacen por medio de un ordenador, por medio de una
contraseña. Ya ni siquiera el dinero es necesario que este de manera física, pero
su poder y su influencia si se palpa y se materializa en la realidad material. La
privatización cada vez se adueña más de los espacios públicos y esta disminución
de lo público es producto del poder de lo privado lo cual confirma aún más la
hegemonía de la polarización social y de la desigualdad que sufre el no adinerado
y que goza el que lo es.

Quien tiene los medios para insertarse en este nuevo paraíso puede disfrutar de
parte de estos beneficios, acrecentando las arcas de los ya ricos. En cambio
quienes no cuentan con los medios para hacerlo se ven relegados y marginados
de la sociedad viviendo literalmente en un infierno donde lo público, y al menos
esta es la realdad de chile, no tiene punto de comparación con lo privado, ya sea
en salud, ya sea en vivienda, a sea en educación, ya sea en lo que sea, está claro
que la globalización no beneficia a todos por igual porque lo que a unos les da a
otros les quita, lo que a unos ata a otros desata y lo que a unos les hace valorar lo
poco y nada que tienen a otros los hace desvalorar lo mucho y todo que tienen, y
esta la antítesis que me queda de esta sobrevalorada globalización.

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